los clasicos

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EDICIÓN HOMENAJE CUENTOS DE POLIDORO Los clásicos

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Los cuentos de Polydoro, adaptación de Horacio Clemente, Beatriz Ferro (Hans C. Andersen)

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  • EDICINHOMENAJECUENTOS

    DE POLIDORO

    LOS

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    DE P

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    ORO

    PulgarcitaEl ruiseorEl caballo voladorLos tres deseosHansel y Gretel N

    Los clsicos

  • PRESIDENTA DE LA NACINCristina Fernndez de Kirchner

    MINISTRO DE EDUCACINAlberto Sileoni

    SECRETARIO DE EDUCACINJaime Perczyk

    JEFE DE GABINETE Pablo Urquiza

    SUBSECRETARIO DE EQUIDAD Y CALIDAD EDUCATIVAGabriel Brener

    Ejemplar de distribucin gratuita. Prohibida su venta.

  • Los clsicos

    EDICINHOMENAJECUENTOS

    DE POLIDORO

  • Los clsicos / Hans Christian Andersen ... [et.al.] ; adaptado por Horacio Clemente y Beatriz Ferro ; ilustrado por Ayax Barnes ; Oscar Grillo ; Napolen. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : Ministerio de Educacin de la Nacin, 2014. 144 p. : il. ; 25x19 cm. - (Homenaje Cuentos de Polidoro / Adriana Redondo; 2)

    ISBN 978-950-00-1040-5

    1. Fomento del Libro y la Lectura. I. Andersen, Hans Christian II. Clemente, Horacio, adapt. III. Ferro, Beatriz, adapt. IV. Barnes, Ayax, ilus. V. Grillo, Oscar, ilus. VI. Napolen, ilus.CDD 028

    Fecha de catalogacin: 11/09/2014

    PLAN NACIONAL DE LECTURA

    Coordinadora Plan Nacional de LecturaAdriana Redondo

    Coordinadora editorialNatalia Volpe

    Investigacin biogrficaJssica PresmanSilvia Pazos

    DiseoJuan Salvador de TullioElizabeth SnchezMariel Billinghurst

    Digitalizacin de ilustracionesNahuel Caada

    RevisinSilvia Pazos

    Agradecemos a:Los autores, ilustradores y sus herederos, a quienes les dedicamos esta Edicin Homenaje.Beatriz Ferro y Beatriz Doumerc, por haber avalado la iniciativa con entusiasmo.Isol por promover este proyecto; a Judith Gociol y Pablo Medina por el asesoramiento.Y a todos los que nos brindaron su aporte: Irene Spivacow, Miguel Spivacow, Mariana Daz, Gabriel Barnes, Pablo Conti, Nelda Abed, Lorenzo Amengual, Mara Teresa Andruetto, Lidia Blanco, Guillermo David, Laura Devetach, Susana Fitere, Istvansch, Susana Itzcovich, Juan Lima, ngela Ruggiero, Julia Saltzmann, Carlos Silveyra, Amanda Toubes.ALIJA, Asociacin La Nube, Argentores, Biblioteca Nacional, CEDILIJ.

    La publicacin de los textos e ilustraciones ha sido autorizada por sus autores y/o herederos, salvo en aquellos casos en que las bsquedas no permitieron hallar datos.

  • Alberto Sileoni

    Ministro de Educacin

    Prlogo

    Los Cuentos de Polidoro vuelven a las manos de nias y nios, a las de sus padres, abuelos y educadores. Esta Edicin homenaje publicada por el Ministerio de Educacin de la Nacin es un genuino reconocimiento a la produccin innovadora en libros infantiles que despleg el Centro Editor de Amrica Latina.De la mano de Boris Spivacow, junto a un entusiasta y creativo grupo de colaboradores, este proyecto editorial de vanguardia se sostuvo en nuestro pas desde 1966 hasta 1995. Sus colecciones promovieron la democratizacin de la cultura nacional y universal a travs de materiales accesibles, atractivos y de excelente calidad para todas las edades.En esta edicin de los Cuentos de Polidoro, se rene una seleccin de narra-ciones que en varios tomos entrelaza cuentos clsicos, leyendas latinoameri-canas y mitos europeos junto a las inefables historias de Don Quijote de la Mancha. Valiosos autores, adaptadores e ilustradores hicieron de cada una de ellas un encuentro con la belleza, el humor y la imaginacin. Estos libros pasan ahora a formar parte de un conjunto ms amplio, confor-mado por los miles de ttulos y millones de ejemplares que a lo largo de estos aos hemos enviado a todas las escuelas de nuestra patria, para promover y afianzar la lectura de nuestros nios y jvenes. En ese universo de palabras e imgenes que hemos puesto a disposicin de nuestros docentes, estamos seguros de que ellos sin duda brillarn con luz propia en cada una de las bibliotecas escolares donde sean acogidos.Queda, entonces, solo compartirlos y disfrutarlos.

  • Tengo que enterarme de estas cosas por los libros?, inquiere el rey en El ruiseor, uno de los relatos que integran esta Edicin Homenaje a Cuentos de Polidoro, la serie publicada por el Centro Editor de Amrica Latina (CEAL), del mtico Boris Spivacow.Su Majestad no debe creer en todo lo que lee!, le responde un servidor. Pero el monarca insiste.El proyecto esbozado por el editor, por el diseador Oscar Negro Daz y por la escritora Beatriz Ferro (pasadas las 60 entregas fue reemplazada por Susana Bahamonde) se concret en 1967, un ao despus de fundado el sello. Traduc-ciones, adaptaciones y versiones libres de cuentos clsicos y libres de derechos que se hacan eco de las innovaciones determinantes para el rumbo que tom la literatura infantil impulsadas por poetas como Mara Elena Walsh y Javier Villafae, quienes se dirigan a chicas y chicos con inteligencia y sin didactismos.Los polidoros explotaban el humor, la irona, el absurdo y el desparpajo con un lenguaje directo y cotidiano, en un abanico que va desde cuentos duramente crueles a historias de inmensa poesa. Ledas en esta reedicin, algunas de estas historias pueden resultar polticamente incorrectas para los parmetros actuales: desde un padre que acompaa pasiva-mente el abandono de sus hijos y un chico que roba y mata a un gigante sin ser castigado, hasta relatos que se refieren a los indios y no a las culturas originarias. Un valor adicional de esta nueva publicacin es poder poner en debate las con-cepciones culturales de entonces y de ahora.El mayor impacto lo causaba y todava lo causa el tratamiento grfico de la serie: bellas y variadas tcnicas pictricas y de diseo que sorprendan, descon-certaban y provocaban a los chicos, en un momento en que las ilustraciones estaban ms bien relegadas a una funcin de paratextos. Aqu las imgenes no acompaan a las palabras sino que posibilitan una lectura independiente. Los polidoros fueron ilustrados por dibujantes sabiamente detectados, que por esos aos publicaban sus primeros trabajos y luego fueron reconocidos artistas. Con esta serie, adems, el Centro Editor prob la venta semanal en quioscos,

    La vuelta de un Quijote

  • un sistema que result un xito sin precedentes y se volvi una marca de fbrica, junto a otra gran innovacin: la publicacin de materiales en fascculos. Pero sin duda, lo ms revolucionario del proyecto de Spivacow fue la combinacin entre precio, cantidad y calidad. El editor sostena que un libro deba costar el equiva-lente a un kilo de pan. Y no hay nada ms sabiamente subversivo en el mejor sentido de la palabra que relacionar estos dos alimentos bsicos.El CEAL lleg a lanzar unos 5.000 ttulos en ms de 70 colecciones y, an desde el mbito privado, result la propuesta pblica de promocin de la lectura de mayor envergadura que tuvo este pas. Por eso, que esta nueva publicacin parta de un mbito oficial es una seal digna de destacar. Los 80 relatos que componen los Cuentos de Polidoro tuvieron por lo menos tres ediciones realizadas por el propio Centro (1967/1977/1985) y luego compilaciones en tapa dura como El mundo encantado de los cuentacuentos, Cuentos para nios y Los hermosos libros, algunas de las cuales se vendan a crdito. Varios ttulos de la serie fueron reeditados en Mxico en convenio con la Secretara de Educacin Pblica y tambin aparecieron en Bolivia en una tirada especial de la Secretara Nacional de Educacin. Prueba de que se trataba de un material de avanzada es que cada una de esas veces suscit un gran inters.Los tomos que ahora se presentan no incluyen el contenido total de los fascculos lanzados a partir de 1967, sino una seleccin reagrupada, basada quizs ms en la potencia grfica que en los contenidos de los relatos. En la versin original, el ltimo libro publicado es La vuelta de Don Quijote, un bello canto de amor a la literatura. Que esta coleccin empiece con esa misma historia es, adems, otro gesto de reconocimiento a Spivacow, con-siderado por muchos un Quijote: un editor voraz, soador y empedernido que, como el monarca de El ruiseor, encontr en los libros la verdad.

    Judith Gociol

    Periodista e investigadora de temas culturales

  • 6Durante los ltimos aos, con varias personas y en algunos artculos habl de mis ansias por ver publicada una reedicin de los Cuentos de Polidoro, que hasta hoy eran libros de culto para algunos memoriosos. Conversamos en distintas oportunidades con Beatriz Ferro, que agradeci y se interes mucho por la iniciativa. Tambin se entusiam Beatriz Doumerc (escritora y esposa de Ayax Barnes). Lamentablemente no pudieron ver este proyecto concretado.Es raro lo que sucede con los libros que uno ama, y ms con los que acompaaron en la infancia. Son parte de la familia, sern personajes de nuestros sueos para siempre.Me emociona pensar que esta edicin es un homenaje, un agradecer.A to-dos esos escritores y dibujantes les agradezco el hecho de no haber mezqui-nado la emocin y la bsqueda en el trabajo a realizar, sin prejuicios acerca de su pblico infantil, con respeto por el lector y por su propia creacin, poniendo toda la carne al asador en lo que hacan. Contagian libertad. Y por suerte no me haban vacunado contra eso.Ilustradores como Sbat, Ayax Barnes, Napolen, Grillo, Alba Ponce y otros de los que participaron en esta coleccin hicieron unos dibujos que se quedaron a vivir en mi retina, casi como un criterio esttico. Sus imge-nes constituyen mi folclore como ilustradora, una mirada que me influy y me sedujo de nia con la lectura de esas fascinantes historias. Y siguen siendo apetitosas al paladar contemporneo como si fueran manzanas fres-cas... Cuando muestro estas obras en el exterior se quedan con la boca abierta por su potencia y libertad esttica. El hecho de que vuelvan para nuevas generaciones de argentinos es riqueza cultural recobrada, y siento mucho orgullo de esta herencia. Una alegra, adems, que se distribuyan en escuelas y bibliotecas de todo el pas. No se me hubiera ocurrido un plan mejor ni un homenaje ms lindo. Ahora, a disfrutar!

    Isol

    Ilustradora

    Tesoro recobrado

  • 7Hans Cristian AndersenDinamarca, 1805-1875. Public poesa, teatro, novelas y libros de viaje, aunque se populariz por los cuentos de hadas. Entre sus ms de 150 relatos, se encuentran El patito feo, El soldadito de plomo, La Sirenita, El ruiseor y El traje nuevo del emperador. Ha sido traducido a ms de 80 idiomas y sus cuentos fueron adaptados a ballet, cine, teatro y obras plsticas.

    Charles PerraultFrancia, 1628-1703. Trabaj como funcionario y compuso muchas loas al rey Luis XIV. Recin a los 55 aos public Historias o cuentos del pasado, ms conocido como Cuentos de mam Oca, primera edicin escrita de, entre otros, Caperucita Roja. Se trata de uno de los primeros trabajos de recopilacin de las historias de tradicin oral. A cada relato, Perrault le agreg sobre el final una sentencia o enseanza moral.

