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Los fantasmas de Scrooge ____________________________ Charles Dickens

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  • Los fantasmas de Scrooge

    ____________________________ Charles Dickens

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  • PRIMERAESTROFA-ELFANTASMADEMARLEY

    Marley estaba muerto: empecemos por ahí.Sobre eso no hay ninguna duda. El clérigo, elfuncionario,elempresariodepompasfúnebresy lapersonaquepresidióelduelo firmaronelregistro del entierro. Lo firmó Scrooge, y elapellido Scrooge hacía bueno cualquierdocumento en el que apareciera. El viejoMarley estaba tan muerto como un clavo depuerta.

    Vayamos por partes: no quiero decir con esoqueyosepa,porexperienciapropia,quétienede especialmentemuerto un clavo de puerta.Por lo que a mí respecta, me inclinaría aconsiderarqueunclavodeataúdeseltrozodehierro más muerto que hay en el mercado.Pero la sabiduría de nuestros antepasadosradicaenelsímil;ymismanospecadorasnoloperturbarán, porque, de lo contrario, el paísiría a la ruina. Me permitirán ustedes, portanto,que repita, con rotundidad,queMarleyestabatanmuertocomounclavodepuerta.

  • ¿LosabíaScrooge?Porsupuestoquesí.¿Cómopodríaserdeotramanera?Marleyyélhabíansidosociosnosécuantísimosaños.Scroogefueademás su albacea, administrador, cesionario,legatario del remanente, amigo y únicapersona que lo acompañó al cementerio. Y nisiquiera Scrooge quedó tan afectado por eltriste acontecimiento como para nosolemnizarlo—excelente hombre de negociosqueera—conuntratode lomásventajosoeldíamismodelfuneral.

    LamencióndelfuneraldeMarleymedevuelveal punto de partida. No hay duda de queMarley estaba muerto. Esto hay queentenderlocontodaclaridad;delocontrariolahistoria que me dispongo a relatar perderíatodo su encanto. Si no estuviéramosconvencidosdequeelpadredeHamletmuereantesdequeempiecelaobra,notendríanadadeparticularquesedieraunpaseodenoche,con viento de levante, por lasmurallas de sucastillo: no pasaría de hacer lo mismo quecualquierotrocaballerodeedadavanzadaque,despuésdeoscurecido,sepresentademaneraimprudenteenunsitioventoso—pongamosel

  • cementerio de San Pablo— para dejarestupefacto a su hijo, un poco inestablementalmente.

    Scrooge nunca borró el nombre del viejoMarley.Allíseguía,añosdespués,encimadelapuerta de su negocio: Scrooge yMarley. A laempresaselaconocíacomoScroogeyMarley.Y los recién llegados unas veces llamabanScroogeaScrooge,yotraslollamabanMarley,peroélcontestabaenamboscasos.Ledabalomismo.

    Y es que el bueno de Scrooge tenía la manobienfirmeenlapiedradeafilar.¡Eraunavaroque sabía apretar, arrancar, torcer, empujar,rascar y sobre todo no soltar nunca! Duro ycortantecomoelpedernal,ningúnacerohabíahechoqueseleescaparanuncaunachispadegenerosidad; cerrado, sellado, solitario comouna ostra. El frío interior le helaba las viejasfacciones, le mordía la nariz puntiaguda, learrugaba las mejillas, le agarrotaba lasextremidades, le enrojecía los ojos y leamoratabaloslabios;ysemanifestabahaciaelexterior en el tono agrio de su voz. Unaescarchaheladaleteñíalacabeza,lascejasyla

  • barbillaenjuta.Siempreloacompañabasubajatemperatura; helaba su despacho en los díasdecanícula;ytampocoentrabaencalorporelhechodeserNavidad.

    Elcaloryelfríodefueraleinfluíanmuypoco.Ninguna tibieza lo calentaba, ni tiempoinvernalalgunoloenfriaba.Ningúnviento,pormucho que soplara, era más cortante que él,ninguna nieve que cayera estaba másconcentrada en su propósito, ninguna lluviaviolentamenos dispuesta a escuchar súplicas.Elmaltiemponosabíacómohacerpresaenél.La lluviamás intensa, la nieve y el granizo, aligual que el aguanieve, solo podían presumirde aventajarlo en una cosa. Ellos, a menudo,caían “con profusión”; en el caso de Scrooge,esonosucedíanunca.

    Nadie lo paraba en la calle para decirle, conalegresorpresa:“MiqueridoScrooge,¿quétalestá? ¿Cuándo vendrá a verme?”. Ningúnmendigo le pedía un óbolo, ni los niños lepreguntaban la hora, ni tampoco hombre omujerse leacercaronunasolavezen todasuvida para averiguar cómo ir a tal o cual sitio.Incluso los perros de los ciegos parecían

  • conocerlo;ycuandoloveíanacercarse,tirabandesusdueñosparameterlosenunportaloenel interiordeunpatio, y luegomovían la colacomo si dijeran: “¡Que no lo vean a unosiempre es más seguro que el mal de ojo,pobreamomío!”.

    Pero ¡qué más le daba a Scrooge! Eraprecisamente eso lo que le gustaba. ParaScrooge, abrirse camino por los abarrotadossenderos de la vida advirtiendo a la buenagente de la conveniencia de guardar lasdistanciasera comoengullirpastelillosparaelgoloso.

    Sucedió en cierta ocasión—de todos los díashermosos que hay en el año, unaNochebuena— que el viejo Scrooge trabajabacomo de costumbre en su establecimiento. Eltiempoerafrío,desolado,cortante,neblinoso;y él oía a la gente fuera que estornudabamientrasibadeaquíparaallá,quesegolpeabael pecho con lasmanos yquedabapatadas alos adoquines para tratar de calentarse. Losrelojes de la ciudad acababan de dar las tres,peroyahabíaoscurecido—apenashuboluzentodoeldía—yempezabanaencendersevelas

  • en las ventanas de los despachos vecinos,comomanchasrojizasenunairegrisyespeso.La niebla se introducía por las rendijas y losojosdelascerradurasyseespesabatantoenelexterior que, si bien el patio era de los másestrechos, las casas del otro lado no pasabandesimplesfantasmas.Alverlasnubesoscurasdescender más y más, ennegreciéndolo todo,se podría haber pensado que la Naturalezahabía venido a instalarse allí cerca, y quefabricabacervezaagranescala.

    LapuertadeldespachoestabaabiertaporqueScrooge no quería perder de vista a suempleado,que, situadounpocomás lejos,enun sombrío cubículo, una especie de celda depresidiario, pasaba cartas a limpio. Scroogedisponía de un fuego pequeño, pero el delempleado era tan diminuto que parecía notenermás que un trozo de carbón.No podía,sin embargo, añadirle combustible, porqueScrooge guardaba el cubo en su cuarto; y,todas las veces que el pobre desgraciadoentrabaconlapala,supatrónleanticipabaqueno iba a tener más remedio que despedirlo.Con lo que el empleado se ponía su bufanda

  • blanca y trataba de calentarse con la vela,esfuerzo en el cual, por ser hombre de pocaimaginación,fracasaba.

    —¡FelizNavidad, tío! ¡QueDios lebendiga!—exclamó una voz alegre. Era el sobrino deScrooge,yhabíaaparecidotanderepentequeaquella exclamación fue la primera señal querecibiósutíodesupresencia.

    —¡Bah!—dijoScrooge—.¡Paparruchas!

    Tanto se había calentado caminando a buenpasoentrelanieblayelhieloaquelsobrinodeScroogequeestabatodoélresplandeciente,elrostroencendidoycordial;losojoslebrillabanylanzabanubesdevaporconlarespiración.

    —¿PaparruchaslasNavidades,tío?—preguntóel recién llegado—.Estoysegurodequeno lodiceenserio.

    —Claro que sí —respondió Scrooge—. ¿Porquédemoniosestástanalegre?¿Quémotivostienes para regocijarte? No has salido depobre,queyosepa.

    —Vamos, vamos —replicó alegremente elsobrino—. ¿Qué derecho tiene usted a verlo

  • todo tannegro? ¿Qué razón aducepara estartaciturno?Nolefaltadinero,queyosepa.

    Scrooge,incapazdeimprovisarsobrelamarchaunarespuestacontundente,repitiósu“¡Bah!”.yconcluyódenuevoconsu“¡Paparruchas!”.

    —¡Noseenfade,tío!—dijoelsobrino.

    —¿Cómo no me voy a enfadar —replicó eltío—, si vivo en semejante mundo deestúpidos? ¡Feliz Navidad! ¡Al infierno convuestra feliz Navidad! ¿Qué son las navidadesexcepto un tiempo para no tener dinero conque pagar las facturas; para descubrir que hapasado un añomás pero no eres ni una horamás rico; una época para cuadrar tucontabilidad y tener todos tus asientos, a lolargo, nada menos, de doce meses,presentados sin remedio contra ti? Si de mídependiera —dijo Scrooge lleno deindignación—atodoimbécilquevaporahícon“¡Feliz Navidad!”. en los labios, habría quecocerlo con su propio pudín y enterrarlo conunaramadeaceboclavadaenelcorazón. ¡Teloaseguro!

    —¡Tío!—suplicóelsobrino.

  • —¡Sobrino! —replicó Scrooge con dureza—.Celebra laNavidada tumaneraydéjamequeyolacelebrealamía.

    —¡Celebrarla! —repitió el sobrino—. Pero ¡siustednolacelebra!

    —Déjame entonces que la olvide —dijoScrooge—. ¿Es que a ti te va a servir de algocelebrarla?¿Tehaservidodealgoalgunavez?

    —Hay muchas cosas de las que podríahaberme beneficiado y que no he sabidoaprovechar, me atrevo a decir —replicó elsobrino—. La Navidad entre otras. Pero estoyseguro de que siempre he pensado en ella,cuandollega(apartedelaveneracióndebidaalo sagradode sunombreyde suorigen, si esquealgorelacionadoconellasepuedeseparardeeso),comounabuenaépoca;untiempodeamabilidad,deperdón,de caridad,dealegría;la única época, que yo sepa, en el largocalendariodelaño,enquehombresymujeresparecen, de común acuerdo, abrir su corazónsin restricciones, y pensar en sus inferiorescomosideverdadfuesencompañerosdeviajehacia la tumba, y no otra raza de criaturasempeñadas en recorridos completamente

  • distintos.Yenconsecuencia,tío,aunquenuncamehametidoenelbolsilloniunapizcadeoronideplata, creoque laNavidadmehahechobien, yme lo seguirá haciendo; y lo que digoes:¡queDioslabendiga!

    El empleado, desde su celda, aplaudió sinquerer. Como se dio cuenta en el acto de laincorrección cometida, atizó el fuego y acabóparasiempreconelúltimodébildestello.

    —Comoleoigaaustedhaceralgúnotroruido—dijo Scrooge— ¡celebrará la Navidadperdiendo su empleo! Eres un orador muyelocuente, caballerete —añadió, volviéndosehacia su sobrino—. Me pregunto por qué noestásaúnenelParlamento.

    —Noseenfade,tío. ¡Vamos!Vengamañanaacenarconnosotros.

    Scroogedijoque loveríaenel…Sí; ciertoquelohizo.Dijolafraseentera,yañadióqueantesloveríaenaquellasituaciónextrema.

    —Pero ¿por qué? —exclamó el sobrino deScrooge—.¿Porqué?

    —¿Porquétecasaste?—preguntóScrooge.

  • —Porquemeenamoré.

    —¡Porque te enamoraste! —gruñó Scrooge,comosiaquellofueselaúnicacosadelmundomás ridícula que una felizNavidad—. ¡Buenastardes!

    —No,tío,recuerdequetampocoveníaustedavermeantesdequeesosucediera.

    ¿Porquédarlocomounarazónparanohacerloahora?

    —Buenastardes—dijoScrooge.

    —No quiero nada de usted; no le pido nada;¿porquénopodemosseramigos?

    —Buenastardes—repitióScrooge.

    —Siento,detodocorazón,encontrarlotanmaldispuesto.Nuncanoshemospeleado,almenospor la parte que me toca. Pero hago esteintento en homenaje a la Navidad, y voy aconservarmihumornavideñohastaelfinal.Demaneraque,¡felicesnavidades,tío!

    —¡Buenastardes!—insistióScrooge.

    —¡YprósperoAñoNuevo!

    —¡Buenastardes!

