lecciones de estilo

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Lecciones de estilo (editorial) Para quien trabaja en una entidad editora, sea una empresa privada o una institución pública, la noción de estilo editorial suele ser clara: es un con- junto de reglas más o menos específicas, más o menos dogmáticas, más o menos emanadas del sentido común, que se aplican durante el proceso de edición; usualmente se refiere a las características ortográficas, tipográfi- cas y de sintaxis de los textos, aunque asimismo puede contener instruc- ciones para el manejo del material gráfico. En palabras del mexicano Roberto Zavala Ruiz, autor del clásico El libro y sus orillas, estilo edito- rial es “la adecuación a las normas tipográficas de la casa editora, que comprenden el uso de abreviaturas, familias y series, sangrías, colgados, etc.; el empleo de la numeración en fechas, unidades y cantidades en 65 P ÁGINAS DE G UARDA | Nº 2 P RIMAVERA 2006 Omeba, entre otros. En esta línea, promovió la edición de clásicos como las Obras completas de Baruch de Spinoza (cinco volúmenes); De la guerra (en versión completa traducida directamente del alemán) de Karl von Clausewitz; las Obras del General Enrique Mosconi, en tres volú- menes; las Obras. 1919-1945 de Raúl Prebisch (cuatro tomos); El de- sarrollo de las ideas en los Estados Unidos de Vernon Louis Parrington (en tres tomos) o las Noticias secretas de América de Antonio de Ulloa y Jorge Juan, entre muchos otros libros. Por último, y para completar el perfil de Weinberg como editor, podemos añadir sus palabras con respecto a la colección “Tratados Fundamentales” de la editorial Lautaro. Decía Weinberg: […] Nuestra colección publicará únicamente obras clásicas, de reco- nocida e indiscutible trascendencia, casi todas ellas vertidas por pri- mera vez a nuestro idioma. Sus características sobresalientes: serie- dad en la traducción, textos íntegros, notas indispensables, prólogos autorizados, bibliografías e índices, pondrán al alcance del lector volúmenes cuidadosamente impresos, realizados con el rigor, criterio y exigencias de las ediciones críticas. 64 P ÁGINAS DE G UARDA | Nº 2 P RIMAVERA 2006 G REGORIO W EINBERG O EL EDITOR INTELECTUAL Fernando Esteves Fros es licenciado en Ciencia Política (Universidad de la República Oriental del Uruguay); ocupa el cargo de Director para el Cono Sur de las editoriales Alfaguara, Taurus y Aguilar (Grupo Santillana). Ha sido ponente acerca de la pro- blemática del libro y la industria editorial en congresos y seminarios de la especialidad celebrados en Buenos Aires, Montevideo, Bogotá y San José de Costa Rica, y es coautor y compilador del El mundo de la edi- ción de libros ([2002] Buenos Aires, Paidós). ¿Qué es el estilo editorial? ¿Es acaso una entidad que solo es percibida claramente cuando falla, y esto úni- camente por quienes comparten la profesión? Según el autor del artículo, Tomás Granados Salinas, direc- tor de la colección “Libros sobre Libros”, el estilo editorial es, en un sentido más amplio, una declara- ción de principios, una definición de identidad que debería ser transmitida como parte del rostro visible de un catálogo. Tomás Granados Salinas a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s tu v w x y z

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  • Lecciones de estilo(editorial)

    Para quien trabaja en una entidad editora, sea una empresa privada o unainstitucin pblica, la nocin de estilo editorial suele ser clara: es un con-junto de reglas ms o menos especficas, ms o menos dogmticas, ms omenos emanadas del sentido comn, que se aplican durante el proceso deedicin; usualmente se refiere a las caractersticas ortogrficas, tipogrfi-cas y de sintaxis de los textos, aunque asimismo puede contener instruc-ciones para el manejo del material grfico. En palabras del mexicanoRoberto Zavala Ruiz, autor del clsico El libro y sus orillas, estilo edito-rial es la adecuacin a las normas tipogrficas de la casa editora, quecomprenden el uso de abreviaturas, familias y series, sangras, colgados,etc.; el empleo de la numeracin en fechas, unidades y cantidades en

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    Omeba, entre otros. En esta lnea, promovi la edicin de clsicos comolas Obras completas de Baruch de Spinoza (cinco volmenes); De la guerra (en versin completa traducida directamente del alemn) de Karlvon Clausewitz; las Obras del General Enrique Mosconi, en tres vol-menes; las Obras. 1919-1945 de Ral Prebisch (cuatro tomos); El de-sarrollo de las ideas en los Estados Unidos de Vernon Louis Parrington(en tres tomos) o las Noticias secretas de Amrica de Antonio de Ulloay Jorge Juan, entre muchos otros libros.

