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Imágenes de una santidad fustrada: el culto a Francisco Jerónimo Simón, 1612-1619 Miguel Falomir Faus Museo del Prado Madrid Resumen El artículo se centra en el frustrado proceso de beatificación del sacerdote valenciano Francisco Jerónimo Simón, y analiza cómo tras su muerte en 1612 tanto sus partidarios como sus detracto- res se sirvieron de las artes visuales para defender sus posiciones, transformando su discutida santidad en una guerra de imágenes. La controversia adquirió además un transfondo doctrinal al delatar el vacío normativo existente en la Iglesia tras el Concilio de Trento respecto a la represen- tación de personas muertas en olor de santidad, asunto sólo solventado por Urbano VIII en 1625. Palabras clave: contrarreforma, devoción, pintura, Valencia. Abstract Images of a frustrated sainthood: the cult of Francisco Jerónimo Simón, 1612-1619 Key words: Counter-Reformation, devotion, painting, Valencia. LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999 171-183 This article focuses on the frustrated beatification process of the Valencian priest Francisco Jeró- nimo Simón. After his death in 1612, both his supporters and his detractors used the visual arts to defend their positions, thus transforming his disputed sanctity into a veritable war of images. The controversy also adquired a doctrinal dimension since it revealed the normative vacuum that existed in the Church after the Council of Trent with respect to the representation of persons deceased in odor of sanctity, a problem which was only resolved by Pope Urban VIII in 1625.

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Page 1: LOCVS AMŒNVS Imágenes de una santidad fustrada: el culto a ... · se sirvieron de las artes visuales para propagar sus ideas. Las imágenes, más tangibles que cualquier entelequia

LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999 171-183

Imágenes de una santidad fustrada:el culto a Francisco Jerónimo Simón,

1612-1619

Miguel Falomir FausMuseo del Prado

Madrid

Resumen

El artículo se centra en el frustrado proceso de beatificación del sacerdote valenciano FranciscoJerónimo Simón, y analiza cómo tras su muerte en 1612 tanto sus partidarios como sus detracto-res se sirvieron de las artes visuales para defender sus posiciones, transformando su discutidasantidad en una guerra de imágenes. La controversia adquirió además un transfondo doctrinal aldelatar el vacío normativo existente en la Iglesia tras el Concilio de Trento respecto a la represen-tación de personas muertas en olor de santidad, asunto sólo solventado por Urbano VIII en 1625.

Palabras clave:contrarreforma, devoción, pintura, Valencia.

Abstract

Images of a frustrated sainthood:the cult of Francisco Jerónimo Simón, 1612-1619

Key words:Counter-Reformation, devotion, painting, Valencia.

This article focuses on the frustrated beatification process of the Valencian priest Francisco Jeró-nimo Simón. After his death in 1612, both his supporters and his detractors used the visual arts todefend their positions, thus transforming his disputed sanctity into a veritable war of images.The controversy also adquired a doctrinal dimension since it revealed the normative vacuum thatexisted in the Church after the Council of Trent with respect to the representation of personsdeceased in odor of sanctity, a problem which was only resolved by Pope Urban VIII in 1625.

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172 LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999 Miguel Falomir Faus

Entre 1605 y 1620 fueron beatificadas desta-cadas personalidades de la contrarreformacatólica, como Carlo Borromeo, Francis-

co Xavier, Felipe Neri o Teresa de Jesús. Tambiénpor esas fechas, el 7 de septiembre de 1613, se abríaen Roma la causa de beatificación de un obscurosacerdote valenciano llamado Francisco JerónimoSimón1. Diversas circunstancias frustraron la san-tidad de Simón relegando su nombre al olvido, perodurante la segunda década del siglo XVII, su cultogozó de una extraordinaria popularidad en Euro-pa. La beatificación de Simón contó con patronestan cualificados como el archiduque Alberto deAustria (gobernador de los Países Bajos), el duquede Lerma o el cardenal Juan Bautista Vives(protonotario apostólico durante el pontificado dePablo V); pero despertó también la enconada ani-madversión de las órdenes mendicantes y la Inqui-sición. La pugna entre partidarios y detractores deSimón se dilató durante un siglo y en ella sedirimieron cuestiones no siempre religiosas, perosi merece nuestra atención es porque unos y otrosse sirvieron de las artes visuales para propagar susideas. Las imágenes, más tangibles que cualquierentelequia teológica, fueron las verdaderas prota-gonistas de la controversia al erigirse en el medioelegido por los partidarios de Simón para propa-gar su culto y, por esa misma razón, en el objetivoprioritario de las quejas de sus detractores. Elloexplica la conversión de la discutida santidad deSimón en un conflicto de imágenes al que presta-ron su talento artistas como Pedro Pablo Rubenso Francisco Ribalta.

La inesperada apariciónde un nuevo santo

Durante la segunda mitad del siglo XVI, la vida reli-giosa valenciana estuvo presidida por la omnipre-sente figura del patriarca Juan de Ribera (1532-1611)2. Arzobispo de Valencia entre 1568 y 1611,Ribera mantuvo un precario equilibrio entre las di-versas corrientes espirituales de la ciudad que sequebró rápidamente tras su muerte y cuyo detonantefue el interés de determinados sectores ciudadanospor elevar a los altares a Francisco Jerónimo Simón(1578-1612)3. Aunque Simón había sido un miem-bro más del abundante clero secular valenciano cuyaexistencia había pasado inadvertida a sus conciuda-danos4, tras su muerte se tornó el foco de atenciónde toda la sociedad. De ningún personaje del seis-cientos valenciano se escribió tanto, de ninguno sehicieron más retratos y ninguno fue tampoco capazde suscitar opiniones tan encontradas.

Todo empezó el 24 de abril de 1612, cuando re-corrió la ciudad el rumor del fallecimiento de unhombre santo y la parroquia de San Andrés, dondereposaba el cuerpo de Simón, se llenó de gente queprocuraba tocar al «santo» o hacerse con alguna re-liquia suya. Durante los cuatro días siguientes des-filaron por San Andrés todos los estamentos de lasociedad, y acudieron a rendir honores al cuerpo deSimón las parroquias y conventos de la ciudad. Hastaahí nada presagiaba lo que iba a ocurrir, pues en lasdécadas a caballo entre los siglos XVI y XVII fenóme-nos de esta índole eran habituales en Valencia. En

1. La idea de este artículo surgiótras asisitir, gracias a un becaFulbright Postdoctoral del Mi-nisterio de Educación y Ciencia,a un seminario impartido la pri-mavera de 1994 por el profesorJonathan Brown en el Instituteof Fine Arts de la New YorkUniversity. Quisiera agradecer alprofesor Brown sus sugerenciasy a Luisa Elena Alcalá su conti-nuo apoyo desde entonces.

2. La bibliografía de Ribera esextensísima, para nuestros pro-pósitos cabe destacar RamónROBRES LLUCH, San Juan de Ri-bera, Barcelona, 1960; Francis-co PONS FUSTER, Místicos, beatasy alumbrados. Ribera y la espi-ritualidad valenciana del sigloXVII, Valencia, 1991.

3. Sobre Simón véanse los artí-culos de Ramón ROBRES LLUCH,«En torno a Miguel de Molinosy los orígenes de su doctrina.Aspectos de la piedad bar rocaen Valencia (1578-1691),Anthologica Annua, 18 (1971), p.353-393; y «Pasión religiosa y li-teratura secreta en la Valencia deMiguel de Molinos (1612-1625)», Anthologica Annua, 30(1980), p. 281-406. TambiénFrancisco PONS FUSTER, op. cit.,p. 49-96, y, de este mismo autor,«La proyección social de la san-tidad frustrada de FranciscoGerónimo Simón (1612-1619)»,Estudis, 23 (1997), p. 149-183.

4. A principios del siglo XVII, sóloSan Andrés, parroquia de la queera beneficiado Simón, tenía unrector, un vicario y quince bene-ficiados; Ramón ROBRES LLUCH,op. cit. (1971), p. 357-358.

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173LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999Imágenes de una santidad frustrada: el culto a Francisco Jerónimo Simón, 1612-1619

Figura 1.Las más temprana imagen conser-vada de Simón, incluida en la obrade Francisco MARTÍNEZ, Las exe-quias y fiestas fúnebres que hizola Santa Iglesia de Origuela, y susParroquias, a la dichosa muer-te del Venerable y Angélico P.Mossen Francisco Simón, Orihue-la, 1612.

1608 se había celebrado la beatificación de LuisBeltrán y se esperaba la de otros religiosos vincula-dos a la ciudad, como Tomás de Villanueva (cuyabeatificación acaeció en 1619), Pascual Bailón,Gaspar Bono o Nicolás Factor, y fallecidos, comoel Patriarca y otros muchos, en olor de santidad5.

