leopoldo zea - discurso desde la marginación y la barbarie

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LEOPOLDO ZEA DISCURSO DESDE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE FONDO DE CULTURA ECONÓMICA mÉxico

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LEOPOLDO ZEA

DISCURSO DESDE LA MARGINACIÓN

Y LA BARBARIE

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA mÉxico

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Primera edición (Anthropos), 1988 Primera edición (FCE), 1990

A SERGO MIKOYAN, a RICHARD M. MORSE

y en recuerdo de JosE GAOS

Esta edición se ha realizado con la colaboración de la AIETI (Asocia-ción de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos).

La presente edición del FCE sólo podrá distribuirse en América Latina.

© 1988, Leopoldo Zea Publicado por Editorial Anthropos. Promat, S. Coop. Ltda., Barcelona ISBN 84-7658-058-4

D. R. © 1990, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA S. A. DE C. V. Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-3508-6

Impreso en México

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PREFACIO

En el año de 1957 publiqué en México la primera edición de mi libro América en la Historia, y la segunda yen 1970 en Ma-drid. Este libro, como otros que le siguieron, tales como Dia-léctica, de la conciencia americana, México, 1976, y Filoso-fía de la historia americana, México, 1978, insistieron en la temática que da título al último : La filosofía de la historia. Al decir de mi maestro José Gaos, yo estaba condenado a describir aquella filosofía, por cuanto ya me refería a ella en mis libros sobre historia de las ideas de América. En Amé-rica en la Historia me propuse situar la historia de la Améri-ca Latina dentro del contexto de la historia universal en rela-ción con un orden y un centro de poder planetario designado como mundo occidental. Y frente a este centro mostraba pue-blos marginados, al lado de Iberoamérica, en Asia y Africa ; y pueblos dentro del mismo continente europeo, al margen de Europa : Rusia y España; ;y posteriormente la misma Euro-pa, al desplazarse el centro de poder occidental más al Occi-dente, a la América del Norte, los Estados Unidos.

En 1971 hice mi primera visita a España conminado por Gaos, quien me decía que el hecho de que él estuviese fuera no tenía nada que ver con mi obligación de conocer la tierra y el pueblo del que yo hablaba y en el que se encontraba el origen de la realidad que estudiaba en América. En España ya se conocía mi libro tanto por la edición mexicana como por la reciente de Madrid. Los amigos que hice en este viaje me indicaron que debía continuar el estudio de la margina-ción histórica de España y de Rusia por parte del mundo occidental. El interés que el libro había suscitado en España me complugo.

En 1978 fui invitado a Wroclaw, Polonia, para asistir al 30 Aniversario del Congreso de Intelectuales, que se celebra-ra en el mismo lugar en 1948, al término de la segunda Gue-rra, en nombre de la paz y para que no se repitiesen los horrores de la guerra. Sin estar programado, hube de regre-sar a México vía Moscú. Durante la semana que pasé en Mos-cú en calidad de invitado, entré en contacto con diversos

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intelectuales soviéticos convocados por Sergo Mikoyan, di-rector de la revista América Latina, a quien había conocido en México, en otra reunión sobre la paz. Entré en contac-to también, entre otros, con Vera Kuteischikova, a quien cono-cía también de México, y a Inna Terterian. Uno de ellos me dijo : "Maestro, aquí tiene usted a sus discípulos soviéticos", a lo que le contesté : "Pero cómo, si no soy marxista", por-que no seguía este método exclusivamente como suponía lo seguían en la URSS. "No es pár. eso —me replicó Vera— sino por lo que usted ha expresado en su libro América en la His-toria respectó a Rusia." Rusia cómo el pasado histórico de la actual Unión" Soviética. Un joven allí presente me replicó a su vez: "¿Y usted cómo sabe que no es marxista? Tal ré-plica me hizo reflexionar, porque algo semejante se me había dicho desde otro ángulo y en un contexto diverso del de mis nuevos amigos.

Este algo tiene que ver con los problemas que surgen cuan-do acepto invitaciones de mis colegas en Estados Unidos y necesito obtener el Visado correspondiente. Me preguntan : "¿Es usted Coniunista?, ¿es usted marxista? " Si digo que no, se me afirma que sí lo soy pero si lo acepto se me puede otorgar un visado especial. Me niego a aceptarlo sólo con vistas a obviar dificultades, sin que importen mis propios puntos de vista. Por lo que insisto : "No soy marxista." "¿Y usted cómo lo sabe?", insiste á su vez el funciónário. Me queda una respuesta : "Si creer en la libertad de los hombres y el derecho de autodeterminación de los pueblos, y defen-derlo, es ser marxista, entonces lo soy. Pero en este sentido, muchos de los mejores hombres de los Estados Unidos que han defendido -los mismos derechos para -sus hombres y su pueblo= deben haberlo sido sin saberlo." Lo soy cuando estoy de acuerdo con el sentido humanista de una filosofía como la que recojo en las palabras de Carlos Marx y Federico En-gels conlas que inicio la introducción: de este trabajo. Acepto el. mensaje humanista allí impreso, sin _que ello implique- la necesidad de jurar por todo el sistema.

contacto con mistamigos soviéticos pude discutir libre-mente la parte de mi libro referente a Rusia' al margen de lá Historia, Parte que me aceptaron como interpretación del pasado de la historia que ahora viven y hacen los soviéticos : la historia 'deiRusia anterior a la Revolución de 1917. Una historia que resulta ser, común con la de otros muchos, pue-blos fuera de la historia europea y a cuyos problemas dieron

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los soviéticos la solución actual. Me dijeron que debía am-pliar esta parte de mi libro (en lo referente tanto a España como a Rusia), analizar más fuentes que me permitiesen afir-mar o rectificar mis puntos de vista. En junio de 1981 fui invitada nuevamente a Moscú por Víctor Volski, director del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de la URSS. Y otra vez, tanto en la redacción-de la revista Améri-ca Latina corno en el Instituto de Filosofía de la Universidad Lomonosov, a cargo de V. S. Semenov, se discutieron mis pun-tos de vista sobre el pasado ruso de la URSS; a la discusión ahora contribuía la publicación en ruso de algunos de mis ensayos sobre esta temática. Ello estimuló aún más lo que iba considerando un compromiso para ampliar lo expuesto en m_i libro.

El libro también ha sido objeto de crítica, por parte de los Iatinoamericanistas estadounidenses, en especial por las refe-rencias a los Estados Unidos como expresión máxima y ac-tual del Mundo Occidental. Aquí también encontré estímulo para, continuar y ampliar lo expuesto. Entre estos latinoame-ricanistas está Richard M. Morse; de la Stanford University, California, a quien empecé a tratar a raíz de un simposio sobre América Latina celebrado en México en diciembre de 1978. Recientemente, Morse ha publicado un libro que' entra dentro de la temática que me viene preocupando, El espejo de Próspero. Esto ha contribuido también a estimular la rea-lización de la obra que ahora ofrezco.

Este nuevo libro es producto de nuevas investigaciones y conversaciones. Ahora lo centro en la marginación realizada por Europa sobre tres pueblos : el ruso, el Ibero y, paradójica-mente, el británico. El pueblo británico fue alejado de los destinos de Europa a partir de su expulsión del continente al término de la Guerra de los Cien Arios ; Iberia, España en concreto, enviada al otro lado de los Pirineos, después de su poderosa presencia en Europa, en el siglo xvi, bajo Carlos V, y Rusia, una y otra vez marginada más allá de las amplias es-tepas que la separan de. Europa. Pero Rusia y España in-sisten una y otra vez en participar activamente en los desti nos de Europa; la primera creando, quizás a pesar suyo, un imperio hacia Oriente, sobre el gran Imperio mongol de Gen-gis Kan; Iberia a su vez con un gran Imperio hacia .el otro lado del Atlántico, en América, pero ambas, Rusia e Iberia, más preocupadas por imponer o mantener su presencia en Europa. Mientras, al otro lado del Canal que separa a Brita.

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nia de Europa, un pueblo está decidido a crear un nuevo imperio allende Occidente que abarque el planeta entero, y Ve su participación en Europa sólo en función de los nuevos intereses. Pero el centro de poder del Imperio occidental se traslada al norte de América, al norte del Imperio creado por Iberia en la misma América. Mientras, Rusia avanza en Orien-te hasta pasar al continente americano, Alaska y la costa del Pacífico, y reúne tres pueblos marginados entre los que ha-bían de surgir a su vez tres imperios en conflicto en nues-tros días.

Este trabajó lo dedico a Sergo Mikoyan, espíritu extraor-dinariamente abierto a los problemas de nuestro tiempo. A Richard Morse de esta América Sajona, espíritu igualmente abierto y preocupado por una conciliacón de nuestra América que ponga fin a la marginación. Por supuesto, ni Mikoyan ni Morse tienen nada que ver con la expresión de las ideas que aquí expongo, con las que no se si estarán o no de acuer-do. Aquí sólo reconozco el estímulo que me ha dado su frater-nal amistad. Este libro va, también, en memoria de mi maes-tro José Gaos, por lo que le debo del conocimiento de esta parte del mundo, nuestro mundo que él llamaba ya Hispano-América. A Gaos, preocupado también porque se pudiesen con-ciliar los puntos de vista de todos nuestros pueblos en búsque-da de una gran identidad que, sin negar la propia, encontrase sentido.

INTRODUCCIÓN

En septiembre de 1842, Carlos Marx escribía a Arnold Ruge una carta de la cual extraemos el siguiente párrafo :

Nuestra divisa será la reforma de la conciencia, no por dog-mas, sino por el análisis de la conciencia mística, obscura para sí misma, tal como se manifiesta en la religión o en la políti-ca. Se verá entonces que desde hace mucho tiempo, el mundo posee el sueño de una cosa de la cual le falta la conciencia para poseerla en verdad. Se verá que no se trata de establecer una gran separación entre el pasado y el pórvenir sino de cum-plir las ideas del pasado. Se verá, por último, que la huma-nidad no comienza una nueva tarea, sino que realiza su antiguo trabajo con conocimiento de causa.

Pensamiento de juventud, anterior al gran sistema cristali-zado en El Capital, pero en el cual se hace patente la extra-ordinaria preocupación humanista que el sistema posterior no podrá negar. El sistema sería expresión de la toma de con-ciencia de que habla Marx, mediante la cual todas las expre-siones de la humanidad, de los hechos del hombre, adquie-ren sentido ; de acuerdo con esta toma de conciencia sobre el quehacer humano hará patente la relación que guarda lo ya hecho con lo que está haciéndose, y el todo con lo que debe hacerse. Se trata de la toma de conciencia de una gran tarea que los hombres, los múltiples hombres que forman la humanidad, realizan, han realizado y seguirán realizando, pero ya con conocimiento de causa esto es, sabiendo, cada uno de estos hombres, las implicaciones de su propio queha-cer con el quehacer de los otros hombres.

Muchos años después, ya muerto Marx y realizado su gran sistema, su inseparable amigo y socio, unido estrechamente en el marxismo como sistema, Federico Engels, en carta a J. Bloch escrita en septiembre de 1890, decía :

La historia se modela siempre como resultado definitivo de los conflictos entre varias voluntades individuales engendra-das ellas mismas por innumerables condiciones de la vida par-ticular. También son innumerables las actividades entrecruza-

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das e infinitas las fuerzas paralelas, de donde surge una resultante: el hecho histórico. Sin embargo, éste mismo pue-de ser considerado como el producto de una fuerza que, vista en su conjunto, opera inconscientemente y sin plan preconce-bido. Pues lo que cada individuo desea está trabado con lo que cada uno de los otros desea, y lo que resulta es algo que nadie ha querido.

A pesar de los años que separan una carta de otra, ambas se complementan. La toma de conciencia de la historia hace pa-tente su propio origen : el individuo, el hombre concreto en ineludible relación con otros individuos, con otros hom-bres. Fuerzas, múltiples fuerzas de individuos concretos que pugnan por el logro de sus no menos concretos fines o inte-reses y, como resultado, el hecho histórico que, como diría también Hegel, no satisface a ninguno de sus autores. Pero un hecho histórico que no puede ni debe concebirse como fuerza extraña al hombre que le da origen, al hombre .en sus múltiples expresiones e intereses. Esto parece resultado de una fuerza abstracta y paradójicamente ajena a los hombres que la, realizan y se sirven de ella; pero no hay tal, sin hom-bres concretos no hay historia, ni tampoco habría conciencia de la misma. Son hombres concretos como Hegel, Marx y En-gels quienes toman conciencia del sentido que adquieren las múltiples acciones de los no menos múltiples hombres que, Como abstracción, foinian la humanidad.

Es el hombre de carne y hueso, el hombre concreto, expre-sado en cada uno de nosotros, el protagonista de la historia; su historia y la de los otros hombres, sus semejantes. La historia como resultado de un conflicto permanente entre hombres concretos, hombres de carne y hueso, frente a otros hombres igualmente concretos. El conflicto entre hom-bres con sus modos peculiares de existencia, resultado ésta de sus propias e ineludibles condiciones de vida también en conflicto con otros hombres igualmente, peculiares Un con-flicto que podrá ser rebasado si se toma conciencia de este hecho y se actúa en consecuencia con, la ineludible relación del hombre con el hombre, si se actúa, podríamos agregar, solidariamente, lo que no implica el sometimiento de una vo-luntad a otra voluntad, sino la conciliación de lo que uno quiere con lo que los otros hombres quieren.

Marx y Engels han mostrado en ambas cartas, valga la me-táfora, la relación que el bosque guarda con los árboles que lo hacen posible. Los filósofos griegos decían que sólo Dios,

por estar encima de todo lo existente, podía ver el todo, la unidad, esto es, el bosque. En cambio, los hombres, obliga-dos a vivir en la tierra; sólo podían ver los árboles concretos y, para captar el bosque, tenían que conocer árbol por árbol. La toma de conciencia de la historia es la forma como el hom-bre concreto trata de captar el bosque entero del cual él mismo es parte. El sistema que origina esta toma de concien-cia es la cristalización del esfuerzo por conocer el bosque como totalidad, pero siempre a condición de que los árboles que forman el bosque no sean olvidados. Lo cual suele suce-der fácilmente, como aconteció a los propios Marx, Engels, y quienes han olvidado lo exprésado en aquellas cartas. A veces se ha tratado de mentes dispuestas no sólo a olvidar los árboles sino incluso a sacrificarlos en supuesto beneficio del bosque, con lo que dicho bosque obviamente acabaría por dejar de existir. La conciencia de que nos hablan Marx y Engels ha de ser conciencia no sólo del bosque sino de los árboles concretos que lo hacen posible; el bosque en la inelu-dible relación que ambos han captado con la más extraordi-naria y rica simplicidad. En los días en que vivimos esta simplicidad, que podríamos resumir en un "sin árboles no hay bosque", los árboles, esto es, los hombres e individuos concretos y los pueblos no menos concretos que forman esos hombres, están reclamando que se les considere, se les tome en cuenta en una tarea en la que- todos están ineludi-blemente involucrados. Una tarea que ha sido, es y ha de ser de todos los hombres, y cuya toma de conciencia ha de implicar la conciliación de voluntades en el logro de metas comunes sin sacrificio de la identidad que hace de cada hom-bre un árbol concreto y no sólo la abstracción del bosque que, según se dice, le contiene.

El problema es que el hombre, el hombre concreto, este o aquel hombre, al tomar conciencia de su relación con los otros hombres, con sus semejantes, hace de esta su toma de con-ciencia la única y exclusiva posibilidad de existencia del bos-que. El bosque, que él ve como la única posibilidad de exis-tencia, del bosque y de sus árboles. Olvida que él es árbol y se considera bosque. Es el bosque ordenado y concebido de acuerdo con su propia y exclusiva visión, lo que implica a su vez-el acuerdo de esta visión con sus no menos peculiares intereses. Lo que él ve y considera que es el bosque resulta ser lo justo y verdadero. En cambio, lo visto y considerado por los otros hombres es lo inadecuado y falso. Cualquier

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visión que no se adecue a la suya será- falsa y, por ello, cual-quier expresión verbal de la misma, bárbara. Bárbara de lo bárbaro en c su sentido original, esto es, balbuceo de - la ver-dad, del /ogos que no se posee. Bárbaro _será entonces el que no posee la verdad y _con ella la palabra que la expresa. Bár-barw o_balbuciente, frente-a quien Se dice -dueño de esa ven' dad -y, con ella, de la única palabra que puede expresarla. El dueño 'exclusivo de _la, verdad-palabra, dueño a su vez del poder que ha de ?firmarla contra quien pretenda subvertirla, esto es, alterarla. El supuesto y exclusivo poseedor de la vi-, Sión total del bosque como -centro, a =su vez, de todo orden que se derive del conocimiento del-bosque. Ya entre los grie-gos se afirmaba : "Quien conoce el-orden del universo conoce también el orden propio de los hombres." De allí la propues-ta platónica de que los filósofos fuesen reyes, o los reyes filósofos. Aunque, para, tener -la verdad, ciertamente no se necesita ser filósofo sino tan sólo tener el poder para hacer-la prevalecer.

El logos, la palabra, la verdad, y con ella la única posi-. bilidad de orden, se presentará COMO. exclusiva -no sólo de filósofos; sino de políticos, grupos sociales, pueblos y nacio-nes. Dueños del logos, es ésta la única expresión posible de orden. Cualquiera otra expresión resulta bárbara, esto es, bal-, buciente, mal dicha, mal -expresada:; ;:;;y por, ello fuera del logos que le da sentido. Centros de poder y; al margen, hom-bres o pueblos que no saben o no pueden expresarse en un logos que no, les -es -propio. Los otros son los mal hablantes, y por tanto entes -que han de ser sometidos. El maldito' es quien subvierte el, orden: del logos por excelencia. Y por mal-dito, arrojado aherrojádoí esto .es, fuera_de tal orden.

El calificativo de bárbaro es de origen griego ; para los griegos,hárbaro era el qué no hablaba bien el griego. Por ello los no-griegos eran entes-marginales cuya humanidad. estaba en entredicho. Menos hombres, por no expresarse correcta-mente en un lenguaje que• no -era el propio. Y, por lo mismo, entes que podían ser sometidos al orden e intereses de los exclusivos dueños. Bárbard era igualmente, para los roma-nos, el individuo que estaba fuera de la ley, del derecho, del orden de la ciudad, la civitas, por' excelencia. Al terminar. Roma su función histórica, los bárbaros= se transformaron, nuevos centros de. poder .0- civilización. y designaron coma bárbards a otros--más_ bárbaros, en Cuanto que los primeros elevaron su lenguaje,--costumbres, etcétera,-a signo de

INTRODUCCIÓN 17

zación. La dicotomía civilización/barbarie como signos de po-der y dependencia, de centro y periferia. Pueblos dominantes y pueblos destinados a ser dominados por ser bárbaros, esto es, por no ser copia exacta de sus dominadores.

Europa, al cristalizar como un conjunto de naciones, al igual que Grecia y Roma, mantendrá la' relación civilización/ barbarie como expresión de sus relaciones con pueblos al oriente de sus límites, Asia, o al sur del Mediterráneo, Áfri-ca. Pero la mantendrá también con pueblos separados del continente por obstáculos naturales, como son las extensas estepas eslavas, la cordillera de los Pirineos o .el brazo de mar que la separa de las Islas Británicas. Pueblos como los íberos al otro lado de los Pirineos, o los rusos , en las lejanas estepas, los cuales, si bien estaban alejados de Europa por tales obstáculos, no lo estaban de los pueblos al oriente ni al sur de Europa. Rusia, en relación más estrecha con pue-blos como los mongoles y los turcos; Iberia con los árabes del norte de África. Tales relaciones originaban mestizajes ra-ciales .y culturales. Pueblos frontera frente a asiáticos y afri canos, pero también pueblos frontera frente a Europa. "Asia no empieza en los Urales, sino en las estepas eslavas." "África empieza en los Pirineos." Pueblos, por l_ o mismo, conside-rados como bárbaros cuando pretendían ser europeos ; pero pueblos que- no se sentían ni asiáticos ni africanos. Bárbaros también como lo fueron, frente a Roma, francos, germanos y sajones, los habitantes de las Islas Británicas. Y bárbaros igualmente para la misma Europa, los normandos llegados de Escandinavia que en Rusia se mezclan con los eslavos, e im-ponen su dominio en un gran trozo del Imperio de Carlo-magno, Francia. Bárbaros, que serán también expulsados del continente al igual que íberos y rusos.

Una salvedad la constituyen los británicos, quienes, al re-vés de los íberos y rusos; estarán más empeñados en crear un nuevo imperio, un nuevo centro de poder, que en ser parte de Europa. Tal nuevo centro de poder convertirá su supuesta barbarie en nueva expresión de civilización. Y con esta nueva expresión= de civilización, nuevas expresiones de barbarie. La barbarie ahora al occidente de Europa, más allá

' de mares que bañan nuevos continentes como el americano, o viejos como el asiático o el africano. Britania como nuevo centro de poder y eje de civilización, que tiene como peri-feria el -mundo entero.

Britania como nuevo centro de pod.er y de civilización que

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18 INTRODUCCIÓN

abarcará a Europa misma. Centro de poder del llamado Mun do Occidental que se extenderá a Norteamérica. Y frente a este nuevo centro de poder y de civilización, pueblos consi-derados más que, bárbaros, salvajes. No ya bárbaros que ha-brá que incorporar a la civilización, sino salvajes que habrá que eliminar y, utilizar para su explotación, como utiliza la flora y la fauna de los espacios conquistados _a lo largo y_ ancho de la Tierra. Árboles que ya no forman parte del bos-que,,sino leña para cortar ,en supuesto beneficio del bosque. Britania, como un nuevo y gigantesco Imperio levantado sobre decenas y decenas de pueblos considerados bárbaros, salvajes, por mostrarse ajenos a las expresiones, y el modo de ser, designar las cosas y concebir el mundo. La civiliza-. ción, no como_ una forma de incorporar a otros hombres y pueblos, sino como una forma de dominar la naturaleza, y con ello, entes cuya humanidad está en entredicho. Entes con los .cuales los hombres, y los pueblos por excelencia han de evitar, mezclarse. Entes, por lo mismo, condenados a la explotación o a la periferia, a la barbarie o. al salvajismo per-manente. Entes de otra especie en el reinó de la naturaleza, por lo que no pueden ser parte de las sociedades creadas por el hombre. No podrán, como en Roma, ser .

er ciudadanos, como no podrá serlo fauna alguna. Simplemente'podrán ser ob-jeto de utilización.

Las palabras de Marx y .Engels con que iniciarnos este tra-bajo son, precisamente, la negación de esa gigantesca e insis-tente cancelación de humanidad ::la. humanidad vista como bárbara o salvaje. No existen pueblos civilizados y pueblos bárbaros, o salvajes; sino pueblos formados por hombres con-cretos;entrelazados en sus esfuerzos por satisfacer sus pecu-. liares necesidades. Sin embargo, será una relación que tanto Marx como Engels ,olvidarán a partir de su gran sistema, a través del cual sólo podrán ver los árbol_es en su relación limitada con .el- bosque. _

Lo que aquí hacemos es apropiarnos del sentido de las palabras de Marx y Engels respecto a la historia y sus acto-res, en: la cual han participado y participan hombres y pue-blos, sin discriminación alguna de raza y cultura. Cada uno de ellos, partiendo de su ineludible identidad. Una historia que habrá que continuar haciendo pero ya con "conocimien-to de causa", esto es, a partir de la conciencia de la relación que guardan entre sí los hombres y los pueblos ; relación que no puede seguir siendo la del dominio impuesto por.unos y

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la dependencia sufrida por otros. No ya la relación entre civi-lización y barbarie, sino la relación de mutua comprensión. Se trata de un discurso frente a otro discurso. El discurso como expresión de proyectos que, al encontrarse con otros, han de conciliar el discurso que los yuxtapone. Discursos que no tienen que negarse entre si, sino agrandarse ampliándose mutuamente. No el discurso que considera bárbaro cualquier otro discurso, sino el que está dispuesto a comprender, a la vez que busca hacerse comprender. Es la incomprensión la que origina el discurso visto como barbarie. Todo discurso es del hombre y para el hombre. El discurso como barba-rie es el discurso desde una supuesta subhumanidad, desde un supuesto centro en relación con una supuesta periferia. Todo hombre ha de ser centro y, como tal, ampliarse median-te la comprensión de otros hombres.

El título de este libro, Discurso desde la marginación y la barbarie, hace referencia al discurso desde otras expresiones del hombre que no por ser distintas son menos humanas. La marginación y la barbarie como nuevos e ineludibles centros de expresión del hombre que, de esta forma, niegan la misma marginación y barbarie. Las supuestas marginación y barba-rie no son sino expresiones de peculiaridades propias de to-dos los hombres. En este sentido, todo discurso lo es de una cierta expresión peculiar de humanidad, peculiaridad que no anula sino que afirma su humanidad. Discurso así desde una fauna peculiar de hombres que tiene su origen en la incapa-cidad del hombre para entender al hombre. El hombre, todo hombre, es igual a cualquier otro hombre. Y esta igualdad no se deriva de que un hombre o un pueblo pueda ser o no copia fiel de otro, sino de su propia peculiaridad. Esto es, un hombre, o un pueblo, es semejante a otros por ser como ellos, distinto, diverso. Diversidad que lejos de hacer a los hombres individuos más o menos hombres, les hace semejan-tes. Todo hombre, o pueblo, se asemeja a otro por poseer una identidad, individualidad y personalidad. Esto es lo que hace, de los hombres, hombres, y, de los pueblos, comunida-des humanas. Es este peculiar modo de ser de hombres y pueblos el que debe ser respetado. Negar o regatear tal res-peto será caer en la auténtica barbarie, la del que pretende rebajar al hombre considerándolo cosa, la del que preten-de utili7nr a otro hombre, o pueblo, y la del que acepta ser utilizado.

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Esta historia está encaminada a evitar que se desvanezca con el tiempo la fama de los grandes hechos públicos y maravillosas ha-zañas, tanto de los griegos como de los bár-baros.

HERODOTO

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I. LA BARBARIE EN LA HISTORIA

EL LOGOS DE LA BARBARIE

CON las palabras que anteceden, el historiador griego Hero-doto de Halicarnaso relata" la grande y maravillosa historia de su mundo, el griego, y su relación con el mundo más allá de la Hélade, con el que su mundo se ha encontrado. Es un relato en el que se mezcla lo verosímil con lo fabu-loso. Es el griego racionalista frente a un mundo que escapa a su razón, rebasándola y conduciéndolo a la fábula. Un mun-do del que difícilmente se puede hablar sin recurrir a la me-táfora, a la descripción. Un mundo, en fin, de hombres y culturas distintos del modo de ser del hombre y cultura helé-nicos. El mundo de los griegos y el mundo de los bárbaros. Pero ya en el calificativo de bárbaro, que se da al hombre y al mundo del otro lado de Grecia, se expresa la pretensión que anima tal historia, y, con ella, el modo de ver y racio-nalizar a otros hombres y culturas que no son las de quien las ve y racionaliza. Hombres y mundo bárbaros, calificativo que proviene del mismo modo de ser del calificador, el grie-go, el romano y después el europeo, hasta culminar en el hombre y el mundo occidentales. Bárbaros ; bárbaro, palabra onomatopéyica que el latín traduce como balbus, esto es, el que balbuce, tartamudea : Bar-ba... Pero, ¿qué es lo que se balbuce o tartamudea? Por supuesto, no el propio lenguaje del bárbaro, que el griego no comprende, sino el lenguaje mis-mo del griego. Bárbaro es el que habla mal el griego, el que lo balbuce o tartamudea. Balbus, en latín, es el "balbucien-te, tartamudo, torpe de lengua, el que no pronuncia clara y distintamente". Para el griego, bárbaro es el hombre rudo, el no griego, el extranjero. Esto es, el hombre que está fuera del ámbito griego o al margen del mundo del hombre que así califica. Bárbaro será, también, sinónimo de salvaje, in-culto, esto es, no cultivado de conformidad con el que parece el modo de ser del hombre mismo por excelencia, el griego.

La calificación la daba así el griego, en aquellos lejanos tiempos, a partir de su propio lenguaje y del mundo al que

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24 LA BARBARIE EN LA HISTORIA

LA BARBARIE EN LA HISTORIA 25

aquel lenguaje daba sentido. Es obvio que, para el bárbaro, el griego, al expresarse en otro lenguaje que no era el propio, barbarizaba, balbucía, hablaba igualmente mal. Pero no es esto lo que, interesa al hombre que hace la historia y al grie-go que la relata ; según éste, el no-griego balbuce el griego, pero no le importa cómo se expresa en su propio lenguaje. El logos griego —como en otras expresiones del mismo a lo lar-go de una historia que continuará en Roma, Europa y el mundo occidental—, será un logos predominante y, por ende, dominante. Cualquier otro logos, habla o expresión, tendrá que justificarse ante el logos por excelencia. Logos que im-plica el sentido del mundo del que él mismo es expresión : la cultura, el modo de ser y la concepción de su propio mun-do. Será este logos el paradigma para calificar cualquier otro logos, cualquiera otra cultura, modo de ser o concepción del mundo. El paradigma de lo que está fuera, al margen. En Grecia, ello es visto como simple doxa, opinión, modo acci-dental de ser, falta de consistencia ; aquello de lo que ni siquiera se puede hablar, tal y como sostendrían los filóso-fos griegos desde Heráclito y Parménides hasta Platón y Aristóteles. El logos es también centro ordenador, legislador o conductor, que sabe del principio y esencia de todas las cosas y por ende sabe de su conducción o mando. De ahí que Platón declarase que los reyes deberían ser filósofos o los filósofos reyes ; y que Aristóteles considerara la filosofía como una ciencia de principios, esto es, de príncipes, de gobierno. El logos griego y sus expresiones a lo largo de la historia a la que dio origen el hombre que lo utiliza, dará razón y sentido a todo cuanto le rodea, a todo aquello con que se encuentre. El logos imponiéndose a la barbarie; la civitas como civilización, a la barbarie; la civilización al salvajismo, la civilización de los modernos a la barbarie que se presen-tará como ineludible opción a pueblos, como los latinoame-ricanos y de otras regiones de la Tierra : "¡ Civilización o barbarie 1", gritará Domingo Faustino Sarmiento, siglos des-pués del relato de Herodoto de Halicarnaso.

Recordemos que el logos tiene, desde su lejano origen griego hasta nuestros días, dos acepciones : la de razón y la de palabra. Razonar es tomar conciencia de lo externo que ha de ser sometido a las categorías de comprensión internas, a la razón. Esto es, para saber qué es eso que está fuera y se ignora habrá que familiarizado con lo ya conocido. Esto era para los griegos la definición, precisar lo que se conoce

a partir de lo conocido ; precisarlo clara y distintamente sin confundir una cosa con otra; saber la relación que la cosa por conocer tiene con las ya conocidas. Definir es, también, saber la palabra precisa que permite deslindar lo conocido en relación con otras cosas igualmente conocidas. Tal era para el griego el logos y su función. Fuera del logos, capaz de definir lo que conocía, sólo estaba la nada, aquello de lo que no se podía hablar ; porque, como diría Parménides, en cuanto se puede hablar de él se convierte en racional, lógico. Fuera de la razón está lo indefinible, lo inefable, lo ambiguo y por ello ajeno a la razón. El logos es, también, palabra, capa-cidad de poder comunicar, a otro lo conocido y definido. Ra-zón clara y palabra clara no inducen a error : lo contrario precisamente de la barbarie, que no es hablar sino balbucir en forma confusa, torpe e indefinida.

Ahora bien, la definición, como función del logos que da razón de las cosas, parte de lo que los griegos llamarán la teoría, relacionada con la acción de ver. Lo que hace Hero-doto en su historia es relatar lo que ha visto. Lo que ha visto a partir de una visión ya conformada por el mundo al que pertenece ; de ahí lo extraño, maravilloso y fabuloso de un mundo que escapa a su propia comprensión del mundo. Ve con los propios ojos un mundo que no es el propio. La filo-sofía griega es también teoría; modo de ver lo externo some-tiéndolo a la visión interna. Este saber recorría tres fases en Grecia. La primera fase la del desconcierto : extrañeza ante lo desconocido, que Platón y Aristóteles llaman admiración. La admiración frente a algo que no se encuentra en el mun-do de lo familiar, en el mundo de los conceptos propios de la razón que dé sentido a este mundo. La segunda fase es la del enfoque : iluminación frente a lo encandilado. En esta fase, precisamente, hay que aclarar, distinguir y situar lo encan-dilado dentro de los lineamientos y la iluminación de la pro-pia razón. Habrá que ver con cuidado y atención, aclarar lo que aparece obscuro o deslumbrante. La tercera fase será dar racionalmente el sentido de la palabra; esto es, poder decir, hablar de lo que se admira y deslumbra y que ha sido sometido al mundo familiar de lo conocido. Ver bien es cono-cer bien, y conocer bien es, a su vez, hablar bien, poder decir la última palabra sobre lo conocido. La última palabra puede abarcar el conocimiento del universo entero, poder compren. derlo como totalidad ; poder verlo como los dioses desde lo más alto, fuera del mundo, de las simples opiniones y tam,

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bién de las pasiones. Porque es Dios el que posee, por exce-lencia, el conocimiento de la totalidad. El filósofo es el que más se acerca a este conocimiento total y totalizador. Por ello los reyes deberían ser filósofos y los filósofos reyes. Logos es, así, razón que aclara y define lo que se conoce, y pala-bra la posibilidad de expresar este conocimiento a otros. Sólo que es una palabra incapaz de dialogar, esto es, incapaz de relacionar la verdad alcanzada con otras verdades, es sólo logos, no diálogo. Las otras verdades serán vistas como sim-ples opiniones, doxa, que habrán de justificarse ante el logos que sabe y dice lo que es. La verdad, alétheia, es descubri-miento, quitar velos que ocultan la verdad, con el logos corno razón. Quita los velos que cubren la verdad y muestra lo que es de forma tal que no puede ser otra cosa.

Así, un logos toma razón y la hace expresa ante otros. Ra-zón y palabra, pero no diálogo. Los otros, los que no poseen ese logos en su doble acepción, no deben ni pueden discutir lo expresado porque lo expresado es la verdad por excelen-cia, la que el no griego sólo puede repetir, tartamudeante y limitado a su lengua y visión. Heráclito decía : "Malos tes-tigos los ojos y los oídos para los hombres que tienen alma de bárbaros." Bárbaro, aquí, es el que no posee un alma ca-paz de ver y de oír y, por tanto, de hablar de la verdad por excelencia. El diálogo es, por ello, imposible con el otro, el desigual. Es más : el bárbaro no puede expresarse, hacerse comprender desde su propio lenguaje, sólo puede hacerlo des-de el lenguaje del que se considera hombre por excelencia. Y, expresándose desde este lenguaje, que no es el propio, difícilmente podrá hacerlo como el griego; su expresión será bárbara, balbuciente, tartamudeante. Sólo así existe un dis-curso auténtico, es decir, el del griego ayer y el de sus here-deros hasta nuestros días.

El logos sabe de lo existente, 'de la realidad, de la crea-ción. No es un instrumento creador en el sentido en que lo entenderá la concepción bíblica hebrea. El logos conoce y por conocer, puede ordenar, esto es, >reorganizar, cambiar el orden. Puede recrear, pero no crear ; lo contrario de la con-cepción hebrea. De la nada, para el griego, no puede surgir nada. La nada deja de serlo cuando en ella se destaca lo que contiene como realidad o conjunto de realidades. Pero es algo que está allí y que la razón puede destacara En la mitología expresada en Hesíodo, Dios no es creador sino or-denador. Simplemente ordena el Caos, transformándolo en

Cosmos. Un orden que puede cambiarse una y otra vez sin que se afecte lo existente. El logos acata, define y separa, y a partir de esto puede reordenar. En la Biblia, por el con-trario, Dios es un creador que hace surgir todo lo existente de la nada. Y lo hace hablando, diciendo "hágase esto o lo otro", y esto o lo otro queda hecho. La palabra es aquí ver-bo, no logos; crea, no sólo recrea. En el principio fue el caos, dice Hesíodo ; en el principio era la nada, dice la Biblia. Dos concepciones que pueden también marcar los linderos entre la civilización como palabra que ordena, y la barbarie como balbuceo que ha de crear de la nada.'

LA BARBARIE IRREDUCI1BLE

Habrá que recorrer varios siglos para llegar a otra etapa de la misma historia en la que el logos siga siendo lo determi-nante respecto a lo que es y debe ser para quienes lo poseen y para quienes han de acatarlo. Me refiero a un significativo texto del gran príncipe de la palabra moderna, William Shake-speare, en su drama La tempestad. Este drama se escribe en los momentos en que se ha realizado la gran expansión colonial íbera y toma cuerpo la expansión de la Europa mo-derna, central la británica, a principios del siglo xvii. Prós-pero, personaje que encarna al colonizador, increpa a Cali-bán, el colonizado. Califica a Calibán de bárbaro y salvaje y por ello inclinado al mal, de acuerdo con su propia y na-tural condición: "Tengo compasión de ti —le dice—. Me tomé la molestia de que supieses hablar. A cada instante te he enseñado una y otra cosa. Cuando tú, hecho un salvaje, igno-rando tu significación, balbucías como un bruto, doté tu pen-samiento de palabras que lo dieran a conocer" (las cursivas son mías). ¿Qué lenguaje enseñó Próspero a Calibán? El len-guaje propio de su dominador. Mediante este lenguaje, ense-ña a Calibán que éste ha de aprender inmerso en el mundo de significaciones de su opresor. Un mundo que no es el propio. Lo que Calibán puede expresar a partir de sí mismo, de su lenguaje, es simplemente barbarie, el balbuceo de bru-to, del no hombre. Calibán puede ser hombre, pero dentro de la idea y logos del hombre por excelencia, el colonizador. Ca-

1 Véase mi libro La conciencia del hombre en la filosofía. Introduc-ción a la filosofía, Universidad Nacional Autónoma de México, Mé-xico, 1960.

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2& LA BARBARIE EN LA HISTORIA

liban ha de captar su propia significación a través -de las palabras, el logos, de Próspero. Esto es lo que Calibán signi-fica en el mundo de Próspero. Y esta significación es, pura y simplemente, la del esclavo. Calibán, aun aprendiendo el len-guaje, la palabra, de Próspero, no podrá ser jamás su se-mejante. Siempre barbarizará, balbucirá tal lenguaje. "Pero, aunque aprendieses —dice Próspero—, la bajeza de tu origen te, impediría tratarte con las naturalezas puras." El lenguaje y el orden a que éste da sentido no podrá ser jamás el len-guaje de Calibán y, por ello, sólo podrá ocupar un lugar infe-rior dentro del mundo de Próspero.

Entre los hombres, decía Aristóteles, unos han nacido para mandar y otros para obedecer. Unos poseen voluntad propia y otros dependen de la voluntad de otros. Unos actúan por sí mismos y otros por mandato. En estos últimos la volun-tad está limitada a la obediencia. Obediencia que nace de la conciencia que se tiene respecto a lo que ha de ser mandado y obedecido. Unos poseen la palabra sobre lo que debe hacer-se, los otros sólo la voluntad para hacerlo. Sólo el que posee la palabra precisa de lo que-debe ser mandado puede man-dar. Por este motivo, Dios, y después de Dios el filósofo, sabe de la precisión de la palabra y, por ende, del orden que debe ser establecido. De allí, una vez más, la propuesta, según la cual los reyes deberían ser filósofos o los filósofos reyes. De acuerdo con Aristóteles, existen tres tipos de indi-viduos que, no habiendo nacido para mandar, sólo pueden aprender a obedecer lo mandado ; individuos con una razón limitada a la obediencia, y por ello balbuciente e imprecisa; pero individuos capaces de hacer lo que-les sea ordenado : se trata de los esclavos, las mujeres y los niños. Los esclavos, por naturaleza, los que provenían de los pueblos bárbaros ; las mujeres, que estaban en esa situación por la natural limita-ción de su razón; y los niños, cuya razón tendría que des-arrollarse.

Esta idea de los griegos acerca de los bárbaros, como entes limitados racional y volitivamente, la extenderá Iberia en la conquista y colonización de América a partir del siglo xvi. Es la concepción aristotélica, recogida por el tomismo, aplica-da a la ordenación del mundo conquistado por los íberos. Pero será también la concepción del nuevo racionalismo, el cual no niega a ningún hombre la razón y, con ella, lo que posee de igual en relación con los otros hombres. Sin embar go, es una razón que acabará siendo limitada, como en Aris--

LA BARBARIE EN LA HISTORIA 29

tóteles, por la misma naturaleza del hombre. El hombre es igual a todos los hombres por la razón, pero será desigual por las limitaciones que la misma naturaleza física del hombre impone a esta misma razón. La misma y vieja preocupación griega discriminando a unos hombres de otros en fimción de una supuesta capacidad para el uso de la razón o el logos ; y la nueva discriminación, que partirá ahora de la especificidad de lo que tiene de natural el hombre, y por ende, de lo limi-tado que es para el hombre el uso pleno de la razón. Dscri-minación cultural y discriminación natural, pero siempre dis-criminación. El griego había perfilado así el tipo de hombre por excelencia, el capaz de conocer y, al conocer, mandar. El moderno, el europeo-occidental, forjará, igualmente el tipo de hombre por excelencia : el capaz de dominar a la naturaleza poniéndola a su servicio ; pero incorporando dentro de la na-turaleza a los hombres que de una u otra forma no la hubie-sen vencido. Bárbaro el uno, salvaje el otro;: pero uno y el Mismo, el bárbaro y el salvaje, el que balbuce un lenguaje que no es el propio y el que posee una cultura, un modo de ser, natural y cultural que no es el del hombre europeo-occiden-tal. Bárbaros, entes ambiguos, balbucientes, unos y otros, fren-te a un discurso en e_l que no pueden tener otro lugar que el de instrumentos.

Por ello, frente a este hombre marginado del logos o de la cultura y la civilización, europeo-occidental, será, capital la pre-ocupación por lo que constituya su identidad. La identidad como punto de partida para la afirmación de una humanidad que de una y otra manera ha sido negada al hombre puesto en los confines:de un logos erigido como:razón y palabra por excelencia. Aristóteles, al definir al hombre en función de la razón, y por ser la razón algo exclusivo del griego, dejaba al bárbaro al margen de la humanidad. Bárbaro en relación con un discurso que no era el propio y del que tampoco se podría apropiar plenamente, hiciera lo que hiciese. Nada po-. drá hacer el Calibán de la historia moderna por ser como su colonizador, por mucho que aprenda su lenguaje ; por mu-cho que haga suyas sus creaciones culturales y técnicas, nada le hará su semejante. Tal hombre tendrá que definirse a partir de su propio y exclusivo logos, a partir de su peculiar modo de ser, su barbarie. Dentro de este peculiar modo de ser está la conciencia del otro hombre, el que le niega huma-nidad; el que le niega la misma existencia. En su encuentro consciente con el conquistador y colonizador, para enfrentar-

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lo y afirmar su existencia, tendrá que hacer del logos de éste el instrumento de su propia afirmación en el contexto, en un discurso que obviamente no será el del creador de tal logos ni el horizonte de sus significaciones. Naturalmente tendrá que balbucir, barbarizar el lenguaje con el que ha sido domi-nado, para hacer de él el instrumento de su propia liberación y el punto de partida de la afirmación de una humanidad que no tiene por qué ser discutida ni, menos aún, disminui-da._Maldecir es decir mal el lenguaje y la cultura impuestos en relación con los intereses del que se los impuso, pero ahora tendrá que ser en relación consigo mismo, en relación con los propios e ineludibles intereses del replicante. Calibán re-plica -a Próspero diciendo : "¡ Me habéis enseñado a hablar, y el provecho que he obtenido es saber cómo maldecir! ¡ Que caiga sobre vos la roja peste por haberme inculcado vuestro lenguaje!" El logos dominante se transforma de alguna for-ma en diálogo, logos de dos en cuanto puede ser replicado, maldecido, mal dicho, ya en otra relación que no es la de su creador. Discurso desde la marginación y la barbarie a partir del discurso impuesto por diversas formas de domi-nación del hombre; a partir de una historia que ha venido marcando los límites de toda historia que no sea vista como barbarie. Pero a su vez, se trata de una barbarie consciente que no se considera tal porque ya no pretende repetir o imi-tar la palabra- impuesta, sino que hace de ella instrumento de su propia y peculiar uia de ser hombre.

LA CIVILIZACIÓN COMO ABSORCIÓN DE LA BARBARIE

La marginación y la barbarie se dan, por supuesto, desde un centro de poder que califica a partir de su propia situación y lenguaje. En Grecia esta calificación tenía más un centro defensivo que ofensivo. Grecia, foimada por numerosas ciu-dades, polis, a la defensiva unas frente a otras, proyecta en el logos ordenador del cosmos la idea de organizaciones lo bastante fuertes, seguras y bien- definidas, para evitar ser arrolladas por otras. Ciudades, polis bien equilibradas en cuanto a límites y habitantes. Aristóteles señala los líinites que deben guardar las ciudades para mantener la seguridad. Las guerras del Peloponeso origihan la ruptura de éste equi-librio_ interno del cual depende el equilibrio externo' entre las diversas polis como centros de poder, un poder que no

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debía ir más allá del ámbito que se consideraba propio. La filosofía llegará a su máxima expresión en relación con estas guerras, con Sócrates, Platón _y Aristóteles. Estos filósofos trataron de restablecer el logos que necesitaba la polis para su seguridad.

Fuera de Grecia estaba la barbarie; pueblos que se expre-saban y vivían en formas diversas a -la griega. Herodoto ha-bla precisamente de estos pueblos. Y habla de ellos porque, con ellos, Grecia ha tenido no sólo contactos sino choques. Se ha enfrentado con el centro de poder de esos pueblos bár-baros : Persia, que para el conjunto de ciudades griegas no era sino expresión de la barbarie. Barbarie desde el punto de vista y los intereses griegos. Las guerras de Grecia con el Imperio persa no cambian el sentido-del logos griego, siem-pre defensivo. Con dificultad se aliarán las polis griegas en defensa de Grecia como gran unidad. Los persas, al fin, son detenidos en sus intentos expansionistas, pero la historia nos habla de las dificultades experimentadas por potencias griegas tales como Atenas y Esparta para lograr que coinci-dan en una defensa que debe ser común. El logos griego, es un logos defensivo y múltiple. Cada polis posee su propio y exclusivo logos, sus propios límites. Y a partir de éstos límites cada una se calificará a sí y a las otras. Más allá de la Hélade sólo existe la nada; pero una nada amenazan-te, bárbara, capaz de realizar los hasta entonces imposibles proyectos de expansión del Imperio persa. -

Será de una región marginal de la misma Grecia, en Ma-cedonia, de donde provenga un nuevo proyecto y con el un cambio en el uso del logos, el cual dejará de ser defensivo para transformarse en ofensivo, imperial.. Un logos que se extenderá sobre otros pueblos, arrollando incluso sus cos-tumbres y cultura. Alejandro de Macedonia, llamado con justa razón Magno, fue el realizador de este milagroso-cam-bio. Primero Filipo, y luego su glorioso hijo, unen las polis de la díscola Grecia sometiendo a las polis enemigas entre sí y creando un logos imperial. Un logos armado que some-terá a la barbarie persa y; con ella, a la de muchos pueblos hacia el Oriente hasta llegar a la. India; sometiendo a mu-chos pueblos al margen de Grecia y mucho más allá de los, mismos ,márgenes de Grecia. Pueblos que abarcan toda el Asia Menor, llegan al Cáucaso,- más allá del actual Afganistán sobre grandes lagos y mares interiores. El logos griego se amplía, entra en contacto con la- barbarie hacia el oriente

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de los _que fueran Sus antiguos límites. Tal higos tendrá -que transformarse, dejar de ser un instrumento defensivo para poder absorber esos pueblos,,sin ser absorbido por el gigan-tesco y multiforme mundo con el que se han encontrado Alejandro y sus guerreros.

¿Cuál va a ser entonces la preocupación de Alejandro, buen discípulo de Aristóteles? Realista,_adaptará la concepción cul-tural griega a la de los- Pueblos con los cuales se ha encon-trado, y con los cuales han de convivir los griegos para po-der mantener el Imperio. Ya no tiene sentido el drástico antagonismo de griegos contra. bárbaros. Grecia no puede mantenerse, encerrada en su propio logos pretendiendo man-tener en la doxa o en la nada a los hombres y pueblos que no coinciden con sus expresiones y que, por no coincidir,- las balbucen, las expresan no ya mal sino de forma distinta. Aristóteles, en su Política, razona sobre un logos u orden de las-ciudades. Habla de una polis que ha dejado de expresarse a través de cada ciudad para transformarse en el logos de una gran polis, que abarca a Grecia entera y se prolonga sobre una multitud de hombres, pueblos y ciudades, que nada saben de la forma, de racionalizar y expresarse del conquistador griego. Se pregunta Aristóteles

¿Cuál es la mejor constitución y la mejor vida para la mayo-ría de los Estados y-la mayoría de los hombres, si no se exige a éstos más virtud que la del hombre medio ni más cultura que la que puede adquirirse- sin gozar del favor especial de la naturaleza o de las circunstancias, ni se le pide al Estado una constitución que sólo pueda darse en el mundo de lo. ideal, sitió simplemente una vida en , la que la mayoría de los hom-bres puedan- convivir, y una constitución dentro de la que puedan moverse?.,

Aristóteles considera que el adaptar un orden, una constitu - don o tul logost a la realidad sobre la que se tendrá que ac-

tuar, resultará tan difícil :como crear algo nuevo. Mejorar "la constitución del Estado existente —dice— no es obra me-nos grandiosa que el crearla de nuevo, lo mismo que el cam-biar los conocimientos es tan difícil como el adquirirlos".2 Tal era el reto que se le planteaba a su gran discípulo, Alejandro, que había llevado a Grecia y las expresiones de ella más allá de sus limitadas fronteras. El Imperio creado, para subsistir,

2 Aristóteles, La política. Véase op. cit.

LA BARBARIE EN LA HISTORIA 33

tendría que seguir la recomendación realista de Aristóteles. Los prejuicios, los odios y rencores del griego frente al mun-do más allá de sus límites, más allá de la Hélade, tendrían que dejar su lugar a un nuevo logos, a un racionalismo y una expresión capaces de abarcar los nuevos confines de Grecia, Alejandro, para mantener su obra, no podía permitir que los griegos, partiendo de una supuesta superioridad, saqueasen y destruyesen pueblos que se incorporaban con toda su riqueza humana y cultural al mundo y la cultura griegos. Los griegos tendrían que convivir con los supuestos bárbaros y, al con-vivir con ellos, aceptar como natural la supuesta barbariza-ción, esto es, la adopción que hicieran de la cultura y lenguaje griegos. En acto simbólico, Alejandro obligó a sus generales, dando ejemplo él mismo, a desposarse con mujeres persas. Grecia dejaba de, ser un conjunto de ciudades mutuamente a la defensiva para realizarse como una gran polis que abar-caba pueblos de múltiples razas, lenguas y cultura. Johann Gustav Droysen, en su estudio sobre Alejandro, nos dice: Na-die como Alejandro "ha podido ver que aquellos bárbaros no son precisamente bestias o plantas, sino que son también hombres, con sus necesidades, sus talentos y sus virtudes y que su modo de ser y modo de vivir encierran también ele-mentos más sanos, algunos de los cuales han sido percibidos ya por quienes despreciaban corno bárbaros".3 En las 'prime- ras filas macedónicas iban labriegos y, con ellos, helenos .de las costas del Asia Menor, tan alejadas de la cultura griega como lo estaban los pueblos con los cuales ahora Grecia te-nía que convivir. La diversidad de los pueblos con los que se había encontrado Alejandro y sus guerreros relativizaba el concepto del logos y la cultura griegos y, con ello, el injusto desprecio a otras culturas y formas de expresión del hombre. A su vez, Persia era diversa de Egipto, y ambos eran diversos de pueblos como los ilirios y otros muchos más. El lenguaje griego también iba a ser barbarizado para que Grecia y aque-llos pueblos pudiesen comunicarse.

Roma heredará esta concepción. Roma, que en la leyenda se considera heredera de la muy antigua enemiga de las dís-colas y codiciosas pequeñas naciones griegas que la destru-yeron, Troya. Troya, que seguramente balbuce el idioma grie-go para entenderse con sus opositores. Troya, que en el mito se prolongará en Roma, la cual se folinará sobre los múlti-

3 Johann Gustav Droysen, Alejandro Magno, Fondo de Cultura Eco-nómica, México, 1946.

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ples pueblos de la península itálica, entre ellos el etrusco. Roma, que se asimila a Grecia y a su cultura, barbarizándola y creando una lengua y cultura nuevas que, si bien se enraí-zan en Grecia, son transformadas profundamente. Roma, que se pone de parte del Imperio macedónico, lo reconstruye y amplía sobre el norte de África y el norte de Europa más allá de los Alpes. Grecia queda incorporada a un gigantesco Imperio levantado sobre hombres de diversa raza y de no me-nos múltiple cultura. Y con la cultura, multitud de dioses que le dan sentido. Pero Roma hablará, también, de bárba-ros. En especial, los pueblos al norte de la península itálica, del otro lado de los Alpes : galos, germanos, celtas, sajones y otros muchos más. Y al este, pueblos con una cultura y len-guas que conoce y respeta, la lengua y cultura de la vieja Grecia, los persas, los partos, los egipcios y los judíos. Pue-blos que parten del Imperio creado por Alejandro. Roma, triunfante en las guerras púnicas, pondría pie en el norte de África extendiendo aún más su vasto Imperio.

Haciendo suya la actitud tomada por Alejandro de Mace-donia al crear su vasto Imperio, Roma mantiene su dominio por el no menos vasto Imperio permitiendo que los pueblos conquistados formen parte de ella. Roma asimila la cultura de los pueblos conquistados al tiempo que permite que éstos asimilen la cultura romana, y crea los lineamientos legales de este orden. El logos deja su lugar a la ley, al derecho. Se es bárbaro no por hablar mal el latín, sino por estar fuera del orden legal romano. La lengua latina, lejos de ser un instru-mento de discriminación, es un instrumento de asimilación. Por ello del latín se derivarán los idiomas de la Europa que surgirá después de siglos de las supuestas ruinas del Imperio romano. Roma dará contextura al idioma y a la cultura bár-baros que, así, dejan de serlo. Su orden legal será el meollo del orden sobre el cual se alzará el orden del que surgirán las naciones europeas. Se deja de ser bárbaro no porque se hable bien el latín, sino porque se es parte activa del orden expre-sado en el derecho romano. La ciudadanía que Roma otorga a los hombres de los pueblos por ella colonizados rompe el calificativo de bárbaro. El latín, como instrumento universal de comprensión entre tan diversos pueblos, no es visto como paradigma frente a la barbarie, sino como instrumento para el diálogo que han de mantener unos pueblos con otros. Roma es el centro de este diálogo. Por ello, los dioses de los múltiples pueblos del Imperio pasan a formar parte del Pan-

teón. romano. Sólo uno de estos dioses, el Dios de los cristia-nos, es negado y perseguidos sus seguidores ; y lo son por lo que el Dios y los cristianos tienen de excluyente. En el Re-nacimiento, siglos después, Tomás Moro, en su Utopía, recha-zará igualmente de su ciudad, por excluyentes, las ideas de uno de estos cristianos : un sacerdote católico que condena-ba a todos los no católicos al infierno por no aceptar la palabra, el logos, de un Dios único y exclusivo.

Siglos más tarde, Simón Bolívar comparaba al Imperio romano y sus frutos con el Imperio español y lo que había originado. Del primero habían surgido naciones, del segundo un gran caos. Al caer Roma, de sus cenizas surgió Europa con sus múltiples expresiones; al terminar el español, sólo pueblos sin identidad que cada caudillo trató de poner a su servicio, como antes habían estado al servicio de los intere-ses coloniales íberos. Dice Bolívar: "Al desprenderse la Amé-rica de la Monarquía Española, se ha encontrado semejante al Imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dis-persa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración for-mó entonces una nación independiente conforme a su situa-ción o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquéllos volvían a restablecer sus primeras asociaciones." De Roma surgieron las naciones que formarían el mosaico europeo, teniendo como base el orden y la cultura por ella dejados; surgió la unión de lo que pudo haber sido la dispersión de la barbarie, el no comprenderse unos pueblos con otros, al no comprender sus no menos diversas expresiones cultura-les; Roma les dejó lo que les permitía entenderse entre sí. Otra cosa distinta fue la herencia del Imperio español. Por el mestizaje unió sangre y por la cultura entendimientos. -Sólo había una lengua, una cultura y una religión; sin em-bargo, al término del Imperio no surgió una América unida como lo había estado por la dominación.

Nosotros —dice Bolívar— ni siquiera conservamos los vesti-gios de lo que fue en otro tiempo: no somos europeos, no so-mos indios, sino una especie media entre los aborígenes . y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por dere-chos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado.4

4 Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Latinoamérica, Cuadernos de Cultura Latinoamericana, 1, UNAN, 1978.

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36 LA BARBARIE EN LA HISTORIA

En Hispanoamérica no surgieron naciones como de Roma al terminar su Imperio. Esta América carecía de osamenta pese a su mestizaje y unidad cultural. ¿Qué había pasado? Este de-fecto será el propio de la colonización no sólo íbera sino eu-ropea sobre América y el resto del mundo hacia donde llevó su expansión. El logos íbero fue tan excluyente como lo pudo ser el heleno sin Alejandro. Pero igualmente excluyente lo será el logos de la Europa llamada occidental, que creará un Imperio aún más grande y poderoso, con el cual pugnan aún muchos pueblos sometidos. El imperialismo íbero y el eu-ropeo-occidental, pese a sus ineludibles diferencias, no siguie-ron las normas establecidas por Alejandro sobre su Imperio ni las de Roma, haciendo de los pueblos por ellos dominados parte activa y responsable, por su propio interés, de tal Im-perio. Lo central fue la expoliación a partir de una supuesta disthinución o falta de humanidad de los pueblos y hombres encontrados en su expansión. Será contra la voluntad de sus conquistadores, de sus intereses y proyectos, como los pue-blos en Latinoamérica, al igual que los de Asia y África, bus-quen otro orden asimilando, ajustando o negando el que les impusieran sus dominadores. En su encuentro con otros pue-blos, que consideró drásticamente como marginales y bárba-ros y por ello fuera de lo humano, la expansión europeo-occidental originó otra forma que dio lugar a la peculiar situación de violencia en que aún vivimos.

LA BARBARIE CRISTIANIZADA

El logos como ley, como derecho, en Roma trasciende la dis-criminación cultural impuesta por el logos griego. Ya no se-rán bárbaros los que se expresen mal en griego o latín y posean otra concepción del mundo y de la vida y, con ella, otros hábitos y costumbres. Bárbaro será el que esté fuera de la legalidad, el derecho que da sentido a Roma y a su Imperio. No importa la raza ni la cultura, sino la capacidad de servir al Imperio, de actuar en relación con sus intereses. La ciuda-danía romana, la humanización por excelencia del hombre de esos tiempos, puede ser adquirida por el bárbaro, que no ten-drá que renunciar a una supuesta barbarie porque ésta, de acuerdo con tal concepción, no existe. La ciudadanía la otor-ga Roma a quienes mejor le sirven y guardan las fronteras de su Imperio, tal y como el ciudadano griego guarda el or-

LA BARBARIE EN LA HISTORIA 37

den de la, gigantesca Polis, la gran ciudad. De la civitas se deriva el derecho a la ciudadanía, el derecho a pertenecer a la ciudad de Roma, a su Imperio.

Sin embargo, el orden que como derecho mantiene a Roma y a su Imperio, se irá deteriorando en la medida en que la codicia, la ambición, las brutales pasiones, la hibris —de la que se defendía el griego haciendo del logos temperancia—, se va imponiendo en el Imperio. Cuando los emperadores de-jan de ser herederos divinos de una estirpe que tiene su raíz en Julio César y los dioses que velaban por el Imperio, los generales aprenden a romper y corromper el orden y a tergi-versar la ley, el derecho, mediante el cohecho. Las legiones romanas, ya no tan romanas por su origen pero sí imperia-les, con el voto de sus armas decidirán a quién otorgar ,el mando del Imperio. Un mando que puede ser comprado con el oro que se ofrece a las cada vez más codiciosas legiones. Antiguos bárbaros, que han dejado de serlo por derecho, for-man el grueso de esas legiones. Algunos de sus emperadores ya han nacido fuera del centro del Imperio. Se inicia la deca-dencia del Imperio y, con ella, la del orden, del logos que ha-bía dado unidad a la gigantesca ecúmene. Se enfrentan entre sí dos, tres, hasta cuatro emperadores que han de luchar para determinar quién es el legítimo ; las armas confieren la legi-timidad a los emperadores. El mundo externo, el mundo de la periferia, el mundo al margen del Imperio surge amena-zante ante el ya obsoleto orden legal creado por Roma. Lo externo, lo confuso, la barbarie, parece poner fin al viejo logos como cultura y derecho.

Pero en Roma y en el Imperio, mucho tiempo antes de su ya precipitada decadencia, se había expresado una nueva fuer-za aglutinadora de hombres y pueblos. Esta fuerza la ofrecía la excluyente religión cristiana, originada en Asia Menor y precedida por la no menos excluyente religión de los hebreos. La nueva religión ha cundido tanto entre los esclavos como entre sus amos y resulta grata a muchos de los romanizados bárbaros que forman las legiones de la Roma imperial. Reli-gión excluyente de otras religiones, nueva forma de logos que incluye dentro de su excluyente seno y da unidad a los que creen en la palabra, en el verbo, que ahora> es promesa ; pero religión que excluye a los paganos y su mundo. Mundo de paganos eran Roma y su Imperio. La Ciudad del Diablo, de la que hablará Agustín de Hipona, frente a la Ciudad de Dios. Una ciudad, la de Dios, que se oculta en las catacumbas de

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38 LA BARBARIE DE LA HISTORIA

Roma, centro del Imperio bajo la ley del diablo, y a partir de allí se extiende entre los romanos y el Imperio por ellos creado. Constantino, para salvar al Imperio, para dar nueva unidad a un Imperio dividido ya entre Occidente y Oriente, ha de hacer un instrumento de esta doctrina. Cristianizando el Imperio, crea un nuevo logos que pueda mantener el or-den que el logos como ley y derecho ya no puede mantener. Dentro del nuevo logos, o verbo cristiano, tienen cabida hom-bres de todas las razas y culturas. Es Dios mismo, encarnado en Cristo, el que da unidad y sentido a este nuevo orden del mundo. La Roma imperial encontrará su postrera justifica-ción en la doctrina cristiana, la cual, como consecuencia, se imperializa a su vez. La Ciudad de Dios subordina y se hace servir por la Ciudad del Diablo ; pero es la Ciudad del Diablo la que ha encontrado en el cristianismo la fortaleza que ya no le ofrecía el logos griego ni el derecho romano. Pero fuera de este orden, una vez más estarán, los paganos, los no cris-tianos, los nuevos bárbaros : nueva forma de marginación y de barbarie. Bárbaros serían otros hombres como los sajo-nes frente a los francos cristianizados. Al nuevo orden, logos, verdad, derecho, pertenecen todos los hombres y pueblos que creen en Cristo y en su promesa de una nueva vida santa. Fuera están los no creyentes. El cristianismo, hasta antes de Constantino perseguido, marginado y bárbaro, se transforma en centro y justificador de un nuevo orden ; ya es la palabra por excelencia. Los cristianos sacaron y afilaron sus espadas para someter a los paganos a la auténtica verdad ; la ecürne-ne cristiana se ampliará sobre el mundo pagano y bárbaro. El bárbaro, el, pagano ahora, dejará de serlo cuando acepte, aun-que no comprenda, la palabra del Dios del cristianismo. La evangelización armada se extenderá> sobre toda Europa más allá de las fronteras del antiguo Imperio romano. Bárbaros, ahora cristianizados, ensanchan su poder sobre sus vecinos que aún siguen siendo bárbaros por no aceptar la verdad por excelencia. Salvarlos derramando su sangre, por el acero y el" fuego, será la misión de los cristianos transformados en guerreros, como antes los guerreros civilizadores de las an-tiguas legiones.

El nuevo imperio creado por la conjunción de Roma con el cristianismo desplazará su centro al Medio Oriente, a la ciudad que llevará el nombre de su creador : Constantinopla. La vieja Roma deja de ser el centro del Imperio. Los que fueran bárbaros, ahora romanizados y cristianizados, se dispu-

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tarán la península itálica que deja de <ser centro imperial. Pero el Imperio, desde la lejana Constantinopla, abandona la antigua sede, cuyos territorios pasan a ser pasto y botín de las diversas huestes bárbaras llegadas del norte de Europa, del otro lado de los Alpes. A su vez, la Iglesia cristiana ins-titucionalizada por Constantino se divide. Constantino mis-mo será testigo de las pugnas dogmáticas que separan a los cristianos entre sí ; más aún : del triunfo de un dogma u otro depende ya el poder que se supone ha de subordinar al poder terrenal. El papado que se mantiene en Roma, donde des-cansan los huesos de su primer pontífice —Simón Pedro, el pescador, discípulo directo de Cristo y consagrado por Él mis-mo como su sucesor en la Tierra—, tropieza con la oposición en Constantinopla de una Iglesia que se declara ortodoxa, esto es, verdadera y legítima, frente a la que se- encuentra en Roma. Constantinopla surge como la nueva y auténtica Roma, como la segunda y legítima Roma, frente a la Roma que ha dejado de ser legítimamente cristiana, cayendo en la hetero-doxia, en la barbarie. Al otro lado, en la vieja Roma, queda el pontífice imponiendo su autoridad sobre múltiples razas y culturas que traen consigo bárbaros romanizados y cristiani-zados y bárbaros aún con su primitiva barbarie. Al frente está la Segunda Roma, con un emperador y una Iglesia bizanti-nos que se consideran centro de un nuevo orden cristiano. Un orden más legítimo que el que estableciera la vieja Roma im-perial y cristiana.

EL SACRO IMPERIO ROMANO Y LA BARBARIE

Del otro lado de la península itálica, del otro lado .de los Al-pes, bajarán bárbaros como Aníbal el cartaginés. Los Alpes que Julio César había cruzado formando un Imperio que lle-gó a las tierras galas. Descendientes de aquellos antiguos bár-baros, ahora cristianizados y dueños de un poder militar que ya no estaba en manos de Roma, decidieron rehacer la ecú-mene imperial romana, crear un nuevo Imperio, pero un Im-perio que no podía ya descansar sobre el logos como ley, de-recho, sino en un orden que conciliara aquel derecho con la fuerza espiritual que había permitido que hombres de múl-tiples razas y culturas se sintieran hermanados : el cristia-nismo. Será el rey franco Carlomagno (742-814), quien deci-da rehacer el viejo Imperio romano sobre nuevas bases : el

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Sacro Imperio Romano con sede en las antiguas Galias, en tierra de los francos. Será simbólicamente el propio pontífice de Roma el que corone al, nuevo emperador romano, dándole así una autoridad de la que carecían los antiguos emperado-res romanos, la del poder divino que, al bendecirlo y entro-ni7arlo, le otorgaba el propio heredero de San Pedro en Roma.

Carlomagno funda así un nuevo Imperio sobre los restos de la parte occidental del viejo Imperio romano, ampliándolo sobre otros bárbaros, sajones y germanos más al Norte. És tos, como los antiguos bárbaros que también fueran los fran-cos, habrán de aceptar el nuevo logos o palabra cristiana y, con él, el dominio de sus portaestandartes. Al sur de la tierra franca y el Imperio, al otro lado de los Pirineos, se encuentran pueblos formados por diversos grupos étnicos de bárbaros también _dominados por Roma : godos y ostrogo-dos. Pero, además, sobre estas tierras se ha extendido gente venida del norte de África, de una raza hasta hace poco nó-mada y aglutinada en nombre de una nueva religión, el maho-metismo, .que se desparrama sobre el Oriente y África y desde la península ibérica amenaza al mismo Imperio fran co. Pueblos musulmanes con una religión tan excluyente como la cristiana y la hebrea. Religión, el Islam, en la que su crea-dor había sincronizado el Antiguo Testamento con el Nuevo, el cristianismo con el judaísmo. Una religión también empe-ñada en someter ante Alá y su Profeta a los hombres y pueblos que están fuera, en los márgenes de la verdadera religión. Carlos Martel, antecesor de Carlomagno, había lo-grado detener la invasión musulmana proveniente del otro lado de los Pirineos. Para dominar, someter a estas tierras y sus hombres bárbaros y paganos, atraviesa Carlomagno la cordillera pirenaica enfrentándose, no sólo con mahometa-nos sino también con grupos bárbaros de la región, vascos y asturianos que le rechazan en Roncesvalles (778) y dan ori-gen a la leyenda de las hazañas de uno de los pares de Fran-cia en La canción de Rolando.

El Imperio carolingio será el eje y ámbito de lo que, en un futuro, será;la Europa occidental: Francia, los Países Ba-jos, Alemania y la misma Italia. Fuera de la nueva ecúmene estará la lejana Bizancio con sus emperadores y pontífices ortodoxos ; igualmente Iberia, con los descendientes de los bárbaros dominados por Roma, godos y visigodos, y, enfren-tados con, ellos, los invasores moros llegados de África que obedecen a un nuevo centro de poder religioso y militar asen-

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tado en Asia Menor. Al otro lado del Canal está la Gran Bre-taña, tierras que, al ser abandonadas por Roma, caerán en la anarquía de la que hablarán las leyendas celtas, con el Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda. Este mítico rey es contemporáneo del emperador Justiniano de Bizancio y la emperatriz Teodora, para quienes su general Belisario tra tará de rescatar los restos de lo que fuera el Imperio Romano de Occidente en manos de vándalos y beréberes. La ínsula británica queda al margen del nuevo Imperio en Europa, para ser siglos más tarde incorporada a Europa por otro gru- po aguerrido y bárbaro : el normando. Esta incorporación se realizará cuando el Imperio carolingio se haya dividido y sus miembros luchen entre sí por el predominio. Así, fuera del Sacro Imperio Romano se encuentran pueblos que se han aglutinado en torno al Imperio bizantino, más en contacto con los pueblos que vienen desde Asia empujando sobre Euro- pa. Pero igualmente al Sur quedan fuera los pueblos de la vieja Hispania romana, con sus visigodos, paganos o cristia-nizados, dominados por el Islam y frente al cual sostendrán • una larga y penosa lucha. Y al oeste de Europa, la agreste Inglaterra habitada por grupos celtas, población alimentada por las diversas invasiones escaridinavas, grupos bárbaros, extraños en general a la religión cristiana que da unidad al Imperio. Al norte de Constantinopla, ya fuera del Imperio bizantino, pueblos que resisten su dominio y, por ello, bár-baros : eslavos y magiares.

