libro complementario - capitulo 5 - el señor del sábado

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5 El Señor del sábado in importar que lo haya dicho en tono burlesco y con marcada iro- nía, me parece que Fernando Savater, el filósofo y agnóstico es- pañol, tiene toda la razón cuando al referirse al descanso sabático expresó lo siguiente: «¡Por fin un mandamiento en el que se nos orde- na algo agradable!». 1 No obstante, dos mil setecientos años de Savater, el profeta Isaías ha- bía declarado que el sábado es un «día de alegría» (58:13, DHH). 2 La RV95 lo llama «delicia». El vocablo hebreo oneg hace alusión a lo que es «exquisito, delicado», 3 por ello «el sábado no es ni por asomo un día de melancolía ni tristeza, sino un día de gozo y delicia. La persona que llama al sábado "delicia" es también aquella que ha de deleitarse en el Señor». 4 Elena G. de White recalcó esta gran verdad al escribir que «la observancia del sábado entraña grandes bendiciones, y Dios desea que el sábado sea para nosotros un día de gozo. La institución del sábado se estableció con gozo» (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 351). Lamentablemente, el mandamiento que debió ser motivo de alegría de- vino en una carga insoportable y pesada. En la época del Nuevo Testa- mento el sábado se parecía más a una tiranía que a un día de delicia. Cuando Jesús guardó el sábado siguiendo las pautas trazadas en el Anti- guo Testamento suscitó la crítica y la oposición de los principales líderes espirituales de la nación judía. Pero el Señor no cejó ni un ápice en su empeño de devolver al día de reposo la alegría y el deleite que los trata- dos de manufactura humana le habían arrebatado. A fin de que podamos contextualizar adecuadamente este asunto, an- tes de abordar el tema del sábado en el Evangelio de Lucas, nos conviene S

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Reflexión

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Page 1: Libro Complementario - Capitulo 5 - El Señor Del Sábado

5 El Señor del sábado

in importar que lo haya dicho en tono burlesco y con marcada iro-

nía, me parece que Fernando Savater, el filósofo y agnóstico es-

pañol, tiene toda la razón cuando al referirse al descanso sabático

expresó lo siguiente: «¡Por fin un mandamiento en el que se nos orde-

na algo agradable!». 1

No obstante, dos mil setecientos años de Savater, el profeta Isaías ha-

bía declarado que el sábado es un «día de alegría» (58:13, DHH). 2 La

RV95 lo llama «delicia». El vocablo hebreo oneg hace alusión a lo que es

«exquisito, delicado», 3 por ello «el sábado no es ni por asomo un día de

melancolía ni tristeza, sino un día de gozo y delicia. La persona que llama

al sábado "delicia" es también aquella que ha de deleitarse en el Señor». 4

Elena G. de White recalcó esta gran verdad al escribir que «la observancia

del sábado entraña grandes bendiciones, y Dios desea que el sábado sea

para nosotros un día de gozo. La institución del sábado se estableció con

gozo» (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 351).

Lamentablemente, el mandamiento que debió ser motivo de alegría de-

vino en una carga insoportable y pesada. En la época del Nuevo Testa-

mento el sábado se parecía más a una tiranía que a un día de delicia.

Cuando Jesús guardó el sábado siguiendo las pautas trazadas en el Anti-

guo Testamento suscitó la crítica y la oposición de los principales líderes

espirituales de la nación judía. Pero el Señor no cejó ni un ápice en su

empeño de devolver al día de reposo la alegría y el deleite que los trata-

dos de manufactura humana le habían arrebatado.

A fin de que podamos contextualizar adecuadamente este asunto, an-

tes de abordar el tema del sábado en el Evangelio de Lucas, nos conviene

S

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56 LUCAS: EL EVANGELIO DE LA GRACIA

