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VIA CHRISTI LUIS GUTIERREZ

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VIA CHRISTI

LUIS GUTIERREZ

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PÓRTICO

LA humanidad moderna, engreída en el tiempo, tiene que hacer, urgentemente, un curso de eterni-

dad. Y el poeta debe ser su profesor. Porque para redimirla, él, y sólo él, puede ser héroe en el sentido car-

lyleano, con su triple carácter de santo, sabio y artista. Y porque el bien, la verdad y la belleza, las tres pe-

rentorias necesidades del mundo, —que en el fondo son una sola,— tienen en él su gestor natural, su ge-

nuino campeón.

La humanidad, ahora, busca su felicidad en el tiempo, solamente en el tiempo. Y, en el afán de hallarla,

se ha engolfado en un dédalo de placeres frenéticos, de realizaciones mecánicas, de intereses. crematísticos,

de logros momentáneos, en que pierde toda noción de grandeza augusta, desdeña todo propósito suprate-

rreno y desdice de su racionalidad.

Por eso, en lo filosófico, se desentiende de todo interés espiritual y vive la tragedia de sentirse atraída

por teorías contradictorias y falsas, ninguna de las cuales reporta la solución para el gran problema moral del

mundo. Así, olvidando a Jesucristo, se torna locamente optimista al seguir a Darwin, a Spencer, a Haeckel, a

Nietzsche, a quienes la inducen a creer que se mueve en una parábola ascendente, inconmensurable, para

llegar evolutiva y necesariamente a la perfección absoluta, a la deificación. Pero cuando se convence de su

pecabilidad, más aún, de su perversidad ante el horror de las guerras mundiales; cuando ve borrarse la curva

ascendente del progreso entre las ruinas amontonadas por el choque de los intereses en pugna, se hace pe-

simista, desgarradoramente pesimista con Freud, con Sartre, con quienes, según la afirmación de Sheen en

su profundo estudio sobre estas oscilaciones pendulares de la mentalidad moderna, la hacen creer que el

sexo es el único motor de ella y que la muerte es su única finalidad.

Y por eso en lo económico, —supremo factor determinante de todas sus vicisitudes, según el materia-

lismo histórico,— pasa desatentadamente del individualismo stuartmulliano y smithoniano al colectivismo

marxista, para ver, a la postre, que, como dice Salaverria, "el capitalismo colosalista y tentacular choca con el

proletariado denso, numeroso, y de las dos fuerzas en pugna surge idéntica moral: un egoísmo militante y fe-

roz".

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Circunscrita dentro de la materia deificada, vive apresuradamente, en sus afanes de progreso mecánico

y de placer hedonista, insensible a los grandes estímulos metafísicos. Y ha convertido la naturaleza rebelde

en esclava humilde que le obedece sus despóticos mandatos y la complace hasta en sus menores caprichos.

Eso está muy bien en cuanto que con ello define su realeza sobre el mundo. Pero al desplazar su actividad

frenética desde el plano serenamente racional, hasta el brutalmente biológico, merece aquello de Wells: "Se

parece a un solitario simio que anda en automóvil, aterrorizado por su éxito desproporcionado".

La ciencia y la técnica culminan ya en realizaciones que, como el desencadenamiento de la energía nu-

clear, superan nuestras esperanzas y nos brindan insospechadas posibilidades, pero nos horrorizan a la vez.

Nuestros instrumentos de trabajo y de combate, hoy por hoy, son superiores a nuestra excelencia moral y

más fuertes que el amor que nos une. Por eso debemos avanzar muchísimo en nuestra espiritualización, en

nuestra cristianización, antes de usar tan formidable maquinaria.

Somos admirables, pero no envidiables; poderosos pero tristes... En todas partes, a toda hora, no es-

cuchamos nada distinto de esta cantinela: revolución, reacción, deportes, cemento, es decir, en el sentido

monista de Buckner, materia, materia, material! -.. Nuestra vida se ha tornado asordadora, vertiginosa, ma-

reante, como si la naturaleza esclavizada se vengara de nosotros en esta forma comunista. Porque uno de

los tormentos de la tcheka contra sus víctimas era el de obligarlas a oír día y noche el himno soviético, gra-

bado en un disco. Los presos más resistentes se enloquecían o se idiotizaban en setenta y dos horas. Es

nuestro caso!

Al mirar la tierra, sufrimos la misma impresión del Padre Marchal al contemplar a Londres desde la cú-

pula de San Pablo y ver la urbe "envuelta en bruma y humo y denunciada apenas por una especie de gemido

sordo y monótono", en que se mezclaban los largos padecimientos y los cortos placeres de la muchedumbre.

Aún no somos felices, porque la felicidad. es incompatible con los empeños desenfrenados, sin modifi-

cación espiritual y sin finalidades trascendentes. Y seguimos tendiendo hacia el vacío nuestras manos crispa-

das en la brega inútil de alcanzar la felicidad, que nos será negada mientras no purifiquemos nuestro cora-

zón para sentirla, Y para engañarnos en nuestra angustia, imitamos al escultor de quien habla Guide: fundi-

mos la estatua de la tristeza eterna y aprovechamos su bronce para forjar la estatua de la alegría que sólo

dura un instante. ..

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Nos agitamos sórdidamente dentro del universo físico, al modo de esos insectos que, en la termitera

descrita por Maeterlink, nacen y mueren dentro de su tenebroso antro, del cual apenas se escapan los ala-

dos por los estrechos resquicios, en busca de la luz. Sólo que entre nosotros son poquísimos los que poseen

alas, y es el poeta quien debe darlas a los demás.

Pero es de creer que el cálculo fenicio, el criterio utilitario que confía en los medios materiales y no en

el sentido moral para el éxito en la acción, se irá desacreditando por sus desastrosas consecuencias. Para

ello se impone un proceso de psicoterapia, más urgente hoy cuando la luz es cada vez más exigua. En el Mi-

serere de la Capilla Sixtina, dice Marchal: " a cada estrofa que se canta se apaga una vela. El canto continúa

llorando, más triste a medida que la oscuridad va siendo más profunda. Después, cuando todos los resplan-

dores se han desvanecido, una voz. canta sola, brillante y pura. Feliz el que se pone en estado de oír, para

ser consolado en sus tinieblas, la voz de la esperanza".

Esa voz, en la procelosa oscuridad contemporánea, debe ser, tiene que ser la del poeta, como apóstol,

como sabio, como artista.

Cuando Teseo penetró en el Laberinto de Creta, donde tantos exploradores se perdieron para siempre,

llevó consigo el ovillo de Ariadna para desenvolverlo a medida que avanzaba en las inextricables galerías y

enrollarlo para salir de ellas. Por eso recorrió aquellas lóbregas encrucijadas y regresó indemne después de

matar al Minotauro. Y hoy cuando la humanidad se interna en un laberinto donde las complicaciones de la vi-

da sin objetivo sobrenatural dan la impresión de una vorágine que nos traga, el ideal cristiano es la única

cuerda salvadora que hemos de seguir. Y es el poeta quien debe desenvolverla y enrollarla, como lazarillo de

la humanidad.

Por algo dice Valencia:

Sólo el poeta es lago sobre esto mar de arena.

Sólo su arteria rota la humanidad redime.

EL AUTOR.

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LUIS GUTIERREZ

Cantor de Jesucristo

LUIS Gutiérrez, poeta antioqueño, una de las glorías literarias de esta porción de la patria no obstante su

modestia, coronada ya luminosamente una etapa notable de su vida, ha templado su lira, muy apreciada por

sus acordes cadenciosos, para entonar con lengua enamorada, corazón desbordante de sentimiento y mente

inspirada, en su obra "Vía Christi", un himnario de sonetos perfectos, rotundos y armoniosos a la gloria de

Dios y a la grandeza de Jesucristo.

Empieza con una invocación a María, madre de Jesús, como auténtico cristiano, para que ella le mues-

tre y le ilumine el camino. Porque anhela "buscar a Cristo, como en largo vuelo busca el alción la paz de los

ribazos". Luego, en 16 preciosos sonetos, bellamente denominados y bruñidos, ve a Dios en todo, como mís-

tico de la mejor escuela. Ya dijo San Juan de la Cruz: "Mil gracias derramando, pasó por estos setos con pre-

mura. Y yéndolos mirando, con sólo su figura vestidos los dejó de su hermosura".

Luis Gutiérrez se extasía en la contemplación de la naturaleza, principalmente en la lejana luz de las

constelaciones y en el concierto acompasado de los mundos. Las mariposas multicolores que vuelan como

flores aladas en la libertad de los cielos; las aves canoras, los riscos y los montes, la curva del iris, todo

cuanto hermosea el universo le inspira un canto al Creador. Porque, como bellamente dice, "cansado de vivir

en prosa, leo sencillamente, sin esfuerzo, hasta en el ala de una mariposa el poema total del universo".

Luis Gutiérrez es un enamorado de la naturaleza. Y, como buen matemático, clava escrutadoramente

sus ojos en el cielo, en ese cielo que "ni es cielo ni es azul", como dice Argensola, pero en el que brillan, en

noches de verano, millones de estrellas y, en días radiantes, la portentosa antorcha del sol. Y abismado en

las profundidades del espacio y en las profundidades de su propio ser, siente que Dios "hace brotar, en sur-

cos de portentos, al cielo estrellas como pensamientos, y al alma pensamientos como estrellas". Porque,

efectivamente, Gutiérrez, en estas poesías, que se funden en una sola, grandiosa, hermosísima, en homenaje

al Redentor, emite ideas resplandecientes como astros:

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El poeta dedica después 5 magistrales sonetos a la Divina Eucaristía, que es su devoción predilecta a

juzgar por su elevada entonación y por la persistencia en el tema y en las alabanzas. Abundan en ellos

arranques soberanos, como éstos:

"Aunque en la Eucaristía te escondiste,

yo, Señor, te encontré en la Eucaristía.

