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  1 La Panóplia Ibérica (IIª parte) Sergi Segura Bueno, arqueólogo e ilustrador (http://ilustrac iohistorica.blogspot.com /)  José Miguel Gallego Cañamero, arqueólogo (http://artifexcrpa.blogspot.com/) LA PANOPLIA DEFENSIVA En esta segunda entrega, dedicada al armamento ibérico defensivo, continuaremos con la línea iniciada en el anterior artículo, haciendo un repaso general y ofreciendo una  visión sencilla de una parte muy concreta del conjunto de armas que caracterizó a la cultura ibérica. Para ello, se ha optado por separar y diferenciar las defensas activas y las defensas pasivas, ambas con unas peculiaridades propias. Por otro lado, y como ya tuvimos oportunidad de conocer en el anterior artículo dedicado al armamento ofensivo, debe destacarse la existencia en la zona de la actual Catalunya y Aragón oriental de una tradición norpirenaica que afectan a determinados elementos del armamento defensivo que los hacen sustancialmente diferentes al resto de territorios puramente ibéricos que recibieron sus propias influencias a través de otras vías; Tampoco en esta ocasión se puede defender la existencia de un armamento defensivo netamente ibérico al norte del Ebro. Defensas activas Como defensas activas deben entenderse aquellos elementos que, manipulados  voluntariamente por el guerrero, le sirven para cubrirse, detener o desviar los golpes y proyectiles enemigos. Este tipo de defensa es la más importante y una vez superada por el adversario, solamente quedan las defensas pasivas corporales como último recurso para evitar ser herido. Genéricamente son denominadas “escudos”, pero como veremos a continuación, no existe para ellos una única tipología concreta; en cambio, se aprecia una diversidad geo- cronológica muy similar a la que vimos con la panóplia ofensiva. Escudos El origen de la palabra “escudo” lo encontramos en el término latino Scutum. Esta palabra generalmente se utiliza para hacer referencia a un elemento defensivo que, normalmente empuñado o embrazado con la mano izquierda (con diferentes formas, como se verá), cubre uno de los flancos del guerrero mientras con la mano derecha empuña el arma ofensiva. Sin embargo, el Scutum era un tipo muy concreto de protección activa con unas características propias definidas. Su imagen (a grandes rasgos) nos vendrá rápidamente a la mente si imaginamos el escudo de un legionario romano. En efecto, se trata de una enorme pieza rectangular, con el cuerpo hecho con láminas de madera alargadas, reforzada en el exterior con cuero, convexa por los lados más largos, con un refuerzo metálico cuadrado en el medio (siempre lo miraremos desde el exterior).

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segundo artículo que sintetiza la evolución del armamento, tanto ofensivo como defensivo, en época ibérica.

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La Panóplia Ibérica (IIª parte)

Sergi Segura Bueno, arqueólogo e ilustrador (http://ilustraciohistorica.blogspot.com/) José Miguel Gallego Cañamero, arqueólogo (http://artifexcrpa.blogspot.com/) 

LA PANOPLIA DEFENSIVA 

En esta segunda entrega, dedicada al armamento ibérico defensivo, continuaremoscon la línea iniciada en el anterior artículo, haciendo un repaso general y ofreciendo una

  visión sencilla de una parte muy concreta del conjunto de armas que caracterizó a lacultura ibérica. Para ello, se ha optado por separar y diferenciar las defensas activas y las

defensas pasivas, ambas con unas peculiaridades propias.Por otro lado, y como ya tuvimos oportunidad de conocer en el anterior artículodedicado al armamento ofensivo, debe destacarse la existencia en la zona de la actualCatalunya y Aragón oriental de una tradición norpirenaica que afectan a determinadoselementos del armamento defensivo que los hacen sustancialmente diferentes al resto deterritorios puramente ibéricos que recibieron sus propias influencias a través de otras vías;Tampoco en esta ocasión se puede defender la existencia de un armamento defensivonetamente ibérico al norte del Ebro.

