leiber, fritz - fr1, espadas contra la muerte

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  • 8/13/2019 Leiber, Fritz - FR1, Espadas Contra La Muerte

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    ESP D SCONTR L

    MUERTE

    Fafhrd y el Ratonero Gris/2

    Fritz Leiber

  • 8/13/2019 Leiber, Fritz - FR1, Espadas Contra La Muerte

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    Ttulo original: Swords against deathTraduccin: Jordi Fibla 1968 by Fritz Leiber

    1985 Ediciones Martnez Roca S.A.Gran va 774 - BarcelonaISBN: 84-270-1012-5Edicin digital de UmbrielR6 10/02

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    1 - La maldicin del Crculo

    Un espadachn alto y otro bajito salieron por la Puerta del Pantano de Lankhmar y sedirigieron hacia el este por la carretera del Origen. Eran jvenes por la textura de su piel y

    su agilidad, y hombres por sus expresiones de profundo pesar y frrea determinacin.Los adormilados centinelas, protegidos por sus oscuras corazas de hierro, no lesinterrogaron. Slo locos o imbciles habran abandonado de buen grado la ciudad msgrande del mundo de Nehwon, sobre todo al alba y a pie. Adems, aquellos dos parecanen extremo peligrosos.

    Delante de ellos el cielo era de un rosa brillante, como el borde burbujeante de unagran copa de cristal llena de efervescente vino tinto para delicia de los dioses, mientrasque el resplandor rosado ms plido que se alzaba de all estaba tachonado al oeste conlas ltimas estrellas. Pero antes de que el sol pudiera trazar una franja escarlata sobre elhorizonte, una negra tormenta galopante lleg desde el norte al Mar Interior, una borrascamarina que se precipitaba contra la costa. Volvi a hacerse casi tan oscuro como si fuera

    de noche otra vez, excepto cuando el relmpago rasgaba el cielo y el trueno agitaba sugran escudo de hierro. El viento de la tormenta acarreaba el olor salobre del marmezclado con el atroz hedor de la marisma. Doblaba las verdes espadas de la hierbamarina y agitaba con violencia las ramas de los rboles y los arbustos espinosos. Lanegra agua de pantano subi una vara en el lado septentrional de la elevacin estrecha,serpenteante, llana en la parte superior, que era la carretera del Origen. Entonces cayuna lluvia persistente.

    Los dos espadachines no comentaron nada entre ellos ni alteraron sus movimientos,excepto para alzar sus hombros y rostros un poco e inclinar los ltimos hacia el norte,como si dieran la bienvenida a la tormenta limpiadora y estimulante, con la distraccin, porpequea que fuera, que aportaba a aquellos jvenes, aquejados de angustia y desazn.

    Alto Fafhrd! carraspe una voz profunda por encima del estruendo de los truenos,el rugido del viento y el batir de la lluvia.

    El espadachn alto gir bruscamente la cabeza hacia el sur.Chitn, Ratonero Gris!El espadachn bajito hizo lo mismo. Cerca de la carretera, en el lado sur, se alzaba

    sobre cinco postes una choza redonda, bastante grande. Los postes tenan que ser altos,pues por all la carretera del arrecife era elevada; no obstante, el suelo de la puerta baja yredondeada de la cabaa estaba a la altura de la cabeza del espadachn alto.

    Esto no era muy extrao, salvo que todos los hombres saban que nadie habitaba en elvenenoso Gran Pantano Salado, excepto gusanos gigantes, anguilas venenosas, cobras

    acuticas, plidas ratas de pantano, con las patas muy altas y delgadas y otras criaturasdel mismo jaez.Brillaron relmpagos azulados, revelando con gran claridad una figura encapuchada y

    agazapada dentro del bajo portal. Cada pliegue y vuelta de su atavo resalt tanclaramente como un grabado en hierro visto desde muy cerca.

    Pero la luz de los relmpagos no mostraba nada dentro de la capucha, sino slo unanegrura de tinta.

    Restallaron los truenos.Entonces, desde la capucha, la voz carrasposa recit los versos siguientes,

    martilleando las palabras spera y secamente, de modo que los versos ligeros seconvirtieron en un conjunto deprimente y lleno de predestinacin:

    Alto, espigado Fafhrd!Chitn, pequeo Ratonero!

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    Por qu os vais de la ciudadcon sus muchas maravillas?Sera una gran lstimaConsumir vuestros corazonesY desgastar las suelas de vuestro calzado,Recorriendo la tierra entera,

    Renunciando a todo jbilo,Antes de que saludis de nuevo a Lankhmar.Volved ahora, volved ahora, ahora!

    Cuando faltaba poco para que terminara esta cantinela, los espadachines se dieroncuenca de que no haban dejado de caminar a buen paso durante todo el rato, mientrasque la choza segua estando por delante de ellos, de modo que deban de caminar consus postes, o ms bien patas. Y ahora que se dieron cuenta de esto, pudieron veraquellos cinco delgados miembros de madera que oscilaban y se arrodillaban.

    Cuando la voz carrasposa pronunci aquel ltimo y estentreo ahora, Fafhrd sedetuvo. Lo mismo hicieron el Ratonero y la choza.

    Los dos espadachines se volvieron hacia el bajo portal, mirndolo fijamente.Al mismo tiempo, acompaado de un estruendo ensordecedor, cay a sus espaldas,

    muy cerca de ellos. La sacudida estremeci dolorosamente sus cuerpos e ilumin a lachoza y su morador con ms brillantez que la luz del da, pero aun as no pudieron vernada dentro de la capucha del extrao personaje.

    Si la capucha hubiera estado vaca, se habra visto con claridad la tela al fondo. Perono, slo haba aquel valo de negrura como el bano, que ni siquiera el resplandor delrayo poda iluminar.

    Tan poco afectado por este prodigio como por la violenta tormenta, Fafhrd grit endireccin al portal, y su voz reson dbilmente en sus odos conmocionados por el fragorde los truenos:

    Escchame, brujo, mago, nigromante o lo que seas! Jams en la vida volver aentrar en la execrable ciudad que me ha privado de mi nico amor, la incomparable einsustituible Mana, a quien llorar siempre y de cuya muerte indecible me sentir siempreculpable. El Gremio de los Ladrones la asesin porque robaba por su cuenta..., y nosotroshemos matado a los asesinos, aunque eso no nos ha beneficiado en absoluto.

    Del mismo modo, jams volver a poner los pies en Lankhmar intervino elRatonero Gris, en un tono que era como el sonido de una trompeta airada, la odiosametrpoli que me ha causado la horrible prdida de mi amada Ivrian, prdida como la queha sufrido Fafhrd y por una razn similar, y ha puesto sobre mis hombros una carga igualde afliccin y vergenza, que soportar eternamente, incluso despus de mi muerte.

    Una araa salina, del tamao de un plato grande, pas cerca de su oreja, en alas delviento, agitando sus patas gruesas y blancas, de palidez cadavrica, y gir ms all de lachoza, pero el Ratonero no se sobresalt lo ms mnimo y no hubo interrupcin alguna ensus palabras.

    Sabe, ser de negrura continu, espectro de la oscuridad, que matamos alrepugnante mago que asesin a nuestras amadas, as como a sus dos parientesroedores, y apaleamos y aterrorizamos a sus patronos en la Casa de los ladrones. Pero lavenganza est vaca, no puede devolver a los muertos, no puede mitigar ni un tomo deldolor y la culpa que sentiremos eternamente por nuestros amores.

    No puede, en efecto le secund sonoramente Fafhrd, pues estbamosborrachos cuando nuestras amadas murieron, y por eso no tenemos perdn. Hurtamos un

    pequeo tesoro en piedras preciosas a los ladrones del Gremio, pero perdimos las dosjoyas que no tenan precio ni posible comparacin. Y nunca jams regresaremos aLankhmar!

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    Ms all de la choza brill un relmpago y restall el trueno. La tormenta avanzabatierra adentro, al sur de la carretera.

    La capucha que contena oscuridad se ech hacia atrs un poco y lentamente se movide un lado a otro, una, dos, tres veces. La spera voz enton, ms dbilmente, porqueFafhrd y el Ratonero estaban an ensordecidos por aquel trueno tremendo:

    Nunca y eternamente no son para los hombres,Regresaris una y otra vez.

    Entonces la choza se movi tambin tierra adentro, con sus cinco patas largas ydelgadas. Se dio la vuelta, de modo que la fachada qued oculta a los dos jvenes, yaument su velocidad. Las patas se movan gilmente, como las de una cucaracha, ypronto se perdi entre la maraa de espinos y rboles.

    As concluy el primer encuentro del Ratonero y su camarada Fafhrd con Sheelba delRostro Sin Ojos.

    Ms tarde, aquel mismo da, los dos espadachines detuvieron a un mercader que noiba bastante protegido y se diriga a Lankhmar, despojndole de los dos mejores de sus

    cuatro caballos de tiro (pues robar era algo muy natural para ellos), y en estas pesadasmonturas salieron del Gran Pantano Salado y cruzaron el Reino Hundido hasta llegar a lasiniestra ciudad central de Ilthmar, con sus pequeas y traicioneras posadas y susinnumerables estatuas, bajorrelieves y otras representaciones de su dios en forma derata. All cambiaron sus corees caballos por camellos y pronto avanzaron bambolendosepor el desierto, siguiendo la costa oriental del Mar del Este color turquesa. Cruzaron el roTilth en la estacin seca y continuaron a travs de las arenas, en direccin a los ReinosOrientales, adonde ninguno de ellos haba viajado con anterioridad. Buscaban distraccinen lo extico y deseaban visitar primero Horborixen, ciudadela del Rey de Reyes y lasegunda ciudad, slo despus de Lankhmar, en tamao, antigedad y esplendor barroco.

    Durante los tres aos siguientes, los aos de Leviatn, la Roca y el Dragn, vagaronpor los cuatro puntos cardinales del mundo de Nehwon, tratando de olvidar sus primerosamores y sus primeras grandes culpas, sin conseguir ni una cosa ni otra. Se aventuraronms all de la mstica Tisilimilit, con sus chapiteles esbeltos y opalescentes, que siemprepareca como si acabaran de cristalizar en el cielo hmedo y perlino, hasta tierras queeran leyendas en Lankhmar e incluso en Horborixen. Una de estas leyendas, entremuchas otras, era la del esquelticamente mermado Imperio de Eevamarensee, un pastan decadente, tan avanzado en el futuro, que las ratas y los hombres son todos calvos yhasta los perros y gatos carecen de pelo.

    Cuando regresaban por una ruta septentrional a travs de las Grandes Estepas,estuvieron a punto de ser capturados y esclavizados por los crueles mingoles. En el

    Yermo Fro buscaron el Clan de la Nieve de Fafhrd, pero descubrieron que el ao anteriorhaban sido vencidos por una horda de Gnomos del Hielo, los cuales, segn serumoreaba, haban matado basca la ltima persona, lo cual, de ser cierto, significaba queFafhrd haba perdido a su madre, Mor, la novia a la que abandon, Mara, y sudescendencia, si es que haba tenido.