Será del norte de Europa, de Escandinavia, de territorios fríos y'largas noches, de donde bajarán hordas de pueblos que se irán imponiendo en el continente a los grupos eslavos, y atravesando las tierras del Imperio carolingio se aposenta-rán en tierra franca para lanzarse a la conquista del Medi-terráneo : los normandos. Los normandos que aglutinan a los hombres y territorios habitados por los pueblos eslavos. Los mismos normandos que, desde el territorio arrancado a Francia, invaden a Inglaterra y la incorporan a Europa; lu-chan contra los íberos en el Mediterráneo y les arrebatan a Sicilia. Este grupo bárbaro dará unidad tanto a los pueblos de la Rusia como a los pueblos que se encuentran en la -Gran Bretaña. En Rusia serán los varegos, nombre que toman los normandos en esta región, los que, imponiendo su dominio a los eslavos, crearán un, nuevo imperio encima de Bizancio que pasará a la historia dominado por los turcos musulma-nes. Rusia, como Iberia siglos antes, resistirá la invasión de

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otros pueblos, los mongoles, llegados del Asia, que amenazan a la civilización formada en Europa y llegan hasta Viena. Al mismo tiempo, España resiste la invasión islámica salvando el mundo heredero de Roma y su cultura, y salvando al cris-tianismo que le diera sentido al decaer políticamente.

La invasión normanda de Europa entre los años 834 y 911 va a permitir, bajo este dominio, que Rusia y la Gran Bre-taña, situadas en los márgenes de Europa, se aglutinen y orga-nicen como naciones. Hacia el 862, el normando-varego Rurik funda el Estado de Kiev. En 911, Rolon, otro normando, fun-da el ducado de Noimandía en tierra francesa. De esta Nor-mandía parte en 1066 la invasión de la Gran Bretaña, bajo el mando de Guillermo el Conquistador. Son los mismos normandos quienes por estos años se han extendido sobre el Mediterráneo llevando el terror -a la misma Roma y cap-turando al Papa. A partir del varego Rurik, los nounandos imponen su dominio a los pueblos eslavos presionados por geunanos, magiares, turcos y, posteriormente, por mongoles. Con Guillermo el Conquistador se consolida la unidad de las Islas Británicas formada por diversos pueblos.

Entre estos pueblos, el ruso y el británico y el que se ha formado al otro lado de los Pirineos, el íbero, está Europa. La Europa heredera de Roma que encontrará nueva unidad bajo el Imperio de Carlomagno, pero que por los tiempos de la invasión nounanda ya se ha dividido, a la muerte de su fundador, en tantas partes corno hijos quedan herederos. Par-tes en pugna permanente porque cada una de ellas pretende rehacer la unidad bajo su propia hegemonía. Será la parte alemana de este imperio la que mantenga la nominación im-perial, y por esta corona lucharán los reyes europeos entre sí. Al Este y al Sur, en los Pirineos, se encuentran pueblos considerados fuera del ámbito cultural que da unidad y sen-tido a la Europa imperial. Pero son estos pueblos los que salvarán de la destrucción a la misma Europa, con su resis-tencia a invasiones extrañas a su espíritu ; por un lado, los íberos resistiendo la invasión musulmana, y por el otro, los eslavos resistiendo la mongólica. Pero rusos e iberos son considerados marginales, bárbaros o semibárbaros.

Los normandos, al occidente de Europa, aposentados en la gran extensión arrancada a Francia, conquistadores de Inglaterra, participan activamente en el continente europeo, en especial contra Francia. Para la Europa de la que es par-te la despojada Francia, estos normandos son tan extraños

a ella como lo eran los iberos del otro lado de los Pirineos y los rusos en las lejanas , estepas del Oriente. Los normandos, vasallos nominales del rey de Francia en tierra firme, no lo son ya como señores de la conquistada Gran Bretaña. Como tales buscan ampliar sus dominios en tierra de Francia. Enri que II (1133-1189), Plantagenet, bisnieto de Guillermo el Con-quistador (1027-1087), agrega a las posesiones de Norman-día las de Bretaña, Aquitania, Anjou y otras más, y adquiere un poder mayor que el de su nominal señor, el rey de Fran cia. Pero es una herencia que va a ser dilapidada por sus hijos, Ricardo I Corazón de León (1157-1199) y Juan Sin Tie-rra (1166-1216), que permiten que el astuto rey de Francia, Felipe II el Augusto (11654223), los expulse del continente. Los normandos quedan fuera del continente, al otro lado del canal que le separa de la ínsula británica.---Pera Enrique III de Inglaterra (1207-1272) y Luis IX, San Luis (1214-1270), no darán fin a la guerra entre Francia e Inglaterra hasta 1259. Isabel, hija de Felipe IV el Hermoso (1268-1314), nieto de San. Luis, se ha desposado con Eduardo II rey de Ingla-terra (1284-1327). El hijo de ambos, Eduardo III (1312-1377), reclama la corona de Francia que considera le corresponde por su madre, dando lugar a la Guerra de los Cien Años que termina con la expulsión definitiva de los ingleses de Fran-cia y que se inicia con la toma de Orleáns (1429) por Juana de Arco. Al terminar el siglo xv, Inglaterra no participa en los destinos de Europa. Los reyes Tudor de Inglaterra, Enri-que VIII (1491-1547) e Isabel I (1533-1603) inician otra po lítica que ya será ajena a las luchas por el poder de _Euro-pa. En este sentido podíamos decir que Inglaterra acepta su marginación : es más, se automargina en relación con el centro de poder que es. Europa. No interesa a los británicos disputar el dominio del Sacro Imperio Romano, sólo les inte-resa manipular a Europa con relación a nuevos intereses : la creación de un nuevo y gran imperio hacia el occidente de Europa, más allá de los mares, en otros continentes.

Iberia, en su larga lucha contra el invasor musulmán, se mantiene, aislada de la que ya llamaremos Europa occiden-tal ; está más en contacto con sus invasores y dominadores islámicos, y a través de esta relación aprende modos de vida que la prepararán para su futura expansión por otras regio-nes de la Tierra. Por una serie de combinaciones matrimo-niales, se van uniendo los diversos reinos cristianos de Espa-ña hasta culminar en el de Isabel de Castilla (1451-1504) y

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Fernando de Aragón (1452-1516), durante el cual se dará fin al dominio islámico en esta región. Isabel ayudará a Cristó-bal Colón en la extraordinaria hazaña del descubrimiento del Nuevo Mundo ; Fernando de Aragón está más preocupado por expandir su poder en el Mediterráneo sobre Sicilia y Ná-poles. Ya se trata de lo que habrán de ser encontrados pro-yectos hispanos : el europeo y el de ultramar. El matrimonio de la hija de los Reyes Católicos Juana, con Felipe el Her-moso de los Países Bajos y Alemania, permitirá a España actuar en relación con los destinos de Europa. España ha rebasado los Pirineos que la separaban de Europa. Carlos de España y V de Alemania (1500-1558), hijo de Felipe y Jua-na, da origen a una dinastía hispano-europea que permite que España actúe como poder de decisión en los destinos del Imperio del que era heredero Carlos I. A la muerte de éste, sin embargo, se inicia el regreso de España, con sus tropas y curas, al otro lado de los Pirineos, pese a que pondrá al servicio de sus metas en Europa todo el poder y riqueza que le da su gran dominio en América. España insiste en seguir siendo el poder determinante del viejo Sacro Imperio Roma-no, lo cual no impide que Iberia, tanto España corno Por-tugal, quede al margen de Europa, de la que insistirá en seguir siendo parte activa.

Más allá, en las lejanas tierras de Rusia, los eslavos, bajo el poder aglutinador de los invasores varegos de los que sur-gen sus conductores, zares o césares, van formando un nuevo poder en lucha, en Occidente, contra las presiones de otros invasores escandinavos, como los suecos y los caballeros ger-manos, mientras en Oriente se ven presionados por los jine-tes mongoles herederos de Gengis Kan. A la fuerza agluti-nadora del dominio varego se une la religión cristiana; pero se trata de la ortodoxia cristiana que tiene su sede en Cons-tantinopla, la segunda Roma. Poder político, religioso y cul-tural perfilan al pueblo ruso, permitiéndole resistir la doble presión externa. Alejandro Nevski (1220-1263) derrota a los suecos en el río Neva en 1240; y a los caballeros germáni-cos en el lago Peipus en 1242; pero tendrá que someterse a los mongoles que presionan por el Este. Serán los zares Iván I, Kalita ( ? -1341) e Iván III el Grande (14404505) los que, mediante artimañas, se irán independizando de los tár-taros hasta alcanzar el poder suficiente para empujarlos pri-mero, y acabar dominándolos después ; este proceso lo inicia Iván IV el Terrible (1530-1584). A partir de la reconquista, se .

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crea un imperio que se extenderá sobre el del gran Kan has-ta el Pacífico y, pasando por el Estrecho de Bering, hasta Alaska y las costas de la América del Norte. "Hacia 1820 —dice B. H. Sumner—, con puestos avanzados rusos que llegaban casi hasta San Francisco y. con los rusos activos en las islas Hawai, parecía casi posible, que el Pacífico sep-tentrional se convirtiera en un lago ruso y que Norteamé-rica se, repartiera entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Ru-sia." 5 Pese a ello, la preocupación central del Imperio de los zares será otra. Rusia se considera la Tercera Roma, una vez que la Segunda ha caído en manos de los turcos en 1453. Rusia aspira a llevar el cristianismo ortodoxo y el poder de los gobernantes que lo representan hacia la heterodoxa Euro-pa; este sueño lo hace suyo Iván IV el -Terrible, lo culmina Pedro I el Grande (1672-1725), continúa en Catalina II la Grande (17294796), y llega hasta nuestros días. Desde aque-llos lejanos tiempos a los nuestros, Rusia pugnará con sus vecinos europeos para alcanzar la hegemonía sobre un impe-rio, para tornar el lugar del Sacro Imperio Romano que va destruyéndose. En 1812 las tropas rusas, que han vencido a Napoleón I en su intento de someter al vasto Imperio ruso, llegan al corazón de Europa, a París ; igualmente, en 1945 llegarán al corazón de la Europa totalitaria, Berlín. En am-bas presencias se hace expresa la preocupación, semejante a la íbera, de participar en los destinos de Europa, la cual, por el contrario, insistirá en mantenerlos fuera de su orbe, como expresión de la barbarie.

De esta manera se van formando tres grandes poderes de origen insular, pueblos marginados del centro de poder here-dero de Roma. Iberia, ante la cordillera de los Pirineos que la defiende de Europa y le impide participar en ella. Rusia, cuyas grandes estepas la separan y defienden de la misma Europa y se convierten en tumba de invasores. La Gran Bre-taña, al otro lado del Canal como obstáculo para su expan-sión en Europa, pero también como defensa frente a ella, un canal que será tumba de flotas como la de Felipe II de Es-paña y la de Napoleón I de Francia; un canal que hace titu-bear el intento de invasión nazi en la última gran guerra. Pero España, pese a su proyecto europeizante, crea un gran Imperio al otro lado del Atlántico, en América. Rusia, casi sin proponérselo, marcha hacia Oriente y crea otro Imperio.

5 B. H. Sumner, Historia de Rusia, Fondo de Cultura Económica, México, 1944.

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Mientras, la Gran Bretaña, a finales del siglo xv, termina la guerra intestina entre la casa de Lancaster y la casa de York, que sigue a su fracaso continental : los Tudor, que llegan al trono, deciden olvidarse - de Europa y proyectan la crea-ción de un gigantesco Imperio allende Europa.

De acuerdo con tal proyecto, Europa y sus conflictos se-rán para Inglaterra meros instrumentos. La Inglaterra de Enrique VIII, Isabel I y Jacobo I entrará en pugna con Espa-ña y Portugal para arrancarles sus dominios coloniales en América y Asia, y con Francia y Holanda cuando pretenden disputarle también sus dominios. Con Iberia para expulsarla de tierra firme americana y las islas del Caribe ; con Francia para expulsarla del Canadá. Al mismo tiempo, por mar, Gran Bretaña va haciéndose con los dominios que fueran de los ka-nes mongoles y que Rusia va tomando en tierra firme. Los mares acabarán siendo británicos y, con ellos, la mayor par-te de las tierras que estos mares bañan a lo largo de Améri-ca, Asia y Africa. Inglaterra no necesita ser considerada eu-ropea. Con su poder es ya el corazón de un nuevo sistema : el capitalista. Así lo ve y entiende Carlos Marx en su larga estancia en el corazón del nuevo Imperio, un Imperio al que se someterá Europa misma. Mientras tanto, más hacia Occi-dente se van formando los Estados Unidos, hechura y herede-ra del nuevo Imperio. Pueblo que hará suya la preocupación de su creador : ocupar el vacío de poder que va quedando. Pri-mero el Imperio íbero en América a lo largo del siglo xix; des-pués, en el xx, el vacío de poder que los imperios europeos, in-cluidos la misma Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica, van dejando en el mundo entero al fin de las dos grandes gue-rras mundiales.

LA BARBARIE EUROPEA Y AMÉRICA

Es así como en el siglo xvi surgen tres grandes imperios que rebasarán los viejos como el romano y germánico creados en Europa. Por un lado está -el Imperio que ha recibido como herencia Felipe II de España (1527-1598), en América ; luego el que .va creando Iván IV el Terrible (1530-1584) a partir de la toma de Kazán a los mongoles en 1552, y el que inicia Isabel I de Inglaterra (1533-1603) a costa de la herencia de Felipe, al tiempo que se expande por mar sobre el Asia que va colonizando Rusia por tierra. Los tres imperios se encon-trarán en América. El de Felipe abarcará la casi totalidad

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del continente y el Caribe. Isabel iniciará a su vez la colo-nización de la América del Norte y parte del Caribe, dispu-tándolo a España. Rusia, paso por paso, avanza por Oriente y atraviesa el Pacífico hasta llegar donde lo ha descrito B. H. Sumner. A mediados del siglo xix, la América ya liberada del dominio íbero toma conciencia de que a partir de su libe-ración se ha convertido en codiciado vacío de poder que tra-tan de llenar dos de los imperios que se han dado cita en el continente : el ruso y el británico. El británico encarnado ahora en los Estados Unidos independizados de su matriz, Inglaterra, en 1776. Estados Unidos, nueva expresión del im-perialismo de origen británico que se inicia en 1847, que ha arrancado a México más de la mitad de su territorio, y que al avanzar hacia el Oeste, hacia el Pacífico, se encontrará con el imperialismo ruso que proviene de la lejana Asia. La presión estadounidense para expulsar a Rusia del Pacífico se inicia de inmediato. Inglaterra desde Canadá, y los Esta-dos Unidos presionan para hacer salir la avanzada rusa de América. B. H. Sumner nos relata cómo Rusia, ya con fuer-tes problemas internos y en Europa, da un vuelco a la his-toria al retirarse del continente americano. "Con todo, en-frentado a la presión norteamericana e inglesa, el gobierno ruso se retiró a Alaska, y luego encontró a ésta demasiado costosa, y con el tiempo consiguió venderla a Estados Uni-dos, en 1867." 6

En el chile se hará expresa la preoctwacióia_per_e éricaaecién_liberaida del dominio íbero. Una América que se ve amenazada por los imperios que se han encontrado en el continente, el ruso y el sajón heredero de la Britania de Isabel. Esta preocupación se manifiesta en la lectura que hace Bilbao, el 22 de junio de 1856, en París, de una iniciativa para crear una Confedera-ción Federal de las Repúblicas surgidas de las colonia_s_que fueran de España.insiste en~ el sueño bolivariano de integración en "la libertad. La integración- de esta América como algo extremadamente urgente ante los peligros que se hacen expresos en el horizonte americano. Expulsada Espa-ña, ¿qué peligros se hacen patentes? Asoman ya los proyec-tos imperiales originados en Isabel y en Iván. Habrá que tomar conciencia de ellos para enfrentarlos y evitar la caída en nuevas dependencias.

6 B. H. Sumner, op. cit.

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El imperialismo ruso y los Estados Unidos —dice Bilbao—, potencias ambas colocadas en las extremidades geográficas, así como lo están en las extremidades de la política, aspiran el uno a extender la servidumbre rusa con la máscara del paneslavismo, y el otro la dominación del individualismo yan-kee. La Rusia está muy lejos, pero los Estados Unidos están cerca. [ ] La Rusia retira sus garras para esperar en la ace-chan7a.7

El mayor peligro está en los herederos de Isabel : el Imperio que crece al Norte se proyecta ya sobre la América recién liberada de la servidumbre íbera. Rusia ha retirado sus ga-n-as, "pero los Estados Unidos las extienden cada día en esa partida de caza que han emprendido contra el Sur". Recor-dando palabras de Bolívar, Bilbao dice que nada puede espe-rar esta América de los Washington y Jefferson de la otra América, de un pueblo incapaz de reconocer en otros lo que reclama para sí. ¿Cuál es la diferencia entre el posible domi-nio ruso o el estadounidense? "Sabemos que la Rusia es la barbarie absoluta —dice Bilbao—, pero los Estados Unidos, olvidando la tradición de Washington y Jefferson, son la bar-barie demagógica." Doble barbarie frente al proyecto liber-tario de nuestra América.

Poco tiempo deszáés, Bilbao habrá de_pro_tesiar_contra un nuevo acto de barbarie contra la libertad,..laintervención de

león III enMáxim_en1861. De- ha surgí s o un nuevo proyecto imperial sobre el mundo, el proyecto del sobrino de Napoleón Bonaparte para un nuevo reparto. Al paneslavismo y al sajonismo, 13onaparte opone ahora el panlatinismo, invención francesa para justificar el nuevo intento expansionista europeo sobre América, Asia y África. Panlatinismo, téunino con el que se quiere hacer frente a los imperialismos ruso y sajón. Un tél atino que cons- tituye una agresión contra América, pero que América hace suyo para preservar su identidad e integridad frente a toda amenaza externa. Bilbao mismo ha utilizado el calificativo de latina para está América, pero lo hará más ampliamente el colombiano José María 'Í'orres -Caiced-6-8—y con posteriori-

7 Francisco Bilbao, Iniciativa de la América. Idea de un Congreso federal de las repúblicas, Latinoamérica, Cuadernos de Cultura Lati-noamericana, 3, UNAM, MéXICO, 1978.

Véase Arturo Aredo, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Cara-cas, 1980.

LA BARBARIE EN LA HISTORIA

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dad el uruguayo. José Enrique Rodó. Éste enfrenta a la Amé-rica latina con la América sajona7ra América supuestamen-te bárbara devuelve el calificativo a Euxopa, la Europa de proyecciones imperiales. Europa bárbara y centro de la bar;_ barie imperial que ha azotado y azota al mundo.

Ejemplo, en este sentido, serán las palabras del mexicano Gabino aranesia_~.) al presentar la agresión de la Europa de Napoleón III como la negación misma de la civi-lización que ahora encarna América. "En este conflicto entre el retroceso europeo y la civilización americana, en esa lucha del principio monárquico contra el principio republicano, en este último esfuerzo del fanatismo contra la emancipación, los republicanos de México se encontraban solos contra el orbe entero." 9 Ignacio Zaragoza, vencedor de las tropas inva-soras de Francia en Puebla el 5 de mayo de 1862, había ven-cido a la barbarie del retroceso que avanzaba sobre el mun-do. Con el triunfo de Puebla se aseguraba

el porvenir de América y del mundo, salvando las institucio-nes republicanas. El general mexicano se propuso, como Te-místocles —dice Barreda—, salvar a su patria y salvar con ella las instituciones que un audaz extranjero quería destruir y que contenían en sí todo el porvenir de la humanidad. [ ] [En este día] el nombre de. Zaragoza, de este Temístocles me-xicano, se ligó para siempre con la idea de independencia, de civilización, de libertad y de progreso, no sólo de su patria, sino de la humanidad.

Otro concepto de civilización que niega la civilización agre-siva de Europa, agresiva y por lo mismo bárbara en relación con las metas de libertad de una verdadera civilización. Otro chileno,_José Victorino Lastarria (1814-1888), al condenar la mismaagresión europea, decía : "NuestrolThéroes deben ser otros; los hechos de alto ejemplo y las lecciones de la histo-

ria para nosotros deben tener otro carácter. [ El triunfo de nuestra civilización democrática hará patente nuestros an-1 tagonismos con la Europa. El antagonismo existe, nuestros intereses y derechos en principio son diferentes." 10 ¿Dónde 1 estaba entonces la civilización? ¿Dónde la barbarie?

9 Gabino Barreda, Oración cívica, Cuadernos de Cultura Latino-americana, 72, UNAM, México, 1979.

10 José Victorino Lastarria, La América, Imprenta Litográfica, San-tiago de Chile, 1909.

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50 LA BARBARIE EN LA HISTORIA LA BARBARIE EN LA HISTORIA 51

MUNDO OCCIDENTAL Y BARBARIE

Britania, decíamos, ha dado origen a un nuevo tipo de impe-rialismo. Un imperialismo que se distinguirá profundamen-te de los que le han antecedido en Europa, el greco-romano y el. latino-germano. Un imperialismo que, al extenderse por el planeta, se distinguirá también del íbero y el ruso. El im-perio helénico y el romano, como el Sacro Imperio Romano, tienen una justificación salvacionista. Su función es la de incorporar la barbarie o civilización a los pueblos bárbaros. Se les culturiza, civiliza o cristianiza. El imperialismo íbero y el ruso, al expandirse sobre el mundo, hacen suya esta pre-ocupación justificadora cristiana, tanto en la ortodoxia cató-lica como en la bizantina. Es la misma preocupación que se encuentra en el Islam. Por ello al imperialismo íbero se suma el salvacionismo cristiano con el mahometano.

Muy distinta será la preocupación del imperialismo occi-dental que encuentra su mayor expresión e impulso en el expansionismo de Gran Bretaña una vez que ha abandonado su preocupación europeísta. Europa, el continente, ofrecerá las condiciones de posibilidad de esta nueva expresión del imperialismo allende Occidente, posibilitando su desarrollo. Será Inglaterra, al otro lado del Canal, la encargada de darle cuerpo. Carlos Marx habla de este fenómeno cuando se expre-sa sobre Inglaterra: "Lo mismo que en el periodo de, crisis, el de prosperidad comienza más tarde en el continente que en Inglaterra. En Inglaterra se produce siempre el proceso ori-ginario ; Inglaterra es el demiurgo del cosmos burgués." 11 Inglaterra, centro de un nuevo Imperio, el burgués, y de un nuevo sistema, el capitalista. Centro también del llamado Mundo Occidental que abarcará a Europa occidental, am-pliándose hasta Norteamérica, los Estados Unidos. A lo lar-go del siglo XIX Inglaterra será el impulso de este nuevo sis-tema que se expande sobre, el mundo entero. En el siglo xx dejará en este lugar a su heredero, los Estados Unidos de América.

Ahora bien, ¿qué caracteriza al llamado Mundo Occiden-tal? ¿Cuál es su esencia y qué le distingue de los de la Euro-pa greco-romana y la cristiana? El filósofo historiador inglés Arnold Toynbee lo describe en breves palabras : "El mundo occidental —dice— ha vivido en nuestra época bajo el domi-

ii Karl Marx, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, Obras Escogidas, t. I, Moscú, 1973.

nio de dos instituciones : el sistema industrial de economía y un sistema político apenas menos complicado que llama-rnos. 'democracia', como abreviatura de gobierno, represen-tativo parlamentario responsable de un Estado nacional, in-dependiente y soberano." 12 Sistema que pone a la naturaleza y su explotación al servicio de un hombre; de un hombre que se sabe libre y soberano de sus actos. Explotación y libertad se conjugan en este sistema.

Este sistema que da sentido al mundo occidental y al nue-vo orden imperial, tiene en Europa sus expresiones en una filosofía de la cual es puntero Renato Descartes : la filosofía moderna y sus consecuentes expresiones en la filosofía de Hegel. En la filosofía de Descartes el hombre burgués, de la cual es expresión, empieza por deshacerse de toda opinión que no tenga su origen en el "pienso, luego existo". Un pien-so que constituye una afirmación a partir de la cual el hom-bre racionaliza y hace suyo el mundo, al tiempo que pone entre paréntesis la existencia de Dios, del viejo Dios cristia-no que no puede ser racionalizado. Esta filosofía encontrará su máximo desarrollo en la de Hegel, y dará justificación no sólo a la expansión de la conciencia sobre el -mundo, sino a la expansión material, imperial, del hombre y del mundo burgués sobre la tierra. Un yo que se transforma en espíritu y como espíritu se desarrolla hasta alcanzar su máxima ex-presión como libertad. Filosofía burguesa que enlaza a Des-cartes con Hegel, pero que encontrará en Gran Bretaña, en los filósofos de Oxford, Francis Bacon, Thomas Hobbes y John Locke, una expresión no metafísica sino directa y prác-tica que se podría resumir en que el hombre es el único y exclusivo responsable de su grandeza o su miseria. El hom-bre como único responsable de sí mismo. Nadie puede hacer por otro hombre lo que no sea capaz de hacer por sí mismo. La naturaleza está al alcance del hombre y a su servicio, pero es el hombre mismo en concreto el que ha de mostrar su capacidad o incapacidad para someterla, poniéndola a su servicio. Ya no se trata ahora de una filosofía salvacionista. Lo más que puede ser el hombre frente a otro es servirle de ejemplo. Pero ejemplo no dispuesto a participar .en la posi-bilidad o realización por parte de otro hombre. Sólo los me-jores, los más capaces, podrán alcanzar por sí mismos el éxito en este mundo.

12 Arnold Toynbee, Estudio de la historia, t. I, Emecé Editores, Bue-nos Aires, 1951.

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52 LA-BARBARIE EN LA HISTORIA

Paralelamente, la nueva heterodoxia cristiana, la Reforma, rompe con el intermediario entre el hombre y Dios : la Igle-sia. Es el hombre mismo el que ha de mantener directamente esta relación. De su capacidad para comprender, o no, el mensaje cristiano y de actuar en relación con él, el indivi-duo es el único responsable. Responsabilidad que en el puri-tanismo se transforma en predestinación. El individuo en su elección y éxito hace patente ya no tanto su capacidad como la relación que su acción guarda con la voluntad divi-na, que ha hecho de la misma un instrumento. Un éxito que no se reduce a algo puramente moral, sino que se traduce en algo material. Son interesantes, en este sentido, los estudios de Max Weber, Ernest Troeltsch y R. H. Tawney mostrando las relaciones del protestantismo con el capitalismo. Aquí el individuo no es tan sólo responsable exclusivo de sus accio-nes sino, además, y por ello, instrumento igualmente exclu-sivo de la voluntad divina. Esta posibilidad para el bien o para el mal, para el éxito o el fracaso, le es otorgada exter-namente y nada ni nadie puede alterarla.

En el idealismo, tanto en Descartes como en Hegel, es la toma de conciencia de sí mismo y la realidad, así como la voluntad de los hombres para cambiarla, lo que hace la historia. En la relación amo-esclavo, en Hegel es el segundo el que toma conciencia de su relación con el primero y de lo que significa, en tal relación, el trabajo que realiza en bene-ficio exclusivo del amo. Toma de conciencia, también, de la importancia de su trabajo, del poder hacer, y del saber cómo transformar el mundo. A partir de esta toma de conciencia negará al amo 'que= enajena un trabajo que es incapaz de rea-lizar por sí mismo. Es este esclavo y siervo el que se libe-ra del amo-señor originando una nueva sociedad, la sociedad burguesa. Una sociedad de la que el esclavo-siervo liberado será el único responsable. Será así, por la vía de la domina-ción, como el dominado tomará conciencia de su propia capa-cidad para la libertad. La liberación como algo que el indivi-duo habrá de realizar por propia decisión. Nadie podrá hacer por él nada que él no sea capaz de hacer por sí mismo. Hegel muestra cómo, a través de esta historia, el esclavo-siervo se libera del amo-señor hasta transfoimarse en el hombre libre que es el burgués.

Marx y Engels harán suya esta filosofía en su búsqueda de un mundo más justo que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre, característica del sistema burgués

LA BARBARIE EN LA HISTORIA 53

capitalista. Asimismo, a partir de la toma de conciencia de la nueva explotación de que es objeto el hombre, ha de poder actuar éste para cambiarla por una situación de justicia. Un cambio que nadie podrá realizar sino el mismo explotado, el trabajador enajenado. La salvación por la justicia es aquí, también, decisión del explotado; éste ha de tomar conciencia de la explotación de que es objeto, y ponerle fin. Será por la vía de la explotación y de la injusticia como la burguesía se transformará en agente de cambio, negando aquéllas y posibilitando una sociedad más justa. Nadie, hombre o pue-blo, podrá escapar a lo que constituye una necesidad. Me-diante astucias el esclavo-siervo se liberó del amo-señor; y será mediante nuevas astucias como el proletariado se libe-rará del nuevo señorío, la burguesía.

En el nivel internacional también se han de liberar los pueblos, objeto de igual explotación. Dentro de este esque-ma, Marx y Engels harán expresa la relación que guarda el mundo occidental, el mundo encarnación del sistema capita-lista creado por la burguesía, con el mundo explotado, el de la periferia y la barbarie.

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comuni-cación —dicen—, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, haSta las más bárbaras [ ... La burguesía] obliga a todas las naciones, si no quieren sucum-bir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse bur- guesas. [ La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad [ ... 1, ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.13

La relación civilización/barbarie se expresa ahora como bur-guesía/proletariado, ciudad/campo, imperio/colonia, Occiden-te/Oriente. Pero hay más : esta relación de explotación- Occi-dente/Oriente, Europa/Periferia, sólo podrá cambiar a través de la misma Europa. Así como en. Hegel los pueblos han de alcanzar la plena realización de la libertad por la conciencia que de ella han tomado los pueblos europeos, así taffibién en Marx y Engels será por la revolución proletaria de Euro-

13 Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Ediciones Cul-tura Popular, S. A., México.

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54 LA BARBARIE. EN LA HISTORIA

pa, del mundo occidental, como los pueblos de la periferia lograrán también la justicia que ponga fin a la explotación de que son objeto. El dominio burgués, el del mundo occi-dental que hace expresa la explotación, hará que los pueblos bárbaros tomen también conciencia del papel que desempe-ñan y actúen en relación con los cambios que habrán de rea-lizarse en la propia sociedad burguesa. Pero la liberación de la explotación del sistema burgués ha de surgir en primer lugar de la misma Europa, del mundo occidental, de las mis-mas entrañas del sistema burgués ; el éxito de esta liberación en el ámbito interno la hará posible en el resto de los pue-blos de la Tierra, incluyendo a los bárbaros. Será el ejem-plo europeo lo que origine la posibilidad de la revolución en el resto del mundo. Europa, el mundo occidental, no hará por los pueblos no occidentales lo que éstos no sean capaces de hacer por sí mismos. El socialismo en el mundo no podrá ser posible si antes Europa no lo logra como resultado de su propio desarrollo social. Por ello Engels grita a los pue-blos que creen que pueden realizar una revolución no reali-zada antes en Europa : "¡ Alto ! ¡ Ustedes deberán tener tan-ta paciencia como la que tiene el proletariado europeo ! ¡ Si éste se libera, ustedes serán libres 1 Pero hasta entonces no toleraremos que ustedes pongan piedras en el camino del proletariado en lucha." 14 Todos los hombres y pueblos han de sufrir como han sufrido los hombres y pueblos de Euro-pa, antes de alcanzar su propia liberación y justicia. Todos los pueblos han de haber sufrido la explotación europea como la sufre el proletariado europeo, antes de alcanzar un nuevo orden más justo. La relación civilización/barbarie es ahora sustituida por la relación socialismo/barbarie. En esta rela-ción los pueblos bárbaros han de incorporarse a un mundo más justo por propia iniciativa y esfuerzo, pero a partir de la realización de tal mundo por el proletariado europeo. Sigue siendo extraña la preocupación salvaciónista, el salvar a otros o ser salvados por otros, de los sistemas greco-romano y cris-tiano. Una preocupación que sólo se seguirá manifestando en los pueblos herederos de la ortodoxia bizantina y católica trascendiendo el individualismo que caracteriza al llamado mundo occidental.

14 Véase José Aricó, Marx y América Latina, Alianza Editorial Mexi-cana, México, 1982.

II. CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD CONTINENTAL

INSULARIDAD IBERA, RUSA Y BRITÁNICA

"LA REVOLUCIÓN ideal de España —escribe Ángel Ganivet (1852-1898)— se explica sólo cuando se contrastan todos los hechos exteriores de su historia con el espíritu permanente, invariable, que el territorio crea, infunde, mantiene en nos-otros. Como hay continentes, penínsulas, e islas, así hay tam-bién espíritus continentales, peninsulares e insulares." Lo que hemos expuesto sobre los pueblos marginados de E-uropa, podríamos expresarlo dentro de la interpretación de Ganivet

cuando habla de Iberia al otro lado de los Pirineos, al otro lado de Europa. Europa como unidad continental, pero tam-bién de Rusia al otro lado de Europa. Iberia y Rusia como pueblos peninsulares separados del continente europeo por la cordillera o por despobladas estepas. También podríamos ha-blar de la Gran Bretaña, pero como pueblo insular.

Una isla —dice Ganivet— busca su apoyo en el continente, del que es como una accesión, o reacciona contra ese continente si sus fuerzas propias lo permiten; una península no busca el apoyo que ya está por la naturaleza establecido, y reacciona contra su continente con tanta violencia cuanto más distante se halla del centro continental; un continente es una masa equi-librada, estática, constituida en foco de atracción permanente. La evolución ideal es más rápida en las islas que en las penín- sulas, más en éstas que en los continentes. [ La evolución de un territorio o de los individuos que lo ocupan está en ra-zón directa de su distancia del centro de las unidades territo-riales, porque la distancia provoca, con el movimiento de reac-ción, otro movimiento concordante de excitación espiritual?

De acuerdo con esta interpretación territorial de los pue-blos, nos dice Ganivet que en los "pueblos continentales lo

1 Angel Ganivet, "Idearium español" Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea, Editorial Séneca, México, 1945, pp. 606-653.

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56 CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD

característico es la resistencia, en los peninsulares la indepen-dencia y en los insulares la agresión' . Los pueblos continen-tales, los de la Europa al otro lado de los Pirineos o del extremo oriental en las estepas, están necesariamente a la defensiva frente a ataques externos por cualquiera de sus fron-teras naturales. El principio de estos pueblos, al igual que el de los insulares y peninsulares, es la conservación. Pero son los pueblos del continente los que deben estar permanente-mente a la defensiva. Estos pueblos, "los continentales —si-gue Ganivet-- que tienen entre sí relaciones frecuentes y forzosas, confían su conservación al espíritu de resistencia". Resistencia frente al exterior pero también frente a ellos mis-mos en relación con sus encontrados intereses. No sucede lo mismo con los peninsulares. Los "peninsulares", que viven más aislados, aunque no libres de ataques e invasiones, no necesitados de una organización defensiva peinianente, sino de unión en caso de peligro, la confían al espíritu de inde-pendencia que se exacerba con las agresiones. Por otro lado, "los insulares, que viven en territorio aislado con límites fijos e invariables, menos expuestos por tanto a las invasio-nes, se ven impelidos cuando les obliga a ello la necesidad de acción, a convertirse en agresores". Precisamente al otro lado de la Mancha está una gran ínsula, Inglaterra, que Ga-nivet no nombra pero que está en la descripción que hace del territorio insular. Inglaterra ha confiado y confía en su suelo, un suelo difícil de invadir como lo mostrarán los pocos invasores de su historia. Los romanos ayer y después los normandos, que dieron a la isla esqueleto y fortaleza. "El in-sular —sigue Ganivet— sabe que tiene su defensa más firme en el aislamiento : podrá aceptar una domin.ación extraña si carece de fuerza para mantener . su independencia ; pero de hecho es independiente, y sabe además que la fuerza de carac-terización de su suelo insular es tan vigorosa, que si algunos elementos extraños se introducen en él, no tardan en adqui-

__rinel_sentimiento-de-nutonomía."-Tal fue el caso de los in-vasores normandos en la Gran Bretáña mestizándose y mesti- _ zando a_sajones„anglos- y celtas y---dotándolos, entre otras características, de autonomía.

Pero, ¿qué es España? "España es una península —dice Ganivet—; con más rigor, 'la península' porque no hay penín-sula que se acerque más a ser una isla que la nuestra." Una península separada del continente por una cordillera, y muy semejante a otro territorio del que no habla Ganivet, pero

CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD 57

cuyas características concuerdan con las que describe para la península. Rusia, separada del continente por la distancia, extensos territorios y, en este sentido, también isla. Pero se trata de un aislamiento que no impedirá la agresión externa, incluida la de los pueblos europeos cercanos a sus fronteras. Así sucederá en diversas etapas de la historia española y rusa. España agredida por el imperialismo napoleónico en 1810, Rusia en 1812. Y más de un, siglo después, España agredida por el imperialismo nazi-fascista en 1936 y Rusia en 1946. Al otro lado del Canal, Inglaterra, una ínsula, amenazada de in-vasión por Felipe II en 1588, Napoleón I en 1805 y Hitler en 1945. Sin embargo, la dificultad para invadir una ínsula no lo es tanto para invadir una península.

El peninsular —sigue Ganivet— conoce asimismo cuál es el punto débil de su territorio, porque por él ha visto entrar siempre a los invasores; pero como su espíritu de resistencia y previsión no ha podido tomar cuerpo por falta de relaciones con otras razas, se deja invadir fácilmente, lucha en su propia casa por su independencia, y si es vencida se amalgama con su vencedor con más facilidad que los continentales.

De esta fauna, Hispania, cuando no puede resistir, se amal-gama con sus invasores romanos y musulmanes. Igualmente al otro extremo, Rusia se amalgamará con los invasores nor-mandos y los tártaros perfilándose lo que serán sus caracte-rísticas como pueblo. Inglaterra, más difícil de invadir, se amalgamará con sus pocos invasores, como los normandos que le darán identidad.

"Los Pirineos —sigue Ganivet— son un istmo y una mu-ralla ; no impiden las invasiones, pero nos aíslan y nos per-miten conservar nuestro carácter independiente." Pese a su situación peninsular, España es una ínsula. "En-realidad, nos-otros hemos creído que somos insulares, y quizás este error explique muchas anomalías de nuestra historia." Más que una península, España es una ínsula, dice Ganivet.

Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y, si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho; somos una casa con dos ventanas y por lo tanto mala de guardar, y como nuestro par-tido constante fue dejarlas abiertas, por temor de que las fuer-zas dedicadas a vigilarlas se volviesen contra nosotros mismos, nuestro país se convirtió en una especie de parque internado-

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58 CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD

nal, donde los pueblos y razas han venido a distraerse cuando les ha parecido oportuno; nuestra historia es •una serie inaca-bable de invasiones y de expulsiones, una guerra permanente de independencia.

RUSIA EN LOS MÁRGENES DE EUROPA

Pero, ¿qué hay al otro extremo del continente europeo? ¿Qué pueblo es ese que Europa considera extraño a sí misma? Al otro extremo de Europa está el pueblo ruso. De él nos habla un europeo, como europeo, Federico Engels. Nos habla de la Rusia de los zares empeñada por varios siglos en parti-cipar en los destinos europeos. Nos habla de la Rusia que en el siglo xix participa ya en estos destinos, preguntándose cómo es eso posible. ¿Cómo es posible que un pueblo extraño a Europa participe en los destinos de Europa? ¿Cómo ha sido posible, se pregunta Engels, que semejante banda de aventu-reros haya podido conquistar tan poderosa influencia en la historia europea? En su opinión es algo simple, no han in-ventado nada, simplemente han hecho expresas, en su penetra-ción sobre Europa, las peculiaridades propias de su carácter, de su formación insular respecto a Europa, de un modo de ser extraño a esa misma Europa. Se trata de un pueblo más semejante a los pueblos orientales, con los que ha estado en obligado contacto, que a la Europa de la que insiste en con-siderarse parte. Es por el oriente de Rusia por donde los kanes mongoles han penetrado e impuesto a este pueblo no sólo su dominio, sino también las características que le per-mitirán librarse astutamente de sus dominadores y actuar de acuerdo con ellas en la realización de su viejo empeño europeísta. ¿Cómo es entonces Rusia, ese inmenso territorio marginado de Europa?

Territorio ya gigantesco por entonces, habitado —dice Engels-por una raza de rara homogeneidad. Escasa población que, no obstante, se multiplica con rapidez; o sea, seguro incremento de poder en virtud de la mera duración temporal. Esa población, espiritualmente estancada, sin ninguna iniciativa, pero dentro de las barreras de su modo consuetudinario de existencia, uti-lizable incondicionalmente para todo; tenaz, valiente, obedien-te, a la altura de todas las fatigas, material insuperable de sal-dados para las guerras de aquella época, en que se decidía el combate en masas cerradas? Friedrich Engels, La política exterior del zarismo ruso, I, La 1-is-

CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD 59

Una península, casi ínsula, diría Ganivet, casi inatacable, sin un centro neurálgico que decidiese la victoria final so bre esa masa humana.

El país mismo —sigue Engels— can sólo un flanco, el occi-dental, vuelto hacia Europa, o sea atacable tan sólo por allí; sin un centro cuya conquista pudiese forzar la paz; protegido casi absolutamente contra una conquista por su intransitabi-lidad, su extensión y su pobreza en fuentes de recursos: se daba un poderío inatacable para cualquiera que supiese hacer uso de él, a fin de poder permitirse impunemente, desde aquí y en Europa, cosas que hubiesen acarreado guerra tras gue-rra a cualquier, otro gobierno.

A partir de esta situación geográfica y humana Rusia ha logrado ser tomada en cuenta en los destinos de Europa, a lo largo de una historia que se inicia con Iván el Terrible. Rusia, dominada por el Oriente está dispuesta a pactar con sus agresores para poder avanzar sobre el Occidente. Des-pués, vuelve sobre sí misma para exigir rendición de cuentas a los invasores orientales poniéndolos, incluso, al servicio de su proyecto imperial allende sus fronteras con Europa. Ru-sia hará de su propia debilidad instrumento de fuerza. Dice Engels : "Fuerte haáta la inatacabilidad en la defensa, Rusia era correspondientemente débil en el ataque. Esta debilidad nunca fue un secreto para la diplomacia rusa ; por eso, de ser factible, evitó la guerra; sólo la admitió como recurso ex-tremo y, aun así, únicamente bajo las más favorables condi-ciones previas." Será a partir de su casi inevitable insularidad cuando Rusia atacará, si es conveniente, o se replegará cuan-do convenga a sus proyectos. Así vence en su turno a Sue-cia, Turquía y Persia.

Pero ¿cómo justifica Rusia su pretensión de • intervenir en los destinos de Europa? ¿Por qué no se mantiene en los márgenes de Europa y proyecta su poderío hacia el infinito mundo de Oriente? Rusia, ya desde los días de Iván el Te-rrible, caída Bizancio bajo el dominio otomano, se proclama heredera del poder espiritual de la Iglesia ortodoxa, de la Iglesia griega que tiene su asiento en Constantinopla, que también se encuentra bajo dominio de los infieles otoma-nos. Iván III e Iván IV, más vigorizante este último, venían

torta diplomática secreta del siglo XVIII, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1980, pp. 159-191.

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reclamando para Moscú la herencia de la ortodoxia bizanti-na, y, con ella, el poder imperial y legítimo de Bizancio sobre la cristiandad : la Santa Rusia coma nuevo centro de poder de la más auténtica y fiel expresión de la cristiandad. Rusia formaba así parte legítima de la Europa a la que dio unidad el cristianismo. Rusia ha sido también la, defensora de la. Europa cristiana enfrentando los embates de las hordas mon-goles llegadas de Oriente y de las otomanas del Sur. Si Bi-zancio era la Segunda Roma, Moscú había de ser la tercera. También de esto nos habla Engels diciendo : "A Rusia sólo le hacía falta proclamar su vocación de protectora de la Igle-sia griega oprimida y de la esclavitud encadenada, y ahí quedaba preparado, bajo la cobertura de la liberación, el te-rreno para la conquista." Será a partir de estos designios como Rusia buscará una ventana o salida a Europa por el Báltico para, a partir de esa abertura, poder hacerse presente como nación europea en Europa. Es la nación que con Pedro el Grande cambia la capital de. Moscú a Petrogrado. Petra-grado, la capital europea de estilo barroco que nada tiene que envidiar a las grandes capitales europeas de su tiempo. Y al Sur, para justificar sus pretensiones hegemónicas sobre Europa, como una necesidad, la capital de Turquía, la Santa Constantinopla, la que fuera sede de la Segunda Roma. Al Sur, dice Engels, un territorio del que el zarismo quería apa-recer como libertador, que no conquistador :

un trofeo como Europa no había de poder ostentar después: la antigua capital del Imperio romana oriental, la metrópoli de todo el mundo grecocatólico, la ciudad cuyo nombre ruso ya habla del dominio de Oriente y del prestigio que rodea a su poseedor a los ajos de la cristiandad oriental: Constantino-pla-Zargrad. Pero Zargrad como tercera capital rusa junto a Moscú y Petersburgo no sólo quería decir dominio moral so-bre la cristiandad oriental: también era la etapa decisiva para

-dominar a -Europa.

Había que marchanhacia el occidente de la nueva Roma para reorganizar el viejo orden de la antigua Roma, así como el orden del Sacro Imperio Romano. Allí, al otro lado, estaba Polonia, de raza eslava pero cristiano-católica y por ello se-guidora del Pontífice de la Roma italiana. Y más allá, y en sus fronteras por el Báltico, Alemania, sede del que fuera Sacro Imperio Romano. "Alemania, el Imperio Romano Ger-mánica —dice Engels— desde la Guerra de los Treinta Arios,

CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD 61

sólo nominalmente seguía siendo un Estado." Fue Pedro el Grande, "este hombre realmente grande —sigue Engels—, el primero en captar completamente la situación'de Europa, tan maravillosamente favorable para Rusia". Fue a partir del proyecto de Pedro el Grande de incorporarse a Europa, ya que Europa se negaba a incorporarse a Rusia, como Ru-sia se transformó en uno de los poderes decisivos en los destinos del que fuera el Sacro Imperio Romano, de las na-ciones que de sus ruinas habían surgido en Europa. Sólo "es-taban en Europa —sigue Engels— tres potencias más que debían considerarse : Austria, Francia e Inglaterra. Y no era ningún arte difícil azuzar a uno contra otro, o sobornarle con el cebo de la adquisición territorial". Tal fue el meollo de la política exterior del zarismo rusa en Europa, nos dice, el mis-mo Federico Engels. Rusia actuó así de acuerdo con su afán por participar en los destinos de Europa. Rusia pactó así con una y otra nación europea. Con Alejandro I luchó al lado de Austria contra Napoleón; pero también pactó con Napo-león buscando la hegemonía en las zonas que le eran fronte-rizas. Luego pactó con Inglaterra y sus aliados europeos para derrotar a Napoleón, haciendo fracasar la invasión imperial de Francia en tierra de Rusia y poniendo así fin al nuevo intento europeo de reorganización del Sacro Imperio Roma-no, cuya corona había tomado para sí mismo Napoleón. Las tropas rusas en París, en 1814, constituirán el mejor signo del triunfo del proyecto imperial de los nuevos césares, los zares de Rusia : el contacto del pueblo ruso, a través de sus ven-cedoras tropas. Con Europa cambiaría el espíritu imperial za-rista : se abrirían brechas en el despotismo de los zares ; éstos se verían presionados o bien a hacer concesiones democrá-ticas o bien a reprimir, cuando tales concesiones se presen-taran como amenaza a su estabilidad. Situación a la que se

-sumaron los-fracasos-del-afán imperialista de los-zares-ori-ginado a partir del triunfo sobre Napoleón.

El pueblo rusa había sido sacudido en demasía por los colosa-les sacrificios de la guerra —dice Engels—, el zar había debido apelar en demasía a su abnegación para que sin más se lo pu-diese retraer a la pasividad de su obediencia irreflexiva, pues Rusia también se había ido desarrollando paulatinamente en lo económico y lo intelectual; junto a la nobleza surgían ahora los inicios de una segunda clase culta, la burguesía.

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62 CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD

Rusia podrá europeizarse precisamente •a través del aburgue-samiento. Por su europeización Rusia podrá, incorporarse al futuro de Europa. Y a partir de Europa podrá incorporarse al mundo, al socialismo. "Rusia seguirá siendo difícilmente atacable —sigue Engels— y, asimismo, relativamente débil en el ataque, pero por lo demás también se convertirá en un país europeo como los otros y se romperá para siempre la fuerza peculiar de su diplomacia vigente." ¿Qué resultó de esta profecía? ¿Rusia abandonó el proyecto de hacer de Mos-cú la Tercera Roma? ¿G lo cambió por el de otra nueva Roma, pero Roma al fin, como centro de la revolución de la que hablaban Marx y Engels, exclusiva de la Europa creadora del sistema capitalista? La imagen de la Rusia zarista que presentan Marx y Engels, al igual que los liberales europeos y latinoamericanos, como el caso de Bilbao, hace recordar, aunque sea en otro contexto pero con la misma vehemencia, a la Rusia de que se habla ahora de detener, impidiendo que rebase sus fronteras, en los discursos de los líderes del im-perialismo europeo-occidental de nuestros días.

RUPTURA DE LA INSULARIDAD ÍBERA

De la Rusia imperial con aspiraciones hegemónicas sobre Eu-ropa hablaban y hablan los europeos que se sentían amenaza-dos, ya fuesen liberales o socialistas. De la España que en el mismo siglo xix había dejado de ser un imperio y no con-taba ya en los destinos de Europa, hablarán los propios es-pañoles. Uno de ellos es nuestro ya conocido Ángel Gani-vet, que muere, precisamente, en 1898, año en que el nuevo imperialismo, originado en la Europa occidental bajo la he-gemonía inglesa, se desplaza como centro de poder a la Amé-rica : los Estados Unidos. En este año pierde España sus Altima.s_colonias_en_ América-y-Asia, en varias islas en el Ca-ribe y las islas Filipinas en el Pacífico. Derrota que es el arranque de los Estados Unidos como potencia rectora del imperialismo a que había dado origen el sistema capitalista. Décadas antes de la derrota, final del imperialismo ibérico, un grupo de intelectuales españoles se preguntaba sobre las causas de la marginación que sufría España frente al con-tinente del que había llegado a ser fuerza rectora en el si-glo xvi. La derrota de España en 1898 frente a los Estados Unidos dará origen a nuevos interrogantes sobre sus causas.

CONTINENTE EUROPEO Y MARGINALIDAD 63

Pero ¿cómo España se transformó de nación peninsular, casi insular, en una nación agresora, saltando sobre los obs-táculos naturales y renunciando a proyectos como los que le señalaba su triunfo sobre el Islam; en una nación imperial, heredera del Sacro Imperio Romano?

Si por naturaleza no somos agresivos —pregunta Ganivet-- ¿cómo entender nuestra historia moderna, en la que España, apenas constituida, aparece como una nación guerrera y con-quistadora? [ ] Yo creo —se contesta— que este espíritu de agresión existe, pero que no ha sido más que una transforma-ción del de independencia, y ha de desaparecer lentamente con las causas que motivaron la transformación.3

Fue el espíritu de independencia el que llevó a España a combatir a los invasores musulmanes y a unificarse para po-der expulsarlos. Fue así como se hizo agresora.

No es España la primera nación que ha hecho de su espíri-tu de independencia punto de partida para agredir al mundo exterior, considerando que éste puede ser una amenaza para su independencia. Éste fue, entre otros, el camino seguido por los Estados Unidos una vez obtenida su independencia. Fue éste el camino de la -Revolución triunfante en Francia después del 14 de julio de 1789. Ha sido éste el camino to-mado por Israel en nuestros días. La derrota y expulsión de los moros en España por la fuerza, así como la expulsión de la religión judía, que se consideraba amenazaba la inde-pendencia alcanzada y el espíritu que le diera impulso, con-ducirán a los españoles a buscar la seguridad de lo alcanza-do, pasando de la reconquista a la conquista, más allá del Peñón de Gibraltar, a África, de donde habían venido los in-vasores. Pero un azar histórico, un imponderable les ofreció junto con la derrota del Islam un gigantesco mundo al otro lado del océano a donde extender no sólo su zona de seguri-dad sino la fe que les había dado el triunfo sobre los pueblos que habitaban el descubierto continente americano. Otro im-ponderable les había puesto, a su vez, en el deber de defender la fe católica que les había dado la unidad y el triunfo sobre las herejías que se extendieron sobre el continente europeo y amenazaban la estabilidad del Sacro Imperio Romano he-redado por el nieto de los Reyes Católicos. De esta forma pasaba España de la reconquista a la conquista de naciones

3 Ángel Ganivet, op. cit.

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para garantizar la seguridad de la independencia alcanzada, y al mismo tiempo extenderse sobre el mundo al otro lado del Atlántico, como campeones de la fe que les había permi-tido vencer, al Islam y les iba a permitir vencer las herejías que dividían a Europa.

España se encontró así frente a tres proyectos : afianzar su seguridad dominando el territorio de donde habían salido y amenazaban con regresar las fuerzas musulmanas que la ha-

!' bían dominado; evangelizar e incorporar la cristiandad a los hombres y pueblos del otro lado del Atlántico descubiertos por Colón, y participar en los problemas de Europa en nom-bre de esa misma fe, restaurando el orden cristiano imperial europeo, que pasaba a ser responsabilidad de España por la coronación de su rey, Carlos I, como Carlos V de. Alemania. El primer proyecto, el de África, será pronto desechado, po-niendo mayor empeño en el proyecto colonizador. en América y el de restaurador de la fe en el continente europeo. El pro-yecto colonizador sobre América será a su vez puesto al servi-cio del segundo proyecto, el europeo. El oro arrancado a las minas americanas servirá para sostener la guerra en Europa. Un oro que provocaba, por su parte, la codicia de la misma Europa, con el deseo de que ingresase en sus propias arcas.

Sin embargo, España, dice Ganivet, no estaba hecha para la conquista, sino para la reconquista de su propio territorio y para su defensa. España posee un "espíritu guerrero", pero no un "espíritu militar". ¿Se puede distinguir uno del otro?

" Sí, dice Ganivet. "A primera vista se descubre que el espíritu guerrero es espontáneo, y el espíritu militar reflejo; que el uno está en el hombre y el otro en la sociedad ; que el uno es, un esfuerzo contra la organización, y el otro un esfuerzo de organización. España es por esencia, porque así lo exige el espíritu\ de su territorio, un pueblo guerrero, no un pueblo militar." Pero eso hubo de cambiar, en cuanto se encontró

_complicada-en-los-asuntos-de -Europa. "-Cuando-1a-fuerza--de los> acontecimientos nos obligó a mezclarnos en los asuntos de Europa, el-guerrero se convierte en militar, pero nuestras creaciones militares no son organismos complicados : son la compañía y el tercio." Fue ésta la organización que el Gran Capitán creó para los españoles transfoiniados en ejército en Europa. "Para nuestras empresas en América —continúa Ga-nivet— no fue necesario cambiar nada, y los conquistadores, en cuanto hombres de armas, fueron legítimos guerrilleros, lo mismo los más bajos que los más altos." Tales fueron los

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Cortés y los Pizarro. Pero también podríamos completar a Ganivet, incluyendo a los hombres que en América pusieron fin a la dominación hispana : los Bolívar, los Morelos, los San Martín y tantos otros. Con guerra de guerrillas España ha-bía alcanzado su liberación de, la conquista musulmana; con guerra de guerrillas la misma España había conquistado a América ; con guerra de guerrillas también América se había liberado de España. Con guerra de guerrillas España se ha-_ bía enfrentado a Napoleón I, mientras otra guerra de guerri-llas enfrentaba a España en América. Una guerra que no comprendía Europa, dice Ganivet, calificándola de bárbaro bandidaje. Por ello Ileine llamaba a Cortés capitán de ban-didos. "En vez de indignarse, creo que lo procedente es decir que no comprenden a nuestros conquistadores porque no han podido tenerlos." Y podríamos completar lo dicho por Ganivet agregando que de_ la misma forma que no compren-den a los hombres en la América formada por España, no comprenden a sus libertadores. De bandidos han sido califi-cados los Bolívar y los Morelos ayer, como los Sandino en nuestra época. Como bandidos han sido también calificados otros muchos guerrilleros empeñados en la liberación de sus pueblos. Ganivet, defendiendo a los conquistadores españoles como expresión del mismo espíritu que hizo posible la re-conquista de España, contesta a la leyenda negra que sobre España crean las potencias que aspiraban a ocupar el vacío de poder que le obligaban a dejar. "Los españoles —dice—son tenidos por guerreros duros y crueles, y acaso sean los que han ofrecido más ejemplos de piedad y de magnanimi-dad, no porque sean más magnánimos y más piadosos, sino porque han peleado siempre muy cerca del enemigo."

Ganivet, planteándose una pfoblemática que será común a la España que ha dejado de participar en los destinos de Europa, y a pueblos por ella constituidos en América, sostie-ne que España ha de buscar_ ensí misma-ren-su -propia his-toria, las raíces de su peculiar constitución. España es una

_nación _europea, pero una -nación peculiar en relación-con la misma Europa. Y es esta peculiaridad la que ha de ser co-nocida, captada, para edificar sobre ella la nación que la identifique con esa misma Europa COMO un pueblo entre otros pueblos. "Nuestras ideas —dice—, si se atiende a su origen, son las mismas que las de los demás pueblos de Eu-ropa [ _1, pero la combinación que nosotros hemos hecho de esas ideas es nuestra, propia y exclusiva, y es diferente de

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la que han hecho los demás, por ser diferente nuestro clima-y nuestra raza." Ha , sido el querer ser como Europa, el insis-tente querer participar en sus destinos, pese a sus peculiari-dades, según Ganivet, la causa de muchos de los grandes males sufridos por España. España subordinó a su preten-sión europeizante su misión colonizadora en América, donde pudo crear otras Españas adaptadas a su propia realidad. Por el Descubrimiento y su relación con la participación de España en los asuntos de Eurola, dejó de lado los proyectos que los Reyes Católicos habían trazado para la España re-conquistada. "En el comienzo de la Edad Moderna habla en España dos tendencias políticas naturales y justificadas : la de Castilla y la de Aragón, esto es, la africana y la italiana, y después de unidos Aragón y Castilla, la segunda política de-bió perder algún terreno." España, pese a ello, trató de par-ticipar en el dominio del Mediterráneo apoyada en Italia. Pero el descubrimiento de América y la unión de España por he-rencia con la Alemania imperial, llevaría a la misma España a proyectos que por naturaleza le eran extraños. "Los descu-brimientos y conquistas en América —sigue Ganivet— que, tan profunda brecha nos abrieron, tenían también su justi-ficación en nuestro carácter, en nuestra fe y en la fatalidad providencial con que nos cayó sobre los hombros tan pesada carga." Lo que ya no tenía tal justificación fue la carga que se echó a cuestas España participando en los asuntos del continente, empeñada en salvar un imperio al cual no perte-necía y del cual era considerada extraña. "África empieza en los Pirineos", se dirá ya desde esos días. España estaba en los márgenes de Europa, pese a la defensa que había hecho de los valores de la cristiandad frente al Islam. Pero

nuestra acción en el centro del continente —dice Ganivet-fue un inconmensurable absurdo político, un contrasentido cuya sola disculpa fue y es el estar amparado por las ideas entonces imperantes en materia de derecho político y prácticas de go-bierno. Al empeñarse España, nación peninsular, en proceder-como las naciones continentales, se condenaba a una ruina cierta, puesto que si una nación se fortifica adquiriendo nue-vos territorios que están dentro de su esfera de acción na-tural, se debilita en cambio con la agregación de otros que llevan consigo contingencias desfavorables a sus intereses pro-pios y permanentes.

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Estaba bien que España quisiese prolongar su acción sobre los pueblos <que la fatalidad providencial le había impuesto como obligación redimir. Lo que ya no estaba tan bien era distraer su atención, el poner su fuerza y riqueza al servicio de fines que trascendían esa obligación y la interna, partici-pando al otro lado de los Pirineos en una tarea que le era, de muchas formas, extraña. Proyecto que al fracasar planteó a España problemas de identidad que trasladó a sus colonias al otro lado del Atlántico. Una identidad puesta en crisis al ser rechazada de Europa y empeñarse en ser parte activa de ella. Los problemas de España frente a Europa serán los mis-mos problemas de la América hispana frente a la misma Europa y su expresión occidental.

Estos problemas no se resolvieron en España, sino que se recrudecieron cuando ésta dejó de ser el centro de un Impe-rio transcontinental, como tampoco se resolvieron en His-panoamérica, cuando ésta se independizó, políticamente, de España. Problemas de identidad que habían de ser resueltos volviendo, tanto España como Hispanoamérica, sobre sí mis-mas, sobre su propia realidad e historia. Ganivet lo propone para España, su España : "Una restauración de la vida entera de España no puede tener otro punto de arranque que la concentración de todas nuestras energías dentro de nuestro territorio. Hay que cerrar con cerrojos, llaves y candados todas las puertas por donde el espíritu español se escapó de España para derramarse por los cuatro puntos del horizon-te, y por donde hoy espera que ha de venir la salvación." El problema de España es un problema español que ha de ser resuelto por los españoles, volviendo sobre su propia histo-ria. "Así como creo que, para las aventuras de la dominación material muchos pueblos de Europa son superiores a nos-otros —sigue Ganivet--, creo también que para la creación ideal no_lay_ninguno ron arditudes_naturales_tan-depuradas como las nuestras." Habrá que llevarse a cabo un acto de contrición colectiva. "Hemos de. _desdoblarnos,_aunque mu-chos nos quedemos en.tan arriesgada operación, y así tendre-mos pan espiritual para nosotros .y para nuestra familia, que lo anda mendigando por el mundo." Sólo entonces "nuestras conquistas materiales podrían ser fecundas, porque al rena-cer hallaremos una inmensidad de pueblos hermanos a quie-nes marcar con el sello de nuestro espíritu".

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Casi todas los pueblos, americanos —sigue Ganivet— al sepa-rarse de España, por espíritu de rebeldía han pasado a lo que pudiésemos llamar la escarlatina de lás ideas francesas o, ha-blando con más propiedad, de Jas ideas internacionales. Si España quiere recuperar su puesto ha de esforzarse para res-tablecer su propio prestigio intelectual, -y luego para llevarlo a América a implantarlo sin aspiraciones utilitarias.

Tanto España como la América a la que diera origen con la conquista, se plantean ya desde esos mismos días un problema semejante, el de afirmar su propia y peculiar identidad, y a partir de esta afirmación participar, sin menoscabo ni com-plejos; en las tareas que les son propias a los hombres y pue-blos sin discriminación ni sub6rdinación alguna.

RUSIA, MÁS ALLÁ DE LA INSULARIDAD

Los juicios de Federico Engels sobre la Rusia zarista y su política de dominio imperial sobre Europa, publicados en 1890, y los que le antecedieron de Carlos Marx publicados en 1857, responderán .a una situación histórica muy espe- cial en Europa : la contrarrevolución europea de 1847, alen-tada por Inglaterra y con la complicidad de Rusia. Para Marx —lo veremos más ampliamente después— la Rusia zarista sólo había sido instrumento de los intereses de Inglaterra en Europa. Engels completa esta aseveración preguntándose sobre las razones de la presencia en Europa de la despótica Rusia del zarismo. Rusia actuaría como instrumento de la reacción europea. En este sentido otros muchos intelectuales europeos critican y combaten la presencia rusa en Europa, calificando al pueblo ruso, por su pasividad, de bárbaro y reaccionario. Ante esta calificación la intelectualidad rusa, opuesta al zarismo, reacciona apasionadamente, defendiendo___ a un pueblo que es la primera víctima de la represión reac-cionaria de cuya- complicidad se le acusa. Uno de estos inte- lectuales es Aleksandr Herzen (1812-1870) quien, como los liberales y socialistas europeos de su tiempo, se siente acon- gojado por la represión reaccionaria que sufre, no sólo Euro-pa, sino también el pueblo ruso.

De este Herzen hablará muchos años después el líder de la Rusia revolucionaria, que ha ido más allá, en este campo, que Europa : Lenin. "La bancarrota moral de Herzen —dice—,

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su profundo escepticismo y pesimismo después de 1848;. fue la bancarrota de las ilusiones burguesas del socialismo. El drama moral de Herzen fue fruto y reflejo de una época de la historia universal en la que el espíritu revolucionario de la democracia moría ya (en Europa), mientras el espí-ritu revolucionario del proletariado socialista aún no estaba maduro." 4 Herzen sufría la misma decepción que los libera-les europeos que lucharon por una Europa libre y democrá-tica. La Rusia despótica era parte activa de la represión reac-cionaria, pero no su pueblo, como tampoco el pueblo europeo era responsable de la represión que. Rusia sufría. Entre estos liberales está Julés Michelet, que condena la violenta repre-sión rusa sobre Polonia y acusa de ella al mismo pueblo ruso por pasividad. También en Rusia se reprimía al pueblo, sin acusar al pueblo europeo de complicidad por no reaccionar a su vez frente a tal violencia. Herzen condena las brutali-dades que sobre el pueblo polaco comete el zarismo ; son las mismas brutalidades que el mismo zarismo comete sobre su propio pueblo. El francés Jules Michelet habla del héroe nacio-nal polaco Kosciuszko, jefe de la insurrección polaca de 1794 y critica violentamente no sólo al gobierno ruso, sino al mis-mo pueblo ruso afirmando, entre otras cosas, que "Rusia no existe, que los rusos no son hombres, que les falta el sentido de la moral". Contra tal afirmación reacciona Herzen defen-diendo a su pueblo, brutalmente calumniado : "Si se refiere usted a la Rusia oficial, al Imperio, a la fachada zarista, al gobierno bizantino-germano, ¡ carta blanca! Manifestamos por adelantado nuestro acuerdo con todo lo que diga ; á nosotros no nos incumbe en absoluto el papel de defensores ; el go-bierno ruso tiene tantos agentes literarios en la prensa pari-siense que no puede echar de menos las apologías más elo-cuentes." 5 No es. Rusia, su pueblo, el inmoral, sino. Europa quien con sus gobiernos reaccionarios ha asesinado, no sólo

_a_polacos, _sino a hombres de todos -los pueblos -sorne-tidos -a los intereses de la clase que ha anulado la posibilidad de toda revolución en 1848.

Sin embargo, agrega Herzen, Michelet habla _no sólo .de la

4 V. I. Lenin, "En memoria de Herzen", en A. Herzen, Obras filosó-ficas escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras; Moscú, 1956, pági-nas 3-10.

5 Aleksandr Herzen, -"El pueblo ruso y el socialismo", "Carta a Jules Michelet", El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, Si-glo XXI Editores, México, 1979, pp. 219-266.

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sociedad oficial sino que "habla del pueblo". "I El pobre pue-blo ruso no tiene quien alce la voz a su favor 1 El pueblo ruso existe, vive, y nada tiene de viejo; es un pueblo muy joven. A veces se muere joven, antes de haber vivido; pero eso no es lo normal. [ ...] El pasado del pueblo ruso es obscuro y su presente espantoso, pero tiene ciertos derechos al por- venir." Los críticos de Rusia se ocupan más de la Rusia ofi-cial que del pueblo ruso. Éste no se conoce. Herzen exige un mayor conocimiento de este pueblo y que no se le con-dene a la ligera. Se debe, por el contrario, intentar conocer a un pueblo que vive bajo un gobierno al que se teme, y

__comprender, a partir de este temar, cuál es la vida de este pueblo. Rusia sufre la represión de su gobierno, pero también la sufre Europa por encargo de otros gobiernos, aunque éstos sean europeos. El pueblo ruso no es responsable de las re-presiones que sufre Europa : él mismo es objeto de bruta-les represiones.

También nosotros sentimos simpatía por nuestros hermanos polacos, y en nosotros esa simpatía no es compasión sino re-mordimiento, vergüenza. ¡El amor a Polonia! Todos nosotros la amamos, pero ¿acaso la consecuencia inevitable de ese sen-timiento es el odio a un pueblo igualmente desgraciado, a un pueblo que se ve constreñido a presentar sus manos encade-nadas a un gobierno feroz para que éste corneta sus crímenes? [ ...] Hay que comprender y ser generoso, ¿no se ha visto acaso a un pueblo como el francés, armado del sufragio uni-versal y de las bayonetas ciudadanas, consentir igualmente en establecer el mismo orden impuesto a Varsovia y Roma? [ ... Sin embargo, no decimos que los franceses hayan dejado de ser hombres; nosotros esperamos.

No es el propio pueblo eslavo el que se expresa en la repre-sión oficial del zarismo ruso. "La centralización es contraria

--al–genio -eslavo --dice -Herzen--; la federación, por el con- - trario, es inherente a su naturaleza." Por _ello, agrega _Herzen,

una vez que esté ligado y agrupado en una federación de pue-blos libres y autónomos, el mundo eslavo, podrá, por fin, co-menzar su verdadera existencia histórica. Su pasado no es sino preparación para el crecimiento. Las formas históricas del Estado no han correspondido jamás a la idea nacional de los eslavos, ideal vivo, instintivo [ pero que, por ello mismo, denota una singular vitalidad en el porvenir.

Hay que saber reconocer al pueblo ruso en su historia, des-lindando lo que ha querido y lo que .ha logrado a pesar de todo, de lo que le ha sido impuesto por un Estado que no le sirve, que se empeña tan sólo en confirmarlo. El pueblo ruso ha aceptado una conformación contraria a su espíritu con verdadera apatía, asumiéndola pero sin aceptarla. Así pasó de la idolatría al cristianismo, sin sacudidas, únicamente por pasiva obediencia al gran príncipe Vladimir°. "Ochocientos años más tarde, una parte de Rusia aceptaba igualmente una civilización encargada en el extranjero y provista de etique-ta alemana." Rusia es como una mujer que no ha amado, y por lo mismo, no siente interés por lo que ocurre_en lomo suyo. "Pero no prejuzguemos acerca del futuro : la mujer es joven y un deseo inquietante invade ya su corazón." En esto no se distingue del pueblo, polaco.

El mundo eslavo no parece heterogéneo más que en la super-ficie. Bajo la cubierta de la Polonia caballeresca, liberal y ca-tólica, y de la Rusia imperial, esclavizada y bizantina; bajo, la dominación democrática del voivoda servio; bajo el yugo de la burocracia austriaca que pesa sobre Iliria, Dalmacia y Bana-to; bajo el poder patriarcal de los osmanlies y bajo la bendi-ción del Soberano de Montenegro vive un pueblo fisiológica y etnográficamente homogéneo.

Pero este paneslavismo nada tiene que ver con el paneslavis-mo imperial.

