la revolucion del 34

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    LA REVOLUCION DEL 34

    EN AVILESLos cinco das de revolucin en Avils, se divulgan ampliamenteen dos libros a partir de 1935: el diario de campaa del generalEduardo Lpez Ochoa, que narra con detalle la llegada de lacolumna a su mando el DIA 8 de octubre y la derrota de laRevolucin el DIA 9; y el panfleto del periodista reaccionario

    Julin Orbon. Estos libros, de amplia circulacin en 1935 y 1936,son rescatados por los historiadores de derechas de aosposteriores. No corre la misma suerte la crnica novelada deMaximiliano lvarez Surez, editada en Madrid en 1936 y quedesaparece de libreras y bibliotecas en 1939. Desde luego, no sehace pblico el testimonio levantado por un grupo de presos de laCrcel Modelo de Oviedo a principios de 1935, que se va al exilioen 1939 en las maletas de Mariano Moreno Mateo, abogadosocialista, y diputado por Asturias. Son por lo tanto las dosprimeras fuentes las que harn la historia oficial sobre los sucesosde Avils. Historia oficial que como se vera resulta muydiscutible.En fin, esta es la historia... O ms bien, las dos historias.

    SIN F USILES

    Durante toda la noche del DIA 4 al 5 de octubre, el ComitRevolucionario de Avils formado por socialistas y cenetistaspermaneci a la espera de las armas. A las seis de la maana, envista de que no aparecan por ningn lado, se lanzo elllamamiento a la huelga general, y se repartieron treinta pistolasCesar con tres cargadores cada una a los militantes de masconfianza.

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    Sobre el centro de la ciudad van afluyendo grupos sueltos dehuelguistas a la espera de una orden, o de alguna muestra demnima coordinacin. La orden de huelga general ha sido recibidacon fervor por los trabajadores de todas las tendencias.

    Maximiliano lvarez, miembro del Partido Comunista, querecorre la ciudad con un dirigente de las Juventudes Socialistas,cuenta:

    El Comit Revolucionario de Avils se constituye de formaprovisional con seis militantes: ngel vila, empleado de unafirma consignataria, de la UGT y JS; Jos Maria Rodrguez, UGT,tranviario; Severino Cienfuegos, maquinista del taller de la Juntade Obras, UGT, radical socialista; Valentn Dintn, de la CNT;

    Granda, UGT (sin representacin socialista -- haba sidoexpulsado del PSOE por un problema de manejo de fondos--,elegido por ser hombre valiente y muy capaz), metalrgico; y secompleta con Emeterio, miembro del Partido Comunista que haingresado en la Alianza en esa misma maana.

    A las tres de la tarde, el alcalde, Bernardo Garca y Rui-Gmez convoca una reunin de las : jueces,comandante de la Guardia Civil, de carabineros, subdelegado de

    Marina.

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    Se decide mantener fuerzas en la calle, para dar sensacin deautoridad. De Oviedo se contesta con evasivas a la peticin derefuerzos que hacen constantemente del Ayuntamiento de Avils,a pesar de que no ha sonado un solo tiro en la ciudad.

    El alcalde concentra en el Ayuntamiento las fuerzas queposee: 23 guardias municipales; 16 carabineros al mando delteniente Daniel Alonso; 18 guarda-jurados de la asociacinpatronal; dos marineros de la subdelegacin Martima, dosceladores y nueve guardias civiles del puesto de Avils a los quese sumaran 30 mas de Villalegre, Miranda, Salinas y Castrillonque han recibido la orden desde Oviedo de concentrarse all;jueces, civiles de los partidos de derecha y funcionarios. Total, un

    centenar de hombres con fusiles.Los guardias civiles hacen una salida para declarar el Estado

    de Guerra y colocar el bando. La multitud los rodeaamenazadorarnente. La indecisin del Comit Revolucionario queen ese momento poda haberlos atacado con pistolas, se paga cara.

    Valentn Dintn dir aos ms tarde:

    Pero todo se limita a una tensa calma.

