lallement - principios católicos de acción cívica

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  • 8/18/2019 Lallement - Principios católicos de acción cívica

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    C a p í t u l o XI

    E L V O T O — E L D E B E R E L E C T O R A L

    L A S F U N C I O N E S E L E C T I VA S

    l f l ¿El uso del derecho del voto atañe a la con- ciencia ?

    En la medida en que la constitución del Estadootorgue el derecho de voto como medio de partici-par en la conducción de los negocios públicos, losciudadanos, por estar' obligados como hemos visto aocuparse del bien público, deben considerar el usode ese derecho como un caso de conciencia.

    Están obligados pues: 1) a usar los derechosde voto que les oto rga la constitución; 2) a usar deellos para el bien común O ) .

    29 ¿En qué se funda esta obligación de con- ciencia?

    1) En la ju sticia social. Es un deber de derechonatural para el ciudadano, el aplicarse en impedirel mal y el procurar el bien de la sociedad, dentrode las funciones que le lian sido asignadas por laconstitución. Habiéndonos acordado la ley el dere

    (1) C a r t a d e l C a r d , R a m p o l l o * , en nombre de León X II I al A r z o - b ispo de Bo go t á} VI I, 190 ; Pío X, II f e r m o , n , 99.

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    cho de sufragio para que demos legisladores al Es-tado, dirigentes a la Municipalidad, etc., si nos abs-tenemos, no hacemos el bien a que estamos obliga-dos; facilitam os el mal. Y si usamos el derecho de

    voto para servir intereses privados, intereses per-sonales o intereses de grupo o de partido, en detri-mento del bien común, faltamos de la misma maneraa nuestros deberes hacia la sociedad.

    Esto tiende indirectamente a causar con muchafrecuencia graves perjuicios a las familias y a laspersonas que tienen necesidad de una prudente ad-

    ministración municipal y general.2) En la fe y la religión. Como nosotros pedi-

    mos en el Padre Nuestro “ Venga a nos tu reino” , esnuestro deber de hombres, de bautizados y de con-firmados — sobre todo en tiempos en que la f e pe-l ig r a — el no de jar nada por hacer, dentro de lasfunciones que nos corresponden, para impedir aque-llo que sería perjudicial para el bien de las almas,a la acción espiritual de la Iglesia y procurar, porel contrario, las condiciones que tornarán más fácilel ejercicio de su misión. Los católicos, no votando ovotando por candidatos hostiles a la religión o quedesconocen la necesidad de su rol en la sociedad,faltan a sus deberes con respecto a Dios, a la Iglesia y al alma de su p rójimo ( x) . (V er. cap. III , preg. 3 ).

    3) En la caridad. La abstención es un motivode escándalo. Si tú te crees con derecho a abstenerte,tu vecino pensará lo mismo. Por el contrario, la pre-sencia de un solo hombre puede arrastrar a otros quese hallaban tentados de no cumplir su deber. “ Lo

    (1) León XIII , Immortale Dei, II, 47, 49.

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    harán lo mismo sin mí” , es siempre jn razonamientolastimoso, opuesto al espíritu de ayuda fiaternal yde colaboración. Por otra parte, el uso de la boletade voto en beneficio de intereses privados, en detri-

    mento del bien común es, evidentemente, al mismotiempo que contrario a la justicia social, contrariotambién él, al amor de Dios, de nuestra patria y denuestros conciudadanos.

    3V ¿Puede la abstención llegar a ser una falta grave?

    La gravedad de la falta de aquel que no votavaría de acuerdo a la seriedad de los intereses quese ventilan. A menudo una elección pone en juegointereses de gran importancia para la Iglesia y parael Estado; la abstención es entonces una cosa grave.Es particularmente grave en los momentos de grandificultad para la Iglesia y para el país; y cuandola elección es ásperamente disputada entre aquellosque servirán verdaderamente el bien público y aque-llos que lo comprometerán. “ En efecto, aquellos quese esfuerzan en destruir la religión y la sociedadbuscan, ante todo, apoderarse de la dirección delos negocios públicos y hacerse elegir como legisla-dores” ( x).

