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LOS “ INCONTROLADOS ” DE LA FAI . ENTRE LA FÁBULA Y LA CALUMNIA A pocas organizaciones se les ha inflingido una deformación histórica del modo en que se hizo y aún se hace hoy con la FAI. Mi propósito es el de tratar de remarcar algunos mitos y confrontarlos con la influencia real de la Federación Anarquista Ibérica, sobre el papel que jugó en el destino de la guerra, del anarcosindicalismo español y por ende de la Revolución. A su vez conviene alejar ya de su memoria el monstruo omnipresente y todopoderoso que la historia oficial ha creado -tal vez para poder lavar la cara al resto de fuerzas y partidos político de aquel Frente Popular– y analizar fríamente el contenido de las siglas. La FAI es posiblemente la agrupación más denostada y acusada impunemente durante los convulsos años treinta en España, los ‘incontrolados’ - escribe Chris Ealham– fueron caricaturizados y demonizados en la prensa republicana y franquista, del mismo modo que las incendiarias (pétroleuses) de la Comuna parisina habían sido vilipendiadas 60 años antes (1). Al tiempo también es la que ha sufrido una mayor mitificación histórica, en gran parte propagada en las memorias de sus simpatizantes. Está claro que no fue una organización coherente, en su creación se entremezclaron aquellos que veían en el sindicato una misión transitoria limitada a agitar y provocar la Revolución social como quienes los aceptaban en su función de líderes de una futura comuna autóctona revolucionaria (2), este carácter secreto al aire de la ilegalidad le confirió unas características muy apropiadas para convertirse en diana de las iras republicanas y burguesas y, a la vez, sospechosos idóneos en cuanto brote de violencia se producía.

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LOS “ INCONTROLADOS ” DE LA FAI . ENTRE LA FÁBULA Y LA CALUMNIA

A pocas organizaciones se les ha inflingido una deformación histórica del modo en que se hizo y aún se hace hoy con la FAI. Mi propósito es el de tratar de remarcar algunos mitos y confrontarlos con la influencia real de la Federación Anarquista Ibérica, sobre el papel que jugó en el destino de la guerra, del anarcosindicalismo español y por ende de la Revolución. A su vez conviene alejar ya de su memoria el monstruo omnipresente y todopoderoso que la historia oficial ha creado -tal vez para poder lavar la cara al resto de fuerzas y partidos político de aquel Frente Popular– y analizar fríamente el

contenido de las siglas.

La FAI es posiblemente la agrupación más denostada y acusada impunemente durante los convulsos años treinta en España, los ‘incontrolados’ -escribe Chris Ealham– fueron caricaturizados y demonizados en la prensa republicana y franquista, del mismo modo que las incendiarias (pétroleuses) de la Comuna parisina habían sido vilipendiadas 60 años antes (1). Al  tiempo también es la que ha sufrido una mayor mitificación histórica, en gran parte propagada en las memorias de sus simpatizantes.

Está claro que no fue una organización coherente, en su creación se entremezclaron aquellos que veían en el sindicato una misión transitoria limitada a agitar y provocar la Revolución social como quienes los aceptaban en su función de líderes de una futura comuna autóctona revolucionaria (2), este carácter secreto al aire de la ilegalidad le confirió unas características muy apropiadas para convertirse en diana de las iras republicanas y burguesas y, a la vez, sospechosos idóneos en cuanto brote de violencia se producía. 

Preso anarquistas y nudistas en la cárcel Modelo de Barcelona.Posiblemente detenidos desde la insurrección de enero de 1933.

Acusada de agrupar a masas iletradas se calculan en 103 las publicaciones que surgieron en su seno, también lo fue de ‘asaltar el poder’ dentro de la CNT por indocumentados que ignoraban -y aún obvian- la imposibilidad implícita de dicha tarea en un sindicato anarquista en que nadie ostentaba ningún poder. Como dijo Gómez Casas se estaba creando “la CNT que soñaban los reaccionarios” (3).

