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ESTUDIOS VASCOS Sancho el Sabio, 33, 2010, 11-34 Navarra experimentó distintos tipos de desórdenes públicos durante los siglos modernos, los cuales se caracterizaron por su heterogeneidad. Uno de los aspec- tos más relevantes de éstos fue que en algunos de ellos las mujeres jugaron un papel sumamente interesante. A través de este estudio pretendo no sólo alejarme de la visión ofertada hasta hace unos años por buena parte de la historia tradi- cional sobre la mujer, circunscribiéndola únicamente a la esfera privada, sino que también trataré de renovar las teorías que reducían su presencia a las crisis de subsistencias, insertándolas de esta manera en la vida comunitaria. Nafarroak zenbait istilu publiko ezagutu zituen mende modernoetan, heteroge- neotasuna ezaugarri izan zuten istilu publikoak. Istilu horietako batzuen alderdi aipagarrienetako bat emakumeek horietan izandako paper interesgarria izan zen. Azterketa honen bidez, emakumeari buruz duela urte gutxi batzuk arte historia ofizialaren zati handi batek emandako ikuspegitik aldentzeaz gain, maila priba- tura mugatzen baitzuten emakumea betiere, emakumeen presentzia bizirauteko krisialdietara murrizten zuten teoriak berritzen ere saiatuko naiz, emakumeak bi- zitza komunitarioan txertatuz. Navarre experienced different types of public disorders in the modern centuries characterised by their heterogeneity. One of the most relevant aspects was that in some of them women played a very prominent role. This study not only aims to move away from the vision expressed until recently in much of the traditional li- terature on women's history, which circumscribes women to the private sphere. I also aim to renew the theories that reduced the presence of women to the crises of subsistence, and thus introduced women into community life. Mujeres, conflictividad, desorden público, Navarra, Edad Moderna. Emakumeak, gatazkakortasuna, istilu publikoa, Nafarroa, Aro Modernoa. Women, unrest, public disorder, Navarre, Modern Age Fecha de recepción/Harrera data: 06-05-2010 Fecha de aceptación/Onartze data: 04-10-2010 La participación de las mujeres en los desórdenes públicos: análisis de su presencia en la Navarra moderna JAVIER RUIZ ASTIZ* * Universidad de Navarra RESUMEN LABURPENA ABSTRACT PALABRAS CLAVE GAKO-HITZAK KEY WORDS 11

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ESTUDIOS VASCOS

Sancho el Sabio, 33, 2010, 11-34

Navarra experimentó distintos tipos de desórdenes públicos durante los siglosmodernos, los cuales se caracterizaron por su heterogeneidad. Uno de los aspec-tos más relevantes de éstos fue que en algunos de ellos las mujeres jugaron unpapel sumamente interesante. A través de este estudio pretendo no sólo alejarmede la visión ofertada hasta hace unos años por buena parte de la historia tradi-cional sobre la mujer, circunscribiéndola únicamente a la esfera privada, sino quetambién trataré de renovar las teorías que reducían su presencia a las crisis desubsistencias, insertándolas de esta manera en la vida comunitaria.

Nafarroak zenbait istilu publiko ezagutu zituen mende modernoetan, heteroge-neotasuna ezaugarri izan zuten istilu publikoak. Istilu horietako batzuen alderdiaipagarrienetako bat emakumeek horietan izandako paper interesgarria izan zen.Azterketa honen bidez, emakumeari buruz duela urte gutxi batzuk arte historiaofizialaren zati handi batek emandako ikuspegitik aldentzeaz gain, maila priba-tura mugatzen baitzuten emakumea betiere, emakumeen presentzia bizirautekokrisialdietara murrizten zuten teoriak berritzen ere saiatuko naiz, emakumeak bi-zitza komunitarioan txertatuz.

Navarre experienced different types of public disorders in the modern centuriescharacterised by their heterogeneity. One of the most relevant aspects was that insome of them women played a very prominent role. This study not only aims tomove away from the vision expressed until recently in much of the traditional li-terature on women's history, which circumscribes women to the private sphere. Ialso aim to renew the theories that reduced the presence of women to the crisesof subsistence, and thus introduced women into community life.

Mujeres, conflictividad, desorden público, Navarra, Edad Moderna.

Emakumeak, gatazkakortasuna, istilu publikoa, Nafarroa, Aro Modernoa.

Women, unrest, public disorder, Navarre, Modern Age

Fecha de recepción/Harrera data: 06-05-2010Fecha de aceptación/Onartze data: 04-10-2010

La participación de las mujeres en losdesórdenes públicos: análisis de supresencia en la Navarra moderna

JAVIER RUIZ ASTIZ*

* Universidad de Navarra

RESUMENLABURPENA

ABSTRACT

PALABRAS CLAVEGAKO-HITZAK

KEY WORDS

11

REV.33. 10 diciembre:Layout 4 14/12/10 08:11 Página 11

Page 2: La participación de las mujeres en los desórdenes públicos: … · 2012-06-18 · Emakumeak, gatazkakortasuna, istilu publikoa, Nafarroa, Aro Modernoa. Women, unrest, public disorder,

SANCHO EL SABIO

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Hasta hace unas décadas la concepción que se tenía de las mujeres alo largo de la Edad Moderna distaba muchísimo de la que a día de hoyhemos logrado vislumbrar, aunque todavía queda camino por recorrerhasta lograr visibilizar de forma satisfactoria su peso socio-cultural.Tradicionalmente el estudio de las revueltas y tumultos populares secircunscribía al análisis de los acontecimientos y de sus principales ca-becillas o líderes. Buena parte de la historiografía hasta la década de1980 dejó de lado la presencia femenina en este tipo de acontecimien-tos. Fue a partir de entonces, y gracias a la recién nacida Historia de lasMujeres, a través de la cuál se comenzó a demandar que las mujeresfuesen situadas en el lugar que merecían. Fruto de ello son los cada vezmás frecuentes trabajos que cuando tratan de analizar los desórdenespúblicos acaecidos en aquellos siglos se centran en el examen de susprotagonistas, prestando una especial atención a éstas. Debido a ello, através del presente artículo lo que persigo es contribuir en la medida delo posible a abrir nuevos cauces de conocimiento, desentrañándose elverdadero papel que desempeñó el sexo femenino en las revueltas y tu-multos populares.

Atendiendo al sexo de sus participantes, ¿cómo se ha explicado elfenómeno de la violencia colectiva? La mayor parte de los trabajos quese han publicado se ha centrado en el estudio de estos procesos comoenteramente masculinos. Si bien es cierto que en las últimas décadashan surgido algunas aportaciones de sumo interés de la mano de histo-riadoras como Bercé, Davis, Castan o Farge, e historiadores caso deThompson, Manning, Ruff o Porshnev. Gracias a sus investigacionesse ha podido vislumbrar un punto de partida capaz de mostrar su pro-tagonismo. Lo cierto es que las mujeres estuvieron presentes en losdesórdenes públicos que regularmente sacudieron a las comunidadesrurales y urbanas en toda la Europa moderna. Huelga decir que lamayor parte de dichos estudios se han centrado, hasta este momento, enel papel que desempeñaron aquéllas en los disturbios que surgieron du-rante las crisis de subsistencias o con motivo del elevado precio delpan. Durante su desarrollo éstas fueron las verdaderas protagonistas deuna violencia espontánea hasta cierto punto. Pese a ello, a través deestas líneas es mi intención demostrar que su participación fue más alláde una simple aportación a los motines de estómago, pues se caracte-rizaron por asumir un papel protagonista –como han indicado Walter1,

121 John WALTER: “Faces in the Crowd: Gender and Age in the Early Modern EnglishCrowd”, en Helen BERRY; Elizabeth FOYSTER: The Family in Early Modern England,Cambridge University Press, Cambridge, pág. 97.

1. INTRODUCCIÓN

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Nieto2, Wiesner3, O’Dowd4, Mendelson5, Bazán6, Mendoza Garrido7,Córdoba de la Llave8, Graña Cid9, Narbona Vizcaíno10, Pérez García11,Blickle12 y Bercé13– en momentos clave de todo tipo de disturbios, in-diferentemente del estado de cada mujer.

Para reconstruir la presencia que tuvieron las mujeres en estos fenó-menos socio-culturales las principales fuentes que he manejado hansido los procesos judiciales que se encuentran depositados en el Ar-chivo General de Navarra14. En concreto se trata de los pleitos relati-vos a desórdenes públicos que pude localizar durante mis labores de

13

2 José NIETO; Juan Antonio GONZÁLEZ: “El conflicto social en el Madrid del sigloXVII”, en Francisco Javier GUILLAMÓN; José Javier ALVAREZ: Lo conflictivo y lo con-sensual en Castilla. Sociedad y poder político, 1521-1715. Homenaje a Francisco Tomás yValiente, Universidad de Murcia, Murcia, 2001, pág. 390.

