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La revista Conjunto celebra en este 2014, cincuenta años de vida ininterrumpida, lo que la hace hoy la publicación especializada de teatro latinoamericano más antigua y sistemática. Desde que a mediados de 1964 fuera fundada por Manuel Galich al frente de un grupo de entusiastas amantes del teatro, empeñados en visibilizar un movimiento escénico que comienza a conquistar con éxito escenarios de otras latitudes –como se afirma en la nota editorial del primer número de la revista–, Conjunto ha recogido y ha difundido la labor de innumerables artistas y grupos teatrales, ha reflexionado sobre tendencias estéticas que marcan la creación y sobre el papel del teatro frente a la historia y la realidad latinoamericanas y caribeñas, ha indagado en experiencias periféricas y en nuevos caminos, y ha multiplicado y renovado las voces que hacen visible la vida de la escena de nuestra América. La nota de “Presentación” del número 1 también comenta: “Asistimos al surgimiento y al robustecimiento del teatro latinoamericano y ello tiene enormes implicaciones respecto a la madurez de nuestro ser social, cultural y político”, y anuncia que: Por ello, la Casa de las Américas ha considerado que es necesario crear un órgano de difusión de ese movimiento teatral latinoamericano. A esa convicción responde el aparecimiento de esta revista. Sus páginas se abren desde ahora para todas las expresiones teatrales latinoamericanas. Su aspiración es contactar al público de América Latina con la obra de sus creadores y realizadores de teatro. Creemos que es un elevado propósito y un buen servicio a la cultura latinoamericana. Y estamos seguros de lograrlo. Cincuenta años después, cuando aún tenemos vívido el espíritu de la conmemoración del centenario de Galich, su impronta sigue viva, mientras multiplicamos las redes que él creó, y mantenemos la seguridad de que con ellas, la publicación seguirá creciendo. A continuación, y como primera escala de un espacio de cumpleaños que cederemos a amigos y colaboradores para abrir los cuatro números de este año, seis teatreros saludan nuestros primeros cincuenta años. 50 AÑOS DE CONJUNTO

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La revista Conjunto celebra en este 2014, cincuenta años de vida ininterrumpida, lo que la hace hoy la publicación

especializada de teatro latinoamericano más antigua y sistemática. Desde que a mediados de 1964 fuera fundada por

Manuel Galich al frente de un grupo de entusiastas amantes del teatro, empeñados en visibilizar un movimiento escénico que

comienza a conquistar con éxito escenarios de otras latitudes –como se afirma en la nota editorial del primer número de

la revista–, Conjunto ha recogido y ha difundido la labor de innumerables artistas y grupos teatrales, ha reflexionado sobre

tendencias estéticas que marcan la creación y sobre el papel del teatro frente a la historia y la realidad latinoamericanas y

caribeñas, ha indagado en experiencias periféricas y en nuevos caminos, y ha multiplicado y renovado las voces que hacen

visible la vida de la escena de nuestra América.

La nota de “Presentación” del número 1 también comenta: “Asistimos al surgimiento y al robustecimiento del teatro

latinoamericano y ello tiene enormes implicaciones respecto a la madurez de nuestro ser social, cultural y político”, y anuncia que:

Por ello, la Casa de las Américas ha considerado que es necesario crear un órgano de difusión de ese movimiento

teatral latinoamericano. A esa convicción responde el aparecimiento de esta revista. Sus páginas se abren

desde ahora para todas las expresiones teatrales latinoamericanas. Su aspiración es contactar al público

de América Latina con la obra de sus creadores y realizadores de teatro. Creemos que es un elevado

propósito y un buen servicio a la cultura latinoamericana. Y estamos seguros de lograrlo.

Cincuenta años después, cuando aún tenemos vívido el espíritu de la conmemoración del centenario de Galich, su

impronta sigue viva, mientras multiplicamos las redes que él creó, y mantenemos la seguridad de que con ellas, la

publicación seguirá creciendo.A continuación, y como primera escala de un espacio de

cumpleaños que cederemos a amigos y colaboradores para abrir los cuatro números de este año, seis teatreros saludan

nuestros primeros cincuenta años.

