l´osservatore romano. 15 abril 2012

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  • 8/2/2019 LOSSERVATORE ROMANO. 15 Abril 2012

    1/16

    Nmero suelto 1,00. Nmero atrasado

    LO S S E RVATOR E ROMANOEDICIN SEMANAL

    Unicuique suum

    EN LENGUA ESPAOLA

    Non praevalebunt

    Ao XLIV, nmero 16 (2.259) Ciudad del Vaticano 15 de abril d

    El mensaje pascual del Papa a la ciudad y al mundo el domingo de Resurreccin, 8 de abril

    Ese encuentro que cambia la vidaLa Iglesia, junto a quien sufre injusticias, persecuciones y privacin de libertad religiosa

    La Iglesia est cercana a toda situa-cin humana de sufrimiento e injusti-cia. Lo reafirm el Papa en el men-saje del da de Pascua de Resurrec-cin domingo 8 de abril, antes deimpartir la bendicin Urbi et orbidesde el balcn central de la baslicade San Pedro al final de la misa cele-brada en el atrio. Cristo record SuSantidad es esperanza y consuelode modo particular para las comuni-dades cristianas que ms pruebas pa-decen a causa de la fe por discrimi-

    naciones, persecuciones y privacinde libertad religiosa. El Pontficetuvo un recuerdo especial para laspoblaciones de Oriente Medio, Tie-rra Santa y frica, a las que dese lapaz de Cristo resucitado.

    PGINA 16

    La felicitacin del Pontfice por la Pascua 2012

    Surrexit Christus, spes mea (Cristo, mi esperanza, ha resucitado). En estaexpresin, tomada de la secuencia pascual Victimae paschali laudes que se canta enla misa de la solemnidad de la Resurreccin del Seor, se contiene la felicitacin de

    Benedicto XVI por la Pascua 2012. En la imagen-recordatorio de este ao sereproduce la Resurreccin (1763), del pintor alemn Tischbein Johann Heinrich elviejo (1722-1789).

    Cumpleaos de Benedicto XVIEl lunes 16 de abril el Papa Benedicto XVI cumple 85 aos y el j19 el sptimo de su eleccin a la Ctedra de Pedro. La RedacciLOsservatore Romano, segura de interpretar tambin el miento de fieles y de mujeres y hombres de todo el mundo, desepresar al Pontfice su afecto ms profundo y eleva con confianoracin Dominus conservet eum, et vivifictet eum, et beatumeum in terra, en non tradat eum in animam inimicorum eius.

    Un momento de la visita del Papa a LOsservatore Romanocon ocasin del 150 aniversario de la fundacin del peridico (5 de julio de 201

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    LOSSERVATORE ROMANOEDICIN SEMANAL

    Unicuique suum

    EN LENGUA ESPAOLANon praevalebunt

    00120 Ciudad del Vaticanoe d .es p a n o l a @ o s s rom .v a

    http://www.osservatoreromano.vaTIPO GRAFIA VAT I C A N A EDITRICE LOS S E R VAT O R E ROMANO

    GI O VA N N I MARIA VIANdirector

    Carlo Di Ciccosub director

    Arturo Gutirrez L.C.encargado de la edicin

    don Sergio Pellini S.D.B.director general

    Redaccinvia del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticanotelfono 39 06 698 99410 fax 39 06 698 81412

    Servicio fotogrficoph o t o @ oss ro m .v a

    Publicidad: Il Sole 24 Ore S.p.A,System Comunicazione Pubblicitaria

    Via Monte Rosa, 91, 20149 Milanoseg re t eriadirezion esy ste m @ilso l e2 4o re . c om

    Tarifas de suscripcin: Italia - Vaticano: 58.00; Europa (Espaa + IVA): 100.00- $ 148.0Latina, frica, Asia: 110.00 - $ 160.00; Amrica del Norte, Oceana: 162.00 -

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    pgina 2 LOSSERVATORE ROMANO domingo 15 de abril de 2012, nm

    En la misa crismal del Jueves Santo Benedicto XVI recuerda a los sacerdotes el deber de configurarse con Cristo

    La dinmica de la verdadera renovacin de la IglesiRenovar la promesa de configurarse con Cristo enla situacin a menudo dramtica de la Iglesia dehoy. Lo recomend el Santo Padre a los ms de mil

    seiscientos presbteros que concelebraron con l la misacrismal en la baslica de San Pedro, el Jueves Santo,

    5 de abril, por la maana. Durante el rito el

    Pontfice bendijo el santo crisma, el leo de loscatecmenos y el leo de los enfermos. Desde elTriduo pascual y durante todo el ao litrgico estos

    leos se usarn para los sacramentos del Bautismo,la Confirmacin, las ordenaciones sacerdotales yepiscopales y la Uncin de los enfermos; as seevidencia que la salvacin, transmitida por los signos

    sacramentales, brota precisamente del Misteriopascual de Cristo. Con el Papa concelebraron treinta

    y siete cardenales, entre ellos Tarcisio Bertone,secretario de Estado, y Angelo Sodano, decano delColegio cardenalicio; numerosos obispos, prelados y

    miembros de la Curia romana, entre ellos losarzobispos Becciu, sustituto de la Secretara de

    Estado; Mamberti, secretario para las Relacionlos Estados; los monseores Wells, asesor; Bales

    subsecretario para las Relaciones con los EstadoNwachukwu, jefe del Protocolo. Acompaaban a

    Pontfice los arzobispos Del Blanco Prieto, limosy Harvey, prefecto de la Casa pontificia; as comobispo De Nicol, regente de la Prefectura.

    SIGUEEN LAP

    La imagen de maderade la Virgen con el Nio

    del siglo XVIII fue obsequio del presidentebrasileo Joo Goularta Pablo VI en 1963con ocasin de la eleccinal pontificado

    Pero no simplifiquemos demasia-do el problema. Acaso Cristo nocorrigi las tradiciones humanas queamenazaban con sofocar la palabra yla voluntad de Dios? S, lo hizo paradespertar nuevamente la obedienciaa la verdadera voluntad de Dios, asu palabra siempre vlida. A l lepreocupaba precisamente la verdade-ra obediencia, frente al arbitrio delhombre. Y no lo olvidemos: l era elHijo, con la autoridad y la responsa-

    cercanos a nosotros. Precisapor esta razn, san Pablo dectimidez a sus comunidades: Imme a m, pero yo pertenezco ato. l era para sus fieles unaduccin del estilo de vida deto, que ellos podan ver y a lse podan asociar. Desde sany a lo largo de la historia, shan dado continuamente estasducciones del camino de Jesfiguras vivas de la historia. Nos

    bilidad singulares dedesvelar la autntica vo-luntad de Dios, paraabrir de ese modo el ca-mino de la Palabra de

    D ios al mundo de losgentiles. Y, en fin, con-cret su mandato con lapropia obediencia y hu-mildad hasta la cruz, ha-ciendo as creble su mi-sin. No mi voluntad,sino la tuya: esta es lapalabra que revela alHijo, su humildad y a lavez su divinidad, y nosindica el camino.

    Dejmonos interrogaruna vez ms. Con estasconsideraciones, acasono se defiende de hechoel inmovilismo, el aga-rrotamiento de la tradi-cin? No. Mirando a lahistoria de la poca pos-

    conciliar, se puede reco-

    mismos, una renuncia a aquello quees solamente nuestro, a la tan invo-cada autorrealizacin. Se pide quenosotros, que yo no reclame mi vidapara m mismo, sino que la ponga adisposicin de otro, de Cristo. Queno me pregunte: qu gano yo?, si-no ms bien: qu puedo dar yo porl y as por los dems? O, todavams concretamente: cmo debe lle-varse a cabo esta configuracin conCristo, que no domina, sino que sir-ve; que no recibe, sino que da?, c-mo debe realizarse en la situacin amenudo dramtica de la Iglesia dehoy? Recientemente, un grupo desacerdotes ha publicado en un pas

    europeo una llamada a la desobe-diencia, aportando al mismo tiempoejemplos concretos de cmo se pue-de expresar esta desobediencia, quedebera ignorar incluso decisionesdefinitivas del Magisterio; por ejem-plo, en la cuestin sobre la ordena-cin de las mujeres, sobre la que elbeato Papa Juan Pablo II declar demanera irrevocable que la Iglesia noha recibido del Seor ninguna auto-ridad sobre esto. Pero la desobedien-cia, es un camino para renovar laIglesia? Queremos creer a los auto-res de esta llamada cuando afirmanque les mueve la solicitud por laIglesia; su convencimiento de que sedebe afrontar la lentitud de las insti-

    Queridos hermanos y hermanas:

    En esta santa misa nuestra menteretorna hacia aquel momento en elque el obispo, por la imposicin delas manos y la oracin, nos introdu-jo en el sacerdocio de Jesucristo, deforma que furamos santificados enla verdad (Jn 17, 19), como Jesspidi al Padre para nosotros en laoracin sacerdotal. l mismo es laverdad. Nos ha consagrado, es decir,entregado para siempre a Dios, paraque pudiramos servir a los hombrespartiendo de Dios y por l. Pero,estamos tambin consagrados en larealidad de nuestra vida? Somoshombres que obran partiendo deDios y en comunin con Jesucristo?Con esta pregunta el Seor se poneante nosotros y nosotros ante l:Queris uniros ms fuertemente aCristo y configuraros con l, renun-ciando a vosotros mismos y reafir-mando la promesa de cumplir los sa-grados deberes que, por amor aCristo, aceptasteis gozosos el da devuestra ordenacin para el serviciode la Iglesia?. As interrogar sin-gularmente a cada uno de vosotros ytambin a m mismo despus de lahomila. Con esto se expresan sobretodo dos cosas: se requiere un vncu-lo interior, ms an, una configura-cin con Cristo y, con ello, la necesi-dad de una superacin de nosotros

    tuciones con mediosdrsticos para abrircaminos nuevos, para

    volver a poner a laIglesia a la altura delos tiempos. Pero ladesobediencia, esverdaderamente uncamino? Se puedever en esto algo de laconfiguracin conCristo, que es el pre-supuesto de toda ver-dadera renovacin, ono es ms bien sloun afn desesperadode hacer algo, detransformar la Iglesiasegn nuestros deseosy nuestras ideas?

    nocer la dinmica de la verdaderarenovacin, que frecuentemente haadquirido formas inesperadas enmomentos llenos de vida y que hacecasi tangible la inagotable vivacidadde la Iglesia, la presencia y la accineficaz del Espritu Santo. Y si mira-mos a las personas, por las cualeshan brotado y brotan estos ros fres-cos de vida, vemos tambin que parauna nueva fecundidad es necesarioestar llenos de la alegra de la fe, dela radicalidad de la obediencia, deldinamismo de la esperanza y de lafuerza del amor.