    Por ltimo, y para completar el perfil de Weinberg como editor,podemos aadir sus palabras con respecto a la coleccin TratadosFundamentales de la editorial Lautaro. Deca Weinberg:

    [] Nuestra coleccin publicar nicamente obras clsicas, de reco-nocida e indiscutible trascendencia, casi todas ellas vertidas por pri-mera vez a nuestro idioma. Sus caractersticas sobresalientes: serie-dad en la traduccin, textos ntegros, notas indispensables, prlogosautorizados, bibliografas e ndices, pondrn al alcance del lectorvolmenes cuidadosamente impresos, realizados con el rigor, criterioy exigencias de las ediciones crticas.

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    F e r n a n d o E s t e v e s F r o s es licenciado enCiencia Poltica (Universidad de la Repblica Oriental del Uruguay);

    ocupa el cargo de Director para el Cono Sur de las editoriales Alfaguara,

    Taurus y Aguilar (Grupo Santillana). Ha sido ponente acerca de la pro-

    blemtica del libro y la industria editorial en congresos y seminarios de

    la especialidad celebrados en Buenos Aires, Montevideo, Bogot y San

    Jos de Costa Rica, y es coautor y compilador del El mundo de la edi-

    cin de libros ([2002] Buenos Aires, Paids).

    Qu es el estilo editorial? Es acaso una entidad que

    solo es percibida claramente cuando falla, y esto ni-

    camente por quienes comparten la profesin? Segn

    el autor del artculo, Toms Granados Salinas, direc-

    tor de la coleccin Libros sobre Libros, el estilo

    editorial es, en un sentido ms amplio, una declara-

    cin de principios, una definicin de identidad que

    debera ser transmitida como parte del rostro visible

    de un catlogo.

    Toms Granados Salinas

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  • discurso tono, expresin y significado exactos, segn ocurre en lamsica con las claves y alteraciones.

    Que no se me malinterprete: adoro las ediciones cuidadas, combato laserratas aun en los mens de restaurante, odio el libro cuyas notas nosiguen un sistema uniforme, pero procuro no estorbar con mis manas elflujo de produccin, pues estoy convencido de que editar es producir erra-tas y de que ms vale un gazapo multiplicado por varios miles que unimpecable original que no llega a la imprenta porque hay alguien quetodava quiere echarle un ojo. En Hoja por Hoja el nico suplementoperiodstico en Mxico que se ocupa solo de la actualidad bibliogrfica,por ejemplo, procuramos establecer con nuestros lectores un dilogodisfrazado de reto, o al menos de concurso: en cada entrega mensualinvitamos a quienes visitan nuestras pginas a que detecten traspis, acambio de lo cual les regalamos ejemplares de alguna de las obras rese-adas en ese nmero. Insisto: el estilo editorial, al menos en su acepcintradicional, es algo valioso pero no imprescindible.

    Desde luego, yo tengo mis propias maas en lo que respecta al estilo.Por ejemplo, me bato con todas mis fuerzas contra el uso irreflexivo yuntuoso de las maysculas, con las que muchos autores suelen enaltecerconceptos como estado, presidente y repblica, o perodos histricoscomo renacimiento e ilustracin: en la diminuta dictadura de Libraria laeditorial que adems de Hoja por Hoja publica la coleccin Libros sobreLibros, en coedicin con la nica trasnacional mexicana en el orbe libres-co: el Fondo de Cultura Econmica, ejerzo la tirana de las minsculas yme temo que aun me regocijo imaginando la irritacin de un Torquemadaal leer los textos que han pasado por mi escritorio y en los que dios, papae iglesia se han escrito en bajas. S que no hace falta la mayscula diacr-tica y que la devocin puede ejercerse fuera del papel, por lo que no temola excomunin al componer as tan sagrados vocablos.

    Como se ve, las arbitrariedades estilsticas florecen en comarcas muydiversas. El diario Reforma de la ciudad de Mxico, por ejemplo, pres-cribe a sus redactores que las cabezas empiecen siempre con un verbo.Esta doctrina, acaso inspirada en el Gnesis, pues ya desde entonces sesaba que en el principio fue el verbo, produce enunciados macarrnicosy a veces tartajosos, como en Salva nios a costillas de Alemania oAdmiten riesgo guerra civil. La difusin del pinyin, el sistema oficialde transcripcin al alfabeto latino del chino mandarn, que cobr granfuerza en las ltimas dcadas del siglo pasado, permite que se abran losdebates sobre la conveniencia de referirse al fundador de la RepblicaPopular China como Mao Tse-tung o Mao Zedong, y a su capital comoPekn, segn sugieren siglos de tradicin, o Beijing, la forma establecida