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UnA CArtA De AMor

La revista Conjunto es y ha sido un puente, un hilo y un tejido del teatro en la América Latina y el Caribe. Gracias a la Casa de las Américas que la alberga, hemos podido conectarnos entre nosotros y nosotras con el mundo desde un lugar. Un lugar que, al principio, era como un edificio en construc-ción y ahora es una ciudad entera con centenares de teatros abiertos a la diversidad teatral.

Entre nosotros, con pocas excepciones, la mayoría de las revistas de teatro tienen un tiempo efímero y muchas veces, el lugar de origen son las arenas movedizas. En cambio, Conjunto tiene un lugar que se llama Cuba, donde hay una Casa que es como si fuera su hábitat y un albergue donde se habla de teatro y se escribe teatro. Allí, en Conjunto, se ha ido tejiendo el relato en clave de dramaturgia de lo que somos en esta, nuestra América, de lo que queremos ser, de lo que repu-diamos y de lo que añoramos. Y eso nos ayuda a ser de un lugar. Y ese lugar se llama Teatro.

El medio siglo de este Conjunto de la gente de teatro, ha vuelto esta revista necesaria. Es de obli-gada consulta para saber qué sucede en las tablas y qué nos sucede a nosotros las y los teatreros. Medio siglo que ya casi nosotros, los de La Can-delaria, también cumpliremos, nos vuelve resis-tentes y persistentes en un oficio viejo como el primer día en que fuimos humanos porque, con

seguridad la humanidad nace con la celebración y toda celebración es una representación, es decir es una forma de teatro.

No puede Occidente apropiarse de la funda-ción de este arte tan humano como nosotros y nosotras y tan nuevo como lo que el teatro indaga en el asombro y en la hondura de lo desconocido.

Esta vez en nombre mío propio, el del maes-tro, nuestro gran maestro Santiago García, y en el de mis compañeros candelarios que ensayan, ensayamos, todos los días de la vida para enten-der cómo es la condición humana, le deseamos a Conjunto muchas más páginas, muchos más números, mucha más vida para que nos ayude a saber lo que estamos siendo en las tablas y fuera de ellas.

Saludamos a Manuel Galich, que aunque no está, en vida fue el gestor de esta aventura, salu-damos a Marcia Leiseca, cómplice de este viaje constante por el teatro. Y, por supuesto, a su actual directora Vivian Martínez Tabares, quien ha hecho que esta revista, contra el viento y la marea, salga siempre y llegue a todos y todas como la carta de amor esperada.

Patricia ArizaActriz, directora y dramaturga, miembro del teatro La Candelaria

y presidenta de la Corporación Colombiana de teatro

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A fines de los 70 en Chile vivíamos una dictadura instalada con fuerza incontrarrestable. El silencio de los toques de queda, de las editoriales, de los medios de comunicación independientes, era aplas-tante. Una generación entera había quedado sin futuro, y un país que sintió que tocaba al cielo con sus manos, vivía invadido por su propio ejército.

Las grandes alamedas estaban cerradas y el hombre nuevo perdido entre multitudes solitarias que solo se desplazaban en horas de trabajo, a la luz del día… los militares chilenos siempre le temieron a la oscuridad

Juntarse tres personas en una esquina estaba tan prohibido como leer a Neruda, a Machado, a Martí, o escuchar a los Jaibas, a los Quilapallún. Parecía mentira que solo cinco años antes del golpe de estado, Víctor Jara y un grupo de jóve-nes reivindicaban un nuevo camino para la can-ción chilena, inspirados directamente en el último disco de Violeta Parra, difundido en 1967 con canciones emblemáticas como “Gracias a la vida”. Pero a pesar del silencio y el miedo, no lograban cimentar completamente en el alma nacional el olvido, apagar el descontento, el deseo de retor-nar a la vida republicana.

