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LINAJE MESTIZO Crónicas del Camino Rojo LINAJE MESTIZO Manuel O’Brien CRÓNICAS DEL CAMINO ROJO

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L I N A J E M E S T I Z O

Crónicas del Camino Rojo

LINAJE MESTIZO

LINA

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ZO

Manuel O’Brien

CróniCas del Camino rojo

Man

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’Bri

en

L inaje Mestizo, Crónicas del Camino Rojo. Este libro de Manuel O’Brien, descrito en su prólo-

go por Carlos Jesús Castillejos como: «una herencia ancestral que se torna accesible, no como una cultura aparte, refugiada en la selva o en las altas montañas andinas», es el camino que ha recorrido el autor por la senda espiritual y cotidiana de la vida, al encuentro de un fuego originario de América; con pasos en falso, re-velaciones, esfuerzo o simplemente con espon-taneidad. Estas Crónicas del camino Rojo son una invitación a compartir la magia y la risa, y a la vez la profundidad y el aprendizaje. El autor va develando comprensiones a raíz de su en-cuentro con la herencia nativa mapuche, lakota, mexica, rapa nui, en distintos puntos del continente desde 1997; regalando su historia de vida y la herencia que recibe del fuego sagrado de Reymundo «Tigre» Pérez. Como americanos, somos mestizos; la pureza ya radica en el espíritu, el fuego de-pura y se expande, en reconocimiento de los antiguos saberes de la tierra. Estas memorias de Manuel O’Brien se proyectan al futuro, como un relámpago que cruza el tiempo y permanece.

Manuel O’Brien es temazcalero, gestor del encuentro intertribal de espiritualidad indígena Raíces de la Tierra. Trabaja como psicólogo en Santiago de Chile.

www.chancacazo.cl

COLECCIÓN NARRATIVA

Lo que una amaSalvador YoungGeografía de lo inútilMatías CorreaEl funeral del señor MaturanaAndrés Valenzuela DonosoLa FranjaJuan Pablo RozasDiez cuentos para dormir malRicardo RosasDynamussLuis Felipe TorresJíbaroHugo FornoQué sabe Peter Holder de amorVladimir Rivera ÓrdenesGuía satánica de GeronaNibaldo AceroLa calle MontañaJorge Palacios

COLECCIÓN SATURA TRADUCCIONES

El sendero frugalJacques DupinEl país que no esEdith SödergranEn la soledad de los campos de algodónBernard- Marie KoltèsVoces de la montañaCharles-Ferdinand RamuzSucesosDaniíl KharmsPrometeo mal encadenadoAndré Gide

OTROS TÍTULOS PUBLICADOS POR

9 789568 940454

ISBN 978-956-8940-45-4

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LINAJE MESTIZOCróniCas del Camino rojo

Manuel O’Brien Hughes

LINAJE MESTIZO© Manuel O’Brien Hughes, 2013Registro de propiedad intelectual Nº 232.675© Chancacazo Publicaciones Ltda.Santa Isabel 0545, Providencia, Santiago de [email protected]

Edición: Diego ÁlamosDiseño y diagramación: Gabriel Aguayo

Chancacazo Publicaciones es una editorial expresiva, cuyo objetivo primordial es la publicación y divulgación de escrituras significantes, tanto textuales como gráficas. El criterio de lo significante radica en el ser humano, en su urgencia creativa y de comunicación. Chancacazo Publicaciones, bajo esta enseña, se incrusta en el medio cultural como una plataforma de participación y realización individual y colectiva.

PRINTED IN CHILE / IMPRESO EN CHILE I.S.B.N.: 978-956-8940-45-4

La reproducción textual y digital de esta obra depende del previo consentimiento de su autor o de la editorial, conforme a la leyes 17.036 y 18.443 de Propiedad Intelectual.

Manuel O’Brien HughesLinaje mestizo. Crónicas del camino rojo [Texto impreso]1a ed. – Santiago: Chancacazo Publicaciones, 2013.216 p.:13x21,5 cm.- (Colección Narrativa)

ISBN: 978-956-8940-45-4

1. Narrativa Chilena 2. Crónicas

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Índice

Agradecimientos p.11Prólogo por Heriberto Villaseñor Gómez “Tecolozintli” p.13Prólogo por Carlos Jesús Castillejos p.14Introducción (Cordillera de los Andes, Santiago de Chile, 1997) p.21

Primera parte: Constructores, los primeros pasos

Nace todo por el sur (Cordillera de los Andes, Santiago de Chile, 1997) p.31En lo alto de la montaña (Cordillera de los Andes, San Francisco de los Andes, Chile, 2008) p.42La palabra junto al café (Providencia, Santiago de Chile, 1999) p.46Deconstrucción (Valparaíso, Chile, 2009) p.54

Segunda parte: diálogos

La senda del Mayab (Palenque, Chiapas, México, 2004) p.59Magia material (Santiago de Chile, 2001) p.68Encantos nagualísticos y varias otras notas (Mexcaltitlán, México, 2003) p.72¡Es que son tan pendejos! (San Pedro de Atacama, Chile, 2002) p.77

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Las medicinas, los altares nativos, y el frágil camino para ser chanta (Santiago, Chile, 2010) p.83La experiencia del temazcal: examinando el firmamento (San Francisco de los Andes, Chile, 1998) p.91Encantos (Fuego de Peñalolén, Santiago de Chile, 2009) p.96Los caminos de la vida, dice la canción (Santiago de Chile, 2008) p.98

Tercera parte: Raíces de la tierra - Kanto de la tierra

«Soy la voz de los muertos vivientes» p.105Sin títulos p.111Los verdaderos héroes son desconocidos (Santiago de Chile, Domingo 12 de julio, 2009) p.114104 (Valparaíso, Chile, 2011) p.118Registros del Colibrí (Colombia, diciembre, 2012) p.123

Cuarta parte: ¡Line up!

