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Capítulo Criminológico Vol. 37, Nº 2, Abril-Junio 2009, 25 - 52

ISSN: 0798-9598

LAS VÍCTIMAS DENTRO DE LOS ACUERDOSREPARATORIOS EN EL PROCESO PENAL

VENEZOLANO*

José Luis Malaguera Rojas**

Nelson Garrido Albornoz***

* Proyecto financiado por la Comisión de Desarrollo Científico, Humano y Tecnológico (CDCHT)de la Universidad de los Andes. Mérida. Venezuela.

** Doctor, Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Escuela de Derecho. Investigadoradscrito al Centro de Investigaciones Penales y Criminológicas “Héctor Febres Cordero” (CENI-PEC). U.L.A. E mail: [email protected]

*** Especialista, Investigador Invitado del Centro de Investigaciones Penales y Criminológicas “HéctorFebres Cordero” (CENIPEC). U.L.A. E mail: [email protected]

RESUMEN

Las victimas son elementos sujetos dentro del proceso penal. Así,

durante décadas se han propuesto teorías entorno a ellas, para

que su voz sea escuchada, reafirmándose la idea de la repara-

ción del daño en materia penal para las víctimas. De manera

que éste trabajo propone caracterizar a las víctimas, con el fin

de generar reflexiones que pudieran redundar sobre el desarro-

llo de una mejor política criminal en nuestro contexto.

Palabras clave: Víctimas, proceso penal, Derechos Humanos, victimolo-gía, Venezuela.

VICTIMS WITHIN THE REPARATORY AGREEMENTS

IN THE VENEZUELAN PENAL PROCESS

ABSTRACT

Victims are subject elements within the penal process. For dec-

ades, theories have been proposed about them so that their voice

may be heard, reaffirming the idea of repairing damage for vic-

tims in the penal area. This study proposes to characterize vic-

tims in order to generate reflections that could affect the devel-

opment of an improved criminal policy in our context.

Key words: Victims, penal process, human rights, victimology, Venezue-la.

“…Desde hoy contamos en el país una vergüenza menosy una libertad más.

Los dolores que quedan son las libertades que faltan…”Grito de Córdoba, Argentina, 1918.

Las víctimas dentro de los acuerdos reparatorios en el procesopenal venezolano 27

Recibido: 09-02-2009 • Aceptado: 14-04-2009

INTRODUCCIÓN

El tema de la victimización, en cualquier espacio del mundo, es un he-cho. Existen victimas por doquier y por diferentes circunstancias tanto natu-rales como humanas. Ahora, uno de estos factores humanos que genera unnúmero significativo de víctimas es el delito.

Venezuela no escapa a este fenómeno de victimizaciones a causa deldelito. Según el Centro de Estudios para la Paz, en Venezuela para el año2005, se cometieron un total de 37 homicidios, por cada 100.000 habitantes,mientras que en 2006, según la Comisión Nacional de Reforma Policial(CONAREPOL, 2007), la cifra de homicidios se ubicó en 49 homicidiospor cada cien mil habitantes.

En este mismo sentido el Cuerpo de Investigaciones Científicas Pena-les y Criminalísticas, CICPC (2007), señala que en Venezuela se cometie-ron, para el año 2007, un total de 13.156 homicidios, es decir, 44 muertespor cada 100.000 habitantes. Ahora, en otras modalidades delictivas estemismo ente gubernamental registra para el 2007, por ejemplo, un total de38.237 hurtos, 30.553 lesiones personales, 29.011 robos, 24.879 robos deautos, entre otros. El total de todas las modalidades delictivas indica que enVenezuela se cometieron 156.258 delitos en el año 2007, es decir, 558 deli-tos por cada 100.000 habitantes, situación esta que genera preocupación enla población, además de que despierta la atención de muchos.

El interés por estos datos no es nuevo en Venezuela o en el mundo yaún más, dentro de áreas del conocimiento como el derecho penal y la cri-minología. Ahora, a partir de la segunda guerra mundial, como consecuen-cia del holocausto nazi, se han desarrollado una serie de congresos a nivelmundial cuyo tema de debate principal ha sido, la víctima, específicamentela víctima de hechos punibles.

En ellos se generaron una serie de teorías y propuestas en torno a lavíctima, inclusive, sobre la definición de la misma. En este sentido llama laatención las palabras de Beristain (1997: 59-61) cuando menciona que unode los principales avances exhibidos en estas discusiones es la idea de quela víctima no es solo aquella que es señalada como sujeto pasivo del delito,sino aquella que directa o indirectamente sufre un daño notable como con-

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secuencia inmediata o mediata de la infracción y a los cuales se les debe re-conocer sus derechos en las legislaciones, como en el caso de la víctima deabuso de poder, tal y como también lo ha propuesto la Organización de laNaciones Unidas en su Declaración sobre los Principios Fundamentales deJusticia para las víctimas de los delitos y del abuso de poder (1985).

Por otra parte es importante señalar que al lado de las víctimas se pre-sentan los victimarios cuyas conductas son encuadradas dentro de lo que elderecho penal conoce o denomina como delito. Ahora, con críticas bienfundamentadas, sobre todo desde las perspectivas interaccionista, crítica yabolicionista, la etiqueta de delincuente pareciera desvirtuarse pues cre-emos, al igual que muchos en estas tendencias, que hay comportamientosque merecen calificaciones diferentes, como deudas o conflictos, entreotros, y que a su vez podrían accionar salidas diferentes a la pena privativade libertad y que resulten a la larga más beneficiosas para la(s) víctima(s)aún si esta es el mismo colectivo, como en el caso de los denominados deli-tos de cuello blanco o delitos contra el medio ambiente.

Pero a pesar de estas consideraciones la pena aplicable por excelencia esla privación de la libertad en parte, como lo advierte Cerón (2000: 118), porqueel Estado institucionalizó una sola fórmula de solución para el conflicto y todassus clases: el dolor. Solución unifocal que, paradójicamente terminó encerrandoal sujeto en un laberinto oscuro de frustraciones, como aquel médico que paralas diferentes enfermedades receta una misma medicina.

En todo esto la víctima, como se menciona generalmente, fue olvidadapor mucho tiempo. Aún en algunos Instrumentos Internacionales de DerechosHumanos como, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Huma-nos (1948), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), entreotros, la víctima o sus derechos no aparecen señalados puntualmente. De allíque la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las víc-timas de los delitos y del abuso de poder (Ibídem) resulte tan importante.