    Durante algn tiempo estuvieron al servicio de Lithquil, el Duque Loco de Ool Hrusp,ideando para l emocionantes duelos fingidos, asesinatos simulados y otrosentretenimientos. Luego avanzaron por la costa hacia el sur, a travs del Mar Exterior, abordo de un mercante de Sarheenmar, hasta el tropical Klesh, donde se aventuraron unpoco en los bordes de la jungla. Se dirigieron de nuevo al norte y rodearon el secretsimoQuarmall, aquel reino sombro, y llegaron a los lagos de Pleea que son la cabecera del ro

    Hlal. Llegaron a la ciudad de los mendigos, Tovilyis, donde el Ratonero Gris crea habernacido, pero no estaba seguro, y cuando abandonaron aquella humilde metrpolis noestaba ms seguro de ello. Cruzaron el Mar del Este en una barcaza para transporte de

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    grano, pasaron algn tiempo dedicndose a la prospeccin de oro en las Montaas de losMayores, pues sus ltimas gemas robadas las haban perdido haca tiempo en el juego ogastado en otras cosas. La bsqueda de oro se revel infructuosa, y entonces se pusieronen camino de nuevo hacia el Mar Interior e Ilthmar.

    Vivan del robo, el atraco, sus servicios como guardaespaldas, breves encargos comocorreos y agentes comisiones que siempre, o casi siempre, llevaban a cabo

    escrupulosamente y haciendo actuaciones: el Ratonero haca juegos malabares,prestidigitacin y bufonadas, mientras que Fafhrd, con su don de lenguas y suadiestramiento como Bardo Cantor, sobresala en las artes juglarescas y traduca lasleyendas de su glida patria a muchos idiomas. Jams trabajaban como cocineros,empleados, carpinteros, podadores de rboles o criados corrientes, y nunca, jams, seenrolaron como soldados mercenarios... Su servicio a Lithquil haba sido de unanaturaleza ms personal.

    Recibieron nuevas cicatrices y adquirieron otras habilidades, comprensiones ycompasiones, cinismos y secretos, una risa sutilmente burlona y un fro aplomo, como uncaparazn que encerraba hermticamente todas sus aflicciones y ocultaba casiconstantemente al brbaro que haba en Fafhrd y el chico de los bajos fondos que era el

    Ratonero. Se volvieron externamente alegres, despreocupados y simpticos, pero no lesabandon su pesar y su sentimiento de culpa; los espectros de Ivrian y Vlana acosabansu sueo y sus ensueos diurnos, por lo que tenan escasa relacin con otrasmuchachas, y la poca que tenan les causaba ms incomodidad que alegra. Sucamaradera se hizo ms firme que una roca, ms fuerte que el acero, pero todas susdems relaciones humanas eran huidizas. La melancola era su estado de nimo mscorriente, aunque solan ocultrselo mutuamente.

    Lleg el medioda del da del Ratn, en el mes del Len, el ao del Dragn. Estabanhaciendo la siesta en la frescura de una cueva, cerca de Ilthmar. En el exterior haca untrrido calor que horneaba el suelo y la escasa hierba marrn, pero all dentro latemperatura era muy agradable. Sus caballos, una yegua gris y un macho castrado decolor castao, estaban a la sombra a la entrada de la caverna. Fafhrd habainspeccionado someramente el lugar, por si haba serpientes, pero no descubri ninguna.Odiaba a los fros ofidios escamosos del sur, tan diferentes de las serpientes de sangrecaliente y provistas de pelaje del Yermo Fro. Se adentr un poco en el estrecho corredorrocoso que parta del fondo de la cueva, bajo la pequea montaa en la que se abra,pero regres cuando la falta de luz le impidi ver ms all y no haba encontrado nireptiles ni el final del corredor.

    Descansaron cmodamente sobre sus esteras sin desenrollar. No podan conciliar elsueo, por lo que se pusieron a charlar de cosas intrascendentes. Lentamente, ensucesivas etapas, esta conversacin se volvi seria. Finalmente, el Ratonero Gris resumi

    sus ltimos tres aos.Hemos recorrido el ancho mundo de cabo a rabo sin encontrar el olvido.No estoy de acuerdo replic Fafhrd. No la ltima parte, puesto que an estoy tan

    acosado por los fantasmas como t, pero no hemos cruzado el Mar Exterior ni buscado elgran continente que, segn la leyenda, se encuentra en el oeste.

    Creo que s lo hemos hecho adujo el Ratonero. No la primera parte. Estoy deacuerdo, pero, qu objeto tiene registrar el mar? Cuando fuimos al extremo oriental yllegamos a la orilla de aquel gran ocano, ensordecidos por su inmenso oleaje, creo queestbamos en la costa occidental del Mar Exterior, sin que hubiera entre Lankhmar ynosotros nada ms que agua embravecida.

    Qu gran ocano? inquiri Fafhrd. Y qu inmenso oleaje? Era un lago, un

    simple charco con algunas ondas en su superficie. Se poda ver perfectamente la orillaopuesta.

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    Entonces veas espejismos, amigo mo, y languidecas en uno de esos estados denimo en que todo Nehwon slo te parece una pequea burbuja que podras hacerestallar con el rasguo de una ua.

    Tal vez convino Fafhrd. Oh, qu cansado estoy de esta vida.Se oy una tosecita, apenas un carraspeo, en la oscuridad a sus espaldas, pero se les

    eriz el cabello, tan cercano e ntimo haba sido aquel leve sonido y tan indicador de

    inteligencia ms que de mera animalidad, pues era indudable su mesurada solicitud deatencin.Los dos jvenes volvieron sus cabezas al mismo tiempo y miraron la negra boca del

    corredor rocoso. Al cabo de un rato les pareci que podan ver unos dbiles resplandoresverdes que flotaban en la oscuridad y cambiaban perezosamente de posicin, como sietelucirnagas cernidas en el aire, pero con una luz ms firme y mucho ms difusa, como sicada lucirnaga llevara un manto constituido por varias capas de gasa.

    Entonces una voz melosa y untuosa, una voz de anciano, aunque aguda, como elsonido de una flauta trmula, habl desde el centro de aquellos mortecinos resplandores,y dijo:

    Oh, hijos mos, dejando de lado la cuestin de ese hipottico continente occidental,

    sobre el cual no tengo intencin de ilustraros, hay todava un lugar en Nehwon donde nohabis buscado el olvido de las muertes crueles de vuestras amadas.

    Y cul podra ser ese lugar? pregunt en voz baja el Ratonero, y tras un largomomento aadi con un leve tartamudeo: Quin eres?

    La ciudad de Lankhmar, hijos mos. Quien sea yo, aparte de vuestro padre espiritual,es un asunto privado.

    Hemos hecho un solemne juramento de no regresar jams a Lankhmar gru Fafhrdal cabo de un rato; habl con ronca voz contenida, un poco a la defensiva y quizs inclusointimidado.

    Los juramentos han de mantenerse hasta que se ha cumplido su finalidad respondi la voz aflautada. Toda imposicin se levanta al final, toda norma impuestapor uno mismo se deroga. De otro modo, el sentido del orden en la vida se convierte enuna limitacin al crecimiento. la disciplina encadena; la integridad esclaviza y hace mal.Habis aprendido lo que podis del mundo. Os habis graduado en el conocimiento deesa enorme parte de Nehwon. Ahora es necesario que hagis vuestros estudios deposgraduado en Lankhmar, la mejor universidad de la vida civilizada.

    No regresaremos a Lankhmar replicaron al unsono Fafhrd y el Ratonero.Los siete resplandores se desvanecieron. Tan dbilmente que los dos hombres apenas

    podan orlo aunque cada uno de ellos lo oy. La voz aflautada inquiri: Tenismiedo?. Entonces oyeron un ruido como de raspaduras en la roca, un sonido muy dbil,pero, de algn modo, pesado.

    As finaliz el primer encuentro de Fafhrd y su camarada con Ningauble de los SieteOjos.Al cabo de una docena de latidos de corazn, el Ratonero Gris desenvain su delgada

    espada, de brazo y medio de largo, Escalpelo, con la que estaba acostumbrado a vertersangre con precisin quirrgica, y blandiendo el arma de punta reluciente, entr en elcorredor rocoso. Caminaba pausadamente, con una comedida determinacin. Fafhrd fuetras l, manteniendo la punta de su espada Varita Gris, ms pesada pero quemanejaba con la mayor agilidad en combate, cerca del ptreo suelo y movindola de unlado a otro. Los siete resplandores, con sus perezosos balanceos y movimientos breves lehaban sugerido vivamente las cabezas de grandes cobras levantadas para atacar.Razon que las cobras de cueva, si exista tal especie, muy bien podran ser

    fosforescentes como anguilas abisales.Haban penetrado un poco ms en el flanco de la montaa de lo que haba ido Fafhrden su primera inspeccin la lentitud de su avance permita a sus ojos acomodarse mejor

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    a la oscuridad relativa, cuando con una ligera y sonora vibracin, Escalpelo toc rocavertical. Sin decir palabra, permanecieron donde estaban y su visin de la cueva mejorhasta el punto de que result evidente, sin necesidad de seguir probando con lasespadas, que el corredor terminaba donde ellos estaban, y no haba ningn agujero lobastante grande ni siquiera para permitir el deslizamiento de una serpiente habladora,para no hablar de un ser correctamente dotado de habla. El Ratonero empuj la pared y

    Fafhrd lanz su peso contra la roca en varios puntos, pero resisti como la ms puraentraa del monte. Tampoco les haba pasado por alto ningn camino lateral, ni siquierael ms estrecho, o cualquier hoyo o agujero en el techo, lo cual volvieron a comprobar alsalir.

    Regresaron junto a sus esteras de dormir. Los caballos seguan comiendo hierbamarrn a la entrada de la caverna. Entonces Fafhrd dijo de improviso:

    Lo que hemos odo, ha sido un eco.Cmo puede haber un eco sin una voz? pregunt el Ratonero con malhumorada

    impaciencia. Es como si tuviramos una cola sin gato. Quiero decir una cola viva.Una pequea serpiente de nieve se parece mucho a la cola en movimiento de un

    gato domstico blanco replic Fafhrd, imperturbable. S, y emite un grito agudo y

    trmulo, parecido a esa voz.Acaso ests sugiriendo...?Naturalmente que no. Como imagino que te ocurre a ti, supongo que haba una

    puerta en algn lugar de la roca, tan bien encajada que no hemos podido discernir lasjunturas. La omos cerrarse. Pero antes de eso, l... o ella, ellos, ello... pas a travs de laabertura.

    A qu viene entonces esa chchara de ecos y serpientes de nieve?Es bueno considerar todas las posibilidades.l... ella, etctera, nos llam hijos reflexion el Ratonero.Algunos dicen que la serpiente es la ms sabia, la ms vieja y hasta la madre de

    todos observ Fafhrd juiciosamente.Serpientes de nuevo! Bien, una cosa es cierta: todo el mundo dira que es una pura

    locura seguir el consejo de una serpiente, y no digamos siete.Con todo, l..., considera como si hubiera dicho los dems pronombres, tena

    bastante razn, Ratonero. A pesar del indeterminado continente occidental, hemosviajado por todo Nehwon, dando vueltas y ms vueltas en el sentido de una tela de araa.Qu nos queda salvo Lankhmar?

    Malditos sean tus pronombres! Juramos que no regresaramos jams. Te hasolvidado de eso, Fafhrd?

    No, pero me muero de aburrimiento. Muchas veces he jurado que no volvera abeber vino.

