lamas marta - feminismo. transmisiones y retransmisiones

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FEMINISMO TRANSMISIONES Y RETRANSMISIONES taurus Y .. . . Marta Lamas

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Los cuatro ensayos reunidos en este libro pretenden transmitir una experiencia, cierta información, varias reflexiones y algunos debates. Desde que descubrí el feminismo en 1971 —y me integré a lo que entonces se llamaba el “movimiento de liberación de la mujer”— intenté escribir sobre lo que pasaba, y lo que me pasaba. A lo largo de todos estos años, algunos de esos escritos han circulado profusamente, sobre todo en fotocopias. Quizás el sentido de publicarlos hoy, junto con alguno más reciente, responde al interés de abrir un añejo debate a nuevos públicos.

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  • FEMINISMOTRANSMISIONES Y RETRANSMISIONES

    taurus

    Y . . . .Marta Lamas

  • M arta L am as

    F e m in ism oTRANSMISIONES Y RETRANSMISIONES

    TAURUS

    PENSAMIENTO

  • F e m in is m o . T r a n s m i s i o n e s y r e t r a n s m i s i o n e s

    D.R. Marta Lamas, 2006

    D.R. De esta edicin:Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2006 Av. Universidad 767, Col. del Valle Mxico, 03100, D.F. Telfono: 5688 8966 www. taurusaguilar. com . mx

    Distribuidora y Editora Aguilar, Altea,Taurus, Alfaguara, S.A.Calle 80 No. 10-23. Santaf de Bogot, ColombiaTel: 6 35 12 00

    Santillana S.A.Torrelaguna, 60-28043. Madrid

    Santillana S.A., Av. San Felipe 731. Lima, Per. Editorial Santillana S.A.

    Av. Rmulo Gallegos, Edif. Zulia 1er. piso Boleita Nte. 1071, Caracas, Venezuela.

    Editorial Santillana Inc.P.O. Box 5462 Hato Rey, Puerto Rico, 00919.

    Santillana Publishing Company Inc.2105 N.W . 86th Avenue, 33122, Miami, Fl., E.U.A.

    Ediciones Santillana S.A. (ROU)Javier de Viana 2350, Montevideo 11200, Uruguay.

    Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.Beazley 3860, 1437. Buenos Aires.

    Aguilar Chilena de Ediciones Ltda.Dr. Anbal Arizta 1444.Providencia, Santiago de Chile. Tel. 600 731 10 03

    Santillana de Costa Rica, S.A.La Uraca, lOOm Oeste de Migracin y Extranjera, San Jos, Costa Rica.

    Primera edicin: marzo de 2006

    ISBN: 970-770-394-6

    D.R. Diseo de cubierta: Luis Almeida

    Impreso en Mxico

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni r< o transmitida por un sistema de recuperacin de informacin, en n inguna forma ni por ningn mecnico, fotoqumico, electrnico, m agntico, electroptico, por fotocopia o cualquier otro, sin previo, por escrito, de la editorial.

    gistrada en medio, sea e! permiso

  • n d ic e

    P r l o g o ...............................................................................................................9

    D e la pro testa a la pr o pu esta : escenas de u n pr o c e s oFE M IN IST A ........................................................................... 13

    El rechazo a la poltica tradicional ................................ 14La crisis ante la poltica fem inista..................................22La rearticulacin poltica del m ovim iento.................. 28La tentacin de la poltica...............................................35Un balance provisional.................................................... 43

    I gualdad de o po r tu n id a d es y a c c i n afirmativa en el

    m b ito i a b o rai....................................................................................... 51La perspectiva terica para abordar la cuestin .......51Los antecedentes de la accin afirmativa.....................56La discriminacin sexual y el g n e ro ........................... 61Igualdad de trato o igualdadde oportunidades? ....:...................................................... 64Los programas de igualdad de oportunidades en el campo laboral: el rechazo de las cuotasy la aceptacin de la accin afirmativa....................... 67Experiencias de algunos pases..... ................................77Balance: la equ idad favorece a tod os ................................83P on deracin para M xico .......................................................86

  • G n er o : alg unas precisiones conceptuales y tericas .... 91

    Los fem inism os: desacuerdos y a r g um enta cio nes............. 115La funcin de la arrogancia..........................................115El lugar de la te o r a ........................................................119Del desacuerdo a la discusin...................................... 123

    N o t a s ............................ ........................................................ 129

    B ib lio g r a fa .......................................................................... 139

    ndice de n o m b r e s ......................................... :......................................161

  • A Natalia

  • P r l o g o

    Los cuatro ensayos reunidos en este libro pretenden transmitir una experiencia, cierta informacin, varias reflexiones y algunos debates. Desde que descubr el feminismo en 1971 y me integr a lo que entonces se llamaba el movimiento de liberacin de la m ujer intent escribir sobre lo que pasaba, y lo que me pasaba. A lo largo de todos estos aos, algunos de esos escritos han circulado profusam ente, sobre todo en fotocopias. Quizs el sentido de publicarlos hoy, ju n to con alguno ms reciente, responde al inters de abrir un aejo debate a nuevos pblicos.

    Elijo cuatro textos muy distintos, que delimitan mi quehacer en el feminismo: el desarrollo poltico de un sector del movimiento, las acciones afirmativas en el trabajo, las precisiones conceptuales en torno al gnero y los desacuerdos entre feministas. Aunque son parte de un universo mucho ms complejo, representan un acercamiento acotado por mi trayectoria.

    El primero, De la protesta a la propuesta: escenas de un proceso feminista, se ha desarrollado en diferentes versiones desde los aos ochenta. Durante ms de veinte aos lo he reescrito, en funcin del paso del tiempo, aunque su objetivo permanece: consignar el itinerario de una tendencia del feminismo en la ciudad de Mxico. Aun

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  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    que reconozco de entrada mi parcialidad en este recuento pues soy una de las protagonistas de la historia, he considerado necesario dar cuenta de dicho proceso. El registro de lo vivido es un aspecto crucial de la transmisin. Lamentablemente, en nuestro pas escasean las narraciones escritas. Esta visin sesgada y seguramente incompleta pretende contribuir a llenar un vaco no slo con mi participacin, sino tambin con las respuestas que idealmente mi reflexin debera suscitar.

    El segundo, Igualdad de oportunidades y accin afirmativa en el mbito laboral, es un docum ento de trabajo con caractersticas totalmente distintas de las del primero. Se trata de una exposicin sobre la lgica de la accin afirmativa, con una breve recopilacin de algunas tentativas exitosas para aplicarla en otros pases. La poltica antidiscriminatoria en materia laboral ha sido un eje importante de la accin feminista. Conocer lo que ha ocurrido en otros pases es bsico para aprovechar otras experiencias y definir mejor nuestras demandas. Este texto circul profusamente en mbitos oficiales y su transmisin result muy eficaz. Recoge, sobre todo, la preocupacin del feminismo por fortalecer la situacin de las mujeres en el mbito pblico, y seala los rezagos y los retos que an estn abiertos para nosotras en Mxico.

    El tercer artculo, Gnero: algunas precisiones conceptuales y tericas, es una puesta al da del debate sobre ese difcil y equvoco concepto. Se trata de una versin de la conferencia magistral que impart en el Coloquio de Estudios de Gnero de la u n a m , en 2004. Con ella pretenda form ular un estado de la cuestin que incluyera elem entos interpretativos e introdujera precisiones para el uso del tan trado y llevado gnero. Es el ms reciente y condensa varias de mis inquietudes tericas.

    El cuarto ensayo, Los feminismos: desacuerdos y argum entaciones, fue elaborado para un seminario de feministas latinoamericanas. Mi preocupacin principal en

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  • P r l o g o

    ese m omento era la incapacidad para escuchar las razones de las dems; pretende generar una interlocucin no |slo hacia el interior del movimiento, sino tambin hacia ptros sectores. Como el texto no fue pensado para publicarse, sino para provocar un debate interno, descubr con sorpresa hace poco que se estaba usando en varios pases latinoamericanos como un docum ento bsico de discusin poltica. Por eso, decid darlo a conocer ms ampliamente.

    Estos ensayos son parte de un ejercicio de transmisin y retransm isin del feminismo que vengo haciendo desde hace muchos aos. Como es obvio, un libro revela trayectorias intelectuales. No ser difcil rastrear las mas (psicoanlisis, marxismo, antropologa), pues tampoco he prescindido del conjunto de referencias que configuran esa rama del feminismo mexicano a la que podramos calificar como de izquierda. Mucho de lo expuesto tiene que ver con nuestro debate interno; el hecho de que muchas de mis compaeras y adversarias hayan relegado su consignacin por escrito debe tener que ver con urgencias polticas de las que no han podido librarse; aunque no se puede descartar que otras tantas, mediadas por el pragmatismo e irritadas por el lenguaje difcil de la teora, tengan muy poco inters en el proceso de transmisin.

    La propuesta de este libro es, por tanto, doble: llegar a quienes piensan y debaten sobre el modelo de sociedad que deseamos construir y tambin a quienes actan da con da en la construccin de otro tipo de sociedad. Vale la pena sealar que, para el surgimiento de nuevas agendas polticas y nuevos debates, es necesaria la transmisin del conocimiento, de la experiencia poltica, de las discusiones. Ese es el objetivo ltimo del ejemplar que tienen en sus manos: ofrecer elem entos a una agenda ms amplia.

    En este esfuerzo, asumo lo que George Steiner afirma en Elogio de la transmisin (2005): que es un profesor y no

  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    un creador. Me reconozco en esa distincin, aunque a ao luz de distancia de Steiner, y, por eso, no hablo de creacin: todo lo que hay aqu me lo transmiti alguien. Ycomof estoy convencida de que una propuesta de transmisin arm ada con el aparato crtico acadmico excluye de ent trada a muchas personas, he decidido reducir al mnimo las referencias bibliogrficas, dejando las indispensable^ agrupadas al final.

    Quiero term inar recordando la deuda que tengo con muchas personas. Con quienes me facilitan la vida cotidiana, lo cual me perm ite trabajar: Diego Lamas, Francisca Miguel, Patricia Ramos Saavedra, Ofelia Snchez Felipe y Vicenta Snchez Felipe. Con quienes me acompaan en las batallas del feminismo: mis compaeras de Debate Feminista, de gire, del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, de Semillas. Con quienes me leen, me corrigen y me critican: Marta Acevedo, Lucero Gonzlez, Ana Luisa Liguori, Chaneca Maldonado, Patricia Mercado, Hortensia Moreno, Mara Teresa Priego, Raquel Serur y, last but not least, Carlos Monsivis. A todos ellos y ellas, mi agradecimiento, pues para m antenerm e activa en la teora y en la prctica requiero los apoyos que estas personas me dan generosamente.

