manco inca de juan jose vega
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COLECCION FORJADORES DEL PERU
MANCO INCA Juan José Vega
VOLUMEN 1
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COLECCION FORJADORES DEL PERUVolumen 1: Maco Inca
Director de la colección:
Dr. José Antonio del Busto Duthurburu
Carátula: Oscar López Aliaga
1.5. B. N. 84-8389-600-1 (Obra completa)1.5. B. N. 84-8389-601-X (Este volumen)
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Fue en unos "aposentos de los reyes Incas", ubicados cerca de los soberbiostemplos y palacios de Tiahuanacu, donde nació Manco Inca, quien con el correrde los años habría de convertirse, gracias a sus hazañas, en el americano másimportante de su época, al lograr contener por un tiempo el proceso deexpansión europea sobre el continente, cual ninguno de los demás caudillosindígenas americanos.
El nacimiento de Manco debió de suceder hacia 1515, si nos atenemos adiversos testimonios. Por aquel entonces, su padre, el Inca Emperador HuainaCápac acampaba en Tiahuanacu encaminándose hacia el sur, a fin de culminarla conquista de Chile. El feliz acontecimiento dinástico bien pudo ocurrir enabril, puesto que en el Cuzco se habría tenido que aguardar el término de latemporada de lluvias para la salida del numeroso ejército incaico y de sucortejo imperial. Este, como era costumbre en aquellos tiempos, comprendía unvasto séquito dentro del cual figuraban las mujeres escogidas del Inca y de sus
capitanes. Una de las damas cuzqueñas era "Mama Runtu"; y fue ella la quealumbró a Manco algo más allá de la ribera sur del Titijaja, cuna remota de lanación de los cuzcos según ciertas leyendas, parajes donde se yergue -en mediodel lago- la Isla del Sol.
Imperio en marcha, la capital prácticamente tenía sede donde el IncaEmperador hacía tender en cada jornada su vistosa carpa de banderas yplumas multicolores. Desde allí, en cualquier sitio que se hallare, gobernaba"las cuatro partes del mundo": el Tahuantinsuyu. Un trono itinerante y diversassedes del poder constituían usos necesarios en una sociedad en velozexpansión política y militar, fruto del impulso de los
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cuzcos, que sentíanse llamados a sojuzgar el mundo por designio del dios supremo
Viracocha. Por todas partes esta nación se expandía fundando ciudades y con
mitimaes de paz y de guarnición. Por eso, tras saber del parto, el propio Huaina
Cápac al estrechar al crío tal vez meditó, una vez más, en la vastedad del Imperio,
recordando que él mismo había nacido en la lejana Tumebamba, en el norte, lugar
muy distante del Cuzco; aunque en circunstancias similares, esto es, dentro del máspuro linaje imperial, al igual que aquel niño que venía al mundo con su abolengo
Hanancuzco en las punas aimaras de la nación de los pacajes.
Todos conocían en la sociedad incaica que el ancestro y la sangre eran los
factores que determinaban la patria: no el suelo. Y la venida al mundo de un
príncipe real, allí donde naciese, constituía todo un suceso. Por ello habría festejos.
Pero únicamente las pallas cuzqueñas, entre ellas las demás mujeres de Huaina
Cápac, habrían podido ingresar al recinto donde había dado a luz Mama Runtu, a
fin de participar en los ritos festivos; porque las demás esposas y concubinas, las"extranjeras", tuvieron que conformarse con conocer desde fuera el acontecimiento,
con excepción -tal vez- de alguna dama de honor.
Entre ceremonias propiciatorias se le perforarían entonces al recién nacido los
lóbulos de las orejas con fina aguja, como a todos los crios de la aristocracia
imperial. Luego, en el regazo de su madre, muy arropado, cual era la costumbre,
iría en litera hasta Cochabamba, donde se quedarían miles de mitimaes cuzcos.
Después, todos los demás del ejército y del cortejo seguirían la marcha hacia el
Maulé; y quizá, por las sendas de las cumbres nevadas, tocarían Biobío,acompañando Mama Runtu al Inca, su esposo, rey y señor.
De la madre de Manco no se sabe mucho, aunque sí que era "hermosísima" y
más blanca de lo común, de donde vino aquello de llamarla Mama Runtu (runtu es
huevo), porque su verdadero nombre era Shihui Chimpu. Pertenecía a un
encumbrado linaje de los cuzcos, al de Anta, lugar de donde fue también oriunda la
madre de Ninan Cuichi, joven designado más tarde por Huaina Cápac para la
sucesión en el trono (tiana). En suma, era magna la prosapia del recién nacido. Por
algo lo llamarían Manco, nombre del fundador del Cuzco, rarísimamente usado, locual nos induce a suponer que las calpas (augurios) debieron serle en extremo
favorables en su cuna y tales vaticinios se
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reiterarían durante las jornadas en el Collasuyu. Ninguno de sus hermanos (y
tendría ya más de cien para entonces) había alcanzado semejante privilegio.
De regreso de la triunfal expedición al sur de Chile, Huaina Cápac y Mama
Runtu retomaron a tierras cuzqueñas, región de la cual su vás- tago nunca saldría.Algún tiempo después el Emperador partió a Tumebamba llevándose a varios
de sus hijos, entre ellos a Atao Huallpa, a la sazón ya de unos veinte años. La
formación de Manco la dejó confiada a poderosos deudos maternos de su retoño,
así como a sabios (amautas), a maestros (yachachic) y a expertos servidores, yanas
de variados oficios importantes.
Desde niño Manco tendría que concurrir a ceremonias religiosas, reverenciando
a numerosos dioses, pues eran cerca de dos mil. Esta infancia fue inquietada por
cierto desasosiego de los suyos. Debió percibir preocupación en sus mayores. Oiríahablar de que lejos, muy lejos y desde poco antes de que naciese, habían aparecido
unos seres misteriosos, como salidos del mar. Lo afirmaban balseros que venían de
remotas comarcas litorales de más allá de la frontera imperial. Ellos los
consideraban dioses. En el Cuzco se preguntaban si los extraños personajes no
serían los del cortejo de Viracocha, el máximo dios, o el mismo dios con sus hijos,
que muchos tuvo. Todos ellos se habían ido por las aguas, justo hacia esos parajes,
cuando la creación del mundo.
Estos rumores se fueron acentuando conforme crecía. Cuando llegó a los diezaños las versiones se habían vuelto insistentes. No eran -claro está- sino
exploradores y descubridores españoles en pos de nuevos reinos: Vasco Núñez de
Balboa, Pascual de Andagoya, Francisco Pizarro y
Diego de Almagro merodeando por costas distantes del océano Pacífico. Pero en
el Incario, donde se desconocía Europa y el resto del mundo, nadie, obviamente,
podía entender lo que ocurría. Aun más, en las diversas naciones del Imperio de los
Incas, imbuidas de religiosidad y de magia, entre mitos y leyendas, a todo se tendía
a dar una explicación divina.Precisamente, los primeros maestros de Manco fueron sin duda umos
(sacerdotes), pero éstos nada pudieron esclarecer sobre un posible retorno de
Viracocha y de sus hijos; aunque sí, le enseñarían las com
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plejidades de los dogmas y de los ritos del Incario, destacando siempre la diferencia
entre los dioses tutelares del Cuzco y los de las demás naciones del Imperio, de
nivel inferior y, en ocasiones, enemigos. Pronto acudirían ante el principito otros
personajes de la Corte para darle mayores enseñanzas, las que correspondían a un
niño de pura sangre cuzco, respecto a los roles que podría desempeñar en el futuro
como hijo de Huaina Cápac, habido en palla de panaca, esto es, en dama de linajecuzco.
LA JUVENTUD
El niño llegó a la adolescencia escuchando a diario las proezas de su padre en el
extremo norte del Imperio. Alcanzada la virilidad participaría, con otros jóvenes de
la nobleza cuzco, en la ceremonia del Huarachicu; ese día ancianos de abolengo,
tras cortarle sus muchas trencillas, le dieron las huaras (bragas) y le colocaron en lasorejas los discos de oro que eran la mayor prueba de su linaje. Durante aquella
misma celebración le raparían el cabello; lo cual era otro símbolo, esta vez de la
rama incaica de los Hanancuzco, la más señalada y mayoritaria. Actos todos
cumplidos entre admoniciones de sus mayores y un complicado ritual. Al final, él
con los demás jóvenes -conforme a la costumbre de la festividad-, partirían en veloz
carrera hacia el Huanacaure, la más elevada de las cumbres en el camino del
Collasuyu, montaña que representaba al dios Ayar Cachi, uno de los fundadores
míticos del Cuzco.Desde entonces, en los santuarios de Anta y en los palacios del Cuzco, recibió
Manco una instrucción más intensa, la que le permitiera entender poco a poco ese
enorme Estado Imperial de tantísimas naciones; porque dada su prosapia -
comentarían sus maestros- hasta parecía destinado a gobernar algún día cualquiera
de las comarcas del Imperio.
Al joven Manco le sorprendería saber cuán numerosos eran sus hermanos;
centenares, quizá quinientos, como lo aseveraría el cronista quechua Guarnan
Poma; pero de diversos estratos. La Coya Imperial solamente había alumbrado doshijas y carecían, por tanto, de acceso al trono (tiana). Decenas eran, como él, hijos de
damas cuzqueñas (pallas). Los demás hermanos venían a ser semicuzcos, hijos de
su padre
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Huaina Cápac en infinidad de princesas provincianas, esto es, "extranjeras", como
la caranqui, madre de Atao Huallpa. Notaría que los hermanos todavía no se
diferenciaban mucho entre sí, pero que los mayores, de la vieja aristocracia de los
cuzcos, sí eran celosos de los rangos, fueros y privilegios. Aun más, despreciaban alos semicuzcos en su fuero íntimo, como toda casta que al pregonar su origen
divino remarca insalvables distancias sociales.
Por entonces se iría compenetrando más con la capital imperial: el Cuzco, en la
cual había crecido; sólo entonces se daría cuenta cabal de que era una ciudad de
templos y palacios, asiento de los linajes incaicos de más abolengo. Pero era una
urbe donde las momias de los antiguos reyes constituían el eje del poder político y
económico, a través de su cuantiosa descendencia (panacas), en medio de complejas
ceremonias. Asimismo, Manco se hallaba ya en condiciones de observar que lamayor parte de los residentes del Cuzco eran "extranjeros", vale decir hombres de
las más distintas partes del Imperio fijados allí para siempre como mitimaes. Otros
desempeñaban servicios temporales como mitayos (trabajadores rotativos). Y no
faltaban los adscritos de por vida a un gran señor, en cuyo caso se les conocía como
yanas. La familia de Mama Runtu, su madre, contaba por cierto de unos y de otros,
a quienes se encomendaba las labores manuales y los trabajos físicos en general.