3 Merry WIESNER: Women and Gender in Early Modern Europe, Cambridge Univer-sity Press, Cambridge/Nueva York, 1993, pág. 247.

4 Mary O’DOWD: “Women and War in Ireland in the 1640s”, en Margaret MACCUR-TAIN y Mary O’DOWD: Women in Early Modern Ireland, Edinburgh University Press,Edimburgo, 1991, pág. 96.

5 Sara MENDELSON; Patricia CRAWFORD: Women in Early Modern England, Ox-ford University Press, Oxford, 1998, pág. 383.

6 Iñaki BAZÁN: “Mujeres, delincuencia y justicia penal en la Europa medieval. Unaaproximación interpretativa”, en Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE: Mujer, marginacióny violencia entre la Edad Media y los tiempos modernos, Universidad de Córdoba, Cór-doba, 2006, pág. 51.

7 Juan Miguel MENDOZA GARRIDO: “Sobre la delincuencia femenina en Castilla afines de la Edad Media”, en Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE: Mujer, marginación yviolencia entre la Edad Media y los tiempos modernos, Universidad de Córdoba, Córdoba,2006, pág. 80.

8 Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE: “Mujer, marginación y violencia entre la EdadMedia y los tiempos modernos”, en Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE: Mujer, margi-nación y violencia entre la Edad Media y los tiempos modernos, Universidad de Córdoba,Córdoba, 2006, pág. 18.

9 María del Mar GRAÑA CID; Ángela MUÑOZ FERNÁNDEZ y Cristina SEGURAGRAIÑO: “Mujeres y no ciudadanía. La relación de las mujeres con los espacios públicosen el bajo medievo castellano”, Arenal, nº 2-1, 1995, pág. 50.

10 Rafael NARBONA VIZCAÍNO: “El Rey Arlot de Valencia. Poder público, desorden yrufianismo en el siglo XIV”, en Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE: Mujer, marginacióny violencia entre la Edad Media y los tiempos modernos, Universidad de Córdoba, Cór-doba, 2006, pág. 211.

11 Pablo PÉREZ GARCÍA: “Las mujeres y las germanías de Valencia”, en Ricardo CÓR-DOBA DE LA LLAVE: Mujer, marginación y violencia entre la Edad Media y los tiemposmodernos, Universidad de Córdoba, Córdoba, 2006, pág. 328.

12 Renate BLICKLE: “Peasant Protest and the Language of Women’s Petition’s: Chris-tina Vend’s Supplications of 1629”, en Ulinka RUBLACK: Gender in Early Modern Ger-man History, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, pág. 179.

13 Yves Marie BERCÉ: “Les femmes dans les revoltes populaires”, en VV. AA.: La femmea l’epoque moderne, XVIe-XVIIIe. Actes du Colloque de 1984, Association des HistoriensModernistes des Universités, París, Bulletin nº 9, 1985, pág. 57.

14 A partir de ahora las referencias documentales aparecerán bajo las siglas AGN.

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cata en la base de datos de dicho Archivo, en la que se han registradohasta la fecha 755 causas judiciales, aunque quizás este número puedaaumentar en años venideros cuando terminen de catalogarse los expe-dientes procedentes de la Corte Mayor. Ante la imposibilidad de revi-sar todos los expedientes en el tiempo y espacio disponible, he elegidoaleatoriamente 285 procesos, cifra que por su porcentaje sobre el totalpuede considerarse una muestra representativa. De esos 285, en el pre-sente artículo analizo en profundidad los 22 sucesos en los que he po-dido comprobar que las mujeres estuvieron detrás de su estallido oparticiparon en ellos durante su desarrollo. Aquí realizo un análisis cua-litativo de cada uno de ellos, estudiando exhaustivamente su contenidoy profundizando en las confesiones de cada testigo, en las declaracio-nes de los acusados, en las pruebas presentadas y en los argumentosdados por la defensa y el fiscal. Con ello trato de lograr buscar indiciosque me ayuden a revelar los motivos que guiaron su participación endistintos tipos de desórdenes públicos. De esta manera, pretendo ana-lizar no sólo la presencia de las mujeres en estos sucesos, sino a su vezel papel que desempeñaron en cada tipo de disturbio.

No cabe duda que el análisis de la conflictividad cuenta con unafuente excepcional como son los procesos judiciales, los cuáles poseen–como apuntan Bazán15, Kagan16, Iglesias Estepa17, Billacois18 y Al-mazán Hernández19– un extraordinario valor. Se trata de una verdaderamina para el conocimiento de los desórdenes públicos que tuvieronlugar en el reino de Navarra durante los siglos modernos, aunque tam-bién es cierto que cuentan con algunas deficiencias, puesto que a tra-vés de ellos no es posible llegar a conocer la conflictividad real sinoúnicamente la registrada, denunciada y juzgada. Sobre esta cuestiónreflexionan Iglesias Estepa20 y Mantecón Movellán21 al indicar que no

14

15 Iñaki BAZÁN: “La historia social de las mentalidades y la criminalidad” en CarlosBARROS: Historia a debate. Actas del Congreso Internacional, Vol. II, Historia a Debate,Santiago de Compostela, 1995, pág. 96.

16 Richard KAGAN: Pleitos y pleiteantes en Castilla, 1500-1700, Junta de Castilla yLeón. Consejería de Cultura y Turismo, Salamanca, 1991, pág. 160.

17 Raquel IGLESIAS ESTEPA: “Moral popular y tribunales de justicia en la Edad Mo-derna”, en Tomás Antonio MANTECÓN: Bajtín y la Historia de la Cultura Popular, Uni-versidad de Cantabria, Santander, 2008, pág. 307.

18 François BILLACOIS, “Pour une enquête sur la criminalité dans la France d’AncienRégime”, Annales. Economies, sociétés, civilisations, XXII, nº 1, 1967, pág. 343.

19 Ismael ALMAZÁN FERNÁNDEZ: “Delito, justicia y sociedad en Catalunya durantela segunda mitad del siglo XVI: aproximación desde la Bailía de Terrassa”, Pedralbes, nº6, 1986, pág. 211.

20 Raquel IGLESIAS ESTEPA: “Moral popular y tribunales de justicia en la Edad Mo-derna”, en Tomás Antonio MANTECÓN: Bajtín y la Historia de la Cultura Popular, Uni-versidad de Cantabria, Santander, 2008, pág. 306.

21 Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN: Conflictividad y disciplinamiento social en la Can-tabria Rural del Antiguo Régimen, Universidad de Cantabria, Santander, 1997, pág. 23.

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se contabiliza la totalidad de los sucesos que realmente tuvieron lugaren unas fechas determinadas, sino únicamente los que fueron perse-guidos por las autoridades. Es decir, miden principalmente el funcio-namiento de la justicia. Además, es cierto que la documentaciónprocesal cuenta con ciertas desventajas: 1) El estudio de la conflictivi-dad se presenta como una realidad hasta cierto punto inabarcable de-bido a que las fuentes con las que contamos los historiadores para suconocimiento resultan en algunos casos indirectas; 2) Los riesgos queesconden los porcentajes reales tanto de los desórdenes públicos de-nunciados como del número de conflictos que no llegaron a generarningún pleito judicial, bien porque fueron resueltos por vías infrajudi-ciales o porque ni siquiera se tuvo conocimiento de sus implicados; 3)la credibilidad de las declaraciones de algunos testigos en determina-dos procesos nos lleva a pensar en testimonios aprendidos de memoriapor parte del vecindario previo acuerdo de todos ellos. Aún con todo,por medio de estas fuentes se puede vislumbrar el protagonismo quedesplegaron algunas mujeres en el surgimiento y en el desarrollo deacciones violentas.

Dejando a un lado estas consideraciones sobre las fuentes empleadaspara la elaboración de este artículo, deseo resaltar que el espacio geo-gráfico en el que he decidido enmarcar este estudio ha sido el reino deNavarra, aunque las intenciones que me planteo inicialmente son lasde extrapolar situaciones concretas a lo que también sucedió en el restode la Monarquía Hispánica, así como en el continente europeo. A laelección de esta temática han contribuido fundamentalmente, aparte deuna serie de motivos de carácter personal, razones de corte metodoló-gico y relativas a las fuentes. Estas últimas obedecen principalmente ala riqueza documental que poseen los archivos navarros, pues las fuen-tes con las que contamos son de una riqueza extraordinaria dada su cer-canía y accesibilidad. Esto último se debe a la situación tan peculiarque disfrutó Navarra durante estos siglos, puesto que a pesar de la con-quista castellana, el estatus de territorio incorporado a la Corona deCastilla le permitió conservar la práctica totalidad de las institucionesrepresentativas del rey y del reino. Es por ello, por lo que toda la do-cumentación generada por las más altas instancias civiles se encuentradepositada en el Archivo General de Navarra. Por tanto, considero que,gracias a las fuentes documentales consultadas, sugiero pautas de com-portamiento que pueden ayudar a reconstruir no sólo el panorama quetuvo lugar en territorio navarro, sino también probablemente a dar pis-tas sobre lo sucedido en otras partes de Europa occidental, abriendonuevas posibilidades de investigación.

