la otra cara del debate chomsky-skinner
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Este trabajo empieza revisando algunas de las principales razones por las que una réplica a la crítica de Chomsky no apareció hasta nueve años después de su publicación. Luego, revisa la réplica de MacCorquodale, que fue la primera en aparecer y aún es la réplica más completa a la crítica de Chomsky. Después de ello, pondera el intento de Moerk por conciliar ambos enfoques, el de Skinner y el de Chomsky. Finalmente, evalúa la influencia de la teoría de Chomsky en la psicología, así como algunas de las críticas a las que ha sido sometida.TRANSCRIPT
LA OTRA CARA DEL DEBATE CHOMSKY-SKINNER
Pablo Valencia Melendez*
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
RESUMEN
Este trabajo empieza revisando algunas de las principales razones por las que una
réplica a la crítica de Chomsky no apareció hasta nueve años después de su publicación.
Luego, revisa la réplica de MacCorquodale, que fue la primera en aparecer y aún es la
réplica más completa a la crítica de Chomsky. Después de ello, pondera el intento de
Moerk por conciliar ambos enfoques, el de Skinner y el de Chomsky. Finalmente,
evalúa la influencia de la teoría de Chomsky en la psicología, así como algunas de las
críticas a las que ha sido sometida.
Palabras clave: conductismo, psicología cognitiva, innatismo, empirismo, debate
Chomsky-Skinner.
ABSTRACT
This work reviews some of the reasons why a reply to Chomsky’s review didn’t appear
until nine years after its publication. Then, it reviews MacCorquodale’s reply, which
was the first one to appear and is still the most complete reply to Chomsky’s attack.
After that, it considers Moerk’s effort to conciliate both approaches, Skinner’s and
Chomsky’s. Finally, it evaluates the influence that Chomsky’s theory has had on
psychology, as well as some of the criticism it has gone through.
Key words: behaviorism, cognitive psychology, nativism, empiricism, Chomsky Vs.
Skinner.
* Correo electrónico: [email protected]
1
La crítica de Chomsky al libro Conducta Verbal tuve un rápido alcance y gran
difusión entre aquellos psicólogos que se sentían disconformes con el programa
conductista. De hecho, ya en 1956 (tres años antes de la aparición de dicha crítica) había
tenido lugar lo que muchos consideran el inicio de la llamada “revolución cognitiva”,
cuando se llevó a cabo en el MIT el Segundo Simposio sobre Teoría de la Información,
en el que participaron grandes figuras, incluido Noam Chomsky. En un inicio, incluso,
pareciera que la teoría de Chomsky tuvo más influencia entre los psicólogos que entre
los mismos lingüistas (Demonte y Delval, 1978). Ya varios psicólogos de la corriente
conductista habían mostrado su preocupación por las limitaciones del conductismo al
enfrentarse al lenguaje; Osgood, por ejemplo, llamaría a este el “Waterloo del
conductismo contemporáneo” (citado por Leahey, 2003).
Es inquietante el hecho de que B. F. Skinner nunca respondiera a la crítica
formulada por Chomsky. Acaso Skinner pecó al subestimar la influencia de un lingüista
casi desconocido en el reino de la psicología conductista. Lo cierto es que muchos
psicólogos –sea porque el conductismo no satisfacía sus ambiciones epistémicas, o sea,
como han sugerido algunos (O’Donohue y Ferguson, 2003), por antipatías personales o
incompatibilidad con la parsimonia científica del conductismo– se aferraron con
entusiasmo al nuevo enfoque. Es importante notar que la propuesta de Chomsky no era
una propuesta reformadora, sino un verdadero golpe de estado; como señala Leahey
(2003):
La actitud de Chomsky hacia Skinner era despectiva: no estaba dispuesto a aceptar
el libro Conducta Verbal de Skinner como una hipótesis verosímil, y consideraba
que era un libro irremediablemente confuso y fundamentalmente equivocado. Su
crítica aguda e implacable, junto con su propio programa positivo, aspiraba a
derrocar a la psicología, no a liberalizarla. Para Chomsky el conductismo no podía
ser reformado, sólo podía ser sustituido (p. 380).