La mayoría de las figuras emblemáticas habían desaparecido y una generación nueva insistía en ser feliz y libre desde trincheras efímeras, desde aulas universitarias, salas de reunión de algu-nas iglesias y sobre todo desde la vida privada de hogares que hoy no tienen registro alguno, y que en ese momento fueron pequeños archi-piélagos en los que el alma libertaria encontraba refugio. Fiestas, sí, ”fiestas de toque a toque”, vale decir, desde que se iniciaba el toque de queda a la media noche, hasta que se levantaba tipo seis de la mañana, en casas como las de Enrique Linh, Teresa Vicuña, Bárbara Martinoya, José María Memet, José Donoso y muchos otros artistas que habrían sus espacios a grupos heterogéneos y de edades distintas, para vivir una bohemia encen-dida a pesar de los guardianes de la infelicidad.

En uno de esos refugios, en casa del mimo chileno Enrique Noisvander (que vivía irónica o mágicamente en calle Ejercito entre Esperanza

y Libertad) junto a una composición que nunca habíamos oído de Silvio Rodríguez, “Canción del elegido” (que el mito local decía estaba dedicada a Salvador Allende), uno de los integrantes del grupo de mimos nos mostró la revista Conjunto.

Venía clandestinamente (como el casete con la música de Silvio) desde Venezuela, del Festival Internacional de Teatro de Caracas, de 1978, en donde Los Mimos de Noisvander habían actuado y encontrado lo que para mucho de nosotros marcó intereses hasta el día de hoy: el teatro de calle. Para quienes en ese momento vivíamos circunscritos a una actividad teatral extremada-mente disminuida, la revista Conjunto fue una ventana al futuro, a ese que sabíamos posible de construir. De diferentes maneras y por el arte de magia de distintos teatreros, la revista nos fue acompañando a través del tiempo.

Para ser fiel al recuerdo de los primeros encuen-tros con ella, debo decir que fue a través de sus ejemplares que contactamos con reflexiones de festivales como el de Teatro Clásico de España en 1978 y 1979. Leímos sobre grupos activos en el Festival de Sitges, interiorizándonos de las accio-nes parateatrales, de los principios de un teatro popular y poco después, de la convocatoria a un Tercer Teatro que proclamaba Eugenio Barba.

Fue directamente desde sus páginas o a tra-vés de señales que ella nos mostraba, que fuimos rehaciendo un mapa de lo posible y escuchando con claridad voces para ese momento tan signi-ficativas como la de Carlos Jiménez, director del grupo Rajatablas, una luz que ayudó muchísimo al andar de un Chile obligadamente ensombrecido.

Luego vendrían las décadas del 80 y el 90, y la Revista Conjunto era posible de encontrar en una librería emblemática de Madrid… de donde la atesorábamos muchos de nosotros para nutrir la actividad teatral que, en lo personal, desarro-llara, primero en España inspirado en grupos como Comediants y posteriormente en Francia como miembro del Théâtre du Soleil. Solo puedo decir que al leerla hoy, siento que comparto con una compañera de ruta que a sus cincuenta años, está tan joven y bella como la revolución.

Pedro CeledónCrítico e investigador teatral chileno

noviembre de 2013

reviStA Conjunto: eL teAtro De toDoS LoS Sin teAtro

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QUé SeAn Sin CUentA

Tener a la Revista Conjunto durante cincuenta años es tener la guía de lo que es y lo que puede ser el Teatro Latinoamericano contemporáneo; es acceder a un lugar de encuentro cuando el vernos es imposible, porque el tiempo y el espacio no nos lo permiten. En Conjunto confirmé que perte-necemos a un continente que hace poesía en el aire con letras y con cuerpos; que podemos apro-piarnos de mundos imaginados por otros para re-formular los nuestros; que hacemos teatro oficial además del “otro” teatro en/desde/ante/por/con y junto a la dramaturgia latinoamericana; que somos Atahualpa del Cioppo, Boal, Malayerba, Yuyachkani, Patricia Ariza, Buenaventura, San-tiago García, Dragún, Brecht, Beckett y que tam-bién somos Adyanthaya, Cardona, Hernández, Pregones, desde una isla caribeña y desde otra isla en el exilio obligado junto a múltiples tea-tros del continente; porque Conjunto reconoce a Puerto Rico como parte del teatro de la América Latina desde que se fundó.