Según lo que he podido comprobar a través de la realización de mitesis doctoral, bajo el título Los desórdenes públicos y la violencia co-lectiva en la Navarra moderna (1512-1808), lo que caracterizó a laconflictividad acaecida en Navarra durante el período de estudio fue el 15

2. LAS MUJERES Y LAVIOLENCIA

COLECTIVA EN NAVARRA DURANTELA EDAD MODERNA

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dominio ejercido por el sexo masculino. De esta manera de los 285 su-cesos que he analizado en los cuáles se aprecia quiénes fueron real-mente sus causantes, en 263 casos fueron los hombres los queperturbaron el orden público, lo que supone un 92% del total de losdesórdenes que se ocasionaron. No obstante, cabe reseñar el interesantepapel que jugaron las mujeres en algunos de estos acontecimientos,mostrándose como actoras de estos disturbios en 22 ocasiones, que re-presentan el 8% del total de los sucesos vistos. Tal y como reflejan lastablas y gráficos I y II, la presencia del sexo femenino en el fenómenode la violencia colectiva resultó apreciable, a pesar de una presenciamasculina mayoritaria. Junto a ello, también muestran que su partici-pación no se circunscribió a ningún tipo de desorden público, sino quese encontró tras una variada gama de altercados, adoptando en cadauno de ellos distintas actitudes y mecanismos para la consecución desus objetivos, tal y como vamos a ver a continuación.

Gráfico I. Porcentajes según el sexo de sus causantes

Tabla I. Autores y número de sucesos

Sexo de los autores Número de casos

Hombres 263

Mujeres 22

Total 285

Gráfico II. Tipología y porcentaje según la participación femenina

16

Hombre

Mujer

Disturbios antiseñoriales antinobiliarios

Resistencia a las autoridades

Cencerradas

Rencillasvencinales

(porcentaje)

(porcentaje)

(porcentaje)

(porcentaje)(porcentaje)

(porcentaje)

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Tabla II. Altercados en los que participaron las mujeres

Tipo de altercado Número de casos

Disturbios antiseñoriales/antinobiliarios 4

Resistencia y oposición a las autoridades 8

Cencerradas 1

Rencillas vecinales 9

Total 22

Como puede apreciarse, de los cuatro tipos de desórdenes públicos enlos que he localizado la presencia de mujeres llama poderosamente laatención su mayor peso relativo en dos de ellos: rencillas vecinales y re-sistencia a las autoridades locales. Respecto a las rencillas, se atisba laparticipación de las mujeres en 9 casos, lo que evidencia que el 41% delos altercados con presencia femenina se refieren a los odios y enemis-tades existentes entre facciones dentro de una misma población. Casiigual de importante fue la participación del sexo femenino en los tumul-tos que se originaron contra las autoridades de sus respectivos munici-pios, con un total de 8 sucesos (un 36% del total de los desórdenes conintervención de mujeres). Por tanto, ambos casos fueron los más rele-vantes dentro de la participación femenina, frente a los motines surgidoscontra los señores jurisdiccionales y los nobles locales (donde su pre-sencia se rastrea en 4 ocasiones, lo que supone un 18% de los procesoscon presencia femenina analizados). Ya por último, tan sólo he podidovislumbrar la presencia de éstas en un único pleito relativo a cencerradas,siendo ello un 5% del total de los casos trabajados.

Gráfico III. Evolución de la participación de las mujeres

Tabla III. Evolución de la participación femenina

Evolución (1512-1808) Número de casos

Siglo XVI 10

Siglo XVII 4

Siglo XVIII 7

1801-1808 1

Total 22 17

Siglo XVI

Siglo XVII

Siglo XVIII

1801-1808

(porcentaje)

(porcentaje)

(porcentaje)

(porcentaje)

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En cuanto a la variación cronológica, la participación de las mujeresentre 1512 y 1808 es semejante a la evolución de la violencia colectivageneral, puesto que son los siglos XVI y XVIII los que ofertan unmayor número de sucesos de carácter violento. De los 22 procesos es-tudiados se aprecia cómo en el siglo XVI se registran 10 de éstos, lo quese traduce en el 45% de los casos, cifras que son algo mayores a las delsiglo XVIII, aunque durante esta centuria se cuentan 7 pleitos relativosa desórdenes, siendo ello un 32% del total. Unido a ello tampoco hayque menospreciar que entre 1801-1808 nos encontremos con un únicoaltercado, lo que supone un 5%, puesto que a nivel general se eviden-cia a comienzos del siglo XIX un claro despegue en los índices de con-flictividad, por lo que considero que un análisis detallado de losaltercados acaecidos hasta 183622 nos arrojaría cifras incluso superio-res a las del resto de centurias. Por el contrario, durante el siglo XVIIse produjo un descenso en el número de sucesos violentos, encontrán-donos con 4 causas judiciales para estos años, evidenciándonos que el18% del total de casos estudiados se produjeron por aquellas fechas.

No conviene olvidar que son bastantes los investigadores23 que hanconstatado que el número de conflictos se mantuvo en cotas altas hastaprincipios del siglo XVII, aconteciendo un descenso generalizado hastamediados del XVIII, momento en el que se produjo un despegue, y sellegaron a recuperar e incluso superar las cotas que se habían experi-mentado a finales del XVI. Sin duda, lo que se explicita a través deestos datos es que las actitudes violentas asistieron a un férreo controlpor parte de las autoridades civiles y religiosas, por lo que puedo indi-car que el descenso que se produjo en el número de disturbios duranteel XVII se debió en parte a ese ideal de reforma social que desde ambospoderes se encargaron de transmitir.

Por otro lado, si nos atenemos a la evolución de los disturbios segúnsus diferentes tipologías podemos llegar a atisbar ciertas conclusiones.

18

22 Indico la fecha de 1836 porque fue el año en el que fueron suprimidos los antiguos tri-bunales del reino de Navarra, tanto el Consejo Real como la Corte Mayor, por lo que los pro-cesos civiles y criminales juzgados por ambas instituciones llegan hasta dicho momento.

23 Consúltense Juan Diego PÉREZ CEBADA: “Los costes sociales de los cercamientosde tierras en Andalucía occidental”, en Rosa CONGOST; Jose Miguel LANA: Campos ce-rrados, debates abiertos. Análisis histórico y propiedad de la tierra en Europa (siglos XVI-XIX), Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2007, pág. 337; Javier RUIZ ASTIZ:“Cuidado con vuestras vidas: desorden público y conflicto en la Sangüesa de la Edad Mo-derna”, Zangotzarra, 12, 2008, pág. 31; Robert MUCHEMBLED: La violence au village,(XVe-XVIe siécle). Sociabilité et comportements populaires en Artois, Brepols, Bélgique,1989, pág. 24; Pedro OLIVER OLMO: Cárcel y Sociedad Represora. La criminalizacióndel desorden en Navarra (siglos XVI-XIX), Universidad del País Vasco, Zarautz, 2001, pág.118; Ewe LACOUR: “Faces of Violence Revisited. A Typology of Violence in Early Mo-dern Rural Germany”, Journal of Social History, 34-3, 2001, pág. 663; Robert OUTH-WAITE: Dearth, Public Policy and Social Disturbance in England, 1550-1800, Macmillan,London, 1991, pág. 46.

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Resulta evidente que durante estas centurias asistimos a un reparto des-igual de los distintos tipos de desórdenes públicos que he localizadopara la elaboración de este artículo. Esta evolución no sólo nos ayu-dará a comprender mejor cómo se desarrolló la conflictividad en elreino de Navarra entre 1512 y 1808, sino que también nos permitirá di-ferenciar la distinta progresión que experimentó cada tipo de altercado.

Tabla IV. Evolución de la participación femenina según el tipo deconflicto

Evolución Disturbios Resistencia Cencerradas Rencillas Número (señores y autoridades vecinales de casosnobles)

Siglo XVI 3 2 1 4 10Siglo XVII 1 2 - 1 4Siglo XVIII - 3 - 4 71801-1808 - 1 - - 1Total 4 8 1 9 22

Tabla V. Poblaciones y número de disturbiosPoblación Casos Población Casos Pamplona 2 Gorriti 1Larraga 2 Viana 1Fitero 2 Ustés 1Tudela 1 Tafalla 1Estella 1 Goizueta 1Morentin 1 Peralta 1Lodosa 1 Olite 1San Martín de Unx 1 Aós 1Arre 1 Sangüesa 1Dicastillo 1 Total 22

Por último, en lo que a la localización de los conflictos en los que sedetecta la participación de mujeres, cabe resaltar la existencia de doszonas claramente divergentes entre sí, puesto que los índices relativosa la violencia colectiva son menores en el norte frente a los existentesen la zona media y sur. No cabe duda de que si en estas dos últimaszonas los disturbios fueron superiores en número, respecto a los quese ocasionaron en la parte septentrional, ello obedeció fundamental-mente a factores poblacionales. De este modo, si repartimos los desór-denes públicos que se ocasionaron durante estos siglos por todo elterritorio navarro entre las cinco merindades obtenemos datos alta- 19

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mente reveladores de la zonificación del estallido de altercados comu-nitarios. Estos resultados ponen de manifiesto que en el reino de Na-varra la conflictividad se registró principalmente en la zona media ysur del territorio, situándose entre las merindades de Estella, Olite yTudela.