    Julin Orbon, el periodista reaccionario que se ha instalado enel Ayuntamiento, cuenta:

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    Minutos despus llegaba a la alcalda manifestando elseor oficial a la primera autoridad local que le fuera imposiblecumplimentar la orden porque las calles inmediatas al centro deSociedades Obreras hallabanse invadidas por una muchedumbre

    en actitud levantisca y consideraba temerario proceder a laclausura sin los resortes necesarios para imponer el principio deautoridad.>>

    La calle no es de nadie, o ms bien, la calle seria de la Revolucinsi esta se atreviera a tomarla. Pero la indecisin provocada por lafalta de armas inmoviliza al Comit.

    El Partido Comunista rene a sus militantes, da la consigna deobtener armas como sea, y lanza a un pequeo grupo hacia elAyuntamiento, solo para encontrarlo rodeado por guardias civilesy carabineros.

    Sin que haya mediado provocacin, las fuerzas delAyuntamiento comienzan a disparar para dispersar a la multitud.

    Carreras e impotencia. Los pequeos acontecimientos sesuceden:

    Orbon cuenta que, al anochecer, se cruza por la callecon una banda de chiquillos que al verlo gritan: .

    El Comit Revolucionario espera un camin con armas queenviaran desde Oviedo. Anochece. El camin nunca llega.

    Dintn recuerda que en la noche comenz a organizar lafabricacin de bombas de mano con latas de pimientos. Algunasde estas bombas estallaron en el curso de la noche, incendiandouna de ellas el peridico de Orbon: ,al que los revolucionarios acusan de haber desdesu casa a los huelguistas hiriendo a un trabajador y a un nio. Elincendio se extiende a las casas vecinas.

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    En la noche, los guardias civiles y carabineros hacen unadescubierta y unos cuantos tiros de pistola de los grupos querodean al ayuntamiento los ahuyentan.

    Maximiliano lvarez, que ha salido de Avils en busca delcamin que debera transportar los fusiles observa:

    ofrece el aspecto de un campamento de guerra durante unataque del enemigo. Se suceden las descargas y menudean lasexplosiones de bombas o petardos. El alumbrado elctricotiembla y se estremece bajo el estruendo de las detonaciones.Algunas luces se apagan. Los estampidos resuenan al otro lado

    de la ra con ilimitada prolongacin lo mismo que el tronar detormenta. Y todo esto, para nada. Plan de ataque en serio, noexiste ninguno. Los compaeros colocan bombas o petardos donde quiera y

    como quiera, y la fuerza pblica hace descargas cerradas contrala menos sombra que columbra

    En la maana del seis, el Comit desesperado, discute las

    posibilidades de un ataque directo al Ayuntamiento, pero tan slocon pistolas y una pequea dotacin de escopetas que se hantrado de los pueblos cercanos, seria un suicidio intentar algo, masan cuando los guardias civiles que se han concentrado de toda lalnea suman cerca de 50.

    A media maana, tras una breve arenga, un grupo decomunistas al que se une un joven socialista, salen por armas.

    Maximiliano lvarez hace una descripcinabrumadoramente lrica del pequeo combate

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    los cerrojos. Tentacin irresistible. El corazn palpita en el pechoy se estremece de ansiedad. Relucen las pistolas apuntando a losuniformes, y suenan unas exclamaciones en el aire. Manos arriba!

    -- Entreguen las armas!Dan un paso atrs haciendo ademn de defenderse de lainesperada acometida y el camarada Ortiz, con inusitada rapidezhace dos disparos, despide humo la pistola y los carabinerosruedan al suelo heridos. Ayes y quejidos. Hilos de sangreresbalando por los uniformes. Aceleramiento y ruido de correajes,al despojarlos del armamento. En un dos por tres se realiza laoperacin.>>

    Axial se hace la Revolucin con sus dos primeros fusiles.

    En la tarde, reaccin de los guardias del Ayuntamiento,que hacen una salida disparando contra los grupos de huelguistasque hay en el parque.

    Carreras, un herido.

    Dos horas despus, nuevamente el parque esta lleno. Sesiguen esperando armas. Nueva salida de los guardias. Loshuelguistas retroceden hasta el muelle donde se parapetan yrelucen las pistolas. Los guardias y carabineros no insisten.

