la tumba de las luciernagas - akiyuki nosaka

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  • La tumba de las lucirnagas(octubre de 1967), levant granexpectacin al publicarse, y en1968 gan el premio Naoki. Conun talento fuera de lo comn,complejo y desasosegado,Nosaka esconde en su estilouna mirada que no rehye losaspectos ms srdidos y crudosde la existencia.

    Segunda Guerra Mundial (1939-

  • 1945). Seita y Setsuko son hijosde un oficial de la marinajaponesa. Un da, durante unbombardeo, no consiguen llegara tiempo al bnker donde sumadre los espera. Cuandodespus buscan a su madre, laencuentran malherida en laescuela, que ha sido convertidaen un hospital de urgencia.Tras la muerte de su madre yuna breve estancia en casa desu ta, los nios vagarn sin

  • casa y sin rumbo.

    Dursimo, despiadado, Nosakanos deja la huella de la fibraautntica y sin concesiones.

  • Akiyuki Nosaka

  • La tumba de laslucirnagas

    ePUB v1.1Roy Batty 13.10.11

  • Ttulo: La tumba de las lucirnagasAutor: Akiyuki NosakaTtulo original: Hotaru no hakaAo de publicacin: 1967Traductores: Lourdes Porta y JunichiMatsuura

  • LA TUMBA DE LASLUCIRNAGAS

    Estaba en la estacinSannomiya, lado playa, de losferrocarriles nacionales, el cuerpohecho un ovillo, recostado en unacolumna de hormign desnuda,desprovista de azulejos, sentado enel suelo, las piernas extendidas;aunque el sol le haba requemado lapiel, aunque no se haba lavado enun mes, las mejillas demacradas de

  • Seita se hundan en la palidez; alcaer la noche contemplaba lassiluetas de unos hombres quemaldecan a voz en gritoimprecaciones de almasembrutecidas?mientras atizabanel fuego de las hogueras comobandoleros; por la maanadistingua, entre los nios que sedirigan a la escuela como si nadahubiera sucedido, los furoshiki[1]de color blanco y caqui del InstitutoPrimero de Kobe, las carteras

  • colgadas a la espalda del InstitutoMunicipal, los cuellos de laschaquetas marineras sobrepantalones bombachos de laPrimera Escuela Provincial deShin, situada en la parte alta de laciudad; entre la multitud de piernasque pasaban incesantemente junto al, algunos, al percibir un hedorextraomejor si no se hubierandado cuenta!, bajaban la mirada yesquivaban de un salto,atolondrados, a Seita, que ya ni

  • siquiera se senta con fuerzas paraarrastrarse hasta las letrinas queestaban frente a l.

    Los nios vagabundos searracimaban junto a las gruesascolumnas de tres shaku[2] deancho, sentados uno bajo cada unade ellas como si buscaran laproteccin de una madre; que sehubieran apiado en la estacin, sedeba, quiz, a que no tenan accesoa ningn otro lugar?, a queaoraban el gento que la

  • abarrotaba siempre?, a que allpodan beber agua?, o, quiz, a laesperanza de una limosnacaprichosa?; el mercado negro,bajo el puente del ferrocarril deSannomiya, empez justo entrarseptiembre con bidones de agua, acincuenta sen[3] el vaso, en los quehaban diluido azcar quemado,inmediatamente pas a ofrecerbatatas cocidas al vapor, bolas deharina de batata hervida, pastas,bolas de arroz, arroz frito, sopa de

  • judas rojas, bollos rellenos depasta de juda roja endulzada,fideos, arroz hervido con fritura yarroz con curry, y tambin pasteles,arroz, trigo, azcar, frituras, latasde carne de ternera, latas de leche yde pescado, aguardiente, whisky,peras, pomelos, botas de goma,cmaras de aire para bicicletas,cerillas, tabaco, calcetines, mantasdel ejrcito, uniformes y botasmilitares, botas de cuero... Pordiez yenes! Por diez yenes!:

  • alguien ofreca una fiambrera dealuminio llena de trigo hervido quehaba hecho preparar aquella mismamaana a su mujer; otro ibadiciendo: Por veinte yenes!, qutal? Por veinte yenes!, mientrassostena entre los dedos de unamano unos zapatos destrozados quehaba llevado puestos hasta unosminutos antes; Seita, que habaentrado perdido, sin rumbo, atradosimplemente por el olor a comida,vendi algunas prendas de su madre

  • muerta a un vendedor de ropa usadaque comerciaba sentado sobre unaestera de paja: un nagajuban, unobi, un han'eri y un koshihimo[4],descoloridos tras haberseempapado de agua en el fondo deuna trinchera; as, Seita pudosubsistir, mal que bien, quince dasms; a continuacin se desprendidel uniforme de rayn del instituto,de las polainas y de unos zapatos y,mientras dudaba sobre si acabarvendiendo incluso los pantalones,

  • adquiri la costumbre de pasar lanoche en la estacin; y despus: unnio, acompaado de su familia,que deba volver del lugar donde sehaba refugiadollevaba lacapucha de proteccin antiareacuidadosamente doblada sobre unabolsa de lona y acarreaba sobre susespaldas, colgados de la mochila,una olla, una tetera y un casco, ledio, como quien se deshace de unengorro, unas bolas de salvado dearroz medio podridas que deban

  • haber preparado para comer en eltren; o bien, la compasin de unossoldados desmovilizados, o lapiedad de alguna anciana que debatener nietos de la edad de Seita,quienes, en ambos casos,depositaban en el suelo conreverencia, a cierta distancia, comosi hicieran una ofrenda ante laimagen de Buda, mendrugos de pano paquetitos cuidadosamenteenvueltos de granos de soja tostadaque Seita recoga agradecido; los

  • empleados de la estacin habanintentado echarlo alguna que otravez, pero los policas militares quehacan guardia a la entrada de losandenes lo defendan a bofetadas;ya que en la estacin, al menos,haba agua en abundancia, decidiechar races en ella y, dos semanasdespus, ya no poda levantarse.

    Una terrible diarrea no loabandonaba y se sucedan sus idas yvenidas a las letrinas de la estacin;una vez en cuclillas, al intentar

  • ponerse en pie, senta que suspiernas vacilaban, se incorporabaapretando su cuerpo contra unapuerta cuyo tirador haba sidoarrancado, y avanzaba apoyndosecon una mano en la pared; pareca,cada vez ms, un baln deshinchadoy, poco despus, recostado en lacolumna, fue ya incapaz de ponerseen pie, pero la diarrea lo seguaatacando implacablemente y en uninstante tea de amarillo lasuperficie alrededor de su trasero;

  • Seita, aturdido, se senta morir devergenza y, como su cuerpo inerteera incapaz de emprender la huida,intentaba al menos ocultar aqueltinte, araaba con ambas manos laescasa arena y el polvo del suelopara cubrirlo con ello, pero apenaslograba cubrir una parteinsignificante; a los ojos decualquiera deba parecer que unpequeo vagabundo enloquecidopor el hambre estuviera jugueteandocon la mierda que se haba hecho

  • encima.Ya no tena hambre, ni sed, la

    cabeza le caa pesadamente sobreel pecho, Puaff! Qu asco!,Debe de estar muerto, Quvergenza que estn sos en laestacin! Ahora que dicen que esta punto de entrar el ejrcitoamericano: slo vivan sus odos,distingua los diversos sonidos quelo envolvan; de noche, cuando todoenmudeca de sbito: el eco de unasgeta[5] que andaban por el recinto

  • de la estacin, el estruendo de lostrenes que circulaban sobre sucabeza, pasos que echaban a correrde repente, la voz de un nio:Mamaaa..., el murmullo de unhombre que hablaba entre dientescerca de l, el estrpito de loscubos de agua arrojadosviolentamente por los empleados dela estacin. A qu da debemosestar hoy? A qu da? Cuntotiempo debo llevar aqu?, eninstantes de lucidez vea ante sus

  • ojos el suelo de hormign sincomprender que se habaderrumbado sobre su costado, elcuerpo doblado en dos, en la mismapostura que tena cuando estabasentado; y mirando absorto cmo latenue capa de polvo del suelotemblaba al comps de su dbilrespiracin, con un nicopensamiento: A qu da debemosestar hoy? A qu da debemosestar hoy?, Seita muri.

    En la madrugada del veintiuno

  • de septiembre del ao veinte deShwa,[6] un da despus de que seaprobara la Ley General deProteccin a los Hurfanos deGuerra, el empleado de la estacinque inspeccionaba medrosamentelas ropas infestadas de piojos deSeita descubri bajo la faja unalatita de caramelos e intent abrirla,pero, tal vez por estar oxidada, latapa no cedi: Qu es eso?,Djalo ya! Tira esa porquera!,Este tampoco durar mucho.

  • Cuando te miran con esos ojosvacos, ya no hay nada quehacer..., dijo uno de ellos,observando el rostro cabizbajo deotro nio vagabundo, ms pequeoan que Seita, sentado junto alcadver que, antes de que vinierana recogerlo del ayuntamiento,segua sin cubrirlo ni una estera depaja; cuando agit la latita como sino supiera qu hacer con ella, sonun clic-clic, y el empleado, con unimpulso de bisbol, la arroj entre

  • las ruinas calcinadas de delante dela estacin, a un rincn oscurodonde ya haba crecido la hierbaespesa del verano; al caer, la tapase desprendi, se esparci unpolvillo blanco y tres pequeostrozos de hueso rodaron por elsuelo espantando a veinte o treintalucirnagas diseminadas por lahierba que echaron a volarprecipitadamente en todasdirecciones, entre parpadeos de luz,apacigundose al instante.

  • Aquellos huesos blancos erande la hermana pequea de Seita,Setsuko, que haba muerto elveintids de agosto en una cueva deManchitani, Nishinomiya; laenfermedad que la condujo a lamuerte era llamada enteritis aguda;en realidad, incapaz a sus cuatroaos de sostenerse en pie y rendidapor la somnolencia, la muerte lelleg, como a su hermano, por unadebilidad extrema debida alhambre.

