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Lunes 1 de agosto de 2011 Alfonso María de Ligorio EVANGELIO Mateo 14, 13-21 13 Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14 Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos. 15 Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida. 16 Jesús les contesto: -No necesitan ir; dadles vosotros de comer. 17 Ellos le replicaron: -¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! 18 Les dijo: -Traédmelos. 19 Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las multitudes. 20 Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. 21 Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños. COMENTARIOS I v. 13: Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14 Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos. Jesús se entera de la opinión de Herodes sobre él (el episodio de la muerte de Juan es retrospectivo) y se retira. No enseña a la multitud. Su enseñanza para las masas ha terminado con las parábolas. Las multitudes están ciegas y sordas para el mensaje (13,14s). Sin embargo, cura a los enfermos. A pesar de la falta de

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Lunes 1 de agosto de 2011Alfonso María de Ligorio

EVANGELIOMateo 14, 13-21

13Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos. 15Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle:

-Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida.

16Jesús les contesto:-No necesitan ir; dadles vosotros de comer.17Ellos le replicaron:-¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!18Les dijo:-Traédmelos.19Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y, tomando los cinco

panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las multitudes. 20Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. 21Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños.

COMENTARIOS

I

v. 13: Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos.

Jesús se entera de la opinión de Herodes sobre él (el episodio de la muerte de Juan es retrospectivo) y se retira. No enseña a la multitud. Su enseñanza para las masas ha terminado con las parábolas. Las multitudes están ciegas y sordas para el mensaje (13,14s). Sin embargo, cura a los enfermos. A pesar de la falta de respuesta, el amor de Jesús por la multitud no cesa (14: «le dio lástima»).

vv. 15-l8: Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida. 16Jesús les contesto: -No necesitan ir; dadles vosotros de comer. 17Ellos le replicaron: -¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! 18Les dijo: -Traédmelos.

Mt señala el momento del día: había pasado la hora de la comida. Los discípulos se preocupan de ello y piden a Jesús que despida a la gente. «Comprar» significa volver a la sociedad de la que proceden para someterse otra vez a las leyes económicas que los han mantenido en la miseria. A «comprar» Jesús opone «dar»: son los discípulos los que tienen que dar de comer a la gente. Ellos estiman que no

tienen lo suficiente. «Cinco» panes, en relación con los cinco mil hombres (21). Cinco panes y dos peces suman siete, el número que indica la totalidad.

vv. 19-21: Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las multitudes. 20Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. 21Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños...

«Recostarse» para comer era propio de los hombres libres y era la postura adoptada para la comida pascual, en recuerdo de la liberación de Egipto. Jesús coge todas las provisiones que tiene el grupo y pronuncia la bendición. Como en Mc, ésta representa la acción de gracias a Dios por el pan; se desvincula el pan de sus posesores humanos para considerarlo como don de Dios, expresión de su generosidad y de su amor a los hombres. Repartir el pan y los peces significa prolongar la generosidad de Dios creador. Cuando se libera la creación del egoísmo humano, sobra para cubrir la necesidad de todos. La saciedad está en relación con la promesa de 5,6; se realiza la liberación de los oprimidos propia del reino de Dios. Las sobras, que llenan doce cestos, indican que compartiendo puede saciarse el hambre de Israel.

La escena está en relación con el éxodo: lugar desierto, falta de comida, gente saciada inesperadamente. Se pensaba que el Mesías había de cumplir el éxodo, la liberación definitiva. Jesús propone en este episodio su modelo de éxodo. La gente ha salido de las ciudades (13), es decir, de la sociedad israelita (alusión a las ciudades que Jesús increpaba, 11,20). Es éste el punto de partida del éxodo. Al maná corresponden los panes y los peces que sacian a la multitud. No es un fenómeno prodigioso como aquél, sino una lección que da Jesús: el amor manifestado en el compartir todo lo que se tiene asegura la abundancia y libera de la esclavitud a la sociedad injusta. Este episodio se opone directamente a la primera tentación. «El diablo» había propuesto a Jesús la solución milagrosa para el hambre. Jesús rechazó la tentación. La solución no se encuentra en un prodigio efectuado por el Hijo de Dios, sino en lo sencillo, al alcance de todos, en el compartir los bienes de la creación.

La escena prepara la eucaristía, que será la expresión del don total de Jesús y de los suyos. El pan de la eucaristía funda la posibilidad de compartir este pan. El número cinco mil, múltiplo de cincuenta (50 x 100, multiplicador que indica la repetición ilimitada), alude a las comunidades proféticas del AT (1 Re 18,4.13; 2 Re 2,7); «hombres - adultos», la obra del Espíritu. El número cinco mil es, por tanto, simbólico; significa que, compartiendo el pan, se comunica el Espíritu, que lleva al hombre a su madurez y construye la nueva comunidad. De ahí la ausencia de mujeres y niños (símbolo de los débiles).

Mt describe con estos rasgos las características del éxodo de Jesús: la tierra de esclavitud es la sociedad israelita; la ley es el amor manifestado en el compartir, que continúa la generosidad de Dios y hace sobreabundar sus dones en beneficio de todos; la tierra prometida significa ]as comunidades del Espíritu.

Se explica también el sentido de la opción por la pobreza (5,3); «los pobres» son aquellos que no se reservan nada, sino que ponen lo que tienen a disposición de los que lo necesitan. Se cumplen aquí los dichos de Jesús sobre la generosidad (6,22s) y sobre la providencia del Padre (6,25-34).

II

Jesús se aleja de los centros urbanos al enterarse de la atroz muerte de Juan Bautista, pero las multitudes le siguen. Jesús sana a los enfermos que se suman a la multitud. Así da cumplimiento a un propósito que ha asumido y que ha compartido con la comunidad que camina en pos de él (cf. Mt 9,36). Propósito que ha comenzado con la comunicación de la palabra, la misión compartida, la lucha solidaria contra el mal y la asunción de la responsabilidad pastoral. En este episodio la comunidad (Jesús y discípulos más cercanos) amplía sus límites en el momento en que el mismo Jesús comienza a compartir su propio alimento, de modo que se solidarizan con el pueblo de Israel, que busca el camino del Señor con sincero corazón. El alimento compartido es escaso, sin embargo la bendición que se imparte al comenzar la cena y la generosidad al repartirlo hacen que sea abundante. La precariedad de recursos no es un obstáculo ni para seguir a Jesús ni para hacer realidad su propuesta. Los doce canastos llenos de sobras simbolizan la eficacia de esa acción profética de Jesús, que convierte la escasez en una ocasión para la solidaridad.

Martes 2 de agosto de 2011Eusebio de Vercelli

EVANGELIOMateo 14, 22-36

22Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

23bCaída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

27Jesús les habló enseguida:-¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!28Pedro le contestó:-Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua.29E1 le dijo:-Ven.Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús;

30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:-¡Sálvame, Señor!31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo:-¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?32En cuanto subieron a la barca cesó el viento.33Los de la barca se postraron ante él diciendo:-Realmente eres Hijo de Dios.34Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret.35Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le

llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron.

COMENTARIOS

I

vv. 22-23a: Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

Jesús obliga a sus discípulos a embarcar. Quiere alejarlos del escenario de la señal mesiánica y del contacto con la multitud. Él se encarga de despedirla. Ahora es el momento, después de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; es la primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal.

El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.

vv. 23b-26: Caída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

Nuevo momento de la jornada, que coincide, sin embargo, con el de v. 15. Son dos momentos no lejanos de la misma tarde.

«Muy lejos de tierra», lit. «muchos estadios»; el estadio medía unos 185 metros. «Andar sobre el agua» era atributo propio de Dios (cf. Job 9,8; 38,16). La reacción de los discípulos es de incredulidad. No reconocen en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23). De ahí que quiten toda realidad a su presencia, considerándolo un fantasma. Rechazan la posibilidad de un hombre-Dios.

«La barca» de los discípulos es figura de la comunidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío. «El viento» contrario, que les impide llevar a cabo el encargo de Jesús, representa la resistencia de los discípulos a alejarse del lugar donde está la esperanza de un triunfo, de que Jesús se convierta en el líder de la multitud. Consideran lo sucedido en el reparto de los panes como una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, no como el efecto de la entrega personal, norma de vida para el discípulo.

v. 27: Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!Jesús se da a conocer. La palabra «¡Animo!» disipa el temor provocado por la

aparición. «Soy yo», fórmula de identificación con que Dios se revelaba en el AT (cf. Ex 3,14; Is 43,1.3.10s); a ella corresponde la exhortación «no tengáis miedo».

vv. 28-34: Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron

a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios.

Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del amor. Pedro quiere «andar sobre el agua», participar de la condición divina de Jesús. Éste no duda y lo invita; todo el que lo sigue está llamado a acceder a la condición de hijo de Dios, comportándose como lo hace el Padre (cf. 5,9). Sin embargo, Pedro «ve» el viento, es decir, su efecto sobre el agua, y siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera milagrosa; ha olvidado que el hombre se hace hijo de Dios en medio de la oposición y persecución del mundo (cf. 5,10s). Su petición a Jesús (cf. Sal 18, 5-18; 144,5-7) le vale un reproche, pues muestra su falta de fe.

Pedro siente miedo porque no ha entendido el modo como se hace la misión, con la entrega total. Su miedo está en paralelo con el de la primera travesía (8,25), que tenía por motivo la desigualdad de fuerzas entre una sociedad y un grupo insignificante de individuos. En uno y otro caso, los discípulos o Pedro apelan a Jesús en los momentos de dificultad, forzándolo a intervenir. Tienen el concepto de salvación expresado en los salmos citados antes: una intervención milagrosa de Dios desde el cielo que resuelve la situación desesperada del hombre. El de Jesús es diferente: estando con él, el hombre se basta a sí mismo (cf. 19,26), ya está salvado.

En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano. «Los de la barca», que representan a la comunidad cristiana, reconocen que Jesús es «Hijo de Dios». Nótese la ausencia de artículo. No se trata de «el Hijo de Dios» según la concepción tradicional, ni tampoco de un título exclusivo. Jesús es «Hijo de Dios», pero ha demostrado que también ellos pueden llegar a serlo.

vv. 34-35: Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. Llamaban Gennesar a una pequeña llanura muy fértil, limitada al norte por las

cercanías de Cafarnaún y al sur por Magdala. Genesaret podría ser un pueblo situado en aquella comarca. De hecho, la barca no llega a la orilla pagana; los discípulos no están preparados para la misión. Por eso, Jesús tendrá que repetir el episodio de los panes, enseñarles de nuevo cómo han de ejercer la misión, ya directamente en medio de los paganos (15,32-39).

vv. 35-36: Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron

«Los hombres» pueden relacionarse con los de 14,21. Los que ya conocen la eficacia de Jesús y han presenciado sus curaciones (14,14) difunden la noticia de su llegada. El mínimo contacto con Jesús (el vestido equivale a la persona) los hace salir de la penosa situación en que se encuentran; su efecto es infalible («todos los que lo tocaban se curaban»). Como toda la realidad de Jesús es vida, el mínimo contacto con él produce vida y salvación. La salvación anunciada en el episodio anterior se prolonga en toda ocasión.

II

Los milagros bíblicos son símbolos del poder de Dios, es decir, de la capacidad de Dios de realizar la obra de la salvación. El grupo de seguidores que ha asistido a la multiplicación del pan todavía no cree que Jesús tiene el poder para resistir y vencer al mal. Por esta razón, cuando la barca se aleja de tierra firme, donde está el grupo grande

de seguidores de Jesús, los discípulos de élite montados en la barca se sienten desfallecer ante el ímpetu del viento y de las olas, que representan fuerzas sobrehumanas adversas. El temor los incapacita para ejecutar el mandato de Jesús. Y no porque no hayan recibido la debida preparación, sino porque carecen de la confianza necesaria para continuar la misión que el Maestro les ha compartido. Los discípulos experimentan gran dificultad para ir ‘detrás’ de Jesús, pero aún más para ir delante de Jesús. Por fortuna, Jesús está allí para echar una mano, porque, aunque falle nuestra fe en él, no falla su fe en nosotros. Si tenemos fe en el propósito de Dios, mayor es aún la confianza que él deposita en nosotros.

Miércoles 3 de agosto de 2011Lidia

EVANGELIOMateo 15, 21-28

21Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle:

-Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo.

23É1 no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle:

-Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó:-Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel.25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle:-¡ Socórreme, Señor! 26Jesús le contestó:-No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros.27Pero ella repuso:-Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la

mesa de sus amos.28Jesús le dijo:-¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas.En aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIOS

I

vv. 21-23: Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle: -Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra.

La violenta ruptura de Jesús con la doctrina oficial, descrita en el episodio anterior, lo lleva a salir del país judío.

Es allí donde se encuentra una mujer cananea. Se llamaban cananeos los fenicios que vivían en el territorio ocupado después por los hebreos. Esta designación arcaica indica que la mujer, aunque pagana, vive entre las israelitas (Mc, «griega», es decir, pagana, «fenicia de Siria»).

Por eso se dirige a Jesús llamándolo «Hijo de David»; muestra así conocer la tradición judía (cf. 9,27; 12,23). Con ello reconoce que la misión de Jesús se limita a Israel. El título de «Señor» es el que dan a Jesús sus discípulos (14,28.30).

vv. 23-26: Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor!

«Atiéndela» (en griego, apolyson autên). El verbo significa no sólo «despedir/despachar», sino también atender a una súplica, conceder una gracia; cf. Mt 18,27. La réplica de Jesús a los discípulos indica ser éste el sentido del texto. «Las ovejas descarriadas», cf. Ez 34,4.6.16; Jr 10,21; Sal 119,176.

La condición de «Hijo» depende de la fe de la persona (cf. 9,2). La aparente repulsa de Jesús estimula la fe de la mujer pagana. Aun reconociendo que no tiene derecho a pedir ayuda, espera obtenerla. Como en el caso del centurión (8,10), la fe le obtiene la curación, en espera de la salvación definitiva.

La integración de los paganos en el reino, o, lo que es lo mismo, en el Israel mesiánico, tendrá lugar después de la muerte de Jesús.

Existe un paralelo con el caso del endemoniado sordo y mudo (12,22). En ninguno de los dos pasajes se dice que Jesús expulse al demonio, pero el individuo queda curado. En ambos casos, el demonio o ideología que posee a la persona es la del privilegio de Israel (12,23; 15,22: [el] hijo de David); tampoco la mujer cree en la igualdad de Israel y los paganos; ella misma se considera inferior.

vv. 26-28: Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

La respuesta brusca de Jesús la lleva a afirmar que la compasión está por encima de la discriminación entre pueblos. Sólo entonces Jesús cura a la hija. El caso de la mujer es semejante al del centurión que impide a Jesús entrar en su casa. Uno y otra se consideran inferiores a Israel, pero, a pesar de eso, ambos reconocen en Jesús una bondad que supera los límites de este pueblo. Esta fe obtiene la curación. Por eso, la frase final en cada episodio (8,13; 15,28) es la misma.

La cananea y su hija, como el paralítico y sus portadores, son dos personajes que representan a un mismo actante, aquí el paganismo. El estado de la hija figura la condición de los paganos, poseídos por una ideología contraria a Dios; la petición de la madre representa el anhelo de encontrar salvación en Jesús.

II

Jesús encuentra en la mujer extranjera la fe que les faltaba a sus discípulos en la barca. La audacia de la mujer consiste no sólo en acercarse a un maestro judío o en superar el obstáculo que representa el grupo de seguidores, sino sobre todo en romper la creencia que considera que fuera de Israel no hay salvación. Y, en mayor medida, su audacia consiste en romper la lógica de la comunidad judía, que, al darles prioridad a ‘las ovejas perdidas de Israel’, ignora las urgencias de los creyentes gentiles. La mujer sobrepasa todos estos obstáculos porque está en juego la vida misma de su hija. Supera

los prejuicios por los que Israel excluye a los paganos y, a la vez, supera las diferencias por las que los paganos se distancian de Israel. Se salta, por medio de gritos e insistencia, el obstáculo que representan los discípulos. Quiebra la lógica de la comunidad judeocristiana, que fija unas prioridades, sin atender a las urgencias del lugar donde se encuentran realizando la misión. Pero sobre todo, quiebra la lógica de la exclusión para señalar que nadie está por fuera de la salvación.

Jueves 4 de agosto de 2011Juan María Vianney

EVANGELIOMateo 16, 13-23

13Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?14Contestaron ellos:-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jerernías o uno de los

profetas.15E1 les pregunto:-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?16Simón Pedro tomó la palabra y dijo:-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.17Jesús le respondió:-¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Porque eso no ha salido de ti, te lo ha

revelado mi Padre del cielo. 18Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad y el poder de la muerte no la derrotará. 19Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20Y prohibió a sus discípulos decir a nadie que él era el Mesías.21Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a

Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

22Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo:-¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!23Jesús se volvió y dijo a Pedro:-¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea

no es la de Dios, sino la de los hombres.

COMENTARIOS

I

v. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por objeto salir del territorio judío. Cesarea de Filipo era la capital del territorio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Lc 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su iden-tidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico.

Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» «el Hombre»). El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Espíritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús.

«El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resultaría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensible sería, además, la declaración de que Pedro había recibido tal conocimiento por revelación del Padre (17), si Jesús mismo se lo había dicho antes.

v. 14. La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del AT. O bien es una reencarnación de Juan Bautista (cf. 14,2) o Elías, cuyo retorno estaba anunciado por Mal 3,23; Eclo 48,10. Para Jeremías, cf. 2 Mac 15,l3ss. En todo caso, ven en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del AT. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la novedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.

vv. 15-16. Pregunta a los discípulos, que han acompañado a Jesús en su actividad y han recibido su enseñanza. Simón Pedro (nombre más sobrenombre por el que era conocido, cf. 4,18; 10,2) toma la iniciativa y se hace espontáneamente el portayoz del grupo.

Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cristiana. Mt no se contenta con la expresión de Mc 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del mesianismo (cf. Lc 9,20: «el Mesías de Dios» «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19,4.16 [LXX]; Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte.

v. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una bienaventuranza. Llama a Pedro por su nombre: «Simón». «Bar-Jona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha interpretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,25-27: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.

Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su mesianismo no necesita más señales para ser reconocido. La revelación del Padre no es, por tanto, un privilegio de Pedro; está ofre-cida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de recibirla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.

«Mi Padre del cielo» está en paralelo con «Padre nuestro del cielo» (6,9). Los que reciben del Padre la revelación sobre Jesús son los que ven en Jesús la imagen del Padre (el Hijo), y los que reciben de Jesús la experiencia de Dios como Padre (bautismo con Espíritu Santo) pueden invocarlo como tal.

v. 18. Jesús responde a la profesión de fe de Pedro (16: «Tú eres»; 18: «Ahora te digo yo: Tú eres»). Lo mismo que, en la declaración de Pedro, «Mesías» no es un nombre sino indica una función, así «Piedra» en la declaración de Jesús.

Hay en ella dos términos, «piedra» y «roca», que no son equivalentes. En griego, petros es nombre común, no propio, y significa una piedra que puede moverse e incluso lanzarse (2 Mac 1,16; 4,41: piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo.

v. 19. Con dos imágenes paralelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres.

Sin embargo, no todos pueden ser admitidos, o no todos pueden permanecer en él, y esto se explicita en la frase siguiente. “Atar, desatar” se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios. La expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido. Pero, en este pasaje, el paralelo con las llaves muestra que se trata de acción, no de enseñanza.

El pasaje no está aislado en Mt. Su antecedente se encuentra en la curación del paralítico, donde los espectadores alababan a Dios «por haber dado tal autoridad a los hombres» (9,8). La «autoridad» de que habla el pasaje está tipificada en Jesús, el que tiene autoridad para cancelar pecados en la tierra (9,6). Esa misma es la que transmite a los miembros de su comunidad (“desatar”). Se trata de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 15-18.

Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado.

Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por fundamento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.

v. 20. La fórmula que Jesús prohibe divulgar no es la misma que Pedro ha expresado, sino más breve: que es el Mesías. Esta expresión aislada daría pie al equivoco: la gente la interpretaría en el sentido corriente, del Mesías davídico nacionalista y violento.

v. 21. Comienza una nueva sección del evangelio. La frase «desde entonces empezó Jesús» calca la usada en 4,17. Allí comenzaba la enseñanza en Galilea; ahora comienza a mostrar a sus discípulos la inevitabilidad de su muerte, que será consecuencia lógica de su actividad y de su toma de posición contra la ideología del poder. Al contrario que Mc (8,31), 'Mt no emplea la denominación «el Hombre» ni el verbo «enseñar». El término «el Hombre» es extensivo; aunque designa primordialmente a Jesús, se aplica en su medida a los que lo siguen y de él reciben el Espíritu. Al omitirlo, Mt indica que Jesús informa a sus discípulos sobre su destino personal; de ahí el cambio del verbo «enseñar» por «mostrar/manifestar» (cf. Mc 10,32). También se debe a ello la precisión de «ir a Jerusalén», que coloca el episodio en un marco histórico y temporal concreto.

El Gran Consejo, representante de todas las clases dirigentes, poder del dinero, líderes religiosos e intelectuales, va a pasar a la acción contra Jesús. El destino de éste está señalado por la muerte; ésta va a ser la última palabra de los dirigentes, su intento de destruir al Hombre, y la pronunciarán en nombre de Dios, de «su» dios. Pero Dios mismo la desautorizará resucitando a Jesús, dándole de este modo la razón a él, no a «sus representantes». Con la resurrección, Dios va a refrendar la palabra y la actividad de Jesús, poniéndose en contra de quienes lo han condenado.

El verbo «tenía que» (gr. dei) indica una necesidad que entra dentro del designio divino. Este consiste en que Jesús salve a su pueblo (1,21) aun a costa de su vida misma. No es que Dios quiera y haya decidido la muerte de Jesús, sino que ésta es inevitable dada la oposición de los dirigentes al mesianismo que él encarna. Jesús Mesías, cuya misión consiste en liberar de la opresión religioso-política (éxodo) ejercida sobre Israel por las instituciones y sus representantes, tiene necesariamente que sufrir la oposición implacable de esas autoridades, que lo condenarán a muerte.

«Al tercer día» era fórmula consagrada para indicar un breve espacio de tiempo. Puede hacer alusión también a la teofanía (cf. Ex 19,lOs.lSs) y a Os 6,2: «al tercer día nos resucitará».

v. 22. Pedro está en completo desacuerdo con lo expuesto por Jesús. Ha expresado la fe auténtica, pero no acepta la praxis que se deriva de ella. Llevándose aparte a Jesús, lo increpa. El verbo es fortísimo, puesto que lo usa Jesús con los demonios (17,18) o elementos demoníacos (8,26). En general, el uso del verbo indica que el destinatario del reproche se opone al plan de Dios o podría hacerlo si no hiciese lo que se le dice. Pedro, por tanto, considera que el destino expuesto por Jesús es contrario al designio divino. Como lo expresan sus palabras, se opone a que Jesús muera.

v. 23. La respuesta de Jesús manifiesta el colmo de la indignación. Pedro encarna a Satanás, es decir, sus palabras concretan la tercera tentación del desierto (4,10). En el encuentro con sus enemigos, Pedro lo tienta a que sea un Mesías poderoso y vencedor. Jesús lo rechaza con el mismo imperativo con que rechazó a Satanás: «¡Vete!»; la segunda parte: «¡Quitate de en medio!», se refiere a Pedro como obstáculo que impide su camino.

Explica Jesús por qué Pedro es obstáculo: «tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres». «Tu idea», gr. phroneis, «piensas, tienes un modo de pensar». «La idea de Dios» es la expresada por la voz del cielo en el bautismo de Jesús, donde el Mesías aparece como el Hijo de Dios cuyo propósito de cumplir su misión hasta la muerte es aceptado por el Padre y que asume así los rasgos del siervo de Dios (cf. 3,17); son los elementos que constituyen «los secretos del reinado de Dios» (13,11).

«Los hombres» son los mencionados en 16,13, los que no descubren el mesianismo de Jesús. Pedro ha comprendido el mesianismo, como lo ha mostrado en su brillante profesión de fe (16,16), pero no acepta sus consecuencias. La fe que profesa queda en el intelecto, no se hace praxis. Su caso es más grave que si no hubiera entendido (cf. 7,21.26). Encarnando «al diablo» (4,3.6), reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, pero pretende encauzar su mesianismo hacia el poder y el triunfo.

II

El evangelio de Mateo nos conduce de manera progresiva por tres títulos que nos ayudan a comprender la misión de Jesús. El primero de ellos, con el que Jesús se identifica plenamente, es el de ‘Hijo del Hombre’. Se refiere en los escritos apocalípticos del Antiguo Testamento a la persona que se ha identificado plenamente con la voluntad de Dios. El segundo título es el de ‘profeta’, en analogía con los antiguos profetas de Israel. El profeta en la Biblia es ‘un hombre de Dios’ que asume la tarea de reconducir al pueblo hacia la experiencia original del encuentro con Dios, de acuerdo con las exigencias de la Alianza. El tercer título ‘Cristo’, entendido como ungido o Mesías, se refiere a la persona que realiza una acción salvífica a favor del pueblo de Dios. Esta acción salvífica podía ser malinterpretada si fuera entendida únicamente desde un punto de vista que excluye de ella la espiritualidad, como dimensión constitutiva. La intervención de Pedro es acertada por que reconoce la acción salvífica de Jesús de Nazaret. Pero la misma intervención sería equivocada si se interpreta únicamente en un sentido puramente social.

Viernes 5 de agosto de 2011Ntra. Sra. de las Nieves, Osvaldo

EVANGELIOMateo 16, 24-28

24Entonces dijo a los discípulos:-El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su

cruz y entonces me siga. 25Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio e su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hombre en su realeza.

COMENTARIOS

I

v. 24: Entonces dijo a los discípulos: -El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga.

Jesús se dirige a los discípulos para exponerles las condiciones del seguimiento. «Venirse conmigo» indica el acto de adhesión inicial que luego continuará en el seguimiento. Las condiciones que va a exponer Jesús muestran que el destino del discípulo es el mismo del Mesías. Son dos esas condiciones: «renegar de sí mismo» y «cargar con la propia cruz». «Renegar de sí mismo» significa renunciar a toda ambición personal y es una nueva formulación de la primera bienaventuranza, «elegir ser pobre»; «cargar con la propia cruz» significa aceptar ser perseguido y aun condenado a muerte por la sociedad establecida, y equivale a la última bienaventuranza: «los que viven perseguidos por su fidelidad». Cumplir estas dos bienaventuranzas constituye la esencia del discípulo; son los «mandamientos mínimos» que ningún discípulo puede dejar de cumplir (5,19).

vv. 25-28: Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hombre en su realeza.

Nótese la estructura del pasaje. Jesús expone las dos condiciones para seguirlo (v. 25). A continuación propone tres argumentos (vv. 25.26.27), probando con ellos que sus condiciones, aparentemente tan duras, son las únicas sensatas:

-para poner a buen seguro la vida hay que perderla, pues “sólo queda lo que damos”.

-ganar el mundo entero no sirve de nada si perdemos la vida.-el Hijo del hombre tendrá en cuenta esa entrega generosa de la vida por amor

a los demás.La verdadera realeza del Hijo del hombre se muestra claramente en el trono de la

cruz. Ser rey no es dominar y oprimir, sino servir hasta la muerte, si es preciso, único camino para dar y engendrar vida.

II

Seguir a Jesús no es huir de sí mismo, del mundo o de la vida. Seguir a Jesús es asumir la condición humana de una manera absolutamente nueva y radical. Negarse a sí mismo es abrazar con tal entusiasmo, alegría y decisión una causa que haga pasar a un segundo plano o haga desaparecer la angustia de ser y existir. Nadie puede olvidarse de sí mismo, si no es plenamente feliz con lo que hace, quiere y busca. Seguir a Jesús es asumir la alegría del día a día, la precariedad y la plenitud del presente. Cargar con la cruz no se refiere a infligirse castigos, culpas o remordimientos propios o ajenos, sino a aceptar la condición humana limitada por la violencia, el sufrimiento, la inseguridad, el miedo y la incertidumbre. La cruz es la condición existencial del ser humano, que sólo puede ser redimida si se acepta y se soporta solidariamente. Es el reconocimiento del propio pecado cometido por acción, omisión o permisión. Estas dos exigencias confluyen en la condición básica para ser cristiano: Seguir a Jesús, asumir su causa y compartir su fe.

Sábado 6 de agosto de 2011Transfiguración del SeñorFelicísimo, Agapito, Jenaro

EVANGELIOMateo 17, 1-9

17 1Seis días después se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado. 2Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz. 3De pronto se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

4Intervino Pedro y le dijo a Jesús:-Señor, viene muy bien que estemos aquí nosotros; si quieres, hago aquí tres

chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.5Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su

sombra. Y dijo una voz desde la nube:-Este es mi Hijo, el amado, en quien he. puesto mi favor. Escuchadlo.6Al oírla cayeron los discípulos de bruces, aterrados.7Jesús se acercó y los tocó diciéndoles:-Levantaos, no tengáis miedo.8Alzaron los ojos y no vieron más que al Jesús de antes, solo.9Mientras bajaban del monte, Jesús les mandó:-No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de la

muerte.

