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Gaceta Laboral ISSN: 1315-8597 [email protected] Universidad del Zulia Venezuela Millones Espinosa, Mario Alejandro Límites del Trabajo Decente: la precarización laboral como problema estructural en América Latina Gaceta Laboral, vol. 18, núm. 1, enero-abril, 2012, pp. 87-106 Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33622312004 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Gaceta Laboral

ISSN: 1315-8597

[email protected]

Universidad del Zulia

Venezuela

Millones Espinosa, Mario Alejandro

Límites del Trabajo Decente: la precarización laboral como problema estructural en América Latina

Gaceta Laboral, vol. 18, núm. 1, enero-abril, 2012, pp. 87-106

Universidad del Zulia

Maracaibo, Venezuela

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33622312004

Cómo citar el artículo

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Revista Gaceta LaboralVol. 18, No. 1 (2012): 87 - 106

Universidad del Zulia (LUZ) · ISSN 1315-8597

Límites del Trabajo Decente: laprecarización laboral como problemaestructural en América Latina1

Mario Alejandro Millones Espinosa

Magíster en Sociología, Universidad de Artes y Ciencias Sociales (U-ARCIS),Santiago de Chile. Email: [email protected]

Resumen

La creciente subcontratación y flexibilidad laboral, aunada a una desi-gualdad económica constituida como uno de los grandes problemas estruc-turales de América Latina, crean un escenario que cuestiona la posibilidadde concreción del proyecto de Trabajo Decente que intenta llevar a cabo laOrganización Internacional del Trabajo (OIT). A través del estudio de fuen-tes secundarias, en este artículo se analizan las condiciones laborales deChile y México por ser los únicos países de la región en pertenecer a la Orga-nización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Estos casosseñalan que las actuales condiciones estructurales económicas y políticas dela región (el sistema neoliberal) limitan el proyecto del Trabajo Decentearrastrándolo a mantenerse sólo como herramienta descriptiva antes quecomo objetivo global en la creación de un nuevo trabajo.

Palabras clave: Precarización laboral, desigualdad social, trabajo decente,América Latina.

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Recibido: 27-01-2012 . Aceptado: 14-03-2012

1 Este artículo forma parte de la investigación: “Los Límites del Trabajo Decente.Flexibilización y Conflictos en Volkswagen de México”, para optar al Título deMagíster en Sociología, Escuela Latinoamericana de Estudios de Postgrado yPolíticas Públicas (ELAP), Universidad de Artes y Ciencias Sociales(U-ARCIS). Tesis financiada por el Programa FIC – 2008, Universidad ArturoPrat del Estado de Chile (UNAP), Iquique y Gobierno Regional de Tarapacá,Iquique.

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Limits of Decent Work: Labor Precariousnessas a Structural Problem in Latin America

Abstract

The growth of labor flexibility and outsourcing, combined with economicinequality established as one of the major Latin America structural prob-lems, create a scenario that questions the possibility of realizing the DecentWork project that the International Labour Organization (ILO) is trying tocarry out. Through a study of secondary sources, this article examines work-ing conditions in Chile and Mexico, since they are the only countries in theregion that belong to the Organization of Economic Cooperation and Devel-opment (OECD). These cases indicate that current economic and politicalstructural conditions in the region (the neoliberal system) limit the DecentWork project, dragging it down to remain only a descriptive tool instead of aglobal objective for creating new work.

Keywords: Labor precariousness, social inequality, decent work, Latin Ame-rica.

Introducción

No son pocos los conceptos que in-tentan describir los cambios en elmundo del trabajo. Entre ellos se en-cuentran: trabajo atípico, trabajo pre-cario, trabajo eventual, trabajo a do-micilio, suministro de personas o tra-bajo informal (Gálvez, 2001: 39-49).No obstante, existe uno que ya no sólointenta describir una realidad laboralsino que, además, entregaría una res-puesta y señala un camino a seguirpara recuperar aquel trabajo que seestaría perdiendo (OIT, 2010). Esteconcepto o idea es el de Trabajo De-cente (OIT, 1999).

Ante un movimiento de mayor pre-carización laboral, el Trabajo Decente(en adelante TD) intenta así, discutir

y posicionar un límite objetivo quedistinguiría entre lo decente e inde-cente de un trabajo. Bajo tal compleji-dad, han aparecido interrogantes queseñalan no sólo confusiones en los in-tentos varios de operacionalizaciónsino, además, en las propias dificulta-des en tanto posibilidad real de con-creción como propuesta política y eco-nómica.

Este artículo, en su intento de pro-blematizar tales disposiciones, desa-rrolla en primera instancia una brevedescripción de la desigualdad social enAmérica Latina. Este mapa sirve deantesala contextual para entender endónde se encuentra ubicado el mundodel trabajo en la región. Luego y paraacotar la discusión, se describen algu-nas condiciones laborales generales de

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dos países de la región (México y Chi-le, respectivamente2), lo que revelaque la desigualdad social tiene su ma-nifestación en lo laboral o al revés, laprecarización laboral reproduce y sos-tiene la desigualdad social. Dentro deeste panorama, aparece el proyecto me-ga-político de la OIT: el TD. Éste, esdescrito en su elaboración como pro-puesta institucional para terminar conel trabajo precario ergo la desigualdadsocial. Se describen, así, su significado,intentos de operacionalización y princi-pales discusiones en torno a dicha pro-puesta para luego intentar interrogarsu capacidad para dar respuesta a lacreciente precarización laboral y desi-gualdad social e intentar develar, conello, sus propios límites como propuestapolítica.

1. Esbozos de la desigualdadsocial en América Latina

La burbuja que estallara con las hi-potecas basura (subprime) en EstadosUnidos y que se pensó, en un primermomento, sería sólo una crisis cir-

cunscrita a un sector económico espe-cífico (el inmobiliario); terminó porconvertirse en la recesión mundial“más profunda de los últimos 80 años”(Lara, 2009: 7). Al partir y propagar-se, rápidamente, por países altamen-te industrializados se pensó tambiénque las economías latinoamericanasestarían en una posición algo másventajosa para afrontar las conse-cuencias de la crisis, sobre todo, fren-te una posible recesión global y de Es-tados Unidos, propiamente tal (TheEconomist, 23/05/09; citado por Lara,2009: 13). Sin embargo, en los prime-ros meses del año 2009, México viocontraer su producto en cifras trimes-trales cercano a un 23% (Fazio, 2003:14) manifestando con ello que la crisisya se había asentado en la región.