    Queridos amigos, queda claro quela configuracin con Cristo es elpresupuesto y la base de toda reno-vacin. Pero tal vez la figura deCristo nos parece a veces demasiado

    elevada y demasiado grande comopara atrevernos a adoptarla comocriterio de medida para nosotros. ElSeor lo sabe. Por eso nos ha pro-porcionado traducciones con nive-les de grandeza ms accesibles y ms

    los sacerdotes, podemos pensuna gran multitud de sacerdotetos, que nos han precedido padicarnos la senda: comenzandPolicarpo de Esmirna e IgnacAntioqua, pasando por grandetores como Ambrosio, AgusGregorio Magno, hasta IgnacLoyola, Carlos Borromeo, Juanra Vianney, hasta los sacemrtires del siglo XX y, por hasta el Papa Juan Pablo II qula actividad y en el sufrimiensido un ejemplo para nosotrosconfiguracin con Cristo, don y misterio. Los santos ndican cmo funciona la renovacmo podemos ponernos a sucio. Y nos permiten compr

    tambin que Dios no mira losdes nmeros ni los xitos extesino que remite sus victorias amilde signo del grano de mosta

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    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012 LOSSERVATORE ROMANO pg

    Homila en la misa crismal del Jueves SantoVIENEDE LAPGINA 2

    En el surco del concilio Vaticano II

    Queridos amigos, quiero mencio-nar brevemente todava dos palabrasclave de la renovacin de las prome-sas sacerdotales, que deberan indu-cirnos a reflexionar en este momentode la Iglesia y de nuestra propia vi-

    da. Ante todo, el recuerdo de quecomo dice Pablo somos admi-nistradores de los misterios de Dios(1 Co 4, 1) y que nos corresponde elministerio de la enseanza, el munusdocendi, que es una parte de esa ad-ministracin de los misterios deDios, en los que l nos muestra surostro y su corazn, para entregarsea nosotros. En el encuentro de loscardenales con ocasin del ltimoconsistorio, varios pastores, basndo-se en su experiencia, hablaron de unanalfabetismo religioso que se difun-de en medio de nuestra sociedad taninteligente. Los elementos funda-mentales de la fe , que antes sabacualquier nio, son cada vez menosconocidos. Pero para poder vivir yamar nuestra fe, para poder amar aDios y llegar por tanto a ser capaces

    de escucharlo del modo justo, debe-mos saber qu es lo que Dios nos hadicho; nuestra razn y nuestro cora-zn han de ser interpelados por supalabra. El Ao de la fe, el recuerdode la apertura del concilio VaticanoII hace 50 aos, debe ser para noso-tros una ocasin para anunciar elmensaje de la fe con nuevo celo ycon nueva alegra. Naturalmente, es-te mensaje lo encontramos primariay fundamentalmente en la SagradaEscritura, que nunca leeremos y me-ditaremos suficientemente. Pero to-dos tenemos experiencia de que ne-cesitamos ayuda para transmitirlarectamente en el presente, de maneraque mueva verdaderamente nuestrocorazn. Esta ayuda la encontramosen primer lugar en la palabra de laIglesia docente: los textos del conci-

    lio Vaticano II y el Catecismo de laIglesia catlica son los instrumentosesenciales que nos indican de modoautntico lo que la Iglesia cree apartir de la Palabra de Dios. Y, na-turalmente, tambin forma parte deellos todo el tesoro de documentosque el Papa Juan Pablo II nos ha de-jado y que todava estn lejos de seraprovechados plenamente.

    Todo anuncio nuestro debe con-frontarse con la palabra de Jesucris-to: Mi doctr ina no es ma (Jn 7,16). No anunciamos teoras y opinio-nes privadas, sino la fe de la Iglesia,de la cual somos servidores. Pero es-

    to, naturalmente, en modo algunosignifica que yo no sostenga estadoctrina con todo mi ser y no estfirmemente anclado en ella. En estecontexto, siempre me vienen a lamente aquellas palabras de sanAgustn: Qu es tan mo como yomismo? Qu es tan menos mo co-

    mo yo mismo? No me pertenezco am mismo y llego a ser yo mismoprecisamente por el hecho de quevoy ms all de m mismo y, me-diante la superacin de m mismo,consigo insertarme en Cristo y en sucuerpo, que es la Iglesia. Si no nosanunciamos a nosotros mismos e in-teriormente hemos llegado a ser unocon aquel que nos ha llamado comomensajeros suyos, de manera que es-tamos modelados por la fe y la vivi-mos, entonces nuestra predicacinser creble. No hago publicidad dem, sino que me doy a m mismo. Elcura de Ars, como sabemos, no eraun docto, un intelectual. Pero con su

    anuncio llegaba al corazn de lagente, porque l mismo haba sidotocado en su corazn.

    La ltima palabra clave a la quequiero aludir se l lama celo por lasalmas (animarum zelus). Es una ex-presin fuera de moda que ya casino se usa hoy. En algunos ambientesla palabra alma es considerada inclu-so un trmino prohibido, porquese dice expresara un dualismoentre cuerpo y alma, dividiendo fal-samente al hombre. Evidentemente,el hombre es una unidad, destinadaa la eternidad en cuerpo y alma. Pe-ro esto no puede significar que yano tengamos alma, un principioconstitutivo que garantiza la unidaddel hombre en su vida y ms all desu muerte terrena. Y, como sacerdo-tes, nos preocupamos naturalmentedel hombre entero; tambin de susnecesidades fsicas: de los hambrien-tos, los enfermos, los sin techo. Perono slo nos preocupamos de su

    cuerpo, sino tambin precisamde las necesidades del almahombre: de las personas que spor la violacin de un derecho oun amor destruido; de las persque se encuentran en la oscurespecto a la verdad; que sufrenla ausencia de verdad y de a

    Nos preocupamos de la salvacilos hombres en cuerpo y alma. cuanto sacerdotes de Jesucristohacemos con celo. Nadie debenunca la sensacin de que cummos concienzudamente nuestrorario de trabajo, pero que andespus slo nos pertenecemos sotros mismos. Un sacerdote npertenece jams a s mismo. Lassonas han de percibir nuestromediante el cual damos un tesnio creble del Evangelio de Jesuto. Pidamos al Seor que nos ccon la alegra de su mensaje, que con gozoso celo podamos sa su verdad y a su amor. Amn.

    GI O VA N N I MARIA VIAN

    En la homila pronunciada durante la misa crismal,que inaugura el Triduo sacro en el corazn del ao li-trgico, Benedicto XVI se pregunt hablando del sa-cerdocio y refirindose explcitamente a una llamada ala desobediencia publicada por un grupo de sacerdotesa propsito de decisiones definitivas del Magisteriosi la desobediencia es el camino para renovar a la Igle-sia. Y, ponindose luego, como suele hacer, en el papelde quien interroga, se pregunt si, por el contrario, laobediencia no defiende el inmovilismo y no agarrota latradicin.

    La respuesta del Papa, como siempre, no fue evasivani genrica: No. Mirando a la historia de la pocaposconciliar, se puede reconocer la dinmica de la ver-dadera renovacin. Renovacin que describi articula-da en cuatro aspectos, es decir, estar llenos de la ale-gra de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del di-namismo de la esperanza y de la fuerza del amor. Porconsiguiente, la desobediencia no es el camino, perotampoco lo es el agarrotamiento. Benedicto XVI en surespuesta se apoy en la historia, aludiendo al mediosiglo transcurrido desde la apertura del concilio Vatica-no II y recordando implcitamente la lgica de la refor-ma contrapuesta a la de la ruptura, que haba evocadoante la Curia romana en el fundamental discurso del22 de diciembre de 2005: A la hermenutica de la dis-continuidad se opone la hermenutica de la reforma,como la presentaron primero el Papa Juan XXIII en sudiscurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de1962 y despus el Papa Pablo VI en el discurso de clau-sura del 7 de diciembre de 1965.

    As pues, el Pontfice remite a toda la comunidalos fieles a la herencia del Vaticano II novissimudecir, el ltimo, en la serie de los concilios y cohecon todos segn la tradicin viva de la Iglesia, abal futuro a la espera de la venida del Seor. Emomento que Benedicto XVI, citando el anlisis rete de varios cardenales, describe sin medios trmcomo marcado por un analfabetismo religioso qudifunde en medio de nuestra sociedad tan inteligePor eso, a los cincuenta aos de la apertura del acocimiento religioso ms importante del siglo XX, seofrece el Ao de la fe, ocasin para que esta sea aciada con celo y alegra. Sin miedo de usar trmpasados de moda como son precisamente celo oma, combinados en la expresin animarum zelus,cada en desuso y que, en cambio, el Papa propolos sacerdotes para que estn de verdad cercanosdas las personas y les muestren el rostro de Cristo.

    Una reflexin lcida y amable, que una vez mstierra el estereotipo de un Papa dbil que no gobera la Iglesia. Mientras tanto, precisamente hoy, enla revista de los jesuitas, La Civilt Cattolica, difel largo documento de la Comisin teolgica intcional sobre la teologa hoy, ya accesible en inglspgina web del Vaticano. El texto, elaborado por eganismo instituido en 1969 por Pablo VI, que quiscluir inmediatamente entre sus miembros al telogseph Ratzinger entonces de 42 aos, profesor euniversidad de Ratisbona, comienza tambin conevaluacin muy positiva de la renovacin de la teorealizada por el Vaticano II, insistiendo al mismo po en la necesidad de un discurso comn. En cnin con la Iglesia, para ofrecer a las mujeres y hombres de hoy la verdad de Cristo. (5 de abril)

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    pgina 4 LOSSERVATORE ROMANO domingo 15 de abril de 2012, nm

    Homila del Papa en la misa in cena Domini en la baslica de San Juan de Letrn

    Y Jess abri el caminohacia la libertad

    En el forcejeo de la oracin en el monte de los Olivos, Jess deshizo lafalsa contradiccin entre obediencia y libertad, y abri el camino hacia l

    libertad. Lo subray Benedicto XVI en la homila de la misa in cenaDomini, celebrada la tarde del Jueves Santo, 21 de abril, en la basliSan Juan de Letrn. En esta celebracin se conmemora la ltima CenaSeor y se contempla la humildad y el amor de Cristo en el lavatorio d

    pies, as como su mandamiento nuevo del amor fraterno. Por eso, renovese gesto de humildad de Jess, el Santo Padre lav los pies a doce

    sacerdotes de la dicesis de Roma. Mientras, los voluntarios de la AsocSantos Pedro y Pablo recogieron la colecta, destinada este ao a la asishumanitaria de los prfugos sirios. Con el Pontfice concelebraron veintiocardenales, entre ellos Sodano, Bertone, Re, Arinze, Ruini y Vallini; cerctreinta prelados, entre ellos los arzobispos Becciu, Mamberti, Del BlancoPrieto, y Harvey; y el obispo De Nicol; y numerosos sacerdotes. Junto miembros del Cuerpo diplomtico acreditado ante la Santa Sede estuvomonseor Nwachukwu, jefe del protocolo de la Secretara de Estado. Alde la misa, Benedicto XVI encabez la tradicional procesin con el SantSacramento hasta el altar de la reposicin en la capilla de San Francis

    SIGUEEN LAP

    Queridos hermanos y hermanas:

    El Jueves Santo no es slo el dade la institucin de la santsima Eu-

    carista, cuyo esplendor ciertamentese irradia sobre todo lo dems y, pordecirlo as, lo atrae dentro de s.Tambin forma parte del JuevesSanto la noche oscura del monte delos Olivos, hacia la cual Jess se di-rige con sus discpulos; de l formaparte tambin la soledad y el aban-dono de Jess que, orando, va al en-cuentro de la oscuridad de la muer-te; forman parte de este Jueves San-to la traicin de Judas y el arrestode Jess, as como la negacin dePedro, la acusacin ante el Sanedrny la entrega a los paganos, a Pilato.En esta hora, tratemos de compren-der con ms profundidad estos even-tos, porque en ellos se lleva a caboel misterio de nuestra Redencin.

    Jess sale en la noche. La nochesignifica falta de comunicacin, una

    situacin en la que uno no ve alotro. Es un smbolo de la incom-prensin, del oscurecimiento de laverdad. Es el espacio en el que pue-de prosperar el mal, que debe escon-derse ante la luz. Jess mismo es laluz y la verdad, la comunicacin, lapureza y la bondad. l entra en lanoche. La noche, en definitiva, essmbolo de la muerte, de la prdidadefinitiva de comunin y de vida.Jess entra en la noche para supe-rarla e inaugurar el nuevo da deDios en la historia de la humanidad.