  • De l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s t a : e sc e n a s d e u n p r o c e s o f e m in is t a

    Este ensayo trata algunos aspectos del proceso de intervencin poltica del movimiento feminista en Mxico. Aqu analizo la evolucin de una dinmica poltica y sealo algunos cambios derivados de una reorientacin estratgica. Concretamente, explico cmo un sector del feminismo mexicano pas de ver la poltica como prctica masculina a reivindicar el quehacer poltico como algo necesario y propio. Este paso de la protesta a la propuesta se expresa en una creciente profesionalizacin de la intervencin feminista en la vida pblica nacional.

    Abordo bsicamente dos momentos del feminismo en Mxico: el primero, caracterizado por una concepcin que, al idealizar la condicin femenina, mistifica las relaciones entre mujeres y desarrolla una poltica arraigada en la identidad. Esta concepcin se nutre de un pensamiento que pretende hablar en nombre de todas las mujeres, al que llamo mujerismo} El segundo consiste en la institucionaliza- cin gradual de algunas de sus formas organizativas de cara a una intervencin ms eficaz, ms pragmtica tambin, en la esfera pblica.

    Como el feminismo resurge pblicamente en Mxico en 1970, este ensayo cubre 35 aos, un periodo histrico lleno de procesos relevantes.2 Como es imposible abarcar todo lo ocurrido por razones de espacio, aqu me ocupo del

  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    aspecto poltico en detrim ento de la muy importante dimensin cultural. Obviamente, el feminismo mexicano no es unidimensional y la diversidad de organizaciones,/ corrientes y orientaciones en su seno impide pensar que hay un solo proceso. Yo trato bsicamente la transforma cin de un sector y, aun as, la ma es una versin que se suma a otras interpretaciones.3

    Este ensayo surge a partir de mi experiencia y est moldeado por ella. Como he sido activista del movimiento que voy a analizar, reconozco de antemano el riesgo de parcialidad que corro en esta reflexin (ya Freud seal que la memoria es selectiva). Sin embargo, estoy convencida del valor de la autocrtica en torno a las enormes dificultades (pasadas y presentes) de las feministas para desarrollar un trabajo pblico concertado y un dilogo interno. Sobre todo, me im porta escribirlo porque las complejidades de la participacin feminista no se acaban de expresar en las escasas referencias publicadas. Tal parece que las feministas mexicanas adolecen de graves trabas para registrar su historia, su desarrollo, su debate. As como el estrpito de la militancia crea sordera respecto a los logros,4 tambin deja poco tiempo para el registro de lo vivido y su conceptualizacin: casi no se discute por escrito ni se elaboran informes o testimonios. Esta carencia de publicaciones obstaculiza el anlisis de las virtudes y los vicios en las prcticas que el movimiento impulsa, as como un debate poltico riguroso y sostenido. La falta de un verdadero debate intelectual tambin incide en la ausencia de autocrtica y reflexin colectivas en torno a las enormes dificultades y sustantivos triunfos de las feministas en el desarrollo de un trabajo pblico concertado.

    El r e c h a z o a l a p o l t i c a t r a d i c i o n a l

    En general, en el feminismo mexicano ha prevalecido la idea de que todo es poltico, es decir, todo se vincula con

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  • D e l a p r o t e s t a a l a p ro p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o f e m in is ta

    el ejercicio del poder; la poltica se conceptualiza a veces como negociacin y gestin. Ambas concepciones coexis

    te n , se cruzan y entran en conflicto. Por eso, resulta ms que pertinente la distincin que seala Chantal Mouffe,5 a partir del trabajo de Cari Schmitt, entre lo poltico y la poltica. Ella distingue entre lo poltico, que considera la dimensin de antagonismo y de hostilidad entre los seres humanos antagonismo expresdo en formas mltiples y surgido a partir de cualquier tipo de relaciones sociales y la poltica, como la prctica que pretende establecer un orden y organizar la coexistencia hum ana (en condiciones muy conflictivas, siempre atravesadas por lo poltico). La poltica intenta domesticar la hostilidad y neutralizar lo poltico: el antagonismo de poder en las relaciones humanas.

    La tradicin feminista vincula la poltica con un ejercicio del poder en cualquier mbito, en el sentido que Mouffe seala como poltico: all donde existe una relacin de poder hay una posibilidad poltica que puede potenciarse o interrumpirse. Pero, al asociar poltica con poder, muchas activistas desarrollan cierto rechazo o desprecio por cualquier actividad que signifique acuerdo, gestin o negociacin poltica. Al asumir esta idea totalizante de lo poltico de ah la reivindicacin clsica del feminismo: lo personal es poltico varios grupos feministas relegan el desarrollo de la poltica como prctica y se resisten a insertarse en la dinmica poltica nacional.

    Esto ocurre tam bin porque las feministas han construido su prctica poltica a partir de su identidad como mujeres, favoreciendo un discurso poltico ideolgico cercano al esencialismo: las m ujeres somos, las mujeres queremos, etctera. Este, que facilita un enganche iden- tificatorio, dificulta la articulacin con la poltica nacional, como sucede con varios grupos en Mxico. Sin em bargo, me adelanto. Es necesario revisar el contexto histrico.

  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    La segunda ola del feminismo, que arranca a principios de los setenta, queda en sus inicios integrada por mujeres de clase media, con educacin universitaria, que se identifican con las posturas de la izquierda y se interesan por la discusin feminista que se desarrolla en Europa y Estados Unidos. Estas nuevas feministas se constituyen como movimiento social a partir de la crtica a la doble moral sexual y al papel del ama de casa, con la opresin derivada de las cargas del trabajo domstico y la crianza infantil. As, siguiendo la ru ta trazada por las estadounidenses y europeas, el incipiente movimiento se organiza en grupos de autoconciencia, orientados al anlisis y descubrimiento de la condicin de la mu jer desde la discusin de la vida personal, sobre todo en el terreno de la sexualidad. El lema lo personal es poltico refleja cabalmente el sentir del momento. Pero, el origen social de estas mujeres pesa, pues al tener resuelto individualmente el trabajo domstico y de cuidado de los hijos con empleadas domsticas, la mayora vive el feminismo ms bien como un instrumento de anlisis o de bsqueda personal y no como una necesidad organizativa para enfrentar colectivamente esa problemtica. Por algo ya n 1971 Rosario Castellanos sentencia: Cuando desaparezca la ltima criada, el colchoncito en que ahora reposa nuestra conformidad, aparecer la primera rebelde furibunda.6

    Las primeras activistas establecen relaciones polticas entre s en un espacio comn la Coalicin de Mujeres Feministas (1976) y reivindican tres demandas principales: la*maternidad voluntaria (que implica el derecho a la educacin sexual, al uso de anticonceptivos y el acceso legal al aborto voluntario); el alto a la violencia sexual y el derecho a la libre opcin sexual. Con estas demandas, que se convierten en los ejes principales alrededor de los cuales se dar el activismo, el movimiento construye su presencia en el espacio pblico.

    Durante los primeros aos, los grupos feministas desarrollan una intensa actividad de crtica cultural, con la cual

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  • De l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o fe m in is ta

    logran instalar una eficaz exhibicin del sexismo. En esa dcada despegan varias lneas de trabajo que con los aos se multiplicaran: en el Distrito Federal, Alade Foppa inicia en Radio unam su programa Foro de la Mujer; imparte la prim era ctedra de estudios sobre la condicin de las mujeres en la una m y funda la revista Fem, que existe hasta la fecha. Junto con Cihuatly La Revuelta, las publicaciones feministas difunden las ideas y los principios feministas. Tambin se crean las primeras organizaciones de apoyo: el Centro de Apoyo a Mujeres Violadas y el Colectivo de Accin Solidaria con Empleadas Domsticas. Adems, se realizan todo tipo de manifestaciones, foros, concursos y denuncias pblicas. En otras entidades federativas de la repblica surgen grupos feministas. En 1979, se crea el Frente Nacional por la Liberacin y los Derechos de las Mujeres ( f n a l id m ) , la prim era instancia unitaria de grupos feministas, sindicatos, grupos gays y partidos de izquierda.

    En su resurgimiento, el movimiento se dedica a impugnar y denunciar las acciones del gobierno y de los partidos, y no a dialogar con las autoridades o construir alianzas polticas. La lgica organizativa de los grupos feministas, en especial en lo relativo al liderazgo y la representacin, es distinta de la asumida por los dems actores polticos, por lo que no logran traducir sus propuestas al lenguaje de las transacciones polticas ni volverlas comprensibles para otros sectores. Un ejemplo: en 1975, la mayora de los grupos feministas decide no participar en la conferencia del Ao Internacional de la Mujer (a im ) ni en las actividades auspiciadas por el gobierno mexicano. Consideran al aim una manipulacin y acusan a la Organizacin de las. Naciones Unidas ( o n u ) de apropiarse de la causa feminista para mediatizarla. Como se abstienen de participar, su ausencia no es registrada, y las delegadas extranjeras que inquieren sobre la existencia de feministas mexicanas reciben la respuesta de no hay, mientras que stas se renen

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  • F e m in is m o . T r a n s m is io n es y r etran sm ision es

    en la otra punta de la ciudad, en un aislado contracongreso de protesta.7

    Al rechazar las formas polticas tradicionales, esos grupos iniciales se encierran en su utopa revolucionaria y su discurso queda teido por la lgica del todo o nada. Un elem ento notable es la resistencia para aceptar liderazgos. Ya entonces, la prevalencia del mujerismo hace de la repre- sentatividad un problema crnico, pues dificulta el reconocimiento de diferencias. Si todas somos iguales, cmo distinguir a una como lder? Los conflictos se exacerban cuando destacan unas cuantas caras en el mbito pblico y son nombradas, en el lenguaje de los medios de comunicacin, las lderes del movimiento. La visibilidad adquirida por ciertas integrantes del movimiento, impuesta por la lgica comunicativa de masas como representacin, genera malestar y animadversin entre las dems. El rechazo a delegar en unas pocas la voz del movimiento tambin enmascara sentimientos como la envidia y la rivalidad, y desalienta a algunas compaeras. No se comprende el beneficio de contar con ciertas figuras pblicas que encarnen las demandas feministas. Sin canales formales de comunicacin, las posturas del movimiento se ignorano son manipuladas por los medios de comunicacin. Sin lderes visibles, se invisibiliza la actividad feminista.