  • El cinco de junio, Kobe fuebombardeado por una formacin detrescientos cincuenta B-29 y loscinco barrios de Fukiai, Ikuta,Nada, Suma y Higashi-Kobequedaron reducidos a cenizas;Seita, estudiante de tercer ao debachillerato, movilizado en unpelotn de trabajo, iba por entoncesa la acera de Kobe, pero aquel da,jornada de restriccin de luz, seencontraba en su casa, cerca de laplaya de Mikage, cuando se anunci

  • el estado de alerta, as que decidienterrar en el huerto, al fondo deljardn, entre tomates, berenjenas,pepinos y pequeas legumbres, unbrasero de porcelana de Seto en elcual, segn un plan preconcebido,haba metido el arroz, los huevos,la soja, el bonito seco, lamantequilla, los arenques secos, lasciruelas conservadas en sal, lasacarina y los huevos en polvo dela cocina, y lo cubri con tierra,tom en brazos a Setsuko, de quien

  • su madre, enferma, no podaocuparse, y se la carg a la espalda,arranc del marco una fotografadonde posaba en uniforme de galasu padre, un teniente de navo dequien no tenan noticias desde quehaba embarcado en una fragata, yse la escondi en el pecho; tras losdos bombardeos del diecisiete demarzo y del once de mayo, sabaque, acompaado de una mujer y deuna nia, le sera completamenteimposible sofocar una bomba

  • incendiaria y que la zanja excavadaen el suelo de su casa no leofrecera proteccin alguna; asque, ante todo, envi a su madre alrefugio antiareo reforzado conhormign que la comunidad devecinos haba instalado detrs delparque de bomberos y, cuandoempezaba a embutir en una mochilalos trajes de paisano de su padreque estaban en el armario ropero,todas las campanas de los puestosde vigilancia antiarea sonaron al

  • unsono con un repiqueteoextraamente alegre; apenas hubocorrido al recibidor, Seita se vioenvuelto por el estruendo debombas que se estrellaban contra elsuelo; tras la primera oleada,debido a aquel estrpito espantoso,tuvo la alucinacin de que habavuelto de repente el silencio,aunque el retumbar opresivo,rrrrr!, rrrrr!, de los motores de losB-29 no cesaba un instante; hastaaquel da, al volverse y levantar los

  • ojos hacia lo alto, slo habacontemplado, agazapado en elrefugio antiareo de la fbrica,innumerables estelas que surcabanel cielo tras una infinidad depuntitos diminutos que volabanhacia el este, o bien, apenas cincodas antes, durante el bombardeo aOsaka, un enjambre parecido a unbanco de peces que se deslizabaentre las nubes, all en lo alto, porel cielo de la baha de Osaka; peroahora, aquellas enormes figuras

  • volaban tan bajo que, en su rutadesde el mar a la montaa, antes dedesaparecer por el oeste, inclusopodan distinguirse las gruesaslneas trazadas en el vientre de losfuselajes y el bascular de las alas;las bombas retumbaron de nuevo ySeita qued inmvil, clavado en elsuelo, como si el aire se hubierasolidificado de repente; se oyentonces un metlico clinc-clanc:una bomba incendiaria de colorazul, cinco centmetros de dimetro

  • y sesenta de largo, haba cado alsuelo rodando desde el tejado ybrincaba en el camino como unaoruga gemetra e iba esparciendoaceite; Seita, aturdido, corri a laentrada de la casa, pero al ver lahumareda negra que ya venafluyendo despacio desde el interior,sali de nuevo, aunque fuera slohall una hilera impasible de casas,un espacio desierto y, frente a lacasa, una escobilla de apagar elfuego y una escalera de mano

  • apoyada, de pie, contra la valla;deba llegar, como fuese, al refugiodonde estaba su madre y emprendila marcha con Setsuko sollozando asu espalda justo cuando empezaba asalir una humareda negra desde unaventana del primer piso de la casade la esquina y, simultneamente,como por simpata, prendieron unasbombas incendiarias que deban dehaber permanecido humeando en eldesvn y se oy crepitar los rbolesdel jardn; las llamas se extendieron

  • por el borde del alero y la puertacorredera, ardiendo, se desprendiy cay; en un instante, su campovisual se oscureci y la atmsferase volvi abrasadora; Seita ech acorrer con todas sus fuerzas, comosi lo empujaran, y huy hacia el estea lo largo de la va elevada delferrocarril de la lnea Hanshin conel propsito de llegar al malecndel ro Ishiya, pero unamuchedumbre que hua en busca derefugio abarrotaba ya el camino:

  • gente que arrastraba pesadascarretas, hombres que cargabancolchones sobre sus espaldas,viejas que llamaban a alguien convoz chillona... Seita, exasperado, sedirigi entonces hacia el mar,mientras las chispas danzaban a sualrededor, envuelto an por elsilbido de las bombas; en elcamino, un tonel impermeable desake de treinta koku[7] roto yanegado en agua, hombres que sedisponan a evacuar a los heridos

  • en angarillas; cuando crea haberllegado a una zona desierta, se top,una calle ms all, con un alborotofrentico de gente que, como en unalimpieza general, vaciaba sus casasllevndose incluso los tatami[8]cruz la antigua carretera nacional,sigui corriendo por callejasestrechas y, en las afueras de unbarrio donde, presumiblemente trasuna huida precipitada, ya noquedaba ni un alma, vio las negrasbodegas del Goky de Nada, tan

  • familiares para l... En verano,cuando se acercaba a aquel barrio,un olor salobre impregnaba el aire,la arena brillaba entre una bodega yotra, a espacios de unos cincoshaku, bajo el sol del verano, y elmar azul profundo asomaba bajo unhorizonte sorprendentemente alto;ahora esta imagen se habaextinguido y cuando Seita corrihasta all, como en un acto reflejo,pensando que nicamente el aguapoda salvarlo del fuego en una

  • costa donde no haba abrigo alguno,encontr a otros que, azuzados porla misma obsesin, se habancobijado junto a los cabrestantesque servan para arrastrar lasbarcas de pesca y las redes enaquella playa de arena de cincuentametros de ancho; Seita sigui haciael oeste, hacia el ro Ishiya, cuyasorillas haban sido elevadas condos terraplenes tras lasinundaciones del ao trece deShwa[9], y se ocult en uno de los

  • huecos que se encontraban, atrechos, en el nivel superior; tenala cabeza al descubierto, pero,despus de todo, le infundaconfianza estar escondido en unagujero; cuando se sent, el coraznle palpitaba con fuerza, estabasediento y el mero esfuerzo delevantarse para desatar los lazos desu espalda y tomar en brazos aSetsuko, en quien no haba tenidoapenas tiempo de pensar hastaaquel momento, le hizo entrechocar

  • las rodillas y estuvo a punto dederribarlo, pero Setsuko ni siquieralloraba y con su pequea caperuzaestampada de proteccin antiarea,una blusita blanca, los pantalonesestampados con el mismo motivoque la caperuza, unos tabi[10]rojos de franela y con una sola desus geta favoritas lacadas en negro,aferraba con fuerza una mueca y unmonedero grande y viejo de sumadre. Trados por el viento, elolor a quemado y el crepitar de las

  • llamas parecan muy cercanos; elfragor de las bombas, a rfagas,como un aguacero de verano,alejndose hacia el oeste;aterrados, hermano y hermana searrimaban de vez en cuando el unoal otro y entonces a Seita se leocurri sacar de la bolsa especialantiarea la fiambrera con losrestos del arroz refinado que sumadre haba cocido la nocheanterior el ltimo arroz refinadoque les quedaba y que su madre

  • haba decidido que ya no vala lapena guardar ms, junto con elarroz sin descascarillar con granosde soja de aquella maana y trasdestapar la mezcla, medio blanca,medio negra, que ya empezaba atener una consistencia viscosa, hizocomer la parte blanca a Setsuko; allevantar los ojos hacia el cielo yverlo teido de color anaranjado,Seita record que su madre le habacontado una vez que la maana delgran terremoto de Kant las nubes

  • se haban vuelto amarillas.Y mam? A dnde se ha

    ido?, Est en el refugio. Dicenque el refugio que hay detrs delparque de bomberos resiste inclusobombas de doscientos cincuentakilos, aunque caigan justo encima,as que no le pasar nada, dijoSeita como si l mismo intentaraconvencerse, ya que toda la zona dela costa de Hanshin quevislumbraba de vez en cuando atravs de la avenida de pinos del

  • dique vibraba lentamente en unatonalidad escarlata; Seguro queest cerca de Nihonmatsu, en el roIshiya. Descansaremos un rato ydespus iremos hacia all, Seita sehaba animado de repentedicindose que su madre deba dehaber escapado con vida deaquellas llamas, Ests bien,Setsuko? No te ha pasado nada?,He perdido una geta, Ya tecomprar otras, y an ms bonitas,Yo tambin tengo dinero!,

  • Setsuko mostr el monedero,brelo, al abrir el recio cierredel monedero, aparecieron tres ocuatro monedas de uno y cinco senjunto con una bolsita moteada deblanco y unas fichas de ohajiki[11]rojas, amarillas y azules, iguales aaquella que se haba tragadoSetsuko el ao anterior, una queapareci al da siguiente por latarde tras hacerle hacer caca en eljardn sobre un peridicoextendido. Nuestra casa se ha

  • quemado?, Creo que s, Yahora qu haremos?, Pap nosvengar, ya lo vers!, estaspalabras no eran una respuesta,pero tampoco Seita tena ni la msremota idea de lo que iba a sucedera continuacin: nicamente unzumbido de motores alejndose y,poco despus, una lluvia que caytorrencialmente durante cincominutos; al ver las manchas negrasque dejaba sobre ellos, Seita pens:Ah! Esta es la lluvia de los

  • bombardeos!, y habiendodominado finalmente el pnico, selevant y contempl el mar cuyasuperficie se haba ennegrecido depronto, repleta de innumerablesdesechos que flotaban a la deriva;la imagen que ofreca la montaa nohaba cambiado, pero la parteizquierda del monte Ichi parecahaberse incendiado, porque unanube de humo prpura se extendasuavemente por el cielo... Aupa!Arriba!, sent a Setsuko en el

  • borde del agujero y le dio laespalda para que la pequeamontara sobre l; cuando lo hizo, lasinti terriblemente pesada, aunquedurante la huida ni siquiera habareparado en ella; agarrndose a lasraces de las hierbas, se arrastrhasta la cima del dique.

