lowy, callinicos - debate

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  • DEBATE ALEX CALLINICOS MICHAEL LOWY

    Comprender (los horrores de) la historia

    Por Michal Lwy

    He aqu un notable trabajo de erudicin, impresionante por su

    amplitud, su rigor, la claridad de exposicin y la coherencia del

    pensamiento. No se trata de una exposicin sistemtica, sino ms

    bien de un conjunto de ensayos finamente cincelados, que tratan

    diferentes dimensiones del debate contemporneo sobre la teora de

    la historia. Su objetivo unificador constituye una vigorosa defensa del

    materialismo histrico, frente a sus principales adversarios o

    competidores.

    El ms conocido de stos -lo que no quiere decir el ms serio- es, por

    supuesto, el clebre Fukuyama. La respuesta evidente a esta extraa

    mezcla de pseudo-hegelianismo (segn la desinterpretacin Kojeve),

    de pesimismo spengeleniano (el fin de la lucha y el idealismo) y de triunfalismo reaganiano, es mostrar la realidad poltica de la

    posguerra fra: el retorno de los odios nacionales fratricidas y el

    ascenso del fascismo; una realidad que hace aparecer no una visin

    del fin de la historia, sino de la historia como repeticin sin fin de

    desastres,

    () una catstrofe nica que se acumula derrota tras derrota

    segn las palabras de Walter Benjamin.

    A diferencia de la mayora de los crticos de izquierda de Fukuyama,

    Callinicos no cae en la trampa de aceptar como un hecho establecido

    el supuesto fracaso del socialismo en 1980-1991; la negativa a considerar la URSS y Europa del Este como socialistas (se inclina por el concepto de capitalismo burocrtico de Estado de Tony Cliff) le permite desafiar esa pseudo-evidencia.

  • Prxima a la de Fukuyama, la concepcin de la historia ms conocida

    en la universidad anglosajona actualmente es el post-estructuralismo.

    Callinicos nos propone una deconstruccin radical del relativismo irnico post-estructuralista, representado por Lyotard y Hayden White, utilizando como cido de prueba el Holocausto. Fiel a su

    filosofa del lenguaje pluralista (es decir relativista), Lyotard proclama que no es posible demostrar que los historiadores

    revisionistas que niegan el genocidio (Faurisson y compaa) no respeten las reglas cognitivas del establecimiento de la realidad histrica: es imposible subsumir discursos irreductibles en un mismo gran relato explicativo. El conflicto entre Faurisson y los historiadores

    antirrevisionistas es un ejemplo de discrepancia entre diferentes regmenes lingsticos que no puede superarse puesto que

    () ya no existe ms un tipo de discurso universal que los regule.

    El comentario de Callinicos es duro, pero justo: tal vez Lyotard

    quiera hacernos tomar en serio su argumento,

    () pero es difcil imaginar cmo podramos hacerlo

    Cmo puede hacer concesiones a los revisionistas sobre esta

    cuestin histrica? El hecho de que lisa y llanamente ignore el vasto

    esfuerzo de comprensin del Holocausto (de autores como Primo

    Lvi, Raul Hilberg, Zigmunt Baumann, Arno Meyer)

    () es un sntoma de una especie de engolosinamiento por las palabras y amor por las paradojas superficiales, una degeneracin

    demasiado frecuente en estos das de posestructuralismo.

    Contra este tipo de desesperante confusin, las teoras histricas marxistas y weberianas representan serias tentativas por responder a

    los problemas de la comprensin de la realidad histrica, analizando

  • las estructuras y mecanismos de su transformacin y sus

    orientaciones. Algunas formulaciones de Callinicos sugieren una

    afinidad con el marxismo estructuralista (Althusser, G.A. Cohen) y su nfasis sofocante sobre la contradiccin entre fuerzas productivas y relaciones de produccin.

    Pero felizmente, se distancia de esta versin empobrecida del

    materialismo histrico rechazando las tesis deterministas

    (G.A.Cohen) -en realidad, un viejo lugar comn de la Segunda

    Internacional (Plejanov y Kautsky)-, segn las cuales las relaciones de produccin se explican por el nivel de las fuerzas productivas. Abandonando este enfoque es posible introducir un elemento de contingencia irreductible en el materialismo histrico: dado que el surgimiento de la crisis del modo de produccin ya no est

    predeterminada, queda espacio para el proyecto poltico marxista que

    pone el acento sobre la autoemancipacin de la clase obrera y la

    subjetividad revolucionaria.