Danza del Sol (Amatlán de Quetzalcoatl, México, 2010) p.131Ofrenda y ayuno en tierras de la Serpiente Emplumada (Amatlán de Quetzalcoatl, México, 2011) p.137El Árbol de la Vida. (Dakota del Sur, Santuario de Caballos Salvajes, Black Hills, Junio, 2012) p.144

Quinta parte: Visiones y tradiciones

La Recapitulación Maya-Tolteca (San Francisco de los Andes, Chile, 2008) p.153Cueva de otro tiempo p.157La memoria de las piedras (Rapa Nui, Océano Pacífico, 2009) p.161

Hombre Isla, Mujer Tortuga p.164 Arriba de la montaña de Zwettl (Austria, agosto, 2008) p.169La Tierra de los sueños (Cerro Ñielol, Temuco, Chile, 2011) p.172Ruka Pillan (Lago Kalafquén, Chile, 16 de enero, 2012) p.176Cumpleaños (Santiago de Chile, 23 de diciembre, 2010) p.181Águila de Fuego, que estás en la media luna (Santiago de Chile, 2012) p.184

Sexta parte: El comienzo

El dolor y el amor p.194La humildad como ruta de navegación del caminante p.197Comprensiones de «Raíces de la Tierra – Kanto de la Tierra» p.201El Fuego p.204

Anexos

El Cóndor y el Águila reunidos, por James Robideau, 2013 p.206Declaración de delegados con la ocasión de la visita de los líderes del Kanto de la Tierra a Munich, Alemania, por Reymundo “Tigre” Perez, 1992 p.208

Referencias p.211

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A Amelia Jiménez Meriño, una vieja y querida abuela que me vio crecer

y hoy me cuida desde el otro lado del horizonte.

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Agradecimientos

Este libro no podría haber sido realizado sin el apoyo de todas las personas que hacen de esta experiencia llama-da vida algo lleno de colores y propósitos que ayudan a trascender los intereses individuales. Ellos son toda mi fa-milia, mi pareja Karen, mis compañeros de visión y cami-no: Rafa, Fon, Pablo, Rober, Andrea, Javier, Ariel, Paula, Vico, Pedro, Marce, Pía y tantos otros; quiero también recordar a todos los que apoyan la visión y el trabajo de Raíces de la Tierra a lo largo de México, Chile, Colombia y Austria, lugares donde el fuego que entregó Reymundo “Tigre” Perez se ha expandido y continúa incandescente entregando luz y calor.

Quiero agradecer la confianza y cariño en palabra y corazón de tantos hombres y mujeres de todo América que en sus sueños guardan una enseñanza que compartir, y me han permitido estrechar lazos, aprender, ser mejor persona y, por sobre todo, crecer entre amigos. Me refiero a Heriberto y su familia, a la Nua Isa y su familia, Carlitos Jesús, Jim, Milo y su familia, al peñi Catricura y su fami-lia, el peñi Christian y su familia, a Zoilo, Jorge Morales y su familia, y a muchos otros y otras.

En la rueda de la vida no existe principio ni final. Esta historia se continúa escribiendo en las experiencias y espí-ritus de todos.

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Prólogo Por Heriberto Villaseñor Gómez «Tecolozintli»

A lo largo de nuestro camino, nuestro andar espiritual, va-mos llenando nuestro corazón de experiencias que forman nuestra alma, alma sin detalles de colores en la piel, sin importar si es un alma indígena de las montañas, llanuras, mares, selvas o de la gran ciudad. Esa alma se nos enri-quece de igual manera en ese camino, conformando así al guerrero del corazón. En este libro se nos relata de una manera vivaz y sencilla una serie de vivencias y crónicas del camino rojo desde el corazón de un alma nacida en una gran ciudad, que al introducirse en el mágico mundo de la espiritualidad indígena, puede lograr integrarse a ese linaje, a esa sanación, a ese contacto sagrado con nuestra madre tierra y nuestro padre cielo, donde nace todo lo divino y donde se encuentra nuestro fuego, el que funde todos los conocimientos y linajes en uno solo: en el linaje mestizo.

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Prólogo IIPor Carlos Jesús Castillejos

A Manuel lo conocí hace unos años, inquieto, delgado, con una mirada sonriente, de blanca piel, enfundado en un abrigo de ejecutivo en la Ciudad de Santiago de Chi-le. Este amigo del camino metía la mano en su corazón para rastrear lo indecible, preguntaba con curiosidad, la pasión por la aventura en lo desconocido se le sentía a flor de piel.

Esa aventura tras la fuente de la sabiduría ancestral aparece descrita en el texto que tiene usted en sus manos. Aquí, le pido por favor, haga una pausa y respire, usted también desea extraer de este libro alguna inspiración para su propia búsqueda y puede ser su momento de suerte. Use este libro como un espejo, ya sea que usted transite por la vía del Camino Rojo o prefiera otro color para ca-minar.

Las experiencias descritas por Manuel son comunes a todas las maneras de caminar, sus reflexiones y las respues-tas que encuentra pueden allanar el camino de jóvenes buscadores. Este amigo del camino es como usted, nacido entre el asfalto y los sueños de estudiar, trabajar, con sus ratos de placer y sus incontables momentos de buscar un sentido a esto que le llamamos «existencia». Quien escribe es un caminante que recorre el Camino Sagrado resguar-dado por los linajes de la América ancestral. Esa sabidu-ría menospreciada por siglos, se degusta en sus relatos y ofrece claves que debes descubrir, apreciado lector, como quien cierne el trigo, como quién escoge las semillas de maíz para una próxima siembra.

