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A LO LARGO DEL SIGLO XVIII, LA QUÍMICA SUFRIÓ UNA IMPORTANTE TRANS- formación que afectó no solamente a los contenidos sino también a las prác- ticas experimentales y su cultura material, así como a su inserción académi- ca y a su imagen social. Los químicos desarrollaron toda una serie de estrategias para conseguir reconocimiento social,apoyo institucional y los re- cursos necesarios para desarrollar sus investigaciones. Los cursos de química se generalizaron en toda Europa, tanto en Universidades –sobre todo en Fa- cultades de Medicina– como en otros contextos educativos tales como los gremios de boticarios o los colegios de minería. También se popularizaron los cursos dirigidos a un público diverso y amplio, que pretendía saciar su in- terés por las nuevas ciencias experimentales o divertirse con los espectacula- res experimentos que realizaban los químicos. Muchos de estos cursos re- marcaban las potenciales aplicaciones de la química en el campo de la medicina, la industria o la agricultura, lo que permitía ofrecer una imagen positiva de la química como conocimiento útil, al servicio del progreso y el bien común. En este contexto,no resulta extraño que diversos movimientos económi- cos y políticos se mostraran particularmente receptivos a los discursos sobre la utilidad de la química. En los territorios del centro de Europa, los políti- cos cameralistas consideraron a la química como una disciplina auxiliar para la formación de empleados públicos, con el objetivo de que fueran capaces de guiar las tareas del estado en asuntos tales como la minería, la agricultura * Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HUM2006_07206_C03_02. 321 LA QUÍMICA APLICADA A LAS ARTES Y LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS DE VALENCIA (1788-1845) JOSÉ RAMÓN BERTOMEU SÁNCHEZ Y ANTONIO GARCÍA BELMAR * Universidad de Alicante

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Page 1: LA QUÍMICA APLICADA A LAS ARTES Y LA REAL SOCIEDAD ... · LA QUÍMICA APLICADA A LAS ARTES Y LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS DE VALENCIA (1788-1845) JOSÉ RAMÓN

A LO LARGO DEL SIGLO XVIII, LA QUÍMICA SUFRIÓ UNA IMPORTANTE TRANS-formación que afectó no solamente a los contenidos sino también a las prác-ticas experimentales y su cultura material, así como a su inserción académi-ca y a su imagen social. Los químicos desarrollaron toda una serie deestrategias para conseguir reconocimiento social, apoyo institucional y los re-cursos necesarios para desarrollar sus investigaciones. Los cursos de químicase generalizaron en toda Europa, tanto en Universidades –sobre todo en Fa-cultades de Medicina– como en otros contextos educativos tales como losgremios de boticarios o los colegios de minería.También se popularizaronlos cursos dirigidos a un público diverso y amplio, que pretendía saciar su in-terés por las nuevas ciencias experimentales o divertirse con los espectacula-res experimentos que realizaban los químicos. Muchos de estos cursos re-marcaban las potenciales aplicaciones de la química en el campo de lamedicina, la industria o la agricultura, lo que permitía ofrecer una imagenpositiva de la química como conocimiento útil, al servicio del progreso y elbien común.

En este contexto, no resulta extraño que diversos movimientos económi-cos y políticos se mostraran particularmente receptivos a los discursos sobrela utilidad de la química. En los territorios del centro de Europa, los políti-cos cameralistas consideraron a la química como una disciplina auxiliar parala formación de empleados públicos, con el objetivo de que fueran capacesde guiar las tareas del estado en asuntos tales como la minería, la agricultura

* Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HUM2006_07206_C03_02.

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LA QUÍMICA APLICADA A LAS ARTES Y LA REALSOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL

PAÍS DE VALENCIA (1788-1845)

JOSÉ RAMÓN BERTOMEU SÁNCHEZ Y ANTONIO GARCÍA BELMAR*

Universidad de Alicante

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o las actividades artesanales. A finales del siglo XVIII, la Royal Institution deLondres se convirtió en un nuevo espacio público para la ciencia, desde don-de Humphry Davy pudo defender la utilidad de la química en las artes y enla agricultura. En Francia, los gobiernos de Turgot impulsaron políticas de fo-mento de la industria, consultando en numerosas ocasiones a los miembrosde la Académie des Sciences de París. Posteriormente, los gobiernos revolucio-narios realizaron un amplio reclutamiento de savants para distintos cargos enla administración, lo que, junto con las dificultades ocasionadas por el blo-queo comercial, creó un escenario idóneo para ensayar las posibilidades quela ciencia ofrecía en la mejora de la industria, la agricultura o el armamento.Químicos relevantes como Antoine Fourcroy o Jean A. Chaptal alcanzaronpuestos importantes dentro de la administración del estado, y en sus manosquedaron asuntos tan relevantes como el fomento de la educación y de la in-dustria. El apoyo dado a la química se reflejó en el mayor número de centrosde enseñanza, en la mayor disponibilidad de laboratorios y, aunque siempremuy limitada, en la creciente influencia de los químicos en ciertas manufac-turas y en la agricultura.Todo ello estuvo presidido por una serie de éxitosen temas como la producción de cloro para el blanqueado de telas, la fabri-cación artificial del alumbre, el comienzo de la industria aerostática o el des-arrollo de la industria de sosa. El papel que jugó la química en estas innova-ciones tecnológicas fue muy variable y todavía es objeto de discusión porparte de los historiadores. No obstante, estos y otros casos sirvieron para ali-mentar el discurso sobre la utilidad pública de la ciencia.1

En España, la retórica sobre la utilidad de la química resultaba muy atrac-tiva para las políticas de fomento de la industria y de la agricultura propicia-das por los gobiernos ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII. Los go-biernos de Carlos III y Carlos IV crearon nuevas instituciones científicas,trataron de renovar los planes de estudios de las anquilosadas universidades,contrataron científicos extranjeros para impartir clases en diversas poblacionesespañolas y fomentaron los viajes de formación al extranjero.2 La químicaaplicada a las artes, con sus formulaciones retóricas y sus éxitos prácticos, tam-bién resultaba atractiva para el programa desarrollado por las Sociedades Eco-nómicas de Amigos del País, por lo que muchas de estas nuevas institucionestrataron de impulsar la enseñanza de la química. El ejemplo más conocido esla cátedra de la Sociedad Vascongada de Amigos del País que fue inicialmen-

1 Hemos tratado esta cuestión en BERTOMEU SÁNCHEZ-GARCÍA BELMAR (2006), pp. 151-173, donde se ofrece orientación bibliográfica.

2 GARCÍA BELMAR-BERTOMEU SÁNCHEZ (2001).

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te subvencionada por el Ministerio de la Marina.También hubo cátedras se-mejantes o, al menos, proyectos de creación en otros puntos de la penínsulacomo Sevilla, Zaragoza,Valencia y Barcelona, esta última impulsada por laJunta de Comerç de esta ciudad.Aunque algunas de estas cátedras desaparecie-ron con la llegada del siglo XIX, otras se transformaron y adaptaron a las nue-vas circunstancias, sobreviviendo durante bastantes décadas. En muchos casos,las cátedras fueron reanimadas a partir de 1832, gracias a un nuevo proyectodel Conservatorio de Artes y Oficios que estableció cátedras de química endiversas poblaciones, entre ellas Valencia. Su objetivo era, como se verá másadelante, la formación de las “clases industriales”, lo que condicionó el tipode contenidos y las prácticas de enseñanza que se emplearon.

Antes de describir estas enseñanzas, presentaremos brevemente los pro-yectos impulsados por las Sociedades Económicas de Amigos del País paraestablecer enseñanzas de química, con especial atención al proyecto desarro-llado en Valencia. Como veremos, aunque no fue llevado a cabo, ayudó a lacreación de una cátedra de química en la Facultad de Medicina de la Uni-versidad de Valencia bajo la dirección de Tomás de Villanova Muñoz y Poya-nos (1737-1802). El proyecto cristalizó en otro contexto varias décadas des-pués. La parte central del trabajo girará en torno a la cátedra establecida enValencia a partir de 1832. Discutiremos las características generales del esta-blecimiento, la biografía de su profesor, los contenidos y las prácticas de laenseñanza de la química así como el público asistente a las lecciones.Avan-cemos, de momento, que fue nombrado profesor Ventura Mugartegui y Ma-zarredo (m. 1853) y que entre sus estudiantes figuró uno de los más impor-tantes personajes valencianos relacionados con la química de mediados delsiglo XIX: Josep Monserrat i Riutort (1814-1881). El análisis de estos cursospermitirá estudiar los discursos sobre la utilidad pública de la química, lasprácticas de enseñanzas asociadas, la cultura material de las aulas y el papelde la Sociedad en el fomento y difusión de innovaciones tecnológicas, a tra-vés de los cursos y de los premios que otorgaba. Una de estas innovacionesfue la introducción de la fotografía en Valencia.

Las Sociedades de Amigos del País y la enseñanza de la químicaa finales del siglo XVIII

Surgidas en la segunda mitad del siglo XVIII, las Sociedades de Amigos delPaís pretendían fomentar el desarrollo de la agricultura, la industria y el co-mercio a través de diversas medidas, entre las que figuraba la enseñanza de

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las ciencias. Su papel en el desarrollo de la química en esos años fue crucial,no sólo por la creación de nuevos centros de enseñanza sino por la contra-tación de científicos extranjeros y el apoyo económico e institucional queofrecieron a los viajes al extranjero para el estudio de la química y otras cien-cias relacionadas.

La primera cátedra de química fue fundada por una de las SociedadesEconómicas más antiguas, la Vascongada de Amigos del País. Subvencionadapor el Ministerio de la Marina, la cátedra de química recibió la aprobaciónreal en septiembre de 1777.Varios pensionados de esta sociedad realizaron enParís gestiones para buscar profesor y, tras otras propuestas fallidas, finalmentese contrató a Louis Proust (1754-1826), autor de una de las leyes fundamen-tales de la química, y, más adelante, a su compatriota François Chabaneau(1754-1842) que realizó investigaciones sobre los métodos de purificación delplatino que le hicieron famoso posteriormente. En 1787, tras unos años deausencia de clases, Chabaneau fue sustituido por el profesor de matemáticasGerónimo Mas quien, con el objetivo de mejorar sus conocimientos en quí-mica, partió a París y compró nuevos instrumentos para el laboratorio. Re-gresó en la primavera del 1789 y reorganizó los contenidos de la enseñanzade la química, introdujo la nueva nomenclatura de Lavoisier y empleó comolibro de texto los Elementos de Química de Antoine Fourcroy, uno de los pri-meros que recogía las nuevas interpretaciones. Su labor se interrumpió en1794 con la invasión francesa y la posterior suspensión de la asignación realdestinada al funcionamiento de las clases de química.3

Tras la Vascongada, otras muchas Sociedades trataron de fundar cátedraspara la enseñanza de las ciencias que pudieran aportar beneficios a las indus-trias locales. No todas lo consiguieron. Un ejemplo de intento fallido fue elimpulsado desde la Económica de Sevilla. Los informes de las reiteradas so-licitudes nos indican, sin embargo, los argumentos que se esgrimieron a fa-vor de este tipo de enseñanzas.Tras varios intentos sin éxito, Gaspar Pons, ca-tedrático de química de la Universidad de Sevilla y principal impulsor delproyecto, recibió en 1784 un informe favorable de manos de Casimiro Gó-mez Ortega, en representación de la Sociedad Económica Matritense, a laque el Consejo había designado para evaluar la viabilidad e interés de estaspropuestas. Los motivos aducidos a favor de este tipo de cátedras son repre-sentativos de los que se ofrecieron en otros proyectos similares: mejora de las“artes útiles” y la educación de médicos y cirujanos.