Pienso en los relatos de la Escuela Internacio-nal de Teatro de América Latina y el Caribe que sólo se encuentran ahí, junto a Dragún, a Osvaldo Dragún, al Chacho.

Pienso en textos como Jardín de pulpos que pasa-ron por nuestros cuerpos y se multiplicaron infini-tamente en los de otros gracias a Conjunto. Pienso en los otros teatros que dejan su huella al marchar junto a los teatros oficiales. Pienso en las teorías y

prácticas compartidas. Pienso y celebro las veces que nos obligaron a dejar consignado nuestro tes-timonio en la revista. Pienso en los nuevos gestos escénicos que seguirán marcando el lugar efímero del teatro para que otros los sigan re-produciendo o cuestionando. (Hoy fui testigo de uno de esos dibu-jos en el aire hechos por Yuyachkani, diez años más joven que Conjunto, en su proceso creador. Tal vez, algún día los describa o no, tal vez es mejor se los lleve el viento…) Con ellos, con y juntos hacemos este oficio de los afectos para que nos afecte y nos haga crecer y creer. Con y juntos consignamos algu-nas memorias y olvidamos otras.

Agradezco la visión de Manuel Galich, el tesón de Magaly Muguercia, el generoso e incansable rigor de Vivian Martínez Tabares y de tantos otros que mantienen viva la continuidad y el deseo de una comunidad de espect-actores teatrales asom-brados por la frondosa copa de esta revista nece-saria que seguirá floreciendo y dando frutos. No podría concebir el espacio teatral del continente, sin ese bosque de papel que nos con tiene.

Queremos más textos, fotos e imágenes, rese-ñas y ensayos de fondo. Sigan labrando en el espejo del precioso metal, las historias, las sen-saciones y emociones, el ritual, los conflictos y desenlaces, la fiesta y el convivio de las artes vivas para que perduren sus reflejos. Qué sean sin cuenta; cincuenta veces sin cuenta.

¡Feliz aniversario de plata, Conjunto!

Rosa Luisa MárquezDirectora, actriz, dramaturga de la escena y maestra puertorriqueña

25 de noviembre de 2013, temporeramente desde Lima.

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¡Conjunto cumple 50! La revista de Teatro Latino-americano, de Casa de las Américas, nos ha acom-pañado a mí y a todos los teatristas de las Américas hispanoparlantes a lo largo de nuestras vidas pro-fesionales. Al examinar mi colección de números de Conjunto, veo que el primero que tengo es de 1974, el número 20, que celebra los 15 años de Casa de las Américas. En ese entonces, Manuel Galich era el director de la revista. Yo acababa de recibir mi Maestría de la UNAM en México, y estaba a punto de partir a los Estados Unidos para iniciar el doctorado. Al re-leer mis primeros núme-ros, lamento (y no por primera vez) que no tengo los anteriores. ¿Cuáles habrán sido los contenidos del número 1? ¿Cómo plantea la revista el tema de “teatro” y “Latinoamérica” –ambos términos euro-peos– dentro del pensamiento revolucionario de Nuestra América en esos tiempos?

En mi colección, el número 20 es un número solitario. Aparte de este número, mi colección vuelve a comenzar, nuevamente de manera fragmentaria, en 1983, con el número 58. Para entonces yo ya era profesora asistente de teatro latinoamericano en el departamento de español en Dartmouth College, Nuevo Hampshire. En la cabecera de la revista, Manuel Galich aparece como fundador y Magaly Muguercia como direc-tora. Durante esos años, según los números que tengo, la revista se organizaba en gran medida en torno a dos propuestas. Una es la perspec-tiva interdisciplinaria que las páginas de Con-junto ponen en evidencia. El número 67 (1986), por ejemplo, está dedicado de manera explícita a “teatro y narrativa.” La otra propuesta es el enfoque en el espacio nacional –es decir, en los

