las insurrecciones en cuba, tomo i

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bI" \ LAS INSURRECCIONES BN CUBA. APUNTES para la historia polltica de esta isla en el prll8ellte POR SBOBBTA.B.IO QUE HA SIDO DEL GOBIERNO POLíTICO DB LA. HABANA. T Oll'ICIAL DB VOLUNTA.RIOS EN LA. MISMA. CAPITAL TOKO PRIMERO MADRID DlPBBNTA. DE MANUEL G. HEm;:A.NDEZ San Miguel, 23, bajo 1872- - -'

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Las insurrecciones en CubaCUBA.
APUNTES
para la historia polltica de esta isla en el prll8ellte si~o
POR
SBOBBTA.B.IO QUE HA SIDO DEL GOBIERNO POLíTICO DB LA. HABANA. T
Oll'ICIAL DB VOLUNTA.RIOS EN LA. MISMA. CAPITAL
TOKO PRIMERO
San Miguel, 23, bajo 1872-
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Cágo natural, que Bin violencia pudiera creerse, pare.
ceria contar con que todos los españoles, sólo por ser fa-.
les, estaban síempre dispuestos á defender como buenos
los intereses de sU pátria. Pero no sucede así, desgracia-­ damente. Tiempos han llegado en que hay necesidad de c1&sillearlos para distinguir los verdaderos de los que no ' lo son.
Cón éstos, escasos por fortuna, nada queremos, y los 8 bandonamos á la accion de la ley, para cuando la ley I
mén08 adormecida, quiera ocuparse en ellos. Nos dirigi­ mos solamente á los buenos de aquí y de allá: á los espá':' ñoles que para ser mejores cmnplen con·su madre pátria
el primero de sus derechos y deberes: el deber y el dere·
cho de la defensa. A los defensores, pues, de la integridad de España; á
los que aquí, en la prensa, en el Parlamento y como mi­ nistros han dedicado sus desvelos á tan santo fin; á los que abandonando intereses y afecciones en Cuba, y áun
I... ....
en Puerto-Rico, han "Venido á la Península para alimen­ tar el verdadero amor pátrio y para constituir centros de
propaganda nacional, que desvanezcan los errores, ex­
tendidos por los malos españoles en periódicos y de otros
mil modos; á los que allá, en Cuba, con las armas en la • mano, ya COIllQ ¡nariilos abandonan su suerte á los furo­ res de las olas, ya como soldados derraman su sangre en los ine:zplorados maniguales, ya como voluntarios con­ sagran sus fortunas, BU honor, su vida toda al loable ob­
jeto de mantener incólumes el territorio, las glorias y la honra que sus padres les legaron; á todos los que ante­ ponen el bien pátrio á su egoismo; á todos los que, pres­ cindiendo de las miserias de los partidos, se elevan á la
region del amor sublime reconocido desde las más remo­
tas edades como el primer amor de los pueblos; á todos
esos dedicamos este pequeño trabajo histórico, inspirado'
por nuestro entusiasmo y por el de los Centros hispano­ ultramarinos bajo cuyos auspicios ve la luz; debiendo. manifestar, como lo hacemos, que no nos mueve otro
deseo queel de obtener el pláceme de los buenos, premio
mperior á todos los que por tal motivo pudiéramos co­
diciar.
SOBRE EL ORIGEN Y LA GEOGRAFIA DE CUBA.
La isla de Cuba, nombrada p)r Colon, en su primer viaje, Yuana, en honor del príncipe D. Juan, y Alfa y Omega, ó principio y fin, cuando al doblar su extremo oriental en bus­ ca de la fantástica tierra de Quinsai la creyó eljinisterre del continente indico, fué tambien bautizada pJr algunos de sus primeros exploradores con los nombres de Fe-rnandina, Santiago, San Salvador y del A ve Ma-ría, segun dice Ar­ rate (1); llamá.ndola otros OubálJua (2) y Lengua de pájaro por su forma (3). Pero á poco de la éonquista, fué preferido y adoptado su primitivo nombre de Cuba, ya para la mejor in­ teligencia de los descubridores en sus relaciones con los in­ dios de la.~ islas vecinas, como por la pronunciacion fácil de este vocablo para los hijos de España.