    En Lankhmar me morira de asfixia! Sus humores diurnos, sus nieblas nocturnas, susuciedad.En este momento, Ratonero, poco me importa vivir o morir, y dnde, cundo o cmo.Ahora adverbios y conjunciones! Bah, lo que necesitas es un trago!Buscamos un olvido ms profundo. Dicen que para darle el reposo a un alma en

    pena, hay que ir al lugar donde muri.S, y as te obsesionars ms!No podra obsesionarme ms de lo que ya estoy.Dejar que una serpiente nos avergence preguntndonos si tenemos miedo!Lo tenemos, quiz?Y as continu la discusin, con el previsible resultado final de que Fafhrd y el Ratonero

    galoparon ms all de Ilthmar hasta un trecho de costa rocosa que era un precipicio bajocuriosamente excoriado, y all aguardaron un da y una noche a que, con anmalasconvulsiones acuosas, emergiera el Reino Hundido de las aguas donde convergan el Mar

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    del Este y el Mar Interior. Rpida y cautelosamente cruzaron la humeante extensin depedernal, pues haca un da clido y soleado, y volvieron a cabalgar por la carretera delOrigen, pero esta vez de regreso a Lankhmar.

    Distantes tormentas gemelas rugan a cada lado, al norte, sobre el Mar Interior, y al sur,por encima del Gran Pantano Salado, a medida que se aproximaban a aquella ciudadmonstruosa con sus torres, chapiteles y santuarios, y la gran muralla almenada emerga

    de su enorme y habitual capa de humo, algo silueteada por la luz del sol poniente, al quela niebla y el humo convertan en un disco de plata apagada.Una vez el Ratonero y Fafhrd creyeron ver una masa redondeada, de suelo plano,

    sobre unas patas altas e invisibles que se mova entre los rboles, y oyeron dbilmenteuna voz spera que deca: Oslo dije, os lo dije, os lo dije, pero tanto la embrujadacabaa de Sheelba, como su voz, si es que eran tales, permanecieron distantes como lastormentas.

    De este modo Fafhrd y el Ratonero Gris revocaron sus juramentos a la ciudad quedespreciaban, pero que, al mismo tiempo, aoraban. No encontraron all el olvido, lasalmas en pena de Ivrian y Vlana no tuvieron reposo, y no obstante, quiz tan slo por elpaso del tiempo, los dos hombres se sintieron menos turbados por los fantasmas de sus

    amadas. Tampoco volvieron a encenderse sus odios, como el que sentan hacia elGremio de los Ladrones, sino que ms bien se extinguieron. Y, en cualquier caso,Lankhmar no les pareci peor que cualquier otro lugar de Nehwon y s ms interesanteque la mayora. As pues, permanecieron all un perodo de tiempo, haciendo nuevamentede la ciudad el cuartel general de sus aventuras.

    2 - Las joyas en el bosque

    Era el ao del Gigante, mes del Erizo, da del Sapo. Un sol clido de fines del veranodescenda hacia el crepsculo sobre la sombra y frtil tierra de Lankhmar. Loscampesinos que trabajaban en los interminables campos de cereales se detenan unmomento, alzaban sus rostros manchados de tierra y observaban que pronto llegara elmomento de comenzar tareas menores. Las reses que pastaban en las rastrojerasempezaron a moverse en la direccin general de sus establos. Sudorosos mercaderes ytenderos decidieron esperar un poco ms antes de gozar de los placeres del bao.Ladrones y astrlogos se agitaban inquietos en sus sueos, percibiendo que las horas dela noche y el trabajo se aproximaban.

    En el lmite ms meridional de la tierra de Lankhmar, a un da de viaje a ua de caballo,ms all del pueblo de Soreev, donde los campos de cereales ceden el paso a ondulantesbosques de arces y robles, dos caballeros trotaban pausadamente a lo largo de un

    estrecho y polvoriento camino. Ofrecan un agudo contraste. El ms alto vesta una tnicade lino sin blanquear, sujeta ceidamente a la cintura por medio de un cinturn muyancho. Un pliegue del manto de lino, enrollado a su cabeza, la protega del sol. Una largaespada con pomo dorado en forma de granada se meca a su costado. Por detrs de suhombro derecho sobresala una aliaba de flechas. Enfundado a medias en un saco quependa de la silla de montar haba un arco de madera de tejo destensado. Los grandes ymagros msculos del jinete, su piel blanca, su cabello cobrizo y sus ojos verdes, y, porencima de todo, su expresin apacible pero indomable, todo ello apuntaba a suprocedencia de una tierra ms fra, spera y brbara que Lankhmar.

    Si todo en el hombre ms alto sugera el origen agreste, el aspecto general del hombrems bajo y su estatura era considerablemente inferior era el de un habitante de la

    ciudad. Su rostro moreno era el de un bufn. Los ojos negros y brillantes, la nariz chata ylas lneas alrededor de la boca que le daban un rictus irnico. Tena manos deprestidigitador. Algo en su constitucin delgada pero fuerte revelaba una competencia

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    excepcional en las peleas callejeras y las reyertas de taberna Vesta de la cabeza a lospies con prendas de seda gris, suaves y curiosamente holgadas. Su delgada espada,protegida por una vaina de piel de ratn, se curvaba ligeramente hacia la punta De sucinto colgaba una honda y una bolsa con proyectiles.

    A pesar de sus muchas diferencias, no haba duda de que los dos hombres erancamaradas, que estaban unidos por un vnculo de sutil entendimiento mutuo, en cuyo

    entramado haba melancola, humor y muchas otra hebras. El ms pequeo cabalgaba enuna yegua gris pinta; el ms alto, en un caballo castrado zaino.Se estaban aproximando a un lugar donde el estrecho camino llegaba al extremo de

    una elevacin, se curvaba ligeramente y descenda serpenteando al valle siguiente.Verdes muros de hojas se apretujaban a cada lado. El calor era considerable, pero noopresivo. Haca pensar en stiros y centauros dormitando en vallecitos ocultos.

    Entonces la yegua gris, que iba algo adelantada, relinch. El hombre ms pequeosujet con ms fuerza las riendas, y sus ojos negros dirigieron rpidas y vigilantesmiradas, primero a un lado del camino y luego al otro. Se oa un dbil sonido, como demadera raspando sobre madera.

    Sin previo aviso, los dos hombres se agacharon, aferrndose al arns lateral de sus

    monturas. Simultneamente se oy la musical vibracin de unos arcos, como el preludiode algn concierto en el bosque, y varias flechas silbaron airadas y pasaron por losespacios que los jinetes ocupaban un momento antes. Las cabalgaduras tomaron la curvay galoparon como el viento, sus cascos levantando grandes polvaredas.

    Brotaron a sus espaldas gritos excitados y respuestas, al tiempo que sus perseguidoresiban tras ellos. Al parecer, eran siete u ocho los hombres que haban tendido laemboscada, truhanes achaparrados y fornidos que llevaban coca de malla y cascos deacero. Antes de que la yegua y el zaino estuvieran a tiro de piedra camino abajo, fueronrebasados por sus perseguidores, un caballo negro delante y un jinete de barba negra ensegundo lugar.

    Pero los perseguidos no perdieron el tiempo. El hombre ms alto se irgui en losestribos y extrajo el arco de tejo. Con la mano izquierda lo dobl contra el estribo, y con laderecha coloc la lazada superior de la cuerda en su lugar. Luego su mano izquierda sedesliz por el arco hasta la empuadura, mientras la izquierda se mova gilmente paraextraer una flecha de la aljaba. Todava guiando a su montura con las rodillas, se irguian ms y gir en su silla para disparar un dardo provisto de plumas de guila. Entretanto, su camarada haba colocado una pequea bola de plomo en su honda, la cual hizogirar dos veces por encima de su cabeza, de modo que zumb con estridencia, y solt elproyectil.

    Flecha y proyectil volaron y golpearon a la vez. La primera atraves el hombro deljinete que iba en cabeza, y el otro alcanz al segundo en su casco de acero y lo derrib

    de la silla Los perseguidores se detuvieron bruscamente, en una maraa de caballos quecabeceaban y se encabritaban. Los hombres que haban causado esta confusin sedetuvieron en la siguiente curva del camino y se volvieron para mirar.

    Por el Erizo lijo el ms pequeo, sonriendo maliciosamente. Pero lo pensarndos veces antes de volver a tender emboscadas!

    Zafios imbciles dijo el ms alto. Ni siquiera han aprendido a disparar desde lasilla de montar? Te lo digo, Ratonero Gris, slo un brbaro puede manejar a su caballoadecuadamente.

    Excepto yo y unos pocos ms replic el que tena el felino sobrenombre deRatonero Gris. Pero mira, Fafhrd, los bandidos se retiran llevndose a sus heridos, yuno galopa muy por delante. Vaya, le he abollado la mollera al de la barba negra. Cuelga

    de su penco como un saco de harina. Si hubiera sabido quines somos, no se habralanzado tan alegremente a la persecucin.

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    Haba cierta verdad en esta jactancia. Los nombres del Ratonero Gris y del nrdicoFafhrd no eran desconocidos en las tierras alrededor de Lankhmar, ni tampoco en estaorgullosa ciudad. Su gusto por las extraas aventuras, sus misteriosas idas y venidas y sucurioso sentido del humor eran cosas que dejaban perplejos a casi todos los hombres porigual.

    Bruscamente, Fafhrd destens su arco y se volvi hacia delante en su silla.

    Este debe de ser el mismo valle que estamos buscando dijo. Mira, hay doscolinas, cada una con dos morones muy prximos, a los que hacen referencia losdocumentos. Echemos otro vistazo, para cerciorarnos.

    El Ratonero Gris meti la mano en su amplia bolsa de cuero y extrajo una gruesa hojade vitela, antigua y de un curioso color verduzco. Tres de sus bordes estaban rados ydesgastados; el cuarto mostraba un corte limpio y reciente. Esta hoja contena losintrincados jeroglficos de la escritura lankhamariana, trazados con tinta negra de calamar.Pero el Ratonero no dirigi su atencin a estos jeroglficos, sino a unas lneas difuminadasde diminuta escritura roja en el margen, las cuales ley:

    Que los reyes llenen hasta el techo sus cmaras de los tesoros, y que los mercaderes

    hagan reventar sus stanos a causa de las monedas acaparadas en ellos, y que losnecios les envidien. Yo tengo un tesoro que supera en valor a los suyos. Un diamante tangrande como el crneo de un hombre. Doce rubes, cada uno de ellos tan grande como elcrneo de un gato. Diecisiete esmeraldas, cada una tan grande como el crneo de untopo. Y ciertas varitas de cristal y barras de oricalco. Que los grandes seores sepavoneen adornados con joyas y las reinas se carguen de gemas y los necios las adoren.Tengo un tesoro que durar ms que los suyos. Le he construido una cmara paraalbergarlo en el lejano bosque meridional, donde las dos colinas tienen jorobas dobles,como camellos dormidos, a un da de viaje a caballo ms all del pueblo de Soreev.

    Una gran casa del tesoro con una torre alta, apropiada pata morada de un rey, aunqueningn rey puede morar all. Inmediatamente debajo de la piedra angular de la bvedacentral se halla mi tesoro, eterno como las estrellas resplandecientes. Durar ms que yoy que mi nombre, yo, Urgaan de Angarngi. Es mi asidero en el futuro. Que los necios lobusquen. No lo encontrarn. Pues aunque mi casa del tesoro est vaca como el aire, sinninguna criatura mortfera en madriguera rocosa, ni centinela apostado en el exterior, nipozo, veneno, trampa o cepo, todo el lugar desnudo de arriba abajo, sin un pelo dedemonio o ser infernal, sin ninguna serpiente de letales colmillos, pero bella, sin crneocon ojos mortales de mirada feroz..., no obstante he dejado un guardin all. Que losprudentes lean este enigma y desistan.

    Ese hombre tiene una notable inclinacin por los crneos musit el Ratonero.

    Debe de haber sido sepulturero o nigromante.O quizs arquitecto observ Fafhrd, pensativo, en los tiempos antiguos, cuandolas imgenes grabadas de crneos de hombres y animales servan para adornar lostemplos.

