lacan quesalid. el símbolo, el curandero y su magia

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El Símbolo, el Curandero y su Magia Lacán Quesalid Hugo Muñoz Jaramillo Asistente Social, Licenciado en Servicio Social, Universidad de Valparaíso; Director Programas Ambulatorios Intensivos (Rehabilitación Drogas) para Adolescentes Infractores de Ley, CPL Limache y Valparaíso, Corporación PRODEL; Estudiante de Magíster del Instituto de Filosofía de la PUVC. E-mail: [email protected]. 1

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Intentamos dar cuenta de parte de un diálogo posible entre ambas perspectivas. Centrando nuestra atención en tópicos tales como el lenguaje y el orden simbólico, llegaremos finalmente al momento en el cual tentaremos articular nuestra sospecha en torno al complejo shamanístico y sus relaciones con los desarrollos de la perspectiva psicoanalítica lacaniana.

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El Símbolo, el Curandero y su Magia

Lacán Quesalid

Hugo Muñoz Jaramillo

Asistente Social, Licenciado en Servicio Social, Universidad de Valparaíso; Director Programas Ambulatorios Intensivos (Rehabilitación Drogas) para Adolescentes Infractores de Ley, CPL Limache y Valparaíso, Corporación PRODEL; Estudiante de Magíster del Instituto de Filosofía de la PUVC. E-mail: [email protected].

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Resumen

El presente texto vendrá a ser el rastro sobre papel que una sospecha nos ha conducido a producir. Sospecha que surge al pensar interdisciplinariamente el asunto de la cura, tanto desde aspectos de la obra de Claude Lévi-Strauss, como de Jacques Lacán.

A través de este sendero intentamos dar cuenta de parte de un diálogo posible entre ambas perspectivas. Centrando nuestra atención en tópicos tales como el lenguaje y el orden simbólico, llegaremos finalmente al momento en el cual tentaremos articular nuestra sospecha en torno al complejo shamanístico y sus relaciones con los desarrollos de la perspectiva psicoanalítica lacaniana.

Descriptores: Lenguaje – Sujeto – Psicoanálisis –Shamanístico – Sospecha

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Presentación

Hacerse de la letra, sincronizarse con ella para mediante movimiento diacrónico de figura metonímica realizar eclosión en texto que viene imprecisamente a ser pequeño objeto a. La instancia de la letra vendrá aquí a dirimir esta alienación que debe ser asumida por quién se encuentra en proceso de adquirir hábito de producir pequeños objetos como éstos que, cual tope, permitan que la cadena se detenga, o recomience en un plano diferente.

Intentaremos entonces que ella sea la que inscriba con su fantasma en la insistencia del intento la historia de, esperamos, nuestro éxito, ya que compleja nos parece la tentativa de un texto en materias de tanta cercanía a la labor cotidiana que pudiese desenfocar por efecto de proximidad o enceguecer por acostumbramiento. Bien probable es que nada nos acerque a la sensación de certeza, de quizá haber expresado nuestras ideas en el estilo y la forma adecuada a la pregunta y sus implicancias.

Diremos que preguntarse por lo simbólico en Claude Lévi-Strauss y Jacques Lacán, será preguntarse en relación al desarrollo de una forma de pensamiento. Pensamiento bifurcado que nos conducirá a linderos diversos pero que al menos creemos en dos puntos estarán intersectados. Pensamiento eminentemente estructuralista que en su despliegue construye su obra conceptual desde unos pilares axiomáticos determinados. Axiomas que nos dispensaremos de criticar, sino que más bien intentaremos nos proporcionen tácitamente unas ciertas coordenadas desde las cuales intentar examinar algunos de los temas que en nuestra perspectiva se desean dominar. Enmarcados en una época y unos diálogos particulares a problemas y situaciones relacionadas a unos contextos socioculturales específicos (filosóficos, políticos, científicos, tecnológicos, económicos, etc.) de una parte del siglo XX, este pensamiento estructuralista llevará las enseñas de la disciplina académica francesa; las marcas de un pensamiento francés.

Una de las principales intersecciones entre ambos autores es el lenguaje -ambos están en él. Uno aludirá a que el lenguaje es condición de la cultura, su posibilidad (diacrónica) transgeneracional, por una parte; como por otra, que las señas mismas de su organización son observables a través de su parentesco con su diseño arquitectónico1, aún cuando no deje de precisar su calidad de producto y parte de la cultura. En el otro pueden verse desarrollos en un campo que tomarán como parte de sus puntos de apoyo las condiciones que aporta la perspectiva lingüística que propone el lenguaje como preexistente a un sujeto que pasa a ser objeto y figura de su urdimbre.

La segunda intersección será quizá una forma de cercanía a la vez que de distancia, un campo de atracción y rechazo, enclave en el cual se anudan y, al menos desde una de las dos perspectivas, se podría ensayar unos desvaríos: el complejo shamanístico.1 Lévi-Strauss, C., “Lingüística y Antropología”, en Antropología Estructural, Universitaria de Buenos Aires, Bs. As., cuarta edición: Abril 1972, p 63.