3 Sobre esta cátedra, v. PELLÓN GONZÁLEZ (1994).

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Convienen todos los informes en la utilidad y aun necesidad de fundar en Sevi-lla una Escuela de Química, y el Consejo, que no solo lo comprende así, sinoque desea y promueve eficazmente que en todas las Universidades y Capitalesde provincia se establezca esta enseñanza, reconoce que en una ciudad en quehay Fábrica de Tabacos, de lacre y bermellón, y sobre todo Casa de Moneda yEstudios Generales de Medicina, es aún más necesaria que en otros pueblos don-de no concurren estas circunstancias.4

Iniciativas similares al de Sevilla tuvieron más éxito en otras Sociedadeseconómicas. El proyecto de la Sociedad Aragonesa se inició a principios dela década de 1780 pero no cristalizó hasta 1797.5 Como director de la es-cuela fue nombrado Jordán de Aso y como profesor el farmacéutico Fran-cisco Otano. Gracias a varias donaciones, se estableció un pequeño laborato-rio que, entre otros instrumentos, incluía alambiques, recipientes de vidrio,una balanza hidrostática, un areómetro y una máquina eléctrica. Las clases seimpartían tres veces a la semana entre los meses de noviembre y mayo y seempleaba como libro de texto una traducción castellana de los Elementos deQuímica de Guyton de Morveau, el libro que había servido también para lasenseñanzas impartidas en Madrid. Los alumnos eran examinados anualmen-te a través de disertaciones públicas sobre un tema de química y alguna ex-periencia de laboratorio. En 1804, la muerte del titular provocó la sustitu-ción provisional de Otano por otro farmacéutico, Mariano Andreu, que fuemás adelante reemplazado por Esteban Brunete, un discípulo de Proust. Elnombramiento de este último profesor formaba parte de un plan diseñadopor el gobierno para la Escuela Práctica de Química que se creó en Madridbajo la dirección de Proust. Según este plan, un grupo seleccionado de alum-nos de Proust debían viajar a París durante un año, antes de incorporarse auna cátedra creada en “las provincias”.6

Además de Brunete, otros alumnos de Proust fueron destinados a impar-tir clases en ciudades, aunque su labor fue frustrada por los acontecimientosbélicos y el clima político del primer tercio del siglo XIX, tal y como mos-trará un breve repaso por las biografías de Benito Téllez de Meneses y Ga-briel Fernández de Taboada. El primero estudió durante cuatro años conse-cutivos en la cátedra de Proust y, tras realizar con éxito dos ejerciciospúblicos y estudiar en Francia, fue nombrado profesor de una escuela de quí-mica que se pensaba establecer en Valladolid, la cual apenas pudo funcionar

4 AGUILAR PIÑAL (1963), cita en p. 164.5 ROCASOLANO (1936), cita en p. 257.V. también ARAMENDIA (1997).6 Plan de la Escuela práctica de química establecida en Madrid, y aprobado por S.M. en 13

de enero de 1803. Reproducido por FRAGA VÁZQUEZ (1995) en p. 59.

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unos pocos meses antes del comienzo de la guerra de la Independencia.Trasuna formación semejante, Gabriel Fernández Taboada fue nombrado profe-sor de química “en el seminario de Nobles de la Montaña” en Santander,donde se dirigió en 1807, aunque no pudo impartir clases debido a que nose pudo construir el laboratorio de química.Taboada impartió probablemen-te clases de otras materias hasta la entrada de las tropas napoleónicas en San-tander, fecha en la que se dirigió al gobierno de José I para pedir un empleo.Finalmente, decidió huir de Santander y se dirigió a Santiago de Compos-tela, donde pasó a formar parte del Colegio de Farmacia.7

El destino de los estudiantes de Proust corre parejo al de las cátedras dequímica impulsadas por las sociedades económicas. Muy pocas consiguieronsobrevivir a la crisis general de estas sociedades a principios del siglo XIX. Laguerra de la Independencia y el clima político que siguió hizo que muchasde las cátedras de química creadas durante la Ilustración desaparecieran.

La enseñanza de la química en Valencia a finales del siglo XVIII

Al igual que las Sociedades antes mencionadas, la Sociedad Económicade Amigos del País de Valencia solicitó en la década de 1780 la creación deuna cátedra de química destinada principalmente al conocimiento de los tin-tes, unos productos de gran valor para la importante industria de la seda va-lenciana. Entre los miembros del consejo directivo de la Sociedad, figurabaLuis Fernández, autor de varios libros dedicados a esta cuestión.8 En 1786,la Real Sociedad Económica del País de Valencia solicitó la creación de unacátedra de química y contó con el apoyo del gobierno. Francisco Cabarrúsemitió un informe en el que afirmaba que entre los auxilios que se podíandar “a las fábricas y a las artes”, el más eficaz era “la enseñanza de la quími-ca que por la composición de los simples y su análisis influye especialmentesobre los tintes y tal vez sobre la preparación de las materias primeras parahacerlas susceptibles de recibirlas en las fábricas de seda y lana que se hallandistribuidas y establecidas en ese Reino...”.9 En un informe de 1788, el fu-turo catedrático Tomás de Villanova recordaba que el nuevo plan de estudios

7 Sobre este autor, v. MEIJIDE PARDO (1988) y SISTO EDREIRA-FRAGA VÁZQUEZ (1996). Paramás información sobre estos estudiantes y otros pensionados, v. GARCÍA BELMAR (2001).

8 La obra más importante fue FERNÁNDEZ, L. Tratado instructivo y práctico sobre el arte de la tin-tura: ... Madrid, en la imprenta de Blas Román, 1778.

9 Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (ARSEAP), C-18,legajo III, artes, n. 4, doc. 1. Carta de F. Cabarrús fechada el 31 de marzo de 1786.

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de la Universidad de Valencia contemplaba la existencia de un curso de quí-mica dirigido a los estudiantes de medicina, en el que el profesor tambiéntenía la obligación de “emplear diariamente una hora y media en instruir ydemostrar con los correspondientes experimentos a todos los Artistas, que enla preparación de las materias sobre que trabajan, o en su uso y manipula-ción se valen de medios químicos, y por consiguiente pueden sacar utilidad,y así perfeccionar sus obras en sus respectivos oficios”.Villanova veía algunosproblemas para desarrollar este plan, tanto porque el profesor sería un médi-co como por el hecho de que las clases se impartirían en días laborales, y nopermitirían la asistencia de los artesanos. También señalaba las dificultadespara la comprensión de las explicaciones que podrían tener los “mismos Ar-tistas” por no “estar previamente instruidos en los principios científicos desus propios oficios”. Respecto a los contenidos, aconsejaba emplear las obrasde Pierre J. Macquer y Antoine Baumé, a pesar de que reconocía que ha-bían sido superadas con los nuevos avances de la década de los años setenta.Sin embargo, aunque mencionaba las obras de Antoine Lavoisier y su discí-pulo,Antoine Fourcroy, consideraba que estos autores empleaban “una teó-rica muy profunda fundada en la Química pneumática nuevamente descu-bierta, y por consiguiente nada propia ni acomodada al talento común de losartistas”. Como era habitual en la época,Villanova aconsejaba acompañar lateoría con experimentos procedentes tanto de experiencias descritas en laspublicaciones científicas como de tentativas novedosas “según ideas que pue-den suministrar algunos prácticos”.10

La cátedra de la Sociedad Económica no llegó a ponerse en marcha peroVillanova fue designado para impartir las nuevas enseñanzas de la químicadentro del nuevo plan de estudios de la Universidad de Valencia, donde seespecificaba que además de las lecciones dedicadas a la “parte médica de laquímica”, debían realizarse por la mañana lecciones de química general y susaplicaciones a las artes, industrias y minas. Se diseñó un edificio para el labo-ratorio, que nunca llegó a completarse, por lo que los experimentos se rea-lizaron en un “laboratorio interino”, que fue equipado con numerosos apa-ratos y productos químicos, y se contrató a un demostrador, el boticarioAgustín Alcón, padre del futuro catedrático de química Andrés Alcón y Cal-duch (1782-1850). Las experiencias realizadas, que se publicaron en el Dia-rio de Valencia, muestran que Villanova presentó los resultados de las recientesinvestigaciones en química pneumática, señalando las aplicaciones a la medi-

10 Ibid., Informe de Tomás de Villanova a la Real Sociedad Económica de Amigos del País,Va-lencia, 17 de febrero de 1788. Reproducido por TEN ROS (1985), pp. 307-309.

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cina y las artes. Por ejemplo, el 26 de febrero de 1791, el Diario de Valenciainformaba que ese día a las 3 de la tarde,Villanova trataría de los compues-tos relacionados con el “ácido muriático oxigenado”, la sustancia que poste-riormente pasó a denominarse cloro. Pretendía tratar de sus usos en la me-dicina y de su empleo en el “blanqueo de hilos y ceras”, según el métodorecientemente introducido por Claude Berthollet, para lo cual se mostraría“un nuevo aparato para hacer casera esta operación”.También anunciaba quese hablaría del “cromatómetro”, un aparato destinado a establecer los “gra-dos de firmeza de los diferentes colores en las telas”, y que podría tratarse deuno de los primeros instrumentos de análisis volumétrico.11

La enseñanza de la química se mantuvo en la Universidad de Valenciahasta el comienzo de la guerra de la Independencia y la crisis de los añosposteriores.Aunque los planes de estudio recogían la enseñanza de esta cien-cia, los datos disponibles indican que el laboratorio apenas se renovó y quela enseñanza debió ser muy deficiente. Un estudiante matriculado en 1805,Mateu Orfila i Rotger, que desarrollaría una brillante carrera en Francia años

11 Diario de Valencia, 28 de febrero de 1791, p. 236. Sobre esta cuestión, v. GARRIGÓS (2006),pp. 32-36.

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Figura 1. Fragmento del informe de Tomásde Villanova sobre la creación de una cátedrade química en Valencia. Archivo de la RealSociedad Económica de Amigos del País deValencia. C-18, Leg. III, artes, 4 (1).