  • Elsobrino,detodosmodos,saliódeldespachosin una palabra de enfado. Se detuvo en lapuerta para felicitar la Navidad al empleado,quien, pese al frío que estaba pasando, semostró más cálido que Scrooge, porquedevolvió la felicitación con la mayorcordialidad.

    —Otro que tal baila—murmuró Scrooge, queoyó lo que decía—:mi empleado, con quincechelines a la semana,mujer e hijos, hablandode una Navidad feliz. Como para irse almanicomio.

    El supuesto loco, al abrir la puerta para dejarsalir al sobrinodeScrooge,permitióelpasoaotras dos personas. Eran caballeroscorpulentos, de aspecto agradable, queavanzaron, destocados, hasta entrar en eldespacho de Scrooge. Traían en las manoslibrosypapelesylehicieronunainclinacióndecabeza.

    —ScroogeyMarley, segúncreo—dijounodeloscaballeros,consultandosulista

    —.¿Tengo el placer de dirigirme al señorScroogeoalseñorMarley?

  • —ElseñorMarleyllevasieteañosenterrado—replicó Scrooge—. Murió hace siete años, lanochedeestemismodía.

    —No nos cabe la menor duda de que laliberalidad de la firma está bien representadaen la persona del socio supérstite —dijo elcaballero, al tiempo que presentaba suscredenciales.

    Desde luegoque sí,porquehabían sidoalmasgemelas.Antelaominosapalabra“liberalidad”,Scroogefruncióelentrecejo,moviólacabezaydevolviólascredenciales.

    —Enestaépocafestiva,señorScrooge—dijoelcaballero, tomando una pluma—, es, si cabe,más deseable que de ordinario hacer unapequeña donación para los pobres y losnecesitados, que sufren lo indecible en elmomento presente. A muchos miles depersonas les faltan hasta las cosas másnecesarias; cientos de miles necesitan losconsuelosmáselementales,señormío.

    —¿Nohaycárceles?—preguntóScrooge.

    —En gran número —respondió el caballero,dejandolapluma.

  • —¿Ylostalleresparalospobres?—quisosaberScrooge—. ¿Siguen todavía enfuncionamiento?

    —Así es. Todavía —respondió el caballero—.Bienmegustaríadecirqueno.

    —¿La rueda de disciplina y la Ley de Pobressiguen en pleno vigor, entonces? — insistióScrooge.

    —Lasdosseaplican,señormío.

    —Ah.Metemía,porloqueacabadedecirme,quehubiera sucedido algopara detenerlas ensu útil operación—dijo Scrooge—.Me alegrodesaberlo.

    —Como algunos estamos convencidos de queproporcionan en muy escasa medida alegríacristianaalespírituyal cuerpo—respondióelcaballero—, nos hemos propuesto recaudarfondos para comprar a los pobres comida ybebida, y medios para calentarse. Elegimosesta época porque son unas fechas, entretodas, en las que la necesidad se siente en lomás vivo y la abundancia alegra. ¿Con quécantidadquerráqueloapunte?

    —¡Conninguna!—replicóScrooge.

  • —¿Deseahacerloenelanonimato?

    —Deseo que se me deje en paz —dijoScrooge—. Puesto queme preguntan ustedeslo que deseo, tal esmi respuesta. LaNavidadnomeprocuraningunaalegríaynomepuedopermitir alegrar a los desocupados. Ayudo afinanciar los establecimientos que hemencionado, que sonbastanteonerosos; y esahídondedebenirquienescarecendemedios.

    —Muchos no pueden; y muchos preferiríanmorir.

    —Si prefierenmorir—replicó Scrooge—, serámejor que lo hagan y contribuyan a disminuirel exceso de población. Por lo demás,perdónenme,nomeconstatalextremo.

    —Pero podría llegar a constarle —observó elcaballero.

    —Noesasuntomío—arguyóScrooge—.Bastacon que un hombre entienda sus propiosnegocios y no interfiera en los de otraspersonas.Losmíosmeocupantodoeltiempo.¡Buenastardes,caballeros!

    Al ver con claridad meridiana que sería inútilinsistir, los caballeros se marcharon. Scrooge

  • reanudó sus trabajos con una opinión másfavorablesobresímismo,yconunhumor,ensucaso,másburlónquedeordinario.

    Mientras tanto la niebla y la oscuridad sehabían espesado tanto que la gente corría deaquíparaalláconteasencendidas,ofreciendosus servicios para ir delante de los coches decaballos ymostrarlesel camino. La centenariatorre de una iglesia, cuya áspera y viejacampana miraba siempre de reojo a Scroogedesde una ventana gótica, se hizo invisible, ydaba las horas y los cuartos en las nubes,seguido todo ello de unas vibraciones tantremendascomosilecastañetearan,alláenloalto,losdientesensucabezahelada.Elfríosevolvió intenso. En la calle principal, en laesquina del patio, algunos obreros arreglabanlas tuberías del gas, y habían encendido ungranfuegoenunbrasero,alrededordelcualsereunía un grupo de hombres y muchachosandrajosos: se calentaban las manos yguiñaban, encantados, los ojos delante de lasllamas.Elaguade la fuente,abandonadaa susuerte, se había helado melancólicamente,convirtiéndose en hielomisantrópico. El brillo

  • delastiendasdondelasramitasylasbayasdeacebo crepitaban al calor de las luces de losescaparates sonrojaba los pálidos rostros delos viandantes. Pollerías y tiendas deultramarinos se convertían en bromasespléndidas:undesfileglorioso,conelqueeraprácticamente imposible creer que estuvieranrelacionadosprincipiostangrisescomotratosyventas. El lord alcalde, en su poderosafortaleza del Ayuntamiento, daba órdenes asuscincuentacocinerosycriadosparacelebrarlaNavidadcomodebehacerseenelhogardellordalcalde;einclusoelinsignificantesastre,alque se había multado con cinco chelines ellunes anterior por estar borracho ymostrarsependenciero en la calle, removía el pudín deldíasiguienteensubuhardilla,mientrassuflacaesposaysubebésalíanalacalleparacomprarcarne.

    Siguieron aumentando las nubes y el frío. Unfríoquepenetraba,quecortaba,quemordía.SielbuenodesanDunstansehubieralimitadoamorderle la nariz al Espíritu Maligno con untoquedemal tiempocomoaquél,en lugardeutilizar sus armas habituales, el demonio

  • habría rugido aún con mayor fuerza. Elpropietariodeuna jovennaricilla, roídaporelfrío famélico tanto como los huesos por losperros, se agachó ante el ojo de la cerraduraparaobsequiarleconunvillancico,sibiennadamásoírlasprimeraspalabrasDiosleconserve,amableseñor,oelcuerpoyalegreelcorazón,Scrooge se apoderó de una regla con tantaenergía y determinación que el cantor huyó,aterrorizado,yabandonóelojodelacerraduraalanieblayalaescarcha,muchomásacordesconladisposiciónanímicadelcambista.

    Llegó por fin el momento de cerrar lacontaduría. A regañadientes Scroogedescendiódesuescabelyadmitiótácitamenteel findeaquella jornada laboral;elempleado,expectanteensucubículo,apagóalinstantelavelaysepusoelsombrero.

    —Querrá usted tener libre todo el día demañana,imagino.

    —Siesconveniente,señorScrooge.

    —No es conveniente—fue su respuesta—, nijusto. Si le retuviera media corona de su

  • sueldo, se consideraría tratado injustamente,nomecabelamenorduda.

    Elempleadoesbozóunapálidasonrisa.

    —Y, sin embargo —señaló Scrooge—, no leparece injusto que yo pague el sueldo de undíasinrecibirtrabajoacambio.

    El empleado hizo notar que semejantecircunstanciasoloseproducíaunavezalaño.

    —¡Una excusa poco válida para meterme lamanoenelbolsillotodoslos25dediciembre!—exclamó Scrooge,mientras se abotonaba elabrigo hasta la barbilla—. Y supongo quenecesitará el día en su totalidad. Pero pasadomañanatratealmenosdeestaraquíasuhora.

    Elempleadoprometióqueasísería,yScroogesalió refunfuñando. La oficina quedó cerradaenunsantiaményelempleado,conloslargosextremosdesubufandablancacolgándolepordebajo de la cintura (porque no disponía deabrigo), fue a deslizarse veinte veces por untobogán en Carnhill, detrás de una hilera demuchachos,paracelebrarasílaNochebuena,yluegocorrióhastasucasaenCamdenTownlo

  • más deprisa que pudo, con la intención dejugaralagallinaciega.

    Scrooge consumió su melancólica cena en sutaberna habitual, igualmente melancólica; y,despuésdeleertodoslosperiódicosydepasaragradablemente el resto de la velada con sucuadernodecontabilidad,volvióasucasaparaacostarse. Vivía en el mismo alojamiento queocupara antiguamente su difunto socio. Setrataba de una serie de habitaciones oscurasenfilaqueformabanpartedeunviejoedificiosombrío, situado al final de un patio, en unlugardonderesultabatanabsurdasupresenciaque difícilmente podía dejar de pensarse quehabía llegado allí corriendo cuando, todavíajoven, jugaba al escondite con otras casas, yque luego había terminado por olvidarse decómo salir. Era ya viejo, y bastante triste,porque allí solo vivía Scrooge: las restanteshabitaciones se alquilaban para oficinas. Elpatioestaba tanoscuroque inclusoél,queseconocía de memoria hasta la última piedra,tenía que encontrar el camino a tientas. Laniebla y la escarcha se acumulaban de talmanera en su vieja entrada sombría que era

  • como si el genio del invierno se sentara,tristementemeditabundo,enelumbral.

    Si bien es del todo cierto que la aldaba de lapuerta no tenía nada de extraordinario,excepto que eramuy grande, también es unaverdad incontrovertible que Scrooge la habíavisto,día ynoche, todoel tiempoque llevabaresidiendoenaquelsitio;quedaba igualmentefueradedudaqueel viejo cambista tenía tanpoco de lo que se conoce con el nombre deimaginacióncomocualquierotrapersonadelaciudaddeLondres,sinexcluir—loqueestodaunaaudacia—alconsistorio,alosconcejalesyalaservidumbre.TampocodebemosperderdevistaqueScroogenohabíavueltoapensarenMarley desde que por la tarde lo habíanconfundido con su antiguo socio, bajo tierradesdehacíayasieteaños.Y luegoquealguienvenga a explicarme, si es que puede, cómosucedióqueScrooge,alintroducirlallaveenlacerradurade lapuerta, vioenel llamador, sinque aquel objeto sufriera ningún procesointermedio de cambio, no una aldaba, sino elrostrodeMarley.

  • El rostro de Marley. No se trataba de unasombra impenetrable, como los otros objetosdel patio, sino que parecía rodearlo una luzsiniestra,comodecrustáceoenmalestadoenun sótanooscuro. Suexpresiónno teníanadadeenojonideferocidad;selimitabaamiraraScrooge como Marley solía hacerlo: con losfantasmales lentes alzados sobre una frenteigualmente fantasmal y los cabelloscuriosamente alborotados como por el soplodealguienoporairecaliente;y,sibienlosojosestaban del todo abiertos, no se movían enabsoluto. Eso, y su lívida palidez, lo hacíanhorrible; pero el horror que inspiraba parecíaajeno al rostro y sin control por parte delinteresado,por loquenoera, en realidad,uncomponentedesuexpresión.

    Mientras Scrooge observaba aquel fenómeno,el rostro de Marley volvió a convertirse enllamador.

    Decirqueelcambistanosesobresaltónisintióensusentrañasuna impresiónterriblequenohabía vuelto a experimentar desde la infanciaseríafaltaralaverdad.Perocolocódenuevolamanosobre la llavequehabíaabandonadoen

  • la cerradura, la hizo girar con decisión, entróenlacasayencendiósuvela.

    Hizo una pausa, al tener un momento devacilación,antesdecerrarlapuerta;yprocedióamirar,precavido,haciaatrás,enprimerlugar,como si temiera a medias espantarse con elespectáculo de la coleta de Marleysobresaliendohaciaelvestíbulo.Peronohabíanada del otro lado de la puerta, excepto lostornillos y las tuercas que sujetaban elllamador, de manera que dijo “¡Bah!”, y lacerróconfuerza.

    El portazo resonó por toda la casa como untrueno. Cada una de las habitaciones de lospisos superiores, así como los toneles en lasbodegasdelvinatero,sehicieronecodelruidopor propia iniciativa. Pero Scrooge no erahombre que se dejase amedrentar por unosecos. Cerró la puerta con llave, atravesó elvestíbuloysubiólasescaleras;lohizodespacioy,además,despabilólaveladecamino.

