la radicalidad de la fe. cap. 1. card. martini
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El Cardenal hace una verdadera profundización en la vida de fe con todas las implicancias que ésta trae en la vida del cristiano.TRANSCRIPT
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5/21/2018 La Radicalidad de La Fe. Cap. 1. Card. Martini
1/9
Martini, Card. Carlo Maria, sjLa Radicalidad de la Fe
Santaf de Bogot, Ediciones Paulinas, 1993.
1
L
RADICALIDAD
DEL FE
remisa
No se da percepcin correcta de don cristiano
alguno, tanto menos del
do
n del celibato
por el
reino ni del ministerio como entrega total, sino en
el marco de una percepcin correcta de la radicali-
dad de la fe del compromiso bautismal de seguir a
Jesucristo.
Por tanto, el paso de
un
ascenso nocional a la
radicalidad de la fe (que se supone tener cuando se
profesa el credo cristiano), a un ascenso real hacia
lo que la fe conlleva, es ciertamente la primera gra-
cia que debemos pedir.
Para reflexionar sobre los obstculos que en-
cuentra nuestro camino hacia ese ascenso re l de la
radicalidad de la fe, tema especfico de esta medi-
tacin, releamos un pasaje del evangelio segn san
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Lucas. captulo 9 donde encontramos tres ejemplos
de ascenso fallido:
Por el camino le dijo
uno:
-
e
seguir,vayas a donde vayas.
Jess
le
respondi:
-
ls
zorras tienen
madrigueras
y
los
pjaros
nidos, pero
este
Hombre
no tiene donde reclinar
la
cabeza.
A otro
le
dijo:
Sgueme.
El respondi:
-...
Pennfteme
que vaya primero
a
enterrar
a
mi
padre.
Jess le replic:
Deja que los muertos entierren
a
sus muertos;
t vete a
anunciar
por ah el
reino
de Dios.
. Otro le dijo:
20
- Te
seguir,
Seor. Pero
djame
primero des-
pedirme de mi familia.
Jess
le
contest:
-
El que echa mano al arado y sigue
mirando.
atrs, no
vale
para
el
r ino
de Dios,. Le 9,57-
62). .
Oremos al Seor diciendo:
T que has pronunciado estas palabras que me
parecen duras, exigentes, dame comprender el
amor con que las pronunciaste la
fuerza
poderosa de caridad que
te
las inspir
p r
m,
aquf
y ahora.
Aydame a
comprender
tus
inten
ciones y
tus
deseos sobre m; haz, oh Seor, que
yo
logre realizar
un
pequeo trozo de ese
fatigoso
camino hacia la apropiacin de la radi
calidad de
la
fe que me has
propuesto desde el
da
de mi bautismo .
El contexto
e
Lucas 9,57-62
Al comenzar la lectio de la pgina de Lucas ree
voquemos ante todo su contexto.
Jess va subiendo a Jerusaln hacindose pre
. ceder de algunos discpulos
y
recibe una mala aco
gida de parte de los samaritanos
Cuando iba llegando el tiempo de que se lo lle
varan Jess decidi irrevocablemente ir a Jerusa
ln. Envi mensajeros por delante .. vv 1 ~ 5 2 .
Nos
detenemos en el
vers culo
51 pero conside
rndolo en la versin griega que es
ms
densa de
significados: Al cumplirse los das de su aseen-
21
l
1
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sin, endureci l su rostro ti prsopon estri-
sen .
El verbo
estrisen
endureci, estableci irre
vocablemente) indica la decisin firme de Jess, la
direccin precisa de su camino y por tanto, el paso
a una fase ms radical de
su
propuesta.
Hasta ese momento haba aparecido como un
hombre lleno de encanto, capaz de pronunciar
pala
bras cautivadoras de bondad,
de
misericordia,
de
unidad, de curacin. Ahora, endurece el rostro para
explicar a los discpulos que se proponen seguirlo,
atrados por su personalidad,
que
deben conocer las
condiciones, la radicalidad de ese seguimiento.