    Jakob Grimm y Wilhelm GrimmAlemania, 1785-1863 y 1786-1859. Tras egresar de la Universidad de Marburgo, se dedicaron al estudio de la lengua, tanto desde la investigacin como desde la docencia. Su gran inters por los cuentos folclricos se concret en la publicacin de Cuentos para la infancia y el hogar (1812 y 1815), una recopilacin en dos volmenes de antiguos relatos de tradicin oral adaptados para nias y nios, como Cenicienta, Rapunzel, entre otros.

    Miguel de Cervantes SaavedraEspaa, 1547-1616. Poeta y dramaturgo, es considerado el gran representante de la lengua espaola y uno de los padres de la novela moderna. En 1605 public El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y diez aos despus su continuacin, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Las andanzasdel hidalgo y su compaero Sancho Panza parodian los relatos de caballera y se convirtieron en un xito inmediato. Hasta hoy, es el libro ms traducido y editado de la historia, solo superado por la Biblia.

    Carlo CollodiItalia, 1826-1890. Periodista y autor, escribi novelas y comedias, e ingres a la literatura infantil en 1875 con Racconti delle fate, una traduccin de los cuentos de hadas en francs de Charles Perrault. En 1880 comenz a publicar por entregas Storia di un burattino (Historia de un ttere) tambin llamado Bambinino, que sala semanalmente en Il Giornale dei Bambini (el primer peridico italiano para nios). Esa serie integrar luego Las aventuras de Pinocho.

    Participan de esta coleccin

    Quines escriben

    Isol

    Ilustradora

  • 8BeatrizDoumerc (Beatriz Barnes)Argentina, 1929-2014. Escritora, formada en Bellas Artes. En colaboracin con su marido, el ilustrador Ayax Barnes, public decenas de libros, principalmente dirigidos a chicas y chicos.En el CEAL escribi para la coleccin Los cuentos del Chiribitil:Vuela, Mariquita y Tatarafbulas; para la coleccin El mundo encantado de los cuentacuentos; y para la colec-cin los Cuentos de Polidoro: La cigarra y la hormiga, El rey y el leopardo, entre otros.

    Beatriz FerroArgentina, s/d-2012. Escritora, periodista e ilus-tradora, fue precursora en la edicin de libros para la infan-cia. En Editorial Abril, dirigida por Boris Spivacow, escribi para las colecciones Bolsillitos y Gatito, junto a Hctor Oesterheld (con el seudnimo de Hctor Puyol), Ins Malinow, Pedro Orgambide. Ide, dirigi y redact los fascculos de la enciclopedia El Quillet de los nios, con ilustraciones de Oski, Enrique Breccia, Ayax Barnes y el diseo de Oscar Negro Daz. Junto a Mara Elena Walsh elabor la Enciclopedia Veo Veo, de Editorial Hyspamrica. Estuvo a cargo de las colecciones infantiles de Eudeba y el CEAL, donde dirigi las mticas colecciones del Chiribitil y Cuentos de Polidoro. Fue candidata al premio Hans Christian Andersen en 2008.

    Neli Garridode RodrguezArgentina, 1942. Escritora. Fue titiritera, do-cente y periodista en diversos medios. Su obra fue distingui-da, entre otros, por la SADE (Leyendas argentinas) y por la Cmara Argentina de Publica-ciones (100 Cuentos). Para la coleccin Cuentos de Polidoro escribi El prncipe que perdi la risa, El hada Globo Azul, entre otros.

    Horacio ClementeArgentina, 1930. Escritor, periodista, fotgrafo; historietista de Misterix y Rayo rojo. Sus cuentos para chicos se publicaron en diarios y re-vistas infantiles, como Humi y en muchas editoriales. En el CEAL escribi para Cuentos de Polidoro, adaptando relatos de Las mil y una noches; tambin particip de la coleccin Libros del Quirquincho bajo la direc-cin de Graciela Montes.

    Quines cuentan

  • 9Yal(Amelia J. Foresto de Segovia) Argentina, s/d. Autora de cuentos para chi-cas y chicos, public Cuentos infantiles. Escribi y adapt muchos relatos que integraron la coleccin Cuentos de Po-lidoro del CEAL: Brita y las nornas, El atado de heno, El duende de la granja, En el pas de los gigantes, La pajarita de papel, entre otros.

    CristinaGudio Kieffer Argentina, 1946. Vive en Buenos Aires. Es auto-ra de cuentos para chicas y chi-cos y colabor en la redaccin de enciclopedias infantiles. Sus relatos fueron publicados en la Argentina, Espaa y Mxico. En el CEAL, para la coleccin Cuentos de Polido-ro, adapt y escribi: La tierra ya est hecha, Teseo y el Mino-tauro, Pandora, Las aventuras de UIises, La flecha mgica, y la serie de Don Quijote, entre otros.

    InsMalinowArgentina, s/d. Escritora. Estudi Letras, dict talleres de escritura, public poesa y narrativa. Cuenta con una vasta trayecto-ria en el mbito infantil. Para la coleccin Bolsillitos de la Editorial Abril, cre las series Cucucito, Escamita, Inosito y Pepe Bolsillitos. En el CEAL escribi para la coleccin Cuentos de Polidoro: Pinocho en el pas de los juguetes; Pinocho y la ballena; Pinocho, el gato y la zorra, entre otros.

    Beatriz MosqueraArgentina, 1940. Vive en Buenos Aires. Escribi para la infancia: Los cuentos del abue-lo; Rulo y Pelusa; Hermanitos; y tambin en la Coleccin Polidoro. Sus libros de lectura se publicaron en la Argentina, Per y Venezuela. Luego se dedic a la escritura teatral (El llamado; La luna en la taza; La irredenta;Violeta Parra y sus vo-ces) y a la narrativa (Nadie tiene por qu saberlo, entre otros).

    AurelioQueirolos/d. Escritor. En el CEAL escribi para la coleccin Cuentos de Polidoro: El cumpleaos de la Ta Emilia, El elefante triste, El ratn azul, La rebelin de Marfisa y El arroyo cantarn.

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    Quinesilustran

    Agi(Magdalena Agnes Lamm)Hungra, 1914-1996. Estudi dibujo, pintura, escultura y diseo de modas en Viena. Emigr a la Argentina en 1940. Fue premiada en el Festival Infantil Internacional, por las ilustraciones de una versin en italiano de La Sirenita. En Editorial Abril, particip en la coleccin Bolsillitos y el Diario de mi amiga. Fue muy reconocida tambin por sus artesanas, muecas y tapices inspirados en el arte de pueblos originarios del noroeste argentino.

    Amalia CernadasArgentina, 1939. Vive en Buenos Aires. Se dedic intensamente a la literatura infantil como ilustradora. En el CEAL fue editora de arte y tambin dibuj algunos libros de la coleccin Cuentos de Polidoro: Los dioses campeones, La selva del Yas-Yater, El rbol de la luna, El cuento de la noche, entre otros.

    GioiaFiorentinos/d. Ilustradora, artista y escengrafa. En el CEAL ilustr para la coleccin Cuentos de Polidoro: El cumpleaos de la Ta Emilia, El elefante triste, El ratn azul, La rebelin de Marfisa y El arroyo cantarn, entre otros.

    Ayax BarnesArgentina, 1926-1993. Dibujante e ilustrador. Si bien la mayor parte de su tarea se concentr en libros infantiles, elabor tambin afiches, papelera, envases y arte de discos. Trabaj en dos colecciones fundantes de la literatura infantil de Amrica Latina: Cuentos de Polidoro y Los Cuentos del Chiribitil, y en la enciclopedia El Quillet de los nios, dirigida por Beatriz Ferro. Junto a su compaera, la escritora Beatriz Doumerc, public ms de veinticinco obras, entre ellas La lnea, que recibi el premio Casa de las Amricas en 1975. Cre, junto a Beatriz Ferro y Oscar Daz, el logo del elefante para la coleccin del CEAL.

    IgnacioCorbalnArgentina, 1931-1999. Artista plstico y fotgrafo. Se form en el taller de Demetrio Urrucha y luego en fotografa y diseo. Realiz producciones fotogrficas para diversas editoriales. En el CEAL, tanto en los libros infantiles como en las colecciones para adultos, hizo innumerables fotografas y portadas, como la serie Encuentro; y la coleccin Mi pas, tu pas; entre otras. Fue coautor, junto a Fermn Chvez y Mara Ins Duke, de muchos ejemplares de la serie La Historia Popular: Vida y milagros de nuestro pueblo.

    Chacha (Sara Amanda Conti)Argentina, s/d-1984. Hermana mayor del historietista Oski. Artista plstica, ilustr cuentos para varias colecciones, entre otras: Bolsillitos y Gatito en Editorial Abril. En el CEAL: Los cuentos del Chiribitil, donde dibuj Los zapatos voladores, de Margarita Belgrano; Viaje al Pas de los Cuentos, de Graciela Melgarejo; Chavuk, de Sofa Laski. Tambin ilustr para la coleccin Cuentos de Polidoro: En el pas de los gigantes, Brita y las nornas, El espritu del bosque, El atado de heno, entre otros.

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    MartaGasparArgentina, 1938. Desde mediados de los 70 vive en Europa. Artista plstica, comenz a pintar siendo muy joven; su primera muestra fue en 1963 en Rosario. Realiz exposiciones en Nueva York, y ciudades de Italia y Francia; con su marido Napolen (Antonio Mongielo Ricci) expuso Mon cirque moi, en Pars en marzo de 2012. En el CEAL ilustr para la coleccin Cuentos de Polidoro: La cigarra y la hormiga, La zorra y las uvas, El rey y el leopardo, entre otros.

    Oscar GrilloArgentina, 1943. Vive en Londres. Artista plstico, ilustrador y dibujante de historietas. Estudi en la entonces vanguardista Escuela Panamericana de Arte y public por primera vez en la revista Ta Vicenta. Realiz ilustracin editorial, publicidad y cine. Desde fines de los 60 trabaja en animacin: junto a Ted Rockley fund Klacto Animations donde produjo cortometrajes y comerciales; colabor en televisin (Popeye) y particip en superproducciones como Toy Story y Men in Black.

    HermenegildoSbatUruguay, 1933. Vive en Buenos Aires. Artista plstico, docente, caricaturista. public libros de pintura, msica, literatura, actualidad argentina e internacional, y realiz numerosas exposiciones. Su trayectoria ha sido distinguida con importantes premios, entre ellos Personalidad Emrita de la Cultura Argentina; el Mara Moors Cabot al periodismo, de la Universidad de Columbia, Nueva York; el Premio Nacional Pedro Figari de Pintura, en Uruguay; y Premio Homenaje de la Fundacin Nuevo Periodismo Iberoamericano dirigida por Gabriel Garca Mrquez.

    Napolen(Antonio Mongielo Ricci)Argentina, 1942. Vive en Francia. Artista plstico y dibujante. Comenz a publicar a fines de los 50 en Ta Vicenta y ms tarde en Leopln, Adn, Noticias, Satiricn. Radicado desde 1976 en Europa donde cambi su seudnimo por Napo, desarroll una intensa actividad como humorista e ilustrador en importantes editoriales y publicaciones en Francia, Alemania, Espaa e Italia. Adems, realiz exposiciones individuales y colectivas en diversos pases europeos y Estados Unidos.

    Alba PonceArgentina, s/d. Grabadora.Entre otros, ilustradora de: Poemas para nios, de Elsa Bornemann, de la Coleccin Ptalos; Poesa infantil. Estudio y antologa; y en el CEAL, para la coleccin Cuentos de Polidoro: El hada Globo Azul, El prncipe que perdi la risa, Meique, entre otros.

    RuthVarsavskyArgentina, 1921-2011. Estudi en la escuela Manuel Belgrano y en la Prilidiano Pueyrredn; despus, unos aos en el taller de escultura de Cecilia Marcovich, donde conoci a su marido, Oscar Conti, Oski. La pareja comparti la pasin por el arte con sus grandes amigos Len Ferrari y su mujer Alicia. En Editorial Abril trabaj para las colecciones Bolsillitos y Gatito. En el CEAL ilustr para la coleccin Cuentos de Polidoro: La pajarita de papel; Las alas de Bolita, entre otros. Dibuj tambin el libro Zoo loco, de Mara Elena Walsh.