Tales servidores, yanas, que eran muchos miles en el Cuzco, procedían
esencialmente de las provincias, aunque también los había de la nación cuzco. Losde guarnición eran esencialmente yana-guerreros cañaris y chachapoyas. Vería que
en su entorno había también yanas de alto nivel, con servicios calificados, maestros
inclusive; estos últimos eran, en lo esencial, hijos de grandes caciques de naciones
rivales del Cuzco. Repararía también en que todos los nobles de jerarquía contaban
con yanas y mitayos.
A causa de su línea materna, que no era de la más elevada nobleza cuzqueña,
Manco carecía por entonces de toda opción para ocupar el trono imperial. No se
hallaba, pues, en la línea inmediata de sucesión, pero los sabios amautas querodeaban a los príncipes debieron notar en él las condiciones que más tarde
mostraría a plenitud. Se esmerarían entonces en adiestrarlo en la administración y
en el conocimiento del manejo del Estado. Si así fue, no le ocultarían, por tanto, las
graves dificultades que enfrentaba el Imperio: dificultades propias de la expan
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sión, cierto, pero no por ello menos agudas. La más delicada de las situaciones, que
probablemente le mencionaron, bien pudo haber sido "que la nación del Cuzco
estaba derramada por todas las provincias en la administración", como señalaría
Miguel de Estete; dispersión que cubría de Pasto al Maulé y desde el mar hasta las
selvas altas. El eje, que era el Cuzco, se había debilitado. Una treintena de ciudades
habían nacido por obra de los cuzcos en las más distintas comarcas, pero ello noremediaba el mal principal, el debilitamiento demográfico de la metrópoli imperial
y de su región base y matriz.
Manco entendería que una periferia más vigorosa no había redundado siempre
en beneficio de la sede central del poder. Aun más, Tumebamba, la metrópoli del
norte, fundada por Túpac Inca Yupanqui, su abuelo, y Cochabamba en el sur,
mostraban -según le contaban- síntomas de creciente autonomía. Tumebamba,
además, poseía una mayor modernidad, a la par que notable riqueza, como asiento
de representantes de todas las panacas y congregación de mitimaes cuzcos.Parecía urgente, a raíz de estas presiones, reforzar al Cuzco mismo, ciudad que,
sin embargo, mantenía su prestancia, sobre todo en lo religioso. Así era todavía, a
pesar que los dos últimos Incas, su padre y su abuelo, habían preferido residir en la
espléndida Tumebamba. Y Huaina Cápac no daba muestras de querer retomar al
Cuzco.
Se le explicaría a Manco que la dispersión de los cuzcos era fruto de la política
expansiva de la aristocracia. Y que tantas guarniciones y tantos mitimaes se habían
tornado imprescindibles a causa del tamaño adquirido por el Imperio. Eranecesario controlar -le argüirían- a unas trescientas noblezas provincianas vencidas.
Estas, en numerosos casos guardaban rencores al Cuzco Imperial; aliadas a la
fuerza, no eran de confiar plenamente. De todas maneras, si semejante expansión
antes había resultado factible gracias a la alta densidad demótica de las poblaciones
ubicadas entre los ríos Urubamba y Paucartambo, asiento de los clanes cuzqueños
en general, el Cuzco ya se hallaba agotado demográficamente.
Los más calificados de los sabios orejones y de los yanas fieles que rodeaban a
Manco, le advertirían también que existían otros peligros sociales. Uno de ellos erael ascenso en fuerza de los semicuzcos, esos mestizos hijos de cuzqueños en
mujeres "extranjeras". Si bien la poligamia había sido inicialmente positiva, al
cimentar el poder en las pro
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vincias mediante matrimonios múltiples de los "orejones" con mujeres del lugar, la
práctica se había multiplicado de tal manera que tomábase en riesgo político, por el
alto número de la descendencia de esos nobles. Le advertirían a Manco que los
semicuzcos de prosapia, que eran hijos y nietos de los cuzcos conquistadores,
resultaban ya de un número muy superior a la aristocracia de pura sangre cuzco,
esto es, la de las panacas en general.A la vez, aquellos semicuzcos eran requeridos por el Estado Imperial a fin de
cubrir las necesidades administrativas en tantísimas provincias y naciones. Se le
indicaría a Manco que por ello la influencia de esos "mestizos" se había
desarrollado tanto, pero tal vez por igual las secretas ambiciones que guardaban en
sus pechos. Todo esto constituía un nuevo riesgo para la antigua nobleza cuzco,
creadora del Imperio, dado que por diversas partes se veía a los integrantes de
aquel estamento ejerciendo mandos estatales medios y aun altos, mostrando sus
crecientes anhelos, a veces con gran favor del rey Inca, que los necesitaba.De todo aquel grueso sector nobiliario semicuzco, el más vigoroso era el de los
príncipes, por ser hijos del monarca. Quizá los maestros que rodeaban a Manco no
se atrevieron a expresárselo con nitidez, pero le dejarían entender que esa prole de
Huaina Cápac y en general los nietos de Túpac Inca Yupanqui constituían el sector
más inestable del Estado Inca, a causa de una ambigua situación. Por un lado
poseían una alta investidura paterna, pero esta condición se hallaba menoscabada
por su exclusión del sistema de panacas del Cuzco, segregación que provocaba
naturales resentimientos y la cual se derivaba, en forma insalvable, del origenmaterno provinciano y "extranjero", de distinta nación.
Para mayor complicación social, aquellos príncipes semicuzcos contaban con el
respaldo de sus madres, princesas ricas todas -pero no cuzqueñas- oriundas de los
más diversos lugares del Imperio. Y no era asunto de poco vuelo el de los
semicuzcos, dados los cientos de príncipes que en tal condición habían nacido, que
eran la mayoría de sus propios hermanos. Además, algunos de ellos tenían madres
de mucha presunción, como Atao Huallpa y Paullo Topa.
A los palacios de Anta -donde quizá pasó Manco la mayor parte de su infanciay juventud- llegarían también maestros para advertirle
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de otros riesgos que cerníanse sobre el aparentemente vigoroso Imperio. Le
hablarían de los yanas, esos servidores que Manco estaba acostumbrado a ver
desde su más tierna infancia. Nunca por ello había reparado en las características
sociales de este grupo, cuyos servicios plenos y vitalicios le parecían naturales.
Jamás le habían dicho, sin embargo, que su número aumentaba sin cesar en todo el
reino, por exigencias de una aristocracia cada vez más encumbrada y por el mismoprogreso de la sociedad, que requería de servidores a tiempo completo, en artes y
tecnologías.
Maestros experimentados le indicarían a Manco que el número de los yanas de
alto rango había crecido peligrosamente en la administración, a causa de la
multiplicación de los yana-curacas. Estos caciques plebeyos y muy dependientes
eran hombres rodeados de privilegios que, como pertenecían de por vida al Inca o
a algún o rejón, traslucían a veces cierto descontento. Muchos constituían un
peligro potencial. Pero, a la vez, la presencia de esos funcionarios plebeyos deveníainevitablen por el crecimiento desmesurado del Estado Imperial, tema del cual
había oído hablar a otros maestros. No había ya orejones en número suficiente para
asumir tareas en tantísimas y tan distantes y lejanas provincias: los yana-curacas se
habían vuelto un mal necesario; y a veces, incluso, abusaban de la confianza
concedida.
Simultáneamente iba brotando una situación aun más enrevesada. Los amautas
se sintieron-sin duda- en la obligación de comunicársela al joven príncipe, cuya
educación les había sido encomendada. Al fin y al cabo Manco -como ellos loreconocían- estaba llamado para altos cargos gracias a su condición social y a su
inteligencia. Debía, por tanto, estudiar hasta las más adversas realidades. El punto
en cuestión se relacionaba con las aspiraciones mayores de los jefes militares de
origen plebeyo. Porque esos yanas, los yana-guerreros, sentíanse cada vez más
poderosos. Algunos provenían de pequeñas noblezas vencidas; otros eran de
extracción popular y habían ascendido exclusivamente con propios méritos. Pero
en todos los casos eran absolutamente dependientes de los grandes señores. No va
demás incidir en que su rol (al igual que con los yana-curacas) había aumentadorápidamente en los últimos decenios a causa de la expansión gigantesca y veloz del
Imperio. Pues bien, estos yana-guerreros
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tenían en sus manos gran proporción de las armas. Eran los especialistas de la
guerra, los auca camayos de los nuevos tiempos.
Manco debió preguntar por las causas de tal realidad; al inquieto príncipe se le
respondería con palabras sencillas que los aristócratas veían su poderío en peligro;porque ya no podían tener en sus manos, como antes, todos los mandos castrenses,
sencillamente porque faltaba gente de alcurnia para tantas campañas y
guarniciones, más si se piensa que muchos orejones morían durante las guerras. A
la postre había resultado inevitable recurrir a guerreros cuzcos experimentados,
aunque fuesen plebeyos y aun esclavos, que tal era el status de los yanas. Pero lo
que al principio fue de excepción, pronto se hizo común. De esta suerte -según la
explicación dada-, esos "yanas de guerra" (ex campesinos, ex caciques de bajo nivel,
etc. ) eran quienes en la práctica, tras años de contiendas, habían pasado a controlarel ejército en varias regiones.
Los maestros terminarían mencionándole a Manco ejemplos concretos y
cercanos: Rumiñahui, de Paruro; Quizquiz y Challcochiina, de Anta; Yucra
Huallpa, del Cuzco. Eran todos yana-Generales. Mas a pesar del boato que
mostraban, no eran hombres de linaje sino gente encumbrada gracias a su coraje y
su inteligencia. Vivían bien, pero seguían siendo yanas. Dependían del Inca. Eran
pertenencia del Inca, pero mandaban directamente miles y miles de yana-soldados
de múltiple origen étnico. Por encargo de sus señores, claro está ¿pero hasta cuándoresistiría esta subordinación?
