los profetas del odio y la yapa - arturo jauretche (resumen)

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Jauretche, Arturo: LOS PROFETAS DEL ODIO y la Yapa. Obras Completas, vol. IV. Ediciones del Corregidor, Buenos Aires, 2002. Capítulos I - V. Documento de exclusivo uso didáctico Página 1 Capítulo 1 LA COLONIZACIÓN PEDAGÓGICA Así como en El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional) he querido contribuir a la visión del país desde el ángulo social, lo intentaré en dos libros sucesivos a este, desde los ángulos respectivos de la geopolítica y la política internacional, en uno, y de la economía en otro. Ahora me propongo hacerlo desde la cultura. Pero debe limitar el alcance de la expresión "cultura" pues mi propósito es pragmático, con lo que evitaré irme por la tangente, de nuestra realidad inmediata hacia lucubraciones de valor universal, pretexto frecuente de los ensayistas y profesores para considerar los problemas argentinos de un modo estratosférico y al margen del compromiso con las urgencias nacionales. Señalaré por qué es "intelligentzia", y no inteligencia la constituida por gran parte de los nativos que a sí mismos se califican como intelectuales, y cómo han conformado su mentalidad, cómo se comportan, y sobre todo cómo está constituido el aparato "cultural" que la dirige y difunde para evitar la creación de un pensamiento propio de los argentinos. La amplia expresión superestructura cultural, que supondría un análisis de la cultura, con mayúscula, se reduce así a la determinación de los modos y el instrumental que opera en la formación de la "intelligentzia". Además, considero un bizantinismo confrontarla con una cultura propia, mientras en el hecho no sean removidos los factores que determinan aquélla como expresión colonialista. La inteligencia, ya liberada de esos factores que la deforman en "intelligentzia", es la que tiene que cumplir, y lo está haciendo fragmentariamente, la tarea de definir, por su desarrollo natural, su carácter como cultura nacional. Definirlo a priori sería incurrir en el mismo error que señalamos. Y en esto, más liberal que los liberales, confío en los hechos que son los que la generarán una vez removidos los obstáculos que se oponen a su espontánea manifestación y recordando que ya es nuestro lo que fue ajeno, en la medida que ya está incorporado a nuestra naturaleza. (Sarmiento es tan nuestro como Hernández, como factor determinante hoy, pero lo que no es nuestro es el sarmientismo en cuanto impide que 10 otro cumpla su labor naturalmente y que la realidad sea la creadora y no un instrumental superpuesto destinado a deformarla). La "intelligentzia" es el fruto de una colonización pedagógica y esto es muy distinto a la espontánea incorporación de valores universales a una cultura nacional, y recíprocamente, como pretenden los asépticos expertos en el tema, que prescinden del análisis de las condiciones objetivas. Esto de la colonización pedagógica me parece que está centrado en sus verdaderos términos en el libro de Jorge Abelardo Ramos. Crisis y resurrección de la literatura argentina (Ed. Indoamérica, 1954), que dice: "En las naciones coloniales, despojadas del poder político director y sometidas a las fuerzas de ocupación extranjeras los problemas de la penetración cultural pueden revestir menos importancia para el imperialismo, puesto que sus privilegios económicos están asegurados por la persuasión de su artillería. La formación de una conciencia nacional en ese tipo de países no encuentra obstáculos, sino que, por el contrario, es estimulada por la simple presencia de la potencia extranjera en el suelo natal... En la medida que la colonización pedagógica -según la feliz expresión de Spranger, un imperialista alemán- no se ha realizado, sólo predomina en la colonia el interés económico fundado en la garantía de las armas. Pero en las semicolonias, que gozan de un estatus político independiente decorado por la ficción jurídica, aquella "colonización pedagógica" se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de su evolución, se truecan en fuerza material. De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado de la cultura argentina o pseudoargentina, forjada por un signo de dictadura espiritual oligárquica... La cuestión está planteada en los hechos mismos, en la europeización y alienación escandalosa de nuestra literatura, de nuestro pensamiento filosófico, de la crítica histórica, del cuento y del ensayo. Trasciende a todos los dominios del pensamiento y de la creación estética y su expresión es tan general que rechaza la idea de una tendencia efímera". "Es en este sentido que legítimamente puede hablarse de una verdadera devastación espiritual de las nuevas generaciones intelectuales. [Recordemos que esto está publicado en 1954 y no corresponde ya a este momento en lo que se refiere a las nuevas generaciones, como se verá más adelante] La juventud universitaria, en particular, ha asimilado los peores rasgos de una cultura antinacional por excelencia. Bajo estas condiciones históricas se formó nuestra élite intelectual". Agrega que la función de una cultura así es ser fideicomisaria de valores transmitidos por sus mandantes europeos. NECESIDAD DE UN PENSAMIENTO AGRESIVO De aquí que la crítica a una "cultura" establecida sobre dichas bases, consiste en el primer paso para restituir los valores sumergidos de la cultura colonizadora, preexistente o con posibilidades de nacer. La palabra cultura pierde su acepción aséptica para transformarse en una política cultural opuesta a la política cultural que se nos presenta como "cultura". Es una beligerancia imprescindible para obtener la síntesis como resultado frente a la pretensión de seguimos imponiendo una cultura marginada de toda elaboración propia. Así, en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva necesariamente a combatir la "cultura" ordenada por la dependencia colonial. Implica, por lo pronto, una revisión respecto del pasado nacida de la búsqueda de las propias raíces que obliga a restaurar el prestigio de quienes fueron sumergidos por no ingresar a las jerarquías oficializadas; el impulso que destruye los falsos héroes consagra paralelamente a otros que responden a las exigencias de una verdadera cultura nacional. Es una especie de Renacimiento, de fe en la genuinidad de lo nacional que vertebra la violencia crítica a la "intelligentzia" colonizada, que sólo tiene un valor sucedáneo, carente de originalidad como simple repetición de ajenos repertorios. El combate contra la superestructura establecida abre nuevos rumbos a la indagación, otorga otro sentido creador a la tarea intelectual, ofrece desconocidos horizontes a la inquietud espiritual, enriquece la cultura aun en su aséptico significado al proveerla de otro punto de vista brindado por las peculiaridades nacionales. Sólo por la victoria en esta contienda evitaremos que bajo la apariencia de los valores universales se sigan introduciendo como tales los valores relativos correspondientes sólo a un momento histórico o lugar geográfico, cuya apariencia de universalidad surge exclusivamente del poder de expansión universal que les dan los centros donde nacen, con la irradiación que surge de su

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LA COLONIZACIÓN PEDAGÓGICAAsí como en El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional) he querido contribuir a la visión del país desde el ángulo social, lo intentaré en dos libros sucesivos a este, desde la geopolítica y la política internacional, en uno, y de la economía en otro. Ahora me propongo hacerlo desde la cultura.

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  • Jauretche, Arturo: LOS PROFETAS DEL ODIO y la Yapa.

    Obras Completas, vol. IV. Ediciones del Corregidor, Buenos Aires, 2002. Captulos I - V.

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    Captulo 1 LA COLONIZACIN PEDAGGICA As como en El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociologa nacional) he querido contribuir a la visin del pas desde el ngulo social, lo intentar en dos libros sucesivos a este, desde los ngulos respectivos de la geopoltica y la poltica internacional, en uno, y de la economa en otro. Ahora me propongo hacerlo desde la cultura. Pero debe limitar el alcance de la expresin "cultura" pues mi propsito es pragmtico, con lo que evitar irme por la tangente, de nuestra realidad inmediata hacia lucubraciones de valor universal, pretexto frecuente de los ensayistas y profesores para considerar los problemas argentinos de un modo estratosfrico y al margen del compromiso con las urgencias nacionales. Sealar por qu es "intelligentzia", y no inteligencia la constituida por gran parte de los nativos que a s mismos se calif ican como intelectuales, y cmo han conformado su mentalidad, cmo se comportan, y sobre todo cmo est constituido el aparato "cultural" que la dirige y difunde para evitar la creacin de un pensamiento propio de los argentinos. La amplia expresin superestructura cultural, que supondra un anlisis de la cultura, con mayscula, se reduce as a la determinacin de los modos y el instrumental que opera en la formacin de la "intelligentzia". Adems, considero un bizantinismo confrontarla con una cultura propia, mientras en el hecho no sean removidos los factores que determinan aqulla como expresin colonialista. La inteligencia, ya liberada de esos factores que la deforman en "intelligentzia", es la que tiene que cumplir, y lo est haciendo fragmentariamente, la tarea de definir, por su desarrollo natural, su carcter como cultura nacional. Definirlo a priori sera incurrir en el mismo error que sealamos. Y en esto, ms liberal que los liberales, confo en los hechos que son los que la generarn una vez removidos los obstculos que se oponen a su espontnea manifestacin y recordando que ya es nuestro lo que fue ajeno, en la medida que ya est incorporado a nuestra naturaleza. (Sarmiento es tan nuestro como Hernndez, como factor determinante hoy, pero lo que no es nuestro es el sarmientismo en cuanto impide que 10 otro cumpla su labor naturalmente y que la realidad sea la creadora y no un instrumental superpuesto destinado a deformarla). La "intelligentzia" es el fruto de una colonizacin pedaggica y esto es muy distinto a la espontnea incorporacin de valores universales a una cultura nacional, y recprocamente, como pretenden los aspticos expertos en el tema, que prescinden del anlisis de las condiciones objetivas. Esto de la colonizacin pedaggica me parece que est centrado en sus verdaderos trminos en el libro de Jorge Abelardo Ramos. Crisis y resurreccin de la literatura argentina (Ed. Indoamrica, 1954), que dice: "En las naciones coloniales, despojadas del poder poltico director y sometidas a las fuerzas de ocupacin extranjeras los problemas de la penetracin cultural pueden revestir menos importancia para el imperialismo, puesto que sus privilegios econmicos estn asegurados por la persuasin de su artillera. La formacin de una conciencia nacional en ese tipo de pases no encuentra obstculos, sino que, por el contrario, es estimulada por la simple presencia de la potencia extranjera en el suelo natal... En la medida que la colonizacin pedaggica -segn la feliz expresin de Spranger, un imperialista alemn- no se ha realizado, slo predomina en la colonia el inters econmico fundado en la garanta de las armas. Pero en las semicolonias, que gozan de un estatus poltico independiente decorado por la ficcin jurdica, aquella "colonizacin pedaggica" se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuacin del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de su evolucin, se truecan en fuerza material. De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado de la cultura argentina o pseudoargentina, forjada por un signo de dictadura espiritual oligrquica... La cuestin est planteada en los hechos mismos, en la europeizacin y alienacin escandalosa de nuestra literatura, de nuestro pensamiento filosfico, de la crtica histrica, del cuento y del ensayo. Trasciende a todos los dominios del pensamiento y de la creacin esttica y su expresin es tan general que rechaza la idea de una tendencia efmera". "Es en este sentido que legtimamente puede hablarse de una verdadera devastacin espiritual de las nuevas generaciones intelectuales. [Recordemos que esto est publicado en 1954 y no corresponde ya a este momento en lo que se refiere a las nuevas generaciones, como se ver ms adelante] La juventud universitaria, en particular, ha asimilado los peores rasgos de una cultura antinacional por excelencia. Bajo estas condiciones histricas se form nuestra lite intelectual". Agrega que la funcin de una cultura as es ser fideicomisaria de valores transmitidos por sus mandantes europeos. NECESIDAD DE UN PENSAMIENTO AGRESIVO De aqu que la crtica a una "cultura" establecida sobre dichas bases, consiste en el primer paso para restituir los valores sumergidos de la cultura colonizadora, preexistente o con posibilidades de nacer. La palabra cultura pierde su acepcin asptica para transformarse en una poltica cultural opuesta a la poltica cultural que se nos presenta como "cultura". Es una beligerancia imprescindible para obtener la sntesis como resultado frente a la pretensin de seguimos imponiendo una cultura marginada de toda elaboracin propia. As, en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva necesariamente a combatir la "cultura" ordenada por la dependencia colonial. Implica, por lo pronto, una revisin respecto del pasado nacida de la bsqueda de las propias races que obliga a restaurar el prestigio de quienes fueron sumergidos por no ingresar a las jerarquas oficializadas; el impulso que destruye los falsos hroes consagra paralelamente a otros que responden a las exigencias de una verdadera cultura nacional. Es una especie de Renacimiento, de fe en la genuinidad de lo nacional que vertebra la violencia crtica a la "intelligentzia" colonizada, que slo tiene un valor sucedneo, carente de originalidad como simple repeticin de ajenos repertorios. El combate contra la superestructura establecida abre nuevos rumbos a la indagacin, otorga otro sentido creador a la tarea intelectual, ofrece desconocidos horizontes a la inquietud espiritual, enriquece la cultura aun en su asptico significado al proveerla de otro punto de vista brindado por las peculiaridades nacionales. Slo por la victoria en esta contienda evitaremos que bajo la apariencia de los valores universales se sigan introduciendo como tales los valores relativos correspondientes slo a un momento histrico o lugar geogrfico, cuya apariencia de universalidad surge exclusivamente del poder de expansin universal que les dan los centros donde nacen, con la irradiacin que surge de su

