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etnomusicologia

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  • Msica e identidad: adaptacin de un modelo terico La msica juega un papel esencial en los procesos de configuracin y consolidacin de la identidad. Muchos tericos han propuesto paradigmas interpretativos desde los ms diversos campos con el fin de comprender la naturaleza de esa relacin, as como tambin los mecanismos que el individuo, en tanto a ser social, pone en prctica para construir su identidad mediante la escucha y las diversas prcticas vinculadas al fenmeno musical. Este artculo pretende ser de utilidad ofreciendo un estado de la cuestin de los modelos tericos planteados hasta el momento, los cuales intentan entender el rol que desempea la msica como parte integrante de todo un gran conjunto de elementos culturales ligados a la experiencia y al bagaje del individuo y, por consiguiente, a su identidad. Al mismo tiempo, en el texto en cuestin, se intentan proponer vas de interpretacin acumulativas de dichos modelos, es decir, ajustando la perspectiva y el punto de referencia de cada uno de ellos con el fin de extraer y aunar aquellos principios que, sumados, nos brinden una propuesta adaptable y aplicable a la realidad que nos rodea. Palabras clave: identidad individual, subjetividad, significados de la msica, colectividad, narrativas. Identity and music: an adaptation of a theoretical model Music plays an important role on identity configuration and consolidation processes. Many theorists have purpose interpretative paradigms from various types of academic fields in aim to understand the nature of this relation, as well individual mechanisms, understanding individual like a social being, which it plays to build its identity through listening music and several practices linked with musical success. This article wants to be useful providing a theoretical matter summary, suggested to understand the role that music plays like a component of this enormous collection of cultural settings linked to individual life experience and background and, consequently, of its identity. At the same time, on text in question, it is purposed accumulative ways of interpretation of the theoretical models, fitting perspectives and reference points of each of them to extract and combine those principles which, in addition, will give us an adaptable and applicable purpose, to reality around us. Key words: individual identity, subjectivity, musical meanings, collectively, narratives.

    Sara Revilla Gtiez.

  • MSICA E IDENTIDAD: ADAPTACIN DE UN MODELO TERICO

    Principales Autores y Teoras A principios de la dcada de los noventa, la lnea anglosajona de estudios

    culturales abri transversalmente las fronteras de uno de los conceptos ms

    complejos, acuado por las Ciencias Humanas y Sociales: el de la identidad.

    Tericos como Richard Middleton (1990), Simon Frith (1990), John Shepherd

    (1994), Martin Stokes (1994) o Pablo Vila (1996), establecieron el puente

    necesario entre la naturaleza socio-antropolgica del trmino y el fenmeno

    musical, con el fin de dar respuesta a cuestiones como: De qu manera

    interviene la msica en nuestra vida cotidiana? Cundo y cmo decidimos

    escuchar msica? Por qu diferentes actores sociales se identifican con un

    cierto tipo de msica y no con otros?

    Desde la perspectiva de los estudios hispanos, el socilogo Pablo Vila (1996) y,

    posteriormente, el etnomusiclogo Ramn Pelinski (2000), contribuyeron en

    gran medida a la recapitulacin y asimilacin de las diversas posturas

    existentes hasta el momento. Se haba hecho verdaderamente necesario

    sintetizar los enunciados tericos, propuestos desde mltiples pticas, y

    ponerlos en un mismo plano de discusin. Tanto Vila como Pelinski, plasmaron

    en sendos textos un meticuloso anlisis de los diferentes modelos, con la

    finalidad de definir un marco terico que facilitara la comprensin del fenmeno

    musical en los procesos de construccin de la identidad.

    En el presente artculo, me servir principalmente de estas dos propuestas

    para ofrecer un panorama revisado y ampliado de las problemticas en el

    estudio de la msica y la identidad. Empezar entonces por explicar los tres

    paradigmas de interpretacin en los que quedaba claramente definido dicho

    campo de estudio: la homologa estructural, la interpelacin y la narrativa.