En verdad formaban un cuerpo como en Turquía el de los jenízaros o los
mamelucos iniciales. A Manco le aclararían que lo más grave para el Estado
Imperial partía del hecho que esos plebeyos a veces dejaban sentir su deseo de
obtener mayores privilegios y hasta de lograr la ruptura de los lazos de
dependencia que los ataban al Inca o a cualquier gran señor orejón. Esa
servidumbre de por vida que los agobiaba.
LOS DIOSES Y LAS CATASTROFES
Tenía Manco trece años cuando llegaron de la costa noticias sorprendentes;
chasquis informaron a Huáscar, a la sazón gobernador del Cuzco, que los posibles
dioses habían reaparecido, esta vez frente a Tumbes y avanzaban al sur por el mar.
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Era Pizarro. Fueron fugaces sus desembarcos en ese 1528; con algunos de los
trece del Gallo y el carabelín de Bartolomé Ruiz, consumó el descubrimiento de
tierras ricas y pobladas que la soldadesca española ya había bautizado como Perú.
Por la brevedad de esos contactos marinos, Huaina Cápac no tuvo modo de
informarse adecuadamente de la condición divina o humana de los raros seres
ultramarinos.Manco, con la curiosidad de su edad, escucharía los relatos de quienes repetían
el mensaje tallán de las costas del norte. Las hipótesis eran muchas. Que habían
retornado los hijos de Viracocha. Que eran sus emisarios o criados. Que era el
propio Viracocha con su cortejo. La desbordada imaginación daba cien versiones,
porque la ciencia inca nada podía frente a semejante desafío. Sin duda los extraños
visitantes tenían poderes divinos o quizá mágicos. Traían consigo abundante
alimento para dioses: ese mullu rojizo del norte, y hasta en varios colores (lo cual
no era sino la vulgar chaquira española de vidrio); uno de ellos esgrimía el rayo-trueno-relámpago (el arcabuz); viajaban en algo que unos calificaban como ''torre
flotante" y otros como "isla que se mueve" (el carabelín); navegaban increíblemente
contra los vientos, las mareas y las corrientes (gracias a la vela latina); tenían un
hacha y otras herramientas y armas muy cortantes (con el hierro). Además, habían
aparecido por el mar de Manta, paraje por donde, precisamente, se marchó
Viracocha con su gran séquito en tiempos inmemoriales de la creación del mundo.
Todo parecía indicar la divinidad de los visitantes. Interrogados los mensajeros
sobre el trato que daban a la gente, decían que se mostraban generosos.Aseverábase que podían ser dioses. Dioses buenos. Viracocha y su corte. Informes
complementarios aludirían a animales extraños (el gallo, el cerdo); a que vestían
muy cubiertos, como momias (las calzas y otras ropas europeas); que tenían corazas
y armas de plata (confusión con el hierro ligero). Mostraban raras barbas largas.
Huaina Cápac dispuso que se les siguiera el rastro, para reverenciarlos. Pero
nunca los alcanzaron. Ellos bajaron en Tangarará, en Sechura, en Chérrepe, en
Santa y en algunos puntos más. A causa de la movilidad que mostraban, los
funcionarios, jamás lograron ubicarlos.Y finalmente los supuestos dioses desaparecieron. Por donde habían venido. Por
la ruta marítima de Viracocha. Gran alboroto se produjo en
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las cortes del Cuzco y de Tumebamba. Pero los amautas, los umus y los laicas
(sabios, sacerdotes y hechiceros) fracasaron al intentar respuestas coherentes.
Manco escuchó así, alelado, que Viracocha había retornado otra vez al mundo.
Todavía reinaba la incertidumbre cuando empezó un suceso terrible: la peste. Era amediados de 1528.
Los españoles habían traído los virus incubados de la viruela; o llegó por vía de
balseros. El mal empezó a causar estragos horrorosos en la población incásica del
norte. Todos carecían de inmunidad biológica para esa enfermedad nueva, que en
estos casos aparece como una maligna lepra que destroza la cara y partes del
cuerpo y mata casi sin remedio entre calenturas torturantes.
Perecieron cientos de miles. Tal vez más. Muchos se preguntarían en vano si
sería castigo de los dioses. Pero nadie podía responder nada; nadie sabía nada. Enmedio de tal incertidumbre creció aun más la religiosidad. Manco asistiría por
entonces a innumerables preces, rogativas y ofrendas. Entretanto iban cayendo en
el norte personajes visibles de la aristocracia, tratados por la peste igual que los
pobres campesinos y pescadores.
Manco fue oyendo cómo, aterrados, contaban su madre y sus deudos, la muerte
del gobernador de Quito y del jefe del ejército Hanancuzco. Rogaría a Viracocha -
junto con todos los suyos- que el mal no llegara hasta el sur.
Finalmente, el propio Huaina Cápac, encerrado entre murallas impenetrables depiedra, cayó con el mal. Fue en Tumebamba. Pero el Cuzco se salvó. La peste
contuvo su marcha.
A la muerte del Inca Emperador, los Hanancuzcos tumebambinos fueron a
buscar al heredero del trono, Ninan Cuichi, pero éste había también fallecido en la
peste, no lejos. Los estragos habían sido tremendos.
Como consecuencia de los dramáticos acontecimientos, el Imperio afrontó días
acéfalos durante el tercer trimestre de 1528. La imprevista crisis sucesoria creó más
de un conflicto, puesto que varios príncipes cuzcos, hijos de Huaina Cápac, poseíanun alto linaje materno y aspiraron a ceñirse la mascapaicha.
Ocurría que el único vástago vivo de Huaina Cápac en la Coya Imperial era Asa
Pacsi, quien por ser mujer no tenía derecho a la sucesión, a causa de las leyes
patriarcales vigentes en el Incario. Por cierto que
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Manco carecía de mayor opción para el incazgo por cuestión de ancestros, como
sabemos. Otros hermanos, hijos también en pallas cuzqueñas, eran de mayor linaje,
como Huáscar, Cusi Atauchi, Tilca Yupanqui, Túpac Huallpa, Sayri y Atoc Xopa.
Por entonces escucharía en Anta lo que comentaban su madre Mama Runtu y otros
deudos sobre la crisis interna.
Al final, la fugaz acefalía se resolvió cuando los sacerdotes solares del Cuzco seinclinaron por Huáscar, al fin y al cabo gobernador de la capital del Imperio puesto
por Huaina Cápac. Era un Hanancuzco e hijo de Rahua Ocllo, una de las principales
pallas del difunto emperador. El abolengo de Rahua Ocllo había roto las
incertidumbres. Pero no fue un paso fácil el dado por el clero helíaco en esta grave
coyuntura.
Así, el joven príncipe Manco, atribulado, tuvo que asistir en aquellos días a una
sucesión de acontecimientos. Contempló sin duda las ceremonias del arribo de la
momia de su padre, traída en andas desde Tumebamba y tal vez al desconcertantematrimonio de ese ilustre cuerpo con Rahua Ocllo, la antigua favorita, a fin de
"legitimar" y favorecer al hijo de ambos: Huáscar, que seguía ejerciendo como
gobernador del Cuzco. Las exequias al difunto emperador, rodeadas de la pompa
imperial, tendrían a Manco entre los concurrentes más señalados, ocasión en la que
pudo conocer a muchísimos de sus hermanos, cuzcos y semicuzcos.
Luego se sucederían episodios como la victimación por Huáscar de importantes
sacerdotes y de otros personajes, y el deterioro de la relación del nuevo rey Inca con
su hermano paterno Atao Huallpa, quien por entonces solamente pedía que se ledejase al frente de la reducida zona de Quito, una hilacha del Imperio; príncipe,
aquél, hacia quien muchos del Cuzco ya manifestaban recelos, principalmente a
causa de que -por una u otra razón- no se había presentado jamás en la capital
desde su partida; ni siquiera había venido acompañando la momia de Huaina
Cápac, su padre, que tanto lo había amado.
Manco supo luego que, incitado por gente acantonada en el norte, Atao Huallpa
actuaba cada vez con mayor independencia y que hasta ordenó construirse allí unos
espléndidos palacios. Y que mandándoselo el Inca se negó a concurrir al Cuzco,Huáscar entonces ordenó castigar
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a ese su medio hermano, a quien veía muy inferior a causa de ser la madre una
princesa carangui, de las vecindades de Quito, mediana urbe norteña de los
confines imperiales.
Aprovechando el gran desconcierto reinante, los yana-guerreros del norte del
Imperio decidieron actuar. Hartos de las altas jerarquías aristocráticas de las
panacas, incitaron al príncipe semicuzco Atao Huallpa hacia una revoluciónregional, que rompiese lazos con el Cuzco a fin de crear una sociedad que diese un
mayor espacio a estamentos postergados, lo cual sólo podría alcanzarse a expensas
de los inmensos privilegios de la aristocracia imperial.
Promotores de este alzamiento fueron los yana-Generales de la nación cuzco, ya
enaltecidos por Huaina Cápac, a pesar de la baja posición que ocupaban en la
sociedad. Manco oyó de nuevo algunos de los nombres: Quizquiz, Challcochima,
Rumiñahui, Yucra Huallpa, Maila y Chaicari. Cuzqueños pero plebeyos, todos
habían decidido romper el férreo dominio de las panacas imperiales.Sentimientos también sediciosos, aunque de otra naturaleza, anidaban en el
corazón de muchos nobles medios. A los jefes militares no les resultó complicado
convencer al príncipe semicuzco Atao Huallpa de que tomase una decisión; al fin y
al cabo con él habían sido compañeros de varias campañas. Todo marchó con
presteza.
La relativa autonomía que Atao Huallpa forzó a fines de 1528 habría de ser
rechazada por Huáscar, quien finalmente recurrió al uso de las armas; el usurpador
llegó al extremo de ceñirse en Tumebamba una falsa mascapaicha, proclamándoserey Inca regional, a lo cual no tenía ningún derecho, ni constituía tradición, según le
explicarían a Manco al pormenorizarle los sorprendentes acontecimientos del
extremo norte. Porque aquel Atao Huallpa -tal como se lo recalcarían sus tíos- no
era sino un cuzco a medias, un hijo de extranjera, ajeno por completo a cualquier
línea dinástica de sucesión; privilegio que solamente las panacas poseían por
intransferible derecho de sangre.
Manco vio salir en 1529 al ejército del príncipe imperial Atoc, quien con sus
orejones venció a Atao Huallpa en la región de Tumebamba y llegó a capturarlo.Pero luego supo que el insurgente había huido con apoyo local y que, con sus yana-
Generales, preparaba una ofensiva; y que, de inmediato, el rebelde cobró la
revancha, radicalizando luego sus posiciones en Tumebamba, tras matar a Atoc.
