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1 La supervisión en la formación psicoanalítica: el análisis y el uso de las teorías implícitas en la práctica psicoanalítica. El objetivo de este trabajo es proponer una reflexión abarcativa sobre el concepto de supervisión y su función en la formación analítica. Se prestará particular atención al uso de las teorías implícitas del analista en la práctica clínica. Se analizará un ejemplo de supervisión utilizando un instrumento conceptual que es el resultado de una investigación cualitativa desarrollada en el ámbito de la European Psychoanalytical Federation. Estudiar la historia de un concepto, seguir su evolución y sus transformaciones, y analizar críticamente sus vínculos con la teoría, son ejercicios útiles en cualquier disciplina. Pero en psicoanálisis, que se caracteriza por un pluralismo teórico creciente y sufre de una insidiosa Babelización terminológica, la aplicación del método histórico-crítico es absolutamente esencial. Es este también el caso cuando consideramos la supervisión. Como todos sabemos, la supervisión se origina en la toma de conciencia de Freud (1910) de la íntima relación existente entre el “ayudar a otros” y el “auto-conocimiento”; es decir, se trata de una derivación del análisis. La directa derivación de la supervisión a partir del análisis del analista se hallaba en el origen de la famosa diatriba entre la Escuela Húngara y todas las demás. Los debates en la Conferencia de los Cuatro Países (Four Countries Conference) 1 (1935 y 1937), y las discusiones relativas a la diferencia entre el ”Kontrollanalyse” (análisis de la contratransferencia de los estudiantes) y el “Analysenkontrolle” (el propio análisis) no lograron contrarrestar los argumentos de Kovacs, quien hacía énfasis en las ventajas de una primera supervisión llevada adelante por el analista del candidato. Estas ventajas eran las siguientes: un conocimiento íntimo de los problemas del candidato, y la posibilidad de analizar en profundidad, usando el método analítico, las dificultades que se encontraban en la base de las reacciones específicas del candidato al enfrentar las vicisitudes y patologías de sus pacientes. No quiero decir que las desventajas no fueran obvias (de hecho generaron el eventual abandono generalizado del sistema húngaro, con excepción de los analistas Lacanianos); esta práctica generaba el riesgo de acentuar un encierro diádico y narcisista entre el analista y el candidato (la función del supervisor como “tercero”), y no permite revelar los posibles (y de hecho inevitables) puntos ciegos de todo análisis. Es importante señalar que este aspecto “terapéutico” de la supervisión, que aparentemente se fue por la puerta cuando el sistema húngaro fue refutado, vuelve nuevamente a través de la ventana enmascarado tras soluciones 1 Las negritas en itálicas dentro de los paréntesis indicarán las palabras usadas por el autor en el texto original que aparecen traducidas antes del paréntesis.

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1 La supervisión en la formación psicoanalítica: el a nálisis y el uso de las teorías implícitas

en la práctica psicoanalítica.

El objetivo de este trabajo es proponer una reflexión abarcativa sobre el concepto de supervisión

y su función en la formación analítica. Se prestará particular atención al uso de las teorías

implícitas del analista en la práctica clínica. Se analizará un ejemplo de supervisión utilizando un

instrumento conceptual que es el resultado de una investigación cualitativa desarrollada en el

ámbito de la European Psychoanalytical Federation.

Estudiar la historia de un concepto, seguir su evolución y sus transformaciones, y analizar

críticamente sus vínculos con la teoría, son ejercicios útiles en cualquier disciplina. Pero en

psicoanálisis, que se caracteriza por un pluralismo teórico creciente y sufre de una insidiosa

Babelización terminológica, la aplicación del método histórico-crítico es absolutamente esencial.

Es este también el caso cuando consideramos la supervisión.

Como todos sabemos, la supervisión se origina en la toma de conciencia de Freud (1910) de la

íntima relación existente entre el “ayudar a otros” y el “auto-conocimiento”; es decir, se trata de

una derivación del análisis. La directa derivación de la supervisión a partir del análisis del

analista se hallaba en el origen de la famosa diatriba entre la Escuela Húngara y todas las

demás. Los debates en la Conferencia de los Cuatro Países (Four Countries Conference ) 1(1935 y 1937), y las discusiones relativas a la diferencia entre el ”Kontrollanalyse” (análisis de la

contratransferencia de los estudiantes) y el “Analysenkontrolle” (el propio análisis) no lograron

contrarrestar los argumentos de Kovacs, quien hacía énfasis en las ventajas de una primera

supervisión llevada adelante por el analista del candidato. Estas ventajas eran las siguientes: un

conocimiento íntimo de los problemas del candidato, y la posibilidad de analizar en profundidad,

usando el método analítico, las dificultades que se encontraban en la base de las reacciones

específicas del candidato al enfrentar las vicisitudes y patologías de sus pacientes. No quiero

decir que las desventajas no fueran obvias (de hecho generaron el eventual abandono

generalizado del sistema húngaro, con excepción de los analistas Lacanianos); esta práctica

generaba el riesgo de acentuar un encierro diádico y narcisista entre el analista y el candidato

(la función del supervisor como “tercero”), y no permite revelar los posibles (y de hecho

inevitables) puntos ciegos de todo análisis. Es importante señalar que este aspecto

“terapéutico” de la supervisión, que aparentemente se fue por la puerta cuando el sistema

húngaro fue refutado, vuelve nuevamente a través de la ventana enmascarado tras soluciones 1 Las negritas en itálicas dentro de los paréntesis indicarán las palabras usadas por el autor en el texto original que aparecen traducidas antes del paréntesis.

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que son incluso más discutibles. Un solo ejemplo es la propuesta unánimemente criticada de

Blitzsten y Fleming (1953) que promovía los encuentros del analista y el supervisor del

candidato para considerar los problemas que emergían en el curso de la supervisión.

Si la literatura parece estar de acuerdo sobre la naturaleza bipolar de la supervisión –

terapéutica por un lado y de enseñanza/aprendizaje por otro – entonces esta bipolaridad misma

se ve inmediatamente revitalizada. A. Solnit (1970) conceptualiza la supervisión como: “…menos

que terapia y más que enseñanza.” Surge la sospecha de que este aspecto terapéutico-

transformativo pueda encontrarse oculto pero de todos modos presente, y de que esto pueda

deberse al “vacío teórico subyacente” de la supervisión, Manfredi and Nissim (1984).

La función de aprendizaje no aparece para nada más clara. El psicoanálisis no ha desarrollado

una teoría que tome este aspecto plenamente en cuenta – solo de forma parcial. Quiero aclarar

que en este caso no estoy hablando de una teoría del conocimiento en un sentido amplio – el

psicoanálisis efectivamente posee teorías o, modelos parciales sobre el conocimiento (Freud,

Bion, Green, etc.) – sino mas bien de una teoría del aprendizaje del psicoanálisis, como una

teoría y una práctica, que permitiría una discusión sobre la función didáctica del análisis, la

supervisión y los seminarios en la formación del psicoanalista.