    49 ¿Hay razones que puedan excusar la absten- ción?

    Fuera del impedimento físico, por ejemplo, poruna enfermedad grave, existen impedimentos mora-

    (1) P. X, Inter CatHolicos, II, 1G0.

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    les, cuando alguien no pudiese ir a votar sin queello atrajera sobre sí y sobre los suyos serios per-

    ju icios; por ejemplo, cuando graves asuntos mate-riales u obligaciones morales lo llamen a otra parte.

    Pero es necesario que la gravedad del motivosea proporcionada a la gravedad de los intereses en

    juego en el escrutinio. Si es evidente que el voto aemitir sería de poca influencia, porque el resultadodel escrutinio no fuera, por así decirlo, dudoso, unacausa relativamente poco importante podrá excusar-lo; jamás tampoco deberá ser fútil, a causa de laobligación de caridad, de que hemos hablado, de nodar el escándalo de la indiferencia; por otra parte,si muchos, con ligereza se abstuvieran, el escrutiniomuy a menudo, de casi asegurado, pronto se haríadudoso. Si el resultado parece incierto es necesariauna causa realmente grave para dejar de votar, por-que todo particular se halla obligado a hacer sacri-ficios aún penosos, para procurar el bien de la Igle-sia y de la sociedad. En ciertos casos, en los quelos intereses religiosos y morales más graves se en-cuentran en juego y en que la elección es disputadapor algunos votos, se hallaría difícilmente una excu-sa valedera.

    5? ¿El elector se halla obligado a examinar qué uso hará el elegido del poder que su voto tiende a¡conferirle?

    Como el elegido puede usar bien o mal del man-dato electivo que le ha sido confiado, el elector alvotar debe prever, tanto como le sea posible, el uso

    que el elegido hará de su poder.

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    “ El principal esfuerzo de los católicos en estamateria será el de enviar, ya sea a las municipali-dades, ya sea al cuerpo legislativo, hombres que,dadas las particularidades de cada elección y las

    circunstancias da tiempo y de lugar, parezcan velarmejor por los intereses de la religión y de la patriaen la administración de los asuntos públicos” O ).

    El voto es una función pública en la que no sedeben dejar dominar consideraciones de amistad per-sonal o de agradecimiento privado, sino en la quehay que colocar por encimr, de todo la clara inquie-

    tud del verdadero bien común.

    6’ ¿Cuál es un buen candidato?

    1) Es aquel que poásf^ia competencia y la ca-pacidad para llenar la función que le será confiada.La competencia exige el conocimiento de los proble-mas sociales que se exponen al estudio de la asambleade la que el elegido formará parte; o si este conoci-miento actual falta, la capacidad y la voluntad deadquirirlo.

    2) Es un candidato honesto, el que permitecreer prudentemente, que cumplirá la función quele es confiada conforme a las leyes de la religión ya las exigencias del bien común. El elegido debehallarse dispuesto a no votar sino aquellas medidasen que sean respetados los derechos superiores deDios, de Jesucristo, Rey y Redentor del mundo y dela Iglesia establecida por Nuestro Señor entre lasnaciones, y por sobre ellas, para santificarlas (de-

    (1) P. X, Inter catholicos, II, 152.

