mapa celeste

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El MAPA DEL CIELO de Antonio Torres Tirado. Juan Leal Pérez-Chao. IES Brianda de Mendoza (Guadalajara) 1. El Mapa del Cielo. Se trata de una obra de gran formato (377 x 196 cm) que representa las constelaciones visibles desde ambos hemisferios en el equinoccio de marzo de 1860. Fue publicado en 1898, cuando su autor era catedrático de Geografía e Historia del Instituto Provincial de Logroño, hoy I.E.S. Práxedes Mateo Sagasta de la capital riojana. Como complemento del Mapa, su autor editó un folleto bajo el título “Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo1 . Las quince hojas del Mapa se vendían sin montar por 30 pesetas, o por 45 si estaban montadas en tela. El librito por su parte costaba 1 peseta. De la obra, que fue muy aplaudida, se hizo una tirada de 1.000 ejemplares que se vendieron en Institutos, Facultades y Bibliotecas. Hoy solo se sabe de la existencia de cinco ejemplares completos, que se encuentran en la biblioteca del Museo di Storia della Scienza (Museo Galileo, Florencia), y en la Biblioteca Nacional (Madrid), ambos necesitados de restauración y no expuestos al público; en el Colegio de Cervera del río Alhama (La Rioja), en la Facultad de Ciencias Astronómicas (La Plata, Argentina) y finalmente en el Instituto Brianda de Mendoza (Guadalajara). Estos tres están restaurados. Además, siete de las quince hojas originales se han encontrado y montado en Sardas (Huesca), procedentes de la familia de Joaquín López Correa, catedrático que precedió en el Instituto de Logroño a Torres Tirado. Tanto la trayectoria profesional del autor como algunas circunstancias concretas de la edición del Mapa han sido recogidas en Noticias sobre Antonio Torres Tirado y su Mapa del Cielo (1898) 2 , en donde se refiere el hallazgo del ejemplar de Cervera del río Alhama y se considera que pudiera ser el único documentado. Sin embargo, el profesor de la Universidad de Zaragoza, Francisco J. Ruiz Blasco, al referirse a las hojas en- contradas en Sardas 3 señala la existencia de ejemplares del Mapa en los lugares indicados más arriba, añadiendo uno que, al parecer, hubo en el observatorio de París. En ambos trabajos queda claro que el Mapa tiene más valor artístico y pedagógico que científico, dado que se trata de una transcripción del Atlas Céleste de Ch. Dien y C. Flammarion publicado en 1877. 3. El Mapa del Instituto Brianda de Mendoza. El ejemplar del Instituto, marcado con el número 0991 y el sello del autor, fue encontrado junto con otro gran mapa, este geológico, enrollados ambos sobre las estanterías de uno de los depósitos de libros de la biblioteca del centro. El mapa quedó allí cuando el Instituto pasó a su actual edificio en 1972. El hallazgo fue la consecuencia de su búsquedao, en 2008, a partir de una referencia publicada en Nueva Revista de Enseñanzas Medias 8 . Según figura en le Memoria de ese año, fue adquirido en el curso 1898/1899 por 60 pesetas a instan- cias del catedrático de Geografía e Historia, Gabriel Vergara, quien regaló al Instituto el librito explicativo. como curiosidad hay que señalar que no hay ninguna anotación contable en el archivo del Instituto que sirva para justificar la diferencia de 15 pesetas entre el precio que se pagó y el oficial de venta recogido en la prensa de la época. El Mapa estaba prácticamente entero, a falta de algunos pequeños fragmentos, aunque como es lógico muy cuarteado y sucio, necesitado de limpieza y restauración, operaciones ambas fuera del al- cance de los presupuestos del centro. Su rescate del olvido coincidió con la celebración en el Instituto de las III Jornadas de Institutos Históricos Españoles, para la que se montó una exposición comprensiva del patrimonio del centro en la que fue expuesto como una de las piezas más llamativas. A partir de ahí, se buscó la forma de conseguir fondos para su restauración. Finalmente el trabajo fue aceptado en 2012 por el Centro de Restauración y Conservación, dependiente de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la JCCM, que lo sacó a concurso y adjudicó a una empresa especializada en la restaura- ción de documentos gráficos. En la actualidad, con el mapa restaurado, se trabaja en una instalación adecuada del mismo siguiendo en lo posible las pautas marcadas por los restauradores. 2. El origen del Mapa. Tal como se desprende de la Descripción de Torres Tirado, fueron su prologuista, Eduardo León Ortíz, y Vicente Ventosa 4 quienes propusieron la construcción de dos bóvedas en el techo de las cátedras 5 , sobre las que se pintaran las estrellas visibles en ambos hemisferios terrestres, añadiendo que sobre ellas se podrían ir fijando bolitas que representaran la Luna o los planetas, cambiándolos según las posiciones diarias observables, de modo que los alumnos al mirar el cielo nocturno vieran que dichos astros están en el lugar predicho por el profesor. La observación sistemática les haría aprender los nombres y la situación de las principales estrellas y constelaciones observables, y sus cambios de posición relativos, la medida del tiempo y el sistema