2
De allí que, en sus inicios, ambos enfoques fueran considerados verdaderamente
incompatibles e irreconciliables. Puede que en esa “actitud despectiva” de que habla
Leahey encontremos el porqué de la ausencia de respuesta por parte de Skinner: él
mismo miraba con desdén al oponente que le miraba con desdén. En su conferencia “On
Having a Poem” (publicada en línea por Raphaeli, 2012), llegó a afirmar que la crítica
de Chomsky había “errado el punto” (it missed the point) que se proponía su libro.
Transcribimos parte de esta conferencia debido al interés que tiene para nuestro tema (la
traducción es nuestra):
Déjenme hablarles sobre Chomsky. Yo publiqué Verbal Behavior en 1957. En
1958, recibí una crítica de 55 páginas tipografiadas de alguien de quien nunca
había oído hablar, llamado Noam Chomsky. Leí media docena de páginas, noté que
erraba el punto de mi libro, y no seguí más. En 1959, recibí una reimpresión de la
revista Language. Era la crítica que ya había visto, ahora reducida a 32 páginas
tipografiadas, y otra vez la dejé de lado. Pero entonces, por supuesto, la estrella de
Chomsky empezó a surgir. La gramática generativa se convirtió en la sensación, y
una gran sensación parecía ser, en efecto. Los lingüistas siempre se las han
arreglado para hacer que sus descubrimientos sean extraordinarios. En una década,
todo parece tener que ver con la semántica; en la otra década, con el análisis del
fonema. En los sesentas, eran la gramática y la sintaxis, y la crítica de Chomsky
empezó a ser ampliamente citada y reimpresa, y se volvió, de hecho, mucho más
conocida que mi libro.
Finalmente la pregunta fue hecha: ¿por qué no había respondido yo a Chomsky?
Mis razones, me temo, pasan por una falta de carácter. En primer lugar, habría
tenido que leer la crítica, y encontraba su tono desagradable. No era en realidad una
crítica a mi libro sino a lo que Chomsky consideró, erróneamente, como mi
posición...
También MacCorquodale (1977) establece un punto similar, al decir que
“probablemente la razón de más peso por la que nadie ha replicado a la crítica, es su
tono. Es duro hasta la ofensa; humillante, intransigente, obtuso y resentido” (p. 88).
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Vemos, pues, que una de las principales razones por las que tardó tanto en
aparecer una respuesta a la crítica de Chomsky es que los conductistas la percibían
como matonesca, provocadora y, sobre todo, errada. De hecho, MacCorquodale
aventura dos razones más por las que nadie parecía querer replicar a Chomsky: (1) no
todos los conductistas son skinnerianos, y ya que la crítica era un ataque a Skinner, los
otros no se dieron por aludidos; y (2) incluso los conductistas skinnerianos no se dieron
por aludidos, ya que mucho de lo que decía la crítica no tenía nada que ver con lo que
ellos (y de hecho, con lo que los conductistas en general) hacían. Así pues, Chomsky
parece estar atacando a un hombre de paja o straw-man (Primero, 2008), una falacia
demasiado común en los debates de la ciencia.
La primera réplica completa a la crítica de Chomsky llegó precisamente con
MacCorquodale (1977), la cual fue refrendada por el mismo Skinner en la conferencia
citada más arriba. En los siguientes apartados, presentaremos, primero, los argumentos
esgrimidos por MacCorquodale. Después, revisaremos uno de los intentos por conciliar
ambas posturas (la de Chomsky y la de Skinner). Y, finalmente, evaluaremos la
actualidad e influencia del planteamiento chomskiano, así como algunas de las críticas
más recientes de las que ha sido objeto.
