la villa en cabezón cámara y cucurto
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Ensayo comparativo entre la narriva de dos autores argentinos con relación al tema de "la villa" tema detrás del que se esconde un debate que atraviesa toda la literatura argentina y de la región.TRANSCRIPT
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LAS REPRESENTACIONES DE LA VILLA EN “LA VIRGEN CABEZA” Y EN “NOCHES
VACÍAS”
Por Flor
Tanto La virgen cabeza de Gabriela Cabezón Cámara como el cuento “Noche vacías”,
primer relato del libro Cosas de negro de Washington Cucurto, permiten vislumbrar
dos miradas diferentes respecto del fenómeno de la villa. En este sentido, el objetivo
en este post será contrastar ambas obras a la luz de los aportes teóricos del
Postcolonialismo.
Entendemos al Postcolonialismo a partir de la distinción que realiza Mellino, es decir,
no en su sentido literal (como estudios que analizan los efectos del colonialismo como
momento histórico) sino en su sentido metafórico. Esto es, la literatura y los estudios
postcoloniales como aquellos que tienen por objetivo:
“restituir la subjetividad y autoridad a la voz del otro rechazando su sujeción en las
propias categorías cognitivas y (…) descentrar y descolonizar tanto al discurso
imperialista estructurado a partir de la contraposición nosotros/ellos, como la relación
centro/periferia en torno a la cual se ha configurado el saber occidental” (Mellino,
2008:50).
Entonces, el término entendido desde la metáfora amplía el campo de trabajo y de
producción del postcolonialismo, ya que permite analizar diversas situaciones que se
enmarcan en un esquema de opresión, de inferioridad del otro, de representaciones
dadas. Esquemas que ameritan un análisis y una deconstrucción de los mismos.
Sin embargo, sería injusto plantear esto sin tener en cuenta los aportes de Mignolo. En
este sentido, sugiere que, si nos referimos a Latinoamérica, el término que mejor se
aplica no es posmodernismo ni postcolonialismo, sino postoccidentalismo. Mignolo
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hace esta afirmación porque realiza especial hincapié en la necesidad de situar el
conocimiento y la producción del mismo. Postoccidentalismo sería una categoría que
atiende al aspecto geo-‐cultural. Respecto de la significación del término, dice:
“Postoccidentalismo (…) concebido como proyecto crítico y superador del
occidentalismo que fue el proyecto pragmático de las empresas colonizadoras en las
Américas desde el siglo XV…” (Mignolo, 1996: 685).
De todas maneras, reconoce tanto al posmodernismo, como al postcolonialismo y al
postoccidentalismo como tres proyectos que revisan y critican los postulados de la
modernidad. Esta premisa será el eje central del presente trabajo.
Si bien se van a utilizar los dos términos, entendemos que es fundamental el planteo
de Mignolo, ya que se trabajará con autores latinoamericanos y resultan necesarias
determinadas consideraciones que nos sitúen en un espacio diferente, con sus
características locales, culturales, ideológicas y políticas.
La idea principal de este escrito es que tanto en “La virgen cabeza” como en “Noches
vacías” se le otorga la voz a un sector oprimido. En dichas narraciones se relata el
mundo de quienes son el blanco de prejuicios y representaciones por parte de
determinados sectores dominantes. Sin embargo, “La virgen cabeza” logra desmontar
un gran sistema representacional y generar nuevas percepciones acerca de la
identidad de género y de clase en tanto que en “Noches vacías”, se repite un sistema
de identificación relacionado con la representación estereotípica de las clases bajas.
Por lo mismo, resulta fundamental rescatar aquí los aportes de Young respecto de la
deconstrucción: “(Derrida) ha fundado las bases del deconstruccionismo en cuanto
instrumento de descolonización cultural e intelectual…” (Mellino, 2008: 52).
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El texto de Cabezón Cámara plantea una deconstrucción de las identidades y de los
espacios que permite observar la precariedad de las representaciones supuestamente
estáticas. La novela se sitúa en una villa, y una de las protagonistas-‐narradora es
Qüity, quien se inserta en el mundo villero por Evelyn: “Evelyn fue mi ticket to go, mi
entrada a la villa. Yo la maté y ella me hizo villera” (Cabezón Cámara, 2009:49).
Su ingreso en la villa nos permite encontramos con uno de los personajes que más
evidencia la deconstrucción a la que se hizo referencia anteriormente, Cleo: una
travesti ex prostituta que luego de estar al borde la muerte por violación se comienza
a comunicar con la virgen. La puta santa de la historia. Aquí se presenta un juego con
categorías arraigadas tales como la prostitución, la identidad sexual, la religión y la
confluencia y mezcla de tales identidades.
Qüity y Cleo están esperando una hija, y la narración surge en ese contexto.