    Tal vez convino el Ratonero. Desde luego, la escritura y la tinta son bastanteviejos. Por lo menos se remontan al siglo de las Guerras con el Este... Cinco largas vidashumanas.

    El Ratonero era un diestro falsificador, tanto de caligrafa como de objetos artsticos.Saba de qu estaba hablando.

    Satisfechos por hallarse cerca del objetivo de su bsqueda, los dos camaradas mirarona travs de una brecha en el follaje, en direccin al valle. ste tena la forma de una vaina,

    hueco, largo y estrecho. Lo estaban contemplando desde uno de los extremos estrechos.Las dos colinas con sus montecillos peculiares formaban los largos lados. El conjunto delvalle verdeaba con el frondoso follaje de arces y robles, con excepcin de un pequeo

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    claro hacia el centro. El Ratonero pens que aquel deba de ser el terreno circundante deuna casa de campo.

    Ms all de la brecha pudo distinguir algo oscuro y ms o menos cuadrado que sealzaba un poco por encima de las copas de los rboles. Llam la atencin de sucompaero, pero no pudieron decidir si aquello era una torre como la mencionada en eldocumento, o slo una sombra peculiar, o quizs incluso el tronco muerto y sin ramas de

    un roble gigantesco. Estaba demasiado lejos.Casi ha transcurrido suficiente tiempo dijo Fafhrd tras una pausa para quealguno de esos bandidos se haya deslizado sigilosamente por el bosque para atacarnosde nuevo. La noche est cerca.

    Dieron instrucciones a sus caballos y siguieron adelante con lentitud. Procuraban nodesviar la vista de aquel objeto que pareca una torre, pero como estaban descendiendo,muy pronto desapareci de su campo visual, bajo las copas de los rboles. Ya no tendranocasin de verlo hasta que estuvieran muy cerca.

    El Ratonero experimentaba una excitacin contenida Pronto descubriran si estaban enla pista de un tesoro o no. Un diamante tan grande como un crneo de hombre...,rubes..., esmeraldas... Senta un placer casi nostlgico en prolongar y saborear

    plenamente esta ltima y tranquila etapa de su indagacin. La emboscada reciente habaservido como un condimento necesario.

    Pens en cmo haba desgarrado aquella pgina de vitela, que tan interesante pareca,del antiguo libro sobre arquitectura que reposaba en la biblioteca del rapaz y arroganteseor de Rannarsh; en cmo, medio en broma, haba buscado e interrogado a variosbuhoneros del sur; en cmo haba encontrado uno que recientemente haba pasado porun pueblo llamado Soreev; en cmo aquel hombre le haba hablado de una estructura depiedra en el bosque, al sur de Soreev, a la que los campesinos denominaban Casa deAngarngi y consideraban que estaba vaca desde mucho tiempo atrs. El buhonero habavisto una alta torre que se elevaba por encima de los rboles. El Ratonero record elrostro enjuto y astuto del hombre y ri entre dientes. Y aquel recuerdo le evoc el rostrocetrino del avariento seor de Rannarsh, y una nueva idea acudi a su mente.

    Fafhrd erijo a su compaero, esos bandidos a los que hemos puesto pies enpolvorosa... Quines crees que eran?

    El nrdico emiti un jocoso y despectivo gruido.Rufianes corrientes y molientes. Atracadores de gordos mercaderes. Bravucones de

    dehesa. Bandidos palurdos!Sin embargo, todos iban bien armados, y armados como... como si estuvieran al

    servicio de algn hombre rico. Y aquel que pas cabalgando por nuestro lado... Notendra prisa quiz por informar del fracaso a su amo?

    Cul es tu idea?

    El Ratonero tard un momento en responder.Estaba pensando que ese seor de Rannarsh es un hombre rico y codicioso, quebabea al pensar en joyas. Y me preguntaba si alguna vez habra ledo esas lneasborrosas en tinta roja y sacara copia de ellas, y si mi robo del original pudo haberaguzado su inters.

    El nrdico mene la cabeza.Lo dudo. Eres demasiado sutil. Pero si as fuera, y si trata de rivalizar con nosotros

    en la bsqueda de este tesoro, ser mejor que piense dos veces cada paso que va adar... y elija servidores capaces de luchar a lomo de caballo.

    Avanzaban tan lentamente que los cascos de la yegua y el zaino apenas agitaban elpolvo. Una emboscada bien preparada podra sorprenderles, pero no un hombre o caballo

    en movimiento. El estrecho camino serpenteaba de un modo que pareca carente definalidad. Las hojas les rozaban el rostro, y en ocasiones tenan que apartar sus cuerpospara evitar las ramas que invadan la senda. El aroma maduro del bosque a fines del

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    verano era ms intenso ahora que estaban por debajo del borde del valle. Se mezclabancon l los olores de las bayas silvestres y los arbustos aromticos. Las sombras sealargaban imperceptiblemente.

    Hay nueve de diez posibilidades murmur el Ratonero distradamente de queesa cmara del tesoro de Urgaan de Angarngi haya sido saqueada hace siglos, porhombres cuyos cuerpos son ya polvo.

    Es posible convino Fafhrd. Al contrario que los hombres, los rubes y lasesmeraldas no reposan tranquilamente en sus tumbas.Esta posibilidad, que haban comentado varias veces hasta entonces, no les turb

    ahora ni les hizo sentirse impacientes. Ms bien imparti a su bsqueda la placenteramelancola de una ltima esperanza. Aspiraron el aire puro y dejaron que los caballospacieran a sus anchas con las abundantes hojas. Un grajo lanz un agudo grito desde lacopa de un rbol, y en el interior del bosque un tordo emita su canto semejante almaullido de un gato. Los agudos trinos de las aves se imponan al constante zumbido delos insectos. La noche estaba prxima Los rayos casi horizontales del sol doraban lascopas de los rboles. Entonces los odos de Fafhrd captaron el hueco mugido de unavaca.

    Unas pocas curvas ms les llevaron al claro que haban atisbado. De acuerdo con susuposicin, result contener una casita de campo, una bonita casa de madera de alerosbajos, cuyas tablas mostraban los efectos del clima, situada en medio de un campo decereal. A un lado haba una parcela de habichuelas; al otro, un montn de madera quecasi empequeeca la casa. Delante de sta se hallaba un viejo delgado y membrudo, depiel tan marrn como la tnica casera que vesta. Era evidente que acababa de or a loscaballos y se haba vuelto para mirar.

    Hola, buen hombre dijo el Ratonero. Hace un buen da para estar afuera y tenisuna buena casa.

    El campesino consider estas afirmaciones y luego las refrend moviendo la cabeza.Somos dos viajeros fatigados continu el Ratonero.De nuevo el campesino asinti gravemente.Nos darais alojamiento por esta noche a cambio de dos monedas de plata?El campesino se frot el mentn y luego alz tres dedos.Muy bien, tendris las tres monedas de plata dijo el Ratonero, bajando de su

    caballo.Fafhrd le sigui al momento.Slo despus de haberle dado al viejo una moneda para cerrar el trato, el Ratonero le

    pregunt de manera despreocupada:No hay un lugar antiguo y desierto cerca de vuestra casa llamado la Casa de

    Angarngi?

    El campesino asinti.Cmo es?El hombre se encogi de hombros.No lo sabis?El campesino mene la cabeza.Pero, no habis visto nunca ese lugar?En la voz del Ratonero haba una nota de perplejidad que no se molest en ocultar.La respuesta fue otro movimiento de cabeza.Pero slo est a pocos minutos de donde vivs, buen hombre, no es cierto?El campesino asinti tranquilamente, como si nada de todo aquello fuera sorprendente

    en lo ms mnimo.

    Un joven musculoso, que haba salido por detrs de la casa para hacerse cargo de suscaballos, les ofreci una sugerencia:Podis ver la torre desde el otro lado de la casa. Yo os la indicar.

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    Entonces el viejo demostr que no era mudo, diciendo con una voz seca, inexpresiva:Adelante, miradla cuanto queris.Y acto seguido entr en la casa. Fafhrd y el Ratonero tuvieron un vislumbre de un nio

    que se asomaba a la puerta, una anciana que remova una perola y alguien encorvado enuna gran silla, ante un parco fuego.

    La parte superior de la torre apenas era visible a travs de una brecha entre los

    rboles. Los ltimos rayos del sol la envolvan en una tonalidad roja oscura Pareca estara cuatro o cinco tiros de arco. Y entonces, mientras la contemplaban, el sol se ocult trasella y se convirti en un cuadrado de piedra negra sin rasgos caractersticos.

    Desde luego, es una construccin vieja explic el joven vagamente. He andadoa su alrededor. Mi padre nunca se ha molestado en mirarla.

    Has estado dentro? inquiri el Ratonero.El joven se rasc la cabeza.No. Slo es un sitio antiguo. No sirve para nada.Habr un crepsculo bastante largo dijo Fafhrd, sus grandes ojos verdes atrados

    por la torre como si fuera un imn. Lo bastante largo para que podamos verla ms decerca.

    Os mostrara el camino dijo el joven, pero tengo que ir a sacar agua del pozo.No importa replic Fafhrd. Cundo cenis?Cuando aparecen las primeras estrellas.Dejaron sus caballos al campesino y se internaron caminando en el bosque. En

    seguida se hizo mucho ms oscuro, como si el crepsculo, en vez de empezar, casiestuviera terminando. La vegetacin era ms espesa de lo que haban previsto. Habaplantas trepadoras y espinos que era necesario esquivar. En lo alto aparecan ydesaparecan irregulares fragmentos de cielo plido.

    El Ratonero dej que Fafhrd fuese delante. Tena la mente ocupada en una especie demisteriosa ensoacin acerca de los campesinos. Estimulaba su fantasa pensar en cmohabran pasado impasibles sus trabajosas vidas, generacin tras generacin, slo a pocospasos del que podra ser uno de los mayores tesoros del mundo. Pareca increble.Cmo poda alguien dormir tan cerca de las joyas y no soar con ellas? Peroprobablemente ellos nunca soaban.

    As pues, el Ratonero Gris fue consciente de pocas cosas durante el recorrido por elbosque, salvo que Fafhrd pareca tardar un tiempo demasiado largo en llegar a suobjetivo, lo cual era extrao, ya que el brbaro era un hombre que se encontraba a susanchas en los bosques.

    Por fin una sombra ms profunda y slida emergi por encima de los rboles, y unmomento despus se encontraron en el margen de un pequeo claro, sembrado depiedras, la mayor parte del cual estaba ocupado por la voluminosa estructura que

    buscaban. De sbito, antes incluso de que su mirada abarcara los detalles del lugar, uncentenar de insignificantes perturbaciones asaltaron la mente del Ratonero. No estabancometiendo un error al dejar sus caballos en poder de aquellos extraos campesinos?No podra ser que aquellos bandidos les hubieran seguido hasta la casa de campo? Noera aquel el da del Sapo, un da desafortunado para entrar en casas deshabitadas? Nodeberan haberse llevado una lanza corta, por si se encontraban con un leopardo? Y noera un chotacabras el ave a la que haba odo gritar a mano izquierda, lo cual era un malaugurio?

    La casa del tesoro de Urgaan de Angarngi era una estructura peculiar. Su caractersticaprincipal era una cpula grande y baja, la cual descansaba sobre unas paredes queformaban un octgono. Delante, y fundindose con ella, haba dos cpulas menores.