Si estas propuestas son realistas, entonces quizás sería útil retroceder y formular las preguntas

de rutina: ¿Cuál es el método y cuál es el objeto de la supervisión?

En "Die Psychoanalyse als Methode", I. Herman (1963) afirma la prioridad del método sobre los

contenidos: “...se podría decir, parafraseando un famoso dicho: el método es todo, el contenido

no es nada.” Sin embargo, es fácil establecer que mientras el método está bien definido y

caracterizado en el psicoanálisis como terapia, es muy difícil, si no imposible, especificar el

método de la supervisión si el objeto y el propósito no están claramente definidos de antemano.

En su excelente “Resumen crítico de la literatura sobre la supervisión psicoanalítica” (Critical

digest of the literature on psychoanalytic supervis ion ) De Bell (1963), después de ofrecer

diversas definiciones de la supervisión, concluye enfatizando correctamente cómo “propósito y

método están inextricablemente entrelazados.” Más aún, el método de supervisión es

generalmente definido por la negativa: uno no debe usar la interpretación aunque reconozca

dinámicas inconscientes en el supervisando; y la regla de abstinencia y la de neutralidad del

analista no están en uso.

Preguntémonos sobre el objeto. ¿”Qué” supervisamos? En la llamada “teoría clásica”, el objeto

de la supervisión es el paciente en trabajo analítico. La supervisión debe permitir una visión

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binocular del paciente, una transmisión de “saber cómo” (know how ) y un crecimiento del

instrumento analítico. ¿Pero de qué paciente hablan el supervisor y el supervisando? D. Jacobs,

P. David & D. Meyers (1995) sugieren que podría ser “…la persona construida a través de las

sensibilidades del terapeuta”, es decir, un paciente fantasmático. A. Potamianou (1995) nos

ofrece una definición similar: supervisamos “el inconsciente de él (el terapeuta) bajo la forma de

su paciente” (son inconscient à lui (of the therapist) sous la fo rme de son patient ).

Sin embargo, es esencial considerar que el psicoanálisis contemporáneo ha introducido “un

cambio en la perspectiva que ha movido progresivamente el foco de atención del analista desde

los acontecimientos de la vida y la patología del paciente hacia un análisis de la situación, la

relación y el proceso analítico. La compleja configuración resultante del trabajo conjunto de

analista y analizando – concebida de forma diferente de acuerdo a las diversas teorías

psicoanalíticas – ha terminado creando un nuevo objeto de estudio…una nueva y única figura de

intersubjetividad” (Canestri, 1994). Algunos de los conceptos elaborados y desarrollados en los

últimos 50 años – la contratransferencia, concebida como una herramienta útil para el trabajo

clínico; la identificación proyectiva, concebida tanto como identificación proyectiva patológica así

como también como un medio de comunicación capaz de provocar estados mentales; un

concepto ampliado de la transferencia y la actuación (enactment ), pensada como una acción en

la que, fundamentalmente a través de los componentes del nivel suprasegmental

(supersegmental ) y los del tercer canal (gestos, mímica facial y actitudes del cuerpo)2 de

comunicación, el otro se ve influido e involucrado en una secuencia intersubjetiva particular –

son puntos centrales para una más adecuada elaboración de la compleja configuración de la

labor psicoanalítica. Aún si “lo” supervisado parece ser lo mismo, léase el paciente y el trabajo

analítico, en realidad el cambio de acento producido no deja de tener consecuencias. A la luz de

estos conceptos, la comprensión más profunda de la compleja relación transferencia –

contratransferencia rebasa los límites del campo terapéutico para introducirse en la supervisión.

En realidad, esta ampliación del campo ha sido progresiva. En 1958 Ekstein y Wallerstein

comenzaron a proponer problemas relativos al proceso de supervisión concebido como una

esfera específica; por otra parte H. Searles (1955) describe la supervisión como una relación en

la que se obtiene una proporción: supervisor/candidato como candidato/paciente. El “proceso de

reflexión” (reflection process ) de Searles en “El valor informativo de las experiencias

2 La comunicación verbal usa por lo menos tres canales diferentes y co-existentes. El primer canal, o nivel segmental (segmental level), incluye la fonología, la morfología, la sintaxis, el estilo. El segundo canal, o nivel suprasegmental (supersegmental level), incluye el tono, el acento, las pausas, los silencios, las entonaciones y las variadas connotaciones expresivas. El tercer canal incluye los gestos, la mímica facial, las actitudes y posiciones del cuerpo.

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emocionales del supervisor” (The informational value of the supervisor's emotion al

experiences ) pone la relación supervisor/supervisando en un primer plano, aseverando que la

reacción emocional del supervisor frente a la presentación del terapeuta es causada por el

hecho de que el terapeuta comunica inconscientemente de modo no-verbal aquello que no

comprende en la comunicación inconsciente de su paciente. La misma idea aparece en J. Arlow

(1963): "...el supervisor actúa como el analista en el psicoanálisis de un psicoanálisis”.

Años más tarde, en el mismo terreno teórico (el psicoanálisis en Norte América), se

desarrollarán los conceptos de actuación (enactment ) y de proceso paralelo. El concepto de

“proceso paralelo” implica que en la relación supervisor/terapeuta, hay actuaciones de dinámicas

que caracterizan a la relación terapeuta/paciente. El triángulo paciente/terapeuta/supervisor,

aparentemente igual a sí mismo, es, en realidad, profundamente diferente. Las dinámicas

tenidas en consideración incrementan la complejidad del objeto y cambian la configuración de

sus límites. El hecho de que el triángulo pueda transformarse en un “rombo terapéutico”

(paciente/candidato/analista de formación del candidato/supervisor), un pentágono (incluyendo a

la institución) o cualquier figura poliédrica más compleja que varíe de acuerdo al número de

elementos implicados, no cambia la esencia del problema. La clave no se encontrará

fundamentalmente en el número de elementos intervinientes, sino en la conceptualización de las

dinámicas en juego entre ellos. Esto nos permite comprender la forma en que la profundización

en el problema nos lleva al descubrimiento de nuevos elementos y nuevas dinámicas: tales

como lo descrito en el trabajo de B. Stimmel (1995) sobre la transferencia del supervisor sobre el

candidato, que va más allá del proceso paralelo mismo.

En un terreno teórico diferente, el de la orientación Kleiniana, el progreso de la configuración del

objeto de la supervisión – aunque obviamente inspirado por un sustento conceptual diferente -

muestra afinidades notables con el descrito anteriormente.

Si el concepto de identificación proyectiva es tomado en cuenta debidamente, la consideración

de su efecto sobre la conceptualización de la contratransferencia se vuelve inevitable. No es

necesario brindar más especificaciones, pero me gustaría recordar, como ejemplo, el concepto

de contraidentificación proyectiva de Grinberg, el concepto de contraproyección de Liendo (cada

contraidentificación se vuelve a su vez fuente de contraproyecciones) y el énfasis puesto en los

mensajes “de hecho” (factual ) y las trampas de lógica en el trabajo clínico, como para echar una

rápida mirada sobre la complejidad creada en la configuración del objeto.