Honro la valentía de un ser humano desenraizado del espíritu –mestizo a más no poder y sin una cultura que le nutra con sus cantos desde la primera infancia–, para asumir y guardar en sí mismo la memoria de la sabiduría ancestral que Manuel explora venera y actualiza en la vi-vencia.

Al mismo tiempo esa herencia ancestral se torna acce-sible, no como una cultura aparte refugiada en la selva o en las altas montañas andinas. No como prácticas exóticas válidas para unos cuantos o una propuesta añadida a la moda new age, sino tejida en las calles de la cotidianidad, compartida entre amigos, venerada en los sueños, rezada para el bien común, desgarrando el pecho como quien se despoja del ego, muriendo al menos un instante a cual-quier idea de fronteras y separación.

Ahora recuerdo –como cumpliendo una profecía– las palabras de un sabio abuelo maya contemplando el fue-go: «Por favor deja de lamentarte, quinientos años de os-curidad para seres infnitamente luminosos, no son nada. Mientras este fuego siga encendido nada esencial se puede perder. No confundas los restos arqueológicos con la Tra-dición Viviente. Nosotros creamos y recreamos la cultura tantas veces como sea necesario, de eso se trata la leyenda de los soles –que nacen y mueren– y con ella una forma de civilización desaparece y otra nace».

Así de manera discreta y cuando el tiempo es propicio, lo que se creía una desgracia se torna bendición. Los mes-tizos, antaño vistos con desdén tanto por indígenas puros como por los blancos puros, ahora levantan el fuego de la palabra, la danza de agradecimiento ceremonial, los ritua-les de purificación, la búsqueda de lo sacro en la montaña, el peregrinaje de la vida como lo sagrado de cada momen-to. Y algo inédito en la historia humana conocida: la sín-tesis de una diversidad de formas culturales en la esencia

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de cada corazón, cuyo presagio de su manifestación en el mundo es un excelente augurio: el mestizo sin raíz espiri-tual, despreciado, levantó las alas de su corazón y hoy es un fruto maduro que se comparte alegremente con toda la vida.

Honro a todos los Abuelos y Abuelas del Camino Rojo y a su generosidad colorida a través de uno de sus nietos. Bendiciones para su Camino.

LINAJE MESTIZO

CRÓNICAS DEL CAMINO ROJO

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Nada hay que revivir porque nada ha muerto. No podemos volver a las formas del pasado; sólo podemos comprender el principio eterno que anima todas las formas. Hay que comprender, no hay que disgregar ni dividir. Y esta es una tarea para cada individuo.

Armando Cosni, “El Vuelo de la Serpiente Emplumada”

Recuerda, todo lo que nos separa es malo para noso-tros, y todo lo que nos reúne, es bueno para nosotros.

Jefe intertribal Raymundo «Tigre» Pérez, 1995

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Introducción(Cordillera de los Andes, Santiago de Chile, 1997)

El atardecer era rojo y caía sobre los edificios de San-tiago. Íbamos bajando en el automóvil junto a Rubén y Jorge. Estábamos a los pies de la Cordillera de los Andes, luego de un fin de semana de trabajo en los cerros. El sol ocultándose en la cordillera de la Costa cubría con un flo-tante manto todo lo que abarcaba. La vista era hermosa.

—Detén el auto —dijo Rubén.Dejamos el auto a un lado del camino, y fuimos en

silencio a una explanada que había al borde del asfalto. Rubén señaló un lugar a pocos metros con un gesto casi imperceptible, y caminamos sin apuro a unas rocas. Nos alineamos de pie, mirando el atardecer que acontecía en el horizonte.

—Entrecierren sus ojos para ver el Sol, a estas horas todo puede ser magia, es la hora sin sombras. Si logran aquietar su cabeza, podrán darse cuenta que el Sol marca una cruz sobre todo lo que cubre. Respiren tranquilos y perciban... Por favor hijo, antes de comenzar, tráeme fuego...

Los pájaros llenaban con sus cantos una hora que pa-recía solemne, y que desbordaba un sentimiento de nos-talgia. Por detrás de los anteojos de Rubén se veía esa añoranza de un mundo secreto, de un lugar que nosotros aún no lográbamos alcanzar, pero que intuíamos tras bre-ves flechazos en el camino que estábamos recorriendo. Todo parecía solemne a esa hora. Los pocos árboles que

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había, en su follaje señalaban el paso de un viento cálido. Luego de unos cuantos minutos en silencio, Rubén nos dijo:

—Nosotros en México tuvimos la suerte de conocer a seres maravillosos como don Genaro, y también a sus hijos, los Genaros. Ellos eran personajes increíbles, con un nivel de energía que espero algún día ustedes lleguen a conocer. Ellos nos dieron las claves de muchos secretos y para ustedes estas son historias de poder y de una luz que impulsa hacia el camino, nada más. Tal como se han dado cuenta, no ha venido ni don Juan, ni don Carlos, ni nadie de ellos a darles enseñanza, ustedes no han sido marcados por el espíritu de esa camada de guerreros que ya partió. En cierta manera, el destino les ha puesto ante lo que ne-cesitan para crecer, confíen en eso.