    Aunque, en distintos momentos, los grupos feministas desarrollan mltiples iniciativas y buscan construir instancias de coordinacin (entre ellas la Coalicin de Mujeres Feministas en 1976 y el fn alid m en 1979), como no establece relaciones polticas con otras fuerzas, el movimiento se asla de la poltica nacional. Adems, al actuar a travs de grupos identitarios cobran fuerza las emociones personales, de pasin o de resentim iento amoroso. El movimiento debi lidiar no slo con la inmadurez poltica de sus militantes, sino tambin con sus conflictos afectivos. A los grupos feministas les afect el cruce subterrneo ci vinculaciones o agravios ntimos que, en la

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  • D e l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o f e m in is ta

    m arginalidad poltica, intensifican reacciones aparentemente irracionales. Todo ello hace que su capacidad de respuesta ante situaciones de coyuntura sea deficiente y slo en contadas ocasiones se logre presencia poltica en el espacio pblico.

    El costo de canalizar los esfuerzos slo para conseguir espacio y reconocimiento dentro de la izquierda es alto. Muchas activistas, sobre todo las que estaban en el Partido Comunista Mexicano (pcm ) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores ( prt) lidiaban con la cerrazn machista de sus compaeros. Tambin hay desencuentros e incomprensin, como cuando el pcm acusa al feminismo de ser agente del imperialismo yanqui por promover el aborto. Aos despus, en 1980, ese mismo partido llevara a la Cmara de Diputados la propuesta feminista de ley sobre interrupcin legal del embarazo. Reivindicaciones como el aborto y el derecho al lesbianismo atentan contra prejuicios catlicos muy arraigados en la sociedad, por lo cual, defender esas causas dificulta la aceptacin del movimiento.

    Asimismo, la ausencia de una cultura democrtica interna en el manejo de los problemas surgidos por la multiplicidad de concepciones y niveles de conciencia existentes desgasta a los grupos. Adems, las feministas no pueden ponerse de acuerdo sobre el significado de la autonoma, palabra clave en el lxico del movimiento, y por ello muchas se apartan de procesos polticos ms amplios, restringiendo su perspectiva. En este contexto, no slo los escollos derivados de las propias dem andas feministas obstaculizaron un desarrollo poltico, con consensos y estrategias unitarias de accin; tambin fue casi insuperable la dificultad para establecer relaciones polticas no personalizadas.

    Es sabido que mucha de la dinmica de la accin colectiva tiene incentivos y necesidades psicolgicas.8 Desde la postura radicalizada del feminismo de los setenta luchar

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    fue un fin en s mismo, haciendo a un lado el resultado de la lucha. As, muchas activistas se intoxicaron con su pro- pia radicalidad y dedicacin, felices por las horas sacrificadas a la militancia, embriagadas de identidad y sin gran inters por impactar la vida pblica del pas. La ideologa mujerista, la visceralidad y las dinmicas de encapsulamien- to (con sus grupos de iniciadas), no obstante su singular ineficacia, gratifican en el plano personal. De all la persistencia inquietante de muchas feministas en la doble vertiente del ensimismamiento identitario: victimista y narcisista. Por la forma de vinculacin de las mujeres con el m undo el amor como va de significacin, el ser para los otros es comn que las feministas desarrollen una lgica amorosa todas nos queremos, todas somos iguales que no les perm ite aceptar diferencias. Este mujeris- mo fue clave en la resistencia para aceptar liderazgos, lo que hizo de la representatividad un problema crnico.

    Con la intensificacin de estos conflictos, la prim era etapa del resurgimiento feminista, que vio florecer distintos grupos y proyectos, cerr su ciclo a principios de los ochenta. Vinieron tiempos de balance interno y de reflujo. Un sector sustantivo del movimiento feminista pas de la fragmentacin interna y la identificacin apasionada con puntos de vista sectarios, combinadas con una gran reticencia a colaborar con quienes tienen puntos de vista diferentes, al modelo de los grupos de inters, que ponen el acento en la igualdad de derechos en la esfera jurdica y trabajan polticamente como grupos de presin.9

    El rango de la actividad feminista pas de los pequeos grupos de autoconciencia a modelos nuevos de militancia comprometida, especialmente con la participacin asalariada en grupos constituidos como asociaciones civiles. Varias feministas, despus de enfrentar las estrecheces de la sobrevivencia, se constituyeron en dichas asociaciones (tambin denominadas organizaciones no gubernam entales, o n g ) , y solicitaron financiamiento de agencias inter

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    nacionales. Pero los fondos recibidos no eran para desarrollar una infraestructura feminista,10 sino para proyectos de combate a la pobreza, que implicaban un apoyo directo a mujeres de sectores populares. Esto configur una tendencia que se llam feminismo popular, integrada principalmente por feministas socialistas, cristianas y ex militantes de partidos de izquierda, que favoreci el crecimiento de las bases del movimiento amplio de mujeres.11

    Por su parte, feministas de distintas orientaciones polticas consolidaron la formacin de redes de apoyo temticas, como por ejemplo la Red Contra la Violencia a las Mujeres, la Red Feminista Campesina y la Red de Educadoras Populares. Las estructuras formalizadas del movimiento, como la Coalicin y el fnalid m , dejaron de operar como espacios de discusin y definicin de estrategias compartidas; una funcin importante de estas redes de coordinacin fue impulsar la creacin de una conciencia de vinculacin nacional a lo largo y ancho del pas. Pese al reflujo de las feministas en la ciudad de Mxico, las redes propiciaron encuentros12 en otras regiones del pas y dilogos o enlaces muy significativos con interlocutores externos, como las instituciones acadmicas, sectores gremiales y algunos funcionarios de la administracin pblica, sensibles a las demandas del movimiento popular de mujeres. Las feministas que centran su trabajo en los sectores populares aprovechan los encuentros nacionales y sectoriales de trabajadoras, campesinas y colonas, y las reuniones locales o regionales de ncleos femeninos populares, no slo para intercambiar experiencias, sino para discutir el carcter de clase y de gnero de las demandas femeninas. Con este trabajo, el feminismo popular retoma reivindicaciones feministas que vienen de los aos setenta y las vincula con las demandas especficas de las mujeres populares.

    El feminismo popular creci sin tratar de im poner una direccin a las acciones populares, pero s introdu

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  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    ciendo la reflexin feminista, que en forma paralela empez a sistematizarse en mbitos acadmicos, como el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (p ie m ) de El Colegio de Mxico (1982), el rea de Mujer y Cultura (1983) de la Universidad A utnom a M etropolitana Xochimilco y, ms tarde, el Programa Universitario de Estudios de Gnero ( p u e g ) de la una m (1991).

    La c r is i s a n t e l a p o l t i c a f e m in is ta

    En 1985, el temblor que sacude la ciudad de Mxico propicia la autoorganizacin espontnea de la ciudadana, con un gran protagonismo de las mujeres de las colonias populares (amas de casa y trabajadoras asalariadas). El movimiento popular de mujeres en las zonas marginadas entra en contacto con las feministas, pues algunas se acercan a ellas para acompaarlas en su proceso y para introducir la perspectiva feminista en sus organizaciones.13 Tales organizaciones se convierten en una alternativa de participacin para miles de mujeres, slo que las demandas que las movilizan no tocan las tres exigencias bsicas del feminismo: libre aborto, rechazo a la violencia y respeto a la orientacin sexual; a pesar de que es precisamente ese sector el que ms padece las consecuencias de la falta de educacin sexual, la penalizacin del aborto y los abusos en materia de violencia sexista.

    Sin entrar a analizar a fondo la composicin y el alcance de estas intervenciones feministas, vale la pena subrayar un saldo relevante de su impacto poltico entre 1985 y 1986: muchas feministas asumen la necesidad de negociaciones puntuales sobre asuntos ciudadanos y /o sindicales, y esto modifica lentamente la concepcin feminista de la poltica, especialmente en lo relativo a su relacin con el Estado. Un ejemplo claro es el trabajo con las costureras.14 La creacin del Comit Feminista de Solidaridad tiene como objetivo apoyarlas, primero en la cooperativa 19 de septiembre y

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  • D e l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o f e m in is ta

    luego en el sindicato 19 de septiembre. Pero, la incapacidad para conciliar la diversidad de posturas feministas hace crisis y los conflictos de democracia interna, liderazgo y pluralismo pesan decisivamente en las dificultades para consolidar un trabzyo a largo plazo en estas instancias.

    As, al ya rancio problem a del liderazgo/representa- cin, se enganch el desafo de articularse con otros grupos polticos. Impulsar una concepcin poltica ms afinada, desde donde desarrollar formas organizativas ms eficaces, requiere de un entendimiento poltico fundamental: la necesidad de contar con una disposicin al dilogo. Esta no la pueden asumir mujeres que sacralizan su propia identidad: quienes se sienten vctimas totales o creen en lo fundam ental que son ms buenas, sensibles y honestas que los hombres. Estas vctimas y heronas no consiguen establecer relaciones polticas entre s ni con otras personas.

    Tal dificultad se pone en evidencia en el IV Encuentro Feminista Latinoam ericano y del Caribe, realizado en Taxco, en 1987, espacio donde se confrontan los distintos paradigmas polticos del feminismo. Un conflicto central previo al Encuentro fue definir el carcter de la reunin: pueden asistir todas las mujeres o se requiere que sean feministas? Mientras que las feministas populares defienden la participacin de todas, las de otras tendencias hablan de la necesidad de un espacio propio para debatir sobre el quehacer poltico feminista. Finalmente, se acuerda respetar la pluralidad y se acepta la participacin de todas las mujeres que se asuman como feministas. Aunque el grupo coordinador logra evitar el predom inio de una sola concepcin, persiste el enfrentam iento entre las tendencias.