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Querría, por un momento, volver sobre la antigua diatriba sobre la supervisión como una

“terapia” sui generis y sobre el derecho de sugerir interpretaciones al candidato que está

encontrando problemas de contratransferencia. Doy por sentado que cualquier incremento en el

conocimiento tiene siempre efectos terapéuticos y que la discriminación entre terapia y

conocimiento corre el riesgo, en nuestro campo, de ser, cuando menos, un problema mal

ubicado. De todas formas, esta reformulación no nos libera de la necesidad de enfrentar algunas

de las dificultades que se nos plantean en relación con la supervisión en otros términos.

Tampoco nos salva de la dificultad para discriminar (Perrotta, 1978) entre la interpretación

pensada en un primer nivel como hipótesis de trabajo sobre un material (a ofrecerle al

candidato) y la interpretación (segundo nivel) pensada como formulación terapéutica para el

paciente.

Siguiendo el concepto Freudiano de contratransferencia (conocerse uno mismo para ayudar a

otros), es bastante simple reconocer que el lugar para solucionar persistentes manifestaciones

de dificultad con la contratransferencia que se encuentren en el candidato – tales como las que

pueden darse con ciertas temáticas, o con ciertos pacientes y verse acompañadas de una

ceguera selectiva – es el análisis del propio candidato. La intervención del supervisor podría

fácilmente limitarse a referir al candidato hacia el lugar correcto (es decir al análisis). Sin

embargo, si las anotaciones precedentes respecto de la ampliación del concepto de

contratransferencia tienen algún sentido, la complejidad de la situación que entonces emerge

muestra rápidamente que esta solución puede ser solamente parcial. Debo decir desde un

comienzo, que el concepto de contraidentificación proyectiva debe ser revisado y limitado en su

alcance (ver Etchegoyen), y que la identificación proyectiva ha sufrido de un uso y un abuso, y

que “…los efectos de la identificación proyectiva y la contraidentificación proyectiva, como todos

los demás efectos de la contratransferencia están siempre relacionados con los “loci minoris

resistentiae” de cada analista en particular (Manfredi & Nissim). A pesar de esto, el tema

efectivamente existe. Mandar al analista a su análisis a cada paso que se da refuerza la idea de

la omnipotencia del análisis e ignora sus inevitables puntos ciegos; niega la multiplicidad de

estímulos que derivan de la práctica clínica y la imposibilidad material de que todos puedan ser

considerados en el análisis del candidato; afirma implícitamente que todos los “loci minoris

resistentiae” podrían desaparecer después de una cura exitosa – contradiciendo así toda

evidencia.

Pero, por sobre todas las cosas, niega la teoría misma en su complejidad. Si lo que hemos

apuntado sobre el cambio en la perspectiva del psicoanálisis contemporáneo es cierto, lo que

afirma entonces la teoría psicoanalítica es que el trabajo clínico es el resultado de una relación

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en la que cada uno inevitablemente pone en juego sus propias características y sus propias

limitaciones. Es una necesidad tanto ética como científica que el analista sea consciente de

esto, y que sea capaz de administrar la situación con sabiduría (Freud, 1937). Esto no nos

permite reducir la complejidad por la vía de esterilizar la participación del analista, para bien o

para mal, ni negar en la supervisión lo que fue trabajosamente logrado en el trabajo clínico. La

evidencia reiteradamente nos enseña que negarse a interpretar el compromiso exacto de la

contratransferencia del candidato – en relación no con los puntos ciegos de la

contratransferencia, sino con las respuestas a la identificación proyectiva y a la actuación

(enactment ) del paciente – para reenviarlo a su análisis, tiene como resultado un ulterior retorno

desde el analista de formación hacia el supervisor. Si el supervisor no puede interpretar y el

analista no puede supervisar, el candidato y el paciente quedan entrampados en la patología de

una transferencia-contratransferencia no-decodificada. Todo esto forma una trampa de lógica de

la que debemos escapar, como Liendo (1971, 1974) y Perrotta (1978) acertadamente señalan.

En la interminable discusión acerca de si es el análisis o la supervisión el lugar a delegar para

interpretar y resolver estos obstáculos contratransferenciales (no los puntos ciegos estables de

la contratransferencia), yo me alinearía claramente en favor de la supervisión. Como dice

Kernberg (1965): “Cuando trabajamos con pacientes fronterizos o severamente regresivos, en

contraste con aquellos pacientes que presentan neurosis sintomáticas y diversos trastornos de

carácter, el terapeuta tiende a experimentar, de forma bastante temprana en el tratamiento,

intensas reacciones emocionales que están más relacionadas con la transferencia prematura,

intensa y caótica del paciente, y con la capacidad del terapeuta para soportar la presión

psicológica y la angustia, que con cualquier problema específico y particular del pasado del

terapeuta” (p.43).

Rolf Klüwer, en su trabajo para la Conferencia Permanente sobre Formación (Standing

Conference on Training ) (1980) definía dos formas de contratransferencia: la

“contratransferencia útil” (hilfreiche Gegenübertragung) y la “contratransferencia resistente”

(widerständige Gegenübertragung). Trabajar sobre los fenómenos contratransferenciales tal

como aparecen en la situación de supervisión, tratando de transformar la segunda forma en la

primera, es una indicación útil en el sentido de la descrito anteriormente. La contratransferencia

útil es “un instrumento especialmente efectivo en la enseñanza… [y para] promover el proceso

de aprendizaje”.

¿Cuál es el punto de encuentro entre las ideas de Wallerstein, Searles, Arlow, Stimmel, etc. por

un lado, y las de Grinberg, Perrotta, Liendo, etc. por el otro? La propuesta de tender un puente

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entre los dos elementos de la bipolaridad terapia/enseñanza y de ligar la supervisión a la teoría

del psicoanálisis. No se puede afirmar por un lado la existencia de la identificación proyectiva, la

contraidentificación, la actuación (enactment ), y dejar fuera el inconsciente del analista y no

interpretar – analíticamente – todas las variaciones y las vicisitudes de su relación de trabajo con

el paciente. La sensación de vacío teórico que acompaña a la supervisión se debe en gran

medida a una gran disociación entre lo que aceptamos en la teoría y la práctica clínica y lo que

aceptamos en la práctica de la supervisión. La definición de Arlow de la supervisión como el

psicoanálisis de un psicoanálisis, parece ser más adecuada que otras al describir el nuevo

estado de cosas. El objeto cambia nuevamente. Nos es posible pensar la supervisión como un

psicoanálisis sin atribuirle sus propias dinámicas y sin suponer que podría revelar algo sobre el

otro psicoanálisis – el del analista con el paciente. Mi anterior referencia a Searles y al “proceso

de reflexión” deja esto bastante claro. La noción subsiguiente de proceso paralelo lo

conceptualiza. La propuesta – tanto en los análisis en Norte América como en el terreno

Kleiniano – es no solamente considerar las dinámicas de la relación supervisor/supervisando

como parte del proceso de supervisión en el que las dinámicas analista/paciente son analizadas,

sino también aceptar que la relación de supervisión es el lugar de actuaciones (enactments )

que expresan las dinámicas de la relación analista paciente. Si, por ejemplo, la teoría de la

identificación proyectiva/contraidentificación proyectiva describe efectivamente un cierto estado

de cosas, es entonces razonable pensar que el analista contraidentificado se vuelve fuente de

contraproyecciones sobre su supervisor, en quien provoca algunas respuestas. Además, no es

necesario adherir a la teoría Kleiniana para aceptar esta nueva delimitación en el objeto de

supervisión; de hecho, el concepto de proceso paralelo no se originó en el ámbito de la teoría

Kleiniana.

