la rabia, de pier paolo pasolini

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La rabia Transmutación de rabia en piedad. Qué dicha, si tal cosa es posible. Voces que son y no son las de Pasolini (es su texto, o sea, rigurosamente, su voz, pero las voces que se escuchan no son su voz), para una película documental intensamente política y nocturna, donde la Historia es una especie de luto casi constante, un catálogo feroz ampliamente ilustrado de brutalidades, de errores trágicos, de injusticias antiguas, perversas, de las que parece casi un milagro sobrehumano poder escapar. El tono es curiosamente el de un sermón sabiamente melancólico… Pasolini oficia de sacerdote de la Historia (o algo muy próximo a eso); usando para su montaje materiales de archivo, nos transporta a Hungría, Francia, Argelia, Cuba, Rusia, China, y por supuesto Italia… Comentar la Historia es un asunto exaltante y tenebroso. La de Pasolini es una clase maestra que oscila entre densidades y lirismos… La voz que escuchamos dice por ejemplo que los errores de Stalin son los nuestros. Nadie puede esconderse, nadie puede escapar de su responsabilidad, parece querer decirnos. La conciencia crítica, que importa a tan pocos, es una cuestión de vida o muerte. Esta idea, traducida a otros términos, nos lleva directamente a esa realidad enmascarada por los más poderosos: la lucha de clases. Extraña (al menos para mí) la irrupción de Marilyn, a continuación de tantas graves seriedades, tentativas utópicas y diagnósticos filudos con decidido aire de irrefutabilidad. Tal vez sea a causa de que su tragedia es ligera, si la comparamos con las otras. En todo caso me resulta un oasis de belleza poco convincente. Para resumir, la recia voluntad de no dejarse engatusar es lo que nos une a Pasolini. De la otra mitad de la película, empotrada un poco a la mala, para compensar temerosamente la intrépida densidad intelectual de Pasolini, y dirigida por el humorista de derechas Giovanni Guareschi, tengo poco que decir. Se parece a cualquier cosa que se pinta a sí misma como crítica y que podemos ver cualquier día en la televisión. La derecha, en lugar de mirar el cuadro aullante de la injusticia, prefiere (quien escribe esta reseñada fue criado en parte por curitas italianos) encomendarse a Dios. Transmutación de rabia en piedad. Qué dicha, si tal cosa es posible.

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Transmutación de rabia en piedad. Qué dicha, si tal cosa es posible. Voces que son y no son las de Pasolini (es su texto, o sea, rigurosamente, su voz, pero las voces que se escuchan no son su voz), para una película documental intensamente política y nocturna, donde la Historia es una especie de luto casi constante...

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Page 1: La rabia, de Pier Paolo Pasolini

La rabia

Transmutación de rabia en piedad. Qué dicha, si tal cosa es posible. Voces que son y no son las de Pasolini (es su texto, o sea, rigurosamente, su voz, pero las voces que se escuchan no son su voz), para una película documental intensamente política y nocturna, donde la Historia es una especie de luto casi constante, un catálogo feroz ampliamente ilustrado de brutalidades, de errores trágicos, de injusticias antiguas, perversas, de las que parece casi un milagro sobrehumano poder escapar. El tono es curiosamente el de un sermón sabiamente melancólico… Pasolini oficia de sacerdote de la Historia (o algo muy próximo a eso); usando para su montaje materiales de archivo, nos transporta a Hungría, Francia, Argelia, Cuba, Rusia, China, y por supuesto Italia… Comentar la Historia es un asunto exaltante y tenebroso. La de Pasolini es una clase maestra que oscila entre densidades y lirismos… La voz que escuchamos dice por ejemplo que los errores de Stalin son los nuestros. Nadie puede esconderse, nadie puede escapar de su responsabilidad, parece querer decirnos. La conciencia crítica, que importa a tan pocos, es una cuestión de vida o muerte. Esta idea, traducida a otros términos, nos lleva directamente a esa realidad enmascarada por los más poderosos: la lucha de clases. Extraña (al menos para mí) la irrupción de Marilyn, a continuación de tantas graves seriedades, tentativas utópicas y diagnósticos filudos con decidido aire de irrefutabilidad. Tal vez sea a causa de que su tragedia es ligera, si la comparamos con las otras. En todo caso me resulta un oasis de belleza poco convincente. Para resumir, la recia voluntad de no dejarse engatusar es lo que nos une a Pasolini. De la otra mitad de la película, empotrada un poco a la mala, para compensar temerosamente la intrépida densidad intelectual de Pasolini, y dirigida por el humorista de derechas Giovanni Guareschi, tengo poco que decir. Se parece a cualquier cosa que se pinta a sí misma como crítica y que podemos ver cualquier día en la televisión. La derecha, en lugar de mirar el cuadro aullante de la injusticia, prefiere (quien escribe esta reseñada fue criado en parte por curitas italianos) encomendarse a Dios. Transmutación de rabia en piedad. Qué dicha, si tal cosa es posible.