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Vol 6, Nº 20 (mayo 2014)
LAS RELACIONES DE CUBA Y JAPÓN ENTRE 1902 Y 1957: APUNTES PARA UNA
PERIODIZACIÓN
Yiliana Mompeller Vázquez
Maestra En Estudios De Asia Y África Especialidad: Japón
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Mompeller Vázquez, Y.: “LAS RELACIONES DE CUBA Y JAPÓN ENTRE 1902 Y
1957: APUNTES PARA UNA PERIODIZACIÓN”: en Observatorio de la Economía y la
Sociedad del Japón, junio 2014. Texto completo en http://www.eumed.net/rev/japon/
Resumen: Este artículo aborda la historia de los nexos económicos, políticos, diplomáticos y
socioculturales de Cuba y Japón entre 1902 y 1957 a partir de documentos atesorados en varios
archivos cubanos y de otras fuentes. El marco temporal refiere el año de reconocimiento
diplomático japonés de la República de Cuba y el momento cumbre de las relaciones entre
ambas naciones al inaugurar embajadas en ambas capitales. El estudio llega a la conclusión de la
existencia de varias etapas de las relaciones dentro del período seleccionado y refiere sus
principales características.
Palabras clave: relaciones, Cuba, Japón, identidad nacional, nexos socioculturales
Las relaciones de Cuba y Japón entre 1902 y 1957: aproximación a una periodización
Luna primaveral,
Ilumínala y muéstrame
La montañosa isla1.
Somo Kato (1825-1879)
Relacionarse ha sido una actividad humana indispensable para la supervivencia; desde los
nexos de naturaleza diversa establecidos por las tribus primitivas entre sí hasta las relaciones
internacionales tal como las concebimos hoy. La evolución de estas últimas ha condicionado su
conceptualización, sujeta a la más amplia teorización de los estudiosos del tema y en
consonancia con el ángulo desde el que se les mire. A pesar de la complejidad que representa
desbrozar el entramado de relaciones establecidas entre los países y clasificarlas según su
naturaleza, si es posible distinguir tres ámbitos rectores de las mismas: el sociocultural, el
económico, y el político2.
El movimiento de los individuos de un lugar a otro, así como su agrupamiento en aras de
solucionar mancomunadamente los problemas, han sido también rasgos que han caracterizado a
la humanidad desde sus albores. Por añadidura, ambos fenómenos han estado estrechamente
relacionados a través del tiempo: los migrantes, una vez asentados, tratan de asociarse a otros
individuos con similares condiciones o pertenecientes al mismo lugar de procedencia. Este
agrupamiento, al tiempo que les permite enfrentar la nueva realidad de forma menos aislada, les
ayuda a insertarse progresivamente en la sociedad de acogida. Estos grupos han tenido una
función histórica decisiva en cuanto a las relaciones entre los países que emiten personas y
aquellos que las acogen.
Aunque muchas son las definiciones que conceptualizan la noción relaciones, este estudio se
referirá a ellas como las actividades concretas de diversa tipología establecidas entre los grupos
humanos y más específicamente, como las acciones entre los nacionales de Cuba y Japón, que
estarán agrupadas por su esencia política, económica o sociocultural. Es válido aclarar que estas
relaciones se analizarán tomando a Cuba como escenario de ocurrencia durante los años 1902 y
1957 en aras de registrar y describir sus períodos constituyentes. Esto coadyuvará a la
periodización de estos vínculos.
Cuba ha sido país receptor de grupos humanos provenientes de varios continentes del
planeta. Si bien es cierto que la conformación de la identidad nacional cubana -en todas sus
1 Este haiku, escrito originalmente en japonés (島山を照らして見せよ春の月, shimayama wo terashi te mise yo
haru no tsuki), parece ser el primero recogido por la historia cuyo contenido fue inspirado por la isla deCuba. Esta
traducción al español corresponde a Vicente Haya, uno de los más reconocidos traductores de haiku en el mundo
hispano. Ver Braulio, Jorge: En clave de haiku. Vislumbres del haiku en Cuba,
(http://jorgebraulio.wordpress.com), El primer haiku en que aparece Cuba
(http://www.vanguardia.co.cu/foros/viewtopic.php) y Yoshimura, Ikuyo: The First Haikuist to Visit the United
States, disponible en www.modernhaiku.org/issue39-1/index.html. 2 El orden en que escribí los ámbitos no responde ni a su ocurrencia en la práctica ni a una inter subordinación entre
ellos.
dimensiones- ha estado determinada por "las influencias aborígenes, hispánicas, africanas,
francesas, franco-haitianas y asiáticas" (Guanche, 1983, p. 15), es importante añadir además la
impronta de otros grupos como el de los europeos y los árabes. Comprender el lugar que ocupan
los inmigrantes y sus actividades dentro de una sociedad determinada provee elementos al
investigador para analizar las relaciones internacionales y sus políticas. Los migrantes son
actores que aportan nuevas cualidades etnoculturales al proceso de reconfiguración de las
identidades nacionales que tiene lugar tanto en sus espacios públicos como privados. Por tanto,
estos ingredientes que se añaden a la dinámica de la sociedad civil determinan sus relaciones al
interior, plantean dilemas y suponen desafíos.
Aunque en el caso de Cuba el exiguo grupo de inmigrantes de origen japonés, si se compara
con el de procedencia china, no representó una indeleble marca merecedora de estudios
posteriores por su impronta (si es que pasamos someramente una mirada sobre el tema), sí es
parte de nuestra historia y ante la ausencia de su estudio, no existen resultados concretos que
proporcionen datos más o menos veraces sobre el tema. Cómo saber qué rasgos ha aportado un
grupo determinado de inmigrantes a la reconfiguración de una nación si no se indaga al respecto.
Muchas interrogantes asisten al encuentro del investigador que se adentra en el estudio de los
vínculos nipo-cubanos en sus inicios: ¿Qué rasgos distintivos caracterizaron el proceso de
llegada, asentamiento y vida de los inmigrantes en Cuba?, ¿qué mecanismos de inserción
utilizaron?, ¿qué tratamiento les dispensó Cuba?, ¿la comunidad japonesa permaneció activa
como minoría étnica y cultural o se diluyó para matizar la nacionalidad cubana?, ¿existieron
relaciones económicas que generaron acciones políticas entre ambos países? Tales respuestas
tratará de abordar este trabajo en sentido general.
El lector preguntará por qué existen tan pocos trabajos incompletos al respecto. Los motivos
que argumentan esta ausencia no son pocos.
En la fecha de elaboración de esta investigación (2009) sólo se encontraba con vida un
japonés originario de los que una vez emigraron desde el continente asiático con destino a Cuba.
El último japonés, aunque en perfectas condiciones de salud, no era capaz de hilvanar una
conversación coherente en español, -mucho menos someterse a una entrevista aunque hubiese
sido en su lengua natal-, dado el estado de su conciencia nonagenaria. Por este motivo, sólo se
pudo contar con el testimonio de los descendientes de otros inmigrantes, nacidos dentro de la
sociedad cubana. La mayoría de ellos, afirmaron desconocer parcial o totalmente las actividades
de sus padres en lo referente a llegada, asentamiento, creación de asociaciones, u otros
mecanismos de inserción social, o de apertura de espacios económicos.
Por su parte, los primeros japoneses asentados en la Isla desconocían el español, hecho que,
junto con su situación precaria, obstaculizó la emisión de documentos en este idioma. Peor aún,
muchos no eran muy versados en la escritura de los ideogramas; los japoneses asentados que
podían escribir en su idioma natal, se encargaban de ayudar a los hijos de los coterráneos en el
aprendizaje y en lo referido a gestiones, cartas, y otros documentos. Desafortunadamente,
tampoco se tuvo acceso a estos últimos ya que han desaparecido en el curso de la historia; bien a
causa del internamiento de los japoneses mayores de edad en la cárcel de Isla de Pinos, ya bien
devorados por el fuego, u otros accidentes.
Sin embargo, se cuenta con unos pocos estudios sobre el tema y documentos dispersos en los
archivos cubanos. Dentro de ellos destacan: Japoneses en Cuba (2002), de Rolando Álvarez
Estévez y Marta Guzmán; el mapa plegable Presencia japonesa en Cuba (2002), de los autores
Rolando Álvarez Estévez, José Ramón Cabrera Martínez y Carlos Miguel Roque Díaz; el libro
La sociedad de la colonia japonesa de la Isla de la Juventud, 100 años de tradiciones (2005) de
Nancy Oropesa Barceló, el libro testimonial Shamisen, de Benita Eiko Iha Sashida, y la
investigación devenida libro La saga japonesa en el occidente cubano, de Rolando J. González
Cabrera, así como otros artículos en revistas y periódicos. Estos trabajos constituyen las últimas
y únicas investigaciones que revelan un cúmulo de información y abren nuevas interrogantes
relacionadas con el tema que se propone abordar este trabajo.
Los primeros japoneses que visitaron Cuba fueron el samurái Tsunenaga Hasekura3 y su
comitiva acompañante, que sumaba 150 hombres. Hicieron escala en la Habana durante un mes
como pausa de su misión diplomática hacia Europa. El segundo visitante fue el botánico
Kumakusu Minamigata en 18814. Ambos contactos esporádicos, aunque pueden mencionarse
como antecedente de las relaciones entre ambas naciones, no generaron relaciones posteriores,
hasta donde se ha sabido.
Empero, el trasiego migratorio desde el archipiélago nipón se marca a partir de septiembre de
1898, fecha en que arribó al puerto de la Habana el vapor Olinda proveniente de Veracruz,
México, con Pablo Osuna a bordo, primer pasajero de origen japonés que informó el periódico El
País en sus entradas de travesías. A partir de esta fecha, y hasta 1998, se produjo la entrada y
asentamiento de los inmigrantes de origen nipón a Cuba; que alcanzó su mayor cifra entre 1924 y
19265.
No obstante, las relaciones formales de reconocimiento mutuo datan de la primera década del
siglo veinte. En 1902, luego de asumir la presidencia de la república –recién instituida a los
efectos del derecho internacional-, el presidente Tomás Estrada Palma envió cartas autógrafas a
los mandatarios6 de numerosos países para informar el suceso y mostrar la buena voluntad de la
nación en cuanto al establecimiento de nuevas relaciones internacionales. La respuesta de los
mandatarios a esta carta presidencial constituyó un acto de reconocimiento de la nación cubana
por parte de la comunidad internacional.
3 Véase el artículo Hasekura, del investigador cubano Rafael López Senra en la revista Opus Habana, 1998. 4 La noticia de esta visita fue referenciada por Rolando Álvarez y Marta Guzmán en el libro Japoneses en Cuba, a
partir de información provista por Naito Goro, inmigrante japonés asentado en la Isla. 5 Rolando Álvarez y Marta Guzmán, Op. Cit., pp. 25-26. 6 La lista de los dignatarios que recibieron y acusaron recibo de la carta del Presidente Estrada Palma puede
consultarse en la página 139 del libro Diplomacia y derecho diplomático, de Ángel Domingo Ferrás Moreno.