    Fundamentada en los estudios subculturalistas, la homologa estructural fue

    explicada por John Blacking (1973), Dick Hebdige (1979) y Richard Middleton

    (1990) como una suerte de semejanza o equivalencia entre estructuras

  • sociales y estructuras musicales; de este modo, las infraestructuras sociales

    ejerceran una determinacin sobre las superestructuras artsticas (Pelinski,

    2000: 164). Esta teora, planteada como primera propuesta para entender la

    relacin entre msica e identidad, se fundamenta en una correspondencia

    anloga entre el material musical y la estructura de la sociedad que lo

    produce. Es decir, defiende que los elementos que conforman la estructura

    musical (parmetros como la textura, la armona, los timbres, las escalas o la

    organizacin temtica) son generados como reflejo de la distribucin de los

    estratos y normas sociales (como por ejemplo, los sistemas patriarcales o

    matriarcales, los regmenes polticos, las clases sociales, etc.). Llevada un

    poco ms all, la homologa estructural propone tambin que, dada esta

    correspondencia, cada clase o grupo social debera verse relacionado, o sea,

    identificado con un estilo determinado de msica; de manera que ste sera,

    necesaria y nicamente, el reflejo musical de dicho grupo dentro de la

    sociedad. Mediante esta teora, se pretenda explicar la razn por la que cada

    subcultura y grupo social, se expresa mediante un gnero musical particular: si

    por un lado diferentes grupos sociales poseen diferentes tipos de capital

    cultural, por otro lado comparten distintas expectativas culturales, de ah que se

    expresen musicalmente de manera diferente (Vila, 1996).

    La homologa recibi en su momento varias crticas debido al reduccionismo

    estructuralista en el que desembocaba y a su inviabilidad ante cuestiones como

    la planteada asimismo por Vila: Por qu diferentes actores sociales se

    identifican con un cierto tipo de msica y no con otros? Dado que parta de una

    concepcin relativamente autnoma y universal del significado de la msica, a

    la vez que de una cierta pasividad del oyente o consumidor ante la informacin

    sonora percibida, la homologa estructural se mostr realmente incapaz de

    proponer una explicacin viable ante fenmenos como la variedad del gusto

    musical dentro de una misma comunidad social o incluso el variopinto abanico

    de preferencias que puede proferir un mismo individuo. Segn el socilogo

    John Shepherd: la homologa estructural no permite a los agentes sociales

    negociar el sentido (o significado) de las prcticas musicales, porque se basa

    en una relacin esttica y esencialista entre msica y sociedad (Shepherd,

    1994: 134).

  • Como propuesta alternativa a la problemtica en cuestin, el concepto de

    interpelacin sirvi para abordar desde otra ptica los recursos de significacin

    musical. Originariamente definida desde el terreno de la filosofa marxista como

    un mecanismo imaginario de reconocimiento mutuo en el que la ideologa

    constituye a los individuos en sujetos humanos de experiencia (Althusser, 1984

    citado en Pelisnki 2000: 166), la interpelacin fue adoptada y posteriormente

    reformulada desde el terreno socio-cultural por Richard Middleton (1989) como

    los mecanismos que ponen al pblico de una ejecucin musical en la posicin

    particular de destinatario de un mensaje, esto es, de interpelado (en Pelinski

    2000: 167). Desde esta perspectiva, el individuo cobraba una nueva relevancia

    que le permita entrar en el juego de la significacin. La interpelacin ya se

    desmarcaba de la homologa por una concepcin de base mucho ms

    dinmica: mientras la homologa sugera una equivalencia esttica, la

    interpelacin se defina como un proceso bidireccional en el cual msica y

    oyente aportaban y reconducan los universos de significacin. De este modo,

    el concepto de articulacin o interpelacin supera el concepto de homologa

    porque sugiere cierta autonoma de las partes implicadas (Vila, 1996).

    La propuesta de la interpelacin sirvi para desbancar la concepcin

    homolgica de la relacin entre msica e identidad y establecer un vnculo

    simbitico entre experiencia musical e individuo, los cuales se iran nutriendo

    mutuamente de sentido. Este paradigma permiti a Frith (1996), Middleton

    (1989) y a Vila (1996), ofrecer una posibilidad de modelo mediante el que se

    llevara a cabo la construccin de identidades en el terreno de la msica

    popular. Segn Simon Frith la msica puede posicionar, simbolizar y ofrecer la

    experiencia inmediata de identidad colectiva (citado en Vila 1996) o mediante

    la msica popular hemos aprendido a entendernos a nosotros mismos como

    sujetos histricos, con identidad tnica, de clase y de gnero (citado en Vila,

    1996 y en Cruces, 2001).