Y aunque todo lo puedes, no pudiste

hacerte sordo a la plegaria mía.

Porque la fe, la llama, que encendiste

dentro de mí, me ilumino la vía

para buscarte siempre, hasta que fuiste

preso en mí pecho, como yo quería.

Y cuando estremecido en el encanto

de hallarte en la hostia, desborde mi llanto

y me purifiqué para abrazarte,

viniste a mí tan amorosamente,

que yo, aunque débil, me hice omnipotente,

omnipotente sí, para adorarte".

"Porque tú, Rey Divino, un gozo inmenso

me das en mi dolor humano. Y pienso

que, a pesar de mis culpas y mis penas,

ningún arcángel tan dichoso ha sido,

porque ningún arcángel ha tenido

tu sangre borbotando entre las venas".

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Luego consagra otros 16 sonetos a la infancia, la adolescencia y la juventud del Hijo de Dios, desde la

anunciación hasta el bautismo. Un formidable aletazo poético se siente en todos ellos, como en ése en que

alaba a la luna porque iluminó el sendero del Dios infante en la desolación del desierto, hacia Egipto, y acaba

por definirla como "la limosna de luz que arroja el cielo a las manos oscuras de la tierra".

Después canta en 21 sonetos la vida del Salvador, desde su bautismo hasta la hora tremenda de su

agonía en el huerto. En ellos tiene muchas estrofas como ésta del Sermón de la Montaña: "Amad a quien os

odia. Es necesario, si anheláis en mi reino estar conmigo, abrir el corazón como un nectario para que beba

miel vuestro enemigo".

Y de aquí hasta que muere, "mientras se oye en la tierra el llanto de los cielos, y en los cielos el llanto

de la tierra", junta 16 sonetos más, varios de ellos destinados a exaltar con alientos de esperanza redentora

la crucifixión del Maestro Divino, que volverá desde la oscura noche del sepulcro a encender en un derroche

de luz, "su aurora eterna sobre el mundo". Entre estos sonetos, agrupados bajo el título común de "Plenilu-

nio", hay dos, llamados Tesis y Antítesis el uno y Síntesis el otro, que son dignos, como muchos de ellos, de

la mejor antología, porque su originalidad es muy difícil en estos temas bíblicos, tan trillados ya por los poe-

tas de todo el mundo.

Tiene, por último, varias poesías polimétricas, que son un primor, como Poeta, Los Arboles, Girasol,

Panmorpho y El Amor.

Los versos de Luis Gutiérrez son rítmicos, con la distribución regular de los acentos, por lo cual se re-

tienen agradablemente en la memoria. Son de una sonora rotundidad, con imágenes brillantes y pensamien-

tos profundos. Tiene una tendencia a la uniformidad, por lo que respecta a la versificación, por lo cual emplea

persistentemente el soneto, que cumple siempre la condición de Valencia, el inmenso poeta colombiano: "An-

cha cabeza y resonante cola". Esta tendencia a la simetría es reflejo del orden y método propios del talento

matemático. Sus endecasílabos llevan generalmente el acento en las sílabas pares. La silva apenas si aparece

en esta colección. Nada de endecasílabos asonatados, y muy poco verso blanco. En todo esto delata, como

en toda su manera de escribir, el afecto al orden y la simetría. Dios, el infinito y las obras de Dios le inspiran

cantos luminosos, de musicalidad admirable, fondo caudaloso y forma perfecta.

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El Evangelio es el libro por excelencia, no sólo por su carácter y su inspiración divina sino por su con-

tenido: la vida de Jesucristo y sus enseñanzas. Muchos se apasionan por las biografías de los caudillos ilus-

tres, pero olvidan la del Héroe Divino. Pensar que hay católicos que están muy al tanto de la historia de los

grandes hombres y que ni una sola vez han leído por entero la del Dios-Hombre! El que no conoce el Evan-

gelio ignora el tesoro que pierde. Rousseau decía: "La majestad de las Escrituras me asombra. La santidad

del Evangelio habla a mi corazón. Ved los libros de los filósofos con toda su pompa. Qué pequeños son al

lado de éste!"

Por eso, cuando se quiere seriamente escuchar los latidos del corazón del hombre, como dice un sa-

bio, de ese viejo corazón inmortal, cuyo ritmo profundo y misterioso, en todas las latitudes y en todos los si-

glos, es acompasado siempre por las mismas energías; todas las veces que se quiere escuchar los latidos

del corazón humano, con seriedad, es preciso siempre buscar a Cristo.

Esto ha hecho el poeta Luis Gutiérrez en este libro admirable, "Vía Christi". Y ha sido recompensado,

porque su talento poético ha encontrado nuevos e inspirados pensamientos, sonora entonación y majestad

divina.

HUMBERTO BRONX.

DEPRECACIÓN

Oh María, Orientadora!

PRINCESA de la luz y de las rosas

y de la castidad que no se atreve

a rozar con sus alas temblorosas

la virginal blancura de la nieve:

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Tú que indicas las rutas misteriosas

a las estrellas, al incienso leve,

a los ciclones, a las mariposas,

al universo que hacia Dios se mueve,

indícame la mía, porque anhelo

buscar a Cristo, como en largo vuelo

busca el alción la paz de los ribazos.

Buscar a Cristo! Y si a mi espalda rugen

los huracanes, ojalá me empujen

para llegar más pronto hasta sus brazos!

Galope de los Mundos

SEÑOR! Los astros, en veloz carrera,

avanzan hacia Ti, Dios soberano,

al ver desde la cósmica pradera

la paternal llamada de tu mano.

Sólo la humanidad quedó a la vera

del camino, a la sombra del manzano

fatal, mientras retumban por doquiera

tus tristes gritos al llamarla en vano.

Y yo, perdido entre los orbes, quiero

correr con ellos y llegar primero

a tus brazos, Señor. Y en mis profundos

goces sentir, en éxtasis sagrado,

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la triunfal emoción de haber dejado

muy atrás el galope de los mundos.

ORIENTACION

Embajador del Firmamento

EL universo, que en tus manos gira,

es anchuroso. Pero lo he medido,

como el sinsonte que al cantar remira

las amplias dimensiones de su nido.

Por eso ya su inmensidad me inspira

para elevar el canto enternecido,

que sube como el eco de una lira

a descargar su música en tu oído.

Y por eso, ante el mundo turbulento,

soy el embajador del firmamento:

para gritarle las verdades bellas,

que, aunque tan repetidas por tus labios,

ignoran todavía nuestros sabios

y saben hace siglos las estrellas.

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El Poema en el Ala

EL cosmos me revela en cada cosa,

—en el peñasco, en el estanque terso,

en la curva del iris, en la rosa,—

toda tu inspiración, como en un verso.

Y yo, cansado de vivir en prosa,

leo sencillamente, sin esfuerzo,

hasta en el ala de una mariposa

el poema total del universo.

Y me lo aprendo, misteriosamente

publicado en un risco, en una fuente,

en un pétalo, en la hoja que resbala...

Y me eternizo en la emoción suprema

de recitarle al mundo tu poema,

sintetizado en el temblor de un ala.

Primeros Rastros

YO, atraído una vez por el señuelo

de las filosofías engañosas,

no vi brillar tus rastros en el cielo

y en la tierra: en los astros y en las rosas.

Y después recorrí —por el anhelo

de encontrarte en la selva de las cosas,—

los caminos que siguen en su vuelo,

para alcanzar la luz, las mariposas.

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Y te busqué en los átomos que vibran

y en los dos hemisferios que equilibran

la balanza del orbe. Y al momento

te encontré afuera, en la extensión del mundo,

y adentro, muy adentro, en lo profundo

de mi ser: en mi propio pensamiento.

Aterrizaje Universal

YO tan sólo llegaba hasta el lucero

con las turbias pupilas de la ciencia;

mas la fe me demuestra que primero

que los astros fulgura tu existencia.

Y me indica el sagrado derrotero

por donde tú, con sabia providencia,

vas empujando el universo entero,

en los alardes de tu omnipotencia

Por eso ahora, al complacer mi anhelo,

siento la inmensidad lanzada al vuelo

hacia mí, por tu mano prepotente.

Y soy dichoso, como si estuviera

aterrizando la creación entera

con su carga de auroras en mi frente.

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Vidas Sincronizadas

YA logré, con un claro silogismo

que no flaquea por ningún sofisma,

probar con creces el paralelismo

de tu existencia y mi existencia misma.

Y que en un misterioso paroxismo,

como el del sol en lóbrega marisma,

fulges en las tinieblas de mi abismo

como la luz en el cristal del prisma.

Y que tu vida está sincronizada

con mi vida, como la llamarada

con el aceite que arde en la linterna.

Y que, fundidos en abrazo puro,

seremos, en la noche del futuro,

fuego y aceite en unidad eterna.

Ideas y Estrellas

CRUZAS la inmensidad. En la serena

noche de luna efundes tu sonrisa,

y un lucero a los otros se encadena

en cada punto que tu planta pisa.

Y yo, con mi alma de ternuras plena

y a los deliquios de tu amor sumisa,

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te voy siguiendo como la falena

sigue a la antorcha en cuya luz se irisa.

Y cruzas las regiones del espacio,

como un emperador en su palacio.

Y al imprimir en la extensión tus huellas,

haces brotar, en surcos de portentos,

al cielo estrellas como pensamientos,

y a mi alma pensamientos como estrellas!

