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LOS ESTADOS TOTALITARIOS : FASCISMO, NAZISMO Y COMUNISMO . 1. INTRODUCCIÓN : las rupturas del Estado liberal: Comunismo y Fascismo 2. EL COMUNISMO SOVIÉTICO . A) Características del Estado socialista; B) Características del proceso político; C) Etapas de la creación de la URSS: Introducción: Lenin; 1. La Revolución de octubre de 1917; 2. El Comunismo de guerra (1918-1921); 3. La nueva política económica (1922-1927); 4. El Estado soviético bajo la dictadura estalinista. •••Apéndice: ¿Por qué se produjo la Revolución de Octubre? y Esquemas. 3. FASCISMO Y NAZISMO : A) Características del Estado fascista. B) El fascismo italiano b.1) Características generales; b.2) El proceso histórico de la Italia fascista. C) Los Estados filofascistas. D) El nacionalsocialismo alemán d.1) Características generales; d.2) La Alemania hitleriana; d.3) La expansión nazi. •••• Apéndice: mapas y gráficos. E. ¿Algunos imitadores?

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LOS ESTADOS TOTALITARIOS: FASCISMO, NAZISMO Y COMUNISMO. 1. INTRODUCCIÓN: las rupturas del Estado liberal: Comunismo y Fascismo 2. EL COMUNISMO SOVIÉTICO . A) Características del Estado socialista; B) Características del proceso político; C) Etapas de la creación de la URSS: Introducción: Lenin; 1. La Revolución de octubre de 1917; 2. El Comunismo de guerra (1918-1921); 3. La nueva política económica (1922-1927); 4. El Estado soviético bajo la dictadura estalinista. •••Apéndice: ¿Por qué se produjo la Revolución de Octubre? y Esquemas. 3. FASCISMO Y NAZISMO: A) Características del Estado fascista. B) El fascismo italiano b.1) Características generales; b.2) El proceso histórico de la Italia fascista. C) Los Estados filofascistas. D) El nacionalsocialismo alemán d.1) Características generales; d.2) La Alemania hitleriana; d.3) La expansión nazi. •••• Apéndice: mapas y gráficos. E. ¿Algunos imitadores?

LOS ESTADOS TOTALITARIOS: FASCISMO, NAZISMO Y COMUNISMO

1. INTRODUCCIÓN:

Desde el Tratado de Versalles hasta la invasión de Polonia (1 sept. 1939), transcurrieron tan sólo veinte años, muy poco tiempo para que a una guerra mundial sucediera otra, también de carácter universal. ¿Qué es lo que había pasado durante estas dos décadas, a las que la historiografía denomina periodo de entreguerras? ¿Cómo fue posible que se repitiera aquella dolorosa experiencia, cuando aún eran vida y no recuerdo los horrores de la guerra? No han faltado historiadores que al dar respuesta a estos interrogantes consideran que esos veinte años, en realidad, sólo fueron “un tiempo muerto”, de modo que la identidad de la II Guerra Mundial, según éstos, se reducía a ser una mera continuación de la Primera. Incluso ha habido quien ha hablado de una “nueva guerra de los Treinta Años”, para identificar el periodo que transcurre de 1914 a 1945. Por el contrario, otros investigadores niegan tal unidad, y sostienen que hubo dos guerras completamente distintas.

Ahora bien, en lo que casi todos parecen estar de acuerdo es en que no hubo una única causa capaz de explicar el fatal desenlace. La mayoría se refiere a la serie de causas, que se entrelazan y se fortalecen entre sí hasta provocar el enfrentamiento mundial. En este sentido, los acontecimiento del periodo de entreguerras se sitúan en la ante-sala del conflicto. Se hace necesaria, por tanto, la síntesis para acercarse a una cierta comprensión. En el periodo de entreguerras se pueden distinguir dos etapas, separadas por la frontera de los años treinta. En la primera el protagonismo corresponde a los dictado-res: los Pilsusdki en Polonia, Mustafá Kemal en Turquía o Primo de Rivera en España, por citar los más conocidos; en la segunda el panorama es más sombrío, al manifestarse en toda su crueldad los totalitarismos. Y todo ello, si se quiere, en una mala coyuntura económica, como consecuencia del crack del 29, que vino a poner en evidencia los resultados de un economicismo radical.

Entre las secuelas más o menos directas de la I Guerra Mundial, aparte de la oleada revolucionaria de 1917-1921, de la crisis

económica de finales de los veinte y principios de la siguiente década, con sus tremendas repercusiones sociales, habría que situar las soluciones políticas de corte autoritario y/o totalitario aplicadas ante aquélla y éstas. Serían las múltiples dictaduras del periodo interbélico, en cierta medida una demostración más del fracaso del liberalismo formal, incapaz de trascender la democracia político-institucional y resolver los graves problemas sociales.

Ciertamente, las grandes diferencias entre los numerosos regímenes autocráticos de aquellos años, que podrían ir desde el de Mussolini (Italia, octubre1922), al de Boris III (en Bulgaria,1934),pasando por los de Primo de Rivera (España,1923), Gomes da Costa (Portugal,1926), Pilsudsky (Polonia, 1926),Venizelos (Grecia,1928),Alejandro I (Yugoslavia, 1928), Gömbos (Hun-gría,1932), Hitler (Alemania, 1933), Dolfuss (Austria, 1933), y Carol II (Ru-manía,1933), obligan a ser prudentes a la hora de cualquier generalización. Pero, estos ejemplos europeos y otros muchos en diversas áreas del planeta por las mismas fechas, marcarían profundamente la historia de la humanidad en el siglo XX.

Sin embargo, entre toda esta maraña de acontecimientos, que suceden con la trepidante velocidad propia del siglo, se puede encontrar el hilo conductor que ordena este aparente caos. Lo que sucede a partir de 1918 es la manifestación de la crisis de la cultura de la Modernidad. Durante este periodo la humanidad iba a sufrir, con todo su dramatismo, las consecuencias de haber interpretado al hombre como individuo y no como persona. El Estado, al no reconocer que los derechos humanos son inherentes a la naturaleza humana, pasaba de ser protector a ser su concesionario, con lo que el hombre se veía despojado de lo que le era consustancial y propio, para ser sometido a la tiranía totalitaria.

Se había llegado a la culminación de un proceso, que sólo entendía de soluciones absolutas y definitivas: el Reich nazi de los mil años, o el sempiterno comunismo de Rusia. Ni Stalin fue un tirano sin cómplices, ni Hitler un loco que consiguió engañar a muchos cuerdos. Europa, en su debilidad, les dejó hacer y acabó doblegándose a sus

deseos de establecer una sociedad absolutamente materialista, sostenida precisamente por los dos pilares idolatrados de la Modernidad: la secularización y el cientifismo.

Así pues el comunismo, al nazismo y al fascismo coinciden en anular a la persona. En dichos regímenes sólo es objeto de consideración lo colectivo: la clase, la nación, la raza, el partido y, en definitiva, el Estado. Y en clara conexión con los planteamientos evolucionistas, los tres defienden teorías orgánicas de la sociedad. En beneficio de la unidad, la intolerancia agosta el pluralismo, por cuanto la verdad deja de ser la meta, a la que se tiende objetiva e imparcialmente, y se convierte en una fórmula, dictada oficialmente desde el poder, y ante la que no cabe otra actitud que el acatamiento.

Tanto los fascismos como el comunismo imponen el “partido único”, cuya estructura antidemocrática no tiene otro objetivo que la conquista del poder. Una vez alcanzado, el culto al líder y el reforzamiento de sus posiciones estarán dirigidos a sustituir a la sociedad civil por el partido, por lo que la represión se convierte en la principal acción del Estado. De este modo, los totalitarismos sólo consiguen la aceptación voluntaria de sus dirigentes, y la obligada de la sociedad, por medio del terror.

Fascismo y comunismo practican también la misma táctica política. Son oportunistas en las democracias, al aceptar unas reglas en las que no creen, y que lógicamente suprimirían en cuanto alcanzan el poder, objetivo por el que se justifica la práctica de la violencia. Por último, estos regímenes se revisten de Constituciones, Declaraciones de Derechos y Parlamentos, cuyas funciones han sido prostituidas. Por eso, si se atiende a sus elementos más externos, al no coincidir con los del Antiguo Régimen, a estos sistemas se les puede denominar “democracias gangrenadas”.

No obstante, la personalidad de los tres regímenes no puede fundirse en una sola, al considerar sus semejanzas, pues tan importantes como éstas son sus diferencias, hasta el punto de que entre ellos se consideran enemigos irreconciliables. Frente al universalismo marxista, los fascismos afirman el racismo o el nacionalismo extremo,

si bien es cierto que los fascismos proyectan una política exterior imperialista. Contra la lucha de clases, los fascismos se levantan para negarla, aunque el comunismo también predice su extinción en el futuro. Y ante la absolutización del Estado fascista, la dictadura del proletariado se propone sólo como provisional, aunque en realidad es que esta provisionalidad acompañará al comunismo hasta su fracaso.

La Segunda Guerra Mundial justificada como la lucha contra los totalitarismos supondría la derrota de algunos de ellos, el nazismo y el fascismo, pero tendría el efecto “perverso” de fortalecer otro no menos indeseable, el comunismo estalinista. Así pues, los Estados totalitarios en Europa se mantuvieron hasta comienzos de la última década del siglo XX y aún perviven, variantes marginales de distinto signo, en otras partes del mundo.

Veamos algunos de los modelos que en Europa y desde Europa tuvieron mayor influencia y émulos inmediatos.

••• LAS RUPTURAS DEL ESTADO LIBERAL: COMUNISMO Y FASCISMO.

La gran crisis que representó la Primera Guerra Mundial para las principales potencias capitalistas evidenció los límites del Estado liberal tradicional y produjo tres soluciones diferentes según las circunstancias de cada país. El triunfo de la revolución bolchevique en Rusia significó el establecimiento de un nuevo modelo de Estado revolucionario con pretensiones universalistas. A su vez, los fascismos fueron una de las respuestas, de tipo reaccionario, al desafío soviético, imponiéndose precisamente en los Estados de menor tradición liberal. Finalmente, allí donde las instituciones representativas no quebraron, se ensayaron de modo incipiente fórmulas que prefiguraban el Estado social de derecho, como ya se ha visto. A continuación se analizarán las dos grandes formas de Estado --antagónicas entre sí-- que se presentaron como alternativos al modelo liberal-democrático.

2. EL COMUNISMO SOVIÉTICO. A) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ESTADO SOCIALISTA

El modelo político del Estado socialista --que recibe diversas denominaciones al no existir una definición unánime sobre su naturaleza (socialismo autoritario, socialismo de Estado, socialismo real, Estado de transición, Estado neo-capitalista o post-capitalista, colectivismo burocrático)--difundido a partir del ejemplo soviético, surgió de una gran crisis revolucionaria y fue una de las respuestas históricas a las grandes demandas populares de transformaciones estructurales que se manifestarán desde la Primer Guerra Mundial. Este tipo de Estado pretende ser una alternativa global y radical frente al Estado liberal-representativo capitalista, basándose en la ideología marxista y leninista, a su vez condicionado por la experiencia con-creta del proceso ruso.

Las bases económicas de este régimen establecen el principio de la apropiación colectiva de los grandes medios de producción y cambio. Sin embargo, en la práctica, su plasmación se ha limitado a estatalizar (presunta-mente “socializar”) los sectores y recursos clave. La economía estatal tiene una posición hegemónica, otorgándose a la iniciativa privada un papel subordinado y residual. Esto se complementa con la planificación centralizada imperativa y burocrática.

Por su parte, la ideología tiene una gran importancia política y se manifiesta en el “marxismo-leninismo” que se ha elevado a rango de ideología oficial única y fundamental del Estado dadas sus pretensiones “científicas”. Naturalmente, en la práctica, tanto por su rigidez ortodoxa, como por causas políticas, esta doctrina se ve sometida a constantes influencias de otras ideologías (liberalismo, socialdemocracia, nacionalismos) que son consideradas “desviacionistas”.

Se ha señalado que el Estado socialista surge de un propósito teórico concreto al basarse en el marxismo, aunque en cierto modo liberalismo y fascismo también plasmarán un “modelo” político antes de conquistar el Estado. El Estado revolucionario es presentado como

un instrumento transitorio del proletariado, sometido a un proceso evolutivo de cambios cuyo fin último es desaparecer el producirse el advenimiento del comunismo (según la conocida tesis de Engels del peso del Gobierno sobre los hombres a la administración sobre las cosas).

Las instituciones se basan en una determinada interpretación de la teoría de la “dictadura del proletariado”, supuestamente “encarnada” en exclusiva por el Partido Comunista (PC), definido ideológicamente como “vanguardia avanzada” y “organización consciente” de los trabajadores. El PC se caracteriza por el centralismo administrativo, la jerarquía piramidal, la organización por células y el monopolitismo ideológico, convirtiéndose en parte del Estado al confundirse con sus aparatos. Es pues, el PC el que ejerce todo el poder estatal al ser su núcleo dirigente central. En teoría, la soberanía de clase del proletariado se expresa a través de los soviets, pero éstos están sometidos a una jerarquía funcional y al encuadramiento del PC auxiliado por diversas organizaciones sociales. Desde un punto de vista formal el constitucionalismo soviético evolucionará de una concepción restrictiva inicial de la soberanía a la aceptación posterior de la “popular”. En otras palabras, de la “dictadura del proletariado” al Estado de todo el pueblo”, al haberse evolucionado a una “fase superior en la construcción del socialismo. Esto tuvo consecuencia en el sistema electoral ya que la soberanía de la clase obrera implicaba el voto reforzado para ésta y la exclusión de las antiguas categorías sociales privilegiadas, mientras que, por el contrario, la soberanía popular supuso reconocer el sufragio sin discriminaciones.

El modelo del Estado socialista rechaza el principio de la división de poderes, reputado burgués y formalista. Desde esta perspectiva, todos los poderes se confunden en un sólo órgano, el Soviet Supremo, estableciéndose aparentemente un régimen de Asamblea. Es más, los representantes populares son incluso revocables al ser concebidos como delegados sometidos a mandato imperativo de sus electores. En realidad, la acusada concentración de poderes se

produce no en la Asamblea, sino en los aparatos del Estado como el Presidium y el Gobierno y, en definitiva, el PC que domina ambos. El Gobierno es concebido tan sólo como un órgano administrativo de ejecución y gestión, reservándose las decisiones fundamentales el Presidium, en teoría delegado de la Asamblea popular. Este órgano ejerce funciones representativas (como jefe de Estado colegiado), legislativas (materiales), ejecutivas (reglamentarias) y hasta jurisdiccionales (asume en parte funciones de Tribunal Supremo y constitucional a la vez). Al ser vertical la estructura del poder es la cúpula dirigente del PC --presente en todos los órganos del Esta-do-- la que toma las decisiones que son aplicadas por los aparatos administrativos.