    No obstante, la funcin interpeladora de la msica se define en relacin a un

    primer estmulo que sta misma ejerce sobre el individuo. Para Pelinski la

    interpelacin recluta o transforma a los individuos en sujetos mediante una

    llamada: oye, t (Pelinski, 2000: 166). Debido a este enfoque, la articulacin o

  • interpelacin sigue sin ofrecer la posibilidad de negociacin del significado; es

    decir, reconoce una cierta capacidad de agencia que permite al individuo

    construir su identidad en base al estmulo sonoro pero a su vez insiste en la

    idea de que una msica puede evocar un significado entendido o decodificado

    de una misma manera, sea cual sea su contexto y su receptor. La teora de la

    interpelacin ha sido criticada por su circularidad: otorga al sujeto una

    capacidad de reconocimiento y respuesta pero a su vez lo somete bajo una

    ideologa fija que la msica le impondra (Pelinski, 2000: 168). De este

    planteamiento se deriva cierta confusin acerca de la verdadera capacidad de

    gestin del significado y, por consiguiente, de la identidad.

    Ante la mencionada problemtica, surgieron las crticas pertinentes que

    denunciaron de alguna manera el desajuste entre dicha teora y las prcticas

    sociales. Era necesario ampliar las perspectivas del paradigma y cambiar el

    enfoque del fenmeno interpelativo. Stuart Hall (1996), as como Vila (1996)

    propuso que los procesos de construccin de la identidad no slo requieren

    que el sujeto sea interpelado, sino que invierta en la posicin (en Pelinski,

    2000: 169); afirmacin con la que pretenda dar a entender cmo el sujeto

    otorga un determinado valor o significado a la msica que recibe, es decir, la

    interpela. sta resignificacin, adopcin o manipulacin que el oyente

    impondra sobre el objeto sonoro dotara de una significacin personal e

    intransferible al fenmeno musical que se caracterizara por ser fruto de la

    asimilacin del bagaje experiencial del individuo y de las concepciones previas

    construidas sobre la msica en cuestin.

    Tambin Simon Frith (1990) critic el enfoque inicial de la interpelacin y

    contribuy al cambio de perspectiva con el que se haban abordado las

    cuestiones de significacin:

    La funcin interpelativa de la msica no procede de la sintaxis musical

    sino de las significaciones (construcciones) que los oyentes asignan

    ellos mismos a la msica. Si no fuera as, el oyente no podra negociar

    con esos significados y tendra que aceptar unos universales (en

    Pelinski, 2000: 167).

  • Con este enunciado, Frith flexibiliz enormemente los lmites del concepto

    socio-musical y sent las bases de una corriente de estudios que se

    fundamentara en la experiencia personal de cada individuo y en su interaccin

    con la de los dems.

    Fueron los mismos Simon Frith (1990) y Pablo Vila (1996) quienes extendieron

    y aplicaron en su propuesta terica el concepto no menos abstracto de

    narrativa, con la intencin de dar respuesta y continuidad a la lnea de estudios

    abierta desde la teora interpelativa de la msica. Ya haca unos aos que el

    concepto de narrativa haba empezado a emigrar desde el terreno de la

    lingstica al de las ciencias cognitivas y haba sido definida por David Novitz

    (1989) como la variedad de discurso que selecciona lo que se menciona o lo

    que se excluye; eventos reales o imaginarios [] ordenados en una secuencia

    lgica. Tambin Paul Ricoeur (1984) la haba descrito como la posibilidad de

    comprender el mundo de tal manera que las acciones humanas adquieran

    sentido (ambos citados en Vila, 1996). ste paradigma se presentaba como

    modelo dinmico de construccin identitaria en el que el individuo adquira un

    protagonismo y compromiso esencial, convirtindose en punto indispensable

    para acceder a la clave de dichos procesos.