    En la noche, se intenta un ataque contra los carabineros

    que han tomado la fbrica de luz utilizando los dos fusiles. Elgrupo de revolucionarios usa como refugio el chalet del dirigentereformista Manuel Pedregal, ex ministro de la Dictadura de Primode Rivera, al que se decide tomar cautivo. El ataque fracasa.

    El DIA 7 el Comit decide concentrar las fuerzas en elbarrio de Sabugo, que queda totalmente bajo el control de losrevolucionarios. Mnimamente, se organizan los abastos, y llegan

    de Villabona , en un tren conducido por huelguistas, tres o cuatro

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    mosquetones y una carabina, viejos y en muy mal estado, conmuniciones para un da escaso de combate.

    Corre el rumor de que un barco de guerra va desembarcar enAvils, y el Comit decide hundir un mercante a la entrada de la

    ra.

    Habla ngel lvarez:

    Se eligi el Aadir, un mercante vasco de tres miltoneladas. El Capitn era un vasco muy terco que se quera quedardentro de l con un canario que tena

    Habla Dintn

    Se pidieron voluntarios, salieron Selino, Juan el exquisito,los hermanos Barraqueros y Pena. Se utiliz la dinamita robadade aquel famoso polvorn. Despus de una maniobra excelente sele vol en medio de la ra. Quedaba el puerto bloqueado.

    Sale para Trubia una camioneta a pedir armas. En la noche

    vuelve con cinco rifles, quinientos cartuchos, granadas de mano yalgunos cascos de acero

    La situacin contina estancada. El ayuntamiento es de lasfuerzas del gobierno; el barrio de Sabugo, la Estacin y el Puertode los revolucionarios. El Comit revolucionario nunca lo sabr,pero las fuerzas sitiadas en el Ayuntamiento, se encuentrantotalmente desmoralizadas, y estn pensando en abandonarlo.

    LA ENTRADA EN AVILS

    En la maana del da 8 el Comit revolucionario decidelanzar un ataque en forma contra el Ayuntamiento y se

    distribuyen las municiones para los doce fusiles con que secuenta.

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    En eso, el rumor de que vienen por Piedras Blancas dos camionesde Guardias Civiles hace que el Comit tras darle vueltas a la

    informacin, se ponga de buen humor. Los guardias civilespueden proporcionar las armas tan necesarias para el ataque alAyuntamiento. Se prepara una barricada por el punto en que sesupone han de llegar y se emboscan a los lados de la carreteragrupos de revolucionarios.

    Maximiliano lvarez cuenta:

    Se oyen ruidos de motores. Levantamos la cabeza ymiramos al espacio creyendo que son aviones, pero no vemos uno

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    en toda la inmensidad que alcanza nuestra vista. Damos la vueltapara mirar a la espalda y tampoco se divisa nada. El ruidocontina en aumento, acercndose cada vez ms. Ya se precisa elsonido con mayor exactitud. Es de camiones. Andamos unos

    pasos en direccin donde parte para salir de dudas. Por lacarretera de San Juan en lnea recta avanza una larga fila decamiones, autocares abarrotados de tropa, con traje de campaa.Los siguen detrs coches de turismo. Miramos con prismticos.En algunos lugares traen ametralladoras emplazadas

    A pesar de la sorpresa, el jefe del grupo decide resistir.

    Escribe el General Lpez Ochoa

    no bien la compaa de vanguardia se aproxim a lalnea frrea que cruza la carretera en uno de sus barrios de lasafueras, fue recibida con nutrido tiroteo y se inici el combate. Elbatalln contino su avance a lo largo del camino que, pasandopor la orilla del muelle de la ra, conduce al interior del casco dela ciudad, siendo batido por fuego de fusilera por el frente y

    ambos flancos, pues tambin se nos tiraba desde el otro lado de lara, y obligando a desplegar la fuerza, que no se detuvo un puntoy avanz lentamente, desalojando al enemigo y venciendo estaresistencia. Ms tarde tambin recibamos fuego por laretaguardia. En vista del serio aspecto que presentaba la situacin,lance una Compaa por nuestra derecha (la izquierda se apoyabaen la ra), que envolviera la estacin del ferrocarril y depsito dematerial, que eran los puntos desde donde con ms furia se nos

    hostilizaba, y esta fuerza que lo ejecut con gran bizarra y sumadecisin, hizo huir al enemigo en desorden, hacindole ms bajas,y me trajo ms de ochenta prisioneros, sin armas, que,indudablemente, en su mayora, haban tirado o escondido, nodando tiempo la premura del caso para ejecutar un registro ycerciorarse.