    Tanto la teora marxista como la weberiana disciernen un sentido

    progresista de la historia que, respectivamente, son el desarrollo de

    las fuerzas productivas y el incremento de la dominacin (poder

    social). Este punto de vista no implica necesariamente una

    aprobacin tica: para Weber la modernidad conduca a la

    humanidad a una especie de jaula de hierro''. Las principales diferencias entre Marx y Weber se sitan en el terreno poltico (el

    internacionalismo socialista frente al imperialismo alemn) y de la

    antropologa filosfica: humanismo emancipador contra pesimismo

    nietzcheano (la dominacin como dato insuperable de la naturaleza

    humana).

    Callinicos propone una crtica slida de las teoras weberianas de la

    historia contemporneas, que centran sus esfuerzos en la

    presentacin del poder ideolgico o militar como forma irreductible

    de la dominacin. Pero reconoce, modestamente, que nada de lo que ac diga puede igualar la calidad de los textos de Mann y

    Runciman, en particular el nivel de conocimiento histrico de

  • ambos. Es muy interesante su crtica central referida a la teora de Mann de que el cristianismo medieval habra constitudo el cuadro normativo del ascenso del capitalismo, que atribuye a un enfoque durkheimiano -ms que weberiano- que privilegia la integracin y el

    consenso por encima del conflicto y el diferendo, crtica que extiende

    al marxismo althusseriano que a menudo presenta una marcada familiaridad con la sociologa durkhemiana.

    La parte siguiente, consagrada a la historia como progreso, es

    interesante, pero no tan convincente. Callinicos hace una formulacin

    del problema que es muy perspicaz, pero la respuesta que formula es

    ambigua. Su punto de partida es que la concepcin marxista del

    progreso, a diferencia de otras visiones de la historia -Condorcet, por

    ejemplo- es tambin capaz de incluir la comprensin del horror de la historia. Jstamente por eso dice que el intento de Walter Benjamn por insertar en la tradicin marxista una crtica del concepto mismo de progreso subrayando la continuidad catastrfica de la historia, debe ser tomada en serio. En todo caso, el marxismo es

    una teora capaz de pensar la historia como progreso y como

    catstrofe simultneamente: segn los trminos de Frderic Jameson,

    Marx en elManifiesto Comunista ha comprendido que

    () el capitalismo es al mismo tiempo la mejor cosa que le ocurriera a la especie humana, y la peor

    Pero podra decirse lo mismo del artculo sobre el gobierno

    britnico en India (1853) en el que Marx deca:

    () cualquiera que hayan sido los crmenes de Inglaterra, ella ha sido el instrumento inconsciente de la historia

    por introducir una revolucin en el estado social de Asia? La

    respuesta de Callinicos es prudente: frente al hecho de tensiones en

    el pensamiento de Marx, dice que algunas de sus formulaciones (tales

    como las de 1853) pueden ser presentadas como una legitimacin

  • apologtica de la expansin del capitalismo occidental en tanto vector

    del progreso (como en la muy conocida celebracin marxista del imperialismo de Bill Warren). El momento teolgico de algunos

    escritos de Marx constituy la principal base del llamado

    materialismo histrico ortodoxo de la Segunda Internacional (y luego del stalinismo), con su conviccin de que el desarrollo de las

    fuerzas productivas -a cualquier precio- es en s positivo, porque

    conduce ineluctablemente al socialismo. Una visin de la historia con

    razn vilipendiada por E.P. Thompson:

    Puesto que el emperador (la historia cientfica, que toma nota de la

    contradiccin) afirma que las fuerzas productivas crecen....