    Partiendo de la concepcin de narrativa como elemento de la construccin de

    uno mismo que genera una dimensin temporal de pasado, presente y futuro y

    de los indispensables procesos de selectividad y sedimentacin que conforman

    la capacidad de agencia del individuo, el panorama terico de la msica e

    identidad experiment un cambio realmente importante. Tal y como mencionan

    Kum Bhavnani y Donna Haraway (1994) el relato permite rehistorizarnos

    mediante la narracin de nuestra historia [] entendiendo que la identidad es

    siempre una categora relacional1 (en Vila, 1996).

    Vila encontr en el concepto de selectividad una posible respuesta para su

    principal hiptesis: el por qu de la variedad del gusto musical en una persona

    que no vara su posicin social. Citando sus palabras: el proceso identitario se

    1 Todas las traducciones son mas.

  • lleva a cabo mediante la seleccin de lo real que configurar la trama

    narrativa. [] la selectividad otorga coherencia y acta de hilo conductor entre

    las acciones particulares (Vila, 1996). Asimismo, se apoya en el proceso de

    sedimentacin para explicar la lgica de los discursos y entender las

    interacciones que tienen lugar con todo y todos los que nos rodean: [la

    sedimentacin] es un proceso importante en la connotacin de las categoras

    que utilizamos para describirnos; mediante la sedimentacin de las mltiples

    narrativas acerca de nosotros mismos y los otros, damos cuenta de la

    realidad que nos rodea (Vila, 1996).

    Los conceptos de narrativa, selectividad y sedimentacin se encuentran

    estrechamente unidos en la propuesta interpretativa de Vila. As, mientras el

    concepto de narrativa implica una narracin de los episodios de nuestras vidas

    para hacerlos legibles a los dems y a nosotros mismos (Vila, 1996), debemos

    tener en cuenta tambin que se construye mediante un proceso personal de

    seleccin que da lugar a las historias de cada uno. Es decir, aquello que

    incluimos u omitimos es muy significativo en este proceso de selectividad; la

    sedimentacin alude la dimensin social de la construccin de identidades y

    contempla la interaccin y superposicin de las diferentes narrativas de uno

    mismo con las de los dems. En palabras de Vila: todas estas relaciones

    tienen el potencial de ser, para un mismo actor, espacio de posibles

    identidades [] cada posicin es cruzada por distintos discursos (Vila, 1996).

    Una de las diferencias esenciales entre los paradigmas de homologa,

    interpelacin y narrativa es que sta ltima completa una total autonoma del

    individuo para asignar e interpretar en la msica el significado que ms se

    ajuste a sus necesidades. Tal y como defienden Shepherd y Wicke:

    Los significados y valores de la msica no estn intrnsecos en el propio

    sonido, sino en los individuos que se lo confieren. El sonido en s no

    tiene porqu ser determinante de esos significados y valores atribuidos.

    El sonido de la msica no origina, determina o acarrea significados por

    s mismo; podemos decir que ayuda a consolidarlos (Shepherd y Wicke,

    1997: 135).

  • En cuanto a la relacin entre el proceso narrativo y la identidad, deberamos

    citar a Simon Frith (1996) que propone que

    La narratividad da la posibilidad de considerar la identidad de dos

    maneras: como representacin fantstica o lo que quisiramos ser en

    vez de lo que somos y como sentimiento real, que se materializa

    corporalmente al hacer msica y escucharla (en Pelinski, 2000: 171).

    Tambin cabra mencionar al socilogo Charles Taylor (1989) cuando remarca

    que la comprensin de uno mismo (el sentimiento de identidad) tiene

    necesariamente profundidad temporal e incorpora una narrativa (en Pelinski,

    2000: 171), refirindose a la capacidad recopilatoria y consecuencial del

    autorrelato.

    Es importante tener en cuenta que, an siendo la homologa, la interpelacin y

    la narrativa, teoremas propuestos de forma correlativa y generados a partir de

    la refusin y matizacin de ciertos aspectos del uno en favor del otro, conviven

    a menudo en el mismo campo y de forma coetnea, habilitando corrientes

    paralelas de interpretacin, completamente operativas e interrelacionadas entre

    s mediante algunos nudos tericos. Siguiendo la estela de los discursos

    mencionados, la consecutiva generacin de estudiosos aun algunos de los

    principios ms emblemticos de estas tres propuestas con la finalidad de

    ampliar al abanico de posibilidades hermenuticas, en lo que respecta a la

    configuracin de identidades sociales mediante la msica. Tericos como

    David Hesmondhalgh (2002), Tia DeNora (2000), Daniel Hargreaves (2002),

    Francisco Cruces (2004) o Sheila Whiteley (2004), recogen el testigo de la

    narrativa, aplicndolo en estudios de caso y en la observacin de las conductas

    sociales en las que la msica interviene significativamente.