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    Escrito por: Hans Cristian Andersen

    Adaptado por: Beatriz Ferro

    Ilustrado por: Ayax Barnes

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    Haba una vez una mujer que quera tener una nia muy pequeita pero no saba dnde encontrarla. As que fue a ver a una vieja bruja y le dijo:Me gustara tanto tener una nia muy pequeita! Cmo podra hacer para conseguirla?Es muy sencillo dijo la bruja. Ve este grano de cebada? No es de la misma que crece en el campo y que comen las gallinas. Plntelo en una maceta y ver lo que ver.Gracias! dijo la mujer; y le dio doce centavos a la bruja.La mujer volvi a su casa y plant el grano de cebada. Enseguida creci una flor grande y hermosa, parecida a un tulipn; tena los ptalos muy cerrados porque todava era un pimpollo.Es una flor hermosa dijo la mujer, y bes los ptalos rojos y amarillos.

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    Entonces, apenas les dio un beso, los ptalos se abrieron con un estampido. Sin duda, era un tulipn. Y all, en el medio de la flor, sentada entre los estambres verdes haba una niita graciosa y delicada. Era apenas un poco ms grande que medio dedo pulgar y por eso la mujer la llam Pulgarcita.Media nuez lustrada le sirvi de cuna; el colchn estaba hecho con ptalos de violetas y la colcha era un ptalo de rosa. All dorma de noche.Durante el da, Pulgarcita jugaba sobre la mesa; la mujer haba colocado un plato con una coronita de flores alrededor que mojaban sus tallos en el agua. En el medio flotaba un ptalo de tulipn, y Pulgarcita, sentada sobre l, navegaba de un borde al otro del plato ayudndose con dos crines blancas que le servan de remos. Era tan lindo verla! Y tambin escucharla, porque saba cantar tan dulcemente como nadie.Pero una noche, mientras reposaba en su linda cuna, una Sapa vieja entr por un vidrio roto de la ventana. Era verdaderamente fesima, grandota, toda hmeda. De un salto cay sobre la mesa donde dorma Pulgarcita, cubierta con sus ptalos de rosa roja.Ah! Esta s que sera una bonita esposa para mi hijo! dijo la Sapa. Tom entonces la cscara de nuez, salt afuera a travs del vidrio roto y sali al jardn.El arroyo era grande y ancho; sus orillas, lisas y barrosas; all viva la Sapa con su hijo.Huy! S que era feo! El vivo retrato de su madre.Cuando vio a la encantadora Pulgarcita en su cuna de nuez, todo lo que se le ocurri decir al hijo de la Sapa fue:

  • 17

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  • 19

    Croac! Croac! Brek, kek-kek!No hables fuerte que puede despertarse dijo la Sapa. Todava puede escaprsenos, porque es liviana como una pelusita de cisne. Vamos a dejarla en el medio del arroyo, sobre una hoja de nenfar. Es tan pequea que, para ella, ser como estar en una isla. De all no podr escapar; nosotros, mientras tanto, arreglaremos el precioso saln debajo del barro donde vivirn ustedes dos.En el arroyo crecan muchos nenfares de anchas hojas que parecan flotar en el agua. La Sapa fue andando hasta el nenfar que estaba ms alejado de la orilla -que era tambin el ms grande de todos- y deposit en l a Pulgarcita.La pobre se despert muy temprano a la maana siguiente y, cuando vio donde estaba se puso a llorar tristemente. El agua rodeaba la hoja por todos lados y no haba forma de llegar a tierra. La vieja Sapa trabajaba en el barro; estaba adornando el saln con lirios y nenfares amarillos, pues tena que quedar muy bonito para su nuera. Luego, acompaada por su fesimo hijo, nad hasta la hoja donde estaba Pulgarcita; iban a buscar la cama para ponerla en el dormitorio antes de que llegara Pulgarcita en persona.La vieja Sapa le hizo reverencia desde el agua y le dijo:Te presento a mi hijo, que va a ser tu esposo. Muy pronto van a vivir juntos y como prncipes en el barro.Croac! Croac! Brek, kek-kek! eso fue todo lo que supo decir el sapito.Despus tomaron la linda camita y se la llevaron. Pulgarcita, sola en medio de la hoja verde, sigui llorando; no quera vivir en la casa de la vieja Sapa, ni casarse con el fesimo sapito.

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    Los pececitos del arroyo, que tambin haban visto a la Sapa y haban escuchado sus palabras, asomaron las cabezas fuera del agua para conocer a la niita. Cuando la vieron tan hermosa, les dio mucha pena. Pensar que tendra que vivir en medio del barro! No, de ninguna manera: los pececitos no iban a permitirlo!Todos se reunieron alrededor del tallo que sostena la hoja de Pulgarcita y lo royeron hasta cortarlo. Y la hoja, libre, se fue navegando por el arroyo llevndose a Pulgarcita, lejos, muy lejos, adonde la Sapa no pudiese alcanzarla.Una mariposa blanca revolote sobre ella y, por fin, se pos en la hoja. Las dos estaban contentas: la mariposa, porque le encantaba Pulgarcita, y Pulgarcita, porque se alejaba cada vez ms de la Sapa.Pasaron por lugares maravillosos, y el sol reflejaba su oro en el agua. La pequeita se sac el cinturn y at una punta a la mariposa y la otra a la hoja. Entonces, la mariposa levant vuelo y la hoja se desliz rpido por el agua.Un abejorro grandote que volaba por all, al ver a Pulgarcita, fue hasta ella, la tom con sus pinzas de la cintura y, volando, se la llev a un rbol.La hoja verde sigui flotando, y la mariposa con ella, atada con la cinta, sin poder desprenderse. Cielos! Qu susto se dio Pulgarcita cuando el abejorro la llev al rbol! Pero, sobre todo, qu pena le dio la bella mariposa blanca, atada a la hoja! Seguramente, nunca iba a poder liberarse y morira de hambre.Pero al abejorro nada de esto le importaba un comino. Se pos con la nia sobre una de las hojas ms grandes del rbol, le dio a comer la parte dulce de las flores y dijo que Pulgarcita era muy linda, aunque no se pareciese en nada a un abejorro.

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    Ms tarde llegaron de visita los otros abejorros que vivan en el rbol. Las seoras abejorros miraron a Pulgarcita, se encogieron de antenas y dijeron:Qu fea! No tiene ms que dos piernas!Y ni una sola antena! grit otra seora abejorro.Y ese talle tan fino? Puaj! Parece un ser humano. Es horrible!Las seoras abejorros estaban todas de acuerdo. Sin embargo, Pulgarcita era tan encantadora, que hasta el abejorro que la haba raptado se daba cuenta. Solo que, cuando escuch decir que era fesima, l mismo lleg a creerlo y ya no quiso tenerla junto a l, que se fuera adonde se le diese la gana!La bajaron del rbol entre todos y la colocaron sobre una margarita; Pulgarcita llor: era tan fea, que los abejorros no podan ni verla? Y, sin embargo, era lo ms encantador que uno pueda imaginarse, delicada y tierna como un ptalo.Durante todo el verano vivi sola en el gran bosque. Se teji una cama con briznas de pasto y la colg debajo de una planta de hojas anchas, para estar al abrigo de la lluvia. Se alimentaba del

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    nctar de las flores y beba el roco que amanece sobre las hojas. Pasaron el verano y el otoo; y lleg el invierno, largo y fro.Los pjaros que haban cantado para ella con dulzura, volaron lejos; las plantas y los rboles quedaron desnudos; la gran hoja que le serva de techo se encogi hasta no quedar de ella ms que un tronco seco y amarillo. Entonces sinti un fro tremendo porque su ropa estaba hecha jirones. Pobre Pulgarcita, tan pequea y frgil y a punto de helarse!Comenz a nevar, y cada copo de nieve que le caa encima era como una palada que cayese sobre uno de nosotros, porque nosotros somos altos y grandes, pero ella meda menos de una pulgada. Se envolvi con una hoja seca, pero no consigui calentarse; sigui temblando de fro.Cerca del bosque se extenda un gran campo de trigo; haca ya tiempo que haba sido cosechado y solo quedaba el rastrojo seco sobre la tierra helada. Para ella, ese campo de trigo era como una selva por la que se aventur a caminar, ay!, temblando de fro. Caminando, lleg a la puerta de la Rata de Campo.La Rata de Campo haba hecho su cueva bajo el rastrojo. All viva, cmoda y abrigada; tena un cuarto colmado de granos de trigo, que era una maravillosa cocina y despensa.La pobre Pulgarcita se detuvo en la puerta como una mendiga y pidi un trocito de cebada, pues haca dos das que no probaba ni el bocado ms pequeo.Pobre criaturita! exclam la Rata de Campo, que era buena en el fondo. Entra a mi cuarto tibio y come conmigo.Pulgarcita le result simptica, y le propuso:Si lo deseas, puedes quedarte todo el invierno, pero tendrs

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    que limpiar y ordenar el cuarto, y contarme cuentos, que eso me gusta mucho.Pulgarcita hizo todo lo que le pidi la vieja Rata y lo pas muy bien.Pronto tendremos visitas dijo la Rata. Mi vecino tiene por costumbre venir una vez a la semana. Est aun en mejor posicin que yo; tiene grandes salones y luce una hermosa piel negra aterciopelada. Si consiguieses casarte con l podras darte por muy contenta. Eso s, te advierto que no ve nada. Cuando venga, le contars tus cuentos ms bonitos.Pulgarcita no se entusiasm; ni soaba casarse con el vecino, que era un Topo.El Topo lleg de visita vistiendo su chaqueta de terciopelo

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    negro. Y la Rata de Campo no se cans de repetir que era muy rico y entendido, que tena una casa veinte veces ms grande que la de ella y que a pesar de tener tantos

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    conocimientos, no le gustaban el sol ni las flores y hablaba muy mal de ellos, aunque no los haba visto jams.Pulgarcita tuvo que cantar, y cant Vuela, Abejorro y Cuando el monje viene al campo. Al escuchar su voz deliciosa, el Topo se enamor de ella, pero no se le declar, porque era de carcter tranquilo.Poco tiempo atrs haba cavado un largo tnel que una las dos casas; Pulgarcita y la Rata de Campo tenan permiso para pasearse por l todo lo que quisieran. Para que no se asustaran, el Topo les previno que en la mitad del pasadizo haba un pjaro muerto. Era, dijo, un pajarito completo, con alas y pico. Pareca muerto haca poco, al comienzo del invierno, y estaba enterrado precisamente donde l haba hecho el tnel. El Topo tom entre sus dientes un trozo de madera podrida, que resplandeci como una llama en la oscuridad y, yendo delante de ellas, les alumbr el camino por el corredor largo y sombro.Cuando llegaron al sitio donde estaba el pjaro muerto, el Topo apoy el ancho hocico contra el techo y empuj la tierra hacia afuera, abriendo un hueco por donde entr la luz del da.En el piso haba una Golondrina muerta, que tena las hermosas alas muy apretadas contra el cuerpo y las patitas y la cabeza ocultas entre las plumas.Ciertamente, la pobre haba muerto de fro. Pulgarcita sinti una pena muy grande; quera mucho a todos los pjaros que haban piado y cantado tan dulcemente durante el verano. Pero el Topo la hizo a un lado con una de sus patas cortas y dijo:Por fin se dej de aturdir. Qu desgracia nacer pjaro. Gracias al cielo, eso no le ocurrir a ninguno de mis hijos. Los pjaros