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Sujetos en el lenguaje

Pareciese que ya nos hubiésemos adentrado en el tema cuando aún sólo estamos intentando fijar unas coordenadas desde las cuales asir esta forma de concebir el orden simbólico y la forma en que estaría estructurado. Pero aún falta recordar una distinción crucial para Lévi-Strauss y es que la posibilidad de formalización parece no agotarse, debido principalmente a que esta refiere a la relación individuo-colectivo, entre el lenguaje y la cultura, así como en un plano más general, las relaciones entre lenguajes y culturas. Por otra parte, encontraremos en Lacán la preocupación por el desarrollo de un objeto de estudio quizá más particular (pero no menos complejo por cierto), ya que el problema a observar estará tendido o asentado más bien en la relación entre el sujeto y lo Otro. Esta pequeña distinción que más bien es ejercicio de forzar los hechos a través de la palabra (ya que se podrá bien asentir o disentir largamente con esta distinción), será adecuada para asentar un vaso comunicante entre ambos.

Al revisar la obra de Lacán considerando su vuelta sobre Freud (y su subversión también) distinguimos un esfuerzo que, permítasenos, podríamos dar en llamar proyecto político. Una agenda marcada por el desarrollo de una concepción psicoanalítica que podríamos aventurar con el símil de “segundo orden”. O sea, la tentativa de desarrollo de una perspectiva teórica capaz de “observar la observación” del perfeccionamiento de esta dialéctica particular que es la psicoanalítica: su técnica de aplicación y su técnica de auto observación o de elaboración teorética, que sería en el caso de Freud. Una Teoría de la teoría psicoanalítica. Al realizar este movimiento Lacán generará efectos diversos, tanto sobre el campo de la palabra, del sujeto, del inconsciente; así como en el campo mismo del psicoanálisis, en cuanto praxis, teoría, disciplina y también en este en tanto gremio.

Prolífico será el crisol de Lacán en cuanto a mezcla de perspectivas (a la vez desplazamiento, modificación y deformación también) que utilizará para re-visar la producción conceptual del psicoanálisis. Influencias diversas como los aportes de la lingüística, la antropología estructuralista, la fenomenología y las matemáticas, entre otros, serán relecturas, desde planos otros, por lo tanto reelaboración y revisión crítica que se volverán hacia y sobre la práctica psicoanalítica y los desarrollos (o deformaciones) de sus perspectivas. El ejercicio que realiza finalmente es de estructuración. En ello podríamos aventurar que su labor es, a través de la instancia del lenguaje, de su insistencia, de su autoridad, de su acontecimiento, la realización de un ordenamiento de conceptos a través de precisas (y en gran medida a la vez deliberadamente ambiguas) distinciones sobre el sujeto, la letra, la palabra, el discurso, el texto y el significante, entre otras; que vendrán a ser el principal material sobre el que el analista deberá descubrir (y por que no también encubrir) su campo de acción.

Ello, porque cuando bosqueja su episteme, en el marco del proceso formativo de un analista, señala no sólo las matemáticas, la historia y la lingüística como su triángulo epistemológico, sino que sugiere además la formación apropiada a la de un hombre de letras:“la retórica, dialéctica (…) la gramática, y, cima suprema de la estética

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del lenguaje: la poética, que incluiría la técnica, dejada en la sombra, del chiste” 2. Ello en vistas a que complete la formación del hombre de ciencias que supone debe ser.

La supremacía del significante en tanto posibilidad de “centrar sobre una teoría general del símbolo una nueva clasificación de las ciencias en la que las ciencias del hombre recobren su lugar central en cuanto a ciencias de la subjetividad”3, por lo que tiene de ordenamiento, vendrá con su ley no sólo a reposicionar al sujeto en relación al lenguaje y en cuanto a los otros (o al Otro); sino que además implicaría la organización o fundación de una “teoría general del símbolo” como centro desde el cual reposicionar las ciencias en su relación con el hombre. Ello implicaría una nueva relación de la ciencia no sólo consigo misma sino que, particularmente, con el psicoanálisis.

Esta ordenación da supremacía al significante y a su ley introducida en el sujeto, sujetándolo. Estructuración tal, que estaría dada al incorporar el lenguaje como su causa, al situarlo como el tesoro de los significantes en los cuales este abreva para constituirse en un tal; como tesoro que lo encuentra (y que lo encuentra), sincronizándolo al intentar en aquel momento mítico, expresar su deseo, y que viene a dejar su tachadura en él, al reemplazarlo (emplazarlo en un lugar que no es ése) por un significante, y desplazándolo –nuevamente- hacia la diacronía, hacia la cadena metonímica. “El efecto de lenguaje es la causa (y charla) introducida en el sujeto”4, por lo tanto no es causa de sí mismo, ya que sin el significante no habría sujeto en lo real. He aquí que el corte hace su lecho en el sujeto en el que se realiza, dejando tras de sí la cicatriz que sella la dificultad de este [que es deseo de Otro (la madre por ejemplo)], de saberse efecto de lenguaje, de ser por no ser otra cosa que el deseo de ese Otro5.