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    carcter metropolitano. Tomar como absolutos esos valores relativos es un defecto que est en la gnesis de nuestra "intelligentzia" y de ah su colonialismo. GNESIS DE LA "INTELLIGENTZIA" Desde el principio nuestra "intelligentzia" identific con cultura los "valores universales" consagrados por los centros del poder, con exclusin de toda otra cultura. Las naciones que se separaban de la colonia espaola tenan su propia cultura, dentro de una de ms amplia rbita, producto de una lenta elaboracin de elementos indgenas con los proporcionados por la conquista espaola y catlica. En algunos casos, cuando las sociedades indgenas preexistentes ya haban salido del estado salvaje y constituan por s culturas, esta simbiosis estaba lejos de haberse realizado, y haba ms bien una superposicin de culturas, como entre los aztecas y el incario. En otros la fusin se haba realizado dando una muy particular configuracin cultural, como en el caso de los pueblos guaranes del Paraguay con el aporte de los elementos hispnicos y jesuticos, de tan fuerte individualidad que ha sobrevivido sin alterarse con la implacable destruccin de que fue objeto con la guerra "civilizadora" de la Triple Alianza. El contacto de la cultura preexistente con la Europa triunfante del siglo XIX, que deba generar a su vez una nueva elaboracin por la asimilacin de nuevos valores a los elementos culturales propios, no fue visto as por la "intelligentzia" que desde el principio defini sus caractersticas, deslumbrada por la civilizacin europea cuyo espectculo se presentaba ante los ojos azorados de los intelectuales. (Se llama intelectual, no al que ejercita la inteligencia, sino al que es ilustrado en cosas nuevas). Para este "intelectual" lo preexistente, la cultura que tena en la raz, fue incultura en cuanto no coincida con lo nuevo. Ocurri aqu lo inverso que entre los griegos, para los cuales lo brbaro era lo extico a la Hlade, y lo culto lo propio1. LA FRMULA CIVILIZACIN Y BARBARIE Esta es la raz del dilema sarmientino de "civilizacin o barbarie" que sigue rigiendo a la "intelligentzia". Se confundi civilizacin con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instruccin con educacin. La idea no fue desarrollar Amrica segn Amrica, incorporando los elementos de la civilizacin moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el rbol. Se intent crear Europa en Amrica trasplantando el rbol y destruyendo al indgena que poda ser obstculo al mismo para su crecimiento segn Europa, y no segn Amrica. El gran desarrollo tcnico del siglo XIX facilit el error. Aprender la tcnica y practicarla era civilizarse, y civilizarse, culturalizarse, considerando los tres trminos como inseparables, lo que es incierto, como lo demostr Japn, que hizo suya la tcnica de la civilizacin europea asimilndola a sus formas culturales. (Tambin el Paraguay de los Lpez lo intent, y se lo "civiliz" a la fuerza para impedirlo). As la "intelligentzia" facilit el proceso de la estructuracin de los nuevos pases como pases dependientes, derogando todos los valores autctono s que podan servir para el proceso de filtro y asimilacin; mucho menos admiti la posibilidad de una creacin original, nacida de esa convivencia y de una recproca penetracin. As el proceso de europeizacin que se practic desde 1853 en adelante no consisti en la incorporacin a la cultura preexistente de los valores europeos -universales si se quiere-, sino en la derogacin lisa y llana de aqulla, lo que fue facilitado por esa identificacin del concepto civilizacin con el concepto cultura, muy propio del siglo XIX. La incomprensin de lo nuestro preexistente como hecho cultural, o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, ayud a que lo preexistente fuera privado de todos los medios de expresin. No bast con la masiva sustitucin de la poblacin nativa por el torrente inmigratorio que se volc sobre el litoral, ni con la distorsin econmica que impuso esa civilizacin para hacemos una prolongacin abastecedora del modelo que se propona imitar. La inteligencia se hizo intelligentzia y dando por

    1 Muy ilustrativa sobre el distinto modo de entender lo culto y lo brbaro es ese relato que hace Pedro de Paoli en Facundo (Ed. Ciordia y Rodrguez, Bs. As. 1952) de la remisin de los pliegos conteniendo el texto de la Constitucin rivadaviana de 1826: "A Santiago del Estero march el Dr. Tezanos Pinto. Y una tarde de sofocante cancula, como son todas las de Santiago del Estero durante el verano, se visti rigurosamente de etiqueta, con su larga y negra levita bien abotonada, sus pantalones de grueso pao muy ajustados, su galera de pelo y los puos y el cuello duro almidonados, se dirigi a la casa del gobernador. Eran las tres y media de la tarde y los santiagueos se encontraban durmiendo la siesta en el interior de las habitaciones o bajo los rboles del patio. Algunos como excepcin, estaban en el zagun, descalzos y apenas con una camiseta de algodn, bien finita, y un chirip, tambin liviano". "Los santiagueos que por casualidad lograban ver a semejante personaje, vestido en forma tan brbara para el lugar y el da, quedaban mudos de asombro. Pero a quin se le ocurra a esa hora en que nadie sala de su casa, ir a los rayos del sol y vestido de tal manera? Pero quin era ese brbaro? Sin duda un extranjero estrafalario! El asombro lleg a su colmo cuando el hombre, retocndose la corbata y levantando en alto el bastn dio muestras que era a la mismsima casa del gobernador donde iba y donde ya llegaba".

    "En la puerta de su casa, el gobernador, general Ibarra, estaba sentado, como muchos otros santiagueos a esa hora, descalzo, con camiseta, chirip de liencillo y vincha angosta. El congresal lleg frente a l, se quit la galera de felpa, puso el bastn bajo el brazo izquierdo, se inclin reverente, sac del faldn de la levita dos

    pliegos, y con frases melosas y amables se los ofreci al seor gobernador". "Ibarra, con la mayor displicencia santiaguea, lo mir un instante y rehus los pliegos. Pero le ofreci asiento a su lado, en una banqueta de cuero crudo, que el congresal no se dign aceptar". "No seor, el gobernador de Santiago del Estero no slo no aceptaba recibir la Constitucin que le enviaba el Congreso de Buenos Aires, sino que no quera tener con l ninguna vinculacin, invitndolo al representante de ese Congreso a que abandonara en veinticuatro horas la provincia de Santiago. El congresal se qued mudo, intent argumentar, entrar en polmica, usar su dialctica, convencerlo de las ventajas de adoptar las frmulas constitucionales de Benjamn Constant, hablarle del positivismo naturalista de Montesquieu, de Bentham; de que Rousseau no era un sofista ... Ibarra por toda contestacin le alarg el mate que acababa de traerle la chinita. El congresal se indign: se encasquet la galera, empu el bastn, gir sobre sus talones, y a pasos rpidos, traspasado de sudor, se alej hacia el hotel; en su interior iba diciendo: Brbaro, qu desconocimiento de la cultura, mientras Ibarra, mirndolo entre socarrn y compasivo, pensaba para sus adentros: Brbaro andar vestido as en Santiago, en una tarde de calor como sta y a las cuatro de la tarde". (El autor dice en una nota: "Posteriormente Tezanos Pinto reconoci que el brbaro haba sido l". Por lo dems, Ibarra, coronel de la Independencia, era hombre de buenas letras. Pero santiagueo con sentido comn). (Nota de la tercera edicin).