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Era la primera vez que un orejón de panaca moría condenado por orden de un
hombre que, como Atao Huallpa, era noble de nivel social mucho menor.
Probablemente el joven Manco no comprendió lo que acaecía: una verdadera
revolución se había iniciado.
Luego Manco oyó a sus mayores que los alzados aspiraban a la formación de un
reino autónomo y distinto en el norte, dentro de un sistema que iría concediendomayores libertades a los y anas de alto nivel, bajo el predominio de los príncipes
semicuzcos. Pero esta pretensión, que se reiteró, acabó rechazada del todo en la
capital imperial, pues constituía una auténtica sedición social y la destrucción de la
base de las panacas imperiales; mas, no debieron faltar en el Cuzco numerosos
semicuzcos y sus servidores que secretamente simpatizarían con Atao Huallpa.
Huáscar, sintiéndose amenazado, rodeado, y tal vez víctima de una paranoia,
viendo enemigos por todas partes, exageró la represión y probablemente
contribuyó, sin querer, a desintegrar su poder, atacando y persiguiendo a muchosde su entorno, incluso a deudos cercanos. Pero también era cierto que la revolución
había empezado a propagarse. El problema regional segregacionista de Quito
amenazaba cubrir todo el imperio, merced a la actitud esquiva frente a Huáscar de
muchos caciques no cuzqueños de diversas comarcas.
Tras la paz de Cusibamba, que duró tres meses, se reiniciaron las hostilidades.
Fue una sucesión de catastróficas derrotas para el ejército imperial, no obstante el
heroísmo de la élite orejona; todas aquellas batallas fueron muy sangrientas y la de
Yanamarca resultó una matanza que duró tres días. Manco asistiría en el Cuzco alos honores rendidos a los capitanes caídos en las renovadas campañas.
Seguramente el príncipe preguntó sobre la causa de la serie de triunfos casi
ininterrumpidos de las huestes de Atao Huallpa; porque le resultaría inexplicable
que las poderosas huestes imperiales fuesen continuamente derrotadas en una
decena de batallas por una tropa regional, sin comando de orejones cuzcos y
dirigida más bien por despreciados plebeyos levantiscos. Pues bien, se le
respondería a los amautas que era obra de los yana-guerreros. Porque si, en
general, sólo en algunas áreas los yanas habían roto con sus señores, constituía unhecho innegable que en el norte el sector de los yana-guerreros había dejado del
todo la obediencia. Rebelándose contra el Cuzco -tras matar a los aristócratas de
panaca- pasaron ellos a tomar los cargos importantes
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del ejército rebelde. Y esos ex esclavos de guerra eran, por razón de trabajo, los
mejores expertos en pelear, los encargados del oficio de la guerra, los "oficiales" de
las artes bélicas. Ellos eran pues, los autores de las victorias ataohualpistas.
Y expresarían también a Manco que si algunos orejones rapados de
Tumebamba, por ambiciones bastardas, despecho o frustración, habían apoyado
inicialmente la rebelión en 1529, éstos ya se estaban apartando de Atao Huallpa.Poquísimos de ellos quedaban en el entorno del audaz semicuzco sublevado.
Pero tal vez no se atrevieron todavía a decirle que era demasiado tarde para
frenar la revolución; que la sedición cubría casi todo el Chin
chaysuyu, la más importante región. Pero sí tuvieron que explicarle que el gesto de
Atao Huallpa de coronarse, era el símbolo de una guerra iniciada contra todos los
linajes cuzqueños puros, los de las panacas, cuyo exterminio regional proclamaba
Atao Huallpa, insinuando un reparto de los cuantiosos bienes acumulados. Se le
diría, asimismo, que la sublevación iba siendo un éxito a causa de la insurgencia dediversas tierras del Imperio al amparo de muchos de los cientos de hermanos
semicuzcos de Atao Huallpa, y también por la colaboración de otros "mestizos"
semicuzcos (hijos de Apus, de Tocricocs, de Hunus, en princesas provincianas).
Quizá algún consejero más allegado al joven príncipe pudo hablarle de otro
problema igualmente delicado: varias naciones del norte habían proclamado su
autonomía (huancahuilcas, chachapoyas, agua- runas, etc. ), aprovechando la
sublevación ataohualpista y la subsiguiente guerra civil provocada por la
revolución. Precisarían que lo más grave era el sesgo antipanaca y anticuzqueñoque en varias áreas venía cobrando el alzamiento, convertido ya en una revolución
social; y que podría propagarse a otras regiones.
En sus proclamas Atao Huallpa hablaba de "arrasar el Cuzco", conforme
anotaría Juan de Betanzos. El príncipe semicuzco rebelado ordenó por entonces
nuevos ataques militares.
En este trance (1531) fue que se supo de la sorpresiva reaparición de los
extraños seres (¿dioses? ) que habían llegado a las costas del Imperio en 1528. El
Cuzco se estremeció de esperanza, pero Atao Huallpa no se inmutó; siguióadelante con la guerra, y empezó una nueva ofensiva. Nunca, además, había sido
hombre muy creyente.
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La ofensiva dio sus frutos y así Atao Huallpa alcanzó renovados triunfos.Siguió perdiendo la contienda el ejército que Miguel Cabello Valboa llama "delos orejones", esto es, de la nobleza cuzqueña.
Entre tanto, precautoriamente, el Inca semicuzco alzado envió sus espías a la
costa "a ver que gente era" la que otra vez venía. Ellos le garantizaron que los
indefinibles visitantes eran humanos, que no eran dioses. Además de datossueltos, más o menos probatorios, los habían oído gritar de dolor con unasverrugas en Coaque y también los habían visto morir. Entonces,despectivamente, los ataohualpistas los calificaron de "sungasapas", vale decirbarbudos, en quechua, nombre que, entre bromas, se impuso en la Corte deTumebamba. Pero hubo más información: los espías llegaron a decir que losintrusos eran una partida de ladrones y de ociosos, quizá fragmento de algunabárbara tribu nómada; que asimismo carecían de mujeres y que no poseíanarcos ni flechas; pero que los caballos eran sí, de temer. En todo caso lo que lesdaba confianza era el número escaso de "barbudos" y de las raras bestias.
Maltrechos, los españoles de Pizarro avanzaron ocupando la isla de Lapuná,frente a Guayaquil. Luego Tumbes y Piura. Entre tanto en el Cuzco sepropagaba otra vez, y muy fervorosamente, la versión de que los nuevamenteaparecidos visitantes del norte lejano eran enviados de Viracocha. Y que porello tendrían que favorecer a la dinastía Hanancuzco. Hay que advertir que, conlas distancias, carecían de noticias directas. Huáscar incluso llegó a enviar unamisión secreta a Tangarará, según varios informantes (Zárate, Guamán Poma,
etc. ), la que habría retornado deslumbrada por los sedicentes "viracochas". Y elhecho fue, efectivamente, que Pizarro partió hacia Cajamarca anunciando queiba a apoyar a Huáscar "el señor natural de estos reinos".
Manco vibraría de fe, junto a todos los suyos. La creencia en la divinidad delos siempre extraños visitantes se acrecentó esta vez con otros factores tanaparentemente inexplicables, como los de 1528: traían nuevos animales(caballos y perros, grandes y bravos); por otro lado, no se contagiaban deviruelas, leían el pensamiento (la lectura) y no dormían (las rondas nocturnas).
Por estas razones varios huascaristas del norte (sobrevivientes de lasmatanzas ordenadas por Atao Huallpa) apoyaron a "los viracochas", así comotambién lo hicieron caciques de etnias vencidas por los Incas
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pocos decenios atrás, o rencorosos con Atao Huallpa a causa de recientes levasy confiscaciones castrenses.
Por su lado, las panacas del Cuzco defendían sus fueros; profundizando la
actitud de amparar con las armas sus privilegios, pidieron al propio Huáscarque asumiese la conducción de las operaciones. Lo hizo, alentado por las gratasnoticias de Piura. Triunfó en Chontacaxas, pero pronto acabó vencido ycapturado; fue el golpe final a la nobleza cuzqueña. El Cuzco terminó ocupadopor las tropas ataohualpistas.
Los jefes revolucionarios vencedores eran -como sabemos- de la etnia cuzco:Quizquiz, Challcochima, Yucra Huallpa y otros. Manco recordaba a algunos,porque eran de Jaquijaguana, junto a Anta, lar materno; sabía que eran hombresdel pueblo, plebeyos, yanas, ex esclavos; esos yanas también solían ser hijos decaciques doblegados. Percibía que la situación política se había alteradoradicalmente.
Manco oiría las acongojadas opiniones de sus mayores, que temían lo peor,
porque se sabía que las intenciones de esos jefes militares sublevados eran lasde acabar con las panacas, fuesen de los Hanan o de los minoritarios Hurin.
Preces y rogativas a Viracocha se elevaron entonces, desesperadamente,pidiendo libertad para Huáscar y justicia para la causa de la dinastíaHanancuzco. Y como si realmente los dioses se hubieran confabulado para
engañar del todo a los cuzcos, se produjo en esos días un aparente "milagro".Atao Huallpa, el omnipotente vencedor, el que parecía el dueño del mundo,
el invencible Inca autocoronado, cayó prisionero fácilmente en Cajamarca el 16de noviembre de 1532. Lo consiguieron aquellos de quienes se sospechaba queeran emisarios de Viracocha. Desde aquel momento se afianzó, por cierto, talcreencia en el Cuzco, aun más que antes. Aquel mismo día el ejército norteñodel falso Inca también quedó deshecho.
Manco y los suyos, muy en reserva festejarían el suceso, ai igual que los
demás Hanan, aprovechando el momentáneo desconcierto de los yana-Generales ataohualpistas ocupantes del Cuzco, para quienes el goce de lavictoria en la guerra civil había durado apenas unos cuantos días.
Pero el respiro de los Hanancuzco duró poco. A fines de diciembre llegabaCuxi Yupanqui a la capital imperial enviado especialmente por
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Atao Huallpa, con encargo de eliminar a las panacas. Ordenó a Challcochima y a
Quizquiz el exterminio; primero, de más de mil descendientes de Túpac Inca
Yupanqui, el más odiado de todos los linajes incaicos, junto con incontable número
de sus servidores yanas. A Huáscar se le mató los casi noventa hijos que se logró
ubicar en el Cuzco y los alrededores, así como a sus favoritas; se liquidó luego a
todas las que habían sido sus mujeres, abriéndoles el vientre. No se perdonó ni a losniños ni a los ancianos. Muchísimos Hanan se suicidaron para evitar la humillación
de verse ajusticiados por sus ex esclavos y sus ex siervos. Y la represión cubrió por
igual a losHurin.