La inicial unanimidad en torno a la santidad deSimón fue, sin embargo, efímera por dos circuns-tancias que concurrían en su persona y que distin-guen su caso de los anteriormente citados: su anó-nima existencia (ni predicó ni dejó obra escrita, loque propició todo tipo de cábalas sobre su espiri-tualidad) y su pertenencia al clero secular. Este úl-timo hecho, que a la postre se revelaría decisivopara su no beatificación, explica algunos de los ras-gos distintivos del culto a Simón, como su promo-ción por las autoridades locales y el clero secular, ola animosidad que despertó en las órdenesmendicantes; unas órdenes que disfrutaban de cier-ta exclusividad en materia de santidad en una so-ciedad donde los santos se habían convertido enpoderosos símbolos de poder esgrimidos por unascomunidades contra otras6.

La oposición de los frailes, aunque justificadadesde premisas teológicas, respondía a cuestionesmás prosaicas. Tras un primer momento en que sesumaron a la veneración popular y acudieron has-ta San Andrés, se alarmaron de la corriente de sim-patía generada en torno a Simón y empezaron atemer por una pérdida de influencia espiritual yuna mengua de limosnas7. Se produjo así una esci-sión en la sociedad valenciana, donde se alinearonde un lado la parroquia de San Andrés (que vio enSimón una excepcional fuente de ingresos) y el clerosecular (representado por el cabildo de la catedral,al que se le presentaba un santo que contraponer alos de las órdenes mendicantes), y del otro los frai-les8. Los primeros contaron con el apoyo de lasautoridades locales, el Consejo de Aragón y el du-que de Lerma; los segundos, con el del arzobispoAliaga9 y la Inquisición. Éstos fueron los protago-nistas del «cisma» que vivió Valencia en la segundadécada del siglo XVII, un conflicto en el que las imá-genes tuvieron un papel determinante.

Una guerra de imágenesTras los cuatro días que permaneció expuesto elcuerpo de Simón en San Andrés se celebraron exe-quias en su honor en todos los edificios religio-sos de la ciudad. El 1 de mayo tuvieron lugar enel colegio del Patriarca, el 5 en la catedral y el 7 enSan Martín, y en todos ellos el recuerdo de Simónestuvo presente a través de un bonete de clérigo.Sin embargo, en las honras celebradas el 8 de mayoen Santo Tomás se levantó un túmulo presididoya por «la figura del Venerable Simó de bulto».El túmulo de Santo Tomás mostraba además je-

roglíficos alusivos a Simón, mientras en la capilladel bautismo (donde Simón había recibido el sacra-mento) se dispusieron cuadros «famosísimos» de SanFrancisco y San Jerónimo «por ser de los nombresde nuestro buen sacerdote». El 11 de mayo un «re-trato al vivo» de Simón presidió las exequias en SanJuan del Mercado, y el 26 de agosto aparecieron enla catedral de Segorbe «estampas de nuestro Vene-rable». Grabados, jeroglíficos, esculturas y pinturasde Simón aparecerán en las restantes honras, entrelas que merecen destacarse las celebradas en la pa-rroquia de la Santa Cruz de Valencia el 18 de mayo,pues en ellas se mostraba a Simón en dos iconografíasque le serían características y que merecerían durosataques de sus detractores: sus desposorios místicoscon la Virgen, y la aparición con que le obsequióCristo llevando la Cruz a cuestas10.

La devoción a Simón traspasó los límites de laciudad, y diversas poblaciones del Reino de Valen-cia, como Segorbe u Orihuela, se sumaron a ella conceleridad. Las celebraciones oriolanas de junio de1612 tienen interés por mostrarnos cómo se propa-gó su culto fuera de Valencia, el importante papeldesempeñado por las estampas en tal proceso y lapreeminencia otorgada a la vera efigie. Apenas co-nocerse la noticia de la muerte de Simón, llegaron aOrihuela sus primeras imágenes, probablemente,estampas de trazos tan sumarios como la que se in-cluyó en el libro que relata estas festividades y quees la más antigua que conocemos (figura 1).

5. Mosén Porcar ofrece en su dia-rio ejemplos que ilustran el climareligioso en que se fraguó el fenó-meno Simón. Ese mismo año de1612 se hacía eco, entre otros su-cesos maravillosos, de un peniten-te que se aparecía en sueños a frai-les agustinos rociando con sangresus celdas, y de diablos que tenta-ban a novicios. Mosén JuanPORCAR, Coses evengudes en laciutat y regne de Valencia, Madrid,1934, tomo I, p. 126 y 156-157.

6. Henry KAMEN, The Phoenix andthe Flame, Catalonia and theCounter Reformation, New Haveny Londres, 1993, p. 138-139.

7. El dominico Jerónimo Pradesofrece un nítido testimonio delcambio de parecer operado en lasórdenes mendicantes respecto a lasantidad de Simón. En su obra,escrita a la manera de diario, re-coge la muerte de Simón y losmilagros que entonces se le atri-buyeron sin cuestionar su vera-cidad. Sin embargo, una anota-ción marginal más tardía advier-te de la falsedad de los mismos;Jerónimo PRADES, Libro de Me-morias de algunas cosas pertene-cientes al convento de Predicado-res, Biblioteca Universitaria deValencia, ms. 529, f. 122 r.-123 v.

8. No obstante, entre los frai-les hubo excepciones, y algunatan llamativa como la del fran-ciscano descalzo Antonio So-brino, el mayor místico de laValencia de entonces y princi-pal valedor de Simón.

9. La muerte de Simón acaecióentre el fallecimiento de Juan deRibera y la toma de posesión delnuevo arzobispo, el dominicoIsidoro Aliaga. Aunque Aliaga(arzobispo entre 1612 y 1648)procuró ser imparcial, su opiniónse vio temprana y poderosamen-te mediatizada por las de sus com-pañeros de religión, convirtién-dose en el principal opositor a labeatificación de Simón, tanto máspoderoso cuanto que su herma-no Luis era confesor real.

10. Diego SALCEDO DE LOAYZA,Breve y sumaria relación de la vida,muerte, y milagros del VenerablePres. Mos. Fr. Hier. Simón Valen-ciano, Felipe Mey, Segorbe, 1614.

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La catedral se engalanó para las exequias con jero-glíficos alusivos a Simón y exhibió un retrato «sa-cado al vivo» que había sido remitido desde Va-lencia y ante el que los fieles lloraron «de alegría yplacer»; mientras diversas esculturas de Simónadornaron las parroquias de las Santas Justa yRufina y Santiago Apóstol11.

Imágenes de Simón, fuera cual fuese su soportematerial, inundaron Valencia. Una carta anónimafechada el 12 de junio de 1612 habla de tiendas quevendían estampas de Simón en los aledaños de SanAndrés y de las dificultades de los pintores parasatisfacer la creciente demanda de retratos suyos12.Salzedo de Loayza, primer biógrafo de Simón, ci-fraba, no sin exageración, en más de mil los altarescon su imagen pintada que adornaban entonces lascalles de la ciudad y en «millones» los grabadosestampados en Valencia, Roma, Francia y Flandescon la efigie de Simón, de tal forma que «no haycasa en todo el Reyno de Valencia que no tengauna y muchas figuras de diferentes estampas destegran Siervo de Dios»13. No se conservan ejemplosde estas primeras estampas, y sólo la que precedeal texto de Salzedo de Loaysa permite hacernos unaidea de su apariencia (figura 2).

No toda la sociedad manifestó sin embargo unaeuforia similar, y como ya apuntamos, la santidadde Simón topó pronto con la oposición de unasórdenes mendicantes cuya primera medida fue acu-

Figura 2.Imagen de Simón en la obra deDiego SALZEDO DE LOAYZA, Bre-ve y sumaria relación de la vida,muerte, y milagros del VenerablePres. Mos. Fr. Hier. Simón Valen-ciano, Segorbe, 1614.

dir hasta el arzobispo Aliaga (quien todavía nohabía entrado en Valencia) para prevenirle contralos partidarios de ese «ídolo de sanctidad fingida»14.La reunión surtió efecto y Aliaga envió a su vica-rio general a Valencia con la orden de prohibir cual-quier acto en honor a Simón y, consecuentemente,también sus imágenes. Aunque el edicto se publi-có el 21 de julio de 1612, en la ciudad se supo antesde él porque, amparándose en su inminente apli-cación, los frailes destruyeron las imágenes deSimón grabadas por un impresor local15. Hechoscomo éste alarmaron a los simonistas, que acudie-ron el 2 de julio a la catedral pidiendo explicacio-nes. El cabildo les aseguró que se trataba de unrumor infundado, y el desmentido acrecentó elentusiasmo de los partidarios de Simón, que«tomaron inumerables Imágenes del VenerableSacerdote […] y pusieron dellas en las puertas,paredes, y ventanas quantas cada uno pudo, pueshuvo vezino que puso 129 y otros huvo que pusie-ron más». Más aún, y en clara advertencia al arzo-bispo Aliaga, colocaron un «quadro al olio con lafigura del Venerable Presbítero» sobre la puerta delpalacio arzobispal16. Cuando finalmente se promul-gó el edicto, fue tal la reacción de los simonistasque Aliaga tuvo que revocarlo, dando así paso auna nueva ola de euforia materializada el 23 de ju-lio de 1612 con la colocación de la primera piedrade una capilla dedicada a Simón junto a la catedral,

11. Francisco MARTÍNEZ, Las exe-quias y fiestas fúnebres que hizo laSanta Iglesia de Origuela, y sus Pa-rroquias, a la dichosa muerte del Ve-nerable y Angélico P. Mossen Fran-cisco Simón, Agustín Martínez,Orihuela, 1612, f. 12-140 r.