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echar un vistazo a las ideas que pululaban con respecto al cuarto manda-

miento en los tiempos en que Jesús llevó a cabo su ministerio. 5

El sábado en tiempos de Cristo

Según la tradición judía, Moisés prescribió 613 mandamientos. Pero

para los judíos ninguno de ellos sobrepujaba en importancia al cuarto

mandamiento del Decálogo, puesto que los rabinos decían que guardar el

día de reposo tenía más valor que todos los preceptos de la Torá combi-

nados. El rabí Leví dijo en cierta ocasión: «Si Israel guardase el sábado

debidamente aunque fuese un solo día, el hijo de David vendría. ¿Por

qué? Porque equivale a todos los mandamientos». 6

Las principales tradiciones extrabíblicas con respecto al sábado queda-

ron establecidas en el libro de los Jubileos y en los tratados Shabbath y

Erub de La Misná. Estos textos prescribían todo lo que estaba permitido o

prohibido en sábado. En principio, nada más existían treinta y nueve regu-

laciones en torno al día de reposo; pero con el paso del tiempo los exper-

tos en la Torá multiplicaron esa cantidad por sí misma y, según dice el rabí

Johanán, llegaron a la increíble suma de 1521 reglas. Dios promulgó un

mandamiento, ¡y de ese único mandamiento se crearon cientos y cientos!

Veamos algunos.

Durante el período intertestamentario los judíos sacaron a la luz una

serie de documentos que influyeron profundamente en la religión judía del

siglo primero de nuestra era. Uno de esos documentos es el Libro de los

Jubileos. Esta obra, que pretende recoger la revelación que Moisés recibió

durante su estadía en el monte Sinaí, 7 contiene lo que se considera como

la primera lista de prohibiciones relativas al sábado. Probablemente, esta

obra llegó a ser el motor de arranque de las proscripciones que encontra-

mos esparcidas en la literatura judía de los siglos I a. C. y I d. C.

Jubileos aglutina muchas prescripciones respecto al sábado. Veamos

una que actualmente sigue siendo practicada al pie de la letra por algunos

guardadores del sábado. En Jubileos 50: 8 se prohíbe categóricamente

tener relaciones sexuales durante las horas sagradas del día de reposo.

¿Había escuchado usted algo similar? ¡Pues ya sabe de dónde surgió tal

idea! Además, el libro advierte de que serán castigados con la muerte

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5.El Señor del sábado 57

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todos los que viajen, trabajen en el campo, enciendan una hoguera o ca-

balguen en una montura, maten un ave o atrapen un animal, un pájaro o

un pez durante las horas sagradas del sábado. 8

Los esenios, los miembros de la secta de Qumrán, eran los más es-

triaos en cuanto a la observancia del sábado. De acuerdo con el historia-

dor Josefo, el extremismo de ellos llegaba al punto de que ni siquiera se

atrevían «a defecar» en sábado. 9 El Documento de Damasco, en la sec-

ción que aborda el cuarto mandamiento, prohíbe caminar más de mil pa-

sos, levantar las manos para arrear el ganado, mover una piedra. Además

asevera lo siguiente: «Si acaso una persona llegase a caer en un lugar

lleno de agua o en una cisterna, que nadie se sirva de una escalera, de

una cuerda o de cualquier otro instrumento» para sacarlo (XI 13-16).

Según el tratado Shabbath, los rabinos decían que durante las horas

del sábado: 10

El sastre no puede andar con una aguja, ni el escriba con una pluma.

No se debe escribir más de dos letras con ninguna de las dos manos.

Si un siervo entra en la casa, uno no debe cerrar la puerta tras él.

Si le duele una muela, no puede sorber vinagre para evitarlo.

No se debe apagar una vela para ahorrar aceite.

Era prohibido usar agua caliente para lavarse o beber.

Si una lámpara estaba derramando aceite, era pecado colocar un vaso

debajo de ella.

El que se ha dislocado una mano o un pie, no puede ponerlos en agua

fría.

Este era el sábado que se guardaba en los tiempos de Jesús; pero ese

no fue el sábado que Dios había instituido en la creación. ¿Qué haría el

Maestro al respecto? ¿Dejaría que sus discípulos siguieran aferrados a

regulaciones que, aunque procuraban preservar la santidad del sábado,

esclavizaban a quienes se sometieran a ellas? El cuarto mandamiento del

Decálogo distaba tanto del plan original que en muchos sentidos llegó a

ser una simple metáfora de lo que Dios había establecido en el principio y

no un día gozoso de adoración. 11

La siguiente declaración de Elena G. de White resume acertadamente

lo que hemos dicho:

«En los días de Cristo, el sábado había quedado tan pervertido, que su ob-

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58 LUCAS: EL EVANGELIO DE LA GRACIA

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servancia reflejaba el carácter de hombres egoístas y arbitrarios, más bien

que el carácter del Padre amante. Los rabinos representaban virtualmente

a Dios como autor de leyes cuyo cumplimiento era imposible para los hom-

bres. Inducían a la gente a considerar a Dios como un tirano, y a pensar

que la observancia del sábado, que él les exigía, hada a los hombres duros

y crueles. Era obra de Cristo disipar estos conceptos falsos» (El Deseado

de todas las gentes, cap. 29, p. 255, 256).