reportajes, ensayos, textos dramáticos de diver-sos países del continente: Venezuela, Guatemala, Costa Rica, etcétera. La organización en torno a lo nacional tiene una gran fuerza analítica, especial-mente en un continente sin infraestructura edi-torial o teatral que permita que los teatristas se conozcan entre sí. En este sentido, tanto Conjunto como las muestras y festivales de teatro de esa época cumplieron la vital función de crear plata-formas móviles y flexibles de encuentro. ¿Cómo saber lo que pasa en Nicaragua, o Honduras, o Haití, o la Republica Dominicana, países olvida-dos por la crítica teatral?

No obstante el énfasis en lo nacional, la visión de Conjunto nunca ha dejado de ser hemisférica. El número 69, sin anunciarlo, está dedicado prin-cipalmente a la recepción de Brecht en las Améri-cas, incluyendo a Canadá y a los Estados Unidos. Brecht, tanto como Boal, Grotowski y otros gran-des teatristas, representa una de las múltiples corrientes que nos obligan a re-pensar el queha-cer teatral como una práctica que reúne lo inte-lectual, lo artístico, lo político y lo ético. El espacio lúdico, sea en el teatro, la fiesta, el ritual, nos ayuda a definirnos como comunidades, a expe-rimentar con ideas y posiciones que se pueden ensayar y cambiar antes de ser implementadas en el ámbito de lo “real”. Entender lo que pasa en el teatro nos ayuda a entender lo que pasa afuera, en un mundo de conflictos brutales y de violencia que sobrepasa a nuestra capacidad de imaginarla o entenderla. Conjunto reconoce que el teatro es un espacio necesario para la formación de una identidad local, nacional, hemisférica e interna-cional. Los ensayos en el número 60 (1988) se

Conjunto Se LAnzA hACiA eL fUtUro

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pueden leer como índice de la situación política en Latinoamérica en los 80: “el teatro es un acto de solidaridad”, “el teatro como arma de lucha”, “el teatro y el exilio”. Hay que añadir, sin embargo, que la “identidad” en la revista durante los años 80 aún no se piensa en relación al género, la raza o la orientación sexual. En 1987 Magaly Muguer-cia se refiere al encuentro del “hombre latinoame-ricano con sus raíces y los conflictos centrales de su existencia” sin darse cuenta que la formulación misma imposibilita muchas formas de conceptua-lizar la identidad. No es hasta 1998 que se publica Teatro y feminismo, en el número 108 de Conjunto, ahora bajo la dirección de Rosa Ileana Boudet.

Hasta el año 2000, yo fui solo una lectora más de Conjunto. Fue entonces que visité la Casa

de las Américas para invitarles a unirse al Insti-tuto Hemisférico de Performance y Política (ins-titutohemisferico.org). Desde entonces, Vivian Martínez Tabares, su actual directora, ha par-ticipado en el trabajo del Instituto de manera permanente. Los Encuentros del Instituto Hemisférico han sido prominentemente refleja-dos en las páginas de la revista, y el Instituto se reconoce como un espacio más en esta red vital de colaboración, exploración y circulación en torno al teatro y el performance en las Amé-ricas. Conjunto siempre ha sido un valiosísimo recurso y una gran inspiración. Ahora, con su nuevo formato y su presencia digital, Conjunto se lanza hacia el futuro, hacia sus próximos 50 años! ¡Felicidades!