¿Qué puede dar la unidad a los pueblos eslavos, que sea ajeno al autoritarismo que le ha venido siendo impuesto? ¿Qué pueden aportar los pueblos eslavos a la humanidad cuando les llegue su hora? Nada más, ni nada menos, que aquello que busca la misma Europa como coronación de su ya larga historia. "Si los eslavos piensan que su hora ha lle-gado, el elemento a que acabo de referiline —sigue Herzen-

_debe _corresponder necesariamente a la idea -revolucionaria-de Europa." ¿Cuál es esa idea? "Usted la ha nombrado —dice Herzen a Michelet—_, usted lo afirmó como algo negativo al decir 'la base de la existencia del pueblo ruso es el comunis-mo'. Fuerza que le ha sido otorgada 'por el reparto continuo de tierras'. [ ...] ¡ El comunismo como base ! ¡:El reparto de la tierra, su fuerza! ¿Cómo no se ha horrorizado al pronun-ciar estas palabras?" En el mundo actual no existe problema "más serio que éste del comunismo y el reparto de tierras". Michelet, al parecer, llevado por la indignación ha condena-

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do a un pueblo qUe reconoce tener como base de su existencia el comunismo y el reparto de - la tierra, y acusa a este pue-blo de que a sus hombres "les falta el atributo esencial del hombre, la facultad moral, el sentido del bien y, del mal. Para ellos no tienen sentido la verdad y la justicia, si .se les habla de ellas callan, sonríen, sin• saber lo que queréis decir". Pero ¿qué es lo que no entienden los rusos?, ¿qué es lo que no comprenden? "No basta solamente con citar las palabras 'ver-dad' y `justicia', pues no tienen un sentido absoluto e igual- mente obligatorio para todos. [ I Lo 'justo' y lo. `verda- dero' de la vieja Europa es lo `falso' y lo 'injusto' para la Europa naciente."

Europa, la Europa de Michelet, y también la de Marx y Engels, no entiende a Rusia, a los pueblos eslavos. Considera que lo que ella ha hecho es la única posibilidad de salvación de otros pueblos. El eslavo Herzen piensa de otra manera y sostiene firmemente su postura. Al comunismo del que tanto hablan los europeos de las comunidades socialistas no se llega sólo por la vía de la burocracia. burguesa europea, ni por la instrumentación que se haga de los pueblos no eu-ropeos al servicio de los pueblos europeos. Existen otras vías, entre ellas, la ancestral vía rusa de los campesinos unidos en la explotación de la tierra, exigiendo una y otra vez el re-parto de la tierra que les da vida. Esto es también comu-nismo y por esta vía se han de encontrar los rusos con los comunistas europeos. Una vía que no necesita déla burgue-sía y de su previa derrota ni de las industrias del capitalismo para ponerse al servicio de sus trabajadores.

"Rusia es un imperio completamente nuevo, un edificio que huele aún a pintura fresca, donde todo trabaja y está en proceso de elaboración, donde nada ha alcanzado su objetivo, donde todo cambia. Vive allí un pueblo, en una palabra, que, según usted dice, tiene un comunismo extraño por base y el repart- adejatierra_por-su-fuerza."-¿-Qué se le reprocha-enton.-- ces a este pueblo? "El ruso, dice usted, miente, roba, miente siempre, roba siempre, y-lo hace con toda.inocencia, pues es así por naturaleza." Pero ¿quiénes son los engañados, los robados? Simplemente los que piensan, de fcirma distinta de ese pueblo. En, nombre de la propiedad privada se le despoja de la tierra y de los frutos de su trabajo, y frente a sus despojadores y verdugos usa la astucia y la apatía. Su idea de justicia en Rusia es más amplia, no se limita al respeto de una propiedad que liínita esa justicia, que establece diferén-

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das insalvables. "Ha sufrido —sigue Herzen— ese yugo igno-minioso, pero nunca ha creído en los derechos del señor, ni en la justicia de los tribunales,:ni en la equidad de la admi-nistración." El zar goza aún de prestigio entre los campesinos rusos, pero un zar en abstracto, que nada tiene que ver con los zares que los oprimen. Pasa lo mismo con la Iglesia: "Aquí, el pueblo estima la idea, y no al hombre. ... I La comunidad, ha salvado al pueblo ruso de la barbarie mongo-la y del zarismo,civilizador, de los señores barbarizados a la europea y de la burocracia alemana." La fuerza rusa de este comunismo "se ha conservado, afortunadamente, hasta d desarrollo del socialismo en Europa". La autocracia rusa ha cumplido su misión,

ha creado un imperio colosal, un ejército imponente, una des-centralización administrativa:- [ -.1 Pero —agrega Herzen-desprovista de principios, de tradiciones, está condenada a la inactividad; se ha impuesto, es verdad, otra tarea, la de im-portar a Rusia la civilización occidental, y lo ha logrado hasta cierto punto mientras aparentaba persistir en un bello papel de gobierno civilizador.

Pero ahora el zarismo ha renunciado a ese papel. "Se han dado cuenta de ello y se han buscado una ocupación en Euro-pa." Se han convertido "en el primer gendarme de' la Tierra, en el sostén de todas las reacciones, todas las -barbaries". Mientras tanto, el pueblo ruso empieza a alistarse, buscando realizarse por lo que es y no por lo que se pretende que sea.

Ahora podrá usted apreciar —dice Herzen a Michelet— qué felicidad es para Rusia que la comunidad rural no se haya disuelto, que la propiedad individual haya fraccionado la pro-piedad comunista; podrá usted apreciar qué felicidad es para el pueblo ruso haber quedado. fuera de todo movimiento polí-tico, fuera de la civilización europea, que necesariamente hu-biera minado su comunidad y que hoy día llega ella misma, por socialismo,, a su propia negación. El hombre de la

- Rusia futura es el-mujik, -como el- hombre de la Francia rege-nerada será el obrero. [. . .] Si es así —pregunta Herzen--- tendrá el pueblo ruso cierto derecho a un poco de indulgen-cia de su parte, señor mío?

Michelet ha condenado a Rusia porque la compara con las comunidades campesinas medievales europeas, distintas de las que se han formado en RuSia. Rusia carece de los mu-

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chos bienes de la cultura europea, pero no por ello es infe-rior a los hombres que crearon esa cultura. Rusia tiene inclu-so su propia filosofía, la que le han dictado las circunstancias de su existencia, no la que proviene del razonar europeo sobre otras circunstancias que no son las propias del ruso. El pasado de Rusia, por supuesto, no es el pasado de Euro-pa. Por ello,

el ruso emancipado es el hombre más independiente del mun-do. ¿Qué puede frenarlo?, ¿el respeto al pasado? [ ] ¿Acaso la historia de la Rusia nueva no comienza por una negación absoluta de la idiosincrasia y de la tradición? ¿Acaso es el pasado ruso el pasado indefinido de San Petersburgo? ¿Un pa-sado que se quiso imponer? Nos puede ayudar a emancipar-nos, pero no nos compromete con sus creadores. [ ] El pasado de ustedes, los occidentales, nos sirve de instrucción y nada más; nosotros no nos consideramos albaceas de su historia. Aceptamos sus dudas, su fe no nos emociona. Com-prendemos sus odios, pero no su apego a la herencia de sus antecesores; nosotros estamos demasiado oprimidos para ha-cer de la opresión objeto de reflexión, debemos, por el con-trario, trascenderla. [ ] Es verdad que en nuestra vida hay algo de insensato, pero nada trivial de estacionario, de burgués.

Tampoco se nos acusa de inmoralidad, porque no respetamos lo que ustedes los europeos respetan.

Nosotros somos libres porque comenzamos por nosotros mis-mos. ¿Qué tenemos que ver nosotros, los que carecemos de herencia, con la preservación de la herencia de ustedes? ¿Qué tenemos que ver con su mundo bárbaro romano? Obedecemos, es cierto, a la fuerza bruta, no nos queda otro remedio hasta el momento en que podamos hacer otra cosa. [ ...] Sin em-bargo —sigue. Herzen— no aceptamos nada del campo enemi-go. Rusia nunca será protestante, Rusia nunca será juste-mi-lieu. Rusia no hará la revolución con el fin exclusivo de librarse del zar Nicolás

y obtener como premio representantes-zares, tribunales-zares, policía-lar y leyes-zares. Europa ha luchado siguiendo su cami-no y ha fracasado, ¿podrá vencer Rusia?, ¿podrán los pueblos eslavos? "El porvenir de Rusia no depende de ella sola; está ligado al de toda Europa. ¿Quién puede predecir la suer-te del mundo eslavo si el absolutismo y la reacción vencieran definitivamente a la revolución en Europa? Quizá pereciera, ¿quién sabe? Pero en tal caso, Europa correría la misma suer-te... y la historia continuaría en América."

III. BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: RUSIA

RUSIA COMO BARBARIE ORIENTAL

ENTRE 1856 y 1857, bajo el impacto de la contrarrevolución que se viene extendiendo en Europa, Carlos Marx publica sus Revelaciones sobre la- historia diplomática secreta_ del siglo xviii, donde explicará un extraño contubernio entre Inglaterra, adelantada de la civilización occidental, y la Ru-sia bárbara de los zares. Contubernio encaminado a detener la revolución social en Europa. Pero un contubernio que resultará lógico por el parentesco que guardan entre sí las clases dirigentes en la Gran Bretaña, heredera de los nor-mandos que le dieron unidad, y las clases conductoras en Rusia, los varegos, una expresión de la misma ola norman-da que invadiera a Europa. Rusia, poblada por eslavos y presionada por la barbarie mongol y el despotismo de sus conductores escandinavos. Carlos Marx se pregunta, como Engels y otros europeos, sobre las causas de la influencia un tanto repentina de Rusia en los asuntos europeos. "La abru-madora influencia de Rusia —escribe— ha tomado por sor-presa a Europa en diferentes épocas, ha inquietado a los pue-blos de Occidente, y ha sido soportada como una fatalidad o sólo con convulsiones." Una Rusia llena de contradicciones, indecisa, llena de dudas respecto a la situación que la historia parece haberle deparado. "Otros imperios —sigue Marx—han abrigado las mismas dudas en sus comienzos ; Rusia se ha convertido en un coloso sin deshacerse de ellas." Extra-

- fío imperio cuyos-efectos se hacen sentir -en-Europa-,-pero-cuya existencia se discute. Un mundo extraño :a Europa, pero ya presente en su devenir. Único ejemplo en la-historia, dice Marx, de un imperio de logros de resonancia mundial, pero que "nunca ha dejado de ser considerado más como una cuestión de fe que una cuestión de hecho". Se cree en la existencia de Rusia, pero no se explica tal existencia.. Cual-quier trabajo encaminado a ensalzar o criticar a Rusia ha tenido que empezar por "probar la existencia de Rusia".1

1 Karl Marx, Revelaciones sobre la historia diplomática secreta del 75

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Lo importante, según Marx, será el preguntarse -"¿cómo logró este poder, o esta ilusión de poder, adquirir tales pro-porciones como para inspirar por un lado un apasionado re-conocimiento, y por el otro la airada negativa de que esté amenazando •al mundo con un ensayo -de monarquía univer-sal?" Las hazañas de los rusos antes de convertirse en impe-rio parecen extraordinarias ; en el pasado, Rusia, todavía pue-blo pagano, había sido una amenaza para Bizancio. Su origen está, según Marx, en la política de los ruríkidas, los des cendientes del jefe normando Rurik, que impuso su dominio a los eslavos. Los varegos darán a los eslavos las primeras dinastías de gobernantes en Rusia. Son estos bárbaros llega-_ dos de Escandinavia los que darán unidad a Rusia y señala-rán la política de expansión organizada de los pueblos eslavos sobre la región. Son los fundadores, en opinión de Marx, de la Rusia moderna,como lo habían sido los germanos de la Europa moderna. La Europa moderna se perfila a partir de las • invasiones de los bárbaros germanos. "Rusia, en par-ticular, constituye sólo un capítulo de las conquistas norman-das. Del mismo modo que, el Imperio de Carlomagno precede a la fundación de la Francia, la Prusia e Italia modernas, así el Imperio de los rurikidas precede a la fundación de Polo-nia, Lituania, las colonias del Báltico, Turquía y la propia Moscovia." Rusia y Francia: fueron pasto de la aventura y voracidad de los normandos de forma paralela. "Las guerras y la organización de la conquista por parte de los primeros rm-íkidas —continúa Marx— no difieren en nada de las de los normandos en el resto de Europa." La invasión sobre Europa de los normandos culmina con el dominio y la aglu-tinación de las diversas tribus que poblaron la Gran Bretaña. Igual harán los normandos que avanzaron sobre Rusia some-tiendo a los eslavos. Los eslavos, empujados a su vez por invasiones orientales como las mongoles. Los eslavos, some-tidos por la espada por los varegos, sometiéndose para pro-__ tegerse de otras invasiones. "A las tribus eslavas no sólo se las sometía por la-espada,-sino también por mutuo -acuerdo." Tal singularidad se-debía "a la posición excepcional de aque-llas tribus, colocadas entre una invasión septentrional y otra oriental, y uniéndose a la primera para protegerse de la se-gunda". Como los bárbaros del Norte eran atraídos por la Roma de Occidente, así los bárbaros que bajaron por Rusia siglo xviii, I, La historia diplomática secreta del siglo xviii, Cuader-nos del Pasado y Presente, México, 1979, pp. 87-157.

BARBARIE Y CIVILIZACIÓN RUSIA`

serían atraídos por la Roma oriental, Bizancio. De esta for-ma se va perfilando un poder imperial, político y espiritual, dispuesto posteriormente a disc-utirle el predominio a la Roma occidental del Sacro Imperio Romano de los germanos. La Rusia moderna, sigue Marx, aspira ahora a dominar la sede de la Segunda Roma, Constantinopla, algo que no pudieron intentar los ruríkidas creando una nueva : Moscovia, <la Ter-cera Roma, la de los herederos de Rurik. Los príncipes vare-gos, transformados en zares, nuevos cesares, serán impuestos por las armas ruríkidas. Novgorod, sigue Marx, será el Esta-do eslavo en pugna con Moscovia, creada por los varegos, pugna que terminará con la destrucción de la ciudad. Mosco-via, presionada a su vez por la invasión bárbara venida de Oriente, la mongol, que ha sometido a pueblos eslavos y prín-cipes ruríkidas. Moscovia, para subsistir y no desaparecer como otras ciudades, sometidas por las hordas de Gengis Kan, tendrá que transformarse para subsistir frente • a la nueva fuerza bárbara. Adaptarse para aprovecharla oportu-namente en su beneficio. "El rango sangriento de la escla vitud mongol —sigue Marx— y no la ruda gloria de la época normanda, formar, la cuna de Moscovia, y la Rusia m. ()cierna no es más que una metamorfosis de Moscovia."

De esta metamorfosis eslavo-varega, de súbditos eslavos bajo conducción normanda en relación con el dominio mon-gol, surgirá la moderna y desconcertante Rusia. "El yugo tártaro se prolongó desde 1237 a 1462, durante más de dos siglos ; un yugo no sólo opresivo, sino deshonroso y que pu-dría el alma del pueblo que se convertía en su víctima." Terror sistemático y servilismo. De este sometimiento surgirá Mos-covia como centro de poder de la Rusia incomprensible y temida de los tiempos modernos. Son los propios mongoles los que cavan su propia derrota al restablecer la dignidad del gran principado, enfrentando a los diversos príncipes rusos que lucharán por alcanzar tan alta dignidad, una dig-nidad al servicio de los kanes, que elevaba a un príncipe ruso sobre los -otros príncipes. Para -llegar a esta dignidad lucha-rán los príncipes entre sí, "lucha de- esclavos" para servir mejor al amo ; lucha que se sirve de las armas más bajas y deshonrosas, como la calumnia. "En esta lucha infame —dice Marx—, la rama de Moscú fue la que por fin ganó la carre ra." Iván I Kalita e Iván III, llamado el Grande, personifi-carán el ascenso de Moscovia. ¿En qué consistió la política que daría poder a estos nuevos señores, incluso para enfren-

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tarse en-un futuro próximo a los mongoles? Consistió en la abyección, en el fingirse abyectos esclavos de los kanes. Se enfrentaron a los príncipes rivales y a sus propios súbditos para aumentar y concentrar su poder. Bajo el soborno per-petuo se mantuvo quietos .e indiferentes a los señores mon; goles. Soborno obtenido por el terror de los propios súbdi-tos. Iván Kalita, mediante el soborno a los tártaros, la Iglesia y los boyardos, somete a su único rival, el príncipe Tver. Con tal sometimiento alcanza la fuerza suficiente para llevar a cabo en su provecho acciones políticas y conquistas que se suponía realizaba en nombre de sus señores mongoles. "No conquista los territorios dependientes —dice Marx— sino que_ transforma subrepticiamente los derechos de la conquista tártara en su beneficio." Se da una "extraña mezcla de rea-leza y esclavitud". "Transformó su propia debilidad —la es-clavitud— en la fuente de su fuerza."

Iván III, el Grande, continuando esta, política, domina, mez-clando servidumbre y poder, diversas regiones rusas que somete a su gran principado. "Al final de su reinado —dice Marx— contemplamos a Iván III sentado en un trono in-dependiente, a su lado la hija del último emperador de Bi-zancio." El sueño de la Tercera Roma va convirtiéndose en realidad. ¿Qué hizo este gobernante?

Iván III —dice Marx— rescató a Moscovia del yugo tártaro, no con un golpe de suerte, sino mediante la paciente labor de casi 20 años. Su conquista, por consiguiente, pareció más una obra de la naturaleza que el producto del esfuerzo huma-no. Cuando finalmente expiró el monstruo tártaro, Iván apa-reció en su lecho de muerte como un médico que pronosticó y especuló sobre su muerte, y no como el guerrero que la había provocado. El carácter de los pueblos se magnifica con su liberación de un yugo extranjero; el de Moscovia, en ma-nos de Iván, pareció disminuir.

Marx compara este triunfo sobre los tártaros con el que alcanzó España frente a los árabes. En uno surge un poder mezcla de realeza y servidumbre, y en otro un poder lleno de hidalguía que se lanza a crear un imperio a base de he-roísmo. En Rusia, al decir de Marx, lo que surge es un poder contaminado, marcado por la esclavitud impuesta por el po-der mongol y la astucia servil que hizo de la debilidad instru-mento liberador. No es por la espada, como en España, como se libera a Rusia de los tártaros, sino por la astucia. Rusia

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bajo la conducción de Iván el Grande no enfrentó a los do-minadores tártaros, los eludió y Venció con intrigas. "No arroja al enemigo de sus baluartes —sigue Marx—, sino que maniobra para que los abandone." Enfrenta a tártaros con tártaros. La Horda Dorada será vencida por la horda tártara de Crimea. "Cogió a un tártaro con otro tártaro. E ] Con los despojos del tártaro vencido, encadenó al tártaro victo-rioso." Pero, ¿no utilizó el íbero esta misma política al recon-quistar la Península? ¿No enfrentó también jeque contra jeque, emir contra emir, moro contra moro? ¿No fundó Cor-tés un imperio en América enfrentando a tlaxcaltecas y azte-_cas? Marx,_tratándose de explicar un mundo_ que no_ coincide con lo que es normal en el continente europeo, encuentra dificultades de comprensión. No entiende la lucha de pue-blos que han de romper su servidumbre enfrentando al amo con astucia. La lucha propia de pueblos en los márgenes de Europa, como Rusia y España. Por ello tampoco entenderá Marx a la América Latina, que lucha con las limitadas armas a su alcance para obtener éxito. De ahí la imagen que dejó de Simón Bolívar, tan abyecta como la que dejará de los zares rusos y del pueblo mismo que surge de esta abyección. ¿Se impuso Europa de otra forma sobre Asia, África, Ocea-nía y América? Ya no sólo para liberarse, como lo hicieran rusos y españoles, sino para imponer sus propias domina- ciones.

Este triunfo, dice Marx, lo convirtió Iván el. Grande en instrumento para presentarse ante el mundo exterior, ante Europa, como un gobernante poderoso y heroico.

Este impostor comprendió perfectamente que la caída del Im-perio tártaro debía ser deslumbrante vista a distancia; que le confería una aureola de gloria y le facilitaría una magnífica entrada en los círculos de las potencias europeas. Por consi-guiente, asumió en el extranjero la actitud teatral del conquis-tador, y consiguió ocultar, tras una máscara de altiva suscep-tibilidad e irritable orgullo, la obsequiosidad del siervo mongol que aún recordaba haber besado los estribos del más insigni-ficante enviado del Kan. Imitaba en un tono más suave la voz de sus amos, que aún le inspiraban terror.

¿A qué aspiraba este bárbaro vencedor de bárbaros? "Si el derrocamiento del yugo tártaro era, a sus ojos, la primera condición para la grandeza moscovita, el derrocamiento de la libertad rusa era la segunda." Así inició la dominación

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de las ciudades no sometidas a Moscovia, así la unidad servil de toda la Rusia liberada de los tártaros. "Parecía que Iván había arrebatado a los mongoles las cadenas con que aplastaban a Moscovia con el único fin de atar con ellas a las repúblicas rusas." Pero• hizo algo más, se sirvió de la ortodoxia griega, de la Iglesia que fuera adoptada por su an-tepasado en el trono ruso, Vladimir.

La religión griega —sigue Marx— resultó en general uno de sus más poderosos medios de acción. Pero con el fin de pro-clamarse rey de Bizancio, de ocultar el estigma de la escla-vitud mongol bajo el manto , de los porfirogénetos, de unir el advenedizo trono de Moscovia al glorioso imperio de San Vla-dimiro, de dar en su propia persona una nueva cabeza tempo-ral a la Iglesia griega, ¿a quién recurrió Iván? Al Papa roma-no. En la corte del Papa residía la última princesa de Bizancio.

Iván la desposó engañándola, jurándole que apostataría de su ortodoxia, para hacer lo contrario y declararse heredero de la corona de Bizancio y de su Iglesia. Tal política, que será la de los zares y la del mismo pueblo ruso, "se la ins-piró a Iván Kalita —prosigue Marx— el carácter peculiar tanto de la, raza dirigente como de la raza esclavizada" igual que a los que le sucedieron hasta llegar a Pedro el Grande. Nounandos gobernantes y eslavos gobernados, tal es el pue-blo ruso mismo, creador de una política abyecta, contraria a la que había dado origen a la grandeza de Europa, una que Rusia estaba dispuesta a imponer a la misma Europa. ¿Qué hizo Pedro el Grande?

Metamorfoseó a Moscovia en la Rusia moderna con la gene-ralización de su sistema, no con la mera adición de algunas provincias. [ ] Para resumir, Moscovia nació y creció en la terrible y abyecta escuela de la esclavitud mongol. Adquirió su fuerza convirtiéndose en un virtuoso del arte de la ser-

-vklumbre. -Incluso después de haberse emancipado, Moscovil.— continuó representando su papel tradicional del esclavo como amo. [...] Pedro el Grande supo conjugar la astucia política del esclavo mongol con la orgullosa inspiración del amo mon-gol, al que Gengis Kan había legado su conquista de la tierra.

Así surge Rusia, pueblo bárbaro, heredero de bárbaros em-peñados en participar en los destinos de la Europa civili-zada. Rusia se declara heredera de la ortodoxia bizantina para así enfrentarse a la heterodoxia de la Roma occidental,

y desde este punto de vista aparecer eorno_centro de la autén-tica cristiandad, portadora del mensaje universal por exce-lencia. Pero, en realidad, era instrumento de un peculiar poder que mostró su eficacia y habilidad en-.Occidente, en el otro extremo de Europa : Inglaterra. La Inglaterra unida bajo la conducción de otros normandos, que realizarán su propio juego, que no = es ya el juego europeo, ni menos aún el juego del Sacro Imperio Romano. Inglaterra no mantiene ortodoxias, sino por el contrario hace de su heterodoxia den-tro de la heterodoxia occidental instrumento de una nueva grandeza, de un nuevo imperialismo, el de un sistema que se .expandirá a lo largo de la Tierra. _Es el mismó sistema al que ya se enfrenta la Europa revolucionaria y en nom-bre de la cual habla Marx, que anhela 'un= mundo más justo y equilibrado : el socialismo. Inglaterra ha alentado el fal-so poderío de la Rusia zarista para mantener en Europa el orden que conviene a sus- exclusivos intereses. ¿La pérfida Inglaterra? Sí, como pérfidos fueron los señores varegos que crearon el gigantesco Imperio eslavo, un Imperio que los-mismos intereses, al otro lado de Europa, utilizarán en -su beneficio para mantener su predominio universal. Por ello Marx, después de hablar de la abyecta política externa rusa, pasa a mostrar la relación que ésta =guarda con la Inglaterra que astutamente se sirve de Europa y de Rusia para man-tener el equilibrio que más conviene a sus intereses allende los mares.

¿ Qué ha hecho en realidad Pedro el Grande? Dice Marx "Si los zares moscovitas, que realizaban sus usurpaciones principalmente por medio de los kanes tártaros, se vieron obligados a tartarizar a Moscovia, Pedro el Grande decidió utilizar a Occidente, se vio obligado a civilizar a Rusia." Pe-dro el Grande se verá obligado a plantearse la misma disyun-tiva que se plantearán los pueblos íberos surgidos del impe- rialismo -cristiano-católico--de--C-artos- -iber--es- -de la Península como los de ultramar; ¿barbarie o civilización? Se trataba de romper la- marginación -al otro lado de los Pi-rineos y las estepas de Europa o el río Grande en América. Romper esta marginación implicará hacer lo que había he-cho Moscovia para superar la esclavitud mongola, 'apropiarse de la piel y el espíritu del conquistador, piel y espíritu de quien le impedía ser su semejante.. Calibán, en La tempestad de Shakespeare, para librarse de él ha de aprender ,el lengua-je de Próspero. Los moscovitas deben aprender a hablar el

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lenguaje de la tiranía tártara. A su vez, la Rusia de Pedro el Grande ha de aprender el lenguaje de la Europa del otro lado de sus fronteras, el lenguaje de sus hostiles vecinos. Rusia debe ser como uno de ellos. Igual España al ser obligada a regresar a los límites de los Pirineos deberá hacer suya la cultura y civilización europeas.

Al otro lado del Atlántico, y al otro lado de los Estados Unidos, que enarbolan la civilización occidental como nación heredera del sistema que le dio grandeza, Inglaterra, los pue-blos formados por la Iberia cristiana deberán hacer suyos los valores de los creadores de la otra América. Ser otros Es-tados Unidos, otra. Inglaterra ; plantearse el dilema de Sar-miento :.civilización o barbarie. Y aceptar la civilización será aceptar ser parte de la Europa que les dio origen, implicará renunciar a lo que se es ; o al menos subordinar el propio ser a lo que se pretende ser.

La Rusia de Pedro buscará negar su barbarie eslavo-va-rega para posibilitar su europeización. La misma "nordoma-nía" de la que hablará más tarde el latinoamericano José Enrique Rodó, que implica el reconocimiento de los valores que no son los propios y, con ello, la subordinación a los creadores de los mismos. Pedro el Grande de Rusia, al im-poner la civilización europea a su pueblo estará subordinán-dolo, aun sin proponérselo, a un nuevo poder, el de los pue-blos creadores del sistema reconocido y aceptado : el de la Europa occidental, no ya la Europa del Sacro Imperio Ro-mano, sino la nueva. Europa de la que es líder Inglaterra.

'Mucho después los soviéticos, herederos de la Rusia que die-ra unidad al gigantesco imperio de Gengis Kan, en manos de los zares civilizadores, sentirán a su vez una gran admi-ración por el pueblo que será su permanente adversario, los Estados Unidos. ¿De dónde sacará fuerza el sistema soviéti-co, que se apoya en el marxismo:pensado para Europa? ¿De dónde sacará fuerza la Rusia que adopta el marxismo„como antes la civilización europea? "La asociación del ímpetu re-volucionario ruso con , el sentido práctico [norte] americano —dice José Stalin— : en eso reside la esencia del leninismo." Calibán vuelve a servirse del lenguaje de Próspero, lo pone a su servicio y lo barbariza. Quiera o no, lo niega.

Inglaterra, nos muestra Marx, utilizó a la Rusia empeñada en civilizarse, empeñada en hacer suyas las aptitudes de los

2 José Stalin, Fundamentos del leninismo, Ediciones Sociales, Méxi-co, 1934, p. 12O.

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creadores del Imperio británico, en beneficio de sus_ intere-ses en Europa. En la pugna de Pedro el Grande con su vieja rival en Europa, Suecia, Inglaterra hace inclinar la balanza del éxito o derrota de uno u otro continente según sus espe-ciales intereses. De otra forma no se explicaría la transforma-ción de la Rusia moscovita, pueblo terrestre, en potencia ma-rítima enfrentada a Suecia. Rusia ha cambiado el centro del gobierno de Moscú a San Petersburgo, de la capital de Iván en Moscovia a la de Pedro en las orillas del Báltico.

El mero hecho —dice Marx— de que la conversión de Mosco-via en Rusia fuera consecuencia de su transformación de país seaniasiático de tierra adentro en importante potencia-maríti-ma del Báltico tendría -que hacernos llegar obligatoriamente a la conclusión de que Gran Bretaña, la principal potencia ma-rítima de aquella _época, debió contribuir de algún modo a este cambio, que debió ser la principal ayuda o el principal impedimento a los planes de Pedro el Grande.3

Pero ¿no sucederá con el Occidente civilizador lo que sucedió con la Mongolia esclavizadora? Marx pregunta: ¿No fue mon-golizándose como Moscovia expulsó y dominó a los mongo-les? ¿No será Rusia civilizándose la que acabe dominando a sus civilizadores? ¿No será la Rusia europeizada la que acabe dominando a Europa? "La auténtica historia —dice Marx— demostrará que los kanes de la Horda de Oro no influyeron, más decisivamente en los planes de Iván III y sus predecesores que los gobernantes del Reino Unido en los planes de Pedro I y sus sucesores." Por ello opina Marx que tienen razón los que "denuncian enfáticamente a la Gran Bretaña como el instrumento más poderoso de Rusia". Cali-bán aprende el lenguaje de Próspero, no para remachar su esclavitud, sino para poder maldecirlo, esto es, enfrentarlo, combatirlo y ponerlo a su servicio. Por ello aprendió Iván el Malita-el -lenguaje mongol para -poder-enfrentar y -dominar al mongol. Marx, como los europeos de su tiempo y los oc-cidentales de nuestros días, se estremece ante un poder que puede cambiar e impedir la realización del mismo proyecto revolucionario europeo-occidental. Con el tiempo surgirá otra versión revolucionaria, a partir de sus ideas y de las deman-das del pueblo ruso, adaptado al modo de ser de un pueblo que sin pasar por el sistema burgués entra en el socialismo ;

3 Marx; op. cit.

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-que pasa de un modo de producción asiático al modo socia-lista. Así sucede primero en Rusia, luego en China, Cuba en América Latina y en otros pueblos en otras regiones del mun-; do al Margen del sistema europeo-occidental. Seguirán al mar-xismo, las metas del marxismo serán las propias, pero será un marxismo previamente adaptado por Lenin, Mao o Castro al peculiar modo de ser de sus pueblos. Pueblos distintos, para los cuales fue originariamente pensado el marxismo. Calibán no repite a Próspero, lo barbariza. Ante la disyuntiva entre civilización o. barbarie —lo mismo eslavos que íberos y.

otros muchos pueblos Situados en las márgenes del mundo europeo-occidental entre la supuesta barbarie no se, civiliza, sino que la civilización se barbariza, esto es, se adapta al lenguaje propio de los pueblos, que la adecuan a sus propias necesidades y destinos. Marx teme por el proyecto revolucio-nario europeo y retorna un documento en el que se previene a la Gran Bretaña de su error, el pensar que está manipulan-do a una fuerza cuando lo que hace es fortalecerla. "Gran Bre-taña —dice el documento citado por Marx= ya no puede mantener el equilibrio en dicho mar, puesto que ha dejado al moscovita convertirse en potencia marítima. [ . .1 El tiem-po nos dará la razón : la expulsión del mar Báltico es ahora el Principal objetivo de nuestro ministerio."

RUSIA COMO NUEVA EXPRESIÓN CIVILIZADORA

Hay que detener a los rusos, tal y como en nuestros días se habla de detener y frenar a los soviéticos. Calibán se ha alza-do con el lenguaje y los instrumentos que han dado poder a los pueblos que son eje del dominio universal. La periferia se está transformando en centro de un orden pensado para el viejo mundo europeo y occidental. La barbarie se transformó en centro de aquella_dvili7ación que no pudiese -ser conside-rada la civilización por excelencia. "i Vienen los rusos, vienen los rusos I" Recuerda Aleksandr Herzen el grito de una Euro-pa que en tono aterrador o de humor despreciativo hablaba en el siglo xix de la presencia rusa en sus tierras. Desde luego, la Rusia al servicio de los mismos represores europeos, al servicio de' los HabsburgO y los Hohenzollern. La barbarie al servicio de la represión europea, cristiana y occidental. "Pero nadie —dice Herzen— sabe con exactitud quiénes son

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esos rusos, esos bárbaros, esos cosacos." Europa: sólo conoce a los rusos que vencieron a Napoleón y avanzaron hasta Pa- rís, pero no a: la Rusia que en sus lejanas tierras está luchan-do por una mayor justicia para el hombre, y sufriendo por ello las más brutales represiones. Es el mismo pueblo que se levantó contra. Bonaparte, "tomó resueltamente las armas, atravesó. Europa en su persecución y tomó a París". Este pue-blo, sigue Herzen, no es el mismo que los represores ponen al servicio de Europa para mantener el orden cristiano occiden-tal. El error fue de Alejandro I, que no aprovechó la victoria para llevar a otros pueblos de Europa el espíritu de libertad y justicia del pueblo que expulsó a Napoleón. En lugar de ello, se puso "bajo la misma bandera que Austria, como si entre ese Imperio putrefacto y desfalleciente y el joven Estado

hubiera algo en común, como si el representante más enérgico del pueblo eslavo pudiera tener los mismos intere-áes que su opresor más ardiente".5

Europa no es superior a Rusia, el mismo espíritu represiVo que se abate sobre Europa lo hace sobre Rusia. "Una vez más : es horrible vivir en Rusia —dice Herzen—, pero 'también es horrible vivir en Europa." Pero, ¿por qué entonces Aleksandr Herzen prefiere el destierro en Europa? Porque en ella, dice, todavía es posible la palabra, el reprimido todavía puede ha-cer escuchar su voz. "¡ Desgraciado aquel que aquí es venci-do 1" 6 Pero si en Europa esta voz llega a ser imposible, agre-ga, "entonces nos iremos a América, sacrificando todo a la dignidad del hombre y a la libertad de expresión": Esta liber-tad, la posibilidad de hacerse oír, es la que todavía salva a Europa. Pero eso y nada más. En Europa no está la salvación del hombre, de su libertad y afán .de justicia. "Si bien no pro-fetizamos nada, tampoco creemos que los destinos de la hu-manidad estén centrados en Europa occidental." Si Europa no llega a levantarse por-una transformación-social, otras- re-giones se transformarán. Esta nueya ppsibilidad la pone. Her-zen en los Estados Unidos y la misma Rusia, y por ello agrega : "Una es yá conocida : los. Estados Unidos de América del

4 Aleksandr Herzen, El- desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, Siglo XXI Editores, México, 1979, p.' 65.

5 Ibid., p. 66. 6 Ibid., p. 69. 9 Ibid., p. 70.

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Norte ; la otra está llena de fuerzas, pero también de salvajis-mo, y se la conoce mal." 8

Del salvajismo, la barbarie, hace Herzen el punto de parti-da para una humanidad más libre y justa. Una humanidad que no se da en la Rusia de los zares, pero tampoco en la Europa de las represiones. La barbarie a la que temen los eu-ropeos, lo mismo el liberal Michelet que el socialista Marx, es para Herzen el punto de partida para el logro de la trans-formación que se retrasa en Europa. Los pueblos salvajes aman la libertad y la independencia ; los pueblos civilizados, el orden y la tranquilidad. En este sentido Europa se inclina más a imponer el orden que a preservar la libertad. Los pue- - blos eslavos aman la libertad, y ésta no está frenada porque - así lo quieran ; obedece al espíritu que les ha sido impuesto a lo largo de su historia, el espíritu de los dominadores, de sus zares, de los descendientes de varegos, los noimandos, que hicieron de la barbarie eslava instrumento de su propio po-der y orden. Noimandos y germanos impusieron el espíritu de orden a los pueblos eslavos. "Civilización y esclavitud. La-mentablemente, ni siquiera existe un telón entre ambas para impedir que nos sintamos aplastados, interior o exteriormen-te, entre esos dos extremos que se tocan." 9 Es la civilización, no la barbarie, la que limita y somete al hombre, a su libertad. "Hemos robado la civilización y Júpiter nos quiere castigar con el mismo encarnizamiento con que atormentó a Prome-teo." " Los alemanes, sigue Herzen, "tienen sobre nosotros la ventaja de poseer normas positivas, bien elaboradas ; pertene-cen a la gran civilización europea. Nosotros tenemos sobre ellos la ventaja de la fuerza bruta, de un cierto impulso en la espera. Allí donde ellos están bloqueados por la conciencia, nosotros lo estamos por el gendarme". ¿Qué distingue y dis-tancia a un europeo de un ruso?

Nuestra_ conducta tolerante, el poco cuidado de la formas, la—ostentación de nuestras pasiones semibárbaras y semicorrom-pidas, los lastima profundamente. Ellos nos aburren mortal-mente con su pedantería burguesa, su purismo afectado y su conducta irreprochablemente mezquina.11 [...] Los pueblos germano-latinos produjeron dos historias, crearon dos mundos en el tiempo y dos mundos en el espacio.

8 Ibid., p. 64. 9 Ibid., p. 138.

lo Ibid., p. 140. 11 Ibid., p. 59.

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Es posible que realicen otra historia, pero está visto que para ello tienen que dejar el suelo europeo e intentar crearla en otros continentes. "Les es menester atravesar el océano y buscar un suelo menos sembrado de ruinas. Toda la existen-cia pasada de los pueblos eslavos, por el contrario, posee un carácter de iniciación, de toma de posesión, de crecimiento y de aptitud. Acaban de entrar en el gran río de la historia.

La historia de los eslavos es pobre", pertenecen, a ex-cepción de Polonia, más a la geografía que a la historia." Estos pueblos, dice Herzen, podrán, acaso, entrar en esa his-toria no tanto por lo que han sufrido, sino por sus esfuerzos por participar en una historia que ha de ser de todos los hombres.

Ve en este sentido los esfuerzos de un zar como Pedro I obligando a su pueblo a participar en Europa. ¿Qué represen-ta Rusia? ¿Por qué se la teme en Europa? "¿Se trata acaso de una catástrofe? ¿O es el comienzo de un nuevo or- den de cosas y los eslavos cumplen el papel de los antiguos germanos en relación a un mundo que se va?" ¿Se puede te-ner la osadía de pensar que las aspiraciones vagas de los pueblos eslavos coinciden con las aspiraciones revoluciona-rias de las masas de Europa? "¿Si se llegara a probar que los bárbaros del Norte y los bárbaros 'de casa' tienen, sin saberlo, su común enemigo en el viejo edificio feudal, mo-nárquico, y su común esperanza en la revolución social?" 13 La

civilización occidental y cristiana es la vieja Europa, que fue creada por una vieja barbarie, la geimana ; es la barbarie de otros pueblos, corno la eslava, lo que puede crear otra civi-lización más justa. "El poder imperial del zar, en este sentido, no sobrevivirá a esta lucha. Vencedor o vencido, pertenece al pasado. No es ruso sino profundamente alemán, alemán bizantinizado. Dos hombres para la muerte. Entre nosotros hay dos nombres para la vida : la juventud y el elemento socialista." 14

¿En qué consiste esta barbarie que puede ser punto de partida de un orden más justo y humano? Aleksandr Herzen, en su trabajo Mi pasado y mis ideas, recuerda mi breve diálo-go con el socialista fi ,incés Louis Blanc : "La vida humana —decía éste— es un gran deber social : el hombre debe sacri-

ficarse siempre por la sociedad." ¿Por qué?, le pregunta FIer-

12 Ibid., p. 60. 19 Ibid., p. 62. 14 Ibid., p. 63.

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zen., "¿Cómo puede preguntar eso? —replica Bland—. Está claro que todo el, propósito y toda la misión del hombre es el bienestar.de la sociedad." "Pero-no lo alcanzaremos nunca —insiste Herzen— si todos hacen sacrificios y,nadie disfru-ta!' "Está usted jugando con palabras, replica- Blanc. "Sí —contesta Herzen riendo—, debe de ser. mi confusión men, tal de bárbaro." 15 La barbarie es aquí expresión de la con-ciencia-'cle una humanidad concreta, no-abstracta; de horri-bres concretos que han de recibir los frutos de sus propios sacrificios. No una humanidad en abstracto, por la cual han de sacrificarse, una y--otra vez, los hombres concretos que,la forman. Ésta es la mentalidad bárbara, pero podríamos pre-guntarnos : ¿no es esto lo opuesto al socialismo del que ha blan civilizados como. Marx y Engels? ¿No es contrario al socialismo, que pide a pueblos_ y hombres aplazar sus reivin-dicaciones en espera de que un determinado pueblo, socie-dad o cultura como los etimpeos las realicen previamente? ¿No es contraria a esa exigencia planteada por Engels a los pueblos marginales de que se abstengan de acciones que pue-dan alterar y acaso evitar lo que en primer lugar ha de ser alcanzado por ciertos pueblos privilegiados? Si el proletaria-do europeo "se libera, ustedes serán libres. Pero hasta en-tonces no toleraremos que ustedes pongan piedras en el ca-mino del proletariado en lucha", dice Engels a los impacien-teS pueblos que quieren actuar a partir de sus propias y sin-gulares necesidades. "A la liberación del proletariado de Eu-ropa occidental y de todo el resto debe estar subordinado este objetivo. Por más interesados que puedan estar los es-lavos en los Balcanes::-sigue Engels—, ellos _pueden irse al diablo en el momento en que sus esfuerzos por liberarse en-tren en conflicto con el interés del proletariado." Ellos no pueden obstaculizar el camino que lógicamente ha de tomar la revolución; si lo obstaculizan habrá que marcarles el alto. Y esto vale tanto_para los pueblos _eslavos, Iberos, deltas,,la-__ _ tinoamericanos,:asiáticos y africanos como para cualquier grupo social -que- pretenda-,imponer sus intereses sobre los de la humanidad en cuyo nombre está luchando el proleta-riado en Enropa y el, mundo occidental.

Herzen deséribe la historia de Rusia, que es la misma des-crita en páginas anteriores- por Marx, pero mostrando ahora cómo en ella van tejiéndose, forjándose otras Posibilidades

15 Isaiah Berlin, Pensadores rusos, Fondo de Cultura -Económica, México, 1979, p. 174.

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revolucionarias distintaS de las:europeaS. Posibilidades revo-lucionarias que no niegan ni-se oponen a las europeas, sirio que, por el contrario, las completan y amplían extendiéndolas a pueblos que no pueden ser relegados a la espera de -otra revolución, en la periferia, la marginación y en la supuesta barbarie. Naciones bárbaras tan sólo por expresarse en otra lengua, con otro modo de sentir,' pero no poi- ello menos humanas. Otra vía revolucionaria que no es sólo la germáni-ca y latina. No es filosofía-de la historia descrita por Hegel y hecha suya por el marxismo ; existe otra interpretadión, otra filosofía de la historia por la que también se puede tomar conciencia de la revolución. Una,revolución en la que el hom bre concreto, de carne y hueso; pueda ser =algo más que sim-ple instrumento de una determinada abstracción.

Tal es la historia de Rusia que nos relata Herzen: "La his-toria rusa —dice— no es Más que la embriología de un Es tado eslavo. Rusia -no ha hecho otra cosa que organizarse," Pero una organización de acuerdo con las peculiaridades que la han formado y como punto de partida para un porvenir igualmente peculiar. "Todo el pasado de este país, desde el siglo u, debe ser considerado el camino que conduce a un porvenir -desconocido que apenas_. comienza' a despuntar." Es ése mismo porvenir que captó Marx pero que no acierta a comprender sino en relación con la 'imagen de su propia ci-vilización, la occidental. Por ello, lo que para Marx ha sido ex-presión de abyecta sumisión a la barbarie oriental barbarizán-dose, y actuar como bárbaro para así dominar a Europa, va a ser para Herzen expresión del porvenir de un humanismo qué hará- de la supuesta barbarie instrumento de liberación y dignificación. Herzen hace partir la historia del descubri-miento y toma de conciencia del-.hombre como' libertad y como justicia a partir de 1812, fecha en que el pueblo ruso inició el fin'del imperialisnio de Napoleón. "La verdadera his-toria-rusa -data-cle-1812-: lo -anterior---no-es-más--que -una in-troducción." la época anterior a 1812 se considera la prehis-toria de la hiStoria de Rusia como expresión de la libertad y la dignidad del hombre. Antes de esa fecha surgen y se ab-sorben las fuerzas que serán esenciales de ese pueblo, cómo Europa ha absorbido las dé los pueblos geniliano-romanos que le dieran origen. Rusia se presenta desde el siglo ix cómo un Estado organizado de forma distinta de como se estaban for-mando los Estados de la Europa occidental. No se enfrentan, como en Europa, diversos grupos raciales buscando su hege-

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movía. En Rusia, "el grueso de la población pertenecía a una raza homogénea, diseminada sobre un territorio más vasto y muy,poco habitado. La distinción que se encuentra en to-das partes entre la raza conquistadora y la raza conquistada no existe aquí". Existe • la raza finesa, dispersa y perdida en- tre la raza eslava, pasiva, salvaje y sin relevancia para la his-toria rusa. "Los normandos (varegos), que proporcionan a Rusia la raza principesca que reinó sin interrupciones hasta fines del siglo, xvI, eran más organizadores que conquistado-res." 16 Fueron llamados por. Novgorod, se hicieron con el poder y se extendieron rápidamente hasta Kiev. Dieron uni-dad al pueblo eslavo y pronto se confundieron con él. Su pre-sencia y participación en la historia rusa es la de estimulante. "Se diría que la naturaleza eslava no se basta a sí misma y espera un shock que la despierte." 17 Tal fue lo que represen-taran los normandos. "El papel de los normandos es seme-jante al que_ más tarde desempeña • Pedro el Grande como representante de la civilización occidental." Los normandos servirán de estímulo en la formación del carácter del pueblo eslavo como Pedro lo será más tarde. Son los mismos nor-mandos que en Europa dan un nuevo sesgo a la marcha de la civilización occidental los que en Rusia también sirven de estímulo, pero de acuerdo con la peculiar idiosincrasia del pueblo ruso. Pedro el Grande, con su proyecto civilizador, expresa este carácter. No existían diferencias entre los dere-chos de los ciudadanos y los de los campesinos. No existía "una clase diferenciada, privilegiada o aislada. [ ... No exis-tía más que el pueblo y una raza, o más bien una familia principesca, soberana, descendiente de Rurik el varego". Son los miembros de esta familia los que se reparten toda Rusia. Existían varios principados entre los que la supremacía era detentada por el más antiguo de la familia, que era recono-cido como el gran príncipe con sede en Kiev, Vladimir o Mos-

Se-reconoce-1-a-supremae-ía-de tal principadoipero-la-lucha-- por el predominio es constante. "Las guerras entre el gran príncipe y =los príncipes con infantazgo se produjeron conti-nuamente hasta el establecimiento de, la centralización mos-covita." 18

Herzen muestra cómo se asimilaron eslavos y varegos cómo el pueblo fue asimilando las peculiares expresiones de

16 A. Herzen, op. cit., p. 71. 17 Ibid., p. 72. 18 Ibid., g. 73.

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sus conductores, formando el sistema que caracterizará a Ru-sia. Las capas superiores de origen normando de la sociedad así organizada fueron incorporándose al pueblo eslavo.

Los descendientes de los guerreros varegos que vinieron con Rurik aportarán, según parece, la idea de la institución aristo-crática, pero ésta fue mutilada por el espíritu eslavo según nociones patriarcales y democráticas. [ ] Si bien ese Esta-do difería esencialmente de, los demás Estados de Europa, nada autorizaba a suponer que antes del siglo xix fuera infe-rior a ellos. El pueblo ruso de entonces era más libre que los_ pueblos del Occidente feudal.

Sin embargo, pese a esas diferencias, "el Estado eslavo tam-poco se parecía a los Estados asiáticos. Si bien poseía algunos elementos orientales, prevalecía el carácter europeo". Herzen insistirá en esa especial constitución del pueblo ruso aparen-temente ambiguo que se asemejará a los del pueblo que se estaba también formando en la península al extremo del con-tinente, el íbero. "Rusia —agrega— parecía asiática vista des-de Europa, europea vista desde Asia. Este dualismo convenía perfectamente a su carácter y a su destino, que consiste entre otras cosas en llegar a ser el gran puente de la civilización entre Europa y Asia." 18

En América, la América colonizada por el pueblo ibérico, que tanto se asemejaba al ruso por una historia formada marginalmente a la historia, cultura y civilización europeas, Simón Bolívar hablaba de la no menos peculiar situación de sus pueblos diciendo : "Nosotros no somos europeos, no so-mos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles." Sin embargo, a diferencia de los rusos, los iberoamericanos se enfrentaban entre sí ; la sangre y la cultura indígenas con la sangre y la cultura del conquistador y colo-nizador. Así "nuestro caso —decía Bolívar— es el más extra- ordinario y complicado"." -

Rusia, dentro de su especial y ambigua situación de pue-blo entre dos mundos, adopta el cristianismo, pero no el roma-no, sino el oriental, el de Bizancio. "La religión misma —dice Herzen— continúa esta doble influencia. El cristianismo es europeo, es la religión de Occidente; al aceptarlo Rusia se ale-ja de Asia; sin embargo, el cristianismo que adoptó fue orlen-

" Ibid., g. 75. 2° Simón Bolívar, Carta de. Jamaica, Latinoamérica, 35, Cuadernos

de Cultura Latinoamericana, UNAM, 1978.

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tal : venía de Bizancio." 21 Rusia,,desde sus inicios en la his.-; - toña, aspiraba a crear un iEstado fuerte, "se le reconoce en-la idea fija: de conquistar a" Bizancio": - Un pueblo, además; con un gran instinto nacionalista que se hará patente en la resistencia a los intentos que por conquistarlo hicieron otras fuerzas extranjeras después de los normandos, intentos que tropiezan con -la• resistencia popular y el apoyo á -sus prínci-pes. Herzen considera que la centralización rusa-fue también herencia normanda. "La influencia extranjera también ayudó de diversas- maneras a este desarrollo facilitando la centra-lización y proveyendo al gobierno de los medios- que no te-nía." Una población dispersa a lo largo de un extenso terri-torio necesitaba de tal centralización. "Luego del normando —sigue Herzen--,<el primer elemento extranjero que se mez-. cla con la nacionalidad rusa es el bizantino." Los príncipes' rusos sueñan con la conquista de la Roma oriental, mientras. éSta realiza la conquista espiritual de Rusia. El catolicism6 —agrega Herzen-- difícilmente podrá haber penetrado en Ru-sia medio siglo.o un siglo más tarde de la Penetración bizan-tina. Con Rusia la Iglesia griega adquiría -un poder capaz de riValizar con la Roma occidental. "El heredero y defensor, el Vengador de todo lo que la iglesia griega había sufrido o tenía que sufrir, no fue encontrado ni en Anatolia ni en An-tioquía, sino en un pueblo que tocaba de un lado al mar. Negro y del otro al mar Blanco." Moscú sería la Tercera Rorna, cen-tro de la ortodoxia cristiana, frente a la -heterodoxia romana y la futura heterodoxia de la heterodoxia, la Reforma. La caída de Constantiñonla-en manos del turco Mahomet II en 1453 dejará a la Iglesia griega en manos de los príncipes rusos. "Rusia se vigorizó desde entonces —dice Herzen—; Europa envejeció." 22

Otra poderosa influencia extranjera sobre el pueblo ruso será la originada por el dominio mongol. Este dominio for-jará características peculiares en este pueblo. Marx_lizo_des,_ cansar precisamente en este dominio las características de la política rusa frente a Europa en los esfuerzos occidenta-listaá de Pedro el Grande.. La presencia tártara - frenó el des-arrollo paralelo de Rusia con respecto a la Europa de esos días. Rusia tuvo que asimilar un cuerpo. extraño a su natural desarrollo.: "A la influencia bizantina se unió otra aún más extraña al espíritu occidental: la influencia mongol."_ La in-

21 A. Herzen, °p.' cit., p.. - 22 Ibid., p. 78.

vasión y el yugo mongol fue un golpe terrible para Rusia, que perdió de esta forma la ventaja que llevaba su propio des-arrollo sobre"el que simultáneamente se daba en Europa. "A partir de esta época nefasta que duró cerca de dos siglos —sigue Herzen—, Rusia se dejó aventajar por Europa." Coin-cidiendo con Marx, agrega : "El pueblo perseguido, arruina-do, siempre intimidado, adquirió la astucia y el servilismo de los oprimidos; el espíritu bélico se envileció." Los príncipes rusos ya aposentados en Vladimir se hicieron más absolutis-tas. Príncipes como Iván el Kalita hicieron de su servilismo al dominio mongol su punto de partida del engrandecimiento de su poder. Moscú pasó a ser el centro del nuevo poder que un día se volviera contra sus dominadores mongoles. Dos expresiones de la organización rusa se enfrentan en este tiem-po, la de Novgorod, heredera de la Rusia formada antes de la invasión mongol, y la dé Moscú, formada bajo la protec-ción del mongol. _En la lucha entre Novgorod y Moscú se ofrecen a Rusia dos opciones. "Rusia podía ser salvada por el desarrollo de las instituciones comunales o por el abso-lutismo de un solo individuo. Los hechos se pronunciaron a favor del absolutismo y Rusia fue salvada." 23 Pero sólo una nación fuerte podría imponerse al rudo dominio tártaro. "Ru-sia —agrega Herzen—, se hizo fuerte, grande, pero ¿a qué precio? Es el país más desgraciado del globo, el más servil. Moscú salva a- Rusia ahogando todo lo que había de libre en la vida de ese pueblo." 24

Iván III e Iván IV el Terrible restauran a Rusia a partir de Moscú, hacen de la religión bizantina instrumento de su poder tanto dentro como fuera de Rusia; preocupación que se hará cada vez más patente en los zares. "Librado poco a poco de las devastaciones de los mongoles, el pueblo -ruso se encontró cara a cara con el Zar, con una monarquía ilimi-tada, que resultaba abrumadora por el peso que había adqui-rido ala-sombra del kanato." Toda-rebelión fue-brutalmente castigada, Novgorod acabó sucumbiendo. Iván IV se encar-gó de castigar a la ciudad rebelde y- con ella la opción de Ru-sia que no obedeciese al absolutismo heredado de los kanes. Los mismos zares, agrega Herzen, se sintieron incómodos en el formalismo y servilismo heredados de Bizancio y Mongo- liar y trataron de destruirlo, ya que estorbaba a sus propios proyectos de grandeza, corno sucedió con Iván el Terrible.

22 Ibid., p. 81. 24 Ibid., p. 82.

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BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: RUSIA

"Iván el Terrible —dice Herzen— osó llamar en su ayuda a las instituciones comunales." 25 Las mismas instituciones que él había aniquilado en Novgorod. La vía comunal que hubiera hecho de Rusia una nación que se salvase a sí misma guar-dando su identidad pareció cancelada. El proyecto moscovita formado en la esclavitud impuesta por los mongoles pareció - ser la única posibilidad de existencia. Una existencia anqui-losada, pétrea. Fue el ascenso del príncipe Romanov al trono de los zares con el nombre de Pedro I lo que ofreció una nue-va opción a Rusia : la occidental. Una vez más podría Rusia forjar su propia identidad, sirviéndose _de lo propio y de lo__ que en beneficio de esta identidad pudiera darle Europa. Así lo había hecho antes asimilando la herencia varega, cristiana y bizantina. "Todas las libertades comunales sucumbían de hecho frente a la individualidad de los zares de Moscú, pero, felizmente —dice Herzen--, la línea de los zares desemboca en Pedro, que fue quien se constituyó en el verdadero repre-sentante del principio revolucionario latente en el pueblo ruso." 26

La opción hecha por Rusia respecto al dominio de Moscú como elemento conductor de su destino, el individualismo absolutista que los zares heredaron del dominio mongol, se va a transformar en instrumento reformista bajo Pedro el Grande. Se trataba de alcanzar el desarrollo que ese pueblo debió haber obtenido, parejamente con Europa, de no haberse producido la invasión mongol. Pedro el Grande se empe-ñó como zar absolutista en el cambio del orden que había heredado de sus mayores. Empezó por cambiar la sede del imperio de Moscú a Petrogrado. Petrogrado, signo de su ab-solutismo, pero también de un nuevo absolutismo, uno más de acuerdo con el que se hacía expreso en Europa, en la Europa de la razón y de las luces. No olvidó su pasado bár-baro, la barbarie de la Rusia que había roto el precario equi--

--librAo--entre-Oecklente -y-Griente. Como--bárbaro--visitó a -la--Europa orgullosa de sus logros materiales_> y espirituales, y, sin avergonzarse de serlo, tomó de Europa lo que consideró convenía al cambio de su pueblo. Un pueblo que aún vivía, vestía y sentía como la Rusia de los zares encerrados en el Kremlin, a la defensiva frente a fuerzas que le disputaban el poder, o frente a sus antiguos o nuevos conquistadores y dominadores. Pedro dejó en Moscú lo que parecía ya una

25 Ibid., p. 84. 25 Ibid., p. 91.

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pesadilla y abrió una ventana a Rusia hacia Occidente por el Báltico. Otros aires, otro ambiente entrarían en Rusia que, sin renunciar a lo que era, podría participar en los des-tinos de Europa, a la que consideraba pertenecer. Los desti-nos de una Europa en la que otros normandos, hermanos de los que dieran osamenta a Rusia, participaban y a los que daban su singular orientación.

Como buen gobernante europeo no interesa a Pedro el poder espiritual de la Tercera Roma. Para Pedro y sus suce-sores tal poder es visto como negativo. "Para romper com-

_ pletamente con la, antigua Rusia, Pedro I abandona a Moscú y el título de zar para habitar un puerto en -el Báltico, y toma el título de Emperador." Amplía, como su antecesor, el poder del Estado, pero,

fuera de esta semejanza, Pedro el Grande representó una per- manente protesta contra la vieja Rusia. [ Bajo la púrpura imperial, en Pedro I el revolucionario —dice Herzen— surgía en todas partes. Mientras que un siglo después Napoleón ocultaba cada año su origen burgués con un nuevo colgajo real, Pedro I se quitaba cada día un colgajo del zarismo para mostrarse él mismo, apoyando su gran pensamiento en una voluntad inflexible, en la crueldad de un terrorista. [...] La revolución que produce Pedro I divide a la Rusia en dos partes; por un lado quedaron los campesinos de las comunas libres y señoriales. Ésa era la vieja Rusia, la Rusia conser-vadora

que no había aceptado "la civilización europea". Por el otro, "la nueva Rusia se componía de la nobleza formada por Pe-dro el Grande, de todos los descendientes de los boyardos, de todos los empleados civiles y, finalmente, del ejército. Los campesinos constituyen la porción menos progresista de to-das las naciones ; por otra parte, los campesinos rusos de las comunidades se mantenían-fuera del-moviiniento y de las expectativas del gobierno". 27 Será a partir de Pedro el Gran-de cuando se inicie la occidentalizaci en, europeización y civi-lización de Rusia. Pero se trata de una acción a la que la misma Europa teme. Sabemos ya las prevenciones de Marx frente a la Rusia que ha surgido de este proyecto. Rusia, lo quiera ella o no, será siempre bárbara, mientras no acepte ser simplemente instrumento de los exclusivos donadores de civilización, los pueblos occidentales.

27 Ibid., p. 98.

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Rusia, sin embargo, se aprovechará de Occidente y de sus enseñanzas, como antes se aprovechó de las enseñanzas de normandos, bizantinos, mongoles y alemanes, de los qüe aprendió el arte de afirmar su propia identidad. Identidad peculiar, distinta de la de los pueblos con los que se ha en-contrado, y, por ello, siempre bárbara, balbuciente de un lenguaje y una cultura que tendrá que adaptar a su propia e ineludible identidad. ¿Cuál fue entonces el papel de Pedro? "Pedro I —se pregunta Herzen—, ¿fue al mismo tiempo un jacobino anticipado y un terrorista revolucionario?" 28 Push-kin, el gran escritor ruso, en un poema en que hace referen, cia al Caballero de Bronce levantado en San Petersburgo, en el que el propio Pedro el Grande señala hacia el Báltico y Europa, dice: "Aquí la naturaleza ha dispuesto que abramos una ventana a Europa."

2S Ibid., p. 122.

IV. BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: IBERIA

RAZA Y DECADENCIA ESPAÑOLA

RUSIA, hemos visto, apunta hacia un futuro al que se teme, como Marx y otros europeos lo expresan; o del que se espe-ra sea el punto de partida de un nuevo mundo, como opina Herzen. Por lo que se refiere al mundo ibérico, éste tendrá oportunidad de participar en el siglo xvi en los destinos de Europa. España forma parte central en esos destinos, ade-más de crear un Imperio que en poco más de un siglo entró en decadencia. Para los españoles la España imperial es el pasado, para los rusos un gran imperio se perfila en el flituro Pasado de Europa y futuro de Europa. Los españoles se pre-guntarán, una y otra vez, qué fue lo que les sucedió, al igual que lo harán los iberoamericanos, fruto de ese apogeo impe-rial que heredaron. Ya hemos visto cómo enfoca el español Ganivet el pro_blema-Te faclecadencia de láIE-_spaña infférial y cuáles fueron sus causas. Otro español, Costes1(16.4- 1916), se plantea el mismo interrogante. Interrogante más amargo aún, pues ha sido y es testigo de la pérdida de los últimos reductos del Imperio hispano y de sus consecuencias en la Península. Habla Costa del "vasto cementerio de la Península", sobre el cual se hacen versos, cuando lo impor-tante sería hacer nación. ¿Qué faltó y falta al español? ¿Co-razón o cerebro? Hace falta "mentalidad y cultura en grado suficiente, en los depositarios del poder : tm cerebro potente y dispuesto, ya que cerebros, y cerebros dispuestos y poten-tes, gobiernan en Europa, y con ellos_ha de lidiar el español; y no sé cuál de las dos cosas hemos echado de menos en mayor grado: si lo que llamamos cabeza o lo que llamamos corazón". ¿En dónde ha mostrado mayores aptitudes el pue-blo español?, se pregunta Joaquín Costa. "Se lo he pregun-tado a la historia, en qué ha demostrado aptitudes nuestro pueblo, y como consecuencia y por extensión, si posee éste condiciones para ser una nación moderna." Esto es, una na-ción como Francia, Inglaterra que foiman a la Europa con-tinental. Y se ha hecho clara la conciencia de marginación

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y una cierta barbarie por cuanto España no parece haber sido capaz de crear una nación como las que forman a Europa.

Y no he encontrado una sola zona —se contesta—, fuera qui-zás del arte pictórico, que no acuse en nosotros una marcada inferioridad respecto de los demás pueblos europeos, cuando no una franca y radical incapacidad: no he encontrado una sola de que podamos mostrarnos, no diré orgullosos, sino medianamente satisfechos. Desde aquello que fue nuestro Si-glo de Oro, la decadencia de España ha corrido uniforme, con-tinua y omnilateral.

Se pueden dar, por supuesto, muchas explicaciones, acaso mo-tivos fortuitos de esta decadencia, sufridos también por otros pueblos quizás mejor dotados. "Pero nosotros —agrega— he-mos _caído, por una causa permanente, más o menos consti- tucional, porque carecíamos de condiciones para caminar al

t paso de los demás y hasta para mantenernos en pie." España, el mundo ibérico, es visto como un pueblo aferra-

' do al pasado sin capacidad e ímpetu para caminar, seguir j adelante, cambiando. "Sin elasticidad, incapaz de evolución

y hasta de enmienda, aferrado a lo antiguo como molusco a la roca, que retrocede cuando todo avanza [ I sacrificán-

fi todo a deudas y cargas de justicia, adscrita al pasado, comida de muertos, sometida a un régimen de necrocra-cia." En el siglo xvi, sigue Costa, "las naciones europeas se dividieron en dos bandos : a un lado, el porvenir, la edad moderna del mundo representada por Inglaterra, Italia, Ale-mania, Francia; y al otro el pasado, la resistencia obstinada al progreso y a la vida nueva representada por España". Una cadena de hechos mostró la incapacidad de España para crear algo nuevo. Cerebro medieval en un mundo moderno. Con tal cabeza

es absolutamente imposible formar una nación moderna del tipo de Francia, de Inglaterra, de los Países Bajos, de Alema-nia, de los Estados Unidos; es absolutamente imposible que España se redima por sí de su pasado, instituciones sociales y políticas europeas, restablezca la continuidad de su historia rota hace siglos,-y vuelva a ser una categoría internacional, entrando en la comunidad de los pueblos cultos y siendo otra vez colaboradora' eficaz en la obra del progreso humano; que es fatal que España sucumba y sea arrastrada, como China, como toda India, como Persia, como Egipto, como Argelia y

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Marruecos, detritus de civilizaciones extinguidas en los torbe-llinos de nuestro siglo.

¿Qué hacer? Sería preciso primero averiguar la causa de esa inferioridad, de esa incapacidad para la vida pública, de ese rezago intelectual, industrial, mercantil, político.

Habrá que ahondar hasta la raíz de las posibles causas. En opinión de españoles y críticos europeos, la causa está en el mal gobierno. España no ha sabido gobernarse. ¿Es ésta res-puesta suficiente?-Habrá que ir más allá. "¿Por qué hemos carecido del don del consejo, de sentido político, de dotes de gobierno, de expertos capaces y gobernantes?" ¿Por qué Es-paña no ha tenido un Richelieu o un Crornwell? Darwin, dice Costa, ha profundizado y halla "la razón de la decadencia española en el celibato eclesiástico y la intolerancia religio-sa, en los autos de fe y los calabozos de la Inquisición, que habían privado de su parte más escogida a la Nación". Tomás Buckle encuentra esta misma decadencia en "la lucha secu-lar con los musulmanes y en la sequedad del clima y su na-tural consecuencia, el hambre". Para Alfredo Fouillée la deca-dencia se debe "a la falta de una élite intelectual y moral, de una aristocracia natural que no pudo formarse a causa del exceso de los convenios, la conquista de América y el Santo Oficio". Pero ¿por qué sucedió todo esto en España y no en pueblos que de alguna forma sufrieron los mismos males? "Yo me inclino a pensar —sigue Costa— que la causa de nuestra decadencia es étnica y tiene su raíz en los más hon-dos estratos de la corteza del cerebro." Es algo natural al íbero, lo lleva como algo ineludible de su conformación físi-ca. Como algo que no puede ser de otra manera, algo propio de su especie. Un problema, al parecer, racial: La antropo-logía científica señala la presencia en el continente europeo de tres tipos de hombres : "diferentes entre sí por su aspecto físico y por sus cualidades espirituales,-el homa-europeous (el tipo superior), el alpinus y el, rnediterraneous (el inferior de los tres)". Tipificación que nos da "acaso el conocimien-to de nosotros mismos, y con él juntamente la clave de nues-tro papel y destino en el mundo". Un criterio de raza que hacen suyo los españoles. De acuerdo con él la decadencia de España, su incapacidad para el gobierno al revés de otras naciones, "tiene su fundamento natural en las circunvolu-ciones cerebrales". Lo que queda, si aceptamos este criterio, será el preguntarse si el horno mediterraneous es capaz de

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ascender a la escala de horno europeous, esto es, "si existe la posibilidad de dotar al español de una cabeza nueva". Por ello habrá que crear, de ser posible, lo que llama Costa una neurocultura, corno existe una agricultura. Mezclar la porción de cerebro europeo que parece existe en la Península, con la mayoría de los restantes tipos occidentales. Habrá que reedi-ficar al español asimilando para su cerebro lo mejor de los cerebros europeos y norteamericanos. Por diversas vías, in-cluyendo el aprendizaje, el español ha de conocer la ciencia_ -europea tratando de hacerla suya, incrustándola en su cese= bro. De otra forma, España sólo será una zona más para ser explotada por los pueblos que han dado origen a la civiliza-ción y marchan por el camino del progreso.

Sin embargo, España posee algo más, algo que le es natu-ral, propio y que por ello no necesita ser cambiado : el cora-zón. Hemos encontrado los grandes defectos de España, dice Joaquín Costa, "pero en medio de ella resplandecerá una vir-tud que ninguna otra nación ha demostrado tener o poseer en igual grado, ni en grado mucho menor. Es la representa ción de un ideal de piedad, de humanidad, de justicia, de viva y efectiva solidaridad que ha salvado a las razas indígenas de América, Malasia y de Micronesia librándolas de desapare-cer". Es el espíritu que la Edad de Oro española encarnó en el hidalgo, el caballero Don Quijote. Aquí puede estar la posibilidad del porvenir de las naciones que bajo la sombra de Don Quijote son enderezadoras de entuertos y paladines de justicia de los despojados y sufridos hombres de la Tierra. "Ese sentimiento de idealidad, de espiritualidad, de nobleza, alojado en el alma de nuestra raza carece de órgano físico en el mundo, porque sólo España podía serlo, y España como categoría internacional ha fracasado." Sin embargo, España hace falta en un mundo armado de un cerebro creado para dominar o ser dominado. Otra habría sido la historia del mundo si España no hubiese fracasado cerebralmente. "La-historia moderna no sería lo que es, una historia sin corazón presidida por Darwin J, un paso atrás en las relaciones de nación a nación como renacimiento y recrudecimiento bár-baro de la teoría de la fuerza sobre el derecho al que hemos asistido escandalizados." De haber sido de otra manera, las diversas razas no europeas, no blancas, no estarían amena-zadas de exterminio, no se permitiría el espectáculo de los Estados Unidos, que como su antecesora Inglaterra tiene como misión imponerse sobre otras razas. La raza sajona

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sobre la raza latina o íbera en América. El odioso lema "Amé-rica para los americanos" es amenaza a un tiempo para los indígenas y para los iberoamericanos. "España, equivocado campeón de una idea religiosa en Europa, podría del mismo modo haberse erigido en adalid de una idea inminente, tal como la justicia, alma y motor de su epopeya."

Ahora tiene que renunciar España a su equivocado modo de ser :

¿habrá que desaparecer por y para la humanidad? ¿O no? [ ] Creemos nosotros aún en la eternidad de la raza espa-ñola, pero creámoslo con fe viva, cimentada en obras. Tendrá que ser una revolución desde arriba, que abra al español la posibilidad de actuar en el mundo en compensación por lo que debió haber actuado cuando tuvo el poder, la fuerza en sus manos. Habrá que despertar a España, haciéndole olvidar un Imperio que no supo conducir, que no supo gobernar, prove-yéndola de un órgano, de pensamiento, de voluntad y de cora-zón capaz de responder a las exigencias de nuestro siglo en el grado y manera en que su cerebro actual responde a las exi-gencias y predicadas del siglo xv.1

BARBARIE INNATA IBEROAMERICANA

Para Joaquín Costa no existe disyuntiva alguna. No se po-seen los valores propios de las razas germánicas, sajonas, europeas, pero se posee esa capacidad cordial que ha permi-tido a España mantener las razas de otros pueblos ligadas a la cultura de que era portadora. Desde el punto de vista posi-tivista en sus diversas expresiones, España y los pueblos ibé-ricos de la Península y América están fuera de la historia. La historia pertenece a los pueblos que hacen de su diversidad racial, de su naturaleza, el eje y justificación de su predomi-nio. En la América__colonizada.por Iberia se recoge la_inter-prelación que conden7a 7a. estos_pueblos a la maroináción__por -§- u _propia constunción_étnica. Etnias inferiores han conde-nado a estos pueblos a la marginación propia de la barbarie. En la disyuntiva que se plantea : ¿civilización o barbarie?, la adopción de la primera implica renuncia a la própia, a la que se posee, a la que se ha heredado. Implica desnaturalización,

1 Joaquín Costa, "Representación política del Cid en la epopeya es-pañola", Antología del pensamiento de la lengua española en la edad contemporánea, Editorial Séneca, México, 1945, pp. 689-706.