La expresin
endureci
el
rostro
no tiene en
sf misma referencias literarias absolutamente
idnticas en la Escritura.
No
obstante, hay pasajes,
en los
que posiblemente
se
ha
inspirado Lucas,
que era un
conocedor cuidadoso del Antiguo Tes
tamento, donde se describe las actitudes del profe
ta y
del
siervo.
- Ante todo l sa a s 50 6-7 el
~ e r c e r
canto
del
siervo de Yav:
22
Ofrecf
la
espalda a los que me apaleaban
las
mejillas
a los qu mesaban
mi
barba
no me tapel
rostro
ante ultrajesni salivazos.
El
Seor
me
ayuda
por
eso
no senta los ultrajes;
por eso endurec el rostro
como
p e d e r n a ~
sabiendo que no quedara defraudado.
Rostro ultrajado, escupido, endurecido
como
pe
dernal. El evangelista quiere aludir as a las exigen
cias de Jess, a la dureza de una senda que es parte
del n:tisterio del Seor.
- Otro pasaje en
Jeremas 1,18,
que
presenta la
vocacin del profeta:
Yo te convierto hoy
en plaza
fuerte
,
en
columna
de
hierro
en
muralla de bronce
frente a todo el
pas:
frente a los reyes y prncipes de Jud
frente a
los
sacerdotes
y a
los terratenientes.
El profeta, el testigo de Dios no debe temerle a
nadie, debe saber hacer frente a todo
y
a todos
por
amor
a la verdad, debe tener
un
rostro
de
bronce.
- Interesante
es
tambin la expresin que encon
tr mos en q u i e / 3 8 - 9 cuando el Seor
le
dice al sacer
dote Ezequiel: Mira hago
tu
rostro tan dw O romo el de
ellos
y tu cabeza terca
como la de
ellos;
como
diamante
ms dum que el
pedernal
hago ru cabeza No
les
tengas
miedo, ni te acobardes ante ellos, aunque sean
casa
rebelde.
Por tanto,
en
el e 9, Lucas muestra a Jess
que
comienza
a
proclamar ms
abiertamente las exi
gencias de s misin,
que se
convierten en las exi
gencias de los discpulos mismos. En los captulos
posteriores encontraremos otros pasajes seme
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jantes, entre otras cosas no siempre fciles de ex
plicar a
la
gente.
Leamos los ltimos versculos del contexto:
Los mensajeros yendo de camino entraron en una
aldea de Sarnara para prepararle alojamiento, pero
se negaron a recibirlo porque
se
diriga a Jerusaln.
Al ver esto, Santiago y Juan, discpulos suyos, le
propusieron:
-
Seor, si
quieres, decimos que caiga
un
rayo y
acabe
con
ellos.
El
se volvi y los rega. Y se marcharon a otra
aldea vv 52b-56).
7tes
formas impropias de seguimiento
Inmediatame
nte
despus de
habernos hecho
saber que Jess
es
rechazado
por
los samaritanos y
no es entendido
por
sus discpulos, el evangelista
Lucas nos presenta tres figuras emblemticas que
iban
por el camino .
l. El
primero
es un
fulano,
joven
o viejo, rico
o pobre... Porque ese fulano es cada uno de noso
tros llamado
al
seguimiento de
Jes
s.
.Y dijo: Te seguir vayas a donde vayas. Pala
bras bellsimas, afirmacin correcta,
impecable,
ascenso nocional perfecto.
Ha
comprendido a Jess.
Pero
1ess
replica que el fulano
est
lejos del
ascenso real:
24
__
Las zorras tienen madrigueras
y
los pjarqs
nidos
pero este Hombrt
no
tiene dnde reclinar
la cabeza
Se quiere dar sentido a la promesa de seguir al
Seor: hay que salir de la propia madriguera,. l ~
"fuera del nido,
hay que
comprender todas la Wme ;.-
caciones del seguimiento.
2. La segunda figura simblica es otro, inomi
nado, sin edad ni origen, a quien
Je
ss interpela.