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    resuelto que la cultura era exclusivamente lo importado se convirti en uno de los ms eficaces instrumentos para extirpar de raz los elementos locales de cultura preexistentes. Slo la tradicin oral y los hbitos cuya perdurabilidad es lentamente afectada por el cambio de condiciones parecieron subsistir como factores yacente s de la cultura derogada y con preferencia en aquellos lugares no tiles a los fines concretos perseguidos por la civilizacin, en remotos rincones de provincias. En el terreno de la cultura la "intelligentzia" se impuso masivamente despus de Caseros. A medida que la incorporacin de la Argentina al mercado mundial iba creando intereses vinculados con ella y la poltica del imperio dominante profundizaba su penetracin econmica, esta disposicin de la ''intelligentzia'' se acentuaba con el desplazamiento hacia el litoral de la riqueza y la postergacin de los ncleos interiores de poblacin, donde la configuracin econmica y social de la colonia espaola haba enraizado con ms profundidad la cultura preexistente. El litoral, ms despoblado y menos importante en la economa de autosatisfaccin anterior a la libertad de comercio, dispona de menos elementos autctonos para compensar, asimilando la influencia postiza que vena de afuera; prcticamente fue hijo de las nuevas condiciones que lo favorecan en su desarrollo material y sobre este hecho cabalg la "intelligentzia" que pareci encontrar durante largos aos la confirmacin de su misin civilizadora, porque la nueva sociedad que lo compona en hombres y tcnicas era en su mayor parte hija del planteamiento civilizador logrado. LA "INTELLIGENTZIA" Pero pronto la conformacin de la "intelligentzia", en cierto modo espontnea, como se ha explicado con la alucinacin de los intelectuales, se constituy un sistema, en la misma relacin en que se consolidaban y agrandaban los instrumentos materiales de la influencia exterior que constituan factores de poder mucho ms poderosos que el mismo Estado o que la posible conjuncin de intereses nacionales. As, el error de la "intelligentzia" reverti sobre ella misma, y ya no pudo salir de l, porque todo el aparato a travs del cual poda expresarse y a travs del cual se elaboraba el "intelectual", se fue conformando a la poltica dominante cuya proyeccin se diriga a estabilizar el pas en las condiciones ms ptimas para su aprovechamiento que, desde luego, no poda trascender los fines para los cuales fue "civilizado". De tal manera la "intelligentzia" qued prisionera de lo que haba promovido, y se tuvo que conformar definitivamente como instrumento colonial. Aquello mismo que haba promovido para "civilizar" se apoder de ella completando el crculo de su dominio, y la hizo su instrumento. As, los que haban sido apstoles de un error doctrinario se vieron convertidos en simples instrumentos divulgadores, cumpliendo en el campo de la cultura la funcin que el poder material cumpla en el campo de los intereses materiales. De apstoles devinieron, en su prolongacin histrica, vendedores de comercio: una mezcla de viajantes y visitadores mdicos. LA DERROTA DE LA "INTELLIGENTZIA" Ya carece de objetivo el debate con la "intelligentzia" en el terreno de las ideas, donde ni siquiera el intelectual es el "ilustrado en cosas nuevas", como se dijo antes. Esta no es ms que una simple repetidora de envejecidas o exticas afirmaciones dogmticas, cuyo poder de conviccin reside exclusivamente en el de la propaganda. Es simplemente un instrumento de la misma sin otra fuerza que la que surge de su utilizacin por el aparato de difusin. No hay problema intelectual. Es una cuestin de hecho, porque el conflicto no es el de las ideas, ampliamente superado, sino el de la imposibilidad en que se encuentra la "intelligentzia" de actualizar su ideario de importacin en presencia de un pas que lo rebalsa y que ha adquirido un potencial propio que tiene que traducirse en una versin tambin propia de lo cultural. La "intelligentzia" ve en la actual crisis una crisis de decadencia cuando la crisis es en verdad una crisis de crecimiento y aqulla carece de todo pensamiento que no sea el generado por el siglo XIX en las metrpolis, que si fue apto para enervar las posibilidades nacionales de expresin cultural es insuficiente ya. La trampa actual de la "intelligentzia" consiste en robarle al pensamiento nacional la terminologa y el estilo y es as como se disfraza a base de un neo liberalismo que incluye expresiones como desarrollo, expansin, etc., que intentan canalizar por vas extraviadas el movimiento intelectual del pas hacia su propia va muerta. Esto es mucho ms visible en las expresiones de la intelligentzia" que se presentan como expertos econmicos o tecncratas porque stos son los que reciben las rdenes de manera ms directa de las metrpolis que hacen la colonizacin pedaggica y no se engaa como el resto de la "intelligentzia" con su propia salsa cultural que les cambia el gusto del plato. LO POPULAR COMO FUENTE Ernesto Palacio escriba en Criterio, en 1928, que el problema de escribir o no para el pueblo que divida a los plumferos, se resuelve escribiendo desde el pueblo. Creo que a eso estamos llegando y que ah est la fuente. El cegado, pero siempre resurgente manantial, que rechaza lo que no es nuestro o lo recrea sobre la realidad y lo hace nuestro cuando lo cambia y adapta. Explicar la gnesis de la "intelligentzia", y cmo sta qued prisionera de la colonizacin pedaggica que ella misma promovi, no supone la intencin de volver a fajas uno, replanteando el problema a nivel de los momentos iniciales. Saber cmo fueron las cosas no implica olvidar que lo pasado pas. Demanda simplemente plantear el problema para que la desnaturalizacin no se repita sobre las bases reales de la Argentina de hoy que son otras que las de ayer. Hay un cierto nacionalismo que siendo histricamente antiunitario incurre en la misma actitud que los unitarios en cuanto al mtodo: a aqullos no les vena bien el pas de entonces, por criollo, y a ste no le viene bien el actual por gringo, y si aqullos se fugaban del pas al hipottico de maana, no menos fuga es negar el pas de hoy por el de ayer. En esto Ernesto Palacio nos da la frmula precisa: escribir -y quien dice escribir dice todo quehacer intelectual o artstico- desde el pueblo, es decir desde la realidad expresada por su agente humano y natural o que supone integrarse en el mismo

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    abandonando la presuncin bsica de la "intelligentzia", que es su atribucin de un "status" de carcter intelectual diferenciado del pueblo y rector de ste, a que me referir ms adelante2. Dir ahora que incurro en transcripciones a menudo extensas, cosa que se me ha criticado en libros anteriores. Lo hago por humildad y porque me parece que si otro lo ha dicho mejor que yo, mejor 'es reproducirlo que parasitario; adems acredita que no vengo a descubrir nada sino a redundar, de una manera tal vez ms sistematizada, en una constante argentina: siempre el pas ha tenido sus centinelas advertidos y combatientes, por ms que se los haya silenciado sistemticamente o deformado para evitar la generalizacin de su pensamiento. El recorrido de nuestra historia est lleno de mojones que han sido cubiertos deliberadamente por la "colonizacin pedaggica", que como las arenas del desierto se empea en impedir que encontremos el verdadero camino3. Y me adelanto a prevenir al lector contra el pesimismo que pudiera surgir de la comprobacin que har de la magnitud de las fuerzas que enfrentamos. No est de ms recordar lo que sucede al estudiante de medicina a medida que en los primeros pasos va adquiriendo el conocimiento de las enfermedades, y como la sigue con todo su proceso terico hasta el resultado fatal, se desalienta; slo se recobra cuando comprueba las realizaciones de la medicina con una visin de conjunto que acredita sus progresos por los ndices generales y los "casos" observados y no por la evolucin terica de la enfermedad como tal. Del mismo modo hay que razonar en esto: a pesar de las enfermedades que aqu se evidencian, la conciencia nacional crece y crece, y es cada da ms poderosa con lo que se comprueba que si los males son aterradores, la salud de lo argentino los supera en la afirmacin de su propia personalidad. Slo as se explica que subsistamos, y que subsistiendo seamos cada da ms definidamente argentinos; lo seremos si como en el judo, la fuerza del adversario se convierta en un instrumento de fuerza propia, para lo que bastar conocer la estructura y modos de la colonizacin pedaggica, pues desentraada la ndole real de la misma la inteligencia esclarecida multiplicar los efectos del contragolpe. Identificados los cipayos la cuestin se simplifica como en los dominios polticos directos porque cuando la accin tiene conciencia de que es, ya es. Lo dems es cuestin de tiempo y medios. Este libro quiere ser un aporte ms a la tarea de lograr esa conciencia. En esta "segunda parte" me referir expresamente a la pedagoga colonialista en los medios especficos de formacin intelectual. En la "tercera" a su extensin masiva y al instrumental utilizado en la difusin sobre la opinin pblica en general y en la construccin de las jerarquas intelectuales que se utilizan para el mismo fin. Captulo II DESUBICACIN DE LA "INTELLIGENTZIA" No sea el lector demasiado severo con los autores que he comentado. Ms que exhibirlos, he querido mostrar el rbol de que provienen tales frutos. Toda nuestra formacin cultural est destinada a producirlos. Cierto es que ellos, a su vez, se convierten en causas de otros frutos parecidos, como instrumentos creados para la continuacin del mal, pero en el propio pecado tienen la penitencia. El pas hace rato que los va dejando atrs, y ya poco tiene de comn con ellos. En una conferencia de FORJA, pronunciada en el Teatro Comedia, veinte aos atrs, ped a los oyentes que ubicaran a la Argentina en un planisferio imaginario. El pblico lo hizo: abajo y a la izquierda. Dije, entonces, recogiendo las contestaciones del pblico, que para pensar como argentinos necesitbamos ubicamos en el centro del mundo y ver el planisferio desarrollado alrededor de ese centro; que nunca seramos nosotros mismos si

    2 Un caso tpico comentado por Ernesto Palacio fue la actitud que asumieron los intelectuales cuando el fusilamiento de Garca Lorca; si muy mal estuvo que lo fusilaran a Garca Lorca, el hombre Garca Lorca, la cuestin no se haca por los intelectuales en razn del hombre, sino en razn del intelectual, pues se pretenda que el intelectual tuviera un fuero aparte, una situacin exclusiva en virtud de la cual no debe correr las contingencias de los dems hombres. Esto es atribuirle al intelectual una especie de hermafroditismo y se corresponde con la idea del intelectual como elemento decorativo, como adorno. Lo malo es que se fusile; pero fusilando al zapatero, al soldado, al pen o el burgus, que en cierta medida son empujados por el intelectual, no hay ninguna razn para que ste quede marginado del riesgo. Es como darle una patente de irresponsabilidad que ningn intelectual que se respete aceptar. Pero es una teora muy conveniente para nuestros regimientos de "animmosnos y vayan" y los "batallones de empujadores" que hacen pecar a los otros y se quedan "teniendo el saco" a los contendientes (indemnes por su calidad de intelectuales). 3 Ya veremos que en la pueril imitacin de Caseros, en 1955 se intent reproducir el aniquilamiento de toda fuente o prestigio que permitiese en el futuro encontrar las bases de un pensamiento nacional. Los antiinquisidores quemaron colecciones enteras de libros y documentos y se sometieron a expurgacin las bibliotecas y archivos. Era una tcnica que los cipayos conscientes conocan, pues reiteraba la que se practic sistemticamente del 53 en adelante bajo la direccin de un experto en historia. Si el pasado federal se sepult no tuvieron mejor suerte las ideas y los hombres que se atrevieron a disentir despus, aunque fuera parcialmente, con la lnea impresa. De la mayora no queda ni el recuerdo, yeso sin tener en cuenta las posibilidades que se destruyeron en ciernes por el simple hecho de estarles negado el acceso a los medios del pensamiento. Los nombres y los trabajos de otros sobrevivieron, pero quedaron en la penumbra, cuando no desfigurados en su significacin. Es el caso de Rafael y Jos Hemndez, Miguel Navarro Viola, Emilio de A1vear, Vicente G. Quesada, Olegario Andrade, Osvaldo Magnasco, Vicente Fidel Lpez, Julio Victorica, Santiago Derqui, Manuel Leiva, Ovidio Lagos, Carlos Guido Spano, Carlos D' Amico, Juan Balestra, el Dr. Evaristo Carriego, Alejandro Peyret, Francisco F. Fernndez, etc., recordados aqu de primera intencin y a los que podramos agregar ya en este libro a David Pea, Ernesto Quesada, Manuel Ugarte, Manuel Ortiz Pereyra, Sal Taborda, Armando Cascella, Elas Castelnuovo, Ramn Doll, Arturo Cancela, Ral Scalabrini Ortiz, Jos Gabriel, Ernesto Palacio, Mateo Booz, hasta el mismo Julin lvarez y los centenares de escritores, tcnicos, etc., que al tener el camino cerrado a sus aptitudes se desviaron hacia otras actividades, ante las exigencias de la vida. Algunos como Scalabrini Ortiz han podido trascender por su obra, porque su talento y las circunstancias histricas, coincidieron con este renacimiento nacional que presenciamos, que logr marginar definitivamente la mquina de las consagraciones. El mismo pensamiento de las figuras que el sistema tiene como liminares -Alberdi y Sarmiento, por ejemplo- fue desfigurado ocultando, sobre todo en el caso del primero, sus rectificaciones hechas sobre experiencia de la aplicacin de las ideas que propusieron originariamente. La mayora de los intelectuales de principios de siglo tuvieron que adaptarse pagando con silencios y complicidades el derecho a vegetar y tener un nombre en una sociedad pastoril que relegaba al intelectual a una funcin decorativa, mantenida por el mecenazgo -bastante msero por cierto, pues consista en el empleo pblico o el mal pagado trabajo del periodismo-. Hacer nombres exigira describir drama por drama las claudicaciones a que fue obligado el talento. Bastar con que recordemos el caso de Ricardo Rojas que pag con el destierro de las letras su tmida La Restauracin nacionalista y de cuyo intento debi volver para adaptarse a las exigencias de la "intelligentzia" disciplinada. (Nota de la tercera edicin).