    A Taxco asisten ms de mil quinientas mujeres y se dan discusiones alrededor de todo tipo de temas: desde la identidad y el cuerpo hasta las alianzas y las propuestas para generar una fuerza poltica. En realidad, hay dos encuen

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    tros paralelos. La participacin masiva se caracteriza justamente por la afluencia de mujeres de organizaciones polticas, militantes de los movimientos populares, madres de desaparecidos, cuadros de organizaciones campesinas y sindicales, cristianas de la teologa de la liberacin, grupos de exiliadas, artistas visuales, esotricas y un nm ero enorm e de centroam ericanas involucradas tanto en la guerra como en la poltica en sus respectivos pases. Se hace evidente la fuerza del feminismo popular, al mismo tiempo que la escasa participacin de una base social de clase media, aunque, paradjicamente, de all provenga la minora activalas lderes del movimiento feminista.15

    Una propuesta puente para unir las dos tendencias fue el docum ento crtico elaborado por un puado de feministas histricas,16 orientado a 1) estimular el reconocimiento de la diferencia y del conflicto en la prctica poltica del movimiento; 2) reconocer el ejercicio del poder en su interior; y 3) admitirlo como recurso de transformacin. El docum ento plante la existencia de diez mitos,17 que se entrelazan y se retroalim entan, configurando un pensamiento que genera una prctica poltica vulnerable e ineficaz. Estos manifestaban el tono general de la poltica feminista en la regin, dom inaban el imaginario colectivo del movimiento, contenan los supuestos de una poltica identitaria que, con su igualitarismo militante, paraliz una poltica eficaz, tambin expresaban el mujerismo, gracias al cual, en infinidad de ocasiones, los pequeos grupos feministas acababan volvindose guetos asfixiantes, donde la autocomplacencia frenaba la crtica y el desarrollo, y donde era imposible reconocer diferencias para fija r una representacin. Por eso, la lectura del documento present una amenaza implcita para varias compaeras que vivan el feminismo como un sitio de pertenencia identitaria muy arraigada.

    Por qu tiene tal potencia movilizadora la identidad?, por qu produce victimismo? Pietro Barcellona plantea

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    que precisamente el terreno de una recuperacin de la subjetividad es la existencia del sufrimiento. El mecanismo que opera en esta victimizacin consiste en cobrar conciencia de s a partir del dolor. Yo soy una persona determ inada porque tengo la experiencia del dolor.18 De ah parte la poltica de la identidad de num erosos movimientos sociales, que equipara la opresin con el conocim iento autntico y hasta con la virtud: yo vivo esta discrim inacin, s de qu se trata y soy virtuoso porque sufro. Barcellona seala: el sufrimiento no puede convertirse en el contenido de una propuesta. Adems de que es imposible eliminarlo, pues como seres humanos siempre estaremos expuestos a l como experiencia fundadora (nuestras carencias, prdidas y duelos), pretender que el hecho de sufrir sea suficiente para impulsar una propuesta poltica conduce a posiciones antiintelectuales y populistas que entorpecen el desarrollo de una conciencia ciudadana compartida.

    Otra de las caractersticas de la poltica de la identidad es que desarrolla una conciencia dividida19 que incorpora, de un lado, un sentimiento de dao y victimizacin y, de otro, un sentimiento de identidad que deriva en empowermenf0 y crecimiento personal. Esta m ancuerna favoreci el reclamo identitario feminista, pero fren el desarrollo de una prctica poltica ms amplia, necesaria para avanzar en espacios y demandas ciudadanas o en formas unitarias de organizacin.

    - No se trata, para nada, de negar o callar las cuestiones identitarias. Pero el sentido de la vinculacin social debe plantearse en trminos distintos. Hay que estar conscientes del riesgo esencialista de hablar slo en trminos identi- tarios, por ejemplo: nosotras las mujeres. Es totalmente legtimo reivindicar la identidad, pero tomando en cuenta la multiplicidad de los discursos y de las relaciones de poder que la atraviesan. Adems, no existen identidades monolticas sino mltiples y fracturadas. Las identidades singulares son

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    siempre construcciones mticas. No existe la m ujer; esa identidad est cruzada por otras: mujer joven campesina indgena evanglica no es lo mismo que mujer m adura blanca urbana universitaria y atea. Al diferenciar entre distintas construcciones de la identidad, es posible ver que en ciertos momentos unas son ms significativas que otras. Esto perm ite cuestionar la idea de una identidad nica, que supuestamente dota de un solo sentido.

    La concepcin identitaria hizo crisis en Taxco en 1987 y, por eso, muchas compaeras vivieron la crtica como ataque personal y una especie de traicin o desviacin de la supuesta esencia feminista. As, en ese encuentro, cuando se empez a percibir a las otras como aquellas que negaban la identidad feminista propia, la relacin entre nosotras y ellas se transform en una relacin amiga- enemiga; es decir, se convirti en un antagonismo. A partir de all, en el campo de las identificaciones colectivas, se ahondaron las diferencias de las dos grandes tendencias (radicales y populares) y se configur la contraposicin entre las feministas de la utopa y las feministas de lo posible21 que derivara posteriorm ente en la de autnomas e institucionalizadas.22 Reconceptualizar la prctica poltica caracterizando la identidad no como esencia irreductible sino como posicin que asumimos o que se nos asigna implica cambiar la pregunta quin soy yo?, presente en algunas reivindicaciones de diversidad, por dnde estoy? El lugar perm ite ver a las personas a nuestro alrededor. El nfasis en el dnde en la posicin facilita pensar de manera distinta cuestiones sobre la identidad.23 Por ejemplo, pensar en la ubicacin alienta una preocupacin sobre las relaciones entre diversos tipos de identidades y, por lo tanto, sobre el desarrollo de una poltica basada en afinidades y coaliciones.

    La lucha contra las formas excluyentes de la reivindicacin identitaria requiere otra form a de identificacin que podemos calificar como ciudadana fiel al plura

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    lismo y los valores democrticos. En relacin con esto Chantal Mouffe describe la constitucin de la identidad a partir de una multiplicidad de interacciones; al ser siempre un proceso que teje relaciones muy complejas entre varias formas de identificacin, la identidad term ina por ser una intrincada red de diferencias, un proceso. Mouffe plantea un dilema: toda diferencia se constituye al mismo tiempo en oportunidad de unin y en antagonismo poltico, al ser suficientemente fuerte para provocar un re- agrupam iento efectivo de las personas en iguales y diferentes. Este es el gran dilema de la diversidad y, por eso, la defensa del proyecto democrtico exige tomar en cuenta la naturaleza de sta. Cmo enfrentar la diversidad, la multiplicacin de los particularismos y el surgimiento de nuevos antagonismos? Situndose en el contexto ms amplio de las paradojas de la democracia pluralista y dejando de engaarse con la ilusin de un consenso que eliminara definitivamente la diversidad. Segn Mouffe, el riesgo de que la democracia pluralista se trabe por la falta de identidades c iu d ad an as deriva en la m u ltip licac i n de enfrentamientos en trminos de identidades esencialistas, con sus valores morales no negociables. Ese es el costo negativo del neocorporativismo identitario.24

    Como la crisis de Taxco se dio en el marco del debate en torno a la gran movilizacin preelectoral de 1988, en varios sectores de feministas cundi la inquietud de participar. En ese momento se vuelve patente la necesidad de integrarse en la dinmica poltica del pas. Antes, el movimiento no haba tenido propuestas sobre el proyecto de transicin democrtica ni haba tomado en cuenta la apertura de espacios que se gener a partir del proceso de reform a poltica que inici el Estado. En la visin de corte marxista que un sector amplio del movimiento tena del feminismo como opcin revolucionaria, la lucha por la democracia resultaba una cuestin reformista, en la que no vala la pena involucrarse. Por eso, el movimiento no

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    se pronunci pblicamente en ninguna de las dos elecciones presidenciales previas (1976 y 1982) ni exigi conocer la posicin de los candidatos ante las demandas feministas, ni estableci alianzas o apoy candidatos. Aunque en 1988 tampoco realiz tales acciones, al menos se propuso incorporar a la agenda electoral asuntos de la problemtica especfica femenina.

    Adems, la necesidad de no quedar al margen de la dinmica poltica del pas lleva a varias feministas a integrarse al recin creado Partido de la Revolucin Democrtica ( p r d ) , donde confluyen los militantes del p c m , el pr t y otras organizaciones de izquierda. En las elecciones de 1988, cuando la contabilidad temprana de los votos favorece a Cuauhtmoc Crdenas (p r d ) al gobierno supuestamente se le descompone el sistema de cmputo y, al final, la cuenta hace ganador al partido en el poder. Despus de este fraude electoral, un nm ero im portante de feministas siente la urgencia de encontrar vas de expresin para mostrar su inconformidad.

    La r e a r t i c u l a c i n p o l t i c a d e l m o v im ie n to

    Al inicio de los noventa confluye una serie de acontecimientos y tendencias nacionales e internacionales que, por prim era vez, posicionan el feminismo con un perfil poltico sobresaliente. A nivel nacional, el proceso de transicin a la democracia rompe el monopolio del partido que gobierna el pas desde haca ms de setenta aos y favorece una reorientacin del activismo hacia fuera. Tras el grave conflicto electoral de 1988 se abre una nueva dimensin en las conciencias ciudadanas y muchsimas feministas sienten la urgencia de vas distintas para expresar su inconform idad.25 Esto las lleva a revalorar la relacin con la poltica y a trabajar para desarrollar mecanismos de intervencin en la realpolitik, establecer alianzas, influir en coyunturas electorales y constru ir una agenda com n.

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    Cuando la izquierda revala el papel de la democracia representativa, surgen nuevas disposiciones en torno a la relacin con el Estado y se suscita un significativo cambio de actitud: un sector del movimiento asume el pacto poltico como un mecanismo democrtico responsable. Los noventa se vuelve entonces la dcada de los pactos. Esto genera nuevos estilos organizativos integracin a comisiones gubernam entales de trabajo, formacin de instancias de consultora a partidos, alianzas con funcionaras y polticas y lentamente despunta una aspiracin republicana.

    Muchas militantes decepcionadas por el fracaso para constituir una Coordinadora Feminista que permita, por un lado, responder mejor pblicamente, y por otro, servir de enlace, se insertan en la dinmica nacional por la va del ejercicio ciudadano. Si en los aos setenta y ochenta el antiprismo de la mayora feminista se tradujo en antigo- biernismo opuesto a cualquier accin conjunta con instancias gubernamentales, en los noventa las ideas sobre la participacin ciudadana estimulan la necesidad de influir las polticas pblicas. Esto se expresa en tres dimensiones, dos de las cuales se asocian con la trada fundadora de demandas que cohesiona el movimiento: violencia y aborto. En prim er lugar, la experiencia del trabajo respecto a la violencia sexual, nica exigencia respetable, retomada con beneplcito por todo el espectro poltico (la derecha incluida), replantea las alianzas con mujeres en el gobierno y el aparato estatal, y valora los acuerdos polticos entre las mujeres. En 1991, se crea un grupo de presin integrado por feministas, diputadas, acadmicas y funcionarias para introducir una reforma a la ley sobre delitos sexuales: el Grupo Plural. La ley sale gracias al cabildeo del grupo y a la alianza de las diputadas de todos los partidos, coordinadas por Amalia Garca, entonces diputada del p ro .