»Todo lo que aparece en los libros es conocimiento acorde a otros momentos, a otras épocas en que el mismo espíritu buscó a través de un aprendiz occidental extender su mensaje... Ahora, si no les parece, lo siento mucho, pero no va a venir aquí Don Genero a acecharlos, ni mu-cho menos Don Juan a ensoñar. El camino que le toca a cada partida de aprendices está designada por el mismo espíritu... En ustedes está la elección: o se entregan al po-der y al destino, o se van a la mierda con todas sus dudas y chaquetas mentales...

Al terminar la frase, Rubén se acomodó flectando las rodillas. En el momento que dijo «chaquetas mentales» con un gesto repugnante en el rostro dejó salir un pedo que retumbó fuertemente. Viendo la cara desconcertada que teníamos con Jorge, estalló en una carcajada y me golpeó ligeramente en el hombro diciendo:

—De la chingada ¿no?... —y poniendo un rostro de seriedad absoluta continuó diciendo—. Mi doctor me dice que liberar los gases de mi estómago es excelente para

mi cáncer —y nuevamente rompió en una carcajada que casi le hizo llorar de la risa.

Cada vez que un brujo nos visitaba, todo el grupo pasaba por un período de trabajo intenso. Tal como se-ñalaba Rubén, nosotros éramos otro tipo de aprendices, con una frecuencia marcada por vivir en medio de dos encrucijadas energéticas vitales: por el oeste el Océano Pa-cífico y por el este la Cordillera de los Andes. Eso expli-caba mucho de nuestros desajustes emocionales y nuestra incapacidad para dar pasos certeros en el camino que nos estaban entregando.

—O se van al cielo con un simple ejercicio, o se van a la mierda con una palmadita en el hombro —decía Rubén.

Al parecer, nuestra manera distinta de conocer el camino, era también una nueva forma de entender los linajes para ellos. En cada paso que nosotros íbamos dando, ellos también daban pasos nuevos, y con una paciencia monumental, intentaban retirar de nosotros todas nuestras telarañas, las que nosotros mismos nos creábamos.

*

Ya hace unos cuantos años que recorro estas historias, jun-to a distintos amigos y compañeros de ruta. Más allá de las descripciones o nombres que les demos tengo la cer-teza que hemos entregado mucho de nuestras vidas para entrar en un lugar que desconocemos, por la única razón que invocamos un cambio, y sostenemos el propósito y la convicción de que las posibilidades del ser humano son insospechadamente amplias.

En este camino nos hemos encontrado en distintos momentos, con diversas experiencias vitales que han sido

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reflejo de nuestra necesidad y de la buena estrella que nos ha acompañado.

Gracias a las «impensables» y «distorsionadas» deci-siones del destino, todo lo que creía estable a momen-tos se ha desmoronado, todo lo que creía de una línea se ha bifurcado, y el mismo «linaje», en el cual alguna vez creí con convicción, se desdibujó dando el rena-cimiento a un momento insospechado de mi vida, al que sólo puedo describir como la apertura de los tiem-pos y el conocimiento: el mestizaje de distintos colores y formas.

Este relato que presento es un reflejo de los diálogos y las experiencias que he ido viviendo mientras recorro este camino. Es la realidad que hemos construido a través de distintos momentos, en una búsqueda que tiene por obje-tivo trazar un puente auténtico y abierto al conocimiento indígena para toda la gente, sin distinción de raza, credo, situación económica o social.

Lo que creí en un momento algo fijo, firme y ex-cluyente, a causa de un rezo antiguo que se cruzó en el camino, se quebró totalmente junto a los esquemas pre-concebidos sobre el conocimiento indígena, la brujería, o como me gusta llamarlo el día de hoy: la medicina jamás conquistada de América.

Este libro es un intento por pasar por esos lugares, compartir una experiencia más entre otras, y se alimenta de diversas fuentes y momentos, casi todas historias de ceremonias, peregrinajes, ofrendas y conversaciones en lu-gares de América con quienes han dedicado gran parte de su vida a la espiritualidad nativa, con sus múltiples expre-siones y sensibilidades.

He hecho un intento por recomponer textos de di-versos momentos que van desde 1997 hasta el 2012, por lo que la transformación de las condiciones, momentos

y visiones es algo inevitable, por eso es que traté de or-ganizar la información a través conexiones que permitan al lector y lectora acercarse a esta crónica de una manera interesante.

Durante estos quince años, el proceso de transforma-ción personal en el estilo y la manera de escribir, tienen una directa relación con los cambios que he vivido pro-ducto del mismo camino.

El Camino Rojo es un camino trazado desde el norte al sur, que corre por todo nuestro continente americano, con historias, costumbres y prácticas antiguas que son el patrimonio mágico espiritual que descansa en nuestras raíces nativas.

El continente rojo, América, guarda en diversos rinco-nes piezas de un incalculable valor para nuestros tiempos, que tienen que ver con los valores de sustentabilidad, co-nexión con la tierra, medicina tradicional, respeto por la diversidad, apertura al conocimiento, respeto por las tra-diciones, etc., que fueron cultivadas y desarrolladas desde el tiempo de las culturas prehispánicas y se han conserva-do hasta el día de hoy.

Muchas de esas tradiciones subsistieron al período de la colonización, y es en ellas donde se encuentran claves que dan vida a un linaje de conocimiento y aprendizaje que se vive fuera de los libros y sobrevive de forma oral principalmente: al lado del fuego, en los cerros, en los cantos y los ojos de abuelos y abuelas repartidos por toda América.

Resulta interesante ver en el día de hoy cómo estos co-nocimientos, ceremonias, lenguajes, se han ido abriendo para quien busque acercarse a ellos de manera respetuosa.

