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LATINOS Y BÚLGAROS (1207) FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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Page 1: LATINOS Y BÚLGAROS (1207) - franciscosuarezsalguero.esfranciscosuarezsalguero.es/wp-content/uploads/2017/11/Siglo XIII... · DEL CANTAR DE MIO CID Con motivo del VIII Centenario

LATINOS Y BÚLGAROS (1207)

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en ofrecer

la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar. Lo ha hecho

valiéndose de cuantas fuentes que ha tenido a mano o por medio de la red in-

formática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le documentaron a tra-

vés de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa como editor en el caso de

algún texto conseguido por las vías mencionadas. Y para no causar ningún per-

juicio, ni propio ni ajeno, queda prohibida la reproducción total o parcial de este

libro, así como su tratamiento o transmisión informática, no debiendo utilizarse

ni manipularse su contenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se

reproduzcan indebidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia,

etc.

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A MODO DE PRÓLOGO

EN ESTE AÑO 1207 TERMINÓ PEDRO ABAD SU COPIA DEL MANUSCRITO

DEL CANTAR DE MIO CID

Con motivo del VIII Centenario del Cantar de Mio Cid, escribía en el diario ABC

(Aula de Cultura, Fundación Vocento, 13 de febrero de 2007) José Ángel García Cor-

tázar, Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cantabria, lo que sigue,

refiriéndose a la memoria histórica como memoria heroica:

“La Historia como disciplina científica es la forma en que una sociedad se rinde

cuentas de su pasado”. La frase de Johan Huizinga, el inolvidable autor holandés de El

otoño de la Edad Media, es, sin duda, un sencillo pero eficaz recordatorio de dos cosas.

Cada sociedad, podríamos decir cada generación, aspira a rendirse cuentas del pasado.

Cada sociedad, cada generación, se acerca con nuevas preocupaciones, con nuevas pre-

guntas, a los testimonios de ese pasado y las respuestas que obtiene, siempre que no ol-

vide las ya dadas a preguntas precedentes, le permiten acercarse un poco más a lo que

pudo ser la verdad del tiempo pretérito. Esa verdad nunca aparecerá de golpe ante el his-

toriador. Como mucho, vestirá el ropaje de una conjetura un poco más verosímil que las

anteriores. Y con ella habrá de conformarse la sociedad y, desde luego, el historiador,

consciente éste de que sólo a través de sucesivas y titubeantes aproximaciones podrá

acercarse a la verdad total.

Conforme se aproxima a ella, el historiador se da cada vez más cuenta de que esa ver-

dad viene a ser una especie de síntesis depurada de las verdades parciales que cada uno

poseía. La memoria (histórica, si aceptamos el redundante adjetivo, ahora tan de moda)

contiene la verdad, o la mentira, de cada uno. Pero es la historia la que se encarga de

reunirlas, confrontarlas, purificarlas, para extraer de ellas el recuerdo común de la so-

ciedad y la interpretación más probable de los hechos del pasado. Frente a la memoria

individual o grupal, se alza o debe alzar la historia en cuanto memoria científicamente

probada de la colectividad. Frente a la memoria histórica, la producida interesadamente,

y, por ello, inevitablemente heroica, la historia prodiga los claroscuros y, con frecuen-

cia, convierte a los héroes en héroes por necesidad o a la fuerza y, a veces, simplemente,

les retira del todo la etiqueta.

Para la rendición de cuentas del pasado, la sociedad, en cierto modo, como los indivi-

duos que la componen, encuentra en los cumpleaños –o en los “cumplesiglos”– una

excusa de reflexión y recuerdo. En este caso, el cumpleaños a celebrar es el 800 aniver-

sario de la conclusión del Cantar de Mio Cid.

Quien escrivió este libro dél’Dios paraíso, ¡amén!

Per Abbat le escrivió en el mes de mayo

En era [hispánica] de mill e doscientos e cuaraenta e cinco años.

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O, dicho en forma más moderna:

“A quien copió este libro déle Dios paraíso,

Pedro Abbat lo hizo en el mes de mayo

en el año de la era cristiana de 1207”.

Los historiadores saben que el recuerdo de un determinado hecho del pasado es buen

expediente para animar a los políticos a sufragar con mayor o menor generosidad inves-

tigaciones en torno a aquél. Los políticos, por su parte, saben también que el oportuno

recuerdo de un hecho contribuye a la elaboración de lo que llamamos “memoria his-

tórica”. En definitiva, en ese juego de relaciones entre historiadores y políticos en torno

a los hechos del pasado, si a los primeros les ha correspondido el derecho a decidir cuá-

les son los hechos recordables, los segundos se han arrogado siempre la potestad de se-

leccionar cuáles son los que hay que recordar. En medio de unos y otros, cualquier ob-

servador atento puede comprobar que la selección que convierte algunos hechos me-

morables en hechos memorandos es una selección, a la postre, política en su más amplio

sentido. Como dice Patrick Geary, “toda memoria, sea „individual‟, „colectiva‟ o „his-

tórica‟ es memoria para algo”.

En esta línea de atención, tan actual para los historiadores, los políticos y el conjunto

de la sociedad, la de la memoria histórica, se inscriben mis reflexiones sobre el Cantar

de Mio Cid en vísperas de los ochocientos años de aquel mes de mayo de 1207 en que

Pedro Abbat escribió el colofón del poema. Son reflexiones de un historiador de la

sociedad medieval, no de un historiador de la literatura, y son reflexiones que aspiran a

indagar no tanto en una historia (la del Cid o la del Poema) cuanto en la memoria his-

tórica incluida en el Cantar o espoleada por él.

Un breve recuerdo de la historia

Antes de entrar en la memoria, recordemos la historia. Y la historia nos enseña que

Rodrigo Díaz había nacido hacia 1045-1050 en Vivar, un pueblecito a diez kilómetros al

norte de la ciudad de Burgos, en el seno de una familia de la pequeña nobleza regional.

Probablemente, se había educado como compañero de armas y estudios con el infante

don Sancho, primogénito del rey Fernando I de León. Más tarde, había formado parte

del círculo más estrecho del infante y se había convertido en jefe de su milicia después

de que aquél llegara a ser rey de Castilla en 1065.

En 1072, el rey castellano Sancho II fue asesinado a las puertas de Zamora, cuando

intentaba hacerse con la ciudad que estaba en manos de su hermana Urraca. La muerte

del rey no parece que alteró mucho la carrera de Rodrigo. Una vez cumplido el deber de

enterrarlo, el Campeador se incorporó a la corte de Alfonso VI, que volvió a reunir en

su mano la totalidad del reino de León que su padre Fernando había regido. La rapidez

con que Rodrigo transfirió su lealtad de Sancho II a Alfonso VI resta verosimilitud a la

“jura de Santa Gadea”, relato legendario que venía a escenificar la idea de pacto, en el

fondo, la idea de democracia originaria y de independencia de Castilla respecto a León.

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Durante nueve años, entre 1072 y 1081, Rodrigo Díaz atendió los asuntos que el rey

Alfonso VI le fue encargando. Sin embargo, en la primavera de 1081, con la excusa de

castigar a unos bandidos del reino moro de Toledo que realizaron incursiones por tierras

de Osma y Gormaz, el Cid y su mesnada organizaron por iniciativa propia una expedi-

ción de saqueo por tierras toledanas. Para el rey de Toledo, aliado de Alfonso VI, la

acción del Campeador era una traición a los compromisos que él había establecido con

el rey castellano. Éste lo entendió de igual forma y para complacer al toledano, en el ve-

rano de aquel mismo año1081, desterró a Rodrigo.

A partir de ese momento, el Cid se convirtió en un capitán de fortuna cuya actividad,

entreverada con reconciliación con el rey en 1086 y nuevo destierro en 1089, se pro-

longó hasta 1099. Durante dieciocho años, Rodrigo Díaz puso su fuerza al servicio tanto

de príncipes cristianos como musulmanes, venció en unas cuantas batallas, se enrique-

ció con el botín cobrado y, finalmente, estabilizó su existencia de guerrero de frontera

ganando a los moros en 1094 la plaza de Valencia, donde se instaló hasta su muerte en

1099. Tres años después, la imposibilidad de conservar la ciudad, movió al rey Alfonso

VI a animar a la viuda del Cid y sus guerreros a abandonarla.

De la historia a la memoria del Cantar

Hasta aquí, la historia. Poco más de cien años después de su muerte, en 1207, el Cid

histórico se había convertido en el Cid legendario. El responsable último de la trans-

formación fue, sin duda, el autor del Cantar, pero éste no hizo sino recoger y contribuir

a la difusión de una memoria histórica que se había ido elaborando desde 1120 y acabó

cuajando en la Castilla de Alfonso VIII entre los años 1170 y 1210. Y lo hizo en aque-

llos momentos porque venía bien a los objetivos e intereses del monarca castellano que

preparaba la ofensiva contra los almohades, que culminaría en su victoria de Las Navas

de Tolosa en 1212. Como en todo tiempo y lugar, a finales del siglo XII en Castilla, la

memoria también servía para algo.

En el Cantar esta memoria estaba compuesta por cinco elementos fundamentales: el

héroe victorioso; la fidelidad al rey; la confianza, siempre apoyada en Dios, en el éxito

de los cristianos en la pugna con los musulmanes; la funcionalidad de la segunda no-

bleza, en comparación con la primera de los infantes de Carrión, en la lucha contra el

Islam, lo que facilitaba a aquélla su ascenso social y enriquecimiento; y la grandeza de

Castilla y de sus gentes.

De esas cinco memorias parciales destiladas por el Cantar de Mio Cid, las cuatro pri-

meras podían haber tenido resonancia social en cualquier momento del siglo que medió

entre la derrota de las tropas de Alfonso VI en Uclés en el año 1108 y la redacción final

del poema en 1207. La quinta, la grandeza de Castilla y sus gentes, cobró mayor sentido

durante los años 1157 a 1230 en que los reinos de León y Castilla estuvieron separados.

Repasemos aquellas memorias parciales.

Para empezar, la memoria de la fidelidad de los vasallos hacia el rey. Entre 1108 y

1207, la fidelidad al monarca que reinó en Castilla, unida o no a León (Urraca I, Al-

fonso VII, Sancho III, Alfonso VIII), estuvo en entredicho en contados momentos. Lo

había estado especialmente durante el reinado de doña Urraca. En él, las desavenencias

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entre la reina y su segundo marido, Alfonso I el Batallador de Aragón, habían favo-

recido la aparición de facciones que apoyaban a una y otro. En varias ocasiones mi-

dieron sus fuerzas. Pero la fidelidad al rey de Castilla también había sido puesta a

prueba entre 1158 y 1170, años de la minoría de Alfonso VIII. Incluso una vez que el

monarca alcanzó la mayoría de edad, su política no dejó de suscitar algunos resen-

timientos, particularmente en los miembros de la poderosa familia de los Castro, que

eran descendientes del gran grupo familiar de los “infantes de Carrión” del siglo an-

terior. Uno de los resentidos contra Alfonso VIII, el noble Pedro Fernández de Castro,

tomó parte incluso por el bando almohade en la batalla de Alarcos de 1195, que supuso

la derrota total de las tropas del monarca castellano. En semejantes circunstancias, re-

cordar la fidelidad al rey como obligación de todo vasallo bien nacido no parecía im-

pertinente.

Una segunda memoria muy presente en el Cantar de Mio Cid fue la del reconoci-

miento de los progresos económicos y sociales y del papel de la segunda nobleza. El

ascenso social de una nobleza de infanzones había empezado a producirse con la llegada

del navarro Fernando I, padre de Alfonso VI, al trono de León en 1037. Y se fortaleció

con el comienzo de la actividad conquistadora que aquél puso en marcha a partir de

1055. Más que los miembros de la primera nobleza, a la que pertenecían los infantes de

Carrión del Cantar, fueron los de la segunda, la de los hidalgos, los que hicieron de la

lucha contra los moros un rápido expediente de enriquecimiento y ascenso social. No

debió ser difícil, por ello, al poeta del poema recordar en 1207 que el interés político y

religioso de la guerra contra el Islam tenía con frecuencia el pago inmediato de un buen

botín. El propio Cid y su mesnada se habían hecho ricos guerreando contra los musul-

manes.

Esta circunstancia abría el camino a la creación de una tercera memoria histórica. La

de la lucha contra los musulmanes. Los enfrentamientos entre musulmanes y leoneses y

castellanos no habían cesado durante todo el siglo XII. En su primera mitad fueron los

almorávides los que pusieron en jaque la propia plaza de Toledo, joya de la corona. En

la segunda mitad habían sido los almohades quienes amenazaron continuamente los te-

rritorios del reino castellano. En resumen, en su particular pugna con el Islam, Castilla

había vivido momentos muy difíciles tanto hacia 1140, en que comenzó la ofensiva de

Alfonso VII contra los almorávides, como hacia 1165, en que los almohades presiona-

ban con fuerza sobre la frontera meridional de Castilla, como, por fin, después de la de-

rrota de Alarcos en 1195.

En cualquiera de esos momentos, el rey habría saludado con júbilo la aparición de un

instrumento de exhortación y propaganda a favor de la lucha contra el Islam. Máxime si

esa propaganda se centraba en una figura con la que el auditorio de los juglares podía

sentirse identificado. El Cid, en efecto, no es en el Cantar un héroe sobrehumano sino

un espejo accesible. Al pintarlo igual que sus oyentes en los momentos bajos, en la ad-

versidad, se incitaba a aquéllos a identificarse con él en las horas de triunfo y esplendor.

Por ello, los especialistas han pensado que las ideas y algunos materiales que acabaron

encontrando su forma definitiva en el poema de 1207 se habían ido acumulando durante

el siglo XII. Más precisamente, piensan que lo habían hecho en torno a aquellas tres

fechas en que el reino había sentido más cercana la amenaza musulmana: 1140 (Ramón

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Menéndez Pidal), 1165 (María Eugenia Lacarra), después de 1195 (opinión hoy mayori-

taria).

La última de las memorias parciales construidas en Castilla a lo largo del siglo XII tu-

vo por objeto la propia grandeza del reino y sus gentes y se explica mejor en el período,

después de 1157, en que Castilla y León formaron reinos separados. Tal memoria debió

parte de su impulso a los avances experimentados en el siglo XII en la percepción y de-

fensa de los rasgos propios de tierras y personas y de las historias peculiares de gentes y

pueblos. Durante aquella centuria, los progresos en la afirmación de la individualidad

empezaron a hacer asomar por doquier señas de identidad y reivindicaciones de auto-

afirmación regional o personal.

Ya hacia 1120, el clérigo que escribió la llamada Historia Silense había exclamado

más o menos: “¡Excepto Dios padre nadie ha llegado en ayuda de los españoles contra

los musulmanes, de modo que no vengan ahora los franceses con el cuento de que fue

Carlomagno quien liberó el norte de España de manos del Islam!”.

Unos años más tarde, en 1147-1148, en uno de sus pasajes, el Poema de la conquista

de Almería, apéndice de la Crónica de Alfonso VII, describía y valoraba las fuerzas re-

gionales y personales que se movilizaron para acudir a la llamada del rey. Al hacerlo, el

cronista realizó el juego, mitad erudito mitad patriótico, de comparar la pareja Álvar

Fáñez-el Cid, que jamás habían coincidido en la realidad en sus andanzas, con la pareja

Roldán-Oliveros de la Chanson de Roland. Para el autor, aunque el Cid era superior a su

compañero, habría bastado que Álvar hubiera formado un terceto con Roldán y Oliveros

para que los musulmanes hubieran sido sometidos por los francos.

Que la idea estaba ampliamente extendida en las villas y ciudades del reino nos lo de-

muestra el hecho de que, según una Crónica de la población de Ávila, hacia 1170, las

mozas de la ciudad deploraban en sus corros que “Cantan de Roldán, cantan de Oli-

veros, e non de Zorraquín, que fue buen caballero”. La reivindicación del héroe local

trataba de abrirse paso en medio de las leyendas que la épica francesa había generado y

los peregrinos a Santiago habían difundido.

De la memoria del Cantar a la memoria de Castilla

Las tres referencias ilustran el progreso de búsqueda de señas de identidad y de dife-

renciación del reino de Castilla. El mismo espíritu está presente en la última de las me-

morias parciales espoleadas por el Cantar de Mio Cid. La memoria de la propia Castilla.

Sin ser, desde luego, un poema político, el Cantar fue un poema políticamente caste-

llano. Por ello, como apunté hace un momento, su elaboración definitiva resulta más ló-

gica en tiempos en que Castilla constituyó un reino individualizado y separado de León,

cosa que sucedió entre 1157 y 1230.

Recordemos algunos datos. En el poema abundan las referencias encomiásticas y

afectivas a Castilla y al temple de sus gentes. Esas referencias se producen por pon-

deración de lo castellano y no por contraposición a lo leonés. Ni el rey del poema es un

leonés taimado que se opone al fiel vasallo castellano ni los infantes de Carrión for-

maban parte de una nobleza leonesa. Sus posesiones se situaban entre los ríos Cea y Pi-

suerga, territorio que, desde comienzos del siglo XI, había constituido una especie de

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bisagra entre León y Castilla y que volvió a ser disputado por los dos reinos en los años

de Alfonso VIII.

En cambio, es evidente que, por sus contenidos, el Cantar de Mio Cid compartió sen-

timientos con otras creaciones que, entre los años 1170 y 1210, contribuyeron a cons-

truir la memoria de Castilla como cabeza de los reinos hispánicos y capitana de su lucha

contra los musulmanes. Estas creaciones se generaron principalmente en la zona orien-

tal del reino, tuvieron por impulsores a monjes de unos cuantos monasterios y no des-

deñaron el apoyo que ocasionalmente recibieron desde el reino de Navarra.

¿Y cuáles fueron los elementos sustantivos de esa memoria histórica relativa a Castilla

que se construyó en los años 1170 a 1210? El profesor Javier Peña nos los ha recordado

recientemente. Fueron: los jueces Nuño Rasura y Laín Calvo, el conde Fernán González

y el Cid Campeador.

El primer polo de articulación de memoria histórica fueron los jueces de Castilla. La

leyenda de los jueces de Castilla sostenía, según versiones, que, bien hacia el año 840,

bien hacia el 925, los castellanos, enojados por el maltrato que recibían en la corte del

rey de León, “eligieron a dos caballeros, no de los más poderosos sino de los más

ecuánimes, y los hicieron jueces para que apaciguasen con sus decisiones los desa-

cuerdos y los motivos de querella en su tierra”. Uno de los jueces se llamaba Nuño Ra-

sura y, seguimos en la leyenda, uno de sus nietos sería el conde Fernán González. El

otro juez fue Laín Calvo y un descendiente suyo sería Rodrigo Díaz de Vivar “el Cam-

peador”, cuya hija Cristina se había casado con Ramiro, señor de Monzón, padre de

García Ramírez “el Restaurador” del reino de Navarra en 1134.

Según Georges Martin, que la ha estudiado a fondo, la leyenda de los jueces de Cas-

tilla nació hacia 1180 en Navarra porque ese reino necesitaba hacerse con una memoria

histórica. La monarquía navarra había desaparecido en 1076 y había sido restaurada por

un miembro de una rama bastarda en 1134. En estas condiciones, tenía necesidad de de-

mostrar la nobleza de sus ancestros y la legitimidad de sus derechos a ocupar el trono.

Con la invención de aquella memoria, los descendientes de García Ramírez “el Res-

taurador” se equiparaban con los descendientes legítimos del mismo tronco, esto es,

con los herederos de Fernando I, hijo de Sancho el Mayor y fundador en 1037 de la di-

nastía “navarra” en León y Castilla. De esa forma, mientras Nuño Rasura, a través de

Fernán González, era la cabeza del linaje de los reyes de Castilla, su compañero Laín

Calvo, a través del Cid y de su hija Cristina, casada con el padre de García Ramírez “el

Restaurador”, se convertía en el ancestro de los reyes de Navarra.

Un segundo polo de articulación de memoria histórica fue el conde Fernán González.

La aparición del conde Fernán González (gobernante del condado de Castilla entre 931

y 970) en la cronística del reino de León y Castilla había sido muy modesta hasta 1180.

Por aquella fecha, un monje del priorato cluniacense de Santa María de Nájera le abrió

las puertas en su Crónica Najerense. En ella, su autor propuso por primera vez la ge-

nealogía que vinculaba a Fernán González con el juez Nuño Rasura y, además, recogió

la opinión de que el conde “había sacado a los castellanos del yugo de la dominación

de León”. La aparición de Fernán González en aquella crónica era un indicio claro de

que, entre los años 1180 y 1200, se estaba consagrando la memoria del conde como fun-

dador de la patria castellana y adalid de su independencia respecto a León.

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En efecto, por los mismos días y más allá de los párrafos que la Crónica Najerense le

dedicó, la figura del conde Fernán González se agigantaba en los escriptorios de los

monasterios de Arlanza, Silos y San Millán de la Cogolla. En cada uno de ellos los

monjes pusieron a su nombre unos cuantos documentos que, haciéndolos pasar falsa-

mente por diplomas del siglo X, elaboraron en el tramo final del siglo XII. El hecho era

signo inequívoco del prestigio que el conde estaba adquiriendo en la memoria colectiva.

La tarea de falsificación a su nombre fue especialmente asidua en Arlanza y San Millán.

El escriptorio de este último monasterio nos ha dejado un testimonio precioso al res-

pecto: el llamado documento de los “Votos de San Millán”. Elaborado hacia 1200, el

texto pretendía que, en el año 934, el conde Fernán González había querido mostrar su

agradecimiento al ermitaño de época visigoda San Millán, que, en el curso de una bata-

lla contra los musulmanes, había aparecido en el cielo montado en un caballo blanco

animando a los guerreros castellanos. Como prueba de gratitud, el conde había dispues-

to que los vecinos de todas las villas y aldeas comprendidas entre el mar Cantábrico y

Somosierra y los ríos Carrión y Arga abonaran un censo anual al monasterio que con-

servaba los restos de aquel santo protector, antes ermitaño, ahora soldado.

El documento de los “Votos” tiene, además, para nuestra particular historia de crea-

ción de memoria en la Castilla de finales del siglo XII, otro aliciente. En la batalla a que

hace referencia, probablemente la de Simancas del año 939, Fernán González, con sus

castellanos y sus alaveses, peleó al lado de Ramiro II, rey de los leoneses, a quienes, por

su parte, ayudó un segundo jinete celestial, Santiago. El dato cerraba uno de los círculos

de la memoria castellana en torno a 1200: la unión de Castilla y León contra los mu-

sulmanes era bendecida y apoyada por Dios, aunque en cada reino a través de su res-

pectivo patrón celestial.

El tercer polo articulador de la memoria histórica creada en Castilla entre 1170 y 1210

fue, finalmente, el Cid. En el ambiente descrito no es difícil explicar la aparición del

Cantar. Al material de crónicas y documentos, siempre de restringida difusión social,

era preciso añadir un instrumento que traspasara los muros de los monasterios para ins-

talarse en plazas y mercados. El mensaje lo había anticipado el texto de los “Votos de

San Millán”: la unión de los reinos cristianos bajo sus respectivos jefes y el apoyo del

cielo asegurarán su triunfo sobre los musulmanes como Fernán González y Ramiro II lo

habían conseguido hacía más de dos siglos.

Tras la triste derrota de Alarcos en 1195, atribuida en parte a la falta de unidad de los

ejércitos cristianos, el poeta del Cantar de Mio Cid suministraba al pueblo castellano un

grito de aliento y confianza en la victoria y otro de fidelidad y unión en torno a su rey

Alfonso VIII en los años en que preparaba la acción que conduciría a su victoria en las

Navas de Tolosa en 1212. En el poema aparecía, además, como escenario y beneficiario

de memoria, un nuevo monasterio, el de Cardeña. Como estaba sucediendo en las cer-

canas abadías de San Millán, Arlanza y Silos con Fernán González, la de Cardeña tam-

bién había elegido a su héroe y, para no competir con aquéllas, había optado por el Cid,

cuyos restos conservaba desde hacía un siglo, aunque sin demasiado esmero hasta la fe-

cha.

En vísperas de la batalla de las Navas de Tolosa, Castilla se había hecho ya con un

pedigrí de democracia (los jueces), independencia (Fernán González) y heroísmo (el

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Cid). El espíritu del reino, como el de su monarca Alfonso VIII, se preparaba para el

gran momento del desquite de la derrota de Alarcos. En los tres aspectos, y tras la vic-

toria de las Navas, la memoria se pulirá definitivamente entre 1240 y 1270. La Historia

de los hechos de España de Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, los poemas

de Gonzalo de Berceo, especialmente, los dedicados a Santo Domingo de Silos y San

Millán de la Cogolla, y el Poema de Fernán González contribuirán a ello. El impulso

final de aquella memoria lo proporcionó el rey Alfonso X el Sabio.

De la memoria a la historiografía

Un día de comienzos del otoño de 1272, Alfonso X, que había convocado cortes en

Burgos para tratar de llegar a un acuerdo con la nobleza que se le había sublevado, se

acercó al cercano monasterio de San Pedro de Cardeña. En él, en unos sepulcros mo-

destos, se hallaban enterrados el Cid y su mujer Jimena. Consciente del valor de su ges-

to, el monarca dispuso la construcción de unos nuevos enterramientos en un lugar des-

tacado de la capilla mayor y escribió sus epitafios.

Pudo ser en aquella ocasión cuando los monjes entregaron al rey el manuscrito, hoy

perdido, que llamamos Leyenda de Cardeña. En ella, según resume Javier Peña, sobre

la base de episodios que se contenían en el Cantar de Mío Cid, los monjes habían in-

sertado nuevas escenas. Ellas hacían de Rodrigo Díaz de Vivar no sólo el fidelísimo va-

sallo sino también el guerrero invencible y el aristócrata virtuoso hasta los límites de la

santidad. Inmediatamente, los colaboradores de Alfonso X que estaban redactando la

Primera Crónica General o Estoria de España aprovecharon para incluir en ella el re-

lato que los monjes de Cardeña habían ofrecido al monarca. Los facta memorabilia se

habían convertido en facta memoranda. De hechos dignos de recuerdo habían pasado a

ser hechos de obligado recuerdo.