En verdad, lo que buscaba Atao Huallpa era "la destrucción de toda la sangre
real", como apuntó Garcilaso. Guarnan Poma no vaciló en registrar que Atao
Huallpa "mató en el Cuzco a todos sus linajes incas, auquiconas y ñustaconas, hasta
las preñadas". Pero algunos nobles alcanzaron a evadirse y entre ellos se halló
Manco, quien, sin embargo, había sufrido ya vejámenes a manos de los yanas,aunque no sabemos de qué tipo.
Entre las víctimas femeninas de la masacre dispuesta por Cuxi Yupanqui -
cientos de pallas y ñustas- estuvo al parecer Mama Runtu, la madre de nuestro
protagonista, pues jamás se volvió a tener de ella ninguna referencia.
Manco fue a guarecerse al Antisuyu por la vía de Huayllabamba. Desde algún
refugio en las selvas altas de Vilcabamba, se enteraría luego de la cruel eliminación
de Huáscar Inca y de toda la familia imperial por orden del apresado Atao Huallpa,
suceso ocurrido en la lejana Andamarca, dos meses después de las masacres delCuzco. Pero también trascendería la desazón del Sumo Sacerdote Solar, Vila Orna
ante todos estos acontecimientos, que lo alejaron definitivamente de la causa de
Atao Huallpa. Porque éste resultaba responsable, por cuanto seguía mandando
desde su cautiverio en Cajamarca, con hábil tolerancia española, ya que sus órdenes
dividían más a "los indios".
Luego se supo en el Cuzco la ejecución de Atao Huallpa, ocurrida el 26 de julio
de 1533; hecho que se vio como un fausto suceso entre los sobrevivientes de los
raleados linajes cuzqueños perseguidos; y hubo secreto júbilo, aunque en la mismacapital nadie pudo expresar sus sentimientos, por cuanto ella seguía bajo la
ocupación militar de los
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yana-guerreros enemigos: chachapoyas, caranguis, y de otras naciones, por cierto
entre ellos cuzcos sublevados contra su propia aristocracia; plebeyos todos éstos a
quienes nada de lo ocurrido conmovía, comandados siempre por Quizquiz, quien
en el caos se había convertido en Sinchi, amparado en sus tropas.En sus mismos reductos, aguardando la hora de la venganza, Manco debió
informarse luego de cómo un sector de la nobleza cuzqueña había coronado en
Cajamarca a un hermano de padre, Túpac Huallpa; era casi un niño, pero tras las
masacres atahualpistas había quedado como el príncipe de mayor alcurnia
(coronación que, obvio es señalarlo, se vio con alborozo por los españoles porque
consolidaba la escisión indígena). Y también a los dos meses se informaría de la
muerte de este Inca en Jauja, envenenado al parecer por el yana-General
Challcochima, quien venía cautivo en el séquito de los viracochas.Los supuestos emisarios del dios continuaron su marcha al Cuzco, siempre
proclamando la restauración de la legítima dinastía de los Hanan. No sin orgullo
Manco se enteraría por esos días de un hecho trascendental: el influyente hermano
de Huaina Cápac, el orejón Tísoc Inca, consultando a los restos de la nobleza de
panacas, lo había escogido para el incazgo por encima de los pocos príncipes
cuzqueños que sobrevivían. Las matanzas dispuestas por Atao Huallpa,
eliminando a los jóvenes de mayor linaje, lo habían colocado a la cabeza de la aris-
tocracia imperial, al perecer Túpac Huallpa. Así lo había expresado Tísoc Inca en laasamblea nobiliaria de los cuzcos en Jauja, en los inicios de octubre de 1533,
respaldándolo en esto los demás orejones presentes y ante "los emisarios de
Viracocha". Manco era, pues, el auqui a quien los Hanancuzcos y los cuzcos en
general debían acatar en la línea de sucesión de Huáscar, dado el mayor linaje que,
sin pretenderlo, había llegado a ostentar. Conseguida la aquiescencia de los
"mensajeros divinales", Tísoc fue a buscar al príncipe en su refugio adentro de
Huayllabamba.
Mientras se trataba el caso, Manco, Tísoc y otros nobles cuzcos se informaron deque los yana-guerreros sublevados, esta vez bajo Maila, habían peleado bien en
Vilcashuamán contra "los emisarios de Viracocha" y que, por su lado, el bravo
Quizquiz se aprestaba a defender el Cuzco, tanto de los odiados Hanancuzco como
de sus barbados favo
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recedores. Sin duda esos yanas rebeldes ya conocían mejor las nuevas armas que
esgrimían los sedicentes interventores divinos, a los que los yana-Generales seguían
viendo como un tropel de raros y poderosos bandidos de barbas.
Los yanas se hallaban, pues, lejos de retomar al acatamiento de las panacas. La
muerte de Atao Huallpa no había menguado sus ímpetus ni sus odios sociales;
tampoco se habían desalentado por el repliegue de casi todos los príncipessemicuzcos, promotores y cómplices del alzamiento de 1529, ya reincorporados a la
obediencia a las panacas cuzqueñas; y menos había deprimido a tales yanas
rebeldes la irrupción y avance de los negados mensajeros de Viracocha, a quienes
despectivamente seguían llamando sungasapas.
Radicalmente opuesta seguía siendo la convicción de los Hanancuzco. Estos
loaban la divina violencia de los "emisarios de Viracocha" desatada sobre los yanas
insurrectos. Por ello, sopesando los acontecimientos, Manco, Tísoc, y demás
Hanancuzco sobrevivientes salieron de Huayllabamba con rumbo a Jaquijaguana.Aproximándose, se noticiaron de que "el desvergonzado" Quizquiz acababa de dar
una cruda batalla en Vilcaconga, matando a cinco de los de Viracocha e hiriendo a
muchos. Entre tanto, habían desertado del bando de Quizquiz los yana-guerreros
cañaris y chachapoyas de la región.
Todo esto apresuró los pasos de los Hanancuzco. Y fue en Jaquijaguana que su
conductor, el joven Manco (engañado por su propia religión y por la ficción
española), rindió pleitesía como todos los cuzcos de la nobleza, al máximo dios
Viracocha en las personas de sus fingidos hijos y emisarios. Era su agradecimientoal auxilio, supuestamente divino, que la deidad más alta otorgaba a la legítima
dinastía imperial. Las oraciones a Viracocha y las impetraciones habían sido
escuchadas: El Cuzco se salvaría: los nobles semicuzqueños y los esclavos no llega-
rían al poder, gracias a los designios del dios máximo.
Y así, en medio de la esperanza de las panacas cuzqueñas -de sus sobrevivientes
mejor dicho-, Manco creyó confirmar la buena voluntad del dios y de sus enviados.
Tan asombrado de los "viracochas" como Moctezuma estuvo de los "teúles"
(dioses) entre los aztecas, Manco reiteraría su adoración a la máxima divinidad, que(así creía; todos los cuzcos lo creían) tanta ayuda le había otorgado enviando a sus
emisarios a fin de eliminar al usur
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pador Atao Huallpa, y que le seguía dando auxilio para aplastar a los yanas
rebeldes, a esos ex esclavos de guerra que bajo su yana-General Quizquiz seguían
negándose a acatar a la verdadera nobleza; no obstante estar ya muerto al
conductor de los semicuzcos, Atao Huallpa, y pese a hallarse dispersos o vueltos alorden casi todos los nobles semicuzcos, que habían sido de los que dieron inicio a
la revuelta social que acababa de destruir gran parte de los basamentos de la
aristocracia y del Imperio mismo.
Pizarro captó bien el momento. Perfeccionando su rol de divino interventor, le
dijo al joven príncipe ese mismo día "señor Manco Inca. Os traigo preso a vuestro
enemigo capital Challcochima. Véis lo que mandáis que se haga de él". "Mi padre
como lo vio, mandó que fuese quemado", contaría más tarde Titu Cusi Yupanqui.
Así ocurrió, en efecto, al no poder contener Manco la ira de ver ante sí a uncausante de la muerte de su madre, la princesa Mama Runtu, masacrada al lado de
tantos aristócratas tras la toma del Cuzco un año atrás apenas; acción en la cual
habían tenido rol tan protagónico hombres como el que tenía en sus manos. Debió
recordar en aquel momento la masacre de sus hermanos y de sus tíos y la
destrucción de las momias más venerables; él mismo había sido objeto de
humillaciones por parte de los entonces triunfantes yana-guerreros, que por unos
días parecieron dueños del mundo.
Muy profundo era el odio que separaba a los principales bandos incaicos enpugna, esto es, a los aristócratas imperiales de los yana-guerreros. Y así
Challcochima, notable soldado por otra parte, murió sin clamar perdón ni buscar
reconciliación con la nobleza a la cual Manco representaba; al contrario, invocó a
gritos a Quizquiz, gran caudillo de yana-guerreros, a que siguiera en la brega,
sabiendo que esa noche algunos de ellos andaban cerca de Jaquijaguana,
observando cautelosamente cuanto acaecía.
A ojos de Manco, la decisión de Pizarro de entregar a Challcochima pareció
confirmar la voluntad de Viracocha de apoyar a los Hanancuzco. Juntos entonces,Manco y Pizarro prosiguieron su avance hacia el sur. La acogida al Inca resultó
multitudinaria. "Fue tanta la gente que salía a vemos que los campos estaban
cubiertos", recordaría Pedro Pizarro de aquella jornada. Cristóbal de Molina habría
de anotar que toda la gente de la tierra salía de paz a los españoles y les favorecían
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contra aquella gente de guerra de Atao Huallpa, porque los tenían en gran
odio”.
Para entonces habíanse juntado ya todas las fuerzas españolas (los presuntosemisarios de Viracocha) con los pequeños contingentes aportados por Manco ylos numerosos pero heterogéneos grupos de guerreros indígenas de nacionesenemigas de los Incas, que obedecían directamente a Pizarro, huancas sobretodo. Quizquiz salió a enfrentarlos en Anta, junto a Paucarpata, donde selibraría una furiosa batalla; luego de ella, Manco vio cómo se incendiaba partedel Cuzco. Poco después él y todos los de su séquito entraron a la capital enmedio de las aclamaciones de la multitud de cuzcos y de otras naciones que
veían en Quizquiz un enemigo. Manco, desde su litera, contemplaría gozoso loque creía el restablecimiento pleno y eterno del dominio de la legítima dinastíaimperial, que él representaba. Pizarro, cabalgando a su lado, disimularía una
sonrisa. Al llegar al Coricancha, Manco se descalzó. Luego, ya solo, seprosternaría ante el Sol. La ciudad se llenó de preces y de cánticos.