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Al margen de la responsabilidad histórica de los investigadores de cualquier signo, a poco que uno compare estudios se puede observar cómo la propia militancia se encargó en gran parte de esa tarea de deformación; unos para censurarla y lavar su mala conciencia y otros para cobijarse bajo el fantástico paraguas de su fabulado recuerdo; hay que tener en cuenta que en 1936 hablar de la FAI era hacerlo de la Revolución Social inmediata, aunque en ese mismo año ya comience su declive hacia la jerarquización perdiendo todo su sentido: en su riguroso estudio histórico, Stuart Christie habla de la posibilidad de que los notables de la CNT decidiesen colaborar en la campaña de intoxicación informativa para desviar los focos de sus sedes y ateneos y ganar un aspecto de legalidad frente al maximalismo de la FAI (4) así al frente de cualquier declaración altisonante como “Asturias es la Ucrania española” (5) se coloca a un vocero faísta que absorba el impacto, cuando se quiso evitar la apropiación de las siglas por cualquiera ya era demasiado tarde y las prioridades eran otras para un anarcosindicalismo más implicado en una victoria militar que en la Revolución proletaria.

Uno de los errores que descalifican la mayor parte de los estudios ha sido el del propio método de la mano de la Historia política desdeñando el ángulo imprescindible: el social, la visión thompsoniana, indispensable para tratar de resolver un puzzle que se aleja cuanto más lo analizas de la idea general preconcebida del grupo de afinidad primigenio que conformó su fundación (6)

Se pueden diferenciar tres etapas en el desarrollo de la FAI desde su creación durante la dictadura primoriverista y el estallido de la guerra, pasando de un prometedor ensayo de grupos de afinidad velando armas ideológicas, a convertirse en bisagra de la Revolución para acabar siendo un órgano burocratizado cuando pasó a manos de los nuevos intelectuales orgánicos como Abad de Santillán y Fidel Miró. Diego Abad de Santillán, octubre de 1936.

Hay otro interesante ángulo desde el que observar este proceso de falseamiento; el trato y uso dado desde los medios -de derechas pero también de izquierdas- a las siglas para cargar contra ella por todo conato de violencia insurreccional e incluso individual. En plena contienda Luis Araquistain emprendió una campaña en prensa que bajo el epígrafe “¡Fuego a la FAI!” y so pretexto del necesario desarme del pueblo daba pábulo a toda la rumorología urbana para consolidar la idea de una Federación criminal. Había que lograr que inspirase terror; el truco de “la mano negra” creado el siglo anterior por las clases pudientes para atribuir al lumpen todos los desmanes y atrocidades se repetía otra vez con estos nuevos “incontrolados“, adjetivo que quedó firmemente anexionado desde entonces a las siglas; la mayor parte de los titulares referentes a disturbios o razzias ya en los albores de la guerra comenzaron a dar carta de autenticidad al monstruo y el hecho de que los principales ‘líderes’ obreros como Durruti, Ascaso o García Oliver –justamente ‘los expropiadores’, las pistolas obreras– soliesen hablar en nombre de la FAI sin ser miembros no hizo sino contribuir a engrandecer el mito; por otro lado se comienza a nominar como ’faísta‘ en un alarde de adjetivación, esto se pueden observar claramente en los trabajos precursores de Jackson, Thomas o Payne (7) y por nuestros lares son Elorza, Álvarez Junco, Termes, DaCal, Tavera y gran parte del academicismo clásico quienes caen en el ‘vicio’ continuo de calificar de faístas a militantes (cuya no-pertenencia, hoy, se puede comprobar) con el único ánimo de apostillar un toque de esa “monstruosidad” al personaje o masa anónima en cuestión (8)

Respecto a las cifras de la militancia y por no extenderme: los números al respecto que presentan Woodcock -150.000- o Jackson -50.000 están desmesuradamente

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distorsionados, Brenan se coloca en torno a los 15.000 -siguiendo los cálculos de Díaz del Moral–, aunque la palma se la llevó Hugh Thomas que la equiparaba al PSOE en militancia (9) cuando la verdad es que la propia CNT tuvo que hacer continuos llamamientos a que sus afiliados se hicieran también de la FAI, las cifras que aportan no-faístas como Bueso o el propio García Oliver -de guadianesca militancia- tampoco tienen mucha base real, en su correcta Historia de la FAI, el exsecretario e historiador de la CNT Juan Gómez Casas da la cifra de 6.000 y en su citado trabajo Stuart Christie habla de 5.500, ambas en 1937 tras el crecimiento posterior al verano del estallido franquista; tales discrepancias dan dos pistas: el aura de secretismo que rodeó siempre al núcleo de la organización y el ánimo de dislocar la historia de los académicos oficiales.