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    recho de ser reconocida, derecho de ejercer su ma-gisterio de verdad y de enseñanza, su ministerio desantificación, su culto público, su gobierno jerár-

    quico, derecho de poseer) ; medidas en las que tam-bién se respetarán los derechos imprescriptibles dela conciencia religiosa (libertad de practicar indivi-dualmente o en común la religión, de instruirse enella y de instruir a los demás, a los niños en particu-lar). La honestidad exige aún que el elegido tenga lavoluntad de defender o de realizar las otras condicio-

    nes esenciales a la vida y a la prosperidad del país yque son: la familia con su indisolubilidad y su uni-dad, con su libertad de instruir y de hacer instruirsus hijos en conformidad con sus principios religio-sos; la propiedad con los derechos del capital y deltrabajo, con las obligaciones de justicia social y decaridad; la autoridad con el carácter de misión di-

    vina que impone sus justos mandatos a la obedien-cia de los subordinados y con su función de guardia-na y de promotora del verdadero bien común.

    Estas condiciones bastan para señalar las obli-gaciones que se imponen al buen candidato y losartículos que deben tener el primer lugar en su prcgrama.

    Un candidato es malo cuando es incapaz de lle-nar la función que ambiciona, o en la medida quesuprime alguno o el conjunto de los principios re-cordados más arriba.

    7'' ¿Según qué reglas hay que elegir entre los candidatos ?

    1) Cuando un excelente candidato tiene verda

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    deras probabilidades de triunfar, hí.y evidentementeque votar por él. Pero, si su fracaso fuera moral-mente cierto, habría que tratar de hacerle renunciara su candidatura; esta, dividiendo los sufragios, nodaría más resu ltado' que el de asegurar el triunfodel peor candidato.

    2) Votar por un candidato menos malo, no escooperar a un mal, es procurar un bien.

    3) Entre dos malos candidatos, no habrá queabstenerse, a no ser que ambos sean detestables.

    Esta igualdad absoluta no se verifica nunca, pues sinhablar de las diferentes aptitudes personales de loscandidatos, la mayoría de las veceá, uno de entreellos, procurará obtener el anovjQ de los hombres debien, y esa será la ocasión descocar el mayor partidoposible del concurso que nos hemos visto obligadosa prestarle.

    4) Cuando nos encontramos frente a un can-didato malo que se presenta solo, que triunfaráforzosamente, contra el cual no podemos nada, haylugar a abstenerse ( x).

    89 ¿Cómo observar las reglas de la moral en el caso del escrutinio por lista?

    En las elecciones con escrutinio de lista, al de-ber personal del candidato de reunir las condicionesde competencia y honestidad, se agrega el de aso-ciarse a hombres en los cuales se den las mismascualidades.

    ( 1

    ) D i r e c t iv a s d e la A s a m b le a d e C a r d e n a le s y A r z o b isp o s de

    F r a n c ia , 1 9 3 2 .

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    Los agrupamientos de candidatos están regidospor el principio del mayor bien posible a realizar para el país. Cuando no podemos alcanzar el ideal,

    debemos aproximarnos lo más posible a él; bajo pre-texto de buscar lo mejor no debemos encastillarnosen combinaciones irrealizables e impedir, entonces,combinaciones menos satisfactorias pero realizables.

    Por otra parte, si es posible hacer triunfar unalista completa de candidatos que representen los prin-cipios enunciados más arriba, se la deberá componer.

    Si no es posible, se deberá incluir en la lista el nú-mero de candidatos, lo menos alejados posible delideal cristiano, que sea necesario para asegurar eltriunfo.

    Pero los candidatos, al aliarse a otros más omenos malos, deberán evitar dos cosas: el escán-dalo y la cooperación; el escándalo, que podría arras-trar a otros candidatos o electores al error social

    y político; la cooperación que tornaría al buen can-didato en cómplice de los malos propósitos de susaliados. Para eso es necesario obtener de los maloscandidatos, o la adhesión a los puntos más urgen-tes del buen programa, o por lo mpnos la promesa

    seria de no combatir los artículos esenciales, o sino, y esto sería la concesión suprema, si después de losesfuerzos más constantes no se llegaran a realizarestos fines, no asociar los nombres más que parauna buena acción determinada. Y distinguir muyclaramente, desolidarizar, en una palabra, los pro-gramas de cada uno, de tal manera que el buen

    candidato pueda, la frente alta y sin compromiso,

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    formar parte de esta agrupación híbrida y cumplircon toda libertad su mandato.