    Desde la cumbre, las dosescuelas populares de Mikage y lasala de actos municipal se vean tancercanas como si se hubierandesplazado andando hasta all; las

  • bodegas y los barracones delejrcito, as como la caserna debomberos y el pinar, habandesaparecido por completo; elterrapln del ferrocarril de Hanshinse vea a dos pasos y, en el lugardonde cruzaba con la carreteranacional, haba tres vagonesdetenidos en la va interceptando elpaso; los escombros calcinados seextendan a lo largo de una suavependiente hasta el pie del monteRokk; el horizonte apareca velado

  • y haba quince o diecisis lugaresde donde brotaban todava el humoy las llamas; de repente se oy unfuerte estrpito: quiz una bombaque no haba prendido hasta aquelmomento?, una de explosinretardada, tal vez? No, eranplanchas de cinc que un torbellinode viento haca volar por los airesmientras silbaba como el cierzoinvernal; Seita sinti cmo Setsukose apretujaba contra su espalda ydecidi hablarle: Fjate, no ha

  • quedado nada, qu despejado esttodo, verdad? Mira, aqulla es lasala de actos adonde fuimos los dosa comer zsui[12]!, pero no huborespuesta. Un momento!, Seita sedetuvo a enrollarse bien laspolainas y, cuando reemprendi lamarcha por lo alto del dique,descubri a su derecha tres casasque se haban salvado de lasllamas, la estacin Ishiyagawa de lalnea Hanshin reducida a suarmazn y, unos pasos ms all, un

  • santuario sintosta completamentearrasado donde nicamentequedaba la pila de las abluciones;conforme iba andando, aumentabael nmero de personas: familiasexhaustas sentadas al borde delcamino, apenas con nimos demover los labios, calentando aguaen una tetera suspendida de unospalos sobre una hoguera de carbnmineral donde tambin asabanhoshiimo[13]; Nihonmatsu estabams all, a la derecha, siguiendo

  • por la carretera nacional hacia lamontaa; cuando lograron, a duraspenas, llegar hasta all, noencontraron a su madre por ningunaparte y, al ver que todos mirabanhacia el lecho del ro, Seita seasom: all abajo, sobre la arenaseca del cauce, vio cinco cadveresde muertos por asfixia, unos debruces contra el suelo y otros bocaarriba, con los brazos y las piernasextendidos; Seita decidicomprobar si entre ellos estaba su

  • madre.Su madre padeca del corazn

    desde el nacimiento de Setsuko; porlas noches, cada vez que tena unacrisis, peda a Seita que lerefrescara el pecho con agua fra ycuando el dolor era muy agudo, lla ayudaba a incorporarse y larecostaba sobre una pila de cojinesamontonados a su espalda; su senoderecho, incluso a travs delcamisn, se vea vibrarviolentamente al comps de los

  • latidos; su tratamiento, a base demedicina china, consista en unospolvos rojos que tomaba maana ynoche; sus muecas eran tandelgadas que se podan dar dosvueltas con una mano. Como nopoda correr, Seita cuid de queella los precediera en ir al refugioantiareo, pero ms tarde, ansabiendo que si el refugio quedabarodeado por las llamas podaconvertirse en su tumba, Seita habahuido a toda prisa, olvidando la

  • seguridad de su madre, slo porqueel fuego interceptaba el camino mscorto que conduca hasta all yahora se culpaba a s mismo porello, aunque, qu habra podidohacer, en realidad, de haber estadocon ella? por otra parte, su madre lehaba dicho bromeando: T huyecon Setsuko, yo ya me las apaarsola. Si os pasara algo a vosotros,qu excusa le dara a pap? Mehas entendido bien?

    En la carretera nacional, dos

  • camiones de la armada corranhacia el oeste, un hombre delcuerpo civil de defensa antiareamontado en una bicicleta gritabaalgo por el megfono, un nio de laedad de Seita le deca a un amigo:Nos han cado dos bombas justoencima. Nosotros queramosarrojarlas afuera envolvindolascon una estera de paja, pero, noveas, soltaban aceite por todaspartes... A los habitantes deUenishi, Kaminaka y Ichirizuka:

  • agrpense en la Escuela Popular deMikage!; haban nombrado subarrio y Seita pens al instante enla posibilidad de que su madre sehubiera refugiado en la escuela;cuando se dispuso a bajar lapendiente del dique, volvan a orseexplosiones, el fuego seguallameando entre los escombros y, sino tenan una anchura considerable,el aire ardiente que inundaba lascalles impeda avanzar por ellas,Quedmonos un poco ms aqu,

  • le dijo a Setsuko quien, como sihubiera estado aguardando a que ledirigiera la palabra: Seita, pip!,Vamos! Abajo!, la deposit enel suelo, la levant cogindola porlos muslos y la sostuvo en vilo conlas piernas abiertas: el chorro deorina brot con una fuerzainesperada; despus la enjug conuna toallita, Ya puedes quitarte lacaperuza y, al ver que tena la caraennegrecida de holln, humedeci elotro extremo de la toalla con agua

  • de la cantimplora: Este lado estlimpio, ya lo ves, y le lav la cara,Me duelen los ojos, debido alhumo los tena inyectados ensangre, Te los lavarn cuandolleguemos a la escuela, Y amam, qu le ha pasado?, Est enla escuela, Por qu no vamosall, entonces?, Aunquequeramos, no podemos pasartodava. Todo est ardiendo,Setsuko se ech a llorar diciendoque quera ir a la escuela; su llanto

  • no era el de una nia mimada y nisiquiera se deba al dolor, ms bienpareca el lamento de una personaadulta. Seita, ya has visto a tumadre?, la hija solterona de lacasa de enfrente lo llam, en elpatio de la escuela, cuando sedispona a ponerse de nuevo en lacola para que los soldados delcuerpo sanitario volvieran a lavarlelos ojos a Setsuko, ya que despusde la primera vez seguandolindole, An no, Date prisa,

  • est herida, y antes de que Seitapudiera preguntarle si poda cuidarde Setsuko, la mujer dijo: Yo mequedar con ella. Has tenidomiedo, Setchan? Has llorado?,hasta aquel da, no haban tenidoapenas relacin con ella, por lotanto, no se debera tantaamabilidad a que la mujer conocala gravedad del estado de sumadre?, Seita se alej de la fila y,al llegar a la enfermera que tanfamiliar le era despus de haber

  • estudiado seis aos en aquellaescuela, vio una palangana llena desangre, los trozos de vendas, elsuelo y las batas blancas de lasenfermeras teidos de rojo, unhombre con el uniforme civil-patritico tumbado boca abajo,inmvil; una mujer con una piernavendada asomando bajo unospantalones hechos jirones; Seita, sinsaber qu deba preguntar,permaneci all de pie, mudo einmvil, hasta que se le acerc el

  • seor Oobayashi, el presidente dela comunidad de vecinos, Ah,Seita! Te estbamos buscando,ests bien?, le puso una manosobre la espalda: Por aqu, locondujo al pasillo y cuando, trasausentarse unos instantes, regresde la enfermera, desenvolvi unanillo de jade depositado en elfondo de una cubeta quirrgica y selo entreg: Es de tu madre; Seita,ciertamente, recordaba el anillo.

    El aula de trabajos manuales se

  • encontraba en un rincn apartado dela planta baja: all haban instaladoa los heridos graves y, de entreellos, los que estaban todava mscerca de la agona yacan en la salade profesores, al fondo de todo; lamadre tena la parte superior delcuerpo completamente envuelta envendas, sus brazos parecan batesde bisbol y, en el vendaje que seenrollaba en espiral alrededor de lacara, se abran unos agujeros negrosnicamente sobre la boca, la nariz y

  • los ojos; el extremo de su narizrecordaba el rebozado deltempura[14], los pantalonesestaban tan quemados que apenas sereconocan y, por debajo de ellos,asomaban unas medias gruesas decolor pelo de camello, Por fin seha quedado dormida. Sera mejoringresarla, si encontrramos algnhospital. Ahora lo estnpreguntando. Dicen que el hospitalKaisei de Nishinomiya no se haquemado, pero vete a saber!, ms

  • que dormir, estaba en coma, por esosu respiracin era tan irregular,Oiga, mi madre padece delcorazn, si pudiera darle algnmedicamento..., Ah, lointentaremos!, dijo asintiendo conun movimiento de cabeza, peroincluso Seita comprendi que eraimposible. Junto a su madre, yacaun hombre que, cuando espiraba,echaba unos espumarajossanguinolentos por la nariz y laboca, y una colegiala con traje

  • marinero, a quien tal vezhorrorizaba aquella visin o, talvez, a causa del asco que senta, loenjugaba con una toallita mientraslanzaba miradas furtivas a sualrededor; frente a ella, una mujerde mediana edad, completamentedesnuda de cintura para abajo,exceptuando el pubis que cubra unagasa, tena una pierna amputada a laaltura de la rodilla; Mam!,Seita la llam en voz baja, perosinti que aquella situacin era

  • irreal; ante todo le preocupabaSetsuko y, cuando sali al patio, laencontr con la vecina en el cuadrode arena, bajo la barra fija degimnasia, La has visto?, S,Lo siento mucho. Si pudiera haceralgo, no dudes en decrmelo. Ah!,por cierto, ya te han dado losbizcochos?, y como Seita hizo ungesto negativo, la mujer se fue,diciendo: Voy a buscrtelos!;mientras tanto, Setsuko jugaba conuna cuchara de helado que haba

  • encontrado en la arena. Esteanillo, gurdalo bien en elmonedero. No lo pierdas!, lometi dentro; Mam ahora estenferma, pero enseguida se pondrbien, Dnde est?, En elhospital, en Nishinomiya. Hoydormirs conmigo en la escuela ymaana iremos los dos a casa de lata de Nishinomiya, la conoces,verdad? Vive al lado de unestanque, Setsuko permaneca anen silencio, haciendo bolas de

  • arena; la vecina volvi con dosbolsas marrones llenas debizcochos, A nosotros nos tocauna clase del primer piso. Losdems ya estn all, por qu novens?, pero debi de pensar que,al reunirse con familias cuyospadres estaban sanos y salvos, lapobrecita Setsuko o, incluso antesque ella, el mismo Seita se echaraa llorar, y aadi: Ya vendrisms tarde!; Quieres comer?,Quiero ir con mam!, Maana