La FAI, aunque creada con el único fin de preservar la ortodoxia en un momento en que se corría serio riesgo de deriva no sólo hacia el revisionismo ‘treintista’ del sindicato, sino del viraje hacia el marxismo (10), desde julio comenzó a ser más usada como salvoconducto antifascista indudable y símbolo de la disposición a la insurrección que como organización cuyo cometido germinal era fomentar el fuego para aunarse en la gran llamarada de la Revolución total y desaparecer.

El anticlericalismo, una tradición popular hispana en horas bajas tras varias décadas de dictadura franquista.

La llegada a su dirección de los “desarraigados”, aquellos exiliados -o emigrantes económicos retornados, como en el caso de Santillán– y la asunción ideológica de la línea argumental de estos llevada a cabo por Solidaridad Obrera con Jacinto Toryho a la dirección llevaron a la FAI irremisiblemente hacia el colaboracionismo más politicista, Horacio M. Prieto -y posiblemente Marianet y su entorno lo deseaban- planteó convertirla en partido político (11), curiosamente éste fue antes partidario de las ideas del viejo polemista Federico Urales que postulaba una federación “con fecha de caducidad” frente a las tesis de Isaac Puente en el Congreso de 1935 que proponía unas teorías cercanas al bolchevismo en cuanto a qué hacer con el poder.

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Al aire de la calumnia el epíteto faísta sirvió a muchos autores para enterrar en la ignominia figuras sospechosas o tan sólo anónimas cuya atribuida e indemostrable pertenencia condenaba al olvido o la verguenza, en el caso de Amor Nuño, cuya semblanza en manos del novelista Martínez Reverte roza el código penal, su supuesta pertenencia a la FAI acompaña la particular campaña del escritor apoyada luego por las afirmaciones -sin pruebas- del laureado Paul Preston en su Holocausto español donde cargó las tintas contra unos “incontrolados faístas” como un trasunto de una abstracción fantasmal, mientras hacía Historia de la mano de Santiago Carrillo, que seguro sabía bastante de “incontrolado” en aquel Madrid en Guerra donde sus JSU tenían una hegemonía incuestionable (12)

[…] La FAI, unas siglas que infunden terror en el corazón de la mayoría de los españoles, si “despiadado” es el adjetivo adecuado para la UGT, “sanguinario” no basta para describir a la FAI […] si pertenecer a cualquiera de ellas justifica la vehemente sospecha de criminalidad la pertenencia a la FAI lo corrobora […] (13)

Arnold Lunn 

Este es un ejemplo de la tremenda hostilidad con que los periodistas simpatizantes del levantamiento crearon una imagen de la FAI como génesis y epicentro de un absurdo torbellino de violencia y conspiraciones. Como ha señalado Stuart Christie(14) las ideas generalizadas acerca de la Federación están muy mediatizadas por las obras de marxistas y liberales que siguen contando con el respaldo de la convicción ideológica, sin contar con la precisa investigación social, lo que deforma totalmente tanto el concepto general como el relato de los hechos, aunque algunos lo hicieron por simple convicción o pesebrismo político, otros cumplieron -y cumplen aun hoy- la misión de falsificar y acomodar los hechos a sus intereses, así que vayamos a los hechos.De izquierda a derecha: García Vivancos, García Oliver, Louis Lecoin, Pierre Odéon, Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti (Poble Espanyol. Montjuïc. Barcelona, mayo de 1931)

La FAI fue creada formalmente durante los días 26 y 26 de 1927 en Valencia por un par de decenas de delegados locales y regionales, desde el punto de vista doctrinal conviene recordar que se aglutinó en torno a El Productor de Blanes, creado y dirigido por el núcleo de Manuel Buenacasa; cuya línea ideológica tenía concomitancias con otro periódico esencial en esta historia: La Protesta, órgano de la Federación Obrera de la Región Argentina (FORA) donde escribían López Arango y Abad de Santillán, padres intelectuales de la llamada “trabazón” y partidarios de un anarquismo intransigente frente a la penetración comunista en los sindicatos. La trabazón consistía en la participación directa en determinados aspectos de la lucha, tales como los comités pro-presos o los cuadros de defensa(15), es decir se repetía el esquema de la Alianza Democrática Socialista con la I internacional.

