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Los dos hemisferios de la cultura la ciencia y el arte; la sabiduría del constructor y la imaginación del poeta Por Antonio Rodríguez i Revista IPN, Ciencia, Arte, Cultura. No. 14, octubre 1982 Nunca como en nuestros. días se halla la cultura dividida en dos hemisferios que un gran vacío separa. Una de esas grandes mitades del conocimiento está constituida por las numerosas,· cada vez más complejas y especlalizadas ramas de las ciencias. Se integra la otra por lo que hemos dado en llamar, equivocadamente, las humanidades; y decimos equivocadamente (como toda definición lo es) porque tanto humanismo puede haber en la ciencia y en la tecnología (que abren posibilidades nuevas para la vida del hombre sobre la tierra), como en las letras, en las artes y en la filosofía. Sería absurdo "dar prioridad, para efectos de la cultura, a cualquiera de esos dos hemisferios, porque los dos son el producto del esfuerzo del hombre por penetrar en los grandes misterios que nos rodean y en ese inmenso misterio que es el hombre, tanto en lo físico como en lo intelectual y psíquico. No pensamos, por ello, sobreponer el uno al. otro, considerando que es más o menos noble, más o menos digno de respeto, más propicio a /a temporalidad o a la intempo- ralidad, lo que toca al estudio de la materia o lo que atañe a las incursiones por el mun- do del espíritu. Pero la verdad es que esa división existe y en gran medida se debe a ella la frustración cultural, de quienes sólo se preocupan por una de aquellas partes. Los artistas, o cuantos se preocupan fundamentalmente por el estudio o práctica de las artes (pintura, escultura, teatro, música, cine) miran a la ciencia y a la tecnología, como una especie de subcultura innecesaria o prescindible para la formación integral del hombre. Por eso son muy raros los poetas o novelistas que se preocupan por las grandes cuestiones científicas de nuestro tiempo: los misterios del Cosmos, en el cual vivimos corno huéspedes solitarios o las incógnitas que la biología y la genética apenas comienzan a develar. El artista, por lo general, no sólo menosprecia a quienes habitan en el otro hemls- ferio del conocimiento, considera que para escribir una novela, componer una sinfonía, o pintar un mural, resulta inútil saber lo que es o deja de ser la antimateria. Charles P. Snow, uno de los raros escritores que conoce con profundidad una de las ramas de la ciencia (porque antes de ser novelista fue investigador científico)

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Los dos hemisferios de la cultura la ciencia y el arte

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Los dos hemisferios de la cultura la ciencia y el arte; la sabiduría del constructor y la imaginación del poeta

Por Antonio Rodríguezi

Revista IPN, Ciencia, Arte, Cultura. No. 14, octubre 1982

Nunca como en nuestros. días se halla la cultura dividida en dos hemisferios que un gran vacío separa.

Una de esas grandes mitades del conocimiento está constituida por las numerosas,· cada vez más complejas y especlalizadas ramas de las ciencias. Se integra la otra por lo que hemos dado en llamar, equivocadamente, las humanidades; y decimos equivocadamente (como toda definición lo es) porque tanto humanismo puede haber en la ciencia y en la tecnología (que abren posibilidades nuevas para la vida del hombre sobre la tierra), como en las letras, en las artes y en la filosofía.

Sería absurdo "dar prioridad, para efectos de la cultura, a cualquiera de esos dos hemisferios, porque los dos son el producto del esfuerzo del hombre por penetrar en los grandes misterios que nos rodean y en ese inmenso misterio que es el hombre, tanto en lo físico como en lo intelectual y psíquico.

No pensamos, por ello, sobreponer el uno al. otro, considerando que es más o menos noble, más o menos digno de respeto, más propicio a /a temporalidad o a la intempo-ralidad, lo que toca al estudio de la materia o lo que atañe a las incursiones por el mun-do del espíritu. Pero la verdad es que esa división existe y en gran medida se debe a ella la frustración cultural, de quienes sólo se preocupan por una de aquellas partes.

Los artistas, o cuantos se preocupan fundamentalmente por el estudio o práctica de las artes (pintura, escultura, teatro, música, cine) miran a la ciencia y a la tecnología, como una especie de subcultura innecesaria o prescindible para la formación integral del hombre.

Por eso son muy raros los poetas o novelistas que se preocupan por las grandes cuestiones científicas de nuestro tiempo: los misterios del Cosmos, en el cual vivimos corno huéspedes solitarios o las incógnitas que la biología y la genética apenas comienzan a develar.

El artista, por lo general, no sólo menosprecia a quienes habitan en el otro hemls-ferio del conocimiento, considera que para escribir una novela, componer una sinfonía, o pintar un mural, resulta inútil saber lo que es o deja de ser la antimateria.