Mapa I. Localización de los disturbios con participación femenina

2. 1. Disturbios antiseñoriales y antinobiliariosLos desórdenes de carácter antiseñorial y contra los miembros de la

nobleza local obedecieron a una multiplicidad de causas, persiguiendotodos ellos unos objetivos determinados. He podido comprobar queestos sucesos no tuvieron nada que ver, en la mayoría de los casos, conactos espontáneos puesto que este tipo de altercados siempre arrastra-ron un malestar lastrado con el paso de los años. Fue de esta maneracomo se fue gestando un ideario popular contra los señores y nobles lo-cales, por lo que sus actuaciones y excesos funcionaron como deto-nante para el estallido de desórdenes públicos. Pese a ello, también escierto que dichos acontecimientos obedecieron en última instancia alsistema de valores que imperaba en cada comunidad. Sin duda, todasestas creencias populares fueron compartidas por la mayor parte de los20

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vecinos que se vieron sometidos al yugo de señores y nobles, incluidas,en algunas localidades navarras, las mujeres, que en ciertos casos des-tacaron por el fervor y la tenacidad en sus arengas.

Corría el 24 de julio de 1593 en la localidad de Larraga. Allí, a lahora de comer, entre las doce o la una, junto a la posada de María Por-tal, una mujer, llamada María de Irisarri, recorría una y otra vez la callede la Fuente. “Con grandes gritos y voces” pedía que se juntara todo elpueblo “para quemar la dicha posada, con todos los que en ella esta-ban”. Así siguió durante más de una hora, de suerte que una gran partede los vecinos del pueblo se congregaron a sus puertas “muy altera-dos”. ¿Por qué gritaba María de Irisarri? Para ello debemos remontar-nos a pocas horas antes. Esa misma mañana un comisario –junto conun receptor, un alguacil y varios criados, enviados por el Conde deLerín, condestable del reino de Navarra–, se dispuso a recibir infor-mación por un suceso ocurrido un año antes. En 1592 los vecinos dedicha localidad habían destruido la picota. Muy pronto encontraron losrestos del rollo y picota, pero nadie les quiso ayudar a trasladarlos, y lospocos que acudieron fueron amenazados. A esto aparecieron “muchosvecinos, con mucho bullicio, diciendo con qué autoridad mandaba eldicho licenciado que llevasen la dicha piedra”. “Era tanta su rebeldía yresistencia y el mucho ruido y alborote” que el comisario, los oficialesy criados del condestable se retiraron a la posada. Desde la ventana deaquella casa uno de los criados, llamado Juan Tomás, pudo oír la con-versación de “dos mujeres del pueblo hablando la una con la otra”, enla que una recriminaba a la otra por qué “había vendido tan barato elmanojo de espigas a los comisarios” pues “ella le hubiera dado máspara sus gallinas”. Fue entonces cuando Juan Tomás las increpó y lesdijo: “¿qué agravio se os hace?, ¿no sois vasallos del condestable?”, alo que María de Irisarri respondió: “judío, perro, ¿a quién llamas vasa-llos del condestable?”. Acto seguido María comenzó a gritar congre-gando gran concurso de gente. Ante esto el alguacil salió a la calle y“rogó a toda la dicha gente que se recogiesen en sus casas, que nadieles haría injuria de palabra ni de obra, ni se le había hecho cosa ningunaa la dicha María de Irisarri para andar de la dicha suerte alborotando elpueblo”. Lo mismo les dijo el comisario, y todo pareció tranquilizarse,pero María de Irisarri volvió a la carga pues “con alteración y publici-dad a grandes voces, y con muchos extremos” profirió palabras simi-lares. Poco después se habían “juntado más de doscientas personas” en“las calles que están a la parte de la dicha posada, todos muy acelera-dos y amotinados”24. En este caso podemos apreciar la participación dealgunas mujeres de la localidad en la conformación de un tumulto con-tra los representantes de la autoridad jurisdiccional. Detrás de éste seencuentra la animadversión contra el Conde de Lerín, por lo que com-probamos cómo tomaron parte activa también en algunos ejemplos dedesórdenes de cariz antiseñorial.

2124 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 12721, fol. 26.

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En otras ocasiones la obtención de prerrogativas jurisdiccionales su-puso también la explosión de motines extremadamente virulentos enlos que se reprodujeron tanto el asalto de casas y propiedades particu-lares durante el día y la noche, así como agresiones selectivas junto adisparos y cánticos intimidatorios. De esta manera, hubo ocasiones enlas cuales la pérdida de la jurisdicción supuso una excusa fundamental,según Burgo25, López Sabatel26 y Usunáriz27, para el surgimiento detensiones vecinales. No sorprenderá, por tanto, que el 22 de junio de1675 estallase en Fitero un motín contra los religiosos del monasterioque se alargó hasta la jornada siguiente. La tarde del primer día se ce-lebró una procesión alrededor de las naves de la iglesia que fue re-prendida por varios vecinos con el lanzamiento de piedras mientras lesgritaban a los frailes “pícaros, tiranos, sayones y crueles”. Fruto deaquellas pedradas fueron heridos los padres Ignacio de Ostabat, Fran-cisco Jordán e Isidoro Fernández de Urdáñez. Sin embargo, fue durantela noche cuando una multitud fue “por las calles dando voces a son decaja en forma de tumulto”, desórdenes que continuaron durante la ma-ñana del 23, puesto que “anduvieron con la caja de la misma suerte di-ciendo que habían de presentarse al señor Don Juan de Austria para ira servir al rey nuestro señor”. El objetivo de aquella turba era el mo-nasterio, por ello “se encaminó todo el motín hacia el convento” ycuando llegaron “a las puertas se oía ruido de mueran con muchas pa-labras afrentosas”. Finalmente lograron entrar en el recinto religiosoen número de “pasadas de quinientas personas” entre hombres y mu-jeres. Los monjes viendo aquello “procuraron escapar por donde pu-dieron”, así unos se retiraron al coro escondiéndose debajo de sus sillas,otros se resguardaron en el desván y algunos se lanzaron por las ven-tanas al olivar contiguo, pero “a este tiempo ya estaba el olivar lleno dehombres y mujeres corriendo con espadas desnudas, asadores ypalos”28. Hubo monjes –entre los que se encontraron Martín de Laba-yen, Clemente de Oñate, Joan de Arnedo, Gregorio Alfonso, Celedónde Espinosa, Guillermo de Arbizu, José Zapata, Luis de Olleta, Jeró-nimo de Olloqui, Nicolás de Ardanaz y Dionisio de la Torre– que en-seguida fueron encontrados por los acusados, siendo apartados por “lasmujeres a empellones de la compañía de su soberano señor, y a pelliz-

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25 María Concepción BURGO: “La conflictividad en torno al pago de la renta foral en Ga-licia a finales del Antiguo Régimen”, Espacio, Tiempo y Forma. Historia Moderna, nº 4,1989, pág. 147.

26 José Antonio LÓPEZ SABATEL: “Resistencias parciales y abiertas: conflicto de cla-ses en el medio rural gallego (siglos XIII-XV)”, Estudios Humanísticos. Historia, nº 7,2008, pág. 136.

27 Jesús María USUNÁRIZ GARAYOA: “Nuevos señoríos, nuevos señores. Navarra yla venta de jurisdicciones durante la Edad Moderna”, Cuadernos de Investigación Histórica,nº 17, 1999, pág. 9.

28 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 1.

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cos y puñadas los querían matar diciéndoles tantas insolencias en supresencia que pidiéndole justicia y misericordia decían: ¡estos pícarosse lo merecen!, ¡estos perros tienen la culpa!”. Lo cierto es que hubomujeres “tan desatentas que las juzgaron dichos padres espiritadas”,mientras una de ellas “se puso en el corillo del órgano y con una espadadesenvainada amenazaba a los religiosos”. Cuando terminaron sus ac-ciones “profanaron todo el monasterio, sin dejar coro, dormitorios, re-fectorio, cocina, enfermería y hospedería, hasta saquear las tres últimasoficinas hurtándoles las sábanas y camisas y rompiendo con paloscuanta vasija toparon y desquiciando con vigas y troncos las puertasde las celdas de los religiosos”29. ¿Qué pudo haber detrás de este su-ceso? Son los propios religiosos los que nos anuncian la existencia dedesavenencias entre ellos y la villa de Fitero, puesto que esta últimapedía al convento “se aparte de dicha merced y de su ejercicio a per-petuo por bien de paz y porque parece es más servicio de nuestroseñor”30. Sin duda, lo que los vecinos anhelaban era que el monasteriorenunciase a la posesión de la jurisdicción criminal en ejercicio perpe-tuo que le había sido reconocida.