Defensas activas

Como defensas activas deben entenderse aquellos elementos que, manipulados  voluntariamente por el guerrero, le sirven para cubrirse, detener o desviar los golpes y proyectiles enemigos. Este tipo de defensa es la más importante y una vez superada por eladversario, solamente quedan las defensas pasivas corporales como último recurso paraevitar ser herido. Genéricamente son denominadas “escudos”, pero como veremos acontinuación, no existe para ellos una única tipología concreta; en cambio, se aprecia unadiversidad geo- cronológica muy similar a la que vimos con la panóplia ofensiva.

Escudos

El origen de la palabra “escudo” lo encontramos en el término latino Scutum. Estapalabra generalmente se utiliza para hacer referencia a un elemento defensivo que,normalmente empuñado o embrazado con la mano izquierda (con diferentes formas,como se verá), cubre uno de los flancos del guerrero mientras con la mano derechaempuña el arma ofensiva. Sin embargo, el Scutum era un tipo muy concreto de protecciónactiva con unas características propias definidas. Su imagen (a grandes rasgos) nos vendrárápidamente a la mente si imaginamos el escudo de un legionario romano. En efecto, setrata de una enorme pieza rectangular, con el cuerpo hecho con láminas de maderaalargadas, reforzada en el exterior con cuero, convexa por los lados más largos, con unrefuerzo metálico cuadrado en el medio (siempre lo miraremos desde el exterior).

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Los íberos usaban un tipo de escudo muy similar a los modelos más antiguos deScutum: el Escudo Oval. Pero como veremos más adelante, también utilizaban otro tipodiferente, denominado por los romanos Caetra, con características propias.

Como efectivamente se mencionaba en la introducción, podemos establecer una

clara diferencia tipológica entre los escudos cuyos restos se documentanarqueológicamente en las zonas puramente ibéricas (es decir, Andalucía, Sudeste y Levante) y las que se documentan al norte del Ebro, bajo continuos flujos culturalescélticos desde el Ibérico Antiguo. Por tanto, para comenzar se puede afirmar que losescudos propiamente ibéricos (los tipo caetra) no poseen las mismas características que losde tradición céltica (los tipo oval).

En el área catalana se documentan exclusivamente piezasde escudos ovales célticos: Umbus rectangulares, moldeados, “dealas de mariposa” y refuerzos metálicos de los extremos del

escudo. Así, ligado a lo que sucedía con otros elementos de lapanóplia (ver espadas “de antenas” y espadas “La Tène” en elapartado anterior dedicado al armamento ofensivo),encontramos que en la zona de la actual Catalunya y AragónOriental se aprecia la existencia de una tradición diferente alresto de territorios ibéricos debida principalmente a lasinfluencias que llegan desde el norte de los Pirineos.

En el caso de las evidencias arqueológicas de los escudos,se puede afirmar que existe una serie de particularidadessimilares al mundo céltico. En este sentido, se cree que el origen

primero del escudo oval documentado en estas zonas seencuentra en los territorios célticos del norte de Italia. Desdeaquí, a partir del s. V a. C. se extendió hacia Grecia donde fue conocido como Thureos.Seguidamente fue adoptado por todos los pueblos celtas y hacia el s. IV a. C. llegó a lazona catalana; poco después, hacia finales del s. III a. C., quizás gracias a los soldados alservicio de Carthago, se extendió hacia el resto de territorios ibéricos.

Los ovales son grandes escudos que miden entre 80 i 120 cm. de altura y entre 50 y 80 cm. de anchura, y no pesan más de 5 ó 6 kg. (los romanos rondaban 10 kg.). Comose ve, constituyen una excelente protección, apta para ser utilizada tanto en combate “unocontra uno” como en formaciones cerradas: se puede manipular muy rápidamente graciasa su sistema de sujeción empuñado y cubre una buena parte del cuerpo.