    Durante este camino, l ha canta-do con sus discpulos los Salmos dela liberacin y de la redencin deIsrael, que recuerdan la primera Pas-cua en Egipto, la noche de la libera-

    cin. Como l haca con frecuencia,ahora se va a orar solo, para hablarcomo Hijo con el Padre. Pero, a di-

    ferencia de lo acostumbrado, quierecerciorarse de que estn cerca tresdiscpulos: Pedro, Santiago y Juan.Son los tres que haban tenido la ex-periencia de su Transfiguracin lamanifestacin luminosa de la gloriade Dios a travs de su figura huma-na y que lo haban visto en el cen-tro, entre la Ley y los Profetas, entreMoiss y Elas. Haban escuchadocmo hablaba con ellos de su xo-do a Jerusaln. El xodo de Jess aJerusaln qu palabra misteriosa! Elxodo de Israel de Egipto haba si-do el episodio de la fuga y la libera-cin del pueblo de Dios. Qu as-pecto tendra el xodo de Jess, enel cual deba cumplirse definitiva-mente el sentido de aquel drama his-trico? Ahora los discpulos son tes-tigos del primer tramo de este xo-do, de la extrema humillacin que,

    sin embargo, era el paso esencial pa-ra salir hacia la libertad y la vidanueva, hacia la que tiende el xodo.Los discpulos, cuya cercana buscJess en esta hora de extrema tribu-lacin, como elemento de apoyo hu-mano, pronto se durmieron. No obs-tante, escucharon algunos fragmen-tos de las palabras de la oracin deJess y observaron su actitud. Am-bas cosas se grabaron profundamen-te en su alma, y ellos las transmitie-ron a los cristianos para siempre. Je-ss llama a Dios Abb. Esto sig-nifica como aaden Padre. Pe-ro no de la manera en que se usahabitualmente la palabra padre,sino como expresin del lenguaje delos nios, una palabra afectuosa conla cual no se osaba dirigirse a Dios.Es el lenguaje de quien es verdade-

    ramente nio, Hijo del Padre, deaquel que se encuentra en comunincon Dios, en la ms profunda uni-dad con l.

    Si nos preguntamos cul es el ele-mento ms caracterstico de la ima-gen de Jess en los evangelios, de-bemos decir: su relacin con Dios.l est siempre en comunin conDios. El ser con el Padre es el n-cleo de su personalidad. A travs deCristo conocemos verdaderamente aDios. A Dios nadie lo ha visto ja-ms, dice san Juan. Aquel que es-t en el seno del Padre... lo ha dadoa conocer (1, 18). Ahora conocemosa Dios tal como es verdaderamente.l es Padre, bondad absoluta a laque podemos encomendarnos. Elevangelista Marcos, que conserv losrecuerdos de Pedro, nos dice que Je-ss, al apelativo Abb, aaditambin: Todo es posible para ti, tlo puedes todo (cf. 14, 36). Aquelque es la bondad, es al mismo tiem-po poder, es omnipotente. El poderes bondad y la bondad es poder. Es-ta confianza la podemos aprenderde la oracin de Jess en el montede los Olivos.

    Antes de reflexionar sobre el con-tenido de la peticin de Jess, debe-mos prestar atencin a lo que losevangelistas nos relatan sobre la acti-tud de Jess durante su oracin.Mateo y Marcos dicen que cayrostro en tierra (Mt 26, 39; cf. Mc

    14, 35); asumi, por consiguiente, laactitud de total sumisin, como seha conservado en la liturgia romanadel Viernes Santo. Lucas, en cambio,afirma que Jess oraba arrodillado.En los Hechos de los Apstoles, hablade los santos, que oraban de rodi-llas: Esteban durante su lapidacin,Pedro en el contexto de la resurrec-cin de un muerto, Pablo en el ca-mino hacia el martirio. As, Lucastraz una pequea historia de la ora-cin de rodillas en la Iglesia nacien-

    te. Los cristianos, al arrodillarse, seponen en comunin con la oracinde Jess en el monte de los Olivos.Ante la amenaza del poder del mal,ellos, en cuanto arrodillados, estnde pie ante el mundo, pero, encuanto hijos, estn de rodillas anteel Padre. Ante la gloria de Dios loscristianos nos arrodillamos y recono-cemos su divinidad, pero en estegesto expresando tambin nuestraconfianza en que l triunfar.

    Jess forcejea con el Padre. Com-bate consigo mismo. Y combate pornosotros. Experimenta la angustiaante el poder de la muerte. Esto es,

    ante todo, la turbacin propihombre, ms an, de toda crviviente ante la presenciamuerte. En Jess, sin embargtrata de algo ms. En las nochmal l ensancha su mirada.marea sucia de toda la mentiratoda la infamia que le sobrevieaquel cliz que debe beber. Estremecimiento del totalmente psanto frente a todo el caudal dde este mundo, que recae sobl tambin me ve a m, y ora

    bin por m. As , este momenangustia mortal de Jess es umento esencial en el procesoRedencin. Por eso, la Carta

    H e b re o s defini el combate deen el monte de los Olivos comacto sacerdotal. En esta oraciJess, impregnada de una anmortal, el Seor ejerce el oficsacerdote: toma sobre s el pde la humanidad, a todos nosy nos conduce al Padre.

    Por ltimo, debemos prestarcin tambin al contenido de l

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    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012 LOSSERVATORE ROMANO p

    Jueves Santo

    El corderoque derrot al dragn

    Homila del Papaen la misa in cena DominVIENE DELA PGINA4

    Francisco de Zurbarn, Agnus Dei (1635-1640)

    cin de Jess en el monte de los Olivos. Jess dicdre: t lo puedes todo, aparta de m ese cliz. Pero como yo quiero, sino como t quieres (Mc 14, 3voluntad natural del hombre Jess retrocede asustate algo tan ingente. Pide que se le evite eso. Sin emen cuanto Hijo, abandona esta voluntad humanavoluntad del Padre: no yo, sino t. As transforma tud de Adn, el pecado primordial del hombre, sade este modo al hombre. La actitud de Adn habNo lo que has querido t, Dios; quiero ser dios ymo. Esta soberbia es la verdadera esencia del pPensamos ser libres y verdaderamente nosotros slo si seguimos exclusivamente nuestra voluntadaparece como el antagonista de nuestra libertad. Deliberarnos de l pensamos nosotros; slo as serebres. Esta es la rebelin fundamental que atraviesatoria, y la mentira de fondo que desnaturaliza nueda. Cuando el hombre se pone contra Dios, se pontra su propia verdad y, por tanto, no llega a ser libalienado de s mismo. nicamente somos libres si een nuestra verdad, si estamos unidos a Dios. Ennos hacemos verdaderamente como Dios, no opdonos a Dios, no desentendindonos de l o negEn el forcejeo de la oracin en el monte de los Olivss deshizo la falsa contradiccin entre obediencia ytad, y abri el camino hacia la libertad. Oremos apara que nos introduzca en este s a la volunDios, hacindonos verdaderamente libres. Amn.

    INOS BIFFI

    En la ltima Cena Jess instituye la

    Pascua cristiana. Al antiguo cordero,l mismo lo sustituye. Los judos, co-miendo la Pascua, se sentan a su vez perso-nal y actualmente partcipes del xodo. Y larazn profunda era la fidelidad de Dios, queun da haba liberado a sus padres de la es-clavitud y ahora continuaba acompando-los. La providencia divina no se haba inte-rrumpido y no se haba diluido y apagadoen el pasado.

    Ms bien, la gracia redentora con la Pas-cua de Cristo alcanzaba su definitiva pleni-tud. La alianza sellada en el pasado sobre elSina se cumpla en la nueva y definitivaalianza, segn las palabras de Jess durantela cena preparada por los Doce para la co-mida del cordero (Lc 22, 8. 10): Esto es micuerpo, que se entrega por vosotros; Estecliz es la nueva alianza en mi sangre, quees derramada por vosotros (Lc 22, 19-20).

    El Cordero de Dios, que quita el pecado

    del mundo (Jn 2, 29; 2, 36), suceda al delxodo. Y as se cumpla la conmovedora fi-gura del cordero llevado al matadero, y la

    mente sacrificado sobre el Calvario pero noirremediablemente consumido. Muerto porel pecado de una vez para siempre, ahora

    ha resucitado y vive para Dios (cf. Rm 6,9-10). El antiguo cordero se deba sacrificaren cada retorno pascual. El Cordero nuevoes imperecedero y glorioso; permanece parasiempre. As lo contempla y lo exalta elAp o calipsis.

    As podemos comprender por qu Jessen la Pascua tan deseada antes de su pasin(cf. Lc 22, 15) se haba ofrecido como ali-mento a s mismo y haba ordenado a losdiscpulos renovar su memoria.

    En aquella comunin estos consumen elCordero que ha sido inmolado; el Cordero,que en su sangre ha rescatado a hombresde toda tribu, lengua, pueblo y nacin (Ap5, 9. 11); que est en medio del trono (Ap7, 17) como Seor de seores y Rey dereyes (Ap 17, 14), soberano de la historia,de la que conoce todos los secretos, vence-dor de la muerte y del dragn, la antiguaserpiente, o sea, el Diablo o Satans (Ap

    12, 10-12; 20, 2).Comiendo el Cordero y bebiendo su san-gre, los discpulos del Seor comparten la

    gracia de su redencin, recibenlos recursos de su fuerza in-vencible, participan de su vic-toria sobre el demonio, y co-mienzan a entrar en su realeza.

    Por eso la Eucarista es elsacramento de la esperanza yde la consolacin de la Iglesiaque, como esposa del Cordero(Ap 21, 9), desde su momentoen la tierra ya es partcipe delbanquete de bodas del Cor-dero (Ap 19, 6-9), que se re-fleja realmente en nuestras li-turgias terrenas, imgenes de laliturgia celeste.

    El sagrado banquete ali-menta cada vez en la Iglesia la

    inquebrantable confianza deque no se la abandona en sustribulaciones y en las pruebas

    misteriosa y dolorosa del siervo de Dios, queentreg su vida como expiacin, el siervotraspasado por nuestras rebeliones, tritu-rado por nuestros crmenes, cargado con elpecado de muchos (cf. Is 53, 5. 7. 10. 12).

    Tambin los discpulos de Jess renova-ran la comida del Cordero pascual, segn laorden recibida en la ltima Cena: Hacedesto en memoria ma (Lc 22, 19). Slo queel Cordero sera el mismo Cristo, nuestraPascua, que ha sido inmolado (1 Co 5, 7)y al cual no le quebraron un hueso (cf. Jn19, 33-36).

    Cada Cena del Seor (1 Co 11, 20) es elsacramento de Jess, que se hizo corderopor nuestra salvacin (san Ambrosio, Ex-planatio Psalmi 43, 37), por cuyo don inefa-ble nos hemos enriquecido con la bendicinde toda gracia y pasamos de tal manera dela vejez a la novedad, que no slo se nosrestituye el paraso, sino que se nos preparapara la gloria del reino de los cielos (sanLen Magno, Tra c t a t u s LXXIX).

    Si, desde el punto de vista cronolgico, elcordero de la Pascua juda haba precedidoal Cordero cristiano, en realidad nos ense-a la primera Carta de Pedro nosotros he-mos sido rescatados o liberados de la escla-vitud con una sangre preciosa, como la deun cordero sin defecto y sin mancha, Cris-to, previsto ya antes de la creacin delmundo (1, 19-20).

    Desde la eternidad, lo que vale absoluta-mente es el Cordero de Dios, verdadera-

    del testimonio, sino que a pesar de lo quepuede parecer en la historia es sostenidaincesantemente por el amor omnipotente yesponsal del Cordero que la est preparandode modo misterioso pero seguro para la glo-ria.

    Por lo dems, a la Iglesia no se le ha pro-metido una victoria en un margen de tiem-po, sino la perenne resistencia al poder delinfierno, que no conseguir prevalecer so-bre ella (Mt 16, 18).

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    pgina 6 LOSSERVATORE ROMANO domingo 15 de abril de 2012, nme

    Predicacin del padre Raniero Cantalamessa durante la celebracin de la Pasin del Seor en la baslica vaticana

    Qu excelente telogo el buen ladrn

    SIGUEEN LAP

    Christoph Bockstorfer, Crucifixin (1524, detalle)

    Publicamos la homila pronunciada por el predicadorde la Casa pontificia, el capuchino Raniero Cantala-messa, durante la celebracin de la Pasin del Seor,presidida por el Papa la tarde del Viernes Santo, 6de abril, en la baslica vaticana.