El sábado en el Evangelio de Lucas

En el Evangelio de Lucas hay seis episodios vinculados al sábado y

casi siempre están asociados con controversias entre Cristo y los dirigen-

tes de Israel (Lucas 4:16-30; 31-37; 6:1-5; 6:6-11; 13:10-17; 14:1-6). En

estos episodios nos encontramos con un Jesús que sana, satisface las

necesidades humanas e instruye a la gente. 12 Durante su ministerio, el

sábado fue un día de encuentro, contacto e interacción con los seres hu-

manos.

El primer episodio es mencionado en Lucas 4:16. Resulta muy signifi-

cativo lo que dice dicho pasaje: «Llegó a Nazaret, el lugar donde se había

criado, y como tenía por costumbre, entró un sábado en la sinagoga, y se

puso en pie para leer las Escrituras» (BLPH). 13 Permítame resaltar algu-

nos detalles de este texto. Que Jesús era un fiel asistente a los servicios

religiosos sabatinos se presenta con suma claridad en todos los Evange-

lios (Mateo 4:23; 9:35; 12:9; 13:54; Marcos 1:21; 39; 3:1; 6:2; Lucas 4:16,

44; 6:6; 13:10; Juan 6:59; 18:20). 14 El ejemplo de Cristo constituye una

evidencia irrefutable de su apego a los mandamientos de Dios, especial-

mente el que tiene que ver con la observancia del día de reposo. Lucas es

el único evangelista que usa la palabra «costumbre», para referirse al há-

bito que tenía Jesús de ir a la sinagoga en sábado. 15 Siendo así, resulta

bastante contradictorio que muchos creyentes del siglo XXI insistan en

rechazar la observancia del sábado argumentando que Jesús no lo guar-

dó. Tras analizar la relación de Jesús con el día de reposo, Paul K. Jewett,

el finado teólogo bautista, declaró por escrito: «No cabe duda, entonces,

de que Jesús, como devoto judío, observaba el sábado. Presentarlo como

el gran innovador que lo desechó en nombre de la libertad es reinventar a

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5.El Señor del sábado 59

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Jesús a imagen de la Ilustración». 16

Lucas, además, señala que cuando Jesús entró en la sinagoga ese sá-

bado asumió su papel de maestro. 17 Enseñar fue la primera acción del

ministerio público de Jesús durante el día de reposo. Marcos 1:21 consig-

na que Jesús, en «los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseña-

ba» (RV60). Y, entre otras cosas, el Maestro habría de enseñar a sus se-

guidores cómo tenían que vivir su experiencia con el día de reposo. En su

discurso de Lucas 4:18-20, aparte de bosquejar su ministerio, como ya

hemos visto en otro capítulo de este libro, Cristo presentó una muestra de

lo que haría durante las horas sagradas del sábado: ayudar a la gente. Un

ejemplo de ello lo encontramos en ese mismo capítulo, en los versículos

31-39.

Mientras enseñaba en la sinagoga un día de reposo, Jesús se encontró

frente a frente con un hombre poseído por un espíritu inmundo. Aquí te-

nemos el primer milagro de Jesús que registra el Evangelio de Lucas. La

aberrante condición del endemoniado demandaba una liberación inmedia-

ta, no se podía esperar ni un minuto más. Tan pronto inició la confronta-

ción, lo primero que hizo el poseso fue poner en evidencia la identidad del

Señor al decirle: «Yo sé quién eres: el Santo de Dios» (Lucas 4:34). Estas

palabras siguen muy de cerca lo dicho por el ángel en Lucas 1:35. Es co-

mún que en el tercer Evangelio los demonios declaren palmariamente la

naturaleza mesiánica y divina de Cristo, puesto que los mismos poderes

del mal lo reconocen como «el Hijo de Dios» en 4:41 y en 8:28.