    El informe de los presos de la Crcel Modelo y el

    testimonio de Valentn Dintn coinciden en afirmar que losdetenidos eran paisanos ajenos al movimiento revolucionario,

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    recogidos en el barrio de los Telares prximo a la estacin dondeno haba fuerzas de la revolucin. La enorme mayora hombres deedad mediana.

    Es evidente que no podan tener armas porque nunca las

    haban tenido. Con doce fusiles, treinta escopetas y treintapistolas se ha detenido una columna militar de ms de trescientossoldados, que cuenta con varias ametralladoras. Y eso teniendo enla retaguardia otro centenar de guardias civiles y carabinerosarmados.

    El Ejrcito ha sufrido un muerto y quince heridos. Losrevolucionarios han tenido tres bajas.

    Lpez-Ochoa se instala en unos grandes almacenes que se

    encuentran a orillas de la ra, los almacenes Balsera. Ah,utilizando los rehenes tomados en Pravia, Piedras Blancas y losTelares, se comienza a construir una barricada con sacos de salsacados de un almacn cercano.

    Valentn Dintn al mando de un grupo de veinticincohombres contres mosquetones, escopetas y botes de pimientosque estaba efectuando un registro en el banco buscando pistolas,

    mientras su grupo cubra el Ayuntamiento desde el Gran Hotel,escucha los tiros que vienen de la carretera de Soto del Barco. Alver la situacin piensa:

    Si hubiramos tenido armas no sale ni uno.

    Lpez-Ochoa se encuentra desconcertado. Ha tenido laprimera oposicin seria desde su salida de Lugo. No tiene guas

    de confianza, desconoce la cantidad de enemigos que le esperan yle estn batiendo, no sabe lo que ha sucedido en Avils. En estascircunstancias, ordena prepararse para pasar la noche en losalmacenes.

    El informe de la Crcel Modelo cuenta:

    De que las fuerzas empleadas como auxiliares en la

    construccin de las trincheras empiezan a caer algunos; unosmuertos y otros heridos, dndose la circunstancia tambin, de que

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    los detenidos estn cubiertos de los tiros de los revolucionariospor la misma trinchera que estaban levantando, mientras que lossoldados a sus espaldas disparaban desde los edificios en queestaban parapetados. Todas estas circunstancias son favorables a

    la seguridad de que estos muertos y heridos lo fueron por lospropios soldados.

    Segn testimonios de los detenidos hay choques verbalesentre Lpez-Ochoa y alguno de sus oficiales que se encuentranmuy nerviosos por las bajas sufridas. A consecuencia de estaactitud un prisionero herido es arrojado a la ra. Quedan otros dosgravemente heridos.

    El Comit mientras tanto ha dado orden de replegarsehacia el barrio de Sabugo, porque las fuerzas encerradas en elAyuntamiento han hecho una tmida salida el Parque.

    Maximiliano lvarez cuenta como el dirigente de lasJuventudes Socialistas y un comunista llamado Ortiz deshacenel ataque saliendo a pecho descubierto a enfrentarse a losguardias, haciendo caer a uno al que le quitan de inmediato elfusil y el correaje.