Este modelo, como hemos mencionado, recuerda morfológica y funcionalmente alos usados por los legionarios romanos. No obstante, los escudos ovales de tradicióncéltica, como los que se documentan en Catalunya, tenían sección plana y no envolventecomo los Scuta romanos contemporáneos, cosa que, al parecer, disminuía notablementesu capacidad de protección tal y como destacó Polibio al describir la Batalla de Telamón1.De todas formas, gracias a sus dimensiones este tipo de protección podía resultar muy efectiva tanto ante una lluvia de armas arrojadizas como para ofrecer al enemigo que cargaal cuerpo a cuerpo una línea de frente firme y resistente. No olvidemos que en aquel tipode combate se trataba fundamentalmente de mantener cohesionada la formación propialo mejor posible, al tiempo que se intentaba romper la del adversario.

1 Polibio: Historias, II, 30, 2-3.

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Pero además, existían otros componentes que complementaban la eficacia y laresistencia de este escudo.

La Spina es un grueso refuerzo de madera que recorre longitudinalmente la caraexterior. En el centro, a la altura de la manilla, es más ancha y de sección cóncava paraproteger la mano del guerrero.

El Umbus de hierro servía tanto para mantenerfirme la estructura (los clavos que lo fijan a la maderaatraviesan todos los componentes del escudo) comopara evitar que la mano del guerrero que sujetaba elescudo recibiera directamente el impacto del golpeenemigo. Su forma experimentó una evolucióntipológica entre los ss. IV y I a. C. En la PenínsulaIbérica, los modelos más antiguos se caracterizan porestar elaborados a partir de dos piezas que se unenlongitudinalmente en el medio. Son los denominados

“bivalvos”. Los característicos del s. III a. C. están hechos de una sola pieza de hierro y tienen forma rectangular y bordes paralelos. Sincrónicamente a estos, encontramos losumbos con aletas moldeadas. Hacia finales del s. III a. C. encontramos los modelos conaletas trapezoidales que poco a poco evolucionan hacia los tipos “de alas de mariposa”,datables a caballo entre los s. II y I a. C. Finalmente, encontramos los umbos circulares,que aparecen en contextos del s. I a. C., con un diámetro mayor que los asociados acaetrae (estos nunca pasan de los 15 cm.), evidencias, quizá, de los escudos empleados porlas tropas romanas auxiliares.

En cambio, en el área ibérica se documentan una gran cantidad de manillas de

hierro forjado y tachones de bronce (con algún ejemplar de hierro) totalmente diferentesmorfológicamente de los anteriores, que formaban parte de la estructura de la otra variante de escudos, las Caetrae.

 A partir de la elaboración de un minucioso estudio de sus características físicas,de un detallado vaciado de las fuentes clásicas y de la vinculación con la iconografíaibérica (escultura y pintura vascular)2, se ha podido definir su estructura. Este tipo deescudo estaba hecho con tiras de madera fijadas con resinas, tenía forma circular y seempuñaba (no como el Aspis griego que se embrazaba). En la superficie exterior llevaba unUmbus cóncavo circular de hierro, cuya función era, de la misma manera que sucedía conlos scuta, la de cohesionar toda la estructura mediante unos clavos que la atravesaban, y deprotección para la mano del portador. Justo detrás de esta pieza encontraríamos lasmanillas, con o sin aletas, su sistema de sujeción.

Para hacer más cómodo su transporte (colgado del cuello) y para evitar perderlodespués de un fuerte golpe, llevaba un sistema de suspensión con una larga tira de cuero(Telamon) que pasaba a través de dos anillas fijadas a las aletas de las manillas. Además,era mayoritariamente de sección plana o cóncava, aunque en algún caso también se handocumentado manillas con una cierta inclinación lo que indica la existencia de caetrae con secciones convexas.

Las evidencias apuntan a que la génesis de las caetrae ibéricas se encuentra en loscaracterísticos modelos tradicionales del período Bronce Final.