En efecto, las consecuencias de lacrisis se han podido percibir práctica-mente en todas las ramas de la econo-mía regional debido a la dependencia,en gran parte, del flujo de capitalesextranjeros3. Katz (2003) señala quela razón de ello (o, al menos, una de

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2 Ambos, son los únicos países de América Latina en pertenecer a la OCDE (Organi-zación para la Cooperación y el Desarrollo Económico) lo que señala, o debería ma-nifestar, una mejor posición en términos económicos y sociales en el mundo del tra-bajo (y otros) en comparación con otros países de la región. Por ello es imperioso es-tudiar ambos casos, pues se podrían encontrar respuestas a diversos problemas es-tructurales como así también a la misma problemática del “desarrollo” regional.

3 Según la CEPAL (2010), la Inversión Extranjera Directa en América Latina,aumentó en un 40% respecto al periodo 2009, alcanzando 112.624 millones dedólares, siendo Estados Unidos el principal inversionista responsable (17%), se-guido de los países bajos (13%), China (9%) y Canadá y España (ambos, 4%). Asi-mismo, Brasil se consolido como el principal receptor, seguido de México, Chile,Perú, Colombia y Argentina, respectivamente (http://www.eclac.org/prensa/no-ticias/comunicados/7/43307/tabla-comunicado_es.pdf. Fecha de Consulta: 05/07/2011).

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ellas) sería que los ajustes económicosen la región, como consecuencia de lacrisis, responden en gran medida a re-estructuraciones internas que llevana cabo empresas multinacionales queimpactan su producción a escala mun-dial y no tanto a efectos directos.

Ante el desmoronamiento de inmo-biliarias y bancos, según Lara (2009),se evidencia explícitamente la banca-rrota de la ideología neoliberal y el en-foque neoclásico, no obstante, de nin-guna manera este hecho determinóque la desigualdad estructural se mo-dificara de alguna forma. Al contra-rio, capitalistas de México, Brasil yArgentina recibieron grandes soco-rros en la presente crisis de parte desus mismos Estados4. Este hecho re-vela: por un lado, que el neoliberalis-mo en la región goza de una utopía in-trínseca pues contiene conceptostranscendentales que sólo pueden serpensados, mas nunca realizables his-tóricamente (Hinkelammert, 1984, ci-tado por Vergara Estévez, 2003) y, porel otro, que su imposición en la regiónmanifiesta más “efectos de poder”(dictaduras y alianzas estratégicas)que validez teórica (Vergara, 2003).

La estructura social de clases enAmérica Latina, al igual que en socie-dades altamente industrializadas, seve condicionada por el control de re-cursos que confieren poder dentro delmercado mundial, a saber: metales,

hidrocarburos, tecnología, entreotras. Así, pues, quienes se encuen-tran en la cima son propietarios demedios de producción compuestos, ensu gran mayoría, por dueños de em-presas privadas y/o grandes emplea-dores. Se estima que este grupo o cla-se social oscila entre el 1 y 2% de la Po-blación Económicamente Activa (enadelante PEA) en todos los países. Lesiguen altos ejecutivos o administra-dores tanto de empresas privadascomo públicas que tienen a su mandoun gran número de personas. Éstos,acoplados a la clase social anteriorcomprenden, aproximadamente, en-tre el 1 y 5% regional. Luego, están losprofesionales con formación universi-taria empleados tanto en empresasprivadas como públicas, pero que tie-nen una posición jerárquica de granresponsabilidad (aunque no controla-rían grandes cantidades de personal).Contando a este último grupo, el sec-tor más poderoso de la sociedad no su-peraría el 10% de la PEA regional(CEPAL, 2000; citado por Portes yHoffman: 2003: 13-14).

A este primer decil, le sigue lo quese podría denominar como “pequeñaburguesía”, aunque en las sociedadesperiféricas quizás su condición seaalgo más heterogénea que en los paí-ses altamente industrializados. Estegrupo, que abarcaría otro 10%, esta-ría conformado principalmente por

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4 En Brasil, el Banco del Tesoro puso a disposición de los banqueros 50.000 millo-nes de Dólares y bancos públicos absorbieron pérdidas de entidades privadas.Por otro lado, en Argentina se decretó una moratoria de los capitales fugadosque perdona la evasión impositiva (Katz, 2009).

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microempresarios o grupos pequeñosde propietarios de algún medio de pro-ducción, que pueden tener o no espe-cialización académica, técnica o arte-sanal y, por supuesto, emplea un gru-po reducido de personas que son su-pervisados, la mayor parte del tiempo,en una relación personal cara a cara.

Para la década del noventa, el Esta-do en América Latina vio mermar sucapacidad empleadora bajo la aplica-ción de políticas estructurales impul-sadas por el Consenso de Washingtoncuyo ímpetu en privatizar práctica-mente todos los servicios públicos con-llevó a que una gran masa de funciona-rios públicos advirtieran en los mi-croempresarios un buen refugio labo-ral5. La heterogeneidad de este grupoabarca, en su mayoría, a los que se po-drían denominar como “proletariosformales” (CEPAL, 2000, citada porPortes y Hoffman, 2003): trabajadoresindustriales, de servicios y agrícolasque cuentan con alguna protección so-cial amparada en códigos laborales osimilares que, a pesar de presentar va-riaciones entre países, se puede esti-mar que representan en su totalidad,aproximadamente, el 35% de la PEAregional. El resto del porcentaje de laestructura laboral regional, lo terminade completar el trabajo informal.

En términos de ingreso, el captadopor los cuatro deciles más pobres es, enpromedio, menos del 15% del ingreso to-tal, mientras que el decil más rico perci-be alrededor de un tercio del ingreso to-

tal. Dicho de otra manera, el ingresomedio recibido por el 20% más rico dela población supera en 19,3 veces aldel quintil más pobre (CEPAL, 2010).

Por otro lado, la CEPAL establecióque para el año 2010 la pobreza se si-tuó en 31,4% en general que incluyeun 12,3% de extrema indigencia (parael periodo anterior, el primer indica-dor se encontraba en 33,1% y el se-gundo en 13,3%). En términos absolu-tos, estas cifran equivalen a 177 mi-llones de personas pobres de las cua-les 70 millones estarían en condicio-nes de extrema pobreza. Asimismo, laOIT señaló que el desempleo en el pe-riodo 2010 fue de un 7,7%.

Configuran estos datos, de modogeneral, un panorama social en la re-gión favorable para quien o quienesofrecen empleo y puedan aprovechar,así, un alto porcentaje de población encondiciones vulnerables o plausiblesde manipular. Es menester, en estesentido, conocer ahora las condicioneslaborales a las cuales están sujetoslos/las trabajadores/as y que suponeque el TD viene a poner límite o a me-jorar su condición.