El emperador Mutsuhito7(1846-1912), que gobernaba el Japón de aquella época, fue uno de
los monarcas que respondió la misiva presidencial de constitución republicana para “expresaros
Nuestros más ardientes votos porque se afirmen más los lazos de buena relación que subsisten
entre Nuestros dos Gobiernos”8. Sin embargo, y aún cuando existieron consulados cubanos en
Japón para defender los intereses nacionales durante las tres primeras décadas del siglo veinte
por permiso especial imperial, los japoneses no permitieron la creación de una legación cubana
allí hasta tanto no se firmara un acuerdo que regulara las relaciones de diferente naturaleza entre
ambos países. Este hecho ha constituido la fuente de que, desde el punto de vista oficial, la
Habana considerara que las relaciones diplomáticas se iniciaran en 1902, mientras que para
Tokio, en 1929, con el canje de notas diplomáticas para negociar un tratado de comercio y
navegación. A partir de la década de los noventa de ese siglo, ambos países acordaron tomar
1929 como punto de partida diplomático.
Durante esas tres primeras décadas, las relaciones diplomáticas entre ambas naciones
estuvieron a cargo de sus representantes diplomáticos acreditados en Washington, lo que hacía
más largo y difícil el proceso de entendimiento.
De esta forma, el establecimiento de una legación cubana en Japón, y de este país en La
Habana tuvo que esperar hasta 19319, luego de la firma del mencionado tratado10, tal como
exigían los japoneses para formalizar las relaciones. Orestes Ferrara11 fue envestido con el cargo
de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República de Cuba en Japón por el
presidente Gerardo Machado para encabezar dicha legación.
Entre los años 1902 y 1957, si bien los nexos comerciales y políticos entre los países en
cuestión se subordinaron a las formalidades diplomáticas, los vínculos socio culturales
trasgredieron dicho marco, para experimentar un auge en su desarrollo. Diferentes hechos
apoyan este planteamiento: casamientos entre cubanos y japoneses; la creación de varias
asociaciones de inmigrantes nipones radicados en la Isla, o de nacionales con diversos intereses
hacia el archipiélago asiático; el funcionamiento de comercios de diferente envergadura y
naturaleza a partir de productos nipones o servicios dispensados por ciudadanos de este origen; la
7 La bibliografía japonesa también se refiere a este emperador como Meiji, nombre que él mismo seleccionó para
designar su período de gobernación, y que póstumamente se utilizó para referirse a él también. 8 Carta del emperador japonés en respuesta a la de T. Estrada Palma, tras asumir la presidencia de Cuba en 1902. Se
anexa a este trabajo. 9 En la página Web de la embajada cubana en Japón, se lee que la primera legación cubana fue nombrada en 1918,
sin embargo, y ante la ausencia de referencia para sustentar tal dato, se ha considerado 1931 como fecha de creación
de tal institución sobre la base de una carta, que obra en el Archivo Central del MINREX, de Orestes Ferrara a José
T. Barón, en que informa que fue recibido por el emperador japonés a quién entregó las cartas de acreditación como
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República de Cuba de la legación cubana en Tokio. 10 Obra en los anexos de este trabajo. 11 Orestes Ferrara Marino nació en Nápoles, Italia, en 1876. Vino a Cuba luego de culminar los estudios de
abogacía en su país. Instaló un bufete en Cuba donde atendió los negocios de trusts y empresas estadounidenses
establecidas o con negocios en Cuba. Fue embajador en Washington; nombrado Secretario de Estado por José
Miguel Gómez; miembro dirigente del Partido Liberal, consejero de Machado; entre otros cargos. Se distinguió
como Representante de la República y Presidente de la Cámara por sus dotes de polemista. Ver Cuba en la mano.
visita y permanencia temporal de artistas, que incluyó muestras de sus obras; la práctica de artes
marciales originarias de ese país en academias y escuelas fundadas para tal propósito; entre
otros ejemplos menos afortunados como la encarcelación de los nacionales japoneses durante el
período de rompimiento de relaciones entre ambos países.
Luego del restablecimiento de las relaciones en 1952, estas experimentaron un reacomodo
progresivo que derivó en la apertura de sendas embajadas en La Habana y Tokio en 195712, año
que marca el colofón temporal de este trabajo.
En sentido general, este artículo se propone describir y analizar las relaciones sostenidas entre
Cuba y Japón durante el período temporal anteriormente referido. Desde el punto de vista
estructural, este trabajo está dividido en cuatro partes. En la primera se esboza brevemente la
situación política, económica y social que imperaba en ambos archipiélagos así como los
antecedentes de las relaciones entre ellos; en la segunda, se abordan la relaciones a partir de su
establecimiento formal en 1902; la tercera describe los nexos durante el período de la Segunda
Guerra Mundial y la última se dedica al reacomodo de los mismos luego de este período. Se
anexaron varios documentos que sirven de apoyo a este estudio y al final, se ofrecen
conclusiones.
Para finalizar esta introducción, una nota estilística. Utilicé la norma española para el orden
de los nombres japoneses, es decir, nombre primero y apellido después. Sin embargo, en el caso
de los nombres propios, respeté el guión que coloca el sistema Hepburn (romanización del
japonés) sobre las vocales para indicar al lector el alargamiento fonético de éstas.
II- Algunos antecedentes de la situación social de ambos archipiélagos y sus incipientes
contactos antes de 1902
Anterior a 1902, las relaciones entre Cuba y Japón fueron esporádicas y aisladas en cuanto a
frecuencia y volumen; si bien algunos japoneses visitaron la Isla y el fenómeno de la inmigración
proveniente del archipiélago asiático comenzaba a experimentarse de forma incipiente antes de
este año. Es posible distinguir dos etapas dentro de la historia migratoria japonesa: la primera,
desde finales del siglo XIX hasta la década de los 50 del siglo XX y la segunda, desde esa fecha
hasta la actualidad. Ambas etapas han sido antónimas en cuanto a la dirección del flujo de
migrantes puesto que estos partían hacia otros países durante la primera, y a la inversa, hacia
Japón, en la segunda, con la particularidad de que el gobierno favoreció el regreso de los
descendientes de japoneses en aras de conservar su “homogeneidad étnica”.
La experiencia migratoria nipona se inició en 1868. El intervalo entre este año y 1912 se
conoció como período Meiji por la historiografía y durante este, Japón experimentó una apertura
que facilitó el asentamiento de sus habitantes en otros países. El hecho que marca la experiencia
migratoria nipona es la partida de ciento cuarenta y ocho japoneses destinados a trabajar en las
plantaciones de caña de azúcar de Hawai; y a partir de 1885, se produjeron salidas masivas hacia
otros territorios del Pacífico. Asimismo, el proceso colonizador japonés durante aquella época
12 Ver documento Relación de países con los que Cuba tiene relaciones diplomáticas y consulares, Archivo
Central del MINREX.
llevó a sus nacionales más allá de sus fronteras a países de la región como la Península Coreana
y China. De esos años data el asentamiento de los japoneses en países americanos como Estados
Unidos, Brasil, Canadá, Argentina, Perú, y otros, entre los que pudiéramos mencionar a Cuba,
aunque de forma discreta.
Al término de la segunda Guerra Mundial comenzó una masiva migración inversa de antiguos
colonizadores, soldados y repatriados. Durante el período de ocupación estadounidense (1945-
1951), se prohibió la inmigración. En 1952 se retomaron los movimientos de personas, sobre
todo hacia Brasil. Empero el vertiginoso desenvolvimiento de la economía nipona, conocido
como “milagro económico” constituyó una razón que produjo el detenimiento de la salida de
personas durante las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo. A partir de la década
de los años ochenta y noventa del siglo XX y hasta la actualidad, los inmigrantes que han entrado
a Japón han sido, en su mayoría, descendientes de japoneses. Los flujos más importantes de
migrantes hacia el archipiélago nipón provienen de Brasil, Perú, Bolivia, Argentina y Paraguay.
Este regreso se conoce como el “retorno de la diáspora NIKKEI”
Por la parte cubana, al término de la primera Guerra de Independencia contra el dominio
español (1968-1978), la situación económica del país distaba mucho de ser buena. Además de las
consecuencias directas de la contienda, antecedidas por un período de “profunda crisis”13 (1840-
1868) provocada por la ineficacia de los esclavos y la dificultad de sustituirlos, o bien por otros o
por trabajadores asalariados, se pueden mencionar un grupo de factores que propiciaron el
empeoramiento del estado insular. El historiador cubano Le Riverend resume que el cuadro de la
época respondía a la influencia de “la paralización relativa de la expansión hacia el este de la
agricultura comercial y la ganadería intensiva, la formación de capitales y su liquidación súbita, a
consecuencia de la crisis de 1857-1866, la inestabilidad de las exportaciones básicas del país, la
caída definitiva de las exportaciones y de la producción de café, la crisis financiera pública”.14
La ocupación militar estadounidense, y su gobierno, no diseñaron plan alguno para
restablecer el desastre material en que la segunda Guerra de Independencia (que abarcó todas las
provincias) sumió al país. El retorno a la paz no significó un regreso al bienestar, ni mucho
menos al desarrollo. En tanto, la situación política cubana era difusa y el futuro no avizoraba
grandes esperanzas; sin embargo, los cubanos veían arribar al país gran cantidad de extranjeros,
entre agentes comerciales, promotores e inversionistas, que transitaban por él “paseando por
nuestras estrechas calles sus miradas calculadores; con una indiferencia inalterable hacia
nosotros; alucinados con la Jauja que llevan en su fantasía; procurando comprar a vil precio
inmensas tierras, favorecidos por la irreflexión o la adversa suerte de sus actuales
poseedores”15, que entre otros factores, estremecieron los cimientos de la nación al punto de
impeler a sus habitantes al levantamiento en armas.
La no consecución de los objetivos de esta primera acción bélica abocó a los revolucionarios
cubanos a un segundo conflicto entre 1995 y 1998, que, además, de infructuoso, sirvió de pie
forzado para que Estados Unidos entrara definitivamente a regir los destinos económico y
político cubanos, a través de los más diversos mecanismos. El predominio comercial
13 Julio Le Riverend: Historia económica de Cuba, p. 454. 14 Ídem 15 Ídem
estadounidense sobre el mercado cubano llegó a ser tan vasto dada la función preponderante de
las exportaciones. Esta situación también se derivó de la crisis cubana de las relaciones
comerciales experimentada entre 1978 y1902. La proclamación constitucional de la República de
Cuba en 1902 marcó el inicio de la vida republicana “independiente”16, al decir de Manuel
Sanguily en 1902, de la Isla. Durante la intervención militar estadounidense (1899-1901), se
crearon los mecanismos para regular las relaciones entre ambos países y asegurar la
subordinación antillana al imperio. Se hacía realidad el centenario sueño estadounidense de
anexarse, de alguna manera, la Mayor de las Antillas. La administración interventora estructuró
una compleja urdimbre de medidas económicas, políticas, jurídicas y sociales que contribuyeron
a beneficiar al capital estadounidense y a atraer hacia sí la oligarquía insular, siempre lista a
subordinar la independencia y soberanía nacionales a sus intereses económicos.