  • iremos. Ahora es demasiado tarde,se sentaron al borde del cuadro dearena, Ya vers qu bueno soy!,Seita se arroj hacia la barra fija,con un fuerte impulso salt sobreella y empez a girar sin cesar, unay otra vez... en esta misma barra, lamaana en que empez la guerra, elda ocho de diciembre, Seita,alumno de tercer ao de la escuelapopular, haba conseguido batir unrcord al dar cuarenta y seis vueltasseguidas hacia adelante. Al da

  • siguiente, Seita se dispuso a llevara su madre al hospital y, como nopoda llevarla a hombros, decidial fin alquilar una jinrikisha[15]que haba cerca de la estacinRokkmichi, que se haba salvadodel fuego, Va! Monta t hasta laescuela, y Seita subi por primeravez en su vida a una jinrikisha,pero cuando, tras recorrer uncamino lleno de ruinas calcinadas,llegaron a la escuela, su madre yaestaba agonizando y ni siquiera

  • pudo moverla; el conductor de lajinrikisha rechaz el importe delviaje con un gesto negativo de lamano y se fue; aquella mismanoche, su madre, debilitada hasta laextenuacin a causa de lasquemaduras, expir; Podra verlela cara?, ante la peticin de Seita,un mdico que acababa de quitarsela bata blanca y mostraba ahora ununiforme militar repuso: Es mejorque no la veas. Es mejor as, lamadre estaba inerte, completamente

  • envuelta por los vendajes y, atravs de ellos, supuraba la sangreatrayendo a un enjambre de moscasque se arracimaban a su alrededor;el hombre de la hemorragia y lamujer de la pierna amputadatambin haban muerto; un policapreguntaba algo a los familiares,tomaba quin sabe qu notas y, acontinuacin, dijo sin dirigirse anadie en particular: No hay msremedio que abrir una fosa en eljardn del crematorio de Rokk e

  • incinerarlos dentro. Tendremos quellevrnoslos hoy mismo en elcamin, porque con este calor...,luego salud militarmente y se fue;sin flores, sin incienso, sin ofrendasde pasteles de arroz, sin la lecturade los sutras, sin nadie que losllorara; una mujer, pariente de unode ellos, se haca peinar por unaanciana mientras permaneca conlos ojos cerrados, otra daba elpecho a un beb con un senodescubierto y un joven que asa en

  • una mano una edicinextraordinaria del peridico detamao tabloide, ya arrugada,exclam con acento emocionado:Fantstico! De trescientoscincuenta aviones que han venido abombardear, hemos derribado elsesenta por ciento!, Seita, a su vez,calcul que el sesenta por ciento detrescientos cincuenta era doscientosdiez, algo que no tena relacinalguna con la muerte de su madre.

    Antes de nada, dej a Setsuko al

  • cuidado de unos parientes lejanosque vivan en Nishinomiya conquienes haban convenido acogersemutuamente en caso de incendio; lafamilia se compona de una mujerviuda, un hijo que estudiaba en laEscuela de Marina Mercante y unahija, y alojaban adems a unhusped, empleado en las aduanasde Kobe. El siete de junio almedioda, el cadver de su madredeba ser incinerado al pie delmonte Ichi; al quitarle las vendas

  • que envolvan sus muecas parasujetar con alambre la placa deidentificacin, la piel de la madre,que Seita poda ver al fin, aparecitan ennegrecida que nadie hubieracredo que perteneciera a un serhumano y, en el momento decargarla sobre una parihuela,multitud de gusanos cayeronrodando rtmicamente al suelo; bajla mirada, cientos, miles de gusanosse retorcan sobre el pavimento delaula de trabajos manuales,

  • ignorados por quienes los ibanaplastando bajo sus pies con gestoimpasible mientras sacaban loscadveres: cuerpos ennegrecidossimilares a troncos quemados queenvolvan en una estera de pajaantes de cargarlos en un camin, obien cadveres de muertos porasfixia, por heridas, y aun otros,que iban alineando, sin envolversiquiera, dentro de un autobsdesprovisto de asientos.

    En una explanada al pie del

  • monte Ichi, una fosa de unos diezmetros de dimetro donde seamontonaban desordenadamentevigas, pilares de madera yshoji[16] de edificios derruidoscomo medida de seguridad;depositaron los cadveres sobreaquel montn y los miembros delcuerpo de vigilancia antiareafueron vaciando en la fosa cubos depetrleo con ademanes querecordaban los ejercicios deentrenamiento de extincin de

  • incendios; luego encendieron untrapo y, al arrojarlo dentro, selevant una humareda negra y elfuego empez a arder; loscadveres, envueltos en llamas, quecaan rodando eran prendidos conun gancho de palo largo y devueltosa la hoguera; a su lado, sobre unamesa cubierta por una tela blanca,se alineaban a centenares cajas demadera de apariencia miserable:era en ellas donde ms tardedepositaran los huesos.

  • Alejaron a los parientes,diciendo que entorpecan el trabajoy, durante la noche que sigui aaquella incineracin que no habaoficiado siquiera el monje msmsero, repartieron los huesosmetidos en las cajas de madera,donde figuraba el nombre deldifunto escrito con carboncillo,como si, qu gran utilidad la de laplaca de identificacin!, dieran acada cual su parte en la cola delracionamiento. Pese al humo negro

  • que se haba alzado de la hoguera,los huesos eran inmaculadamenteblancos.

    Ya era plena noche cuandoSeita lleg, al fin, a la casa deNishinomiya, Mam todava estmalita? Se ha herido en elbombardeo, Y el anillo, ya no selo pondr ms? Me lo ha dado am? Seita escondi la caja con loshuesos dentro de un pequeoarmario empotrado que habaencima de una estantera y, por un

  • momento, imagin el anillo ciendoaquellos huesos blancos;horrorizado, alej enseguida estavisin de su pensamiento, Esteanillo es muy valioso, gurdalo, ledijo a Setsuko que estaba sentadasobre un colchn, jugando con lasfichas de ohajiki y con el anillo.Seita no lo saba, pero su madre,como medida de seguridad, habaenviado a casa de los parientes deNishinomiya quimonos, ropa decama y mosquiteras; la viuda,

  • sealando los paquetes envueltos enu n o s furoshiki de estampadoarabesco que se amontonaban en unrincn del pasillo, dijo en un tonodulzn que ocultaba a duras penasla envidia: Qu suerte pertenecera la armada, no? Todo te lo llevanen camin!; al abrir una canasta demimbre, aparecieron la ropainterior de Seita y de Setsuko y losquimonos de uso diario de lamadre; dentro de un bal paraguardar vestidos occidentales haba

  • quimonos de paseo de largasmangas; el olor a naftalina que losimpregnaba le hizo sentir nostalgia.

    Les asignaron una habitacin detres tatami al lado del recibidor;como tenan cdula dedamnificados, les corresponda unaracin especial de arroz, latas desalmn, carne de ternera ylegumbres cocidas; adems, cuandoexcav entre escombros y cenizasya fras el lugar que supusocorrecto dentro de un permetro de

  • dimensiones tan reducidas que losorprendi: Aqu vivamos todosnosotros!, encontr en perfectoestado los vveres que habaguardado en el brasero de cermicaSeto; alquil una carreta e invirtitodo un da en transportarlos,cruzando los cuatros ros: Ishiya,Sumiyoshi, Ashiya y Shukugawa,hasta dejar apilada toda aquellacomida en el recibidor; con todo, laviuda sigui con sus reproches:Vaya vida de lujo se dan las

  • familias de los militares!, mientrasiba, con aire satisfecho, repartiendoorgullosamente entre los vecinosunas ciruelas conservadas en salque no le pertenecan; habarestricciones en el suministro deagua y contar con un joven fuertecomo Seita para acarrearla desdeun pozo que estaba a trescientosmetros de la casa representara unagran ayuda; la hija, alumna decuarto ao de la escuela superiorfemenina movilizada en la fbrica

  • de aviones Nakajima, incluso cuidpor unos das de Setsuko durante supermiso.

    En el pozo, una mujer de lavecindad cuyo marido estaba en elfrente y un estudiante de launiversidad de Dshisha, quepaseaba con el torso desnudo y conuna gorra en la cabeza, tenan laosada de aparecer cogidos de lamano, convirtindose, as, en lacomidilla del vecindario; no sehablaba menos de Seita y de

  • Setsuko, aquellos pobres nios,hijos de un teniente de la armada,que haban perdido a su madre enun bombardeo y a quienes todo elmundo compadeca despus de quela viuda pregonara interesadamentesu historia por todo el barrio.

    Al anochecer, las ranas croabanen un depsito de agua cercano y, aambos lados de la caudalosacorriente que vena fluyendo desdeel depsito a travs de la hierbaespesa, las lucirnagas titilaban

  • posadas una sobre cada hoja; alalargar la mano hacia ellas, su luzse vea parpadear entre los dedos,Mira, cgela!, depositaba unasobre la palma de la mano deSetsuko, pero sta la cerraba contodas sus fuerzas y aplastaba lalucirnaga en un instante: en lapalma de su mano quedaba unpenetrante olor acre, arropados enla negra placidez de las tinieblas dejunio, porque en Nishinomiya, alpie de la montaa, los ataques

  • areos se sentan todava como algoajeno.

    Envi una carta a la base navalde Kure dirigida a su padre a la quenadie respondi, luego fue acomprobar cunto dinero tenan enla agencia Rokk del banco deKobe y en la agencia Motomachidel Sumitomo, bancos querecordaba muy bien porque un da,de regreso, haba importunado a sumadre para que le comprara ya nosaba qu; anunci a la viuda que en

  • la cuenta haba un os siete mil yenesy ella se henchi de orgullo, Puesa m, cuando muri mi marido, medieron setenta mil yenes degratificacin del retiro!, y aadi,presumiendo ahora de su hijo:Yukihiko estaba slo en tercer aode bachillerato, pero salud contanta correccin al presidente de lacompaa, que lo felicit y todo.Mi hijo vale mucho!, eranpalabras llenas de sobreentendidos,dirigidas a Seita, quien no poda

  • evitar dormirse por las maanas, yaque tena dificultades en conciliarel sueo y se despertaba por lasnoches gritando de terror; en menosde diez das, las ciruelas del tarro,los huevos en polvo y lamantequilla se haban agotado, lasraciones especiales paradamnificados tambin habandesaparecido y, de sus dos racionesde tres shaku de arroz, la mitad seconvirti en soja, cebada y maz; laviuda tema que aquellos dos nios

  • en pleno crecimiento acabarancomindose incluso su racin y,poco despus, al servir las gachasde arroz aguado con legumbres quetomaban tres veces al da, hundapesadamente el cazo hasta el fondode la olla y daba el arroz a su hija,mientras a Seita y a Setsuko lesllenaba el tazn de caldo ylegumbres; deba remorderle laconciencia de vez en cuando porquesola decir: Como la nia esttrabajando para la patria, debe

  • comer bien para tener fuerzas, sinembargo, en la cocina, se la oarascar sin descanso la olla con elcazo para desprender el arroz quese haba adherido al fondo, el arrozms suculento, aromtico y pastoso,sin duda alguna; al imaginar a laviuda devorndolo con fruicin,Seita, ms que enfadarse, sentacmo se le haca la boca agua. Elhusped que trabajaba en aduanasconoca todos los recovecos delmercado negro y sola regalarle a la

  • viuda latas de carne de ternera,almbar y salmn para ganarse sufavor, porque le gustaba mucho lahija.