El Cuzco en esas horas resultaba a la vez liberado y conquistado; pero eneste doble escenario político-religioso solamente los españoles sabían lo querealmente estaba sucediendo. Los demás, poco o nada podían entender delproceso que se desenvolvía.
A los pocos días Manco partió en campaña contra Quizquiz llevandoalgunos miles de guerreros cuzcos escogidos. También fueron con él dos de lossupuestos emisarios de Viracocha, Almagro y Soto, con unos setenta hombres;el joven monarca alcanzó las victorias de Capi y Tambobamba sobre aquelsublevado yana-General que, a pesar de toda la crisis que agobiaba al Imperio,continuaba negándose a reconocer la autoridad de las panacas y de losHanancuzco; más bien trató él, aunque inútilmente, de pactar otra vez con unpríncipe semicuzco, Paullo Topa. Pero éste carecía de la fibra de Atao Huallpa.
Manco decidió luego retomar al Cuzco. En ese mismo diciembre, se-guramente cuando el sagrado solsticio, al recibir el "plumaje blanco" fuecoronado por toda la nobleza Hanancuzco sobreviviente, en presencia de
Pizarro y de los demás españoles, en compañía de las momias ilustres quehabían salvado de las hogueras subversivas de Cuxi Yu- panqui, Quizquiz yChallcochima.
Hubo entonces prolongados festejos de los cuzco, inacabables ce
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remonias en la plaza de Haucaypata. Finalizadas estas fiestas y sus ritos,Manco, aguijoneado por los remanentes de la vieja nobleza cuzqueña, no se diopor satisfecho con las derrotas recientes de los yana-Generales enemigos.
Decidió, así, perseguir a "aquel traidor del Quizquiz", como lo llamaban lospríncipes imperiales incaicos. Juró no detenerse hasta matarlo. Para elloconvocó a cinco mil guerreros cuzcos.
En esta nueva campaña Manco, hostilizando a sus enemigos, llegaría hastael río Pampas, desde donde dio la vuelta, encomendando al "viracocha"Hernando de Soto la continuación de la campaña, para lo cual le dejó varios
miles de soldados dirigidos por Paullo Topa. Soto y Paullo habrían de infligiren Mariacaya una seria derrota a Quizquiz quien se encontraba debilitado porla guerra de los huancas en las batallas de Yacusmayo y Jauja y la de lostáramas, amén de encuentros menores.
Al tiempo que Quizquiz se replegaba más al norte, hacia la región de losconchucos y los huambos, Manco, en la antigua capital imperial, asistía a unaceremonia que se le explicaría poco y mal: la fundación española de la ciudadde Santiago del Cuzco, el 23 de marzo de 1534. Aquel día el joven rey actuó conla misma ingenuidad aborigen que había mostrado el 25 de diciembre cuando,a pedido de Pizarro, al levantar dos veces una hermosa bandera multicolor,incorporó formalmente su Imperio al de Carlos V, sin sospechar siquiera la
significación del acto ni la existencia de aquel emperador europeo.Manco se ocuparía desde entonces en restaurar el destrozado Imperio,
nombrando a orejones Hanancuzcos en los cargos más importantes. Aún nosospechaba el doble juego que se venía desarrollando a sus espaldas. Estabaseguro, como todos los de su casta, que los emisarios de Viracocha se retiraríandel país apenas culminada la "misión divinal" de ayudarlo a destruir a losrenegados yanas de guerra y a etnias sublevadas, que todavía resistían en elnorte del Imperio, bajo los estandartes de Quizquiz y de Rumiñahui.
En tal entendimiento, marchó con Pizarro al valle del Mantaro; pero lo queel jefe español deseaba era proceder a la fundación de una ciudad que fuese lacapital del Perú; y no sabemos qué versión se le daría al monarca indio de estenuevo acto poblacional, que contradecía en principio las suposiciones sobre lapronta partida de "los viracochas".
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Quizá, por entonces, empezaron ya algunos recelos entre los Hanancuzco. Algo se
debieron deteriorar las relaciones entre los capitanes españoles y el Inca, porque
cuando éste preparó en Jauja una gran partida de caza en homenaje a sus
huéspedes, Pizarro y sus hombres asistieron armados, temiendo que "la cacería no
fuese con ellos", como habría de narrarlo uno de los que allí estuvieron. Un poco
antes, el 25 de abril, se había realizado la fundación española de Jauja, no sabemossi en el mismo sitio del asentamiento del año anterior; debió ser acto muy
concurrido gracias a los numerosos caciques huanca proespañoles de la comarca,
los que sin embargo no verían con buenos ojos tener muy cerca a tan ávidos aliados
o tan depredadores semidioses.
Por aquellos días ya todos los indicios conducían a la conclusión de que "los
viracochas" podrían quedarse; y entre cuzcos de la nobleza baja empezaban a
multiplicarse las quejas, por ciertos abusos que les resultaban incomprensibles.
Quizá surgió por esos meses la idea de que Pizarro y los suyos pudiesen habersido enviados por Taguapica, el hijo malo de Viracocha, el hijo destructor.
Mas si así era, igualmente gozaban de un mandato divino. Y eran de temer. Pero
lo que más apegaba a Manco a la creencia en la misión divina de Pizarro y los suyos
era que continuaban respetando a los Hanancuzco de la más elevada jerarquía.
A Manco poco le importaban los ataques españoles a las noblezas indígenas que
eran enemigas; o contra pueblos o sectores que siempre habían sido contendores de
la aristocracia imperial cuzqueña. Sin embargo, por entonces, empezaron algunos
desmanes contra los Hanancuzco. En la propia capital imperial varios españoles,desacatando ordenanzas de Pizarro, procedieron a saquear a ciertos indios nobles
y, como Villa Oma protestase, se le apresó, a pesar de su jerarquía de Sumo
Sacerdote. Manco debió asombrarse de lo ocurrido y quizá fue entonces que
empezó a dudar de la identidad divina de los supuestos emisarios de Viracocha.
Pero sus vacilaciones se habrían disipado pronto porque Pizarro, con sagacidad
política, ordenó que se restituyera lo robado y se liberara al pontífice; todo lo cual
no fue sencillo pero se logró. Por ese tiempo Manco retornaría al Cuzco para
contribuir a la solución de los proble
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mas surgidos por obra de españoles torpes, que no reparaban en que la vinculación
sólida con Manco y la nobleza cuzqueña era fundamental para su propia
supervivencia en el Perú; por lo menos mientras subsistiesen los restos del ejército
que había sido de Átao Huallpa y que empecinados yanas de guerra se empeñabanen sostener en pie, combatiendo.
Precisamente, cuando Pedro de Alvarado desembarcó en el norte del
desgarrado Imperio con sus quinientos españoles, más doscientos negros y cuatro
mil auxiliares guatemalas, seguramente se le dio al Inca la versión de que todos
ellos venían para reconquistarle Tumebamba y Quito, donde otro valeroso esclavo
de guerra, el yana-General cuzqueño Rumiñahui, se había atrincherado,
proclamándose Sinchi, al igual que Quizquiz en el sur. Pero a Manco debió de
acrecentársele la incertidumbre dada la magnitud de esa incursión.Luego las dudas y los desencantos fueron acentuándose y el Sumo Sacerdote
contribuiría seguramente a un esclarecimiento de cuanto sucedía. Mas el criterio de
Manco empezó a variar con rapidez recién con el retomo al Cuzco de un hombre
que regresaba de las guerras del norte: Felipe Guancavilca, más conocido por los
españoles como Felipillo.
Acabadas las negociaciones con el intruso español Pedro de Alvarado (que tuvo
que vender flota y ejército), se produjo la fundación de Lima el 18 de enero de 1535;
el hecho debió mortificar al joven monarca aborigen, quien no hallaría explicaciónpara el afincamiento de lo que algunos cuzcos ya empezaban a ver como una
nueva llacta (ciudad) poblada con raros mitimaes de ultramar, que se estaban
comportando como aucas (enemigos), porque así se lo dirían algunos indios a
Manco. Hombres comunes debían ser en realidad los seres de las barbas que cada
vez aumentaban más en número y en abusos. ¿Podía acaso haber tantos "hijos" o
"emisarios" de Viracocha?, se preguntarían otros orejones, también desconfiando.
¿O eran en realidad sajras (demonios)?¿0 tal vez -como se rumoreaba- serían
descendientes de Taguapica, el hijo malvado de Viracocha, famoso por destructor?Gran confusión reinaba en los ambientes indígenas.
En cualquier forma, al subir Almagro de Lima al Cuzco, llevó consigo su grueso
ejército y entre sus servidores al intérprete Felipillo. Fue entonces, en febrero, que
creció la vinculación entre el monarca y
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el traductor; la cual hasta entonces sólo superficialmente habían trabado. Aquel
Felipe, hombre que conocía como nadie a los españoles -estuvo en España
inclusive- sería el primero en abrirle los ojos al Inca. Y obraría con cautela, porque
un bajo plebeyo provinciano no podría tampoco, de improviso, revelar a un rey
sagrado todo el engaño en que se hallaba.
Este acercamiento fue de la más alta trascendencia. Felipe Guancavilca ya habíadejado atrás su irracional odio general a las noblezas incaicas (nacido del hecho
que, al fin y al cabo, Atao Huallpa había sojuzgado y maltratado a los guancavilcas,
patria del intérprete, al parecer). Manco empezaba por su lado, a abandonar su
cerrada altivez aristocrática. Empezaba a escuchar con interés -quizá sin
demostrarlo mucho- a ese hombre, que en su juventud fuera apenas un modesto
remero de balsas en lejana provincia litoral de los límites tropicales y norteños del
Imperio, pero que le llevaba harta ventaja en el conocimiento del extraño mundo de
los que hasta entonces se creía gente enviada por Viracocha.Felipe Guancavilca, como tantos plebeyos y campesinos triturados por la
agresión europea, había llegado a concluir que un dominio incaico morigerado
resultaría mucho mejor que aquello que ya se veía venir bajo los nuevos dueños de
la tierra.