Sin embargo, la posición intransigente de la resistencia patriótica cubana frente a la anexión y
la dependencia condujeron a que el gobierno interventor diseñara una amañada y novedosa
estrategia de dominación. Ante la inminencia de la instauración de la república y la escasez de
pretextos para justificar la intervención militar hasta tanto se ajustaran los mecanismos de
subordinación, en 1901, el Gobernador Militar recomendó a la Asamblea Constituyente cubana,
convocada a tal fin pero anteriormente desoída en cuanto al destino nacional, votar la futura
constitución y definir, dentro de ella, las relaciones que existirían entre Cuba y los Estados
Unidos en lo subsiguiente. En aras de asegurar sus intereses, el gobierno estadounidense “exigió
a los asambleístas cubanos que adicionaran a la Carta Magna una titulada Enmienda Platt17,
aprobada previamente por el Congreso de su país como parte de la Ley de Presupuesto para el
Ejército, con la amenaza de no retirar sus tropas de la isla si no era aceptada la “sugerencia”18.
Los convenios bilaterales que se firmaron en vísperas de la constitución republicana proveían
la base político-jurídica del dominio neocolonial de Cuba; sin embargo, se necesitaba un
complemento económico. En diciembre de 1902 se firmó el Tratado de Reciprocidad Comercial
entre Cuba y los Estados Unidos. Una vez asentada la novel forma de dependencia, a pesar de la
recia batalla política de los asambleístas cubanos, el gobierno interventor convocó las elecciones
generales y respaldó el partido político del candidato más conveniente a los fines imperialistas.
Esto contribuyó a que Tomás Estrada Palma se alzara con el poder el 20 de mayo de 1902,
además de contar con el apoyo de Máximo Gómez, uno de los próceres de la Guerra de
Independencia. El apéndice constitucional definió el sistema de relaciones que regiría en el
futuro entre ambas naciones, condicionadas por el derecho estadounidense a intervenir
militarmente la isla cuando considerara necesario. Nació así el sistema de dominación
neocolonial, que determinó la vida futura de Cuba, y dentro de ella, sus relaciones
internacionales.
La repercusión de este convenio traspasó el marco comercial bilateral. Además del
tratamiento desigual que imprimió a los productos de ambos países –a la rebaja mutua del veinte
16 La palabra aparece entre comillas puesto que la recién estrenada república nació a partir de la dependencia
constitucional a Los Estados Unidos. 17 Se aprobó el 21 de Julio de 1901 por dieciséis votos a favor, once en contra y cuatro ausentes, a pesar de la
amplia oposición de Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez, y otros patriotas a la humillante injerencia
estadounidense contenida en sus párrafos. (Ver Alicia Céspedes: Las relaciones exteriores de Cuba. Cambios
estructurales (1868-2006), p. 25). Se incluye el texto de esta enmienda a los anexos de este artículo. 18 Véase Concepción Planos Viñals: Cuba: República y dependencia, p. 6
por ciento de los derechos arancelarios propuestos por cada país, se sumaron otras rebajas de
entre el veinticinco y el cuarenta por ciento a un número de productos estadounidenses-,
representó un acuerdo desigual si se considera el nivel de desarrollo industrial de ambos
firmantes. Para empeorar el cuadro, Cuba recién salía de una guerra devastadora contra las tropas
del dominio colonial español. El tratado otorgó a los Estados Unidos la posibilidad de controlar
el mercado de importación cubano que se reflejó en una creciente concentración geográfica de su
comercio exterior. A la concentración geográfica se sumó el efecto que tuvo este acuerdo a la
estructura económica cubana. La monoproducción y monoexportación azucarera, y la
pluriimportación, rasgos del modelo que venía gestándose desde las últimas décadas del siglo
diecinueve, se consolidaron. Estas características delinearon una estructura vulnerable y
dependiente, muy lejos de proveer desarrollo a la recién estrenada república en su totalidad, sino
a la burguesía nacional, relacionada directamente con la élite de poder.
El inicio de los nexos entre los archipiélagos cubano y japonés se referencia en la
historiografía cubana en el siglo diecisiete. El 23 de julio de 1614 “una espectacular comitiva
que, ataviada con exóticas y deslumbrantes vestiduras, encabezaba Hasekura Tsunenaga19(…)
quien portaba sendas embajadas a la Ciudad de Sevilla, al Rey de España y al Papa en Roma”20
hizo escala en laHabana y se mantuvo aquí por espacio de un mes. Posteriormente, arribó a Cuba
el botánico, Kumakusu Minamigata, originario de Wayama, Japón, en el año 1881. El naturalista
permaneció cuatro meses en la Isla y aunque se desconoce a ciencia cierta el objetivo de su
visita, se presume que recolectó especies vegetales autóctonas en áreas vecinas al puerto de la
Habana, donde son particularmente variadas.
1889 marcó el año de entrada del primer japonés a Cuba en calidad de inmigrante. Su
nombre, Pablo Osuna, conduce a pensar que provenía de México u otro país de habla hispana,
donde lo sustituyó por uno castellano. A partir de esta fecha, otros japoneses incursionarían en la
experiencia migratoria hacia la Isla: Kotaro Miyashita en 1900. Salvo estos encuentros sociales,
no existían otros de tipo económico o político. Ambos archipiélagos, tan distantes
geográficamente, también experimentaban gran distancia desde el punto de vista del comercio y
las relaciones diplomáticas.
III-Relaciones formales a partir de 1902
En 1902, el nuevo gobierno de la república nombró para presidir la Secretaría de Estado y
Justicia a Carlos de Zaldo y Beurmann21, que organizó el Departamento de Estado por Decreto
Presidencial número 22 de 31 de mayo de 190222 . En 1906, se designó como secretario de este
departamento a Juan Francisco O’Farrill, que se estructuró en los negociados de Cancillería,
19 Samurái al servicio de Masamune Date, señor del feudo de Oshu, en Japón. Posteriormente, la escuela de
enseñanza media y superior de Sendai, base de dicho feudo, donó una estatua de Hasekura a la Oficina del
Historiador de la Ciudad de la Habana, que puede ser admirada en la Avenida del Puerto, pues se colocó frente al
canal de entrada del Puerto de la Habana. 20Ver Rafael López Senra: Op. Cit., pp. 64-67. 21 Carlos de Zaldo y Beurmann inició sus actividades dentro del autonomismo, y a partir de 1882 se relacionó con
grupos independentistas. Obligado a salir del país por sus actividades anticoloniales, se estableció en Estados Unidos
donde ingresó a la Junta Revolucionaria de Nueva York. En el seno de esta, colaboró estrechamente con Tomás
Estrada Palma. 22 Ver Alicia Céspedes: Las relaciones exteriores de Cuba. Cambios estructurales (1868-2006), pp. 24 y 25.
Asuntos Contenciosos, Contabilidad, Interpretación de Lenguas, Personal y Cargos, y Asuntos
Comerciales. En los próximos mandatos, la designación de la presidencia de la Secretaría y
Departamento de Estado estuvo sujeta a los presidentes electos. Más adelante, el Departamento
de Estado pasó a estar constituido por los negociados de Cancillería; Reclamaciones y
Nacionalizaciones, Asuntos Consulares; Personal, Bienes y Cuentas, y de Asuntos Generales y
Canje Internacional. Posteriormente, se añadió el Negociado de la Liga de las Naciones.
Durante este período se establecieron normas para regular las relaciones del cuerpo
diplomático exterior con las autoridades del país, así como la precedencia para asistir a actos
oficiales. Fueron refrendadas las leyes Orgánica del Servicio Exterior, Arancelaria Consular, y
de Inmigración que justificó el empleo de un millón de pesos para el fomento de la inmigración y
colonización. Durante los sucesivos gobiernos, a saber, los de José Miguel Gómez (1909-1913) y
Mario García Menocal (1913-1921), y hasta finales del primer mandato de Gerardo Machado,
(1929) se adoptaron otras regulaciones medulares23.
Sin embargo, las primeras negociaciones del mandato del presidente T. Estrada Palma con el
exterior se iniciaron bajo la amenaza de la Enmienda Platt, inicio de un proceso de limitación de
la soberanía cubana, que continuó con el Tratado de Reciprocidad Comercial con Estados
Unidos, los Tratados permanentes y de las estaciones carboneras y navales, el Convenio entre
Cuba y Estados Unidos, las Negociaciones para el Empréstito de 35 millones de pesos para el
pago del Ejército Libertador, entre otras de naturaleza subordinante.
Hacia 1904, Cuba tenía como representaciones diplomáticas en el exterior, legaciones en los
Estados Unidos, España y México; un consulado general en Alemania, y consulados en Bélgica,
Francia, Guatemala, Italia, Venezuela y Uruguay. Bajo el gobierno de José Miguel Gómez
(1909-1913), se reorganizaron los servicios diplomáticos y consulares y se crearon legaciones en
Chile; Argentina, con un consulado en Rosario; Brasil; Noruega; Uruguay; Holanda y Alemania,
con cuatro consulados.
A pesar de que el Emperador japonés Mutsuhito respondió al anuncio del presidente Tomás
Estrada Palma respecto a la constitución republicana cubana y su intención de integrarse a la
comunidad internacional a través de una carta pletórica de buena voluntad y deseos de afirmar
los lazos existentes entre ambos países y que este acto constituyó el reconocimiento nipón de
Cuba como un miembro más de las naciones del mundo, y por tanto, como un agente económico
potencial, las autoridades del país asiático sostenían como condición para la realización de las
relaciones diplomáticas la firma de un acuerdo que regulara las relaciones entre ambas naciones.
En sentido general, durante las tres primeras décadas del siglo veinte, las relaciones nipo-
cubanas se realizaron a partir de los representantes diplomáticos nombrados por ambos países
ante Washington. Puede imaginarse el lector lo lento que sería el proceso de entendimiento
mutuo. Por ejemplo, en mayo de 1906, se envió a los Estados Unidos la suma de 66,38 dólares
que recolectó un pueblo de la provincia Matanzas con destino a ayudar a los habitantes
menesterosos de las provincias del norte de Japón. En 192324 y 1927, se expidieron sendas notas
23Ver Alicia Céspedes: Op. Cit., pp. 30 y 31. 24 En este año, el entonces cónsul cubano en Yokohama, Próspero Pichardo, perdió a su hijo pequeño a causa de un
brote de influenza en Japón. Regresó a su tierra junto a su familia para enterrar al niño. Cuando regresó al
de condolencia al pueblo y Estado japoneses a causa de los terremotos acaecidos allí en ambos
años. No se sabe a ciencia cierta cuánto se demoraron en llegar, pero se presume que bastante
más que si la vía hubiese sido más directa.