El
responde expresando una peticin
e n s ~
legtima,
justa. Es importante subrayar que la realidad evan
glica,
en
esta. pgina lucana
no es
rechaz.ada
p ~ r
pecaminosidad (soy atrado por la concuptscenct.a
de
la carne y
de
losojos,
por
los placeres,
por
las n-
quezas).
Precisamente el
primer
personaje
se
habfa ofre
cido l mismo.
Este otro pide sencillamente poder enterrar a
su
padre: Perniteme
que vaya
primero a enterrar a
mi padre.
La respuesta
de Jess nos
deja estupefactos:
Deja que los muertos entienen a sus muertos. En
realidad
esa
respuesta quiere desenmascarar
las
races
de
la respuesta: Crees
que
quieres seguirme,
pero es ts an a tado a las tradiciones .ancesu:rues,
has entendido
an
la primaca del remo, qutzs tie
nes de l
uri
sentido nocional, pero
no
real; no has
entendido que
en
el reino nos movemos en
un
am
biente de nuevo renacer,
que
todos los pesos deben
tiejarse atrs ;
no
quieres
renunciar
a la
herencia
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1
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paterna. En efecto, asistir al padre en el momento
de
la muerte quiere decir tambin poder recibir
la
herencia y todo lo que sta conlleva
de
lazos fami
liares.
3 El
tercer personaje es nuevamente otro, uno
de
nosotros.
e temperamento probablemente impulsivo, se
dirige a Jess con inmediatez:Te seguir, Seriar.
~ r o
djame primero despedirme de
mi
familia.
Tambin su propuesta es razonable, y tiene
de
hecho un precedente.proftico
en
el primer libro de
los Reyes, al que parece aludir. Recuerdan segura
mente que, cuando Elas llama a Elseo que est
arando sus campos, pasando cerca a l le arroja su
manto. Elseo, entonces, deja los bueyes .y
se
va
detrs del profeta apostrofndolo:
Djame decir
adis a mis padres luego vuelvo
y
te sigo.
Elfas
se
lo
permite: Vete, pero vuelve. Quin te lo impi
de? . Elseo dio la vuelta, cogi la yunta de bueyes
y los ofreci en sacrificio; aprovech los aperos
para cocer
la
carne y convid
a
su gente. Luego
se
levant, march tras Elas y
se
puso a su servicio
(ver
lR
19,19-21).
As pues, las palabras del tercer personaje po
dran parecer
g t i ~ a s
No
obstante, Jess no las acepta y las desenmas
cara: El que echa mano al arado y sigue mirando
atrs, no vale para el reino
de
Dios; no te das
cuenta
de
que eres todava esclav.o de tu pasado,
de
tu
historia,
de
tus amigos,
de
tus conocimientos,
de
26
cuanto constituye tu mundo cultural y afectivo; ni
siquiera has comprendido la radicalidad del reino y
sers
de sos que caminan mirando atrs, mirando a
lo que han renupciado, pensando
en lo que
queda o
ya no queda de su historia.
La simple
lectio
de
este pasaje evanglico pone
ya en
evidencia
mo el
verdadero seguimiento
de
Cristo
no
admite espera alguna, apego alguno al
propio yo, a las personas, a las cosas, porque
exi
se
una obediencia total a Dios y
a
su palabra. -
Pistas de meditacin
Los smbolos del pasaje evanglico
Quisiera ofrecer ahora algunos puntos
de lnMi-
tatio
tratando
de
profundizar ms
en
las palabras
de
Jess, actualizando y ampliando los smbolos
utilizados
en
las tres escenas: la madriguera,
el
ni
do, el padre, los parientes, los amigos.
l
La madriguera y el nido
son las imgenes del
primer
cuadro: Las zorras tienen madrigueras
y
los pjaros nidos, pero este Hombre no tiene dnde
reclinar la cabeza.
La madriguera es e l lugar en que uno se refu
gia
y
encuentra su seguridad, porque all est bien y
se
siente defendido.
El nido es el calor que nutre y protege.