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el ser otro, no uno mismo. Tal será la adopción del proyecto civilizador y positivista latinoamericano. En el origen de la barbarie hay que rebasar, de la herencia hay que negar, está España, y con ella la conquista y colonización que trajo a esta América los defectos de una raza ya marginada en Europa. Éste será el punto de vista central del hispanoame ricano nacido en Argentina, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). En Facundo plantea la disyuntiva para esta. Amé-rica: ¿civilización o barbarie? Barbarie es para Sarmiento

-todo-lo recibido, -lo heredado de la colonización española. En -un libro posterior, donde toma como punto de partida las doctrinas del positivismo y el darwinismo entre otras corrien-tes semejantes, habla de España y la herencia que ha dejado en América. Herencia que será menester negar si es que los pueblos de esta América han de poder ingresar en la civili-zación; la civilización y el progreso propios de los pueblos europeos, de los pueblos sajones en el continente europeo y en América. La historia del mundo es la historia de un con-flicto racial entre pueblos de raza superior e inferior, que por naturaleza están destinados a servir a los primeros. En este conflicto, ¿qué es esta América colonizada por íberos? ¿Qué son y quiénes son los iberoamericanos? El mismo interro-gante que antes se planteara Bolívar y otros pueblos que se sienten marginados, lo mismo en la península ibera que en la lejana Rusia.

¿Somos europeos? —pregunta Sarmiento—. ¡Tantas caras co-brizas nos desmienten! ¿Somos indígenas? Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única respuesta. ¿Mixtos? Nadie quiere serlo, y hay millares que ni americanos ni argentinos querrían ser llamados. ¿Somos nación? ¿Nación sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste de ci-miento? 2

Esta América_fueiorrnada por una raza ya fuera de la histo-ria de Europa; raza mestizada, a su vez, con razas además inferiores. Una raza que perdió el predominio que había al-canzado en Europa por el anquilosamiento de su cerebro. Raza que lejos de crear en América un mundo capaz de riva-lizar con los que decían originó la conquista y colonización europea en América y el Mundo, se prostituyó, se corrompió,

2 Domingo Faustino Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en / América, Editorial Intermunclo, Buenos Aires, 1946, p. 27.

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al mezclar su propia raza marginada con otras aún más mar, ginadas. La barbarie propia se mezcla con la barbarie de otros pueblos.

La ortodoxia católica, la persistencia en una religión cuyos errores había mostrado la Refoiiva, fue el índice del atrofia-miento que la España del siglo xvi había sufrido. España se había expandido por América y Europa en nombre de una religión que mestizaba razas inferiores al otro lado del Atlán- tico y_ combatía toda expresión de heterodoxia en el conti nente europeo. Las ciencias sociales, dice --Sarmiento, han arrojado la luz sobre las causas de la uniformidad de las opiniones católicas en España y en las relaciones de ésta con otros pueblos allende los mares y al otro lado de los Piri-neos. "Todos los seres —dicen estas ciencias— sufren de una manera implacable las consecuencias del medio en que viven." ¿Cuál es este medio? ¿El hecho de pertenecer a otro ambien-te, a otra naturaleza, lejos de los centros de poder y de la civilización? "El desenvolvimiento de la razón sigue las mis-mas reglas. Los salvajes tienen el cráneo del mismo tama-ño, y piensan todos lo mismo ; es decir, no piensan, sino que sienten. En el estado de barbarie ya se diferencian los crá-neos ; y empieza a haber opiniones, es decir, unos pocos que empiezan a dudar de algo." El bárbaro es el que balbuce algo que no le es propio y, por ello, tiene conciencia de algo distin-to de su naturaleza. este puede progresar porque tiene opi-niones sobre aquello que no es, que sabe le hace distinto. "Andando el tiempo —sigue Sarmiento— se presentan seres originales, Newton, Descartes, que decretan la verdad." Des-cartes puso como fundamento de su filosofía la duda : "Pien-so, luego existo." Esto es lo que puede permitir a los pueblos salvar su propia barbarie y rebasarla. La barbarie como una \ escala más allá del salvajismo y como posibilidad de civili-zación. _EI__que_duda, que tiene opiniones, puede preguntar sobre sí mismo, y al darse respuestas, intentar rebasar su estado natural.

Esto es, precisamente, lo que no hizo el íbero empecinán-dose en sus creencias, en un modo de ser formado en una etapa de la historia ya rebasada. En tal empecinamiento en-cuentra Sarmiento el origen de la decadencia de España y, con ella, la propia incapacidad de la América por ella coloni-zada para rebasar su barbarie y no caer en el salvajismo. "Un español o un americano del siglo xvi —sigue Sarmiento— de-

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bió decir con más verdad : existo; luego no pienso." 3 Existir sin pensar; existir, por ello, sin posibilidad de cambio, del cambio que ha permitido a otros pueblos progresar y crear la civilización.

Uno de los más poderosos cargos que [...] hemos hecho siem-pre a la España, ha sido habernos hecho tan parecidos a ella misma. [ E. Lo que no quita que le hagamos justicia, Espa- ña fue entonces mucho para nosotros, pues nos daba lo poco que-tenía, apenas teniéndola _para -élla.-Ya que no tenía para ella, ni para remedia, un poco de libertad. No pidamos, pues, peras al olmo, como no debemos esperar que supiese para gobernarnos a nosotros lo que ignoraba para gobernarse a sí misrna.4

España, de acuerdo con estas mismas limitaciones y pre- . juicios, se empeñó en Europa en mantener una religión que

_había sido ya transformada ;, y en América pretendióaliar de todo contagio—alundo por ella conquistado. En nom-brede esta misma reIrgiffir, defendida con—er fuego por la inquisiciónramalgamó la que no-debía haber amalgamadó, lo inferior con o i‘r—TF--1 ez—C--1ó razas de limitado desarrollo, uniendo _su subdesarrollo al que con razas de pueblos "más reacios, menos aptos, para la civi-lización y asimilación europeas" .5 A esta raza ajregó, por misericordia para ella, la de otros pueblos también di-fíales de incorporar a la civilización, los del África Negra. "La raza negra entró como elemento de aleación del metal de que ha-bría de formarse el pueblo americano." Así la España, que hacía arder en la hoguera a quienes trataban de substraerse a lo que se consideraba era la indiscutible verdad, "la Inqui-sición para substraer la inteligencia de sus moradores a todo contacto con ideas nuevas", mezclOsii~y_limitada inte encia con las de razas e inteligencias "n-más_limi-

-t adas,---A—sus—limitaciones—mezc ó las imitaciones de otros Pueblos. "Iba a verse —agrega Sarmiento— lo que produci-ría una mezcla de españoles puros por el elemento eu-ropeo, con una fuerte aspersión de raza negra, diluido el todo con una enorme masa de_indígená.s, hombres prehistóricos de corta int~,y casi los _tres_ elementos sin prácti- ca de las libertades políticas que copstituyen el gobierno mo-

3 Ibid., p. 138. 'bid., p. 168. 'bid., p. 61.

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derno." 6 Razas que al mezclarse no formaron un todo homo-géneo, como habían formado en Europa las diversas razas que en ellas se encontraron. La raza europea fue aquí absor- luda, acercando -más los crióllos, mestizos e enas en- tre sí que a su raíz europea. La raza europea en, la Península Y en América se nrostituvá vcorrompió, bajoias_limitacio-nes que le impuso la In• uisición ue España creó para de-fender una verdad que consi eraba in iscuti le. La Inquisi- ción, e intelectual, "mató_a_la_España y_a_susoloniar --De acuerdo con esta política, "la inteligen-cia del pueblo español fue atrofiada por una especie de mu-tilación, con cauterio a fuego", y como lo muestra el estudio de la anatomía, un órgano "queda atrofiado por falta pro-longada de su uso. [ ...1 Hemos visto que el parisiense de hoy tiene el cerebro más grande que en el siglo XII. Es de creer que el del español no haya crecido más que en el siglo- my, antes de comenzar a obrar la Inquisición". Y agrega alga más

Es de temer que el pueblo criollo americano en general lo tenga más_reducido aún_que_los_españoles peninsulares a cau-sa de la mezcla con razas que lo tienen conocidamente más pequeño que las razas europeas. [...] Los indios no piensan porque no están preparados para ello, y los blancos españoles habían perdido el hábito de ejercitar el cerebro.7

¿Somos indias o somos españoles? ¿Hemos dejado de serlo para llamarnos americanos?

Ésta es la insistente pregunta de Sarmiento, como fue de Bolívar y muchos hombres de esta América. La mestización, lejos de haber producido una raza compacta y, con ella, una nación, había originado un conjunto de pueblos plenos& contradicciones ; QuebloSriéWnWe—fiffeST, incapaces por ello de participar en la marcha hacia la civilización que tenía su origen en razas más uniformes, en acciones con plena segu-ridad en su destino. Estos males TaTheron tarribién de Espa- ña, originándose en su propia historia y nia de entender la colonización sobre otros pueblos. "La España —dice Sar-miento—, nuestra patria común padece del mismo mal nues-tra." Para explicarse este mal común Sarmiento recurre a las opiniones de Henry Thomas acudí .. 4 _ • que ofrecía, al parecer, una buena

6 Ibid., p. 71 7 Ibid., p. 119. 8 'bid., p. 166.

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explicación de este mal común. Según Buckle, España era un gran pueblo lleno de ardor patriótico y fervor religioso y militar, atemperado por su respetuosa obediencia al clero y amor a sus reyes. En su opinión, el unto débil de los espa-ñoles estaba en hacer depender su accion e fueryzas- vo-lii—rilaele5icernas a sii-iiiIvidiaálidad. Se trata, tan sólo; ae hombres cumpfidores7ca-p-acesire—réalizar con ardor lo . que se les ordena. Y cuando se corrompen o anquilosan los cen-tros de mándo, la nación entera se corrompe y anquilosa. De ahí-pasa Buckle a comparar este pueblo, el español, con el propio, el inglés. El inglés es un pueblo caprichoso, criticón de sus mandatarios, hostil a la Iglesia y a la Corona, a los que concede una mínima intervención en sus designios. Aquí predomina la voluntad de los individuos. La empresa ingle-sa al contrario de la íbera, será por elló Ina empresa" de individuos, a la que se irán adhiriendo la Iglesia y la Coro-

-na."-nr-ello, cuando afloja el poder de la Iglesia y la Corona en España y sus dominios, el Imperio levantado se derrum-ba. No así en Inglaterra, en donde es la voluntad indivi-dual_de los_ingleses la_que va orientando a sus gobiernos de acuerdo con sus múltiples intereses.

¿Qué hacer? Habrá que borrar la nefasta herencia y hacer lo que pueblos como el inglés y el estadounidense han hecho para formar naciones punteras en la marcha de la humani-dad hacia la plena civilización. ¿Ha sido, entre otros, un error de mestizaje realizado por España en sus colonias? ¿Acaso no es Europa fruto de un_gran y extraordinario mestizaje? Según Sarmiento, se trata de dos tipos de mestizaje, uno en-tre razas de muchas formas afines, y otro entre razas que se repelen entre sí. Uno entre individuos e la misma espe-cie, otro entre individuos de diversas especies. Refiriéndo-se al mestizaje en la América íbera entre blancos, indios y africanos, dice : "Estas razas distintas de color no forman, sin--embargo, -un-todo homogéneo, como formaron entre sí galos y romanos, sajones y normandos, germanos y longo-bardos, godos, etcétera, y aun árabes y sarracenos, que al fin todos son variedades de una sola y misma raza, la caucá-sica." 9 Roma pudo unir razas afines, el Imperio español no podía unir, sino simplemente dominar razas extrañas entre sí. Por ello los bárbaros en América no pueden tener acceso a la civilización corno lo hicieran los bárbaros en el viejo continente. Los bárbaros en América, más que bárbaros, son

9 Ibid., p. 70.

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individuos salvajes naturalmente distintos, los cuales hagan lo que hagan, como diría Próspero a Calibán, nada podrán lograr por ser parte de algo que es por su misma naturaleza extraño a su constitución étnica. Así, lo comprendieron los sajones al expandirse sobre otras regiones del mundo. En lugar de mezclarse con razas distintas a su etnia, se apar-taron de ellas y las repelieron. Esas otras razas eran parte de la naturaleza, que sólo podían ser puestas al servicio del hombre por excelencia. Esos otros individuos, de cuya hu-manidad dudaban los mismos españoles, duda expresada en la polémica entre Ginés de Sepúlveda y Las Casas, no podían ser vistos sino como se ve la flora y la fauna del territorio conquistado, y ser tratados como tales.

La colonización anglosajona atendió más a los intereses de sus colonizados que no supuestas misiones evangelizadoras como la que se marcó España, la Corona, para servir a la Iglesia. Los sajones obedecieron más a la ley de Moisés, que no aceptaba mezclas raciales extrañas al pueblo elegido por Jehová. Un punto de vista que haría suyo la colonización sajona en América, a través del puritanismo. Moisés, expone Sarmiento, decía a su pueblo : "Pondré en tus manos a los moradores del país y los arrojaré de tu presencia. No trabarás con ellos alianza, ni con sus dioses. No habiten en tu tierra, no sea te hagan pecar contra mí y sean tu ruina." " Tal fue el espíritu de la colonización sajona en América, de donde surgieron Estados Unidos de América, un pueblo que mar-chará por la senda del progreso participando en la civili-zación. "El norteamericano —dice Sarmiento— es, pues, el anglosajón exento de toda mezcla con razas inferiores en energía, conservadas sus tradiciones políticas, sin que se de-graden con la adopción de ineptitudes de raza para el gobier-no, que son orgánicas del hombre prehistórico." 11 ¿Qué hacer? Lo mismo que ese pueblo hace : regenerar la raza, limpiarla de lo que le impide hacer suya la civilización. ¿En qué se distingue la colonización del norte de América?, se Pregiffita Sarmiento : "En que los an losajones no admitieron a las razas indíoenas ni como socios ni como siervos en su cofis-titución social [7.-1 ¿En qué se distingue la coroiazación española? En ue la hizo monopolio de su propia raza, que no salía de la Eda MedráThsTadrarse a América y que ab-

Ibid., p. 230. 11 Ibid., p. 231.

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sorbió en su sangre una raza prehistórica servil." 12 ¿Qué Ore-d-a... entonces P-OFI-arcer? Nrverarse-abs-orbiendo-razas más afines con la civilización; cambiar el cerebro de los hisPa-noamericanos mediante la adopción de las doctrinas en que se apoya la civilización. Lavado de sangre y lavado de cere-bro. Inmigración y educación. ¡ Seamos los Estados Unidos de la América del Sur!, pedía Sarmiento. Un proyecto que implicaba, nada más y nada menos, que la propia desnatu-ralización, la negación de sí mismos. Esta América debería borrar no sólo su asado, la herencia - ue le había im uesto a colonización, sino consecuentemente con ella, la sangre; borrar el mestizaje impuesto por om res que a lan persis- tido en mantenerse en el asado con hombres que aún no

canza an a calificación de hombres por lo primitivo de `1-u. ser.

Simón Bolívar, el Libertador de 'numerosos pueblos en esta América, poco antes de morir, tras conocer el asesinato de su fiel mariscal Sucre, desbaratada la unión de los pueblos por los que había luchado, escribe lleno de amargura al gene-ral Rafael Urdaneta:

La situación de la América es tan singular y tan horrible, que no es posible que ningún hombre se lisonjee de conservar el orden largo tiempo ni siquiera en una ciudad. Creo más que la Europa entera no podría hacer este milagro sino después de haber extinguido la raza de los americanos, o por lo me-nos la parte agente del pueblo, sin quedarse más que con los seres pasivos. [ Nunca he considerado un peligro tan uni- versal como él que ahora amenaza a los americanos: he dicho mal, la posteridad no vio jamás un cuadro tan espantoso como el que ofrece la América [ ... porque ¿dónde se ha imagina-

! do nadie que un mundo entero cayese en frenesí y devorase su propia raza como antropófagos? [ Y esto —agregaba— es irremediable.13

¿Extinguir la raza de estos americanos? ¿Borrar de la faz de esta tierra una raza en la que la historia había combinado los mayores defectos? ¿Una raza que era algo más que la barbarie, el balbuceo de lo que no es propio, que era la inca-pacidad para lo humano, pues sólo así se entendía que pu-

12 Ibid., p. 351. 12 Simón Bolívar, "Carta al general Rafael Urdaneta", Soledad, 16

de octubre de 1830, Obras Completas II, Editorial Lex, La Habana. 1947, pp. 931-934.

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diesen devorarse los unos, a los otros? Y frente a esta expre-sión de humanidad era poco lo que la misma y civilizada Europa podía hacer sin eliminar previamente tan mala raza.

IBERIA, NUEVA EXPRESIÓN DE HUMANIDAD

Sin embargo, no era ése el Bolívar que había luchado durante largos arios por dar a su América libertades, por hacerle re- conocer su.propia-e-indiscutible humanidad. Aólívar, corno pocos americanos, se había empeñado en hacer de esta Amé-rica mestiza el punto de partida de un proyecto hurnanitario que abarcaría todas las razas, sin importar su cultura ni el color de su piel. Un proyecto que tenía ya su asiento en la misma España, de donde había salido la colonización. Lo que para civilizadores como _Sarmiento había sido un error que debía ser eliminado, para Bolívar era el posible núcleo de la creación de una Nación que abarcase el orbe entero. Es-paña ha la creado en América un gran núcleo de hura-bid-id, Con una misma religión, una misma cultura y una misma len_guáq1,,elelabánuniclad. Lo que no supo fue hacer de esta creación de un imperio semejante al creado por Roma. España se empeñó en mantener servidumbres sobre hombres al otro lado del Atlántico que por tener su misma formación se sen-tían sus iguales, su prolongación. Bolívar sabe de la diversi-dad racial y cultural de esta América, pero lejos de ver en ello un impedimento para crear una gran comunidad, hace de ella el punto de partida de una extraordinaria comunidad universal. "Tengamos presente —decía Bolívar a los consti. tuyentes del Congreso de Angostura— que nuestro pueblo no es el europeo, m e americano e Norte, que es más bien un compuesto de Africa y de América que una emanación de la Europa ;_ pues:que hasta la España misma deja de ser eu-ropea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter." Por ello es difícil definir la identidad del hombre de esta América:

Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana per-tenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el eu-ropeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el, europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en ori-gen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente

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en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia.14

Precisamente sobre este reato, sobre este mestizaje, habría que levantar el nuevo conjunto de naciones. Sobre este im-borrable pasado tenía que alzarse el futuro de estos pueblos. Del pasado sólo había que borrar el servilismo que había ori-ginado la incapacidad de los españoles para conceder a otros lo que exigían para sí mismos. Habría que borrar los frutos de la arrogancia del pueblo español. Partiendo del espíritu que había animado a la misma España a mestizar las razas de los hombres, Bolívar plantea lo que sería un gran sueño :

Es una idea grandiosa —decía— pretender formar de todo el Mundo Nueva una sola nación con un vínculo que ligue sus partes entre sí y can el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguien-te tener un solo gobierno que confederase los diferentes Es-tados que hayan de formarse. [ _1 Yo desea —decía igualmen-te— más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria.15

Un imperio no corno el de Inglaterra o la nación que se alzaba en el norte de América, extenso y lleno de riquezas, sino la Nación que pudo crear España que hiciese de la defensa de la libertad la expresión de su gloria. Al contrario de lo que sería el proyecto de los civilizadores hispanoamericanos como Sarmiento, Bolívar exige el mantenimiento de la identidad de esta América, negándose a cualquier proyecto que la nie-gue o subordine a otros pueblos y culturas. Admira las gran-des revoluciones de su tiempo : la norteamericana, la francesa y la inglesa, pero aun admirándolas considera que la revolu-ción en su América ha de seguir sus propios y originales ca-minos, los que le ha marcado la historia en que se ha cons-tituido. No podrá aceptar ese "seamos los Estados de la América del Sur". Los Estados Unidos qué sirven & modelo aésta &Manda han_sieTC-SiSIpor otros pueblos, con otra historia, y con experiencias aje_nas a Jos _ hispanoamericanos. Es mejor el Corán que la Constitución de los Estados Unidos

14 Simón Bolívar, Discurso de Angostura, Latinoamérica 30, Cuader-nos de Cultura Latinoamericana, UNAM, México, 1978.

11 Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Latinoamérica 1, Cuadernos de Cultura Latinoamericana, UNAM, México, 1978.

BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: IBERIA 111

para pueblos como los suyos. Admira a la Francia de la Re-volución, pero destaca el hecho de que tal revolución tiene sus principios en abstracciones que, lejos de ayudar a la orga-nización de esta América, la conducen a jacobinismos tan sólo empeñados en imponer a esta América ideas ajenas a su propia realidad. Admira a Inglaterra, pero de ella sólo ha de aceptarse el espíritu que hizo posible, a partir de sus pro-pias experiencias históricas, crear leyes y el orden que las rija. Inglaterra no buscó en modelos extraños a su realidad el or-den por ella creado, sino que hizo derivar este orden de sus propias experiencias. Inglaterra, una nación al mismo tiempo conservadora y liberal. Así esta América ha de hacer su pro-pio futuro a partir de su múltiple realidad, a partir del inelu-1 dible mestizaje de sus diversas razas y por la absorción de I otras culturas para engrandecer la propia."

"América no es Europa, ni la Gran Colombia es Francia, ni yo soy Napoleón", decía también Bolívar. Y esta, al pare-cer, perogrullada, la sostendrán también otros miembros de esta América, hombres que harán de su pasado, por mucho que tuviese de negativo, el punto de partida -para la creación de un futuro que negase lo negativo de ese pasado. Andrés Bello (1781-1865), joven maestro de Bolívar y_ fundadorrnle_ a

-que será reconocida como cultura hispanoamericana propia- e

Queremos, corno las grandes naciones que conducen los desti-nos actuales del mundo, crear instituciones que garanticen las libertades y justicia de nuestros pueblos. [ ...] Reconociendo la necesidad de adoptar las formas gobernativas [de otros pue-blos] a las localidades, costumbres y caracteres nacionales, no por eso debemos creer que nos ha negado vivir bajo el am-paro de instituciones libres y naturalizar en nuestro pueblo las saludables garantías que aseguran la libertad, patrimonio de toda sociedad humana que merezca nombre de tal.

Los modelos institucionales de los Estados no son tan perfec-tos como parecen, han surgido de las necesidades no poco di- _ fíciles de satisfacer su pueblo. Esta América podrá hacer lo mismo atendiendo a su propia realidad. Los obstáculos no son exclusivos de nuestros pueblos. Y ellos tendrán tam-bién, "término, y América desempeñará en el mundo el papel distinguido a que la llaman la gran extensión de su territo-

16 Véase Simón Bolívar. Integración en la libertad, Editorial Edicol, México, 1980.

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rio, las preciosas y variadas producciones de su suelo y tan-tos elementos de prosperidad que encierra"." América no es Europa, ni Chile o Colombia, Francia, Inglaterra o los Esta-dos Unidos. "¿Nos preocupa qué dirá Europa de nuestra ci-vilización? Nuestra civilización será también juzgada por sus obras —dice Be que si se la ve copiar seriiiimen- t-&-áTa–a-ifópea, aun en lo que no tiene de aplicable." Dirá : "La América no fi-a sacudido aún sifs cianas; se arrastrasobre nuestras huellas con los ojos vendados; no respira en sus obras un pensamiento propio, nada original, nada carac-

--terístico ;-remeda las formas de nuestra filosofía y no se apro- pia de su espíritu. Su civilización es una planta exótica que no ha chupado todavía sus jugos a la tierra que la sostiene." 18

El chileno Francisco Bilbao, que ha alertado a esta Amé-rica de los peligros que la acechan por nuevos imperialismos que tratan de ocupár_envackt~ del ibero, los impe-rialismos rusos y estadounidenses, aerr'ffi—tiiiibién -frente al paneslavismo y al sajonismo, al igual que el panlatinismo que enarbola el imperialismo de Napoleón III, y después de cri-ticar también lo negativo de la herencia dejada sobre esta América por la colonización española, afirma lo que de posi-tivo ha originado. Esta América, que no son los Estados Uni-dos del Norte, tiene mucho en su favor en el balance que se° haga de lo que cada civilización y cultura ha aportado a la humanidad. Los Estados Unidos no han_ hecho_ sino conti-nuar y potenciar la herencia recibida ; esta _América, por el contrario, ha tenido que crear su propia organización_y_ los perfiles de su cultura. Los Estados Unidos hacen realidad las utopías deEuropa ; la América latina tiene que crear y reali-zar sus. propios suenos. ``Nosotros —dice Bilbao— hemos te-

-liad. que consagrar la soberanía del pueblo en las entrañas de la educación teocrática." La España imperial de Felipe II extendió una piedra sepulcral sobre su existencia como pue-blos, la de siglos de servidumbre y decadencia.

Y a pesar de eso, hubo palabra, hubo luz en las entrañas del dolor y rompimos la piedra sepulcral, y hundimos esos siglos en el sepulcro de los siglos que nos habían destinado. _7 Hubo que improvisar, que robar como Prometen el fuego de otros lares, pero hemos creado el propio. Hubo que vencer há-

17 .Andrés Bello, Las repúblicas hispanoamericanas. Autonomía cul- tural, atmoamenca , ua • anos • e Cultura Latinoamericana, UNAM, México, 1978.

18 Ibid.

BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: IBERIA 113

bitas impuestos por el despotismo, pero a pesar do ello hubo libertad. Hemos tenido que despertar a las masas para linear• las luchar por su libertad y aprender su uso. Y mientras en 108 Estados Unidos se mantenía la esclavitud y se exterminaban pueblos de raza distinta de las de sus colonizadores, nosotros lejos de acorralar a las razas indígenas las estamos incorpo-rando a nuestros pueblos. C -.7 Hemos hecho desaparecer la esclavitud de todas las repúblicas del sur, nosotros los pobres y vosotros los felices y los ricos no lo habéis hecho, hemos incorporado e incorporamos a las razas primitivas, porque las creemos nuestra sangre y nuestra carne, y vosotros las exter-mináis jesuíticamente. ...] Somos pobres —dice Bilbao—pero gozamos de otra riqueza: Vive en nuestras regiones algo de esa antigua humanidad y hospitalidad divinas. C _I Prefe-rimos lo social a lo individual, la belleza a la riqueza, la poesía a la industria, la filosofía a los textos. C _7 No vemos en la tierra ni en los goces de la tierra el fin definitivo del hombre; y el negro, el indio, el desheredado, el infeliz, el débil, encuen-tra en nosotros el respeto que se debe al título y dignidad del ser humano. C -.7 He aquí —dice Bilbao— lo que los repu-blicanos de la América del Sur se atreven a colocar en la ba-lanza del orgullo y el poder de la América del Norte.19

El cubano José Martí D853-1895) hace del mestizaje de esta Afáérica eI punto de partida del futuro, su propio furti

¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América —decía--- levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de la pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. C _1 Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios _7 Con los pies en el rosario, la ca-beza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos de-nodados al mundo de las naciones. C...7 El genio hubiera estado-en heunanar, con la caridad del-corazón--y con el -atre-vimiento de los fundadores, la vincha y la toga, en desestancar al indio, ir haciendo de lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron con ella.

Ante este mundo mestizo, ante la realidad por él creada, "ni el libro europeo, ni el libro yankee, daban la clave al enigma hispanoamericano". En esta América

19 Francisco Bilbao, Iniciativa de: la América. Idea de un Congreso

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no hay odio de razas, porque no hay razas. f.-1 El alma ema-na, igual y eterna, de los cuerpos diversos y el apetito turbu-lento, la identidad universal del hombre. Peca contra la hu-manidad el que fomente y propague la oposición y el odio entre razas. [ ] El continente descoyuntado durante tres si-glos por un hado que negaba el derecho de su razón, entró desatendiendo, desoyendo a los ignorantes que lo habían ayu-dado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón.

Pero una razón que comprendió a todos los hombres, cuales-quiera que fuesen su raza, el color de su piel. "La razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universal de uno sobre la razón campestre de otros." Las diferencias entre los

_hombres _n_oson___diferencias de _calidad, sino_las propias de todo hombre por ser, pura y simplemente, hombre. Martí, en-frentando elproyecto civilizador, declara disyuntivas corno las de Sarmiento : entre

rn trela civilización y la barba-

rie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza." Habrá que partir, para crear el futuro, de esta nuestra ineludible reali-dad : "El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobier-

--no ha-de-ser-del-país.- La-forma de-gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país." 20 El hombre de esta América ha de entrar en contacto con el resto del mundo a partir de lo que él es, no usando "antiparras yan-kees o francesas, para aspirar, después, a dirigir a pueblos que no conoce".

América no es Europa, la América latina no es la América sajona, por ello fracasaron todos los intentos por ser otros diferentes a sí mismos. La barbarie está en querer ser _como otro, la civilización está en el ser uno mismo y construir a partir de este ser. El uruguayo José Enrique_Rodá muestra, al télnlino_deLsiglolax e inicios del xx, el gran error, el gran

-équívoco, el querer ser otro que uno mismo. El pretender hacer de esta América una copia de la otra América; el pre-tender vencer la supuesta barbarie tratando de semejarse a un hombre o un pueblo que no se es. Fue éste el error de los civilizadores latinoamericanos, queriendo hacer de esta Amé-rica otros Estados Unidos. A este fallido intento llamó Rodó "nordomanía". Nordomanía que lejos de sacar a esta Améri-

Federal de las Repúblicas, Latinoamérica 3. Cuadernos de Cultura La-, frnoamencana, UNAM, México, 1978.

20 José Martí, Nuestra América, Latinoamérica 7, Cuadernos de Cul-tura Latinoamericana, unim, México, 1978,

BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: IBERIA 115

ca de la supuesta barbarie, supuestamente originada en su de-pendencia de España, sólo originó nueva subordinación, la subordinación a los creadores de los modelos de los que-se pretendió ser la imagen o copia. Aceptar otros modelos es aceptación de inferioridad respecto a aquello que se acepta. Aceptación que implica a su vez nueva subordinación, por libre que sea. "Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree", decía Rodó. "Por esta imitación, la pode-rosa nación imitada [los Estados Unidos] va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral." De la admiración se pasa a la imitación y la subordinación a los creadores de lo imitado. "Es así —sigue Rodó— como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sin-ceros interesados por nuestro porvenir." Incita a la conquista de esta América la aceptación de que sus hombres nacen de una supuesta inferioridad y su entrec.a. a modelos extraños para superarla. "Tenemos nuestra norClomanía. Es necesario —agrega— oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno." 21

21 José Enrique Rodó, "Ariel", Obras Completas, Ed. Antonio Zamo-ra, Buenos Aires, 1956, p. 190.

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BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: BRITANIA 117

V. BARBARIE Y CIVILIZACIÓN: BRITANIA

INSULARIDAD DE BRITANIA

WILLIAM _SHATCRSPEARE, en Ricardo II, hace hablar a Juan de Gante sobre Inglaterra. La Inglaterra que sufre aún graves desórdenes y despotismos como el de su rey. Dice

-- Este-trono real de reyes,-esta-isla sometida al cetm, esta tierra de majestad, esta sede de Marte, este otro Edén, este semipa-raíso, esta fortaleza que la Naturaleza ha construido para de-fenderse contra la invasión y el brazo aullado de la guerra, este florido plantel de hombres, este pequeño universo, esta piedra preciosa engastada en el mar de plata que le sirve de muro y de foso de defensa alrededor de un castillo, contra la envidia de las naciones menos venturosas, este trozo bendito, esta tierra, este reino, esta Inglaterra, esta matriz fecunda en grandes reyes, temibles por su valentía, famosos por sus ha-zañas, que en servicio de la fe cristiana y de la verdadera caba-llería han llevado a cabo lejos de su patria, hasta los lugares donde en la obstinada Judea se levanta el sepulcro, rescate del mundo del Hijo de la bienaventurada María; el país de estas queridas almas; este caro país, caro por su reputación a tra-vés del mundo.

Esta Inglaterra sufre de los males que se inflige a sí misma, los males de la ambición que hacen posible autoritarismos y rencores. "Esta Inglaterra, rodeada de la mar triunfante, cu-yas acantiladas costas repelen los envidiosos asaltos del húme-do Neptuno, está ahora encadenada al oprobio con borrones de tinta y -lazos de podridos pergaminos. Esta Inglaterra, que acostumbra conquistar a todos, ha realizado una vergonzosa conquista de sí misma."'

Shakespeare habla de la Inglaterra que ha asimilado la invasión normanda, que ha llevado sus pendones a Tierra Santa; pero también de la Inglaterra que se ha replegado a la isla, abandonando las tierras que los normandos poseían en territorio de Francia. La Inglaterra de Ricardo II, Plantage-

William Shakespeare, El Rey Ricardo II, Acto Segundo, Escena Primera, Obras Completas, Aguilar, S. A. Ediciones, Madrid, 1967, p. 368.

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net y descendiente de Guillermo el Conquistador, coronado en 1377, para ser posteriormente depuesto en 1399 por el hijo del Gante que aquí habla, Enrique IV de la familia Lancas-ter. Será el hijo de éste, Enrique V, el que intentará a su vez recuperar las tierras normandas en Francia, reclamando la corona de la misma Francia, último acto de presencia nor-manda, ya inglesa, en el continente europeo. Final que marca la victoria de Juana de Arco a partir de Orléans. Shakespeare se sabe esa historia y la dramatiza para hacerla culminar en la casa de los Tudor, Enrique VII, Enrique VIII e Isabel. El bardo no habla de la Inglaterra que lleva a cabo hazañas en el continente, sino de la Inglaterra en la que concluye toda esa_historia, que se_ha_apartado_del continente y pone__en_inar-cha otra expansión que le dará un imperio superior al Sacro Imperio Romano que se disputan los europeos. Habla de la Inglaterra alzada como una gran fortaleza al otro lado del continente. La Inglaterra castillo, rodeada de un mar que le sirve de fortaleza y muro, rodeada de un mar triunfante con-tra el cual nada puede la envidia de otras naciones, las na-ciones del continente. El mar como-confin y como borde, que separa a Inglaterra de las ambiciones y codicias de la Europa de la que ha sido expulsada para su bien. Es la Inglaterra que ha de domarse a sí misma, poniendo fin a la guerra en-tre la Casa de Lancaster y la de York, como antes puso fin a la pugna entre sajones y normandos, para formar la na-ción a la que canta Shakespeare ; la nación que se va perfilan-do en el proyecto isabelino. No ya extendiéndose hacia Euro-pa, sino allende los mares. Los mismos mares que la defien-den de la codicia continental, serán, ahora, camino para su expansión sobre el mundo.

George Macaulay Trevelyan, en su Historia social de In-glaterra, nos habla del país en la larga Guerra de los Cien Años (1337-1453), guerra mediante la que esa nación se em-penó en mantenerse en el continente europeo ; en tierra arran-cada a Francia por los bárbaros nollna ndos ; dominio del que ha sido expulsada por las maquinaciones de Felipe IV Augus-to de Francia. Recuperar nuevamente este territorio será el proyecto de Enrique V de Lancaster. En la guerra, dice Ma-caulay Trevelyan, los ingleses "para conquistar a Francia, se presentaron allí como invasores extranjeros y su éxito se de- _ bió al hecho de que Inglaterra estaba ya organizada como nación y tenía conciencia de su nacionalidad, en tanto que Francia aún no lo estaba". Los vencedores se encuentran en

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Agincourt con una Francia dividida. Pero esto cambiará poco después, cuando Francia lleve como portaestandarte a Juana de Arco. "Y cuando a la larga fracasó la conquista —sigue Trevelyan—, se dejó a Inglaterra como una isla extraña, an-clada a lo largo del continente, y no ya como un vástago, como una mera prolongación del mundo europeo." Una isla que primero absorbió la invasión normanda, un pueblo que Europa veía como bárbaro. Hombres de habla franca, pero

—que mezclaron sangre y cultura con los pueblos de la Gran Bretaña. La lengua franca era, a su vez, una lengua aprendida en las tierras francesas conquistadas por normandos. Barba-rizando, balbuciendo una lengua que no era tampoco la pro-pia. En tiempos de Chaucer (1340-1400), dice Trevelyan, "el

-pueblo-inglés aparece claramente, por-primera vez, como una unidad racial y cultural. Las razas y lenguas que los integra-ban se han fundido en una sola, la clase alta ya no es fran-cesa, ni la clase campesina anglosajona : todos son ingleses". En la época, Chaucer : "Ha comenzado a crear sus propias formas insulares en literatura, religión, sociedad, economía y guerra. Las fuerzas que moldean a Inglaterra no son ya ex-tranjeras, sino nacionales. E ... I De aquí en adelante, Ingla-terra crea sus propios tipos y sus propias costumbres"? No es una prolongación de Europa, sino una nación distinta. Y en esta insularidad será su gran aliado el mar que la rodea. Mar que sólo ha permitido una invasión triunfante, la de los normandos que en pocas décadas serán absorbidos por lo que será la nueva nación. El mar que defiende a Inglaterra será después el puente para una nueva expansión allende los ma-res, no hacia el continente, del que se había desprendido y había sido arrojada. Inglaterra bajo el reinado de Jacobo (1603-1625) inicia la formación de un nuevo imperio. Bajo Jacobo I, dice Trevelyan,

la raza inglesa comienza a moverse hacia el exterior de sus fronteras insulares, y esta vez en la dirección debida. El inten-to efectuado durante. la Guerra de los Cien Años para reducir a Francia al estado de provincia inglesa, había sido el primer ademán instintivo del despertar de la contienda nacional y de un nuevo sentimiento de expansión. Después del fracaso sufri-do, los ingleses habían quedado confinados por espacio de si-glo y medio a los límites de Inglaterra, fortaleciéndose con ri-quezas, conocimientos y poderío naval, para iniciar ahora, una

2 George Macaulay Trevelyan, Historia social de Inglaterra, Fondo de Cultura Económica, México, 1946, pp. 15-16.

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vez más, su expansión con métodos diferentes y bajo una di rección enteramente distinta.

Se habían terminado los días en que Ricardo I, Corazón de León, conquistaba a Acre en Tierra Santa, enfrentando a Saladino ; y los días de la caballería. Otros hombres salieron nuevamente a campaña, "pero no con la caballería, ni bajo el mando del rey, ni con arco, para saquear y conquistar una vieja civilización, sino con un hacha y el arado para fundar una nueva civilización en la selva virgen".3 Ya =no se trataba de dominar bárbaros ni de someter infieles, sino cle cambiar la naturaleza salvaje de lejanas tierras y de los hombres que las habitaban. Se trataba de civilizar en el nuevo sentido que -adquiría ahora esta palabra. No de _cultivar e imponer cultura, sino de civilizar, desbrozar, arrancar lo que estorba de la naturaleza en bruto, en-beneficio del hombre por exce-lencia, y para este proyecto el mar ayer defensivo se trans-formaba en puente gigantesco de expansión.

BARBARIE NORMANDA -Y NUEVA CIVILIZACIÓN

La Gran Bretaña, antes de la conquista normanda, estaba ha-bitada por pueblos, más que bárbaros, salvajes, tribus diver-sas venidas de distintos rumbos entre los que predominaban los celtas. Sobre esta tierra y estos habitantes se extendió el Imperio romano. Julio César pisó esta tierra en el 57 a.c., la llamó Britania y a sus habitantes británicos. Pero era una tierra que interesaba poco a Roma, y a la que sólo se trataba de someter por las relaciones que sus habitantes tenían con los inconquistables galos del continente. El emperador Clau-dio impuso la conquista romana de Britania en el 43 a.c., por-que como César, temía que de la cercana isla surgiesen revuel-tas que afectasen al continente. Nunca, dice la historia, los romanos pudieron someter completa y definitivamente a la isla de Britania. Adriano intentó fortalecer los- dominios de Roma en Britania. Britania alcanzó dentro del Imperio ro mano el rango de colonia. Pese a ello la presencia de tropas continentales era escasa. Al finalizar el Imperio romano en el 450 d.c., esas tierras quedaron abandonadas a largas gue-rras entre sus diversos habitantes. Son los días en que la le-yenda sitúa la corte del rey Arturo, rey mítico que logra

3 Ibid., p. 224.

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unir los diversos pueblos bajo leyes que él decreta y cuyo que-branto será el inicio de nuevas revueltas y anarquía. Estas tie-rras difícilmente atraían la atención del continente, como poco atrajeron la de Roma. Sobre ellas se abatirá, una y otra vez, la invasión de pueblos bárbaros llegados, en general, de Es-candinavia, Holanda o Sajonia. Los celtas están a la defensi-va frente a las múltiples invasiones vikingas. En la corte del rey Arturo los enemigos a los que hay que vencer son los sal-vajes pictos y los bárbaros vikingos. Del frío norte de Europa

llegaron-invasiones frisias y _teutonas Todos llegarán por los mares, entre otros los anglos y sajones. E. L. Woodward nos dice : "Los britanorromanos no eran celtas puros ; los invaso-res anglosajones tampoco eran teutones puros." 4 Fruto, am-osTdediversas combinaciones de pueblos llegados -de Escan-

dinavia y el Báltico. A éstos se sumarán los daneses, también llegados de Escandinavia. El mar, siempre el mar, será la vía de estas continuas invasiones de hombres acostumbrados a desplazarse por él. Para romper la insularidad británica había que dominar, de alguna forma, el mar. Britania estará bajo la unidad impuesta por los vikingos llegados de Dinamarca cuando llegue la invasión normanda del continente en 1066.

Al Sacro Imperio Romano formado por los pueblos sobre los que impusiera su dominio Roma, • poco o nada importaba la isla al otro lado del continente. Extraña era Britania a los intereses de Europa, como extraños fueron para la misma Europa los pueblos del otro lado de los Pirineos. Igualmente extraños serán los pueblos al oriente de sus fronteras, más allá de las amplias estepas, los eslavos que formaban la región de la Rusia. El Imperio romano se había impuesto sobre los pueblos que bañaba el Mediterráneo, tratando de llegar lo más lejos posible hacia el Oriente, sobre los partos e hititas ; y al Norte sobre los pueblos al otro lado de los Alpes, francos y germanos. Iberia, bajo su imperio, había sido parte impon tanteen lo_referente al_Mediterrárteo. BArbaros _llegados del Norte, como los visigodos, se encargaron de ocupar el vacío dejado por Roma. Justiniano, el bizantino, queriendo rehacer el Imperio de Roma, se enfrentará a los visigodos, como se enfrentó a las tribus berberiscas que poblaban a África. del Norte. Roma había entrado en contacto obligado con razas - diversas de las familias caucásicas. No así el Sacro Imperio Romano, que impuso su dominio sobre la Europa al otro lado

4 E. L. Woodward, Historia de Inglaterra, Alianza Editorial, Madrid, 1974, p. 20.

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de los Alpes y los Pirineos. Domina a Italia, porque Italia con Roma es el centro del Imperio que trata de reconstruir. Pero son bárbaros que han encontrado cohesión en la lengua y culturas latinas, adaptadas a su propia idiosincrasia. Un im-perio ajeno al contacto que tuviera Roma con razas caucási-cas. Un imperio sobre bases distintas de las romanas y las bizantinas, con el Mediterráneo disputado por la ola musul-mana que conquista a Iberia, haciendo de los Pirineos fron- tera de la Europa que se estaba ("su oyendo. A--su -vez, un imperio a la defensiva frente a la expansión de otras razas extrañas como la de los hunos, turcos y mongoles que se mez-claron con magiares y eslavos. Imperio que hace suyo el cris-tianismo con sede en Roma, y rechaza la ortodoxia de Bi-zancio: Un- imperio aposentado-en las -tierras que -forman la Europa occidental, imperio creado por los bárbaros que ci-vilizarán a Roma, unidos bajo los francos de Carlomagno que extienden su poder sobre sajones y germanos, incorporán-dolos a un gran imperio al otro lado del que fuera Imperio romano. Pero imperio, decíamos, ajeno a los contactos cul-turales y raciales que mantuvo Roma con otros pueblos. Im-perio, aglutina.dor de_pueblos tan bárbaros como, los que origi-nara Europa y que dejaban de serlo al aceptar la fe cristiana y someterse al emperador o sus descendientes en los reinos en los que se divide el Imperio.

Poco tiempo después de creado el Sacro Imperio Romano, poco después de la cristianización de los pueblos que lo for-maban, llegó otra invasión. La invasión de otros bárbaros llegados de la lejana Escandinavia; piratas vikingos que se lanzaron a la conquista de tierras más allá de sus frías tie-rras, hacia tierra firme europea disputándola al imperio de latinos, francos y gefinanos. El historiador Francis Oakley nos dice que la decadencia del Imperio carolingio tuvo, en-tre sus principales causas, "la última y gran oleada de inva-siones bárbaras. Los piratas vikingos surgieron en cantidad de Escandinavia desde principios del siglo ix hasta bien avan-zado el siglo x, y atacaron a todos los países de Europa, des-de España en el Suroeste, hasta lo que ahora es Rusia, en el Nordeste, pero concentraron sus ataques más devastado-res en las Islas Británicas y Francia".5 A esta invasión bár-bara se sumaría la de los pueblos nómadas, como los- magia-res llegados de Asia y los hunos comandados por Atila, que

5 Francis Oakley, Los siglos decisivos, la experiencia medieval, Alian-za Editorial, Madrid, 1980, p. 40.

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saquean el sur de Alemania y norte de Italia, al mismo tiem-po que los árabes de Africa eliminan el predominio de Bizan-cio en el Mediterráneo. Rusia ha sido vista ya pasar al do-minio de los normandos que le dan consistencia, como la darán posteriormente a Britania. La costa occidental de Euro-pa, parte de Francia y lo que será Países Bajos, quedan bajo el dominio de bárbaros llegados de Escandinavia. Una aguda cuña en el continente europeo. La Europa que se transforma en el centro de la civilización y la cultura que-antes --fuera de Roma.

Ya en los tiempos de Carlomagno —dice Francis Oakley-los autores eclesiásticos comenzaron a identificar el término Europa con los territorios que él gobernaba o sobre los que ejercía la soberanía, y a considerarlos como coextensos con el mundo de la cristiandad latina. Los elementos latinos, cris-tianos y germánicos se habían fundido para crear una nueva unidad cultural que puede ser llamada sin reservas "europea".

A fines del siglo ix toda esperanza de unidad política y cul-tural parecía desvanecerse, pero al término de la Edad Me-dia ésta se había logrado hasta "abarcar a todos los países —excepto Rusia— que hoy llamamos 'europeos' ".' Pero pre-cisamente de esta Europa, nos ha dicho Trevelyan, se eman-cipará Inglaterra para crear otro imperio ajeno al continente. Lo cierto es que para Europa, los normandos que agrupaban y dominaban la costa occidental de Francia eran extraños y bárbaros. Rolón, primer duque de Normandía, había arran-cado a los descendientes francos de Carlomagno un gran trozo de tierra que adoptará el nombre de sus conquistado-res. Los conquistadores normandos en tierra franca, como sus parientes en la lejana Rusia, harán suya la cultura de la Europa de la que eran considerados bárbaros. Vistos siem-pre como extraños a ella, extraños a la Europa heredera de Roma, de la cristiandad y de Carlomagno.

La conquista de Britania partirá de las tierras arrancadas por los normandos a Europa ; Britania estaba entonces bajo el dominio de otros vikingos que dominaban a anglos y sajo-nes. Guillermo, descendiente de Rolón, se encargará de la tarea asegurando que el rey de Inglaterra Eduardo llamado el Confesor (1042-1066) le ha designado su heredero. Guiller-mo, llamado por esta hazaña el Conquistador (1027-1087),

Ibid., p. 41.

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domina la isla e impone =su gobierno coronándose rey. Rey de Inglaterra y señor de Normandía. Y como señor de Nor-mandía era considerado fuerza de decisión de los destinos de Europa, dominio .que sus descendientes amplían sobre el continente mediante matrimonios como el de su bisnieto En-rique II, que se desposará con Leonor de Aquitania. Un domi-nio mayor que el que poseía al otro lado del mar, en Bátanla, montado entre la Inglaterra anglosajona que se resistía al dominio normando -y sobre-la-Francia-que-se-consideraba-:despojada por la barbarie de esos escandinavos. La muerte de Enrique II (1133-1189) marcará el inicio de la destrucción del dominio normando en-el- continent-e-,---Dominio--que---hábil-mente arranca Felipe IV de Francia, llamado con justicia Augusta,_aLdesapr,ensim_Rieardo T Carazón_daieón y Juan Sin Tierra. Habrá que esperar a-otro Planta-genet, Eduar-do III (1312-1377) que reclamará la corona de Francia, por su madre Isabel hija de Felipe IV de Francia, llamado el Her-moso. Reclamo que dará inicio a la Guerra de los Cien Arios, la cual terminará con la expulsión definitiva de Inglaterra del continente europeo y, supuestamente, de los destinos de Euro pa. Es ya la Inglaterra de la que nos habla Shakespeare, la Inglaterra que hace del elemento que separa a la isla del continente un instrumento de expansión, no ya sobre Europa, sino sobre pueblos allende los mares.

La barbarie británica se va a transformar en civilizadora, dentro de otro concepto de civilización nacido de su propia experiencia histórica. A esta nación sólo importarán los des-tinos de Europa en relación con su propio y exclusivo desti-no. En los últimos arios de la Guerra de los Cien Años, su preocupación por asentarse en el continente está ya más mo-tivada por los intereses económicos, de su comercio, en espe-cial en los Países Bajos. Expulsada del continente, esta pre-ocupación seguirá siéndole central. Para Inglaterra, Europa ya no es sino un mercado que ha de estar siempre abierto, como estarán después los mares allende la Europa. Actuará sobre el continente en relación con esta libertad. Buscará alianzas, estimulará fuerzas, las equilibrará siempre en relación con sus intereses, los cuales trascienden a los europeos. Luchará en Europa, no ya por decidir sobre la herencia del Sacro Im-perio Romano, como luchan entre sí Francia, España y Ale-mania, sino por un orden que convenga a los intereses extra-territoriales de Inglaterra. Se enfrenta primero a España, no para discutirle su derecho a ser centro del imperio eu-

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ropeo, sino para disputarle los mares y para expulsarla de sus colonias en ultramar. En el mismo sentido se enfrenta a Por-tugal, para eliminar sus influencias comerciales en Asia y levantar su propio imperio en esta zona. Se enfrenta a Ho-landa y a Francia en cuanto estas naciones tratan de crear un imperio trascontinental semejante al suyo. Se enfrenta a Napoleón I cuando éste pretende rehacer el Sacro Imperio Romano,-obstaculizando-al comercio inglés. Expulsa a Fran-cia de sus colonias en Canadá, apoya la rebelión iberoameri-cana en América para expulsar a España y Portugal y ocupar el vacío de poder que ambas dejan én esta región; Hace alian-za con Francia para evitar que Rusia se extienda sobre Tur-

-quía.-Pero ya antes, como señalaba Marx, bajo el dominio de Pedro I de Rusia, simula apoyarlo en su enfrentamiento con Suecia y Alemania, porque así conviene a sus intereses. Se enfrenta a la Alemania de Hitler cuando amenaza no tanto a Europa como a los intereses de Inglaterra en el mundo. Crea así un gigantesco imperio que circundará el mundo. Será de ese imperio, de sus descendientes en América, de la Amé-rica colonizada por Isabel I y Jacobo I y la de los puritanos, de donde surja otra Britania, una Nueva Inglaterra.

De esta colonización saldrá una nación también insular por la distancia que guarda de Europa y de otras fuerzas que puedan competir con ella : los Estados Unidos. Los Estados Unidos, la nación heredera del ímpetu de la Inglaterra impe-rial, de su peculiar concepto de civilización que buscará impo-ner sobre la barbarie, y más que sobre la barbarie, sobre el salvajismo de pueblos en los que verá algo menos que pue-blos de hombres, pueblos por ello de difícil incorporación a la civilización de la que ella es ya centro, la civilización occi-dental. Ya no se hablará de bárbaros, de gente que balbuce, que habla mal una lengua y usa mal una cultura, sino de salvajes, como parte de la naturaleza de la selva. De primi-tivos que no han evolucionado biológicamente. Indígenas, gen-te que está allí, pero no se sabe qué es ; de lo que no se está seguro que forme parte de la humanidad. El filósofo de la historia inglés Arnold Toynbee nos habla del sentido que ha tomado ahora la civilización ; una civilización que no con-templa la incorporación de pueblos de distinta etnia como lo hacía la romana. Una civilización excluyente. ¿Qué son los indígenas, los salvajes, para nosotros?, se pregunta Arnold J. Toynbee:

Son para nosotros algo así como árboles que caminaran, como animales selváticos que infestaran el país en el que nos ha tocado toparnos con ellos. De hecho, los vemos como parte de la flora y fauna local, y no como hombres con pasiones pa-rejas a las nuestras; y viéndolos así, como cosa infrahumana, nos sentimos con título para tratarlos como si no poseyeran los derechos humanos usuales?

Entonces----¿eórno-tratarán-a-estos cliscutibles- hombres los se ñores civilizados occidentales?, "como sabandijas por exter-minar, o como animales domesticables a los que convertirán en cortadores-deleña y acarreadores de agua". -Todo-esto -va implícito, en la palabra salvaje, indígena o cualquiera otra equivalente. La.palahra indígena "es _un vidrio ahumado que los observadores occidentales contemporáneos se colocan ante los ojos cuando miran hacia el resto del mundo, a fin de que el halagador espectáculo de una superficie occidenta-lizada no vaya a ser perturbado por percepción alguna de los fuegos 'indígenas' que todavía arden bajo ella". Esto impli-cará la canción inglesa Rule Britania. Britania gobierna, do-mina. Domina sobre los mares y domina-sobre-la naturaleza oue ha de estar al servicio del hombre, del hombre por exce-lencia. Esta misma interpretación de civilización la hará tam-bién suya la Europa continental, la Europa occidental, en su expansión sobre el mundo allende el continente.

BRITANIA, CENTRO DE PODER CIVILIZADOR

Los íberos, al desaparecer el Imperio romano, son domina-dos por los visigodos, para caer entre los años 711 y 716 bajo el empuje de los árabes, que se extendían a lo largo del Medio Oriente y África del Norte, hasta pasar el estrecho que sepa-raba a África de Iberia. Las luchas entre los mismos conouis-tadores y-la-resistencia de diversos grupos Iberos en el norte de la penín.sula se transforman en el siglo xI en una activi-dad hispanocristiana de carácter ofensivo, de reconquista, en Asturias, León, Castilla, Navarra, Aragón, Cataluña y Portu gal. En los días en que la invasión normanda llega a la isla británica, los iberos empujan ya a sus conquistadores moros. Se ha iniciado la "Reconquista". El aislamiento respecto al continente, al otro lado de los Pirineos, conduce a los íberos

7 Arnold J. Toynbee, Estudió de la. Historia, v. I, Emecé Editores, Buenos Aires, 1951, p. 178.

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hacia el mar. Por el Atlántico, especialmente los portugueses se aventuran hacia Occidente o siguen hacia las costas afri-canas. En el Mediterráneo los catalanes y aragoneses se en-frentan al dominio musulmán. Una gran experiencia maríti-ma que no está aún en los proyectos normando-británicos que luchan por su permanencia en Francia. Existen, desde luego, otros grupos normandos que excursionan y crean gobiernos en-el sur-de-Italia y Sicilia. Mientras-España-empieza a dise-ñar un doble proyecto : la reconquista de la península y lá expansión hacia el Mediterráneo, los portugueses, por su lado, marchan hacia el mar por el Atlántico, pero no -tanto hacia Occidente como al Sur, rodeando el continente al otro lado del_estrechole Hércules o _Gibraltar_hacia África.

Los británicos, expulsados del continente por Francia a par-tir de 1422, después de la temprana muerte de. Enrique V, se enredan en una guerra intestina en la ínsula, la Guerra de las Dos Rosas. El proyecto que supla al del dominio de Fran-cia no se hará presente hasta 1509, con Enrique VIII de la casa de Windsor, y con su hija Isabel, en 1588. Proyecto que se convierte en nacional : la plena expansión de Inglaterra sobre los mares bajo Jacobo I, el hijo de María de Escocia. El modelo para el proyecto expansivo sobre el mar, allende Europa, lo ofrecerán los iberos : españoles y portugueses. In-glaterra, que ha abandonado su preocupación por formar par-te de Europa, participará en su destino. Presionado su comer-cio en Europa por su expulsión del continente, busca otras rutas comerciales que trasciendan las europeas. En la bús-queda de estas rutas desempeñan un extraordinario papel los hechos portugueses y españoles. "Los éxitos portugueses y castellanos —escribe Juan Antonio Ortega y Medina— afin-can las ansias británicas ; florece el optimismo, y las ru-tas nuevas antes impensables, insoñadas, se presentan ahora atractivas, apetecibles, libres de los clásicos temores." 8 Los marinos portugueses y españoles han desarrollado nuevas téc-nicas marítimas. La Gran Bretaña será conminada a su apren-dizaje para que pueda competir en el control de las rutas ahora abiertas. Para Inglaterra el brazo de mar que la separa del continente no tiene ya la vieja importancia. Es el mar hacia Occidente el que está haciendo la grandeza de Espa-ña, y ésta es la ruta que hay que seguir. Siente orgullo por

Juan A. Ortega y Medina, El conflicto anglo-español por el domi-nio oceánico, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1971, página 24.

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el aislamiento respecto al continente, pero se empeña en ha-cer del mar que la rodea punto de partida hacia los mares y riquezas que el _descubrimiento español y la conquista han puesto de relieve.

Para los íberos, nos dice Ortega y Medina, Britania es un pueblo extraño y diferente del resto de los europeos. Gente peculiar cuya peculiaridad parece descansar en su insularidad respecto a Europa Gente pagada de_si,presuntuo_sa, parecen los ingleses a los observadores europeos : "grandes entusias-tas de sí mismos C... r. Piensan que no hay-otros-hombres como ellos y ni ngYrn rrurndo_raajor_que Inglaterra, y cuando ven a un hermoso extranjero dicen que "éste se parece a un inglés E ... 1" y cuando comparten con un extraño algo exqui-sito, le preguntan "si una cosa así se hace en su país".9 Tanto para los europeos como para los iberos, ésta es gente distinta de la que forman los pueblos europeos. Españoles como Beni-to Feijoo consideran que son gente de mayor ingenio, agu-deza, penetración intelectual y aplicación. Y los británicos, a su vez, van tomando conocimiento de lo que en Europa y en Iberia se está haciendo para utilizarlo en su propio be-neficio. Inglaterra puede, debe, participar en la expansión ma-rítima hacia Occidente. La ínsula, rodeada por mar, y su lejanía del Mediterráneo ha impedido que sufra los desmanes que sufren los europeos en el Mediterráneo enfrentados a los turcos y moros. Su misma insularidad les permitirá, a su vez, .tener acceso a las tierras y riquezas que España y Por-tugal, a partir, de otra insularidad, están ya logrando al nave-gar por el Atlántico hasta las nuevas tierras descubiertas por Cristóbal Colón, en exclusivo beneficio de los españoles. Gran Bretaña está dispuesta a seguir esta nueva ruta de expansión e incluso a buscar rutas más cercanas que las tomadas por españoles y portugueses.. Buscará la ruta, no sólo la mejor y más corta hacia América, sino hacia el otro lado de los océanos, hasta las costas de Asia,--pero -sin-seguir -la larga ruta portuguesa. Piensan que por el casco polar sería más corta. De esta fatina los marinos de Isabel entablarán con-tacto cpn el zar de Rusia, Iván el Terrible, que ansía, a su vez, abrirse paso hacia Europa a través de los fríos mares del Báltico. Inglaterra posee la tecnología que necesita Rusia para poder participar , en Europa como nación europea. Pero la tecnología marítima ha sido antes creación de portugue-ses y españoles, y es una invención que éstos someten a fines

9 Ibid., p. 29.

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que no serán los de Inglaterra, anulando sus propias y gran-des posibilidades, para hacer del dominio de los mares ins-trumento del dominio del Imperio que el azar histórico en-tregó a España en la persona de Carlos I de España y V de Flandes, Alemania, del. Sacro Imperio Romano.

Toda la riqueza del Imperio español, que por otro azar al-canzó España en América, será puesta al servicio de los inte-reses del imperio alcanzado en Europa. España, que ha rebasa-do los Pirineos, pretende mantenerse como fuerza hegemónica en Europa.-Inglaterra se-enfrenta a esta pretensión _poco in-teresada en el control, de ese Imperio y sí muy interesada en arrebatar a España el alcanzado en América, y a Portu-gal el que está creando con su comercio con los pueblos de_Nsia:Feliper_IL-heredero _de España y de las colonias en América, se enfrenta a Inglaterra, no tanto por problemas de hegemonía económica como religiosa. Felipe busca la recon-quista de Europa para el catolicismo, corno antes sus cató-licos abuelos la de España. Reconquista no ya de manos del paganismo islámico sino de la heterodoxia reformista. La Con-

Ararreforma es la respuesta ala Reforma en Alemania y los Países-Bajos y al anglicanismo en Inglaterra. Para restaurar la religión católica en la Gran Bretaña se enfrenta Felipe II a Isabel I, apoyando a la católica María Estuardo de Esco-cia y casándose con la católica hermana de Isabel, María la Sangrienta, empeñada en recuperar para el catolicismo la fe de la isla. La Inglaterra de Isabel no se preocupa tanto por estos problemas de fe como por hacer que la América que España reivindica como de su propiedad exclusiva esté al alcance inglés. Así, mientras España hace del oro del que des-poja a México y Perú, instrumento para mantener su dominio en Europa, Inglaterra piratea a los españoles para apropiar-se del mismo oro, fortaleciendo y ampliando las posibilida-des de expansión allende Europa. El papa Alejandro VI ha

--otorgado el dominio de-la-América a España y-Portugal. In-glaterra; separada de Roma, corno lo estaba ya de Europa, reclama su derecho a participar en este reparto. De esta forma se lanza a la conquista y colonización de la América del Norte.

BRITANIA, AL OTRO LADO DEL OCÉANO

De extraordinaria importancia para el proyecto expansivo ha- cia los mares de Inglaterra será la obra del historiador Ri-

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chard Hakluyt Principie Voyages, Traffiques and Discouveris of the English Nation, publicada en 1589, así como su Divers V oyages, Touching the diescoviere of America and the Ilands Adiacent en 1582 y su A Discourse concerning Wester Plant-ing, en 1583. En general; se proponía como necesario que Inglaterra, emulando a España, incrementase su conocimien-to en el arte de la navegación. Inglaterra tenía ya grandes marinos, los Drake y Hawkins, que se aventuraban por tie-rras a las que la misma España no había llegado, y asaltaban las naves del -Imperio-español y-su-s-baluartos-en-América. Sir Walter Raleigh estaba haciendo desde 1590 algo más de lo que hacían los españoles. Raleigh, el colonizador de Virginia, nombre dado a esta tierra de América en honor de Isabel, la Reina -Virgen, era expresión misma del tipo -de-marino y es-píritu de los conquistadores y colonizadores ingleses de la región al norte de la América. Un hombre contrario al abso-lutismo, hecho que le reportará perder la cabeza bajo el rei-nado de Jacobo I, heredero de la Reina Virgen. En la apolo-gía que Hakluyt hace de los navegantes ingleses se pregunta quién ha realizado mayores hazañas que ellos. Drake y Ca--vendish han circunnavegado la Tierra más de una vez.-¿Cuál de los reyes de la Tierra antes que el de Inglaterra ha visto sus banderas en lejanos mares como el Caspio? ¿Quién sino un inglés ha llamado a la Sublime Puerta del turco señor de Constantinopla? ¿Qué navíos como los ingleses han rodeado - al sur de la América en el río de la Plata? Los ingleses se han aventurado a la espalda del continente conquistado por España, por las costas de Chile y del Perú hasta la Nue-va España. Han pasado las Filipinas y han llegado a los ma-res del Japón y China. Son de sir Walter Raleigh las palabras en que se hace expresa una preocupación ajena a la de Espa-ña y Portugal en ultramar, aún más a la primera.. "Quien domina los mares domina el comercio ; quien domina el co-mercio es-dueño de las riquezas-del-mundo y, -en-consecuen- cia, ni más ni menos que dueño de éste."' -

La superioridad inglesa buscada frente a España y Portu-gal no sólo lo era, en opinión británica, respecto a la técnica en navegación y en audacia, sino por lo que se refiere a su sentido humanitario. Pues ellos, los ingleses, no iban a impo-ner su dominio sobre los indígenas, como lo hacían los íbe-ros. No se iban a servir de los naturales, que así eran lla-mados, para hacer algo que podrían hacer con sus propias

10 Walter Raleigh, History of the World, Londres, 1617.

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manos. Superiores en este sentido moral a los íberos, iban a fundar pueblos y naciones superiores a las españolas en América. Las denuncias de Fray Bartolomé de Las Casas res-pecto a la explotación y violencia con que eran tratados los indígenas en América, serán utilizadas en este sentido por la Inglaterra dispuesta a participar en un nuevo reparto de la tierra cuya anchura y extensión había mostrado el descu-

---brimiento -de Colón. La leyencla_negra_será expresión de la supuesta superioridad moral de la expansión y colonización sajona en América y otras-partes de la Tierra. No contem-

--plada-su--participación en el reparto _establecido_por_la_bula papal de Alejandro VI, los británicos se justificarán como representantes y defensores de una expresión del verdadero cristianismo, -opuesto al absolutismo papista. Inglaterra se había enfrentado ya a lo largo de su historia a las preten-siones de la Iglesia romana, que pretendía que sus leyes es-taban por encima de las autoridades civiles, sobre sus reyes. Tomás Becket había sido sacrificado por esta pretensión ante Enrique VI; y otro Enrique, el VIII, no había vacilado en

—sacrificar a otro Tomás, a Tomás Moro. Al enfrentar estos hombres a los fanáticos españoles, enfrentaban la justicia a la injusticia, la libertad al despotismo, la libertad de con-ciencia al dogmatismo. Castigando a los españoles al despo-jarlos de lo que ellos habían despojado a su vez a los natu-rales, Inglaterra cumplía con un acto de justicia. Hakluyt escribe:

Si los castellanos, simulando un celo religioso para plantar el cristianismo en aquellas partes, con sus hechos no han pre-dicado más que rapiña, sangre, muerte y destrucción a aque-llas desnudas y mansas criaturas de Dios, elevándose estatuas y trofeos de victorias a sí mismos en la matanza de millones de inocentes, ¿no sube hasta los cielos el grito de las pobres víctimas desamparadas? ¿Ha olvidado Dios mostrarse benigno hacia la obra de sus propias manos? ¿O no caerá su juicio en un día de visitación, por el ministerio de su servidor escogido, sobre las cabezas de estos sanguinarios carniceros, como llu-via sobre un vellón de lana? 11

El servidor escogido, ¿no era acaso el pirata inglés? El que escribía eso y relataba Hakluyt era Lawrence Keymis, lugar-teniente de Raleigh, que había iniciado la conquista y colo-

n William S. Maltby, La leyenda negra en Inglaterra, Fondo de Cul-tura Económica, México, 1982, p. 89.

nización del norte de América y el-Caribe. El. Caribe, donde se encontraba encadenado el salvaje Calibán de La Tempes-tad de Shakespeare. El propio Raleigh citaba a Las Casas para mejor justificar su empresa disputando a España, y poste-riorinente a Europa misma, el dominio de las desconocidas tierras. Tierras naturales, pobladas de indígenas igualmente naturales .a los que se acabaría tratando como parte de la naturaleza descubierta y conquistada.

¿Qué podía , hacer España frente a estos nuevos aventure-ros cuya-misión no era esclavizar-na.turales,—sino explotar la

_un rs I eza de_esas_tierras?_La_grandeza_de Esp.aña, _dicen los ingleses, le venía de la inclinación de sus hombres al lucro y la vana ostentación. Pueblo de labriegos que se sienten señores en tierras por ellos conquistadas fuera -de-España, pero que eran inferiores frente a otros hombres como los ingleses.

Puedo concluir este asunto —decía Hakluyt— comparando a los españoles con un abejorro o un navío abandonado, que cuando es golpeado emite un gran ruido que se oye a lo lejos, pero acercaos -y mirad, no hay nada en, él, o antes bien, como el asno que se cubrió con una piel de león y fue lejos, llenan-do de temor los corazones de otros animales, pero cuando el zorro acercóse, percibió sus largas orejas e hizo del asno el hazmerreír de todas las bestias del bosque. De igual mane-ra nosotros podemos dejar al español en ridículo a los ojos de toda Europa, si con mirada penetrante vemos su mísera debilidad en las Indias occidentales y con estilo fiel lo pin-tamos ad vivum para que el mundo lo vea en sus desteñidos colores-12

La destrucción de la Gran Armada de Felipe II en 1588, cuan-do intentaba invadir a la Gran Bretaña para someter a sus habitantes como sometían a los indígenas, había demostrado que -tanto-el-valor y pericia de los británicos como la volun-tad de. Dios por la justicia les había otorgado el triunfo. Inglaterra haría suyas las tierras de América en el Norte y las islas caribeñas y de Guayana, hasta donde extendió la colonización de sir Walter Raleigh.

En las tierras que los ingleses colonizarían en la América del Norte se e,ncontrarían, al parecer, con individuos aún más inteligentes que aquellos con los que se habían encontrado

la Ibid., p. 83.

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los españoles en México y el Perú. Individuos a los que po-drían atraerse con buenos predicadores.