Aún cuando Cuba nombró cónsules para algunas zonas de Japón como Yokohama, Kobe,
Nagoya y Osaka en aras de tener representación diplomática parcial al menos, las autoridades
japonesas no permitieron la creación de una legación cubana hasta tanto no se suscribiera el
tratado de regulación de las relaciones comerciales nipo-cubanas, lo que hizo patente el gobierno
japonés a Cuba a través de una carta del señor Siuzo Aoki, ministro embajador japonés en
Washington, en 190725. Cuba comenzó a analizar la conveniencia de firmar dicho tratado de
amistad y comercio en 1915 ante el interés japonés por el tabaco y el azúcar cubanas y la
mención de posibilidad de establecimiento de líneas de vapores nipones con escala en la Habana,
lo que se concretó en el año 1929 por la compañía Nippon Yusen Kaisha.
En el septiembre del mismo año, y ante la inminente concertación de un acuerdo entre ambos
países, tuvieron lugar otros hechos de relevancia político-diplomática. Se destaca la escala en La
Habana durante su cruce del Atlántico de los buques de guerra ASAMA e IWATE de la
Escuadrilla Japonesa de Instrucción. Gerardo Machado aceptó la solicitud de audiencia hecha
por el comandante del escuadrón y los capitanes de sus buques constituyentes, e invitó a los
visitantes a escoger la fecha y hora en que les acomodara efectuar el encuentro.
Finalmente, el 29 de diciembre tuvo lugar la firma y canje de notas diplomáticas entre Orestes
Ferrara26, embajador de Cuba en Washington y su contraparte japonesa allí. El objetivo de este
intercambio fue la concesión recíproca del trato de nación favorecida en lo referente a
ciudadanía, comercio y navegación; además de la declaración japonesa de “no tener intención de
reclamar el beneficio de preferencias aduaneras concedido por Cuba a los Estados Unidos en el
Tratado de Reciprocidad Comercial de 1903”27. Este hecho se tomó en el futuro como la fecha
de inicio de las relaciones entre Cuba y Japón, a punto de conmemorar 81 años de su
establecimiento.
El primer documento que refiere el comercio de Cuba y Japón a que la investigadora tuvo
acceso fue Memoria Comercial del Cónsul General de Cuba en Yokohama, Japón,
archipiélago nipón, tuvo lugar el terremoto de Kanto y fue testigo de sus horrores, como cuenta en sus escritos
posteriores. El consulado cubano quedó arrasado tras el derrumbe del edificio que lo albergaba. Afortunadamente,
fue recogido, junto a otros diplomáticos, por un barco estadounidense y trasladado a Kobe, en donde se encontró con
Plácido Domínguez Romay, cónsul de aquel distrito. (Información cortesía de Mercedes Crespo, ex diplomática e
investigadora cubana de temas asiáticos recientemente galardonada por la embajada de Japón en con la orden ) 25Carta de Siuzo Aoki 26Orestes Ferrara Marino nació en 1876 en Nápoles, Italia. Vino a Cuba después de terminados sus estudios de
abogado en su país. Fue amigo de José Migue Gómez. Instaló un bufete en Cuba y atendió los negocios de trusts y
empresas yanquis establecidos o con negocios en Cuba. Fue embajador en Washington y nombrado Secretario de
Estado por el mencionado presidente. Se destacó como miembro dirigente del Partido Liberal, y Consejero de
Gerardo Machado. También se distinguió en sus funciones como Representante de la República y Presidente de la
Cámara por sus dotes de polemista. Escribió varios libros, entre ellos Páginas sueltas de la guerra de Cuba. Alcanzó
el grado de coronel. Ver Cuba en la mano. (Referenciado por Alicia Céspedes en Op. Cit., p. 36) 27 Carta del Secretario de Estado, Rafael Martínez Ortíz, al Embajador de Cuba en Washington, Orestes Ferrara
Marino, 21 de enero de 1930. (Documento contenido en la cajuelas JAPÓN, Archivo Central del Minrex)
correspondiente al año 1907, por Enrique Ramsdem28. En sentido general, el informe aborda el
comercio general, exportación, importación, exposiciones y estado sanitario de Japón; la
importación y exportación del puerto de Yokohama; así como el comercio con Cuba. Además,
el material contrasta algunos datos comerciales de ese año con otros relativos a 1905 y 1906. En
el año de emisión del documento, no había cubanos inscriptos en ese distrito consular.
A partir de este documento, se pudo conocer la certificación de más de cien facturas en
Yokohama, que fungía como Consulado General de Cuba en Japón, por un monto superior al
cuarto de millón de yenes29. Entre los productos que Cuba importó se mencionan la seda (bruta
en piezas); laca, papel, bambú y porcelana, en menor cuantía; y otros dentro de la categoría de
varios. Sólo se menciona la importación de unas pocas cajas de tabaco cubano. El envío de estas
mercancías tenía lugar través del puerto de San francisco, Estados Unidos, y de “los puertos
americanos del Golfo de México”30. Desde luego, y tal como menciona Ramsden en el informe,
“(…) el Canal de Panamá será de gran provecho” para las negociaciones futuras de ambas
naciones.
Ramsden atribuyó la casi nula importación de productos cubanos a que “nuestros productos
son similares a muchos de los de las Islas del Pacífico, y de este Continente, que, debido a sus
cercanas posiciones geográficas y especiales condiciones económicas, no nos permiten competir
con ventaja”. Aunque, por otra parte, se mostró satisfecho con el ritmo de las acciones
emprendidas para ampliar el conocimiento bilateral de productos, como primer paso
imprescindible.
Anterior a la creación del consulado general, la exportación de productos japoneses se hacía a
través de la mediación de casas chinas establecidas en ambos países, y en el caso de Cuba, sólo
en la Capital. A partir de la gestión del cónsul, se estableció una comunicación directa entre
japoneses y extranjeros residentes en Japón con casas comerciales cubanas o españolas
establecidas en Cuba, y hasta se estableció una casa comercial japonesa en La Habana. Ramsden
refirió que “he puesto en comunicación directa a varias casas extranjeras establecidas en
Yokohama, con casas comerciales cubanas y españolas, no limitándose a La Habana, como
anteriormente, sino también a Santiago de Cuba y Cienfuegos, con feliz éxito, ya que se han
hecho varias expediciones para iniciar este comercio, debido a la propaganda insular”.
Entre los años 1915 y 1918, además de los productos mencionados, Cuba importaba arroz
japonés de la Casa Exportadora Mitsui31, a través de los Estados Unidos. En ocasiones, las cargas
eran detenidas antes de entrar a puertos estadounidenses a falta de permiso de entrada, que debía
ser tramitado por los representantes diplomáticos de ambos países en Washington. Esta situación
demoraba el comercio, como puede suponerse. Otros productos que Cuba obtenía de Japón eran
juguetes y lápices.
3.1- Relaciones socioculturales del período
28 Primer cónsul de Cuba en Japón (Yokohama, 1906). En 1907, fue nombrado encargado de negocios de su país en
esa nación. 29De acuerdo a la mencionada Memoria Consular, 1 yen equivalía a $0,50 oro estadounidense. 30Ramsden, Enrique: Memoria comercial del cónsul general de Cuba en Yokohama, Japón, correspondiente al año
1907. (Documento que obra en el Archivo Central del Minrex) 31Se presume que sea ésta la casa exportadora establecida en La Habana en 1907, según reflejó Enrique Ramsden.
Las relaciones socioculturales de este primer período fueron bastante intensas en cuanto a
entrada y asentamiento de los inmigrantes y los grupos instituidos por ellos si se compara con
otra época. De acuerdo con datos provenientes del archivo personal de Naito Goro, inmigrante
japonés asentado en la Isla, hasta el año 2000 habían entrado mil ciento setenta japoneses
originarios32.
Durante las tres primeras décadas del siglo veinte se produjo la entrada del mayor volumen de
inmigrantes japoneses a la Isla. Si descontamos los ocho japoneses que contaban en las cifras del
informe del Censo de Cuba en 1899; entre 1902 y 1929 entraron a la isla en calidad de
inmigrantes 105733 japoneses. El Nuevo Continente, y en particular la Isla, constituyeron un
destino promisorio para los migrantes, que venían atraídos por la propaganda del Boom
azucarero cubano y las condiciones económicas favorables en torno a este. Otro elemento que se
difundió por aquellos años fue el carácter cosmopolita del país y su beneplácito de recibir
inmigrantes de varias naciones.
Variadas fueron las vías de llegada. Las condiciones del viaje que debían emprender producto
de la escasez de dinero, eran difíciles. Durante las dos primeras décadas del siglo veinte, la
travesía duraba dos meses bajo pésimas circunstancias de alimentación y aseo. Los barcos que
hacían esta travesía fueron Rakuyomaru, Ginyomaru, Anyomaru, Seiyomaru y Sumiyomaru.
Posteriormente, los viajes se hacían a través de los Estados Unidos, por el precio de ciento
sesenta y cinco dólares – o sea, una pequeña fortuna si consideramos que cien yenes de entonces
equivalían a cuarenta y siete dólares; o a través de líneas marítimas hasta Panamá, y luego en
buques bananeros de la Flota Blanca de la United Fruit Company hasta La Habana. En términos
generales, el viaje tomaba algo más de un mes hasta los puertos de América, y cinco días hasta la
capital cubana.
Okinawa fue la provincia desde la que llegaron la mayor cantidad de inmigrantes a Cuba;
seguida por Hiroshima, Kumamoto, Niigata, Fukuoka, Wakayama, Kochi, Fukushima, Nagano,
Okayama34, y otras que emitieron volúmenes mínimos. Muchos japoneses no llegaron
directamente desde estos sitios sino desde otros países de América Latina como México, Perú,
Panamá, Guatemala, Argentina, y otros. Una vez en Cuba, los asentamientos tuvieron lugar en
todas las actuales catorce provincias cubanas. Se destacan dentro de ellas por la cantidad de
individuos La Habana, Pinar del Río, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, y el
municipio especial Isla de Pinos.
En 1905, el japonés Keitaro Ohira se asentó en La Habana proveniente de México. Este señor
estableció un comercio de productos variados en una transitada arteria del actual barrio Habana
Vieja y se dedicó además al negocio de traer coterráneos al país: trescientos ochenta de ellos
entre 1924 y 192635. Durante estos tres años, se produjo la mayor oleada migratoria de japoneses
a Cuba. El señor Ohira fungió como agente contratista de la compañía japonesa Oversea para
32 Ver Rolando Álvarez: Japoneses en Cuba, p. 24 y 25. 33 Cifra calculada por la autora a partir de la tabla que ofrece Rolando Álvarez en Op. Cit, elaborada a partir del
documento Inmigración y movimiento de pasajeros entre 1902 y 1931, que obra en el Archivo Nacional de Cuba. 34 Ver Op. Cit, pp. 32 y 33. 35Ver Rolando Álvarez: Op. Cit., p.15 y el mapa plegable Japoneses en Cuba, de la Fundación Fernando Ortíz.
traer a Cuba mano de obra nipona a trabajar para la oligarquía azucarera de Las Villas y
Camagüey. En el período1924-1926, los barcos japoneses de esta compañía tocaron puerto
cubano a tal fin en dieciocho ocasiones.
