libro - cartas a un prisionero del seol [alef guimel]

145

Upload: hectormendozaa

Post on 20-Jun-2015

3.125 views

Category:

Documents


44 download

TRANSCRIPT

Page 1: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]
Page 2: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Publicado por primera vez en 1986Segunda edición en 1991

Tercera edición en abril de 2006

Cartas a un prisionero del SeolNovela documental

© 2006ALEF GUIMEL

CUENTOS·TEOCRATICOS EDICIONESwww.cuentosteocraticos.net

ESTÁ PROHIBIDA la comercialización de esta novela, o el cobro de dinero para recuperación de gastos de producción. Su distribución sólo se autoriza de forma gratuita.

Cartas a un prisionero del Seol · 2

Page 3: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

ÍNDICE════════════════════════

1 - El hijo ausente

2 - Orlando Masvi

3 - Lejanos Recuerdos

4 - Mabel Robertson

5 - Los primeros años en García

6 - Cuando la mente y el corazón no están ciegos

7 - El grupito aislado

8 - Julián y Marta

9 - Aquel amargo invierno

10 - Mendoza

11 - Alicia Robles

12 - El magisterio incomparable

13 - Los árboles enanos

14 - Azucena

15 - El cordero simulador

16 - La granja en pie de guerra

17 - El gigante anémico y el predicador dinámico

18 - ¡Apresúrate a dormir!

Cartas a un prisionero del Seol · 3

Page 4: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Invitación

Es una gran alegría hacer disponible para todos esta novela documental escrita por nuestra querida hermana Lira Berrueta (Álef Guímel): “Cartas a un prisionero del Seol.”

En ella se cuenta la historia de una madre que tiene que criar sola a su hijo ciego de nacimiento, el que fallece a los 15 años. De allí en adelante, ella le escribe cartas, a modo de diario, para poder contarle todo lo que pasó en su ausencia cuando él regrese en la resurrección.

En Ana Masvi, personaje principal de esta historia, la hermana Lira plasmó su propia personalidad; así lo expresó ella misma.

Ana refleja todo el amor de Lira por el servicio de tiempo completo. El capítulo 12, “El magisterio incomparable”, es un estimulo enorme para quienes sirven de precursores.

La hermana Lira mencionó en rueda de amigos que muchos le preguntaron si esta era su propia historia, algunos hasta le preguntaban por su hijo ciego... En verdad, ella nunca tuvo hijos, ni tampoco se casó; pero siempre sintió una profunda compasión por las personas ciegas. Mejor, que ella misma lo exprese en sus palabras referidas a este libro:        «De tanto en tanto me he solazado pensado en la felicidad que sentirán los que han sido ciegos cuando vuelvan en la resurrección con la capacidad de ver. La forma, el color, la belleza armoniosa de todo lo creado le han añadido valor y significado a mi vida, por eso siento profunda compasión por los que sólo pueden tener una idea vaga por medio del tacto. Por eso, mis más amados personajes fueron una maestra rural y su hijo, ciego de nacimiento. Ella, Ana Masvi, tiene mi personalidad, y el niño, Pablo, es el destinatario de sus amorosos esfuerzos al educarlo para que pueda disfrutar más plenamente de la vida a pesar de su

Cartas a un prisionero del Seol · 4

Page 5: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

ceguera. En ellos está basado mi cuarto libro, una novela documental llamada “Cartas a un prisionero del Seol”.            Ana, que también escribe en su tiempo libre, le explica a Pablo al final del capítulo 14, que un libro se parece mucho a un hijo. Lo sentimos crecer en la oscuridad y nutrirse de lo más vital en nosotros; por su causa es necesario fortalecerse y alimentarse, ya que uno está edificando otro organismo que tendrá vida propia.»1

Esperamos sinceramente que disfruten de este libro, que tiene su sello de amor y devoción a Jehová, combinada con una riqueza literaria exquisita.

Afectuosamente, sus hermanos,

Grupo AdministrativoCuentos · Teocráticos Ediciones

____________________________

A UN NIÑO CIEGO

Tu inspiradora imagen hizo nido en mi mente;es algo tibio y dulce que da gusto albergar.

Tu presencia, tan llena de calor y de estímulo,me dejó muchas cosas buenas en qué pensar.Gracias por enseñarme a aceptar lo que duele

sin rencor, sin reproches, con genuina humildad,adecuando tu vida frente a lo inexorable,

mordido en carne viva por la fatalidad.Tus ojos, malogrados que la luz nunca vieron,

son la espina punzante que te castiga más. (...)

Dentro de poco tiempo cada voz tendrá un rostro;adquiriremos forma en tu archivo mental.

Tu ansiedad inquisitiva quedará satisfecha.La niñez es el tiempo del “cómo” y el “por qué”.

1 De su autobiografía, “Una historia personal e intransferible”, capítulo 9, «La vuelta al “Río de los pájaros”»

Cartas a un prisionero del Seol · 5

Page 6: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Nuestras respuestas vagas son muletas incómodasque ya no te harán falta para apoyar tu pie.El Dios de las alturas que hizo la luz del díaborrará las tinieblas que te tienen cercado.

Que su amorosa mano haga llanas tus sendas;que su ternura te abra cualquier paso vedado.

Quisiera estar allí cuando el milagrote envuelva, te traspase y transfigure,

y quedarme con algo del encantoque en tu vibrante éxtasis fulgure.

Siento que hay muchas cosas que debo agradecerte.Lo que al pasar dejaste fue refrescante y puro.Guardaré en mis recuerdos tu serena sonrisa,

tu bastoncito blanco y tus lentes oscuros.

Álef Guímel (De “Reflexiones de un Guijarro”)

EL HIJO AUSENTE

—Capítulo Uno—

Buenos Aires, 11 de Septiembre de 1984

PABLO QUERIDO:

Hoy se cumplen treinta años desde aquel oscuro día invernal en que nos separamos por primera vez y por tiempo indefinido. La fecha ha estado dando vueltas en mi mente, irrumpiendo de súbito en mis pensamientos, desde hace varios días. Estoy obligada a encarar un hecho irremediable: ya tengo sesenta y cinco años y mis fuerzas flaquean. Mis piernas están doloridas y vacilantes. Hace unos días me caí en la calle, una tarde lluviosa, y eso me produjo una fractura. Ahora, con un tobillo enyesado y sin poder salir a predicar, tengo mucho tiempo para pensar y revivir el pasado. Puedo comprobar que los más queridos recuerdos de mi vida han resistido al deterioro, están intactos en forma y contenido.

Dentro de dos meses también se cumplirán treinta años desde que mi nombre entró en la lista de precursores de la Asociación para permanecer en ella sin ninguna interrupción. Hasta que me saquen el yeso y pueda volver a caminar, mi servicio de predicación estará limitado a conducir cuatro estudios bíblicos con personas que han accedido a venir a casa, y a escribir algunas cartas de

Cartas a un prisionero del Seol · 6

Page 7: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

testimonio para enviar a casas de departamentos donde no se permite la entrada a desconocidos.

Dios ha llenado mi vida con mucha actividad recompensadora. El dolor de tu ausencia y el gusto amargo que dejaron en mi boca las cosas que sucedieron ese mismo año, no me impidieron gozar de la gran medida de satisfacción que Jehová me concedió más tarde, al permitirme disfrutar plenamente de la obra de predicación. Llegué a conocer los más emocionantes matices de la felicidad de dar, tan superior a la de recibir, como enseñó Jesús. Todas mis expectativas fueron superadas pero a pesar de eso, el vacío que dejó tu muerte, no pudo ser cubierto con nada. La voz de la sangre es inconfundible y poderosa. Desde la concepción en adelante, un hijo representa cosas con las cuales ningún extraño puede ser conectado. El hijo propio es el móvil de una cantidad de experiencias y sensaciones que se identifican solamente con él. Desde el momento en que se forma y empieza a crecer tiene derechos y exigencias que no se le pueden negar; está cobrando un tributo de amor que ningún hijo ajeno podría reclamar. Cumple una función en la que nadie puede sustituirlo, acelerando el proceso de madurez de la madre y sensibilizando su conciencia para los deberes que le esperan. El mundo tiene un dicho: “Nadie es insustituible”. Sin embargo, hay personas que de veras lo son en su hogar, en el lugar que ocupan en la vida y en el corazón de los demás, aunque no lo sean como piezas en la maquinaria de la sociedad humana. Desde aquel 11 de Septiembre de 1954 he sentido gran cariño por muchos niños; los he ayudado espiritualmente, me he regocijado al verlos crecer y lograr sus objetivos, pero ninguno ocupó tu lugar. Ninguno me necesitó como tú, ninguno me perteneció ni me llamó mamá. Con ninguno pude hablar de todas las cosas que hablaba contigo, ni con la misma profundidad.

El hecho de que tus ojos ciegos te aislaban del mundo, era un motivo más para que te apegaras a mí como no lo hizo jamás ninguna criatura viviente. He echado siempre de menos aquel acercamiento que teníamos, aquella íntima correspondencia de sentimientos. Nuestra relación de familia fue un diálogo ininterrumpido durante quince años. Empecé a hablarte cuando una enfermera te puso en mis brazos por primera vez, y dejé de hacerlo cuando el silencio definitivo selló tus labios.

En este largo invierno siento la necesidad de reanudar la comunicación contigo. Es cierto, ahora tú no puedes responderme, pero me hace bien clasificar y poner en orden mi invalorable colección de memorias y experiencias, y hacerme la ilusión de que te pongo al día con ellas. Por causa de esta pesada bota de yeso que me retiene en casa, estoy escribiendo muchas cartas como ya te dije. Eso inspiró en mí el deseo de escribirte a ti también.

Ciertas personas sumamente prácticas lo considerarían una idea insólita y me calificarían de madre desequilibrada por un sentimentalismo enfermizo. ¿A quién se le ocurre escribirle a un hijo adolescente que murió hace treinta años? Pensarían que estoy entrando en el reblandecimiento mental que trae la edad avanzada. Pero yo sé que no es así.

Algunos me dirán con sorna: —¿Qué piensa hacer para preservar esas cartas a través de la tribulación venidera, a fin de que su hijo pueda leerlas cuando llegue la resurrección?

Cartas a un prisionero del Seol · 7

Page 8: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Y yo les responderé: —Sé que no puedo hacer nada para conservarlas, como no podría hacerlo en medio de una inundación o un incendio; pero el escribirlas me ayuda a sobrellevar la soledad ahora, y a vivir de nuevo mis recuerdos. Lo único que tengo la seguridad de no perder es este minucioso trabajo de reconstrucción que estoy haciendo en mi archivo mental con la ayuda de un diario que llevé a través de estos años, en el cual bosquejé a grandes rasgos, concisamente, los principales acontecimientos. Si todo está claro en mi mente, algún día será más fácil contarle a Pablo lo que sucedió en su ausencia y realizar un amado sueño: reunir todos esos recuerdos en un libro que será un regalo de mi corazón para sus ojos nuevos. En ese libro como en estas cartas, volcaré el profundo gozo que dejan los años bien vividos, el tiempo bien usado, enalteciendo la única causa por la cual la humanidad llegó a existir: servir a su Hacedor.

¡Cuánto me consuelan estos pensamientos! La inalterable promesa de Dios de recobrar a todos los que duermen en el Seol, el sepulcro común de la humanidad, le ha cortado las uñas a la muerte. Ya no puede desgarrarnos como lo hace con los que no tienen esperanza. Sé que volverás, millones de veces han pasado por mi mente las palabras de Jesús en Lucas 20: 38, cuando después de referirse a los patriarcas hebreos dijo: “Él no es Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos ellos viven”. Tú cerraste los ojos adorando al Autor de la vida, por eso jamás pasó por mí la sombra de una duda en cuanto a tu recompensa futura. En cambio, mi preocupación durante todo este tiempo fue aferrarme a la fe verdadera para estar a tu lado en la deseada hora del reencuentro. Juntos y con la ayuda de Dios superamos muchas dificultades en el pasado. Juntos enfrentaremos las brillantes perspectivas del próximo milenio.

Tengo una deuda de gratitud contigo. Desde el polvo seguiste inspirándome tenacidad y valor para continuar. También te debo una respuesta a algunas de las interrogantes que me planteabas en tu niñez, y que yo evadía porque me causaban dolor. Una de esas preguntas que me dejó muda y perpleja, cuando tenías apenas siete años, fue: “¿Por qué Dios le dio ojos que ven a los demás niños y a mí no?”. Mi conocimiento de religión era muy precario entonces, lleno de dogmas incuestionables, y misterios sin solución, y no me proporcionó una respuesta satisfactoria.

Siempre traté de ocultarte la relación estrecha que había entre la conducta juvenil de tu padre y tu ceguera. Mis contestaciones eran ambiguas cuando tenía que explicarte por qué él no vivía con nosotros y venía sólo de tanto en tanto a verte; y por qué yo obsesivamente te frotaba las manos y la cara con alcohol después que él se iba, como borrando la huella de sus besos.

Detrás de esos hechos que no comprendías, se ocultaba el drama de mi gran frustración: el descubrimiento de la vida disoluta que tu padre estaba viviendo y el saber que tú, mi único hijo, serías quien tuviera que cargar la penosa herencia. Nunca te dije esto cara a cara porque no tuve el valor de apagar del todo aquella chispa de amor que encendían sus visitas espaciadas. Un niño necesita un padre aunque éste sea sólo un símbolo, una simple leyenda. Por ti y por él preferí callar muchas cosas. Yo no esperaba nada. Me había visto relegada en mi papel de esposa, suplantada por mujeres de ningún valor, y sabía bien que el lazo que una vez había existido entre tu padre y yo no podría ser zurcido con éxito. Pero tú seguías siendo lo más noble que había habido en la vida de tu padre, algo

Cartas a un prisionero del Seol · 8

Page 9: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

genuino y perdurable que podía triunfar sobre sus continuas vacilaciones. Si alguna vez él hallara en ti el estímulo para regenerarse y empezar de nuevo, sería mejor que no tuviera que luchar contra tu rencor y tu desconfianza. Pero, lamentablemente, ese momento no llegó.

Volviendo al principio del relato, en cuanto el informe médico me confirmó que tu ceguera no dejaba lugar a ninguna esperanza, empecé a prepararme para hacer lo que pudiera por ti. Tenía planes para inscribirte en una de las buenas escuelas para ciegos de Buenos Aires y vigilar yo misma tu educación. Pero el abandono de tu padre, dos años después de tu nacimiento, me obligó a recurrir a mi profesión de maestra normal. Era casi imposible conseguir un puesto en una escuela de la capital en la década del 40, especialmente en mi caso, ya que sólo había hecho algunas suplencias y no tenía méritos de antigüedad ante el Consejo Nacional de Educación. Hubiera podido conseguir algún empleo bien remunerado, puesto que estaba preparada para diversas actividades, pero eso hubiera significado internarte en un instituto y verte sólo los sábados y domingos para quedar libre para trabajar durante la semana. Esa idea me resultaba insoportable. Tú me necesitabas todo el tiempo. Además, mi sed de amor, siempre insatisfecha, no concebía el disfrutar de ti escasamente por un largo número de años. La solución ideal era el magisterio, tenerte conmigo en la escuela, y a la vez beneficiarte colocándote diariamente al nivel de los niños videntes entre los cuales aprenderías a desenvolverte cada día.

Así surgió la oportunidad de ocupar un puesto de maestra en García, el lugar donde me sucedieron las peores y las mejores cosas. Cualquier punto del mapa sería bueno, no importaba cuán lejos o cuán insignificante, si me proporcionaba la oportunidad de atender a nuestras necesidades sin tener que separarnos; y me propuse suplir con imaginación y amor lo que un instituto especializado hubiera podido lograr.

El nombramiento me llegó a fines del año escolar, en noviembre de 1942. Debía inaugurar una pequeña escuela donada por un rico industrial en García que reuniría a los niños de un sector alejado y de las granjas vecinas. En los tres meses disponibles antes de trasladarme a García para comenzar el año escolar de 1943, visité las escuelas para no videntes, observé sus métodos de enseñanza, y concurrí regularmente a la Biblioteca de Maestros para leer dos libros agotados que era imposible conseguir en el comercio: “La Pedagogía de los Ciegos” y “El Mundo de los Ciegos” de Pedro Villey, un profesor francés fallecido, que había ejercido esa especialidad en un instituto de Francia. Llené un cuaderno con notas útiles que me equiparon para emprender la tarea de tu educación.

Llegamos a García una hermosa tarde de verano a principios de Marzo. La extensión de campo verde que el tren atravesó fue un descanso para los ojos. Al acercarnos a la ciudad, que no tenía entonces más de ocho mil habitantes, se veían a ambos lados de la vía los barrios pobres de ranchos de barro y viviendas improvisadas de lata y madera en los que vivían la mayoría de los niños que iban a beneficiarse con la nueva escuela. El señor García Lagos, que había donado el terreno y el edificio, iba a estar esperándonos en la estación. Yo había recibido como un mes antes una carta muy amable, muy bien expresada, en que este señor tenía la gentileza de asegurarme que quería serme útil en allanar cualquier problema que tuviera que ver con mi instalación allí. Al responder a su carta le

Cartas a un prisionero del Seol · 9

Page 10: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

puse al corriente de mi situación; le expliqué que estaba separada de mi esposo y le hablé de ti, de mi gran interés por el magisterio, y mi deseo de ayudar a los niños pobres que siempre me inspiraron cariño y preocupación.

El tren entró a las 15.30 en la estación García. Era igual a todas las demás que habíamos visto en el camino; paredes grises y largos bancos de madera contra la pared, bajo un alero que servía de refugio contra la lluvia. Había cerca de diez personas esperando el tren para viajar. Junto a la entrada de una oficina que tenía en la puerta el típico cartelito “Jefe de Estación”, y conversando con el jefe uniformado, había un hombre que representaba menos de cuarenta años, elegantemente vestido, que tenía de la mano a una niña de cabello castaño rizado, vestida como una muñeca. Una de sus piernas, delgada y débil, encajaba dentro del aparato ortopédico que usan los niños que han sido víctimas de la parálisis infantil. Dos hombres jóvenes completaban el grupo. Al verme descender ayudando a un niño no vidente, se acercaron. Sí, eran Julián y Marta, su única hija, aquella dulce criatura que tú y yo llegamos a querer tanto. Los dos jóvenes eran empleados de su fábrica que iban a llevar nuestro equipaje en una camioneta hasta la pequeña casita edificada junto a la escuela para vivienda de la maestra, la cual fue nuestra morada durante más de once años.

Julián nos llevó en su auto particular. Cuando llegamos preguntó: —¿Qué quiere ver primero, la casa o la escuela?

—¡La escuela! —respondí sin titubear.Él sonrió complacido. Era una simple estructura de cemento con techo de

tejas rojas. Contemplé el saloncito, con un escritorio al frente para la maestra, un mueble biblioteca, y unos treinta bancos de dos asientos barnizados en tono claro. Al fondo había otra aula con mesas y sillas para grupos de seis alumnos, destinada a los grados superiores. Desde las ventanas se veían los verdes campos y algunas casas a bastante distancia unas de otras. Entre ellas pasaba la cinta gris de la ruta que llevaba a Buenos Aires. Yo creía estar soñando. Era la primera vez que entraba en una escuela para quedarme.

—¡Cómo deseo que vuelen los días que faltan para ver esos bancos llenos de niños! —comenté.

—Necesitábamos mucho otra escuela. La número uno y la número dos ya no dan abasto.

—Me encanta el patio embaldosado al frente para que los chicos hagan gimnasia y para que jueguen en los recreos. En esa franja de tierra alrededor voy a plantar enredaderas para adornar el cerco.

—Si le gusta plantar tiene bastante tierra al fondo de su vivienda. Puede disponer de todo lo que hay como mejor le parezca. Vamos a la casa ahora, a ver si le gusta tanto como la escuela.

Era, como recordarás, simple y acogedora. Nada ofrecía peligro, lo cual la hacía ideal para ti. La salita de entrada era nuestro comedor y lugar de recibo. A la izquierda estaba la cocina seguida por el baño, y detrás el dormitorio de seis metros por cuatro, con una gran ventana que daba al fondo, donde doce metros cuadrados de tierra esperaban una mano que los cultivara. Los muebles que habían llegado unos días antes, fueron desembalados y arreglados por los muchachos. Julián traía una caja grande con provisiones para que no tuviéramos que hacer compras en el primer momento. Había pensado en todo para hacernos

Cartas a un prisionero del Seol · 10

Page 11: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

sentir cómodos. Nos invitó a cenar en su casa esa noche. Uno de sus empleados volvería con un auto a buscarnos al anochecer. En camino a su casa le comenté al joven la impresión que me había causado la gentileza del señor García Lagos. Él me dijo que Julián era uno de los miembros más respetados y queridos de la familia en la localidad. Nunca se oía una palabra contra él. Quién buscara un favor en un momento de aprieto hallaría su mano generosa. La esposa de Julián había muerto cuando Marta era aún muy pequeña. Él se había dedicado a su hija y no había vuelto a casarse. La única de sus hermanas que quedaba soltera, Celia, vivía con ellos, atendía la casa y cuidaba amorosamente de Marta.

La casa de Julián era amplia y cómoda pero no excesivamente lujosa. Estaba situada en una avenida bordeada de álamos, fuera del centro. Del vestíbulo de entrada pasamos a la biblioteca, donde cientos de libros, muchos de ellos finamente encuadernados, lucían en los estantes sus títulos dorados. De allí pasamos al comedor, profusamente iluminado. Los muebles sobrios de color caoba, contrastaban con el tapizado de las sillas en cuero beige. La platería, la vajilla y el hermoso arreglo de todo en la mesa, indicaban que estábamos en un hogar donde era común recibir y agasajar visitas.

No pude menos que cumplimentar a Julián por la biblioteca, detalle que yo estimaba como una carta de recomendación en un hogar. Eso llevó la conversación a libros y autores, y noté que él sabía comentar con inteligencia lo mucho que había leído. Se habló también de los orígenes de la ciudad, que había empezado por ser Parada García, cuando su bisabuelo español había comprado esos campos para criar ganado, y el tren se detenía allí para cargar leche y transportarla a la capital.

Noté que Marta te miraba con cariño, te hablaba y buscaba el modo de vencer la barrera que tu ceguera ponía entre los dos. Me preguntó si le permitía llevarte a caminar por el jardín.

—No tema, señora; voy a guiarlo bien; no voy a dejarlo caer. Ya tengo ocho años. Además, con esta pierna débil no puedo apurarme mucho.

Cuando ella habló de caminar tú te aferraste a mi brazo. Le expliqué que no era fácil hacerte pasear. Ese sencillo ejercicio, que es un placer para el niño que ve, no tiene ningún atractivo para el no vidente, al no recibir el estímulo del color y la forma de todo lo que le rodea. Marta no se daba por vencida.

—Pero... ¿no podemos jugar juntos a algún juego?Le sugerí que pusiera en tus manos distintos objetos o juguetes y te dejara

palparlos y nombrarlos. Pronto estaban los dos sentados sobre la alfombra en la biblioteca, rodeados de juguetes, frutas, estatuitas y pequeños objetos que ella había recogido de diferentes partes de la casa. Tú tendías tus manitas y ella iba cambiando las cosas que te daba para palpar. Cuando acertabas con el nombre sin demora, los dos reían con deleite. Fue la primera vez que te vi jugar con otro niño y reír con tanta felicidad, y esa alegría tuya me parecía un augurio de días felices en García.

Después de la cena, Julián nos llevó a casa en su auto. Al volver a esa orilla de la ciudad, el silencio y la soledad del campo me infundían una sensación de desamparo que nunca había conocido en la aglomerada capital. La inmensa oscuridad era perforada por un haz de luz de tanto en tanto, cuando algún

Cartas a un prisionero del Seol · 11

Page 12: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

vehículo pasaba por la ruta que iba a Buenos Aires. Arriba las estrellas lucían enormes y brillantes.

—Parece que estuviéramos fuera de la civilización aquí —comenté al bajar del coche.

—Todo lo que tiene que hacer es echarle llave a la puerta para sentirse más segura, pero aún si no lo hiciera, no tiene importancia, porque aquí nunca pasa nada. Hay gente que jamás se preocupa por cerrar las puertas. Cuando conozca al comisario, pregúntele y él le contará que en toda la historia de García hubo sólo un crimen y lo cometió un anciano enfermo en un ataque de locura, contra su propia esposa. Hay, sí, de vez en cuando, el robo de un caballo o de una bicicleta. Pero esas cosas las hacen los que no son del pueblo. No quiero decir que García esté habitada por santos. Tal vez algunos de los que viven aquí van a hacer las mismas cosas a otro lado. Pero, no hay motivo para vivir en temor como en la capital.

Él dirigió los faros de su automóvil hacia la entrada de la casita y esperó a que yo abriera y encendiera la luz para irse. Al sentirme de nuevo envuelta en el inmenso silencio de la noche, después de que el auto se perdió en la distancia, sola por primera vez en una casa con un niño indefenso, el futuro se abrió ante mi mente como un gran signo de interrogación.

¡Cuántas cosas significativas quedaban atrás! La capital, vínculos de amistad, el periodismo y el ambiente literario en que tanto había deseado forjarme un lugar. Recordé con una sensación de impotencia la novela que traía entre mi equipaje. Sólo había escrito cinco capítulos y quién sabe cuándo la continuaría. Mezclado con algunos sentimientos de frustración estaba el gozo de haber asegurado nuestro sustento, y de haber hallado la solución ideal para no tener que separarme de ti. Era una extraña amalgama de alegría y tristeza. Me sentía como alguien que, después de alcanzar una orilla muy deseada, ve romperse el puente que acaba de cruzar.

En los días que siguieron, mientras me preparaba para el comienzo de las clases, salí contigo algunas tardes a recorrer la ciudad. No había mucho que ver fuera de algunos edificios públicos, un pequeño parque, y el cementerio. El nombre García se leía en varias calles y casas de comercio. El único hotel que había se llamaba, para variar, Hotel García. Las calles tenían diferentes nombres a ambos lados de la avenida principal. Evidentemente, o sobraban héroes o faltaban calles. Era difícil recordar a cual antecesor de los García honraba cada calle, de modo que, en breve tiempo uno sucumbía a la costumbre popular y hablaba como todos los demás, de la calle del molino viejo, la calle de la panadería, la calle ancha, o la calle de los Pérez.

No tardé mucho en comprender que en las pequeñas poblaciones la maestra debía vivir como en una casa de cristal, dejando que sus actos estuvieran a la vista de la gente de criterio estrecho, ansiosa de descubrir lacras en cualquiera que demostrara mejor educación y formación que ellos. El trato con los niños más pobres de las zonas rurales me puso en contacto con una realidad diferente. Tendría que luchar no sólo contra la ignorancia, sino contra la superstición y la negligencia de algunos padres en cuanto a alimentar, higienizar y educar a sus hijos. Este lado triste de las cosas estaba en parte compensado por la apariencia simpática y tranquila de la pequeña localidad, a la cual se le había

Cartas a un prisionero del Seol · 12

Page 13: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

concedido la categoría de ciudad dos años antes de llegar nosotros. Aquella calma pueblerina que me agradó desde el primer momento, aquella sensación de oasis, resultó al fin el atractivo guante en que se ocultaba una garra de afiladas uñas que de tanto en tanto se desenvainaba.

En los suaves atardeceres de marzo, llevándote de la mano por las calles solitarias de García, mis ojos se llenaban de crepúsculos magníficos. Otras veces, caminando por la ruta, observaba la sombra de la noche que se extendía sobre los campos cercanos, y aspiraba profundamente el perfume de la tierra arada y de las plantas silvestres. Así, sin muchas variaciones, fueron transcurriendo los primeros años en García, el lugar en que tuve que dejarte durmiendo el sueño duradero; el lugar en que me sucedieron algunas de las mejores y de las peores cosas. De las peores no llegaste a enterarte y te las iré contando ordenadamente. En cuanto a las mejores, tú conoces bien el acontecimiento con que estuvieron ligadas: la llegada de Mabel Robertson a nuestra casita.

Hacía seis años que vivíamos en García. ¡Tengo tan presentes los detalles de aquella tarde! Estábamos los dos en el comedor. Tú jugabas palpando tus autitos y animales plásticos, mientras yo aprontaba libros y cuadernos para el año escolar que empezaba pocos días más tarde. Era carnaval y el pueblo, según su costumbre, jugaba con agua. A través de la ventana se veían los grupos bullangueros de niños y mayores que se arrojaban agua unos a otros. La ciudad se había extendido hacia esa orilla y ya no había alrededor de la escuela tanto campo verde, sino nuevos caseríos. De pronto vi correr a una muchacha rubia huyendo de un grupo que buscaba la ocasión de mojarla, provistos de baldes y latas de agua. Su aspecto y sus ropas elegantes la identificaban como extranjera. Evidentemente, era alguien que estaba de paso en García. Corrí al portoncito del jardín invitándola a entrar para refugiarse en nuestra casa. Con marcado acento norteamericano agradeció la invitación y entró.

En español entrecortado explicó que andaba con un grupo de predicadores llevando de casa en casa un mensaje acerca de la Biblia. En respuesta a mis preguntas, nos contó que hacía pocos meses había llegado de los Estados Unidos para participar como misionera en la obra mundial de los Testigos de Jehová. Había nacido en Detroit. Su padre médico, y su madre, constituían su única familia.

Todo en ella captó mi interés. Sus pequeños ojos azules llenos de vida, su sonrisa franca, y la mención de la Biblia que yo siempre había deseado conocer. Por primera vez alguien me dijo que la Biblia tenía un tema principal: el establecimiento de un reino celestial para gobernar la Tierra, redimir al hombre y reconstruir el Paraíso.

Afuera, sonaban tamboriles y se oían canciones vulgares. El carnaval exteriorizaba las huecas alegrías del mundo. Dentro de mi pequeña casa, yo empezaba a paladear una alegría espiritual desconocida hasta entonces y siempre buscada. ¿Sería posible que la fe incluyera tantas cosas además del concepto de un Dios que hasta entonces había sido para mí una imagen mental desdibujada, borrosa? ¿Sería posible que ese Dios tuviera un nombre, un mensaje especial para nuestros días, y mensajeros humanos para entregarlo? Ése fue el más emocionante descubrimiento de mi vida. Hasta entonces, el Creador cuyo nombre ignoraba, era un ilustre desconocido. Lo imaginaba indescriptible en gloria y

Cartas a un prisionero del Seol · 13

Page 14: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

majestad. Al tratar de vislumbrarlo mi mente se retraía llena de turbación, como si hubiera estado asomándome a una entrada prohibida. En cambio, mi pensamiento podía detenerse cómodamente en Jesús. Sabía que en la tierra él había sufrido, había llorado, había pedido fuerzas al sentirse desfallecer; estaba al alcance de la comprensión humana.

Mabel se fijó en ti, en tu aire de ausencia, y quiso atraerte a la conversación: —¿Te gusta leer historias? Las de la Biblia son las más interesantes que existen.

—Cualquier clase de historias le gustan, pero es necesario leérselas porque mi hijo es no vidente.

Mabel se conmovió y te miró detenidamente, con ternura. Felizmente no cometió el error de compadecerte, lo cual siempre provocaba tu frialdad. Al contrario, agregó: —¿Sabes que la Biblia tiene un mensaje muy bueno para los que no ven?

Abriendo su Versión Valera, nos leyó Isaías 35: 5. “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán”.

Al cabo de una charla que debe haber durado cerca de una hora, la misionera decidió marcharse, temiendo que el grupo de sus compañeros estaría buscándola. Desde aquel día, Mabel Robertson volvió fielmente a García, para alimentarnos espiritualmente, el primer sábado de cada mes; y pasaba la tarde entera con nosotros. La verdad de Dios que ella nos trajo llenó de luz nuestra vida y nos puso ante nuevas dimensiones y expectativas. Antes de conocerla, nuestro escenario era muy estrecho: la vía del tren al norte; el cementerio al sur; una extensión de campo verde al este y otra al oeste. Lo único que me llegaba del mundo exterior, fuera de diarios y revistas, era una carta de mi madre cada dos o tres meses. Hasta que Mabel entró como una bendición en nuestra vida, mi razón de existir se llamaba Pablo, mi escasa alegría se llamaba Pablo, y la más arraigada de mis tristezas se llamaba Pablo. Había soportado tempestades hondas en mi vida y experiencias quemantes como fuego. Pero, igual que Elías, como lo narra el capítulo 19 del primer libro de los Reyes, no hallé a Jehová en el viento ni en el fuego, sino en una voz calmada y dulce que me trajo su palabra.