    Vamos a la playa?, un dadespejado de la estacin de laslluvias, Seita, preocupado por elterrible sarpullido que cubra lapiel de Setsuko, pens que lasmanchas desapareceran si lasfrotaba con agua salada; era difciladivinar qu razonamientos habraseguido la mente infantil de Setsuko

  • para explicarse la desaparicin desu madre, pero lo cierto era queapenas preguntaba por ella y quehaba pasado a depositar toda suconfianza en su hermano mayor,Oh, s! Qu bien!; hasta elverano pasado, su madre alquilabauna casa en Suma donde solanpasar todo el verano: Seita dejaba aSetsuko sentada en la arena e iba yvena nadando desde la orilla hastalas boyas de vidrio de las redes delos pescadores que flotaban mar

  • adentro; en la playa haba unpuestecillo que, pese a ser unsencillo merendero, serva un sakedulce con sabor a jengibre y ellosdos lo beban soplando; de regresoles esperaba el hattaiko[17] quehaba hecho su madre: Setsuko se loembuta en la boca y, alatragantarse, su cara acababaembadurnada, toda, de hattaiko...Lo recuerdas Setsuko?, tena yaestas palabras en los labios, pero sedijo que era mejor no despertar los

  • recuerdos de la nia hablando sinton ni son.

    Se dirigieron a la playabordeando el riachuelo; en elcamino asfaltado que corra enlnea recta, haba detenidas unascarretas de tiro donde ibancargando diversos fardos quesacaban de las casas; un jovenrechoncho, con gafas y una gorra dela Escuela Primera de Bachilleratode Kobe, llevaba entre los brazosun montn de libros muy

  • voluminosos y los deposit en lacarreta mientras el caballo sacudala cola con apata; tras girar a laderecha, desembocaron en el diquedel ro Shukugawa; a mediocamino, estaba la cafetera Paboniidonde servan agar-agar con sabora sacarina y all solan detenerse atomar uno; la pastelera Yhaimu deSannomiya que haba permanecidoabierta hasta el final; medio aoantes, con motivo del cierre de latienda, haban hecho una hornada de

  • tartas montadas y su madre habacomprado una; el dueo de lapastelera era judo, por cierto,como lo era tambin aquellamultitud de refugiados que el aoquince de Shwa[18] lleg a lamansin de ladrillo rojo que seencontraba cerca de Shinohara,donde Seita estudiaba matemticas:aunque eran jvenes, todos llevabanbarba, a las cuatro de la tarde sedirigan en fila india al baopblico y, pese al calor del verano,

  • se cubran con un grueso abrigo;haba uno que calzaba los doszapatos del pie izquierdo y andabacojeando, qu habr sido deellos?, los habrn obligado atrabajar en una fbrica, como es desuponer tratndose de prisioneros?Los prisioneros trabajan duramente;as lo dicen: en cuanto a esfuerzo,stos se sitan en primer lugar; ensegundo, los estudiantes; en tercero,los movilizados y, en cuarto lugar,los obreros de verdad; stos suelen

  • hacer tabaqueras metlicas conduraluminio, reglas con resinasinttica y cosas por el estilo; congente como sa, cmo diablos seva a ganar una guerra? El dique delro Shukugawa se haba convertidoen una huerta donde se abran lasflores de la calabaza y del pepino;en la zona que se extenda hasta lacarretera nacional no se vea ni unalma y, dentro del bosquecillo quela bordeaba, unos aviones detamao mediano, de reserva para la

  • lucha final en territorio japons,permanecan en silencio, cubiertospor una exigua red de camuflaje queno era ms que una simple excusa.En la playa, nios y ancianosllenaban botellas de un sho[19] conagua de mar, Setsuko, desndate,Seita empap una toallita de agua,Puede que est un poco fra, yfrot repetidas veces las zonas deaquella piel tersa, ya de mujercita,donde se multiplicaban las manchasrojas, en los hombros y en los

  • muslos; el bao en Manchitani ibana tomarlo a casa de unos vecinosque vivan dos casas ms all; eransiempre los ltimos en entrar y, albaarse envueltos en las tinieblasde las restricciones de luz, Seitajams tena la sensacin de haberselavado; el cuerpo desnudo deSetsuko, que vea de nuevo, erablanco como el de su padre;Mira! Qu le pasa a aquelhombre? Est durmiendo?, allado del dique de proteccin haba

  • un cadver cubierto con una esterade paja bajo la que asomaban unaspiernas desmesuradamente grandesen comparacin al cuerpo,Djalo! Es mejor que no lomires! Oye, en cuanto haga un pocoms de calor, podremos nadar. Yote ensear, Si nadamos,tendremos an ms hambre!,tambin Seita se vea acuciado, enlos ltimos tiempos, por unainsoportable sensacin de hambre,hasta el punto de que, cuando se

  • sacaba alguna espinilla caprichosaque le haba aparecido en el rostro,se meta inconscientemente aquellagrasa blanca en la boca; le quedabaalgn dinero, pero careca deexperiencia en la compraclandestina, Por qu nointentamos pescar algn pez?,pens que no debera ser difcilatrapar un bera, o quiz untenkochi[20]; como ltimo recurso,decidieron buscar algas, pero slohaba algunos sargazos podridos

  • flotando al vaivn de las olas.Cuando se anunci el estado de

    alerta, decidieron volver a casa y,al pasar por delante del hospitalKansei, de sbito oyeron resonar lavoz de una joven: Eh, mam!,una enfermera se arroj a losbrazos de una mujer de medianaedad que llevaba una bolsa alhombro, su madre recin llegadadel campo, sin duda; Seita,embobado, contempl la escenamedio con envidia, medio con

  • fascinacin, pensando: Quexpresin tan bonita tiene estaenfermera!; Evacuacin!, Seitadirigi maquinalmente la miradahacia el mar: unos B-29sobrevolaban las aguas profundasde la baha de Osaka en vuelorasante arrojando minas; debanhaberse agotado ya todos losobjetivos a incendiar, porque en losltimos das los bombardeos a granescala se haban ido alejando cadavez ms.

  • Los quimonos de tu madre, mesabe mal decrtelo, pero ya nosirven para nada, qu te parece silos cambiamos por arroz? Ya hacetiempo que yo voy intercambiandoesto y lo otro para poder completarlo que nos hace falta, la viudaaadi que su madre se hubieraalegrado por ello; sin esperarsiquiera una respuesta, abri elbal de vestidos occidentales y, conmano experta, que delataba lasrepetidas veces que deba haber

  • registrado el contenido del balmientras ellos estaban ausentes,sac dos o tres quimonos y los pusoencima del tatami, Con eso creoque podremos conseguir un to[21]de arroz. T tambin tienes quealimentarte bien, Seita, tienes queponerte fuerte para cuando seassoldado.

    Eran los quimonos que llevabasu madre cuando era joven; Seitarecord el da en que la asociacinde padres haba asistido a su clase,

  • el orgullo con que habacontemplado a su madre trascomprobar, al volverse, que era lams hermosa; record tambin lasvisitas que hacan a su padre enKure: en estas ocasiones, su madreapareca inesperadamente con unatuendo mucho ms juvenil y, en eltren, l no haca ms que acariciarlacontento... Pero, ahora, un to dearroz!; Seita, con slo or estaspalabras, un to, se estremeci dealegra, ya que las inciertas

  • raciones de arroz que lescorrespondan a l y a Setsuko nollenaban siquiera medio cestillo debamb y, adems, con esta cantidadtenan que subsistir cinco das.

    En los alrededores deManchitani vivan muchoscampesinos y la viuda no tard enregresar con un saco de arroz: llenhasta los bordes el tarro de Seita, elmismo que haba contenido lasciruelas, y vaci el resto en uncofre de madera para uso de su

  • familia; durante dos o tres dascomieron arroz hasta la saciedad,pero enseguida volvieron a lasgachas y, cuando se dejaron or lasprotestas de Seita, T ya eresmayor y tienes que pensar encooperar con los dems. T noofreces ni siquiera un puado dearroz y, dices que quierescomerlo? Esto no puede ser deninguna manera! No tienes ningunarazn!; con razn o sin ella,gracias a los quimonos de la madre,

  • la viuda haba conseguido el arrozcon que preparaba, ufana, la comidaque su hija llevaba al trabajo y lasbolas de arroz para el husped,mientras el almuerzo de Seita ySetsuko consista en una mezcla desoja desgrasada que la nia, ancon el sabor del arroz en los labios,se negaba a comer; Diga usted loque diga, el arroz era nuestro!,Quieres decir con eso que osengao? Vas demasiado lejos!Acojo a dos hurfanos y encima

  • tengo que or eso! Muy bien! Apartir de ahora, haremos la comidaaparte. As no habr quejas, no?Adems, Seita, t tienes parientesen Tokyo, verdad? En casa de lafamilia de tu madre, hay un tal no squ, por qu no le escribes? Encualquier momento bombardearnNishinomiya, la viuda no lleg aordenarles que se marcharanenseguida, pero solt a gusto todolo que tena en mente, y lo cierto esque tambin ella tena sus razones:

  • los dos hurfanos se habaninstalado en su casa sin intencinaparente de marcharse cuando ellano era ms que la esposa de unprimo de su padre; tenan parientesms cercanos en Kobe, pero todoshaban perdido su casa entre lasllamas y no saban cmoencontrarlos. En una tienda deutensilios domsticos, Seita compruna cuchara hecha con una concha ala que haban aplicado un mango,una cazuela de barro, una salsera de