Charles P. Snow, uno de los raros escritores que conoce con profundidad una de las ramas de la ciencia (porque antes de ser novelista fue investigador científico)

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preguntó un día a su auditorio, en una conferencia sobre literatura, si alguien podría enunciarle el Segundo Principio de la Termodinámica. Por respuesta obtuvo (como él relata en su libro Dos culturas) un silencio glacial. Sin embargo nada había del otro mundo en su interrogación. Equivalía a preguntar a un científico sí había leído alguna obra de Shakespeare. .

La verdad es que la partición de la cultura en dos áreas o hemisferios se debe tanto a los· pintores o poetas que ignoran los principios fundamentales de las matemáticas, de la física, de la química o de la astronomía, como a algunos ingenieros, médicos o químicos que afirman con cierto desparpajo: "Yo de arte no sé nada".

Y sí al desentenderse de lo que la ciencia ha conquistado para el hombre (en el dominio· del conocimiento y de las realizaciones prácticas) comete el artista una falta que va en perjuicio de su propia creación (¿nos imaginamos a un tlacuilo maya que ignorara las experiencias científicas de sus astrónomos?), no menor falta comete eI científico, contra sí mismo al descuidar el trato con la literatura, la poesla y la música.

El buen técnico que ignore la cultura de su tiempo; que no pueda expresarse con precisión en su propio idioma; que no se halle en condiciones de redactar un programa de actividades y menos aún de defenderlo oralmente; que dé la impresión de ser un ente extraño, de otro planeta, en un conjunto de hombres culturalmente preparados: se marginará forzosamente a sí mismo, de los demás.

Aquí abordamos, exclusivamente, un tema de carácter práctico: el de la aceptación o rechazo que el técnico sin preparación cultural recibirá a la larga, y en nivel superior, de la sociedad. Pero hay otros, no menos importantes; el de la capacidad que la cultura general, el trato con las artes, otorgará al hombre de ciencia o al técnico, para refinar su sensibilidad, enriquecer su concepción del mundo, atemperar la rigidez de lo pragmático con la audacia inventiva y la fantasía poética, que en nada deben estar reñidas con las buenas soluciones prácticas.

Un buen ingeniero civil puede construir casas, fábricas, iglesias, aeropuertos o mu- seos estables, duraderos, que no se caigan y cumplan más o menos sus funciones. Pero una casa sin espíritu, es una cueva de trogloditas; la iglesia que sólo tenga en cuenta el cupo de tal número de personas, y no incite a la meditación y al rezo, será lugar de reunión, pero no templo; la fábrica que se parezca a una cárcel sin luz ni aire y se halle desprovista de cierto grado de atracción provocará el rechazo de quienes en ella trabajen; el aeropuerto que se parezca a un depósito de materiales, sin tener en cuenta la línea aerodinámlca de los aviones, que ahl arriban: pondrán, cuando menos, de manifiesto la insensibilidad del constructor en relación a cuanto le rodea.

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Ningún constructor práctico de este tipo, llegará al nivel, en el consenso general, a que han llegado los grandes creadores de las catedrales, lIamémosle asl, de nuestro tiempo.

Por eso se conocen en todas partes, tienen fama y dieron gloria a su patria de origen o de adopción, Luis Barragán y Ricardo Neutra, en sus residencias particulares de México y de los Estados Unidos; Le Corbusier, con el remanso poético y espiritual de Ronchamp,en los Vosgos; el templo de la Medalla Milagrosa, de Féllx Candela, en nuestra capital; las habitaciones colectivas, del Pabellón Suizo de la Ciudad de Parls y de la unidad habitacional de Marsella, del mismo Le Corbusler; las fábricas y lugares de trabajo creados por Pier Luigi Nervi, en Italia; la terminal aérea de la T.W.A., en Nueva York, concebida por Ero Saarinen, que se proyecta sobre el cielo como alas de esbeltos aviones; el Museo Guggenheim, de Franck Lloyd Wright, en Nueva York, y el Museo de· Antropología, de los mexicanos [Rafael] Mijares y [Pedro] Ramírez Vázquez, en el Bosque de Chapultepec: En todas estas obras se conjugan la ciencia y el arte; la sabiduría del constructor y la Imaginación del poeta.

Es posible, como ayer dijeron los funcionalistas, que un puente bien concebido ofrezca sus propias soluciones prácticas, científicas y racionales.

Dudamos sin embargo que los puentes de Segovia, en España, o el Puente du Gard, en Francia, hayan sido ajenos, en su concepción, a la sensibilidad estética de que dieron muestras los romanos al unir su audacia de grandes constructores, en el Panteón, y en la Basílica de Majencio, con la herencia cultural de Grecia, que enriquecieron con sus aportes.