Entre una visita y otra contábamos los días deseando que el tiempo pasara pronto. Ella era el acontecimiento social del mes; la persona más deseada y esperada en nuestra casa. Nos complacíamos en recordar los detalles de su conversación y enseñanzas. Gozábamos hasta de sus errores al manejar trabajosamente nuestro idioma. Hacía las más graciosas confusiones con las palabras que se parecían en inglés y español. “Once” significa “una vez” en inglés. Ella lamentaba que al estar tan lejos no le fuera posible venir a vernos ¡once veces por semana! En otra ocasión, no le venía a la mente la traducción de la palabra inglesa “soap”, que es “jabón”, y nos aseguró que el vestido que tenía puesto podía lavarse muy bien con sopa. Cuando caminaba mucho con su cartera llena de libros, decía que había andado varias horas con el cartero al hombro. Siempre estaba un poco disgustada con lo que ella llamaba, “esa complicación de atribuirle sexo a cosas que no lo necesitan, como una mesa o una silla”, y lamentaba que en nuestro idioma las cosas comunes no pudieran estar simplemente en género neutro, como en inglés.

Cartas a un prisionero del Seol · 14

Page 15: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Alargábamos el disfrute de su compañía caminando con Mabel hasta la estación y esperando la salida del tren. ¡Ella traía tanto colorido a nuestro pequeño mundo! Gracias a Jehová, todo el amor y la paciencia de aquella auténtica misionera no estuvieron desperdiciados ni en tu caso ni en el mío. Progresamos en la verdad y empezamos a congregarnos con los hermanos de Villa Solidaria, que era la congregación más cercana a García. Felizmente, los dos ya habíamos sellado nuestra dedicación con el bautismo cuando llegó el día aciago en que tuvimos que separarnos. En cuanto a mí, ése fue el momento de probar la indescriptible fuerza que Dios nos da cuando lo invocamos desde la misma frontera de la resistencia humana. Su mano poderosa me sostuvo cuando tuve que caminar entre la doble fila de cipreses que bordeaban la calle principal dentro del cementerio de García, siguiendo la caja oscura que guardaba tu cuerpo. Me sentí vacía, como esculpida en bronce. Parecía que los controles que gobernaban mis movimientos eran accionados desde muy lejos, desde más allá de mi cerebro.

Eduardo Aguilar, el superintendente de Villa solidaria, pronunció un breve discurso frente a la tumba, basado en las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 15: 36 - 38 que dicen: “...Lo que siembras no es vivificado a menos que primero muera; y en cuanto a lo que siembras, no siembras el cuerpo que se desarrollará, sino un grano desnudo, quizás de trigo o cualquiera de los demás”.

El orador explicó la palabra hebrea seol, el lugar de descanso en la muerte; descanso con esperanza, tal como el sueño de cada noche es una expresión de esperanza porque dormimos con la seguridad de despertar. Habló del sueño fecundo de la semilla que se entrega a la tierra con la esperanza de erguirse con un nuevo cuerpo. Para lograrlo, el cuerpo que la contiene debe desintegrarse. Hoy, treinta años más tarde, todavía me conmuevo usando esas palabras para consolar a otros con la promesa de la resurrección. El grano sembrado tiene que deshacerse en la tierra para convertirse en un organismo sano, con hojas verdes llenas de vitalidad, el cual es la razón de existir de la semilla.

En este largo invierno, treinta años más cerca del reencuentro, sigue latente en mí la expectativa. ¡Mi grano de trigo, el que dejé en la tierra de un cementerio pueblerino, tiene que resurgir con un cuerpo nuevo, y con ojos sensibles a la luz!

Hasta mañana, hijo.

Cartas a un prisionero del Seol · 15

Page 16: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Cartas a un prisionero del Seol · 16

Page 17: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Orlando Masvi

—Capítulo Dos—

HOY VOY A HABLARTE de la persona sobre quién más preguntas solías hacerme, Orlando Masvi, tu padre. Pondré a un lado lo que personalmente pudiera sentir contra él y trataré de hacer una justipreciación de su personalidad. No quisiera que tuvieras la impresión de que él no te amaba, porque no fue así. Creo que su mayor dificultad radicaba en que estaba mal preparado para la adversidad. Cuando llegué de vuelta a casa contigo, cuatro días después de tu nacimiento, hallé un ramo de rosas en el dormitorio; era la bienvenida de tu padre. También había flores en la salita de entrada, enviadas por sus compañeros de trabajo. Aquel fue un día radiante en nuestro hogar, uno de los días verdaderamente felices que disfruta juntos. Cuando tenías cinco meses empecé a notar que no reaccionabas ante los objetos que mis manos te acercaban. Tus ojos no se movían para seguirlos; ninguna cosa parecía atraer tu mirada. Después llegó aquel día dramático en que volví contigo a la clínica. El doctor Rossi tenía ya los resultados de los análisis, que confirmaban sus sospechas en cuanto a la relación entre tus ojos y cierta infección genital que había descubierto en mí. Había ido sola a su consultorio y los oculistas ya te habían examinado. El médico dijo que necesitaba hablar con tu padre. Le aseguré que cualquier cosa que tuviera que decir podía decírmela a mí directamente; más aún, le pedí encarecidamente que lo hiciera. Entonces me enteré de que nunca ibas a ver. La causa estaba a la vista en los análisis: yo estaba contagiada por una enfermedad venérea que tu padre había ocultado.

El médico me explicó que cuando el niño al nacer se desliza por un conducto infectado, si se alojan gérmenes en sus ojos, estos quedan definitivamente inutilizados. Me aseguró que la ciencia ha confirmado que por lo menos el veinte por ciento de los casos de ceguera de nacimiento se deben a enfermedades venéreas. El doctor Rossi notó mi desolación, mi desconcierto, y el temblor de mi cuerpo al levantarme del asiento para salir. Bondadosamente llamó a una enfermera y le pidió que me acompañara hasta la calle y me ayudara a tomar un taxi. Al salir estaba tan aturdida que el tráfico me anonadaba. No podía dejar de pensar cómo te ibas a sentir tú en el ambiente enloquecido de la ciudad sin poder ver. Recuerdo que te estreché en mis brazos con un cariño y un dolor indescriptibles al lenguaje humano. Desde ese momento y hasta que la muerte se interpuso, cada cosa que experimenté en mi vida me afectó en dos sentidos: desde mi posición y desde la tuya.

Cartas a un prisionero del Seol · 17

Page 18: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Recuerdo haber leído que, antiguamente en Oriente y en Europa, los niños que nacían ciegos eran considerados malditos de Dios y se los hacía trabajar en minas subterráneas hasta que morían. ¡Estrecha mentalidad de la edad media! En cambio, fuiste una gran bendición en mi vida hueca, sin propósito ni conocimiento del Dios verdadero.

Cuando la doble vida de tu padre salió a luz como resultado de la investigación del doctor Rossi, la atmósfera empezó a hacerse muy pesada en nuestra casa. Algo frágil y hermoso que había existido entre los dos, se quebró irreparablemente, y de tanto en tanto surgían recriminaciones amargas. Tengo muy presente un día en que le eché en cara su falta de lealtad al no haberme hablado de su enfermedad ni haber tomado medidas para protegerme, y él contestó:

—No pensé que era necesario hacer un drama de eso cuando vivimos en la era de la penicilina.

Estábamos en el dormitorio. Señalando la cuna en que dormías, le dije: -Allí está la principal víctima del drama. ¿Crees que eso lo puede arreglar, la penicilina?

Con el pasar del tiempo pude comprobar que la penicilina lo había defraudado. Cuando fue a García para el funeral, después de dos años en que no aparecía, lo encontré muy envejecido. Me acordé del dicho que Mabel Robertson conservaba de su abuela: “Los dioses que adoramos escriben sus nombres sobre nuestro rostro”. Ciertamente, los surcos de su rostro demacrado demostraban que el gratificar la carne no es recompensador. En esa ocasión, el hermano Aguilar habló con él sobre nuestra esperanza. Escuchó cortésmente sin mostrar interés. Esa fue la última vez que lo vi, cuando caminamos lado a lado para dejar en una fosa lo único que nos quedaba en común: nuestro hijo.

Dos años después de tu nacimiento, un día tu padre me comunicó que iba a dejar la casa porque al fin había hallado una mujer que de veras lo comprendía y valoraba sus sentimientos. Le pregunté si estaba en sus planes seguir sosteniendo nuestro hogar. La respuesta fue un poco ambigua. Dijo que él sabía lo que tenía que hacer, pero como yo no iba a estar satisfecha de todos modos, debía encargarme de mis propios lujos y caprichos, y él velaría por ti. Al principio enviaba a su hermano todos los meses con una porción de dinero bastante escasa, que luego llegaba cada dos o tres meses. Tuve que demandarlo judicialmente, y el juez fijó la cantidad que sería descontada de su sueldo. Entonces dejó su empleo de varios años en una firma comercial y se puso a trabajar en corretajes de diversos productos, apareciendo como desocupado para las autoridades. El principal rasgo de su personalidad se hacía cada vez más evidente; era irresponsable. Más tarde me enteré de que la esposa de uno de sus amigos de la infancia había abandonado su hogar para vivir con él. Como dice el proverbio ruso: “El diablo derrama miel en las esposas de otros hombres”. El abandono de tu padre me obligó a planear cuidadosamente la lucha por nuestra subsistencia. Ya te mencioné que la idea de recluirte en un instituto para ciegos, total o parcialmente, no me atraía. Prefería tenerte conmigo en una escuela normal, ya que en mi gran soledad te necesitaba tanto como tú a mí. Para enfrentar tal alternativa, mi padrastro se mostró mucho más servicial que de costumbre recurriendo a amigos influyentes que lograron que mi solicitud fuera

Cartas a un prisionero del Seol · 18

Page 19: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

puesta delante de muchas otras para que se me concediera un puesto de maestra rural. Cuando mi padrastro se mostró tan comprensivo ante mis dificultades y tan bien dispuesto para cooperar, empecé a darme cuenta que no era tan malo, como había pensado hasta entonces. En realidad nunca me importó irritarlo con mi frialdad. Jamás quise llamarlo papá porque no podía soportar la idea de poner a otra persona en el lugar de mi padre. Muchas veces rechazaba cualquier idea que fuera de él, solo para demostrarle que no reconocía su autoridad. Pero hoy comprendo que si no hubiera sido por él, que era el principal mecánico de la fábrica de tejidos de papá, y el que más se empeñó en llevarla adelante después de su muerte, ni eso se hubiera salvado de los voraces abogados que intervinieron.

Cuando fui a hacerme cargo de la escuela rural en García, tu padre fue informado de nuestra nueva dirección. Hacía tres años que vivíamos allá, tú ya habías cumplido siete, y él nunca habla venido a verte. Tus preguntas acerca de él eran más frecuentes y difíciles de contestar. Entonces decidí escribirle una carta y enviarla a la dirección de su hermano. Hoy reconozco que fue una carta bastante sarcástica; algunos años más tarde, cuando ya estaba en la verdad, la hubiera expresado de otra manera.

Entre otras cosas le decía que su hijo estaba bien porque su madre se había encargado de que no careciera de nada en todos esos años; a falta de un padre que velara por él. Le explicaba que tú preguntabas siempre por él, porque los chicos en la escuela hablaban de sus padres, y querían saber si el tuyo no venía a verte porque no te quería. Recuerdo claramente este párrafo: "Sé que Pablo te ha defraudado. Te hubiera gustado tener un hijo brillante, sin impedimentos, al cual pudieras lucir con orgullo. Pero él no eligió sus males. Los gérmenes que lo hicieron víctima ya estaban almacenados antes de su nacimiento. El no sabe nada de esta carta. Si te decides a venir, por favor no las menciones, para que Pablo no sepa que tu amor es una limosna que tuvo que ser solicitada". Para terminar le decía que si hacía eso por ti no tendría que pensar más que en el costo del boleto, equivalente a un paquete de cigarrillos, y que yo por darte esa alegría tendría el gusto de invitarlo a almorzar.

Algunos días después apareció. En algún recodo de tu mente debe estar grabada la Impresión de esa visita. Te trata una caja de bombones de chocolate y comentó: -Quería regalarle algo a Pablo, pero no se me ocurrió nada. Le hubiera comprado un juguete, ¿pero que le puede interesar a un niño que no ve?

Igual que tanta gente, pensaba que había muy pocas cosas que pudieran hacer feliz a un ciego. Le mostré tu colección de animalitos plásticos y le expliqué con qué placer los palpabas cuando yo te leía historias de animales, multiplicando sus dimensiones para darles con la imaginación su tamaño natural. También le mostré tus barquitos, autos y camiones, que te ayudaban a visualizar mentalmente los vehículos que transitaban la ruta que iba a la capital.

Eso le hizo comprender mejor tu limitado mundo y la próxima vez que vino, varios meses más tarde, te trajo un auto-bomba, una reproducción exacta de los que usaban los bomberos. Estabas fascinado y le hiciste muchas preguntas sobre la manera en que trabajaban los bomberos; cómo se abrían paso entre las llamas;

Cartas a un prisionero del Seol · 19

Page 20: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

como salvaban a la gente; cómo se vestían; cómo eran entrenados. Te contó lo que sabía de ellos con mucha animación. Varias veces los había visto salir del local de los bomberos voluntarios en San Isidro. Un domingo en particular, después de tres largos toques de sirena, los habla visto llegar de todos lados, algunos a medio vestir, como corriendo por su vida misma. Con rapidez increíble se habían equipado adentro y en pocos minutos ya estaban en los vehículos correspondientes marchando hacia el lugar del incendio. Llevaban sus piquetas para derribar puertas y ventanas y sus cascos para protegerlos del material dañado que caía. Te describió las largas horas de lucha con el fuego soportando el calor abrasador, ahogados por el humo que corta la respiración, aguantando lo inaguantable para salvar vidas y propiedades.

Desde aquel día los bomberos fueron héroes para ti. Decidí tratar el tema en clase y te encargué que dieras algunas explicaciones con el uso del pequeño camión. Estabas radiante de entusiasmo ¡Cuántas veces después de eso, te oí hablar con los chicos detalladamente de los bomberos, y nunca te olvidabas de mencionar que tu papá te lo había contado y te había regalado una auto-bomba para que los conocieras mejor!

Años más tarde, cuando ya éramos Testigos de Jehová, un día preguntaste:

—¿Los bomberos se salvarán todos, verdad?—Los que acepten el mensaje de Dios,—Pero... ¿No basta con que ellos arriesguen la vida para salvar a otros?—Un bombero salva a alguien de morir en un incendio, y eso es muy loable.

Pero allí termina su misión. La persona rescatada sigue viviendo con los mismos errores de antes y no está pronta para ser salvada en el Armagedón solo por haber sido librada del fuego. Luego, si a ese bombero Dios quiere enseñarle a preparar personas para la salvación eterna y él rehúsa hacerlo, está pasando por alto la salvación más importante. ¿Ves la diferencia?

¿Sabes que durante los años de mi precursorado especial e n Buenos Aires tuve el privilegio de enseñarle la verdad a un bombero'? Él sigue fiel y espera conocerte porque le hablé de tu interés por su trabajo.

Después de aquella segunda visita de tu padre a García, repasando mentalmente los detalles, tuve que llegar a ciertas conclusiones. Mencionó que varias veces había visto a los bomberos aprontarse para su trabajo. El local de los bomberos voluntarios de San Isidro está frente al hipódromo. No había perdido el hábito de apostar su dinero a las carreras de caballos, lo cual incluía el dinero que debía haberte enviado a ti. Y sin duda, seguía yendo al casino también. La ruleta había sido una de sus más fuertes pasiones juveniles, y él había llegado a darse cuenta de que le faltaba aprender donde parar. Cada vez que salía del casino con los bolsillos vacíos, y eso sucedía siete u ocho veces de cada diez, lamentaba no tener la suficiente fuerza de voluntad para retirarse después de haber ganado alguna modesta cantidad. Me confesó una vez que se sentía como poseído por una fuerza diabólica que lo obligaba a seguir hasta haberío perdido todo. Por eso, se aseguraba de dejar en casa una cantidad mínima para irla pasando hasta que volviera a cobrar su sueldo.

Cuando recién nos casarnos tuve la ilusión de que podría hacerlo desistir del juego. Varias veces mencionó que ahora debía ser más prudente, ya que tenía

Cartas a un prisionero del Seol · 20

Page 21: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

un hogar para mantener. Pensé que poco a poco tendría éxito en hacerlo cambiar. Me pidió que lo acompañara al casino y me parara a su lado mientras jugaba, con el fin de que lo tomara fuertemente del brazo y le recordara que era hora de volver a casa, cuando hubiera ganado una cierta cantidad. Debía detenerlo antes que resbalara por el pasillo descendente que lleva a la ruina.

El jugador siempre quiere darle otra oportunidad a la esquiva suerte. La superstición y el azar parecen ser un matrimonio de enamorados inseparables. Un día estaba yo en Buenos Aires comprando artículos en una librería que vendía también números de lotería. Una pareja joven se detuvo frente a la vidriera, mirando atentamente los números que se exponían. Luego entraron y pidieron al vendedor Un número que terminaba en 72. Él tenía que sacarlo de la vidriera con un gancho, y desde el interior del local, solo veía el reverso del billete. Ellos le señalaron cual querían, pero él tuvo que sacar tres números diferentes hasta que acertó con el deseado. Se miraron uno al otro, consultaron en voz baja, contaron su dinero y al fin se llevaron los tres. Ella comentó: “Sería terrible haberlos visto, saber que los sacaron de la vidriera por nuestra causa, y luego comprobar que salió premiado uno de los que no llevamos. Tal vez la suerte nos está indicando algo. ¡No podemos desairar a la fortuna!”

Les costó hacer la decisión. Tenían el aspecto de gente de la clase media que llega siempre a fin de mes con dinero medido. Probablemente iban a tener que privarse de cosas esenciales al llevar los tres billetes, pero la superstición habló más fuerte que la lógica.

El que se apasiona por el azar vive a la expectativa de aciertos inesperados que le permiten resarcirse de lo perdido. Ama el dinero fácil que no representa sudor ni esfuerzo. Como arrastrado por un vértigo irresistible, se desliza a niveles de donde no puede levantarse más. Al llegar a este punto, algunos terminan con su vida porque no tienen la valentía de enfrentar al desastre.

Tratando de ayudar a tu padre fui con él varias veces al casino y me resultaron muy instructivas esas visitas. Influyeron mucho en mi concepto de la religión mundana. Alrededor de las mesas de juego se veían hombres y mujeres apretando pequeñas cruces entre sus manos, o besando algunas medallas religiosas, mientras giraba la ruleta. En las puertas del casino no faltaban representantes del catolicismo y de varias sectas evangélicas con alcancías para recibir contribuciones, los cuales abordaban a los que iban saliendo con cara de haber ganado. Estos contribuían con gusto en la mayoría de los casos. Mimaban al vicio diciéndole a su ego: "Dios también recibe algo cuando tú ganas". Algunos parecían considerarlo un diezmo, o un impuesto que le pagaban a Dios porque suponían que les había ayudado a ganar. Era chocante verlos mezclando sus sentimientos religiosos con su pasión por el azar. Y allí estaba Babilonia la Grande, siempre dispuesta a cultivar lo peor de la gente y a sacar provecho de sus miserias espirituales.

Cuando ya se nos había anunciado tu llegada empecé a tener náuseas en el ambiente viciado de las salas de juego, donde el humo de los cigarrillos dificulta la respiración, y le rogué que no me llevara más ni tampoco fuera él. Le hablaba mucho de la responsabilidad de cuidarte a ti aún antes de nacer, y de manejar sabiamente el dinero de aquí en adelante.

Hubo un cambio favorable en él pero no fue duradero.

Cartas a un prisionero del Seol · 21

Page 22: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Después que volví a tratar a tu padre, cuando venía de vez en cuando a García a visitamos, me puse a analizar serenamente qué rasgos me habían atraído tanto en él. En primer lugar, él tenía algo que en casa siempre había faltado después de la muerte de papá: conversación interesante, vivacidad, buen humor. Aquella tarde, mientras él se explayaba hablándote de los bomberos, lo observé largamente y después de tantos años comprendí algo claramente. La sensación de confianza y bienestar que él me habla inspirado al conocerlo venían de un parecido a papá que no habla advertido hasta entonces. La línea firme del mentón, la nariz recta, y las cejas espesas. El retrato de mi padre, en mi pieza, habla sido el símbolo de todo lo maravilloso que pudo haber sido y no fue. A veces, cuando mi padrastro nos daba un mal día con su temperamento fuerte, me encerraba en mi pieza y dejaba correr mis lágrimas mirando el rostro sereno de mi padre. Es comprensible que tantas veces los matrimonios se parezcan físicamente. El hallar en una persona desconocida los rasgos de los que nos rodearon y nos protegieron desde niños, produce una atracción que puede ser engañosa. ¡Qué traicioneros son los ojos! Cuando vuelvas y puedas ver, te vas a sorprender al comprobar que algunas cosas se aprecian mejor cuando los ojos se apartan de ellas.

Conocí a tu padre en casa de una muchacha que concurría conmigo a la escuela de periodismo. Ella y otras amigas me mencionaron que él había sido un hijo mimado, que no conocía el valor del dinero ni tenía sentido de la responsabilidad. Descarté tales afirmaciones como manifestaciones de despecho porque él me había preferido entre todas. Pero la dura experiencia me demostró que todo eso era verdad y que éramos los dos demasiado diferentes. Orlando Masvi no vivía intensamente. Se deslizaba sobre la superficie de las cosas restándoles valor e importancia. Yo en cambio, siempre auscultaba el corazón de las cosas y aplicaba el oído a lo que no estaba en la superficie. Él gozaba de la vida con la actitud de quién todo lo merece. Yo en cambio, cuando he tenido abundancia la he disfrutado con un sentido de culpa, pensando en las multitudes del mundo que tienen mucho menos de lo que necesitan.

Cuando abras los ojos a la vida, todos estos hechos no te producirán dolor porque estarás ante el espectáculo magnífico del nuevo Paraíso, un gran regalo de amor para la humanidad redimida, de parte de un Padre que nunca defrauda ni abandona a sus hijos.

Cartas a un prisionero del Seol · 22

Page 23: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Recuerdos Lejanos

—Capítulo Tres—

QUERIDO HIJO:

Me ha hecho mucho bien, en estos meses con tanto tiempo vacío, evaluar y reconocer los cambios que se operaron en mi mente con el transcurso de los años. He analizado algunos hechos que me prepararon para entender y aceptar el mensaje de la Biblia, con todas las responsabilidades que golpearon estridentemente a las puertas de mi conciencia.

La muerte de mi padre en un accidente de aviación cuando yo tenía nueve años, dejó algunos porqués sin respuesta en mi mente. Más tarde, mi matrimonio fracasado y tu ceguera, levantaron nuevas interrogantes que la religión mundana no me ayudó a resolver. Aparte de esos motivos personales, los acontecimientos de la década del cuarenta tuvieron una influencia decisiva en mí. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, el año de tu nacimiento, y el indescriptible baño de sangre que la tierra recibió, dejó perpleja y emocionalmente desequilibrada a la generación que estaba entonces en la flor de la vida. Yo tenía veinte años, llevaba un año de casada, me había graduado como maestra normal, y aparte seguía un curso de periodismo.

Mi indoblegable amor por la literatura se había convertido en y una sed insaciable. Tenía en la mente el bosquejo impreciso de varios libros que quería escribir. Pero la situación mundial era trágica. El aire que se respiraba, lo que se sentía, lo que se hablaba, todo estaba cargado de dramatismo y amenaza. Las películas y las nuevas novelas estaban llenas de historias de amor forjadas entre el fragor de la metralla, y frecuentemente terminaban en una separación definitiva cuando la muerte cobraba su tributo.

El clima que creó la Segunda Guerra Mundial me desorientó completamente en cuanto a mis metas, como a tantos otros jóvenes. Cualquier historia feliz, con un tono positivo y animador, que pudiera ser la base de un libro, parecía algo fuera de foco y sin aplicación en ese momento. La juventud todavía estaba sacudiendo de sobre sí las cenizas de la Primera Guerra Mundial, que aparecía de continuo en las conversaciones de los mayores y era señalada como la causa de muchas deficiencias de la vida cotidiana. Sin poder olvidar aquella guerra ni aventar del todo sus cenizas, ya estaba sobre nosotros la Segunda Guerra Mundial. Los sombríos pronósticos nos entorpecían las manos y los pies para la acción. El fin de la conflagración no trajo el alivio y la tranquilidad deseadas, pues como dijo un comentarista: “Terminó la guerra pero la paz no vino”. Además, no fue una actitud humanitaria, misericordioso ni sensata lo que la

Cartas a un prisionero del Seol · 23

Page 24: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

concluyó, sino una expresión despiadada de superioridad militar: la masacre de Hiroshima y Nagasaky por las primeras bombas atómicas que fueron probadas sobre esas dos ciudades indefensas en los primeros días de agosto de 1945.

El panorama local también daba mucho en qué pensar. En enero de 1944, la nación entera fue sacudida por una noticia. La ciudad de San Juan, capital de la provincia, había sido casi completamente destruida por un violento terremoto. San Juan era entonces una antigua ciudad colonialista y sus edificaciones de adobe no podían resistir un sismo de tal intensidad. La tierra se abrió en grandes grietas que tragaron gente y animales. El informe oficial fue de 3.500 muertos y 10.000 heridos, pero algunos testigos oculares afirmaban que estas cifras eran pobres y no abarcaban la magnitud de la tragedia. Las cañerías rotas inundaron los escombros. La catedral, atestada de gente a causa de una boda, se derrumbó matando a los sacerdotes, los novios y los invitados.

El terremoto se produjo a las veinte horas. Bajo las últimas luces del crepúsculo veraniego, los que pudieron escapar de sus hogares corrían despavoridos por las calles en busca de plazas y lugares abiertos. Luego llovió torrencialmente durante varios días.

Yo, como muchas personas, recordé lo que había oído de niña acerca de las calamidades que azotarían al mundo en los días del juicio divino. Mi precario conocimiento de las profecías bíblicas era entonces un rompecabezas incompleto, con el cual no podía armar un cuadro claro y lógico.

Las provincias más cercanas a San Juan suministraron los primeros víveres, medicamentos, colchones y frazadas. Muchas voces se alzaron apelando a la generosidad del pueblo. Hubo veladas artísticas cuya recaudación se donó enteramente para la reconstrucción de San Juan. En todo el país se organizaron colectas para juntar fondos, y el monto alcanzado era suficiente para construir una ciudad enorme, hermosa y moderna.

Pero cuando llegó el momento de emplear el dinero, nadie supo dar razones de su paradero. Los damnificados fueron alojados en barrios de emergencia, en Precarias casas de madera, y los que no pudieron abrirse camino por sus propios medios siguieron viviendo así, como pude comprobarlo al viajar a San Juan veinte años después del terremoto. En los barrios humildes, el trazado de algunas calles había variado, y las veredas mostraban aún diversos mosaicos que habían sido pisos de habitaciones.

Todo eso me hizo pensar y me dejó perpleja. Era doloroso comprobar que en las altas esferas hubiera tanta indiferencia al dolor ajeno, tanta deshonestidad como para despojar a una ciudad casi totalmente destruida, llena de duelo y miseria, de la esperanza de una pronta recuperación. Los sobrevivientes habían quedado heridos y aterrados, Dorando a sus muertos, y aún así, algunos de los que estaban en las Posiciones más encumbradas, los privaban del regalo de amor de sus compatriotas. Hubo manifestaciones callejeras voceando una pequeña rima que expresaba la amargura de muchos;

“¿Donde están, donde están,los dineros de San Juan?"

Cartas a un prisionero del Seol · 24

Page 25: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Jamás se dio una respuesta a esa pregunta. Ciertamente, el mundo astuto y lleno de corrupción estaba ganándose el juicio adverso de Dios, que sin duda vendría alguna Vez.

Con el correr del tiempo, Buenos Aires lucía su prosperidad. Nuevos edificios, parques, carreteras, y miles de obras públicas la embellecían. Pero el campo seguía olvidado. La vida del campesino continuaba siendo dura, Primitiva, sin estímulo. Los hijos se cansaban de esa lucha y se iban a buscar trabajo a las ciudades. Los padres, al no poder adquirir maquinaria para trabajar ni estar en condiciones de pagar peones que los ayudaran, languidecían en una situación que no prometía cambios, o finalmente se unían al éxodo para reencontrarse. Con sus hijos en el ambiente aglomerado de la capital. La vivienda se convirtió en un problema angustioso y los hoteles modestos se llenaron de provincianos y campesinos que dejaban de producir alimento para venir a comprarlo con escasez, limitados por el salario de las fábricas. Sacrificaban la vida de familia por la vida agitada y ruidosa de Buenos Aires, viviendo los padres en un hotel, los hijos en otro, ya que a veces no encontraban habitaciones disponibles en el mismo lugar.

En ese tiempo se instituyó el voto femenino en el país. Un gran contingente de mujeres trabajaban de casa en casa tratando de conseguir miembros femeninos para el partido gobernante. Muchas amas de casa se afiliaban por temor de estar desfavorablemente señaladas si no lo hacían. Era difícil predicar de casa en casa entonces y ganar la confianza de la gente, pues temían que fuéramos agentes del gobierno que trataban de averiguar sus inclinaciones políticas usando la Biblia como pretexto.

En 1949, en contradicción a la libertad de adoración que la ley del país garantiza, se creó el “Fichero de Cultos” que debía controlar la actuación de las organizaciones religiosas en el país. Todo intento de inscripción se les negó a los Testigos de Jehová. El reconocimiento legal que poseían fue revocado. Así quedaron las cosas durante más de treinta años.

En algunos lugares del país podíamos realizar asambleas con el permiso de las autoridades locales que no consultaban a las esferas superiores, las cuales siempre aludían a cierto decreto todavía vigente. Los salones de reunión seguían recibiendo raudales de nuevos estudiantes bíblicos que aspiraban a ser Testigos de Jehová. Ningún cartel los identificaba, pero las autoridades y el vecindario sabían que estaban allí. Bajo la sombra protectora de la mano de Jehová, continuamos internándonos en la enmarañada jungla de los últimos días para rescatar a sus ovejas dispersas.

Muchos se asombraban al enterarse de la discriminación contra nosotros como minoría religiosa y preguntaban:-¿Por qué, si no hacen daño a nadie?Otros comentaban: -¡Parece mentira, con tantos problemas serios en que podrían ocuparse!

En nuestro país como en el resto de¡ mundo, el terrorismo aumentaba y causaba estragos, dejando resentimientos profundos. Los victoriosos del pasado eran los derrotados del presente, que al bajar de su pedestal se unían a los que maquillaban el fracaso de los nuevos triunfadores.

Cartas a un prisionero del Seol · 25

Page 26: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

En estos últimos años, muchas veces acudieron a mi mente unas palabras impactantes del poema “SI” de Rudyar Kipling: “El triunfo y la derrota son dos impostores y hay que aprender a tratarlos por igual”. He visto demostrada la veracidad de esta afirmación en la remota historia, en la historia inmediata y en mi propia vida. La línea divisoria entre el triunfo y la derrota es una zona gris ambigua, en que los logros pueden ser reversibles. Solo las victorias de Dios son irreversibles, solo sus conquistas son incuestionables.

Jesús, clavado en un madero, impotente y desangrándose como cordero de Dios ofrecido en sacrificio, parecía un derrotado digno de compasión. Sin embargo, aquella situación fue la puerta abierta a una ganancia que no podría jamás tomarse en pérdida. Su sangre derramada, lo convirtió en redentor de la humanidad. Lo último que Satanás podía hacer contra él era exhibirlo como un trasgresor ejecutado por la justicia mundana; pero ni aún así logró doblegarlo en su Integridad como siervo de Dios. A través de indescriptible sufrimiento probó su lealtad a la soberanía universal de Jehová. Satanás fue derrotado por su propio triunfo y Jesús glorificado después de su aparente derrota.

En la historia mundana, ¡cuántos héroes celebraron sus victorias con un sabor amargo en la boca, y cuantos triunfadores momentáneos han tenido que escurrirse al anonimato, viviendo con documentos falsos, ocultando sus logros y lauros para no tener que rendir cuentas sobre el lado vergonzoso de sus triunfos, con el fin de alargar un poco su existencia pasajera!

En el mundo que nos rodea y nos oprime, el triunfo y la derrota se defraudan mutuamente cuando dividen el botín. Los hombres van y vienen con cada generación, apretando entre sus manos lo que pueden arrebatar, para luego aflojar los puños y dejar caer todo al borde de la tumba. Como afirma el rey Salomón en el primer versículo del capítulo siete de Eclesiastés, solamente para los que mueren con un nombre honorable en los registros de Dios, el día de la muerte es mejor que el del nacimiento.

Un pensamiento que me obsesionó desde la adolescencia fue el temor de vivir en vano, como tantos supuestos triunfadores. Deseaba ardientemente hacer algo que dignificara mi existencia, vivir con sentido y honrar al Autor de la vida.

Dios no me ignoró; me demostró que yo existía para el cómo persona.¿Acaso no colmó mi necesidad espiritual al enviar a Mabel Robertson a

nuestro hogar?