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    continubamos colocndonos en el borde del mapa, como un lejano suburbio del verdadero mundo. Aos despus, he visto sealar los errores de la geopoltica como provenientes de una falsa ubicacin del estudioso al prescindir de la esferidad del planeta y desarrollar su pensamiento sobre los falsos elementos proporcionados por el mapa de Mercator que es, en definitiva, una proyeccin cilndrica del globo4. Lo que conocemos como historia y geografa del mundo, es slo la historia y la geografa de una pequea pennsula de Asia. Esto ha sido grave para los mismos conductores de Europa del oeste, ligados culturalmente a una visin parcial y falsa, en el momento en que cambiaban las dimensiones, por la universalizacin de los problemas, y por el traslado de los centros de poder a continentes no contabilizados en sus libros, como factores determinantes. Los propios Estados Unidos recin comienzan a liberarse de ese complejo cultural, ungidos por las exigencias de su poder dominante, y la transicin explica los pasos cavilantes de su poltica mundial. A su vez el mundo comunista, desplazando su centro de poder al Este, se adeca a la universalizacin de los problemas. Esto explicar el triunfo de la "lnea" sobre los sectores heterodoxo s, en la medida en que la doctrina, socialista ha sido sacrificada a las exigencias inmediatas de la geopoltica alemana, en su versin moscovita. La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemticamente cultivada en nuestro pas. No pretendo desdear los factores lgicos que hacen gravitar lo universal sino sealar cmo se ha enviado la compensacin natural con lo propio y la sntesis equilibrada en la expresin de nuestra personalidad. De aqu que el iletrado se desoriente mucho menos que el culto cuando trata nuestros problemas "in-concreto". No lo digo en elogio del analfabetismo, como apuntar maliciosamente alguno, pero s en demrito de la mala ilustracin. Me remito a lo que dicen "mis padrinos" en la portada de este libro. Si todo es segn el color del cristal con que se mira, conviene saber qu anteojos y anteojeras nos han puesto, parecidas a esas gafas oscuras que usan muchos nativos, con la que logran ignorar los verdes de nuestros campos y los azules de nuestros cielos, acomodados al matiz uniforme adquirido en una casa de ptica. Como esas casas de ptica actan los instrumentos modeladores de la llamada inteligencia argentina, que iremos viendo ms, adelante. EL RASTACUERO EN VIAJE Mucho corresponde a la actitud del rastacuero en viaje, tradicionalmente deslumbrado por las "luces", y dispuesto a su vez a deslumbrar. Nos sentimos colocados en el margen remoto de un mundo, cuyo centro est muy lejos, y nuestros hombres de la cultura van a ese centro con el aparente propsito de adquirir una tcnica, pero el pas de la tcnica los absorbe, minsculos Faustos que entregan el alma al precio de unas chucheras. Mande Ud. un militar a Alemania y volver germanizado, un marino a Inglaterra y volver anglicanizado y lo mismo pasar con el escritor que estuvo en Pars o el ingeniero o comerciante que estuvo en Estados Unidos: habr dejado sus seas al sastre de all y por el mismo transporte que le llegan los trajes de Bond Street u otra direccin, le llegarn ideas y hbitos. Se apresurar a hacerse socio del club de residentes y devoto del "sport" que stos practican. Esto va mucho ms all de la gravitacin esttica que proviene de todo poder de expansin. Sabemos sobradamente que la Espaa de Felipe II export el prototipo del hidalgo, como la Inglaterra victoriana consagr el gentleman y la lady; y los Estados Unidos de hoy, el boy y la girl, como la Unin Sovitica el tovarisch. Hace muchos aos un jefe de nuestro ejrcito me refera que en unos ejercicios hpicos en que participaba como agregado militar argentino en el ejrcito alemn, fue interrogado por el director de las maniobras, general Von Mackensen, a propsito de una particularidad observada en l, al saltar los obstculos: "-He visto que al saltar, Ud. no se lleva la mano al casco. Cul es la razn?" El militar argentino le explic el uso del barbijo nacido de las exigencias de nuestra vida campera. Vuelto a Buenos Aires y terminada la presentacin al ministro de Guerra, que era entonces el general Vlez, le refiri la ancdota, agregando: "-Debo informar al seor ministro que el ejrcito alemn ha adoptado el barbijo". Con visible afliccin el ministro le dijo entonces: "-Caramba! Nosotros acabamos de suprimirlo porque no lo usaba el ejrcito alemn". As es todo. Conozco quien vivi tres meses en Pars y el resto de su vida ha sido un desterrado de Montmartre5 Nuestros pobrecitos intelectuales se creen hombres de all. Y no son de ninguna parte porque no tienen cotizacin en el cuadro de aquella inteligencia, cuyas aflicciones y esperanzas comparten sin reciprocidad alguna. La Cultura, la Civilizacin, los Derechos del Hombre se refieren, en la mentalidad de los metropolitanos, en sus bocas, en lo ntimo de su pensamiento, y ms que. en su pensamiento en su subconsciente, a una humanidad de muy estrechos lmites. Cuando el hombre de las metrpolis habla de la Humanidad no piensa en nosotros -incluyendo en nosotros a los papagayos de su cultura-o Su Humanidad apenas traspasa los Alpes, se detiene en los Pirineos, llega escasamente al Elba y a travs del Atlntico, aunque con regateos, comprende a los Estados Unidos y al Canad. Los dems pertenecemos a un suburbio de su

    4 Desde hace tres aos, por consejo del profesor espaol de cosmografa Martnez Rodrguez, se est reorientando paulatinamente la enseanza de la geografa en la Repblica Oriental del Uruguay, en el sentido de ver el pas desde una posicin antrtica. Claro est que esta reforma tiene que ser paulatina, pues primero hay que adecuar la mentalidad del maestro, habituado como todos nosotros a ver los mapas como una prolongacin del hemisferio norte. As Montevideo va a quedar en la parte alta de los mapas y el Brasil en la baja, como nosotros, que tendremos la Patagonia arriba y Jujuy y Misiones abajo. Esto no va a afligir mucho a nuestros intelectuales, pero van a poner el grito en el cielo cuando vean a Europa ocupar el puesto que ahora ocupamos nosotros. Les sauvages ut supra! Tan luego en Montevideo! Es como para desacomodarle el cuadro a cualquiera, y ms a stos que se sienten antpodas de s mismos, porque para ellos Buenos Aires est en las antpodas, no los otros, los de las antpodas de Buenos Aires. Nos queda el recurso de mandarlos a... las antpodas. 5 Es "fin de sicle", anterior a las "seoras gordas" el cuento de la que entrando al tercer patio de su vieja casa, de retorno de tres meses en "Pars de Francia", exclama al ver la clueca con sus pollitos: "Coment s'apelle ce chien?" Pero el perro la desconoce y la muerde. Es cuando grita "Juera, perro de...! "(Nota de la tercera edicin).

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    ciudad humana; tal vez estemos ms cerca que los chinos o los annamitas, pero tan lejos como los egipcios, los griegos o los yugoeslavos. Esa divertida nocin que tiene el francs de la geografa, es la geografa de la cultura. No los critico; ellos son lgicos y se rigen por las reglas naturales de la proximidad histrica, geogrfica, econmica, cultural. Los ilgicos somos nosotros; digo nosotros, los ms o menos ilustrados. Los ignaros, que se regulan por las reglas naturales de la proximidad, aciertan con mayor eficacia en nuestros problemas, pues su mtodo se parece ms al mtodo de la ciencia. Al porteo o sanjuanino del comn le interesa en primer trmino lo de Buenos Aires o San Juan y subsidiariamente lo otro, en un orden que va de lo particular a lo general. Cuando habla de Libertad habla de su libertad y la de los suyos; cuando habla de Economa, se refiere a los efectos que percibe y los que perciben su gremio, su clase, su ciudad, su provincia, su nacin. . El letrado ve las cosas de otra manera. A l le interesa lo que le sucede a la Humanidad, a la Libertad, a la Economa es abstracto. Piensa en trminos de principios y no en trminos de hechos, y le interesa que esos principios jueguen en el mundo abstracto a que pertenece, al margen de lo que resulta para sus paisanos. Es as como se adscribe a parcialidades polticas, o sociales por razones que no son las de su medio y ajeno a su propia realidad, acta en todas las militancias lejanas, postergando las propias, o subordinando stas a las exigencias de aquellas militancias extraas6. Juan Juarbes, un valiente luchador del nacionalismo de Puerto Rico, me dijo una vez: "-Pues, mire Ud., estas izquierdas sudamericanas. Cada vez que se les reclama solidaridad para con nuestra causa tienen un motivo para postergarla. Que la guerra civil espaola, que el nazismo despus, que el totalitarismo ruso. Y como Puerto Rico es el "culo" del mundo, pues nunca hay ocasin para nosotros. Siempre hay algo ms importante y urgente". Nuestros cultos se adscriben a todos los problemas extraos, y cuando intervienen en los nuestros lo hacen como extranjeros. De afuera traen los rtulos para enmascarar los hechos con falsas nominaciones. Es as como en la Amrica de las dictaduras no hay ahora dictadura que no sea totalitaria, ni revuelta -en la Amrica de las revueltas!- que no est llena de maquis, comandos y otras caricaturas. Y esto pasa tambin en los ensayos histricos donde los ensayistas cuelgan las mismas etiquetas a hechos acaecidos cien aos antes que estos nombres y hechos forneos aparecieran en el escenario!7.