¿Nos imaginaríamos a la Torre Eiffel sin el sentido estético que sus autores pusieron -en la concepción de tan bello, aéreo y luminoso monumento?

De no haber sido construido por un poeta y filósofo, que además estaba imbuido por las concepciones cosmogónicas de su tiempo, el Palacio del Gobernador, en Uxmal, sería tan sólo un largo caserón, desproporcionado, y además sin la otra dimensión del hombre que es el cielo; pero el poeta filósofo,.sin alterar las dimensiones deseadas, abrió dos arcos, como flechas, en el edificio dándole proporción, armonía y afán de infinitud. .

En realidad pocas son las obras imperecederas del hombre en las cuales la grandeza, la estabilidad y la solidez, no vayan acompañadas de la e!egancia, de la fantasía y de la sensibilidad que da el arte.

El Campidoglio, de Miguel Angel, es tanto la obra de un arquitecto y de un urbanista como la del hombre que esculpió el David; del muralista que pintó la Capilla Sixtina y del poeta que compuso las Rimas; Leonardo, el ingeniero, matemático y físico fue, sin

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duda, un hombre de ciencia; pero se equivoca rotundamente, quien sólo vea en sus dibujos de las entrañas del cuerpo humano a un simple anatomista. En sus cavernas del corazón hay tanta fantasía poética como verdad científica, y por ello se sobrepuso Leonardo a los simples anatomistas de su tiempo.

Hombre de ciencia fue, sin duda, el inventor de los famosos aparatos que le dieron· fama (grúas, alas para volar, barcos, cañones, etcétera) pero no olvidó Leonardo la fuerza de la imaginación. En los consejos que en el Tratado de la pintura da a sus alumnos, les dice: "Note sea duro el detenerte alguna vez a mirar las manchas de las paredes, o en la ceniza dei fuego, en nubes o en fango, en los cuales, si observas bien, hallarás ideas admirables que avivan el ingenio para nuevas invenciones, igual de composiciones de batallas que de animales y de hombres y también de paisajes y de cosas monstruosas, y diablos y cosas semejantes, que podrán darte honor, ya que en las cosas confusas el ingenio se aguza a nuevas ideas".

Además ¿qué es, sino obra de imaginación, de la fantasía poética, y de la invención creativa, la Madona de las Rocas, o el cuadro de Santa Ana, la Virgen y el Niño, del Louvre?

Guarino Guarini, el. famoso creador del barroco de Turin (tan diferente del de Roma. de Nápoles o de Venecia), sufrió en su carrera de arquitecto varios tropiezos. Algunas de sus audaces iglesias se cayeron (lo que por supuesto no es recomendable); pero las que quedan, como la de San Lorenzo y la capilla del Santo Sudario, lo elevaron por su imaginación. fantasía y pensamiento filosófico a uno de los más altos niveles de la creación. En cambio, ningún importante monumento de la antigüedad ha perdurado en el pensamiento de los hombres por su mera estabilidad o solidez.

La misma muralla china, que fue construida como arma de defensa, atrae menos a quienes hoy la contemplan por su trabajo de cíclopes que por la manera sinuosa y elegante con que se mueve, en forma serpentina, por el suelo abrupto de las montañas.

Hablamos de las construcciones que deben universal·reconocimiento a la fantasía poética, arrebato creador y originalidad de quienes las inventaron. Podríamos también hablar de los artistas que, en el pasado y. en el presente, se apoyaron y apoyan en la ciencia para enriquecer sus obras.

La Sección de Oro que desde la Antigüedad y el Renacimiento entran en la composición y construcción de. algunas de las obras maestras de la humanidad se basa en una fórmula matemática: 0.618. Acerca de esta Sección de Oro o Divina Proporción escribió el pintor del Renacimiento Piero della Francesca, y lo empleó en su obra, el célebre tratado De prospectiva pingendi.

El cubismo de Picasso y Braque va sin duda más allá de una simple aventura de la

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emoción. Cuando dijo: "Yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso", Picasso estaba, implícitamente, reconociendo el papel que en esta forma del arte representaba el conocimiento. Y al actuar en consecuencia, pintando lo que él sabía que existía, el gran pintor malagueño estaba llevando al arte una forma nueva de ver y pensar el mundo. Ya Leonardo da Vinci había dicho, en uno de sus célebres pensamientos, que la pintura es cosa mental.

Es amplio el número de artistas que en este siglo se han apoyado en las ciencias para realizar una obra de emoción poética.

Los constructivistas rusos de 1920, Moholy-Nagy, Kenneth Snelson, Buckminster Füller, Richard Lippold. Nicolás Schöffer, y en México Federico Silva, Manuel Felguérez, Santos Balmori, Sebastian, son algunos de ellos. Max Bill, el pintor, escultor y arquitecto suizo afirmó, basándose en su propia obra, que es posible desarrollar am-pliamente un arte basado en una concepción matemática. .