de fijación de la posición de los navegantes. La idea fue recogida literalmente por D. Francisco Garrido Hidalgo 6 , catedrático de Geografía e Historia sucesivamente de los Institutos Aguilar y Eslava (Cabra, Córdoba) y Luis de Góngora (Córdoba). En el pri- mero de ellos pintó, en 1895, una representación (3,3 metros de diámetro) de la bóveda celeste tal como se vería en Cabra en la medianoche del solsticio de invierno. En el segundo, diez años después, en 1905, hizo lo propio pintando una nueva bóveda celeste mayor que su predecesora, de 4,80 metros de diámetro, montada sobre un bastidor metálico que le permitía girar. En ambos casos se trata de pinturas al óleo sobre sectores circulares montados posteriormente en forma de bóveda. Ambos planisferios, que tienen un indu- dable encanto, han sido descritos por P. Bellido 7 . En el de Córdoba su autor explica, en latín, haberlo reali- zado por el gusto de hacerlo, gratuitamente, para el beneficio de sus alumnos. Torres Tirado recoge la propuesta pero reconoce el elevado coste de las bóvedas, al tiempo que man- tiene la necesidad de modernizar la enseñanza de la astronomía, dado que en su tiempo se sigue ense- ñando con la “esfera de Ptolomeo” o haciendo funcionar los telurios o cosmógrafos que representan el giro combinado de Sol, Tierra y Luna, sin relacionarlo con el resto de astros “careciendo por lo tanto de una rela- ción precisa para demostrar que los movimientos de los astros suelen ocurrir en la naturaleza de un modo totalmente inverso al que nos acusa directamente el sentido de la vista”. Así, decide la confección del mapa, asequible en cuanto a su coste y de fácil colocación, incluso en el techo, donde sustituirá con venta- ja a las bóvedas pintadas. 4. La Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo. Se trata de un breve librito de 56 páginas dividido en nueve capítulos relativos a las características de las estrellas y sus movimientos, las principales constelaciones y su mitología, y, finalmente, la Vía Láctea y las nebulosas. Hace sugerencias respecto al modo de usar el mapa con los escolares, fijándolo al techo y suspendiendo del polo de rotación una esferita (la Tierra) mediante un cordón elástico, ilumi- nándola con una lámpara que represente el Sol, merece la pena destacar, e indica cómo calcular la de- clinación y la ascensión recta para localizar las estrellas. Sigue la clasificación estelar publicada por Secchi en 1860 a partir de los primeros análisis espectrales, pero curiosamente ignora las más moder- nas de su época, publicadas a partir de 1890 por el grupo de Harvard. Explica detalladamente la prece- sión equinoccial, la oscilación del plano de la eclíptica y hace una referencia, señalada en el Mapa, al movimiento del sistema solar hacia la constelación de Hércules. Cita a Algol y a Mira como estrellas va- riables, aventurando para la primera la existencia de un “astro apagado” que la oculte y para la segunda la formación periódica en ella de manchas del tipo de las solares. Además, se refiere a algunas novas, a las que denomina “temporarias”, entre las que cita la de Casiopea de 1572 estudiada por Tycho Brahe (a quien no cita), otra en Ophiuco en 1604 estudiada por Kepler, y la Nova de 1866 en la Corona Boreal. REFERENCIAS Y NOTAS: 1. Torres Tirado, Antonio. 1898. Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo. Hijos de M.G. Hernández. Madrid. 2. Arnedo Franco, C.; Escribano Benito, J.J.; & Martínez García, Mª A. (2004): Noticias sobre Antonio Torres Tirado y su Mapa del Cielo (1898), en Actas del VIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, vol. 1. Universidad de La Rioja. Logroño. 3. Ruiz Blasco, Fco. J. (2009). Sobre el mapa del cielo de 1898 de Antonio Torres Tirado, restaurado en Sardas (Huesca). Inédito, comunicado por el autor. 4. Eduardo León era catedrático de Geodesia en la Universidad Central y Vicente Ventosa, astrónomo del Observatorio de Madrid. 5. La propuesta fue hecha en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano de 1892 (IV centenario del descubrimiento). 6. Arias Gamarra, J. & García Cano, Mª I.. 2009. Los planisferios celestes de Cabra y Córdoba. III Jornadas de Institutos Históricos españoles. Guadala- jara. 7. Bellido, P. 2010. Los planisferios del profesor Garrido. AstronomíA, 136. Madrid. 8. Luxan Meléndez, S. 1983: La Biblioteca del I.B. Brianda de Mendoza. Guadalajara. 150 años de historia. Nueva revista de Enseñanzas Medias (1): 101-106. Planisferio de Cabra. Foto: Salvador Guzmán. Museo Aguilar y Eslava Planisferio de Córdoba. Foto José Arias. IES Luis de Góngora. Foto: J. Leal. Yo soy el autor y yo he pintado con mis propias manos este firmamento que contiene, en el horizonte de Córdoba, las estrellas que se pueden contemplar a simple vista. Y lo he hecho sin esperar recompensa alguna, sino por el puro placer de hacerlo y para un mejor aprovechamiento de los alumnos. Córdoba uno de Diciembre de 1905. Francisco Garrido Hidalgo. Trad. Arias Gamarra y García Cano. Detalle del planisferio de Córdoba. Foto: J. Arias. IES Luis de Góngora. Instituto BRIANDA DE MENDOZA. Guadalajara 2013.