Gil Rupérez, alcalde ordinario, señaló que la mañana del domingohabiendo ido a ver unas heredades fue a rezar a la capilla del monaste-rio y allí se encontró con varias mujeres que le dijeron: “¡Señor!, ¡Quese pierde el lugar porque hay mucha revolución!” y fue enseguida a “laparte donde se oía el ruido y fue cerca de la puerta por donde se va albaño” donde comprobó que “había grande multitud de gente y que éstase componía de hombres, mujeres y muchachos” y que “por ir tan ciegode cólera no pudo hacer juicio si estaba allí la mayor parte del lugar nisi había forasteros”31. Poco después se encontró que “la multitud degente” iba por la calle “de los barquillos sonando la dicha caja y pasa-ron hacia el sitio que llaman la placilla”32. Los ánimos del vecindariodebían estar caldeados desde fechas atrás porque el mismo día del 22de junio se juntaron en concejo para que Bartolomé de Bea “pida y su-plique a los muy ilustres señores del Real Consejo de este reino se sir-van de concederles permiso para poder tomar a censo cinco milducados para con ellos poder tantear la jurisdicción criminal que ladicha villa tiene”33. Bernardo Lafuente, fraile, señala que “oyó granderuido y alborozo de hombres y mujeres que decían vamos todo el lugara Zaragoza ya que nos quitan la vara y nos pondremos delante del señorDon Juan de Austria”, y dice que “viendo que las voces eran muchas yel lugar se alteraba demasiado los señores alcaldes y regidores y demás

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29 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 2.

30 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 5.

31 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 98.

32 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 99.

33 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 104.

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ministros pidieron favor del rey mandándolos recoger a todos”, a lo que“por ser tanta la multitud sabe que no pudiéndolos resistir la justiciaentraron al convento”34. Tomás Aguado indica que “hubo en esta villamuchas voces descompuestas de hombres y mujeres que a una voz de-cían ya este lugar está perdido, ¡vamos a Zaragoza a servir a su majes-tad!, ¡que Dios guarde a la protección del serenísimo señor Don Juande Austria!”. Todo aquel amotinamiento “se serenó y quietó con unaconcordia que se hizo de paz entre el convento y la villa diciendo quesi por la jurisdicción criminal de que el convento había obtenido cé-dula de su majestad dios lo hacían se aquietasen que desde luego noquerían valerse de ella y otras cosas”35.

Por otro lado, algo similar ocurrió también en los motines antinobi-liarios, en los cuales la presencia del sexo femenino también está do-cumentada. Durante los siglos modernos las élites locales integradasen el estamento nobiliario gozaron de una posición social y política pri-vilegiada que trajo consigo toda una serie de preeminencias, así comoun elenco de prerrogativas que provocó –como señalan Labatut36 y Gui-llén37– que en muchas ocasiones fuesen el flanco habitual de la ira desus respectivas comunidades vecinales. Sin duda, dentro de los ele-mentos que con mayor recelo fue advertido por el pueblo nos encon-tramos el patrimonio inmaterial de la nobleza. De aquel conjunto debienes que sirvieron para ensalzar la fama de determinadas familiasdebo destacar el resquemor con el que fueron vistos los escudos dearmas en algunas localidades. Esto último explicaría el motín que tuvolugar el 5 de marzo de 1550 en la localidad de Morentin, en dondefrente a la casa palaciega de Fernando de Palacios comparecieron “mu-chos mancebos y vecinos del lugar y muchas mujeres de ellos con es-padas rancadas y otros sin armas con gran bullicio y alborote”38

pidiéndole que abriesen al rey, que de lo contrario “entrarían por dondemejor pudiesen”39. Toda la polémica se generó como consecuencia dela colocación de un escudo concejil en la parroquia local suplantandoel que anteriormente tenía allí la familia Palacios. Tanta fue la indig-nación de Fernando de Palacios que, según Miguel Martínez, al ver elescudo de armas puesto en la capilla dijo: “¿quién ha puesto este escudode armas?”, a lo que los jurados, concejo y vecinos respondieron quehabían sido ellos mismos, replicándoles Palacios: “yo las quitaré antes

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34 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 232.

35 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 4333, fol. 233.

36 Jean Paul LABATUT: Les noblesses européennes de la fin du XVe siècle à la fin duXVIIIe siècle, PUF, París, 1978, pág. 89.

37 José Antonio GUILLÉN: La idea de nobleza en Castilla durante el reinado de FelipeII, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2007, pág. 29.

38 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 197601, fol. 8.

39 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 197601, fol. 5.

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de tres días”. Pocas horas después, ese mismo día, los vecinos de Mo-rentin se enteraron de que el escudo de armas que habían puesto “habíasido quebrado”, y cuando fueron a verlo comprobaron que estaba des-trozado “en nueve o diez pedazos”40, con lo que tras ello decidieron ira casa de Fernando Palacios. En resumidas cuentas, éste es un ejemplomás de presencia de mujeres con cierta presencia en estos desórdenes.

2. 2. Resistencia y oposición a las autoridades locales A lo largo de los siglos modernos la violencia fue una expresión

socio-cultural que impregnó todas las esferas a escala comunitaria,tanto a nivel privado como público. Sin duda, estas manifestaciones co-lectivas salpicaron todos los aspectos relativos a la gobernabilidad local.Los disturbios más característicos de fueron los motivados por el sen-timiento de oposición existente hacia las autoridades locales. Estos úl-timos se pueden articular en tres grupos: por un lado estarían losdesórdenes que sacudieron muchas poblaciones como consecuencia delas crisis de subsistencias; por otro cabe referirse a los tumultos queestallaron fruto del cobro de cargas impositivas; y por último tendría-mos las resistencias y los desacatos que se ejercieron de un modo rei-terado contra los representantes del poder a escala comunitaria.

En primer lugar, durante las distintas crisis de subsistencias que sal-picaron el continente europeo durante la Edad Moderna cabe señalarque las mujeres desempeñaron un papel elemental, no ya sólo en los al-tercados originados como consecuencia del elevado precio del pan–como lo corroboran las investigaciones de Bercé41, Rule42, Thomp-son43 y Wiesner44–, sino a su vez para los casos de falta de abasteci-mientos estudiados por Bercé45, Palop46, Beik47, Thompson48,

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40 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 197601, fol. 11.

41 Yves Marie BERCÉ: History of Peasant Revolts. The Social Origins of Rebellion inEarly Modern France, Polity Press, Oxford, 1990, págs. 174-175.

42 John RULE: Albion’s people. English Society, 1714-1815, Longman, Londres/NuevaYork, 1992, págs. 200-201.

43 Edward Palmer THOMPSON: Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobrela crisis de la sociedad preindustrial, Crítica, Barcelona, 1979, pág. 321.

44 Merry WIESNER: Women and Gender in Early Modern Europe, Cambridge Univer-sity Press, Cambridge/Nueva York, 1993, pág. 246.

45 Yves Marie BERCÉ: “Les femmes dans les revoltes populaires”, en VV. AA.: La femmea l’epoque moderne, XVIe-XVIIIe. Actes du Colloque de 1984, Association des historiensmodernistas des universites, París, Bulletin nº 9, 1985, pág. 60.

46 José Miguel PALOP RAMOS: Hambre y lucha antifeudal. Las crisis de subsistenciasen Valencia (siglo XVIII), Siglo XXI, Madrid, 1977, pág. 161.

47 William BEIK: Urban Protest in Seventeenth-Century France. The Culture of Retri-bution, Cambridge University Press, Cambridge, 1997, pág. 37.

48 Edward Palmer THOMPSON: “The Moral Economy of the English Crowd in the Eigh-teenth Century”, Past and Present, nº 50, 1971, págs. 115-116.