    6 Sume esa mentalidad a la disciplina de un partido extranjero y usted obtendr esto: "que perezcan por ltimo estos veinte pueblecitos (se refiere a los latinoamericanos), con tal que se salve la Revolucin rusa". "A un comunista no le interesa sino la campaa de la II Internacional, aunque para sostenerla se sacrifiquen quince pases... "(Victorio Codovilla, frente a los planteos nacionales latinoamericanos en el Congreso Antimperialista de Bruselas de 1927, citado por Enrique Rivera en La reforma universitaria (Ed, Atahualpa), Tambin en Luis Alberto Snchez, Haya de la Torre y el A.P.R.A. (Ed, del Pacifico, Santiago de Chile 1954 ) pgs. 188 y 189. (Nota de la tercera edicin). 7 La Encclica Populorum Progressio, al considerar la situacin del mundo en funcin de los distintos estadios de desarrollo y la dependencia colonial que este desequilibrio suscita, coincide con lo dicho en las ediciones de 1957, a que corresponde este captulo. "Es doloroso pensarlo: numerosos jvenes, venidos a pases ms avanzados para recibir la ciencia, la competencia y la cultura que les harn ms aptos para servir a su Patria, adquieren ciertamente una formacin ms cualificada, pero pierden demasiado a menudo la estima de unos valores espirituales que muchas veces se encuentran, como precioso patrimonio, en aquellas civilizaciones que los han visto crecer ", Esto sucede no slo con los que viajan a pases ms avanzados, pues la colonizacin pedaggica ahorra el viaje haciendo viaja r, por los libros y los instrumentos de difusin, las ideologas y las recetas, brindando "at home", las mismas circunstancias de desencuentro con el mundo propio. Este dilema de civilizacin y barbarie que se ha ido siguiendo desde la gnesis de la "intelligentzia" hasta nuestros das en el desarrollo de este libro , no es otra cosa que lo que as se seala en la Encclica: la desestimacin de los valores espirituales, que muchas veces se encuentran, como precioso patrimonio, en aquellas civilizaciones que los han visto crecer, es decir, en lo que la "intelligentzia" llama barbarie. Al referirse a los tcnicos enviados en misin de desarrollo desde el exterior, dice la Encclica que no deben comportarse como dominadores sino como asistentes y colaboradores. Un pueblo percibe en seguida si los que vienen en su ayuda lo hacen con o sin afeccion; para aplicar unas tcnicas o para darle al hombre todo su valor. Su mensaje queda expuesto a no ser recibido, si no va acompaado del amor fraterno. A la competencia tcnica necesaria, tienen, pues, que aadir las seales autnticas de un amor desinteresado. Libres de todo orgullo nacionalista, como de toda apariencia de racismo, los tcnicos deben aprender a trabajar en estrecha colaboracin con todos. Saben que su competencia no le confiere una superioridad en todos los terrenos. La civilizacin que les haformado contiene ciertos elementos de humanismo universal, pero ella no es nica ni exclusiva y no puede ser importada sin adaptacin. Los agentes de esas misiones se esforzarn sinceramente para descubrir, junto con su historia, los componentes y las riquezas culturales del pas que los recibe. Se establecer con ellos un contacto que fecundar una y otra civilizacin. Glosar estos conceptos sera redundar en todo lo dicho a lo largo de estas pginas. Pero aqu hay que recordar que la " intelligentzia" nativa, en su misin "civilizadora" se comport y se comporta en la forma que Su Santidad condena cuando se trata de los expertos extranjeros, negando las propias r aces de cultura y recproca fecundacin de las civilizaciones en el orden intelectual. Y tambin con desamor, asimilando el ajeno nacionalismo contra el propio y su racismo, valores ambos que exalta contra lo indg ena. La cultura es, as de dominadores y no de asistentes y colaboradores, por ms que los expertos en la misma sean fsicamente nativos. No en vano he citado a Ghandi, cuando dice: "Temed la dureza de corazn de los hombres cuitas". A esta clase de cultos se ref iere Su Santidad. Y seala tambin la correspondiente actitud de los pueblos, porque un pueblo percibe en seguida si los que vienen en su ayuda lo hacen con o sin afeccin, para aplicar unas tcnicas o para darle al hombre todo su valor. Su mensaje queda expuesto a no ser recibido si no va acompaado del amor fraterno. Estoy explicando la naturaleza de nuestra "intelligentzia", cuyos efectos la Encclica ratifica. En los ltimos prrafos citados de la misma est explicada tambin la recproca: la natural resistencia popular a una estructura cultural desconectada de la comprensin del pueblo, que debe lograrse, como lo seala Su Santidad, a travs del amor, es decir, de la ntima compenetracin de cultura y pueblo, que requiere de aquella la previa comprensin de la realidad. No quiero terminar esta nota sin sealar algo que tiene relacin con la "intelligentzia", en la contradiccin que hay en su abstracto principismo desconectado del hombre, del pueblo, del pas ... El historiador britnico Ferns, en la obra ya citada, seala esa actitud en Rivadavia, uno de los ms pr eclaros fundadores de la "intelligentzia": "se pareca mucho a esos polticos y filsofos cuyo amor a la humanidad en general los absuelve de todo cuidado y consideracin por los hombres en particular ". Este retrato es vlido para todos sus continuadores, de derecha a izquierda, como ya se ha visto reiteradamente. El amor por la humanidad, por la libertad, por la democracia, por la justicia los exime del amor por el hombre, por la libertad, por la democracia, por la justicia del hombre concreto de carne y hueso que constituye el contenido humano del pas. As se adscriben a todos los conflictos lejanos en que su principismo humanitario est en juego, en cuanto no perte necen a la realidad inmediata, y ello los libera de sus obligaciones con sa. Es tambin una forma de "Arielismo", pero en el entresijo est la desconexin de la "intelligentzia" que, frente a la humanidad nacional, no percibe lo humano porque subconscientemente acta considerndola peyorativamente, como ajena, Est por encima de la misma en la actitud que la Encclica seala para el experto extranjero; ms que considerndola parte de la humanidad, tenindola por "anima vilis" pasiva, sobre la que acta su tcnica civilizadora. Ama a todos los hombres y a todos los pueblos, pero no es la misma la actitud cuando se trata del hombre, el pueblo con el que convive y que lo irrita cuando su presencia activa en la historia le exige considerarlo en el nivel de la humanidad que postula en su principismo abstracto. (Nota de la tercera edicin).

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    Captulo III LA INSTRUCCIN PRIMARIA El pueblo en que nac, en el oeste de Buenos Aires, era treinta aos antes territorio ranquelino, pero la escuela a la que concurr ignoraba oficialmente a los ranqueles. Debo a Bffalo Bill y a las primeras pelculas de cow-boys mi primera noticia de los indios americanos. Esos eran indios!, y no esos ranqueles indignos de la enseanza normalista. Salamos de la escuela y a la sombra de los viejos parasos plantados por los primeros pobladores, un anciano de barba, to abuelo mo a quien llambamos "El Cautivo" por haberlo sido en su niez, durante 11 aos, nos refera historias de tolderas y malones que escuchbamos absortos. Su padre, mi bisabuelo materno, haba sido muerto all, en la frontera, nuestro Far West, en el ltimo maln. Para recordar eso hubiera sido una profanacin en la escuela de los principios pestalozzianos. Es as como el hijo del Oeste ignora el oeste, como el del Norte, el norte; y el del Sur, el sur. No tenemos literatura de pioneros y el hijo del pas desconoce cmo se ha creado el suyo, la transformacin de su naturaleza, de sus instituciones, de su poblacin. Y si lo conoce es por sus cabales, a pesar de la escuela, y ms por su experiencia de "rabonero" y "malas compaas". La escuela nos ense una botnica y una zoologa tcnica con criptgamas y fanergamas, vertebrados e invertebrados, pero nada nos dijo de la botnica y la zoologa que tenamos delante. Sabamos del ornitorrinco, por la escuela, y del baobab por Salgari, pero nada de baguales ni de vacunos guampudos, e ignorbamos el chaar, que fue: la primera designacin del pueblo hasta que le pusieron el nombre suficientemente culto de Lincoln. Es sabido que nada ayuda tanto al progreso como un nombre gringo, segn lo estableci Sarmiento al rebautizar Bell Ville a Fraile Muerto8. Cmo extraar, entonces, que mirsemos despectivamente las cigeas de nuestros baados, al compararlas con las muy literarias y europeas que anidan en las torres de las iglesias? Cmo comparar el indgena zorro, que acabbamos de trampear, con el respetable "Maitre Renard" mencionado en la escuela? De esa formacin han salido las Navidades con nieve y los Pap Noel de nuestros nios, y las primaveras abrileas de nuestros poetastros. Conocamos el Yang- Tse-Kiang y el Danubio, pero

    8 La mayora de los nombres originales de nuestras calles y lugares han sido cambiados. Con el pretexto del homenaje a figuras histricas se ha desvirtuado la toponimia para afirmar la historia falsificada, y a la sombra de los San Martn y Belgrano, la nomenclatura ha servido para desvincular la imagen geogrfica del paisaje histrico. Toda esta nomenclatura tena amplia cabida en las calles innominadas, en las estaciones de ferrocarril y en los pueblos que iban surgiendo. Pero se la utiliz sistemticamente para crear una solucin de continuidad entre el lugar y el hecho facilitando la imagen del pas desconectada del espacio y el tiempo, estratosfrica y desarraigada que cultiva la cultura de "pega" a que me estoy refiriendo. Ni siquiera sirve para cumplir el homenaje propuesto pues la reiteracin de los nombres iguales en todas las iguales calles de todas las ciudades, y la nominacin sin ninguna relacin con lo local ha terminado por borrar la idea del t: homenaje convertido en vulgaridad cotidiana sobre la que la atencin se desliza sin percibirlo. De reflejo se produce un fenmeno curioso. Cuando por casualidad el lugar conserva su nombre tradicional, la gente, habituada a lo postizo del nombre, no vincula el hecho histrico y el sitio. Haga Ud. la experiencia como la he hecho yo. Al pasar por el arroyo Pavn pregntele a su acompaante qu le sugiere el nombre, y ver con sorpresa que le contesta: "Lo habrn puesto en homenaje a la batalla de Pavn". Nunca se le ocurrir que ese fue el lugar de la batalla y lo mismo le pasar en Oncativo o la Tablada. El pueblo instintivamente se resisti a esos cambios de nombres y los viejos de mi tiempo se esmeraban en llamar Buen Orden, Artes, Piedad a las viejas calles de Buenos Aires que como Florida an conservaban su nombre tradicional. Es que el nombre consocia imgenes, hechos y embellece el lugar con toda una gama de elementos subjetivos propios de la comunidad y que forman parte del acervo cultural. Melincu, Venado Tuerto, Chascoms, Chivilcoy, no slo son nombres; son citas con la vida que fue y que ser y motivan asociaciones con el paisaje, con los hombres, con las plantas, con los animales del sitio, que no pueden suscitar General Alvarado, Weelwright (que el paisano pronuncia Bilri) como no es lo mismo decir Ro de la Reconquistaque Ro de las Conchas. Recientemente se quiso restaurar el nombre de Fraile Muerto y se agitaron los diarios, los rotarianos y los pedagogos para defender su hbrido franco britnico Bell Ville, identificado con la cursi-parla geogrfica. Fue Sarmiento el que hizo el cambio de nombre adoptando el de un vecino britnico, para que as Fraile Muerto, elemento retardatario pasase a ser Bell Ville, elemento progresista. Hay un caso curioso. A la estacin Monte Buey -nombre tradicional del lugar que designaba la estancia de un ingls llamado Woodgate-, el F. C. Central Argentino le adjudic ese nombre britnico. Pero ocurri que a los paisanos Woodgate les resultaba difcil y le llamaban Bogati. El mismo Woodgate, horrorizado de que le italianizasen el apellido consigui que se restableciera la vieja designacin Monte Buey. En la imitacin grotesca de lo exterior, sta siempre se hace como transferencia y as se transfiere el nombre, pero no el buen sentido con que el ejemplo propuesto, Europa, se conserva la toponimia. Es que la copia es siempre para contrariamos, nunca para favorecemos. Y esto de la toponimia artificial est tan metido en el entresijo cultural que nos han hecho, que hasta los descamisados cayeran en lo mismo. Puede haber disparate e ms grande que haber cambiado los nombres naturales y lgicos de los ferrocarriles por estos otros que nada tienen que ver como elementos de identificacin, como los que haban nacido como aplicacin de una geografa elemental? Y esto lo hicieron los mismos que los nacionalizaban! A este propsito recuerdo que le haba propuesto al diputado Jos Mara Ca la redaccin de un proyecto de ley para restablecer la toponimia sobre sus bases reales, precisamente en el momento en que los adulones del peronismo terminaban por alterar lo que quedaba de la toponimia autntica con una lamentable y egoltrica emulacin. De la poca es el cuento del paisano que en la esquina de Mitre y Pavn, en Avellaneda, le pregunta al vigilante por la calle Mitre. -"Cmo Mitre...! Eva Pern... y es esta!", le seala el polica. -"Disculpe... Y Pavn cul es?" -"Cmo Pavn! Juan Pern...!", lo reta el vigilante. -"No saba... " -explica el paisano-. "Como soy del Chaco". -Qu Chaco... Provincia Pern! -le grita ya irritado el vigilante. El paisano, intimidado, camina pocos metros en direccin a Buenos Aires. Est ahora, sobre el Riachuelo, en el puente y se recuesta a la baranda, pensativo y perplejo. Se le acerca un marinero y le pregunta: -Qu est haciendo, paisano? El paisano, prudente y avivado ya, le contesta: -Estoy mirando el Peronchuelo seor... . Y viene al caso aqu, con respecto al reiterado homenaje de los nombres de calles que terminan por no tener sentido de tan repetidos, algo que el Dr. Cooke le dijo al mismo Pern en la presidencia: "Se ha abusado tanto de su retrato que ya no se lo ve; forma parte del paisaje como los rboles de la calle". En esto es cosa de decir de nuevo que "en todas partes se cuecen habas y en mi casa, a calderadas". (Nota de la tercera edicin).

