la resistencia es rendición

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  • 8/9/2019 La Resistencia es Rendicin

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    La resistencia es rendicinSlavoj Zizek

    Una de las lecciones ms evidentes de las ltimas dcadas es que el capitalismo esindestructible. Marx lo compar con un vampiro, y uno de los elementos destacados de la

    comparacin, en estos momentos, es la capacidad de los vampiros para alzarse de nuevodespus de haber sido acuchillados hasta la muerte. Incluso el intento de Mao, con laRevolucin Cultural, de borrar hasta el mismo rastro del capitalismo ha desembocado en sutriunfal retorno.

    La Izquierda de nuestros das reacciona en diferentes direcciones a la hegemona delcapitalismo global y su suplemento poltico, la democracia liberal. Puede, por ejemplo,aceptar la hegemona, pero continuando la lucha por las reformas dentro del marcohegemnico (se trata aqu de la democracia social tipo Tercera Va.)

    O bien, acepta que la hegemona va a ser permanente, pero que no obstante es posibleresistir a partir de sus intersticios.

    O bien, acepta la futilidad de toda lucha, dado que la hegemona es tan amplia que no haynada que hacer realmente, salvo esperar un estallido de divina violencia, en lo que serauna versin revolucionaria de la afirmacin de Heidegger: Slo Dios puede salvarnos.

    O bien, reconoce la temporal futilidad de la lucha. En este momento de triunfo delcapitalismo global se afirma no es posible una verdadera resistencia, de manera quetodo lo que queda por hacer hasta tanto no se renueve el espritu revolucionario de la clasetrabajadora global es defender lo que queda del Estado del bienestar, confrontando a losdetentores del poder a demandas que sabemos que no pueden satisfacer, y por lo demsretirarse a los estudios culturales, donde uno pueda continuar en silencio su trabajo decrtica.

    O bien, hace hincapi en el hecho de que el problema es ms fundamental, y que elcapitalismo globalizado es en ltima instancia un efecto de los principios subyacentes de latecnologa o la razn instrumental.

    O bien, postula que se puede socavar el capitalismo global y el poder del Estado nomediante un ataque directo sino mediante una reubicacin del mbito de la lucha en laprctica cotidiana, en la que se pueda construir un mundo nuevo. De este modo, losfundamentos del poder del capital y el Estado irn siendo socavados gradualmente y, enalgn momento, el Estado se derrumbar (un ejemplo de este enfoque lo constituye elmovimiento zapatista.)

    O bien, toma la ruta postmoderna, trasladando el acento de la lucha anticapitalista a lasmltiples formas de lucha poltico-ideolgica por la hegemona, haciendo hincapi en laimportancia de una nueva articulacin del discurso.

    O bien, apuesta por la repeticin, a escala postmoderna, del gesto marxista clsico deinstaurar la determinacin negativa del capitalismo: con el actual incremento del trabajocognitivo, la contradiccin entre la produccin social y las relaciones capitalistas se ha hechoms flagrante que nunca, y hace posible por primera vez la democracia absoluta (en lo quesera la posicin de Hardt y Negri.)

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    Estas posiciones no se presentan como un modo de evitar otras autnticas polticasradicales de izquierda, sino que lo que tratan de manifestar es, sin duda, la falta de unaposicin de ese tipo. Sin embargo, esta derrota de la Izquierda no es toda la historia deestos ltimos treinta aos. Hay otra leccin, no menos sorprendente, que mereceaprenderse de los comunistas chinos, que estn presidiendo lo que podramos calificar comoel ms explosivo desarrollo del capitalismo en toda la historia, y del crecimiento de laTercera Va socialdemcrata en Europa Occidental. Puede concretarse, en pocas palabras,en la frase: podemos hacerlo mejor. En el Reino Unido, la revolucin de Margaret Thatcherfue, en su momento, catica e impulsiva, y estuvo marcada por una serie de contingenciasimprevisibles. Fue ms tarde Tony Blair quien fue capaz de instituirlo o, por decirlo enpalabras de Hegel, elevar (lo que pareca en un primer momento) una contingencia, unaccidente histrico, al rango de necesidad. Thatcher no era thatcherista, era slo ellamisma; ha sido Blair (ms que John Major) quien realmente ha dado forma al thatcherismo.