Sin embargo, en nuestro relato Jesús no se dejó distraer por los alari-

dos del endemoniado y se concentró en lo que realmente era necesario:

liberarlo de los poderes del mal. En ello puso todo su empeño al declarar:

«"¡Cállate y sal de él!". Entonces el demonio, derribándolo en medio de

ellos, salió de él sin hacerle daño alguno» (versículo 35). Los presentes

quedaron «maravillados» de la «autoridad y poder» del Hijo de Dios (ver-

sículo 36).

Tras este primer milagro Lucas nos dice que al salir de la sinagoga ese

mismo sábado, Jesús sanó a la suegra de Pedro, que padecía de una

fiebre muy alta y continua. Según el evangelista, Jesús «reprendió a la

fiebre» y cuando «la fiebre la dejó», la mujer se levantó al instante, y «les

servía» (versículo 39). Lucas es el único de los Evangelios que aborda

este caso como si se tratara de un exorcismo. 18

No puede ser un hecho aislado que los primeros milagros descritos en

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60 LUCAS: EL EVANGELIO DE LA GRACIA

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este Evangelio hayan ocurrido en sábado y que hayan sido la liberación

de un endemoniado y de una mujer enferma. Lucas toma su pincel y

plasma en su Evangelio el cuadro de un Jesús que dedica el sábado para

sanar tanto física como espiritualmente. Para el Salvador el día de reposo

no es tiempo de pasividad e inercia física o religiosa. En estos episodios

sabáticos el evangelista nos presenta a Cristo enseñando y sanando a la

gente, no encerrado entre cuatro paredes. Sin duda, el Maestro concebía

el sábado como un día de liberación y de servicio.

Un tercer episodio, quizás el más conocido, aparece en Lucas 6:1-5 y

en los otros dos Evangelios sinópticos (Mateo 12:1-8; Marcos 2:23-28).

Los discípulos y Jesús cruzaban unos sembrados cuando ellos decidieron

arrancar espigas, desgranarlas y comérselas. Al ver esta acción, algunos

de los fariseos, que curiosamente también andaban con el grupo, pregun-

taron: «¿Por qué hacen ustedes algo que no está permitido hacer en sá-

bado?» (versículo 2, DHH). Los fariseos fueron bastante categóricos. No

dejaron ninguna duda de que la acción de los discípulos constituía una

transgresión directa al sábado. Valdría la pena preguntamos, ¿qué era lo

que no estaba permitido en sábado?

En el libro de Éxodo se prohíbe explícitamente arar y segar en el día de

reposo (34:21). Ahora bien, ley de Moisés no reprobaba que los transeún-

tes arrancaran espigas en un campo ajeno (Deuteronomio 23:25). Los

discípulos ni estaban sembrando ni cosechando, entonces, ¿qué fue lo

ilícito de su acción? Jesús pudo haberles demostrado a los fariseos que

bajo ninguna circunstancias sus discípulos habían infringido la ley del Si-

naí. Pero también sabía que en temas teológicos los fariseos tendían a la

irracionalidad, y cuando se obcecaban en un punto nadie les hada cam-

biar de opinión. Así que, en lugar de debatir con ellos, el Maestro se limitó

a ponerles un ejemplo bíblico (ver 1 Samuel 21).

¿Era lícito que David y sus hombres comieran del pan de la proposi-

ción? Claro que no, porque de ese pan solo podían comer los sacerdotes

(ver Levítico 24:5-9). Sin embargo, nadie condenó a David ni a Ahimelec

por haber pasado por alto la prescripción levítica y haberse comido los

panes. Al citar la experiencia de David, probablemente el Señor haya que-

rido combinar tres argumentos que los fariseos no podían refutar: 1) Apela

a un hecho escriturario; 2) apela al clamor de la necesidad humana y 3)

remite al ejemplo de una figura de autoridad como lo era David. 19 Por

tanto, aunque la declaración de los fariseos fue bastante categórica, lo

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5.El Señor del sábado 61

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cierto es que carecía de fundamento bíblico.