Cartas a un prisionero del Seol · 26

Page 27: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Mabel Robertson

—Capítulo Cuatro—

EL TIEMPO EN SU INCESANTE FLUIR va envolviendo muchas cosas en la niebla del olvido. Pero hay memorias que no puede socavarlas. Como árboles de raíces sanas y profundas, resisten los vendavales ruidosos y el deterioro cotidiano, callado y lento. Así es el recuerdo de Mabel Robertson, siempre fresco y vivo; una constante fuente de inspiración. Ella me dió la oportunidad de evaluar a un tipo de persona con el cual no me había encontrado antes a lo largo de mi vida: el que vive su fe y está dispuesto a sacrificar cosas muy caras para obedecer las demandas de una conciencia cristiana sensible y entrenada.

Había dejado un hogar lleno de amor y armonía y padres que la echaban de menos, a fin de responder a la llamada por misioneros dispuestos a enfrentar el gran trabajo de abrir nuevos campos para el mensaje de Dios en otros continentes. Había evitado envolverse en relaciones sentimentales que pudieran desviarla de sus metas. No era difícil entrever en ella una reprimida nostalgia de hogar y el clamor de un instinto maternal insatisfecho que afloraba a su semblante cuando contemplaba largamente a un niño. Todos pagamos algún precio por el camino elegido, y el precio de la adquisición de ciertos privilegios es a veces la renunciación de otros.

Algo que me maravilló al conocerla fue comprobar que no sentía ningún orgullo por su nacionalidad norteamericana, como es tan común entre los ciudadanos de los países más fuertes, que citan y exhiben la suya como un trofeo. Hablaba con naturalidad de los errores de su gobierno, y aún con cierto sentido del humor. Cuando salía algún artículo en Despertad denunciando los malos procederes del Tío Sam dentro de sus fronteras o en los tratos con otras naciones, usaba ese ejemplar con placer, haciendo notar que la revista estaba impresa en los Estados Unidos y decía la verdad aunque fuera en detrimento del mismo país en que opera el cuerpo gobernante de la Sociedad.

Después de mi bautismo, cuando el estudio bíblico que estaba conduciendo con nosotros se dio por concluido, Mabel venía de tanto en tanto y pasaba un sábado entero en García. Nos acompañaba en la predicación y nos contaba experiencias que le escribían sus compañeros de clase de Galaad que predicaban en otras latitudes. Una tarde entre semana inesperadamente llegó en el tren de las dos. Desde que la vi acercarse tuve la impresión de que algo triste sucedía. Ante nuestras expresiones de sorpresa nos explicó: —Papá llamó por teléfono a la sucursal tres días atrás para hacernos saber que mamá murió repentinamente, y quiere que yo vaya a su lado lo antes posible.

Cartas a un prisionero del Seol · 27

Page 28: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Cuando le mencioné el gozo de la resurrección, y que sin duda volvería a ver u madre, respondió:

—Tendré que conformarme con que ella me vea a mí, pues tenía la esperanza celestial.

¡Cuánto había dejado atrás estos misioneros para traernos la verdad! Aparte del cambio de idioma, ambiente y costumbres, que no es nada fácil, algunos se habían privado de las cosas más significativas al sentir humano, como estar cerca de los padres cuando se duermen en la muerte. Había llegado para Mabel el momento de dejar el servicio misionero al cual dedicara los mejores años de su vida. A pesar de lo mucho que ocupaba su tiempo en esos días antes del viaje, no había podido irse sin vernos. Tú y yo representábamos un logro muy estimado para ella, una carta de recomendación de su ministerio. Una vez nos contó cuánto significó conocernos, casi cuatro anos antes, en aquella excursión de su congregación a García, en un momento de depresión cuando luchaba contra el deseo de dejar su asignación y volver a su país.

Le pregunté: —A pesar de su salud frágil ¿no se opuso tu madre a la idea de separarse de ti, sabiendo que tal vez no volvería a verte?

—No. Cuando recibí mi invitación para ir a la escuela de misioneros, le pregunté si estaba segura de que quería dejarme ir, sabiendo que eso suponía emplear mi entrenamiento en otro país, y respondió:

—Jehová ha sido demasiado bueno conmigo para que yo piense en retener lo que pudiera darle.

Su partida era al domingo siguiente, de modo que pudimos hacer un viaje relámpago a la capital para despedirla. Salió del aeropuerto de Ezeiza una fría tarde' a principios de agosto. Tenía treinta y cinco años. Llevaba nueve años de servicio extranjero, cinco en América Central y cuatro en la Argentina, sumados a los seis años de precursorado especial en los Estados Unidos. A los ojos de Dios, su hermosa juventud debe haber lucido como polvo de oro esparcido en los surcos de su siembra espiritual. Cuando el avión se elevaba, alejándola de aquel grupo que agitaba manos y pañuelos, anhelé en mi corazón tener algún día el privilegio de dar tanto a la obra del Reino como había dado ella y seguir fielmente en las pisadas de Jesús. Gracias a Dios, ese deseo se realizó más tarde plenamente.

En una de sus cartas, tiempo después me comentaba: -Ahora que no puedo volver me complazco en revivir mis experiencias, aún las peores, y les doy un valor muy elevado.

Dos años después de su partida, Mabel se casó con un precursor que había enviudado, un amigo de la infancia que había crecido en la misma congregación que ella. Fue muy feliz, especialmente cuando llegó a ser madre de un niño. Guardo todas las cartas de ella, y he estado repasándolas este invierno. Cuando su hijo tenía dos meses me escribió: “Le he puesto por nombre Pablo, en recuerdo de mi más querida experiencia en el campo misionero”.

Cuando le hice saber que había tomado el precursorado como carrera, con miras de seguirlo hasta el fin, me escribió: “Recuerda Ana, que tu nombre significa oración. Conversa con Dios de todas las cosas que te importen, y nunca estarás completamente sola”. Así he hecho desde entonces. Entre una visita y otra le he contado mis gozos y preocupaciones a Jehová, como lo haría un niño al padre que lo lleva de la mano. Le he rogado siempre que cuidara de los que se iniciaban en

Cartas a un prisionero del Seol · 28

Page 29: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

sus caminos, y le he dado el crédito por los buenos resultados. Al reclinar mi cabeza en la almohada cada noche le pido la bendición y el descanso. Al despertar cada mañana le doy gracias por el nuevo día. Ese compañerismo estrecho le ha otorgado más sentido a mi vida que todo lo que el mundo pudiera brindarme.

En aquel mes de agosto de 1952, cuando fuimos a despedir a Mabel, Buenos Aires tenía una fisonomía diferente. Ya no tenla la despreocupación de las ciudades que sienten seguros su pan y su paz, y pueden expresar libremente lo que piensan. Muchas cosas que la gente no se animaba a decir aparecían garabateadas en las paredes. Se reclamaban personas desaparecidas. Se protestaba por la escasez de cosas esenciales en el país, que figuraba en las estadísticas como el mejor alimentado del mundo. Se veían negocios clausurados judicialmente. Se comentaba que habían rehusado dar alguna contribución muy significativa a las obras de beneficencia del gobierno, o habían expresado puntos de vista contrarios con demasiada franqueza.

Un sentimiento anticlerical estaba manifestándose cada vez más claramente en las leyendas que aparecían en los muros callejeros: “Picos y palas a los curas”. Algunas canciones populares contenían los mismos pensamientos, como aquella intencionada chacarera que dice:

El cura no amansa bueyes,/ el cura no sabe arar,P'al cura no hay años malos,/ él cosecha sin changar.

Di gracias a Dios muchas veces por haberme enviado la verdad a tiempo, por la amorosa paciencia de Mabel Robertson, y por la anticipada preparación con que he podido hacer frente ayer como hoy, a los desconcertantes cambios en la escena local y mundial, evadiendo el engranaje de presiones y dolorosas sorpresas que atrapan a los que lo esperan todo de los gobiernos humanos.

Entre las páginas más queridas de mi diario están las que contienen el resumen de una conversación con Mabel que repasé tanto en el curso de los años hasta que se convirtió en un grabado mental indeleble.

Una tarde de otoño, salimos para hacer algunas visitas cerca de la estación, y después de caminar mucho escuchando excusas qué equivalían a falta de interés de los que tratábamos de ayudar, nos sentamos en aquella plazoleta donde solía descansar contigo al cabo de alguna larga caminata. Mabel no estaba como siempre ese día. Su natural animación parecía apagada. Le pregunté si tenía algún problema que le causaba abatimiento. La esencia de su respuesta es la siguiente:

“Un precursor no es un dínamo inagotable, como algunos de los hermanos creen. El tener una parte amplia en la obra de Dios y un grado menor de fricción con el mundo que el resto de la gente, no lo libra a uno de las limitaciones humanas. A veces tenemos que empujamos para salir a cumplir con las metas programadas. Cierto orador lo expresó gráficamente al decir: “Hay días en que la puerta más difícil de enfrentar en la predicación es la de nuestra propia casa, cuando llega la hora de salir””

Me confesó que hubo ocasiones en que había comenzado la actividad diaria haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas, ya fuera por sentir nostalgia

Cartas a un prisionero del Seol · 29

Page 30: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

del hogar, porque las noticias de sus padres se demoraban demasiado, o por la simple depresión que es un constante recordatorio de que no podemos seguir adelante en nuestras propias fuerzas. ¡Y en cuántos de esos días había probado la veracidad de las palabras del Salmo 126:6 que dicen:

“El que sin falta sale, aún llorando, llevando consigo una bolsa llena de semilla, sin falta vendrá con un clamor gozoso, trayendo consigo sus gavillas.”

Algunas de sus mejores experiencias habían acontecido en días así, anímicamente nublados, como cuando nos halló a nosotros. Las palabras del Salmo 55:22 la consolaban frecuentemente:

“Arroja tu carga sobre Jehová y él mismo te sustentará”.Al entregarse al descanso cada noche y pedir nuevas fuerzas para

enfrentar los deberes del día siguiente, las palabras de Jeremías en Lamentaciones 3:22,23 cobraban mayor relieve:

“...sus misericordias ciertamente no terminarán. Son nuevas cada mañana”.Recuerdo que le comenté: —Me pesa no haber conocido la verdad en mi

adolescencia, cuando podía haber hecho algunas buenas decisiones para vivir una vida más completa en el servicio de Dios. Su respuesta en sustancia fue: —Sin duda ése no era el momento, por eso Dios te llamó más tarde. El mérito está en responder cuando somos llamados. No debemos preocuparnos por el pasado, porque no lo podemos cambiar, ni por el futuro, porque no lo podemos controlar desde el presente. Cada día de vida es una dádiva de Dios, una porción suficiente con su carga de afanes y obligaciones. No es sabio tratar de llevar sobre nuestros hombros todo el peso del mañana a la vez. Debemos tomar el tiempo dividido como Dios nos lo da, día por día, confiando en que Jehová nivelará la carga al día siguiente, como lo expresó Jesús en Mateo: 6:34: “Suficiente es para cada día su propio mal”.

Me habló de una canción melódica en inglés, una de las predilectas de su padre, que ella solía tocar al piano y cantar para él cuando pasaba días en su casa. El título es “Busca el forro plateado”. La letra nos recuerda que detrás de las nubes de tormenta aún brilla el sol, por eso, cada nube, por amenazante que parezca, tiene un forro de luz plateada, que debe alentarnos a mirar más allá de la tempestad. Como resumen de aquella conversación, escribí en mi diario: “No ahogues el esplendor del presente bajo un manto de bruma, llorando por el pasado o angustiándote por el porvenir”.

Ahora que las exigencias de la vida nos separaban, y no podría recurrir a mi inolvidable instructora en busca de estímulo, tenía que tomar conciencia de un hecho muy significativo. Yo era, por el momento, la persona más fuerte espiritualmente entre aquel pequeño grupo de adoradores en García, por lo tanto debía ayudarlos a madurar como cristianos. Pero, nuestra vida de allí en adelante no iba a ser tan plácida como en los nueve años anteriores. Algunas pruebas duras acechaban en el futuro cercano. Ocasionalmente, las palabras de Jesús a sus apóstoles, en Lucas 22:31, parecían incluirme en su alcance: “Satanás ha demandado tener a ustedes, para zarandearlos como a trigo”.

Cartas a un prisionero del Seol · 30

Page 31: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Los primeros años en García

—Capítulo Cinco—

ESTA TARDE VINO A VISITARME una hermana que tiene un hijito de cinco años. Su voz fresca y cristalina revivió en mi la impresión de aquellos días en que te llevaba de la mano, comentándote todo lo que te rodeaba, prestándote mis ojos para que tu mente percibiera las cosas a través de ellos.

Hacíamos largas caminatas con el fin de proveerte más ejercicio físico, aparte de la clase de gimnasia y lo que caminabas al fondo de nuestra casa, dándole de comer a los conejos y a las gallinas. En estos paseos, tenía que ingeniarme para responder algunas preguntas extrañas que formulabas. Pedro Villey decía en uno de sus libros que, cuando la palabra no evocara ninguna imagen es un sonido hueco para el ciego. La gente hablaba con entusiasmo de algunos colores y tú querías saber qué impresión producían y por qué el color predilecto de unos no era el de otros. Se te hizo un poco más fácil entenderlo cuando Mabel, siempre alerta a todo lo que pudiera serte útil, nos trajo un ejemplar atrasado en Despertad que hablaba de la personalidad de los colores y el efecto que producen en el ánimo. Todavía lo conservo; la fecha es 8 de noviembre de 1948.

Aprendiste que el rojo es un color intenso al relacionarlo con el calor y la vida, por cuanto el fuego y la sangre son rojos. El verde también llegó a ser una manifestación de vida en tus pensamientos como lo es el renacer del follaje después del invierno. El tacto te mostraba la diferencia entre una hoja seca y quebradiza y una hoja verde, flexible y vigorosa. La fragancia del follaje te comunicaba la impresión del parque lleno de vida. Tu memoria olfativa y tu memoria táctil añadían un valioso caudal a tu experiencia. Definimos el azul como un color sereno y frío, que atrae a las personas razonadoras y tranquilas. Simboliza la sinceridad y la verdad. El mar y el cielo tienen la serenidad azul, pero se dejan ganar por los tonos grises cuando deben enfrentar las horas difíciles de una tempestad.

El amarillo simboliza gloria y alegría si es brillante, porque es el color del sol; enfermedad y cobardía si es pálido. La hoja marchita es amarilla. El rostro humano toma una palidez amarillenta cuando algunos males se apoderan del cuerpo, y también al sobrevenir la muerte. Empezaste a relacionar el blanco con la pureza y la inculpabilidad, como Dios mismo lo hace en Isaías 1:18 cuando dice: "Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve". Aprendiste que la nieve es blanca como el papel de escribir, y entendiste por qué nos referimos al silencio como blanco cuando

Cartas a un prisionero del Seol · 31

Page 32: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

decimos: —“Se hizo un blanco en la conversación”. Puede significar vacancia, ausencia sin la idea de dolor, como al decir: —“Hay un blanco en la lista”. También lo relacionamos con la inexpresividad, y con la frialdad, ya que el hielo es blanco.

El negro en cambio, simboliza fatalidad, tristeza, misterio. Recuerdo que preguntaste: —Entonces, ¿Jehová no hizo nada negro?

—Sí; hay detalles negros en las cosas más bellas; en algunas flores, en el pelo de los animales, en el plumaje de algunos pájaros. Produce contrastes que hacen resaltar los otros colores. Lo mismo sucede en nuestros pensamientos. En el cuadro pleno de colorido de la vida no faltan trazos negros, como las frecuentes apariciones de la enfermedad y la muerte. Adán, en medio del Paraíso floreciente, al ver morir los animales debe haber pensado en la posibilidad de perder su propia vida. Esa pincelada negra entre los tonos vívidos, debería haber hecho resaltar el privilegio de estar libre de tal condena.

Las expresiones “recuerdos grises, ánimo gris”, llegaron a tener contenido para ti al comprender que el gris representa la melancolía y la sobriedad. Pudiste apreciar la impresión que hacen en el ánimo los días grises, cuando la naturaleza se vuelve sobria, introvertido, mientras forja fuera de la vista del observador, su próximo despliegue de vida y color. El invierno, al despojar a los árboles de su follaje decadente, los obliga a retraerse y esperar los retoños. Es un tiempo que se parece mucho al ocaso de la vida, cuando el pelo se vuelve gris también, y la mente retorna frecuentemente al pasado, tratando de recobrar sus recuerdos, grabados en tonos de azul profundo y vivo.

En la obra de Dios, todo lo perdurable y estable es de colores serenos; el cielo, el mar, la tierra, los bosques, las montañas, la arena. Todo lo incidental y variable en cambio, es de colores vívidos y excitantes: las flores, los relámpagos, las frutas, los crepúsculos. Jehová no nos agredió con un continuo despliegue de colores fuertes que exaltaran nuestro ánimo. Así debería ser la personalidad ideal de los humanos: un cuadro de colores neutros y suaves que se combinen fácilmente con los demás.

A veces me ponías en aprietos con preguntas muy originales, como ser:—¿De qué color es la lluvia?—No tiene color, pero al mojar las cosas les da un brillo que hace más

intenso el color natural.—¿Qué es el brillo?—Es una condición que hace que las cosas comunes resalten con una

hermosura desacostumbrada. Por eso hablamos de personas que tienen ingenio brillante, o que brillan en alguna materia que estudian o enseñan.

—¿Qué es el horizonte, mamá?—Es la línea en que los ojos no pueden ir más allá. Elena Keller la famosa

escritora ciega y sordomuda, lo imaginaba como la línea en que termina el pensamiento. Acertadamente Pedro Villey escribió que el horizonte del ciego es auditivo, mientras que el del vidente es visual.

—¿Por qué la gente y las cosas tienen sombras?—La sombra es una copia que los cuerpos opacos hacen de sí mismos por

efectos de la luz. Cuando la luz viene de atrás, la copia oscura de un cuerpo es arrojada hacia adelante. Cuando la luz viene de frente, arroja la sombra hacia atrás.

Cartas a un prisionero del Seol · 32

Page 33: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

La sombra de un árbol o de un edificio, al envolverte en su frescura, te indicaba la cercanía del objeto que la proyectaba. La extensión de las sombras, a medida que avanza el día, te indicaban la posición del sol y lo avanzado de la hora. Jamás confundías la mañana con la tarde o dejabas de distinguir el mediodía, aún antes de que Julián te regalara el reloj para ciegos que consiguió en Buenos Aires. A veces, cuando nos sentábamos a descansar bajo un árbol, yo te marcaba los bordes de la sombra para que imaginaras la amplitud de la copa, mientras el sol derramaba moneditas de oro entre las hojas.

—¿Qué es un espejo? ¿Qué ve la gente en él?—El espejo le devuelve a uno su imagen, como el eco devuelve la voz.

Cuando uno puede verse a sí mismo, puede corregir cualquier defecto en la apariencia, tal como puede corregir su oratoria cuando oye su propia voz registrada en una cinta magnética.

—¿Qué es una mancha?—Al palpar una mancha el tacto te dice que algo extraño se adhirió a la tela;

es una cosa superflua que viola la limpieza. Por eso se habla de manchas en la conciencia; son elementos extraños, impureza que se adhiere. Santiago, el escritor bíblico, la llamó “esa cosa superflua, la maldad moral”.

Para todas las cosas que debía explicarte trataba de hallar una ilustración que te ayudara a comprenderla con el auxilio de los otros sentidos. A veces no lo lograba. Por ejemplo, nunca supe describirte satisfactoriamente la impresión que producen las luciérnagas, prendiendo y apagando sus pequeños faroles en la oscuridad de la noche. Só1o puede compararlas a esas ideas vagas, esos recuerdos imprecisos que se encienden en la mente y se esfuman sin darnos tiempo a captarlos y definirlos.

Pedro Villey escribió que palpar mucho y preguntar mucho son señales de buena salud mental en un ciego. Recomendaba hablarles largamente y con ternura, y dedicar tiempo a leerles relatos que excitaran su imaginación. Un párrafo de uno de sus libros dice:

“La vista no es necesaria para el buen funcionamiento del pensamiento. La vista es un tacto de largo alcance que además tiene la sensación del color. El tacto es una visión próxima sin color, y con la sensación de rugosidad. Los dos sentidos, pues, nos dan conocimiento del mismo orden. La luz y el color son nociones de poca importancia para el punto de vista Intelectual del ciego, pues sólo conciernen a la superficie de los objetos y no entran en la constitución de las ideas esenciales del pensamiento humano: espacio, tiempo, causa, etc.”

Acertadamente, comparaba a la vista con el obrero más diestro y experimentado en un taller, cuya capacidad hace que los demás descansen esperando por él, y tengan que esforzarse desmedidamente cuando él no está. Por ser el obrero más activo e inteligente, las iniciativas de sus compañeros se reducen casi a nada, y le dejan a él la dirección de las cosas. Pero al. no estar él, los otros sentidos redoblan sus esfuerzos y aprovechan la imperiosa necesidad para mejorar su servicio, aumentar su eficacia y hacerse dignos de un mejor salario.

En su libro "El Mundo de los Ciegos", el autor afirmaba que, nosotros los videntes, al imaginamos de pronto afectados por ceguera, nos vemos paralizados, como si todas nuestras facultades se hubieran entorpecido a la vez, ya que

Cartas a un prisionero del Seol · 33

Page 34: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

nuestra actividad y nuestros pensamientos están organizados alrededor de los medios visuales. Entonces, nos imaginábamos que el ciego está aplastado bajo un pesado fardo y que las fuentes de su personalidad están turbias y revueltas. El vidente imagina que el ciego está fatalmente obsesionado y torturado por el deseo de ver la luz. También imagina que sufre por no poder contemplar a sus seres queridos. Pero la verdad es que la fisonomía de una persona preocupa poco o nada al que no ve, pues no está habituado a encontrar en ella la expresión de la personalidad. La luz, los rostros, la belleza física, son bienes vedados para él. No los añora, porque no los ha conocido, ni los tiene en cuenta porque no aportan nada a sus conceptos. Los videntes pensamos con imágenes y colores. El ciego piensa con imágenes espaciales, que serían descarnadas y muy pobres si al concepto del espacio que ocupan no se les pudieran añadir el perfume, el sonido, la suavidad, la sedosidad, el encanto que el tacto encuentra e interpreta, además del gozo de entender el propósito que cumplen en el concierto universal.

Pedro Villey había quedado ciego a los cuatro años y medio. Tenía un recuerdo preciso de los colores, pero no estaba seguro al nombrarlos si sabía exactamente cuál era cuál. Dedicó su vida a la enseñanza de los no videntes, y como fruto de su rica experiencia escribió estos libros que me capacitaron para ayudarte a ti. Fue un consuelo para mí que él afirmara que la ceguera no afecta la personalidad, ésta queda intacta. Aseguraba que en el trabajo manual, un sordo vidente es superior a un ciego, pero desde el punto de vista intelectual, un ciego que oye tiene más ventajas que un sordo que ve. Se destaca en ellos el amor a la lectura. Gustan casi invariablemente de la poesía, especialmente cuando sus imágenes ilustran enseñanzas morales o sentimientos. Tienen tendencia a la reflexión, marcada concentración y memoria sobresaliente. Reciben sólo un corto número de impresiones, por eso se concentran en sus pensamientos y recuerdan las cosas por más tiempo. Lo que más les impresiona de los demás es la voz. Se deleitan oyendo la diversidad de voces y distinguiendo la intensidad, la altura, el timbre, la tonalidad del volumen y la variedad de inflexiones que hacen llegar al oído un número inagotable de combinaciones auditivas. La diversidad de voces es tan amplia como la diversidad de rostros. No hay dos voces ni dos rostros idénticamente iguales. El no vidente encuentra en la voz indicaciones precisas de la edad de la persona, pues las voces envejecen como los rostros, pierden su frescura y con el pasar del tiempo se cargan de arrugas. También encuentra impresiones emotivas en el sonido de los pasos, el roce de las manos, el saludo y los perfumes de los que lo rodean.

Esos libros me ayudaron a definir como nunca antes, los diferentes campos de acción de la memoria. Hay memoria visual, de la cual dependemos tanto los videntes; memoria auditiva, tan importante para el ciego; memoria olfativa; memoria táctil que registra la rugosidad, la suavidad y el espesor de las cosas, y en el caso del ciego, la idea de la forma y el tamaño de los objetos. La memoria muscular toma nota de las contracciones que tienen que hacer los músculos al subir una escalera o un repecho, y nos advierte que vamos llegando al fin del esfuerzo. Prepara los músculos para levantar un cierto peso cuando debemos transportar un balde lleno de agua, y reacciona ante el chasco si lo creíamos lleno

Cartas a un prisionero del Seol · 34

Page 35: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

y está en realidad vacío. A esto, yo agregué la memoria gustativa, que entra en acción para recordamos que cierta comida salió más rica o estaba más cargada de sal en una ocasión anterior.

Dediqué mucho tiempo en esos primeros años en García, a educar tu oído con los ejercicios sugeridos en “La Pedagogía de los Ciegos”. Ponía sobre la mesa varios objetos de distinto materia, madera, plata, hierro, cristal, loza, cartón, etc. Los golpeaba con una varilla de madera, y otras veces con una cuchara de acero y tú debías decirme qué material estaba golpeando. Dejaba caer al piso al mismo tiempo varios objetos, algunos que iban a quedar fijos y otros que iban a rodar. Luego te los pedía por nombre y tú debías buscarlos en la dirección que tu memoria había registrado para cada uno.

Progresaste tan bien que llegó el momento en que yo podía arrojar al suelo cuatro o cinco cosas a un tiempo y tú las encontrabas todas sin mucha demora; una moneda, una pelota de goma, un zapato, un libro.

Te hice una maqueta en cera de la casa y de la escuela para que aprendieras la exacta ubicación de cada cosa y más tarde, con la ayuda de los alumnos de los grados superiores, hicimos el plano completo de García en relieve, con sus plazas y edificios importantes, la vía del tren, el cementerio, y todos los detalles de interés. Lo teníamos armado sobre una mesa en la escuela y tú lo habías grabado tanto en tu memoria, que podías decir con exactitud a cuántas cuadras de la plaza principal estaba la estación del tren, y dónde estaban ubicadas las calles y los edificios principales. A medida que la ciudad crecía, íbamos añadiendo detalles que actualizaban el plano. Cuando salíamos de paseo siempre sabías exactamente donde estábamos y que distancia nos separaba de otros puntos.

Me esforcé por ayudarte a actuar y a moverte sin temor, asegurándote que podías superar tus desventajas, reconociendo la 1ógica expresada por Villey: “El miedo aumenta al sugerirlo. Es un error actuar por el ciego en vez de obligarlo a actuar. Mimar al ciego es entregarlo sin defensa a los peligros de la ceguera y paralizarlo. Un perro ciego tiene la misma seguridad de un perro vidente. La razón es que no conoce el miedo”.

Con la ayuda de los otros niños hacíamos ejercicios de distancia y localización. Por tumo te llamaban, uno desde el bario, otro desde el fondo, otro desde el jardín, otro desde el dormitorio; y tú debías decir quién te llamaba y desde dónde. Disfrutabas de este entrenamiento y tu habilidad fue cultivada admirablemente. Al entrar en una habitación desconocida podías acertar su tamaño por los ecos, Al llenar un vaso podías detenerte a tiempo para no desbordarlo, por el sonido del líquido al caer. Discernías la rapidez de los movimientos de, los demás por el aire que la persona movía al desplazarse. El olfato y el oído te advertían la cercanía de los obstáculos para no chocar con ellos.

Conseguí muestras de tela para que tu tacto distinguiera entre la seda, la lana, el algodón, el terciopelo y las telas vinílicas. Hice una pequeña colección de papeles, cartulinas y cartones, para que los distinguieras por su espesor y granulación. Los niños calaron en cartón algunos de los maravillosos diseños que tienen los cristales de la nieve, para que pudieras imaginarlos. Reuní recortes de distintos tipos de madera para que los conocieras por el olfato, a la vez que aprendías las características de los árboles que las producían.

Cartas a un prisionero del Seol · 35

Page 36: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Con el fin de conseguir algunas muestras fuimos hasta el aserradero. El cuidador, un anciano bondadoso, nos acompañó a recorrer el predio explicando como cortaban y preparaban la madera. Deleitado por nuestro interés, nos habló del trabajo de los ganaderos que transportan los troncos en balsas sobre el río. Había una cantidad de troncos listos para ser aserrados, y yo te sugerí que midieras uno a lo largo con los brazos extendidos, para tener una idea precisa de la altura de los árboles en pie. Recuerdo la expresión maravillada de tu rostro al exclamar: “¡Es doce veces el largo de mis dos brazos!”.

La pequeña ciudad de García tenía poco que ofrecer en cuanto a paseos y diversiones, pero aun las simples cosas rutinarias, que para el vidente no tenían mayor atractivo, servían para excitar tu imaginación. La fuente del parque, de unos dos metros de diámetro, con un borde de cemento derruido en partes por el correr del tiempo y el vandalismo de los niños, servía para ilustrar la forma desigual de los mares. La palpabas con tus manos mientras empujabas tus barquitos de juguete. Entendiste que, con la misma facilidad podía Dios extender sus manos sobre los mares del mundo y tener a su alcance, ante sus ojos que jamás duermen, toda la superficie de la Tierra y cuanto en ella acontece.

En uno de los viajes que hicimos a Buenos Aires visitamos el puerto. Yo te describía detalladamente la escena: las operaciones de entrada y salida de los barcos y sus remolcadores, cómo amarraban y soltaban amarras. Te hablé de las gaviotas, del adiós de los que partían y de la emoción de los que llegaban. Era una tarde de niebla; te interesaba saber que impresión causaba y que atracción añadía al paisaje. Te expliqué:

—Es incolora, Pablo, desdibuja las cosas, esfuma las formas y amortigua el color. Se parece al olvido cuando envuelve nuestros recuerdos empujando hacia el pasado lo que un día fue palpable primer plano.

De vez en cuando se oía la sirena de algún barco que se acercaba o se alejaba. Tú querías saber a cual de los tuyos se parecía. Tus diferentes naves de material plástico, metal o madera, tenían nombres imaginativos que tú mismo habías ideado: “El Vigía”, “El Explorador”, “Ballenero”, “Petrolero”. La lancha remolcadora era “La tesonera”, y el submarino.”Jonás”, porque viajaba escondido.

En nuestros paseos por García, algunas veces llegábamos al otro extremo de la ciudad, donde estaba el cementerio. A pesar del respeto que inspira la idea de la muerte, y el silencio que nos rodeaba, ambos gozábamos de esa paz en la cual oíamos el canto de muchos pájaros que buscaban refugio al atardecer en los enormes árboles añosos. Me complacía describirte la dignidad de los cipreses con sus copas como conos puntiagudos. Allí en el cementerio, parecían preguntas que se levantaban hacia el cielo, interrogando a Dios sobre el porqué de la muerte.

Entre las muchas tumbas sencillas, con variedad de placas y leyendas, se destacaban las de las familias adineradas, adornadas con sobrias esculturas en mármol blanco o negro. Palpándolas, adquiriste un concepto claro de cómo las ideas hacen hablar a las piedras bajo el cincel del escultor. Me atraía especialmente la que adornaba la tumba de los García. Era la imagen de un ángel adolescente, con las alas semiabiertas. Apoyaba una rodilla en tierra, y con el cuerpo ligeramente inclinado, se asomaba a la fosa. El dedo índice de la mano derecha estaba sobre sus labios imponiendo silencio. Un surco profundo sobre su

Cartas a un prisionero del Seol · 36

Page 37: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

frente sugería que la muerte es motivo de pena y de preocupación aún para los ángeles.

Cuando visitábamos los museos de arte en Buenos Aires, tus dedos ávidos recorrían las esculturas apreciando las formas y las proporciones, los gestos, las actitudes y las expresiones que le daban a una mole fría el privilegio de comunicar sentimientos y mensajes.

Al detenernos ante un cuadro, tu imaginación se nutría con mis detalladas descripciones. Disfrutábamos de los clásicos, porque el arte moderno es casi imposible de describir a un no vidente, ya que sus formas caprichosas no comunican ideas precisas. Entre mis recortes de diarios que representan hechos insólitos tengo uno publicado por el Buenos Aires Herald, del 17 de febrero de 1971, donde se informa que un cuadro que había ganado el primer premio de pintura en Kansas, Estados Unidos, estaba firmado por James Orang. Los jueces del concurso se sintieron muy abochornados al enterarse de que el lienzo había sido caprichosamente coloreado por un orangután de cinco años de edad, al cual se le habían dado pinceles y pomos de pintura para que probara su habilidad. Como en todos los campos de la actividad humana, el desconcierto y la desorganización mental, la falta de objetividad y propósito, se hicieron presentes también en la pintura y en la escultura, en la música y en la poesía.