La Voz Distante

YO suspendo una lira en mi sereno

hogar, y una profunda resonancia

vibra en su fondo al reventar un trueno

o vibrar otra lira en la distancia.

Y elevo el corazón, y entre su seno

repercute también, por consonancia,

tu voz distante, oh dulce Nazareno!,

como el eco en la lira de mi estancia.

Y vibra en él, como en sensible antena

o en frágil caracol donde resuena

la voz del mar con melodioso acento,

hasta que ya mi corazón se rompa,

como revienta al fin la débil pompa

de jabón dilatada por el viento.

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HALLAZGO

El Escondite Transparente

AUNQUE en la Eucaristía te escondiste,

yo, Señor, te encontré en la Eucaristía,

y aunque todo lo puedes no pudiste

hacerte sordo a la plegaria mía.

Porque la fe, la llama que encendiste

dentro de mí, me iluminó la vía

para buscarte siempre, hasta que fuiste

preso en mi pecho, como yo quería.

Y cuando, estremecido en el encanto

de hallarte en la hostia, desbordé mi llanto

y me purifiqué para abrazarte,

viniste a mí tan amorosamente,

que yo, aunque débil, me hice omnipotente,

omnipotente sí, para adorarte!

La Diminuta Inmensidad

COMO sabes, Señor, que necesito

en mi debilidad tu omnipotencia,

me la transmites en el pan bendito

transubstanciado en tu Divina Esencia.

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Y al recibir, en sacrosanto rito,

la hostia, tan diminuta en apariencia,

siento en mi estrecho corazón contrito

la augusta inmensidad de tu presencia.

Y por su influjo tengo el poderío

para triunfar con impetuoso brío

en el furor de mi batalla interna,

y al modo de los grandes capitanes,

regir una cuadriga de huracanes

en mi entrada triunfal a la Urbe Eterna.

El Divino Banquete

EN tu banquete, en el momento santo

en que tu alma confluye con la mía,

somos un mismo ser en el encanto

indeficiente de la Eucaristía.

Y lloramos de amor un mismo llanto

en un mismo arrebato de alegría,

como el espicanardo y el acanto

lloran rocío al despuntar el día.

Porque tú, Rey Divino, un gozo inmenso

me das en mi dolor humano. Y pienso

que, a pesar de mis culpas y mis penas,

ningún arcángel tan dichoso ha sido,

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porque ningún arcángel ha tenido

tu sangre borbotando entre las venas.

Las Bodegas Sacras

TE contemplo, Señor, en estos prados

ubérrimos del mundo, cuando riegas

tu simiente sagrada en los collados

y en los fértiles valles y en las vegas.

Y cuando, ya maduros los sembrados,

siegas el trigo y los viñedos siegas,

por tener pan y vino almacenados

para la humanidad en tus bodegas.

Y cuando haces del pan tu cuerpo mismo

y del vino tu sangre, en un abismo

de misterios que no explican los sabios.

Y cuando, al recibir la hostia bendita,

tu abrumadora eternidad gravita

sobre el tiempo en la pulpa de mis labios.

El Aleteo Angélico

SI el mundo comulgara, execraría

la materialidad de su ajetreo,

y cada golondrina le daría

una enseñanza en su zigzagueo.

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Y sería dichoso, y viviría

musicalmente bajo el aleteo

de los ángeles, y recibiría

tu mensaje de amor en un orjeo.

Porque la eternidad de tu doctrina

cabe toda en la nota cristalina

y fugaz de un sinsonte en la mañana,

cuando el sol "finge una hostia en el oriente",

y la hostia finge un sol resplandeciente

que va emergiendo en la conciencia humana.

Desde el Monte Celeste

EN tu afán eucarístico, a la hormiga

enrumbaste a las vegas y los llanos

a traernos, feliz en su fatiga,

el trigo primordial desde tus manos.

Y sobre el mundo se curvó la espiga

que volcó su depósito de arcanos

para dar tiernamente a la mendiga

humanidad el oro de sus granos.

Y tus hijos así, por un portento,

amontonamos para el sacramento

la fécula ritual. Porque, en faenas

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misteriosas, alegre en su trabajo,

el insecto minúsculo nos trajo

la inmensidad temblando en sus antenas.

Siguiendo a Cristo

JESUS! Cuando iracundo hinqué la espuela

en el ijar del huracán, y ardido

de coraje asalté la ciudadela

de la humanidad y fui vencido,

despedacé la espada y la rodela

para seguirte, de tu amor urgido,

como el insecto trémulo a la vela

para ser en sus llamas consumido.

Y te sigo a las puntas de la estrella

de los vientos, besando cada huella

de tus pies. Porque así, Padre querido,

mi corazón, de gozo desbordante,

va concentrando instante por instante

toda tu eternidad en un latido.

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ALBORADA

El Mundo en la Rosa

YA el arcángel, en un grandioso vuelo,

bajó a la tierra y le anunció a María

que, como el polen en el asfódelo,

el Verbo en sus entrañas gestaría.

Y ella, sumisa ante el divino anhelo,

se abrió, como la flor de la alquería,

al rubio polen que cayó del cielo

a su cáliz, según la profecía.

Y dio ese fruto en que el amor divino

unió al dolor humano, y el destino

de Dios unió al del hombre. Y fue la hermosa

flor en que se adormece el universo,

como una mariposa que en su esfuerzo

llegase a descansar en una rosa.

El Cielo por un Taller

DESDE la eternidad brilló en tu mente

la imagen de María, pura y bella,

como en la mansedumbre de la fuente

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fulge el reflejo de lejana estrella.

Y dejando el Empíreo, humildemente

bajaste al mundo, en pos de la doncella,

a cambiar tu mansión resplandeciente

por un taller, para encarnar en ella.

Y cuando naces, tembloroso y tierno,

bajo las frías nieblas del invierno

que blanquea de nieve los ribazos,

ella te abraza y llora al bendecirte,

pero tú le sonríes al sentirte

más Dios en la ternura de sus brazos.

Los Astros Complacidos

SEÑOR! Antes de todo cuanto existe,

la contemplabas abstraído en una

beatitud inefable, y presentiste

su dolor ante el frío de tu cuna.

Y, para amarla más, la concebiste

sumida en un silencio de laguna,

y misteriosa y vagamente triste

ante la humanidad, como la luna.

y ya en Belén, cuando ella te levanta

en sus marfíleos brazos y te canta

y te arrulla y te adora en su embeleso,

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sientes, ante los astros complacidos,

la eternidad y el tiempo resumidos

en la gozosa plenitud de un beso.

Carga de Fulgores

EN el portal, los rústicos pastores

te dan leche, polenta, miel y lana,

en tanto que los ángeles cantores

te dan himnos de paz en la mañana.

Y yo, Niñito, para que no llores,

te doy mi vida como pompa vana

de jabón que se carga de fulgores

y navega en los vientos por liviana.

Te la doy, Jesús mío, porque anhelo

darte siquiera un poco de consuelo.

Y porque, ante el desdén de los humanos,

quiero que juegues con la leve pompa

de mi existencia, hasta que se rompa

en la misericordia de tus manos.

Renglones del Desierto

ENTRAN en el portal los Reyes Magos,

porque la estrella que marcó la ruta

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se fragmentó sobre los jaramagos

florecidos en torno de la gruta.

Y la mirra te dan, de olores vagos,

y el incienso, de lánguida voluta,

y el oro, fulgurante en sus amagos

de hacerse sol en la caverna bruta.

Y al tornar a sus reinos milenarios,

con las pisadas de sus dromedarios,

bajo la noche azul, en rumbo incierto,

trazan, para leerlos las estrellas,

los borrosos renglones de sus huellas

en las páginas grises del desierto.

El Sol en Trizas

MARIA y José caminan por la senda,

contigo, rumbo al templo. El buen anciano

trae tan sólo, de la pobre hacienda,

dos tórtolas dormidas en su mano.

Y sonríen al darte como prenda

de amor a Dios, mientras allá, en lo arcano,

El sonríe feliz, porque la ofrenda

eres tú, tan divino y tan humano.

Y tú también sonríes dulcemente.

Pero estallas en llanto, de repente,

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al presentir la cruz de tu tormento.

Y tus lágrimas brillan en la sombra,

como si el sol, con ímpetu que asombra,

saltara en trizas desde el firmamento.

Semilla Primordial

SEÑOR! Allá los niños inocentes

caen bajo el furor de la cuchilla

que esgrimen los esbirros inclementes

de Herodes en Belén. Son la semilla

primordial que revienta en las vertientes

ubérrimas del mundo, mientras brilla

la espigación geórgica, y tus gentes

siegan la mies para empezar la trilla.

Quizás ignora el mísero tirano

que de la pequeñez de cada grano

la inmensidad de las cosechas brota,

y que el trigal que arruina se renueva,

porque la savia del martirio lleva

tu omnipotencia actuando en cada gota.

Cortando el Universo

HUYES de Herodes a las legendarias

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regiones donde, en ámbito tranquilo,

las pirámides multimilenarias

cortan el universo con su filo.

Al tetrarca, de manos sanguinarias,

prefieres el monstruoso cocodrilo

que asecha entre las ondas silenciarias

a quienes cruzan el caudal del Nilo.

Y tus huellas --- renglones del desierto---

son la elegía gris del mundo muerto

que concretó en la Esfinge su tristeza.

Y Tú, tan débil ante los escombros,

sientes ya gravitar sobre tus hombros

el mundo nuevo que contigo empieza.

Lágrima de la Naturaleza

Ahora la luna en la extensión callada

Del desierto difunde su belleza

Y hace sentir lo interior de cada

corazón un impulso de grandeza.

