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REBECCA VAN WINTER

L O I N E S P E R A D O

(THE UNEXPECTED)

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PRÓLOGO

iempre he sido una persona inquieta de alma, siempre me he preguntado por el sentido de la vida. Pero también comprendo que hay personas a las que todo esto

les importa realmente poco, su interés digamos que es... ¿mínimo?

Antes de comenzar este relato, debo advertir a los lectores y lo digo sinceramente; Si ustedes no tienen una mente abierta a nuevas facetas, a otras realidades, a las preguntas que durante tanto tiempo personas de todas las edades nos hemos hecho sobre el futuro de la humanidad en esta vida que nos ha tocado vivir. No lea este libro por favor. Sin duda no va dirigido a usted.

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i por el contrario, usted ha decidido voluntariamente seguir adelante con mi relato. Si usted tiene una mentalidad abierta como en su día Julio Verne la tuvo,

aunque lo consideraran loco o demasiado fantasioso para su época.

Bienvenido. Mi relato comienza así:

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CAPITULO 1

Washington (E.E.U.U) año 2012

odo sucedía a cámara lenta. Los gritos de terror eran estremecedores.

La gente huía despavorida de la calle. Los niños lloraban sin cesar.

William Hank acercó la mano como pudo a su boca ensangrentada y accionó el intercomunicador que tenía sujeto a su muñeca, logrando conectarlo.

―Potus triple uno―hizo una mueca de dolor―repito: Potus está herido.

Otro proyectil pasó rozando su cabeza incrustándose de lleno en uno de los cuerpos yacentes de sus compañeros.

Nada quedaba de la formación en diamante que solían utilizar en actos como el de esa primaveral mañana. Dos hombres atrás custodiando a Potus, otros dos delante observando a la gente y un hombre a cada lado del protegido. Su profesión era así, siempre pendientes de cada gesto, de cada mano que la muchedumbre exultante ofrecía a su líder y a la bella esposa de éste para estrecharla.

«Entonces»,se mortificaba Hank, sin atrever a mover un

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solo músculo de su cuerpo para proteger al líder «¿Qué había ocurrido? Habían realizado el recorrido mil veces, observando cada rincón, cada rostro dudoso, cualquier movimiento furtivo ¿Cuál había sido el error? ¿Qué había fallado?».

Los proyectiles habían alcanzado de pleno la arteria aorta del hombre que custodiaba el flanco izquierdo del líder. Aquel joven muchacho no estaría más entre nosotros.

Otro mortal proyectil, voló rápido buscando como un ave carroñera su presa, la cabeza del agente secreto que vigilaba celoso la espalda del mismo lado de Potus. Uno y otro yacían inertes sobre el frío asfalto.

Él mismo estaba herido. La bala le había alcanzado en la pierna izquierda. Percibió claramente cómo entraba y salía el proyectil, como iba quemando y desgarrando su maltrecha carne en una carrera meteórica cuya meta fue el costado del hombre al que estaba protegiendo.

Cerró momentáneamente los ojos. Notó cómo el cuerpo del presidente todavía estaba vivo.

Su adrenalina se activó observando atentamente la situación. Los disparos procedían del edificio de oficinas cercano

al centro inaugurado. El mismo Business Center que sus compañeros habían inspeccionado durante toda esa semana previa a la inauguración. Cómo mínimo había dos francotiradores observó Hank tomando una larga bocanada de aire. Se encontraba profundamente exasperado.

―¡Por Dios, ¿dónde están los otros agentes?, que alguien detenga a esos malditos chiflados!―balbuceó apenas tras una mueca de dolor.

―¿Él está vivo? ¿El “Renegado” vive? ¡Hank, responde por favor!―una voz angustiada intentaba buscar aclaraciones.

William Hank hizo una mueca de desprecio. Prefería mil veces el nombre en clave de Potus asignado al Presidente

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de los Estados Unidos, que el nuevo adjudicado a este inquilino de la Casa Blanca por la Agencia de Comunicaciones, la ACCB.

Torció la boca en una mueca doliente de sonrisa. Debía reconocer que tenía su gracia. “Renegado” ¿Por qué? Por ser el primer presidente afro- americano del país más poderoso del mundo.