Todo esto revela el formalismo normativo del constitucionalismo soviético ya que el funcionamiento político real del sistema discurre al margen de las premisas previstas por el ordenamiento, dada la confusión entre partido y Estado que ven sucesivamente acrecentadas sus funciones, pese a la teoría inicial sobre la que se basan. Las constituciones son flexibles y fácilmente modificables al no partir del principio de la superioridad jerárquica en el sistema de fuentes de derecho, no produciéndose, coincidencia entre su texto y la vida política, con prácticamente nula consideración del garantismo. Las constituciones tienen así una función educativa, propagan-dística y de balance de lo conseguido, pero son muy secundarias a la hora de intenta juridificar la política del Estado. Esto ocurre ya que las decisiones del PC son, en realidad, superiores a todas las demás y directamente vinculantes. Por tanto, en rigor, son más decisivos los estatutos de aquél que la propia Constitución.

Todo el sistema actúa de acuerdo con el principio del centralismo democrático que se aplica tanto en el PC como en el Estado, en todos los niveles. Esto supone la obligatoriedad de las decisiones de los órganos superiores sobre los inferiores, estableciéndose un mecanismo de doble dependencia. La generalización de esta fórmula de organización del PC --cuyo origen es histórico dadas las rigurosas condiciones de clandestinidad de los

bolcheviques bajo el zarismo --a todos los órganos del Estado se ha demostrado muy eficaz para reforzar el unitarismo de todos los poderes y para vaciar de significado al federalismo. En efecto, la estructura territorial federal --adoptada también por circunstancias históricas, no doctrinales--, no conlleva una descentralización política real de los Estados miembros de la Unión, al quedar diluida por el principio del centralismo democrático. Por consiguiente, el federalismo soviético --que, en teoría, establece la cosoberanía-- funciona como una variante del regionalismo.

En materia de derechos se pone el énfasis, y no por casualidad, en los aspectos económicos-sociales ya que este tipo de régimen puede satisfacerlas en buena medida con mayor facilidad que los de base capitalista. Desde otro punto de vista, el Estado soviético rechaza el pluralismo, no reconoce derechos a la oposición, ni alternativa posible por una pretensión de crear una sociedad homogénea y unánime. Las elecciones, por tanto, tienen un carácter plebiscitario al no ser competitivas, limitándose a ratificar las candidaturas oficiales. El único problema para las autoridades es entonces el de conseguir una participación masiva, normalmente del 99% ya que la abstención puede dar pie a significarse como “disidente”.

Las principales interpretaciones que se han barajado para establecer la naturaleza social del Estado soviético son las siguientes:

1) Es un Estado socialista. Éste es el punto de vista oficial de ese régimen y del movimiento comunista internacional “ortodoxo”. La propagan-da oficial afirmará que el socialismo está realizado, habiéndose producido una emancipación completa de los trabajadores. Paralelamente la derecha capitalista occidental también considera a ese régimen como socialista para descalificar tal ideología y su práctica.

2) Es un estado capitalista de tipo específico. En este caso el régimen soviético es definido como una variante del capitalismo gobernado por una reducida “camarilla” en el poder.

3) Es un Estado obrero “degenerado”. Ésta es la clásica interpretación del Trotsky y sus seguidores por la que se supone que la

estructura socieconómica de base es “socialista”, pero, en cambio, la superestructura jurídico-políticos e institucional estaría pervertida por una “capa” burocrá-tica despótica.

4) Es un Estado de nuevo tipo, ni socialista ni capitalista. el régimen soviético habría generado un sistema de producción específico, basado en el “colectivismo burocrático”, en el que la clase dominante se autoperpetúa en el poder sin necesidad de la propiedad privada de los medios de producción, sino merced al monopolio político de su control.

B) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PROCESO POLÍTICO.

La revolución bolchevique supuso el triunfo de una revolución campesina dirigida por las ciudades y, en particular, por el principal partido obrero que la caracteriza. Su programa inmediato se resumía en cuatro puntos básicos: 1) paz con los imperios centrales aun a costa de grandes cesiones territoriales; 2) reforma agraria democrática antifeudal; 3) derecho de autodeterminación para las nacionalidades antaño sometidas al Imperio ruso; y 4) elecciones a una Asamblea constituyente.

En éstas, los social-revolucionarios obtuvieron la mayoría gracias a la gran base rural de apoyo con que contaban, quedando los bolcheviques en segundo lugar, salvo en las grandes ciudades. Rusia es declarada República democrática federal, pero la Asamblea rechazará la Declaración de derechos que pretendían los bolcheviques. Éstos, mayoritarios en el gobierno provisional de coalición, disolvieron la Cámara apoyándose en los soviets, dando paso a la guerra civil.

La “Declaración de derechos del pueblo trabajador y explotado” (1918), descansa en la teoría marxista del Estado de clase, queriendo abrir una nueva era, la de la revolución socialista mundial. La soberanía radica en los soviets de trabajadores, y Rusia se convierte en una unión libre federación de repúblicas nacionales. Queda abolida la propiedad privada sobre los grandes medios de producción y cambio, se instaura el control obrero y se crea el Ejército rojo. La primera Constitución Soviética de Rusia (1918) afirma la unidad de poderes, más acorde con la interpretación bolchevique de la dictadura

del proletariado. La organización del Estado descansa formalmente en los soviets, presentes en todos los niveles, con base clasista y sufragio reforzado y desigual para favorecer a los trabajadores urbanos y excluir a los miembros de las antiguas clases dominantes, siendo el voto además público e indirecto en dos grados.

Tras la fundación de la URSS (1922), se elaborará una nueva Constitución federal para toda la Unión (1924), confirmándose los principios y la estructura anteriores. Naturalmente, la aportación de Lenin resultó fundamental a la hora de establecer una teoría sobre la revolución y el Estado en la URSS. En su reflexión destaca el análisis del partido obrero revolucionario, concebido como el factor central del sistema. Frente al “espontaneísmo”, Lenin consideró indispensable estructurar un sólido y disciplinado partido de vanguardia, formado por revolucionarios profesionales, para dirigir a las masas y, canalizando las luchas de los trabajadores, darles una proyección política superior. Por su parte, la concepción inicial del Estado en Lenin era tendencialmente instrumental y reductiva al definirlo sobre todo como una mera “excrecencia represiva” al servicio de la clase dominante. En sus previsiones, la dictadura del proletariado reduciría al máximo la maquinaria estatal que tendría como único fin impedir el triunfo de la contrarrevolución. Sin embargo, las circunstancias posteriores a 1917, las necesidades de reconstrucción y el fracaso de la revolución en Europa modificarán su punto de vista, mostrándose Lenin como un estadista mucho menos doctrinario de lo que había sido anteriormente. Así, percibe que el proletariado no está en condiciones de gestionar de modo directo el Estado y la economía, reconociendo que el control obrero es puramente formal. Es también consciente de que el propio Estado sólo se ha transformado de modo desigual y contradictorio, reconociendo la grave deformación burocrática existente en el mismo

Entre 1923 y 1926 se agudizarán las luchas por la sucesión de Lenin dentro del partido bolchevique entre diversas tendencias, centrándose los debates sobre la NEP, la industrialización pesada y la colectivización, la alianza obrero-campesina y la revolución mundial. En 1927, liquidado el “bloque de oposición” (Trotsky-Zinoviez), se

afianza el stalinismo con la derrota sucesiva de la “derecha” (Bujarin). Esto significa abandonar la NEP en aras de los planes quinquenales acelerados y la colectivización agraria forzosa.

El stalinismo se caracteriza por los siguientes elementos: 1) En lo económico por una opción industrial-militar desarrollista que requiere la sobreexplotación de los trabajadores de la ciudad y del campo; 2) en lo social por el surgimiento de un nuevo sistema clasista basado en el dominio de una minoría privilegiada (alta burocracia política, militar y económica); 3) en lo político por el establecimiento de una dictadura autoritaria basada en la burocracia pública con supresión del pluralismo y del debate crítico, así como de los métodos democráticos para la adopción de decisiones; y 4) en lo ideológico por un rígido monolitismo dogmático, la censura, la conversión del “marxismo-leninismo” en doctrina oficial única, la represión cultural de toda disidencia, el “culto a la personalidad” y la violación de la legalidad con los grandes procesos.

En una fase de plena hegemonía stalinista el PCUS procederá a la reforma Constitucional (1936) para introducir algunos cambios. Se parte del principio del “socialismo en un sólo país” tras el fracaso de las revoluciones obreras en Europa. En consecuencia, se refuerza la estructura del Estado, justificándose --pese a la estabilización-- por el “cerco imperialista” y los “enemigos interiores”. El nuevo documento pretende reflejar lo existente, trazando un balance de lo conseguido. Las circunstancias del momento ya no hacen necesarias ciertas restricciones, de ahí el reconocimiento sin limites formales del sufragio universal igual, directo y secreto. Ello se justifica argumentando que en la URSS ya no existen clases antagónicas, sino abiertas, pero se excluye el pluripartidismo. Los Estados miembros de la Unión federal tienen derecho de autodeterminación, pero no intervienen en la reforma constitucional como tales. Durante los grandes procesos stalinistas pretender ejercer tal derecho fue considerado oficialmente como delito contrarrevolucionario de traición contra la “patria soviética”.

En lo institucional se simplifica la pirámide de los soviets y se confirma la hegemonía del Presidium y, en menor medida, del Gobierno. La clave, naturalmente, sigue radicando en el PCUS, concebido como forma “superior” de la organización de clase, pertrechado con el “marxismo-leninismo” y funcionando de acuerdo con el principio del centralismo democrático. El PC detenta el control sobre el Estado y sobre su propia estructura mediante una rigurosa disciplina, siendo auxiliado por organizaciones secundarias afines. Con las grandes depuraciones de 1936-38 se liquida físicamente a la vieja guardia bolchevique -que había sido derrotada en lo político en 1927-1928- y se crea un Estado autoritario y centralista en una sociedad civil atomizada. Se evolucionaba hacia la conversión de la URSS en una gran potencia industrial y militar.

C) ETAPAS DE LA CREACIÓN DE LA URSS ••• Introducción: La figura de LENIN

Al cobijo del desmoronamiento del comunismo, Lenin sigue gozando de la categoría de mito, con lo que ello supone de desfiguración de la realidad. Así no falta quien se empeña en sostener que Stalin fue un tirano, precisamente en cuanto que deformó los planteamientos del marxismo-leninismo. La realidad es bien distinta, ya que el auténtico fundamento del totalitarismo comunista fue Lenin, cuyo pensamiento se asienta en la justificación de la violencia: “La revolución --había escrito-- no puede hacerse sin pelotones de ejecución”, y el mismo explicó que la lentitud del proceso revolucionario se debía a que se fusilaba poco. Paul Johnson ha escrito que la diferencia entre Lenin y Stalin, radica en que el segundo empujó el terror hasta el seno del partido, “la vanguardia del proletariado”, lo que no debe ocultar --concluye el autor citado-- que el exterminio de los disidentes es pura y esencialmente marxismo-leninismo. Javier Tusell, por su parte, ha afirmado que Lenin jamás concibió la política como el reino de lo contingente, sino de lo absoluto, idea que el historiador citado desarrolla en un artículo reciente, cuyo título es bien significativo: “Lenin parió a Stalin”.

Vladimir Illitch Ulianov, que adoptó el sobrenombre de Lenin, tras firmar con este nombre un artículo en la revista Zaira (La Aurora), nació en Sibirsk (10 abril 1870), una pequeña aldea en las orillas del Volga, que más tarde en su honor pasó a denominarse Ulianovsk. Su padre era inspector de enseñanza, y su madre pertenecía a la pequeña nobleza rural alemana. De los cinco hijos, el mayor fue ejecutado por participar en el atentado contra el Zar Alejandro II. Lenin, que tenía entonces 17 años, nunca olvidó este trágico aconte-cimiento. Sus estudios de Derecho en la Universidad de Kazan, se vieron interrumpidos al ser expulsado de la misma acusado de revolucionario. En 1891 consiguió el título de aboga-do en la Universidad de San Petersburgo. Dos años después conectó con un grupos de intelectuales marxistas, que no tardaron en reconocerle como su líder. En 1895, Lenin constituía la “Unión de combate de San

Petersburgo para la libertad de la clase obrera”. Y ese mismo año fue detenido mientras revisaba las pruebas de un periódico que nunca vería la luz, ya que tras catorce meses en prisión preventiva, fue condenado a tres años de destierro en Siberia (1897-1900). Tras cumplir su condena, recorrió varios países europeos a fin de unificar a los socialdemócratas rusos exiliados, bajo la doctrina marxista ortodoxa. Con este propósito fundó el periódico Iskra (La Chispa) junto con Plejanov, Zasulich, Axelrod, Potresov y Martov. El primer número se editó en la Nochebuena de 1900. A partir de entonces, Lenin iba a instrumentalizar la prensa al servicio del partido, con innegable habilidad y eficacia. Publicó 1.324 artículos, en más de 125 periódicos, e intervino directamente entre otros en Vpariod, Proletari, Novaia, Zhin, Sotsial-Demokrat y Pravda.

Su ideología, además, la desarrolló en obras como ¿Qué hacer? (1902), Materialismo y empirocriticismo (1909),El imperialismo, última fase del capitalismo (1916) y El Estado y la Revolución (1917),a la vez que organizaba su partido. En 1903, Lenin obtuvo la mayoría en el Segundo Congreso del Partido Obrero Social-Demócrata Ruso, de ahí el nombre de “bolcheviques”. Los minoritarios o “mencheviques”, partidarios de las tendencias revisionistas de Bernstein, tras la fracasada experiencia de 1905, acabarían siendo expulsados del partido, en la reunión celebrada en Praga en 1912. El conflicto mundial, que provocó la desmoralización del derrotado ejército ruso y la carestía material en la sociedad, agravó en grado sumo la situación del país. Ese fue el momento en que Lenin se trasladó desde Suiza a Rusia, atravesando Alemania en un vagón precintado. El 8 de abril de 1917, ya estaba presente en Rusia, para dirigir la revolución, que iba a transformar en una república socialista soviética.

Por entonces Lenin se había convertido en el principal refundador del pensamiento de Marx, tras elaborar un cuerpo doctrinal, el marxismo-leninismo, que discurría sobre dos ejes. De una parte, Lenin elevó a categoría dogmática el marxismo. La doctrina de Marx se convierte así en un con-junto de postulados, sobre los que no se

permite la discusión intelectual, porque simplemente se enuncian para la aceptación y la “praxis”. Y en segundo lugar, Lenin designó un nuevo agente que había de transformar la teoría en realidad histórica. El protagonismo no correspondía ni al proletariado, ni al partido, sino a los revolucionarios profesionales a los que el Comité Central, y en definitiva su Secretario, encomendaban esa misión. Las tesis marxistas se encauzaban así en un decisionismo voluntarista, que se iba a desplegar contundentemente en octubre de 1917.

1. LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1917.

Al desmoronamiento de los frentes de guerra y la intentona fracasada del general zarista Kornilov, en el verano de 1917, vino a añadirse la incapacidad del Gobierno de Kerenski, al que el ejército había retirado su respaldo. Numerosas tropas se autodesmovilizaron, ante la falta de alimentos, e invadieron las ciudades. Los soldados apoyaron el ascenso de los bolcheviques en los soviets, por cuanto prometían acabar con la guerra y distribuir las propiedades entre los campesinos. Tan sólo los cosacos, el batallón femenino y los kadetes permanecieron fieles a Kerenski y, tras su dimisión el 24 de octubre, al Gobierno provisional.

Desde el 9 de octubre Lenin había creado un “Buró Político”, para dirigir la revolución, y a la vez había formado un “Comité Militar Revolucionario”, cuya dirección encargó a Trotsky, por entonces presidente del Soviet de Petrogrado, a quien se encomendó la ejecución del golpe. Los días 24 y 25 los sublevados ocuparon los puntos neurálgicos de la ciudad y acabaron sitiando el Palacio de Invierno, donde se encontraba el Gobierno provisional, que se rindió en la madrugada del día 26. Sólo la propaganda oficial y un “arte” dirigido han conseguido encontrar gestos sublimes y acciones heroicas donde sólo hubo un golpe de Estado a la vieja usanza, o un putsch como después se denominaría a este tipo de acciones. Y es que como el propio Stalin reconoció, la toma de poder la realizó el Comité Militar Revolucionario, ya que el Congreso de los Soviets “se limitó a recibir el poder de manos del Soviets de Petrogrado”.

Los acontecimientos de octubre nada tuvieron que ver con pretendidas leyes “históricas” y “necesarias” del marxismo. Aquello sólo fue el principio de la dictadura de Lenin, que no la del proletariado, para establecer un sistema tiránico, que hasta el día de hoy ha sometido a millones de hombres a la miseria y les ha despojado de sus mas elementales derechos, cuando no los ha eliminado físicamente. Para conseguirlo, Lenin planteó su estrategia en la consecución de cuatro objetivos, cuyo logro dio como resultado la creación de la URSS. En primer lugar, la destrucción de la oposición surgida fuera del partido; a continuación, la concentración de todo el poder en el partido; tercero, la eliminación de la oposición dentro del partido; y por último, la acaparación del poder del partido en su persona. Hasta el mandato de Gorvachov, estos han sido los cuatro puntos cardinales que han orientado la política de la URSS, cuyos fundamentos totalitarios fueron establecidos por Lenin, desde el momento en que se hizo con el poder.

En efecto, a la vez que se producían los hechos de armas, el II Congreso de los Soviets aprobó tres decretos, en los que se anunciaba la retirada de la guerra, el traspaso de la propiedad de la tierra al Estado y la creación del Sovnarkom , o primer Gobierno de Comisarios del Pueblo, institución política y suprema de la revolución, presidida por Lenin e integrada por quince miembros, entre los que se encontraba Stalin y Trotsky. Por su parte, el II Congreso de los Soviets designó un Comité Ejecutivo Central, compuesto por cien miembros, de los que 62 eran bolcheviques.

Con estos instrumentos Lenin comenzó a actuar, por medio de una serie de decretos-leyes. El primero (29 oct.1917) suprimía los periódicos opuestos al Sovnarkom ; en pocos días se clausuraron todas las empresas periodísticas, a excepción del Pravda e Isveztia . Y en los meses de noviembre y diciembre fueron abolidas las distinciones militares, se nacionalizaron los Bancos, las escuelas de la Iglesia pasaron al Estado, se autorizó el allanamiento de los domicilios, se prohibió el derecho de huelga, a la que ahora ya se definía como un

“crimen contra el pueblo”, se nacionalizaron las fábricas y se dictó un código, para uso de los nuevos “tribunales revolucionarios”.

Ahora bien, ninguno de estos decretos fue tan decisivo, como el del 7 de diciembre, por el que fue disuelto el “Comité Militar Revolucionario” y sustituido por la policía política, la Cheka (GPU desde 1922, NKGB desde 1943), cuyas piezas fueron diseñadas personalmente por Lenin y a cuyo frente puso a Dzerhinski.

Al tercer año de su creación contaba con 250.000 agentes, capaces de ejecutar a un promedio de 1.000 personas al mes, sólo por delitos políticos, entre los años 1918 y 1919. Su cometido, según los decretos redactados por Lenin, era “la eliminación de la tierra rusa de todos los tipos de insectos dañinos”. El delito personal había dejado de existir, para dejar paso a la eliminación corporativa. Los ejecutados, al decir de Solzhenitsyn, eran considerados como “ex-personas” por pertenecer a un determinado grupo o clase, fundamento jurídico utilizado, a su vez, por los nazis para exterminar, también a millones de seres humanos por pertenecer, en este caso, a un determinado “grupo racial”. Lenin, por tanto, fue el primer promotor del genocidio de nuestro siglo, sin que por ello se pueda eximir de responsabilidad a cuantos, a imitación suya, hicieron o hacen otro tanto al negar la condición de persona a sus víctimas, pertenezcan éstas a la “clase burguesa”, o a la “raza judía”.

A mediados de noviembre tuvieron lugar las elecciones para la Asamblea Constituyente, cuyas sesiones debían comenzar los primeros días de enero de 1918. Los bolcheviques sólo consiguieron nueve de los 36 millones de votos, por lo que les correspondía 168 de los 703 escaños. El 13 de diciembre, Lenin en sus Tesis acerca de la Asamblea Constituyente, publicadas en Pravda, afirmaba que el Soviet “era una forma superior del principio democrático, que el parlamento de las repúblicas burguesas”, por lo que deducía que la Asamblea Constituyente debía pronunciarse por “una declaración incondicional de aceptación del poder soviético, si no quería traicionar al proletariado y embarrancar en una crisis, de la que sólo se saldría por medio de la revolución. Quedaba claro que Lenin no se iba a someter a

ningún control parlamentario. El 5 de enero se reunía la Asamblea Constituyente, que pocas horas después iba a ser disuelta por los guardias rojos, siguiendo las instrucciones del Comité ejecutivo Central. Tres días después y en el mismo edificio, se reunían los Soviets, presididos por Sverlod, para ratificar las decisiones del Comité Ejecutivo Central. Con este acto se remataba la obra de la Revolución de Octubre: la democracia había sido liquidada.

2. EL COMUNISMO DE GUERRA.(1918-1921)

Al periodo comprendido entre el mes de octubre de 1917 y el verano de 1918, se le denominó “capitalismo de Estado”. A partir de entonces y hasta 1921 es el tiempo de “comunismo de guerra”. Un eufemismo que en realidad encubría la implantación de un régimen de terror, a fin de construir el Estado bolchevique. En realidad, desde enero de 1918 la dictadura de Lenin se asentaba ya sobre bases muy firmes, y sólo desde el exterior podría haber venido el empuje que le hubiera hecho tambalear. La paz de Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918) alejaba el peligro de las potencias orientales, a cambio de ceder un tercio de la Rusia imperial, poblada por 56 millones de habitantes y dotada de importantes recursos económicos. Y al igual que para Lenin existía una democracia “burguesa” y otra “proletaria”, los territorios cedidos --Polonia, Ucrania, los Estados bálticos, la Rusia Blanca, Georgia, Armenia y Azerbaiyán-- pasaban a denominarse repúblicas “burguesas”, por cuanto el principio de autodeterminación correspondía en plenitud a las repúblicas “proletarias”.

El 10 de julio de 1918 se daba a conocer la Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado y la Constitución de la República Federal Socialista Rusa de los Soviets (RFSRS), precedente de lo que más tarde (en 1922) se conocerá como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y se crea en 1920 la III Internacional como vehículo para internacionalizar la revolución. La Constitución no mencionaba el Poder Judicial, ni la separación de poderes, en realidad la “federación” de repúblicas era una forma hueca, controlada por el Soviet, que durante esta etapa convertirá al partido

bolchevique, que pasa a denominarse comunista, en una gigantesca máquina burocrática, capaz no sólo de controlar la sociedad, sino también de anularla y sustituirla. Se prohibieron todos los partidos políticos a excepción del comunista y éste sería la estructura en la que se apoyaría el nuevo Estado. El salto de militantes fue espectacular, los bolcheviques que se calculaban en unos 100.000 en octubre de 1917, tres años después se habían multiplicado por seis.

Junto con el partido, el ejército constituyó la otra pieza clave sobre la que se asentó el totalitarismo leninista. Como se vio, la organización del ejército rojo fue encomendada desde el principio de la Revolución a Trotsky, quien utilizó a oficiales zaristas, estrechamente controlados por comisarios políticos. Como el partido, su ascenso numérico fue también notable: el medio millón de individuos que lo componían a mediados de 1918, también se multiplicó por seis en 1920, hasta alcanzar la cifra de tres millones.

Precisamente estos años se corresponden con la participación de los bolcheviques en un conjunto de guerras, que a veces erróneamente se simplifican bajo la denominación de guerra civil, cuando en realidad hubo tres guerras distintas: una guerra civil propiamente dicha (1918-1919), la guerra contra los países occidentales, y los conflictos derivados de los alzamientos nacionales. La ausencia de un frente común contra los bolcheviques, por más que la propaganda oficial les unificara a todos bajo la denominación de “blancos”, hizo posible el triunfo del ejército de Trotsky, y la transformación de algunas repúblicas “burguesas” en repúblicas “proletarias”, con lo que a principios de 1921 Lenin, además de la RFSRS, controlaba lo que en teoría eran Estados independientes, a saber: Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Georgia, Armenia, la República del Lejano Oriente, Jorezm y Bojara.

La economía durante el “comunismo de guerra” está marcada por el doble signo de la abolición de la propiedad privada y nacionalización por una parte y el fracaso por otra, hasta el punto de que el trueque se convirtió en la base de la organización económica. Esta realidad fue enmascarada por el malabarismo dialéctico, al

proponer, en 1920, la supresión del dinero como medida revolucionaria, enraizada en el pensamiento de Marx, cuando lo que de verdad ocurría era que la desaparición de bienes había dejado sin razón de ser al rublo.

Desaparecía el dinero, desaparecía la sociedad y se aniquiló por fin el último intento de oposición. El motín de Kronstadt fue sofocado en marzo de 1921. Los sublevados pedían el voto secreto para la elección de los Soviets , en lugar de hacerlo “a mano alzada”, y el establecimiento de las libertades de prensa, sindicación y reunión. A partir de entonces estas aspiraciones, calificadas de “desviacionismo pequeño burgués y anarquista”, fueron sangrientamente reprimidas por incurrir en el delito, al que Lenin denominó “fraccionalismo”. El ejemplo de Kronstadt, prendió entre los campesinos, e incluso en sectores del propio partido bolchevique, que fueron depurados en el X Congreso del partido Comunista, celebrado en marzo de 1921. Fue en este mismo Congreso, donde Lenin reconoció que la revolución socialista en Rusia perecería, si no se llegaba a un acuerdo con el campesinado. Así se anunciaba un nuevo cambio, forzado por el fracaso económico.

En 1921 la producción sólo representaba el 12% de lo producido e 1913, las minas y la siderurgia, respecto a la misma fecha tan sólo alcanzaban el 2,5%, la producción agrícola se derrumbó, el comercio interior y exterior dejó de existir, y la población descendió espectacularmente, hasta el punto que, en 1921, las ciudades tenían menos habitantes que en 1900, e incluso los obreros eran, entonces, menos que los que había en 1883. Las guerras, el hambre, las epidemias, el frío y la policía de Lenin ayudan a explicar este retroceso. Y es que desde el golpe de Lenin la práctica del genocidio diezmó la población: los nobles que no consiguieron emigrar fueron exterminados, y los cálculos más fiables de las víctimas de la revolución, entre 1918 y 1920, se aproximan a los tres millones de individuos, e incluso l propio partido fue purgado por Lenin, que tan sólo en el año 1921 liquidó a 100.000, de los 600.000 comunistas que los integraban.

3. LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA (1922-1927) La tercera fase del proceso histórico de la dictadura leninista

recibe el nombre de Nueva Política Económica (NEP), etapa que en modo alguno puede interpretarse como una concesión de Lenin al pueblo. Por el contrario, la NEP fue impuesta a los bolcheviques por una serie de circunstancias que ponían de manifiesto la resistencia popular al régimen comunista: el fracaso económico y el hambre, las revueltas generalizadas en todo el país, las críticas incluso dentro del partido de Lenin y el amenazante ascenso de la influencia adquirida por los mencheviques entre los obreros. Todo ello obligó a Lenin a plegarse a las circunstancias, a fin de obtener un balón de oxígeno que salvara el poder de los soviets. Se concedió una cierta libertad eco-nómica a los campesinos y se consintió la propiedad privada de pequeñas industrias y comercios. Ahora bien, la NEP era un medida transitoria, que permitía la economía de mercado, a la vez que se prohibían los partidos políticos, y las corrientes internas dentro del comunismo, como se vio, a partir del X Congreso. En definitiva se hacía realidad la frase de Lenin de “que se puede cambiar la táctica en veinticuatro horas”, aunque esta estrategia fuera tan contradictoria como la de la NEP al uncir al yugo de Lenin al socialismo y al capitalismo.

La NEP, no dio malos resultados. La economía dejó de retroceder y en tres años la producción industrial aumentó un 90% y la agrícola el 100%. Hacia 1927 la producción alcanzaba los resultados de 1914. No era mucho, pero al menos se paliaba el hambre, e incluso volvieron a verse en el mercado artículos de uso y consumo. La industria recuperó el pulso y hasta se permitió la afluencia de capital extranjero. Se creó un nuevo rublo y reaparecieron los Bancos. Durante la NEP, surgió una “semiburguesía”, en expresión de Sorlin, y un campesinado acomodado, el kulak . Todo ello, sin dejar de fomentar la colectivización del campo por medio de las cooperativas agrarias --koljoz --, de las que en 1928 había 33.000, y las granjas estatales --soljoz --, unas 1400 en 1927.

En diciembre de 1922 nace la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), como modificación de la estructura federal precedente. Y el 6 de julio de 1923, se aprobaba una nueva Constitución, que había sido redactada por Stalin. Poco importa definir aquí las funciones formales que la Constitución asigna al legislativo --Soviet Supremo-- y al ejecutivo --Presidium --, ya que el poder real lo tenía en exclusiva el Partido, y éste a su vez concentraba en una sola persona. Y en política exterior conviene recordar que la III Internacional creada por Lenin en 1920, concluyó ahora su articulación al convertirse de hecho en una prolongación del partido comunista ruso en los países occidentales, dado el control que Moscú iba a ejercer en los diferentes partidos comunistas de Europa

Ahora bien, ni la apertura económica, ni la Constitución iban a significar un retroceso en la consolidación de la tiranía. “La NEP --había afirmado Lenin, es retroceder lejos si es preciso, pero de modo que se pueda retener la retirada cuando se desee y reemprender la ofensiva”. Y para evitar dudas, en 1923 se “modernizó” la policía política. La “Checha” cambió su nombre por el de OGPU, siglas que venían a significar algo así como “administración política del Estado”, conservó este nombre hasta 1934, y tras una nueva variación, sólo en el nombre, en 1943 adquirió el más conocido de NKGB. Sus funciones “administrativas” por lo demás son de sobra conocidas, y está de más el describirlas.

