la pasion de jugar rafael alvira

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    LA PASION DE JUGAR, Rafael Alvira

    El jugar ha sido considerado desde tiempos antiguos como un cierto smbolo de vivir.El lenguaje est lleno de referencias que lo atestiguan. As, la fiesta la vida en suesencia- es un cierto juego; se juega uno la vida en esto o aquello; se pone en juego

    la fortuna; en diversos idiomas hacer sonar la msica una profunda expresin de lavida- se dicejugarla; no entrar en un negocio o asunto cualquiera es no entrar en esejuego; se da el juego del amor nuevo trmino que esencializa la vida-; el juegopoltico; hacer teatro y liturgia es un juego la vida como representacin-; etctera.

    Ahora bien, donde hay vida hay pasin, pues la vida es energa pura y la pasin suexperiencia subjetiva. Tanto ms vital es la vida, tanto ms apasionamiento se poneen ella. Encontramos, pues, que nada hay de extrao en que pasin y juego vayanunidos siempre, y no slo en el mundo del deporte o de la ruleta.

    Pero la pasin del juego puede convertirse en enfermedad. Por qu? Siempre que

    se da algo que consideramos patolgico, enfermizo, haba primero una condicin,algo que hizo posible el fallo. Esa condicin de posibilidad no nos fuerza a caer, sinoque, por el contrario, nos deja abierta tambin la libertad de construir. Por eso, todoposible vicio tiene su virtud correspondiente, mediante la cual conseguimos ejercitaralgo bueno y bello y que nos llena, pues vivir es tambin sensacin de construir.

    La ludopata, la enfermedad de la adiccin al juego, es posible precisamente porquejugar es bello y necesario. Es natural al ser humano. Y se puede hacer bien o mal.Hay muchas autnticas ludopatas que no son catalogadas como tales. La mayorparte de los vicios del vivir cotidiano son formas ludopticas.

    Hay que vivir, hay que jugar y, adems, con pasin. No hacerlo es un menosprecio ala maravilla de la existencia humana. El problema no est, pues, en el juego, ni en lapasin, sino como intentar mostrar- en la prdida del sentido del uno y la otra, y, enresumen, en el empequeecimiento y la deformacin de ambos. Y examinar estepunto no carece de relevancia prctica, dado que un conocimiento ms claro y msprofundo de cualquier realidad nos permite operar mejor sobre ella. En materiapsquica y moral, el descubrir dnde est y cmo es la herida resulta ser muchasveces ya ms de la mitad de la curacin.

    Para iniciar ese examen, podemos recurrir a la comparacin con lo que se sueleconsiderar ms contrario al juego: el trabajo. Lo primero que salta a la vista es que

    hay quien convierte su trabajo en juego y quien, por el contrario, convierte su juego entrabajo. A revs de lo que pueda parecer, es ms grave este segundo caso que elprimero. Cuando hablamos de alguien que juega con un pretendido espritupuramente profesional, entendemos que ha manchado el autntico sentido de lo quehace, ha olvidado su gracia y su grandeza, al trocar la accin en un puro medio paraotros fines, que conseguir con el dinero obtenido. Existe la conciencia de que comoactividad- todo juego tiene un valor por s mismo, y que realizarlo sin un pice deespritu ldico y deportivo constituye una especie de sacrilegio.

    El que emplea ese, a mi entender, falso espritu profesional, convierte lo jocoso en

    serio, pero la seriedad que aplica no es la que sera necesaria. Como va seriamentepor el dinero, en verdad ya no juega en serio, el juego ha dejado de serlo. Ha existidosiempre una moral del jugador, cuya primera regla de oro es, precisamente, que hay

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    que jugar en serio. Lo cual no consiste slo, como algunos piensan, en respetar lasreglas del juego, sino, ms an, en respetar que lo que se est haciendo es jugar.

    Se puede dar el caso como hoy es comn en ciertos deportes- de que algunostengan la suerte de poder ganar bastante dinero gracias al duro entrenamiento y a laexistencia de un pblico que paga. La vida deportiva se convierte para esta clase dejugador en verdadera profesin: profesan, se dedican. Pero la dedicacin nada dice

    en contra del espritu ldico. No es que ambos sean compatibles, sino que incluso seexigen mutuamente. La seriedad con que se toma una actividad hace dedicarse, en lamedida d e lo posible, a ella. La cuestin no est, por tanto, en la profesionalizacin,sino en el espritu con que se vive.

    En lo dicho hasta ahora, se dejan ver ya indicios del error tpico de algunos ludpatas.En realidad no son buenos jugadores, pues juegan con el fin principalde conseguiralgo que el juego les d, es decir, pierden el autntico sentido del juego.

    Pero volvamos un instante a la otra posibilidad sealada. Se puede tambin convertirel trabajo en juego. Solemos juzgar con dureza a los que se comportan de esa

    manera. Los tachamos de irresponsables. Su pecado estriba tambin en una falta deseriedad: no se toman en serio el trabajo, y eso es, sin duda, grave.