Un joven que conocí predicando de puerta en puerta, con aspiraciones de destacarse en la literatura me obsequió uno de sus libros. Un conocido crítico literario escribió el prólogo. Dice en un párrafo: “Nuestro novel poeta ha alcanzado un acento firme y saludable. Su libro es un bien logrado esfuerzo por explicar la impotencia humana al elevarse hacia las fuerzas espirituales que la reclaman desde más allá de si misma”.

Para mi rutinario entendimiento, es una muestra de cómo usar el arte de escribir cuando no hay nada substancial que decir. Aquí está uno de sus poemas que traslucen el estilo de todo el libro:

REVELACIÓN

La dureza de los muroses la piel de la fantasía.

La lejanía ha cobrado cuerpo en lo terrible.La mordedura del hombre

ilumina el cielo.Mi voz es apenas un aire de campo

mientras los animales inhalan mis palabras.Me duele estar escribiendo en el cielo

cuando tantos cristales estallan en mi sangre.Las palabras mordidas y exprimidas

huelen a paraíso quemado.La muerte entró descalza;en la penumbra enajenadadejó un recuerdo de trigo.

Cartas a un prisionero del Seol · 37

Page 38: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

¡Qué feliz me siento, hijo, al haber aprendido a usar el lenguaje puro de la verdad bíblica con sus definiciones exactas y sus valores incambiables!

Muchas veces en el curso de estos años, he volcado en el papel mis sentimientos y recuerdos. La poesía ha sido un magnífico consuelo, un paliativo contra la soledad, un instrumento para expresar y canalizar lo más profundo de mi relación con Dios y lo más genuino de mi amor a la vida y a la humanidad. Por eso me duele que, siendo el medio elegido por Dios para expresarse El mismo en la Biblia, haya llegado a ser hoy una herramienta deformada, un instrumento musical sordo y disonante, que no dice lo que quiere decir; que suena a hueco y no mueve a acción, que asombra, pero no emociona; que roza la piel pero no llega al corazón.

Cartas a un prisionero del Seol · 38

Page 39: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Cuando la mente y el corazónNo están ciegos

—Capítulo Seis—

UNO DE LOS LIBROS que resumí y copié en Braille porque te ibas a identificar íntimamente con su contenido, fue “El mundo donde vivo” de Elena Keller, la renombrada escritora norteamericana sordomuda y ciega, que falleció en 1968 a los ochenta y siete años de edad. Sus escritos asombraron a multitudes y pusieron al descubierto la rica vida interior que pueden tener los que, privados de los sentidos más esenciales, salen al encuentro de la belleza de la creación y disfrutan de la obra de Dios con los sentidos restantes. Ella "veía" con sus manos, palpando las cosas y apreciando las formas, el espesor, la tersura o la rugosidad. Gozaba de la música sin poder oírla, palpando los objetos que recibían sus vibraciones. Era capaz de distinguir entre la música alegre y triste, estridente y suave. Superó su mutismo expresando por señas sus mensajes y dactilografiando lo que no podía decir. La persona interior, sofocada y abrumada bajo tres impedimentos, surgió trabajosamente, abriéndose paso hacia la luz para describirle a sus semejantes el gozo de vivir que se filtraba en su enclaustrada existencia. Escribió con propiedad: “La noche de la ceguera tiene también sus maravillas. La noche de la ignorancia y de la insensibilidad es la única tiniebla impenetrable”.

Un párrafo del capítulo “Veo con mi mano” dice: “Las ideas forman el mundo en que vivimos, y son las impresiones las que transmiten las ideas. El mundo en el cual vivo se halla construido sobre una base de sensaciones táctiles, desprovistas de todo color y sonido físico; pero a pesar de ello, es un mundo donde se respira y se vive. Cada objeto está íntimamente ligado en mi mente a esas cualidades táctiles, las cuales, combinadas de diversos modos, me proporcionan el sentido del poder, de la belleza o de la discordancia; ya que con la ayuda de mis manos puedo llegar a sentir tanto lo risible como lo admirable en el aspecto de las cosas. Observen que ustedes, los que dependen de la vista, no se dan perfecta cuenta del número de cosas tangibles que los rodean. Todo lo palpable es móvil o rígido, sólido o líquido, grande o pequeño, cálido o frío y estas cualidades están infinitamente matizadas, La frescura del nenúfar es diferente de la del viento de una tarde de verano, y distinta a su vez de la lluvia que penetra en las entrañas de la tierra y da vida y desarrollo a sus frutos. El aterciopelado de la rosa no es el del durazno maduro, ni el de la mejilla con hoyuelos de un niñito".

Otro párrafo expresa: “Cualquier objeto tangible pasa en una forma completa a mi cerebro, no pierde su calor de vida en él y ocupa el mismo lugar

Cartas a un prisionero del Seol · 39

Page 40: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

que en el espacio, ya que, sin egotismo, cabe decir que la mente es tan inmensa como el universo mismo. Cuando pienso en las colinas, asocio inmediatamente a esta idea la fuerza requerida para ascenderlas. Cuando en cambio, es el agua lo que ocupa mi mente, siento la fría impresión de la zambullida y el rápido ceder de las olas que se encrespan, ondulan y agitan contra mi cuerpo”.

Elena Keller, visitando zoológicos y circos había logrado posar sus manos sobre los animales para conocerlos. Había percibido sus lenguajes palpando sus gargantas para recibir la vibración de los sonidos. Es el caso de los animales más peligrosos como el tigre, había conocido sus rugidos al aferrarse a los barrotes de las jaulas para sentir las vibraciones. Los animales feroces embalsamados en los museos, que podían ser estudiados al tacto sin riesgo, le habían permitido familiarizarse con tales especies. Sus manos diestras, al palpar la garganta de otras personas le habían ayudado a identificar la risa, las expresiones de sorpresa, el gemido de dolor, el grito, el sollozo, el bostezo del agotamiento y la rigidez que produce el estupor.

Su olfato era una enciclopedia de rápida consulta que la informaba de la marcha de las estaciones. Ella jamás hubiera confundido los perfumes de la tierra y de la savia que le hablaban de la primavera en cierne, con la fragancia del heno maduro y los granos que se producen en verano. Los perfumes seductores del otoño, cuando el follaje iba en decadencia, le hablaban de los cambios que el tiempo produce, de los ciclos de vida y muerte que tiene la naturaleza. En el capítulo que trata sobre el valor del olfato dice: “No puedo oler las amapolas sin revivir las mañanas extáticas que pasábamos mi maestra y yo vagando por los campos mientras yo aprendía nuevas palabras y los nombres de muchas cosas”. El método empleado por la señorita Sullivan, la maestra contratada por sus padres que permaneció el resto de su vida junto a Elena, consistía en deletrear las palabras en las palmas de la mano de la niña. Así le enseñó historia, geografía, literatura y todas las materias que completaron su educación.

Describe admirablemente un paseo hacia un pequeño bosque que era uno de sus lugares predilectos. Ella sabía que al trasponer una tapia de piedra, allí empezaba el bosque. Cuando se iba acercando con su acompañante, percibió un fuerte olor desacostumbrado y las vibraciones de un estruendo. Era el olor de la madera cortada y el estruendo de los árboles al caer. Más allá de la tapia, sintió una ráfaga de aire que le salía el encuentro en ese lugar, y el sol la envolvió en su calor cuando ella esperaba sentir sobre sí la fresca sombra del bosque. Sus palabras describen vívidamente las sensaciones: “Pero hoy una ráfaga de aire desconocido y una insólita irrupción de los rayos solares fueron las señales evidentes de que mis amigos los árboles se habían marchado. El lugar estaba vacío, al igual que una casa desierta. Extendí la mano. Donde antes erguíanse los pinos inmutables, bellos y fragantes, mi mano encontró unos tocones lisos y húmedos. Semejantes a las astas de un venado herido, las ramas cortadas sé hallaban esparcidas por doquier. El amontonado y aromoso aserrín parecía girar en torno a mí como un torbellino. Sentí un gran despecho al contemplar esa cruel destrucción de una belleza que tanto amé”.

Las exhalaciones de la ropa le decían mucho acerca de la ocupación de las personas que trataba, como ella misma lo describe: “Los olores propios de la madera, del hierro, de la pintura y de las drogas quedan adheridos a las prendas

Cartas a un prisionero del Seol · 40

Page 41: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

de vestir de quienes manipulan con ellos. Es así como distingo a un carpintero de un herrero, a un artista de un albañil o de un químico. Cuando alguien pasa rápidamente de un sitio a otro, percibo un olor que me indica el lugar donde ha estado: la cocina, el jardín o la alcoba de un enfermo”. Elena Keller admite cuánto contribuyeron las funciones de sus sentidos a informarla y darle la visión mental de lo que la rodeaba: “Sin las sensaciones tímidas, fugaces y hasta frecuentemente inadvertidas, y sin las certezas que tanto el gusto como el olfato y el tacto me proporcionan, me vería obligada a tomar prestada de los demás mi concepción del universo”.

Con gran acierto ella señaló a la imaginación cultivada, como un bien invalorable sin el cual ninguna mente creadora plasmaría sus logros, aunque tuviera el apoyo de los cinco sentidos principales, como lo expresa al final del capítulo “El mundo de los cinco sentidos”: “En sus momentos creadores más culminantes, lo mismo el gran poeta que el gran músico dejan de usar esos instrumentos imperfectos que son el oído y la vista. Se desprenden de esas amarras, que vienen a ser sus sentidos, y ascienden, en las poderosas alas del espíritu, más allá de las colinas brumosas y por los ensombrecidos valles, para penetrar en las regiones del intelecto, de la música y de la luz. ¿Qué ojo humano ha sido capaz de contemplar las glorias de la Nueva Jerusalén? ¿Qué oído ha escuchado la música de las esferas, las pisadas del tiempo, los golpes del azar y de la muerte? Los hombres no han oído, con su sentido físico, el tumulto de las dulces voces que se remontaban sobre las colinas de Judea, ni han contemplado nunca la visión celestial; pero millones de ellos han escuchado, a través de muchas épocas, ese mensaje espiritual y han creído en él. Nuestra ceguera no varía ni en un ápice el curso de nuestras realidades interiores. Para nosotros los ciegos, es tan evidente como para ustedes, los que ven, que es la imaginación lo que descubre y permite explorar el mundo de la belleza”.

Leí el libro “El mundo donde vivo” cuando tú no habías aprendido a hablar y eras demasiado pequeño para que yo pudiera sondear tu mente. En 41 encontré la explicación de algo que me intrigaba: ¿Qué sueñan los ciegos? ¿Cómo pueden sus mentes formar imágenes y crear las extrañas situaciones que aparecen en los sueños de los que ven? Elena Keller cuenta algunos de sus sueños: Una noche ella sonaba que no podía dormir. Entonces se levantó a leer y buscó uno de sus libros en Braille. Se sentó en un sillón cómodo y abrió el libro sobre sus rodillas para repasarlo con los dedos, pero en vez de encontrar los puntos en relieve que representan letras, encontró páginas lisas sin ningún mensaje. Se sintió muy desilusionada, y al insistir con el tacto tratando de hallar algo grabado en ellas, sintió que sus lágrimas caían sobre las manos. Entonces se apresuró a cerrar el libro por temor de mojarlo y terminar de borrar el mensaje que no acertaba a descifrar. El sueño reproducía una de las preocupaciones del ciego con respecto a sus escritos en Braille, que no deben palparse con manos transpiradas o mojadas porque la escritura se arruina.

Luis Braille era un joven francés que quedó ciego a los tres años de edad, a causa de un accidente en el taller de su padre. A los diez años empezó a asistir a una escuela para no videntes en París, y allí desarrolló el ingenioso sistema que lleva su nombre, la escritura con puntos en relieve, que al ser grabada en cartulina blanda con un punzón, permite a los ciegos leer por medio del tacto. Él fue

Cartas a un prisionero del Seol · 41

Page 42: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

también un músico con talento, lo cual lo impulsó a idear un sistema de escribir música para ciegos que se pudiera leer con los dedos.

Otra noche, Elena soñó que un mensaje especial recorría la Tierra. El invierno venía descendiendo desde el Polo Norte para apoderarse de todo el globo terráqueo. El océano se congelaba en pleno verano y millares de buques de vapor y de vela se veían atrapados en el hielo. En tierra, las cosechas se arruinaban, los árboles luchaban con el frío glacial, los pájaros trataban vanamente de cobijarse en sus nidos; las hojas y los capullos de las plantas caían al suelo y se petrificaban.

Se ve que cuando la mente y el corazón no están ciegos, las tinieblas de los ojos no impiden que las imágenes penetren en la vida interior y la pueblen de cuadros muy vivos y significativos. Por eso Elena Keller pudo volcar en el papel tantas cosas que revelaban su asombrosa sensibilidad siempre en comunicación con el mundo que la rodeaba.

Tú nunca mostraste como ella, esa marcada inclinación a escribir. Pero yo, madre al fin, guardé y conservo una breve composición que hiciste a los nueve años junto con la clase y que muestra las impresiones que te impactaban. El tema fue sugerido por mí, y aquí está tu pequeño relato:

Una visita a los abuelos

Mis abuelos maternos viven en la capital. De vez en cuando voy con mi madre a pasar unos días con ellos, durante las vacaciones de la escuela.

Cuando estoy en la casa de mis abuelos extraño a Capitán, nuestro perro, y a los conejos y las gallinas, porque yo les doy de comer. Don Ricardo, el vecino, los cuida cuando no estamos. Por eso siempre le traemos algún regalito de Buenos Aires.

En la capital, pocos animales están con la gente. No hay lugar para ellos. Casi nunca se oye el trotar de un caballo por la calle.

Mis abuelos viven en un departamento y hay que subir dos pisos. Las dos escaleras tienen catorce escalones cada una. Algunos vecinos tienen perros y salen a caminar con ellos por el barrio. Otros tienen pájaros encerrados en jaulas que se oyen piar y cantar cuando la casa está silenciosa.

Los bomberos pasan a cada rato porque en las ciudades grandes hay muchos incendios. También se oyen las sirenas de las ambulancias.

La capital es muy poblada y anda mucha gente por la calle.El abuelo Ramón me lleva a una plaza que queda a cinco cuadras y allí nos

sentamos a la sombra de los árboles. Él me cuenta cosas de cuando era niño, y me explica lo que ve.

Cuando llega el fresco de la tardecita, los pájaros vienen a dormir en los árboles y pían hasta que entra la noche.

Cartas a un prisionero del Seol · 42

Page 43: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

El Grupito Aislado

—Capítulo Siete—

ENTRE LOS MÁS QUERIDOS RECUERDOS de esos años en García, están siempre los Lemos en primer plano. Amanda fue una de las tantas madres que se presentó para inscribir a sus hijas, Norma y Claudia, y expresó su gran satisfacción porque esa sección de la ciudad tenía ahora su propia escuela. A menudo se interesaba por mi opinión en cuanto al progreso de las niñas, y ofrecía su ayuda para cualquier actividad especial que se presentará. Cuando conocí la verdad busqué la oportunidad de llevarla a nuestra casa y conversar con ella, fuera de mi horario de trabajo. Aceptó gustosamente el estudio bíblico y las niñas lo disfrutaban tanto como ella, Amanda fue la primera en acompañarme de casa en casa en García, y la primera de mis estudiantes que fue bautizada.

Roberto me escuchaba con simpatía y respeto, pero nunca logré hacerlo participar en el estudio. Amanda lo disculpaba diciendo que habla ido muy poco a la escuela y era lerdo para leer. Más tarde supe que sus más caras expectativas estaban centradas en la política. La parte más dificultosa sería hacer un transplante de sus esperanzas para que se arraigaran en la tierra fértil de la Palabra de Dios. Su padre había sido un ferviente satélite de un partido político, y desde niño le había inculcado una fe casi religiosa en los proyectos humanos de dominación. Había que esperar el momento en que el entusiasmo cediera paso a la desilusión, y sintiera en carne propia el aguijón mencionado en Jeremías 17:5, que la Versión Moderna de la Biblia expresa así: “Maldito aquel que confía en el hombre y se apoya en un brazo de carne”.

¡Cuánta desolación sienten los que buscan amparo en un brazo humano que un día afloja y cae sin terminar su empresa! Ese momento llegó para Roberto Lemos poco después de mi partida de García. Gracias a Dios, él también alcanzó a conocer la magnífica sensación de seguridad que produce el apoyarse en un brazo invencible, y dejarse abrigar por un sol que no tendrá ocaso Las lumbreras del mundo descienden y dejan a sus protegidos en las tinieblas, pero en cuanto a Dios, la carta de Santiago 1:17, dice apropiadamente: “...con Él no hay la variación del giro de la sombra”.

Recuerdo con cariño a un matrimonio de edad avanzada que eran amigos de los Lemos, Germán y Alcira Cuenca. Amanda me llevó a la casa de ellos para conocerlos, con el expreso propósito de que la ayudara a hablarles de su nueva fe. De allí en adelante me esperaban siempre con los libros listos para el estudio. Me recibían con un gozo genuino que me hacía sentir muy bien. Cuando íbamos por la mitad del libro “Sea Dios Veraz” y concurrían sin falta cada domingo al estudio de La Atalaya que conducía alguno de los hermanos de Villa Solidaria en

Cartas a un prisionero del Seol · 43

Page 44: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

casa de los Lemos, Germán se veía deprimido y de tanto en tanto comentaba que él no tendría el privilegio de disfrutar de las bendiciones del Reino de Dios. Evidentemente algún recuerdo triste lo abrumaba. El superintendente del circuito pudo llegar al fondo del problema cuando Germán le contó que de joven había participado en una revolución, y eso lo hacía sentirse indigno de las bendiciones prometidas. Un estudio minucioso en cuanto al significado profético de las ciudades de refugio, donde el homicida involuntario podía ser amparado bajo la custodia de los sacerdotes de Israel, como se presenta en el capítulo 35 de Números, fue el poderoso remedio que su herida mental necesitaba, y de allí en adelante progresaron los dos hasta la dedicación, y siguieron fieles hasta la muerte.

Otra experiencia gozosa de aquel tiempo, tuvo que ver con Celedonio Olivera, el niño negro que asistía a la escuela. Un día le rogué que se quedara unos minutos después de finalizar la clase para que tú pudieras palpar su cara. El se mostró disgustado; cuando le pedí razones de su negativa, me dijo que desde que había comenzado la escuela todos los chicos trataban de tocar su pelo crespo porque creían que eso les traería buena suerte. Le expliqué que en tu caso, no querías tocarlo por superstición, sino por el deseo de distinguir los rasgos de las diferentes razas, ya que no podías verlos, y con el mismo interés palparías a un niño chino o un esquimal. Entonces accedió.

Al día siguiente di una lección sobre las supersticiones y su falta de lógica. Mantuve un paraguas abierto dentro del aula toda la tarde para probarles que no iba a suceder nada perjudicial, y pedí que cualquier niño que se sintiera favorecido por la suerte por haber tocado la cabeza de Celedonio pasara al frente y relatara la experiencia. Todos callaron. Entonces anuncié que cualquiera que molestara a Celedonio, perdería el recreo ese día y tendría que quedarse en clase escribiendo cien veces en su cuaderno: “Debo respetar los sentimientos de los demás”.

Celedonio le contó todo a su madre: Algunos días después estábamos predicando con Amanda y las chicas en el barrio en que ellos vivían, y María Salomé salió de su pequeño rancho de adobe y me agradeció la defensa que había hecho de su hijo. Fue un gozo entrar a su humilde vivienda contigo, sentarnos en sus bancos rústicos de madera y abrir la Biblia para compartir con ellos el mensaje del Reino. De allí en adelante, cada sábado a la caída de la tarde los visitábamos. Esa era la hora en que su esposo alcohólico andaba por los bares y era menos probable que se produjera algún problema. La impecable limpieza de su choza, el piso de tierra barrido y rociado, el calentador a queroseno reluciente con su base de bronce: el brasero encendido en invierno; el pan recién sacado del horno de barro; la ropa limpia secándose en la cuerda; las latas de aceite con malvones florecidos alrededor de su casa; el aljibe y la jaula con la lora; todo era grato y quedaba muy bien allí.

Cuando aceptó acompañarme en la predicación, se sentía un poco disminuida por su ropa humilde, pero yo conseguí que mamá me enviara por encomienda algunos vestidos que ya no usaba, y los arreglé a su medida. De este modo, María Salomé de Olivera, fue la segunda publicadora de las Buenas Nuevas en García. Predicando con ella llegué un día a la casa de Aurelia Corvalán, cerca del aserradero. Cuando establecí el estudio bíblico en su hogar,

Cartas a un prisionero del Seol · 44

Page 45: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

María Salomé siguió acompañándome los sábados de tarde, mientras tú concurrías con Claudia Lemos a las clases de guitarra.

Aurelia estaba pasando por muchos problemas económicos y de salud cuando empezamos a visitarla. Pronto nos reveló una nueva preocupación que la angustiaba. Esperaba un tercer hijo y el momento era de lo más inoportuno para aceptar su llegada. Ella y su esposo estaban de acuerdo en interrumpir este embarazo de pocas semanas. Después de una extensa consideración bíblica mostrando que Dios condena el aborto, recuerdo que le dije:

—Quizá este hijo traiga una bendición especial a su vida. ¡Y quién sabe si no será el mejor compañero de sus padres en la vejez!

Después de aquella conversación, el embarazo siguió su curso normal. Gustavo nació cuando yo vivía en Mendoza, y no llegué a conocerlo; ni siquiera me encontré con ellos más tarde en alguna asamblea, porque se mudaron al sur.

Hace algunos años, en una asamblea de distrito en Chile, un apuesto joven se me acercó diciendo: —Permítame darle un beso, porque usted me salvó la vida.

No fue necesario que me explicara su extraña afirmación, porque detrás de él venía Aurelia con una amplia sonrisa. Me comentó que siempre había recordado mis palabras, pues efectivamente, éste había sido el más amoroso compañero entre sus hijos y el único que se apegó a la verdad. Él había estado a su lado en todo cuando enviudó. Era la clase de hijo que hubiera añorado siempre, de no haberlo dejado nacer.

A veces pasa mucho tiempo antes de que uno pueda comprobar cuánto bien les hizo a otros al abrir la Biblia delante de ellos para dejar hablar a Jehová. Es muy remunerativo, cuando permanecemos en el camino de Dios, verificar que no hemos trabajado en vano. El primer versículo del capítulo once de Eclesiastés lo expresa con una hermosa parábola: “Envía tu pan sobre la superficie de las aguas, pues con el transcurso de muchos días lo hallarás otra vez”.

Cartas a un prisionero del Seol · 45

Page 46: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Julián y Marta

—Capítulo Ocho—

JULIÁN GARCÍA LAGOS y su hijita impedida, añadieron mucho a nuestro gozo durante aquellos primeros años en García. Marta pasaba tardes enteras en nuestra escuela y le encantaba atender los grados inferiores. Era tan confiable que podía dejarla a cargo de los niños y darme una vuelta por la casa para atender cualquier asunto pendiente. Julián se mostraba cada vez más complacido en traerla, y cuando volvía a buscarla a la caída de la tarde, se demoraba conversando con nosotros corno si encontrara especial encanto en el calor de hogar de nuestra sencilla casita. A Marta le hacían bien esas visitas. La tía Celia no era muy comunicativa, y después que Marta terminó su años escolares, aparte de las clases de piano y dactilografía, el tiempo pasaba lentamente para ella en la atmósfera demasiado austera de su casa. Marta nos había tomado mucho cariño, y el tratar contigo resultaba una influencia beneficiosa para ella, afectada por otro impedimento.

Además, Julián veía constructivo el que su hija palpara el drama de la gente humilde y luchadora. No quería que ella, en su condición de niña adinerada, lo diera todo por sentado, y encontró en la escuela un verdadero campo para educar la sensibilidad de Marta. La niña parecía ser el verdadero centro de la vida y los sentimientos de su padre. No había cosa que él no estuviera dispuesto a hacer por ella. Todo lo que podía comprarse con dinero se lo había dado, Marta tuvo una niñez feliz, llena de halagos. Aparentemente no se sentía disminuida por su pierna inútil. Pero las cosas cambiaron en la adolescencia y llegó a ser una muchachita irritable y reservada; su defecto la estaba acomplejando. Verdaderamente, la adolescencia, como la palabra lo indica, es la edad del dolor. Dolores de crecimiento y dolores de adaptación a las realidades que se van descubriendo.

Cuando Marta era pequeña, después de la muerte de su madre, sus tías le hablaban de la supuesta alma inmortal de ella que la rondaba y la cuidaba. La niña empezó a tener perturbaciones síquicas atribuyendo cualquier hecho inexplicable para ella, como el crujir de una puerta o el aletear de un pájaro en la ventana, al alma de su madre que la buscaba para llevársela consigo. Consultaron un siquiatra y su consejo fue que dejaran de asegurarle que su madre estaba viva en otra parte y trataran de borrar de su mente toda idea religiosa. Él sostenía que los niños debían criarse sin ninguna religión, porque muchos disturbios se originan en el hecho de que uno puede haber sido inducido a aceptar una religión que no

Cartas a un prisionero del Seol · 46

Page 47: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

encaja con su personalidad. Se debía permitir que el niño creciera y eligiera él mismo su religión, o siguiera libremente una vida exenta de religión.

Ahora, los cinco años que ella te llevaba se habían convertido en una barrera. Ya no le entretenía participar en tus juegos. De vez en cuando me contaba acerca de alguna de sus compañeras de estudio que se ponía de novia y planeaba casarse. A pesar de los cambios que se estaban operando en su personalidad, yo todavía podía llegar más lejos que cualquiera de los de su propia familia en sondear su atribulado corazón. Julián me pidió que la ayudara, ya que ella se mostraba tan confidente conmigo. Hablando de Marta, de su soledad y sus necesidades emocionales, la conversación se encaminó a algo que yo temía escuchar. Él pensaba que Marta necesitaba más que nada en el mundo, una mujer que ocupara el lugar de su madre y que esa persona solo podía ser yo. No sabía como salir del paso sin ofenderlo, ya que era una persona que me inspiraba tanto respeto.

El sabía que yo no estaba divorciada por no existir el divorcio en la Argentina, pero había una salida legal que un abogado bien remunerado podía conseguir: divorcio y nuevo casamiento en Bolivia o México. Luché por desanimarlo. A pesar de sus excelentes cualidades y su reputación de filántropo, no hallaba suficiente espiritualidad en él para inducirlo a aceptar la verdad. Me escuchaba con mucha calma cuando yo le hablaba de mi fe; me elogiaba por tenerla, pero nunca expresaba el deseo de cultivarla para si. De la literatura bíblica que yo había puesto en sus manos sin que la pidiera, solamente había oído comentarios superficiales. No existía hambre espiritual en él. Además, sospechaba que el deseo de ayudar a Marta era superior a la atracción que yo pudiera producir en él. No me imaginaba ocupando un lugar dado a regañadientes en el orgulloso clan de los García. Es cierto que él era diferente a los demás, pero había que aceptarlos en todos y sufrir el desgaste al ser una pieza que no pertenecía a la maquinaria. Y, la última pero no la menos importante de mis razones, era que yo siempre había aborrecido la palabra padrastro, y no podía reconciliarme con la idea de imponerte uno a ti y someterte a los sentimientos negativos que me habían torturado al ver el lugar de mi padre ocupado por otra persona.

Julián no aceptó mi negativa como definitiva y me pidió que lo pensara. Le aseguré que, aunque él se casara felizmente y Marta aceptara a su nueva esposa, de todos modos ella seguiría buscando algo que le diera la sensación de que su propia vida estaba totalmente realizada.

Julián volvió al doctor Ramos, el mismo siquiatra que había tratado a Marta cuando niña. Él puso énfasis en el sexo y aconsejó a Julián que relacionara a Marta con muchachos atractivos para facilitarle la oportunidad de encontrar su pareja. Julián empezó a organizar fiestas juveniles en su casa, y llevaba a Marta a Buenos Aires con motivo de cualquier acontecimiento artístico o para visitar familiares y amigos. En algunas de las reuniones de jóvenes en su hogar, había oído cantar a Pepe, el hijo de uno de sus más antiguos empleados, y Julián habla notado cómo Marta se embelesaba con su voz melódica. Se tenía muy buen concepto del muchacho y Julián hizo todo lo posible por acercarlo a su hija. Cuando vio que cada uno disfrutaba de la compañía del otro y la amistad entre ellos se iba haciendo más cálida, Julián tomó la iniciativa y le propuso

Cartas a un prisionero del Seol · 47

Page 48: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

confidencialmente a Pepe, que si se casaba con Marta lo haría uno de sus socios en la fábrica de artículos plásticos, les regalaría el departamento en que vivirían y un auto cero kilómetro para la luna de miel. El muchacho se entusiasmó con la idea y se esforzó por enamorar a Marta. Hubo entrevistas en el jardín, paseos a la luz de la luna y horas felices junto al piano, donde él le cantaba las nuevas canciones que aprendía. Los familiares y los amigos organizaron muchos agasajos cuando se anunció el compromiso.

Marta cambió completamente; la vida se había iluminado para ella, y hablaba de su felicidad con un deleite que me inspiraba cierto temor. Algo podía salir mal, y el riesgo era grande.

Julián me contó confidencialmente el trato con Pepe y no pude disimular mis malos presentimientos. Deseaba equivocarme, pero no podía dejar de pensar en qué se refugiaría Marta si su historia de amor no tuviera un final feliz. Le hablé de la esperanza del Reino con ahínco, pero corno siempre, el mensaje de Dios penetraba superficialmente sin alcanzar su corazón; parecía que algo duro y frío lo detenía. Además, en esos días no había lugar en su mente para otra cosa fuera de la euforia de su próxima boda, la fiesta y la ropa que la modista le estaba haciendo.

Cuatro meses antes de la boda, los amigos de Pepe lo animaron a presentarse a un concurso para promover nuevos cantantes, organizado por la radio local. Fue elegido ganador y le dieron la oportunidad de presentarse en televisión en la capital. Este fue su primer contacto con el ambiente artístico, tan lleno de fuegos fatuos y tentaciones. Tras esto vino un contrato para actuar como vocalista en una orquesta popular los sábados por la noche, lo cual le permitía estar de vuelta en García los lunes para hacerse cargo de su trabajo en la fábrica. Entonces decidió abordar a Julián y pedirle el auto prometido como regalo de bodas, a fin de usarlo para viajar a la capital. Su futuro suegro no aprobó la idea, y le pareció audaz el que Pepe exigiera un regalo que se le había ofrecido para más adelante. El joven discutió agriamente con Julián por el auto, tratándolo con altanería, lo cual hizo que él permaneciera en su negativa. Pepe ya no era el joven simple y afectuoso de antes. El éxito, los aplausos y las posibilidades futuras de que tanto le hablaban, lo habían cambiado. Herido en su orgullo, le dijo a Marta que al fin se daba cuenta de que había confundido sus sentimientos y no se sentía inclinado a unir su vida a la de ella, ni a permitir que Julián lo comprara con sus regalos.

La felicidad de Marta se derrumbó en una hora. Perdió interés en todo, ya no venía a ayudarme en la escuela; abandonó el estudio de piano y frecuentemente se encerraba en su pieza a llorar. Nuevamente el doctor Ramos entró en el cuadro; le recetó píldoras tranquilizantes, y dos veces por semana le proporcionaba una hora de consuelo profesional muy bien remunerado.

Julián estaba muy preocupado por la tristeza de Marta después de la ruptura y vino a vernos una tarde, cuando los niños ya estaban saliendo de la escuela. Promediaba el invierno y tú estabas en cama con una fiebre extraña que te dejaba por unos días y volvía a aparecer. Me pidió que hiciera lo posible por ayudar a Marta y prometió traerla para verte, ya que tantas veces preguntabas por ella. Volvieron a los pocos días. Tú dormías, y nos sentamos las dos en el comedor a conversar, después que Julián se hubo marchado.

Cartas a un prisionero del Seol · 48

Page 49: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

La conversación pronto puso de manifiesto el daño que le había hecho a Marta aquella experiencia. Como muchos otros jóvenes, pensaba que no había felicidad posible si uno no logra todo lo que el amor erótico le puede brindar. La literatura y la música vuelcan el énfasis en esa clase de amor. Le expliqué pacientemente cuán distintas se ven las cosas cuando uno ya está de vuelta, después de muchos desencantos.

—Entiendo Ana, que todo se ve distinto desde tu posición. Pero, si no le hubieras dado una oportunidad al amor, no tendrías a Pablo que hoy llena tu vida. El amor se desgasta y se va en muchos casos, pero los hijos quedan. Es lo único imborrable que dejamos al partir.

—No, querida Marta. No es lo único imborrable. Jesús, el hijo de Dios y varios de sus apóstoles, permanecieron solteros para estar más libres para procrear hijos espirituales a costa de grandes sacrificios que incluyeron viajes por lugares inhóspitos y desiertos, naufragios, encarcelamientos, azotes, hambre y frío. Lo que dejaron también fue imborrable, porque el cristianismo verdadero existe y sigue creciendo. Los que dedicaron su vida y esfuerzo a algún descubrimiento científico para mejorar la forma de vivir y la salud de sus semejantes, también nos dejaron algo imborrable; los que gastaron su vida produciendo obras musicales de gran valor, escribiendo libros sanos e inspiradores, pintando y esculpiendo obras maestras, tampoco han sido olvidados ni vivieron en vano.