2. Condiciones de trabajoen América Latina

Cifras de la OIT (2010-2011) ad-vierten que en el año 2009 un 57,1%del total de mujeres trabajadoras enla región se encontraban en un em-pleo del sector informal y que, ade-más, se estarían en el sector más reza-

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5 Por ejemplo, en la década de 1990 de cada 100 nuevos empleos 30 correspondíana microempresas y 29 a trabajo por cuenta propia (OIT, 2000).

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gado del mismo: ocupaciones porcuenta propia o servicios domésticos.Respecto a los hombres, el 51% deellos se hallaba en el sector informal.El empleo informal, así, creció un3,8% en la región según la OIT encomparación con el periodo 2008 loque indica que, incluso después decuatro o cinco años de alta productivi-dad regional, el trabajo informal tantopara hombres como mujeres se man-tuvo en el orden del 50% como prome-dio previo a la crisis. Para el año 2010el empleo informal alcanzó un 53,8%.

Por otro lado, el 59,2% de emplea-dos/as en 2007 tenía una relación labo-ral bajo un contrato de trabajo escrito ypara el 2009 esta cifra llegó a un 62,1%siendo, principalmente, los hombresquienes más se ven bajo este tipo decondición. Los/as empleados/as, enton-ces, que no gozaban de ningún tipo decontrato oscilaron alrededor del 37,2%de la población ocupada.

Así, entonces, pareciera que en pe-riodos de crisis la estructura o mapalaboral en la región no varía cuantio-samente, o no parece diferenciarse endemasía a los tiempos de estabilidadmacroeconómica (al menos en añosprevios a la crisis).

Para detallar más estas condicio-nes laborales esbozadas, se describe acontinuación la realidad laboral deChile y México, ambos países pertene-cientes a la OCDE, pero que sostienensistemas productivos diferentes: Chi-le, por un lado, dependiente principal-mente de la producción de materiaprima y, sobre todo, del cobre, y Méxi-co de manufacturas. La función deesta doble caracterización será la de

bosquejar el movimiento ascendentede precarización laboral, y el compor-tamiento de las empresas en aspectoscomo salario, horas, prestaciones, en-tre otras, que no parece diferenciar enla región sistemas productivos o queambos países pertenezcan a un selec-to grupo de países denominados “de-sarrollados”.

2.1. Chile

Según la Encuesta Nacional deEmpleo, la tasa de desempleo alcanzóun 10,7% en el mes mayo del año 2009y en total promedió el 8,5% según OIT(2011). Por el lado del empleo infor-mal, éste abarca aproximadamente al38% de la fuerza de trabajo (Infante ySunkel, 2009). Asimismo, la CEPAL(2010) informó que un 11,5% de la po-blación se encontraba bajo la línea dela pobreza y que un 3,6% se encontra-ba en condiciones de indigencia, res-pectivamente. Además, argumentóque la incidencia principal en dichosindicadores (bajos, por el contexto) se-ría el factor crecimiento, sobre todo,de capital privado más no una mejordistribución de riquezas.

La estructura económica del paísmanifiesta, además, que las activida-des de baja productividad (PYMES)demandan aproximadamente un 75%del empleo total mientras que empre-sas de alta productividad (minería,agricultura e industria, respectiva-mente) generan sólo un 23,6% del em-pleo (Infante y Sunkel, 2009).

Con este panorama, se precisaaclarar que a pesar de mantener –elpaís– un crecimiento sostenido (5,5%en promedio) que pudiera señalarcierta tranquilidad, lo cierto es que

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Chile está fuertemente anclado en elesquema estructural que se planteópara América Latina, a saber, con ma-nifiestas diferencias entre clases so-ciales y donde el empleo típico, formalasalariado, sigue siendo el que mayo-ritariamente permite obtener mejorescondiciones de vida. Sin embargo, estambién en éste donde se están apli-cando preferentemente medidas flexi-bles que en su resultado encuentra unmovimiento de precarización de lasformas laborales.

Condiciones laborales

En un primer acercamiento a unaespecie de mapa de las condiciones la-borales en Chile y de la flexibilizaciónen tanto respuesta a cambios macroe-conómicos y/o políticos, la EncuestaLaboral (ENCLA) del año 2002 mani-fiesta que la intención empresarialfrente a coyunturas como crisis o rece-siones prefiere, en primera instancia,despedir trabajadores (38,6%), segui-do de aumentar la producción con lamisma cantidad de trabajadores(30,7%) y, por último, contratar traba-jadores temporales (19,6%). Estoquiere decir que, la primera tendenciadel empresario ante cualquier movi-miento del mercado es, sin duda, flexi-bilizar la fuerza de trabajo (58,2% dela preferencia) a través del despido detrabajadores o de la subcontratacióntemporal. En cambio, la reorganiza-ción del tiempo de trabajo (turnos)como opción por los reajustes cuentasólo con 26,9% de apoyo, mientras quela baja salarial es privilegiada por el5,9% (Echeverría y López, 2004).

Los contratos atípicos, por su lado,se concentran mayoritariamente en elsector terciario de la economía: servi-

cios sociales (43%), transporte (30%),establecimientos financieros (28,5%),y, por supuesto, en los sectores cons-trucción y agricultura, donde este tipode contrato forma parte estructuralde su misma dinámica.

El estudio también revela que másde la mitad de las empresas subcontra-ta alguna actividad que en un comien-zo se declararon como actividades ter-ciarias (servicios, marketing, aseo, en-tre otras); sin embargo, la subcontra-tación de actividades principales tomacierto revuelo pasando de un 14,5 a17,7% desde 1999 al 2002. Dentro deeste último punto, son las grandes em-presas las más proclives a la subcon-tratación en tareas principales dondeel 18,6% declara contratar personalsuministrado por terceros según lamisma empresa, no obstante, este por-centaje sube a un tercio (32,7%) cuan-do son los dirigentes sindicales quie-nes emiten las estimaciones.

ENCLA señala, a su vez, que parael año 2008 un 72% de los contratosfueron indefinidos y un 25% definidos(en sus formas a plazo fijo, obra o fae-na, honorario, a domicilio o en trámi-te). Además, señala que a medida queel tamaño de la empresa aumenta, elcontrato indefinido disminuye: lagran empresa ostenta un 67,6% decontratos indefinidos, en la mediana71,2%, en la pequeña 78,4% y en lamicroempresa 87,9%, respectivamen-te (Echeverría y López, 2004).