¿En qué se cimentaban los fariseos para decir que los discípulos hicie-

ron lo que no era «lícito hacer en sábado»? No hay nada en el Antiguo

Testamento que sustentara tal acusación. La acusación se basaba en las

tradiciones rabínicas de la época, y que luego fueron incorporadas en La

Misná. El tratado Shabbat declara que en sábado está prohibido «sem-

brar, arar, segar, engavillar, majar, bieldar, limpiar, moler, cribar, amasar,

cocer...» (VII: 2). 20 Según la opinión de los rabinos de la época, «al reco-

ger las espigas, los discípulos eran culpables de segar, al restregarlas con

las manos, eran culpables de desgranar, al separar los granos de la paja,

eran culpables de cribar, y, por todo el proceso, eran culpables de haber

preparado una comida en sábado».21 Como todas estas acciones estaban

incluidas en las 39 prohibiciones básicas de La Misad, sin lugar a dudas,

los discípulos eran culpables de haber transgredido el sábado, pero no el

sábado bíblico sino el de la tradición, el sábado creado por la religiosidad

judía.

Lamentablemente, mientras debatían con el Maestro, los fariseos no

percibían que junto a ellos se encontraba el único que podía determinar

concretamente qué se podía hacer o no hacer en sábado. Así que Jesús

tuvo que apelar a su último argumento: «El Hijo del hombre es Señor del

sábado» (6:5, NV1); es decir, él «tiene autoridad sobre el sábado» (DHH).

Algunos suponen que tal declaración constituye una evidencia contunden-

te de que Jesús abolió el día de reposo. Pero, el texto nada tiene que ver

con la derogación del cuarto mandamiento. Las palabras del Señor lo que

hacen es resaltar que él «es el que controla al sábado, no el sábado a él». 22 Él es el único que puede definir lo que es lícito o ilícito en el día de re-

poso, porque su señorío alcanza, incluso, las horas sagradas del séptimo

día.

El cuarto episodio relacionado con el sábado aparece en Lucas 6:6-11

y contiene el tercer milagro de sanidad realizado por Jesús en un día de

reposo. Una vez más el Maestro está enseñando en la sinagoga. Estaba

presente un hombre que tenía la mano derecha tullida. Lo más extraordi-

nario del caso es que los fariseos, que supuestamente habían acudido a la

sinagoga a adorar, se concentraron por completo en «acechar» al Maes-

tro. La palabra griega traducida «acechar», paraterounto, expresa la idea

de vigilar bien, con malas intenciones. ¿Cómo es posible que mientras se

enorgullecían de guardar el sábado «como Dios manda», esta gente al-

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bergara resentimientos contra el creador del sábado?

Como Jesús sabía lo que ellos cavilaban, le pidió al hombre que se le-

vantara, y dirigiéndose a los escribas y fariseos les dijo: «Les voy a hacer

una pregunta: "¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal?

¿Salvar una vida o destruirla?"» (versiculo 9, DHH). Nadie dijo nada. En-

tonces Jesús «dijo al hombre: "Extiende tu mano". Él lo hizo y su mano fue

restaurada» (versículo 10). En lugar de dar gloria a Dios por este extraor-

dinario milagro, nuestros antepasados espirituales «se llenaron de furor»

(versículo 11). ¿Por qué reaccionaron de esa manera? Porque una vez

más el Señor había transgredido las leyes sabáticas inventadas por los

hombres.

De acuerdo con el tratado Yoma, en sábado solo podían atenderse a

los enfermos cuya vida corría peligro. El Rabí Matías ben Jarás declaró:

«Si una persona siente dolores en la garganta, se le puede dar una medi-

cina por vía bucal en día de sábado, ya que hay peligro de vida y todo

peligro de vida desplaza al sábado» (Yoma 8: 6). 23 ¿Corría "peligro de

vida" el hombre de la mano seca? La respuesta es obvia; por tanto, su

curación debió haber esperado a la puesta de sol. Ese sábado, en la mis-

ma sinagoga, aquellos "santos varones" «comenzaron a discutir qué po-

drían hacer contra Jesús» (versículo 11, NVI). El texto paralelo de Marcos

declara: «Salieron entonces los fariseos y se confabularon con los hero-

dianos para destruirlo» (Marcos 3:6).

Para Jesús, la misericordia está por encima del legalismo. Mientras que

las tradiciones humanas abogaban por nada más curar en sábado las

enfermedades mortales, el Señor insistía en curar en sábado cualquier

enfermedad, porque el dolor humano no puede esperar ni siquiera un día.

Mientras que los guardianes del legalismo, en tanto que defendían la "san-

tidad" del día de reposo, decidieron hacer el mal en sábado y procuraron

encontrar la forma de dar muerte a Jesús, el Hijo del Hombre nos compele

a decidimos por practicar el bien en el día de reposo.