  • soja y, adems, regal a Setsuko unpeine de boj que vala diez yenes;maana y noche, peda prestado unhornillo, coca arroz y, deacompaamiento, preparaba tallosde calabaza hervidos, caracoles delestanque en salsa de soja ocalamares secos puestos en remojoy cocidos, No hace falta que tesientes tan correctamente, al tomarasiento frente a aquella pobrecomida depositada, sin bandeja,directamente sobre el tatami,

  • Setsuko lo hizo con muchaformalidad, tal como le habanenseado, y despus de la comida,cuando Seita se tumb en el suelocon aire negligente, ella le advirti:Te convertirs en una vaca!Utilizando la cocina por separadose sentan ms cmodos, pero l nopoda dar abasto a todos losquehaceres y, pronto, al pasar elpeine de boj por el pelo de Setsuko,era difcil adivinar dnde loshabra cogido, pero caan rodando

  • de su cabellera piojos y liendres, ysi tenda la ropa sin tomarprecauciones, Quieres que nosvean los aviones del enemigo oqu!, la viuda tena palabras dereproche incluso sobre la colada;los esfuerzos de Seita no impedanque la suciedad fuera cada vez msostensible; para empezar, lesprohibieron baarse en casa de losvecinos y, cuando finalmente losdejaron entrar, una vez cada tresdas, en el bao pblico, fue a

  • condicin de que llevaran elcombustible para calentar el agua,una tarea ardua y pesada que dabapereza; Seita se pasaba el datumbado, leyendo las revistasfemeninas a las que haba estadosuscrita su madre y que lcompraba en la librera de viejo dedelante de la estacin deShukugawa y, cuando sonaba laalarma de bombardeo, si la radioanunciaba la llegada de una granformacin de aviones, se negaba a

  • ir al refugio ordinario, coga aSetsuko y se meta en una cuevaprofunda que haba detrs delestanque, cosa muy mal vista porlos vecinos del barrio, quienes,encabezados por la viuda, estabanya hartos de los dos hurfanos ydecan que un joven de su edaddebera ser ncleo de lasactividades civiles de extincin deincendios, pero Seita, tras habervivido en su propia piel el estrpitode las bombas estrellndose contra

  • el suelo y la velocidad de lasllamas, si hubieran sido uno o dosaviones an lo habra hecho, perotratndose de toda una formacin,ni pensarlo!

    El seis de julio, bajo las ltimaslluvias de la poca de losmonzones, los B-29 bombardearonAkashi; desde la cueva, Seita ySetsuko contemplabandistradamente las ondasconcntricas que las gotas de lluviatorrencial dibujaban en la

  • superficie del estanque; Setsukoabrazaba la mueca, que noabandonaba fuera adonde fuese,Quiero volver a casa. No quierovivir ms con la ta!, lo dijolloriqueando, aunque no se habaquejado nunca hasta aquelmomento, Nuestra casa se haquemado, ya no tenemos casa, sinembargo, no podran estar ya encasa de la viuda mucho ms tiempo:una noche en que Setsuko, dormida,estuvo llorando de miedo, la viuda

  • apareci de repente como sihubiera estado aguardando laocasin, Mi hija y mi hijo estntrabajando para la patria, as que t,por lo menos, podras hacer algopara que dejara de llorar, comomnimo, vamos; Con esteescndalo no hay quien duerma!, ycerr la puerta corredera con unaviolencia que hizo sollozar a lania con ms fuerza; Seita la sac alas tinieblas de la calle, entre laslucirnagas eternas; por un instante

  • pens: Si al menos no estuvieraSetsuko..., pero el cuerpecillo dela pequea, que haba vuelto adormirse apoyada en su espalda,pareca, extraamente, mucho msliviano, su frente y sus brazosestaban llenos de picaduras demosquito que, cuando se rascaba,supuraban pus. Aprovechando quela viuda acababa de salir,levantaron la tapa del viejoarmonio de la hija: he-to-i-ro-ha-ro-i-ro-to-ro-i, he-to-i-ro-i-ho-ni;

  • cuando las escuelas pasaron allamarse populares, el do-re-mi- se convirti en ha-ni-ho-he-to-i-ro-ha; recordaba habertecleado con inseguridad la melodad e l Koinobori[22], la primeracancin que aprendi tras aquelcambio y, al tararearla con Setsuko:Dejad de cantar! Estamos enguerra y voy a ser yo quien sufra lasconsecuencias! Qu falta desentido comn!, grit, enfadada, laviuda, que haba regresado

  • inadvertidamente, Con vosotros,ha cado una calamidad sobre estacasa! En los bombardeos, no sirvespara nada. Si te preocupa tanto tuvida, por qu no vives siempre enla cueva?

    Esta ser nuestra casa. A estacueva no vendr nadie y t y yopodremos vivir como queramos.La cueva tena forma de U, y lossoportes que la apuntalaban erangruesos, Compraremos paja a loscampesinos y la extenderemos por

  • el suelo, y si aqu colgamos elmosquitero, no estar tan mal,Seita se senta movido, a medias,por un impulso a la aventura muypropio de su edad y, cuando hubopasado el estado de alarma, empeza recoger sus cosas en silencio,Gracias por habernos tenido encasa tanto tiempo. Nosotros nosvamos, Que os vais? Adnde?, Todava no lo hemosdecidido, Bueno, cuidaosentonces! Adis, Setenan!, y con

  • una sonrisa forzada, la viudadesapareci en el interior de lacasa.

    A duras penas logr arrastrarhasta la cueva la canasta de mimbrepara guardar ropa, el mosquitero,los utensilios de cocina y, adems,el bal de ropa occidental y la cajacon los huesos de su madre; Aquvamos a vivir?, pensndolo bien,era una cueva normal y corriente, ySeita empez a sentirsedesanimado, pero en la primera

  • granja adonde se dirigi, al azar, ledieron paja e incluso le vendieronalgunos nabos; adems, Setsukoestaba entusiasmada, Esto es lacocina; y aqu est el recibidor!,se detuvo un instante con airedubitativo, Y dnde pondremosel lavabo?, No importa!, encualquier sitio va bien. Ya teacompaar yo, Setsuko se sentcon delicadeza encima de unmontn de paja; su padre habadicho una vez: Esta nia, cuando

  • crezca, va a ser hermosa ydistinguida, al preguntarle Seita elsignificado de la palabradistinguida, que no entenda, supadre aventur: Pues, vendra aser algo as como elegante,supongo, y, en efecto, Setsuko erauna belleza elegante y digna decompasin.

    Estaban acostumbrados a laoscuridad de las restricciones deluz, pero, sumergido en las tinieblasde la noche, el interior de la cueva

  • pareca realmente pintado de negro;una vez se metan dentro delmosquitero colgado de los puntales,no podan confiar en otro punto dereferencia que en el zumbidoincesante de los mosquitos quepululaban en el exterior, los dos searrimaron instintivamente el uno alotro y, al abrazar con el bajovientre las piernas desnudas deSetsuko, Seita sinti una excitacinque le produca un dolor sordo, laabraz con ms fuerza: Seita, me

  • haces dao!, dijo Setsuko llena depnico.

    Paseamos?, como no podanconciliar el sueo, salieron alexterior e hicieron pip los dosjuntos; sobre sus cabezas unosaviones japoneses se dirigan haciael oeste haciendo parpadear lasluces de seales, azules y rojas,Mira, las unidades especiales deataque[23]!, Ah!, Setsukoasinti con la cabeza sincomprender lo que queran decir

  • aquellas palabras, Parecenlucirnagas, S, es verdad, sicogieran lucirnagas y las metierandentro del mosquitero, no daran,tal vez, un poco de luz? Y de estemodo, y no es que pretendieranimitar a Shain[24], fueronatrapando todas las lucirnagas quese pusieron a su alcance, una trasotra, y cuando las soltaron dentrodel mosquitero, cinco o seisemprendieron el vuelo consuavidad, mientras las otras se

  • posaban en la tela... Oh!, ya erancien las lucirnagas que volabanahora por el interior delmosquitero!; seguan sin poderdistinguirse las facciones el uno alotro, pero el vuelo de laslucirnagas les daba una sensacinde serenidad y sus ojos se cerraronmientras iban siguiendo aquellosmovimientos suaves; las luces delas lucirnagas, en hilera: la revistanaval del emperador a las Fuerzasde la Armada en octubre del ao

  • diez de Shwa[25]; ornaron laladera del monte Rokk con unagran luminaria en forma de nave;desde la cima, la flota y losportaaviones anclados en la bahade Osaka parecan palos flotandosobre las aguas, los toldos blancosse extendan desde la proa; su padreformaba parte de la tripulacin del a hgala Maja y Seita la buscdesesperadamente, pero el puentecortado en vertical, parecido a unbarranco, caracterstico de la

  • fragata Maya, no se vea porninguna parte; oh!, era la banda dela Universidad de Comercio?,entrecortadamente, sonaba el himnode la Marina: Si hay quedefenderse, o tambin que atacar,en el flotante acero debemosconfiar!, Dnde estar haciendola guerra pap?, su fotografa,manchada del sudor de Seita...Ataque de aviones enemigos!, ta-ta-ta-ta-ta!, imagin que las lucesde las lucirnagas eran proyectiles

  • del enemigo, s!, en el bombardeode la noche del diecisiete de marzo,fuua! fuua!, los proyectiles de lasbateras antiareas se elevabanzigzagueantes, como lucirnagas,para ser engullidos por el cielo,podran dar realmente en elblanco, con aquellas mquinas?

    Por la maana, haban muerto lamitad de las lucirnagas y Setsukolas enterr a la entrada del refugio,Qu ests haciendo?, La tumbade las lucirnagas, y, sin levantar

  • la mirada del suelo, A mamtambin la han metido en una tumba,verdad?, mientras Seita vacilabasobre qu deba responder, Me lodijo la ta, me dijo que mam habamuerto y que estaba en una tumba,y a Seita, por primera vez, se leanegaron los ojos en lgrimas,Algn da iremos a visitar latumba de mam. Setsuko, no teacuerdas del cementerio deKasugano, el que est cerca deNunobiki? Mam est all. Debajo

  • de un alcanforero, en una tumbapequea: S, hasta que no pongamossus huesos all, mam no podrdescansar en paz.