Todo esto deja bastante claro que el abordaje húngaro de la supervisión, que prueba ser

inadecuado por las razones expuestas anteriormente, contiene sin embargo una pizca de

verdad: no es posible disociar la práctica del psicoanálisis de la práctica de la supervisión sin

dejar a la segunda desprovista de una teoría. Cuanto más profundamente entramos en los

contenidos, el aspecto clínico y la psicopatología del psicoanálisis contemporáneo, más

inadecuada resulta ser esta disociación.

¿Qué conclusiones sacar de estas sucesivas delimitaciones y caracterizaciones del proceso y el

objeto de la supervisión que tomen debida cuenta de la relación existente entre propósito y

método, que, como dije anteriormente, están inextricablemente entrelazados?

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La supervisión puede ser vista como un campo de dimensiones variables. La configuración de

este campo surge del vértice de observación elegido por el supervisor, y deriva directamente de

la teoría que informa a la supervisión y de sus metas preestablecidas. El campo puede incluir: al

paciente, a la relación analítica, a la relación paciente/analista/supervisor, a la relación de

supervisión como “analogon” de la relación analítica, a la relación paciente/analista/analista de

formación/supervisor/institución, etc. La teoría que informa a la elección de ese vértice puede,

como cualquier teoría, resultar inadecuada para el propósito perseguido o insuficiente para

reconocer la compleja realidad terapéutica e intersubjetiva que tiene que afrontar. Depende de la

habilidad, la flexibilidad y la capacidad de captación del supervisor el poder tomar debida nota

de esta complejidad. El elemento que habitualmente lo fuerza a modificar el campo es la

psicopatología de los pacientes; de hecho, no es por casualidad que la teoría psicoanalítica ha

desarrollado un cambio de perspectiva en consonancia con la aceptación en análisis de

patologías psicóticas, fronterizas y narcisistas. Como dije anteriormente, también puede suceder

que el vértice de la supervisión esté disociado de la teoría que el supervisor aplica en su trabajo

clínico. Esta contradicción no está exenta de consecuencias, en tanto deja a la supervisión

misma enfrentada a un vacío teórico. La ventaja del saber-cómo (know-how ) en la comprensión

estratégica de la complejidad del proceso es una manifestación de este vacío; más aún, se corre

el riesgo de que se promueva una tendencia a la imitación, a ciertos modos particulares y a la

dependencia del supervisando (“No estoy seguro de por qué hago lo que hago, pero sé muy

bien cómo hago lo que hago”).

Pero el campo también está delineado de acuerdo a la meta preestablecida. Si el objetivo se

encuentra bien individualizado, el supervisor puede operar un recorte del campo; en otras

palabras, puede escoger las variables que tomará en cuenta y decidir cuáles dejará

deliberadamente de lado.

Daré aquí un breve ejemplo para ilustrar el concepto.

En una de las Sociedades Miembro de la IPA solía haber un seminario mensual de supervisión

grupal para miembros asociados y titulares. Durante uno de estos encuentros, un miembro

asociado presentó un material extremadamente interesante de un paciente seriamente

perturbado, en el que aparecía un sueño angustioso y muy preocupante. Cuando el material

había sido leído, el supervisor pidió a los participantes – como hacía de costumbre – que

ofrecieran sus ideas, fantasías y reflexiones sobre el material. Siguió un largo silencio. El

supervisor entonces señaló que el silencio se relacionaba con el problema más significativo del

paciente: su tremendo sentido de vacío.

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Poco después, la visita de otro analista experiente, que solicitó la presentación de un material

clínico relacionado con lo que quería desarrollar teóricamente, hizo posible reconsiderar las

mismas sesiones en otra supervisión. Sus intervenciones es centraron fundamentalmente en la

formulación de las interpretaciones e hizo una referencia constante a los conceptos teóricos

desarrollados en la conferencia previa.

La diferencia entre las dos supervisiones puede hallarse no en la comprensión del material, que

era muy similar, sino más bien en la delimitación del campo operada por cada supervisor. La

diversidad de propósitos condicionaba la diferencia de método. Me gustaría describir la forma

en la que cada uno de estos campos pudo ser delineado.

En el primer caso nos enfrentamos con una supervisión grupal o “colectiva” que tiene ciertas

peculiaridades: de acuerdo con el primer tipo de intervención descrita, lo que resulta más

evidente es que la respuesta contratransferencial del grupo a la presentación del material es el

punto de apoyo del trabajo interpretativo del supervisor. El supervisor interpreta el silencio que

emerge en el grupo como un “analogon” del vacío del paciente. La teoría implícita diría que el

material induce el silencio en el grupo, que este silencio es el equivalente del vacío esencial del

paciente, y que la decodificación de esta transferencia y su interpretación al grupo permite una

investigación más profunda del trabajo sobre le material y una comprensión del caso.

Naturalmente, esta teoría tiene otras hipótesis de apoyo implícitas, tanto sobre la naturaleza de

los mecanismos en juego como sobre la comprensión de las dinámicas grupales. Me parece

importante enfatizar cómo esta intervención da forma al campo de la supervisión como un

proceso paralelo que incluye a la institución y a las dinámicas del grupo, y está centrada en el

grupo mismo y no en el analista y el análisis del paciente. Esto resulta funcional para la meta

preestablecida – compartir el material clínico de cada miembro del grupo y discutir sus

coordenadas.

El modo de manejar la dinámica grupal ejemplificado por la primera supervisión es muy similar al

de los grupos operativos (E. Pichon-Rivière). Pienso que estos grupos pueden ser incorporados

de manera muy ventajosa a la formación analítica con diversos objetivos, tales como: la

supervisión de material clínico, la enseñanza de la teoría y la técnica, la investigación de las

teorías implícitas y personales en el trabajo clínico (Canestri 1994, 2006) y el análisis de las

dificultades que emergen durante el proceso de aprendizaje y en la comparación entre teorías

psicoanalíticas. En este momento no avanzaré más en la consideración de las características de

estos grupos. Solamente quisiera decir que luego de haber explicado claramente la tarea, el

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coordinador o el líder designado tomará en consideración las dinámicas del grupo en sus

diferentes estadios (que están relacionados con las hipótesis Bionianas sobre el funcionamiento

grupal) para poder analizar la “emergencia” del grupo como expresión del vínculo que el grupo

ha establecido con la tarea. La “emergencia”, por lo tanto, será cada elemento que funciona

como un posible punto de inicio a través del cual una situación dada adquiere sentido

(psicoanalíticamente hablando). La meta específica de este tipo de grupo es la integración de

los aspectos disociados del trabajo de simbolización y de las dinámicas afectivas del proceso de

enseñanza. En el caso de la primera supervisión, la “emergencia” grupal fue el silencio inicial

tras la lectura del material de la sesión. La “emergencia” indica el vínculo que el grupo tenía en

ese momento con la tarea: comprender el material y elaborarlo. La interpretación de la

“emergencia” del primer grupo constituye un primer momento de síntesis conceptualizando la

acción del grupo y enriqueciendo la simbolización y la integración afectiva. El proceso del grupo

puede ser relanzado a través de la discusión en la dirección de una nueva síntesis.