La peripecia histórico-legendaria de Rodrigo quedó así seleccionada oficialmente para

formar parte significativa de la historia de España. La selección se había producido en

un momento muy preciso. En el momento en que la debilidad política en que Alfonso

X, acorralado por los nobles del reino, se encontraba aquel otoño de 1272 había hecho

al monarca especialmente receptivo a la historia del vasallo que, por encima de todos

los avatares, había mantenido una firme fidelidad a su rey Alfonso VI.

En 1272 las razones de Alfonso X para acoger en su Crónica la historia legendaria del

Cid elaborada en el monasterio de Cardeña estuvieron relacionadas con el concepto de

fidelidad. Seis siglos y medio más tarde, Ramón Menéndez Pidal explicitó las suyas

propias en el prólogo a la primera edición de La España del Cid. Fechado el 10 de mar-

zo de 1929, el prólogo pidaliano proclamaba: “la vida del Cid tiene una especial opor-

tunidad española ahora, época de desaliento entre nosotros, en que el escepticismo

ahoga los sentimientos de solidaridad y la insolidaridad alimenta el escepticismo. Con-

tra esta debilidad actual del espíritu colectivo pudieran servir de reacción todos los

grandes recuerdos históricos que más nos hacen intimar con la esencia del pueblo al

que pertenecemos y que más pueden robustecer aquella trabazón de los espíritus –el

alma colectiva– inspiradora de la cohesión social”.

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~ 11 ~

Contra ese fondo con resonancias directas del volkgeist del romanticismo nacionalista

alemán, Menéndez Pidal desenvolvió su investigación sobre el Cid y su tiempo a la

búsqueda del héroe que, a su juicio, la España de 1929 necesitaba. En la realización de

su tarea, el sabio filólogo decidió que el Cid histórico y el Cid del cantar habían sido

una única persona. Estaba convencido de que allí donde no habían podido llegar los do-

cumentos, lo había hecho la transmisión oral de las andanzas del héroe. El propio don

Ramón suministraba una experiencia personal. En su viaje de novios en mayo de 1900,

quedó impresionado al escuchar a una aguadora de Osma una canción desconocida so-

bre la muerte del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, acaecida cuatrocientos

años antes. Como en este caso, también para el Cid, el sabio aceptaba en plano de

igualdad la información documentada y el recuerdo colectivo, el texto de los diplomas

auténticos y una memoria histórica guardada en las estrofas del Cantar y forjada para

algo en momentos muy precisos.

Hoy, las cosas no se ven del mismo modo que las vio Menéndez Pidal hace ochenta

años. Las preocupaciones de cuatro generaciones de estudiosos han sido distintas. Sus

preguntas también. La sociedad ha seguido rindiéndose cuentas de su pasado, también

en lo que toca al Cantar de Mio Cid. Juristas, filólogos, sociólogos, historiadores de

todo tipo han vuelto a leer una y mil veces el poema y, sobre todo, se han sentado “so-

bre los hombros de los gigantes que les han precedido y han llegado a ver más lejos

que ellos. No porque su vista sea más aguda sino porque los gigantes los alzan sobre su

estatura gigantesca”.

Y de la historiografía a nuestra realidad cotidiana

Hoy han pasado ochocientos años y las cosas ¿han cambiado? Sabemos algo más de

memoria histórica. Sabemos que sólo la individual es libre y espontánea. Sabemos que

la que quiere pasar por colectiva se elabora en un momento dado a partir de una se-

lección interesada del pasado que el poder realiza o estimula y acaba imponiendo como

versión oficial por encima de las respectivas y fragmentarias memorias individuales. Y

sabemos también que esa memoria colectiva exaltará siempre, como en la Castilla de

1200, el recuerdo de una democracia originaria, de una independencia arrancada y de un

heroísmo constante del grupo sujeto de tal memoria. En el fondo, no hay sociedad que

renuncie al prestigio que esos tres valores confieren.

Por eso, a un historiador, más concretamente, a un medievalista le suenan tan cerca-

nas, le resultan tan familiares las altivas afirmaciones que incluyen los preámbulos de

algunos borradores de los nuevos estatutos de las Comunidades Autónomas que actual-

mente se elaboran en España. ¡Como que muchas son tan viejas y legendarias como las

escenas recogidas en el Cantar de Mio Cid o en la tradición de los jueces de Castilla! Al

leer algunas de aquellas afirmaciones, se activa en mi memoria la frase que escuché

hace unos años a mi hermano Fernando: “En la situación actual de España, lo más im-

previsible es su pasado”. Y ello porque, con frecuencia, en su legítimo empeño por mo-

delar el porvenir, muchos políticos hacen de la historia, por definición, disciplina del es-

tudio del pasado, un verdadero instrumento de “regreso al futuro” que desean.

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~ 12 ~

En definitiva ¿eso es grave? Por lo visto, no. Tal vez, el nuestro, como el de 1207,

como el de siempre, es un tiempo en que el poder incluye entre sus competencias la de

recordar, como reflexiona la protagonista de la novela Mentira de Enrique de Hériz, que

“no es tan grave que el pasado sea un invento; al fin y al cabo, también el futuro lo es y

a nadie le cuesta mucho aceptarlo”. ¿Y los historiadores? Los historiadores siguen pen-

sando con ilusión que la verdad existe, que sólo se inventa la mentira, aunque, muchas

veces, las fuentes disponibles les obligan a conformarse con que la verdad sea sólo la

más verosímil de todas las mentiras posibles. Pero, incluso entonces, bien sabemos los

del oficio lo que cuesta, en tiempo y dedicación, llegar a discernir honradamente cuál

es, en efecto, la más verosímil.

Cantar de Mio Cid-Ampliaciones

El juglar establece una relación con los oyentes. Las circunstancias y reacciones pue-

den llevarlo a mudar en más de un aspecto la fisonomía del poema, a acelerar o retardar

el tempo, alterar el papel de un personaje, omitir unos elementos, atenuar o subrayar

otros.

La meta era que el Cid les pareciera a los oyentes tan vecino como el mismo juglar. –

La aproximación a las coordenadas del público, a su ámbito de vivencias y referencias.

Todas las cualidades heroicas están en el Cantar matizadas por una infalible humani-

dad. La voluntad de arrimar el mundo de la gesta al mundo del auditorio.

Valencia no representa un bastión cristiano frente a la morería de 1094 sino un hogar

y una hacienda que muestra toda la grandeza del héroe, mejor que al lejano rey de León,

a los “ojos hermosos” de su mujer y de sus hijas.

Para el poeta, el protagonista no es tanto el guerrero invicto, el conquistador con au-

reola de mito –el único Mio Cid de que quien alcanzaría algunas noticias el común de

los oyentes–, cuanto el Ruy Díaz de Vivar a quien no resta grandeza estar hecho del

mismo barro que quienes escuchan sus hazañas. – El Cid no era una figura de retablo

cuanto un espejo. – Pintarlo igual que sus oyentes en los momentos bajos, en la adver-

sidad, en la vida menuda, significaba incitarlos a identificarse con él en las horas de

triunfo y esplendor. – El Cantar es un producto tardío y surge en el momento de la hu-

manización.

Don Quijote se echó al camino sin dineros. Al Cid, por el contrario, el primer pro-

blema que le sale al paso es conseguir fondos para atender las necesidades de su mes-

nada y de su familia; y la solución que encuentra no tiene parangón en los anales de la

epopeya: pedir un préstamo a unos usureros.

El carácter local del Cantar (M. Pidal): apostillas toponímicas en los parajes que se

extienden desde el entorno de San Esteban de Gormaz al de Calatayud. La “frontera”. –

Los nombres de la Extremadura llevaban una pátina de memorias, eran crónica breve de

muchos acontecimientos y convidaban a reconstruir otros por largo. Los topónimos

arrastraban a menudo resonancias de hechos y personas, y la costumbre de encontrarlas

empujaba a buscarlas. – La historia empapaba incluso la geografía, como dimensión vi-

va y presente de la realidad.

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~ 13 ~

Lo que cuenta la primera mitad del Cantar es una larga incursión guiada por un adalid

con todas las virtudes que se requerían para el cargo.

El Cantar narraba una historia que no sólo se sentía sustancialmente verdadera como

cosa del pasado sino como modelo viable para el porvenir. La elevación del Cid y los

suyos era un proceso que caballeros y aun peones de la Extremadura de Soria y Segovia

podían imaginar como propio, en tanto acorde con sus mejores esperanzas económicas y

sociales.

Es cierta la existencia de la mayoría de los personajes, la realidad de abundantes su-

cesos, la adecuación topográfica de los lugares a las peripecias que en ellos se sitúan.

Pero a cada paso se comprueba asimismo que los personajes no pudieron estar en los lu-

gares, los lugares contemplar los sucesos, los sucesos corresponden a los personajes que

el Cantar afirma. – La historicidad del Cantar no debe confundirse con la verdad, con la

exactitud objetiva de las informaciones que recoge o proporciona, sino que consiste en

el significado que asumían para el juglar y su auditorio.

La conjetura es muchas veces la sola historia posible.

Linaje de Rodrigo Díaz… que decían Mio Cid el Campeador circuló acoplado a unas

genealogías de los reyes de España insertas en la versión primitiva del Liber Regum,

compuesto en tiempos de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194), pero cuya primera

refundición conservada se copió en Castilla, para uso de leguleyos en el siglo siguien-

te… La filtración de tal lenguaje en tan sucinta obrita a duras penas puede significar

sino que a su redactor le bailaban en la cabeza las tiradas del Cantar del Cid.

La historia de la épica románica es en buena medida historia de la épica francesa y

una y otra marchan tenazmente tras las huellas de la Chanson de Roland: existencia

poética oral en torno a 778 – importante renovación en 950-1000 – refundición excep-

cionalmente valiosa de la Chanson poco antes de 1100… Una cosa es la fecha del pro-

totipo y otra la fecha de cada una de las versiones. Los 312 manuscritos que forman el

corpus épico de la Romania son producto de un juego de diacronía y sincronía, de ma-

teria y forma. En todo ese corpus, no se conoce ningún caso en que un manuscrito de-

rive de otro. En cambio, las prosificaciones introducen nuevos episodios y personajes

llegados claramente de refundiciones del Cantar, que, por tanto, aun acicalándolos y

acrecentándolos, respetaban los grandes datos argumentales del prototipo.

La Nota Emilianense, entre 1054 y 1076, muestra que los españoles estaban tan fami-

liarizados con el Cantar de Roldán como con los del ciclo de Guillermo. Un siglo des-

pués, las mozas de Ávila deploraban en los corros: “Cantan de Roldán, cantan de Oli-

veros, e non de Çorraquín, que fue buen cavallero…”. El juglar del Cid no era ajeno a

ese talante. También él habría de estar un poco cansado de tantas canciones y paladines

de allende los Pirineos.

El manuscrito de 1207 muestra serios indicios de responder a una versión pergeñada

en la segunda mitad del siglo XII, pero la armazón de la gesta, la gran trama de perso-

najes, lugares y acciones, debe ponerse en la primera mitad, antes de 1148.

El Cantar muestra una unidad de creación, por más que se base en materiales ante-

riores: poema original (hacia 1120) – primera refundición (entre 1140 y 1150) – segun-

da refundición (después de 1160) – alguna leve variación (manuscrito de 1207).

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Fuentes:

Historia Roderici: de la que no está ausente ninguno de los sucesos auténticamente

históricos que recoge el Cantar. Fue compuesta en Aragón o Cataluña. Entre 1144 y

1150.

Carmen Campidoctoris: himno en estrofas sáficas. ¿Compuesto en Ripoll 1083 o en

Roda 1150?

Linage de Rodric Díaz: Navarra, finales del siglo XII.

Mesura. Sapientia y fortitudo, rasgos básicos del Cid. Su variedad de registros es bas-

tante considerable y más para las convenciones medievales del género épico. El Cam-

peador presenta una personalidad heroica compleja, matizada y portadora de un mensaje

que está en un plano distinto del de un mero enfrentamiento de buenos y malos, cristia-

nos y moros, fieles y paganos.

El Cid es un modelo paradigmático al que se podía intentar imitar o bajo cuyas ór-

denes se podía militar. Él ya no estaba pero sus descendientes aún podían desempeñar

su papel de caudillo, ya que “oy los reyes d‟España sos parientes son”. El papel de la

memoria no era sólo recordar las glorias del ayer sino presentar las bases del hoy.

Los poetas épicos alteraban la historia no con el deliberado deseo de engañar sino con

el fin de ofrecer una visión coherente del pasado, mediante un tratamiento selectivo de

sucesos azarosos o caóticos. El Cantar no es una versión disfrazada de los aconteci-

mientos reales del cambio del siglo XII al XIII sino un poema épico que, por un lado, se

basa en hechos históricos y, por otro, posee sus propios fines literarios.

El desterrado no combate a los moros por razones esencialmente religiosas sino por

ganarse la vida y por aumentar su honra.

El Cantar se divide en tres partes:

1) El destierro: 1.085 versos.

2) Conquista de Valencia, llegada de doña Jimena y las hijas, bodas con los infantes

de Carrión: 1.190 versos.

3) Afrenta de Corpes, rescate de las hijas, demandas del Cid: 1.455 versos.

Colofón del recitador

Este texto, añadido en letra distinta del siglo XIV, muestra cómo el Cantar se difundía

por su ejecución oral, aunque fuese a partir del texto escrito.

E el romanz es leído,

datnos del vino;

se non tenedes dineros,

echad allá unos peños,

que bien nos lo darán sobr’ellos.

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AÑO 1207

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~ 16 ~

Reinos de león y de castilla

En este año 1207, el rey Alfonso IX de León otorgó nuevas rentas a su ex-esposa Be-

renguela de Castilla, lo que no deja de ser un hecho insólito que demuestra sus buenas

relaciones y una excelente disposición del monarca hacia ella. Como podemos recordar,

el Papa Inocencio III anuló el matrimonio entre Alfonso IX y Berenguela alegando mo-

tivos canónicos de parentesco o consanguinidad y la pareja hubo de separarse.

Recordemos que ya anteriormente el matrimonio del rey Fernando II y Urraca de Por-

tugal, del que nació Alfonso IX en 1171, pasó por los parecidos problemas de la anula-

ción canónica, en 1175, por parte del Papa de entonces, Alejandro III.

Alfonso IX no lo tuvo fácil para reinar, sucediendo a su padre en 1188. Hubo de en-

frentarse a su madrastra, Urraca López de Haro, que pretendía entronizar más bien a su

hijo Sancho, alegando que Alfonso era fruto de un matrimonio anulado por la Iglesia.

Como sabemos, Urraca López de Haro no contó con los suficientes apoyos de los no-

bles leoneses y quedaron frustrados sus intentos.

Para hacer valer sus derechos al trono leonés, Alfonso IX convocó a su Curia Regia en

el real sitio monástico de San Isidoro de León, sin demora alguna. Hubo una muy buena

y representativa asistencia en aquella Curia Regia, presidida por el monarca y com-

puesta por sus caballeros nobles, consejeros y cortesanos, así como por lo más florido y

significativo del clero o autoridades eclesiásticas, nobles y representantes de las nueve

ciudades más importantes del reino.1

Posteriormente, en la Curia que convocó en Carrión,2 se entrevistó con su primo el rey

Alfonso VIII de Castilla, siendo armado caballero por éste. Y en mayo volvieron a

reunirse ambos monarcas en el Palacio de Sotofermoso,3 reafirmándose en pactos de

1 Como ya señalábamos en su momento, este fue el primer antecedente en toda la historia europea del

parlamentarismo moderno, reconociéndose entre otros el derecho a la inviolabilidad del domicilio y el

habeas corpus. Salió de allí la Carta Magna Leonesa (año 1188).

El habeas corpus como institución jurídica tiene por objeto “evitar los arrestos y detenciones arbitra-

rias”, asegurando los derechos básicos de la víctima, algunos de ellos tan elementales como el de estar

vivo y consciente, ser escuchado por la justicia y poder saber de qué se le acusa. Para ello existe la

obligación de presentar a todo detenido en un plazo preventivo determinado ante el juez de instrucción,

quien podría ordenar la libertad inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto.

La expresión o término habeas corpus proviene del latín: habeas corpus [ad subiiciendum] “que tengas

[tu] cuerpo [para exponer]”, “tendrás tu cuerpo libre”, que puedas estar presente o puedas realmente de-

fenderte, sin verte coartado, ni silenciado, etc.

También puede decirse que el habeas corpus tutela los derechos fundamentales derivados de la vida y la

libertad frente a cualquier acto u omisión de cualquier autoridad, funcionario o persona que pueda vulne-

rar dichos derechos.

2 Carrión de los Condes (Palencia).

3 Una fortaleza palaciega situada en la localidad extremeña de Abadía (Cáceres). El palacio de Soto-

fermoso o Soto Fermoso fue construido originalmente como fortaleza templaria, pasando a ser entre los

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~ 17 ~

buena avenencia y no agresión entre ambos. Alfonso IX se declaró vasallo de Alfonso

VIII y se comprometió a casarse con una de sus hijas, aunque resultara ser prima se-

gunda.

Sin embargo, no tardó Alfonso IX de León en ser atacado por sus dos flancos fron-

terizos (este y oeste). Castilla atacó por el este, conquistando las históricas Coyanza,4

Valderas5 y algunas otras poblaciones. Portugal atacó por el oeste. Y Diego López de

Haro, señor de Vizcaya, se hacía fuerte en los castillos que le cedió su hermana Urraca,

reina consorte de Fernando II.

El joven rey Alfonso IX de León hubo de maniobrar ingeniándoselas lo mejor que pu-

do para superar sus apuros personales, defensivos y políticos. Mandó cercar los castillos

de Aguilar6 y Monteagudo, pertenecientes a Diego López de Haro.

7 Se comprometió en

matrimonio con la infanta Teresa de Portugal, prima suya,8 consiguiendo así que deja-

ran de acosarle las tropas portuguesas. Incluso –así era de desesperante y preocupante su

situación– firmó un pacto de ayuda mutua con los almohades (fronterizos de León por

el sur).

Contra Alfonso VIII de Castilla, que ciertamente pretende hacer valer su hegemonía

española, anduvieron aliados los reyes peninsulares de los reinos cristianos en su total-

dad: León, Portugal, Aragón y Navarra, teniendo en cuenta, además, en tiempos de re-

conquista, el papel de los almohades en todo esto y el clima internacional de cristiandad

en cruzada.9

siglos XII y XIII la abadía cisterciense que acabó por dar nombre al pueblo, siendo por último palacio de

la Casa de Alba, perteneciendo a ésta desde mediados del siglo XV hasta principios del siglo XX.

El edificio, de planta cuadrada, se encuentra en un lugar de gran belleza. El patio es mudéjar, de dos

plantas, y está formado por una doble galería de cinco arcos en cada lado, siendo los arcos inferiores de

herradura apuntados y mudéjares del siglo XVI y los superiores escarzanos del mismo siglo, con los es-

cudos heráldicos de la Casa de Alba en las esquinas. En torno a este patio se distribuyen las habitaciones.

Tiene este palacio jardín renacentista, iniciado por orden del duque de Alba Fernando Álvarez de Tole-

do. Se mezclaban allí construcciones arquitectónicas y escultóricas, pinturas y estucos con diversas espe-

cies vegetales y artificios de agua. En la actualidad se encuentra este jardín muy deteriorado, conser-

vándose sólo partes del mismo, destacando la estatua de la mítica Andrómeda.

El palacio fue antiguamente un centro cultural y artístico de gran importancia, además de academia li-

teraria concurrida por italianos y flamencos, pasando por allí artistas como Garcilaso de la Vega y Lope

de Vega. Actualmente es Bien de Interés Cultural (BIC) y Monumento histórico-artístico.

4 Actual Valencia de Don Juan (León).

5 Provincia de León.

6 Aguilar de Campoo (Palencia). Ir a Epílogo I.

7 Nos detendremos más a su muerte, en 1214.

8 Hija de Sancho I de Portugal (1185-1211) y de Dulce de Aragón (muerta en 1198). Sancho I de Por-

tugal era tío carnal materno de Alfonso IX de León.

9 Ciertamente España, máxime si metemos a Portugal de por medio, suele ser un embrollo histórico no

infrecuente.

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~ 18 ~

En 1191se casó Alfonso IX de León con su prima Teresa de Portugal en Guimarães.

Luego fue excomulgado el soberano leonés por el recién elegido Papa Celestino III

(1191-1198), no sólo por su contraído matrimonio irregular (entre primos) sino también

por haberse aliado con los almohades. El Papa, además, concedió indulgencias y licen-

cias requetepontificias a cualquiera de los otros reinos cristianos que quisiera atacar al

reino de León que tan mal se estaba portando. ¡Con el rey reinando excomulgado y el

reino en entredicho!

Y bien que retomaron cuanto pudieran en serio los otros reinos cristianos eso de atacar

a León, que bien que les convenía. Castilla atacó desde el sur, llegando hasta Bena-

vente10

y Astorga.11

Portugal la emprendió contra León desde el oeste, ocupando Tuy12

y Pontevedra, con la complicidad de algunos nobles gallegos. Aragón atacó desde el

este.

En 1192 nació Fernando,13

el hijo primogénito varón14

de Alfonso IX de León y de

Teresa de Portugal. En 1194, año de un tercer nacimiento en el matrimonio, el de una

niña, de nombre Dulce, el Papa Celestino III anula dicho matrimonio forzando la sepa-

ración de los cónyuges. El 20 de abril de ese año, como podemos recordar, se firmó el

Tratado de Tordehumos entre los reinos de Castilla y León, tratado por el que ambos

reinos se comprometieron a estar en tregua y sin atacarse para nada durante diez años,

corroborándose la firma con el compromiso por parte de Alfonso IX de casarse con

Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII, comprometiéndose éste a restituir al reino

leonés las plazas que había ido ocupando anteriormente, regulándose el territorio fron-

terizo entre ambos reinos. “Et terminus qui concluditur inter flumen Xerit et riuum Ver-

nelium et calciatam de Guinea qui est in regno Legionis populari non debet sed re-

maneat in regno Legionis”.

En 1195, el rey leonés fue requerido por el rey castellano pidiendo ayuda y colabo-

ración para hacer frente al formidable ejército almohade atacante desde el sur penin-

sular. Alfonso IX se puso de inmediato en marcha hacia Alarcos,15

donde le esperaba

Alfonso VIII. Pero en verdad, el rey castellano no esperó cuanto debió. Aquella batalla

de Alarcos, como podemos recordar, fue de severa y tremenda victoria almohade y de

tristísima derrota cristiana.

Conocedor de la prepotencia de Alfonso VIII y tal vez más disminuido en su estima

que nunca, Alfonso IX, temiéndose represalias del castellano, suscribió entonces una

alianza con el rey de Navarra, Sancho VII, y con los mismos almohades (lo que con-

10

Provincia de Zamora.

11

Provincia de León.

12

Provincia de Pontevedra.

13

Su muerte será en agosto de 1214, sin reinar en León.

14

Tal vez Sancha había nacido antes, en 1191.

15

Provincia de Ciudad Real.

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~ 19 ~

llevó una reiterada excomunión papal). El caso fue que leoneses, navarros y almohades

la emprendieron contra Castilla, defendiéndose ésta como podía, con no pocas dificul-

tades.

En 1196, el ejército leonés (con sus aliados) llegó hasta Carrión, donde de nuevo se

hacer armar caballero el rey Alfonso IX, proponiéndose así reparar y resarcir la humi-

llación de la primera vez que pasó aquello años atrás, de manos de Alfonso VIII, en

aquel mismo sitio. El ejército avanza luego y devasta cuanto puede hacia suelo caste-

llano.16

Entonces Castilla se alió con Aragón y Portugal: Contraatacan los castellanos. Avan-

zan con facilidad arrasando cuanto les sale al paso. Penetrando en el reino leonés, cer-

can Astorga y se internan bien por la comarca de El Bierzo.

Alfonso IX consideró entonces perdidas sus fuerzas y sus iniciativas viéndose obli-

gado a firmar la paz. No le quedaba otra opción. En estos momentos le nace al rey leo-

nés una hija ilegítima, Urraca Alfonso, fruto de su relación extramarital17

con Inés Íñi-

guez de Mendoza.

En 1197 tuvo lugar la boda de Alfonso IX de León con Berenguela de Castilla, primo-

génita de Alfonso VIII. El enlace se celebró en la iglesia vallisoletana de Santa María.18

En la dote fueron incluidas algunas ciudades fronterizas y fortalezas que habían sido to-

madas por los castellanos.

Ambos reyes, convertidos momentánea o coyunturalmente en aliados, recuperaron

para el dominio cristiano, sobre todo para León, la Transierra Leonesa.19

Pero los por-

tugueses, autorizados al respecto por el Papa Celestino III, se dan a conquistar tierras

leonesas, causando estragos en Ciudad Rodrigo y por toda la Sierra de Gata. La res-

puesta leonesa fue contundente, derrotando a los portugueses (batalla de Pinhel).

En 1198 resultó de nuevo excomulgado el rey Alfonso IX, pero en esa ocasión ya por

el nuevo Papa, Inocencio III, por haberse casado en parentesco con Berenguela de Cas-

tilla. Ya recordamos y sabemos el fruto de cinco hijos nacidos de esta relación matrimo-

nial que anularía el Papa, aunque sin deslegitimar a los hijos.

En 1199 (enero), la pareja, ciertamente muy enamorada y compenetrada, recorría las

tierras de Coria.20

Fue en 1203 cuando el Papa Inocencio III anuló finalmente el matrimonio de Alfonso

IX de León y Berenguela de Castilla, produciéndose de nuevo tensiones y disturbios,

como podemos recordar, tras la forzada ruptura. Se hizo necesaria de nuevo la paz, co-

16

Por la comarca castellana de Tierra de Campos.

17

Fueron numerosas las amantes de Alfonso IX a lo largo de su vida.

18

Iglesia de Santa María la Antigua de Valladolid. Ir a Epílogo II.

19

Primordialmente el sur de la provincia de Salamanca y el norte de la de Cáceres.

20

Provincia de Cáceres.

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~ 20 ~

mo veíamos en el pasado año 1206, también por arreciar cada vez más el peligro almo-

hade sobre el norte peninsular. Recordamos la paz firmada en Cabreros.21

Pasó también ahora, en este año 1207, que tras un apresamiento de barcos leoneses

por otros ingleses, Alfonso IX de León, sintiéndose pirateado, acordó un Tratado de

Amistad y Cooperación con el monarca Juan I de Inglaterra.22

Alfonso VIII de Castilla

se sumó a este tratado.

21

Cabreros del Monte (Valladolid).