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    la escuela ignoraba el Salado de Buenos Aires, que nace all en las lagunas donde buscbamos las nidadas del juncal. Y esa otra laguna, an ms cercana? Cmo nombrar la "laguna del Chancho" en la escuela donde el chancho era cerdo? Qu decir de una historia a base de hroes de cerera -tan absurdos como los nios modelos propuestos por los libros escolares- y que nos oblig a buscar nuestros hroes con valores humanos en la literatura de ficcin o en la historia de otros pases?9 Mis noticias de la guerra del Paraguay se confunden entre las enseanzas de la escuela, con militares santos y soldaditos de plomo, en prados de esmeralda, y los relatos de sus veteranos. Porque all enfrente, en la plaza, haba siempre tres o cuatro veteranos a quienes tocaran suertes de chacra en el ejido, que nos ilustraban sobre la recluta forzosa, dirigida por los "nios porteos" y la impopularidad de la guerra. Tenamos as noticias de dos guerras distintas: una oficial contra el Paraguay y otra privada y popular contra los brasileos, cuando paraguayos y argentinos, despus de las batallas, recorran juntos los cadveres de los sbditos del Emperador, en busca de las onzas del nico ejrcito pagado y rico. Muchos aos despus, en Ro Grande do Sul, he odo el eco confirmatorio de esos relatos: "-O argentino moito valente, mais moito gatuno". Debo tambin al "Heroica Paysand, yo te saludo..." de Gabino Ezeiza, los primeros atisbas de verdad histrica. Porque Guido Spano y Hernndez eran cuidadosamente ocultados tras la cortina potica. As tambin el Alberdi de sus rectificaciones, lo mismo que Sarmiento cuando se reencuentra con el pas, son meticulosamente olvidados en cuanto no sirven al inters colonial. DESCONEXIN ENTRE LA ESCUELA Y LA VIDA Mis recuerdos de colegial slo quieren suscitar los suyos. "Cuando mi recuerdo ya hacia ti se perfuma", dijo el poeta; vaya usted hacia su infancia y evocativamente recoger el aroma de aquellos das; deje que atropellen los recuerdos, saltando unos sobre otros, para puertear primero. Volver a la escuela, y haya usted nacido en la ciudad o en el campo, comprobar que lo que traa con usted de ellos, y tambin de su casa, debi dejarlo en la puerta del aula. La campana que lo llamaba a clase era un cotidiano corte entre dos mundos y su formacin intelectual tuvo que andar as por dos calles distintas a la vez, como la rayuela, con las piernas abiertas entre los cuadros. La escuela no continuaba la vida sino que abra en ella un parntesis diario. La empiria del nio, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su contorno, todo eso era aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo cientfico; todo lo emprico no lo era y no poda ser aceptado por ella, aprender no era conocer ms y mejor, sino seleccionar conocimientos, distinguiendo entre los que pertenecan a la "cultura" que ella suministraba, y los que venan de un mundo primario que quedaba ms all de la puerta. Es que la escuela era el producto de la "intelligentzia" y estaba destinada a producir "intelligentzia" porque reproduca el esquema sarmientino de Civilizacin y Barbarie. Era la preferencia por la montura inglesa del sanjuanino, olvidando que el recado era una creacin emprica nacida del medio y las circunstancias, as como lo haba sido la montura inglesa en su propio medio. Los dos productos de una cultura elaborada vitalmente, concepto ininteligible para quien entiende por cultura un producto de marca que se adquiere como usuario10, Este desencuentro entre la escuela y la vida produca un desdoblamiento en la personalidad del nio: ante los mayores y los maestros, se esmeraba en parecer un escolar cien por cien; frente a sus compaeros y fuera de los lmites de la escuela defenda

    9 El mismo escolar que ignora la falsificacin histrica percibe instintivamente su artificialidad y as es como le resulta la historia argentina mucho menos atrayente que la de otros pases. (Ya hemos visto la referencia de Borges a la "odiosa" historia de Amrica). Sus santos y demonios de palo, marginados de la vida real como smbolos, y hasta las batallas en prados de esmeralda y con soldaditos acicalados, son incompatibles con sus pequeas experiencias y mucho ms con su imaginacin que siendo imaginacin tiene ms realismo que una historia anodina, inspida, incolora e inodora como el agua de beber. Esa historia ni es real, ni es fantasa, y la rechazan por igual el realismo y la imaginacin, pues, si lo falso deforma los hechos, tambin impide el vuelo. Esto explica que la historia de cualquier otro pas, que cualquier episodio no vinculado a lo que ensea oficialmente adquiera una vivencia incompatible con una enseanza dosificada en pldoras. Es como alimentarse con vitaminas y no con churrasco y frutas, por lo que Enrique IV, el mariscal Ney, Csar, Espartaco, resultan mucho ms interesantes que los protagonistas de nuestro pasado. Se trata de hombres con virtudes y defectos, que se mueven en un paisaje, en un mundo cuya existencia se siente a travs de la accin. Este tema solo merece un libro, pero basta con sealar ese desapego por nuestra historia, que ningn profesor de enseanza secundaria o maestro de escuela primaria, puede desmentir. La clase de historia, apetecida en otros pases, a nuestros escolares les resulta "opiosa". Y adems irrecordable porque es una memorizacin de fechas y una constante repeticin de las historietas del "nio malo y el nio bueno". Haga memoria, lector, porque Ud. tambin fue escolar... y a Ud. tambin le "metieron" el Grosso el chico y el grande- ... y despus vino Le... vine. (Nota de la tercera edicin). 10 El recado tpico de la pampa no slo importa que el jinete lleva consigo el lecho. Es la montura que corresponde a un tipo de equitacin -ni la jineta ni la brida-, determinada por el desierto y las vizcacheras en la poca de los campos abiertos. La rodada era inevitable y salir parado cosa fcil, con las piernas muy abiertas y la estribada en la punta de los dedos del recado surero, sobre la cabeza del caballo y con el largo cabestro en la mano. No slo no haba que ser apretado; no haba que quedarse a pie. Por eso adems del largo cabestro el gaucho llevaba un tiro de bolas a la cintura para bolear su montado desde el suelo, de perder la punta del cabestro. Hombre a pie en el desierto, aunque no fuese apretado ni quebrado, era pasto de los chimangos. Pobre Sarmiento rodando en las vizcacheras del desierto y con montura inglesa! Pero como la "cultura" tena que venir de afuera nunca pudo comprender que ese recado era una creacin cultural propia determinado por el medio, as como en otras zonas el medio cre el sirigote, y en la montaa el gaucho de Gemes hered otra forma, de altos arzones, producto de la cultura elaborada sobre la naturaleza, montaosa y boscosa. Ahora el amplio recado de bastos se achica reemplazado ms frecuentemente por el recado platero creado por Del Castillo Posse, que no carga tanto sobre los riones del animal con ventaja para ste, y que permite afirmarse y descansar en el estribo y se aproxima ms a la equitacin de la brida. Porque ahora no hay vizcacheras, ni campos abiertos ni desiertos que reclamen la cama; la cultura de la realidad se adeca a la realidad en la que el viejo y pesado basto deja de ser necesario, quedndole los inconvenientes. En esta pequea observacin podemos cotejar los efectos de la cultura como creacin, y la imitacin cultural propuesta por la "intelligentzia".

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    su yo en una posicin hostil a lo escolar, como un pequeo Frgoli que estuviera cambindose constantemente el paquete traje de los domingos y las ropitas de entrecasa. Aunque la teora pedaggica, fuera buena, se fundase en Pestalozzi, en la doctora Montesori, o en otro, la pedagoga estaba alterada por esa actitud bsica que superaba el conocimiento experimental del maestro, cuando ste, evadido de su formacin normalista, intentaba corregirla: el programa y la direccin escolar ms alta, lo impedan. Hasta el mismo maestro era subestimado en cuanto hombre, en funcin de una imagen ideal del mismo, correspondiente al concepto de "cultura11. El maestro haba sido preparado por los elementales principios pestalozzianos, pero aquello de usar de lo simple a lo compuesto, de lo sencillo a lo complejo, de lo particular a lo general, de lo cercano a lo remoto, y que supona superar orientando lo ya conocido, y aprender por induccin, se inverta en la prctica pues el mtodo aplicado era el deductivo partiendo de supuestos que tenan calidad de aforismos (muchos de stos los estoy recopilando para mi prximo Manual de zonceras argentinas). Era como ya he dicho una escolstica de antiescolsticos, y as se explica todo lo que se ha sealado antes: el divorcio de la geografa, de la historia, de las ciencias naturales, etc., con la realidad circundante cuyo conocimiento estaba excluido de la enseanza. Hasta se cre un lenguaje convencional como esos "educando", "ao lectivo", "dilectos", que el talento de Chamico, con las alegoras, smbolos, etc., pone en la boca de la seorita Italia Migliavaca, que ms que expresar la cursilera individual de una maestra es la crtica de un sistema de enseanza que seguramente tambin tiene que ver con la excelente calidad de nuestro humorismo. (Tal vez se genera en esa contradiccin entre vida y forma, que se nos administra desde los primeros grados). Desde las primeras letras, nos ponemos en contacto con un mundo sofisticado que es el de la "cultura", y al que entramos y salimos al entrar y salir de la escuela. La "cultura" se identifica con el guardapolvo blanco planchado y almidonado, y ella se cuelga con ste, al retorno a la casa y a la rueda de los compaeros de juego. Puedo hacer un test con usted lector en esta rememoracin de la infancia a que lo he llevado, y ver usted cmo sus recuerdos se ordenan en dos compartimentos separados. En uno est su infancia segn la vida, tal como en esa evocacin de Carlos de la Pa es "Barrio Once" que transcribo en El medio pelo en la sociedad argentina. En otro, su infancia de guardapolvo blanco que ya le demandar el estilo de las composiciones escolares, porque toda su infancia se condicion como si usted hubiera sido el nio de dos mundos distintos, ms que paralelos, opuestos. (Ahora mismo ver usted que las escuelas particulares, que son las caras, aceptan el guardapolvo de color, mientras que en las del Estado siguen con la disciplina del costoso guardapolvo albo -digamos as para ponemos en situacin- que tantos sacrificios impone a los hogares. Est reido con las exigencias del sentido comn pero se lo sigue imponiendo porque es casi un smbolo de "cultura", una envoltura formal que oculta y jerarquiza una realidad subestimada. Es tan "cultural" ver esas "bandadas de palomas blancas" que se derraman por las calles al son de la campana. El pretexto es la igualdad. Pero por qu, si no es por razones "culturales", la igualdad tiene que hacerse en blanco, que es tan costoso y no en gris, azul y marrn, que son ms baratos?)12. UN PARADJICO NACIONALISMO Hay algo de la enseanza primaria -cultivado a travs de toda la escala educacional- que puede sintetizar, con sus efectos polticos, las caractersticas que estoy sealando en una enseanza en que la esencia, el ser, fue y es subordinado a las formas, al cmo ser. Lo anota muy bien Sal Taborda en sus Investigaciones pedaggicas (Ed. Ateneo Filosfico de Crdoba. Dos tomos, 1951)13 la exactitud de cuyos sealamientos crticos no exige que se coincida en todas sus conclusiones proyectivas. La enseanza primaria no est dirigida a formar hombres, sino ciudadanos.