COMENTARIOS

I

v.1. La escena de la transfiguración tiene por objeto demostrar a los tres discípulos más destacados del grupo que el destino del Mesías, enunciado antes por Jesús y que ha encontrado tal oposición por parte de Pedro (16,22), es «la idea de Dios» (16,23), la culminación de su reinado, al que tendía todo el AT. Les demuestra la realidad y calidad de la vida que ha superado la muerte.

Como Mc, Mt coloca la escena «seis días después». El sexto día fue el de la creación del hombre: el estado de gloria en el que va a mostrarse Jesús representa el éxito final de la creación, la realización plena del proyecto de Dios sobre el hombre. Al mismo tiempo, como en Mc, «los seis días» resultan de la suma de los datos cronológicos de la pasión: «dentro de dos días» (26,2), «el primer día de los ázimos» (26,17) y «al tercer día» en que tendrá lugar la resurrección (16,21). El transfigurado muestra, por tanto, el estado que sigue a la muerte.

Dado el simbolismo del monte como lugar de la presencia y comunicación divina (cf. 5,1), el «monte alto», no determinado, indica una manifestación divina, la más importante que los discípulos van a recibir en el evangelio. «El monte altísimo» a que el tentador llevó a Jesús era el de la manifestación del falso dios a través de la gloria de todos los reinos del mundo; en este «monte alto» se manifestará la verdadera gloria, la que procede de Dios vivo, capaz de infundir una vida que supera la muerte.

v. 2. Mt explica en qué consiste la transfiguración. «Su rostro brillaba como el sol» hace visible la gloria de los justos en el reino de su Padre (13,43). Recuerda al mismo tiempo el resplandor del rostro de Moisés (Ex 34,29-35). También los vestidos resplandecen como la luz; el brillo y la blancura son propios de la esfera divina (cf. 17,5: nube luminosa; 28,3).

v. 3. La aparición de Moisés y Elías se hace en beneficio de los discípulos. Representan la Ley y los Profetas, que habían anunciado el reino de Dios (11,13) y a los que Jesús viene a dar cumplimiento (5,17). Ellos hablan con Jesús, no con los discípulos. La Ley y los Profetas están orientados hacia la figura del Mesías. Moisés y Elías fueron los dos hombres de quienes se dice que hablaron con Dios en el monte Sinaí (Ex 33, l7ss; 1 Re 19,9-13). Ahora, en este «monte alto», ante los discípulos, hablan con Jesús, el Hombre-Dios. El estado glorioso de éste, que representa la condición definitiva del hombre en el reino de Dios, era el objetivo del AT y el cum-plimiento último de las promesas.

v. 4. Pedro se dirige a Jesús. Su propuesta enlaza la visión con la fiesta de las Chozas, que tenía un fuerte carácter mesiánico y nacionalista. Pedro propone una síntesis entre Jesús Mesías y el AT. Coloca a Moisés y Elías no subordinados a Jesús, sino en el mismo plano que él («una para ti, una para Moisés y una para Elías»). Ha reconocido el mesianismo de Jesús (16,16), pero no quiere que éste se separe de las categorías del AT; no debe haber ruptura, sino continuidad con el pasado. La actividad de Moisés y Elias se caracterizó por su violencia contra los enemigos de Dios y de su pueblo. Pedro quiere asegurarse de que Jesús va a realizar su mesia-nismo en la línea de las profecías del AT, que atribuían a la obra del Mesías las ideas de fuerza, poder, desquite y gloria. Con su propuesta, muestra Pedro que sigue pensando en las categorías de «los hombres» (16,23).

v. 5. La nube es símbolo de la presencia divina (cf. Ex 13,21, Nm 9,15; 2 Mac 2,8). Hay una paradoja en el texto: una nube luminosa los cubrió con su sombra; es la gloria (= resplandor) de Dios que cubría el santuario (Ex 40,35); ella revela y oculta a Dios, que sólo es perceptible en su palabra. La voz de la nube repite ante los tres discípulos las palabras que resonaron en el bautismo de Jesús (3,17) y que señalan su unicidad; ningún personaje del AT puede compararse con él. Añade la voz el imperativo: «escuchadlo a él». Jesús sustituye a Moisés, integrando en si la figura del prometido profeta escatológico. La única voz que hay que escuchar es la suya. El AT queda relativizado: así como Moisés y Elías no dirigían la palabra a los discípulos, así éstos no deben escuchar más que a Jesús. El AT conserva validez sólo en cuanto sea interpretado desde la realidad Jesús, o sea, compatible con su enseñanza. Jesús es el único legislador, maestro y profeta.

v. 6. La reacción de los discípulos es de profundo miedo, que se expresa en el gesto de caer de bruces a tierra; expresan el miedo a morir por haber recibido un oráculo divino, según la creencia del AT (Is 6,5; Dn 10,15.19). Siguen pensando en las antiguas categorías; son víctimas de la ideología religiosa que han recibido y no conocen a Dios.

v. 7. Jesús, que lleva en sí la presencia divina (1,23), se acerca a ellos y los toca, como tocaba a los enfermos y a los muertos (8,3.15; 9,25-29); los invita a

levantarse, como había hecho con la hija de Jairo (9,25). Estos discípulos, miembros del Israel mesiánico, están en la misma situación que el antiguo Israel.

v. 8. «Al Jesús de antes, solo», lit. «a un mismo Jesús, solo». La construcción griega auton Iesoun suele interpretarse como aramea (pronombre proléptico). Los ejemplos que se citan, sin embargo, llevan siempre el nombre articulado, mientras aquí se omite el artículo ante «Jesús». La omisión del articulo ha ocurrido en Mt so-lamente en la presentación de Jesús antes de su nacimiento (1,1. 16.18), siempre calificada por «Mesías» (1,21.25 no cuentan), y en la primera noticia que de él tiene Herodes (14,1), casos perfectamente naturales.

La insólita omisión en este texto hace pensar que la aposición tiene otro significado. La traducción literal «a un Jesús mismo» parece significar «a Jesús con su apariencia acostumbrada»; se añade luego que estaba «solo», es decir, no acompañado de Moisés y Elías. La interpretación se confirma por el paralelismo con vv. 2-3; el v. 2 describe el aspecto transfigurado de Jesús, que en v. 8 ha desaparecido ya, mostrándose «el Jesús de antes/de siempre»; en el v. 3 aparecen los dos interlocutores, y a su ausencia en v. 8 corresponde el «solo». Mt expone cuidadosamente la vuelta a las condiciones ordinarias.

v. 9. Jesús refiere a «el Hombre» el contenido de la visión mesiánica. Esto confirma el significado de la datación inicial «seis días después». Identifica además al Hombre (el Hijo del hombre) con el Hijo de Dios (v. 5).

Comunicarla a otros podría despertar expectativas mesiánicas falsas, como si su muerte se hiciera innecesaria. En cambio, después de su muerte, cuando la calidad de su mesianismo no deje lugar a dudas, el relato de esta visión podrá iluminar a los demás sobre la experiencia de la resurrección de Jesús. Es la única vez que Mt emplea el término «visión», que se usaba para visiones proféticas (Gn 15,1; Ex 3,3; Dn 2,19; 4,10; 7,2; Job 7,14). Estos tres discípulos serán los que presencien la oración de Jesús en Getsemaní (26,37). Lo que han presenciado debería servirles para entender la realidad que se oculta bajo la angustia de la muerte.

II

La primera lectura del libro de Daniel nos recuerda que Israel como el mundo de aquel tiempo y lugar se encontraba en un proceso de helenización de Oriente. La fuerza de la cultura griega invadía todo y se extendía con rapidez. Toda una nueva forma de entender la vida. Esto trajo una crisis profunda en todos los que se encontraban con su cultura y su fe. Con la llegada de Antíoco IV Epífanes, lo que en un primer momento no era más que una mayor promoción de la cultura griega, va a dar paso a una persecución abierta de los judíos que siguen fieles a su fe. A la irracionalidad de la intolerancia se suma la irracionalidad de la violencia. La «cultura superior» lleva consigo la prepotencia y termina por masacrar a personas sencillas, inocentes, que lo único que pretenden es vivir en paz ¿quiénes son los bárbaros?. En este clima surge el libro de Daniel invitando a resistir, retomando acontecimientos del pasado anima a resistir también ahora. En su segunda parte cambia de género literario y ante la presión y la inestabilidad por lo absurdo de la fuerza... no puede expresarlo en lenguaje convencional y surge el género de la apocalíptica. Todo el capítulo al que pertenece el texto de este día hace de bisagra entre las dos partes del libro.

La segunda lectura es una de las pocas lecturas litúrgicas pertenecientes al último escrito, cronológicamente hablando, del Nuevo Testamento. No sólo por este motivo sino sobre todo por su contenido es claro que no fue obra del apóstol Pedro, primer Papa, aunque se le haya atribuido desde antiguo. Su intención es alentar a los cristianos de las generaciones siguientes a la primera a la permanencia y fidelidad, poniéndolos en guardia frente a posibles desviaciones. La certeza de la victoria total de Cristo se basa, entre otras cosas, en la Transfiguración, una especie de adelanto teológico de lo que Cristo es y representa para todos. Contrapone el autor esta realidad a mitos y leyendas poco de fiar. Y no es que la transfiguración haya de considerase, sin más, un hecho histórico. Se trata, mejor, de una aceptación y muestra de lo que el Señor Jesús, el Hijo atestiguado por el Padre, es y significa para todos los cristianos. Lo de menos es que se diera una voz perceptible por los testigos; lo realmente importante es que Jesús es el Hijo de Dios y ha de volver a culminar su obra comenzada. Es importante esta mención de Jesucristo como fundamento de la vida presente del cristiano, de su fe, de su realidad histórica en conjunto y, a la vez, la tensión hacia el futuro, hacia la realización completa.

Los símbolos que utiliza el profeta Daniel se inspiran en la apocalíptica judía del siglo III a. C. La apocalíptica intentaba presentar las grandes opciones de Dios para el presente mediante símbolos litúrgicos, cósmicos y sobrenaturales. El blanco representa la máxima santidad, la presencia divina. Los tronos simbolizan la capacidad para gobernar la historia. El hijo del hombre, aquel ser humano capaz de hacer realidad la voluntad de Dios.

El evangelio, el episodio de la Transfiguración, tiene una relación directa con el episodio del bautismo (Mt 3,13-17). En ambos descubrimos la experiencia filial como forma permanente de relación con Dios: “Éste es mi Hijo preferido; escúchenle”. La presencia de Moisés y Elías en la escena representan el encuentro con Dios en la Escritura. La voz que desciende del cielo muestra que nuestra relación filial con Dios determina todo nuestro ser. La escucha de Jesús se convierte de ahora en adelante en el gran imperativo cristiano. La experiencia de Jesús durante su bautismo (cf. Mt 3,17) se convierte en el patrimonio de toda la comunidad cristiana, aunque habrá que esperar a la experiencia pascual para descubrir cómo ese camino de ascenso al Padre pasa por la cruz. La vida cristiana es una vida transfigurada, esto es, una vida que se vive a plenitud desde la conciencia de ser hijos de Dios. Debemos abandonar la iniciativa de Pedro de vivir una vida dividida, desarticulada, simbolizada por el deseo de este personaje de levantar tres chozas e instalarse allí en la montaña.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 68, «En la cumbre del Tabor», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1300068

Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap68b.mp3

Para la revisión de vida¿Revisamos, volvemos a la palabra de Jesús en las dificultades?¿Sabemos tomar distancia y abrirnos a la experiencia de Dios en los

reveses?¿Somos capaces de orar en la dificultad?

Para la reunión de grupo

Revisando conversaciones o experiencias actuales iluminarlas con la experiencia que revela el texto de la Transfiguración. Contemplar el mundo y escuchar la voz de Dios que dice «Éste es mi hijo».

Hay varios detalles que proceden del Antiguo Testamento. Identifícalos.Ejercer el diálogo con la Palabra donde Jesús adquiere iluminación y sentido

buscando el silencio, la cercanía a la gente y sus problemas.

Para la oración de los fielesOremos a Dios Padre, que revela la gloria de su Hijo y confirma su misión en las

situaciones de desamparo y debilidad invitándonos a transfigurarlas:Por todos los bautizados, para que seamos testimonio con nuestra vida diaria del

don de la fe recibido en el bautismo y continuamente renovado en la Eucaristía.Por todos los que se juegan su vida por la causa de los pobres, para que no

decaiga su ánimo a pesar de las dificultades.Por todos los presentes para que sepamos escuchar con fe e imitar al Hijo amado

del Padre.

Oración comunitariaDios, Padre nuestro: en tu Hijo transfigurado alentaste la esperanza de los

discípulos para que aceptasen el misterio de que sólo la Cruz del esfuerzo es el camino que lleva a la Vida; te pedimos que fortalezcas también en nosotros la fe en la Resurrección, de modo que no seamos recelosos a la hora de entregar nuestra vida a la causa del Reino y al servicio a los hermanos. Por Jesucristo.

o bien:«Dios de todos los nombres y de todas las religiones», que a lo largo de

la historia humana te has hecho buscar y te has dejado encontrar misteriosamente por todas las religiones, por medio de las cuales has dado a tus hijos e hijas la luz de la fe para entender la realidad de un modo transfigurado, y el coraje del amor para comprometerse en la transformación del mundo; te pedimos que sigas haciéndonos capaces de transfigurar nuestra mirada y para transformar nuestra vida y mejorar nuestro mundo. Nosotros te expresamos estos nuestros profundos deseos, inspirados y movidos por el Espíritu de Jesús de Nazaret, tu Hijo, nuestro Hermano.

Domingo 7 de agosto de 2011Domingo 19º del tiempo ordinarioSixto, Cayetano

DOMINGO DECIMO NOVENO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: 1 Reyes 19, 9a. 11-13a.

Salmo responsorial: 84. 9-14Segunda lectura: Romanos 9, 1-5

EVANGELIOMateo 14, 22-33

22Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

23bCaída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

27Jesús les habló enseguida:-¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!28Pedro le contestó:-Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua.29E1 le dijo:-Ven.Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús;

30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:-¡Sálvame, Señor!31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo:-¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?32En cuanto subieron a la barca cesó el viento.33Los de la barca se postraron ante él diciendo:-Realmente eres Hijo de Dios.34Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret.35Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le

llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron.

COMENTARIOS

I

CAMINANDO SOBRE EL MAR“¡Señor, que nos hundimos!” Hoy caminamos por la vida con esta sensación. Ya

no existe la tierra firme sobre la que posar los pies. Casi todo bajo ellos es arena movediza, mar fiero que abre sus fauces para devorarnos. El hombre de hoy, a fuerza de sentirse inseguro, trata en cada momento de agarrarse a la tabla que las olas le arrojan, con la ilusión de llegar a la anhelada seguridad de sus sueños y pesadillas.

En el inconsciente humano existe el fantasma de una guerra nuclear monstruosa; el miedo nos defiende del conflicto. La economía mundial baila a son de dólar y petróleo, partitura musical de vaivenes a modo de vals, que sube y baja según los vientos que soplen. El fantasma del paro nos asedia; la droga arrasa cada día más corazones. La familia se desestabiliza, los matrimonios quiebran, la barrera generacional entre padres e hijos se acrecienta. La sociedad de consumo incita a más y más consumir para tirar antes de gastar, por imperativo de la moda temporera.

En una palabra, el mundo ha dejado de ser tierra firme. Caminamos sobre el mar. ¿Sin hundirnos? ¿Por cuánto tiempo aún?

También en la Iglesia se vive esta sensación. Dentro de ella han aparecido con virulencia inusitada las corrientes ideológicas. Hay teologías para todos los gustos: popular y de liberación, clásica y conservadora, de izquierdas y de derechas. Incluso

la parroquia, esa secular estructura, se resquebraja, haciendo aguas, como barca rota, por todos sitios. Los cristianos andan desconcertados: ¿A qué voz seguir, con tantos y tan diferentes pastores? Se ha perdido aquella añorada uniformidad de antaño, basada en la obediencia ciega a los superiores, "portavoces de Dios"(?). La barca de Pedro, mejor, de Jesús, único timonel de esta nave que impulsa el Espín tu; se siente amenazada por las olas. El Evangelio del Nazareno nos parece a los cristianos tierra firme, pero lejana. ¿Cómo implantarlo en este mar de egoísmo e insolidaridad, de injusticia, miedo y fuerza que aplasta, de honores y dinero?

Siempre me ha llamado la atención aquella escena en la que Pedro se arrojó al mar para caminar sobre él, como su Maestro. Sólo uno de entre doce se tiró al agua. ¡Qué iluso! Y no se lanzó precisamente para nadar, sino para caminar sobre ella.

Con todo lo que se quiera desprestigiar a este Pedro -mote que significa piedra, cabeza dura- me merece todos mis respetos. Pues el milagro no es que un hombre camine por el mar imagen poética que expresa la naturaleza divina de Jesús- sino que haya quien sueñe todavía en el mar como si se tratara de tierra firme.

Tampoco Pedro lo consiguió del todo y comenzó a hundirse. Y no se ahogó, porque sintió la mano de Jesús que lo agarró y el susurro de un reproche a flor de labios: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?"

Poca fe. Este es el problema. Para hacer un mundo nuevo hace falta fe, mucha fe, mucho poder creativo, más ilusión y ensueño. Y además, la mano tendida y poderosa de un Maestro que nos ayude a caminar por el mar; que sin El, como Pedro, nos hundimos.

II

Y VERDADERO HOMBRE

Desde el punto de vista de las creencias, se considera «cristiano» a quien acepta que Jesús es Hijo de Dios. Por el contrario, a quien no cree en Jesús, o lo acepta sólo como un hombre bueno, que propuso un interesante modo de vida, no se le considera, y con razón, cristiano.

Pero ¿y el que, en teoría o de hecho, no acepta que Jesús es hombre?

AUN HAY RESISTENCIAS

La lección contenida en el evangelio del domingo pasado no fue asimilada por todos los discípulos. O, por lo menos, Jesús, que los conoce bastante bien, teme que haya reacciones no deseables: alguno podría aprovechar el entusiasmo del momento para intentar desviar a Jesús en la dirección del mesianismo triunfalista. Por eso, mientras él despide a las multitudes, obliga a sus discípulos a alejarse de la gente enviándolos en barca a la otra orilla del lago. Jesús, por su parte, se marcha, solo, a orar.

Nada se dice del contenido de su oración. Pero si la ponemos en relación con los acontecimientos inmediatos, podemos pensar que Jesús, por un lado, continúa la acción de gracias que precedió al reparto de los panes y de los peces, y por otro, se dirige al Padre para pedirle por su grupo, para que también ellos, los discípulos, sean

capaces de comprender que el mundo no tiene arreglo desde el poder, puesto que sólo los que se tratan como iguales pueden vivir como hermanos.

Son estas resistencias -estas tentaciones- que aún quedan por vencer en sus discípulos el objeto de la oración de Jesús; ésta, la del poder, y la tentación del nacionalismo excluyente.

VIENTO CONTRARIOEsta otra tentación se manifiesta en el transcurso de la travesía. Jesús ha

enviado a sus discípulos a la otra orilla, a tierra de paganos. La experiencia que acaban de gozar no se la pueden reservar para ellos. Ni siquiera para su pueblo. Esa experiencia deben compartirla, como el pan, con toda la humanidad. La misión de Jesús no está limitada por ningún tipo de frontera, sea ésta geográfica, cultural o religiosa. El ha dejado ya bien explicada esta cuestión; la última vez con las parábolas de «el grano de mostaza» y «la levadura en la masa» (Mt 13,31-33; véase comentario en el domingo decimoséptimo); pero los discípulos no lo ven claro todavía. Por un lado, les debe parecer mucho más fácil el triunfo entre aquellos que acaban de ver lo que ha hecho Jesús, les tiene que resultar mucho más sencillo hablar del éxodo, de la liberación a quienes ya sabían que el Señor es un Dios liberador; por otro lado, considerar que los paganos eran iguales que ellos, que las fronteras deberían desaparecer, que Israel no sería en adelante la exclusiva propiedad del Señor, sino que Dios iba a ser Padre de todos los hombres, después de haber estado toda una vida maldiciendo a los paganos en nombre de Dios...

Ese es el viento contrario: su miedo al fracaso y su miedo a perder privilegios; miedo a ser aceptados y miedo a aceptar a los otros. La barca no puede avanzar con este viento, la comunidad no puede llevar a cabo el encargo de Jesús si por un lado sigue manteniendo, o simplemente «creyendo» en la utilidad del poder, y por otro no es capaz de vencer el miedo a encontrarse con «los otros»: los de otra cultura, los de otra taza, los de otra opinión.

EL HOMBRE-DIOS«El solo ... camina sobre el dorso del mar», dice Job hablando de Dios (Job

9,8). Y sobre el dorso del mar se presenta Jesús, en medio de la tempestad, ante sus discípulos. Pero no lo reconocen, sienten miedo, piensan que es un fantasma.

Al principio del evangelio de Mateo, Jesús es presentado como «Dios con nosotros» (Mt 1,23). Pero también esto resulta difícil para los discípulos. Eso de que un hombre pretenda ser Dios..., eso de que Dios pueda haberse hecho presente como hombre en el mundo de los hombres... Que también esa frontera, la que separa a Dios de la humanidad, pueda llegar, en un cierto sentido, a desaparecer... Mejor pensar que es un fantasma.

Pedro se arriesga a creer («Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua»); pero vuelve a dejarse vencer por el miedo: ¡él andando sobre las aguas, él participando de una cualidad divina...!

Jesús saca a flote a Pedro, que se hundía por culpa del miedo, y juntos suben a la barca. Y, con él a bordo, el viento se calma. Y los presentes lo reconocen como Hijo de Dios.

Todavía hoy, al menos en ciertos ambientes, resulta difícil aceptar que Jesús, el rostro que nosotros podemos ver de Dios, es un hombre. Un hombre cualquiera, uno de tantos. Quizá sea fácil verlo andando por encima de las aguas del mar; lo que resulta más difícil es imaginarlo empapado de sudor por los caminos de Palestina, o participando de la alegría de una fiesta de bodas, o apasionado en la defensa de la

justicia y en la denuncia de los abusos de los poderosos y el cinismo de los sumos sacerdotes; firme y enérgico en ocasiones, débil y tierno en otras, sintiendo miedo ante la muerte y dando un paso adelante y, pisando su miedo, hacer que venciera la fuerza del amor; o mordiéndose los labios para no gritar, o quizá gritando de dolor, cuando lo clavaron en la cruz, y, en seguida, perdonando a los salvajes que lo habían clavado...

Pero ése es el aspecto que Dios ha querido que conozcamos de él. Y sigue dándose a conocer en aquellos que, de la mano del Hijo, siguen sudando y amando, llorando y gozando, viviendo y muriendo para que este mundo pueda un día ser un mundo de hermanos.

A los discípulos, que podían tocar al que como ellos era un hombre, les costó trabajo aceptar en él la presencia de Dios.

Algunos, a quienes tal vez les gustaría ocupar el puesto de Dios, procuran disimular que se hizo presente en el Hombre. Pues en el hombre sigue presente.

III

vv. 22-23a: Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

Jesús obliga a sus discípulos a embarcar. Quiere alejarlos del escenario de la señal mesiánica y del contacto con la multitud. Él se encarga de despedirla. Ahora es el momento, después de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; es la primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal.

El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.

vv. 23b-26: Caída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

Nuevo momento de la jornada, que coincide, sin embargo, con el de v. 15. Son dos momentos no lejanos de la misma tarde.

«Muy lejos de tierra», lit. «muchos estadios»; el estadio medía unos 185 metros. «Andar sobre el agua» era atributo propio de Dios (cf. Job 9,8; 38,16). La reacción de los discípulos es de incredulidad. No reconocen en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23). De ahí que quiten toda realidad a su presencia, considerándolo un fantasma. Rechazan la posibilidad de un hombre-Dios.

«La barca» de los discípulos es figura de la comunidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío. «El viento» contrario, que les impide llevar a cabo el encargo de Jesús, representa la resistencia de los discípulos a alejarse del lugar donde está la esperanza de un triunfo, de que Jesús se convierta en el líder de la multitud. Consideran lo

sucedido en el reparto de los panes como una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, no como el efecto de la entrega personal, norma de vida para el discípulo.

v. 27: Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!Jesús se da a conocer. La palabra «¡Animo!» disipa el temor provocado por la

aparición. «Soy yo», fórmula de identificación con que Dios se revelaba en el AT (cf. Ex 3,14; Is 43,1.3.10s); a ella corresponde la exhortación «no tengáis miedo».

vv. 28-34: Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios.

Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del amor. Pedro quiere «andar sobre el agua», participar de la condición divina de Jesús. Éste no duda y lo invita; todo el que lo sigue está llamado a acceder a la condición de hijo de Dios, comportándose como lo hace el Padre (cf. 5,9). Sin embargo, Pedro «ve» el viento, es decir, su efecto sobre el agua, y siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera milagrosa; ha olvidado que el hombre se hace hijo de Dios en medio de la oposición y persecución del mundo (cf. 5,10s). Su petición a Jesús (cf. Sal 18, 5-18; 144,5-7) le vale un reproche, pues muestra su falta de fe.

Pedro siente miedo porque no ha entendido el modo como se hace la misión, con la entrega total. Su miedo está en paralelo con el de la primera travesía (8,25), que tenía por motivo la desigualdad de fuerzas entre una sociedad y un grupo insignificante de individuos. En uno y otro caso, los discípulos o Pedro apelan a Jesús en los momentos de dificultad, forzándolo a intervenir. Tienen el concepto de salvación expresado en los salmos citados antes: una intervención milagrosa de Dios desde el cielo que resuelve la situación desesperada del hombre. El de Jesús es diferente: estando con él, el hombre se basta a sí mismo (cf. 19,26), ya está salvado.

En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano. «Los de la barca», que representan a la comunidad cristiana, reconocen que Jesús es «Hijo de Dios». Nótese la ausencia de artículo. No se trata de «el Hijo de Dios» según la concepción tradicional, ni tampoco de un título exclusivo. Jesús es «Hijo de Dios», pero ha demostrado que también ellos pueden llegar a serlo.

vv. 34-35: Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. Llamaban Gennesar a una pequeña llanura muy fértil, limitada al norte por las

cercanías de Cafarnaún y al sur por Magdala. Genesaret podría ser un pueblo situado en aquella comarca. De hecho, la barca no llega a la orilla pagana; los discípulos no están preparados para la misión. Por eso, Jesús tendrá que repetir el episodio de los panes, enseñarles de nuevo cómo han de ejercer la misión, ya directamente en medio de los paganos (15,32-39).

vv. 35-36: Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron

«Los hombres» pueden relacionarse con los de 14,21. Los que ya conocen la eficacia de Jesús y han presenciado sus curaciones (14,14) difunden la noticia de su llegada. El mínimo contacto con Jesús (el vestido equivale a la persona) los hace salir

de la penosa situación en que se encuentran; su efecto es infalible («todos los que lo tocaban se curaban»). Como toda la realidad de Jesús es vida, el mínimo contacto con él produce vida y salvación. La salvación anunciada en el episodio anterior se prolonga en toda ocasión.

IV

Entre los primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo por el momento crítico en el que actuaron, sino, sobre todo, por la radicalidad con la que asumieron la causa de Yavé. La teofanía del monte Horeb constituye el centro de lo que se ha llamado el “ciclo de Elías”, es decir, la colección de relatos que tienen como protagonista a este profeta (1R 17, 1-2R 2, 1-12).

En esa época había gran confusión y la fidelidad a Yavé y a sus leyes estaba en entredicho porque el rey había introducido cultos a dioses extranjeros (1R 16, 31-32). Los nuevos dioses legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación como medios para garantizar el poder. Elías levanta su voz en contra de estos atropellos y ve en la sequía que azota al país las consecuencias del castigo divino. Elías, entonces, en medio de persecuciones y amenazas comienza una campaña de purificación de la religión israelita. Sin embargo, sus iniciativas producen el efecto contrario y se agudiza la opresión, la violencia y la persecución.

Cansado y desanimado Elías se dirige al Horeb donde descubre que Dios no se manifiesta en los elementos telúricos -en la tormenta imponente o en el fuego abrazador-, sino en la brisa fresca y suave que le acaricia el rostro y lo invita a tomar otro camino para hacer realidad la voluntad del Señor.

Después de la masacre del monte Carmelo (1R 18, 20-40), Elías, sin abandonar la denuncia de las injusticias (1R 21, 1-29) y aberraciones (2R 1, 1-18), opta por animar a un grupo de discípulos para que continúen su misión (2R 2, 1-12). Elías descubrió así que por la vía de la violencia no se consigue nada, ni siquiera aunque sea a favor de causas justas. La fuerza de la espada puede imponer el parecer de un grupo de personas, pero no puede garantizar la paz, el respeto y la justicia.

El evangelio nos muestra otra tentación en la que pueden caer los seguidores de Jesús cuando no están seguros de los fundamentos de su propia fe. La escena de la «tormenta calmada» nos evoca la imagen de una comunidad cristiana, representada por la barca, que se adentra en medio de la noche en un mar tormentoso. La barca no está en peligro de hundirse, pero los tripulantes, llevados más por el miedo que por la pericia, se abandonan a los sentimientos de pánico. Tal estado de ánimo los lleva a ver a Jesús que se acerca en medio de la tormenta, como un fantasma salido de la imaginación. Es tan grande el desconcierto que no atinan a reconocer en él al maestro que los ha orientado en el camino a Jerusalén. La voz de Jesús calma los temores, pero Pedro llevado por la temeridad se lanza a desafiar los elementos adversos. Pedro duda y se hunde, porque no cree que Jesús se pueda imponer a los «vientos contrarios», a las fuerzas adversas que se oponen a la misión de la comunidad.