En el caso del segundo analista experiente que supervisó el mismo material, la supervisión se

desarrolló como una supervisión individual frente a una audiencia. La tarea establecida era la de

ilustrar ciertos principios teóricos y clínicos del supervisor, es decir, su concepción del trabajo

analítico. En un caso como este, el supervisor-conferencista obviamente limita el campo de

acuerdo a una meta.

Este tipo de seminario y esta clase de supervisión colectiva ofrecen un entorno adecuado para

investigar las teorías implícitas y personales en el trabajo clínico que fueron mencionadas antes.

Las teorías implícitas y personales, que ya tuve la oportunidad de destacar (1994, 2006)3,

siguiendo la idea pionera de J.Sandler, son el resultado de una variedad de factores. Una de

ellas es el desarrollo de la teoría que conduce a la creación de varias dimensiones de

significancia, dimensiones que varían de un analista a otro. Sandler, autor del concepto,

subrayaba la importancia de trabajar para hacer explícitos los conceptos implícitos que los

psicoanalistas utilizan en su práctica: “Con una experiencia clínica creciente, el analista, que se

vuelve más competente, construirá en forma preconsciente (descriptivamente hablando,

inconsciente) toda una variedad de segmentos teóricos que se relacionan directamente con su

trabajo clínico. Son productos de su pensamiento inconsciente, más bien teorías parciales,

modelos o esquemas, que tienen la cualidad de estar disponibles en reserva, como quien dice,

para ser llamados cuando sea necesario. Que puedan contradecirse no es problema. Coexisten

alegremente en tanto sean inconscientes”. Joseph Sandler (1983, p.38). 3 La investigación sobre teorías implícitas en la práctica psicoanalítica es el resultado del trabajo (2000-2006) del Grupo de Trabajo sobre Temas Teóricos de la Federación Psicoanalítica Europea . Los Consultantes de este Grupop de Trabajo fueron: Werner Bohleber, Paul Denis y Peter Fonagy.

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La siguiente consideración sobre las teorías implícitas se basa en algunas conclusiones a las

que llegamos en el proyecto del Grupo de Trabajo sobre Temas Teóricos (Working Party on

Theoretical Issues ). La cita precedente nos recuerda la forma en que la especial relación entre

praxis y teoría en psicoanálisis caracteriza a nuestra disciplina e ilustra su especificidad.

Como dice Sandler, el psicoanalista, al volverse “más competente”, cuando escucha las

experiencias que le relatan sus pacientes, no aplica derivaciones simples de las teorías que

conoce porque las ha aprendido, en otras palabras lo que podríamos llamar “teorías oficiales”.

Más bien, preconscientemente, y descriptivamente hablando inconscientemente, construye

“teorías” o modelos adaptados a las circunstancias de su trabajo clínico con ese paciente en

particular. No deberíamos subestimar la cantidad de elementos de todo tipo y origen que

contribuyen a la construcción de estas “teorías” o modelos parciales.

Estos elementos pueden incluir: contenidos específicos del inconsciente y el preconsciente del

analista; su ‘Weltanschauungen’; la psicología del sentido común; su pertenencia a un grupo o

escuela psicoanalíticos; la calidad de su pertenencia y su relación con las “autoridades”

psicoanalíticas; sus creencias científicas y precientíficas; su reelaboración personal de los

conceptos de la disciplina; su contratransferencia; etc. La lista podría ser mucho más larga y

está siempre abierta a nuevas influencias. En razón de la especificidad de la práctica clínica, los

conceptos psicoanalíticos nunca se hallan formados de una vez y para siempre, sino que están

continuamente siendo transformados y reelaborados.

Un análisis serio revelaría que aunque el analista en actividad puede haber declarado su

adhesión a un modelo teórico en particular, su comprensión e interpretación estaban de hecho

siendo guiadas por lo que Sandler llamaba teorías parciales, modelos o esquemas, que eran en

su mayor parte construidos mediante el uso de conceptos derivados de distintas teorías e

integrados en forma inconsciente. El filósofo Wittgenstein, en “Philosopische Untersuchungen”,

nos ofrece una versión complementaria y sugestiva que citaré: “Así como en el lenguaje de un

alemán que hable buen inglés encontraremos germanismos, aún si no construye la oración en

alemán para luego traducirla al inglés; ya que habla inglés traduciendo, “sin darse cuenta”, del

alemán, de la misma forma pensamos a menudo como si, en la base de nuestros pensamientos,

hubiera un patrón de pensamiento, que surge de una forma de pensar más primitiva”.

El análisis de lo que realmente ocurre en la práctica debe ser complementario de las

capacidades normativas de las teorías “oficiales”. Para investigar este movimiento particular

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desde la práctica hacia la teoría, necesitamos crear un programa para confrontar algunos de los

más importantes problemas del psicoanálisis de forma tal que puedan ser explorados dentro de

nuestra práctica clínica. También necesitamos elaborar una metodología específica que permita

la investigación conceptual, pero que a la vez tenga una sólida base empírica.

Un programa así fue desarrollado, por el Grupo de Trabajo sobre Temas Teóricos de la

Federación Psicoanalítica Europea, y llevó a la creación del “Mapa de teorías implícitas

(privadas, preconscientes) en la práctica clínica” (The Map of implicit (private,

preconscious) theories in clinical practice ). Esta herramienta de investigación sistemática

cualitativa se basó en un estudio de los siguientes elementos:

a. informes clínicos de trabajo analítico;

b. nuestra propia experiencia clínica;

c. nuestra propia negociación de nuestra teoría pública en una amplia gama de contextos.

Basados en estas experiencias, identificamos un número de categorías (vectores) que

consideramos relevantes para nuestra comprensión de la forma en que los conceptos son

usados en la práctica psicoanalítica. Esta investigación cualitativa apuntaba a la provisión de

una nueva perspectiva sobre la forma en la que la teoría y la práctica se relacionan en

psicoanálisis. El “mapa” es una delineación relativamente organizada de los patrones de

pensamiento analítico actual sobre el material clínico, los que pueden, o bien no ser discutidos

públicamente, o estar literalmente fuera de la conciencia individual. En el mapa, la “teoría” es

definida con un modelo que consta de tres componentes: pensamiento basado en la teoría

pública + + + + pensamiento teórico privado + + + + interacción entre pensamiento privado y

explícito (uso implícito de la teoría explícita) .