La tierra firme sobre la que vuestra última colonia se ha esta-blecido está, henchida de miles de indios —escribía Hakluyt el joven a su amigo Raleigh— los cuales son, de acuerdo con los informes que me han dado aquellos que han tenido alguna ex-periencia y relación con ellos, de mayor ingenio que los que viven en México y en el--Perú; -por–donde -podemos inferir que recibirán fácilmente el Evangelio y dejarán las idolatrías en las que hasta el día de hoy viven y se enredan en su ma-

--yor parte.13

Individuos_que_podrían llegar a ser como los colonizadores que llegaban a esas -tierras. Individuos =con una razón, como todos los hombres, de cuya capacidad sabrían dar cuenta en su encuentro con los colonizadores sajones. Individuos, como lo pensaba el Padre Las Casas, capaces de discernir y elegir entre el bien y el mala La colonización británica sobre las tierras al norte de América no pretendía, como la española, someter-a-los-incligena.s--a -la-supuesta -verdadera religión. A esta religión tendrían que llegar por sí mismos. De la salva-ción de sus almas y desarrollo de su razón no se harían cargo sus colonizadores. Éste era un asunto personal, y más que personal, individual. El individuo era lo que era por natu-raleza. Nada podía hacer un individuo por otro que éste no fuese capaz de hacer por sí mismo. Con sus acciones, con su modo de ser, el colonizador sería ejemplo para estos indi-viduos de lo que es y debe ser un hombre. Que esos indígenas eran sus semejantes era algo que tendrían que demostrar. Por supuesto, en poco tiempo se mostrarían las hondas dife-rencias entre colonizadores y colonizados. Éstos eran inca-paces de entender cosas esenciales como la propiedad. Se ne-gaban, por ejemplo, a cercar sus tierras y no comprendían cómo la naturaleza que su dios había puesto al servicio de todos los hombres podría ser objeto de compra y venta. No entendían por qué no podían cazar en llanuras abiertas a todOs los hombres. Estos indígenas eran, al parecer, hom-bres de supuesta razón; pero una razón incrustada en cuer-pos que impedían su buen uso. Quizá el color de la piel y los ojos, la conformación del cráneo, sus extraños hábitos

13 Juan Ortega y Medina, La evangelización puritana en Norteamé-rica, Fondo de Cultura Económica, México, 1976, p. 40.

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y costumbres, poco cristianos, les impedían su completo uso y mostraban que no eran tan plenamente hombres como se su-ponía. En poco tiempo los colonizadores ingleses iban a Coin-cidir con el replicante de Las Casas respecto a la naturaleza de los indígenas, con Juan Ginés de Sepúlveda. Los indios, los indígenas, eran apenas hombrecillos, homúnculos. Y como tales tendría que tratarlos el colonizador que ponía la natu-raleza al servicio de sí _mismo y del Dios_ que se lo permitía. Esos entes, más, que hombres, parecían ser parte de la natu-raleza que-debía-ser=conquistada 'or----servir al-hom-bre, servidor a su vez_de_la divinidad_Acabarlaa_siendo vis-tos como alimañas para exterminar por dañinas, o como animales de carga al servicio del hombre.

Pero harían algo más, algo que -los-presuntuosos-españo-les no habían hecho, precipitando su decadencia. Los coloni-zadores sajones no se mezclarían con tales entes. Ni siquiera intentarían convivir con ellos, ni menos aún pretenderían salvarlos de una naturaleza que, como tal, era inmodificable. Rechazarán todo posible mestizaje con entes tan inferio-res primero en nombre de Dios, de la Providencia puritana que señalaba el destino manifiesto de los mejores entre los hombres ; después en nombre de la civilización, de la que serán sus más firmes campeones. La colonización española había hecho todo lo contrario, incorporando a los indígenas, mediante bautismos obligatorios, a una comunidad a la que eran plenamente extraños. Mezclados, también, por concupis-cencia con gente que la ciencia moderna mostraba eran en todo sentido inferiores. En el siglo xviii los Buffon y De Pauw, entre otros, se encargarán de mostrar la inferioridad de la misma naturaleza del Nuevo Mundo frente a la del Viejo. Mostrarán también el grave error cometido al mezclar individuos de especies distintas. Sobre indígenas y salvajes sólo cabía el dominio manipulado, el que hacía de ellos un instrumento-para-la-grandeza-del hornbi e-por-excelencia. La leyenda negra, con la que se buscó denigrar la colonización española en América para justificar la británica, dejó de te-ner sentido frente al descubrimiento supuestamente cientí-fico de la desigualdad que existe tanto entre los hombres como entre las especies. Existía gente que no merecía el cali-ficativo de hombres; e individuos que por su propio modo de ser indicaban que no lo eran. Cuando más, embriones o degradación de humanidad. Gentes que acaso podían llegar a ser hombres y gentes que pudieran haberlo sido alguna vez

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pero ya no lo eran. Europa, siguiendo el ejemplo de la colo-nización de Inglaterra, buscará en la historia la razón mis-ma de estas diferencias. Tal será el problema que se planteará el alemán Hegel en su filosofía de la Historia. Europa como centro en un presente del que sólo se puede hablar y pen-sar. Europa que ya contempla como propia a la expulsada Britania, la cual, con sus proezas había mostrado a la misma Europa el único camino para su salvación y glandeza. "Go- bierna_Britania" y con_Britania Europa, que iba siendo parte

de este nuevo gobierno. Europa ahora encontraba en Ingla-terra la cabeza de un nuevo sistema de orden -que, por pri-mera vez en la historia, abarcaba a todo el mundo. Un orbe mmca-alcanza.do-por°-imperios como el griego, el romano o el europeo.

LA AMÉRICA BRITÁNICA

En 1798 se redactaba en París el convenio por el que Espa- ña y Francia reconocían la independencia de una nueva na-

-ción, los Estados Unidos,-que en 1776 se habían rebelado contra su metrópolis, Inglaterra. Los Estados Unidos estaban formados entonces por 13 colonias, que darían origen a las primeras 13 estrellas en la bandera de barras y estrellas de una nueva nación, la nación originada en el proyecto isabe-lino que pusiera en marcha Raleigh en Virginia; y por el proyecto puritano de los Santos Padres del Mayflower que , huían al comenzar el siglo xvii del autoritarismo de Jacobo I. Estuardo. De estos dos proyectos, en los que a la iniciativa personal de los nuevos pioneros se sumaba la libertad de conciencia de los puritanos, surgiría la nación heredera de la Britania que había puesto en marcha la creación de un impe-rio jamás soñado por la vieja Europa imperial. La nueva

__nación se desprendía, no sólo de su matriz insular, sino de la misma Europa enarbolando banderas que incluso haría suyas la Francia que rompería con su pasado el 14 de julio de 1789.

Esta nueva nación, sin embargo, había encontrado su po-sibilidad en la coyuntura histórica de las luchas que por el dominio del mundo entablaban Inglaterra, Francia y España. Estas últimas habían apoyado a los independentistas de los futuros Estados Unidos, porque así convenía a sus intereses. Uno de los firmantes del convenio del reconocimiento, el Conde de Aranda, en carta enviada al Rey de España, al que

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representaba, le escribía lleno de temores : "La independen-cia de las colonias inglesas ha sido reconocida y esto mismo es para mí motivo de dolor y de temor." ¿Por qué este temor y dolor? "La Francia tiene pocas posesiones en América, pero hubiera podido considerar que España, su íntima aliada, tie-ne muchas que quedan hoy expuestas a terribles convulsio-nes." El rey Borbón de Francia no había tenido inconveniente en comprometer_a su primo__e,,i:LEspaña_para apoyar el naci-miento de una nación que ya estaba mostrando su preocu-pación-por-expandirse-mediante-diversos-pretextosí como- los de seguridad- o _ ampliación_de-la_zona_de_la_libertad La nue-va nación iba a dar por lo pronto buenos pretextos para rebe-liones semejantes en la otra América y, además, para que los Estados Unidos, con el mismo pretexto, ampliasen su influen-cia y poder sobre el continente. "Jamás —decía Aranda ha-blando de las posesiones de España en América— posesiones tan extensas y colocadas a tan gran distancia de la metrópo-lis se han podido conservar por mucho tiempo." Esa nueva nación, agregaba Aranda,

ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad del apoyo y de la fuerza de dos, potencias tan poderosas como Es-paña y la Francia para conseguir su independencia. Vendrá día en que será gigante, un coloso en esas comarcas. Olvidará entonces los beneficios que ha recibido de las potencias y no pensará más que en su engrandecimiento. El paso primero de esa potencia, cuando haya llegado a engrandecerse, será apoderarse de las Floridas, para dominar el golfo de México. Después de habernos hecho de ese modo dificultoso el comer-cio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio, que no será posible defender contra una potencia formidable establecida sobre el mismo continente y a más de eso limítrofe 14

--Pronto se -cumplirían -las -profecías -del-embajador-español. La nueva nación se ensancharía a lo largo y lo ancho de su punto de origen, arrebatando a la propia madre patria terri-torios, que aún mantenía en esa región, comprando la Louisia-na a Francia y la Florida a España, para lanzarse a conti-nuación, en 1847, sobre México, sobre la que fuera la Nueva España, cuyos habitantes habían hecho suyas las banderas anticoloniales de los Estados Unidos y los derechos del hom

14 Véase Filosofía de la historia americana, Fondo de Cultura Eco-nómica, México, 1978, p. 234.

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bre de Francia, independizándose de España. Más de la mitad del territorio mexicano pasaba a manos de la nueva poten-cia, que avanzaba así hacia el Sur y hacia el Pacífico, pre-parándose a lanzarse sobre las Antillas para desplazar no sólo a España sino a todos los europeos. Con la doctrina Monroe se hacía reservar el continente entero como territorios de su exclusiva competencia. Toda la Américá se convertía en una gran-isla, semejante a-la-isla de que-fuera-originaria la-nueva nación, Britania. Una gigantesca Britania separada por mi-les de millas del conflictivo continente europeo, punto de par-

- —tila-para su expansión -sobre- el- resto del globo. Insular por su distancia de las zonas conflictivas europeas, pero ya pre-

_ _sente en todas_ellas_ para _su _mayor gloria y poder. Nueva Britania, extraña a otros intereses que no fuesen los de su propio crecimiento. De acuerdo con esta insularidad, los Es-tados Unidos, al igual que su progenitora, se opondrán a cualquier forma de unidad en el continente americano que pudiese ser contraria a sus intereses. Invitados al Congreso de Panamá en 1826 por Santander, pese a la oposición de Bolívar,-las-instrucciones que llevaban sus representantes, que no llegaron, eran las de impedir el proyecto de Bolívar, que pretendía la unidad de la América del Sur ; y evitar cual-quier acto de liberación de las Antillas españolas. Los Estados Unidos se reservaban ya esa zona como territorio que debía quedar bajo su hegemonía. De igual forma, Inglaterra se había enfrentado a Felipe II, Luis XIV, Napoleón I y luego Hitler, que de diversas formas pretendían unir a Europa. Bo-lívar sabía ya que se podía contar con los Estados Unidos para realizar la misma hazaña que ellos, que con mayor fa-cilidad habían alcanzado su independencia. Sabía, en cam-bio, que eran peligrosos para la América del. Sur una vez liberada. ¿Cuánto no se opondría esa nación a los nuevos Es-tados americanos?, decía, "los Estados Unidos que parecen destinados por la providentiá aplagar la América de miserias en nombre de la libertad" 15

Los Estados Unidos, que habían enarbolado frente a Ingla-terra la bandera de la independencia y del anticolonialismo, verían con malos ojos que otros pueblos utilizasen semejantes banderas. Miraban con temor el que otras naciones, incluyen-do a europeas corno Francia, utilizasen conceptos como el- de

15 Simón Bolívar, "Carta al Coronel Patricio Campbell"' Guayaquil,

5 de agosto de 1829, Obras Completas II, Editorial Lex, La Habana, 1947, pp. 736-737.

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la libertad para la cual no todos los pueblos estaban prepara dos. Era ejemplar en este sentido la Revolución de Francia, en donde acabaría imperando el terror. "Los norteamericanos formaban el primer pueblo favorecido por la Providencia con la oportunidad de elegir racionalmente sus formas de gobier-no, y por lo tanto de organizarlas sobre el respeto" por "los grandes o igualitarios derechos de la naturaleza humana". A su tiempo, esta capacidad podría extenderse a otros pueblos, "extendiendo su benigna_ influencia sobre las naciones salva-jes, esclavizadas o ignorantes y de ese modo reinar universal-mente".16 "Soy uno de los que creen ---decía uno de estos destinados.— que no es posible injertar bruscamente los prin-cipios de la-libertad -a-un-pueblo acostumbrado-a-un-régimen de sesgo totalmente opuesto. El pueblo que se encuentra en esas condiciones debe acercarse gradualmente a la libertad." Refiriéndose a los recién incorporados habitantes de la Loui-siana a los Estados Unidos agregaba : "Creo que en el momen-to actual carecen totalmente de condiciones para el ejercicio de la misma." " Y si esto valía para los recién incorporados habitantes de _Louisiana, valdría aún más para los salvajes y esclavizados habitantes de otras regiones de la Tierra. Por ello, Bolívar insistía en que esta nuestra América no era Eu-ropa ni los. Estados Unidos, y que aquí la libertad tendría que llegar por sus propios caminos, y no esperar a que fuese in-corporada a ellos de acuerdo con los criterios de una nación que se consideraba superior.

Francisco de Miranda (1750-1816), precursor de las liber-tades en la América española y que había participado en la revolución de independencia de los Estados Unidos, captaba las contradicciones de la nueva nación que parecían negar sus propios ideales libertarios y democráticos. A un agente de está revolución, Samuel Adams, le planteaba sus dudas : "¿Cómo en una democracia, cuya base era la virtud, no se le señalaba puesto a ésta, ,y por el contrario, todas lis dignidades y el , poder se daban a la 'propiedad' que es justamente el veneno de una república semejante?"" La propiedad individual como centro que ha de expandirse, y no las virtudes. El francés Alexis de Tocqueville, ponderando la extraordinaria creación

16 Albert K. Weinberg, Destino manifiesto, Editorial Paidos, Bue-nos Aires, 1968, p. 31.

17 Ibid., p. 45. 18 Francisco de Miranda, América espera, Biblioteca Ayacucho, Ca-

racas, 1982, p. 63.

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política de los Estados Unidos, su democracia, encontraba en ella peligrosos ingredientes, corno el de la tiranía de la ma-yoría, Mayoría formada por individuos,- cada uno de los cua-les tendía a su propio crecimiento, que sólo el respeto de un individuo por otro podría mantener sin peligros.

En los Estados Unidos —dice— la mayoría, que tiene a menu-do los gustos y los instintos de un déspota, carece aún de los instrumentos más perfeccionados de la tiranía 19[ ...1 Esto me-rece_que_se medite sobre ello _Si alguna vez llegara a fundarse una república democrática como la de los Estados Unidos, en un país donde uno solo hubiera establecido ya y hecho fra-guar en las costumbres y leyes la centralización administrati--va,-„no temo decirlo, en semejante república, el despotismo se volvería más intolerable que en ninguna de las monarquías ab-solutas de Europa. Sería necesario pasar a Asia para encontrar algo con qué compararla."

Tocqueville presiente ya los peligros de tal tiranía, supuesta-mente democrática. Esta tiranía "no se deja sentir todavía

—sine-débilmente-en la sociedad-políticai--pero -se advierten ya sus deplorables efectos sobre el carácter nacional de los non teamericanos".21 Tal mayoría puede sentirse representada en algún individuo o élite, y actuar a través de ella de acuerdo con lo que consideraría son sus intereses. No es ya la sumi-sión de la mayoría al déspota que la oprime, sino el saberse prolongado en el individuo que actúa por él, en su nombre. "Se diría, a primera vista, que en Norteamérica los espíritus han sido formados sobre el mismo modelo ; de tal modo que si-guen exactamente las mismas vías." ¿Qué puede suceder? Que el despotismo en nombre de la mayoría sea impuesto y la ma-yoría actúe de acuerdo con ese despotismo.

He oído hablar de la patria en los Estados Unidos. He encon-trado patriotismo verdadero en el pueblo y lo he buscado en vano en quienes lo dirigen." [ 1 Si alguna vez la libertad se pierde en Norteamérica, será necesario achacarlo a la omnipo-tencia de la mayoría, que habrá llevado a las minorías a la desesperación, forzándolas a hacer un llamamiento a la fuerza

12 Alexis de Tocqueville, La democracia en América, Fondo de Cul-tura Económica, México, 1957, p. 282.

20 Ibid., p. 283. zi Ibid., p. 277. 22 Ibid., p. 278.

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material. Se precipitará entonces la anarquía, pero llegará como consecuencia del despotismo 23

Es esta tiranía, encarnada, no ya en todo el pueblo, sino en un selecto grupo de este pueblo, el anglosajón, la que mar-gina a otros pueblos y razas, aun dentro de sí mismo, a las razas que no corresponden a las características étnicas de los creadores de esa nación, las razas de los antiguos pobla-dores, los indígenas, y las de los forzados esclavos, los afri- canos. "¿No se puede-decir —pregunta—Tocqueville--, al ver lo que pasa en el mundo, que el europeo es a los hombres de otras razas lo que el hombre mismo es a los animales? Los ha hecho servir para su provecho, y cuando no pueda sostenerlos, los destruye." 24 La preocupación para preservar, agrandar al mismo tiempo su propia individualidad, se hace expresa en la preocupación del estadounidense por la propie-dad, que, como ya ha visto Miranda, ha sido destacada sobre las virtudes. "No hay cosa más extraña —sigue Tocqueville-- que ver con qué especie de ardor febril buscan los norteame-ricanos el bienestar y cómo se_muestran sin cesar atormen-tados .por el-temor vago de -no haber escogido el camino más corto que puede conducirlos a él." Terne "a cada instante dejar de existir antes de disfrutarlos ; los abarca todos, pero sin estrecharlos, y muy pronto los deja escapar de sus mano_ s para correr tras nuevos goces"." Carrera incesante hacia el propio y limitado engrandecimiento. Por ello, señala Toc-queville, se encuentran en los Estados Unidos muchos ambi-ciosos, pero pocas grandes ambiciones. Más allá de estos intereses individuales no hay otra ambición. No interesan, podríamos agregar, ambiciones para el logro de una gran hu-manidad que abarque a todos los hombres. Cada individuo ha de velar por sí mismo, y cada uno ha de ser exclusivo responsable del logro de su propia ambición.

Francisco Bilbao, desde la otra-América, reconocela_gran-deza. de los Estados Unidos, su formación, historia y heren-cia. "Todo os ha favorecido —dice—, sois hijos de los pri-meros hombres de la Europa moderna, de aquellos héroes de la Refoi Dia que cargando el antiguo testamento atravesa- ron las grandes aguas para levantar un altar al Dios de_ la ciencia." Con nosotros, en cambio,

23 Ibid., p. 280. 24 Ibid., p. 338. 25 Ibid., p. 555.

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fueron los hombres de Felipe II que en la nave del Concilio de Trent° atravesaron el océano para hacer con la espada el desierto de razas y naciones. Cuadros de explotadores fueron los que delinearon las ciudades. Las llamas de la ortodoxia eclipsaban el resplandor de las cordilleras, y esos hombres cebados en las carnicerías de Granada y en los bosques de los Países Bajos convertidos en patíbulo de herejes, fueron los legisladores, los institutores de la América del Sur.

A vosotros, una "raza de caballeros salvajes os recibió con _la hospitalidad primitiva. Una naturaleza fecunda y tierras vírgenes sin fin, multiplicaron vuestros esfuerzos". En cam bio : "Cuna de hierro fue nuestra cuna, sangre de naciones fue nuestro bautismo, himno de terror fue el cántico que saludó nuestros primeros pasos." Vosotros, por el contrario, "nacíais y erais bautizados en las florestas primitivas con el entusiasmo de la nueva fe, iluminados con la prensa, con la libertad de palabra y recompensados con la abundancia". Nosotros "aislados del universo, sin más voz humana que la que permitía el cementerio del Escorial, sin más -voz huma-na que la obediencia ciega pronunciada por la milicia del -Papa,--los frailes, y la -milicia del rey, los soldados, tal fue nuestra educación". Vosotros "recibíais una educación viril, que era la idea y práctica de la soberanía. Lejos de reyes y siendo todos reyes lejos de las castas raquíticas de Europa, de sus hábitos de servilidad y de costumbres de domesticidad, crecíais con el vigor de una nueva creación". Nosotros "en silencio crecíamos, con espanto nos mirábamos. Extendieron una piedra funeral sobre el continente, y sobre ella pusieron el peso de 18 siglos de servidumbre y decadencia". Vosotros "erais libres ; quisisteis ser independientes y lo fuisteis. Albión retrocedió ante los héroes de Plutarco que os constituyeron en la federación más grande". Pero entre nosotros, "y a pesar de eso, hubo palabra, hubo luz en las entrañas del do-lor, y_rompimos la piedra sepulcral, y hundimos esos siglos en el sepulcro de los siglos que nos habían destinado. Tal fue el arranque, tal fue la inspiración o revelación de la repú-blica".

Los hombres de esta América han tenido que hacerlo todo, han tenido que negar su herencia. Han tenido que crear so-bre lo que negaba su propia existencia como hombres. Esto es lo que pone Bilbao en la balanza de los valores de una y de otra América. Reconoce la grandiosidad de la América sajona, su capacidad para el libre pensamiento, el autogobier-

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no; la franquicia moral, el cielo abierto al emigrante y a los hombres que huían de la Europa de la esclavitud feudal y teocrática. Sabe que todo eso hizo su grandeza. "Todo creció : riqueza, población, poder, libertad. Derribaron las selvas, po-blaron los desiertos, surcaron los mares. Despreciando tradi-ciones y sistemas, han llegado a formar una nación, un genio particular." Pero todo eso los llevó a su vez a ser negadores de los orígenes de su propia grandeza. "Volviendo sobre sí mismos y contemplándose tan grandes, han caído en la ten-/ación de los _titanes, creyéndose_ser Jos árbitros de la tierra y aun los competidores del Olimpo." Adquirieron una "per-sonalidad enfatuada", la cual "desciende al 'individualismo, en exageración al egoísmo". Ahora bien, "de aquí a la injusticia y la dureza de "corazón- no -hay más que-un-pa.so. Pretenden en sí mismos concentrar el universo. El yankee reemplaza al americano, el patriotismo romano al de la filosofía, la in-dustria a la caridad, la riqueza a la moral, y su propia nación a la justicia". Se resisten por ello a abolir la esclavitud, man-tuvieron la discriminación de las razas ; eliminaron a sus indígenas, no "se han constituido en campeones de la causa universal, sino del interés [nortelamericano, del -individua-lismo sajón".26 Por ello "se precipitan sobre el Sur, y esa nación que debía haber sido nuestra estrella, nuestro mode-lo, nuestra fuerza, se convierte cada día en una amenaza de la autonomía de la América del Sur". Bilbao escribe todo esto en 1856, conociendo lo ya realizado por este pueblo so-bre la otra América en México, mostrando ya el peligro de su expansión imperial.

DESTINO MANIFIESTO

¡Rale Britania! ¡ Britania sobre todos ! Adelante Britania!, es el_canto _que se escucha en _el_siglo xix a lo largo de, la tierra. Britania eliminando a sus competidores. Primero a España, después a Francia disputándole la América del Nor-te para dejar, al sur del Canadá, la tierra donde sus hijos formarán la nueva nación, los Estados Unidos. A lo largo del siglo xix Inglaterra se hace de una gran parte del África mu-sulmana y del África negra. En 1876 se corona a la reina Vic-toria como emperatriz de la India. Britania está en todos los

26 Francisco Bilbao, Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas, Latinoamérica 3, UNAM, México, 1978.

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lugares. Ayuda a los rebeldes latinoamericanos a expulsar a España y Portugal para así ocupar el vacío de poder que van dejando. En las Antillas mantiene su poder desde las islas, de donde lanzará a sus piratas y corsarios. Se une con Fran-cia en 1854 para impedir que Rusia se haga del santuario de la Iglesia ortodoxa, Constantinopla. Derrota a Napoleón, con- virtiéndose en su carcelera. Juega políticamente en Europa

_para_mantener la movilidad_de su imperio deultramar. El-poe- ta Rudyard Kipling (1856-1936) hará el panegírico de las ha-

-zafias del-imperialismo-inglés. Escribe canciones para los _soldados que se sienten,_de esta forma, gradualmente estimu-lados : Baladas de cuartel y los Siete mares, así como El camino de Manclalay, y Si, que le hacen acreedor al Premio Nobel de Literatura en 1907. Los británicos son el pueblo elegido de Dios para llevar al mundo la civilización, para "cargar sobre sus espaldas el peso del hombre blanco". Es el hombre blanco de la civilización que marcha sobre el sal-vajismo de los pueblos. Exalta a estos pueblos en su primiti-vidad, su salvajismo, con El hombre que fue rey, que sacrifica su ambición por un salvajismo que no le comprende. Exalta la Selva virgen, con Kim, el niño salvaje. "¡Adelante —can-ta—, adelante hacia la dominación de los pueblos salvajes, pueblos medio demonios y medio niños." 27 África, India, In-dochina y Birmania están siendo así redimidas.

Al lado de este cantor de la Britania imperial aparecen, también, otros cantores, ya no poetas, sino marinos y diplo-máticos : los hijos de Britania, que incitan a su pueblo, los Estados Unidos, a entrar en el reparto del mundo, un reparto que puede implicar repartir lo repartido. Un nuevo repar-to del dominio de la Tierra. Los Estados Unidos ya han dige-rido las tierras arrancadas a sus primitivos habitantes, las arrancadas a México, a Inglaterra, Francia y España. Josiah Strong profetizaba : "Esta raza de inigualable energía se ex-pandirá sobre_el mundo." 28 Dios -está con ella. Así ha sido demostrado. El destino manifiesto de la nueva nación se ha expresado en su triunfo sobre México. Se expresará también en otras hazañas. Los pueblos primitivos de Norteamérica han sido barridos y los sobrevivientes encarcelados en reservas. Frederick Jackson Turner, el historiador, explicará el senti-

27 Véase Friedrich 'leer, Europa, madre de revoluciones, Alianza Editorial, Madrid, 1980, p. 612.

28 Josiah Strong, Our Country, Editorial Baker and Taylor, Esta- dos Unidos, 1885, p. 22.

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do que para la nueva nación tiene la frontera. La frontera que explicará la historia, no sólo de los Estados Unidos sino de sus mismos antepasados, los británicos. Los Estados Uni-dos distinguen entre bordes y fronteras, border y frontier. El borde es el límite, lo que separa, divide el confín. Borde y confín había sido para Inglaterra el canal que la separaba del continente. Para los Estados Unidos lo es el Atlántico que le separa de Europa -y--la-misma-Inglaterra.. En cambio, frontera es lo que está enfrente, ante sí, algo sobre lo que se puede avanzar. Alcanzada una-froMel a-se-puede continuar sobre otra, en una expansión que puedeabarcar la tierra e, incluso, rebasarla "hasta las estrellas". Turner habla de la

_frontera_como_estímulo en la historia de los Estados Uni-dos. La frontera, el más allá de Britania, originó una nueva nación como los Estados Unidos. Los Estados Unidos mar-charán, una y otra vez, rebasando fronteras. La frontera no es un límite, un confín, sino un nuevo punto de partida. "El elemento más importante de la frontera Enortelamericana —escribe Turner— es el hecho de que va por el límite de las- tierras abiertas a la expansión." 29 Avanzando sobre_cada frontera, el norteamericano va poniendo en juego nuevas fuerzas, creando nuevas posibilidades a su propio carácter. La frontera [norte 'americana es diversa de la europea, por-que ésta se presenta como límite, como línea fronteriza en una tierra densamente poblada. No así en América, abierta siempre. "Así pues, el desarrollo [norte ]americano no ha re-presentado meramente un adelanto a lo largo de una línea única, sino un retorno a condiciones primitivas en una lí-nea fronteriza continuamente en movimiento hacia adelante. E ... El desarrollo social [norte ]americano ha estado reco-menzando continuamente en la frontera." Es un renacimiento perenne. Primero marcha por la costa atlántica. "Era la fron-tera de Europa" allende los mares. Pero en la medida que avanza hacia el- Oeste, hacia el--otro--marTlas costas del- Pací-fico, "la frontera se hizo cada vez más [norte ]americana", frontera siempre abierta, que tiende a penetrar y no a dete-nerse. El federalismo tiene así gran sentido en estas tierras que se alejan, cada vez más, de los centros de poder. Aquí la ley no está escrita, la ley la representa el que, es capaz de imponerla. El comisario del pueblo es el más hábil en el uso de la violencia. Es el fuerte el que establece la ley don-

29 Frederick Jackson Turner, La frontera en la historia americana, _Ediciones Castilla, Madrid, 1961, p. 22.

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de un día surgirán grandes ciudades, en donde se fundará un nuevo gran imperio.

Sería un mal profeta —dice Turner— quien afirmase que ya ha cesado enteramente el carácter expansivo de la vida [nor-te]americana. El movimiento ha sido su factor dominante, y a no ser que ese entrenamiento no tenga efecto alguno sobre un_pueblo, la energía_ [norte]americana seguirá exigiendo cons-antemente un campo más amplio para su ejercicio. [ _1E1

---rzsultado es que el intelecto [norte ]americano debe a la fron- tera sus notables características. Esa rudeza y fortaleza com-binada con la agudeza y la curiosidad, esa disposición mental práctica e inventiva, y rápida en hallar expedientes: esa mate-

- rial -captación de las _cosas_materiales -para_conseguir grandes fines, esa incansable y nerviosa energía, ese dominante indivi-dualismo que labora para el bien y para el mal, al mismo tiem po esa alegría vivaracha y esa exuberancia que acompaña a la libertad.30

Expansión infinita, natural, o provocada si llega a ser nece---sario. Este libro fue- publicado_ en 1893,_cuando los Esta-dos Unidos, digeridas las fronteras de su ya gigantesco te-rritorio, se disponía a rebasarlas marchando sobre el Caribe y sobre el Pacífico, allende los mares como lo hizo Britania. Tocqueville había llamado la atención sobre este afán nunca satisfecho, sobre esta carrera incesante para alcanzar satis-facciones que se temía siempre perder si no eran reconfir-madas y ampliadas.

Alfred Thayer Mahan será el teórico marino que impulse, como lo hiciera Richard Hakluyt en Inglaterra, la expansión de los Estados Unidos allende los mares. Mostrará también la importancia de los mares como medio de expansión, la im-portancia del Mediterráneo en las pugnas imperiales : Roma, Turquía, España e Italia, y la importancia que, en este sen--tido,-puede tener el mar. Caribe para -los-Estados Unidos. La

influencia del mar en la historia escrita por Mahan en 1890 estimulará el imperialismo de los Estados Unidos, como la filosofía de la frontera de Turnen El mar Mediterráneo, es-cribe Mahan, tiene una gran analogía con el Caribe ; el Canal de Panamá se asemeja al Canal de Suez en el Mediterráneo. El control de esta ruta por Inglaterra facilitó su paso hacia el imperio sobre los mares que bañan al Asia. Igual podría ha-cer la nación {norte lamericana, si atravesando el estrecho

3° Ibid., p. 47.

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paso de Panamá, une su dominio sobre el Caribe con el que pódrá alcanzar en el Pacífico. El Caribe ha de ser de los Es-tados Unidos, como las: islas en el Pacífico que hacen más corto el viaje de los Estados Unidos al Asia han de serlo también. Hawai y las Filipinas en el Pacífico, y Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico en el Caribe están aún en manos de europeos, habrá que arrebatárselas 81

¡Rule America! ¡América para los americanos ! América so-bre el Caribe, sobre el Pacífico y la América Central. La na ción entre el Canal=-y_Canadá,-los___Estados_Unidos, formará otra gran isla de poder. Los Estados Unidos, como Inglate-rra, han participado también en los destinos de Europa; no para hacerse del viejo imperio, sino poniendo a su servicio las diferencias que se plantean entre sus naciones.-Habrá-que adquirir la zona del Canal, sostener la doctrina Monroe y ayudar a mantener el equilibrio de poder en Europa ; conser-var la puerta abierta en China y el resto de Asia. Se creará así un nuevo gran imperio, no importa que resulte de un nuevo reparto colonial. MacKinley y Theodore Roosevelt se encargarán_de poner en marcha este proyecto, del cual depen-derá la marcha sobre - la nueva-frontera. En -1898, en guerra relámpago, España es ,despojada- de sus últimas colonias en el Caribe y el Pacífico, principalmente Cuba y. Filipinas: En 1905 Roosevelt se hace con el Canal arrancándolo a Co-lombia. Se forja una estrategia política y económica sobre América Central y el Caribe. Desde las Filipinas y otras islas en el Pacífico los Estados Unidos cuidan de sus intereses en Asia. En el tratado de paz entre España y los Estados Uni-dos, la primera, España "renuncia a todo derecho de sobe-ranía y propiedad sobre Cuba; España cede a los Estados Uni-dos el archipiélago conocido por las islas Filipinas". ¿Y los naturales de estas posesiones? La poderosa nación les ense-ñará, aunque lentamente, de acuerdo con su limitada inteli gencia,-el largo -proceso que -conduce_a la civilización Por lo pronto, habrán de ser sus servidores ; el tiempo dirá si están capacitados para hacer algo más que barbarizar.-"Cuan-do después de una década de luchas y agitaciones —escriben los historiadores Morison y Commager--, las cosas se apa-ciguaron, los Estados Unidos se encontraron cona un rango de potencia mundial, poseedores de territorios en Puerto Rico, Hawai, Midway, Guam, Tutuila y las Filipinas, ejerciendo el

31 Alfred Thayer Mahan, The influence of Sea Power upon History, Little, Brown and Company edition, Boston, 1918, p. 33.

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protectorado sobre Cuba, Panamá, Nicaragua y dueños de intereses en el Lejano Oriente." 32 Los Estados Unidos habían vencido, como antes Inglaterra, el aislamiento que los sepa-raba de Europa, marchando más allá de los mares, mares de los que eran dueños otros pueblos. Quedaba negada la tesis de un geógrafo norteamericano según la cual "el océano era la única frontera absoluta. [ 1 El océano limita nuestro imperio y las- estrellas nuestra gloria"." No era así, ni los océanos ni las estrellas podían limitar el afán por rebasar las propias fronteras Por el-contrario,-ya--Robert -Winthrop sostenía que "el dedo de Dios jamás apunta en dirección con-traria a la extensión de la gloria de la República." E...1 El trascendente, el ilimitado futuro —decía un diario— será la era de la grandeza norteamericana. En su grandioso domi-nio del espacio y el tiempo, la nación de muchas naciones está destinada a manifestar a la humanidad la excelencia de los divinos principios".35 Su suelo será un hemisferio tacho-nado de estrellas. Siguiendo a Kipling asumían "la carga del hombre blanco, la carga que significaba imponer a los hom-bres - de color la propia civilización". Los Estados Unidos deberían hacer suyo el proyecto imperial británico, superán-dolo. "Debemos aceptar —decía un congresista— las respon-sabilidades y las bendiciones de la civilización moderna. De-bemos participar en el destino del mundo. [ ] Las Estrellas y las Barras tanto en el Pacífico como en el Atlántico, deben saludar a las dinastías moribundas del Mundo oriental, y les ofrecerán una cordial bienvenida, una existencia vigorosa y renovada bajo sus pliegues estrellados." 36

Más allá de los mares y de las estrellas. Las estrellas las portaban los propios Estados Unidos. Bajo su luz deberían los pueblos refugiarse. Bajo su protección alcanzarían la li-bertad y la democracia. "Es necesario asegurar al mundo para la democracia. La paz mundial debe afirmarse sobre los sólidos fundamentos de la -libertad política. No nos guían propósitos egoístas, ni deseamos conquistas ni dominios. So-mos, pura y simplemente, uno de los campeones de la huma-nidad." 37 Y en otro lugar decían:

32 S. E. Morison y H. S. Conunager, Historia de los Estados Uni-dos, II, Fondo de Cultura Económica, México, 1951, p. 443.

33 Albert K. Weinberg, Destino manifiesto, ibid., p. 65. 34 Ibid., p. 77. 25 Ibid., p. 11. 38 Ibid., p. 423. 37 Ibid., p. 434.

De ningún modo puede creerse que dejaremos de ser una po-tencia mundial. De lo que se trata es de saber si podemos rehusar el liderazgo moral que se nos ofrece, y si hemos de aceptarlo o de rechazar la confianza del mundo [...] es la mano de Dios la que nos ha conducido por este camino. No podemos volvernos. En verdad, América debe mostrar el cami-no. La luz se derrama sobre este sendero que se abre ante nosotros y en ninguna otra parte.38

Es un pueblo elegido, predestinado a imponer el bien, su -propio-y-exclusivo bien.

88 Ibid., p. 435.

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VI. MESIANISMO Y ORTODOXIA ESLAVA

PREDESTINACIÓN, MISIÓN Y MESIANISMO

EN LA Declaración de Independencia de los Estados Unidos, expresada como síntesis ideológica de la revolución antirnpe-rialista de 1776, se resume la experiencia de siglos, no sólo de la nueva nación, sino de la nación originaria, Inglaterra.

-Los estadounidenses llevan a sus últimas consecuencias la filo-sofía que se fue elaborando sobre los derechos del hombre, del individuo, frente a cualquier forma de despotismo.

Sostenemos como verdades 'evidentes que todos los hombres nacen iguales, que a todos les confiere su creador ciertos dere-chos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos dere-chos los hombres instituyen gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tiende a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, a instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a orga-nizar sus poderes en aquella forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y su felicidad.

¿Vale esto para todos los hombres? Por supuesto, si éstos prueban que lo son. Y tienen que probarlo ante este grupo de hombres que se erigirán en tribunal universal respecto a quienes tienen, o no, tales derechos. El destino manifiesto de esa nación es el de extender a toda la humanidad tales de-rechos ; hacer reconocer al hombre dondequiera que éste se encuentre. El punto de partida ha de ser el reconocimiento que esta nación exige de ser expresión de la humanidad por excelencia, reservándose, como tal, el derecho de reconocer o no en otros pueblos y hombres, expresiones de humani-dad. El punto de partida para este reconocimiento de la hu-manidad de otros hombres es la propia y peculiar humanidad del pueblo estadounidense. El presidente Calvin Coolidge se expresaba así : "Si realmente tenemos un destino, éste es el

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de ser más y más norteamericanos."1 Es la propia y concre-ta humanidad estadounidense, la propia individualidad y sus intereses, la que se proyecta como la humanidad por exce-lencia sobre el mundo. De esta forma se justificará la expan-sión de este pueblo sobre pueblos atrasados, sin que tal acto niegue la postura democrática y liberal de los Estados Uni-dos. "La extensión del imperio —dice un diario— es absolu-tamente compatible con la promoción del mayor bien para el mayor número." 2 Para salvar contradicciones morales que implicaba la Declaración-de_Independencia canta .expansión imperial, afirmarán que ésta es sólo una forma de hacer participar a otros pueblos de las libertades y bienestar que los Estados Unidos ya han alcanzado. Por el bien de estos mismos pueblos los Estados Unidos extenderán—sus fi (»ite- ras. La resistencia a esta expansión será, a su vez, vista como resistencia al deseo de lograr una sociedad semejante a la estadounidense. Así, por el bien del pueblo de las Filipinas los Estados Unidos ocuparán el lugar dejado por el colonia-lismo español. Por el bien de los pueblos colonizados del Ca-ribe hispano los-Estados Unidos habían expulsado a España y ocupado su-lugar. Por el-bien-de-los pueblos una y otra vez invadidos en Centroamérica y el Caribe los Estados Unidos enviarán sus marines, paracaidistas, filibusteros y mercena-rios. No existía posibilidad de salvación para los pueblos sal-vajes o bárbaros fuera del orden y los intereses de la nueva y poderosa nación.

Para Iberia y sus hijos en América, las declaraciones he-chas sobre el hombre, los pueblos y sus derechos estarán en-focadas hacia el futuro. Un futuro que había de surgir de la experiencia del pasado, un pasado despótico que tenía que ser superado. El despotismo de la España imperial había for-mado únicamente siervos, como decía Bolívar, y no ciuda-danos. Para la península ibérica, como para la América que ella colonizase,-la solución eran repúblicas_de_hon3bres libres. La libertad llegaría a partir de la conciencia de responsabi-lidad que sobre su propia libertad tuviesen estos hombres. A partir de estas repúblicas tendrá que formarse una gran comunidad que abarque no sólo a los hombres y pueblos Iberos, sino a todos los hombres. "¿Qué queremos?=pregun-taba Francisco Bilbao—. Libertad y Unión. Libertad sin unión

1 Albert K. Weinberg, Destino manifiesto, Editorial Paidos, Bue-nos Aires, 1968, p. 445.

2 Ibid., p. 447.

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es anarquía. Unión sin libertad es despotismo. La libertad y la unión será la Confederación de las Repúblicas." Era un ideal por alcanzar que no se limitaba a esta América, sino que se consideraba debía ser extendido a todos los pueblos de -la Tierra: al Africa, Asia, a la misma Europa. Allí donde

Promete° protesta encadenado en Asia, África y Europa —dice Bilbao—, dormitando bajo el, peso de la naturaleza sin la liber-tad, o bajo la ciencia de la fuerza y del engaño, y que espera quizá la revelación de la justicia por boca de todo un conti-nente, para proclamarse emancipada. [ ] Somos pequeños si contamos nuestros años, pero grandes si comprendemos lo que se ha hecho. [ ] Somos pequeños bajo el cielo o ante la faz del Omnipotente, pero sublimes si, verdaderos intérpre-tes del Ser, nos ponemos en camino, cargando el testamento de la perfección del género humano.

Si Kipling hablaba de la "carga del hombre blanco" como la obligación de responder ante sí mismo de las razas salvajes, Bilbao habla aquí de la carga de esta América mestiza, que se ha formado en el respeto y_hermandad del criollo con el indio y el negro, mestizando al mundo entero en la búsque-da de metas que han de servir a todos los pueblos y hombres. "Llegando a este grado en la conciencia del destino —sigue Bilbao—, nuestra causa llega a ser una religión, americanos, porque sería la iniciativa de creación moral, la formación de un vínculo divino, para acrecentar el bien en todos y el mejor de todos los bienes, la libertad y la solidaridad del hombre." 3

Esta América ofrece al mundo su experiencia en la servi-dumbre, el despotismo, la discriminación racial -y lo que se ha hecho para abolirla, para que la misma no se prolongue o se repita. Se trata de la experiencia de hombres que han tenido que negar su propio pasado, pueblos que han here-dado de él sólo el afán para que no se repitan tales experien-cias, la experiencia de los esfuerzos-hechos por estos mismos pueblos para romper la losa sepulcral dé la larga servidum-bre. Esta experiencia debía ser transferida a los pueblos que también la sufren y que, juntos, podrían ponerle fin. Partien-do de tal experiencia, Simón Bolívar dijo :

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus par-tes entre sí y con el todo. [...] ¡Qué bello sería que el istmo

8 Francisco Bilbao, Iniciativa de la América, UNAM, México, 1978.

de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de las repúblicas, reinos e imperios, tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo.4

Y ampliando su pensamiento sobre este congreso decía : "En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo al universo, la-federal." 5 Una nación que surgiría, no de la exclusiva voluntad de un pueblo, sino de la voluntad de todos y cada uno de ellos. Los hombres de esta América, la América ibera y mestiza, no se erigen en jueces de humanidad, ni en donadores de libertades, sino que ofre- cen, pura y simplemente, sus propias experiencias-y-la_expe-riencia de voluntad en el logro de las metas y derechos que consideran han de ser propios de todos los hombres y pueblos.

¿Y qué sucede con los rusos, con su historia de tiranías, tanto varegas como mongolas? La historia de un pueblo que obligado a obedecer a sus señores ha dado origen a ideas de libertad que igualmente ofrece al mundo entero. Fedor Dos-toyevski (1821-1881), en un discurso en el que recuerda al poeta Pushkin en 1880 habla del pueblo ruso diciendo : "Digo tan sólo que de todos los pueblos de Europa, es el pueblo ruso el más capacitado para recoger la idea de la unión de todos los hombres, del amor al prójimo, del juicio imparcial, que perdona lo hostil, distingue y disculpa lo diverso y con-cilia las antítesis."

Nosotros

sostenemos que este pueblo [... posee y puede guardar en lo más hondo una fuerza espiritual que todo lo concilia y todo lo une. [ ] Y, por último aunque realmente fuera in-dispensable, para tener derecho a amar a la Humanidad, po-seer un alma que todo lo concilie y el don de no odiar a los pueblos extranjeros por no ser como nosotros, y, además, abri-gar el deseo de no encerrarse en la propia nacionalidad, apar-tándose de todas las otras y apercibiéndose contra ellas, de suerte que todo sea para nuestro pueblo, teniendo a los demás por algo así como limones a los que sacarle jugos

4 Simón Bolívar, Carta de Jamaica, UNAM, México, 1978. Simón Bolívar, "Un pensamiento sobre el Congreso de Panamá",

Obras Completas, II, Editorial Lex, La Habana, 1947, pp. 1214-1215. 6 Fiódor M. Dostoyevski, "Para un discurso sobre Pushkin", Obras

Completas, III, p. 1430.

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Eso

de ser un ruso auténtico no significa otra cosa que afanarse por conciliar en uno mismo definitivamente las antítesis eu-

--ropeas, mostrarle a-la-nostalgia europea su-salvación-en la-omni- humana y omniconciliadora alma rusa, albergar en esa alma a todos con amor fraternal, y de ese modo decir acaso la última palabra de la grande, general armonía, de la fraternal inteli-gencia de todos los pueblos, según la evangélica ley de Cristo.

-Pero, ¿cómo es posible-que -un -pueblo -como el-ruso, pobre, sufrido, sin recursos materiales, pueda dar a la humanidad lo que aquí se pretende? "¿Cómo imponernos semejante em-

_presa-nosotros —pregunta_Dostoyevski---, nuestro pobre y no cultivado país? ¿íbamos a estar predestinados a decirle al mundo una palabra nueva?" 7

El escritor ruso contesta a esta pregunta diciendo que no habla de triunfos económicos, de ciencia, ni de los triunfos de la espada. "Hablo únicamente de la fraternidad entre los hom-bres y de que para esa unión fraternal, universal, puede que sea el pueblo ruso el mejor dispuesto, y más llamado." La fuerza del pueblo ruso, para Dostoyevski, es una fuerza me-siánica. Como Cristo, el pueblo ruso se ha formado en la po-breza, en el sufrimiento, pero como Cristo, no necesita de riquezas materiales para llevar a los hombres a la concilia-ción, a la fraternidad. "Será pobre nuestro país" ; pero ese pobre país "lo ha recorrido Cristo en la figura de un pobre siervo", bendiciéndolo. "¿Por qué no habríamos, a pesar de nuestra pobreza, de llevar en nosotros su última palabra? ¿No nació Él mismo en un mísero establo, en un pesebre?" 8 El pueblo ruso, pobre pero trabajador sin límites, lleva en su modo de ser el mensaje mesiánico de salvación de los hom-bres, en la conciliación que han de mantener entre sí. Pueblo que hará de su, sufrimiento, como Cristo, del que se siente encarnación, instrumento de salvación de los otros hombres ; de la humanidad misma... Con el tiempo, esta imagen será encarnada en el proletariado que hará la revolución para cam-biar no sólo su situación y expandirse como nación, sino para salvar a la humanidad_.

Tres mensajes, tres actitudes que tienen su raíz en la his-toria en que se han foimado los pueblos que las sostienen : el británico, el íbero y el ruso. El primero haciendo de su pro-

Ibid., p. 1445. 8 Ibid., p. 1446.

pia y exclusiva felicidad, la felicidad de los otros, el segundo incorporando al resto de los hombres a un orden solidario del que se considera agente, y el tercero haciendo de su propia pobreza y sufrimiento instrumento para la riqueza espiritual y felicidad del resto de los hombres. El uno es individualis-ta, partiendo de una individualidad que por serlo es indivisa y que sólo puede ser modelo para otras individualidades, sin -que se sienta-responsable-por-ellas. El otro es personalista, buscará ampliar en otra persona su propia personalidad, con-fundiendo y confundiéndose con otras personalidades. El ter-cero es comunitario, instrumento en el logro de una frater-nidad que ha de ser universal.

OCCIDENTALISMO Y ESLAVISMO

Aleksandr Herzen y Fiódor Dostoyevski son expresiones del alma dividida que caracteriza a pueblos obligados por la his-toria a mantenerse en los límites de una doble cultura : la propia y la europea, de la que también se sienten parte: Es la ambigüedad de la América de la que habla Simón Bolí-var como algo peculiar a sus pueblos. Una situación que se plantea a los hispanoamericanos y latinoamericanos en gene-ral, por la herencia peninsular y por su situación en un mun-do que no es ya el europeo. Ambigüedad también expresa en Iberia, no sólo por su rnarginalización geográfica, sino esencialmente por su mestizaje con pueblos no europeos, africanos, los moros invasores, y en Rusia igualmente, no sólo por su lejanía geográfica respecto de Europa, sino tam-bién por su ineludible contagio cultural y mestizaje étnico con pueblos del Extremo Oriente, como los tártaros. Es una situación que no se planteará a los británicos, que si bien están al margen del continente europeo, no llevan dentro de sí conflictos raciales o culturales como los de Iberia y Rusia. En su expansión, los británicos rechazan toda posibilidad de mestizaje racial y cultural, considerándola contagio y degra-dación; mientras los íberos y rusos, aun manteniendo la arro-gancia hegemónica, no vacilarán en el mestizaje.,

Herzen y Dostoyevski expresan en este sentido dos actitu-des que serán características de la cultura rusa : occidenta-lismo y eslavismo. Se hará expresa la misma preocupación en España por europeizarse o bien afianzar los valores de la Es-paña que alguna vez llegó a regir los destinos de Europa ; acti-

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9 Ibid., p. 1429. 10 Ibid., p. 1430.

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tud que se proyecta en América en la lucha entre liberalismo y conservadurismo, civilización y barbarie. Herzen ve en Pe-dro I el Grande el punto de partida de la Rusia que había de contar un día en los destinos de Europa partiendo .de sus pro-pias experiencias en su lucha contra la barbarie mongola, ex-presada como herencia en el absolutismo tiránico de sus zares. En cambio, Dostoyevski encuentra en la tiranía sufrida, en la servidumbre impuesta por varegos y mongoles al pueblo eslavo, al campesino, al trabajador, el origen y posibilidad del mensaje-de fraternidad universal del pueblo ruso, superior al de una Europa autolimitada por sus intereses.

La grandeza de Pushkin, decía Dostoyevski en el discurso -eir-quelo-recordaba,-está -en haber captado el alma rusa. Un alma que los intentos reformistas de un Pedro el Grande no pudo alterar. "Aquí debernos decir ya la verdad toda; no fue en nuestra civilización actual ni en nuestra llamada cultura europea (que entre nosotros, dicho sea de paso, no existió nunca realmente) ni en esa monstruosidad de las ideas y for-ma europeas adoptadas del exterior, sino que ésta se la reveló únicamente en el espíritu del pueblo ruso y sólo en él." En este espíritu Rusia ha de alcanzar su propia salvación ; y la de la misma Europa y toda la humanidad. "i Creed en el espí-ritu del pueblo ; no esperéis sino de él la salvación, y él os salvará!" 9 La aproximación a Europa buscada por Rusia tien-de más a potenciar su propia alma que a su renunciación. En este sentido se hará expresa la afirmación de Dostoyevski que enojaría a los occidentalistas. "¿Y a qué —pregunta el escri-tor—, a qué sulfurarse porque yo dijera que nuestro misérri-mo país era posible dijese un día a todo el mundo una pala-bra nueva?" 10 Según estos críticos, para que esa palabra nueva pudiese ser dicha habría antes que transformar a Rusia en otro pueblo. De acuerdo con esta idea, "debernos desarrollar-nos económica, científica_y políticamente, y que sólo entonces podremos pensar en decir una palabra nueva a organismos (en apariencia) tan completos como las naciones de Europa". Dostoyevski considera, por el contrario, que no es de Europa de la que puede venir ya una palabra nueva, un mensaje para la humanidad. "Por el contrario, precisamente en Europa, en esa Europa donde se han hacinado tantas riquezas, está mi-nado todo el fundamento civil de todas las naciones, está

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minado todo,> y acaso mañana se venga abajo y desaparezca sin dejar huellas, para siempre, viniendo a sustituirlo algo inauditamente nuevo, distinto de cuanto hubo hasta aquí."

Pero aun teniendo que asimilar la cultura europea, dice Dostoyevski, aunque "fuera indispensable empezar por ser un pueblo rico e implantar entre nosotros la constitución eu-ropea, aun en ese caso, ¿habríamos de copiar servilmente esa constitución europea? [ ] ¿Es_que no_tenemos más reme-dio que ser una copia impersonal -y lacayuna de Europa?" 11 Preocupación semejante enema Lfainusr-en-la-Bspaña-que-busca ir más allá de la conciencia de su decadencia, a partir del conocimiento de su propia y original historia. Igualmente es la preocupación de la generación latinoamericana, del proyec-to asuntivo, antecedida por Bolívar y Bello, expresada por Bilbao, Martí, Rodó y tantos otros. No son las ciencias natu-rales, dice el escritor ruso, las que van a permitir al pueblo ruso decir su mensaje, sino el conocimiento que sobre sí mis-mo tenga el pueblo de Rusia. Reconoce Dostoyevski el celo de los occidentalistas para elevar a su patria, pero este celo ha de estar equilibrado con la exaltación de lo propio, sin caer, a su vez, en las exageraciones condenatorias de lo que se supone es ajeno al peculiar gemir de Rusia. No se trata de dejar de admirar, conocer y asimilar lo hecho por Euro-pa ; lo que se pide es que este conocimiento y admiración no impidan lo que ha de ser preocupación central del ruso, el conocimiento de la propia identidad. "Pueden ustedes decir —continúa Dostoyevski-- que nosotros nos hemos desviado de Europa, de la ciencia europea y de la reforma de Pedro ; pero en modo alguno del espíritu de nuestro pueblo, tanto más cuanto que aún no hemos podido descubrir_ese espíritu ni nos lo hemos tropezado nunca en nuestro camino." 12 Hay que educar, por supuesto, al pueblo. Hay que enseñarle a usar libertades que nunca ha tenido en su larga historia. Había que negar una historia que le había impedido el uso de sus li-bertades, pero no negar al pueblo mismo. No podemos obli-garlo "a sonrojarse de sus alpargatas y de sus kvas de anta-ño, así como también de sus viejas canciones", obligándolo a cantar cuplés, franceses, vestirse a la europea, usar el frac, como proponía en Hispanoamérica Sarmiento. No se puede educar al pueblo ruso, dejándolo sin pasado, pues "en ese

11 Ibid., p. 1431. 12 Ibid., p. 1433.

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caso tendríamos la demostración de que nuestro pueblo no es más que una horda indigna, bárbara, con la que realmente nada puede hacerse como no sea obligarla a obedecer"."

El_genio cultural ruso no es inferior al europeo, sólo es distinto, porque distintas son las experiencias de su pueblo. Es un genio abierto a las diversas expresiones de la huma-nidad. "Los genios europeos, por el contrario —sigue Dosto-yevski--, cuando se han vuelto a mirar a los demás pueblos, no han hecho, por lo general, otra cosa que cambiar la ajena nacionalidad por la suya propia, concibiéndola según idea de su nación." " En este sentido ¿qué puede significar la refor-ma de Pedro? ¿Qué la aceptación de la ciencia y cultura eu-ropea-?-1\lo-ha-sido-simple -adaptación de trajes y costumbres. Pedro tenía en mente algo más grande que la imitación por sus pueblos de otras costumbres. "De igual modo, tampoco el pueblo ruso aceptó por utilitarismo la reforma, sino con ciertos barruntos de alcanzar por medio de ella una finali-dad incomparablemente superior a la del utilitarismo." ¿Cuál fue ese fin ajeno a la reforma y al utilitarismo apropiado? De allí surgió

ese anhelo de una vital unión de los hombres, de una unión, decimos nosotros, universal. Sí, el sino de los rusos es, indis-cutiblemente, universal, ruso auténtico, integral; sólo él puede llamarse (es decir en último término, no lo olvidéis) un her-mano de todos los hombres, un omnihombre, si os place. ¡Oh!, toda nuestra división en eslavófilos y occidentalistas no es otra cosa que un gran equívoco, aunque se trate de un equí-voco históricamente necesario. A un ruso auténtico le son Euro-pa y el destino de toda raza aria tan caros como Rusia misma, cual la suerte de su propio país, pues precisamente nuestro destino se cifra en la realización de la idea unitaria en la Tie-rra, pero no mediante la espada, sino por el poder del amor fraternal y de nuestro fraternal esfuerzo por la unión de los hombres de lograda unidad.15

MESIANISMO Y LIBERTAD

Aleksandr Herzen piensa que la disyuntiva se plantea entre civilización y esclavitud. La civilización prepara al hombre

15 Ibid., p. 1434. 14 Ibid., p. 1443. 15 Ibid., p. 1445.

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para romper con la esclavitud que, a lo largo de siglos, le ha venido siendo impuesta. "Civilización y esclavitud—dice Her-zen— lamentablemente, ni siquiera existe un telón entre am-bas para impedir que nos sintamos aplastados, interior y exte-riormente entre dos extremos-que-se-tocan." Está _de_acuerclo con Dostoyevski en que Rusia puede llevar un mensaje a la humanidad; pero sólo cuando haya roto con lo que le impi-de colocarse a la altura de los pueblos que han alcanzado su liberación. La occidentalización propuesta por la reforma resultará inútil si previamente nn ce clan las posibilidades de vida que permitan el uso de los bienes- de la occiden-talización. "Se nos da una educación amplia, se nos inoculan los deseos, las tendencias, los sufrimientos del mundo con-temporáneo, y se nos grita : Manteneos esclavos,-mudos-, pasi-vos, o estáis perdidos.' [ ... 7 Hemos robado la civilización y Júpiter, nos quiere castigar con el mismo encarnizamiento con que atormentó a Prometeo•" 17 El mal está en el modo de ser en que ha sido formado el ruso, que no coincide con los ideales de la Europa de la que quiere ser parte. Ésta es, en opinión de Herzen, la_tragedia de toda la literatura , rusa, de toda su cultura. Un pueblo lleno de''-ideales que la realidad impide hacer realidad. Éstos son Pushkin, Rileiev, Griboide doy, Lermentov, Venevitinov, Kolzov, Belinski, Polezhaiev, Ba-ratinski y Betushev, todos muertos jóvenes, asesinados, en carcelados o en el destierro. Todos ellos estrellándose ante la realidad de Rusia bajo la tiranía de Nicolás I.

Frente a esta realidad, esta desesperación, surgirán las dos opciones eslavismo u occidentalización. La combinación de ambas parecerá imposible. Habría que reconstruir a Rusia, a partir de lo que es, o hacer de ella otra cosa, ajena a su pro-pia naturaleza. Algo semejante se le planteará a España, cons-ciente de su decadencia colonial, y a la América ibera ante el porvenir, rotas las cadenas de la colonización. En Rusia, el 14 de diciembre de 1825 estalla la insurrección frente_al_ des-potismo y, como respuesta, la brutal represión sobre el pue-blo que ha asimilado la reforma de Pedro el Grande. Enton-ces se hará expresa la alternativa entre lo que se era .y lo que se quería ser. Caían las ilusiones, "el pueblo era el espectador —dice Herzen— del 14 de diciembre. Todo hombre conscien-te veía el resultado terrible del divorcio entre la Rusia nacio-

16 Aleksandr Herzen, El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, Siglo XXI Editores, México, 1979, p. 139.

17 Ibid., p. 140.

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nal y la europeizada". Los vínculos rotos. "Unos pensaban que no se llegaría a nada dejando a Rusia a remolque de Europa. Sus esperanzas las fundaba no en el porvenir sino en el retorno al pasado. Otros no veían en el porvenir más

-que-infelicidad y desolación. Maldecían -a la-civilización-híbri-da y al pueblo apático." 18 Muchos se exilian hacia la Euro-pa de la que ya no podía formar parte Rusia ; otros se queda-ron rumiando la desgracia. Seguirán los sacrificios de una

--generación_que_no_ acierta a conciliar lo que parecía inconci-liáble, o a atinar un mínimo posible en las encontradas opcio-nes. "¿Quién es entonces este monstruo que se llama Rusia que necesita tantas víctimas y que no deja a sus hijos más que la triste alternativa de perderse moralmente en un medio anti-pático que niega todo lo que existe de humano o los obliga a morir al comienzo de su vida?" 18 Los hombres de cultura se abren las entrañas para poder saber, para conocer la iden-tidad de este extraño monstruo que es la Rusia de la que ellos son parte. Se escuchan gritos de dolor en la crítica que corta hondo en las entrañas de la nación. "Pero para que ese grito pueda escaparse—dice Herzen— es necesario que existan par-tes sanas y una gran fuerza de rehabilitación." De allí el interrogante: "¿dónde están las pruebas de que el pueblo ruso puede levantarse?, ¿y cuáles son las pruebas en contra?" " Se discuten encontradas explicaciones y soluciones. "Después de 1840 —sigue Herzen—, dos opiniones absorbieron la aten-ción pública." Pasaron de la literatura a la sociedad. "Habla-mos del paneslavismo moscovita y del europeísmo ruso." 21 La revolución de 1848 en Europa, aplastada también por la reacción, pondrá fin a una discusión y a la polémica. La solu-ción no parecía estar en Rusia pero, después de esa fecha, tampoco en Europa. ¿Dónde entonces?

La solución resultará una paradoja : de la regeneración de Europa vendrá la de la Rusia que ha hecho suyos sus ideales y que, antes que ella, ha visto su frustración. Por ello Rusia ha de luchar para salvarse, salvando a Europa. A la par con los frustrados soñadores europeos, los frustrados soñadores rusos podrán luchar por la realización de ideales comunes. Habrá que volver sobre sus propias experiencias, como Euro-pa ha de volver sobre las suyas, preguntándose sobre las

18 Ibid., p. 152. Ibid., p. 167.

20 Ibid., p. 172. 21 Ibid., p. 173.

causas de sus frustraciones y tratando de superarlas. Son experiencias de Rusia que la reforma de Pedro I puso en mar-cha para su incorporación a la Europa humanista que creía en la libertad de los hombres .y en el derecho de los pueblos a la autodeterminación ; la experiencia de la Europa del Renaci-miento, la Reforma religiosa, el racionalismo de las luces y la Revolución francesa. Fue el propio gobierno ruso el que dio el paso atrás, retrocediendo a pesar de haber impulsado la Reforma.

El tiempo de la reacción contra la reforma de Pedro I —dice Herzen— había llegado, no sólo por intermedio del gobierno, que retrocedía frente a sus propios principios y renegaba de la civilización occidental en_nombre_de la cuaLRedra I había pisoteado la nacionalidad, sino también de los hombres que el gobierno había alejado del pueblo bajo pretexto de civili-zación y que comenzó a detener cuando se convirtieron en civilizados.22

Los supuestamente civilizadores gobernantes que siguieron a Pedro resultaron ser tan déspotas como los bárbaros que, he-redado el sistema- mongólico,-habían antecedido a Pedro. El fracaso del proyecto civilizador de Pedro I llevaría a la pre-gunta de si no estaría la solución en la vuelta al pueblo mis-mo, en su conocimiento. "¿No sería necesario volver a un orden de cosas más afín al carácter eslavo y. abandonar el camino de una civilización exótica y forzada?" Los eslavófi-los, dice Herzen, cometieron el error de confundir la pregunta con la respuesta. De esta forma los eslavófilos se lanzaron contra la reforma de Pedro y retornaron su admiración "a las formas estrechas del Estado moscovita y, abdicando de su propia razón y de su propia lucidez, corrieron a refugiarse con fervor bajo la cruz de la Iglesia griega"." Retornaron al cristianismo ortodoxo dueño de la verdad abandonada por la Iglesia-de Roma.-Pero,_¿ qué es-esta_Bizancio_sino_Roma, la Roma de la decadencia, pero una Roma sin reminiscencias gloriosas y sin remordimientos? ¿Qué nuevos principios apor-tó Bizancio a la historia? ¿Acaso la ortodoxia griega? Pero eso no es más que un catolicismo apático"." Era un cristia-nismo semejante al catolicismo, del que hiciera gala la Es-paña imperial y por el cual volvió a su vieja marginación al

22 Ibid., p. 174. 28 Ibid., p. 175. 24 Ibid., p. 176.

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otro lado de los Pirineos, la misma marginación en que se mantuvieron, sus colonias en América para terminar siendo vistas como simple botín por la Europa occidental y su prolongación en Norteamérica. -E1 poderla-lglesiarorientál slranzó_a partir del prínci-

pe Vladimiro en plena Edad Media, poder que luego fue frena-do por Pedro el Grande, volvía a ser visto como posibilidad de salvación de Rusia. "El eslavismo que esperaba la salva-ción de Rusia por la rehabilitación del régimen bizantino-mos-covita7n-o e-mancipaba-sino que ataba, no avanzaba, sino que retrocedía." En cambio, los europeístas, que, eran acusados de querer imponer nuevas cadenas, lo •que querían en realidad era librar a Rusia de todas las cadenas, tanto las alemanas como las eslavo-ortodoxas. En defensa de la solución esla-vista surgieron hombres de talento y energía, pero al mismo tiempo fanáticos e intolerantes. Contra este fanatismo se alza-ron gentes como Vissarion Belinski (18114848). "Se trataba de un hombre de talento y energía —dice Herzen—, al que no faltaban convicciones fanáticas. Belinski era, además, audaz,

_ intoleranib, irascible y nervioso." 25 Como Herzen, Belinski se abocó al estudio de -Hegel, adaptando su filosofía = a la lucha que emprendería contra el absolutismo que veía asomaba en la solución eslavista. Belinski estaba contra todo absolutis-mo incluyendo el sostenido por Hegel• Como expone Herzen, decía

Vosotros queréis hacerme creer que la finalidad del hombre es la de llevar el espíritu absoluto a la conciencia de sí mismo. Vosotros os contentáis con este papel, pero, en lo que a mí respecta, no soy lo suficientemente imbécil como para servir de órgano involutario de cualquier cosa. Si pienso y sufro, lo hago por mí mismo. Vuestro espíritu absoluto, si existe, me es desconocido. Y no tengo interés en conocerlo, porque no te-nemos nada en común 26

De eSta forma enfrentaba Belinski a la ortodoxia, aunque ésta fuese la del racionalismo occidental. Ni la ortodoxia lógica ni la ortodoxia religiosa ; el hombre tenía que pensar y creer a partir de sí mismo. Pero en este sentido, y en la Rusia de esos días, dice Herzen, Belinski estaba en desventaja. Lbs es-lavófilos defendían la ortodoxia y la nacionalidad, mientras

25 Ibid., p. 179. 26 Ibid., p. 182.

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los europeístas atacaban a ambas. Belinski tenía que ser pru-dente para evitar que voces como la suya fuesen calladas. Esto no quiere decir que los eslavófilos fuesen partidarios del gobierno ; pese a ello, el gobierno sacaba de su postura el ma-yorprov_echo Por_eLcontrario„"Belinski y sus amigos no opu-sieron a los eslavos ni una doctrina ni un sistema exclusivis-ta, sino una fuerte simpatía por todo lo que agitaba al hombre contemporáneo ; un amor sin límites por la libertad de pen-samiento y un fuerte odio por todo lo que limita : la autori-dad, la fuerza _o la fe. ConsiderabanLla-euestión-nasa y eu-ropea de una manera_totalmente distinta_a_corno ld_hacían los eslavófilos." 27

El error eslavófilo será pretender, en su decepción de Europa; abandonar la búsqueda de una solución común a eu- ropeos y rusos. "En relación con su pasado y con el de Europa —dice Herzen--, Rusia estaba ubicada en una pers-pectiva nueva que favorecía muy favorablemente al desarrollo de la independencia personal." Pero lejos de aprovechar esta situación,- la despojaban de la ventaja que la reforma le había aportado. "Odiando, al igual que nosotros, el presente de Ru-sia, los eslavófilos querían tomar del pasado vínculos seme-jantes a los que frenaban la marcha del europeo", como el des-potismo, ortodoxo o no. El despotismo que encontraba su apoyo en la -región, lo mismo fuese, la de la Roma bizantina que la de la Roma occidental. En Europa era la ortodoxia católica de Roma la que participaba en la contrarrevolución, poniendo límites y ahogando libertades por las que el europeo había luchado durante siglos. Los eslavófilos confundían el individualismo europeo con su degradación, el egoísmo. De este egoísmo, confundido con el individualismo, hacían de-pender el fracaso democrático liberal europeo. Por ello "nos presentaban continuamente el cuadro de la disolución eu-ropea, del marasmo de los pueblos, de la importancia de las re-voluciones,sle _la proximidad a una crisis fatal y sombría"." Mucho había de verdad, pero no en considerar el origen de todo ello al individualismo confundido con egoísmo empeña-do en que no fuesen afectados sus intereses. Tampoco en re-chazar una filosofía que respetaba al, individuo y que lejos de limitar su desarrollo lo hacía partícipe del desarrollo de la sociedad. Una filosofía que los eslavófilos consideraban es-timulaba, tan sólo, el egoísmo.

21 Ibid., p. 185. 28 Ibid., p. 187.

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Herzen, en su crítica al eslavismo, anticipaba un futuro que un día habría de expresarse. La Rusia mesiánica de que hablaba Dostoyevski, la que podría redimir a la humanidad con su propio sufrimiento, se perfilaba ya como un nuevo

_absolutismo y_ortodoxia que no sólo podrían salvar a la hu: manidad, sino incluso obligarla a ser salvada. La salvación de la humanidad por el pueblo sufrido de Rusia, o por el pueblo en abstracto : por los trabajadores, los proletarios del mundo. El pueblo ruso como el proletariado mundial, como

--nuevos-rnesías,sufriendo por--toda-la humanidad para salvar-la. Otro ruso, heredero de este afán redentorista, Lenin, ha-blará lustros más tarde de la dictadura del proletariado como vía de salvación y justicia para todos los pueblos del mundo.

—Ya-no la salvación por la ortodoxia-bizantina o la ortodoxia Católica, sino la salvación por la revolución que habría de dar a todos los hombres conciencia y posibilidad de sus li-bertades, y .a los pueblos conciencia de su capacidad de au-todeterminación. Pero son metas que habrían de ser alcan-zadas a lo largo de nuevos y mayores sacrificios, de nuevos y mayores sufrimientos.

LIBERTAD E INTOLERANCIA

Herzen, como muchos miembros de su generación, temía a los idealistas, que ponían de lado la realidad y declaraban como Hégel: ¡ peor para la realidad, si ésta no se conforma a las ideas ! Herzen no cree en abstracciones, como no cree en un eslavismo que se propone salvar a Rusia con un nuevo absolutismo. No cree tampoco en los conductores de masas cuya acción habrá de salvar a los mismos individuos. La sal-vación ha de ser individual, pero no a la manera británica que hemos analizado, sino como algo propio, que ha de ser compartido con otros individuos para que la acción en con-junto tenga éxito. No en la relación de sociabilidad como contrato, del que nos habla el sociólogo Tonnies, sino por la de comunidad. Tampoco una comunidad gregaria como la de las abejas o las hormigas, sino la comunidad propia de hom-bres iguales entre sí ; iguales, no tanto por lo que tienen de semejante como por lo que tienen de distinto, esto es, de per-sonas o individuos. Los idealistas, precisamente, dirá Her-

-zen, olvidan estas pequeñeces y se empeñan, en nombre de todos, en salvar a todos aunque éstos no lo hayan solicitado.