En Lucas 13:10-17 nos topamos con otro de los milagros realizados por

Jesús en sábado, que es el quinto episodio de nuestra lista. La protagonis-

ta es una mujer que llevaba dieciocho años sufriendo de encorvamiento.

El evangelista usa el vocablo sugkúptousa, un tecnicismo médico que

alude a una enfermedad que ataca la columna vertebral y que hacía que

la mujer diera la apariencia de que llevaba sobre sí una gran carga. Cuan-

do Jesús la vio, la «llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad".

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5.El Señor del sábado 63

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Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó y glorificaba a Dios»

(versículos 12, 13, BJ).

Fíjese bien, es la mirada de Jesús la que da inicio al milagro. La mujer

no pide nada; pero al verla, Jesús se compadeció y llevó a cabo la libera-

ción. El Maestro está dando cumplimiento a lo dicho en el Salmo 146:

«Yahvé endereza a los encorvados» (versículo 8, BJ). Él no solo cura,

también libera de las ataduras con las que el diablo nos ha amordazado

durante mucho tiempo. Una vez más el milagro provoca la ira del líder

espiritual, mientras que la gente «se regocijaba por todas las cosas glorio-

sas hechas» por Jesús (versículo 17).

La última controversia sobre el sábado, que es el sexto episodio, apa-

rece en Lucas 14:1-6. Ese día Jesús había aceptado ir a comer a casa

«de un gobernante fariseo» (versículo 1). Sí, Cristo no tenía reparos en

sentarse a comer con aquellos que diferían de él; con quienes trataban de

entramparlo con casuísticas sin sentido; con quienes le acechaban a fin

de condenarlo. Las puertas de Jesús siempre estaban abiertas para todos,

sin importar cuál fuera la ideología política o religiosa. Para él nadie, ni

siquiera un gobernante fariseo, era un caso perdido.

Como estaba allí un hombre que padecía de hidropesía, los comensa-

les, una vez más, estaban pendientes de si Jesús lo sanaría en sábado.

Jesús se adelanta y pregunta: «¿Es lícito sanar en sábado?» (versículo 3).

Como siempre, prefirieron guardar silencio a tener que darle la razón al

Maestro (cf. Lucas 20:26; Hechos 15:12; 22: 2). «Él, tomándolo, lo sanó y

lo despidió. Y dirigiéndose a ellos, dijo: "¿Quién de vosotros, si su asno o

su buey cae en algún pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea sá-

bado?"» (versículo 4). ¿Será posible que, en nuestro deseo por preservar

concepciones que nada tienen que ver con la Palabra de Dios, caigamos

en el error de que nos importe más «un buey o un asno que una perso-

na»? 24

El significado del sábado en Lucas

Los Evangelios mencionan siete milagros de sanidad realizados por

Jesús durante el día de reposo. Como ya vimos, Lucas menciona cinco de

estos relatos: la curación del endemoniado, de la suegra de Pedro, del

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64 LUCAS: EL EVANGELIO DE LA GRACIA

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hombre con la mano tullida, de la mujer encorvada y la del hombre que

padecía de hidropesía. En Juan se mencionan dos: el paralítico de Bes-

tesda (5: 9) y el ciego de nacimiento (9:14). Tras analizar la actitud de

Jesús hacia la ley en el Evangelio de Lucas, William Loader concluye

acertadamente: «La permanencia de estos episodios y las referencias a la

observancia del sábado en otros lugares de su obra de dos tomos (Lucas

4:16, 31; 13:10; Hechos 13:14, 15, 42, 44) sugiere que Lucas no considera

que Jesús abrogara o autorizara el abandono del sábado». 25 Las curacio-

nes sabáticas de Lucas sacan a relucir una gran verdad: satisfacer la ne-

cesidad de la gente es más importante que la observancia de nuestros

caprichos religiosos y de nuestras propias tradiciones sabáticas.

El problema de Jesús no era la ley, sino la interpretación que los rabi-

nos habían hecho de ella. 26 La ley de Dios es perfecta y santa (Salmo

19:7; Santiago 1:25; Romanos 7:12), lo imperfecto y lo impío puede ser la

manera en la que la apliquemos en nuestra experiencia religiosa y cotidia-

na. El mandamiento del sábado es sencillo, tan simple que hasta un niño

lo puede memorizar: «Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días

trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para

Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu

siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus

puertas, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y

todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto,

Jehová bendijo el sábado y lo santificó» (Éxodo 20:8-11).

