la tierra prometida- minicuento

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La tierra prometida El filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz afirmaba que Dios había creado el mejor de los mundos posibles, una teoría que causó hilaridad general en su época. Voltaire la ridiculizó en su Cándido, haciendo que el protagonista de su novela recorra el mundo sufriendo una desgracia tras otra, como un moderno Job cegado por una teoría: como es discípulo del profesor Pangloss (es decir, de Leibniz), Cándido se niega a ver los horrores del mundo y todo le parece estupendo. El argumento de Leibniz, sin embargo, está lejos de ser absurdo, porque hay que recordar que el propio Dios está sometido a lo que Leibniz llama el “principio de razón suficiente”, que dicho en profano significa: siempre debe haber una razón para que suceda cualquier cosa. Dios no puede hacer lo que le venga en gana, sino que debe someterse a las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado, del mismo modo que un novelista debe someterse a las leyes de verosimilitud que él mismo ha establecido en su relato; si no lo hace, el lector se sentirá estafado. Del mismo modo, para un filósofo 1

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Cuento de Daniel Tubau, publicado en Alquimia de la tierra

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Alquimia Tierra

La tierra prometida

El filsofo alemn Gottfried Wilhelm Leibniz afirmaba que Dios haba creado el mejor de los mundos posibles, una teora que caus hilaridad general en su poca. Voltaire la ridiculiz en su Cndido, haciendo que el protagonista de su novela recorra el mundo sufriendo una desgracia tras otra, como un moderno Job cegado por una teora: como es discpulo del profesor Pangloss (es decir, de Leibniz), Cndido se niega a ver los horrores del mundo y todo le parece estupendo. El argumento de Leibniz, sin embargo, est lejos de ser absurdo, porque hay que recordar que el propio Dios est sometido a lo que Leibniz llama el principio de razn suficiente, que dicho en profano significa: siempre debe haber una razn para que suceda cualquier cosa. Dios no puede hacer lo que le venga en gana, sino que debe someterse a las leyes de la naturaleza que l mismo ha creado, del mismo modo que un novelista debe someterse a las leyes de verosimilitud que l mismo ha establecido en su relato; si no lo hace, el lector se sentir estafado. Del mismo modo, para un filsofo racionalista y razonable como Leibniz, una vez definidas las leyes de la naturaleza, deben funcionar siempre del mismo modo y ni siquiera Dios est autorizado a modificarlas a mitad del juego.

Un descubrimiento inesperado ha venido a arrojar nueva luz acerca del origen de la teora de los mundos posibles de Leibniz. En 1992, al derribar la pared de una casa del pueblo de Barcarrota, en la provincia de Badajoz, aparecieron varios libros que algn judo haba escondido all, tal vez antes de emigrar a Portugal. Uno de ellos es el llamado Lazarillo de Barcarrota, versin del clebre Lazarillo de Tormes. Pero aqu nos interesa otro texto, que fue encontrado en otra casa de la misma localidad en 2008.

Se trata de una crnica del siglo XV que cuenta la historia de un piadoso rabino de Toledo llamado Eliezer, quien, al morir, pregunt a Yahveh, con una osada que slo se recuerda en personajes bblicos como Abraham y Jacob, por qu haba hecho un mundo tan defectuoso, en el que los cuatro elementos, agua, aire, fuego y tierra, slo parecan existir para causar desgracias: maremotos, terremotos, incendios y volcanes, tornados y huracanes. Yahveh le responde que, antes de crear este mundo, imagin otros muchos, en los que combin los cuatro elementos de mil y una maneras. Permite entonces a Eliezer contemplar esos mundos y el rabino descubre que en todos ellos slo hay desolacin y muerte, que estn, como dira Shakespeare, llenos tan slo de ruido y furia. En los mundos en los que apenas hay agua, es cierto que no hay tormentas, pero tampoco peces en los ros o en el mar. En los mundos en los que no hay fuego, nadie puede protegerse del fro. En aquellos en los que apenas sopla el viento, las epidemias se extienden sin freno. Por fin, Yahveh muestra a Eliezer que en los mundos en los que la tierra es blanda e inofensiva no se puede ni caminar, ni construir casas, ni sembrar. Finalmente, Dios permite al rabino contemplar nuestro planeta desde las alturas, como hizo Elas en su carro de fuego. Cito aqu el manuscrito en su reciente traduccin al castellano: Y Eliezer descubri que desde las alturas la Tierra era un planeta hermoso, que las plantas, las flores y los frutos crecan con una vitalidad que no haba visto en ningn otro mundo, que las montaas contenan minerales y metales que estaban a disposicin de los hombres y las mujeres, que los mares albergaban decenas de criaturas, y, sobre todo, que la frtil tierra ofreca cada ao cosechas de cereales, plantas y frutos a quienes la supieran cuidar.

Nada ms nos dice la crnica acerca de Eliezer y no sabemos si qued convencido o no, aunque es evidente que el cronista opina que Yahveh ha logrado disipar las dudas del piadoso rabino, pues su relato concluye con Yahveh ofreciendo un puado de tierra a Eliezer: Esta y no otra es la verdadera tierra que os promet, la tierra misma.

Una ltima pregunta que probablemente se ha hecho el lector: se puede probar que este relato fue conocido por Leibniz? La nica respuesta posible, en mi opinin, es que pudo llegar a l a travs de los crculos relacionados con el judo Baruch Spinoza, cuya filosofa, aunque casi en secreto, Leibniz admiraba.2