Este episodio del evangelio nos muestra cómo la comunidad puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús. La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solamente la fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades. Al igual que Elías, la comunidad

descubre el auténtico rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede y se aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla.

Nuestras comunidades están expuestas a la permanente acción de vientos contrarios que amenazan con destruirlas; sin embargo, el peligro mayor no está fuera, sino dentro de la comunidad. Las decisiones tomadas por miedo o pánico ante las fuerzas adversas nos pueden llevar a ver amenazadores fantasmas en los que deberíamos reconocer la presencia victoriosa del resucitado. Únicamente la serenidad de una fe puesta completamente en el Señor resucitado nos permite colocar nuestro pie desnudo sobre el mar impetuoso. El evangelio nos invita a enfrentar todas aquellas realidades que amenazan la barca animados por una fe segura y exigente que nos empuja como suave brisa hacia la orilla del Reino.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 59 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El fantasma del lago». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300059 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap59b.mp3

La serie «Otro Dios es posible» tiene un capítulo, la entrevista nº 20, titulada «¿Caminó sobre las aguas?», que puede dar pie a un debate pedagógico sobre el evangelio de hoy.

Para la revisión de vidaLa fe es capaz de mover montañas… y de hacernos caminar sobre el mar.

¿Cómo va mi fe? ¿Tengo confianza ciega en Dios? ¿Qué hago con mis dudas? ¿Me pasa como a Pedro, que me hundo en la vida... por dudar?

Para la reunión de grupoLa segunda lectura, del libro segundo de los Reyes, es una lectura clásica para

discernir la presencia de Dios. Hagamos una aplicación alegórica de los símbolos que utiliza: el huracán, el terremoto, el rayo, la brisa…

Prolonguemos la misma reflexión aplicándola hacia categorías más modernas: el estrés, la angustia, la depresión, la tranquilidad de conciencia, la autoestima, la autosatisfacción por el trabajo realizado...

Este episodio de la vida de Elías ha sido utilizado casi siempre para ponderar la capacidad que la naturaleza de hacernos patente la presencia de Dios. Muchos elementos de decoración religiosa facilona se basan en ello: bellos amaneceres, montañas escarpadas, paisajes llenos de luz, horizontes infinitos... nos hemos acostumbrado a considerarlos símbolos de la presencia de Dios. Se trata de la imagen de un Dios connaturalmente presente en la «naturaleza», no en la «historia»: sería difícil ver a Dios en un cuadro pictórico sobre la lucha de Espartaco y los esclavos, o las luchas de las reivindicaciones obreras... Comentar esto. Relacionarlo con aquel eslogan de la espiritualidad de la liberación: «Contemplativus in Liberatione», ser «contemplativo en (el proceso de la) liberación»...

Es fácil ver que los conflictos de justicia entre pobres y ricos en el Primer (Antiguo) Testamento no son una peculiaridad de la historia de Israel... sino un elemento casi pudiéramos decir «esencial» lamentablemente infaltante en toda sociedad. Las apelaciones a un tipo u otro de (imagen de) Dios, no es quizá sino el reflejo de las luchas que en esa sociedad se dan entre las fuerzas utópicas profundas del sobsconsciente colectivo y los egoísmos humanos de grupos y de personas. Entonces –y también ahora- se batían estas fuerzas en el campo del imaginario y del discurso religioso, como era «natural» a ese tipo de sociedad. Estamos entrando en un tipo de

sociedad en la que, por efecto de lo que Guiddens llama «destradicionalización», la dimensión religiosa institucional tradicional pierde fuerza, se hace menos plausible, y en las sociedades avanzadas (cercanas a lo que se llama técnicamente «sociedades del conocimiento») se hace sencillamente ininteligible. ¿Cómo continuará históricamente la defensa de los pobres y de la justicia en las sociedades avanzadas (y en la nuestra –cualquiera que sea- en el futuro) cuando el discurso y el imaginario religioso no estén a la mano para llevar adelante esa lucha entre la utopía de justicia y los intereses egoístas?

Muchos de las narraciones de los evangelios sabemos que son simbólicas, teológicas, no históricas. No son una narración objetiva de lo que realmente pasó. Ni era ésa la intención del evangelista al incorporar ese texto al evangelio. Pero durante más de milenio y medio la cristiandad entendió aquellas narraciones al pie de la letra como hechos reales. Todavía muchas personas los entienden así. ¿Es un problema, o no lo es? ¿En qué sentido sí y en qué sentido no? ¿Qué habría que hacer?

Para la oración de los fielesPor la Iglesia, para que busque siempre en el Señor la fuerza necesaria para

llevar a cabo su misión en el mundo. Oremos.Por todos los cristianos, para que nos esforcemos en conocer cada día más y

mejor la voluntad de Dios y así vivamos con más coherencia nuestra fe. Hoy hemos.Por todos los que trabajan por lograr un mundo más humano y más fraterno, para

que nunca se desanimen ante las dificultades y vean recompensados sus esfuerzos con el triunfo. Oremos.

Por todos los pueblos y personas, para que disfruten de paz y libertad verdaderas y plenas. Oremos.

Por todos los que dudan y vacilan en su fe, para que encuentren la fortaleza que da el confiar plenamente en Dios. Oremos.

Por todos nosotros, para que encontremos en la Eucaristía y en la Comunidad la fuerza y el ánimo necesarios para no perder nunca la ilusión ni la esperanza. Oremos.

Oración comunitariaOh Dios, Fuerza Viva, Creadora, Energizante, Elevante, que nos atraes

sin manifestarte, y nos seduces sin entregarte, sin atravesar ni romper nunca el leve y opaco velo que nos separa y nos comunica... Haznos sentir tu presencia en la profundidad de todo lo que existe, en la naturaleza pero también en la historia, en la tierra como en el cielo, en el pasado como en el futuro, en nuestra religión como en las de todos los pueblos. Nosotros te hemos sentido especialmente cerca en Jesús de Nazaret, y en el mismo Espíritu que él ha manifestado, Te sentimos presente, a Ti y a Todo lo que existe. Amén

O también: Dios, Padre nuestro, acrecienta en nosotros el sentimiento de hijos tuyos,

nuestro amor y nuestra confianza en Ti, para que seamos en todo momento y circunstancia signos vivos de tu presencia en medio de la humanidad. Por Jesucristo.

Lunes 8 de agosto de 2011Domingo de Guzmán, Victorino

EVANGELIOMateo 17, 22-27

22Mientras caminaban juntos por Galilea les dijo Jesús:-Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres y 23lo

matarán, pero al tercer día resucitará.Ellos quedaron consternados24Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto del templo se

acercaron a Pedro y le preguntaron:-¿Vuestro maestro no paga el impuesto? 25Contestó:-Sí.Cuando llegó a casa se adelantó Jesús a preguntarle:-¿Qué te parece, Simón? Los reyes de este mundo, ¿a quiénes les cobran

tributos e impuestos, a los suyos o a los extraños?26Contestó:-A los extraños. Jesús le dijo: -O sea, que los suyos están exentos. 27Sin embargo, para no

escandalizarlos, ve al mar y echa el anzuelo; coge el primer pez que saques, ábrele la boca y encontrarás una moneda; cógela y págales por mí y por ti.

COMENTARIOS

I

vv. 22-23: Mientras caminaban juntos por Galilea les dijo Jesús: -Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres y 23lo matarán, pero al tercer día resucitará. Ellos quedaron consternados.

De nuevo en Galilea. Han vuelto del territorio de Cesarea (16, 13). Segunda predicción de la muerte-resurrección, muy distinta de la primera (16,21). Usa Jesús la denominación «el Hijo del hombre», de valor extensivo. Lo que afirma toca, por tanto, en primer lugar a él, pero también a sus seguidores (cf. 10,17). No menciona lugar ni personajes concretos; sus asesinos serán «hombres». Repite que la muerte no es lo definitivo; en breve tiempo se manifestará la vida.

La oposición entre los «hombres» y «el Hijo del hombre» es común en los evangelistas. Si el Hijo del hombre se caracteriza por poseer el Espíritu de Dios, «los hombres» son los que carecen de él y no comprenden ni secundan el plan de Dios (16,13.23). Aquí son «algunos hombres» (sin artículo), que representan, en el caso de Jesús, a las autoridades judías. Jesús, el Hombre- Dios (1,23), lleva en sí la vida que le permite levantarse de la muerte.

La reacción de los discípulos no es de fe-adhesión; quedan desolados ante la perspectiva de la muerte. Tampoco los que han estado presentes a la escena de la transfiguración han entendido.

v. 24: Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: -¿Vuestro maestro no paga el impuesto?

«El impuesto del templo»: lit. «las didracmas», impuesto anual que todo judío de Palestina o del extranjero había de pagar al templo desde los veinte años (Ex 30,11-13; 38,26; cf. Neh 10,33s). Dos dracmas es el equivalente a dos días de jornal. Se cobraba el impuesto en la segunda quincena de marzo (Adar); en Nisán (Abril), que señalaba el comienzo del año litúrgico, tenía que estar cobrado. La Pascua no estaba lejos.

La pregunta de los recaudadores a Pedro espera respuesta afirmativa, pero dejando abierta la posibilidad contraria. Los sacerdotes y algunos rabinos pretendían estar exentos de pagar el impuesto. Dado que a Jesús se le llama maestro, podría pretender el mismo privilegio.

vv. 25-26: Contestó: -Sí. Cuando llegó a casa se adelantó Jesús a preguntarle: -¿Qué te parece, Simón? Los reyes de este mundo, ¿a quiénes les cobran tributos e impuestos, a los suyos o a los extraños? 26Contestó: -A los extraños. Jesús le dijo: -O sea, que los suyos están exentos.

Pedro, sin más, responde afirmativamente, mostrando su concepción de un Mesías que respeta y continúa las instituciones de Israel. No le penetran las predicciones que ha hecho Jesús de su muerte (16,21; 17,22s); a pesar de la increpación de Jesús (16,23) y de la transfiguración (17,l ss), su idea sigue siendo la humana (16,23). Jesús le da la lección, ampliando el caso a los tributos reales. «Los reyes de este mundo», expresión judía corriente en oposición con «el rey del cielo»; «a los suyos» (lit. «de sus hijos», cf. 8,12). Se refiere a los súbditos de su reino; son los extraños / extranjeros, es decir, los pueblos sometidos, los que pagan el tributo. Jesús y sus discípulos son los ciudadanos del reino de Dios y están exentos del pago. Como el texto juega con el doble significado de «hijos», súbditos del rey / hijos de Dios, se escoge una traducción («los suyos») que permite ambos sentidos.

La frase central del pasaje es «los suyos están exentos» (lit. «libres son los hijos»). Tal ha de ser la conciencia de la comunidad cristiana. La condición de hijos de Dios lleva consigo la absoluta libertad respecto a toda clase de poder e imposición.

v. 27: Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al mar y echa el anzuelo; coge el primer pez que saques, ábrele la boca y encontrarás una moneda; cógela y págales por mí y por ti.

Ni Jesús ni los suyos tienen ninguna obligación de pagar. Si lo hacen, no es por respeto al templo, sino al pueblo. «El escándalo» es un tema de Mt (cf. 5,29; 11,6; 13,21.57; 15,12; 18,6, etc.).

II

El impuesto del que nos habla el evangelio no es un impuesto general, como los que se cobran hoy día sobre el consumo de bienes y servicios, sino un impuesto especial al que estaban obligados los israelitas para el mantenimiento del Templo de Jerusalén. El origen de este impuesto se remontaba a épocas remotas, cuando los santuarios locales eran sostenidos por las familias del lugar, y los artículos que se ofrecían para el sacrificio eran consumidos por los mismos oferentes (Ex 30,13.24). Este mismo impuesto se había convertido en una carga extremadamente pesada para el pueblo pobre, después de las reformas religiosas y las ampliaciones del edificio que había introducido el rey Herodes. La respuesta de Jesús a los cobradores de impuestos que interpelan a Simón Pedro se refiere al abuso que cometían las autoridades al hacer doble recaudación para el Templo. Les cobraban a todos los judíos y prosélitos que vivían en el extranjero, y al mismo tiempo les cobraban a los que vivían en Israel, quienes, además de los impuestos ordinarios sobre el sacrificio, debían pagar este impuesto adicional.

Martes 9 de agosto de 2011

Fabio, Román, Justo

EVANGELIOMateo 18, 1-5. 10. 12-14

18 1En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:-Vamos a ver, ¿quién es más grande en el reino de Dios?2Él llamó a un criadito, lo puso en medio 3y dijo:-Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis

en el reino de Dios; 4o sea, que cualquiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo éste, ése es el más grande en el reino de Dios; 5y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.

10Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de ésos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.

COMENTARIOS

I

v. 1: Este episodio tiene lugar en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es la casa que representa la comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que tiene como punto de partida la pregunta de los discípulos. El reino de Dios es la comunidad cristiana; los discípulos, según la mentalidad del judaísmo, suponen que hay en ésta diferencias de rango.

v. 2: «A un criadito»: el griego paidion (diminutivo de país = muchacho / mozo / chico) denota un niño o niña de hasta doce años (cf. Mc 5,42): mozuelo / chiquillo». En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean para designar a un sirviente: «mozo de cuerda / de cuadra / de café», «mancebo de botica», «el chico / la chica / muchacha». Griego país = «chico / mozo / servidor / hijo»; diminutivo paidion, desde Aristófanes = «esclavito / chiquillo» (por ejemplo, «el chiquillo de la tienda»).

En este pasaje no se trata de un chiquillo cualquiera, como aparece claramente a continuación (4: «el chiquillo éste»; 5: «un chiquillo como éste/de esta clase»). El chiquillo es un joven sirviente. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos.

v. 3-4. «Si no cambiáis», lit. «si no dais la vuelta», que significa un cambio de dirección (gr. stréphô, no epistrephô, convertirse). «Estos chiquillos», en gr. artículo anafórico; no se trata de chiquillos cuales quiera, sino de la clase representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los chiquillos/servidores» significa renunciar a toda ambición personal. Siendo este cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la opción expresada en la primera bienaventuranza (5,3), que es la que permite entrar en el reino; lo mismo, con la fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí mismo», condición para el seguimiento (16,24).

«Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoô, como el adjetivo tapeinos, no significan la humildad psicológica, sino la sociológica, la condición humilde. El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento de interiorización, por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosunê).

En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no el que manda, es el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida.

v. 5: El chiquillo/servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la presencia de Jesús.

v. 10: La conclusión de lo anterior viene enfatizada por Jesús con la comparación de los ángeles. Según la creencia judía, sólo podían contemplar el rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servicio. Más tarde, por subrayar la trascendencia divina, se pensó que ni siquiera éstos podían hacerlo. Para ponderar el respeto debido a los pequeños se apoya Jesús sobre esa imagen: los pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.

II

Cuando Mateo habla de los ‘pequeños’ se refiere a todas aquellas personas que viven su experiencia de Dios desde la simplicidad y desde la inmediatez de la vida cotidiana. La experiencia de fe no es exclusiva de profesionales de la religión, como los teólogos, pastores, presbíteros o religiosos en general, sino que es patrimonio del pueblo sencillo en cualquier lugar del mundo y en cualquier religión. En cada religión algunas personas se especializan en todo lo relacionado con esa experiencia de fe: Rituales, teología, representación institucional. Y, aunque la presencia de estas personas es importante, sin embargo, lo que hace que una experiencia religiosa crezca y se fortalezca es la sinceridad, dedicación y religiosidad de las personas comunes que profesan esos valores espirituales. El evangelio nos invita a guardar el equilibrio entre las exigencias institucionales y la experiencia sencilla, sabiendo que en todo momento la experiencia primaria se manifiesta en aquellos que acogen a Dios en la sencillez de su vida.

Miércoles 10 de agosto de 2011Lorenzo, Asteria

EVANGELIOMateo 18, 15-20

15Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que toda la cuestión quede zanjada apoyándose en dos o tres testigos (Dt 19-15).

17Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un recaudador.

18Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. 19Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, 20pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos, estoy yo.

COMENTARIOS

I

v. 15: Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.

La ofensa crea división en la comunidad y ésa ha de ser reparada lo antes posible. Por eso, Jesús no prescribe al ofensor que vaya a pedir perdón al ofendido, sino, al contrario, es éste quien ha de tomar la iniciativa, para mostrar que ha perdonado y facilitar la reconciliación. El ofensor ha de mostrar su buena voluntad re-conociendo su falta. Dado lo anormal que es esta situación en la comunidad y el daño que puede producir, no se dará publicidad al asunto. Es un caso particular del expuesto en la parábola de la oveja perdida. Cuando el extravío tiene por causa una falta contra un miembro de la comunidad, que nadie sabe más que éste, ha de considerarse responsable de atraer a la unidad al culpable.

vv. 16-17: Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que toda la cuestión quede zanjada apoyándose en dos o tres testigos (Dt 19-15).

17Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un recaudador.

En caso de que el ofensor no quiera reconocer su falta, algunos otros miembros pueden apoyar la oferta de reconciliación. Mt cita Dt 19,15. Se mueve en ambiente judío. Si el individuo tampoco acepta el arbitraje y se niega a restablecer la unidad, el árbitro será la comunidad entera. Si fracasa el intento, el ofendido se desentiende del ofensor, lo considera como un extraño para sí.

El uso de los términos «pagano» y «recaudador» es sorprendente, dado que Jesús era llamado amigo de pecadores y recaudadores (11,19). Pero el texto no habla de individuos, sino de situaciones. Jesús no aprobaba la situación de recaudadores y pecadores, aunque no la consideraba definitiva y les ofrecía la posibilidad de salir de ella. Sin embargo, esas situaciones eran objetivamente de error e injusticia: el pagano equivale al que no conoce al verdadero Dios; el recaudador, al que, conociéndolo, hace caso omiso de su voluntad.

v. 18: Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

. Se dirige Jesús a la comunidad, repitiendo las palabras dichas a Pedro como primer creyente (16,19). Todos los que profesan la misma fe en Jesús pueden decidir sobre admitir o expulsar de la comunidad. Se ve que Pedro en aquella escena era prototipo de la comunidad misma. La decisión humana está refrendada por Dios.

vv. 19-20: Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, 20pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos, estoy yo.

Jesús repite el mismo principio con otras palabras. La traducción de este pasaje es difícil.

La correspondencia temática de los dos versículos se aprecia por la oposición entre tierra y cielo y entre hombres y Dios (implícito en los verbos pasivos de v. 18). El tema común es que lo acordado por los hombres queda confirmado por Dios.

Entra, sin embargo, en la segunda formulación el elemento de la petición. La eficacia del acuerdo se debe a la presencia de Jesús entre los que apelan a él. No se toman, pues, las decisiones a la ligera, ni resultan tampoco del mero parecer humano: se hacen contando con la presencia del Señor en el grupo cristiano a quien se dirige la petición. Las expresiones «por el que hayan pedido» (19) y «apelando a mí» (20) son equivalentes.

II

El evangelio nos presenta tres temas importantes que guardan una íntima relación entre sí. El primero es la corrección fraterna; el segundo, la capacidad que tiene la comunidad para realizar acciones determinantes y definitivas; el tercero, el poder de la oración comunitaria. Estos tres recursos de orientación comunitaria le permiten al grupo de seguidores de Jesús contar con los medios para superar los conflictos habituales de la vida cotidiana. La corrección fraterna no es sólo la oportunidad para enderezar el camino individual de una persona, sino sobretodo un medio para que la comunidad crezca en la corresponsabilidad y en la autonomía colectiva. Los problemas de la comunidad no deberían ser transferidos a autoridades ajenas a la comunidad misma, sino que deben recibir atención y gestión en el mismo lugar donde se producen.

Jueves 11 de agosto de 2011Clara, Martín de Tours

EVANGELIOMateo 18, 21-19,1

21Entonces se adelantó Pedro y le pregunto:-Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que

perdonar?, ¿siete veces?22Jesús le contestó:-Siete veces, no; setenta veces siete.23Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con

sus empleados. 24Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. 25Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso.

26El empleado se echó a sus pies suplicándole:-Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo.

27El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda.

28Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando:

-Págame lo que me debes.29El compañero se echó a sus pies suplicándole:-Ten paciencia conmigo, que te lo pagare.30Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo

que debía.31Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle

va su señor lo sucedido. 32Entonces el señor llamó al empleado y le dijo:-¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. 33¿No era

tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

35Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.

19 1Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del otro lado del Jordán.

COMENTARIOS

I

vv. 21-22: Entonces se adelantó Pedro y le pregunto: -Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces? 22Jesús le contestó: -Siete veces, no; setenta veces siete..

Se discutía sobre el número de veces que había que perdonar, y solía proponerse el número cuatro como cifra máxima. Pedro va más allá, pero se mueve aún en el plano de la casuística. La pregunta de Pedro se refiere directamente al v. 15. La respuesta de Jesús juega con el término «siete» propuesto por Pedro, aludiendo a Gn 4,24 (cántico de Lamec): «si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete». El perdón debe extenderse hasta donde ]legó el deseo de venganza.

vv. 23-34: Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. 24Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. 26El empleado se echó a sus pies suplicándole:

-Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. 27El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda.

El sentido de la parábola es claro. «Empleados»: lit. «siervos/esclavos». En la concepción de la corte oriental, donde el rey era señor absoluto, todos los miembros de la corte, por alta que fuera su categoría, se consideraban siervos del rey (1 Sm 8,14; 2 Re 5,6; Mt 25,14-30). En este pasaje, un siervo que debía millones al rey era ciertamente un personaje importante.

v. 28: Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: -Págame lo que me debes. 29El compañero se echó a sus pies suplicándole: -Ten paciencia conmigo, que te lo

pagare. 30Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle va su señor lo sucedido.

«Algún dinero»: lit. «cien denarios». El denario era el jornal de un obrero.v. 32: 32Entonces el señor llamó al empleado y le dijo:-¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. 33¿No era

tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

35Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.

«¡Miserable!»: lit. «siervo malvado». En las invectivas, el castellano suele omitir el nombre, dejando sólo el adjetivo. Es lícito hacerlo aquí porque el concepto «siervo» no tiene relación con lo que sigue, donde no se habla más de actividad. «Miserable» concuerda mejor con el contexto (idea de mezquindad) que «malvado».

Nótese la oposición entre v. 27: «tuvo lástima», y v. 34: «indignado». El v. 35 aplica a la comunidad el principio general enunciado en 6,14s. «Perdonar de corazón» está en relación con la sexta bienaventuranza (5,8). La moraleja de la parábola es la siguiente: si Dios perdona graciosamente las mayores deudas, nadie puede aducir razón válida para negar a otro el perdón (cf. 5,9.48).

19,1: Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del otro lado del Jordán..

Continúa el viaje a Jerusalén, mencionado en 16,21. Después del discurso de las parábolas (13,1-35), Jesús no vuelve a enseñar a las multitudes, pero las cura (cf. 14,14).

II

El evangelio de hoy nos presenta dos enseñanzas de Jesús: La primera condensada en una máxima; la segunda representada en una parábola. La primera se refiere a los estándares de generosidad o de tolerancia con el prójimo. El ofendido, bien fuera a título personal o a nombre de la comunidad, podía en un gesto magnánimo soportar una ofensa, o lo que consideraba como tal, por un máximo de siete ocasiones. La propuesta de Jesús supera ampliamente esa medida y muestra cómo la generosidad no debe tener medida si el ofendido tiene una conciencia superior a la del ofensor. La medida de nuestra capacidad de perdón debe ser tal que estemos siempre en condiciones de superar el mecanismo de la agresión automática, es decir, de la respuesta en tono de represalia, inmediata e irracional. La segunda enseñanza matiza la primera, ya que nos muestra por medio del lenguaje comparativo o analógico que la generosidad de Dios con nosotros es incomparablemente mayor que la que nosotros podemos tener con cualquiera de nuestros prójimos que nos haya ofendido.

Viernes 12 de agosto de 2011Julián

EVANGELIO

Mateo 19, 3-12

3Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo:-¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?4El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los

hizo varón y hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán

los dos un solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

7Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la

repudia? (Dt 24,1).8Él les contestó:-Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras

mujeres; pero al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

10Los discípulos le replicaron:-Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.11Pero él les dijo:-No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don.

12Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

COMENTARIOS

I

v. 3: Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?

La pregunta de los fariseos es directa; suponiendo la legitimidad del repudio (= decisión unilateral del hombre que despedía a su mujer), piden a Jesús que se pronuncie sobre una célebre controversia a propósito de Dt 24,1 entre los rabinos Hillel y Shammai: el primero autorizaba el repudio por causas triviales, y su opinión era la más seguida; el segundo exigía la infidelidad de la mujer No buscan aprender de Jesús, sino ponerlo en una situación difícil.

vv. 4-6: El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo varón y hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

En lugar de ceñirse a un texto que sólo se refería a la cuestión práctica y legal del repudio, Jesús llama la atención de sus adversarios sobre otro pasaje de la Escritura donde se trata positivamente de la naturaleza del matrimonio, en el contexto de la creación del hombre y, por tanto, del plan primordial de Dios sobre él. El hombre siente por la mujer un amor preferente que deja en segundo término el del padre y la madre. La consecuencia de la unión es que hombre y mujer constituyen un solo ser (en gr. sarx, que designa a la persona en cuanto mortal) (Gn 1,27; 2,24). La consecuencia es clara: un hombre no puede anular la obra de Dios.

vv. 7-9: Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la repudia? (Dt 24,1). 8Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

Los fariseos vuelven a la carga, citando a Moisés (Dt 24,1). La respuesta de Jesús es radical: Moisés cedió a la condición del pueblo oponiéndose al plan de Dios. Jesús identifica a los fariseos con el pueblo, haciéndolos exponente de su obstinación. No todo lo que se contiene en la Ley responde a la voluntad de Dios, ni todos los pasajes de la Escritura tienen el mismo valor.

Jesús propone, por tanto, el ideal del matrimonio humano, según el plan inicial de Dios. La opción de amor que lo funda debe ser definitiva.

vv. 10-12: Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

Los discípulos protestan contra tal rigorismo: en esas condiciones, el matrimonio no es ventajoso. Jesús comenta lo que acaban de decir y afirma que renunciar al matrimonio no es posible para todo hombre; hace falta un don especial para ello. Este puede identificarse con el deseo ardiente de dedicarse al trabajo por el reinado de Dios, con un sentimiento vivo de la urgencia de esa labor y encontrando en ella la plena realización humana. De hecho, la única razón que propone Jesús para abstenerse del matrimonio es el reinado de Dios, que, en su expresión plena, es la nueva sociedad humana que él viene a comenzar. También Jesús siente la urgencia de esa dedicación: por eso invita a ella a los que se sientan llamados.

II

El evangelista Mateo nos ayuda a descubrir en la lógica y en los valores del Reino que no todo lo legal es justo. El caso que el texto plantea se refiere a una práctica habitual en el primer siglo de nuestra era, que permitía que los varones, mediante una decisión exclusiva y unilateral, pudiesen repudiar a su esposa y contraer un nuevo matrimonio. Tal práctica, si bien estaba avalada por la Ley, era fuente de tremenda injusticia, por cuanto la mujer debía retornar al hogar paterno en condiciones de rechazo e inferioridad. Ya no tenía parte en la herencia paterna, porque al contraer matrimonio se le había entregado su porción en forma de dote matrimonial; así que no tenía otro remedio que esperar una ayuda benigna, si todavía contaba con el apoyo paterno. En tal caso, el repudio era una tremenda injusticia contra la mujer, avalada por una interpretación caprichosa de la Ley. La enseñanza de Jesús a ese respecto es que, aunque la ley permita una injusticia, el sentido ético no lo debe permitir.

Sábado 13 de agosto de 2011Ponciano, Hipólito, Mártires Claretianos de Barbastro

EVANGELIOMateo 19, 13-15

13Le acercaron entonces unos chiquillos para que les impusiera las manos y rezara, pero los discípulos les regañaban, 14pero Jesús dijo:

-Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acerquen a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios por rey.

15Les impuso las manos y siguió su camino.

COMENTARIOS

I

v. 13: Le acercaron entonces unos chiquillos para que les impusiera las manos y rezara, pero los discípulos les regañaban,

Estos chiquillos, presentados por gente innominada, continúan los de 18,2-5 (cf. 14: «los que son como ellos»; 18,5: «un chiquillo como éste»). Son, por tanto, figura de los discípulos que toman por norma el servicio.

vv. 14-15: pero Jesús dijo: -Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acerquen a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios por rey. 15Les impuso las manos y siguió su camino.

La frase «porque los que son como ellos tienen a Dios por rey» (para la traducción, cf. 5,3) pone la actitud de los «chiquillos», la de servicio, en relación con la primera y última bienaventuranza. La opción por la pobreza (5,3), que elimina toda causa de injusticia, y la fidelidad a ella (5,10), son la plataforma para dedicarse a un servicio eficaz de los demás (cf. 5,7.9).