    Esta pequea victoria permite que nuevamente se establezcael cerco de las dos fuerzas gubernamentales. Lpez-Ochoa recibea travs de un capitn de sus tropas que ha hecho una descubiertay enlazado con el Ayuntamiento un informe de la situacin. Uninforme adecuado a los que llevan all cuatro das sitiados. Ledicen que hay un millar de revolucionarios en armas y queamenazan volar el Ayuntamiento esa misma noche, El generaldecide atacar al amanecer,

    Habla Lpez-Ochoa:En cuanto cay la noche, aprovechando su oscuridad,

    envi al capitn Martnez Ostendi, de que he hecho referencia, yque se me ofreci voluntariamente, para que, como conocedor delterreno, se pusiese de nuevo al habla con los sitiados en elAyuntamiento y regresase acompaado por una de lasresoluciones por mi adoptadas y de mis planes para el siguiente

    da, ponindome de acuerdo con ellos. Ello se realiz sinnovedad, viniendo al cabo de media hora con el capitn el oficial

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    de carabineros, acompaado por una pareja de la Guardia Civil yotra de su instituto. Le hice saber mi firme voluntad de no enviardurante la noche fuerza alguna para reforzarles por los riesgosindudables que ello implicaba en aquellos momentos,

    convencindoles de que era seguro que estando el Batalln a tancorta distancia, y habindoles batido, no se atreveran los rebeldesa atacarlos y mucho menos a realizar sus amenazas, pero que entodo caso, si eso llegase a suceder contra mis previsiones,tuvieran la absoluta seguridad de que seran auxiliados en el acto,pues sacara las fuerzas y los atacara a mi vez por la espalda.Consegu con estos argumentos tranquilizarlos en parte, y despusde quedar de acuerdo respecto al plan para el siguiente da, se

    retir el oficial con los carabineros, quedando la pareja de laGuardia Civil para servir de guas en la madrugada siguiente,incorporndose sin novedad al Ayuntamiento los primeros.

    Yo, despus de reunido con el Jefe de Estado Mayor, el deBatalln y los capitanes del mismo, con objeto de estudiar yredactar el plan de ataque para el siguiente da, con todos susdetalles y pormenores, me retir a descansar breves horas enespera de los acontecimientos, transcurriendo la noche sin ms

    novedades que algn disparo aislado, y sin que los rebeldes seatrevieran, como yo haba vaticinado, a ejecutar sus amenazas.

    En el curso de la noche se han terminado las municiones delas escopetas. El Comit ordena que segn se vayan terminandolos cargadores de los fusiles se vayan retirando del barrio losrevolucionarios, escalonando los puestos de defensa. Se espera asretrasar an ms la marcha de la columna. Amanece el da 9,

    Sabugo se encuentra solitario. En el curso de la noche, todos losgrupos se han retirado abandonando Avils.

    Habla Lpez-Ochoa

    En Avils, una hora antes de amanecer, el Batalln nmero12 se encuentra formado y dispuesto a emprender el ataque contralos rebeldes.

    El espritu de esta tropa, que durante el primer da demarcha (da 7) al salir de Lugo durante las primeras veinticuatro

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    horas, se hallaba como amodorrado y algo deprimido,obligndome a frecuentes intervenciones para levantarlo, teniendoa cada paso que reprender y censurar enrgicamente esta aparenteapata, estimulando a la oficialidad y a los mismos soldados con

    frases en ocasiones despectivas para picar su amor propio, lo quelleg a ocasionarme por el derroche que tuve que hacer de fuerzasy energa, momentos de desesperanza, haba reaccionadobrillantemente con mis repetidos esfuerzos, y los encuentrossostenidos la vspera, primero en Soto del Barco y luego enAvils, a nuestra llegada, haban levantado la moral del Batallnde modo insuperable, sintindome ya completamente tranquilo ysatisfecho de aquellos soldados, al observar este fenmeno,

    seguro de poder conducirlos a la victoria, y as se lo hice saber alos oficiales y tropa la noche anterior, a raz del combate, nomostrndome parco en mis elogios. Por cierto, que al felicitar asolas a su Jefe, el comandante Manso, por su actuacin, como lemostrara mi extraeza por este cambio de conducta tan repentino,me contesto textualmente: Mi general, usted olvida que somosgallegos y estbamos dormidos, usted ha sabido despertarnos.