Aquella isla que el inmortal Colon, al ver confirmada con los hechos su intuicion sublime, y cuando persuadido en un momento de beatífica inspiracion de poseer el don y el génio de adivinar, creyó y aseguró, por tanto, ser un continente, forma á la cabeza del archipiélago de las Antillas (4), y como llave del Nuevo Mundo, cierra el gran seno mejicano y com­ pone, con las penínsulas dI' la Florida y del Yucatan, los ca-
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x LAS INSURRECCIONES BN CUBA
nales que en aquella parte de las costas orientales de Améri­ ca recorre el !lvlf streoJm su camino del Norte, para licuar con las tibias aguas del mal' intertropical, qut! la'raBtra, los hielos eterilOs de las regiones polares.
Las islas de este archipiélago, llamado tambien can-:­ be (5), furman en su posicion un arco de circulo, que, des<le las entradas del golfo de M~jico, avecinándose á aquellos pun­ tos avanzados que el continente americano destaca en dichas penínsulas, va de mayor á menor, de Cuba ála Granada; ex­ tendiéndose hasta frente de la múltiple desembocadura del Orinoco, especie de Nilo de la América tropical, hácia el gol­ fo de Paria, donde las islas de Trinidad, Tortuga, la Marga­ rita y otras, parecen como fragmentos disgregados de las inmediatas costas de Venezuela, y constituyen un grupo mé­ nos numeroso, compacto y uniforme que el de las otras Anti­ llas que circunscriben al mar de Colon, y áun de las que, más al Norte, se sientan en la comun base del gran banco de Bahama con el nombre de Lucayas (6).
VArias son las opiniones emitidas sobre la formacion del archipiélago caribe. El sábio Humboldt ('1) asegura, y al­ gunos contemporáneos dicen, siguiendo su mismo parecer, que el archipiélago de las Antillas constituyó en su orígen un continente ó una prolongacion del norte-americano, al que suponen estaba unido por el Yucatan y la Florida, ántes de formarse el seno de Méjico; asegurando además que la sierra Maestra de Cuba, cuya eminencia supera en mucho á las mayores elevaciones de las montañas A zules de la Jamái­ ca, y á los picos más altos de Haiti y de las otras vecinas islas, era el centro y principal eje de aquel supuesto conti­ nente, y que los restos fósiles de los LamM,S ó Tiburones, dientes petrificados llamados por el vulgo á los laWUJdontes d;}l Sr. Poey, iguales á los que se han encontrado en terrenos del reino de Méjico, son prueba irrecusable de la identidad d~ origen de aquellas y de estas furmaciones (8).
Sin violencia pudiera admitirse lo de la identidad de orí­ -genes, si al de los dos terrenos se le señalara la inisma an-
m...-oDUCCIOK XI
tigiedad; lD88 bIl motivo no debe, á nuestro jllieio, tomarse ~mo ftmilml6JltG baat8nte para afirmar que amb88 regioneEl pmenecieroo á un mismo continente; sobre lo cual, neee­ uno será busC&1" pruebas en la ciencia geológica, á la que, fl)rDO nueva, y á ella oouducidOl1 por el espiritu de análisis de este siglo, hemos dedicado con cierta aficion algunos mI}­ m?Dtos.
Un moderno publicista ha dicho (9) que la ilta tk OfH4 tIO "tfl,H jfJ74á8 Hida al cOfflinenú de A mérica; y ésto, que coincide eon nuestras opiniones, debemos averiguarlo, sir­ viéndonos para ello de los conocimientos que hasta el dia ha podido la ciencia adquirir. Vemos en las páginas de esta, co­ roo punto incuestionable, que en el continente americano tiene má~ antigüedad la furmacion del No1"te que la de18u1", y que pJr consiguiente la cordillera Rocallola, ó montai'Ias Pedre­ !J0las qne pl"esentan al estudio del observador el antiguo ter­ ren:> lilúrico, en los actuales Estados-Unidos, pertenecen á un p3riodo muy anterior á 1013 levantamientoe de la g1"8.n cor­ amera de los Andes, de origen estos coetáneo á la época ter­ ciaria y sincrónico á várias conocidas fOl"IDaciones del viejo mundo. Por tanto, si terciaria es la más antigua formacion que en 188 Antillas han reconocido recientes exploradores (10), Dc) pn~de corresplnder sino allevantamient<> de aquella f01­
midabb cordillera; y si en los terrenc>s de Méjico, producto de aquel levantamiento, se encuentran como en Cuba restos del eh ~,.carodon '1Mgalodon de Agazis, ó sean los la1Mdontu de Poey, contemporáneas han debido ser lógicamente las forma­ ciones de ambos puntos; Mi como la abundancia del terreno lilif'Íco en las Rocallosas y la casi carencia (11) de él en la gran columna vertebral que partiendodel Anahua.c termina en 186 múltiples estribaciones de la Patagonia, hacen relativa­ mente j6ven la cordillera de los Andes, respecto de las del Norte.