En relación a la flexibilización delsalario, ENCLA (2006) en un estudiodonde se revisó el contrato colectivo demás de 200 trabajadores en tres de lasprincipales inspecciones de la RegiónMetropolitana, comprueba que alrede-

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dor del 75,3% de las empresas pagaparte de la remuneración de forma va-riable y que de acuerdo al tamaño deéstas, la mayor proporción se encuen-tra en unidades grandes (94,3%), esdecir, de muchos trabajadores/as. Delas actividades económicas donde másse aplica esta fórmula se encuentranla minería e industria (ambas en un88%) y agricultura (84%). A su vez, laflexibilidad salarial tiene como puntade flecha la “productividad” como in-centivo a la bonificación prefiriéndosela individual (41%) antes que la gru-pal (35%) y la productividad general(24,4%) (Echeverría y López, 2004).

Por el lado de las jornadas labora-les, si bien el promedio de horas sema-nales en su totalidad ha disminuidodesde el año 1999 en aproximadamen-te 2.42 horas, dando como promedio46.1 horas semanales, este dato pu-diese resultar mentiroso pues la flexi-bilidad horaria toma múltiples for-mas, haciendo creer incluso que hayuna disminución cuando sucede locontrario. Por ejemplo, las grandesempresas (industrias y mineras, pre-ferentemente) que por lo general ocu-pan la modalidad de turnos de traba-jo, llegan a un promedio ordinario de48.4 horas semanales.

En Chile, para resumir, las condi-ciones laborales dibujan un mapa quetensiona los indicadores que señalanun país estable y con buenas proyec-ciones, o donde la gran empresa esmotor de desarrollo a través de la In-versión Extrajera Directa (IED). Porel contrario, se delinea un territoriodonde las Pequeñas y Medianas Em-presas (PYMES) son el principal so-

porte económico de la sociedad, queamortigua tanto los sismos del merca-do local e internacional como los re-cortes y ajustes gubernamentales. So-bre todo cuando aquellos, devienensubcontratación y precariedad.

2.2. México

El Instituto Nacional de Estadísti-ca y Geografía de México (INEGI)(2011) informó que en diciembre delaño 2010 el desempleo en México ha-bía llegado a un 5,5% de la PEA y, enel mismo camino, la CEPAL (2010) es-timó que la tasa de desocupaciónabierta urbana se había situado en un6,6% (índice a la baja considerando el7,7% de 2009).

El empleo formal, por su lado, me-dido por la inscripción en el InstitutoMexicano del Seguro Social (IMSS),registró un alza llegando incluso a ni-veles superiores previo a la crisis(14,8 millones de trabajadores); entanto la proporción de personas subo-cupadas y empleadas en el sector in-formal se mantuvo alta (8,4% y 27%de la PEA, respectivamente).

La economía mexicana, en una vi-sión global, mostró mejorías frente alos efectos de la crisis atendiendo, porsupuesto, a la también mejora delmercado estadounidense que es suprincipal socio comercial, a saber: lasexportaciones mexicanas subieron enel periodo 2010 un 32% más que en2009 (entre enero y octubre, aproxi-madamente), y las manufacturas tu-vieron un incremento anual de 31,9%.

Dado los indicadores expuestos, lasituación económica mexicana pudie-ra arrojar un escenario optimistafrente a una salida de crisis o de amor-

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tiguamiento a la misma; sin embargo,en la filigrana de las situaciones quequizás explican el repunte económicoe incluso el por qué en tiempos de cri-sis la IED sigue en considerable au-mento (entre enero y septiembre de2010, sumó 14.400 millones de dóla-res –mdd– y en 2009, 11.900 mdd), sehace necesario nuevamente excavaren las condiciones laborales concre-tas, sobre todo del trabajo formal,pues en él se materializan conflictosque el TD pretende reivindicar.

Condiciones laborales

Llama la atención que en México latasa de desempleo sea sumamentebaja, incluso, en periodos de crisis: en1995 bajo los efectos del “tequilazo”6

este índice bordeó un 6% y, como seaprecia con los datos del INEGI, en2010 se mantuvo en el orden del 5,5%del total de la PEA nacional. La expli-cación a este fenómeno estaría arrai-gada, principalmente, a dos factores:primero, una vasta actividad microe-conómica (máximo 5 personas) queabsorbe a aquella masa de desemplea-dos (Salas, 2003; INEGI, 2006) y, se-gundo, al efecto migratorio sobre todoa Estados Unidos. El trabajo, así, seconcentra mayoritariamente en espa-cios urbanos donde la microempresaacapara un 46% de la fuerza de traba-jo urbana (INEGI, 2006).

La situación de las microunidades,así, se presentaría como una econo-mía anti-cíclica (Salas y Rojas, 2008)

pues al aumentar el PIB nacional, laproducción de las microunidades dis-minuye y al contrario: al disminuir elPIB nacional, la producción de éstasaumenta. Es decir, el sector absorbe atrabajadores/as despedidos en tiem-pos de crisis mientras que en periodosde mayor expansión económica, su ac-tividad productiva se ve disminuidadebido a la mano de obra que absor-ben las grandes empresas con econo-mía basada en exportación e importa-ción manufacturera, principalmente.

Este hecho se debería, en parte y apesar de la fuerza de trabajo que con-tiene el sector micro, a que sólo apor-taría un 12,7% del PIB señalado; puesson empresas de baja productividad,tecnología atrasada o cuyo productode baja complejidad escasamente re-embolsa inversión.

Las condiciones laborales dentrode las microunidades no son de lasmejores (por ello, la fuga de mano deobra a grandes empresas así sea concontratos a plazo fijo): los ingresos delos asalariados, por ejemplo, son infe-riores a los de los trabajadores porcuenta propia del mismo estrato o ta-maño (es decir, unidades de menos de5 personas), pero serían superiores atrabajadores por cuenta propia de es-tratos de menor tamaño (Salas, 2008).

En otro campo, el uso de contratos detrabajo permanente o indefinido parael 2004 estuvo cercano al 48%, mien-tras que los verbales alcanzaron un

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6 Ver Fazio, Hugo, “Las grandes crisis latinoamericanas de los últimos 15 años”.En: LARA, Claudio (ed.). La explosión de la crisis global. América Latina y Chileen la encrucijada. LOM. Santiago, 2009. Pp. 13-41.

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44%, en tanto los temporales bordeanun 7% (Salas, 2008). Los empleoseventuales, a su vez, han ido ganandoterreno y ya para el 2006 registrabanel 18,7% de los puestos de trabajo y enel escenario de pérdidas de puestosbajo cualquier coyuntura, mayorita-riamente, fueron empleos permanen-tes los que se afectaron. A su vez,cuando hubo recontrataciones el gro-sor de ellas fue en un formato tempo-ral (68,7% en 2005 y 54,6% en 2006).