II

En muy pocos casos los discípulos de Jesús obstaculizan acceder a él. En este caso particular de los niños, los discípulos representan un obstáculo mayor, por cuanto reproducen mecánicamente los prejuicios de su propia cultura, que veía a los niños como seres carentes de juicio, dirección y entendimiento, por lo que no se les debía permitir el ingreso en el ámbito adulto, mucho menos en el espacio de formación que Jesús brindaba a sus seguidores. Las familias buscaban que los niños conocieran a Jesús para que él los bendijera y orara por ellos. La bendición solemne se hacía imponiendo las manos sobre la cabeza, y la oración invocaba la protección divina. Estas prácticas reflejaban la creencia popular que consideraba que todos debían buscar la presencia, la enseñanza y la bendición de personas santas representadas por los profetas, maestros y sanadores. Jesús no rechaza esas expresiones de la religión popular, sino que descubre en ellas valores fundamentales para una auténtica experiencia religiosa, como son la confianza, la sinceridad y la sencillez.

Domingo 14 de agosto de 2011

Domingo 20º del tiempo ordinarioMaximiliano Kolbe, Virginia

VIGESIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Isaías 56, 1. 6-7Salmo responsorial: 66, 2-3. 5-8

Segunda lectura: Romanos 11, 13-15. 29-32

EVANGELIOMateo 15, 21-28

21Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle:

-Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo.

23É1 no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle:

-Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó:-Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel.25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle:-¡ Socórreme, Señor! 26Jesús le contestó:-No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros.27Pero ella repuso:-Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la

mesa de sus amos.28Jesús le dijo:-¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas.En aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIOS

I

UN MUNDO DE PERROSLos humanos tenemos la tremenda manía de colocarnos mutuamente

etiquetas. Y las etiquetas que nos ponemos son como caricaturas que resaltan una de nuestras facetas, la más destacada. Hay quien nace bueno o malo, listo o torpe, marginado o integrado en la sociedad, y campea por la vida y de por vida como si estuviera obligado a ejercerlo ininterrumpidamente. Si se sale del papel, cae en desgracia.

En las películas del Oeste, más dañinas que los desnudos escénicos, desde los primeros fotogramas se presenta un protagonista -el bueno- y su antagonista -el malo- luchando frente a frente. Algo similar ocurre en las poco afortunadas películas de indios y americanos. Desde niños nos habían metido tan dentro la bondad de los americanos y la maldad de los indios, que parecía imposible invertir los papeles. La

historia, pienso, la escriben los conquistadores para afirmar su poderío. Y ellos asignan el papel que cada país o raza tiene que representar en la escena mundana.

"Buenos y malos". Hemos partido el mundo en dos, con un muro berliniano infranqueable entre ellos. Dos mundos que se rechazan en bloque sin reconocer que los buenos pueden tener algo de malo, y los malos, de bueno. Pero no hay que alarmarse. Esto viene de antiguo. Siempre existieron dos mundos.

Cuenta el Evangelio que Jesús salió un día de su país hacia la región de Tiro y Sidón. Una mujer pagana se le acercó para pedirle la curación de su hija endemoniada. Jesús, participando de Is mentalidad de la época, respondió a su súplica de un modo un tanto descortés: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos". "Los perros" era el término despectivo e injurioso con que los judíos designaban a los paganos, oficialmente malos. El mundo andaba ya dividido en bloques, como hoy.

Y fue precisamente una mujer pagana, un perro, la que hizo cambiar a Jesús de modo de pensar. "Tienes razón, Señor, le dijo. Pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos". También los oficialmente tratados de malos tenemos derecho a vivir y a gozar de la salud. También los endemoniados paganos.

Jesús se rindió ante la evidencia. Las flores pueden nacer en los estercoleros y, a veces, más bellas, por más abono natural. Las dificultades forjan los espíritus más aguerridos. "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas -apostilló el Maestro.

Curando a su hija, Jesús sentó las bases para hacer de los dos mundos -judío y pagano- uno. No hay ni buenos ni malos oficiales. Son las obras, la fe en aquel caso, quienes hablan de la bondad o maldad de las personas. Y son malos todos aquellos que, por su bondad oficial y reconocida, etiquetan de malos a los que no son como ellos. Por este camino convertimos nuestro mundo en un mundo de perros...

II

HAY QUE REBELARSENo se puede soportar resignadamente la injusticia. Los que dicen que el mundo está

organizado de acuerdo con la voluntad de Dios y que hay que resignarse con el lugar que él ha señalado a cada uno, o no conocen el mensaje de Jesús o, sencillamente, mienten. Ante la injusticia hay que rebelarse, o no se podrá participar de la liberación que ofrece Jesús.

UN EVANGELIO DIFICILEs chocante la lectura del evangelio de este domingo. En una primera lectura

es casi imposible ponerlo de acuerdo con el resto del evangelio.Jesús ha vuelto a dejar claro, una vez más, en una polémica con los letrados de

Jerusalén (Mt 15,1-20), que las tradiciones de los judíos, y concretamente aquellas que favorecen la incomunicación entre los hombres (por ejemplo, la doctrina sobre lo puro y lo impuro), o las que justifican la insolidaridad (la costumbre de ofrecer una limosna al templo para, en adelante, quedar descargado de la obligación de atender a los padres ancianos), no tienen valor alguno y que lo verdaderamente importante es el hombre, su corazón, su interior. ¿Cómo se entiende que, inmediatamente después,

Jesús se encuentre con una mujer que lo busca angustiada porque tiene a su hija en-ferma y la desprecie porque no es judía?

UNA MUJER RESIGNADAPor la manera de presentarla, esta mujer, aunque no es judía de raza, vive de

siempre en Palestina y conoce las tradiciones del pueblo de Israel; no se explicaría, si no es así, que llamara a Jesús «Hijo de David»: «Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi 'hija tiene un demonio muy malo».

Sorprende la aparente indiferencia de Jesús, que continúa caminando sin hacer caso a los gritos de la mujer. Sólo se detiene ante el ruego de los discípulos: «Atiéndela, que viene detrás gritando». La respuesta de Jesús desconcierta todavía más: «Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel».

Jesús no aceptaba el título «Hijo de David» que los israelitas daban al Mesías porque suponía un mesianismo nacionalista, violento y realizado desde el poder. Y lo que parece que más le irrita en este episodio es que sea precisamente la víctima de esa ideología excluyente quien la haya asumido como propia: la mujer, por no ser del pueblo del que David fue rey está considerada como una persona de segunda categoría. Y ella se resigna ante esa situación, la acepta, no la discute, no se rebela ante la injusticia.

Al decir «Me han enviado sólo para las ovejas decarriadas de Israel», Jesús no está expresando su pensamiento, sino el de aquella mujer y, seguramente, el de sus mismos discípulos.

CON MUCHO AMOR, CON MUCHA FESólo entendiéndolas así tienen algún sentido las palabras de Jesús; y si se

tomaran como expresión de su pensamiento, la segunda intervención de Jesús sería, en él, todavía más incomprensible que la primera.

Ante la insistencia de la mujer: «¡Socórreme, Señor!», Jesús replica con esta frase: «No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros». No, éste no es el mismo Jesús que había atendido ya a un pagano, un centurión de la legión romana que se había dirigido a él pidiéndole la salud de un criado suyo (Mt 8,5-14); que había liberado de su alienación (de sus demonios) a dos endemoniados paganos (8,28-9,1); que había acogido entre sus discípulos a un recaudador de impuestos (Mt 9,9-12). Decididamente, no. Jesús no piensa así. Está dando una lección a aquella mujer y a todos los presentes: si uno acepta la esclavitud, la discriminación, la margi-nación sin rebelarse, éstas son las consecuencias.

Jesús no va a dejar desamparada a aquella mujer. Ante todo porque Jesús nunca pasa indiferente ante el dolor humano; y luego porque en aquella mujer hay dos valores que es necesario resaltar y potenciar.

El primero es su amor. El amor hacia su hija, que es quizá lo que, equivocadamente, la lleva a adoptar aquella actitud conformista y resignada: tiene a su hija enferma y está dispuesta a hacer por ella todo lo que sea necesario.

En segundo lugar, la resignación no ha apagado del todo su deseo de liberación, y ella ha descubierto en Jesús y en su mensaje el camino más seguro hacia la libertad. La enfermedad de aquella chiquilla es en realidad la mentalidad que refleja la resignación de su madre: la aceptación de que hay, y tiene que seguir habiendo, diferencias entre los seres humanos. La mujer no discute esta idea, pero

parece pedir a Jesús que no se la tome al pie de la letra: «Anda, Señor, que también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Anda, Señor -parece decir la mujer cananea-, no niegues algún tipo de participación en tu proyecto a los que no pertenecemos a Israel. Deja que caminemos contigo hacia la libertad, haz para nosotros un poco de sitio en tu casa...

Jesús, entonces, valora este atisbo de rebeldía interpretándolo como una importante manifestación de fe: « ¡ Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas». Y le concede todo lo que le pide: «En aquel momento quedó curada su hija».

III

vv. 21-23: Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle: -Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra.

La violenta ruptura de Jesús con la doctrina oficial, descrita en el episodio anterior, lo lleva a salir del país judío.

Es allí donde se encuentra una mujer cananea. Se llamaban cananeos los fenicios que vivían en el territorio ocupado después por los hebreos. Esta designación arcaica indica que la mujer, aunque pagana, vive entre las israelitas (Mc, «griega», es decir, pagana, «fenicia de Siria»).

Por eso se dirige a Jesús llamándolo «Hijo de David»; muestra así conocer la tradición judía (cf. 9,27; 12,23). Con ello reconoce que la misión de Jesús se limita a Israel. El título de «Señor» es el que dan a Jesús sus discípulos (14,28.30).

vv. 23-26: Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor!

«Atiéndela» (en griego, apolyson autên). El verbo significa no sólo «despedir/despachar», sino también atender a una súplica, conceder una gracia; cf. Mt 18,27. La réplica de Jesús a los discípulos indica ser éste el sentido del texto. «Las ovejas descarriadas», cf. Ez 34,4.6.16; Jr 10,21; Sal 119,176.

La condición de «Hijo» depende de la fe de la persona (cf. 9,2). La aparente repulsa de Jesús estimula la fe de la mujer pagana. Aun reconociendo que no tiene derecho a pedir ayuda, espera obtenerla. Como en el caso del centurión (8,10), la fe le obtiene la curación, en espera de la salvación definitiva.

La integración de los paganos en el reino, o, lo que es lo mismo, en el Israel mesiánico, tendrá lugar después de la muerte de Jesús.

Existe un paralelo con el caso del endemoniado sordo y mudo (12,22). En ninguno de los dos pasajes se dice que Jesús expulse al demonio, pero el individuo queda curado. En ambos casos, el demonio o ideología que posee a la persona es la del privilegio de Israel (12,23; 15,22: [el] hijo de David); tampoco la mujer cree en la igualdad de Israel y los paganos; ella misma se considera inferior.

vv. 26-28: Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

La respuesta brusca de Jesús la lleva a afirmar que la compasión está por encima de la discriminación entre pueblos. Sólo entonces Jesús cura a la hija. El caso de la mujer es semejante al del centurión que impide a Jesús entrar en su casa. Uno y

otra se consideran inferiores a Israel, pero, a pesar de eso, ambos reconocen en Jesús una bondad que supera los límites de este pueblo. Esta fe obtiene la curación. Por eso, la frase final en cada episodio (8,13; 15,28) es la misma.

La cananea y su hija, como el paralítico y sus portadores, son dos personajes que representan a un mismo actante, aquí el paganismo. El estado de la hija figura la condición de los paganos, poseídos por una ideología contraria a Dios; la petición de la madre representa el anhelo de encontrar salvación en Jesús.

IV

A la vuelta del exilio, los discípulos de Isaías recobran las enseñanzas del profeta del siglo VII y proponen al nuevo Israel, en proceso de formación, que se abra a los valores de la universalidad y el ecumenismo. La apertura, sin embargo, no se basa en un compromiso diplomático ni en una ilusión quimérica sino en la causa universal de la Justicia. La tercera parte del libro de Isaías no propone que todas las religiones de su época se reúnan bajo la única bandera del pontificado de Jerusalén, sino que el pueblo que está naciendo después de cincuenta años de exilio sea el aglutinador de las aspiraciones más legítimas de la humanidad.

Los discípulos de Isaías son conscientes del peligro que subyace al nacionalismo exacerbado. La unidad étnica, cultural e ideológica de un pueblo no le da derecho a despreciar a los demás, bajo el pretexto de una falsa superioridad. Cada pueblo puede sólo ser superior a sí mismo en cada momento de la historia. Y esta superioridad consiste en transformar todas las decadentes tendencias centralistas, alienadoras y clasistas, en una consciencia de sus propias potencialidades de apertura universalista y de esfuerzo de comunión.

El nuevo Templo, como símbolo de la esperanza y la resurrección de un pueblo, debía convertirse en una institución que animara los procesos de integración universal. El Templo, como casa de Dios, debía estar abierto a los creyentes en el Dios de la Justicia y el Amor, cuya religión se inspira en el respeto por los más débiles y en la defensa de los excluidos.

Sin embargo, esta propuesta no tuvo casi ninguna resonancia y se convirtió en un sueño, en una esperanza para el futuro, en una utopía que impaciente aguarda a su realizador. Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo proclama a voz en cuello «mi casa será casa de oración», la propuesta del libro de Isaías. El Templo, aun desde mucho antes de que apareciera Jesús, se había convertido en el fortín de los terratenientes y en el depósito de los fondos económicos de toda la nación. Había pasado de ser patrimonio de un pueblo a ser una cueva donde los explotadores ponían a salvo sus riquezas mal habidas. El enfrentamiento con los mercaderes tenía por objetivo no sólo reivindicar la sacralidad del espacio, sino, sobretodo, la necesidad de devolverle al Templo su función como baluarte de la justicia y de la apertura económica. Los guardias del templo cerraban el paso a los creyentes de otras nacionalidades, pero abrían las puertas a los traficantes que venían a hacer negocios sucios.

En ese proceso de ruptura con la decadencia del Templo y con la élite que lo manipulaba se enmarca el episodio de la mujer cananea. Jesús se había retirado hacia una región extranjera, no muy lejos de Galilea. Las fuertes presiones del poder central imponían fuertes limitaciones a su actividad misionera. Su obra a favor de los pobres, enfermos y marginados encontraba una gran resistencia, incluso entre el pueblo más sencillo y entre sus propios seguidores. El encuentro con la mujer cananea, doblemente marginada por su condición de mujer y de extranjera, transforma todos los paradigmas

con los que Jesús interpretaba su propia misión. La mujer extranjera rompe todos los esquemas de cortesía y buen gusto que en las sociedades antiguas tenían un carácter no sólo indicativo sino obligatorio. Existían reglas estrictas para controlar el trato entre una mujer y un varón que no fuera de la propia familia. Los gritos desesperados de la mujer y sus exigencias ponían los pelos de punta no solo a los discípulos sino al evangelista que nos narra este relato. Con todo, la escena nos conmueve porque muestra cómo la auténtica fe se salta todos los esquemas y persigue, con vehemencia, lo que se propone.

Los discípulos, desesperados más por la impaciencia que por la compasión, median ante Jesús para ponerle fin a los ruegos de la mujer. El evangelista, entonces, pone en labios de Jesús una respuesta típica de un predicador judío: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel», para explicar cuál debería ser la actitud de Jesús. Por fortuna, la mujer, haciendo a un lado los prejuicios raciales ajenos, corta el camino a Jesús y lo obliga a dialogar. Cuál no sería la sorpresa de Jesús al encontrar en esta mujer, sola y con una hija enferma, una fe que contrastaba con la incredulidad de sus paisanos. Como Elías al comienzo de su misión, Jesús comprende que aunque la misión comienza por casa, no puede excluir a aquellos auténticos creyentes en el Dios de la Solidaridad, la Justicia y el Derecho. Por esta razón, su palabra abandona la pedantería del discurso nacionalista y se acoge a la universal comunión de los seguidores del Dios de la Vida.

Pablo, en la misma línea, abandona los inútiles esfuerzos por abrir a Israel a la esperanza profética y acepta la propuesta de los creyentes de otras naciones que están dispuestas a formar las nuevas comunidades abiertas, ecuménicas y solidarias.

En nuestro tiempo continuamos sin romper con tantos mecanismos que marginan y alejan a tantos auténticos creyentes en el Dios de la Vida, únicamente porque son diferentes a nosotros por su nacionalidad, clase social, estado civil o preferencia afectiva. ¡Esperemos que alguna buena mujer nos dé la catequesis de la misericordia y la solidaridad!

Por lo que se refiere a la misión «misionera» de los cristianos, bien sabemos que la letra del texto del evangelio de hoy bien podría inducirnos a error, pues hoy día la misión no puede estar centrada en ninguna clase restrictiva de ovejas, ni las de Israel, ni las del cristianismo,ni mucho menos las «católicas». La misión ha roto todas las fronteras, y sólo reconoce como objetivo el reinado del Dios de la Vida y de la Justicia. La misión ya no es ni puede ser chauvinista, porque hoy no cabe entenderla sino como «Misión por el Reino», por la Utopía del Reinado del Dios de la Vida, que es siempre un Dios inabarcablemente plural en sus manifestaciones, en sus revelaciones, en sus caminos...

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 65 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Los perros extranjeros». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300065 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap65b.mp3

Para la revisión de vidaEn ésta y otras ocasiones, Jesús alaba la «fe» de un «extranjero», o sea,

de una persona que no era judía, que tenía «otra religión». ¿Cómo está nuestra capacidad de reconocer y hasta de admirar los valores –religiosos incluso- que viven otras personas que no son de nuestra religión? ¿Cómo valoramos el mundo islámico, los emigrantes, los no creyentes, los agnósticos...?

Para la reunión de grupo

Me han enviado sólo a las ovejas descarriadas de Israel. Probablemente Jesús no dijo tal cosa en respuesta a que una extrajera le pidiera un milagro… El texto recoge una composición elaborada tratando de responder más bien al pensamiento de la primitiva comunidad cristiana. Pero en todo caso, el evangelio presenta signos de que Jesús tuvo tal vez una primera etapa no universalista, una etapa limitada en su perspectivas a Israel. ¿Cómo explicarlo? ¿Diríamos que Jesús fue creciendo... no sólo «en edad sabiduría y gracia», sino también en teología y en conciencia misionera...?

La mujer cananea es uno de los varios casos que aparecen en el evangelio en que Jesús alaba la fe de personas que no son miembros del Pueblo de Dios e incluso las pone por encima de los miembros del pueblo de Dios. Sobre esto cabe preguntarnos: ¿Es que en el Pueblo de Dios, «ni son todos los que están, ni están todos los que son»?

Un paso más: ¿Es que hay sólo un Pueblo de Dios, o habrá muchos Pueblos de Dios?

La teología actual de la «misión» acentúa que la misión no tiene como objetivo «convertir a otros a nuestra religión», sino –como no podía ser de otra manera, siguiendo a Jesús- construir el Reino de Dios. Es Misión-por-el-Reino. Comentar esto subrayando las diferencias con las antiguas concepciones de la misión.

Para la oración de los fielesPara que, como Jesús, seamos capaces de ver la «fe» y los admirables valores

religiosos de muchos hermanos y hermanas que no pertenecen al Pueblo de Dos. Roguemos al Señor.

Para que tengamos una mente abierta, un corazón generoso y una esperanza optimista. Roguemos...

Para que el mundo actual se embarque hacia la superación de los enfrentamientos étnicos y culturales. Roguemos...

Por la paz en la tierra de Jesús, Palestina, Israel; para que se llegue pronto a una solución que contemple los derechos de todos. Roguemos...

Oración comunitariaOh Dios de todos los pueblos, que has escogido y llamado a todos para

que cada uno se encontrara contigo por su propio camino, el camino ancestral por el que tú le has acompañado siempre con cariño paterno y cercanía materna. Danos el optimismo de la fe que sabe descubrir la presencia del Reino y de la «fe» también en los hombres y mujeres de otros Pueblos que hasta ahora nos han parecido equivocadamente «alejados». Ayúdanos a hacer nuestros la esperanza y el optimismo que Jesús nos manifiesta en el Evangelio. Nosotros te lo pedimos apoyados en el ejemplo de Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. Amén.

Lunes 15 de agosto de 2011Asunción de la Virgen María

EVANGELIOLucas 1, 39-56

39Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41A1 oír Isabel el saludo

de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en grito:

-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!

46Entonces dijo María:-Proclama mi alma la grandeza del Señor47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, 48porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde ahora me

llamarán dichosa todas las generaciones,49porque el Potente ha hecho grandes cosas en mifavor: Santo es su nombre50y su misericordia llega a sus fielesde generación en generación.515u brazo ha intervenido con fuerza,ha desbaratado los planes de los arrogantes:52derriba del trono a los poderososy encumbra a los humildes;53a los hambrientos los colma de bienesy a los ricos los despide de vacío.54Ha auxiliado a Israel, su servidor,acordándose, como lo había prometido a nuestros padres,55de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia,por siempre.56María se quedó con ella cuatro meses y se volvió a su casa.

COMENTARIOS

I

EL SERVICIO SOLICITODEJA UNA ESTELA DE ALEGRIA

«Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los más estrecho, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor.

«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y profético: « ¡ Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis

oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor!» (1,42-45).

Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno el Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza.

LA EXPERIENCIA DE LIBERACIONDE LOS HUMILLADOS Y OPRIMIDOS

En el cántico de María resuena el clamor de los humillados y oprimidos de todos los tiempos, de los sometidos y desheredados de la tierra, pero al mismo tiempo se hace eco del cambio profundo que va a producirse en el seno de la sociedad opresora y arrogante: Dios ha intervenido ya personalmente en la historia del hombre y ha apostado a favor de los pobres. En boca de María pone Lucas los grandes temas de la teología liberadora que Dios ha llevado a cabo en Israel y que se propone extender a toda la humanidad oprimida. En la primera estrofa del cántico María proclama el cambio personal que ha experimentado en su persona:

«Proclama mi alma la grandeza del Señory se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,porque se ha fijado en la humillación de su sierva.Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Potente ha hecho grandes cosas a mi favor-Santo es su nombre-y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (1,46-50).Por boca de María pronuncia su cántico el Israel fiel a Dios y a su alianza, el

resto de Israel que ha creído en las promesas. Alaba a Dios por su cumplimiento, que ve inminente por el hecho de la concepción del Mesías y experimenta ya realizado en su persona. «Dios mi Salvador» (cf. Sal 24,1; 25,5; Miq 7,7, etc.) es el título clave del cántico, cuyo tema dominante va ser la salvación que Dios realiza en Israel. Dios ha puesto su mirada en la opresión que se abate sobre su pueblo y lo ha liberado en la persona de su representante, su «sierva» (cf. Dt 26,7; Sal 136,23; Neh 9,9).

Los grandes hitos de la liberación de Israel están compendiados en las «grandes cosas» que Dios ha hecho en favor de María: esta expresión se decía en particular de la salida de Egipto (Dt 10,21, primer éxodo). En el compromiso activo de Dios a favor de su pueblo, éste reconoce que su nombre es Santo; en el compromiso de los cristianos a favor de los pobres y marginados, éstos reconocerán que el nombre de Dios es Santo y dejarán de blasfemar contra un sistema religioso que, a sus ojos, se ha prestado con demasiada frecuencia a lo largo de la historia a defender los intereses de los poderosos o por lo menos se ha inhibido de sostener la causa de los pobres con el pretexto de que alcanzarán la salvación del alma en la otra vida.

En la segunda estrofa se contempla proféticamente el futuro de la humanidad desheredada -tema de las bienaventuranza- como realización efectuada e infalible de una decisión divina ya tomada de antemano:

«Su brazo ha intervenido con fuerza,ha desbaratado los planes de los arrogantes:derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humillados;a los hambrientos los colma de bienesy a los ricos los despide de vacío» (1,51-53).

Dios no ha dado el brazo a torcer frente al orden injusto que, con la arrogancia que le es proverbial, ha pretendido con sus planes mezquinos e interesados borrar del mapa el plan del Dios Creador. Dios «ha intervenido» ya (aoristo profético) para defender los intereses de los pobres desbaratando los planes de los ricos y poderosos. La acción liberadora va a consistir en una subversión del orden social: exaltación de los humillados y caída de los opresores; sacia a los hambrientos y se desentiende de los ricos. El cántico de María es el de los débiles, de los marginados y desheredados, de las madres que lloran a sus hijos desaparecidos, de los sin voz, de los niños de la «intifada», de los muchachos que sirven de carnaza en las trincheras, en una palabra: de la escoria de la sociedad de consumo, que dilapida los bienes de la creación dejando una estela de hambre que abraza dos terceras partes de la humanidad.

Finalmente, en la tercera estrofa pone como ejemplo concreto de la salvación, cuyo destinatario será un día no lejano la entera humanidad, la realización de su compromiso para con Israel:

«Ha auxiliado a Israel, su servidor,acordándose -como lo había prometido a nuestros padres- de la misericordia en

favor de Abrahán y su descendencia, por siempre» (1,54-55).Dios no ha olvidado su misericordia/amor (Sal 98,3), como podía haber

sospechado Israel ante los numerosos desastres que han jalonado su historia. La fidelidad de Dios hecha a los «padres», los patriarcas de Israel, queda confinada de momento, en el horizonte concreto de María, el Israel fiel, a su pueblo. Sólo en la estrofa central hay atisbos de una futura ampliación de la promesa a toda la humanidad.

«María permaneció con ella como tres meses y regresó a su casa» (1,56). Lucas hace hincapié en la prolongada permanencia de María al servicio de su pariente, aludiendo al ultimo período de su gestación. Silencia, en cambio, intencionadamente su presencia activa en el momento del parto, cuando lo más lógico es que la asistiera en esta difícil situación. No tiene interés en los datos de crónica, sino en el valor teológico del servicio prestado. La vuelta «a su casa» sirve para recordar que en la gestación de su hijo, José no ha tenido arte ni parte. La mención de las dos «casas», la de Zacarías al principio y la de María al final, establece un neto contraste entre las respectivas situaciones familiares.

II

A la mitad del mes de agosto, estalla la alegría en la liturgia de la Iglesia. En el hemisferio norte, coincide -o se le ha hecho coincidir- con las fiestas ancestrales de la

canícula del verano boreal. La alegría de la plenitud de las cosechas llega a su plenitud ahora al celebrar la Asunción de la Virgen María. Ella, la madre de Jesús, es la «primera cristiana», debería ser también la primera en llegar hasta Jesús. La fe de la iglesia ha querido ver en ella la confirmación definitiva de que nuestra esperanza tiene sentido. De que esta vida, aunque nos parezca que está enferma de muerte, está en realidad preñada de vida, de una vida que se manifiesta ya en nosotros y que debemos celebrar ya aquí y ahora. Y en primer lugar, en María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

En la primera lectura encontramos un combate frontal entre la debilidad de una mujer a punto de dar a luz y la crueldad de un monstruo perverso y poderoso que se ha apropiado de una buena parte del mundo y quiere arrebatarle el hijo a la mujer. El Apocalipsis, hace un relato rico en simbología en el cual las comunidades cristianas pueden estar representadas en la mujer, reconociendo que un sector del cristianismo de los primeros días tuvo un alto influjo de la persona de María y de la presencia femenina en medio de ellas, como sostenedoras de la fe y la radicalidad. Por otra parte el monstruo, es un sinónimo del aparato imperial. Con sus respectivas cabezas y cuernos representa los tentáculos del poder civil, militar, cultural, económico y religioso, que está empeñado en eliminar al cristianismo, por su talante profético, ya que se ha tornado incómodo para los poderosos de la tierra.

La segunda lectura, abre bellamente con una metáfora de la resurrección de Cristo como primer fruto de la cosecha, y luego clarifica cómo todos lo que en Cristo viven, en Cristo mueren, también en Cristo resucitarán. Se trata de una afirmación de la vida plena para los que asumen el proyecto de Jesús como propio y en ese sentido se hacen partícipes de la Gloria de la resurrección.

En el evangelio, el canto de alegría de María que se proclama en el Evangelio se hace nuestro canto. Tenemos pocos datos sobre María en los evangelios. Los estudiosos nos dirán que, casi seguro, este cántico, el Magnificat, no fue pronunciado por María, sino que es una composición del autor del Evangelio de Lucas. Pero no hay duda de que, aun sin ser histórico, recoge el auténtico sentir de María, sus sentimientos más profundos ante la presencia salvadora de Dios en su vida. Es un cántico de alabanza. Esa es la respuesta de María ante la acción de Dios. Alabar y dar gracias. No se siente grande ni importante por ella misma, sino por lo que Dios está haciendo a través de ella.

"Proclama mi alma la grandeza del Señor". María goza de esa vida en plenitud. Su fe la hizo vivir ya en su vida la vida nueva de Dios. Hay un detalle importante. Lo que nos cuenta el evangelio no sucede en los últimos días de la vida de María, cuando ya suponemos que había experimentado la resurrección de Jesús, sino antes del nacimiento de su Hijo. Ya entonces María estaba tan llena de fe que confiaba totalmente en la promesa de Dios. María tenía la certeza de que algo nuevo estaba naciendo. La vida que ella llevaba en su seno, aún en embrión, era el signo de que Dios se había puesto en marcha y había empezado actuar en favor de su pueblo.