22

El conocido como Juan Sin Tierra (1199-1216).

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~ 21 ~

GUADALAJARA

El 29 de octubre de este año 1207 se entrevistaron en Guadalajara, para dirimir y

zanjar diferencias, pactando tregua de tensiones y acordando la paz, los reyes Alfonso

VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra, recibiendo éste los castillos riojanos de Ju-

bera,23

Clavijo24

y Ausejo,25

quedando reforzada y garantizada así la tregua de cinco

años pactada. Además, Alfonso VIII se ofreció con promesa a mediar para que Pedro II

de Aragón también firme la paz con Navarra y muestre su acercamiento de colaboración

pro unidad de los reinos de España.

Alfonso VIII concedió un nuevo fuero, el de Logroño, a la villa riojana de Santo Do-

mingo de la Calzada.

Y los vascos habitantes de La Ribera (ahora en poder de Castilla) se trasladan a Na-

varra.26

23

La villa de Jubera se encuentra enclavada en el valle homónimo, si cabe el más agreste de los que po-

demos encontrar en la región. El caserío se ubica en un cerro al margen derecha del río Jubera, coronado

por el castillo roquero. Pudieron ser remotos y variados los orígenes de esta villa, por donde también los

musulmanes marcaron su paso con la construcción de la fortaleza, la que sería importante punto estraté-

gico en la línea defensiva formada junto a las fortalezas de Ocón, Clavijo y Ausejo.

24

Ir a Epílogo III.

25

Este castillo está situado en la cima del alcor en que se extiende el pueblo y ha sufrido tan serio dete-

rioro que apenas puede adivinarse cómo sería su planta. Se observan dos cubos redondos, al este y al

sureste, y algunos muros en dirección sur y norte, aventurando algunos de que se trata de restos de for-

talezas diferentes.

26

La Ribera Navarra, la Ribera de Navarra o simplemente La Ribera, es una comarca natural e histórica

de España enclavada en el Valle del Ebro, al sur de Navarra, compartiendo rasgos y características rio-

janas y aragonesas.

El hecho de existir definiciones de La Ribera tanto en calidad de comarca natural, como de comarca his-

tórica, la identificación de La Ribera con ciertos caracteres culturales y sociales que desbordan y superan

el propio territorio ribero, así como la circunstancia de no existir actualmente una entidad político-admi-

nistrativa que incluya a todos los pueblos que en el pasado formaron la comarca histórica o que en la

actualidad forman la comarca natural, ha contribuido tradicionalmente a que no exista un consenso uná-

nime sobre cuáles son los límites de La Ribera.

Aunque en los parámetros geográfico e histórico la delimitación es más clara y tiene un mayor consen-

so, en los sociales y culturales la adscripción o consideración de un municipio como ribero o no depende

de múltiples factores de tipo económico, de localización geográfica respecto a las vías de comunicación,

de dependencia en lo que a servicios administrativos se refiere de un centro urbano determinado, de es-

tructura sociocultural de la población, de distancia de Tudela como capital ribera, etc. en los que hay

cierto margen de subjetividad. Pero puede concluirse diciendo que se trata de una comarca supracomar-

cal: Ribera Alta, Ribera del Arga-Aragón y comarca de Tudela.

Geográficamente es tradicional la división de Navarra en tres zonas: Montaña, Zona Media y Ribera,

cada cual con características paisajísticas y bioclimáticas particulares. En este marco, se considera que La

Ribera, como comarca geográfica caracterizada por una topografía llana vinculada a la cuenca sedimen-

taria del río Ebro y un tipo de poblamiento y paisaje agrario vinculado a la cuenca mediterránea, empieza

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~ 22 ~

REINO DE ARAGÓN

Pere Romeu y Arnau Fitor hicieron una considerable donación económica (un censo

anual de dos sueldos) al Real Monasterio de Santa María de Poblet.27

Puede mencionarse también la segunda carta de población de El Pinell de Brai.28

No hay mucho destacable que contar del reino de Aragón en este año 1207.

por el norte en el llamado Balcón de la Ribera, hito paisajístico éste situado en el municipio de Lerín. De

este modo, y de acuerdo a esa visión tradicional forman parte de La Ribera todos los municipios situados

al sur de la línea imaginaria que une de oeste a este de Navarra los municipios de Mendavia, Lerín, Men-

digorría, Caparroso y Mélida, todos ellos incluidos. Dentro de La Ribera como comarca geográfica suelen

distinguirse en la actualidad dos subcomarcas llamadas Ribera Estellesa (sector occidental de La Ribera)

y Ribera Tudelana (sector oriental).

Tras la reconquista cristiana de los territorios del Valle del Ebro y la definitiva incorporación al reino de

Navarra de los territorios del distrito de Tudela, las poblaciones riberas fueron integradas en el sistema

administrativo navarro de las merindades (son cinco las merindades históricas de Navarra, siendo la me-

rindad de La Ribera la correspondiente a Tudela).

La Ribera sufrió en la antigüedad romana una profunda y fuerte romanización (y latinización lingüís-

tica), predominando luego lengua o habla mozárabe y del árabe andalusí entre los siglos VIII-XII. Se con-

sidera que al momento de la reconquista cristiana de La Ribera, producida entre los siglos XI y XII, los

idiomas hablados por la población del territorio eran precisamente esos mozárabes y árabes, situándose

además al norte de la Ribera el euskera. Luego se hablaría el navarroaragonés, lengua romance sobre el

que se iría imponiendo el idioma castellano a partir del siglo XV.

27

En Vimbodí y Poblet (Tarragona), monasterio que es el prototipo de abadía cisterciense en España.

Fue fundado por el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona allá por el año 1150, donando las llamadas

tierras del Populetum a la abadía francesa de Fontfreda o Fontfroide, cercana a Narbona y filial de Cla-

raval. El enclave fundacional reunía las condiciones típicamente cistercienses: aislamiento, agua abun-

dante y tierras para dedicarlas a la agricultura o explotación que se le relacionara.

En un testamento de 1184 se dice que la iglesia monástica estaba aún construyéndose; otro documento

del mismo año se refiere a un donativo del rey para las luminarias del altar de Santa María, lo que hace

suponer que al menos el presbiterio ya tenía culto. Durante la segunda mitad del siglo XII fue miembro de

la comunidad de Poblet, como podemos recordar, el santo mártir Bernardo de Alcira (muerto en 1180).

En el mencionado documento de donación a Poblet se menciona la pequeña localidad tarraconense de

Blancafort. Aparece aquí censado un castillo a nombre de los donantes Pere y Arnau.

28

En un agreste entorno de la provincia de Tarragona. La primera referencia a este lugar la tenemos en el

momento de ser donado con su castillo a los caballeros templarios por el conde Ramón Berenguer IV de

Barcelona en 1150. La primera carta de población fue en 198 y la segunda ahora en 1207.

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~ 23 ~

IMPERIO ALMOHADE

Los musulmanes almohades y almorávides son relativamente homogéneos, pero los

primeros se imponen definitivamente sobre los segundos.

A pesar de sus victorias frente a Alfonso VI entre los siglos XI y XII, el almorávide

Yusuf ibn Tasufin no pudo recuperar Toledo, aunque sí fue capaz de unificar paulatina-

mente al desmembrado Al-Ándalus deponiendo sucesivamente a los diversos reyezuelos

o reyes de taifas.

El apogeo almorávide se alcanzo en tiempos de Alí ibn Yusuf (1107-1124), aunque no

consiguió evitar la conquista de Zaragoza en 1118 por el aragonés Alfonso I el Bata-

llador, ni la consolidación cristiana en Toledo, asediada por última vez en 1139, ni una

primera revuelta en Córdoba, en 1120, que anunciaba el descontento de muchos anda-

lusíes ante los nuevos dueños del país. Con todo, la amenaza mayor para los almorá-

vides provenía del Magreb, donde el mahdí29

Ibn Tumart difundía desde 1124 un nuevo

movimiento religioso, el de los almohades (Al-Muwahhidun o Confesores del Uno), cu-

yas consecuencias políticas no tardaron en dejarse sentir.

El Imperio Almorávide se fundamentó a la vez en factores militares y religiosos. Su

ejército incorporó novedades de armamento y táctica en las batallas, y añadió al núcleo

sahariano originario, tropas de Marruecos y mercenarios turcos, y también algunos mer-

cenarios cristianos, pero las guarniciones nunca se mezclaron con la población local y,

sobre todo en Al-Ándalus, los almorávides mantuvieron su superioridad, aunque utiliza-

ban andalusíes en la administración, incluso en el Magreb. El prestigio religioso proce-

día de su afán de retorno a la pureza primitiva del Islam: los emires se rodean de un con-

sejo de faquíes que llevan a cabo un esfuerzo de reforma moral y de mejora en la prác-

tica jurídica; tras la conquista almorávide de Al-Ándalus, justificada con dictámenes o

fatwa de sabios como Al-Ghazali (muerto en 1111), Yusuf ibn Tasfin tomó un titulo

nuevo, no califal: el de Amir al-Muslimin, que expresa el deseo de reforzar los lazos de

la umma y el de inspirarse en las prácticas gubernamentales malikíes del califato de

Bagdad, tal como aparecían sintetizadas en la obra de Al-Mawardi.30

No obstante, las buenas intenciones de los almorávides tropezaron también con el es-

collo fiscal y de los impuestos. Una vez concluidas las conquistas, el producto del zakat,

del quinto del botín y del jaray y la yizya no bastaron. A Alí ibn Yusuf se debe la crea-

ción, que perduraría, de una sisa o derecho de mercado (qabalat) muy rentable debido a

la potenciación del comercio en Al-Ándalus y el Magreb gracias a la unión política y al

29

Un título escatológico en el Islam.

30

Conocido en latín como Alboacen (972-1058), fue un jurista y diplomático musulmán de la escuela

shafií (suní). Es recordado por su tratado de Las ordenanzas de gobierno, que proporcionan una defi-

nición detallada de las funciones del gobierno califal, que bajo los buyíes del califato abasí de Bagdad era

más bien indefinidas y ambiguas.

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~ 24 ~

dominio de las rutas saharianas. El tráfico de cereales, aceite, cuero, oro del Sudán, co-

bre, hierro y madera atrajo la atención de las repúblicas mercantiles italianas –Pisa, Gé-

nova, Venecia– desde mediados del siglo XII, y de Aragón-Cataluña algo después, y co-

menzaron a tejerse unos lazos mercantiles ya característicos del Mediterráneo.

El movimiento almohade tuvo una fuerza doctrinal mucho mayor. Ibn Tumart había

conocido a Ghazali, “ideólogo selyucida”, y se impregnó de su influencia, así como de

la que dimanó de Ibn Hazm desde Córdoba, como también la de algunas ramas esotéri-

cas del sufismo, incluyendo la connotación de la figura del mahdí, útil para agrupar vo-

luntades en torno a una teología rica en matices pues incorpora incluso algunos de raíz

mutazilí en orden a una peculiar elaboración teológica, compatible con expresiones

piadosas de tipo místico capaces de movilizar la religiosidad colectiva y de dar mayor

profundidad a la fe islámica.31

31

Una escuela teológica del pensamiento islámico. Su origen se remonta al siglo VIII, siendo adoptada

como enseñanza oficial durante el reinado del califa abasí Al-Mamun (muerto en 833). Según la tradición,

la Mutazila nació en Basora (en Irak, cerca del golfo Pérsico), a comienzos del siglo II de la Hégira,

donde Wasil ibn Atta, fundador de esta escuela, fue alumno de Hasan al Basrí, con quien habría discre-

pado en una clase respecto a la condición del pecador. Para Wasil, quien ha cometido pecado no ha pa-

sado a ser infiel, pero tampoco es estrictamente creyente, por lo que considera que el pecador está en una

condición intermedia entre ambos extremos. La posibilidad de que el pecador recupere su condición de

creyente siempre está abierta. Se dice que cuando Wasil expresó esta opinión ante su maestro éste co-

mentó que el alumno se había “separado” (ittazala en árabe) de la opinión teológica del maestro y de sus

compañeros, de donde vendría el nombre de la escuela que literalmente significa “la separada”. El ra-

cionalismo de sus seguidores ha motivado en la actualidad algunos intentos para revivir esta corriente

como contrapeso al fundamentalismo.

Los mutazilíes constituyeron la primera escuela importante de teología islámica, que se formó entre los

siglos IX y X bajo la protección de los califas abasíes en Bagdad. Su constitución fue posible por la

traducción al árabe de las obras filosóficas griegas en los siglos VIII y IX. Su punto de partida era la

afirmación tajante de la justicia de Dios como atributo fundamental, al grado que durante mucho tiempo

se les conoció como “Ashab ul„adl”, es decir “Los Partidarios de la Justicia”. De este modo, los muta-

zilíes desarrollaron la tesis de la justicia divina a partir de tres argumentos elementales: 1) Dios, el Sabio,

el Justo, no hace nada sino por sabiduría y para (alcanzar) un objetivo (teleología). 2) Dios no quiere el

mal y no lo ordena y 3) Dios no crea las acciones del hombre, buenas y malas, sino que el hombre es libre

y creador de sus acciones o que opta por ellas. Por consiguiente, la forma de la justicia divina requiere del

libre albedrío, puesto que el premio y el castigo serían absurdos si el individuo no gozara de libertad para

elegir entre el bien y mal. Debido a que Dios es perfecto y justo, no puede dejar de recompensar el bien y

castigar el mal.

Desarrollaron un sistema de lectura (recitación leída) del Corán dividiendo los “pasajes claros” –es de-

cir, aquellos que serían tan explícitos que no necesitarían interpretación– de los “pasajes oscuros”, asen-

tando a los primeros como criterio para interpretar los segundos. En esta labor de interpretación también

realizaban un análisis de la estructura poética y retórica del texto coránico. Esto deriva de la famosa tesis

de que el Corán escrito en árabe no es la palabra divina hecha libro, sino un mensaje que Dios da al hom-

bre y que por eso tiene un carácter humano o consecuentemente creado.

Desde una perspectiva filosófica y política, los mutazilíes ponían en tela de juicio la legitimidad de los

gobernantes si no se hallaba respaldada por la voluntad de sus súbditos. Estas ideas llevaron a los go-

bernantes abasíes posteriores a considerar que las ideas de los mutazilíes constituían una fuente de con-

testación. No obstante, las disputas políticas entre los hijos y sucesores del famoso califa Harum al-Ras-

hid (muerto en 809), Al-Amín (muerto en 813) y Al-Mamun (muerto en 833), hizo que cuando éste úl-

timo ganó la contienda, la mutazila fue proclamada como la escuela teológica oficial del régimen ins-

taurado (año 827), declarándose ocho años después que la doctrina mutazilí proclama como dogma del

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~ 25 ~

Los comienzos almohades fueron modestos, e incluso conocieron la derrota en su re-

fugio montañoso (marroquí) de Tinmall o Tinmel. El mahdí murió en 1130 y dos años

después su sucesor, Abd al-Mumin (muerto en 1163) tomaba el título sii32

de Amir al-

Mu’minin, para acentuar sus distancias con respecto a los almorávides, y comenzaba

una cadena o serie de conquistas y adhesiones políticas: el este de Marruecos hasta

1139, luego Tremecén (en 1144), Fez (en 1145), Marrakech (en 1146), el Magreb cen-

tral (Bugía,33

año 1152) y, en fin, Túnez e Ifriqiya (año 1159), desplazando a los pode-

res locales ziríes e hilalíes. Había conseguido dominar todo el Magreb excepto sus

bordes saharianos sureños, que fueron el punto de partida de los almorávides, y, desde

1151, recibía peticiones para intervenir en Al-Ándalus, donde habían resurgido diversos

reinos de taifas, pero fue su sucesor Abu Yaqub Yusuf (1163-1184) quien intervino en

la Península desde 1171, unificó el territorio musulmán, fijó su capitalidad en Sevilla e

inició una época de reconstrucción interior y de difícil equilibrio militar que tuvo sus

momentos culminantes en la victoria de Alarcos sobre Alfonso VIII de Castilla en 1195.

Ahora, el califa almohade Muhammad an-Nasir (Miramamolín) logra imponerse del

todo en Túnez, último baluarte de los almorávides, donde nombra gobernadores.34

Pue-

de decirse que los almorávides son barridos del todo.

régimen que el Corán es creado y no la palabra eterna de Dios, instaurando la institución de la mihna, que

vigilaba que los juristas juraran conformidad con esta doctrina.

En cuanto a la legitimación del gobernante, las opiniones se dividieron. La facción residente en Baso-

ra defendió la tesis de que el dirigente legítimo es aquél en torno al que la comunidad se reúna, es decir,

aquél que sea aceptado por la comunidad. Frente al integrismo islámico, se han invocado las ideas de los

mutazilíes como fuente de racionalización de la teología musulmana.

32

Sihí o chií.

33

En Argelia.

34

Y así será entre este año 1207 hasta 1228.

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~ 26 ~

DUCADO DE LORENA

El 4 de enero murió el duque Simón II de Lorena,35

hijo y sucesor de Mateo I36

y de

Judith (a veces llamada Bertha).37

Tenía 67 años de edad.

Su madre deseaba que su segundo hijo, Federico, sucediera a su hermano,38

por lo que

Simón se vio obligado a convocar una asamblea de nobles para tratar el asunto y con-

firmase dicha sucesión. Se vio a su vez obligado a reconocer ciertos privilegios feudales

y, a modo de parlamento, crear los Estados de Lorena. Igualmente, entregó Bitche39

co-

mo infantazgo40

a Federico. Con todo, Federico no se dio por satisfecho y se rebeló con-

tra su hermano. Esta guerra se prolongó durante tres años, hasta que se firmó el tratado

de Ribemont, por el cual Simón conservaba la mitad meridional o francófona del duca-

do y Federico dominaba la parte septentrional o germanófona.

Simón estuvo casado con Ida, 41

hija del conde Gerardo I de Mâcon y Vienne y de

Maurette de Salins. No hubo hijos de este matrimonio, por lo que le sucede su hermano

35

Los gobernantes de Lorena, en el nordeste de Francia, tuvieron diferentes cargos bajo diferentes for-

mas de gobierno sobre diferentes territorios y diversas épocas. Los primeros gobernantes de la región

fueron los reyes de los francos, del reino de Lotaringia, territorio así designado en correspondencia a Lo-

tario II (855-869), hijo del emperador carolingio Lotario I (843-855) tras la división del tratado de Prüm

(año 855).

De Lotaringia se derivó en la terminología a Lorena, siendo constituido el ducado a comienzos del siglo

X. Luego, a mediado de ese siglo, se dividió ese ducado en Baja Lorena y Lorena Superior, evolucio-

nando el primero de ellos hasta convertirse en los históricos Países Bajos, pasando a ser propiamente el

segundo el ducado de Lorena, subsistiendo así hasta bien entrada la Edad Moderna.

36

Muerto en 1176, acompañante del emperador germano Federico I Barbarroja en ocasiones muy desta-

cadas o importantes.

37

Hija de Federico II de Suabia el Tuerto, muerto en 1147.

38

En vida o cuanto antes.

39

En el nordeste de Francia, frontera con Alemania.

40

Infantazgo o infantado era un sistema de herencias de terrenos o pensiones que se daban a los hijos o

hijas de las familias reales o de muy alto rango aristocrático en Francia, sobre todo durante los siglos

XIII-XVI.

Fue establecido para cubrir las necesidades de los hermanos y hermanas más jóvenes del rey, sirviendo

también para desarrollar la administración aristocrática de sus territorios. El Edicto de Moulins (año

1566) hará inalienables los predios regios, de tal manera que todos los infantazgos serían tarde o tem-

prano devueltos a la Corona. El sistema fue abolido durante la Revolución Francesa, desde el siglo XVIII,

siendo transitoriamente establecido entre los años 1810-1832.

41

Muerta en 1227.

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~ 27 ~

Federico,42

con su hijo, también llamado Federico,43

con cesión de la soberanía sobre el

condado de Vaudémont al conde Teobaldo I de Bar.44

Simón II de Lorena había abdicado y vivió retirado en un monasterio desde 1205.

42

Federico I (1205-1206).

43

Federico II (1206-1213), hijo de Ludmila de Polonia.

44

En torno a la ciudad francesa de Bar-le-Duc.

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~ 28 ~

SANTARÉM

El 1 de marzo de este año 1207 murió en Santarém Alfonso de Portugal,45

habiendo

abdicado, en 1206, como Gran Maestre de los Caballeros Hermanos Hospitalarios o de

la Orden de San Juan de Jerusalén,46

desde que fuera elegido para este cargo en 1202.

Había combatido como cruzado en Tierra Santa. Tenía 72 años de edad. Recibió sepul-

tura en la iglesia de San Juan de Santarém.

45

Hijo bastardo del rey Alfonso I Enríquez (1139-1185) y de Chamoa Gomes, sobrina de Fernando Pérez

de Traba (muerto en 1155).

46

La Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, conocida también como Orden Hospitalaria u Orden

de Malta (en este caso desde 1530), fue fundada con fines benéficos o misericordiosos y puramente pia-

dosos, para convertirse luego en un cuerpo armado, orden de caballería o fuerza cruzada que adquirió

gran fama por los hechos bélicos o combates en los que participó.

Puede decirse que la existencia de los hospitalarios de Jerusalén se remontan al año 1084, cuando unos

mercaderes de la ciudad italiana de Amalfi, en la Campania, decidieron fundar un hospital para peregri-

nos, bajo la advocación de San Juan Bautista, junto a la iglesia basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Tras la conquista de Jerusalén por los cruzados de la primera cruzada en 1099, el primer gran maestre

de la Orden fue el provenzal Gerard de Saint Genis (Gerardo Tum), considerado fundador y prior, siendo

él quien decidió que la obra hospitalaria se extendiera bien difundida, llenándose los caminos y entornos

de Tierra Santa de hospitales y casas de peregrinos.

La Orden adoptó la Regla de San Agustín, el hábito negro y una cruz de paño blanco con ocho puntas,

representativas de las ocho bienaventuranzas. La Orden, como queda dicho, se convirtió en una consi-

derable fuerza militar cuyos hombres actuaron como cruzados contra el Islam. Además, por la codicia de

algunos de sus maestres, hubo expediciones de conquista para apoderarse de tierras y riquezas.

Como sabemos, la dominación cristiana de Jerusalén a partir de la primera cruzada fue efímera; pode-

mos recordar que el sultán Saladino se apoderó de la ciudad. Los hospitalarios conservaron algunas for-

talezas palestinas, como la famosa del Crac de los Caballeros, en Siria. Hospitalarios y templarios com-

batieron juntos al Islam.

Hasta el momento (1207) los grandes maestres hospitalarios fueron: el fundador Gerardo Tum (1099-

1120), Raymond du Puy o Raimundo de Podio (1120-1160), Auger de Balben (1160-1163), Arnaud de

Comps (1162-1163), Gilbert d’Aissailly (1163-1170), Gastone de Murols (c. 1170-1172), Jobert de Siria

(1172-1177), Roger de Moulins (1177-1187), Armengol de Aspa (provisor o no designado formalmente

como gran maestre, entre los años 1187-1190), Garnier de Nablus (1190-1192, muy apreciado), Geofrey

de Donjon (1193-1202), Alfonso de Portugal (1203-1206), Geofrey le Rat (1206-1207), Garin de Mon-

taigu (1207-1228).

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~ 29 ~

REINO DE NORUEGA

También en marzo, pero por otras latitudes, en Noruega, murió Erling Magnusson,

mejor conocido por su apodo Erling Steinvegg (Muro de Piedra). Fue un pretendiente al

trono noruego por parte de la facción que conocemos como de los bagler,47

en el con-

texto de las prolongadas guerras civiles noruegas. Las reivindicativas ganas de reinar de

Erling Steinvegg se debieron a ser supuestamente hijo (ilegítimo) del rey noruego Mag-

nus V (1161-1184).

Los bagler habían perdido fuerza cuando su principal apoyo, la Iglesia, se había recon-

ciliado con sus habituales enemigos, los birkebeiner, en 1202 y su rey Inge Magnusson

fue asesinado ese mismo año. A la muerte de Inge apareció en escena Erling Steinvegg,

quien se erigió en Dinamarca como el nuevo candidato de los bagler. Sin embargo, las

pocas posibilidades de éxito lo hicieron desistir de una guerra contra el rey birkebei-

ner, Haakon III, único reinante entre 1202 y 1204.

La pronta muerte de Haakon III en 1204, como podemos recordar, hizo que la corona

recayera en un personajillo de 4 años de edad, un niño, sobrino de Haakon, de nombre

Guttorm, de efímero reinado.48

La debilidad del nuevo gobierno fue el momento propi-

cio para que Erling Steinvegg se levantase en armas a principios de 1204 y fuese nom-

brado rey de los bagler. Erling se sometió a la ordalía para probar su ascendencia real, y

contó con el respaldo del obispo Nicolás de Oslo y del rey Valdemar II de Dinamarca,49

el cual llegó a Tønsberg con una gran flota de guerra.

La guerra civil contra Guttorm y enseguida contra Inge II50

fue bastante intensa. Los

bagler lograron el control en la región de Viken, pero Erling, como contamos, murió en

marzo de este año 1207, siendo sucedido entre los bagler por Felipe Simonsson, sobrino

del obispo Nicolás de Oslo.51

47

Aristócratas, eclesiásticos y mercaderes.

48

Era hijo de Sigurd Lavard (probablemente muerto en 1200) y nieto de Sverre I (1184-1202). Guttorm

fue nombrado rey birkebeiner de Noruega en la ciudad de Nidaros, siendo los birkebeiner quienes con-

trolaban el país entonces, a mediados de 1204. Haakon III, aparentemente, no tenía descendientes. Siendo

Guttorm un niño, el verdadero líder de los birkebeiner fue Haakon el Loco, comandante del ejército y

tutor del rey. La muerte de Haakon el Loco será en 1214. Durante el breve y endeble reinado de Guttorm

se levantaron de nuevo en armas los bagler, a las órdenes de Erling Steinvegg, contra los birkebeiner.

Guttorm enfermó repentinamente en agosto de 1204 y el día 11 de ese mes falleció. Fue sepultado en la

catedral de Nidaros.

49

Entre los años 1202-1241.

50

Reinante entre los años 1204-1217.