    En cuanto al elector, debe votar por la mejorlista o por la menos mala, es decir, por aquella que

    contiene la mayor cantidad de candidatos buenos o, sino los hay, de los que sacrifiquen :.nenos elementosesenciales para la vida del país.

    99 ¿Están los católicos obligados a unirse, en el terreno electoral para defender su fe y las exigen- cias primord iales del bien cortmn ?

    No obstante que los católicos puedan, en el ejer-cicio de su derecho electoral, preocuparse en hacertriunfar de una manera justa las concepciones po-líticas que ellos estimen pf^jggj 'mente mejores, esabsolutamente necesario evitar que el espíritu departido prime sobre la consideración del bien de lareligión y de las exigencias fundamentales del bien

    comtin. Las divisiones de los católicos en las elec-ciones constituyen un mal gravísimo. Ellas han sidoa menudo la causa de crueles vejaciones y persecu-ciones a la Iglesia; ellas, así mismo, pueden resultarmuy perjudiciales al bien del orden en el país. Encualquier caso en que la elección es disputada detal manera que ponga en juego los intereses de la

    religión y los más graves intereses del país, existepues, la obligación de elegir un candidato capaz dereunir alrededor de sí la mayoría de los católicos yde los demás ciudadanos de buena voluntad y de ha-cer callar toda ambición privada, toda rivalidad departido O ). (V er el cap. siguiente).

    (1) P. X, Inter catholicos, nj 150.

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    109 ¿Ün ciudadano puede estar obligado a pre- sentar o dejar presentar su candidatura?

    “ No querer tomar parte alguna en los asuntos

    públicos sería tan reprensible como el no aportara la común utilidad ni cuidados ni concurso. Enparticular, los católicos, en virtud de la misma doc-trina que profesan, están obligados a cumplir estedeber con toda integridad y conciencia. Si se abstie-nen, tomarán las riendas del gobierno aquellos cu-

    yas opiniones no ofrecen, ciertamente, ninguna es-

    peranza de salvación” O ). (V e r cap. I I I ) .En ciertos casos, en el consenso general, unhombre es el único indicado para defender útilmen-te, en una circunscripción electoral, los derechos dela religión y el bien del país. Es para él un deber de

    justicia social, de religión y de caridad aceptar lacandidatura; este deber se impone, aún al precio de

    sacrificios personales, sobre todo en el caso en quelos intereses de la religión y de la sociedad se hallengravemente comprometidos.

    11* ¿Cuáles son los deberes de los elegidos?

    Deben procurar el bien común en la forma enque les corresponda dentro de la función para laque han sido elegidos. Toda función pública, en efec-to, tiene por ley suprema el verdadero bien común.No hay pues que hacer primar los compromisos departido o las promesas que hayan sido hechas sinprever lo que exigiría el bien real del país, sobrelo que uno reconoce ser, una vez en funciones, el

    (1) L. XIII, Imiiiort., ii, 47. 49.'

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    bien público. Las promesas de un candidato honestono pueden interpretarse sino dejando a salvo “ el biencomún que el deberá defender siendo elegido ” ; por serésta la primera regla del mandato ambicionado.

    Un católico elegido para una función pública “ de-be recordar, ante todo, que ha de ser en cualquiercircunstancia y ha de mostrarse verdaderamente ca-tólico, asumiendo y ejerciendo los cargos públicos conla firme y constante resolución de promover, tantocomo él pueda hacerlo, el oien social y económico dela patria y particularmente del pueblo, siguiendo losprincipios de la civilización netamente cristiana, yha de defender al mismo tiempo los; intereses supre-mos de la Iglesia, que son los de la religión y los dela justicia” C1).

    (1) P. X, II fcrmo, u, 99.