Respecto a la flexibilidad de loscontratos de trabajo, Tunal (2002)hizo un estudio basándose en los re-sultados y análisis de la Secretaría delTrabajo y Previsión Social7 para el pe-riodo comprendido entre los años1994 y 2000. Este estudio reveló ciertatendencia dentro de las grandes em-presas privadas:a) Pese a que está estipulado en los

contratos que el ingreso de nuevostrabajadores es una decisión bilate-ral (80,79% lo señalan), la evalua-ción y decisión final sigue siendounilateral (89,73%) de la empresa.

b) Las horas de trabajo por semana es-tán por encima de las 45 (80,34%).

c) En promedio, las vacaciones al añose ubican por debajo de los 9 días(77,97%).

d) Los cambios de horarios o días detrabajo siguen siendo decisión uni-lateral (70,37%) de la empresa.

e) La flexibilidad de los salarios a tra-vés de incentivos da la siguiente

estratificación: competencia(35,59%), desempeño (20,00%), ca-pacitación (38,64%), participación(0,68%), responsabilidad (7,80%),periodos de prueba (28,81%) ypuntualidad (7,46%).

f) A su vez, los cambios en los siste-mas de trabajo siguen siendo uni-laterales (73,26%).

Del análisis de los resultados,grosso modo, Tunal concluye que laflexibilidad laboral se subsume a em-presas con las siguientes característi-cas: primero, cuentan con un gran nú-mero de personal contratado; segun-do, están relacionadas, mayoritaria-mente, a la innovación o al cambio tec-nológico (telefonía, educación, trans-porte aéreo, metalúrgica, siderúrgica,petroquímica, automotriz y banca,preferentemente); tercero, cuenta congrandes niveles de capital; cuarto, coninversión de origen, dominantemen-te, extranjero; quinto, están ubicadasen unidades federativas industriali-zadas (D.F., Guadalajara, Monterrey,Sonora, Tijuana y Puebla); sexto, tie-nen uno o más sindicatos, y séptimo,tienen sucursales en más de una enti-dad federativa.

Todo ello indica que tanto en Chilecomo en México se manifiesta que, in-diferente a los cambios económicosglobales que puedan desembocar o noen un mayor desempleo o los sistemasproductivos de cada país, las condicio-nes laborales formales asalariadas

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7 El estudio contó con una muestra de 2.494 Contratos Colectivos de Trabajo queincluían a 3.418.390 trabajadores/as (Tunal, 2002).

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están bajo un proceso de cambio que,sin duda, se perfila en un movimientohacia una creciente precarización.

La idea de TD, por ello, toma rele-vancia al enfrentar este panorama, sinembargo, se disponen ciertas interro-gantes que tensionan dicha propuestaal considerar que sin una profunda al-teración de la estructura económico-social regional expuesta, es sólo unideal de trabajo o más bien un proyectopolítico defectuoso e inacabado.

3. Trabajo Decente: de ideaa proyecto mega-político

Lo que fuera una propuesta en 1999en la 87º Conferencia Internacional delTrabajo, hoy es considerado como unobjetivo global. Desde el año 2004 la Co-misión Mundial sobre la Dimensión So-cial de la Globalización en su informe“Por una globalización justa: crearoportunidades para todos”, pasó a con-siderar el TD como el gran objetivo delsiglo XXI (Levaggi, 2006). De esta ma-nera, lo que fuera una propuesta setransforma en una mega-política cualdebiera integrar todos los aspectos quecolindan con el trabajo y que sirva, porcierto, de herramienta metodológicapara todas las regiones.

La novedad del concepto sería su“carácter multidimensional” (Le-vaggi, 2006: iv), pues, no le referenciaestricta a un solo aspecto del trabajo(remuneraciones, por ejemplo), sinoque se trata más bien de una normati-va general en tanto seguridad, parti-cipación y bienestar del trabajador/aque aseguren, al mismo tiempo, unbuen desarrollo en sociedad. Por ellose le atribuye, según las propias pala-bras de Juan Somavia, Director Gene-

ral de la OIT, que sería “la aspiraciónmás sentida por hombres y mujeres”(OIT, 2002; citado por Infante y Sun-kel, 2004: 9). De forma resumida, TDsería aquel trabajo que entregue “in-gresos suficientes para la satisfacciónde necesidades básicas” (OIT, 2010:52), donde el trabajo sería el “funda-mento de una sociedad de hombres li-bres” (Levaggi, 2006: 14).

3.1. Historia y evolución

Inicialmente, el TD fue definidocomo aquel “trabajo productivo encondiciones de libertad, equidad, se-guridad y dignidad, en el cual los de-rechos son protegidos y que cuentacon remuneración adecuada y protec-ción social” (OIT, 1999; citado por Es-pinosa, 2003: 4). Luego, apareceráuna segunda noción que hará énfasisen la calidad del empleo y, sobre todo,que éste respete los derechos de lostrabajadores y a cuyo respecto se de-sarrollen formas de protección social(Espinosa, 2003). La autora mencionaque la diferencia entre ambas concep-ciones radica, básicamente, en que secambia la idea de trabajo productivopor el de empleo de calidad.

Con cierta posterioridad, a esta se-gunda noción se le agregan la idea delibertad sindical y negociación colecti-va como elementos esenciales dentrodel objetivo de consolidar el TD (OIT,2000). Asimismo, otros documentosensayarán nuevas definiciones aña-diendo y quitando, juntando y sepa-rando temáticas como la seguridadsocial, participación, libertad, digni-dad, etc. (Espinosa, 2003).

Es posible llegar a una idea francaque se está frente un concepto o, más

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bien, un proyecto en constante cons-trucción que, sin duda, apunta haciaun problema concreto: los cambios enlas condiciones laborales. Es por elloque no son pocos los contenidos que sehan ido congregando alrededor deeste proyecto con la idea de darle ma-yor sustento ante la prolijidad inicial.Estos contenidos englobarán, entretodos, lo que tendría que tener o signi-ficar la existencia de un TD (Espino-sa, 2003: 6). A saber: a) Empleos de ca-lidad y en cantidad suficiente; b) In-gresos adecuados; c) Seguridad en elempleo; d) Con formación profesionalcontinua y pertinente a la empleabili-dad; e) Con respeto a los derechos delos trabajadores; f) Fortalecimientosindical y negociación colectiva; g)Con participación de los trabajadoresen las decisiones de política económi-ca y social; h) Con diálogo social y tri-partismo; i) Con protección social en elempleo y en la sociedad; j) En condi-ciones de libertad; k) Con equidadpara todos los miembros de la socie-dad; y l) Con dignidad.