  • Nuevas lneas de estudio a partir de la narrativa Los estudios sobre la identidad que se han ido realizando a partir de las

    propuestas explicadas en el apartado anterior, han fundamentado

    mayoritariamente sus teoras entorno a las prcticas narrativas. Partiendo de

    esa base terica clarificada por Vila, Frith y Pelinski, se ha profundizado en

    aspectos no menos importantes que pretenden explicar las lgicas y dinmicas

    de las teoras de la narratividad. stos son la temporalidad, las teoras de la

    diferencia, la deslocalizacin propia de un mundo globalizado y el papel de la

    msica en la cultura de masas.

    Por otro lado, el enfoque analtico de dichos procesos tiende a afianzarse cada

    vez ms en conceptos como subjetividad, individualidad o selectividad, a la vez

    que se abre a influencias epistemolgicas de otras disciplinas con el fin de

    comprender transversalmente el fenmeno de la identidad. Ciencias como la

    biologa2, la psicologa3 y la neurologa4 se adentran en el terreno musical para

    explicar las conductas de la escucha y los procesos de identificacin. En

    funcin de alguna de estas perspectivas, revisaremos en esta seccin las

    nociones mencionadas y las propondremos como principios bsicos para

    entender las identidades musicales.

    La temporalidad aparece ya formulada como concepto clave en la teora de la narratividad de Pablo Vila (1996) quien propone que la msica tiene su sentido

    ligado a las articulaciones del pasado, llega a los receptores plagada de

    significados. A su vez ste enunciado est fundamentado en las reflexiones

    que Bhavnani y Haraway (1994) hacen sobre el relato identitario y que les lleva

    a definirlo como un extraordinario y complejo proceso de sedimentacin de

    historias (en Vila, 1996). Tambin Simon Frith menciona la caracterstica

    temporal de la narratividad refirindose a la msica popular como aquello que

    2 Vanse los estudios realizados por el etlogo Desmond Morris sobre las dinmicas de las sociedades contemporneas. 3 Para un estudio de la identidad y msica desde la psicologa vase MacDonald, Raymond; Miell, Dorothy & Hargreaves, David (eds) Musical Identities. 2002. New York: Oxford University Press. 4 Vase el artculo de Arias Gmez, Manuel. 2007. Msica y neurologa en Neurologa, 22 (1), pg. 39-45, para una incursin en el terreno de la significacin musical desde la neurologa.

  • permite comprendernos a nosotros mismos histrica, social, tnica y

    generacionalmente (en Cruces, 2001: 434). Ms recientemente, la antroploga

    Leonor Arfuch (2002) ha reavivado la discusin sobre el agente temporal al

    formular la hiptesis Qu significa el aspecto temporal de la identidad? a la

    cual responde relacionando el concepto de identidad con el proceso de

    devenir ms que de ser y definindola como una posicionalidad relacional,

    slo temporariamente fijada en el juego de las diferencias (Arfuch, 2002: 24).

    Rubn Lpez Cano aade tambin, en relacin con la dimensin corporal del

    fenmeno sonoro, que la msica es artefacto de gestin del tiempo, dota de

    coherencia y organiza los eventos dentro de un marco temporal (Cano, 2008).

    Podramos decir entonces que el concepto de temporalidad apela directamente

    a la magnitud socio-cultural de la construccin de identidades y que, tal y como

    seala Arfuch, el contar la propia historia es constitutivo de la dinmica de la

    identidad: a partir de un ahora cobra sentido un pasado (Arfuch, 2002: 27).

    Si aplicamos ste concepto al fenmeno musical, deberamos referirnos sin

    duda a la flexibilidad semntica y a la enorme porosidad que hacen de la

    msica un elemento culturalmente condicionado capaz de acarrear informacin

    acerca de pocas, acontecimientos sociolgicos, historias, emociones, etc.