MESIANISMO Y ORTODOXIA ESLAVA 163

"Los idealistas —escribe Herzen— son niños muy mimados y muy cobardes. C .._I Los idealistas son cobardes frente a la verdad, la rechazan; temen los hechos que no se ajustan a sus teorías. Creen que el mundo no tiene salvación si no marcha por los-caminos-cleseubiertos." IP-A-uno de estos-idea-listas escribe diciéndole: "Usted se queja porque los pueblos no realizan las ideas que usted más estima, que son claras para usted, porque no saben salvarse, valiéndose de las ar-mas que usted les ofrece, y poner término a sus sufrimien-tos. Mas -¿por-qué-piensa-usted-que-el - puebla debe realizar precisamente las ideas de usted y no las de él, precisamente hoy y no mañana?" 30 Estos mismos idealistas piensan que las masas son algo que puede ser maleable a voluntad, la voluntad de ellos. No piensan que las masas están Tormadas por individuos, por personas, que han de recibir y adaptar las ideas que se les ofrecen. Y que el conjunto de esas múl-tiples voluntades es lo que origina el éxito, pleno, relativo o nulo de las ideas propuestas.

Las masas —dice Herzen— están llenas de tendencias-obscuras, de impulsos_apasionados;_ en_ellas _el _pensamiento no está _di-vorciado de la fantasía, no queda como entre nosotros, en el estado de teoría, sino que se transforma inmediatamente en acción; si resulta tan difícil inculcarles una idea, es porque la idea no es para ellas una broma. Por eso se adelantan a veces a los pensadores más atrevidos, los arrasan a pesar suyo, abandonan por el camino a quienes rendían culto ayer y que-dan a la zaga de otros, a pesar de la evidencia; como los ni-ños, como las mujeres, son caprichosas, impulsivas, incons-tantes.31

Las masas, por su modo de ser, no entienden la libertad 'y la enfrentan si estorba sus impulsos. Siguen entonces a quie-nes satisfacen tales impulsos sin preocuparles las consecuen-cias de esta adhesión. Por ello, "las masas aman la autori-dad. Siguen cegadas por el arrogante brillo del poder ; las ofenden quienes"pes uanecen solos. Por igualdad entienden igualdad de expresión". Creen en el socialismo, agrega Her-zen, pero sólo en aquel que consideran ha de beneficiarles. "Desean un gobierno social que gobierne para su beneficio y

29 A. Herzen, "Desde la otra orilla", Obras filosóficas, escogidas, Edi-ciones Lenguas Extranjeras, Moscú, 1956, p. 403.

39 Ibid., p. 405. 31 Ibid., p. 406.

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no, como el actual, contra él. Pero no les pasa por la cabeza gobernarse por sí mismas." 32 Tal es el peligro que Herzen encuentra en un eslavismo que pondera la masa como raza y no a los individuos que la forman. El eslavismo que descan-sa en la autoridad de los viejos zares y en la ortodoxia cris- tiana. Ortodoxia política y religiosa. Eslavismo que hace del pueblo un mesías dispuesto al sacrificio, pero también a im- poner el sacrificio. El fanatismo exige sacrificios de los mis-mos redimidos. El autosacrificio para redimir a otros es tam-bién exigido a estos otros para su redención. "La sumisión de individuos a la sociedad —al pueblo—, a la humanidad —a la idea—, es una continuación del sacrificio humano —dice Herzen—. La crucifixión del inocente por el culpable f ...1 el individuo que es la verdadera y la auténtica morada de la so-ciedad, siempre ha sido sacrificado a un concepto general, a algún hombre colectivo, a una u otra bandera." 33

Lo que critica Herzen del obscuro proyecto redencionista, lo critica, igualmente, del racionalismo abstracto que olvi-da la fuente de su existencia, el individuo, la persona. Por ello dice : "El mundo no conocerá la libertad hasta que todo lo que es religioso y político se transforme en algo sencillo y humano, se vuelva susceptible de crítica." 34 Hegeliano como Belinski y otros miembros de la generación que enfrentaron el autoritarismo de su tiempo, rechaza una razón manipula- dora cuya fuente se encuentra en no se sabe qué intereses y sacrifica al hombre origen de toda razón. En este sentido en- frenta el proyecto civilizador que pide sacrificios en el pre-sente para el logro de un futuro del que los supuestos benefi-ciarios resultan ser sólo instrumentos. "Si el progreso es la meta —pregunta-- ¿para quién estamos trabajando? ¿Quién es ese Moloch que, cuando sus fieles se acercan, en lugar de recompensarlos retrocede siempre?" Un progreso sin fin, con infinitos sacrificios con los que nunca se alcanza la meta prometida. Hombres sacrificados para crear pisos sobre los que otros bailen, miserables galeotes que arrastran una bar-ca de la que sólo son medio, nunca fin. ¿Qué es esa promesa de progreso en el futuro? "Una meta infinitamente remota no es una meta, tan sólo un engaño ; una meta debe ser más

82 Véase Isaiah Berlin, Pensadores rusos, Fondo de Cultura Eco-nómica, México, 1979, p. 185.

83 Ibid., p. 187. 34 Ibid., p. 190.

cercana." 35 Cercana a lo cotidiano, a lo que vive el hombre concreto que lucha por alcanzarla. "Por lo menos el salario del trabajador, o un placer en el trabajo desempeñado." Para Herzen "el fin de cada generación es ella misma".36 La his-toria es, para el pensador ruso, permanente improvisación, continuos imponderables en los que los hombres se expresan como entidades concretas que son. La vida hay que vivirla, no existe ni puede existir un libreto que diga a los hombres cómo han de actuar. Toda acción ha de tener su origen en la personalidad, la individualidad, que hace de los hombres entes humanos y no de zoológico. Por ello el "desmantelar la Bastilla, piedra por piedra, no hará de las personas hom-bres libres"?' Lo que hay que desmantelar son las piedras que se incrustan en el cerebro del hombre y anquilosan su razonamiento.

Vissarion Belinski (1811-1848), admirado por Herzen, man-tiene en su tormentosa existencia una ambigua preocupación por la libertad. Libertad en el sentido en que la entendía Herzen, pero también la necesidad de imponer tal libertad a las masas, aunque fuese por la fuerza. Está de acuerdo con Herzen respecto a que la masa como tal es un impedimento para la libertad de los individuos. Para salvar al individuo hay que redimir a la masa de la que es parte. Y para redimir a la masa hay que educarla u obligarla. Belinski declara : "Es-toy empezando a amar a la humanidad a lo Marat; para ha-cer feliz a la porción más pequeña de ella, creo que estoy dispuesto a destruir a los demás, por el fuego y por la es-pada." De ahí deduce un socialismo como promesa de igual-dad, por el que los individuos habrán de salvarse como masa o pueblo. Mediante este socialismo "llegará el día —dice Be-linski— en que nadie será quemado vivo y a nadie le corta-rán la cabeza [...1 no habrá ricos ni pobres, ni reyes ni súbditos, los hombres serán hermanos"?' Belinski es la otra cara del pensamiento de Herzen, la cara que éste teme, la cara de la libertad corno resultado de un acto redentor forzoso. Es la dictadura para la libertad, la misma preocupación que se plantea también en el mundo íbero, tanto en la penín-sula como en el continente americano. En Rusia surge lo que Isaiah Berlin llama un socialismo premarxista. Se perfila en

53 Ibid., p. 191. '3 Ibid., p. 192. 37 Ibid., p. 197. 58 Ibid., p. 326.

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este pensamiento una revolución que antes que en Europa se hará realidad en Rusia, la misma revolución que Carlos Marx imaginaba sólo para pueblos que hubiesen alcanzado, antes, la civilización deshumanizada de que habla el propio 13elinski.

La preocupación de los intelectuales occidentalistas respec-to a dar al pueblo ruso una estructura política moderna, una constitución foirnal y con ella la supuesta libertad, es para Belin_ski, pese a ser el mismo occidentalista, un absurdo. Pri-mero hay que educar para el uso de la libertad, después se podrá otorgar ésta. "Si cada uno de los individuos que inte-gran la Rusia pudiese alcanzar la perfección por medio del amor, Rusia sería el país más feliz del mundo sin política; la educación, tal es el camino de la felicidad." 39 La misma preocupación y demanda la encontramos en ese mismo tiem-po en el pensamiento latinoamericano." Y esta posibilidad sólo la puede dar el poder constituido. La Rusia de Pedro el Grande fue un ejemplo de lo que podía y debía ser logrado por el camino de la educación; de la educación obligatoria para la= libertad, gustase o no a quienes la reciben. Belinski escribe diciendo

Pedro es una prueba clara de que Rusia no desarrollará su libertad y su estructura civil a partir de sus propios recursos, sino que la recibirá de manos de los zares, como tantas otras cosas. [ ... ] Somos, si así lo quieres, esclavos, pero ello es por-que necesitamos ser esclavos. Rusia es como un niño y necesi-ta una nodriza. [ ... 1 Dar al niño la libertad completa es arrui-narlo. Dar. a Rusia en su estado actual una constitución es arruinarla. Para nuestro pueblo la libertad [ ] simplemente significa licencia. [ ] La esperanza de Rusia es la educación, no [ ...] constituciones, no revoluciones .41

Belinski, sin embargo, cambiaría esta idea sobre que el Es-tado fuese capaz de dar al pueblo lo que éste necesitaba. La Rusia de Nicolás I no era la Rusia de Pedro I. Los caminos para la -liberación del pueblo ruso tenían que ser otros que no los del zarism o, que negaba ya el proyecto civilizador de Pedro el Grande.

Pero, ¿qué es lo que pretendía rescatar Belinski por esta vía? Lo mismo que Herzen : la personalidad, la individualidad

89 Ibid., p. 315. 4° Véase América en la historia, Revista de Occidente, Madrid, 1970. 41 Berlín, ibid., p. 316.

del hombre. "La personalidad humana —dice—, está hoy, para mí, por encima de la historia, por encima de la sociedad, por encima de la humanidad." 42 Herzen recuerda cómo Belinski se enfrentaba a su maestro Hegel porque hacía de la perso-nalidad humana simple instrumento del espíritu despersona-lizado de toda la humanidad. "Así pues —decía Belinski—, no creo para mí, sino para el espíritu. [ ¿Qué clase de idiota creen que soy? Preferiría no-ser capaz de pensar. •¿Qué me importa a mí la conciencia del Espíritu?" Qué importa lo que dice Hegel de la moralidad propia del Espíritu, que en el reino objetivo de éste carece de sentido la moralidad propia de los hombres. "Aun así si yo llegara a lo más alto de la es-cala del_desarrollo_humano, en ese punto aún _tendría que pe-dirle [a Hegel] que me explicara todas las víctimas de la vida y de la historia, todas las víctimas del accidente y de la su-perstición, de la Inquisición y de Felipe II. De otra fauna ten- - dría que arrojarme desde lo alto." 43 Oponiéndose al socialis-mo abstracto : "j Ser social o morir Esto es mi lema. ¿Qué me importa a mí que algo universal viva en tanto que el in-dividuo sufra, que el genio solitario viva en el cielo mientras el rebaño comían se revuelva en el lodo?" Socialismo de hom-bres concretos y para hombres concretos que viven y mueren en cada instante; de hombres que están allí, frente a los ojos y la conciencia. Hombres de carne y hueso, con sus sueños y limitaciones, no abstracciones de hombres que no tienen exis-tencia real. "No puedo soportar la vista de niños jugando descalzos en el arroyo, de hombres pobres en andrajos, del cochero ebrio, del soldado que vuelve del servicio. [ 1 Cuan- do doy una moneda a un soldado o a un mendigo siento de-seos de llorar, huyo de él como si hubiese hecho algo terri-ble." 44

A lo largo de la literatura rusa se hará expresa una doble preocupación por el individuo como persona y por la masa como crisol de donde éste debe surgir o ser sepultado. Por un lado, la salvación del hombre por la razón, pero por su propia razón y no por la de los demás ; por otro, la razón en abstracto que determina la salvación o perdición del indi-viduo. Se entiende en este último sentido la razón que asiste al inquisidor de Dostoyevski para salvar al individuo por la hoguera, o bien la razón corno la entenderá el occidentalista

42 Ibid., p. 322. 43 Ibid., p. 323. 44 Ibid., p. 324.

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Iván Turgueniev (1818-1883), que en su obra enfrenta a una generación de hombres que buscan la libertad, pero por dis-tintos y encontrados caminos, por la razón individual o la vio-lencia. ¿Salvar por la fuerza?, pregunta uno de sus persona-jes. "¿Fuerza? También tienen fuerza los salvajes kalmukos mongoles." ¿Para qué la fuerza? "La civilización y sus frutos nos son caros. Y no me diga que son inútiles [ el más miserable pintamonas [ el pianista que aporrea las teclas en un restaurante [ son más útiles que usted, porque re-

-presentan la civilización y no la fuerza bruta mongola." 45 Es el punto de vista de Pavel Korsanov enfrentado al de Baza-rov. El racionalista y civilizado frente al nihilista que busca el-cambio-de la sociedad y sus individuos. Del primero son las palabras citadas, del segundo la búsqueda del cambio so-cial por la fuerza, la violencia y el despotismo absolutista pero salvador. ¡ Hay que destruir todo !, grita Bazarov, a lo que pregunta Pavel Korsanov : ¿Todo? Sí, ¡ todo ! "Así pues, lo destruís todo —insiste Korsanov— [ pero seguramente, también hay que construir. [ Eso —contesta Bazarov--, no nos toca a nosotros [ . . . Lo primero es despejar el cami- no." [ El primer deber de un hombre es desarrollar sus propios poderes, ser fuerte y racional, crear una sociedad en que otros hombres racionales puedan respirar y vivir." Es Belinski redivivo en la obra de Turgueniev. Nosotros quere-mos luchar para hacer posible un mundo nuevo. No nos de-tiene piedad alguna. Bazarov, criticando el blandengue libe-ralismo de su amigo Pavel Korsanov, le dice

No estáis hecho para nuestro tipo de vida, solitaria, dura, amar-ga. [ ] No ereis insolente, no ereis grosero, todo lo que tenéis es la audacia, la impulsividad de la juventud, y eso no basta en nuestro trabajo. [... ] Nosotros deseamos luchar. [ ] Nues-tro polvo velará vuestros ojos, nuestra mugre manchará vues-tras ropas, aún no habéis llegado a vuestro nivel, aún no podéis dejar de admirarnos, os gusta castigaros y eso nos. aburre. En-tregadnos a los otros [ ], son ellas los que desearnos que-brantar. Tú eras un buen compañero, pero de todos modos, no eras más que un muchacho liberal blando y bellamente educado.47

45 Iván S. Turgueniev, Padres e hijos, Maestros Rusos, Editorial Pla-neta, Barcelona, 1960, p. 931.

46 Ibid., p. 928. 47 Ibid., p. 1060.

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¿No es ésta otra forma de expresión que anuncia caminos de liberación que no son ya los de Europa, los del mundo oc-cidental? ¿No es ésta la forma como el encadenado Calibán contesta a su esclavizad& Próspero? ¿No es la maldición de la barbarie;-el mal- decir-las-enseñanzas_que_imp_uso_Próspero a Calibán? Es otra expresión de identidad que busca sus pro-pias respuestas a las impuestas lecciones de Próspero. Una nueva racionalización incomprensible para el mundo que se consideraba el centro de la razón y de lo humano, la huma-nidad por excelencia. Otro--discursoidesde-la-marginalización y la barbarie, que buscará su propia coherencia para hacerse entender, un discurso que aápirará a romper con la ambigüe-dad que ha resultado de su marginalización de una cultura que considera propia pero la barbariza, de -una—cultura de la que se dice es también expresión. •

ORTODOXIA ESLAVA Y CIVILIZACIÓN EUROPEA

En Iván IV de Rusia, llamado el Terrible o el Temible, con-fluye el mundo contradictorio de su pueblo, la historia en que se dan cita sus diversas expresiones, el encuentro con Oriente y del Norte con el Sur del planeta. De igual, forma confluye este mando en Isabel de Inglaterra y en el taciturno Felipe II de España. Felipe, heredero de un Imperio en ultra-mar al cual sólo ve como instrumento para mantener la hege-monía de España en Europa. Isabel, por el contrario, está alerta en la búsqueda de vías que conduzcan a Inglaterra a la formación de un nuevo imperio. Iván inicia su expansión hacia el oriente de Rusia con la toma de Kazán, pero ya pre ocupado por Abrirse paso en el Báltico para actuar en los destinos de Europa. Un Imperio ha llegado a su apogeo : el ibero ; otro se inicia como proyecto central, y el tercero, el ruso, se forma sin proyecto, encandilados sus _creadores por hacerse presente en Occidente.

Con el trono de. Moscú, Iván heredaba, también, el domi-nio .espiritual d.e la Iglesia ortodoxa. Era señor de la Tercera Roma, a la que le diera consistencia Iván III el Grande. Con esta herencia unía el poder material y el poder espiritual para poder hacer de su, pueblo instrumento de sus proyectos. Iván, lleno de miedos en una corte que lejos de acatar su mando era una amenaza permanente de su-.vida, aprendió y practicó lo que le habían aconsejado : "Si no les amenazas con terror

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no lograrás imponer la ley en esta tierra." " Por ello cuando exigió y fue coronado se hizo llamar "Zar Autócrata de toda Rusia". Él encarnaba el poder terrenal y el poder divino. Iván acabó viéndose a sí mismo como instrumento del bien y a sus opositores como instrumentos del mal. Heredaba, dice Harold Lamb, la corona de Moscú y con ella las responsabilidades de los desaparecidos emperadores de Bizancio. Bizancio, que ha-bía caído en poder de los turcos en 1453, recordaba su vigen-cia en Moscú, e Iván, corno heredero del-Imperio-de Constan-tino, era también heredero de la Iglesia ortodoxa. Pero había algo más, Moscú era igualmente la Segunda Jerusalén, ya que la primera estaba hacía tiempo bajo el dominio musulmán. En América, la -colonización británica bajo el -espíritu de los pe-regrinos puritanos desembarcados del Mayflower crearía otra Segunda Jerusalén, otro centro de poder que con los siglos disputaría al moscovita el derecho a ser considerada nueva Jerusalén.

Iván tuvo contactos con la España de Felipe II ; algo sabían el uno del otro. Pero con Isabel esos contactos tuvieron ca-racterísticas especiales que influirán en la historia posterior. Isabel también sabía de ese extraño príncipe de la Tartaria. "Ningún príncipe —decían— es tan obedecido por sus súbditos 1 ... 1 No sabemos si su pueblo lo ha hecho brutal o él ha hecho brutal a su pueblo." " Por un accidente, dicen los his-toriadores, los navegantes descubrieron a Moscovia en 1553. Los marinos británicos buscaban ansiosamente nuevas y más cortas rutas que llevasen a sus colonizadores hacia la Amé-rica y otros continentes que parecían estar ya bajo la hege-monía de españoles y portugueses. Zarparon en 1553 tres bar-cos ingleses para atravesar por los hielos del casco polar más allá de Escandinavia. Dos de ellos se perdieron, pero el ter-cero naufragó al norte de Rusia, y su capitán fue llevado a presencia del zar Iván IV. El regreso del capitán a la Gran Bretaña, Richard Chancellor, sería el inicio de otras visitas e, incluso, de la creación de la Compañía de Moscovia, que permitiría enviar barcos de comercio ingleses a la desembo-cadura del Ártico. Pero Iván vio algo más que el punto de partida para comerciar : una alianza con la Inglaterra de Isa-bel que le permitiría realizar lo que iba siendo una obsesión, el sueño moscovita, abrirse a Europa por el Báltico. De los

48 Harold Lamb, La marcha de Moscovia, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1951.

49 Ian Grey, Iván el Terrible, Ediciones Grijalbo, S. A., México, 1971.

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ingleses podría obtener el instrumental técnico para fortale-cer el imperio y penetrar en Occidente. Ofrecía mercadería grata a los ingleses a cambio de instrumentos técnicos que in-cluso pudiesen permitir a los rusos moverse por el Báltico. El sueño logrará realizarlo décadas después Pedro el Grande, con ayuda, igualmente, de Inglaterra, que de esta forina buscaba a su vez frenar el poderío continental de la Fran- cia de Luis XIV. Iván no lograría tanto, pero con él se ini-ciaría -el _proyecto_grato al imperio moscovita.

Isabel busca por Rusia el camino para superar al Imperio de su rival Felipe de España; Moscovia, a su vez, aspiraba a romper los límites que le separaban de Europa, ir más allá de estos límites ; el Imperio- creado por--Felipe y el-que _estaba creando Isabel no le preocupaban. Iván, como Felipe, pidió la mano de Isabel, petición que fue cortésmente rechazada. Pero lo que ansiaba en realidad Iván era una alianza con Inglaterra. En un pergamino enviado proponiendo esta alianza, le rogaba le enviase artesanos ingleses, entre ellos un arquitecto capaz de construir castillos, un médico y un farmacéutico. A cambio le ofrecía un amplio intercambio comercial ; además, reque-ría que Isabel firmase un acuerdo secreto por el cual él pu-diese refugiarse en su corte y ella en la de él. Después de las sucesivas derrotas que Iván encontró en su proyecto del Bál-tico, obtuvo de Isabel municiones y armas y llegaron al mar Blanco tres naves inglesas. En su lucha con las naciones que le impedían salir al Báltico, Iván confiaba en la ayuda de los navíos de guerra holandeses e ingleses. Pero no fue así ; los in-gleses en Occidente tenían su propio juego y en él no entra-ban los de Iván el Terrible. Lo que no sabía Iván es que aque-llos mismos ingleses "estaban explorando todos los mares de la Tierra". La tierra sobre la cual se extendería Britania, cuya hazaña hemos visto era ensalzada por Richard Hakluyt. El propio Hakluyt recogerá el relato de este primer encuentro de Inglaterra con Rusia.

La misma preocupación occidentalista expresa en Iván el

Terrible será continuada, con éxito, por Pedro I el Grande y

por Catalina II la Grande. De muchas faunas, Rusia siguió el juego a Inglaterra en contra de Napoleón. Rusia bajo Ale-jandro I llegará con sus tropas hasta París, después de la de-rrota del Corso, pero la ganadora de este triunfo ruso será, una vez más, la Gran Bretaña ; bajo Nicolás I, se reprimirá al pueblo alentado por los triunfos de su resistencia a Napoleón, ayudando, igualmente, a la represión en todo el continente. Se

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enfrenta en Crimea en 1853-1856 con las potencias europeas e Inglaterra, que continúa su juego trascontinental. Y sin pro-ponérselo, como proyecto nacional, en forma un tanto extra-oficial, llevada por una especie de inercia, la misma Rusia continuará el avance hacia Oriente, más allá de Kazán, más allá de. los Urales, los ríos y lagos y estepas por donde siglos antes habían llegado los jinetes mongoles. Se va así foiuiando un imperio a lo largo del norte de Asia, sobre lo que fuera el Imperio de Gengis Kan, con fronteras con el Irán, Afganis-tán, la India, China hasta el estrecho de Bering atravesando hacia Alaska y bajando por la costa americana del Pacífico cerca de San Francisco. La atención, sin embargo, seguía puesta en Europa.

En esta Rusia que no ha renunciado a participar en los des-tinos de Europa aparece Nicolás Iakovlevich Danilevsky (1822- 1885). Danilevsky, como Dostoyevski y otros, vive la repre-sión zarista y es encarcelado pero luego libertado y empleado en varias comisiones. Escribe diversos trabajos sobre Rusia y su relación con el mundo. Su obra más importante será la publicación en 1869 de una serie de artículos que formarán su obra Rusia y Europa : un punto de vista acerca de las relaciones políticas entre el mundo eslavo y el germano-roma-no. Será un enfoque original de la problemática que se plan-tea a los eslavistas y occidentalistas en su larga polémica.

Danilevsky empieza a hablar ya del rechazo europeo de Ru-sia. Rusia vista corno algo extraño a Europa, pero también como una región que no puede ser objeto de explotación colo-nial como lo están siendo otras partes del mundo. Es el mis-mo punto de vista europeo expreso en Marx y Engels al hablar de la posibilidad del socialismo en esa región. "Europa —dice Danilevsky— no considera a Rusia como parte propia. Euro-pa ve en Rusia y en los eslavos en general algo completamen-te extraño a sí misma, y al mismo tiempo algo que no puede ser usado como mero material para ser explotado en benefi-cio de Europa de la manera que ... l explota a China, la India, África y gran parte de las Américas." Ve en Rusia no sólo algo extraño, "sino una fuerza enemiga".5° Toda Europa odia a Rusia, no importa los partidos en que ella se encuentre expresada. Sin embargo, la historia muestra cómo Rusia, a pesar de los éxitos alcanzados "no es un poder ambicioso inclinado a la conquista. ...1 Rusia —por el contrario— sa-

5° Cit. en Pitirim A. Sorokin, "Nicolás Danilevsky", Las filosofías sociales de nuestra época de crisis, Aguilar, 1934, p. 80.

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crificó muchos de sus más evidentes, de sus más justos y legítimos intereses, en favor de los intereses europeos". En-tonces, ¿por qué esta desconfianza, injusticia y odio a Rusia? Para Danilevsky la causa real, profunda, está en la incompati-bilidad de las razas europeasy-la-rusa, de las razas germánicas y la eslava. Para el escritor ruso, la unidad europea no , es geo-gráfica, sino "una especie de unidad histórico-cultural. Es el área de civilización germano-romana. ...1 Europa es la civi-lización germano-romana misma".51 Y, en este sentido, Europa es una civilización limitada a un área del mundo, de la huma-nidad. Una civilización que tiene su punto de partida históri-co en Grecia, se continúa en Roma y se extiende sobre pue-blos a los que considera bárbaros, incluyendo los europeos. "Rusia, afortunada o desgraciadamente, tampoco pertenece a Europa o a la civilización gemiano-romana." Rusia se nutrió de otras raíces distintas de las de la cultura romana. No for-mó parte del Sacro Imperio Romano, ni participó en el sis-tema feudal europeo ni en su liquidación. Tampoco aceptó el catolicismo ni el protestantismo. No ha participado en nada de Europa, bueno o malo. Tampoco ha actuado en Oriente como agente de la civilización europea y sus intereses. Por ello el colonialismo europeo se apresta a expulsarla cuan-do ella actúa en zonas del mundo que Europa considera de su exclusividad. Danilevsky hace un amplio análisis de las civi-lizaciones que han existido y existen y las leyes de la inter-acción entre ellas. De sus disquisiciones sobre morfología, raza y cultura surge una filosofía de la historia a partir del puesto de Rusia en la historia.

Pero, ¿por qué el odio? Porque mientras Europa marcha hacia su propia decadencia, Rusia va hacia el futuro, el futu-ro de una nueva cultura y de un nuevo humanismo. El mundo eslavo no sirve a Europa para evitar su decadencia. Rusia, marginada de Europa, está dando origen a otras opciones para el futuro de la humanidad. De estas opciones hablaban ya, desde sus respectivos ángulos, occidentalistas y eslavis-tas. Rusia, como lo pretenden los primeros, puede salvar a la propia Europa; Rusia, como lo pretenden los segundos, puede ser la posibilidad de salvación de Europa y de toda expresión cultural del hombre. Unos buscan participar en la historia europea para aportarle sangre y espíritu nuevos, los otros, con Europa o sin Europa, son ya una salida para el hombre. Desde este último punto de vista el propio Danilevs-

51 Ibid., p. 83.

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ky considera que Rusia representa la ortodoxia de lo huma-no, la ortodoxia del hombre que en esta parte de la Tierra se ha ido realizando en contacto fraternal con otros hom-bres. Es la Rusia del mestizaje extraño a la Europa que discrimina al hombre-a-partir de su exclusiva expresión de humanidad. Rusia, por su formación étnica, histórica, es un extraordinario puente entre los pueblos y razas del Oriente con el Occidente, puente con los pueblos con los que el Occi-dente ha tropezado en su expansión, encuentro en el que el

---occidental-ve-en-el-otro uil-objeto-y-no-otro lumbre–tratando, por ello, de mantener una respetuosa distancia entre su propia humanidad y la de los hombres con los cuales tropieza, sin reconocer en ellos a semejantes. La posición de Rusia, entre Europa y Asia, entre pueblos de diversas etnias, la prepara para un nuevo mensaje, más amplio, al alcance de toda la humanidad. Rusia es encarnación del verdadero cristianismo del que habla también Dostoyevski, el cual no excluye sino que incorpora a estos pueblos en una fraternidad que ha de ser universal. Los sucesos de 1848 en Europa demostraron su agotamiento, al no poder asimilar sus propias contradiccio-nes. La Rusia sometida durante siglos está ya, por el contra-rio, asimilando sus propias contradicciones y las del mundo en general. Y con esta asimilación está dando origen a una nueva ortodoxia, una nueva verdad que ha de darse a conocer y difundir por el planeta, la ortodoxia de una verdad que puede y debe ser reconocida y aceptada por todos los hombres.

Arnold Toynbee, filósofo de la historia británica, recon-firma la separación existente entre Rusia y Europa, entre las naciones que allí se han congregado y las que forman la Euro-pa latino-germana. "Durante cerca de 1 000 años, Rusia no ha pertenecido a nuestra civilización occidental sino a la civi-lización bizantina." Una sociedad hermana pero a la vez dis-tinta. Por esta ambigüedad Rusia se ha empeñado en ser con-siderada como europea y occidental. Pero no hay tal. Rusia es algo distinto del mundo occidental, y lo demuestra su revo-lución. Una revolución apoyada en una filosofía occidental, como el marxismo, pero asimilada de acuerdo con su peculiar forma de ser. De esta diversidad eran ya claramente cons-cientes los rusos del siglo xvi.

La Iglesia de la vieja Roma —dice el monje Teófilo de Pskov-cayó por causa de la herejía; las puertas de la Segunda Roma, Constantinopla, han sido abatidas por las hachas de los tur-

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cos infieles; pero la Iglesia de Moscú, la Iglesia >de la nueva Roma, brilla más resplandeciente que el Sol en todo el univer so. Dos Romas han caído, pero la Tercera se mantiene firme; y no puede haber una Cuarta.

Es esta tercera Roma la-que se opone a la -Nueva Jerusalén bíblica -que otro pueblo marginado, Britania, formó en el nor-te del continente americano. Rusia forma un Estado unita-rio, totalitario, propio de la ortodoxia cristiana y sostenida por ella. Un Estado heredado, en opinión de Toynbee, por la Rusia revolucionaria de nuestros días-,-un Estado que ha resis-tido y resiste las interferencias europeas en relación con sus intereses y, en ese sentido, obligada a salir de su gigantesco territorio para repeler agresiones. "Los miembros rusos de esta familia bizantina siempre han desplegado una fuerte re-sistencia ante las amenazas de ser dominados por nuestro mundo occidental." Y en este sentido se ha apropiado de la técnica y de la ciencia occidentales en una carrera sin prece-dentes con Occidente. Pedro el Grande domina las artes de la navegación ; los bolcheviques, las artes de la nueva fuerza, como la atómica, los misiles y los aviones supersónicos. Com-piten con Occidente en el dominio del espacio para defender-se, desde él, de los ataques con que los amenaza Occidente. Y como seguridad, como garantía del éxito de esta voluntad en defensa de la propia seguridad, ha surgido la ortodoxia, una nueva ortodoxia que, si bien tiene sus raíces en el marxismo científico, lo adapta a su propia expresión. "Un credo —dice Toynbee— que permite al pueblo ruso conservar intacta esa tradicional condenación rusa de Occidente mientras sirve a la vez al gobierno ruso como medio para industrializar a su país a fin de salvarlo de ser conquistado por Occidente ya industrializado." 52 Rusia, al iniciar su revolución en 1917, se encuentra con el gran imperio formado por muchos pueblos de raza y cultura diversas, pueblos a los que da unidad den-tro de sí misma, pero sin-negarlos ni negarse a sí misma, transformándose, para ello, en una gran república : la Unión de Repúblicas Socialistas, enfrentada a otra gran república situada al norte de la América surgida de la expansión bri-tánica. Una gran república que, a diferencia de la soviética, se empeñará en mantener la pureza de cultura y raza de sus fundadores sobre la cultura y raza de las razas primitivas de

52 Arnold J. Toynbee, "La herencia bizantina de Rusia", La civili-zación puesta a prueba, Emecé Editores, Buenos Aires, 1949, pp. 202-223.

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América y las transterradas del África y del Asia y América Latina. Mestizaje obligado en una y otra república, pero que en una es aceptado y en otra es rechazado. Rusia disolvién-dose en la unidad soviética, los Estados Unidos siendo, a pesar suyo, absorbidos por las múltiples razas que van trans-formándose en mayoría. En ambos casos, y por diversos ca-minos, dan origen a esa gran humanidad, de la cual han ha-blado la una y la otra.

VII. EUROPEIZACIÓN O AMERICANIZACIÓN

DE ESPAÑA

LA HISTORIA COMO ESTRUCTURA Y YUXTAPOSICIÓN

HABLANDO del origen de Rusia se decía que había surgido de una mezcla de razas. Razas diversas se habían mezclado ori-ginando una extraordinaria unidad, unidad que se haría pa-tente en los momentos decisivos de su historia. Se =decía ya desde el siglo xvi : "todas las razas de lengua eslava que pro-fesan el cristianismo de acuerdo con los ritos griegos han aumentado de tal manera que han expulsado o absorbido a las demás naciones, de forma tal que el conjunto puede asignarse con la palabra rusos".' Eslavos, varegos, fineses, mongoles, turcos, eran absorbidos por la Rusia; siglos des-pués, eliminado el imperio ruso que llegaba al Extremo Orien-te y se prolongaba en América, se crea la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Al otro extremo de Europa, separada de ella por la cordi-llera de los Pirineos, se encuentra Iberia : España y Portugal, también formadas por diversos pueblos, naciones a las que había dado una primera unidad el Imperio romano ; pero una unidad que no prevalecerá al enfrentarse con pueblos distin-tos racial y culturalmente como los moros. A pesar de esto se habla de España, como se habla de Rusia. ¿Qué es España?, se pregunta Pedro Bosch Gimpera (1891-1974). Existe una historia ortodoxa que habla de la unidad de España. ¿Es cier-ta? "Esta historia 'ortodoxa' partía de la idea dogmática de unidad y cohesión especial de España y su civilización como si fuera un ente metafísico. Con ella era consubstancial la misión de España en América, la defensa de la unidad reli-giosa, la realización de la España prefigurada en la época por Castilla y por la monarquía desde Ataúlfo hasta la dinastía borbónica." 2 Este esquema hecho en relación con la hegemo-

1 Harold Larnb, La marcha de Moscovia, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1951, p. 128.

2 Pedro Bosch Gimpera, El problema de las Espaflas, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1981, p. 39.

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nía de Castilla mostrará de inmediato su falsedad en cuanto : "todo aquello que no se ajustaba al esquema era herético. El hecho de la existencia de Portugal se calificaba de una rebelión y el de Cataluña, que se obstina en renacer, si sobre-pasaba los límites de un renacimiento -lit' erario-y folklórico e intentaba una cristalización política, se condenaba dura-mente" .3

Lo único evidente, dice Bosch Gimpera, es la unidad geo-gráfica de la península, que obliga a los diversos pueblos que allí se encuentran a una solidaridad, una hermandad y una especie de cultura común. "Pero de ninguna manera crea una nación unitaria." 4 No hay algo que identifique las partes con el todo. La unidad visible proviene tan sólo del Estado que la impone, el Califato de Córdoba y la Monarquía. Es en cualquier caso una unidad impuesta y, por ello, dispuesta a disolverse en cuanto el, despotismo centralista aflojase. La diversidad de los pueblos que foi Luan a España es algo que hay que aceptar, que soportar, dándole peregrinas explicacio-nes. Esta diversidad la rastrea Pedro Bosch Gimpera en lo que llama la España Primitiva, formada por una abigarrada va-riedad de elementos étnicos dentro de la misma diversidad geográfica de la península. Roma, los musulmanes y el Im-perio imponen la unidad política pero en cuanto se debilitan queda rota, surgiendo las demandas de pueblos que no se sienten parte de una España en cuya conducción no han par-ticipado. Bosch Gimpera nos habla de las diversas combina-ciones que se van dando en la historia, dentro de una rela-tiva unidad, en la Roma imperial. Lo que pudo haber sido un desarrollo natural de dos pueblos y culturas asentados en España como sucedió en otras regiones de Europa, fue inte-rrumpido una y otra vez por la imposición de una unidad que no resultaba de su propio desarrollo. Son factores exter-nos los que imponen sus criterios de unidad. "Estos factores —dice— paralizan a veces la evolución natural del país. Así lo hicieron la romanización, la musulmanización, los descu-brimientos de Colón y la política imperialista del Renacimien-to, que llevaron la evolución por nuevos caminos y desviaron el curso de la historia de España definitiva o momentánea-mente, según los casos." 5 Se fueron formando superestruc-turas debajo de las cuales quedaba latente la idiosincrasia

8 Ibid., p. 40. 4 Ibid., p. 41. 5 Ibid., p. 69.

EUROPEIZACIÓN O AMERICANIZACIÓN DE ESPAÑA 179

de los pueblos que no se asimilaban ni eran asimilados defi-nitivamente : la supraestructura impuesta por Roma, la im-puesta por la conquista árabe y la que la historia ofrecerá a España al entregarle un gran imperio al otro lado del Atlán-tico junto con el Sacro—Imperio_Roraano como accidental herencia. La supraestructura que ha captado el pensamiento hispanoamericano en relación con el Imperio español de ul-tramar. La misma supraestructura que da origen a pueblos que se consideran sin identidad. De ahí surgen los interro-gantes de un Bolívar y un -Sarmiento : ¿qué somos? Inte-rrogantes siempre culturales, ya que étnicamente España no tenía prejuicios en mezclar su carne y su sangre con los pue-blos con los que se encontraba, un problema cultural que señala Bosch Gimpera.

"La supraestructura —sigue Pedro Bosch Gimpera— pue-de impulsar o retrasar el progreso, puede fundirse con el país y en determinados momentos personificarlo a pesar de que se haga sin su intervención, o puede representar una cosa totalmente extraña al país." A pesar de que tal supraestruc-tura impulse al pueblo, no lo incorpora, "se mantiene distante de la raíz del pueblo que continúa quedando intacto por de-bajo de ella y no llega nunca a fundirse del todo".3 La supra-estructura, dentro de la misma España, plantea el problema que hemos expuesto antes en la dicotomía entre civilización y barbarie. Barbarie como mundo sobre el que ha de imponer una cierta estructura política y cultural. Civilización, la es-tructura así impuesta. Orden, disciplina, ortodoxia, están para que se mantenga la estructura impuesta. "Una vez restablecido el orden, siempre se olvidan de incorporar al pueblo, pe-netrando todo el pueblo y todo su conjunto y tratando de `civilizarlo'. Es entonces cuando se producen las grandes aven-turas que sólo dejan atrás el humo de la gloria histórica o unos monumentos y un lujo refinado que desentona en me-dio de la miseria de todo el mundo." 7 Es de esta clase la hazaña de la conquista de América y la cruzada contrarrefor-mista en Europa. Al desvanecerse la hazaña queda una Amé-rica como la que describe Bolívar, sin unidad e identidad, .y una Europa que, no sólo no se somete a España y su celo ortodoxo, sino que la rechaza al otro lado de los Pirineos como una nación bárbara. En Inglaterra, la otra nación peninsular, la invasión normanda se confunde pronto con la

6 Ibid., p. 81. 7 Ibid., p. 83.

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raza y cultura celta y anglosajona. La supraestructura nor-manda construye parte de la estructura británica hasta ab-sorber, incluso, pueblos que se le resistían, como Escocia y Gales. Tan sólo queda tercamente fuera, por una intransigen-

_cia_ que recuerda a -la-española por -parte de los británicos, — Irlanda.

La tajante disyuntiva entre barbarie y civilización se plan-tea entre pueblos de etnias y cultura distintas dentro de las mismas naciones, y dependerá de la capacidad de los conduc-

---tores de estas naciones la posibilidad de-permanencia de una nación misma. En España, los análisis de Pedro Bosch Girn-pera muestran las dificultades con que tropieza la necesaria asimilación. La asimilación incluso de proyectos surgidos en etapas estelares y diversas de su historia, a los cuales no son plenamente incorporadas las diversas expresiones de los pue-blos que participan en ellos. La dificultad con que tropiezan naciones como la española para asimilar sus contradicciones se reflejará en los pueblos allende los mares. Estos pueblos reciben como herencia una cultura, una lengua, una religión comunes, pero, al desaparecer el centro de poder, se desgra-nan, no ya- como naciones, como sucedió con el Imperio romano, sino como zonas de dominio de caciques locales. Tal será el origen del fracaso del sueño bolivariano en esta Amé-rica. Pese a ello, estos pueblos, como el español, suelen en-contrar la identidad que los unifica en momentos de su histo-ria en que consideran está amenazada la misma identidad por la que se preguntan. Así se explicará entre otras la hazaña de la Reconquista, la conquista de América o la actitud ante agresiones como la de Napoleón. Pero predominará una iden-tidad dividida que llevará a España, como a sus hijas en América, a largas luchas civiles, como la Guerra Civil de 1936 en la que la España de las viejas supraestructuras se em-peña, una vez más, en imponerse a una España que no había podido asimilarlas.

En función de las experiencias vividas por una España a la que una y otra vez se yuxtaponen estructuras que no son asimiladas, Pedro Bosch Gimpera nos dice : "La España verda-dera todavía está en formación." Y ésta ha de formarse, no por una cultura impuesta, sino por una cultura con la que se pue-dan identificar las diversas entidades que forman su pueblo.

El fracaso de la última supraestructura originó la revuelta de las repúblicas, la primera y la segunda. Como la supraestruc-

EUROPEIZACIÓN O AMERICANIZACIÓN DE ESPAÑA 181

tura era demasiado fuerte y estaba poco educada para , la vida ciudadana, la primera república fracasó. Bajo la segunda su-praestructura conserva aún demasiadas supervivencias y, las castas dominantes no se han resignado a dejar el campo libre .9 [...] El futuro de España. depende de la fórmula: la tradición corregida por la razón. [...] Si España es una construcción ar-tificial apoyada sobre un dominio, que se hunda de una buena vez porque continuaría la tragedia de la lucha del pueblo con la superestructura que le es. extraña. Pero_si_ España es algo más, que_ ahonda_sus_raíces enia_naturaleza_de sus pueblos, entonces tiene que rehacerse e integrarse al mundo moderno.9

En España, y en sus hijos, encuentra Bosch Gimpera una do-ble posibilidad, posibilidad que también vale para la América que la misma España originó. España, dice, muchas veces ha tenido un sentido económico. Se ha incorporado con todo su ser a este sentido dando origen a hazañas extraordinarias,

En el español hay un impulso dual que le hace a la vez hijo de su raza y de su tierra y ciudadano del mundo. Y en ello se hallan su grandeza y su miseria. Sus esfuerzos generosos han resultado a veces estériles, al volcarse en un-mundo excesiva-mente grande en el que se disuelven. Individualista apasiona-do, con fuerte personalidad y carácter de interés y sentido uni-versales, a pesar de los fracasos se crea temporalmente en él un complejo de reserva, de aislamiento secesionista, su actua-ción carece a menudo del sentido de continuidad, cuando ha perseguido objetivos determinados lo ha hecho a bandazos.1°

Ha sido árbitro de la política internacional, para acabar con frecuencia por no tener una propia. - -

Es éste un individualismo que se distingue del otro pueblo insular, el británico. El individualismo español es más bien personalismo, no divide, no separa, como el británico, sino que por el contrario tiende a ampliarse y a imponerse sobre otros individuos o personas. De ahí su peculiar arrogancia, el saberse centro de otras individualidades y el tratar de impo-nerles su propia personalidad, su propia estructura. No así el británico, que poco quiere saber del otro, salvo en lo que esa relación le beneficie ; se puede asociar con los-otros, pero no entrar en comunidad aunque sea parte central de ella. Los

8 Ibid., p. 93. 9 Ibid., p. 91.

Ibid., p. 160.

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182 EUROPEIZACIÓN O AMERICANIZACIÓN DE ESPAÑA

otros, cuando no los considera sus semejantes, pueden ser vistos como parte de la flora y la fauna que ha de ser puesta a su servicio. El , personalismo español puede hacer de los otros, los conquistados, siervos. Pero es un especial sentido de la servidumbre, que se hace expreso en la colonización es-pañola en América. Los siervos no son cosas, sino entes menos desarrollados, gente sencilla y natural, que le ha sido enco-mendada para que cuide de la salvación de su alma; hijastro o criado, criado dentro dela _familia, como uno más de ella, aunque inferior. Homúnculo, menos que hombre, pero siem-pre hombre; bárbaro, que no salvaje, como lo es el indígena para el británico. El español suele ser en América el señor que no puede ser en la península, no sólo hidalgo, sino el señor de la'familia indígena de cuya salvación se sabe responsable. Es una relación que nunca cambia aunque el encomendado mues-tre su madurez como persona. Nunca podrá ser su igual, como le dice el Próspero español de La tempestad de Shake-speare al indígena Calibán. Esta arrogancia por guardar la situación paternal en sus dominios origina la rebelión inde-pendentista de la América. El no querer aceptar a las nacio-nes de esta América en la misma calidad en que se encontra-ban diversas naciones de la península, originó la ruptura.

Pedro Bosch Gimpera hace expresa tal situación fatal para el Imperio que en una coyuntura histórica le fuera otorgado a España.

El mundo español no ha logrado organizarse ni formar una uni-dad superior y coherente. Se ha resentido siempre de un tem-peramento pasional. Su feroz individualismo, su tendencia a la dispersión y a la anarquía que lo hace aparentemente ingo-bernable, sus ímpetus centrífugos, sus divisiones perpetuas, su espíritu de separatismo que, en una forma u otra, tienen to-dos los pueblos españoles y también, entre ellos, todos los sec-tores de la sociedad española; la cohesión limitada a grupos pequeños sociales y geográficos, apoyada en el fraccionamien- to tribal antiguo 1, su carácter arisco, hostil a todo lo ex-tranjero."

Los españoles difíciles de mezclar, que decía Estrabón. Todo eso pudo haber sido distinto, agrega, si la "superestructura hubiese sabido adaptarse al país y profundizar sus raíces en él; pero generalmente se ha edificado sobre arena y, aunque la construcción haya sido grandiosa, algunas veces se ha hun-

ii Ibid., p. 297.

EUROPEIZACIÓN O AMERICANIZACIÓN DE ESPAÑA 183

dido al primer embate".'2 Pese a todo ello, se puede agregar, España creó al otro lado de la península, en América, un gran conjunto de naciones que como ella habían de luchar por superar superestructuras que les fueron impuestas.

IBERIA FRENTE A BRITANIA

España, Iberia, hablará una y otra-vez-de_lo que fue y no puede ya ser. Mientras, Rusia hablará, por_su_lado,_de lo que puede ser. Britania se referirá, simplemente, a lo que es, y con Britania el continente europeo, que acabará siendo su apén-dice, de Inglaterra en el siglo xix y de los Estados Unidos en el siglo xx. La Britania insular y la Britania americana inter-viniendo en Europa según sus propios y exclusivos intereses., Britania será centro de poder y civilización, la civilización oc-cidental, frente a los pueblos o naciones bárbaras o salvajes, que no han aprendido su civilización y que han de servirla.

En el siglo xvi se enfrentan dos de los pueblos insulares de que hemos hablado, el ibero y el británico, dos individua-lidades con sus respectivas características, dos estructuras po-líticas y culturales con dos proyectos. El uno, el íbero, hace de sus dominios en América instrumento de su hegemonía en Europa, el otro hace de los problemas europeos simple instru-mento para su imperio en ultramar. Una, Iberia, lucha apa-sionadamente por cumplir con su misión evangelizadora en América y poner término a la herejía en Europa. La otra, Inglaterra, hace de su heterodoxia justificación de su expan-sión sobre la tierra que Roma había otorgado a Iberia. Ingla-terra lucha por imponer los concretos intereses de sus indi-viduos, Iberia por imponer la superestructura de su ortodo-xia, la de la verdad por excelencia, a la que debían someterse todos los individuos, defendiéndose de las envidiosas fuer-zas que querían tornar su lugar.

España, que ha expulsado a los musulmanes y es además señora de las extensas tierras al otro lado del Atlántico, pudo participar en la famiación de la Modernidad con todas las ventajas. Pero lejos de participar en ella se declaró campeo-na del cristianismo que la Reforma había puesto en brete. Le-jos de entrar en la modernidad con la extraordinaria fuerza de que los imponderables de la historia la habían dotado, se empeñará en resistir la irresistible marea del cambio que con-

12 Ibid., p. 298.

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movía a Europa. España había sido la primera nación que se aventuraba por los mares para crear un imperio que sobre-pasaba a cualquier imperio conocido. Había mostrado ya su capacidad para la técnica con la que se aventuraría sobre los mares. En—la—Europa al otro lado de los Pirineos ninguna nación poseía aún la capacidad técnica de España y Portu- gal. Sus contactos con las naciones en el Mediterráneo y por él con Europa continental resultaban más fáciles por mar que por tierra. Hacia el mar se inclinaba esta nación peninsu-lar mucho antes de que Inglaterra renunciase a ser parte del continente europeo. Juan A. Ortega y Medina ha hecho una extraordinaria descripción de los momentos en los que Espa-ña se jugó el porvenir. Nos habla de la capacidad_ibérica para la navegación y cómo, lejos de estimularla, la España impe-rial hizo de sus navíos simples acarreadores de una riqueza destinada a sostener su presencia en el continente. Mientras, Inglaterra se preparaba para obtener técnicas que le darían supremacía en el mar ya menospreciado por España. Habían sido marinos, corsos y piratas españoles los que habían per-mitido a Colón construir las naves y obtener la tripulación que diera a España el Imperio trasatlántico, pero pronto de-jarían su lugar a otros corsarios y piratas que disputarían a España lo que ella había alcanzado. Carlos V, nos dice Ortega y Medina, "en lugar de continuar y hacer florecer la tradición marinera de Castillay Aragón, y competir con Enrique VIII de Inglaterra L optó por alquilar escuadras a Génova y Venecia, dándosele un ardite de que así destruía lo que queda-ba de la antigua primacía marinera de Cataluña y Valencia en el Mediterráneo occidental".1 Pese í: que los turcos inver-naban cn puertos de su opositor, el rey Francisco I de Fran-cia, los españoles empezaban a dar las espaldas al mar, el mismo que les había permitido rebasar los obstáculos de la cordillera. "Para los españoles no específicamente navegantes ni marineros, pese a las brillantes hazañas de la marina cas-tellana medieval y de la gesta descubridora y colonizadora de comienzos del siglo xvi, el mar invariablemente fue sentido como un mal irremediable ; como un empecinado obstáculo siempre difícil de vencer ; como un enemigo y no como un aliado",' al contrario que los británicos, que vieron en el

1" Juan A. Ortega y Medina, El conflicto anglo-español por el domi-nio nueániun ( d xvi y xvit), Universidad Nacional Autónoma de Mé-xico, Mé\ico, 1981, p. 139.

14 Ibid., p. 143.

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mar no ya un obstáculo ante Europa, sino un ancho puente para la conquista de tierras y riquezas a lo largo de la Tierra. El historiador Fernand Braudel ha descrito con minucia el error histórico de España al conservar una marina arcaica, la cual, si bien le había dado la victoria en Lepanto, sería pronto destruida por los elementos y por la ágil armada de Inglaterra. La Armada Invencible pasará a la historia de las Grandes derrotas.

El conflicto hispano-inglés del siglo xvi —sigue Ortega y Me-dina— por el dominio oceánico fue la oposición irreductible de des economías; de do,, sistemas religiosos distintos: Refor-ma versus Contrarreforma; progreso frente a tradición; mo-dernidad contra misoneísmo;revolación y---desai-iollo náuticos contra estancamiento y centralización navales; iniciativa pri-vada frente a control real y libertad de comercio contra estric-to control comercial. [... ] El monopolio absoluto ejercido por el Estado-Iglesia estranguló todas las vías y posibilidades de desarrollo burgués. [ De hecho la Casa de Austria sacrifi- caría a Castilla y al Imperio, sirviéndose de ellos a beneficio de la dinastía. La voracidad fiscal de la Corona paralizó la acción progresista de la promoción individual.15

Europa, la Europa imperial, la Europa del Sacro imperio Ro-mano, había hecho de la España creadora de un nuevo Im-perio simple instrumento de sus intereses locales. Cumplidos éstos, España sería desechada y devuelta al otro lado de los Pirineos como cáscara vacía. Felipe II, cuidando no tanto del Imperio de ultramar como lo que consideraba su papel en la Europa dividida por las herejías, hace construir una gran Ar-mada, pero bajo su absoluto control. Menos esfuerzos tuvo que hacer la Inglaterra de Isabel I para construir una flota, "porque su flamante burguesía —dice Ortega y Medina— ya la poseía gracias a la irrestricta libertad de comercio existen-te en las islas". La flota real británica _estaba apoyada por barcos "bien artillados y excelentemente manejados, de los , mercaderes, comerciantes y manufactureros ingleses". De esta forma, insiste Ortega y Medina, Inglatei ra anuló las posibi-lidades que como poten cia moderna tuvo España en los mis-mos albores de la modernidad. "La política de los Austrias

... subordinó los valores económicos y políticos del Impe-rio a sus intereses dinásticos y patrimoniales." A lo cual se agregó "la tradición religiosa católica, alimentada por la in-

15 Ibid., p. 147.

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transigencia de la Iglesia hispánica y de su instrumento orto-doxo y político ; la Inquisición impuso sus valores ancestrales y rechazó denodadamente los de la modernidad". Mientras que en el otro extremo del continente la ortodoxia bizantina iba a dar a Rusia los-instrumentos de unidad a su pueblo para abrirse al mundo externo, la ortodoxia católica española can-celaría, a España esta posibilidad.

El señorío español impuesto a los nativos de las Américas hizo del trabajo personal algo contrario a la hidalguía. En los nuevos dominios, en el Imperio levantado sobre-imperios in-dígenas como el azteca y el inca, el trabajo fue visto como algo servil, como una afrenta para los nuevos señores de esas tierras. El mismo criterio fue impuesto a la navegación que le había dado el Imperio de ultramar. Los pesados barcos es-pañoles, al igual que sus flotas, fueron entregados en mando a funcionarios, nobles, señores que poco o nada entendían de navegación. El trabajo rudo de las naves se dejó para gente humilde, faltando siempre voluntarios. "Ante la falta de vo-luntarios —dice Ortega— tuvo que recurrirse a la leva, a los presidiarios. La marinería de la última escuadra oceánica, la preparada por el Conde-Duque de Olivares, fue integrada a la fuerza, a base de campesinos gallegos, pobres, de penados y de vagabundos." 18 Más importante era para el español la milicia terrestre, al mando del Duque de Alba, y enfrentar protestantes de toda laya. "En Inglaterra, al contrario de lo que ocurría en la España imperial, no fue el soldado sino el marinero el héroe nacional por excelencia ; el personaje ilustre, privilegiado, consentido y popularmente cantado." " La vieja supraestructura, que diría Pedro Bosch Gimpera, im-puesta a la España del Imperio trascontinental, ahogará las posibilidades de esta nación para desempeñar un extraordi-nario papel en el mundo, cuando todo estaba a su favor por el descubrimiento de las Américas, la derrota sarracena y las técnicas de navegación adelantadas. Serán marinos del tipo de sir Walter Raleigh, colonizador de Norteamérica y las An-tillas, o aventureros como Francis Drake, los que impulsen el cambio de la historia, dando origen a un sistema que abar-cará la Tierra entera, para bien o para mal.

18 Ibid., p. 152 17 Ibid., p. 117.

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EUROPEIZACIÓN DE ESPAÑA

El 15 de febrero de 1898, un buque de guerra de los Estados Unidos, el Maine, explotaba en el puerto de La Habana. Cuba era uno de -los últimos-dominios_que le_quedaban_a España en América. Casi simultáneamente en el Caribe y en el Pací- fico, en las Filipinas, los pueblos luchaban para alcanzar la independencia que la arrogancia española les negaba corno antes la había negado a los pueblos del continente. Los Estados Unidos tenían un pretexto para =realizar:lin:nuevo sueño, am-pliar las fronteras del Far West sobre los mares, expulsando al colonialismo europeo, empezando por el español, en Amé-rica. "América para los americanos", esto es, para los estado- unidenses. No había posibilidad de escapatoria -para España ante la explosión del barco, aunque no se hubiese probado su culpa. "La sangre de las víctimas del Maine —escribía Theodore Roosevelt— exige una indemnización adecuada al volumen del caso, que sólo puede consistir en echar a los españoles del Nuevo Mundo." 18

El 11 de abril el presidente de los Estados Unidos, McKin- ley, declaraba la guerra a España. En-poco tiempo caían Cuba y Filipinas ; lo que quedaba del Imperio marino levantado en el siglo xvi había sido destruido. El 12 de agosto se firmó la paz. España perdía sus últimas colonias, que pasaban a ma- nos de los británicos americanos, de los herederos de la In- glaterra de Isabel I.

A lo largo de los siglos xviii y xix, España venía rumian- do la causa de su fracaso como nación imperial, señora en Europa y América. Los políticos luchaban entre sí por la su-puesta, aunque imposible, reconstrucción del Imperio o bien por otra solución, la de alcanzar a la Europa frente a la cual España había quedado rezagada.

La intelectualidad española se vuelca sobre sí misma para averiguar-las verdaderas -causas-del--rezago y fracaso final frente "a la joven nación heredera de su vieja rival. La gene- ración del 98 española se asigna esta tarea. España no puede volver al pasado, no puede seguir soñando en la reconstruc- ción de un Imperio que ha pasado a la historia. España debe volver sobre sí misma, autoanalizarse, abrir sus propias en-trañas, aún más hondo de lo que lo hiciese la intelectuali-

18 S. E. Morison y H. S. Comtnager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, Fondo de Cultura Económica, México, 1951, t. II, página 450.

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dad antecesora, que ya analizaba la causa de la decadencia española. Ya no había Imperio ; América bajo el dominio de España era ya sólo una sombra, un recuerdo que mejor era olvidar. Pío Baroja, bronco miembro de esa generación, pien-sa que la–amputación colonial de que ha sido objeto España puede ser el remedio para su redención,

casi, casi creo —dice— que estarnos en el momento en que esta redención va a comenzar. [ ] Hemos purgado el error —agregaba— de haber descubierto América., de haberla civili-zado más generosamente de lo que cuentan los historiadores extranjeros con un criterio protestante imbécil. [ ] España ha sido durante siglos un árbol frondoso, de ramas tan fuer- esi-tari-lózanas, que quitaban toda savia al tronco. [ ] Se han

perdido las colonias; se han podado las últimas ramas y Es-paña queda como el tronco negruzco de un árbol desmochado.19

Habrá que recuperar lo mejor de la vieja España, pero in-jertándola con lo moderno. "Los españoles hemos sido gran-des en otra época, amamantados por la guerra, por el peligro y_por la acción; -hoy no lo somos. Mientras no tengamos más ideal que el de una pobre tranquilidad burguesa, sere-mos insignificantes y mezquinos. Hay que atraer el rayo, el rayo purifica; hay que atraer la guerra, el peligro, la acción, y llevarlos a la Cultura y a la vida moderna." L0 España ha de ser incrustada en la modernidad, y la modernidad va a ser Europa. La Europa al otro lado de los Pirineos. Recon-quistar a Europa, mejor dicho, dejarse conquistar por ella, por sus ciencias, sus artes, su literatura, sus instituciones políticas. Es el viejo sueño, pero liberado de todo empeño imperial.

La misma explosión, la misma guerra y sus resultados alertarán a los pueblos latinoamericanos del continente. Les gustará ser llamados latinoamericanos para oponerse a la América sajona. Martí, Rodó, antes Bilbao, previenen a los latinoamericanos del peligro que ahora se cierne sobre "nues-tra América" con el triunfo de los Estados Unidos sobre España. Es el momento de volver también sobre sí mismos, sobre la propia historia, pero no para buscar apoyo extraño. América está lejos de Europa, pero la conoce, la ha asimi-lado. El problema se plantea ahora aquí, en esta región, en

19 Pío Baroja, "Vieja España, Patria nueva", El tablado de Arlequín, página 63.

20 Pío Baroja, Divagaciones apasionadas, pp. 109-114.

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donde, al decir de Hegel, habrán de enfrentarse las dos Amé-ricas. Tras Martí y Rodó surgía una generación que, paralela-mente a la generación del 98 española, busca en sí misma la causa, no de su decadencia, sino de su marginación en la his-toria y la cultura universalesPor toda esta América surgen otros pensadores, como José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Ma-nuel González Prada, José Ingenieros, Manuel Ugarte y mu-chos más.

Los españoles se vuelven sobre lo que , consideran el origen del problema, la relación entre España y Europa. No se trata ahora de imponerse sobre los destinos de Europa, ni de ser una mala copia de Europa como lo fue la España de la deca-dencia. Se trata ahora de ser españoles y 21 1111 gni° tiempo europeos, ser europeos españoles. De acuerdo con este pro-yecto son enviados a Europa jóvenes como Ortega y Gasset, Eugenio d'Ors, Gregorio Marañón, Américo Castro y otros para que hagan suya la savia de la cultura europea y sobre ella España sea reconstruida y modernizada, "Necesitamos transformar a España —dice Ortega—, hacer de ella cosa distinta de lo que es hoy." 21 Ya Cosía había propuesto la eu-ropeización de España ; Ortega y su generación insistirán. "Se vio claro —dice Ortega— que España era el problema y Eu-ropa la solución." " "No solicitemos más que esto ; clávese sobre España el punto de vista europeo. La sórdida realidad ibérica se ensanchará hasta el infinito ; nuestras realidades, sin valor, cobrarán un sentido denso de símbolos humanos. Y las palabras europeas que durante tres siglos hemos callado surgirán de una vez cristalizando en un canto. [. .. 1 Sólo mirada desde Europa es posible España." 23 Es, pues, un pro-blema educativo, de cultura. Ortega se empeñará en esta tarea, asimilando y haciendo que los españoles asimilen los nuevos hechos, las nuevas ideas que se hacían expresos en Europa. ¿Qué es Europa? Europa es la ciencia, la libertad, las instituciones que articulan a un pueblo. Una vez más Es-paña intenta pasar de la periferia, a la que fuera arrojada por su fracaso imperial, al centro como cultura amplificado-ra de esa cultura hasta la misma América. España se pre-senta como agente cultural de Europa en América, como antes lo fue de la Europa de la cristiandad. Pero ya se habla

21 José Ortega y Gasset, "La pedagogía social como programa polí-tico", Obras Completas, I, Revista de Occidente, 1946, p. 498.

22 Ibid., p. 513. 23 José Ortega y Gasset, "España como posibilidad", ibid., p. 138.

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de hispanidad respecto a las colonias en América. Pedro Laín Entralgo, comentando el proyecto de la generación de la de-rrota del 98, dice :

La Hispanidad, reserva y levadura de España e Iberoamérica, no es a la postre sino una singular fidelidad a Europa, misión siempre posible y siempre amenazada. [ Concebida así Eu-ropa ¿cabe a Hispanoamérica otra misión que la de llegar a ser una realización hispánica y cristiana de ese cimero modo de ser hombre? ] ¿No puede ser nuestra urgente misión actual —aparte de otras cosas— salvar lo salvable en la tan conmovida, contradictoria y amenazada cultura europea? 24

Pero Europa es algo más que la heredera del Sacro Impe-rio Romano ; Europa es también la expresión de pueblos que encuentran en sí mismos la legítima razón de sus acciones, la autodeterminación ; la Europa de la Revolución inglesa y la Europa de la Revolución francesa. Europa es otra solu-ción, la solución de la modernidad. Europa es la República, república intentada una y otra vez por España y de cualquier forma alcanzada por sus hijas en América. De esta Europa y de la España que quería ser nos habla también Laín En-traigo : "El programa histórico del progresismo español —nos dice— tenía corno punto de partida, por modo más o menos implícito, una concepción adánica de la nación española, una ruptura con todo el pasado español ulterior a formas de vida no españolas ni hispanizadas, acaso siempre —y no por azar—francesas o inglesas." 25 Algo semejante era lo propuesto por los civilizadores latinoamericanos : sin pasado, buscar fuera de sí el modelo del futuro. Tal había sido el intento repu-blicano a lo largo del siglo XIX en España. Después de la catástrofe del 98, la idea volvería a renacer, pero en otros términos, nuevamente a través del cristal europeo. "España está por descubrir —decía Miguel de Unamuno— y sólo la descubrirán los españoles europeizados." 26 Manuel Azaña, el último presidente de la España republicana, verá en Europa, en sus instituciones democráticas y republicanas, la solución del problema de España. Azaña había vivido el desastre es-pañol del 98 y corno sus contemporáneos busca una solución para la España así maltratada. "Lo que yo quisiera --escri-

24 Pedro Laín Entralgo, España como problema, Aguilar, Madrid, 1956, t. II, p. 452.

25 Ibid., t. I, p. 35. 26 Ibid., p. 41.

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bía— es que la generación que nos suceda no se encuentre nunca delante de este terrible problema : sentirse español en los huesos y en la sangre, y decir : 'Esta España yo no la quiero, queremos otra mejor.' " Comparando el desarrollo de España con el de Europa, dice :

Al comparar la sociedad española con cualquier sociedad eu-ropea robusta [...] lo que se descubre es el tardío paso de nuestro pueblo ... ], y el contraste entre el destino normal de un español y el de otro europeo nos enseña que la prerro- gativa que gozamos o el pez miso que nos tomamos para zigza- guear, dispersándonos sin esfuerzo por entre las mallas de una sociedad sin cohesión ni disciplina, no es compensación sufi-ciente del fracaso cierto de nuestras vidas.

Habrá que reorganizar a España. "La España venidera debe estar organizada en forma tal que nada pueda poner en con-flicto dentro de nuestra conciencia lo que debemos a nues-tra calidad de españoles con lo que nos exige la condición de hombres." Habrá entonces que hablar no tanto de los de-rechos del español corno de los derechos del hombre ; el es-pañol como hombre, solidario con el hombre. El problema "no es el de ser español o no serlo, ni el de cómo se ha de ser español, sino el de ser hombre o no ser hombre". Hay que buscar al hombre en el español, hacer que surja de an-quilosados sueños del regreso a una España imperial y des-pótica, de la España ilustrada, pero igualmente despótica. ¿Qué hacer? Manuel Azaña declara que es en Europa donde se encuentra la clave, y dentro de Europa en Francia, la Fran-cia de las libertades y la República. Francia sabe del hom-bre : sus instituciones han sido hechas por y para el hombre. Pero no se trata de importar a España las instituciones de Francia, sino hacer propio el espíritu que las hizo posibles. La libertad no es algo que se concede, sino algo a que se tiene derecho, el cual es menester reconocer en todos los hom-bres. "Las libertades públicas no son privilegios ni gracias otorgadas, tienen una base indestructible : el hecho de la conciencia humana." 27 Azaña concebía la República en Es-paña en este sentido, no como fuente de poder, sino como moralizadora de la sociedad española, para que ésta fuese, simplemente, una sociedad de hombres y para hombres.

27 Véase Juan Marichal en Vocación de Manuel Azaña, Ediciones Oasis, S. A., México, 1966, p. xliii.

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¡ Europeizar a España! España debe rebasar una vez más los Pirineos o hacer que Europa entre en España y se una a su destino. Sin embargo, una vez más, Europa mostrará su desdén por una España a la que sigue considerando ajena a ella. En el–mievo intento europeizante -de España, la Repú---- blica no encontrará apoyo alguno frente a la agresión que sufrirá, ni en la Francia democrática ni en la Inglaterra li-beral. En cambio, la otra España, la despótica, será rápida-mente instrumentada para posibilitar los sueños de renaci-

-miento imperial romano de Bei:tito-Mussolini, y los_det Sacro Impero Romano del -nazismo de Adolf Hitler. Esta vez Es-paña será rechazada, tan sólo podía ser instrumentada como cualquier otro pueblo al margen de Europa y del mundo oc-cidental.

AMERICANIZACIÓN DE ESPAÑA

Como consecuencia de la Guerra Civil española iniciada en 1936, una pléyade de intelectuales españoles encontraron re-fugio en la América española. Eran obligados a salir de la España que el nazi-fascismo había instrumentado en su be-neficio, y que ya se preparaba a agredir a Europa para reha-cer un orden que recordaba al antiguo y al medieval. España no recuperaría el cetro imperial europeo, pero serviría a quie-nes pretendían empuñarlo. Poco después, en 1939, se desataba una larga guerra entre la Europa democrática y la Europa fascista, envolviendo a hombres de todas las regiones de la Tierra. Sobre las ruinas y cenizas de esta segunda Guerra Mundial se alzará el extraordinario poder de los herederos de Britania, los Estados Unidos de América. Las naciones llamadas libres, Europa occidental y los Estados Unidos, ga-nada la guerra, no tendrían empacho en mantener el régimen _dictatorial y represivo que el nazi-fascismo había ayudado a imponer en España, la España de Francisco Franco. Una vez más se halla España al sur de la Europa democrática y liberal bajo un sistema dictatorial. La península bajo el man-do de Franco y de Oliveira Salazar mantiene un orden que no es el de sus pueblos, sino el de los intereses de la poderosa burguesía occidental vencedora. Es un orden impuesto por un poder sólo equilibrado por el que había surgido de la Ru-sia revolucionaria, la Unión de Repúblicas Socialistas que se extendía hasta el Pacífico por el Oriente y hasta la mitad

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de Alemania -y otras regiones de la Europa oriental, la Eu-ropa eslava y magiar.

Formando parte de la diáspora que arrojaba fuera de la misma España a muchos de sus hijos, estarán destacadas fi-guras como nuestros ya conocidos Pedro 13osch Gimpera y Juan Antonio Ortega y Medina, y con ellos muchos otros más.28 Destaca José Gaos, quien acuñará una palabra en que se hará expreso el ánimo de la llamada España peregrina: transtierro. "Yo no soy un desterrado —decía— sino un trans-terrado." En la América formada–por España este -español trascendía la circunstancia natal. La España obligada a no rebasar los Pirineos que la separaban de Europa, encontraba al otro lado de los mares, en el occidente de Occidente, un grande y extraordinario mundo -que no -le era ajeno, que, por el contrario, participaba de sus preocupaciones y busca-ba soluciones que pudieran serles comunes. De la obra de José Gaos y de la mayoría de los transterrados españoles se acuñaba una nueva divisa : "Americanizar a España"; Espa-ña prolongándose en América, y América prolongándose en España.