No son pocos, por tanto, los alcan-ces e interpretaciones que se les handado a estos contenidos y al mismoproyecto de TD. Por ejemplo, Ghai(2002, 2005; citado por Lanari, 2008),afirma que éste funge más bien comodispositivo antes que como concepto,pues sería una especie de herramien-ta que cada país puede ocupar comomodelo aplicable ya que reflejaría undeseo universal de bienestar social.Sin embargo, incrusta en él la duda detener validez universal y si es aplica-ble a distintas realidades pues éstasvarían de caso en caso. No obstante

ello, el razonamiento ulterior de Ghaiseñala que el concepto permitiría ten-sionar las relaciones laborales con lasdirectrices que cada nación establececomo necesarias para su desarrollo.

Existen otras interpretaciones delconcepto y su uso (Egger, P. y Sengen-berger, W., 2002; Barreto Ghione,2003; Godfrey, 2003; Weimberg, 2003;citados por Lanari, 2008), y en resu-men, todas hacen hincapié en que porun lado, sería un concepto al que aún lefalta contenido o sustento teórico peroque por el otro, tiene un carácter inte-grador positivo al considerar aspectoscomo el diálogo y la dignidad y que elloes desde ya su mérito.

Así, entonces, se encuentra que apesar de someterse a discusión inter-na y pasar por distintas interpretacio-nes y momentos, excepto quizás en suintención, el TD aún no goza de la soli-dez teórica necesaria. Por ello, acaso,sorprende su rápida consolidacióncomo objetivo y proyecto global. Sinembargo, se ha intentado medir y ope-racionalizar su uso para dar viabili-dad a su intención que sigue constru-yendo su razón ulterior.

3.2. Intentos por unaoperacionalización

Varios son los intentos por darlecuerpo metodológico al concepto encuestión y, así, poder operacionalizaralgunas de sus variables. Sin embar-go, lo amplio de su radio de acción, oquizás poca claridad, crean la dificul-tad para su medición dentro de unmodelo único de herramientas que,por ende, se traduce en una amplia fa-milia de indicadores.

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Por ejemplo, respecto a la remune-ración no existe consenso aún de cuálsería un salario “decente” en cifra ab-soluta, pues puede variar de acuerdo ala situación en que se encuentre cadaeconomía o el sector en que esté inscri-to el trabajo en particular, aunque síse manifiesta que debe satisfacer ne-cesidades básicas8.

Se dio a conocer en la revista Pano-rama Laboral de la OIT (Lanari,2008) un Índice de Desarrollo de Tra-bajo Decente que se aplicó a AméricaLatina para el periodo 1990-2000,donde las variables Empleo (tasa dedesocupación urbana e informalidad);Ingresos (salario industrial, mínimo ybrecha entre ingresos de mujeres yhombres) y Protección Social (cober-tura de seguridad social y número dehoras trabajadas), permitieron cono-cer el desarrollo o evolución en variospaíses tanto en términos absolutoscomo relativos.

En Panorama Laboral del 2002, sepresentaron nuevamente otros apor-tes al debate de la operacionalizaciónconsiderados como estratégicas por laOIT; como por ejemplo: cumplimientode normas, calidad del empleo, protec-ción y diálogo social. En este nuevo ín-dice, los países registraban una mejo-ra en el desarrollo de TD si: aumenta-ban la ratificación de convenios inter-

nacionales respecto normas del traba-jo; progresaba la calidad de los traba-jos establecidos; se reducía el trabajoinformal; subía el poder adquisitivode los salarios industriales y mínimosy se disminuía la brecha salarial en-tre hombres y mujeres; entre otros(Lanari, 2008: 120).

Luego, la propia OIT redefine indi-cadores de acuerdo a “nuevas concep-tualizaciones” (Lanari, 2008: 121)otorgando mayor campo para la va-riable “en libertad” donde se conside-raron, por ejemplo, los índices de tasade subempleo por horas trabajadas enla semana; tasa de desempleo; tasa detrabajo a tiempo parcial; tasa de sin-dicalización, y tasa de cobertura porconvenio colectivo.

Durante el año 2003, y luego de es-tas experiencias, la Oficina Regionalpara América Latina y el Caribe de laOIT, presentó un taller bajo el título“El uso de los indicadores de Mercadode Trabajo y de Trabajo Decente parala formulación de políticas”, dondedescribían un marco extenso paraabordar el TD (Lanari, 2008: 122).Este taller terminó por comprobar lastantas maneras de medición del TDque pueden ser válidas de acuerdo acada situación pero que, sin embargo,intentaría manifestar la existencia dealgunos indicadores como necesarios

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8 Los países altamente industrializados, por ejemplo, se han valido de dos índicespara calcular si la remuneración es o no suficiente: uno relativo, que sería el por-centaje de trabajadores cuyo salario es inferior a la mitad de la media de salariosnacionales, y otro referente a la pobreza absoluta, que sería el porcentaje de lapoblación que vive con menos de 14,40 dólares estadounidenses al día (Ghai,2003).

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para evaluar, comparar y analizartanto la cercanía como la lejanía delobjetivo de crear más TD.

Así pues, en resumen, parece noexistir una sola vía para intentarmedir el TD o más bien, se encuentraun consenso pertinente en que unaserie de variables e indicadores(unos considerados principales,otros secundarios y así, sucesiva-mente), permiten evaluar la situa-ción por país, región y contexto. Detodas maneras, analizar tanto losdatos pertinentes como mejorar he-rramientas de medición serían obje-tivos fundamentales para ir buscan-do mejores medidas frente al objeti-vo de impulsar la meta de alcanzar elTD, sin embargo, se anticipa másque prolijidad en su construcción,contradicciones de contenido que lle-van a cuestionar la propia propuestay que a continuación se determinan.

4. Límites del Trabajo Decente

Parece existir una compleja y difu-sa forma de concebir una línea que se-pare el TD de otro indecente. La satis-facción de necesidades básicas comoforma divisoria entre ambos tipos essin duda insuficiente, pues en aquellaconstrucción la necesidad deviene sis-tema estático, permanente o sin poderde variación en su estado ulterior. Así,por ejemplo, la necesidad básica de co-mer se eximiría de comer sano, porejemplo. La necesidad básica de edu-cación parece, con este pensar, quedarsatisfecha sin concebir el tipo de edu-cación requerida, y así sucesivamen-te. En este sentido, se plantea que lasatisfacción de necesidades no garan-

tiza la “decencia” de un trabajo, puesésta no tiene un momento final o unumbral de no-necesidad lo que consi-dera entonces el poder de mutación delas propias necesidades y la existen-cia de relaciones de poder y domina-ción en su constitución.