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    general; la incorporacin o el rechazo de neologismos; la preferenciao no de palabras simplificadas; la forma de disponer ttulos, subttu-los, epgrafes, citas, ndices, cuadros. Tales preceptos suelen conden-sarse en esa Biblia local y pagana que es el libro de estilo, el texto quecontiene la verdad revelada en materia de puntuacin, uso de altas ybajas, preferencias idiomticas, consejos de sintaxis y un etctera tanlargo como las particularidades de la editorial o las manas de quienhaya estado a cargo de redactar esas sagradas escrituras. Pero nopuede ser una gua exhaustiva de la lengua espaola: Juan LuisCebrin, director durante largo tiempo de El Pas, deca hace ya msde dos dcadas que un libro de estilo no es una gramtica ni un dic-cionario al uso. Es simplemente el cdigo interno de una Redaccinde cualquier medio informativo, que trata de unificar sistemas y for-mas expresivas con el fin de dar personalidad al propio medio y faci-litar la tarea del lector en el caso de los peridicos. Los constructo-res y defensores de cada criterio editorial conforman sectas de inicia-dos, establecidas a partir de los secretos que han ido descubriendo,unos francamente tiles y esclarecedores, y otros que de tan despti-cos rayan en lo ridculo.

    As, el estilo editorial es a la vez un instructivo y una declaracin deprincipios, una toma de postura sobre los aspectos ms dctiles del idio-ma, una definicin de identidad al menos en un aspecto secundario delquehacer editorial. Y digo que es secundario con intencional afn deescandalizar a quien ahora lee este prrafo, a mis colegas correctores, amis cofrades en la interminable lucha por el bien decir y el mejor editar:el estilo editorial slo cumple funciones adverbiales respecto de la accinde editar. Si aceptamos que la mdula del trabajo editorial es diseminarideas, sentimientos, datos, entonces hemos de aceptar tambin quehacerlo con limpieza es algo extra, sin duda agradecible pero siempresubsidiario de la accin difusora. Llevada esta oposicin al extremo,estoy persuadido de que conviene publicar una obra excelente en la quehaya erratas, escasa uniformidad en el manejo de cifras, criterios diver-sos y hasta contradictorios, a no publicarla por el manitico prurito deaplicarle hasta la nusea las normas editoriales de la casa. As, soy de uncredo opuesto al manifestado por Julin Z. Themis en su opsculoNuevo manual de composicin y estilo, publicado en Buenos Aires haceya casi medio siglo, quien crea que

    no importa cunta sea la exquisita sonoridad de las palabras, la lgi-ca irrebatible de las ideas, la elevada trascendencia de las opiniones,la insondable profundidad del razonamiento, si todo eso no se hallacompletado y perfeccionado con los signos de puntuacin, ortogrfi-cos o auxiliares pero no por eso menos imprescindibles, que dan al

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  • normas difieren de las que descubre en la obra que est leyendo. Comolos cada vez ms abundantes escritores que solo escriben para que suspares los lean, y por ello nublan su prosa saturndola de estriles gui-os literarios. Los defensores de tal o cual escuela de estilo editorialproducen algo que solamente un colega puede percibir, pues al lectorcomn, por letrado que sea, en general le da lo mismo si usamos etc-tera o su abreviatura, si aparece el smbolo de porcentaje o la expre-sin por ciento en letras, si las comillasredondas dobles ( ) tienen prelacin respec-to de las comillas francesas ( ), si las negri-tas han infectado de sarampin una pgina, sien la pgina 3 se usan versalitas y en la 300,solo versales. Dilogo entre iniciados, lo queun corrector le dice a otro a travs del estiloeditorial puede ser tan misterioso como el ince-sante intercambio de informacin que practi-can con sus antenitas las hormigas que van yvienen del nido, sin que ningn otro ser vivoentienda qu se dicen.

    A m me gustara ensanchar la nocin deestilo editorial nutrindola con algunos elemen-tos que dan forma a lo que se entiende por esti-lo en otros mbitos, pues al hacerlo podemosreformular, fortalecindola, la idea que los lec-tores de Pginas de Guarda pueden tener sobrelos deberes del editor. Permtanme dar un pri-mer paso fuera de terreno conocido, as sea unpaso pequeo, que no nos aleja demasiado delos textos, esa materia prima con que trabajamos todos los das. La len-gua inglesa cuenta con obras monolticas que aspiran a establecer cmoen cada una de las faenas editoriales, desde el marcaje de los originales1

    hasta el sutil arte de la construccin de ndices, desde el minucioso teji-do con que han de presentarse las referencias bibliogrficas hasta ladieta que el editor debe aplicar a un concepto para conseguir una abre-viatura llena de significado. Sin duda, The Chicago Manual of Styleocupa la cspide de los manuales de estilo en ingls, en parte por suamplitud temtica y en parte por su sensatez. En la misma, fructferadireccin, acta The Elements of Style, que vendra a llamarse en caste-llano Los elementos del estilo, un escueto libro escrito en forma conjun-ta por William Strunk y E. B. White, que contiene una serie de manda-mientos dirigidos a escritores para expresarse con claridad en la lengua

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    por el pinyin. Y es que sin duda los exnimos, o nombres geogrficos enidioma diferente de la lengua local, son terreno frtil para que prospe-ren las disputas de estilo editorial: la feria del libro ms importante delmundo, ocurre en Frankfurt o en Francfort?; msterdam y Los nge-les deben llevar tilde?; la pasta con carne picada y salsa de tomate, pro-viene de Bolonia o de Bologna?