—Yo sé que si no formo una familia un día me voy a sentir desesperadamente sola. Los mayores cuando les llega la hora desaparecen. No tengo una religión en que absorberme como tú. Ninguna me ha convencido, ni siento la necesidad de tenerla. ¿Qué me ofrece la vida a mí? Los muchachos quieren bailar y practicar deportes, pero yo no puedo seguirlos con esta pierna inutilizada. Mi familia tiene dinero, pero eso en vez de ser una ventaja es una trampa, porque si alguno muestra interés en mí, debo desconfiar si el móvil es amor o codicia. Mira en qué terminó mi noviazgo porque el dinero estaba en juego. Sé que te gustaría ayudarme, pero me siento hundida. No creo que exista algo que pueda sacarme a flote otra vez. Estoy en el punto en que me da lo mismo vivir o morir. Al contrario, envidio a los muertos porque nada sienten como tú misma me lo recalcaste tantas veces.

—Marta, la vida es sagrada, y no debemos restarle valor o intentar contra ella para salir de una situación enojosa. Si recurrimos a Dios por ayuda Él nos da una vía de escape.

—Ana, la vida la tenemos por un accidente biológico. Si mi padre no se hubiera casado con mi madre, yo no existiría. Quizás existiría otra muchacha, con un rostro diferente, con una personalidad diferente, y con dos piernas sanas.

—Comprendo que la tuya es una experiencia difícil y amarga. Hasta aquí lo has esperado todo de los que siempre velaron por ti. Pero existe otra felicidad que deberías probar, la felicidad de dar, de brindar cosas de valor espiritual a otros. Es necesario que te recuperes porque los tuyos lo merecen. Sería la mejor manera de retribuirles su amor y sus desvelos.

—Muchas veces pienso que sería mejor que yo no existiera. Papá no ha vuelto a casarse y debe ser por mi causa. Quizás por eso buscó quién se hiciera cargo de mí, ofreciéndome a un hombre con premios y ventajas.

Cartas a un prisionero del Seol · 49

Page 50: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

—Tu padre cometió un error por lo mucho que te quiere y porque siempre estuvo acostumbrado a comprar a cualquier precio lo que te hacía falta. Jamás pensó en el daño que podría causarte. Pero dejando esas cosas mezquinas de la tierra, Marta, lo que necesitas es encontrar un lugar en el arreglo de Dios, tener una relación personal con tu Creador. Entonces verás como los hechos comunes, que a veces se agrandan desproporcionadamente, vuelven a su lugar y dejan de ser obstáculos que nos impiden ver el valor y la belleza de todo lo demás.

Repitió con amargura: Relación con Dios ... Arreglo de Dios ... Ese Dios que no entiendo ni conozco, ni da señales de entenderme y conocerme, no debe tener ningún lugar en su arreglo para mí. Y si lo tiene, no va a ser ningún problema para Él, si es todopoderoso, cambiarme por algo que le sea más útil.

Le aseguré que el tiempo cura grandes heridas como había sido en mi propio caso, y le rogué que fuera gustosamente al viaje que Julián y Celia planeaban por las principales capitales de Europa, con el fin de distraería y devolverle la calma y el optimismo. Me prometió que así lo haría.

Cuando Julián llegó a buscarla, al anochecer, parecía tranquila y fortalecida. Al despedirse me dio las gracias por mis palabras y me aseguró que le habían hecho mucho bien. La animé a volver antes del viaje. Creí que iba a poder ayudarla. Pero una noche, varios días después de esa visita, se encerró en su pieza, y atraída por esa tendencia humana de palpar y drenar una herida, volvió a leer las cartas de Pepe. Celia se extrañó de ver luz en su cuarto a altas horas de la noche y fue a ver si estaba bien. Halló las cartas desordenadas sobre la mesa y el frasco de barbitúricos que le había recetado el doctor Ramos vacío junto a ellas. La rápida ayuda médica salvó su vida, pero su voluntad de vivir siguió quebrada. Irónicamente, en esos días los discos de Pepe, que ahora se llamaba Freddy, llenaban el aire en García. La pequeña ciudad se enorgullecía de haber producido un ídolo popular.

De todo esto no llegaste a enterarte. Pensé que sería mejor decírtelo cuando estuvieras bien y ese día no llegó. Durante mucho tiempo volvía de continuo a mi mente la conversación con Marta aquella tarde. La veía como el arquetipo de una juventud ofuscada, desviada de sus logros y esperanzas por los errores de los que la precedieron. Triste fruto de maestros ateos y pensadores desorientados que derrumbaron los pilares en que debían haberles enseñado a apoyarse, dejándolos tambaleantes en el vacío. Ven la vida como el simple resultado de un accidente químico que después de algunos cambios evolutivos tuvieron el acierto de producir al mono. El mono a su vez y sin saberlo, manipuló el desarrollo de la cadena para que produjera su más significado eslabón, el hombre. Por lo tanto, si un humano malogra su vida o deshonra a la especie, ¿a quién hay que rendirle cuentas? ¿Sería lógico hacer o dejar de hacer algo para no sentirse indigno del legado de los antecesores en la cadena de la evolución?

¡Pobre juventud despojada y aturdida! Al no esperar otra recompensa que la inmediata, el disfrute materialista del momento es su único galardón. Al no creer en el matrimonio y la familia como instituciones de Dios, se ven a sí mismos como frutos de la casualidad. Si no se sienten parte de una maquinaria diseñada con un propósito, ¿qué ancla podría amarrarlos a la vida ante el peligro de un naufragio? ¿Se aferrará uno a la existencia en momentos de prueba y amargo desaliento, simplemente para no defraudar al accidente biológico que lo produjo?

Cartas a un prisionero del Seol · 50

Page 51: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Marta siguió viviendo como una autómata. No me dio la oportunidad de ayudarla con la verdad bíblica. Lo único que pude hacer por ella fue expresarle cariño, interés en su bienestar, en los breves momentos en que Julián la traía a vernos, ya que yo no podía dejarte, enfermo como estabas, para ir a verla a ella. Su indiferencia hacia todas las cosas continuaba. Su corazón era un páramo donde las sencillas alegrías del diario vivir no podían arraigarse y permanecer.

Amanda Lemos y las chicas, así como María Salomé, estaban siempre a mi disposición para cuidarte mientras yo atendía la escuela. Mis esfuerzos por inculcarles la verdad estaban recompensados con creces. Fue un momento en que, sentir y palpar el cariño de hermanos cristianos, era mejor ayuda y el más necesitado estímulo.

Cartas a un prisionero del Seol · 51

Page 52: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Aquel Amargo Invierno

—Capítulo Nueve—

¡CUÁNTAS COSAS PASARON en aquel invierno de 1954, el año más triste de mi vida! A principios de junio, cuando se hicieron frecuentes las nieblas y los días grises, te atacó una fiebre persistente que el médico atribuyó a un virus. Se veía que él mismo estaba desorientado porque no lograba mejorarte. Hizo muchas preguntas sobre enfermedades de los abuelos, buscando fallas hereditarias y problemas de salud que se presentaron en tu niñez, y comentó: “Los ciegos de nacimiento son débiles físicamente y propensos a muchas dificultades”. Cuando le expliqué lo que tu padre había contribuido a tu infortunio, sacudió la cabeza pensativamente.

Aparte de todo lo que me preocupaba acerca de ti, advertía una tormenta espesa en el horizonte. Desde que había llegado a ser Testigo de Jehová me limitaba a cumplir con lo que el programa indicaba en cuanto a distinguir las fechas históricas, con sobriedad y respeto, pero sin fervor ni excesivo énfasis. Les hacía dibujar la bandera a los niños, les enseñaba el significado de sus colores, su origen, algo de la historia de los próceres, pero siempre les dejaba un pensamiento bíblico constructivo, asegurándoles que los mejores ideales que ellos habían sostenido están más allá del alcance humano, y que solo el reino de Dios podía realizarlos. Enfatizaba que los hombres vienen y se van, dejando el mundo como lo encontraron, a veces derramando un poco del bálsamo calmante sobre algunas heridas, pero jamás dejando la solución duradera los problemas humanos.

Este año, la situación se presentó distinta. El padre de uno de los alumnos vino a quejarse porque yo no les enseñaba a los niños que la bandera era sagrada. Le expliqué el significado de la palabra sagrado: Sagrado es lo que Dos nos da: a vida y los mandamientos de Él que deben regirla; los deberes que Dios nos impone para que no vivamos en vano ni perjudiquemos a los demás o a nosotros mismos. Pero los símbolos creados por el hombre para distinguir un país y todo lo que de él procede, son cosas que demandan respeto, pero no adoración.

Le expliqué la diferencia entre respetar y adorar, y la diferencia de valores entre lo que se origina en el cielo y lo que se origina en la tierra. Este señor empezó a visitar a los padres de los otros niños y a conseguir firmas entre ellos para una petición que más tarde fue enviada al Consejo Nacional de Educación, pidiendo mi expulsión del magisterio.

Las pocas veces que salía a las calles de García para hacer alguna compra mientras Amanda o las chicas te cuidaban, veía pequeños grupos que hablaban

Cartas a un prisionero del Seol · 52

Page 53: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

en voz baja y callaban al acercarme. Cerca de tres semanas después llegó un inspector. Era un hombre de más de cincuenta años, serio pero bondadoso. Se advertía que le molestaba cumplir esa misión: hasta mencionó que hubiera sido más lógico investigar a algunos que estaban usando el magisterio para incitar a la subversión. Examinó el conocimiento y adelanto de los niños. Una de las nenas de Amanda me contó que durante el recreo estuvo preguntándoles a los chicos si yo perdía fácilmente la paciencia con ellos o si les imponía penitencias muy duras. Algunas madres trajeron literatura bíblica que yo les había obsequiado, como prueba que usaba mi puesto para hacer proselitismo religioso. Otras mencionaron: “El padre Antonio dice que no merece seguir en la escuela”. La religión mundana buscaba la ocasión de sacarme de García para perjudicar la predicación del Reino de Dios.

El inspector trató de darme una explicación, o de prepararme para el desenlace.

—Se quejan de que usted les resta valor a los símbolos patrios y no los trata como se debe.

—Usted lo ha dicho inspector, son símbolos. Decir que está mal tratar a un símbolo como símbolo, sería como quejarse porque a una persona se la trata como persona.

—Está bien, señora de Masvi. Yo sé que desde su punto de vista su posición es correcta. Pero desde el punto de vista del gobierno actual, que yo tengo la obligación de representar, su situación está bastante comprometida.

Como en el caso del profeta Daniel, lo único en que el inspector pudo hallar falta era lo tocante a la ley de mi Dios. Me preguntó:

—¿Hay algo en especial que usted desee que yo mencione en el informe?—Puede mencionar que en los últimos seis años he estado haciendo el

trabajo de tres maestras, atendiendo todos los grados a un tiempo. También que muchas veces he recurrido a las firmas comerciales para que hicieran donaciones de útiles escolares que los padres no podían y a veces no querían comprar, porque es el deber del gobierno proporcionarlos a las escuelas en los barrios más pobres, y esto no siempre sucede.

El inspector partió y yo quedé esperando los resultados del informe. Era evidente que ya no se podía enviar el huracán de vuelta. Algunos días después llegó la notificación del Consejo. En atención a mis años de servicio se me permitía completar el año escolar (faltaban casi cuatro meses) pero, al ser separada de mi cargo por actividades contrarias a la soberanía nacional, se entendía que no tenía derecho a ninguna consideración ni jubilación en el futuro.

Desde ese momento me sentí como parada en el ojo ciego del huracán. Todo se arremolinaba alrededor de mí furiosamente. Algunos pensamientos daban vueltas en mi cabeza continuamente. ¿Dónde viviríamos? ¿Que nuevo trabajo emprendería? ¿Cómo nos afectarían estos cambios? ¿Sería bueno volver a la capital?

¡A cuántas cosas nuevas tendrías que acostumbrarte después de once años en aquella pequeña ciudad que conocías tan bien! En todo ese tiempo para ahorrarte dificultades, yo hasta había renunciado a cambiar de ubicación los muebles, lo cual me gustaba hacer antes de tu nacimiento. Conocías matemáticamente el lugar de cada cosa y el número de pasos que había entre un

Cartas a un prisionero del Seol · 53

Page 54: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

mueble y otro, y entre los muebles y las puertas. Ahora, una nueva vivienda, que posiblemente fuera solo una pieza con cocina en una casa compartida, significarla otro período de readaptación para ti.

De algún modo, Julián se mantenía al tanto con lo que nos sucedía. Supo que el médico que te atendía no acertaba con la enfermedad y el origen de la fiebre, y una tarde apareció con su médico personal, rogándome que aceptara sus servicios y le dejara correr con los gastos. Esto fue después que los padres de los alumnos hablan elevado el escrito firmado al Consejo Nacional de Educación. Durante su visita, sin aludir a los últimos sucesos, me hizo saber de qué parte estaba, pues comentó sobre el exceso de nacionalismo que fanatizaba a la gente. Después de esto sucedieron las cosas que ya te referí, la visita del inspector, la notificación de mi próximo despido y el frustrado intento de suicidio de Marta.

Un mes después, una tarde gris de fines de invierno, cuando ya llevabas tres meses luchando con aquella fiebre, llegó el momento decisivo. Era sábado, no había clases; por lo tanto me quedé a tu lado después del almuerzo. Cuando te vi dormido me acerqué a la ventana y me entretuve mirando el cielo plomizo y los árboles con las ramas desnudas sacudidas por el viento. Reconocí a Amanda y Roberto que se acercaban al portón del jardín y fui a recibirlos. Conversamos en el comedor por un rato y cuando pasamos al dormitorio Roberto notó que no respirabas. La gran brecha de sombra y de silencio se había abierto entre los dos. ¡Qué inmensa gratitud sentí al tenerlos a ellos a mi lado!

Roberto telefoneó a Villa Solidaria y el hermano Aguilar junto con otros de la congregación llegaron un par de horas más tarde. Estábamos hablando sobre las distintas posibilidades de entierro cuando vino Julián a ofrecer un lugar en el panteón de los García, aquel con la estatua del ángel que te gustaba palpar. Roberto Lemos se encargó también de telefonear a mamá y pedirle que le avisara a la familia de tu padre. Hacía dos años que no aparecía por García ni sabíamos nada de su paradero. Al día siguiente, bajo un cielo todavía gris, te acompañé hasta el último punto en que podemos acompañar a los que dejan el mundo de los vivientes. Cuatro autos aparte del de Julián nos llevaron, siguiendo la berlina negra en que yacías. Un grupo muy pequeño nos rodeó en el cementerio. Aparte de los cuatro que representábamos tu familia y de los hermanos que habían venido de Villa Solidaria, estaban la familia Lemos, María Salomé y su negrito, Celedonio Olivera, Aurelia Corvalán y dos señoras que estaban progresando muy bien en el estudio bíblico; Julián y su secretario. La imagen del ángel, con su rodilla en tierra, su arruga pensativa sobre la frente, y el índice en los labios pidiendo silencio, parecía más significativa aún al borde de la fosa abierta. Amanda no se separó de mi y en ese momento de desolación, el apoyo de su brazo sobre el mío me hizo sentir amparada y comprendida.

Julián quiso encargarse de poner una placa recordatorio con tu nombre. Pensé en mencionar el nombre de Jehová y un texto bíblico, ya que muchos ojos se detendrían a leerla y la redacté así:

Cartas a un prisionero del Seol · 54

Page 55: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

PABLO MASVI SEPTIEMBRE 11 DE 1954

Hasta que Jehová, el Dios de la resurrección nos vuelva a unir. Él no te olvidará porque los que lo amaron viven en su memoria. Mateo 22.32 ~ tu madre.

Como bien dice Eclesiastés 2:23, el corazón no se acuesta; sigue elaborando imágenes con las emociones que más lo han sacudido. Las impresiones de esos días aparecieron en un sueño que anoté en mi diario. Me veía en medio de una fría región desolada, bajo un cielo plomizo. Soplaba un viento inclemente. A medida que caminaba, encontraba algún árbol sin hojas que agitaba sus ramas. Pasaban hombres de a cuatro, cargando ataúdes, sin advertir mi presencia. Yo permanecía muda y paralizada hasta que se alejaban. Al fin de un largo camino desolado, se veía una casa pequeña: me acerqué a una ventana y vi una mesa tendida adornada con flores, un hogar con leños ardiendo, y muchas luces encendidas. Yo tiritaba afuera, con la cara pegada a los cristales, cuando la puerta se abrió y apareció Julián en el umbral diciendo: —Dios me mandó a edificar esta casa para que la encontraras al terminar de cruzar el desierto.

Al otro día me empeñé en analizar el sueño. El páramo era la desolación que me embargaba. Los árboles desprovistos de follaje, el cielo gris de tormenta y los ataúdes resumían las impresiones de esos dos días especialmente señalados. Mi inmovilidad y mutismo reproducían la impotencia con que caminé detrás de ti hasta la tumba. En el otro extremo de mi desamparo, estaba Julián con su inagotable generosidad, con su invitación al hogar y al reposo.

En esos primeros días después de tu partida caí en un enfermizo sentimentalismo, lleno de autocompasión, que me estaba haciendo más daño de lo que podía advertir, Eduardo Aguilar, el superintendente de Villa Solidaria que dio la conferencia de funeral, me animó a pedir una maestra suplente y dejar mi puesto sin esperar a terminar el año. Los ánimos estaban muy caldeados en García y yo no estaba en condiciones de resistir tanta presión. Me aconsejó que no fuera de casa en casa por el momento y limitara mi predicación a los estudios bíblicos de hogar. Me animó a viajar a Mendoza y pasar algunos meses allá en casa de su hermana Rosalía y su cuñado Lucio. Podría hacer un precursorado auxiliar y ganar algún dinero para mis gastos preparando alumnos atrasados en clases particulares. Me exhortó a considerar como meta el precursorado especial, que daría verdadero sentido a mi vida.

La idea me pareció muy buena en primer momento. Pero después surgieron objeciones en mi mente. Continuamente renacía el recuerdo de las bondades que Julián había tenido para contigo, su impecable caballerosidad, su reputación de hombre honesto, su llaneza que lo hacía tan diferente de otros de su familia, poseídos de una exagerada estimación de sí mismos. Comencé a rodearlo de un nimbo y a ver encarnada en él la idea del hogar con calor y protección que tanta

Cartas a un prisionero del Seol · 55

Page 56: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

falta me hacía. El precursorado especial parecía una excelente meta, pero no para alguien que tendría que luchar con la soledad, el desamparo y la estrechez económica. Muchas ideas negativas se agitaban en mi mente y querían hablar todas a un tiempo.

El superintendente de circuito que realizó su visita de rutina unos días más tarde, me halló así, atrapada en el engranaje de tales presiones emocionales y atraída por Julián como nunca antes. La visión de este hermano, y su comprensión, resultaron ser la ayuda que tanto necesitaba. Recuerdo bien esta ilustración que usó: “Cuando usted va a una exposición y quiere apreciar un buen cuadro tiene que alejarse un poco, ¿verdad? Lo mismo es cierto al contemplar un edificio. En la condición deprimida en qué usted se encuentra no puede hacer una decisión sabia. Le sugiero que vaya a Mendoza, pruebe el precursorado y espere un tiempo. Sería necesario tomar en cuenta varias cosas antes de hacer un cambio tan serio, que afectaría su vida en el futuro. Es cierto que el señor García Lagos es un hombre de buena moral y estimado por todos, pero también es una persona que está en una posición prominente. ¿Quién le puede garantizar que no se avergonzará de que usted predique su fe de casa en casa si llega a ser su esposa? ¿Quién se arriesgarla a asegurarle que su familia no se opondrá a la verdad, causándoles dificultades a los dos? En casos similares, cuando se han presentado esos problemas, siempre es el creyente el que sale perdiendo por haber desoído el consejo de Dios de casarse en el Señor. El tiempo le demostrará si él pertenece al rebaño de Jehová. Entonces, cuando él forme parte de su pueblo, usted verá qué es lo mejor para los dos. En el informe que estoy por enviar a la Sociedad recomiendo que asignen a un matrimonio de precursores especiales a García, y con seguridad lo harán, para que este grupo aislado no quede sin ayuda al marcharse usted, que fue el principal puntal entre ellos. Si García Lagos aprecia la verdad aceptará estudiar con los precursores”.

Admití la sensatez del argumento, pero en mi interior no estaba completamente convencida, porque me dije: —Seguramente el día que Julián sea también un Testigo de Jehová ya se habrá casado con otra.

El superintendente de circuito debe haber entrevisto mis reservas mentales, porque abrió la Biblia y me leyó Revelación 21:8, que comienza diciendo: “Pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe...” y comentó: “Fíjese por favor, que en esta lista de los que no entrarán al reino de Dios, los cobardes están primero; porque Dios puede esperar mucho más de alguien que se recobra de los peores pecados con un arrepentimiento sincero, que de alguien que, aunque no tenga tanto por lo cual arrepentirse, se paraliza de temor y no responde a su llamado. Tengo la impresión de sus vacilaciones son causadas por un poco de temor al futuro, a la soledad y a lo desconocido. Es comprensible en este momento, ya que sus nervios han sufrido un gran desgaste. Pero no olvide, hermana Masvi, que Jehová nunca defrauda a los que ponen su confianza en Él. No ponga en peligro lo que debe tener el primer lugar en su vida, su servicio a Dios”.

Estos pensamientos me impactaron. Aunque mi nombre no llegaría a estar entre las clases aborrecibles mencionadas en Revelación 21:8, podría estar alistado con los cobardes que no quieren avanzar. Recordé la promesa de Isaías 32: 1 y 2 que asegura que los príncipes de la organización de Dios serían como la sombra de un peñasco grande en una tierra agotada. El diálogo entre la carne y el

Cartas a un prisionero del Seol · 56

Page 57: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

espíritu tiene laberintos difíciles de pasar, pero al fin llegué a dominar el timón en medio de la tempestad y arribé a una decisión incambiable.

Con las palabras del Salmo 142:5, rogué a Jehová que Él fuera la parte que me corresponde en la tierra de lo vivientes.

La maestra suplente no tardó en presentarse para hacerse cargo de la escuela pues nombraron a una muchacha recién recibida de García. En pocos días preparé la mudanza y me dispuse a trasladarme a Mendoza.

Roberto Lemos, a pesar de su indiferencia hacia la verdad, fue muy bueno y servicial. Fue como uno de esos hermanos que tanto hubiera apreciado tener. El se encargó de llevar tu colección de copias en Braille como donación a la Biblioteca Municipal de García donde no existía literatura para no videntes. Aparte de los libros de la Biblia que distribuyen las Sociedades Bíblicas Unidas, había copias hechas por mí, haciendo buen uso del alfabeto Braille que aprendí con el fin de ayudarte. Dos tomos contenían los poemas de diversos autores que más te gustaban. Tus dedos diestros para la lectura repasaban a menudo sus líneas. Algunas páginas del libro de los Salmos ya estaban muy gastadas. Muchos de los maravillosos pensamientos y sentimientos que expresaban habían llegado a tu corazón por medio del tacto.

Roberto me ayudó también a embalar las cosas que quería conservar y a vender lo que no deseaba llevarme. Antes de marcharme definitivamente de García, fui al cementerio para ver la placa que Julián había mandado a hacer, y luego pasé por su oficina para agradecerle sus atenciones y comunicarle mi próxima partida. Ellos también salían para Europa en esos días.

¡Qué extraña sensación me produjo tu nombre materializado en bronce! Aquellas diez letras ya no representarían ningún deber ni derecho. ¡Qué consolador es saber que los nombres amados, aunque se desligan de todo en la tierra, siguen existiendo en la memoria de Dios, y lo que se deshace en el polvo tiene aún forma en su mente!

Mi última entrevista con Julián fue útil para aflojar los cimientos de aquella casita iluminada y tibia de mi sueño, que estaba retando a duelo al precursorado. En mi incertidumbre, todavía estaba alentando la esperanza de que él aceptara la verdad y se constituyera en mi anhelado refugio.

Al agradecerle sus bondades no pude menos que decirle cuánto deseaba que Dios le deparara un lugar entre su pueblo, donde podría aplicar ampliamente su genuino amor a la humanidad. No hizo ningún comentario. Cada vez que le hablaba de la verdad tenía la sensación de chocar contra algo impenetrable, que no me dejaba avanzar.

—Todo lo que deseo Ana, es que usted guarde de mí un buen recuerdo.—Por supuesto Julián, jamás olvidaré lo que usted hizo para hacernos

felices a Pablo y a mí. Por eso le deseo la más elevada recompensa, la vida eterna en el Nuevo Orden que Dios promete.

Su respuesta me sorprendió: —No quiero ofenderla, pero me considero más altruista que los Testigos de Jehová. Yo prefiero hacer el bien por el bien mismo; por el beneficio que representa para el que lo practica y para el que recibe sus resultados; por lo que soy y lo que quiero ser, no porque espere alguna recompensa. Si ese Dios existe, me va a remunerar a su manera, aunque yo no haya estado dedicado a Él.

Cartas a un prisionero del Seol · 57

Page 58: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

—Si existe... ¡Nunca había sospechado que usted dudaba de la existencia de Dios!

—Quizás ésta es la primera vez que admito francamente en su presencia mi posición en cuanto a ese Dios real o supuesto. Parece que le he sorprendido con mis declaraciones. Evité en ocasiones anteriores entrar en controversia con usted sobre cuestiones espirituales y siempre la escuché sin presentar objeciones. Su fe merece el mayor respeto. Pero quiero aclararle que no soy ateo, soy simplemente agnóstico. No puedo afirmar que Dios existe porque no tengo pruebas, y no puedo negar honestamente su existencia porque tampoco puedo probar que Él sea solamente un mito. Creo en mí mismo. Muchos hacen lo que hacen o dejan de hacer lo que les parece condenable, porque temen al juicio de Dios; en cambio yo soy el juez moral de mis actos.

Citó un pensamiento de un escritor mundano: “Los hombres inventaron dioses porque un cielo sin imágenes les parecía demasiado vacío”. Y se hizo eco del pensamiento de otros ateos: “Los débiles inventaron un Dios todopoderoso porque necesitaban algo más alto y fuerte en que amparar su debilidad”. Luego agregó:

—En caso de que yo alguna vez aceptara sin vacilaciones la existencia de un Dios que me inspirara fe, no sé si ese podría ser el Dios de la Biblia, pues no entiendo su modo de juzgar al hombre. Estoy de acuerdo con el escritor que lo culpó de amar sus manzanas más que a sus hijos.

Protesté enérgicamente: —¡No! El no estaba vengando el robo de una fruta. Estaba aplicando la pena justa por el pecado. Esa era la primera lección gráfica de obediencia para dos seres perfectos en una situación en que no existían trampas ni posiciones ambiguas. La alternativa no era sufrir hambre o saciarla, sino simplemente respetar un sólo árbol en medio de un huerto lleno de frutos que podían libremente comer. Fíjese Julián, que cuando es tan fácil cumplir una ley, el motivo para violarla solamente puede ser desprecio hacia la autoridad del que la impuso.

—Diferimos en cuanto a lo que es pecado o virtud, Ana. ¿Quiere saber cómo los defino? Tengo aquí un cuaderno en el que, en momentos de ocio y meditación, escribo algunos pensamientos. Le leeré algo:

Pecado: Es hacer todo lo inútil; lo superfluo; lo que consume nuestro tiempo sin dejarnos un saldo positivo, sin hacernos bien a nosotros mismos ni a los demás.

Virtud: Es hacer todo lo útil, los que nos beneficia y beneficia a otros. La virtud nos hace mejores valores para la sociedad, nos convierte en buenos ejemplos para otros y engendra reciprocidad. Debe ser el fundamento sólido de la estimación y el respeto que nos debemos a nosotros mismos. La virtud trae consigo su propio premio; no necesita esperar que un Dios lejano, desde su posición abstracta, establezca un día de recompensas para premiarla.

Me miró esperando un comentario. .—Muy interesante Julián, pero, para saber específicamente qué es pecado

y qué es virtud, el hombre tiene que tener una regla con la cual medirlos. Dios nos dio esa regla en la Biblia, porque definitivamente nos señaló lo que está bien y lo que está mal.

Agregó algunas vaguedades y cuando me levanté para marcharme dijo:

Cartas a un prisionero del Seol · 58

Page 59: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

—A pesar de no compartir sus puntos de vista, admiro su fe y te deseo mucho éxito en su obra... ¿cómo la llaman ustedes?

—Obra precursora.—¡Ah, sí! Supongo que es una solución en su caso. Yo voy a servir a Dios

de otra manera. La gente también necesita cosas materiales y favores desinteresados. Si usted piensa que lo que va a hacer es lo que su Dios espera de usted, hágalo en buena hora. Si no le interesa ya tener un hogar y volver a ser madre, y piensa que así cumple con su misión como mujer, está en su derecho hacerlo. La religión ha sido la válvula de escape que su sensibilidad necesitaba después de un matrimonio fracasado. Sin duda el caso de aquella muchacha norteamericana que la visitaba, debe haber sido parecido al suyo, de otro modo es difícil explicarse como una joven atractiva y capacitada podría hallar suficiente incentivo en la religión para dejar su país y su familia, y venir a predicar la Biblia a miles de kilómetros de su hogar.

—Julián, usted probablemente oyó algunas historias sobre monjas católicas que toman su profesión como un medio para enterrar sus desengaños y se refugian en Dios cuando el mundo les ha negado lo que buscaban. Pero ese no es el caso con las precursoras en nuestra obra bíblica. Ni Mabel Robertson ni yo estamos convidando a Dios con las sobras de un festín fracasado. No somos personas que no saben qué hacer con su vida. Simplemente queremos darle a Dios lo mejor de nuestro tiempo y esfuerzo.

—Su Dios la premiará como usted merece, Ana. Yo también me siento premiado al tener una buena hija.

—Si Julián, Marta es un premio, pero estuvo a punto de convertirse en su peor castigo. Porque cuando un hijo quiere renunciar a la vida que le hemos dado, no podemos menos que preguntamos si los fracasados no somos nosotros, al no haberles sabido inculcar un aprecio más grande hacia el valor de la existencia.

—Ella simplemente se desorientó ante el fracaso de su noviazgo. -Pienso que la causa es más profunda, Julián. Si no nos sentimos

responsables ante nuestro Creador, no hallamos razones para poner el valor de la existencia por encima de cualquier causa que nos impulse a atentar contra la vida propia o la ajena.

—No sé que decirle, Ana. No me siento preparado para responder a sus argumentos. Usted estudió la Biblia varios años para rebatir a la gente sin fe. Pero los ateos y los agnósticos no estamos preparados para demostrarles a los que tienen fe que estarían mejor si se pasaran a nuestro bando.

—Bueno, usted admite que sus respuestas solamente pueden ser titubeos y acertijos. Así son las respuestas que reciben los hijos de los ateos y los agnósticos cuando buscan un punto de apoyo en el vacío. El joven necesita fe y se le dice que solo los tontos y los desorientados cultivan una fe. Le enseñan que las leyes de la Biblia son retrógradas, demasiado estrictas, llenas de tabúes, pero al desprenderse de ellas empujaron a las nuevas generaciones a un despeñadero en que se está perdiendo todo freno moral. Cuando los mayores niegan o voluntariamente ignoran la autoridad de Dios, están socavando el cimiento de toda otra autoridad. Si cada uno debe ser juez moral de sí mismo, como usted dijo antes, ¿por qué deben los jóvenes aceptar otros jueces? Cuando padres, maestros, gobernantes y guardianes del orden le quieren imponer algo, los

Cartas a un prisionero del Seol · 59

Page 60: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

jóvenes los miran como autoridades abolidas y les dicen que se gobiernen a si mismos y no traten de atraparlos a ellos en el engranaje de una civilización fracasada. ¿Se da cuenta, Julián? Si Dios no está en su lugar en nuestra vida, todo lo demás está fuera de foco.

—Traté de hacerla fuerte para que aprendiera a sostenerse en sí misma y no en una imprecisa idea de Dios.

—Le diré lo que muchas veces le dije a su hija, Julián: Dios no tiene sustituto. Ahora, cuando ella necesita tanto apoyarse en Él y sentir que la vida es algo sagrada, que no nos pertenece, se ve a sí misma como el producto de un accidente biológico que a nadie tiene que dar cuenta si decide volver a la nada.

Un aire de derrota nubló su rostro. Le expresé mis mejores deseos en cuanto al viaje que los tres estaban por realizar a Europa y le dejé la dirección de Lucio y Rosalía Fuentes en Mendoza, para que me hiciera llegar noticias.