Y es más azul, más honda tu mirada

ante el dolor cristalizado de esa

lágrima refulgente congelada

en el rostro de la naturaleza.

Porque la luna en lontananza finge,

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una gota de llanto de la Esfinge,

en que el arcano universal se encierra;

O, concreción de amargo desconsuelo,

la limosna de luz que arroja el cielo

a las manos oscuras de la tierra.

El Galope del Sol

VUELVES a Nazareth. Y ante la tropa

de los otros chiquillos, juguetones,

sonríes al correr de tu garlopa

sobre la tosquedad de los tablones.

En tu espejada sierra el sol galopa

cuando estás aserrando los cuartones,

y el aserrín, al sacudir tu ropa,

luce en el aire sus irisaciones.

Porque al cetim, al cedro, al sicómoro,

arrancas finas polvaredas de oro

bajo las dentelladas de la sierra.

Y al esparcirlas como leves lluvias,

tiendes en esas polvaredas rubias

el iris de la paz sobre la tierra.

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Ante los Ruiseñores

EN el taller, ante los ruiseñores

que vienen a cantarte en la ventana,

alzaste, sudoroso en tus labores,

el escabel que hiciste en la semana.

Y lo llevas, ardido en los rigores

del sol, para venderlo en la lejana

tienda de avaros especuladores

que lo revenderán en Ecbatana.

Omnipotente ayer, el universo

llevabas en tus manos, sin esfuerzo,

como una pluma. Y hoy, en mis asombros,

te veo ejercitarte con el mueble,

para llevar, escuálido y endeble,

la dura cruz sobre tus blandos hombros...

El Buen Patriarca

JOSÉ, para los castos labradores,

torna en lechos nupciales la madera

que monte fue bajo cuyos verdores

entre cada cubil nació una fiera.

Por eso, —con las lluvias de sudores

desde la nube de su cabellera,—

tiene, en la santidad de sus labores,

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frente en invierno y alma en primavera.

Y sigue y sigue sus faenas diarias.

Y eleva al cielo férvidas plegarias:

porque, sumido en sus afanes bellos,

al ir labrando las maderas brutas

hace saltar las trémulas virutas

como una catarata de destellos.

Visión Onírica

COMO te quiere tanto el Buen Patriarca,

nadie logra que el ánimo recobre

cuando piensa que en toda la comarca

no hay un niño tan solo ni tan pobre,

y cuando toda tu misión abarca

al verte triste, reclinado sobre

dos maderos en cruz, mientras se encharca

en tus ojos la lágrima salobre.

Pero al dormir se regocija en una

onírica visión, bajo la luna:

de tantos lechos, en tropel sonoro,

salta en la noche la niñez sonriente

a retozar contigo alegremente...

en la cascada de virutas de oro.

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Revoloteo de Estrellas

Y MARÍA, la Virgen nazarena,

en la heredad cultiva con esmero,

para el parco yantar, una colmena

colgada en el taller, bajo el alero.

Y goza al encontrarla siempre llena

de miel mejor que la de Hibla. Empero,

no ve cruzar la atmósfera serena

ni una abeja en trabajo lisonjero

Y piensa y piensa; pero no se explica

el milagro de hallar la miel más rica

donde no hay del enjambre ni las huellas,

hasta que ve, una noche de desvelo,

que en torno al colmenar, con miel del cielo,

están revoloteando las estrellas.

Olas de Corderos

Rosa de Nazareth! En tu retiro,

me parece, al sentir tu casto aroma,

que por el aletazo de un suspiro

reventara el cristal de una redoma,

cuyo perfume inspirador aspiro

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para poder, cuando la luna asoma,

descifrar los renglones que en su giro

traza en la inmensidad una paloma,

y de la tierra ante el horrendo drama

explicar a los pueblos el programa

de paz que les ofrecen los luceros,

y enseñarles amor a los leones,

al encresparse, en vastas extensiones,

como en un mar, las olas de corderos..

La Espiral de la Vida

CON tus razonamientos, cristalinos

como el tumbo de la ola en la ribera,

confundes a los sórdidos rabinos

que interpretan la Ley a su manera.

Los confundes, porque con tus divinos

preceptos del amor, —ya sin frontera,—

abres a las naciones los caminos

para llegar hasta tu primavera.

Los confundes, porque ellos estancaron

el pensamiento y lo petrificaron

entre un círculo angosto, sin salida,

y tú lo lanzas, con impulso fuerte,

a volar, victorioso de la muerte,

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en la espiral inmensa de la vida.

Bajo las Alas del Paráclito

YA del Jordán en la corriente pura

emerges, adorable en tu decoro,

marmóreamente blanco, en la tersura

de las ondas, al pie de un sicómoro.

Juan derrama en tu espléndida hermosura

el agua bautismal, y en el sonoro

remanso se refleja tu blancura

como en espejo marginado de oro.

El Padre Eterno, con la omnipotencia

de su voz, te proclama, por esencia,

único Hijo de su amor fecundo.

Y el Paráclito baja desde el cielo,

y extiende, en la grandeza de su vuelo,

la amplitud de sus alas sobre el mundo.

MERIDIANO

Un Lucero Licuado

VAS a las bodas. De las alquerías

llegan las gentes al festín fraterno,

y agotan, sin pecar en las orgías,

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de la añosa bodega el vino tierno.

—Hijo! Ya están las ánforas vacías,

dice la Virgen. Y al amor eterno

le debes dar, para sus alegrías,

mucho vino, más suave que el falerno.

Y transmutas el agua en rojo vino:

en un vino espumante, cristalino,

que no se acaba. Y la festiva tropa

de convidados a las libaciones,

ve fulgurar bajo tus bendiciones

un lucero licuado en cada copa.

La Carcajada de las Rocas

Que transmutes las piedras en manjares?

Que te arrojes del vértice atrevido

de la torre del templo si anhelares

descender como un ala sobre un nido?

Qué te da la grandeza de los mares

y el orbe todo, de esplendor henchido,

si postrado a sus plantas lo adorares

como ante el vencedor cae el vencido?

Pero aunque ya profundizaste al necio

con tus respuestas y con tu desprecio,

y Satán emprendió la retirada,

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el desierto, al mirarle, abre sus rocas

burlonamente, como grandes bocas

que revientan en una carcajada...

La Tristeza Azul

TU templo es ya "una cueva de ladrones"

que antes de los litúrgicos oficios

venden, en una feria de ambiciones,

hasta los bueyes de los sacrificios.

Y tú, con un azote de escorpiones,

los fustigas; apagas sus bullicios,

y les riegas el oro que a montones

destinaban al fausto y a los vicios.

Pero el templo se queda solitario,

y apenas se insinúa en el santuario

el fulgor de las lámparas tranquilas.

Y tú, sumido en pensamientos graves,

resumes la tristeza de las naves

en la tristeza azul de tus pupilas.

El Rubor de las Lomas

OIGO tu voz en el Sermón del Monte,

ante el asombro de la grey cristiana,

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mientras fulguran en el horizonte

los lampos de un crepúsculo de grana.

Al escucharte, el cruel rinoceronte

abreva mansamente en la fontana

junto al niño, y la mirla y el sinsonte

nada temen del águila, su hermana.

Ante tu honestidad, en el paisaje

las neblinas recubren como un traje

la desnudez morena de las lomas.

Y las naciones, en tu amor unidas,

hacen silencio porque están dormidas

en los cuernos del toro las palomas.

La Risa de la Luz

Y DICES: —Vuestro Padre, providente,

se complace en oír ruegos prolijos,

y jamás os arroja una serpiente

si le pedís un pez. Ama a sus hijos!

Subid en pos de mí por la pendiente

erizada de cardos y de guijos,

para beber en la sagrada fuente

que suspira en la paz de mis cortijos.

Vivid como los lirios que en risueños

valles, sin crematísticos empeños,

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bajo la risa de la luz florecen,

y como alegres pájaros que viven

buscando sin afán, porque reciben

de la mano de Dios cuanto apetecen.

Bajo el Ala de la Brisa

ES el momento vago en que se esfuma

el crepúsculo, en lampos diluido,

y en su lenguaje abscóndito la bruma

habla de paz, de ensoñación, de olvido;

la hora en que nuestro espíritu se abruma

de silencios, y ahonda en el sentido

de la vida y advierte que la suma

de las voces del mundo es el gemido;

la hora en que bajo el ala de la brisa,

tan débil ya que ni siquiera riza

los estanques, el orbe es un gran nido

en cuyo fondo, en calmas misteriosas,

ante el vasto reposo de las cosas

se va quedando el corazón dormido...

La Selva de Arreboles

AMAD a quien os odia. Es necesario,

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si anheláis en mi reino estar conmigo,

abrir el corazón como un nectario

para que beba miel vuestro enemigo.

Si desnudo lo veis, dadle el vestuario,

y si hambriento lo halláis, brindadle el trigo,

y si os toca la puerta, solitario,

abrid: no le tiréis con el postigo!

Dices. Y en la montaña, allá muy lejos,

la luz besa con tímidos reflejos

la frente colosal de los peñoles.

Y el sol se esfuma en la distancia roja,

como una enorme flor que se deshoja

en medio de una selva de arreboles.

De acuerdo con los Ruiseñores

SEÑOR! Por tu doctrina, las naciones

pueden labrar los surcos como franjas

verdes; mirar las fructificaciones

en los densos follajes de las granjas;

prever la madurez de los melones

en los granos que gestan en las zanjas,

y chuparse las melificaciones

del jugo en el panal de las naranjas.

Y pueden, olvidando sus rencores,

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vivir de acuerdo con los ruiseñores.