12. Ramón ROBRES LLUCH, op.cit. (1971), p. 366-367. Sobre el«retrato heroico» de santos, véa-se Romeo DI MAIO, Pittura eControrriforma a Napoles, Bari,1983, p. 137-173.

13. Diego SALCEDO DE LOAYZA, op.cit., p. 219.

14. (A)rchivo (H)istórico (N)a-cional, Inquisición, Legajo 3701-1, f. 156 r.

15. Baltasar VIDAL DE BLANES, Sa-tisfacción a un papel que se dize,sería escrito por el Arzobispo deValencia a la Santidad de Paulo Vsobre la veneración privada delPadre Mossen Francisco GerónimoSimón, s.a., f. 32 v. En adelante ci-tado Satisfacción…

16. Diego SALCEDO DE LOAYZA,op. cit., p. 461-462.

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en el lugar donde hasta entonces había un altar conla imagen de «Christo Señor nuestro acuestas [lacruz] y el Venerable Presbítero arrodillado, a imi-tación de quando le vio con los ojos del alma en lacalle de Cavalleros»17.

Lejos de amainar, el enfrentamiento entre frai-les y simonistas arreció tras la revocación del edic-to y adoptó la apariencia de una guerra de imáge-nes. El 19 de octubre de 1612, festividad del beatoLuis Beltrán, un dominico arrancó de los murosde su convento un papel «con la figura de mossengeroni simo», provocando tal «avalot axi destudiants com de llechs», que los frailes se apresu-raron a restituirla18. Por su parte, los dominicosdenunciaron ante la Inquisición que ciertossimonistas «poniéndose delante de la imagen de SanVicente Ferrer, le estuvieron haziendo con sumodesprecio higas en su cara»19.

Pese a su revocación, el edicto mostró a los par-tidarios de Simón los obstáculos que deberían sor-tear hasta alcanzar la beatificación y la necesidad deprocurarse, en Valencia y en los centros de poder,los apoyos necesarios. Estamos sin embargo anteámbitos distintos que precisaban también diferen-tes estrategias, y mientras en Valencia se limitaron aalentar y dirigir la devoción popular, en Madrid yRoma trataron de ganar para su causa a quienes te-nían en sus manos la beatificación. Y es que, pese ala oposición de los frailes, en Valencia se respirabaun clima de euforia simonista cuyo fruto más es-pectacular fue la rápida conclusión de las obras deSan Andrés. Aunque iniciada su renovación en 1601,fue la gran afluencia de limosnas llegadas a la parro-quia tras la muerte de Simón lo que permitió su cul-minación, procediéndose el 9 de septiembre de 1612a la traslación del altar mayor del viejo al nuevo tem-plo20. El clero de San Andrés encargó con tal moti-vo a Francisco Ribalta, «pintor famossísimo en Es-paña», un lienzo que ilustrase la visión que tuvoSimón de Cristo con la Cruz a cuestas y que serviríade altar a la capilla nueva donde reposaba su cuer-po. El lienzo, probablemente el que se exhibe en laNational Gallery de Londres y el mejor legadoartístico de la controversia simonista (figura 3), seinstaló el 5 de septiembre de 1612 y tuvo un éxitoinmediato. Como «uno de los más admirables ydevotos que tiene Valencia y su Reyno» lo calificóSalzedo de Loayza, quien añadía que fue copiado«a la mesma traça y modo» para la capilla de Simónen San Salvador21. Aunque Ribalta no aparece en losdocumentos inquisitoriales como un destacadosimonista, se convirtió en el pintor seudooficial desu causa al realizar las principales imágenes del pres-bítero22, probablemente, por el fervor simonista deimportantes clientes suyos, como el conde de Buñolo Diego Vich23.

Aunque tras estos incidentes aún se sucedieronen Valencia otros muchos con Simón de protago-nista, tanto sus apologetas como sus detractores

17. Se dedicaron dos capillas mása Simón en los aledaños de las pa-rroquias de San Salvador y SanJuan del Mercado. Además, la re-vocación del edicto propició laaparición de numerosos altarescallejeros con su imagen; DiegoSALCEDO DE LOAYZA, op. cit., p.464-468.

18. Mosén Juan PORCAR, op. cit.,tomo I, p. 146. Para los frailes fueuna provocación dirigida por elclero secular. Fray Pedro de Deza,dominico, así lo exponía en un in-forme remitido el 29 de octubrea Luis Aliaga, confesor real: «Losclérigos juntaron una cuadrilla deestudiantes, bandoleros, y otragente perdida, y manu armata[…] comenzaron a fixar ymagines[de Simón] en todas las capillas yen el cuerpo de la iglesia sobre lascortinas»; AHN, Inquisición, Le-gajo 3701-1, f. 152 r. No era la pri-mera vez que la destrucción de unaimagen de Simón acarreaba pro-blemas a los frailes, algunos de loscuales habían sido apedreados trasromper la estampa de Simón queunos niños portaban en procesiónpor las calles de la ciudad; BaltasarVIDAL DE BLANES, Satisfacción…,f. 299 r.

19. AHN, Inquisición, Legajo3701-1, f. 252 r.

20. Mercedes GÓMEZ-FERRER LO-ZANO, «La antigua iglesiaparroquial de San Andrés de Va-lencia y la arquitectura valencia-na en el tránsito al siglo XVII»,Academia, 80 (1995), p. 235-258.

21. Diego SALCEDO DE LOAYZA,op. cit., p. 507 y 523. No diceSalzedo, aunque resulta plausible,que la copia fuera de FranciscoRibalta. Hubo otros cuadros coneste tema de los que desconoce-mos su autoría. Más adelante co-mentaremos el que poseía FelipeIII y ya aludimos al de la capillade Simón a las afueras de la cate-dral. El propio Salzedo de Loayza(p. 216-217) cita otro encargadopor Pedro Rodrigo, jurado de Va-lencia en 1613, para la parroquiade Rafelbuñol. Por otra parte, enuna consulta hecha a los teólogosalcalaínos en octubre de 1618 seelevaba a cinco el número de al-tares con esta imagen; IsidoroAPARICI GITART, Vida del PadreSimón, Biblioteca Universitariade Valencia, Ms. 43, sin pagina-ción (parte de esta obra se publi-có sin fecha en Valencia por JosefGarcía con el título Vida del V.Mosen Francisco GerónimoSimón; dado su carácter incom-pleto, hemos seguido el manus-crito). Para el cuadro de Ribaltaen la National Gallery la mejoraproximación, y la única que haahondado en el ambiente religio-so valenciano, es la de NeilMACLAREN, National Gallery Ca-talogues. The Spanish School(second edition revised by AllanBraham), Londres, 1970, p. 86-91.

22. Algo ya sugerido por CarmenFERNÁNDEZ Aparicio, «Obras deFrancisco Ribalta dedicadas al Pa-dre Simó. Un lienzo del MuseoNacional de Escultura», Goya,

Figura 3.Francisco RIBALTA,Visión del Padre Francisco Jerónimo Simón (1612),Londres, The National Gallery.

225 (1991), p. 144. Agradezco aJavier Portús la advertencia sobreeste artículo. Dos pintores, An-tonio y García Vilatela, sí fueronseñalados como simonistas por laInquisición; Emilio CALLADO ES-TELA, «Aproximación a lossimonistas. Una contribución alestudio de los defensores de labeatificación de Simón», Estudis,23 (1997), p. 209.

23. El apoyo del conde de Buñola la causa simonista en páginasposteriores. Diego Vich poseía unretrato de Simón junto a los deotros valencianos ilustres, obraprobablemente de Juan Ribalta;Marcos Antonio DE ORELLANA,Biografía pictórica valenciana ovida de los pintores, arquitectos,escultores y grabadores valencia-nos (edición de Xavier de Salas),Valencia, 1967, p. 204 y 227.