    Mehablaránustedesdesubiruncochedeseiscaballos por una buena y amplia escalera deotros tiempos o de “pasar” en el Parlamentounmal proyecto y convertirlo en Ley; pero lo

  • que quiero decirles es que se podría haberhecho subir una carroza fúnebre por aquellaescalera, incluso colocada de través, con labarra a la que se atan los tirantes de loscaballoshacia laparedy laportezuelahacia labalaustrada y hacerlo sin dificultad. Habíaanchura suficiente para ello y aún sobrabaespacio; lo que quizá fuese la razón de queScrooge creyera ver un coche fúnebre enmovimiento que lo precedía en la oscuridad.Mediadocenade farolesdegasde lacallenohubieran iluminado la entrada por completo,de manera que pueden ustedes suponer quetodo seguíabastanteoscuropesea la veladeScrooge.

    Pero el cambista subió, sin importarle uncominotodoaquello:laoscuridadesbaratayaScrooge le gustaba. Pero antes de cerrar conllave la puerta de su vivienda, muy pesada,recorrió sushabitacionespara comprobarquetodoestabaenorden.Seacordabalobastantede la cara fantasmal de Marley para desearhacerlo.

    Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todotranquilo. Nadie debajo de la mesa, nadie

  • debajo del sofá; un fuego modesto en lachimenea; cuchara y tazón, listos; y un cacillode gachas (Scrooge estaba resfriado) sobre elfogón. Nadie debajo de la cama; nadie en elarmario; nadie en su bata, que colgaba enactitudsospechosacontralapared.Eltrastero,como de costumbre. Vieja pantalla dechimenea, zapatos viejos, dos cestas parapescado,lavabosobretrespatasyunatizadorparaelfuego.

    Satisfecho,cerrólapuertayechólallave;lediodos vueltas, algo contrario a sus costumbres.Protegido así contra las sorpresas, se despojódelacorbata;sepusolabata,laszapatillasyelgorro de dormir; y se sentó delante de lachimeneaparatomarselasgachas.

    El fuego era en verdad modesto; insuficientepara una noche tan fría. Scrooge se vioobligado a sentarse muy cerca, y casi aincubarlo para extraer una mínima sensacióndecalordetanexiguomontóndecombustible.Lachimeneaeraantigua,construidaporalgúncomerciante holandés hacía mucho tiempo, yrecubierta de pintorescos azulejos tambiénholandeses,pensadosparailustrarlasSagradas

  • Escrituras. Allí había Caínes y Abeles, hijas deFaraón, reinas de Saba, mensajeros angélicosque descendían por el aire en nubes comolechos de plumas, Abrahames, Baltasares,apóstolesquesehacíanalamarenbarcosconformadesalsera,cientosdefigurasparaatraerlaatencióndeScrooge;elrostrodeMarley,sinembargo,muertodesieteaños,aparecíacomolavaradeMoisés,yselotragabatodo.Si,paraempezar, cada liso azulejo hubiese estado enblanco, con capacidad para formar en susuperficie una imagen con los fragmentosinconexos de los pensamientos del cambista,habría habido una reproducción de la cabezadelviejoMarleyencadaunodeellos.

    —¡Paparruchas! —dijo Scrooge, antes deempezarapasearseporlahabitación.

    Despuésdedarvariasvueltasvolvióasentarse.Al reclinar la cabezaenel respaldode la silla,su mirada tropezó con una campana, unacampanaendesuso,quecolgabadeltechodelcuarto de estar y que comunicaba, por algúnpropósito—olvidadoya—,conunacámaraenel piso superior del edificio. Sucedió que, congran asombro y un miedo extraño,

  • inexplicable, Scrooge vio que la campanaempezaba a balancearse. Al principio tansuavemente que apenas hacía ruido; peropronto resonócon fuerza, y lomismosucediócontodaslascampanasdelacasa.

    Aquelloduróquizámediominuto,ounminuto,pero a Scrooge le pareció una hora. Lascampanas callaron como habían empezado,todas al mismo tiempo. Siguió un ruidometálico,muyprofundoysubterráneo,comosialguien arrastrase una enorme cadena sobrelosbarrilesen labodegadelvinatero.Scroogerecordó entonces haber oído que cuando sedescribía a los fantasmas de las casasencantadassiemprearrastrabancadenas.

    La puerta de la bodega se abrió con un ruidoretumbante, y a continuación Scrooge oyóotro, muchomás fuerte, en el piso de abajo;luego algo subió las escaleras y se dirigiódirectamentehaciasupuerta.

    —¡Siguen siendo paparruchas! —dijoScrooge—.Nomelovoyacreer.

    Su color cambió, sin embargo, cuando, sinpausa,laapariciónatravesólapesadapuertay

  • se presentó en la habitación, delante de susojos. Al aparecer el fantasma, la llamaagonizante dio un salto como si gritase “¡Loconozco! ¡EldifuntoMarley!”, antesdevolveracaer.

    El mismo rostro: exactamente el mismo.Marleyconlacoleta,elchalecohabitual,calzasy botas; las borlas de estas últimas, erizadas,como la coleta, los faldones del chaquetón ylos cabellos. La cadena que arrastraba lallevaba sujeta a la cintura. Era larga, se leenroscaba como una cola y estaba hecha(porqueScrooge laviomuydecerca)decajasde caudales, llaves, candados, libros decontabilidad, escrituras, ymacizosmonederostrabajados en acero. El cuerpo deMarley eratransparente, por lo que Scrooge, alcontemplarlo y atravesar el chaleco con lavista,veíalosdosbotonesenlapartedeatrásdelchaquetón.

    ScroogehabíaoídodeciramenudoqueMarleycarecíadeentrañas,peronoselohabíacreídohastaaquelmomento.

    No;tampocoselocreyó,inclusoahora.Peseaexaminaralfantasmadearribaabajoydeverlo

  • delante de él, pese a sentir la influenciaheladora de sus ojos, fríos como lamuerte, ypesearepararenlatexturamismadelpañuelodoblado que le ataba la cabeza y la barbilla,envoltura en la que no había reparado antes,siguiósincreérseloy luchócontra laevidenciadesussentidos.

    —¿Qué significa esto? —dijo Scrooge, tancáustico y frío como siempre—. ¿Qué quieresdemí?

    —¡Muchascosas!—LavozdeMarley,contodacerteza.

    —¿Quiéneres?

    —Pregúntamequiénera.

    —¿Quién eras si puede saberse? —dijoScrooge,alzandolavoz—.Muypuntilloso,paranosermásqueunasombra.—Ibaadecir“sinsombradeduda”,peroalfinaloptóporlootro,comomásapropiado.

    —Envidaeratusocio,JacobMarley.

    —¿Te es posible…? ¿Te puedes sentar? —preguntóScrooge,mirándolo,dubitativo.

    —Síquepuedo.

  • —Siéntate,entonces.

    Scroogehizolapreguntaporqueignorabasiunfantasma tan transparente estaba encondiciones de ocupar una silla; y le parecióque, en el caso de que fuera imposible, quizáacarrease la necesidad de una explicaciónembarazosa.Peroelfantasmatomóasientoenel lado opuesto de la chimenea, como siestuvieramuyacostumbradoahacerlo.

    —Nocreesenmí—señalóelfantasma.

    —No—replicóScrooge.

    —¿Qué prueba necesitas de mi existencia,ademásdeltestimoniodetussentidos?

    —Nolosé—dijoScrooge.

    —¿Porquédudasdetussentidos?

    —Porque —respondió Scrooge— la cosa másinsignificante los afecta. Un ligero trastornoestomacal hace que te engañen. Puedes seruna tajada de carne mal digerida, mediacucharadita demostaza, un trocito de queso,unpedazodepatatapocohecho. Seas loqueseasmehacespensarmásenelasadoqueenelpasado.

  • Scroogenoteníaporcostumbrehacerchistes,ni tampoco se sentía, en aquel momento,inclinadoamostrarsejocoso.Laverdadesqueensayaba el ingenio comomanera de distraersus pensamientos y de superar el miedo;porque la voz del espectro hacía que seestremecierahastaeltuétanodeloshuesos.

    Quedarse quieto mirando en silencio por unmomentoaquellosojoshelados, fijosenél, lepareció una prueba sin duda diabólica. Habíaalgo terrible, además, en el hecho de que elespectro se le apareciera rodeado de unaatmósfera infernal toda suya. Él no lo sentíapersonalmente, pero resultaba a todas lucesevidente; porque, si bien el fantasma estabapor completo inmóvil, sus cabellos, losfaldones y las borlas de las botas seguíanagitadoscomopor losvaporescalientesdeunhorno.

    —¿Ves este mondadientes? —preguntóScrooge,volviendorápidamentealacarga,porla razón que acaba de exponerse, y deseoso,aunquefuerasoloporunsegundo,dealejardeéllamiradapétreadesuhuésped.

    —Loveo—replicóelfantasma.

  • —Noloestásmirando—sequejóScrooge.

    —Loveodetodosmodos—dijoelotro.

    —¡Vaya! —replicó Scrooge—: si acepto queexistes, me veré perseguido el resto de misdías por una legión de trasgos, todos de mipropia cosecha. ¡Paparruchas, te lo aseguro!¡Nadamásquepaparruchas!

    Al oír esto el fantasma lanzó un gritohorroroso,yagitósuscadenasconunruidotansombrío y atroz que Scrooge se pegó lo másquepudoalasilla,paraevitardesmayarse.Suespanto, sin embargo, creció lo indeciblecuando el fantasma procedió a quitarse elpañuelo que le rodeaba la cabeza, como sihicierademasiadocalorparaseguir llevándolodentro de casa, y la mandíbula inferior se lecayósobreelpecho.

    Scroogesearrodilló,cubriéndoseelrostroconlasmanos.

    —¡Piedad! —exclamó—. Espantosa aparición,¿porquéteensañasconmigo?

    —¡Hombre de corazónmundano!—replicó elfantasma—.¿Creesenmíono?

  • —Creo —dijo Scrooge—. No me queda otroremedio. Pero ¿por qué hay espíritus quecaminan por la tierra y por qué se meaparecen?

    —A todo hombre se le exige—le contestó elfantasma— que el espíritu que habita en suinterior salga fuera, entre sus congéneres, yviajealolargoyaloanchodelatierra;ysinoda ese paso en vida, se le condena a hacerlodespuésdelamuerte.Estáobligadoaerrarporelmundo,¡ah,desdichadodemí!,ypresenciarlo que ya no puede compartir, aunquepodríahaberlo hecho en vida y ¡convertirlo enfelicidad!

    De nuevo el espectro lanzó un grito, agitó lacadenayseretorciólasmanosdesombra.

    —Estás encadenado —dijo Scrooge,temblando—.Dimeporqué.

    —Llevo la cadena que me forjé en vida —replicó el fantasma—. La hice eslabón aeslabón y metro a metro; me la ceñívoluntariamente y voluntariamente la llevo.¿Teresultaextrañasucomposición?

    Scroogetemblómásymás.

  • —¿O te gustaría saber —prosiguió elespectro— el peso y la longitud de la espiralinmensa que llevas contigo? Era tan pesada ytanlargacomoéstahacesietenavidades.Yhasseguido trabajando en ella desde entonces.¡Actualmenteesunacadenaenorme!

    Scrooge contempló el suelo, con el temor deencontrarse rodeado de cincuenta o sesentabrazasdeuncabledehierro,peronovionada.

    —Jacob —dijo, suplicante—. Mi buen JacobMarley, cuéntame más. ¡Ofréceme algúnconsuelo!

    —No tengo ninguno que darte —replicó elfantasma—.Vienedeotrasregiones,EbenezerScrooge: son otros susministros y lo llevan aotra clase dehombres. Como tampocopuedodecirte todo loquequisiera.Esmuyescasoeltiempo que se me concede. No se me estápermitido descansar, ni quedarme nidemorarmeenningún sitio.Mi espíritununcafuemásalládenuestracasadecambio,¡tenlopresente!Envida jamásmeaventurémásalláde los estrechos límites de nuestro agujeropara cambiar dinero; y ¡son bien fatigosos losviajesquemeesperan!

  • Era costumbre de Scroogemeterse lasmanosenlosbolsilloscuandomeditaba.Alconsiderarlo que acababa de decirle el fantasma hizoahora lo mismo, aunque sin alzar los ojos nilevantarlasrodillasdelsuelo.