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El Comunismo Libertario del movimiento obrero argentino sirvió de inspiración a unos cuadros decepcionados con la ‘pasividad’ de la debilitada CNT durante la dictadura, cuyos ‘líderes’ intentaban restaurar una cierta legalidad y autonomía sindical frente a los mecanismos acordados en las reuniones clandestinas por los grupos de afinidad, donde prevalecían las tesis de la acción directa además de enfocar todo el interés en derrocar el régimen de Primo de Rivera. El estado de excepción en que vivía la CNT en ese tiempo contribuyó a exasperar el debate(16) que culminaría en 1931 con la ofensiva treintista que llegó a desarticular a la CNT más puramente sindicalista observada como un cuerpo extraño, un híbrido(17) por los sectores más volcados en la insurrección y la gimnasia revolucionaria.

García Oliver en sus memorias narra como a sus salida de la cárcel de Burgos se hacía evidente cierto entusiasmo cenetista ante la llegada de la República, con un sindicato en cuyas posiciones clave se encuentran los veteranos partidarios de prolongar la “moción política” de 1922 y que comenzaba a ser apreciada por sus correligionarios como una traición a los principios establecidos en 1919 en el Congreso del Teatro de la Comedia. Como contrapartida, el germen de la oposición al reformismo, que encarna la postura de la FAI está cercano a convertirse en la vanguardia de la Revolución, alcanzando su momento álgido con insurrecciones como las de el Alto Llobregat, Fígols o Cardoner que les otorgaron gran fama y admiración entre unas masas expectantes tras la desastrosa actuación de los primeros pasos de la República que reafirmaban a los sectores más radicales con una represión como las ejercidas en Sevilla, Arnedo, Castiblanco o Casas Viejas y la delicuescente respuesta confederal.

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Principales zonas en donde se manifestó la Insurrección Anarquista de enero de 1933

Pero desde la CNT las inquietudes iban por otros derroteros, tras los años en blanco de la dictadura se quería mantener el estatus y utilizarlo como plataforma de tipo más sindical que revolucionaria y la impaciencia de los grupos les llevó en su senda insurreccional, continuaron utilizando la acción directa. El manifiesto treintista vino a ser la espoleta que activó toda la frustración acumulada de unos y otros, su proclamación, encabezada por significativos militantes como Juan Peiró, Ángel Pestaña o Progreso Alfarache, conllevó la expulsión de Solidaridad Obrera de sus redactores y las sanciones a los militantes que mostraron simpatías o apoyo acusándolos de desviacionismo como fue el caso de Manuel Sirvent y cuyo testimonio es esclarecedor al respecto(18): La FAI como inquisición revolucionaria (ergo contraria al espíritu ácrata más básico) había llegado para quedarse. La primera expulsión importante fue la de la federación de sindicatos de Sabadell que, aunque mostraban su indignación contra la mediatización en la CNT, escondía un trasfondo económico(19). En 1932 se expulsan a sindicatos enteros con miles de afiliados, éstos se refugiaron en una federación desde la que lanzaban duras campañas contra los faístas. En 1934, la creación del Partido Sindicalista por Pestaña dio la razón a los ortodoxos al aceptar la lucha política inasumible para las concepciones anarquistas(20).

Pero ¿quiénes eran la FAI? ¿Dónde estaba aquella aterradora organización que impelía al proletariado hacia la revolución social? ¿Había alguna cabeza visible cuyo liderazgo

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pudiese competir con el prestigio de los herederos de Seguí? La respuesta es claramente no, el grupo Nosotros de Durruti, Ascaso y García Oliver no militó hasta años después y en 1931 claramente cae el mito del supuesto control de la CNT por los faístas al ser elegido Ángel Pestaña secretario general de la Confederación, con lo que la manida tesis de la “liquidación reformista” pierde toda credibilidad(21), en realidad la primera vez que alguien se manifestó como portavoz de la FAI fue Diego Abad de Santillán en la celebérrima reunión con Companys tras las primeras luchas de julio del ‘36.

