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ZONA DE EMBARQUE 20 Enero 2012 Murmullos que perduran Cuando en 1927 el alcalde Jean-Baptiste Lebas manda construir unos baños públicos en Roubaix, la ciudad es un enjambre de fábricas y casas de ladrillo insalubres, sin electricidad ni agua corriente. La tuberculosis hace estragos en una población a merced del ritmo insaciable que marca la industria textil y Lebas –hombre idealista de izquierdas– se compromete a mejorar las condiciones de vida de los locales con un centro de higiene y ocio donde no haya diferencias de clases. El arquitecto Albert Baert concluye en 1932 el utópico proyecto: un elegante edificio estilo art déco con piscina olímpica, duchas, salas de baño, jardín y cafetería. Durante unas horas a la semana, prohombres y obreros se desprendían en los vestuarios del atuendo marcado por la sociedad y por una vez coincidían en la vestimenta: traje de baño. El paso del tiempo y el inevitable deterioro obligó al Ayuntamiento de Roubaix a cerrar el edificio y reinventar el espacio: convirtieron los baños públicos en el Musée d’Art et d’Industrie. Hoy, el renovado centro alberga una de las colecciones más importantes del norte de Francia y conserva intacta buena parte de la esencia de lo que fue años atrás. Alrededor de la gran sala rectangular que antaño ocupaba la piscina, pasillos azulejados y vidrieras se combinan con obras de Rodin, Fantin-Latour y Van Dongen. En el piso superior, los habitáculos que un día fueron duchas son hoy vitrinas donde se exhiben colecciones de cerámica, moda, artes aplicadas y trabajos textiles. Pasear por la gran plataforma de madera que recubre la vieja estructura de la piscina invita al ensimismamiento, especialmente al atardecer, cuando los últimos rayos del día se cuelan por la imponente vidriera y se reflejan en el agua del estanque central, exactamente igual como ocurrió durante cincuenta años, tarde tras tarde. Afuera, hace tiempo que el ruido de las factorías se desvaneció para siempre; pero aquí dentro el murmullo del pasado aún se deja oír en forma de grifos abiertos, griterío de chiquillos y el chapoteo de varias generaciones de ciudadanos de Roubaix. Basta con contemplar para escucharlo. l roubaix-lapiscine.com La Piscine de Roubaix combina magistralmente arte y memoria Daniel Martorell es periodista, colabora- dor de revistas de viajes, entre ellas, Lonely Planet Magazine. Hay momentos en los que nadie ha estado allí y, de repente, anuncian que es la última oportunidad de verlo. Mustang es un pequeño Tíbet o el “último reino prohibido”. Es una diminuta parte del Tíbet –en lengua, cultura y clima-, excepto que políticamente es parte de Nepal. Hasta 1992 no se permitía la entrada a turistas, y es a partir de entonces que dejan pasar sólo a unos escasos cientos de personas, previo desembolso de los 350 euros necesarios para costear el permiso de senderismo. Hoy en día está abierto a cualquiera, pero el elevado precio por una visita de 10 días mantiene las cifras por debajo de unos cuantos miles. Mustang se enfrenta a un cambio enorme que afecta a la carretera que sale de la ciudad de Pokhara. Pronto se podrá llegar a Mustang en un día, en vez de la caminata de cinco días que hasta ahora era necesaria. Cuando eso ocurra, dejará de ser ese reino remoto, por lo que mi reciente visita cobra más valor al haberla podido hacer andando. Al llegar a Mustang, la capital de la región, hemos ascendido por encima de los 3.800 metros de altitud. Las nubes cargadas de agua no superan las cimas de las montañas de Mustang, pero eso no impide que los prados de cada pueblo estén verdes, una feliz consecuencia, ya que todos los ríos que pasan por la zona y que van en dirección al sur de la India confluyen en la zona. Podemos ver la cultura tibetana en cada rincón, desde las piedras Mani, en las que se repite interminablemente un mantra budista, a los chortens (tradicionales stupas budistas), gompas (monasterios) y banderas oratorias ondeando por todas partes. Incluso conocí al rey, que parecía muy tranquilo con los cambios. Hoy, ya se puede cruzar con un 4x4, aunque aún no sea común en esta tierra tanto tiempo aislada. Me alegro de haberla visto antes de que lleguen los grandes cambios. El camino hacia el último reino prohibido Mustang se prepara para salir del aislamiento Tony Wheeler Las aventuras del cofundador de Lonely Planet, el hombre que no puede dejar de explorar EL HOMBRE MÁS VIAJADO El viejo re ino de Mustang un encla- ve de la cultura tib?ana en Nep al