Sería entonces el Lenguaje la posibilidad del sujeto, tanto como la causa de la enfermedad deseo, “el gusano que lo hiende”6, siempre desplazada por la cadena en su imposibilidad de realizarse. El cuerpo encarnará el lenguaje a través de la palabra, que según Lacán puede incluso sufrir lesiones simbólicas7, ya que “La palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo.”8 Es por ello que se puede entonces entrar al juego del intercambio, la alianza, a través del don de la palabra9, que siempre exigirá su respuesta. Y es en este punto en el que el lenguaje vuelve a reconectarse con las figuras de condición de la cultura, así como producto que al ser intercambiado, permite la actualización de la

2 Lacán, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo XXI, 2º edición argentina, revisada, 2008, p278. 3 Ibíd., p. 275.4 Lacán, J., “Posición del inconsciente en el congreso de Bonnevai reanudada desde 1960 en 1964”, Escritos I1, Siglo XXI, 2º edición argentina, revisada, 2008, p794. Para el paréntesis nuestro, véase la nota 5 del texto “Función y campo de la palabra…”, p. 240, ed. cit.5 Ibíd., p. 795.6 Ibíd., p. 795.7 “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, ed. cit., p290. 8 Ibíd., p. 289.9 Ibíd., p. 309.

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ley. Ley del intercambio, que –nuevamente- se introduce en el sujeto a través de la metáfora del padre debido a que sería “el sostén de la función simbólica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica su persona con la figura de la ley”10. Según Lacán el nombre del padre permitiría la instauración de la prohibición de la endogamia, prohibición que sería el hito que instaura la cultura ya que al regular la alianza “sobrepone el reino de la cultura al reino de la naturaleza entregado a la ley del apareamiento”11, lo cual vendría a separarnos de nuestro estado de naturaleza.

Ahora bien esta Ley finalmente se da a conocer como “idéntica a un orden de lenguaje”12, ello debido a que según Lacán “la ley del hombre es la ley del lenguaje desde que las primeras palabras de reconocimiento presidieron los primeros dones”13 y en este sentido tendrán una función cultural simbólica en cuanto “esos dones son ya símbolos, en cuanto que el símbolo quiere decir pacto”14.

Pero además de esta función simbólica en tanto pacto, la palabra por “medio de aquello que no toma cuerpo sino por ser el rastro de una nada y cuyo sostén por consiguiente no puede alterarse, el concepto, salvando la duración de lo que pasa, engendra la cosa”15. Y ahora es entonces que la dimensión simbólica de las palabras será desde donde el mundo será constituido, y es que según él, “es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas”16 y si el hombre habla pues, es “porque el símbolo lo ha hecho hombre”17 . Y es aquí el concepto el que finalmente le dará vida al símbolo, al matar la cosa; “así el símbolo se manifiesta en primer lugar como asesinato de la cosa, y esta muerte constituye en el sujeto la eternización de su deseo”18.

En este sentido podría aventurarse que la condición para que el uso del símbolo, en el discurso concreto o en la letra, en el estudio matemático o mítico sea posible tanto en el caso del mitema como parte irreductible en la ecuación mito, así como en el matema, como expresión formalizada de una idea dentro de un esquema teórico, en este caso psicoanalítico, es que éste se encuentre no sólo disponible como un territorio que explorar o en el cual asentarse y hacer polis; sino que además, haya agusanando el deseo primo del sujeto, con lo cual le haga abandonar su condición animal, y así adentrarse vestido de hombre en la ordenación de la civitas humana en la cual, desnudo, sería atentado.

Ahora bien, se habría fundado entonces un sujeto, un sujeto tachado por el lenguaje y su deseo, un sujeto que es “ser-para-la-muerte”19. La simbolización del ser sujeto, como descubrimiento de Freud, es el del “campo de las incidencias, en la naturaleza

10 Ibíd., p. 269.11 Ibíd., p. 268.12 Ibíd., p. 268.13 Ibíd., p. 263.14 Ibíd., p. 263.15 Ibíd., p. 267.16 Ibíd., p. 267.17 Ibíd., p. 267.18 Ibíd., p. 306.19 Ibíd., p308.

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del hombre, de sus relaciones con el orden simbólico, y el escalamiento de su sentido hasta las instancias más radicales de la simbolización de ser”20. Objeto simbólico del cual -ser evanescente- encuentra la permanencia del concepto; presencia hecha de ausencia, que viene a nombrarse en un juego de niño21. Y es a través del don de la palabra, que el analista tendría un tal acceso privilegiado a quien es sujeto por el lenguaje.