El axioma historiográfico del “monstruo” cojea ostensiblemente cuando se conocen las visicitudes en que la FAI echaba a andar; Juan Manuel Molina –Juanel– llegó del exilio en 1930 con la misión de ocupar la secretaría y él mismo revela las míseras condiciones en las que se trabajaba, sin siquiera contar con una máquina de escribir  (22) tal era la situación en que trataba de desarrollar su actividad aquel “temible coloso”, lo que hace aún más increíble el aceptar que en tales condiciones fuese capaz de atestar el golpe necesario para hacerse con una CNT -esta sí- omnipresente, hegemónica y con todos los medios que la clandestinidad no había conseguido frenar, a pesar de tener sus cuadros semidesmantelados; la Confederación velaba sus armas en silencio esperando la ocasión propicia, los grupos de afinidad por el contrario sí se mantuvieron activos durante los años de Primo de Rivera, lo que les granjeó las simpatías proletarias y dio carta de combatividad, sobre todo entre los militantes más jóvenes.

Al hilo de esto José Peirats recalca el ímpetu y la juventud -e inexperiencia- de sus miembros y García Oliver formula una curiosa y atractiva teoría: la base de la FAI se constituía del sector más pro-revolucionario y joven, aunque carecieran del carnet, rebelados contra la línea ideológica impuesta al sindicato por los ‘viejos militantes’, convirtiéndola en un trasunto de bolsa de promesas -la FAI- frente al anquilosado concepto de revolución “poco a poco” de sus mayores -la CNT- (23). Una de las aspiraciones era la eliminación de los “viejos sindicalistas” y fomentar una mentalidad de combate en los militantes por medio de su “gimnasia revolucionaria”; su primera demostración de fuerza -o puesta en escena- fue el mitin del 1º de mayo de 1931, recién estrenada la República, en que los anarquistas barceloneses se reunieron bajo banderas con el lema “Fiesta de la gimnasia revolucionaria made in García Oliver” junto el Arco del Triunfo, a doscientos metros del Bellas Artes, donde realizaba su acto la CNT, una manifestación que finalizó en un tiroteo en la plaza Sant Jaume con las fuerzas del orden y García Oliver en el balcón de la Generalitat llamando al cese del fuego (24), un acto que marcaría el rumbo de esta nueva FAI. Los atentados serían sustituidos a partir de ese momento por la lucha de calle, siempre bajo el signo de la pistola obrera.

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Ciertamente cabe una mirada de sorprendida ante este contraste, sobre todo cuando ésta se lanza a las “cúpulas”, frente al sindicalismo cenetista se oponía el “anarquismo puro de la FAI”. Hasta aquí se puede llegar, para lanzar afirmaciones sobre una actuación homogénea es necesario un mayor y amplio estudio, se precisa de nuevas capas de investigación y no ceñirse únicamente a la política (especialmente al hablar de organizaciones apolíticas cuando no antipolíticas)

Por poner un ejemplo debiera analizarse el aspecto geográfico: el comportamiento en Madrid, Castilla o Galicia distaba mucho del de la FAI del levante español; durante la guerra las necesidades del frente eran otras que las de la retaguardia y esto influyó sobremanera en las relaciones entre el Frente Popular de uno y otro lado de la línea del conflicto. Mientras en la capital se trataba de convivir con el caudillismo comunista -por

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miles de razones, casi todas ellas relacionadas con la ayuda soviética- en Barcelona, a solo 10 meses de iniciada la contienda las luchas intestinas destrozaban la cohesión antifascista en los infaustos sucesos de mayo. En Cataluña el anarquismo realizó desde el primer momento el papel protagonista y trató de mantener un equilibrio entre coherencia y hegemonía, en Madrid, aunque al estallido de la guerra eran minoría, el desarrollo ulterior de los acontecimientos fortaleció el movimiento libertario hasta darle el papel preponderante en la lucha, ya que el fuego a sus puertas por un lado y el irresistible ascenso del Partido Comunista por otro imposibilitaban el ejercicio práctico del programa anarcosindicalista, a lo que hay que sumar que la influencia del PCE conllevaba inexorablemente la traslación cada vez mayor de funciones políticas a los agregados rusos.