El Cuzco de aquellos meses de mediados de 1535 era una metrópoli llena de
tensiones, con un Manco progresivamente disminuido, buscando en vano el
asentamiento de su poder real, haciendo crecer en su pecho el odio a los
conquistadores y enfrentando, a la par, ambiciones de uno que otro príncipe depanaca dispuesto a ganarse la simpatía de los vencedores. En éstos igualmente
bullía la división, entre quienes alineaban con los Pizarro y los que preferían
sostener a Almagro, que solía ser pródigo, lo cual le atraía amigos o por lo menos
partidarios en cualquier ambiente.
Manco prefirió una vinculación con el almagrismo, porque percibía que el clan
Pizarro constituía el enemigo principal, por gozar, como grupo, de la mayor parte
de las encomiendas y, además, las mejores. También por el trato poco amistoso que
solían darle los Pizarro, desde que fueron eliminados los ejércitos de Quizquiz y deRumiñahui. Los Pizarro, según parece, se inclinaban por la destitución o
eliminación de Manco, para colocar la mascapaicha a otro hijo de Huaina Cápac, un
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joven príncipe cuzco, hijo también de palla cuzqueña, llamado Atoc Xopa.
Esta situación, entre reyertas y amenazas, llevó al Inca más cerca de Almagro.
Pensemos que carecía hasta de una insignificante escolta. Ya en las vísperas de lo
que pudo ser su asesinato, una noche tuvo que irse "secretamente a la posada delAdelantado" y allí, el rival de los Pizarro le dio su respaldo, concediéndole como
virtual guardaespaldas a Martincote, que era uno de los más valientes españoles
del Perú, según unánime criterio. Al final, desarrollándose el plan pizarrista para la
liquidación de Manco (o creyéndolo éste así), prefirió adelantarse y mediante algún
acuerdo con Almagro consiguió que dos o tres españoles mataran a puñaladas a su
rival (solución común en infinidad de pueblos del mundo en estado histórico
similar al incaico). En la victimación del posible contendor indígena actuó también,
según afirman algunos, el príncipe semicuzco Paullo Topa, por entonces todavíamuy partidario de Manco, su hermano de padre.
Desde entonces los lazos de Manco y el almagrismo se fortalecieron, al amparo
de varios españoles de este bando. El Inca, en el entretanto, fue comprobando, cada
vez más, que los Pizarro representaban el poder imperial español y una autoridad
plena. Por su lado, Felipe Guancavilca le seguiría dando cuenta cabal de lo que
sabía y Manco oiría, maravillado, la versión de todo lo que ese faraute había visto
al lado de los conquistadores desde 1528, en las costas del Imperio de los Incas, en
Panamá y en la misma España.Poco a poco Felipe Guancavilca se volvió el más valioso consultor del Inca;
porque éste comprendió que nadie como él conocía la sociedad española y,
además, no se podía dudar de su alineación contra los invasores. Era un patriota y
un conspirador, por lo menos desde mediados del año anterior (1534), cuando
intrigó para que se enfrentaran Almagro y Pedro de Alvarado; batalla que se evitó
gracias a la sagacidad del primero en los campos de Liribamba (Riobamba).
Finalmente, su conocimiento del castellano lo volvía insustituible y le hacía
alternar entre el palacio de Manco y las residencias de los almagristas más visibles.Felipe Guancavilca era todo un personaje, aunque no ostentase posición en ningún
sitio, salvo el puesto menor de intérprete, a través del cual, sin embargo, se hallaba
al tanto de todo.
Pronto nació la conspiración Hanancuzco. La idea sustancial era la
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de dividir a los españoles, que eran muchos, considerando el nivel delarmamento incaico. Los conjurados, entonces, empezaron a difundir la especiede que al extremo sur del Imperio (Chile) abundaban tesoros y riquezas:Almagro mordería este anzuelo.
Pero el desencanto del Inca sobre los españoles (no eran enviados del diosViracocha, sino de Supay, el demonio) se había producido en medio detensiones entre los bandos ibéricos; pizarristas y almagristas estuvieron así alfilo de una guerra civil en aquel 1535. Para calmar los ánimos subió desde Limael propio gobernador Pizarro, quien hizo las paces con su antiguo socioAlmagro. El 12 de junio se prometieron amistad eterna y hasta comulgaron deuna misma hostia.
Como Almagro se comprometía a partir rumbo a Chile, Pizarro optó por
dejar el Cuzco y retornar a Lima, lo cual hizo en jomadas espaciosas.A fin de apoderarse de los supuestos tesoros chilenos, Almagro solicitó
entonces a Manco dos hombres de plena confianza para que lo acompañasen enla expedición. Como tal solicitud encuadraba en el proyecto insurreccional, elInca accedió. Incluso le dio tres. Fueron sus hermanos de padre Villa Orna yPaullo Topa; y Felipe Guancaviica.
Avanzando los preparativos para la incursión sobre Chile, Villa Orna yPaullo Topa ratificaron sin duda el compromiso de alzarse. Sabemos que "VillaOrna dejó concertado con Manco, a quien mucho amaban y respetaban losindios, el levantamiento para cobrar la libertad de aquel Imperio que ya nomantenía sino una pequeña figura de su antigua grandeza".
Los tres personajes indios se hallaban concertados en la conjura. Aún no se
habían fijado fechas (e iba a transcurrir todavía un año para que sedesencadenara el vendaval indígena), por lo que Manco fijaría un servicio dechasquis secretos permanente, sobre todo para informar de la decisiva reuniónque debía efectuar con la gente de la mayor alcurnia de los cuzco, los orejonesHanancuzco.
En estas condiciones partieron aquellos tres confabulados, como avanzadaalmagrista, a fin de preparar el desplazamiento de las numerosas columnasespañolas, que marcharían escalonadamente. Así, espaciadas, dada la pobrezageneral del Collasuyo que en sus tramos iniciales era todo puna y páramo. Lapartida de Villa Orna debió verificarse promediando junio de aquel mismo añode 1535.
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Almagro habría de salir el 3 de julio, siguiendo a una gruesa vanguardia que
lo precedió. Todo indica que en los días anteriores dialogó con Manco; éstequizá vio poco segura su vida y prefirió organizar fuera del Cuzco la planeadareunión con la nobleza Hanancuzco, para lo que pidió astutamente a Almagro
que le permitiera acompañarlo. Pero no está claro si se tomó tal decisión, paralo cual Manco le habría ofrecido un tesoro.
En todo caso, Almagro aguardaba el desarrollo de los acontecimientos en lospalacetes de Muina, lugar cercano al sur de la capital incaica.
MANCO Y LA NOBLEZA
"Pasados algunos días de la partida (de Almagro), Manco envió a llamar amuchos de los señores de las provincias de Condesuyo, Colla- suyo yChinchaysuyo, y después de haber llegado con disimulación y hecho muchossacrificios y fiestas, Manco les dijo: Que los había mandado llamar pararepresentarlos delante de sus parientes y criados lo que a todos convenía acercade aquellos extranjeros, para que (pues cada día iban acrecentando de número,antes que más llegasen) se pusiese algún remedio en salir de sujeción y que seacordasen que los Incas, sus padres y abuelos que en el cielo descansaban conel sol, reinaron desde el Quito hasta Chile, tratando a sus vasallos como a hijossalidos de sus entrañas, no robando ni matando, sino manteniéndolos en
justicia y paz, teniendo en las provincias la orden y razón que sabían, porquelos ricos no tenían soberbia ni los pobres padecían necesidad".
El cronista Cieza de León y, siguiéndolo, Antonio de Herrera, nos hantransmitido los diálogos de aquella reunión.
Prosiguió Manco su arenga señalando que los dioses habían ido más allá alcastigarlos por sus faltas, pues "permitieron que entrasen en el reino aquelloshombres de tierras tan remotas, predicando uno y obrando otro, tratándoloscomo a perros, robando los templos y cosas sagradas, sin hartar jamás su
codicia ni su lujuria, pues tenían por mancebas sus hijas y sus hermanas, y paratenerlos en mayor sujeción se repartían las provincias haciéndose señores paraque ellos no entendiesen sino en buscarles metales y todo lo que hubiesemenester".
Manco expresó también otra queja de suma importancia social: Que los
españoles, además, "habían allegado a sí los yana (conas), que como
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antes eran esclavos y sujetos sin poder vestir ropa fina, y ahora se habían hecho tan
soberbios que trataban a todos con poco respeto, pues ni aún de él hacían caso ni le
hablaban cuando le veían; y que lo mismo hacían muchos mitimaes, que
aprendiendo de los extranjeros, era tanta su soberbia y libertad que ya no faltaba
sino quitarle la borla, y que por tanto, les rogaba que le dijesen qué razón y justicia
había para recibir tales agravios... Por lo cual le parecía que no lo debían mástiempo sufrir, sino acabar sus vidas, procurando la libertad y matar a tan crueles
hombres".
Seguramente algunos de los orejones presentes preguntarían por la gente que
había partido con Almagro, a lo cual el Inca respondió "que de los que iban a Chile
no hiciesen caso, porque Paulo y Vila Uma iban encargados de mover contra ellos
toda la tierra y hacer lo mismo que allí se pretendía".
LA APROBACION ARISTOCRATICA
Respondieron los orejones: "Que hijo era de Guayna Cápac, que el sol y los
dioses fuesen a su favor para que los sacase de tan dura servidumbre, y que por él
todos morirían, y finalmente, que para mejor ejecutar su intento, procurarse de salir
del Cuzco con la mayor disimulación que pudiese para que todos en lugar seguro
se pudiesen juntar".
Con sensatez, la aristocracia -que era casi toda de Hanancuzcos- solicitó al Inca
que saliese de la ciudad a fin de desenvolver los planes que tejía. Manco, buenconspirador, temiendo infidencias, se guardó ese día de comunicar en público los
enlaces positivos que, al respecto, tenía con Almagro.
LA DELACION DE LOS YANAS
Pero la confabulación de los Hanancuzco habría de ser delatada por los
"esclavos" incaicos, esa clase social a la cual Manco no pudo ganarse jamás;
hombres a los cuales los españoles habíanles dado insolente libertad y goyerías a
fin de que facilitasen la dominación sobre la nobleza y el campesinado a la vez.