Ambas habitan el “in between” de las representaciones identitarias. Sus mundos, sus
vidas y sus posturas frente a las mismas se configuran desde la hibridez que rechaza
cualquier definición totalizante de la sexualidad, de la mujer, del hombre y de clase
social.
Por otro lado, nos encontramos con el espacio de la villa. En un primer momento, este
territorio es narrado por “el otro”, por Qüity antes de ser villera. Dice que luego de
una inundación, lo único que se veía era “cartones de vino, jeringas, botellas de plástico
y pañales” (Cabezón Cámara, 2009: 51)
Pero luego ese espacio se tornará único. Un lugar de minorías y oprimidos que
construyen otro mundo. Una zona en la que las representaciones del otro son sólo eso,
imágenes. Sin embargo, la realidad es otra. En el sitio del pantano surge un estanque
con peces a los que alimentan y que los alimentan. De esta manera, la villa se
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transforma en centro, ya no debe acudir, sino que acuden a ella. Y en esa inversión
histórica se representa el espacio de los marginados. Como dice la narradora:
“Agregamos una comisión más a todas las que ya teníamos, travestis, paraguayos, pibes
chorros, peruanos, evangelistas, bolivianos, ucranianos, porteños, católicos, putas,
correntinos, umbandas, cartoneros, santiagueños y todas sus combinaciones posibles”
(Cabezón Cámara, 2009: 72).
Si como afirma Rivera-‐Rodas la posmodernidad en América Latina se refleja, entre
otras cosas, en la búsqueda de la identidad propia; en la evidencia de que fuimos
construidos por otro y en la necesidad de encontrar nuestra propia voz, en la cita
anterior se evidencia que “La virgen cabeza” responde cabalmente a esta operación,
ya que reniega de cualquier esquema maniqueísta, insiste en la multiplicidad y en la
diferencia como únicas categorías constituyentes de la identidad.
Por estas razones, “La virgen cabeza” puede ser entendida como una novela
poscolonial (también posmoderna en el sentido que le otorga Rivera Rodas) porque
construye y deconstruye espacios y sujetos sin aferrarse a ningún relato que pretenda
explicarlos desde el reduccionismo y el simplismo.
DE NOCHES VACIAS. Sin embargo, no sucede lo mismo con “Noches vacías”. El relato
de Cucurto se reproducen determinadas formas de representación de las clases bajas
y de los sectores oprimidos que impiden un acercamiento distinto. Como afirma
Bhabha, está presente la noción de fijeza en el estereotipo del otro.
Valga aclarar que no nos concierne aquí realizar un juicio acerca de las intenciones de
Cucurto, sino que lo que nos interesa es analizar la construcción de los personajes, en
tanto representativos de determinados sectores sociales. En todo caso, el objetivo es
determinar por qué “Noches vacías” no es un relato poscolonial y por qué podría
serlo.
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El narrador del cuento es un paraguayo que comienza una narración de tipo
autorreferencial. El dialecto que se utiliza es el que corresponde al personaje, así
como los ámbitos que frecuenta. El protagonista comienza contando su apego a la
bailanta “Samber”, presentándola como un espacio único, como su mundo. En este
sentido, entendemos que aparece una asociación como mínimo simplista con respecto
al espacio y al sujeto marginal.
En el relato del personaje se evidencia que su relación con las mujeres es puramente
sexual y cosificada: “Eso es lo que quiere: se la apoyo, le paso la verga por la costura
gruesa del pantalón y el canto de la bombacha. Re buen orto, firmón, macizo.” (Cucurto,
2009: 26). Comenta las experiencias de cómo se acercó a cada una de ellas y,
posteriormente, nos enteramos de que es casado y tiene un hijo.
Aquí aparece una noción acerca del marginado como aquel relacionado con la
promiscuidad. Este aspecto, si bien aparece en “La virgen cabeza” la diferencia radica
en la forma en que el tema es abordado. Como plantea Cesaire, las representaciones
del otro están siempre relacionadas con la inferioridad y la ausencia de moralidad.
En la novela de Cabezón Cámara no se evidencia esto, porque el esquema moral es
propio del mundo que se representa. En el cuento, en cambio, se asocia la amoralidad
a la pobreza e ignorancia. Las justificaciones del personaje rozan lo infantil y su
autodefinición responde a tantos discursos que hemos oído, a aquellos que relacionan
la miseria material a la miseria existencial. Dice: “Y yo no soy más que un negro que
ama la cumbia y le encanta levantarse minas en el baile. Y hasta ahí llega el horizonte
de mi vida” (Cucurto, 2003:12).