    11 Con emocin evoco a mis maestros de primeras letras -cmo no hacerlo si mi madre tambin fue maestra- ahora que comprendo la distorsin que ellas tambin sufran entre el mundo como es y el mundo segn lo exigan los programas y las directivas. Pienso ahora en aquella escuela de los pueblos rurales donde a principios del siglo los "niitos" variaban entre los ocho aos y los diecisis -ya paisanitos de bigote- y donde se hacinaban cuarenta o cincuenta alumnos en un aula para treinta y donde el maestro o la maestra tenan que atender generalmente dos "clases" al mismo tiempo. Cuando en las peleas del recreo o de la salida de la escuela sola aparecer con frecuencia el matagatos y hasta el cuchillito, situacin que el maestro tericamente deba ignorar porque la enseanza estaba dirigida al nio abstracto tan distinto de la realidad que tenan en el aula. Ellos tambin tenan que desdoblar su personalidad a riesgo de contradecir inspecciones y programas, y elaborar el suyo de contrabando, para salvar a base de personalidad, la distorsin del hecho y la teora. 12 Algunos espritus suspicaces -y que se dicen bien informados- afirman que Cababi Hnos., Fbrica de Alpargatas, etc.... pueden dar razones ms positivas de esta increble persistencia... de la pasin colombfila que viene de arriba. Ellos son los que con otros abastecen el mercado. Todos los aos se anuncia para el siguiente la supresin del guardapolvo blanco ... y todos los afios las autoridades escolares son convencidas ... (Nota de la tercera edicin). 13 Fermn Chvez (Civilizacin y barbarie en la historia de la cultura argentina, Ed. Theoria, 1965) dice: "Una mafiana de junio de 1944, mora en Unquillo, Sal Taborda. Haba muerto un argentino excepcional, cuyos mritos culturales y humanos no han logrado vencer an la indiferencia del pas oficial que se sigue negando a considerarlo uno de los pocos y autnticos pensadores argentinos. Porque esto fue Taborda y no otra cosa: un hombre de la generacin de la Reforma que se entrega al pas real, a la patria camal, cronolgicamente colocado junto a Nimio de Anqun estuvo ligado a la tierra argentina, 'como unafatalidad de la que no se puede huir' para usar una expresin de Anqun". Digamos primero que la referencia cronolgica y la asociacin es muy acertada: de Anqun y Astrada son las ms altas cumbres que ha alcanzado el pensamiento filosfico del pas y frente a los cuales nuestros filsofos tradicionales slo son divulgadores, aunque algunos como Kom, hayan llegado a altos niveles, pero al margen de aportes originales del pas. Este juicio no es una estimacin ideolgica por cuanto los dos filsofos pertenecen a escuelas en absoluta divergencia; pero el aparato cultural se ha cuidado bien de no jerarquizarlos, circunstancia a la que no es extraa tal vez, su condicin de mediterrneos, que posiblemente contribuy a la originalidad de sus aportes. Pero el caso de Taborda es an ms llamativo en su silenciamiento pues fue una de las primeras figuras del movimiento de la Reforma universitaria en 1918. Slo que ste fue a la investigacin de nuestra realidad y a sus posibilidades; eso no se lo perdon la "intelligentzia", ni la oficial, ni la reformista; ambas coincidieron en exaltar a los Julio Gonzlez, Snchez Viamonte, Gregorio Bergman, etc., es decir, a aquellos que transitando por las vas laterales de la colonizacin pedaggica buscaron, mejor que la verdad, su posicin en el estatus de la "intelligentzia".

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    Como dice Taborda, la escuela pblica fue y es una escuela nacionalista. Ya en El medio pelo en la sociedad argentina he sealado el mrito que correspondi a la enseanza laica y obligatoria como instrumento de nacionalizacin de los descendientes de inmigrantes, en cuanto evit en su momento que las escuelas extranjeras, o las congregaciones religiosas de igual procedencia, mantuvieran la estratificacin en colonias de los hijos de los nuevos pobladores, al parcializar la enseanza por grupos nacionales o confesionales. Pero este nacionalismo eventual y que eventualmente fue til, est condicionado, ms all de su efecto inmediato, a una desnacionalizacin cultural porque no integr lo nacional en fines culturales propios sino en una idea de lo nacional que no resulta de la nacin como vida, sino de una concepcin ideolgica de la nacin. La integracin no se hizo en la nacin, creacin colectiva, sino en la nacin como idea predeterminada de la "intelligentzia". Aqu corresponde determinar qu entiende por nacin ese supuesto civilizador. La nacin para la "intelligentzia" contina siendo lo que fue para la Ilustracin y sus continuadores de la poltica liberal, que no la concibieron como fin en s misma, sino como medio. El fin no es la nacin, lo son las instituciones: la Repblica, la Constitucin, la democracia, la libertad misma, considerada sta desde un punto de vista individual, y no desde un punto de vista nacional. (Bajo el gobierno de Aramburu se traslad la estatua de Echeverra, conforme a las exigencias de la lnea Mayo- Caseros a su actual emplazamiento en la esquina de Charcas y Florida. All usted podr leer en el pedestal una sentencia del prcer: "Los esclavos o los hombres sometidos al poder absoluto no tienen Patria, porque la Patria no se vincula a la tierra natal, sino al libre ejercicio de los derechos ciudadanos". Usted puede constatarlo fcilmente ya que el emplazamiento cntrico fue deliberadamente buscado, y lo pueden constatar especialmente los jefes y oficiales del ejrcito o de la marina, porque est a menos de cien metros de sus crculos, tal vez para aleccionarlos). LA NACIN SEGN "MAYO-CASEROS" En el espritu que informa la lnea Mayo-Caseros como dice Fermn Chvez (op. cit.) -que en este sentido es totalmente expresiva de nuestra "intelligentzia"-, Mayo no se hizo para constituir una nacin como fin en s; esta se realizaba como medio para llegar a lo que Caseros logr: la creacin de un sistema institucional. As los atributos que corresponden a la nacin son subsidiarios de los que corresponden a lo institucional; de aqu que la traicin a la Patria no resulta de la negacin de su soberana, sino de la alteracin de su rgimen institucional. En tal mentalidad atentar contra el mismo es motivo de proceso previsto en la Constitucin; no lo es aliarse con el extranjero si el motivo es defender las instituciones, cualquiera sean las concesiones que al extranjero se hacen, y que son imprescindibles, porque el extranjero recaba precio. Esta actitud era lgica en los vencedores de Caseros que cohonestaban as su alianza con el extranjero como medio para realizar lo institucional; pero se sigue adoctrinando sistemticamente en la enseanza de la historia para lo cual los rprobos son los que defendan la soberana y los prceres los que la traicionaban para fines institucionales. ltimamente se ha incorporado a los programas de enseanza secundaria, una asignatura, Educacin Democrtica, que sistematiza esa concepcin de la nacin como medio de las instituciones. As se explica que la enseanza primaria no ha estado dirigida a la formacin de hombres sino a la formacin de ciudadanos. No se ha querido formar hombres para la patria, sino ciudadanos para las instituciones, que son el fin de aqulla, pues la Argentina no es una continuidad en devenir histrico, sino el inmvil punto de apoyo de las instituciones inmovilizado en el ideario que las cre. A su vez, como las instituciones se identifican con el ideario que las fund, ya implcito que el ciudadano as logrado debe oponerse a cualquier transformacin en el devenir nacional que altere la identificacin ideario-instituciones. An las que resulten del mismo juego institucional, en cuanto afectan la ideologa para cuya ejecucin se hicieron las instituciones. De aqu lgicamente la justificacin del fraude, la violencia y la exclusin del juego institucional en cuanto este libre juego pone en peligro la libertad segn la concepcin de la ideologa. (La Patria de los franceses es una continuidad con la Monarqua, con la Revolucin, con el Imperio, con la Restauracin, con el Nuevo Imperio, con la Tercera Repblica y con el rgimen de De Gaulle; la de los ingleses es la misma con Cromwell que con la Monarqua, porque las formas de gobierno, las instituciones son slo instrumentos transitorios de la nacin. An termina por ocurrir en Rusia. Pero aqu, con la mentalidad de la "intelligentzia", transferida a toda la enseanza, la Patria deja de ser en cuanto est en riesgo lo institucional, y lo institucional es inseparable del ideario de la generacin que se expres a travs de ello, y la que la nacin debe servir). En consecuencia patria y liberalismo es la misma cosa. Vuelvo a los humoristas. Al da siguiente de la revolucin del 28 de junio de 1966 la tira cmica de El Mundo, publica la cara de Mafalda abarcndola toda. Quina logra darle una expresin de perplejidad que se corresponde a la pregunta que Mafalda se hace: Y eso que me ensearon en la escuela? Es que Mafalda se plantea el problema de si la Patria sigue, cuando han cado las instituciones. Su buen sentido le dice que s; su formacin escolar le dice que no. Mafalda est en la edad del interrogante; el adulto de la "intelligentzia" ya est habituado a ser "patriota" alternativamente, segn funcione o no lo institucional. O a no serio de ninguna manera, con lo que evita perplejidades y es ms fcil acomodarse. En cuanto la Patria "no es el suelo en que se ha nacido", como dice Echeverra y ese pensamiento es propuesto para las sucesivas generaciones de argentinos, y muy especialmente para la gente de las Fuerzas Armadas, el sentido de nacionalidad pierde su base y pasa a apoyarse en supuestos ideolgicos. La soberana y la independencia se derrumban con la concepcin institucional de la Patria y se derrumba la solidaridad con el pueblo en cuanto expresin humana del hecho territorial. El camino est abierto para todas las formas de la traicin; la solidaridad con formas institucionales o de vida, determinados rdenes