Y en vez de los estruendos de la guerra,

escuchar el rumor de los enjambres

y la explosión vital de los estambres

en todos los vergeles de la tierra.

La Catarata Rubia

N0 me sorprende como al fariseo

tu perdón a la hermosa Magdalena,

por cumplir tu recóndito deseo

de transmutar la ortiga en azucena.

No me sorprende, no, porque te veo

exprimir en el mundo tu colmena,

y libertar de la carlanca al reo

y quitar al esclavo su cadena.

Pero me abismo en la emoción sublime

de verla, por la angustia que la oprime,

desatar ante ti sus bucles bellos,

y verte, estremecido de ternura,

bañar tus pies, de pálida blancura,

en esa catarata de destellos.

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Revolviendo Resplandores

TÚ que al cumplir tus sempiternos planes

empujaste los orbes en lo arcano,

para girar, en cósmicos afanes,

bajo la omnipotencia de tu mano;

Tú, que estallar hiciste los volcanes

y arrancaste creaciones del pantano

e impulsaste galopes de huracanes

en toda la extensión del océano,

revuelves hoy, rodeado de cariños,

las suaves cabelleras de los niños

ante la castidad de los viñedos.

Y sonríes al paso que te alejas,

al ver resplandecer unas madejas

de oro en la ternura de tus dedos.

El Orbe, Poeta

JESUS! El orbe, al verte recorriendo

del valle al cerro, de la aldea al agro,

andando sin cesar, yendo y viniendo

a pie o a lomo del paciente onagro,

y verte, taumaturgo, bendiciendo

los granos que le arroja el hombre magro

que se quema en el sol, y verte haciendo

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para cada dolor algún milagro

sus potencialidades alborota

en esfuerzo vital; concibe y brota,

como estrofas de amor, frutos opimos;

eleva un canto de oro en los trigales,

e improvisa, al mirarte en los parrales,

un jugoso poema de racimos.

Con el Pan Sobrante

SEÑOR! Los cinco panes de cebada

y los dos peces partirás en vano.

Muy poco son para la gente hambreada,

y el yantar de cada uno está lejano.

—Traedlos, y tendréis en la jornada,

para darle ampliamente a cada hermano,

la escasa provisión multiplicada

bajo las bendiciones de mi mano.

Y a tanta multitud sacias el hambre.

Y sobran doce espuertas como fiambre

para la humanidad, si se recobra

de la codicia que le echó sus redes

y te sigue a sabiendas de que puedes

abastecerla con el pan que sobra.

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Olas de Lana

E NCONTRASTE la oveja descarriada,

no entre frondas de dóciles cohombros

sino en los matorrales de erizada

zarza, entre la aridez de los escombros.

Y vuelves con la túnica rasgada

por los espinos, ante mis asombros,

pero con la alegría en la mirada

y con la oveja díscola en los hombros.

Hoy, Jesús, es mayor tu desengaño,

porque huyó del redil todo el rebano.

Pero lo buscas, con dolientes quejas,

para reír de regocijo cuando

vuelvas de los desiertos empujando

las olas de un océano de ovejas.

Abrazando las Estrellas

SEÑOR! Por tus parábolas divinas

se toman tan piadosos los humanos,

que ya las mariposas peregrinas

liban miel en el cuenco de sus manos.

Y en la amabilidad de las colinas,

bajo el tibio fulgor de los veranos,

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viven en paz las tiernas golondrinas

con los esparavanes, como hermanos.

Porque en ellas les hablas con dulzura

de la verdad, del bien, de la hermosura.

de la paz... Y al oír cosas tan bellas,

la inmensidad se toma en un gran nido

para dormir el hombre confundido

en abrazo de amor con las estrellas.

La Luna Enternecida

PEDRO, Santiago y Juan, tus compañeros,

te ven resplandecer como solías

resplandecer cuando en los derroteros

del espacio los soles encendías.

Y al acercarse a ti por los senderos

del Tabor, te oyen, con Moisés y Elias,

hablar de lo que dicen los luceros

en concordancia con las profecías.

Y al hablar del amor, —fuerza inmanente

que empuja el universo eternamente

a las culminaciones de la vida,—

te oye la luna, y se enternece tanto

que extiende maternalmente su manto

para cubrir la inmensidad dormida.

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Aplauso del Viento

TE aplaude cariñosamente el viento

y te revuelve las guedejas blondas,

porque cruzas el mar, a paso lento,

sobre el tumulto de las aguas hondas.

Y el palmar, en alegre movimiento,

te aplaude con el ritmo de sus frondas,

porque fracasa el mar en el intento

de hundirte en la bravura de sus ondas.

Y yo también te aplaudo al contemplarte

cruzando el mar humano sin ahogarte

en sus furores, con poder que asombra:

porque tu amor amansa la tormenta,

y las espumas en que el mar revienta

se tienden a tus pies como una alfombra.

Página de Arena

MIRA, Señor, la adúltera insolente

que con el oro del pecado medra!

Hazla morir inexorablemente,

según la ley. Su crimen nos arredra.

Y tú, escribiendo misteriosamente

en el suelo arenoso, entre la yedra,

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les respondes: —Aquél que esté inocente

tírele pronto la primera piedra.

Pero, —búhos que vuelven a sus nidos,—

aquellos fariseos, confundidos,

se alejan rezongando en sus enojos.

Y ella, feliz, para tornarse pura,

se baña en la cascada de ternura

que salta del misterio de tus ojos.

El Derrumbe Infinito

DESPIERTA ya, Señor! El viento brama

en rededor con ímpetu salvaje,

y un nubarrón su cólera derrama

sobre tu grey en el horror del viaje.

Y despiertas. Y gritas tu proclama

de paz en la violencia del paisaje,

y se va serenando el panorama

y se va adormeciendo el oleaje.

Y hoy cuando está la humanidad sintiendo

en torno suyo el huracán furendo,

en bravo mar, bajo la noche incierta,

hoy cuando se derrumba el infinito,

escucharás también este hondo grito:

Despierta ya, Señor! Señor, despierta!...

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Agua Eterna

MITÍGAME la sed, samaritana!

Mira mis labios por el sol ardidos,

porque no pude hallar ni una fontana

en los agrios desiertos recorridos.

En cambio yo te doy, oh buena hermana!,

agua eterna de los desconocidos

hontanares del cielo: agua que mana

para siempre en mis cármenes floridos.

Y la mujer, aunque dudosa estuvo,

rebosa de agua transparente el cubo

y te la ofrece por amor bendito.

Y en ese instante de ternura eterna,

como un ojo encharcado, la cisterna

resplandece en la faz del infinito.

El Orbe es un Nido

ES el momento vago en que se esfuma

el crepúsculo, en lampos diluido,

y en su lenguaje abscóndito, la bruma

habla de ensueño, de perdón, de olvido...

Es la hora en que el espíritu se abruma

de silencios, y ahonda en el sentido

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de la vida, y advierte que la suma

de las voces del mundo es el gemido;

la hora en que, bajo el ala de la brisa,

tan débil ya que ni siquiera riza

la paz del agua, el orbe es como un nido

donde, hermanado con las mariposas,

entre el vasto reposo de las cosas

se va quedando el corazón dormido.

Un Trino en Cada Rama

OYE, Señor, las ovaciones de esa

multitud que te aclama en el camino,

al pasar hacia la urbe tu realeza,

humildemente, a lomo del pollino.

Y escucha, en homenaje a tu grandeza,

—síntesis de lo humano y lo divino,—

cómo al cruzar el monte y la dehesa

en cada rama te saluda un trino.

Pero escucha también la voz del viento.

que se va dilatando en un lamento

y en profunda elegía se convierte:

porque ante el pueblo veleidoso y falso

perfila sus contornos de cadalso

el Gólgota fatal, para tu muerte.

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CREPUSCULO

Oro Oscuro

JAMAS sufriste tan intensamente

como esta noche, en que tu sangre exudas,

al sentir en el mármol de tu frente

atormentada el ósculo de Judas, . .

Y el traidor, satisfecho porque siente

frías monedas en sus manos rudas,

se hunde en la noche como la serpiente

en una charca, entre las aguas mudas.

Pero aunque aprieta y besa su tesoro,

no ve jamás el resplandor del oro:

porque —sierpe en el légamo profundo—

todo se entenebrece en su presencia!

El crimen le oscurece la conciencia,

y la conciencia le oscurece el mundo.

La Augusta Mudez

NO hay mudez tan profundamente augusta

como tu gran mudez ante el tirano

cuya existencia impúdica te asusta

como al armiño el lóbrego pantano.

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Pensó al verte con él la taifa injusta

que eras un pajarillo ante el milano,

y asumes la grandeza de la adusta

águila desdeñosa ante el gusano

.

Y el tetrarca, enfrentado a tu mutismo,

es la nube fugaz que en el abismo

bajo tu resplandor se desvanece;

la hoja seca, el relámpago, la bruma,

la brevedad del tiempo que se esfuma

bajo la eternidad que permanece.

El Universo Prosternado

LA soldadesca infame, ante el tumulto,

te ha fustigado con horrenda saña,

y ya bajo el azote y el insulto

tu cuerpo en sangre y en sudor se baña.

Después, gozosa en el escarnio estulto,

te da por cetro la irrisoria caña

y se prosterna simulando el culto

rendido al Rey con apariencia extraña.

Porque estás con la púrpura en andrajos

y la corona de punzantes gajos

de espino verde, ante el motín adverso.

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Y no obstante tu gloria es sempiterna,

porque, mientras te insultan, se prosterna

sollozando a tus pies el universo.

La Colmena Mística

DESANGRARTE en la cruz! Esa es la pena

que te impone, Señor, el juez pagano,

como si condenase a la falena

que llegara en la brisa del verano.