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    no tienen otra fortuna que tuit-tuit y despus, a morirse de hambre en el invierno.Eso es, muy bien dicho, como persona sensata que es usted agreg la Rata de Campo. Para qu les sirve todo ese tuit-tuit cuando llega el invierno? Para pasar hambre y helarse! Ah, pero ellos creen que eso es muy aristocrtico!Pulgarcita no dijo nada, pero cuando los otros dos le volvieron la espalda al pjaro, ella se inclin, separ las plumas que le cubran la cabeza y bes sus ojitos cerrados.Tal vez sea la misma que me cantaba en verano pens. Qu feliz me hacas, hermosa Golondrina querida!.El Topo cerr el agujero por donde entraba la luz y acompa a las seoras hasta la casa.Esa noche, Pulgarcita no pudo dormir; se levant y teji una gran manta de pasto seco; despus la llev al tnel y cubri con ella al pjaro muerto; tambin llev algodn que haba encontrado en el cuarto de la Rata, y lo acomod a los costados del cuerpo para protegerlo del piso tan fro.Adis, hermosa Golondrina! le dijo. Adis y gracias por las canciones que me regalabas cuando los rboles eran verdes y el sol tibio brillaba sobre nosotras dos.Apoy entonces la cabeza en el pecho del pjaro y enseguida se sobresalt, porque sinti como un latido all adentro. Era el corazn del pjaro. No estaba muerto, sino solo adormecido por el fro; ahora, al calentarse, le volva la vida.Sucede que, en el otoo, las golondrinas vuelan hacia los pases clidos, pero si una de ellas se retrasa, se congela y cae como muerta; ya no se levanta y la cubre la nieve.Pulgarcita casi temblaba, tanto se sorprendi; la Golondrina

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    era grande, grandsima comparada con ella, que no meda ni una pulgada. Pero se hizo de coraje, apret an ms el algodn alrededor del pobre pjaro y fue a buscar una hoja de menta que le serva de colcha para cubrir la cabeza de la Golondrina.A la noche siguiente volvi a visitarla a escondidas: estaba viva, s, pero muy dbil. Todo lo que pudo hacer fue abrir los ojos y mirar a Pulgarcita, que estaba junto a ella con un trocito de madera en la mano como nica linterna.Gracias, linda pequeita murmur la Golondrina

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    enferma. Siento un calor maravilloso. Pronto recuperar la fuerza y podr volar a la luz del sol. No te imaginas el fro que hace afuera dijo Pulgarcita. Est nevando y helando. Mejor qudate en tu cama tibia; yo voy a cuidarte.Despus le llev agua en el ptalo de una flor. La Golondrina bebi y le cont que se haba lastimado un ala en un arbusto espinoso; por eso no pudo volar tan rpido como las otras, que se marcharon lejos, muy lejos, a los pases clidos. Solo recordaba que se haba cado, pero no tena la menor idea de cmo se encontraba en ese lugar. Permaneci all el invierno entero, y Pulgarcita la atendi y la cuid con todo cario. No les dijo una palabra de todo esto a la Rata de Campo ni al Topo, ya que no sentan simpata por la Golondrina.Tan pronto como lleg la primavera y el sol comenz a calentar la tierra, la Golondrina se despidi y Pulgarcita abri el agujero del techo para que saliese por all. El sol esplendoroso las alumbr, y entonces el pjaro le pregunt a Pulgarcita si no quera irse con ella; podra sentarse sobre su lomo y volaran juntas hasta los bosques verdes. Pero la nia saba que la Rata de Campo iba a disgustarse mucho si la abandonaba.Tuit-uit! Tuit-uit!, cant el pjaro y se alej hacia el bosque.Pulgarcita se qued muy triste. No le daban permiso para salir afuera ni caminar al sol. El trigo que haban plantado sobre la casa de la Rata ya estaba muy crecido y formaba un verdadero bosque para la pobrecita, que apenas meda una pulgada.Este verano tendrs que trabajar en tu ajuar le dijo la Rata de Campo; el vecino, ese Topo aburrido con chaqueta de

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    terciopelo, ya haba pedido su mano. Tendrs ropa de lana y ropa de hilo. Y cuando seas la esposa del Topo no te faltar nada.Pulgarcita tuvo que dedicarse a hilar; el Topo alquil cuatro araas para que hilaran y tejieran para ella da y noche.Todas las tardes, el Topo llegaba de visita y hablaba siempre de lo mismo: que cuando estuviese por terminar el verano, el sol no calentara tanto como ahora, que calcinaba la tierra y la endureca como una roca. S, cuando terminara el verano iban a celebrarse sus bodas con Pulgarcita. Pero ella no poda alegrarse, porque cada da le gustaba menos ese Topo aburridor.Todas las maanas, cuando amaneca, y por las tardes, a la puesta de sol, sala a escondidas a la puerta; y cuando el viento apartaba las espigas y poda ver el cielo azul, pensaba qu hermoso era el aire libre y deseaba mucho volver a ver a su querida Golondrina. Pero la Golondrina no regres; sin duda, se haba internado en los esplndidos bosques verdes.Cuando lleg el otoo, su ajuar estuvo completo.Dentro de cuatro semanas festejaremos tu casamiento anunci la Rata de Campo.Entonces Pulgarcita se ech a llorar y dijo que no quera casarse con ese Topo fastidioso.Tonteras! dijo la Rata. Mira que si te encaprichas te muerdo con estos dientes blancos. Es una excelente persona y vas a casarte con l. Ni la mismsima reina puede lucir semejante piel aterciopelada. Adems, tiene una cocina y un stano repletos. Tendras que agradecer tu buena suerte.Y lleg el da de la boda. El Topo haba ido en busca de Pulgarcita; desde ese da, ella vivira con l en las profundidades de la tierra. Jams volvera a caminar a la luz del sol, porque el

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    Topo no vea bien esas cosas.La pobre estaba apenadsima; tena que despedirse para siempre del sol radiante, y la Rata le dio permiso para saludarlo desde el umbral de la puerta.Hasta siempre, sol radiante! dijo extendiendo los brazos hacia l y alejndose unos pasos de la casa; el trigo haba sido cosechado y en el campo quedaban solamente los rastrojos secos.Hasta siempre! repiti, abrazando a una florcita roja que segua floreciendo todava. Si ves a la Golondrina, dale muchos recuerdos mos.Tuit-uit! Tuit-uit!De repente, Pulgarcita oy los trinos muy cerca. Mir hacia arriba y vio a la Golondrina, que en ese momento pasaba volando.

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    El pjaro se alegr mucho de ver a Pulgarcita; ella a su vez le cont cunto le disgustaba tener al Topo feo por esposo y tener que vivir bajo tierra, adonde jams llegaba el sol. Y no pudo contener el llanto.Se acerca el invierno fro dijo la Golondrina. Me voy lejos, a los pases clidos. Por qu no vienes conmigo? Si te sientas sobre mi lomo y te atas a m con tu cinturn, escaparemos del Topo feo, de su casa oscura Iremos lejos, muy lejos, a las tierras calientes donde el sol brilla con ms esplendor todava, donde siempre es verano y las flores son hermosas. Vuela conmigo, querida, pequea Pulgarcita, que me salvaste la vida cuando me mora de fro en el tnel oscuro!S, me voy contigo! dijo Pulgarcita.Se sent sobre el pjaro y apoy los pies sobre las alas desplegadas; despus at su cinturn a una de las plumas ms fuertes. Entonces la Golondrina emprendi vuelo sobre los bosques, sobre el mar, sobre las altas montaas donde la nieve no se derrite jams. Pulgarcita sinti mucho fro en el viento helado y se refugi entre las plumas tibias del pjaro; de cuando en cuando asom la cabecita para admirar todas las bellezas que iban dejando atrs.Por fin llegaron a las tierras clidas.El sol brillaba con fuerza y el cielo pareca estar dos veces ms alto que en los pases fros. A los costados del camino y sobre los cercos crecan las vias con uvas azules y verdes, haba montecitos de limones y naranjas y el aire llevaba el olor de los mirtos y otros perfumes. Por los caminos, los chicos ms lindos del mundo jugaban con mariposas alegres. Pero la Golondrina no se detuvo y vol hacia lugares an ms hermosos.

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    Bajo unos esplndidos rboles verdes, junto a un lago azul, haba un palacio de otros tiempos, de mrmol blanco y brillante. Las enredaderas trepaban por los altos pilares; sobre ellos tenan sus nidos muchas golondrinas. En uno de los pilares estabael nido de la amiga de Pulgarcita.Esta es mi casa dijo la Golondrina pero si prefieres para ti una de esas lindas flores que crecen all abajo, te llevar hasta ella y vers qu bien lo pasas.Es maravilloso! grit Pulgarcita aplaudiendo de alegra.Uno de los grandes pilares de mrmol estaba cado, roto en tres pedazos; entre los pedazos crecan grandes flores blancas, las ms bellas que jams se hayan visto.La Golondrina vol con Pulgarcita a cuestas y la dej en uno de los anchos ptalos. Entonces, qu gran sorpresa! en el medio de la flor haba un hombrecito blanco y transparente, como de cristal. En la cabeza llevaba la ms elegante de las coronas de oro y, a la espalda, el ms brillante par de alitas; todo l no era mucho ms grande que Pulgarcita. Era el ngel de la Flor.En cada una de las flores habitaba un hombrecito o una mujercita semejante, pero este era el rey de todos ellos.Cielos, qu hermoso! susurr Pulgarcita a la Golondrina.Al principio le dio miedo la Golondrina, que comparada con su tamao era gigantesca. En cambio, cuando vio a Pulgarcita se puso muy contento: nunca haba visto una nia ms bonita.Enseguida se quit la corona dorada y se la coloc a ella; tambin le pregunt su nombre y si quera ser su esposa y reina de todas las flores.El hombrecito s que era diferente, muy diferente del hijo

  • de la Sapa y del Topo con su piel de terciopelo negro. Por lo tanto, Pulgarcita le dio el s al principe encantado.Entonces, de todas las flores salieron hombres y mujercitas, tan lindos que era un placer verlos: cada uno de ellos llevaba un regalo para Pulgarcita.El mejor de todos fue un par de hermossimas alas que haban pertenecido a un moscardn blanco; enseguida se las sujetaron a la espalda para que pudiese volar de flor en flor.Luego hubo fiesta y alegra; la Golondrina, desde su nido en lo alto, cant para ellos lo mejor que pudo, aunque en el fondo estaba triste, porque quera mucho a Pulgarcita y hubiese deseado no separarse nunca de ella.De ahora en adelante no te llamars Pulgarcita le dijo el ngel de la Flor. Ese nombre no es lo bastante lindo para ti. Te llamaremos Maya.Hasta siempre! Hasta siempre! grit la Golondrina y se alej volando de las tierras clidas, de vuelta a Dinamarca. All tena un nidito, sobre la ventana del hombre que sabe contar cuentos de hadas.A l le cant:Tuit-uit! Tuit-uit!Y es por l que, ahora, nosotros sabemos esta historia.

    Ilustraciones Ayax Barnes

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    Escrito por: Hans Cristian Andersen

    Adaptado por: Beatriz Ferro

    Ilustrado por: Ayax Barnes

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    En la China, como ustedes sabrn, el emperador es chino y chinos son cuantos los rodean. La historia que van a escuchar ocurri hace muchsimos aos y, precisamente por eso, vale la pena contarla, antes de que todos la olviden.El palacio del Emperador era el ms esplndido del mundo; estaba todo hecho de porcelana muy costosa, tan delicada y frgil que solo se poda tocar con gran cuidado.En el jardn crecan flores maravillosas, y de las ms bellas colgaban campanitas de plata que sonaban al menor soplo de brisa para que nadie pasara junto a ellas sin dejar de admirarlas. S, en el jardn del Emperador no se descuidaba ningn detalle. Y era tan extenso que ni el mismsimo jardinero saba dnde terminaba. Caminando, caminando por aquel jardn,

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    se llegaba al bosque magnfico con rboles altos y largos y profundos. El bosque se extenda hasta la orilla del mar azul y los barcos pasaban navegando bajo las altas ramas.En el bosque viva un ruiseor, pjaro de tan hermoso canto que hasta el pobre pescador, que estaba siempre tan atareado, una noche en que iba al mar a recoger sus redes, se detuvo a escucharlo.Dios mo, qu hermoso canto! exclamaba, aunque despus, ocupado con las redes, se olvidaba del pjaro. Pero a la noche siguiente, cuando volva a escucharlo, repeta encantado:Dios mo, qu hermoso canto!De todos los pases del mundo llegaban viajeros a visitar la ciudad del Emperador y la admiraban mucho, as como el palacio y el jardn, pero cuando escuchaban al ruiseor todos decan:Es lo ms maravilloso de todo!Cuando regresaban a sus tierras hablaban de lo que haban visto y los escritores escriban libros sobre la ciudad, el palacio y el jardn. Y no se olvidaban del ruiseor, todo lo contrario: lo nombraban como el prodigio ms grande. Y los poetas le escriban versos al ruiseor que viva en los bosques de los lagos profundos.Esos libros recorrieron el mundo y algunos llegaron a las manos del propio Emperador.Sentado en su trono de oro, el Emperador los ley y reley y a cada momento asenta con la cabeza, complacido con las descripciones de la ciudad, el palacio y el jardn. Y de pronto vio que deca: Pero el prodigio ms grande es el ruiseor.