El arte de modo ninguno pierde calor al tomar ciertos aspectos de la ciencia para revigorizarse y ofrecer una visión del mundo más completa y profunda. Es imposible que con la sola emoción le fuera posible a Thomas Mann escribir una novela como La montaña mágica, en la cual están sintetizados y armonizados los conocimientos de nuestra época; del mismo modo que le hubiera sido muy difícil a· Marguerite Yourcenar llevar a cabo su hazaña de L'Oeuvre au Noir (El Alquimista)ii, sin haber acumulado los más amplios conocimientos sobre el tema que desarrolló. Pero si el arte nada pierde con romper el círculo de intuición (que muchas veces es tan sólo ignorancia), tampoco la ciencia sale debilitada del fertilizante contacto con las artes. Ambas manifestaciones de la cultura (porque ambas son cultura) salen ganando al romper la dicotomía que ahora las separa.

Dicotomía que empobreciendo a ambos hemisferios de la cultura, coloca a quienes la sufren en un estado de invalidez frustrante: unos mirando a la obra de arte sin poder acercarse a sus entrañas; los otros frente a los prodigios de la ciencia sin comprender sus más elementales signos.

Es necesario, por ello, que las Direcciones de Difusión Cultural del mundo entero atraigan al mayor número de estudiantes técnicos y científicos a sus actividades, no sólo como espectadores sino, también, como creadores. '

Y cuando proponemos atraer a los estudiantes técnicos a las labores humanísticas de modo ninguno proponemos cambiar vocaciones. ¡Qué bueno que tengamos muchos matemáticos, físicos, electricistas; pero qué bueno será, también, que ellos no se encierren en los estancos de su especialidad! .

La cultura tiene dos hemisferios ―el de la ciencia y el de la poesía―; sólo quien quiera

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ser un hombre culturalmente mutilado, puede sentirse satisfecho de no incursionar por ambos.

En la imposibilidad de crear sistemas de la enseñanza que abarquen todas las materias del conocimiento y de la sensibilidad pugnamos por órganos de Difusión y Promoción Cultural que contribuyan a llenar el vacío que se extiende entre ambos hemisferios, atrayendo al técnico hacia el dominio de las artes, estimulando en el artista su propensión natural a penetrar en lo desconocido.

Dice la Biblia en el Eclesiastés que en el mucho conocimiento hay mucho sufrimiento. Pero la cultura paga con creces cuantos esfuerzos se le consagren. Paga en la sa-tisfacción de volver al hombre más hombre, de abrirle más horizontes en el universo; de elevarlo desde el nivel de simples artesanos (lo que no es desdoro), a las alturas de creador.

El México antiguo consagró muchos esfuerzos físicos, económicos, sociales, a la construcción de templos y pirámides; a la talla de estelas y dinteles; a la pintura de murales y vasijas policromas; al dibujo de códices y tablas astronómicas en los cuales la utilidad práctica y la creación artística (la ciencia y la poesia) anduvieron siempre juntas.

Grandes sacrificios costaron a los hombres de entonces construir edificios que no sólo fuesen útiles, sino majestuosos y beIlos, como los templos de Palenque o Yaxchilán con sus aéreas cresterías; pero esos esfuerzos no fueron vanos. Siglos, y milenios después, los descendientes de esos filósofos-poetas, y de esos artistas sabios siguen disfrutando la riqueza espiritual que ellos con su obra nos legaron. Contribuyamos hoy, nosotros, con nuestro esfuerzo, a engrandecer la cultura que ellos nos legaron.

En la unión de esos dos grandes hemisferios de la cultura ―la ciencia y la poesía― residirá el secreto de la nueva grandeza mexicana.

1i Antonio Rodríguez (Portugal 1908, México 1993). Escritor, periodista, investigador, luchador social, educador y crítico de arte. En Portugal fue periodista y dirigente político y luchó contra la dictadura de Oliveira Salazar. Estudió en la Unión Soviética. Participó del lado de las fuerzas republicanas en la guerra civil española y tras el exilio, continuó su lucha contra el fascismo en Francia. En abril de 1939 llegó a México junto a los emigrantes españoles y se naturalizó mexicano en 1941. Su aporte a la educación y la cultura en México se extendió a varias instituciones del país. En el IPN dirigió el Departamento de Difusión Cultural y fundó la revista "IPN. Ciencia, arte: cultura", de la cual fue su director. Escribió cientos de artículos y reportajes en numerosos periódicos y revistas de México.

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2 Esta novela ha sido publicada en el mundo hispano con el título de “Opus Nigrum”. Es la obra maestra de Marguerite Yourcenar.