2 F. Quesada Sanz.: El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico de las armas en

la Cultura Ibérica (ss. VI-I aC); Editions Monique Mergoil, Montagnac, 1997.

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Las caetrae ibéricas más antiguas, datables entre els. VI y el s. V a. C., estaban fabricadas a partir de unapequeña base madera sobre la que se sobrepondríancapas circulares de cuero. En la cara exterior, encima delcuero se fijarían  ocasionalmente  grandes tachones de

bronce decorados (de entre 20 y 40 cm. de diámetro)que, al mismo tiempo que cohesionan la estructura,suponen un notable elemento de ostentación. Lasmanillas de los escudos de esta primera fase sonorgánicas con anillas de hierro para pasar el telamon;pero también pueden ser simples sólo de hierro, es decir, sin aletas ni pasador para eltelamon.

 A partir del s. IV a. C. y hasta los ss. II - I a. C., aparece un nuevo tipo de caetra enla zona ibérica con alma de madera y probablemente recubierta en el exterior con cuero,con diámetros de entre 60 y 80cm. que pueden llegar a los 100 cm. Así lo testimonian las

manillas de hierro documentadas, en algunas ocasiones con grandes aletas triangulares,mucho más resistentes; Estas estaban pensadas para soportar golpes más violentos, paraluchar con grandes escudos tanto individualmente como en formaciones cerradas(recordemos que las medidas de un escudo pensado expresamente para combatir enfalange, el Aspis griego, ronda también el metro). Por otro lado, se hace evidente la escasezarqueológica (que no iconográfica) de umbos metálicos en esta época, lo que significa queo bien estaban hechos con madera, o bien no se depositaron en el ajuar funerario.

Defensas pasivas

Cuando hablamos de defensas pasivas nos referimos a aquellas que no sonmanipuladas voluntariamente por el guerrero si no que protegen aquellas zonas delcuerpo donde las lleva colocadas. Dentro de este grupo encontramos los cascos, lascorazas, los discos- coraza (Cardiophylax) y las grebas (Cnèmides).

Cascos

La cabeza es la parte más frágil y vulnerable del cuerpo, el lugar donde másfácilmente una pequeña herida puede llegar a ser muy incómoda, cuando no agravarse y causar la muerte. Además, algunos sentidos necesarios para atacar y defenderse

eficazmente se encuentran aquí localizados (la vista, el oído y también la orientación y elequilibrio). Por ello, era muy importante una buena protección para la cabeza. Así, elcasco es, sin lugar a dudas, el elemento más importante del conjunto que conforman lasdefensas pasivas ya desde el período del Bronce Final. Pero al mismo tiempo que protegela cabeza también puede constituir un claro elemento de ostentación puesto que es lazona más alta y la más visible del cuerpo humano. Para aparentar una presencia másimpresionante, imponente y heroica se puede adornar fácilmente con diferenteselementos como metal, plumas, crines de caballo, etc.

Los ejemplos de cascos ibéricos que han podido ser documentados son sóloaquellos que se elaboraron con metal porque, evidentemente, los que se crearon a partirde elementos orgánicos han desaparecido con el tiempo. No obstante, es obvio que estosmateriales se emplearían mucho más a menudo de lo que se piensa habitualmente; dehecho, tanto en el mundo griego como en muchos otros lugares del Mediterráneo existen

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bastantes referencias sobre su utilización desde épocas antiguas. Esta protección de tipoorgánico sería la más común hasta finales del s. III a. C. cuando se introducemasivamente en los territorios ibéricos un nuevo tipo de casco metálico, que trataremosmás adelante.