Ignora que eres mística colmena,

panal que, opreso en nuestra ruda mano,

al derramar su miel por cada vena

le da dulzuras al linaje humano...

E ignora, al sentenciarte en el pretorio,

que por su veredicto proditorio

para hacerte morir en dos maderos,

desatará, por el dolor profundo

de verte desangrado sobre el mundo,

una sublevación de los luceros.

La Inmensidad en un Grano

SUBES ya con la cruz por esta vía

dolorosa, que llega hasta el Calvario,

entre la blasfemante gritería

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del torbellino multitudinario.

Subes con ella como subiría

el labrador que en el esfuerzo diario

llevara la simiente que debía

tirar al surco, en el afán agrario.

Y, propulsor de las sagradas trillas,

subes sobrecargado de semillas

para sembrarlas en el predio humano.

Y aunque caes, Señor, en la pendiente,

serás dichoso el día en que reviente

la inmensidad que late en cada grano.

Gasa de Bruma

AL ver ensangrentada tu blancura

y oscurecida de dolor inmenso,

la Verónica llora de amargura

y te enjuga el semblante con un lienzo.

Y le das, en arranque de ternura,

tu retrato en el lino. Y ahora pienso

que esa pobre mujer con su dulzura

hace tu padecer menos intenso.

Y yo también, con gasas de las brumas,

leves, más leves que las leves plumas,

enjugaré tu rostro a cada instante.

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Y al fin la humanidad, al ver que pasas,

me romperá por ásperas mis gasas

y enjugará con besos tu semblante.

Lágrimas de Granito

LLORAN las fieras, lloran los corderos,

llora la inmensidad con ronco grito

y riega en el dolor de los senderos

lágrimas congeladas en granito,

al verte, en los instantes postrimeros,

crucificado, en el Supremo Rito,

sobre la tosquedad de dos maderos

que te quedan de todo el infinito,

y verte ya, en la última congoja,

como una débil flor que se deshoja

bajo el furor del aquilón que aterra,

en tanto que, en profundos desconsuelos,

se oye en la tierra el llanto de los cielos,

y en los cielos el llanto de la tierra.

Bajo el Huracán

YO te contemplo en el dolor supremo,

crucificado por la turba humana,

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como espiga que al ímpetu del remo

del huracán se inclina y se desgrana.

Y te veo sufrir hasta el extremo

en que tu omnipotencia soberana

se torna miserable ante el blasfemo

pueblo esclavo del águila romana.

Y te veo beber hiel y vinagre,

sin que el ingrato pueblo te consagre

siquiera el agua... Y me arrodillo al verte,

cuando, ya desangrado en el martirio,

te vas despétalando como un lirio

para darme la vida... con tu muerte!

La Tierra, Lámpara Votiva

AHORA la impía humanidad se inclina

de dulce amor, como inefable aliento

para el abrazo místico, y proclama

la paz de Dios tras el vivir violento.

Porque brilla en el agrio panorama

el fuego de la fe, por un momento.

y está revoloteando ante la llama

la mariposa azul del pensamiento.

Y, avivada en un férvido deleite,

la espiritualidad es el aceite

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que arde por un instante bajo el viento.

Y así la tierra, en llamarada viva,

es una enorme lámpara votiva

ante el arco toral del firmamento.

La Escala Infinita

PERO es breve, tan breve su ternura,

como la niebla en la inquietud del viento,

porque en los pueblos el rencor perdura

y el amor es impulso del momento

.

Porque desoyen, en su desventura,

la insinuación de paz del firmamento,

sin ver jamás en la celeste altura

toda tu omnipotencia en movimiento.

Y porque ignoran que la mariposa

del amor está uncida a la carroza

del mundo, al pie de la infinita escala,

para arrastrar, en portentoso esfuerzo,

la humanidad y todo el universo

hacia ti con el ímpetu del ala.

Huracán en un Suspiro

AUNQUE los pueblos truecan la ternura

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por la crueldad, y empuñan los aceros,

y se hacen, exaltados de locura,

la guerra ante la paz de los luceros.

y fingen lobos de la selva oscura

que asaltan el rebaño en los senderos

y clavan su punzante dentadura

en la carne de todos los corderos,

en la cruz, cuyas ramas extendidas

cubren el mundo, se abren tus heridas

a manera de flores misteriosas.

Y el huracán, en su violento giro,

se va desvaneciendo en un suspiro...

para no despertar las mariposas.

Maderos y Clavos

SlENTO la amarga dicha de tenerte

en la cruz al alcance de mis manos,

como racimo del parral que vierte

su jugo para todos los humanos.

Y siento el triste júbilo de verte

vaciar tu sangre sobre mis pantanos,

como ubérrima savia que convierte

la esencia de mis légamos en granos.

Y siento coronada mi cabeza

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de espinas, al pensar en tu pobreza:

porque, mísero más que los esclavos,

te quedan sólo, en el Supremo Rito,

de tus tesoros en el infinito

apenas dos maderos y tres clavos...

El Oro de mi Llanto

CRISTO! De Emperador allá en la altura

celeste, por los ángeles servido,

te tornaste indigente en esta hondura

del mundo, por los hombres abatido.

Por eso, al desangrarte en la negrura

de la cruz, no te queda ni el vestido

inconsútil pegado a la blancura

de tu cuerpo afrentosamente herido.

Y al verte asi, misérrimo y desnudo

y exangüe y triste frente al orbe mudo,

llego aunque tarde. Y en silencio santo,

te doy, oh Dios paupérrimo, a montones,

el oro que arrastró en sus aluviones

el caudaloso río de mi llanto!

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El Abrazo Inmenso

DE tu muerte nos queda el regocijo

de tener como Madre y Soberana

la Madre misma de quien eres hijo;

así la humanidad es ya tu hermana.

Porque tu labio al expirar bendijo

tan nobles nexos. Y la grey cristiana

convive tiernamente en tu cortijo

con esta Madre de la estirpe humana.

Y el gozo de tenerla es tan intenso,

que el mundo al fin, para el abrazo inmenso,

detendrá la violencia de su giro.

Porque los pueblos de la tierra saben

que cabrán en sus brazos como caben

la eternidad y el tiempo en un suspiro.

Hermano!

AUNQUE nosotros te martirizamos,

y —ante tu augusta Madre adolorida—

la túnica inconsútil te arrancamos,

a tus llagadas carnes adherida,

y aunque por odio te crucificamos,

y al hacerte sangrar por cada herida

hasta una gota de agua te negamos,

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para tu boca por la sed ardida,

tú por divino amor nos das el cielo,

pero piensas que es poco, y en tu anhelo

de darnos mucho más, ya en agonía,

nos das hasta tu Madre, cuya tierna

bondad nos colma de ventura eterna,

mejor que muchos cielos todavía.

Melificación Universal

LA CRUZ en el Calvario se me antoja

un árbol cuyas ramas florecidas

salpicaste al saltar tu sangre roja

como un torrente desde tus heridas;

un árbol que concreta la congoja

de tu muerte. Y las almas redimidas

se beben dulcemente en cada hoja

y en cada flor las gotas esparcidas.

Y cuando veo tu cadáver triste

al pie de ese árbol sacro en que moriste,

oigo volar, como en la selva al cierzo,

un enjambre de almas que se elevan

vibrando de alegría porque llevan

la miel al colmenar del universo.

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Lágrima de Hielo

YA MORISTE, Señor, según tu anhelo.

Y al hundirse en la fosa tu grandeza,

la luna es una lágrima de hielo

en el rostro de la naturaleza.

Ya se van hermanando tierra y cielo

en la augusta orfandad y en la tristeza,

y se extiende en la noche el ritornelo

doloroso del céfiro que reza.

Mas yo predigo, aunque te veo muerto

y amortajado y desangrado y yerto

y hundido en el sarcófago profundo,

que volverás desde la oscura noche

del sepulcro a encender, en un derroche

de luz tu aurora eterna sobre el mundo.

PLENILUNIO

El Sol Varado

Y VUELVES, sí, como la primavera.

Y surges de la tumba, tan radiante

que al ver tu intenso resplandor quisiera

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ser como tus pupilas el diamante.

Y, faro eterno erguido en la ribera,

tornas a encaminar al navegante

que estaba oteando desde su galera

tu luz para seguir hacia adelante.

Y el mundo, en afanoso movimiento,

avanza, avanza desafiando el viento,

hacia tu resplandor, fanal bendito:

porque tú, fulgurante en lontananza,

mientras la inquieta humanidad avanza

eres un sol varado en lo infinito.

Motín de Estrellas

ECHA las redes, Pedro, aunque te abrumen

los grandes peces al saltar en ellas.

Hay tantos en el fondo, que presumen

en el lago un motín de las estrellas.

—Es inútil, Señor! Pasó el cardumen

bajo las ondas sin dejar ni huellas,

y puede suceder que se me esfumen

en loco afán mis esperanzas bellas.

Pero el apóstol cumple tu mandato;

colma la barca, y compungido y grato

cae a tus pies y estalla en oraciones.

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Y tú, como gloriosa recompensa,

le das el universo: charca inmensa,

honda y azul, para pescar naciones.

Remolcando el infinito

Y te remontas al Empíreo. Y veo

que ya la humanidad, arrebatada

de las garras del mal, es el trofeo

que llevas en tu mano ensangrentada.

Por eso, complacida en el deseo.

de seguirte en la ruta iluminada,

llena el espacio con su clamoreo

y perfora el cenit con su mirada.