Ello, entre otros elementos, ha generado una reacción que busca el re-conocimiento de las exigencias de la(s) victima(s) y más aún que se le vea aeste actor como un elemento dinámico dentro de los procesos en los cualesse encuentra inserta voluntaria o involuntariamente. Ejemplo de ello se ob-serva en las palabras de Beristain (ibídem: 67) cuando afirma que en todo


delito hay víctimas que exigen algún derecho, aún en aquellos casos dondeha muerto pues en estos la voz de esa víctima puede asumirla una víctimasimbólica o sustitutoria que cumplan su misión repersonalizadora.

Todo esto supone una visión nueva del control social, puntualmente,de un nuevo derecho penal distinto, más recreativo. De allí que se piense enun derecho penal que busque, entre otras cosas, la conciliación entre laspartes involucradas, fundamentado en que el delito es solo un aspecto con-ductual de la vida de la persona (de quien delinque) y que por ende existenposibilidades para solventar el conflicto pacíficamente.

Ahora, con estas afirmaciones no se busca colocar a todos los victimarioscomo sujetos total y absolutamente inocentes en la ejecución del delito, pero sise desea llamar la atención sobre que, es posible que los victimarios encuentrenla comprensión y el perdón de la victima así como la resolución del conflicto através de procedimientos “no convencionales” dentro del derecho penal. Esaquí donde la victima juega un rol muy importante pues ella, principal afectadade la acción delictiva tiene una herramienta importante dentro del proceso pe-nal, por lo menos en Venezuela, y que le permite de cierta manera tener másprotagonismo dentro del proceso pero ¿Cuáles son las características de las víc-timas dentro de la justicia reparatoria en Venezuela?

Para los teóricos que estudian el problema del acceso a la justicia elabordaje de la(s) problemática(s) de los temas procesales es de vital impor-tancia para poder entender las coherencias del sistema de administración dejusticia. Tanto así que se señala como una de sus características el estudiode las instancias encargadas de la resolución alternativa de conflictos (verCasal y otros, 2005: 24).

Estos mismos autores sugieren, para el caso Venezuela, que la justiciapenal debe tomar algunas medidas para mejorar su desempeño en relación ala cultura jurídica que nos caracteriza, las organizaciones que existen o de-berían existir, entre otras. Fundamentalmente la idea es permitir un verdade-ro acceso a la justicia y todo lo que ello comporta a través de la materializa-ción de los derechos de las personas involucradas en un proceso penal (verCasal y otros, Ibídem: 110-112).

Por su parte Bueri (2003: 226) señala que sólo el 7% de los venezola-nos cree en el Poder Judicial ya que él da respuesta sólo a un ínfimo porcen-


taje de casos lo que le permite afirmar, entre otras cosas, que existe poco oescaso acceso a la justicia. De allí que surjan propuestas como la utilizaciónde vías alternas de resolución de conflictos que Capelletti, citado por Bueri(Ibídem) denomina derecho coexistencial.

Bajo esta mirada es posible afirmar que el presente trabajo se encuentrarelacionado con el tema del acceso a la justicia, primero por la temática queaborda y segundo porque son pocos los estudios en Venezuela que han abar-cado el tema de la justicia penal en relación con los acuerdos reparatorios.Algunos de estos estudios han centrado su interés en el análisis teórico de lafigura en el texto procesal y, por diferentes razones, no han podido incluir tra-bajos de campo que les permitan dar a conocer más o sustentar sus hipótesis.

Creemos que en nuestro contexto, al igual que en otras partes del mun-do, la crisis del sistema de justicia penal, más específicamente de la pena,hacen que brille una tercera vía, en palabras de Herrera (1996: 240) adopta-da ya en muchos contextos desde hace tiempo atrás. Así, la justicia repara-dora es una solución penal que se ha incorporado a los textos legales bus-cando, entre otras cosas, no hacer más eco de esta crisis pero también bus-cando, en principio, la satisfacción de la víctima a través de esta medida quese le propone a su ofensor.

De allí que bajo este breve marco la presente investigación buscó,como objetivo general explorar las características de las victimas que hanparticipado en la celebración de acuerdos reparatorios en el Estado Méridaentre los años 2004-2008.

En este sentido se planteó desarrollar tres objetivos específicos, asaber: (a) Analizar teóricamente el papel de la victima en los acuerdosreparatorios; (b) Explorar las características de las victimas en los acuerdoscelebrados en el Estado Mérida entre los años 2005 y 2008 y (c) Explorar lapercepción que tienen los Fiscales del Ministerio Público en el EstadoMérida sobre los acuerdos reparatorios.

METODOLOGÍA

El presente es, desde cierta perspectiva, uno de los primeros trabajosque se realiza en Venezuela sobre acuerdos reparatorios y que abordan pun-


tualmente el tema de las victimas dentro de los mismos. De allí que esta in-vestigación se haya desarrollado con una metodología de tipo exploratorioque en palabras de Hernández y cols. (1997:13) se plantea cuando el objeti-vo a examinar es un tema o problema de investigación poco estudiado o queno ha sido abordado antes, además de que ayudan a aumentar el grado defamiliaridad con fenómenos nuevos.

Tal tarea ha incluido una recopilación documental del tema así comoun trabajo de campo, realizado con los expedientes penales en los cuales sehan celebrado acuerdos reparatorios en los últimos cuatro años. El lugardonde se ha circunscrito éste último es en el Estado Mérida, en sus dos ins-tancias o sedes judiciales: la ciudad de Mérida y la ciudad de El Vigía.

Pero además se ha querido indagar sobre el papel que desempeñan losFiscales del Ministerio Público en el Estado Mérida en la realización de losacuerdos reparatorios. De allí que se haya aplicado un instrumento de reco-pilación de datos (validado) a estos operadores del sistema penal.

MARCO TEÓRICO

De la victimología y el sistema penal

Como se ha mencionado los datos que hablan sobre las víctimas tienendiferentes asideros en el mundo, por ejemplo, según el United States CrimeRates 1960-2006 (2007) en los Estado Unidos para el año 1960 se cometie-ron un total de 9.110 homicidios, luego para el año 1970 sucedieron 16.000delitos de esta naturaleza. Para el año 1980 se registraron 23.040 homici-dios, para 1990 sucedieron 23.440, asimismo para el año 2000 se calcularon15.586 delitos de este tipo y ya en el año 2006 se cometieron en EstadosUnidos 17.034 homicidios.