    Mediante la narrativa, confeccionamos nuestro propio relato de manera

    correlativa, cronolgica y consecuente, y lo hacemos seleccionando aquellas

    experiencias y conocimientos sobre los que la msica puede actuar como

    hipervnculo. Tal y como menciona David Novitz,

    La narrativa es la nica variedad de discurso que selecciona lo que se

    menciona o lo que se excluye, eventos reales o imaginarios. Los ordena

    en una secuencia lgica. [] Conocer la identidad en un presente

    implica las dimensiones de pasado y de futuro (Novitz, 1989: 61.

    Tambin citado en Vila).

    Las teoras de la diferencia, relacionadas con conceptos como dialogismo o interdiscursividad, basados a su vez en la concepcin de Mijal Bajtn (en

    Arfuch, 2002: 29), han cobrado fuerza desde que fueron expuestas ya a finales

    de la dcada de los noventa por el socilogo Pierre Bordieu (1999). Arfuch, en

  • su captulo titulado Problemticas de la Identidad (Arfuch, 2002: 21-43),

    recapitula los paradigmas construidos en torno al fenmeno identitario y los

    enmarca dentro de las dinmicas actuales de la sociedad. Los principios

    ontolgicos de la diferencia nos sirven de herramienta para comprender la

    complejidad de las construcciones identitarias; de sta manera, sabemos que

    la afirmacin en uno mismo est directamente relacionada con la reivindicacin

    y reafirmacin de las diferencias respecto a los otros. Segn Bourdieu,

    Por medio de las exclusiones y de las inclusiones, de las uniones [] y

    de las divisiones [] que estn en el origen de la estructura social y de

    la eficacia estructurante que la misma ejerce [], el orden social se

    inscribe progresivamente en las mentes (Bourdieu, 2006: 481).

    Es aqu donde entrara tambin en juego la teora de Baijtn respecto a las

    prcticas discursivas, fundamentada en una doble consideracin del acto

    comunicativo. Teniendo en cuenta la otredad y su capacidad interpretativa,

    Arfuch aplica en el campo de las identidades sta teora y expone que toda

    identidad, en tanto relacional, supone otro que no es lo mismo y a partir del

    cual puede afirmar su diferencia (Arfuch, 2002: 31). As, Arfuch encuentra en

    el dialogismo una posible interpretacin de los mecanismos que intervienen en

    la configuracin de las identidades, definindolas como diferencias que se

    intersectan simultneamente en situaciones de comunicacin variables

    (Arfuch, 2002: 31) y concluyendo en que son rearticulaciones constantes en un

    campo de fuerzas donde algn particular pugna por invertirse del valor de lo

    universal (Arfuch, 2002: 34).

    Pablo Vila augura en el principio de la diferencia un paso indispensable de la

    realizacin identitaria: la identidad social necesita siempre de otros para

    actualizarse, es lo que permite una diferenciacin constante (Vila, 1996);

    igualmente, los autores David Beard y Kenneth Gloag (2005) citan las palabras

    de Hegel en su entrada Identidad para hacer referencia al mismo parmetro

    junto con el de interaccin: el completo desarrollo de uno mismo requiere el

    reconocimiento de los otros (en Beard & Gloag, 2005: 87).

  • Si analizamos el papel que juega la msica en las lgicas de la diferencia,

    podremos comprobar que se desarrolla como elemento crucial en estos casos.

    Las prcticas musicales, junto con el gusto y los hbitos de consumo de la

    misma, actan como definidores y generadores de identidad y, por

    consiguiente, tambin entrarn a formar parte de los parmetros identitarios

    que pugnan por diferenciarse del resto. Mencionando de nuevo a Bourdieu,

    debemos tener en cuenta que el gusto es una disposicin adquirida para

    diferenciar y apreciar, o [] para establecer o marcar unas diferencias

    mediante una operacin de distincin (Bourdieu, 2006: 477), por tanto el

    consumo de la obra de arte [] no es ms que una entre otras de estas

    prcticas distintivas (Ibid.: 280).