Porque subes como águila imponente

que desplegando el ala omnipotente

en las inmensidades, rumbo al cielo,

en espiral magnífica se eleva,

fulgurante de gozo porque lleva

lo infinito en el ímpetu del vuelo.

Tesis y Antítesis

LOS apóstoles, tristes, exaltados,

hablan de Judas: del traidor siniestro

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que te entregó a la turba de soldados

por las treinta monedas, oh Maestro!

Uno dice: —El traidor fue aniquilado

por la tierra voraz. Os lo demuestro

porque ya en su sarcófago sellado

no queda nada... al alcance nuestro.

Otro responde: —Hasta la misma tierra

le tiene asco a ese réprobo y lo encierra

en la profunda oscuridad del lodo.

Pues lo aborrece tan intensamente,

que para detestarlo eternamente

no lo consume: lo conserva todo.

Síntesis

PEDRO dice: —El Traidor es ya esqueleto!

Y responde Tomás: —Tengo mis dudas...

Y de la noche azul en el secreto

destapan el sarcófago de Judas.

Lo encuentran consumido. Es ya un escueto

armazón con las vértebras desnudas;

una ruina infeliz bajo el discreto

palidecer de las estrellas mudas.

Pero su boca, todavía intacta,

simula un beso con la mueca exacta

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del beso aquél que te colmó de agravios.

Y tiene aún, dentro de la caverna,

la plenitud de la Verdad Eterna

ardiendo en la mentira de sus labios!

La Cruz del Sur

Mira, Señor, crecer esa tormenta

que ruge en los abismos traicioneros

y en sus horrores destruir intenta

tu cruz, formada con los dos maderos.

Pero en la azul inmensidad se obstenta

otra cruz: la que hiciste de luceros,

como fanal lejano que revienta

en resplandores sobre los senderos.

Pero si el rayo troncha los augustos

leños de la Pasión, siempre a los justos

les quedará, para tu eterno rito,

bellamente forjada con estrellas,

insensible al furor de las centellas,

la Cruz del Sur erguida en lo infinito.

La Humanidad Divinizada

COMO te vi humanarte, oh Rey Divino!,

para divinizar a los humanos,

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y dar tu cuerpo y sangre, en pan y vino,

a los pueblos unidos como hermanos,

y como me arrancaste al torbellino

del mundo, con la fuerza de tus manos,

para que te siguiese en el camino

hacia tu reino en ámbitos lejanos,

yo, cruzando el desierto y la aldehuela

y la urbe, —como el pájaro que vuela

rumbo del nido en el vergel distante,—

seguí la ondulación de tus senderos,

y siento ya, detrás de los luceros,

toda tu eternidad en cada instante.

SUPLEMENTO

Jesucristo!

SEÑOR! Tú de la nada forjas el infinito,

y enfloreces de auroras tallos de oscuridad,

y ves ante tu trono, en sempiterno rito,

postrarse humildemente toda la inmensidad.

Y haces saltar el cosmos, como un buen falderito,

con su collar de estrellas, ante tu Majestad,

y amansas los océanos con el poder de un grito

para uncirlos al carro de la humanidad.

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Y en el polen minúsculo planificas el monte,

y dilatas el circulo azul del horizonte

para lanzar el ala contra la tempestad.

Y el gran dolor del mundo conviertes en sonrisa

al congelar la lágrima en diamante que irisa,

entre el cofre del tiempo, toda la eternidad.

Panmorpho

Panmorpho, artista al fin, tomó una esfera

de blanda cera

y modeló una diosa;

la diosa transformó en un crucifijo;

el crucifijo en una primorosa

rosa de blancos pétalos, y dijo:

—La rosa para qué? Mejor es una

maravillosa medialuna.

e hizo la insignia de Mahoma.

Después, de aquella insignia, una paloma;

de ésta una hostia divina

como las hostias que la fe consagra,

y de la hostia una esbelta figulina

tan graciosa, tan fina

como las de Tanagra,

y de la figulina un imponente

trono, tan bello como no se ha visto,

para exaltar definitivamente

ante la humanidad a Jesucristo.

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El pedazo de cera contenía

virtualmente las cosas que veía

el noble artista, caprichoso y pulcro,

que a la materia amorfa le imponía

la forma de un sepulcro

la de una calavera,

la de un vecino

jorobado y zafio,

la de una urna historiada,

o la de un camafeo

bizantino,

o la de un mausoleo

con un tierno epitafio,

o la de un ilusorio

vaso lacrimatorio

al pie de un cenotafio...

Cierto día su amada

le suplicó que hiciera

la variedad del mundo

con la cera.

Y el artista fecundo,

que más que artista único era un mago,

hizo la inmensidad en miniatura,

con los mares, los montes, la llanura...,

hasta la garza escuálida en el lago!

Y su amada quedó maravillada.

Tanto que —así grabadlo en la memoria—

llegó al artista; lo abrazó sonriendo,

y al besarlo se fue desvaneciendo

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en un lampo fugaz: era la Gloria!

Y era que aquel artífice tenia

la potencialidad con que la vida

todo lo transfigura y lo renueva.

Y es que la cera. tan humilde, lleva

en su interior la creación dormida.

Y vosotros tenéis a vuestra mano,

mejor que blanda cera, vuestra vida.

Lleváis latente en vuestro fondo humano

un resumen del cosmos soberano,

una infinita creación dormida.

Esculpid las imágenes de todo

lo bello que os obcede y os rodea.

Mirad que en bronce o en marfil o en lodo

puede anidar el ave de la idea,

y más en vuestro ser, donde dormita

calladamente la creación entera,

al modo de la diosa, el crucifijo,

la rosa, la paloma,

el signo de Mahoma,

la hostia, la figulina

y la imagen divina

de Jesucristo en la menuda esfera.

Por eso, desatad una infinita

borrasca de creaciones, cual si fuera

borbotando la savia en un prolijo

brotar de frutos en la primavera.

En la pauta del bien y la hermosura,

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como el sublime artista de mi cuento,

multiplicad las formas de natura

por la virtualidad del pensamiento.

Os aseguro, como cosa seria,

que en la vida podéis ganar la palma:

porque mayor que la de la materia

es la plasticidad de vuestra alma.

EI Amor

AVIVAD el amor! No frente al gesto

de la muerte el espíritu decline,

y busque eterna inspiración en esto

que se siente y que nunca se define.

Amar es libertar. El amor llena

para todos la fuente en el convite

de la vida. Y exprime la colmena

y reparte la miel, y escucha el ruego

del que quiere más miel y le repite

la copa plena. Y rompe la cadena

del esclavo. Y derrite

el metal con que forja los anillos

nupciales, Y le arranca los colmillos

a la sierpe infernal. Y apaga el fuego

de la Ciudad de Díte.

Y libra al preso

de la férrea carlanca. Y quita el peso

al anciano en la cuesta. Y en la blanca

lápida, del dolor en el exceso,

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escribe el epitafio. Amor es eso

que perdona, que arrulla, que redime,

que devuelve la risa, con un beso

en los labios, al huérfano que gime.

Eso que es ala al viento, pero anida

en la concavidad de los regazos,

cuando sobre la mar enfurecida,

por coger las cigüeñas de la vida

se elevan hacia el cielo nuestros brazos.

Eso para calmar la horrenda tromba

del odio que se yergue hacia la comba

celeste, con empuje furibundo,

y gira y truena y su ramaje alarga

en los vientos, como árbol que descarga

su floración de rayos sobre el mundo.

Amor es Jesucristo: el Dios-Cordero

que al ver la humanidad en el sendero

del tiempo, sitibunda y desangrada,

le ofrece, allá en el Gólgota remoto,

para saciar la sed, una cascada

de eternidad desde su pecho roto.

Su Santidad Pío XII

YA levanta su mano fina y leve,

que de tanto ser leve y temblorosa

finge el cansancio de una mariposa

que en blando vuelo hacia el cenit se mueve.

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Y traza sobre el mundo, en giro breve,

una cruz invisible más borrosa

que el rastro de una abeja en una rosa

o en el aire el camino de la nieve...

Y bajo la ternura de su mano

es un suspiro el huracán humano:

porque los pueblos, en grandioso rito,

están orando tan humildemente

que ante la débil mano omnipotente

cae al fin prosternado el infinito.

Océano!

DIOS hunde en ti su formidable mano

y revuelve tus aguas cristalinas,

como desmenuzando piedras finas

en tus ondas, espléndido océano.

Y finges por su empuje soberano,

cuando tus olas en el viento empinas,

una explosión de gigantescas minas

en lo profundo de tu azul arcano.

Y yo, humilde, también hundo la mía,

para pulsar tu inmensidad bravía,

tu ritmo intenso, tus tormentas hondas;

y me eternizo en emoción secreta,

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porque mi mano trémula se aprieta

con la mano de Dios entre tus ondas.

Oh Redentor!

MI MADRE cultivaba en su cortijo

un jardín de violetas perfumadas,

para regar corolas delicadas

a los pies de su viejo crucifijo.

Ella tenía el pensamiento fijo

en tus divinas carnes laceradas.

que son, por nuestro amor crucificadas,

símbolo eterno del dolor prolijo

.

Y una tarde, por fin!, colmó su anhelo

de irse a vivir contigo alla en el cielo:

recogió de corolas un tesoro;

y al surcar el espacio con sus huellas,

iban apareciendo las estrellas

como un reguero de violetas de oro!

Pangenesia

ESTA noche el panorama

está inundado de alma

universal,

de una profunda música celeste

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y de un sentido sobrenatural.

Ahora desde el fondo de las cosas

nos habla Dios con frases misteriosas,

de ideales puros y de eternidad.

La tierra, enamorada

del firmamento, deja adivinar,

por las luces que tiemblan en la sombra,

una preocupación astral.