    Ahora bien, nuestra admiracin es grande cuando contemplamos el espectculo dealguien que realiza su trabajo con tal facilidad, con tal seguridad, ilusin, gozo, quenos parece haber convertido en juego lo que para otros era pesada carga.

    Mozart, Balzac, Velsquez, fueron trabajadores incansables, pero los resultados queobtuvieron nos parecen de una facilidad sorprendentes. Y as sus obras son un recreopara cualquier espritu, pues se percibe inmediatamente que trascienden el mero valorinstrumental; son un juego.

    Es decir, apreciamos mucho el trabajo, en el sentido de esfuerzo e inters, que sepone en una obra, pero lo que ms admiramos es que la actividad a ella dedicadaparezca no ser costosa; que el inters del artista sea desinteresado, o sea, que esthecho por gusto, por el gusto en primer lugar- de realizarlo, aunque tambin concedabeneficios; y que en la obra transparezca esa grandeza.

    Segn el pensamiento clsico, los principales beneficios del juego son el placery eldescanso que nos reporta. De lo que se deduce que es una actividad prxima si nola misma- a la que tambin ellos llamaron contemplacin. En la contemplacin de la

    belleza hallamos el reposo y el gozo que llenan nuestra vida y que, en el fondo, nuncadejamos de buscar. Pero el mero reposo es incompatible con la vida. Ella pidetambin apertura al otro ah el gozo- y, con ello, el dilogo, la aventura.

    Unir la emocin del trabajo, del esfuerzo, de la aventura y del camino hacia lo nuevo,con el gozo y el descanso; ser libres y estar seguros; arriesgar y ganar; aventurarse yestar en casa tener un hogar-: aquel que sea capaz de realizar esa sntesis, sepuede decir que, en verdad, vive. O, si se quiere, que, en verdad, juega. No esprecisamente eso el juego? Un esfuerzo, una aventura, una sensacin de libertad, enla que, sin embargo, se est seguro, no hay peligro ltimo, se goza y se descansa.

    El juego es smbolo, representacin y la realidad de la vida, en su misma esencia yms alto grado, porque sintetiza de manera asombrosa los elementos fundamentales

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    de ella. Todo juegoigual que la vida humana- es la unidad, en el ejercicio deldilogo, de la aventura y la paz.

    Si a alguien le falta absolutamente uno de estos elementos, deja de vivir o se quita lavida. Necesitamos tener una esperanza mnima de novedad(aventura) y una mnimaseguridad(paz) y un mnimo dilogo. El vivir cotidiano puede ser y de hecho es- aveces muy duro, porque nos puede el aburrimiento (por falta de novedad), el miedo

    (por falta de seguridad) o la soledad(por falta de dilogo). Y precisamente por ello,con frecuencia, cuanto ms dura es nuestra vida real, ms tendencia tenemos aconstruirnos una ficticia que sea placentera. Buscamos olvidarnos del duro juego de lavida mejor, del juego de la vida que se nos ha hecho duro al no saber vivirla- y nosdedicamos a los juegos, del tipo que sean. Ellos son, en el fondo, una simulacin dela vida eterna, aquella en la que, segn la concepcin tradicional, ya no habr tedio, nimiedo, ni soledad.

    Queremos gozar de la vida. El tiempo de ella es idntico con la esperanza que setiene. El que no posee ninguna, termina con su vida. Si tenemos tiempo para esto oaquello, es porque ponemos alguna esperanza en ello. Dedicamos nuestro tiempo a

    lo que amamos, es decir, a aquello tambin en lo que esperamos, mientras que notenemos ninguno para lo que aborrecemos. Y aqu est la paradoja platnica: al amar,el tiempo es rescatado, se hace eterno y, por eso, en la vida feliz no hay sensacinalguna del paso y, sobre todo, del peso del tiempo. Se experimenta, de ese modo,una paz y una seguridad radicales. La vida esjuego.

    Por el contrario, en una vida sin esperanza, el tiempo aparece en su forma pura, comopuro pasar vaco, en la experiencia del aburrimiento, que en su forma aguda sepresenta ya como angustia. Es, en cualquier caso, desesperacin encubierta. Esentonces cuando acudimos a losjuegos, buenos o malos, con la intencin de que nosquiten el aburrimiento.

    Al final, la vida humana slo tiene dos posibilidades radicales: o cometes laingenuidad de jugar y eres como un nio confiado- o te dedicas a juegos, muchasveces serios y aparentemente importantes y te infantilizas-.

    En el juego hay dos elementos: los lances externos y el espritu con que se realiza. Elque, al perder quiz en demasiadas ocasiones, ensombrece su espritu, se ve tentadopor el deseo de abandonar. Ya no le queda esperanza, ya no quiere dedicar mstiempo, no tiene tiempo para ese juego. Es decir, acepta su derrota, dice que nopuede: lo dice, pero, en realidad, no lo sabe, pues poda seguir jugando.