―Sí, está vivo. Inconsciente por el golpe y herido en el costado, pero necesitamos salir de aquí cuanto antes. Han sido dos víctimas directas y dos heridos, el Renegado y yo.

Hizo una pausa. Intentó tragar saliva, pero esta se negaba a deslizarse por su garganta.

―Sacarnos ya de aquí. ¡Rápido!―gritó. Notó como el cuerpo al que estaba protegiendo

intentaba incorporarse. ―¡No se mueva, Señor!, se lo ruego.―le susurró al

oído. ―Michelle, Michelle ¿dónde está mi mujer? ¿Cómo

está ella?―intentó zafarse de su salvador. Hank observó, al comenzar el tiroteo, como los escoltas

consiguieron alejar a Michelle Obama hacia la limusina presidencial entre los gritos de angustia de esta, al ver como su esposo era alcanzado por un proyectil, mientras sus escoltas eran aniquilados sin compasión.

―La Primera Dama está a salvo señor. Tenemos que incorporarnos.

Intentó inútilmente desplazarse hacia un sitio más velado. Pero su protegido pesaba demasiado.

―Debemos arrastrarnos hasta el coche. Tenemos que ponerle a salvo Señor.

La voz de William Hank se fue quebrando y haciéndose menos audible. Perdía demasiada sangre, ¡Lo sabía!, debía cortar la hemorragia. Tenía que taponar la herida… pero ¡se

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sentía tan cansado! Los ojos se cerraban, la luz se iba diluyendo hasta

convertirse en un tupido velo ― ¡no, no era eso! Rosas, veía rosas negras, cientos, miles de ellas rodeándole― y ¿esa música? ¿De dónde salía?

Una y otra vez ese mismo ritmo, esos acordes que lentos al principio ascendían y progresaban rítmicamente incorporando sin cesar instrumentos musicales.

La voz del Presidente la oía en la distancia, más y más en la distancia―«¡Hank no te duermas, no te duermas!» se decía a sí mismo, «despierta, despierta, despierta, salva al Presidente, sálvalo»―.

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CAPITULO 2 Alicante (España) año 2013

i nombre es Marian. Siempre me ha gustado aprender. Soy de las personas

que piensa que moriremos aprendiendo algo nuevo todos los días. También me encanta leer ¡muchísimo!, pero escribir ¡bueno, eso era ya otro cantar! (como bien dice mi querido refranero español)

Soy una mujer joven ¡Permítanme que me reserve la edad, por eso de la coquetería femenina! Alta y de complexión delgada, aunque pienso que realmente mi aspecto no es importante, como se comentaba en una película de la cual no recuerdo bien su titulo “El mensajero no es importante, lo importante es el mensaje”. Por lo tanto pónganme ustedes la cara que estimen más oportuna, pero por favor sean condescendientes ¡Por eso nuevamente de la coquetería femenina!

Como ya he comentado antes, mi historia versa alrededor de un personaje excepcional que he tenido el placer de conocer; y compartir innumerables tardes, hasta noches, de charlas interminables, supongo que para ella, para mí nunca lo

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fueron. Al escucharla siempre me quedaba con ganas de más…

de saber más, de aprender más, de indagar más. ¡Simplemente es… Adictiva!

Su nombre Yaiza. Yaiza es una mujer sensata, dinámica, que transmite

vida, elegante y bella por dentro y por fuera. No solo en su atuendo sino en su saber estar.

Alta, rubia, con unos bellos ojos verdes, debido en parte a sus interminables pestañas.

Pero no es su belleza mortal lo que deslumbra ¡No! Es su “Don o Carisma”

Ya sé lo que ustedes me van a decir, que usar las palabras “don” o “carisma” no está de moda. Yo sigo sin saber muy bien el porqué... Solo sé que hay personas que nacen con ese don como lo voy a llamar yo. ¡A las cosas, por su nombre!

Simplemente me voy a remitir a la “historia de nuestra humanidad” de la cual tantas cosas aprendemos y tan rápido olvidamos, volviendo así a cometer los mismos fallos y errores.