    Sin embargo, Callinicos subraya que el marxismo dispone de una

    teora fuerte del progreso, es decir, una teora que no se conforma

    con discernir el crecimiento en la historia (el desarrollo de las fuerzas

    productivas), sino que afirma tambin que el crecimiento puede

    contribuir positivamente al bienestar. En consecuencia, intenta salvar

    los artculos de Marx sobre la India, subrayando que los mismos no

    esconden los crmenes de la burguesa, sino que slo insisten en el

    hecho de que el progreso, es decir el crecimiento de las fuerzas

    productivas, debe ser saludado como potencial factor de mejora del

    bienestar humano, una potencialidad que slo ser plenamente

    realizada en un mundo socialista. Pero esto no es concluir

    peligrosamente en una especie de teleologa y de teodicea hegelianas

    para la cual la (ineluctable) finalidad explica y justifica a la vez el curso

    de la historia? Si creemos con Rosa Luxemburgo que el socialismo

    no es ineluctable y que la crisis del capitalismo puede conducir a la

    barbarie, si tomamos en serio (como lo hace Callinicos) las

    advertencias de Walter Benjamin de que la terminal del progreso

    puede ser la catstrofe Cmo es posible pretender que el progreso

    capitalista sea en cualquiera de los casos bienvenido? A partir de la

    idea de que el desarrollo de las fuerzas productivas capitalista contiene, potencialmente, tanto lo mejor -el socialismo, la plena expansin de las capacidades humanas- como lo peor -la barbarie, el

  • exterminio nuclear, la destruccin ecolgica-, Callinicos afirma que el

    marxismo clsico

    () hereda de Hegel una concepcin dialctica de la historia como movimiento del espritu, en el cual cada avance

    comprende en s mismo un elemento de regresin.

    Pero semejante concepcin -que implica un inevitable movimiento

    ascendente (el espiral)- no representa un ejemplo tpico de teleologa-teodicea hegeliana, que justifica cada regresin como momento del progreso final?

    La ltima parte del libro, Identidad y emancipacin, presenta una brillante argumentacin en defensa del universalismo emancipador

    contra las polticas identitarias. La moda intelectual contempornea -de Rorty a Laclau- denuncia cualquier universalismo (includo el

    marxismo, por supuesto) como un particularismo encubierto, al

    tiempo que el supuesto radicalismo post-moderno festeja las

    polticas identitarias -la lucha separada de cada grupo oprimido- como la nica y verdadera alternativa. El problema, como Callinicos

    lo muestra claramente, es que el particularismo es difcilmente

    coherente, puesto que la resistencia a la opresin implica una especie

    de tica universal. En ausencia de un criterio comn -es decir,

    universal- cmo distinguir los grupos realmente oprimidos de los

    falsos (de hecho, opresores)?

    Ni que hablar de los conflictos tnicos fratricidas en nombre de

    identidades nacionales rivales. La nica va para superar la falsa universalidad pasa por una autntica universalidad, emancipadora e

    igualitaria.

  • Respuesta a Michal Lwy

    Por Alex Callinicos

    Podra parecer grosero responder a una crtica tan amable y asimismo

    fraternal como la de Michal Lwy sobre mi libro Teoras y

    narrativas. La reaccin ideolgica internacional contra el marxismo

    revolucionario, e incluso contra toda forma de pensamiento socialista,

    es demasiado poderosa como para permitirnos insignificantes

    polmicas tan peligrosas como improductivas. Sin embargo, las

    observaciones crticas de Michal Lwy a mi defensa del concepto de

    progreso histrico tocan cuestiones esenciales que merecen una

    clarificacin.

    Walter Benjamin, en sus Tesis sobre la filosofa de la Historia, nos ha

    dejado una crtica sin igual del fatalismo histrico y de la confianza

    plcida en la victoria que contribuy ampliamente a dejar al

    movimiento obrero sin defensa frente al fascismo. Si se comparte,

    como Michal Lwy y yo mismo, el punto de vista de Benjamin que

    no cree que la revolucin socialista sea inevitable podemos seguir

    hablando de una nocin de progreso histrico? En mi libro, he

    escrito:

    Las consecuencias nefastas del desarrollo de las fuerzas productivas

    no son negadas o justificadas (por el materialismo histrico); en el

    mejor de los casos, ellas podrn ser compensadas y reparadas cuando

    la revolucin permita a las vctimas del progreso, o a sus

    descendientes, tomar el control de estas fuerzas (pg. 163).