No obstante en otros rubros como robo, asalto agravado y robo devehículos las cifras han aumentado, según lo señala el mismo organismo(United States Crime Rates 1960 – 2006, Ibídem). Así los robos se han in-crementado de 107.840 en 1960 a 447.403 en 2006, por su parte los asaltosagravados han pasado, de 154.320, en 1960, a 862.947 en el año 2006 ypara los robos de vehículo la cifra se calculó, para 1960, en 328.200 y parael año 2006 en 1.192.809.


Para las estadísticas de United Nations Interregional Crime and JusticeResearch Institute (UNICRI, 2000: 180-181) ciertos delitos parecieran ob-servar un incremento considerable, tal es el caso del robo. Por ejemplo enciudades por cada cien habitantes en países como Austria esta modalidadaumentó de 1,1 (en 1989) a 1,5 (en 2000), en Inglaterra y Gales de 0,7 (en1989) a 2,0 (en 2000), situaciones estas que también registran países comoFrancia de 0,6 (para 1989) a 1,8 (en 2000) o Suiza donde se observó un au-mento de 0,7 (en 1989) a 1,5 (para 2000) aunque en otros países y otras mo-dalidades delictivas la incidencia delictiva disminuyó en estos períodos.

Ciertamente, y como lo afirmara Herrera (1996: 72), durante muchotiempo la criminología y el derecho penal se enfocaron únicamente en elestudio, abordaje y comprensión de los vencedores del enfrentamiento cri-minal: los delincuentes. Sin embargo ello ha cambiado y ya en las postri-merias del siglo XIX tal situación se fue modificando progresivamente,ejemplo de ello son las cifras mencionadas anteriormente y algunas obrasacadémicas, como la de Shaffer (1977) quien se mostraba interesado porel tema de la participación procesal de la víctima y la necesidad de apoyoy resarcimiento victimal.

Vale también mencionar que este interés por la víctima se ha volcadosobre un área de la criminología que se ha denominado victimología. Así,desde ésta última perspectiva se han planteado ideas interesantes, tal es elcaso de la vulnerabilidad victimal. Esta última circunstancia, según lo seña-la Herrera (ibídem: 112 – 118), desarrolla la idea de que la víctima es capazde percibir el riesgo antes de ser víctima de un delito y, en la presencia deéste, tal percepción se exagera trayendo como consecuencia la imposibili-dad de defenderse ante el ataque del victimario y el aumento de las probabi-lidades de ser victimizada agresivamente.

Otras posturas llamativas en el seno de la victimología son, por ejem-plo, la teoría del mundo justo, según la cual, determinadas circunstanciasproducen victimizaciones inevitables para determinados seres humanos, se-gún expone Sedlace (1981). Frente a esta posición se ubica la teoría de lavictimización terciaria, o victimización carcelaria visión que sostiene quedentro del ámbito penitenciario existen nuevos procesos de socializaciónpara el recluso a los cuales éste se adapta fácilmente y que le arrojan a unacarrera delictiva, según lo expone de García- Pablos (1993: 314).


Pero este bagaje teórico también ha repercutido en las políticas públi-cas, como lo advierte Tamarit (1998: 20) cuando afirma que es un hechoque la victimología ha tenido una consecuencia tanto en la política criminalasí como en el derecho penal. Ejemplo de ello son las nuevas formas de re-solución de conflictos adoptados en los códigos procesales penales de mu-chos países (ver Malaguera y Garrido, 2009).

Es así como las víctimas poco a poco han dejado de ser el sujeto pasi-vo del delito para convertirse en un sujeto activo dentro del proceso penal.Ello también como consecuencia de que el proceso penal ha resultado pocoefectivo para los intereses de la víctima y de la sociedad, sobre todo en sufase de ejecución.

Por otra parte Van Dijk, citado por Herrera (Ibídem: 119) habla de la im-portancia de los movimientos sociales dentro de la victimología, al punto deque defiende cuatro tipos de ideologías victimológicas que son: la ideología delcuidado, en la que habla del bienestar de la víctima a través de una óptimaprestación asistencial y de eficientes servicios restitutorios. Por otra parte estála ideología de la rehabilitación que promociona las soluciones conciliadas.

Seguidamente está la ideología retributiva que busca un mayor prota-gonismo de la víctima en el proceso penal. Y, finalmente, se plantea la ideade la teoría abolicionista que promueve a la justicia informal como sustitutade la formal, es decir, se habla de la creación de una instancia vecinal quesea más cercana al conflicto y a sus participantes.

Todos estos elementos tanto numéricos como teóricos han generado unaserie de movimientos en diferentes contextos y que a su vez han dado origena experiencias como las casas de refugio británicas, para mujeres victimiza-das. Otras experiencias son el Rape Crisis Centres donde se brinda asistenciaa las víctimas en los Estado Unidos, o el Weiser Ring, en Alemania que buscaapoyar a la víctima en las diferentes instancias de control, tanto formales e in-formales, iniciativas estas que generan replicas en muchas partes del mundo,aunque vale advertir también que muchas de ellas solo tienen un carácter ne-tamente electoral y nunca llegan a materializar sus objetivos.

Por otra parte se está de acuerdo con la posición de Tamarit y Villa-campa (2006: 71) cuando afirman que una política criminal victimológica-mente bien orientada, criminológicamente fundamentada y socialmente


avanzada debe ser capaz de hallar los elementos de conexión existentes en-tre la preocupación por la víctima, por el infractor y por la sociedad.

Cerón (Ibídem: 111) afirma que la victimología de hoy se encuentracircundada por valores como el perdón, la solidaridad, la reconciliación y lacomprensión. Es probable que estos valores pudieran resultar inherentes alqué hacer de la victimología pero también pensamos que no son los únicosa desarrollar en el seno de la misma, sin embargo tales afirmaciones debenapoyarse en investigaciones empíricas.

En Colombia, por ejemplo, para el año 1997, el 86.5% de las familiasafirmaban que la justicia era lenta; 82,3% consideraba que es costosa; el83,8% señalaba que los trámites eran complicados; el 74% creía que el ser-vicio (de justicia) era deficiente y el 69,2% considera que la credibilidad (enla justicia) había disminuido, según la Primera Encuesta Nacional de Justi-cia (citada por Palacio, 2001: 321). Lo que nos ofrece un avance de la per-cepción que tenían las personas sobre la justicia, por lo menos en el contex-to colombiano, que generaron cambios importantes en la legislación y elqué hacer de la justicia penal colombiana.