. Hoy, el lenguaje sicolgico utiliza smbolos
di-
ferentes: madriguera y nido se convierten
en
querer
27
1
1
j
1
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permanecer en el seno materno y cuanto l repre
senta, por tanto, ser mimado, estar seguro, dentro
del propio ambiente, en el calor de los afectos, al
resguardo de toda agresividad.
Al hombre, en efecto, le resulta trabajoso acep
tar la expulsin del seno materno, se traumatiza y
se mantiene por ello siempre tentado a formarse
otro nido,-otro ambiente protegido.
Pero Jess afirma que el reino es un nacimiento
violento, exige salir
como un hroe a recorrr su
camino ver Sal 19,6). Quien prefiere pennanecer
en su tienda, nunca podr entender el reino en
plenitud. Quizs realiza nominalmente los gestos
del reino, pero no obstante,
al
estar encerrado en
la
propia
necesidad de
proteccin
jfsica no
afrontar el combate de la vida saliendo al descu-
bierto.
Esta actitud es hoy muy difusa: los muchachos,
los jvenes y las jvenes, no obstante las crisis de
las familias,_
o
logran salir de ellas ni decidirse por
ppciones definitivas, incluso en perspectivas matri
moniales
y
luego de uri primer momento de entu
siasmo, prefieren opciones por tiempo limitado.
- En cuanto se refiere a nuestro tema del celi
bato por el reino, el gusto por la madriguera o el
nido es exactamente lo contrario
de
esa radicalidad
del seguimiento que exige ir ms all, poner toda la
confianza
en
Dios solo, vencer la instintiva necesi
dad de cario. Se impone un trabajo largo, perseve
rante, paciente, nunca acabado. Hay personas que,
28
llegadas a los sesenta aos, estallan
e
repente por
que
no
resisten a la tentacin de rehacer su nido;
ev.identemente, an habiendo abrazadola vida sa
cerdotal o religiosa, nunca se haban dado cuenta
del cauce,
e
la diferencia
de
cualidad que exiga el
seguimiento de Jess.
Un cauce que implica el ascenso real, no solo
noc'ional, un salto de cualidad que hace sufrir, que
puede tambin hacer llorar (el riio al salir del seno
materno, llora
y
se lamenta), porque exige arries-.
garse, decidirse. .
Me parece til observar que a veces el semi
nario asume para algunos la funcin del nido, del
s no
materno, aunque conlleva, por su disciplina y
sus reglas, aspectos negativos qu soportar. Y si
se convierte en un nido, habr que esperar enton
ces cierto trauma existencial en el momento en
que el presbtero ordenado tel\dr que empearse
da y noche por el reino, carente ya de cualquier
seguridad; debemos esperarnos una crisis de re
chazo;
Las formas
de ese rechazo son, por lo dems,
inconscientes.
Se trata de
defensas instintivas
provocadas por la dureza del impacto con la vida
cotidiana del ministerio, defensas que se manifies
tan bajo diferentes actitudes. Habr, por ejemplo, el
que
culpabiliza al ambiente externo
-parroquia
oratorio, prroco, laicos, alojamiento
quizs-.
En
el fondo, se trata de una forma de expresar
-la
inca
pacidad
de
afrontar
la
agresividad de las situa-
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.
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ciones, inevitable cuando se vive la radicalidad del
ministerio.
Habr quien se culpa a
s
mismo con formas
masoquistas no estoy a la altura, soy demasiado
tmido,
no
estoy suficientemente preparado,
etc. .
Pretextos para no dejarse sacar de la madriguera,
porque tambin esta clase de masoquismo es un
nido en el que uno se protege a s mismo sin correr
riesgos.
Los riesgos usados por Jess son, pues, muy
evocativos y nos permiten interpretar tantas situa
ciones nuestras y ajenas, precisamente como resul
tado de un seguimiento al que.no hemos dado el as
censo real; queramos seguir a Jess a donde qui
siera llevamos, pero, de hecho, permanecemos vin
culados a la imagen. ideal que nos habamos cons
truido, no habamos comprendido que el Hijo del
hombre no tiene dnde reclinar la cabeza.
2. La metfora del padre representa no solo la
figura el padre fsico, sino toda la tradicin n c e s ~
tral: las costumbres de familia, el mos hereditario,
la costumbre.