    Algunos Padres de la Iglesia encerraron en unaimagen todo el misterio de la redencin. Imagina,decan, que haya tenido lugar en el estadio unalucha pica. Un valiente ha afrontado al cruel ti-rano que tena esclavizada la ciudad, y con enor-me esfuerzo y sufrimiento, lo ha vencido. T esta-bas en las graderas, no has luchado, ni te has es-forzado ni te han herido. Pero si admiras al va-liente, si te alegras con l por su victoria, si le te-jes coronas, provocas y agitas a la asamblea porl, si te inclinas con alegra ante el vencedor, lebesas la cabeza y le das la mano; en definitiva, site exaltas por l hasta el punto de considerar co-mo tuya su victoria, te digo que ciertamente ttendrs parte en el premio del vencedor.

    Pero an hay ms: supongamos que el vence-dor no tenga ninguna necesidad del premio quegan, sino que quiera ms que nada, ver honradoa su sostenedor y considere como premio de sucombate la coronacin del amigo. En tal caso,aquel hombre no obtendr quiz la corona, in-cluso sin haber luchado ni haber sido herido?Por supuesto que s! (Nicola Cabasilas, Vida enCristo, I, 9: PG 150, 517)

    As, dicen estos Padres, sucede entre Cristo ynosotros. l, en la cruz, ha vencido a su antiguoenemigo. Nuestras espadas exclama san JuanCrisstomo, no estn ensangrentadas, no estba-mos en la lucha, no tenemos heridas, la batalla nisiquiera la hemos visto, y he aqu que obtenemosla victoria. Suya fue la lucha, nuestra la corona. Ydado que hemos ganado tambin nosotros, debe-mos imitar lo que hacen los soldados en estos ca-sos: con voces de alegra exaltamos la victoria, en-tonamos himnos de alabanza al Seor (De coe-meterio et de cruce: PG 49, 596)

    No se podra explicar de una manera mejor elsignificado de la liturgia que estamos celebrando.

    Pero lo que estamos haciendo, es tambin unaimagen, la representacin de una realidad del pa-sado?, o es la realidad misma? Las dos cosas.Nosotros deca san Agustn al pueblo sab e-

    mos y creemos con fe muy cierta que Cristo mu-ri una sola vez por nosotros (...). Sabis perfec-tamente que todo esto sucedi una sola vez y sinembargo la solemnidad lo renueva peridicamen-te (...). Verdad histrica y solemnidad litrgica no

    t. Slo l puede decir, como lo hace en el Apo-calipsis: Estuve muerto, pero ahora vivo por lossiglos de los siglos (Ap 1, 18). En este da debe-mos estar atentos, al visitar los llamados monu-mentos o al participar en las procesiones del

    Cristo muerto, para no merecer el reproche queCristo resucitado dirigi a las pas mujeres en lamaana de Pascua: Por qu buscis entre losmuertos al que est vivo? (Lc24, 5).

    La anmnesis, o sea, el memorial l itrgicohan afirmado algunos autores hace al eventoms verdadero de lo que sucedi histricamentela primera vez. En otras palabras, es ms verda-dero y real para nosotros, que lo revivimos se-

    cado del misterio. Esto se realiza con la fehay msica si no existe un odo que escuchems fuerte que toque la msica la orquestahay gracia donde no hay una fe que la acoja.

    En una homila pascual del siglo IV, el ob

    pronunciaba estas palabras extraordinariammodernas y, se dira, existencialistas: Para hombre el principio de la vida es aquel a pdel cual Cristo fue inmolado por l. Pero Cse inmol por l en el momento en que l recce la gracia y se vuelve consciente de la vidale ha dado aquella inmolacin (Homila padel ao 387: SCH 36, p. 59 ss).

    Esto sucedi s a c ra m e n t a l m e n t e en el Bautpero tiene que suceder conscientemente siempnuevo en la vida. Antes de morir debemosla valenta de hacer un acto de audacia, cagolpe de mano: apropiarnos de la victoriCristo. Una apropiacin indebida! Algo lamblemente comn en la sociedad en la quemos, pero con Jess no solamente no nosprohibida, sino que se nos recomienda encaremente. Indebida aqu significa que no ndebida, que no la hemos merecido nosotros,que se nos da gratuitamente, por la fe.

    Pero vayamos a lo seguro; escuchemos doctor de la Iglesia. Yo escribe san Bernalo que no puedo obtener por m mismo, mapropio (literalmente, lo u s u rp o) con confianzcostado traspasado del Seor, porque est de misericordia. Mi mrito, por lo tanto, es lsericordia de Dios. No soy pobre en mmientras l sea rico en misericordia. Pues grande la misericordia del Seor (cf. Sal 119, yo tendr abundancia de mritos. Y qu es djusticia? Oh Seor, me acordar solamentejusticia. De hecho, tu justicia es tambin la porque t eres para m justicia de parte de(cf. 1 Co 1, 30) (Sermones sobre el Cantar dcantares, 61, 4-5: PL 183, 1072).

    Acaso este modo de concebir la santidadvi a san Bernardo menos celoso de las buobras, menos comprometido en adquirir las vdes? Acaso dejaba de mortificar su cuerpo reducirlo a esclavitud (cf. 1 Co 9, 27), el apPablo, quien antes que todos y ms que todoba hecho de esta apropiacin de la justicCristo la finalidad de su vida y de su predicac

    (cf. Flp 3, 7-9).En Roma, como por desgracia en todagrandes ciudades, hay muchos que no tienetecho. Tienen un nombre en todos los idiohomeless, c l o c h a rd s, barboni, mendigos: pers

    gn el Espritu, de lo que era para quienes lo vi-van segn la carne, antes que el Espritu Santole revelara a la Iglesia su significado pleno.

    Nosotros no estamos celebrando solamente unaniversario, sino un misterio. En la celebracinnuevamente san Agustn explica la diferencia en-tre las dos cosas. La celebracin como en unaniversario explica san Agustn no requiereotra cosa dice sino indicar con una solemni-dad religiosa el da preciso del ao en el que serecuerda ese hecho; en la celebracin como un

    misterio (in sacramento), no solamente se con-memora un acontecimiento, sino que se hace detal manera que se entienda su significado y seaacogido santamente (Epistola 55, 1, 2: CSEL 34, 1,p. 170).

    estn en conflicto entre s, como si la segunda

    fuera falsa y slo la primera correspondiera a laverdad. La solemnidad a menudo renueva en loscorazones de los fieles lo que la historia afirmaque sucedi, en la realidad, una sola vez (Sermn220: PL 38, 1089).

    La liturgia renueva el acontecimiento. PabloVI precis el sentido que la Iglesia catlica da aesta afirmacin usando el verbo representar,entendido en el sentido fuerte de re-presentar, esdecir, hacer nuevamente presente y operante losucedido (cf. Mysterium fidei: AAS 57, 1965, 753 ss).

    Hay una diferencia sustancial entre nuestra re-presentacin litrgica de la muerte de Cristo y,por ejemplo, la de Julio Csar en la tragedia ho-mnima de Shakespeare. Nadie asiste vivo al ani-versario de su muerte; Cristo s, porque l resuci-

    Esto lo cambia todo. No se trata slo de asistir

    a una representacin, sino de acoger su signifi-cado, de pasar de espectadores a actores. Por tan-to, nos toca a nosotros elegir qu papel queremosrepresentar en el drama, quin queremos ser: s iPedro, Judas, Pilato, la muchedumbre, el Cirineo,Juan, Mara... Nadie puede permanecer neutral;no tomar posicin es tomar una bien precisa: lade Pilato que se lava las manos o la de la muche-dumbre que desde lejos estaba mirando (Lc 23,35). Si, al volver a casa esta noche, alguien nospregunta: De dnde vienes?, dnde has esta-do? respondamos, al menos en nuestro corazn:En el Calvario!.

    Todo esto no se realiza automticamente, slopor el hecho de haber participado en esta liturgia.Se trata, deca san Agustn, de acoger el signifi-

    sus harapos sucios, a ducharse y despus a e

    el vestido que deseen entre los que estn exptos y llevrselo, as, gratuitamente.Todos dicen en su corazn: Esto es una

    la, no suceder nunca!. Es verdad, pero lono sucede nunca entre los hombres, puededer cada da entre los hombres y Dios, poante l, aquellos mendigos somos nosotros. que sucede en una buena confesin: te desde tus harapos sucios, los pecados; recibes eo de la misericordia y te levantas con unde salvacin y (...) envuelto con un manto dticia (Is 61, 9-10).

    El publicano de la parbola que fue al tea rezar dijo simplemente, pero desde lo ms

    humanas que lo nicotienen son unos pocospos que visten y algn to que llevan en bolsaplstico. Imaginemos quda se difunde esta vozva Condotti (todos sabque significa en Roma lCondotti) est la dueuna boutique de lujopor alguna razn descoda, por inters o gendad, invita a todos losdigos de la estacin Tea ir a su comercio, a

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    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012 LOSSERVATORE ROMANO p

    Palabras del Papa al trmino del va crucispresidido en el Coliseo al atardecer del Viernes Santo

    En la cruzla fuerza y la esperanza

    de la familiaAl terminar el va crucis en el Coliseo, el Viernes Santo 6 de abril, por la noche, elSanto Padre pronunci las siguientes palabras.

    Predicacin del padre Raniero CantalamessaVIENEDE LAPGINA 6

    Los ritos del Viernes Santopresididos por Benedicto XVI

    fundo de su corazn: Oh Dios, ten piedad deeste pecador!, y volvi a su casa justificado(Lc 18, 14), reconciliado, renovado, inocente. Sitenemos su fe y su arrepentimiento, lo mismo po-drn decir de nosotros al volver a casa despus de

    esta liturgia.Entre los personajes de la Pasin con los quepodemos identificarnos me doy cuenta de que heomitido uno, el que ms espera que se siga suejemplo: el buen ladrn. El buen ladrn hace unaconfesin completa de su pecado; le dice a sucompaero que insulta a Jess: Ni siquiera te-mes t a Dios, estando en la misma condena?Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, por-que recibimos el justo pago de lo que hicimos; encambio, este no ha hecho nada malo (Lc 23, 40s). El buen ladrn se muestra aqu como un exce-lente telogo. Solamente Dios, de hecho, sufreabsolutamente siendo inocente; cualquier otrapersona que sufre debe decir: Yo sufro justamen-te, porque, aunque no sea responsable de la ac-

    cin que se le imputa, nunca est enteramente li-bre de culpa. Solamente el dolor de los nios ino-centes se asemeja al de Dios y por eso es tan mis-terioso y tan sagrado.

    Cuntos delitos atroces, en los ltimos tiem-pos, han quedado sin un culpable! Cuntos casossin resolver! El buen ladrn hace un llamamiento

    a los responsables: haced como yo, salid al descu-bierto, confesad vuestra culpa; experimentaristambin vosotros la alegra que yo sent cuandoescuch las palabras de Jess: Hoy estars con-migo en el paraso! (Lc23, 43).

    Cuntos reos confesos pueden confirmar queeso mismo les sucedi a ellos! Pasaron del infier-no al paraso el da que tuvieron el valor de arre-pentirse y confesar su culpa. Tambin yo he cono-cido alguno. El paraso prometido es la paz de laconciencia, la posibilidad de mirarse en el espejoo mirar a los propios hijos sin tener que despre-ciarse.

    No llevis con vosotros a la tumba vuestro se-creto; os procurara una condena mucho ms te-mible que la humana. Nuestro pueblo no es des-

    piadado con quien se ha equivocado, si recel mal realizado, sinceramente, no slo por niencia. Por el contrario, est dispuesto a apse y a acompaar al arrepentido en su camredencin (que en todo caso se vuelve ms bDios perdona muchas cosas, por una obrna, dice Luca en Los Novios de Aless

    Manzoni, al hombre que la haba raptadoan, debemos decir: l perdona muchas cosun acto de arrepentimiento. Lo prometinemente: Aunque vuestros pecados seanescarlata, quedarn blancos como nieve; asean rojos como la prpura, quedarn como(Is 1, 18).