Otra razon hay, á nuestro juicio muy poderosa, paN reba­ tir las de aquell03 que quieren suponer un antiguo continente, prolongaeion del americano, en las islas que hoy constituyen
XI[ LAS INSURRBCCIONBS BN CUBA.
el arclúpiélago de las Antillas. Verdad inconcusa es en la ciencia que, aunque la creacion no ha hecho alto en absoluto y continúa, si bien con manifestaciones mén08 trascendentales y conmovedoras que en las más remotas y primitivas edades, recorrió sus primeros períodos quimico-igneos, si así q~ere
decirse, y dió por terminados los más principales é import"sn­ tes trabajos cósmicos, con la aparicion del terreno terciario:· época en que las leyes de gravitacion y de posicion empeza­ ron á regir con regularidad, pa!'8 que el hombre en su desar­ rollo admirara la crea.cion con todas sus perfecciones y armo­ nías. Entónces, se sujetaron al ritmo actual las estaciones; obedecieron á reglas fijas los meteoros, los vientos, las cor­ rientes, y entre éstas, el llamado modernamente gulf stream ó corriente del golfo, neutralizaba moderando, los excesos de f:alor ó fria de las zonas y vivificaba con su riego las profun­ didades de los océanos, dando animacion á las aguas y obe­ deciendo y coadyuvando á la dinámica del planeta.
No nos es á nosotros posible suponer que el gulf stretJmt, existiera en las edades de perturbacion cósmica, ni que una vez señalada su marcha, variase de ruta por la formacion de las Antillas. ¿Ni cómo suponerlo antes del levantamiento de los Andes y de la América del Sur, con la ausencia de nieves en los polos, t:xlavía revueltos, y con la natUral confusion en los elementos del globo? Más fácil Ylógico es creer que al regularizarse las leyes del planeta, despues del sexto 1/(J'f//, Ó
época creadora, fuera sincrónica la formacion de las islas en la gran grieta que se abrió para establecer el equilibrio en las aguas y formar los cauces de los grandes rios submarinos; co­ mo es de creer tambien que en el acto del levantamiento, al profundizar con su ímpetu la corriente del golfo, y socabar el lecho que recorre, una parte de las tierras sumergidas todavia, y que alguna ·mayor fuerza volcánica hubiese hecho rebasar la superficie de las aguas, quedaron aquellas en seco; ylo prue­ ban las huellas marítimas que la provincia de Yucatan y las tierras bajas de Méjico presentan, la formacion del delta del Mississippi, y áun los antiguos bancos madrepóricos que fes-
INTRODUCCION Xlll
tonean gran parte de las costas de las Antillas. Quizás pueda decirse que el mismo impetu del flulf stream, lamiendo las costas hubiera, despues de tantos miles de años, modificado 1& forma de los continentes y de las islas Antillas; pero hay que te~er muy en cuenta, para no admitir esta suposicion, el in­ cesante trabajo de los innumerables obreros submarinos que, con las madréporas y corales que segregan, no solo presentan diques á la corriente, sino que revisten los bordes continenta­ les y reparan, sin descanso, las pérdidas que las costas sufren con el roc& de las aguas, y hasta rellenan las depresiones de 10.<; mismos fondos del mar.