¿No le parece, mi querido lector, que este mandato, por sí solo, es sufi-

ciente y no precisa que le agreguemos nada más? En pleno siglo XXI son

muchos los que todavía insisten en coartar al sábado del gozo con el que

Dios quiere que observemos el mandamiento. Más de uno se siente en

condición de prescribir cómo se debe guardar el sábado y, si no se siguen

los lineamentos presentados, también se cree capaz de juzgar a los que

no se someten a sus directrices. Mi amigo, ni usted ni yo hemos sido lla-

mados a consideramos el «Pepito Grillo» de la conciencia de los demás,

ni en el tema del sábado ni en ningún otro aspecto. No lo olvide nunca:

Jesús es el Señor del sábado. Solo a él le compete juzgar qué es lícito o

ilícito en las horas del sábado. Nuestro deber es simplemente imitar la

manera en la que nuestro Señor guardó el día de reposo: enseñando,

predicando, haciendo el bien, rompiendo con los moldes impuestos por

personas que quizá sean sinceras, pero que se han convertido en fanáti-

Page 11: Libro Complementario - Capitulo 5 - El Señor Del Sábado

5.El Señor del sábado 65

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cas de la ignorancia.

Una adecuada teología del sábado no parte de ¿qué no debo hacer?,

sino de un qué puedo hacer para hacer más llevadera la vida de quienes

están a mi lado. El sábado tiene que ver más con el máximo (qué puedo

hacer), y menos con lo mínimo (qué no debo hacer). El ministerio de Cris-

to pone de manifiesto, como bien lo dijo el teólogo evangélico François

Bovon, que «el sábado no es solamente un día en el que es posible curar,

sino incluso el más idóneo para liberar. Se da un vuelco a la teología del

sábado. De ser un día en el que la obediencia desemboca en un no-hacer

nada que tolera la servidumbre, el sábado se convierte en una fiesta en la

que el amor irradia servicio a los demás». 27 Por supuesto, en ningún pa-

saje bíblico encontramos a Jesús abrogando la observancia del sábado.

Más bien, lo que hace el Maestro es atacar de frente la inflexibilidad for-

malista de los escribas y fariseos. Era como si, a través de estos hechos

libertadores, Jesús también liberara el sábado de las regulaciones impues-

tas por los rabinos.

Desde los tiempos de Moisés, la observancia del sábado conmemora-

ba la liberación de Israel del yugo egipcio: «Acuérdate de que fuiste siervo

en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte

y brazo extendido, por lo cual Jehová, tu Dios, te ha mandado que guar-

des el sábado» (Deuteronomio 5:12-15). Así cada sábado constituía un

monumento conmemorativo de la liberación que Dios le había regalado,

por su misericordia, al pueblo.

Al Jesús operar estos actos de liberación durante las horas del sábado

estaba dando cumplimiento a la liberación mesiánica profetizada en Isaías

61. 28 Los milagros sabáticos de Jesús aluden a la función redentora del

sábado. Más que un día de carga, el sábado ha de ser un día de libera-

ción, tanto física como espiritual, para cada uno de nosotros. En estos

relatos milagrosos, la obra Jesús produjo alegría y motivó al servicio, dos

componentes vitales de la verdadera observancia del sábado.

Referencias 1 Los Diez Mandamientos en el siglo XXI: Tradición, actualidad del legado de Moisés (Barce-

lona: Debate, 2004), p. 55. 2 Ed Christian, «"Sabbath Is a Happy Day!" What Does Isaiah 58:13, 14 Mean?», Journal of the Adventist Theological Society, 13/1 (primavera 2002): pp. 81-90.

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3 F. Brown, S. Driver y C. Briggs, Hebrew and English Lexicon (Peabody, Mass: Hendrickson, 1996), p. 772. 4 Gerhard F. Hasel y W. G. C. Murdoch, «El sábado en los libros proféticos e históricos del

Antiguo Testamento» en El sábado en las Escrituras y en la historia, Kenneth A. Strand, ed.