    Volvamos a hacer ahora lo que, como escuchado al inicio, es nuestra tarea en escon voces de jbilo exaltemos la victoriacruz, entonemos himnos de alabanza al Se

    Redemptor, sume carmen temet concinentiumno del domingo de Ramos y de la Misa cdel Jueves Santo). Y t, Redentor nuestro,el canto que elevamos a ti.

    Queridos hermanos y hermanas:

    Hemos recordado en la medita-cin, la oracin y el canto, el caminode Jess en la va de la cruz: una vaque pareca sin salida y que, sin em-bargo, ha cambiado la vida y la his-toria del hombre, ha abierto el pasohacia los cielos nuevos y la tierranueva (cf. Ap 21, 1). Especialmenteen este da del Viernes Santo, la Igle-sia celebra con ntima devocin espi-ritual la memoria de la muerte encruz del Hijo de Dios, y en su cruzve el rbol de la vida, fecundo deuna nueva esperanza.

    La experiencia del sufrimiento y dela cruz marca a la humanidad, marca

    incluso a la familia; cuntas veces elcamino se hace fatigoso y difcil! In-comprensiones, divisiones, preocupa-ciones por el futuro de los hijos, en-fermedades, dificultades de diversotipo. En nuestro tiempo, adems, lasituacin de muchas familias se veagravada por la precariedad del tra-bajo y por otros efectos negativos dela crisis econmica. El camino del vacrucis, que hemos recorrido esta no-che espiritualmente, es una invitacinpara todos nosotros, y especialmentepara las familias, a contemplar aCristo crucificado para tener la fuer-za de ir ms all de las dificultades.La cruz de Jess es el signo supremodel amor de Dios por cada hombre,la respuesta sobreabundante a la ne-cesidad que tiene toda persona de seramada. Cuando nos encontramos en

    la prueba, cuando nuestras familiasdeben afrontar el dolor, la tribula-cin, miremos a la cruz de Cristo: allencontramos el valor y la fuerza paraseguir caminando; all podemos repe-tir con firme esperanza las palabrasde san Pablo: Quin nos separardel amor de Cristo?: la tribulacin?,

    la angustia?, la persecucin?, elhambre?, la desnudez?, el peligro?,la espada?... Pero en todo esto ven-cemos de sobra gracias a aquel quenos ha amado (Rm 8, 35.37).

    En la afliccin y en las dificultadesno estamos solos; la familia no estsola: Jess est presente con su amor,la sostiene con su gracia y le da lafuerza para seguir adelante. Y es aeste amor de Cristo al que debemosacudir cuando las vicisitudes huma-nas y las dificultades amenazan conherir la unidad de nuestra vida y dela familia. El misterio de la pasin,muerte y resurreccin de Cristo alien-ta a seguir adelante con esperanza: eltiempo del dolor y de la prueba, si lovivimos con Cristo, con fe en l, en-cierra ya la luz de la resurreccin, lavida nueva del mundo resucitado, lapascua de todo hombre que cree ensu Palabra.

    En aquel hombre crucificado, quees el Hijo de Dios, incluso la muertemisma adquiere un nuevo significadoy orientacin; es rescatada y vencida;es el paso hacia la nueva vida: Si elgrano de trigo no cae en tierra ymuere, queda infecundo; pero simuere, da mucho fruto (Jn 12, 24).Encomendmonos a la Madre deCristo, que acompa a su Hijo porla va dolorosa. Ella, que estaba juntoa la cruz en la hora de su muerte,que ha alentado a la Iglesia desde sunacimiento para que viva la presenciadel Seor, dirija nuestros corazones,

    los corazones de todas las familias atravs del inmenso mysterium passionishacia el mysterium paschale, haciaaquella luz que prorrumpe de la Re-surreccin de Cristo y muestra eltriunfo definitivo del amor, de la ale-gra, de la vida, sobre el mal, sobre elsufrimiento y sobre la muerte. Amn.

    El Viernes Santo, 6 de abril, por la tarde, Benedicto XVI presidi ebaslica de San Pedro la celebracin de la Pasin del Seor. En silcon los pies descalzos, se arrodill y bes el crucifijo de madera, pante el altar de la Confesin. Repitieron el gesto los cardenales,arzobispos, obispos y prelados de la Curia romana, y unarepresentacin de fieles. Por la noche, en el sugestivo escenario deColiseo, iluminado por las antorchas de los ms de veinte mil fiele

    se unieron a Benedicto XVI, se revivieron los momentos de la pasiSeor. En la primera estacin sostuvo la cruz el cardenal AgostinoVallini, mientras a sus lados dos jvenes romanos sostenan lasantorchas. En las siguientes estaciones llevaron la cruz familiasprocedentes de Italia, Irlanda, Burkina Faso y Per; un enfermo ende ruedas, acompaado por sus familiares; y dos frailes franciscanla Custodia de Tierra Santa. Al final el Pontfice pronunci el discque publicamos en esta pgina.

  • 8/2/2019 LOSSERVATORE ROMANO. 15 Abril 2012

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    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012

    Homila de Benedicto XVI durante la Vigilia pascual en la baslica de San Pe

    El da de una nueva creEl Sbado Santo, 7 de abril, el Papa celebr la Vigilia pascual en la baslica de SanPedro, donde se haban congregado miles de peregrinos de las diversas partes delmundo, que llenaban el templo. El sagrado rito comenz a las nueve de la noche. La

    primera parte, el lucernario, con la bendicin del fuego y la preparacin y bendicin

    del cirio pascual tuvo lugar en el atrio de la baslica, mientras el templo se hallaba aoscuras. A continuacin tuvo lugar la liturgia de la Palabra, al final de la cual elSanto Padre pronunci la homila que publicamos. La segunda parte la liturgiabautismal comenz con la letana de los santos y sigui con la bendicin del agua; enesta parte Benedicto XVI administr los sacramentos de la iniciacin cristianaBautismo, Confirmacin y primera Comunin a ocho adultos, provenientes de Italia,

    Albania, Eslovquia, Alemania, Turkmenistn, Camern y Estados Unidos. En latercera parte la liturgia eucarstica los nefitos presentaron las ofrendas. Con

    Benedicto XVI concelebraron veintiocho cardenales, entre ellos el decano del Colegiocardenalicio Angelo Sodano y el secretario de Estado Tarcisio Bertone. Se hallaban

    presentes los cardenales Daro Castrilln Hoyos y Walter Brandmller, nume ro s o sarzobispos, obispos y prelados de la Curia romana. Con el Cuerpo diplomico estabanlos arzobispos Angelo Becciu, sustituto de la Secretara de Estado y DominiqueMamberti, secretario para las Relaciones con los Estados.

    Queridos hermanos y herma-nas: Pascua es la fiesta de lanueva creacin. Jess ha resu-citado y no morir de nuevo.

    Ha descerrajado la puerta hacia una

    nueva vida que ya no conoce ni la en-fermedad ni la muerte. Ha asumido alhombre en Dios mismo. Ni la carneni la sangre pueden heredar el reino deDios, dice san Pablo en la P r i m e raCarta a los Corintios (15, 50). El escritoreclesistico Tertuliano, en el siglo III,tuvo la audacia de escribir refirindosea la resurreccin de Cristo y a nuestraresurreccin: Carne y sangre, tenedconfianza; gracias a Cristo habis ad-quirido un lugar en el cielo y en el rei-no de Dios (CCL II, 994). Se ha abier-to una nueva dimensin para el hom-bre. La creacin se ha hecho ms gran-de y ms espaciosa. La Pascua es el dade una nueva creacin, pero precisa-mente por ello la Iglesia comienza en

    este da la liturgia con la antigua crea-cin, para que aprendamos a compren-der bien la nueva. As, en la Vigiliapascual, al principio de la liturgia de laPalabra, se lee el relato de la creacin

    del mundo. A este respecto, en el con-texto de la liturgia de este da hay dosaspectos particularmente importantes.En primer lugar, se presenta la creacincomo una totalidad, de la cual formaparte la dimensin del tiempo. Los sie-te das son una imagen de un conjuntoque se desarrolla en el tiempo. Estnordenados con vistas al sptimo da, elda de la libertad de todas las criaturaspara con Dios y de las unas para conlas otras. Por tanto, la creacin estorientada a la comunin entre Dios y lacriatura; existe para que haya un espa-cio de respuesta a la gran gloria deDios, un encuentro de amor y libertad.En segundo lugar, en la Vigilia Pascualla Iglesia comienza escuchando ante to-do la primera frase de la historia de lacreacin: Dijo Dios: Que exista laluz (Gn 1, 3). Como una seal, el re-lato de la creacin inicia con la crea-cin de la luz. El sol y la luna son crea-dos slo en el cuarto da. La narracinde la creacin los llama fuentes de luz,que Dios ha puesto en el firmamentodel cielo. Con ello los priva premedita-damente del carcter divino que lasgrandes religiones les haban atribuido.No, no son dioses en modo alguno.Son cuerpos luminosos, creados por elDios nico. Pero estn precedidos porla luz, mediante la cual la gloria deDios se refleja en la naturaleza de lascriaturas.

    Qu quiere decir con esto el relatode la creacin? La luz hace posible lavida. Hace posible el encuentro. Haceposible la comunicacin. Hace posibleel conocimiento, el acceso a la realidad,a la verdad. Y, haciendo posible el co-nocimiento, hace posible la libertad yel progreso. El mal se esconde. Portanto, la luz es tambin expresin delbien, que es luminosidad y crea lumi-nosidad. Es da en el que podemos ac-tuar. El que Dios haya creado la luzsignifica que Dios cre el mundo comoun espacio de conocimiento y de ver-dad, espacio para el encuentro y la li-bertad, espacio del bien y del amor. Lamateria prima del mundo es buena, elser es bueno en s mismo. Y el mal noproviene del ser, que es creado porDios, sino que existe slo en virtud dela negacin. Es el no.

    En Pascua, en la maana del primerda de la semana, Dios vuelve a decir:

    Que exista la luz. Antes haban veni-do la noche del monte de los Olivos, el

    eclipse solar de la pasin y muerte deJess, la noche del sepulcro. Pero ahoravuelve a ser el primer da, comienza lacreacin totalmente nueva. Que existala luz, dice Dios, y existi la luz.Jess resucita del sepulcro. La vida esms fuerte que la muerte. El bien esms fuerte que el mal. El amor es msfuerte que el odio. La verdad es msfuerte que la mentira. La oscuridad delos das pasados se disipa cuando Jessresucita de la tumba y se hace l mismo

    para nosotros. Cristo tno. A partir de ahora

    as entrars en la luz,dera. Por eso, la Iglesal Bautismo photismos,

    Por qu? La oscverdaderamente al haunque es capaz de vecosas tangibles, matednde va el mundo y de, a dnde va nuestraes el bien y qu es el macerca de Dios y sus

    luz pura de Dios. Pero esto no se refie-re solamente a l, ni se refiere nica-mente a la oscuridad de aquellos das.Con la resurreccin de Jess la luz mis-ma vuelve a ser creada. l nos lleva atodos tras de s a la vida nueva de la

    resurreccin, y vence toda forma de os-curidad. l es el nuevo da de Dios,que vale para todos nosotros.