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después, escribió en sus memorias que las clases consistían en aprender dememoria tres o cuatro páginas del trasnochado manual de Pierre Macquer,donde todavía “se leía que el aire y el agua eran cuerpos elementales”, variasdécadas después de las investigaciones de Antoine Lavoisier, que eran yaaceptadas por todos los químicos de principios del siglo XIX.Aunque el pro-fesor Manuel Pizcueta, que había sustituido a Villanova al frente de la cáte-dra, se esforzaba por introducir los nuevos conocimientos, las clases se des-arrollaban “sin hacer ni un solo experimento”.12 Es posible que los recuerdosde Orfila, tamizados por el esplendor de la ciencia francesa en la que se des-arrolló su carrera, exageraran la decadencia de la cátedra de química de laUniversidad de Valencia, pero la situación no debió ser muy buena en las dé-cadas siguientes, dada la escasa renovación y deterioro progresivo del mate-rial de laboratorio.13

El Conservatorio de Artes y Oficios

El proyecto de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Va-lencia para establecer cursos de química aplicada a la industria fue reavivadoen la década de 1830, gracias a un plan desarrollado por el Conservatorio deArtes y Oficios de Madrid. Esta institución procedía del Real Gabinete deMáquinas que se abrió a finales del siglo XVIII en el Palacio del Buen Reti-ro. El proyecto inicial fue debido al gobierno afrancesado que, en un decre-to de 1810, ordenó la creación en Madrid de un Conservatorio de Artes yOficios semejante al creado en Francia durante los años de la revolución. Lacrisis de la hacienda durante la guerra, la caída del gobierno afrancesado y elexilio de la mayor parte de los miembros del Conservatorio impidieron queeste proyecto se pusiera en marcha; pero, al igual que otros proyectos afran-cesados, fue desarrollado finalmente durante el reinado de Fernando VII.14

La nueva institución quedó bajo el control de un antiguo afrancesado quehabía colaborado con José María Lanz y Agustín de Betancourt en los años

12 CHAPEL D’ESPINASOUX (1914), p. 626. Orfila se vio obligado a estudiar por su cuenta, conla ayuda de un miembro de la Real Sociedad Económica, Juan Sánchez Cisneros, del que no po-demos ocuparnos aquí, a pesar de su gran interés. Sobre los trabajos de este autor, SENDRA (2003)y la bibliografía recopilada por Juan Casanova Honrubia en su tesis doctoral (Valencia, 2009, enpublicación), que recoge la mayor parte de sus informes y publicaciones relacionadas con la So-ciedad Económica.

13 Más datos sobre el laboratorio, v. SIMÓN CASTELL (2005).14 Más datos y bibliografía orientativa en BERTOMEU SÁNCHEZ (1995).

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anteriores: José María López de Peñalver. El nuevo conservatorio preveía elestablecimiento de enseñanzas de mecánica, economía industrial y química.De esta última disciplina, se hizo cargo José Luis Casaseca y Silván (1800-1869), un hijo de exiliados afrancesados en París que había estudiado quími-ca bajo la dirección de Louis Jacques Thenard (1777-1857) en los cursos delCollège de France.15

En 1832, el Conservatorio de Artes y Oficios expandió sus enseñanzas avarias capitales de provincia. En enero de 1832, fueron creadas en Valencialas cátedras de “química aplicada a las artes” y de “mecánica y delineaciónaplicada a las artes”. También se establecieron cátedras semejantes en otrasciudades españolas como Badajoz, Burgos, Cádiz, Granada, Málaga, Murcia,Oviedo, Santiago y Sevilla.16 Según un informe de la Sociedad Económicade Valencia, el objetivo de estas cátedras consistía en “propagar los conoci-mientos de la química que pueden servir para mejorar y adelantar la indus-tria y las artes”. La Sociedad señalaba que las enseñanzas estaban principal-mente dirigidas a “la clase industrial de la provincia” puesto que “sólo por elestudio metódico y razonado de los principios y procedimientos artísticospodrá elevarse a la altura que desee ocupar para no temer de modo algunola competencia extranjera”. Para ello, siempre según la Sociedad, era necesa-rio que los artesanos conocieran la geometría, el dibujo lineal y la mecánicaasí como la química, “esa ciencia que enseña la composición íntima de loscuerpos, el modo como obran unas sustancias sobre otras y por consecuen-cia los medios de obtener todos los simples o compuestos que tienen algu-na aplicación”.17 El nombramiento de los profesores se demoró casi dosaños. El primero en tomar posesión de su cargo fue Ventura Mugartegui yMazarredo (m. 1853), que fue puesto al frente de la cátedra de química apli-cada a las artes en diciembre de 1833.18 El nombramiento definitivo del ti-tular de la cátedra de mecánica y delineación aplicada a las artes se retrasóalgo más, debido a un cambio de destino del inicialmente nombrado José

15 Sobre Casaseca, v. MISAS JIMÉNEZ (1996). Sobre los cursos de Thenard, v. BERTOMEU SÁN-CHEZ (1995).

16 Sobre el Conservatorio de Madrid en esos años, v.TEIJELO (2002-03). Para un ejemplo deotras cátedras, v. los estudios de CANO PAVÓN (2001) (2003), etc. Los detalles sobre la creación dela cátedra en Valencia se encuentran en Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos delPaís de Valencia (ARSEAPV), C-93-I-4 y C-98-II-5.

17 ARSEAPV, C-117-II-11. Borrador no fechado titulado “Sociedad Económica de Amigosdel País” ca. Octubre 1846.

18 ARSEAPV, C-87-II-7, Carta de López de Peñalver, anunciando que con fecha del 01-12-1833, la Reina nombró a D.Ventura Mugartegui y Mazarredo “para la cátedra de química de lasartes mandada establecer en esta ciudad bajo la Dirección de la Real Sociedad”.

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Subercase Krets (1783-1856) que renunció antes de tomar posesión, paraocupar un puesto similar en la Escuela de Caminos. El sustituto de Suberca-se fue Manuel María Azofra y Saenz de Tejada (1813-1870), nombrado el 31de marzo de 1834.19

La Sociedad eligió una comisión “encargada del establecimiento de las cá-tedras de mecánica y química” y, en compañía de Mugartegui, buscó unos lo-cales adecuados para la ubicación de las mismas.Tras visitar varios edificios lacomisión encontró como más adecuado “el Salón y dos piezas contiguas dela Casa de Don Sebastián Mencheta, sita en la Calle de Catalans de Scals, n.3”.20 A principios de abril de 1834, comenzaron los trabajos de acondiciona-miento de las estancias y las clases se iniciaron poco después. Las primeras lec-ciones de química fueron impartidas el 17 de abril de 183421 y las de mecá-nica y delineación el 5 de mayo de 1834.22 El primer local elegido prontomostró sus limitaciones. Azofra lo recordaba en un informe posterior comoun local “alquilado, mezquino y mal situado” que dificultaba el acceso de losalumnos.23 Los profesores pidieron el traslado a otras dependencias más ade-cuadas y, en 1838, gracias a la intervención del nuevo jefe político FranciscoCarbonell, se iniciaron los trámites para el traslado de las cátedras al “claustroy sacristía de la antigua iglesia de la Compañía de Jesús”.24 La nueva ubica-ción, mucho más adecuada, tuvo como primera consecuencia beneficiosa elaumento del número de estudiantes, hasta el punto de que en el curso de1841 a 1842 fue necesario construir un mayor número de mesas para deline-ación y agregar a esta clase el local que servía de antesala para “dar cabida alos muchos concurrentes que la solicitaban”.25 Allí permanecieron las cátedrasdurante el resto de estancia de Mugartegui y Azofra en Valencia.

Además de los locales, la Sociedad Económica ayudó a sufragar los gas-tos de mantenimiento, materiales e, incluso, sueldos de los profesores. Aun-

19 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra al finalizar las clases,Valencia, 8 de septiembrede 1844.Azofra fue nombrado más adelante director del Real Instituto Industrial de Madrid. So-bre su interesante biografía, v. OCHAVAÍA FERNÁNDEZ (1960). Finalmente, en 1835 se nombrócomo director del Conservatorio de Artes de de Valencia a Francisco Ochando. Cf.ARSEAPV, C-89-III-3.

20 ARSEAPV, C-87-II (8), Carta de Ventura Mugartegui, Pascual Asensio y Mariano AntonioManglano al Director de la RSEAPV,Valencia, 1 de Abril 1834. Sobre la situación del edificio v.BOIX (1862), t. I, pp. 185-186.

21 ARSEAPV, C-98-II-5.22 Boletín Enciclopédico de la Sociedad Económica de Valencia (BESEV), I (2), 27.23 C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.24 C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844, BESEV, I (2) (1840) y la descripción de MADOZ

(1846-50), vol. XV, p. 383.25 C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.

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que el gobierno se había comprometido a pagar anualmente 4.000 realesanuales para los gastos derivados de las clases y 12.000 reales como sueldo delos profesores,26 estas cantidades fueron cobradas muy irregularmente, lo quedificultó la puesta en marcha de las clases y el acondicionamiento de las au-las así como la situación económica de los profesores. En 1843,Azofra y Mu-gartegui todavía seguían pidiendo a la Sociedad que hiciera “todos los es-fuerzos para lograr el pago de los numerosos atrasos” y señalaban la necesidadde equipar las cátedras de “tantos medios de enseñanza” como carecían en eldía, y cuya falta se hacía sentir más “al paso que se multiplica el número delos concurrentes a estos estudios”.27 Estas carencias fueron suplidas con el es-fuerzo de los miembros de la Sociedad, que adelantó ciertos pagos a los pro-fesores y se hizo cargo de algunos gastos.28 La Sociedad reconoció en repe-tidas ocasiones el esfuerzo de los profesores otorgándoles en la Junta del 30de junio de 1842 un “voto de gracias a los Sres. catedráticos Mugartegui yAzofra, por el celo e interés que ponen en el adelanto de sus discípulos, a pe-sar de recibir con tanto atraso sus honorarios”.29 Al año siguiente, en virtudde estos méritos, se les otorgó la “medalla de plata de primera clase”.30

El profesor Ventura Mugartegui y Mazarredo

Son escasas las noticias disponibles acerca de la formación y la actividaddesarrollada por Ventura Mugartegui antes de su llegada a la cátedra de quí-mica de Valencia. Natural de Marquina (País Vasco), estudió en el SeminarioPatriótico de Bergara entre 1814 y 1817 y, posteriormente, siguió los cursosde química impartidos por Louis Jacques Thenard en el Collège de France

26 ARSEAPV, C-89-III-3.27 ARSEAPV, C-109-II-15, Carta de Azofre y Mugartegui, 21.01.1843.28 En un informe realizado por Azofra en 1844, se describía la situación del siguiente modo:

“Respecto de los medios necesarios para facilitar y hacer útiles las lecciones, respecto de máqui-nas, modelos, dibujos, etc. esta Sociedad sabe los escasísimos con que hemos contado: establecidasestas Cátedras sin la competente dotación de aquellos elementos, se asignaron para su equipo ysostén cuatro mil reales anuales, escasa cantidad cuando de ella había de salir el pago de ayudan-te, portero, local, luces y la adquisición de los medios de enseñanza; pero más escasa aún reflexio-nando que por unas y otras circunstancias su pago se ha ido retrasando hasta el punto que sin labuena voluntad de esa Corporación para seguir costeando de sus fondos particulares lo puramen-te indispensable hubiera habido que cerrar la Enseñanza...”. Cf. ARSEAPV, C-112-II-12. Infor-me de Azofra, 8 de septiembre de 1844.

29 Cf. BESEV, II (1842), 161-163.30 ARSEAPV, C-109-II-15, Carta de Mariano Manglano, 15 de noviembre de 1843 y

BESEV, II (1843), 453.