El hechicero y su magia: la cura

Pero volvamos por un momento a una segunda intersección notable entre Lacán y Lévi–Strauss, considerando sobretodo que eventualmente Lacán habría también bebido de esta fuente, con el fin de lograr desplegar algunos antecedentes que arrojarán luz en aquellos terrenos donde intentamos dirigirnos. Particularmente, desde el complejo shamanístico, realizaremos algunas tachaduras en los textos, haciendo mímica del efecto de puntuación afortunada22 de la técnica psicoanalítica; para lo cual agradeceremos al lector en cuanto a lo que le toca poner de su parte, en cuanto a vuelo de la letra23 que viene a ser este ejercicio:

“No hay razones, pues, para dudar de la eficiencia de ciertas prácticas mágicas. Pero al mismo tiempo se observa que la eficacia de la magia implica la creencia en la magia, y que ésta se presenta en tres aspectos complementarios: en primer lugar, la creencia del hechicero en la eficacia de sus técnicas; luego, la del enfermo que aquél cuida o de la victima que persigue, en el poder del hechicero mismo; finalmente, la confianza y las exigencias de la opinión colectiva, que forman a cada instante una especie de campo de gravitación en cuyo seno se definen y se sitúan las relaciones entre el brujo y aquellos que él hechiza”24.

Según Lévi-Strauss la eficacia de la magia (en relación en este caso a la cura) implica la creencia en ella. Es importante fijar esta afirmación debido a que según esta perspectiva, en el proceso de la cura será la creencia el elemento central del sistema que se define como “complejo shamanístico”. Ello devendría en tres aspectos que lo representan: la creencia del enfermo en el poder del hechicero, la creencia del hechicero en su poder, y en tercer lugar, la confianza y las exigencias de la opinión colectiva, que viene a ser el lugar en el cual se definen y sitúan las relaciones entre sanador y enfermo. Siendo este último aspecto el más relevante,

20 Ibíd., p265. 21 Ibíd., p266. Nótese que en esta referencia Lacán alude al fort-da, que Freud trabaja en “Mas allá del principio del placer”, ver Obras completas, Amorrortu editores, Bs. As., tomo nº 18, 1976.22 Ibíd., p. 242.23 Lacán, J., “Obertura de esta recopilación”, en Escritos 1, ed. cit., p22. 24Lévi-Strauss, C., “El hechicero y su magia”, Antropología Estructural, ed. cit., p 152. Reiteramos que, en adelante, las citas de Lévi-Strauss, se encuentran intervenidas, mediante una cierta puntuación afortunada. Cual mímica de la técnica psicoanalítica, se puntúa el texto en orden de realzar algunos aspectos que nos interesan. Se agradece nuevamente complicidad al amable lector.

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debido a que en ella se sitúan y definen estas relaciones. Desde el aspecto de la creencia, es desde donde se interpelará al psicoanálisis.

“El psicoanálisis transforma sus tratamientos en conversiones: porque únicamente el enfermo puede ser curado; el inadaptado o inestable sólo puede ser persuadido. Aparece así un peligro considerable: que el tratamiento (sin que el médico, entiéndase bien, lo advierta), lejos de culminar en la resolución, respetuosa siempre del contexto, de un trastorno preciso, se reduzca a la reorganización del universo del paciente en función de las interpretaciones psicoanalíticas. O sea que se llegaría, como término, a la situación que proporciona su punto de partida y su posibilidad teórica al sistema mágico-social que hemos analizado.”25

En este punto, el hecho de que se corra el riesgo de reorganizar al enfermo en torno a la perspectiva psicoanalítica, no es el riesgo central. Aquí lo importante no sería la constitución de un enfermo para el psicoanálisis, tampoco la restitución de un enfermo a la salud, sino que más bien, la restitución de un sujeto para la comunidad. Ello teniendo en consideración que

“Reabsorber una síntesis aberrante local mediante su integración, con las síntesis normales, en el seno de una síntesis general pero arbitraria –fuera de los casos críticos donde la acción se impone- representaría una pérdida en todos los frentes. Un cuerpo de hipótesis elementales puede representar un valor instrumental seguro para el practicante, sin que el análisis teórico deba sentirse obligado a reconocer en él la imagen última de la realidad, y sin que sea necesario tampoco unir por su intermedio a médico y enfermo en una suerte de comunión mística que no tiene el mismo sentido para uno y para otro, y que solamente logra disolver el tratamiento en una fabulación”26.

Y no es que Lévi-Strauss esté planteando ingenuamente que la comunidad y su opinión colectiva no sean arbitrarias; o que no sea integrador (o sanador) que síntesis más generales y arbitrarias integren síntesis aberrantes. La demanda más bien sería lograr generar esta suerte de re-integración a la comunidad de un individuo enfermo, no tanto como el resultado de la absorción de esta síntesis aberrante (del individuo) por una síntesis general pero arbitraria (de un gremio, una escuela filosófica o una ideología política, por ejemplo); sino que más bien, al esquema más general de su colectivo social y cultural. Interpelando con ello, directamente, a esta disciplina que se encuentra instalada, entre enfermo y sanador, como particular forma de relación.