En Venezuela encontramos las cifras del Anuario del Cuerpo de Investi-gaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Ibídem) donde se registró queen Venezuela, para el año 2007, se cometieron un total de 156.258 delitos(para nueve modalidades delictivas: homicidio, lesiones personales, hurto,hurto de auto, robo, robo de auto, secuestro, violación, resistencia a la autori-dad) es decir, 520 delitos por cada cien mil habitantes aproximadamente.

Ahora, si se hace referencia a los delitos contra la propiedad se tieneque el CICPC registró un total de 38.237 hurtos, 15.962 hurtos de auto,29.011 robos y 24.879 robos de auto. En definitiva un total de 108.099 deli-tos contra la propiedad, delitos estos que pudieran ser resueltos a través dela fórmula de acuerdos reparatorios si cumplieran con los requerimientos le-gales del caso.

En esta última afirmación juega, en el proceso penal venezolano, unpapel importante la Fiscalía, representante de la víctima. Por lo menos asíse lee en el art. 11 del COPP (2001) cuando señala explícitamente que la ti-tularidad de la acción penal corresponde al Estado a través del MinisterioPúblico quien está obligado a ejercerla, salvo excepciones legales, es decir,que pueda ejercerse por la víctima o a su requerimiento (art. 24, 25 y 26).


Desde nuestra óptica la Fiscalía tiene un rol interesante en dos senti-dos: uno, porque es uno de los garantes principales de que el proceso penalse lleve a cabo siguiendo las normas establecidas para el mismo, es decir, enestricto respeto de los principios procesales. Segundo, porque asiste a lavíctima, en defensa de los intereses de ésta y en observancia de los princi-pios éticos correspondientes.

Vale entonces preguntarse: cómo ha sido observada la víctima por par-te del Ministerio Público en Venezuela. En esto los informes anuales de laFiscalía General no dan razón numérica de las víctimas asistidas por estadependencia (ver Informe Anual del Fiscal General, 2005), situación estaque permite observar, en un primer enfoque, el número de víctimas que sonatendidas por el Ministerio Público en Venezuela.

Ahora si de datos victimológicos se trata el denominado Índice Globalde Paz (2008) que diseña un ranking de paz para 140 naciones en el mundoseñala que Venezuela ocupa el lugar no. 123. Tal situación indica que Vene-zuela es, en comparación con 140 naciones, una de los países menos pacífi-cos, de hecho en el área americana sólo es superada por Colombia.

Según este mismo índice, comparando a países como Brasil, Colom-bia, España y Venezuela se tiene que: Brasil, Colombia y Venezuela son va-lorados similarmente en cuanto a homicidios por cada 100.00 habitantes(5puntos para cada uno por 1 calculado para España); en cuanto a la violen-cia delictiva estos tres países también tienen una valoración similar (4 pun-tos cada uno por 2 asignados a España). Luego el nivel de respeto por losDerechos Humanos es menor en Colombia (5 puntos), al que le sigue Brasil(4 puntos), luego Venezuela (3 puntos) y en España (2 puntos) que sería elpaís que de estos cuatro registra más respeto por los Derechos Humanos.

No obstante en éste Índice Global de Paz (Ibídem) no existen elemen-tos o indicadores que relacionen temas como víctimas y Ministerio Público.

Sobre la justicia reparatoria y su relación con la víctima

La crisis surgida en el modelo rehabilitador, y que desde nuestro puntode vista nunca ha superado, ha dado cabida a nuevas propuestas frente a lacárcel. Una de estas es la justicia reparadora que busca restaurar o reponer


el daño que un victimario(s) le ha ocasionado a la victima sin que con ellose lesione o se rompan los lazos humanos y sociales existentes.

Tal circunstancia ya se venía perfilando desde diferentes eventos, unode ellos fue el Convenio Internacional de Estudios sobre Victimología, ocu-rrido en 1975 (ver Cerón, 2000: 57-58). En éste se sugerían ideas tales como:las compensaciones de las victimas de homicidios y lesiones; la compensa-ción integral de las victimas, es decir, desde diferentes puntos de vista (eco-nómico, social, médico, etc.) y la restitución del daño a las víctimas recono-ciendo las necesidades de las mismas y reafirmando los valores sociales.

La justicia reparadora, como lo advierten Tamarit y Villacampa (Ibí-dem: 297) ha sido formulada en sus orígenes como un paradigma alternati-vo de justicia, contrapuesto al modelo retributivo del actual derecho penal.Tal enfoque parte de la idea de que el delito rompe, antes que todo, con lasrelaciones humanas y sociales antes que con la ley.

En este punto surge una necesidad: definir u ofrecer ideas sobre cadauna de las medidas señaladas anteriormente: reparación, restauración y laconciliación relacionadas con el ejercicio del derecho penal. En este sentidoLa Real Academia (2008) ofrece los conceptos o referencias de ellos, deésta se lee que la reparación está relacionada a la acción y efecto de repararcosas materiales mal hechas o estropeadas. Esta supone, inicialmente, la re-posición del bien material o jurídico dañado, por parte del victimario.

Luego, la restauración está relacionada con el efecto de restaurar. Ental sentido restaurar significa, según la Real Academia, recuperar o recobraralgo; reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación queantes tenía. Así, la restauración puede ser vista como un símil de la repara-ción, desde cierta perspectiva.

Finalmente, la conciliación está referida a la acción y efecto de conci-liar en tanto que el acto de conciliación es la comparecencia de las partesdesavenidas ante un juez, para ver si pueden avenirse y excusar el litigio.De manera que, inicialmente, no supone la reposición del bien material le-sionado o dañado pero tampoco lo excluye como medida para solventar pa-cíficamente el conflicto.

Marshall (citado por Tamarit y Villacampa, Ibídem) define a la justiciareparadora como “un proceso en el que todas las partes afectadas por una


ofensa llegan conjuntamente a resolver de forma colectiva el modo de tratarla situación creada por la ofensa y sus implicaciones para el futuro”. De ma-nera que no es un proceso como otros sino que ya de entrada supone dos ca-racterísticas puntuales: uno, busca la resolución consensuada de un proble-ma y dos, que tanto el proceso como la salida sean pacíficas, claro hastadonde la razón y la voluntad lo permitan pues no hay que olvidar que se en-cuentran en juego también los intereses de las partes.

Bajo esta circunstancia vale advertir que el proceso reparador tambiénse presenta con otros elementos, tales como que es informal y se basa en eldiálogo entre las partes. De manera que las reglas suelen ser flexibles en estoscasos. Otras notas de interés son que el dialogo debe ser ordenado; las partes,sobre todo el victimario, puede adoptar compromisos ante la víctima y los in-teresados suelen movilizarse buscando la verdadera solución del problema.