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eran conscientes que sería en Roma y en la cortedonde se dirimiría la controversia. En julio de 1612sabía ya Roma de los milagros de Simón, y en agos-to disponía la Congregación de Ritos del informede Aliaga sobre los tumultos acaecidos tras la pu-blicación del edicto. En septiembre, el doctorBalaguer, agente del cabildo valenciano en Roma,escribía a éste dando cuenta de los movimientosde los enemigos de Simón ante la curia y aconse-jando que cardenales afines hablasen con el papa.Por esas mismas fechas, Francisco Ruiz de Prado,comendador de Torrente, presentó a Paulo V «unretrato [de Simón] de valiente pinzel, y muy pare-cido» ante el que el Papa exclamó: «veramente efi-gie di santo». La propaganda simonista caló dehecho en ciertos ambientes romanos, y Balaguersolicitó al cabildo «un retrato de buen pinzel» deSimón, del que se hicieron cuatro copias «porquehaviéndole visto los cardenales Justiniani, Borja,Tarmino y Zapata, quisieron cumplir con su deseode ponerle en sus capillas y oratorios». Las gestio-nes de Ruiz de Prado y Balaguer ante la curiaperseguían la autorización papal a la impresión deimágenes de Simón para así obviar la prohibiciónimpuesta por el vicario general de Valencia. Losprogresos eran sin embargo escasos, y la reticenciapapal sólo fue vencida gracias al cardenal Juan Bau-tista Vives, valenciano y protonotario apostólico,quien mostró a Pablo V una estampa de Simónsobre la que el pontífice realizó algunas correccio-nes24, tras lo cual se imprimieron miles de imáge-nes de Simón en Roma y Nápoles25 que circularontambién por España26.

Paralelamente, los simonistas trataron de ganarel favor de la corte27. En enero de 1613, y ante lascríticas vertidas contra los altares levantados aSimón, el cabildo valenciano imprimió un memo-rial defendiendo su ortodoxia que hizo llegar, a tra-vés de su agente en la corte, a Felipe III, al príncipeheredero, al confesor real y al duque de Lerma28.A éste último se le enviaba también «la disposi-ción de dichos retablos, con el retrato al vivo delSiervo de Dios»29. Un mes después, el cabildo ob-sequió al rey, al duque de Lerma y al secretarioreal Juan de Jérica con retratos de Simón realiza-dos por Ribalta30, y en fecha indeterminada se re-mitiría a Felipe III una «pintura al olio de Cristocon la cruz a cuestas, en lienzo, sobre tabla, y elhermano Mosen Francisco de Valencia de rodillascon moldura de ébano» que todavía se inventaria-ba en 1623 en el Alcázar de Madrid31. Como enRoma, donde fue enviado otro retrato de Ribaltapara el Papa, también en la Corte prendió el cultoa Simón, y una carta remitida al cabildo desdeMadrid el 15 de mayo de 1613 señalaba que nohabía señora principal en la Corte que no lucieseun pequeño retrato de Simón guarnecido en oro32.

La causa simonista contaba además con un alia-do tan poderoso como inesperado: el archiduque

Alberto de Austria, quien afirmaba haber curadode la gota por una cuenta de seda de Simón pro-piedad de su mujer, Isabel Clara Eugenia. La im-portancia del archiduque estriba en haber hechode Amberes el tercer gran centro (con Roma y Va-lencia) de elaboración y difusión de imágenes deSimón. En mayo de 1613 Pedro de Toledo, cape-llán del archiduque, escribía a Roma al cardenalVives trasmitiéndole el deseo de su señor de que lefuera enviado un «retrato del santo, el más pareci-do que se hallare, por si quieren hacerle un reta-blo». Desconocemos qué imagen fue ésta, pero en1614 el archiduque Alberto patrocinaba una VitaB. Simonis Valentini escrita por Jan van derWouwer que incluía un grabado de Simón obra deRubens del que Theodore Galle hizo una impre-sión adicional de 500 ejemplares33 (figura 4). Aun-que es probable que el grabado de Rubens deriva-se de la imagen solicitada a Roma, lo cierto es quepresenta notables concomitancias con aquel toscograbado de Orihuela al que antes aludimos (figura1). Prescindiendo de la obvia diferencia de calidad,ambas imágenes muestran a Simón de medio cuer-po ataviado con ropajes de clérigo secular, soste-niendo un lirio en una mano y el crucifijo en laotra. Finalmente, acaso haya que ubicar tambiénen la órbita del archiduque la conocida estampa rea-lizada por Michael Lasne sobre diseños de Fran-cisco Ribalta mostrando diversos momentos de lavida de Simón (figura 5)34. Aunque la primera obrade Lasne se fecha en Rouen en 1611 y nada se sabede él tras ese año y hasta 1617, cuando aparece enAmberes, la conversión de esta ciudad en focodifusor de imágenes de Simón, así como el hechoque Lasne diera sus primeros pasos en ella bajo lasupervisión de Rubens y con Galle como princi-pal impresor, permiten suponer que fuera allí don-de grabó dicha estampa35.

Avalada con tales credenciales, el 7 de septiem-bre de 1613 se abría con los mejores augurios enRoma la causa de beatificación de Simón, a la quese había llegado en el plazo récord de dieciséismeses. Sin embargo, el panorama pronto seensombreció por la actuación del arzobipo Aliaga,quien, respaldado por la Inquisición, fue socavan-do la credibilidad de los simonistas en Roma yMadrid (donde llegó en septiembre de 1613 parapermanecer durante quince meses). Fruto de susgestiones fue la promulgación, el 24 junio de 1614,de un edicto ordenando retirar las imágenes «conrayos» de Simón. Los simonistas respondieron aledicto con el único tipo de imágenes que permitíauna difusión y una movilización inmediatas: lospasquines, y el 25 de junio aparecieron por la ciu-dad algunos con un «frayle dominico pintado conpies de gallo y debaxo de ellos en hilera un capelode cardenal, una corona Real, una tiara de Papa,un bonete de clérido y una cruz de Santo Domin-go o insignia del Santo Oficio, y debaxo de todo

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24. Juan Bautista Vives «viendoque los agentes de la causa nopodían conseguir licencia para re-imprimir con privilegio apostó-lico las efigies del VenerableSimón […] se resolvió a ponersepersonalmente a los pies de suSantidad […] poniendo en sumano una estampa de las que co-rrían impresas en otras partes.Vista su Beatitud, y tomando lapluma corrigió lo que juzgó de-bía quitarse, dexándole arrodilla-do ante la imagen de Cristo Cru-cificado sobre un bufete, circuidode cándidas azuzenas, con estainscripción al pie: EffigiesReverendi Venerabili Franci.Hieronymo Simonis seculariipresbiterii Valentini, qui obit 24aprilis 1612 aestatis suae anno 33.Y al inferior a la derecha quedezia: D.D. Joan Bapte. VivesValentini Protonoth. de nºParticipant»; Isidoro APARICI

GITART, op. cit., f. 185v.

25. «En Nápoles por el consuelode aquel numerosísimo pueblo sehuvieron de abrir láminas y es-tampar retratos de nuestro Vene-rable Sacerdote no bastando lasque ivan de fuera […] De allí seintroduxeron muchas en Roma,y se esparcieron sin número portoda Italia»; ibídem, f. 187r.

26. «En Roma […] con privilegioy devoción notable […] se han es-tampado en muchísimos tafetanesdiversas estampas y figuras muyairosas del Venerable Presbítero,grandes y pequeñas, y en papel,y han embiado de aquellas assí alCabildo de la Metropolitana deValencia como por toda España,y demás Reynos de la Chris-tiandad»; Diego SALZEDO DE

LOAYZA, op. cit., p. 219-220.

27. El 5 de mayo de 1612 se sabíaya en Madrid de la muerte deSimón y del halo de santidad crea-do en torno a él; Luis CABRERA

DE CÓRDOBA, Relaciones de lascosas sucedidas en la Corte de Es-paña desde 1599 hasta 1614, Ma-drid, 1857, p. 475 y 476.

28. Juan Bautista POLO, Consul-tación en derecho sobre la vene-ración y culto que se hace alBeato Padre Mossen FranciscoGero- nymo Simón Presbytero,Valencia, 1613. En adelante cita-do Consultación…

29. Ramón ROBRES LLUCH, op.cit.(1980), p. 379.

30. José SANCHÍS SIVERA, La Ca-tedral de Valencia, Valencia, 1908.p. 82.

31. Cargo de las cosas que JuanGómez de Mora entregó a los di-chos Antonio Alberto y AlonsoGutiérrez de Grimaldo, de las quetenía en el Oratorio del Rey nues-tro señor, que esté en gloria, quese quitaron para dormir en él elserenísimo infante don Carlos.Conozco únicamente este docu-mento por la transcripción meca-nografiada del mismo que se con-serva en el Museo del Prado.

Figura 4.Retrato de Simón realizado porPedro Pablo Rubens incluido enla Vita B. Simonis Valentini, deJan van der Wouwer, publicada enAmberes en 1614.