    La segunda dimensin introduce el tema de las cuotas. A principios de la dcada, un sector del feminismo po-

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    Dular inicia una intervencin ms pragmtica en la esfera pblica y descubre que se requieren ms mujeres en Duestos polticos. Para corregir la inferioridad numrica existente se exige cuotas de representacin de mujeres a os partidos polticos. El p rd es el primero en modificar sus estatutos, estableciendo que en la direccin de ese partido 10 puede haber ms de 70 por ciento de hombres.26 Ga- lar espacios fue el lema de la campaa por las acciones afirmativas que se decidi en el VII Encuentro Nacional feminista, que se realiz en Acapulco en 1992. Despus de dicho encuentro, se impulsa la mencionada campaa, que Dusca alianzas con mujeres en el gobierno y en el aparato estatal, y prioriza los acuerdos polticos entre las mujeres.

    La tercera dimensin es la relativa a la lucha por la des- Denalizacin del aborto. Luego de ms de veinte aos de exigir aborto libre y gratuito sin el m enor resultado, un rrupo de feministas modifica su discurso, demanda retornas y se dirige tanto a la sociedad como a quienes toman decisiones.27 Al reconocer en el aborto el punto lmite de a libertad y autonom a de las mujeres y al comprobar la asistencia de los partidos a enarbolar la dem anda de cambio en la ley, estas feministas plantean nuevas formas de Darticipacin ciudadana en torno al tema. En 1993 el d in a internacional favorece esta transformacin con diverjas actividades preparatorias de la Conferencia sobre Po- Dlacin y Desarrollo que se realizara en 1994 en El Cairo. \1 sentirse parte de un movimiento mundial, varias integrantes de o n g feministas comparten la estrategia de incluir en el gobierno a travs de una decidida participacin m los escenarios polticos internacionales. Ambas conferencias de la o n u , la de Poblacin y Desarrollo (El Cairo,1994) y la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekn,1995) son muy tiles porque demandas nacionalmente acalladas como la del aborto se vuelven objetos discursivos en foros internacionales y se obliga al gobierno a tomar una posicin al respecto.

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    La coordinacin de organizaciones no gubernam entales Por un milenio feminista, que congrega a 260 o n g de todo el pas (ms de la mitad de las quinientas registradas que trabajan con m ujeres), asume como tarea del movimiento ratificar en Pekn la plataforma de El Cairo, con avances considerables en el rea de la salud reproductiva. Por un milenio feminista realiza reuniones en los estados y abre un espacio para el dilogo y la negociacin intergrupal. Varias feministas son parte de la delegacin oficial en esas conferencias, con lo cual se gana experiencia para cabildear e influir, y se genera conciencia sobre los alcances del feminismo internacional.

    Al margen de otras consideraciones, el debate en torno a estas conferencias de la o n u legitima en la esfera pblica nacional la visin que sita al discurso feminista como perspectiva de gnero.28 As, los noventa se convierten en un tiempo en el que se protagoniza el gnero, el cual constituye una forma de com prender el origen sociocul- tural de la subordinacin de las mujeres y la carga de poder que impregna las relaciones entre los sexos.29

    En 1993, se crea el grupo De la A a la Z, formado por siete mujeres de distintas posturas de centro-izquierda: dos del p r d , dos del pri y tres feministas independientes.30 Para su presentacin pblica, eligen realizar una conmem oracin por los cuarenta aos de la obtencin del voto, en la que hacen pblica su propuesta a las mujeres de avanzar un trecho, antes de que las diferencias polticas las separen.31 De la A a la Z subraya la necesidad de alianzas y pactos entre mujeres, y su discurso tendr, varios aos despus, notables logros.

    Como parte de la reorien tacin hacia fu e ra del activismo, el impacto de la aparicin en enero de 1994 del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (e z l n ) , en Chiapas, uno de los estados con ms poblacin indgena y mayor pobreza, reactiva a un sector del movimiento. El ezln muestra su talante feminista al proclamar la Ley Re-

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    solucionara de las Mujeres, que reconoce el derecho de as mujeres a la plena participacin poltica incluso para desem pear cargos de direccin poltica y m ilitar, y i decidir sobre todos los aspectos de su vida la elec- :in m atrim onial, el nm ero de hijos y el trabajo remu- le rado adems de condenar la violencia fsica y sexual ^n contra de las mujeres. Varias feministas se acercan a as zapatistas y construyen puentes de colaboracin.

    Las ideas que circulan sobre la participacin ciudada- la estimulan la necesidad de actuar y, al eje de participa- :in cvica, se suma el prozapatista, encauzando as los intereses y el desarrollo poltico de muchas feministas. Entre 1994 y 1996, se crean distintas instancias colectivas: ana articulacin nacional del m ovim iento fem inista (Milenio Feminista), un foro de debate estratgico (la Contencin de M ujeres), un espacio amplio de coincidencia ie mujeres de todas las posiciones, desde prozapatistas liasta panistas (la Asamblea de Mujeres) y la prim era agrupacin poltica nacional fem inista (Diversa). Adems, muchas activistas se incorporan a organizaciones civiles mixtas con reivindicaciones ciudadanas, como Alianza Cvica y tambin buscan un espacio en los partidos polticos. Sin embargo, persiste la enorm e brecha entre una ^ran participacin y una casi nula representacin, y muchas feministas toman conciencia de la paradoja que significa la falta de reconocimiento a sus liderazgos.

    A estas alturas, este sector ya sabe que la poltica como purismo o autonom a a ultranza no permite construir relaciones democrticas. El otro todava problematiza muy intensamente la participacin en la poltica tradicional. Estas feministas han cambiado su antiguo miedo a la cooptacin por el gobierno por el nuevo temor a la mediati- zacin de los grupos que buscan institucionalizarse. Ante la contraposicin entre radicalidad y reformismo, la antigua reivindicacin por la autonom a cobra una actualidad im presionante.32 Unas abordan la autonoma desde

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    una perspectiva em inentem ente separatista, manifestando su temor ante la posible asimilacin o desvirtuacin de las propuestas feministas; otras, defienden una nocin de autonom a que integra la relacin poltica con diversos interlocutores, privilegia las alianzas y pretende influir con eficacia poltica sin ceder en sus principios. En medio de esas dos posturas, hay una pluralidad de matices. Pero no precisar qu se entiende por autonom ao mezclar autonom a poltica con autonom a organizativa deriva en dinmicas de intolerancia. Esto arroja un saldo ms bien magro en cuanto a la posibilidad de dilogo interno y la formacin de instancias unitarias de accin.

    Esta contraposicin entre revolucionarias y reformistas refleja la distincin que hace Mouffe entre las concepciones de lo poltico y la poltica: unas interpretan el feminismo como el arma para enfrentar lo poltico, por lo cual la intervencin pblica se ve como una amenaza que neutralizara la esencia radical de las demandas feministas. Resentimientos y paranoias se entrecruzan en torno a una opcin que les parece despreciable: la negociacin poltica, vivida con su doble connotacin de traicin y transa con el sistema. Adems, no hay que olvidar que para muchas activistas el reformismo em paa el herosmo de la militancia revolucionaria.

    Por su parte, las convencidas de que hay que actuar en poltica se pronuncian por la idea de sta como negociacin de los conflictos. Pero, aunque ya no idealicen la poltica feminista al reorientar su radicalismo hacia las prcticas democrticas, tampoco estn exentas de conflictos ni de nostalgias revolucionarias. Muchas siguen atrapadas en rivalidades absurdas, pues la lgica identitaria confronta a compaeras con mltiples coincidencias polticas slo porque pertenecen a redes o instancias distintas. Esos tropiezos son consecuencia de la poltica de iden- tidad que favorece que se encaucen inquietudes polticas y vitales sin la necesaria separacin entre hacer y ser.

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    As, se producen dislocamientos discursivos, falsas oposiciones y confrontaciones personalizadas.

    En muchos grupos se da una situacin paradjica: no se escucha la voz de las vctimas, mientras que las activistas y simpatizantes persisten en un irritan te discurso victimista. En especial, es grave constatar que faltan m ujeres no feministas debatiendo en torno a lo que significa, prctica y polticam ente, el sexismo. A pesar de la filtracin de las dimensiones polticas y filosficas del feminismo en la vida cotidiana, la lucha por la despenaliza- cin del aborto y la reivindicacin de la diversidad sexual han dificultado la aceptacin poltica del movimiento. En concreto, aunque la lucha por la legalizacin del aborto ha recibido apoyo de destacados intelectuales, cientficos y artistas,33 no hay sectores de mujeres comunes y corrientes movilizadas en torno a esta crucial demanda. Si bien hay conciencia de que para dejar de ser vctimas se necesita asumir el control del propio cuerpo, tambin existe gran resistencia ante posiciones estigmatizadas por la ideologa catlica hegemnica.

    Mientras las confrontaciones persisten entre algunos de los grupos feministas, la llamada perspectiva de gnero adquiere gran resonancia en el discurso poltico. Su aceptacin en el mbito pblico, impuesta por instituciones como el Banco Mundial y la o n u , contribuye al reconocimiento de una problemtica especfica y a la aceptacin de la necesidad de instalar mecanismos niveladores. A eso se debe en parte el protagonismo que las mujeres adquieren en los ltimos aos del siglo xx, cuando ocupan ms cargos pblicos que nunca antes y tienen una creciente presencia poltica. Ms que una clara accin afirmativa, lo que se da es una cierta vergenza ante la composicin exclusivamente masculina de ciertos espacios de poder. Por eso, el gobierno, que intenta ponerse al da de cara a la situacin de los pases desarrollados, da a conocer en 1996 su proyecto de creacin del Programa Nacional de la Mujer.