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Page 1: Mapa celeste

El MAPA DEL CIELO de Antonio Torres Tirado.Juan Leal Pérez-Chao. IES Brianda de Mendoza (Guadalajara)

1. El Mapa del Cielo.

Se trata de una obra de gran formato (377 x 196 cm) que representa las constelaciones visibles desde ambos hemisferios en el equinoccio de marzo de 1860. Fue publicado en 1898, cuando su autor era catedrático de Geografía e Historia del Instituto Provincial de Logroño, hoy I.E.S. Práxedes Mateo Sagasta de la capital riojana. Como complemento del Mapa, su autor editó un folleto bajo el título “Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo”1 . Las quince hojas del Mapa se vendían sin montar por 30 pesetas, o por 45 si estaban montadas en tela. El librito por su parte costaba 1 peseta. De la obra, que fue muy aplaudida, se hizo una tirada de 1.000 ejemplares que se vendieron en Institutos, Facultades y Bibliotecas. Hoy solo se sabe de la existencia de cinco ejemplares completos, que se encuentran en la biblioteca del Museo di Storia della Scienza (Museo Galileo, Florencia), y en la Biblioteca Nacional (Madrid), ambos necesitados de restauración y no expuestos al público; en el Colegio de Cervera del río Alhama (La Rioja), en la Facultad de Ciencias Astronómicas (La Plata, Argentina) y finalmente en el Instituto Brianda de Mendoza (Guadalajara). Estos tres están restaurados. Además, siete de las quince hojas originales se han encontrado y montado en Sardas (Huesca), procedentes de la familia de Joaquín López Correa, catedrático que precedió en el Instituto de Logroño a Torres Tirado. Tanto la trayectoria profesional del autor como algunas circunstancias concretas de la edición del Mapa han sido recogidas en Noticias sobre Antonio Torres Tirado y su Mapa del Cielo (1898)2 , en donde se refiere el hallazgo del ejemplar de Cervera del río Alhama y se considera que pudiera ser el único documentado. Sin embargo, el profesor de la Universidad de Zaragoza, Francisco J. Ruiz Blasco, al referirse a las hojas en-contradas en Sardas3 señala la existencia de ejemplares del Mapa en los lugares indicados más arriba, añadiendo uno que, al parecer, hubo en el observatorio de París. En ambos trabajos queda claro que el Mapa tiene más valor artístico y pedagógico que científico, dado que se trata de una transcripción del Atlas Céleste de Ch. Dien y C. Flammarion publicado en 1877.