Segn los antiguos, hay tres cosas que pueden
vencemos: la mors
e 7Uls
(lo veremos) y el mos.
El evangelio pide superar estas costumbres invete
radas, pero en cambio, se mantienen. Pensemos en
ciertos principios de vida, inconscientes, por ejem
plo el principio de honor por el cual no se debe re
troceder, bajar de grado; dentro de ciertos lmites
puede ser justo,
y
no obstante, cuando se lo plantea
30
como prioritario bloquea la vida evanglica, aleja
del reino. Para seguir a Jess debemos estar dis
puestos a aceptar de buen grado las humillaciones,
las persecuciones, los insultos, los ultrajes, renun-
ciando al punto de honor.
Pensemos en ese principio, que incluso proviene
.de la educacin familiar, que ensea a no perder
nunca crdito, por ningn motivo. O a ese otro ,
muy interesante, de no deber nunca nada a nadie
de
no estar nunca en deuda ante los dems; es
principio de honestidad y honorabilidad, pero si lo
trasladamos a la radicalidad evanglica, tropieza.
Al mos a la tradicin recibida
y
que constituye
la herencia del padre, pertenecen tambin todos los
.absolutos raciales que llevamos dentro y que el
evangelio, en cambio, exige superar. En nuestro
tiempo han aparecido claramente en toda su violen
cia y dramatismo, y se enfocan continuamente para
vencerlos, derrotando la tendencia a quedarse, por
cuenta propia, con
Jos
de casa, a combinar negocios
.con personas de la misma raza, a tomar mujer y
.bueyes
de
tu propia aldea.
Cuando el mos ancestral , o sea, los ido/a tribus
se convierten en pretextos contra la novedad del
reino, resultan destructivos.
El
buen sentido comn
basta para seguir de verdad a Jess. Y es justo
saber que los dola los llevamos con n osotros
mcluso cuando nos decidimos por Cristo; consti-
tuyen nuestra carga, nuestro patrimonio paterno, se
hallan
en
nuestro preconsciente. Por ello debemos
3
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a p r e n d e r ~
reconocerlos mejor cada vez
y
sacarlos
del nido con la gracia extraordinaria e Dios, con
las palabras nuevas provenientes del evangelio:
Deja que los muertos
entierren
a
sus
muertos
porque si
no a b a ~ o n a s
a tu
padre no te
h a c ~ s
adulto
;
no
te
haces libre; si te
aferras
a
tus
tradi
ciones de familia utilizndolas
de escudo
frente a
la
radicaJidad
de la
fe , caminas a
la muerte
sigues siendo esclavo haces cortar las races de
la
planta del
seguimiento.
En el fondo pidiendo
ir
a
enterrar
.al
padre
el personaje de la segunda
escena del pasaje expresa la intencin de
conti-
nuar siguiendo
el mos
que ha
recibido de absolu-
tizar la
realidad humana.
3.
La
tercera irpagen est constituida
por pari-
entes y amigos
A diferencia del padre que representa las tra
diciones de familia,
en
este smbolo podemos leer
el culto de la propia historia personal:
las amis
tades, las relaciones, las vivencias, los xitos.
Un
~ u t o
que aumenta ~ o n los aos y por eso la
educacin en la fe es ms fcil en el nio que en
el
adulto. El adulto se ha comprometido ya con la pro
pia
historia.
Si
es culto, ha tomado posicin polti
ca, ha escrito libros, ganado reconocimientos, y le
es difcil volver a ser como un niiio, o sea, aceptar
el
reino.
Del mismo modo, es
ms
fcil
el
seguimiento
radical en edad joven que en la edad adulta cuando
32
ya ests atado a ciertos hbitos, a determinado crculo
de amigos.
' El culto de la historia personal se impone incons
cientemente, sin que pensemos en l, en nombre de
una coherencia de vida: No soy capaz de renegar
de mi
historia, de mi fe,
de
mi evangelio; no puedo
exigirme hacerlo . Pero el evangelio que es resur
reccin,
vida nueva, puede en cambio hacer apearse
a
a historia personal exigiendo abandonarla e ir
ms all, aun si ms tarde el Seor te la hace recu
perar en lo que tiene de verdadero.