En mayo de 1922, Lenin sufrió el primer ataque de la enfermedad que lo llevaría a la muerte. En diciembre de ese mismo año, un segundo ata-que le dejó semiparalítico y el 21 de enero de 1924 moría, cumplidos los 53 años. Su momia, de momento, todavía se conserva en un mausoleo de la Plaza Roja de Moscú. Desde abril de 1922, Stalin era secretario general del Comité Central del partido comunista, nombramiento que Lenin gestionó directa-mente. Desde ese puesto pudo controlar todos los resortes, para asegurarse la sucesión, no sin antes vencer la resistencia de Trotsky, que acabaría sien-do expulsado del partido (1927), exiliado (1929),y asesinado por orden de Stalin en Méjico (1940). De poco sirvió que Lenin escribiese

en su testamento político:”...el camarada Stalin ha concentrado en sus manos un poder inmenso y no estoy seguro de que sepa utilizarlo con prudencia... Stalin es demasiado brutal, y este defecto es inadmisible para el puesto de secretario general. Propongo a los camaradas que reflexionen sobre el medio de desplazarle y nombrar en su lugar a un hombre más tolerante, más leal, menos caprichoso...”.

4. EL ESTADO SOVIÉTICO BAJO LA DICTADURA ESTALINISTA. La muerte de Lenin, en 1924, abrió una dura lucha por el poder

entre varios de sus colaboradores. Stalin acabó imponiéndose sobre las figuras más brillantes del partido: Trotsky, Zinoviev, Kamanev... y tantos otros que que-darían en el camino. Para 1928, el georgiano se había convertido en el dueño absoluto de la URSS y el culto a su personalidad comenzaba a ser una especie de “nueva religión”. Cualquiera que se opusiese a sus designios sería aplastado: Kirov, asesinado en 1934; Bujarin, Tomiski, Rykov, Piatakov, Yagoda, y muchos más constituyeron un buen ejemplo de la intrasigencia estalinista. Las “purgas” de aquellos “desviacionistas”, algunos de las cuales se celebra-ron entre 1936 y 1938 y a las que no escaparon los militares, encabezados por el mariscal Tujachevski, se saldaron en miles de ejecuciones y deportaciones. El terror se había instalado sobre los ciudadanos soviéticos.

Algunos autores, especialmente dentro de cierta tradición de la izquierda, tendían o tienden a diferenciar entre la revolución soviética de Lenin, verdaderamente socialista, frente a las orientaciones totalitarias que le imprime Stalin. Otros autores, no establecen en cambio esas diferencias; desde esta perspectiva, en lo esencial la URSS de Stalin en nada contradice a la de Lenin, es en todo caso es una acentuación en la línea trazada por éste último: Totalitarismo y concentración del poder. En realidad, Lenin fundó y puso, según esta interpretación, las bases de un régimen de terror, que Stalin se limitó a consolidar.

La reconstrucción económica y la organización del Estado se convirtieron en los ejes de la política interior del estalinismo. Agotada

la NEP, por sus propias contradicciones (incremento de las desigualdades sociales y económicas), Stalin puso en práctica el Primer Plan Quinquenal, debatido en el XV Congreso del Partido en 1927, (aunque había comenzado ya a discutirse en marzo de 1926). Las energías del país se canalizaron de grado o por fuerza, hacia el incremento espectacular de la producción industrial particularmente la siderúrgica en tanto se aplicaba una drástica “colectivización” a la agricultura. Los resultados fueron espectaculares en algunos casos en el periodo de 1928 a 1933, en otros los desajustes llegaron a ser notables, aun-que resulta difícil precisar el porcentaje de los objetivos logrados. El segundo plan quinquenal (1933-1937) se propuso la aceleración tecnológica, y es en este periodo en el que surge el movimiento estajanovista, símbolo del sacrificio al que serán sometidos los trabajadores por el poder; y el tercero (1938-1941) fue interrumpido por la guerra mundial.

La economía planificada así, pero no para conseguir un crecimiento equilibrado de los sectores, que Stalin consideraba como “una desviación burguesa”, sino para obtener cuanto antes una industria al servicio de la defensa nacional. La simple consideración de que romper los planes previstos se juzgase como un éxito, y no como un factor desestabilizador de la economía, prueba que la planificación soviética no tenía otros objetivos que los meramente políticos y militares, a lo que fue subordinado el esfuerzo y el bienestar de todo un pueblo. Lo más importante sería la forma en que se aplicaron las disposiciones de los Planes en contra del menor atisbo de resistencia; todo se sacrificó al logro de los fines, ello supuso entre otras cosas que la palabra “libertad” quedara desterrada del vocabulario ruso. La colectivización fue, sobre todo, una tragedia humana.

La situación en 1939 indicaba que la población soviética, (cuyo número había crecido un 28% desde 1917, es decir en términos absolutos había pasado de 140 a 170 millones de habitantes), había mejorado su nivel de vida respecto a 1913 y el país se había convertido en una potencia industrial, (con un crecimiento del 12 a 15% medio

anual entre 1927 y 1939); si bien muchos de sus productos iban destinados a fines militares.

Las transformaciones sociales fueron tan profundas como las político-institucionales y las económicas. La nueva ideología del socialismo estalinista se impuso en unas gentes que accedían a niveles de educación muy superiores a los de tiempos precedentes y sobre las que la Iglesia perdía buena parte de su influencia tradicional. La mentalidad colectiva, (como resumen de actitudes y comportamientos), de los ciudadanos soviéticos experimentó un importante viraje.

A su vez nacionalismo y militarismo constituyen el eje de la Constitución de 1936, según la cual la URSS estaba compuesta de 11 repúblicas, en notable desequilibrio, pues la Rusa tenía 105 millones de hab., y la más pequeña, la Kirghiz, tan solo 1,5. El texto no concibe los derechos individuales como inherentes a la persona humana, sino que se entienden como participación de un colectivo, para la consolidación del régimen; es más, en el propio texto dichos derechos aparecen instrumentalizados, pues se conceden “con-forme a los intereses de los trabajadores y a fin de fortalecer el sistema socialista”. Y con esta orientación hay que interpretar la Constitución de 1936, cuando se refiere a la libertad de expresión, de prensa, de manifestación, de asociación, a la inviolabilidad personal, a la libertad de conciencia, al derecho de asilo y a la libertad de propaganda antirreligiosa, concesión ésta última que ha debido de ser la única “libertad”, que de verdad se ha podido ejercer en el mundo comunista, lo que desató una auténtica persecución religiosa dentro y fuera de la URSS.

En agosto de 1936 comienzan los sangrientos procesos. Son cuatro los más famosos, y se localizan en los años 1936 a 1938, si bien en régimen fue un continuo proceso. Las cifras que se han podido conocer son escalofriantes: de 5 de los 7 presidentes del Comité Ejecutivo Central fueron eliminados, otro tanto ocurrió con 9 de los 11 ministros centrales de la URSS, 43 de los 53 secretarios de la organizaciones centrales del partido, más de la mitad de los generales del ejército, casi todos los altos cargos de la GPU. Y todas estas cifras

por lo que se refiere a personalidades de relieve, que se han podido conocer. Sabemos que las deportaciones a Siberia hay que contar-las por millones, pero lo que probablemente, nunca se llegue a saber es el elevado precio en sangre que se ha cobrado el comunismo en tantas personas desconocidas.

En el campo internacional la política de la URSS bajo Stalin hasta la II Guerra Mundial siguió derroteros no menos tortuosos que los aplicados en los asuntos internos, pero sus resultados fueron generalmente positivos, por lo general, para los intereses soviéticos. Consiguió romper el aislamiento a que se había visto sometido el régimen bolchevique (al reconocimiento por parte de Alemania, --que existía ya desde 1922--, siguió el de Italia y el de Reino Unido --1924--, algo después el de muchos otros gobiernos europeos, además de China, Japón... los EEUU esperarían hasta 1933 para establecer relaciones diplomáticas) e ingresó en la Sociedad de Naciones. Un éxito, pues en ningún caso hizo concesiones respecto a la deuda pendiente.

La llegada de los nazis al poder y la ocupación de Manchuria por los japoneses hicieron variar las perspectivas internacionales para el estalinismo. El avance de los fascismos en Europa occidental forzó a Moscú a instrumentar una estrategia de alianzas con socialistas moderados y liberales para frenar su expansión. Incluso, frente a la ahora amenazante Alemania, la URSS concertó alianzas militares con Francia y Checoslovaquia. Pero la actitud claudicante de los países occidentales ante la prepotencia hitleriana, (el caso de la Guerra Civil española era un buen ejemplo), llevó a Stalin a variar radicalmente su estrategia diplomática buscando un pacto con Hitler. Esta alianza aparentemente inexplicable, fruto de la desconfianza en las democracias liberales, concluyó con el Tratado germano-soviético de no agresión firmado en agosto de 1939. Sin embargo tan extraño como falso entendimiento no podía durar mucho como demostraría el ataque alemán de 1941.

La guerra contra Alemania permitió a Stalin asentar su poder personal en la URSS hasta los más absolutos extremos, al tiempo que

se abría un lugar, cada vez más importante, entre las grandes potencias que combatían a Hitler. En Teherán (nov. de 1943), Yalta (febrero de 1945) y Postdam (julio-agosto de 1945), Stalin consiguió de sus por entonces aliados norteamericanos, ingleses y franceses, aunque pronto enemigos, un claro protagonismo en el mundo que se perfilaba tras la contienda y, en concreto, una amplia zona de influencia en la Europa oriental.

ESQUEMA RUSIA : DEL ANTIGUO REGIMEN A LAS REVOLUCIONES DEL SIGLO XX. --Características más destacadas: a) Fuerte desarrollo demográfico b) Estructura social de grandes desigualdades --La industrialización, que comienza casi con el siglo, se hace de

forma muy concentrada y rápida, lo que permite una toma de conciencia de los trabajadores más rápida.

--Desde el punto de vista político, se puede decir que existe una monarquía absoluta que gobierna mediante dukases, con una policía funcionando a todos los niveles para continuar la represión.

-- En 1905, tras la derrota en la guerra contra Japón hubo una primera intentona revolucionaria que consiguió que el zar dejase implantar una Duma, organismo parecido a un Parlamento. No sería exacto decir que entre 1906 y 1916 Rusia vivió del régimen constitucional, porque las continuas influencias del zar despojando de poderes a la Duma lo hacían imposible.

--Prácticamente todos los grupos políticos estaban de acuerdo en la necesidad de una democracia más perfeccionada. Entre los opositores al régimen, destacan los intelectuales, que mantenían una abierta oposición al zarismo.

--El Partido Socialdemócrata, al estilo de los que existían en Europa occidental, salió de la clandestinidad en 1905. En las movilizaciones de esta fecha se creó una nueva fórmula de organización, los Soviets, o consejos de trabajadores.

1917, de febrero a octubre. El doble poder --En esta situación de máxima democracia, Rusia se adentra en la I

Guerra Mundial, debido a los pactos que tenía con otras potencias europeas.

--La guerra produce en Rusia una situación revolucionaria: a) Deserción en el ejército. b) Hundimiento económico y como contrapartida crecimiento de

la oposición. --En enero el zar disuelve la Duma, huelga y manifestaciones llenan

las calles y se obliga al zar a abdicar, ya que incluso se lo exigen los oficiales del ejército.

--A partir de este momento se produce una situación de doble poder: a) La Duma, que en marzo constituye un gobierno provisional de

burgueses liberales, presidido por el principe Luov y con la participación de Kerensky, que llegará a ocupar su lugar.

b) El Soviet de Petrogrado, compuesto de obreros, soldados y campesinos.

--La revolución empujaba ante la ineficacia de la Duma y la cada vez mayor eficacia del Soviets. Lenin llegará del exilio en abril, con un programa político para dar al partido bolchevique (resultado de la división de los socialdemócratas entre bolcheviques y mencheviques) unidad teórica y estratégica. Esta tesis defendían que ya era el momento del último asalto al poder.

--La insurrección armada tendrá lugar el 23 y 24 d octubre. El Congreso de los Soviets, reunido rápidamente, declaró depuesto al Gobierno provisional y nombró en su lugar a un Consejo de Comisarios del Pueblo. Nació lo que poco más tarde sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

••• URSS ••• LA NUEVA POLITICA ECONOMIA (NEP) (1921-1927). 1. Causas -- Necesidad inaplazable de estimular la producción por el colapso

total de la economía nacional tras el periodo de “comunismo de guerra”.

--Mala cosecha de 1920: desabastecimiento, hambre, terrible mortandad en 1921.

--Erosión de la base social del régimen: rebelión de los marinos de Kronstadt (marzo 1921), que habían constituido un importante sostén de la revolución de octubre, levantamientos campesinos en protesta por la política de requisas.

2. Características: 2.1. Economía: -- Retorno a formas de capitalismo controlado (“Capitalismo de

Estado”), promovido por Lenin (X Congreso del Partido Comunista) y considerado como “una retirada estratégica”, una etapa transitoria:

• Restablecimiento del sistema monetario, las relaciones de mercado y propiedad privada

• Desnacionalización de las industrias pequeñas • En agricultura, eliminación de las entregas forzosas, sustituidas

por el impuesto en especie y la libre comercialización de los excedentes.

• Instalación de capitales y empresas extranjeras. • Restablecimiento de la jerarquía de salarios. 2.2. Política interna: -- Nuevos pasos hacia un sistema monolítico: prohibición de

fracciones en el partido (1921); condena de los opositores como “desviacionistas pequeño-burgueses”; actuación de la Cheka, rebautizada como GPU, antecedente del KGB.

-- Establecimiento de la URSS (diciembre de 1922)

-- Creciente influencia de Stalin desde su puesto de secretario general del partido (abril 1922)y anulación progresiva del resto de los líderes (Trotski, Zinoviev, Bujarin, Rikov

-- Reforzamiento del poder central en la Constitución “federa” de 1924.

--El partido ejerce el poder efectivo en todos los ámbitos. 2.3. Sociedad, cultura y arte: -- Época de relativa libertad. -- Las esferas no políticas no están sujetas

a los dictados oficiales: el régimen soviético, aunque dictatorial, no es aún totalitario.

--Actitud liberal en cuestiones de moral pública. 2.4. Política externa: -- Normalización de relaciones con el exterior: tratados de paz y de no

agresión con los países vecinos (1921) --Tratado de Rapallo con la Alemania de Weimar (abril de 1922) --Reconocimiento diplomático del régimen por parte de la mayoría de

las naciones. --Restablecimiento de relaciones comerciales con Occidente. 3. Consecuencias --Éxito económico: recuperación de la producción a los niveles

prebélicos. --Nacim eva clase de hombres de negocios prósperos iento de una nu

(nepmen ) y de un campesinado adinerado (kulaks ). -- Controversias en la cúpula bolchevique sobre el futuro del régimen

soviético, bajo las que subyace una lucha política por la sucesión de Lenin, alentada por su enfermedad (1922) y muerte (1924): tesis encontradas de Trotski --”revolución permanente”, “revolución mundial”, fin de la NEP, pluralidad en el partido-- y de Stalin --centralismo y disciplina rígida, “socialismo en un sólo país”, continuación de la NEP.