32. Ramón ROBRES LLUCH, op.cit. (1971), p. 381. El 21 de mayode 1613 el duque de Lerma agra-decía el envío de una «estampa demi santo valenciano Mossen Fco.Hermo. Simón, porque soy muydevoto suyo»; Isidoro APARICI

GITART, op. cit., fol. 190r. El usoapotropaico de imágenes y en es-pecial estampas, en Javier PORTUS

PÉREZ, «Uso y función de la es-tampa, suelta en los Siglos de Oro(testimonio literario)», Revista deDialectología y Tradiciones Popu-lares, XLV (1990), p. 226-246.

33. Una carta enviada por Van derWouwer a Moretus en 1613 diceclaramente que el grabado deRubens se inspiraba en otro ante-rior; J. Richard HUDSON-Carl VAN

DE VELDE, Book Illustrations andtittle-pages. Corpus RubenianumLudwig Burchard XXI, Londresy Filadelfia, 1978, tomo I, p. 116-117 y 428-429. El descubrimientodel grabado lo debemos a JuanAINAUD DE LASARTE, «FranciscoRibalta. Notas y comentarios»,Goya, 20 (1957), p. 87.

34. Juan AINAUD DE LASARTE, op.cit., p. 86-89.

35. David KOWAL, Ribalta y losribaltescos. La evolución del esti-lo barroco en Valencia, Valencia,1985, p. 85, fecha el grabado ha-cia 1616 por razones estilísticas alpercibir en él ecos de PabloOrrente y Juan Ribalta. SobreLasne véase la correspondienteentrada de Véronique MEYER enThe Dictionary of Art, vol. XVIII(ed. Jane Turner), Macmillan,Londres, 1996, p. 811-812.

Figura 5.Una de las Escenas de la Vida delPadre Francisco Jerónimo Simón,grabadas por Michael Lasne so-bre diseños de Francisco Ribalta.

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estava escrita en letras grandes esta palabra:OMNIA»36 (figura 6). Ni la reacción tras la publi-cación del edicto —que impidió su aplicación—,ni la hostil recepción tributada al arzobispo a suvuelta de Madrid, favorecieron la causa simonista,y en 1615 la corte dictaba medidas tendentes a re-formar el culto a Simón (como no oficiar misa antesu altar o prohibir las imágenes en que aparecía conrasgos de santidad), aunque apenas presionó paraque se aplicasen. Los siguientes años estuvieronmarcados por la progresiva burocratización delproceso, y 1618, por la promoción del hermano deAliaga al arzobispado de Toledo y la caída del du-que Lerma, principal valedor de Simón en la corte.Aunque la causa simonista seguía firme en Valen-cia37, fuera la situación empeoraba, y ni siquiera elenvío de una embajada a la corte pudo impedir quela Inquisición promulgara en 1619 un decreto de-cisivo ordenando retirar los altares de Simón y pro-hibiendo sus imágenes «no sólo las que están pues-tas en los dichos altares y capillas, pero otrasqualesquiera que estuvieren puestas en las paredesde las capillas o en el cuerpo de la iglesia, o en lascolumnas o otra qualquier parte de los templos,calles y plazas públicas» (el edicto citaba expresa-mente las imágenes «con rayos, resplandores, dia-demas, visiones, revelaciones milagrosas, palma,azucena y qualquier otra insignia de sanctidad ycosa sobrenatural»)38. La Inquisición intentó leerel edicto el 3 de marzo, pero desistió ante laviolentísma reacción de los simonistas, que asalta-ron el convento dominico y trataron de poner unretrato de Simón en su altar mayor. Ante tales des-manes se hacía necesario restablecer el prestigio dela autoridad eclesiástica en Valencia, y la Inquisi-ción obligó a las autoridades locales y al cabildoa obedecer: el 18 de marzo las imágenes fueronretiradas ante la desesperación popular39, y aunquelos simonistas perseveraron, su suerte estabaechada.

Tras el edicto de 1619 se inició una «caza desimonistas» de la que da fe la documentacióninquisitorial y por la que sabemos de los ingenuosesfuerzos por «disfrazar» imágenes de Simóncubriéndo parte de su rostro para así obviar losmandatos del Santo Oficio40 (figura 7), o de su per-tinaz búsqueda en domicilios particulares41. Y esque, pese a la propaganda desplegada por los de-tractores de Simón (que incluso elaboraron memo-riales contando los misteriosos males que aqueja-ban a notorios simonistas42), las imágenes del pres-bítero aún provocaron incidentes durante algúntiempo incluso entre los mismos dominicos43. Tam-poco se destruyeron todas. El propio Felipe III,contraviniendo los dictados de la Inquisición, man-tuvo en su oratorio privado del Alcázar mientrasvivió el cuadro con Simón arrodillado a los pies deCristo ya reseñado, y todavía en la segunda mitaddel siglo XVII era posible encontrar imágenes del

Figura 6.Pasquín aparecido en Valencia el 25 de junio de 1614 denunciando laconfabulación de intereses opuestos a la beatificación de Simón; Archi-vo Histórico Nacional, Inquisición, Legajo 3701-1.

36. Carta remitida por la Inquisi-ción de Valencia al Consejo Realel 1 de julio de 1614; AHN, In-quisición, Legajo 3701-1, f. 418.

37. El 22 de abril de 1618, aniver-sario de la muerte de Simón, laciudad se pobló de imágenes su-yas «fixadas por casi todas las es-quinas de Valencia, en las pare-des de la Seo, en las casas más se-ñaladas en muchas dellas a seys osiete estampas y dos de ellas encada uno de los portales de la di-cha ciudad»; AHN, Inquisición,Legajo 3701-2, f. 7 r.

38. AHN, Inquisición, Legajo3701-2, f. 105v.-106r.

39. «era grandissim lo plor de lagent nostre señor se apiade deValencia»; Mosen Juan PORCAR,op. cit., p. 313. El mismo Jeróni-mo Prades, dominico, da fe deeste malestar mayoritario, quejustificaba por la ceguedad de lapoblación; Jerónimo PRADES, op.cit., f. 171r.

40. El 12 de mayo de 1621, la in-quisición valenciana remitió aMadrid el siguiente informe: «elmiércoles por la mañana cincodeste mes de mayo en diversaspartes y lugares públicos destaciudad se allaron puestas estam-pas y pinturas deste sacerdotecubiertas a media cara suya conmanera de disfraz y con un letre-ro en lengua valenciana que dezía:Puede salir aún con forma de in-terrogante»; AHN, Inquisición,Leg. 3701-2, f. 370v.

41. El 11 de diciembre de 1620,Johana Comes denunciaba antela Inquisición que en casa de untal Vicente Pérez «havía una pin-tura de mossen Simón de pinzelde medio cuerpo puesta en unmarco y la dicha figura estabacon unas azussenas o lirios quetenía puestos en la mano»; AHN,Inquisición, Leg. 3701-2, f. 271ry v.

42. Males a menudo derivados dela tenencia de imágenes de Simón,como el que padecieron unasmonjas franciscanas con retratossuyos en las celdas y que andu-vieron «asombradas» hasta quefueron retirados; AHN, Inquisi-ción, Leg. 3701-2, f. 244v.

43. 18 de mayo de 1619: «Se dixohaver sucedido entre los PadresDominicos una grande quimerasobre cosas del P. M. Simón y sedixo haver salido algunos mal he-ridos y uno muerto […] Díxoseque la causa havia sido que un Re-ligioso fue acusado de que teníaen su celda una lámpara quealumbrava una estampa del P.Simón y que despues de haverlamuerto por haverselo mandado elPrior, bolvio a hallarse encendi-da y asimismo le sucedió otra vez,y siendo por tercera vez acusado,fue el Prior a la celda del dichofrayle y la mató con sus manos, yeffectivamente se bolvio por símisma a encender en presenciadel dicho Prior»; Álvaro y DiegoVICH, Dietario Valenciano (1619a 1632), Valencia, 1921, p. 12.

44. Las referencias están localiza-das en Madrid, donde la presióninquisitorial fue menor. Dos do-cumentos madrileños de 1630 y1643 aluden a pinturas un «Santode Valencia» identificable conSimón; Mercedes AGULLÓ COBO,Documentos para la Historia dela Pintura Española I, Madrid,1994, p. 29.; Mercedes AGULLÓ

COBO, Mª Teresa BARATECH

ZALAMA, Documentos para laHistoria de la Pintura EspañolaII, Madrid, 1996, p. 81. ApariciGitart dice haber visto en Madriden 1658 un retrato de Simón encasa de Doña Ángela Martínez deSalazar; Aparici GITART, op. cit.,f. 188v-189r.

45. Se aseguraba que Isabel AnaRoiz, oriolana de 17 meses, habíaresucitado al ponerse sobre ella«un papel con la efigie del Siervode Dios», mientras el notario deOnteniente Juan Meseguer habíasobrevivido a un disparo de pis-tola por llevar «consigo en el pe-cho una figura de papel del Vene-rable Presbítero Simón»; DiegoSALCEDO DE LOAYZA, op. cit., p.285 y 326.