51

Gobernó o reinó en la región de Viken en oposición a los reyes Inge II y Haakon IV. Era hijo de Simón

Kárason (muerto en 1190) y de Margarita Arnadatter. Simón era uno de los más prominentes opositores al

partido de los birkebeiner y al rey Sverre I; había apoyado al pretendiente bagler Jon Kuvlung en la dé-

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~ 30 ~

MOSYNÓPOLIS

Durante un enfrentamiento con los búlgaros, el 4 de septiembre, murió decapitado en

Mosynópolis (no muy lejos de Constantinopla), Bonifacio de Montferrato, el dirigente

lombardo de la cuarta cruzada (1198-1204). Tenía 57 años de edad.52

Fue marqués de

cada de 1180 y murió en un nuevo levantamiento contra Sverre en 1190. Margarita, la madre de Felipe,

era media hermana del rey Inge I y hermana del obispo Nicolás de Oslo (Nicolás Arnesson), también

opositor a Sverre.

En 1204, tras la muerte de Haakon III, los bagler, que durante el reinado de éste se habían reconciliado

con los birkebeiner, se levantaron nuevamente en armas, con el apoyo eclesiástico y del soberano danés.

El obispo Nicolás de Oslo intentó entonces que su sobrino Felipe fuese nombrado rey de los bagler, pero

la mayoría del partido se opuso, puesto que Felipe no era de linaje real noruego. En su lugar, se colocó

como rey a Erling Steinvegg (a cuya muerte nos estamos refiriendo), un supuesto hijo del rey Magnus V.

A Felipe se le otorgó el título de jarl, el de más alto rango después del de rey.

Felipe Simonsson contaba entre sus ancestros, por línea materna, al rey Harald I Cabellera Hermosa

(872-933). Su madre era descendiente del rey vikingo Stenkil de Suecia (1060-1066), quien a su vez, de

acuerdo a leyendas y sagas nórdicas, era descendiente del rey Harald. Esa ascendencia no era suficiente,

ya que los noruegos tendían a elegir entre sus gobernantes a descendientes de reyes por la línea paterna.

Por ejemplo, el rey birkebeiner Inge II se enfrentó a fuertes problemas debido a que era nieto materno

de Sigurd II (1135-1155).

A la muerte del bagler Erling Steinvegg en este 1207, dejando dos hijos, los bagler, en un principio de-

liberaron sobre cuál de los dos hijos debía ser nombrado rey, pero el obispo Nicolás de Oslo relanzó la

candidatura de Felipe para el título de rey. En esta ocasión el rey obtuvo el apoyo del campesinado, y

Felipe fue nombrado rey en una asamblea en Sarpsborg.

Felipe continuó la guerra contra los birkebeiner, llegando a tomar la fortaleza de Sverresborg en Bergen

(1207), pero la abandonó poco después. Ese mismo año, padeció la incursión de los birkebeiner vence-

dores en Tønsberg. Con todo, la guerra se estancó, sin una inclinación clara de la victoria. En 1208, Ni-

colás y otros obispos intentarán llegar a un acuerdo de paz entre ambos bandos...

Erling Steinvegg tuvo dos hijos ilegítimos: Magnus Erlingsson (nacido en 1199 y muerto muy joven) y

Sigurd Ribbung (que pretenderá el trono noruego desde 1218 hasta su muerte en 1226).

Felipe Simonsson muere en 1217.

52

Bonifacio aparece descrito en su juventud, a finales de la década de 1170, en la famosa Carta Épi-

ca, “Valen marques, senher de Monferrat”, por su buen amigo en la corte, el trovador Raimbaut de Va-

queiras (de quien nos ocuparemos por su muerte en septiembre de 1207). La mencionada Carta incluye el

rescate de la heredera Jacobina de Ventimiglia de manos de su tío el conde Otón, que tenía la intención de

apoderarse de su heredad y la había enviado a Cerdeña. Tras rescatarla, arregló un matrimonio para

ella. Después, cuando Alberto Malaspina (esposo de una de sus hermanas) secuestró a Saldina de Mar, hi-

ja de una prominente familia genovesa, Conrado la rescató y se la devolvió a su amante, Ponset d’Agui-

lar. Como el resto de la familia había hecho antes que él, apoyó a su primo el emperador germano Fe-

derico I Barbarroja (muerto en 1190) en sus guerras contra las ciudades independientes de la Liga Lom-

barda.

Su hermano mayor, Guillermo, había fallecido en 1177, poco después de casarse con la princesa Sibila,

heredera del reino de Jerusalén. En 1179, el emperador bizantino Manuel I Comneno ofreció a su hija

María en matrimonio a uno de los hijos de Guillermo V de Montferrato (muerto en 1191), pero tanto

Conrado como Bonifacio estaban casados y Federico era obispo, por lo que la princesa se casó con el

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Montferrato (al norte de Italia) desde 1191, siendo hijo, el tercero, de Guillermo V de

Montferrato (muerto en 1191) y de Judith de Babenberg (muerta en 1168), habiendo

nacido después del regreso de su padre de la segunda cruzada (1144-1148). Sus herma-

nos mayores fueron Guillermo de Montferrato (conde de Jaffa y Ascalón) y Conrado de

Jerusalén (muerto en 1192), que fue tan destacado en la tercera cruzada (1187-1191).

Bonifacio de Montferrato combatió contra la Liga Lombarda entre los años 1191-

1193 junto a los emperadores germanos Federico I Barbarroja (muerto en 1190) y En-

rique VI (muerto en 1197), y en 1194 contra Sicilia. En 1201 fue elegido en Soissons

(Francia) jefe de la cuarta cruzada, concluida con la toma y saqueo de Constantinopla en

1204.

Después de la conquista de Constantinopla por los cruzados, Bonifacio aprovechó la

fama de su familia en la región para conseguir ser propuesto como emperador del nue-

vo Imperio Latino que allí se implantaba, pero perdió la elección ante Balduino de Flan-

des, convertido en el primero de los emperadores latinos de Constantinopla como Bal-

duino I. Bonifacio entonces fundó el reino de Tesalónica,53

desde donde hubo de enfren-

hermano menor, Rainiero, que sería asesinado tres años después durante la usurpación de Andrónico I

Comneno.

En 1183, su sobrino, Balduino V, fue coronado como rey de Jerusalén. Guillermo V marchó allí para

ayudar a su nieto, dejando Montferrato a cargo de sus hijos. Sin embargo, en 1187, Conrado siguió los pa-

sos de su padre, ya que le ofrecieron casarse con Teodora, la hija del emperador Isaac II Ángelo, para

renovar la alianza de la familia con Bizancio. En ese momento Bonifacio estaba casado por segunda vez,

mientras que Conrado había enviudado recientemente.

En 1189, Bonifacio dirigió el consejo de regencia de Tomás I de Saboya (muerto en 1233), hijo de su

primo Humberto III de Saboya, hasta que el jovencito fue mayor de edad en 1191. En este año, después

de que el emperador germano Enrique VI le concediese el condado de Incisa, estalló una guerra de quince

años contra las ciudades vecinas de Asti y Alessandria. Bonifacio creó la Liga de Cremona, mientras que

las dos ciudades crearon la Liga de Milán. Bonifacio las derrotó en Montiglio, en junio de ese año, pero la

guerra no marchaba bien para los intereses de su familia. En Quarto o Arzano, él y Vaqueiras salvaron a

su cuñado Alberto Malaspina cuando lo derribaron del caballo. La primera fase de la guerra acabó con

una tregua en abril de 1193. En ese momento ya era Bonifacio el marqués titular de Montferrato, después

de que murieran su padre y hermano Conrado.

53

El reino de Tesalónica resultó ser un efímero y poco consistente estado cruzado fundado tras la cuarta

cruzada o como resultado de la misma sobre conquistados territorios bizantinos por parte de los cruzados.

Este reino fue vasallo del Imperio Latino de Constantinopla.

Bonifacio de Montferrato compró los derechos de Venecia sobre Tesalónica, estableciéndose allí como

rey tras no haber sido elegido emperador. Bonifacio extendió su reino hacia el norte incluyendo Mace-

donia y hacia el sur incluyendo Tesalia.

Después de la muerte de Bonifacio de Montferrato, subió al trono de Tesalónica su hijo menor Deme-

trio. Pero pronto estalló un movimiento rebelde en detrimento de éste y del emperador latino Enrique I de

Constantinopla. La movilización rebelde fue organizada por el regente del reino Oberto II de Biandrate y

el condestable Amadeo Buffa, con la intención de independencia respecto al Imperio Latino de Constan-

tinopla.

El reino de Tesalónica, si recordamos la batalla de Adrianópolis en 1205, fue ya seriamente amenazado

por el zar búlgaro Kaloyan. Y en este otoño de 1207, se enfrentó Kaloyan con sus tropas en los muros de

Tesalónica sitiando la ciudad. El asedio de los búlgaros tuvo un final sin gloria, ya que Kaloyan, como

veremos, fue asesinado en octubre de este año 1207. En el verano de 1210, el déspota de Epiro, Miguel I

Comneno Ducas, logrando alianza con los búlgaros, atacará el reino de Tesalónica y hará prisioneros a

muchos latinos. Gracias a la intervención militar del emperador latino, Tesalónica se salvará entonces de

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tarse a las permanentes amenazas del Imperio Búlgaro en el norte, enfrentado al mismo

aliado con el emperador Enrique I de Constantinopla, sucesor de Balduino I (muerto en

1205).

En junio de 1194, Bonifacio de Montferrato fue elegido como uno de jefes de la expe-

dición de Enrique VI contra Nápoles. En Mesina, en medio de la lucha entre las flotas

de Génova y de Pisa, Vaqueiras protegió a su señor con su propio escudo, lo que le sir-

vió para que lo nombrase caballero ese año, tras la victoria en la campaña con la coro-

nación de Enrique en Palermo. En octubre de 1197, finalizó la tregua con Asti. Boni-

facio firmó una alianza con Acqui Terme (Piamonte) en en junio de 1198. Hubo nume-

rosas escaramuzas por la zona, incluyendo las conquistas de Ricaldone y Cassine, pero

en 1199 estaba claro que habían perdido la guerra y comenzó a negociar la paz.

Pese a las guerras, durante las décadas de 1180 y 1190, Bonifacio de Montferrato pre-

sidió una de las cortes más prestigiosas de cultura caballeresca y brillante en canciones

de trovadores.54

Además de Vaqueiras, visitaron la corte famosos trovadores como Pei-

re Vidal,55

Gaucelm Faidit56

y Arnaut de Mareuil.57

Su patronazgo fue muy celebrado;

la amenaza de Epiro, pero muchas ciudades en Tesalia, como Larisa, Farsalia y Halmyros se rendirán al

año siguiente, en 1211.

Tesalónica se organizó mediante un arzobispado latino en torno a su iglesia catedral de Santa Sofía. El

número de obispos que estaban bajo la jurisdicción del arzobispo latino de Tesalónica fue probablemente

mantenido según lo que estaba vigente antes de 1204. La Orden de los Caballeros Hospitalarios, que ha-

bía obtenido un puesto en Tesalónica, desarrolló una importante actividad en el reino y desde allí inten-

taron expandir sus adquisiciones a Tesalia.

Parece ser que los privilegios y derechos de los habitantes ortodoxos de Tesalónica fueron violados des-

de el comienzo del dominio latino. Bonifacio de Montferrato no procedió a la confiscación y al reparto de

tierras de la Iglesia Ortodoxa. Durante el sedicioso movimiento de los señores lombardos, la propiedad de

la iglesia tesalonicense fue concedida a los laicos y los hijos de los sacerdotes griegos se vieron obligados

a prestar servicio militar. De momento fue esto así.

En cuanto a la vida económica del reino de Tesalónica puede destacarse la importancia de su puerto co-

mo polo de atracción comercial sobre italianos, principalmente venecianos y genoveses. Sin embargo, la

economía se basaba primordialmente en la agricultura, no tanto en el comercio, que fue más bien efímero

en todos los sentidos.

La sociedad estaba organizada sobre la base de los modelos feudales occidentales. Los latinos trans-

formaron la tierra de la antigua aristocracia bizantina en parcelas feudales y se redistribuyo entre ellos,

constituyendo la parte superior de la pirámide social. Los nobles griegos que permanecieron en sus tierras

y llegaron a un acuerdo con los conquistadores se integraron en los estratos feudales más bajos. La ma-

yoría de la población griega se mantuvo fuera de la jerarquía feudal, simplemente sirviendo al nuevo es-

tado.

54

Durante el siglo XII, el idioma piamontés (que en la actualidad presenta muchas influencias francesas

e italianas) era prácticamente indistinguible del idioma occitano hablado en la Francia meridional y en

Cataluña.

55

Se conservan 45 de sus canciones. Las 12 melodías que aún se conservan reflejan el mérito de su repu-

tación como músico. Muere en 1210.

56

En 1202 acompañó a Bonifacio de Montferrato en la cuarta cruzada. Fue un poeta de gran sensibilidad,

capaz de escribir un sentido planto o elegía a la muerte de uno de sus protectores, su querido rey Ricardo I

de Inglaterra Corazón de León en 1199, y deliciosos poemas de amor dedicados a la trovadora María de

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incluso Gaucelm le llamaba Mon Thesaur (“Mi Tesoro”). Curiosamente, en algunas

ocasiones Vaqueiras se refería a Bonifacio como N‟Engles (“Señor Inglés”).58

Cuando en 1201 murió el conde Teobaldo III de Champaña, caudillo destinado a guiar

la cuarta cruzada, como podemos recordar, fue elegido Bonifacio para reemplazarle,

pues era soldado o caballero muy reputado. Para él suponía aquello dar una oportunidad

única o de oro a su familia recuperando el decaído honor, pues se trataba de una familia

muy conocida en Oriente (su sobrino Balduino y su hermano Conrado habían sido reyes

de Jerusalén y su sobrina María era la heredera del reino).59

Su primo el duque Felipe de Suabia60

estaba casado con Irene Angelina, hija del des-

poseído emperador bizantino Isaac II Ángelo y sobrina de Teodora, la segunda esposa

de Conrado. Durante el invierno de 1201 pasó Bonifacio los días de Navidad con Felipe

en Hagenau (Alsacia), donde ambos se encontraron con Alejo, hijo de Isaac II, que ha-

bía escapado de la custodia de su tío Alejo III Ángelo. Los tres discutieron y debatieron

sobre la posibilidad de organizar un ejército cruzado para restituirlo en el trono. Boni-

facio y Alejo viajaron de forma separada a Roma para pedir al Papa Inocencio III su

bendición para aquella empresa. Sin embargo, el Papa advirtió, especialmente a Bonifa-

Ventadorn, fallecida probablemente en 1222. Gaucelm compuso obra abundante y variada, 62 piezas lí-

ricas.

57

Arnaut de Mareuil fue un trovador occitano de finales del siglo XII. De las 25 (o tal vez 29) obras que

compuso, todas ellas cançóes (canciones), tan sólo han sobrevivido con música media docena.

La tradición provenzal cuenta que Arnaut era un clérigo de origen pobre. Salió al mundo a vivir de sus

letras, se estableció en la corte tolosana y posteriormente en la de Béziers. Parece que amó a la condesa

tolosana Azalais. La narración de este amor es el tema de la mayoría de los 31 poemas que nos han lle-

gado de su autoría. El rey Alfonso II de Aragón (muerto en 1196) fue su rival por los afectos de Azalais y,

según la razó de unos de los poemas de Arnaut, los celos del rey la persuadieron de romper su amistad

con este poeta. Pasó entonces a Montpellier, donde encontró el patrocinio del conde Guillermo VIII.

Su cantaire (cantor) y jongleur (juglar) fue el trovador Pistoleta (1185-1228).

58

Pero nunca se ha podido explicar el significado de esta broma.

59

María de Montferrato (1192-1212) fue la hija de Conrado de Montferrato y de la reina Isabel de Jeru-

salén. Conrado murió asesinado en Tiro por los hashshashín, en abril de 1192, como podemos recordar.

Isabel se casó luego, el 5 de mayo, con Enrique II de Champaña, estando ya notablemente embarazada de

Conrado, padre de María, hija póstuma.

Tras la muerte de su madre en 1205, María se convirtió como heredera en la reina de Jerusalén, con 13

años de edad. El medio hermano de su madre, Juan de Ibelín, señor de Beirut (muerto en 1236), se hizo

cargo de su regencia.

El 14 de septiembre de 1210, María se casó en San Juan de Acre con Juan de Brienne, mediante matri-

monio concertado. Su hija Yolanda de Jerusalén (también conocida como Isabela) nació en 1212, pero la

madre murió poco después del parto, probablemente de infección puerperal. Juan se convirtió en regente

de su hija Yolanda, nueva reina de Jerusalén entonces.

La línea regia de María terminará en 1268, al ser ejecutado al sur de Italia su bisnieto Conradino III de

Jerusalén. Después de eso, su media hermana más próxima, Alicia de Champaña, se convertirá en des-

cendiente heredera de la reina Isabel de Jerusalén.

60

El hijo quinto y menor del emperador germano Federico I Barbarroja y de Beatriz de Borgoña.

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cio, sobre la nula posibilidad o atrevimiento de atacar a ningún cristiano, ni siquiera, por

supuesto, a los bizantinos.

Como podemos recordar, el ejército cruzado estaba en deuda con Venecia, desde don-

de se dispondría la flota de transporte de los cruzados por mar hacia el este. El dux ve-

neciano, Enrico Dandolo, ordenó un ataque sobre las ciudades de Trieste, Moglia y Za-

ra, sometiéndolas a su poder y control antes de seguir rumbo a El Cairo. Pasaba en-

tonces que el dux veneciano se impuso como jefe de la cruzada mientras que Bonifacio

de Montferrato pasaba a lugar menos relevante, aunque visible.

Alejo prometió riquezas y títulos a los cruzados y mucho honor a su principal finan-

ciador y hombre de confianza, el dux Enrico, si conseguía ser restituido en el tro-

no. Quien no estuvo para nada contento fue el Papa Inocencio III desde que se enteró

del ataque cruzado contra ciudades cristianas. Dandolo aplacó la ira del Papa haciendo

prometer a Alejo que conseguiría de la Iglesia Ortodoxa que aceptase la autoridad de la

Santa Sede Romana, tras lo cual pudo zarpar la flota hacia Constantinopla, cuando co-

rría el año 1203.

La capital bizantina cayó en manos de los cruzados el 17 de julio de 1203 y el empe-

rador Alejo III se dio a la fuga. El antiguo emperador Isaac II Ángelo fue restaurado en

el trono coronado como co-emperador con Alejo IV el 1 de agosto de 1203. Incapaz de

cumplir los pagos prometidos a los cruzados, ya que Alejo III había saqueado las arcas

del Estado, Alejo anunció nuevos impuestos y confiscó grandes cantidades del tesoro

eclesiástico, que fue fundido. Una rebelión antilatina estalló en Constantinopla y la mul-

titud, con una asamblea senatorial y de eclesiásticos, eligió a Nicolás Kanabos como

emperador, el 25 de enero de 1204. Como Nicolás rehusó aceptar, el honor imperial

vino a recaer en Alejo V Murzuflo, como podemos recordar. Murzuflo se encargó des-

pués de encarcelar y eliminar a Alejo IV. Los cruzados se apoderaron de Constantinopla

el 13 de abril de 1204, masacrando a gran parte de la población. Durante los combates y

el saqueo, Bonifacio ocupó el palacio de Bucoleón, donde salvó las vidas de las empe-

ratrices viudas Margarita (María)61

e Inés (Ana), hermana del rey de Francia.62

61

Húngara, hija mayor del rey Bela III de Hungría (muerto en 1196) y de su primera esposa Inés de Châ-

tillon (muerta en 1184).

Se estima que Margarita nació hacia 1175 y que ya en 1185 fue entregada como esposa al emperador bi-

zantino Isaac II Ángelo, cuando por razones ortodoxas hubo de adoptar el nombre de María. De su ma-

trimonio nacieron dos hijos varones: Juan y Manuel.

Cuando murió Isaac II (febrero de 1204), la viuda Margarita fue desposada con Bonifacio de Montfe-

rrato, al cual también le dio un hijo varón: Demetrio, el cual, a la muerte de su padre Bonifacio en este

año 1207, se convirtió en rey de Tesalónica.

Margarita volvió a casarse por tercera vez, en septiembre de 1207, con el duque Nicolás de Saint Omer,

al cual le dio dos hijos: Bela y Guillermo.

La muerte de Margarita será hacia 1223.

62

Inés de Francia, coronada emperatriz bizantina con el nombre de Ana, fue hija de Luis VII de Francia

(muerto en 1180) y de su tercera esposa Adela de Champaña (muerta en 1206). Era la hermana menor de

Felipe Augusto y la hermanastra más joven de María de Champaña, Alix de Francia, Margarita de Francia

(reina de Inglaterra y Hungría) y de Alix, condesa de Vexin.

En 1178, Felipe, conde de Flandes, visitó Constantinopla a su regreso de Tierra Santa. El emperador

Manuel I Comneno, que había recibido con anterioridad a Luis VII durante la Navidad de 1147, cuando la

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El historiador o prestigioso cronista bizantino Nicetas Coniates, testigo de cuanto ocu-

rrió en la conquista cruzada de Constantinopla, escribió así a Bonifacio de Montferrato:

segunda cruzada, quizá fue convencido finalmente por Felipe de que Francia sería un aliado ventajoso en

Europa occidental. En el invierno de 1178-1179 una embajada imperial llevada por el genovés Balduino

Guercio, acompañó a Felipe y fue enviada a la corte francesa para concertar un matrimonio entre Inés y

Alejo II, hijo único y heredero de Manuel I tras sus segundas nupcias con María de Antioquía. Una

alianza matrimonial de este tipo ya había sido propuesta por el Papa Alejandro III en fecha tan temprana

como 1171.

En aquellos tiempos no era extraño que, una vez que el matrimonio se hubiera acordado, la princesa,

una niña en la mayoría de los casos, fuera educada en la familia de su marido. Probablemente fue por esta

razón que Inés nunca conoció a su hermana mayor Adela, que fue enviada a Inglaterra a los 9 años de

edad, cuando se acordó su matrimonio con el futuro Ricardo I de Inglaterra (enlace o matrimonio que, no

obstante, nunca se efectuó). Inés embarcó en Montpellier con rumbo a Constantinopla en la Pascua de

1179. En Génova la expedición aumentó de cinco a diecinueve barcos, siendo capitaneados por Balduino

Guercio.

Cuando llegó a Constantinopla, al final del verano de 1179, Inés fue atendida por setenta damas de alto

rango y se organizaron espléndidos festejos en su honor. Eustacio, antiguo profesor de retórica y arzo-

bispo de Tesalónica fue el encargado de pronunciar el discurso de bienvenida. Quizá sería en este mo-

mento cuando fue obsequiada con un exquisito volumen poético de autor anónimo que se conoce como el

Eisiterion de Inés de Francia.

El 24 de septiembre de 1180 murió Manuel I Comneno sucediéndole Alejo II, el cual era aún muy joven

para gobernar por sí mismo; por eso fue su madre, María de Antioquía, la que se encargó realmente de

gobernar, relevando de todo a los aún niños emperadores.

En 1183, María de Antioquía fue desplazada del poder por Andrónico I Comneno, el cual era primo

hermano de Manuel y se sabía de él que albergaba esperanzas de acceder al trono imperial. Podemos

recordar las historias al respecto y acerca de cómo llegó al trono imperial bizantino. Lo que realmente se

conoce es que encerró en prisión y ordenó ejecutar a María de Antioquía antes de ser coronado empe-

rador. Luego, en octubre de ese mismo año (1183), Alejo II fue estrangulado por orden de Andrónico.

Ana tenía entonces 12 años de edad y Andrónico, ya anciano, tendría aproximadamente 65 años, y a esa

edad se casó con ella.

Ana fue emperatriz consorte durante dos años, hasta que Andrónico fue depuesto en 1185. Intentando

escapar del amotinamiento popular con el que finalizó su gobierno, Andrónico huyó de Constantinopla

con su esposa Ana y con una amante. Llegaron a Chele, una fortaleza en la costa bitinia del mar Negro,

donde negociaron tomar un barco que les llevara a Crimea. El viaje se dilató por las malas condiciones

atmosféricas y Andrónico, al final, fue capturado y devuelto a la capital, donde fue torturado y ejecutado

el 12 de septiembre de 1185.

Ana sobrevivió a la caída de Andrónico y lo siguiente que se conoce de ella por un cronista occidental

es que llegó a ser la amante de Teodoro Branas, un jefe militar que luchó en la frontera norte del Imperio.

Tras la caída de Constantinopla a manos de los cruzados en 1204, Inés se ganó el respeto de los caba-

lleros latinos por haber sido emperatriz, aunque, según Roberto de Clari, un cruzado y cronista francés de

la época, no gozaba de buena reputación y sólo podía hablar a través de un intérprete porque no conocía

el francés. Para entonces, tenía 30 años de edad y había pasado la mayor parte de su vida en la corte bi-

zantina.

Finalmente, Ana y Teodoro Branas se casaron en el verano de 1204 a instancias del emperador Bal-

duino I de Constantinopla. Teodoro Branas continuó luchando para el Imperio Latino y sus últimas noti-

cias son de 1219, fecha en la que Inés ya estaba desaparecida de los registros históricos, sin que sepamos

con certeza la fecha de su muerte. Tuvieron al menos una hija.

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Vosotros, que os decís más piadosos, más justos, más obedientes de Jesús que nosotros, los griegos; vosotros, que habéis tomado Su Cruz sobre vuestros hombros, que habéis prometido por Su Nom-bre y por la Palabra de Dios atravesar los países cristianos sin derramar sangre; vosotros que habéis hecho votos de no bañar vuestras espadas más que en sangre sarracena, que habéis jurado conquistar Jerusalén y respetar a las mujeres en vuestra condi-ción de soldados al servicio de Dios, ¡no sois más que unos vani-dosos! Pues mientras aspiráis al Santo Sepulcro, descargáis vuestro furor contra cristianos; mientras lleváis la Cruz, la arro-jáis al lodo por un puñado de oro o plata. ¡Atesoráis perlas pero pisoteáis la perla más preciada: Jesucristo! Los musulmanes tra-taron con más moderación y humanidad a la Jerusalén conquis-tada; no violaron mujeres, no cubrieron de cadáveres la tumba de Cristo. Por unas pocas monedas dejaron a cada uno rescatar su cabeza, sus propiedades, su libertad, no descargaron su furor sobre las espadas, los incendios, los saqueos y el hambre, como vosotros, que os llamáis cristianos.