Los primeros japoneses asentados en la Isla se dedicaron a la administración de pequeños
negocios u otras actividades. Durante la década del veinte, vinieron contratados para ejercer
labores agrícolas en los cultivos de caña de azúcar, de forma no muy diferente a la fuerza laboral
importada por Cuba desde Haití y Jamaica, conocida como braceros.
El ciudadano cubano pudo asociarse con carácter formal desde el siglo XIX al amparo de la
Ley de Asociaciones dictada por Real Decreto en 1888. Esta ley estableció el derecho de
asociación como ejercicio libre de los ciudadanos de la antigua colonia de Cuba. De acuerdo con
lo preceptuado en la misma, se sometieron a sus regulaciones todos los grupos,
independientemente de su carácter, como políticos, religiosos, artísticos, étnicos, benéficos, de
recreo, entre otros. La creación de una asociación debía estar acreditada por un documento
emitido por el registro de asociaciones que certificara la no existencia de otro grupo con igual
nombre entre los ya asentados. (Verdecia Hernández et. al, 1989, 81) Se exigía, además, la
presentación del reglamento de la asociación, así como la declaración de su carácter o naturaleza,
domicilio legal, presidencia y membrecía.
Con el paso de los años, la Ley de Asociaciones fue modificada en varias ocasiones aunque
no afectó en lo esencial el desarrollo del asociacionismo dentro de la democracia burguesa del
período colonial. Dichas modificaciones reafirmaron la posibilidad del ciudadano de actuar a
través de las estructuras asociativas en pos de reformar la convivencia social siempre en los
marcos jurídicos. En la década de los cincuenta, específicamente durante la segunda mitad, el
gobierno de Fulgencio Batista obstaculizó el funcionamiento de las asociaciones a través de
leyes más rígidas a las que debían someterse36. Este comportamiento estaba encaminado a la
desarticulación de la sociedad civil cubana como espacio de oposición al gobierno. El
incumplimiento de estas exigencias conllevó muchas veces a la disolución de estos grupos por
parte de las autoridades.37.
Se puede decir que los inmigrantes japoneses trataron de agruparse en los lugares de Cuba en
que se asentaron38. El lector puede acceder a fotografías de algunas colonias japonesas de
diferentes zonas cubanas de asentamiento en el libro Japoneses en Cuba. Muchos de estos
grupos no generaron documentos históricos en tanto no se asentaron en el Registro de
Asociaciones, fondo que obra en el ANC en la actualidad. El desconocimiento del idioma
36 Por ejemplo, la ley del 18 de enero de 1955 establecía en su artículo 1 que: "para efectuar cualquier reunión o acto
en lugares públicos, así como para efectuar desfiles, cualquiera que fuese el carácter de los mismos, deberán los
autorizados solicitar y obtener permiso del Ministerio de Gobernación". ("Ley Decreto No. 1907", en la Gaceta
Oficial de la República de Cuba, La Habana, 27 de febrero de 1955.)
37 Pablo A. Riaño San Marful en su investigación Asociaciones cívicas en Cuba en la antesala de la revolución,
p.139, presenta una tabla de inscripciones y cancelaciones de estructuras asociativas entre los años 1950 y 1958 a
partir de una muestra de 38 asociaciones autodenominadas como tales. El gráfico muestra la cancelación de 24 de
ellas, 21 de las cuales ocurrieron sólo en 1956. 38Existen indicios del asentamiento de los inmigrantes japoneses en cuarenta y seis lugares de las antiguas seis
provincias de Cuba. Ver libro Japoneses en Cuba de Rolando Álvarez y Marta Guzmán.
español y de las normas regulatorias del proceso de asociacionismo de la época, así como la
pobreza de los individuos justifican este comportamiento que obstaculiza su estudio actual.
Según el trabajo investigativo de Rolando Álvarez y de otros investigadores de la Fundación
Fernando Ortíz, durante las tres primeras décadas del siglo veinte cubano, los inmigrantes
japoneses constituyeron cinco asociaciones, a saber, Asociación de Productores Japoneses,
Sociedad Japonesa de Cuba, Cooperativa Agrícola de la Isla de Pinos, y dos sin representación
oficial, presididas por Tomehachi Kobayashi en la Isla de Pinos y por Keitaro Ohira en La
Habana. La autora encontró inscripto en el Registro de Asociaciones el grupo denominado
Showakai, Asociación Japonesa, lo que conduce a pensar que así se llamó la estructura dirigida
por el señor Ohira, que aunó las actividades de quince inmigrantes de la Habana. Los cinco
grupos fueron constituidos enteramente por japoneses y funcionaron como sociedades de
asistencia, instrucción y recreo, cuyos objetivos principales fueron proveer a sus asociados con
toda clase de ayuda en cuanto a trabajo, tanto agrícola, comercial, u otro, así como fomentar la
inmigración de otros japoneses y aumentar las relaciones amistosas entre Cuba y Japón.
Otra manifestación de las relaciones interculturales cubano-japonesas de esta época fue la
presentación en Cuba del artista circense nipón Kokichi Shimizu39 entre 1911 y 1920. Durante
esos años, trabajó en los circos Canaria y Veytía que lo presentó en las provincias de Villa Clara,
Camagüey y Oriente. En Cuba, se le conoció por el nombre artístico Little Kokichi. Otros
artistas40 también visitaron y trabajaron en La Habana:
Mokutaro Kinoshita (1885-1945). Aunque se desconoce la fecha de su estancia en Cuba,
indicios de la misma pudieron conocerse cuando en 1939 se divulgaron en Japón dibujos suyos
que complementaban el ensayo “Viaje a Cuba”, sobre sus impresiones de la visita a esta isla.
Estos dibujos se tienen como los primeros de factura nipona sobre paisajes cubanos; sus títulos
son: La Habana, Restaurante Florida, Vendedor de periódico, Llanura de las afueras de La
Habana y La noche de La Habana.
Hiroshi Kambara (1892- 1970). Ingresó a la Academia de San Alejandro, escuela de pintura de
la Habana, en 1916. En 1920 exhibió dos de sus obras en exposiciones que tuvieron lugar en el
Hotel Plaza y en la biblioteca del Museo de Bellas Artes. Estas obras fueron Paisaje y Marina,
ambas al óleo. Sus memorias reproducen muchos hechos de la sociedad habanera de la época.
A partir de esta fuente, se pudo conocer que durante su paso por la Habana se relacionó
profesionalmente con Manuel Cortina, secretario del entonces presidente del país y
posteriormente Secretario de Estado, y que luego devendría su mecenas. El señor Manuel le
propuso ejecutar un proyecto en su hacienda de Pinar del Río que fuera representativo de la
cultura asiática.
De esta forma, allí dirigió una obra de alto sentido estético que incluyó un lago artificial,
muelles y pasos en forma de arco sobre los arroyos, una piscina techada junto al río, fuentes,
estanques, esculturas, jardines, glorietas, bancos, jaulas para aves, sitio para baños medicinales, y
una casa japonesa para la ceremonia del té con la finalidad de alojar las colecciones de arte que
Cortina atesoraba. El artista dibujó 10 cuadros de paisajes campestres y costumbristas de Japón
39Kokichi Shimizu se asentó en el pueblo Cruces (Antigua provincia Las Villas) donde se casó con una cubana y
tuvo tres hijos con ella. 40 Ver la ponencia Pintores japoneses en Cuba, de Mercedes Crespo.
en las puertas corredizas de aquella cabaña, algunas se conservan en el Museo Provincial de
Pinar del Río. La ejecutoria de la obra tuvo lugar entre 1920 y 1940 por artesanos cubanos y un
constructor japonés de apellido Nakagawa, contratado a través de su gestión diplomática. En la
actualidad, la Hacienda Cortina en Pinar del Río conserva su otrora diseño, símbolos y estatuas
con técnicas japonesas.
En 1922, la VII Exposición de Arte de Kobe incluyó dos de sus obras realizadas en la Isla: Las
afueras de La Habana y el Bohío de María. Desafortunadamente, ambas desaparecieron durante
los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial a esa ciudad portuaria.
Tamiji Kitagawa (1894- 1989). Realizó una visita a Cuba entre agosto y septiembre de 1921.
Luego, prosiguió viaje hacia México, en donde se estableció y trabajó por varias décadas.
Durante los meses de estancia en la Isla, pintó varios cuadros. De ellos se conserva aún uno
titulado Paisaje con Palmas, que tiene escrito al dorso Cerro del Agua. Se presume que pudiera
ser un retrato de la actual Calzada de Ayestarán, antiguamente denominada Avenida del Cerro.
Tetsuo Hama. Este pintor japonés vivió en la ciudad de La Habana alrededor de 1920. No se ha
encontrado información acerca de él en las enciclopedias de arte japonés y cubanas consultadas.
Se sabe por los escritos del poeta José Zacarías Tallet y del músico y escritor Leonardo Acosta,
ambos cubanos, que vivió en una casa de alquiler de habitaciones ubicada en la calle San Lázaro
y que estaba encantado con los paisajes de la ciudad y los colores del país. Se conoció además
que el pintor llenó de murales dormitorio que ocupaba y que no recibía visitas mientras pintaba
pues lo hacía desnudo. Hasta donde se ha podido indagar, no se conoce el motivo de
asentamiento en la Isla ni otros detalles de su vida y obra.
3.2- Relaciones políticas y diplomáticas del período
A la altura de los años treinta del siglo veinte, las relaciones políticas, económicas y sociales
de Cuba para con el mundo continuaban subordinadas a las condiciones establecidas por la
Enmienda Platt, los tratados Permanente y de Reciprocidad Comercial, y el de arriendo de
terrenos para bases navales y carboneras, entre otros, suscritos entre la Isla y los Estados Unidos.
Durante las dos próximas décadas, estos vínculos internacionales estarán de similar forma
condicionados por el Tratado de Reciprocidad Comercial de 1934. Sin embargo, treinta años de
hegemonía estadounidense sobre el mercado y la política cubanos modificó el pensamiento y las
estrategias gubernamentales, favorables ahora a diversificar los destinos de los productos
cubanos, a pesar de los impedimentos jurídicos.