3. El Mapa del Instituto Brianda de Mendoza.

El ejemplar del Instituto, marcado con el número 0991 y el sello del autor, fue encontrado junto con otro gran mapa, este geológico, enrollados ambos sobre las estanterías de uno de los depósitos de libros de la biblioteca del centro. El mapa quedó allí cuando el Instituto pasó a su actual edificio en 1972. El hallazgo fue la consecuencia de su búsquedao, en 2008, a partir de una referencia publicada en Nueva Revista de Enseñanzas Medias8. Según figura en le Memoria de ese año, fue adquirido en el curso 1898/1899 por 60 pesetas a instan-cias del catedrático de Geografía e Historia, Gabriel Vergara, quien regaló al Instituto el librito explicativo. como curiosidad hay que señalar que no hay ninguna anotación contable en el archivo del Instituto que sirva para justificar la diferencia de 15 pesetas entre el precio que se pagó y el oficial de venta recogido en la prensa de la época. El Mapa estaba prácticamente entero, a falta de algunos pequeños fragmentos, aunque como es lógico muy cuarteado y sucio, necesitado de limpieza y restauración, operaciones ambas fuera del al-cance de los presupuestos del centro. Su rescate del olvido coincidió con la celebración en el Instituto de las III Jornadas de Institutos Históricos Españoles, para la que se montó una exposición comprensiva del patrimonio del centro en la que fue expuesto como una de las piezas más llamativas. A partir de ahí, se buscó la forma de conseguir fondos para su restauración. Finalmente el trabajo fue aceptado en 2012 por el Centro de Restauración y Conservación, dependiente de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la JCCM, que lo sacó a concurso y adjudicó a una empresa especializada en la restaura-ción de documentos gráficos. En la actualidad, con el mapa restaurado, se trabaja en una instalación adecuada del mismo siguiendo en lo posible las pautas marcadas por los restauradores.

2. El origen del Mapa.

Tal como se desprende de la Descripción de Torres Tirado, fueron su prologuista, Eduardo León Ortíz, y Vicente Ventosa4 quienes propusieron la construcción de dos bóvedas en el techo de las cátedras5, sobre las que se pintaran las estrellas visibles en ambos hemisferios terrestres, añadiendo que sobre ellas se podrían ir fijando bolitas que representaran la Luna o los planetas, cambiándolos según las posiciones diarias observables, de modo que los alumnos al mirar el cielo nocturno vieran que dichos astros están en el lugar predicho por el profesor. La observación sistemática les haría aprender los nombres y la situación de las principales estrellas y constelaciones observables, y sus cambios de posición relativos, la medida del tiempo y el sistema de fijación de la posición de los navegantes. La idea fue recogida literalmente por D. Francisco Garrido Hidalgo6, catedrático de Geografía e Historia sucesivamente de los Institutos Aguilar y Eslava (Cabra, Córdoba) y Luis de Góngora (Córdoba). En el pri-mero de ellos pintó, en 1895, una representación (3,3 metros de diámetro) de la bóveda celeste tal como se vería en Cabra en la medianoche del solsticio de invierno. En el segundo, diez años después, en 1905, hizo lo propio pintando una nueva bóveda celeste mayor que su predecesora, de 4,80 metros de diámetro, montada sobre un bastidor metálico que le permitía girar. En ambos casos se trata de pinturas al óleo sobre sectores circulares montados posteriormente en forma de bóveda. Ambos planisferios, que tienen un indu-dable encanto, han sido descritos por P. Bellido7 . En el de Córdoba su autor explica, en latín, haberlo reali-zado por el gusto de hacerlo, gratuitamente, para el beneficio de sus alumnos. Torres Tirado recoge la propuesta pero reconoce el elevado coste de las bóvedas, al tiempo que man-tiene la necesidad de modernizar la enseñanza de la astronomía, dado que en su tiempo se sigue ense-ñando con la “esfera de Ptolomeo” o haciendo funcionar los telurios o cosmógrafos que representan el giro combinado de Sol, Tierra y Luna, sin relacionarlo con el resto de astros “careciendo por lo tanto de una rela-ción precisa para demostrar que los movimientos de los astros suelen ocurrir en la naturaleza de un modo totalmente inverso al que nos acusa directamente el sentido de la vista”. Así, decide la confección del mapa, asequible en cuanto a su coste y de fácil colocación, incluso en el techo, donde sustituirá con venta-ja a las bóvedas pintadas.