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    Qu es esto! exclam. El ruiseor? Jams lo o nombrar. En mi imperio, en mi propio jardn existe un pjaro semejante y yo no lo conozco? Tengo que enterarme de estas cosas por los libros?Llam entonces a su ayudante de campo, un personaje tan distinguido que cuando una persona de jerarqua inferior osaba dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, l responda solamente P, con lo cual no deca absolutamente nada.Aseguran que vive aqu un pjaro extraordinario llamado ruiseor dijo el Emperador. Dicen que es la maravilla ms grande de mi imperio. Por qu jams nadie me ha hablado de l? Ruiseor? Es la primera vez que escucho ese nombre respondi el caballero. Si mal no recuerdo, nunca fue presentado en la corte.Pues ordeno que aparezca esta misma noche para cantar en mi presencia dijo el Emperador. Todo el mundo est enterado del tesoro que poseo menos yo mismo! La primera vez que escucho ese nombre afirm el caballero. Pero he de buscarlo y lo encontrar.Dnde encontrarlo? El ayudante de campo corri escaleras arriba y escaleras abajo, recorri salones y amplios corredores; encontr a muchos cortesanos a su paso, pero ninguno de ellos haba odo hablar jams del ruiseor. Entonces regres corriendo adonde estaba el Emperador y le dijo que en su opinin deba tratarse de un cuento inventado por los que escriben libros.Su Majestad no debe creer en todo lo que lee! Son cosas que inventan, ayudados por la magia negra.

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    Pero lo he ledo en el libro que me mand el poderoso, el gran Emperador del Japn, y por lo tanto no puede ser mentira! repuso el Emperador. Quiero escuchar a ese ruiseor. Esta noche se presentar en palacio y gozar de mis ms altos favores. Si no viene, ordenar que a todos los cortesanos les pisoteen la barriga despus de cenar.Tsing-pe! exclam el ayudante, y volvi a correr escaleras arriba y escaleras abajo y atraves salones y recorri corredores; esta vez la mitad de la corte lo acompaaba, pues todos queran librarse de la paliza. Aqu y all, iban pidiendo noticias del ruiseor maravilloso que era conocido en todo el mundo menos en la corte.Por fin interrogaron a una pobre nia que ayudaba en la cocina.El ruiseor? Claro que lo conozco respondi. Y cmo canta! Todas las noches le llevo las sobras de la cena a mi madre, que est enferma y vive cerca de la playa. Cuando regreso, cansada, me siento en el bosque, y escucho el canto del ruiseor. Entonces, al orlo, los ojos se me llenan de lgrimas y siento una cosa como si mi mam me besara.Pequea dijo el ayudante de campo, si eres capaz de llevarnos hasta donde est el ruiseor, que debe presentarse esta noche en palacio, te prometo conseguirte un puesto fijo en la cocina y el permiso de ver cenar al Emperador todas las noches.Todos juntos fueron camino al bosque donde cantaba el pajarito. En eso se oy el mugido de una vaca.Oh! exclamaron los gentilhombres de la corte. Ya lo encontramos! Qu voz tan portentosa para una avecita pequea! Por supuesto que lo habamos escuchado antes!

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    No, no, ese es el mugido de la vaca dijo la chica de la cocina. Todava estamos lejos del bosque.Al rato comenzaron a croar las ranas del estanqueMagnfico! exclam el sacerdote de la corte que, como todos, tambin era chino. Ya lo oigo, y me recuerda el sonido de las campanillas del templo.Pero no, si son las ranas dijo la cocinerita. Aunque ahora me parece que estamos muy cerca.

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    Entonces el ruiseor dej or su canto.Ese es! exclam la cocinerita. Escuchen, escuchen! Mrenlo: All est!Y seal un pajarito gris posado en una rama.Es posible? grit el ayudante de campo. Nunca me lo hubiese imaginado! Tiene un aspecto muy vulgar. Seguro que perdi los colores al verse rodeado por tanta gente distinguida!Lindo ruiseor! le grit la cocinerita. Nuestro gracioso Emperador desea que cantes para l.Con mucho gusto! le respondi el ruiseor, y cant tan lindo que era una felicidad escucharlo.Suena como las campanillas de vidrio! dijo el ayudante de campo. Y observen cmo se agita esa garganta tan pequea! Es increble que no lo hayamos odo antes Sin duda, tendr mucho xito en la corte.El Emperador desea que cante otra vez? pregunt el ruiseor al terminar, convencido de que Su Majestad estaba entre aquellos seores.Pequeo y apreciadsimo ruiseor le dijo entonces el ayudante de campo. Tengo el placer de invitarlo a la fiesta de esta noche en palacio, durante la cual seguramente encantar usted al Emperador con la dulzura de sus trinos.Mis canciones suenan mejor al aire libre, en el bosque! contest el ruiseor; sin embargo, acept acompaarlos gustoso, ya que el Emperador tanto lo deseaba.En el palacio, hubo grandes preparativos. Las paredes y los pisos, todos de porcelana, resplandecan a la luz de miles y miles de lmparas de oro.Las flores ms hermosas -aquellas que tintineaban mejor- haban

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    sido distribuidas en los amplios corredores, por donde iban y venan los cortesanos, y la corriente de aire haca sonar las campaillas tan fuerte que era casi imposible entender lo que se deca.En el medio de la sala del trono haban colocado una percha de oro para que se posara el ruiseor. Toda la corte estaba presente, y a la pequea cocinera le dieron permiso para espiar detrs de una puerta, pues ya tena el ttulo de cocinerita real.Cuando apareci el ruiseor, los cortesanos, que vestan sus trajes ms ricos, clavaron los ojos en ese pajarito gris, y el Emperador lo salud con la cabeza.El ruiseor cant tan maravillosamente que hubo lgrimas en los ojos del Emperador. Dos lagrimones corrieron por sus mejillas, y el pjaro volvi a cantar mejor an, y su canto llegaba al corazn. El Emperador estaba tan satisfecho que quiso concederle el honor de llevar colgada al cuello su pantufla de oro. El pjaro se lo agradeci, pero no quiso aceptarlo; ya tena su recompensa.He visto lgrimas en los ojos del Emperador y, para m, eso vale ms que todos los tesoros. Las lgrimas de un Emperador tienen un poder muy especial! Ya estoy recompensado! Y cant nuevamente con voz muy dulce.Qu cumplido tan elegante! exclamaron las damas que rodeaban al pjaro, y enseguida tomaron sorbos de agua para poder contestar con un gluglugl cuando les dirigiesen

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    la palabra; de esa manera, esperaban parecer tambin ellas ruiseores.Hasta los lacayos y las camareras se declararon satisfechos, lo cual significaba mucho, pues eran los ms difciles de contentar. En pocas palabras, el ruiseor fue todo un xito.De all en adelante, el pjaro debera permanecer en la corte, y tendra una jaula para l solo, con permiso para salir a pasear dos veces durante el da y una vez por la noche. Le dieron doce lacayos de escolta, cada uno de los cuales sostena una fina cinta de seda atada a la patita del ruiseor. Por cierto que no era muy agradable pasear de esa maneraToda la ciudad no haca otra cosa que hablar del magnfico pjaro. Cuando dos personas se encontraban, una deca: Rui... y la otra completaba: seor y suspiraban y se entendan mutuamente. En esos das, ms de once farmacuticos pusieron a sus hijos el nombre Ruiseor, aunque ninguno de los nios poda cantar una sola nota.Un da, el Emperador recibi un gran paquete de regalo; en la tarjetita deca: Ruiseor.Ser un libro nuevo sobre nuestro pjaro famoso pens, pero no se trataba de un libro; era una pequea obra de arte dentro de una cajita, un ruiseor mecnico que hubiese sido tomado por un pajarito vivo si no fuera porque estaba todo adornado con brillantes, rubes y zafiros.Cuando le dieron cuerda, el pjaro cant una de las canciones que sola entonar el ruiseor verdadero, mientras bajaba y suba la colita y brillaban los reflejos de oro y plata.En el cuello luca una cintita con la siguiente inscripcin:

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    El ruiseor del Emperador del Japn es muy humilde comparado con el del Emperador de la China.Esplndido! lo aclamaron todos los cortesanos, y el mensajero portador del regalo recibi inmediatamente el ttulo de Proveedor Imperial de Ruiseores.Haremos que los dos pjaros canten juntos propusieron algunos cortesanos. Ser un do incomparable!As, pues, cantaron juntos, pero los resultados no fueron muy buenos, porque el ruiseor verdadero cantaba a su manera,

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    libremente, y el mecnico repeta los valses que combinaban las piezas de su mecanismo.El pjaro artificial no tiene la culpa! exclam el msico de la corte. En ningn momento pierde el comps, y canta de acuerdo con todas las reglas de mi escuela.Entonces lo hicieron cantar solo, y tuvo un xito tan grande como el verdadero; por otra parte, era un placer mirarlo, pues brillaba como una joya.Repiti treinta y tres veces sin cansarse la misma meloda, y todos estaban dispuestos a escucharlo una vez ms, cuando el Emperador dijo que era hora de que cantase el ruiseor verdadero. Pero dnde estaba? Sin que lo advirtiesen se haba ido, por una ventana abierta,hacia los bosques verdes.Qu manera de comportarse! protest el Emperador, y los dems criticaron al ruiseor y afirmaron que era un pjaro muy ingrato.Sin embargo, pronto se consolaron diciendo:Qu importa, si nos hemos quedado con el mejor?El ruiseor mecnico volvi a cantar; por trigsima cuarta vez los cortesanos se deleitaron con el mismo vals; tan difcil era que ni aun entonces pudieron tararearlo de memoria.El msico de la corte lo colm de elogios, afirmando que era muchsimo mejor que el del bosque, no solamente por su plumaje y sus muchos diamantes, sino tambin en cuanto a su parte interna.Porque vean ustedes, seoras y seores, y en primer lugar Su Majestad Imperial: nunca se sabe con qu nos va a salir el ruiseor verdadero; en este, en cambio, todo est previsto.

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    Uno puede estudiar su mecanismo y explicarse cmo funciona. Si lo abrimos, veremos cmo estn dispuestos sus cilindros, cmo se ponen en movimiento y por qu suenanlos valses uno tras otro.Somos de su mismsima opinin dijeron los dems.El msico de la corte obtuvo el permiso de mostrarle el ruiseor al pueblo el domingo siguiente, pues el Emperador haba ordenado que todos lo escucharan.Y lo escucharon y enloquecieron de alegra como si se hubiesen emborrachado con t, pues con t se emborrachan los chinos. Todos exclamaron: Ooooh! y alzaron el dedo ndice mientras inclinaban la cabeza. Solamente el pobre pescador que haba odo cantar al pjaro verdadero no se convenci del todo:No canta mal dijo. Imita bien al ruiseor. Sin embargo, algo le faltaEl pjaro verdadero fue expulsado de todo el territorio del imperio.El otro mereci el honor de reposar sobre un almohadn de terciopelo junto al lecho del Emperador, rodeado por los regalos de oro y piedras preciosas que le haban hecho los cortesanos. Adems, recibi el ttulo de Cantor Nocturno de Su majestad Imperial, por lo cual, de acuerdo con la etiqueta, deba ser siempre el primero a la izquierda del Emperador, ya que este consideraba que el lado del corazn es el ms noble y, como sabemos, hasta los emperadores tienen el corazn a la izquierda.El maestro de msica, por su parte, escribi ms de veinticinco libros sobre el pjaro mecnico, todos muy largos y difciles de entender, llenos de las ms complicadas palabras en chino.