Diana Taylorinvestigadora, fundadora del instituto hemisférico de Performance y Política

y profesora del Departamento de estudios de Performance y de español, Universidad de nueva York

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Ché, Conjunto: ¡se te ve muy bien!Madre: cuando nací al teatro tú estabas prohi-

bida en mi país. Pero, como yuyo bueno, a pesar de eso, te prodigabas en escondites en las casas de los artistas y hasta en algún sótano telerañoso de teatros temerarios. Para ponerlo más claro: estar en posesión de uno de tus ejemplares podía significar muchos problemas, incluida la cárcel, la tortura, la pérdida del trabajo, y cosas así. ¿Les daba miedo una revista de teatro cubana a los señores de aquel orden? Sí. Era molesta y peli-grosa: mire si a alguien se le ocurría saber más sobre el sufrimiento de nuestros pueblos, sobre sus luchas; mire si por ahí se ponían a hacer un teatro que no fuera solo de pasatiempo o de obse-cuencia con los dictadores. Fíjese usted si se daba a conocer alguna pieza dramática que cuestionara el estado de las cosas. Mire si se entreveraban el arte y lo social y daban a luz un engendro capaz de estremecer a la gente…

Así que, las primeras veces que te leí, fue casi a oscuras, con bastante temor y mucha, pero mucha emoción.

Perdoname si no recuerdo de qué asuntos hablaban aquellos ejemplares de 1980, pero sí tengo muy presente cómo latía mi corazón. Eran las fascinantes taquicardias de caminar por la cornisa de la censura y, aunque fuera un poqui-tito, vencer al enemigo con una bocanada de tea-tro inteligente.

En la memoria de mis dedos están tus hojas de aquellos tiempos, que se parecían a esos mazos de naipes viejos, impregnados del furor de tantas manos.

Los sueños del arte y la libertad nos ayudaban a vivir: gracias por la parte de eso que pusiste vos.

Después, cuando terminó la dictadura cívico militar uruguaya y tu clandestinidad, leí de corrido, en unos cuantos días, todos los números que había en El Galpón, que eran muchos, porque la gente que los encontraba perdidos en las casas y en los sótanos, los llevaba allí, como a un lugar natural.

Y fuiste madre y maestra. Madre, porque cuando nos pensamos gente

sin hermanos, sin Latinoamérica, y nos sentimos tan al sur de todo, tan lejos, tan mirando a los nortes ricos solamente, nos pusiste en mapa, nos ayudaste a ser parte de un movimiento, nos diste compañía, nos ofreciste espejos. Y entonces se agregó un nuevo sentido a lo que hacíamos y se sumaron las energías y se juntaron los esfuerzos.

Maestra, sí, porque la teoría del teatro, la crí-tica, la dramaturgia del momento, nos las hiciste llegar a partir de una mirada diferente, la tuya, la de américalapobre, y pudimos incorporar a nuestro pensamiento ladeado nada menos que la parte del mundo en que nos tocó vivir.

Y así con los años, vieja, te hiciste mi compa-ñera. Cuando una ya anda sabiendo un par de cosas, es tiempo de las nuevas preguntas y de las dudas a la vuelta de cada certeza. Entonces estás ahí, como siempre, a pesar de la dificultad y los desconciertos.

Sos un lugar para el encuentro, lo que no es poca cosa en una época que es más lo que deshi-lacha que lo que teje.

Seguís haciéndonos llegar la luz tuerta de los faros del fin del mundo, para que no nos olvide-mos de hermanarnos, construir y crear.

Por todo esto y tanto más, gracias compañera. ¡Salú, revista, salú!

Raquel DianaActriz y dramaturga uruguaya, miembro del teatro el Galpón

LA CinCUentonA

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Una buena biblioteca es quizá el mejor regalo que puede heredarse de una familia de filólogos. No un cúmulo de libros y revistas sino una selección amasada por años, un matiz clasificado y caótico a la vez, un juego de combinaciones literarias. En mi vieja casa de La Víbora, en la zona sur de La Habana, conservamos una habitación inmensa col-mada de estanterías: ediciones nuevas y antiguas, incunables y manuscritos. Todo rigurosamente organizado, primero por mi abuela, Mercedes Pereira, que se graduó de maestra en la década de los 40 y ejerció de profesora de literatura hispano-americana por más de medio siglo, y luego por mi madre, Mercedes Melo, que estudió esta especiali-dad y hoy cultiva la narrativa y el ensayismo.