Sin embargo, esta afirmación debe ser matizada: si bien es

cierto que no existen antiguos ejemplares de cascos metálicos propiamente ibéricos, al área tartéssica llegaron algunos cascos detipo corintio que no alcanzaron demasiado éxito entre lasaristocracias locales como lo demuestra el hecho que nunca fueronreproducidos ni copiados, contrariamente a lo que sucede con otroselementos, cuyo éxito entre la sociedad ibérica se puede deducir porsu inmediata “adopción y modificación” local. Quizás la razón fuerael hecho de que los ejemplares corintios estaban pensados para proteger la cabeza lomáximo posible, resultando en una notable disminución de la capacidad sensorial. Oquizás fuera el hecho de que su optimización táctica hay que buscarla en una forma de

combatir en grandes formaciones a la manera hoplítica, algo que no se daba entonces enla Península Ibérica.Posteriormente, de contextos del

s. V a. C., tampoco se conserva ningúnejemplar de casco metálico procedentedel ámbito puramente ibérico. Latipología de los cascos de este períodosólo se puede establecer apoyándonos enla iconografía, y principalmente en elconjunto escultórico de Cerrillo Blanco,

Porcuna. Los cascos que aparecenrepresentados cubren perfectamente todala cabeza del guerrero excepto la cara; esposible que estos tipos fueran elaboradosa partir de una superficie de cuero, que se reforzaría y se decoraría con piezas de broncecolocadas en el exterior. Esto se correspondería con algunos exvotos rituales en broncecuyo ejemplo más claro es, sin duda, el jinete de Moixent, Alicante. Poco funcionales y más vinculables a la ostentación personal, la presencia de una gran crin de caballo y laposibilidad de acoplar plumas en cada lado reforzarían la idea que mediante estoselementos existe una clara intención por llamar la atención sobre la persona y, al mismotiempo, reflejar y dejar claro un determinado status o prestigio social elevado. Podría

resumirse con el siguiente planteamiento: “si tengo que ir a luchar, iré con mis mejoresgalas para demostrar lo imponente que estoy con ellas pero también para destacar miposición social”. Esto es también aplicable al terreno militar: nada mejor que hacerpensar a tu enemigo que eres más grande y corpulento de lo que realmente eres. Noolvidemos que nos encontramos en el momento de los combates entre “héroes”aristócratas.

Más adelante en el tiempo, hacia finales del s. III a. C., incluso los pequeñoselementos de metal desaparecieron prácticamente de los cascos ibéricos. Lo que se hadocumentado arqueológicamente es un modelo de crin de hierro que iría fijada sobre unasuperficie orgánica (probablemente cuero, similar a los modelos de la fase anterior), como

la encontrada en el Cigarralejo, Murcia.

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Como decíamos antes, no es hasta finales del s. III a.C. cuando llega a la Península Ibérica un nuevo tipo decasco metálico, principalmente bronce, de origen ítalo-etrusco: el tipo Montefortino también conocido como “de

  gorra de jockey”. Fabricados mayoritariamente de una sola

pieza, con bronce, tienen un pequeño guarda- nucas y estánrematados por un apéndice que servía para colocar plumaso crines de caballo. Este casco se generalizó muy rápidamente, posiblemente como consecuencia de losacontecimientos del momento. Efectivamente, con el iniciode la Segunda Guerra Púnica, en el año 218 a. C., llegarona la Península Ibérica una gran cantidad de soldadosromanos y mercenarios cartagineses que utilizaban este casco. Los iberos lo adoptaronrápidamente y lo modificaron eliminando las grandes carrilleras en la mayoría de loscasos. Este es también el casco que a partir del s. II a. C. se extenderá hacia el interior de

la Península Ibérica con el avance de la ocupación romana y que dejaría comotestimonios los ejemplares de Quintana Redondo en Soria y de Caminreal en Teruel.

Con un origen geográfico muy próximo al tipoanterior tenemos algunos cascos de tipo célticodocumentados en Catalunya (uno en La Pedrera de

  Vallfogona, Lleida y otro en Can Miralles de Cabrera deMar, Barcelona, erróneamente confundidos a menudo contipos montefortinos) y en Murcia (en el Cigarralejo) encontextos puramente ibéricos y fechados en el s. IV y ainicios del s. III a. C., respectivamente. Se trata de

ejemplares de hierro (a diferencia de los montefortinos,hechos en bronce) que llevan el guarda- nuca independiente, un acabado del apéndice enpequeños discos superpuestos (en el caso del ejemplar de Lleida) y las carrilleras decoradas(en el caso del ejemplar de Barcelona).