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    Los cortesanos afirmaban haberlos ledo y comprendido, pero lo decan solamente para no pasar por tontos y para que no les dieran una paliza en la barriga. Pas un ao entero. El Emperador, la corte y todos los chinos saban de memoria hasta el ltimo gorjeo del ruiseor, y precisamente por eso les gustaba cada vez ms, porque podan acompaarlo en sus canciones. En la calle, los muchachos cantaban Tsi-tsi-tsi-glu-glu!, y el Emperador, en su palacio, tarareaba lo mismo. Nunca se vio entusiasmo semejante. Pero una noche, en lo mejor del canto, mientras el Emperador lo escuchaba recostado en su lecho, se escuch un crac! dentro del pjaro mecnico; una de sus piezas haba saltado y trrrrrrrrr!, las rueditas del engranaje empezaron a girar como locas y su meloda se interrumpi de pronto.El Emperador se levant inmediatamente de la cama y llam a su mdico particular. Pero qu poda hacer un mdico en ese caso? Llamaron luego a un relojero, el cual, despus de muchos exmenes y discusiones, consigui dejarlo ms o menos arreglado. El relojero recomend que lo tratasen con mucho cuidado, pues los dientes de las ruedas estaban ya gastados y era imposible reemplazarlas sin estropear el engranaje.Fue una pena grandsima; el ruiseor podra cantar solamente una vez por ao, y eso con gran esfuerzo. El maestro de msica, sin embargo, pronunci un discurso lleno de palabras difciles; declar que el ruiseor haba quedado como nuevo; todos pensaron que haba quedado realmente como nuevo.Pasaron cinco aos y, un da, una noticia muy triste afligi

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    al pas; el Emperador, a quien tanto queran, cay enfermo y, segn dijeron los mdicos, no vivira mucho tiempo. Eligieron un nuevo Emperador, pero la multitud se apiaba en las calles cuando pasaba el ayudante de campo y le preguntaban cmo estaba el viejo Emperador enfermo.P! exclamaba el ayudante moviendo la cabeza de derecha a izquierda.El emperador, plido y fro, yaca en su esplndido lecho; los cortesanos, dndolo ya por muerto, corrieron a saludar al nuevo monarca. Los lacayos comentaron entre s lo que estaba sucediendo, y las camareras tomaron caf con masitas.Las salas y los corredores se recubrieron con tapices que ahogaban el ruido de los pasos y en todo el palacio reinaba el silencio.Pero el Emperador an no haba muerto: estaba rgido y plido en su cama soberbia, con cortinas de terciopelo, bajo el dosel dorado. En lo alto, una ventana abierta dejaba entrar la luz de la Luna, que iluminaba al Emperador y al pajarito mecnico que estaba junto a l.El pobre apenas poda respirar y senta un gran peso en el corazn; abri entonces los ojos y vio a la Muerte sentada sobre su pecho: le haba quitado ya la corona de oro y sostena en una mano la espada imperial y, en la otra, su hermoso estandarte. Por entre los pliegues del cortinado de terciopelo asomaron seres extraos; algunos tenan una cara muy desagradable, pero la mayora eran amables y dulces. Aquellas eran todas las acciones buenas y malas del Emperador que lo miraban, ahora que la Muerte estaba sentada sobre su pecho.Recuerdas esto? susurraban una tras otra. Recuerdas aquello? decan mientras le contaban todas las cosas que haba

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    hecho durante su vida, hasta que el sudor cubri la frente del anciano.No, no recuerdo! grit el Emperador y pidi: Msica! Msica! Que suene el gran tambor, no quiero escuchar la voz de estas sombras!Pero las voces continuaron y la Muerte asenta con la cabeza a todo lo que decan, como hacen los chinos.Msica! Msica! rog el anciano. Canta, querido ruiseor de oro, vamos, canta! Te he rodeado de joyas y preciosos regalos, he colgado mi pantufla dorada de tu cuello Por favor, canta!Pero el pjaro permaneci mudo, porque all no haba nadie que le diese cuerda para hacerlo cantar. La Muerte segua sentada sobre el pecho del Emperador, mirndolo con sus ojos vacos, y el silencio era cada vez ms profundo.De pronto, cerca de la ventana reson un canto maravilloso: era el pequeo ruiseor del bosque que cantaba afuera, entre el follaje. Enterado de que el Emperador estaba muy enfermo, se haba acercado para ofrecerle una cancin de consuelo y esperanza. Mientras cantaba, las sombras que rodeaban el lecho fueron desdibujndose; hasta la propia Muerte lo escuch y dijo:Sigue, pequeo ruiseor, sigue cantando!Si canto, t me dars en cambio la espada imperial? Me dars tambin el rico estandarte y la corona de oro del Emperador? pregunt el pajarito.Y la Muerte cambi cada uno de los tesoros por una cancin. El ruiseor sigui cantando, y con gorjeos habl del cementerio tranquilo donde crecen las rosas blancas, donde perfuman los

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    sacos y brota la hierba regada por las lgrimas. Al orlo, la Muerte sinti una gran nostalgia por visitar su jardn y sali del cuarto; flotando, se fue por la ventana en forma de neblina fra y blanca.Gracias! Gracias! exclam el Emperador. Te reconozco, pajarito del cielo. Yo te ech del pas y del imperio y, sin embargo, has vuelto para hacer desaparecer las sombras con tu canto y para ahuyentar a la Muerte posada en mi pecho. De qu manera podr recompensarte?Ya estoy recompensado contest el ruiseor. La primera vez que cant para ti, vi lgrimas en tus ojos, y nunca lo olvidar. Esos son los nicos regalos que alegran el corazn de un cantor. Pero ahora duerme para recuperar la salud y la fuerza; duerme, que yo cantar para ti.Mientras el ruiseor trinaba, el anciano cay en un profundo sueo muy dulce y reparador.Los rayos del sol entraban por la ventana cuando el Emperador se despert, sano y bueno. Ninguno de sus servidores haba vuelto a entrar en su cuarto, pues lo crean muerto; tan solo el ruiseor estaba a su lado.Qudate conmigo para siempre! exclam el Emperador. Cantars cuando tengas ganas y romper en mil pedazos el ruiseor mecnico.No lo hagas! rog el pjaro. l hizo lo que pudo; consrvalo como hasta ahora. Yo no puedo hacer mi nido en el palacio, pero si me permites que venga cuando quiera, de noche me posar en aquella rama, cerca del ventanal, y cantar para darte alegra y tambin para hacerte pensar. Porque mi canto hablar de los que son felices y de los que estn tristes, te contar las

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    cosas buenas y malas que te rodean y se te ocultan. Un pajarito cantor, volando, recorre muchos lugares; llega hasta las casas del pescador pobre y del campesino, de todos aquellos que estn alejados de ti y de la corte. Te quiero ms a ti que a tu corona, con todo el respeto que siento por ella. S, vendr a cantar, pero me prometers una cosaTodo lo que quieras! le asegur el Emperador, que ya estaba levantado luciendo sus ropas imperiales, apretando la pesada espada de oro contra su corazn.Solo te pido una cosa: no le digas a nadie que todo te lo cuenta un pajarito. Y todo andar mejor!Despus, volando, el ruiseor regres al bosque. Luego entraron los servidores para contemplar al anciano, a quien crean muerto. Y haba que ver la cara que pusieron cuando el Emperador les dijo: Tengan muy buenos das!

    Ilustraciones Ayax Barnes

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    Adaptado por: Horacio Clemente

    Ilustrado por: Napolen

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    Este cuento se llama El caballo volador. Muy bien. Resulta que era el cumpleaos del rey de Persia, y que de los miles y miles de regalos que recibi, uno fue el mejor de todos. Se trataba, seoras y seores, de un caballo volador, de madera.A este caballo volador, de madera, lo trajo de regalo un gran mago, muy viejo, muy gordo, muy pelado y muy feo de cara, que se haba enamorado de la hija del rey de Persia, la seorita Rosa Blanca, muy joven, muy coqueta, muy elegante y muy linda de cara.Magnfico rey de Persia llamado Sabur: te traigo este regalito desinteresado para que te pongas bien contento en el da de tu cumpleaos. Te gusta?As habl el mago cuando llev su regalo al rey de Persia.Y as habl el rey de Persia cuando vio el caballo:Me gusta mucho. Es verdad que vuela?Con este caballo se puede llegar al sol contest el mago.Y, para hacer una demostracin, el mago mont en el caballo y se elev lentamente, dando despus algunas vueltas por el palacio del rey de Persia llamado Sabur.Cuando baj, todos lo aplaudieron.Muy bien.Y ahora, rey de Persia dijo despus el mago, quera decirte

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    que este regalo que te traje desinteresadamente, te lo voy a regalar siempre y cuando me dejes casar con la linda princesa Rosa Blanca.Trato hecho dijo el rey de Persia.Y la princesa Rosa Blanca, que estaba all, se puso a llorar.Pero tambin estaba all el gran Kamaralakmar, el prncipe ms buen mozo que hubo, y el ms valiente y fuerte, y que vena

    a resultar hermano mayor de la princesa Rosa Blanca.No llores, hermanita dijo el prncipe Kamaralakmar, voy a pedirle a pap que no te case con ese vejestorio.Y se acerc a su pap. Y, hablndole al odo le dijo:

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    Pap: Rosa Blanca merece un esposo mejor. No la cases con ese pelado gordinfln.Est bien dijo el rey. Dejar que ella elija. Y que se embrome el pelado!Pero el mago oy la conversacin. Y entonces decidi vengarse.Hacindose el disimulado, dijo:Me gustara que el valiente prncipe Kamaralakmar diera

    algunas vueltas en el caballo volador, si es que no le tiene miedo.Miedo yo? dijo Kamaralakmar.Y de un salto mont en el caballo.Pero no vio que el mago haba movido una palanquita, oculta

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    detrs de la oreja derecha del caballo. Resultado: el caballo sali volando rpidamente, y saliendo por una ventana, se alej llevndose a Kamaralakmar.Devulveme a mi hijo grit el rey de Persia.Nunca ms lo vers contest el mago.Y antes de que pudieran agarrarlo para darle su merecido, el mago se escap, perdindose de vista. Mientras tanto, el caballo segua volando. Pero Kamaralakmar era muy valiente, y en vez de asustarse, miraba el paisaje.Qu lindo es contemplar las ciudades y los campos desde esta gran altura se dijo. Y qu lindo es volar de pas en pas.Vol hasta que se hizo de noche; el prncipe trat de encontrar alguna manera de aterrizar. Fue entonces cuando, iluminada por la luz de la luna, vio la palanquita ubicada detrs de la oreja derecha. Y ni bien la vio, la movi hacia un costado. Y ni bien la movi, el caballo aterriz.Y el caballo aterriz en la terraza de un lujoso y enorme palacio, donde viva un poderoso rey extranjero, que tena una hija llamada la princesa Ms Hermosa.Lindo palacio dijo Kamaralakmar cuando aterriz.Y dejando el caballo en la terraza, baj por una escalera hasta que lleg a un gran patio. Se acerc a una ventana, que era de un enorme comedor, y a travs de ella vio a una hermosa princesa que estaba tomando caf. Era la princesa Ms Hermosa. Y se enamor de ella. Entonces entr por la ventana y se lo dijo. Y la princesa Ms Hermosa se enamor de l y se lo dijo. Pero un guardia que estaba all, al ver entrar a Kamaralakmar por la ventana crey que era un ladrn.