    La respuesta de algunos crticos de la Izquierda postmoderna a este dilema es convocar auna nueva poltica de resistencia. Se acusa a aquellos que siguen insistiendo en lucharcontra el poder del Estado, por no hablar de tomarlo, de permanecer anclados en el viejo

    paradigma: la tarea de hoy da, dicen sus crticos, es resistir al poder del Estado retirndosede su terreno y creando nuevos espacios fuera de su control. Esto es, por supuesto, locontrario a aceptar el triunfo del capitalismo. Las polticas de resistencia no son sino elsuplemento moralizante a la izquierda de la Tercera Va.

    El reciente libro de Simon Critchley Infinitely Demanding (Infinitamente exigentes) es lacristalizacin casi perfecta de esta posicin. Para Critchley, el Estado liberal-democrtico noes algo pasajero. Los intentos de abolir el Estado han fallado miserablemente; porconsiguiente, la nueva poltica debe ubicarse a una cierta distancia de l: movimientoscontra la guerra, organizaciones ecologistas, grupos de protesta contra los abusos racistas osexuales, y otras formas de autoorganizacin. Tiene que ser una poltica de resistencia alEstado, de bombardeo del Estado con demandas imposibles, de denuncia de las limitacionesde los mecanismos del Estado. El principal argumento para desarrollar las polticas deresistencia a cierta distancia del Estado gira en torno a la dimensin tica de la demanda,infinitamente exigente, de justicia: no hay ningn Estado que pueda hacer caso omiso aesta llamada, por cuanto su objetivo ltimo, inscrito en su realpolitik, es el de hacer posiblesu propia reproduccin (su crecimiento econmico, seguridad pblica, etc.)

    Critchley escribe:

    Es evidente que la Historia la escriben, por lo general, quienes disponen de porras y armasde fuego, y que uno no puede esperar derrotarlos mediante la stira burlona o conplumeros para el polvo. Sin embargo, tal como la historia del nihilismo ultraizquierdistamuestra con toda elocuencia, en el momento en que uno toma en sus manos una porra oun arma de fuego est ya perdido. La resistencia poltica anrquica no debera pretenderimitar o reflejar la violenta soberana arcaica a la que se enfrenta.

    As pues, qu deberan hacer, por ejemplo, los seguidores estadounidenses del PartidoDemcrata? Dejar de competir por el poder del Estado y retirarse a los intersticios de ste,dejar el poder estatal a los republicanos y comenzar una campaa de resistencia anrquica?Y qu hara Critchley si se enfrentase a un adversario como Hitler? Sin duda, en un casoas uno debera imitar o reflejar la violenta soberana arcaica a la que se enfrenta. Nodebera la Izquierda establecer una distincin entre las circunstancias en que se puederecurrir a la violencia en la confrontacin con el Estado, y aqullas en las que todo lo que

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    uno puede y debe hacer es utilizar la stira burlona o el plumero para el polvo? Laambigedad de la posicin de Critchley emana de una extraa incongruencia: si el Estadono es algo pasajero, si es imposible abolirlo (o abolir el capitalismo), por qu retirarse?por qu no actuar con (en) el Estado? por qu no aceptar la premisa bsica de la TerceraVa? por qu limitarse a una poltica que, tal como seala Critchley, pone en cuestin alEstado y pasa cuentas al orden establecido, no para deshacerse del Estado, por deseableque pudiera ser en sentido utpico, sino a fin de mejorarlo o atenuar sus efectosperniciosos?