46. Baltasar VIDAL DE BLANES,Satisfacción…, op. cit., f. 24. El

autor esgrime un argumento re-currente entre los apologetas deSimón: el agravio comparativo,pues otros individuos sin beatifi-car habían sido así representadoscon autorización eclesiástica:«Vemoslo platicar assí en Roma,de donde las figuras de los santosaún no beatificados vienen estam-padas con rayos de luz, y lo quemás es, la Santa Inquisición deSicilia dio licencia para que laimagen del hermano AntonioTercero de la Orden del P. S.Francisco en la ciudad de Notose pintasse con diadema […] elqual aún no es beatificado»;ibídem. Los simonistas tenían ra-zón. En 1593, el dominico Vicen-te Iustiniano ANTIST publicó enValencia unas Adiciones a la his-toria del Santo Fray Luis Beltrán,donde no sólo elevaba a la santi-dad a su compañero de religiónquince años antes de su beatifica-ción, sino que escribía: «Y lomesmo pudieramos dezir deFrancia y Flandes, donde es teni-do [Fray Luis Beltrán] por losCathólicos en tan grande opinión,que le pintan de mano, y en es-tampas (de las que he visto diver-sas) con rayos de bien aventura-do, y aun con diadema de santo»(f. 33v-34r).

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presbítero en domicilios particulares44. La recienteadquisición por el Museo Nacional de Esculturade Valladolid de un lienzo de factura ribaltesca queilustra la «Visión de Cristo crucificado del PadreSimón» y donde aparece el presbítero arrodilladoa los pies del Crucificado en compañía de otrospersonajes sacros (figura 8), revela las limitacionesdel Santo Oficio en la eliminación de las imágenesde Simón, especialmente de aquéllas que se encon-traban en domicilios particulares. Pese a su consi-derable tamaño, (180 x 130 cm), este lienzo proba-blemente colgase en un oratorio privado, lo queexplicaría que las fuentes contemporáneas silenciensu existencia, pese a que, por su iconografía, hu-biese sido objeto de las virulentas críticas de losdetractores de Simón.

Uso y adoración de imágenesLos sucesos narrados revelan la importancia con-cedida a las imágenes, el mejor medio para propa-gar el culto a Simón y un instrumento eficaz paraque, gracias a sus pretendidas propiedadestaumatúrgicas, se operasen los milagros necesariospara la tan ansiada beatificación45. Pero, por estasmismas razones, las imágenes de Simón fueronobjeto de duras críticas. Dos fueron los asuntossobre los que giró la polémica: la ortodoxia mismade las imágenes y el uso que se hacía de ellas. Den-tro del primer apartado, dos tipos de imágenes deSimón escandalizaron sobremanera a sus detrac-tores: las que lo mostraban con inequívocos sím-bolos de santidad (diademas o rayos) y las queilustraban dos supuestas visiones del clérigo:sus desposorios místicos con la Virgen y laaparación que le hiciera Cristo camino del Cal-vario.

La representación de Simón con símbolos desantidad fue expresamente prohibida por los suce-sivos edictos y su ortodoxia era discutible inclusopara los simonistas, entre los que se alzaron vocesa favor46 y en contra47. Las imágenes que ilustra-ban visiones del presbítero eran un asunto más de-licado. Los «Desposorios», a los que ya había alu-dido Sobrino en el sermón fúnebre por Simón48,merecieron duros reproches de los frailes, que con-sideraban blasfema tanto su predicación como surepresentación49. A estos ataques respondieron losapologetas de Simón afirmando que se trataba deuna devoción particular y aduciendo ejemplos an-teriores, como los del dominico Alonso Rupe osan Edmundo, ambos protagonistas de similaresesponsales50. No se conservan pinturas de este tema,buscadas con ahínco por el Santo Oficio tras eledicto de 161951, pero contamos con un interesan-te grabado intervenido por la Inquisición y con des-cripciones coetáneas que permiten asegurar que los

Figura 7.Imagen «disfrazada» de Simón aparecida en las calles de Valencia el 5 de mayo de 1621; Archivo HistóricoNacional, Inquisición, Legajo 3701-2.

Figura 8.Anónimo ribaltesco, Visión de Cristo crucificado del Padre Simón, Mu-seo Nacional de Escultura, Valladolid.

47. Basándose en Molanus, Polo,autor del Memorial enviado en1613 por el cabildo valenciano a lacorte en defensa del culto a Simón,afirmaba que: «Puedese tambiénpintar la imagen, pero no ponerlaen la Iglesia en el modo que las delos Santos, ques con diadema o ra-yos, que en efecto es lo que señalalos sanctos, y con que conocemosque los son»; Juan Baustista POLO,op. cit., p. 10.

48. Francisco PONS FUSTER, op. cit.(1997), p. 151.

49. Las críticas de los frailes altransfondo teológico de la cues-tión en Ramón ROBRES LLUCH, op.cit. (1980), p. 359-370.

50. Baltasar VIDAL DE BLANES, Sa-tisfacción…, op. cit., f. 44v.

51. El 11 de diciembre de 1620,Joanna Comes denunciaba ante laInquisición a Nicolás Simón, her-mano del clérigo, por tener «unquadro grande cassi del tamaño deuna estatura de persona en queestava pintado el dicho mossenSimón a un lado y al otro la madrede Dios poniendo un anillo en lasmanos de dicho mossen Simón»;A.H.N., Inquisición, Leg. 3701-2,f. 271v.

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lienzos se asemejarían extraordinariamente a laimagen aquí reproducida52 (figura 9).

Con todo, fue la aparición de Cristo la que másliteratura generó, pues era la imagen que solía ador-nar los altares dedicados a Simón. La discutida or-todoxia de estos altares será tratada a continuación,lo que interesa ahora es analizar la defensa que hi-cieron los simonistas de la viabilidad de estas vi-siones y, por extensión, de las imágenes que las ilus-traban. Los enemigos de Simón afirmaban que nohabía certeza de esas visiones y que la Iglesia sólodebía admitir imágenes con fundamento de verdadde historia; sus apologetas, sin embargo, interpre-taban las visiones de distinto modo. Para Polo laintegridad de Simón y la naturaleza, virtuosa y«suasible al bien» de sus visiones, avalaban su ve-racidad53, e invocaba a autores como Molanus, quehabían aconsejado pintar a los santos «con la figu-ra o mysterio de que le fueron devotos»54. En pa-recidos términos se manifestó Vidal de Blanes,para quien las visiones de Simón tenían la mismaprobabilidad que otras semejantes experimenta-das por otros siervos de Dios, al tiempo que re-cordaba la costumbre que tenía la Iglesia de hacerpintar estas visiones fundadas en la fe y asegura-das por personas fidelísimas. Había además uncaso que presentaba obvias similitudes con el deSimón, y Vidal de Blanes se apresuró a recordarlas imágenes que ilustraban la visión que tuvo Ig-nacio de Loyola de Cristo con la cruz a cuestas yque circulaban por Roma con autorización papalantes de la beatificación del jesuita55.

Pero la polémica más interesante desatada porlas imágenes de Simón giró en torno a su uso y,más concretamente, al culto que se les tributabauna vez puestas en altares. Era la principal quejade los frailes —que consideraban escandalosa laadoración de imágenes de personas no beatifica-das— y el punto en el que más se extendieron losapologetas de Simón, para quienes sin la adoracióndifícilmente se alcanzaría la beatificación. En prin-cipio, existían normas de la Iglesia al respecto. Ale-jandro III condenó la veneración de personas nocanonizadas en De Reliquiis et venerationesanctorum (1181)56, y el Concilio de Trento prohi-bió en su última sesión la adoración de imágenesno aprobadas por el Ordinario. Los simonistasconstruyeron todo un sutil edificio teórico paraobviar tales prohibiciones, y el hecho de que du-rante años perseveraran en sus ideas y las imáge-nes de Simón siguieran siendo objeto de devoción,demuestra no sólo las distintas y hasta opuestas in-terpretaciones que podían hacerse de los dictadostrentinos, sino también —y más importante— elabismo que separaba las normas escritas de la rea-lidad cotidiana. Esta cesura entre prácticas religio-sas y normativa eclesiástica, perceptible en distin-tas zonas de España57, puede hacerse extensible aValencia. Aunque la diócesis valenciana fue una de

52. «Hanle echo esposo de nues-tra Señora Bendita, y predican conpalabras claras y descubiertas quese casó y desposó con ella, tomán-dose la mano y dándose anillos,que assí lo pintan», testimonio deldominico Bartolomé de Espluguesen octubre de 1613; A.H.N., In-quisición, Leg. 3701-1, f. 156r.

53. Juan Bautista POLO, op. cit.,p. 34-35.

54. Ibídem, p. 38.

55. Baltasar VIDAL DE BLANES, Sa-tisfacción…, f. 35v.

56. Henry C. LEA, Historia de laInquisición Española, Madrid,1983, tomo III, p. 770.

57. William CHRISTIAN Jr., Religio-sidad popular en la España de Fe-lipe II, Madrid, 1991, p. 12. Véasetambién Sara T. NALLE, God in La

Figura 9.Desposorios místicos de Simón con la Virgen María, grabado anónimo intervenido por la Inquisición. ArchivoHistórico Nacional, Inquisición, Legajo 3701-1.