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    Por prim era vez, este sector del movimiento feminista propone candidatas y varias aceptan participar en sus dos instancias: el Consejo y la Contralora. Unos das despus durante el Congreso Feminista por el Cambio Social (1996) se habla de esas designaciones como un logro del movimiento. Revindicar como mrito colectivo lo que antes se hubiera in terpretado como cooptacin individual es una actitud que refleja el cambio de m entalidad poltica.

    A partir de entonces, sucede una serie de cambios interesantes. En 1997, Diversa convoca a todos los partidos polticos a suscribir un compromiso por la equidad titulado Avancemos un trecho. En un acto solemne en el if e , los seis partidos existentes en ese m om ento (p r d , p r i, pa n , p p s , p t y pv em ) firman el acuerdo. Poco despus, el Instituto Federal Electoral recomienda la cuota de 30 por ciento de mujeres en los partidos polticos; la Cmara de Diputados establece la Comisin de Equidad y Gnero y, en 1998, se instaura el Parlamento de Mujeres, comisin legislativa integrada por senadoras y diputadas federales cuyo propsito es servir como instancia de reflexin, deliberacin y promocin de una agenda legislativa y de polticas pblicas tendientes a eliminar la discriminacin contra las mujeres y favorecer la democracia. En 1998, se sustituye el Programa Nacional de la Mujer por la Comisin Nacional de la Mujer y, en 2000, sta se transforma en el Instituto Nacional de las Mujeres (Inm ujeres), con un mayor poder, al menos simblico.

    La t e n t a c i n d e l a p o l t i c a

    A principios del siglo xxi, muchas feministas asumen la dimensin pragmtica de la intervencin en poltica y el reconocimiento de que el avance del feminismo tiene que ver no slo con una mayor participacin popular, sino tambin con la necesidad de ocupar puestos en las estructu-

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    ras partidarias, legislativas y gubernamentales. En 1999, la organizacin nacional Diversa, que trabaja desde 1996, logra el registro legal de agrupacin poltica nacional (apn ) que otorga el Instituto Federal Electoral. Una a p n es el escaln anterior a un partido poltico y debe contar, entre otros requisitos, con siete mil personas afiliadas. Diversa incluye en su agenda temas del feminismo, como la des- penalizacin del aborto, la atencin a la salud sexual y reproductiva, y el respeto a la diversidad sexual.

    Simultneamente, la aparicin de nuevos contextos polticos, con personas amigas y aliadas en el poder, enriquece y vuelve complejo el panorama. El triunfo de la oposicin de izquierda ( p r o ) en la ciudad de Mxico desde 1997 reposiciona a m uchas feministas que, hartas ya de la mera declaracin de sus valores, desean una mayor participacin. Varias ocupan puestos en las estructuras partidaria y gubernam ental del p rd . En este proceso, es significativo el entusiasmo que suscita la llegada en 1999 de Rosario Robles a la jefatura del Gobierno del Distrito Federal, donde perm anece en el cargo de gobernadora interina hasta el ao 2000. Universitaria de izquierda y sindicalista, Robles maneja un discurso feminista y durante su gestin hace varias intervenciones en ese sentido. Tal vez la que genera ms publicidad y escndalo es una reform a a la ley de aborto de la ciudad de Mxico, que introduce dos causales para la no penalizacin del aborto: por grave dao a la salud de las mujeres y por malformaciones fetales. La reform a es impugnada por anticonstitucional por el conservador Partido de Accin Nacional (pan) , pero un ao y cuatro meses despus la Suprema Corte de Justicia de la N acin resuelve la con tro v ers ia a cep tan d o la constitucionalidad de la llamada Ley Robles.

    En 1999, surge el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ilsb ) , pensado como un espacio de formacin para cuadros feministas. Pronto, adems de dirigentes de organizaciones feministas y funcionaras del gobierno de la ciudad,

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    llegan mujeres de otros mbitos: regidoras, presidentas municipales, lderes indgenas y diputadas. Constituido como un espacio donde se valora el trabajo intelectual y dirigido en un principio a feministas, poco a poco el ilsb ampla su convocatoria. Ese ao, varias feministas fundan el Consorcio para el Dilogo Parlamentario y la Equidad, una organizacin civil cuyo objetivo es el seguimiento del debate dentro de las Cmaras para inform ar al movimiento feminista del trabajo de los representantes polticos y de la presentacin de iniciativas de reform a a las leyes. Varias integrantes del Consorcio militan en Diversa, y en 2000 plantean a las candidatas a diputadas de todos los partidos la realizacin de Un pacto entre mujeres: hacia una agenda legislativa y de gobierno por la Equidad.34 El pacto lo suscriben mujeres de organizaciones sociales, civiles y polticas, con el fin de construir una relacin de corresponsabilidad entre los rganos legislativos y de gobierno y la ciudadana.

    Por su parte, Diversa logra un acuerdo indito con tres partidos para que nombren a integrantes de esta apn como sus candidatas. As, una diputada federal por el pri, una delegada poltica en el DF (Iztacalco) por el prd -pcd y una asamblesta en el DF por Democracia Social, las tres propuestas de Diversa, triunfan en las elecciones de 2003. Paralelamente, las integrantes de Diversa participan en la construccin de un partido poltico con compromiso feminista.

    En el ao 2000, por prim era vez gana las elecciones federales un partido distinto del que llevaba gobernando 78 aos. Pese a que reconocen la importancia de la alternancia en el poder, muchos grupos feministas lamentan el triunfo del Partido Accin Nacional (pa n ) por su talante conservador. En su toma de posesin como presidente, Vicente Fox asume el compromiso de que su prxima gestin gubernam ental adoptar la llamada perspectiva de gnero y besa un crucifijo! Fox nom bra a tres mujeres en

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    su gabinete,35 de las cuales slo perm anece la de Desarrollo Social, Josefina Vzquez Mota. Unas pocas figuras feministas aceptan colaborar en el nuevo gobierno con la idea de aprovechar los espacios nuevos que se supone que abre la alternancia. Mientras que la mayora de las feministas aguarda recelosa la lnea que ir a definir el pan , irrumpe con fuerza en el espacio poltico la esposa del presidente. En torno a Marta Sahagn de Fox y a su protagonismo desmedido se produce un debate poltico sobre las mujeres y el poder, en concreto, sobre el papel de la llamada prim era dama.36 Es inevitable la apropiacin de ciertos aspectos del feminismo por mujeres polticas conservadoras. Eso ocurre con Sahagn, quien recupera cuestiones feministas en su discurso y busca acercamientos con varias feministas. Lo notorio en este caso es que la prim era dama confiesa haber sido una mujer golpeada por su anterior marido y habla del em poderam iento de las mujeres, lo cual despierta amplias simpatas en la poblacin femenina y pronto se ubica de m anera destacada en las preferencias electorales.

    El recin constituido Instituto Nacional de las Mujeres queda en manos de una panista, quien cuenta con el apoyo de Sahagn. Aunque una meta de varios grupos feministas es incidir sobre el gobierno en la definicin de polticas pblicas, se topan con que el Inmujeres no es un buen espacio para hacerlo. Incapaz de definir una poltica pblica que aborde los problemas bsicos de las mujeres, este instituto juega un triste papel por su tibieza y conservadurismo; ni siquiera en la nica dem anda sobre la cual la derecha no tiene objecin la lucha contra la violencia hace presin para que se resuelva una de las llagas ms dolorosas y escandalosas del pas: los asesinatos de mujeres pobres, muchas de ellas adolescentes, en Ciudad Jurez. Despus de diez aos de muerte y terror, los crmenes de odio, tipo cacera sexual siguen sin resolverse.37 Los nombramientos de una fiscal especial y de una

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    comisionada especial que tiene que vigilar los veinte puntos que se han formulado para recom poner el tejido social en la zona, expresan ms un gesto simblico del gobierno federal que un verdadero inters por ir a fondo y desmantelar la corrupcin poltica y policial que impide resolver los ms de trescientos feminicidios.

    Casos como los de Ciudad Jurez son un recordatorio de un hecho lamentable: amplios sectores de mexicanas no han alcanzado las condiciones de las mujeres urbanas de la clase media. Como la distribucin de la riqueza (material y simblica) sigue siendo muy inequitativa, las mujeres de los sectores ms pobres difcilmente superarn su condicin, pues carecen de recursos para integrarse al proceso m odernizador que, paradjicamente, crea a la vez riqueza y exclusin.38 En ese sentido, la desigualdad entre las mujeres es una brecha que no se subsana al eliminar la discriminacin sexista, pues al machismo cotidiano se suma la psima distribucin de los recursos y las oportunidades. De ah la necesidad de que el movimiento sea capaz de generar en la opinin pblica una mirada que reconozca los problemas estructurales que persisten e impiden que todas las mujeres tengan acceso a niveles de participacin y a mejores circunstancias en sus vidas. Adems, como las mujeres de los sectores ms pobres tienen condiciones de vida absolutamente precarias, la lucha por la subsistencia diaria elimina cualquier inters por otra causa. Pese a que la dinmica econmica estructura condiciones difciles de remontar, la presin social se perfila como la nica m anera de lograr que los partidos verdaderam ente incorporen en sus programas una real perspectiva de gnero que integre tambin la especificidad de la clase social y del origen tnico.

    Pero, aunque el horizonte no es igual de promisorio para todas las mexicanas, los cambios polticos, demogr- icos y laborales ya han modificado el lugar social de las mujeres y abonan el terreno para las transformaciones que

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    1 feminismo provoc en otros pases. La internacionali- acin de nuevas pautas de masculinidad y feminidad pro- lueve la adopcin de estilos de vida, formas de trabajo y lodelos de consumo ms equitativos. Ms informacin roduce mejores discursos y prcticas polticas. Gracias a i mundializacin de esas nuevas pautas sociales, cultuales y polticas, los grupos organizados de mujeres tie- en ms oportunidades para actuar, sobre todo al inserirse en redes globales para impulsar sus dem andas es- ecficas.

    Ante este panorama, convertirse en una fuerza poltica apaz de ofrecer alternativas concretas de participacin s el reto de muchas feministas. Por eso, la tarea se perfila oble: como la necesidad de acercarse a los grandes sec- 3res de mujeres que padecen de manera aislada y silen- iosa el sexismo, y tambin como la urgencia de impulsar ma amplia poltica no sexista. Esto implica mucho ms ue modificar el reparto de cargas, de tiempos, de asigna- iones sociales, reconociendo la diferencia sexual y el g- Lero: es mostrar en cada circunstancia, en cada situacin, u ocurre con las mujeres y qu con los hombres. Y esto upone, asimismo, aceptar en el seno del quehacer polti- o, en las organizaciones mismas, la propia diferencia exual. Por lo tanto, la gran prueba de que verdaderamente is feministas son sujetos polticos democrticos es la in- lusin de los hombres en la reflexin, discurso y accin [el feminismo.