332 JOSÉ RAMÓN BERTOMEU SÁNCHEZ Y ANTONIO GARCÍA BELMAR

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de París durante el año 1819, tal y como hicieron durante esos años otrosalumnos españoles. Entre estos alumnos figuraba José Luis Casaseca, futuroprofesor de la cátedra de química del Conservatorio de Artes, como se ha se-ñalado anteriormente. Quizás esta coincidencia fue la causa del nombra-miento de Mugartegui para la cátedra de Valencia.31 En el Collège de Fran-ce, a través de las lecciones de Thenard, Mugartegui pudo obtener una ideaactualizada de la química de esos años. Los cursos de Thenard comenzabancon una introducción acerca de la teoría de afinidades a la que seguían va-rios capítulos sobre los fluidos imponderables seguidos de las diferentes sus-tancias químicas divididas en los tres reinos de la historia natural. Thenardhacía uso de una gran cantidad de experimentos que eran realizados por undemostrador químico.A través de las clases de Thenard, Mugartegui no sólorecibió una imagen actualizada del estado de la química en esos años, sinoque también aprendió un modo de enseñar esta ciencia en el que las demos-traciones experimentales jugaban un papel destacado. Este fue el modelo quetrató de implantar a su paso por la cátedra de química aplicada a las artes deValencia, tal y como se verá más adelante.32

Al contrario que Casaseca, que publicó numerosos trabajos en las revis-tas de química durante su estancia en Francia, Mugartegui no había realiza-do ninguna publicación cuando fue nombrado profesor de química en 1833.Su inactividad en este terreno se mantuvo durante su estancia en Valencia.Alcontrario que su colega Azofra, que publicó un libro de texto y numerososartículos en el Boletín Enciclopédico de la Sociedad Económica, Mugartegui ape-nas realizó aportaciones a esta revista y nunca llegó a editar el contenido desus lecciones, a pesar de los requerimientos que hicieron los miembros de lasociedad. Una de las pocas publicaciones que aparecieron bajo su nombredurante este período estuvo dedicada a la descripción de un “alambique paradestilar vino”, de la que nos ocuparemos más adelante.33

La escasa actividad que denota esta ausencia de publicaciones va parejacon el poco celo que mostró Mugartegui en la realización de sus obligato-rios informes anuales de evaluación de los cursos. Sus telegráficas noticias, li-mitadas a menudo a indicar el número de alumnos o las fechas de comien-zo y finalización de las clases, contrastan con los detallados informes que añotras año presentó Azofra. La imagen de Mugartegui que se desprende de es-

31 Sobre estos alumnos españoles en el Collège de France durante esos años, v. BERTOMEU

(1995).32 Sobre los cursos de Thenard, v. GARCÍA BELMAR (2006).33 BESEV, I (5) (1840), 92-93. Una carta polémica sobre un análisis de las aguas de la fuente

de la Marquesa de Picassent se publicó en el Boletín del Instituto Médico Valenciano en 1843 (p. 32).

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tas fuentes no es contradictoria con la descripción que ofrece Peset i Cerve-ra en su biografía de Monserrat i Riutort, probablemente procedente de laboca de este último: “sabio de su tiempo, amigo del químico Dumas, perogran hablador, muy perezoso y que solía quedarse a lo mejor una semana encama por puro placer”.34

Al igual que la de su compañero Azofra, la estancia de Mugartegui en Va-lencia finalizó en 1844 cuando fue nombrado catedrático del Conservatoriode Artes de Madrid.35 Su posterior carrera se vio frustrada por su tempranofallecimiento en 1853, poco después de haber sido nombrado miembro dela Academia de Ciencias de Madrid.36

La organización y los contenidos de la enseñanza. Los instrumentoscientíficos

La enseñanza impartida en las cátedras de delineación y mecánica y dequímica aplicada a las artes se organizó en forma de cursos anuales que co-menzaban a mediados de octubre y finalizaban a mediados de junio, a razónde tres clases por semana. Los horarios se situaron al final de la tarde –“alanochecer” o “a las primeras oraciones”– probablemente para hacerlas com-patibles con las jornadas de trabajo de los asistentes. Los cursos de química ylos de mecánica y delineación se distribuyeron en días alternos, martes, jue-ves y sábados, los primeros, y lunes, miércoles y viernes, los segundos, demodo que se permitía a los alumnos la asistencia a ambos.37

La Sociedad solicitó a los profesores la elaboración de un “compendio”que resumiera “la parte esencial que tiende a dar a conocer la ciencia y que

34 PESET (1891), p. 9. Es muy probable que Peset Cervera recogiera estos comentarios de sumaestro Josep Monserrat i Riutort que, como veremos, fue uno de los más importantes alumnosde Mugartegui en la cátedra de Valencia y su sustituto.

35 Boletín Oficial de Instrucción Pública,VII (1844), p. 689. R.O. comunicada en Madrid, 3 denoviembre de 1844.

36 Mugartegui figura en 1850 como académico de número, dentro de la sección de cienciasfísicas como “Catedrático de Química en el Conservatorio de Artes”. Cf. Memorias de la Real Aca-demia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, t. I, p. xliii.

37 Así, en el anuncio público del curso 1837-1838 se indicaba que las clases darían comienzoel miércoles 18 de octubre y que tanto las clases de química aplicada a las artes, que se imparti-rían los martes, jueves y sábados, como las de mecánica y delineación, previstas para los lunes,miércoles y viernes, darían comienzo “al anochecer” (ARSEAPV, C-95-II-6). El mismo horarioy distribución de días aparece en otro anuncio de 1846 (ARSEAPV, C-117-II-11).También losrecoge así BOIX (1849).

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pueda servir a la mejora de la industria y de las artes”.38 La llamada de los di-rectivos de la Sociedad Económica de Valencia fue inmediatamente atendidapor Azofra, que en 1838 publicó un Curso industrial, en el que, tal y como seindicaba en el título, se recogían las “Lecciones de Aritmética, Geometría yMecánica, aplicadas a las artes, dadas en la cátedra establecida por S.M. en Va-lencia”. La obra fue publicada en forma de fascículos, gracias a la suscripciónde diversos individuos, entre los que figuraban miembros de la sociedad y dela Universidad de Valencia.39 En 1840, su precio era de 46 reales, con un pre-cio especial de 40 reales “para los discípulos” que los adquiriesen en los loca-les de la cátedra.40Tuvo gran difusión, gracias a la decisión de la Dirección Ge-neral de Estudios que mandó que se adquiriesen dos ejemplares para “todaslas enseñanzas del Reino”.Azofra afirmaba haber recibido muchas felicitacio-nes de “corporaciones y personas ilustradas” y del público lector en generalque “se apresuró a adquirir” su obra, hasta el punto de que, en 1844, seis añosdespués de su aparición, quedaban “ya pocos ejemplares de la copiosa ediciónque [...] se hizo”.41 La publicación contó también con el reconocimiento dela Sociedad que concedió el título de “Socio de Mérito” a Azofra.

Mugartegui nunca llegó a cumplir el requerimiento de la Sociedad paraque publicara su curso.Al contrario que Azofra y otros profesores de quími-ca aplicada a las artes de otras ciudades, como Francisco de Paula Montells iNadal,42 Mugartegui optó por utilizar un texto ya publicado y eligió comomanual la obra de su antiguo maestro Louis Jacques Thenard.43 El Traité élé-mentaire de chimie de Thenard, cuya primera edición había aparecido entre1813 y 1816, contaba ya con cinco ediciones cuando Mugartegui inició susclases en Valencia y todavía publicó otra más poco después.Aparecieron va-rias versiones en castellano, una de ellas publicada en Francia en 1830, y otraen Cádiz y Valencia entre 1839 y 1840.44 Además de servir de manual, el tra-

38 ARSEAPV, C-93-I-4. Informe de 1837.39 Curso industrial o Lecciones de Aritmética, Geometría y Mecánica, aplicadas a las artes, dadas en la

cátedra establecida por S.M. en Valencia por D. Manuel María Azofra…Valencia, Oficina de Manuel Ló-pez, 1838. 565 p. + 11 láms. El texto incluye una lista de suscriptores.

40 BESEV, I (10) (oct. 1840), 220.41 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.42 Montells i Nadal publicó entre 1840 y 1841 los dos volúmenes de su curso de química apli-

cada a las artes, en el que recogía las lecciones que impartía en Granada. Cf. MONTELLS NADAL

(1840-41). Este libro fue enviado a la Sociedad que recibió el primer volumen en octubre de 1840(BESEV, I (11) (1840), 220-221) y el resto en julio de 1842 (BESEV, II (1842), 185-186).

43 ARSEAPV, C-93-I-4, Informe de 1843:“La Sociedad ha procurado despertar con premiosdel Thenard que sirve de texto”.

44 V. bibliografía. La última edición (1839-40) se vendía por entregas en la librería de Jimeno.Cf. La Tribuna, 3 de febrero de 1840, p. 4.

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tado de Thenard fue ofrecido como recompensa a los alumnos ganadores delos exámenes públicos que la Sociedad organizaba anualmente.45

Varios documentos sugieren que, al menos en sus primeros cursos,Ven-tura Mugartegui organizó los contenidos de sus clases de acuerdo con la es-tructura del tratado de Thenard. Durante el primer año, en un curso que ex-cepcionalmente duró sólo cuatro meses, Mugartegui trató “las propiedadesgenerales de los cuerpos, la cohesión y afinidad, los cuerpos simples metáli-cos y no metálicos, las propiedades del aire y el agua, las combinaciones delos cuerpos combustibles entre si, las aleaciones y las propiedades de los áci-dos”.46 Todos estos temas se encuentran reunidos en los primeros volúmenesdel tratado de Thenard. El método seguido por el profesor francés consistía

45 La “obra de química general de Thenard” fue el premio que recibieron los tres ganadoresde los concursos convocados en 1836 (ARSEAPV, C-91-II-6). En 1844, además de la obra deThenard para el primero de los ganadores, se regaló a otro la “obra de Física de Pouillet”, para elsegundo, y una “suscripción perpetua” al Boletín de la Sociedad, para el tercero. Entre los alum-nos de mecánica también se regaló el “curso industrial de Dupin” (ARSEAPV, C-112-II-12. Car-ta de la Comisión especial, 10 de junio de 1844).

46 ARSEAPV, C-87-II (9), Informe de Mugartegui fechado el 22 de julio de 1834.

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Figura 2. Portada del Curso industrial oLecciones de Aritmética, Geometría y Mecáni-ca, aplicadas a las artes, dadas en la cátedra es-tablecida por S.M. en Valencia por D. ManuelMaría Azofra, catedrático de dicha enseñanza,profesor de Matemáticas, Arquitecto, individuode varias corporaciones económicas y literarias,Valencia, Oficina de Manuel López, 1838(565 p. + 11 láms.). Biblioteca de la RealSociedad Económica de Amigos del Paísde Valencia.

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en avanzar de lo conocido a lo desconocido, evitando siempre la menciónde sustancias no previamente descritas, siguiendo un orden creciente decomplejidad de las sustancias y agrupando las sustancias con propiedades se-mejantes para reducir el esfuerzo memorístico de los estudiantes.47

La elección del tratado de química de Thenard como manual para uncurso de química aplicada a las artes fue, sin duda, motivado por la forma-ción recibida por Mugartegui en Francia.Además de su asistencia personal alas clases de Thenard, Mugartegui pudo comprobar que este tratado consti-tuía una obra de referencia que sirvió como modelo para muchos libros detexto de esos años. La elección también muestra que el objetivo de Mugar-tegui consistía en ofrecer los principios teóricos de la química, no una re-copilación de procedimientos artesanales. Esta era también la perspectivaadoptada en los libros de texto de Chaptal y Garriga y San Cristóbal. Sinembargo, el Tratado de Química de Thenard era mucho más voluminoso yavanzado que otros libros empleados en cátedras semejantes a las de Mugar-tegui en esos años.Tal conclusión resulta fácil de comprobar al compararlocon el libro de Desmarets empleado por Casaseca en Madrid o con el ma-nual que publicó Montells i Nadal para sus lecciones en Granada. Por ello,la Sociedad Económica de Valencia sugirió que se realizara “un compendioque resumiendo la parte esencial que tiende a dar a conocer la ciencia y quepueda servir a la mejora de la industria y de las artes, facilitase mayor ins-trucción a los discípulos”.48 Si Mugartegui realizó esta vez la solicitud de laSociedad, es posible que el compendio de sus lecciones circulara en formamanuscrita entre sus alumnos, aunque no existe ninguna constancia de elloen la documentación consultada.