    —Habrásidomuydespacio,Jacob—señalóconentonación muy seria, aunque también conhumildadydeferencia.

    —¡Despacio!—repitióelfantasma.

    —Muertosieteaños—reflexionóScrooge—.Y¡viajandotodoeltiempo!

    —Todo el tiempo —dijo el fantasma—. Sindescanso ni paz. La tortura incesante delremordimiento.

    —¿Viajasdeprisa?—preguntóScrooge.

    —Enlasalasdelviento—replicóelfantasma.

    —Habráscubiertomuchoterrenoensieteaños—dijoScrooge.

    El fantasma, al oír esto, gritódenuevoehizoun ruido tan espantoso con la cadena en elsilenciodelanochequehabríaestadodeltodojustificado llevarlo ante los tribunales poralteracióndelordenpúblico.

  • —¡Ah!Cautivo,encadenado,cargadodecepos—exclamó el fantasma—, por no saber quehabrán de pasar siglos y siglos de trabajoincesanterealizadoporcriaturasinmortalesenfavor de este planeta antes de que el bienposible se desarrolle en su totalidad. Por nosaber que todo espíritu cristiano, auntrabajando en la reducida esfera que se le haconcedido, sea cual fuere, encontrarádemasiado breve la vida mortal para susenormes posibilidades de hacerse útil. Por nosaberquelainmensidaddelremordimientonocompensa las ocasiones perdidas en la propiavida.Peroesoesloquehice.Asíhesidoyo.

    —Y ¿tu reputación de excelente hombre denegocios, Jacob? —balbució Scrooge, queempezabaaaplicarsetodoaquello.

    —¡Negocios! —exclamó el fantasma,retorciéndose las manos una vez más—. Lahumanidad era mi negocio. El bienestar detodos era mi negocio; caridad, misericordia,toleranciaybenevolenciaeran, todasellas,minegocio.¡Losasuntosdemiprofesiónnoeranmás que una gota de agua en el inmensoocéanodemisnegocios!

  • Alzó la cadena todo lo que le permitió lalongituddesubrazo,comosifueralacausadetodo su estéril pesar, y luego la arrojósonoramentecontraelsuelounavezmás.

    —Al términodecadaaño—dijoelespectro—escuandomássufro.¿Porquéanduveentrelamultituddemissemejantesconlosojosbajos,sin alzarlos nunca a esa bendita estrella quecondujo a los ReyesMagos hasta un humildepesebre? ¿Es que no había hogares dedesposeídos a los que podría habermeconducido con su luz? Scrooge, másconsternado que nunca por las palabrasapremiantes del espectro, empezó a temblarcomounacañaagitadaporelvendaval.

    —¡Escúchame! —exclamó el fantasma—. Semeacabaeltiempo.

    —Te escucho—dijo Scrooge—. Pero ¡no seasduro conmigo! ¡No me aplastes con tuelocuencia,Jacob!¡Teloruego!

    —Notepuedoexplicarporquéaparezcoantetienformavisible.Hasdesaberqueheestadoinvisibleatuladomuchos,muchísimosdías.

  • No era una idea agradable. Scrooge seestremecióysesecóelsudordelafrente.

    —No es ésa una parte insignificante de mipenitencia—prosiguióelespectro—.Mehalloaquí esta noche para avisarte, para advertirtede que todavía tienes una posibilidad y unaesperanza de escapar a mi destino. Unaoportunidad y una esperanza que te procuroyo,Ebenezer.

    —Siempre has sido un buen amigo —dijoScrooge—.Milgracias.

    —Recibirás la visita—continuó el fantasma—detresespíritus.

    El semblante de Scrooge palideció casi tantocomolohabíahechoeldesuantiguosocio.

    —¿Es ésa la oportunidad y la esperanza de laquehashablado, Jacob?—preguntó, convozcasiinaudible.

    —Loes.

    —Creo que… casi preferiría que no sepresentaran—dijoScrooge.

    —Sin esas visitas —replicó el fantasma— noesperes evitar el camino que he seguido yo.

  • Espera al primeromañana, cuando el reloj délaunadelamadrugada.

    —¿No podría recibirlos al mismo tiempo yacabardeunavez,Jacob?—sugirióScrooge.

    —El segundosepresentará lanoche siguientea la misma hora. Y el tercero una nochedespués, cuando haya cesado de resonar laúltima campanada de las doce. No esperesvolver a verme; pero, por tu propio bien, ¡noolvidesnadadeloquehemoshabladoaquí!

    Dichas estas palabras, el espectro recogió elpañuelo que había dejado sobre la mesa yvolvió a atárselo, comoantes, alrededorde lacabeza. Scrooge lo supo por el ruido seco delos dientes al juntarse las mandíbulas. Seatrevióentoncesaalzarlosojosunavezmásyvio delantede él a su visitantedeultratumbaenactituderguidayconlacadenarecogidaporencimayalrededordeunbrazo.

    La aparición se retiró de espaldas y, con cadapaso, laventanase fueabriendounpoco,porlo que al llegar Marley a su altura estabaabiertadeparenpar.

  • HizoentoncesunaseñalaScroogeparaqueseacercara, y el cambista le obedeció. Cuandoestaban a dos pasos el uno del otro, elfantasmaalzó lamano, indicándolequeno seacercaramás.Scroogesedetuvo.

    No tanto por obediencia como sorprendido yasustado: porque en el momento en que elfantasmaalzólamanoadvirtiólapresenciaderuidos confusos en el aire; rumoresincoherentes de pesar y desesperación;gemidos indescriptiblemente apesadumbradosy llenos de remordimientos. El fantasma,despuésdeescucharunosinstantes,seunióallúgubre coro y desapareció, flotando, en lanocheoscuraydesolada.

    Dominado por la curiosidad, Scrooge siguió alespectrohastalaventanaymirófuera.

    El aire estaba llenode fantasmasque ibandeunladoaotro,comoalmasenpena,altiempoque lanzaban gemidos. Todos arrastrabancadenas como el fantasma de Marley; unoscuantos(quizágobernantesculpables)estabanencadenados juntos, y ninguno libre porcompleto. A muchos los había conocidoScroogepersonalmente.Unviejofantasma,de

  • chalecoblanco,alquehabíatratadodemanerabastante íntima, llevaba atada al tobillo unamonstruosa caja de caudales, y llorabalastimeramente por no poder ayudar a unadesgraciadamujerconunniñodecortaedad,alosqueveíadebajo,enelquiciodeunapuerta.El suplicio de todos ellos era, sin duda, quedeseabanintervenir,parahacerelbien,enlosasuntos humanos, pero habían perdido lacapacidaddehacerlo.

    Siaquellosseressedisolvieronenlanieblaosila niebla los envolvió es algo que Scrooge nollegóasaber.Perotantoelloscomosusvocesdesaparecieronporcompleto;ylanochevolvióasercomoantes,cuandoregresabaandandoacasa.

    Cerrólaventanayexaminólapuertaporlaquehabíaentradoel espectro. Estaba cerrada condosvueltasde llave,queélmismohabíadadocon sus propias manos, y nadie había tocadolos cerrojos. Trató de decir: “¡Paparruchas!”,pero se detuvo en la primera sílaba. Y alencontrarse, ya fuese por las emocionessufridas, o la fatiga del día, o el atisbo delmundoinvisible,olatristeconversaciónconel

  • espectro, o lo avanzado de la hora, muynecesitado de reposo, Scrooge se fuedirectamente a la cama, sin desvestirse, y sedurmióalinstante.

    SEGUNDAESTROFA-ELPRIMERODELOSTRESESPÍRITUS

    CuandoScroogesedespertó,elmundoestabatanoscuroque,almirardesdelacama,apenassupo distinguir la ventana de las paredesopacas de su dormitorio. Y se esforzaba, consus ojos de hurón, por penetrar la oscuridadcuando, en una iglesia vecina, sonaron loscuatrocuartos,demaneraqueesperóaqueelrelojdieralahora.

    Congransorpresaparaél,laenormecampananosedetuvoenlasseis;pasóalassiete,delassietealasochoyasí,sucesivamente,hastalasdoce;despuéssedetuvo.

    ¡Las doce! Y él se había acostado pasadas lasdosdelamadrugada.Elrelojestabamal.Seledebía de haber helado la maquinaria. ¡Lasdoce!

  • Tocóel resortedesu relojde repetición,paracorregir el despropósito del otro. El pulsorápido de su maquinaria latió doce veces yluegosedetuvo.

    —¡Cómo!¡Noesposible—dijoScrooge—quehayadormidotodoundíaybuenapartede lanoche siguiente! ¡Tampoco es posible que lehaya sucedido algo al sol y que sean las docedelmediodía!

    Esta última posibilidad era tan alarmante quesaltó de la cama y llegó a tientas hasta laventana. Se vio obligado a quitar la escarchaconlamangadelabataparapoderveralgo;yno fuemucho lo que distinguió. Apenas pudocomprobarque laniebla seguía siendoespesay el frío intenso, y que no se oía ruido en lacalle, ni estrépito de gente corriendo de aquípara allá, como sucedería si la noche hubieradesbancadoalluminosodíaytomadoposesióndel mundo. Eso le supuso un gran alivio,porque, si yano fueseposible contar losdías,¿noseconvertiríansusletrasdecambio“atresdíasvista,páguesealseñorEbenezerScroogeoasuorden”,etcétera,etcétera,enalgodetanpocovalorcomolosbonosdeEstadosUnidos?

  • Scroogeseacostódenuevoysepusoapensary a pensar, y a dar una y mil vueltas a suspensamientos,sin llegaraningunaconclusión.Cuantomáspensaba,másperplejosesentía;y,cuantomásseesforzabapornopensar,menoslo conseguía. El fantasma de Marley lepreocupaba en grado sumo. Cada vez quedecidía, después de madura reflexión, quetodoeraunsueño,sucerebroregresaba,comocuando se suelta un muelle poderoso, a suprimera posición, y planteaba el mismoproblemaqueeranecesario volver a resolver:“¿Eraonoeraunsueño?”.

    Scrooge siguió en esta situación hasta que elcarillón avanzó tres cuartos de hora más,momento en el que, de repente, recordó elavisodeMarley:ibaarecibirunavisitacuandoel reloj diese la una. Decidió seguir despiertohastaquepasaselahora;y,sisetienepresentequedormirleresultabatanpocofactiblecomoir al Paraíso, ésa fue quizá la decisión mássensataqueestabaasualcance.

    Elcuartodehorase lehizotan largoquemásde una vez tuvo el convencimiento de quedebíadehaberseadormiladosindarsecuenta

  • y de que había dejado pasar la hora. El reloj,finalmente,resonóensuoídoatento.

    —¡Talán,talán!

    —Ycuarto—dijoScrooge,contando.

    —¡Talán,talán!

    —Ymedia—siguió.

    —¡Talán,talán!

    —Menoscuarto.

    —¡Talán,talán!

    —La una —dijo Scrooge, convencido de sutriunfo—,y¡nadamás!

    Lodijo antes deque sonara la campanade lahora, que emitió, de inmediato, un tañidoprofundo,lúgubre,sonoroymelancólico.Laluziluminóalinstanteeldormitorioysecorrieronlascortinasdesucama.

    Les repito que una mano invisible corrió lascortinasdelacama.Nolascortinasdelospies,ni las que Scrooge tenía a la espalda, sinoaquéllas hacia las quemiraba. Las cortinas desu cama se corrieron y Scrooge,incorporándose desde una posición mediorecostada, se encontró frente a frente con el

  • visitante sobrenatural que las había abierto,tan cerca como, ahora, estoy yo de usted: yténgase en cuenta que, en espíritu, estoypegadoasucodo.

    Era una figura extraña: semejante a un niño,aunque,más que un niño parecía un ancianovistoatravésdealgúnmediosobrenaturalqueledaba laaparienciadehabersealejadohastaquedarreducidoalasproporcionesdeunniño.El cabello, que le cubría el cuello y le bajabaporlaespalda,erablanco,comoconsecuenciadelaedad;elrostro,sinembargo,sinunasolaarruga, tenía el color de la primera juventud.Los brazos resultaban muy largos ymusculosos; lasmanos, por su parte, tambiénparecían poseer una fuerza poco común. Laspiernas y pies, delicadamente formados,estaban, como los miembros superiores, aldescubierto.Elfantasmallevabaunatúnicadelblancomásinmaculado;yunlustrosocinturón,dehermosobrillo, leceñía lacintura.Sosteníaen lamano una rama de acebo fresco ymuyverde y, en singular contradicción con aquelemblema invernal, su ropa se adornaba deflores estivales. Pero lo más extraño de todo

  • eraquedelomásaltodelacabezalesurgíaunchorrodeluz,brillanteyclara,quehacíavisibletodolodemás,yqueerasindudalaocasióndequeutilizara,en losmomentosde tristeza,unenorme apagavelas a modo de gorra, el cualsujetabaahorabajoelbrazo.