    Esta sensibilidad propicia, en 2002, la creacin de un >artido de orientacin feminista: Mxico Posible. Lo presi- le Patricia Mercado y a l se suman ambientalistas, gays y lefensores de derechos humanos. Corre, con el apoyo de listintas redes ciudadanas, en la campaa electoral par- ial de 2003 para diputados, pero no logra el 2 por ciento Lecesario para obtener el registro legal. Ese mismo ao, 1 ife impone como obligacin a los partidos polticos la uota de 30 por ciento de mujeres que haba recomenda-

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    do aos antes. El resultado se nota: de 16 por ciento de mujeres en 2000 se pasa a 21 por ciento en 2003. El punto ahora es que las mujeres ocupen las titularidades y no, como ha venido ocurriendo con m ucha frecuencia, las suplencias.

    En 2003, la propuesta del grupo De la A a la Z de buscar las coincidencias entre mujeres de distintos partidos la retom a Rosario Robles para convocar a un festejo por los cincuenta aos de la obtencin del voto. Esta vez el espectro poltico de la alianza se ampla para integrar a las panistas. A la casa de Robles llegan 21 mujeres polticas de variada adscripcin y procedencia, que se conocen desde hace aos, discrepan profundam ente en sus posturas polticas y, sin embargo, ah estn, dispuestas a realizar un acto unitario. La relacin entre ellas no es de amor, sino de necesidad. La noticia de la reunin se filtra a la prensa y la idea de que las mujeres tenemos todava un trecho im portante por avanzar juntas, antes de que nuestras diferencias polticas nos separen no logra abatir las sospechas que surgen ante la extraa mezcla de panistas, perredistas, pristas y feministas independientes. Qu estn tram ando estas mujeres? La inquietud machista la refleja la revista Proceso en su portada, con una foto de Robles ( p r o ) , Sahagn (pan ) y Elba Esther Gordillo (p r i) y el ttulo El argende. El acto del 17 de octubre tiene gran cobertura meditica. En especial, se centra en las tres figuras de la portada de Proceso.

    A principios de 2004, Rosario Robles, despus de haber sido gobernadora interina, se convierte en presidenta del p rd y luego se ve envuelta en un escndalo poltico, vinculado con una relacin amorosa. La imagen de quien haba sido la figura modelo de la poltica feminista de izquierda, con visos de llegar a ser la candidata presidencial del p rd , sufre un derrum be brutal. Aunque se suponen actos de corrupcin de varios personajes del p rd , el foco de la indignacin mayor es Robles. Cmo es posible que

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    la presidenta de un partido poltico haga tratos de dinero con un personaje sumamente dudoso del cual est enamorada? Son varios los trapos sucios que se exhiben, de ambos lados. Pero Robles es cuestionada, adems, por la forma en que mezcl su vida privada con su responsabilidad pblica. El comentario tan femenino de perd la cabeza por el corazn se vuelve contra las mujeres polticas, siguiendo la lgica de que, cuando una mujer triunfa, es la excepcin de la regla, y cuando fracasa, es la comprobacin de que todas las mujeres son iguales. La cada y el enlodam iento de Robles afecta fuertem ente a un sector de activistas.

    Ese mismo ao, Amalia Garc (p rd ) asume la guber- natura de Zacatecas, despus de enfrentar la oposicin interna de su partido. La resistencia del p r d es rebasada por el apoyo indiscutible de la ciudadana. Esta prim era gobernadora perredista tiene una larga histori de alianzas con el feminismo y, a escasos meses de su toma de posesin, convoca a una reunin sobre Reforma del Estado con perspectiva de gnero. A ella asisten, siguiendo la lgica de avanzar un trecho, polticas de los dems partidos, incluso la secretaria de Desarrollo Social (p an ) y algunas escritoras. El apoyo que recibe, con la asistencia de figuras polticas e intelectuales, consolida el proyecto de avanzar un trecho. La conciencia feminista se difunde y lo que en un mom ento se tuvo que impulsar la unin de las mujeres en torno a objetivos concretos ahora se da con gran facilidad por la coincidencia.

    Un ejemplo claro es la convocatoria, en 2005, del i l s b para hacer un diplomado dirigido a las posibles candidatas a diputadas de varios partidos. Financiado por o x fa m y los propios partidos, al diplomado asisten militantes del pan , p ri, p r d y Alternativa. El tema que une a mujeres de distintas posturas polticas es la perspectiva de gnero en poltica. Los prejuicios que durante mucho tiempo alejaron a las panistas del feminismo y viceversa empiezan a cuar

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    tearse. El tema de encontrar coincidencias por encima de las diferencias cobra urgencia.

    Mientras los sucesos, positivos y negativos, de las mujeres polticas ocupan los titulares, los grupos civiles debaten sobre la relacin con el poder y la forma de incidir polticamente. Aunque la necesidad de hacer poltica ha puesto lmites al desborde de subjetividades que caracteriz el activismo fem inista, las actitudes mujeristas e identitarias continan. Y pese a la gran participacin en la poltica nacional, todava quedan feministas refugiadas en pequeos grupos sectarios.

    Pero, ms all de las opciones personales de participacin y las formas de hacer poltica o de abstenerse, en este m omento el impacto poltico del movimiento es visible no slo en las conductas de las mujeres polticas, sino en la vida de muchsimas mujeres. El feminismo, como movimiento organizado en una multiplicidad de formas, ha tenido un mrito indudable: su discurso sobre los derechos de las mujeres se ha vuelto una especie de capacitacin emocional, poltica e intelectual que perm ite que las mujeres dejen de ser vctimas. Reivindicaciones feministas, como la del em poderam iento de las mujeres, se han filtrado en el discurso popular. Ms all de las unanim idades o discrepancias de siempre, o de las competencias dentro de una misma corriente poltica, los objetivos generales del movimiento han sido retomados silenciosamente a lo largo y a lo ancho del pas.

    U n b a l a n c e p r o v i s io n a l

    As, en este despunte de un nuevo siglo, es patente que un sector del movimiento feminista ha cristalizado su presencia en tres expresiones notorias: a) la profesionaliza- cin, mediante financiamiento, de grupos institucionalizados que abordan temas especficos (salud, educacin, violencia), con cabildeo poltico de demandas; b) la legiti-

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    acin acadmica y poltica de la perspectiva de g- xo, con la proliferacin de programas de estudio, cur- s, coloquios, publicaciones, foros e investigaciones; y c) prom ocin de un conjunto de intervenciones polticas ie consolidan pactos y alianzas, y que fortalecen un dis- rso sobre la equidad que recoge muchas preocupacio- s y aspiraciones feministas. El balance es muy positivo, nque las mexicanas todava enfrenten el desafo de cons- r un movimiento ms estructurado y mejor organizado, paz de constituirse como una influencia poltica ms am- a, que incida sobre el gobierno en la definicin de polti- 5 pblicas; capaz de lograr que los partidos incorporen serio en sus programas la perspectiva de gnero, y que

    esenten ms candidatas feministas en sus frmulas elec- rales; capaz de generar en la opinin pblica una mira- que reconozca el machismo en los problemas sociales;

    paz de actuar con los artistas, crticos e intelectuales, ra impulsar una crtica cultural al sexismo. El logro poico ms sonado de las feministas ha sido la construccin lifusin de un discurso que impulsa la exigencia de dereos por parte de las mujeres comunes y corrientes. Difun- r que las mujeres tienen derechos ha sido lo ms eficaz ra que ellas enfrenten el sexismo cotidiano.Sumado al xito de filtrar consistentemente sus tesis a

    ciudadana, otro logro muy valioso de un sustantivo sec- r feminista es que la reivindicacin por la autonom a ltica se ha insertado dentro del contexto general de anee hacia la democracia. La actuacin feminista, muy /orable a la construccin de pactos y alianzas, muestra ie llegar a acuerdos no significa perder autonom a y caridad de crtica, ni significa integrarse a cualquier gru- i poltico. Para muchas, el papel clave del feminismo en construccin de la democracia mexicana es establecer ioridades y llegar a acuerdos mnimos con el fin de ge- :rar nuevas relaciones entre mujeres y hombres, mante- endo como eje el principio de la igualdad. Esta aspira

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  • De l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o f e m in is ta

    cin la expresan muchas feministas que trabajan por abrir espacios de debate, por consolidar agendas en mbitos sindicales y polticos, por exigir transparencia en el uso de los recursos pblicos. Un triunfo muy publicitado ha sido la consignacin penal del grupo fundam entalista Comit Nacional Pro Vida por el uso indebido de un donativo de treinta millones de pesos de la Secretara de Salud. Parte del dinero, que se haba declarado iba a centros de salud para mujeres, fue utilizado en la com pra de plumas MontBlanc y tangas femeninas. El trabajo minucioso de las organizaciones civiles feministas y la existencia del Instituto Federal de Acceso a la Informacin permitieron descubrir la malversacin de fondos. Este tipo de acciones produce un impacto positivo, con lo cual los objetivos generales del movimiento se difunden en los distintos estados de la repblica. La influencia feminista es visible en la vida de un sinnmero de mujeres y, as, de vctimas del machismo; millones de mexicanas pasan a ser agentes sexuados de una historia en desarrollo.