Como hemos indicado, Mugartegui no se limitó a adoptar el libro deThenard sino que también adoptó el método de enseñanza que observódurante su asistencia a las clases del Collège de France. Son numerosas lasreferencias que indican el uso frecuente de pequeñas experiencias en suslecciones de química, como medio de “demostrar prácticamente las teo-rías”.49 Uno de los problemas que tuvo que afrontar Mugartegui para des-arrollar este tipo de enseñanza fueron las carencias económicas que cons-tantemente sufrió la cátedra. Los retrasos en los pagos de los 4.000 realesanuales, que habían sido previstos para cubrir los gastos derivados de loscursos, impidieron contar desde el principio con el instrumental y los reac-

47 Sobre esta cuestión, v. GARCÍA BELMAR (2000), pp. 19-55.48 ARSEAPV, C-93-I-4, Informe de 1843.49 ARSEAPV, C-93-I-4.

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tivos necesarios para la realización de las demostraciones experimentales.Los registros de pagos muestran la escasez del material de laboratorio dis-ponible cuando comenzaron los cursos. En 1834, Mugartegui apenas habíapodido comprar un reducido grupo de utensilios básicos y rudimentarios,así como algunos reactivos esenciales, con los que preparar sencillas expe-riencias.50

En abril de 1835, la Comisión especial de cátedras de la Sociedad consta-taba la precariedad de los medios con los que contaban los profesores para laorganización de los cursos y criticaba las consecuencias negativas en la ense-ñanza de las lecciones “enteramente teóricas” que estaban obligados a impar-tir los profesores. Según esta comisión, la principal causa de este problema erala falta de instrumentos y reactivos necesarios para preparar las demostracionesexperimentales que permitieran ilustrar y demostrar los conocimientos teóri-cos que se explicaban:

la comisión ha tocado por sí misma la posición desventajosa de dichos profeso-res por carecer hasta de lo mas preciso para la demostración, estando atenidos enel día a explicaciones enteramente teóricas de las que ningún fruto logran losdiscípulos. La mecánica y la química son ciencias que se aprenden más bien porejemplos que por preceptos, y de aquí la urgente necesidad de proveer a las cá-tedras de las máquinas que reclaman.51

En este mismo informe se solicitaba la compra de un primer grupo de ins-trumentos y reactivos con los que poder diseñar un número mínimo de de-mostraciones.A la lista de instrumentos que se solicitaban a cargo de la cáte-dra de química, se añadía otra de instrumentos que serían compartidos por losprofesores de química y de mecánica, por lo que serían pagados a partes igua-les a partir de las asignaciones que esperaban recibir. Entre los solicitados parala cátedra de química figuraban el material básico de laboratorio (hornillos, re-tortas, crisoles, espátulas), una cuba de mercurio (para recoger gases), un eu-diómetro (para realizar análisis de gases) y varios instrumentos de electricidad(electróforo, pila de volta). Para el aula de mecánica se solicitaba una máquina

50 ARSEAPV, C-88-X. Relación de todo lo comprado y gastado por orden del Sr. D.VenturaMugartegui, catedrático de química aplicada a las Artes (22 y 23 de abril de 1834), incluía crisoles,hornillos, corchos, tubos, botellas, un mechero, un “cañón de fusil inglés” (probablemente para el ex-perimento de análisis del agua) y un “horno de vidrio”. Entre los reactivos se encontraban sustanciasmuy comunes como azufre, agua destilada,“sal de Saturno” (un compuesto de plomo), carbonato desosa,“espíritu de vino” (alcohol), pasta de tornasol (para estudiar los ácidos y las bases), limaduras dehierro y fósforo, entre otros.

51 Informe de la comisión especial de cátedras en el que se solicita una lista de instrumentospara las cátedras de química y mecánica, abril de 1835. En ARSEAPV, C-89-III-3.

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pneumática, una pieza fundamental para realizar múltiples experiencias asocia-das con el vacío, un aparato para realizar la congelación del agua en el vacío yvarios barómetros y termómetros.52

A pesar del retraso acumulado de las asignaciones anuales para los gastosde la enseñanza, algunos instrumentos fueron comprados y traídos del ex-tranjero a expensas de la Sociedad. De este modo fue posible diseñar un pri-mer grupo de experiencias durante los primeros años de actividad en las cá-tedras de química, mecánica y delineación. Otro paso importante fue laadquisición del laboratorio personal de Mugartegui, que fue trasladado des-de Bilbao en un accidentado viaje a través de Málaga hasta Valencia, dondellegó en el verano de 1836.53 Además, la sociedad realizó gestiones para com-prar modelos e instrumentos en Francia, aprovechando un viaje de Azofra yManglano a la exposición de París,54 y consiguió una colección de minera-les procedentes del Gabinete de Historia Natural de Madrid, lo suficiente-mente interesante para que la Universidad la solicitara para emplearla en susenseñanzas.55

Buena parte de los gastos ocasionados por la compra de todo el materialdidáctico que se fue adquiriendo debió ser sufragado por la propia Sociedad,que solicitó reiteradamente el pago de los fondos asignados.56 A pesar de lasdificultades, en el discurso de apertura del curso 1846-1847, el representan-te de la Sociedad consideraba en 1846 que se había logrado una dotación dematerial mínima para lograr una enseñanza “verdaderamente experimental”.

52 Ibid. Lista de instrumentos necesarios para las clases de química, según el informe realizadoen abril de 1835 por Mugartegui y Azofra.

53 ARSEAPV, C-91-II-6. Los “gastos ocasionados por la conducción de los nueve cajones conefectos de laboratorio de química, desde la villa de Bilbao hasta la ciudad de Valencia” ascendie-ron a 735 reales según consta en un documento del 11 de agosto de 1836 (ARSEAPV, C-92-IX).La Sociedad compró el laboratorio de Mugartegui, que quedó en Valencia tras su partida haciaMadrid en 1844. Hasta 1846 se registran pagos, a cuenta de lo que se le debe abonar a D.Ventu-ra Mugartegui por el laboratorio de química que dejó a beneficio de esta cátedra (ARSEAPV, C-88-X).

54 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844. Knabb había realizado las litografías delcurso de A. PAYEN (1842).

55 BESEV, I (1840), (2), 12; II (1842), 6-12 y II (1843), 389-391. Sobre los esfuerzos de la so-ciedad a principios del siglo XIX para establecer un gabinete de mineralogía, v. SENDRA MOCHO-LÍ (1996).

56 Las protestas por esta falta de pagos arreciaron tras la finalización de las guerras carlistas quehabían sido consideradas como la principal excusa para esta demora. Muchas de ellas fueron pu-blicadas en el boletín de la sociedad aprovechando los anuncios de apertura o finalización de lasclases. Cf. BESEV, I (1840), (2), 27; I (1840), (10), 216-217; II (1841), (19), 432-433; BESEV, II(1843), 316.

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Nada se ha omitido para que la enseñanza de estos importantes ramos sea com-pleta y acomodada a las circunstancias de los alumnos: cada una de las cátedrasse halla dotada de las máquinas, instrumentos y aparatos correspondientes para lademostración práctica de las verdades que en ella se aplican; de manera que elestudio de dichas materias constituye un curso verdaderamente experimental.57

¿Qué entendían los responsables de la Sociedad por una enseñanza “ver-daderamente experimental”? Esta expresión era empleada en aquellos añoscon significados muy diversos que fueron transformándose con la consolida-ción de nuevos modos de enseñanza de la química. La realización de demos-traciones experimentales para ilustrar las explicaciones teóricas era una prác-tica habitual en los cursos de química del siglo XVIII. Como hemos indicadoanteriormente, Mugartegui pudo observar un amplio uso de estas demostra-ciones en los cursos de química impartidos por Jacques Thenard en el Col-lège de France. Los experimentos jugaban papeles muy diversos, desde la ilus-tración de una interpretación teórica, la demostración particular de una ley ola descripción de un instrumento novedoso y la enseñanza de un método depreparación o análisis de una sustancia química. Otras experiencias eran ele-gidas por su espectacularidad para atraer a un público variado que asistía a loscursos de química, en ocasiones, con fines puramente recreativos. Este modode enseñanza, sin embargo, resultaba claramente insuficiente para los estu-diantes que pretendían dominar las cada vez más complejas técnicas necesa-rias para el trabajo del laboratorio. Por ello, en los años en que Mugarteguiimpartía sus cursos en Valencia, comenzaron a difundirse nuevos métodos deenseñanza experimental que comportaban la realización de “manipulacionesquímicas” por parte de los alumnos. El caso más conocido es el famoso labo-ratorio de Justus Liebig en Giessen que fue el centro de una importante es-cuela de investigación en química. Algunos años antes que Liebig,Thenardtambién ensayó un método parecido en el Collège de France, introduciendode este modo a algunos de sus alumnos en las técnicas asociadas con la inves-tigación en química.58 Es posible que Mugartegui tuviera conocimiento deestas prácticas didácticas y quizás intentó ensayarlas en su cátedra en Valencia.Sin embargo, las dificultades económicas que obstaculizaron las demostracio-nes debieron hacer prácticamente imposible la realización de “manipula-ciones químicas” por parte de la totalidad de los estudiantes. Quizás sólo al-gunos pocos tuvieron acceso al laboratorio de Mugartegui para realizar por

57 ARSEAPV, C-117-II-11. Borrador no fechado titulado “Sociedad Económica de Amigosdel País” ca. Octubre 1846.

58 Sobre esta cuestión, v. GARCÍA BELMAR (2006).

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sí mismos algunas experiencias químicas.Así ocurrió al menos con un estu-diante de Mugartegui que llegaría a ser su demostrador y, más tarde, su susti-tuto en la cátedra: Josep Monserrat i Riutort (1814-1881).