    Permtanme concluir este recorrido con un ejemplo cado en desusopero que goz de una cierta fama. Todos conocemos las tildes diacrti-cas, es decir, esas virgulillas que cambian el significado de palabrasidnticas, como tu adjetivo posesivo y t pronombre personal, osolo el adjetivo que retrata a los solitarios y slo, apcope de sola-mente. Pues resulta que hace ya muchas dcadas los editores del men-cionado Fondo de Cultura Econmica quisieron distinguir entre el doncon que se expresa respeto hacia algn varn y el dn o cualidad quetal vez agraciara a esa persona; pero no solo eso, sino que tambin qui-sieron distinguir entre la omnipresente preposicin para y la conjuga-cin del verbo en la tercera persona del singular en indicativo: pra. Dela diferencia de matices a la arbitrariedad chusca, el estilo editorialpareciera materia de eruditos y ociosos, de onanistas gramaticales yexpertos en rarezas.

    No es de sorprender entonces que alguien como Gerardo Deniz, unpoeta mexicano que cifra sus desaforadas metforas en el mbito de laciencia y la msica, en la ms pura historia de la lrica y en el humorsexual explcito, haya concebido al monstruo de la excesiva correccin,un ser que ha hecho del estilo editorial y la correccin un credo absolu-to: el maxmordn o sabihondo tpico de editorial. En una aclamadaserie de artculos que public a principios de los aos noventa en larevista Biblioteca de Mxico bajo el membrete de Mester deMaxmordona, el taxnomo Deniz emprendi la clasificacin de estebicho taimado y solapado, primero como revancha personal contralos tiranuelos que llegaron a contratarlo o a cuyo lado debi trabajar,luego como advertencia de que gstenos o no, todos llevamos dentroun maxmordn, de cuyos excesos hay que cuidarse, pues someterserigurosamente a determinadas reglas para determinados fines no es lomismo que someterse gratuitamente de por vida, y haciendo proselitis-mo, y supurando pretensiones y anatemas.

    Triste destino, sin embargo, el del estilo editorial. Es una de esasentidades que solo se nota claramente cuando falla, cuando debido a unlapsus tipogrfico se nos cuela una involuntaria excepcin a la regla.Peor an, el estilo editorial en su sentido llano es algo que solamente uncolega percibe, y me atrevo a decir que este slo lo percibe cuando sus

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    1. El marcaje de originales (o sealiza-cin tipogrfica) es el proceso por elcual un original se enriquece con lospedidos tipogrficos (cursivas, versali-tas, altas y bajas, jerarqua de cabezas,prrafos a bando, etc.) del editor.

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  • participe en todos los mejunjes editoriales: el estilo literario. Segn JohnMiddleton Murry, autor de un opsculo clsico sobre el tema, el con-cepto de estilo literario se usa con tres significados diferentes: por unlado se recurre a l para sealar la individualidad de expresin graciasa la cual reconocemos a un escritor, aunque decir que un escritor tieneestilo [] no significa, necesariamente, alabarlo; por otro, se empleapara sealar en un autor cierta facultad de exponer lcidamente unasecuencia de ideas, es decir, como una virtud discursiva, y finalmentese usa para referirse a una fusin completa de lo universal y lo perso-nal, cuando ocurre ese milagro de que por boca de un autor hablamostodos. Salvo la tercera, estas acepciones pueden aplicarse ventajosamenteal modo de practicar nuestro oficio, pues el catlogo a final de cuentas esla obra de un editor. As, el estilo editorial debera aspirar a poseer indi-vidualidad de expresin gracias a la cual reconocemos a un editor.Pero de qu est esa hecha esa individualidad? Qu factores permitenque el pblico reconozca a un editor y sepa, al advertir esos factores, quese trata de ese editor en particular y no de un imitador? Para respondera estos interrogantes es necesario invitar a escena a un actor que hastahace no mucho era mal visto en el mbito libresco, pues una mala famalo preceda: el marketing. Esta actividad, esta disciplina, esta disposicinde nimo parece desligada de las prcticas culturales, pues los cimientosde estas y de aquella parecen de naturaleza incompatible, por lo que nose antoja posible edificar sobre unos lo que s prosperara sobre losotros. Pero en un mundo en que las fronteras ideolgicas de todo tipo sehan suavizado, parece haber vas de comunicacin fructfera entre lavoraz practicidad del mercadlogo y el mundo espiritual en que se des-envuelve la cultura.