Cuba arribó a la tercera década del siglo bajo la influencia de la crisis mundial de 1929 –en el
plano internacional- y del represivo segundo mandato gubernamental de Gerardo Machado. El
país finalizaba una compleja década caracterizada por el deterioro de las instituciones
republicanas, la escandalosa corrupción político-administrativa, la acumulación de problemas
sociales, la irritante política neocolonial estadounidense, las secuelas de la crisis económica de
1921-1922 y la maduración de la conciencia nacional frente a las nuevas condiciones. El
programa del primer mandato de Gerardo Machado (1925-1929) potenciaba el desarrollo de la
empresa nacional y otros elementos de reformulación del sistema, que optaba por superar sus
deficiencias pero conservarlo, desde una posición vasalla del imperio norteño. Bajo su segundo
período de gobernación se suscribieron numerosos acuerdos con el exterior, entre ellos, el
Convenio de Comercio entre la República de Cuba y el Imperio del Japón.
En este período, Cuba estaba representada en el exterior por tres embajadas (Washington,
Madrid y México), 26 legaciones y 76 consulados (26 en los Estados Unidos, 18 en España y 12
en Gran Bretaña41). Una de estas legaciones era la inaugurada en Tokio en 1931. Que sólo se
abrió posterior a la firma del tratado42 entre ambas naciones, lo que representó un salto
cualitativo y cuantitativo de sus relaciones de todo tipo. Cuatro artículos constituyeron este
convenio; a través de ellos no sólo se reguló el comercio entre ambos países, sino el tratamiento
mutuo a sus nacionales emigrados. Además, aún cuando sólo estuvo vigente por un año, devino
la base de las relaciones político-diplomáticas para el futuro, tal como exigía Japón. A
continuación se ofrece una reseña de sus cuatro artículos.
El primer artículo garantizó a Japón el acceso a la tarifa mínima del Arancel de Aduanas
cubano para la importación de sus productos por parte de Cuba. Además, estableció un límite al
valor total de productos importados por Cuba –hasta un millón de pesos moneda nacional
cubana, y normalizó que los productos estuviesen acompañados de un Certificado de Origen
emitido por la Federación de Asociaciones Japonesas de Exportadores. Este artículo estipuló
específicamente la importación cubana de tejidos de algodón y sus manufacturas desde Japón por
un valor de hasta cuatrocientos mil pesos moneda nacional cubana con el beneficio de la tarifa
mínima del mencionado arancel.
El segundo artículo estableció la tarifa de un dos por ciento del valor declarado –por concepto
de derechos de certificación, como máximo- a las facturas de los productos japoneses. El tercer
artículo estableció la obligación a Japón de importar anualmente productos cubanos directamente
desde la Isla por un valor nunca inferior a quinientos mil pesos moneda nacional cubana, dentro
de los que el cincuenta por ciento sería de tabaco elaborado, en rama o como picadura o
cigarrillos. Se otorgó tres meses más, además del año del convenio, de ser necesario en aras de
completar la cuota mínima impuesta. En el cuarto artículo se fijaron los plazos para el canje de
las ratificaciones bilaterales del trato y su duración, así como el proceder en tanto no se
cumplieran los términos convenidos.
Huelga el comentario en cuanto al revuelo que suscitó este acuerdo al interior de los Estados
Unidos, aún cuando en su preámbulo quedaba aclarado a Japón la posición preferencial del país
norteño en virtud del Tratado de Reciprocidad…, y la aceptación nipona de tal circunstancia.
Baste mencionar la carta de Stimson, entonces Secretario de Estado estadounidense, para
recordarle a los cubanos lo establecido por la Enmienda Platt en relación con este tipo de
convenios, y la explosión de noticias en periódicos del Norte ante lo que consideraron
exageradamente la colonización comercial japonesa de la Isla.
Ciertamente, entre 1932 y 1935 y luego de los privilegios aduanales a los textiles japoneses,
los productores nacionales sufrieron un severo embate que se sintió además en los Estados
Unidos, a causa de la competencia de los excelentes productos textiles nipones. La prensa de la
41 Referenciado por Alicia Céspedes en Op. Cit., p. 36. 42Se anexa a este trabajo
época se hizo eco de esta situación ampliamente. La producción textil nacional sufrió el revés
más nocivo, aunque otros productos de la Isla también sufrieron daños.
Lo más relevante acaecido en el terreno diplomático entre ambas naciones fue que el gobierno
cubano nombró a Orestes Ferrara y Marino para presidir su legación en Tokio. El Emperador
recibió sus cartas de acreditación como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de su
nación en esa ciudad en mayo de 1931.
3.3- Nexos socioculturales
Las relaciones socioculturales que destacan en este período, además de la entrada de nuevos
inmigrantes aunque ya en menor número, y la actividad de las asociaciones ya instituidas, es la
visita y exposición del pintor japonés Tsuguharu Foujita. La obra de este pintor y el juicio
favorable de la crítica especializada, fueron conocidas en nuestro país a través de los
corresponsales de varios órganos de prensa cubanos; así como de pintores y escritores que se
encontraban en París y que establecieron una relación con el artista. Foujita era ya reconocido
como representante del arte oriental en Occidente en cuanto a los temas clásicos de la pintura
como el retrato, el desnudo, el paisaje y la naturaleza muerta.
La Habana conoció de su potencial visita en 1931 a través de un artículo –ilustrado con tres
dibujos del artista, de la revista cultural Social. Foujita y Madeleine, su cuarta esposa, arribaron a
la Habana el 28 de octubre de 1932 cumpliendo con la invitación de los amigos cubanos Alejo
Carpentier, Conrado Massaguer, Antonio Gattorno, Juan José Sicre y Armando Maribona.
Foujita y su esposa llegaron a la capital cubana en el vapor Santa Clara, procedente de Chile
en tránsito a México. Fue muy amable al ofrecer innumerables entrevistas a la prensa, varias de
ellas en el hotel Plaza, único lugar donde se alojó. Su amigo de París, Armando Maribona,
periodista, caricaturista, y pintor, fue la persona que más tiempo estuvo a su lado en visitas,
reuniones con los artistas plásticos cubanos y diversos paseos. De sus visitas a los cafés del
Paseo del Prado, Foujita dijo “le recordaban el boulevard de Montparnasse”. Otro lugar de su
interés fue el teatro Alhambra. Uno de sus anhelos fue conocer algún central azucarero y,
atendiendo a esa solicitud, fue llevado al ingenio Toledo, en las afueras de La Habana y al
central Santa Amalia.
A su llegada a la Habana, Foujita expresó a un periodista que pensaba quedarse sólo ocho
días, período que se extendió a un mes gracias al trato exquisito que recibió en la Isla. En
reciprocidad a los desvelos de sus amigos, y ante la solicitud insistente del público, el artista
organizó una exhibición en los locales del Lyceum del Vedado, institución creada por un grupo
de damas cubanas en 1929 para promover y estimular la pintura moderna del país. En esos días,
la institución presentaba una «Exposición Única», con obras de los mejores pintores cubanos,
que decidieron retirarlas para dar paso a las del invitado.
El 9 de noviembre se inició a única exposición de Foujita en Cuba, que se extendió por cinco
días. La muestra incluyó treinta y tres dibujos y pinturas, algunos pintados para la ocasión,
pues Foujita había vendido muchos de los cuadros traídos de Europa en otros países
latinoamericanos por los que había pasado antes de Cuba. Las palabras de apertura de la
exposición estuvieron a cargo de Jorge Mañach que expresó: “Foujita representa un ejemplo de
cómo es posible adecuarse a lo ajeno sin desertar de lo propio; crearse un modo internacional
de expresión sin renunciar a los elementos vernáculos de naturaleza y de cultura”. A la
exposición asistieron destacadas figuras del quehacer artístico y literario cubano de la época,
entre ellos: Eduardo Abela, Enrique Caravia, Rafael Blanco, Juan J. Sicre, Loló de la Torriente,
José Manuel Valdés Rodríguez, José Z. Tallet y José A. Fernández de Castro. Los representantes
diplomáticos japoneses de Cuba también recibieron al artista. El Encargado de Negocios y los
dos Secretarios de la legación japonesa asistieron a un almuerzo ofrecido en el Rotary Club de la
Habana para agasajar y reconocer la obra del pintor.
Esta fue su primera y única visita a la Isla, de la que conservó numerosos apuntes sobre peces,
flores y detalles de la vida en Cuba. También guardó caricaturas de algunos amigos que dijo
uniría a otros bocetos para un proyecto posterior. Después de su estancia en La Habana, viajó a
México desde donde regresó a París, ciudad que abandonó antes de la ocupación alemana para
regresar a Japón. En la actualidad, los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana
se encuentran cuatro obras de Foujita: Desnudo femenino (óleo de 72x90 cm), Retrato de
muchacha (óleo 33x24 cm, 1938), Cabeza de gato (tinta en papel, 405x350, 1932) y la
representación de una cara de mujer sin título, tinta en papel con lápiz y creyón, de 1929.
IV- Relaciones durante la Segunda Guerra Mundial
Las relaciones cubano-japonesas se interrumpieron entre 1942 y 1952 a causa de las acciones
japonesas contra los Estados Unidos durante la 2GM y la subordinación política cubana a este
último. Las representaciones cubanas en Japón se retiraron, y dejaron sus archivos a cargo de
diplomáticos de otros países como Suiza y Perú hasta el fin de la 2GM. De esta forma, los nexos
políticos y diplomáticos se congelaron durante una década, la gran mayoría de los inmigrados
japoneses hombres y sus hijos mayores de edad fueron a prisión y las relaciones comerciales, que
comenzaban a experimentar un curso regular, cesaron.
Luego del ataque japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos consideró a los ciudadanos
americano-japoneses como enemigos de guerra y un peligro para la seguridad nacional por lo
que partir de la Orden Presidencial No. 9066, emitida por el presidente Franklin D. Roosevelt
(1933-1945), cientos de miles de ellos fueron enviados a la fuerza a los campamentos creados
para este fin. El entonces presidente de Cuba Fulgencio Batista (1940-1944, 1952-1959), no sólo
emitió la Orden Presidencial No. 334343 cuyo contenido era idéntico a la emitida por el gobierno
de los Estados Unidos, sino que mandó a desarrollar una actividad proselitista en torno a la
posición cubana asumida hacia Japón en varios países de América Latina.
Al inicio de la guerra, varios japoneses que vivían en la Isla desde hacía varios años enviaron
cartas44 al entonces Ministro de Gobernación para expresar su hondo sentir en cuanto a la entrada
de su país natal a la guerra y afirmar su desacuerdo con tal actitud, en aras de demostrar su no
beligerancia y de que se investigara a profundidad su actitud ciudadana con las autoridades en
caso de decidirse una medida de seguridad contra los nacionales japoneses.