Al volver a casa, anoté detalladamente en mi diario los pormenores de esa conversación con el fin de repasarla si sentía que la atracción que él había ejercido sobre mí resurgía de sus propias cenizas.

Al salir de su oficina me encontré en la calle con una prima de Julián que había visto algunas veces en su casa. Me detuve a saludarla y le dije que me iba definitivamente de García.

—Sin duda no se irá tan lejos que Julián no pueda ir a visitarla para continuar la amistad especial que los ha unido. Usted tiene tanto que retribuirle... (el tono de su voz era sarcástico, casi burlón)

—Señora, las bondades de su primo para con mi hijo ciego solo pueden ser retribuidas con gratitud y aprecio. El no espera nada más de mí, ni va a seguirme para reclamarme obligaciones. Es usted muy audaz si está sugiriendo otra cosa.

Me aparté de ella sin añadir nada más. Hasta ese momento había creído que por lo menos mi buen nombre estaba a salvo de las lenguas ociosas. ¡Qué cruel podía llegar a ser la garra enguantada en la inocente apariencia pueblerina de García! Y allí, en ese lugar hostil, tenía que dejar lo que había sido más mío en el mundo, durmiendo en su pequeño cementerio.

Al fin salí un atardecer en el tren de las siete, el mismo que tomaba Mabel Robertson para volver a la capital, y pasé unos días con mamá antes de viajar a Mendoza. Estaban en la estación Amanda y Roberto con las chicas, María Salomé con Celedonio, Aurelia Corvalán y dos señoras que hacía poco tiempo habían comenzado a estudiar la Biblia conmigo. Aquel grupo que agitaba manos y pañuelos representaba lo mejor de mi siembra de cinco años. Me trajeron golosinas, flores y pequeños obsequios. Me llenaron las manos de cosas y el corazón de ternura. Toda la adversidad que se había desatado contra mí no podía nublar ese gozo.

Aquel veintiocho de septiembre, el tren arrancó dejando atrás a la luz mortecina del crepúsculo, la ciudad que había crecido alrededor de nosotros; la escuela que había ocupado casi doce años de mi vida; el imperio comercial de los García y bajo la sombra de los altos cipreses, una placa de bronce con un nombre inolvidable.

No volví a ver a Julián en estos treinta años. Cuando regresaron de Europa él se detuvo brevemente en la capital y le hizo una visita de cortesía a Ramón y a mamá, cuando yo todavía estaba en Mendoza. Volvió algún tiempo más tarde, un

Cartas a un prisionero del Seol · 60

Page 61: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

verano, pero yo estaba en Córdoba de vacaciones. Por los precursores especiales supe que tres años después de mi partida de García se casó con una muchacha de una localidad cercana, pero hasta hoy no aceptó la verdad. Marta siguió su vida rutinaria; algunos años después se casó y tuvo dos hijos. Hemos pasado largas temporadas sin tener noticias la una de la otra, pero espaciadamente hemos intercambiado algunas cartas.

Nunca pude pensar en García con rencor. Allí me sucedieron algunas de las mejores y peores cosas. En ningún lugar del mundo me sentí tan despojada, pero a la vez recibí una buena compensación: el cariño de aquel puñadito de adoradores de Jehová, y la satisfacción del esfuerzo productivo que había dedicado en ese territorio.

Una vez más se habían esfumado las ambiguas líneas divisorias entre el triunfo y la derrota. Los que se esforzaron por expulsarme del magisterio deben haber paladeado con deleite su victoria, sin saber que estaban dejándome las manos libres para manejar la mejor carta de triunfo: el precursorado especial que fue una sucesión de satisfacciones plenas durante los últimos treinta años.

¡Mi botín de guerra resultó ser mucho más valioso que el de mis opositores!

Cartas a un prisionero del Seol · 61

Page 62: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Mendoza

—Capítulo Diez—

NO FUE FÁCIL COMENZAR una nueva vida sin ti, sin la escuela, privada de mis estudios de hogar y de los hermanos que integraban la congregación de Villa Solidaria. Me sentía como alguien que después de un desmayo trata de entender qué pasó y dónde está. Pero poco a poco fui logrando el equilibrio necesario.

Rosalía, la hermana de Eduardo Aguilar, y su esposo Lucio Fuentes, no eran muy despiertos y activos como publicadores del Reino, pero eran sumamente amables. Siempre estaban buscando la manera de llenar mis horas libres para no dejarme mucho tiempo para añorar lo perdido. Tres tardes por semana yo atendía alumnos particulares, que venían a casa y el resto del tiempo lo empleaba en el precursorado regular. Me hacía bien estar ocupada, pero muchas cosas las llevaba a cabo automáticamente, por la necesidad de llenar un gran vacío.

Me esforcé por interesarme en Mendoza, su historia y sus maravillosos paisajes. Situada al pie de los majestuosos Andes, es verdaderamente un lugar hermoso. Caminar bajo sus álamos y plátanos, envuelta en el sol de la primavera equivalía a una invitación a la vida, una reconciliación con la belleza de la obra de Dios, que en aquel momento la necesitaba como el pan de cada día. Los afiches y folletos de turismo la ensalzaban como “la tierra del buen sol y del buen vino”. Esta designación era tan fiel a la realidad, que los hoteleros descontaban a sus clientes los días en que el sol no se dejara ver para nada. Con el correr del tiempo, cuando el clima empezó a cambiar allí como en otras partes, cancelaron ese beneficio porque los días grises se sucedían bastante a menudo.

Los viñedos y olivares alrededor de la ciudad hacían pensar en algunos aspectos de la tierra de promisión descrita por Moisés. Originalmente, Mendoza había sido una región desértica, pedregosa y seca; lo único que crecía de por sí era cactus, arbustos y algunas hierbas. Sus primeros pobladores habían sido los indios huarpes, que eran pobres, tenían una civilización muy primitiva, y cultivaban principalmente el maíz.

Luego llegaron los incas que, partiendo de su fabuloso imperio en el Perú, extendieron sus conquistas hasta Chile, desde donde cruzaron los Andes y sojuzgaron a los huarpes. Los incas compartían su civilización avanzada enseñando sus técnicas agrícolas a las tribus sometidas. Canales y acequias que los indios excavaron, todavía surcan las tierras secas, llevando desde las montañas aguas de deshielo. El recuerdo de aquellos primitivos pobladores está perpetuado en el nombre de algunos lugares, como "Camino del Inca" y “Puente del Inca”. Una depresión de terreno que los aluviones ahondaron y fue aprovechada por los indios para canalizar las aguas del Río Mendoza, se llama

Cartas a un prisionero del Seol · 62

Page 63: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

aún "Zanjón Guaymallen”. Su nombre viene del araucano “guay” que significa quebrada o cauce angosto, y “mallin” que significa pastizal. En sus márgenes había vivido la tribu del cacique Guaymaré.

Según un historiador, el gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza, hijo del que era entonces virrey del Perú, aprovechando un confuso momento político, había fundado en 1561, del otro lado de los Andes, esta ciudad que lleva su nombre. Un fuerte sismo la destruyó casi totalmente en 1861. Ocasionalmente la sacuden algunos temblores, pero ninguno volvió a alcanzar la intensidad de aquel. Cada año en esa misma fecha, los mendocinos religiosos caminan en procesión detrás de la imagen de Santiago, a quien han conferido el rango de Santo Patrón de Mendoza. Un año la procesión no se realizó y pocos días después hubo un fuerte temblor. Desde allí quedó establecida la superstición que dice que hay que sacar a Santiago cada año a las calles de Mendoza porque si no, sacude la tierra en seria de protesta.

El orgullo de la provincia y su mayor fuente de ingresos son sus viñedos y su enorme producción de vinos. Tiene la bodega más grande del mundo y la cuba más voluminosa que se conoce, que contiene doscientos diez mil litros. Antiguos registros dicen que fue Cristóbal Colón quien introdujo las primeras vides viníferas en América, en su segundo viaje a las Antillas. Los pobladores de Mendoza descubrieron en tiempos lejanos que ese era el lugar ideal para el cultivo de vides, cuando trajeron algunas desde Chile. Comenzaron a sembrar parras en los alrededores de sus casas y gradualmente avanzaron de la bodega casera, a las grandes bodegas comerciales, hasta llegar a tener en la actualidad más de mil de ellas.

Entre los muchos lugares atractivos de Mendoza, mi predilecto era su parque artificial, industriosa obra de manos humanas en una tierra con características de desierto. Tiene trescientas hectáreas llenas de árboles de todo tipo, de diferentes partes del mundo, en que se destacan muchos tonos de verde, y algunos son intensamente rojos. Está adornado con atractivas esculturas, una rosaleda, una fuente luminosa y un gran lago artificial. Sus exóticos portones de hierro fueron comprados en Francia por el gobernador Emilio Civit, creador del parque. Habían sido forjados por encargo de un sultán turco, que fue depuesto antes que le fueran entregados.

Mi mayor deleite era sentarme frente al lago, en alguno de los bancos de piedra que bordean el rosedal, y mirar aquel fondo de montañas rocosas, el impresionante respaldo que los Andes le proveen. Entre ellas, como un hermanito menor refugiado entre sus faldas, el Cerro de la Gloria, el único cubierto de vegetación en la precordillera, parecía una esmeralda engarzada entre los austeros colosos de piedra. En las tardes grises, aquellas montañas veteadas de nieves eternas, se envuelven en tonos azules y violetas que les confieren un aire melancólico, como si estuvieran sumidas en milenarias evocaciones.

Un domingo a principios del verano, después de la reunión, salí a vagar solas con mis pensamientos. A esa altura del año el anochecer mendocino se alarga hasta las nueve. Recién entonces la noche se cierne súbitamente sobre la ciudad, cuando los últimos reflejos del sol se apresuran a descender detrás de las montañas. Llegué al lago cuando todavía quedaba cerca de una hora de luz del

Cartas a un prisionero del Seol · 63

Page 64: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

día y me senté mirando hacia la cordillera, repasando mentalmente la conferencia pública que acababa de oír.

El orador había hablado sobre las bendiciones del nuevo sistema y me habían impresionado como nunca antes las palabras de Oseas 13:14. El había comentado varias maneras como los traductores vierten el texto, pero se habla detenido especialmente en las palabras de la antigua versión Valera en que se representa a Jehová diciendo: "Muerte, yo seré tu muerte". Me detuve a paladear esas palabras que eran un sorbo de belleza. ¡La muerte también estaba condenada a muerte! Sería encerrada inmóvil en un ataúd, como los que ella había arrastrado en cautiverio a sus helados abismos, pero sin esperanzas de liberación. Al concluir el orador pintó con palabras certeras un cuadro lleno de colorido acerca del futuro bajo el Reino de Dios.

Sentí el impulso de volcar en un papel la fuerza de aquellos pensamientos, como años atrás solía hacerlo, y con las últimas luces del crepúsculo escribí:

ACUARELA DEL FUTURO

No dejes de mirar hacia los díasde la dicha sin fin que se presiente,cuando un cielo propicio nos sonría,cuando la tierra en paz nos alimente.

Cada hogar será un nido bien fundadoque no ha de mancillar ningún extraño,

refugio del amor santificado,defendido por Dios de todo daño.

Y en esas suaves tardes otoñales,cuando el poniente de color rebose

como un lienzo manchado en oro lila,el vibrar de la brisa en los cristales,

será grato al oído como el rocede las alas del ángel que vigila.

No habrá llanto callado ni escondidoresbalando en el hueco de la almohada.

No habrá horas vividas sin sentido,ni ciclos que terminan en la nada.

Pues la muerte, la vieja loba huraña,

Cartas a un prisionero del Seol · 64

Page 65: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

yacerá desangrada en el desierto.Nunca más aullará entre la maraña;

nunca más rondará ante nuestro huerto.

El corazón de gratitud henchidogozará de la vida sin zozobras.

Se hablará sin dolor del tiempo idode innumerables siglos aguardados

de leones mansos, y del pan que sobra.

¿Cuánto hacía que no escribía versos? Excepto por algunas líneas desconectadas y apuntes inconclusos, no había escrito nada completo desde antes de tu nacimiento. La fuerza creativa de mi mente se había concentrado en ti por todos esos años, tratando de añadir colorido y armonía a tu personalidad para compensar tus desventajas. Tuve que aprender muchas cosas para ayudarte y ayudarme a mí misma. Me esforcé por esconder mis frustraciones ya que, como los médicos me advirtieron, tu sensibilidad llegaría a ser tan aguda, que notarías mis estados de ánimo más que si pudieras ver. Pero ahora, ante tu ausencia por tiempo indefinido, otras cosas muy mías estaban buscando forma y expresión. Esto me trajo un gozo parecido al que describe Jesús en la parábola de la moneda perdida. Aquella muestra literaria tan simple, improvisada a la luz del crepúsculo, me dio la seguridad de que siempre estaba viva en mí esa llama innata que había descubierto en mis primeros años escolares, refugio y deleite de mis momentos más íntimos. Descubrir que conservaba intactas la habilidad de medir y rimar espontáneamente, equivalía al gozo de recobrar un bien perdido, algo querido y necesitado. Poder canalizar los sentimientos y expresarles en alguna manifestación de arte, es un alivio a las tensiones, es un modo de sublimar las cosas comunes, de extraer la quinta esencia de lo que nos rodea, aún de lo que nos abruma. Es una dulce revancha que nos tomamos, encarando los hechos que caen sobre nosotros para aplastamos, elevándolos a una región sideral donde pierden peso y gravedad, como los cuerpos en el espacio. Sentirse fascinado por un tema, perseguirlo, explorarlo, mirarlo desde todos los ángulos y engarzarlo en un poema, es un trabajo minucioso, absorbente como el de un orfebre.

Esta vocación ha sido un amor traicionado varias veces en mi vida; un amor que siempre me ha recibido de vuelta sin rencor, como una madre que al ver volver al hijo que abandonó el hogar por mucho tiempo, le tiende los brazos, enciende las luces, apronta la mesa para agasajarle, y no pregunta nada. Así es una vocación innata, Pablo. Se puede relegarla, se puede frustrarla y traicionarla, pero olvidarla nunca. Allí estará como una herida abierta en la mente, reclamando algo, o quizá con sus latidos dolorosos indicando apenas que aún existe, y que jamás podrá cicatrizarse o encallecerse. Querer acallarla del todo es casi tan imposible como ponerle tapa a un volcán. ¿No es precisamente por esa insaciable necesidad de escribir, que estoy volcando mis recuerdos en estas cartas?

En mi adolescencia, pocas cosas me fascinaban tanto como el papel en blanco. Torrentes de pensamientos surgían en mi mente con un deseo irreprimible de llenarlo. Después que tú llegaste y me vi abandonada por tu padre, los

Cartas a un prisionero del Seol · 65

Page 66: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

cuadernos en blanco que pasaban por mis manos en la escuela, eran desafíos que no quería aceptar. En cambio, me dediqué a lograr la armonía y el equilibrio en ti, el más amado poema que tomó forma en mi interior.

En mis incursiones en la literatura mundana hallé un pensamiento que siempre resurge, aunque el nombre del autor se escurrió de mi memoria; "Las palabras más tristes que pudieran escribirse son: "pudo haber sido" y "pudo no haber sido". De tanto en tanto pienso en los acontecimientos decisivos en mi vida, en la reacción en cadena que provocaron y en lo que pudo haber sido radicalmente distinto. Si mi padre no hubiera tomado aquel avión que no llegó a destino, quizá yo hubiera sido parte de una de esas familias con varios hermanos, que siempre miré con nostalgia. De ser así, mi madre no hubiera perdido casi todo lo que le quedó en manos de abogados fraudulentos, y jamás hubiera existido un padrastro, ni lucha económica, ni soledad. Si el segundo casamiento de mi madre no me hubiera creado esa urgencia de huir de casa, habría evitado aferrarme irreflexivamente a la oportunidad de formar un hogar donde la felicidad fue una visita casual, que aparecía brevemente y desaparecía por largas temporadas. Quizás hoy tendría un lugar reconocido en las filas del periodismo y habría escrito y publicado varios libros que siguen archivados en mi mente como sueños imposibles.

Cuando conocí la verdad sobre Dios y sus propósitos, renací en mí la esperanza de recobrarme de todo lo que pudo haber sido y no fue. De vez en cuando cedo a la tentación de jugar a ese juego triste, pero ahora hay una puerta abierta que da al Paraíso futuro, en el fondo de todos los escenarios y sus variantes. En cada planteo de lo que pudo haber sido diferente, y en cualquier cuadro reconstruido del pasado y del futuro, siempre dejé un lugar para el pajarito ciego que anidó entre mis brazos. Nada que el ayer o el mañana me otorgaran, podría hacerme desear cambiarte a ti por otro bien tangible.

Cartas a un prisionero del Seol · 66

Page 67: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Alicia Robles

—Capítulo Once—

ALICIA ROBLES, una muchacha cordobesa, fue la única compañera que tuve en el precursorado especial. Cuando recibí la carta de la Sociedad asignándome a trabajar en la capital, después de aquellos meses de precursorado regular en Mendoza, me daban su nombre y dirección para que te escribiera. Alicia tenía veinte años y nunca se había separado de sus padres. El hecho de que yo era dieciséis años mayor que ella, y que apenas un año antes había perdido a mi único hijo, les inspiró confianza para dejarla ir. Intercambiamos algunas cartas que nos ayudaron a conocernos. Intuí en ella una personalidad sensitiva, aplomada, y una fe muy sincera. Su madre también me escribió. Esperaba que mi compañerismo fuera edificante para Alicia, amortiguando la nostalgia del hogar lejano.

Mis expectativas no fueron defraudadas. Llegué a sentir un gran cariño por ella, hasta el punto de echarla mucho de menos cuando volvía a Córdoba para pasar algunos días con sus padres. Teníamos varias cosas en común: disfrutábamos de la buena música, de la sociabilidad con los hermanos después de las reuniones, y comentábamos con deleite diferentes enfoques de las verdades bíblicas. Nos encariñamos con la congregación, que no había tenido antes precursores especiales, y nos recibieron como una dádiva de Dios.

Poco después de estar establecidas en la congregación, Miguel Pascale, el superintendente de la Escuela del Ministerio Teocrático, empezó a mostrar una marcada predilección por Alicia. Era un joven de veinticinco años, encantador en su trato y brillante orador. Yo tenía la sensación de que algo en él no era genuino. Lo veía consciente de su atractivo personal y muy preocupado por impresionar bien a los demás, especialmente a las hermanas jóvenes. Al mismo tiempo, me regañaba a mí misma por dejarme llevar por mis impresiones.

Las relaciones progresaron rápidamente entre ellos y planearon casarse para fines del invierno, cuando Alicia y yo habíamos estado algo más de un año con la congregación.

Considerándolo un joven cristiano modelo, le asignaron una conferencia sobre moral juvenil que estaba llena de ejemplos específicos. Era una tarde muy fría, y Alicia y yo estábamos sentadas en una de las primeras filas. Miguel transpiraba y estaba nervioso, algo muy desacostumbrado en él. Nos miramos extrañadas.

—Parece que Miguel no se siente bien —le dije.—No me comentó nada antes de la reunión —contestó.

Cartas a un prisionero del Seol · 67

Page 68: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Un pensamiento no grato pasó por mi mente: —¿No será alguna lucha mental lo que lo turba así?

Todo quedó en el olvido, pero dos semanas antes de la boda, un domingo en que nos dijeron que Miguel no estaba en el Salón por un problema de último momento, dos ancianos nos pidieron que nos quedáramos después de la reunión para hablar con ellos. A Alicia la invitaron a ir a la pieza donde se despachaba la literatura, y a mí me pidieron que la esperara porque era mejor que no tuviera que volver sola a casa.

Miguel había estado conduciendo un estudio con una muchacha del campo que vivía sola en un hotel, como tantas jóvenes que vienen a buscar trabajo a la capital. Ella había concurrido dos veces, espaciadamente, a la reunión del domingo. Cuando Miguel le comunicó su próxima boda la muchacha herida, había venido al Salón del Reino a denunciar una relación íntima que había tenido con él, la cual había resultado en un embarazo que ya estaba en su tercer mes. El comité lo había interrogado y él había confesado al fin, presentando los hechos como si hubiese caído en una trampa. La expulsión era una cosa resuelta, por el grado de responsabilidad que le tocaba y por la sutileza con que había querido eludirla.

El choque fue terrible para Alicia; pasamos juntas la noche en vela. Ella me pedía que orara en voz alta porque había un volcán en su mente, y a veces sus pensamientos tomaban un giro peligroso, tratando de justificarlo. Me preguntó dos o tres veces cuál sería su situación si seguía adelante con la boda. Temía condenar a un desdichado, víctima de una seductora, como se presentaba en la carta que había puesto bajo la puerta de nuestro pequeño apartamento, mientras estábamos en el Salón. Le pedía por favor que lo mirara con la misericordia con que Dios mira a los que han errado el camino.

Le recordé que, como tantas veces se nos dijo, la expulsión es una disciplina dura, pero es también un acto de amor, para hacerle sentir al ofensor la profundidad de su culpa y la necesidad de reconciliarse con Dios cambiando de camino. Alicia expresó su temor de que la humillación de su rechazo endureciera el corazón de Miguel, mientras que su generosidad para perdonarlo podría conmoverlo, ayudándolo a recobrarse. Citaba frases de él en que la enzarzaba como la materialización de su ideal y la única muchacha que lo había comprendido.

Le expliqué pacientemente la diferencia radical que existía con cualquier caso en que esto sucediera entre personas ya casadas, cuando el perdón del cónyuge ofendido puede salvar del naufragio un hogar formado, y darle a la esposa el mérito de haber hecho todo lo posible por reparar el daño. En cambio, en el caso de ella, significaba sacrificar su libertad, para unirse a un hombre que no había respetado a Dios y que podía repetir el mismo hecho en el futuro. Significaba no aceptar la decisión de la congregación y desafiarla. ¡Cuánto más sabio sería esperar, dejarlo cargar con el peso de la disciplina, observar su actitud de allí en adelante, y luego decidir el asunto cuando la congregación lo hubiera restaurado, si sus sentimientos hacia él fueran los mismos!

Al día siguiente, varias veces tomó el papel y la lapicera para comunicarle a Miguel su decisión por escrito, como los ancianos le habían aconsejado, pero parecía que no podía hilvanar las palabras, y caía otra vez presa de sus vacilaciones. Era evidente que Satanás estaba aprovechando bien este momento

Cartas a un prisionero del Seol · 68

Page 69: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

difícil en su vida y atizando los rescoldos de su primer amor, que había tenido la fuerza de lo puro y de lo nuevo.

Para ayudarla a evaluar la situación, hice dos listas de lo que había para ganar y de lo que había para perder en el caso, y las puse delante de ella. Las leyó una y otra vez, sin ningún comentario. La lista titulada: “Ganancias” decía:

Matrimonio con desconfianza.Un esposo al que seria difícil respetar.Vida nueva con escasez de bendiciones.Satisfacción de los sentimientos con pesadumbre de espíritu.

La lista titulada “Pérdidas” decía:

Desagrado del Padre celestial.Relación dañada con la organización de Dios.Pérdida de privilegios de servicio.Infelicidad, y desaprobación de la familia.Pérdida del apoyo de compañeros cristianos.Vida intranquila con malestar de conciencia.

Uno de los ancianos, jubilado por su edad avanzada, que tenía tiempo libre durante el día, vino a vemos a la mañana siguiente, y su visita fue un gran estímulo. Habló un rato con Alicia en tono muy paternal y comprensivo. Se ofreció para llevarle a Miguel la breve carta que Alicia por fin escribió en su presencia. Le decía que su decisión era irrevocable, que daba por cancelada la boda y que deseaba que él recobrara su relación con Dios a su debido tiempo.

Después de esto, temblorosa y pálida, se acostó y durmió algunas horas, presa de un profundo agotamiento. El mismo hermano que nos visitó, telefoneó a los padres de Alicia para notificarles lo ocurrido. Al día siguiente su madre viajó a la capital. El agotamiento del primer día se prolongó y se intensificó. El médico diagnosticó postración nerviosa. Antes del fin de semana siguiente viajaron las dos a Córdoba en un tren con camarote, donde el viaje requeriría menos esfuerzo. Al despedirla tuve la impresión de que nunca iba a volver a la capital para trabajar conmigo. Así sucedió. Dos meses después, ya recuperada, me escribió que había decidido hacer el precursorado regular allá y seguir viviendo con sus padres.

El vestido rosa de media fiesta que iba a usar para la boda, el ramo artificial y el velo corto para la cabeza, quedaron en el ropero por algunos meses, hasta que Alicia comprendió claramente que nunca los iba a usar. Entonces me escribió que por favor dispusiera de esas cosas como mejor me pareciera y le enviara todo lo demás con un hermano que vendría a buscarlo con su camioneta.

En una caja grande, mandé por encomienda al Chaco el vestido de la boda y sus accesorios a una precursora de familia pobre que planeaba casarse al verano siguiente, con una breve nota que decía: “Es una provisión para tu boda, de parte de alguien que decidió no usarlo”. Algún tiempo más tarde, supe por una

Cartas a un prisionero del Seol · 69

Page 70: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

hermana del Chaco que la conocía, que la muchacha había saltado de gozo al recibirlo. Ella pudo usarlo con gusto, sin conectarlo con recuerdos tristes.

El día que se le comunicó a la congregación la expulsión de Miguel, recordé su incomodidad y malestar mientras daba la conferencia sobre moral juvenil, un par de meses antes. ¡Solo Dios sabia cuánto había porfiado con los ángeles que cuidan la limpieza de las congregaciones! Como Balaam, cuando se aventuró a seguir un proceder condenado por Dios, debe haberse sentido golpeado contra un muro de piedra, a ambos lados de la senda angosta que nos está señalada en la viña de Jehová. (Números 22:24,25) Pero ni aún en ese caso, como vocero de la congregación para amonestar a los jóvenes, tuvo la suficiente honradez para confesar su proceder y buscar ayuda.

Algún tiempo más tarde se supo que Miguel, haciendo buen uso de las cualidades cultivadas en la Escuela del Ministerio Teocrático, había ganado un concurso para un puesto de locutor en una conocida emisora radial. Llegó a ser bastante popular participando frecuentemente de eventos artísticos, siempre rodeado de muchachas modernas y atractivas del ambiente teatral. Aparentemente consiguió allí lo que deseaba de la vida, pues nunca solicitó ser reinstalado en la congregación.

En cuanto a la muchacha que estudiaba con Miguel y precipitó el desenlace, los ancianos le aconsejaron que volviera junto a sus padres y criara a su hijo en la verdad. Entre varias hermanas decidimos regalarle un ajuar para el bebé y el dinero para el viaje de vuelta. La visité varias veces para animarla a continuar estudiando la Biblia en su ciudad natal y amoldando su vida a los requisitos bíblicos. Supe por ella cómo Miguel había vencido sus escrúpulos, diciéndole que Jehová conoce nuestra naturaleza débil y nuestras necesidades emocionales, y nos perdona porque sabe que somos polvo. Le había citado varias veces las palabras del proverbio bíblico: “El justo siete veces cae y siete veces se levanta”. Entre los dos habían ilustrado bien el viejo refrán: “El hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla”.

Cuando el tren en que viajaban Alicia y su madre se alejaba, las lágrimas saltaron de mis ojos. En los días que siguieron sentí muchísimo su ausencia. Mi frustrado cariño maternal había estado muy bien empleado en ella. Cuando se supo definitivamente que no volvería, la Sociedad me escribió preguntándome si tenía inconveniente en seguir trabajando sin compañera algunos meses, pues no tenían a quien asignar en ese momento.

Continué sola casi dos años, concentrando mis esfuerzos en ayudar a hermanas que deseaban mejorar su ministerio. Fue una actividad muy recompensadora. En ese tiempo falleció Ramón, mi padrastro, y mamá quedó sola con la salud bastante quebrantada. Escribí a la Sociedad sobre mi deseo de vivir con ella para atenderla, y si era posible continuar el precursorado especial en Buenos Aires. Comprensivamente la Sociedad consideró mi situación y me asignaron a una congregación cercana, para que no tuviera que perder mucho tiempo viajando.

Ramón había vendido aquel apartamento en Liniers donde tú y yo solíamos pasar las vacaciones con ellos, y había comprado otro más chico cerca de Plaza Flores, sobre Rivadavia, la calle más larga del mundo. En él vivo desde entonces.

Cartas a un prisionero del Seol · 70

Page 71: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Poco a poco fui venciendo la indiferencia que mamá habla mostrado hacia la verdad, y establecí un estudio bíblico informal con ella, que era más bien una charla amable con el uso de la Biblia. Tuve la felicidad de ver reconstruida su fe y oírla hablar en sus últimos días de la esperanza del Reino. Si yo no estaba para hacer la oración antes de comer, le faltaba algo. A medida que iba envejeciendo y perdiendo las fuerzas, dependía cada vez más de mí, como si yo fuera la madre y ella la hija. Se sentía desvalida y se aferraba a mi cariño como jamás lo había hecho antes. Estoy muy agradecida a Dios por el privilegio de haber podido acompañarla hasta que se entregó al sueño duradero.

Heredé de ellos el pequeño apartamento que es mi hogar hasta ahora y una modesta cuenta bancaria cuya renta me permite pagar impuestos y gastos comunes de la casa, y enfrentarme sin angustias a sucesos imprevistos. Ya tengo los arreglos legales para que todo pase a manos de la congregación si algo me sucede. Pero, si aún vivo cuando llegue el fin, y la cuenta bancaria existe todavía, tendré la satisfacción de que algo mío haya sido arrojado a la calle para participar en el cumplimiento de la profecía de Ezequiel 7:19, y ver al “poderoso caballero, don Dinero" enterrando sus ínfulas de superioridad en la basura amontonada en la vía pública.

De tanto en tanto nos hemos vuelto a ver con Alicia Robles en alguna vacación o en alguna asamblea. Varios años después de aquella infeliz historia de amor se casó con un excelente joven, que actualmente es un superintendente muy apreciado en su congregación.

Estoy ahora en el ocaso de mi vida. Siento sí, el cansancio que dejan los años, pero he descubierto que los deberes eludidos producen más fatiga y malestar que los cumplidos. Aunque no tengo los bríos que tenía cuando comencé el precursorado especial con Alicia, mi aprecio por el privilegio de llevar el mensaje de Dios como representante de su organización terrenal, es cada día más profundo. Mis más valiosas experiencias y recuerdos desde, tu ausencia tienen que ver con este magisterio incomparable.

Cartas a un prisionero del Seol · 71

Page 72: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

El Magisterio Incomparable

—Capítulo Doce—

COMO TE DECÍA ANTERIORMENTE, tú y la escuela dejaron un vacío que no era fácil de llenar, pero las satisfacciones con que el ministerio cristiano enriqueció mi vida, colmaron todas las expectativas. Es un magisterio más amplio, abarcando la necesidad de instrucción y las carencias espirituales de gente de toda clase y edad; una actividad recompensadora, cuyos frutos seguirán cosechándose más allá de este sistema. ¡Cuántas veces al ir de casa en casa me he sentido como David, cuando dice en el Salmo 45:1 “Rebosa mi corazón un tema excelente: yo digo: Mis obras son para el Rey; mi lengua es la pluma de escribiente muy ligero”!. (Versión Moderna)

El ajustado horario en que vivimos casi no nos deja tiempo para medir el significado de lo que esta sucediendo a nuestro alrededor. Apenas podemos darle reconocimiento mental al privilegio de ser nosotros mismos parte del cumplimiento de las profecías. El clima de tensión en que tenemos que movernos y el sentido de urgencia que nos empuja, tratan de opacar la gloria de estos días y convertirlos en rutina. Pero de vez en cuando una publicación nos sacude con un recordatorio que podría expresarse así en esencia: “Vivimos en los tiempos más maravillosos de toda la historia humana. Este es el tiempo hacia el cual miraron ansiosamente patriarcas y profetas. ¡Esta es la obra que los ángeles miran atentamente y que ellos mismos se sentirían muy complacidos en hacer, pero fue reservada para nosotros!” (1 Pedro 1:10-13)

Un orador subrayó la misma idea con otras palabras: “Después que este tiempo se desvanezca, apreciaremos el esplendor de estos días cuando los veamos de espaldas. Nos sentiremos como Moisés, quien rogó a Jehová que le dejara mirar su gloria y solo se le permitió verla cuando ya había pasado”. (Éxodo 33:21-23)

¡Cuánto están perdiendo los que se cubren con excusas improvisadas para eludir la responsabilidad del ministerio! Igual que Adán y Eva, quieren esconder su vergüenza tras un delantal de hojas perecederas que se marchitarán en breve tiempo.