Por otro lado, da cierta impresiónque la determinación de si un trabajoes o no decente no recae en última ins-tancia en quien lo ejecuta sino, por elcontrario, en quien lo mide, esto es:gobiernos, estados, empresas o insti-tuciones expertas. Aquí radica, enton-ces, que el TD parece aparecer sólo eny bajo un conocimiento experto. Eneste sentido ¿acaso no se entra en unadisyuntiva, por llamarlo de algúnmodo, neocolonialista al pretenderdeterminar unos la realidad sensibley objetiva de otros? Y, por otro lado,¿es el conocimiento experto/científicoel único que lo puede reconocer/vali-dar? De todos modos, este problemaincipiente y fino no sería el principalaquí a tensionar, aunque abre unagrieta problemática respecto a la rela-ción conocimiento experto/TD.

A través del artículo se evidenciaotro problema que, quizás, sea el prin-cipal a tensionar respecto al TD. Tan-to en tiempos de estabilidad como decrisis económicas pareciera ser quelos Estados se transforman en cómpli-ces o promovedores activos de la pro-longación y consolidación de una es-tructura de clases altamente desi-gual. Este hecho queda demostradocon todas aquellas políticas de salva-taje económico millonarias a la bancaprivada en los últimos años mientrasse recortan políticas fiscales o, en su

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defecto, hay escasos aportes para elresto de la población9 para superar lamisma crisis. En este sentido, la per-petuidad o continuum de dichos indi-cadores manifiesta que la primeratraba a la hora de concebir un TD esdesde ya la propia estructura políticay económica que sujeta al trabajo en laregión, pues forja fronteras perma-nentes entre clases sociales que setraducen, a su vez, en opciones labora-les. Por ende, surge un primer cuestio-namiento a la posibilidad de concretarun TD sin intervenir en dicha estruc-tura económica, política y social.

Asimismo, en el caso del trabajoformal que se bosqueja como isla enun mar incierto pues posibilita mejo-res condiciones objetivas asegurandocierta estabilidad dentro de aquel25% de subordinados, que no engro-san las clases bajas ni alta, está su-friendo cambios profundos a través deprocesos flexibles que sin el respaldogubernamental y estatal (en términosjurídicos) no podría ser. La paradojaque se presenta, en este sentido, esque para crear un TD se deberían apli-car leyes que vayan en opuesta direc-ción a las que hoy los Estados en sumayoría aplican. Con ello, se vuelveentonces a lo antes dicho cuando seafirma que el Estado se transforma enreproductor de la desigualdad social yen una razón hipócrita en su intento

de entregar seguridad mientras res-palda la flexibilización laboral. Sibien asistimos, quizás, a una crisis delneoliberalismo y con ello una vuelta aun Estado más protagónico en políti-cas económicas; nada puede manifes-tar que este protagonismo no siga sos-teniendo la actual estructura clasistadesigual de la región que condicionaaspectos laborales.

Señala Levaggi (2006) que con lacreación de más y mejores empresas ycon buenas políticas asistenciales sepodría llegar al umbral laboral desea-do: el TD. Sin embargo, con dicho ar-gumento, se desconocería a priori queson las mismas empresas las que pre-fieren flexibilizar el trabajo en mu-chas de sus formas como queda de-mostrado en los casos estudiados deChile y México cuando la tendenciaempresarial es flexibilizar la mano deobra ante cualquier cambio local o glo-bal del mercado y que mientras másgrande la empresa, mayor es esta ten-dencia. Por lo que, la solución de crearmás y mejores empresas no pareceresponder a la problemática sino quesería centro de la misma.

Así, entonces, ¿cuándo podemos ha-blar de condiciones decentes si la satis-facción de necesidades se encuentracondicionada bajo una estructura so-cial desigual que manifiesta, así, op-ciones y resoluciones desiguales? Y,

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9 Ver Torres, R. “La crisis financiera y económica: una respuesta basada en el tra-bajo decente”. En: Revista de Trabajo. Buenos Aires. Ministerio del Trabajo. No.7. 2009, pp. 117-155. Disponible en: http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisti-cas/descargas/revistaDeTrabajo/2010n07_revistaDeTrabajo/2010n07_a06_rTorres.pdf. Fecha de Consulta: 21/04/2010.

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por otro lado, ¿cómo establecer lo de-cente de un trabajo sin la modificaciónde un modelo político, económico, so-cial y cultural que deja a empresas ha-cer lo que mejor les parezca en térmi-nos productivos y organizacionales?10

Punto relevante dentro de la elabo-ración política que rodea al TD es lamisma forma de su construcción laque no es sino propia de los juicios devalor afirmar a nombre de otros/as loque sería para ellos/as lo o algo “de-cente”. En este sentido y a diferenciade otros tantos conceptos, éste trans-formado en programa político induceun camino, estrategias, toma de deci-sión y por supuesto, reestructuracio-nes; lo que señala que se está en pre-sencia de una nueva construcción desentido, un nuevo significado culturalrespecto al trabajo o entorno al buentrabajo (aquel que satisfaga las nece-sidades básicas), lo que abre la brechade discusión de la misma propuesta.

Resulta paradójica entonces suconstrucción, pues quienes puedenotorgar TD son quienes precisamenteno lo otorgan, es decir, empresas y Es-tados. Es decir, si los mismos que noentregan TD son quienes tienen la ta-rea de poder concretar dicho momento¿qué los puede obligar a ello? Levaggi(2006) habla de un nuevo contrato so-cial basado en el trabajo ¿acaso el tra-

bajo no es ya la base del contrato so-cial del sistema capitalista? Y, en estesentido, ¿qué tipo de trabajo sería estepara un nuevo contrato social? La res-puesta a ello, según se entiende de laspalabras de este autor, es que el tra-bajo es el fundamento de una sociedadde hombres libres. Libertad que, eneste artículo, entra en clara cuestióndadas las condiciones estructuralesde la región que atañen al trabajo ysucumben a una gran parte de la po-blación al trabajo informal o al traba-jo formal flexibilizado.

Por tanto, se vislumbran aquí lími-tes de la propuesta de un TD abriendouna discusión ya no en su operaciona-lidad ni construcción teórica, sino entanto posibilidad. Desde este punto devista, si no hay un impacto severo a laestructura social desigual e inamovi-ble descrita de la región que práctica-mente condena a un 60 ó 70% de la po-blación a debatirse entre la margina-lidad, pobreza o una clase media es-tancada, el mundo del trabajo ni cercaestará de lo que podría entendersecomo “decente”.