    Cambiaba los quimonos de sumadre por arroz en las granjas; lagente del vecindario lo vea cuandoiba al pozo y, por eso, todosadivinaron enseguida que vivan losdos en la cueva, pero nadieapareci por all; Seita recogaramas para cocer el arroz, si no lealcanzaba la sal, coga agua de mar;

  • algn P-15 los tiroteaba de vez encuando en el camino, pero pasaronunos das apacibles, con laslucirnagas velando sus noches, sehaban habituado ya a vivir en lacueva, aunque a Seita le sali uneczema entre los dedos de las dosmanos y Setsuko se iba debilitandocada vez ms.

    Por la noche se sumergan enlas aguas del estanque; Seitabuscaba caracoles mientras baabaa Setsuko; los omoplatos y las

  • costillas de la nia cada dasobresalan ms: Tienes quecomer mucho, Setsuko, mirfijamente el lugar donde croabanlas ranas y pens en la posibilidadde atrapar alguna, pero eraimposible; aunque dijera que tenaque comer ms, los quimonos de lamadre se haban acabado, un huevocostaba tres yenes; un sh de aceite,cien; cien momme[26] de carne deternera, veinte yenes; un sh dearroz, veinticinco yenes: los

  • precios del mercado negro, si no seconoca bien, eran inalcanzables.Viviendo tan cerca de la ciudad, loscampesinos no pecaban de candidezy se negaban a vender el arroz acambio de dinero; pronto volvierona las gachas de soja y, a finales dejulio, Setsuko cogi la sarna,adems de estar infestada de pulgasy piojos que, pese a los esfuerzosde Seita para acabar con ellos,reaparecan a la maana siguientepululando por las costuras del

  • vestido de la nia; cuando Seitapensaba que la gotita roja de sangrede los piojos grises perteneca aSetsuko, se enfadaba tanto que lostorturaba arrancndoles, una a una,sus minsculas patitas, pero era envano; lleg a preguntarse si podrancomerse tambin las lucirnagas y,pronto, Setsuko debi sentirse yasin fuerzas, porque, slo proponerleir a la playa, deca: Te esperoaqu, y permaneca acostada en elsuelo abrazando la mueca; Seita,

  • cada vez que sala, robaba de loshuertos tomates verdes y pepinospequeos como un dedo meiqueque haca comer a Setsuko; una vezvio a un nio de unos cinco o seisaos que mordisqueaba unamanzana como si fuera un tesoro: sela arranc de la mano y regrescorriendo, Setsuko, una manzana!Cmetela!, a la nia, como era deesperar, se le iluminaron los ojos,pero al hincarle los dientes, dijoenseguida: No, no es una

  • manzana!, y cuando Seita lamordi, vio que era un trozo crudode batata pelada; Setsuko,decepcionada, con la miel en loslabios, empez a llorar, Aunquesea un trozo de batata, no importa!Comtela enseguida! Si no te lacomes t, me la comer yo!, Seitahabl con severidad, pero habalgrimas en su voz.

    Qu haba pasado con elracionamiento? De vez en cuando ledaban sal gema, cerillas y arroz,

  • pero por no pertenecer a unaasociacin de vecinos, no tenaacceso a los artculos deracionamiento que anunciabanespordicamente en el peridico;Seita, al caer la noche, no slorobaba en los pequeos huertos dedelante de las casas, sino que cogabatatas de los campos, arrancabacaa de azcar y haca beber ellquido a Setsuko.

    La noche del treinta y uno dejulio son la alarma antiarea

  • mientras estaba robando en uncampo; sigui arrancando batatas,ignorndola, pero unos campesinosque se haban cobijado en una zanjaque se encontraba en lasinmediaciones lo descubrieron y loapalearon; cuando la alarma hubocesado, lo arrastraron hasta lacueva donde enfocaron con unalinterna las hojas de batata queguardaba para hervir: una pruebairrefutable, Perdn! Perdn!,delante de la aterrorizada Setsuko,

  • pidi perdn de rodillas, pero no seconmovieron, Mi hermana estenferma, si no estoy yo, morir,Qu ests diciendo? En tiemposde guerra, robar en los campos esun delito muy grave!, le echaron lazancadilla, lo tiraron al suelo y loagarraron por la nuca, Vamos!Andando! Te meteremos entrerejas!; sin embargo, una vez encomisara, el polica no se inmut:Dicen que el bombardeo de estanoche ha sido en Fukui, calm a

  • los indignados campesinos,sermone a Seita y lo dej irenseguida; sali a la calle, eraimposible adivinar cmo habrapodido llegar, pero all estabaaguardando Setsuko. Volvieron alrefugio y, como Seita seguasollozando, Setsuko le acarici laespalda, Dnde te duele? Teencuentras muy mal, verdad?Tendremos que llamar al doctorpara que te ponga una inyeccin,dijo en tono maternal.

  • A principios de agosto, lasescuadrillas procedentes de losportaaviones bombardeaban adiario; Seita aguardaba a quesonara la alarma antiarea parasalir de rapia; esperaba a quetodos se agazaparan en los refugios,aterrados ante la visin de aquellasluces que centelleaban a lo lejos enel cielo de verano y que setransformaban, de sbito, en rfagasde metralla que se precipitabasobre sus cabezas; entraba a

  • hurtadillas en las cocinas por laspuertas abiertas de par en par ycoga todo lo que encontraba; lanoche del cinco de agosto ardi elcentro de la ciudad de Nishinomiyay, por primera vez, temblaron deterror los habitantes de Manchitani,aquellos que se crean libres detodo peligro, pero, para Seita,represent una fuente de ganancias:bajo el estruendo entrecruzado dediferentes tipos de bombas, entrfurtivamente en un barrio donde no

  • haba ni un alma, parecido aaquellos que haba visto el cinco dejunio, y cogi todo lo que encontr:quimonos para cambiar por arroz,mochilas abandonadas y, lo que nopoda acarrear con una mano,mientras, a su paso, apartaba laschispas de fuego con la otra, loescondi bajo las losas de piedrade las cloacas; Una oleada degente en busca de refugio seabalanzaba sobre l! Seita se pusoen cuclillas para evitar aquella

  • vorgine y, cuando levant lamirada hacia el cielo de la noche,los B-29 volaban hacia la montaay giraban de nuevo hacia el mar,rozando a su paso el humo de losfuegos; Seita, que haba perdido yael pnico, sinti incluso el impulsode ponerse a dar brincos, mientrasagitaba los brazos en el aire,gritando yuhuuu!

    Aunque hurtaba aprovechandola confusin del momento, cuidabaen elegir los quimonos ms

  • llamativos, que pudiera cambiarcon provecho, aquellos de largasmangas, tejidos de colores tanbrillantes que dejaban sin aliento;se los embuta debajo de la camisay del pantaln y, mientras andaba,se iba sosteniendo aquel vientrehinchado como el de una rana;intercambiaba los quimonos en lasgranjas, pero, como haba indiciosde que la cosecha sera mala, loscampesinos pronto se negaron adesprenderse del arroz; Seita tema,

  • como es lgico, a la gente de losalrededores y, en su bsqueda, sedesplazaba hasta Nikawa yNishinomiya-kitaguchi, donderecorra, de punta a punta, unosarrozales que mostraban losenormes boquetes de las bombas,pero lo mximo que consegua erantomates, alubias y brotes verdes desoja.

    Setsuko sufra de diarreacrnica, la parte derecha de sucuerpo estaba tan plida que

  • transparentaba; la izquierda estabacubierta por las llagas de la sarna y,cuando la lavaba con agua de mar,le escoca tanto que no haca msque llorar. Visitaron un mdico,delante de la estacin deShukugawa: Tiene que tomaralimentos nutritivos, se limit aauscultarle el pecho, como simpleformulismo, sin darle siquiera unamedicina; alimentos nutritivos comoel pescado blanco, la yema dehuevo, la mantequilla o el chocolate

  • de Shangai que le enviaba su padrey que encontraba en el buzn alvolver de la escuela, o lasmanzanas cuyo zumo tomaba almenor sntoma de indigestin,despus de rallarlas y tamizarlascon una gasa; le pareca que todoaquello perteneca a una poca muylejana, pero hasta dos aos atrs lohaban tenido todo, no!, inclusodos meses antes su madre cocamelocotn en almbar, abra latasde cangrejo, y l se negaba a tomar

  • ykan[27] diciendo que no legustaban las cosas dulces; lacomida con arroz importado deChina del da de la Gran Asia quetir diciendo que ola mal; aquellacomida vegetariana, poco apetitosa,del templo Manpuku del monteOobaku; las bolas de harina con lasque se atragant, al comerlas porprimera vez, ahora parecan unsueno!

    Setsuko ya ni siquiera tenafuerzas para sostener la mueca que

  • haba llevado siempre consigo,abrazada, y que balanceaba lacabeza a cada paso de su duea,no!, peor an!, los brazos y laspiernas ennegrecidos por la mugrede la mueca eran ms carnososque los de Setsuko; Seita se senten el dique del ro Shukugawa; a sulado, un hombre que acarreabahielo en el remolque de su bicicletalo iba cortando con una sierra; Seitafue recogiendo aquel polvo de hieloy lo meti entre los labios de

  • Setsuko. Tengo hambre, S, yotambin, Qu quieres comer?,Tempura, sashimi [28]. . . agar-agar, tiempo atrs, tenan un perrollamado Beru, y Seita, queodiaba el tempura, lo guardaba aescondidas y se lo arrojaba alperro, Nada ms? Di lo que tegustara comer, aunque sea sloeso, es bueno recordar el sabor deestas comidas, verdad?, eluosuki[29] de Maruman, enDtonbori, que tomaban al regresar

  • del teatro: tocaba a un huevo porcabeza, pero su madre ofreca elsuyo a Seita; la comida china delmercado negro de Nankinmachiadonde fue con su padre; y cuando,ante los hilos pegajosos de batatacocida azucarada, Seita dijo: Noestar podrido?, se rieron de l;los caramelos negros de las bolsasque preparaban para los soldados,de donde hurtaba uno; tambinhaba robado, a menudo, la leche enpolvo de Setsuko; y canela, en los

  • puestos de golosinas; los pasteles yla limonada de las excursiones; unavez haba compartido su manzanacon un nio pobre que no llevabams que caramelos... iS! Tengoque alimentar bien a Setsuko!,senta una terrible inquietud alpensarlo, la cogi en brazos denuevo y volvi al refugio.