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las primeras en aplicar el Concilio de Trento en Es-paña (Concilio Provincial de 1565-66), y su Sínodode 1594 probablemente fuera el que más se exten-dió en consideraciones artísticas58, la realidad eraotra. Incluso el patriarca Ribera, promotor delSínodo de 1594 y prototipo de prelado contra-rreformista, fue consciente de estas limitaciones, yal redactar las constituciones de la capilla de suColegio del Corpus Christi, en el capítulo titulado«De lo que toca a la fábrica de Retablos y Altares»,admitía su fracaso al intentar extirpar usos y cos-tumbres populares:

Algunos abusos vemos introduzidos en las Igle-sias deste Reyno, los quales hemos desseadoquitar; pero hemos sobreseydo en hacerlo, porel mucho sentimiento que mostravan las per-sonas que juzgavan las cosas, mas por lo que seha usado, que por lo que conviene. Y assihavemos reservado algunas opiniones propias,para executarlas en esta Iglesia, pues siendoinstituyda y dotada por nos, no podia ofender-se persona alguna, de que las mandaramos guar-dar en ella59.

Obviamente, los simonistas aceptaban los dictadoseclesiásticos, pero interpretándolos a su manera.Su razonamiento partía de una tajante distinciónentre Iglesia Triunfante e Iglesia Militante, y, porconsiguiente, entre devoción pública y privada.Para estos autores, la Iglesia Triunfante era la ce-lestial, la poblada por quienes, como los santos ca-nonizados, gozaban de la presencia divina. A éstosse les tributaba una devoción pública y universal,«aquella —afirmaba Polo invocando al cardenalBellarmino— que se haze en nombre de toda la[…] Iglesia, y como instituyda y decretada por

ella», se les rezaba oficios, y se les dedicaban tem-plos y altares60. Pero en la Iglesia Militante sí esta-ba permitido el culto privado o particular a quie-nes murieron en olor de santidad. Quienes así lohacían podían ser venerados en imágenes, aunque—sostenía Polo siguiendo a Molanus— «no en elmodo que las de los santos»61. De manera similarinterpretaban el decreto trentino que exigía auto-rización del Ordinario para adorar nuevas imáge-nes. Para Vidal de Blanes, el decreto incumbía sóloa «imágines insólitas, y nuevas reliquias, y nuevosmilagros […] de nuevo hallados y halladosdiziéndose que son de santos antiguos: en que yase vee el peligro que ay de errar, si en la Iglesia essascosas se venerasen no estando primero averiguadoel ser ciertas y santas», y ponía como ejemplo deéstas los hallazgos del Sacromonte granadino an-tes de preguntarse «¿Pero esto que tiene que vercon la particular veneración tan usada en la Iglesia,de dar a los que conocimos, y tratamos, y vimosser santos, y que con esa opinión se van al cielo?»62.Frente a normas como las emanadas de Trento dediscutible interpretación, Vidal de Blanes apelabaa la tradición, a esa «costumbre inmemorial de ve-nerar santos no beatificados» que tenía la Iglesia, ycomo Polo, ofrecía ejemplos de personas muertasen olor de santidad de quienes se hicieron imáge-nes antes que fueran beatificados, como Ignacio deLoyola o Carlo Borromeo63. Pero sobre todo, Poloy Vidal de Blanes tenían el ejemplo cercano delPatriarca Ribera, a quien habían visto «venerar loscuerpos, y Imágenes de varones que havían muer-to en opinión de santidad»64.

Más delicado era defender la ortodoxia del al-tar de San Andrés que acogía el lienzo de Ribaltacon la aparición de Cristo a Simón camino del Cal-vario. Polo y Vidal de Blanes sabían que sólo po-

Mancha. Religious Reform andthe People of Cuenca 1500-1650,Baltimore y Londres, 1992, yHenry KAMEN, op. cit.

58. El sínodo contemplaba la au-tomática excomunión de quienespintasen santos «con belleza pro-vocativa, ni con trajes lascivos ydeshonestos»; CrescencianoSARAVIA, «Repercusión en Espa-ña del Decreto del Concilio deTrento sobre las Imágenes»; Bo-letín de Arte y Arqueología deValladolid, 1960, p. 134-139.

59. Juan DE RIBERA, Constitucio-nes de la capilla del Colegio y Se-minario de Corpus Christi, Va-lencia, 1625, p. 93.

60. Juan Bautista POLO, op. cit.,p. 8-9. Esta devoción privada po-día ser, como la de Simón,multitudinaria, pero mientras nofuera decretada por la Iglesia, no

traspasaría la esfera privada paratornarse pública.

61. Ibídem, p. 10. Otros autoresparticipaban de esta distinciónentre dos iglesias y diferentes«grados» de santidad, como An-tonio DAZA, autor de una Histo-ria, vida y milagros […] de SorJuana de la Cruz publicada enMadrid en 1614; sobre el particu-lar, véase Julio CARO BAROJA, Lasformas complejas de la vida reli-giosa (siglos XVI y XVII), Madrid,1985, p. 100-101. Una defensa delculto privado a personas no bea-tificadas aparece, no por casuali-dad, en el prólogo de fray Fran-cisco de Sosa, obispo de Canarias,a la obra de Antonio Daza antescitada. Una aproximación al temaen Enrique CORDERO DE CIRIA,«Arte e Inquisición en la Españade los Austrias», Boletín del Mu-seo e Institución «Camón Aznar»,LXX (1997), p. 62-63.

62. Baltasar VIDAL DE BLANES,Discurso de lo que Dios NuestroSeñor quiere, que sean sus santosvenerados, y en especial de la píay particular veneración con que enla Santa Iglesia se acostumbravenerar a aquellos que con públi-ca voz de santos mueren. Y queassí ha venerado la Ciudad yReyno de Valencia al venerablePresbytero Mosen FranciscoGerónymo Simón, s.a., f. 11r. y v.

63. Baltasar VIDAL DE BLANES,Memorial en defensa de la vene-ración particular, que en Valen-cia y otras partes se ha hecho alVenerable P. Mossen FranciscoHieronymo Simón, s.a., f. 1v. (enadelante Memorial…). Sobre elvalor de la tradición, y especial-mente de la «tradición piadosa»en la Iglesia del siglo XVI, véaseJulio CARO BAROJA, op. cit., p.98-99.

64. Juan Bautista POLO, op. cit.,p. 40. La realidad corrobora laspalabras de los apologetas deSimón, y tanto Juan Sariñenacomo Francisco Ribalta pintaronpara el patriarca retratos de reli-giosos no beatificados, como losdel carmelita Francisco del NiñoJesús o Margarita Agulló. El 22de mayo de 1585 Juan Sariñenarecibió del administrador del pa-triarca 400 reales por «cinco re-tratos […] en lienzo que son elCarlos Borromeo, la monja deLisboa, San Vicente Ferrer, FrayLuis de Granada y Fray Nicolás[Factor]». Por idéntico conductose le abonaron el 13 de febrero de1606 a Francisco Ribalta «cienreales castellanos por un retratoque pinté de sor Agullona»;Pascual BORONAT Y BARRACHINA,El B. Juan de Ribera y el R. Co-legio del Corpus Christi, Valen-cia, 1904, p. 336 y 39.

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182 LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999 Miguel Falomir Faus

dían elevarse altares a santos canonizados, peroen su opinión, éste no era el caso del altar de SanAndrés, pues «ni dicho quadro, ni el altar dondeestá es dedicado o erigido al siervo de Dios, ni asu honra; sino a la de Christo, y a la memoria delmisterio de la Cruz acuestas»65. Polo no negabaque Simón apareciera junto a Cristo, pero señala-ba que era éste y no Simón la razón de ser delcuadro66. Hecha esta aclaración, Polo no veía in-conveniente en pintar a Simón arrodillado anteCristo «pues lo vemos practicado en altares deseculares, pintados en ellos por devoción»67, opi-nión compartida por Vidal de Blanes, para quienel altar no se «ha de llamar Altar del Santo MossenSimón, sino Altar del Aparecimiento de NuestroSeñor al Venerable Simón»68. Sutilezas escolásti-cas aparte, Vidal de Blanes denunciaba el agravioque suponía prohibir este altar cuando no se ha-bía obrado de igual modo con otros similares, yofrecía una larga y exhaustiva relación de altaresdedicados a frailes aún sin beatificar en Valenciay sus alrededores69. Finalmente, estimaba que sidebía reformarse el culto a Simón, sólo a Roma lecompetía hacerlo70.