    Tomado en prstamo de la jerga ecolgica, el nicho de mercado eshoy una de las piedras de toque del marketing, al punto de que va cami-no de vaciarse por completo de sentido. Para el mercadlogo, un nichoes tan solo una categora intermedia entre el segmento de mercado y elindividuo; sin duda, para que sea viable como destino comercial, el nichoha de ser muy homogneo las preferencias de sus miembros, as comosus necesidades, son semejantes y especficas; estos miembros, adems,han de tener voluntad y capacidad econmica para satisfacer esas prefe-rencias o necesidades, estar poco o mal atendido por eventuales compe-tidores y tener tamao suficiente para generar utilidades. Los nichos enrealidad no son siempre entidades concretas que uno deba buscar, sinoque a menudo son seres ficticios a la espera de quien los invente. Losbobalicones a quienes se dirige la hoy muy exitosa serie For Dummiesno constituyen un grupo en s, sino que surgi en el momento mismo en

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    de Ernest Hemingway quien, por cierto, bien podra ser el eptome dela exactitud expresiva, mandamientos tan certeros que bien convendraadaptarlos al espaol pues privilegian la sencillez, la economa de recur-sos lingsticos, la efectiva comunicacin con el lector. Hay en esta obrauna definicin de estilo, aunque un tanto imprecisa: estilo viene a ser loque se distingue en y lo que distingue a un texto, o sea algo que puedepercibirse en l y algo que le agrega nobleza, que lo enaltece. El estilopor tanto busca llamar la atencin, no por mero vedetismo sino comoingrediente de la comunicacin, como va para transmitir un mensajedistinguido. Comienzan desde ya los conflictos con la idea comn deestilo editorial, ese cmulo de gestos soterrados que pocas veces se per-cibe y que sobre todo se hace ver cuando funciona mal. En su primerensanche, el estilo editorial ha de aspirar a la notoriedad, por lo que nopuede quedarse en las catacumbas de la sintaxis perfecta y la gramticaacrisolada: es parte del mensaje que uno transmite al elegir obras, al dar-les forma, al lanzarlas al mercado. No en balde, para estos autores elestilo adquiere su forma final ms de las actitudes de la mente que de losprincipios de composicin. Un editor, al momento de darse un estilo,ha de explorar en esas actitudes mentales, en su imaginacin, en suspasiones; solo entonces alcanzar la feliz conclusin a la que lleganStrunk y White en su obrita: lo que eres, ms que lo que sabes, deter-minar en ltimo trmino tu estilo. Y tal vez entonces reconozca esteeditor el aforismo schopenhaueriano de que el estilo es la fisonoma dela mente. El estilo editorial ser entonces parte del rostro visible de uncatlogo, una parte que gesticula y dice a los lectores: todas estas obrasresponden a un plan, a una concepcin del mundo, y lo dice medianteel diseo congruente de las portadas, mediante un espritu comn en losttulos, mediante los materiales comerciales. Esa personalizacin delresultado editorial tambin es alentada por Federico Ibez, director deCastalia casa espaola que publica principalmente clsicos ibricos, yacon anotaciones, ya con el texto sin ms, para quien un requisito paraconvertirse en editor es la confianza en uno mismo y la confianza enque uno puede dejar una huella a su alrededor. Tal vez por esto es quese pone tanto en duda que se pueda aprender a ser editor: se puedenaprender los rudimentos tcnicos, desde el manejo solvente del derechode autor hasta las minucias de la impresin, desde la pericia para corre-gir hasta la extraa sensibilidad para vender, pero la construccin delsustrato personal es responsabilidad de uno mismo y no hay atajos parallegar pronto a una individualidad slida y autntica.

    Un segundo paso en la ampliacin semntica que estoy proponiendonos conduce a otra nocin todava cercana, aunque no es sustancia que

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  • no se limita al nivel en que tradicionalmente se ha empleado, esto es, elsello editorial. Tanto las colecciones Austral de Espasa Calpe oSepan Cuantos de Porra en nuestro idioma, o La Bibliothque dela Pliade de Gallimard o la ya mencionada For Dummies comolos ttulos la autoayuda semiculinaria de Caldo de pollo para el almay aun los autores pueden aspirar a una identidad que sea identificadapor quienes compran las obras.

    Hoy parece inevitable que quien publica libros dedique parte de sutiempo al marketing, pues las editoriales lo practican aunque no se dencuenta, a la manera del personaje molieriano que hablaba en prosa sinhaberlo notado. Resistirse a un bao de tcnicas y conceptos mercado-lgicos es atentar contra la supervivencia de la editorial, pblica o pri-vada, con o sin nimo de lucro. No pretendo cantar una loa a esta dis-ciplina; tan solo reivindicarla como herramienta para definir la perso-nalidad del editor, es decir, su estilo.