Los latinos o cruzados, tras la victoriosa conquista de Constantinopla, debían erigir y

organizar un nuevo Estado basado, según ellos, en las estructuras feudales de sus patrias

y procedencias en el occidente europeo. Para ello decidieron elegir a un emperador de

entre sus filas, uno que estaría al frente del nuevo Imperio Latino de Constantinopla.

Como jefe de la cruzada, Bonifacio se presentó inmediatamente a la elección. Pero fue

superado enseguida por el dux o dogo de Venecia Enrico Dandolo, el cual aseguró la

elección y nombramiento del conde Balduino IX de Flandes. En aquellas elecciones fue

especialmente la voz de los venecianos la decisiva, estableciendo como emperador a

Balduino como Balduino I, sobre todo porque Bonifacio tenía muy buenas o excelentes

relaciones en Bizancio, por lo que hubiera podido actuar de manera independiente o en

provecho propio y no en el interés de la Serenísima República de Venecia. Además, se

había casado, poco después de la conquista, con la emperatriz viuda Margarita (María),

fortaleciendo así su posición frente a los griegos y también con relación a su suegro, el

rey Bela III de Hungría, ganándose un más que potencial aliado. En las elecciones sólo

los dos lombardos del comité de doce miembros votaron a favor de Bonifacio.

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~ 37 ~

El emperador Balduino I trató de evitar una inminente división de los latinos ofre-

ciendo a Bonifacio en feudo la mayor parte del Asia Menor occidental y Grecia, ambas

todavía por conquistar, lo que le habría convertido en el vasallo más rico del Imperio.

Sin embargo, Bonifacio rechazó la oferta, reclamando en cambio la proclamación de rey

de Tesalónica, también como vasallo del Imperio.63

En el otoño de 1204 Tesalónica fue conquistada por el emperador Balduino I, mien-

tras que Bonifacio se apoderaba de Demotika y luego puso sitio a Adrianópolis.64

Por

orden del emperador tuvo que romper el asedio, lo que llevó a una temporal ruptura en-

tre los dos, ruptura que se dio por terminada después de la transferencia de Tesalónica a

Bonifacio por el emperador. Incluso llegó a un acuerdo con los venecianos bajo Enrico

Dandolo al vender su interés en Creta, que había recibido de Alejo IV.

Posteriormente se unieron a Bonifacio algunos seguidores o vasallos suyos, como

Otón de la Roche,65

Guillermo de Champlitte,66

Jacques d’Avesnes,67

Oberto II de Bian-

drate,68

Guido Pallavicini,69

Bertoldo de Katzenelnbogen,70

y Godofredo de Villehar-

63

Se sentía legitimado para dar este paso, ya que su hermano menor Rainiero había recibido del empera-

dor Manuel I Comneno el reino de Tesalónica, aunque tal vez lo recibido no hubiera sido más que una

pronoia, lo equivalente a un feudo occidental.

64

Actual Edirne (Turquía, no lejos de las fronteras con Grecia y Bulgaria).

65

Noble del castillo de La Roche-sur-l’Ognon, en Borgoña. Se unió a la cuarta cruzada en 1204 y se con-

virtió en el primer duque de Atenas.

66

Convertido en el primer príncipe de Acaya o de Morea, en la Península del Peloponeso, entre 1205-

1209.

67

Jacques II d’Avesnes, probablemente muerto hacia el año 1205, como caballero de la cuarta cruzada,

desde el 23 de febrero de 1200, acompañó al conde Balduino IX de Flandes (luego Balduino I de Cons-

tantinopla). Fue uno de los caballeros que levantaron su voz en la isla de Corfú contra el desvío de la cru-

zada a Constantinopla, pero al final siguió adelante y durante el asedio de Constantinopla en la primavera

de 1204 participó en los hechos que protagonizaron los cruzados. Tras la conquista de Constantinopla

Jacques fue uno de los seguidores fieles a Bonifacio de Montferrato. Como parte de la fuerzas de éste en

Grecia combatió contra León Esguro, un gobernante local griego que se había hecho independiente. Jac-

ques recibió de Bonifacio en la primavera de 1205 la isla de Eubea (señorío de Negroponte) como un

feudo. Entró brevemente en la isla sólo para organizar la construcción de un castillo en Calcis, pero luego

se unió otra vez al ejército de Bonifacio. Ese mismo año, Jacques tomó la ciudad baja de Corinto y sitió a

León Esguro en su fortaleza del Acrocorinto. Jacques tuvo éxito en repeler un fracasado intento de con-

traataque por los sitiados, donde fue gravemente herido en la pierna. A su muerte, Eubea fue dividida por

Bonifacio en tres feudos que repartió entre tres caballeros veroneses (Ravano, Giberto y Peccoraro).

68

Ya lo mencionábamos anteriormente, compañero y muy cercano de Bonifacio de Montferrato, a cuya

muerte se convirtió en regente de su hijo Demetrio. Inmediatamente, Oberto y Amadeo Buffa, el con-

destable de Tesalónica, comenzaron a planear el derrocamiento de Demetrio. Tenían la intención de

colocar a Guillermo VI de Montferrato, el hijo mayor de Bonifacio y hermano de Demetrio, pretendiente

al trono de Tesalónica. Sin embargo, el emperador latino Enrique I marchó sobre Tesalónica para obligar

a los señores lombardos a rendirle homenaje en nombre de Demetrio, cerrándole Oberto las puertas.

Oberto exigió la totalidad de Epiro desde el Vardar hasta el mar Adriático y un corredor hacia el mar

Negro en dirección oeste de Filipópolis, que Enrique aceptó, a condición de que Margarita, la viuda de

Bonifacio, estuviera de acuerdo. A su entrada en la ciudad, Enrique la convenció de que rechazara la

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~ 38 ~

douin (el sobrino del historiador y participante de la cuarta cruzada Godofredo de Ville-

hardouin), encaminados todos hacia Grecia, donde los griegos de León Sgouros man-

tenían resistencia. Mientras Jacques d’Avesnes estaba atacando Corinto, Bonifacio sitió

la fortaleza de Nauplia.71

Durante este tiempo fundó Bonifacio los señoríos de Tebas-Atenas y Negroponte, el

principado de Acaya y el marquesado de Bodonitsa como feudos de su reino. Paralela-

mente a estos acontecimientos, los búlgaros del zar Kaloyan estaban en Tracia haciendo

frente a la ofensiva latina y conquistando varias ciudades, entre ellas Adrianópolis. En

un intento por reconquistar la ciudad, el emperador Balduino, como podemos recordar,

fue derrotado, el 14 de abril de 1205, en aquella desastrosa batalla de Adrianópolis que

perdieron los latinos, siendo Balduino prisionero de los búlgaros.

Durante estos acontecimientos, Enrique, el hermano del emperador Balduino, conti-

nuó luchando contra los búlgaros por los territorios de Tesalónica. Enrique, tras ser re-

gente de Constantinopla, acabó siendo coronado emperador latino en agosto de 1206,

cuando se supo de la muerte de Balduino. Bonifacio fortaleció entonces su relación con

el nuevo emperador en la primavera de 1207 mediante el matrimonio de su hija Inés.72

condición, y así quedaron impotentes Oberto y Amadeo. Encarceló a Oberto en el castillo de Serres bajo

la custodia de Bertoldo II de Katzenelnbogen (alemán regente en Tesalónica), pero después lo liberaron.

Oberto fue a Negroponte y conspiró contra el emperador, pero Ravano, señor de la isla y un antiguo

aliado de Biandrate, protegió al emperador y Oberto rápidamente se rindió y regresó a Montferrato, donde

trató de convencer a Guillermo de reclamar Tesalónica.

69

Primer marqués o margrave de Bodonitsa en la Grecia franca desde 1204 hasta su muerte en 1237. El

propósito original del margraviato era vigilar el paso de las Termópilas para el reino de Tesalónica. El 2

de mayo de 1237, hizo su testamento y murió poco después. Había sido uno de los caballeros de la cuarta

cruzada y uno de los últimos en morir. Bodontisa fue la posesión franca más septentrional en Grecia du-

rante ese momento. Fue sucedido por Ubertino, su hijo nacido de la borgoñesa Sibila, una prima de Guido

I de Atenas (1205-1263).

70

En 1202 participó con los cruzados en el sitio de Zara, y en el asedio y conquista de Constantinopla de

1204 fue quien sugirió la quema y el saqueo de la ciudad. Era el de más alto rango y probablemente el

informal jefe de los cruzados alemanes.

71

Capital de la unidad periférica de Argólida en Grecia.

72

Inés de Montferrato, de finales del siglo XII y principios del XIII, fue la primera emperatriz consorte

del emperador latino de Constantinopla, Enrique de Flandes (Enrique I de Constantinopla). Inés fue la hi-

ja de Bonifacio de Montferrato, fundador del reino de Tesalónica, y de su primera esposa Helena del

Bosco. Fue también medio hermana del rey de Tesalónica Demetrio de Montferrato.

Según el historiador y cruzado Geoffrey (Geoffroy o Godogredo) de Villehardouin, Inés residía en

Lombardía hasta que su padre la llamó a Tesalónica en 1206. Bonifacio procedió a enviar a Otón de la

Roche, megaskyr o duque y gran señor de Atenas, como su enviado a Enrique el emperador de Constan-

tinopla, proponiendo un matrimonio con ella. Enrique aceptó el ofrecimiento.

Bonifacio envió a Inés a Abidos, ciudad de Misia en el Helesponto, en una galera. Sus mensajeros se

llegaron luego a Enrique informándole de la ubicación. El mismo Geoffrey de Villehardouin y Miles de

Brabante fueron asignados como su escolta. Villehardouin describe a Inés como “muy buena y justa”.

Inés fue escoltada a Constantinopla sin ningún incidente mencionado. El 4 de febrero de 1207, en Santa

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~ 39 ~

En el otoño de ese año se reunió con el emperador en Cipsela de Adrianópolis y le rin-

dió homenaje como a su señor feudal.

Por Mosynópolis, regresando a Tesalónica, saqueó Bonifacio de Montferrato el mo-

nasterio de Kardzhali, tras lo cual cayó en una emboscada que le tendieron los búlgaros,

siendo herido en un brazo por una flecha y hecho prisionero. Enseguida le decapitaron y

mandaron la cabeza como preciado trofeo al zar Kaloyan de Bulgaria.

Godofredo de Villehardouin, como los demás amigos de Bonifacio, lamentó mucho su

muerte, considerándola una grande e irreparable pérdida.73

El reino de Tesalónica pasó a su esposa Margarita y a su hijo Demetrio.74

Sofía de Constantinopla, Enrique se casó con Inés. La fiesta de la boda se tuvo en el palacio de Bucaleón.

Fue un matrimonio significativo de la nueva alianza latina contra los búlgaros de Kaloyan.

Villehardouin registra que hacia septiembre de 1207, pudo informar Enrique a su suegro que Inés estaba

embarazada, lo que fue motivo de gran alegría para ambas partes. La crónica de Villehardouin termina

con la muerte de Bonifacio el 4 de septiembre de 1207 y por lo tanto no informa de la conclusión del em-

barazo. Como no parece haber ninguna otra mención de Inés, se considera que la emperatriz pudiera ha-

ber muerto en el parto, lo mismo que probablemente también su hijo.

73

Su leal amigo el trovador Raimbaut de Vaqueiras, que le había acompañado a la aventura de la cuarta

cruzada, probablemente murió con él, ya que es significativo que no compusiese ningún “lamento” por su

muerte. El trovador Elías Cairel (1204-1222) hace duelo por el marqués en su sirventés “Pois chai la

fuoilla del garric”.

El sirventés es una composición poética propia de la literatura occitana o trovadoresca, desde el punto

de vista formal semejante a la de la canción o cançon, pero de muy diferente temática.

Formalmente, suele constar de entre 5 y 7 coblas y una tornada (igual que la cançon o cansó). En

cuanto al contenido, se trata de un poema de circunstancias, generalmente satírico, que puede tratar en

principio cualquier tema (moral, político, de crítica literaria), salvo el amor. Según su asunto, Martín de

Riquer (medievalista filólogo, especialista en literatura trovadoresca, 1914-2013) dividió los sirventés en

cuatro categorías:

a) Morales: dirigidos contra la decadencia de las costumbres caballerescas, la corrupción del clero,

etc. Fue cultivado, entre otros, por Marcabrú (1130-1150, aproximadamente).

b) Políticos: rivalidades entre señores feudales, críticas a instituciones como la monarquía, la Inqui-

sición o el Papa. También aparece en ellos con frecuencia el tema de las cruzadas. Su máximo re-

presentante es Bertran de Born (1140-1215).

c) Literarios: crítica de las obras de otros trovadores. Existe como variante el sirventés-ensenhamen,

en el que el trovador se dirige al juglar para explicarle qué repertorio debe conocer.

d) Personales: fundamentalmente se trata de injurias hacia los enemigos personales de los trovadores.

Lo cultivaron, entre otros, Bertran de Born y Guilhem de Berguedà (1130-1195/96 aproximada-

mente).

Sobre Raimbaut puede verse el Epílogo V.

74

Durando poco el dominio latino sobre Tesalónica, ya que este reino fue conquistado en 1224 por el

déspota Teodoro Comneno Ducas de Epiro (1215-1230).

Bonifacio de Montferrato se había casado por primera vez, en 1170, con Helena de Bosco. Tuvieron

tres hijos: Guillermo VI (su sucesor como marqués de Montferrato), Beatriz (que fue la segunda de las

tres esposas que tuvo Enrique II de Carretto, marqués de Savona, en la Liguria de Italia) e Inés (casada

con el emperador Enrique I de Constantinopla y muerta en este año 1207).

En segundas nupcias, Bonifacio se casó en Constantinopla con Margarita, hija del rey Bela III de Hun-

gría, que era viuda del emperador bizantino Isaac II Ángelo. De Margarita tuvo Bonifacio a su hijo De-

metrio, sucesor suyo como rey de Tesalónica, el cual había nacido en 1205, siendo su muerte en 1230,

acaeciendo en Amalfi (Campania, Italia).

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~ 40 ~

Barcos venecianos de la época

Constantinopla como ciudad amurallada semejante a cualquier ciudad medieval

de la cristianada occidental, con su iglesia central rematada en veleta, con casas

(muchas de ellas con techos de paja), posadas y tabernas.

Ilustración del Libro de Salmos de Luttrell (hacia 1240)

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~ 41 ~

TESALÓNICA

A primeros de octubre, asesinado por su comandante cumano Manastăr,75

mientras

sitiaba la ciudad de Constantinopla, murió el zar Kaloyan de Bulgaria, habiendo reina-

do durante 10 años, desde 1197. Tenía 39 años de edad.76

Era el hermano menor de los

fundadores del que se conoce, según podemos recordar ahora, como Segundo Imperio

75

Sin que se sepa mucho de él, se cree que Manastăr habría sido un señor de la guerra cumano de con-

fianza o cercano a Kaloyan, quien le habría nombrado su comandante principal o gran voivoda. La tradi-

ción popular lo relaciona con la muerte de Kaloyan en estos comienzos de octubre de 1207 ante los muros

de Tesalónica. Según fuentes primarias, durante la noche antes del primer asalto a la ciudad, Kaloyan fue

herido con una lanza. Antes de morir, a la mañana siguiente, el agonizante Kaloyan afirmó que Manastăr

había entrado en su tienda de campaña durante la noche, montado en su caballo blanco, y lo hirió con la

lanza. Esto ha llevado a varios historiadores a afirmar que Manastăr era parte de una conspiración, lide-

rada por Boril, sucesor de Kaloyan, y la esposa cumana de Kaloyan, Ana, que poco después se casó con

Boril. Un análisis más cuidadoso de las fuentes, sin embargo, sugiere que Kaloyan más bien habría

muerto por causas naturales, como pleuresía, y sus acusaciones contra Manastăr habrían sido causadas

por un delirio.

76

Había nacido entre 1168 ó 1189. De más tarde, las fuentes sobre el reinado de Kaloyan son mayor-

mente extranjeras (no búlgaras sino bizantinas y latinas), hostiles a él, por tanto, destacando la brutalidad

y crueldad del mismo. Parte de esta crueldad ha sido atribuida específicamente a sus aliados cumanos,

mientras que otros han señalado que las políticas más represivas de Kaloyan fueron orientadas hacia la

destrucción de la élite enemiga, mientras que los pueblos fueron tratados a menudo con misericordia. Una

de las historias sobre el fallecimiento del emperador latino Balduino describe su cruel desmembramiento

por un furioso Kaloyan, cuya esposa había alegado falsamente que Balduino le hacía proposiciones a ella,

cuando en realidad él había desdeñado sus insinuaciones. El cuerpo de Kaloyan (junto con su anillo de se-

llo personal) fue descubierto por excavaciones del siglo XX en la iglesia de los Cuarenta Mártires de

Veliko Tarnovo, iglesia ortodoxa búlgara construida en 1230. Se trata de una basílica de planta rectan-

gular, con seis columnas, tres ábsides semicirculares y un nártex en el lado oeste. Es una iglesia dedicada

a los Cuarenta Mártires de Sebaste (muertos en el año 320, que se conmemoran el 10 de marzo). El exa-

men forense del cráneo de Kaloyan reveló daños en la cabeza efectuados por algún motivo cuando era

joven, daños que en ocasiones pudieran haberle producido mucho dolor y arrebatos de ira. Cabe destacar,

finalmente, que el reinado de Kaloyan fue un período de crecimiento y ascensión política en el Imperio

Búlgaro, que expandió las ganancias políticas y económicas de sus hermanos Iván Asen y Pedro. Kaloyan

es considerado por la historia como uno de los grandes emperadores búlgaros.

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~ 42 ~

Búlgaro (Iván Asen I y Teodoro o Pedro IV).77

Ahora le sucede Boril.78

Kaloyan se

había casado con Ana, destacada aristócrata cumana.79

Tuvieron una hija, María.80

Kaloyan (“el guapo Iván”) trató de mantener (e impulsar) la independencia de Bul-

garia. Aunque reconoció la autoridad del Papa en el concierto de reinos y naciones,

siendo coronado por los legados pontificios en 1204, Kaloyan dejó el catolicismo y pasó

a la ortodoxia oriental no mucho después de su coronación. Propuso una alianza con los

ejércitos de la cuarta cruzada, pero luego dirigió una rebelión búlgara y griega en la

Península Balcánica que derrotó a los cruzados en la memorable batalla de Adrianópo-

lis, donde resultó preso el emperador latino Balduino I.81

Kaloyan, como queda dicho, fue el hermano menor de Pedro IV e Iván Asen I de

Bulgaria. En 1187 fue enviado como rehén a Constantinopla para servir de intercambio

por la esposa de Iván Asen, pero en un par de años escapó y regresó a Bulgaria.82

Des-

pués de los sucesivos asesinatos de sus dos hermanos por el conspirador Ivanko, Ka-

loyan consiguió una ventaja sobre los conspiradores y se convirtió en el zar de Bulgaria,

prosiguiendo la política agresiva de sus predecesores contra el Imperio Bizantino hasta

el punto de hacer una alianza con Ivanko, que había entrado al servicio bizantino en

1196 y se había convertido en gobernador de Filipópolis.83

Otro aliado de Kaloyan

fue Dobromir Hriz (Crysós o Crisóstomo para los bizantinos).84

La coalición fue rápi-

damente disuelta, ya que los bizantinos superaban tanto a Ivanko como a Dobromir. Sin

embargo, Kaloyan conquistó Konstanteia85

en Tracia y Varna en la costa búlgara del

77

Ya nos referíamos en años anteriores acerca de los orígenes de la dinastía búlgara de estos tiempos y

en relación a los anteriores del conocido como Primer Imperio Búlgaro. Especialmente el origen étnico de

los tres hermanos Asen (Teodoro o Pedro IV, Iván Asen y Kaloyan) sigue siendo actualmente una fuente

de controversia entre los historiadores rumanos y búlgaros.

78

Boril reinará como emperador de Bulgaria hasta 1218. Era sobrino de Kaloyan, hijo de una hermana

suya de nombre desconocido. No está claro si Boril formó parte en el asesinato de Kaloyan, pero reca-

yeron en él algunas sospechas y no fueron fáciles para él los comienzos de su reinado.

79

Ana se casó luego con Boril.

80

La cual contraerá matrimonio con el emperador latino Enrique I de Constantinopla para reforzar así la

nueva alianza entre el zar Boril y Enrique. Se sospecha que María participó luego en el asesinato de En-

rique, que muere envenenado el 11 de junio de 1216.

81

Los éxitos militares de Kaloyan contra los cruzados contribuyeron al colapso del Imperio Latino de

Constantinopla.

82

Probablemente en 1189.

83

Actual Plovdiv (Bulgaria), muy histórica e interesante ciudad.

84

Un gobernante feudal al este de Macedonia, en el territorio de Strumica.

85

Actual Simeonovgrad (Bulgaria).

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~ 43 ~

mar Negro, ciudades que eran del Imperio Bizantino hasta 1201.86

Kaloyan se apoderó

de la mayor parte de la Macedonia eslava en 1202.

El rey Emerico de Hungría (muerto en 1204) invadió Bulgaria en 1202, conquistando

las zonas serbias de Belgrado, Braničevo y Niš, zonas que Kaloyan entregó a su pro-

tegido en el trono de Serbia Vukan Nemanjić.87

Kaloyan respondió a los ataques hún-

garos en 1203, restaurando en Serbia al hermano de Vukan, Esteban Nemanjić, y recu-

perando sus territorios después de derrotar a los húngaros. La sensación de malestar con

no poca tensión entre Bulgaria y Hungría continúo hasta que intercedió entre ambos rei-

nos el Papa Inocencio III.

El Papa había escrito a Kaloyan invitándolo a unificar su Iglesia con la Iglesia Cató-

lica y la Santa Sede Romana a comienzos del año 1199. Deseando Kaloyan tener el ti-

tulo de emperador y restaurar el prestigio, riqueza y extensión del Primer Imperio Búl-

garo, respondió al Papa en 1202. En esta maniobra política, Kaloyan solicitó que el

Papa Inocencio III le concediera la corona imperial y el cetro que habían estado en ma-

nos de Simeón I el Grande (893-927), Pedro I (927-969) y Samuel (997-1014), a cam-

bio de lo cual él podría considerar la comunión con Roma. Kaloyan también solicitó que

la Santa Sede reconocería al jerarca principal de Bulgaria como patriarca. El Papa no

estaba dispuesto a hacer concesiones al respecto, de modo que, cuando su legado el car-

denal León llegó a Bulgaria consagró al arzobispo Basilio de Tarnovo como primado de

los búlgaros y valacos. Kaloyan no recibió tanto como pedía o apetecía sino sólo la co-

rona uniata como rex Bulgarorum et Blachorum (rey de los Búlgaros y los Valacos) o

rex Bulgarie et Blachie (rey de Bulgaria y Valaquia), no emperador. Alegremente Kalo-

yan escribió al Papa, agradeciéndole por la coronación imperial y por la unción de su

patriarca. Él también le aseguró que iba seguir los ritos de la Iglesia Católica, como par-

te del acuerdo. Mientras tanto, en un intento de promover una alianza con Kaloyan, el

emperador bizantino Alejo III Ángelo (1195-1203) reconoció su título imperial y le pro-

metió el reconocimiento patriarcal.

86

La conquista de Varna en 1201, como podemos recordar, fue especialmente cruel por parte de Kalo-

yan. Se apoderó del fuerte castillo de Constancia, Konstanteia (cerca de la moderna ciudad búlgara de Si-

meonovgrad) y luego dieron los búlgaros un golpe en dirección contraria sitiando Varna, la última forta-

leza bizantina al norte montañoso de los Balcanes. Varna era defendida por una numerosa guarnición,

incluidos los mercenarios occidentales, siendo éstos los soldados más valientes y decisivos del ejército

bizantino. Para tomar la fortaleza, los ingenieros búlgaros construyeron una enorme torre de asedio que

era más amplia que el foso exterior. Con la ayuda del equipo de asedio, el ejército búlgaro fue capaz de

cruzar el foso y llegar a las murallas de la ciudad y al tercer día del asedio, el 24 de marzo 1201, los búl-

garos penetraron en la fortaleza. Según el historiador bizantino Nicetas Coniates, sin recato ni respecto

aun siendo la Pascua, Kaloyan no dudó en matar a todos los defensores de la fortaleza. Aquellos hombres

derrotados fueron arrojados a una fosa y enterrados vivos. Después de eso, destruyó los muros de la ciu-

dad y regresó a Tarnovo, la capital búlgara.

A finales de aquel año, Bulgaria y Bizancio comenzaron la negociación que concluyó con un tratado de

paz a principios de 1202. Los búlgaros aseguraron sus nuevas ganancias y eran entonces capaces de en-

frentarse a la amenaza de Hungría al noroeste. Después de varias batallas en el valle del río Morava, los

húngaros fueron derrotados.

87

O Vukan II, gran príncipe de Serbia de 1202 a 1204.

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~ 44 ~

Inmediatamente después, en 1204, los caballeros y hombres armados de la cuarta cru-

zada se apoderaron de Constantinopla, creándose el Imperio Latino, siendo elegido al

respecto como emperador Balduino I (IX de Flandes). Aunque Kaloyan había ofrecido a

los cruzados una alianza contra el Imperio Bizantino, su oferta había sido rechazada, y

el Imperio Latino expresó la intención de conquistar todos los territorios del antiguo Im-

perio Bizantino y de sus vecinos. El inminente conflicto fue precipitado por la aristo-

cracia bizantina en Tracia, que se rebeló contra el dominio latino en 1205 y pidió a Ka-

loyan ayuda, ofreciéndole su sumisión. Kaloyan marchó militarmente armado, con gran

fuerza, contra los latinos.

El 14 de abril de 1205, los cumanos de Kaloyan consiguieron que la caballería pesada

latina los persiguiera hacia una emboscada en las marismas del norte de Adrianópolis,

donde Kaloyan infligió una aplastante derrota al ejército cruzado. Como fuimos con-

tando, el emperador Balduino I fue capturado y el conde Luis I de Blois fue asesinado.

Balduino fue encarcelado en Tarnovo, la capital búlgara, donde murió, probablemente

ejecutado, en 1205. Y en el transcurso de este año derrotó Kaloyan a los latinos en la

batalla de Serres, apoderándose de Filipópolis, invadiendo gran parte del territorio del

Imperio Latino en Tracia y Macedonia.

