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Todas las tardes, la señora Cuervo se encuentra su nido vacío. Pronto descubre que la malvada serpiente es quien se come todos sus huevos. Con la ayuda del sabio búho, los señores Cuervo intentarán dar a la serpiente una buena lección.

Los cuervos del jardínAldous Huxley

Ilustracionesde Pep Montserrat

Una fábula moderna sobre la resolución

de con� ictos, � rmada por uno de los grandes autores de la literatura

universal.

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Primera edición: agosto de 2006 Decimosegunda edición: abril de 2015

Edición ejecutiva: Paloma Jover Revisión editorial: Carolina Pérez Coordinación gráfica: Lara Peces

Título original: The Crows of Pearlblossom Traducción del inglés: Andrea Donini

© del texto: The Estate of Aldous Huxley© de las ilustraciones: Pep Montserrat, 2006 © Ediciones SM, 2015

Impresores, 2 Parque Empresarial Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) www.grupo-sm.com

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Para Olivia, de Aldous.

Navidad de 1944

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Había una vez una pareja de cuervos que te-nían su nido en un álamo de Pearblossom.

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En un agujero bajo el árbol, vivía una ser-piente de cascabel que era muy vieja y muy grande.

Cada vez que la serpiente hacía sonar sus cascabeles, el ruido era tan fuerte que hasta los niños de la escuela de Littlerock podían oírlo.

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Solía dormir casi todo el tiempo. Pero to-das las tardes, a las tres y media, la serpiente salía de su agujero arrastrándose y subía al árbol para echar un vistazo dentro del nido de los cuervos.

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Si había un huevo en el nido, como gene-ralmente sucedía, se lo tragaba de un bocado, con cáscara y todo.

Luego, volvía a arrastrarse hasta su agujero y se dormía.

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Y como nunca lo encontraba, ponía otro huevo después de tomar el té.

Cuando la señora Cuervo regresaba de la tienda, donde iba todas las tardes para com-prar comida, siempre se encontraba el nido vacío.

Así que, mientras buscaba su huevo por todos lados, se decía: «¿Qué le puede haber sucedido a mi querido huevecito?».

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Esto venía sucediendo desde hacía mucho tiempo.

Hasta que un día, la señora Cuervo volvió a casa más temprano de lo habitual y encon-tró al señor Serpiente en el momento en que se tragaba su último huevo.

–¡Monstruo! –le gritó ella llorando–. ¿Qué estás haciendo?

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–Estoy desayunando –le respondió la ser-piente con la boca llena, e inmediatamente se deslizó por el árbol hasta su agujero.

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