“A diferencia de la explicación científica, no se trata, pues, de referir ciertos estados confusos y no organizados, emociones o representaciones,

25 Ibíd., p 167. 26 Lévi-Strauss, C., “El Hechicero y su Magia” en Antropología Estructural, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Bs. As., 1972, p 167.

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a una causa objetiva, sino de articularlos bajo forma de totalidad o de sistema; y el sistema es válido precisamente en la medida que permite la precipitación o la coalescencia de estados difusos (y también penosos, en razón de su discontinuidad). La conciencia confirma este último fenómeno por una experiencia original, que no puede ser aprendida desde afuera. Gracias a sus trastornos complementarios, la pareja hechicero-enfermo encara para el grupo, de manera viva y concreta, un antagonismo que es propio a todo pensamiento, pero cuya expresión normal sigue siendo vaga e imprecisa: el enfermo es pasividad, alienación de sí mismo, como lo informulable es la enfermedad del pensamiento; el hechicero es actividad, desborde de sí mismo, como la efectividad es la nodriza de los símbolos. La cura pone en relación estos polos opuestos, asegura el pasaje de uno a otro y manifiesta, en una experiencia total, la coherencia del universo psíquico, proyección a su vez del universo social”27.

E importa aquí, la relación, porque es ella la que pone en marcha estos polos (la dinámica entre opuestos engendraría la acción de la cura). Y de ello se desprenderá no sólo la necesidad de un sanador para el enfermo, así como inversamente, la necesidad de un enfermo para el sanador. Relación que será la clave para que el universo social reproyecte su coherencia en el universo psíquico del paciente, como experiencia total que mantiene la continuidad entre lo social y el individuo. Es aquí donde aparece la confianza y las exigencias de la opinión colectiva, en tanto interés del colectivo, en tanto norma social.

Y a propósito de esto ¿no es el psicoanálisis en tanto disciplina una relación de sanación antes que otra cosa? Y en tanto que relación de sanación ¿no es acaso fabulación de hechicero? Una estructuración entonces, que permite integrar y “normalizar” estados divergentes, en tanto técnica de homogenización, así como de corrección social. Estructuración que integraría social y culturalmente tanto a un desviado que sana como a otro que enferma. Que se propone aliviar el sufrimiento subjetivo.

“Desgarrado entre estos dos sistemas de referencias, el del significante y el del significado, el hombre solicita del pensamiento mágico un nuevo sistema de referencia, en cuyo seno pueden integrarse datos hasta ahora contradictorios. Pero es sabido que este sistema se edifica en perjuicio del progreso del conocimiento, el cual hubiera exigido que, de los dos sistemas anteriores, uno solo fuera cuidadosamente retenido y profundizado hasta el punto (que estamos todavía lejos de entrever) en que permitiese la reabsorción del otro.”28

He aquí un quiebre, ya que este desgarro en el individuo demandaría un nuevo sistema de referencia. En el caso de los sistemas sociales a los que Lévi-Strauss

27 Ibíd., pp. 165-166. 28 Lévi-Strauss, C., “El Hechicero y su Magia” en Antropología Estructural, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Bs. As., 1972, p 167

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refiere (y para muchas personas aún actualmente), pareciese bastar con el pensamiento mágico. Pero por otra parte, sería deseable retener cuidadosamente sólo uno de los dos sistemas de referencias y profundizarlo hasta el punto en que permitiese absorber al otro; edificación que no sería contraria al progreso del conocimiento. El pronunciarse sobre el primado del significado por sobre el significante o a la inversa, ambos como posibilidad ¿será labor para la comunidad o tarea de hechicero? En ambos casos sería, desde el punto de vista de Lévi-Strauss, materias sobre las que el colectivo debiese mantener su consideración.

“En fin, ¿cuál es la parte de credulidad y cuál la de crítica en la actitud del grupo, respecto de aquellos en los que reconoce poderes excepcionales, a los que otorga privilegios correspondientes, pero de los cuales exige asimismo satisfacciones adecuadas?”29.

Y ello pareciese que interesa en cuanto a que el símbolo es el don de la comunidad para el sanador −su serpiente enrollada en la vara: la efectividad del poder cedido, enrollado en el conocimiento del hechicero. Y este poder debe, por necesidad, retribuirse a la comunidad en sanación, como además, en cuanto a don, esperará respuesta adecuada a la dádiva de su privilegio, del hechicero. De ello devendrá entonces una exigencia, así como una interpelación, eminentemente ética; pero por sobre todo una pregunta referida al lugar de este en la sociedad.