-- El éxito de la NEP contribuye al desplazamiento (1926), destierro (1927) y exilio (1929) de Trotski, y a la expulsión de todos sus seguidores.

URSS: ••• LA «REVOLUCIÓN DESDE ARRIBA» DE STALIN (1928-1945) 1. Economía 1.1. Características: -- Introducción de la planificación y el control directo del Estado

(planes quinquenales) -- Nacionalización de la industria --Industrialización acelerada: primacía de la industria pesada sobre la

de bienes de consumo -- Rápida urbanización del país. --Colectivización forzosa del campo (koljoses) 1.2. Consecuencias: --Se consigue el propósito de convertir la URSS en una potencia

industrial, tecnológica y militar de primer orden --Enorm encias campesina a la e coste social: desesperada y tenaz resist

colectivización, deportación masiva de kulaks a Siberia, crisis de subsistencias.

2. Política interna --Concentración del poder por Stalin. Las instituciones políticas son un

instrumento en manos de dictador. Eliminación de toda oposición y de todo aquel que pueda hacerle sombra: la represión llega al delirio en el periodo de las grandes purgas (1935-1939).

--La Constitución de 1936 otorga aún mayor poder al Partido Comunista, eje de la vida pública; formalmente, la URSS continúa teniendo una estructura federal, pero la autonomía de las repúblicas queda estrictamente limitada por la autoridad centralizada del partido, que las subordina a Moscú.

3. Sociedad --Violenta y profunda transformación, auténtica revolución social. --Nueva estructura, basada en una amplia movilidad (miembros de las

clases tradicionalmente bajas alcanzan posiciones de poder y privilegio); ausencia de igualitarismo: preeminencia del rango, el “status” y la jerarquía.

4. Cultura --Fin abrupto del carácter relativamente relajado y pluralista de la vida

cultural soviética --Control absoluto del partido, lo que, en última instancia, significa la

aplicación de los criterios personales de Stalin. -- Im o socialista”. posición oficial de la estética del “realism5. Política externa --Entre 1928 y 1934, política de aislamiento --A partir de 1934, ante la amenaza procedente tanto del Este como del

Oeste, cambio de política hacia una pragmática búsqueda de alianzas: adhesión a la Sociedad de Naciones (1934), firma del pacto con Francia (2 de mayo de 1935)

--En el m acional, controlado por la URSS, ovimiento comunista interndoctrina del Frente Popular para luchar contra el fascismo.

--Ante la inminencia de la guerra y la conciencia de que la URSS no está aún preparada militarmente, nuevo giro hacia un acercamiento a la Alemania nazi: firma del pacto germano-soviético de no agresión (23 de agosto de 1939) con la subsiguiente incorporación de territorios en Polonia y el Báltico.

--Entre 1941 y 1945, guerra contra Alemania, tras la invasión por ésta del territorio soviético--Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial para la URSS: 20 millones de muertos (10% de la población), aumento del territorio, control de Europa oriental, conversión en superpotencia.

3. FASCISMO Y NAZISMO A) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ESTADO FASCISTA.

El Estado autoritario es considerado como una de las tres grandes formas del Estado contemporáneo. Dentro de esta categoría general cobra especial relieve el régimen fascista en cuanto variante específica del tipo “totalitario”. En sentido estricto, el fascismo supone la instauración de un Estado particularmente autoritario que se caracteriza por una ideología oficial reaccionaria antiliberal y antisocialista, y por el monopolio del poder que establece el partido único. Desde una perspectiva genérica la expresión “fascismo” puede hacer referencia toda expresión antidemocrática, resultan-do entonces una definición muy poco precisa y operativa. Por ello parece conveniente muy poco preservar el uso del concepto para los regímenes fascistas clásicos que surgieron en Italia y Alemania durante el periodo de entreguerras, sin extenderlo a sistemas afines o derivados.

La singularidad del fascismo ha originado un notable debate doctrinal para su definición. la interpretación clásica lo conceptuó como la “última alternativa” agresiva del capitalismo ante una coyuntura prerrevolucionaria. Así, la III Internacional lo definió como movimiento reaccionario extremista dirigido por el sector monopolista de la clase capitalista. En realidad, el triunfo del fascismo se produjo cuando la potencial amenaza revolucionaria estaba conjurada, obedeciendo, sobre todo, a la crisis de hegemonía de las clases dominantes y a la fragilidad del Estado liberal carente de base sólida tradición en Italia y Alemania. Por ello, no es de recibo el reduccionismo que asimila mecánicamente el fascismo a los intereses del gran capital, ignorando la base social de masas de este movimiento. El fascismo no llega al poder hasta que los principales grupos dominantes deciden apoyarlo para reestructurar el Estado en sentido autoritario, beneficiándose del descontento difuso de amplios sectores populares afectados por la grave crisis económica.

Tampoco puede verse el fascismo tan sólo como un movimiento retrógrado de signo rural, pues, en lo fundamental, no era

la expresión de grupos “feudales”, sino cauce para el impulso modernizador y agresivo del capitalismo, sobre bases monopolistas e intervencionistas. El fascismo rea-liza esta transformación suprimiendo las libertades democráticas y las garantías jurídicas propias del régimen constitucional. Por todo ello, parece posible definirlo como aquel movimiento político y social que conquista el poder mediante un partido civil de masas, jerárquico y autoritario, dirigido por una reducida minoría activa, encaminado a imponer una sociedad unánime al servicio de la clase dominante.

Los regímenes fascistas, pese a sus peculiaridades nacionales, presentan una serie de elementos comunes: 1) ideología oficial única omnipresente; 2) partido único concebido como milicia piramidal; 3) confusión entre Estado y partido; 4) concentración de todas las atribuciones en manos del jefe supremo suprimiendo el régimen parlamentario basado en la división de poderes; 5) mecanismos de legitimación de masas de tipo plebiscitario y populista con voluntad de movilizar a toda la sociedad mediante la propaganda política, y 6) supresión de los derechos y libertades, de todo pluralismo, contando con la represión sistemática de la política para erradicar la disidencia. En lo social los fascistas, si bien subordinados a los intereses de los grandes propietarios, cuentan con una apreciable base popular de apoyo, sobre todo entre las clases medias y los trabajadores desempleados. Esto es lo que requirió la demagogia anticapitalista y antisocialista, legitimando, a la vez, el intervencionismo del Estado y el corporativismo.

Durante el periodo de entreguerras surgió la noción de “Estado totalitario” para intentar definir los modelos de Estados autoritarios (fascistas y bolcheviques) que se presentaban como alternativas frontales al Estado liberal. Sin embargo, este término, al generalizarse, perdió especificidad por asimilar formas de Estado con estructuras sociales diferentes, siendo su único elemento común de carácter negativo, el antiliberalismo. En realidad, la aspiración a un Estado “total” no era exclusivamente privativa de esos regímenes, pues también el incipiente Estado social de derecho, fuertemente

intervencionista y asistencial, pretendió ocuparse de las más diversas cuestiones, si bien con una diferencia fundamental: el respeto por el marco constitucional representativo.

En la doctrina fascista del Estado totalitario se puso el acento no sólo en la extensión cuantitativa de la actividad pública, sino también en su “calidad”, es decir, en su carácter más intenso y penetrante, no liberal, sobre la sociedad civil. Aquí las valoraciones de los fascistas italianos y los nazis alemanes no son coincidentes, pues los primeros exaltaron hasta el paroxismo al Estado, mientras que los segundos lo hicieron con el partido. La asunción de una vocación “totalitaria” en ambos quería reflejar el violen-to rechazo del Estado liberal, proclamando la necesaria integración absoluta de la sociedad en el Estado o el partido. La sociedad civil es así disgregada y privada de autonomía negándose los principios y valores individualistas propios de la tradición liberal.

La ideología fascista-totalitaria supone el rechazo del pluralismo, la inseguridad jurídica más absoluta y una fuerte demagogia irracional. Estos aspectos, junto con el papel del partido único, son los que permiten distinguir a los Estados totalitarios de los autoritarios conservadores.

Entre los principales elementos ideológicos que supone la contradictoria doctrina fascista destacan los siguientes:

1) Anticapitalismo, concretado en el repudio de la organización liberal de la economía, lo que significa que, lejos de crear un nuevo modelo productivo, el fascismo perfecciona la estructura capitalista.;

2) Antisocialismo dirigido contra los partidos obreros de inspiración marxista, rechazando la lucha de clases en aras de la unidad nacional orgánica;

3) Antidemocracia, considerada anacrónica y disidente, de ahí la exaltación de las “élites selectas”;

4) Panestatismo (más acentuado en el caso italiano) que rechaza la división de poderes, las elecciones competitivas y la institucionalización de la oposición. Según este criterio sólo al Estado

le corresponde la tarea de encuadrar a toda la sociedad, reprimiendo toda discrepancia. El Estado totalitario crea la categoría del “enemigo objetivo” (del Estado, del partido, del pueblo, de la raza y similares). Se trata de aquellos individuos que, en el seno de la comunidad nacional, deben ser combatidos y hasta exterminados, independientemente de que se propongan o no resistirse al régimen. Así, con fines de movilización y propaganda, el Estado totalitario alimenta una tensión permanente contra esos “enemigos”;

5) nacionalismo de Estado vinculado a aspiraciones imperiales y al militarismo. En el caso alemán el nacionalismo está unido al racismo en su fanática exaltación de la pretendida “superioridad” de una quimérica “raza arias”. No puede ignorarse el hecho de que esta explosión chauvinista se produjera en países que apenas sacaron provecho de la Primera Guerra Mundial (Italia) o fueron grandes vencidos (Alemania), alimentando la xenofobia y el revanchismo;

6) Culto al jefe, considerando como un líder carismático incontrolable, por encima del Estado y del partido, al encarnar el “ser” nacional. El jefe, como “superhombre” mitificado, unifica a la sociedad sin mediación alguna, siendo éste uno de los aspectos mas llamativamente irracionales de la ideología fascista.

B) EL FASCISMO ITALIANO ••• B.1) CARACTERÍSTICAS GENERALES.

El fascismo apareció en Italia en unas circunstancias de grave crisis política del Estado liberal y de recesión económica. Este movimiento requirió un lento proceso de afirmación en el poder y una abundante dosis de violencia contra las organizaciones obreras y progresistas. Aunque durante el “bienio rojo” las fuerzas revolucionarias no supieron dar salida a los deseos de cambio expresados por los trabajadores, los liberales, más fragmentados que nunca, claudicaron ante el fascismo. Las divisiones de la izquierda, las ambigüedades de los católicos y el apoyo de los grandes propietarios al fascismo inclinaron la balanza. Desde un punto de vista institucional el

desmantelamiento del Estado liberal se realizó mediante sucesivas normas fascistas que lo vaciaron por completo de contenido representativo, anulando, en la práctica, el Estatuto (desde la nueva Ley electoral hasta las disposiciones de excepción en materia de prensa, asociación y reunión). La oposición institucional representativa, bajo una creciente e irreversible fascistización de los aparatos de Estado, se mantuvo hasta 1925, siendo a continuación definitivamente subvertido el anterior ordenamiento constitucional. Se prohibieron partidos y sindicatos, se crearon tribunales políticos especiales y se liquidó la autonomía local. Todo ello generó un régimen muy jerarquizado, con corporaciones obligatorias y acentuada concentración personal del poder en manos del dictador.

Los ideólogos fascistas (Gentile, Panunzio) elaboraron su doctrina política en contraposición radical con el Estado liberal. Se ensalzó la omnipotencia del Estado, única entidad con la que debe identificarse obligatoria-mente la sociedad nacional (la nación se funda y realiza en el Estado). Se trata de una absolutización del concepto de Estado, extraída de Hegel, pero considerablemente deformada, pues hace de ella una lectura antiliberal que no admite la autonomía de la sociedad civil. En la doctrina fascista la centralidad del Estado llega hasta el punto de producir una subordinación del partido único a aquél, considerándolo como un elemento orgánico inserto en el mismo. Una vez desmantelado el Estado liberal el fascismo creó una estructura de nuevo tipo en la que el partido ya no sustituía al Estado, sino que formaba parte de él. Con todo, la función de movilización y encuadra-miento de las masas siempre persistió, de ahí que el partido tuviera una importante función de integración social.

••• B.2) EL PROCESO HISTÓRICO DE LA ITALIA FASCISTA

La crisis del parlamentarismo italiano arraigó de forma inmediata en la situación que vimos daba lugar al movimiento revolucionario de 1917-1921, en el cual se vio inmerso, igualmente, aquel país mediterráneo. También en este caso, la escasez de alimentos y el desempleo, agravado por la desmovilización, sensibilizaba a la

sociedad hacia la protesta y la agitación. En ambos casos resultaría decisivo el papel del peculiar peso demográfico de la península. A ello se unía la falta de tradición democrática (sin sufragio universal hasta 1913) y la limitación de los beneficios obtenidos en la Primera Guerra Mundial, por la integración de la costa dálmata, hasta entonces austríaca, en Yugoslavia. En principio, lo que en 1919 estalla es un violento y extenso movimiento de reivindicación laboral, en pro ante todo de la jornada de ocho horas (definitivamente obtenida el 10 de mayo).

En tal situación, el Partido Socialista Italiano (PSI) optó por una actitud revolucionaria, en vez de la línea reformista que la situación podía alentar, al adherirse a la III Internacional por acuerdo del congreso de Bolonia en 1919. Comprueba su fortaleza en las elecciones del mismo año (156/157 escaños, con 32% de los votos: el mayor grupo parlamentario) y la moviliza en el intento revolucionario de 1920. Sería éste en principio un nuevo agravamiento de la agitación laboral, extendida a todos los sectores, agrícolas e industriales, sobre todo entre abril y agosto, con caracteres multitudinarios (ocupación de 280 fábricas metalúrgicas con 600.000 obreros). Pero la indecisión de la Confederación General del Trabajo (CGT)--socia-lista--, a la hora de convertirlo en huelga revolucionaria, y una acertada política de concesiones del gobierno de Giolitti terminaron con ello.

En las mismas elecciones de 1919 se había formado la alternativa democrática con el éxito relativo de la Democracia Cristiana (99 escaños, con el 19% de los votos; el Partido Popolare que vimos organizaba en el mismo año el sacerdote Luigi Sturzo, con el beneplácito del Vaticano. Pero la acción revolucionaria y su fracaso tuvieron sendas consecuencias disgregadoras. En el Congreso de Livorno (1921), el fracaso de las Veintiuna Condiciones para el ingreso en la III Internacional condujo al Partido Socialista a la división, por la separación formal de los comunistas (con la creación del PCI), y con ello a su debilitamiento. Los 170.000 afiliados el PSI en 1921 eran 60.000 en 1922.

