Juanandrés A. Trujillo

La Televisión de los Trujillo

Mi abuelo, Marcos Fidel Trujillo, era un hombre con un fuerte poder de decisión.

Siempre logró lo que se propuso a pesar de cualquiera de sus limitaciones, como

la de no saber escribir, a pesar de ser un ávido lector de periódicos y revistas en

su vejez.(Coma) O ser el décimo de catorce hijos de una familia pobre en Ituango,

y que su bolsillo tocara los primeros billetes que logró su esfuerzo a los catorce,

cuando, en un acto muy osado, consiguió una cédula falsa para enlistarse en las

filas del Batallón Colombia para ir a la Guerra de Corea, dejando de ser una carga

para su familia.

Allá obtuvo su primera condecoración, y los dos tatuajes que le acompañarían de

por vida.(dos puntos) En el brazo izquierdo, la cara de un tigre blanco que nació

en un burdel de Seúl, y en la pierna derecha, la herida que le dejarían las esquirlas

de una granada lanzada en batalla. Así fue como llegó a Medellín, salvo más que

sano para contar la historia, de sus cortos 16 años de edad.(Así como?)

Después vendría otra decisión definitiva, casarse con Rocío que aspiraba ser

monja, y aunque por su belleza se disputaba entre el noviciado y el matrimonio

con un prestigioso abogado, tomó el camino más angosto y se enamoró de su

primo hermano. Cuenta mi mamá que una bruja ya le había anunciado que se

desposaría con un hombre que le pediría matrimonio por teléfono, así que no fue

muy difícil dar un veredicto cuando el abuelo Marcos, después de su regreso(aquí

va una coma) la llamó a proponer.(proponérsele?, a hacerle la propuesta?)

Eso sí, no fue fácil convencer a mi bisabuelo Manuel, que se negaba

rotundamente a aceptar tal cosa, sobretodo porque ya había alquilado el salón

más lujoso del Club Unión, y se jactaba de saber que su hija llevaría puesto el

vestido de novia más caro de Junín. El sobrino Marcos no era del estatus, pero

como toda buena historia romántica, a pesar de las adversidades, la prima Rocío

tuvo la última palabra: “Sí papá, ¿y qué?”. Y a regañadientes, el abuelo Manuel

tuvo que aceptar a su sobrino como yerno.

Lo que siguió después fue más una sorpresa. La abuela Rocío nunca se esperó

pasar de ser una joven pudiente de Medellín(coma aquí) que(A quien) le

recortaban los periódicos para que no leyera las noticias prohibidas por “sexuales”,

a ser la esposa del primer mecánico automotriz de Maicao.

Así es, el abuelo Marcos se prometió a sí mismo y a ella, que le daría la vida que

merecía(Coma explicativa) y que siempre tuvo, y (que) así fuera con las uñas

lograría montar la “Rectificadora de la Guajira”. El único centro automotriz (Que

habría, o que iba a haber en el) del lugar, especializado en el arreglo de

cigüeñales, enfatiza mi mamá.

Por su parte la abuela, que a duras penas salía de casa acompañada de alguno

de sus hermanos, no tenía pista de qué era la Guajira, e hizo gala en medio del

tierrero de los vestidos más lujosos y delicados que pudo conseguir para su vida

de casada. Pero como les decía, el abuelo tenía sus objetivos claros, y a medida

que fueron pasando los meses el negocio creció, y este se empezó a codear con

las personalidades más prestigiosas de la región: los mejores contrabandistas

Árabes, Indígenas y Antioqueños. Con tales influencias, fue solo cuestión de

llamadas y un par de viajes para que se convirtiera en un líder dentro de Maicao, y

pudiera conocerse con el General Rojas Pinilla, que(Quien) lo convirtió en el

presidente de la Anapo en la Guajira. Es decir, el encargado de conseguirle votos,

organizar reuniones, hacer alianzas y recorrer el departamento junto a él y su hija

Maria Eugenia, según recuerda mi tía abuela Marina.( Mucha gente refiere la

historia, la mama o la tía, yo eligiría solo una)

Fue así como el abuelo llegó a recibir muchos beneficios del gobierno, y entre

ellos, el que sería la más avanzada tecnología de su época, y sobre todo de su

región. En 1954, el presidente Rojas traería la televisión al país, y del sofisticado

aparato, los primeros beneficiados serían sus aliados. Así fue como un día de

1955, ya habiendo sido inaugurada la televisión comercial, llegó el rumor a las

calles desérticas de Maicao de que Don Marcos tenía la primera caja mágica del

departamento. Aparentemente ya le habían avisado del paquete que llegaría, y

para iniciar la caja mágica, sólo faltaba terminar de instalar la antena que

mandaron a traer bajo cuerda de Venezuela. (Esa frase no me cuadra, no

entiendo el aparentemente, de pronto es otra palabra ahí)

Mientras esto ocurría, la abuela preparaba jugo para cada invitado que llegara,

pero el lugar ya desbordaba de Turcos, Sirios, Reyes de las comunidades de la

región, Matapatos Wayuu, comerciantes paisas, venecos, costeños y niños de

todas las razas Guajiras, que(La coma acá) al estorbarles los adultos con tanto

regaño, se amontonaban en la ventana para ver el espectáculo. Pasado un rato de

espera, no había cuerpo ni voz que cupiera en ese espacio. Los olores de cada

región empapaban la casa, y los charlatanes no dejaban de lado sus envidias para

despreciar la autenticidad del televisor. De pronto sonó un grito de quien había

acomodado la antena, y un silencio sopló cada palabra de la casa. Ahora todos los

ojos estaban fijos en la pantalla chica, y el aparato, después de dar luz, empezó a

hablar.

Mi abuelo que era un hombre de pocas palabras, sólo sonreía y miraba a su

amada Rocío, a la que había convertido en la reina de la casa. (Me sobra, no

aporta nada al relato, termina en empezó a hablar)