Tanto Fanon como Cesaire coinciden en que la colonización pretende la animalización
del otro, el embrutecimiento y la deshumanización. Si bien esta noción está adecuada
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al contexto de la colonización histórica, resulta interesante abstraerla para analizar la
colonización interna y actual, ya que permite evidenciar los procesos de
representación de las clases bajas por parte de las clases altas. El otro, el que molesta,
se transforma en una cosa. Será que así es más sencillo explotarlo. El cuento de
Cucurto no hace más que evidenciar esos procesos. El personaje es dominado por sus
instintos y se hace eco de las representaciones ajenas, adhiere a ellas, se
autodenomina negro. ¿Pero acaso no hay lugar para la resistencia? Si la construcción
de la identidad del marginal, del obrero, del inmigrante y del homosexual y de todos
los “diferentes” fuera directa y transparente, la descolonización (en sentido amplio)
no hubiera existido jamás. A este punto nos referimos cuando retomamos el concepto
de fijeza de Bhabha.
El cuento continúa con la narración de vida del protagonista, que luego deviene en
narraciones de crímenes inhumanos, contados desde una suerte de naturalismo. Por
ejemplo, el narrador dice: “Le pateo la cabeza para que se calle. Animal”, luego cuenta:
“Le doy dos soberanas patadas, justo en el cerebro salido (…). No hay caso, el cerebro no
entra más, así que lo arranco con los dedos y lo saco del todo” (Cucurto, 2003: 40).
Más adelante recordará otro de sus crímenes: “le abrí la concha hasta que le metí una
botella de whisky y después me le senté encima”.
Ante esto la justificación del personaje es la siguiente: “A mí lo que me mata es la
cumbia, me da ganas de singar, de beber, de culear por el culo, de robar, de asaltar”
(Cucurto, 2003: 41).
Es evidente que Cucurto exacerba los prejuicios de otras clases sociales sobre la clase
baja y los inmigrantes, de manera tal que genera un texto hiperbólico que tiene por
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objetivo generar rechazo. Sin embargo, este efecto no se logra totalmente, ya que
responde, exageradamente, a los prejuicios de la clase media.
Al respecto resulta interesante el planteo de Beatriz Sarlo: “Cucurto escribe como
quien no sabe escribir (ese espécimen no existe) para lectores cultos que lo leen porque
sus libros muestran al escritor llegado con una lengua y unas fantasías de absorbente y
exótica vitalidad” (Sarlo, 2007: 478). Y más adelante: “Cucurto coloca su literatura en
un más allá populista. Digamos, un populismo posmoderno, que celebra no la verdad del
pueblo sino su capacidad para coger, bailar cumbia, enamorarse y girar toda la noche”
(Sarlo, 2007: 478).
Podríamos agregar que celebra las capacidades “supuestas” del pueblo que el lector
culto espera encontrar. Pero, como afirma Sarlo, la verdad no. Porque la “verdad” del
pueblo no es la misma de los que lo utilizan y lo colocan en el lugar que les sirve.
En definitiva, en Cucurto asistimos a un determinismo cultural y económico que no
repara en las diferencias ni en la multiplicidad de representaciones identitarias.
A los fines del postcolonialismo, necesitamos literaturas que nos hablen de otra cosa.
Puesto que ya conocemos los esquemas de representaciones tradicionales y no nos
hace falta la reafirmación de los mismos.
“La virgen cabeza” y tantas otras obras, que tal vez no leímos o que no se escribieron
todavía, nos hablan con voces que fueron silenciadas, que hablan despacio y bajo, pero
que empiezan a decir que no somos lo que nos dijeron que éramos. Que tampoco
somos una sola cosa, una sola idea, sino una multiplicación y un cruce de ideas, de
formas, de maneras de sentir. Necesitamos literaturas, que al decir de Sartre, nos
extirpen en una sangrienta operación al colono que vive en cada uno de nosotros (o a
sus ideas, que es lo mismo)
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Bibliografía
BHABHA, Homi (1994). “La otra pregunta. El estereotipo, la discriminación y el
discurso del colonialismo” en El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial.
CABEZÓN CÁMARA, Gabriela (2009). La virgen cabeza. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
CESAIRE, Aimé (2006). “Discurso sobre el colonialismo” en Discurso sobre el
colonialismo. Madrid: Akal.
CUCURTO, Washington (2003). “Noches vacías” en Cosa de negros. Buenos Aires:
Interzona.
FANON, Frantz (2009). Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura
económica.
MELLINO, Miguel (2008). “La teoría social y la condición poscolonial” en La crítica
poscolonial: Descolonización, capitalismo y cosmopolitismo en los estudios
poscoloniales. Buenos Aires: Paidós.
MIGNOLO, Walter (1996). “Postoccidentalismo: Las epistemologías fronterizas y el
dilema de los estudios (latinoamericanos) de áreas” en Revista Iberoamericana. Vol.
LXII, Núms. 176-‐177, Julio-‐Diciembre 1996: 679-‐696.
SARLO, Beatriz (2007). “Leer en presente” en Escritos sobre literatura argentina.
Buenos Aires: Siglo XXI editores.