    Entre ellas se abra una gran puerta cuadrada. La torre se alzaba asimtricamente desdela parte posterior de la cpula principal. La mirada del Ratonero se apresur a buscar, a laluz cada vez ms crepuscular, la causa de la notable peculiaridad de la estructura, y

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    decidi que radicaba en su simplicidad absoluta. No haba columnas, cornisassobresalientes, frisos ni adornos arquitectnicos de ninguna clase, embellecidos concrneos o no. Con excepcin del portal y algunas ventanas diminutas en lugaresinesperados, la Casa de Angarngi era una masa compacta de piedras uniformes grisoscuro, muy bien ensambladas.

    Pero ahora Fafhrd suba por el corto tramo de escalones en forma de gradas que

    conducan a la puerta abierta, y el Ratonero le sigui, aunque le hubiera gustado echar unvistazo ms detenido a los alrededores. A cada paso que daba senta crecer en su interioruna extraa renuencia. Su estado de nimo anterior, de placentera expectacin, sedesvaneci de un modo tan repentino como si hubiera pisado arenas movedizas. Lepareci que la negra puerta bostezaba como si fuera una boca desdentada. Y entonces lerecorri un ligero escalofro, pues vio que la boca tena un diente..., algo de un blancoespectral que sobresala del suelo. Fafhrd tenda la mano hacia el objeto.

    Me pregunto de quin ser este crneo dijo el nrdico con calma.El Ratonero contempl el crneo y los huesos y fragmentos seos desparramados a su

    lado. La sensacin de inquietud avanzaba rpidamente hacia su apogeo, y tena ladesagradable conviccin de que, una vez llegara a un punto culminante, ocurrira algo.

    Cul era la respuesta a la pregunta de Fafhrd? Qu clase de muerte haba tenido elintruso anterior? El interior de la casa del tesoro estaba muy oscuro. No mencionaba elmanuscrito algo acerca de un guardin? Era difcil pensar en un guardin de carne yhueso que estuviera en su sitio durante trescientos aos, pero haba cosas que eraninmortales o casi inmortales. Se daba cuenta de que a Fafhrd no le afectaba en absolutoninguna inquietud premonitoria y era capaz de iniciar la bsqueda inmediata del tesoro.Era preciso evitarlo a toda costa. Record que el nrdico odiaba a las serpientes.

    Esta piedra hmeda y fra... observ en tono despreocupado. Es el lugar idneopara que aniden serpientes escamosas de sangre fra.

    Nada de eso replic Fafhrd, irritado. Estoy seguro de que no hay una solaserpiente en el interior. La nota de Urgaan deca: Ninguna criatura mortfera enmadriguera rocosa, y para postres: Ninguna serpiente de colmillos letales pero bella.

    No estoy pensando en serpientes guardianas que Urgaan pueda haber dejado aquexplic el Ratonero, sino en reptiles que quizs hayan entrado por la noche. Delmismo modo que el crneo que sostienes no es uno que haya dejado ah Urgaan, conojos mortales de mirada feroz, sino simplemente el estuche cerebral de algndesgraciado viajero que muri aqu por casualidad.

    No s dijo Fafhrd, mirando sosegadamente el crneo.Sus rbitas podran tener un brillo fosforescente en la oscuridad absoluta.Un instante despus convino en que haran bien en posponer la bsqueda hasta que

    llegara la luz del da, puesto que ya haban localizado la casa del tesoro. Dej

    cuidadosamente el crneo donde lo haba encontrado.Al internarse de nuevo en el bosque, el Ratonero oy una vocecita interior que lesusurraba: justo a tiempo. justo a tiempo. Entonces la sensacin de inquietuddesapareci con tanta rapidez como le haba sobrevenido, y empez a sentirse un pocoridculo. Esto le llev a entonar una balada obscena de su invencin, cuya letraridiculizaba groseramente a los demonios y otros agentes sobrenaturales. Fafhrd lesecundaba de buen humor en el estribillo.

    Cuando llegaron a la casa de campo, la oscuridad no era tan profunda como habanesperado. Fueron a ver sus caballos, constataron que los haban atendido bien yentonces se pusieron a comer el sabroso yantar de alubias, potaje y hierbas aromticasque les sirvi la esposa del campesino en cuencos de madera. En unas copas de roble

    minuciosamente talladas les sirvieron leche fresca para hacerlo bajar todo. La comida erasatisfactoria y el interior de la casa pulcro y limpio, a pesar del suelo de tierra con sus

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    se escabulla a lo largo de una rama. Un par de ardillas listadas se escondieron debajo deun arbusto lleno de bayas rojas. Lo que la tarde anterior haba sido sombra, era ahora unaesplndida variedad de verdor. Los dos aventureros avanzaron sin hacer ruido.

    Apenas haban recorrido la distancia de un tiro de flecha en el interior del bosque,cuando oyeron un ruido ligero a sus espaldas. El sonido se aproxim con rapidez y, desbito, apareci ante ellos la muchacha campesina. Estaba sin aliento y tranquila, con una

    mano apoyada en el tronco de un rbol y la otra presionando unas hojas, preparada parahuir al primer movimiento repentino. Fafhrd y el Ratonero se quedaron inmviles, tanasombrados como si ella fuera una cierva o una ninfa del bosque. Finalmente lamuchacha logr superar su timidez y habl.

    Vais ah? inquiri, sealando la direccin de la casa del tesoro con un gesto decabeza rpido.

    La expresin de sus ojos oscuros era seria.S, vamos ah respondi Fafhrd, sonriendo.No lo hagis erijo ella, al tiempo que mova negativamente la cabeza.Pero, por qu no habramos de hacerlo, muchacha?La voz de Fafhrd era gentil y sonora, como una pacte integral del bosque. Pareca tocar

    algn resorte en el interior de la muchacha que le haca sentirse ms tranquila. Aspirhondo y explic:

    Porque yo la observo desde el borde del bosque, pero nunca me acerco. Nunca,nunca, nunca Me digo a m misma que hay ah un crculo mgico que no debo cruzar. Yme digo que dentro hay un gigante..., un gigante extrao y temible. Ahora las palabrasfluan rpidamente, como un arroyo al que no contiene ningn dique. Es todo gris, comola piedra de esa casa. Todo gris..., el pelo, los ojos y las uas tambin. Y tiene un garrotede piedra tan grande como un rbol. Y es grande, ms grande que t, el doble de grande.Al decir esto sealaba a Fafhrd con la cabeza. Y con su garrote mata, mata, mata Peroslo si uno se acerca. Casi todos los das hago un juego con l. Finjo que voy a cruzar elcrculo mgico. Y l observa desde el interior, donde yo no puedo verlo, y l piensa quevoy a cruzar. Y bailo por el bosque alrededor de la casa, y l me sigue, asomndose a lasventanitas. Y yo me acerco ms y ms al circulo cada vez ms cerca. Pero nunca locruzo. Y l se enfada mucho y hace rechinar los dientes, como piedras que raspan a otraspiedras, de modo que la casa se agita. Y yo corro, corro, corro y me alejo. Pero vosotrosno debis entrar. Oh, no debis.

    Hizo una pausa, como si estuviera asombrada de su propio atrevimiento. Tena lamirada ansiosamente fija en Fafhrd. Pareca como si se sintiera atrada hacia l.

    En la respuesta del nrdico no hubo ningn matiz de burlona condescendencia.Pero nunca has visto realmente al gigante gris, no es cierto?Oh, no. Es demasiado astuto. Pero me digo a m misma que debe de estar ah

    dentro. S que est dentro. Y eso es lo mismo, no? El abuelo conoce su existencia.Solamos hablar de l cuando yo era pequea, y el abuelo le llama la bestia. Pero losdems se ren de m, por lo que no se lo digo.

    Sonriendo para sus adentros, el Ratonero se dijo que aquella era otra asombrosaparadoja campesina. La imaginacin era algo tan raro entre ellos, que aquella muchachatomaba sin vacilar lo imaginado por lo real.

    Note preocupes por nosotros, muchacha Estaremos ojo avizor, precavidos contra tugigante gris empez a decir, pero tuvo menos xito que Fafhrd en mantener el tono desu voz completamente natural, o tal vez la cadencia de sus palabras no reson tan bienen el mbito del bosque.

    La muchacha les hizo otra advertencia.

    No entris, oh, no, por favor.Y, dicho esto, dio media vuelta y se alej corriendo.

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    Los dos aventureros se miraron y sonrieron. De algn modo el inesperado cuento dehadas con su ogro convencional y su narradora encantadoramente ingenuaincrementaban la delicia de la fresca maana. Sin hacer ningn comentario, reanudaronsu lento avance. E hicieron bien en mantener la cautela, pues, cuando estaban a tiro depiedra del claro, oyeron unas voces bajas que parecan discutir. Al instante ocultaron elpico, la palanca y el mazo bajo unos arbustos, y siguieron avanzando con todo sigilo,

    aprovechndose de la cobertura natural y vigilando dnde ponan los pies.En el borde del claro haba media docena de hombres robustos, ataviados con cota demalla, arcos a la espalda y espadas cortas a los costados. Los reconocieron de inmediatocomo los bandidos que les haban tendido la emboscada. Dos de ellos echaron a andarhacia la casa del tesoro, pero uno de sus camaradas les llam, tras lo cual la discusinpareci comenzar de nuevo.

    Ese pelirrojo susurr el Ratonero tras echar un despacioso vistazo Jurara que lehe visto en los establos del seor de Rannarsh. Estaba en lo cierto. Parece que tenemosun rival.

    Por qu esperan y siguen sealando a la casa? susurr Fafhrd. Ser porquealgunos de sus camaradas ya estn trabajando dentro?

    El Ratonero mene la cabeza.Eso es imposible. Ves esos picos, palas y palancas que han dejado en el suelo?

    No, esperan a alguien..., a un lder. Algunos de ellos quieren examinar la casa antes deque llegue el jefe. Otros se muestran contrarios. Y apostara mi cabeza contra una pelotade bolos a que el lder es Rannarsh en persona. Es demasiado codicioso y suspicaz paraconfiar la bsqueda de un tesoro a unos esbirros.

    Qu podemos hacer? murmur Fafhrd. No podemos entrar en la casa sin servistos, aun cuando eso fuera lo ms prudente, que no lo es. Una vez dentro, estaramosatrapado Casi estoy tentado de usar la honda ahora mismo y ensearles algo sobre elarte de la emboscada replic el Ratonero, con expresin torva. Pero entonces lossupervivientes huiran, entraran en la casa y nos impediran entrar hasta que llegueRannarsh, quiz, y ms hombres con l.

    Podramos dar un rodeo por el claro dijo Fafhrd tras una pausar, sin salir delbosque. Entonces podramos salir al claro sin ser vistos y ocultarnos detrs de una de lascpulas pequeas. De ese modo la entrada sera nuestra y podramos impedir que sehagan fuertes en el interior. As pues, me dirigir a ellos de sbito y tratar de asustarlesmientras que t permanecers oculto y apoyars mis amenazas haciendo suficiente ruidopata hacerles creer que han de habrselas con diez hombres.

    Este les pareci el plan ms practicable, y realizaron la primera parte sin ningncontratiempo. El Ratonero se agazap detrs de la cpula pequea con su espada, lahonda, las dagas y un par de palos preparados tanto para hacer ruido como para luchar.

    Entonces Fafhrd avanz vivamente, sosteniendo con negligencia el arco ante l, con unaflecha encajada en la cuerda. Lo hizo con tanta desenvoltura que pasaron unosmomentos antes de que los esbirros de Rannarsh le descubrieran. Entonces asieronrpidamente sus propios arcos, pero desistieron al ver la ventaja que tena sobre ellos elalto recin llegado. Fruncieron el ceo, irritados y perplejos.