    Pero continuemos con Murry, cuyas afirmaciones podemos ya adap-tar con libertad en abono de la tesis que quiero defender aqu. Una vezensanchado el concepto, avancemos hacia un mtodo o cosa parecidapara evaluarlo. As, lo valioso de un estilo [editorial] depender de quesea o no la expresin de un autntico sentimiento individual. No nosdejemos limitar por la mencin de sentimientos, acaso irrelevantes en lagestacin de un programa editorial, pero creo que va quedando claroque la impronta de los hombres detrs de obras y colecciones es medu-lar, en oposicin a un proceso annimo, institucional en el peor de lossentidos posibles, con que puede ejercerse la profesin editorial. Nobusco promover el capricho de quien est al frente de una editorial o deun departamento de publicaciones, pero s aspiro a subrayar la impor-tancia de la diferencia deliberada y explcita o sea, del nicho de merca-do. La dinmica con que se trabaja esa huerta propia exige una granatencin a lo que nuestros lectores disfrutan o necesitan, pues la sinto-na entre lo que la entidad editorial publica y lo que su lector requiere esuna condicin sine qua non para su trascendencia, tanto por lo que tocaa su continuidad como por el impacto que logre en el largo plazo. Paraabandonar la lectura de Murry, digamos con l que la prueba de unaverdadera originalidad de estilo [editorial] es que la sintamos necesariae inevitable; en ella deberamos captar una referencia inmediata a todauna manera de sentir coherente consigo misma. Al igual que cientos defenmenos en la naturaleza, que cortejan la vista con la armona de susformas, las propuestas editoriales deben aspirar a una congruencia glo-bal, desde el modo de redactar las cuartas de forro hasta la manera derespetar las decisiones de los autores, desde la eleccin de un nombre o

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    que la neoyorquina John Wiley detect que muchos de los primeros usua-rios de computadoras se consideraban torpes, no queran sufrir la tortu-ra de leer el espeso manual de instrucciones del hardware o el softwarerecin adquiridos, y estaban dispuestos a invertir unos minutos en la con-sulta de una obra que pareciera escrita en voz alta. Sin duda, esta res-puesta reactiva exige una inusual propensin del editor por crear empatacon los lectores de sus obras, para, desde los zapatos de estos, detectar lasnecesidades e imaginar sus soluciones. En tanto que renuncia a unacobertura generalizada del mercado, la bsqueda del nicho se define porel no, tanto como por el s: un editor elige su nicho (y en consecuencia daforma a su estilo editorial) al negarse a publicar ciertas obras, al noexplorar tal o cual canal de ventas, al no pretender que un libro sirva ala vez al nefito y al experto (solo en afortunadsimas excepciones sepuede dialogar con lectores de ambos niveles).

    Pero el nicho puede ser algo ms que un acotamiento del universo delectores. Acaso todo trasvase de significados incluido el que estoyintentando ahora supone graves prdidas semnticas, pero es sorpren-dente que haya quedado fuera del mbito mercadolgico un ingredienteesencial del concepto de nicho en las ciencias biolgicas. Ah es la estra-tegia de supervivencia utilizada por una especie, lo cual incluye suforma de comer y de evitar ser comida, de competir con otras especies,de reproducirse; se refiere pues a la posicin relativa de una especie y porende a su manera de relacionarse con los factores biticos y abiticos desu ambiente. En mutua definicin, el editor elige un nicho y el nichoelige su editor, de entre los muchos que estn a su disposicin.

    Como consecuencia de una buena simbiosis entre la casa editora y elnicho al que atiende, surgen las marcas, esos abstractos smbolos de cali-dad. Unidas casi siempre con una imagen que las identifica, la marca escasi tan vieja en el mundo del libro impreso como el mismo libro impre-so. Testimonio de ello es el grcil delfn que se contonea alrededor delncora, sello con que Aldo Manuzio, a comienzos del siglo XVI, quisodistinguirse del resto de los hacedores de libros en la boyante Venecia desu tiempo. Esta distincin, supongo, no responda tanto a la vanidadque los compradores sepan que yo hice la obra como a la transmisinde un mensaje sutil: todos los libros con este emblema son semejantes,ya por la calidad de su traduccin, ya por su formato (recurdese queAldo dio forma al libro de bolsillo), ya por su esmero tipogrfico(recurdese ahora que las cursivas son una invencin aldina), ya por elprograma cultural que las anima (recurdense por ltimo los afanestanto de Manuzio como de Erasmo por depurar las ediciones clsicasque lanzaban al mercado). La marca en el mundo del libro, por suerte,