    Aunque ni siquiera esto, cuando Scroogecontempló a su visitante con detenimientocada vezmayor, era su cualidadmás extraña.Porque, si bien su cinturón centelleaba yrelucía tan pronto por una parte como porotra, y lo que era claro en un momento seoscurecía acto seguido, la figura sufría lasmismas fluctuaciones y se presentaba demanerasdiversas:primeroeraunacosaconunbrazo, después con una pierna, luego conveinte piernas; a continuación un par depiernas sin cabeza y acto seguido una cabezasin cuerpo; y los miembros que desaparecíanno dejaban silueta alguna visible en la densaoscuridadenlaquesedisolvían.Alalarga,porunprodigiosingular,laapariciónvolvíaaserlamisma de antes, más precisa y visible quenunca.

  • —¿Sois,señormío,elespíritucuyavisitamehasidoanunciada?—preguntóScrooge.

    —¡Losoy!

    Lavozerasuaveyamable.Singularmentebaja,comosien lugardehallarsemuycerca,casiasulado,seencontraseagrandistancia.

    —¿Quién sois y a qué os dedicáis? —quisosaberScrooge.

    —Soyelfantasmadelasnavidadespasadas.

    —¿Pasadas desde hace mucho? —inquirióScrooge,fijándoseensureducidaestatura.

    —No;detusnavidadespasadas.

    Quizás Scrooge no habría sabido explicarle anadieelporqué,sise lohubieranpreguntado,perosintióungrandeseodeveralespírituconsugorra,porloquelesuplicóquesecubriera.

    —¡Cómo!—exclamóelfantasma—,¿apagaríastan pronto, con manos mundanas, la luz quedoy?¿Nobasta conque seasunodeaquélloscuyas pasiones fabrican esta gorra, y quemehan forzado, a través de los siglos, a llevarlabienhundidasobrelafrente?

  • Scrooge, respetuoso, negó toda intención deofender y rechazó la posibilidad de haber“cubierto”alespíritudemaneradeliberadaencualquier etapa de su vida. Después hizo detripas corazónpara preguntarle qué asunto letraíaasucasa.

    —¡Tufelicidad!—exclamóelfantasma.

    Scroogemanifestósuagradecimiento,peronopudopormenosdepensarqueunanochededescansosininterrupcioneshabríacontribuidomucho más a procurarle semejante fin. Elespíritudebíadeoírsuspensamientos,porquedijodeinmediato:

    —Tusalvación,siloprefieres.¡Tencuidado!

    Extendió lamanomientras hablaba y le tomóamablementeporelbrazo.

    —¡Levántateysígueme!

    Habría sido inútil queScroogeobjetaraqueelmaltiempoylahoranoeranpropiciosparaunpaseo a pie; que la cama estaba tibia, y eltermómetro muy por debajo de cero; que sehallaba insuficientemente vestido con suszapatillas,bataygorrodedormir;yqueestabaacatarrado en aquel momento. La presión,

  • aunque tan suave como la de una mano demujer, era imposible de resistir. Scrooge sealzó,pero,aldescubrirqueelespíritusedirigíahacia la ventana, lo sujetó por la túnica,suplicante.

    —Soymortal—protestó—,ypropensoacaer.

    —Permite tan soloquemimano te toque ahí—dijo el espectro, colocándosela sobre elcorazón—,porqueesobastaráparasostenerteademásenotrasmuchaspruebas.

    Mientras el espíritu pronunciaba aquellaspalabras, atravesaron la pared y seencontraron en una carretera rural, concampos a los lados. La ciudad habíadesaparecido por completo. No quedaba elmenor rastro de ella y habían desaparecido,además,laoscuridadylaniebla,porqueeraundía de invierno claro y frío, con nieve en elsuelo.

    —¡Dios todopoderoso!—exclamóScrooge, lasmanos unidas en un gesto de supremoasombromientrasmirabaaunladoyaotro—.Me crié en este sitio. ¡Es aquí donde pasémiinfancia!

  • El espíritu lo contempló con simpatía. Lapresióndesumano,aunquehabíasidosuaveyde muy breve duración, aún la sentía elanciano. Scrooge captaba mil olores queflotaban en el aire, ¡cada uno de ellosrelacionadoconmilpensamientos,esperanzas,alegrías y preocupaciones olvidados desdehacíamucho,muchísimotiempo!

    —Tetiemblanloslabios—dijoelfantasma—.Y¿quéesesoquetehaaparecidoenlamejilla?

    Scrooge balbució, con una inusitada emociónen la voz, que no era más que un granito, ysuplicó al fantasma que lo condujera dondequisiese.

    —¿Te acuerdas del camino? —quiso saber elespíritu.

    —¡Quesimeacuerdo!—exclamóScroogeconfervor—; podría recorrerlo con los ojosvendados.

    —¡Qué extraño que lo hayas olvidado tantosaños!—observóelfantasma—.Sigamos.

    Avanzaron por la carretera, y Scroogereconoció todas las puertas, los postes y losárboles,hastaqueaparecióenladistanciauna

  • pequeñapoblaciónconsupuente, su iglesiaysu río sinuoso. Algunos caballitos de largascrines trotaban, acercándose, montados porniños;lospequeñosllamaban,asuvez,aotrosque, como ellos, se trasladaban en carros ycalesines conducidos por granjeros. Todosestaban de excelente humor, y se gritabanunosaotros,hastaquelosamplioscampossellenaron tanto de alegresmúsicas que el aire,fríoyvigorizante,rióaloírlas.

    —No son más que sombras de cosas quefueron —explicó el fantasma—. No saben denuestrapresencia.

    Losalegresviajerossiguieronacercándosey,alaproximarse, Scrooge reconoció y nombró atodos y cadaunodeellos. ¿Porqué sealegróhasta límites insospechados? ¿Por qué lebrillaron los ojos y el corazón le saltó en elpecho al verlos pasar? ¿Por qué le llenó defelicidadoírcómo,cuandosesepararonenlasdistintasencrucijadasycaminosvecinalesparadirigirseasushogaresrespectivos,sedesearonunos a otros unas felices Pascuas? ¿Qué leimportaba a Scrooge una Navidad feliz? ¡Al

  • diablo con la Navidad! ¿Es que alguna vez lehabíaservidodealgo?

    —La escuela no está del todo vacía —dijo elfantasma—. Sigue allí un niño solitario,olvidadodesufamilia.

    Scrooge dijo estar al tanto. Y se le escapó ungemido.

    Abandonaronlacarreteraprincipalparatomarun sendero que Scrooge recordaba a laperfección,yprontoseacercaronaunedificiode ladrillo de color rojo oscuro, con unatorrecilla en la que colgaba una campana ycoronadaporunaveleta.Eraunacasagrande,peroconservabahuellasdelasvicisitudesdelafortuna, porque las espaciosas dependenciasse utilizaban poco, las paredes estabanhúmedas y cubiertas demusgo, las ventanas,rotas, y las puertas, deterioradas. Por losestablossepaseabanlasgallinascacareando,ylahierbahabíainvadidococherasycobertizos.Tampoco el interior se conservaba comoantaño; porque, al entrar en el sombríovestíbulo y lanzar una ojeada por las puertasabiertas de muchas habitaciones, los dosvisitantes las encontraron mal amuebladas,

  • fríasydemasiadograndes.Olíaacerrado,ysepercibía la desnudez glacial asociada de algúnmodo con el excesivo levantarse antes delamaneceryconlaescasezdealimentos.

    El fantasma y Scrooge cruzaron el vestíbulohastaunapuertaenlapartetraseradeledificioqueseabrióanteellosydejóaldescubiertounaula larga,desnudaymelancólica,queaún seveíamás desnuda por las hileras de bancos ypupitresdemaderadepino.Enunodeellosunniño solitario leía cerca de un fuegoinsuficiente; y Scrooge se sentóenunode losbancosylloróelverse,talcomoseencontrabaporaquelentonces,pobreyolvidado.

    Niunsoloecodormidoenlacasa,niunchillidoni una refriega de ratones detrás delrevestimientodemadera,niungoteodehielomedio derretido del canalón en el triste patiotrasero,niunsuspiroentrelasramassinhojasde un álamo desalentado, ni el perezosobalanceo de una puerta en un almacén vacío,nisiquieraunsimplechasquidoproducidoporel fuego dejaron de tener su dulce influenciasobre el corazónde Scrooge y de facilitarle ellibrecursodelaslágrimas.

  • El espíritu lo tocó en el brazo, señalándole suyo infantil, concentrado en la lectura. Derepente un individuo con ropaje exótico, unespectáculomaravillosamenterealyprecisosedetuvoenel exteriorde la ventana,unhachasujetaalacinturay,conducidoporlabrida,unborricocargadodeleña.

    —Pero ¡si es Alí Babá! —exclamó Scrooge,extasiado—.¡ElbuenodeAlíBabá,unhombrehonrado! ¡Ya lo creo que lo conozco! Unasnavidades, cuando ese pobre niño se quedóaquí completamente solo, apareció, porprimeravez,exactamenteasí.

    ¡Pobreniño!YValentine—dijoScrooge—,yelbribón de su hermano, Orson; ¡ahí van! Yaquél, cómo se llamaba, al que dejarondormido en paños menores, en la Puerta deDamasco; ¿acaso no lo veis? Y el palafrenerodel sultán, aquien los geniospusieron cabezaabajo; ¡allí se ledivisa, tal comodigo! Leestábien empleado. Me alegro. ¡A quién se leocurrecasarseconlaprincesa!

    OíraScroogevolcar todoelentusiasmodesunaturaleza en semejantes temas, con una vozsingular, entre la risa y el llanto, y ver la

  • animaciónqueexpresabasurostro,habríasidosindudatodaunasorpresaparasuscolegasdeLondres.

    —¡Ahí está el loro! —exclamó Scrooge—.Cuerpo verde, cola amarilla y una cosaparecida a una lechuga creciéndole en lo altode la cabeza, ¡ahí está! “¡Pobre RobinsónCrusoe!”: con esas palabras lo recibía cuandoregresaba a casa después de circunnavegar laisla. “Pobre Robinsón Crusoe, ¿dónde hasestado, Robinsón Crusoe?”. El interpeladocreyó que soñaba, pero estaba despierto. Setrataba del loro, ¿os dais cuenta? Ahí vaViernes,quecorrehastalacalaporquepeligrasuvida.

    ¡Deprisa!¡Ánimo!¡Vamos!

    Luego,pasandodeunaemociónaotraconunarapidez del todo ajena a su manera de ser,añadió:“¡Pobrechico!”,ylloródenuevo.

    —Me gustaría… —murmuró acto seguido,metiéndoselamanoenelbolsilloymirandoasu alrededor después de secarse las lágrimasconlamanga—,peroyaesdemasiadotarde.

    —¿Quésucede?—preguntóelespíritu.

  • —Nada —dijo Scrooge—. Nada. Anoche vinounmuchachoacantarunvillancicodelantedemi puerta. Me gustaría haberle dado algo:nadamás.

    El fantasma sonrió, pensativo, y agitó unamano,diciendoalmismotiempo:

    —¡VeamosotraNavidad!

    El niño que había sido Scrooge creció conaquellas palabras, y la habitación se hizo unpoco más oscura y más sucia. Se agrietaronpuertas y ventanas; cayeron del techo trozosdeyeso,yquedaronaldescubiertoloslistonesdemadera;perode cómo seproducían todosaquelloscambiosScroogesabíatanpococomoustedes. Solo discernía que había sidoexactamenteasí;quetodohabíasucedidoasí;queallíestabaél,denuevosolo,mientrassuscompañeros habían vuelto a casa para pasarunasalegresvacaciones.

    Ahoranoleíaya,sinoquesepaseabadearribaabajo por el aula, desesperado. Scrooge sevolvió hacia el espectro y, con un tristemovimientode cabeza,miróde reojohacia lapuerta,muynervioso.