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zona DE EMBaRQUE

20 Enero 2012

Murmullos que perduranCuando en 1927 el alcalde Jean-Baptiste Lebas manda construir unos baños públicos en Roubaix, la ciudad es un enjambre de fábricas y casas de ladrillo insalubres, sin electricidad ni agua corriente. La tuberculosis hace estragos en una población a merced del ritmo insaciable que marca la industria textil y Lebas –hombre idealista de izquierdas– se compromete a mejorar las condiciones de vida de los locales con un centro de higiene y ocio donde no haya diferencias de clases. El arquitecto Albert Baert concluye en 1932 el utópico proyecto: un elegante edificio estilo art déco con piscina olímpica, duchas, salas de baño, jardín y cafetería. Durante unas horas a la semana, prohombres y obreros se desprendían en los vestuarios del atuendo marcado por la sociedad y por una vez coincidían en la vestimenta: traje de baño.

El paso del tiempo y el inevitable deterioro obligó al Ayuntamiento de Roubaix a cerrar el edificio y reinventar el espacio: convirtieron los baños públicos en el Musée d’Art et d’Industrie. Hoy, el renovado centro alberga una de las colecciones más importantes del norte de

Francia y conserva intacta buena parte de la esencia de lo que fue años atrás. Alrededor de la gran sala rectangular que antaño ocupaba la piscina, pasillos azulejados y vidrieras se combinan con obras de Rodin, Fantin-Latour y Van Dongen. En el piso superior, los habitáculos que un día fueron duchas son hoy vitrinas donde se exhiben colecciones de cerámica, moda, artes aplicadas y trabajos textiles. Pasear por la gran plataforma de madera que recubre la vieja estructura de la piscina invita al ensimismamiento, especialmente al atardecer, cuando los últimos rayos del día se cuelan por la imponente vidriera y se reflejan en el agua del estanque central, exactamente igual como ocurrió durante cincuenta años, tarde tras tarde. Afuera, hace tiempo que el ruido de las factorías se desvaneció para siempre; pero aquí dentro el murmullo del pasado aún se deja oír en forma de grifos abiertos, griterío de chiquillos y el chapoteo de varias generaciones de ciudadanos de Roubaix. Basta con contemplar para escucharlo.l roubaix-lapiscine.com

La Piscine de Roubaix combina magistralmente arte y memoria

Daniel Martorell es periodista, colabora-dor de revistas de viajes, entre ellas, Lonely Planet Magazine.

Hay momentos en los que nadie ha estado allí y, de repente, anuncian que es la última oportunidad de verlo. Mustang es un pequeño Tíbet o el “último reino prohibido”. Es una diminuta parte del Tíbet –en lengua, cultura y clima-, excepto que políticamente es parte de Nepal. Hasta 1992 no se permitía la entrada a turistas, y es a partir de entonces que dejan pasar sólo a unos escasos cientos de personas, previo desembolso de los 350 euros necesarios para costear el permiso de senderismo. Hoy en día está abierto a cualquiera, pero el elevado precio por una visita de 10 días mantiene las cifras por debajo de unos cuantos miles.

Mustang se enfrenta a un cambio enorme que afecta a la carretera que sale de la ciudad de Pokhara. Pronto se podrá llegar a Mustang en un día, en vez de la caminata de cinco días que hasta ahora era necesaria. Cuando eso ocurra, dejará de ser ese reino remoto, por lo que mi reciente visita cobra más valor al

haberla podido hacer andando. Al llegar a Mustang, la capital de la región,

hemos ascendido por encima de los 3.800 metros de altitud. Las nubes cargadas de agua no superan las cimas de las montañas de Mustang, pero eso no impide que los prados de cada pueblo estén verdes, una feliz consecuencia, ya que todos los ríos que pasan por la zona y que van en dirección al sur de la India confluyen en la zona. Podemos ver la cultura tibetana en cada rincón, desde las piedras Mani, en las que se repite interminablemente un mantra budista, a los chortens (tradicionales stupas budistas), gompas (monasterios) y banderas oratorias ondeando por todas partes. Incluso conocí al rey, que parecía muy tranquilo con los cambios. Hoy, ya se puede cruzar con un 4x4, aunque aún no sea común en esta tierra tanto tiempo aislada. Me alegro de haberla visto antes de que lleguen los grandes cambios.

El camino hacia el último reino prohibidoMustang se prepara para salir del aislamiento

Tony WheelerLas aventuras del cofundador de Lonely Planet, el hombre que no puede dejar de explorar

EL HOMBRE MÁS VIAJADO

El viejo reino de Mustang es un encla-ve de la cultura tibetana en Nepal