    Estas palabras simplemente demuestran que el Estado liberal-democrtico de hoy y elsueo de una poltica anrquica infinitamente exigente existen en una situacin de mutuoparasitismo: agentes anarquistas se dedican al pensamiento tico mientras que el Estado seocupa de gestionar y regular la sociedad. El agente tico-poltico anrquico de Critchleyacta como un superego, bombardeando confortablemente al Estado con sus exigencias; asu vez, cuanto ms intenta el Estado satisfacer estas exigencias, ms culpable aparece. Deconformidad con esta lgica, los agentes anrquicos centran su protesta no en lasdictaduras declaradas sino en la hipocresa de las democracias liberales, a las que acusan de

    traicionar los mismos principios que aseguran profesar.

    Las grandes manifestaciones de Londres y Washington contra el ataque estadounidense aIrak, hace unos aos, ofrecen un caso paradigmtico de esta extraa relacin simbiticaentre poder y resistencia. El paradjico resultado fue que ambas partes estuvieronsatisfechas. Los que protestaban salvaron sus hermosas almas y dejaron bien claro que noestaban de acuerdo con la poltica del gobierno hacia Irak. Los que estaban en el poder loaceptaron sin alboroto, e incluso se aprovecharon de ello: no solamente las propuestas nomodificaron de ningn modo la decisin ya adoptada de atacar Irak, sino que incluso lalegitimaron. As, la reaccin de George Bush a las masivas manifestaciones de protestadurante su visita a Londres, fue decir: Ya ven, esto es por lo que luchamos, para hacerposible que lo que la gente hace aqu protestar contra la poltica de su gobierno seaposible tambin en Irak.

    Resulta llamativo que el rumbo tomado por Hugo Chvez desde 2006 sea el diametralmenteopuesto al adoptado por la Izquierda postmoderna: en lugar de resistirse al poder delEstado, se apoder de l (en un primer momento mediante un intento de golpe de Estado,luego democrticamente), utilizando sin cortapisas los aparatos del Estado venezolano parasus propios fines. Adems, est militarizando los barrios y organizando la formacin deunidades armadas en ellos. Y por ltimo, la amenaza definitiva: ahora que siente los efectoseconmicos de la resistencia del capital a su mandato (escasez temporal de algunosproductos en los supermercados subvencionados por el Estado), ha anunciado planes paraconsolidar los 24 partidos que lo apoyan en un nico partido. Hasta algunos de sus aliados

    ven con escepticismo esta decisin y se preguntan si no se producir a expensas de losmovimientos populares que han dado su impulso a la revolucin venezolana. Sin embargo,su opcin, aunque arriesgada, debera ser apoyada sin reservas: la tarea consiste en hacerque el nuevo partido funcione no como un tpico Estado socialista (o peronista), sino comoun vehculo para la movilizacin de nuevas formas de poltica (como los comits de base delos barrios de chabolas). Qu deberamos decirle a alguien como Chvez: No, no vayausted a hacerse con el poder, retrese, deje el Estado y la actual situacin en su sitio? Amenudo se minimiza a Chvez llamndolo bufn, pero acaso una retirada no lo reducirasimplemente a una nueva versin del subcomandante Marcos, al que muchos izquierdistasmexicanos califican ahora de subcomediante Marcos? Hoy, son los grandes capitalistas Bill

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    Gates, los contaminadores corporativos, los cazadores del zorro quienes resisten alEstado.

    La leccin en todo esto es que lo verdaderamente subversivo es no insistir en exigenciasinfinitas que sabemos que los que estn en el poder no pueden satisfacer. Dado que ellossaben que nosotros lo sabemos, esa actitud de exigencia infinita no presenta ningn

    problema para los que detentan el poder: Es maravilloso que con sus exigencias crticasnos recuerden la clase de mundo en la que a todos nos gustara vivir. Lamentablemente,vivimos en el mundo real, en el que tenemos que arreglarnos con lo que es posible. Lo quehay que hacer, por el contrario, es bombardear a los que estn en el poder con exigenciasbien seleccionadas, precisas y finitas, que no puedan ser descartadas con la citada excusa.

    London Review of BooksTraducido del ingls para Rebelin por S. Segu Fuente: http://www.lrb.co.uk/v29/n22/zize01_.html