  • La puerta se abrió; y una niñita, mucho máspequeñaqueelmuchacho,entrócorriendo, leechó los brazos al cuello, lo besó repetidasvecesysedirigióaél llamándolo“queridísimohermano”.

    —¡He venido a llevarte a casa!—dijo la niña,entre palmadas de sus manos diminutas, elpecho sacudido por la risa—. Para llevarte acasa,¿tedascuenta?

    —¿A casa, mi pequeña Fan? —preguntó elmuchacho.

    —¡Sí! —respondió la niña, desbordante dealegría—. A casa de verdad. A casa parasiempre. Nuestro padre está mucho máscariñosoqueantesy¡nuestrohogarescomoelcielo! Me habló con tanta amabilidad unanochecuandomeibaaacostarquemeatrevíapreguntarle una vez más si podías volver acasa,ydijo:“Sí,quevuelva”,ymehaenviadocon un coche para recogerte. ¡Te vas aconvertir en persona mayor! —dijo la niña,abriendomucholosojos—,ynotendrásnuncaquevolveraquí;peroprimeroestaremostodosjuntos estas navidades, y disfrutaremos másquenadieenelmundo.

  • —¡Eres toda una mujercita, mi pequeña Fan!—exclamó el Scrooge adolescente. La niñaaplaudió y rió de nuevo y trató de tocar lacabeza de su hermano, pero, como erademasiadopequeña,tuvoquerenunciar,riódenuevo y se puso de puntillas para abrazarlo.Luegoempezóaarrastrarlo,consuimpacienciainfantil,hacialapuerta;yél,quenoteníanadaencontrademarcharse,ladejóhacer.

    Enelvestíbuloseoyóunavozterrible:“¡Bajenel baúl del alumno Scrooge!”, y acto seguidoapareció allí el director en persona, quefulminóalaludidoconlamirada,rebosantedeferoz condescendencia, y lo sumió en laconfusiónmásabsolutaalestrecharlelamano.Luego los condujo a él y a su hermana a unagélidasalaparalasvisitas,lacosamásparecidaa un pozo que haya existido nunca, un lugardonde los mapas de las paredes y los globosceleste y terráqueo en las ventanas parecíanrecubiertos de cera a causa del frío. Una vezallí, el director les ofreció una licorera conunvino extrañamente ligero y una bandeja conuna tarta extrañamente pesada y procedió aadministrarporcionesdeaquellasexquisiteces

  • a los dos hermanos, al tiempo que enviaba aunexiguocriadoparaofrecerunvasode“algo”al cochero, quien respondió que daba lasgraciasalcaballero,peroque,sieradelmismobarril que había probado antes, mejor no.Como el baúl del alumno Scrooge ya estabapara entonces atado en lo alto del coche decaballos, los dos dijeron adiós al director debuena gana; e, instalados en el interior,recorrieron alegremente la avenida del jardín,mientras las ruedas veloces ocasionaban lacaídadefragmentosdeescarchaynievedelosárbolesdehojaperenne.

    —Siempre una criatura delicada, a la que unsoplo podría haber agostado —dijo elespectro—. Pero ¡tenía un corazón muygrande!

    —Cierto—dijoScrooge—.Tenéis razón.No lovoyanegar,espíritu.¡Diosnolopermita!

    —Murió casada—dijo el otro— y tuvo, creo,hijos.

    —Unvarón—respondióScrooge.

  • —En efecto —dijo el fantasma—. ¡Vuestrosobrino!Scroogeparecióturbarse,yrespondiósecamente:

    —Sí.

    Aunque acababan de dejar atrás en aquelmomento el internado, estaban ya en lasconcurridas calles de una ciudad por dondepasaban en todas direcciones sombrashumanas, por donde sombras de carros y decochessedisputabanlacalzadayendondeseasistía a todo el tumulto y a los conflictos deunaverdaderaciudad.Quedabadeltodoclaro,porlosadornosdelastiendas,quetambiénallíeradenuevo laépocadeNavidad;perohabíacaídolatardeylascallesestabaniluminadas.

    El espíritu se detuvo delante de la puerta decierto almacén y le preguntó a Scrooge si loconocía.

    —¡Conocerlo!—exclamóelinterpelado—.¡Fuiaprendizaquí!

    Entraron. Al ver a un anciano caballero congorra de estambre, sentado detrás de unpupitre tan elevado que si hubiese sido cincocentímetrosmásaltohabríaconseguidoquela

  • cabeza le chocara con el techo, Scroogeexclamócongranemoción:

    —Vaya, ¡si es el viejo Fezziwig! ¡Que Dios lobendiga,Fezziwigvivodenuevo!

    El viejoFezziwigdejó laplumaymiróel reloj,quemarcaba las siete. Se frotó lasmanos; seajustóelampliochaleco; riócontodasualmadesde los pies a la coronilla; y llamó con vozsonora,jovial,rotunda,generosa:

    —¡Eh,vosotrosdos!¡Ebenezer!¡Dick!

    Un Scrooge del pasado, convertido ya enadulto, acudió veloz, con su compañero deaprendizaje.

    —¡DickWilkins,claro!—lecomentóScroogealespectro—. ¡Ahí está, como en otro tiempo!Me tenía mucho afecto el bueno de Dick.¡Pobrecillo!¡Cuántosrecuerdos!

    —¡Vamos, hijos míos! —dijo Fezziwig—. Seacabó el trabajo por hoy. Nochebuena, Dick.¡Navidad, Ebenezer! ¡A poner los postigos —gritó a continuación, dando una fuertepalmada—enmenosquecantaungallo!

  • ¡Nocreeríanustedeselímpetuconquelosdosjóvenes se pusieron a la tarea! Salierondisparadosalacalleconlospostigos,uno,dos,tres; los colocaron en su sitio, cuatro, cinco,seis;colocaron lasbarrasy laschavetas, siete,ocho,nueve; y regresaronal interior antesdeque nadie pudiera contar doce, resoplandocomocaballosdecarreras.

    —¡Adelante! —exclamó el viejo Fezziwig,bajando con extraordinaria agilidad de suelevado pupitre—. ¡Despejad la habitación,hijos míos, para que tengamos sitio enabundancia! ¡Manos a la obra, Dick! ¡No tequedesatrás,Ebenezer!

    ¡Despejar!Nohabíanadaque losdos jóvenesno hubiesen retirado, o no hubiesen podidoretirar, en presencia del viejo Fezziwig.Terminaron en un minuto. Todo lo que eratransportable se despachó como si se trataraderetirarloparasiemprede lavidapública;elsuelo sebarrió y se fregó, sedespabilaron laslámparas, se acumuló combustible para elfuego;yelalmacénseconvirtióenunasaladebailetodoloacogedora,cálida,secayluminosaquesepuedadesearenunanochedeinvierno.

  • Enseguida apareció un violinista con suspartituras, se subió al elevado pupitre, loconvirtióenestradoparalaorquestaysepusoaafinarelinstrumentoconsonidossemejantesadoloresdeestómago.Entróacontinuaciónlaseñora Fezziwig, con una amplia sonrisa degran solidez. La siguieron las tres señoritasFezziwig,tambiénsonrientesyencantadoras.Acontinuación los seis jóvenes pretendientescuyos corazones se dedicaban a romper. Actoseguido, todos los jóvenes de ambos sexosempleados en el negocio. La doncella con suprimo,elpanadero.Lacocineraconellechero,amigo íntimo de su hermano. El aprendiz delinmuebledeenfrente,dequiensesospechabaquesupatrónno ledabasuficientedecomer,tratandodeescondersedetrásde lacriadadedos puertas más allá, de quien se sabía concerteza que su señora le tiraba de las orejas.Todosfueronentrando,unotrasotro;algunoscon timidez, otros desafiantes, algunos congracia, otros con torpeza, algunos aempujones,otrosarrastrados; todosentraron,en cualquier caso, y de todas las manerasposibles.Veinteparejasempezaronabailaralavez; cogidos de la mano media vuelta y de

  • regresoporelotrolado;lamitadseadelantayluego retrocede; vueltas y más vueltas endiferentes estadios de agrupamientoafectuoso; laprimeraparejademásedadgirasiempreenelsitioquenotoca;lanuevaparejaque lasustituyeempiezadenuevotanprontocomo llega allí; al final todas son primerasparejas, ¡sin nadie en la fila de enfrente paraayudarles! Alcanzado tal resultado, el viejoFezziwigdapalmadasparadetener ladanza yexclama: “¡Muy bien!”, momento en que elviolinista hunde el rostro acalorado en unajarra de cerveza, especialmente preparadapara ese fin. Nada más reaparecer, sinembargo,despreciaeldescansoycomienzadenuevo,aunquetodavíanohaynadiedispuestoa bailar, como si al anterior violinista se lohubieran llevado a casa, exhausto, sobre unpostigo, y él fuera un músico nuevo, llegadopara reemplazarlo, y dispuesto a hacer quetodoelmundoseolvidedeéloamorirenelintento.

    Hubo más danzas, y juegos de prendas, y denuevo se bailó, y hubo tartas, y ponchecalientedevinoconlimónyespecias,yungran

  • trozo de asado frío y otro, enorme, de carnehervida fría, y después pasteles de carne ycervezaenabundancia.Perolagransensaciónde la noche llegó después del asado y elhervido, cuando el violinista (¡un zorro viejo,sin lamenorduda!¡Unapersonaquesabíasuoficio y ni ustedes ni yo hubiéramos podidoenseñárselo!)atacóSirRogerdeCoverley.SalióentonceselviejoFezziwigabailarconlaseñoraFezziwig.Deprimerapareja,además;yconuntrabajo hercúleo por delante; veintitrés oveinticuatroparejasa lasquedirigir;personascon las que no se podía jugar; personasdecididas a bailar y que no tenían la menorintencióndeiralpaso.

    Pero aunque hubieran sido el doble, o cuatrovecesmás,elviejoFezziwighabríaestadoa laaltura, y lo mismo la señora Fezziwig, quien,porsuparte,eradignadesersucompañeraentodas lasacepcionesdel término.Siesonoesalabanza por todo lo alto, que alguien mesugiera otra mejor, y la utilizaré. Laspantorrillas de Fezziwig brillaban con luzpropia. Resplandecían como lunas en cadapasodelbaile.Sepodíapredecir,encualquier

  • momento, lo que iba a suceder con ellas acontinuación.YmientraselviejoFezziwigysuesposadesgranaban toda ladanza,adelanteyatrás, de la mano con vuestra pareja,reverencia y saludo, el sacacorchos, enhebrarlaagujay vueltaalpuntodepartida; Fezziwigejecutaba los trenzados del baile con tantadestreza que parecía hacer guiños con laspiernas, y luego volvía a poner los pies en elsuelotanderechocomounhuso.

    Aldarelrelojlasonceconcluyóaquelbailecasifamiliar.ElseñorylaseñoraFezziwigocuparonsus puestos a ambos lados de la puerta, y,mientras estrechaban lamano a cada uno delos participantes a medida que salían, lesdesearonunasfelicespascuas.Cuandotodoelmundo se hubo retirado, a excepción de losdosaprendices,hicieron lomismoconellos;yasí las vocesalegres se fueronapagandoy losmuchachos se acomodaron en sus modestoslechos, situados bajo un mostrador en latrastienda.

    Durante todo aquel tiempo Scrooge secomportócomounenajenado.Sucorazónysualmaestabanenlaescenayconsuyodeotro

  • tiempo. Corroboró todo, lo recordó y lodisfrutó íntegramente, sometido a la másextraña de las agitaciones. Tan solo al final,cuando dejó de tener delante los rostrosencendidosdesuotroyoydeDick,seacordódelespectro,ysediocuentadequelomirabacongranatenciónyquelaluzsobresucabezabrillabaconextraordinariaintensidad.

    —Unacosadepocamonta—dijoelespíritu—lograrlagratitudeternadeesapobregente.

    —¡Depocamonta!—repitióScrooge.

    Elespíritulehizounaseñalparaqueescucharaa los dos aprendices, que se deshacían enalabanzas de Fezziwig y, después de queScroogeleobedeciera,prosiguió:

    —¿Noteparececierto?Nosehagastadomásqueunascuantaslibrasdeldineroqueutilizáisvosotros, los mortales: tres o cuatro, quizá.¿Acaso tan pequeña cantidad merecesemejantesalabanzas?