Por su parte, los popolari quedaban rápidamente desbordados por la acción fascista, resumen del antisocialismo de nacionalistas, de un lado, y fuerzas vivas económicas, de otro. En principio, los fascios (“haz, en italiano) habían sido asociaciones de carácter popular, con intenciones sindicales en unos casos, políticas en otros, aparecidas desde fines del siglo XIX, sobre todo en Sicilia (a partir de 1891). Pero el cauce venía siendo reorientado hacia actitudes propiamente nacionalistas desde 1915 por Benito Mussolini, periodista separado del PSI en 1914 por la negativa a de éste a entrar en la guerra.

A partir de 1920, el así nacido fascismo aún sufrió una segunda reorientación sustancial, al eliminar tácitamente el factor anticapitalista de su programa, propugnar en cambio el liberalismo económico y, en definitiva, actuar como fuerza de choque antisocialista subvencionada por elementos de la alta burguesía y por el gobierno Giolitti.

La oportunidad de la acción --ciertamente anhelada por un sector del país-- y la eficacia de las “expediciones punitivas” contra centros socia-listas de diverso género contribuyeron de hecho a su extensión inmediata: los 20.000 fascistas en octubre de 1919 eran 310.000 en octubre de 1921.

En 1922 culminaban los dos procesos: la crisis del PSI, empeñado en rechazar el colaboracionismo, estéril por tanto (sobre todo tras el fracaso de la huelga general de junio) y consecuentemente dividido (en el Congreso de Roma del mismo año) y el encumbramiento fascista.

Ante la agitación social que obligó al jefe del gobierno --ahora Facta-- a recabar de Mussolini su integración en el gabinete, las exigencias del líder fascista sobre el alcance de la participación ministerial y la negativa de Facta condujeron a la tensión que se resuelve con la marcha sobre Roma, convocada públicamente por Mussolini el 24 de octubre y realizada desde el 28. En la disyuntiva de la guerra civil el gobierno dimite, y el monarca Víctor Manuel, presionado por militares y nacionalistas, encarga el 30 de octubre de 1922 la formación de un nuevo gobierno al jefe fascista

Por entonces, Mussolini (1883-1945) ya era un personaje conocido en Italia. Hijo de un herrero, se hizo maestro, profesión que abandonó para dedicarse al periodismo político. En 1912 era director de Avanti, órgano oficial del partido socialista italiano. La Gran Guerra y las consecuencias que para Italia tuvo la paz, le ofreció las posibilidades de la fuerza irracional de un nacionalismo herido. De manera que en 1919, apoyado por los “futuristas” de Marinetti, excombatientes, sindicalistas y estudiantes frustrados, fundó los “fascios de combate” y “las escuadras de acción” para imponer la violencia, como medio de arreglo a la situación de inestabilidad por la que atravesaba Italia. Sin duda el más cruel de sus “condottieri” fue Italo Balbo, que muy pronto se convertiría en el jefe de las milicias fascistas.

En principio se trata (importa subrayarlo) de un Ministerio de estilo autoritario, preocupado en especial de la reimposición del orden público, pero ceñido a grosso modo a las instituciones políticas y económicas liberales.

Al compás de los acontecimientos y de la debilidad europea, el fascismo “se fue haciendo” y “fue haciendo”. En el otoño de 1922, Mussolini se presentó como una solución transitoria, e incluso tuvo la habilidad de no nombrar un gobierno monocolor. De los dieciséis integrantes del ejecutivo, diez eran independientes, cuatro fascistas y dos pertenecían al Partido Popolare Italiano de don Sturzo. A su vez, consiguió que el Parlamento le con-cediera plenos poderes durante un año, y a cambio prometió respetar la Constitución y las libertades políticas. Todos los síntomas parecían indicar que en Italia se implantaba la clásica dictadura, con el fin de restablecer el orden público.

Pronto se pudo comprobar que la provisionalidad era un puro espejismo. No sería sino en 1924 cuando un intenso proceso crítico dé lugar al desarrollo pleno del nuevo régimen. Antes de concluir el año con plenos pode-res, Mussolini logró que el Parlamento aprobara, tras la retirada de los diputados popolari, una nueva ley electoral en favor de las listas mayoritarias (al partido más votado se le asignarían 2/3 de

los escaños). No hizo falta aplicarla. En las primeras elecciones, celebradas en abril de 1924, los métodos de los “squadristi” colaboraron a conseguir cuatro millones y medio para los fascistas, lo que equivalía a 406 escaños, frente a los 129 que correspondieron a toda la oposición, como resultado de los dos millones de votos conseguidos. El mes de mayo don Sturzo abandonó la política y pocos días después era asesinado ( por los camisas negras -- con o sin responsa-bilidad de Mussolini--) el diputado socialista Giacomo Matteoti, que había sobresalido por denunciar en la Cámara el fraude electoral. Y en señal de protesta los diputados de la oposición (PSI) abandonaron el Parlamento, situación que Mussolini aprovechó para arrebatarles su acta. Desde el mes de noviembre, el régimen de dictadura había dado el salto al partido único. Al año siguiente “su” Parlamento aprobaba los poderes del “Capo del Governo”, que además de eximirle de responsabilidades ante la Cámara le concedían la facultad de reformar la Constitución.

El poder quedó acumulado en el jefe del gobierno por renuncia en él del propio Parlamento (leyes de 1925-1926) reducido a una mera ficción representativa. Igualmente se anuló la libertad sindical, se prohibieron los sindicatos no fascistas y se impusieron agrupaciones verticales también únicas (1926, ley de Corporaciones) y se supedita en fin al Estado la vida local, con la sustitución del alcalde electo por un podestá de nombramiento gubernativo (1926). Frente a hipotéticas disidencias, el crucial año 1926 presenciaba asimismo la creación del Tribunal especial para la defensa del Estado.Y como colofón, en diciembre de 1928 se creaba el Gran Consejo Fascista, a quien encomendaba, fundamentalmente, la triple misión de nombrar al sucesor de Mussolini, asesorar al Duce y designar los candidatos para las elecciones, que según la nueva ley electoral de 1929, se presentarían en lista única

Con esta pieza se completaba el entramado de un Estado orgánico, corporativo, en el que sólo se permitía la existencia de un partido, a cuyo frente se colocaba un “superhombre”, que iba a conducir a Italia a los grades destinos nacionales e internacionales,

abandonados desde la Antigüedad. Muchos italianos le creyeron, y no pocos europeos le imitaron. Y es que por entonces las teorías de Friedrich Nietzsche se habían puesto de moda. En 1933, Elizabeth Förster-Nietzsche, hermana del filósofo alemán, como regalo de su cincuenta cumpleaños, envió a Mussolini un telegrama con el siguiente texto: “Al más admirable discípulo de Zaratustra que Nietzsche pudo soñar”. Y no es casualidad, que un años después el propio Hitler obsequiara al Duce con las Obras Completas del mismo pensador.

Carecía el fascismo de un aporte doctrinal político desarrollado, y en caso de tenerlo habría que buscarlo en sus “negaciones”, proclamadas de un modo “radical”: antiparlamentarismo, antiliberalismo, anticlericalismo, anti-marxismo... Eso sí, quedaban claros dos puntos, su carácter reaccionario de tipo nacionalista y el culto por el pragmatismo y la eficacia, en cuyo logro --según los fascistas-- había fracasado la democracia, por lo que había que dejar paso a la dictadura. “Mi doctrina --resumía Mussolini-- es la de la acción. El fascismo nace de una necesidad de acción, y muere con la acción”. Y a la simpleza de la definición anterior, Mussolini, agregó la extrema brutalidad totalitaria, al proponer como fórmula de su régimen: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra él”. Así pues, como en la URSS, la historia de Italia desde 1922 no iba a ser otra cosa que un proceso de personalización del poder. El nexo fundamental entre el Duce y la sociedad la constituye en fin el partido (organizados como tal los fascios en 1921), que de otra parte se esforzaba en dar pábulo a una revolución cultural nacionalista que puede considerarse prototipo de la instrumentalización contemporánea a gran escala de los medios de comunicación de multitudes. Pretende tal revolución imbuir al pueblo italiano en la conciencia de la Italianità , calidad y esencia del ser nacional, con múltiples reminiscencias historicistas (recuperación también de la Romanità y afirmación de la existencia de una “raza itálica” pura) y un pormenorizado despliegue de normas depura-doras de toda índole (creación de una moda italiana, prohibición de barbarismos, etc.)

Como apoyo de todo ello, Mussolini desarrollaría, por último, una política acertada de desenvolvimiento económico, sin alterar el capitalismo de base: más bien protegiéndolo mediante un sistema arancelario más estricto. En 1925, la situación crítica legada por la guerra se hallaba en vías de franca recuperación. La crisis de 1929 fuerza el incremento del intervencionismo en la banca y la industria, que a su vez permite avanzar en el designio de la autarquía como ideal económico del Estado nacional.

La política exterior de Mussolini, durante los primeros años, discurrió entre los márgenes de la “eficacia” y la prudencia. En agosto de 1923 ocupó la isla de Corfú, lo que provocó la protesta de la Sociedad de Naciones. En 1924, se firmaba un tratado de amistad con Yugoslavia, por el que Italia renunciaba a sus reclamaciones sobre la costa dálmata, a cambio de la anexión de Fiume. Y en los años siguientes se ocupó Somalia. Albania se convirtió en protectorado italiano, hasta que fue invadida por tropas italianas en 1939.

Sin embargo, en 1925, Mussolini fue uno de los promotores de la Conferencia de Locarno, tras la cual se inicia un periodo en Europa de distensión durante cinco años. Y aunque la distensión resulta más aparente que real, porque quedan ocultas posturas interesadas por parte de todos, y además porque de hecho los propósitos de Locarno son incumplidos o fracasan como fórmulas de paz, al menos durante este periodo se deben apuntar los siguientes precedentes de integración europea: Comisión preparatoria de la Conferencia de Desarme (1926), Conferencia Económica Internacional (1927), Pacto Internacional de renuncia a la guerra (1928), proyecto de Briand de una federación europea (1929). Y en este clima general, es en el que Mussolini consigue la “distensión italiana”, con el Vaticano, animado éste por el anticomunismo fascista, tras la firma de los Acuerdos de Letrán (1929) con un Tratado que regula la situación jurídica de la Santa Sede, y un Concordato que establecía las relaciones de la Iglesia con el Estado italiano.

Hasta que la presión nazi se dejó sentir en Italia, Mussolini mantuvo buenas relaciones con Inglaterra, y si no se debe decir lo mismo de Francia, al menos se puede afirmar que no fueron malas. Es más, en 1935, Francia, Inglaterra e Italia condenan, en la Conferencia de Stressa, el expansionismo alemán. Actitud que en el caso de Italia si bien no resulta lógica, dados sus propios planteamientos y la afinidad de su régimen con el alemán, al menos se entiende en razón de los intereses que los italianos tenían en Austria y en los Balcanes.

Pero en el otoño de 1935, tras pacificar los territorios de Libia, el fascismo decidió ampliar su imperio colonial en África oriental a costa de Abisinia, que fue invadida, sin previa declaración de guerra. Lo que sobre el papel se juzgaba como una fácil acción militar, en su puesta en práctica no lo fue tanto, y la catástrofe de Adua de 1896 estuvo a punto de repetirse. Sin embargo, en mayo de 1936 las tropas italianas consiguieron entrar en Addis Abeba y derrotar a Haile Selassi, emperador de Etiopía, cuyo título fue adjudicado a Víctor Manuel III. Gran Bretaña y Francia protestaron por la invasión ante la Sociedad de Naciones, que puso de manifiesto su ineficacia represiva con los países invasores. Tras largos debates se propuso un boycot internacional, por el que se venderían a Italia armas ni carburantes, además de negarle los créditos que solicitara. La medida fue generalmente secundada, por lo que Hitler se apresuró a atemperar la soledad del Duce con su apoyo incondicional. Italia había caído definitivamente en la órbita alemana. El 1 de nov. de 1936, Mussolini proclamó que el “eje de Europa pasa por Roma y Berlín”. Las pocas dudas que pudieran encerrar esa frase, quedaron totalmente despejadas el 22 de mayo de 1939, fecha en la que se firma un tratado de amistad y alianza entre Italia y Alemania, conocido bajo el nombre de “Pacto del Acero”.

C) LOS ESTADOS FILOFASCISTAS.

El modelo italiano --en sus formalidades--, pero sobre todo la actitud española (el recurso al gobierno autoritario como respuesta

práctica a situaciones insostenibles de hecho), se difunden con la celeridad que apuntábamos al comienzo:

1. En Polonia, constituida definitivamente como república independiente en 1921, la imposibilidad de llegar a un turno viable entre demócratas y socialistas anima el golpe de Estado de Pilsudsky (1926) y el comienzo de una dictadura conservadora. La situación se mantiene a su muerte (1935), ya con visible afinidad respecto al nazismo.

2. En Portugal, la inestabilidad gubernamental y la continua subversión armada de monárquicos y militares ordenancistas muestran la inviabilidad de la república nacida de la revolución de 1910. En 1926, un golpe de Estado impone la dictadura del general Gomes da Costa, desplazado en poder por el general Carmona, a su vez presidente entre 1928 y 1951, con el profesor Antonio Oliveira Salazar como jefe de gobierno desde 1932.

3. En Grecia, una inestabilidad pareja, en su caso arraigada en las dificultades económicas y en el revanchismo suscitado por la insuficiencia de las concesiones obtenidas en la Paz de Versalles, aboca a la abdicación de Jorge II y a la proclamación de la república (1924). Venizelos, presidente del gobierno desde 1928, recurre de hecho a la dictadura.

4. En Yugoslavia, monarquía constitucional desde 1920 (bajo Pedro I Kara-georgevitch), la creciente resistencia de eslovenos y croatas a someterse a la realización total del paneslavismo fuerza a su sucesor (1921), Alejandro I, a imponer un sistema personalista a partir de 1929 (suspensión de la Constitución vigente). Alejandro I reproduce el organigrama fascista de gobierno (ficción parlamentaria, con la Constitución de 1931; y partido único), que, a su muerte --asesinado en 1934 por nacionalistas croatas--, es moderadamente mantenido por el regente Pablo durante la minoridad de Pedro II.

5. En Hungría, por fin, la regencia del almirante Horthy atraviesa tres fases entre guerras: el gobierno autoritario institucionalizador, de 1919-1921; la apertura conservadora del conde Bethlen como primer ministro, 1921-1931, y el intento fascistizante de

1932-1939. Lo encarnan el general Gömbos desde 1932 y el banquero Inmredy desde 1936, que representan a su vez un movimiento de clases medias: en buena parte recluta-das entre la antigua baja nobleza desposeída de sus tierras por la reforma agraria de 1919. La defensa de la aristocracia, mantenida al frente de los cuadros administrativos, frena notablemente el alcance de la dictadura magiar.