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  • ser ellos mismos. El sello individual es entonces a la vez un punto departida y una meta: es el recipiente al que queremos llenar de significa-do. Habr quien enfatice la novedad de los autores que publica comoSexto Piso o Minscula, que han volteado la mirada hacia la literaturade los Balcanes y de Europa Oriental y quien se distinga por difundiruna doctrina poltica como Siglo XXI en sus albores con el marxismo,habr quien haga de su manera de imprimir un rasgo esencial de su pro-puesta como la mexicana Solar Editores, que solo recurre a la impre-sin bajo demanda, o la espaola Thule Ediciones, que est experimen-tando con literatura para adultos en papel sinttico, absolutamenteimpermeable o del gnero que atiende, un pilar de su programa edito-rial, como la tambin mexicana Ficticia, concentrada maniticamente enel cuento. Esta construccin de uno mismo como editor es interminabley exige no apartarse demasiado del ncleo del que eman el impulso ori-ginal, aunque ello no implica negar la revisiones peridicas: puesto quesiempre existirn tentaciones de publicar obras fuera del entorno queuno haya elegido o en el que haya ido a parar; sea porque las convic-ciones y las apetencias han mutado, sea para aprovechar una oportuni-dad de mercado, debemos estar dispuestos a crear nuevos sellos nue-vos estilos editoriales, pues, tal como hizo Paids al fundar Oniro: lasalturas acadmicas en que suele moverse la primera eran un lastre parasu nuevo programa, y simultneamente la ligereza de las nuevas obrasconstitua una bofetada para la tradicin del sello madre.

    Lejos de ser un cors, el estilo editorial as concebido aspira a ser loque Walter Benjamin encontraba en el estilo literario: el poder paramoverse libremente a lo largo y a lo ancho del pensamiento lingsticosin caer en la banalidad. Largueza y anchura no tienen por qu res-tringirse a la rbita del pensamiento, y mucho menos a la lingstica;antes bien, se refieren a las muchas parcelas vecinas en las que labramoslos editores. Un estilo editorial pobre es el que slo presta atencin alcorrecto uso de versales y versalitas; uno rico es el que procura poneratencin semejante a la comunicacin con los medios, a travs deInternet o por el telfono. No deja de maravillarme la infinita variedadde engranes que giran en una entidad editora, suficiente como para noconocer jams el aburrimiento pues difieren en naturaleza los los queenfrenta el diseador al colocar una ilustracin, o los del contador quedescuenta a las regalas de hoy los anticipos de ayer, o los del correctorque resana un original entregado al ah se va, o los del responsable delalmacn, que regula las entradas y salidas de la colmena; esa variedaddetermina lo largo y lo ancho en que el pensamiento editorial ha demoverse. Robert Bringhurst, autor de un clsico instantneo que tom

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    un logotipo para la coleccin ms reciente hasta la poltica de devolucinde ejemplares defectuosos. Esto obliga a que los diversos departamentos ogerencias editorial, produccin, comercializacin, administracin act-en en sintona, no en respuesta a un perfeccionismo enfermizo sino comoconsecuencia de una clara conduccin de quienes estn a la cabeza,como consecuencia de saber por qu y para qu existe la editorial, qubusca hoy, maana y pasado maana, a quines sirve y cmo, asuntostodos ellos que son parte del abec de la planeacin estratgica y el mar-keting. El estilo editorial se manifiesta tambin, por lo tanto, en elensamblado de las diversas piezas que permiten funcionara la maquina-ria de publicacin: es el nexo entre los ideales que animan a la casa edi-tora y su manifestacin concreta. En su clsico y un tanto periclitado Laverdad sobre el negocio editorial, sir Stanley Unwin asegura que este espersonalsimo y en esto consiste uno de sus mayores atractivos; el ele-mento personal es uno de sus ms importantes factores. [] el gusto deleditor determina la seleccin de los originales destinados a la publica-cin; ejerce asimismo una influencia decisiva en el carcter del negocio.Ms an, Beatriz de Moura, la orgullosa creadora del sello Tusquets,comulga con la idea de que los editores, en particular los literarios, seexpresan a travs de las obras de terceros, pues no son, a fin de cuen-tas, sino viles impostores que cometen el delito grave de apropiarse dela ideas y de la mano maestra de otros para hacerse a s mismos, para

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  • como forma o tcnica, el estilo es uno de los miradores ms aptos paradescribir y comprender el quehacer del artista. Uno de los pensadoresque ms influencia ha ejercido en la definicin del estilo dentro de la his-toria del arte fue el lituano-estadounidense Meyer Shapiro, quien aspi-raba a que ese concepto sirviera no solo como identificador de un per-odo sino como herramienta de diagnstico. Shapiro afirma que porestilo se entiende la forma constante y a veces los elementos, cualida-des y expresin constantes del arte de un individuo o de un grupo.Ntese que al remitirnos a lo que permanece en el tiempo y no a lo quese expresa coyunturalmente en una obra, o en nuestro caso, en una obraque hayamos editado, la idea de estilo se vuelve abstracta, deja de seruna manifestacin concreta; cada editor debe elegir, a propsito y nocomo el clebre personaje molieriano que hablaba en prosa sin saberlo,los elementos, cualidades y expresin constantes que den identidad alproyecto editorial: las colecciones, los autores, los actos promocionales,el modo de comunicarse con la prensa o con los colegas. Y como, dicetambin Shapiro, el estilo es, sobre todo, un sistema de formas con unacualidad y un significado expresivo a travs del cual la personalidad delartista y la del grupo son visibles, podemos redondear nuestra renovadadefinicin de estilo editorial atribuyndole las cualidades de un sistema,es decir, de un todo organizado, cuyos elementos actan ordenadamen-te y producen algo ms que la mera suma de las partes. Tal vez en algoparecido pensaba Stendhal cuando asent que el estilo consiste en aadira un pensamiento dado todas las circunstancias calculadas para produ-cir todo el efecto que este pensamiento debera producir.