José Gaos (1900-1969), discípulo de José Ortega._y Gasset, se encontraría en el transtierro con que una gran parte de la problemática que se venía planteando la filosofía en Mé-xico se correspondía con la preocupación que se había_plan-__ teado a la España de la generación del 98, y la generación pbr ella formada, a la que pertenecía Ortega. Los problemas que se había planteado la República en España se los plan-teaba la intelectualidad formada dentro de la revolución mexicana de 1910: los españoles se preguntaban por España, los mexicanos por México y con otros latinoamericanos por Latinoamérica. _Era la_problemática iniciada por 13olívar, Be-llo Bilbao, Martí y'-Rodó que -C-75intidia–WiFla problemática española de los siglos mx yxx. Continuar planteándose esta problemática en América era para -los-españoles transterra-dos continuar buscando la solución de su propia-problemá-tica. Gaos, de manera principal decidió fouthar estudiosos de la América Latina que continuasen formalmente el análisis de esta misma realidad y de sus orígenes. Comparando un aspecto de la obra de su maestro Ortega con la del mexicano Samuel Ramos, escribía que existe una serie de afinidaas, de las cuales

28 Varios, El exilio español en México, Fondo de Cultura Económica, México, 1982.

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son particularmente notorias las que se advierten entre las agitadas historias mexicana y española del siglo xIx; entre la situación general de la cultura, en especial su valoración por la sociedad, en uno y otro pueblo; entre la psicología del me-xicano y la del español. La cultura de nuestras patrias nos había ofrecido a los españoles un espectáculo de inferioridad, comparativamente a la cultura europeo-occidental, que susci-taba reacciones análogas, denigratorias y compensatorias a las expuestas por Ramos, pero que también fomentó movimientos de fuga hacia la cultura universal y esfuerzos de acción so-bre el medio_nacional como los de los intelectuales mexicanos en España, por ejemplo, ejemplos máximos, se ha llamado a uno "la generación del 98"; es otro la obra literaria y política de Ortega 29

Obras de Ortega; como las Meditaciones del Quijote, y de i Ramos como El perfil del hombre y la cultura en México,

están emparentadas por una preocupación que mostrará la inequívoca relación que España guarda con su América y Amé-rica con su España. En la historia de las ideas que bajo su impulso fue realizándose en América, Gaos captó una filoso-fía original, una filosofía de la historia peculiar a la realidad que esta América con la misma España guarda respecto a los puntos de vista filosóficos europeos y su supuesta univer-salidad. América, corno España, trata de vivir en el pasado, rompiendo tajantemente con él. Y capta también una serie de yuxtaposiciones, supraestructuras como las llama Bosch Gim-pera : las que, lejos de asimilarse entre sí tratan de encubrir realidades que al no ser asimiladas peimanecen latentes y,

, por ende, contradictorias. Gaos propone, para España y Amé-rica, realizar lo que~ llamó Aufhebung, asimilación. "En vez de deshacerse del pasado —dice—, practicar con él una aufhebung [...] y en vez de rehacerse según un presente ex-traño, rehacerse según el pasado y presente más propios con vistas al más propio futuro." 3Ó

Gaos destaca el divorcio que se da entre España y la Amé-rica española, que no se da entre la Gran Bretaña y la América británica. España insistirá en ser parte de Europa en lugar de afirmar su relación con la América fonnada por ella. }lis-

29 José. Gaos, "El perfil del hombre y la cultura en México", En torno a una filosofía mexicana, Alianza Editorial Mexicana, México, 1980, pp. 175-179.

3° José Gaos, Filosofía mexicana de nuestros días, Imprenta Univer-sitaria, México, 1954, p. 189.

panoamérica, a su vez, se verá obligada a solidarizarse con los intereses estadounidenses, ajena a la relación con la Es-paña que le diera formación cultural. En la última gran gue- 1 rra se hará expresa la solidaridad entre los Estados Unidos y Europa, que no se hace expresa-entre España y la América española separadas, incluso, por ideologías. En nuestra his-toria reciente se hizo patente la solidaridad entre los Esta-dos Unidos e Inglaterra en el caso de las Malvinas, frente a una titubeante solidaridad de España con Iberoamérica en el mismo caso. Ya en 1943, Gaos destacaba el_espectáculo que mostraba la solidaridad anglo-americana frente a la casi nula solidaridad hispano-americana. "España y la América espa-ñola —decía— están por el momento en trance de separa-ción, estando ya España del lado de la Europa continental, acabando por estar toda la América española del lado de Anglo-América." 31

España insistirá en buscar solución a sus problemas en Europa, mientras la España al otro lado del Atlántico se verá obligada a buscar soluciones en pueblos ajenos a su pro-pia identidad. En España y la América española se dan dos movimientos paralelos que acaban por no coincidir. "En el siglo xviii —dice Gaos— se inició en España y sus colonias americanas el que debe considerarse un mismo movimiento de identidad de sus orígenes y su dirección. En España, un movimiento de renovación cultural, de reincorporación des-pués de la decadencia inmediatamente anterior, de revisión y crítica del pasado que había concluido en aquella decaden-cia." En las colonias "un movimiento de renovación cultu-ral, asimismo de independencia espiritual respecto de la me-trópolis, de la consecuente tendencia, siquiera implícita a la independencia política" 32 Son dos movimientos paralelos y consecuentes, uno de independencia espiritual respecto al pa-sado nacional, el otro de independencia cultural y política respecto al Imperio. El segundo movimiento, el hispanoame-ricano, es el que triunfa, rompiendo con el pasado imperial hispano. Esta ruptura plantea serias dificultades a las nacio-nes que se forman en esta América que considera necesario renunciar a la herencia cultural recibida por lo que pudiese implicar de atadura al pasado despótico impuesto en la Colo-

31 José Gaos, Pensamiento de lengua española, Editorial Stylo, Mé-xico, 1945, p. 22.

32 Ibid., p. 25.

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nia. España no pudo dar el paso consecuente, luchando a lo largo del siglo xix por independizarse del pasado anacróni-co del que se había librado Hispanoamérica. Dar este paso sería la preocupación central de la primera y la segunda repú-blicas en España, pero fueron una y otra vencidas por el peso de la España de Felipe II ; predomina esta España en la península, pero no en la Europa cuya hegemonía soñaba recu-perar. La España de los sueños imperiales, pero sin imperio, se impuso a la España republicana que trataba de hacer por la península lo que la otra España había hecho por sus pue-blos al otro lado del Atlántico. Tampoco la España imperial podía recuperar el Imperio de ultramar; existían, eso sí, gru-pos políticos impregnados por "el espíritu de la vieja España imperial", pero sin fuerza para imponerse a los demás habi-tantes de las naciones independientes de la América españo-la, "grupos en los que pervive aún el pasado imperial". La España imperial, sin embargo, no podía ya recuperar el Im-perio en ultramar, ni tampoco volver a dirigir los asuntos de la Europa continental.

El movimiento iniciado en el siglo xvirr en España y en la América española —sigue Gaos— se presenta, pues, como un movimiento único, de independencia espiritual y política, res-pecto a una vieja Hispano-América imperial y una, de una plu-ral Hispano-América nueva, con una constitutiva ideología ocho-centista, democrática, liberal, republicana, antiimperialista.

España empieza buscando la independencia espiritual respec-to a sí misma, respecto a un rancio pasado imperial ; mien-tras, en América las colonias buscan su emancipación política y espiritual de ese mismo paSado hasta lograrla. La mayoría de los pueblos del continente americano logran su emancipa-ción, no así la España "peninsular [que] no [la ] ha logrado todavía." España —agrega— es la última colonia de sí misma, la única nación hispano-americana que del común pasado imperial queda por hacerse independiente, no sólo es-piritual, sino también políticamente". Gaos no habla ya de España, sino de Hispano-América, así, con el guión interme-dio. No sólo de la América hispana, sino de España y Améri-ca unidas por una historia y una cultura comunes, en brega ambas por alcanzar metas que les son comunes. Ya desde aquellos lejanos días en que se inició la aventura espiritual y

33 Ibid., p. 28.

política española en la Península y en América, "muchos de los españoles residentes en la América española, e incluso al-gunos de los residentes en España, comprendieron, simple-mente con mayor o menor sagacidad histórica, la solidaridad de una nueva España con la conversión de las colonias en naciones"." Ésta era, tenía que ser, también la meta de la España de la península. Gaos mostrará la marcha de una his-toria que justificará racional, filosóficamente, la unidad en el logro de una meta común que no es la de Europa ni la de Britania. Bolívar y Martí, destacados héroes de la emancipa-ción de Hispano-América en América, mostraron la unidad de esta gran España en sus mismos conflictos interiores y supieron asumirlos. Pero "hasta ahora no hemos tenido los españoles un Bolívar ni un Martí",35 dice Gaos.

La toma de conciencia de este hecho, de la ineludible rela-ción que entre sí guarda Hispano-América, se hará patente en la filosofía. Era esa filosofía la que pareciera negada a españoles e hispanoamericanos cuando pretendían relacionar-la con los frutos de la reflexión filosófica en el continente europeo y en Britania, con su prolongación en América, con el mundo occidental sin más. Desde el ángulo europeo esta filosofía sería tan sólo una mala copia de la filosofía por ex-celencia, un balbucir, barbarizar el logos por excelencia, un logos que no corresponde a la ineludible peculiaridad del hom-bre de esta región. Pero será filosofar sin más, filosofía plena y auténtica, si responde a las preocupaciones que han dado origen a toda filosofía, las del hombre una y otra vez empe-ñado en resolver los problemas que le plantea su mundo, un mundo siempre concreto, particular y propio. Gaos hace suya esta similar preocupación en Hispano-América para hacer de la ciencia y la filosofía instrumento y posibilidad del hombre en uno y otro lado. Hispano-América será eje central de una nueva solidaridad que podría resumirse en un americanizar a España. España, de esta forma, recuperada los frutos de las semillas que plantó al prolongarse en América.

34 Ibid., p. 29. 35 Ibid., p. 47.

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EUROCENTRISMO

DESIGUALDAD EN LA IGUALDAD

REMATO DESCARTES (1596-1650) será el filósofo que haga cons-ciente a Europa de su propia identidad al mismo tiempo que marcará el programa que caracterizará a la llamada moder-nidad, un-orden fonnado por hombres libres e iguales entre sí. El filósofo francés surge en el momento decisivo en que. Europa pasa del autoritarismo, avalado por la Iglesia, al or-den que será creado por los individuos mismos a partir de su propia conciencia, su razón, por encima de cualquier auto-ridad externa. El nuevo orden anulará toda autoridad que no tenga su origen en esta conciencia. De esta misma conciencia surge la Reforma que anula la autoridad de la Iglesia, siendo el individua mismo receptáculo de Dios ; Dios se hace oír directamente al hombre sin intermediario alguno. Descartes ha sido testigo de las cruentas guerras de religión entre cató-licos y protestantes, sabe de la sangrienta matanza de San Bartolomé en París, de los sacrificios de Giordano Bruno y Miguel Servet en aras de un doble fanatismo que repugna a la razón. Descartes busca en su conciencia, en su razón, algo que trascienda estas brutales diferencias, algo firme, se-guro, que nadie pueda poner en duda y discutir : la razón. Razón que parte del "yo pienso, luego soy o existo"; no se puede dudar sin razonar sobre la misma duda. A partir de este reconocimiento racional el individuo afirma su existen-cia, y, con ella, el mundo que le rodea y sobre el cual ha de actuar. Los hombres son distintos entre sí, pero hay algo que les iguala.

¿Qué es lo que les iguala? Precisamente la razón que da se-guridad a su existencia. En el Discurso del método ofrece la clave de la nueva filosofía y, con ella, del nuevo orden, el propio de la razón. "El buen sentido —dice— es la cosa mejor repartida del mundo [ ... 1, lo que llamamos buen sentido o razón es, naturalmente, igual en todos los hombres." ¿De dónde surge, entonces, la diversidad de opiniones que puede enfrentar a unos hombres con otros? "La diversidad de nues-

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tras opiniones —dice— no proviene de que unos sean más ra-zonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas." Se trata de algo incidental o accidental como la formación recibida, el no tener-los-mismos maestros, etcé-tera. "¡ Cuán difícil es —agrega Descartes— hacer cumplir las cosas cuando se trabaja sobre lo-hecho-por otros !" Lo efec-tuado con diversos criterios e intereses es lo que impide el acuerdo entre los individuos. La historia del hombre está he-cha de esta -diversidad de intereses y opiniones, la_razón es la única que puede mostrar lo común a todos ellos, por enci-ma de tales intereses y opiniones. Si las ciudades fueran hechas por un solo arquitecto, serían perfectas. Así lo mues-tra, entre otros, Tomás Moro en su Utopía. Igual sería el or-den social, político, si los hombres lo hiciesen a partir de la razón que les asemeja y no de los intereses que los dividen. Lo esencial al hombre, lo que le hace igual a otros hombres es la razón. Lo que los separa es su formación, su educación, su cultura, biografía, situación social, etcétera. Si esto pu-diese ser superado surgiría otra sociedad en la que todos los hombres fuesen libres e iguales entre sí. Más tarde, Juan Jaco-bo Rousseau propondrá una sociedad que tenga corno base un contrato social, surgido de la voluntad de todos sus miem-bros, una voluntad apoyada en la razón que todos los hombres poseen sin discriminación alguna. Dos grandes revolucio-nes tendrán su origen en esta filosofía, la de los Estados Uni-dos en 1776 y la de Francia en 1789. Son revoluciones que empiezan por declarar la igualdad que guardan entre sí todos los hombres ; la razón equitativamente repartida por la pro-videncia entre los hombres.

"Sostenemos como verdades evidentes —dice la declaración estadounidense— que todos los hombres nacen iguales y que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida; la libertad y la búsqueda de la felicidad." Por su parte, la declaración francesa establece : "Los hombres nacen y viven libres e iguales bajo las leyes." Son leyes que tienen su origen en la razón que otorga igual-dad entre los pactantes que las dictan. La vieja relación, de desigualdad entre los hombres : amo-esclavo, serior-siervo, que-da trascendida. Una nueva metafísica, una nueva filosofía apoyada en la razón, dará nueva razón de los hombres y su historia. Sin embargo, estas declaraciones coinciden con el apogeo de la expansión europea sobre el resto del mundo,

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del llamado mundo occidental sobre el mundo más allá de sus límites, límites que este mundo ampliará sobre otros pue-blos y hombres. Para justificar esta expansión y el dominio sobre hombres y pueblos, la filosofía europeo-occidental nece-sitaría de una justificación que no fuese, al mismo tiempo, negación de la filosofía que hablaba de la igualdad de todos los hombres por la razón o entendimiento. De acuerdo con Descartes, las desigualdades eran siempre originadas en lo accidental ; lo esencial es la igualdad de todos por la razón. ¿Qué hacer entonces con los pueblos descubiertos, conquis-tados y colonizados a partir del siglo xvi? Por lo pronto se considera que se trata de desigualdades accidentales, como las existentes entre los pueblos civilizados y pueblos bárba-ros, accidentes que se podrán superar como los pueblos bár-baros superaron los suyos, como el esclavo y el siervo supe-raron su relación con el amo y el señor.

Se empieza a utilizar otro calificativo respecto a los pue-blos dominados por la expansión europea y occidental. Se trata de pueblos primitivos, esto es, pueblos sin experiencia, casi sin historia en el uso de la razón. Pueblos que podían, por ello, ser más originales al no cargar con opiniones ajenas. Se propone incluso la superioridad del primitivo frente al engo-lado civilizado. De ello habla, entre otros, Montaigne. Poste-riormente Juan Jacobo Rousseau hablará del "buen salvaje", ideal de hombre como ideal es la ciudad cartesiana, diseñada por un solo arquitecto. Éstos son los puntos de vista de una clase, como la naciente burguesía, que no podía hacer des-cansar sus buscados privilegios en el pasado, que tenía que abrirse el camino hacia el futuro. En este sentido aparece el primitivo como el ideal en una sociedad que quiere empezar de cero, que quiere borrar el pasado que impide el ascenso de sus creadores, pero es sólo una parábola, que poco o nada tendrá que ver con sus verdaderos puntos de vista sobre los supuestos primitivos. Esos primitivos poco se parecen o seme-jan al hombre europeo y occidental. Dígase lo que se diga, no son sus semejantes. Queda el problema de la razón. Son sus semejantes porque poseen una razón, ¿pero la poseen en rea-lidad? Y si la poseen, ¿pueden hacer buen uso de ella?

Queriendo superar las dudas expuestas surge una nueva ciencia, la antropología, una ciencia para estudiar a estos supuestos hombres y ver si es posible considerarlos como semejantes. Estos entes no son siquiera bárbaros, no son en-tes que mascullen mal un lenguaje y una cultura. Son salva-

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jes, como salvaje es la flora y la fauna con la cual se han encontrado los civilizados europeos. Pero ¿es este estado algo puramente accidental?, ¿o es por contra esencial? Se puede aceptar que tengan razón y por tenerla sean semejantes a sus descubridores y conquistadores, pero se trata de una razón que, por accidente, se encuentra inmersa en un cuerpo que parece no permitir a la razón ser tan eficaz como cuando se encuentra inmersa en otros cuerpos. La etnia es accidental, pero es esta etnia la que puede impedir el buen uso de la razón. El estado primitivo de los no europeos muestra el dis-tinto uso de la razón que tales hombres han hecho. La misma razón en europeos y no europeos muestra que algo impide un uso semejante de la misma en unos y otros. El distinto color de la piel, la forma del cerebro, etcétera, parece afectar el uso de la razón en unos y otros. La misma razón alojada en cuerpos tan distintos da resultados distintos, que distin-guen a la civilización del primitivismo o salvajismo. La etnia que parecía ser accidental resulta ser determinante del buen o mal uso de la razón. Recordemos a Costa y Sarmiento. De esta forma lo accidental va a ser esencial. Los hombres son iguales por la razón, pero extraordinariamente distintos por el uso de la misma. Lo determinante es la etnia, una desigual-dad más difícil de superar que la establecida entre civiliza-ción y barbarie. El bárbaro podía superar su barbarie apren-diendo bien el lenguaje de la civilización; el salvaje tendrá que cambiar su cuerpo, su naturaleza, ser otro que lo que es para que use de su razón de forma que le iguale con quienes por naturaleza hacen buen uso de ella. Es una desigualdad que acabará siendo insuperable. Se nace civilizado como se nace salvaje. El mestizaje lejos de superar estas diferencias, las amplía. El mestizo no supera las limitaciones de una par-te de su etnia, sino que las extiende a la otra. Mestizar no es mejorar la propia etnia, sino corromper la etnia supe-rior. El indio no se hace blanco mestizándose con el blanco ; por el contrario, el blanco se rebaja aún más a indio.

Esta degradación se extiende así a hombres y pueblos en-teros. El europeo, al mestizarse con pueblos inferiores, deja de ser superior, adquiriendo la bajeza de la etnia con la que se ha mezclado. Así sucederá con pueblos como el español y el ruso, mestizados con pueblos de otra etnia inferior a la propia. Por ello Britania, al expandirse sobre otros pueblos, alejados de los de su propia etnia, se cuida de todo contagio racial, de todo mestizaje. Evitan toda contaminación que los

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degrade. Los otros, posean .o no algún índice de razón, sólo pueden ser vistos como parte de la flora y fauna por dominar. Ninguna relación se establece con pueblos no blancos, nh-r-guna con pueblos mestizos, nada, que no sea su simple utili-zación. La brecha entre civilización y salvajismo resulta así insalvable.

EUROPA_COMO_REALIZACIOALEMESIVA DE LA LIBERTAD

Jorge Guillermo Federico Hegel (1770-1851) surge en el si-glo xrx con una Europa que se ha extendido sobre todo el mundo -y que ha-tomado plena conciencia de su propia huma-nidad. Europa es centro de esa humanidad, su máxima expre-sión, lograda a lo largo de una prolongada historia que el filósofo alemán describe en sus Lecciones sobre Filosofía de la Historia. Es la filosofía de la única historia posible, la eu-ropea, una historia que ha alcanzado, su , culminación en la Re-volución francesa de 1789. Una historia que se ha encarnado en Napoleón, la historia de un espíritu que va realizándose como libertad rebasando dialécticamente los diversos estadios de la historia de la humanidad, que van desde la antigua Gre-cia, pasando por Roma, continuándose en el Sacro Imperio Romano y el Renacimiento, hasta culminar en la Revolución de Fancia al finarlizar el siglo XVIII. La razón con la que Descartes se encontró en su Discurso del método, no es ya una abstracción metafísica, sino una fuerza actuante, la ra-zón que hace de los hombres instrumento para la realización de sus metas, razón que trasciende a individuos y pueblos y ha alcanzado su máxima expresión en la Europa de la que será portavoz Hegel. En Europa la razón parece haber alcan-zado sus últimas metas. Pero, ¿es allí donde se acaba la his-toria? ¿Es allí donde el espíritu alcanza su máxima expresión? Ilegel, que no hace profecías, que habla tan sólo de lo que ha sido y es, así lo afirma. De acuerdo con su filosofía de la historia, la historia del planeta entero gira en torno a la his-toria europea, en su desarrollo y en sus logros. Es una histo-ria dialéctica que se resume en. Europa y que a partir de Euro-pa ha de ampliarse al resto del planeta. Europa es vista como fin de los tiempos y como principio de todo posible futuro. El espíritu conservador de la historia se va acrecen-tando en el futuro que de ella vaya surgiendo. En una serie de infinitas absorciones, absorciones fáusticas, el espíritu que

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alcanza su plena realización en Europa se acrecentará infi-nitamente sin dejar de ser lo que es. Asia es el pasado de Europa, como América y África son su futuro. Europa se tra-ga a Asia, como a su pasado, para prolongarse en América y África como su futuro. Como al Fausto de Goethe, nada le satisface. Nada hay antes de Europa ni nada después de Euro-pa. Europa da sentido al pasado y es la única posibilidad de futuro.

¿Qué Europa? La única, la que se proyectó y realizó en la larga historia de la humanidad, la Europa del Espíritu que se inicia con el antiguo Egipto y llega al imperio de Napoleón.I. Todos los pueblos alimentan y posibilitan una Europa que va poco a poco, desarrollándose, desechando como cáscaras vacías a los pueblos de los que se ha servido, en los pueblos que le han servido. Europa es la Grecia antigua, la Roma imperial y los pueblos germánicos. Otros pueblos como los eslavos y magiares quedan en la misma calidad que los pue-blos de América y África, corno posible futuro. Una parte de esos pueblos, esos eslavos, dice Ilegel, "ha sido conquista-da para la razón occidental", obviamente la razón por exce-lencia.

Sin embargo, quedan excluidos de nuestra consideración, por-que constituyen III1 ser intermedio entre el espíritu europeo y el asiático y porque, aunque mantienen múltiples relaciones con la historia política de Europa, no es bastante activa e importante su influencia sobre la marcha y progreso del es, píritu. Esta masa de pueblos no ha penetrado aún, como un momento independiente, en la serie de las foimas que la ra-zón ha tomado en el mundo. No nos corresponde averiguar aquí si ello ha de ocurrir en lo futuro; pues en la historia no nos ocupamos de lo pretérito.

De América ha dicho, vale la pena recordarlos "Mas corno país del porvenir, América no nos interesa; pues el filósofo no hace profecías." La filosofía sólo se ocupa de lo "que es y es eterno :`la razón. Y ello basta".2 España e Inglaterra des-empeñan un papel en esta historia como expresión de los pue-blos germanos que expulsan a los mahometanos o dan;unidad a los pueblos de la isla británica. Los centrales serán los ger-manos que con Carlomagno dieron origen al Sacro Imperio

Jorge Guillermo Federico Hegel, Filosofía de la historia universal, Revista de Occidente, Madrid, 1928, t. II, p. 300.

2 Ibid., t. I, p. 186.

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Romano. España aporta a Europa el espíritu caballeresco en su lucha contra los sarracenos. "El espíritu caballeresco se ma-nifestó —dice— con singular belleza en España; los caba-lleros-germanos-son más-rudos y a la vez más frívolos, caballe-ro que soporta el escarnio en Don Quijote y que alcanza su máxima expresión en El Cid. España como instrumento del espíritu en su realización europea." 3 En otra referencia a las naciones eslavas, explica la razón de su poca participación en las tareas-del-espíritu-encarnado en _Europa.

Las naciones eslavas eran agricultoras. Esta situación trae con-sigo la organización en señores y siervos. En la agricultura prepondera- el—irripulso de la naturaleza; la laboriosidad hu-mana y la actividad son en suma escasas en este trabajo. Los eslavos, por consiguiente, han llegado con más lentitud y di-ficultad al sentimiento básico del yo subjetivo, a la conciencia de lo universal, a lo que hemos llamado [ ] poder del Es-tado, y no han podido participar en la libertad naciente .4

En_ las naciones románicas, que abarcan a Italia, España, Portugal y en parte Francia, la refoi ma religiosa no avanzó. Son pueblos que están fuera de sí, que combaten por metas, pero no se preocupan por la introspección que preocupa a germanos y sajones. "Las naciones románicas están en lo más íntimo fuera de sí. La intimidad no existe en ellas como un todo ; el espíritu no es dueño de sí en sus conciencias." 5 Carlos I emperador de Alemania, Países Bajos e Italia, ade-más de una gran parte de América, carecía de cohesión interna en su extenso reino. "Este gran poder existe ; pero no produ-ce ningún resultado histórico, manifestándose más bien en sí mismo, como una impotencia." El centro del mundo cató-lico que está en sus manos "permanece sin consecuencias". Carlos I no pudo detener la marcha del espíritu al expresarse éste en la Reforma. De esta forma, el Imperio español queda fuera del espíritu y de la historia ; como instrumento ha ter-minado, como terminan para Hegel los antiguos pueblos de Asia. España con la Inquisición establecida por Felipe II se aferra al pasado que ha rebasado el espíritu, y por ello queda fuera del espíritu mismo. En un largo párrafo habla Hegel de "España y Portugal", las cuales han tenido el noble espí-

a Ibid., t. II, p. 373. 4 Ibid., p. 404. 5 Ibid., p. 405. 6 Ibid., p. 412.

ritu de la caballería, de una caballería conquistadora. Mas esta caballería "salió de sí, hacia América y Africa, en lugar de volverse sobre sí, en su intimidad". Se dispersan entre pueblos que no tienen ni pasado ni presente, aunque quizá pue-dan tener futuro. "Los españoles —sigue— son el pueblo del honor, de la dignidad personal individual y, por tanto, de la gravedad de lo individual. Éste es =sucarácter principal. Pero en él no hay un verdadero contenido ; pues ponen la digni-dad en el nacimiento y en la patria, no en la razón. Su caballe-rosidad ha descendido así hasta convertirse en un honor inerte, que es bien conocido : la grandeza hispánica." A cam-bio de eso,

en la industria han permanecido rezagados; las clases del Es-tado no han logrado la independencia. El Estado y la Iglesia no han encontrado oposición, porque ambos han dejado incó-lume aquella dignidad individual; como queda señalado, se han protegido recíprocamente por medio de la Inquisición, que ha tenido un carácter duro, africano, y no ha permitido la génesis del yo en ningún aspecto. El pueblo bajo se ha sumido en una especie de mahometismo y los conventos y la corte han cebado a la masa perezosa y la han empleado para lo que han querido.?

Inglaterra tiene muchas presencias en esta historia, de la que es centro Europa. Los ingleses tienen, también, defectos en cuanto a su participación como espíritu, pero lo que han logrado ha servido con eficacia al mismo. Gran Bretaña es un país de pensamiento abstracto, como el francés, introspec-tivo y de razonamiento. Pero este razonamiento "tiene por objeto derechos totalmente concretos". Allí

el poder del Estado es un medio para fines, particulares, éste es precisamente el orgullo de la libertad inglesa. En el desarro-llo del fin particular radica también el ímpetu colonizador. Los ingleses sienten la mayor indiferencia hacia los fines particu-lares de otros pueblos; dejan incólumes todas las costumbres y creencias extrañas. Son en todos los pueblos los misioneros de la industria y la técnica, y ponen al mundo entero en rela-ción por medio del tráfico mercantil sometido a natmas ju-rídicas.8

Resumiendo, los españoles van contra la corriente del espí-ritu, son el pasado. Los eslavos son pueblos del futuro. Los

7 Ibid., p. 422. 8 Ibid., p. 424.

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románicos participan, con limitaciones, en la marcha del espí-ritu que va señalando rumbos. Los británicos son activos par-ticipantes en lo que el espíritu va considerando sus metas. Pero son los germanos los actores centrales de este espíritu en realización. Europa es el centro de la historia hecha y de la que ha de seguir haciéndose. Hegel es el filósofo exaltador de este espíritu. Todo el mundo, pueblos de la ya decadente Asia_y_Medio *Tiente; pueblos de América y de África, tienen un papel en el desarrollo de este espíritu encarnado en Euro-pa. Son pueblos que se han justificado o se justificarán por el papel que desempeñen en este desarrollo dialéctico del es-píritu. Nada más, pero también, nada menos.

EUROPA COMO POSIBILIDAD DEL SOCIALISMO

Así, la realización plena del espíritu, como libertad, alcanza su máxima expresión según Hegel en Europa. Y a través de Europa esa libertad se universalizará incorporando a todos los pueblos de la Tierra. En Europa culmina la primera parte de esta historia del espíritu como libertad, y de Europa par-tirá su universalización. Carlos Marx y Federico Engels se-guirán esta línea hegeliana en lo que ha de ser la realización del verdadero humanismo, un humanismo que ha de abarcar a todos los pueblos, a todos los hombres que lo forman, y del cual va a ser agente involuntario el sistema que ha for-jado la burguesía, el capitalismo. Aquélla, queriendo satisfa-cer sus ambiciones, se ha hecho agente inconsciente del hu-manismo que ha .de negar el sistema por ella creado. Por la vía de su expansión, por la explotación que sobre el hombre y los pueblos realiza esta clase, ha de universalizarse el nue-vo humanismo, el socialismo. La inhumana explotación a que la burguesía somete a hombres y pueblos permitirá la toma de conciencia que origine la lucha que ponga fin a tal explotación. El centro de este agente involuntario del nuevo humanismo está en Europa, la Europa moderna cuyo centro de poder se ha desplazado del continente a las islas britá-nicas. Inglaterra es ya en los tiempos de Marx y Engels el centro del poderoso Imperio del cual habrá de surgir la revo-lución que lo niegue. Este desplazamiento que en nuestros días pasa hacia el occidente de Europa, a los Estados Unidos de América. En los días de Marx y Engels el centro de po-der de la burguesía, del capitalismo, estaba en la Gran Bretaña.

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La burguesía como agente, ya no del espíritu, sino del hu-manismo, cavará su propia sepultura en la medida en que amplíe el área de explotación. Al socialismo se entrará si-guiendo la vía que marca Europa, el desarrollo que le ha permitido transformarse en una fuerza que ha de ser minada por su propio proletariado, primera víctima de sus ambicio-nes, y por la extensión que éste haga de tal explotación a otros lugares de la Tierra. La entrada al nuevo humanismo está, así, en Europa, o más ampliamente en el mundo llamado occi-dental, que tiene ya como cabeza a Inglaterra. Habrá que incorporarse al sistema establecido por la burguesía, como socio o como instrumento. Es una nueva expresión de euro-centrismo con el que tanto Marx como Engels verán al res-to de los pueblos, en Asia, Africa, la América latina y en Ru-sia, lo hemos ya visto, apartada de este camino por su modo de producción, más semejante al asiático y, por ende, por su barbarie, impresa en su peculiar historia.

España, Iberia, dentro de este contexto es para Marx y En-gels una región del mundo, como ya lo mostraba Hegel, fuera de la historia por haberse apartado del desarrollo que con-dujo a los pueblos capitalistas al logro de metas ajenas a España. Dentro de este contexto, muy hegeliano, la América al otro lado del Atlántico, la colonizada por. España y Por-tugal, se encuentra en un estado primitivo que la aparta de la línea por la que está marchando el nuevo humanismo-; como en Hegel, estos pueblos están rezagados en su partici-pación en el desarrollo del espíritu. África, China, la India, al igual que la América íbera, habrán de incorporarse a la mar-cha que siguen los pueblos que darán origen al nuevo huma-nismo, mediante su plena subordinación al sistema explotador de la burguesía europea y occidental. En este sentido, Ingla-terra, con sus intereses, está desempeñando un extraordina-rio papel con la conquista de la India. La India, un país sometido por múltiples invasiones de pueblos de la propia Asia, pero que cobra positividad en cuanto ha pasado a for-mar parte del Imperio británico. Por esta vía la India se en-cuentra en la antesala del socialismo que ha de surgir en la misma Inglaterra como resultado de las contradicciones del capitalismo. Lo mismo vale para China y otras regiones de la Tierra. Por la explotación de que están siendo objeto, estos pueblos se habrán de incorporar al mundo socialista que las contradicciones del sistema están haciendo posible en el mun-do occidental. La América íbera, a su vez, se incorporará a

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la línea de los pueblos que marchan hacia el socialismo a tra-vés de la subordinación a pueblos como los sajones del Norte, que harán por ellos lo que no hizo la colonización íbera, colo-nización ya anacrónica, fuera de la ruta que está conduciendo a la nueva sociedad.

Por ello se festeja el triunfo de los Estados Unidos sobre México en 1847. La subordinación de este país a los activos representantes del sistema, sin proponérselo, está dando ori-gen al poder que ha de negarlo.

En América —dice Engels— hemos presenciado la conquista de México, la que nos ha complacido. Constituye un progreso, tam-bién, que un país ocupado hasta el presente exclusivamente de sí mismo, desgarrado por perpetuas guerras civiles e impedido a todo desarrollo ... 1 que un país semejante sea lanzado por la violencia al movimiento histórico. En interés de su pro-pio desarrollo México estará en el futuro bajo la tutela de los Estados Unidos.9

Gracias a este triunfo los Estados Unidos tendrán el do-minio del Pacífico y se acrecentará el desarrollo de la bur-guesía, y con ello el desarrollo de lo que ha de ser su caída. El triunfo de la burguesía en estos pueblos apartados de su camino por la historia que les ha tocado vivir es una ventaja para que puedan incorporarse a los esfuerzos que llevan a cabo grupos sociales que tienden al cambio de tal situación por el logro de un mundo más justo en Europa. Frente al ruso Bakunin, que reprocha a los Estados Unidos la conquis-ta del territorio arrancado a México, pregunta :

¿Acaso es una desgracia que la magnífica California haya sido arrancada a las holgazanes mexicanos que no sabían qué hacer con ella, mientras los enérgicos yanquis sabrán hacerla produ-cir? Todo lo contrario, esas pequeñas naciones impotentes de-berían estar reconocidas a quienes, siguiendo necesidades histó-ricas, las agregan a un gran imperio y les permiten participar en el mundo que de él ha de surgir. Abandonadas a sí mismas hubieran quedado fuera de tal futuro.

Sirviéndose de una imagen absolutamente hegeliana, agrega : "Es evidente que ese resultado no podría ser realizado sin

9 Karl Marx y Friedrich Engels, Materiales para la historia de Amé-rica Latina, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI Editores, Ar-gentina, p. 183.

aplastar algunas dulces florecillas. Sin violencia no se puede llevar nada a buen fin en la historia. ¡ Qué habría ocurrido si Alejandro, César y Napoleón hubiesen estado dotados de la misma emotividad a la que apela el Paneslavismo en fa-vor de sus clientes !" 1O Hegel había dicha antes : "Una gran figura que camina, aplasta muchas flores inocentes, destruye por fuerza muchas cosas a su paso." 11 Es lo que habían he-cho los grandes hombres de la historia: -Alejandro, César y Napoleón.

En esta misma América, Simón Bolívar decía: "Según esos señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejan- dro, César y Napoleón." Bolívar piensa que se puede ser grande llevando a cabo lo contrario de la conquista, la libera-ción. ÉSOS son grandes por la conquista, Bolívar quiere serlo por la liberación. "Yo quiero superarlos a todos en desprendi-miento ya que no puedo igualarlos en hazañas." ¿Qué quiere ser Bolívar? "¿Liberador o muerto? . Yo no soy Napo- león ni quiero serlo ; tampoco quiero imitar a César C . tales ejemplos me parecen indignos de mi gloria." Y2 Carlos Marx, varios años después de muerto Bolívar, escribe: "La fuerza creadora de mitos, característica de la fantasía popu- lar, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplar más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar." 13 ¿De qué acusa a Bolívar? De ser, nada más y nada menos, una mala imitación de Napo-león. "Bolívar —dice— es el verdadero Soulouque." ¿Quién es Soulouque? Un haitiano que en tiempo de Marx se coronó emperador imitando a Napoleón. Soulouque es un falso Na-poleón; pero más que Soulouque lo es Bolívar, dice Marx. Bolívar, que se ha indignado frente a quienes le han propuesto "la destrucción de la República a imitación de Bonaparte". Bolívar, que en un brindis ha dicho : "así como Napoleón fue sumergido en la inmensidad del océano, y el nuevo empe-rador Iturbide derrocado del trono de México, caigan los usur-padores del pueblo americano, sin que uno solo quede triun-

lo Friedrich Engels, "Respuesta a Mijail Bakunin", citado por Gus-tavo Beyhaut en Raíces contemporáneas de América Latina, Buenos Aires, 1964, p. 74.

11 Hegel, op. cit., t. I, p. 77. 12 Simón Bolívar, "Carta al general José Antonio Páez", Magdalena,

6 de mayo de 1826, Obras Completas, vol. 1, pp. 1284-1285. 13 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., p. 94.

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fante en toda la dilatada extensión del nuevo mundo"." ¿Por qué esta inquina de Marx contra Bolívar? ¿Por qué la diatri-ba en un virulento artículo en la The New American Cyclo- pedia en 1858? Marx se sirve de las muchas acusaciones y calumnias de que fue objeto Bolívar en vida, de las que des-pués de muerto le defendiera su maestro Simón Rodríguez. Pero ¿por qué?

Porque Marx y Engels consideraban que tanto Bolívar como -sus semejantes, los pueblos que estaban al margen de Euro-pa, del mundo occidental, del sistema capitalista creado por la burguesía, estorbaban la entrada de estos pueblos al mun-do que la acción de esa burguesía estaba originando a pesar suyo. Bolívar, como los pueblos cuya dominación les satisfa-cía por esta razón, serán vistos en función de Europa, del mundo del cual era Marx ineludible expresión. Bolívar como falso Napoleón no era sino la proyección del pequeño Na-poleón, Napoleón III, falso Napoleón I. Ve en Bolívar, como en la América latina, la expresión del mismo sistema que en Europa estaba impidiendo la anhelada marcha hacia el socia-lismo. Bolívar era un bonapartista, como el haitiano Soulou-que y el mismo Luis Napoleón. No había otro camino para el logro de un mundo más justo, del nuevo humanismo, del socialismo, que el de Europa, el que él estaba buscando y por el cual estaban luchando los partidos políticos empeñados en esta tarea. Otro camino era imposible. Sólo Europa, con su gran experiencia histórica en busca de ese camino podría hacer posible su realización. Como en Hegel, sólo la histo-ria de Europa conducía a la realización del espíritu corno libertad. España con su fracaso histórico, Rusia con su am-bivalencia racial y cultural, América latina y todos los demás pueblos del mundo, nada podían hacer para alcanzar los lo-gros de Europa en ese camino. El dominio de Europa, de sus fuerzas negativas sobre el mundo, implicaba estar en la antesala del mundo que como negación de esa violencia iba a surgir en Europa.

Marx y Engels, en relación con el humanismo que había de derivarse de la experiencia de Europa, difícilmente com-prenderían a otros hombres que en situaciones diversas bus-caban soluciones que no necesariamente tenían que ser las europeas. Estos pueblos no podían esperar a que Europa se deshiciese de sus males para resolver los propios. Nuevamen-

14 Simón Bolívar, "Brindis pronunciado en Lima", 10 de septiembre de 1823, op. cit., t. II, p. 1191.

te la división entre civilización y barbarie, humanismo y bar-barie, que mantenía a pueblos y hombres marginados por naturaleza. José Arico, marxista latinoamericano, sin renun ciar a lo que el marxismo tiene de revolucionario, ha hecho el análisis de lo que llama el "desencuentro" de Marx con la América latina; desencuentro que tiene su origen en la mis-ma formación y situación de Marx, al igual que de Engels, en la Europa que se enfrenta a la contrarrevolución y pugna por llevar la revolución a sus últimas consecuencias. Para Marx y Engels resultaba difícil comprender revoluciones que pudiesen ser hechas "desde arriba" por individuos y élites capaces de poner los intereses de sus pueblos por encima de sus propios intereses y ambiciones. Para Marx y Engels existían los Napoleón y los Luis Bonaparte, como los Soulou-que en Haití. Por ello Bolívar no podía ser sino una cari-catura de los Bonaparte. No supieron, o no quisieron enten-der que fue la doble coronación de Napoleón Bonaparte la que llevó a Bolívar a jurar ante su maestro Simón Rodríguez en Roma que nunca seguiría el camino de Bonaparte. De Bolí-var sólo muestra Marx un fantoche cruel, vanidoso, amante de lujos y placeres. Bolívar era poco menos que un tirano. Pese a ello, Bolívar, una y otra vez, había mostrado su empe-ño en distinguir dictadura de tiranía. Había aceptado la dic-tadura, en diversas ocasiones, como había también renunciado a ella, sólo cuando consideraba que era necesaria para sal-var a sus pueblos, pueblos forjados en la servidumbre que tenían que aprender el uso de la libertad. La dictadura a la manera romana y no las tiranías salvajes propias de in-dios, negros y tártaros. Describiendo a Bolívar dice de éste que cuando se encuentra en la adversidad "oculta magistral-mente sus defectos bajo la urbanidad de un hombre educado en el llamado beau monde, posee un talento casi asiático Ilas cursivas son mías] para el disimulo y conoce mucho mejor a los hombres que la mayor parte de sus compatriotas"." Esta descripción recuerda a la que ha hecho de los salvajes zares que gobernaron a Rusia. Los defectos no son sólo de Bolívar, sino de todos sus compatriotas. "Pero como la ma-yoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anar-quía militar." 16 Marx. y Engels, de haber sido testigos de la revolución socialista en Rusia, en donde, en su opinión, difí-

15 Karl Marx, "Bolívar y Aponte", op. cit., pp. 76-93. 16 Ibid.

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cilmente podía empezar, habrían encontrado difícil compren-der y justificar la conducción de una revolución cimentada en la virtud o moral de sus dirigentes.

SOCIALISMO EUROPEO Y SOCIALISMO RUSO

Esta incomprensión, este desencuentro se les iba a plantear -a Marx y a Engels respecto a Rusia, la Rusia que sólo han visto en relación con los bárbaros zares; los zares propios de un pueblo acostumbrado a la servidumbre por el dominio varego y mongol. Recordemos a Aleksandr Herzen, en su ré-plica a Michelet. En una carta que le envía dice : "Usted afirma que la base de la existencia del pueblo ruso es el comunismo', usted asegura que `su fuerza le es dada por una especie de ley agraria, por el reparto continuo de las tierras'." 17 Éste era, en efecto, el problema de Rusia, el re-parto de la tierra, sometido como estaba el campesino a bru-tal servidumbre. Para Herzen el cambio había de venir del campesino. El trabajador del campo es el que llevaría a Ru-sia la palabra y acción de justicia. Era el nuevo mesías que sacrificándose por la humanidad había de llevarle su men-saje ; el mismo mesías que aparece una y otra vez en la obra de Dostoyevski. Los revolucionarios rusos hacían hincapié en esa gran clase, la del trabajador del campo, para la reali-zación del socialismo. Un camino que no era, que no podía ser, el de la Europa industrializada, el de las poderosas bur-guesías que habían dado origen al sistema capitalista. El cam-pesinado ruso haría por Rusia lo que por su lado haría el proletariado de Occidente por Europa.

A Marx le interesaba Rusia en relación con la revolución socialista, su participación en ella era de extremada y singu-lar importancia. Rusia podía colaborar en ella, pero no deci-dirla. La revolución sólo podía iniciarse en Europa, y sólo entonces realizarse en Rusia. Tanto Marx como Engels recha-zaban la posibilidad de la revolución en Rusia sin el apoyo de la revolución socialista en Europa. La inversa, obviamen-te, era imposible. Tanto Marx como Engels polemizarían con los revolucionarios rusos sobre esta cuestión. Ya Marx había expuesto sus razones en El capital. En esta obra se estable-cía con claridad: "La fatalidad histórica de este movimiento

17 A. Herzen, El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, Siglo XXI Editores, México, 1979, p. 233.

está, pues, expresamente restringida a los países de Europa occidental." Los campesinos rusos, para posibilitar su revo-lución, tendrían "que transformar su propiedad privada co-mún en propiedad privada". En otras palabras, sólo dentro del sistema capitalista basado -en la propiedad privada era posible la revolución socialista. El socialismo 'de las comu-nas rusas, lejos de ser un estímulo, era un impedimento. En la Europa occidental había desaparecido la propiedad comu-nal, ¿por qué no podía desaparecer en Rusia para posibilitar su ingreso en el comunismo que se-había-de derivar de la abolición de la propiedad privada? Lo que podía hacer Rusia, sin pasar por las terribles peripecias que han pasado los pue-blos europeos para llegar al sistema capitalista, era hacer su-yos estos sistemas. "Es precisamente —dice Marx— gracias a la contemporaneidad de la producción capitalista como pue-den apropiarse todas las adquisiciones positivas y sin pasar por sus peripecias espantosas. Rusia no vive aislada del mun-do moderno ; y tampoco es presa de un conquistador extran-jero como en las Indias Orientales." 18 La única vía es, así, el incorporarse al sistema capitalista, occidentalizándose o como colonia de este sistema. En este sentido, Pedro I, poco com-prendido por Marx y Engels, había intentado la primera posi-bilidad. Marx llama a Rusia país europeo, pero un país que por la vasta extensión de su territorio y la invasión mongola se apartó de Europa. Pero hoy, agrega, "es un obstáculo de fácil eliminación"." Resumiendo, explica en otro lugar :

Si Rusia aspira a convertirse en un país capitalista calcado sobre el patrón de los países de la Europa occidental —y du-rante los últimos años, hay que reconocer que se han infligido no pocos daños en este sentido—, no lo logrará sin antes con-vertir en proletarios a una gran parte de sus campesinos; y una vez que entre en el seno del régimen capitalista, tendrá que someterse a las leyes inexorables, como otro pueblo cual-quiera. Esto es todo.2°

Para Marx como para Hegel es el desarrollo de Europa el que ha de posibilitar el ingreso de Rusia a la libertad, o al nuevo humanismo.

No es por la barbarie, el salvajismo o el primitivismo como

18 Karl Marx y Friedrich Engels, El porvenir de la comuna rural rusa, Siglo XXI Editores, México, 1980, p. 32.

19 Ibid., p. 38. 29 Ibid., p. 64.

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se arriba al mundo del futuro. Este mundo pasa por las hor-das caudinas de la evolución seguida por Europa a lo largo de siglos. De esta evolución se apartó Rusia por razones his-tóricas, al igual que otros pueblos en la periferia del mundo occidental. Para Engels son las diferencias de clase en Euro-pa, las contradicciones entre ellas, las que han originado el mundo actual y la posibilidad del futuro. "La revolución a que aspira el socialismo moderno —dice Engels-- consiste, brevemente hablando, en la victoria del proletariado sobre la burguesía y una nueva organización de sociedad median te la liquidación de las diferencias de clase." Entre los salva-jes y los semisalvajes no han existido diferencias de clase. "Sólo en_manos de la burguesía han alcanzado las fuerzas productivas ese grado de desarrollo. Por consiguiente, la bur-guesía es, también en este aspecto, una condición previa, y tan necesaria como el proletariado mismo, de la revolución socialista." 2-1 La asociación cooperativa en el campo ruso no es un índice de que pueda arribar el socialismo moderno. "El predominio que esta foiina tiene en Rusia prueba, natural-mente, que en el pueblo ruso alienta una acusada tendencia a la asociación, pero no demuestra, ni mucho menos, que este pueblo pueda saltar, ayudado por esta tendencia, de la artel a la sociedad socialista." 22

Se opone Engels a la afirmación de Tkachov de que el pueblo ruso, "pese a su ignorancia, está más cerca del socia-lismo que los pueblos de la Europa occidental, aunque éstos sean más cultos".23 Todo lo contrario, el aislamiento ruso respecto a Europa, la mayor cercanía a los pueblos orienta-les, impide lo que Tkachov presenta como posibilidad.

Este aislamiento absoluto —sigue Engels— entre las distintas comunidades que ha creado en el país intereses, cierto es, iguales, pero en ningún modo comunes, constituye la base natu-ral del despotismo oriental; desde la India hasta Rusia, en todas partes en donde ha predominado, esta forma social ha producido siempre el despotismo oriental, siempre ha encon-trado en él su complemento.24

Sólo el desarrollo de Rusia bajo la dirección de la burguesía podrá destruir la propiedad común. Y en otro lugar agrega :

21 I bid., p. 71. 22 Ibid., p. 77. 25 Ibid., p. 78. 514 Ibid., p. 79.

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"Si algo puede todavía salvar la propiedad comunal rusa y permitir que tome una forma nueva, viable, es precisamente la revolución proletaria en la Europa occidental." 25 Más tar-de, en un post soripturrt a lo expresado por Engels sobre la cuestión social rusa, agrega éste,

no sólo es posible, sino incluso indudable que después de la victoria del proletariado y del paso de los medios de produc-ción a ser propiedad común de los pueblos de la Europa occi-dental, los países que apenas han entrado por la vía de la producción capitalista y que han conservado costumbres del régimen gentilicio, o restos del mismo, puedan utilizar estas huellas de posesión comunal y las costumbres nacionales co-rrespondientes como poderoso medio de reducir sustancial-mente el proceso de su avance hacia la sociedad socialista, y evitar la mayor parte de los sufrimientos y la lucha a través de los que tenemos que abrirnos paso en la Europa occidental.

] Sólo cuando la economía capitalista esté superada en su país de origen y en los países que han alcanzado su floreci-miento, cuando los países atrasados vean "cómo se hace eso", cómo hay que poner las fuerzas productivas de la industria moderna, hechas propiedad social, al servicio de toda la socie-dad, sólo entonces podrán esos países atrasados emprender ese camino acortado de desarrollo."

La historia, pese a esas advertencias, marchó y marcha por otro camino que no ha sido el de la previa socialización de Europa y del mundo occidental. Rusia, como otros países en el área oriental de Europa, como en la América latina, no ha tenido que esperar el cambio en el sistema capitalista. Éste, por el contrario, se ha fortalecido en el Occidente im-pidiendo el cambio que imaginaban Marx y Engels. Rusia y otros países que en Asia, Africa y América latina, por el con-trario, han entrado al socialismo, han dado su propio salto, un salto que los países que se suponía iban a ser adelantados del socialismo, se empeñan ahora en impedir que tenga éxito. Estos pueblos han tenido que aprender "cómo se hace eso", no para entrar previamente al sistema burgués, sino incluso para rebasarlo. Rusia, y con ella los pueblos al margen de Occidente, todavía bárbaros o salvajes, han tenido que ajus-tar las doctrinas de Marx y Engels a una realidad distinta de aquella que pensaron haría realidad el socialismo de nivel

25 Ibid., p. 80. 26 Ibid., p. 89.

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mundial. No han sido los pueblos de Europa, ni el mundo occidental, sino los pueblos en la periferia, en los márgenes del sistema, los que se han empeñado en realizar lo que se preveía iba a ser antes realizado por Europa y el mundo occi-dental. En la readaptación del marxismo a las realidades no contempladas por sus creadores han surgido interpretacio-nes como las del ruso Nicolás Lonin, válidas para Rusia y los pueblos no occidentales. En estos pueblos se habla, no ya_ simplemente de marxismo, sino de marxismo-leninismo. De acuerdo con el punto de vista occidental, se diría que se ha bar-barizado, transformado el lenguaje original de Marx y Engels, pero en realidad se le ha enriquecido dándole u_na dimensión más auténticamente universal.

IX. CIENCIA DESDE LA BARBARIE

Y LA CIVILIZACIÓN

CIENCIA DESDE LA BARBARIE : IBERIA

JOSÉ ORTEGA Y GASSLI., muy joven aún, hablaba de la ciencia 1 española, diciendo, "ciencia bárbara, mística y errabunda ha sido siempre y presumo que lo será, la ciencia española".1 En 1 un artículo publicado el 4 de julio de 1906, Ortega entraba en la polémica sobre la ciencia española. La polémica había sido planteada por los españoles que habían tomado concien-cia de la decadencia y tratan de superarla. Empieza por un interrogante : ¿es posible una ciencia española?, que en Orte-ga se va a transformar en pregunta sobre la posibilidad de una filosofía española. Es un problema paralelo al que se plantea-ran los latinoamericanos preguntando sobre la posibilidad de un lenguaje, una cultura y una filosofía latinoamericanos. Se trata de una polémica, relata José Luis Abollan, iniciada en 1876, poco antes del desastre del 98 ; pero ya en relación con la conciencia del anacronismo de la idea de la España impe-rial que ya no existía. La polémica parte de una frase de don Gumersindo de Azcárate aparecida en una revista : ''Según que, por ejemplo —decía éste— el Estado ampare o niegue la libertad de la ciencia, así la energía de un pueblo mostrará más o menos su peculiar genialidad en este orden, y podrá darse el caso de que se ahogue casi por completo su actividad, como ha sucedido en España durante siglos." 2 Una vez más, surgirá la comparación entre el desarrollo científico alcan-zado por España y el alcanzado por Europa al otro lado de los Pirineos. No había ciencia o sería sólo ciencia bárbara la española, por carecer del apoyo que sólo sistemas liberales podían otorgarle. Será Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) el primero que dé respuesta al interrogante, diciendo, entre otras cosas, "no tenemos un solo matemático, físico

1 José Ortega y Gasset, "La ciencia romántica", Obras Completas, I, Revista de Occidente, Madrid, 1946, p. 42.

José Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, t. 1, Es-pasa Calpe, S. A., Madrid, 1979, p. 41.

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ni naturalista que merezcan colocarse al lado de las grandes figuras de la ciencia ; y por lo que hace a los filósofos, es indudable que en la historia de la filosofía puede suprimirse sin grave menoscabo el capítulo referente a España".3

Marcelino Menéndez y Pelayo explicaba que, en este senti-do, la España del siglo xix -estaba más alejada de Europa que en el siglo )(mi, pese a haber sido aquélla una época poco envidiable. Hoy, decía, "estamos menos dentro de -Europa - que a fines_del_siglo xvin, época que nadie tendrá ciertamen-te por muy envidiable y-venturosa; lo que entonces se hizo por el progreso de las ciencias nos abruma y nos humilla con la comparación".4 ¿En dónde está la causa de este atraso o imposibilidad? ¿Procederá :de las gotas de sangre semítica_ que corren por nuestras venas? ¿Será a causa de la intolerancia religiosa? No es posible. Los semitas han mostrado su capaci-dad para la ciencia, y lo otro sería justificar una falla echan-do la culpa de ella a la Inquisición; pero en otros lugares, pese a la Inquisición, florecieron las ciencias. Se culpa, también, a un cierto romanticismo del pueblo español. Todo ello es fal-so ; lo acaecido es que este- pueblo, más que , preocuparse por una ciencia amplia, general, ciencia de ciencias, se ha preocu-pado por su aplicación concreta. Lo que se hace expreso no es "una limitación del genio nacional, sino una propensión excesiva y absorbente, que importa rectificar no sólo en bene-ficio del noble y desinteresado cultivo de la ciencia, sino en pro de las aplicaciones mismas, las cuales sin el juego de la ciencia pura bien pronto se convierten en puro empiriámo". La causa de la decadencia es, nada más, y. nada menos, que el utilitarismo que ha caracterizado también el genio britá-nico, sajón, al americano del Norte. "No el idealismo, sino el utilitarismo [¿quién lo diría?], eso que hoy, con alusión a los yankees, se llama americanismo, es, a mis ojos, una de las principales causas de nuestra decadencia científica —dice Me-néndez y Pelayo-- después del brillantísimo momento del siglo xvi." 5 Mientras la tradición científica medieval caminó por la investigación desinteresada,

nosotros nos obstinamos en reducir la astronomía a la náuti- ca, y las matemáticas a la artillería y la fortificación y deja-

3 Marcelino Menéndez y Pelayo, citado por Abellán, op. cit., p. 43. 4 Marcelino Menéndez y Pelayo, "Esplendor y decadencia de la cul-

tura científica española", Antología del pensamiento de lengua espa-ñola en la edad contemporánea, Editorial Séneca, México, 1945, p. 867.

5 Ibid., p. 872.

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mos de seguir la -cadena de los descubrimientos teóricos, sin los cuales la práctica tiene que permanecer estacionaria. [... El carácter utilitario de nuestra restauración científica en el siglo xvm tampoco puede ocultarse a nadie. No la iniciaron hombres-de-ciencia-pura, sino oficiales de artillería y de ma-rina, médicos y farmacéuticos fi [ ] Y por ello hay que empe-zar a convencer a los españoles de la sublime utilidad de la ciencia inútil.?

Es ésta una extraña interpretación sobre el origen de la supuesta incapacidad de los =españoles para la ciencia pura, preocupados por su práctica utilitaria, por el logro de una técnica semejante, precisamente, a la del pueblo británico, que-le arrebataba su-supr=emacía-en Europa y_su prolongación en América. Fue esa capacidad náutica la que le dio a España el dominio del Atlántico y la creación de un gigantesco Impe-rio, capacidad que hicieron suya precisamente los- británicos para competir con ella. Ortega y Medina nos muestra cómo los ingleses, que carecían de tal capacidad, la hicieron suya de inmediato para arrebatar a España sus dominios de ultramar. ¿A qué:modelo de ciencia se refieren los españoles_ al hablar de su decadencia y su supuesta incapacidad? Obviamente a la ciencia del otro lado de los Pirineos, a la de la Europa conti-nental. El "europeicemos a España" propuesto por Ortega y Gasset y su generación demanda adoptar instituciones políti-cas como las de Francia, o científicas como las de Alemania. No hay ciencia española, aunque haya científicos españoles. En Europa, por el contrario, y concretamente en Alemania, la ciencia es desinteresada y su aplicación secundaria. Obviamen-te, la ciencia por excelencia, la ciencia de ciencias, es la filo-sofía. Pero se trata de la filosofía de las grandes construccio-nes metafísicas de cuya elaboración ha quedado relegada España. Dicha filosofía parece propia del alma germánica y no de la latina.

"Cuando se habla de una cultura específica —dice Orte-ga— no podemos menos que pensar en el sujeto que la ha producido, en la raza." 8 Esquema anatómico, biológico, dife-rencias fisiológicas, van a dar lugar a-la diversidad de genios culturales. Es la preocupación central en Ortega en sus me-ditaciones como español, en lo que llamará las Meditaciones

6 Ibid., p. 874. 7 Ibid., p. 876.

José Ortega y Gasset, "Meditaciones del Quijote", Obras Comple-tas, t. I, p. 344.

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del Quijote. Existen pensadores latinos, de los que son ex-presión los españoles, y pensadores germanos. Y toda la

famosa pendencia entre las nieblas geimánicas y la claridad latina viene a-aquietarse con el I( conocimiento de dos castas de hombres: los meditadores y los sensuales.9 ] Jamás nos dará el concepto lo que nos da la impresión, a saber: la carne de las cosas [ ] Jamás nos dará la impresión lo que nos da el concepto, a saber, la forma, el sentido físico y moral de las cosas.

¿Europeizar a España? ¿O españolizar a Europa? Los sen-suales españoles necesitan del concepto que da permanencia a la impresión. "Una cultura impresionista está condenada -a no ser cultura progresiva. E ... 1 Todo genio español ha vuel-to a partir del caos, como si nada hubiera sido antes", de-fecto con el que ya nos hemos encontrado, o la incapacidad de prolongar, siempre yuxtaponiendo. Parece ser caracterís-tica de las razas latinas, españolas, iberas ; la misma caracte-rística de los españoles al otro lado del océano. "Es innegable —sigue Ortega— que esto se debe al carácter bronco, origina-rio, áspero de nuestros grandes artistas y hombres de ac-ción." " Pero el español, ¿es sólo eso, sensualidad? "Mi alma es oriunda de padres conocidos ; yo no soy sólo un medite-rráneo. No estoy dispuesto a confinarme en el rincón íbero de mí mismo. Necesito toda la herecia para que mi corazón no se sienta miserable." ¿Qué herencia? La que está al otro lado del Mediterráneo y al otro lado de los Pirineos, en Eu-ropa, la Europa creada por Germania. "¿Por qué el español se obstina en vivir anacrónicamente consigo mismo? ¿Por qué se olvida de su herencia germánica?

Sin esa herencia, la que ha dado y da sentido a Europa, el español se pierde en un ser que es la negación del ser germano y europeo. "Detrás de las facciones mediterráneas parece es-conderse el gesto asiático o africano, y en éste —en los ojos, en los labios asiáticos o africanos— yace como adormecida la bestia infrahumana presta a invadir la entera fisonomía." ti-Yace el bárbaro, el salvaje. "Hay en mí —dice— una substan-cia cósmica, aspiración a levantarme de la fiera como de un lecho sangriento." No quiero ser sólo español; "no azucéis al íbero que va en mí con sus ásperas, hirsutas pasiones contra

9 Ibid., p. 349. 10 Ibid., p. 354. 11 Ibid., p. 356.

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el blondo germano, meditativo y sentimental. . . . Yo aspiro a poner paz entre mis hombres interiores y los empujo hacia una colaboración". 12 Esto sería europeizar a España, iberizar a Europa. ¿Volver a Europa significa volver a Germania? En este sentido se orientará la obra pedagógica y difusora de Ortega sobre sus compatriotas y sus herederos al otro lado del Atlántico. Es un logos especial, una filosofía especial, un meditar-que habrá de unir lo-que-la-historia ha separado ; la ciencia práctica española objetivada por el saber abstracto de los germanos. Y, por supuesto, Hegel,-en-el-horizonte de, esta interpretación, la aufhebung, como asimilación del pasado con el presente y el futuro del español. La recuperación de lo perdido se conseguirá mediante la absorción de la ciencia germánica.

CIENCIA EMPÍRICA PARA EL INDIVIDUO: BRITANIA

Al otro lado del Canal, separado por un brazo del mar, como España está separada de la misma Europa por los Pirineos, está el pueblo británico. Otro pueblo insular que dentro de su insularidad ha ido creando su propia y original filosofía, su propia y original ciencia. Partiendo del gran sistema que Tomás de Aquino pensó para el Sacro Imperio Romano, In-glaterra va a crear una filosofía que atenderá, no ya al orden cósmico, sino al cosmos interno del individuo, la filosofía propia de individuos que nada quieren saber de un orden que los trascienda y domine, que los tiranice. Tal será el apor te de los británicos frente a la Europa en que sueña Iberia.

Los filósofos ingleses, los nominalistas franciscanos Roger Bacon, Duns Escoto y Guillermo de Occam, disolverán el gran sistema metafísico del Doctor Angélico. Tomás de Aquino ha-bía establecido las bases filosóficas de un orden cósmico, en consonancia con el orden político del que será expresión la Europa medieval. De acuerdo con esta filosofía, Dios como

razón garantiza el orden también racional del mundo. Dios es un ente racional, y recoge así la filosofía de su maestro Aris-tóteles, el hombre posee también la razón, esto es, la com-prensión del orden instituido por Dios. Por ello, este orden está al alcance del hombre. Los franciscanos ingleses, más celosos de la fe cristiana que de la filosofía pagana, conside-

12 Ibid., p. 357.

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ran que es paganizar el cristianismo considerar a Dios como un ente racional semejante al hombre, con independencia de los limitados alcances de la razón humana. El Dios au-ténticamente cristiano debe tomar el lugar de ese falso Dios pagano inspirado en la metafísica de Aristóteles. Dios no es razón, Dios es voluntad. El filósofo e historiador francés Etienne Gilson sostiene que en la Edad Media la Escuela fran-ciscana de Oxford destruye lo que se hace en París, y el prin-cipal autor de esta destrucción es Roger Bacon. Pero es Duns Escoto quien se opone con más fuerza a esta concepción aris-totélica de Dios. Dios es pura voluntad; por lo tanto, su conocimiento no está al alcance de la razón humana. Nada sobre Dios puede ser demostrado como sostenía Tomás de Aquino ; se puede hablar de los atributos divinos, pero sólo a partir de su fe en ellos. La existencia de Dios no se prueba por la razón, sino por la fe. La filosofía no puede, entonces, decir nada sobre Dios, porque es irracional. Dios no existe porque lógicamente deba existir ; existe porque sí, como exis-te la misma lógica. Dios no está sometido a la razón, en todo caso la razón estará sometida a la voluntad de Dios. Dios es voluntad, pura voluntad, y las cosas existen porque él quiere que existan. Y si en algunos aspectos parece que se comporta racionalmente es porque así lo quiere. Dios es, por lo tanto, irreductible a toda ciencia.

Guillermo de Occam sostiene, a su vez, una ética que no obedece a definiciones racionales. Lo bueno y lo malo son así porque Dios quiere que así sean. Lo malo puede ser bueno, y lo bueno malo. Lo cierto es que en el hombre mismo no existe ni el bien ni el mal, sólo existe en la voluntad de Dios, que decide que así sean sus actos. Dios no es racional ni tampoco está sometido moralmente a regla alguna que no establezca él mismo. De esta forma, Dios queda fuera del alcance del hombre ; pero también la moral, que no tiene ningún apoyo trascendental que no sea Dios mismo, su voluntad, pero nada puede el hombre sobre tal apoyo. El orden cósmico creado por Santo Tomás y del cual se derivará el orden social y político, a partir de una Iglesia que daba justificación a las acciones de los príncipes ya no tan racionales, quedó sin fun-damento. El hombre queda aislado de Dios, lo único que pue-de ligarle a él es la voluntad de Dios mismo. La filosofía no sirve para eso. Dios no es racional, pero existe algo que sí sigue siendo racional : el hombre y la naturaleza que él puede explicar a partir de su razón, una naturaleza que puede ser

CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN 223

racionalizada. Pero De Occam ha expuesto, también, que tam-poco el mundo es racional, que lo único racional es el hombre. De Occam ha puesto en duda la doctrina de los universales, pues de acuerdo con Santo Tomás el universo, al ser racional, como Dios, podía estar al alcance del hombre ; la ciencia po-día comprender a Dios y a la naturaleza. Nada de eso : la ciencia, la razón, sólo pueden comprender realidades concre-tas, no abstracciones. Sólo existe lo singular : el hombre, el árbol, el animal, etcétera. Existe Juan, Pedro, en concreto, pero no el hombre en abstracto. Juan y Pedro hacen al hom-bre. Para conocer la realidad el hombre ha de utilizar otro método, la inducción, no ya la deducción ; el método experi-mental que puede aprender la auténtica realidad, lo particu-lar. El mundo, como Dios, no es racional. Dios no se puede racionalizar porque no es una realidad que se pueda experi-mentar ; en cambio, el mundo sí puede ser racionalizado. El mundo puede ser conquistado por la razón del hombre parte por parte, paso a paso.

De esta forma, los filósofos ingleses y los políticos aban-donan un mundo que no está a su alcance para conquistar otro que sí está al alcance de su racionalidad. Los ingleses re-nuncian a Europa para conquistar al otro extremo un impe-rio extraordinario. Sus filósofos renuncian a la racionalidad de Dios y de la Naturaleza para adueñarse de ella parte por parte. Frente a Dios sólo vale la fe ; pero una fe que no tiene ya como intermediaria iglesia alguna que supuestamente ra-cionalice su conocimiento. Dios ha de ser, si no conocido, sí experimentado por cada hombre, por cada individuo. La fe es personal, individual, el hombre podrá o no tener fe ; pero eso es ya problema de cada hombre, de cada individuo. No existe una Iglesia universal, como no hay una verdad universal. Pero sí está al alcance del hombre la naturaleza, que aun no siendo racional puede ser experimentada y, a partir de su experimen-tación, racionalizada, puesta al alcance del hombre. Este hom-bre ha renunciado al mundo supuestamente racionalizado para reconquistarlo experimentalmente con su razón, de acuerdo con sus múltiples limitaciones. Nadie le puede decir cómo es el mundo ; el hombre mismo tiene que averiguarlo, y una vez que lo averigüe utilizarlo en su beneficio. Pero este hombre no conoce por todos y para todos, conoce por sí y para sí. De Occam decía : "Las cosas no deben multiplicarse más allá de lo necesario. Bastan las cosas singulares y por consiguien-te estos objetos generales están puestos de un modo super-

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fluo." " Las reglas de la moral, las normas ,y leyes, han de surgir también de la experiencia del comportamiento de los hombres, del vivir cotidiano, del comportamiento concreto de los hombres, normas y leyes consuetudinarias para establecer y preservar_el orden social. Como las:leyes de la naturaleza, han de ser sometidas, una y otra vez, a la experiencia, sim-ples hipótesis que la experiencia puede cambiar, pero siem- pre seguros puntos de partida para un conocimiento más fir-me de la realidad.

Los franciscanos de Oxford, _más ingleses que cristianos, perfilan el- hombre y ciencia- modernos. Un hombre no se siente decepcionado porque no pueda conocer racionalmente a Dios. Para ello basta la fe, pues será Dios el que se haga patente al hombre, el que -se -entregue a él y no al contrario. El hombre no puede llegar a Dios, pero Dios al hombre sí. Puede hacerse oír para que el hombre cumpla este o aquel servicio, y su voluntad se expresará en el éxito que este hom-bre alcance. El hombre es instrumento de Dios, cuando Dios lo pone a su servicio ; pero a su vez, el hombre somete la naturaleza, sirviendo así a Dios y a sí mismo. El éxito que en este sentido pueda conocer racionalmente está con él. La pre-destinación puritana será la expresión de esta llamada, y jus-tificación moral de lo que el hombre hace, pues haga lo que hiciere, es bueno. Las puertas del cielo pueden estar abiertas y al alcance del hombre, pero no depende de él. El hombre que no puede alcanzar la salvación por sí mismo, como suce-día en el cristianismo organizado por Tomás de Aquino, pue-de aspirar a creer su propio paraíso en este mundo. El paraíso no está ya en un cielo inaccesible, sino en la tierra; acaso en un lugar aún inexistente en una tierra que hay que descu-brir, en Utopía.

Un inglés también, Tomás Moro, pone a la Utopía en una tierra por descubrir. Otro inglés, Francis Bacon, insiste en su existencia. Un mundo ideal en el que el hombre pone sueños que pueden ser realidad si adapta su comportamiento a su realización. No es ya un paraíso para alcanzar después de muerto, sino un paraíso para alcanzar en el presente, en un lugar que ha de existir. El inglés en- su expansión trasconti-nental no lleva a cuestas su mundo sino que busca la posibi-lidad de otro que ha de crear. Al revés hace el íbero, que tras-

13 Véase Filosofía de la historia americana, Fondo de Cultura Eco-nómica, México, 1978.

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lada el orden en que vive al mundo que ha conquistado, pero en su beneficio. Podrá ser en la. Nueva España lo que no pue-de ser en España. En cuanto al inglés, éste puede crear en la Nueva Inglaterra el mundo que ha soñado y no existe en In-glaterra. El ibero carga con sus prejuicios y el orden en que ha sido formado ; el británico busca crear algo que no existe, un mundo auténticamente nuevo, a partir de la experiencia del mundo que ha de negar parte por parte, poniéndolo al servicio de su utopía.