En relación con la configuración de “conjuntos de dimensiones de sentidos”, Sandler propone

que “…también es posible beneficiarse al observar la dimensión de sentido de una noción o

término teóricos en el interior de la mente de cualquier psicoanalista en particular” (p. 36, las

itálicas son mías). El psicoanalista se transformaría de esta manera en un “instrumento”, y el

estudio cuidadoso de la situación analítica en un laboratorio para el estudio de la “formación de

estructuras teóricas inconscientes” en ‘status nascendi’.

Sandler dice: “Tales estructuras parciales pueden de hecho representar mejores (es decir más

útiles y apropiadas) teorías que las oficiales, y es probable que muchas valiosas contribuciones

a la teoría psicoanalítica hayan surgido debido a la presencia de condiciones que permitieron

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que teorías parciales preconscientes se unieran y emergieran de forma plausible y socialmente

aceptable psicoanalíticamente […] Tengo la firme convicción de que la investigación de las

teorías implícitas privadas del psicoanálisis clínico abrirá una importante nueva puerta en la

investigación psicoanalítica” (p.38). Dado que resultará de utilidad para la comprensión del

material clínico que sigue, dará a continuación una versión corta de los vectores que fueron

considerados en el proyecto.4

“El Mapa de las teorías implícitas (privadas, preco nscientes) en la práctica clínica ”

Vectores

1. Vector topográfico (modelo de tres compartiment os)

a. Conscientes pero no públicas

b. Teorías y teorización preconscientes

c. Influencias inconscentes sobre el uso de las teoría s

2. Vector conceptual

a. Visión del mundo o cosmología

b. Conceptos clínicos

c. Generalizaciones clínicas

d. Proceso psicoanalítico

e. Teorías sobre el cambio

3. Vector de la acción

a. Escucha

b. Formulación

c. Enunciado o interpretación

d. Conducta

4 Una versión más detallada y conceptualmente más desarrollada se puede encontrar en Canestri (Ed) 2006.

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4. Vector de las relaciones de Objeto del conocimie nto

a. Historia del conocimiento

b. Influencias transgeneracionales

c. Sociología del conocimiento

d. Internalización de la teoría

e. Teoría del apego

5. Vector de la coherencia versus la contradicción

a. Pública donde la coherencia es esperada

b. Uso de metáforas o conceptos polimorfos

c. Soluciones creativas

6. Vector del desarrollo

Para ilustrar el uso de este instrumento, incluiré un breve ejemplo clínico de una sesión

psicoanalítica; entre paréntesis rectos hago algunos comentarios relacionados con los vectores

del “Mapa”.

Metodología: un ejemplo de supervisión colectiva, coordinado por un supervisor. El analista que

presenta el caso lee un breve resumen de la historia del paciente y las cuatro sesiones

semanales. Las intervenciones del analista fueron analizadas utilizando “El Mapa”. Todos los

miembros del grupo, alrededor de diez habitualmente, contribuyeron con este análisis en un

esfuerzo por identificar las teorías implícitas usadas por el analista. La intención era evitar

transformar el trabajo en una supervisión de la calidad o la pertinencia de las intervenciones

analíticas, para, más bien, identificar cuáles eran los instrumentos reales que el analista había

usado sin saberlo. Estos seminarios de supervisión colectiva duraban cuatro horas cada uno, y

durante ese tiempo, las teorías usadas (tanto implícitas como explícitas) eran discutidas, de la

misma forma que su coherencia interna y su posible integración. De esta manera, el coordinador

podía enseñar y discutir las teorías a punto de partida de la práctica clínica, y no de la forma

inversa.

El caso de F

F es un hombre de 35-40 años. Casado. Tiene una hija de 5 años. Es programador de

computadoras. Su análisis comenzó hace 4 años por las dificultades que experimentaba en sus

relaciones. Con un grupo de amigos creó una compañía de software y está en un momento de

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transición entre un trabajo dependiente y uno independiente. Hay un elemento común en las

historias del paciente y del analista – ambos nacieron en forma prematura debido a una

predisposición genética de la madre. El primer período de vida del paciente fue difícil.

Sesión 1

El paciente llega 30 minutos tarde.

P: Comenta con un aire derrotado que estaba ocupado conversando con algunos colegas en el

rellano de la escalera fuera del consultorio. Agrega: una conversación sobre trabajo que era tan

inútil como repetitiva.

Quizás hay una parte de mí que no quiere venir, pero al contrario de lo que pasa habitualmente,

era consciente de que estaba perdiendo el tiempo.

A: Me pregunto si, más que una parte de usted que no quiere venir, no podrá ser una parte que

tiene miedo de venir a la sesión. Tal vez hay una angustia que lo hace experimentar la sesión y

la relación conmigo de la misma forma que la relación con su empresa y sus gerentes, o como,

en el pasado, experimentaba la relación con su familia y con sus padres: es decir, pasivamente,

sin ninguna motivación, como si sus manos estuviesen atadas o se sintiera como un “cuerpo

muerto” (dead body ) [lapsus]. En sesiones anteriores, comparando su incapacidad actual para

comunicarle a su empresa su intención de irse, y su incapacidad previa para comunicarles a sus

padres una opinión o una intención que era diferente a la de ellos, usted decía que era como

que usted no pudiera expresar sus necesidades, sus intenciones y sus pensamientos.

[El analista comienza su interpretación hablando en primera persona y en consecuencia revela

algo sobre sí mismo, en este caso “Me pregunto si”. Generalmente este tipo de intervención

sería considerada como una meta-comunicación de acción de apoyo, tratando de que el

paciente reflexione, algo así como “progresará en su comprensión de sí mismo”. Desde el punto

de vista del “Mapa”, hay dos vectores para referirse a esto:

2. Vector conceptual, Generalizaciones clínicas (desde un punto de vista técnico) y Proceso

psicoanalítico, donde podríamos encontrar diversas indicaciones sobre las teorías de cambio del

psicoanalista: en otras palabras, es útil transmitirle al paciente que estamos trabajando juntos,

introduciendo la interpretación con un `prólogo´(Me pregunto si); poner al paciente en contacto

con los sentimientos que el paciente está tratando de escindir es terapéutico (“tiene miedo”, en

este caso), elaborar representaciones del self alternativas para ayudar al paciente a adoptar un

rol observador vis-à-vis el self, ideas implícitas sobre la relación entre al paciente y el analista,

etc., y

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3. Vector de acción, Enunciado o interpretación, incluye los elementos que describí

anteriormente (prólogo) y Formulación. En Formulación podemos considerar el rol de la teoría

en la mente del analista y la interacción con el paciente. En este caso es claro que la teoría

serviría para contener al paciente y al analista. El analista dijo: “Enseguida me doy cuenta de

que tuve un lapsus – “cuerpo muerto” en vez de “peso muerto” (dead weight ) – y me imagino

que detrás de mi lapsus podía haber tanto un segundo nivel de interpretación como también mi

respuesta contratransferencial, ambos inconscientes. En realidad, en relación con la

interpretación, una teoría me viene a la cabeza, sobre la experiencia traumática del nacimiento

del P. En cuanto a mi posible reacción emocional hacia el P, siento que su incorregible

tendencia a llegar tarde me hizo experimentar la angustia de sentirme inútil, desvitalizado y

desanimado, tal como él siempre se había sentido: quizás tras el componente agresivo implícito

en mi interpretación (“usted es un cuerpo muerto”) se esconde mi necesidad de liberarme de

esta angustia al externalizarla y ubicarla en el paciente”.