“En el límite extremo, sólo se solicitaría de esta fabulación un lenguaje apto para la traducción, socialmente autorizada, de fenómenos cuya naturaleza profunda se habría vuelto igualmente impenetrable para el grupo, para el enfermo y para el mago”30.

Ahora bien, por su parte Lacán demandará al psicoanálisis una “justa vuelta al estudio en el que el psicoanalista debería ser maestro, el de las funciones de la palabra”31. Esta solicitación de ser maestro de las funciones de la palabra, realizada al analista al cual alude -como héroe moderno en situación de extravío ¿habrá sido formulada para cumplir el cometido de responder a la solicitud de, al menos, la fabulación apta para la traducción de fenómenos cuya naturaleza se ha vuelto ahora oscura para, también, el analista extraviado? Para ello se necesitaría no sólo de una fabulación sino que más bien de un sistema que integre este desgarramiento entre el significado y el significante. Esto porque finalmente:

“dos sistemas de los cuales se sabe que son ambos igualmente inadecuados, ofrecen sin embargo, uno con respecto de otro, un valor diferencial y esto a la vez desde un punto de vista lógico y desde un punto de vista experimental. ¿Con respecto a qué sistema de referencias se los juzgará entonces? ¿El de los hechos, donde ambos se confunden, o el que

29 Ibíd., p 152.30 “El Hechicero y su Magia”, ed. cit., p 167. 31 “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, ed. cit., p237.

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le es propio, donde adquieren valores desiguales, teórica y prácticamente?”32.

Sujeto para analizar, sujeto para curación

En este punto será posible, habiendo dado debida cuenta de nuestro incierto avance, de nuestro probable tartamudeo conceptual −quizá de nuestra dificultad de aprehender el giro completo de la circunvolución y las intersecciones entre el pensamiento de nuestros autores en cuestión- formular la palabra que asedia nuestro pensamiento acerca del trabajo de Lacan: sospecha. –¿Sospecha de que? De la tarea que este se impone: la estructuración de lo simbólico, o, la formulación de una teoría general del símbolo ¿A raíz de qué deseo alguien quisiera tentar la realización de una tarea con esas características?

Ya que si el sujeto está tachado por el lenguaje y su deseo, en tanto que es “ser-para-la-muerte”, es conjunto vacío, así como lo será el Otro que es objeto de su deseo. Pero ello implicará que ese Otro que es Estado, Mercado, Naciones Unidas, la Universidad, la Filosofía, pero además y muy especialmente el Psicoanálisis, es y será conjunto vacío. Y por ello estará tachado no sólo el analista, sino que además quien observa al observador del analista en sesión: el sujeto que formaliza la teorización. Entonces todas las disciplinas o sea, cada disciplina en tanto institución, será conjunto vacío al no existir la posibilidad de un metalenguaje Otro de Otro. Por ello, finalmente sería vacua la realización de una “teoría general del símbolo” desde la cual reorganizar todas las ciencias del hombre, ya que no podría esta entenderse como un metalenguaje o, como el metalenguaje. Nuevamente entonces −¿Por qué?

Es en la relación de cura donde es posible el Psicoanálisis, una relación entre quién se declara enfermo y un otro que se declara analista. En esta díada, este par significante, deben estar presentes al menos estas dos figuras, además del Otro, de lo contrario cualquiera de los términos devendría en a-semántico. Podríamos hipotetizar en la necesidad de tener un enfermo para que pueda constituirse el analista, una vuelta a Freud nuevamente en su descubrimiento del Fort- Da!, en el que el deseo del analista se ha convertido en el deseo de Otro, de un alter ego que le domina y cuyo objeto de deseo constituye en lo sucesivo su propia pena: su enfermo. “Podría atribuirse este afán a una pulsión de apoderamiento que actuara con independencia de que el recuerdo en sí mismo fuese placentero o no”33. Relación de poder, desde luego, en el que el uno se “somete” al poder del Otro; donde nuevamente tenemos la cesión de poder, don de la palabra del sujeto a su comunidad que redunda en la exigencia de respuesta.

Entonces, sería el Psicoanálisis una disciplina tachada, un conjunto vacío, por su propio deseo de sanar y por su propia dificultad de lograr encontrar esas palabras que traduzcan completamente su deseo (si su deseo fuese sanar). Porque al estructurar 32 Levi-Strauss, C., “El Hechicero y su Magia” en Antropología Estructural, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Bs. As., 1972, p 16033 Freud, S., “Mas allá del principio del placer” en Obras completas, Amorrortu editores, Bs. As., 1976, tomo nº 18, p.16.