El proceso reparador puede asumir diferentes prácticas pero una de lasmás conocidas es el de la mediación aunque la justicia reparadora buscaalgo más allá de esta mera fórmula. En este sentido Tamarit y Villacampa(Ibídem: 302-303) indican que este modelo tiene como principios la mínimacoerción, la cooperación y el restablecimiento de las relaciones humanas;busca establecer una estructura cooperativa que favorezca la asunción deresponsabilidades; exige una conducción profesionalizada y pretende ponerfin a un proceso que plantea compromisos razonables, proporcionados yrespetuosos con la dignidad humana.

Herrea (Ibídem: 237) percibe la reparación dentro del proceso penalcomo la tercera vía punitiva. Indica así que ésta forma parte del proceso hu-manizador de las penas y que, en tal sentido, son causas defendibles desdediferentes puntos de vista. Sin embargo advierte Herrera (Ibídem), citando aShneider, que éste es un proceso que exige un esfuerzo moral por parte dequien es sancionado.

Para Tamarit y Villacampa (ibídem: 316) la justicia reparadora ha sidoconcebida, por unos, como alternativa al proceso judicial y, por otros, comocomplemento antes que como alternativa dentro de la justicia penal suscep-tible, además, de ser aplicada en cualquier fase del proceso. De igual mane-ra Malaguera y Garrido (2009) indican que la reparación es, en un sentidolato, una alternativa dentro del proceso penal.


Autores como García-Pablos (Ibídem) y Beristain (1993) afirmanque diferentes investigaciones en Europa han demostrado que hay un nú-mero significativo de víctimas que se dan por satisfechas con tan solouna disculpa personal. De manera que lo económico pudiera resultar, enalgunos casos, secundario a la hora de solventar el conflicto surgido porlo delictivo.

Merece especial atención alguna corriente dentro del derecho penalque ha defendido la llamada reparación integral. Tal visión pretende re-trotraer la condición de la víctima al exacto estado pre-victimizatorio,cosa que resulta sumamente difícil que pudiera darse, como lo advierteHerrera (Ibídem.: 242), endurecer aún más las penas contenidas en loscódigos penales.

Ahora, llama la atención cómo algunos textos procesales penales,como el venezolano (COPP, 2001), el colombiano (2004) o el paraguayo(1998) pudieran admitir la reparación del daño indirectamente a través, porejemplo, de un trabajo comunitario voluntario. Ello funcionaria como unaverdadera alternativa que pudiera aceptarse en el caso de que el victimario,por ejemplo, señalara no poseer recursos económicos para honrar con dine-ro el resarcimiento del daño, situación esta que pudiera acercarlo e integrar-lo más a la comunidad donde hace vida.

Por esta vía cobra especial importancia el reporte que algunos exper-tos realizarán sobre esta situación. En tal sentido nos hacemos de las pala-bras de Beristain (1997: 69) cuando afirma que es necesario innovar y crearun nuevo paradigma jurídico penal,

“… recreativo e integrador, que fomente el diálogo, la conci-liación e incluso la reconciliación.”

El mismo Beristain (1997) destaca la idea de que la justicia repara-dora puede ser usada aún en delitos graves. Tal aseveración proviene delas mediciones hechas para el caso y que arrojan resultados positivos deello, no obstante tal circunstancia supone la presencia de otros elementostales como: la participación de un experto mediador; un proceso largo –mínimo de seis meses- y bajo la evaluación de un equipo multidiscipli-nario, como indican Umbreir, Vos, Coates y Brown, citados por Tamarity Villacampa (Ibídem: 312).


Víctimas e instrumentos internacionales

Como se mencionó anteriormente la Declaración sobre los PrincipiosFundamentales de Justicia para las víctimas de los delitos y del abuso depoder (Ibídem) es un referente importante pues en ella se hace mención ensus artículos 8, 9, 10, 12 (aparte a) y 13 a la importancia que tiene el resar-cimiento y la indemnización de las víctimas. Aparte de ello sugiere puntual-mente a los Estados revisar sus prácticas, reglamentos y leyes de modo quese considere el resarcimiento como una sentencia posible en los casos pena-les, propuesta ésta que se refuerza con la Resolución 40/34 de la AsambleaGeneral de las Naciones Unidas.

A ello hay que añadirle que para el año 2002 las Naciones Unidasaprobó la Resolución 2002/12 sobre los principios básicos para la aplica-ción de programas de justicia restaurativa en materia penal. El Instrumentoparte de la idea de que éste tipo de medidas son favorables para el respetode la dignidad e igualdad de todas las personas (ante la ley) pues promuevela armonía social mediante la recuperación de las víctimas, los delincuentesy las comunidades.

De la Resolución antes citada destacan, desde nuestra perspectiva, trescosas: primero, no ofrece una definición exacta de justicia reparadora; se-gundo, alude que forman parte de estas fórmulas las siguientes: la media-ción, la conciliación, la celebración de conversaciones y las reuniones paradecidir las condenas. Tercero se afirma que estas medidas se pueden desa-rrollar en cualquier fase del proceso penal, de manera que no resulte limita-tivo para una fase del mismo. No obstante tal Instrumento no tiene fuerzavinculante en los Estados Miembros de ONU, por lo que se convierte tansolo en un mero referente de la política criminal para algunos Estados.

Desde un punto de vista comparado y también como mero referente sepuede citar la Decisión Marco del Consejo de la Unión Europea de 15 demarzo de 2001, relativa al Estatuto de la víctima en el proceso penal, dondese señala explícitamente, en el artículo 10, parágrafo 1, que los Estadosmiembros deben procurar impulsar la mediación en las causas penales enaquellos casos o delitos donde resulte procedente. De igual manera indicaen su segundo parágrafo que el Estado debe velar para que se consideretodo acuerdo alcanzado entre la víctima y el victimario.


De todo ello se concluye que la justicia reparatoria ha tenido un espe-cial desarrollo no solo dentro del seno de la victimología sino también enescenarios como la ONU. Para bien o para mal, en esta última instancia sehan propuesto medidas no vinculantes en su mayoría, pero que sirven comoreferente importante en el desarrollo de la política criminal de los países.

Dos principios en discusión: el principio de legalidad y el principiode oportunidad

Para la doctrina procesal penal existen, entre otros, dos principios fun-damentales dentro del proceso penal que son: el principio de legalidad y elprincipio de oportunidad.