El Antiguo Testamento esperaba un mesas que
instaurara un reino poltico seguro y glorioso para
Israel, un reino poderoso sobre la tierra. Jess les
ha
)edido asus discfpl.ilos renunciar a este tipo de
esperanza mesinica que tena, para el pueblo elegi
do, una fuerza extraordinaria, y sabemos que los
apstoles han renunciado a ella por
la
gracia del
Espritu
Santo
ver ch 1,6-8).
: Eso significa que una
fe
no bien arraigada acoge
p.l evangelio como superposicin, como una reali-
, dad capaz de embellecer y ennoblecer la propia his
toria personal; no sabe descender al fondo de la pila
bautismal, no quiere darse cuenta de que
la
historia
del hombre est vinculada a estructuras de pecado,
mientras que Dios proyecta realizar en la tierra
cosas nuevas.
,
l
apelar a
la
historia puede, por tanto, ser justo,
de buen sentido, pero si se lo utiliza contra la lla
mada evanglica se vuelve destructivo.
33
J.
La rod
ictZiid d
e la
e
M
-
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9/9
Si vuelves atrs despus de haber puesto la mano
en el arado, si guiando el automvil sigues volvin
dote para mirar la casa que has dejado, quiere decir
que el Seor no ha o n q u i ~ t d o .an tu corazn, y no
te mueves nicamentepor el deseo
de
seguirlo.
Resumiendo, podemos decir: Jess nos
ha
pre
sentado tres tentaciones
de
huida de la radicalidad
de
la fe. Tres modos
que
exigen,
como
reverso, una
triple libertad evanglica: la libertad
de
la madre,
del seno materno,
de
la madriguera y del nido; la li
bertad del padre,
de
las tradiciones ancestrales; la
libertad de
s
mismo, o sea, de la propia historia, de
la necesidad
de
coherencia humana.
Esta triple libertad
que
hay
que
alcanzar
es
traba
jo
de toda la vida, es compromiso por la madurez;
todo hombre debe vivirla, y
el
cristiano debe vivirla
tambin frente a la radicalidad
de
la
fe.
Como hemos visto, para
esa
libertad no basta el
ascenso nocional. Se necesita la paciencia de sacar
del nido las resistencias al ascenso real, que no ter-
minan nunca y que se dejan sentir, sobre todo, en
los momentos
de
las decisiones ms importantes
como, por ejemplo, en la opcin del celibato
por
el
reino). Si no las sacamos dl nido, quedaremos pri
sioneros de nosotros mismos.
plicaciones
Sugiero
para
el encuentro comunitario tres
modalidades concretas
de
reflexin sobre cuanto
he
tratado
e
explicar.
34
l
Un intercambio libre sobre los aspectos
de
la
meditacin que ms les han impactado.
2.
Cada
uno debera verificar
cmo
reacciona
frente a la tesis
de
la madurez cristiana progresiva:
me
parece aceptable
que
la integracin
de
la fe a
la
vida
requiera un tiempo
t n
largo?,
que
la victo
ria sobre las resistencias contezca en
edad
madu
ra?, tengo dudas al respecto?
Creo que es
muy til estudiar
a
fondo el tema
de
esta apropiacin lenta
del paso
del ascenso nocio
nal al
real.
3. Traten de descubrir algunos aspectos prcti
cos relativos a las metforas del nido, de la
ma-
driguera, de -la herencia paterna,
de
propia histo
.
ia.
Dnde surgen en m estos obstculos incons
cientes?, cmo y cundo han entrado y entran en
juego
en mi camino?
oracin
Seor:
t
que
ves cunto
deseamos
seguirte
y participar en
tu
vida de Hijo del Padre,
aydanos
a
ver con claridad los temores,
las angustias, las tentaciones que se anidan
en nuestro corazn
y
que
pueden
ahogar
nuestra aceptacin radical
de
la
fe .
35