    Setsuko dormitaba, tendida enel suelo, abrazando la mueca:Seita la observaba, Y si mehiciera un corte en un dedo y le

  • hiciera beber la sangre? No! Nique me faltara uno, no pasara nada!Y si le hiciera comer la carne deldedo?, slo el pelo le crecaabundante y vigoroso: Setsuko, temolesta el pelo?, la incorpor yempez a hacerle una gruesa trenza;los dedos que se deslizaban entre sucabello iban sintiendo, mientrastanto, el tacto de los piojos,Gracias, Seita!, con el pelorecogido, sus ojos se vean tanhundidos que llamaban la atencin.

  • Qu deba estar pensandoSetsuko?, era difcil adivinar conqu motivo lo haca, pero cogi dospiedras que haba al alcance de sumano, Seita, toma!, Qu?,Te apetece comer algo? Quierestomar un t?, la nia parecahaberse animado de repente,Despus te dar orujo de sojacocido, y, como si jugara a lascasitas, aline piedrecitas yterrones de tierra, Toma, srvete!No te apetece comer?

  • El medioda del veintids deagosto, cuando Seita volvi alrefugio despus de nadar en elestanque, Setsuko estaba muerta. Sucuerpo no era ms que huesos ypiel, durante los dos o tres dasanteriores ya ni hablaba, noapartaba siquiera unas hormigasgrandes que se paseaban por surostro; slo al caer la noche parecaque iba persiguiendo con la miradalas luces de las lucirnagas, Sube,baja, se ha parado, murmuraba

  • bajito; una semana antes, trasanunciarse la rendicin, Seita habagritado lleno de clera: Y quest haciendo la flota!, al orlo, unanciano que haba a su lado afirmcon contundencia: La flota sehundi hace tiempo y ya no queda niun barco, Entonces, se habrhundido tambin la fragata depap?, mientras andaba,contempl la fotografacompletamente arrugada quellevaba siempre junto a su piel,

  • Pap tambin ha muerto! Paptambin ha muerto!, su muerte lepareci mucho ms real que la desu madre y, finalmente, aquel nimoque le impulsaba a seguir con vida,a luchar por sobrevivir, l ySetsuko, desapareci y le embargun sentimiento de indiferencia haciasu suerte. A pesar de ello, por suhermana, sigui recorriendo lascercanas; en el bolsillo tenavarios billetes de diez yenes quehaba sacado del banco y, a veces,

  • consegua algn pollo por cientocincuenta yenes; o arroz, cuyoprecio haba subido, en unsantiamn, a cuarenta yenes el sh,y lo ofreca a Setsuko, pero la niaya no poda aceptar la comida.

    Noche de tormenta: Seita estabaagazapado en la oscuridad de lacueva con el cadver de Setsukosobre sus rodillas; aunque seadormeciera de vez en cuando, sedespertaba al instante y seguaacariciando su cabello, con la

  • mejilla apretada contra aquellafrente helada, incapaz de soltar unalgrima. Entre la tormenta quebramaba enfurecida, fiuu! fiuu!,haciendo temblar violentamente lashojas de los rboles, crey or elllanto de Setsuko; y tuvo la ilusinde que empezaba a sonar, en algunaparte, el himno de la armada.

    Al da siguiente, una vez hubopasado el tifn, bajo aquel cielo sinnubes baado por la luz del sol, queya se haba teido de los colores

  • otoales, Seita subi a la montaallevando a Setsuko en brazos; habaido a solicitar la incineracin alayuntamiento, pero le haban dichoque el crematorio no daba abasto yque an quedaban por incinerar loscadveres de la semana anterior, ytan slo haba recibido un saquitode carbn vegetal en el repartoespecial, Si es un nio, puedespedir que te dejen incinerarlo en unrincn del templo. Desndalo, y sienciendes la hoguera con cascarilla

  • de soja, arde muy bien, le habaadvertido el hombre del reparto conaires de estar acostumbrado a talesexplicaciones.

    Cav una fosa en la colina, acuyos pies estaba Manchitani, pusoa Setsuko en la canasta de mimbre,embuti a su alrededor ropa, elmonedero y la mueca, extendi lacascarilla de soja tal como lehaban aconsejado, amonton bienla lea, vaci sobre sta el saco decarbn vegetal, puso encima la

  • canasta de mimbre, encendi unaastilla con azufre y, al arrojarladentro, patchi!, el fuego prendi,crepitando, en la cascarilla de soja;aquella humareda que danz,indecisa, durante unos instantes,pronto se convirti en una columnaque apuntaba con vigor hacia elcielo; Seita sinti, en aquelmomento, la necesidad de ir devientre y se puso en cuclillasmientras contemplaba las llamas;tambin Seita estaba afectado por

  • una diarrea crnica.Al anochecer se levant un

    poco de viento y, a cada rfaga, elcarbn vegetal ruga en tono quedoy se avivaba el rojo de las ascuas;en el cielo del atardecer, lasestrellas; al mirar hacia abajo, enlas hileras de casas del valle, libresdesde haca dos das del control dealumbrado, se vean, ac y all, lasluces aoradas; cuatro aos atrs,cuando l haba venido con sumadre a recoger algunos datos

  • sobre una candidata para la boda deun primo de su padre, recordabahaber contemplado desde el mismolugar la casa de la viuda; era comosi nada hubiera cambiado, enabsoluto.

    El fuego se extingui a altashoras de la noche y, al no poderorientarse en las tinieblas pararecoger los huesos, se acost juntoa la fosa; a su alrededor haba unamultitud de lucirnagas que Seita yano intent atrapar: con ellas,

  • Setsuko no se sentira tan sola laslucirnagas la acompaaran...,subiendo, bajando, desvindose derepente hacia los lados, dentro depoco, tambin ellas desaparecern,pero t, Setsuko, irs al cielo conlas lucirnagas. Se despert alamanecer, recogi los huesosblancos, divididos en fragmentosdiminutos, parecidos a trocitos detalco, y baj de la montaa; en elfondo de una trinchera, detrs de lacasa de la viuda, encontr la ropa

  • interior del quimono de su madrehecha un ovillo y empapada de aguasin duda la haba olvidado en lacasa y la viuda la haba arrojadoall, la recogi, se la puso sobreun hombro y se fue; ya no regresarajams a la cueva.

    La tarde del veintids deseptiembre del ao veinte deShwa[30] Seita, que haba muertocomo un perro abandonado en laestacin de Sannomiya, fueincinerado junto a los cadveres de

  • otros veinte o treinta niosvagabundos en un templo deNunobiki y sus huesos fuerondepositados en el columbario, losrestos de un muerto desconocido.

  • Notas

    [1] Pauelo para envolverpaquetes. (N. de los T.)

    [2] Unidad de longitudjaponesa. Un shaku equivale a 30.3centmetros. (N. de los T.)

    [3] Moneda japonesa. Cien senequivalan a un yen. (N. de los T.)

    [4] Diferentes piezas queforman parte del quimono. Elnagajuban es una prenda parecidaa la combinacin que se lleva

  • debajo del quimono. El obi es elcinturn ancho que cie el quimonoy el koshihimo, el cordn ceidorque se pone debajo del obi. Elhan'eri es el cuello que se aplica aljuban y que va debajo del quimono.(N. de los T.)

    [5] Sandalias de madera. (N. delos T.)

    [6] Ao 1945 de nuestrocalendario. (N. de los T.)

    [7] Unidad de volumen. Unkoku equivale a 180 litros. (N. de

  • los T.)[8] Estera gruesa de paja

    cubierta con un tejido de juncosjaponeses que se instala sobre elsuelo de madera. (N. de los T.)

    [9] Ao 1938. (N. de los T.)[10] Calcetines japoneses. (N.

    de los T.)[11] Juguete que consta de unas

    fichas de cristal, redondas y de uncentmetro de dimetroaproximadamente. Se juega de unaforma similar a las canicas. (N. de

  • los T.)[12] Gachas de arroz y

    legumbres. En poca de guerra, lagente las coma debido a la granescasez de arroz. (N. de los T.)

    [13] Batata cortada fina ysecada al sol. (N. de los T.)

    [14] Plato de origen portugusque se compone de pescado yverduras rebozadas. (N. de los T.)

    [15] Carrito tirado por unhombre. (N. de los T.)

    [16] Puerta corredera enrejada

  • con papel. (N. de los T.)[17] Cascarilla de arroz y trigo

    tostada y molida. Se comedisolviendo este polvo en agua yazcar. (N. de los T.)

    [18] Ao 1940. (N. de los T.)[19] Unidad de volumen que

    equivale a 1,8 litros. (N. de los T.)[20] Peces de pequeo tamao

    que se encuentran en aguas clidasy poco profundas, especialmenteentre las rocas. (N. de los T.)

    [21] Unidad de volumen que

  • equivale a 18 litros. (N. de los T.)[22] Carpa de tela. Las carpas

    simbolizan la fuerza ya queremontan la corriente. El da 5 demayo, festividad de los niosvarones, se alzan, ensartadas en unpalo largo, una carpa negra y unaroja, que simbolizan al padre y a lamadre, y otra pequea querepresenta al hijo, con la finalidadde que los nios crezcan fuertes ysanos. (N. de los T.)

    [23] Se trata de los kamikaze.

  • (N. de los T.)[24] Se refiere a Che Yin, un

    hombre de letras del siglo IV,quien, segn la leyenda, estudiabapor las noches a la luz de laslucirnagas. (N. de los T.)

    [25] Ao 1935. (N. de los T.)[26] Unidad de peso. Un

    momme equivale a 3.75 gramosaproximadamente. (N. de los T.)

    [27] Pasta de judas endulzadas.(N. de los T.)

    [28] Lonjas de carne cruda de

  • pescado. (N. de los T.)[29] Plato que consiste en

    pescado y verduras cocidas. Suelecocinarse, como el sitkiyaki, en lamesa con un hornillo y se moja elpescado y las verduras en huevocrudo antes de comerlos. (N. de losT.)

    [30] Ao 1945. (N. de los T.)

    La tumba de las lucirnagasLA TUMBA DE LAS LUCIRNAGASNotas