    Pero, cmo puede suceder esto?Cmo puede llegar todo esto a noso-tros sin que se quede slo en palabras,sino que sea una realidad en la que es-tamos inmersos? Por el sacramento delBautismo y la profesin de la fe, el Se-or ha construido un puente hacia no-sotros, a travs del cual el nuevo daviene a nosotros. En el Bautismo el Se-or dice a aquel que lo recibe: Fiat lux,que exista la luz. El nuevo da, el dade la vida indestructible llega tambin

    dadera amenaza para ny para el mundo en glos valores, la diferencel mal, permanecen en tonces todas las demque nos dan un poder

    son slo progresos, sinmo tiempo tambin aponen en peligro a nodo. Hoy podemos ilciudades de manera tque ya no pueden verscielo. Acaso no es estla problemtica de nudo? En las cosas matepodemos increblemenlo que va ms all debien, ya no lo conseguPor eso la fe, que nosDios, es la verdaderauna irrupcin de la

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    Alocucin del Papa durante la plegaria del Regina caeli el lunes 9 de abril en Castelgando

    El testimonio de las mujeresen el camino de la Iglesia

    nuestro mundo, una apertura de nues-ros ojos a la verdadera luz.

    Queridos amigos, quiero aadir porltimo una anotacin sobre la luz y la

    luminacin. En la Vigilia pascual, lanoche de la nueva creacin, la Iglesiapresenta el misterio de la luz con unmbolo del todo particular y muy hu-

    milde: el cirio pascual. Esta es una luzque vive en virtud del sacrificio. La ve-a ilumina consumindose a s misma.

    Da luz dndose a s misma. As repre-enta de manera maravillosa el misterio

    pascual de Cristo, que se entrega a smismo, y de este modo da la gran luz.Otro aspecto sobre el cual podemos re-flexionar es que la luz de la vela es fue-go. El fuego es una fuerza que forja elmundo, un poder que transforma. Y elfuego da calor. Tambin en esto se hacenuevamente visible el misterio de Cris-o. Cristo, la luz, es fuego, es llama que

    destruye el mal, transformando as almundo y a nosotros mismos. Como re-zan unas palabras de Jess que nos han

    legado a travs de Orgenes, quienest cerca de m, est cerca del fuego.Y este fuego es al mismo tiempo calor,no una luz fra, sino una luz en la quealen a nuestro encuentro el calor y la

    bondad de Dios.El gran himno del Exsultet, que el

    dicono canta al comienzo de la litur-gia de Pascua, nos hace notar de pasootro detalle ms. Nos recuerda que esteobjeto, el cirio, se debe sobre todo a laabor de las abejas. As entra en juego

    En su alocucin durante el Regina caeli del lunes del ngel,9 de abril, en el patio del palacio pontificio de Castelganndolfo,el Santo Padre puso de relieve el testimonio de las mujeres enel camino de la Iglesia. Benedicto XVIse traslad a esalocalidad del Lacio despus de la misa de Pascua.

    Queridos hermanos y hermanas:

    Feliz da a todos vosotros! El lunes despus de Pascuaen muchos pases es un da de vacacin, en el que se puededar un paseo en medio de la naturaleza o ir a visitar a pa-rientes un poco lejanos para una reunin en familia. Peroquisiera que en la mente y en el corazn de los cristianossiempre estuviera presente el motivo de esta vacacin, esdecir, la resurreccin de Jess, el misterio decisivo de nues-

    tra fe. De hecho, como escribe san Pablo a los Corintios,si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicacin yvana tambin vuestra fe (1 Co 15, 14). Por eso, en estosdas es importante releer los relatos de la resurreccin deCristo que encontramos en los cuatro Evangelios y leerloscon nuestro corazn. Se trata de relatos que, de modos di-versos, presentan los encuentros de los discpulos con Jessresucitado, y as nos permiten meditar en este aconteci-miento estupendo que ha transformado la historia y da sen-tido a la existencia de todo hombre, de cada uno de noso-t ro s .

    Los evangelistas no describen el acontecimiento de la re-surreccin en cuanto tal. Ese acontecimiento permanecemisterioso, no en el sentido de menos real, sino de oculto,ms all del alcance de nuestro conocimiento: como unaluz tan deslumbrante que no se puede observar con losojos, pues de lo contrario los cegara. Los relatos comien-

    zan, en cambio, desde que, al alba del da despubado, las mujeres se dirigieron al sepulcro y lo encabierto y vaco. San Mateo habla tambin de un ty de un ngel deslumbrante que corri la gran pietumba y se sent encima de ella (cf. Mt28, 2). Trdel ngel el anuncio de la resurreccin, las mujerde miedo y de alegra, corrieron a dar la noticia apulos, y precisamente en aquel momento se enccon Jess, se postraron a sus pies y lo adorarondijo: No temis; id a comunicar a mis hermanoyan a Galilea; all me vern (Mt 28, 10). En tEvangelios las mujeres ocupan gran espacio en lode las apariciones de Jess resucitado, como tambide la pasin y muerte de Jess. En aquellos tiemIsrael, el testimonio de las mujeres no poda tenoficial, jurdico, pero las mujeres vivieron una exde vnculo especial con el Seor, que es fundamela vida concreta de la comunidad cristiana, y estoen todas las pocas, no slo al inicio del camino dsia.

    Modelo sublime y ejemplar de esta relacin cde modo especial en su Misterio pascual, es natuMara, la Madre del Seor. Precisamente a travsperiencia transformadora de la Pascua de su Hijo, Mara se convierte tambin en Madre de la Iglesia,de cada uno de los creyentes y de toda la comuella nos dirigimos ahora invocndola como Regcon la oracin que la tradicin nos hace rezar en

    ngelus durante todo el tiempo pascual. Que Maratenga experimentar la presencia viva del Seor refuente de esperanza y de paz.oda la creacin. En el cirio, la creacin

    e convierte en portadora de luz. Pero,egn el pensamiento de los Padres,ambin hay una referencia implcita aa Iglesia. La cooperacin de la comu-

    nidad viva de los f ieles en la Iglesia esalgo parecido al trabajo de las abejas.Construye la comunidad de la luz. As,en el cirio podemos ver tambin unaeferencia a nosotros mismos y a nues-ra comunin en la comunidad de laglesia, que existe para que la luz de

    Cristo pueda iluminar al mundo.

    Roguemos al Seor, en esta hora,que nos haga experimentar la alegrade su luz, y pidmosle que nosotrosmismos seamos portadores de su luz,con el fin de que, a travs de la Iglesia,el esplendor del rostro de Cristo entreen el mundo (cf. Lumen gentium, 1).Amn.

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    Las meditaciones del matrimonio Zanzucchi, del movimiento de los Focolares

    Cuando cada familiatiene tambin su va crucis

    Las meditaciones de las catorce estaciones delva crucis que presidi Benedicto XVI en el Coli-seo el Viernes Santo, 6 de abril , por la noche

    fueron escritas por el matrimonio Danilo y AnnaMara Zanzucchi, del movimiento de los Focola-res, iniciadores del movimiento Familias Nue-vas.

    Intro duccinJess dice: Quien quiera seguirme, que se nie-

    gue a s mismo, tome su cruz cada da y me si-ga. Es una invitacin que vale para todos, casa-dos o solteros, jvenes, adultos y ancianos, ricos ypobres, de una u otra nacionalidad. Vale tambinpara cada familia, para cada uno de sus miembroso para toda la pequea comunidad.

    Antes de entrar en su Pasin final, Jess, en elhuerto de los Olivos, abandonado por los apsto-les adormecidos, tuvo miedo de lo que le espera-ba y, dirigindose al Padre, suplic: Si es posi-ble, que pase de m este cliz. Pero aadiendode inmediato: No se haga mi voluntad sino latuya.

    En aquel momento dramtico y solemne se per-cibe una profunda enseanza para todos los quese han puesto a seguirle. Como todo cristiano, ca-da familia tiene tambin su va crucis: enfermeda-des, muertes, apuros econmicos, pobreza, traicio-nes, comportamientos inmorales de uno u otro,discordias con los familiares, calamidades natura-les. Pero, en este camino de dolor, todo cristiano,toda familia puede fijar la mirada en Jess, Hom-bre-D ios.

    Revivamos juntos la ltima experiencia de Je-ss en la tierra, acogida por las manos del Padre:una experiencia dolorosa y sublime, en la que Je-ss ha condensado el ejemplo y la enseanza mspreciosa para vivir nuestra vida en plenitud, se-gn el modelo de su vida.

    Oracin inicialJess, en la hora en que recordamos tu muerte,

    queremos fijar nuestra mirada de amor en los in-

    decibles tormentos que has padecido. Tormentoscondensados en aquel grito misterioso lanzado enla cruz antes de expirar: Dios mo, Dios mo,por qu me has abandonado?

    Jess, pareces un Dios eclipsado en el horizon-te: el Hijo sin Padre, el Padre privado del Hijo.Aquel grito humano-divino tuyo, que desgarr elaire en el Glgota, nos interroga y asombra toda-va hoy, nos muestra que algo inaudito ha ocurri-do. Algo salvfico: de la muerte ha brotado la vi-da; de las tinieblas, la luz; de la extrema divisin,la unidad. La sed de configurarnos contigo noslleva a reconocerte abandonado, dondequiera quesea, de cualquier modo: en los dolores personalesy en los colectivos, en las miserias de tu Iglesia yen las noches de la humanidad, para injertar tuvida siempre y en todo lugar, para propagar tuluz, establecer tu unidad. Hoy, como entonces,sin tu abandono, no habra Pascua.

    PRIMERA ESTACINJess es condenado a muerte

    Pilato no encuentra culpas suficientes para acusara Jess; cede a la presin de los acusadores y, as,el Nazareno es condenado a muerte. Nos pareceescucharte: S, he sido condenado a muerte.Tantas personas, que parecan amarme y enten-derme, han hecho caso de las mentiras y me hanacusado. No han entendido lo que yo deca. Trai-cionado, me han llevado a juicio y condenado amuerte, crucificado; la muerte ms infame.

    Muchas de nuestras familias sufren por la trai-cin del cnyuge, la persona ms querida. Dn-de ha quedado la alegra de la cercana, del viviral unsono? Qu ha sido del sentirse una sola co-sa? Qu pas de aquel para siempre que sehaba declarado?

    Mirarte, Jess, el traicionado, y vivir contigo elmomento en el que se derrumba el amor y laamistad que se haban creado en nuestra pareja,

    sentir en el corazn las heridas de la confianzatraicionada, de la confianza perdida, de la seguri-dad desvanecida.

    Mirarte, Jess, precisamente ahora que soy juz-gado por quien no recuerda el vnculo que nosuna, en el don total de nosotros mismos. Slo t,Jess, me puedes entender, me puedes dar nimo,puedes decirme palabras de verdad, incluso si mecuesta entenderlas. Puedes darme la fuerza queme ayude a no juzgar a mi vez, a no sucumbir,por amor de esas criaturas que me esperan en ca-sa y para las cuales soy ahora el nico apoyo.

    SEGUNDA ESTACINJess con la cruz a cuestas

    Pilato entrega a Jess en las manos de los jefesde los sacerdotes y de los guardias. Los soldadosle ponen sobre los hombros un manto prpura y

    en la cabeza una corona de ramas espinosas. Du-rante la noche se burlan de l, lo maltratan y loflagelan. Despus, en la maana, lo cargan conun pesado madero, la cruz sobre la que son clava-dos los ladrones, para que todos vean cmo aca-ban los malhechores. Muchos de los suyos esca-pan.

    Este suceso de hace 2000 aos se repite en lahistoria de la Iglesia y de la humanidad. Tambinhoy. Es el cuerpo de Cristo, es la Iglesia la que esgolpeada y herida de nuevo.

    Jess, vindote as, sangrando, solo, abandona-do, escarnecido, nos preguntamos: Pero aquellagente que tanto habas amado, iluminado y hechodel bien, aquellos hombres, aquellas mujeres,acaso no somos tambin nosotros hoy? Tambin SIGUEEN LAP

    nosotros nos hemos escondido por miedonos implicados, olvidando que somos tus segre s .

    Pero lo ms grave, Jess, es que yo he cbuido a tu dolor. Tambin nosotros, esponuestras familias. Tambin nosotros hemos cbuido a cargarte con un peso inhumano. vez que no nos hemos amado, cuando nos hechado las culpas unos a otros, cuando nhemos perdonado, cuando no hemos vueq ue re r no s.