En 1932 se crea la FAI madrileña que se destacará en dos campos de actuación: por un lado su implicación en la conflictividad social con la patronal y el gobierno y por el otro en el debate de la alianza revolucionaria con UGT y otros actores de izquierda(25) Así como la FAI catalana se nutrió de la ideología de El Productor, en Madrid la intermitencia de El Libertario y la desconfianza hacia Solidaridad Obrera -tras el paso de Peiró por su dirección- la mantenían huérfana de órgano. Allí el núcleo “doctrinal” lo conformaban Mauro Bajatierra, González Inestal, Melchor Rodríguez o Cánovas Cervantes, colaboradores del periódico La Tierra que, a pesar de coincidir con su línea editorial, era observado como prensa extraña por los libertarios, finalmente se asumió como propio al diario CNT con González Mallada a la dirección, uno de los faístas más preeminentes de la capital. Esto apunta a las diferencias recalcadas entre las federaciones regionales y añade trama sobre la que investigar y seguir desarrollando el estudio histórico intensificando el campo de lo social, como indica Julián Vadillo “La FAI daba una imagen heterogénea dependiendo de su influencia en determinadas zonas de España”(26) por lo que debemos desechar cualquier generalización, máxime teniendo en cuenta la enorme complejidad del entramado orgánico: el sindicato, el grupo especifico, el de afinidad, el de defensa confederal, etc… un entramado cuyo estudio a nivel local puede ayudar a acabar con la idea monolítica establecida del “coloso con pies de barro”(27)

Continuará…

Notas y bibliografía

1- El mito de la muchedumbre enloquecida. en Ealham, Ch. y Richards, M. (Eds.) España fragmentada. Comares 2005 p. 1572- Paniagua Fuentes, Javier Pensamiento y acción del Movimiento Libertario. Síntesis 2008 pp. 204-2103- Gómez Casas, J. Historia de la FAI y sus antecedentes de la Alianza de la Democracia Socialista. FAL 20024- Christie, Stuart. Nosotros los anarquistas! Un estudio de la FAI (1927-1937) Publicaciones de la Universidad de Valencia 20085- Payne. Stanley G. La Revolución española. Ariel 1972 p. 2836- Entrevista a Progreso Fernández, Para qué fundamos la FAI revista Bicicleta N° 1, 1977 pp. 40-43

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7- Olaya Morales, Fco. Historia del movimiento obrero español (S XX) PSSoli 2015 (passim)8- Antonio Elorza, en “Bakunin y la Revolución social en España” (Cinca 2011) suele añadir faísta en cursiva delante del nombre al acusar -por ejemplo- de criminales a Dionisio Eroles o Aurelio Fernández entre otros. p. 257 (passim)9- Thomas, Hugh La guerra civil española. Ruedo ibérico 1977 p. 52310- Bar, Antonio. La CNT en los años rojos Akal 198511- Payne, S. Ob. cit. p. 31012- Salgado, Jesús F. Amor Nuño y la CNT. Crónica de vida y muerte. Fundación Anselmo Lorenzo 201113- Periodista británico simpatizante de Franco, cit. en Christie, Stuart, ¡Nosotros los anarquistas! Un estudio de la FAI. Univ. De Valencia, 2008 p. 1014- Christie, Stuart Ob. cit. p. 1115- Peirats, José, La CNT en la Revolución española Vol II p. 24216- Brenan, Gerald, El laberinto español. Ruedo ibérico 1965 p. 30917- Borrás, José. Del Radical Socialismo al Socialismo radical y libertario. Fundación Salvador Seguí, 1998 p. 12018- Sirvent, Manuel. Un militante del anarquismo español FAL 2011 p. 22719- Vega, Eulàlia, Anarquismo y sindicalismo. Eds. Universidad de Valencia, 1987  p. 148 y ss.20- Herrerín, Ángel.La CNT durante el franquismo. Eds. Siglo XXI 2004 p. 5-621- Vadillo Muñoz, Julián El anarquismo en el Madrid de la segunda república. Perfil social, estrategias y tácticas. Revista Historia Autónoma, nº 10, 2017 p. 12522- Carta de Juanel a Juan Gómez Casas, citada en su Historia de la FAI, p. 13223- García Oliver, Juan El eco de los pasos. Ruedo ibérico 1978 . p. 11124- Ibidem pp. 116-11725- Vadillo ob. Cit. p. 11726- Ibid. op. 13727- Conversación con Julián Vadillo