    —Noeseso—replicóScrooge,sulfuradoporlaobservacióndesuacompañanteyhablandosindarsecuentacomosuantiguoyo—.Nosetratade eso, espíritu. Fezziwig tiene el poder de

  • hacernos felicesodesgraciados;de lograrquenuestrotrabajonosresulteligeroopesado;unplacer o un sufrimiento. Digamos que esepoder descansa en las palabras y en lasmiradas; en cosas tan ligeras e insignificantesqueesimposibleenumerarlasysumarlaspero¿qué importancia tiene? La felicidad queprocura es tan grande como si costase unafortuna.

    Scrooge sintió lamirada del espíritu y guardósilencio.

    —¿Quésucede?—preguntóéste.

    —Nadaespecial—respondióScrooge.

    —Debedeseralgo—insistiósuinterlocutor.

    —No —dijo Scrooge—. Nada. Me gustaríapoder decirle ahora una palabra o dos a miempleado.Soloeso.

    Suyodeotrotiempoapagólaslámparasenelmomentoenqueexpresabaaqueldeseo; y elespectro y el cambista se encontraron al airelibre.

    —Me queda poco tiempo —señaló elespíritu—.¡Deprisa!

  • Aquella exhortaciónno se dirigía ni a Scroogeni a ninguna otra persona visible, pero suefecto fue inmediato.PorqueScroogevolvióaencontrarse ante otro de sus yos.Un Scroogemayor; un hombre en la flor de la vida. Surostronoteníaaúnlosrasgosseverosyrígidosde años ulteriores, pero ya empezaba a darseñales de preocupación y avaricia. Había unmovimiento inquieto, ávido, impaciente en sumirada,quemostraba lapasión,enraizadaya,yenquédirecciónseproyectaríalasombradelárbolencrecimiento.

    No estaba solo: a su lado se sentaba unahermosa joven vestida de luto, en cuyos ojosbrillaban lágrimas que resplandecían gracias alaluzdespedidaporelespíritudelasnavidadespasadas.

    —Poco importa —dijo la muchachadulcemente—.A ti,menos todavía.Otro ídolomehadesplazado;y,sitealegrayconfortaenel futuro, como yo habría tratado de hacerlo,notengomotivosfundadosparalamentarme.

    —¿Quéídolotehadesplazado?—replicóél.

    —Elbecerrodeoro.

  • —¡He aquí la estupenda imparcialidad delmundo!—dijo él—. Con nada semuestra tancruelcomocon lapobreza;pero tampocohaynada que asegure una condena tan severacomolabúsquedadelariqueza.

    —Temesdemasiadoalmundo—respondióelladulcemente—. Tus otras esperanzas hanquedadosumergidasparaevitarservíctimadesus sórdidos reproches. He visto desapareceruna a una tus aspiracionesmás nobles, hastaque la pasión principal, el lucro, te hadominado.¿Noestoyenlocierto?

    —Y ¿qué tiene de malo? —se defendió él—.Aunque me haya vuelto más prudente, ¿quéhaydemaloenello?Nohecambiadoenloqueatiserefiere.

    Lajovennegóconlacabeza.

    —¿Hecambiado?

    —Nuestro compromiso es antiguo. Locontrajimos cuando los dos éramos pobres ynos conformábamos con serlo a la espera deque,coneltiempo,mejorasenuestrasituaciónen el mundo gracias a nuestra laboriosidad

  • perseverante. Tú has cambiado. Cuando lohicimoserasotrapersona.

    —Solounmuchacho—dijoél,molesto.

    —Tusmismossentimientostedicenqueyanoereselmismo—replicólajoven—.Yosílosoy.Lo que nos prometía felicidad cuandoformábamosun solo corazón solo causadolorahoraquetenemosdos.Novoyadecircuántasvecesyconquéamargurahepensadoenesto.Basteconquesepasquelohemeditadoyquetedevuelvolalibertad.

    —¿Lahepedidoalgunavez?

    —Conpalabras,no.Nunca.

    —¿Dequémanera,entonces?

    —Conuncambioentumaneradeser;conotraforma de ver las cosas; con el ambientedistintoenelquesemuevetuvidayconunaesperanza distinta de la que era el propósitoprincipaldenuestraexistencia.Porqueyanoteimportanadadeloquehacíavaliosomiamor.Sinesecompromisoentrenosotros—prosiguióla joven, mirándolo con dulzura, pero confijeza—,dime,¿mebuscaríasy trataríasahoradeconquistarme?¡No,claroqueno!

  • El Scrooge de otro tiempo pareció reconocer,aunque a regañadientes, la verdad de estasuposición.Perodijo,haciendounesfuerzo:

    —Túcreesqueno.

    —Me encantaría pensar de otra manera sipudiera—respondióella—,¡bienlosabeDios!Para que me haya rendido a una verdad tanpenosa, ha de tener sin duda una fuerzairresistible. Pero, si estuvieras libre hoy,mañana,ayer,¿podríacreerqueelegiríasaunachicasindote,túque,hastaenlasconfidenciasmás íntimas, no dejas de medirlo todo deacuerdo con el principio del lucro? O, si laeligieras, si olvidaras por un momento parahacerloelprincipioquesiempreteguía,¿acasono sé con toda certezaque llegaríaenseguidatu arrepentimiento y tu pesar? Estoyconvencidayporellotedevuelvolalibertad.Ylohagodetodocorazón,poramoralquefuisteenotrotiempo.

    Scroogesedisponíaaresponder,perolajovensiguióhablandosinmirarlo.

    —Cabe,elrecuerdodelpasadocasimelohaceesperar, que sufras algo. Será durante un

  • tiempo breve, muy breve, y acabarás porprescindircongustodelrecuerdo,comodeunsueño inútil del que ha sido una suertedespertar. ¡Ojalá seas feliz en la vida que haselegido!

    La joven se fue y los dos espectadores de laescenatambiénsealejaron.

    —¡Espíritu —exclamó Scrooge—, no memostréisnadamás!Llevadmeacasa.

    ¿Porquédisfrutáistorturándome?

    —¡Unasombramás!—exclamóelfantasma.

    —¡Ningunamás!—gritó Scrooge—. Basta. Noquieroverla.¡Nomemostréisnadamás!

    Peroel fantasma, implacable, losujetópor losdos brazos y le obligó a ver lo que sucedía acontinuación.

    Estaban enotra escena y lugar; una salita, nomuyamplianilujosa,peromuycómoda.Cercadelfuegodelachimeneasehallabaunajovenmuy bella, tan parecida a la anterior queScroogecreyóqueeralamisma,hastaquevioasuantiguanovia,ahoraconvertidaenmadredefamilia,sentadafrenteasuhija.Elruidoera

  • indescriptible, porque había allí más niños delosqueScrooge,ensuestadodeagitación,eracapazdecontar;y,adiferenciadelacelebradamanada de la que habla el poema, no setrataba de cuarenta niños comportándosecomo uno, sino de que cada uno de lospresentes se comportaba como cuarenta. Elresultadoeraincreíblementeestrepitoso,peroa nadie parecía preocuparle;más bien, por elcontrario, madre e hija reían complacidas ydisfrutabanmucho con el espectáculo; y estaúltima,alparticipara la largaen los juegosdelospequeños,seviomuyprontodominadaporunos jóvenesmalhechores que la trataron sinpiedad.¡Quénohabríadadoyoporserunodeellos!Aunquenuncapodríahabermemostradotancruel,¡porsupuestoqueno!Niportodoeloro del mundo habría aplastado aquelloscabellos trenzados, ni le habría deshecho elpeinado; en cuanto al precioso zapatito,tampoco se lo habría quitado, Dios mebendiga, ni para salvar la vida. Por lo querespecta a medirle el talle por juego, comohacíaaquellaproleaudaz,tampocomehubieraresultado posible; habría temido que, encastigo por semejante herejía, el brazo seme

  • torciera para siempre. Y, sin embargo, mehabría complacido, más allá de todaponderación, lo reconozco, tocar sus labios;hacerleunapregunta,paraquehubiesetenidoque abrirlos; contemplar sus pestañas, sinprovocarsusonrojo,mientrasmirabaalsuelo;dejar sueltas las ondas de sus cabellos, uncentímetrodeloscualeshabríasidoparamíelmás precioso de los recuerdos: en resumen,mehabría gustado, lo confieso, queme fuesepermitidodisfrutarconelladelalibertaddeunniño,sindejardeserlobastantehombreparaapreciarsemejanteprivilegioentodosuvalor.

    Pero enseguida se oyó llamar a la puerta, ysiguiódeinmediatotaltumultoytalconfusiónque la joven de rostro sonriente y ropa endesordenfuetrasladadahaciaallíenelcentrodelgruporuidosoyanimado,justoatiempoderecibir al padre, que, acompañado por undependiente, regresaba a casa cargado deregalosyjuguetesdeNavidad.¡Imagínenselosgritos, los forcejeos, el asalto del que fueobjetoelindefensoportadordelosobsequios!Se le subieronencimautilizandosillasamodode escaleras de mano para registrarle los

  • bolsillos, lo desposeyeron de paquetescuidadosamenteenvueltos, losujetaronpor lacorbata,seleabrazaronalcuello,legolpearonlaespaldayledieronpatadasenlaspiernassinotraintenciónquemanifestarlesuincontenibleafecto.¡Conquégritosdeasombroydejúbiloserecibiólaaparicióndeloqueguardabacadauno de los paquetes! ¡La consternaciónproducida por el terrible anuncio de que elbebé había sido sorprendido en el acto deintroducirseen labocaunasarténde juguete,ademásdetemersequesehubieratragadounpavodementirijillas,pegadoaunabandejademadera!¡Elinmensoaliviodedescubrirquesetrataba de una falsa alarma! ¡Imposibledescribir la alegría, la gratitud, el entusiasmo!Baste decir que poco a poco los niños y susemociones salieron de la sala uno tras otro,subieronpor laescalerahasta lapartealtadelacasay,unavezallí,seacostaronyrenaciólacalma.

    YahoraScroogecontempló laescenaconmásatención que nunca, cuando el dueño de lacasa,enquienseapoyabatiernamentelahija,se sentó con ella y con sumadre delante del

  • fuegode la chimenea; y, cuando se leocurrióqueotracriaturaparecida,tanllenadegraciayconun futurotanprometedor,podríahaberlollamado padre, y haber convertido enprimavera el triste invierno de su vida, sintióquelaslágrimasledificultabanlavisión.

    —Belle—dijo elmarido, volviéndose hacia suesposaconunasonrisa—,estatardehevistoaunantiguoamigotuyo.

    —¿Aquién?

    —¡Adivina!

    —¿Cómo voy a saberlo? ¡Espera! Ya lo sé —añadió,riéndosecomoél—.ElseñorScrooge.

    —Ni más ni menos. Pasé por delante de laventana de su despacho y, como no estabacerrada y tenía encendida una vela,difícilmente podía dejar de verlo. Su socio sehalla al borde de lamuerte, segúndicen; y élestaba allí solo. Completamente solo en elmundo,tengoentendido.

    —¡Espíritu —suplicó Scrooge con la vozquebrada—,alejadmedeaquí!

  • —Ya te dije que solo eran sombras de cosasque han sido—replicó el fantasma—. Son loqueson,¡nomeculpesamí!

    —¡Llevadme de aquí! —exclamó Scrooge—.¡Nolosoporto!

    Se volvió hacia el espectro y, al ver que lomiraba con un rostro en el que, de algunaextrañamanera,habíafragmentosdetodoslosrostrosquelehabíamostrado,searrojócontraél.

    —¡Dejadme! Devolvedme a mi casa. ¡No meatormentéispormástiempo!

    En el forcejeo, si es que se puede llamarforcejeo a una situación en la que al espíritu,sin visible resistencia por su parte, no lemolestaban en absoluto los esfuerzos de suadversario,Scroogeobservóquesuluzbrillabacada vez con más fuerza; y, al relacionarvagamenteaquello con la influenciaque teníasobreél, se apoderódel apagavelas y, conunmovimientobrusco,selohundióenlacabeza.

    El espíritu se ocultó tan bien debajo delapagavelas que su figura desapareció porcompleto; pero, aunque Scrooge siguió

  • apretandocontodassus fuerzas,noconsiguióocultar la luz, que siguió brotando en ondasque se extendían, sin interrupción, a sualrededor.Elviejocambistatuvoconcienciadesutotalagotamiento,leinvadióunairresistiblesomnolencia y enseguida se encontró en sudormitorio. Hizo un último esfuerzo parahundirmáselapagavelas,lamanoselerelajóysolopudo tumbarseen la camaantesde caerenunprofundosueño.