A pesar de la inicial bienvenida a los éxitos de Kaloyan contra los latinos, la aris-

tocracia bizantina comenzó a conspirar contra su gobierno. Kaloyan también cambió de

curso o modo de proceder y se volvió implacable contra sus antiguos aliados, aplicándo-

sele por su crueldad, como podemos recordar, el seudónimo de Romaioktonos (Asesino

de romanos), como réplica del apelativo que correspondió por su crueldad al bizanti-

no Basilio II (976-1025), Boulgaroktonos (Asesino de búlgaros).

El 31 de enero de 1206 Kaloyan derrotó nuevamente a los latinos en la batalla de Ru-

sion, procediendo después a conquistar varias ciudades.88

Los búlgaros devastaron Tra-

88

Ocurrió en el invierno de 1206, cerca de la fortaleza de Rusion (actual Ruskoy, en Turquía), enfrenta-

dos los ejércitos del Imperio Búlgaro y del Imperio Latino de Constantinopla.

La sorprendente victoria búlgara en la batalla de Adrianópolis en 1205 fue seguida por otras victorias de

los búlgaros, como ya hemos mencionado. El Imperio Latino sufrió considerables bajas entre sus hombres

y en el otoño de 1205 los cruzados trataron de reagrupar y reorganizar los restos de su ejército. Sus prin-

cipales fuerzas consistían de 140 caballeros y varios miles de soldados destinados en Rusion. Este ejército

estaba dirigido por los caballeros Teobaldo de Termonde y Teobaldo de Loos, quienes se hallaban entre

los nobles más destacados del Imperio Latino de Constantinopla.

A mediados de enero de 1206 el ejército búlgaro marchó hacia el sur. Parte de sus tropas sitia-

ron Adrianópolis y el otro bajo el mando personal de Kaloyan se dirigió a Rusion. De acuerdo con su plan

de batalla quería forzar a los latinos a salir de la fortaleza. Para ello una pequeña compañía de incur-

sores cumanos capturó un castillo pequeño e insignificante en las proximidades de Rusion. Kaloyan

presintió la ignorancia y la falta de disciplina de los cruzados. La maniobra funcionó y en la noche del 30

de enero los cruzados marcharon desde las puertas de la ciudad. Teobaldo de Loos fue llamado a Cons-

tantinopla y entonces Teobaldo de Termonde que era conocido como hombre valiente pero imprudente

permaneció en el cargo. El historiador bizantino Nicetas Coniates escribió que sus tropas eran las más va-

lientes de todo el ejército latino. Alrededor de 120 caballeros y muchos soldados de caballería salieron de

Rusion y cabalgaron toda la noche. En la mañana del 31 de enero llegaron al castillo, pero descubrieron

que los búlgaros lo habían abandonado y se dirigieron a Rusion. Mientras tanto, 7.000 búlgaros dieron la

vuelta contra los cruzados y tomaron posiciones a 7 km por delante de los muros de Rusion. Los de-

fensores de la fortaleza eran pocos y sólo podía ver desde las torres. Desde allí podían ver el ejército la-

tino que se aproximaba dividido en cuatro destacamentos. La vanguardia fue dirigida por Charles de Fren,

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~ 45 ~

cia en varias ocasiones, incluyendo las importantes ciudades de Heraclea y Cenofru-

rio,89

provocando la evacuación de otras ciudades, como Rodosto. Mientras que en el

pasado Kaloyan había limitado su ferocidad para burlar a sus enemigos, sus campañas

posteriores incluyeron la deportación masiva de poblaciones de las ciudades conquista-

das a regiones lejanas en Bulgaria.

Kaloyan sitió Adrianópolis dos veces, pero fracasó en tomar la ciudad a causa de la

retirada de su caballería cumana, y por el decidido avance del nuevo emperador latino,

Enrique de Flandes, hermano de Balduino I. En 1207 Kaloyan firmó una alianza anti-

latina con Teodoro I Láscaris de Nicea (imperio o residuo imperial bizantino).90

En este

mismo año, el 4 de septiembre, como ya contábamos, las tropas de Kaloyan asesinaron

después, seguían las tropas de Termonde y el destacamento de Andrés Deboas y Jean de Choasy que fue-

ron los primeros caballeros en escalar los muros de Constantinopla en 1204. El último destacamento

estuvo bajo el mando de Vilen de Loos, hermano de Teobaldo de Loos.

La batalla comenzó en la retaguardia. El destacamento de Vilen de Loos fue atacada por otra fuerza búl-

gara y a pesar de la desesperada resistencia fue derrotado. Los sobrevivientes se mezclaron con las tropas

frente a ellos y pronto los próximos dos destacamentos cruzados fueron derrotados. La batalla tuvo lugar

mientras los ejércitos estaban en marcha y las masas de soldados combatientes avanzaban lentamente

hacia Rusion. A unos 2 km de la fortaleza la formación de batalla cruzada se derrumbó bajo los ataques

búlgaros de ambos lados. Los caballeros lucharon con valentía y la mayor parte de ellos perecieron. Sólo

10 de los 120 caballeros lograron llegar a Rusion. Miles de soldados rasos fueron asesinados o capturados

en la batalla. Todos los comandantes cruzados, como Teobaldo de Termonde, perecieron. Los restos del

ejército derrotado abandonaron Rusion y buscaron refugio en la cercana ciudad de Rodosto, que puede ser

la actual ciudad turca de Tekirdağ.

Rodosto era una ciudad bien fortificada con una gran guarnición de venecianos y consolidada por los

supervivientes de Rusion y una compañía de 2.000 hombres que llegaron después. Sin embargo, cuando

llegó Kaloyan los defensores se llenaron de pánico y tras una corta batalla fueron derrotados por com-

pleto; Rodosto acabó totalmente saqueada. Muchas ciudades más del entorno fueron enseguida conquis-

tadas por los búlgaros, los cuales sitiaron Didimótico, muy importante, que acabó también conquistada.

En esta operación militar los cruzados perdieron más de 200 caballeros, muchos miles de soldados, re-

sultando varias guarniciones venecianas completamente aniquiladas. El nuevo emperador del Imperio La-

tino, Enrique, tuvo que pedir al rey francés otros 600 caballeros y 10.000 soldados más. Godofredo de

Villehardouin comparó la derrota de Rusion con el desastre de Adrianópolis. Sin embargo, los cruzados

tuvieron la suerte de que en 1207, como ahora estamos contando, el zar Kaloyan fuese asesinado durante

el asedio de Tesalónica y el nuevo emperador búlgaro, Boril, que era realmente un usurpador, necesitaba

tiempo para hacer valer su autoridad.

89

Çorlu (Turquía).

90

El emperador Teodoro I Láscaris de Nicea, cuya muerte será en 1222, era de una noble familia bizan-

tina, hijo de Manuel Láscaris y de Juana Karatzaina. En 1199 se convirtió en el yerno del emperador bi-

zantino Alejo III Ángelo al contraer matrimonio con su hija Ana Comnena Angelina. Se hizo célebre

durante el sitio latino de Constantinopla en los años 1203-1204. Tras la caída de la ciudad, encabezó a

unos destacados fugitivos de Bitinia y se estableció con ellos en Nicea.

Despejado el peligro de una invasión de las fuerzas latinas que le había derrotado en 1204, se le reclamó

en Europa para hacer frente a una de las invasiones búlgaras. Se empleó bien en el establecimiento de un

nuevo estado bizantino en Asia Menor y en 1206 se tituló emperador. En los años siguientes, Teodoro es-

tuvo rodeado y acosado por enemigos varios.

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a Bonifacio de Montferrato, rey de Tesalónica, que había sido el jefe de la cuarta cru-

zada.

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PISA (ITALIA)

Contamos ahora la historia de una monja agustina llamada Bona que nació y murió en

Pisa, con 51 años de edad, siendo una mujer verdaderamente singular, viajera y ayu-

dante de peregrinos.91

Se cuenta que tenía visiones desde muy pequeña, siendo mucha

su vivencia mística con el Señor. Su vocación religiosa fue muy temprana.

Bona peregrinó piadosa y repetidamente a Tierra Santa, a Roma y a Santiago de Com-

postela, sobre todo a Roma y a Santiago de Compostela.

Pasa a la historia como monja viajera e intrépida peregrina medieval. No hubo mujer

más andariega que Bona de Pisa.

Tenía 14 años de edad cuando se encaminó a Tierra Santa para ver a su padre que ha-

bía ido allá como cruzado.

Al regresar, resultando herida, fue capturada por unos piratas sarracenos, permane-

ciendo cautiva hasta que unos pisanos con dineros la rescataron.

Lejos de amedrentarse o desistir de meterse en líos, se anima o espolea a recorrer más

y más caminos, lo que hace siempre guiada y motivada no por otra cosa sino por la fe y

en el ejercicio de la más solícita caridad. Y por donde iba tenía visiones del Señor y

muy sustanciosas revelaciones místicas.

A Roma, que no le cae muy lejos, no deja de ir una y otra vez, pero llega un momento

en el que se pregunta: ¿Por qué no me animo a ir ya como peregrina a Santiago de Com-

postela? Se pone en marcha, pues, habiendo organizado una piadosa peregrinación mul-

titudinaria, gente con la que ella pueda sentirse como verdadera hermana y asistenta.

Esto lo hizo en ocho ocasiones.

91

Probablemente nació en 1156. Se trata de Santa Bona de Pisa, canonizada por el Papa San Juan XXIII

en 1962 y declarada patrona de los asistentes de vuelos, las azafatas italianas (y se supone que también de

las no italianas y de todos los azafatos). Igualmente pueden tenerla como patrona cuantos trabajan en

mensajería y los peregrinos en general. Se conmemora el 29 de mayo.

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Santa Bona de Pisa

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EL BURGO DE OSMA (REINO DE CASTILLA)

El 30 de diciembre de este año 1207 murió en El Burgo de Osma92

su obispo Diego de

Acebes, siendo el año sexto de su pontificado.93

En 1206, con su canónigo Domingo de Guzmán, viajó para desempeñar una misión o

embajada en Dinamarca por mandato del rey Alfonso VIII de Castilla.94

Resultó que durante el viaje o al regresar a Castilla Diego y Domingo comprobaron

con preocupación lo fuerte y avanzada que estaba por doquier la herejía cátara por el sur

de Francia y por tantos lugares, por lo que se dieron a predicar en cuantos lugares pu-

dieron del Languedoc.

Podemos contar cómo Diego de Acebes, durante sus últimos años y con Domingo de

Guzmán, funda o emprende varias misiones mediante grupos de predicadores adoptando

un estilo muy evangélico, viviendo en pobreza, como ya fuimos contando y tendremos

que reiterar.

A Diego de Acebes le sucede como obispo en El Burgo de Osma Rodrigo Jiménez de

Rada.95

92

En la provincia de Soria.

93

No sabemos su edad, pues de desconoce el año de su nacimiento, que fue en el pueblo soriano de Vi-

llaseca de Arciel. La importancia de este obispo radica sobre todo en haber tenido en su diócesis como ca-

nónigo, nombrado por él, a Santo Domingo de Guzmán, por lo que tiene mucho que ver este obispo con

la fundación de la Orden Mendicante de los Hermanos Predicadores o Dominicos.

94

En realidad no está claro si fueron a pedir alguna licencia al Papa Inocencio III: para renunciar al obis-

pado, para visitar Tierra Santa como peregrinos, para desempeñar la misión diplomática encomendada por

Alfonso VIII con el fin de encontrar princesa en Dinamarca para que se pudiera casar con el príncipe

Fernando (muerto en 1211)…

95

En realidad como obispo tan sólo electo en 1208. Rodrigo Jiménez de Rada, que se apodará el Tole-

dano, tenía entonces 37 años de edad, si nació, como se supone, en 1170, siendo de la localidad navarra

de Puente la Reina. Además de muy relevante prelado (será arzobispo de Toledo durante casi 40 años),

destaca también como erudito, políglota, historiador o cronista, militar, diplomático y político u hombre

de estado, muy particularmente como Canciller Mayor de Castilla. Ya iremos viendo, además de su baga-

je pasado, sus intervenciones y su importancia histórica.

Era hijo de Jimeno Pérez de Rada, señor de las cercanas y navarras Cadreita y Rada, que sirvió en la

corte del rey Sancho VII de Navarra, y de Eva de Hinojosa (o Finojosa), siendo sus abuelos paternos

Pedro Tizón de Rada (que tuvo una intervención decisiva para que Ramiro II el Monje ascendiera al trono

de Aragón en 1134) y doña Toda; y siendo sus abuelos maternos Miguel Muñoz de Hinojosa (señor de las

sorianas Hinojosa del Campo y de Deza, que sirvió a Alfonso VII de León y Castilla, el Emperador) y

Sancha Gómez, señora de Boñices (Soria); de los hermanos de ésta, Martín y Munio fueron bien apre-

ciados por el rey Alfonso VIII de Castilla, el primero como obispo de Sigüenza (1191-1193) y abad del

monasterio de Santa María de Huerta (como santo se conmemora el 17 de septiembre) y el segundo como

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militar y cortesano; primos suyos por parte materna fueron Rodrigo, obispo de Sigüenza (1192-1221), y

Martín, mayordomo de los reyes castellanos Alfonso VIII y Enrique I. La prosapia soriana de su familia

materna le facilitará el acceso a la corte castellana sobre la de su origen navarro. Tuvo varios hermanos,

entre ellos Bartolomé, que sucedió a su padre en los estados de su casa como primogénito, y María, que

fue monja en el Real Monasterio de Santa María de los Huelgas, en Burgos.

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EPÍLOGO I

EL CASTILLO DE AGUILAR DE CAMPOO

Este epílogo está sacado del periódico histórico El Águila, de Aguilar de Campoo (Pa-

lencia), Año I, Nº 19, de 10 de noviembre de 1914 (obtenido desde Internet: https:

//elaguiladigital.com/2013/05/27/el-castillo-de-aguilar/).96

Elogio al valeroso, al heroico defensor del castillo de Aguilar, el aguilarense Marcos

Gutiérrez de Benavente, que se hace en un curiosísimo manuscrito del siglo XV que se

custodia en la sección correspondiente de la Biblioteca Nacional de Madrid.

Es preciso que busquemos el espíritu de Castilla y no nos demos un punto de reposo

hasta encontrarle.

Tal ha dicho recientemente, en solemne fiesta literaria, uno de los intelectuales caste-

llanos que más asiduamente laboran por resucitar el genio de nuestra raza, ese genio

castellano que rebasó su patria, dio vida a España entera y se desbordó después por Eu-

ropa y América: parece ser que nos vamos ya dando cuenta de que anda desde entonces

perdido y de la necesidad de reencontrarle para poblar con el genio de la raza madre la

casa vacía de donde saliera para llenar el mundo…

En su busca ando ya precisamente con esta menguada empresa de resucitar cosas vie-

jas que traigo entre manos en este y en otros periódicos de la región, aunque no soy de

96

Autor: Jesús Polanco.

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los que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor ni niego a los presentes ninguno

de sus evidentes progresos en todos los órdenes de la humana actividad, ahora mismo al

observar el hermoso espectáculo de los sabios maestros del mundo, que sobre las ideas

han puesto sus banderas nacionales y emplean la ciencia en defensa de la justicia de sus

causas, mientras nuestros pseudotalentos desdeñan todo lo patriótico y desviven por las

corrientes extranjerizantes vuelvo la vista con mayor deleite que nunca hacia aquellos

varones castellanos de los siglos pretéritos que imponiéndose a todos los pueblos y rei-

nos de la península ibérica fueron el eje de la nacionalidad española.

Si queremos que resurja el espíritu castellano, ha dicho un escritor coterráneo nuestro,

y representante en la vida española contemporánea todo lo que debe representar, debe-

mos hablar mucho de todas aquellas cosas sutiles y espirituales que puedan llevarnos a

la formación del sentimiento regional de que carecemos los castellanos exaltando, entre

otros medios, los estudios históricos de la región.

Aunque en esfera más modesta y más circunscripta, esa y no otra es la orientación de

todos mis trabajos en este periódico y lerdo será quien no haya visto como finalidad pri-

mordial de ellas un anhelo perseverante de remunerar hechos y costumbres de aquellos

tiempos donde justamente tomó encarnación ese genio castellano que tan sabiamente ha

cantado no ha muchos días el señor Royo Villanova al inaugurar el curso del Ateneo

Vallisoletano.

Pueblo de héroes fue el pueblo de Castilla; pueblo de grandes y nobles ideales vincu-

lados siempre en el engrandecimiento del solar patrio y por historias y romances andan

los nombres de algunos de aquellos espíritus férreamente disciplinados en el imperio del

deber; viven, no obstante, la mayoría de ellos soterrados por la ignorancia y juzgo que

será tarea meritoria el resucitar sus memorias para que puedan servir de enseñanza y de

ejemplo a estas generaciones de hoy.

Y así como he ido haciendo en números anteriores con los más preclaros varones de la

ilustre casa de los Manrique, quiero rendir hoy la debida preferencia sobre todos ellos al

noble, al valeroso, al heroico defensor del castillo de Aguilar, Marcos Gutiérrez de Be-

navente, transcribiendo íntegro a continuación el elogio que de esa gloria aguilarense se

hace en un curiosísimo manuscrito del siglo XV que se custodia en la sección corres-

pondiente de la Biblioteca Nacional de Madrid y que dice textualmente así:

Muchos grandes caballeros han en los anales de España cuyos hechos son de inmortal memoria especialmente un Marcos Gutié-rrez: tenía el castillo de Aguilar por Don Diego López de Haro: teníalo cercado el Rey Don Alfonso de León y tanto se defendió Marcos Gutiérrez que faltando el mantenimiento comían los cue-ros e zapatos e ratones e yerbas; murieron todos salvo el Marcos Gutiérrez y ya que moría de hambre tomó las llaves al cuello y tumbóse a la puerta del castillo do cayó desmayado. Como com-

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batiesen el castillo y no se defendiesen dentro, escaláronle y le hallaron sin ningún sentido: lleváronle ansí en brazos; con dolor le veían morir siendo tal caballero. El rey hízole curar e tornó en sí e quería hacerle mercedes mas él no las quiso e fuese a su señor a moros do estaba huído; fue por entre cristianos y moros nom-brado el esfuerzo y fidelidad deste caballero. Don Diego olgó mu-cho con él: un día loábanle a Don Diego su lealtad e respondió leal fue, más querría yo mi castillo. Marcos Gutiérrez salióse solo y vínose al Rey de León e púsose entre los perros (sic) mal vestido; como fue conocido dijéronlo al Rey. El Rey invió por él y dijo, sepa Su Señoría que por yo ser leal me ha denostado Don Diego; no quieras tú Magnífico Rey pues sabes lo que yo hice que así muera como anda. Tórname el castillo do muera de hambre: el piadoso y bien honrado Rey luego mandó que le dieran el castillo e Marcos Gutiérrez envió a Don Diego que viniese a tomar el castillo: Don Diego afrentado alzóle el omenaje e mandó volver el castillo al Rey. Mucho acertara el francés Casaneo en poner este famoso e leal castellano en su catálogo Glorie Mundi.

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Bien merece el héroe de tal temple que su lealtad quede registrada en estas crónicas:

los lectores aguilarenses dirán ahora en la forma, manera y ocasión que más les aco-

mode si homenaje tan humilde como este mío personal es bastante para dejar perpe-

tuada entre nosotros la gloria de Marcos Gutiérrez de Benavente.

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EPÍLOGO II

LA IGLESIA DE SANTA MARÍA LA ANTIGUA DE VALLADOLID

La iglesia de Santa María La Antigua se fue erigiendo al menos desde el siglo XI en la

ciudad de Valladolid. De hacia finales del siglo XII conserva una esbelta torre romá-

nica rematada en chapitel apiramidado de teja y mantiene un pórtico también románico

en el lado norte. El resto del edificio es gótico y neogótico, variado en su construcción

del siglo XIV, con otros posteriores añadidos en diferentes estilos. El conjunto de esta

iglesia, parroquial, fue reconstruido y restaurado en la primera mitad del siglo XX, re-

cuperándose su aspecto original.

Es muy probable que sea ésta una de las parroquias más históricas o con más historia

de Valladolid. Bajo el actual edificio se han encontrado restos de unos baños roma-

nos. Se menciona su existencia en 1088, siendo por lo tanto anterior a la Colegiata de

Santa María la Mayor97

a lo que alude el conocerse como La Antigua. Parece ser que

97

Que fue la principal iglesia de la ciudad entre los siglos XI y XVI. Su construcción, en el siglo XI, se

debe al repoblador y señor de Valladolid Pedro Ansúrez (siglo XI). De esta iglesia se conservan actual-

mente tan sólo algunas ruinas y unas pocas capillas, situadas cerca de la iglesia de Santa María La Anti-

gua y junto a la inconclusa catedral.

Como podemos recordar, Valladolid empezó a repoblarse en el año 1074 por labor encomendada al

conde Pedro Ansúrez, el cual estableció en la entonces villa una iglesia colegial al menos desde el año

1095, fecha de su carta dotal. La colegiata contó con un primer abad traído desde el monasterio de San

Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia). Durante la Edad Media, esta colegiata fue sede de numerosos

concilios locales. Aunque estaba en territorio diocesano del obispado de Palencia, esta colegiata gozó de

una vinculación directa con la Santa Sede. Con el tiempo, tras varios intentos fallidos, la colegiata se con-

vertiría en sede episcopal (año 1595).

La primera construcción se llevó a cabo en tiempos del conde Pedro Ansúrez, sin que existan actual-

mente demasiados datos de aquella obra, puesto que la segunda construcción se superpuso a ella. Se tra-

taría de una pequeña iglesia románica iniciada hacia el año 1080 y terminada antes de 1100, cuando el

conde Ansúrez firmó la carta de donación. Se supone que tenía una sola nave, orientada litúrgicamente,

de unos 53 por 9 metros, con acceso a través de una torre pórtico, situada a los pies.

De esta colegiata apenas se conserva nada, salvo la torre, que se supone modelo de la vecina torre de La

Antigua, de estilo románico, parcialmente oculta en la construcción de la capilla de San Blas (que perte-

nece al Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid). Se especula que esta torre tuvo en su origen dos

pisos con arcos, de los que sólo se conserva el inferior, y un remate con chapitel semejante al de La

Antigua, aunque quizás con menor pendiente.

Durante el siglo XII, en paralelo con el auge de la villa de Valladolid, la colegiata fue ganando presti-

gio. Se decidió entonces derribar la primitiva iglesia románica y levantar en su lugar un gran edificio de

nueva planta. Se salvó del derribo la torre pórtico. Los restos que se conservan actualmente son los de es-

ta segunda colegiata. Se trata de una construcción de estilo gótico, realizada entre 1219 y 1230, que contó

con un bello claustro, destruido en el siglo XVII.

La iglesia era de tres naves de cinco tramos, cubiertas con bóvedas de crucería apeadas sobre pilares de

núcleo cruciforme con columnillas adosadas y crucero marcado en planta, con triple cabecera de ábsides

semicirculares. No está muy claro cómo se organizaba la iluminación, pues si bien se conservan algunas

ventanas que se abrían a las naves laterales, abocinadas y de gran sencillez no sabemos si existieron ven-

tanas directas a la nave central y qué altura tenía ésta. El templo tenía tres puertas, que se conservan: una

al norte, muy restaurada, otra al sur, que daba al claustro, con una interesante decoración con dientes de

sierra, y la tercera al oeste, debajo de la torre pórtico.

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fue dotada en el siglo XI (año 1095) por el conde Pedro Ansúrez, repoblador y señor de

Valladolid. De esta construcción primitiva no se conserva nada. Las partes más antiguas

del actual edificio datan de finales del siglo XII o principios del XIII, siendo de estilo

románico: la galería porticada situada al norte del edificio, y la esbelta torre, situada a

los pies, con planta cuadrada y cuatro pisos, con ventanas en los tres últimos, rematada

con chapitel piramidal.

El resto de la iglesia fue reedificado probablemente en el siglo XIV, bajo el reinado

de Alfonso XI de Castilla (1312-1350), siguiendo el estilo gótico y destacando notables

influencias de la catedral de Santa María de Burgos. La resultante iglesia del siglo XIV

se organizaba en tres naves, rematadas por tres ábsides poligonales, sin girola, y crucero

manifestado sólo en los alzados y no en la planta. Sobre todo en la cabecera, la planta

presenta varias irregularidades, quizás por intentar aprovechar cimentaciones anteriores,

por errores de replanteo o por cambio de decisiones, y el eje del templo tiene una ligera

desviación frente a los de la torre y galería porticada. Las bóvedas eran de crucería sen-

cilla y se apeaban sobre pilares de núcleo cilíndrico con columnillas adosadas. Los ple-

mentos de la capilla mayor están calados, como sucede en la catedral burgalesa. La ilu-

minación se resolvía con esbeltos ventanales ojivales geminados con derrame exterior e

interior en los ábsides, sencillos huecos pareados en la nave central y dos grandes rose-

tones, cuya tracería original se desconoce, en los dos hastiales de los cruceros.

El edificio sufrió múltiples reformas, debido a su carácter de parroquia populosa y por

su deficiente cimentación, construido al lado de uno de los ramales del río Esgueva

A partir del siglo XIV, se añadieron al conjunto varias capillas funerarias perimetrales, de estilo gótico,

que rodeaban al edificio por sus lados norte, oeste y sur. Con ello, se inutilizó la puerta occidental, situada

debajo de la torre pórtico. Además, en 1318 se iniciaron las obras de un nuevo claustro, sustituyendo a

otro anterior. De todo el complejo arquitectónico, sólo se conservan un ángulo del claustro y cinco ca-

pillas perimetrales, que hoy conforman el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

Hemos de considerar la llamada colegiata de los cinco maestros, denominada así por la participación en

ella de los cinco grandes maestros del gótico final español, en el siglo XVI: Juan y Rodrigo Gil de Hon-

tañón, Francisco de Colonia, Diego de Riaño y Juan de Álava. La primera piedra se puso en 1527, dila-

tándose mucho la construcción en el tiempo. Sólo se levantó la parte de los pies, llegando algunos muros

a los 12 metros de altura. La lentitud con que avanzaban las obras llevó a realizar intervenciones en el

edificio gótico, que continuaba en uso.