El daguerrotipo en Valencia

Josep Monserrat i Riutort había realizado sus primeros estudios en elColegio de San Pablo, pasando posteriormente a cursar la carrera de medi-cina en la Universidad de Valencia, que finalizó en 1835, y que culminó conla obtención del título de doctor en 1838.59 Su relación con Mugartegui seinició al parecer a través de una familia de Bilbao con la que la de Monse-rrat mantenía cierta relación.60 Las referencias disponibles indican que susprimeras colaboraciones comenzaron en los cursos 1836 y 1837 y que Mon-serrat ejercía ya las tareas de demostrador en 1838.61 Según cuenta su discí-pulo y biógrafo,Vicent Peset i Cervera, Monserrat pronto comenzó a susti-tuir frecuentemente a Mugartegui “en su cátedra y en su laboratorio” hastaque, a partir de 1844, a propuesta de Mugartegui, se hizo cargo de la cáte-dra de química.62

La actividad de Monserrat no se limitó a la colaboración en las tareas es-trictamente relacionadas con la enseñanza. Todo parece indicar que pudoutilizar los instrumentos y reactivos del laboratorio de la cátedra y realizarpequeños experimentos.Así lo indican sus tempranos ensayos con el dague-rrotipo realizados en 1840, junto con otro estudiante de los cursos de Mu-gartegui. En marzo de 1840, el profesor de mecánica Azofra publicó en elBoletín de la sociedad una memoria en la que describía la nueva técnica apartir del informe de Arago y Gay-Lussac traducido por el médico Joaquín

59 LÓPEZ MARSET, P. (1963), p. 404. PESET (1891), p. 8 señala que obtuvo el bachiller en me-dicina “a claustro pleno” en 1835 (“con 21 años”) y ofrece como fecha del doctorado 1838 (“sa-liendo médico en 14 de febrero de 1838”).

60 PESET (1891), p. 9.61 El dato procede de un documento citado por Peset en el que se indica que “desempeñó...

el cargo de preparador y sustituto de la cátedra de química desde 1838”. Cf. Ibid. p. 25. Por otraparte, en una carta de Monserrat i Riutort fechada el 11 de abril de 1846 se indica que “Habien-do probado en las cátedras con aplicación a las artes los cursos de 1836 a 1837 y 39 a 40 de quí-mica y 40 a 41 de mecánica...” (ARSEAPV, C-117 II (11).

62 ARSEAPV, C-112-II-12. Carta de Mugartegui, 14 de noviembre de 1844. Señala “... mar-cho para Madrid a desempeñar mi nuevo destino quedando encargado interinamente (si esa ilus-tre corporación no dispone otra cosa) D. José Monserrat de la cátedra de esta ciudad, para que elpúblico no carezca de la enseñanza hasta que el gobierno disponga lo que tenga por convenien-te...”.

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Hysern (1804-1883).63 Azofra señalaba que “en muchas ciudades de España”se tenía ya este “incomparable aparato” y que “en Madrid, Barcelona y otrospuntos” se habían repetido ensayos con éxito.64 Según Azofra, los primerosensayos realizados en Valencia habían sido recientemente efectuados por JuanJosé Vilar,65 que obtuvo “vistas de la iglesia de los Santos Juanes del Merca-do, otras dos de la Catedral, y una lindísima de San Pío Quinto”. Según ladescripción de Azofra, se trataba de “hermosos cuadros un poco sombríos,muy deslumbradores, pero de [...] extraordinaria degradación de tintas, y de[...] exacta verdad”.66

En ese mismo mes de marzo, dos estudiantes del curso de Mugartegui,Josep Monserrat y Josep Gil, presentaron ante la Junta de la Sociedad unamemoria sobre las pruebas realizadas con el daguerrotipo. Al parecer, losalumnos habían realizado el ensayo “sin más conocimiento de este porten-toso invento que los da la lectura de la memoria impresa en París por dispo-sición del Gobierno”. No pudieron emplear “un aparato Dagueriano” y tu-vieron que adaptar ciertos instrumentos para este fin, por ejemplo, una “lentede anteojo les sirvió como lente objetivo”. El resultado fue un daguerrotipocon “algún defecto” pero que, en opinión de la Sociedad, destacaba por la“corrección de dibujo, degradación de tintas, belleza y verdad de objeto”.67

En recompensa por tales trabajos, la Sociedad les dedicó una elogiosa men-ción y nombró a Monserrat miembro de la comisión de ciencias naturalesen marzo de 1842.68 El interés de la Sociedad por los daguerrotipos se man-tuvo durante los años siguientes, como queda reflejado en el contenido delos premios convocados. En 1841, uno de los premios ofrecidos por la So-ciedad estuvo dirigido “al que descubra y manifieste el modo de fijar los co-lores de la naturaleza en copias obtenidas de los aparatos de Mr. Daguerre”69

y, al año siguiente, además de mantener este premio, se añadió otro idéntico

63 Se refiere probablemente a la obra de Hysern y Molleras (1839). Es la temprana traducciónde Historique et description des procédés du daguerréotype et du diorama, par Daguerre... Paris: Susse frè-res, 1839, II+ 79 p.+ láms.

64 BESEV, I (3) (marzo 1840), p. 47. Si los primeros aparatos se habían vendido a 500 francos,Azofra conocía ya que el constructor de instrumentos de óptica de París, Lereboux, los ofrecía ala mitad del precio inicial.

65 HUGUET (1990), pp. 28-29.66 BESEV, I (3) (marzo 1840), p. 47.67 BSEV, I (4) (1840), 70. Este texto es recogido por PESET (1891). Estas experiencias debie-

ron ser cruciales para sus posteriores contribuciones en el campo de la fotografía astronómica. So-bre esta última cuestión, v. CASTRO SOLER et al. (1997).

68 BESEV, II (1842), 85-86. Junta de 17 de marzo de 1842. En la lista de socios de la Socie-dad de 1843 aparece Monserrat como “profesor de ciencias naturales”. Cf. BESEV, II (1843), 350.

69 BESEV, I (3) (marzo 1840), Premios, pp. 54-60.

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para aquel que consiguiera “el modo de grabar con perfección por cualquiermétodo los dibujos obtenidos por el Daguerreotipo”.70

Exámenes y premios

Hacia 1839, la Sociedad estudió el “proyecto de traslado de las cátedras dequímica, física y delineación a los locales del antiguo convento de la orden deSan Felipe Neri”. Se pensaba ocupar una de las plantas del edificio y se reali-zaron los planos en los que se indicó la distribución de espacios y el tipo deobras que en ellos debía realizarse para dar cabida a todas las actividades rela-cionadas con la enseñanza. Los planos muestran la división de los espacios endos grandes salas, una dedicada a los cursos y otra contigua a la anterior y des-tinada a albergar un laboratorio. La gran sala destinada a los cursos debía dis-poner de una gran mesa para las demostraciones que se situaría en uno de losextremos de la sala, junto a un gran horno necesario para la realización delos experimentos. La sala contigua, comunicada con la de los cursos a travésdel espacio ocupado por la mesa y el horno, estaba destinada a albergar un la-boratorio, dotado también de un horno.71

Una situación similar volvió a plantearse en 1848, cuando se proyectó eltraslado de las cátedras al edificio del “Colegio Reunido”.72 Los firmantesdel informe en el que se estudian los detalles del traslado hacían patente lasnecesidades particulares de las enseñanzas impartidas en las cátedras de la so-ciedad, señalando que su enseñanza no era “puramente especulativa sino queha[bía] de demostrarse prácticamente”, por lo que forzosamente se debía“destinar a ella no solamente locales de explicación sino de trabajo, depósi-to de máquinas, instrumentos etc.”.73 En este informe de 1848 los laborato-rios y los gabinetes no aparecen ya como espacios reservados para la activi-dad de los profesores y demostradores, sino como lugares “de trabajo”,

70 BESEV, II (1842), 77-84. Este último premio se mantuvo en 1843 para el que “descubra ymanifieste el modo de grabar con perfección por cualquier método, los dibujos obtenidos por eldaguerreotipo”. Cf. BESEV, II (1843), 328.

71 ARSEAPV, C-99-VI-7, Informes fechados en 1839.72 Sobre este colegio, v. MARTÍNEZ BONAFÉ (1985), pp. 37-40 y 72-73. Se encontraba en la

Plaza de la Aduana y, según Madoz, era un “local sumamente a propósito para esta clase de ense-ñanzas”. Cf. MADOZ (1846-50), vol. XV, 460.

73 ARSEAPV, C-121 II (9), Carta-Borrador,Valencia, 6 de abril de 1848; e Ibid. Carta delConde de Botova, Juan Manuel Calleja e Ignacio Vidal, el segundo como director del ColegioReal de S. Pablo y los otros como parte de los componentes de la comisión de cátedras.

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complementarios a los de “explicación”, lo que permite suponer que se pre-veía la realización de manipulaciones químicas por parte de los alumnos.

La formación práctica fue también impulsada por la Sociedad a través desus exámenes públicos y su convocatoria anual de premios. Al final de cadaaño escolar, la Sociedad celebraba unos exámenes públicos sobre los temasde los cursos de ciencias aplicadas a las artes y otorgaba una serie de premiosa los ganadores de estos certámenes. A los ganadores de las pruebas de quí-mica se les obsequiaba con ejemplares completos del tratado de química deThenard, mientras que los de mecánica recibían un ejemplar del “curso in-dustrial de Dupin”.74 La Sociedad manifestó, por lo general, su complacen-

74 ARSEAPV, C-112-II-12. Carta de Comisión especial, 10 de junio de 1844. En el curso de1846, ya bajo la dirección de Monserrat i Riutort, se entregaron una “caja de minerales con elnombre del premiado”, una “caja de reactivos”, ofrecidos por el profesor, y, como segundo pre-mio, la obra de química de Bouchardat (ARSEAPV, C-117 II (11), Carta de Mariano Manglano,secretario de la comisión especial de cátedras, 25 junio de 1846). Se refiere probablemente a laedición valenciana de BOUCHARDAT,A. Elementos de química por...,Valencia, Gimeno, 1843. 2 vols.Los premios fueron semejantes al año siguiente (cf.ARSEAPV, C-118-II-2. Premios que la Co-misión de Industria y Artes propone a la Sociedad en el presente año.Valencia, 9 de febrero de1847). López de Peñalver, director del Conservatorio de artes y oficios, había traducido la Geo-metría de Charles Dupin (Madrid: Collado, 1830).

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Figura 3. Lámina descriptiva del alambi-que de Derosne para destilar vino. BoletínEnciclopédico de la Sociedad Económica de Va-lencia, 1840, vol. 1 (5), pp. 92-93. Bibliote-ca de la Real Sociedad Económica deAmigos del País de Valencia.

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cia con el buen nivel académico de los examinados. En 1843, los asistentespudieron admirar “la soltura y precisión con que todos satisficieron a las di-fíciles y variadas preguntas que se les dirigieron, acreditando una perfectainstrucción en sus respectivas clases”.75

Junto a estos certámenes anuales, ligados estrictamente al contenido de loscursos, la Sociedad convocó y dotó una gran cantidad de premios destinadosa fomentar la mejora de la agricultura y de la industria.La lista de premios pro-puesta en 1847 es un buen ejemplo de la orientación que se dio a esta inicia-tiva.