    Sin embargo, persiste la paradoja de que, pese al gran xito del fem inism o m exicano que, en palabras de Monsivis, es la presencia de las tesis del feminismo en la conducta de las mujeres,:w las feministas todava no figuran como interlocutoras de peso en el mundo de la poltica. Hay, eso s, cada vez ms protagonismo de mujeres polticas que se asumen como feministas. La convocatoria del feminismo ha movilizado con gran eficacia a un grupo de mujeres destacadas: escritoras, artistas, funcionaras y polticas. stas han respondido en bloque para la defensa de casos paradigmticos: la liberacin de Claudia, una mujer encarcelada por el asesinato del hom bre que intentaba violarla, al que hiri, aunque ste muri a las pocas horas por falta de atencin mdica40 y la defensa del caso Paulina, una adolescente violada, a quien el director de un hospital pblico le neg el aborto legal al que tena derecho.41 Estos casos, de resonancia nacional, muestran las maneras como

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    feministas mexicanas logran articular acciones de soli- idad y obtener un amplio apoyo social.El movimiento como tal, los diversos grupos que lo istituyen, todava no es un referente obligado ni un srlocutor vlido en la realpolitik mexicana. Esto se debe m as cuestiones. Por un lado, tiene que ver con la au-j cia de una fuerza organizada del feminismo, carencia) * lo vuelve poco interesante para los partidos. Las ba-l del movimiento son las mujeres de los sectores popu- *s que, a su vez, responden a intereses polticos parti- ios y de otros movimientos, como el urbano popular.' otro, la mala fama de las feministas, presente en el :h de abortistas o lesbianas, no acarrea oleadas de se- doras. A esto se suma la casi nula participacin de jve- ;. A diferencia de lo que ocurri en los setenta, cuando jvenes veinteaeras de clase media ingresaron al mo- dento y se organizaron en pequeos grupos, desde hace 3 hay una seria crisis generacional.La notable ausencia de juventud en el feminismo pue- interpretarse como resistencia de las jvenes ante for- s organizativas que no consideran propias, pero no hayi subestimar el tema de la mala fama. A pesar de que chas personas y organizaciones polticas incorporan las s del feminismo, no todas aceptan un movimiento que dentifica pblicamente con el aborto y el lesbianismo. chas de quienes conceden legitimidad a estas deman- en privado, no estn dispuestas a hacerlo en pblico,

    *s trastocan el paradigma vigente de norm alidad y de turalidad de lo que es una mujer, y atentan contra dog- s catlicos arraigados en la sociedad. Por eso, la defensa los derechos sexuales y reproductivos asumida por el vimiento feminista dificulta su aceptacin en la poltica ional. Ningn partido desea enemistarse con la Iglesia Slica al asumir como legtimas las demandas feminis- de hecho la mayora de los polticos rehye compro-

    terse. Desde esa perspectiva, las dificultades para la

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    ampliacin del movimiento tienen una dimensin distin-

    a y explican, en parte, la voluntad de un sector de cons- ruir una nueva configuracin poltica, un partido, don- le se asuman sin miedo estas reivindicaciones.Aunque no se puede exigir al movimiento feminista lo

    que todava falta a otros movimientos y a los partidos polticos un funcionamiento realmente democrtico, un reto que debe encarar es afrontar un desafo in terno: que los diversos grupos que lo constituyen reconozcan sus dificultades y xitos a lo largo de los ltimos aos; que hagan un anlisis de lo logrado y de lo que falta por obtener, y que trabajen conjuntamente para formular una agenda poltica que vincule las demandas de cada sector y las ample y generalice a toda la sociedad. Es un hecho que la propia dinmica subjetiva de las activistas frena en mucho el desarrollo poltico del movimiento. Feministas ilusionadas con la reivindicacin de la igualdad o seducidas con la glorificacin de la diferencia desarrollan un activismo extremo, donde, ms que obtener un logro poltico, lo importante es compartir la sensacin de pertenencia, comunicar al m undo sus creencias y disfrutar el placer indudable de la relacin grupal. Por eso, es indispensable asumir algo fundam ental que sostiene la poltica: la subjetividad. Barcellona dice que el terreno de recuperacin de la subjetividad es la existencia, el sufrimiento, el dolor de la vida que nos impide decir yo soy nada.42 De ah la necesidad de decir yo soy algo: soy mujer, soy indgena, soy homosexual. Una tarea del proyecto democrtico es armar una praxis colectiva que reconozca las identidades particulares y que sea capaz de rebasarlas en una aspiracin ms amplia. Para abordarla se requiere com prender cmo el proceso de socializacin y de introyeccin psquica de lo cultural es determ inante en la constitucin de algunas identidades polticas. Esta conciencia, ms el anhelo democrtico, propician una reformulacin interna, en la que las reivindicaciones mujeristas son desplazadas lentamen-

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  • y ocupan su lugar las realidades polticas y no las postu- s ideologizadas.Quizs el cambio ms notable de este sector feminista!

    teresado en hacer poltica ha sido la voluntad de articu-i ' la accin ciudadana de otra manera. Las instituciona-l adas han tratado de conciliar sus motivaciones priva- s con las necesidades pblicas y se han esforzado por quirir capacidades polticas bsicas para desarrollar una ctica menos endogmica. Pero la creciente especiali- cin y profesionalizacin ha introducido elementos de I mpetencia insospechados: se oyen crticas al elitismo, a 5 privilegios universitarios y vuelven a aparecer expre- >nes populistas y antiintelectuales. La lucha contra las titudes antiintelectuales es una batalla que se libra en el no del movimiento. Sin embargo, de m anera creciente,; activistas cobran conciencia de lo imprescindible que mita hacer un trabajo reflexivo. La reflexin es indis- nsable para fortalecer las identidades polticas demo- ticas. El uso generalizado de la perspectiva de gne- es apenas un ejemplo obvio: esta idea representa un to conceptual en la explicacin sobre la subordinacin las mujeres. Este tipo de elaboracin intelectual en-

    entra resonancia en las activistas, y alienta la profundi- zin y difusin del conocimiento.Tal vez, la principal leccin aprendida por el movimien- feminista en estos treinta y tantos aos es la inexisten-i de la unidad natural de las mujeres: la unidad tiene e ser construida polticamente. Esto ha revalorado la [acin con las dems fuerzas polticas y ha impulsado a ichas feministas a asumir la dimensin pragmtica de intervencin en poltica. Adems de pretender influir coyunturas electorales, es evidente el extraordinario in- s de las feministas de toda la repblica por construir a agenda comn y por desarrollar mecanismos de inter- icin en la realpolitik. Un caso emblemtico es el de Patricia arcado, quien, a pesar de varios fracasos, persiste en su

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  • D e l a p r o t e s t a a l a p r o p u e s ta : e s c e n a s d e u n p r o c e s o fe m in is ta

    derecho a insistir en la formacin de una fuerza poltica feminista. Ella sostiene su objetivo de organizar un partido poltico, en 2005 obtuvo un nuevo registro para competir en la eleccin federal de 2006. Esta vez lo har con un nombre distinto, Alternativa, ya que las autoridades electorales no permiten usar el anterior. Interpreto su tenaz deseo de integrarse en la realpolitk como un indicador significativo de la transformacin de ese sector del movimiento, dispuesto a avanzar en una praxis colectiva distinta.

    Gracias a estos slidos avances, es posible que muchas de las nuevas feministas abandonen la poltica de la identidad por una que contenga un enfoque ms amplio, ciudadano. Para ello es necesario retom ar la crtica de la materialidad de las relaciones sociales y cuestionar con ms rigor ciertas estructuras de poder. Esto implica forjar una prctica que desentrae ciertas necesidades subjetivas y que ample la conceptualizacin de ciudadana vigente. Redefnir las fronteras de la accin ciudadana supone un desafo interesante para las feministas: mejorar su posicin en el orden poltico existente, al mismo tiempo que pretenden transformar ese orden. Ahora bien, tal vez crear procesos de unificacin y lograr objetivos para el conjunto de la sociedad propicie un ejercicio ciudadano susceptible de alterar la balanza del poder institucional, transforme el discurso poltico actual y abra la poltica a nuevas identidades, menos egostas y autocentradas, ms altruistas y solidarias. Barcellona dice que la democracia es una gramtica comn que funda la libertad individual.43 Tejer nuevos vnculos sociales, reparar el tejido social con un sentido distinto, no corporativista, requiere una construccin diferente de un nosotras, que resuelva de manera productiva la confrontacin con el ellas y el ellos. Este desafo, que refleja la tensin entre el reconocimiento de la diversidad y su superacin en una accin ciudadana ms amplia, se ha vuelto una necesidad apremiante en el feminismo mexicano.

  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r e t r a n sm isio n e s

    En ese sentido, el movimiento empieza paulatinamente a aceptar la misma diversidad en su seno y a comprender que el hecho de que existan distintas tendencias y posiciones diferentes lo fortalece. El feminismo, en una sociedad machista, es por naturaleza radical, as las distintas perspectivas estratgicas de las negociadoras a las intransigentes confluyen en una misma direccin: lograr que la diferencia sexual no se traduzca en desigualdad. Lamentablemente, el reduccionismo identitario propicia la fragmentacin. Slo un proceso autocrtico favorecer la construccin de una prctica poltica digna de ese nombre. Quienes todava defendemos la posibilidad de una poltica de izquierda creemos posible una coalicin de diversidades, que renuncie al reclamo identitario, esencialista y excluyente, y apunte a un futuro donde el respeto a los derechos sexuales y reproductivos sea un eje fundam ental en el ejercicio democrtico y republicano. En este horizonte, el papel del feminismo, desde sus distintas posiciones, es imprescindible.

  • I g u a l d a d d e o p o r t u n id a d e s y a c c i nAFIRMATIVA EN EL MBITO LABORAL

    La p e r s p e c t iv a t e r i c a p a r a a b o r d a r l a c u e s t i n

    Un desarrollo ms equitativo del conjunto de la sociedad requiere la eliminacin de los tratos discriminatorios contra cualquier grupo; por eso, se ha vuelto una necesidad impostergable de los gobiernos disear polticas que tomen en cuenta las condicionantes culturales, econmicas y sociopolticas que favorecen la discriminacin de la mitad de la poblacin. Ahora bien, cualquier anlisis relativo a las medidas antidiscriminatorias, entendidas como el conjunto de programas y soluciones normativas, jurdicas y comunicativas destinadas a subsanar las desigualdades existentes y a prevenir su aparicin en el futuro, debe comenzar explicando el marco desde el cual se piensa el problema de las mujeres. Esto supone tanto revisar el concepto de discriminacin como comprender la complejidad de la reivindicacin de las mujeres que supone, al mismo tiempo, la aspiracin de igualdad y el reconocimiento de la diferencia.

    Para enfrentar las vicisitudes polticas que acompaan el establecimiento de la normativa y de los programas sobre la igualdad de las mujeres y los hombres dentro del campo laboral, se requiere tener clara la perspectiva desde la cual se van a establecer las acciones, no slo porque un elemento fundamental de las polticas pblicas es un marco terico adecuado, sino tambin porque tal clari

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  • F e m in is m o . T r a n sm isio n es y r et r a n sm isio n e s

    dad ayuda para cabildear con eficacia la accin antidiscriminatoria en materia laboral.

    Al disear las medidas para eliminar la discriminacin sexista,