    La vida humana es un juego que slo se puede ganar si se admite seguir jugandohasta el final; si se mantiene la esperanza de que, ms all del entramado de losvaivenes externos de ella a menudo amargos o difciles- merece ser amada. Alaceptar as ese don maravilloso, esperando contra toda la evidencia de la finitud,vencemos a la muerte.

    Quiz por eso en la tradicin cristiana se dice que slo el que acoge la providencia osea, el juego de Dios con cada ser humano- hace la voluntad de Dios y se salvaprecisamente porque sigue jugando.

    As, pues, como queda dicho, el juego supone riesgo, aventura y, por tanto, victoriasobre el peligro, sobre la negacin amenazante, con la sensacin de poderque ello

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    concede. El poder es triunfo sobre la negatividad. Y por eso la virtud esencial deljugador es la aficin.

    Todo gran jugador sabe que ganar gracias a su amor por lo que hace. Pues el amores el gran poder, es decir, la forma ms profunda de la vida. Slo l vence, incluso ala muerte. Y, por eso mismo, el jugar supone siempre un cierto esfuerzo, perodeportivo, gustoso. Adems encierra de continuo algo esencial a la vida, que es la

    aparicin de la novedad: en el juego siempre pasan cosas nuevas. Pero y ello es deigual importancia- en el fondo, como en la vida, todo es, al mismo tiempo,esencialmente igual, repeticin y mmesis. Se trata de una imitacin repetida ysiempre novedosa.

    Vivimos as en la permanente esperanza de topar con algo nuevo que nos entusiasmey nos destaque, nos d xito, en suma. Y, con todo, sabemos muy bien que lo que senos da son premios maravillosos, s, pero en el fondo son pequeos premiosaadidos, porque el fundamental ya lo tenemos: es el gusto mismo de seguir jugando,de sentir que no hay ningn peligro fundamental, que estamos descansando, en paz,pacientemente y en casa.

    Hemos visto, pues, algunos aspectos relativos a la novedad y a la paz. Pero habaquedado tambin dicho que todo verdadero juego es un dilogo: el juego esconstitutivamente dialgico. Ahora bien, esa es la esencia del espritu humano: eldilogo. Justo, porque aqu se concentra la ltima clave, se halla tambin laposibilidad del problema ms grave.

    Las ludopatas, las enfermedades del juego, dependen principalmente de un defectodialgico previo: no est instaurado el dilogo de modo adecuado, y la persona seresiente. Por ello, la terapia bsica tiene que consistir en introducirlo, o bien, enrestaurarlo, si perdi, pero dndole un sentido nuevo.

    Si la vida es juego y nos va mal, nuestra respuesta es evadirnos, y ponernos denuevo a jugar, pero ahora juegos que nos satisfagan. Ms la insatisfaccin de fondoacaba triunfando, y nos enviciamos con el juego. No tenemos fuerza para evitarlo.

    Nos encontramos en el terreno de las astenias o debilidades: falta fuerza, y entoncesse busca una va ms fcil o asequible. Esta debe ser la explicacin bsica de lamayora de los vicios y enfermedades del espritu y, en concreto, de todas lasllamadas ludopatas. Tambin la de origen orgnico son eso. La diferencia conludopatas sin origen orgnico est en que en aqullas faltaba fuerza, porque faltaba

    algn amor, mientras que en stas hay deficiencia material.

    Qu nos concede una mquina de juego, una ruleta, un bingo? Sensacin depeligro, xito, diversin y placer, un cierto descanso, u inters, la esperanza de algonuevo, una cierta conversacin que me mantiene. La mquina me da todo lo quedebera haber alcanzado por los medios normales en el juego de la vida, pero ladiferencia, como es claro, est en que me lo da de forma pobre, mecnica yengaosa.

    Precisamente, porque del juego de la vida bien llevada esperamos la felicidad, laplenitud, y de los juegos honestos imitacin del juego de una vida feliz- el

    entretenimiento y el descanso, del pseudos del juego, de un juego engaoso, ftil,vano, falaz, sacamos lo contrario: la frustracin, la desesperacin, el vaco, la

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    infelicidad, en suma. As, pues, la terapia ha de ser, a mi juicio, muy matizada, muyrica, muy cuidada. Dnde y de qu manera ha fallado el dilogo? El fracaso puedeestar en la vida familiar, en la profesional, en la esperanza ltima.

    El jugar mucho y mal es como afirma la filosofa desde antiguo- una especie de gula.Al glotn, lo que come no slo no le alimenta bien, sino que le daa, amenaza susalud. Pero lo que le mueve es la pasin por algo que, sabe, le concede la vida.

    Hace falta, pues, aprender a jugar, es decir, aprender a vivir. A la virtud del buen jugarse la llama, con trmino de origen griego, eutrapelia. Un significado posible que losfillogos asignan a esta palabra es: saber dirigirse bien a los diferentes lugares. Esees el secreto: saber orientar bien nuestro dilogo con la naturaleza, con los hombres ycon Dios. Y no esperar slo que ellos nos lo otorguen. Ir a dialogar con ellos llenos deesperanza y de infinita paciencia. Buscar otro artculo