La crónica nos cuenta, así, que en aquellos días "entre ellos (los nobles) andaban
yana (conas), cuyo interés era grande". Ellos temían
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el restablecimiento del poder incaico, pues cuando los aristócratas cuzcos
"consiguiesen su intento, habrían de volver a la antigua esclavitud (y) habiéndolo
entendido, avisaron a Juan Pizarro y a otros castellanos".
Los jefes españoles no creyeron esas versiones "enteramente", porque podían serexageraciones, dado que conocían la animadversión existente entre nobles y
esclavos, pero como precaución "mandaron a los yana (conas) que con mucho
secreto anduviesen sobre el Inca y por momentos diesen de sus pasos cuenta a Juan
Pizarro... y como ellos conocían su interés y su peligro lo hacían diligentemente".
Fue así como los jefes españoles alcanzaron a estar al tanto de los actos de
Manco en aquellos días, aunque no a saberlo todo, porque en bastantes casos el
Inca conocía quiénes eran los espías y los eludía.
EL PLAN DE EVASION
Manco no echó en saco roto el consejo y pedido de la nobleza para que se
evadiera del Cuzco, lugar donde podía ser apresado y aun asesinado en cualquier
momento. En esta coyuntura reforzaría sus planes con Almagro, que ya había
partido, como sabemos. Los lazos serían con algunos pocos almagristas que se
habían quedado en la ciudad para organizar columnas españolas de refuerzo que
marchasen hacia Chile tras el Mariscal.Las relaciones secretas entre el joven rey Inca y Almagro se habían enlazado
tanto por entonces que Hernando Pizarro, años más tarde, acusaría al caudillo
español de haber sido cómplice del alzamiento que se tramaba; pero esto fue a
todas luces una apasionada exageración. Lo cierto fue, sí, que, tras salir del Cuzco,
le envió desde los palacetes de Muina a un tal Vásquez, hombre de total confianza
"para que secreta e ocultamente sacase al dicho Inca de la ciudad y lo llevase donde
el Mariscal estaba".
Desde luego, Almagro anhelaba fortalecer su situación utilizando al monarca
indígena; en aquel momento o después. Entre tanto, deseoso de agitar el ambiente,
Almagro sospechosamente seguiría aguardando novedades algo más allá del abra
de Muina, sobre el camino al Collao. Por su lado, Manco jugaba las cartas de
estimular al tope la odiosidad reinante entre Almagro y Pizarro; pasiones que
emponzoñaban el bando español.
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Ahora bien, el rey Inca al salir del Cuzco optó por seguir un camino falso afin de desorientar a los Pizarro: En efecto, "para ejecutar lo acordado, salió de laciudad en sus andas de noche, acompañado de sus mujeres y criados y dealgunos orejones, dejando en su casa alguna gente y caminando por donde seva al Chinchaysuyo". Pero no faltaron traidores o enemigos que corrieron a
informar de la nocturna evasión a Juan Pizarro, el jefe del Cuzco español."Luego se lo avisaron a Juan Pizarro, el cual fue a casa del Inga, y sin que lo
pudiesen estorbar fue tanto el atrevimiento, la confusión y alboroto, quesaquearon el palacio, despojándole de mucha riqueza, y la mayor parte sellevaron los yanaconas; Juan Pizarro, vuelto a su casa, rogó a Gonzalo Pizarro,su hermano, que por muy oscura que fuese la noche siguiese al Inga, pues veíacuánto importaba; fueron con él Alonso de Toro, Alonso de Mesa, Pedro
Alonso Carrasco, Beltrán del Conde, Francisco de Solar, Francisco Pérez, Diego
Rodríguez Hidalgo y Francisco de Villafuerte, Tomás Vásquez y Joaquín deFlorencia, y caminando de trote con los caballos, en las salinas, media legua delCuzco, alcanzaron la gente que iba con el Inga; preguntaron por él yrespondían que iba por otro camino.
Estaban ya por el abra de Muina, a unas tres leguas del Cuzco. "El Inga, queoyó el ruido y conoció que eran los castellanos, muy congojado maldecía aquien descubrió su partida; Gonzalo Pizarro echó mano a un orejón que ibacerca del Inga, apretóle para que declarase a dónde iba, y negandoconstantemente, le ataron un cordel a los genitales y atormentándoleastutamente daba grandes voces diciendo que Inga no iba por allí".
"Cuatro de a caballo prosiguieron su camino preguntando siempre por el
Inga, que fueron Alonso de Mesa, Tomás Vásquez de Acuña, Joaquín deFlorencia y Alonso de Toro".
"Y llegando muy cerca de él se salió de las andas y se escondió en unos juncales, y preguntando porfiadamente los castellanos por el señor, y volviendoy revolviendo por donde estaba escondido, pensando que le habían conocido,salió y dijo, que no le matasen, que si había salido de la ciudad iba en
seguimiento de don Diego Almagro, que le había enviado mensajero para quelo hiciese... Dieron voces a Gonzalo Pizarro, y llegando con mucha cortesía y sindecirle mala palabra, le pusieron en sus andas y volvieron al Cuzco".
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Al parecer, Almagro estaba dispuesto a ir bastante lejos en su proyecto derelación con Manco. Veamos lo que sucedió al informarse de la detención del
monarca indio:"Como Almagro lo supo hizo detener la gente y envióle a hacer un
Requerimiento a Hernando de Soto, que era Corregidor (y que se quería ir a
España y dejar la vara a Hernando del Pozo, su compañero)". Y cuando "JuanPizarro lo supo, despachó por la posta al gobernador su hermano le enviase elcargo de Corregidor porque no llevasen el Inca a Almagro a Chile".
Francisco Pizarro, que estaba en el camino hacia Lima, accedió ciertamente,a la demanda de su hermano y "despachó a Verdugo... con el mandamiento deCorregidor del Cuzco", desplazando del puesto a Hernando dé Soto, quienpoco o nada había actuado en el caso porque seguía resentido con Almagros yPizarros.
La cabalgata de Verdugo cerró toda opinión de que Manco pudiese salirlegalmente del Cuzco; más bien, empezaron las amenazas y los insultos, que seharían más graves cada día.
UNA SEGUNDA EVASION
Cuando Manco retomó al Cuzco, llegó como cautivo de Gonzalo Pizarro,aunque todavía con algunas preeminencias de monarca. Mas, pronto se diocuenta del derrumbe de su posición al contemplar su palacete completamente
saqueado y ausentes sus mujeres y yanas. Inquiriendo por los autores del delitosupo que eran yanas enemigos, que cada día servían mejor a los Pizarro; ellos,y algunos españoles pobres, se lo habían llevado todo. Su reclamo fue inútil.Percibió además que los españoles azuzaban más que antes a los yanas contrasus antiguos amos Hanancuzco. Su propia vida corría peligro; la insurrección,además, podía abortar. Movido por tan adversas circunstancias organizó,entonces, una segunda evasión; se había propuesto alcanzar una región demontañas nevadas, donde contaba con gente adicta. No sabemos si ello era por
Limatambo, al pie del Salcantay, o en las inmediaciones del Ausangate, o porCalca. Llegó a partir subrepticiamente, o al menos esto creía, pero fue cogidopor los españoles a corta distancia del Cuzco: Los yanas lo habían denunciadootra vez. Entonces empezó lo peor para el Inca, que pasó a la condición depreso.
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Esta vez la situación fue de pesadilla para Manco. Juan Pizarro lo condujo preso
a la fortaleza de Sacsahuamán, le hizo poner cadenas y lo sujetaron a una pared.
Allí, casi inmóvil, en su cautiverio, recibió terribles vejámenes con los brazos
engrillados: Insultos, cachetadas, empellones; alguna vez hasta lo orinaron, aunque
también lo liberaron un tiempo mientras le exigían el pago de un supuesto rescate
en oro y plata.En realidad era una coacción: Tesoros a cambio de su vida; en tanto, robaban los
últimos restos de su residencia y seducían a las mujeres de su serrallo, que eran
unas veinte. No se sabe cómo pudo Manco salvar a Cura Ocllo, la joven favorita,
pero tuvo que entregar a Inguill, que era también muy hermosa.
En la demanda a Manco, Juan Pizarro consiguió, entre muchas joyas y
cantarería de oro, doce columnas de plata del alto de una lanza. Hacia mediados de
noviembre se produjo un serio incidente, cuando marchaban unos mil jóvenes
nobles que iban a la ceremonia viril del Huarachicu; portando muchos de ellosciertas varas de plata fueron atacados por un grupo de jinetes españoles que les
arrebataron aquel adorno simbólico. Algunos de ellos fueron a quejarse donde
Manco, que no andaba muy lejos, y éste increpó a los conquistadores.
De los diversos vejámenes y del deterioro general de la situación conspirativa,
Manco informaba a Villa Orna, Paullo Topa y Felipe Guancavilca, mediante
chasquis secretos; ellos también habían recibido los informes en tomo a la
aprobación de la nobleza para un alzamiento general; por entonces, estos tres
personajes, con Almagro, acampaban en Tupiza, muy al sur de la actual Bolivia,región colla.
Villa Orna trataría de las novedades con Paullo Topa, pero en éste encontraría
cierta frialdad. Los hechos posteriores muestran que el influyente príncipe
semicuzco, sin que nadie lo sospechara, había ido madurando un plan propio a lo
largo de las marchas por el altiplano.
Tal viraje lo deducimos por su conducta. Mientras el Sumo Sacerdote Solar,
vistas las emergencias en el Cuzco, optó por un retorno inmediato junto con
Apolarico, a fin de contribuir directamente al éxito del movimiento, en cambio, el joven príncipe semicuzco decidió permanecer en el campamento español de
Tupiza, gesto con el cual selló su vida para siempre con un destino hispánico,
dejando atrás cualquier motivación incaísta de resistencia al lado de Manco, su
hermano paterno.
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Pero no sabemos qué falsos argumentos dio a Villa Oma para quedarse, porque
inició desde entonces una actitud dual. Felipe Guancavilca también se quedó, pero
reafirmando que seguiría en la confabulación; lo que probó después en Arauco al
costo de su vida.En cuanto a Paullo Topa, no era que estuviese contra el incazgo; sucedía que
ambicionaba ejercerlo bajo la cómoda égida de los españoles y no en guerra contra
ellos, cuyo número y cuyas armas cada día admiraba y temía más. Por eso allí, en
Tupiza, decidió ligar su destino a Almagro. Era a expensas de los invasores que
deseaba alcanzar privilegios.
Acercándose Villa Oma al Cuzco se enteró de que Hernando Pizarro había
retomado de España. Aguardó prudentemente novedades de Manco. Recibida