Los depositarios de tradiciones, por lo general, son viejos y viejas de edad que destacan por su sencillez y hu-mildad, al igual que algunos más jóvenes que han sido for-

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mados al lado de ellos. Es interesante ver cómo ellos –los más viejos– muchas veces no son concientes en sí mismos de que guardan un patrimonio de valor incalculable.

Comenta siempre, quien es mi instructor en estos pa-sos, un amigo llamado Heriberto Villaseñor, oriundo de Guadalajara, México: «El que dice que es, no es. Y el que dice que no es, es».

En el mundo de los linajes y las familias de fuego, de las diversas tradiciones nativas e indígenas de América, hay un sinnúmero de clanes, formas, cantos, principios. A lo largo de estos escritos intento resumir la visión del ca-mino que recorro, algunos valores principales que se van desarrollando a lo largo del texto, y pueden ser de ayuda para aquellos que buscan aventurarse por la ruta del águila y el cóndor de una manera equilibrada.

Desde hace unos años que hemos levantado el camino del fuego, conectando a diversos abuelos de múltiples gru-pos étnicos del Camino Rojo, en una organización comu-nitaria que tiene como eje el Encuentro Inter tribal Raíces de la Tierra que hoy se realiza en México, Chile, Austria y Colombia. En esos abuelos y abuelas y sus directrices reconocidas por comunidades de nuestra América nativa, hemos encontrado una fuente de principios para dirigir nuestro recorrido.

Este camino, se ha transformado en un movimiento que actualmente rescata valores, visiones y un estrecho vínculo con comunidades de distintas latitudes, con las cuales trabajamos y esperamos seguir trabajando de ma-nera colaborativa para generar una integración armónica y respetuosa con nuestras raíces nativas.

Esta herencia o patrimonio mágico que descansa en las raíces del continente americano es de un valor que no tiene precio comercial. No es una mercancía.

En este sentido es relevante hacer ciertas diferencias

con personajes que, a la orden del día, distorsionan las prácticas o se apropian de ceremonias nativas sin tener un real conocimiento de ellas o la herencia de un altar particular. Es difícil hacer esta distinción, sobre todo en un mundo multicultural, pero espero en el transcurso de estas páginas dar algunas claves para saber navegar en el mundo del Camino rojo de manera respetuosa y acorde a los tiempos en que las fronteras de las comunidades na-tivas se han abierto, dando paso a la formación de perso-nas que no siempre son de origen étnico nativo, pero sin embargo guardan la herencia de algún altar, ceremonia o canto tradicional con el apoyo de líderes reconocidos de comunidades indígenas.

Yo mismo en un comienzo de mi incorporación a es-tas prácticas, fui parte de grupos que más bien intentaban “rescatar” ciertas “técnicas”, pero carecían de un asidero tribal real. Fueron años de trabajo para conectar con gente que realmente pertenecía a una comunidad nativa, dis-puestos a compartir una tradición real, que mantenían por un rezo tribal heredado. Si a lo anterior le agregamos la condición de ser personas que son capaces de comu-nicarse directamente con el mundo de los espíritus y a través de ellos realizar sanaciones (lo que en el imaginario popular se conoce como “chamanes”) creo que en estos 15 años de camino podría reconocer con certeza que he visto y compartido con no más de 5.

Linaje Mestizo: Crónicas del Camino Rojo viene a ser una amalgama basada en la suerte que he tenido de conocer a hombres y mujeres, indígenas y no, que conservan y prac-tican el conocimiento antiguo y mágico de todo nuestro continente americano.

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PRIMERA PARTE:

CONSTRUCTORES, LOS PRIMEROS PASOS

Tienes un huésped incómodo viviendo en casa, un huésped vive en tu propia casa y hace más difícil la tarea,

está aquí mismo entre nosotros. Si a veces logras darte cuenta, igualmente es pasajero porque día a día toma

nuevas máscaras. Ese huésped del que hablo es tu ego, o tu importancia personal… ¿Por cuánto tiempo más le vas a

seguir dando poder?

Jesús Carlos Castillejos, Instructor Maya-Tolteca

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Nace todo por el surCordillera de los Andes, Santiago de Chile, 1997

Fue una mañana a principios de otoño del año 97 en los pies de la Cordillera de los Andes, a minutos de la ciudad de Santiago de Chile. Me habían invitado a asistir a una plática que Rubén e Ixchel iban a realizar en la casa de uno de los aprendices del grupo para esos tiempos.

La casa de madera se ubicaba en un terreno rodeado por árboles. La altura en que se encontraba entregaba una vista panorámica de toda la ciudad. Era temprano por la mañana, y un agradable clima templado nos recibió junto a Paula cuando bajamos del auto. Mientras iban llegando las personas, me di cuenta de que junto a mi amiga éra-mos los asistentes más jóvenes.

Los anfitriones de la casa nos pidieron a todos que tomáramos asiento en la terraza. Una vez sentados, Rubén e Ixchel pasaron a tomar asiento en una mesa. Ambos te-nían un semblante silencioso. Después de un rato de estar junto a ellos, lo más extraño era la forma que tenían de relacionarse con las personas. Eran reacios al contacto y la conversación íntima, pero por otro lado, al momento de conversar, eran capaces de atravesarte con una frase y dejarte desnudo frente a todos.