    Y nosotros, en cambio, seguimos presatencin a nuestra soberbia, queremos tenerpre razn, humillamos a quien est a nuesdo, incluso a quien ha unido su propia vidnuestra. Ya no recordamos, Jess, que t mnos dijiste: Cuanto hicisteis a uno de estoqueos, a m me lo hicisteis. As dijiste prmente: A m.

    TERCERA ESTACINJess cae por primera vez

    Jess cae. Las heridas, el peso de la cruz, elno abrupto y cuesta arriba. Y el gento sofoPero no es slo esto lo que lo ha postrado avez es el peso de la tragedia que se abre pasu vida. Ya no se consigue ver a Dios en hombre que se muestra tan frgil, que tropcae.

    Jess, all, en aquel camino, en medio deaquella gente que grita y alborota, despus dber cado en tierra, te vuelves a levantar e inseguir subiendo. En el fondo del corazn que este sufrimiento tiene un sentido. Tcuenta de haber cargado con el peso defaltas, traiciones y culpas nuestras.

    Jess, tu cada nos hace sufrir porque comdemos que somos nosotros la causa; o tanuestra fragilidad, no slo fsica, sino la de

    nuestro ser. Quisiramos no caer ms; peropus basta cualquier cosa, una dificultad, untacin o un contratiempo, y nos dejamos ir, mos.

    Habamos prometido seguir a Jess, respcuidar a las personas que ha puesto a nuestdo. S, en realidad, las queremos, o al mennos parece. Si faltaran sufriramos mucho.despus cedemos en las situaciones concrecada da. Cuntas cadas en nuestras famCuntas separaciones, cuntas traiciones! Ypus, los divorcios, los abortos, los abandon

    Jess, aydanos a entender qu es el amosanos a pedir perdn.

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    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012 LOSSERVATORE ROMANO pg

    Las catorce estaciones del camino de la Cruz

    CUARTA ESTACINJess encuentra a su Madre

    En la subida al Calvario Jess encuentra a su Ma-dre. Sus miradas se cruzan. Se comprenden. Ma-ra sabe quin es su Hijo. Sabe de dnde viene.Sabe cul es su misin. Mara sabe que es su ma-dre; pero sabe tambin que ella es su hija. Lo vesufrir, por todos los hombres, de ayer, hoy y ma-ana. Y sufre tambin ella.

    En verdad, Jess, te duele hacer sufrir de esemodo a tu madre. Pero tienes que hacerla partci-pe de tu divina y tremenda aventura. Es el plande Dios para la salvacin de toda la humanidad.Para todos los hombres y mujeres de este mundo,pero en particular para nosotros, familias, el en-cuentro de Jess con su madre all, en el caminodel Calvario, es un acontecimiento intenssimo,siempre actual. Jess se ha privado de su madrepara que nosotros, cada uno de nosotros tam-bin los esposos tuviramos una madre siempredisponible y presente. Por desgracia, a veces nosolvidamos. Pero cuando recapacitamos, nos da-mos cuenta de que en nuestra vida de familia mu-chsimas veces hemos acudido a ella. Qu cercade nosotros ha estado en los momentos de dificul-tad! Cuntas veces le hemos encomendado a

    nuestros hijos, le hemos suplicado que intervengapor su salud fsica y an ms por una proteccinmoral! Y cuntas veces Mara nos ha escuchado,la hemos sentido cercana, confortndonos con suamor materno! En el va crucis de toda familiaMara es el modelo del silencio que, aun en me-dio del dolor ms desgarrador, genera la vidanueva.

    QUINTA ESTACINEl Cirineo ayuda a Jess

    a llevar la cruz

    Tal vez Simn de Cirene nos representa a todoscuando de repente nos llega una dificultad, unaprueba, una enfermedad, un peso imprevisto, unacruz a veces dura. Por qu? Por qu precisa-mente a m? Por qu justamente ahora? El Seornos llama a seguirlo, no sabemos dnde ni cmo.

    Jess, lo mejor que se puede hacer es ir tras deti, ser dcil a lo que nos pides. Tantas familias lopueden confirmar por experiencia directa: no sir-ve rebelarse; conviene decirte s, porque t eres elSeor del cielo y de la tierra.

    Pero no slo por esto podemos y queremos de-cirte s. T nos amas con amor infinito. Ms queel padre, la madre, los hermanos, la mujer, el es-poso, los hijos. Nos amas con un amor que vems lejos, un amor que, por encima de todo, aunde nuestra miseria, nos quiere salvos, felices, con-tigo, para siempre.

    Tambin en familia, en los momentos ms dif-ciles, cuando se debe tomar una decisin impor-tante, si la paz habita en el corazn, si se estatento a percibir lo que Dios quiere de nosotros,somos iluminados por una luz que nos ayuda adiscernir y a llevar nuestra cruz.

    El Cirineo nos recuerda tambin los rostros detantas personas que nos han acompaado cuandouna cruz muy pesada se ha abatido sobre noso-

    tros o nuestra familia. Nos recuerda a tantos vo-luntarios que en muchas partes del mundo se de-dican generosamente a confortar y ayudar a quienpasa por momentos de sufrimiento o dificultad.Nos ensea a dejarnos ayudar con humildad, si lonecesitamos, y tambin a ser cireneos para los de-ms.

    SEXTA ESTACINLa Vernica enjugael rostro de Jess

    Vernica, una de las mujeres que sigue a Jess,que ha intuido quin es l, que lo ama, y por eso

    sufre al verlo sufrir. Ahora ve su rostro de cerca,ese rostro que tantas veces haba hablado a su al-ma. Lo ve demudado, sangriento y desfigurado,aunque en todo momento manso y humilde.

    No resiste. Quiere aliviar sus sufrimientos. To-ma un pao e intenta limpiar la sangre y el sudorde aquel rostro. En nuestra vida, a veces hemostenido ocasin de enjugar lgrimas y sudor de

    personas que sufren. Tal vez hemos atendido a unenfermo terminal en un pasillo de hospital; hemosayudado a un inmigrante o a un desempleado;hemos escuchado a un recluso. E, intentando ali-viarlo, quiz hemos limpiado su rostro mirndolocon compasin. Y, sin embargo, pocas veces nosacordamos de que en cada uno de nuestros her-manos necesitados te escondes t, Hijo de Dios.Qu distinta sera nuestra vida si lo recordra-mos! Poco a poco tomaramos conciencia de ladignidad de cada hombre que vive en la tierra.

    Toda persona, bella o fea, capaz o no, desde elprimer instante en el vientre de su madre o talvez ya anciana, te representa, Jess. No slo. Ca-da hermano eres t. Mirndote, reducido a bienpoca cosa all en el Calvario, entenderemos con laVernica que en toda criatura humana podemosrecono certe.

    en la ms grande de las tentaciones: la dcreer que tu amor lo puede todo.

    OCTAVA ESTACINJess encuentra a las mujeresde Jerusaln que lloran por l

    Entre la multitud que lo segua hay un grupmujeres de Jerusaln; lo conocen. Vindolaquellas condiciones, se confunden entre la mtud y suben hacia el Calvario. Lloran. Jesve, percibe su sentimiento de piedad. Y tamen aquel trgico momento quiere dejar unabra que supera la simple piedad. Quiere quellas, en nosotros, no haya slo conmiseracino conversin del corazn, esa conversin dconocer el error, de pedir perdn, de reiniciavida nueva.

    Jess, cuantas veces por cansancio o incciencia, por egosmo o temor, cerramos los ono queremos afrontar la realidad! Sobre todonos implicamos personalmente, no nos commetemos en la participacin profunda y activla vida y las necesidades de nuestros herm

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    SIGUEEN LAPG

    SPTIMA ESTACINJess cae por segunda vez

    Mientras avanza por la estrecha va del Calvario,Jess cae por segunda vez. Entendemos su debili-dad fsica, tras una terrible noche, despus de lastorturas que le han infligido. Tal vez no son slolas vejaciones, el agotamiento y el peso de la cruzen sus hombros lo que le hace caer. Sobre Jesspesa una carga que no se puede medir, algo nti-mo y profundo que se hace sentir ms netamentea cada paso.

    Te vemos como un pobre hombre cualquiera,que se ha equivocado en la vida y ahora debe pa-gar. Y pareces no tener ya ms fuerzas fsicas ymorales para afrontar el nuevo da. Y caes. C-mo nos reconocemos en ti, Jess, tambin en estanueva cada por agotamiento! Y, sin embargo, tealzas de nuevo, quieres conseguirlo. Por nosotros,por todos nosotros, para darnos el nimo de le-vantarnos de nuevo. Nuestra debilidad est ah,

    pero tu amor es ms grande que nuestras caren-cias; siempre puede acogernos y entendernos.Nuestros pecados, que has cargado sobre ti, te

    aplastan, pero tu misericordia es infinitamentems grande que nuestras miserias. S, Jess, gra-cias a ti nos levantamos. Nos hemos equivocado.Nos hemos dejado vencer por las tentaciones delmundo, quiz por espejismos de satisfaccin, porquerer escuchar que alguien todava nos desea,porque alguien dice que nos quiere, incluso quenos ama. Nos cuesta a veces hasta mantener elcompromiso adquirido en nuestra fidelidad de es-posos. Ya no tenemos la frescura y el dinamismode otro tiempo. Todo se hace repetitivo, cada actoparece una carga, vienen ganas de evadirnos. Perotratamos de levantarnos de nuevo, Jess, sin caer

    cercanos y lejanos. Seguimos viviendo cmmente, reprobamos el mal y quien lo hace,no cambiamos de vida y no arriesgamos persmente para que las cosas cambien, para qumal sea abatido y se haga justicia.

    Con frecuencia las situaciones no mejoranque no nos esforzamos por hacerlas cambiar.hemos retirado sin hacer mal a nadie, perobin quiz sin hacer el bien que habramos pdo y debido hacer. Y tal vez alguno paga posotros, por nuestro abandono.

    Jess, que tus palabras nos despierten, nosun poco de esa fuerza que mueve a los tesdel Evangelio, a menudo incluso mrtires, pamadres o hijos que, uniendo su sangre a la han abierto y abren tambin hoy el caminoel bien en el mundo.

    NOVENA ESTACINJess cae por tercera vez

    El camino de subida es corto, pero ya no fuerzas. Jess est acabado fsica y espiritualte. Siente sobre s el odio de los jefes, de locerdotes, de la muchedumbre que parecen qdescargar sobre l la rabia reprimida por topresiones del pasado y del presente. Combuscaran la revancha, haciendo valer su podebre Jess.

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    Cuando cada familia tiene tambin su va crucis

    Y caes, Jess, por tercera vez. Pareces sucum-bir. Pero he aqu que con extrema fatiga te vuel-ves a levantar y reemprendes el terrible caminohacia el Glgota. Ciertamente, muchos de nues-tros hermanos en todo el mundo estn sufriendopruebas tremendas porque te siguen, Jess. Estn

    subiendo contigo hacia el Calvario, y contigo es-tn tambin cayendo bajo las persecuciones quedesde hace dos mil aos laceran tu cuerpo que esla Iglesia.

    Con estos hermanos nuestros en el corazn,queremos ofrecer nuestra vida, nuestra fragilidad,nuestra miseria, nuestras pequeas y grandes pe-nas cotidianas. Vivimos con frecuencia anestesia-dos por el bienestar, sin comprometernos con to-das las fuerzas en levantarnos de nuevo y levantara la humanidad. Pero podemos volver a ponernosen pie, porque Jess ha encontrado la fuerza devolverse a alzar y reemprender el camino.

    Tambin nuestras familias son parte de este te-jido deshilachado, estn sujetas a un estado debienestar que se convierte en la meta misma de lavida. Nuestros hijos crecen. Intentemos habituar-los a la sobriedad, al sacrificio, a la renuncia. Tra-temos de darles una vida social satisfactoria en elmbito deportivo, asociativo y recreativo, pero sinque estas actividades sean slo un modo para lle-nar la jornada y tener todo lo que se desea.