1. La Réplica de MacCorquodale
En enero de 1970, apareció en el Journal of the Experimental Analysis of
Behavior, la primera réplica completa a la crítica que Chomsky hizo del Verbal
Behavior (VB) de Skinner. Su autor: Kenneth MacCorquodale (la traducción española
es de 1977 y es la que utilizaremos). Su nombre no lo mencionan los grandes libros de
historia de la psicología, pero su réplica constituye, hasta ahora, la más completa que se
ha escrito, y vale la pena revisarla.
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MacCorquodale resume las críticas de Chomsky en tres argumentos: (1) VB es
una hipótesis no probada y no tiene, por tanto, ningún derecho de credibilidad; (2) Los
términos técnicos de Skinner son meras paráfrasis de abordajes más tradicionales de la
conducta verbal; y (3) El habla es una conducta compleja cuyo entendimiento y
explicación requiere una teoría compleja, mediacional y neurológico-genética.
Expondremos cada uno de estos argumentos y la refutación de MacCorquodale.
1.1. Exposición y refutación del primer argumento.
El primer argumento de Chomsky, según MacCorquodale, consiste en afirmar que
VB es una hipótesis que no ha sido comprobada y que, por lo tanto, no tiene derecho a
ser creída. Esto, está claro, es un despropósito, ya que del que algo sea una hipótesis no
se desprende que sea falso, sino, por el contrario, que está pendiente de comprobación
experimental. De hecho, el mismo Skinner (1981), aunque sin usar específicamente la
palabra “hipótesis” (como tampoco lo hizo Chomsky), se encarga de dejar esto en claro.
La hipótesis de VB es simplemente que las leyes y los métodos del programa
conductista pueden ser aplicados al lenguaje.
Un aspecto que sí llama poderosamente la atención es el análisis que
MacCorquodale hace de las posibles razones por las que Skinner evita usar el término
“hipótesis”. Sostiene que este término parece implicar la posibilidad de comprobación
experimental, y ya que en este caso Skinner no consideraba que esta fuera factible,
prefirió evitar el término. Si la hipótesis planteada no es factible de llevarse a la
verificación, uno se ve tentado de preguntar: ¿entonces cómo se ha de comprobarla?
Pareciera que terminamos dándole parcialmente la razón a Chomsky, ya que si
estuviésemos ante una hipótesis que no ha sido probada ni puede serlo, entonces sí
estaríamos en condiciones de rechazarla por no falsable.
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1.2. Exposición y refutación del segundo argumento.
El segundo argumento, prosigue MacCorquodale, es que los términos técnicos de
Skinner son meras paráfrasis de abordajes más tradicionales. Específicamente,
Chomsky critica con este argumento los términos “estímulo”, “privación”,
“reforzamiento” y “probabilidad”. Chomsky aborda este argumento, dice
MacCorquodale, en dos facetas independientes: primero, afirma que el término
skinneriano reemplaza simplemente otro término más antiguo por uno más
“prestigioso”. De ello, sigue la segunda faceta, según la cual, al ser una paráfrasis, el
nuevo término skinneriano no es más objetivo que el término antiguo. Sin embargo,
MacCorquodale rechaza de plano este argumento, presentando para ello algunos
complejos ejemplos que demuestran que no existe una relación “inequívoca e
isomérica” entre los términos tradicionales y los términos skinnerianos. Remata
punzantemente que
El análisis de Skinner no es más una paráfrasis del mentalismo lingüístico-
filosófico, que la física moderna lo es del panteísmo. Simplemente convergen, pero
desde direcciones completamente diferentes y con credenciales totalmente
distintas, sobre algunos aspectos de los mismos campos (p. 103).
MacCorquodale se queja de que se acuse a la terminología de Skinner de carecer
de la misma objetividad de que carecen los términos tradicionales, cuando ella
precisamente busca la objetividad al limitarse a designar objetos físicos, reales. Y
afirma a continuación que los términos mentalistas tradicionales no cumplen esta
condición. Por otra parte, otro autor (Primero, 2008) muestra también su fastidio por lo
que considera una jugarreta de Chomsky:
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La estrategia de Chomsky es sumamente extraña: cuando encuentra discrepancias
entre el término técnico y el tradicional, en lugar de poner en duda su premisa de
que son meras paráfrasis, se queja de que los términos de Skinner no concuerdan
con los conceptos tradicionales (siendo que Skinner propuso nuevos términos
justamente para diferenciarlos de los tradicionales) (p.269).