En el ámbito del Derecho Procesal Penal, el llamado principio de lega-lidad se refiere específicamente al deber que tiene el Estado de perseguir ycastigar todo hecho punible, ello significa, que siempre que ocurra la comi-sión de un delito o falta de acción publica, necesariamente el Estado estáobligado, a través de sus órganos de persecución penal, al inicio de la ac-ción penal, en todos los casos.

Luego el segundo principio nos habla, generalmente, de la necesidadde aminorar la intensidad de la obligación de persecución penal en todos loscasos, dada la imposibilidad de lograrlo, y abstenerse del ejercicio de la ac-ción penal para determinadas conductas punibles, es decir, que el Estado, enrazón de este principio, denominado de oportunidad, estaría legitimado pararenunciar a ejercer la acción penal por no considerarla oportuna o conve-niente, en razón de criterios de política criminal.

Nuestra Constitución Nacional y nuestro Código Orgánico ProcesalPenal (Ibídem), establecen el principio de legalidad procesal en los artículos285.4 y 11, respectivamente, consagrando la obligatoriedad del ejercicio dela acción penal, pero dejando a salvo expresamente, las excepciones queconsagre la ley.

En este sentido el Código Procesal Penal Venezolano (Ibídem), desa-rrolla en los artículos 37 al 39, el principio de oportunidad, como una de lasalternativas a la prosecución del proceso, al lado, del acuerdo reparatorio yla suspensión condicional del proceso, estableciendo que la Fiscalía del Mi-nisterio Público, podrá prescindir, total o parcialmente, del ejercicio de la


acción penal, mediante solicitud al Juez de Control y solo en los supuestosconsagrados expresamente en la ley.

De manera que, en nuestro proceso penal, el principio de oportuni-dad constituye una excepción al principio de legalidad, que le permite a laFiscalía del Ministerio Público, no acusar penalmente, solo en las hipóte-sis taxativamente señaladas en la ley procesal (oportunidad reglada) y so-metida además al requisito de la homologación jurisdiccional, a través deun Juez de Control.

La propia Exposición de Motivos del Código Orgánico Procesal Penal(Ibídem), explica que el principio de oportunidad, constituye un mecanismoapto para canalizar la selectividad espontánea de todo sistema penal y, ade-más, obedece principalmente a la necesidad de simplificar y agilizar el siste-ma de administración de justicia penal, descongestionándola de la pequeña ymediana criminalidad, corroborándose de esta manera que dicho principiosurge de factores de política criminal, que consideran comprobada la imposi-bilidad de la persecución penal de todos los hechos punibles ocurridos.

En algunos casos se ha esgrimido que la justicia reparadora lesiona elprincipio de legalidad, sin embargo, ello no resulta tan cierto a la luz deciertos argumentos: primero, hay que advertir, como lo indica Herrera (Ibí-dem: 241) que ésta era una fórmula contemplada por los positivistas comoinstrumento penal preventivo.

Segundo, pensamos que en la práctica es posible observar la vigenciade ambos principios (legalidad y oportunidad) sin que se lesione uno u otro.Asimismo creemos que la justicia reparatoria no puede llegar a vulnerar elprincipio de legalidad en tanto que es difícil presenciar una vigencia radicalde éste último en algún contexto.

De hecho, creemos que la justicia reparadora promueve y enalteceel principio de proporcionalidad al pretender una verdadera compensa-ción para la víctima. Amén de ello es probable que también haga honor aotros principios jurídico penales importantes como son: el principio de lamínima aflicción o pena humanizada y el principio del derecho penalcomo última ratio.


La victimodogmática

Existe una corriente dentro del derecho penal, de origen alemán, queha querido trasladar algunas conclusiones de la victimología al derecho pe-nal y, en este sentido, ha buscado examinar cómo la contribución de la vícti-ma en el hecho delictivo afecta la punibilidad del autor. En pocas palabraspretende establecer la responsabilidad de la víctima en el hecho delictivo demanera que se atenúe la responsabilidad del victimario, y a esta corriente sele ha denominado victimodogmática.

Como bien lo describe Tamarit (1998: 21) la victimodogmática partedel supuesto de que “...existen víctimas corresponsables del hecho (delicti-vo) para llegar a establecer un principio de autorresponsabilidad de la vícti-ma… un deber de autodefensa en relación al ataque de ciertos bienes jurídi-cos…”. Herrera (Ibídem: 263) haciendo un análisis de la victimodogmáticaseñala que ella interpreta torcidamente el principio de subsidariedad e inter-vención mínima del derecho penal en tanto que el análisis hecho desde estaposición debe ser exhaustivo para cada circunstancia.

Tales razonamientos resultan en principio, desde nuestra perspectiva,un tanto difíciles de comprender, en el sentido de que, por razones de senti-do común, nadie en la mayoría de los casos desea o busca ser víctima de undelito. Por otra parte pareciera exonerar la responsabilidad que tiene el Es-tado en dos tareas importantes, esto es, tanto en la prevención como en larepresión del delito, fundamentos estos de la política criminal.

Por un lado el Estado debe agotar todas las medidas (sociales, políticas,económicas, educativas, culturales, institucionales, etc.) para evitar el dañoque voluntariamente se le ocasionan a los bienes jurídicos. Por otra parte nospuede colocar en la postura de llevar al banquillo de los acusados a las verda-deras víctimas, tal es el caso de la expresión común de que “cómo no la iba aviolar si llevaba unas mini faldas y un escote provocativo”.

Sin embargo la perspectiva de la victimodogmática pareciera ser vale-dera en los casos donde la víctima asume el riesgo. Supongamos, una perso-na sin ningún tipo de alteración (emocional, psíquica, etc.) que ha decididoconducir por el canal contrario de la vía que le corresponde, ya que la que lasuya está obstruida, ocasionando con ello una colisión con otro automóvil


(carro éste que viene respetando las leyes de tránsito) situación ésta que alfinal le cuesta la vida al arriesgado conductor.

En este caso el victimario no tiene responsabilidad alguna, lo que noslleva a pensar que la postura victimodogmática pudiera tener aplicación enalgunos casos donde se presentan los delitos culposos. Claro, tal situaciónva a depender del análisis exhaustivo de todas y cada una de las circunstan-cias donde suceda el hecho pues existen sucesos voluntarios (como simularhaber sido víctima de un hecho punible cuando en realidad éste último noha existido) donde debiera examinarse el papel de la víctima.