    Hola, truhanes! dijo Fafhrd. Os damos el tiempo estrictamente necesario paraque os esfumis, ni un instante ms. Que no se os ocurra resistir o regresar escondidos,porque mis hombres estn desparramados por el bosque. Bastar que les haga una sealpara que os emplumen con flechas.

    Entretanto el Ratonero haba empezado a hacer un ruido suave, y con lentitud ymaestra iba incrementando su volumen. Variando con rapidez la agudeza y entonacin

    de su voz, y haciendo que sta resonara primero en alguna parte del edificio y luego en elmuro vegetal del bosque, cre la ilusin de un pelotn de arqueros sedientos de sangre.Pareca haber un coro de voces que decan: Les dejamos huir?. T qudate con el

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    pelirrojo. Apunta al vientre; es ms seguro. Los gritos salan de un punto y luego deotro, hasta que Fafhrd tuvo que hacer un esfuerzo para no rerse de las miradas deespanto y abatimiento que los seis bandidos dirigan a su alrededor. Pero esta diversinse extingui cuando, en el mismo momento en que los truhanes empezaban aescabullirse avergonzados, una flecha parti errtica desde la espesura del bosque ypas a la altura de una lanza sobre la cabeza de Fafhrd.

    Maldita rama! exclam una voz profunda y gutural que el Ratonero reconocicomo procedente de la garganta del seor de Rannarsh, el cual, al instante, empez gritarrdenes.

    A ellos, idiotas! Todo es una trampa. No son ms que dos. Prendedlos!Fafhrd se volvi sin previo aviso y dispar su arco a boca de jarro, pero no silenci a la

    voz. Entonces se ocult tras la cpula pequea y ech a correr con el Ratonero hacia elinterior del bosque.

    Los seis bellacos, tras haber decidido que una carga con las espadas desenvainadassera en exceso heroica, les siguieron y prepararon los arcos mientras corran. Uno deellos se volvi antes de haber alcanzado suficiente cobertura y puso una flecha en lacuerda. Fue un error. Una bola de la honda del Ratonero le alcanz en la frente, y el

    hombre cay hacia delante y qued inmvil.El ruido de aquella cada fue lo ltimo que se oy en el claro durante largo tiempo,

    salvo los inevitables trinos de las aves, algunos de los cuales eran autnticos y otroscomunicaciones entre Fafhrd y el Ratonero. Las condiciones de la contienda a muerteeran evidentes. Una vez haba comenzado definitivamente, nadie se atrevera a entrar enel claro, dado que sera un blanco muy fcil, y el Ratonero estaba seguro de que ningunode los cinco bribones restantes se haba refugiado en la casa del tesoro. Tampoconinguno de los dos bandos se atrevera a retirar a todos sus hombres de la vista delportal, puesto que eso permitira a alguien tomar una posicin privilegiada en lo alto de latorre, siempre que sta tuviera una escalera utilizable. En consecuencia, se trataba dedeslizarse cerca del borde del claro, rodendolo en uno y otro sentido, agazapndose enalgn buen lugar y esperando que alguien se pusiera a tira.

    El Ratonero y Fafhrd empezaron adoptando la ltima estrategia. Primero se movieronunos veinte pasos, acercndose ms al punto por donde haban desaparecido losbribones. Desde luego, tenan ms paciencia que sus contrarios, pues al cabo de unosdiez minutos de exasperante espera, durante la cual las vainas puntiagudas de algunasplantas tenan la curiosa peculiaridad de parecer puntas de flechas, Fafhrd alcanz alsicario pelirrojo en la garganta, en el mismo momento en que tensaba el arco paradisparar al Ratonero. Quedaban cuatro hombres aparte de Rannarsh. De inmediato losdos aventureros cambiaron de tctica y se separaron; el Ratonero rode rpidamente lacasa del tesoro y Fafhrd se retir cuanto pudo del espacio abierto.

    Los hombres de Rannarsh deban de haber decidido el mismo plan, pues el Ratonerocasi tropez con un bribn que ostentaba una cicatriz en el rostro y se mova con caneosigilo como l. A tan corta distancia, el arco y la honda eran intiles... para su funcinnormal. El de la cara cortada trat de hundir la flecha que sostena en el ojo del Ratonero.Este se hizo velozmente a un lado, agitando la honda como si fuera un ltigo, y dej alhombre sin sentido con un golpe del mango crneo. Entonces retrocedi unos pasos,dando gracias al da del Gato de que no hubiera habido dos hombres en vez de uno, y sedirigi a los rboles, que le ofrecan un mtodo de avance ms seguro aunque ms lento.Mantenindose en las alturas medias, se escabull con la seguridad de un funmbulo,saltando de una rama a otra slo cuando era necesario, y asegurndose de que siempretena abierto ms de un camino para retirarse.

    Haba completado tres cuartas partes de su recorrido, cuando oy el estrpito deespadas cruzadas a pocos rboles ms adelante. Aument su velocidad, y pronto pudover, debajo de l, un emocionante combate. Fafhrd, de espaldas a un gran roble, haba

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    luego a carcajadas resonantes. Era una risa en la que se mezclaban la locura engendradapor el combate, la ira completamente aplacada y el alivio por haber escapado de lamuerte.

    Uh, por Giaggerk y por Kos! rugi. Por el Gigante! Por el Yermo Fro y lasentraas del Dios Rojo! Oh! Oh! Oh! De su garganta brotaron de nuevo los gritosdemenciales. Oh, por la Ballena Asesina y la Mujer Fra y su descendencia!

    La risa se extingui poco a poco en su garganta. Se frot la frente con la palma y surostro adquiri una expresin seria. Entonces se arrodill junto al hombre que acababa dematar, le enderez los miembros, le cerr los ojos y empez a llorar del modo mesuradoque habra parecido ridculo e hipcrita a cualquiera excepto a un brbaro.

    Entretanto las reacciones del Ratonero no eran ni mucho menos tan primitivas. Sentapreocupacin, irona y cierta repugnancia. Comprenda las reacciones de Fafhrd, perosaba que an tardara algn tiempo en sentir plenamente las suyas, y por entoncesestaran amortiguadas y en cierto modo reprimidas. Mir inquieto a su alrededor,temeroso de un ataque que pondra fin a aquella emocin y sorprendera desprevenido asu compaero. Hizo la cuenta de sus oponentes. S, le salan los seis sicarios. PeroRannarsh, dnde estaba Rannarsh? Hurg en su bolsa para cerciorarse de que no haba

    perdido sus talismanes y amuletos de buena suerte. Sus labios se movieron rpidamentemientras musitaba dos o tres plegarias y votos. Pero durante todo el tiempo tuvo la hondaa punto, y sus ojos no cesaron de mirar de un lado a otro.

    Oy una serie de doloridos quejidos procedentes de un espeso grupo de arbustos: elhombre que haba cado del rbol empezaba a recobrar el sentido. El sicario al que Fafhrdhaba desarmado, el rostro ceniciento ms de fatiga que de miedo, retroceda lentamentehacia el bosque. El Ratonero le mir despreocupado, observando la manera cmica enque su casco de acero se haba deslizado sobre la frente y descansaba en el puente de lanariz. Entretanto los gemidos del hombre entre los arbustos adoptaban una cualidadmenos quejumbrosa. Casi al mismo tiempo, los dos se levantaron y fuerontambalendose hacia el bosque.

    El Ratonero escuch su torpe retirada. Estaba seguro de que no haba nada ms quetemer de ellos. No volveran. Y entonces una leve sonrisa se dibuj en su rostro, pues oylos sonidos de una tercera persona que se les una en su huida. Pens que deba de serRannarsh, un hombre que en el fondo era un cobarde e incapaz de arreglrselas por ssolo. No se le ocurri pensar que la tercera persona podra ser el hombre al que habadejado fuera de combate con el mango de la honda.

    Ms que nada con la intencin de hacer algo, les sigui lentamente a lo largo de un parde tiros de flecha por el interior del bosque. Era imposible perder sus huellas, sealadaspor los arbustos pisoteados y los jirones de tela prendidos de los espinos. Iban en lnearecta fuera del claro. Satisfecho, regres y se desvi de su camino para recoger el mazo,

    el pico y la palanca.Encontr a Fafhrd atndose un vendaje en el muslo rasguado. Las emociones delnrdico haban llegado a su cnit y volva a ser dueo de s mismo. El hombre muerto porcuyo sino tanta congoja haber mostrado, ahora no significaba para l ms que carroa enla que se cebaran escarabajos y pjaros, mientras que para el Ratonero segua siendoun objeto algo temible y repugnante.

    Vamos a proceder ahora con nuestro asunto interrumpido? pregunt el Ratonero.Fafhrd asinti flemticamente y se puso en pie. Juntos entraron en el claro rocoso. Les

    sorprendi comprobar el poco tiempo que haba durado la pelea. Cierto que el sol estabaun poco ms alto, pero la atmsfera era todava la de la maana temprana. El roco anno se haba secado. La casa del tesoro de Urgaan de Angarngi se alzaba maciza, sin

    rasgos distintivos, grotescamente impresionante.

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    La muchacha campesina predijo la verdad sin saberlo dijo el Ratonero con unasonrisa. Hemos jugado al juego de rodea el claro y no cruces el crculo mgico,verdad?

    Aquel da no le atemorizaba la casa del tesoro. Record sus perturbaciones de lanoche anterior, pero era incapaz de comprenderlas. La misma idea de un guardinpareca algo ridcula. Haba otras cien maneras de explicar la presencia del esqueleto a la

    entrada.As pues, esta vez fue el Ratonero quien entr en la casa del tesoro delante de Fafhrd.El interior era decepcionante, careca de todo mobiliario y estaba tan vaco y sin adornoscomo los muros externos. No era ms que una sala grande y de techo bajo. A cada lado,unas aberturas cuadradas daban acceso a las cpulas ms pequeas, mientras que alfondo se vea vagamente un largo corredor y el inicio de una escalera que conduca a laparte superior de la cpula principal.

    Con una sola mirada despreocupada al crneo y el esqueleto fragmentado, el Ratoneroavanz hacia la escalera.

    Nuestro documento le dijo a Fafhrd, que ahora estaba a su lado, se refiere a lapiedra angular de la cpula principal, bajo la cual descansa el tesoro. En consecuencia,

    debemos buscar en la sala o en las habitaciones de arriba.Cierto respondi el nrdico, mirando a su alrededor. Pero me pregunto,

    Ratonero, qu finalidad tena esta estructura. Un hombre que construye una casa con elnico propsito de esconder un tesoro, le est gritando al mundo que tiene un tesoro.Crees que podra haber sido un templo?

    El Ratonero retrocedi de sbito, al tiempo que emita una exclamacin sibilante.Tendido en medio de la escalera haba otro esqueleto, cuyos huesos principales estabanencajados como lo estaran en vida Toda la parte superior del crneo estaba aplastada,convertida en astillas seas ms plidas que las de un recipiente de loza.

    Nuestros anfitriones son demasiado viejos y estn indecentemente desnudos dijoentre dientes el Ratonero, molesto consigo mismo por haberse sobresaltado.