Francis Bacon _(-1561-1626), filósofo y político al servicio de los reyes de la Gran Bretaña, señalará nuevos rumbos a la historia de Inglaterra, tanto a Isabel I como a Jacobo I. Como los franciscanos de Oxford, parte de la singular natu-raleza. Se trata de conocer al mundo, no para conocer su orden, sino para cambiarlo. La naturaleza debe ser transfor-mada para mejor servir al hombre. También, como Moro, crea su utopía, la Nueva Atlántida. Pone en ella la Casa de Salomón, donde la ciencia presenta características especiales, la experimentación de la realidad como base ; la realidad ana-lizada en sus múltiples elementos y expresiones, conocida por experimentación en todos sus ángulos para poder sacar de ella los mayores provechos. Se crean artes de todas las especies, pero las consideradas técnicas de transformación de la natu-raleza analizada. En su obra Novum Organurn expone su filosofía, encaminada a poner a la naturaleza al servicio del hombre. Nada de metafísicas, nada de grandes concepciones que abarquen todos los conocimientos en una gran abstrac-ción, a la naturaleza hay que dominarla parte por parte. El hombre ha perdido a Dios por su pretensión de asemejarse a Él. El hombre no es Dios, ni Dios está al alcance del hombre. En su caída, al pretender ser lo que no era, el hombre perdió también el conocimiento de las cosas. "Pues el hombre con su tropiezo —dice Francis Bacon— decayó no sólo de su es-tado de inocencia, sino del señorío sobre las criaturas. Pero ambas cosas pueden ser reparadas aún en esta vida ; la pri-mera por la religión y la fe, la segunda por las artes y las ciencias." Fe y ciencia, pero cada una en su esfera. Se puede alcanzar la salvación en el otro mundo, pero también en éste. No están enfrentados ambos proyectos ; lo importante, sin embargo, es no confundirlos. No hay que pretender dominar al mundo en nombre de la fe, ni conocer a Dios por la ra-zón. Son vías de conocimiento distintas. La maldición bíblica después de la caída : "Comerás el pan con el sudor de tu tren-

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226 CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN 227

te", ha quedado "sometida en cierta medida, por medio de diversos trabajos, no ciertamente por medio de disputas superfluas ceremonias mágicas, a suministrar el pan al hom-bre, esto es, a los usos de la vida humana".14 Por el trabajo el- hombre-domina-a-la-na turalez a de -la -cual -ha-de-vivir, C011 lo cual la maldición ya no lo es tanto. La maldición hace refe-rencia a su acceso a Dios, algo que no depende del hombre ; inaldición_,_tarribién,_con_respecto a la naturaleza, a la que-está condenado a trabajar para poder vivir. Ahora bien, de su sal-vación sólo Dios responde, pero de su =vida es el hombre el único responsable. De acuerdo con esto, la ciencia, como la filosofía, ciencia de ciencias, sólo tiene una función : "La meta verdadera y legítima de las ciencias no es otra que la de dotar a la ida humana de nuevos inventos y recursos." 15

No es el, -saber por el saber mismo, sino el saber como ins-trumento para la acción, para el dominio. Juan Ortega y Me-dina nos dice que ésta también había sido preocupación espa-ñola, la preocupación que Marcelino Menéndez y Pelayo verá como negativa. Dice Ortega y Medina : "Para Bacon el proble-ma no _consistía tanto en conocer al mundo, sino en cam-biarlo; el hombre que obedece las leyes naturales domina a la naturaleza. El método nuevo de investigación (ars inve-niendi) que Bacon propone, parte de lo singular de los he-chos, cosa que ya habían recomendado los españoles Vives y Sánchez, pero que en ellos no pasó más allá." 16 La tierra, de acuerdo con el filosofar británico, no es ya un destierro. Será, en todo caso, un transtierro, corno diría Caos, donde el hom-bre ha de continuar viviendo para alcanzar su salvación en este mundo y, acaso, por sus mismas obras, la salvación en el otro. Así lo entiende el puritanismo de otro inglés : John Milton.

CIENCIA PARA EL HOMBRE CONCRETO: RUSIA

Aleksandr Herzen expuso, en numerosos trabajos, su visión sobre la filosofía y la ciencia a partir del alma eslava, el alma de un pueblo montado entre dos mundos, el occidental y el oriental, tratando de ser uno, pero sin renunciar al otro. Se

14 Francis Bacon, Novuni Organunz, Editorial Lunada, Buenos Aires, 1949, p. 340.

15 Ibid., p. 121. 16 Juan A. Ortega : y Medina, El conflicto anglo-e.spañol por el do-

minio oceánico, UNAM, México, 1981, p. 94.

plantea el problema de la conciliación que también plantea el pensamiento español. Así lo hemos visto en José Ortega y Gasset. "Una de las virtudes esenciales del carácter ruso —dice Herzen-- es la extraordinaria facilidad con que acepta y asimila los frutos del trabajo ajeno." 17 Entre ellos está el de la ciencia moderna, que tiene su origen en Europa, pero falta capacidad para el trabajo sistemático y profundo ; cuan-do "nos aproximamos a la ciencia moderna, nos-asombró su naturaleza recalcitrante _Esta cienc ia liene en_todas partes su casa, pero no da cosecha allí--donde no- ha- sido sembrada; y debe vegetar y desarrollarse no sólo en cada pueblo que la acepta, sino en cada individuo". La ciencia moderna tiene un origen, pero puede ser adoptada y asimilada por_otros hom-bres y pueblos si se sabe sembrarla y cultivarla. Y esto no es precisamente fácil. No basta recibir, será necesario adaptar. En cambio, "quisiéramos apresar el resultado, cazarlo como se cazan las moscas, al vuelo; y al abrir la mano, o nos engañamos pensando que hemos apresado lo absoluto o comprobamos con despecho que la mano esta vacía". Por ello, sigue Herzen: "nuestros diletantes han declarado, llori-quea'ido, que han sido engañados por la pérfida ciencia de Occidente. C ...1 Estas palabras son muy perniciosas en nues-tros días".18 Rusia debe hacer suya la ciencia europea, debe saber cómo hacer lo hecho por otras naciones. Pero no es fá-cil; las dificultades son múltiples y no por su renuncia Rusia ha de lograr mayor éxito en sus a_nhelos. "Nos enfadamos con la ciencia de la misma manera que nos enfadamos con la gra-mática a los ocho años." Pero "la ciencia no se alcanza sin trabajo, esto es un axioma; la ciencia únicamente puede,ad-quirirse con el sudor de la frente; ni los arrebatos, ni la fan-tasía, ni las aspiraciones más ardientes pueden substituir al trab aj

Ya Bacon consideraba la ciencia una expresión de la mal-dición que siguió a la caída : "Comerás el pan con el sudor de tu fren'te"; pero era una maldición que había dado al hom-bre el dominio del mundo. Se mostraba contrario a quienes condenan la cicnci:', moderna por su dificultad y se confor-man con abstr:Jeciones, con un universalismo en donde apa-rentemente está todo, sin estar nada en concreto. "Cuanto más

17 A. Herzen, Obras filosóficas escogidas, Ediciones en Lenguas Ex-tranjeras, Moscú, 1956, p. 16.

ls Ibid., p. 17. 16 Ibid., p. 18.

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228. CIENCIA DESDE LA BARBARIE. Y LA CIVILIZACIÓN CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN _ 229

universal es él =pensamiento y mayor su generalidad, más fá cil es su comprensión superficial, porque las particularida-des de su contenido no están desarrolladas en él y no se sos-pecha su existencia-." "-Hay que partir de lo particular, de lo concreto, no de lo abstracto ; pero esto, por supuesto, plan-tea mayores dificultades. ¿Qué pretenden los diletantes? Lo

--másbsurdo:4artir-deLlas--mayores -abstracciones y explicar -así-las-múltiples _expresiones „de lo _concreta.Sstos 'quieren, -para-tener una-garantía, conocer-anticipadamente los proble-mas más difíciles de la ciencia: qué es el espíritu, lo absoluto

, 1, y exigen que la definición sea concisa y clara, es decir, que_dé_el_contenido _dela ciencia en_unas cuantas frases"." ¡Ciencia fácil I, que trata, aunque inútilmente, de ahorrar el trabajo previo sobre el que toda abstracción ha de alzarse.

Herzen no rechaza las abstracciones, no rechaza la filoso-fía en este sentido, pero ésta ha de conciliarse con la ciencia, con la nueva ciencia que da credibilidad a las abstracciones. Enfrenta a los pensadores con los naturalistas, los metafísi-cos con los científicos, y encuentra- que ambos se comple-mentan.

Los pensadores y los naturalistas —escribe— empiezan a comprender que los, unos sin los otros no llegarán a ninguna parte.22 E. .. El filósofo no quiere saber nada de los hechos, presume del desconocimiento de los intereses práctivos y se pierde en cuanto abandona sus leyes -universales para descen-der a lo particular, o sea, a la realidad; al empírico le ocurre todo lo contrario' ] Sin embargo, desde comienzos de nues-tro siglo empezó a oírse la palabra conciliación.23

Es la misma preocupación que hemos encontrado en la con-ciencia ibérica. Buscando esta conciliación Herzen analiza y compara la filosofía antigua con la moderna, y dentro de la moderna la filosofía de Descartes y la de > Bacon. La cien-cia moderna no se explica sin la antigua, la nueva ciencia sin la escolástica. De la escolástica, llevada en muchos aspectos a sus últimas consecuencias, los franciscanos de Oxford dieron base a la ciencia moderna.

El pensamiento puro —dice Herzen— es la escolástica de la nueva ciencia, igual que el protestantismo puro es el catolicis-

10 Ibid., p. 20. " Ibid., p. 23. " Ibid., p. 121. 28 Ibid., p. 123.

mo regenerado." [ —] La filosofía antigua y la filosofía mo-derna constituyen las dos grandes bases de la ciencia del fui turo; las dos son incompletas, las dos contienen elementos no científicos y son grandes factores prepaxatorios, sin los cuales la ciencia no hubiera pódido alcanzar realmente todo su des-arrollo.

El -no comprender-esto_ha_ conducida_a_errores. ,Los hombres _de la_revolución_vieron que con la escolástica no_ podrían lle-gar a nada y la-odiaron: Pero negar la escolástica no signifi-caba, ni mucho menos, instituir la autoridad de la nueva cien-cia." 25 La nueva ciencia tiene que absorber, que asimilar la _escolástica de donde, quiera ó no, ha partido. Francis Bacon, dice Herzen, no fue unilateral, como algunos suponen, no re-chazó el conocimiento abstracto de la naturaleza de los esco-lásticos para hacer prevalecer su-conocimiento--empírico. A Bacon, "es difícil acusarle de unilateralidad. Según dice él mismo, deseaba una ciencia activa y viva, una ciencia de na-turaleza basada en la naturaleza. Quería una ciencia que par-tiendo de los hechos, fuese. destilada en el alambique :de la observación y de la reflexión para convertirse en idea gene-ral". Rechazaba ídolos que no tuviesen su origen en, este co-nocimiento; pero rechazaba la universalidad del conocimiento mismo. Por ello Bacon parte "con harta frecuencia de una idea unilateral y alcanza los resultados más universales" 26 Rechaza las futilidades y exige a los hombres que partan del conocimiento directo de la naturaleza. "El método de Bacon no es más que un medio de comprensión personal, subjetivo, y exterior al objeto." 27 El conocimiento propio del hombre ha de partir de sí mismo, de su propia capacidad para compren-der el mundo que le rodea. En este sentido se aproxima a Des-cartes, aunque parezca ser tan distinto. Pienso, luego existo ; y a partir de este primer conocimiento se intenta compren-der y conocer al mundo. Bacon no es para Herzen opuesto a Descartes, sino tan sólo otro punto de partida del yo pensante.

El genio de Bacon —dice Herzen— positivo y típicamente in-glés, carecía de un órgano para la metafísica escolástica. Los problemas filosóficos de entonces no le preocupan en absolu-to. Como Descartes, empezó por una negación, pero por una

24 Ibid., p. 255 25 Ibid., p. 257. " Ibid., p. 265. 27 Ibid., p. 272.

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230 CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN

negación práctica. Rechazó los viejos dogmas porque no valían para nada y se rebeló contra la autoridad de las viejas doc-trinas porque eran una traba a <la independencia mental.

Descartes hizo lo mismo, pero con la propuesta de mantener la vigencia de lo antiguo aunque provisionalmente, mientras se construía la casa nueva. Bacon se puso de inmediato a construir la nueva casa. Bacon, "después Que hubo echado

-por la borda el dogmatismo estéril, se quedó frente a frente con la naturaleza y, al punto, se dedicó a estudiarla, a inves-tigarla como un hecho indudable ; ni siquiera se le ocurría negar la naturaleza ; para él negar la naturaleza hubiera sido lo mismo que negar su propio cuerpo"." No podrá, como Des-cartes, poner en duda la naturaleza para buscar en su razón la justificación de la misma. La naturaleza estaba allí, la justificase o no su razón. "Un hombre con tales ideaj'JL-dice Herzen— no puede sentir la menor inclinación por el roman-ticismo, el misticismo y la escolástica. Bacon y Descartes re-presentaban en la ciencia los dos fundamentos hostiles entre sí, de la vida Inedieval." 29 Idealismo y empirismo se comple-mentaban entre sí. Uno buscaba llegar a las metas del otro y a la inversa; partiendo de la abstracción o la experiencia, ambos se complementaban entre sí.

¡ Conciliar !, pero ¿qué ha de ser conciliado? Los dos mun-dos y las especulaciones que se han hecho expresos en la cien-cia rusa :.la ciencia alemana sobre cuyas normas se intentó europeizar a Rusia, y la francesa de la revolución que Rusia hizo suya. Son dos expresiones del mundo europeo que Ru-sia ha de asimilar para sí misma. "La Revolución francesa y la ciencia alemana —dice Herzen-- son las columnas de Hér-cules del mundo europeo." En la ciencia alemana se concilió la especulación con la experiencia. En Elegel la razón dejó de ser una abstracción y se transformó en un espíritu que, acti-va a través de la historia, se transformó en ciencia de la natu-raleza y de la historia. Frente a esa ciencia, que tiene su máxima expresión en Hegel, está la Revolución francesa. Pero "más allá de ellas —dice— se descubre el océano, se divisa el mundo nuevo, algo diferente y no una edición corregida de la vieja Europa. [ I La ciencia alemana es una religión especulativa ; la república de la Convención es un absolutis-mo pentárquico y al mismo tiempo una iglesia. Los símbolos

zs Ibid., p. 275. 29 Ibid., p. 276.

CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN 231

de la fe fueron reemplazados por los dogmas sociales". Pero el pueblo "siguió siendo un seglar, un administrado ; para él nada había cambiado y asistía a las liturgias políticas como había asistido a las religiosas, sin comprender nada"." Den-tro de esta situación Rusia aparece entre dos mundos que no acierta a completar, a conciliar ; entre el absolutismo de Pedro el Grande y la libertad expresa de la revolución de un pueblo que supo vencer a otro absolutismo, el pueblo que en nombre de la libertad pretendió dominar Napoleón I. Ru-sia es un pueblo entre dos mundos, no sólo entre Europa y Oriente, sino entre dos concepciones políticas que por un lado someten y por el otro liberan. "Y ¿nosotros, qué será de nosotros?", pregunta Herzen.

Nosotros somos los últimos eslabones que unen los dos mun-dos y que no pertenecen ni al uno ni al otro; hombres apar-tados del género, aislados del ambiente, abandonados a nos-otros mismos; hombres inútiles, porque incapaces de compartir la senilidad de unos y la puerilidad de los otros, no tenemos sitio a ninguna mesa. Somos los hombres de la negación del pasado, los creadores de estructuras abstractas para el por-venir, y no poseemos patrimonio ni en un lado ni en otro, lo que prueba al mismo tiempo nuestra fuerza y la inutilidad de ésta.

Entonces, se pregunta, ¿la vía de Europa es la vía de Rusia? ¿No posee Rusia su propia e ineludible vía? ¿La América sa-jona puede ser entonces la vía de Rusia? Tampoco ; los rusos no pueden ser buenos Robinsones. Después de todo Robinson llevó a su isla el mundo del que había naufragado y construyó otro mundo a partir de lo que su mundo le había dado. "¿Aca-so los emigrados —pregunta Herzen.-- no han llevado a América la vieja Inglaterra?" 31 La ciencia y la filosofía tam-bién han de conciliar sus expresiones en el uso que de ellas hagan los rusos para construir un mundo nuevo que no pue-de ser copia del europeo, ni del europeo de ayer ni del europeo de hoy. Tampoco el europeo de la escolástica y la especulación filosófica pura, ni el europeo de la ciencia de dominación de la naturaleza en la que quedan incluidos los mismos hombres.

39 Ibid., p. 450. 31 Ibid., p. 453.

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LA CIENCIA COMO ESPEJO DEL HOMBRE

Hablando de integración, conciliación y acuerdo entre filoso-fía y ciencias, y con ellas, entre concepciones del mundo y de la vida de hombres y pueblos, destacan los esfuerzos que en este sentido ha hecho el estadounidense Richard M. Morse buscando, nada más y nada menos, que la solución a muchos de los problemas que se plantean a los Estados Unidos, a la poderosa América sajona. Una América que lleva en sus en-trañas otros _mundos ya no sajones que; quiera o no, tiene que conciliar32 13ritania, libre de contagios, lanzada hacia el Occidente y hacia todos, los puntos cardinales de la Tierra, se encuentra con pueblos y hombres a los que aplica, simple-mente,-el- califieativo-de bárbaros o salvajes. Pero son califi-cativos que ya no funcionan en estos días en que múltiples pueblos reclaman el respeto a sus identidades y el derecho a vivir y actuar de acuerdo con ellas, el derecho a la auto-determinación como naciones ; un derecho que antes que ellos fuera reclamado por quienes hicieron en Europa y los Esta-dos Unidos sendas revoluciones y a partir de ellas la exigen-cia del respeto a tales derechos, y actuaron en consecuencia cuando eran atacados sus pueblos. Tal hicieron los Estados Unidos en 1776 y Francia en 1789.

El espejo de Próspero es un título de inspiración rodosia-na, pero visto más de acuerdo con el Shakespeare de La tem-pestad del que ya hemos hablado. Próspero es el señor; el señor Próspero, rico y poderoso frente a los Calibanes al otro lado del gran Río. Se trata entonces de examinar, dice Morse, a "las Américas del Sur no desde el punto de vista habitual de la América del Norte", no como la "víctima" paciente, o "problema" de los Estados Unidos. Sino como "una imagen espectacular en la que América del Norte podría reconocer sus propias dolencias y 'problemas' ". Ambas Américas se han nutrido y se nutren de fuentes comunes de la civilización eu-ropea, pero partiendo de opciones diversas de la misma Eu-ropa, que marcarán los modos de vida de estas Américas y sus ineludibles relaciones. En este sentido la América sajona ha presentado una imagen de autosuficiencia, agresiva o inquie-tante. Pero todo esto ha cambiado. "En un momento en que Norteamérica puede estar experimentando una crisis de auto-confianza", dice Morse, acaso sea el momento de "anteponer-

32 Richard M. Morse, El espejo de Próspero, Siglo XXI Editores, México, 1982.

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le la experiencia histórica de Iberoamérica ya no como estu-dio de caso :de desarrollo frustrado, sino como- la vivencia de una opción cultural".

En la actualidad se ofrece una situación interesante, que también se hace expresa en la Europa continental y occiden-tal, una toma de conciencia ante el espejo en que se mira Próspero que le presenta como su imagen, la imagen de otro - ente al otro lado ; un ente marginado de sí mismo y por ello supuestamente bárbaro. Bárbaro en América por la opción cultural tomada por la otra América, la íbera, una América supuestamente en la barbarie por mantener concepciones filo-sóficas también supuestamente rebasadas, por mantener op-ciones políticas que parecen también absolutistas o totalita-rias, así como relaciones de raza que parecen la negación de sus orígenes. Frente a esta opción la anglosajona parecía estar al lado del espejo que enfrenta al que se observa, y no en la imagen observada. Pero esto parece haber cambiado dentro de un mundo como el estadounidense, que tiene que conciliar su origen WASP (blanco, anglosajón y puritano) con pueblos de color, ser multirracial, mestizo, católico, mahome-tano y budista. Un mundo que lejos de estar en sus márge-nes parece marginarlo a él, y con una concepción de la histo-ria y del hombre más amplia y absoluta que pone a la propia, la individualista, en los márgenes de tal concepción. El maes-tro de Morse, Frank Tannenbaurn, hablaba de sentirse bárbaro ante los puntos de vista de sus colegas iberoamericanos. Es la barbarie al otro lado del espejo en el que se mira Prós-pero. Sería esto, en resumen, lo que observa Morse en su análisis de las dos Américas, la América en que se prolongó Iberia, desplazada de Europa ; y Britania autodesplazada de la misma Europa.

Morse empieza por analizar lo que llama la prehistoria eu-ropea de ambas Américas, anterior a la etapa de la coloniza-ción, y lo que aportaron ambos colonizadores en las porciones que con sus empeños obtuvieron del llamado Nuevo Mundo, una España y un Portugal que "se encontraban en el otoño y una Inglaterra en la, primavera del poder mundial".33 Y en este sentido la América íbera queda fuera de la historia frente al poder de la otra América. Y a partir de esta situa-ción la conciencia de la pérdida de poder implicará rechazo del pasado y, con ello, las yuxtaposiciones que implican la

33 Ibid., p. 7.

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búsqueda de nuevos proyectos ; al revés de la América sajona que llevará al máximo la herencia de poder recibida, sin te-ner que buscar modelos que yuxtaponer a la propia realidad. Los autores del proyecto estadounidense parecieron ofrecer lo_que_llama Morse _una_notable _contribución al "Gran_ Desig-nio Occidental". Pero este designio se cuestiona si se observa la marcha de tal proyecto y sus posibles consecuencias en el futuro inmediato. En este sentido surge la pregunta de si el- proyecto iberoamericano "no estará destinado a alcanzar lentamente un reconocimiento cada vez mayor"."

Morse hace -apretada-exposición de la filosofía europea a lo largo de la Edad Media, de donde se van a derivar las op-ciones que harán suyas la América Ibera y la América sajona.

--En-la elección-que España hará de su-futuro y el de sus colo- nias hará suyo el sistema de orden ecuménico creado por

_Tomás de Aquino para eLSacro_Inaperio_ Romano y del cual había pasado a ser guardián la. España de Carlos I. Mientras, en el resto de Europa, más aún al otro lado del Canal de la Mancha, la elección fue en favor de una filosofía que domi-nando parte por parte a la naturaleza, hiciese la grandeza del hombre y de los pueblos por él formados. Como expresión de esta doble elección presenta Morse por un lado a Francis-co de Vitoria y por el otro a Tomás Hobbes. Ambos son base del orden jurídico ,y político de la España americana y de la Britania de América. Vitoria debía mantener el orden que España había adoptado como propio, el orden escolástico, "Vitoria —dice Morse— se enfrentó a un problema de casuís-tica —ajustar la experiencia a cánones respetables— antes que a la reconstrucción." No recreaba a España en América, sino que adaptaba a América lo que España había adoptado como proyecto histórico. En cambio,

Hobbes, nacido en una nación insular y modernizante en el portentoso año de la Invencible Armada y llegando a la madu-rez en una era de violencia civil y cisma ideológico, se en-frentó al problema de reconstruir un orden nacional que, una vez legitimado, pudiera proporcionar un nuevo punto de apo-yo del poder internacional. [ ...] Vitoria se dirigía a un vas-to mundo multiforme; Hobbes a un mundo circunscrito y ho-mogéneo.

Vitoria tenía que adaptar un conjunto de ideas a naciones y pueblos dentro de un mismo orden moral universal; Hobbes

34 Ibid., p. 23.

CIENCIA DESDE LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN '235

descubrió el conjunto de axiomas científicos mediante los cuales una unidad política singular pudiese -ser reorganizada como modelo o prototipo. "En un caso el universalismo debe encontrar expresión en un conjunto de circunstancias único ; en el otro _el particularismo_debe_dar_una _solución repeti-ble." 85• Una solución al alcance de los individuos y las socie-dades por ellos creadas sin imposición externa alguna.

Vitoria tenía que adaptar lo particular a un antiguo univer-sal y_Ilobbes _debía-apticarreglaslrecién:descubiertas_ a_lo par-- ticular. ... Para- Vitoria -las-7-ciudades - y---das-- republicas- -no procedían de la inventiva humana sino que surgían de la na-turaleza, que las había producido para proteger y preservar a los mortales. Los hombres en Hobbes son un conjunto hete-rogéneo de individuos que por naturaleza no son armoniosos ni políticos ni tienen inclinaciones sociales.

Aquí los hombres tienen que pactar de acuerdo con su conve-niencia. "Los pactos son construcciones artificiales, igual que las comunidades o el Estado erigido sobre ellos." 36 En Vito-ria la comunidad es parte del orden cósmico ; en Hobbes es el resultado del miedo de unos hombres frente a otros.

De allí se pasa a la ciencia. De acuerdo con Morse : "El em-pirismo era menos una visión del mundo que un método para aprehenderlo." 37 Por ello Hobbes eliminaba los problemas morales y teológicos. El Estado es una construcción artifi-cial de los hombres para mantenerse en obligada relación. Los íberos se enfrentarán a un sistema ya construido, los britá-nicos lo harán a un sistema en construcción, de naturaleza fáustica, y por ello, infinito ; a una sociedad supuestamente abierta. En Iberia el filósofo tendrá que ajustar el orden polí-tico recibido a su circunstancia, arreglar las fisuras que en él se presentasen. Es un restaurador de lo ya creado. El íbero encontró en el positivismo y sus equivalentes, no una filoso-fía de recreación de lo creado, sino una forma de afirmar el orden ya existente. Por ello en Iberoamérica se considera que el orden positivo tomaba el lugar del orden teológico. Relevo de doctrinas, pero no cambio del orden ya establecido. En el siglo xv-n, nos dice Morse, Iberia podía ofrecer alternativas para el Gran Designio Occidental, pero un siglo después ya no era posible, busca tan sólo adaptarse a la alternativa bri-

35 Ibid., p. 74. 36 Ibid., p. 76: 37 Ibid., p. 77.

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tánica. Trató de conciliar su propio esquema con el esquema de la filosofía que parecía haberla trascendido y sólo logró un hibridismo, la preocupación, nunca satisfecha, por conci-liar lo que era con lo que pretendía ser. No hubo fusión. El pensamiento ilustrado ibérico presentará tan sólo la aparien-cia de un mosaico, no de un sistema. Tal fue el eclecticismo íbero e iberoamericano. Morse continúa su amplio análisis de las diferencias entre la sociedad sajona y la íbera, cómo a par-tir de estas diferencias la íbera pretende adoptar la solución sajona que no estaba en sus antecedentes y experiencias. El orden-político tomó diversas formas pese a su anhelado de-mocratismo. Por ello Bolívar, aun admirando el orden creado por la democracia estadounidense, encontraba que ésta no era-ni podía ser el orden propio de una democracia en Ibe- roamérica.

Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela —decía Bolívar— tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro Estado. Y según mi modo de ver es un prodigio que su modelo en el norte de Amé-rica subsista tan próspero y no se transforme al aspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas [ debo decir que -ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el Inglés ame-ricano y el Americano espatio1.38

Lo importante es que las leyes sean relativas al país. "He aquí el código que debíamos consultar y no el de Wash ington."

Todo lo expuesto lleva en Richard Morse al planteamiento de un problema, uno actual que no estaba contemplado en las preocupaciones de sajones e íberos en un reciente, pasado.: el de la conciliación de ambos puntos de vista. Y es Angloamé-rica la que más necesita de esta conciliación. El sistema por ella establecido plantea una serie de problemas cuya solución no parece estar dentro del sistema mismo. Una sociedad como la establecida por el genio sajón ha entrado en crisis al verse forzada a incorporar a ella sistemas de convivencia que le han sido y le son extraños, una convivencia obligada por su expansión hacia otros pueblos. Diverso es el problema del sis-tema iberoamericano que ha pretendido conciliar las diver-

38 Simón Bolívar, "Discurso de Angostura", Latinoamérica, t. 30, UNAM, México, 1978.

CIENCIA DESDE. LA BARBARIE Y LA CIVILIZACIÓN 237

sas expresiones de hombres y sociedades con las que se ha encontrado. El mundo que ha surgido del proyecto histórico británico, sajón, está en crisis por su inadaptación a la rea-lidad sobre la cual ha sido realizado el-proyecto. El insistente reclamo de un nuevo orden-internaciona.1 está en relación con el desajuste que guarda el proyecto anglosajón con los pro-yectos que, ineludiblemente, tienen otros pueblos sobre sí mismos y no han sido tomados _en cuenta por el Gran Pro- yecto. La dicotomía Estados Unidos versus América latina, Anglo-América-Iberoamérica, Occidente y Oriente;-debe ser re- suelta en una gran síntesis. En este sentido son importantes las experiencias históricas de Iberia e Iberoamérica en la bús- queda de una posible _solucián,_una síntesis dialéctica que pondría fin a la vieja relación, originada en esa dicotomía ; civilización y barbarie ; centro y periferia. Habrá que intentar una síntesis en la que todos los hombres y pueblos sean toma- dos en cuenta; no la síntesis imperial romana, ni la del Sacro Imperio Romano; que, de cualquier forma, dejan en la peri- feria, en la marginación, a- hombres y pueblos no compren-didos.

Ahora que el abismo entre los artículos de fe heredados y la circunstancia percibida se ensancha de modo amenazante en el mundo angloatlántico —dice Morse— la visión "barroca" pasa a ser atractiva también allí, y sintomáticamente la ficción iberoamericana está de moda. En un mundo donde la pobla-ción llegará a 6 o 7 000 millones de almas para el año 2000 y el doble de esa cifra para el 2050, en que el nomadismo afecta tanto a los desheredados como a los ejecutivos, donde el sue-ño burgués de la casita unifamiliar con jardín se desvanece, donde las élites tienen que oc-ultarse detrás de burocracias laberínticas contra las masas inoportunas, donde las ideolo-gías racionalistas ceden ante los cultos mistagógicos, donde el resorte de la curiosidad intelectual se ha aflojado, donde gi-

- gantescos Estados nacionales se:vuelven impotentes o incohe-rentes por falta de valor; en ese mundo, c_abe presumir que, si no un ilusorio "liderazgo", por lo menos alguna, recompensa le tocará a un pueblo que conserva la capacidad de visuali-zar y reflexionar sobre su propia condición, y a un pueblo que, en el espíritu de Vitoria y Suárez, imagina una ley natu-ral para el mundo en su diversidad antes que proponer, en el espíritu de Hobbes y Locke, una fórmula mecánicamente repe-tible de derechos naturales egocéntricos.39

39 Richard M. Morse, op. cit., p. 220.

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X. MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN

Y LA BARBARIE

REENCUENTRO EN OCCIDENTE

RICHARD M. MORSE, al preguntarse por una fórmula que con-cilie dos mundos que parecen enfrentados, el iberoamericano y el angloamericano, nos presenta, concluyendo, su reflexión total : "Pero aquí hablamos de siglos, no de años." 1 Sin em-bargo, el problema es que ahora tenemos que hablar, que bus-car soluciones inmediatas. No importa cuántos siglos hayan tenido que transcurrir para que se haga conciencia de la con-ciliación. La conciliación real ha de darse en un futuro inme-diato, porque el tiempo en que vivimos no se cuenta ya por siglos. Quizá alguna vez se contó por siglos, aunque creo que siempre el hombre ha buscado soluciones para lo inmedia-to. Los siglos son para el que escribe la historia, pero no para el que hace la historia. Menos aún en los tiempos que vivi-mos, tiempos en que el hombre se encuentra comprometido aunque no lo quiera, no ya con su exclusivo mundo local, sino con el universal. Tiempos en que día a día, a través de los poderosos medios de información y difusión, se encuentra inmiscuido en problemas que antes parecían serle ajenos. Lo que hoy sucede en cualquier parte del mundo afecta al espec-tador de los sucesos convirtiéndolo en actor. Tiempos en que multitud de sucesos golpean con brutal insistencia al hom-bre en cualquier lugar en que se encuentre, un golpear coti-diano que muestra la imposibilidad de eludir compromiso alguno con el mundo. En este hoy, con un cada vez más problemático mañana, hay que buscar soluciones como la pro-puesta por Morse. Los hombres deben buscar para hoy solu-ción a problemas que tienen que ser, quiérase o no, comunes.

Lo que propone Morse para conciliar esta nueva América, la América corno totalidad, cabe plantearlo para el planeta entero, nuestro planeta. Debe ser conciliado un mundo que, a lo largo de la historia, ha sido dividido entre centro y

1 Richard M. Morse, El espejo de Próspero, Siglo XXI Editores, Mé-xico, 1982, p. 220.

MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 239

periferia. Ahora nos habla Morse, desde el centro, en el cen-tro de su sistema que al mirarse en el espejo, el espejo de Próspero, su espejo, se ha encontrado con la imagen de Cali-bán, que parece ser su propia imagen, al otro lado de sí mis-mo ; una imagen que no puede borrar sin borrarse, que no puede destruir sin destruirse. Es la civilización reflejándose en la barbarie, sin la cual carecería de imagen. Una imagen que en los últimos tiempos está reflejando a Próspero su propia barbarie, barbarie que, a fin de cuentas, no es sino expresión de_amas ciertas peculiaridades humanas frente a otras peculiaridades igualmente humanas. Pero unos hom-bres se empeñaban en presentar estas peculiaridades como auténtica realidad frente a otras que considera son sólo su reflejo. Al otro lado del espejo existe una realidad ineludi-ble; no se puede eludir ni destruir el espejo mismo. Porque en realidad no hay espejo, sino un simple marco a través del cual unos hombres han pretendido situar a otros del otro lado. No se puede poner de un lado el liberalismo y del otro la ineludible convivencia. La disyuntiva entre libertad e igual-dad aparece ferozmente expresada en nuestro tiempo corno lo inconciliable. Hasta ayer las banderas libertarias de re-voluciones como la estadounidense y la francesa atraían a los pueblos del mundo entero. Ahora son las banderas de re-voluciones sociales como la soviética, la china o la cubana las que atraen. Libertad en un caso, justicia social en otro. Dos caras de la misma moneda que es el hombre, pero pre-sentadas con empeño como incompatibles.

Los pueblos que hasta ayer hacían suyo entusiastamente el proyecto libertario, alzan ahora sus manos para el logro del proyecto igualitario. Estos pueblos han aprendido que la libertad sin igualdad es imposible, que ningún hombre o pue-blo es libre si antes no es reconocido como igual a otros hombres y pueblos. No se renuncia a la libertad por la igual-dad, simplemente se exige la igualdad para posibilitar la li-bertad. De esta manera, proyectos que parecían estar enfren-tados resultan ser complementarios. Es una complementación de difícil realización, no por su lógica, sino por lo que niega contra toda lógica ; intereses que se niegan a aceptar una igualdad que limitaría su exclusiva libertad, lo cual nada tie-ne que ver con la libertad de los otros hombres. De esto nos habla también Richard M. Morse cuando escribe : "Expre-sada en términos neoescolásticos, neohegelianos o rousseau-nianos, la búsqueda de la 'libertad' aparece ahora como com-

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240 MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE

patible con una, situación hegemónica." Pero es hegemónica no en sentido del dominio de unos hombres sobre otros, de unos pueblos sobre otros, sino de una voluntad que exprese la voluntad de todos, .pero no en abstracto, sino en una coti-diana y perthanente afirmación de solidaridad, que nace de la libertad y no del dominio que es impuesto. Está más cerca de la preocupación ibérica de comunidad que de la socie-dad de que =hablan los sajones. Estas distinciones han sido expresadas con gran claridad por Ferdinand Teinnies. Dos tipos de -racionalidades_en_los que___el _peso_puedainclinarse a lo social o a lo individual; pero una inclinación que puede dar origen a dos formas bárbaras, por su equivocidad, de auto-ritarismo Piles es igroaLel_autorit vis o_clelas_mayorías que el de las minorías. Siempre será autoritarismo, esto es, ne-gación de la libertad en nombre del individuo o de la sociedad. Porque en nombre de la-libertad, nuestro tiempo ha sido tes-tigo de cómo se pueden anular libertades concretas ;; cómo en nombre de la comunidad ser sometidas voluntades no menos concretas por individuos manipuladores.

Richard. M. Morse nos habla del encuentro en el Nuevo Mundo de dos expresiones de un mismo mundo, de Europa, del Occidente. Racionalidades diversas que se dan en Euro-pa dentro del desarrollo histórico de una gran razón y que, en el mundo moderno, entendido éste geográfica y cronológica-mente, se dan como proyectos irreductibles, como polari-dades que han de destruir predominios. Para subsistir la una ha de destruir a la otra. Una razón anula a la otra como su-puesto reflejo de sí misma, pese a que es parte ineludible de la propia realidad. "Y aquí tropezamos —dice Morse—con la paradoja final, y es que el encuentro agonístico del Antiguo y Nuevo Occidente en Iberoamérica a lo largo de los siglos puede contener un elemento dialéctico." 2 Lo que en el Viejo Mundo,-en Europa es consecuencia de la evolución de una vieja historia, en esta América se presenta como alter-nativa, una alternativa que no resuelve el problema; alterna-tiva entre dos modos de ser del hombre que no pueden ser amputados sin destruirlo. No se presenta al europeo u occiden-tal, porque el pasado y el presente son modos de ser del mismo hombre, que no están en conflicto, sino que son mo-dos de ser, como la infancia, la juventud y la senectud. En el europeo y el occidental proyectado en América no entra

2 Ibid., p. 210.

MAS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 241

en ,conflicto lo qüe es con lo que pretende ser, lo lleva todo dentro de sí como una gran unidad. La elección = se plantea a pueblos como los iberoamericanos que se saben herederos de una tradición que fue supuestamente destruida por otra, la europea; aunque más que destruida ha sido absorbida, asimilada.

El iberoamericano, que se sabe heredero de una tradición que ya es_historia,_encuentra incompatible -su asimilación con otra expresión de la misma Europa. Es una incompatibilidad que elnisma-europeo se encarga por_propia_conveniencia -de fomentar y resaltar como algo imposible de conciliar, si no es negando lo que se es, para poder ser otra cosa. Surge esa

_perra n te_yitap o si rión=de__pr9y_ectos _que_se _p retenden_im plantar sobre inexistentes vacíos, un querer dejar de ser para poder ser otra cosa, algo que nunca se había planteado el europeo-occidental.

Pero es ya el europeo, el occidental, el que se, ha encon-trado que, pese a haber supuestamente asimilado todo lo que él ha sido, existe frente a un reflejo de-haber sido:' hombres y pueblos al margen de-su mundo que le -hacen-patente- -lo incompleto de su propio ser. Los otros, los que se saben in-- completos, los marginados y bárbaros, le están mostrando al europeo occidental su propia marginación y barbarie. Y esto no sólo es válido para• la relación que destaca Morse entre las dos Américas, sino para la que guarda ahora todo el mundo occidental con los pueblos supuestamente en la periferia, en su periferia; la humanidad que en conjunto expresan es dife-rente. El europeo-occidental va tomando cada vez más con-ciencia de la otra cara de sí mismo, la del otro que se ha negado a ver, y que ha insistido en calificar de bárbaro, sal-vaje, incivilizado. Los otros desde su supuesta barbarie ha-blan un lenguaje que el supuesto civilizador encuentra difícil de comprender y repetir con igual claridad, resultando así bárbaro de un lenguaje que no és el suyo. Los pueblos mar-ginados y supuestamente bárbaros han venido planteando el problema de su identidad, quieren saber qué son en un mun-do que resulta ser el propio. La identidad como forma de identificarse en un contexto en el que se es visto como extra-ño ; contexto que quisiera apropiarse. Éste ha sido el proble-ma central de la América íbera, como lo ha sido de pueblos que se saben marginados en la misma_Europa.

Como vimos, este problema no se planteaba al europeo u occidental, al otro lado del Atlántico, ni a los_británicos,

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242 MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE

marginados o automarginados del continente, porque poco o nada les interesaba semejarse al europeo al otro lado del Ca-nal. En cambio, se plantea al español que sueña con ser acep-tado por Europa como europeo, al igual que al ruso, que busca insistentemente ventanas a Europa ayer, y a Occidente hoy; a un mundo que le niega el derecho a participar, con-siderándolo extraño. El problema de identidad se plantea en Iberoamérica, España y Rusia; latinoamericanos que sueñan con ser los "yanquis del Sur", o franceses e ingleses de esta América. Rusia plantea la disyuntiva entre occidentalismo y eslavismo; Los españoles buscan en Francia o en Alemania lo que quisieran ser. Pero no así, insistirnos, los británicos ; ellos no piensan en Europa sino como en un instrumento de su -propio desarrollo y--expansión para la creación de un impe-rio del que acabarán siendo centro. Pues bien, es este Mismo mundo europeo, anglosajón, británico, el que se siente ahora incompleto, amputado. Toma conciencia de que le falta algo que creía tener, pero que resulta serle ajeno. Otra expresión de sí mismo está al otro lado de Europa y Occidente, en pue-blos a los que miraba como anacrónicos, primitivos, bárbaros o salvajes. Considera que en estos puebloS está algo, quizá mucho, de lo que sabe ahora que le falta. En Morse se hace expresa esta preocupación por lo que respecta a esta Améri-ca, como se hizo expresa en el Hombre unidimensional de Marcuse. La barbarie como balbuceo, como supuesta inma-durez, cambia de lugar. Próspero al mirarse al espejo se sien-te mirado por Calibán que va a resultar ser el verdadero Próspero. El marginador se siente marginado fuera de una sociedad a la que ya no pertenece. Los jóvenes del mundo europeo y occidental supuestamente superior hacen lo posi-ble en su falso y buscado desaliño por aparecer como perte-necientes a un mundo que no es el propio. Como ayer el gaucho del que nos habla Sarmiento se empeñaba en cambiar el poncho por la levita, la cincha por el bombín. Viernes ya no quiere ser como Robinson, Robinson quiere semejarse a Viernes. Mediante artificios se pretende parecerse al lejano hindú o lama. Todo menos ser lo que se es. Si Rodó habló en su momento de "nordomanía" al querer nuestra América ser como los Estados Unidos, ahora podríamos hablar de "bar-baromanía" respecto al europeo-occidental empeñado en con-fundirse o semejarse a los hombres del mundo no occidental.

MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 24

EUROPA EN BUSCA DE SU IDENTIDAD

_pa_radójir-~esahorael europeo-occidental quien empie-záápre_ocu-parse por su *dentidad, esto_es,_ or definirse para no confundirse en este _mundo igualitario, creac o por ,rno por derechos,~o_r_lacer que otros hombres sean -copias!, I múltiples, infinitas de él mismo, jugándolos de acuerdo con su fidelidad. El concepto europeo-occidental de igualdad resul-ta tan amplio que sume a sus propios autores en el más com-pleto anonimato. De Heidegger ayer, a Marcuse hoy, se viene planteando el -problema de la masa que todos los individuos forman sin ser ninguno de ellos en concreto. Es la misma preocupación del español Ortega y Gasset. De allí la búsque-da de la identidad como forma de rebasar el anonimato del que resulta responsafféla civilización, la civilización que con Tanto hincapié insistí, - s • s barbarie. En la búsqueda de la identidad se va encontrando al individuo, pero al concreto. Regionalismos de grupos que ya no se sien-ten identificados bajo un determinado concepto nacional. Es la oposición que plantea Jean Paul Sartre entre el universal abstracto y el universal concreto y singular; éste es el que reclaman grupos regionales, culturales en nuestro tiempo fren-te a abstracciones nacionales o de otro tipo que los anulan. El hombre de carne y hueso, frente a abstracciones que nada dicen de él. "Es esta universalidad —decía Sartre— lo que quieren promover los que se sublevan en los países colonia-les —desde fuera o desde el interior— y es el único vale-dero, porque entiendo a los hombres en su situación, en su cultura, su lengua y no como conceptos vacíos." Por ello, agrega, pienso en el hombre socialista del futuro, no como una abstracción más, sino como expresión solidaria de hom-bres concretos. "Será necesario —decía— crear el hombre socialista sobre la base de su tierra, de su lengua e incluso de sus costumbres renovadas. Solamente a partir de esto el hombre dejará poco a poco de ser un producto de su pro-ducto para llegar a ser un hijo del hombre." 3 La misma preocupación encontraremos en nuestra América en los Bolí-var, los Bilbao, los Martí ; la misma de los Ganivet, Costa, Menéndez y Pelayo, Unamuno y. Ortega en España, así como la de los Herzen, Belinsky, Dostoyevski y Turgueniev en

3 Véase Simone de Beauvoir, La ceremonia del adiós, Editorial Edhasa, Madrid, 1983. "Capítulo publicado en Sábado", Uno más uno, 18 de diciembre de 1982.

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244 MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN. Y LA BARBARIE.

Rusia, y la de muchos hombres a lo largo de la Tierra, con-siderados al margen, bárbaros, tanto en Asia como en Africa. Hombres concretos que luchan por hacer patente su identi-dad; pero no para separarse de los otros hombres, sino para participar con ellos, pero como sus iguales ; iguales por pecu-liares, por poseer como todos los hombres una personalidad o una individualidad.

En este sentido resultan interesantes algunos cambios que se apuntan en el campo de la filosofía europea, de una filoso-fía como la francesa,_heredera del espíritu claro y distinti-vo de Descartes ; hablando no ya de un filosofar universal, sino de discursos filosóficos diversos, tan diversos como los hombres que, a través de ellos, se expresan. Un filosofar que surge-entre-jóvenes que se niegan a ser incorporados a una

-Universalidad que los anonada y borra;; jóvenes filósofos que / ven, como-el-pensamiento-al-otro-lado-de Occidente, el filoso-, far europeo-occidental como una racionalidad del poder, de

un poder que se apoya en la supuesta universalidad de su ex-presión, frente a la cual el resto de hombres y pueblos quedan marginados, formando parte de la barbarie que no posee el

1 logos por excelencia. Michel Serres, uno de estos filósofos, habla de la Torre de Babel, el lugar en donde los múltiples discursos de, los igualmente múltiples hombres y pueblos se confundieron entre sí y se atomizaron. La segunda Guerra Mundial volvió a unir a esa multiplicidad dispersa del hombre de todas las regiones de la Tierra y encontró, en su común afán por cambiar al mundo que había originado la guerra, un lenguaje que va resultando común sin renuncia alguna a lo que de peculiar tiene cada discurso. "La vieja Torre de Babel se tornaba en república. Una lengua común se ponía a circu-lar." 4 Dice Michel Serres : "Deducción, inducción, producción, traducción, variaciones distinguidas de un solo y mismo ges-to."

Francois Chatelet habla de la filosofía como poder, el po-cle-f- del amó-Cañí:e el esclavo, del señor sobre el siervo, del centro sobre la periferia. Toda "filosofía pasada —dice—siempre estuvo más o menos vinculada al discurso del amo y que de resultas nuestros antepasados filósofos, pese a algu nos despropósitos, no hicieron más que expresar (si no repe-

4 Véase Dominique Grisoni (compilador), Políticas de la filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 109.

5 Ibid., p. 118.

MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 245

tir, amplificar) ese discurso magistral".6 La filosofía es vista como un lenguaje que pretende mandar sobre otros lenguajes y quienes los portan. Filosofía magistral como única posibili-dad de toda la filosofía, que impide otra expresión que no sea la del magister manipulador. Frente a este filosofar-que domina tanto a los pueblos que la expresaban como a los pue-blos que la barbarizan, los jóvenes se sublevaron para expre-sar otra filosofía que no fuese ya magistral, sino filosofía con-creta, de hombres concretos y, por eso, múltiples, pero no por ello incomprensible. Es comprensible a partir de proyectos que pueden ser los de muchos hombres, acaso de todos los hombres, pero no en abstracto. La revolución de la juventud de mayo de 1968 en París tuvo esta función, la de liberar a estos jóvenes de filosofías magistrales que los conformaban en relación con proyectos que ellos no reconocían como pro-pios. Mayo, se nos dice, actuó como revelador de una situa-ción latente en la juventud europea.

Con. Mayo —nos dice otro de estos filósofos, Dominique Griso-ni— pues, la filosofía también habrá experimentado algunas sa-cudidas. La más violenta, y muy probablemente la más deci-siva, será la que hizo añicos la omnipotencia del logos. La pa-labra se "liberó", porque cada quien se apoderó del derecho al discurso, espontáneamente. [ ] Donde todo se vuelve pa-labra, Mayo, el lenguaje se reinventa sin cesar, sin reglas de uso o de comprensión o sintaxis, sin códigos y sin valores.'

¿No es ésta la barbarización de Próspero; su calibanización? Precisamente en este sentido de expresión del discurso de

un lenguaje que no se apoya en modelos y que trata tan sólo de hacerse comprender sin reglas que oculten la realidad de lo expresado, nos hablan estos mismos filósofos de nomadiza-ción, de marginación de la filosofía, del logos, que la expresa.

La actividad actual de la filosofía va en el sentido de una nomadización del pensamiento. [ ] Me explico en cuanto a nomadización. Rápidamente, una ubicación de la actividad fi-losófica con respecto, por una parte, a lo que llamaré "institu-ción", máquina sedentaria y de sedentarización, y por otra, el "margen", máquina nómada y de nomadización. [ ] En otras palabras, seleccionaba, levantando una línea divisoria entre lo

6 Ibid., p. 28. 7 Ibid., p. 17.

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que venía en apoyo de la Institución y lo que, al emanar del Margen, podía estorbar los procesos de sedentarización.8

Lo que se halla al margen, lo nómada, se enfrenta a lo insti-tucional, a lo magistral. Y de esta forma se hace filosofía de los profesionales de la filosofía y filosofía de los que quieren saber, los que interrogan, preguntan por lo que es el mundo o por lo que no saben. Filosofía institucional y filosofía nó-mada, filosofía esta última que ha de estar realizándose día a día, de acuerdo con la cambiante realidad con que tropieza. Una filosofía se institucionaliza, se codifica ; la otra salta es-tos códigos, los anula y los deja a un lado. "¿Qué es entonces el nomadismo? Un resurgimiento de la subversión." 1 a sub-versión frente al código establecido. El elemento esencial del nomadismo "es el rechazo de los códigos, de nuestros códigos, directamente surgidos de la civilización tecno-urbana, que prescribe el libre desplazamiento, el movimiento fluido y la ausencia de fundamentos. ... 7 En consecuencia, todo esto significa que la gran figura oculta del nómada reaparece en el seno mismo de la Institución".9

Subversión se iguala a barbarie, en cuanto es la palabra propia, pero impropia para el logos magistral, que busca y provoca violencia para hacerse escuchar. Calibán replica a Próspero, barbarizando la lengua de éste para poder decirle lo que Próspero ha de saber de sí mismo, aunque le horrorice. Ahora, también, se manifiesta la subversión de una generación europeo-occidental contra las creaciones de sus mayores que se han transformado en cárceles que tratan de evadir, aunque caigan en la barbarie, pero una barbarie como expresión del nomadismo que se manifiesta fuera de los códigos estableci-dos para legitimar. Se busca otra legitimación que no sea la imitación, una búsqueda de semejanza, sino la afirmación de lo distinto, de lo individual, de lo personal. Y a partir de,

este acto de nomadización, la posibilidad de comprensión del viejo nomadismo; un acto subversivo, bárbaro, que busca identificarse con las viejas subversiones y barbaries, identifi-carse con los pueblos al otro lado del espejo, con los pueblos que a lo largo de siglos han luchado por ser como sus domi-nadores, por ser sus semejantes ; para ser, una y otra vez, rechazados por bárbaros. Se trata de aceptar la supuesta bar-barie y construir sobre ella, sobre su propia identidad, una

8 Ibid., p. 18. Ibid., p. 27.

identidad que identifique, precisamente, a unos hombres con otros, pero sin confundirlos entre sí. En la Francia en que se ha originado esta peculiar filosofía se habla de discursos di-versos y de la necesidad de comprenderlos para enriquecer el propio. Es el surgimiento de un -gran -discurso como- proyec-to ; pero no ya el discurso hecho o establecido, sino el discur-so que ha de ser hecho por múltiples discursantes. Ya no más la Torre de Babel que confundió a los hombres, sino una fir-me torre de hombres que ha de ser hecha aunando los múl-tiples discursos de sus realizadores.

La disyuntiva latinoamericana entre "civilización y barba-rie" fue propuesta por la misma Europa para manipular pueblos. Ahora la barbarie, como el nomadismo, aparece como expresión concreta del hombre necesariamente concreto ; del hombre de carne y hueso, el hombre que vive-y--muere y-que se niega a perderse en el anonimato. Todo esto parece clarifi-carse en Europa y el civilizado Occidente, consciente del apa rato regresor en que se ha convertido la civilización frente a sus mismos creadores. Se busca otra forma de civilización que cumpla el que debió ser su-cometido : hacer que los hombres convivan entre sí, participen los unos con los otros en tareas comunes, renuncien a su propia identidad. Afirmar la igual-dad a partir de la propia peculiaridad. Ha de ser peculiar, pero no tan peculiar que no pueda comprender y hacerse comprender. Negativa a ser un remedo de algo que no se es, a querer ser algo distinto de lo que se es. Enriquecer la expe-riencia propia con las experiencias de los otros sin por ello dejar de ser. No aceptar más yuxtaposiciones, como el que sabe quién es y pretende ser esto o lo otro.

MÁS ALLÁ DE OCCIDENTE : IDENTIDAD Y UNIVERSALIZACIÓN

Al otro lado del espejo del sistema, frente al que ya vienen reaccionando Europa y Occidente, están los pueblos que lo han sufrido y sufren, pueblos que han tomado conciencia de la manipulación de que han sido objeto durante casi cinco siglos, que se saben obligados a barbarizar el discurso de su señor y colonizador. En estos pueblos a problema de la iden-tidad se plantea como el problema central de su existencia. De la misma forma que en los inicios de la filosofía europeo-occidental, en la lejana Grecia, se planteó el problema del ser como garantía de la existencia da hombre, en la América

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248 MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE

latina del siglo xIx y en Asia y África en el siglo xx se plan-tean problemas de identidad, interrogantes sobre si existe o no una filosofía, una ciencia, una literatura y una cultura en-tre estos pueblos. Son problemas semejantes a los que se plan-teó el griego sobre la existencia del ser. Un mismo plantea-miento para salvar a hombres y pueblos de la nada del ser y del existir, problema de identidad, que se plantea y ha plan-teado a hombres y pueblos conscientes de su marginación.

Los pueblos asiáticos conscientes de su unidad por la ex-pansión colonial reclaman en nuestros días la conciliación de lo que han sido con lo que tienen que ser como consecuencia de tal expansión, de lo que llaman cultura como algo propio, con la civilización, lo extraño. "Es necesario —dicen— conci-liar la rica herencia cultural del pasado con los valores de la sociedad contemporánea, para evitar una crisis de identidad.

Asia tiene conciencia de que sus tradiciones deben en-carnarse en nuevas creaciones firmemente dirigidas al futu-ro." Afirmación de la propia identidad como punto de partida de la necesaria asimilación de la civilización impuesta para no ser un puro instrumento de la misma. La barbarización como asunción de lo ajeno en lo propio, como punto de partida de una nueva concepción del hombre. El hombre se concibe como un ente concreto que ha de ser respetado como tal y, a partir de este respeto, permitírsele participar en una tarea que no es exclusiva de unos hombres, sino de todos los hombres : su propio futuro. "La búsqueda de la identidad cultural —nos dice el hombre de cultura asiática— va unida en todos los casos a una buena disposición para recibir las otras culturas de la región y del mundo y, en último término, todo lo que es universalmente humano, lo que excluye el aislamiento cultu-ral e implica la repulsa de las afirmaciones chauvinistas de un nacionalismo excluyente." No se trata de elegir entre lo pro-pia y lo que la expansión europeo-occidental impuso a estos pueblos para manipularlos. Se trata de hacer de lo impuesto algo al servicio de lo propio. No se trata de "escoger entre cultura y progreso tecnológico, ya que son necesarios tanto la integridad cultural para ser uno mismo, como el poder tec-nológico para vivir con el resto del mundo y dejar huella pro-pia en la historia". Lo hecho por los otros, no los otros al servicio de lo propio, las creaciones del hombre al servicio universal del hombre. No más exclusivismos que hagan de las creaciones del hombre y del hombre mismo instrumento exclusivo de unos cuantos. Hay que preservar las culturas na-

MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 249

cionales de su instrumentalización por otros hombres y pue-blos, a la que los ha sometido

el yugo político y económico del colonialismo juntamente con su dominación ideológica que era extraña a los pueblos de estos países. [.. . ] El imperialismo, el colonialismo, el neo-colonialismo y el racismo constituyen una amenaza constante a las culturas nacionales que apuntan a vaciarlas de su pro-funda significación humanística y democrática y a substituir-las con el pragmatismo y el empobrecimiento espiritual de la cultura "masiva" conducente a la devaluación de la persona."

Del África, Amadou Mahtar M'Sow dice :

En la lucha contra el racismo y el colonialismo, por encima de las diferencias ideológicas o de fronteras heredadas de la colonización, la afirmación de la identidad cultural, que sirve de base a la independencia de las naciones resulta ser también un instrumento de unidad africana y una garantía en las rela-ciones internacionales. A este respecto, un regreso a las fuen-tes de la cultura nacional parece constituir el primer paso ha-cia una liberación creadora.

Y algo más, el hecho "de que cada pueblo o grupo humano cobre conciencia de su personalidad cultural propia, entraña forzosamente como corolario el respeto de la ajena. Esto equi-vale a decir que el reconocimiento mutuo de las personalida-des culturales es una condición indispensable para el adveni-miento de un nuevo orden internacional".11 El africano habla también de renacimiento, esto es, de recuperación de una hu-manidad que ha sido enajenada. Una humanidad concreta, con un determinado color de piel, conformación craneana y modo de sentir y ver la vida. Es un modo de ser concreto como todo modo de ser del hombre. Es este ser el que ha de ser preservado para el logro de un concepto más auténtico de humanidad, no la humanidad como abstracción. Ya no habrá abstracción en nombre de la cual pueda ser sacrificado el hombre concreto que la expresa. Otro africano, M'Bounoua,

10 Conferencia intergubernamental sobre Políticas Culturales en Asia, UNESCO, París, 1974. Véase Sentido de la difusión cultural latinoame-ricana, UNAM, México, 1981, pp. 4247.

11 Conferencia intergubernamental sobre Políticas Culturales en Áfri-ca, UNESCO, París, 1976. Véase Sentido de la difusión cultural latino-americana, UNAM, México, 1981, pp. 47-51.

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MÁS. ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 251

pide se ayude a "la construcción de una civilización que po-damos calificar de civilización del rosetón, rica en formas y en colores procedentes de todas las culturas humanas. Deseamos que preparen y aceleren el nacimiento y el reino de una especie nueva del hombre". No se trata del hombre en abstracto, en el que el hombre concreto quede o no recono-cido, sino el hombre concreto mismo en sus múltiples ex-presiones.

No ya un hombre ideal —dice M'Bounoua--, sin riberas, sin raíces, sino un hombre sensible y dedicado; no un solitario, sino un constructor de sociedades; no un acaparador de rique-zas, sino un poeta, es decir, un creador; no un soñador, sino un hombre responsable; no un filósofo que desprecie la cien-cia y un sabio que desprecie la filosofía, sino un hombre capaz de ir hasta el final de su razón, conociendo al mismo tiempo sus límites 12

Una preocupación semejante se expresa en la América la-tina, en Iberia o Hispania; hombres que buscan en la afirma-ción de su identidad el apoyo y justificación de su derecho a participar en las tareas propias de todos los hombres. Es la vuelta sobre sí mismo, pero no para quedarse anclado en su concreto modo de ser, sino para prolongarse y ampliarse en otras expresiones de lo humano considerándolas como pro-pias. José Martí dice tajantemente :

Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras Repúblicas. [ ...] No haya batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la na-turaleza. [ ...] El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumi-sión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él. [ ...] Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuer-do con las necesidades patentes del país. [ ...] Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de foilua, han de ponerse en faunas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y ple-na; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.13

12 Ibid. 12 José Martí, Nuestra América, Cuadernos de Cultura Latinoame-

ricana, UNAM, México, 1978.

El mexicano Justo Sierra al hablar de la. Universidad decía :

Me la imagino así: un grupo de estudiantes de todas las eda-des sumadas en una sola, la edad de la plena aptitud intelec-tual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión, y que recurriendo a toda fuente de cultura, brote de donde brotare, con tal que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de naciona-lizar la ciencia, de mexicanizar el saber. [ ...] Para que sea no sólo mexicana, sino humana esta labor, es que no debemos desperdiciar un solo día del siglo en que llegará a realizarse, la Universidad no podrá olvidar, a riesgo de consumir, sin re-novarlo, el aceite de su lámpara, que le será necesario vivir en íntima conexión con el movimiento de la cultura general. [ ...] La ciencia avanza, proyectando hacia adelante su luz, que es método, como una teoría inmaculada de verdades que va en busca de la verdad; debemos y queremos tomar nuestro lugar en esa divina procesión de antorchas.14

Éste es el insistente cuestionamiento y problemática que se han hecho —y aún se hacen hombres y pueblos, que se saben marginados y, por marginados, bárbaros en sus ex-presiones—, respecto a su identidad. A la pregunta respec-to a lo que son, la respuesta ha sido y • tendrá que ser una simple perogrullada: son hombres. Hombres concretos, como todos los hombres, siempre en situación igualmente concre-ta; con un cuerpo y un modo de ser concretos. A partir .de esta perogrullada, de esta verdad irrefutable, ha de buscarse la relación con otros hombres, los semejantes. Pero será ya una relación solidaria que sólo pueden ofrecer hombres que se saben iguales entre iguales, pares entre pares. Ya no re-laciones salvacionistas ni redentoristas de unos hombres que deciden la salvación de otros o de su incorporación a este o aquel sistema. Menos aún la relación amo-esclavo, señor-sier-vo, colonizador-colonizado, civilizado-bárbaro, en la que un individuo es el manipulador y el otro el manipulado, en la que un grupo de hombres o pueblos se sirven de otros hom-bres o pueblos para realizar su propia y exclusiva humani-dad. Será relación solidaria que no implique subordinación de ninguna especie, que niegue el que determinados hombres o pueblos decidan sobre la barbarie y la capacidad parada ci-vilización de otros, o bien de la aptitud para la libertad, la

14 Justo Sierra, Inauguración de la Universidad Nacional, Cuader-nos de Cultura Latinoamericana, uNAm, México, 1978.

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MÁS ALLÁ DE LA MARGINACIÓN Y LA BARBARIE 253

democracia y la justicia social de otros hombres u otros pue-blos.

Para que esto sea posible no podernos esperar siglos. Te-nemos, por el contrario, que hablar de años, meses, días y horas, porque estamos viviendo en un mundo que se ha uni-ficado técnicamente como nunca. Ha hecho patente la multi-tud de problemas que han de ser resueltos de inmediato y globalmente para evitar explosiones que pueden darse en cual-quier momento ; explosiones que no esperan ya siglos, ni si-quiera años para madurar. Pero todavía Próspero, a pesar de lo que ve en su espejo, no se decide a pasar al otro lado y aceptar que la imagen que ve es su propia imagen. Todavía se resiste a dejar de ser centro, expresión máxima de lo humano y a dejar de pensar que el resto de los hombres no son sino objetos al servicio de esa su exclusiva humanidad. Pese a la multitud de signos que se ofrecen respecto a una toma de conciencia de la propia humanidad coincidente con la de los hombres y pueblos considerados bárbaros y marginales, sigue aún vivo, más que nunca, el afán por mostrar por la fuerza, a estos supuestos salvajes, que se es el hombre o la nación por excelencia, y que todo lo que afecte a esa humanidad y nacio-nalidad tiene que ser sometido o destruido. El viejo y siempre renovado imperialismo que hace de otros instrumento de la propia y peculiar identidad, sigue vivo. Por ello en nombre de la propia y exclusiva humanidad, y para su supuesta seguri-dad, se crean instrumentos cada vez más refinados de repre-sión corporal y mental para someter a quienes amenacen su peculiar humanidad lo mismo hombres que pueblos. Instru-mentos de represión que impidan que la barrera entre la su-puesta civilización y la barbarie pueda ser salvada por los supuestos bárbaros ; represión a la que, obviamente, se contes-ta con la violencia subversiva. Doble violencia que parece no tener fin. De ahí, insistimos, la urgente necesidad de conciliar expresiones del hombre con las de todos sus semejantes. Ha-brá que ir más allá de la supuesta marginación y la barbarie, de forma tal que el hombre concreto, en cualquier lugar en que se encuentre éste y su no menos peculiar expresión, sean vistos no corno expresión de la supuesta superioridad de unos hombres en relación con la inferioridad de otros, sino corno simples expresiones concretas de lo humano. A partir de este ineludible reconocimiento que el hombre haga del hombre, podrá ser respetado en lo que es, en su individualidad, en su

personalidad y como tal, ser considerado apto para colaborar en lo que ha de ser el futuro de la humanidad. Es algo que puede darse, no en siglos, ni años, sino en días y minutos. Es el futuro de Próspero-Calibán como expresiones concretas del hombre, del hombre por excelencia.

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EPILOGO 255

EPÍLOGO

A lo largo de este trabajo se ha hecho expreso el distorsio-nado y obligado diálogo, dialéctica, entre el civilizado y el bárbaro; el bárbaro que puede transfortu.arse en civilizado y marcar nuevos límites de la barbarie. Este encuentro está ejemplificado poéticamente en la obra de Shakespeare La tempestad, encuentro entre Próspero y Calibán, entre el con-quistador y colonizador y el conquistado y colonizado ; los esfuerzos y desesperación de Próspero por imponer a Calibán su_propio_lenguale, esto es, el significado de su dominio para que Calibán lo acepte, y la resistencia de Calibán para adop-tar como propio el lenguaje del hombre que le ha despojado, esclavizado y encadenado, haciendo por el contrario de tal lenguaje maldición, esto es, instrumento para su propia libe-ración, con enojo de Próspero. Es un encuentro dialéctico en el que Próspero no ha hecho sino mirarse en un espejo, po-niendo en la imagen al otro lado del mismo las expresiones de lo que él, Próspero, es en realidad. Al otro lado no está el monstruo Calibán, sino Próspero mismo con sus monstruo-sidades. Próspero, con el engaño, el hurto, la codicia, ha crea-do la imagen que quiere del engañado, robado y maltratado. Al igual que en la obra de otro bardo inglés, Oscar Wilde, en El retrato de Dorian Gray, en la imagen o retrato del otro está la expresión del verdadero Próspero y de Dorian Gray. La resistencia, la subversión, la conspiración no son obra del supuestamente monstruoso Calibán, sino del propio Próspero.

Próspero, en el drama de Shakespeare, toma conciencia de esta realidad y con ella terminan los hechizos que le permi-tieran dominar a Calibán. Conoce al verdadero Calibán, no al monstruo ; él sabe ahora de la fuente de tales hechizos al hacer de la palabra de Próspero un instrumento de su pro-pio discurso liberador, y queda así roto el hechizo. Próspero sólo tiene ahora que aceptar y perdonar para ser perdona-do. Pero no tanto perdonar a Calibán que lo ha enfrentado, como perdonarse a sí mismo y pedir le ayuden a salvar-se, solicitando para ello ser perdonado. Da perdón y pide perdón. Perdona a la imagen que creó con su codicia y

254

pide perdón a quien sufrió esa codicia. Surge la síntesis de humanidad en la que la barbarie y la civilización de-jan de serlo para ser, pura y simplemente, expresiones del único hombre posible, con sus posibilidades e impedimentos, con sus sueños de universalidad y la conciencia de sus limi-taciones. Impedimentos que él ha impuesto a los otros hom-bres, como estos hombres se los imponen a él. La síntesis será la única posibilidad de que el hombre deje de ser el lobo del hombre y reo, y sea, pura y simplemente, hombre.

La tempestad concluye con un epílogo que recita el propio Próspero y que, entre otras cosas, dice lo siguiente :

Ahora quedan rotos mis hechizos y me veo reducido a mis propias fuerzas, que son muy débiles.

Ahora carezco de espíritus que me ayuden, de arte para encantar, y mi fin será la desesperación, a no ser que la plegaria me favorezca, la plegaria que conmueve, que seduce a la misma piedad, que absuelve toda falta.

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DICE

9( 13

Prefacio . . Introducción

I. La barbarie en la historia 23

El logos de la barbarie . 23 La barbarie irreductible . . . _ _. . . 27 La civilización como absorción de la barbarie . 30 La barbarie cristianizada . . . . . . 36 El Sacro Imperio Romano 'y la barbarie 39 La barbarie europea y América . . . 46 Mundo occidental y barbarie . 50

II. Continente europeo y marginalidad continental 55 Insularidad íbera, rusa y británica . 55 Rusia en los márgenes de Europa . 58 Ruptura de la insularidad íbera . 62 Rusia, más allá de la insularidad . 68

III. Barbarie y civilización : Rusia . 75 Rusia como barbarie oriental . . . . 75 Rusia como nueva expresión civilizadora 84

IV. Barbarie y civilización : Iberia 97

Raza y decadencia española . . 97 Barbarie innata iberoamericana 101 Iberia, nueva expresión de humanidad . 109

V. Barbarie y civilización : Britania . 116

Insularidad de Britania ..... 116 Barbarie normanda y nueva civilización 119 Britania, centro de _poder civilizador . 125 Britania, al otro lado del océano . 128 La América británica .... 134 Destino manifiesto 141

257

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258 INDICE

VI. Mesianismo y ortodoxia eslava .

Predestinación, misión y mesianismo Occidentalismo y eslavismo . Mesianismo y libertad Libertad e intolerancia . . . . Ortodoxia eslava y civilización europea .

148

148 153 156 162 169

VII. Europeización o americanización de España 177

La- historia como estructura y yuxtaposición 177 Iberia frente a Britania . 183 Europeización de España . 187 Americanización de España 192

VIII. Eurocentrismo . . 198

Desigualdad en la igualdad . . . . 198 Europa- como realización exclusiva de la libertad 202 Europa como posibilidad del socialismo 206 Socialismo europeo y socialismo ruso . 212

IX. Ciencia desde la barbarie y la civilización 217

Ciencia desde la barbarie : Iberia . . . • 217 Ciencia empírica para el individuo : Britania • 221 Ciencia para el hombre concreto: RuSia 226 La ciencia como espejo del hombre 232

X. Más allá de la marginación y la barbarie 238

Reencuentro en Occidente .... 238 Europa en busca de su identidad 243 Más allá de Occidente : identidad v universaliza-

ción ción 247

Epilogo 254

Este libro se terminó de imprimir el día 30 de aaosto de 1990 en los talleres de Gráfica Panamericana, S. C. L., Parroquia 911, 03100 Mé-xico, D. F. En la composición se usaron tipos Aster de 10:11, 9:10 y 8 :9 puntos. El tiro fue de 2 000 ejemplares. La edición estuvo al

cuidado de José C. Vázquez.