En este caso la referencia es a 1. Vector topográfico, c, Influencias inconscientes sobre el uso

de las teorías. La teoría es usada para resolver un problema contratransferencial: la agresión

contra el paciente es desplazada hacia la teoría (pero no puede evitar el lapsus). La narrativa del

paciente evoca una angustia que es eludida al introducir una teoría protectora. Es también una

respuesta al sentido de desamparo del analista. Hay un uso masivo de la historia del paciente y

de la historia del analista. Muchas otras consideraciones son posibles, pero sólo estoy tratando

de dar un ejemplo de este tipo de trabajo sobre el material clínico.]

P: En relación con esto, creo que hubo un período durante el cual me sentí más libre…recuerdo

el tiempo que pasé en X (un pueblo), cuando estaba en mi último año de la universidad…Había

ganado una beca…en ese tiempo me sentía más feliz.

…pero es como si, a medida que pasaron los años, no pude mantener la determinación que

tenía en ese período…

Es como si me hubiera olvidado que para sentirme bien necesitaba y aún necesito “hacer”

cosas…dedicar una parte de mi vida a hacer lo que quiero. Es por eso que al comienzo del

análisis le dije que a lo mejor ya no sabía más lo que quería…Hoy sé un poco más sobre lo que

quiero…no todo…pero, como me siento hoy…me siento incapaz…tengo miedo de lograrlo…

A: Quizás está tratando de hacerme entender que en la base de lo que quiere, está su

necesidad de ser un individuo independiente…Sin embargo, la posibilidad de serlo lo

atemoriza…y entonces es como si no pudiera reconocer y usar la dependencia para alcanzar su

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objetivo final, volverse independiente, sentirse adulto…ser capaz de sentirse en un mismo nivel

y, finalmente, ser capaz de separarse de sus padres, de sus gerentes…o de mí y del análisis.

[También en esta interpretación podemos identificar ciertos elementos – relativos a la

Enunciación y la Formulación – que son similares a los identificados en la interpretación anterior.

En este caso está el más evidente agregado de tener objetivos para el paciente como resultado

que tienen un impacto en la forma en que el paciente es tratado: hay una “dirección de la cura”

para el paciente (2. Vector conceptual, d, proceso psicoanalítico).]

P: …Sí…y estoy pensando en esta nueva oportunidad de trabajo…acá me darían seis meses

con un sueldo…porque consideraron que mi situación es más difícil que la de ellos…tendría que

dejar mi trabajo actual… ¿y si las cosas no van bien?...yo estaría arriesgando más que

ellos…Entonces decidieron ofrecerme algo a mitad de camino al darme seis meses de salario

garantido…esos meses deberían mostrar si el trabajo va marchando bien…de lo contrario, como

hicieron ellos, yo tendría que pensar en una actividad alternativa que pudiera hacer ingresar algo

de dinero…Francesco, por ejemplo, es consultor en computación y escribe programas…el otro

socio tiene un negocio de distribución y asistencia para impresoras y componentes de

hardware…

Y entonces,…siempre siento el temor de que después de haber dejado mi trabajo, pueda llegar

a descubrir que las tensiones surgen nuevamente hacia mis nuevos socios…

A: Me pregunto si usted no estará pensando que esta gente representa un ejemplo de

independencia que usted, también, está tratando de lograr. Ponen a su disposición un período

de tiempo limitado, 6 meses, para que usted se pueda hacer una buena idea de la situación…e

individualizar estrategias que lo protejan de posibles riegos.

Pero esto no lo reasegura lo suficiente…y no lo hace sentirse a salvo de las ansiedades de

separación e independencia…porque nuevamente se siente como un niño, nunca puede

comunicarles a los demás que quiere ser igual que ellos…nuevamente hay algo que usted no

puede comunicar…y que tiene que ver con la vergüenza…con sentirse humillado…Y

probablemente estos sentimientos eran los que usted sentía como niño en relación con sus

padres

Quizás en el análisis, también, siente que yo no le permito sentirse un igual, le doy un período

de tiempo limitado que no fue decidido por usted…que no se corresponde con sus

necesidades…que no lo hace sentirse a salvo de sus angustias…

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Pero no puede comunicarme que el tiempo que le ofrezco no es suficiente para usted… aún

cuando a usted le gustaría no tener necesidad de estar en análisis…que el análisis lo hace

sentir infantil y ridículo…la dependencia lo enoja…porque equivale a una sumisión humillante…

En otras palabras, cómo me puede hacer entender que se siente confundido y le gustaría decir

que el tiempo que el análisis le ofrece es demasiado corto…y al mismo tiempo no quiere estar

en análisis porque se siente grande y avergonzado por estar en análisis…

Y entonces pienso que sus llegadas tarde, como sus fracasos en su relación con la empresa, o

sus silencios como niño, son su única forma implícita de comunicar su incomodidad…de

hacerme entender que se siente avergonzado de revelarme que necesita el análisis…que

necesita que lo ayuden a volverse independiente.

[El analista agregó durante la discusión: “Mi última interpretación hace recordar a las

consideraciones que los Sandler hacen en sus reflexiones sobre el “modelo de 3

compartimientos y de 2 censuras”. Ubican a la vergüenza como la expresión típica de la

segunda censura, activada por el yo inconsciente y por aspectos del superyo (yo ideal-

narcisista)”. Esta no era una teoría implícita, sino una referencia mental explícita del analista

que se sintió en problemas.

La primera cosa notoria durante la discusión fue lo extraordinariamente largo de la

interpretación; parecía ser desproporcionada teniendo en cuenta que el paciente había llegado

media hora tarde y restaban apenas veinte minutos de sesión. La duración de la interpretación

sugería que el analista se vengaba del paciente por su llegada tarde, pero también una

respuesta a su sentirse inútil, desvitalizado y desanimado (contratransferencia). Un análisis más

cuidadoso que, por las restricciones de espacio, no puedo ofrecer aquí, permitiría identificar las

teorías explícitas que el analista dijo que lo inspiraron, así como las teorías implícitas. El “Mapa”,

2. Vector conceptual, b, Conceptos clínicos, sugiere la hipótesis de que el analista usa y

combina conceptos de nivel medio para enfrentar una situación clínica, normalmente pidiendo

prestados conceptos de diferentes teorías. Puede hacer esto de una manera significativa o

también puede hacer un increíble trabajo de remiendos (patchwork ). En este caso está claro

que el analista utiliza segmentos teóricos derivados de los conceptos de Winnicott (déficits en el

ambiente original), de Kohut (fallo del objeto del self), de Sandler (vergüenza y humillación

relacionadas con el modelo de los tres compartimientos), etc. Resulta igualmente claro que el

analista se apoya en hipótesis genéticas, como si les atribuyera un valor probatorio mayor o un

valor persuasivo mayor para el paciente. Las opciones teóricas del analista (explícitas e

implícitas) definitivamente influyen su interpretación de algunos fenómenos: desde la primera

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interpretación evita los aspectos agresivos y competitivos de la conducta del paciente, que

podrían llevar a la formulación de una interpretación relativa a la angustia de castración y la

afanisis, para favorecer la línea de la ansiedad de separación y los procesos de separación-

individuación.]