1.3. Exposición y refutación del tercer argumento.
El tercer argumento que, según MacCorquodale, esgrime Chomsky, es el de la
necesidad de teorías complejas y mediacionales para comprender la conducta verbal, así
como de una teoría neurológico-genética. Pues bien, MacCorquodale afirma que estas
teorías son innecesarias y aboga por una aproximación reduccionista que explique lo
complejo a partir de lo simple. Así, la gramática sería una propiedad cuasiemergente, y
no se necesitaría de un complejo dispositivo innato para explicarla.
La hipótesis de trabajo de VB sería, como ya se ha dicho antes, que no se
necesitan nuevas leyes para explicar la conducta verbal, porque las que rigen a las otras
conductas son suficientes. En este caso, sin embargo, también nos volveremos a
preguntar: si esta es una hipótesis que, como sugiere MacCorquodale, no es factible de
comprobar experimentalmente, ¿cómo probaremos que las leyes que rigen las otras
conductas regirán también la conducta verbal?
Otra observación que hace MacCorquodale a la crítica de Chomsky es la omisión
que hace de la posibilidad de causalidad múltiple, muy desarrollada por Skinner en VB.
Esta consiste en el hecho de que las leyes sencillas que explicarían la conducta verbal
no actúan necesariamente aisladas, sino que pueden hacerlo concurrentemente, en cuyo
caso la simplicidad de estas leyes ya no es óbice para explicar la complejidad del
resultado.
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Skinner realiza análisis netamente funcionales, que hacen referencia a variables
externas y las conductas que estas modelan; es decir,
no invoca otros hechos, procesos o mecanismos que se hayan hipotetizado o creado
con el propósito de mediar entre el comportamiento y sus determinantes empíricos.
Esta omisión, a veces, se interpreta erróneamente como una negación de que
existan mecanismos mediadores; obviamente existen, obviamente son neurológicos
y asimismo obviamente están ellos mismos sujetos a leyes (MacCorquodale, 1977,
p. 132).
Skinner, pues, no niega la existencia de los procesos mediadores, pero los
considera innecesarios para su análisis funcional. Él considera que las conductas pueden
ser estudiadas sin la necesidad de recurrir e estos procesos internos que, por otra parte,
pueden “desviar la atención” del estudio de la conducta y constituir una trinchera para la
falta de objetividad y de control cuantitativo. La siguiente afirmación de
MacCorquodale es hasta hoy compartida por todos o casi todos los conductistas,
skinnerianos o no:
A menos que uno sea un neurofisiólogo, no es necesario en absoluto saber cómo
trabaja la estructura interna, ni qué estructuras están implicadas. El conocimiento
por parte del psicólogo de cómo sucede esto, no mejoraría la precisión en predecir
el comportamiento a partir del conocimiento de las circunstancias del hablante, ni
este conocimiento haría que las leyes funcionales del comportamiento existentes
fueran más ciertas, ni podría demostrar que son falsas (p. 134).
Aquí, sin embargo, MacCorquodale parece “errar el punto”, al identificar una
propuesta neurológica como parte del programa chomskiano. Si bien es cierto Chomsky
llega a hablar de un hipotético “órgano del lenguaje”, lo hace en términos abstractos,
más como de una variable formal que de un ente real. De hecho, una de las mayores
críticas que se ha hecho al paradigma chomskiano, va por este lado. Edelman (1992),
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por ejemplo, ha sostenido que en una teoría científica la experiencia y la cognición
deben tener claros sus cimientos en el mundo físico; por tanto, el énfasis debe estar
puesto en explicar la relación entre los procesos psicológicos y los fisiológicos. Acusa a
la teoría chomskiana de querer estudiar “la mente sin biología”, desde una perspectiva
meramente formal. Volveremos a Edelman más adelante.