Tamarit (1998: 42) indica que en general se ha ido imponiendo un criteriode la atenuación de la pena del autor cuando la víctima ha incitado la comisióndel hecho delictivo o ha omitido deberes de control. En pocas palabras, si elloes así se puede decir que hay casos en los cuales puede terminar siendo la victi-ma un victimario, cuando en realidad lo que se busca es que el conflicto dadopor lo delictivo se solvente favorablemente para quien ha sido víctima.

Toda esta situación pudiera afectar la materialización de la justicia re-paratoria cuyos balances son, en general, positivos. Ejemplo de ello son losresultados encontrados por Umbreit, Vos y Coates (citados por Tamarit yVillacampa, Ibídem: 306) cuando indican que en el año 2002, en los Esta-dos Unidos entre el 80% y 90% de los casos fueron resueltos por esta vía ylas víctimas, en su mayoría, señalaron sentirse satisfechas y más de un 80%de estos consideraban justo el proceso.

No obstante, la discusión sobre la victimodomática en relación con lajusticia reparadora no culmina aquí. Es probable que en un futuro nuevasvisiones y enfoques enriquezcan más aún la disertación planteada acá.

RECOPILACIÓN DE DATOS

Debe iniciarse en este aparte mencionando los datos del CICPC (Ibí-dem) para el Estado Mérida en lo que respecta a los delitos que contempla elCOPP (Ibídem) en los cuales es posible celebrar una acuerdo reparatorio. Eneste sentido se tiene que éste ente registró para el año 2007 un total de 1.354hurtos y 87 hurtos de auto, delitos estos que como se ha mencionado son sus-ceptibles de ser resueltos a través de acuerdos reparatorios, según sea el caso.


De igual manera se tiene que el ente policial no registra datos sobre delitosculposos ya que, probablemente esta es una categoría que define otra ins-tancia del aparato de justicia penal, específicamente los tribunales.

Si ello es así es probable, por las razones teóricas antes explicadas,que se celebren un número considerable de acuerdos reparatorios, por lomenos en el Estado Mérida. Sin embargo la cifra ofrecida por los tribunalesentre el año 2005 y mayo de 2008 dan razón de 20 acuerdos celebrados,aproximadamente para todo el Estado Mérida.

De este número se ha tenido acceso al 70% de estos casos (14 expedien-tes) y donde se detallan los siguientes datos relacionados con las víctimas:

a) El 30,7% de las víctimas tenían entre 24 y 30 años de edad o más de 45años.

b) El 69,2% de las víctimas eran de sexo masculino.

c) 92,3% habitaban en el Estado Mérida.

d) En el 76,9% de los casos se registraban varias víctimas, o por lo menosmás de una.

e) En uno de los casos la víctima fue una persona jurídica.

En lo que respecta a otros elementos relacionados con el proceso setiene que:

a) El 100% de los casos admitieron sin ningún inconveniente la celebra-ción del acuerdo.

b) En el 100% de los casos las partes lo acordaron y luego el Fiscal lo pro-puso al tribunal.

c) El 100% de los casos cumplieron con el acuerdo, solo en un porcentajemuy ínfimo (5%, aproximadamente) hubo algunos inconvenientes porparte del victimario pero al final del proceso cumplieron.

d) En el 69,2% el sexo de la Fiscal era femenino.

e) No existe una tendencia clara sobre el tiempo que puede llevar paraacordar esta medida.

f) Un 10% de los acuerdos se adoptaron bajo la figura de la flagrancia.


De todo esto se observa: primero, que existe un número de acuerdoscelebrados que es ínfimo en comparación con el número de delitos contra lapropiedad que registran entes como el CICPC sólo en un año. Segundo, lla-ma la atención que la edad de la mayoría de las víctimas, supera los 24años. Tercero, una mayoría de estas victimas era de sexo masculino y habi-taban en el Estado Mérida.

Particularmente también se detalla que en la totalidad los casos admitensin ningún inconveniente, la celebración del acuerdo reparatorio, ello aúncuando en la mayoría de los casos hubo más de una víctima. Ahora, la totali-dad de los acuerdos estudiados se cumplieron y en su mayoría son celebradoscuando el representante del Ministerio Público es de sexo femenino. Quedaclaro que no existe un tiempo determinado para acordar esta medida.

Ahora, en este trabajo de campo se buscó también conocer la percep-ción que los fiscales del Ministerio Público en el Estado Mérida tenían so-bre el tema a través de la aplicación de un instrumento de recopilación dedatos enviado por correo. Lamentablemente no fue posible conseguir la in-formación solicitada, de hecho, un solo fiscal respondió a este instrumento,todo ello a pesar de adoptar un tiempo de espera prudencial y de haber he-cho algunas visitas a las sedes de las Fiscalías en el Estado Mérida.

ANÁLISIS

En todo este esquema tanto teórico como práctico pensamos que lavíctima, no solo dentro de los acuerdos reparatorios, sino dentro de todo elproceso penal juega un papel fundamental. Primero, porque ella es razónprimordial del sistema, sin víctimas no hay proceso alguno; segundo, por-que es sobre la paz de ella, o con el interés puesto en ese valor que el proce-so se erige, de allí la necesidad de brindarle los distintos elementos que setengan para brindarles una ayuda efectiva.

En ese sentido la victimología ha jugado un papel importante, bien seadeterminándole, describiéndole, o dando a conocer sus intereses y virtudesdentro de los conflictos, aún el penal. El reconocimiento, explícita o implí-citamente, de los derechos y necesidades de las víctimas dentro del procesopenal ha sido recogido en algunos Instrumentos Internacionales de Dere-


chos Humanos, tales como la Declaración sobre los Principios Fundamenta-les de Justicia para las víctimas de los delitos y del abuso de poder (Ibí-dem); Resolución 2002/12 sobre los Principios básicos para la aplicación deprogramas de justicia restaurativa en materia penal (Ibídem) o la DecisiónMarco del Consejo de la Unión Europea del 15 de marzo de 2001 relativa alestatuto de la víctima en el proceso penal (Ibídem).

Por su parte el derecho penal, y más el proceso penal, ha acogido ensu desarrollo algunos de estos planteamientos sobre la justicia reparadorapudiendo de esta manera articular algunos de estos intereses con la normati-va procesal penal. Ejemplo de ello sucede en el caso venezolano con elCOPP (Ibídem) y en algunos países latinoamericanos como en el CódigoProcesal Penal Argentino (1991), el Código de Procedimiento Penal Colom-biano (Ibídem) o el Código Procesal Penal de Paraguay (Ibídem), entreotros. De allí que se advierta, teóricamente, un breve viraje en la idea mera-mente punitiva del sistema penal.