Más de una vez, en alguna dictadura, este canto de María se ha considerado como revolucionario y subversivo. Y ha sido censurado. Ciertamente es revolucionario, y su mensaje tiende a poner patas arriba el orden establecido, el orden que los poderosos intentan mantener a toda costa. María, llena de confianza en Dios, anuncia que Él se ha puesto a favor de los pobres y desheredados de este mundo. La acción de Dios cambia totalmente el orden social de nuestro mundo: derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. No es eso lo que estamos acostumbrados a ver en nuestra sociedad. Tampoco en tiempos de María. La vida de Dios se ofrece a todos, pero sólo los humildes, los que saben que la salvación sólo viene de Dios, están dispuestos a acogerla. Los que se sienten seguros con lo que tienen, esos lo pierden todo. María supo

confiar y estar abierta a la promesa de Dios, confiando y creyendo más allá de toda esperanza.

Hoy María anima nuestra esperanza y nuestro compromiso para transformar este mundo, para hacerlo más como Dios quiere: un lugar de fraternidad, donde todos tengamos un puesto en la mesa que nos ha preparado Dios. Pero en este día María anima sobre todo nuestra alabanza y acción de gracias. María nos invita a mirar a la realidad con ojos nuevos y descubrir la presencia de Dios, quizá en embrión, pero ya presente, a nuestro alrededor. María nos invita a cantar con gozo y proclamar, con ella, las grandezas del Señor.

Nota crítica. A estas alturas, es importante no hablar de la Asunción de María sencillamente como quien da por supuesto un viaje cuasi-sideral de María al cielo... No es necesario detenerse una vez más en el análisis del tema de los «dos pisos» de la cosmovisión religiosa clásica... Pero sí es necesario, aunque sea con un simple leve inciso, recordar a los oyentes que no estamos describiendo un asunción literal, un traslado físico, sino una expresión metafórica, para que no se entienda mal todo lo que con una bella estética bíblico-litúrgica podamos decir al respecto.

Lo que en este sentido se podría decir explícitamente sobre el tema de la «asunción» es lo mismo (y aun con más motivo) que respecto de la «ascensión». Recomendamos este excelente texto de Boff respecto a la ascensión:

http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm

La serie «Otro Dios es posible» de los hermanos López Vigil, tiene un capítulo, el 57, titulado «¿Ascensión y Asunción?», que puede resultar útil para una sesión de estudio sobre el tema. El guión y el audio puede ser recogido aquí: http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=150057

No olvidar pulsar el enlace a «Más información sobre el tema». La serie «Otro Dios es poslble» tiene un capítulo, la entrevista 57, «¿Ascensión

y Asunción» que puede ser utilizada para un debate sobre la interpretación de la Asunción.

Para la revisión de vidaCelebramos hoy una fiesta en honor de la Virgen, lo cual es una buena

ocasión para reflexionar sobre nuestra manera de honrarla. Alguien dijo que Dios la llenó de gracia y nosotros de joyas. ¿Acaso pretendemos enmendarle la plana a Dios? ¿No es mejor tratar de parecernos a ella en su fe, su esperanza, su amor y su disponibilidad, que llenarla de joyas, mantos y folclores que más ocultan que revelan su verdadera imagen?

Para la reunión de grupoSolemos ver, en la figura de la mujer del relato del Apocalipsis, a la Madre de

Jesús, que lo engendra y lo da a luz, pero que también está rodeada en su vida de penalidades del mismo tipo que las de su Hijo y en conexión con Él. ¿Tengo esta visión realista de la vida de María o soy de los que piensan que los pajaritos y los ángeles estaban todo el día poniendo música de fondo a su vida?

La resurrección de Cristo no es sólo un final feliz para su vida de entrega y fidelidad, sino el adelanto del destino que a todos nos espera; primicia de este triunfo final que a todos nos aguarda es María, que también sigue a su Hijo en este destino. ¿Es ésta mi esperanza, estoy convencido de que también a mí y a todos nos espera este final?

Esta María que entona el Magníficat, que proclama que Dios colma de bienes a los hambrientos mientras despide vacíos a los ricos, es la Virgen Madre que vivió en Nazaret; pero ¿es la Virgen Madre de nuestra fe, de nuestro culto a María, de nuestras "vírgenes", de nuestros usos y costumbres marianos"?

Para la oración de los fielesPor la Iglesia, para que proclame la Asunción de María con un compromiso cada

día mayor y más eficaz con los pobres y oprimidos. Roguemos al Señor.Por todos nosotros, para que la proclamación del Magníficat nos lleve a ser

solidarios con los que sufren. Roguemos...Por los ricos y los poderosos, para que no pongan su corazón en sus riquezas,

sino que sirvan con ellas a los pobres. Roguemos...Por los enfermos y los moribundos, para que hagan frente a su dolor con la

esperanza de quienes se saben llamados a la vida. Roguemos...Por todos nuestros seres queridos difuntos, para que gocen ya de la plenitud de la

vida de la resurrección, junto con María y Jesucristo. Roguemos...Por todos nosotros, para que confiemos plenamente en el amor de Dios y

cumplamos en todo su voluntad. Roguemos...

Oración comunitariaDios, Padre nuestro, que has llevado a María a alcanzar ya junto a ti la

misma plenitud de vida de Jesucristo; te pedimos que nos conceda que, siendo, como ella, fieles en el cumplimiento de tu voluntad, lleguemos a participar también nosotros de la gloria de la resurrección. Por Jesucristo.

Martes 16 de agosto de 2011Roque, Esteban de Hungría

EVANGELIOMateo 19, 23-30

23Jesús dijo a sus discípulos:-Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo

repito: Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

25Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente impresionados y decían:

-En tal caso, ¿quién puede subsistir?26Jesús se les quedó mirando y les dijo:-Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.27Intervino entonces Pedro:-Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de

eso, ¿qué nos va a tocar?28Jesús les dijo:-Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su

trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha

dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva.

30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

COMENTARIOS

I

vv. 23-24: Jesús dijo a sus discípulos: -Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo repito: Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

«Entrar en el reino» equivale a seguir a Jesús (v. 21). «El reino» designa la comunidad mesiánica (cf. 16,18s: mi iglesia, la comunidad del Mesías = el reino de Dios), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.

v. 25: Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente impresionados y decían: -En tal caso, ¿quién puede subsistir?

«Subsistir»: gr. sôthênai, «salir / escapar / salvarse de un peligro» (cf. 9,21s), en el sentido de 16,22: poner la vida física a salvo, aquí escapando del peligro de la miseria. Al anunciar Jesús que no habrá ricos en el grupo, los discípulos temen por el sustento; dado el peligro de que se trata, sôthênai equivale a «sobrevivir/subsistir». La seguridad del grupo no está en los recursos materiales, sino en Dios (v. 26), como ya se ha dicho al rico (v. 21).

La traducción «salvarse» suscitaría inmediatamente la idea de salvación final, creando una contradicción en el texto. Para conseguir la «vida eterna» (= salvación final) bastaba el código ético del AT (vv. 17-19). Lo que ofrece Jesús al joven no es el modo de alcanzar la vida eterna, sino cómo entrar en su grupo (21: «sígueme»), donde, además de conseguir la vida (v. 29), participará en la construcción de la nueva comunidad humana llamada «el reino de Dios» (cf. 19,21 fin); para esta tarea, las condiciones son diferentes (v. 21).

v. 26: Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.

. Jesús resuelve la dificultad de los discípulos: del lado de los hombres, la única manera de subsistir es la riqueza, que crea en otros las condiciones de miseria; del lado de Dios, al contrario, que provee con su solicitud a los que han hecho la opción por la pobreza (5,3: «tienen a Dios por rey») nunca se pasará necesidad. Los discípulos no han asimilado la instrucción de Jesús (6,19-34); tampoco recuerdan las señales de los panes, donde precisamente el compartir, que se opone al reservarse los bienes para sí (riqueza), fue el origen de la abundancia.

vv. 27-30: Intervino entonces Pedro: -Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? 28Jesús les dijo: -Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva. 30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

Pedro no se deja convencer. Su pregunta es casi un desafío a Jesús. Espera que éste concrete la seguridad que ha dado. Puesto que los discípulos han cumplido las condiciones puestas al rico, quiere saber qué porvenir les espera.

La respuesta de Jesús es solemne («Os aseguro»). «El mundo nuevo» significa la nueva edad del mundo, la definitiva. Puede preguntarse si la expresión de Jesús se refiere al fin de la historia o a la época que comienza con su muerte y resurrección. «Sentarse en su trono de gloria» está en paralelo con 25,31, pero alude más bien a 26,64, pues aquí no se habla de «venida» previa, como en 25,31. Se trata, pues, de la época histórica que sigue a su muerte-resurrección, a partir de la cual el mundo nuevo es una realidad en medio del mundo viejo. Desde entonces, el Israel mesiánico (los Doce discípulos; cf. 10,1) juzgará al antiguo Israel; es decir, la realidad del seguimiento de Jesús y la existencia del pueblo definitivo serán la norma por la que el antiguo Israel, que rechaza al Mesías, quedará juzgado y condenado. Durante ese período, la renuncia a las propias posesiones no desembocará en la miseria, sino en una abundancia centuplicada. Sin embargo, esta última promesa no se refiere a los Doce (al Israel mesiánico) como grupo; Jesús pasa a la tercera persona, al terreno individual: su realización depende para cada uno de la realidad de su renuncia. El término será también la vida eterna, que no será «obtenida» (v. 16), sino «heredada», como corresponde a los que son hijos del Padre y tienen derecho a ella.

Mt omite la precisión de Mc «en esta vida», pues está supuesta por la mención del «mundo nuevo». Confirma con su promesa la supresión de los efectos negativos (miseria) que amenazan a quien opta por la pobreza (cf. 5,3). Pero esto no se hará, como en el AT (cf. Sal 37,11), por tener cada uno su patrimonio individual, sino teniendo todos uno común («cien veces más») del que todos participan. Corresponde esta promesa a la de 5,5: «porque ésos poseerán la tierra».

II

El evangelio de hoy sorprende por su radicalidad. Mientras en la cultura imperante en esa época, así como en la cultura actual, la riqueza es un bien indiscutible, el evangelio se atreve a poner en entredicho esta manera de pensar tan difundida. Y por riqueza no se entiende en la Biblia lo necesario para vivir. La riqueza es la acumulación masiva de recursos más allá de lo que la persona, la familia, la comunidad o, incluso, el grupo social puede o pudiera necesitar. Según el Nuevo Testamento la riqueza se origina en el despojo, la violencia y la opresión. El episodio precedente, llamado del ‘joven rico’, nos ayuda a comprender que aquello que le sobra a alguno le falta a alguien más. Esta manera de pensar ciertamente va en contracorriente, y es así porque el valor supremo se llama ‘Reino de Dios’, es decir, el ejercicio soberano y permanente de Dios sobre las decisiones personales, comunitarias y sociales. Frente al Reino son inaceptables las riquezas obtenidas por coerción, explotación y violencia, aunque se obtengan por los medios permitidos por la ley.

Miércoles 17 de agosto de 2011Jacinto, Isaac

EVANGELIOMateo 20, 1-16

20 1Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña. 2Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña. 3Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo:

-Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo.5Ellos fueron.Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a

última hora, encontró a otros parados y les dijo:-¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?7Le respondieron:-Nadie nos ha contratado.Él les dijo:-Id también vosotros a la viña.8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado:-Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y

acabando por los primeros.9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al

llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario:

12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno.

13E1 repuso a uno de ellos:-Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en ese

jornal? 14Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti. 15¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?

16Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos.

COMENTARIOS

I

v. 1: Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña.

La viña era símbolo del pueblo de Dios, antes Israel (cf. Is 5,7; Sal 80,9s.15s); ahora lo es del nuevo pueblo de Dios, la humanidad entera (cf. 21,41). La parábola ilustra el principio expuesto en 19,30: la cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, las diversas funciones en la comunidad, el mayor rendimiento no crean situación de privilegio ni son fuente de mérito (el mismo jornal para todos), pues este servicio es respuesta a un llamamiento gratuito. El sentimiento del propio mérito produce descontento y división (vv. 11s.15). El llamamiento gratuito espera una

respuesta desinteresada. En otras palabras: el trabajo, que es la vida en acción, no se vende: sería prostituirlo; no nace del deseo de recompensa, sino de la espontánea voluntad de servicio a los demás (5,7.9). No se trabaja para crear desigualdad, sino para procurar la igualdad entre los hombres, y ésta debe ser patente en la comunidad.

v. 2: Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña.

«El jornal de costumbre»: lit. «un denario cada día», jornal ordinario de un trabajador en aquel tiempo. En la parábola, la cuantía no es significativa, lo que importa es la igualdad de jornal para todos. Nótese que la menor cantidad de trabajo no se debe a negligencia, sino a la hora de la llamada.

vv. 3-14: Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo: -Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo. 5Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Él les dijo: -Id también vosotros a la viña. 8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. 9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario: 12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno. 13El repuso a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en ese jornal? 14Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti.

«A media mañana»: lit. «alrededor de la tercera hora», es decir, «a eso de las tres». El mundo antiguo dividía el día en doce horas de luz (salida a puesta del sol) y doce de noche (puesta a salida). En consecuencia, la longitud de las horas variaba según las estaciones: más cortas las del día en invierno y más largas en verano. «Las tres» = «media mañana / hacia las nueve» en nuestro cómputo; paralelamente, v. 5 «a mediodía» (gr. «hacia las seis»), «a media tarde» (gr. «hacia las nueve»), y v. 6 «a última hora» (gr. «hacia las once»).

v. 15: ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?

«Ves tú con malos ojos»: lit. «el ojo tuyo malvado es». «Ojo malvado» es un semitismo que significa envidia, tacañería (cf. 6,22). El modismo castellano enlaza con el primer significado.

v. 16: Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos.«Los primeros»: el colofón repite (cf. 19,30) la clave de lectura de la parábola,

la igualdad en el reino de Dios (= comunidad cristiana).La respuesta positiva de los que aceptan trabajar en la viña, que significa la

dedicación al servicio del hombre, equivale al seguimiento de Jesús. El don que a todos se da es el Espíritu, en paralelo con lo sucedido con Jesús en el bautismo (3,16). Los momentos sucesivos de la llamada pueden indicar también la entrada de los paganos en la iglesia. Los israelitas, llamados en primer lugar, no pueden considerarse superiores a los nuevos miembros de la comunidad.

II

El evangelio de hoy coloca en relación directa dos principios básicos que organizan la vida humana: la justicia y la necesidad. Mientras el primer grupo de trabajadores espera obtener una retribución por encima de lo pactado, el grupo de trabajadores contratados a la última hora reciben un salario completo y en primer lugar. Esto puede parecer paradójico, pero debemos descubrir que el señor de la viña actúa observando la justicia en cuanto paga a los obreros el salario justo, pactado previamente; mientras se muestra generoso con los trabajadores necesitados que logran llegar a la viña poco antes de que concluya la jornada laboral. Se contraponen así dos maneras de pensar, una, la que acepta la mayor parte de la gente, se llama ‘retribución’. En esta lógica lo importante es la proporcionalidad entre las expectativas y el pago. Si damos, esperamos recibir. La otra manera de pensar, comprendida por pocas personas, se llama ‘gracia’. El evangelio busca el equilibrio entre el principio de la justicia, respetado, y el principio de la necesidad y la gracia.

Jueves 18 de agosto de 2011Elena, Laura, Alberto Hurtado

EVANGELIOMateo 22, 1-14

22 1De nuevo tomó Jesús la palabra y les habló en parábolas:2- Se parece el reinado de Dios a un rey que celebraba la boda de su hijo.

3Envió a sus criados para avisar a los que ya estaban convidados a la boda, pero éstos no quisieron acudir. 4Volvió a enviar criados, encargándoles que les dijeran:

-Tengo preparado el banquete, he matado los terneros y los cebones y todo está a punto. Venid a la boda.

5Pero los convidados no hicieron caso: uno se marchó a su finca, otro a sus negocios; 6los demás echaron mano de los criados y los maltrataron hasta matarlos.

7E1 rey montó en cólera y envió tropas que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a su ciudad. 8Luego dijo a sus criados:

-La boda está preparada, pero los que estaban convidados no se lo merecían. 9Id ahora a las salidas de los caminos, y a todos los que encontréis invitadlos a la boda.

10Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

11Cuando entró el rey a ver a los comensales, reparó en uno que no iba vestido de fiesta, 12y le dijo:

-Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?El otro no despegó los labios. 13Entonces el rey dijo a los sirvientes:-Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y

el rechinar de dientes.14Porque hay más llamados que escogidos.

COMENTARIOS

I

vv. 1-2. Esta parábola responde a la actitud que muestran los sumos sacerdotes y fariseos después de oír las dos primeras. Dios como rey ha aparecido ya en 6,10; 18,23; la figura del hijo del rey se asocia inmediatamente a Jesús. El reinado de Dios se presenta, por tanto, bajo figura de un banquete de bodas. Jesús mismo se ha presentado como «el Esposo» (9,15) y «el hijo» ha aparecido en la parábola anterior (21,37s).

vv. 3-4. «Los criados», en plural, remiten también a los de esa párábola y, como ellos, pueden representar a los profetas (21,36). El llamamiento es tema frecuente en Mt (cf. 2,7.15; 4,21; 9,13; 20,8; 25,14). La invitación es rechazada conscientemente («no quisieron acudir»). La insistencia del rey enviando otros criados muestra el amor de Dios a Israel, el pueblo que había elegido. El banquete está a punto, con magnificencia real.

vv. 5-6. Nuevo y definitivo rechazo de la invitación. Unos reaccionan con total indiferencia, otros con hostilidad, y llegan al asesinato. La situación sigue siendo semejante a la de la parábola anterior (21,35).

v. 7. El desastre anunciado en la parábola (cf. Is 5,24s) corresponde a la destrucción de Jerusalén (cf. Mt 21,41), la asesina de los profetas (cf. 23,37s). Mt pone la destrucción de la ciudad en conexión con el rechazo pertinaz de la llamada divina.

vv. 8-9. Sin embargo, el designio de Dios no fracasa. Los que tenían derecho a la invitación la han rechazado, y por eso se han hecho indignos de ella. Se adivina el trágico destino de Israel. Los nuevos invitados representan al nuevo pueblo que va a constituir el Israel mesiánico (cf. 21,43). La distinción «buenos y malos» recuerda la parábola de la red (13,47s; cf. 13,24-30.36-43). El propósito del rey se cumple, la fiesta se celebra con la máxima concurrencia de gente.

vv. 11-13. Escena final inesperada. El rey no solía comer con sus invitados, sino aparte, pero iba a saludarlos. «Vestido/traje de fiesta», lit. «traje de boda», es decir, traje apto para una boda. Ahora se llama «traje de boda» al de los esposos, en particular al de la novia; los invitados asisten en traje de etiqueta o de fiesta.

En el contexto de Mt, el traje de fiesta se identifica con cumplir las condiciones de la adhesión a Jesús (5,3-10; 16,24), es decir, con la nueva fidelidad del reino (5,20). Sin ella, no se puede permanecer en la comunidad (cf. 5,19). Han sido invitados «buenos y malos», pero nadie puede seguir en su condición de «malo». La suerte de los miembros del Israel mesiánico que no respondan al llamamiento recibido será igual a la del antiguo Israel (cf. 8,12).

v. 14. «Porque hay más llamados que escogidos», lit. «porque muchos son llamados, mas pocos escogidos». La partícula griega gar enlaza directamente con lo que precede, explicándolo. La traducción literal resulta entonces incomprensible, pues de los invitados (v. 10: la sala llena' sólo uno ha sido expulsado; la conclusión obvia sería: «muchos son llamados y la inmensa mayoría escogidos».

Tampoco se resuelve el problema conectando este colofón con la primera parte de la parábola, pues ninguno de los antiguos invitados era digno del banquete (v. 8) y el dicho habría sonado: «muchos son los llamados y ninguno escogido». Resultaría además incongruente que Mt enlazara con «porque» la primera parte al colofón, sin hacerlo notar de alguna manera.

Hay que buscar, pues, una solución filológica, que puede encontrarse teniendo en cuenta el modismo semítico para establecer la comparación de superioridad. Es conocido que, en vez de usar un comparativo, en hebreo y arameo la superioridad se expresa mediante una oposición de contrarios, por ejemplo: Rom 9,13: «a Jacob amé, mas a Esaú odié» = «amé a Jacob más que a Esaú»; Lc 14,26: «odiar a su padre, etc.» = «amar a Jesús más que a su padre», interpretado por Mt 10,37; Gn 1,16: «e hizo Dios las dos lumbreras grandes, la lumbrera grande.. la pequeña» = «la mayor, la menor». En Mt 22,14 la frase indica sólo una superioridad numérica, sin referirse a las relativas proporciones: «hay más llamados que escogidos» (el único expulsado es paradig-mático), cuadrando así perfectamente con el contenido del episodio anterior.

II

Entre el rey y los vasallos se ha hecho un pacto que compromete al más fuerte a salir en defensa de sus aliados y a los aliados a favorecer, servir y respetar a quien les ofrece protección. Así se pone en claro que los aliados mantendrán sus compromisos con el heredero una vez que el predecesor desaparezca. La negativa a participar del matrimonio es una abierta declaración de guerra, ya que se desconoce el pacto y se descalifica al príncipe heredero. En esta parábola Jesús nos muestra cómo la lealtad de las autoridades del país no está con Dios, sino con sus propios afanes y preocupaciones. Con esto se hace una clara alusión de las autoridades frente a los profetas y sabios que los interpelan y exigen el cumplimiento de la ‘alianza’. Esta parábola de Jesús pone en evidencia los sutiles, pero eficaces, mecanismos que mueven a la mayor parte de los que detentan el poder; que están dispuestos a mantener una apariencia de coherencia con los compromisos adquiridos, pero se muestran incapaces de responder a las exigencias de fondo.

Viernes 19 de agosto de 2011Juan Eudes

EVANGELIOMateo 22, 34-40

34Los fariseos, al enterarse de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se congregaron 35y uno de ellos, que era jurista, le preguntó para tentarlo:

36-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? 37Él le contestó:-«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu

mente» (Dt 6,5). 38Este es el mandamiento principal y el primero, 39pero hay un segundo no menos importante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18). 40De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas.

COMENTARIOS

I

SOLO EL AMORLos israelitas tenían un código de más de seiscientas leyes religiosas, y entre los

entendidos se discutía cuál de ellas era la más importante. Los fariseos quisieron involucrar a Jesús en la discusión. Y Jesús volvió a sorprenderles.

¿UNA DISCUSION ENTRE ERUDITOS?En los últimos domingos estamos asistiendo, a través de los evangelios que se

leen en la celebración de cada eucaristía, a los últimos asaltos de la confrontación que mantuvo Jesús con los representantes de las instituciones religiosas de su tiempo, conflicto que desembocó en la muerte de Jesús.

Los últimos párrafos que hemos comentado muestran una gran dureza en este enfrentamiento. En algunas de las últimas parábolas y en el capítulo que sigue a éste en el evangelio de Mateo, el capítulo 23, Jesús hace acusaciones gravísimas a los jerarcas religiosos de su pueblo. Pero el evangelio de este domingo parece más bien una discusión académica entre especialistas en leyes: se trataría de que Jesús diera su opinión acerca de un problema discutido. El fondo de la cuestión, sin embargo, no era ése.

FARISEOS Y LETRADOSLos letrados, la mayoría del partido fariseo, eran los especialistas en la Ley,

esto es, en Sagradas Escrituras. En teoría, su misión era interpretar fielmente los textos escritos que habían sido recibidos en el pueblo de Israel como palabra de Dios -la Ley y los Pro/etas- y explicarlos con claridad y sencillez para que los israelitas conocieran y realizaran el proyecto de Dios: organizarse como una sociedad de hombres libres que, recordando siempre al Dios que les dio la libertad, rechazaran toda tentación de reproducir cualquier tipo de esclavitud dentro del pueblo de Dios. Para eso les había dado Dios los mandamientos.

Pero los letrados fariseos parece que se habían olvidado de que los mandamientos servían para ese fin. Y se habían dedicado a complicar los deberes religiosos de los israelitas para así hacer necesario su papel en la sociedad: si hacer lo que Dios quiere era una cosa muy complicada, entonces era indispensable que hubiera un grupo de especialistas que se dedicaran a explicar lo que un buen israelita debía hacer en cada momento. Así aseguraban su propio prestigio y su papel dominante en la sociedad israelita. Y después de haber complicado al máximo la vida religiosa (habían conseguido hacer una lista de 613 mandamientos: 365 que indicaban otras tantas prohibiciones; 248 que se referían a obligaciones), se dedicaban a discutir entre ellos cuál de los 613 mandamientos era el más importante.

La mayoría consideraba que el mandamiento principal, el más importante de todos -y para muchos, más importante que todos juntos-, era no trabajar los sábados, de modo que quien lo cumplía realizaba a la perfección sus deberes religiosos.

SOLO EL AMORA Jesús no le interesaba demasiado entrar en discusiones teóricas, y mucho

menos perderse en los detalles de las doctrinas fariseas.La primera parte de su respuesta se identifica con una de las corrientes

minoritarias de entonces, la de los que decían que el mandamiento principal es el amor a Dios. Pero la completa poniendo a su mismo nivel otro mandamiento, el del amor al prójimo: «'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente'. Este es el mandamiento principal y el primero, pero hay un segundo no menos importante: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. De estos dos

mandamientos penden la Ley entera y los Profetas». En estos dos mandamientos (Dt 6,5; Lv 19,18), dice Jesús, se encierra todo el proyecto de Dios para el pueblo de Israel: «De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas»

Porque, además de esta conexión entre ellos, lo importante de la respuesta de Jesús es la relación que establece entre estos dos mandamientos y el resto de la Ley: lo que importa en la Ley entera y los Profetas es el amor. Amor a Dios y amor al prójimo. Los dos, juntos e inseparables. Los dos, totalmente imprescindibles, pues si se prescinde de cualquiera de ellos, los otros 612 mandamientos pierden todo su sentido.

Para los cristianos, Jesús lo resumió todo en el mandamiento del amor fraterno -que no es igual que ninguno de los anteriores-, el mandamiento nuevo que deja anticuados a todos los demás. El punto de vista, sin embargo, sigue siendo el mismo: el amor.

Los cristianos no deberíamos olvidarnos de esto, no sea que nos sorprendamos cualquier día al descubrir que estamos discutiendo de nuevo cuál es el más importante de los 1.752 mandamientos de la Iglesia.

II

En el momento en que se escribe el Evangelio de Mateo existe un conjunto enorme de leyes, orales y escritas, complicadas de entender para el creyente. Jesús provee un principio sencillo para interpretar esas leyes y reconducirlas a su justo lugar: El amor a Dios y al prójimo. Estos dos preceptos condensados en el amor expresan todo el potencial de la ley y todas las posibilidades del ser humano. Ese amor nos obliga a enfrentar las idealizaciones de una relación narcisista en la que prima el elogio a sí mismo. Un amor que nos conduce hacia una entrega madura, altruista y desinteresada, donde prima la capacidad para dar y la humildad para recibir. Por eso, el mandamiento, al hacer alusión a las enseñanzas del Deuteronomio (Dt 6,4), nos recuerda que somos ‘corazón’, es decir, voluntad y capacidad de decisión; también nos recuerda que somos ‘alma’, es decir vida que busca trascender la inmediatez de la lucha por la supervivencia; igualmente nos dice que somos ‘mente’, es decir, capacidad de comprender globalmente la sociedad y el mundo.

Sábado 20 de agosto de 2011Bernardo

EVANGELIOMateo 23, 1-12

23 1Entonces Jesús, dirigiéndose a las multitudes y a sus discípulos, 2declaró:-En la cátedra de Moisés han tomado asiento los letrados y los fariseos. 3Por

tanto, todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen.

4Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo.

5Todo lo hacen para llamar la atención de la gente: se ponen distintivos ostentosos y borlas grandes en el manto: 6les encantan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas, 7que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame «Rabbí».

8Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», pues vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos; 9y no os llamaréis «padre» unos a otros en la tierra, pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo; 10tampoco dejaréis que os llamen «directores», porque vuestro director es uno solo, el Mesías. 11El más grande de vosotros será servidor vuestro. 12A quien se encumbra, lo abajárán, y a quien se abaja, lo encumbrarán.

COMENTARIOS

I

v. 1. Para empezar, Jesús no se dirige a letrados y fariseos, sino a la gente y a sus discípulos. Su denuncia pretende abrirles los ojos para que conozcan la calidad de los que se proclaman maestros y se liberen de su yugo.

v. 2. En Dt 18,15.18 se anunciaban profetas como los sucesores de Moisés. El puesto de los profetas lo han tomado los doctores de la Ley y sus observantes. Se ha sustituido la referencia a Dios, propia de los profetas, por la referencia a Un código minuciosamente comentado e interpretado, que ahoga al hombre en la casuística. Recuérdense los 613 mandamientos que se distinguían en la Ley, todos obligatorios por igual.

v. 3. Los puntos suspensivos indican la ironía de la frase. El segundo miembro neutraliza al primero, pues nadie hace caso de maestros sabiendo que son hipócritas. Esta interpretación se confirma por el hecho de que Jesús ataca no sólo la conducta, sino también la doctrina de los fariseos (15,6-9.14; 16,12; 23,13.15.16-22). No puede, por tanto, estar recomendando que hagan lo que dicen.

v. 4. «Los fardos pesados» se oponen a «la carga ligera» de Jesús (11,30). La doctrina propuesta por los letrados es una carga insoportable. Es más, ellos, que la proponen como obligatoria, no ayudan en nada a su observancia, se desentienden de los que tendrían que observarlas. No pretenden, por tanto, ayudar a los hombres, sino dominar por medio de su doctrina.

v. 5. «Se ponen distintivos ostentosos», lit. «ensanchan sus filacterias». Este término significa «medio de protección» contra el mal, y en el contexto judío, probablemente «medio de custodian conservar en la memoria» la ley de Moisés; consistían en unos colgantes que llevaban escritos ciertos pasajes de la Ley (Dt 11,13-22; 6,4-9; Ex 13,11-16.2-10) y eran el cumplimiento material de Ex

13,9.16; Dt 6,8; 11,18 («meteos estas palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente»). Se colgaban en la frente y en la muñeca los días de trabajo para la oración de la mañana y se pronunciaba una bendición a Dios. Los fariseos devotos las llevaban puestas todo el día, y más grandes de lo ordinario, para ostentar su fidelidad a la Ley.