Corazas

Una eficiente protección de la cabeza era muy importante; no en vano seencuentra allí el órgano más importante de todos: el cerebro. De la misma manera, eranecesario proteger lo mejor posible la zona de los pulmones y del corazón, órganoscomplementarios al cerebro y totalmente fundamentales para la existencia de vida. Estaera la función que desarrollaban las corazas y los discos-coraza, metálicos u orgánicos.

Tanto las corazas completas como los pectoralessimples, documentados en tota Europa, tienen suantecedente más antiguo en la armadura micénica debronce hallada en Dendra, Grecia, datada en el s. XIV a.C.

Totalmente fabricadas en bronce, protegen eltorso por completo, a pesar de que son más cercanamente

  vinculables a la ostentación individual de un personaje

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importante que a una funcionalidad bélica real. Y es que al tratarse de piezas rígidas,disminuirían notablemente la movilidad del guerrero y, por tanto, sus capacidadesofensiva y defensiva.

En lo que respecta a las corazas metálicas documentadas en la zona ibérica (y entoda la Península Ibérica) únicamente se ha recuperado un ejemplar, que recuerda

 vagamente a los tipos de “coraza acampanada”. Se halló en la tumba de las Umbríes enCalaceit, Teruel, y se puede situar cronológicamente en torno al s. V a. C. Se trata de unpectoral de bronce que nunca fue asociado a ninguna pieza similar para la espalda, almenos metálica. Está profusamente decorada con motivos geométricos circulares sinparalelos conocidos en Europa  que quizás simbolizaban algún tipo de referenciamitológica al Sol, a la manera de los grandes tachones de bronce para caetrae que le soncontemporáneos.

En lo que respecta a los discos- coraza, este tipo deprotección podía ser metálica (solamente placas de metal),

mixta (las plaques de metal se colocan sobre placas de cuero)  y orgánica (solamente placas de cuero o tejidos).Fundamentalmente, estaba constituida por dos discos demetal de unos 20 cm. de diámetro y 1 mm. de grosor,generalmente de bronce, aunque también nos ha llegadoalgún ejemplar de hierro. De metal, mixtos u orgánicos, losdiscos debían ser fuertemente atados entre sí mediantecuatro series de cadenas o correas de cuero, dos de las cualespasaban sobre los hombros mientras que las otras dos pasaban por los costados, bajo losbrazos. Era indispensable que quedaran bien fijados al pecho y a la espalda para evitar

que cualquier movimiento brusco del individuo durante la lucha dejara sin protecciónesta zona vital. Aunque que fuera solamente un instante, este descuido podía resultarfatal. Pero además del pecho y de la espalda se podían colocar adicionalmente sobre lacadera y sobre los hombros para ampliar la zona protegida, como se puede observar enuno de los guerreros del conjunto escultórico de Cerrillo Blanco, de Porcuna, que llevaotros discos más pequeños colgando sobre las piernas y sobre los hombros.

Con una probable procedencia itálica, los discos coraza más antiguosdocumentados arqueológica e iconográficamente en el área ibérica son tipos metálicosque se datan en el s. V a. C. Su perduración más allá de este momento no ha podido sercontrastada arqueológicamente, aunque debemos pensar que el hecho de que no se hayahallado ninguna pieza metálica no significa que este tipo de protección no se continuara

utilizando más allá del s. IV a. C; es posible que el metal fuese sustituido por materialorgánico como el lino o el cuero, como demuestra elhecho que las estatuillas votivas en bronce másmodernas sean representadas con ella.