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Egido49, Hurl-Eamon50, Manning51, Mendelson52 y Stevenson53. Nodeben extrañarnos, por tanto, los sucesos que se experimentaron en Lo-dosa en 1804, ya que se trató de una situación análoga a otras que pu-dieron vivirse en muchas partes de Europa. En esta localidad navarralas malas cosechas y lo adverso de la climatología provocaron que lasreservas de cereales escasearan. Ello motivó que tuviesen lugar todauna serie de altercados. Las demandas de la población exigiendo lasiembra de trigo se dirigieron contra un miembro del vínculo local lla-mado Pedro Antonio Rodríguez. Cuando éste se negó a hacer caso alas demandas se desencadenaron los incidentes entre el 19 y 20 de di-ciembre. Primero fue hallado un pasquín en la sacristía en donde se lecriticaba por su negativa a dar a los labradores 800 robos del posito54.Fue el párroco local, Romualdo de Aragón, quien según consta en la de-claración de María Mendijur “le hizo acercarse a donde se hallaba fi-jado dicho pasquín y lo leyese”, actuación que repitió “con otras variasmujeres”55. Diligencias que estimularon a varias mujeres que al día si-guiente, según el fiscal, aparecen “incitando al tumulto”56 por las ca-lles de la localidad, lo cuál originó que durante la noche del día 20 seprodujesen varios disparos dirigidos contra la casa de dicho personajey se colocase un nuevo pasquín.

En segundo lugar, resulta imprescindible prestar atención al prota-gonismo que detentó el sexo femenino en las múltiples rebeliones quetuvieron lugar en los distintos reinos europeos con motivo del cobro deimpuestos, situación que ya fue señalada por Porshnev57 para Franciay por Ruff58 en Inglaterra. No fue menor su relevancia, por lo que hepodido comprobar, para el caso navarro, puesto que hubo numerosasocasiones en las cuáles las mujeres actuaron como un vehículo im-

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49 Teófanes EGIDO: “El motín madrileño de 1699”, Investigaciones históricas, nº 2, 1980,pág. 266.

50 Jennine HURL-EAMON: Gender and Petty Violence in London, 1680-1720, Ohio StateUniversity, Columbus, 2005, pág. 107.

51 Roger MANNING: Village Revolts. Social Protest and Popular Disturbances in En-gland, 1509-1640, Clarendon Press, Oxford/Nueva York, 1988, pág. 97.

52 Sara MENDELSON; Patricia CRAWFORD: Women in Early Modern England, Ox-ford University Press, Oxford, 1998, pág. 383.

53 John STEVENSON: Popular Disturbances in England 1700-1832, Longman, London,1992, págs. 125-126.

54 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 94250, fol. 2; cuerpo 2º.

55 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 94250, fols. 5-6; cuerpo 2º.

56 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 94250, fol. 23; cuerpo 2º.

57 Boris PORSHNEV: Los levantamientos populares en el siglo XVII, Siglo XXI, Ma-drid, 1978, pág. 80.

58 Julius RUFF: Violence in Early Modern Europe (1500-1800), Cambridge UniversityPress, London, 2001, pág. 206.

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prescindible para canalizar el malestar del vecindario. Tanto es así que,por ejemplo, el 24 de octubre de 1593 fue hasta San Martín de Unx acobrar la pecha concejil Pedro de Amburz, portero real. Cada año dichalocalidad debía pagar cuarenta robos de trigo por San Miguel a los frai-les del Convento de San Francisco de Olite. Habiéndose retrasado en supago acudió hasta allí para cobrar lo que debían de la ganadería local,sin embargo, nada más entrar en la villa “muchos vecinos y gente delpueblo le salieron al encuentro al portero”, quien “llevaba la ganaderíapara este efecto” y viendo “le querían impedir su negocio” requirió alalcalde que le ayudase para encerrar el ganado en un corral, momentoen el cual el pueblo se opuso a sus intenciones. Es Amburz quien indicóque habiendo ido a San Martín de Unx y estando en el corral se en-contró con el alcalde, quien “venía en compañía de doce o catorce ve-cinos y también venían mujeres con ellos”. Éste les dijo que habíatomado la dula59 concejil “porque le habían ocultado por muchas vecespor no querer pagar los cuarenta robos de trigo”60. Fue entonces cuandoDomingo Martínez y Juan Martínez le impidieron que se llevase unamula porque “aquella era su mula”, diciéndole “que por él ni por sus re-querimientos no la dejaría porque no debían nada”. Debido a ello Am-burz “bajó de la cabalgadura y le prendió” y teniéndolo apresado “losque estaban presentes arremetieron por medio de la dula y la esparcie-ron y la apartaron y la llevaron de manera que no la pudiese encerrarni hacer su oficio”61. Martín Jordán, testigo, indicó que en el momentoen el que Amburz apresó a Domingo Martínez “los hombres y mujeresentraron por la dula y la esparcieron y la echaron por el campo de ade-lante, y de esta manera le estorbaron al dicho portero en que no se pu-diese hacer de su oficio”, y además de ello “en lugar de ayudarle” conel preso “le comenzaron a darle empetones y le pidieron soltar”62. Mos-trándose en aquellas actuaciones como las más interesadas, según re-lató el alcalde Fernando Rey, tanto Juana Martínez y Catalina deAranguren, quienes hicieron “fuerza para meterle en sagrado”63 a Do-mingo Martínez.

Junto a ello debo resaltar otro de los sucesos que tuvo lugar en 1760en la localidad de Arre. En este caso el desencadenante que propició elestallido de un amotinamiento fue la visita que efectuó Lucas de Re-macha y Díaz, alcalde mayor, para tratar de cobrar la pecha concejil

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59 Dula: “En Navarra se aplica este nombre al rebaño constituido por el ganado mayor delpueblo (vacuno, caballar, mular y asnal)”. (José María IRIBARREN: Vocabulario navarro,Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1984, p. 197).

60 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 39811, fol. 8.

61 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 39811, fol. 9.

62 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 39811, fol. 11.

63 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 39811, fol. 19.

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que las poblaciones de Arre y Oricain le debían al Conde de Villarrea.En ambos lugares, como era costumbre, el peso de las cantidades quedebían pagar lo realizaban los oficiales con una “raedera regular” parael trigo y un “mimbre seco” para la avena. Dichos utensilios de medi-ción los portaban siempre los emisarios del Conde de Villarrea, aunqueen esta ocasión el vecindario se opuso a que éstos utilizasen el mimbreque habían traído porque alegaron que no cumplía con los requisitosexigidos. Inmediatamente los habitantes de Arre le exhortaron a queemplease el que otros años se había utilizado, y ante su negativa le fuesustraído el mimbre que éste portaba. Fruto de este atropello Lucas deRemacha, Joaquín de Ilargui, Martín de Goñi, Miguel Blanco y JoséFrancisco Burges decidieron ir a Pamplona para dar noticia de todo loacontecido. Fue entonces cuando se toparon con mucha gente “convoces bastante alteradas y ásperas” diciéndoles que les entregasen losdos mimbres, a lo que Remacha se negó tajantemente. Debido al “nu-meroso concurso de gentes de casados, mozos y mujeres de ambos lu-gares” no pudieron salir de donde estaban recluidos, mientras al mismotiempo “le embarazaron prorrumpiendo con voces altas y enfurecidas”diciéndole “que sino dejaba las mimbres que llevaba como es la unaen la mano y la otra en el bolsillo no le permitirían salir del lugar”64.Fuera les esperaban un total de “cincuenta o sesenta personas de hom-bres mozos y mujeres”, los cuales cuando nuevamente intentaron salirde allí “volvió dicha turba de gente a atropellar con más furor e intre-pidez que la primera” y “viéndose rodeado de tantos hombres mozos ymujeres conjurados” les dijo en altas voces Remacha: “¿me reconocenvuestras mercedes por alcalde mayor?”, a lo que respondieron: “¡Sí,señor!, pero no lo dejaremos sin que nos entregue las mimbres”65. Pocodespués, cuando Remacha y sus compañeros entregaron los mimbrespretendidos por los de Arre y Oricain y empezaron a irse hacia Pam-plona “se renovaron las voces en que decían agarrarle”, y en efecto “sedetuvieron dos veces, asiéndole especialmente una mujer” que “conaire descompasado quería hacerle retroceder a dicho Remacha al pala-cio cogiéndole varias veces de la casaca”66. Sin embargo, finalmentelos oficiales se fueron aunque les siguieron hasta la vecina localidad deVillava.

Por último, en tercer lugar, tampoco conviene desmerecer la inesti-mable presencia que tuvieron las mujeres en los desacatos y las resis-tencias que se efectuaron contra las autoridades locales, ya que trasellos –como es corroborado por Palop Ramos67 en el caso valenciano–

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64 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 155396, fol. 23.

65 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 155396, fol. 24.

66 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 155396, fol. 18.