No existe equivalente exacto en nuestra cultura, lo más aproximado serían los distintivos ostentosos de la propia piedad o consagración a Dios. La traducción más cercana al original será: «se cuelgan amuletos anchos/insignias/distintivos ostentosos»; el objetivo de aquella exhibición ha de ser explicado.

vv. 7-8. «Señor mío», «monseñor», significado de «rabbí» en la época de Jesús; era título dado a los maestros eminentes de la Ley. De ordinario se traduce «maestro», pero en este texto, donde Mt opone el término hebreo al griego, es mejor conservarle su sentido de título.

Aunque el texto no lo indica, estas palabras de Jesús están dirigidas a sus discípulos. Jesús insiste en la igualdad entre los suyos. Nadie de su comunidad tiene derecho a rango O privilegio; nadie depende de otro para la doctrina: el único maestro es Jesús mismo: todos los cristianos son «hermanos», iguales. De hecho es Jesús solo quien puede revelar al hombre el ser del Padre (11,27). Esta es la verdadera enseñanza, que consiste en la experiencia que procura el Espíritu. Esto indica que en su comunidad lo único que tiene vigencia es lo que procede de él, que nadie puede arrogarse el derecho a constituir doctrina que no tenga su fundamento en la que él expone y su base en la experiencia que él comunica, y que en esta tarea todos son iguales.

v. 9. «Y no os llaméis padre»: título de los maestros y de los miembros del Gran Consejo (Hch 7,2; 22,1).

El título «padre» se usaba para los rabinos y los miembros del Gran Consejo. «Padre» significaba transmisor de la tradición y modelo de vida. Jesús prohibe a los suyos reconocer ninguna paternidad terrena, es decir, someterse a lo que transmiten otros ni tomarlos por modelo. Lo mismo que él no tiene padre humano, tampoco los suyos han de reconocerlo en el sentido dicho. El discípulo no tiene más modelo que el Padre del cielo (cf. 5,48) y a él sólo debe invocar como «Padre» (6,9). Se adivina en las palabras de Jesús la relación que crea el Espíritu: él es la vida que procede del verdadero Padre, y el agente de la semejanza del hombre con el Padre.

v. 10. El término usado por Mt significa el consejero y guía espiritual. Lo mismo que el título de Maestro, Jesús se reserva también éste y previene contra toda usurpación. Es él, en cuanto Mesías, el que señala el camino y es objeto de seguimiento.

v. 11. Establecida la diferencia entre el comportamiento de los rabinos y el de los discípulos (8-10), define Jesús cuál es la verdadera grandeza, en oposición a las pretensiones de los letrados y fariseos; prescribe el espíritu de servicio, en contraste con la falta de ayuda de los maestros de la Ley a los que tienen que cumplirla (v. 4).

v. 12. Contra el deseo de preeminencia, enuncia Jesús el principio que ha de orientar a su comunidad. El sujeto no indicado de los verbos «lo abajarán, lo encumbrarán» es Dios mismo. El principio enuncia, por tanto, un juicio de Dios sobre las actitudes humanas. La estima que pretenden los rabinos ante los hombres, es deses-tima a los ojos de Dios.

II

La comunidad del evangelista Mateo define los lazos entre sus integrantes a partir de la fraternidad. No existe entre ellos una relación de vasallaje, como se acostumbraba en todos los reinos del antiguo oriente; ni una relación clientelista, al estilo romano, en la que la voluntad del patrón imperaba sobre sus protegidos; ni una relación de subordinación como la que se daba entre el maestro y sus discípulos en las escuelas judías rabínicas. La organización comunitaria se estructura a partir del precepto del amor incondicional a Dios y al prójimo. Así el amor asume un carácter universal, es decir, abierto a todas las realidades y personas. La fraternidad, el servicio y la solidaridad son formas concretas de vivir este amor. La fraternidad exigía que las personas de la comunidad fueran tratadas como iguales en derechos y posibilidades, lo que chocaba explícitamente con las estructuras patriarcales de la época, en las que primaba la voluntad del varón o los valores que dominaban al grupo familiar.

Domingo 21 de agosto de 2011Domingo 21º del tiempo ordinarioPío X

VIGESIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Isaías 22, 19-23Salmo responsorial: 137, 1-3. 6-8

Segunda lectura: Romanos 11, 33-36

EVANGELIOMateo 16, 13-20

13Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?14Contestaron ellos:-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jerernías o uno de los

profetas.15E1 les pregunto:-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?16Simón Pedro tomó la palabra y dijo:-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.17Jesús le respondió:-¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Porque eso no ha salido de ti, te lo ha

revelado mi Padre del cielo. 18Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad y el poder de la muerte no la derrotará. 19Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20Y prohibió a sus discípulos decir a nadie que él era el Mesías.

COMENTARIOS

I

LASTRE DE SIGLOS

Mientras la larga fila de cardenales de anacrónico y pomposo atuendo se postraba ante Juan Pablo II para rendirle pleitesía y obediencia en el día de la inauguración de su pontificado, la coral del Vaticano repetía sin cesar: "Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo". Son palabras de Jesús a Pedro. Con anterioridad el Maestro nazareno había preguntado a sus discípulos: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Pedro, como portavoz del grupo, se adelanto. en la respuesta: "Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo

Las palabras de Jesús a Pedro se han interpretado de un modo excesivamente personalista, aplicadas en exclusiva al Papa durante siglos. El absolutismo histórico del sucesor de Pedro -del que quedan aún restos en la persona del actual Pontífice- su personalismo y autoritarismo se han basado en una abusiva interpretación de las mismas. Por eso conviene precisar qué es lo que Jesús prometió y a quién.

En primer lugar hay que decir que el poder de atar y desatar, simbolizado en la entrega de llaves, reside en todo el grupo de discípulos y no sólo en Pedro. Lo que Jesús prometió a Pedro, se lo concedería más tarde a todos los discípulos. Lo leemos en el Evangelio de Mateo (18,18): "Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo".

En segundo lugar, Pedro es la piedra sobre la que Jesús edificará la Iglesia, en la medida en que hace de portavoz y expresa la fe de un grupo de discípulos que reconoce en Jesús al Mesías, al hijo de Dios vivo. Dicho de otro modo, la afirmación de Pedro "Tú eres el Mesías", y no su persona, débil y voluble, es la piedra sobre la que Jesús -y no Pedro- edificará la Iglesia.

Entendidas así las cosas, pienso que el gobierno de la Iglesia, encomendado a los Sumos Pontífices -título de emperadores e impropio del Papa- debiera ser democrático. El personalismo del Vicario de Cristo, tan celosamente fomentado por los jerarcas vaticanos y sus delegados de provincias, los obispos, no tiene base en el Evangelio. Si el Papa, como Pedro, es portavoz de un grupo, esto quiere decir que, dentro del grupo de los cristianos que forman la Iglesia, todos tienen derecho a hablar y expresar su opinión. Todos deberían tener voz y voto. No debiera haber nada reservado exclusivamente a la persona del Papa, sin antes haber pasado por el Colegio Episcopal, que tiene autoridad en tanto en cuanto representa al pueblo de Dios. La autoridad del Papa debe ser, por tanto, el resultado de una escucha atenta y obediente al pueblo, a quien el refranero otorga autoridad divina: Vox populi, vox Dei.

Digámoslo claro, la Iglesia no está fundada sobre la persona del Papa que "a rey muerto, rey puesto", sino sobre la confesión de Pedro, portavoz de un puñado de discípulos ilusionados con su Maestro.

Qué lejos está aún el camino que va del Papa a Pedro. Qué trabajo cuesta reconocer en el "Santo Padre" al sencillo pescador galileo. Aquel Pedro al que todos llamaron de tú, hoy -en la persona del Pontífice- está situado entre los grandes de la tierra, con innumerables títulos y atenciones que hablan de poder y grandeza a todos los niveles: Jefe de Estado, Sumo Pontífice, Santo Padre, Vicario de Cristo... Sólo

uno debiera practicar quien ostenta el máximo servicio en la Iglesia: Siervo de los siervos de Dios. Pero de verdad. Ayudémosle a desprenderse de tanto lastre de siglos.

II

Y VOSOTROS, ¿QUE DECIS?La pregunta se mantiene planteada. Quien quiera considerarse seguidor de Jesús

debe responder. Y no vale una respuesta cualquiera. Ni siquiera es suficiente responder que Jesús es el Hijo de Dios: hay que decir de qué Dios hablamos. Porque Jesús es Hijo del Dios de la Vida.

¿UNO MAS?Fuera del país de Israel, en donde la esperanza en un mesías hijo de David no

tiene sentido, Jesús plantea a sus discípulos una pregunta fundamental: ¿Qué es lo que se ha entendido de su persona, de su mensaje, de su actividad? «¿Quién dice la gente que es el Hombre? »

Las respuestas indican que, para la mayoría de la gente, el mensaje de Jesús no ha llegado a romper la dura coraza de las tradiciones y creencias más o menos populares: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Todas las respuestas que recuerdan los discípulos se mantienen en el más estricto ámbito de la religión judía: Jesús es otro de los muchos hombres que Dios ha enviado a su pueblo, como Juan Bautista, Elías, Jeremías... Alguien que les recuerda otra vez que constituyen el pueblo elegido del Señor, el compromiso que asumieron con él al aceptar la alianza del Sinaí y la obligación que tienen de cumplir sus leyes y mandatos, poniendo el énfasis quizá -a Jesús lo colocan en la línea de los profetas- en aquellos mandamientos que se refieren a la práctica de la justicia y el amor dentro del pueblo. Uno más. Cierto que suscita el interés, que atrae por su manera de hablar, ....... Parece que nadie se ha dado cuenta de la novedad tan radical que Jesús representa y de lo absolutamente nuevas que son sus propuestas.

HIJO DE DIOS VIVOPero lo que quería Jesús no era informarse de lo que decía la gente; era la

respuesta de sus discípulos la que de verdad le interesaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Asumiendo la representación de los demás discípulos, responde Pedro.

Al contar este episodio, Marcos y Lucas dicen que Pedro respondió: «El Mesías» y «El Mesías de Dios», respectivamente. Según estos dos evangelistas, los discípulos habían descubierto ya que Jesús era el Mesías, peto el concepto que tenían de mesías era el del líder nacionalista de las tradiciones judías. Mateo, que como cada evangelista tiene su manera particular de presentar el mensaje de Jesús, pone en boca de Pedro una respuesta más completa: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». No es cuestión que nos deba interesar mucho cuál de las tres respuestas fue la que realmente pronunció Pedro. Lo que Mateo quiere es explicar a sus lectores cuál es el auténtico mesianismo de Jesús.

Jesús es el Mesías, pero no un mesías cualquiera; él es el Hijo de Dios; Mateo ya lo había dicho: Jesús es «Dios con nosotros» (Mt 1,23). Jesús no es sólo un enviado de Dios; es el Hombre-Dios, es el rostro humano de Dios (véase el comen-tario del domingo vigésimo noveno del tiempo ordinario).

Pero es hijo no de un Dios cualquiera, sino del Dios vivo, esto es, del Dios que defiende la vida, que da la vida, del Dios que quiere ser Padre. Y porque es hijo de

ese Dios, participa naturalmente de su vida, por lo que, al final, vencerá a la muerte y ofrecerá su vida para que todos puedan llegar a ser hijos y hermanos.

CIMENTADA EN ROCAA la respuesta de Pedro, Jesús reacciona con una bienaventuranza: « ¡Dichoso

tú, Simón, hijo de Jonás!», mostrándose de acuerdo con su contenido. La respuesta de Pedro, añade Jesús, procede de Dios mismo, de su Padre: «Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo».

Esa fe confesada por Pedro y que tiene su origen en el Padre, dice Jesús que es la roca sobre la que se fundamenta la comunidad -de la que Pedro forma parte-, que deberá continuar su tarea en el mundo cuando él se marche: «Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad, y el poder de la muerte no la derrotará». Jesús compara su comunidad con un edificio que hunde sus cimientos en una roca: esa roca es la fe que acaba de confesar Pedro. Y dará tal estabilidad y seguridad a la comunidad, que, superando problemas y dificultades, garantiza la pervivencia de la comunidad, que ha de seguir adelante hasta que se logre plenamente el proyecto de Jesús.

Todos están invitados a incorporarse a este proyecto y a esta comunidad. Y es a todos sus miembros -las palabras que aquí dirige Jesús a Pedro las dirigirá poco después (Mt 18, 15-18) a todos los discípulos; Pedro, igual que al responder, representa aquí a todo el grupo, a quienes da autoridad para abrir las puertas de la casa a los que quieran participar de la vida de la comunidad; no deberán pasar más que los que confiesen su fe en el Hijo del Dios vivo; a los que crean en otro mesías o en un mesías diferente, a los que se empeñen en negar que el Padre no es Dios de muertos ni de muerte, sino que es un Dios vivo que da vida..., no tendrán más remedio que cerrarles las puertas. Dios respaldará su decisión.

III

v. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por objeto salir del territorio judío. Cesarea de Filipo era la capital del territorio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Lc 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su iden-tidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico.

Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» «el Hombre»). El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Espíritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús.

«El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resultaría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensible sería, además, la declaración de que Pedro había recibido tal conocimiento por revelación del Padre (17), si Jesús mismo se lo había dicho antes.

v. 14. La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del AT. O bien es una reencarnación de Juan Bautista (cf. 14,2) o Elías, cuyo retorno estaba anunciado por Mal 3,23; Eclo 48,10. Para Jeremías, cf. 2 Mac 15,l3ss. En todo caso, ven en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del AT. No captan su

condición única ni su originalidad. No descubren la novedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.

vv. 15-16. Pregunta a los discípulos, que han acompañado a Jesús en su actividad y han recibido su enseñanza. Simón Pedro (nombre más sobrenombre por el que era conocido, cf. 4,18; 10,2) toma la iniciativa y se hace espontáneamente el portayoz del grupo.

Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cristiana. Mt no se contenta con la expresión de Mc 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del mesianismo (cf. Lc 9,20: «el Mesías de Dios» «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19,4.16 [LXX]; Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte.

v. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una bienaventuranza. Llama a Pedro por su nombre: «Simón». «Bar-Jona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha interpretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,25-27: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.

Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su mesianismo no necesita más señales para ser reconocido. La revelación del Padre no es, por tanto, un privilegio de Pedro; está ofre-cida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de recibirla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.

«Mi Padre del cielo» está en paralelo con «Padre nuestro del cielo» (6,9). Los que reciben del Padre la revelación sobre Jesús son los que ven en Jesús la imagen del Padre (el Hijo), y los que reciben de Jesús la experiencia de Dios como Padre (bautismo con Espíritu Santo) pueden invocarlo como tal.

v. 18. Jesús responde a la profesión de fe de Pedro (16: «Tú eres»; 18: «Ahora te digo yo: Tú eres»). Lo mismo que, en la declaración de Pedro, «Mesías» no es un nombre sino indica una función, así «Piedra» en la declaración de Jesús.

Hay en ella dos términos, «piedra» y «roca», que no son equivalentes. En griego, petros es nombre común, no propio, y significa una piedra que puede moverse e incluso lanzarse (2 Mac 1,16; 4,41: piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo.

v. 19. Con dos imágenes paralelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados

por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres.

Sin embargo, no todos pueden ser admitidos, o no todos pueden permanecer en él, y esto se explicita en la frase siguiente. “Atar, desatar” se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios. La expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido. Pero, en este pasaje, el paralelo con las llaves muestra que se trata de acción, no de enseñanza.

El pasaje no está aislado en Mt. Su antecedente se encuentra en la curación del paralítico, donde los espectadores alababan a Dios «por haber dado tal autoridad a los hombres» (9,8). La «autoridad» de que habla el pasaje está tipificada en Jesús, el que tiene autoridad para cancelar pecados en la tierra (9,6). Esa misma es la que transmite a los miembros de su comunidad (“desatar”). Se trata de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 15-18.

Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado.

Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por fundamento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.

v. 20. La fórmula que Jesús prohibe divulgar no es la misma que Pedro ha expresado, sino más breve: que es el Mesías. Esta expresión aislada daría pie al equivoco: la gente la interpretaría en el sentido corriente, del Mesías davídico nacionalista y violento.

IV

El texto de Isaías se refiere, con mucha probabilidad, a la época inmediatamente anterior a la primera deportación. Recordemos que como represalia a un intento de rebelión, el imperio babilónico exilió, en el año 597 a.e.c, a los miembros más prestantes de la sociedad y los trasladó a varias ciudades y campos de Mesopotamia. Esto significó un duro golpe para las pretensiones de la familia monárquica que se consideraba inamovible del trono.

La profecía de Natán que, en realidad, era una exhortación para que el rey se mantuviera fiel a la voluntad del Señor, se había convertido ya en la época salomónica en un recurso ideológico para legitimar el monopolio del poder. Al inicio del siglo VI la situación de Judá cambió completamente con la entrada en escena del imperio babilónico, que pretendió crear un imperio mediante el sometimiento de todos los pequeños reinos y el control de las tribus dispersas por toda el llamado «Creciente Fértil». Jerusalén era sólo una fortaleza más a conquistar.

La profecía de David se dirige contra las pretensiones de la clase dirigente que se consideraba la propietaria perpetua del trono. El caso más patético era el de los primeros ministros que remplazaban al rey en su ausencia. Estos personajes, casi siempre provenientes de la alta aristocracia, cobraban singular importancia cuando podían gobernar el país y darse todos los honores regularmente reservados al rey.

Parece que el mayordomo del palacio real de Jerusalén, llamado Sobna, se excedió en sus pretensiones y no se contentó con ostentar la ‘banda’ del rey sino que convirtió las llaves del palacio en símbolo de su creciente poder. Todas estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia cuán arruinadas estaban las instituciones monárquicas y el grado extremo de decadencia en el que había caído la corte. Isaías pronuncia un oráculo de condenación contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades que había cometido y anunciándole cuál sería el final de todas sus hazañas. El que se había construido una tumba elegante moriría en un campo desolado en tierras extranjeras. La llave que el primer ministro ostentaba, terminaría en manos de otra persona más capaz. Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.

Pablo, haciendo eco de los himnos a la sabiduría, recuerda la distancia enorme que hay entre las absurdas pretensiones individualistas y megalómanas, y el sabio designio de Dios que dispone únicamente lo que es provechoso para el ser humano.

Esa contraposición entre las desmedidas pretensiones de ciertos individuos y grupos sedientos de poder y los insondables caminos del Señor, se hace patente en el episodio del evangelio. A la mitad del camino de Jerusalén, o sea, en la exacta mitad del proceso de formación de los discípulos, Jesús los interroga sobre aquello que han podido captar en el tiempo en que los ha acompañado y orientado.

Las respuestas nos sorprenden. De una parte el gentío que sigue a Jesús lo identifica correctamente como uno de los profetas. De otra, el grupo en la voz de Pedro lo reconoce correctamente como Mesías e Hijo de Dios. Pero, subsiste un problema de fondo: tanto la multitud como los discípulos quieren imponerle a Jesús un estilo de ser profeta y una manera de ser Mesías. Discípulos y muchedumbre piden lo que es contrario a la voluntad de Dios e inconsecuente con la enseñanza de Jesús. Pareciera que el enorme esfuerzo de Jesús no hubiese surtido el efecto esperado, y que los discípulos, en lugar de cambiar de mentalidad, hubieran afianzado sus antiguas y erráticas ideas. Sin embargo, el evangelio nos quiere mostrar que los discípulos aún deben pasar por la experiencia de la cruz para comprender el verdadero alcance de las palabras y obras de Jesús.

Jesús sí es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y prepotente del nacionalismo exacerbado, sino una persona al servicio de las más hondas y profundas Causas humanas. Jesús sí es el profeta; pero no el profeta que anuncia la supremacía de la propia religión o de la ideología de su grupo, sino el profeta del amor, la justicia y la paz.

Las tres lecturas nos muestran cuán impredecibles y certeras son las sendas de Dios y cuán caducos y esquemáticos son nuestros trillados caminos. El evangelio nos invita a aprender de Jesús cuál es el camino auténtico que nos conduce al Padre, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos».

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 67 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El bastón del Mesías». El guión y su

comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300067 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap67b.mp3

La entrevista nº 35, titulada «¿Su Santidad? ¿Su Reverencia?», de la serie «Otro Dios es posible», pude dar pie a un debate pedagógco relacionado con el tema.

Para la revisión de vidaLa pregunta de Jesús “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, también va

dirigida a nosotros, a la Iglesia de hoy, a mi comunidad, a mí… ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Qué es Jesús para mí?

Para la reunión de grupoEl texto del evangelio de hoy es un texto claramente no histórico, sino

pospacual. La comunidad cristiana va reelaborando su fe, más allá de lo que Jesús hizo y dijo. Hoy es un consenso entre los especialistas que Jesús nunca se presentó así a sí mismo. Como de ha dicho después, «el mensajero se convirtió en el mensaje». Comentar esta frase.

Puestos a responder cada uno de nosotros en nuestro corazón a la pregunta de «quién dicen que soy yo», podríamos competir a ver quién dice sobre Jesús las cosas más maravillosas, más encomiadoras, más absolutas… ¿Pero será que no hay límite por ese camino? ¿O habrá que distinguir qué tipo de lenguaje estamos utilizando, si estamos utilizando un lenguaje «confesional», de amor y reverencia, metafórico... o un lenguaje con pretensión de exactitud, de verdad objetiva, de respaldo ontológico sobre lo que afirma...?

¿Se puede absolutizar a Jesús? El cristianismo es cristocéntrico o teocéntrico? Comentar este texto de Dostoiewsky: «Creo que no existe nada más bello, más

profundo, más atrayente, más viril y más perfecto que Cristo; y me lo digo a mí mismo, con un amor más celoso que cuanto existe o puede existir. Y si alguien me probara que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se halla en él, prefiero permanecer con Cristo a permanecer con la verdad». (Correspondence I (Paris 1961) 157, en carta a la baronesa von Wizine).

Para la oración de los fielesPara que la Iglesia, con su testimonio, comparta humildemente con los no

cristianos su fe y su amor, consecuencia de nuestro seguimiento de Jesús. Roguemos al Señor.

Para que nuestra sociedad sepa dar a las cosas su justo valor y ponga su confianza sólo en quien de verdad le puede dar la libertad y la vida. Roguemos...

Para que nuestros gobernantes rechacen toda tentación de prepotencia y todo afán de convertirse en señores de los hombres. Roguemos...

Para que sepamos reconocer siempre la voluntad de Dios en los acontecimientos y en las personas, y confiemos en Él incluso en aquellos momentos en que no lo entendamos. Roguemos...

Para que para proclamemos en todo momento que Jesús nos lleva siempre más allá de sí mismo, hacia el Padre, hacia el Reino de Dios. Roguemos...

Oración comunitariaDios, Padre nuestro, que unes los corazones de tus fieles en un mismo

deseo; inspira a tu pueblo el amor a tu voluntad y la firme esperanza en tus promesas para que, en medio de las dificultades de la vida, mantenga siempre firme su confianza en Ti y goce de la verdadera alegría. Por Jesucristo.

Dios Padre que te has hecho presente de un modo inefable en el amor extremo que nuestro hermano Jesús ha vivido; haz que, como Él mismo quiso, no nos detengamos en Él, sino que su palabra y su ejemplo sean siempre para nosotros camino hacia la realización de tu voluntad, el Reinado de la Vida y de Amor. Por Jesucristo.

Lunes 22 de agosto de 2011Santa María Reina

EVANGELIO Mateo 23, 13-22

13¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, qué les cerráis a los hombres el reino de Dios! Porque vosotros no entráis, y a los que están entrando tampoco los dejáis.

15¡Ay de vosotros; letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros!

16¡Ay de vosotros, guías ciegos, 'que enseñáis:' «Jurar por el santuario no es nada; pero jurar por el oro del santuario obliga»! 17¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el santuario que consagra el oro? 18O también: «Jurar por el altar no es nada, pero jurar por la ofrenda qué está en el altar obliga». 19¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar, que hace sagrada la ofrenda? 20Quien jura por el altar, jura al mismo tiempo por todo lo que está encima; 21y quien jura por el santuario, jura al mismo tiempo por el que habita en él: 22y quien jura por el cielo, jura por el trono dé Dios y por el que está sentado en él.

COMENTARIOS

I

v. 13: ¡Ay de vosotros; letrados y fariseos hipócritas, qué les cerráis a los hombres el reino de Dios! 14Porque vosotros no entráis, y a los que están entrando tampoco los dejais.

          El reino de Dios ha sido anunciado por Juan Bautista y por Jesús (3,2; 4,17). Los letrados usan de la autoridad de su enseñanza para impedir que el pueblo acepte ese mensaje, que ellos son los primeros en rechazar. Son la clase de gente a que alude Jesús en 11,16-19, los sabios y entendidos a quienes se oculta el designio de Dios (l1,25s). De ahí su responsabilidad: ellos, que, por su saber, debían haber preparado el camino al reino, son los que impiden que éste alcance sus objetivos.

          v. 15: ¡Ay de vosotros; letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros!

          La actividad misionera del judaísmo había llegado a su máximo en tiempos de Jesús. Este acusa a letrados y fariseos de no llevar a los prosélitos al conocimiento del verdadero Dios, sino de convertirlos en fanáticos del legalismo que ellos proponen. «Prosélito» era un pagano convertido a la religión judía, que recibía el baño ritual y la circuncisión y se comprometía a la observancia de la Ley.

          vv. 16: ¡Ay de vosotros, guías ciegos, 'que enseñáis:' «Jurar por el santuario no es nada; pero jurar por el oro del santuario obliga»!

          Ser ciegos y guías de ciegos (cf. 15,14) lo muestran por la enseñanza moral que proponen.

          vv. 17-22: ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el santuario que consagra el oro? 18O también: «Jurar por el altar no es nada, pero jurar por la ofrenda qué está en el altar obliga». 19¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar, que hace sagrada la ofrenda? 20Quien jura por el altar, jura al mismo tiempo por todo lo que está encima; 21y quien jura por el santuario, jura al mismo tiempo por el que habita en él: 22y quien jura por el cielo, jura por el trono dé Dios y por el que está sentado en él.

          En 5,33-37 excluía Jesús todo juramento en la nueva comunidad. Ahora se refiere a la praxis dentro del judaísmo y señala que el mismo nombre de Dios queda cuestionado por la casuística. Ignoran que el juramento tiene una esencial relación con Dios, representado por el templo, el altar, el santuario o el cielo. Ellos hacen profano lo que es sagrado: hacen del templo un mero edificio; del altar y del cielo, una realidad en sí mismos. Los juramentos que ellos consideran válidos son supersticiosos, como si algo inanimado pudiese imponerse al hombre. El verdadero juramento tiene siempre una relación con Dios mismo, sean cuales sean los términos en que se exprese.

II

Podíamos hacernos la misma pregunta que nos dirige Mateo: ¿Qué es más importante? Algunos dirían, la respuesta más obvia en nuestro tiempo: El dinero; otros dirían que lo más importante es la salud; y algunos pocos, tal vez los más atrevidos, dirían que el ‘amor’, entendiendo por tal sólo el amor romántico. Los que piensan en el dinero tal vez lo ven como un sinónimo de la felicidad y como un medio necesario para ayudar a los demás. Pero lo cierto es que las personas, grupos e instituciones que más dinero tienen ni son felices ni hacen felices a los demás, y casi nunca ayudan a nadie. Los que piensan en la salud seguramente viven obsesionados por las dietas y los tratamientos médicos y difícilmente son felices o ayudan a alguien de algún modo. Por último, los que entienden el amor únicamente como un apego erótico o emocional con gran dificultad lograrán ver algo diferente del objeto que los obsesiona. El evangelista nos reta desde el mayor valor de su tiempo, la religión, y nos dice que, cuando este valor se convierte en un instrumento de opresión, enajenación o manipulación, pierde toda su capacidad de transformar la vida. Por eso nos pregunta: ¿Qué es lo más importante?

Martes 23 de agosto de 2011Rosa de Lima, Donato

EVANGELIOMateo 23, 23-26

23¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino y descuidáis lo más grave de la Ley: la justicia, el buen corazón y la lealtad. ¡Esto había que practicar!, y aquello..., no dejarlo. 24¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

25¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras dentro rebosan de robo y desenfreno! 26¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, que así quedará limpia también por fuera.

COMENTARIOS

I

vv. 23-24. Denuncia Jesús cómo letrados y fariseos aparentan una pretendida fidelidad a Dios hasta en lo mínimo, mientras omiten lo esencial, el amor al prójimo, explicitado en «justicia, buen corazón y lealtad».