    En su autodescripcin, el manual de estilo de Chicago asegura quepretende ser la materializacin de diversas tradiciones, la cristalizacinde los usos, el fruto colectivo de las reflexiones de muchas mentes. Paralas editoriales con un pasado detrs, tal vez esta sentencia sirva de guapara depurar lo mejor de su historia y as reafirmar su estilo, su identi-dad editorial; para las que comienzan, tal vez sea necesario apoyarse enla enigmtica afirmacin del dieciochesco y polifactico conde de Buffony no es cosa menor calificarlo as pues fue naturalista, matemtico,bilogo, cosmlogo y escritor, quien crea que el estilo es el hombremismo. Ese es el final de este periplo: el estilo editorial, ahora tal vezsobrecargado de significados, es la editorial misma.

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    prestado el nombre de una obra ya citada aqu y que ver la luz muypronto en Libros sobre Libros, se apoy en la definicin benajaminea-na para afirmar que

    el estilo tipogrfico [es] el poder de moverse libremente a travs detodo el dominio de la tipografa y de funcionar en cada paso de unaforma que sea vital y llena de gracia en lugar de banal. Eso significaque la tipografa tiene que ser capaz de caminar por suelo familiar sindeslizarse hacia el lugar comn, la tipografa tiene que responder anuevas condiciones con soluciones innovadoras y la tipografa no debemolestar al lector con su propia originalidad en una bsqueda de hala-gos que la haga demasiado consciente de s misma.

    Los elementos del estilo tipogrfico, de donde hemos extrado esta cita,es un largo y manaco alegato en pro del buen uso de la tipografa en loslibros y me sirve adems de ejemplo de cmo la ya muy ancha nocin deestilo editorial puede acotarse a un universo menor, en este caso el de laadecuada composicin con caracteres de imprenta, en aras de que convi-va armoniosamente con los otros universos paralelos en que vive todoeditor.

    Este decurso hacia el arte de la tipografa me autoriza a entrar delleno en la ltima etapa de este proceso de ensanchamiento de lo quehemos de entender por estilo editorial, acaso la que para muchos lectorespareci obvia y natural cuando comenzamos este recorrido: la historiadel arte. Dos diccionarios de espritu opuesto, aunque ya no tanto,reconocen entre las primeras acepciones de estilo su condicin de ins-trumento para el estudio retrospectivo de la produccin artstica: porun lado, el Clave, hoy por hoy el mejor lexicn basado en el uso de lalengua, dice que es el conjunto de rasgos que distinguen y caracterizana un artista, a una obra o a un perodo artstico, y ejemplifica con lafrase los arcos ojivales son propios del estilo gtico, mientras que eltumbaburros de la academia considera que estilo es el carcter propioque da a sus obras un artista plstico o un msico (por cierto, es de lla-mar la atencin que el tan vilipendiado DRAE s sabe qu es un tumba-burros [1. m. fest. Mx. diccionario], si bien no lo reconoce como elpotente parachoques de los camiones, que es, casi me atrevo a afirmar,su origen etimolgico; y ya que estoy en un parntesis, no puedo dejarde sealar, con una gotita de sorna y a la vez como si hiciera una adver-tencia, que el estilo cumple una funcin botnica: es, de nuevo segn eldiccionario de los acadmicos, una columna pequea, hueca o espon-josa, existente en la mayora de las flores, que arranca del ovario y sos-tiene el estigma; ser entonces que el estilo editorial producir unestigma en toda casa editora?). Cualquiera que haya emprendido estu-dios en la historia de la creacin artstica sabe que, junto con nociones

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    To m s G r a n a d o s S a l i n a s es licenciado en MatemticasAplicadas por el Instituto Tecnolgico Autnomo de Mxico y curs la maestra

    en edicin de la Universidad de Guadalajara. Es autor de los libros de cuentos

    Pretextos para un velorio (1990) y Olvidos memorables (1996). Actualmente diri-

    ge las colecciones Libros sobre Libros, que publica materiales para los profe-

    sionales del mundo editorial, y QED, que publica obras de divulgacin de las

    matemticas.

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