En cuanto a la supuesta necesidad de una teoría genética para explicar la conducta
verbal, MacCorquodale apunta acertadamente que los principios de reforzamiento no
son incompatibles con la evolución genética. De hecho, ya Skinner había escrito unos
años antes (1966) un artículo en el que resaltaba la importancia de la filogenia del
comportamiento. Skinner sostiene que el condicionamiento operante es complementario
a la selección natural: aquellas conductas que no han sido seleccionadas naturalmente,
lo serán en esa especie de “selección ontogenética” que es el aprendizaje.
Por otra parte, MacCorquodale rechaza la suposición chomskiana según la cual
sería necesario un mecanismo especial para la adquisición del lenguaje porque el
reforzamiento resultaría insuficiente para explicar la brevedad del tiempo en el que el
lenguaje es adquirido. Afirma que “no hay nada en el proceso de reforzamiento, per se,
que requiera que sea lento y laborioso, como Chomsky, tan insistentemente, afirma que
es”, por lo que la adquisición del lenguaje podría explicarse muy bien por el proceso de
reforzamiento, sin que la rapidez con que se da este desarrollo sea óbice para ello.
2. Moerk y su Intento de Integración
En 1992, Ernst L. Moerk publicó un artículo bajo un título muy elocuente: “The
Clash of Giants Over Terminological Differences” (El choque de gigantes por
diferencias terminológicas). En él, sostenía que las principales diferencias entre los
enfoques sostenidos por Chomsky y Skinner no eran conceptuales, sino meramente
9
terminológicas. Moerk es claro en advertir desde el inicio que su análisis no se
mantendrá siempre en completo equilibrio:
En contraste con el énfasis predominante en las diferencias, las homologías
conceptuales y las similitudes en ambos enfoques serán enfatizadas, e incluso
sobreenfatizadas, para compensar las caracterizaciones separatistas previas... (p. 1;
la traducción y el subrayado son nuestros).
Moerk parte de un afán integrador, que busca rescatar los puntos en común y los
aspectos complementarios entre ambos enfoques. La comparación que lleva a cabo es
dicotómica, y él mismo se excusa por la sobresimplificación que esta implica, alegando
que una comparación entre dos únicos elementos puede facilitar la claridad en una
primera aproximación, la cual sentaría las bases para una comparación más completa y
compleja, como sería, por ejemplo, incluir a Piaget y Vigotsky entre los extremos que
representan Chomsky y Skinner. Pero por el momento se limita a estos dos últimos, y en
base a ello rescataremos los puntos más generales de su propuesta.
Primero, Moerk empieza haciendo notar cómo los psicólogos cognitivos, si bien
rechazan tajantemente todo lo que suene a “conductismo”, según él, se han conducido a
sí mismos hacia un enfoque en el fondo conductual: la “pragmática”. Esta es, al fin y al
cabo, dice Moerk, una orientación funcional. Compara el concepto de “operante” del
VB de Skinner –es decir, una conducta que lleva a consecuencias especificables– con
las posturas de Austin (quien enuncia el mismo principio cuando habla de “cómo hacer
cosas con palabras”) y de Gibson (que con su concepto de affordance enfatiza el
potencial conductual que el ambiente brinda al individuo). A continuación compara el
moldeamiento conductual de Skinner con la teoría de “andamiajes” de Bruner y con la
“zona de desarrollo próximo” de Vigotsky. Lo que estas aproximaciones tienen en
común es que manejan las influencias ambientales con el fin de que el sujeto desarrolle
10
paso a paso una conducta que inicialmente era imperfecta o torpe. (Para una
comparación entre el enfoque sociocultural y el análisis conductual, véase Dembo y
Guevara, 2001).