D) EL NACIONALSOCIALISMO ALEMÁN.

••• D.1) CARACTERÍSTICAS GENERALES

En Alemania, la República de Weimar no resistió el impacto de la crisis económica y social y los agudos conflictos del periodo. El nazismo empleó más tiempo que el fascismo italiano, desde su fundación, en el proceso de conquista del poder, pero un vez controlado, la aplicación de su método totalitario fue extraordinariamente rápida. Con resultados electorales espectaculares de los nazis desde 1930, una aguda división de la izquierda --paralizada entre el sectarismo antiunitario de los comunistas y el legalismo pasivo de los socialdemócratas--, un creciente clima de deterioro económico-social general, gobiernos de emergencia que legislaban por decreto al margen del Parlamento y violencias políticas continuas de los nazis contra los demócratas toleradas por la policía y los jueces, se produjo en 1933 la caída de la República de Weimar.

Tras conquistar el Gobierno, el partido nazi concentró en él la función legislativa, suprimiendo todo pluralismo. El jefe supremo acumuló todos los poderes decisivos y el Estado se reorganizó en sentido centralista al suprimir el federalismo. La dictadura nazi, rechazando las libertades, el principio de legalidad, las garantías jurisdiccionales y la separación de poderes, descansaba sobre la dirección del jefe del movimiento concebido como vértice del Estado nacional. El jefe podía modificar cualquier norma sin límites preconstituídos, a su entero arbitrio. En consecuencia, frente a la voluntad ilimitada del jefe aparecía el pueblo-masa indiferenciado,

obligado por el vínculo racial y por la fidelidad a las “esencias” nacionales que aquél encarnaba.

En la doctrina nazi el Estado está claramente subordinado al partido y debe ser tan sólo un instrumento del movimiento. La justificación del predominio del partido sobre el Estado se basó en la idea del “Estado tripartito” de Schmitt: Estado como aparato estático, movimiento como elemento dinámico y pueblo como objeto no político. En esta trípode debe predominar el elemento dinámico, el único que puede dirigir a la comunidad racial-nacional hacia su presunto destino imperial. A su vez, dentro del movimiento-partido único debe afirmarse la guía indiscutible del jefe, la sola fuente legitimada para interpretar el “espíritu del pueblo”. El jefe posee todos los poderes en virtud de esta doble calidad: es el máximo titular del Estado y, a la vez, el líder de la comunidad.

La posición predominante del partido sobre el Estado originó una superposición de órganos entre ambas instancias, integrándose ambas en una sola estructura, salvando el intocable principio de la suprema dirección política del movimiento sobre el conjunto resultante. Las teorías nazis presentaron la fórmula como dualista, bajo el protagonismo del partido, a su vez instrumento del jefe. Los nazis más fundamentalistas rechazaron incluso la propia noción de “Estado” en sí misma, considerándola asociada al viejo ordena-miento que habían derribado y añadiendo que aquel habría desaparecido por el predominio absoluto del jefe y de su partido.

El partido nazi, con una organización firmemente jerárquica, tuvo una influencia social aún más acusada que el partido fascista italiano. Para penetrar en todos los ámbitos se dotó de una serie de “frentes” según los sectores con el fin de supervisar cualquier tipo de organización privada y atomizar así a la sociedad civil, integrada de modo absoluto en el Estado totalitario.

El ordenamiento nazi se superpuso al existente (formalmente la Constitución de Weimar no fue derogada), pero sus normas no representaban límite jurídico alguno. Con todo, las lagunas que ofrecía este marco hicieron vacilar a la doctrina nazi con relación al problema

de las relaciones partido-Estado: ¿era el partido --pese a sus “dirigentes”-- un órgano del Estado? La solución ecléctica de Schmitt, en realidad, no resuelve el problema. A su juicio, partido y Estado son “distintos, pero no divididos, correlacionados, pero no fusionados”. Por último, debe señalarse que un régimen de esta naturaleza desembocó en un creciente militarismo y en un expansionismo agresivo que, como lógico corolario, desembocaría en la Segunda Guerra Mundial.

••• D.2) LA ALEMANIA HITLERIANA:

Adolf Hitler nació en 1889 en Brunau-der-Inn, en la Alta Austria, y se suicidó el 30 de abril de 1945 en Berlín, la capital del III Reich, que el mismo había fundado con la seguridad de que iba a durar mil años. El día de su muerte la ciudad estaba en ruinas y ocupada por las tropas soviéticas. Así acabó el proyecto de Hitler, tras dejar una huella imborrable en la historia de horror, crímenes y barbarie.

En su juventud había leído a Nietzsche, y se creyó el elegido por las doctrinas del filósofo: él era el superhombre y debía imponer la ley de la voluntad, él era el conductor de pueblos. Así pues la historia de Hitler no se puede reducir a la reacción alemana por las condiciones impuestas en Versalles, lo que en parte ayuda a comprender la entrega que a su persona realiza-ron muchos alemanes, pero eso no lo explica todo. Muchos menos se puede reducir su biografía a la enajenación mental, Hitler estaba cuerdo y muy cuerdo: aparte de que hay estudios siquiátricos que así lo prueban, es de todo punto imposible que tanta perversidad sea obra de un demente. Sus planes comienzan a gestarse en 1919, cuando Hitler conecta con el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, al que se le cambió el nombre por el de Partido Nacional Socialista Alemán de Trabajadores (NSDAP), más conocido por el de partido nazi. En 1921 se convirtió en su presidente, y redactó su primer programa: una sola patria para todos los alemanes, recuperación de las colonias perdidas, guerra al parlamentarismo, transformación de la enseñanza, “germanización” de Alemania y control de la religión, por cuanto podía socavar la unidad de la patria.

En la célula del NSDAP de Munich conoce a los ex-oficiales Röhm y Göring, al escritor racista Gottfriend Feder, a Alfred Rosenberg y a Rudolf Hess, estudiantes por entonces. En 1923, tentado por el éxito de Mussolini, Hitler proyecta el putsch de la cervecería, en el que cuenta con la colaboración del general Ludendorff. El fracaso le supone una condena de cinco años. Encarcelado en la prisión de Landsberg, fue amnistiado a los pocos meses. Durante este tiempo aprovechó para redactar Mein Kampf, libro que sería completado tres años después. Y es en este periodo cuando se articula la organización del partido, en torno a su figura, que se reforzará con organismos paramilitares: las fuerzas de combate (SA), la guardia personal de Hitler (SS), el servicio de seguridad (SD) y las Juventudes Hitlerianas (HJ).

La debilidad de la República de Weimar y las consecuencias de la crisis económica, a partir de 1929, impulsaron un espectacular crecimiento del NSDAP que, hasta entonces, era tan sólo un pequeños partido. Hacia 1925 contaba con unos 25.000 afiliados y cuatro años después, aunque había crecido notablemente acogía a unos 175.000; pero a finales de 1930 superaba los 400.000 y en abril de 1932 tenía más de 1.000.000 de miembros. Parale-lamente multiplicaba por diez sus resultados electorales. Sin duda el NSDAP daba cauce a una insatisfacción colectiva, con diversas raíces, y se consolidaba como la alternativa frente al sistema constituido, a pesar de que los comicios de noviembre de 1932 habían significado para el nacionalsocialismo un notable retroceso.

El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg encomendaba la cancillería de Alemania a Hitler, que en los meses precedentes había llegado a un acuerdo con un grupo de banqueros e industriales, que le habían financiado las campañas electorales. A cambio, Hitler renunciaba a las propuestas socialistas de su programa, y las sustituía por el relanzamiento de la industria y la política de rearme. A partir de este momento, aunque a mayor velocidad que lo hiciera Mussolini, se desplegaba con toda su brutalidad el estado racista totalitario. Con Hitler en la Cancillería alemana se pasó, entre

enero y diciembre de 1933, del Estado de derecho a uno de los más implacables totalitarismos del siglo XX.

El 27 de febrero de 1933 los nazis incendiaron el Reichstag , en Berlín, y el Gobierno imputó los hechos a los anarquistas y comunistas. Fue la excusa presentada ante la opinión pública, para suspender las garantías constitucionales y fortalecer el poder de Hitler. En este ambiente se celebraron las elecciones del mes de marzo, aunque ni siquiera la violencia ejercida permitió a los nazis conseguir la mayoría absoluta: consiguieron 288 diputados, frente a los 289 de la oposición (120 socialistas, 88 Zentrum, 81 comunistas). Sin embargo los 52 escaños de los nacionalistas de Hugenberg se unieron a los nazis. El nuevo Parlamento aprobó la ley de plenos poderes. Comenzaba la dictadura de Hitler. Ese mismo año empezaron a funcionar los primeros campos de concentración --Dachau y Oranienburg--, que años después se convertirían además en campos de exterminio.

Hitler encomendó a Joseph Goebbels el ministerio de Propaganda, que en menos de un año pudo disponer de 14.000 funcionarios a su servicio. Fue suprimida la autonomía de los Länder , en beneficio de un Estado centralizado. A principios de abril de 1933 comenzó a sistematizarse la política antisemita. En los meses siguientes se suprimen sindicatos y partidos, y se encarcela a sus dirigentes, se restringen los derechos, la prensa fue sometida a riguroso control, se depura la administración, se crea el Frente Alemán del Trabajo, sindicato único dependiente del partido nazi, y finalmente el 1 de diciembre la “Ley para la Seguridad de la unidad del Partido y del Estado”, que convierte al Partido Nacionalsocialista en el único Partido del Estado, vino a ser la culminación del diseño totalitario del nuevo régimen.

En el verano de 1934 se localizan tres acontecimientos decisivos en la vida de Alemania, que suponen un paso importantísimo en el fortalecimiento de la tiranía de Hitler. El 30 de junio, la “noche de los cuchillos largos”, tuvo lugar la purga más conocida del partido nazi. Numerosos milita-res fueron ejecutados, entre ellos los generales

von Schleider y von Bredov, así como los elementos sospechosos de desviacionismo socialista, pertene-cientes a las SA --las camisas pardas--, entre ellos el propio jefe, Röhm, hasta entonces pieza clave en el ascenso del partido nazi, potenciando en cambio a las SS. En segundo lugar, el 1 de julio Hitler decretó el fin de las reparaciones de guerra impuestas a Alemania. Y por fin, la muerte del presidente de la República, Paul von Hindenburg, el 2 de agosto, le permitió a Hitler asumir también dicho cargo, decisión que fue aceptada por los alemanes en un plebiscito, celebrado ese mismo mes. El ejército --La Reichswehr -- tuvo que prestar juramento al Führer y canciller del Reich, Adolf Hitler, que se convirtió en la encarnación de todos los poderes en un régimen de partido único, identificado con el Estado, y en el que la Ley suprema del NSDAP era la voluntad del Füher. Tras restablecer el reclutamiento militar obligatorio en 1935, comenzó la obra para el total sometimiento del ejército que culminó tres años después nombrándose comandante en jefe, el 24 de febrero de 1938.

El Estado proyectado en Mein Kampf, cuya realización acometió Hitler desde 1933, tenía como objetivo facilitar al pueblo alemán su destino histórico, lo cual sólo sería posible en la medida que se desprendiera de todos los lastres, lo que le permitiría dominar el mundo, una vez conseguida la pureza racial. La raza aria, que según los nazis era en Alemania donde mejor se conservaba, era la encargada de tal misión. Para proteger su pureza, se esterilizó a los enfermos incurables, se prohibieron los matrimonios precoces y el matrimonio donde uno de los contrayentes no fuera ario, se segregó y masacró a los judíos, se asesinó a los eficientes mentales, se creó un Instituto de matrimonio racial, donde las alemanas puras se sometieron a la fecundación artificial, a la vez que se fomentó el matrimonio y la natalidad, siempre que se ajustaran a las pautas racistas, trazadas por la barbarie nazi.

••• Como en la URSS, Hitler proyectó para Alemania una economía planificada, estableciendo en este caso planes cuatrienales. El primero, 1933-1936, se propuso como objetivo la eliminación del paro, que arrojaba una cifra de más de cinco millones y medio de

desempleados en 1933. El segundo, que se vio interrumpido por la guerra, al potenciar la concentración empresarial y el intervencionismo estatal, estaba dirigido a conseguir una autarquía plena.

Hitler respetó los pactos iniciales con los banqueros e industriales, y favoreció la fusión de grandes grupos industriales, esto unido a la realización de obras públicas y el relanzamiento de la industria de armamento, así como la imposición del servicio militar obligatorio, hizo posible que el paro, prácticamente, desapareciera de Alemania en 1939. El comercio exterior fue rigurosamente intervenido, la importación fue prohibida y las materias pri-mas del exterior se pagaron con “marcos bloqueados”, es decir con moneda con la que a su vez sólo se podía comprar productos alemanes.

••• La obra social y económica del nazismo. Aunque cuanto acabamos de decir tiene implicaciones obvias en tales campos, e incluso naturaleza social y económica por sí mismo, hay tres cuestiones historio-gráficas que atañen directamente a la sociedad y economía germanas de los años treinta:

1. Se discute si en el nazismo y en su gestión alemana prima la finalidad política o si prevalece la intención económica, que sería en tal caso la de defender el sistema capitalista, hasta el punto de que esto habría llegado a ser motivo de todas y cada una de sus decisiones.

2. Ello introduce en el tema, aludido ya, de la naturaleza revolucionaria o contrarrevolucionaria de su acción, también desde el punto de vista social y económico; problema irresuelto por la ambigüedad de sus actitudes: sentimentalmente anticapitalista, pero prácticamente respetuosas --si no defensoras-- respecto al capital.

3. La respuesta a todo ello es en fin tanto más difícil cuanto indefinida es en principio la política económica de la NSDAP. Ya en 1933, sin embargo, la dictadura de Hitler asimila la práctica socialista de la planificación, que concreta en proyectos cuatrienales: en 1933-1936, I Plan, calificado “de servicio” dirigido a la absorción del paro obrero; en 1936, II Plan, “de la producción”, orientado a la consecución de la autarquía y al incremento de la intervención estatal y

de la concentración empresarial, pero interrumpida por la segunda guerra.

Siendo importante, no es absorbente el peso de la política de rearme en este planteamiento. Aunque su finalidad principal es precisamente la reconstrucción económica interior, la participación del rearme en la producción fue siempre moderada --el 10% del producto nacional-- y en la recuperación fue acaso más importante la política exterior comercial y financiera.

Los resultados son desiguales: 1. Parecen arrojar un saldo negativo en lo que concierne a la

sociedad. La intervención del Estado en este terreno tiende a reforzar la poderosa proclividad al corporativismo y al asociacionismo, preexistente en Alemania. Pero, en el ámbito laboral, ello se plasma en la adopción de la fórmula sindical fascista --con la creación del llamado Frente Alemán del Trabajo, 1933--; sindicato único y obligatorio, con organización militar, que parece haber contribuido a impedir una más acusada mejora en el nivel de vida; aunque tal valoración no es conclusiva.