Andar entre la gente con el mensaje del Reino, le da a uno la oportunidad de tomarle el pulso a la humanidad y saber cómo le afecta cada problema. Ciertamente, el trabajo de casa en casa es una escuela, es un curso práctico de sociología. Mis treinta años de ministerio me han enriquecido con experiencias

Cartas a un prisionero del Seol · 72

Page 73: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

que otra carrera no me hubiera dado. Naturalmente, el papel del actor no es tan fácil como el del espectador. Como Testigos de Dios hemos tenido parte activa en el drama de los últimos días y hemos sido el blanco de muchas medidas arbitrarias. Los que se empeñaron en mantener en vigencia el "Fichero de Cultos" supieron usarlo como herramienta demoledora. Muchas veces nuestras asambleas fueron interrumpidas y clausuradas. Más de treinta años nuestros lugares de reunión funcionaron sin un letrero que los identificara. La literatura bíblica nunca fue tan abundante como hubiéramos deseado, y a menudo hemos ido a países limítrofes para conseguir las últimas publicaciones; pero la obra de Dios no puede ser detenida con ardides humanos. Dios nos hizo navegar sobre la cresta de todas las olas que se levantaron para hundirnos.

Es cierto, a través del tiempo la carne se fatiga y afloja el paso, como lo estoy viendo en mi propia vida. Pero entonces, uno se recuesta en un respaldo de recuerdos gozosos que ayuda a descansar. El corazón satisfecho nos arrulla con una melodía maravillosa que se titula: “No estás viviendo en vano”. En nuestra imperfección, entendemos que podríamos haber hecho todas las cosas mejor, pero Jehová sabe que somos polvo y no nos niega su sonrisa de aprobación a pesar de nuestras deficiencias. Algunos de nosotros, con el paso lento del ocaso, ya no somos pilares fuertes en las congregaciones desde el punto de vista de lo que podemos lograr, pero tenemos para los jóvenes que llegan a llenar los puestos de responsabilidad, el valor de símbolos y documentos verificados, que los inspiran a esforzarse y seguir adelante.

Algunos me dicen: “¡Cuántas maravillosas experiencias habrá tenido usted!” Les respondo: “Mis experiencias fueron simples y comunes como las de cualquier publicador. Pero la gran experiencia es el precursorado mismo; es la satisfacción de dar el máximo aunque las condiciones no hayan sido ideales en todo momento. No sería lógico servir a Dios por más de treinta años sin ninguna dificultad, tal como no se podría navegar por más de treinta años siempre con buen tiempo.”

Uno de los más apreciados frutos de nuestro servicio sagrado fue ayudar a muchos a convertir su adoración en una comunicación recíproca. Al hallarlos en nuestra predicación les oíamos lamentarse porque Dios no escuchaba sus oraciones. Pacientemente, logramos hacerles comprender que la adoración no es un monólogo sino un diálogo. Estaban acostumbrados a hablarle al Rey eterno para pedir favores, pero nunca abrían la Biblia para dejarlo hablar a El, o averiguar hasta donde ascendían sus deudas con Dios.

Algunos en quienes nos esmeramos por volcar la verdad de la Palabra sagrada, se hicieron impenetrables como el cuerpo opaco que detiene la luz y no la transmite. Otros en cambio, fueron como el prisma, que al recibir la luz la descompone en colores y la difunde. El intenso interés en ayudar a otros a alcanzar la vida eterna bajo el Reino de Dios ha hecho que nosotros mismos nos acercáramos cada vez más a ella. Un proverbio chino expresa gráficamente la misma idea: “Ayuda al barco de tu hermano a cruzar el río, y el tuyo habrá alcanzado la otra orilla”.

Cuando los ojos de la mente recorren los años vividos, muchos rostros queridos se asoman a nuestros recuerdos a lo largo del tiempo. Fue maravilloso ayudarlos a salir de las tinieblas espirituales del mundo para unirse al pueblo de

Cartas a un prisionero del Seol · 73

Page 74: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Dios. El poder persuasivo y el poder liberador de la Biblia se pusieron a prueba en cada caso.

Muchas veces, las mismas doctrinas y argumentos de la religión tergiversada nos dan los elementos para combatirla, probando así que el mejor antídoto contra la mordedura de la cobra, se fabrica con el mismo veneno de la cobra.

Recuerdo la expresión perpleja de una señora que argüía que el infierno de fuego era un lugar real y necesario, cuando le comenté:

—¿Pensó usted que, si el infierno existe como lugar de tortura, Satanás en vez de ser un rebelde enemigo de Dios ha resultado ser uno de sus más fieles e incondicionales servidores? Está allí desde que el hombre existe, recibiendo a todos los que Dios le envía, y castigándolos de acuerdo a la condena que Dios les dicta. Según su Iglesia, seguirá haciendo ese trabajo monótono y desagradable por los siglos de los siglos, sin jubilación, sin vacaciones y sin recompensa. ¿No tendría Dios que condecorarlo y premiarlo, como hacen las empresas con los obreros que no faltan nunca al trabajo? En otra ocasión, hablando con una defensora de la trinidad que insista en que María era la madre del Dios todopoderoso por haber sido la madre de Jesús, un joven precursor que me acompañaba usó un argumento diferente:

—Señora, el Creador de todo es increado, por lo tanto no puede haber recibido la vida de alguien que no existía antes que Él.

—Pues, para mí está bien claro —respondió.—¿Pensó alguna vez señora, que con toda seguridad para María no está

claro? Ella sabe que Dios es su Padre, por ser el Padre de la humanidad. De pronto, millones de personas que integran la Cristiandad, empezaron a proclamarla madre de Dios. Si mañana una cantidad de gente comienza a llamar a su casa a toda hora, para convencerla de que usted es en realidad la madre de su propio padre, ¿no le produciría una gran confusión mental aceptar el hecho de que usted es en realidad su propia abuela?

—Para Dios no hay nada imposible -subrayó tercamente.—Eso es discutible, señora. Hay algo imposible para Dios, porque Él no se

lo permite a sí mismo. Esto es, ponerse contra la lógica y la razón, porque tal cosa equivale a negarse a sí mismo como el Dios de la verdad.

Su rostro se iluminó con una sonrisa y agregó: —No se preocupe. Solo estaba tratando de ver si podía dejarlo sin

respuesta, pero parece que eso también es imposible con los Testigos de Jehová. Espero que no se canse de venir a mi casa para ayudarme a investigar la Biblia.

Durante varios años visité a un abogado aquí en Buenos Aires, para renovar su suscripción a nuestras revistas. Siempre expresaba aprecio por lo que publicamos pero estaba demasiado ocupado para concurrir a alguna reunión o aceptar un estudio bíblico. Cuando le hablé del premio prometido de vida eterna, respondió:

—Esa es una de las cosas que me desanima en cuanto a la fe de ustedes: que no viven en la realidad. Yo trato con delincuentes de toda clase: conozco a fondo sus dramas porque muchas veces tengo que defenderlos. Estoy entrando en las cárceles, hablando con todo tipo de gente que vive al margen de la ley. No

Cartas a un prisionero del Seol · 74

Page 75: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

puedo apartar mi mente de la crónica policial, mientras ustedes sueñan con la utopía de un Paraíso futuro.

—Doctor Ferrer, la realidad tiene diferentes niveles. Usted me está hablando de la realidad más baja, de aquella en que se desatan los peores instintos del humano. Yo le hablo de la más alta, de la que se logra cuando uno tiene compañerismo espiritual con Dios. Fíjese que en una casa es tan real la azotea como el sótano. En el sótano se guarda lo que es mejor no tener a la vista. Allí proliferan las arañas, las cucarachas y las ratas. Pero si uno quiere mirar las estrellas mientras las ratas juegan en el sótano, sube a la azotea y disfruta de un espectáculo tan real como el que está allá abajo.

—Tiene razón, señora. Cuando pueda jubilarme trataré de olvidarme del sótano y tendré más tiempo para mirar las estrellas.

No sé si lo habrá hecho: poco después me asignaron a otra congregación y no tuve más noticias de él.

Podría seguir relatándote muchas experiencias en que tuve la satisfacción de encontrar la palabra oportuna para vencer el prejuicio, para iluminar mentes ávidas, para liberar cautivos espirituales. Pero como te dije antes, la gran experiencia es el precursorado mismo y el sentirse una herramienta útil en las manos de Dios.

Me gusta pensar en Jacob, el nieto de Abraham, como precursor modelo. No se permitió a sí mismo enamorarse de ninguna de las mujeres paganas que conoció, sino que fue a buscar la esposa deseada entre los adoradores de Jehová. No le importó habitar en tiendas mientras esperaba el cumplimiento de la promesa de Dios, de hacerlo heredero de la tierra de sus peregrinaciones. No reclamó su herencia antes de tiempo, y estuvo dispuesto a ir donde Dios le indicaba. No mimó su cuerpo, ni le ahorró dificultades, porque la carne mimada es mala consejera. Tuvo el más hermoso y significativo de sus sueños mientras dormía sobre una improvisada almohada de piedras. El ángel que lo puso a prueba invitándolo a luchar, le demostró que las bendiciones más valiosas no son para los indolentes, o se trataba de luchar un poco y rendirse, sino de seguir luchando hasta que despuntara el alba. El mundo está entrando en la hora cero, el punto climático de su larga noche de obras tenebrosas. Hay que seguir forcejeando hasta que rompa el día para recibir como Jacob, una bendición que se haga sentir por mil generaciones.

Jacob fue solo a cumplir su misión y volvió a la casa de su padre con doce columnas para una nueva Congregación que se llamaría Israel. ¡Cuántas veces vemos a los precursores volviendo para una asamblea nacional acompañados por las futuras columnas de la congregación que están edificando! Si tienen que morir antes del fin, mueren rodeados del fruto producido, al igual que Jacob, y bendiciendo lo que dejan en la tierra.

Después de treinta años en este magisterio incomparable, puedo decirte como Josué, que ninguna de las buenas palabras de Dios ha fallado, ni en la escena mundial, ni en la vida de cada uno de sus siervos dedicados. (Josué 23:14)

Guardo con aprecio las notas tomadas en muchas reuniones de precursores en asambleas, o con motivo de la visita de algún superintendente viajero de la Sociedad. Uno de ellos usó el Salmo 50 para animarnos a seguir

Cartas a un prisionero del Seol · 75

Page 76: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

adelante aunque fuera con precarios recursos, sin dudar nunca de la capacidad de Jehová como proveedor. Nos preguntó: -Si el dueño de una gran región de tierra llena de ganado, les extendiera un pagaré firmado, ¿tendrían temor de encontrarse con una cuenta agotada cuando fueran a cobrarlo? ¡No!, Porque las palabras del Salmo 50: 10 son verdaderas. Dios dice allí: “Porqué a mí me pertenece todo animal silvestre del bosque, las bestias que están sobre mil montañas”. ¿Acaso Él nos necesita a nosotros para asegurarse el sustento? El versículo 12 nos responde: “Si tuviera yo hambre, no te lo diría porque a mí me pertenece la tierra productiva y su plenitud”.

Otro orador nos hizo recordar la notable experiencia de la viuda de Sarepta, narrada en el capítulo 17 del primer libro de los Reyes en la Biblia. Era un tiempo de hambre y sequía en Israel. Ella estaba haciendo una torta con el último puñado de harina y el último resto de aceite que le quedaban pensando que, después de esa magra comida, ella y su hijo podrían acostarse y esperar la muerte. Elías puso a prueba su fe y altruismo pidiéndole que le sirviera a él esa pequeña torta, pues si lo hacía, la harina del jarro grande y el aceite del jarro pequeño no se agotarían hasta que volviera a llover en Israel. Ella obedeció, y los tres siguieron viviendo día por día con la porción medida pero diariamente duplicada de aceite y harina.

—“Así son, agregó el conferenciante -los recursos de los precursores en la mayoría de los casos. No se puede sacar más que un poquito a la vez, y siempre queda solamente un poquito. Pero la bendición de Jehová permitirá que alcance hasta el fin, si estamos usando todo lo que tenemos para glorificarlo”.

En otra ocasión se nos dijo: “Recuerden a Ana, la madre de Samuel. Sin ningún egoísmo entregó a su único hijo para el servicio del templo del cual la separaba una gran distancia, sabiendo que solo una vez al año podría viajar para verlo. No le importó la soledad en que posiblemente transcurriría su vejez. Pero Jehová colmó de dicha a aquella mujer, dándole cinco hijos más que llenaron su vida. El precursor podría decir: —Esta es la única juventud que tendré, la flor de la vida, que se va y no vuelve. ¿No me arrepentiré más tarde por no haberla usado para lograr algunos bienes materiales que me respalden en la vejez? Igual que a Ana, Jehová le devolverá con cinco tantos el tiempo que usted usa para alimentar a los pobres espirituales, porque está escrito en Proverbios 19:17, que ‘el que da a los pobres le está prestando a Jehová’”.

Ha sido maravilloso, hijo, ver a muchos respondiendo a nuestro esfuerzo y engrosando las filas del pueblo de Dios. Algunos tienen que hacer cambios muy profundos y recobrarse de una vida turbia para llegar a ser cristianos ejemplares. Otros parecen nacidos para la verdad; han vivido cautelosamente, cuidando sus caminos, pensando que algún día rendirán cuenta ante la más elevada Autoridad del Universo.

En una asamblea, un orador comparó a la gran asociación internacional de hermanos, con una nave que viaja hacia un puerto muy deseado. Va recogiendo muchos nuevos pasajeros durante el viaje, pero algunos la abandonan sin alcanzar el destino final. Recuerdo frecuentemente esa ilustración. Como sucede en un gran crucero, entre nosotros también hay todo tipo de personas, pero lo que nos mantiene unidos es el ansia de completar el viaje. Así los tímidos, los acomplejados, los decididos, los que están demasiado conscientes de sus puntos fuertes; los simples y los complicados; los que están siempre recomendando su

Cartas a un prisionero del Seol · 76

Page 77: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

manera de hacer las cosas, y los que nunca están seguros de cómo hacerlas; los que tiemblan cada vez que tienen que subir a la plataforma y los que siempre están buscando la oportunidad de estar en ella; todos estamos marchando hacia una meta común. Lo que nos mantiene juntos no es una atracción mutua de personalidades admirablemente cultivadas, sino la profundidad de nuestra devoción, a pesar de nuestras imperfectas personalidades.

En el Nuevo Orden, seremos jardineros y hortelanos; aprenderemos oficios, cultivaremos todas las formas del arte, edificaremos casas, construiremos barcos, nos empeñaremos en logros de ingeniería, pero nunca más seremos publicadores de las Buenas Nuevas a una humanidad separada de Dios, que necesita un mensaje de reconciliación para salir del ostracismo espiritual.

Por eso, esta es nuestra última oportunidad de hacer algo que no tendrá razón de repetirse. ¡Qué hermoso será añorarlo entonces como un deber cumplido, habiendo dado lo que nuestras circunstancias nos permitieron dar, sin cargos de conciencia por haber estado fabricando excusas huecas en presencia de los ángeles que dirigen nuestra marcha! Para mí ninguna carrera hubiera sido más completa y satisfaciente, excepto el haber hecho lo mismo, pero contigo. Hubieras hallado un lugar definitivo como ministro de Dios entre su pueblo, que no cierra sus privilegios a los ciegos, como hace el clero de todas las religiones de la Cristiandad, con la sola excepción del clero anglicano.

En estos meses de actividad limitada, las revistas se han amontonado en mis estantes. Estoy ansiosa por dejarlas galopar en las calles. Ellas saben abrirse camino para llegar a manos de los que reconocen el valor del mensaje, que no es siempre la persona que las acepta en la puerta. Algunos han hallado la verdad sacando alguna publicación de entre los desechos que estaban en la calle esperando al recolectar. Una señora buscó a los Testigos para aprender más y llegó a formar parte del pueblo de Dios, después de leer y guardar las páginas de la Atalaya que el dueño de una despensa usaba para envolver los huevos.

Con frecuencia recuerdo la acertada ilustración del capítulo nueve del Apocalipsis. Los doscientos millones de caballos dirigidos por jinetes que controlan racionalmente la carrera, representan a los publicadores que llevan en todas direcciones el mensaje de Dios, no es en una disparada loca y sin freno, sino en un avance organizado, inteligente, alcanzando los puntos más recónditos de la tierra habitada. Por eso me duele que mi literatura bíblica esté detenida por circunstancias adversas. Jamás quisiera ser culpable de hacerlo conscientemente y por negligencia. Estamos en tiempos de guerra que, igual que en la antigüedad, se hace con la espada y la ayuda primordial de los caballos. En el guerrear cristiano, la espada del espíritu, la Palabra de Dios, y los caballitos portadores del mensaje impreso, son instrumentos imprescindibles. Si en aquellos lejanos días, algún soldado rebelde hubiera encerrado los caballos para no dejarlos salir a la batalla, sin duda lo habrían considerado un ofensor digno de muerte.

Desde mi ventana estoy mirando la invasión de la primavera. Se ve en los puestos callejeros llenos de flores, en los retoños de los árboles, en el sol, en los rostros deleitados de los peatones.

Cartas a un prisionero del Seol · 77

Page 78: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Mañana me sacarán el yeso. Después vienen los tratamientos de ejercicios y masajes. Pronto volveré a mi amada actividad precursora. Estoy saboreando anticipadamente el gozo que me espera.

Pensando en estas cosas, anoche antes de dormirme le di gradas a Jehová una vez más, por haberle dado sentido y valor a mi vida, y lo hice en verso, el lenguaje en que mi corazón tan frecuentemente habla consigo mismo, el lenguaje en que Dios expresó sus propios pensamientos en la Biblia.

Jehová, mi Dios y Padre, inigualable amigo, leo en mi derrotero,el guión inconcluso de un diálogo contigo.Ahora que el otoño se aposentó en mi vida, a la luz del crepúsculo, serena y diluida, fuerte cuando soy débil y busco tu sostén, te ruego que me guíes hacia el feliz futuro, con la conciencia clara, con el paso seguro, en la senda del bien. Estar a tu servicio es la suma de todolo que perdura y vale.Deja que así resulte de siglo en siglo. Amén.

Cartas a un prisionero del Seol · 78

Page 79: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Los Árboles Enanos

—Capítulo Trece—

AYER ESTUVO VISITÁNDOME Adelaida Montenegro, una de las primeras personas con quien conduje un estudio bíblico cuando recién empecé a predicar en la capital, hace más de veinte años. Su esposo era indiferente a la verdad, pero no se opuso a mis visitas regulares y permitió que los tres niños, Rolando, Adriana y Eduardo, participaran en el estudio, pues consideraba que el conocimiento de la Biblia tenía valor cultural.

Rolando y Adriana eran buenos estudiantes, pero evidentemente lo que aprendían de la Biblia no les llegaba al corazón ni gravitaba en sus planes futuros. Pero Eduardito, el menor, era un niño fuera de lo común. Todo lo que aprendía causaba impresión en él y lo rumiaba mentalmente por largo tiempo.

Cuando Adelaida empezó a participar en la predicación conmigo, él nos acompañaba frecuentemente, y disfrutaba de esas breves horas. Más tarde comenzó a rogarle a su madre que le permitiera salir con el grupo de los domingos, al cual ella no asistía porque era la única mañana en que su esposo estaba en casa. Eduardo predicaba con diferentes jóvenes de la congregación cada domingo y empez6 a cultivar el deseo de ser precursor cuando terminara sus estudios secundarios. A los doce años hizo un mes de precursorado auxiliar durante las vacaciones escolares y me acompañaba a los estudios de hogar cada tarde. Era un deleite escucharlo comentar y comprobar cuán bien fundada estaba su fe. Llevándolo conmigo, me hacía la ilusión de tenerte a mi lado, como en aquellos años en García.

Cuando su padre lo oyó mencionar sus planes se alarmó. Buscó más obligaciones con que llenar su tiempo al año siguiente. Le dijo a Adelaida que no quería tantas Atalayas y libros bíblicos en su casa; que sus hijos necesitaban más enciclopedias y libros de estudio. Ella podía seguir adelante en ese camino si lo deseaba, pero no debía desviar a sus hijos de las metas que los harían triunfar en la vida.

La hermana Montenegro nunca llegó a ser fuerte espiritualmente.Se contentó con hacer algo todos los meses en la predicación y mantener

su fe con una mezquina ración espiritual. Aunque Eduardo nunca hubiera llegado a ser precursor, ella podía haberlo ayudado a seguir creciendo en la fe mientras emprendía los estudios superiores que su padre ordenaba. Pero se atemorizó y

Cartas a un prisionero del Seol · 79

Page 80: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

aflojó la mano, al revés de Eunice, la madre de Timoteo. No fue una influencia inspiradora para Eduardo.

Poco a poco, aquel entusiasmo sano del niño por la obra del Reino se fue apagando y dedicó toda su energía a las metas que su padre le ponía al alcance de la mano. Hoy es el respetable contador Eduardo Montenegro, casado con dos hijos y una sólida posición económica. Hace por lo menos quince años que no visita un Salón del Reino ni concurre a una asamblea.

Pensando en todo esto después que Adelaida finalizó su visita volvió a mi mente el recuerdo de: “La Fiesta de la Flor” en Escobar el verano pasado. Allí vi por primera vez a los bonsái. No era mucho lo que sabía acerca de ellos, aparte del origen del nombre en japonés: “bone”, maceta superficial, y “sigh”, cultivo. Me informaron que sus raíces se cortan periódicamente para frustrar el crecimiento, y que se les da agua escasa a intervalos espaciados, cuando se introduce en la tierra un palillo delgado y se retira casi seco. Mi expectativa era grande. Muchas veces había pensado: ¡Qué hermoso sería tener un ombú enano, el árbol gaucho, sobre mi escritorio!

Cuando me acerqué a ellos me envolvió una impresión triste, mezcla de compasión y desencanto. Cada bonsái tenía un monólogo amargo para recitar. Seguros de mi comprensión, empezaron a volcar en mí sus confidencias.

—Nunca tendré nidos y pájaros; nunca tendré ramas vigorosas en las que trepen niños.

—Mi tronco no se convertirá en muebles que adornen un hogar ni en vigas que sostengan un techo. Jamás podré aspirar a convertirme en el armazón de un barco que me lleve a surcar el mar.

El ombú era el más humillado, entre todos. El árbol altivo y solitario que no permite que ningún otro crezca bajo su sombra, jamás tendría un gaucho sentado sobre sus raíces pulsando una guitarra, ni un caballo descansando bajo su amparo.

Comprendí que los árboles enanos son en verdad criaturas frustradas para el lucimiento de un viverista; ejemplares que ganan premios en las exposiciones, objetos decorativos que reciben palabras de alabanzas. No tienen un lugar legítimo asignado como los que bordean las calles y los ríos, los que sombrean las casas, o los que viven en congregaciones en los bosques. Han sido obligados a renunciar a su razón de existir; a cambiar el designio de su vida por otro jamás anhelado. Anudan sus raíces mutiladas en una simple maceta porque se les ha negado el privilegio de crecer en la tierra generosa que no limita el progreso de los pobladores del reino vegetal.

Eduardito Montenegro fue criado como un bonsái, para el orgullo de la familia. Sus raíces espirituales fueron cortadas. El agua de la verdad le fue dada con medida. No lo dejaron crecer saludablemente en la fe para que alimentara a otros con frutos de enseñanza bíblica. Tiene diplomas, un título y buenas remuneraciones monetarias, pero es un pequeño árbol introvertido que perdió la oportunidad de vivir con un propósito altruista.

Pudo haber crecido como un árbol fuerte que refugiara a muchos pájaros errantes ante la tempestad mundial que se avecina. Pudo haber tenido una sombra generosa para refrescar a los caminantes fatigados. Pudo haber sido una

Cartas a un prisionero del Seol · 80

Page 81: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

señal para identificar el camino guiando a los que buscan amparo en el pueblo de Dios.

¡Que bueno sería verlo en pie entre los muchos árboles arrogantes que se desplomarán en el futuro cercano! Quizá la fe que un día tuvo un lugar honroso en su corazón resurja, y él llegue a tiempo para brindarle a Jehová algún fruto tardío. Pero nunca recuperará las vivencias perdidas, que hubieran sido el fundamento de sus más amados recuerdos. Anoche, analizando estos pensamientos, los resumí de esta manera:

BONSÁI

Un bonsái es un pobre árbol amortiguadocon un profundo trauma que nunca ha de curar.

Su suerte irreversible ya quedó decididaen la maceta chata que lo ha de alimentar.Renunciará humillado a su noble destino,renunciará al paisaje que pudo completar.

Quizá alguien te diga cuando tu hijo crezca,que cortes sus raíces, que limites su afán;

que encierres sus impulsos en cánones estrictosporque Dios siempre exige más de lo que le dan.

Tal vez te recomiendan que lo ates a la tierraporque puede evadirse sin ver la realidad.

—¡No tantas Atalayas, y más libros de estudio!El mundo quiere haberes, no espiritualidad.

No críes a tu hijo como un árbol enano;permite que su tronco se eleve fuerte y sano.No le des tierra escasa ni agua con medidalimitando sus sueños, su estatura y visión.

Que no sea la parodia de lo que hubiera sido,un bosquejo frustrado en marcada extensión.

Raíces enroscadas, empujes detenidosabdicaciones hechas sin emitir un ay.

Déjalo ser un árbol con nidos y con pájarosy nunca lo reduzcas hasta hacerlo un bonsái.

Cartas a un prisionero del Seol · 81

Page 82: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Azucena

—Capítulo Catorce—

EN ESTE INVIERNO, rico en incursiones retrospectivas, he estado abriendo cajones y registrando estantes en los archivos de la memoria. Muchas cosas amortiguadas bajo el polvo de los años, han resurgido casi sin esfuerzo, igual que esas semillas que pueden estar largo tiempo en la tierra, para brotar con vigor renovado cuando nadie espera verlas volver.

Así sucedió con Azucena, el personaje central de aquella novela que había empezado a escribir antes de tu nacimiento, la cual ha tenido un lugar entre mis pertenencias durante treinta años. Ella también acudió a dialogar conmigo y a llenar de colorido algunas de las horas vacías, que mi pierna enyesada no me ha permitido emplear en otras actividades.

La niñez de Azucena no había sido normal, feliz y despreocupada como debería ser la de todos los niños, en esa privilegiada edad en que uno construye su propio mundo, lo llena de fantasía y de sueños inofensivos, adornándolo con grandes espacios libres, para que la imaginación se solace y se ejercite en ellos.

Ella había crecido en una isla donde su padre era uno de los guardianes de un edificio penal. De vez en cuando, algunos músicos y cantantes hacían una excursión a la isla organizando reuniones de entretenimiento en el patio abierto frente a la cárcel. El personal asistía con sus familias y también los presos que observaban buena conducta. En aquellas breves horas, una demacrada alegría llegaba apoyada en el brazo de la rutinaria austeridad, haciendo la salvedad de que estaba de paso y con el tiempo medido. Azucena observaba los rostros de aquellos prisioneros, resignados o simplemente acostumbrados a su condición. Sus padres le explicaban que todos cargaban el peso de una condena como transgresores de la ley. También contemplaba el rostro endurecido de los guardianes que tenían que tratar con los presos, sin descuidarse nunca ni dar nada por sentado. Ellos también llevaban el peso de una condena, la de la pobreza que los obligaba a estar allí, con la esperanza de emprender algún día un trabajo más estimulante, que les permitiera tener una porción mejor de las simples alegrías de la vida. La población de la isla podía dividirse en dos clases: prisioneros entre rejas que no trataban de escapar porque el mar los cercaba, y prisioneros del otro lado de las rejas que no planeaban irse porque no sabían qué hacer en otra parte.

Cartas a un prisionero del Seol · 82

Page 83: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Estaban bastante cerca de Puerto Luminoso, una ciudad de quince mil habitantes, donde de vez en cuando iban a hacer compras o a pasar un día libre. Allí, Azucena había conocido el bullicio de las calles, los atractivos despliegues de productos comerciales en las vidrieras, la alegría superficial y grotesca del Carnaval, el aire de fiesta que en ciertas fechas exhibía la ciudad embanderada estremecida por vibrantes marchas militares.

Desde allí volvía Azucena con un vestido vistoso para estrenar, con una muñeca nueva, con un libro de cuentos. Entonces, se sentía mejor preparada para enfrentar los variables estados de ánimo del mar, las advertencias serias de los truenos, la monotonía del paisaje sin más variación que la que le daban la posición del sol a distintas horas, o las fases de la luna.

En aquella ciudad, la alegría tenía ciudadanía legal, y libertad para intervenir en muchas cosas. No era una visita temporaria como en la isla. Azucena creció con la obsesión de ir a buscarla allí, cuando tuviera edad para dirigir su propia vida.

Su madre cayó enferma súbitamente cuando ella tenía apenas quince años, los médicos de la cárcel erraron el diagnóstico, y lo que se hubiera resuelto con una rápida operación del apéndice, se convirtió en peritonitis. Cuando llegaron a Puerto Luminoso, ya era demasiado tarde.

Permaneció tres años más junto a su padre, tratando de convencerlo de mudarse a aquella ciudad para comenzar una nueva vida. Ella quería estudiar y trabajar; quería encontrarse diariamente con la alegría que recorría las calles y las plazas, que sonreía desde las vidrieras adornadas de los comercios y cantaba a voz en cuello en las disquerías. Su padre se había convertido en un hombre rutinario; la idea de cambiar la simple vida de la isla por la de una ciudad, lo acobardaba. Además, los trámites y beneficios de su futura jubilación serían más accesibles si terminaba sus años de trabajo en el mismo lugar.

Azucena se marchó un día sola a la ciudad que la llamaba en sueños desde niña, el puerto que le había concedido carta de ciudadanía al gozo de vivir. Pero los muros de las ciudades encierran acechanzas y peligros disimulados, que ella conocía solo por vagas referencias. Amores frustrados, promesas incumplidas, la lucha por el pan de cada día, el menoscabo continuo de la dignidad, todo fue dejando marcas y tachas en la imagen límpida de una flor silvestre que había crecido en la isla.

En el bosquejo original de la novela me propuse conducir a Azucena a la verdadera alegría después de muchas angustias. Había llegado a ser una flor hermosa que el viento de la adversidad había doblegado sobre el lodo. Al final, se le abriría la oportunidad de estudiar enfermería y entrar en un hospital como enfermera graduada. Su imagen dignificada en el blanco uniforme, le ayudaría a recuperar la propia estimación. Volvería a ser feliz como en aquellas tardes lejanas, cuando su madre le ponía un vestido limpio y ella reunía sus muñecas, las cuidaba porque estaban enfermas, les vendaba manos y piernas fracturadas, les contaba cuentos para que durmieran, les hacia olvidar sus dolores.

Ahora he cambiado el final de la historia porque Azucena debe hallar la alegría genuina donde yo la encontré, en el pueblo de Dios. Le haré entender que el gozo más profundo nos ilumina desde adentro, no desde afuera, como los destellos de las vidrieras comerciales, los adornos llamativos del Carnaval, o el

Cartas a un prisionero del Seol · 83

Page 84: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

aspecto brillante de una ciudad que se embandera para honrar fechas históricas. Debe entender que lo que tiene fundamento espiritual no se desvanece, porque la luz que Dios derrama sobre nosotros no depende de cables que se queman ni de fusibles que estallan.

Por supuesto, volverá a la isla para llevarle la verdad a su padre. Él ha completado ya sus años de trabajo y de aquí en adelante podrá vivir con su hija en Puerto Luminoso. Azucena recuerda cuánto le dolía a su padre ver llegar al penal jóvenes que habían sido arrastrados al crimen y que frecuentemente lloraban en la soledad de su celda. Les hablaba paternalmente y los aconsejaba. Se condolía de los que jamás recibían visitas o cartas. Sin duda, llegaría a sentir la misma compasión por los prisioneros de Satanás y los condenados a muerte que caminan libres por las calles del mundo.

Ahora, no será un uniforme de enfermera lo que dará sentido a la vida de Azucena, sino un portafolio con libros y un registro de precursora. Saldrá a las calles a buscar a los magullados y golpeados del mundo, y a curarlos con el bálsamo de la verdad. Aprenderá a vendar corazones quebrantados y a aplicar colirio para restaurar la visión espiritual de la gente. Nunca más será una flor doblegada sobre el lodo, pero llegará a ser una azucena erguida en el nuevo Paraíso de Dios.

Le endosaré algunas de mis experiencias y mi profundo aprecio por el precursorado. Por fin ella conocerá la verdadera alegría, serena, juiciosa, tan diferente del bullicio hueco del mundo.

¡Cuánto podemos llegar a amar los personajes que han tomado forma e identidad en nuestra imaginación! Es una retribución, porque llenan nuestra soledad en momentos en que necesitamos estímulo, acudiendo a nosotros con todo el calor humano que les hemos conferido. Un libro se parece mucho a un hijo, Pablo. Lo sentimos crecer en la oscuridad y nutrirse de lo más vital que hay en nosotros; por su causa es necesario fortalecerse y alimentarse, ya que uno está edificando algo que tiene vida propia. Comprendo por qué algunos autores han aludido a un sentimiento de desolación al terminar un libro. Es algo parecido a lo que sienten los padres cuando los hijos ya crecidos se van del hogar para formar el propio. Junto a la satisfacción por la misión cumplida, está la pena de saber que nunca más los tendrán sobre sus rodillas o los verán dormidos en sus brazos, porque el tiempo inexorable no vuelve atrás. Terminar un libro y dejarlo salir hacia distintos rumbos, igual que despedir a un hijo que llegó a la mayoría de edad, es una extraña mezcla de alegría y tristeza.