Lista de premios propuestos por la Sociedad Económica de Valencia en 184776

“al que fabrique y expenda... ladrillos refractarios”;“al que fabrique y expenda ojos ar-tificiales para animales disecados iguales a los que se importan en el extranjero”; “parael que fabrique y expenda en esta capital obleas de pasta iguales a las que vienen del ex-tranjero”; “al joven que, no excediendo de 18 años de edad presente con más perfec-ción un papel de vaqueta conforme a los principios de la fabricación”;“al fabricante deloza que introduzca alguna mejora de consideración en la forma, dibujos, barnices, con-sistencia y otras circunstancias de gusto a juicio de la Sociedad en la obra llamada deManises y en las demás de su clase”;“una máquina de agranar cañamo”;“al ebanista quepresente un objeto” (que presente la aprobación de la RSEAPV)”;“al herrero de corteo cerrajero que presente instrumentos propios ya para la agricultura ya para las artes,imitando a los ingleses y avisando con anticipación para que la Sociedad pueda hacerprobar su temple”;“al fabricante que elabore pañuelos de seda u otra materia imitandoen todo la tersura y brillo que presentan los llamados de pita importados del extranje-ro”;“al estampador o sociedad que consiga estampar con coloridos permanentes y vis-tosos dibujos los pañuelos llamados de pita imitando los que vienen del extranjero”;“elmejor proyecto de construcción de baños cómodos para tomar los de mar en la playadel Grao”; “al que establezca en esta ciudad un cilindro que de a los tejidos de seda yen especial a los rasos y rasetes igual brillantez y hermosura que los extranjeros”;“parael que ensaye la fabricación de papel con las hojas del Agave americano o pita”;“al queestablezca en esta provincia una fábrica de agujas de todas clases, cualidades y dimensio-nes”;“al profesor que presente un dibujo para grabar del Diploma de esta Sociedad deltamaño de un pliego de papel marquilla”.

También algunos particulares ofrecieron ayudas para los premios. En1847, “un buen valenciano” ofrecía 300 reales a aquel que presentara “unamáquina hidráulica, que de una teja de agua continua, sin necesidad de bal-

75 ARSEAPV, C-109-II-15. Carta de Mariano A. Manglano, 7 de junio de 1843.76 ARSEAPV, C-118-II-2. Premios que la Comisión de Industria y Artes propone a la Socie-

dad en el presente año.Valencia, 9 de febrero de 1847.

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sa y que su coste no exceda de quinientos reales para que esté al alcance delos pobres labradores”.77

Obviamente, estos premios estaban abiertos a todos los artesanos y artis-tas que trabajaban en la ciudad, pero la sociedad mostraba su satisfacción porel hecho de que, con frecuencia, los premios fueron ganados por antiguosalumnos. De este modo, además de probar los efectos formativos de las en-señanzas impartidas por la Sociedad, estos premios servían para incentivar laaplicación práctica de los conocimientos que los alumnos recibían en las cla-ses. En 1844,Azofra recordaba “muchos premios que [la Sociedad] ha teni-do la satisfacción de prodigar a varios discípulos míos, albañiles, canteros, car-pinteros, por los aventajados productos de su arte que han presentado en lasexposiciones anuales que la misma Sociedad celebra, y de muchos de loscuales se hace mención en el Boletín Enciclopédico que la misma Sociedadredacta y publica”.78

El público de la cátedra de química aplicada a las artes

El gran interés por ofrecer una enseñanza práctica procedía no sólo delas materias impartidas, la química y la mecánica, que eran consideradas“ciencias que se aprenden más bien por ejemplos que por preceptos”,79 esdecir, disciplinas en las que la “enseñanza no es puramente especulativa sinoque ha de demostrarse prácticamente”.80 También se justificaba por las ca-racterísticas del público destinatario, las “clases industriales”. Los miembrosde la Sociedad señalaban con preocupación la “natural repugnancia quesuele observase en estas clases menos ilustradas a la teoría de las ciencias ypracticas que les son desconocidas”. Esta “natural repugnancia” podía servencida mediante el recurso a las demostraciones experimentales puestoque “una sola demostración a la vista causa en ellos más impresión que lasmás sabias explicaciones teóricas”.81 Pero ¿quiénes eran estas “clases indus-

77 ARSEAPV, C-118-II-2. Premios que la Comisión de Industria y Artes propone a la Socie-dad en el presente año.Valencia, 9 de febrero de 1847.

78 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.79 Informe de la comisión especial de cátedras en el que se solicita una lista de instrumentos

para las cátedras de química y mecánica, abril de 1835 (ARSEAPV, C-89-III-3).80 ARSEAPV, C-121 II (9), Carta-Borrador,Valencia, 6 de abril de 1848; e Ibid. Carta del

Conde de Botova, Juan Manuel Calleja e Ignacio Vidal, el segundo como director del ColegioReal de S. Pablo y los otros como parte de los componentes de la comisión de cátedras.

81 ARSEAPV, C-89-III-3,Valencia, abril de 1835.

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triales” a las que se referían constantemente los responsables de la Sociedadcomo los principales destinatarios de sus clases y a las que, en su opinión,convencía “más la vista ocular de una operación que muchas lecciones teóricas”?82

Las enseñanzas fueron seguidas por un número relativamente grande deestudiantes, como aparece reflejado en la gráfica adjunta. Los profesores de-bían emitir informes al final de cada curso en los que se señalaban las inci-dencias y se indicaban las personas que habían seguido los cursos y las cali-ficaciones que habían obtenido.A partir de estos informes y de los registrosde inscripción, pueden establecerse algunos gráficos de evolución de los dostipos de alumnos que aparecen en estos documentos: los discípulos y losoyentes. Hay, sin embargo, numerosas referencias que indican que no fueronsólo los alumnos inscritos los que frecuentaron las aulas, sino que hubo ungrupo de personas que de forma irregular asistieron a las clases.A ellos se re-fería Azofra de manera explícita en un informe de 1844:

He indicado antes que la asistencia a estas Cátedras es más numerosa quizás delo que se podría pensar, y para ponerlo más de manifiesto voy a recapitular elnúmero de matriculados en cada año, y de los que han obtenido certificaciones,no debiendo omitir que la naturaleza de estas Cátedras, la franca entrada que atodo el mundo es permitida en ellas, y la clase de personas que generalmenteconcurre hace que la mayor parte no quiera matricularse ni que sus nombresconsten de modo alguno, de manera que bien puede asegurarse que los núme-ros de los matriculados no llegan a la mitad de los que muchas veces han con-currido.83

La presencia de este número de asistentes libres era habitual en los cur-sos de química de la época. Se trata de cifras importantes de asistencia, quesuperan de manera considerable a las que se obtuvieron en el resto de cáte-dras fundadas durante esos años en el resto de España. Así lo muestra, porejemplo, los datos ofrecidos en el Boletín de Instrucción Pública para el curso1841-1842 que recoge los alumnos asistentes a otras cátedras de químicaaplicada a las artes.84

82 ARSEAPV, C-87-II (8) Carta de Berenguer al Sr. Decano de la comisión de cátedras deMecánica y Química aplicada a las artes, abril de 1835.

83 ARSEAPV,C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.El proyecto publicitario de Federico delTío, antes comentado, iba dirigido precisamente a este tipo de asistentes libres.

84 Número de alumnos inscritos en las cátedras de química y mecánica aplicada a las artes exis-tentes en España en el curso 1841-1842. Boletín Oficial de Instrucción pública (1843), III, 219 señalaque el número de alumnos era de entre 30 y 40 en la mayor parte de cátedras (Badajoz, Burgos ySantiago) y sólo dos cátedras tenían algo más de cincuenta (Granada y Sevilla), mientras que en Va-

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Un informe realizado en los últimos años de la cátedra indica que, aproxi-madamente, la mitad de los alumnos inscritos residían en Valencia mientras quela otra mitad procedían de un amplio grupo de pueblos del País Valenciano(Xàtiva,Villena, Llíria, Onda, Ontinyent, Segorbe, Alzira, Castelló, Alacant) ysólo un grupo muy reducido de puntos más alejados de España (Cuenca,Te-ruel, Sevilla, Pamplona).85 Este mismo informe indica que la mayor parte delos asistentes eran “estudiantes” (alrededor de dos terceras partes del total).86

Este grupo estaba formado por dos tipos de jóvenes: los aprendices, que se-guían su formación práctica con un maestro artesano, y los alumnos de otrosestablecimientos educativos, incluyendo la universidad.A través de un informede 1845, se puede deducir que la edad de los estudiantes que ganaron los pre-mios convocados por la Sociedad estaba comprendida entre los trece y losveinte años, lo que sugiere la presencia de un grupo de jóvenes aprendices quebuscaban en los cursos un complemento a la formación que posiblemente es-

lencia eran setenta. Existen diferencias de valores entre estos datos y los ofrecidos en los informesde la Sociedad Económica sobre el número de inscritos en el curso, lo que confirma que el nú-mero de oyentes era mayor al de matriculados. MADOZ (1846-50), XV, p. 399, indica que el núme-ro de asistentes a la cátedra de química a finales de los años cuarenta era de 120 estudiantes.

85 ARSEAPV, 1851, C-127 II (11).Aparece en una lista de estudiantes “matriculados en la cá-tedra de Química del Conservatorio de Artes de esta ciudad, en el año 1849 a 1850”. Está fecha-do en Valencia, 1 de julio de 1850.

86 Ibid.

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Tabla.Alumnos matriculados en las clases de química y de delineación y mecánica aplicadas a las artesde la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, 1834-1844. RSEAPV, Libros de Actas, v.VIII.

Mecánica Química

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taban adquiriendo en los talleres artesanales.87 También se menciona en otrosinformes a los “alumnos de otros establecimientos públicos”, tales como jóve-nes bachilleres o futuros doctores en medicina, que buscaban una ampliaciónde su formación. Este fue el caso de Monserrat i Riutort, el discípulo y de-mostrador de Mugartegui, que comenzó a seguir los cursos de la Sociedad enlos años en que preparaba las pruebas para la obtención del título de doctor enmedicina. La formación que adquirió en esos cursos fue esencial en su carre-ra de profesor de química en la Universidad de Valencia.

Junto a este grupo de jóvenes aprendices y estudiantes, los informes dela sociedad señalan la asistencia de un variado público de “artistas, artesa-nos y hasta propietarios” que habían asistido con “laudable constancia paraoír las lecciones y poner en práctica los preceptos de los celosos profeso-res”.88 El informe antes mencionado, realizado en 1850, indica que entresus asistentes se encontraban tres “fabricantes”, dos pintores, dos plateros,dos tintoreros, un médico, un “artesano”, un cirujano y un “empleado”.89

Es posible que el porcentaje de artesanos fuera mayor en otras cátedras oen otros cursos. A finales de los años cuarenta del siglo XIX, es decir, pocoantes del cierre de las cátedras, Madoz estimaba que los artesanos,“princi-palmente albañiles y carpinteros”, constituían “más de las dos terceras par-tes” de los asistentes.90 Estas eran las personas que los profesores y respon-sables de la Sociedad identificaban como las “clases industriales” y queconsideraban el principal público destinatario de sus cursos, para el queacomodaron horarios, contenidos y métodos de enseñanza. En un informeya citado de 1842, realizado por un miembro destacado de la Sociedad, seindicaba que:

Hemos tenido el gusto de asistir algunas noches a las lecciones públicas que sedan en el local destinado al efecto, y no sabemos qué nos ha complacido más, siel celo y el interés con que los señores profesores procuran cumplir en el des-empeño de sus deberes, o la puntual asistencia y suma aplicación de la numero-sa juventud que acude a imponerse en los principios matemáticos y secretos delas artes.Ambas circunstancias reunidas deben producir, y de hecho están produ-ciendo, los apreciables resultados que el gobierno se propuso con el estableci-miento de estas cátedras. Hemos visto operar en la pizarra y oído contestar conbastante conocimiento a varios jóvenes; y hemos visto también trabajos de artis-

87 ARSEAPV, C-115-I-9. Carta de Andrés Pastor, 19 de junio de 1845.88 ARSEAPV, C-117-II-11. Borrador no fechado titulado “Sociedad Económica de Amigos

del País” ca. Octubre 1846.89 RSEAPV, 1851, C-127 II (11).90 MADOZ (1846-50), XV, p. 399-400.