Y ya los seres duermen

fraternalmente.

Y la armonía es tal

que el firmamento siente

un bienestar paterno

y la tierra tiene una

inefable dulzura maternal.

El Colono

UNA selva del trópico. Un gran río.

Una plácida noche lunar...

Ritma el colono un canto en el bohío,

bajo una sugestión de eternidad.

Cuelga por fin su hamaca

y se tiende a soñar

ante el silencio místico del agua

y el silencio del bosque y el silencio estelar.

Y piensa: —Allá en la luna, hamaca de oro

curvada en la celeste inmensidad,

tras la tarea de regir el cosmos,

Dios se tiende también a descansar.

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El Loto Augusto

JESUS, el Buen Rabí, como piloto

conquistador de toda lejanía,

de Nazareth los campos recorría

plácidamente hacia el confín remoto.

Acariciado por el alboroto

de follajes que el viento sacudía,

llegó a un estanque donde refulgía

la luna llena, semejante a un loto.

Y el Pastor de lo Azul, Rey de lo Arcano,

hundió en el agua su marfílea mano

y bendijo el espléndido tesoro.

Y al santiguarlo se rompió la luna,

y hubo en las ondas turbulentas una

conflagración de pétalos de oro.

Girasol

TRABAJA más, trabaja! Es muy temprano.

Son las tres nada más en mi reloj.

—Ya no puedo, no puedo. Estoy cansado,

y son las seis, señor.

—Pero cómo lo sabes, si las nubes

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están cubriendo el sol?

—Lo sé, porque ya está muy inclinado

hacia el poniente el girasol.

El reloj del patrón está atrasado.

Pero le queda al trabajador

esta flor que se inclina sobre el campo

y le indica las horas que han pasado,

porque ella es el cronómetro de Dios.

Hunde tu Alma en Todo

DEJA el mundano yugo

y el vulgar deleite,

y como las raíces en el jugo

del suelo, o el pabilo en el aceite, .

hunde tu alma en las charcas

del cosmos inexhausto,

con la voracidad de los monarcas

que hunden sus manos en las ricas arcas

para atender al fausto.

Sé como el naranjal que fructifica

a plena luz y su raíz complica

en plena oscuridad, bajo el guijarro,

y en blanca floración excelsifica

el jugo negro que sacó del barro.

Y en augusta liturgia, haz el trabajo

del pabilo en la lámpara votiva:

chupa el aceite del misterio abajo;

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tórnalo luego en resplandor arriba.

Porque así, transmutando el cieno en flores

y el negro aceite en luminosidad,

habrá en tus inquietudes interiores

muy poco tiempo y mucha eternidad.

El Templo de la Candelaria

UN DÍA Antioquia, oh sacro megalíto!,

labró fragmentos de sus farallones,

y estructuró —en su idioma de peñones—

un eterno poema de granito,

para expresar en sacrosanto rito

la fe de todas las generaciones,

y pregonar, en ásperos renglones,

su insofrenable anhelo de infinito.

Así surgiste, colosal santuario,

concreción del esfuerzo milenario

de la raza. Y al verte me provocas

para gritar, infatigablemente,

que en tus muros está la sangre ardiente

de nuestro pueblo coagulada en rocas.

La Torre de Manrique

NIDO de una oropéndola de bronce: la campana;

esbelta estalagmita, pilar del firmamento;

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obelisco del cosmos; la piedra en el intento

de desflecarse en bruma se tornó filigrana.

Sol prisionero en frágil cárcel de porcelana;

geiser de espumas trémulas congelado en el viento;

mástil de un barco inmóvil: al contemplarte siento

que en tu cristalería se varó la mañana.

Estilógrafo erguido: la estirpe de Pelayo,

que logró sobre la urbe diamantizar un rayo,

buriló tus aristas; te mojó de infinito,

y en el cielo de Antioquia, donde Dios se solaza,

escribe eternamente, en misterioso rito,

con tinta de horizontes la oración de la raza.

La Estatua del Salvador

MEDELLIN se prosterna ante tu peana

colosal, esculpida como un verso,

al sentir el vaivén del universo

columpiado en tu diestra soberana.

Y tú bendices la ciudad cristiana

desde tu pedestal de mármol terso,

porque a tus pies, en portentoso esfuerzo,

se rompe el tumbo de la ola humana.

Y cuando la urbe —de abolengo rancio—•

se duerme cada noche en el cansancio

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de forjar y forjar creaciones grandes,

tú, en un hondo silencio de ternura,

la contemplas radiante de blancura

entre los brazos negros de los Andes.

Los Arboles

LOS árboles son unos profesores

de idealidad,

porque alzan en sus brazos tembladores

su tributo de flores

hacia la inmensidad.

Y yo soy su discípulo, atento

a su santa lección:

ellos elevan hacia el firmamento

su follaje; yo elevo el corazón.

Y así, mientras al Cielo tributamos

homenaje de flores y de amor,

los árboles y yo nos hermanamos

en un mismo fervor.

Poeta

POR vanidad, por arte o por piedad,

dale tus versos a la humanidad;

pero tan saturados de dulzura

como un suave panal.

Esconde tus dolores.

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Nunca a los hombres les repartas hiel.

En el mundo, erizado de cardos heridores,

sobra amargura:

lo que falta es miel.

Sé tal como el rosal que le dio al viento

sus hojas y sus flores,

y que con los olores

del follaje opulento

perfumó el soplo de la tempestad,

y conservó tan sólo sus espinas,

puntiagudas y finas,

por no clavarlas en la inmensidad!

Defunción del Sol

YO SOY tan sensible al doliente acento

del orbe, en la tarde, cuando muere el sol,

tan musicalmente sensible, que siento

si en el himno cósmico disuena un bemol.

Por eso me afligen los gritos del viento

cuando se tropieza en algún peñol,

y aquellos naufragios que el mar turbulento

me cuenta al oído, en un caracol.

Y al oír el himno ritual de los seres,

y sus elegías y sus misereres,

en la inenarrable defunción del sol,

lanzo mis sollozos con dolor profundo,

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y aplico el oído por saber si el mundo

en su canto lúgubre malogra un bemol.

Transfusión Celeste

FUI tan audaz al descorrer el velo

que me ocultaba el fondo de las cosas,

y leer el renglón que deja el vuelo

taquigráfico de las mariposas,

e indagar los propósitos del cielo

en el polen que vuela de las rosas,

y descubrir el perentorio anhelo

vital que late en todo, hasta en las fosas,

que ya tengo una estrella diluida

en mi sangre, y la imagen de la luna

acuatiza en mis ojos, por las penas,

y el firmamento ennobleció mi vida

al saturarme de infinito en una

transfusión de su azul entre mis venas.

Telaraña Ideal

Si al volar en lo azul, mi pensamiento

tiende un hilo, a manera de la araña

que enreda por doquier su filamento

plasmado en jugo de su propia entraña,

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como vuela del valle al firmamento,

del firmamento a la áspera montaña,

de la montaña al mar, del mar violento

a la tranquilidad de la cabaña,

y como vuela y vuela y no reposa,

y, en paciente labor, en cada cosa

anuda su plateado filamento,

el orbe al fin —coleóptero sonoro—,

hará vibrar sus élitros de oro

entre la malla de mi pensamiento.

Venganza de Luz

ORA empinado en el peñón escueto,

ante el mar en rabiosas contorsiones,

afirmo mi existencia como un reto

a la impetuosidad de los ciclones.

Ora en fiordo pacífico interpreto

del océano las sordas expresiones,

y descubro en la atmósfera el secreto

entre la tierra y las constelaciones.

Y tengo el alma de armonías plena,

porque enfoco la voz del universo

como el trueno del mar las caracolas.

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Y el huracán sus iras desenfrena,

y me combate y ruge; pero ejerzo

mi venganza de luz sobre las olas.

La Flor Universal

DIOS arrojó la prístina simiente

sobre la inmensidad estremecida,

que a impulso de su fuerza incontenida

se abre en forma de flor resplandeciente.

Y en la corola universal se siente

el estremecimiento de la vida:

el borbollón de savia que trepida

en su interioridad, como un torrente.

Y a impulso de la fuerza que labora

en su extensión, la inmensidad se enflora

y despliega sus pétalos al viento.

Y de esperanzas los abismos riega

por su explosión de polen cuando llega

vibrando el colibrí del pensamiento.

La Bendición de Dios

AQUEL nevado espléndido, en su peana

de rocas, es el gigantesco busto

que en la grandeza del perfil venusto

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simboliza la gloria americana.

La testa ingente, de expresión arcana,

—soberbia esfinge de entrecejo adusto—,

sempiterniza su silencio augusto

sobre la bulliciosa caravana

de los pueblos. Y otea desde el monte

la curvatura azul del horizonte,

en callada oración sobre la sierra:

porque a lo lejos, en grandioso rito,

la Cruz del Sur denota en lo infinito

la bendición de Dios sobre la tierra.

Esta Inmensa Armonía

ESTA inmensa armonía que en el éter resbala

como un ritmo sereno de vocablos profundos,

finge la cariñosa docilidad de un ala

extendida en la noche para arrullar los mundos.

Dios —autor de esa música, a la que otra no iguala

para tornar los siglos en amables segundos,—

entre la melodía de los orbes exhala

un suspiro formado de silencios fecundos.

Y yo, que tengo ahora dormidas mis panteras,

oigo, como el filósofo que auscultó las esferas,

el concierto del cosmos, el orfeón estelar.

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Sintonizo el espacio; y la eterna armonía

se concentra en mi estrofa, tan humilde, tan mía,

como en la concha frágil el estruendo del mar.