    Entonces subi con rapidez los escalones para examinar el macabro hallazgo. Suaguda mirada se fij en varios objetos entre los huesos. Una daga herrumbrosa, un anillode oro bruido que rodeaba un nudillo, un puado de botones de cuerno y un cilindrodelgado de cobre recubierto de verdn. Esto ltimo despert su curiosidad. Lo recogi,dislocando los huesos de la mano al hacerlo, por lo que se desprendieron y produjeron unruido seco. Abri la tapa del cilindro con la punta de su daga y extrajo una hoja depergamino antiguo muy enrollada, la cual desenroll cautelosamente. Los dos hombresdescifraron las lneas de caligrafa diminuta en tinta roja, a la luz de un ventanuco sobre eldescansillo.

    El mo es un tesoro secreto. Tengo oricalco, cristal y mbar rojo como la sangre.Rubes y esmeraldas por cuya posesin guerrearan los demonios, y un diamante tangrande como el crneo de un hombre. Sin embargo, nadie lo ha visto excepto yo. Yo,Urgaan de Angarngi, desprecio la adulacin y la envidia de los necios. He construido unacasa del tesoro solitaria, adecuada para mis joyas. All, ocultas bajo la piedra angular,pueden soar sin que nadie los perturbe hasta que la tierra y el cielo se consuman. A unda de viaje a lomo de caballo, pasado el pueblo de Soreev, en el valle de las dos colinascon jorobas dobles, se alza la casa, con tres cpulas y una sol torre. Est vaca. Cualquiernecio puede entrar. Que lo haga. No me importa.

    Los detalles varan algo murmur el Ratonero pero las frases tienen el mismo

    tono que las de nuestro documento.

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    Ese hombre deba de estar loco afirm Fafhrd, con el ceo fruncido. De locontrario, por qu habra ocupado cuidadosamente un tesoro y luego, con idnticocuidado, dejara instrucciones para encontrarlo?

    Creamos que nuestro documento era un comunicado o una nota dejada condescuido dijo pensativo el Ratonero. Esa idea difcilmente puede explicar la existenciade dos documentos.

    Absorto en la especulacin, se volvi hacia el tramo restante de la escalera... ydescubri otro crneo que le sonrea desde un rincn sombro. Esta vez no se sobresalt,pero tuvo la misma sensacin que debe de experimentar una mosca cuando, prendida enuna telaraa, ve los cadveres colgantes y consumidos de una docena de congneres.Empez a hablar con rapidez.

    Tampoco esa idea puede explicar tres, cuatro o quizs una docena de talesdocumentos. Pues, cmo llegaron hasta aqu estos otros buscadores, a menos que cadauno encontrara un mensaje escrito? Puede que Urgaan de Angarngi estuviera loco, peroquera expresamente atraer aqu a la gente. Una cosa es cierta: esta casa oculta, uocultaba, alguna trampa mortal, algn guardin. Tal vez una bestia gigantesca, o tal vezlas mismas piedras destilen un veneno. Puede que unos muelles ocultos suelten hojas de

    espadas que salen a travs de grietas en las paredes y luego retornan a su escondrijo.Eso es imposible replic Fafhrd. A estos hombres los mataron unos golpes

    tremendos dados con objetos pesados. Las costillas y la columna vertebral del primeroestaban astilladas. El segundo tena el crneo abierto. Y ese tercero de ah... Mira! Loshuesos de la parte inferior del cuerpo estn aplastados.

    El Ratonero empez a responder, pero entonces apareci en su rostro una sonrisainesperada. Poda ver la conclusin a la que llevaban inconscientemente los argumentosde Fafhrd, y saba que era una conclusin ridcula. Qu objeto matara con aquellosgolpes tremendos? Qu cosa sino el gigante gris del que les haba hablado la muchachacampesina? El gigante gris, que tena el doble de altura que un hombre, con su gran porrade piedra, un gigante apto slo para cuentos de hadas y fantasas.

    Y Fafhrd le devolvi la sonrisa al Ratonero. Le pareca que estaban haciendodemasiadas alharacas por nada. Desde luego, aquellos esqueletos eran bastantesugerentes, pero no pertenecan a hombres que haban muerto muchos, muchos aosatrs, siglos incluso? Qu guardin poda durar tres siglos? Pardiez, aquel era untiempo lo bastante largo para agotar la paciencia de un demonio! Y, de todos modos, losdemonios no existan. Era intil seguir dando vueltas a antiguos temores y horrores queestaban tan muertos como el polvo. Fafhrd se dijo que todo el asunto se reduca a algomuy sencillo. Haban entrado en una casa deshabitada para ver si contena un tesoro.

    Ambos amigos se pusieron de acuerdo en este punto y subieron el restante tramo deescalera que conduca a las regiones ms oscuras de la Casa de Angarngi. A pesar de su

    confianza, avanzaron cautamente sin perder de vista las sombras que les aguardabanms adelante. Fue una medida prudente.Cuando llegaban a lo alto, un brillo de acero surgi de la oscuridad y roz un hombro

    del Ratonero al tiempo que ste se echaba a un lado. Se oy el estrpito metlico delarma al chocar con el suelo de piedra. Presa de un sbito espasmo de ira y temor, elRatonero se agach y cruz rpidamente la puerta de donde haba salido el arma,derecho hacia el peligro, fuera el que fuese.

    Lanzando dagas en la oscuridad, eh, gusano de vientre viscoso?Fafhrd oy estas palabras de su compaero y tambin l se precipit a travs de la

    puerta.El seor de Rannarsh retroceda hacia la pared, su rico atavo de caza polvoriento y

    desordenado, el cabello negro y ondulado echado hacia atrs, su rostro apuesto y cruelconvertido en una mscara cetrina de odio y terror extremo. De momento, la ltima

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    emocin pareca predominar y, curiosamente, no pareca dirigida hacia los hombres a losque acababa de asaltar, sino hacia algo ms, algo invisible.

    Oh, dioses! grit. Dejadme salir de aqu. El tesoro es vuestro. Dejadme salir deeste lugar, o estoy condenado.

    La cosa ha jugado al gato y el ratn conmigo. No puedo soportarlo. No puedosoportarlo!

    As que ahora tocamos una gaita diferente, eh? gru el Ratonero. Primerolanzamiento de dagas y luego miedo y splicas!Sucios y cobardes trucos aadi Fafhrd. Escondido aqu, a salvo, mientras tus

    esbirros moran valientemente.A salvo? A salvo, decs? Oh, dioses!Rannarsh pronunci estas palabras casi a gritos. Entonces apareci un cambio sutil en

    su rostro de msculos rgidos. No era que el terror disminuyera; en todo caso, se hizo anmayor. Pero algo se aadi a l, recubrindolo, una conciencia de vergenzadesesperada, la certeza de que se haba rebajado sin remedio a los ojos de aquellos dosrufianes. Sus labios empezaron a contorsionarse, mostrando los dientes fuertementeapretados. Extendi la mano izquierda en un gesto de splica.

    Oh, por favor, tened piedad grit lastimeramente, y su mano derecha extrajo unasegunda daga del cinto y la arroj con disimulo contra Fafhrd.

    El nrdico desvi el arma de un rpido manotazo y dijo pausadamente:Tuyo es, Ratonero. Mtale.El juego estaba ahora entre el gato y el ratn acorralado. El seor de Rannarsh

    desenfund una espada reluciente de su vaina repujada en oro y arremeti dando tajos,escotadas y mandobles. El Ratonero cedi ligeramente terreno, su delgado acerooscilando en un contraataque defensivo que era vacilante y elusivo, pero aun asmortfero. Detuvo la acometida de Rannarsh. Su hoja se movi con tal rapidez quepareci tejer una red de acero alrededor del hombre. Entonces salt eres veces haciadelante en rpida sucesin. A la primera acometida casi se dobl contra una prenda decota de malla oculta. La segunda estocada horad el vientre, la tercera atraves lagarganta. El seor de Rannarsh cay al suelo, ensartado y boqueando, con los dedosaferrados al cuello. All muri.

    Un mal fin dijo sombramente Fafhrd, aunque ha tenido un juego ms limpio delque se mereca, y manejaba bien la espada. No me gusta esta muerte, Ratonero, aunqueseguramente ha sido ms justa que la de los otros.

    El Ratonero, que estaba limpiando su arma contra el muslo de su contrario, comprendilo que Fafhrd quera decir. No senta jbilo por aquella victoria, sino un disgusto fro ynauseabundo. Un momento antes estaba encolerizado, pero su ira se haba extinguido.Abri su jubn gris e inspeccion la herida de daga en el hombro izquierdo. Todava

    brotaba un poco de sangre, que le corra lentamente por el brazo.El seor de Rannarsh no era un cobarde dijo lentamente. l mismo se hamatado, o ha causado su muerte, porque le hemos visto aterrado y le hemos odo gritarde pnico.

    Y al pronunciar estas palabras, sin previo aviso, un profundo terror invadi como uneclipse glido los corazones del Ratonero Gris y de Fafhrd. Fue como si el seor deRannarsh les hubiera dejado un legado de temor, que pas a ellos inmediatamentedespus de su muerte. Haba algo innatural en ello, y era que no haban tenido ningunaaprensin premonitoria, ningn indicio de su proximidad. No haba arraigado y crecidogradualmente. Lleg de sbito, paralizante, abrumador. Peor todava, no haba una causadiscernible. Un momento antes contemplaban con cierta indiferencia el cadver contrado

    del seor de Rannarsh. Un instante despus sentan las piernas dbiles, fro en lasentraas, escalofros en la espina dorsal, les castaeteaban los dientes, el corazn lesmartilleaba en el pecho y tenan el cabello erizado.

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    Fafhrd sinti como si hubiera entrado sin sospecharlo en las fauces de una serpientegigantesca. Su mente brbara estaba agitada en lo ms profundo. Pens en el torvo diosKos meditando solitario en el silencio glacial del Yermo Fro. Pens en los poderesenmascarados, Destino y Azar, y en su juego para hacerse con la sangre y los sesos delos hombres. Y l no quera tener tales pensamientos. Ms bien el paralizante temorpareca cristalizarlos, de modo que caan en su conciencia como copos de nieve.

    Lentamente recobr el control de sus miembros temblorosos y sus msculos crispados.Como si sufriera una pesadilla, mir lentamente a su alrededor, absorbiendo los detallesdel entorno. La sala en donde estaban era semicircular y formaba la mitad de la grancpula. Dos ventanucos, en lo alto del techo curvo, dejaban pasar la luz.

    Una voz interior repeta sin cesar: No hagas un movimiento brusco. Lenta, muylentamente. Sobre todo, no eches a correr. Los otros lo hicieron. Por eso murieron contanta rapidez. Lenta, muy lentamente.

    Vio el rostro del Ratonero, que reflejaba su propio terror. Se pregunt si aquello podradurar mucho ms, hasta cundo podra seguir resistiendo sin volverse loco, hasta cundopodra soportar pasivamente aquella sensacin de una gran garra invisible que seextenda sobre l, palmo a palmo, implacable.

    Un leve sonido de pasos lleg desde la sala inferior, unas pisadas regulares, sin prisas.Ahora cruzaban hacia el corredor trasero, estaban en la escalera, llegaban al descansilloy avanzaban por el segundo tramo de escalera.

    El hombre que entr en la estancia era alto, frgil, viejo y muy demacrado. Sobre laancha frente tena esparcidos unos mechones de pelo muy negro. Las mejillas hundidasmostraban claramente el perfil de sus largas mandbulas, y la piel cerlea estaba muytensada sobre la pequea nariz. En las profundas rbitas seas brillaban unos ojos defantico. Llevaba la tnica sencilla, sin mangas, de un hombre sagrado. Una bolsacolgaba del cordn alrededor de su cintura.