(Doral: IADPA, 2014), p. 46; I. A. Motyer, Isaías. Comentario Antiguo Testamento Andamio (Barcelona: Publicaciones Andamio, 2009), pp. 653, 654. 5 David lnstone-Brewe, Traditions of the Rabbit from the era of New Testament. Feast and

Sabbath, (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans, 2011) vol. 2, pp. 1-112; Heather A.

McKay, Sabbath and Synagogue: The Question of Sabbath Worship in Ancient Judaism (Lei-den, Nueva York: E. J. Brill, 1994); C. Rowland, «A Summary of Sabbath Observance in Juda-

ism at the Beginning of the Christian Era» en From Sabbath to Lord's Day: A Biblical, Histori-

cal and Theological Investigation, D. A. Carson, ed. (Grand Rapids, Michigan: Zondervann,

1982), pp. 43-56; Herold Weiss, «The Sabbath in the Writings of Josephus», Journal for the Study of Judaism in the Persian, Hellenistic and Roman Period, 29 n° 4 (1998), pp. 363-390. 6 Robert Johnston, «El sábado rabínico» en El sábado en las Escrituras y en la historia, Kenneth

A. Strand, ed. (Doral: IADPA, 2014), p. 79. 7 A. Diez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1984), t. 1,

p. 181. 8 Sakae Kubo, «El sábado en el período intertestamentario» en El sábado en las Escrituras y en

la historia, Kenneth A. Strand, ed. (Doral: IADPA, 2014), p. 60. 9 Ibíd., p. 63. 10 Ver Carlos del Valle, ed. La Misná (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1997), pp. 217-257. 11 Robert M. Johnston, «The Sabbath as Metaphor in Second Century C.E.», Andrews University

Seminary Studies, vol. 49, n° 2, pp. 321-335. 12 Darrel L Bock, Luke 1: 1-9: 50, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand

Rapids, Michigan: Baker Academic, 1994), p. 403. 13 Ver a Heather A. McVay, Sabbath and Synagogue: The Question of Sabbath Worship in

Ancient Judaism (Leiden:Brill Academic Publishers, 1994), pp. 132-175. 14 William Hendriksen, El Evangelio según San Lucas (Grand Rapids, Michigan: Libros Desa-

fíos, 2002), p. 253. 15 Leon Morris, Luke, Tyndale New Testament Commentaries (Downers Grove, Ilinois, 1988),

p. 125. 16 Citado por Walter F. Specht, «El sábado en el Nuevo Testamento» en El sábado en las Escri-

turas y en la historia, Kenneth A. Strand, ed. (Doral: IADPA, 2014), p. 110. 17 Cf con Hechos 17: 2; ver I. Howard Marshall, Commentary on Luke, New International Greek

Testament Commentary (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans, 1978), p. 181. 18 Agustín George, «El milagro en la obra de Lucas» en Los milagros de Jesús, X. Leon-Dufour,

ed. (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1986), p. 242; Donald A. Hagner, «Jesus and the Synoptic

Sabbath Controversies», Bulletin for Biblical Research 19.2 (2009), p. 242. 19 William Loader, Jesus'Attitude towards the Law: A Study of the Gospels (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Co., 1997), p. 312. 20 del Valle, La Misnà, p. 232. 21 Samuele Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday: A Historical Investigation of the Rise of

Sunday Observance in Early Christianity (Roma: The Pontifical Gregorian University Press,

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1977), p. 49; Archibald Thomas Robertson, Imágenes verbales en el Nuevo Testamento (Barce-lona: Editorial CLIE, 1989), t. 2, pp. 99, 100. 22 Alfred Plummer, A critical and Exegetical Commentary on the Gospel According to Luke

(Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1902), p. 168. 23 del Valle, La Misná, p. 353. 24 Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista (Buenos Aires: ACES), t. 5, p. 787. 25 Loader, Jesus'Attitude towards the Law, p. 312. 26 Joseph A. Fitzmyer, Luke the Theologian: Aspects of His Teaching (Eugene, Oregon: Wipt &

Stock Publishers, 1989), p. 183; Hagner, «Jesus and the Synoptic Sabbath Controversies», p. 243. 27 François Bovon, El Evangelio según San Lucas (Salamanca: Ediciones Sígueme, 200), t. II, p.

489. 28 Herold Wiess, «The Sabbath in the Synoptic Gospels», Journal for the Study of the New Testament 38 (1990), p. 20.