En medio de la pared que guarda los volúme-nes de Latinoamérica se encuentra una de nues-tras colecciones más preciadas: la revista Conjunto. Ocupa casi dos metro de ancho y luce un aspecto sólido, intensivo, compacto, como una enciclope-dia poderosa.

Recuerdo el buen ánimo con que mi abuela me contaba de la fundación de la Casa de las Améri-cas en los años tempranos de la Revolución y el

valor que el teatro tuvo desde el inicio, el impulso de su amigo Manuel Galich –también su colega de despacho en la Facultad de Artes y Letras de la Uni-versidad de La Habana– para proponer un espacio de reflexión en torno a la escena de Latinoamé-rica y el Caribe, los primeros festivales de teatro y la fundación de Conjunto como núcleo de todas las acciones. Por otra parte recuerdo la visión de mi madre de “el maestro” Galich, que le enseñó Literatura Precolombina durante la carrera y que estaba abierto al trato con los alumnos siempre que la relación se basara en la avidez de conoci-miento. En la perspectiva que mis dos Mercedes tenían del autor de El tren amarillo destaca la voca-ción por transmitir la herencia cultural, por darle cuerpo a la memoria del teatro de Nuestra Amé-rica mediante textos e imágenes que componían el perfil de una publicación periódica rica y consis-tente, por defender desde la investigación y la fic-ción escénicas una verdad que nos ensambla a los latinoamericanos en el marco de la Patria Grande.

Mi devoción por lo que Conjunto representa tiene su origen, pues, en ese punto: en entender que la memoria del oficio teatral es frágil y merece ser,

Un PoLieDro De SAbiDUríA

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más que perpetuada, protegida. En la certeza de que la historia de Latinoamérica ha sido una región frágil y manipulada por los circuitos de poder, y que al teatro no le basta con su efímera existencia, sino que necesita, como complemento de vida, un ámbito de discusión, repaso histórico, teorización, sueño ficcional. Una red que acompañe en tiempo presente la práctica de los escenarios y los analice en comunidad, ponga en espacio acciones alejadas y las conecte, las haga fluir, las devuelva como sis-tema. Esto ha sido durante cincuenta años, y sigue siendo, Conjunto, en la etimología y en la práctica: una comunidad en red, un poliedro de sabiduría.

Cuando saco un ejemplar de Conjunto de mi biblioteca en La Habana, cuando pido a mi madre que me escanee y me envíe por email algún artí-culo memorable que necesito para mis clases en Madrid y solo puede encontrarse allí, me recon-forta advertir la huella de los años. Los bordes gas-tados, las anotaciones al margen, el color ambarino de las páginas. También, como editor acucioso, me ilusiona ver cómo ha ido transformándose el estilo de la maquetación de textos, la colocación de ilus-traciones y fotografías, el diseño de las cubiertas.

Es el cúmulo de diez lustros de voluntad, de per-sonas sabias que han dedicado años de su profe-sión, como las admiradas Vivian Martínez Tabares y Rosa Ileana Boudet, para que la tradición de esta maravillosa revista –todo lo que como institución Conjunto representa– siga siendo experiencia viva.

Conservo con especial cariño un número dedi-cado al teatro de la América indígena donde leí por primera vez la Comedia-bailete del Güegüence o Macho Ratón. Fue justo hace quince años, durante mis estudios en el Instituto Superior de Arte, cuando mi profesora de Teatro Latinoamericano y Cari-beño, Dianik Flores Martínez, me sugirió preparar un seminario sobre los orígenes de la escena nicara-güense. Tiempo después yo mismo impartiría esta materia a los jóvenes estudiantes del ISA. En esos años iniciáticos la compañía de Conjunto se tornó, más que necesaria, indispensable en mi formación.

Hoy por hoy me alegra ser un colaborador asi-duo de la revista y pensar siempre en compartir desde ella mis visiones latinoamericanas. Me enor-gullece contar con un espacio, por muy pequeño que sea, en las páginas de esta colección mítica que desde niño he sentido tan cerca.

Abel González MeloDramaturgo cubano

Madrid, noviembre 2013m