He aquí algunos ejemplos de personas con ese “DON”. El don del “corazón”, como la madre Teresa de Calcuta,

Gandhi o Diana de Gales. El don de la “inteligencia”, Einstein por ejemplo. El don de la “palabra”, Jesús de Nazaret, o Abraham

Lincoln, uno de los analfabetos y autodidactas más inteligentes y con unas de las más férreas bases morales de la historia.

El don de la “visión”, como Julio Verne, Leonardo Da Vinci o Michelle de Nostradamus.

¡Uf! y la lista podría ser extensísima ¿En eso al menos estarán de acuerdo conmigo?

Yaiza es una persona única en su género, dotada por la naturaleza del don de la palabra, de la magia que acompaña a esas personas poseedoras de paz interior. Solo con estar ante su

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presencia hace que el alma más atormentada encuentre la paz. Paz que en estos tiempos es tan difícil de encontrar.

Mi relato es sencillo y en breve lo contaré tal y cómo lo recuerdo.

El “destino” quiso que por avatares de la vida nos trasladáramos a vivir toda la familia a Alicante, una ciudad inundada de luz. Tal vez esa luz que solo los que moran cerca del mar saben que este refleja. Un mar testigo de esas conversaciones, historias y secretos que tan solo él sabe escuchar y callar como nadie.

Los primeros años que transcurrieron en esta ciudad, mi marido y yo nos establecimos por nuestra cuenta, en un trabajo que a los dos nos entusiasmaba. Luchamos por alcanzar un estatus de vida fundamental, ¡o eso creía yo! El tiempo, siempre sabio, me hizo pensar y reflexionar sobre los verdaderos valores de la vida.

Los años transcurrían sin más sobresaltos que los propios del día a día, del llevar una vida normal, con unos hijos y un trabajo propio. Pero los ciclos de la vida siempre caprichosos, hacen que a veces tus sueños, tu tranquilidad se vea diezmada sin saber muy bien ¿Cómo?

Simplemente ocurre. Nos alcanzó de lleno algo tan simple y tan mortal como

LA RECESION ECONÓMICA. Sí, en mayúscula. Llegó a nuestra vida como un tsunami que arrasa todo a

su paso sin piedad, dejándonos solo un pilar sin hundir. El Amor. Perdimos todo; el trabajo y la familia ¡Ay la familia!;

Cuanto nos querían cuando había y que poco nos quiso cuando no tuvimos.

Sí, ya sé lo que piensan ustedes, que eso no es una familia. La familia se apoya en todos los momentos, buenos y

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sobre todo malos, pero en nuestro caso no fue así. Cuando tuvimos DINERO, el maldito dinero. Ellos nos quisieron. Cuando simplemente no hubo. Ellos nos despreciaron.

Todos estos problemas tan cotidianos, para tanta gente en mi misma situación me llevó a caer en una depresión tan fuerte; que ni el cariño ¡Y doy fe de que es mucho!, de mi marido y de mis hijos me hacía salir de ella.

Esa garra poderosa llamada depresión va diezmando tu corazón y tu cabeza lenta, muy lentamente hasta consumir tu vida y apagarla como una vela.

No había ansias por vivir, no había ansias por respirar día a día. Por lo menos para mí.

Pero cuando más hundido estás, cuando crees que la vida ya no tiene sentido; Dios te ilumina ese túnel oscuro en el que se ha convertido tu vida. Te pone en el camino la llave para abrir esa puerta y salir otra vez a la vida con energía y con valor de la manera más insospechada.

Sí. ¡Soy creyente! Aunque sea una palabra inapropiada en estos tiempos. Creo en un Dios común para todos los mortales. Pero… ¡disculpen!, me estoy adelantando en el relato que ya ha empezado.

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Rebecca Van Winter es el seudónimo de

una española de mundo afincada en Alicante. Cursó estudios de grado medio en Administración y ha estado vinculada al mundo empresarial durante más de quince años, pero fue, es y será la lectura, la escritura, el aprendizaje y la búsqueda de la verdad su auténtica vocación. Con todos estos elementos en su mochila y buenas dosis de espiritualidad hace su incursión en el mundo literario.

Diseño Portada: Ihar Dren Foto de la autora: José Antonio Soriano Ariza

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