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    sociales, convicciones internacionales, etc., en que el patriotismo es una posicin ideolgica, que en caso necesario puede volverse contra el propio territorio y el propio pueblo. Y esto se adoctrina en los institutos militares provocando una deformacin espiritual apta para desarrollar un lugar de la mentalidad soberanista del soldado una mentalidad policial til para imponer consignas exteriores sobre las dictadas por el sentimiento nacional! En los Estados Unidos el pensamiento del Pentgono puede o no representar la patria norteamericana y lo mismo ocurre en la Unin Sovitica. Pero: cules son las diferencias en el patriotismo de pentagonistas o sovietistas entre nosotros? Las diferencias consisten en las diferencias entre Estados Unidos y el Soviet. Respecto de lo nuestro coinciden en considerado subordinado. Ya iremos viendo cmo es y cmo funciona el aparato de la superestructura cultural que hace la colonizacin pedaggica. Hasta ahora hemos ido conversando -pues espero que esto sea un dilogo con Ud., lector, interferido entre sus propias interrogaciones y respuestas- para que imperceptible y naturalmente vayamos descubriendo los puntos de apoyo que el pensamiento colonialista ha creado en nuestro pensamiento desde la primera edad, para asentar sobre esos pilotes la arquitectura de su falsedad. Conociendo esas bases, conoceremos la inconsistencia de las premisas en que se asientan sus sofismas y aprenderemos a oponer a sus frases hechas y a la desviacin mental introducida por la desconexin con la realidad, el simple sistema de mirar sin anteojeras y juzgar segn el sentido comn. (Lo remito, lector, a la primera pgina de este libro, esa que est titulada "Mis Padrinos", y a reflexionar sobre las citas que me sirven de tales. Es buena compaa, la de estos dos ingleses, Chesterton y Huxley y la de los gauchos: el cura Castellani y Martn Fierro). Se dice del sentido comn que es el menos comn de los sentidos. El sentido comn es simplemente el buen sentido y todos lo tenemos, pero sepultado bajo los resabios que nos deja una formacin cultural iniciada para un mundo desvinculado de la realidad y constantemente deformado por los medios de informacin y de cultura. Lo que pasa es que tenemos dos clases de respuestas: las que damos, y nos damos, como hombres del comn, y las que damos y nos damos como "cultos", contestando al "docente" como educando. Por hbito hacemos entonces a un lado el buen sentido y nos ponemos en el tono intelectual que reclama la "docente". Bastar con no ponemos el guardapolvo blanco del educando para que colocados fuera del "ao lectivo" contestemos con la naturalidad de la calle y del hogar, espontneamente. Captulo IV LA EDUCACIN DE LAS CLASES ALTAS PRIMOS "ANALFAS" y PRIMOS "SNOBS" Qu decir ahora de la formacin de nuestras llamadas clases superiores, en la que los padres entregaban a institutrices y colegios extranjeros la depuracin de todo rasgo que pudieran heredar? Conocido es que Victoria Ocampo necesita pensar en francs y traducirse al espaol. Alicia Jurado en su biografa de Borges nos ha informado que su personaje aprendi a leer primero en ingls que en nuestro idioma, tal vez porque el ingls y el francs son idiomas cultos. No as el italiano, el polaco y an el mismo espaol. Si esto pasa entre los escritores, qu poda pasar en el resto de la alta sociedad de fines del siglo pasado y principios del corriente? Eton, Harrow, de difcil acceso, los internados suizos y franceses, completaban la labor de las institutrices o si no las escuelas religiosas de las rdenes extranjeras. Pero mejor que hablen los lectores. Reproduzco aqu un artculo periodstico ya publicado en Filo, contrajilo y punta (A. Pea Lillo, 1974). La revista norteamericana Life, en su edicin en espaol, ha publicado en dos nmeros sucesivos una especie de memorias de doa Victoria Ocampo. Es lamentable que la protagonista est identificada, porque podran titulares Memorias de una Snob. De una snob un poco antigua, ya que como nos informa con regular persistencia, slo bebe t en ilustres compaas, segn el estilo de su poca, y nada dice de cigarrillos importados y whisky, que es lo que constituye uno de los elementos decorativos indispensables a los snobs contemporneos. Un periodista de "Correo de la Tarde" -lo que excluye cualquier sospecha descamisada- ha insistido en esta particularidad del t, preguntndose si doa Victoria nunca prob un rico caf con leche con medialunas, cosa muy impresumible, y que podra sealarse, si no sobrasen otros elementos, como manifiesto sntoma de desarraigo. No s si doa Victoria fuma y desde luego descarto que puedan ser nacionales y menos, negros. En la poca de sus audacias, bastante hizo con manejar automvil y usar manga corta, porque entonces los ingleses distinguidos dejaban eso para la gente del pueblo y el whisky no suba de Leandro Alem arriba. Lo correcto y "bien" era el oporto, o el "Napolen", segn la hora. SNOBS AUTNTICOS Con mucha frecuencia los escritores de tendencia nacional han sido excesivamente severos con doa Victoria, por su snobismo, y ms que eso, por haber motorizado a travs de "Sur" uno de los ms eficaces instrumentos de fuga de las responsabilidades argentinas de la inteligencia. Despus de haber ledo esas memorias, siento una especie de arrepentimiento por la parte que tengo en lo mismo, y el deseo de golpearme el pecho pblicamente, porque compruebo que doa Victoria es la mujer no tuvo infancia" y su snobismo es ms bien mrito que pecado. Cuando pienso que a las siete de la maana la "agarraba" la "fraulein" por su cuenta durante dos horas, para hacerla teclear sobre el piano que a las nueve la agarraba la "mis", y a las once la "mademoiselle", creo que es ms dulce, o por lo menos ms infancia, la de una fabriquera. Y cuando recuerdo que en esas condiciones la empaquetaron y la mandaron a Pars por toda la adolescencia, ya no queda nada que decir sobre el desarraigo de doa Victoria, que le sea imputable.14

    14 En la publicacin que comento la seora Ocampo recuerda aquellos viajes a Europa cuando con frecuencia se llevaban gallinas o una vaca para tener huevos y leche fresca, segn cuenta y menciona su propia experiencia cuando "en Europa nos sentamos exiliados de la Argentina y en la Argentina

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    Y viene en cambio a cuenta el mrito: el haber superado la gazmoera ambiente y el haberse largado con formidable empuje y todos sus recursos a una obra de cultura, excepcional, si se mira entre la gente de su clase. Doa Victoria trato de servir al pas, y si lo ha perjudicado, eso no ha estado en su voluntad y en su empeo: hizo lo que ella poda hacer que de ninguna manera poda ser de otro modo. La culpa se remonta ms arriba, a sus mayores, ricos homes de prosapia argentina y espaola que entregaron la formacin de sus hijos a "frauleins", y "misses" y "demoiselles", desde la ms tierna infancia, y escalonaron despus con largas estadas en colegios extranjeros la formacin de la adolescencia y la juventud hasta el punto que, como lo ha dicho reiteradamente doa Victoria, su idioma natural no fuera de su tierra. As sustituyeron la obra del hogar con la presencia intrusa de las institutrices, y el contacto de raz con la patria del nacimiento -y de los bienes- con otras patrias en que crecieron como epfitas, ajenas a la tierra natal y tambin al tronco que las sustent. Curiosa generacin, la de esa clase rica y dominante de fines de siglo en el contraste entre sus hbitos criollos, casi coloniales, de grandes estancieros, y la religin de la extranjera que profesaban, y que slo encuentra parecido en aquella nobleza rusa que barri la revolucin de 1917, en la contradiccin de sus violentas modalidades eslavas, como amos, y su refinado estilo parisiense, como sibaritas. A este propsito recuerdo haber ledo poco antes de la revolucin rusa y en los momentos en que los ejrcitos del zar eran derrotados en todos los frentes, faltaban las municiones y los hospitales de guerra eran insuficientes para los heridos- una revista editada en San Petersburgo para consumo de los altos crculos sociales. De la primera a la ltima pgina, la vida social, literaria y artstica, los "vient de paraitre", las funciones de la pera, y temas as, totalizaban el nmero, en el que no haba en absoluto la ms insignificante referencia a la espantosa y desastrosa guerra que se estaba librando en el frente. Y aclaro que no hablo ruso, -como podra creerlo algn nacionalista de esos que llaman marxismo a toda tentativa de comprender-, lo que no era un inconveniente, porque tampoco haba una palabra rusa en la revista, escrita exclusivamente en francs. No es por casualidad, pues, que los rusos inventaron la palabra "intelligentzia". Ni las dems cosas que siguieron inventando... Pero tampoco puede acusarse de inconsecuencia a esa generacin de ricohomes. Ms bien, es el caso contrario: aplicaron a la formacin de sus hijos, cuando se preocuparon de ella, el mismo criterio que aplicaban al pas. No se preocuparon del ser, sino del cmo ser, de la forma y no de la naturaleza, de los modos y de las maneras. Del mismo modo que para hacer el pas copiaban pases, para criar hijos copiaban hijos. Y as ha resultado esta particularidad de nuestra vieja clase dirigente: o la formaban segn el modelito y obtenan el snob, o fracasaban y no la formaban de ninguna manera, y sin el barniz de la cultura importada, a falta de una propia, les resultaba su otra cara, el viejo y colonial aldeanismo del gran propietario rural. Esa era la alternativa, entre la cultura y el analfabetismo distinguidos. Este es un contraste muy visible en lo que se llama nuestra "alta sociedad", y que la desconecta de la realidad viva del pas. Se da con frecuencia en la misma familia, y hasta entre hermanos: al lado del snob, la pacatera y la gazmoera aldeana; la obsesin de ser siempre novedoso junto a la incapacidad para percibir toda novedad y comprenderla. Pero no es mi propsito intentar un ensayo sobre el tema de estos dos desarraigos. Este contraste entre primos snobs y primos pacatos, entre "bas-blue" y "analfas" retardatario s, no es ajeno a los argentinos de hoy y de aqu, y si algo pudiramos decir del mismo, es nuestra comprensin hacia doa Victoria en el momento en que se da a su labor de cultura y renovacin en la medida misma en que comprendemos por qu su labor no era una labor argentina. Y esta comprensin la podemos extender a Borges, tambin criado al margen de la vida real, entre algodones y llevado de la mano. Borges es cita obligada hablando de Victoria Ocampo, y ms que criticarle su defeccin de algunos temas y modos iniciales, hay que considerarle el mrito de haber intentado alguna vez asomarse a un almacn rosado, un barrio porteo o un tema histrico, en la tentativa de ir ms all de una exquisita labor de orfebre. La tentativa fue superior a su calidad vital, no a su inteligencia... Pero pare de contar15. SNOBS DE MAGOYA Pero, qu fortuna, qu institutrices, qu colegios, qu pases extranjeros, o qu limitaciones fsicas como en Borges, han influido en la postura de todos estos hijos de tanos, gallegos, vascos, turcos, judos y criollos secos, que se amontonaron en la SADE, en Sur y en La Nacin de los domingos, practicando un snobismo de pega? Alumnos de la escuela pblica, merodeadores del cajn de almacn paterno, "puntos" en la barra de la esquina en la niez, o lanceros de un nmero a la cabeza o a los veinte, centinelas de un pocillo de caf para hacer la tarde, gacetillero s de notas policiales, estudiantes de pensin barata, farristas de caf con leche y ensaimada, de bar automtico o de pizzera en la adolescencia, qu otra cosa es su postura que una traicin deliberada, una evasin del pas y de la responsabilidad nacional al precio del prestigio, la fama, la consagracin?

    exiliados de Europa". 15 Drieu La Rochelle, hombre de la izquierda francesa, que termin su vida en el suicidio, con su evolucin hacia el fascismo epilogada en colaboracionismo de Petain, es hoy uno de los malditos de la "intelligentzia", que puede perdonarle su evolucin, como a tantos otros, pero no el haber desnudado las relaciones tcitas entre el armazn demoliberal y el stalinismo, con sus incisivas observaciones, una de las cuales hizo aqu en la Argentina, que visit como nio mimado del grupo Sur en 1934, en una de las tantas invitaciones a intelectuales extranjeros, percibiendo la importancia de la superestructura cultural que envolva al pas real. En una carta dirigida a Victoria Ocampo, despus de su visita, le dice: ,,, me habas dicho que la Argentina estaba llena de vida, de fuerza, etc. No; yo no he encontrado all sino tu vida de mujer y una cierta fermentacin en las profundidades que existe tambin en Pars, en el arroyo. Hay fuerzas en el pueblo argentino, como en todo pueblo, pero tal fuerza est detenida por la pantalla que forman La Nacin, la "Sociedad", los amigos, y Sur, que no sirve a una causa orgnica sino a la "literatura en general", (Sur les cribain, edicin Gallimard, 1964). Que es precisamente lo que estamos diciendo, sobre la superestructura cultural y su