Ixchel comenzó hablando sobre la alimentación:—Hay muchas formas de alimentación, la energéti-

ca es una de ellas, la cual se logra con mucha disciplina. Otra es la alimentación comestible, que nadie nos ense-ña a practicar. Desde pequeños nos hacemos amigos de

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las bebidas gaseosas y las distintas comidas envasadas, y a eso le sumamos un ritmo de alimentación rápida, en la cual no dejamos que nuestro cuerpo tenga el tiempo de tomar de las comidas todos sus nutrientes. Quizás lo pueden hacer como un ejercicio, más adelante, pero dense un tiempo para comer, masticar y luego tragar. Comiendo de pequeños bocados, dándose un respiro. Ese pequeño acto de conciencia, que no tiene nada que ver con el acto de devorar que realizamos día a día, permite un cambio, tanto a nivel de atención como de salud. ¿Quién de acá, por ejemplo, alguna vez ha agradecido por sus alimentos? Esta tierra que está cerquita –tan cerca que no nos damos cuenta– está cíclicamente elaborando todo lo que nuestro cuerpo necesita, pero nosotros nos afanamos con pasarlo por máquinas y procesarlo, cuando todo está ahí, saliendo de la tierra, y no tenemos ni el gesto una vez en la vida para darle las gracias.

Ixchel es una mujer de tez morena, de mediana es-tatura. Tiene su cuerpo compacto y robusto, y una edad indefinida. Se nota a la vista que es fuerte y, sin embar-go, todo lo compensa con una voz deliciosamente quieta. Hay algo que hasta el día de hoy me llama la atención de una manera misteriosa: ante ella uno nunca sabe qué va a encontrar. Ignacio, otro de los aprendices, decía respecto a este hecho una frase muy cierta: «Uno nunca sabe cómo llegar a ella, es una persona que pareciera tener distintas versiones de sí misma: algunas veces es una madre que te abraza en su regazo, otras una mujer extraordinariamente atractiva que te conecta con el erotismo y los instintos masculinos, otras una niña desamparada que llora sin ra-zón, y otras una abuela llena de sabiduría, que da un poco de susto mirarla a sus ojos».

Recuerdo la primera vez que la vi conversar, con una voz que parecía una vertiente de agua cristalina que reco-

rría mis oídos. En algún lugar de mi ser ella generaba una exquisita empatía casi maternal. Tenía un olor penetrante, y al querer mirarla a los ojos esquivaba tranquilamente la mirada situándola en el cielo. Esa primera vez que la escuché hablar sobre la alimentación, hizo que practicara durante algunas semanas su propuesta.

Cada cosa que uno de los brujos te va entregando en el camino es pasajera en alguna medida –la propia, claro–, porque la intensidad de un brujo para comunicarte una idea puede hacer que te entregue momentos de lucidez absoluta, que iluminen una parte que no comprendías de tu vida. Sin embargo, lo pasajero está en el intento perso-nal del aprendiz, en el intento inflexible de ir más allá de lo que ellos te facilitan, de continuar y no dejarse llevar por los hábitos usuales.

Ixchel realiza con cada uno de nosotros un trabajo emocional fuertísimo, trabajando nuestra manera de sen-tir y abriendo con cincel cada una de las capas acorazadas de nuestra identidad.

Luego, en aquella charla, recuerdo que ellos pidieron que cada uno de los asistentes se presentara. Cuando me tocó, yo desgarbado, con mi pelo largo, comencé diciendo mi nombre:

Mi nombre es Manuel, y mi...Rubén no me dejó terminar la frase, exclamando:—¿Qué?... ¿Cómo dijiste que te llamas?Con incredulidad ante su pregunta, y un tanto nervio-

so, dije mi nombre nuevamente. Rubén me miró con cara de extrañeza y susurró algo

en los oídos de Ixchel que estaba a su lado, para luego gritar:

—¿Manuel?... ¡Y yo que pensaba que tú eras una vie-ja..., ya voy a tener que cambiar mis anteojos que estoy cada vez más abuelito!

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Mi cara de incredulidad dio lugar a un sentimiento de fastidio. Sin embargo, aquel viejo odioso continuó:

—A ver..., yo no te creo que no seas una vieja con ese pelo largo, vente para acá para hacer una prueba... ven, acércate.

Me paré de donde estaba sentado y comencé a acer-carme a Rubén, quien poniendo una cara obscena, le dijo a Ixchel:

—¿Me das permiso para ver si es hombre o mujer?Ixchel lo miró, como diciéndole mientras golpeaba su

hombro: «Ay, Rubén...» —Y tú, chamaco —gritó—, vente para ver tus testí-

culos —y alargó la mano como viendo si podía tocar algo entre mis piernas.

Para ese momento yo ya me encontraba completa-mente fuera de onda, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Siempre desde pequeño había sentido que el pelo largo era parte de una puesta en escena social que me hacía ver distinto, el usar el cabello de esa manera era un sinónimo de libertad. Rubén, mirando mi cara y mi rostro rojo de vergüenza, estalló en una carcajada:

—Jajjajaja... naa... ya anda a sentarte, y córtate ese pelo, mijo.

Rubén era todo lo contrario de Ixchel. Un hombre que se veía de edad, pero de una enorme vitalidad. Ocu-paba siempre unos anteojos, junto a su pelo canoso y una barba. Cada vez que hablaba sacaba a relucir algún chiste sobre algo que estaba ocurriendo en el momen-to, y era capaz de desajustar a cualquier persona que es-tuviera presente con una conducta inapropiada para la ocasión o un comentario impertinente. Allí radicaba una energía enorme, pues él era una persona con la cual no puedes dejar de reír si estás a su lado. Sin embargo, cuan-do quería ser solemne, era de una fiereza estremecedora.

Tenía la capacidad de desnudar con dos palabras toda la propuesta egótica que cualquier aprendiz presentara, y apuntar directamente a los aspectos más escondidos del ego. Lo increíble de esa capacidad era que te dejaba literalmente desnudo frente a los demás y, sobre todo, frente a ti mismo.