Reconocidas como inmutables las leyes de la creacion en sus fenómenos terrestres, hay que convenir en que desde que estas leyes encontraron lo creado en disposicion de ajustarse á sus prescripciones, no han sufrido alteracion ni han dejado de aplicarse con estricta regularidad. Pueden haber ocurri­ do movimientos volcánicos insignificantes comparados con la inmensa mole de tierra que forma el globo, que sorprendie­ ran por su novedad; pero estos fenómenos ni han alterado, ni han dejado de obedecer las leyes generales, ni se han referi­ do más que á ciertas y determinadas localidades. A ellos debe atribuirse el orígen de islas volcánicas ó madrepóricas, que algunas han desaparecido á'poco de nacer, como la isla Julia
• en Italia, y otras muchas han progresado en el archipiélago índico; y áun en los mismos continentes, es prueba tambien la 'marítima formacion apalackina que lucha con el flulf stream en el nuevo canal de Bahama, como intentando oponer un di-
o que á. sus corrientes, á las cuales puede admitirse teóricamen­ te que llegue algun dia á vencer, con sus formaciones sucesi­ vas, y verifique entonces la union de las Lucayas y áun de la misma isla de Cuba, por medio de los Roques al continente del Norte. Aquel dia, si llegase, comprobaria no sólo nuestro aserto de que las Antillas fueron islas desde sus origenes, sino la marcha lenta de la creacion actual, á cuyo único medio de­ berán acaso, el formar parte del continente, al que, hasta aho­ ra, jamás en nuestro sentir han pertenecido.
XlV LA.S INSUB.RBCCIONBS BN CUBA.
Los mismos natura.listss á que nos referimos declaran pa­ ladinamente, que ni la/_n41 ni la flora de Cuba y de las de­ más Antillas son iguales á las del continente americaDo, ,­ que muchas islas las poaeen exclWlivas, existiendo tan solo .algunos fJulonios marinos y ftuviales comun~ á ambaa regio­ nes. Esta declaracion confirma tambien poderosamente nues­ tros principios, pues por remota que fu&1'8 la edad en que ae verificárael supuesto acto de separarse estas islas del veci­ no continente., alguna especieexistiria parecida, entre la.'! de carácter sedentario, á lo ménos, en la série melacológica ter­ restre, y hasta ahora no sabemos que nadie, ni nosotros IIlÍB­
mos, hemos encontrado ninguna. Cierto es que el área ha­ bitual de especies determinlldas tiene reducidos límites, co­ mo sucede con la afiligranada 01l1ind~(Jllf¡, Elliotti en Cu­ ba y la hermosa TrocfllAJlla atellata en la Ü:lla de Pinos; pero hay algunas como el Heliu: au,.icoma, por ejemplo, cumun á casi toda la extension de más de trescientas leguas de la gran­ de Antilla, y áun otras várias especies que bien pudieran en­ contrarse, y no sucede a.si, ni en la peninaula de la Flori­ da, ni en la opuesta del Yucatan. Nada debiéramos decir acer­ ca de los quelonios, pt>rque habitantes. de unas aguas á tán cortas distancias interrumpidas por islas y continentes, pue­ den con gran facilidad trasladarse de unas á otras costas vo­ luntariamente ó arrastrados por las grandes tormentas equi- • nocciales que, con desedperante regularidad, allí en otQño do­ minan. Ni pretendemoo tampoco presentar como prueba los fósiles, entre los cuales ni los naturalistas han encontrado, ni BOsotroshemos podido ver en Cuba., más qu.e moldes de conchas corr~pondientes á épocas modernas y áun algunas iguales" las de molWlcos que en el día viven. Vestigios que no .sirven siquiera para debilitarnos en la idea que poseemos, y en la que, mientras otros restos de la primitiva vida terrestre no se en­ cuentren con oaractéres más determinantes, nos ~rá preciso persistir, creyendo 'lue las Antillas, si DO todas, porque algu­ na .muy insignificante puede deber su origen á dislocaciones en trastornos volcánicos posteriores, han sido en su mayar
INTBODUCCION xv
parte islaB desde que salieron cW fondo de l.ai:1~ en la épo­ ca de11evantamiento de los Andes.