Lo que nace en nuestro interior nos pertenece en un sentido único; satisface carencias y necesidades encajando con perfección en los huecos emocionales.

En distintos sentidos, tú y Azucena colmaron diferentes necesidades. Cada uno llegó a ser una bendición especial que otros quizá no entiendan ni valoren como yo. Probablemente la historia de Azucena no verá la luz hasta el Nuevo Orden, cuando tantos sueños archivados se convertirán en empresas cumplidas.

Hoy ha llovido mucho desde la madrugada; ha sido un día ideal para la nostalgia. Desde el ventanal que da a la avenida Rivadavia, veo a la gente cruzando trabajosamente de un lado a otro de la calle con el agua hasta los tobillos. Lidia, una de las vecinas del tercer piso con quién estoy conduciendo un

Cartas a un prisionero del Seol · 84

Page 85: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

estudio bíblico desde hace cuatro meses, subió a verme como todos los días antes de salir a hacer sus compras, y le encargué algunas cosas de la despensa que está en la galería contigua. Por el amor de Jehová todos los problemas están resueltos a pesar de vivir sola.

Mañana escribiré algunas cartas de testimonio y conduciré un estudio aquí por la tarde. A las seis vendrá Lidia para ayudarme a bajar. Rubén Pintos, un siervo ministerial que es encargado de un edificio en la otra cuadra, nos llevará en su auto a la reunión de entre semana. Esas dos horas de compañerismo, el interés cariñoso de todos, y más que nada el alimento espiritual abundante, le darán sentido al día. Siempre hay un motivo para mirar con gozo cada nuevo día de vida. Más allá, como un telón de fondo que no se desvanece, está el brillante futuro que dentro de un corto tiempo se llamará HOY.

Cartas a un prisionero del Seol · 85

Page 86: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

EL Cordero Simulador

—Capítulo Quince—

CUANDO ERAS PEQUEÑO, frecuentemente me pedías un cuento. Lo rumiabas mentalmente; a veces, después de muchas horas todavía estabas haciendo preguntas para entender mejor las situaciones. No siempre estabas dispuesto a oír los bien conocidos; a veces exigías uno nuevo que, a falta de algo mejor, había que improvisarlo. Los personajes debían tener un nombre, y la historia una moraleja que apuntalara la larga hilera de porqués que invariablemente surgían.

En los últimos años, varios acontecimientos ingratos trajeron de vuelta a mi mente aquel cuento que inventé para ti, acerca de un cordero aficionado a las parodias. Su madre le había puesto por nombre Jazmín, porque era completamente blanco.

Desde que fue adquiriendo una personalidad definida, se había destacado por no ser cien por ciento veraz. La simulación le parecía más divertida que la verdad simple y llana. Era muy habilidoso para imitar a otros miembros del reino animal. Había aprendido a ladrar como un perro y se divertía muchísimo, porque los niños del vecindario salían a la calle trayéndole algún hueso y se sentían burlados cuando lo veían alejarse deprisa. Había llegado a reproducir muy bien el maullido del gato, y las amas de casa al oírlo corrían a cerrar las puertas y a guardar la comida que estuviera a la vista. Falsificaba muy bien el rebuzno, y los niños pedían a sus padres que los sacaran a la calle y les ayudaran a montar el asno. Después de mucho practicar sus tretas se había hecho perito en el arte de engañar y le parecía que había logrado algo muy bueno para romper la monotonía del diario vivir. Pero la gente defraudada no deja pasar las cosas así no más. Puede que no reaccione enseguida, pero eso no quiere decir que lo ha echado al olvido.

Los niños de aquella localidad consultaron entre ellos y planearon darle un escarmiento a Jazmín, cambiando su apariencia. Consiguieron latas de pintura de colores chillones, y cuando estaban listos para la empresa salieron a buscarlo. Al encontrarlo, algunos lo sujetaron para que no huyera mientras otros le ponían grandes manchas de color por todo el cuerpo. La lana absorbía bien la pintura, y cuando se dieron por satisfechos, Jazmín estaba desconocido. La gente se reía al verlo y le preguntaba: —“¿Eres un payaso vestido de cordero, o un cordero que quiere hacerse pasar por un payaso? ¡Tu dueño va a tener vergüenza de recibirte y no sabrá en que corral ponerte para no escandalizar a las demás ovejas!”.

Cartas a un prisionero del Seol · 86

Page 87: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Recién entonces Jazmín empezó a preocuparse por los resultados finales de sus travesuras, y a comprender que el nombre de su dueño estaba implicado en el asunto. Había arruinado su imagen, y tendría que llevarla así hasta el tiempo de la esquila, ya que nadie se tomaría el trabajo de desmanchar su lana para librarlo del reproche.

De vez en cuando aparece un cordero como Jazmín en el rebaño de Dios. Es alguien que se olvida de vivir como una oveja todo el tiempo, pasando por alto el hecho de que somos siervos de Dios, estemos usando un pincel o un martillo; manejando un destornillador o un automóvil que nuestra negligencia podría convertir en un arma mortífera. Hablan como corderos mientras predican, pero imitan a los animales traicioneros cuando no tratan su trabajo seglar con la honestidad que se espera de ellos. El resultado va a ser el mismo que para Jazmín: arruinarán su imagen y cargarán con las manchas hasta la esquila. La gente se preguntará si son ovejas del Señor o hay otra cosa debajo de esa piel. No se sabe a cual corral corresponden, ni qué decidirá hacer con ellos el dueño del rebaño. Su nombre queda desfavorablemente señalado cuando algunos no viven como siervos suyos, pasando por alto el mismo hecho que Jazmín prefería ignorar: vivir una mentira y representarla teatralmente es tan grave como pronunciarla, y a veces más. Es verdad, Jazmín nunca negaba que era un cordero y nunca afirmaba que era otra clase de animal, pero hacía grandes esfuerzos para que otros olvidaran lo que él realmente era.

Recuerdo que entonces yo te decía que no aspiraba a que te destacaras en alguna carrera mundana. No deseaba que alguien me envidiara por tener un hijo brillante. Pero deseaba con ardor ser la madre de un hombre auténtico, una de esas personas cristalinas que pueden admitir ante otras con la frente alta, las mismas verdades que admiten delante de Dios en oración.

No aprecio a los que se justifican interiormente diciendo: —“Esa pared la hubiera pintado mejor si hubiera sido parte de la casa de Dios. Esos zapatos los hubiera hecho más fuertes si hubieran sido para uno de sus ungidos”. Nuestro trabajo es una credencial que no puede tener distintas versiones, según ante quien acredite nuestra identidad. La misma responsabilidad debemos sentir al manejar la pluma y llenar el papel. Lamentablemente el periodismo, salvo algunas excepciones, lo ha olvidado. Esta es una de las profesiones en que el fraude dispone de mayores recursos y sutilezas, causando daño con medias verdades y medias mentiras. Como bien dice la Biblia, la vida y la muerte están en el poder de la lengua, (Proverbios 18:21). Lo mismo puede decirse en cuanto a la palabra escrita.

Hace algún tiempo, los diarios de la capital informaron respecto a un gran incendio. Los titulares de uno decían que estaba controlado, los de otro, que seguía avanzando. Un artículo aseguraba que era accidental, otro que había agudas sospechas de que era provocado. Cuando se decretó la proscripción contra nuestra obra, periodistas serios y respetuosos de diferentes publicaciones solicitaron entrevistas a las personas más responsables en Betel. Hacían preguntas inteligentes, tomaban notas detalladas de las respuestas y mostraban comprensión y simpatía por nuestra causa. Cuando esas entrevistas se publicaban, las respuestas de los Testigos habían sido tergiversadas y

Cartas a un prisionero del Seol · 87

Page 88: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

acompañadas con comentarios intencionados y burlones que congraciaban a los redactores con la dictadura militar del momento.

Decir la verdad y vivir la verdad debe ser la consigna del cristiano. Cuando Dios especifica en el Salmo 15 los elevados requisitos que deben llenar los que se hospedan en su tienda y residen en su santa montaña, uno que se destaca es, “hablar la verdad en el corazón”. Lo que se guarda celosamente en el fuero íntimo no debe ser desmentido por la apariencia ni por las obras de uno. Solo así podremos libramos de la acusación de Jesús a los fariseos, desaprobados porque la fachada visible no coincidía con la realidad interior. (Mateo 23:27, 28)

Cartas a un prisionero del Seol · 88

Page 89: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

La Granja en Pie de Guerra

—Capítulo Dieciséis—

LAS ÚLTIMAS DÉCADAS han estado llenas de disturbios e inestabilidad. Breves gobiernos civiles han sido continuamente derrocados por gobiernos militares, generando odios y represalias violentas. El desasosiego se apoderó de la gente, aumentando el ansia de oír palabras tranquilizadoras. El mensaje del Reino y nuestras expresiones de fe y contentamiento producen un agudo contraste con la turbulencia general, ejerciendo influencia persuasiva sobre los que están espiritualmente sedientos. Muchos se están dando cuenta de que les falta la riqueza espiritual que los Testigos de Jehová poseen y se esfuerzan por congregarse con nosotros, venciendo toda clase de obstáculos. Nuevas congregaciones florecen por todas partes. El tema del Reino, entonado armoniosamente por el pueblo de Dios en cada calle y delante de cada puerta, ha llegado a ser una melodía inconfundible para el público.

Algunos en las altas esferas comenzaron a entender que las restricciones que el “Fichero de Cultos” imponía, no eran más eficaces de lo que podía ser una telaraña para detener una maratón.

En el invierno de 1976 se hizo evidente que se estaban fraguando planes serios para causarle gran daño a la religión verdadera. Una campaña deshonesta para preparar la opinión pública se puso de manifiesto a través de la prensa y la radio. A fines de agosto se publicó un decreto presidencial proscribiendo nuestra obra en todo el territorio del país. El siete de septiembre la policía rodeó Betel al amanecer, clausurando la imprenta, las oficinas y el despacho de literatura. La vivienda, que entonces alojaba a cuarenta y seis ministros ordenados, quedó custodiada por varios días. En esa misma fecha unos 600 Salones del Reino fueron cerrados, con franjas de clausura pegadas a sus puertas. Después de eso hubo encarcelamientos, confiscación de literatura hallada en hogares particulares allanados por la policía, Testigos despedidos de sus empleos donde habían observado una conducta ejemplar por muchos años, y expulsión de niños de las escuelas, como si al forzar la conciencia de los niños se pudiera obtener un ingrediente imprescindible para la solidez de la soberanía.

Fuentes gubernamentales afirmaban que la libertad de conciencia y de culto estaban aseguradas en la Argentina, al mismo tiempo que se las negaban a los Testigos de Jehová. Los jueces de la Suprema Corte que rehusaron anular la proscripción, dijeron que los Testigos tenían una vía legal para hacer valer sus derechos: inscribirse en el Fichero de Cultos; pero ellos sabían que la inscripción

Cartas a un prisionero del Seol · 89

Page 90: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

se les había negado nueve veces. Declararon improcedente la vía legal que estaban usando, cuando estaban valiéndose del único medio aceptable: los tribunales. Estaba a la vista la veracidad de las palabras de Habacuc 1:4: cuando la ley está entumecida, la justicia sale torcida

El diario en inglés, Buenos Aires Herald, tuvo la valentía de comentar que tal oposición era digna de la Rusia Soviética, pero no tenía cabida en la Argentina, y que era en verdad una de las más grandes erupciones de persecución religiosa en la historia de la nación.

El mismo periódico afirmó que, a juzgar por lo que había sucedido en la Alemania nazi, los miembros del gobierno que desataron la persecución serían monumentos de piedra algún día, pero los Testigos de Jehová aún pasarían delante de ellos predicando.

El vaticinio del Herald estuvo acertado en todo menos en un punto. Los firmantes de la proscripción nunca tendrán un monumento conmemorativo, porque al mismo tiempo que atacaban al pueblo de Dios, estaban clavándole al país una dolorosa espina en su costado, al desatar la aberración que nadie puede justificar: más de nueve mil desaparecidos.

Aunque cientos de salones fueron clausurados, miles de hogares se abrieron para que una fase esencial del cristianismo verdadero se siguiera practicando: el privilegio de reunirnos para alentarnos mutuamente al amor y a las obras excelentes. (Hebreos 10:24, 25) No podíamos tener asambleas, pero esperábamos ansiosamente esas reuniones en distintos días, horas y lugares. Hoy, en la cocina grande de la familia Pérez; mañana en el comedor de la hermana Smith; la semana próxima en el garaje de un hermano italiano. La gente nos veía llegar a su puerta de a dos para entregar nuestro mensaje, pues los grupos, de predicadores habían desaparecido de las esquinas. Ya casi nadie preguntaba: “¿Quiénes son los Testigos de Jehová? ¿Son protestantes?” La gran publicidad que nos dio la proscripción nos sacó del anonimato, enfocando la atención del público, así como la magnífica solicitada de casi media página, en que los Testigos respondían a las falsas acusaciones y aclaraban su posición.

Privados de la nueva literatura, volvimos a estudiar las revistas de años anteriores y los libros que teníamos en nuestras bibliotecas. Los Testigos de muchas partes del mundo estaban escribiendo cartas al gobierno argentino, pidiendo que reconsiderara su posición y nos hiciera justicia. Ninguna noticia oficial apareció en los diarios acerca de estas cartas. Se supo sin embargo, que estaban llegando montones de correspondencia sobre nuestro caso, que era catalogada y apartada. La única mención velada de la prensa fue una caricatura que mostraba a un mandadero cuyos brazos desbordaban de cartas y muchas caían al suelo. Debajo del dibujo decía simplemente: “Son las cartas de los Testigos”.

En los primeros meses después de la proscripción, un día caí en la tentación de hacer un enfoque humorístico de la situación, representando al país como una granja y a sus autoridades como un grupo de chanchitos, muy perturbados por un pájaro que sobrevolaba la finca cantando alabanzas a Dios. Por supuesto, el pájaro simbolizaba a los Testigos y el cuervo que aconsejaba a los cerditos, al clero, que siempre usa su influencia en las altas esferas.

Cartas a un prisionero del Seol · 90

Page 91: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

La pequeña sátira pasó por muchas manos, fue copiada muchas veces y llegó a lejanos rincones del país. Aquí está mi travesura literaria:

CHIQUERO VERSUS ALTURA

Había un grupo de chanchitosque gozaban de la vida,pues vivían en una fincadonde sobraba comida.

Tenían muchas cosas buenas,pero algo los ofendía:un pájaro que cantaba

volando en las cercanías.

Verlo feliz era absurdo,les despertaba recelo;además no les gustaba

que hablara tanto del cielo.

Lo aguantaron, lo aguantaron,por tantos años y pico,

pero su canción les dabaurticaria en el hocico.

—“No queremos escucharlo,nos hiere, nos desafía,

le haremos ver que aquí adentrotenemos soberanía”.

El verlo volar tan plácidoles producía desvelo

y de la rabia rascabancon las patitas el suelo.

Al fin dijeron furiosos;—“Siempre se nos va a escapar,

nosotros pesamos muchoy no podemos volar”.

Prepararon una honda,practicaron puntería,

juntaron muchas piedritas,planearon a sangre fría.

Cartas a un prisionero del Seol · 91

Page 92: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Vino un cuervo comedidocon hermético secreto.

Hicieron varias consultasy emitieron un decreto.

El les dijo con astucia:—“Hagan como yo les digo:cierren con cinta engomadael lugar donde está el trigo”.

Aplicaron la medida,lo aislaron sin miramiento,pero la tierra y el bosque

le seguían dando alimento.

Alguien que es siempre el más altodijo: —“En el cielo me río.

¿Por qué forjan tantos planescuando el pajarito es mío?”

El ave de la cuestiónganaba altura en su vuelo.

La palabra de su Dueñole daba fuerza y consuelo.

Al fin un día señaladoestalló un fuerte ciclón

y se deshizo el chiqueroen la gran tribulación.

El cuervo despavoridovolvió a sus viejos refranes:—“Dios debe estar enojado.

Esto no estaba en mis planes”.

El pájaro, siempre a salvo,vio volar las tablas viejas,se dispersaron los cerdosentre alaridos y quejas.

Su canción ahora alcanzabaun crescendo emocionante.

(La granja estaba en silencio,no parecía la de antes)

“Voy a cantar por mil años;los enemigos no oyen,

Cartas a un prisionero del Seol · 92

Page 93: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

no hay chanchitos resentidosni cuervos que los apoyen”.

Así pasaron seis años y la situación cambió sorpresivamente. Resultaron ciertas las palabras de uno de los ancianos de Betel que comentó: “Cuando ya se hayan agotado todos los recursos y se hayan golpeado en vano todas las puertas, entonces Jehová va a obrar y no podrá atribuírsele la victoria a nada ni a nadie más que a Él”.

La noticia del fin de la proscripción fue recibida con un estallido de gozo por los más de 43.000 tenaces predicadores que éramos la fuerza teocrática laboral en ese momento. No nos habíamos sentado a esperar un milagro. Habíamos seguido sembrando, regando y carpiendo, para que la simiente espiritual tuviera las mejores oportunidades de producir fruto.

Salimos de nuevo a la luz abiertamente, trabajando en grupos, organizando asambleas, abriendo nuevas congregaciones. Ahora nadie podría dejar de notar el tono entusiasta y feliz de nuestro mensaje, en contraste con tantos hechos sombríos que prueban que los jinetes del Apocalipsis están cabalgando.

Innegablemente, el capítulo seis del Apocalipsis o libro de la Revelación, está cobrando vida entre nosotros. El jinete del caballo blanco ganó una guerra celestial decisiva en 1914, y arrojó a la tierra al principal enemigo, el ángel rebelde que irritaba a Dios acusando falsamente a sus fieles. Ahora, después de 70 años de aquella batalla, el único jinete coronado de la profecía, está a punto de alcanzar la victoria final.

Detrás de él cabalgan los otros tres jinetes portadores de calamidades. En su última visita a nuestro país antes de su muerte, Nathan H. Knorr, presidente de los Testigos de Jehová, hablando en un pequeño estadio colmado de concurrentes en Lomas de Zamora, dijo: “La Argentina es el país mejor alimentado del mundo, pero no se engañen, el caballo negro de Revelación también pasará por aquí”.

Aunque sabíamos que en las provincias más pobres del norte había gente sufriendo por la escasez de alimento y los veíamos llegar a la capital buscando trabajo y un mejor nivel de vida, se nos hacía difícil creer que el jinete con la balanza vendría a imponemos sus raciones medidas. Pero llegó, precedido por un emisario implacable que se llama Inflación. Al finalizar este año, 1984, hemos oído con estupor que el promedio de inflación anual ha superado el mil por ciento. Hoy estamos pagando por un trapo de piso, la misma cantidad de dinero que se pagaba diez años atrás por un confortable apartamento de seis ambientes.

Al mismo tiempo que el caballo negro atraía la atención de las multitudes, el caballo pálido jineteado por la muerte estaba transitando solapadamente, sin confesar sus propósitos ni justificar sus métodos.

El Seol del idioma hebreo y el Hades del idioma griego, corresponden al sepulcro insaciable que abrió millones de bocas en la tierra desde que Adán cayó bajo sentencia divina. El jinete del caballo pálido tuvo un banquete clandestino en nuestro país al recibir prematuramente a muchos miles que entraron en conflicto con las autoridades establecidas, por apoyar con la acción o con la simpatía a los

Cartas a un prisionero del Seol · 93

Page 94: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

grupos subversivos que trataban de apoderarse del poder. En abril de 1982, la figura que faltaba apareció, haciendo sonar inconfundiblemente sus cascos. El caballo rojo de la guerra se dirigía al Atlántico sur tratando de decidir la posesión de las islas Malvinas. El Seol, siguiéndolo de cerca durante dos meses y medio, recogió nuevamente una enorme redada.

Todos estos acontecimientos dejaron hondas huellas en la mente y la vida de la gente. Los de la generación que declina añoramos aquel Buenos Aires donde las puertas tenían una sola cerradura que ni siquiera se usaba todo el tiempo, en vez de tres como ahora. Aquellas calles con sus familias afables mateando en las veredas en los atardeceres veraniegos. Aquellos barrios plateados de luna donde la violencia era una intrusa que aparecía raras veces, en vez de ser una visita indeseable cada día.

Nos alegramos de tener un mensaje de esperanza al llamar a esas casas que ya no son tan hospitalarias. Nos regocijamos al vencer la desconfianza de algunos deslizando hojas impresas debajo de sus puertas, hablando palabras medidas por medio de un portero eléctrico, y comprobando a diario la intervención de los ángeles para lograr conexiones providenciales con los que están pidiéndole a Dios un poco de luz para sus mentes atribuladas.

Los que no quieren reconocer la cabalgata triunfal del jinete coronado, tampoco pueden entender el avance arrollador de los otros Jinetes Implacables. Están concurriendo en grandes números a los consultorios siquiátricos; están consumiendo toneladas de píldoras tranquilizantes, están pidiéndole respuestas ambiguas a los mediums espiritistas y consuelo artificial al alcohol y a las drogas.

La obsesión de que la vida se puede perder imprevistamente en cualquier recodo del camino, ha llevado a la gente a demandar todo lo que piensan que se les debe, sin pérdida de tiempo. Hay una impaciencia enfermiza por lo que no tiene solución inmediata. Una simple palabra de dos letras se ha convertido en el más exigente imperativo de nuestro idioma. La leemos en las paredes, en los volantes callejeros y en las publicaciones populares. La oímos en las canciones, en los noticieros y en las entrevistas: “Aumentos de salarios YA”. “Justicia YA”. “Soluciones YA”. Esa pequeña palabra demanda que el futuro se convierta en presente, como lo expresó un líder estudiantil: “Los jóvenes queremos que el mañana empiece YA”.

En medio de tanta agitación y desconcierto, los que estamos hollando la tierra de este a oeste y de norte a sur como Proclamadores del Nombre y el Reino de Jehová, tenemos paz y satisfacción de conciencia. Nuestras manos están limpias de sangre. No hemos desmentido nuestro registro de neutralidad cristiana. No hemos participado en luchas internas ni en manejos ilegales que empobrecen a la comunidad. Insistimos en separar lo precioso de lo vil, como dice Jeremías 15:19, 20, y estamos cosechando el galardón que el Profeta señala: “Ellos mismos se volverán a ti, pero tú mismo no te volverás a ellos”.

Seguimos con los ojos fijos en el porvenir que el Reino de Dios nos promete. Afuera, las multitudes inestables van cambiando el objetivo de sus entusiasmos. Las metas que se proponen levantan muchos interrogantes. Multitudes buscan orientación inútilmente en las palabras de un gigante anémico que responde con titubeos. Pero cantidades crecientes de personas sinceras

Cartas a un prisionero del Seol · 94

Page 95: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

están hallando la respuesta exacta en las palabras de un pequeño predicador dinámico a quien el gigante quisiera hacer callar.

El gigante anémico y elpequeño predicador dinámico

—Capítulo Diecisiete—

Buenos Aires 15 de enero de 1985

HACE DOS DÍAS QUE TERMINÓ la más grande asamblea que hemos tenido los Testigos de Jehová en la Argentina. Los más de 46.000 presentes en un estadio de Buenos Aires, así como los que se reunieron en las asambleas en el interior, hemos demostrado que su tema “Aumento del Reino”, no fue una jactancia.

Uno de los muchos diarios de la capital que dedicaron páginas enteras a la asamblea, tituló así uno de sus artículos: “Sorprendente poder de convocatoria de los Testigos de Jehová”. Era en verdad la poderosa convocatoria del Reino celestial sobre sus súbditos terrestres. ¡Qué feliz me sentí al recuperar el uso de mi pierna accidentada para disfrutarla mejor!

Desde unos días antes de la asamblea, la religión mundana empez6 a dar señales de malestar por medio de ataques verbales y escritos que la prensa y la radio difundieron. Igual que Goliat, se sintieron desafiados por un pastorcito insignificante, armado con una honda y piedras, que ocasionalmente usaba para defender a las ovejas de su padre de enemigos imprevistos.

Esto trajo a mi mente un artículo que leí años atrás acerca de los gigantes. A pesar de su impresionante aspecto, son orgánicamente muy débiles, salvo algunas excepciones, porque sus cuerpos se han ido en vicio. Les es muy difícil mantenerse a pie, en estado de alerta por largas horas. Por lo general, no se destacan en nada y su inteligencia es mediocre. No cumplen lo que su presencia física promete, y mueren jóvenes. Por eso es común que se ganen la vida exhibiendo su tamaño anormal en el mundo del espectáculo, formando parte de alguna compañía cómica, viajando con un circo, o como Goliat, sirviendo de mascota para animar a otros a hacer lo que a ellos mismos les cuesta tanto esfuerzo.

Cartas a un prisionero del Seol · 95

Page 96: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

En el gran escenario del mundo, desde hace muchos siglos, se está representando un drama en que los principales actores son un gigante resentido, y un predicador pequeño que tiene una comisión que cumplir proveniente de la suprema Autoridad del Universo. Se le ha entregado un mensaje que debe llegar a los más recónditos rincones del mundo. El gigantesco organismo de la religión tergiversada ha reaccionado coléricamente a esta asignación de origen divino, que siempre intentó monopolizar. Le irrita que su diminuto adversario se llene los pulmones de aire limpio y trate de conseguir un tono puro en su voz. Varias veces intentó ponerle los pies encima para achatarlo e impedir su crecimiento. Pero Jehová prometió en Isaías 60:22 que en lo tocante a su pueblo, las centenas se multiplicarían por mil.

El pequeño, fortalecido porque recibe maná del cielo, alcanzó la estatura ideal, el crecimiento que pertenece a la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13) No se fue en vicio como el gigante, ni siente que sus fuerzas se han diluido en sus enormes músculos perezosos. Trabaja y canta, sin que lo intimiden las torpes manazas del titán, que se siente empachado con una situación que no puede digerir, mientras sigue colando mosquitos y tragando camellos.

El predicador pequeño sigue creciendo, construye lugares de adoración, instala imprentas, colma estadios de gente en ocasiones especiales, y hace llegar su esplendoroso mensaje de reconciliación a los puntos más inhóspitos de la Tierra. Salta y canta por el gozo de estar vivo, pero el coloso grita de dolor cuando la minúscula sombra le roza los pies. Tal vez se está dando cuenta de que su existencia fue un himno al desperdicio. ¡Pobres gigantes fofos, que necesitan medirse con los enanos para sentir su elevación!

Hoy, son más significativas que nunca las palabras de Zacarías 4:10, que nos enseñan a no despreciar las cosas que tienen un comienzo pequeño. ¿Acaso la deleitable gama de los tonos no arranca de los siete colores del arco iris? ¿No es cierto que el inagotable mundo de la música se basa simplemente en la combinación de siete notas? ¿Es mera casualidad que el infinito alcance de la matemática tenga como base solamente diez guarismos? ¿No es asombroso que unas pocas semillas en el hueco de una mano puedan convertirse en un gran plantío?

Como anunció Zacarías, todo empezó en un punto casi inadvertido. Pero siete ojos, en otras palabras, todo el alcance visual de Jehová, han recorrido la superficie de la tierra buscando a los que son dignos de congregarse alrededor del pequeño organismo sano y pleno de vida de la religión verdadera. El Reino de los cielos, al principio ocupaba apenas el lugar de una piedra desprendida de la montaña de Jehová. Hoy crece ante nuestros ojos maravillados. Al fin llegará a ser también un monte majestuoso que llenará la Tierra. (Daniel 2:35)

Los brazos flojos del gigantucho no pueden retener a los que huyen en grandes grupos de sus fríos apriscos. Muchos se paralizan espiritualmente en los laberintos del mundo. Otros superan el entumecimiento y acuden a los brazos llenos de amor y calor del vigoroso proclamador pequeño.

El jinete coronado del caballo blanco, el único que alcanza la meta para llevarle a la humanidad la redención y la plenitud del gozo, avanza dejando atrás a los otros tres jinetes portadores de tragedia.

Cartas a un prisionero del Seol · 96

Page 97: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

Casi tres millones de proclamadores de su Reino en el mundo, entre ellos más de doscientos cincuenta mil precursores, estamos listos para dar el gran grito de triunfo, cuando el jinete coronado complete su victoria.

¡Apresúrate a dormir!

—Capítulo Dieciocho—

¡CUÁNTAS VECES HAN VUELTO a mi memoria aquellos momentos deleitables en que conversábamos, hacíamos juntos la última oración del día, te arropaba y te daba el beso de las buenas noches! Cuando te veía inquieto o desvelado, te decía como mi madre a mí cuando era niña: “¡Apresúrate a dormir, porque mañana tenemos muchas cosas lindas que hacer!”.

Dentro de un tiempo no lejano, estaremos intensamente ocupados estableciendo el nuevo Paraíso, un parque inmarcesible que abarcará toda la tierra. Entonces, mi corazón, latiendo con gozosa impaciencia te reclama: “¡Apresúrate a despertar porque aquí hay muchas cosas importantes que hacer!”

El punto culminante de esta historia de sesenta siglos se ve tan próximo ahora, que tengo la esperanza de sobrevivirlo y estar allí para darte la bienvenida.

Desde que me dediqué a Dios, ha echado raíces en mí el deseo de conocer las tierras bíblicas. Me gustaría poner los pies en cada lugar por donde anduvo Jesús de Nazaret, y revivir los hechos históricos en el mismo escenario en que ocurrieron. Dentro del sistema actual es muy difícil realizar tal anhelo, pero confío en que Jehová lo haga posible en su Nuevo Mundo y que podamos lograrlo juntos.

Cuando lleguemos al estanque de Siloam, qué significativo será verte allí, dinámico y feliz, con tus nuevos ojos llenos de vida, como una reproducción del milagro En Siloam recobró la vista aquel joven, ciego de nacimiento como tú, sobre cuyos ojos Jesús había puesto barro amasado con su propia saliva. Se le mandó caminar hasta el estanque y allí lavar su rostro. Al producirse el milagro, su primera visión estuvo conectada con el cielo reflejado en el agua. Eso fue muy apropiado, ya que el cielo era el punto de partida de aquella bendición. Este relato del capítulo nueve de Juan, llegó a estar borrado en tu ejemplar en Braille, de tanto repasarlo con tus dedos, y tuve que copiarlo de nuevo.

Ahora, el peso de la tierra ha estado por muchos años sobre tus ojos. Igual que en el caso de aquel ciego, el Hijo de Dios ablandará ese barro con algo que saldrá de su boca: la palabra liberadora, tan potente como la que restauró la carne

Cartas a un prisionero del Seol · 97

Page 98: Libro - Cartas a Un Prisionero Del Seol [Alef Guimel]

______________________________________________________________________

de Lázaro y comunicó vida y movimiento a sus huesos fríos para que respondieran a la llamada imperativa: “¡Lázaro, sal!”.

¡Qué magnífico será ver el triunfo de la vida sobre la muerte! Tal como hoy oímos los pasos de la muerte a nuestro alrededor, así oiremos los pasos de la vida recorriendo la tierra. El suelo florecerá bajo sus pies y bandadas de pájaros levantarán vuelo ante su presencia. A medida que avance, le tenderá la mano a los que duermen en el polvo y los ayudará a incorporarse. Al despertar, adquirirán una sonrisa nueva que jamás se transformará en una mueca de dolor.

¡Amada vida! La veremos volver como una mujer hermosa al cabo de un largo cautiverio. Adán la dejó atada y amordazada en el Edén perdido, y nosotros, sus desheredados hijos, la hemos mirado desde afuera con ojos llorosos, sin poder liberarla. Hemos tenido solamente jirones de vida hasta ahora. ¡Nuestra mutilada imaginación no alcanza a vislumbrar lo que significará tenerla sin restricciones, sana, vibrante, completa en su radiante belleza!

Cuando vuelvas, nadie te verá palpando una cordillera plástica, porque tus ojos maravillados abarcarán los inmensos horizontes de montañas. Ya no será necesario que los árboles caídos te transmitan informes sobre su desvanecida gloria, porque tu mirada exploradora medirá la gallardía de los árboles en pie. No usarás mapas recortados en cartón para familiarizarte con los continentes, pues estos serán folios que se abrirán a tu paso, con un despliegue de paisajes a los cuales tu mente ávida nunca podría haberse anticipado. El arco iris ya no será para ti una asociación de ideas, sino una deslumbrante exhibición de colores. Tus pupilas estarán vivas a la luz, ante un mundo digno de los ojos de Dios que lo recorrerán de continuo, y digno al fin, de los ojos puros de los niños.

Álef Guímel

www.cuentosteocraticos.net

FIN

Cartas a un prisionero del Seol · 98