4. La Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo.

Se trata de un breve librito de 56 páginas dividido en nueve capítulos relativos a las características de las estrellas y sus movimientos, las principales constelaciones y su mitología, y, finalmente, la Vía Láctea y las nebulosas. Hace sugerencias respecto al modo de usar el mapa con los escolares, fijándolo al techo y suspendiendo del polo de rotación una esferita (la Tierra) mediante un cordón elástico, ilumi-nándola con una lámpara que represente el Sol, merece la pena destacar, e indica cómo calcular la de-clinación y la ascensión recta para localizar las estrellas. Sigue la clasificación estelar publicada por Secchi en 1860 a partir de los primeros análisis espectrales, pero curiosamente ignora las más moder-nas de su época, publicadas a partir de 1890 por el grupo de Harvard. Explica detalladamente la prece-sión equinoccial, la oscilación del plano de la eclíptica y hace una referencia, señalada en el Mapa, al movimiento del sistema solar hacia la constelación de Hércules. Cita a Algol y a Mira como estrellas va-riables, aventurando para la primera la existencia de un “astro apagado” que la oculte y para la segunda la formación periódica en ella de manchas del tipo de las solares. Además, se refiere a algunas novas, a las que denomina “temporarias”, entre las que cita la de Casiopea de 1572 estudiada por Tycho Brahe (a quien no cita), otra en Ophiuco en 1604 estudiada por Kepler, y la Nova de 1866 en la Corona Boreal.

REFERENCIAS Y NOTAS:1. Torres Tirado, Antonio. 1898. Descripción de la esfera celeste e instrucción para el uso del Mapa del Cielo. Hijos de M.G. Hernández. Madrid.2. Arnedo Franco, C.; Escribano Benito, J.J.; & Martínez García, Mª A. (2004): Noticias sobre Antonio Torres Tirado y su Mapa del Cielo (1898), en Actas del VIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, vol. 1. Universidad de La Rioja. Logroño.3. Ruiz Blasco, Fco. J. (2009). Sobre el mapa del cielo de 1898 de Antonio Torres Tirado, restaurado en Sardas (Huesca). Inédito, comunicado por el autor.4. Eduardo León era catedrático de Geodesia en la Universidad Central y Vicente Ventosa, astrónomo del Observatorio de Madrid.5. La propuesta fue hecha en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano de 1892 (IV centenario del descubrimiento).6. Arias Gamarra, J. & García Cano, Mª I.. 2009. Los planisferios celestes de Cabra y Córdoba. III Jornadas de Institutos Históricos españoles. Guadala-jara.7. Bellido, P. 2010. Los planisferios del profesor Garrido. AstronomíA, 136. Madrid.8. Luxan Meléndez, S. 1983: La Biblioteca del I.B. Brianda de Mendoza. Guadalajara. 150 años de historia. Nueva revista de Enseñanzas Medias (1): 101-106.

Planisferio de Cabra. Foto: Salvador Guzmán. Museo Aguilar y Eslava

Planisferio de Córdoba.Foto José Arias. IES Luis de Góngora.

Foto: J. Leal.

Yo soy el autor y yo he pintado con mis propias manos este firmamento que contiene, en el horizonte de Córdoba, las estrellas que se pueden contemplar a simple vista. Y lo he hecho sin esperar recompensa alguna, sino por el puro placer de hacerlo y para un mejor aprovechamiento de los alumnos. Córdoba uno de Diciembre de 1905. Francisco Garrido Hidalgo. Trad. Arias Gamarra y García Cano.

Detalle del planisferio de Córdoba.Foto: J. Arias. IES Luis de Góngora.

Instituto BRIANDA DE MENDOZA.Guadalajara 2013.