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Lacán su perspectiva simbólica en el orden simbólico y sus efectos, no sólo se tacha a sí mismo como sujeto y como analista, sino que además realiza una gran tachadura sobre la disciplina misma, levantando además en aquel movimiento una tachadura y una sospecha sobre todas las disciplinas e instituciones humanas. Ya que este sujeto del cual se provee a través de la estructuración del orden simbólico en el que la ley del significante se impone sobre él y lo sujeta para sí, es el sujeto del psicoanálisis, así como el sujeto creador de toda disciplina posible. Reformulando, Lacán a través de los materiales de los cuales se provee, habría formulado un mito del (y para el) sujeto, así como un sujeto para el psicoanálisis, a la vez que una relación para (y entre) un sujeto enfermo y un analista. Sería esta perspectiva psicoanalítica un pequeño objeto a que resultaría del plus de goce de su propio movimiento sincrónico, que eventualmente se detendría en la cura.

Pero ¿es entonces una tarea vacía el seguir construyendo complejidades crecientes en cuanto una perspectiva que sólo serviría para re-situar tanto al “sujeto enfermo” como al “sujeto analista” dentro de esta relación de poder en la cual sólo a través del engaño puede darse la cura? Ello, si toda perspectiva posible es finalmente un vacío (nunca lleno) de deseo, especialmente el psicoanálisis; pero entonces ¿Por qué convertirlo en una gran teoría del símbolo? ¿O es ello lo que constituye la fineza de la tarea de Lacán, finalmente y como humorada, el refinar (formalizar) este engaño? Porque se debe el analista a su tarea socialmente definida de sanar, y esto sólo es posible cuando este tiene confianza en psicoanálisis y cuando el analista a su vez confía en la efectividad de su propio desarrollo teórico y técnico (del psicoanálisis); pero además, cuando tanto el analista como el psicoanálisis, responden adecuadamente a las exigencias de la opinión colectiva. Lo cual, especialmente en Francia, estaría aparentemente constituida, en el caso de los sistemas de pensamiento y de la técnica, por la ciencia y/o por la filosofía.

He ahí de la necesidad de la formalización (¿como automatismo de repetición?34) que insistirá en complejidades crecientes. He ahí de la tarea que Lacán pretende llevar a cabo: “si el psicoanálisis puede llegar a ser una ciencia –pues no lo es todavía–, y si no debe degenerar en su técnica –cosa que tal vez ya esté hecha–, debemos recuperar el sentido de su experiencia”35. Sentido que parecería perdido en el sujeto por la tercera paradoja de la relación del lenguaje con la palabra que es la “del sujeto que pierde su sentido en las objetivaciones del discurso (…) Pues ésta es la enajenación más profunda del sujeto de la civilización científica”36. Sentido que en psicoanálisis “es el problema de los fundamentos que deben asegurar a nuestra disciplina su lugar en las ciencias: problema de formalización, en verdad muy mal abordado”37. Sobre todo tomando en cuenta que para el autor no parece ya aceptable la oposición que podría trazarse entre las ciencias exactas con aquellas para las cuales no cabe declinar la apelación de conjeturales: por falta de fundamento para esta oposición”38. Sería de necesidad la creación para ello ya que incluso nuestra

34 Lacán, J., “El seminario sobre “la carta robada””, en Escritos I, ed. cit., p23 35 “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, ed. cit., p258. 36 Ibíd., pp.271-272. 37 Ibíd., p274. 38 Ibíd., p276

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“física no es sino una fabricación mental, cuyo instrumento es el símbolo matemático”39. Creación, porque finalmente su definición dependerá de “la medida que introduce en lo real”40.

Tachaduras (a falta de conclusiones)

Debemos precisar que esta supuesta agenda que hemos atribuido a Lacán debido a una sospecha, en gran parte está centrada sólo sobre pequeños rastros e indicios de su labor, que pudiese ser considerada como parte de un proyecto de restitución de privilegios que, a través de la autoridad de la letra, le debiesen ser devueltos al psicoanálisis; derechos que restituirían su posición de privilegio en el mapa político, entre las potencias de las ciencias humanas. Pero por sobre todo, un reclamo de estas conquistas de la disciplina, como un medio para lograr mayor efectividad en el trabajo de la cura. Lacán reclama el poder que la comunidad le debe al que realiza el trabajo de sanación, que conoce sus secretos y ha perfeccionado su técnica.

Jugando con la lógica del sentido, utilizando esa “gracia malvada del espíritu libre”41 a través de la confección simbólica de un chiste a modo de rébus, podríamos ver ante las puertas de la ley42 del significante a Lacán queriendo entrar y, como si fuese un espejo, un guardia Lacán impidiendo su entrada. O en otro cuadro, podríamos en el registro de lo imaginario, imaginarnos al analista preguntando a la pequeña Alicia “−¿Quién eres Tú?”, y claro que Alicia sería nuevamente Lacán mirándose a sí mismo, en el pacífico fumar su narguile sobre su seta-diván, en ese lugar-otro que es el país de las Maravillas43.