«Esto... dejarlo»: sólo esta traducción literal da el sentido de las palabras de Jesús, que establecen una oposición entre lo obligatorio y lo secundario. Lo primero se enuncia con frase afirmativa; lo segundo, con negativa. Los puntos suspensivos marcan la oposición. «No dejarlo»: Jesús no se dirige a sus discípulos, sino a los fariseos, que se consideraban obligados al diezmo por estar prescrito en la Ley de Moisés.

Su ceguera expresa una perversión religiosa total («tragarse e] camello y filtrar el mosquito»).

vv. 25-26. La denuncia: no solamente omiten lo esencial, sino que su actitud es contraria a toda justicia. Son malvados, aunque por fuera presenten una apariencia respetable. En esto está su principal hipocresía. La invectiva se dirige sobre todo a los fariseos, que profesaban la más estricta observancia de la Ley. Su prurito de pureza es una ficción; ésta no depende de ritos exteriores, sino de la disposición del corazón (cf. 15,11.18-20; 5,8), y el interior de letrados y fariseos es profundamente impuro. Es inútil querer estar limpios por fuera sin estarlo por dentro: la suciedad interior se transparentará y se hará visible, porque el árbol se conoce por sus frutos (7,17-20; 12,33).

II

Un enfoque curioso y viciado en la época de Jesús y en nuestro tiempo consiste en que se le da más importancia a lo accesorio que a lo fundamental. Lo fundamental de la ley no es la formulación exacta de un conjunto de preceptos que, pasado un tiempo, ya no reflejan la situación de los seres humanos que se rigen por ellos. Lo absolutamente esencial de la ley es la justicia. Esencial es también, de la misma manera, reconocer que cualquier ordenamiento jurídico sólo nos puede ayudar a ser más humanos si amamos y respetamos la vida en todos sus momentos y en todas sus expresiones. Y esencial es, del mismo modo, la capacidad de creer en que el bien

realizado en todo momento nos abre la puerta hacia un futuro mejor. Sin fe en la justicia y en el amor difícilmente la especie humana dejará de auto-destruirse. El excesivo formalismo, la superficialidad y el conformismo nos pueden conducir a una vida humana que se despreocupe de sí misma y se desvincule de su mundo vital.

Miércoles 24 de agosto de 2011San Bartolomé, apóstol

EVANGELIOJuan 1, 45-51

45Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:-Al descrito por Moisés en la Ley, y por los Profetas, lo hemos encontrado: es

Jesús, hijo de José, el de Nazaret.46Natanael le replicó:-¿De Nazaret puede salir algo insigne? Felipe le contestó:-Ven a verlo.47Jesús vio a Natanael, que se le acercaba, y comentó:-Mirad un israelita de veras, en quien no hay falsedad.48Natanael le preguntó:-¿De qué me conoces? Jesús le contestó:-Antes que te llamara Felipe, estando tú bajo la higuera, me fijé en ti.49Natanael le respondió:-Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel.50Jesús le contestó:-¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees?

Pues cosas más grandes verás.51Y le dijo:-Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y

bajar por el Hijo del hombre.

COMENTARIOS

I

vv. 45-51. Reacción entusiasta dé Felipe. Describe a Jesús ante Natanael como la mera realización de lo predicho en el AT, sin darse cuenta de la novedad (45). Escepticismo de Natanael; la historia reciente le hace desconfiar de los mesianismos procedentes de Galilea. Felipe lo invita a tener contacto personal con Jesús (cf. 1,35) (46).

Jesús describe a Natanael como a modelo de israelita. La mención de lá higuera alude a Os 9,10 (LXX): “Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres”. El profeta describía la elécción del pueblo; Natanael representa precisa-mente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios; Jesús renueva la elección (47-48). Reacción entusiasta de Natanael: Rabbí: maestro fiel a la tradición (cf. v. 45: Moisés en la Ley); Hijo de Dios: Mesías, el rey

mesiánico (v. 45: los profetas), interpretado como rey de Israel el prometido sucesor de David (Sal 2,2.6s; 2 Sm 7.14; Sal 19,4s.27), que restauraría la grandeza del pueblo, no como en boca dc Juan Bautista (1,33-34: el Hijo de Dios = el portador del Espíritu).La obra del Mesías no se limita a la elección de Israel (higuera). Primera declaración de Jesús sobre sí mismo. Alude a la visión de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Promesa (51: Veréis): la comunicación permanente con Dios en Jesús (el cielo quedar abierto). El Hombre (el portador del Espíritu): el proyecto salvador de Dios no se basa en la realeza davídica (49, de Natanael), sino en la plenitud humana (51). La promesa se realizará en la cruz, cuando vean al que traspasaron (19,37), en quien brilla la gloria/amor (cf. 19,34: sangre y agua).

II

Natanael es un hombre bueno, creyente, sincero, pero refleja en su actitud todos los prejuicios de su época. Como tantos de sus coetáneos considera que nada bueno puede venir de la periferia, ¡Nazaret! Y esto es así porque este Natanael es un personaje representativo de las personas pragmáticas, que consideran ingenuamente que todo lo bueno tiene que provenir de los centros del poder, de la riqueza y del prestigio. Pero lo cierto es que en toda la historia de la humanidad los cambios han venido desde abajo y desde la periferia. Él no espera a un humilde profeta campesino, como podía parecer Jesús a sus contemporáneos, sino un héroe rodeado de todas las garantías políticas, económicas y académicas que garantizara el éxito de su gestión. Jesús hace tambalear todas esas pretensiones de Natanael al descubrirle que, si bien su intención es sincera, su mirada está orientada hacia el lugar equivocado. La famosa ‘higuera’ representa a todos los personajes que con fe sincera se entregan al señor, pero cuyo pesimismo les impide ver la esperanza de Dios que germina en la periferia y en la pobreza.

Jueves 25 de agosto de 2011José de Calasanz, Luis de Francia

EVANGELIOMateo 24, 42-51

42Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor.

43Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. 44Pues estad también vosotros preparados, que cuando menos lo penséis llegará el Hombre.

45¿Dónde está ese siervo fiel y sensato, encargado por señor de dar a su servidumbre la comida a sus horas?

46Dichoso el tal siervo si el señor, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su obligación. 47Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.

48Pero si el canalla del siervo, pensando que su señor tardara 49empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, 50el día que menos

se lo espera y a la hora que no ha previsto, llegará el señor 51y cortará con él, asignándole la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

COMENTARIOS

I

vv. 42-44: Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor. 43Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. 44Pues estad también vosotros preparados, que cuando menos lo penséis llegará el Hombre.

La clave de interpretación se encuentra en el verbo «estad en vela» (42), que aparece también en el episodio de Getsemaní (26, 38.40.41). Indica la solidaridad e identificación con la muerte de Jesús, cuya angustia experimenta en el huerto. Los discípulos han de estar siempre preparados a afrontarla (v. 44). Se ve que la llegada del Hombre se identifica con la hora de la persecución a muerte contra los suyos. Su llegada es salvación, pues viene a reunir a sus elegidos (v. 31). La actitud en la hora de la prueba depende de la que se haya tenido en la vida, y decidirá la suerte de cada uno, según lo dicho en v. 13: «el que resista hasta el fin ése se salvara». La llegada del Hombre es la ruina de un sistema opresor: ésa es su victoria; al mismo tiempo, es la salvación para los suyos que han dado la vida en la persecución y cuya actividad, proclamando el mensaje y dando su vida, ha provocado esa caída. Ellos no pueden participar de la inconsciencia general.

Resumiendo el discurso anterior, Jesús predice la destrucción de Jerusalén y del templo. Este acontecimiento, lejos de indicar el fin, significa el principio de una nueva época, en la que se irá realizando la humanidad nueva. Sus seguidores llegarán a su plena madurez y salvación afrontando la persecución y el odio y dando la vida, sin desanimarse por la maldad del mundo ni por las defecciones de otros.

La época que comienza con la destrucción de Jerusalén (el reinado del Hombre) verá la caída sucesiva de otros sistemas opresores, que significarán el triunfo del Hombre. Lo mismo que la primera fue efecto de la condena de Jesús, el Mesías pacífico, y de la elección del camino de la violencia (27, 20s), así la caída de los otros sistemas será efecto de la persecución y muerte de los discípulos. Su obra irá produciendo la maduración de la humanidad.

vv. 45-47: ¿Dónde está ese siervo fiel y sensato, encargado por señor de dar a su servidumbre la comida a sus horas? 46Dichoso el tal siervo si el señor, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su obligación. 47Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.

Advierte Jesús a los suyos de la actitud de servicio que debe regir las relaciones en la comunidad. La responsabilidad confiada por Jesús a los suyos es continua, no se limita al momento de su llegada. La actitud que se tenga en este momento será el fruto de la que se ha tenido durante la vida. La llegada se refiere, como anteriormente, al momento de la prueba y de la persecución que lleva a la muerte. Entonces será el momento del éxito o de la frustración definitiva («el llanto y el rechinar de dientes»). Esta parábola puede estar en relación con el dicho anterior: «se enfriará el amor en la mayoría» (v. 12).

vv. 48-51: Pero si el canalla del siervo, pensando que su señor tardara 49empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, 50el día

que menos se lo espera y a la hora que no ha previsto, llegará el señor 51y cortará con él, asignándole la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

«El canalla del siervo», lit. «el mal siervo aquel». «Aquel» no se refiere a nada anterior; la frase equivale a «si el siervo en cuestión (aquel) es malo». El griego kakós significa desde «malo/malintencionado» hasta «criminal». Dada la conducta que se describe a continuación, «malo» es demasiado débil.

II

El tema de la parusía, de la venida última del Señor, parece un asunto teórico, pero es una realidad práctica e inmediata. Los ejemplos que el evangelio nos da nos ayudan a descubrir cómo esa realidad que creemos lejana acontece ya en cada uno de nuestros actos. ¿Actuamos con la conciencia de él a nuestro lado, o pensamos que está lejos? Si asumimos que él efectivamente está con nosotros, entonces todo lo que hagamos obedecerá a sus enseñanzas y a su ejemplo de vida. Seguir a Jesús no es cuestión de pasear por Tierra Santa, sino dejarle actuar en nosotros. Si pensamos lo segundo, es decir, que si está, está bien lejos, entonces descuidaremos nuestros deberes fraternales y haremos no lo que él nos pide, sino lo que nuestro capricho, nuestro fanatismo o la moda nos dicten. El servidor fiel no actúa bien porque su jefe está junto a él, sino porque el servicio es su forma de relacionarse con los demás. Si mi forma de relacionarme es la antipatía, el desprecio o la rivalidad, entonces poco o nada importa que Jesús venga, porque al fin y al cabo no le reconoceremos porque estamos lejos de él en nuestras acciones.

Viernes 26 de agosto de 2011Teresa Jornet, Ceferino

EVANGELIOMateo 25, 1-13

25 1Entonces se parecerá el reino de Dios a diez muchachas que cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio. 2Cinco eran necias y cinco sensatas. 3Las necias, al coger los candiles, se dejaron el aceite; 4las sensatas, en cambio, llevaron alcuzas de aceite además de los candiles.

5Como el novio tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 6A medianoche se oyó gritar:

-¡Que llega el novio, salid a recibirlo!7Se despertaron todas y se pusieron a despabilar los candiles. 8Las necias

dijeron a las sensatas:-Dadnos de vuestro aceite, que los candiles se nos apagan.9Pero las sensatas contestaron:-Por si acaso no hay bastante para todas, mejor es que vayáis a la tienda a

comprarlo.

10Mientras iban a comprarlo llegó el novio: las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11Cuando por fin llegaron las otras muchachas, se pusieron a llamar:

-Señor, señor, ábrenos.12Pero él respondió:-Os aseguro que no sé quiénes sois.13Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis el día ni la hora.

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I

SENSATEZ Y NECEDADDurante mucho tiempo se ha considerado que lo importante, lo sensato para un

cristiano era prepararse a bien morir; se nos ha dicho que lo que al final contaba era alcanzar la vida eterna. Y quizá pensando en la otra vida hemos cometido la necedad de olvidarnos de la vida presente.

FIESTA DE BODASEn los tiempos de Jesús, después de que la pareja llevara un año de noviazgo

oficial, se celebraba la boda. La ceremonia, en sus rasgos más generales, se desarrollaba así: el novio, con sus amigos, que lo acompañaban cantando y tocando instrumentos, se dirigía a la casa de la novia, donde era recibido por las amigas de ésta, que llevaban lámparas encendidas. Después de recoger a la novia, se dirigían juntos, entre cánticos y danzas, al lugar en el que se celebraba el banquete nupcial, con el que se iniciaba la fiesta de bodas, que podía durar varios días.

Desde otro punto de vista, la boda, el banquete o la fiesta de bodas se usa muchas veces en la Biblia para referirse a quienes, antes o después de su muerte, viven junto a Dios. Es un modo de describir la cercanía de Dios como una situación en la que reinan el amor y la alegría.

En la parábola que comentamos hoy, la llegada del novio representa el momento del encuentro definitivo de los creyentes con el Padre.

NECIAS Y SENSATASEn la parábola del evangelio, entre las muchachas que esperaban al novio, se

presentan dos tipos, cada uno de los cuales describe un modo distinto de prepararse para ese definitivo encuentro con Dios: uno lo constituyen las muchachas necias, el otro las sensatas.

En el evangelio de Mateo se considera sensata aquella persona que escucha el mensaje de Jesús y lo pone por obra; necia, la que conoce el mensaje de Jesús, pero no lo practica:

«Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato... Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra, se parece al necio. . . » (Mt 7,24-27). El aceite que las necias habían olvidado no es sino la práctica del mensaje de Jesús.

Las muchachas necias podrían representar a todos aquellos que tienen una cierta fe y una cierta esperanza: creen, en teoría, que Jesús de Nazaret es el Mesías, enviado de Dios, salvador de la humanidad; creen sinceramente que Dios es Padre y que todos los hombres somos hermanos; creen en la Iglesia y en su doctrina, creen lo que dicen el credo y los artículos de la fe... Y esperan; quizá sobre todo esperan,

como las muchachas, el encuentro con el Señor; y su esperanza, quizá muy fuerte y muy firme, no tiene otra perspectiva que el más allá, la otra vida, el otro mundo...

Pero, a pesar de que conocen, creen y esperan, no aman. Y eso es lo que caracteriza a la práctica cristiana: el amor.

Las sensatas, no hace falta explicarlo demasiado, simbolizan a quienes viven aquello que creen, a quienes hacen lo posible por anticipar la felicidad que esperan, a quienes procuran que su fe en un Dios que es Padre se manifieste en la práctica del amor a los hermanos...

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No se trata de egoísmo: es que resulta imposible amar en nombre de otra persona o considerar propias las acciones que otro ha realizado.

II

Hace dos mil años, cuando se escribió este evangelio, seguro que no se imaginaron que la principal ocupación de los seres humanos veinte siglos más tarde sería la de ir a la tienda, al supermercado, al centro comercial a hacer compras. Las compras no sólo consumen nuestros salarios o nuestro tiempo. La actividad de comprar, consumir, gastar define también lo que somos en este siglo. Somos sociedades de consumo. Y consumimos cualquier cosa. La parábola que nos propone hoy el evangelista nos habla precisamente de esas actitudes y actividades que embargan nuestro ser y nos impiden ir al encuentro de Dios. Nuestras imprevisiones, afanes y compromisos nos atan a un montón de actividades que no nos dejan tiempo ni para orar, cuando orar es para la espiritualidad como la respiración para el cuerpo. Tal vez la publicidad y los medios masivos de información nos hagan creer que lo más importante sea salir de compras, pero lo que nos dice el evangelio es que lo más importante es ir al encuentro de Dios, el amado a quien esperamos con la luz de la esperanza encendida.

Sábado 27 de agosto de 2011Mónica

EVANGELIOMateo 25, 14-30

14Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: 15a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, según sus capacidades; luego se marchó.

16E1 que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco; 17e1 que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos; 18en cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

19A1 cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos. 20Se acercó al que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco..21Su señor le respondió:

-¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor.

22Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo:-Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.23Su señor le respondió:-¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré al

frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor.24Finalmente se acercó al que había recibido un talento y dijo:-Señor, supe que eres hombre duro, que siegas donde no siembras y recoges

donde no esparces; 25me asusté y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.

26El señor le replicó:-¡Empleado malvado y holgazán! ¿Sabías qué siego donde no siembro y

recojo donde no esparzo?. 27Pues entonces debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo pudiera recobrar lo mío con los intereses.28Quitadle el talento de plata y dádselo al que tiene diez; 29porque al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que había recibido. 30Y a ese empleado inútil, echadlo fuera, a las tinieblas: allá será el llanto y el rechinar de dientes.

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I

Otra parábola para inculcar el sentido de la responsabilidad: los dones que cada uno ha recibido no pueden estar ociosos; hay que hacerlos fructificar al máximo.

Lo intolerable es la pusilanimidad y el miedo al riesgo, que nace en la parábola de un falso concepto del Señor (25). Es la idea expresada en 13,12, donde se refería a la fecundidad de la tierra buena y a la esterilidad de la mala.

II

Uno de los elementos que se olvidan al interpretar la parábola de hoy es el principio de proporcionalidad. El inversionista le da a cada uno “según su capacidad”, según la medida de sus posibilidades, y no según su ambición o su capacidad de evadir las responsabilidades. Al leer esta parábola nos damos cuenta de que nuestra actitud no es la de dar más, sino la de pedir más. No tenemos un pliego de ofertas, sino sólo un pliego de peticiones. Queremos más, pero hacemos muy poco con lo que ya tenemos. Nos dejamos arrastrar por la lógica del consumo, de la acumulación, del tener. La parábola nos propone un reto al preguntarnos qué hacemos con lo que hemos recibido, qué podemos dar. La parábola no dice que quien ya da tiene que dar más, sino qué tiene cada uno para compartir de acuerdo a sus posibilidades. Algunos darán más porque han recibido más; otros darán menos porque han producido menos, pero todos los que dan deben ofrecer el ciento por ciento de sus posibilidades. Dar es cuestión de actitud generosa, no de posesión egoísta.

Domingo 28 de agosto de 2011Domingo 22º del tiempo ordinarioAgustín

VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Jeremías 20, 7-9Salmo responsorial: 62, 2-6. 8-9

Segunda lectura: Romanos 12, 1-2

EVANGELIOMateo 16, 21-27

21Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

22Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo:-¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!23Jesús se volvió y dijo a Pedro:-¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea

no es la de Dios, sino la de los hombres.24Entonces dijo a los discípulos:

-El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga. 25Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26Y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hijo del hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta.

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I

SOLO PARA AGUAFIESTASNuestra espiritualidad cristiana está basada, en muchos casos, sobre malas

interpretaciones de las palabras de Jesús. Y así nos luce el pelo a los católicos. El alejamiento de la Biblia, que ha practicado durante siglos la teología, ha tenido consecuencias desastrosas para el catolicismo.

Hoy, más que nunca, es necesario volver al auténtico Evangelio. A ese Evangelio al que la Teología burguesa unas veces ha quitado el aguijón, otras ha utilizado para consolidar intereses de clase, y muchas, con buena voluntad y mucha ignorancia de la lengua, mentalidad y costumbres orientales, ha interpretado exactamente en contra de lo que Jesús mismo quiso decir. Y éste último es el caso de una frase de Jesús que voy a comentar: "El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. Veamos cómo se han interpretado estas palabras del Maestro.

A simple vista, la primera condición para ser cristiano -"negarse a sí mismo"- resulta extraña al hombre de hoy que tiene como meta de vida el placer. La sicología,

con toda la influencia que recibe de Oriente, considera clave de la felicidad el polo opuesto: aceptarse a sí mismo. ¿Va Jesús en contra del deseo de felicidad y placer del hombre? Pienso que no.

Negarse a sí mismo es una expresión oriental que significa sencillamente "vivir de cara a los demás, vivir para los otros, no ser egoísta". Pero ¿cómo ha interpretado la Teología espiritual esta frase? Por "negarse a sí mismo" ha entendido fundamentalmente refrenar, reprimir, moderar el cuerpo con sus bajos instintos, ocasión de pecado, casi siempre contra el sexto mandamiento. El cuerpo ha tenido en la moral católica de siglos una coloración negativa y pecaminosa. No en vano para los moralistas, clérigos y frailes, el cuerpo, como fuente de placer y felicidad, era terreno vedado. Predicando esta espiritualidad hemos sentado las bases para devaluar todo lo visible, lo corporal, lo material y placentero, en especial el sexo, y afirmar lo espiritual, el alma, y con ella todo lo que no se ve ni se sabe si existe. ¡Cuántas neurosis habrá provocado esta interpretación del Evangelio en los creyentes sinceros...!

La segunda condición para ser cristiano es "cargar con la cruz". Y también aquí la Teología ha desvariado. Donde Jesús dice "cargar" ha leído "buscar la cruz", sacrificarse, resignarse con los contratiempos de la vida. La cruz, la provocativa cruz de Jesús, se ha convertido en un objeto amable que hay que buscar, fuente de resignación y alienación hasta el punto de hacer del cristianismo "la Religión de la Cruz". Jesús, en cambio, aconseja cargar con ella cuando la coloquen sobre nuestros hombros quienes, al vernos vivir de cara a los demás, nos traten de tontos y se rían de nosotros, intentando acabar con nuestro estilo de vida.

Negarse a sí mismo y cargar con la cruz es necesario para seguir" a Jesús. Y donde dice el Evangelio "seguir" decían los directores espirituales "imitar, ser como Jesús". Al proponerse un modelo tan alto, el creyente experimentaba a diario el fracaso. Era imposible ser como el Maestro. Pero Jesús no dice que lo imitemos, sino que lo sigamos. Que cada uno encuentre su modo de ser y vivir de cara a los demás y así lo siga hasta la muerte, con la convicción, basada en la fe, de que el final no es la cruz, sino la resurrección, la vida , la alegría definitiva.

Al hacer del cristianismo la Religión de la cruz, entendida como término y no como tránsito, hemos hecho de él una religión para gente triste, recelosa y masoquista. Una religión para los aguafiestas de la vida.

II

HAY QUE JUGARSE LA VIDANo es literatura; ni romanticismo barato. Por el evangelio hay que estar dispuestos a

jugarse la vida. Después de haber celebrado casi dos mil veces el Viernes Santo, no debería ser necesario decirlo. No basta con recordar la vida, pasión y muerte de Jesús; hay que cargar con la cruz y seguirlo.

LA CRUZ... DE LA MONEDADespués de la confesión de Pedro, Jesús se pone a explicar a sus discípulos

cuáles son las consecuencias prácticas que va a tener el que él sea un mesías muy distinto a lo que se decía en las enseñanzas oficiales: «Desde entonces empezó Jesús a

manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Jesús no anuncia un fracaso ni un éxito pasajero: el final que Jesús anuncia es la vida definitiva, la victoria sobre la muerte; eso estaba ya incluido en la afirmación de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Pero ante la dureza del camino, Pedro pierde de vista la meta; y si su intervención anterior fue absolutamente positiva, ahora pierde los papeles y muestra el otro lado, la cruz... de la moneda. El no puede consentir que Jesús acabe de esa manera: en conflicto con los máximos dirigentes del pueblo, los miembros del Gran Consejo, la aristocracia económica (senadores), la jerarquía religiosa (sumos sacerdotes) y la crema de la intelectualidad (letrados)...; detenido, juzgado, ejecutado... Pero ¿habría perdido Jesús la cabeza? Y lo coge aparte, se separa del resto de la comunidad y... ¡ menuda regañina! « ¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!»

La dureza de la reacción de Jesús muestra hasta qué punto había sido profunda la metedura de pata de Pedro: «¡Vete! ¡Quítate de enmedio, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la humana». Exactamente lo contrario de lo que le acababa de decir (véase comentario del domingo pasado). La pretensión de Pedro equivale a las tentaciones del desierto: él, aunque lo hace para evitar su muerte, intenta desviar a Jesús de su camino (Mt 4,1-11); por eso Jesús lo rechaza con las mismas palabras con que despidió al diablo en aquella ocasión.

La muerte de Jesús es inevitable. Y no porque Dios lo haya dispuesto así (véase el comentario al evangelio del Domingo de Ramos), sino como consecuencia del choque que se produce entre la fidelidad de Jesús a su compromiso de servicio y de amor, y la obcecación de los dirigentes. Y Pedro, al oponerse, está intentando quebrar la fidelidad de Jesús. Muy al contrario, lo que él debe hacer es seguir las huellas de su maestro.

CON LA CRUZ A CUESTASA continuación, Jesús se dirige a los discípulos y les dice que «el que quiera

venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga».

No dice Jesús nada nuevo: se limita a recordar lo que ya había dicho en las bienaventuranzas (Mt 5,1-12).

Renegar de si mismo significa colocar en un segundo plano los propios intereses, renunciar al éxito y al triunfo, tal y como se entienden en nuestro mundo; renunciar, naturalmente, al deseo de hacerse rico: es la primera bienaventuranza.

Cargar con la cruz equivale a la última, en la que Jesús promete la felicidad a quienes son perseguidos por su fidelidad: Jesús no está, por tanto, predicando la resignación ante los sufrimientos que nos pueda traer el vivir cotidiano. La cruz que hay que coger es la misma que llevó Jesús. El no se calló ante la injusticia, no se resignó ante el dolor humano. No. Y por eso lo mataron: por lo que habló, por su lucha constante en favor de la felicidad de los pobres, los enfermos, los marginados, los desgraciados... y de todos los que quisieran aceptar su servicio. Esa fue su cruz; y ésa es la cruz que está esperando a sus seguidores.

Ni Jesús buscó el sufrimiento ni quiere que lo busquemos nosotros; pero lo que él no hizo, y no quiere que nosotros lo hagamos, es huir asustados cuando nuestra actividad en favor del evangelio se vea atacada por letrados, sumos sacerdotes o senadores. Jesús no nos invita a sufrir, sino a amar. Que mantengamos la fidelidad en el amor es lo que nos pide, aunque nos pueda acarrear la persecución de quienes viven

mejor -eso creen ellos, y así es si vivir mejor es tener más privilegios- en un mundo injusto e insolidario que en un mundo de hermanos.

DESPUES DE LA CRUZJesús, ya lo veíamos, anuncia su resurrección. Y lo mismo que nos invita a

acompañarlo en el camino, que puede pasar por la persecución y muerte también en nuestro caso, nos promete que estaremos asociados a él también en el triunfo: «Por-que si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro». No es un trabalenguas, ni una adivinanza: es un compromiso. El que esté dispuesto a jugarse la vida, sabe que acabará ganando. Jesús recorrerá con él el camino que ya recorrió una vez, y al final «el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta».

Pero, además de tener asegurada la vida para siempre, Jesús da una razón más. No vale la pena gastar la vida en conseguir el mundo: « ¿De qué sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? » La vida vale mucho más que todas las riquezas del mundo. «Renegar a sí mismo», «elegir ser pobre» no es renunciar a la vida, es aprovecharla mucho mejor, es dedicarla al amor, es gastarla en la conquista de la felicidad, la más profunda, la más extensa, la que nace de la experiencia del amor compartido.

La cara de la moneda puede estar no sólo después de la cruz, sino también antes; ése es el sentido de la promesa de las bienaventuranzas: «Seréis dichosos». ¿Vale la pena gastar la vida en otra cosa?

III

v. 21. Comienza una nueva sección del evangelio. La frase «desde entonces empezó Jesús» calca la usada en 4,17. Allí comenzaba la enseñanza en Galilea; ahora comienza a mostrar a sus discípulos la inevitabilidad de su muerte, que será consecuencia lógica de su actividad y de su toma de posición contra la ideología del poder. Al contrario que Mc (8,31), Mt no emplea la denominación «el Hombre» ni el verbo «enseñar». El término «el Hombre» es extensivo; aunque designa primordialmente a Jesús, se aplica en su medida a los que lo siguen y de él reciben el Espíritu. Al omitirlo, Mt indica que Jesús informa a sus discípulos sobre su destino personal; de ahí el cambio del verbo «enseñar» por «mostrar/manifestar». También se debe a ello la precisión de «ir a Jerusalén», que coloca el episodio en un marco histórico y temporal concreto.

El Gran Consejo, representante de todas las clases dirigentes, poder del dinero, líderes religiosos e intelectuales, va a pasar a la acción contra Jesús. El destino de éste está señalado por la muerte; ésta va a ser la última palabra de los dirigentes, su intento de destruir al Hombre, y la pronunciarán en nombre de Dios, de «su» dios. Pero Dios mismo la desautorizará resucitando a Jesús, dándole de este modo la razón a él, no a «sus representantes». Con la resurrección, Dios va a refrendar la palabra y la actividad de Jesús, poniéndose en contra de quienes lo han condenado.

El verbo «tenía que» (gr. dei) indica una necesidad que entra dentro del designio divino. Este consiste en que Jesús salve a su pueblo (1,21) aun a costa de su vida misma. No es que Dios quiera y haya decidido la muerte de Jesús, sino que ésta es inevitable dada la oposición de los dirigentes al mesianismo que él encarna. Jesús Mesías, cuya misión consiste en liberar de la opresión religioso-política (éxodo)

ejercida sobre Israel por las instituciones y sus representantes, tiene necesariamente que sufrir la oposición implacable de esas autoridades, que lo condenarán a muerte.