El 19 de diciembre de 1941, la Gaceta Oficial de Cuba declaró a todos los japoneses
residentes en la Isla como enemigos extranjeros. Días antes, el periódico Diario de la Marina
43 República de Cuba. Gaceta Oficial, edición extraordinaria, Poder Ejecutivo. Viernes, 12 de diciembre de 1941. 44 Ver la colección de cartas Japoneses exponen sus puntos de vista frente a la Segunda Guerra Mundial del
Archivo Nacional de Cuba.
circuló el titular “Prohibida la circulación de toda correspondencia impuesta en Cuba dirigida a
Japón, Italia y Alemania”45. A partir de este momento, todos los hombres japoneses que vivían
en la Isla fueron concentrados en pueblos y ciudades específicas y luego trasladados y
recluidos por la fuerza en el Reclusorio Nacional para Varones de la Isla de Pinos, también
conocido eufemísticamente por Presidio Modelo. Las autoridades intervinieron todo su
patrimonio y sacaron al resto de la familia de muchos de sus lugares de residencia. Esto produjo
que muchas mujeres y niños quedaran desamparados, y hasta murieran.
Los horrores vividos dentro de la prisión sólo puede narrarse por quienes lo vivieron allí. Aún
los descendientes de los que vivieron como reclusos por tres años son muchas veces incapaces de
reproducir tales momentos. De los 350 japoneses que fueron a prisión, siete fallecieron en este
período por diversas causas. Las condiciones de alimentación, aseo, atención médica,
comunicación y visitas de los familiares fueron precarias todo el tiempo, aunque los recluidos
mejoraron algunos aspectos en la medida de sus posibilidades.
Las ciento diez esposas (sesenta y ocho japonesas, cuarenta y dos cubanas) de los recluidos,
quedaron a cargo de los hijos y las tierras. Las investigaciones hechas sobre este tema reflejan la
estoica actitud de las mismas, que, en su mayoría tuvieron que atender la tierra para dar sustento
a sus hijos. Por si fuera poco, se prohibieron las reuniones familiares de los japoneses. Los que
no fueron a prisión, fueron obligados a llevar una existencia solitaria y en muchos casos,
quemaron fotos, cartas y otros documentos en aras de esconder su identidad. Esto constituye un
freno para desarrollar estudios de ese momento histórico en la actualidad.
Luego de la rendición japonesa en agosto de 1945, los reclusos japoneses tuvieron que esperar
hasta mediados del próximo año para ser liberados. En 1946, un diplomático cubano en los
Estados Unidos remitió a Cuba un álbum con copia de los instrumentos sobre la rendición del
Japón que incluyó el instrumento de rendición nipona a las Fuerzas Aliadas, la proclamación del
Emperador en que acepta los términos de la declaración de EUA, Gran Bretaña y China, en
Potsdam y la autorización imperial a Yoshijino Umezu y Mamoru Shigemitsu para firmar el
instrumento de rendición requerido por el Supremo Comando de las Potencias Aliadas. Estos
documentos fueron enviados posteriormente al Archivo Nacional de Cuba.
V-Reacomodo de las relaciones entre 1952 y 1957
En julio de 1952, Cuba ratificó el Tratado de Paz suscrito entre la Naciones Aliadas y Japón,
que demostraba de esta forma, al menos aparentemente, su retorno a la normalidad. Desde el
punto de vista gubernamental, Fulgencio Batista detentaba el poder tras su golpe de Estado,
auspiciado por el gobierno de los Estados Unidos y apoyado por el ejército cubano. A los efectos
de las relaciones internacionales, bajo su gobierno se adoptó la Ley Orgánica del Ministerio de
Estado y del Servicio Exterior (1954) para regular la disciplina del personal diplomático y
reforzar la concertación de tratados comerciales con el exterior, “por su extraordinaria
importancia y validez en el desenvolvimiento de los pueblos modernos”46. Estos objetivos
concordaban con la intención de Fulgencio Batista de mostrar una cara de la Isla impecable al
exterior, en vista de que la interior era ya insufrible, y paliar la crisis en que Cuba se había
45 Diario de la Marina, miércoles 17 de diciembre de 1941. 46 Ley Orgánica…, véase Alicia Céspedes: Las relaciones exteriores de Cuba…, pp. 46-50
progresivamente sumido a partir de 1902, y en especial luego de la década del veinte, a través de
un rediseño de sus relaciones comerciales y no de la estructura en su totalidad, siempre desde
una posición que no desentonara con los objetivos del dominio económico estadounidense.
5.1- Relaciones económicas y comerciales
Desde el mimo año de la reanudación de los relaciones, Cuba comenzó a estudiar otro tratado
comercial con Japón, que estuvo aprobado y listo para discusión con la contraparte al año
siguiente. La prensa de la época cubrió el suceso con titulares como “Están negociando un
acuerdo de comercio Cuba y el Japón” y “Japón y Cuba desean mejorar su presente intercambio
comercial” (Diario de la Marina, 23 y 25 de mayo de 1954, respectivamente), “Negócianlo Cuba
y Japón” (Alerta, 10 de abril de 1956), “Opuestos líderes textiles al tratado con el Japón” (Prensa
Libre, 6 de septiembre de 1956), y otros.
En efecto, el conocimiento de la noticia de un posible tratado comercial suscitó reacciones de
alarma dentro de la Asociación Nacional de Textileros de Cuba, en aras de proteger sus
producciones frente a la competencia foránea. En una carta, firmada por James D. Hedges, y
Martín F. Pella –presidente y secretario de la organización- dirigida a los miembros de la
Comisión Interdepartamental de Tratados de Cuba, se rememora la situación producida por la no
protección de productos cubanos frente al tratado comercial con Japón en la década del treinta:
“la industria textil nacional fue una de las actividades más afectadas, -no fue la única ya que
otras producciones domésticas, incapaces de poderse sobreponer fueron totalmente barridas”47.
De esta forma, durante las negociaciones del convenio, la parte cubana negó concesiones
arancelarias a los textiles japoneses, a pesar de que la delegación nipona ofreció un aumento
sustancial de las cantidades de azúcar cubano a importar. Esta circunstancia sumió dichas
negociaciones en una crisis, que se dilataron bajo un impasse a lo largo de la década completa.
Sin embargo, los intercambios comerciales de algunos productos sí se efectuaron según muestra
a tabla de Claudio Escarpenter, elaborada en 1956 a partir de información de la Dirección
General de Estadísticas del Ministerio de Hacienda:
Comercio exterior de Cuba con Japón 1950-1955 (miles de pesos)
Año Exportaciones Importaciones Saldo
1950 13,316 959 12,347
1951 37, 427 1,675 35, 752
1952 43,529 1,846 41, 683
1953 38, 558 2,057 36,501
1954 22,643 2,862 19,881
1955 23,712 * *
* Estos espacios aparecen vacíos en la tabla original de Claudio Carpenter
47 Carta del presidente y secretario de la Asociación Nacional de Texleros de Cuba a Comisión Interdepartamental
de Tratados de Cuba, 26 de mayo de 1954, Archivo Central del Minrex, Cajuelas JAPÓN.
En el año 1956, se creó la Misión Especial de Amistad y Buena Voluntad a Países del Lejano
y Medio Oriente por decreto 1145, que en concreto resultó ser una comisión de cubanos que
visitó numerosos países asiáticos en aras de evaluar in situ el estado de las relaciones de Cuba.
Durante su paso por Japón, la comisión sostuvo entrevistas con importadores de azúcar y café y
con oficiales de los ministerios de Finanzas, Relaciones Exteriores y el MITI. Dentro de los
temas abordados, revistió singular importancia las ventajas que para Japón resultarían de
subscribirse un convenio comercial con Cuba, así como el de la Cláusula de Nación más
Favorecida. Los productos que mostraron un futuro ventajoso para ambas naciones fueron el
azúcar, el café y los minerales. Dos casas comerciales niponas refinaron azúcar durante la
década: Mitsui y Mitsubishi, y lo hicieron a partir del crudo de los centrales camagüeyanos
Stuart y Morón48.
Desde la óptica político-diplomática, debe mencionarse que Japón comenzó a sugerir a Cuba
que las respectivas legaciones alcanzaran grado de embajadas desde 1955. La Ley Orgánica…,
mencionada anteriormente, propuso una nomenclatura de los miembros del servicio exterior más
a tono con el mundo moderno, al tiempo que aprobó un presupuesto para la construcción de un
edificio sede. Las legaciones de Cuba en Japón y viceversa devinieron embajadas en 195749 ; el
suceso se conoció en ambas capitales a través de notas de prensa publicadas el 15 de mayo de ese
año en donde se informaba del acuerdo de elevar a tal rango sus representaciones diplomáticas.
5.2- Relaciones socio-culturales
Sin embargo, las relaciones socioculturales entre ambos pueblos trascendieron los marcos de
la formalidad también durante esta década. Tanto la Cuba como el Japón de mitad de siglo se
mantuvieron receptivos y dispuestos al intercambio. El discurso pronunciado en tierra nipona por
Katsaujiro Takagaki, presidente de la Mitsubishi Shoji Kaisha, ltd, en conmemoración del
aniversario cincuenta y cuatro de la Independencia de la República de Cuba50 se conoció el La
Habana, e impresionó favorablemente al pueblo de Cuba, que lo leyó íntegro en la prensa. Por su
parte, en Cuba se produjo un auge de la práctica de artes marciales japonesas y el intercambio
entre equipos de otros deportes. De igual forma, artistas nipones visitaron La Habana y tuvieron
lugar experiencias conjuntas en temas como la cosecha del arroz, y el comercio.
Dos asociaciones se crearon y funcionaron durante la década, a saber, Cámara de Comercio
Japonés de Cuba e Instituto Nipón Cubano de Relaciones Públicas. Aún cuando ambos grupos
fueron constituidos y dirigidos por cubanos no descendientes de japoneses, se encontraron
inmigrantes japoneses dentro de su membrecía, que funcionaron como consejeros. Ambas se
48 Esta información se obtuvo a partir de la entrevista con Francisco Miyasaka, Presidente de la Colonia Japonesa de
La Habana. 49Relaciones de países con los que Cuba mantiene relacione diplomáticas, Archivo Central del Minrex, 2009. 50Que para muchos cubanos lejos de festejarlo, significó recordatorio de más de medio siglo del ultraje de los sueños
independentistas por parte del dominio neocolonial estadounidense legitimado por la actitud de los representantes de
las élites de la burguesía y la oligarquía cubanas en el poder. En ejemplo ridículamente denigrante lo constituyó la
intervención de Orestes Ferrara, entonces consejero de Gerardo Machado, en la Sexta Conferencia Internacional
Americana durante la polémica de no intervención en América: “no nos podemos unir al coro general de no
intervención por que la palabra intervención en mi país ha sido palabra de gloria, ha sido palabra de triunfo, ha
sido palabra de libertad, ha sido palabra de independencia…”. (Veáse Miguel A. D´Estéfano Pisan: Política
exterior de la Revolución Cubana, p. 159)
dedicaron básicamente a fomentar las relaciones comerciales entre compañías y ciudadanos
cubanos y japoneses y al intercambio social de los mismos entre 1957 y 1961.