2. El balance es más positivo en el orden económico. El paro obrero, que había alcanzado el culmen en 1932 --cinco millones y medio de parados-- está anulado prácticamente en 1938. Los índices de producción de 1929 --100-- son realcanzados en 1936 y ascienden a 133 en 1939.

••• D.3) LA EXPANSIÓN NAZI

El Proyecto de Hitler proclamaba las aspiraciones de la mayoría de la derecha nacional en cuanto al replanteamiento de la política exterior ale-mana que acabase con las humillaciones del tratado de Versalles; pero, iba mucho más allá y, con su concepto de superioridad racial, pretendía alterar toda la situación mundial en beneficio de Alemania. Su instrumento, “un estado de caudillaje” capaz de movilizar todos los recursos de los pueblos germánicos eliminando cualquier obstáculo (liberales, marxistas, judíos,... etc.). A este fin se encaminaba el empleo de una intensa propaganda dirigida por J. Göbbels, la intimidación de una policía como la Gestapo y la

reclusión y exterminio de los “enemigos” en los campos de concentración. El III Reich acabó identificándose con estos macabros lugares que comenzaron a funcionar ya en 1933, (Dachau, Oraniemburg), y que desde 1938 fueron verdaderos centros de exterminio (Auschwitz, Trebblinka, ... etc.).

Ocultando esta cara siniestra durante bastante tiempo, el pangermanismo hitleriano encontró favorable acogida en múltiples países europeos con población alemana. Un entusiasmo que fue subiendo de tono a medida que la política de Hitler “demostraba” su eficacia. Con toda claridad, Hitler había planteado en Mein Kampf sus propósitos de unificar a todos los alemanes, para lo que era necesario encontrar el “espacio vital” en el que asentarse. Es más, eso sólo era el primer paso para poder dominar el mundo. En consecuencia, este proyecto imperialista no podía llevarse a cabo sin perturbar el orden internacional. Y estaba claro que Hitler lo iba a intentar. La colaboración de Stalin y la debilidad de las democracias occidentales facilitaron los planes del Führer en la creación de la Grosse Deutchsland , la Gran Alemania, en 1939. La reocupación militar de Renania, en marzo de 1936, (arrumbaba uno de los puntos más significativos del Tratado de Versalles), la anexión de Austria en marzo de 1938 y la desarticulación de gran parte de Checoslovaquia en marzo de 1938, (después de imponer a las potencias occidentales el Pacto de Munich de 30 de nov. de 1938), mostraban los éxitos del nacionalsocialismo. La doctrina del “espacio vital”, (Lebensraum ), tenía ya su plataforma para una decidida expansión hacia el este que, iniciada con la ocupación de Polonia, provocaría la Segunda Guerra Mundial.

••• Veamos esta evolución: Tras asentar la dictadura en

Alemania, en el verano de 1933 Hitler se adhería al pacto cuatripartito, integrado además por Gran Bretaña, Francia e Italia. Al amparo de la carta de la Sociedad de Naciones, los cuatro ratificaron el pacto de Locarno y los acuerdos Briand-Kellog. Pura y corta apariencia, en octubre de ese mismo año Alemania se retiró de la Conferencia de

Desarme y de la Sociedad de Naciones, gesto que puede considerarse como los preparativos de la expansión nazi.

Por otra parte, la firma del pacto de no agresión germano-polaco, en enero de 1934, provocó el reforzamiento de relaciones entre Francia con Yugoslavia y Checoslovaquia, además de aproximarse a la URSS, nación que ingresaría en la Sociedad de Naciones, gracias al apoyo francés. Y en marzo de ese mismo año, Mussolini formaba un bloque danubiano, al firmar los Protolocos Romanos, junto con Austria y Hungría, con el fin de defender sus intereses en el centro de Europa, tanto frente a la pequeña entente --Rumanía, Checoslovaquia y Yugoslavia--, apoyada por Francia, como frente a Hitler. Estos movimientos desataron la carrera armamentista de todos los países, lo que a Hitler le sirvió para justificar su política económica, antes descrita.

El único paso en falso lo iba a dar Hitler en julio de 1934 al ordenar el asesinato del canciller austríaco, Engelbert Dollfus, para provocar el Anschluss . La actitud de Mussolini, al “montar la guardia en el Brenero”, impidió el despliegue del ejército nazi. Así pues, el primer avance de Hitler tuvo que esperar hasta marzo de 1935. El Sarre, administrado hasta entonces por la Sociedad de Naciones, celebró un plebiscito para decidir su incorporación a Francia o Alemania. El 90% de los votantes quiso unir su suerte a la de Hitler. El éxito animó al Führer a anunciar la creación de una poderosa Luftwafe , a lo que Francia respondió con la ampliación del servicio militar a los dos años. Ocasión que a su vez Hitler aprovechó, para repudiar formalmente los acuerdos de Versalles.

En la conferencia de Stressa, que tuvo lugar en abril de 1935, Italia, Gran Bretaña y Francia se comprometieron a garantizar la independencia de Austria. Este acuerdo se vio reforzado, un mes después, por el pacto franco-ruso, y supuso un freno a la expansión nazi, si bien muy débil, y produjo afectos de distensión en el ámbito internacional. Tan fue así, que en el mes de julio Gran Bretaña y Alemania firmaron un acuerdo, por el que Alemania se comprometía a que su escuadra no superaría un tercio del tonelaje de la Royal Navy .

Los ingleses llegaron a este acuerdo, sin consultar previamente a las potencias occidentales, lo que provocó cierto malestar entre ellos.

Sin embargo, poco duró la calma. En 1936, Hitler dispuso la remilitarización de Renania, decisión que chocaba frontalmente con los acuerdos tomados en Versalles sobre la limitación del armamento alemán. se aclaraban así, por la vía de los hechos, los planes nazis sobre Europa. Y contra lo que hubiera sido deseable, Francia e Inglaterra permanecieron pasivas, por temor a “provocar una guerra”. Su debilidad permitió un acercamiento diplomático hacia Alemania de Bélgica, Polonia, y sobre todo de Italia.

Por fin, en 1938 la diplomacia europea va a doblegarse a la voluntad del Führer. El canciller austríaco Kurt von Schuschinigg se entrevistaba con Hitler en Berchtesgaden, el 12 de febrero de 1938, en cuya reunión el Führer le presionó para que nombrara ministro del Interior al jefe del partido nazi austríaco, Seyss-Inquart. Y aunque en la entrevista el canciller austríaco no tuvo más remedio que ceder a las imposiciones de Hitler, de regreso a Viena buscó infructuosamente apoyos internacionales para resistir a las peticiones de Hitler. Inglaterra, Italia y Francia le dejaron solo. Ante esa situación, el canciller austríaco convocó a primeros de marzo un referéndum, para que sus connacionales decidieran su destino. Los nazis se adueñaron de la calle y forzaron al presidente de Austria, Miklas, para que nombrase canciller a Seyss-Inquart. El nombramiento se realizó el 11 de marzo, y al día siguiente el nuevo canciller proclamó el Anschluss y solicitó a Hitler el envío de las tropas alemanas. Pocos días después Hitler entraba en Viena, y Schuschinigg era deportado a Dachau. Después de estos acontecimientos, se celebró el referéndum: el 99% aprobó la anexión. Los invasores se dieron al pillaje y los profesores universitarios fueron obligados a limpiar las calles con las manos desnudas, una forma de “reeducación”, que más tarde imitaría Mao Tse-Tung en la China de los años 60. A principios de abril, Italia, Francia y Gran Bretaña reconocieron la anexión.

En abril de 1938 se agudizaron los conflictos en los Sudetes, región situada al oeste de Bohemia, con una población de unos 3,5

millones de habitantes, que hablaban alemán. Esta población, perteneciente a Checoslovaquia, había sido discriminada por el nacionalismo checo. Ante esta situación, Hitler se ofreció para “redimirles”. A mediados de septiembre, el Führer volvió a ofrecer la “hospitalidad” de su villa montañesa de Berchtesgaden, pero esta vez al premier británico Chamberlain, quien convencido de la moderación de Hitler, pues solo pretendía aplicar el principio de las nacionalidades sobre los Sudetes, se ofreció incluso, para convencer a Deladier. Sus buenos servicios eran innecesarios con Mussolini, que ya estaba convencido. Las presiones de Francia y Gran Bretaña sobre las autoridades checas, para que cedieran a los deseos de Hitler, provocaron la dimisión del Gobierno de Hodza.

Una nueva entrevista entre Hitler y Chamberlain, esta vez celebrada en Godesberg, le hizo ver al político inglés que Hitler quería algo más que los territorios de mayoría alemana. Y a pesar de todo, el día 29 de septiembre de 1938, los jefes de gobierno de Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña reunidos en Munich, aceptaron la incorporación de los Sudetes al territorio nazi. Ese día Checoslovaquia, que no fue invitada a la reunión, perdió un tercio de su población y de su territorio. En marzo de 1939, perdió el resto. Fue entonces, por fin, cuando las potencias abandonaron su pacifismo, y comprendieron que se había instalado en el continente una fuerza imperialista imparable.

Chamberlain anunció que el siguiente paso significaría la guerra, y tanto ingleses como franceses incrementaron sus arsenales de armas. Danzig, ciudad libre desde 1919, tenía una población de 300.000 habitantes, y junto con el corredor que Polonia tenía para acceder al Báltico dividía el territorio alemán. Las peticiones de Hitler fueron en aumento: primero la unión de los territorios alemanes, después la unión y un “corredor” dentro del corredor, más tarde el corredor... Las autoridades polacas, apoyadas por Francia y Gran Bretaña, y según creían también por la URSS, se negaron a atender los deseos del Führer .

Muchos años después se ha sabido que en la noche del 23 al 24 de agosto de 1939, nazis y comunistas celebraron una peculiar

fiesta en el Kremlin, que la historia académica ha denominado “pacto de no agresión”. Hoy ya sabemos más. Ribentrop, ministro de asuntos exteriores del Reich, viajó a Moscú, desde donde informó: “Me sentía como si hubiera estado entre viejos camaradas del partido”. Stalin al brindar afirmó que “sabía cuanto amaba a su Führer el pueblo alemán”. Se dijo que el pacto Anti-Komintern estaba dirigido sencillamente para impresionar a los “tenderos británicos”. Stalin se mostró encantado, al descubrir las disposiciones de los nazis. El 28 de septiembre otro nuevo pacto, denominado Tratado Germano-soviético de Fronteras y Amistad, fijaba el reparto no sólo de Polonia, sino también de Europa oriental. Los dos cómplices habían llegado a un acuerdo: eran dos mundos con los mismos métodos y, lo que es más importante, con la misma moral. El 1 de septiembre los nazis invadieron Polonia, y el día 17 hicieron otro tanto los comunistas. Había comenzado la Segunda Guerra Mundial.

E) ¿ALGUNOS IMITADORES? No nos referimos aquí a las consecuencias territoriales de la

política exterior hitleriana ni a las diversas versiones nacionales de los grupos políticos afines, sino a los Estados que adoptan formas totalitarias nacionalistas en Europa desde 1933. Ni siquiera puede hablarse con rigor, por lo tanto, de expansión del sistema nazi.

1. A partir de la proclamación de la República (1918), el gobierno de Austria había quedado en manos de la Democracia Cristiana --encarnada en la cancillería de Seipel--, en relación distinta según los momentos con la poderosa Social Democracia. En 1933, la ascensión de Hitler al poder de Alemania (enero) alienta en marzo el reforzamiento de la autoridad por el canciller católico Dollfus en Viena (con la ocupación del Parlamento por la policía), pero no sólo contra los comunistas, sino contra los propios nazis, en agitación creciente. Frente a ambos sectores se dirige la acción del canciller. En 1934 fracasa tanto la sublevación socialista de Viena como el intento nazi de golpe de Estado. La línea de actuación de Dollfus es continuada por el canciller Schuschnigg desde 1934 -por el asesinato de aquél en la última acción citada- hasta 1938, cuando la invasión alemana realiza el Anchluss , la unión germánica.

2. En Rumanía, el personalismo de Carol II, la agitación fascista y antisemita del grupo de la Guardia de Hierro (que en 1933 asesina al primer ministro, Ion Duca) y la incapacidad de las autoridades para reprimirla conducen a la sustitución de la monarquía constitucional por la dictadura del propio monarca, culminante en 1938. Paralelamente, Carol II compagina la represión de la Guarida de Hierro con la supresión del Parlamento y la adopción de la fórmula del partido único de estilo fascista (el Frente del Renacimiento Nacional).

3. La derrota de Bulgaria en la Primera Guerra Mundial abrió una fase de continua inestabilidad política bajo Boris III, en quien había abdicado el rey Fernando en 1918, por la propia derrota. El predominio de los sectores demócratas y socializantes en el poder es así interrumpido por golpes de Estado nacionalistas en 1923 y 1834, que dan lugar a las dictaduras militaristas de 1923-1926 y 1934-1935 y

a la dictadura personal de Boris III desde este año. Su justificación más clara estriba en el terrorismo de los separatistas macedónicos.

LAS DICTADURAS EUROPEAS (1922-1936) Octubre 1922 Marcha sobre Roma de Mussolini en Italia. La eliminación de

cualquier clase de oposición se llevará a cabo en 1925 Junio 1923 formación del gobierno Zankov, consecuencia de un golpe de estado

militar en Bulgaria. Septiembre 1923, el general Primo de Rivera instarura una dictadura militar en

España, después de un pronunciamiento Octubre 1923 Gazi Mustafa Kemal Baja (desde 1935 Kemal Ataturk es elegido

primer presidente de la República de Turquía. Enero de 1925, Ahmed Zogu es nombrado presidente de Albania. Mayo 1926, Golpe de Estado de Pilsudski en Polonia Mayo 1926, Golpe de Estado del general Comes da Costa en Portugal, que es

sustituido por el general Carmona. En julio 1932, formación del gobierno Salazar.

Diciembre 1926, Gobiernos dictatoriales de Smetona -Voldemaras en Lituania. Enero 1929, Golpe de Estado el rey Alejandro en Yugoslavia Febrero 1930, Gobierno personal del rey Carol II en Rumania, que se convierte en

auténtica dictadura monárquica con el golpe de Estado de 1938. Octubre 1932, en Hungría , bajo una apariencia monárquica con trono vacante y

después de varios gobiernos militaristas, es nombrado primer minisitro Gyula Gömbös, antisemita de extrema derecha que refiuerza la colaboración con el III Reich.

Diciembre 1932, Lituania se transforma en un Estado autoritario con un único partido.

Enero 1932, advenimiento al poder de Hitler en Alemania Marzo 1933, golpe de Estado de Dollfus en Austria que instaura una dictadura

fascista. Marzo 1934, Konstantin Pats instaura una dictadura en Estonia Mayo 1934, instauración de una dictadura persidencial en Letonia después del golpe

de Estado de Karlis Ulmanis Julio 1936, Alzamiento nacional en España del general Franco que acaba con la II

República en 1939. Agosto 1936, golpe de Estado del general Metaxas en Grecia