y 8i de las pruebas geológicas pasáramos á. examinar las históricas y tradicionales, no encontrariamos tampoco mejores razones que canfirmá.ran la existencia de un continente donde hoy figuran las Antillas. Es tradicion india recogida por los misioneros (12), que los ClJr4i~", y los demá.s habitantes de aquel archipiélago, procedian del litoral de Tierra firme ó ea­ ribana, de donde huyeron perseguidos por el pueblo a1'Olla­ fI'IU, y saltando de roca en roca, que n:> otra cosa parecen las pequeñas Antillas vecinas al Orinoco, se corrieron de unas. otras islas y las poblaron al fin todas. 8iguiéronles hasta ellas sus enemigos, con quienes empeñaron sangrienta batalla, y pereciendo en la lucha todos los ar01lagues dejaron en poder de los isleños las mujeres que les acompañaban, las cuales de su natural idioma, diferente del de sus nuevos dueños, y de 8U educacion á.un ménos primitiva, dejaron señales en algu­ nos de los puntos que aquellos violentos po~eedores recorrie­ ron. Tales pueden citarse en la isla de Cuba, los nombres de (Jasigua8, pueblo situado entre Jaruco y Bainóa, é igual al de otro que existe en Venezuela. el de la Guanaja, aldea del p&.rtido de Cubitas en Puerto-Príncipe, de la misma den:>mi­ nacion que una isla próxima á. la costa de Honduras, y otro~
vá.rios que seria prolijo enumerar y omitimos por brevedad. Pruebas podriamos presentar tambien para rebatir elorígen
apalaclúno que han pretendid.) algunos reconocer en 10.3 habi­ tantes luca?/os y de las Antillas mayores, supJniendo que p:>r ser el Norte de América la primera parte poblada en aqu~1

XVI LAS INSURRBCCIONBS BN CUBA
mensiones de las ca.nóas en que hacian sus correrías maríti­ mas, salvaron algunos atrevidos navegantes aquella parte procelosa del mar y penetrargn en los terrenos de Apalache por la Florida. Y es lógico creerlo así, tanto más cuanto que caraibe ó caribe en lengua apalacMna significa gente añadi­ da, y no pudieran por cierto llamarse de este modo, si ya ántes hubieran sido estos isleños de aquel antiguo pueblo conocidos.
En los documentos prehistóricos poco puede estudiarse to~
davía, yen los históricos tampoco vemos nada que confirme laexistencia del supuesto continente. Pues si hubieran las An­ tillas formado parte de una tierra firme, y contenido algu­ na poblacion en la época terciaria en que la vida humana apareció en el globo, se hubiesen descubierto en las Lucayas y en la misma Cuba, por ser la principal isla situada más al norte y más próxima á. aquellos apalachinos, que se tenian por los primitivos pobladores de la América, señales del pallO y restos de la industria del hombre antiguo. Pero hasta el día nada se ha visto allí, mientras en algunas regiones situadas mucho más al sur, y en el continente meridional, como las villas de Cáicara y Urbana en la provincia de Guayana y en otras partes de aquella costa, se han encontrado signos de civilizacion primitiva en rocas cubiertas de colosales figuras simbólicas representando caimanes, tigres, enseres domésti­ cos é imágenes del sol y de la luna allí talladas. Signos de que Cuba carece, y por los que debe á la costa firme Cariba­ na atribuírsela una civilizacion y una poblacion más antiguas que á las Antillas, y considerar á sus habitantes de tierra adentro como los aborígenes de los caribes y de los indios del litoral, que más tarde fueron dueños de las islas del Archi­ piélago.
Osadía inaudita é inusitado atrevimiento será quizás en nosotros el separarnos, con esta creencia, de lo que como dog­ ma sentaron algunos sábios, y entre ellos Humboldt, en sus obras. Mas desde que oimos á una de las personas que acom­ pañaron á tan eIninente naturalista en sus excursiones porCu­ ha, que cuando el sábio, armado de su anteojo, flanqueaba
lNTRODUCCION XVlI
las cimas de altas montaiias, para descubrir y dominar ma­ yores horizontes, si le apremiaba el tiempo ó se veia. contra­ riado por los molestias del punto de observacion, nada raras en los extremados climas americanos, solio. dictar de corrido al encargado de apuntar sus observaciones, que á tal latitud ó cual longitud de la altura X, y en direccion al Norte ó al Sur con tales ó cuales extensiones y con ángulos ó sin ellos á. Le­ vante ó á Poniente, debian consignarse tantas ó cuantas mi­ llas de terreno jurásico ó cretáceo, con fallas cnaternarias ó furmaciones modernas, etc., etc.; al saber, decimos con dolor, todo esto de una manera auténtica, no hemos podido ménos de deducir que aqnelsibio, más eucariñado en verdad con sus teorias, que partidario de los lentos trabajos que la observa­ cion de ciertos hechos exige, recorrió con bastante ligereza, estudiando de un modo muy superficial las formaciones de los continentes y de las islas de América.
La de Cuba, pues, teatro de las principales escepas revolu­ cionarias que en el presente libro vamos á. referir; aquel…