La planta proyectada era de tres naves, con capillas hornacinas y dos torres exentas en la fachada. Este

proyecto fue modificado por Diego de Riaño, quien incluyó las torres en la zona de las hornacinas, idea

que aparecerá después en proyectos de Juan de Herrera (siglo XVI), que pisa la planta de la colegiata de

los cinco maestros y además reutilizó las cimentaciones y embutió lo construido de la colegiata de los cin-

co maestros en sus fábricas.

Riaño, Gil de Hontañón y Juan de la Cabañuela fueron sucesivos maestros de obras de la colegiata, si

bien Rodrigo Gil fue el que tuvo una vinculación más estrecha, prácticamente hasta su muerte en 1577.

Finalmente, la construcción de la catedral puso en peligro el edificio de la colegiata. El propio Juan de

Herrera contemplaba la destrucción del conjunto en sus planes. Esto no sucedió hasta el siglo XVII, hacia

1634, cuando la vieja colegiata fue derribada, quedando tan sólo en pie las dependencias que aún resul-

taban útiles, salvándose algunas capillas que eran utilizadas como sala capitular, vestuario, biblioteca,

archivo y sacristía. Desde 1965, estas salas albergan los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de

Valladolid. Así, gracias a esta utilización, se conservan actualmente algunos elementos arquitectónicos

del edificio gótico. La tercera colegiata, iniciada por Rodrigo Gil y los demás maestros, acabó sirviendo

de cantera al proyecto de Herrera.

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(afluente del Pisuerga, que lo es a su vez del Duero). Hacia 1500, se adosó a su flanco

sur una casa rectoral y el ábside lateral del lado del Evangelio fue transformado. En él

se alojaba la imagen de Nuestra Señora de la Zarza que, según la leyenda, había sido en-

contrada durante la construcción de la primitiva iglesia en 1096, oculta en una zarza.

Adosada a esta capilla, se disponía la casa de las mujeres emparedadas.98

En estos mo-

mentos, también se realizó un coro alto soportado por una bóveda de crucería estrellada,

sobre el tramo de los pies de la nave central. A mediados del siglo XVI, el célebre

arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, debido a la ruina del edificio, replanteó el sistema

de contrarrestos del edificio, construyendo nuevos arbotantes y contrafuertes y refor-

mando y abriendo varias ventanas. También en ese momento, los huecos del último

cuerpo de la torre románica fueron reformados para poder colocar campanas mayores en

ellos, se dispusieron antepechos en todos sus huecos y el cuerpo bajo de la misma se

forró con un grueso muro de piedra de más de dos metros de espesor para aumentar su

estabilidad. Así mismo, en el siglo XVI se realizó un estimable retablo mayor, tallado

por Juan de Juni entre 1550 y 1562, que enmascaró el interior del ábside de la nave

central. Hacia 1706 se añadió la capilla de Nuestra Señora de la Soledad y las Ánimas,

junto a la sacristía de la Parroquia, ambas piezas adosadas a los ábsides y realizadas en

ladrillo. Varios retablos de estilo barroco fueron asentados en el interior durante los si-

glos XVII y XVIII, contribuyendo a enmascarar más el espacio gótico, escasamente va-

lorado durante el barroco. En algún momento, los dos grandes rosetones de los cruceros

fueron cegados.

Se conoce el interior del edificio antes de las restauraciones del siglo XX gracias a una

serie de fotografías publicadas por Martí y Monsó en su obra Estudios de arte relativos

principalmente a Valladolid, de 1898. El interior estaba totalmente enlucido. En el ábsi-

de mayor se encontraba el retablo de Juan de Juni y el zócalo se encontraba decorado

con interesantes azulejos. El ábside del lado de la Epístola estaba dedicado a capilla del

Doctor Tovar y contenía un retablo con buenas pinturas tardogóticas del siglo XV (hoy

conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid) y se cerraba con una

apreciable reja del siglo XVI. En el muro sur del crucero se disponía un retablo barroco

y se abría un arco angrelado que daba paso a la pequeña capilla de San Sebastián. En los

dos pilares torales más cercanos a la cabecera, se encontraban adosados sendos retablos

barrocos de hacia 1700, haciendo el oficio de colaterales. En el coro alto, obra de hacia

1500, se hallaba un órgano de fachada barroca. Tenemos noticias de órganos en esta

iglesia desde 1512, aunque hoy no conserva ninguno.

98

Las casas de las mujeres emparedadas eran conventos un tanto habituales entre los siglos XVI-XVIII,

donde optaban por refugiarse o esconderse unas mujeres con la intención de no ser controladas por los

hombres. Las emparedadas eran grupos de mujeres que se retiraban a un convento u otro tipo de recinto

de forma espontánea y con la finalidad de alcanzar un alto grado de contemplación mediante la soledad y

el aislamiento. El convento era así un espacio de libertad y un lugar de formación para estas mujeres, don-

de aprendían a trabajar el huerto, cocinar, coser, planchar, escribir, leer y adquirir conocimiento. Además,

las dotes con las que ingresaban les hacían ser dueñas de tierras que ellas mismas administraban. Se trató

de experiencias colectivas de mujeres que se consagraron a la oración y a vivir libremente, ciertamente

reivindicándose.

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A finales del siglo XIX, el edificio acusaba ruina inminente. En 1897 fue reconocida

la iglesia como monumento nacional, realizando el arquitecto Enrique María Repullés

(1845-1922) un informe en el que se valoraba el edificio. Tras obtener los fondos nece-

sarios, la restauración comenzó en 1900, bajo la dirección de Antonio Bermejo, quien

intervino en la torre románica y en la galería porticada. Al fallecer éste en 1901, se nom-

bró director de las obras a Vicente Lampérez, quien restauró la flecha de la torre y la

galería porticada. Sin embargo, Lampérez renunció en 1904 por la escasez de fondos

debido a la gran cantidad de obras necesarias para salvar el edificio, en muy mal estado,

al que Lampérez no asignaba el interés suficiente como para realizar en él obras de gran

envergadura. En 1908, Juan Agapito y Revilla y Santiago Guadilla de la Serna realiza-

ron un informe en el que declararon absolutamente ruinoso todo el edificio gótico me-

nos los ábsides, con lo que la iglesia quedó cerrada al culto, trasladándose el mismo y el

funcionamiento parroquial a la cercana iglesia de las Angustias. Al año siguiente, el

arquitecto Ricardo García Guereta realizó un proyecto para restaurar la torre eliminando

sus antepechos del siglo XVI y el gran muro que forraba su cuerpo bajo, procediendo a

recalzar la torre con hormigón, además de sustituir algunos sillares y piezas de im-

postas, rejuntando toda la sillería de la torre. En 1911, dado el mal estado de las partes

góticas, Adolfo Fernández Casanova declaró que sería mejor derribar las naves y el

crucero de la iglesia, además de todas las edificaciones adosadas, salvando los ábsides,

la torre y la galería porticada románica, y realizar a continuación un edificio nuevo que

no desdijera de lo conservado. Se hizo caso de ello y hacia 1917 se procedió a derribar

las partes indicadas. El retablo de Juan de Juni se trasladó en 1922 a la catedral de Va-

lladolid, donde se encuentra en la actualidad. La iglesia se reconstruyó entonces en es-

tilo neogótico basado totalmente en la morfología de la antigua iglesia ojival, armoni-

zando perfectamente con los ábsides del siglo XIV conservados. Se organizó todo de la

misma manera que la iglesia coetánea a los ábsides: tres naves de dos tramos con cru-

cero no marcado en planta y cubierta con bóvedas de crucería sencilla. La nueva iglesia

dispone también de coro alto, inspirándose y reaprovechando elementos respecto al da-

tado en el siglo XVI, y de arbotantes. En los dos hastiales de los cruceros se introducen

sendos rosetones, más pequeños que los originales, sobre los que se disponen unas ga-

lerías de arcos ciegos que no existieron antes. Los ábsides también fueron restaurados,

sustituyendo numerosos sillares y molduras, cerrando las ventanas que habían sido

abiertas a posteriori y abriendo las originales que había tapado el retablo de Juan de Ju-

ni. Las obras se terminaron en la década de 1930, aunque en 1947 se realizó una sacris-

tía neogótica adosada al crucero sur para el servicio de la iglesia y, al año siguiente, se

restauró la galería porticada románica, reforzando su cimentación y saneando su cu-

bierta.

En 1952 se reabrió esta iglesia de nuevo al culto y a la actividad parroquial. Poste-

riormente, a partir de 1961, se comenzaron a realizar planes para dotar al edificio de un

entorno urbano favorable a su contemplación. Tras varios intentos fallidos y no pocas

polémicas, se derribó en la década de 1980 una manzana de casas ruinosas muy próxima

a la parte oeste del edificio para aislarlo y mejorar su visión, convirtiendo el terreno que

se dejó libre en un pequeño parque. Sin embargo, esta actuación hoy parece poco afortu-

nada, pues se eliminó una manzana de origen medieval y que contaba con interesantes

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viviendas del siglo XVI, XVII y XVIII, además de que dejó la iglesia descontextuali-

zada y aislada; sin embargo, aun así, el monumento muestra un valor y una importancia

arquitectónica muy significativos.

En el entorno de la iglesia y tras las prospecciones arqueológicas realizadas con inten-

ción de ubicar un aparcamiento subterráneo para vehículos, aparecieron numerosos y

valiosos restos: las únicas evidencias constructivas de época romana en la ciudad (de los

siglos I-III), correspondientes a una villa de cierta entidad, junto a 51 enterramientos

medievales de la propia iglesia de La Antigua, el patio de un palacio renacentista bajo el

que se presume la existencia de otros restos medievales y romanos, la bóveda del cauce

del río Esgueva, con los restos del antiguo Puente del Bolo de la Antigua, y la manzana

de edificios del siglo XVIII que se mantuvo en pie hasta los derribos del siglo XX. La

integridad del yacimiento se encuentra actualmente (año 2012) amenazado por el pro-

yecto de construcción del mencionado aparcamiento, lo que ha motivado la moviliza-

ción ciudadana en favor de la creación de un Parque Arqueológico. Podemos preguntar-

nos en qué irá a quedar la cosa.

De momento, la torre románica de la iglesia de Santa María La Antigua es uno de los

símbolos de Valladolid. Posee planta cuadrada y cuatro pisos separados por impostas

ajedrezadas, rematándose en un chapitel piramidal, con teja cerámica al exterior, del que

se desconoce su morfología original. En el cuerpo bajo de la torre se alberga una estan-

cia cubierta con bóveda de cañón apuntado, que hoy es capilla bautismal; en los tres

cuerpos más altos se abren una serie de ventanas agrupadas de forma que van generando

una tensión ascensional, que enfatiza la esbeltez de la torre, a lo que también contri-

buyen las impostas de ajedrezados, dispuestas rítmicamente a lo largo de los alzados.

Las ventanas poseen arcos de medio punto moldurados, que muestran gran similitud con

los de la galería porticada, sobre columnillas con capiteles de tema vegetal o geométri-

co, que se disponen en las jambas de los huecos. También es de advertir la valoración

plástica y el énfasis dado a las esquinas de la torre a través de disponer en ellas de co-

lumnillas similares a las que se disponen en las jambas de los huecos.

La torre tiene un fuerte cuño románico lombardo, lo cual puede explicarse por la pro-

cedencia catalana de la dinastía Armengol, descendiente del conde Ansúrez y sucesora

suya en el señorío de Valladolid hasta su incorporación a la corona.

Considerando la galería porticada, que se halla en el costado norte del edificio, pode-

mos decir que presenta catorce arcos de medio punto separados en tres tramos de cinco

y cuatro arcos respectivamente, separados por poderosos contrafuertes de influencia

cisterciense. Los arcos son sencillamente moldurados, con un guardapolvo de puntas de

diamante, y se apean, como en el claustro del cercano monasterio cisterciense de Santa

María de Valbuena, sobre columnas de triple fuste cuyos capiteles prácticamente se han

perdido. La cornisa que remata esta galería porticada se apea sobre sencillos caneci-

llos lisos.

La iglesia presenta tres naves de dos tramos, crucero manifestado sólo en alzado y ca-

becera con tres ábsides poligonales.

Los ábsides muestran ventanas geminadas ojivales separadas verticalmente por poten-

tes contrafuertes coronados por pináculos. Las ventanas muestran derrame interior y

exterior con columnillas, teniendo un nivel de ventanas los ábsides laterales y dos el

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central. Los ábsides se rematan por fuera con una balaustrada calada y con gárgolas, de

las cuales varias son originales y muestran influencias burgalesas. En el interior, los áb-

sides se cubren con bóvedas nervadas, cuyos nervios se apean sobre columnillas con ca-

piteles de tema vegetal o con figuras de animales o personas; los plementos del ábside

principal (el central) están calados con rosas. El crucero, restaurado en el siglo XX,

muestra en sus hastiales dos rosetones con derrame sólo exterior con tracería a base de

círculos quizá inspirada en el rosetón occidental de la catedral de Burgos Se cubre con

bóvedas de crucería sencilla apeada sobre pilares de núcleo cilíndrico con columnillas

adosadas o bien sobre sobrias ménsulas. Al exterior, todo se remata con una balaus-

trada calada. El crucero sur tiene adosada en su hastial la sacristía neogótica realizada

en 1947, cuyo interior es completamente utilitario. Las naves laterales y la central, más

alta que éstas, muestran una cubrición similar a base de bóvedas de crucería sencilla

apeada sobre pilares de núcleo cilíndrico con columnillas del tipo mencionado, separán-

dose las tres naves mediante arcos ojivales moldurados que descansan sobre dichos pi-

lares. La iluminación se resuelve con sencillos huecos pareados a la nave central y con

ventanas ojivales geminadas con derrame sólo exterior en las naves laterales. Al exte-

rior, los esfuerzos de la bóveda de la nave central se resuelven con cuatro arbotantes y

los de las bóvedas de las naves laterales, con contrafuertes coronados con pináculos.

La puerta de ingreso se halla en el muro sur de la nave lateral del lado de la Epístola.

Es del siglo XX, aunque se inspira en la original; es ojival con abocinamiento, apeán-

dose las sencillas arquivoltas sobre columnillas de simple capitel vegetal. Todas las ven-

tanas muestran vidrieras realizadas en el siglo XX, siguiendo modelos antiguos.

Delante del edificio, se encuentra una cruz de piedra, barroca, que señala el centro del

lugar que fue cementerio donde se enterraba a los pobres de la parroquia y los que fa-

llecían en el próximo Hospital de Santa María de Esgueva.

Actualmente esta iglesia está despojada de muchas de las obras de arte mueble que

contuvo, debido al estricto criterio de unidad de estilo de los restauradores, y muestra

por dentro y por fuera su desnuda arquitectura románica y fundamentalmente gótica

y neogótica. Pero pueden mencionarse como destacados dos pequeños retablos situados

a los pies de las naves laterales dedicados a San Roque (del siglo XVII) y a Nuestra

Señora de los Ángeles (de principios del siglo XX) y al Cristo de la Preciosísima San-

gre, que se halla en el ábside lateral de la Epístola, realizado en 1953 por Genaro Lázaro

Gumiel, copia de un Cristo de Juan de Juni que se haya en la vallisoletana iglesia de San

Pablo.

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EPÍLOGO III

EL CASTILLO DE CLAVIJO

Apartado del Jacobeo Camino Francés, a 15 km de Logroño, se encuentran los restos

del castillo rocoso de Clavijo, donde según la tradición tuvo lugar la batalla de ese

nombre en la que supuestamente se apareció el Apóstol Santiago, montando sobre un

caballo blanco, en apoyo de las huestes cristianas contra las musulmanas.

La leyenda dice que la contienda fue planteada por el rey Ramiro I de Asturias (842-

850) para acabar supuestamente con el vergonzoso Tributo de las Cien Doncellas que

debían ser entregadas anualmente al emir de Córdoba en virtud de un pacto de no agre-

sión. La intervención de Santiago provocó la victoria de los cristianos y, en agradeci-

miento, Ramiro I concedió, el 25 de mayo del año 834, en Calahorra, el Voto de San-

tiago, por el que se obligaba a todos los campesinos del norte de la Península Ibérica a

pagar un diezmo en forma de cereal a la catedral de Santiago de Compostela.

El castillo de Clavijo se yergue sobre una imponente roca, que defiende por poniente

al pueblo acurrucado a su falda. La roca oblonga presenta tres abultados salientes a oc-

cidente cortados a pico y que la hacen absolutamente inaccesible por todos los lados,

excepto por levante. Esta vertiente, aunque no de suave pendiente, permite un fácil as-

censo a la fortaleza. El lomo de la roca tampoco es uniforme, de manera que las caracte-

rísticas de la misma determinan la configuración del castillo.

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La planta del castillo, por tanto, se adapta a las condiciones especiales del peñasco.

Consiste en un lienzo de muralla almenada y flanqueada por torrecillas semicirculares,

que sigue la dirección de la roca cerrando su frente libre. En una prominencia central se

levanta la torre del homenaje, rectangular, y en su parte posterior, un recinto completa-

mente en ruinas pero que tiene todas las trazas de haber sido el único lugar del castillo,

aparte de la torre principal, techado. Su longitud aproximada es de 90 metros.

La muralla, de 1,30 metros de espesor, está flanqueada por seis torrecillas de desigual

perímetro y separación y coronadas por almenas en capirote, con un estrecho paseo de

ronda.

La torre del homenaje, de 7,50 por 5,50 metros, tiene el primer cuerpo macizo y la

parte superior totalmente arruinada, de manera que no se puede determinar su altura pri-

mitiva. Lo que sí se observan son los huecos donde se empotraban las maderas, que sos-

tenían uno de los varios pisos del torreón. Uno de los muros interiores tiene una con-

cavidad que lo recorre de arriba a abajo, y que, según puede opinarse, servía para arti-

cular el husillo de la escalera.

El recinto posterior de la torre tiene la forma de un hexágono irregular, dividido por

una pared en dos partes. Su estado ruinoso hace difícil la reconstrucción. El muro de

cierre de atrás, que se conserva en relativo mal estado, tiene una torrecilla en el ángulo

noroeste, pero no presenta señales de haber tenido almenas y camino de ronda. Aunque

no es nada claro, el ángulo noroeste, por la amplitud de sus restos, nos impulsa, a creer

que allí hubo otra torrecilla, lo mismo que en la conjunción de la pared que une el to-

rreón con el muro posterior conservado y la pared divisoria de este recinto.

¿Qué misión tenían estas torrecillas? Hay que descartar la misión defensiva, por la

sencilla razón de que la roca, como hemos señalado anteriormente, es por allí inacce-

sible. Es más factible pensar que, dada la situación de esta edificación al borde del abis-

mo, estas torrecillas desempeñasen un papel de contención o contrarresto, funcionando

a modo de contrafuertes.

La puerta de acceso se abre en la zona más baja de la muralla. Después de su recons-

trucción, presenta un arco de herradura de módulo califal.

Una vez dentro topamos con un muro de contención que cierra y protege del precipi-

cio un estrecho pasillo. Ascendiendo hacia el torreón encontramos los restos de otro

muro, que, partiendo de la muralla, avanza hacia poniente encaramado sobre la roca. Su

utilidad también es difícil de precisar, aunque, teniendo en cuenta la situación preemi-

nente del torreón, este muro defendería el acceso a esta parte del castillo.

Excavado en la roca, hay un aljibe, para recoger las aguas de lluvia. El material con

que se ha construido es el tapial, aprovechando piedras de la misma roca sobre la que se

asienta, mezclada con tierra, formando así una masa homogénea y resistente, que, a tra-

vés de los siglos, se ha mantenido incólume.

Todos los muros estaban revestidos de un enlucido de yeso, que todavía se conserva

en parte.

Después de esta breve descripción, vamos a intentar situarlo en el tiempo.

Su fisonomía y los materiales empleados en su construcción, así como el enlucido de

yeso, nos introducen en el típico mundo árabe.

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Lévy-Provençal habla de un tipo de castillo que concuerda exactamente con el de

Clavijo, y que él denomina hins. Los hins están emplazados siempre en lugares elevados

o, mejor, en la cima de un cerro poco accesible. Era un tipo de castillo que estaba, ante

todo, constituido por un sólido recinto que lo circunda, salvo el caso en que por uno de

los lados esté cortado a pico. Tal muralla, hecha de mampostería o de tapial, estaba

flanqueada por torres y fortines en los ángulos y tenía un camino de ronda y almenas.

Casi siempre el recinto de la fortaleza no encerraba más que un espacio restringido y

naturalmente muy accidentado, sin más ingreso que una puerta de sólidas hojas forradas

de hierro y a veces precedida de un puente levadizo. Dicho recinto no es más que un

reducto capaz de resistir los asaltos enemigos y soportar un asedio, y este reducto lla-

mado haram al-hins no contaba más que con unas pocas instalaciones permanentes, cis-

ternas para las aguas de lluvia, algún almacén de armas o de reservas de víveres, ciertos

alojamientos elementales en los torreones y en la torre del homenaje.

Por debajo del recinto empezaba el arrabal en el que vivían las gentes de la guarni-

ción. En caso de alerta la población del arrabal se encerraba en el reducto. Fue el sis-

tema que a un lado y a otro de la frontera parece que sirvió de base para la política de la

repoblación.

Torres Balbás habla también de un tipo de fortaleza que se reduce a una torre y un

pequeño espacio circundado por un muro junto a ella. Hay varios ejemplares de él en el

valle del Guadalimar (afluente del Guadalquivir en la provincia de Jaén). Los recintos

son reducidos, algunos de ellos de 25 metros en cuadrado; las torres de 7,50 por 5,50

metros. La parte baja muy maciza y, sobre ella, era costumbre levantar cuatro pisos con

suelo de madera. Estos fortines se llamaban al-qusair, alcocer en romance. El núcleo

central del castillo de Clavijo es un fiel reflejo de este tipo de fortines descrito por To-

rres Balbás.

De estas dos interpretaciones podemos deducir que este castillo bien pudo ser cons-

truido en dos etapas, En un comienzo se levantó la torre del homenaje y sus aledaños y

después las murallas que cercan todo el peñasco.

Esta suposición no es del todo aventurada, pues hay sensibles diferencias entre ambas

construcciones en lo referente al aparejo. El tapial de la muralla es de material más

menudo y coherente que el del torreón y el recinto posterior, habiéndose conservado

mucho mejor aquélla.

Otro elemento de raigambre árabe que encontramos en este castillo es la almena de

capirote, que, según González Simancas, se encuentra solamente en las fortalezas árabes

y en muchas pertenecientes a localidades donde imperó el mudejarismo. Teniendo en

cuenta que La Rioja fue una zona sin mudéjares, al menos La Rioja central, no hay

motivo ni razón en contra de una filiación netamente árabe.

Después de examinados estos datos, la dotación del castillo, siempre dentro del te-

rreno de las hipótesis, nos lleva a una época bastante remota, no posterior al siglo X.

Hay que recordar que La Rioja Alta y Media fueron conquistadas por los contemporá-

neos Ordoño II de León (914-924) y Sancho I Garcés de Navarra (905-925) el año 923,

fecha tope de la dominación musulmana en esta región. Si el análisis de la obra de Cla-

vijo nos ha permitido catalogarla como de procedencia árabe, la datación no puede ser

posterior al año 923.

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Su construcción se debe al sistema defensivo instalado por los musulmanes para pro-

teger los pasos a través de los valles, impidiendo las incursiones que pudieran realizarse

desde las montañas limítrofes mal dominadas.

La misma función realizaban los castillos de Cerezo de Río Tirón (Burgos),99

Náje-

ra,100

Viguera, Ocón, Arnedo y Cervera del Río Alhama. Aparte de éstos, estaban los de

Ausejo, Calahorra101

y Alfaro, que defendían la calzada romana paralela al Ebro.

Además del cometido puramente defensivo, por sus estratégicos emplazamientos, las

fortalezas de la región realizaban también otras labores o funciones, como la de centi-

nela-alerta sobre los movimientos del enemigo, siendo en los casos de peligros lugares

seguros de refugio.

Este sistema defensivo se complementaba con una red de pequeñas torres aisladas, cu-

yos restos se pueden observar en numerosos puntos de la provincia de Logroño. Cuando

existía un motivo de preocupación, este aparato de alerta se ponía en funcionamiento

empleando el sistema de señales de humo o el método de avisos por espejos.

Algunos de estos castillos han desaparecido, como el de Viguera, y otros conservan

escasos restos como el de Nájera y; los que aún mantienen en pie alguna pared o muro

conservan un estado deplorable, siendo éste el caso de Ocón, Arnedo, Cervera y el

mismo Clavijo, castillos que comparten muchas características constructivas.

99

Del que sólo quedan algunos restos de la muralla norte.

100

Se alza sobre el cerro de la Mota que protege a la ciudad por su flanco meridional. Desde esta promi-

nencia del terreno de escarpadas laderas que facilitan la defensa, se divisa todo el valle bajo del Najerilla.

Esta importante fortaleza medieval es hoy una triste reliquia de la que apenas queda huella.

101

Un castillo que se convertiría posteriormente en pionero del introducido estilo renacentista en la arqui-

tectura civil española acumulando rica historia.

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El castillo de Clavijo, situado en el primer escalón de la sierra de Camero Viejo, tiene

un emplazamiento privilegiado. La elección para punto defensivo fue muy lograda, ya

que domina un amplio panorama o paisaje, lo que le permite ser un centinela de primer

orden. Puede vigilar y defender el sinuoso desfiladero del río Leza (afluente del Ebro).

Finalmente, por su condición de inexpugnable, podía servir de refugio a los habitantes

de aquellos entornos.

Una vez que pasó a manos cristianas siguió desempeñando un papel importante en las

continuas reyertas entre navarros y castellanos, hasta que La Rioja fue incorporada defi-

nitivamente a Castilla.

Según se recuerda, pudo ser testigo de excepción de aquel memorable hecho de armas,

conocido como la famosa y discutida batalla de Clavijo o de Albelda, sobre la que mu-

cho se escribió y comentó, relatada de mil maneras. A pesar de la defensa a ultranza de

la milagrosa aparición del Apóstol Santiago hecha por algunos, los historiadores e in-

vestigadores más autorizados han desechado tal suposición, pues no se cuenta en verdad

con elementos o fundamentos fehacientes en los que apoyarse, salvo para motivos o in-

tenciones de leyenda u otros.102

Luis G. de Valdeavellano cree que en lo concerniente a la batalla de Clavijo ganada

por Ramiro I, al tributo de las cien doncellas y al voto de Santiago, se ha llegado a la

conclusión, casi unánimemente admitida, de que no es posible aceptar la realidad his-

tórica de estos hechos. Cree que el privilegio de los votos de Santiago es una super-

chería amañada por el clérigo Pedro Marcio en el siglo XII.103

102

Pueden leerse autores como E. Lévy-Provençal, L. Torres Balbás, M. González Simancas, J. de Leza,

J. Cantera Orive, C. Sánchez Albornoz, L. G. de Valdeavellano, J. Pérez de Urbel, C. Goicoechea, J.

Ruiz-Navarro Pérez, etc.