No obstante, los datos obtenidos de la realidad venezolana, más espe-cíficamente del Estado Mérida, nos colocan sobre una posición crítica. Estose afirma ya que las estadísticas oficiales dan razón, por ejemplo, de unagran número de delitos contra la propiedad (delitos estos que, de llenarselos requisitos exigidos, son susceptibles de ser resueltos mediante un acuer-do reparatorio) pero en realidad existe un numero ínfimo de estos conflictosque son resueltos por la vía de la justicia reparatoria. Ejemplo de lo afirma-do es que desde 2005 hasta mayo de 2008 se celebraron, en todo el EstadoMérida, 20 acuerdos reparatorios.

Ahora, la descripción hecha de las víctimas en los acuerdos reparato-rios celebrados en el Estado Mérida entre el año 2005 y 2008 demuestranque las mismas, en general apuntan a las siguientes características: jóvenesde sexo masculino cuya edad superaban los 24 años y que habitaban en elEstado Mérida.

El proceso de estas víctimas estuvo caracterizado, entre otras cosas, por-que se celebraron los acuerdos reparatorios sin ningún inconveniente, aúncuando había varias víctimas. Curiosamente estos acuerdos reparatorios fueronpropuestos en su mayoría por Fiscales del Ministerio Público de sexo femeninoy estos se cumplieron sin ningún inconveniente para beneficio de las partes.


En torno a esto se piensa que los acuerdos resultaron positivos para lavíctimas en virtud de que se cumplieron en su mayoría, logrando con ello,probablemente, materializar el espíritu que impregna la ley. Llama la aten-ción que la mayoría de las víctimas viven en el Estado Mérida, habría quecotejar entonces si los victimarios también viven en el Estado Mérida paracorroborar la hipótesis de Garrido (2007) de que a mayor cercanía de la pa-reja penal mayor probabilidad de éxito en el acuerdo reparatorio.

Lamentablemente no se pudo conocer la percepción que tienen losFiscales del Ministerio Público del Estado Mérida sobre los acuerdos repa-ratorios. Tal experiencia es similar a la ya observada en una investigaciónanterior donde los jueces de juicio y control de esta misma entidad, por ra-zones que se desconocen, no pudieron ofrecer datos sobre este mismo tema.

Ahora, nos parece acertado hacernos eco de algunas de las anotacionesde Tamarit y Villacampa (Ibídem: 308-314) cuando indican que si bien lasevaluaciones en general de los acuerdos reparatorios suelen ser positivas exis-ten una serie de límites que este debe vencer o errores que no deben cometer-se. Entre ellos están: que en el proceso no debe ganar más el ofensor que lavíctima; el proceso no debe pretender la humillación del infractor; la justiciabasada sólo en una mera reparación del daño nos coloca sobre el camino de laprivatización de la justicia y no debiera lesionar el principio de igualdad.

CONCLUSIONES

La cuestión de si la víctima induce o no el acto delictivo (teoría delmundo justo), de si es un hecho inevitable, son posiciones debatibles, puesmás allá de eso la discusión pudiera estar centrada en dos puntos más: pri-mero, que ciertos hechos delictivos suceden a la luz de una serie de elemen-tos negativos que rodean a la víctima y, con más peso, al victimario. Segun-do, en ciertos contextos tan complejos como el latinoamericano es probableque la balanza se incline más por esta última afirmación y por la protecciónque debieran tener los derechos y los bienes jurídicos de la víctima.

La experiencia de otros países pareciera indicar que hace falta la crea-ción de verdaderas unidades de apoyo a las víctimas. Estas no solo deben


ocuparse de recibir la denuncia de la víctima sino tenderle la mano en esteterrible episodio donde el Estado es, en parte, responsable.

Las características de las víctimas encontradas en este estudio explora-torio son un mero referente que debe ser completado con las característicasde los victimarios para establecer así algunos puntos de comparación. Enprincipio pudiera afirmarse que los acuerdos reparatorios han sido benefi-ciosos para aquellas víctimas masculinas que superan los 24 años de edad yque viven en el Estado Mérida, aquí habría que responder ¿por qué paraotros casos tal situación no es similar?

Estos primeros datos nos acercan a una realidad poco explorada a travésde la investigación de campo. Tal situación deja sobre la mesa la idea de quees necesario abordar aquellas alternativas a la pena privativa de libertad y quecoadyuven al beneficio de la víctima y a la solución de conflictos pacífica-mente en los cuales la aplicación de una pena sólo agrava más el problema.

Desde nuestra perspectiva los textos jurídicos reconocen una necesidad,por lo menos legalmente. Tal necesidad tiene que ver con la ineficacia de lapena y de la cárcel para ciertos delitos pero también con la idea de recrearnuevas alternativas pacíficas y eficaces para la solución de los conflictos.

Lamentable es que en la práctica, en el Estado Mérida, en los últimostres años (2005-2008) se hayan celebrado pocos acuerdos. Tal vez con eltiempo la práctica de este mecanismo se vuelva una necesidad para unos ypara otros.

Vale ratificar que las cifras sobre victimizaciones tanto en Venezuelaasí como en otras partes del mundo no dejan duda de que hay un incremen-to del fenómeno delictivo, bien sea porque en algunos contextos se tipifi-quen más conductas como delictivas o porque la cifra negra baje por la efi-cacia de los cuerpos de seguridad o por otros factores. El hecho es que haypersonas cuyos intereses protegidos jurídicamente han sido afectados y sonquienes exigen una respuesta a los organismos competentes, entre ellos laadministración de justicia penal.

La aplicación de la pena privativa de libertad, en algunos casos, pare-ciera no dar respuesta a las exigencias de estas víctimas por lo que se hangenerado alternativas a la misma con fines bien definidos: responder a lasvíctimas, deshacinar los establecimientos penales, evitar costes procesales,


entre otros. Ha hecho que la justicia reparadora se vea como una alternativaviable a la pena privativa de libertad.

Las investigaciones realizadas en otros contextos así como en el nues-tro revelan que es posible la aplicación y, tal vez, la ampliación de la justi-cia reparadora a delitos graves aunque esto último es un tema amplio de de-bate en el mundo. Lo cierto es que para que la justicia reparadora sea un he-cho contundente y efectivo es necesario contar con instituciones indepen-dientes, sólidas, eficientes y que respondan a las expectativas sociales másque a otro tipo de intereses, situación ésta que resulta fundamental para elverdadero fortalecimiento de nuestra democracia y del estado de derecho.

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