A Benigno lo conocí posteriormente. De los tres, es lejos el más riguroso en su actuar. Es de una tez more-na azulina, con facciones centroamericanas y una mirada que posee una profundidad ajena a lo conocido. Mide una estatura media y tiene una edad también indefinida. Es robusto y suele vestir de una manera impecable según la ocasión.

Desde que lo vi por primera vez, su certeza despiadada hicieron que me dificultara el acercarme a él. No en vano, muchas veces lo llamaban «Maligno». Luego de un tiem-po, comprendí que su impaciencia ante nuestras dudas o cavilaciones, no era más que una forma de ponernos en el límite, en un lugar donde las cosas se rompen o renacen a una nueva y renovada energía. Nada de lo que había detrás de sus actos presentaba un enganche personal con nuestras incertidumbres. Recuerdo una vez que fue a darle un gran reto a uno de mis compañeros: «¿Crees que me puedo hacer responsable de todas las dudas que tienes? Si algo me queda claro después de escucharte, es que yo he hecho mi trabajo, pero tú estás negando con tu obstinada razón todos los principios por los cuales hemos trabajado. Ante eso, yo nada más siento una impaciencia porque te estás saboteando, y no logras comprender que el tiempo para las chaquetas mentales no existe. ¡Carajo! ¡Tienes un arsenal de prácticas para transformar tus condiciones y te sigues apegando a tus mierdas, pues eso es algo que tú te tienes que hacer responsable, nada ni nadie pueden sacar-te de ahí más que tu propio intento inflexible!»

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Cada uno de ellos, a su manera, en el transcurso de los años fue entregando distintas prácticas para guiarnos en la formación de nuestra partida. Muchas veces (más de las que quisiera recordar) mis propias dudas llegaron a sabo-tearme y poner en jaque todo el trabajo realizado. No es fácil venir a romper los parámetros con que has formatea-do toda tu vida producto de la crianza y la socialización.

Un principio del mundo nagualístico que exploraba junto a ellos, es creer en base a la experiencia, ser capaces de revisar nuestras ideas básicas sobre el mundo para ates-tiguarlas, ver cómo encarnan en nosotros y luego tener la posibilidad de elegir ante un renovado espectro el curso que deseamos que tome nuestra vida y nuestras acciones.

Mucho de lo que ellos me entregaron ha sido digerido luego de un par de años.

La mayoría de las veces la presentación de algunos sis-temas explicativos y comprensivos atentaba directamente contra todo lo que había estimado estable, desde la idea de mí mismo hasta la idea del mundo que me rodea.

De hecho, en un primer ciclo, el trabajo ha sido diri-gido fundamentalmente a derrotar las condiciones huma-nas que nos hacen caer en desajustes emocionales o des-controles egóticos. Gran parte de la instrucción práctica, a pesar de construirse junto a premisas como el ver, o el movimiento de nuestras posibilidades perceptivas, se ha basado en limpiar y restaurar el patrimonio energético de cada aprendiz.

Con los años he llegado a constatar que un caminante con poder, pero sin la sobriedad necesaria y la humildad como principio de sus actos, es una de las cosas más patéti-cas. Todo lo que hay de oscuro en él, ante las circunstancias, pronto pasa a tomar el mando, y han existido partidas de guerreros que han fracasado por el solo hecho de intentar imponer sus voluntades egóticas por sobre el destino grupal.

Y eso no tiene nada que ver con el ser serviciales o entregarse a propósitos ajenos: tiene que ver con aceptar el destino y saber que cada uno tiene un papel protagó-nico en el grupo según sea el momento y la necesidad. Y cada parte del cuerpo orgánico que se genera con el grupo, cada uno de los elementos, las personas que lo con-forman, influyen directamente sobre el destino y alcance del trabajo colectivo.

Si bien las premisas de la brujería o el nagualismo siempre atraen la atención por sus aspectos abstractos, que habitualmente han sido asociados a estados de con-ciencia alterados inducidos por plantas de poder, búsque-das de visiones, ensoñación o alteración dramática de la percepción, es el sentido de lo concreto y lo inmediato la piedra angular del trabajo para una partida de guerreros. Además, las premisas y todo el sistema de conocimiento que aparentemente es abstracto, apunta directamente ha-cia lo tangible. Pero lo testarudo de nuestras convicciones, de esa forma humana moderna, hace que a los oídos de cualquier persona sensata las premisas suenen a cuentos infantiles, mitos o, peor aún, a leyendas.

No hay nada de etéreo, espiritual o mágico en la vida del aprendiz que valga la pena, sin un sustento de sobrie-dad que se logra mediante un trabajo constante con los propios límites mundanos. La piedra angular del camino, a partir de lo que he vivido, tiene que ver directamen-te con la impecabilidad y humildad. Sin sobriedad, sin desapego, sin servicio, todo lo demás está sometido a un rotundo ciclo de explosiones egóticas, de relaciones ex-plosivas que no permiten alcanzar la fluidez necesaria para engranar las piezas del puzzle.

Esas piezas son cada miembro de la tribu, cada apren-diz –que podríamos llamar «guerrero» o «guerrera»– que está dispuesto a luchar con sus límites hasta las últimas

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consecuencias para llegar a ser una persona completa y feliz, intentando inflexiblemente una transformación que pareciera que nunca va a llegar. El puzzle final es el orga-nismo colectivo que se consolida a partir del trabajo gru-pal: la partida o la tribu.

La primera tarea encomendada para esos tiempos era «simple»: levantarse con el sol a las 5.30 am, tomar día a día plantas (yerbas medicinales), realizar un preparado de chamico, una planta que crece como maleza en los cami-nos rurales de Chile y que es una «prima» botánica de la datura (o toloache) conocida en las historias del Linaje descrito por Carlos Castaneda.