103

Pedro Marció, clérigo, es el posible autor (o quien aparece como tal) del tercer y último libro de la

Historia Compostelana, texto de la primera mitad del siglo XII en el que se narran los acontecimientos

del mandato o pontificado del poderoso arzobispo compostelano Diego Gelmírez (1100-1140), siendo

gran parte de dichos acontecimientos enfocados a lograr un mayor prestigio y poder del arzobispo para su

sede apostólica y para incrementar la meta de las peregrinaciones jacobeas. El principal defensor de esta

autoría es el medievalista compostelano Fernando López Alsina. Se ha apuntado algún nombre más, co-

mo el del maestro Rainerius –o Rainerio– posiblemente originario de Pistoia (Italia) y que también co-

laboraría, siendo todavía diácono, en la gestión ante Gelmírez de la donación de una reliquia del Apóstol

a su ciudad. Lo cita como redactor Antonio López Ferreiro en 1900.

La tercera parte de la Historia Compostelana se elaboraría una vez muerto Gelmírez (año 1140), en la

segunda parte de la década de los años cuarenta del siglo XII. La obra atribuida a Pedro Marcio ha per-

dido gran parte del tono triunfalista de los dos libros anteriores, debido a que la Iglesia Compostelana, una

vez concluido el complicado esplendor en el que vivió con el gran arzobispo, vuelve a enfrentarse a todo

tipo de dificultades en los más variados frentes.

La falsificación de los votos por Pedro Marcio, canónigo de la catedral compostelana y posteriormente

cardenal de la misma, en 1155, es conocido, entre otras cosas, por ser el autor de una de las más memo-

rables falsificaciones eclesiásticas, suponiendo la falsedad del conocido como Privilegio del Voto de

Santiago, remotamente surgido en tiempos del rey Ramiro I, en el siglo IX. El historiador Fernando

López Alsina la sitúa poco después del año 1150, aunque Marcio lo justifica como copia de un docu-

mento del siglo IX. Con ella se pretendía que la ya extendida imagen de un Santiago protector y defensor

de los cristianos hispanos frente a los musulmanes produjese, en justa compensación, beneficios econó-

micos para su Iglesia. Partiendo de esa justificación, el texto elaborado por Marcio retrotrae el milagro de

la primera aparición de Santiago contra los musulmanes al tiempo del rey asturiano Ramiro I y a la mítica

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Claudio Sánchez Albornoz opina que la verdadera batalla de Clavijo fue librada por

Ordoño I contra el Banu Qasi Muza ibn Muza, en el monte Laturce o collado de Cla-

vijo, a 16 kilómetros de Logroño.

Lévy-Provençal basándose en una noticia de los fragmentos del Muqtabis de Ibn

Hayyan que él descubrió, cree en la realidad histórica de una batalla en Clavijo o en

Albelda ganada por Ordoño I a Muza en el año 859 ó en el 860.104

En efecto, Ibn

Hayyan nos informa de que, en el año 851 ó en 852, los gascones atacaron la fortaleza

de Al-belda, construida por Muza, y que, en el primer día de combate, aquéllos estu-

vieron a punto de derrotar a las huestes de Muza, quien obligó a los gascones a em-

prender la retirada. Para Lévy-Provençal, este combate que Ibn Hayyan sitúa en el 851 ó

en el 852 fue el verdadero, combate de Albelda, del Monte Laturce o de Clavijo, y Or-

doño I ni ganó la batalla ni participó en ella, en cuanto Ibn Hayyan nada dice sobre la

intervención del rey astur en la lucha. Lévy-Provençal considera que la narración que de

la batalla de Albelda hace la atribuida Crónica de Alfonso III de Asturias (866-910)

como una victoria de Ordoño I sobre Muza, es evidente interpolación.

Sin embargo, no es posible aceptar, al menos por ahora, que Ordoño I no triunfó en

Albelda frente a Muza ni participase en ninguna batalla contra aquella fortaleza, y habrá

que esperar, en todo caso, a que Lévy-Provençal alegue las razones en que se funda para

considerar interpolado el pasaje de la Crónica de Alfonso III relativo a la victoria de

Alfonso en Albelda.

Además, no sólo la Crónica, sino también el Cronicón Albeldense, terminado en el

año 881 y completado en el 883, hacen referencia a la noticia de Ibn Hayyan, historia-

dor que vivió de 998 a 1076, aunque hubiese seguido en esto a Al-Razí, ya que, en todo

caso, siempre el testimonio del Cronicón Albeldense sería el más próximo a los sucesos.

Por otra parte, nada se opone a que los gascones hubiesen atacado Albelda en el año 851

ó en el 852, siendo rechazados por Muza, y que, años más tarde, Ordoño I emprendiese

batalla de Clavijo, que sitúa en el año 834. Tras esta victoria –continúa Marcio– el rey y su familia con-

ceden el Privilegio del Voto, a pagar por toda la España cristiana, en agradecimiento a la intercesión

apostólica. El primer problema de esta falsificación está en el propio reinado de Ramiro I, de entre los

años 842 a 850.

Ir a Epílogo IV.

104

El Muqtabis es una recopilación en la que Ibn Hayyan toma prestados pasajes de distintos autores que

le precedieron, copiando las partes que le interesaban, rechazando otras y proponiendo ocasionalmente

distintas versiones sobre un mismo acontecimiento. Esta obra se recopiló en 10 volúmenes, de los que

conservamos algunos fragmentos y tres tomos íntegros; el segundo (769-881), tercero (888-912) y el

quinto (912-942) volumen.

Como cronista cortesano, Ibn Hayyan maneja el registro de la historia oficial y codificada al servicio

del poder, teniendo siempre como protagonistas a la familia Omeya, aportando un recuerdo de su legiti-

midad, lejos de dar una visión completa de la sociedad andalusí. Ibn Hayyan mostrará lo que debe a la

saga de los Razi por ser los dos grandes cronistas del siglo X de los que bebe la obra de Ibn Hayyan.

En definitiva, Ibn Hayyan se consolidó como uno de los grandes cronistas e historiógrafos de Al-Án-

dalus al dedicarse plenamente a la historiografía e ir construyendo la obra más coherente y sólida de su

género.

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a su vez otra campaña contra la fortaleza de Muza y derrotase a éste en el monte La-

turce.

Después de escrito lo que antecede, leyendo a Justo Pérez de Urbel, se puede concluir

con que hubo dos batallas de Albelda: una en el año 851, entre los gascones y Muza, y

otra, la conocida del año 859, entre Ordoño I y el Banu Qasi.

El año 960, el Fernán González fue hecho prisionero por los navarros en Cirueña (La

Rioja) y encarcelado primeramente en Pamplona y después en Clavijo y en la también

riojana Tobía. Clavijo también está expresado en el voto de Fernán González.

El año 1033, Sancho III el Mayor de Navarra donó el castillo de Clavijo al abad y

monjes de San Martín de Albelda.

Luego fue reclamado a Alfonso VIII por el rey de Navarra Sancho VI, en el compro-

miso ante el rey Enrique II de Inglaterra (año 1177).

Resumiendo, puede decirse que el castillo de Clavijo, habiendo pasado por varias vi-

cisitudes y pese a su actual estado ruinoso, tuvo su relativa importancia, pero no de-

masiada. Descartemos que fuera un castillo residencial o apacible, pues los remates de

los extremos de la muralla son limpios, sin señales de haber existido otros muros que

arrancasen de la misma. También debemos desechar el que parte de la roca se haya des-

prendido. Por tanto, este castillo, ratificando lo que hemos dicho anteriormente, fue un

simple observatorio y un mero refugio.

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EPÍLOGO IV

EL VOTO DE SANTIAGO

Tras la supuesta batalla de Clavijo, en agradecimiento, el rey Ramiro I, con la reina

doña Urraca, instituyó en Calahorra el Voto de Santiago, por el que se ofrecían al

Apóstol cosechas y botín de guerras. Es decir, se obligaba a todos los campesinos del

norte de la Península Ibérica a pagar un diezmo a la catedral de Santiago de Compos-

tela.

En 1812 fue abolido por las Cortes de Cádiz y restaurado posteriormente en el año

1936, aunque sin resultar efectivo.

No se conserva el diploma original expedido por el rey Ramiro I, ya que cuentan las

crónicas que al parecer se extravió en 1543 al ser presentado en la Chancillería de

Valladolid con motivo de un pleito contra la villa de Pedraza. Sin embargo, existen

varias copias, entre otras una procedente del Monasterio de Corias, en Asturias, que se

conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Esta es la versión traducida del corres-

pondiente texto latino original:

1.- En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

2.- No se han de pasar en silencio los hechos de los antepasados por los que los su-

cesores puedan ser aleccionados en lo bueno; sino antes al contrario deben consignarse

en documentos escritos para lo que, con su recuerdo, sean los venideros invitados a imi-

tar el buen ejemplo.

3.- Por ello yo, el rey Ramiro y la mujer que Dios me dio, la reina Urraca, con nuestro

hijo el rey Ordoño y mi hermano el rey García, encomendamos a la fidelidad de la es-

critura la ofrenda que hicimos al muy glorioso Apóstol de Dios, Santiago, con la con-

formidad de los arzobispos, obispos, abades y de nuestros príncipes y de todos los cris-

tianos de España, para que acaso, por ignorancia de nuestros sucesores, no traten de

deshacer lo por nosotros hecho, sino que acordándose de nuestra obra, se muevan a

imitarla.

4.- Escribimos también las causas que nos inclinaron a hacer esta oblación, para que

llegue a noticia de nuestros sucesores de ahora en adelante.

5.- Hubo no mucho tiempo después de la ruina de España causada por los sarracenos

en tiempo del rey Rodrigo, algunos de nuestros predecesores, reyes de los cristianos,

perezosos, descuidados, flojos e indolentes, cuya vida ciertamente no se puede poner

por modelo a ninguno de los fieles.

6.- Estos (mejor sería callarlo), con el fin de que los sarracenos no les molestasen con

sus incursiones guerreras, pactaron con ellos vergonzosos tributos, a saber: darles cada

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año cien doncellas de extraordinaria hermosura, cincuenta de la nobleza española y

cincuenta del estado llano. ¡Oh dolor! y ejemplo indigno de la posteridad. Por adquirir

una paz temporal y transitoria se entregaba la cristiandad cautiva para satisfacer la lu-

juria mahometana.

7.- Desde el día en que Nos, descendiente de los antedichos príncipes, tomamos, por

la misericordia de Dios, las riendas del gobierno, tuvimos como primer cuidado, ins-

pirándonoslo la bondad divina, abolir semejante oprobio de nuestro pueblo.

8.- Con el fin de realizar tan digno proyecto, comunicamos nuestro pensamiento, pri-

mero a los arzobispos, obispos, abades y varones religiosos; después, a todos los prínci-

pes de nuestro reino.

9.- Resuelto al fin y tomando el prudente y saludable consejo, dimos en León leyes y

fueros a nuestros pueblos, que se debiesen guardar por todas las provincias de nuestro

reino.

10.- Asimismo promulgamos decreto general a todos los príncipes de nuestro reino

para que juntasen de todos nuestros dominios los hombres fornidos y aptos para la gue-

rra, tanto nobles como plebeyos, de a caballo y de a pie, reuniéndolos todos en día de-

terminado prontos para la marcha.

11.- Rogamos también a los arzobispos, obispos, abades y varones religiosos, que es-

tuviesen presentes, para que, con sus oraciones, aumentase, por la misericordia de Dios,

el esfuerzo de los nuestros.

12.- Cumplióse así nuestro mandato y, habiendo dejado para cultivar las tierras so-

lamente a los débiles y menos útiles para la lucha, se juntaron para la salida los demás,

no tanto coaccionados por nuestra orden, cuantos voluntarios por el amor de Dios que

les guiaba.

13.- Con esta gente reducida yo, el rey Ramiro, confiando más en la misericordia de

Dios que en la multitud de mi ejército, una vez atravesadas las tierras intermedias, en-

derecé mi camino a Nájera, de donde pasé a un lugar que se llama Albelda.

14.- Pero entre tanto los sarracenos, conociendo nuestra venida por los rumores que

les llegaron, se reunieron contra nosotros todos los de aquende el mar; y avisados por

cartas y mensajeros los de allende nos acometieron todos con grande multitud y fuerzas

muy poderosas.

15.- ¿Qué más? El caso fue, y de él no podemos acordarnos sin lágrimas, que cayendo

muchos de los nuestros a causa de los pecados, maltrechos y heridos los demás, nos

dimos a huir y sin orden llegamos al collado que llaman CLAVIJO.

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16.- Una vez allí y apelotonados en un peñasco, pasamos casi toda la noche entre so-

llozos y plegarias, ignorando completamente qué habíamos de hacer al siguiente día.

Entretanto, me tomó el sueño a mí, el rey Ramiro, mientras revolvía muchos pensa-

mientos y estaba perplejo de la suerte de los cristianos.

17.- Y estando yo durmiendo, se dignó aparecérseme, en figura corporal, el bienaven-

turado Santiago, protector de los españoles; y, como yo, admirado de lo que veía, le pre-

guntase ¿quién era?, me aseguró ser el bienaventurado apóstol de Dios, Santiago. Po-

seído yo entonces de mayor asombro, que en modo extraordinario me produjeron tales

palabras, el bienaventurado apóstol me dijo. “¿Acaso no sabías que mi Señor Jesucris-

to, distribuyendo las otras provincias del mundo a mis hermanos, los otros apóstoles,

confió por suerte a mi tutela toda España y la puso bajo mi protección?” y, apretando

con su mano la mía, prosiguió: “Buen ánimo y ten valor, pues yo he de venir en tu ayu-

da y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemi-

gos por quienes te ves cercado. Sin embargo, muchos de los tuyos destinados al des-

canso eterno recibirán la corona del martirio en el momento de vuestra lucha por el

nombre de Cristo”.

18.- Y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis

sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte

blanco. Por tanto, al punto de rayar el alba, recibido el sacramento de la penitencia con

la confesión de los pecados, celebradas las Misas y recibida la Comunión del Cuerpo y

la Sangre del Señor, no temáis acometer a los escuadrones de los sarracenos, invocando

el nombre de Dios y el mío, teniendo por cierto que ellos caerán al filo de la espada.

Dicho todo esto, desapareció de mi presencia la agradable visión del apóstol de Dios.

19.- Empero yo, despertado prontamente por tan singular visión, la comuniqué con lá-

grimas y sollozos a los arzobispos, obispos, abades y varones religiosos llamados apar-

te: ellos, pues, estando primero en oración, dieron muchas gracias a Dios y al apóstol

por tan maravillosa consolación y se apresuraron después a poner en práctica la orden

que se me había dado.

20.- Armada ya y puesta nuestra gente en orden de batalla, entramos en lucha con los

sarracenos y el bienaventurado apóstol de Dios se apareció como lo había prometido,

instigando a ambos, pero realmente animando a nuestras huestes para el combate, y en-

torpeciendo y desbaratando a los contrarios.

21.- Tan pronto como esto vimos, entendimos haber sido cumplida la promesa del bie-

naventurado apóstol y alegres sobremanera con tan señalada visión, comenzamos a dar

grandes voces que salían de lo íntimo del corazón, invocando el nombre de Dios y el del

apóstol, con este grito: ¡Que Dios nos ayude y Santiago! Esta fue la primera vez y en

aquel lugar que se hizo tal invocación en España; y por la misericordia de Dios no sin

fruto, pues cayeron este día en el campo de batalla setenta mil sarracenos.

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22.- A continuación, destruidas y tomadas sus defensas, seguimos en su alcance y

conquistamos la ciudad de Calahorra, restituyéndola a la fe cristiana.

23.- Teniendo, pues, en cuenta después de la inesperada victoria, este tan gran milagro

del apóstol, pensamos establecer para nuestro patrono y protector, el muy bienaventu-

rado Santiago, algún don que durase por siempre. De consiguiente ordenamos por toda

España e hicimos voto, que se ha de guardar en todas las partes de España, que Dios nos

conceda librar de los sarracenos por la intercesión del Apóstol Santiago, de pagar perpe-

tuamente cada año, a manera de primicias, de cada yugada de tierra una medida de la

mejor mies, y lo mismo del vino, para el mantenimiento de los canónigos que residen en

la iglesia del bienaventurado Santiago y para los ministros de la misma iglesia.

24.- Concedimos también e igualmente confirmamos para siempre, que los cristianos

por toda España, de todo el botín que en cada una de las expediciones cogieren a los sa-

rracenos, den con toda exactitud a nuestro glorioso patrono protector de España, el

bienaventurado Santiago, tanta parte y porción como corresponde a un soldado de a ca-

ballo.

25.- Nosotros, todos los cristianos de España, hemos prometido con juramento dar

cada año a la iglesia del bienaventurado Santiago todos estos donativos, votos y ofren-

das que arriba se indican y así tenemos canónicamente determinado que se observe per-

petuamente por nosotros y nuestros descendientes.

26.- Por tanto, os pedimos Padre omnipotente y Dios eterno, que mediante los méritos

del bienaventurado Santiago no os acordéis, Señor, de nuestras iniquidades, sino que

sola vuestra misericordia nos valga, aunque indignos de ella. Y todo cuanto a honor

vuestro dimos a vuestro bienaventurado apóstol Santiago y ofrecimos de las cosas que

de vos y por su medio hemos adquirido para nosotros y nuestros sucesores, sirvan para

remedio de nuestras almas, y por su intercesión os dignéis admitirnos con vuestros ele-

gidos en las moradas eternas, donde en Trinidad vivís y reináis por los siglos de los si-

glos. Amén.

27.- También queremos y establecemos se observe siempre, que todos cuantos vengan

de nuestro linaje presten su favor y ayuda para los sobredichos votos del bienaventurado

Santiago.

28.- Y si alguno de nuestra familia o de otras llegase a quebrantar este nuestro testa-

mento o no ayudase a cumplirlo, cualquiera que ése fuese, clérigo o seglar, sea para

siempre condenado al infierno con Judas el traidor y Datán y Abirón, a quienes vivos

tragó la tierra; y sus hijos queden huérfanos, y su mujer, viuda; y que su reino temporal

lo posea otro; y sea privado de la comunión del Cuerpo y de la sangre de Cristo; y, fi-

nalmente, no entre jamás en la participación del reino eterno. Además pague a cada una

por mitad seis mil libras de plata a la regia majestad y a la iglesia del bienaventurado

Santiago, y que esta escritura quede en vigor para siempre. Del mismo modo, nosotros

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los arzobispos, obispos y abades, que por merced divina vimos con nuestros propios

ojos aquel mismo milagro, que nuestro Señor Jesucristo, por mediación de su apóstol

Santiago, se dignó mostrar a su siervo, nuestro ilustre rey Ramiro, confirmamos a per-

petuidad el citado hecho de donación y voto del mismo rey, nuestro y de todos los cris-

tianos de España, y sancionamos canónicamente su observancia.

29.-Y si alguno llegare a quebrantar esta escritura y voto de la iglesia del biena-

venturado Santiago o se negase a pagarlo, cualquiera que él fuese, rey o príncipe, ple-

beyo, clérigo o seglar, le maldecimos y excomulgamos, condenándole a ser atormentado

por siempre jamás en el infierno con Judas el traidor. Hagan esto mismo con devoción

todos nuestros sucesores arzobispos y obispos. Y si no quieren, queden condenados por

autoridad del omnipotente Dios Padre e Hijo y Espíritu Santoy por la nuestra; y queden

ligados con excomunión y deudores del poder que Dios les entregó.

30.- Fue hecha esta escritura de votos, donación y ofrenda en la ciudad de Calahorra

en el señalado día 8 de las Calendas de junio, era 872 (25 de mayo del año 834).

31. Confirmamos con nuestra propia firma este escrito que hemos hecho yo, el rey

Ramiro, a una con mi mujer la reina Urraca y nuestro hijo, el rey Ordoño y mi hermano

el rey García. Estuvieron presentes.

32.- Yo Dulcidio, arzobispo de Cantabria, que estuve presente, confirmo, yo Severo,

obispo de Oviedo, que estuve presente, confirmo, yo Oveco, obispo de Astorga, que es-

tuve presente, confirmo, yo Salomón, obispo astoririense, que estuve presente, confir-

mo, yo Rodrigo, obispo de Lugo, que estuve presente, confirmo, yo Pedro, obispo de

Urja, que estuve presente, confirmo.

33. Yo la reina Urraca, confirmo, yo el rey Ordoño, su hijo, confirmo, yo el rey Ra-

miro, confirmo.

34.- Osorio Pérez, mayordomo del rey, que estuve presente, confirmo, Pelayo Gutié-

rrez, escudero del rey, que estuve presente, confirmo. Menendo Suárez, potestad de la

tierra, que estuve presente, confirmo. Rodrigo González, potestad de la tierra, que es-

tuve presente, confirmo. Gudesteo Osoriez, potestad de la tierra, que estuve presente,

confirmo. Severo Menéndez, potestad de la tierra, que estuve presente, confirmo.

35.- Gutierre Osoriez, potestad, que estuve presente, confirmo. Osorio Gutiérrez, po-

testad estuve presente, confirmo. Ramiro García, potestad, que estuve presente, confir-

mo.

36.-Martín, testigo. Pedro, testigo. Pelayo, testigo. Severo, testigo. Menendo, testigo.

37.- Vicente, sayón del rey, testigo.

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38.- Nosotros, todos los moradores de las tierras de España, que estuvimos presentes y

con nuestros propios ojos vimos el sobredicho milagro de nuestro patrón y protector el

gloriosísimo apóstol Santiago y alcanzamos por la misericordia de Dios el triunfo de los

sarracenos, sancionamos todo lo arriba descrito y lo confirmamos a fin de que perma-

nezca para siempre.

39.- Yo Pedro Marcio, por la gracia de Dios Cardenal de la iglesia del bienaventurado

Santiago, lo escribí tal como lo encontré en otro escrito que se conserva en el tesoro del

bienaventurado Santiago y en su cajón correspondiente, e hice copia y lo aprobé con mi

firma.

40.- Gonzalo, notario.

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EPÍLOGO V

RAIMBAUT DE VAQUEIRAS

El trovador occitano Raimbaut de Vaqueiras, descendiente de una familia o estirpe de

la pequeña nobleza, nació tirando a finales del siglo XII en el castillo de Vaqueiras, can-

tón de Beaumes, Vaucluse. Acabó vinculándose a Bonifacio de Montferrato y murió

con él en 1207.

Raimbaut, cuyas composiciones son abundantes y variadas, es sin duda uno de los

mejores trovadores provenzales. Varias de sus canciones tienen un acento melancólico

de sinceridad, de decepción incluso, que sorprenden en un poeta de esa época. Cultivó

felizmente géneros populares como el alba105

o la estampida y compuso una tensón (ten-

çó)106

algo picante con una genovesa, quien le responde verdemente en su dialecto, de

modo que Raimbaut es también uno de los primeros poetas italianos.

Se lee también con gusto su Guerra de las damas, en la que supone que las mujeres

más hermosas de Italia, que han venido para asediar a Beatriz (hija de Bonifacio de

Montferrato) resultan finalmente vencidas por ésta.

Tenemos unas cuarenta poesías líricas de Raimbaut, a las que hay que añadir un des-

cort (canción que expresa un desacuerdo). He aquí Calenda maia a continuación:

105

Alba es un género popular o subgénero literario de la lírica tradicional y de la lírica culta trovadoresca

que describe el disgusto de los amantes que, habiendo pasado la noche juntos, tienen que separarse al

llegar la mañana.

En el caso de la lírica trovadoresca occitana, esa separación se debe al miedo a ser sorprendidos por el

marido, ya que en la lírica antigua el amor adúltero era más poético, porque los matrimonios solían ser

concertados por los padres y no por amor, prevaleciendo en muchos casos los intereses económicos o

patrimoniales. Interviene también en la lírica trovadoresca provenzal el personaje del guaita (vigilante)

que es el amigo que tiene que permanecer alerta y que se encarga de avisar, al hacerse de día, que ha lle-

gado la hora de separarse. A veces los amantes se enfadan con el amigo ya que les avisa antes de hora; le

acusan de no haber dormido y de tener ganas de dejar la vigilancia.

El alba siguiente no es habitual en cuanto a estrofas. Se trata de una composición de autor anónimo y de

una sola estrofa que condensa perfecta y delicadamente el contenido que en otras poesías ocupa muchos

versos, que detallan las sensaciones del caballero y de la dama antes de separarse:

Quan lo rosinhols escria Cuando el ruiseñor trina

ab sa part la nueg e.l dia, con su pareja de noche y de día

yeu suy ab ma bell’amia yo estoy con mi bella amiga

jos la flor, bajo la flor,

tro la gaita de la tor hasta que el vigilante de la torre

escria: “Drutz, al levar! llama: “Amantes, ¡a levantarse!

Qu’ieu vey l’alba e.l jorn clar”. que yo veo el alba y el día claro”.

106

Un debate o tensión entre dos trovadores, defendiendo cada uno lo que en cualquier aspecto cree justo

o está más de acuerdo con sus preferencias. La temática es variada: puede ser amorosa o sobre la manera

de hacer poesía, como ficción o fingiendo algo, etc.

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Calenda maia ni fuelhs de faia Ni el primero de mayo, ni la hoja de haya

ni chanz d’auzelh ni flors de gaia ni el canto de los pájaros, ni la flor del lirio

non es qu’em plaia, pros domna gaia, pueden alegrarme ya, noble dama feliz,

tro qu’un isnelh messertgier aia hasta que me llegue un veloz mensajero

del vostre belh cors de vuestro hermoso corazón

qu’em retraía plazer que me cuente el nuevo placer

novelh qu amors para que el amor

m’atraia, e jaia e’m me atraiga (hacia vos), y yazca (con vos)

traia vas vos, domna y me dirija hacia vos, señora

veraia, e chaia de verdadera, y caiga

plaia igelos ans que’m n’estraia. y caiga el celoso herido antes de que yo

[renuncie a ello.

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