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    Entonces fue a buscar al rey y se lo dijo:Rey: en el comedor hay un ladrn.Entonces el rey fue a buscar al subjefe de los guardias y se lo dijo:Subjefe de los guardias: en el comedor hay un ladrn.Entonces el subjefe de los guardias fue a buscar al jefe de los guardias y se lo dijo:Jefe de los guardias: en el comedor hay un ladrn.Entonces el jefe de los guardias fue a buscar al subcapitn de todos los jefes de los guardias y se lo dijo:

  • Subcapitn de todos los jefes de los guardias: en el comedor hay un ladrn.Entonces el subcapitn general de todos los jefes de los guardias fue a buscar al capitn general de todos y se lo dijo:Capitn general de todos: en el comedor hay un ladrn.La cuestin fue que cuando el capitn general de todos se enter, llam a todos sus soldados y se lo dijo. Y despus dijo:Vayan a buscar a ese ladrn.Y fueron.Y cuando Kamaralakmar los vio venir, dijo:

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    Y a estos qu les pasa?Y se puso en guardia.Entonces los soldados, todos juntos, se le tiraron encima.Trompada va, trompada viene, Kamaralakmar empez a ganar.Entonces vinieron ms soldados, de refuerzo.Trompada va, trompada viene, Kamaralakmar sigui ganando.

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    Entonces vinieron el rey, el subjefe, el jefe, el subcapitn y el capitn general. Y se sumaron a la pelea. Y Kamaralakmar segua ganando la pelea.Mientras tanto, la princesa Ms Hermosa deca:Djenlo: l es un prncipe y pronto ser mi esposo.Pero el rey deca:

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    l es un ladrn.Y nuevos soldados, de refuerzo, se sumaron a la pelea.Hasta que Kamaralakmar empez a perder. Entonces escaphacia la terraza, subiendo la escalera a toda velocidad. Todos lo siguieron. Y el rey deca:Ya es nuestro. De la terraza no podr escapar. Y ni bien lleg a la terraza, el prncipe mont en el caballo volador, movi la palanquita y se alej volando. Y todos se quedaron con la boca abierta. Y decan:Formidable!Pero la princesa Ms Hermosa lloraba. Y deca:Adis, joven prncipe. No te ver nunca ms.Y lo saludaba con la manito.Y el prncipe, mientras se alejaba volando, grit para que lo oyeran:

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    Me voy ofendido. Porque soy Kamaralakmar, hijo del rey de Persia y hermano de la princesa Rosa Blanca. Y nunca fui recibido con tanta desconsideracin como en este palacio y agreg Adis!Entonces el rey padre de la princesa Ms Hermosa pens: Caray, me equivoqu!.Al da siguiente, al amanecer, Kamaralakmar aterriz en su palacio. Dej en el jardn al caballo volador y busc a su pap. Y cuando su padre lo vio se puso a rer de la alegra. Y se rea y rea y deca:Hijo mo. Hijo mo.Y tambin vino la mam de Kamaralakmar y lo abraz y bes y se ri muchsimo y le dijo:Hijo mo. Hijo mo.Y vino Rosa Blanca. Y se ri. Y dijo:Hermanito. Hermanito.Y vinieron todos los que vivan en el palacio, y todos los que vivan fuera del palacio. Y se rieron a ms no poder. Y dijeron:Prncipe. Prncipe.Porque todos estaban contentos de que Kamaralakmar hubiera regresado sano y salvo.Pero el prncipe no estaba contento.Me voy a recostar un rato dijo. Me duele la cabeza. No me siento bien.Ests un poco plido dijo la mam.Habr sido el viaje dijo el padre.Yo creo que est enamorado dijo Rosa Blanca.Todo el da estuvo recostado el prncipe, con la cara larga, pensativo. Pensaba en la princesa Ms Hermosa. Y se deca:

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    Estoy enamorado de la princesa. Pero su padre no me quiere y me considera un ladrn. Qu lstima!Y se qued en la cama, ms triste cada vez, y ms plido, sin querer comer, ni beber, ni hablar con nadie, ni nada.Y al da siguiente igual.Y al tercer da igual.Hasta que al cuarto da lleg un mensajero con una carta para l. La carta deca:

    Querido futuro yerno: te pido disculpas por lo que te hice. Te comunico que mi hija no come, ni bebe ni nada desde el da en que te fuiste en ese caballo volador. No querras ser su esposo?Firmado: el padre de la princesa Ms Hermosa.

    VIVAAAAAA! grit Kamaralakmar cuando ley la carta.Y salt de la cama.Busc al caballo volador. Mont en l. Movi la palanquita y se fue volando a buscar a la princesa.Horas despus aterriz en la terraza que ya sabemos y baj por la escalera para buscar a Ms Hermosa.Rey dijo un guardia. Hay un caballo en la terraza!Es l dijo el rey.Es l repitieron todosEs l dijo Ms Hermosa. Es el prncipe que viene a buscarme.Y todos corrieron hasta la escalera para recibirlo.Viva el prncipe Kamaralakmar grit uno.Viva! gritaron todos.Y viva el caballo volador grit otro.

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    Viva!Oh, estimado rey padre de la princesa Ms Hermosa y futuro suegro: yo quisiera pedirle la mano de su hija dijo el prncipe.Concedida dijo el rey.Viva! dijo Ms Hermosa. Despus el prncipe pregunt:Puedo llevar a la princesa a mi palacio para presentarla a mis padres?S, seor contest el rey padre de Ms Hermosa. Pero con una condicin.Cul?

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    Qu despus me dejes dar una vuelta en el caballo volador.De acuerdo dijo el prncipe.Despus subi a la terraza con Ms Hermosa y, montando en el caballo de madera, la llev volando a su palacio.Al llegar, aterriz en el jardn.Esprame aqu dijo a la princesa. Voy a buscar a mis padres.Y la dej en el jardn.Pero resulta que por all andaba rondando el mago viejo, el que le haba regalado el caballo al rey de Persia para casarse

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    con Rosa Blanca. Y como siempre estaba tramando alguna venganza, se le ocurri desquitarse con Ms Hermosa. Y hacindose el buenito se le acerc y le dijo:El prncipe Kamaralakmar me ha pedido que te lleve ante sus padres.Y sin esperar respuesta, subi al caballo. Y ni bien subi, movi la palanquita. Rpidamente, el caballo se elev por los aires, llevando al mago y a la princesa.Eh! dijo la princesa. Qu haces?

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    Esto es un secuestro, jovencita respondi el mago.Y adnde me llevas?Al palacio de algn rey poderoso, para venderte como esclava y vengarme as de Kamaralakmar, de su hermana y de su padre.Buaaa llor la princesa.Ja, ja, ja, ja ri el mago.En ese momento vio un palacio muy grande y hermoso. Y pens:El rey que vive en ese palacio debe ser muy poderoso. Por lo tanto, aterrizar all y vender a la princesa. Me pagarn bien.Pero el mago, a pesar de su magia, no adivin que ese palacio era el del padre de la princesa.

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    Y la princesa, por supuesto, no le dijo nada. Ni siquiera cuando el mago aterriz.Hay un caballo en la terraza dijo uno del palacio.Es mi futuro yerno que regresa con mi hija Ms Hermosa dijo el rey.Pero cuando vio que por la escalera bajaba, en vez del prncipe, un viejo gordo, pelado y feo, no supo qu pensar. Y menos todava cuando vio que el viejo arrastraba a su hija, la princesa.Oh, gran rey! dijo el mago. Esta jovencita que aqu ves es una hija ma y vengo a vendrtela como esclava.No me digas? dijo el rey.

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    Y agarrando al mago por el pescuezo, le dijo:Esa hija tuya es mi hija. Sinvergenza! Ahora vas a ver lo que te va a pasar.Pero el mago escap escaleras arriba, hacia la terraza, y mont en el caballo. Enseguida movi la palanquita. Pero el caballo, a pesar de ser de madera, tena un gran corazn y, haciendo unos corcovos, hizo caer al mago. Y ni bien cay, el rey y todos sus amigos se le arrojaron encima y lo metieron preso.Despus, Ms Hermosa cont a su pap cmo haba hecho el mago para secuestrarla.No importa dijo el rey porque todo se arregl. Lo nico que debemos hacer es llegar lo antes posible al palacio del rey de Persia.Yo puedo guiar al caballo volador hasta all.Vamos dijo el padre.Y ya iba a subir al caballo cuando se acord de su hijo, el prncipe Ms Hermoso.Un momento dijo el rey; quiz nos convenga llevar tambin a Ms Hermoso y presentrselo a Rosa Blanca. A lo mejor se enamoran y se casan.Y sin prdida de tiempo, el rey busc a su hijo Ms Hermoso y lo hizo subir en el caballo. Despus subi l y despus subi la princesa. Y los tres se fueron volando hasta el palacio del rey de Persia. Llegaron, aterrizaron en el jardn y se reunieron con Kamaralakmar.Y cmo hicieron tu pap y tu hermano para venir aqu tan pronto? pregunt Kamaralakmar. Entonces la princesa le cont todo. Despus, el prncipe present a sus padres, que quedaron muy encantados por la belleza

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    y la buena educacin de la princesa Ms Hermosa. Despus, Kamaralakmar y Ms Hermosa se casaron. Y tambin se casaron Rosa Blanca y el prncipe Ms Hermoso.

    El caballo volador Coleccin Azulejitos (16) 2007 Editorial Estrada S.A.Ilustraciones Antonio Mongiello (Napolen)

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    Escrito por: Charles Perrault

    Adaptado por: Beatriz Ferro

    Ilustrado por: Oscar Grillo

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    Haba una vez un leador que se quejaba siempre. Soy tan pobre! deca. Hasta las ratas del bosque tienen ms que yo.Entonces su mujer le recordaba que tena una hermosa cabaa de troncos, cuatro hachas buenas y tambin un sombrero nuevo, reluciente como la piel del topo. (En realidad el sombrero nuevo era muy viejo, es decir, lo haba comprado para su casamiento haca muchos aos y estaba sin usar, guardado en una caja).

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    Para qu sirve tener un sombrero nuevo? protestaba el leador. Sirve para ir al baile de los conejos o al cumpleaos de la lechuza?Sirve para tener un sombrero nuevo! contestaba su mujer.El leador y la leadora vivan en un buen lugar cerca del bosque; las flores crecan solas alrededor de la cabaa y el cielo estaba siempre despejado y azul. Pero a l nada lo alegraba.Un da, estaba el leador trabajando en el bosque cuando, de repente, el cielo se cubri de nubarrones. Esto faltaba, pens entonces. Tormenta en puerta; mala suerte!.

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    Pero el leador se equivocaba.Los nubarrones que oscurecan el cielo ocultaban a un personaje muy importante. Porque en aquel bosque se refugiaban muchos dioses antiguos y entre ellos estaba Jpiter, un dios griego muy viejo y poderoso.De pronto, brill en el cielo una espada de luz, estall un trueno y, enseguida, los nubarrones se abrieron como un teln gris y en el medio apareci el propio Jpiter.El leador sinti miedo y se hizo pequeito, pequeito, para pasar inadvertido. Pero a aquellos dioses antiguos no se les escapaba nada y Jpiter lo seal con su dedo.

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    Me ha visto, se dijo el leador. Mala suerte!.BUENA SUERTE! tron Jpiter tonante. Estoy cansado de orte repetir mala suerte!; no sabes decir otra cosa? Tus quejas empaan el aire y enturbian el canto de los pjaros. Pero ya basta: se terminaron tus lamentos porque yo, Jpiter, te har el ms dichoso de los hombres. Te otorgo tres deseos: lo que t quieras se cumplir si lo pides desde el fondo de tu corazn y lo dices en voz alta. Adis leador, y djate de protestar!