Que una misma ortodoxia pudiera reclamarsedesde planteamientos tan dispares delata la inexis-tencia de una normativa eclesiástica que fijase eluso de imágenes de personas no beatificadas. Eldecreto del Concilio de Trento de 1565 sobre lasimágenes sacras fue apresuradamente redactado entérminos muy generales y bastante ambiguos (res-pecto a las imágenes de santos se limitó a condenarexcesos y supersticiones), y ello dio pie a interpre-taciones variadas e incluso antagónicas71. Por otraparte, los escritos de tratadistas como Molanus (DeHistoria SS. Imaginum, 1570) o el cardenalBellarmino (De Ecclesia Triumphante, edición de-finitiva de 1597), invocados o silenciados por Poloo Vidal de Blanes según se ajustaran o no a sus in-tereses, carecían, pese a su predicamento, de valornormativo. Tradicionalmente, la jerarquía eclesiás-tica se había apoyado en el fervor popular hacialos santos para reforzar su primacía espiritual, peroa principios del siglo XVII, cuando los primeros re-sultados de contarreforma eran ya visibles, la ofer-ta de santos empezó a exceder las necesidades de laIglesia72. Si a ello añadimos la polémica suscitadapor casos como el de Simón o el veneciano PaoloServi, entenderemos que Roma se apresurara a lle-nar el vacío normativo existente, un proceso queculminó con Urbano VIII, quien, en un decreto de1625 ampliado en 1634, imponía severas restric-ciones al culto de los no beatificados y prohibíasu representación con nimbo73. La Inquisición sehizo eco inmediato de estas medidas, y si la deMéxico prohibía ya en 1634 colocar en altares pri-vados y oratorios «retratos de personas que mu-rieron en opinión de virtud, con resplandores yseñales de gloria, sin determinación de la s. Sede

Apostólica»74, el Index de Sotomayor de 1640mandó suprimir en todo el ámbito hispano cual-quier imagen de personas no beatificadas con sím-bolos de santidad75.

Un caso ilustra cuán cambiante fue el criterioseguido respecto al uso de imágenes de personasno beatificadas en las décadas inmediatamente pos-teriores al Concilio de Trento. Y es que, con el edic-to inquisitorial de 1619 que prohibía las imágenesde Simón en la mano, hasta el patriarca Ribera sehabría visto obligado a retirar de su colegio varioslienzos con efigies de individuos muertos en olorde santidad.

Pero más allá de cuestiones religiosas, el casoSimón constituye un excelente ejemplo del poderde las imágenes, el medio más eficaz para propagarideas en una sociedad mayoritariamente analfabe-ta como la valenciana de principios del siglo XVII.Así ocurrió en junio de 1614, cuando aparecieronen la ciudad pasquines como el reproducido en lafigura 6 y la Inquisición abrió una investigaciónpara capturar a su autor. Aunque casi todos los tes-tigos que comparecieron ante el Santo Oficio sedeclaron analfabetos, a ninguno se le escapó la crí-tica que en el pasquín se hacía a los dominicos76.No obstante, tanto ésta como las otras imágenesaquí analizadas fueron concebidas más para com-plementar que para sustituir a los escritos, y prue-ba de ello fue su amplia difusión entre todas lascapas sociales. Los usos dados a las imágenes en elcaso Simón fueron múltiples: como inductoras a laoración o depositarias de plegarias, como propa-gadoras de la fama del presbítero, poderosos obje-tos taumatúrgicos, o como afiladas armasarrojadizas. Este último propósito, probablemen-te el menos conocido, no se confiaba únicamentea los pasquines, y lienzos más elaborados fueronrealizados también con este fin. En mayo de 1619,dos meses después del edicto contra las imágenesde Simón, aparecieron por la ciudad cuadros quemostraban un hermoso muchacho vestido de azulmirando a una Inmaculada con un letrero quedecía: «Quien dijere que mi Madre fue en pecadoconcebida, yo le arrancaré la vida»; unos lienzoscuya paternidad se adjudicó al conde de Buñol, no-torio simonista, que pretendía así provocar a losdominicos, enconados opositores tanto de la teo-ría inmaculista como de la santidad de Simón. Loslienzos, expresamente calificados por la Inquisicióncomo «cuadros de reto», fueron prohibidos el 23de junio de 161977.

Los diversos usos de las imágenes y la hetero-geneidad social y cultural de sus destinatarios (des-de el rey, el papa o el archiduque Alberto a ampliasmasas de población iletradas) explican la distintanaturaleza de las imágenes analizadas. Dependien-do de su soporte material, las imágenes satisfacíandiversas necesidades, y acaso sea más pertinentevalorarlas en su complementariedad que por su

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183LOCVS AMŒNVS 4, 1998-1999Imágenes de una santidad frustrada: el culto a Francisco Jerónimo Simón, 1612-1619

65. Juan Bautista POLO, op.cit., p. 27.

66. «Y es de advertir que en unacto puede haber dos causas: launa final, y la otra impulsiva. Lafinal en la erección del altar yafixión del retablo es la honra deNuestro Señor y la memoria desu Pasión. La impulsiva, la santi-dad del siervo de Dios, que es laocasión del concurso de la gen-te, del nuevo altar y retablo, y dela frequencia de las misas, y laocasión porque algo se haze de-nota causa impulsiva, lo qual novicia el acto como sea válido porla causa final»; ibídem, p. 32-33.

67. Ibídem, p. 30.

68. Baltasar VIDAL DE BLANES,Satisfacción…, f. 39r.

69. Baltasar VIDAL DE BLANES,Memorial…, f. 8v.-10r. Tambiénel doctor Balaguer remitió desdeRoma en febrero de 1615 una re-lación de las «imágenes de varo-nes no beatificados ni beatifica-dos cuyas imágenes se veneran enyglesias de Roma»; ApariciGITART, op. cit., s.p. La queja delos simonistas estaba justificada,y a los casos por ellos aducidospodemos añadir la colocación, ennoviembre de 1616, de las esta-tuas de fray Juan Micón y frayDomingo Anadón «como san-tos» junto a la de san VicenteFerrer y san Luis Beltrán (enton-ces beato) en la puerta de la igle-sia del convento de predicadoresde Valencia; Jerónimo PRADES,op. cit., f. 152r.

70. Juan Bautista POLO, op. cit.,p. 41.

71. Giuseppe SCAVIZZI, «Lateologia cattolica e le immaginidurante il XVI secolo», Storiadell’arte, 21 (1974), p. 209-210.

72. Jean-Michel SALLMANN,Naples et ses saints e l’Àge

mayor o menor valor estético. Así, mientras la pro-testa anónima encontró en el pasquín de rápidaelaboración y consumo inmediato su expresiónnatural78, la extraordinaria difusión del grabado loconvirtió en el medio idóneo para difundir la famade Simón entre las masas, especialmente, cuando sepregonaron sus milagrosos efectos taumatúrgicos.Finalmente, costosos lienzos sirvieron de carta depresentación del futuro santo ante personas decalidad como Felipe III o el papa; unos cuadros rea-lizados por Ribalta, autor también de las imágenesdel presbítero que, colocadas en altares, debíanhaber perpetuado por siglos la fama de Simón.

baroque (1540-1750), París, 1994,p. 104-108.

73. Se prohibía toda veneraciónpropia de santo sin permiso deRoma (excepto para aquéllos cuyaveneración fuera practicada conautorización eclesiástica desde almenos cien años), y se fijaba unplazo de cincuenta años tras lamuerte en condiciones de noncultu para que una causa entraseen la Congregación de Ritos;Ludovico PASTOR, Historia de losPapas, vol. XXVIII, Barcelona,1958, p. 260-261 y Ramón ROBRES

LLUCH, op. cit. (1971), p. 392-393.Su repercusión artística en RomeoDI MAIO, op. cit., p. 138.

74. Serge GRUZINSKI, La guerra delas imágenes. De Cristóbal Colóna «Blade Runner» (1492-2019),México, 1994, p. 155.

75. Henry C. LEA, op. cit., p. 771.

76. Por ejemplo Dionisio Castro,un panadero analfabeto de treintay ocho años a quien le resultabaobvio que el pasquín representa-ba a un «frayle con los hábitos deSanto Domingo y los pies de ga-llo»; AHN, Inquisición, Legajo3701-3, f. 3v.

77. Ramón ROBRES LLUCH, op. cit.(1971), p. 402.

78. Las fuentes aluden a multitudde pasquines. Porcar recoge, entreotros, el aparecido en Valencia el 2de febrero de 1622, sin duda rela-cionado con el caso Simón:«aparegueren per los cantons de Va-lencia uns papers pintat un pes abygualtat y una espasa ab una ma quela tenia y al cap de año dia justiciadeu, y al peu dia deposuit patentessanctos persequentes et exaltavithumiles christum confitentes, y so-bre aço glosava cascu secundumcaptum queu entenien per lo con-fesor del rey [Luis Aliaga] queestava ja privat dels carrechs que te-nia»; Mosén Joan PORCAR, op. cit.,tomo II, p. 68.