67 José Miguel PALOP RAMOS: “Tumultos populares en el XVIII valenciano”, Saitabi,nº 36, 1986, pág. 219.

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se encontraron habitualmente éstas. Así, por ejemplo, sucedió en Go-rriti en 1553, donde estuvieron presentes en un alboroto contra el al-guacil de la localidad “la mujer de Miguel de Echarri y una mozahermana suya, la mujer de Martín de Urrutia, Gracia la mujer de Pedrode Jaúregui, así como María de Lezaeta y María de Arizaleta”68. Eldesencadenante de aquel altercado fue el apresamiento de Juan Marti-jarena, situación que provocó según Andrés Moro que fuesen contra él“muchos hombres con espadas y broqueles y también muchas muje-res”69. Domingo de Areso también señaló la intervención de éstas, puesindicó que hasta la posada donde tenían preso a Martijarena “llegaronmuchos vecinos del lugar, así hombres como mujeres con mucho al-borote”70. Fue Martín Bengoa quien sostuvo que cuando llevaban alpreso a la posada “salieron muchas mujeres del lugar y se fueron juntoal camino por donde iba el alguacil”, provocando “grande ruido y al-borote”71. Aquéllas, según María Juana de Azpíroz, “dieron voces di-ciendo: ¡senarraren porchara!”72.

2. 3. Cencerradas La cencerrada se erigió durante la Edad Moderna en un juicio de ca-

rácter popular que principalmente fue empleado cuando se produjo unaruptura moral en lo que al comportamiento matrimonial o al sexualhace referencia, aunque también existieron otras motivaciones, caso deotras actuaciones consideradas como inmorales (malos tratos o alco-holismo). En definitiva, su puesta en marcha supuso la difamación deun individuo concreto o de una pareja determinada a partir de cancio-nes y coplillas jocosas, así como de estridentes ruidos producidos porel golpeo de cacerolas, cuernos o huesos. Se trató, sin duda, de una pro-testa colectiva que mayoritariamente estuvo encabezada por los hom-bres más jóvenes de cada localidad, aunque hubo ocasiones en que losprotagonistas fueron personas mayores de 30 años que ya estaban ca-sadas. Pese a ello, hay que resaltar que no se trató de un ritual que fueúnico y exclusivo del sexo masculino, ya que también las mujeres des-empeñaron un papel en dichos acontecimientos. Por todo el continenteeuropeo se ha evidenciado que éstas aparecieron con cierta frecuenciatras estos altercados, como ya señalaron Schindler73, Thompson74,

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68 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 941, fol. 26.

69 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 941, fol. 7.

70 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 941, fol. 22.

71 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 941, fol. 24.

72 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 941, fol. 25.

73 Norbert SCHINDLER: “Los guardianes del desorden. Rituales de la cultura juvenilen los albores de la era moderna”, en Giovanni LEVI; Jean Claude SCHMITT: Historia delos jóvenes. I. De la Antigüedad a la Edad Moderna, Taurus, Madrid, 1996, pág. 322.

74 Edward Palmer THOMPSON: Costumbres en común, Crítica, Barcelona, 2000, pág. 567.

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Gauvard75 y Enríquez76. También en Navarra hemos encontrado unejemplo de matraca, originada en Olite el 9 de julio de 1570, como con-secuencia del matrimonio que contrajeron Jerónimo de Carrión e Inésde Estrada. Ese mismo día, durante la noche, anduvieron por las callesde la localidad muchos vecinos en dirección a su domicilio, entre lasque se encontraron Catalina de Iracheta, María Atondo, Inés Baraiz yJerónima de Andrés. Sus protagonistas fueron, todas ellas, disfrazadascon mantones y barbas postizas, portando a su vez cencerros, hachas ytodo tipo de instrumentos, provocando con ello “gran ruido y es-truendo”77. Al final de la noche, llegando hasta su casa, Pedro de Menase sacó de su pecho “un papel donde iba escrito un pasquino o libelodifamatorio”, y se lo dio a un muchacho de 10 años para que lo fuesepregonando. En éste se recogieron “palabras difamatorias y de muygrave y atroz injuria” 78, especialmente contra el dicho Jerónimo deCarrión.

2. 4. Rencillas vecinalesUno de los aspectos más llamativos de la conflictividad cotidiana que

se ejerció a lo largo del Antiguo Régimen fueron las rencillas y los en-frentamientos a escala local. Estas disputas de pequeñas dimensiones,localizadas en el tiempo y en el espacio, formaron parte de los recur-sos más frecuentes que emplearon los habitantes de los distintos reinoseuropeos. De este modo, cuando un grupo de personas creyó tener ra-zones suficientes y consideró que ciertas actuaciones o comporta-mientos eran intolerables recurrió a la violencia, bien fuese ésta física,verbal o escrita, adoptando para ello todo tipo de tácticas para alcanzarsus objetivos. En definitiva, la consecución de sus fines estuvo guiadapor diferentes motivaciones, entre las cuáles se encontraron general-mente los sentimientos de odio y enemistad existentes entre sus adver-sarios. Dichas causas fueron en la mayoría de las ocasiones el motor deestos altercados comunitarios.

Pero realmente, ¿qué papel desempeñaron las mujeres en este tipode confrontaciones? La documentación nos muestra a ellas provocandocon sus actos y sus gritos, actuando –como señaló Manning79– comoun agente primordial en el transcurso de estas disputas vecinales. Nodebe extrañarnos, por tanto, que en ciertas ocasiones las mujeres apa-rezcan incitando al tumulto. Éstas, en vez de limitarse únicamente a

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75 Claude GAUVARD: Crime, État et société en France à la fin du Moyen Age, Publica-tions de la Sorbonne, París, 1991, pág. 506.

76 José Carlos ENRÍQUEZ: Costumbres festivas y diversiones populares burlescas. Viz-caya, 1700-1833, Beitia, Bilbao, 1996, pág. 63.

77 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 38206, fol. 138.

78 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 38206, fol. 138.

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gritar recurrieron también al repique de campanas, elemento clave enla conformación de muchos motines. Así sucedió, por ejemplo, en Aósel 18 de marzo de 1528 cuando María de Aós decidió repicar la cam-pana de la iglesia local varias veces mientras llamaba a los vecinos algrito de “socorro, socorro” y “ayuda, ayuda”80. Según nos relata MaríaRuiz de Gurpegi aquélla fue corriendo hasta el campanario “dandovoces, diciendo que a su hijo le mataban y que ella quería ir a repicarlas campanas”81, pese a lo que nadie le hizo ningún caso. Fue Martínde Aós, abad, quien pese a sus continuas advertencias sonoras le dijo“mejor estarías ahora en vuestra casa, pues no tenéis necesidad”82. Re-sulta evidente que la figura de la mujer pidiendo ayuda en medio deuna rencilla –como en el caso anterior– o alentando al desorden sepuede encontrar en cualquier tipo de altercado, incluso a los instantesde mayor recogimiento, ya que detrás del estallido de ciertos escánda-los también se encontraron ciertas mujeres. Así durante las procesionescelebradas en Semana Santa hubo oportunidad de encontrar a algunasde ellas provocando con sus arengas y llamamientos. Uno de estoscasos nos lo encontramos el 13 de abril de 1797 en la localidad de Fi-tero, en donde Manuela Vergara, Blasa Magaña, Escolástica Magaña yBenita Yanguas “comenzaron con voces desentonadas” a perturbar laquietud y el sosiego reinante, y fruto de aquello “resultó cruzarse unoscon otros palabras de alboroto y empellones”83.

A su vez, debo indicar que durante los siglos modernos la palabraescrita fue ganando nuevos adeptos y logró llegar a un segmento po-blacional que fue en franco aumento. No cabe duda de que tanto libe-los como pasquines florecieron y se mostraron como un instrumentomás para provocar el descontento popular. Fue a través de estos meca-nismos a partir de los cuáles se pudieron dirigir durísimas acusacionescontra cualquier personaje, actuando como vehículos de crítica social.Sin embargo, lo especialmente relevante en este artículo es llamar laatención sobre los casos en los que las mujeres se encontraron detrás deestas proclamas difamatorias84. No obstante, hay que tener muy pre-sente el bajo índice de alfabetización femenina, pese a lo cual hay algúncaso que manifiesta su autoría, si bien el número de ejemplos es real-mente escaso. Ello no quita para que en Viana en 1588 resultase en-

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79 Roger MANNING: Village Revolts. Social Protests and Popular Disturbances in En-gland, 1509-1640, Clarendon Press, London, 1988, pág. 96.

80 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 209335, fol. 3.

81 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 209335, fol. 5.

82 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 209335, fol. 2.

83 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 156721, fol. 3.

84 Véase Javier RUIZ ASTIZ: “Libelos y pasquines en la Navarra moderna: análisis y es-tudio del protagonismo de las mujeres”, en Mercedes ARRIZAGA: Feminismos e Inter-culturalidad. Actas del V Congreso Internacional de la Asociación Universitaria de Estudiosde las Mujeres (AUDEM), Arcibel, Sevilla, 2008, págs. 381-399.