«Al tercer día» era fórmula consagrada para indicar un breve espacio de tiempo. Puede hacer alusión también a la teofama y a Os 6,2: «al tercer día nos resucitará».

v. 22. Pedro está en completo desacuerdo con lo expuesto por Jesús. Ha expresado la fe auténtica, pero no acepta la praxis que se deriva de ella. Llevándose aparte a Jesús, lo increpa. El verbo es fortísimo, puesto que lo usa Jesús con los demonios (17,18) o elementos demoniacos (8,26). En general, el uso del verbo indica que el destinatario del reproche se opone al plan de Dios o podría hacerlo si no hiciese lo que se le dice. Pedro, por tanto, considera que el destino expuesto por Jesús es contrario al designio divino. Como lo expresan sus palabras, se opone a que Jesús muera.

v. 23. La respuesta de Jesús manifiesta el colmo de la indignación. Pedro encarna a Satanás, es decir, sus palabras concretan la tercera tentación del desierto (4,10). En el encuentro con sus enemigos, Pedro lo tienta a que sea un Mesías poderoso y vencedor.

Jesús lo rechaza con el mismo Imperativo con que rechazó a Satanás: «¡Vete!»; la segunda parte: «¡Quítate de en medio!», se refiere a Pedro como obstáculo que impide su camino.

Explica Jesús por qué Pedro es obstáculo: «tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres». «Tu idea», gr. phroneis, «piensas, tienes un modo de pensar». «La idea de Dios» es la expresada por la voz del cielo en el bautismo de Jesús, donde el Mesías aparece como el Hijo de Dios cuyo propósito de cumplir su misión hasta Ja muerte es aceptado por el Padre y que asume así los rasgos del siervo de Dios (cf. 3,17); son los elementos que constituyen «los secretos del reinado de Dios» (13,11).

«Los hombres» son los mencionados en 16,13, los que no descubren el mesianismo de Jesús. Pedro ha comprendido el mesianismo, como lo ha mostrado en su brillante profesión de fe (16,16), pero no acepta sus consecuencias. La fe que profesa queda en el intelecto, no se hace praxis. Su caso es más grave que si no hubiera entendido (cf. 7,21.26) Encarnando «al diablo» (4 3 6) reconoce que Jesús es el Hijo de Dios pero pretende encauzar su mesianismo hacia el poder y el triunfo

La oposición de Pedro continuara así lo indica el paralelo entre «empezó Jesús a manifestar» (21) y «empezó (Pedro) a increparlo» (22). La oposición culminara en las negaciones (26 29 75)

v. 24. Jesús se dirige a los discípulos para exponerles las condiciones del seguimiento. «Venirse conmigo» indica el acto de adhesión inicial (aoristo) que luego continuará en el seguimiento (presente). Las condiciones que va a exponer Jesús muestran que el destino del discípulo es el mismo del Mesías. Son dos esas condi-ciones: «renegar de sí mismo» y «cargar con la propia cruz». «Renegar de sí mismo» significa renunciar a toda ambición personal y es una nueva formulación de la primera bienaventuranza, «elegir ser pobre»; «cargar con la propia cruz» significa aceptar ser perseguido y aun condenado a muerte por la sociedad establecida, y equivale a la última bienaventuranza: «los que viven perseguidos por su fidelidad». Cumplir estas dos bienaventuranzas constituye la esencia del discípulo; son los «mandamientos mínimos» que ningún discípulo puede dejar de cumplir (5,19).

vv. 25-27. Nótese la estructura del pasaje. Jesús expone las dos condiciones para seguirlo. A continuación propone tres argumentos, probando con ellos que sus condicio-nes, aparentemente tan duras, son las únicas sensatas.

IV

La liturgia de hoy centra la atención sobre las consecuencias dolorosas del ministerio profético y del seguimiento de Jesús. Tanto Jeremías como Mateo llaman la atención sobre el conflicto que tienen que afrontar tanto el profeta como Jesús.

La experiencia del exilio marcó la vida del pueblo de Israel. Fue un momento muy doloroso que le exigió replantear su fe en el Dios de la Alianza. En este marco histórico se ubica el Profeta Jeremías.

Este pasaje pone de relieve el clamor del profeta porque Dios le ha seducido y le ha forzado, ha sido objeto de burla de todos y la palabra ha sido motivo de dolor y desprecio. Por eso el profeta ha querido desentenderse de la misión pero la Palabra ha sido más fuerte y, prácticamente, lo ha vencido.

La mayoría de los profetas bíblicos han sufrido experiencias similares a las de Jeremías. Son rechazados por sus propios hermanos y por las autoridades correspondientes. Muchos de ellos tuvieron que sufrir la muerte o el destierro. Pero pudo más la fidelidad a Dios y a su Pueblo que su propia seguridad y bienestar. La Palabra de Dios actúa en el profeta como un fuego abrasador que no lo deja tranquilo y lo mantiene siempre alerta en el cumplimiento de su misión.

La segunda lectura de la carta de Pablo a los cristianos de Roma utiliza un lenguaje imperativo. Estos versículos sirven de enlace entre la parte anterior de orden más indicativo. El lenguaje es exhortativo. Les habla no sólo como hermano en la fe sino con la autoridad del Apóstol. Les invita a hacer de su cuerpo una ofrenda permanente a Dios. El verdadero culto no es el que se reduce a ritos externos sino el que procede de una vida recta y diáfana. El cuerpo, vehículo de la vida interior, debe ser un canto de alabanza y gratitud a Dios. En esto consiste la conversión para Pablo: en una vida totalmente transformada por el Espíritu de Dios, en el cambio de mentalidad, de valores, de horizonte. Sólo así se podrán tener los criterios de discernimiento para buscar, encontrar y realizar la voluntad de Dios.

En el evangelio nos encontramos con un bello esquema catequético «sobre el discipulado como seguimiento de Jesús hasta la cruz». Jesús pone de manifiesto a sus discípulos que el camino de la resurrección está estrechamente vinculado a la experiencia dolorosa de la cruz. El núcleo principal es el primer anuncio de la pasión. Pero aun los discípulos, simbolizados en la persona de Pedro, no han comprendido esta realidad. Ellos están convencidos del mesianismo glorioso de Jesús que se enmarca dentro de las expectativas mesiánicas del momento. Jesús rechaza enfáticamente esta propuesta, pues la voluntad del Padre no coincide con la expectativa de Pedro y los discípulos. Por eso Pedro aparece como instrumento de Satanás delante de Jesús para obstaculizar su misión.

El maestro invita al discípulo a continuar su camino detrás de él porque aún no ha alcanzado la madurez del discípulo. Luego Jesús se dirige a todos los discípulos para señalarles que el camino del seguimiento por parte del discípulo también comporta la cruz. No hay verdadero discipulado si no se asume el mismo camino del Maestro. El anuncio del evangelio trae consigo persecución y sufrimiento. Tomar la cruz significa participar en la muerte y resurrección de Jesús. La pérdida de la vida por la Causa de Jesús habilita al discípulo para alcanzarla en plenitud junto a Dios.

En el Bautismo hemos sido consagrados sacerdotes profetas y reyes. Por lo tanto la dimensión profética de nuestra fe es intrínseca a la consagración bautismal. Hoy no podemos prescindir del profetismo en el seguimiento de Jesús. Y sabemos que las consecuencias del profetismo, vinculado estrechamente a la misión evangelizadora, son la oposición, la persecución, el rechazo y el martirio. Muchos hombres y mujeres en distintas partes del mundo se han jugado la vida por la fe y la defensa de los valores evangélicos. Si se quiere seguir a Jesús en fidelidad tendremos que enfrentar muchas contradicciones, caminar a contravía de lo que propone el orden establecido, la cultura imperante y la globalización del mercado -que no es otra cosa que la globalización de la exclusión-.

Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin sobresaltos, sin conflictos. Pero Jesús es claro es su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio. ¿Cómo vivimos en la familia y en la comunidad cristiana la dimensión profética de nuestro bautismo? ¿Estamos dispuestos/as a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Conocemos personas que han vivido la experiencia del martirio por el evangelio? ¿Ya no es tiempo para mártires, o lo es para mártires de otra manera?

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 67 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El bastón del Mesías». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300067 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap67b.mp3 Es el mismo episodio que correspondió el domingo pasado, porque la perícopa evangélica coincide parcialmente. Si se utilizó el domingo pasado, se puede cambiar por un episodio semejante.

Para la revisión de vidaEl papel que representó Pedro, tratando de disuadir a Jesús de seguir su

camino por temor a la cruz que se venía encima, lo juegan en nuestra vida otras personas, o a veces nosotros mismos… ¿Quién lo juega en nuestra vida personal?

Y la decisión que tomó Jesús, que fue la de desestimar las palabras de Pedro y seguir con firmeza el propio camino, nos toca a nosotros tomarla. ¿En qué situaciones, o respecto a qué desafíos hemos de tomar con firmeza la decisión de Jesús?

Para la reunión de grupoEn la primera lectura Jeremías se desahoga ante Dios; él denuncia lo que siente

en su corazón que Dios le pide denunciar, y eso hace que sus coetáneos estén hartos de él y lo acechen. Jeremías está cansado de esa situación; siente la añoranza de ser una persona “normal” y llevar una vida “privada” y dejarse de las complicaciones del ministerio profético. Pregunta: ¿todo esto es una situación propia de Jeremías, o es la situación propia y normal de todo profeta? ¿Por qué?

Literariamente, los «anuncios de la pasión» –uno de los cuales leemos hoy- son “postpascuales”, elaborados después de la resurrección. En la vida real de Jesús no hizo falta ninguna capacidad profética o intuitiva para «anunciar» lo que se venía encima, que era evidente… El significado de estos anuncios postpascuales no es resaltar la profecía de Jesús, sino su coraje para afrontar su camino sin miedo a los malos presagios. Comentar esta diversidad de acento en la interpretación de los textos.

«El que quiera salvar su vida la perderá…». Es la famosa «paradoja» evangélica. «Paradoja» es una figura literaria construida por una oposición o contradicción aparente,

que en la realidad no es tal contradicción. Desprenderse de sí mismo, amar, «perder la vida» (en un sentido) es la forma «ganarla»… Comentar.

Para la oración de los fielesPara que guíe a la Iglesia en su misión de anunciar la Buena Noticia a todos los

pueblos. Oremos.Para que sostenga a las comunidades y a las personas perseguidas por su defensa

de los derechos de los pobres y los excluidos. Oremos.Para que dé ilusión a los abatidos, esperanza a los que han experimentado el

fracaso y ánimo a los defraudados de la vida. Oremos.Para que los gobernantes busquen el bien de los pueblos, la justicia y la paz

universales por encima de sus intereses partidistas. Oremos.Para que nuestra esperanza en la resurrección sea siempre más fuerte que nuestro

miedo a la muerte. Oremos.Para que tengamos siempre presente que sólo «gana la vida» quien «la gasta» en

el servicio al prójimo. Oremos.Para que las religiones del mundo reflexionen sobre el significado de la

existencia de las demás religiones, y todas se preparen a un acercamiento y mutua colaboración para construir y salvaguardar la paz del mundo. Oremos

Oración comunitariaOh Dios, Amor eterno, que has engendrado a todos los seres y los

envuelves en tu ternura materna. Acrecienta en nosotros una actitud de confianza radical en la bondad de la Vida y de la Existencia, para que seamos también creadores de Vida por Amor. Que vives y reinas, y amas y llamas al Amor, por los siglos de los siglos.

Dios, Padre nuestro, llena nuestros corazones de amor a tu voluntad y de una confianza plena en Ti, para que así seamos valientes testigos de la Buena Noticia del Reino en el mundo, como discípulos de tu Hijo no sólo de palabra sino con las obras. Por Jesucristo.

Lunes 29 de agosto de 2011Martirio Jn Bautista, Sabina

EVANGELIOMarcos 6, 17-29

17Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. 18Porque Juan le decía a Herodes:

-No te está permitido tener como tuya la mujer de tu hermano.19Herodias, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle vida,

pero no podía; 20porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba perplejo, pero le gustaba escucharlo.

21Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea. 22Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha:

-Pídeme lo que quieras, que te lo daré.23y le juró repetidas veces:-Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino.24Salió ella y le preguntó a su madre:-¿Qué le pido?La madre le contestó:-La cabeza de Juan Bautista.25Entró ella enseguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió:-Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el

Bautista.26E1 rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos y a los

convidados, no quiso desairaría. 27E1 rey mandó inmediatamente un verdugo, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, 281e llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

29A1 enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

COMENTARIOS

I

v. 17 Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.

Herodes priva a Juan de su libertad, impidiéndole continuar su actividad; la medida de Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino. Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de encarcelar a Juan, otra persona lo ha instigado a hacerlo, Herodías, mujer de su hermano Filipo, a la que Herodes había tomado por esposa.

vv. 18-19 Porque Juan le decía a Herodes: «No te está permitido tener como tuya la mujer de tu hermano». Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle la vida, pero no podía...

Juan no era parcial con los poderosos y denunció esa injusticia. La frase no te está permitido apela a la Ley, que prohibe ese matrimonio (Ex 20,17; Lv 18,16; 20,21). La más sensible a esta denuncia es Herodías, la adúltera. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo al poder político y puede crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes que provoque la intervención romana o que decida a Herodes a despedir a Herodías. Esta teme por su posición y su poder; Juan es una amenaza para ella.

v. 20: porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.

Herodías se propone quitar la vida a Juan, pero hay un obstáculo a su propósito, el temor que siente Herodes por Juan, al que considera un hombre justo, es decir, de conducta agradable a Dios y aprobada por él, y santo o consagrado por Dios,

un profeta. Conociendo la hostilidad de Herodías, Herodes protege a Juan de sus maquinaciones y no consiente darle muerte. Es más, se siente atraído por Juan, habla familiarmente con él y lo escucha con gusto, aunque no deje de exigirle que se separe de Herodías. Cogido entre el influjo de ésta y el discurso de Juan, Herodes queda irresoluto. El peligro para Herodías es extremo; ella no respeta al profeta, es el prototipo de la impiedad.

El episodio de la muerte de Juan tiene dos lecturas paralelas. Mc lo desarrolla en un plano narrativo, pero dejando ver a través de él un segundo plano, en el que los personajes adquieren un carácter representativo. Los notables judíos de Galilea han renunciado a la idea de un Mesías enviado por Dios; tienen al pueblo sometido y lo utilizan para ganarse el favor del rey ilegítimo. Son ellos los principales responsables de la muerte de Juan Bautista.

v. 21 Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un ban-quete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

El día oportuno es la ocasión propicia para que Herodías cumpla su designio de matar a Juan (6,19). Todo lo que sigue está, por consiguiente, preparado por ella. El banquete de cumpleaños era para los judíos una costumbre pagana (Gn 40,20; Est 1,3). Se celebra la vida de Herodes, el poder absoluto, y con él la celebran los representantes de todos los estamentos del poder. Los magnates son probablemente los gobernadores de distrito, poder político asociado y dependiente del de Herodes; los oficiales son los jefes de las cohortes, poder militar al servicio de Herodes; los notables de Galilea son los miembros de la aristocracia judía, poder económico aliado con Herodes.

En el plano representativo, al adulterio público de Herodes y Herodías corresponde la infidelidad a Dios de los dirigentes judíos, llamada «adulterio» en el lenguaje de los profetas: los notables de Galilea están en el banquete de Herodes, perseguidor de Juan, reconociéndolo por rey legitimo. Estos son «los herodianos» (3,6; 8,15; 12,13). La figura de Herodías, la adúltera, representa a estos dirigentes.

vv. 22-23 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró repetidas veces: «Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino».

Aparece otro personaje, la hija de Herodías, sin nombre, que se define por su madre: no tiene personalidad propia. El oficio de bailarina en un banquete era propio de esclavas y la hija de Herodías se presta a actuar como tal; danza para divertir a Herodes y a sus invitados; humillante adulación al poder. La muchacha está en edad de casarse. Representa al pueblo sin voluntad propia y juguete en manos de los dirigentes (los paralelos con la hija de Jairo: 5,35 y 6,22: hija; 5,41.42 y 6,28: muchacha, muestran que la madre representa a la clase dirigente y la hija al pueblo sometido).

Herodes, muy complacido, se compromete solemnemente a dar un premio a la muchacha, dejándolo a su arbitrio. De aquí en adelante desaparecen los nombres propios: Herodes es el rey; Herodías, la madre, subrayando el carácter representativo de los personajes. El rey se considera dueño de todo y con poder para todo (cualquier cosa que me pidas); aunque sea la mitad de mi reino (cf. Est 5,3.6), promesa desmesurada.

v. 24: Salió ella y le preguntó a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le con-testó: «La cabeza de Juan Bautista».

La muchacha no tiene voluntad propia; mostrando su total dependencia, va a preguntar a su madre, que ha urdido toda la trama. La promesa se hizo a la hija, pero

decide la madre, que busca sólo su propio interés: eliminar a Juan. Su adúltera participación en el poder vale más que la vida del profeta. Por medio de su hija, somete a Herodes. No quiere la mitad del reino, quiere todo el reino.

v. 25: Entró ella en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

Mc subraya la inmadurez de la joven: entra en seguida, a toda prisa, sin criticar ni juzgar la decisión de la madre ni considerar si era o no favorable para ella: es una esclava de su madre. Exige (quiero) que se cumpla su petición sin tardar (inmediatamente). El banquete de aniversario, que pretendía celebrar la vida, se convierte en un banquete de muerte (en una bandeja).

vv. 26-28: El rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairaría. El rey mandó inmediatamente un verdugo, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, le llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

En el poder civil hay un resto de humanidad; Herodes estimaba a Juan y sabe que lo que le piden no es sólo una injusticia, sino un desprecio a Dios (6,20: «justo y santo»); pero un rey no puede quedar en mal lugar, perdería su prestigio. Por encima de lo humano están los intereses del poder. Ninguna reacción por parte de los invitados: al rey le está permitido todo, es dueño de la vida de sus súbditos. La joven da la cabeza a la madre, quedándose sin nada. La madre consigue su propósito, acallar definitivamente la voz del Bautista.

Se deduce que Juan no había denunciado solamente el adulterio personal de Herodes, sino también el connubio entre los dirigentes judíos y el poder del tetrarca. La muerte de Juan a manos del poder civil, por instigación del poder judío (Herodías), preludia la muerte de Jesús.

v. 29: Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Los discípulos de Juan entierran el cadáver: todo ha terminado, incluso para sus discípulos; un cadáver no tiene vida ni futuro. No habrá continuación. Como los discípulos de Juan no siguen a Jesús, no pueden hacer más que dar testimonio del fin de su maestro.

El fin de Juan se narra cuando Jesús va a manifestarse como Mesías y, para eso, ya no hace falta más preparación. Los Doce, por su parte, están preparando al pueblo para un proyecto vano, pues Jesús no va a restaurar a Israel.

II

La muerte de Juan Bautista está enmarcada en el evangelio de Marcos entre el envío misionero y el regreso de los discípulos. Mientras la comunidad que acompaña a Jesús asume tareas de evangelización directa y se prepara para proseguir la misión de Jesús, los poderosos derrochan en veleidades y destrozan a un profeta del pueblo. Unos construyen, mientras los otros destruyen. Unos, desde su pobreza y precariedad siembran buenas noticias; mientras otros, desde su riqueza y poder, esparcen muerte y malas noticias. Un profeta muere vilmente, víctima de los juegos de poder y de las intrigas. Juan Bautista muere por denunciar todos los atropellos y fechorías de los gobernantes descendientes de Herodes. Pero su muerte no se pierde en el vacío y en el sinsentido, como sí ocurrió con la muerte de los descendientes de Herodes. La muerte del Bautista es semilla de vida. Aunque él no lo sepa, ya Jesús ha retomado el mensaje

de Juan y lo ha llevado a nuevos límites. La Buena Nueva pasa del río y del desierto a la periferia urbana y a todos los campos de Galilea.

Martes 30 de agosto de 2011Félix, Esteban Zudaire

EVANGELIOLucas 4, 31-37

31Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y el sábado les estuvo enseñando. 32Quedaban impresionados por su enseñanza, porque hablaba con autoridad,

33Había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu, un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:

34-¡Deja! ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios.

35Jesús le conmino:-¡Cállate la boca y sal de él!El demonio lo tiró por tierra allí en medio, pero salió de él sin hacerle ningún

daño.36Todos se quedaron estupefactos y comentaban entre ellos:-¿Qué modo de hablar es éste, que con autoridad y fuerza da órdenes a los

espíritus inmundos y salen?37Su fama iba llegando a todos los lugares de la comarca circundante.

COMENTARIOS

I

CUANDO LA IDEOLOGIA SE APODERA DEL HOMBREJesús continúa su enseñanza en un espacio más ventilado, donde se entrecruzan

toda clase de ideologías y de intereses. Cafarnaún es un mundo en pequeño. Sigue frecuentando la sinagoga, con el fin de encontrar público a quien proclamar la buena noticia. Pero su enseñanza no es como la de los letrados, funcionarios de la palabra de Dios, a quienes no les va ni les viene nada. «Quedaban impresionados por su enseñanza, porque hablaba con autoridad» (4,32). Habla por propia experiencia y con convicción; cree en lo que dice, y lo dice con fuerza, de tal manera que libera a quien lo escucha.

El espíritu de la sinagoga se pone en guardia. Están alarmados, porque la gente se les va detrás de Jesús. Este espíritu malo se encarna de alguna manera en un individuo: «Había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu, un demonio inmun-do» (4,33).

Un endemoniado es un hombre poseído por una ideología que le enajena completamente la libertad y lo hace hablar como instrumento de otro. Este personaje, enmarcado por el escenario sinagogal, representa una parte del público, que se alarma ante el mesianismo que Jesús pretende exponer. Habla en plural: « ¡Deja! ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?» Tienen miedo de que el patriotismo nacionalista pierda terreno. Recuerda a Jesús su origen y tradición familiar.

Si continúa hablando así, hará fracasar la liberación de Israel. «Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios» (4,34), añade. Está bien enterado de que es el Mesías. Lo sabe por los de Nazaret, donde Jesús se presentó como el Ungido por Dios.

Pero este Mesías no se corresponde con las nobles y bien justificadas expectativas nacionalistas que recurren a la violencia para sacudirse el yugo que los violenta. De hecho, no hay otra manera de liberarse de las tropas de ocupación que la guerra santa.

Jesús no se deja instrumentalizar. Libera con un conjuro al hombre poseído por aquella ideología de muerte y le devuelve su condición de hombre libre, que piensa por si mismo. Este no es, de ninguna manera, un caso aislado. La gente no para de preguntarse: «¿Qué modo de hablar es éste, que con autoridad y fuerza da órdenes a los espíritus inmundos y salen?» (4,36). Es palabra que crea espacios de libertad, es palabra que al mismo tiempo que es pronunciada actúa y libera, es la Palabra ungida con el Espíritu creador de Dios que continúa el proceso de humanización del hombre en medio de tantos arribistas que se arrogan el poder de Dios en beneficio de sus intereses mezquinos. La noticia se esparce por todos los rincones de la comarca.

II

El ‘año de gracia’ que Jesús acaba de anunciar se inaugura con la liberación de una persona abatida por la inmundicia. En ese tiempo, la inmundicia estaba relacionada con la incapacidad de mantenerse apto para el culto, es decir, por la imposibilidad de adoptar todas las prescripciones dietéticas, higiénicas y rituales que habilitaban a una persona para participar del culto. Esa incapacidad llevaba a la persona a comportarse de manera violenta, agrediéndose a sí mismo y a los demás. Agrediéndolos con palabras obscenas y comportamiento vergonzante. La familia sufría, la comunidad se sentía ofendida, pero más aún sufría la persona aquejada por esta grave situación. La acción de Jesús, entonces, libera a la persona de esta atadura, de esa humillación que se causa a sí misma. La acción de Jesús es efectiva por el poder y la autoridad que le confieren su unción espiritual (Lc 4,16-22) y su consagración al evangelio. Jesús no libera a esta persona con ritos, sino con la misericordia y con la verdad. Jesús le ayuda a descubrir y tomar conciencia de su propio rostro humano, bello, hermoso, pulcro.

Miércoles 31 de agosto de 2011Ramón Nonato

EVANGELIOLucas 4, 38-44

38Dejó la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta, y le rogaron por ella. 39El, de pie a la cabecera, conminó a la fiebre y se le pasó. Levantándose en el acto, se puso a servirles.

40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con más variadas dolencias se los llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. 41De muchos salían también demonios, gritando:

-¡Tú eres el Hijo de Dios!

El les conminaba y no les permitía decir que sabían que era el Mesías.42Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado. Las multitudes lo

andaban buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. 43El les dijo:

-También a las otras ciudades tengo que dar la buena noticia del reinado de Dios, pues para eso me han enviado.

44Y anduvo predicando por las sinagogas del país judío.

COMENTARIOS

I

LA FIEBRE NACIONALISTAPrimero en la sinagoga de Nazaret («Todos se declaraban en contra»), después

en la de Cafarnaún («¿Has venido a destruirnos?»), ahora «en casa de Simón», en todas partes predomina el mismo espíritu: «La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta» (4,38). La «fiebre», también en nuestro contexto cultural, puede expresar un patriotismo enfervorizado y fanático. Pero postra a la persona y le arrebata toda libertad de movimientos. Lucas describe el entorno «familiar» de Simón, futuro discípulo de Jesús, vinculándolo -aunque de forma indirecta («suegra»)- al movimiento o ideología zelota. Jesús conmina a la fiebre, como lo había hecho en Cafarnaún, y ésta se va. Cuando la fiebre (de poder) se va, ella «se puso a servirles» (4,39). El espíritu de servicio será la tónica del grupo de Jesús.

LA PUESTA DE SOL LIBERA DEL PRECEPTO SABATICO«Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con las más variadas dolencias

se los llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. De muchos salían también demonios, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios." El los conminaba y no les permitía hablar, pues sabían que él era el Mesías» (4,40-41). Las enfermedades físicas y psíquicas andan dándose la mano. Las ideologías que toman posesión del hombre lo esclavizan hasta hacerles hablar de lo que no saben, aunque lo afirmen: «saben» lo que les dictan los de arriba, los que se sirven de ellos para sus intereses particulares y les dan cuerda como si fuesen robots al servicio de una causa.

«Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado» (lit. «desierto») (4,42a). Una vez que pierde su vigencia el precepto del «sábado», comienza el «día» propiamente dicho, es el «día» de su vida pública, que culminará en la cruz (23,45: «al eclipsarse el sol»), durante el cual desarrollará toda su actividad liberadora en el «desierto» de la sociedad, donde pululan toda clase de ambiciones de poder que intentarán inútilmente desviarlo de su propósito y apoderarse de él: «Las multitudes lo andaban buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese» (4,42b).

Lo que en el primer «desierto» venía expresado en lenguaje simbólico, bajo la imagen del Tentador, que trataba de desviarlo del camino que él iba recorriendo en el seno de la sociedad hostil gracias al empuje constante y permanente del Espíritu («el Espíritu lo fue llevando por el desierto durante cuarenta días -la duración de su vida-, mientras el diablo lo tentaba», 4,1-2), en este segundo «lugar despoblado» viene expresado en un lenguaje más sencillo, bajo la imagen de las multitudes que andan a la búsqueda de un líder o gurú que les solucione todos los problemas espirituales..., temporales y políticos.

EL DESIGNIO UNIVERSAL DE DIOSY LA MISION DE JESUS SON COINCIDENTES

«Jesús les dijo: "También a los otros pueblos tengo que dar la buena noticia del reinado de Dios, pues para eso he sido enviado"» (4,43). Jesús tiene una visión demasiado amplia para los horizontes estrechos de sus contemporáneos de Cafarnaún..., ¡y de los de hoy! Eso de «el Pueblo de Dios» en sentido excluyente (con artículo y en mayúscula), como si los demás pueblos no lo fuesen también, no responde al designio del Dios Creador del universo. Ni «pueblo de Israel» ni ningún otro. También a los «otros pueblos», en nuestro derredor no judíos, sino paganos y paganizados, debemos anunciarles que son tan «pueblo de Dios» como se llamó a sí mismo Israel y como pretendemos llamarnos nosotros. A no ser que por «el pueblo de Dios» entendamos el pueblo constituido por los pobres, desheredados y desaparecidos, el pueblo crucificado, a la cabeza del cual está el Crucificado de Nazaret.

II

Tres acciones de Jesús nos ayudan a comprender el ímpetu de su acción misionera. Primero, la capacidad de recuperar en el hogar personas que se habían abandonado a sus dolencias y que habían perdido su capacidad de amar en el servicio. La suegra de Pedro en su postración es objeto de atenciones, pero es incapaz de responder a ellas con generosidad. La mano que Jesús le tiende le ayuda a salir de ese estado y la motiva a servir a la comunidad de servidores que sigue a Jesús. En segundo lugar, lo que se hace en el hogar se extiende para todos en la puerta de la ciudad. Las personas afectadas por esas posesiones ideológicas que los anulan descubren en Jesús al ungido, a la persona capaz de comunicar la vida y el amor, de liberar al ser humano abatido y enajenado. En tercer lugar lo que acontece en la entrada de la ciudad se extiende por toda la comarca. El evangelio es una buena noticia para todos y aquellos que quieran acogerse a ella encuentran en Jesús un puente hacia una nueva realidad en la que la esperanza, el amor y la fe son posibles.