De la Garza (2003) sostiene que entorno al trabajo existen complejas rela-ciones de dominación, poder y coerción,aunque también advierte que es unaforma de consenso cuyo estado dependede formas de racionamiento. Existe,

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10 El día lunes 16 de enero del 2012, a poco tiempo de terminar este artículo, salióla noticia en Chile que la Corte Suprema de aquella nación había validado el nopago de indemnizaciones al trabajo por faena beneficiando con ello, principal-mente, a grandes retail y empresas transnacionales. Ver más en: http://www.es-cuelasindical.org/2012/01/corte-suprema-valida-clausulas-que-dejan-sin- in-demnizaciones-a-miles-de-trabajadores/. Fecha de Consulta: 20/01/2012.

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por tanto, una posibilidad de que untrabajo sea catalogado como decente,pero pareciera ser que invita a un pro-ceso mucho más complejo que la crea-ción de más y mejores empresas o demás políticas asistenciales. “La acu-mulación mundial del capital imponeen todas partes la precarización de losasalariados y la marginación de unacantidad creciente de desempleados ypobres” (Harribey, 2001: 33), y Améri-ca Latina es un ejemplo de ello. La es-tructura social de la región arroja so-bre el trabajo un campo de presión queestá lejos de plantearse como decentey tanto empresas como gobiernos nomanifiestan mayor oposición a tal di-námica, excepto escasos indicios asis-tenciales que no implican cambiosprofundos en la estructura de la dis-tribución de las riquezas. Por ello, semanifiestan claros límites o fronterasa la propuesta de la OIT, pues desdesu intención a concreción no se cues-tiona la raíz de la problemática quegenera la precarización laboral: elmodo capitalista de producción y laforma política de distribución.

Conclusiones

El límite de la propuesta del TD es,entonces, la propia estructura econó-mica de la región, pues ésta supone es-trategias, alianzas y políticas estata-les permisivas que han privilegiadoun (des)equilibrio complejo a travésde políticas asistenciales mientras seda paso a una homogeneización decondiciones precarias laborales haciaabajo. Esto es, que el trabajo formalcada vez tenga condiciones más simi-lares a las del trabajo informal o queen su mayoría la línea divisoria entre

ambas formas ya no se diferencie endemasía. Esta misma forma políticaeconómica permite, a su vez, que elmundo empresarial aplique técnicasflexibilizadoras a sus sistemas pro-ductivos para ser más competitivas anivel internacional, pero atrayendo ycreando más trabajos precarios en to-das sus formas.

Presenta América Latina una for-mación económica que obliga a casi lamitad de su población a debatirse en-tre la marginalidad y la pobreza, contrabajos informales y en condicionesfrancamente precarias. Por otro lado,el empleo formal está modificando suestructura y cada vez se flexibilizanmás sus condiciones, por lo que quie-nes pueden entrar en dicho grupo yano es seguro que puedan diferenciarsus condiciones del trabajo informalsi ven precarizar sus condiciones devida de manera sostenida y creciente.

Colabora el TD con un marco regu-latorio que sirve, sin duda, a Estadosy empresas para caminar hacia un“equilibrio” global en el trabajo comoprincipal objetivo del milenio y aca-bar, de paso, con las desigualdadessociales. Este marco supone visiones,estrategias y alianzas; no obstante,si tropieza con una estructura econó-mica, política y social que su propiaformación funda y protege, el TD noqueda más que como proyecto para-dojal pues quienes están llamados aintegrarlo en sus líneas son, precisa-mente, quienes aplican las medidasflexibles y/o subcontratan gran partede la producción precarizando aúnmás trabajo.

El umbral de un TD, en su construc-ción (confusa), supone una mayor de-

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mocratización de las posibilidades departicipación y de un trabajo en liber-tad, cabe preguntar al respecto ¿es po-sible esta condición sin una necesariaconfrontación o conflicto entre clases?Y de no ser así, ¿atañe o señala, enton-ces, un problema de voluntad? Tal pa-rece que el límite del TD es que paraque aparezca allí donde no se encuen-tra no sólo tiene que ser indicado poruna empresa en particular, gobierno oinstitución, sino tiene que darse don-de todos los ámbitos se garanticenbajo una nueva forma estructural yque, sobre todo, sea el propio trabaja-dor/a quien manifieste su aparición.En este caso, entonces, el TD sólo seráposible si se cambia la estructura de-sigual, clasista, que caracteriza aAmérica Latina lo que incluye conflic-tos propios de la acumulación capita-lista o, en su defecto, una nueva subje-tividad productiva a nivel general.

Existe, quizás, una posibilidad dequiebre en lo planteado y de crearotras formas laborales pero que, sinduda, no estará tanto en acuerdosmarco desde arriba (grandes empre-sas, gobiernos o Estados), sino en lasalianzas que se puedan generar desdeabajo, en movimientos sociales y ciu-dadanos tanto en torno al trabajocomo a espacios concomitantes con él.Estas nuevas formas laborales llá-mense cooperativas, trabajo autoges-tionado o “fábricas sin patrón”11 están

cuestionando la estructura desigualen la producción, aunque tampoco seles podría adjudicar el término “anti-capitalista” en lo más amplio de suacepción. Sin embargo, radica allíquizás una exigua posibilidad de cam-bio en tanto nuevas formas de conce-bir lo laboral, pues aparece la coope-ración comunitaria como reacción yrespuesta a la arbitrariedad del tra-bajo apatronado formal e informalque en muchos casos implica simple-mente la aceptación de condiciones yaprecarias. El TD, en resumen, presen-ta límites en su construcción o en tan-to posibilidad real, y la crisis financie-ra que desde el año 2008 impacta granparte de la economía mundial comoparoxismo de la desigualdad social,económica y política, comienza a en-tregar nuevos caminos en términosorganizacionales que implicarán nue-vas formas de construir trabajo, y porende, nuevas formas de reflexión yanálisis para la misma Sociología delTrabajo.

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11 Ver Rebón, Julián. Trabajando sin patrón. Las empresas recuperadas y la pro-ducción, Documento de Trabajo nº 44, Instituto de Investigaciones Gino Germa-ni. Universidad de Buenos Aires. 2005. pp. 65. Disponible en: http://lanic.ute-xas.edu/project/laoap/iigg/dt44.pdf. Fecha de Consulta: 01/05/2012.

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Límites del Trabajo Decente: la precarización laboral… / Mario A. Millones Espinosa________