Luego, pasa a ocuparse de lo que a nosotros nos interesa: las comparaciones entre
la postura de Chomsky y la postura de Skinner. Se habla (sin mencionar estas palabras)
del innatismo y el empirismo en ambos. Para Moerk, no es tan cierto que Skinner sea un
representante del empirismo puro o postura de la tabula rasa; prueba de esto es el
artículo, que ya citamos, de Skinner (1966) sobre la filogenia de la conducta. Y, por otra
parte, el innatismo de Chomsky se ve matizado cuando este acepta que la gramática
universal es moldeada por la experiencia para dar origen a la gramática de la lengua
materna del individuo. Las estructuras profundas innatas son modificadas por la
interacción del niño con su ambiente y resultan en las llamadas “estructuras
superficiales”. Teniendo en cuenta que Chomsky se centra en las estructuras en las que
se basa la “actuación” verbal, y Skinner en las condiciones ambientales que cambian la
forma en que los organismos usan estas estructuras, vemos cómo las etiquetas de
innatismo y empirismo se diluyen, evidenciando que ambas teorías estudian un mismo
objeto, aunque desde puntos de vista distintos.
Moerk sostiene también que estos enfoques son complementarios. Señala que un
mero análisis de las clases de respuesta sería insatisfactorio a la hora de estudiar el
lenguaje, pues en él son de vital importancia las cuestiones formales y estructurales; así
pues, tendríamos que la postura formalista chomskiana complementaría a la meramente
conductual de Skinner.
Otro punto en el que se complementarían ambos enfoques es en el nivel de detalle
con que se estudian las conductas. Mientras que los conductistas adoptan una posición
11
más molar, comprendiendo al “operante” como una unidad indiferenciada, los lingüistas
prefieren una postura más molecular, clasificando en diferentes niveles la “actuación”
verbal. También, y como consecuencia de todo lo anterior, se observa que los lingüistas
optan por el estudio del individuo y su “competencia”, mientras que los conductistas
prefieren centrarse en el ambiente, considerando al individuo en interacción con este.
La propuesta de Moerk, sin embargo, ha sido acusada por algunos de superficial.
Street (1992) le critica, por ejemplo, por utilizar el término “lenguaje” en vez del
preferido por lo conductistas, “conducta verbal”, dejando de lado así distinciones
importantes entre uno y otro concepto. Hayes y Hayes (1992) le acusan de tomar el
camino fácil y dejar de lado las profundas diferencias filosóficas existentes entre los dos
enfoques comparados. Con todo, la postura de Moerk no deja de ser interesante, y ayuda
a echar ciertas luces sobre algunos aspectos que, al ser reconsiderados, resultan no ser
tan contradictorios como parecían a primera vista.
3. Actualidad e Influencia de la Postura Chomskiana
Demonte y Delval (1978) señalan que la influencia que Chomsky tuvo en la
psicología puede ser dividida en dos grandes aspectos: el enfoque y el contenido. El
enfoque se refiere a cuestiones tanto metodológicas como epistemológicas, quizá
diríamos el Zeitgeist de la psicología, que pasó de ser una psicología de la conducta a
ser –otra vez– una psicología de la mente. Esto supuso un alejamiento del análisis
funcional, que había caracterizado al conductismo skinneriano, para pasar, si se quiere,
a un análisis estructural, donde, por ejemplo, no importaba ya tanto el papel del lenguaje
como operante verbal como su estructura sintáctica. El contenido, por otra parte,
supuso, al inicio, una desesperada búsqueda de la confirmación de las hipótesis
chomskianas. Con el tiempo, sin embargo, los psicolingüistas se han ido
12
independizando de la ortodoxia chomskiana para incluir en sus investigaciones otras
variables psicológicas que la mera sintaxis no cubre.