La primera instancia del camino era sincronizarse con los ciclos de día y noche: por un lado las yerbas (el mismo chamico, el hinojo, la alcachofera o el cedrón) van depurando ciertos puntos energéticos atorados por los años de maltrato energético de los órganos vitales. Por otro lado, el despertarse junto con el sol tiene la fa-cultad de alinear al cuerpo energético con la hora del espíritu: el amanecer.

A esa hora, nos reunimos sistemáticamente para aprender a caminar.

Una mañana, luego de algunas semanas del comienzo, reconocí que mi cuerpo estaba comenzando a tener reac-ciones nuevas y desconocidas para mí. Las manos, des-cubiertas de guantes, acompañando el común y normal fluir de la posición corporal en movimiento, comenzaron a «encenderse» con cierta regularidad. Luego de un par de meses, esto comenzó a extenderse a todo mi cuerpo.

Sistemáticamente realizábamos este peregrinaje pe-queño, levantarse y caminar. Poco a poco el mismo cuerpo y espíritu iban reconociendo por quizás qué artimaña del poder, que los ciclos de la naturaleza (los más comunes y pedestres, no hay nada de chamánico en mirar el entorno)

eran una escuela en sí misma para los distintos momentos en la vida o experiencias que teníamos al alcance.

Una fase bien regular, que cualquiera puede dar cuen-ta, es el día dividido en amanecer, mediodía, atardecer y noche, encierra cuatro ciclos perfectos de energía estable y predecible que el caminante puede aprender a utilizar. Mira la forma que tienes de moverte en la mañana, escu-cha el canto de los pájaros en un amanecer, sale a la ruta de la bienvenida al sol. Despierta antes que amanezca, hazle una reverencia aún cuando sólo sea una vez en la vida, con la disposición y el corazón del pretendiente como ofrenda para el gran misterio. De seguro la claridad llegará más veloz que una transacción de Internet a tu espíritu.

Reconoce en el medio día la fuerza madura del padre sol sobre tu cabeza, sincroniza tu coronilla con la introduc-ción más alta de luz en el día dispuesta para respirar por el cerebro, quizás logres dar con la idea que te faltaba para el proyecto que estás emprendiendo, quizás de una vez te lleguen las respuestas que buscas en los libros de Carlos Castaneda, de Deepak Chopra o de la Kabbalah. Recuerda que la más alta conciencia en nuestro sistema cercano es la estrella más radiante que nos dio la vida: el Sol.

Por el atardecer afina tus ojos con la vestimenta na-ranjo-azulina del horizonte, ya verás que hasta las nubes te hablan. Y por la noche, la Luna.

Al caminar te das cuenta que el amanecer de Luna menguante es completamente distinto al amanecer de Luna llena. Si hasta parece que salen a jugar espíritus tra-viesos cuando la luna es sólo una franja que va a esconder-se detrás del reflejo del Sol.

Una vez caminábamos al amanecer por un parque bajo la Luna menguante. Todo parecía igual. Íbamos en fila india con la esperanza que la estructura serpiente nos alineara como vértebras de un solo cuerpo que se prepara

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para volar. Nos introducimos en un lugar donde había bancas, donde usualmente los días de fin de semana la gente se reúne a tomar una buena cerveza o pisco o ron (y nosotros ahí madrugando para buscar la conciencia como babosos, a veces creyéndonos más o mejores que ellos).

Esta formación de fila india (serpiente) se mantenía en silencio, recorriendo entre las bancas, y algunas basuras por ahí. De repente tuve la sensación de que no estábamos solos. Bajo el cielo casi oscuro de invierno, la línea de la Luna se escondía sobre el cielo detrás del follaje de los ár-boles. Podría jurar que escuchaba pasitos a nuestros lados. De repente una rama pequeña, como salida de cualquier lado, al medio de la fila de caminantes. Con extrañeza la saqué de mis pies. Yo en ese momento estaba al final de línea. Luego escuché pequeñas sonrisas, como de niños, ligeras pero pícaras. «Mi imaginación…, qué sueño…» decía dentro de mi cabeza. Luego, otra rama aparecida de ningún lugar en medio de fila. Hasta que sentí que unos dedos sutiles me tocaban las pantorrillas. Casi grito del miedo pero mi ego me hizo contenerme. Mire hacia atrás y nada. Miré hacia los lados y ningún animal, perro, gato, ave. Luego miré hacia delante y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, mi cuerpo consumido en un miedo a lo desconocido.

Muchas veces en el camino te encuentras con esos espíritus traviesos, algunos hacen pactos con ellos, otros les temen y huyen, otros los ven como la gran aparición esperada después de años de encontrarse de frente con su propia cotidianidad, otros simplemente deciden recono-cerlos, darles un saludo discreto y dar un paso al lado.

Cuando vas recorriendo vas cayendo en cuenta que no todo lo que ves es lo que hay. Y que muchas veces puedes llegar a un lugar con la mejor de las intenciones, con toda la ropa blanca que quieras, con todo el corazón

flamante de buena disposición para practicar «algo» que te permitirá (ojalá) acceder a un nuevo lugar de tu luminosi-dad. La recomendación es: nunca olvides ofrendar y pedir permiso a quienes están ahí antes que ti. Nunca olvides el pequeño gesto de decir «permiso» sobre todo a aquellas fuerzas, gnomos, ondinas, espíritus, presencias que des-conoces y que los sentidos no te dejan percibir. Ya lo dijo un célebre personaje: «Lo esencial es invisible a los ojos», mucho de medicina tiene esa frase.