    Antes de emprender la operacin, an de noche, comoquiera que el nmero de prisioneros que haba reunido, y que erasuperior a un centenar, me embarazase notablemente, y por otraparte, unos ochenta de ellos haban sido cogidos sin armas, ysegn los guardias civiles de Avils que all pernoctaron, no habaantecedentes contra ellos, decid pone en libertad inmediatamentea estos ltimos, a excepcin de dos de ellos, que conserv parauna misin que narrare. Y, acompandolos yo mismo,

    personalmente, los conduje hasta fuera del parapeto a cortadistancia, dndoles suelta en direccin a las afueras del poblado.

    Seguidamente sali la compaa del Capitn Martnez Ostendicon dos ametralladoras, dirigindose al Ayuntamiento dondedeba situarse para coadyuvar el plan de ataque, llevando consigolos dos prisioneros cogidos sin armas a que acabo de haceralusin, quienes, portadores ambos de duplicado escrito que haba

    preparado la noche anterior, escrito que se hallaba redactado enlos siguientes trminos: El General en jefe de las tropas de

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    operaciones en Asturias al jefe de los revoltosos en Avils.Requiero a usted por el presente escrito para que en el plazoimprorrogable de dos horas, a partir de su recibo, se retire ydisuelva abandonando las armas, en la inteligencia de que de no

    efectuarlo as, sern fusilados los veinticuatro prisioneros rebeldesque, cogidos con ellas en la mano, se encuentran en mi poder, y acontinuacin les atacare a ustedes sin contemplacin alguna,fusilando en el acto a cuantos rebeldes sean apresados haciendoresistencia a las tropas a mi mando deban hacer entrega delmismo a los revoltosos que en las inmediaciones delAyuntamiento de encontraban sitindolo. El resto del Batallnaguardo preparado la ejecucin del movimiento.

    No haba transcurrido an media hora de la salida de lafuerza cuando recib noticia por conducto de un oficial de lacompaa destacada, de que el enemigo haba huido durante lanoche abandonando gran nmero de armas en las inmediacionesdel Ayuntamiento, y sin que hubiera sido posible entregar miescrito a los prisioneros encargados de esta comisin, pues nohaban encontrado a nadie armado ni quien siquiera hacerse cargodel documento, la noticia me produjo la natural alegra, pues me

    permita seguir la marcha a Oviedo sin ms dilacin, y en el actoorden la evacuacin de los almacenes, as como la de las bajasque habamos sufrido el da anterior, transportando a los heridosal hospital de Avils. Hice pedir al Alcalde que sin prdida demomento se racionase a mi tropa con lo que a mano hubiese enella, y mientras estas operaciones se ejecutaban con gran premura,reorganizando la columna de camiones sobre la carretera, midirig en coche rpido hasta el Ayuntamiento.

    La llegada de Lpez-Ochoa hasta el Ayuntamiento desata el jbilo de las fuerzas concentradas all, Jbilo que se troca endesconfianza cuando el general les informa de sus planesinmediatos, desconfianza que se vuelve desconsuelo y temor.Lpez-Ochoa nombra jefe militar de la plaza al juez instructor,que le parece mejor dotado que el alcalde para enfrentar lasituacin. Les deja media caja de municiones y algunas armasrecogidas en las calles de Avils, y parte hacia Oviedo.

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    Orbn que ha perdido su casa en el incendio de lostalleres del diario que diriga, comenta al ver la baja moral de losque quedan en Avils:

    Nunca cre que la cobarda colectiva pudiese obrar

    tales prodigios.Se espera de un momento a otro la vuelta de los

    revolucionarios avilesinos.

    Lpez-Ochoa, mientras tanto se ve detenido por unpuente volado a 6 kilmetros de Avils, y cuando tras cuatrohoras de trabajo forzados para los hombres de su columna, ysobre todo para los rehenes que an lleva, logra franquear el paso,

    se encuentra con que la carretera est llena de rboles derribadosque constituyen un tremendo obstculo. Al fin, con la noticia deque hay enfrente suyo un nuevo puente volado antes de Llanera,decide pernoctar en Sols de Corvera, Un prroco que dio todaclase de facilidades permite que las fuerzas se alojen en laiglesia.

    As acaba el da 9 de octubre. La fuerza expedicionaria ensu avance a Oviedo ha perdido dos das.