    Pudiera parecer as que el desarrollo de las fuerzas productivas podra

    ser justificado retrospectivamente en caso de que se produjera la

    revolucin proletaria. El hecho de que un movimiento histrico fuera

  • o no progresista dependera, entonces, de su desenlace, algo que es

    en s mismo contingente. Dicho de otra manera, como Lwy mismo

    ha escrito en uno de sus textos:

    () es imposible pronunciarse, a priori, sobre el carcter progresista o regresivo del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas[2]

    Sin duda, estas consideraciones relativizan y debilitan el concepto del

    progreso histrico de los marxistas fatalistas de la Segunda.

    Internacional. Sin embargo, Lwy se equivoca cuando supone que mi

    proposicin de que el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas

    () es positivo en cuanto potencialmente permite el bienestar humano estara peligrosamente prximo a una forma de teleologa hegeliana en la cual la meta (ineluctable) explica y justifica a la vez el

    curso de la historia.

    En primer lugar, la revolucin socialista no es el objetivo de la

    historia, ni siquiera el comunismo. Marx ha dicho que la superacin

    del capitalismo marcara el fin de la prehistoria de la sociedad humana. En otros trminos, hara posible el desarrollo de una sociedad sin clases, en la cual los seres humanos podran realizar

    libremente sus capacidades, abriendo entonces la puerta a horizontes

    de cambios ilimitados.

    En segundo lugar, puesto que la revolucin no es ineluctable,

    tampoco el comunismo puede serlo.

    Y en tercer lugar, si la victoria del socialismo viniera a justificar el

    proceso histrico que la precede, sera una justificacin tica y no una

    explicacin causal. Los mecanismos responsables de la

    transformacin social -las contradicciones estructurales entre las

    fuerzas productivas y las relaciones de produccin, la lucha de clases-

    no son asimilables a los resultados no positivos de estas

    contradicciones. Auque estn relacionadas, la explicacin causal y la

    valoracin tica son nociones distintas.

  • Lwy ha esquematizado la tradicin marxista en dos posiciones: () una dialctica hegeliana, teleolgica y cerrada, tendencialmente

    eurocntrica (y) otra dialctica del progreso crtica, no teleolgica y

    fundamentalmente abierta.[3]

    Existe un real peligro de que semejante presentacin de las cosas slo

    conduzca a una eleccin errnea entre el fatalismo de la Segunda

    Internacional por un lado, y por el otro una subjetivista revolucin contra el progreso (para retomar una de las formulaciones del mismo Lwy).

    El efecto de semejante problemtica es pensar la historia como una

    catstrofe puntuada de ocasionales revoluciones heroicas, en lugar

    de () pensar la historia simultneamente como un progreso y una catstrofe como trat de hacerlo en Teoras y narrativas. No hacerlo

    sera perder la fuerza dialctica delManifiesto Comunista, tan bien

    recogida por el marxista americano Frederic Jameson cuando

    describe

    () una forma de pensamiento capaz de aprehender a la vez los rasgos evidentemente siniestros del capitalismo y su dinamismo

    extraordinario y liberador, sin atenuar la fuerza de cada uno de sus

    juicios[4]

    Algunos de elementos liberadores del capitalismo no son solamente

    una potencialidad, sino estn en la realidad indisolublemente ligados

    a los rasgos siniestros. As ocurre con la industrializacin del tercer mundo, un proceso de inmensa destruccin en los terrenos ecolgico

    y social, pero que al mismo tiempo implica un crecimiento enorme

    del tamao y el peso socio-econmico de la clase obrera en su

    conjunto. Es imposible de comprender (con todos sus lmites y

    contradicciones) las transiciones democrticas que han tenido lugar,

    por ejemplo, en Africa del Sur, en Brasil, o en Corea del Sur, sin

    integrar el desarrollo de movimientos obreros nuevos y militantes que

  • ya no podan ser contenidos en las viejas estructuras polticas

    autoritarias. Las recientes luchas de los trabajadores de Corea del Sur

    no son las menos importantes, para demostrar la fuerza objetiva de

    este proletariado mundial en gran expansin.