Podemos dejar este ejemplo por aquí. Me gustaría insistir sobre la forma en que este tipo de

seminario de supervisión permite simultáneamente la supervisión del material para poder

identificar las teorías implícitas del analista en su práctica clínica, así como también trabajar

sobre la teoría en un movimiento desde la práctica hacia la teoría. En este sentido resulta ser un

instrumento de formación extremadamente valioso.

Las discusiones sobre la naturaleza y la función de la supervisión habitualmente han opuesto el

aspecto terapéutico al de aprendizaje/enseñanza. Lo que me he esforzado por mostrar hasta

aquí, entre otras cosas, es que este tipo de oposición no incluye lo más específico del campo de

la supervisión. Una toma de conciencia de esta falsa oposición, sin embargo, no debe

engañarnos en cuanto a la pobreza de nuestras ideas sobre la enseñanza y el aprendizaje del

psicoanálisis. El uso de al palabra “educación” aplicada al psicoanálisis, cuando se discute

sobre la formación en los eventos internacionales, provoca inmediatamente un alzamiento de las

defensas. Se dice que la educación psicoanalítica es diferente de la educación “tout court”, pero

esto es para no decir que no tenemos una teoría consistente sobre su especificidad, o muchas

sugerencias para mejorarla.

La supervisión como parte del proceso de formación es un centro de enseñanza. Toda la

bibliografía sobre el tema lo enfatiza. ¿Pero qué clase de enseñanza? ¿Y cuál es la relación de

la supervisión, como proceso de enseñanza, con la teoría?

Mencioné antes el riesgo de no aplicar al trabajo de supervisión los mismos principios teóricos

que guían el trabajo clínico del supervisor, cualesquiera puedan ser, porque el trabajo de

supervisión sería dejado sin fundamento teórico. Si el analista, por ejemplo, está trabajando con

el concepto de identificación proyectiva y de contraidentificación proyectiva, informará al

candidato que en el proceso de supervisión, el candidato puede contraproyectar sobre él las

identificaciones que ha adquirido inconscientemente. Le describirá cómo la supervisión puede

ser el centro de un proceso paralelo cuyas dinámicas pueden reflejar las dinámicas de la

relación del candidato con su paciente, y cuándo será necesario interpretarlo, evitando así cierta

incoherencia con la teoría clínica que está enseñando en la supervisión. Esta enseñanza es

habitualmente implícita y es parte del proceso; el supervisor puede explicarlo y conceptualizarlo.

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Hay otra relación entre supervisión y teoría psicoanalítica que es de naturaleza diversa. Tal vez

DeBell es quien mejor ha expresado que una de las tareas de la supervisión es hacer una

“traducción del material clínico a formas teóricas y el movimiento inverso”. Desde este punto de

vista, la supervisión aparece como un lugar privilegiado para conectar teoría y práctica: para

explicar metodológicamente qué hipótesis teóricas pueden ser extraídas del material clínico;

para mostrar de qué manera la opción teórica informa a la lectura del material y la condiciona;

para enfatizar los aspectos de la realidad clínica en los que la teoría elegida se muestra

insuficiente o contradictoria; para descubrir el uso que se hace de hipótesis ad hoc para no

abandonar la teoría; para acostumbrar al candidato a considerar cada interpretación como una

hipótesis de trabajo derivada de un cierto modelo teórico.

Creo que estas ideas se encuentran implícitas en el concepto de supervisión como enseñanza.

Sin embargo, debo decir que cuando se llama la atención de los colegas sobre ellas, se

encuentran usualmente con una fuerte resistencia. Las más de las veces, se menciona el riesgo

de intelectualizar la supervisión, confundiendo un mecanismo defensivo con un pensar en

términos teóricos. Creo que A.Green está en lo cierto cuando señala que la frenética búsqueda

de un terreno común que no existe trae como resultado una negación (en términos de

mecanismo de defensa) de la discusión teórica, y un enfoque ingenuo pero no menos

reprochable de la “base empírica común” del material clínico, como si ese material no estuviese

ya completamente condicionado por una teoría subyacente (1993). No creo que debamos

subestimar las consecuencias de una elección así, sobre todo la formación de “artesanos” de

estilo sin ninguna conciencia de por qué hacen lo que hacen. Aún si consideramos al

psicoanálisis como un arte, no debe confundírselo con una artesanía.

Podríamos individualizar algunas conclusiones provisionales de estas consideraciones:

a) La supervisión determina su objeto y su método de acuerdo a la delimitación de un campo de

tamaño variable, condicionado por el vértice escogido en función de la teoría y el objetivo.

b) Planificar un vínculo conceptual entre “terapia” y “enseñanza” parece ser una condición

necesaria para evitar el vacío teórico de la supervisión. En los últimos años la literatura parece

orientarse de esta forma: para prueba, los conceptos de proceso paralelo, de analogon entre

supervisión y análisis y de psicoanálisis de un psicoanálisis.

c) La supervisión podría ser el lugar de preferencia para profundizar, investigar y trabajar en la

traducción de la teoría a la práctica y de la práctica a la teoría. Para algunos objetivos (como

éste por ejemplo), algunas delimitaciones particulares del campo podrían ser mejores que otras,

por ejemplo, trabajar sobre la teoría en supervisión grupal es más fácil que en una supervisión

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individual; por el contrario, abordar problemas de la contratransferencia del analista es más fácil

en la supervisión individual que en la grupal.

d) Un análisis meticuloso de las teorías implícitas que el analista usa en su práctica clínica,

facilitado por el uso del instrumento descrito anteriormente, “El mapa de las teorías implícitas

(privadas, preconscientes) en la práctica clínica”, prueba ser de gran ayuda en la supervisión.

De la misma forma que tiene una función relevante en ayudarnos a descubrir “si hacemos lo que

creemos que hacemos”, un estudio cuidadoso de las teorías implícitas también forma a los

analistas para vincular las hipótesis de trabajo (interpretaciones) con la teoría y para comparar

sus respectivas teorías y prácticas clínicas. La mayéutica y la función didáctica del “Mapa” se

ven de esa manera integradas con su función heurística. Como decía Sandler, “la investigación

de las teorías implícitas, privadas del psicoanálisis clínico abrirá una importante nueva puerta en

la investigación psicoanalítica”.

Jorge Canestri

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