En cuanto al tema del cultivo del arroz, es significativo mencionar la designación
gubernamental por parte de Japón de una comisión constituida por los doctores Hideo Mukō e
Iida Tositake a fin de colaborar con Cuba en la eliminación de una enfermedad que azotaba el
cereal. Esto constituyó un evento sin precedentes. Para esta fecha, la calidad del cereal y la
experiencia de los japoneses en su cultivo eran relevantes y conocidas en el mundo. El
investigador cubano Julián Acuña Galé presidió el grupo de los cubanos, que trabajó junto a la
pareja de científicos japoneses entre el primero de abril y el trece de mayo de 1957. Lo más
significativo de esta experiencia fue que, además de resolver un problema práctico de forma
conjunta, delineó la futura relación entre ambos grupos de científicos. De esa forma, en Cuba se
tradujeron al español y se publicaron los resultados de investigaciones científicas niponas sobre
temas relacionados con el arroz, sus variedades, cultivo, enfermedades, entre otras; al tiempo que
se mantuvo activa la relación por correspondencia de los estudiosos cubanos del tema para
remitir preguntas, sugerencias, e ideas.
Otra visita de que se tuvo noticia fue la de los pintores japoneses Hodaka y Toshi Yoshida, en
1955. Al decir de la investigadora Mercedes Crespo sobre dicha visita en su ponencia inédita
Pintores japoneses en la Habana, “En una galería capitalina se encuentran con el pintor cubano
Mariano Rodríguez, con quien intercambian algunas ideas. A su regreso a Japón, publicaron en
la revista Bijutsu techo (Agenda de arte) las fotos tomadas en Cuba así como una breve reseña
sobre el arte del país”51.
El béisbol también fue compartido entre cubanos y japoneses. El 1955, La Habana abrió sus
puertas al equipo profesional nipón Tokio Giants, que compitió amistosamente contra el Havana
Cubans. A su vez, un pelotero cubano conocido por el Chico Barbón jugó en la Liga Japonesa
entre 1955 y 1966. Sin embargo, una manifestación deportiva que se desarrolló sobremanera
durante este período fue la práctica de las artes marciales. Luego de concluida le 2GM, y la
excarcelación de los japoneses mayores de edad al año siguiente, un japonés asentado en la Isla
fundó una academia de Jiu-Jitso. Shigeru Morita, y se desempeñó como profesor al mismo
tiempo que dueño de la misma, se encargó de mantenerla en función hasta inicios de la década
del sesenta.
Cuba conoció el judo a través del yudoca Andrés Kolychkine Thomsom52, discípulo del
japonés Kawaishi Mikonosuke, que introdujo el arte marcial en Europa. En Cuba se desempeñó
como Director y Técnico de la Federación Cubana de Judo. Aunque desplegó un encomiable
trabajo para fomentar la práctica de esta modalidad marcial en toda la América, estableció su
cuartel general en La Habana, ya que estaba casado con la cubana Sara Martínez. Gracias a su
labor aglutinadora de los practicantes americanos, la capital cubana acogió la celebración del
Primer y Segundo Campeonato Panamericano de Judo, en 1952 y 1956, respectivamente.
También 1952 fue testigo del encuentro directo entre cubanos yudocas y los miembros de la
51Véase Mercedes Crespo, Op. Cit. 52Kolichkine nació en Finlandia pero se radicó en Bélgica. Su maestro japonés le encargó la misión de introducir y
expandir la práctica del judo en América. Hablaba siete idiomas y se desempeñó como miembro del Colegio de
Cintas Negra de Bélgica.
delegación oficial del Kodokan, máxima autoridad del judo antes de la creación de la Federación
Internacional de Judo.
Esta delegación estuvo integrada por yudocas japoneses de excelente desempeño dentro del
arte marcial, entre ellos Tagaki, entrenador del equipo nacional japonés; Yoshimatsu, campeón
de Japón 1952-1953 y Osawa, quien era considerado mejor técnico japonés. Para festejar el
suceso, la Federación Cubana de Judo y Jiu-Jitsu organizó un festival del deporte, que se celebró
en el edificio del Centro Asturiano, y cuyas principales atracciones fueron los enfrentamientos de
los nipones contra diez y quince contrincantes a la vez. Hacia 1955, Cuba contaba a Riishi y
Kikuo Sakakibara, dos inmigrantes japoneses asentados en la Isla, dentro de su Colegio de Cintas
Negra (Judanshakai). Es necesario destacar también a Masayuki Takahama, japonés contratado
por la Federación a través de Kolychkine para entrenar a sus artistas marciales entre 1955 y
1957. Asimismo, otro japonés, T. Ishikawa, sirvió a la formación de estos deportistas entre 1956
y 1957. Ya en 1958, Cuba contaba con ciento veinte cintas negra y alrededor de ciento cuarenta
clubes de judo, distribuidos en sus provincias.
VI- Conclusiones
El proceso de investigación de cualquier asunto problémico supone, en primer lugar, la
aproximación del investigador al objeto de estudio a través de las maneras que tenga a la mano.
De esta forma, el estudioso puede acceder a los factores constituyentes del fenómeno u objeto a
estudiar, sus rasgos, interrelaciones, y otros; al tiempo que detecta las interrogantes aún no
resueltas de su existencia y funcionamiento.
Durante la elaboración de este estudio exploratorio, cuyo objetivo fundamental fue periodizar
las relaciones de Cuba y Japón entre los años 1902 y 1957 sobre la base de describir los rasgos
fundamentales de tus etapas constituyentes, la autora arribó a las siguientes conclusiones: Las
relaciones de la Cuba republicana (1902-1958) con otros países estuvieron subordinadas a los
intereses de los Estados Unidos, nueva metrópolis económica, política y sociocultural de la Isla
durante el período. Los programas de gobierno de los presidentes que rigieron la rigieron durante
este período, aunque con algunas variaciones, mantuvieron y perpetuaron esta circunstancia.
Las relaciones cubano-japonesas, que no mostraron un comportamiento diferente, se
establecieron tras la institución de la república en 1902, aunque los nexos políticos diplomáticos,
económicos y comerciales tuvieron que esperar hasta la firma de un acuerdo de entendimiento
bilateral. Puede afirmarse que los vínculos socio-culturales trascendieron estas formalidades, ya
que se establecieron y desarrollaron a pesar de eso. 1957 marca el fin del marco temporal
propuesto ya que es el año en que las relaciones alcanzan su más alto grado de formalidad
institucional tras la apertura de sendas embajadas en ambas capitales.
En el marco temporal declarado, las relaciones franquearon cuatro etapas que se distinguieron
en cuanto a su comportamiento, limitado por las condiciones propias de cada momento histórico.
Las fases que se proponen dentro de esta periodización del objeto de estudio son, entre 1902 y
1929, la primera; entre 1930 y 1941, la segunda; entre 1942 y 1952, la tercera y entre 1952 y
1957, la cuarta. Aún cuando se constataron manifestaciones de vínculos políticos, económicos y
sociales en todas las etapas, existió preponderancia de la ocurrencia de los de un tipo por sobre
los de otro en cada período. De esta forma, se puede decir que la primera fue más proclive a los
nexos socioculturales, en la segunda se privilegiaron los económico-comerciales, pasando por su
ruptura que los redujo prácticamente a cero durante la 2GM, y la cuarta fue pródiga en relaciones
político-diplomáticas.
La primera etapa estuvo caracterizada por los vínculos socio-culturales en tanto fue el período
de llegada y establecimiento de la mayoría de los inmigrantes japoneses. Este fenómeno estuvo
acompañado del funcionamiento de algunas asociaciones creadas por los asentados durante el
proceso, y de la visita de personalidades niponas de varias esferas a la Isla. Por otra parte, la
relación diplomática y política entre ambos países que se estableció a través de sus
representaciones ante Washington, Estados Unidos, era parcial; mientras que los pocos nexos
comerciales se desempeñaban a través de los escasos consulados y algunas casas comerciales.
Durante este período, ambos países detectaron las zonas de conflicto y principales temas de
interés por sobre los que erigir las nuevas estrategias de la relación del futuro.
Durante la segunda etapa, se suscribió un contrato bilateral que regiría las relaciones
comerciales y el tratamiento de sus nacionales. Dicho convenio era el requisito formal japonés
para iniciar una relación con Cuba. Aquí reside la razón de que el derrotero de las relaciones no
sea calculado desde 1902 sino a partir de 1929, fecha de intercambio de notas diplomáticas a fin
de establecer el mencionado convenio. Esto posibilitó que la dinámica de las relaciones
económicas aumentara, y por lo tanto, se afianzaran las relaciones políticas de ambas naciones.
Durante los años transcurridos a partir del inicio de la 2GM y hasta 1952, Cuba y Japón se
mantuvieron en estado de guerra, aunque indirecta. El encarcelamiento de los japoneses
asentados y la intervención de sus bienes fue la nota más dolorosa del período, que ocasionó la
pérdida de numerosos de sus documentos y objetos personales. Tras la ratificación cubana del
Tratado suscrito entre Japón y las Naciones Aliadas en 1952, se inició un período de
restructuración de las relaciones. El rediseño de la política gubernamental hacia ese país
caracterizó el período. En este sentido, se creó una comisión que visitó los países asiáticos, Japón
entre ellos, para reevaluar las posibilidades del mercado cubano allí. Además, y como hito
trascendental de las relaciones, las representaciones diplomáticas de ambos países devinieron
embajadas. Esto marcó la pauta para el nuevo período de relaciones cubano-japonesas a partir de
1957, cuyo proceso de evolución será objeto de estudio de futuras investigaciones. Queda abierta
la invitación para continuar el estudio de las relaciones cubano-japonesas a partir de entonces.
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Entrevistas y consultas
1. Consultas a Berta Álvarez Martens sobre el período 1902-1959 cubano y a Janet
Jiménez Rojas sobre las condiciones en Japón entre 1868 y 1960 (2010).
2. Entrevista a Francisco Miyasaka, Presidente de la Colonia Japonesa de Cuba (2010).
3. Entrevistas realizadas a Carlos Alzugaray Treto, Mercedes Crespo y Herminio López
Díaz sobre las relaciones entre Cuba y Japón (2010).
Anexos
Anexo 1 (p. 32): Cartas intercambiadas con el presidente cubano Tomás Estrada Palma y el
Emperador Mutsuhito tras la proclamación de la República de Cuba en 1902.
Anexo 2 (p. 33): Documento de creación de la Asociación Japonesa Showakai, La Habana,
1927.
Anexo 3 (pp. 34-36): Convenio de comercio entre Cuba y Japón, 1931
Anexo 4 (p. 37): Carta de Miguel A. Campa, Ministro de Estado cubano al Ministerio de
Defensa para informar la firma del Tratado de Paz de Japón con las Naciones Aliadas en
1952 y por tanto, de la necesidad de excarcelación de los nacionales japoneses.