    En otros trminos, el desarrollo capitalista crea efectivas fuerzas

    capaces de progreso aqu y ahora, y no slo aumenta el potencial de

    una liberacin futura. Este elemento es central en el conjunto de la

    teora de Marx, para quien el capitalismo crea en el proletariado una

    clase que envilece y explota, pero que tiene la capacidad a corto plazo

    de obtener reformas y a largo plazo de sobrepasarlo y construir el

    comunismo.

    La tendencia de Lwy a seguir a Benjamin en su visin de la historia

    como sucesin de catstrofes lo conduce a destacar, en el texto ya

    citado y en otros, movimientos como el de los zapatistas de Mxico

    que se caracterizan hoy evidentemente por su incapacidad para ligarse

    con las luchas de los trabajadores que se desarrollaron contra la

    enorme ofensiva capitalista que represent el hundimiento del peso.

    Len Trotsky escribi en 1937, en el umbral de las horas ms

    sombras del siglo:

    La historia deber ser tomada tal cual es; y cuando ella se permite tan

    extraordinarios y repugnantes escndalos, debemos combatirla a

    puetazos.

    La visin general del progreso de Lwy est en la lnea de este

    magnfico desafo. Pero la posicin revolucionaria ante la historia

    debe ir ms all. Exige una compresin de los procesos objetivos que

    hace posible la victoria (posible y no ineluctable).

    Adems, es muy fcil resbalar desde una posicin que se limita a un

    desafo puramente subjetivo hacia un faltalismo, es decir, a la creencia

    en un desarrollo de las fuerzas productivas que garantizara la victoria

  • -Trotsky mismo oscil de esta manera, en particular en el Programa

    de Transicin. Debemos, pues, como lo ha defendido Jameson,

    combinar los elementos de rechazo subjetivo del capitalismo y de

    anlisis objetivo, sin perder de vista ninguno de los costados. Es

    particularmente importante mantener esta posicin en un momento

    donde los postmodernistas nos incitan a abandonar el gran

    metadiscurso revolucionario de emancipacin y de liberacin a cambio de una visin de la historia como un puro caos desprovisto de

    sentido. La incapacidad de mantener con firmeza esta posicin nos

    conducira muy fcilmente a errores polticos.

    * Alex Callinicos es un destacado intelectual marxista, dirigente del

    Socialist Workers Party de Gran Bretaa, miembro del Comit

    Editor de la revista Internacional Socialism y corresponsal britnico

    de la revista Actuel Marx. Naci en Zimbabwe en 1950. Profesor en

    la Universidad de York desde 1981. Es autor de varios libros: Is

    There a Future for Marxism?; Marxism and Philosophy; The

    Revolutionary Ideas of Karl Marx; Making History; Against

    Postmodernism. A marxist critique (1989); The Revenge of History.

    Marxism and the east european rvolutions(1991), Socialists in the

    trade unions (1995), entre otros.

    **Michael Lwy es un intelectual marxista residente en Francia y

    perteneciente al SU de la Cuarta Internacional. Naci en Brasil en

    1938. Fue profesor universitario en diversas ciudades como Jerusaln,

    Manchester, Mxico, La Habana, San Pablo y Paris, donde vive

    desde 1969. Entre sus obras pueden mencionarse: La teora de la

    revolucin en el joven Marx; Dialctica y revolucin; El pensamiento

    del Che Guevara; Para una sociologa de los intelectuales

    revolucionarios: la evolucin poltica de Lukcs (todas editadas en

    castellano por Siglo XXI). Recientemente, se public en

    Argentina: Redencin y Utopa. El judaismo libertario en Europa

  • Central. Un estudio de afinidad electiva. (Buenos Aires: El Cielo por

    Asalto, 1997).

    [1] Alex Callinicos, Theories and narratives: Reflections on the

    philosophy of history,Cambridge, Polity Press, 1995, 252 pginas.

    [2] Michal Lwy, La dialctica marxista del progreso y el desafo actual de los movimientos sociales, en Congrs Marx International, pag. 201.

    [3] Idem, La dialectique du Progs, pag. 199-201.

    [4] Frederic Jameson, Posmodernism, pag. 47.