Es en el don de la palabra donde residen los efectos por donde la realidad le ha llegado al hombre y a través de este pacto es como el hombre la mantiene. “Si el dominio que define este don de la palabra ha de bastar a vuestra acción como a vuestro saber, bastará también a vuestra devoción. Pues le ofrece un campo privilegiado”44. Campo privilegiado, donde finalmente podemos ver un Lacán-Quesalid45 con su mechón de plumón ensangrentado, con el cual el cuerpo patológico es expulsado tras las succiones y manipulaciones, que únicamente ha

39 Ibíd., p27640 Ibíd., p27641 Ibíd., p25942 Ver Kafka, F., Ante la Ley, Versión de Jorge Luis Borges, 27 de mayo de 1938 en "El Hogar" Borges en El Hogar 1935-1958: Jorge Luis Borges. Emece. Febrero del año 2000.http://www.lamaquinadeltiempo.com/Kafka/antelaley.htm43 Ver Carroll, L., Alicia en el país de las Maravillas. Ediciones Rodas, Madrid, 1973, p.62.44 “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, ed. cit., p25945 “El llamado Quesalid (éste es al menos el nombre que recibió cuando se convirtió en hechicero) no creía en el poder de los brujos o, más exactamente, de los shamanes (…) Aguijoneado por la curiosidad de descubrir sus supercherías y el deseo de desenmascararlos, comenzó a frecuentarlos hasta que uno de ellos se ofreció para introducirlo en el grupo, donde sería iniciado para convertirse rápidamente en uno de ellos”. Este párrafo pertenece a un “fragmento de autobiografía indígena recogido en lengua kwakiutl (de la región de Vancouver Canadá) por Franz Boas” , documento que será utilizado por Lévi-Strauss en su artículo “El Hechicero y su Magia”, ed. cit., p. 158.

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visto un analista de verdad en “aquel que no permitía que aquellos a quienes curaba le pagaran”46 y por sobre todo “que ejerce su profesión a conciencia, que está orgulloso de sus éxitos, y que defiende calurosamente contra todas las escuelas rivales la técnica del plumón ensangrentado, cuyo carácter engañoso, del que tanto se había burlado en un comienzo, parece ahora haber olvidado completamente”47.

Lacán especula con su saber, persiguiendo su deseo (en su caucus race): el de un sujeto para sanar, y de una cura para sus sujetos; una ciencia y su poder; una magia y su eficacia. Lacán-Quesalid se apropia del exceso que genera el circuito salud-enfermedad-sanación, y transa con él en el mercado del pensamiento; los intereses aún son cosechados.

Lacán en su vacía tarea estaría devolviendo el don que la comunidad le ha entregado, lo cual, constituye el poder del que sana.

“Por eso aquí asoma la cuestión de la transmisión de la experiencia psicoanalítica, cuando se implica en ella la mirada didáctica, negociando un saber. Las incidencias de una estructura de mercado no son vanas para el campo de la verdad, pero son escabrosas en él.”48

Luego de haberle atribuido esta agenda a un supuesto Lacán-Quesalid que negociaría su disciplina y la formalización que de ella resulta, con el fin -también supuesto- de incrementar su eficacia simbólica, todo ello para un sujeto enfermo y un sujeto sanador, contextualizados en relación con los efectos e incidencias de la estructura del mercado, déjesenos simplemente dejar caer una pregunta que no parece situarnos en condiciones de responder, aún más probablemente, no esté siquiera formulada adecuadamente: Comprendiendo la filosofía actual como disciplina ¿Qué agenda debiésemos suponerle en tanto saber que se negocia a su vez en las condiciones impuestas por el mercado?

Finalmente quedará en pie la interrogante sobre lo que se hará con el no-enfermo (o que no siente sufrimiento alguno), el inadaptado o inestable, o el desviado, el anormal que, según la comunidad, está enfermo, principalmente cuando deviene tal debido al desplazamiento de la norma, debido a los cambios que en ella operan.

46 “El Hechicero y su Magia”, ed. cit., p 16247 Ibíd., p 16248 “El seminario de la carta robada”, ed. cit., p53.

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Bibliografía

LACÁN, Jacques “Obertura de esta recopilación”

“El seminario de la Carta Robada”

“Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”

En Escritos I, Siglo XXI, 2ª edición argentina, revisada: 2008.

LACÁN, Jacques “Posición del inconciente”

En Escritos II, Siglo XXI, 2ª edición argentina, revisada: 2008.

LÉVI-STRAUSS, Claude “Lingüística y Antropología”,

“El hechicero y su magia”

En Antropología Estructural, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Bs. As., Cuarta edición: Abril1972.

FREUD, Sigmund “Más allá del principio del placer”

En Obras completas, Amorrortu editores, Bs. As., Tomo Nº 18, 1976

KAFKA, Franz “Ante la Ley”

Versión de Jorge Luis Borges, 27 de mayo de 1938 en "El Hogar", Borges en El Hogar 1935-1958: Jorge Luis Borges. Emece. Febrero del año 2000. Disponible en http://www.lamaquinadeltiempo.com/Kafka/antelaley.htm

CARROLL, Lewis Alicia en el país de las maravillas, Ediciones Rodas, Madrid, 1973.

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