Por otro lado, ha de destacarse la existencia deuna protección asociada a los discos- coraza pero quepuede funcionar perfectamente sin ellos. Se trata de unacolchado de lana o cuero que se colocaría debajo de losdiscos. Con forma de 8 horizontal, iría cruzado en la

espalda del guerrero y ofrecería una protecciónadicional contra los golpes enemigos y al mismo tiempo

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evitaría que las correas de cuero del propio guerrero le hiriera el cuerpo como resultadodel rozamiento. Este tipo de acolchado puede también servir por sí mismo comoprotección ligera, sin los discos- coraza por encima, como se puede apreciar en uno de losguerreros del conjunto escultórico de Cerrillo Blanco; el individuo que porta la pieza encuestión ha sido atravesado mortalmente por una punta de lanza que le sobresale por la

espalda.

Grebas (Cnèmides )

Las grebas protegen la parte inferior de las piernas. Su finalidad era evitar lasheridas secundarias por debajo del escudo que podían acabar siendo más peligrosasindirectamente si afectaban la capacidad de movimiento del herido. Por esta razón, conmás o menos profundidad, han sido un elemento importante en las panóplias defensivasde las civilizaciones de la antigüedad.

De hecho, dependiendo de sus características morfológicasson un componente complementario perfecto para dos tipos de

situaciones bélicas.Por un lado, en aquellos casos donde son necesarias unasdefensas corporales sólidas. En conjunto, éstas son idóneas parapresentar una línea de frente a la manera hoplítica, mientras másinfranqueable mejor. En este caso no se busca una gran movilidad,sino una frontalidad firme, porque cubierto con ellas, ser heridodesde el frente se hace realmente difícil. Si nos fijamos, en este tipode combate falangítico antiguo el armamento defensivo tiende adejar pocas zonas al descubierto (Cascos corintios, grandes aspis y armaduras de torso completo). El papel de las grebas consistía en

cubrir toda la zona de las piernas que el escudo no protegía.En cambio, tenemos otro tipo de situación donde prima la movilidad. Se trata delos combates de “uno contra uno” en los que no es efectiva la frontalidad anterior,porque ésta únicamente es efectiva con un número elevado de hombres y es siempre lentaen movimientos.

Son los llamados “combates heroicos” entre miembros de las aristocraciasdominantes. Este es el tipo de combate propio del período Ibérico Antiguo. Lo querealmente interesa es una rápida capacidad de movilidad. Por esta razón, toda la panópliaasociada a ellas as ligera (espadas de frontón, pequeñas caetrae, discos- coraza y cascos decuero), y las grebas típicas de este tipo de combate no lo son menos.

Todas las grebas ibéricas documentadas arqueológicamente pertenecen a la zonalevantina y septentrional; iconográficamente, además de en levante, también se hallanrepresentadas en el conjunto de Cerrillo Blanco. Cronológicamente, todas las grebasdocumentadas en el área ibérica pueden situarse en contextos datables entre los ss. VI y V a. C. asociadas, como decíamos antes, a la panóplia antigua. De nuevo en este caso,encontramos influencias llegadas a Iberia a partir de referentes de origen nor- pirenaicos.

Se trata de piezas hechas con los mismos materiales empleados para el resto deprotecciones pasivas, es decir, metal (bronce) o materia orgánica como el cuero, lostendones y los cabellos fuertemente trenzados aunque sólo se recuperan las hechas conláminas de bronce. Siempre son muy finas y raramente sobrepasan 1’5 mm. de grosor.Están pensadas para cubrir la zona de la espinilla de una manera envolvente (en realidad

son muy similares a las espinilleras de los actuales jugadores de fútbol) y para ser cosidasen el interior, probablemente, bien a una pieza de cuero bien a un acolchado que además

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de reforzar la defensa, evitaría las heridas derivadas del contacto directo del metal con lapiel de la pierna. En ocasiones, los bordes se decoraban con detallados repujados.

Bibliografia 

- F. Gràcia Alonso: La Guerra en la Protohistoria. Héroes, nobles, mercenarios y

campesinos; Ed. Ariel, Barcelona, 2002.- F. Quesada Sanz: El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social

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