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contrada culpable Isabel Remírez de haber realizado un libelo difama-torio contra los clérigos beneficiados de la parroquia de la localidad,como consecuencia de la negativa que mantenía ésta a ceder una seriede viñas y robledales a los religiosos85. Es evidente que no existió ungran porcentaje de personas capaces de realizar este tipo de proclamas,por ello en multitud de ocasiones se encuentran casos en los cuales re-currieron a contratar los servicios de quienes ponían sus conocimien-tos en venta. De este modo, merece la pena destacar que algunasmujeres actuaron como promotoras al encargar la realización de cier-tos escritos contra terceras personas. Así ocurrió, por ejemplo, en Ta-falla en 1582 cuando María de Marzán fue acusada de haber encargadorealizar unos libelos difamatorios contra Francisco Zapata y su esposa,Lucía Gorriz, y de ordenar su colocación, pues “la dicha acusada hizohacer los libelos famosos y los hizo poner en su puerta y dentro de lacasa del acusante”, así lo confesó y dio a entender, “cometiendo en elloatrocísimo delito, así ella como las personas que le escribieron dichospapeles”86. Un caso similar acaeció en la villa de Goizueta en 1610,puesto que allí Catalina de Alducin y su hijo, Pedro de Huici mantu-vieron un pleito criminal contra Magdalena y Catalina de Leiza. Estasúltimas atacaron la honra y buena reputación de la que gozaban los de-mandantes, acusándoles de que “estaban notados de que hacían a estosde brujos”. Lo interesante es que, según señaló el fiscal, las acusadas“habían procurado que terceras personas los publicasen en la villa y enotras”87. Por último, como se ha comprobado la participación de lasmujeres sirvió en multitud de ocasiones como estimulante, provocandoasí el estallido de cierto malestar o descontento. Esto último fue lo quesucedió en Ustés a principios de 1726, donde se halló un pasquín diri-gido contra el comisario real Sebastián de Garderas, quien había ido aesta localidad a recabar información sobre ciertos pasquines que se ha-bían hallado dirigidos contra la familia Oroz. Su presencia fue percibidapor muchas de sus vecinas como una flagrante intromisión, así “desdelas puertas y ventanas decían algunas mujeres que era un porquero ca-pador, que había venido con falsedad ni orden de la justicia”, gritandoa su vez que “fuera mejor echar del lugar a palos”, y para ello “seríamejor salir al camino y escopetearlo”88. Todo ello “se les oía decir avoces, de forma que todo el pueblo estaba conjurado contra dicho co-misario”. Entre ellas se encontraron Graciosa de Ripalda, Isabel Lopey María Cruzat, quienes “fomentaron conjuración” y “disponiendo setumultuase el pueblo”89.

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85 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 70489.

86 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 28680, fol. 31.

87 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 100654, fol. 8.

88 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 19846, fol. 75.

89 AGN, Tribunales Reales. Procesos, núm. 19846, fol. 125.

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Como ha resaltado Farge90, en ciertos casos las promotoras de moti-nes y tumultos en Inglaterra, Francia y Holanda fueron las mujeres. Dela misma manera, se ha podido comprobar que en las ocasiones queéstas no fueron las que provocaron los disturbios, sí que participaron ac-tivamente durante su desarrollo, como así lo corroboran las aprecia-ciones de Blickle91 y Viennot92. Sin embargo, pese a la presenciafemenina en algunos de estos desórdenes públicos, la agresividad deaquéllas, y con ello su capacidad intimidatoria –siguiendo a Beik93 yWalker94– fue menor a la del sexo masculino.

También en Navarra resulta indudable que resultó mayoritario el do-minio de los hombres frente a las mujeres en cuanto al número de per-sonas localizadas de cada uno de los dos sexos en los distintos sucesosviolentos. No conviene olvidar que tan sólo en un 8% de los procesosjudiciales analizados sobre esta materia se ha podido testimoniar la pre-sencia de mujeres, por lo que un 92% de los sucesos estuvieron domi-nados enteramente por el sexo masculino. Por tanto, la presenciafemenina no debe ser desdeñada, poniéndose de manifiesto su inter-vención en altercados de tipología variada. No obstante, también escierto que estos porcentajes están algo alejados de los que aportan Mau-rin95, Shoemaker96, Hurl97 y Godineau98, si bien ellos analizan unasvariables totalmente diferentes a las que he trabajado para Navarra.

Pese a su escaso volumen porcentual, cabe plantearse, ¿a qué pudodeberse su participación en ciertos desórdenes públicos? Ello pudo obe-

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90 Arlette FARGE: “La amotinada”, en Arlette FARGE; Natalie Zemon DAVIS: Historiade las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna, Vol. III, Santillana, Madrid, 1992,págs. 503-520.

91 Renate BLICKLE: “Peasant Protest and the Language of Women’s Petition’s: Chris-tina Vend’s Supplications of 1629”, en Ulinka RUBLACK: Gender in Early Modern Ger-man History, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, pág. 179.

92 Eliane VIENNOT: “Les femmes dans les troubles du XVIe siècle”, Clio. Histoire, fem-mes et sociétés, nº 5, 1997, pág. 85.

93 William BEIK: Urban Protest in Seventeenth-Century France. The Culture of Retri-bution, Cambridge University Press, Cambridge, 1997, pág. 37.

94 Garthine WALKER: Crime, Gender and Social Order in Early Modern England, Cam-bridge University Press, Cambridge, 2003, págs. 80-82.

95 Corinne MAURIN: “Le rôle des femmes dans les émotions populaires dans les cam-pagnes de la généralité de Lyon de 1665 à 1789”, en Fabienne GAMBRELLE; Michel TRE-BITSCH: Révolte et société. Actes du IV Colloque d’Histoire au Present, Publications dela Sorbonne, París, 1988, pág. 135.

96 Robert SHOEMAKER: “The London Mob in the Early Eighteenth Century”, en PeterBORSAY: The Eighteenth-Century Town. A Reader in English Urban History, 1688-1820,Longman, Londres/Nueva York, 1990, pág. 202.

97 Jennine HURL-EAMON: Gender and Petty Violence in London, 1680-1720, The OhioState University, Columbus, 2005, pág. 107.

98 Dominique GODINEAU: Les femmes dans la société française, 16e-18e siécle, Ar-mand Colin, París, 2003, pág. 76.

3. CONCLUSIONES

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decer a que las mujeres también estuvieron dispuestas a amotinarse–tal y como apuntó Thompson99–, pues pudieron incluso tener unmenor temor a las leyes, en parte por ignorancia, y en parte porque abu-saron del privilegio de su sexo, y por consiguiente en algunos casos so-bresalieron en cuanto a violencia y ferocidad. Sin embargo, enocasiones la presencia de mujeres en estos altercados se debió –comoseñala Lorenzo Cadarso100– a una detallada planificación táctica, cuyoobjetivo –pese a no haber podido ser demostrado para el caso navarro–fue facilitar la dilución de responsabilidades penales, así como tratar dedisminuir las posibilidades de que las autoridades respondiesen deforma violenta. Pese a todo ello, existieron sucesos en los que he po-dido constatar que la espontaneidad fue la tónica general que caracte-rizó a dichos acontecimientos y con ello a sus protagonistas, entre losque se encontraron las mujeres. En definitiva, todas estas apreciacionescorroboran el papel socio-comunitario que ejercieron éstas –tal y comoya argumentó Ariès101 sobre la noción de “público”– en sus respecti-vas comunidades vecinales. Su papel resultó vital en determinadosacontecimientos, aunque, por lo que he comprobado, no existió estric-tamente ningún conflicto femenino. Si bien es cierto que tomaron parteen distintos casos, lo hicieron con un distinto grado de participación,destacando principalmente las rebeliones fiscales y los motines de sub-sistencias, aunque también se debe tener muy presente su presencia endesórdenes dirigidos contra el aparato señorial y la nobleza local, asícomo en actos en defensa de la honra y el honor, y en algunas fiestasy las cencerradas.

Sin embargo, lo que debe quedar claro es que el presente artículoúnicamente debe ser concebido como una primera aproximación sobreesta temática. Se trata de un estudio previo que pretende ser ampliadoen un futuro para lograr verificar o rechazar las hipótesis que han sidoplanteadas. Si bien es cierto que ya se han logrado atisbar datos nove-dosos en torno a esta cuestión, lo que contribuye a ampliar el conoci-miento sobre la participación del sexo femenino en la sociedad navarrade los siglos modernos.

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99 Véanse a este respecto Edward Palmer THOMPSON: Tradición, revuelta y concienciade clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Crítica, Barcelona, 1979,pág. 109; Edward Palmer THOMPSON: “The Moral Economy of the English Crowd in theEighteenth Century”, Past and Present, nº 50, 1971, págs. 115-116.

100 Pedro Luis LORENZO CADARSO: Los conflictos populares en Castilla (siglos XVI-XVII), Siglo XXI, Madrid, 1996, pág. 173.

101 Philippe ARIÈS: “Postfacio”, en Philippe ARIÈS; Georges DUBY: Historia de lavida privada, Taurus, Madrid, 1991, pág. 4.

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