    Clav la vista en Fafhrd y el Ratonero Gris.Os saludo, hombres sanguneos dijo con voz hueca.Entonces su mirada se fij con repugnancia en el cadver de Rannarsh.Se ha vertido ms sangre. Eso no est bien.Y con el huesudo dedo ndice de su mano izquierda traz en el aire un curioso

    cuadrado triple, el signo sagrado del Gran Dios.No hablis continu con voz calma, sin tono, pues conozco vuestro propsito.

    Habis venido a llevaros el tesoro de esta casa. Otros han buscado lo mismo yfracasaron. Tambin vosotros fracasaris. En cuanto a m, no codicio tesoro alguno.Durante cuarenta aos he vivido de mendrugos y agua, dedicando mi espritu al GranDios. Traz de nuevo el curioso signo. Las gemas y adornos de este mundo y las joyasy oropeles del mundo de los demonios no pueden tentarme ni corromperme. Mi intencin

    al venir aqu es destruir una cosa maligna.Yo y aqu se llev la mano al pecho, yo soy Arvlan de Angarngi. Esto es algo quesiempre he sabido y lamentado, pues Urgaan de Angarngi fue un hombre de mal. Peroslo hace quince das, el da de la Araa, descubr en unos documentos antiguos queUrgaan haba construido esta casa, y que lo haba hecho a fin de que fuera una trampaeterna para los imprudentes y los aventurados. Dej aqu un guardin, y ese guardin haresistido.

    Astuto fue mi maldito antepasado, Urgaan, astuto y maligno. El arquitecto ms hbilde Lankhmar fue Urgaan, un hombre sabio en el manejo de la piedra y docto en cienciageomtrica. Pero despreci al Gran Dios. Ansiaba poseer poderes impropios. Tuvocomercio con los demonios y obtuvo de ellos un tesoro sobrenatural, pero no pudo usarlo,

    pues al buscar riqueza, conocimiento y poder, perdi su capacidad de gozar cualquiersensacin agradable o placer, incluso la simple lujuria. As, ocult su tesoro, pero lo hizode tal manera que causara un mal interminable en el mundo, del mismo modo que, a su

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    parecer, los hombres y una mujer orgullosa, despreciativa y cruel, con tan poco corazncomo este santuario, le haban infligido mal. Mi propsito y mi derecho es destruir el malde Urgaan.

    No queris disuadirme, pues de lo contrario la maldicin caer sobre vosotros. Encuanto a m, ningn dao puede acaecerme. La mano del Gran Dios me ampara,dispuesta a rechazar cualquier peligro que pueda amenazar a su fiel servidor. Su voluntad

    es la ma. No hablis, hombres sanguinarios! Voy a destruir el tesoro de Urgaan deAngarngi.Y con estas palabras, el enjuto santurrn camin calmosamente, con paso mesurado,

    como un aparecido, y se alej tras la estrecha entrada que conduca a la parte delanterade la gran cpula.

    Fafhrd se qued mirndole, con sus ojos verdes muy abiertos, sin deseo de seguirle niinterferir en sus acciones. El terror no le haba abandonado, pero haba sufrido unatransmutacin. Todava era consciente de una temible amenaza, pero ya no parecadirigida personalmente contra l.

    Entretanto, una idea muy curiosa se haba alojado en la mente del Ratonero. Lepareci que acababa de ver no a un santo venerable, sino un plido reflejo de Urgaan de

    Angarngi, muerto siglos atrs. Sin duda Urgaan haba tenido la misma frente alta, elmismo orgullo secreto, el mismo aire imponente. Y aquellos mechones de cabellojuvenilmente negro que tanto contrastaban con el rostro de anciano tambin parecanformar parte de una imagen procedente del pasado, una imagen empaada ydistorsionada por el tiempo, pero que retena algo del poder y la individualidad del originalantiguo.

    Oyeron que los pasos del santurrn avanzaban un poco en la otra estancia. Entonces,por espacio de doce latidos de corazn, hubo un silencio absoluto. Luego el suelo empeza temblar ligeramente bajo sus pies, como si se moviera la tierra o un gigante caminaracerca de all. Entonces se oy un solo grito estremecido procedente de la otra sala,interrumpido en seco por un solo golpe tremendo que caus un escalofro a los dosamigos. Luego, una vez ms, silencio absoluto.

    Fafhrd y el Ratonero intercambiaron miradas de perplejidad, no tanto por lo queacababan de or, sino porque, casi en el momento del golpe, el manto de terror se habaseparado por completo de ellos. Desenvainaron las espadas y se apresuraron a la otrasala.

    Esta era un duplicado de la que haban dejado, salvo que en vez de dos pequeasventanas tena tres, una de ellas cerca del suelo. Adems, haba una sola puerta, aquellapor la que acababan de entrar. Todo lo dems era piedra muy bien ensamblada, suelo,paredes y techo semiabovedado.

    Cerca de la gruesa pared central, que biseccionaba la cpula, yaca el cuerpo del viejo

    santurrn. Slo yaca no es la palabra adecuada. El hombro izquierdo y el pechoestaban aplastados contra el suelo. El cuerpo estaba sin vida, en un charco de sangre.Fafhrd y el Ratonero buscaron frenticamente con sus miradas otro ser aparte de ellos

    mismos y el hombre muerto, pero no encontraron nada, no, ni un mosquito que secerniera entre las motas de polvo reveladas por los estrechos rayos de luz que se filtrabana travs de las ventanas. Sus imaginaciones buscaron con idntico frenes, e igualmenteen vano, un ser que pudiera asestar un golpe tan mortfero y desvanecerse a travs deuno de los tres pequeos orificios de las ventanas. Una serpiente gigantesca, golpeadora,con cabeza de granito...

    Empotrada en la pared cerca del hombre muerto haba una piedra de unos dos piescuadrados, que sobresala un poco de las restantes. Sobre su superficie haba una

    inscripcin enrgicamente grabada en antiguos jeroglficos lankhmarianos: Aqudescansa el tesoro de Urgaan de Angarngi.

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    La visin de aquella piedra fue como un golpe en el rostro de los dos aventureros. Agithasta la ltima onza de obstinacin y temeraria determinacin en ellos. Qu importabaque un viejo estuviera tendido, aplastado, a su lado? Tenan sus espadas! Qu importabaque ahora tuvieran la prueba de que algn sombro guardin resida en la casa deltesoro? Podan cuidar de s mismos Huir y dejar aquella piedra intacta, con suinscripcin provocativamente insultante? No, por Kosh y el Gigante! Ya se haban

    encontrado antes en el infierno de Nehwon!Fafhrd corri en busca del pico y las dems herramientas grandes, que haban cadoen la escalera cuando el seor de Zannarsh arroj su primera daga. El Ratonero mir msde cerca la piedra sobresaliente. Las grietas a su alrededor eran anchas y llenas de unamezcla oscura embreada. Produjo un sonido algo hueco cuando la golpe con laempuadura de la espada. Calcul que el muro tendra unos seis pies de grosor m aquelpunto, suficiente para contener una cavidad considerable. Golpe experimentalmente a lolargo de la pared en todas direcciones, pero el sonido hueco ces en seguida. Eraevidente que la cavidad era bastante pequea. Observ que las;rieras entre todas lasdems piedras eran muy finas y no mostraban evidencia de ninguna sustanciacimentadora. De hecho, no poda estar seguro de que no fuesen grietas falsas, cortes

    superficiales en la superficie de la roca slida. Pero eso apenas pareca posible. Oyregresar a Fafhrd, pero continu su examen.

    El estado mental del Ratonero era peculiar. Una obstinada determinacin de hacersecon el tesoro eclipsaba otras emociones. El desvanecimiento inexplicablemente repentinode su Temor anterior haba dejado entumecidas ciertas partes de su mente. Era como sihubiera decidido mantener sus pensamientos a buen recaudo hasta que hubiera visto elcontenido de la cavidad del tesoro. Se content con mantener su mente ocupada endetalles materiales, aunque sin extraer deducciones de ellos.

    Su calma le dio la sensacin de una seguridad por lo menos temporal. Susexperiencias le haban convencido vagamente de loe el guardin, quienquiera que fuese,que haba aplastado al santurrn y jugado al gato y el ratn con Rannarsh y ellos mismos,no atacaba sin inspirar primero un terror premonitorio en sus vctimas.

    Fafhrd senta en gran parte lo mismo, con la excepcin de loe estaba an ms decididoa resolver el enigma de la piedra inscrita.

    Atacaron las anchas grietas con escoplo y mazo. La oscura mezcla embreada cedicon bastante facilidad, primero en duros terrones y luego en tiras ligeramente elsticas.Cuando hubieron practicado un canal que tena un dedo de profundidad, Fafhrd insert elpico y consigui mover ligeramente la piedra. De este modo el Ratonero pudo excavar unpoco ms hondo en aquel lado. Entonces Fafhrd someti el otro lado de la piedra a unapalancamiento con el pico. As prosigui el trabajo, con apalancamientos y extraccionesalternos.

    Se concentraron en cada detalle del trabajo con intensidad innecesaria, sobre todopara evitar que asaltara su imaginacin la imagen de un hombre muerto ms de dossiglos antes. Un hombre con la frente alta, mejillas hundidas y la nariz de una calavera...,es decir, si el muerto tendido en el suelo era un verdadero miembro de la raza deAngarngi. Un hombre que de algn modo haba conseguido un gran tesoro y luego lohaba ocultado a todas las miradas, sin tratar de obtener ni gloria ni beneficio material del, que deca menospreciar la envidia de los necios y que, sin embargo, escribi muchasnotas provocativas en diminuta caligrafa roja a fin de informar a los necios de su tesoro yhacer que tuvieran envidia; que pareca tender las manos a travs de los siglospolvorientos, como una araa que teje una tela para capturar una mosca en el otroextremo del mundo.

    Y, no obstante, era un arquitecto hbil, segn haba dicho el santurrn. Podrasemejante arquitecto construir un autmata de piedra cuya altura doblara a la de unhombre alto? Un autmata de piedra gris con una gran porra? Podra disponer un lugar

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    oculto del que emergera para matar y al que despus retornara? No, no, tales ideas eraninfantiles, no haba que perder tiempo considerndolas. Tenan que ceirse al trabajoinmediato, descubrir primero lo que haba tras la piedra con la inscripcin y dejar las ideaspara despus.

    La piedra empezaba a ceder ms fcilmente a la presin del pico. Pronto podran tenerun buen punto de apoyo y apalancar hasta extraerla.

    Entretanto una sensacin nueva del todo creca en el Ratonero, no de terror, enabsoluto, sino de repulsin fsica. El aire que respiraba le pareca denso y repugnante.Descubri que le disgustaba la textura y consistencia de la mezcla embreada extrada delas grietas, que de algn modo slo poda comparar con sustancias puramenteimaginarias, como el excremento de dragones o el vmito solidificado del Gigante. Evitabatocarla con los dedos, y aparc de un puntapi los pedazos y tiras que se habanacumulado alrededor de sus pies. La sensacin de repugnancia se haca difcil desoportar.

    Intent vencerla, pero no tuvo ms xito del que habra tenido luchando contra elmareo, al que en ciertos aspectos se pareca. Senta un vrtigo desagradable. La boca sele llenaba constantemente de saliva. El fro sudor de la nusea perlaba su frente. Se daba

    cuenta de que Fafhrd no estaba afectado, y no estuvo seguro de si debera mencionarle elasunto, pues pareca ridculamente fuera de lugar, sobre todo porque no le acompaabaningn temor o alarma. Finalmente la misma piedra empez a ejercer en l el mismoefecto que la mezcla alquitranosa, llenndole de una revulsin al parecer sin causa perono po