Además de devolver el mentalismo a la psicología, Chomsky devolvió a la ciencia
algo impensable en el reino del conductismo: el innatismo. Para él, el lenguaje es
exclusivo de los seres humanos, y cada uno de nosotros nace con él. Anótese: no es la
capacidad de pensar, como creía Descartes, lo que es innato, sino el lenguaje mismo
(Leahey, 2003). De esto se desprende, pues, que el lenguaje, al ser exclusivo de los
humanos, es independiente de todas las demás facultades, que hasta cierto punto
podemos compartir con especies “inferiores”. Esta postura dio origen a un intento de
refutación: enseñar a los monos a usar un tipo de lenguaje (v.g. el lenguaje de signos).
Los resultados han mostrado, sin embargo, que si bien estos animales llegan a obtener
resultados alentadores en cuanto al aprendizaje de vocabulario, su desempeño es menos
que mediocre en lo que toca a la gramática; estos experimentos son revisados de manera
crítica y mordaz por Pinker (1995), uno de los mayores seguidores, en psicología, del
enfoque chomskiano.
Ya hablamos antes de Edelman (1992). Mencionábamos entonces su crítica a las
teorías que intentan explicar “la mente sin la biología”. Otra crítica, acaso más directa,
que este científico lanza contra la teoría chomskiana, es la que ataca la idea de que el
lenguaje sea independiente del resto de la cognición. Sostiene Edelman que un niño que
aprende una lengua toma consciencia primero de la situación y de la intencionalidad del
hablante antes de comprender realmente lo que se está diciendo. En ese sentido,
coincide con Bruner (1995), para quien es la comprensión de la intencionalidad la que
permite al niño finalmente adquirir el lenguaje. Escribe Edelman:
13
El mundo está cargado de intencionalidad, de proyecciones, de
sentimientos, de prejuicio, y de afecto (...) La semántica formal no puede
explicar tanta riqueza (p. 245; la traducción es nuestra).
El movimiento liderado por Noam Chomsky se ha venido a llamar “revolución
cognitiva” (o para algunos, incluso, “revolución chomskiana”). Sin embargo, hay
quienes han puesto en duda la categoría de “revolución” para este movimiento. Por
ejemplo, O’Donohue y Ferguson (2003) realizaron una evaluación de la “revolución
cognitiva” desde la filosofía de la ciencia. Se encuestó a algunos de los principales
líderes de este movimiento (entre ellos, Chomsky) indagando sus opiniones acerca de
los fundamentos epistémicos sobre los que se habría basado la llamada “revolución”.
Las respuestas que obtuvieron, mostraron que estos “líderes” no basaban sus respuestas
en los fundamentos bien establecidos de la filosofía de la ciencia, sino en argumentos de
otro tipo. Así, estoy investigadores concluyeron que, desde el punto de vista
epistemológico, no existió tal “revolución”, a la que habría denominar más bien como
“fenómeno socioretórico”.
Conclusiones
a. Muchos de los puntos que Chomsky sostuvo en su crítica de Conducta verbal
fueron percibidos como errados por los conductistas en el momento de su
aparición, por lo que una réplica a dicha crítica se hizo esperar once años, y no
fue escrita por el mismo Skinner sino por uno de sus seguidores.
b. Con todo, el nuevo paradigma, liderado por Noam Chomsky, fue asumido por
muchos psicólogos que estaban descontentos con el programa conductista. Este,
además, había tenido problemas desde siempre para trabajar el lenguaje, y el VB
de Skinner no fue la excepción.
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c. Se ha hecho algunos intentos por conciliar las posturas chomskiana y
skinneriana. Aunque estos intentos han sido a menudo calificados de
superficiales y facilistas, dan una idea de lo engañosas que pueden ser algunas
supuestas contradicciones, y que, a nivel aplicativo, muchas posturas que en el
plano teórico discrepan, logran converger.
d. Si bien el paradigma chomskiano es el dominante en la psicología actual, este no
se encuentra totalmente libre de críticas. De hecho, se lo ha criticado no solo
desde el paradigma conductual, sino también desde otras posturas que
encuentran en él algunas asunciones polémicas, como la separación del lenguaje
como una facultad independiente del resto de la cognición o la confianza en el
estudio de la mente desde una perspectiva computacional separada de la
biología.
REFERENCIAS
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