    TERCERAESTROFA-ELSEGUNDODELOSTRESESPÍRITUS

    Al despertarse a mitad de un ronquidoprodigiosamente sonoro e incorporarse en lacamaparaordenarsuspensamientos,Scroogenotuvonecesidaddequenadieledijeraqueelrelojestabadenuevoapuntodedarlaunadelamadrugada.Supoquehabíavueltoalestadode vigilia en el momento justo de recibir alsegundomensajeroqueseleenviabagraciasa

  • la intervención de Jacob Marley. Pero, comosintió un estremecimiento de frío alpreguntarse cuál de las cortinas de su camacorrería aquel nuevoespectro, las abrió todascon sus propias manos; luego se tumbó denuevoynodejódevigilar la cama.Porque seproponía plantar cara al espíritu en elmomento mismo en que apareciese, y noqueríaquelasorpresalepusieranervioso.

    Laspersonasdecarácterfuerte,quesepreciandeestardevueltadetodaslasemocionesydeencontrarse,en todomomento,a laalturadelas circunstancias, manifiestan la amplitud desu disponibilidad para la aventura jactándosede estar preparadas para todo, desde unpartido de tejo hasta el homicidio; entre esosextremosopuestosexisten,sinduda,unaseriebastante amplia y completa de posibilidades.Sinquererhacerde Scroogeunparadigmadevalentía,notendréinconvenienteenrogarlesaustedes que me crean si les digo que estabapreparado para un número muy elevado deextrañasaparicionesyquenada,entreunbebéy un rinoceronte, le habría sorprendidodemasiado.

  • Que estuviera preparado para casi todo noimplica, en absoluto, que lo estuviese paranada en concreto y, en consecuencia, cuandoel reloj dio la una y no apareció ningúnfantasma, Scrooge empezó a temblar comouna hoja. Pasaron cinco minutos, diez, uncuarto de hora sin que se presentase nadie.Durante todo aquel tiempo siguió tumbado,centro y vértice de una gran luz rojiza que leiluminó por completo cuando el reloj dio lahora y que, por ser solo luz, le resultó másalarmantequeunadocenadefantasmas,dadasuimpotenciaparaaveriguarloquesignificabanicuálerasucausa;yenalgunosmomentoslepreocupóque su cuerpopudiera ser en aquelmismo momento un caso interesante decombustión espontánea, sin el consuelo desaberlo. A la larga, sin embargo, empezó aocurrírsele, como usted o como yo lohabríamospensadodesdeelprimermomento(porqueessiempre lapersonaquenoestáenapuros la que sabe lo que habría que haberhechoen semejantecaso, y loqueellahabríahecho sin lugar a dudas), a la larga, digo,empezóapensarquelafuenteyelsecretodeaquella luz fantasmal podía hallarse en la

  • habitación vecina, desde la que, de hecho, alseguirsusrayos,selaveíasurgir.Aquellaidea,al apoderarse de su entendimiento, hizo queScrooge se levantara sin prisa y se trasladaraenzapatillasysinhacerruidohastalapuerta.

    En el momento en que su mano descansósobre el picaporte, una voz extraña lo llamóporsunombreyledijoqueentrase,ordenqueobedeció.

    Seguía siendo su apartamento. Sobre eso nocabía la menor duda, aunque hubiese sufridouna sorprendente transformación. El techo ylasparedesestabantancubiertosde frondosavegetación que creaban un verdaderobosquecillo,encuyasramasresplandecían,portodas partes, bayas carmesíes. Como otrostantosespejitos, lashojas lustrosasdelacebo,elmuérdagoy lahiedrareflejaban la luz;yenla chimenea rugía un espléndido fuego, comonuncalohabíavistoaquelgélidohogarnienlaépoca de Scrooge ni en la de Marley, nidurante muchos, muchísimos inviernos.Amontonados en el suelo, hasta formar algoque se asemejabaaun trono, se veíanpavos,gansos,caza,avesdecorral,piezasdevacuno,

  • lechones, ristras de salchichas, empanadas,pudinesdeciruelas,barrilesdeostras,castañasasadas, manzanas de mejillas encendidas,naranjas jugosas, peras suculentas, inmensosroscones y cuencos de ponche hirviente quedifuminabanloscontornosdelahabitaciónconsudeliciosovapor.Cómodamenteinstaladoenaquel diván, un alegre gigante, de magníficoaspecto,empuñabaunaantorchacentelleante,nomuydiferente,porsuforma,alcuernodelaabundancia,ylasosteníaenalto,muyenalto,paraarrojar su luz sobreScrooge cuandoésteseatrevióaasomarporlapuerta.

    —¡Entra! —exclamó el fantasma—. ¡Entra yaprendeaconocerme,amigomío!

    Scrooge se adelantó tímidamente e inclinó lacabeza ante aquel espíritu. No era ya elScrooge empecinado de antes; y, aunque losojos del espectro eran sinceros y amables, noseatrevióamirarlodehitoenhito.

    —Soy el espíritu de la Navidad presente—leexplicóelotro—.¡Mírame!

    Scrooge obedeció, con actitud reverencial. Suinterlocutor vestía un sencillomanto o túnica

  • verde,conunaorladepielblanca.Llevabatanpocoajustadaaquellaprendaquenolecubríael amplio pecho, como si desdeñase quedarprotegido u oculto por cualquier artificio. Lospies, visibles bajo los amplios pliegues delropaje, estaban descalzos; y en la cabeza nollevabaotroadornoqueunacoronadeacebo,sembrada,aquíyallí,depequeñoscarámbanosrelucientes.Losrizos,decolorcastañooscuro,flotaban en libertad, tan sueltos como francaeralaexpresióndelespíritu,brillantessusojos,abiertassusmanos,risueñasuvoz,espontáneosu comportamiento y alegre todo su aspecto.Ceñidaa la cintura llevabauna fundaantigua,quenoalojabaespadaalgunayestabacomidaporlaherrumbre.

    —¡Nunca has visto a nadie como yo! —exclamóelespectro.

    —Nunca—respondióScrooge.

    —Nuncahas caminadocon losmiembrosmásrecientesdemi familia;merefiero(porqueyomismo soy muy joven) a mis hermanosmayoresnacidosenestosúltimosaños,¿noescierto?—prosiguióelfantasma.

  • —Meparecequeno—dijoScrooge—.Muchometemo.¿Tenéismuchoshermanos,espíritu?

    —Más de mil ochocientos —respondió elfantasma.

    —¡Unafamiliatremendaalaquemantener!—murmuró Scrooge. El fantasma de la Navidadpresentesepusoenpie.

    —Espíritu —comenzó Scrooge con gestodócil—, llevadme donde queráis. Anoche salíen contra de mi voluntad, y aprendí unalección que empieza a dar sus frutos. Hoy, sitenéis algo que enseñarme, permitid que meseadeprovecho.

    —¡Tocamitúnica!

    Scroogehizoloqueseledecíayseagarróconfuerza.

    Acebo, muérdago, bayas, hiedra, pavos,gansos,caza,avesdecorral,piezasdevacuno,cerdos, salchichas, ostras, empanadas,pudines, fruta y ponche se desvanecieron alinstante. Lomismo sucedió con la habitación,el fuego del hogar, el resplandor rojizo y lahora nocturna, y se hallaron en el corazóndeLondreslamañanadeNavidad,donde(porque

  • el tiempoera inclemente)quienesestabanenla calle producían una música áspera, peroenérgicaynodel tododesagradable,alquitarlanievedelasacerasdelantedesuscasasydelos tejados de los edificios, lo que causaba elregocijodelosniñosquelaveíancaersobrelacalle,enpequeñasnevadasartificiales.

    Las fachadas de las casas parecíandecididamente negras, y las ventanas todavíamás, en contraste con el suavemanto blancodelostejadoseinclusoconlanievemássuciade la calle, sobre cuya última capa habíanlabrado ya surcos profundos las pesadasruedas de carros y carretas; surcos que secruzaban unos con otros cientos de veces enlos lugares donde las grandes arterias sebifurcaban, y trazaban intrincados canales,difícilesdeseguir,enelespesolodoamarilloyelaguahelada.Elcielosemostrabasombríoylascallesmáscortasdesaparecíanenvueltasenuna niebla espesa que se transformaba enagua nieve y cuyas partículas más densasdescendían en un chaparrón de átomostiznados,comositodaslaschimeneasdeGranBretaña se hubieran encendido y lanzaran

  • bocanadas de humo con verdaderoentusiasmo.ElclimadeLondresnoteníanadadeagradable,peroseadvertíapordoquierunambiente de alegría que el día más hermosodel verano y el sol más radiante habríantratadoenvanodeconseguir.

    Yesque lasgentesque limpiaban los tejados,alegresydebuenhumor, se llamabandeunacasa a otra e intercambiaban de cuando encuandoamistosasbolasdenieve—proyectilesmás inofensivos que muchas chanzas—, conrisas contagiosas si daban en el blanco y nomenos cordiales si fallaban. Las polleríasestaban todavía abiertas solo a medias, perolas fruterías brillaban en toda su gloria. Seveían grandes cestos de castañas, redondos,barrigudos, semejantes a chalecos de alegrescaballeros ancianos, apoltronados en laentrada, y derramándose hacia la calle en suapopléticaopulencia.Habíacebollasespañolasrojizas, morenas, de amplia circunferenciaabdominal, que se parecían, por su gordurasatisfecha,a losmonjesdesupaís,yque,conlicenciosa picardía, hacían guiños desde susestanteríasalasmuchachasquepasabanporla

  • calle y contemplaban, con recato, los adornosdemuérdago.Habíaperasymanzanas,enaltaspirámides deslumbrantes; racimos de uvas alosquesehacíacolgar,porbenevolenciadelostenderos,dellamativosganchos,paraquealostranseúntes se les hiciera la boca aguamientraspasabanpordelante;habíamontonesde avellanas, velludas y de colormarrón, querecordaban, con su fragancia, antiguospaseospor bosques donde se tenía el placer dehundirse hasta los tobillos en hojas secas;había manzanas para asar procedentes deNorfolk, rechonchasymorenas,querealzabanel amarillo de naranjas y limones, y queparecían recomendarse con insistencia ysuplicar, por lo compacto de sus jugosaspersonas,queselasllevaraacasaenbolsasdepapelparacomerlascomopostre.Losmismospecesdeoroydeplata, colocadosenbocalesentrelasfrutasescogidas,parecíansaber,pesea ser miembros de una raza triste y apática,que allí estaba pasando algo; y, todos a una,iban y venían por su pequeño universoabriendo la boca en un estado de lento ydesapasionadoentusiasmo.

  • ¿Y los tenderos de ultramarinos? ¡Ah, lostenderos! Aunque casi cerrados susestablecimientos, quizá solo con uno o dospostigos sin colocar, ¡qué cosas sevislumbraban a través de aquellas aberturas!Nosetratabaúnicamentedequeelplatillodelpeso al descender sobre el mostrador hicieraun ruido alegre, o de que el bramante seseparase de la bobina a toda velocidad, o dequesehicieraruidoconlas latasdeconservasde aquí para allá como si se tratarade trucosde prestidigitación, o incluso que los aromasmezclados del té y del café fuesen tanagradablesalolfato, laspasas tanabundantesy poco comunes, las almendras tanextraordinariamente blancas, la canela enrama tan larga y recta, las otras especias tandeliciosas, los frutos confitados tan bienglaseadosyrecubiertosdeazúcarcandecomopara conmover y hacer desfallecer almás fríodelosespectadores;tampocoeraqueloshigosdejaranescaparsusjugosyfuesencarnosos,niquelasciruelasfrancesasseruborizasen,ensumodesta acidez, desde sus cajas llenas deadornos,niquetodofueseunmanjarexquisitoconsu ropadeNavidad; sinoque los clientes,

  • tandiligentes y ansiosospor las esperanzadaspromesas del día, se tropezaban unos conotrosenlapuerta,entrechocabanlascestasdelasprovisiones,olvidabanlascomprassobreelmostrador, regresaban corriendo pararecuperarlas y cometían cientos de pequeñoserrores con el mejor humor imaginable;mientrasqueeltenderoysusdependientessemostraban tan sinceros y alegres que loscorazones de cobre brillante con los que sesujetaban por detrás los delantales podríanhaber sido los suyos propios, expuestos al