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    El teln de nubarrones se cerr y el leador aplaudi de alegra, aunque tmidamente, como si hubiese sido el nico espectador en un teatro muy grande. Entonces tengo suerte?, se pregunt. Y se contest a s mismo, ya convencido: S, s tengo suerte! Puedo desear lo que se me antoje; por ejemplo, que el sol se vuelva cuadrado y verde y que gire al revs!.

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    Entonces se dio cuenta de que estaba imaginando tonteras y que poda malgastar los tres deseos.Lo mejor era volver a la cabaa, a pensar con calma; regres caminando rpido, rpido y, para no tentarse, entrecerr los ojos y dej la mente en blanco como un cuaderno nuevo.

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    Cuando lleg, cont a su mujer lo que le haba sucedido. La leadora dio gracias al cielo y le pregunt si ya saba lo que iba a pedir.An no dijo el leador. No es tan sencillo como pareceEstas cosas hay que meditarlas muy bien. Para empezar, dame el sombrero nuevo.La leadora no le pregunt para qu lo quera; comprendi que aquella era una gran ocasin, digna de usar el sombrero nuevo. El leador tom el sombrero, alis la copa con el revs de la manga y se lo puso. Despus pidi a la mujer:Ahora trae dos sillas.

    La leadora acerc dos sillas y las coloc enfrentadas junto al hogar encendido. Luego se sentaron los dos.

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    Y ahora qu haremos? pregunt la leadora.Ahora, pensemos qu nos gustara tener, yo por mi parte y t por la suya. Despus nos contaremos lo que hemos deseado, elegiremos los tres deseos mejores y pediremos que se cumplan.Qu maravilla, bendito sea Jpiter! exclam la mujer. Puedo desear una cabaa ms grande?Hasta un castillo de cincuenta habitaciones si se te antoja dijo el leador repantigndose en la silla.

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    Cincuenta habitaciones? Y tendr que limpiarlas todos los das?

    Puedes pedir veinte criados!Veinte criados? salt la mujer. Con la poca memoria que tengo, cmo har para recordar sus nombres? Y si no alcanzan veinte criados?Entonces el marido la interrumpi:Silencio, mujer! Pensemos con calma; pensemos in-te-li-gen-te-men-te. In-te-li-gen-te-men-te repiti la leadora.

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    Pero ni el marido ni la mujer estaban acostumbrados a pensar en cosas que parecan inalcanzables y no se les ocurri absolutamente nada.Tengo la mente en blanco dijo la leadora. Las ideas se me volaron como pajaritos.Silencio! gru el leador, muy fastidiado porque a l tambin se le haban volado las ideas.Como les costaba mucho trabajo pensar, comenzaron a imaginar cosas como cuando eran pequeos y soaban. La mujer dej vagar la vista por su delantal floreado y se dijo:

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    Quiero un jardn muy grande, con flores y rboles. Que en los rboles broten quesos, jamones y panes para no tener que cocinar. Que haya flores como copitas, unas con vino y otras con miel. Que los gusanos de seda fabriquen la ropa y que las araitas tejedoras zurzan y remienden. Que no vuele el polvo pero, por si algo se ensucia, que haya un manantial de agua caliente para lavar la ropa. Que yo pueda pasearme todo el da como una seora, sin hacer nada. Que en el jardn vivan un perro, un gato, una vaca y un burro, porque es lindo tener animales. Que vengan de visita los pjaros y las mariposas y las mujeres de los otros leadores y sus nios. Que haya un caaveral de caramelos para los nios! Que no llueva nunca, pero que en un rbol broten paraguas de todos colores porque nunca est de ms tener un paraguas.

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    El leador, por su parte, estir las piernas, se mir las botas gastadas y se dijo:Quiero botas sin agujeros en la suela para recorrer un bosque muy grande. Quiero que todo ese bosque sea mo y que haya miles y miles de sierras que corten los troncos y silben como una orquesta de violines. Quiero tener un gran aserradero; que compren mi madera los fabricantes de ruedas para hacer todas las ruedas del mundo;

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    que la compren los reyes para hacer sus tronos adornados con piedras preciosas y los dueos de los astilleros para hacer los mstiles de los barcos. Cuando sea muy rico, quiero que un ingeniero me haga una nave de madera con mi nombre pintado, que sirva para correr por la carretera, para navegar por el ro y para volar por el cielo. Quiero ser tan famoso que los hombres que espan la Tierra desde sus planetas digan: `Esa es la Tierra; all vive el Leador Famoso.

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    El leador y su mujer se adormecieron junto al fuego pensando como saban, imaginando cosas maravillosas.De pronto, crepit un leo y los dos abrieron los ojos.

  • 103

    Entonces el hombre se desperez y sinti hambre, mucha hambre. La comida no estaba hecha y, de repente, sinti ganas de comer una salchicha; entonces, desde el fondo de su corazn, exclam:Qu bueno sera comer una salchicha! La mesita que tenan cerca estaba vaca, pero no bien pronunci el deseo, apareci encima una cosa.Y eso, qu es? pregunt el leador, sobresaltado. Quieres mirar t, mujer?

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    Yo veo una salchicha. La mesa estaba vaca y ahora hay encima una salchicha! dijo la leadora, y agreg muy divertida: Apareci sola, no tuvimos que ir a comprarlatenemos una salchicha gratis!

    El marido se puso plido como el mantel.Te das cuenta? grit . He malgastado un deseo! Poda haber pedido cien mil kilos de oro y en cambio ped trescientos gramos de salchicha. Esto no puede perdonarse!

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    Eso ocurri? pregunt la leadora abriendo grandes los ojos Es claro que no puede perdonarse! Para eso pensamos tanto? Y yo que lo tena todo planeado para ser felices! Eso ocurri porque solo piensas en la comida, gordo glotn! Cmete la salchicha!El leador se puso hecho una furia.De veras crees que quiero comrmela? No te das cuenta de que ahora odio la salchichas? Por tonta mereces que se te pegue en la nariz la salchicha!

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    Estaba tan enojado que lo dese de veras y, apenas lo dijo, la salchicha dio un brinco y fue a pegarse en la nariz de la leadora.

    La leadora se puso bizca, toc la salchicha y tirone tratando de desprendrsela, pero todo fue intil.Qu desgracia! grit desesperada, en un mar de lgrimas. Yo me imaginaba linda y feliz, paseando por mi jardn como una princesa, y mrame ahora: parezco una bruja!

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    El marido tambin se puso a llorar. Haba malgastado tontamente el segundo deseo y, como si eso fuera poco, estaba casado con la mujer ms ridcula del mundo.Veamos dijo por fin el leador. Pensemos con calmaNos queda solamente un deseo y-no-po-de-mos-mal-gas-tar-lo.La desdichada leadora no dejaba de llorar:

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    Tienes que hacer algo! Yo no quiero vivir pegada a esta nariz postiza! Estoy horribleTal vez se vaya sola dijo el leador.Estas desgracias no se van solas!Tal vez lo mejor sea pedir muchsimo dinero, as podremos ver al mejor mdico del mundo para que te cure.Un mdico? pregunt la mujer. Qu puede hacer un simple mdico contra un deseo que se cumpli por voluntad de Jpiter?

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    El marido insisti; le propuso que usara vestidos con cuellos muy altos o sombreros con ala muy baja para disimular la nariz, pero no pudo convencerla.

    De repente, viendo que su mujer estaba tan fea, el leador dese con todo el corazn volver a ver su linda nariz y su cara alegre. Y sin dudar ms utiliz el ltimo deseo que le quedaba y exclam:

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    El leador la abraz, le dio un beso en la nariz y se ri con ella.Ah, qu alegra volver a ver mi propia cara!Qu raro dijo el leador!Qu es lo raro? pregunt la mujer.

    Que desaparezca la salchicha! Y en un instante desapareci como si todo hubiera sido un sueo.Inmediatamente la leadora dej de estar bizca, se toc su nariz pequeita, se mir en el espejo y ri de felicidad.

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    Me parece que ests ms linda que antes!Y olvidaron los deseos malgastados y las fortunas perdidas; se dieron el brazo y salieron a pasear, aprovechando

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    que el leador tena puesto el sombrero nuevo.Tal vez fueron a dar un paseo por el bosque, o a visitar a otro leador, o al cumpleaos de la lechuza.

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    Lo cierto es que estaban contentos como si se hubiesen cumplido todos sus sueos.Y dicen que el leador no volvi a quejarse en todo el da.

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    Hansel y GretelEscrito por: Jakob Grimm y Wilhelm Grimm

    Adaptado por: Beatriz Ferro

    Ilustrado por: Agi

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    Cerca del bosque viva un leador muy pobre con su mujer y sus dos hijos. El nio se llamaba Hansel y la nia, Gretel. En los buenos tiempos la familia apenas tena qu comer, y en los malos tiempos se moran de hambre.Una vez -eran los malos tiempos- el leador, muy apenado, le dijo a su mujer:No s qu comern los nios ni qu ser de nosotros: todo lo que nos queda son dos pancitos.Yo tengo una idea dijo la mujer, que en realidad no era la mam sino la madrastra de los nios. Maana temprano los llevaremos al bosque y los abandonaremos all. Y all se quedarn, pues no sabrn encontrar el camino de vuelta a casa, y se alimentarn con hongos y frutos silvestres.El padre protest, dijo que las fieras del bosque podran atacar a los nios y que de ninguna manera quera separarse de ellos.

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    Sin embargo, la madrastra habl tanto y le dio tantas razones que termin por convencerlo.Pero no imaginaban que los nios estaban despiertos y haban escuchado la conversacin desde sus camas. Gretel llor amargamente pensando en lo que les esperaba, pero Hansel la consol dicindole:No llores, Gretel. Ya me las arreglar para que el plan de la madrastra no resulte!

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    Cuando sus padres se acostaron y se durmieron, Hansel se levant, se puso la chaqueta y, sin hacer ruido, sali afuera.La luna estaba alta y su luz se reflejaba en las piedritas del jardn, que brillaban como monedas de plata. Hansel recogi muchas piedritas, todas las que pudo guardarse en los bolsillos. Despus volvi a la casa y le dijo a Gretel:Durmete, hermanita. Y no tengas miedo: todo saldr bien.

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    Y se acost.Cuando despunt el da, antes de que el sol asomara, la madrastra despert a los nios:Arriba, idiotas! Vamos al bosque a cortar lea. Antes de partir, les dio a cada uno un pedazo de pan y les advirti que deban guardarlo hasta medioda, pues ese sera el nico almuerzo.Gretel puso los dos pedazos en su delantal, pues los bolsillosde Hansel estaban repletos de piedritas. Los cuatro se fueron camino del bosque; haban recorrido un trecho corto cuando Hansel empez a detenerse y a volver la cabeza en direccin a la casa; una y otra vez se detuvo y mir hacia la casa, hasta que por fin el padre le dijo:Qu ests mirando, Hansel? Vamos, mueve esas piernas!Ya voy, pap contest Hansel . Estaba mirando mi gatito blanco, que se ha subido al techo para decirme adis.Qu gatito? exclam la madrastra . Dices tonteras! Es el sol que se refleja en la chimenea. Por supuesto, Hansel no se volva a cada rato para despedirse del gatito, sino para arrojar en el camino las piedritas que llevaba en el bolsillo.Cuando llegaron al centro mismo del bosque, el pap les dijo a los nios que juntaran ramas para hacer una fogata con que calentarse; Hansel y Gretel juntaron una pequea montaa de ramas y ramitas, el padre les prendi fuego y cuando las llamas altas brillaron, la madrastra les dijo:Ahora, nios, descansen junto al fuego; nosotros iremos a cortar lea, y cuando terminemos el trabajo vendremos a buscarlos.

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    Hansel y Gretel se sentaron junto al fuego, y a medioda comieron los pedazos de pan. Creyeron que el padre estaba cerca, pues les pareca or los golpes del hacha, pero lo que oan era el chasquido de una rama seca, movida por el viento, que golpeaba contra un rbol hueco.All se que