    Por eso, Jess, necesitamos escuchar tus pala-bras, de las que deseamos dar testimonio: Biena-venturados los pobres, bienaventurados los man-sos, bienaventurados los constructores de paz,bienaventurados los que sufren por la justicia.

    DCIMA ESTACINJess es despojado de sus vestiduras

    Jess est en manos de los soldados. Como todocondenado, es desnudado, para humillarlo, parareducirlo a nada. La indiferencia, el desprecio y ladespreocupacin por la dignidad de la personahumana se unen con la avaricia, la codicia y elpropio inters: Tomaron sus vestidos.

    Tu manto, Jess, era sin costuras. Esto demues-tra el esmero con que te trataba tu madre y laspersonas que te seguan. Ahora te encuentras sinvestidos, Jess, y experimentas la desazn de los

    sometidos al capricho de gente que no tiene res-peto de la persona humana. Cuntos han sufridoy sufren por esta falta de respeto por la personahumana, por la propia intimidad! Puede que aveces tampoco nosotros tengamos el respeto debi-do a la dignidad personal de quien est a nuestrolado, poseyendo a quien est a nuestro lado,hijo, marido, esposa, pariente, conocido o desco-nocido. En nombre de nuestra supuesta libertadherimos la de los dems: cunto descuido!,cunta dejadez en los comportamientos y en elmodo de presentarnos unos a otros!

    Jess, que se deja mostrar as a los ojos delmundo de entonces y de la humanidad de siem-pre, nos recuerda la grandeza de la persona hu-mana, la dignidad que Dios ha dado a cada hom-bre, a cada mujer, y que nada ni nadie deberaviolar, porque estn plasmados a imagen de Dios.A nosotros se nos confa la tarea de promover elrespeto de la persona humana y de su cuerpo. Enparticular a nosotros, los esposos, la tarea de con-

    jugar estas dos realidades fundamentales e insepa-rables: la dignidad y el don total de uno mismo.

    UNDCIMA ESTACINJess es clavado en la cruz

    Llegados al lugar llamado Calvario, los solda-dos crucificaron a Jess. Pilato hace escribir: Je-ss Nazareno, el rey de los judos, para ridiculi-zarlo y humillar a los judos. Pero, sin quererlo,este escrito certifica una realidad: la realeza de Je-ss, rey de un reino que no tiene confines ni deespacio, ni de tiempo. Apenas podemos imaginar-nos el dolor de Jess durante la crucifixin,

    cruenta y dolorossima. Nos asomamos al miste-rio: Por qu Dios, hacindose hombre por amornuestro, se deja clavar en un leo y alzar desde latierra entre atroces espasmos, fsicos y espiritua-les?

    Por amor. Por amor. Es la ley del amor lo quelleva a dar la propia vida por el bien del otro. Loconfirman las madres que han afrontado incluso

    la muerte para dar a luz a sus hijos. O los padresque han perdido un hijo en la guerra o en atenta-dos terroristas y que no desean vengarse.

    Jess, en el Calvario nos representas a todos, atodos los hombres de ayer, de hoy y de maana.Sobre la cruz nos has enseado a amar. Ahora co-menzamos a comprender el secreto de aquella ale-gra perfecta de la que hablabas a los discpulosen la ltima Cena. Has tenido que bajar del cielo,hacerte nio, despus adulto y luego padecer enel Calvario para decirnos con tu vida lo que es elverdadero amor.

    Mirndote all arriba en la cruz, tambin noso-tros, como familia, esposos, padres e hijos, esta-mos aprendiendo a amarnos y a amar, a cultivarentre nosotros esa acogida que se da a s misma yque sabe ser aceptada con reconocimiento. Quesabe sufrir, que sabe trasformar el sufrimiento ena m o r.

    En tus manos entrego mi espritu. has hecho, Jess, en aquel abismo de desolpara confiarte al amor del Padre, para abandte a l, para morir en l? Slo mirndote a ticontigo, podemos afrontar las tragedias, elmiento de los inocentes, las humillaciones, ltrajes, la muerte.

    Jess vive su muerte como don para m

    nosotros, para nuestra familia, para cada pepara cada familia, para cada pueblo, para lmanidad entera. En aquel acto renace la vida

    DECIMOTERCERA ESTACINJess es bajado de la cruz

    y entregado a su Madre

    Mara ve morir a su Hijo, Hijo de Dios y tamsuyo. Sabe que es inocente, y que ha cargadel peso de nuestras miserias. La Madre ofrHijo, el Hijo ofrece a la Madre. A Juan, atros. Jess y Mara: he aqu una familia qubre el Calvario, vive y sufre la suprema scin. La muerte aleja, o por lo menos as pa una madre y a un hijo con un lazo al mtiempo humano y divino inimaginable. Locen por amor. Juntos se abandonan a la volde Dios.

    En la llaga abierta en el corazn de Martra otro hijo, que representa a la humanidadra. Y el amor de Mara por cada uno de noes la prolongacin del amor que ella ha tpor Jess. S, porque ver su rostro en lospulos. Y vivir para ellos, para sostenerlosdarlos, animarlos, para llevarlos a reconoAmor de Dios, y que en su libertad se diriPa d re .

    Qu me dicen, qu nos dicen, qu les dnuestras familias esa Madre y ese Hijo en evario? Uno slo se puede parar, atnito, antescena. Se intuye que esta Madre y este Hijestn dando un don nico, irrepetible. En een ellos encontramos la capacidad de ensanuestro corazn y abrir nuestro horizonte a mensin universal.

    All, sobre el Calvario, junto a ti, Jess, mpor nosotros, nuestras familias acogen el dDios: el don de un amor que puede abrir lo

    zos al infinito.

    DECIMOCUARTA ESTACINJess es colocado en el sepulcro

    Un profundo silencio envuelve el Calvariotestifica en el Evangelio que el Calvario scuentra en un huerto donde hay un sepulcran no se haba usado. Precisamente all lospulos de Jess ponen su cuerpo. Aquel Jespoco a poco han reconocido como Dioshombre, est all, muerto. En la soledad descida se sienten perdidos, no saben qu hacemo comportarse. Slo les queda consolarsetuamente, darse nimos unos a otros, abraPero justamente all madura en los discpumomento de la fe, recordando lo que Jessdicho y hecho cuando estaba entre ellos, yentonces haban comprendido slo en parte.

    All comienzan a ser Iglesia, en espera Resurreccin y de la efusin del Espritu SCon ellos est la madre de Jess, Mara, qHijo haba confiado a Juan. Se renen conalrededor de ella. En espera. En espera de qSeor se manifieste. Sabemos que aquel cdespus de tres das ha resucitado. As, Jespor siempre y nos acompaa, l personalmen nuestro viaje terreno entre alegras y tribunes.

    Jess, haz que nos amemos mutuamentetenerte de nuevo entre nosotros, cada da, t mismo has prometido: Donde dos o tresreunidos en mi nombre, all estoy yo en medellos.

    VIENEDE LAPGINA 11

    DUODCIMA ESTACINJess muere en la cruz

    Jess est colgado en la cruz. Horas de angustia,horas terribles, horas de sufrimientos fsicos inhu-manos. Tengo sed, dice Jess. Y le acercan a laboca una esponja empapada en vinagre. Un gritosurge de improviso: Dios mo, Dios mo, porqu me has abandonado?. Blasfemia? El con-denado grita el Salmo? Cmo aceptar a un Diosque clama, que se lamenta, que no sabe, no en-tiende? El Hijo de Dios hecho hombre que sesiente morir abandonado por su Padre?

    Jess, te has hecho uno de los nuestros hastaeste punto, uno como nosotros, excepto en el pe-cado. T, Hijo de Dios hecho hombre, t, queeres el Santo, te has identificado con nosotroshasta experimentar nuestra condicin de pecado-res, la lejana de Dios, el infierno de aquellos queno tienen Dios. T has probado la oscuridad paradarnos la luz. Has vivido la separacin para dar-nos la unidad. Has aceptado el dolor para dejar-nos el amor. Has sentido la exclusin, abandona-do y suspendido entre el cielo y la tierra, paraacogernos en la vida de Dios. Un misterio nosenvuelve al revivir cada paso de tu pasin. Jess,t no guardas, celoso, el tesoro de tu ser igual aDios, sino que te haces pobre de todo para enri-quecernos.

  • 8/2/2019 LOSSERVATORE ROMANO. 15 Abril 2012

    13/16

    nmero 16, domingo 15 de abril de 2012 LOSSERVATORE ROMANO pg

    Arzobispo emrito de Puerto Rico

    Ha muerto el cardenal Luis Aponte

    Prefecto emrito de la Congregacin para las Iglesias orientales

    Fallecimiento del cardenal Ignace Moussa I D aoud

    Luis Aponte Martnez, octavo dedieciocho hermanos, naci en Lajas,en el seno de una familia humilde yprofundamente religiosa, el 4 deagosto de 1922, entonces dicesis dePonce y desde 1976 dicesis de Ma-yagez. Su vocacin sacerdotal na-ci a travs de la experiencia de mo-naguillo en su parroquia. El 18 deseptiembre de 1940 entr en el semi-nario menor de San Juan y en 1943en el seminario mayor de Brighton,en la archidicesis de Boston, Mas-sachussets. Complet sus estudios enlos Estados Unidos. Recibi la orde-

    nacin sacerdotal el 10 de abril de1950.

    Desempe su ministerio sacerdo-tal en la curia de Ponce como secre-tario del obispo y vice canciller, yluego como prroco hasta que el 23de julio de 1960, Juan XXIII lo nom-br obispo titular de Lares y coadju-tor de la dicesis de Ponce; recibila ordenacin episcopal el 12 de oc-tubre sucesivo, de manos del carde-nal Francis Joseph Spellman, arzo-bispo de Nueva York.

    El 16 de abril de 1963 fue nombra-do coadjutor de la misma dicesis yel 18 de noviembre de ese ao pasa ser obispo residencial. Pablo VI lopromovi a arzobispo metropolitanode San Juan de Puerto Rico el 4 de

    noviembre de 1964. El mismo Papalo cre cardenal, del ttulo de SantaMara Madre de la Providencia enMonte Verde, en el consistorio del 5de marzo de 1973.

    Particip en los trabajos del conci-lio Vaticano II, as como en los doscnclaves de 1978, en los que fueronelegidos Juan Pablo I y Juan PabloII.

    De 1966 a 1982 fue el primer pre-sidente de la recin creada Conferen-cia episcopal de Puerto Rico y, en elmbito del Consejo episcopal lati-noamericano (CELAM), presidi eldepartamento de economa de 1972 a1983.

    Particip en las Conferencias ge-nerales del Episcopado latinoameri-cano de Puebla en 1979 y de SantoDomingo en 1992; y, en 1997, en laAsamblea especial para Amrica delSnodo de los obispos.

    El 26 de marzo de 1999 renuncial gobierno pastoral de la arquidi-cesis.

    Tena una profunda espiritualidadmariana, hasta el punto de que losbeneficios obtenidos con su autobio-grafa, publicada en 2005 con el ttu-lo Por qu a m?, los destin a laconstruccin del santuario de la Vir-gen de la Providencia, patrona dePuerto Rico.

    Figura muy popular en su pas,con sus intervenciones supo transmi-tir la fuerza de los valores cristianosen la sociedad. Llev a cabo una in-tensa labor pastoral en todos los sec-tores, y en muchas ocasiones hizoor su voz sobre las cuestiones socia-les ms candentes. En particular, seopuso con mucha decisin a los pro-gramas gubernamentales de controlde nacimientos y esterilizacin.

    Fue miembro de la Congregacinpara las causas de los santos.

    El cardenal Carlos Amigo Vallejocelebr su funeral el lunes 16 deabril, en la catedral de San Juan.

    El Santo Padre, cuando tuvo noticiade la muerte del cardenal Aponte, serecogi en oracin y envi el siguientetelegrama de psame a monseor