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tas que en el ramo de la delineación prueban una manera convincente el frutode estos establecimientos. [...] De aquí deducimos, no la utilidad del estableci-miento, pues no necesitamos ver resultados para estar convencidos de ella, sinoque el fruto que van produciendo los de esta capital es satisfactorio.91

Estos elogiosos comentarios sobre el comportamiento y aprovechamien-to del público y valoraciones tan positivas y convencidas de los resultadosobtenidos, aparte de la información que ofrecen sobre el desarrollo de lasclases, pueden ser leídos de otro modo. Quizás estaban respondiendo a opi-niones no tan favorables acerca de la utilidad de este tipo de enseñanzas ydel rendimiento de los esfuerzos económicos que en ellas se estaban invir-tiendo. Las varias referencias a la “natural repugnancia que suele observarseen estas clases menos ilustradas a la teoría de las ciencias y prácticas que leson desconocidas”92 indican que para ciertos grupos sociales no resultabaevidente que las “clases industriales” fuesen capaces de seguir con aprovecha-miento cursos teóricos de química y mecánica, por más demostraciones ex-perimentales que los acompañaran.A estos escépticos se refería Azofra en unartículo publicado en el Boletín de la Sociedad en 1840:

se convencerán otros de la utilidad de estos conocimientos, podrán apreciar elvalor que tienen para los progresos de la industria y de las artes, los principios dela geometría, de la mecánica y de la química: cuando esta idea se haya generali-zado, cuando la aplicación de los conocimientos adquiridos haga conocer que elque los posee no sólo tiene la satisfacción de hallarse más instruido, sino que po-see también los medios de aumentar su bienestar y fortuna, entonces no seránnecesarias las excitaciones que al presente para que procuren adquirirlos.93

Al margen de los debates que existieron en la época, existen indicios su-ficientes que muestran que las enseñanzas impartidas en las cátedras tuvieronconsecuencias importantes en las actividades artesanales y en las carreras pro-fesionales posteriores de algunos de los alumnos. Un informe realizado porAzofra en 1844 recoge numerosos ejemplos a través de las carreras desarro-lladas por algunos de sus alumnos.94 Entre los alumnos más destacados cita-

91 BESEV, II (1842), 306.92 ARSEAPV, C-93-I-4, Informe de 1837.93 BESEV, I (1840), (12), 263.94 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844. Es necesario subrayar que la muestra

elegida por Azofra no puede tomarse como representativa del conjunto de asistentes a las cáte-dras, por el simple hecho de que se trataba de un informe destinado a mostrar los éxitos de las cá-tedras. Otro sesgo, señalado por Azofra, fue que no tuvo en cuenta a los numerosos estudiantesque no se dedicaron a “carreras o ejercicios en que formen parte principal los conocimientos queen esta enseñanza adquieren”.

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dos por Azofra figuraban dos albañiles que habían conseguido llegar a ser“maestros de obras de la ciudad”, aprobados por la Academia de San Carlos;un cantero que realizó “numerosas aplicaciones del dibujo geométrico a loscortes de piedras”; un sastre que “con mucha aceptación” aplicó posterior-mente “el dibujo lineal al corte de las piezas de vestir”; y tres carpinteros,uno de ellos encargado posteriormente de la construcción de un puente enla provincia de Teruel y otro que acabó trabajando como agrimensor al igualque otro labrador que también fue estudiante del curso de Azofra.Tambiénfiguraba en su curso Francisco Morell que consiguió el título de aparejadory arquitecto de la Academia de San Carlos. Otros jóvenes estudiantes citadospor Azofra acabaron como profesores de colegios o de la universidad. Entreellos, figuraba Rufo Gordó, maestro aprobado de instrucción primaria, quiensegún Azofra, fue “uno de los primeros” en enseñar “en su escuela la geome-tría y dibujo lineal con algún método” y que también ocupó varias de lasprimeras cátedras de adultos que se establecieron en Valencia.También asis-tieron como jóvenes estudiantes del curso de Azofra, Manuel Sorní, apareja-dor y ayudante de la cátedra de matemáticas sublimes de la Universidad deValencia, y Juan Mercader y Gontier, profesor de matemáticas del Colegiode San Pablo y futuro sustituto de Azofra en la cátedra.95

Los datos existentes sobre las actividades de los alumnos de Mugarteguison más escasos pero también indican que algunos de ellos aprovecharon lasenseñanzas para introducir innovaciones en sus prácticas artesanales. Sabemosque algunos alumnos de Mugartegui realizaron trabajos para la mejora de lastécnicas de destilación de aguardientes alrededor de 1840. Mugartegui publi-có en el Boletín Enciclopédico de la Sociedad una descripción de un “alambi-que para destilar vino” en el que comparaba los diferentes métodos emplea-dos hasta ese momento y recomendaba el diseñado por “Derosnes”, porconsiderarlo “como el más perfecto de cuantos se han inventado”. Se tratabadel instrumento patentado por el farmacéutico francés Charles Louis Deros-ne (1780-1846) que suponía diversas mejoras del destilador de columna ver-tical que había introducido Jean-Baptiste Cellier Blumenthal (1768-1840), aprincipios del siglo XIX.96 Mugartegui describía este nuevo método de desti-lación con el objetivo de estimular “su adquisición a algunos que se dediquena este importante ramo de la industria”.97 Poco después Azofra publicó en esa

95 ARSEAPV, C-112-II-12. Informe de Azofra, 1844.96 Sobre este destilador, v. FORBES (1970), pp. 318-32.Acerca de la industria de destilación en

Cataluña durante esas fechas, v. NIETO GALÁN (5) (1840), 92-93.97 BESEV, I (5) (1840), 92-93. Lámina y descripción de alambique para destilar vino.

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misma revista un artículo donde describía los trabajos de “D. Francisco Ginery D. José Burguete” para establecer en la villa de Cheste un alambique conlas características indicadas, en cuya construcción participó el maestro calde-rero D. Mariano Beltrán y Estellés, un “asiduo concurrente a las cátedras demecánica y química aplicada a las artes”. Los autores esperaban procesar “dia-riamente muy cerca de 20 botas de vino y lograr un aguardiente desde 30 a34 y más grados de fuerza”.98

Este ejemplo muestra que el Boletín Enciclopédico fue una herramienta dedifusión de las innovaciones técnicas, especialmente todas aquellas realizadasen colaboración con la Sociedad o por antiguos alumnos de sus cátedras. Eneste sentido, el Boletín Enciclopédico fue también un importante instrumentopublicitario utilizado por los profesores y responsables de la Sociedad en suconstante labor de reconocimiento de la utilidad de las actividades educati-vas que venían realizando. Entre los muchos ejemplos que demuestran estaestrategia editorial merecen destacarse la serie de grabados de instrumentosy máquinas que ilustraron las páginas del Boletín y que habían sido realiza-dos por antiguos alumnos del curso de delineación de Azofra. Este es el caso,por ejemplo, de la “Máquina para desgranar maíz” representada con una lá-mina realizada por R. Estellés, discípulo de la Cátedra de Mecánica y Deli-neación aplicada a las artes;99 o de la “noria construida en el casino de D.Mariano Cabrerizo bajo la dirección de Manuel María Azofra”, que fueilustrada con una lámina de Blasco, otro antiguo alumno inscrito en los cur-sos de 1834.100

Conclusiones

Resulta difícil valorar la incidencia global de los cursos de química so-bre las prácticas artesanales pero los anteriores ejemplos indican que al me-nos ciertas innovaciones tecnológicas fueron introducidas gracias a la laborde los profesores y a la información difundida a través del Boletín Enciclopé-dico de la Sociedad. En otros casos, los alumnos de las cátedras pudieron ob-tener una formación en matemáticas, física y química que no era ofrecidapor ninguna otra institución valenciana. Los cursos pudieron servir a ciertosalumnos para obtener empleos que les permitieron ascender en la escala so-

98 BESEV, I (1840), (12), 263.99 BESEV, II (1843), 414.

100 BESEV, II (1842-43), 452 y 453.

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cial, tal y como muestran los ejemplos antes citados. En un grupo más redu-cido de casos, como ocurre con Monserrat i Riutort, los alumnos pudieronacceder al laboratorio de Mugartegui y adquirir, de este modo, la formaciónpráctica necesaria para el trabajo experimental. Gracias a esta formación,Monserrat consiguió desarrollar posteriormente diversos trabajos relaciona-dos con la química así como ser nombrado profesor de la Universidad, uncargo que también obtuvieron otros alumnos de las cátedras antes mencio-nados.

A pesar de tratarse de un estudiante singular, el caso de Monserrat i Riu-tort indica el importante papel que desempeñaron las cátedras de químicaaplicada a las artes para la introducción de nuevos conocimientos y prácti-cas experimentales asociadas con la química y de los métodos de enseñanzaque llevaban aparejados. Gracias a su paso por el Collège de France, Mugar-tegui pudo conocer de primera mano algunas de estas innovaciones a travésde los cursos de Jacques Thenard. Tanto en la elección del libro de textocomo en los contenidos y en los métodos didácticos de las clases, resultanperceptibles los conocimientos teóricos y prácticos así como los valores queMugartegui adquirió durante su paso por la capital francesa. Debido a las di-ficultades presupuestarias, Mugartegui debió hacer frente a un gran núme-ro de problemas para ofrecer el tipo de enseñanza práctica que había obser-vado en los cursos del Collège de France. Estas prácticas didácticas, en lasque las demostraciones experimentales jugaban un papel destacado, encaja-ban perfectamente con los intereses perseguidos por la cátedra y, por ello,también fueron apoyados por la Sociedad Económica. Diversos miembrosde esta sociedad señalaron la necesidad de realizar una enseñanza prácticapara atraer a las aulas a los artesanos cuya formación se pretendía mejorar.Destinados a esta parte de la enseñanza, se compró el laboratorio personalde Mugartegui y se adquirieron diversos productos químicos e instrumen-tos, en algunos casos, procedentes de Francia gracias a viajes de algunos delos miembros de la Sociedad. La presencia de un demostrador químico–Monserrat i Riutort– en las clases indica que, al menos parcialmente, estosobjetivos se consiguieron.

La cátedra de química aplicada a las artes de la Real Sociedad Econó-mica de Amigos del País de Valencia permite analizar las dificultades asocia-das a la enseñanza de la química durante la primera mitad del siglo XIX enEspaña.También permite conocer las transformaciones de las prácticas di-dácticas y las características generales de los públicos interesados en la quí-mica aplicada a las artes.Aunque resulta todavía difícil de valorar su influen-cia en las transformaciones de las prácticas artesanales, los ejemplos antes

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señalados sugieren que pudo favorecer la introducción de ciertas novedadescomo lo muestran los ejemplos antes estudiados del daguerrotipo o delalambique de Derosne. Investidos con la autoridad que otorgaban sus co-nocimientos científicos y apoyados por una fuerte retórica acerca de la uti-lidad de la ciencia en la industria, profesores como Mugartegui o Azofra pu-dieron realizar esta labor de difusión de innovaciones tecnológicas a travésde las lecciones que impartieron en la Sociedad Económica de Amigos delPaís de Valencia.

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