    Entender stas dinmicas se convierte un el procedimiento vital para llegar a

    analizar correctamente la realidad que nos rodea y para responder, al menos

    en parte, una de las hiptesis ms importantes referentes a los procesos que

    nos ocupan: cmo se define el gusto musical?

    El fenmeno de la deslocalizacin est ntimamente ligado al de globalizacin y as lo presentan tericos como Martin Stokes (1994) y Simon Frith (2002).

    Sera ms correcto decir que el primero es consecuencia directa del segundo y

    que las repercusiones que la globalizacin ha tenido sobre el devenir general

    de cualquier expresin cultural son dignas de ser estudiadas exhaustivamente.

    Respecto a la identidad, podemos decir que, aunque suene ciertamente

    paradjico, el hecho global ha contribuido a fomentar la subjetividad del

    individuo. En un nuevo mundo en el que las barreras geogrficas parecen

    desvanecerse y se bombardea con ideas como multiculturalismo, globalidad o

    transnacionalidad, la prdida de referentes desemboca en un fuerte

    individualismo.

    Otros tericos han definido el contexto actual, analizando las consecuencias de

    la globalizacin. Segn Slavoj Zizeck el multiculturalismo es la ficcin poltica

    necesaria para la expansin sin lmites del capitalismo (en Arfuch, 2002: 40) y,

    en palabras del socilogo Richard Sennett, la subjetividad contempornea es

  • el declive del espacio pblico/poltico de la modernidad ante un tenaz

    individualismo narcisista de lo privado (en Arfuch, 2002: 41).

    Segn la propia Arfuch, el perfil de las sociedades urbanitas actuales se define

    como sitio paradigmtico de relatos multiplicadores y nuevas identificaciones:

    las minoras, grupalidades y diferencias y extiende esta realidad a las ltimas

    lneas de estudio de las disciplinas culturales:

    El debilitamiento de las ideas de nacin y ciudadana, la fragmentacin

    identitaria y cultural, la disolucin de lmites geogrficos, la

    intensificacin de las migraciones y las crisis de concepciones

    universalistas y sus consecuentes replanteos reconstructivos (Arfuch,

    2002: 21).

    De sta manera, Arfuch concluye con el esbozo de lo que seran las tres lneas

    distintivas del nuevo contexto de estudio: la creciente capacidad de eleccin

    [del individuo], su afirmacin constitutiva en tanto diferencias y las demandas

    del espacio urbano y meditico en la lucha del reconocimiento y de los

    derechos (Arfuch, 2002: 21).

    En cuanto a la relacin entre msica y globalizacin, nos hallamos ante un

    fenmeno ambiguo que, ya desde el principio, ofrece una doble lectura. Por un

    lado, podramos entender, desde una perspectiva idealista, los paradigmas que

    la teora de la globalizacin ha buscado introducir en nuestro sistema de

    valores: la riqueza que supone cualquier intercambio cultural, ms all de

    etnocentrismos, la creacin de un espacio global y nico compartido por toda

    la humanidad o la unificacin de las dinmicas de mercado con fines ms all

    de los meramente lucrativos. Por otro, y tras una mirada mucho ms crtica y

    analtica, se puede comprobar cmo dentro del concepto de globalizacin, las

    lgicas capitalistas forman parte del fin y de los medios y que, por consiguiente,

    determinan y condicionan cualquier accin dentro de las sociedades

    contemporneas. De esta manera, lo que se presentaba como una escena

    cultural abierta, global y multitnica (Stokes, 1994), en la que la msica sera

    una dinmica de intercambio, de desinteresada solidaridad, ha venido

  • convirtindose en un mercado de intereses polticos, en el que la msica es

    una de las tantas monedas de cambio.

    Ms all de esta mercantilizacin de la msica, que se desarrolla como

    dinamizadora de masas y delimitadora de estratos sociales, debemos sealar

    las transformaciones conceptuales que ha ocasionado la poltica de la

    globalizacin. Cabra sealar que, si entendemos la diferenciacin como

    proceso clave de reafirmacin y definicin personal, entenderemos tambin

    que en un mundo donde las diferencias conceptuales pretenden verse

    disueltas con la finalidad de generar una conciencia de globalidad, pertenencia

    mundial y completa fusin, se busque entonces remarcar y enfatizar an ms

    esas diferencias para mantener los puntos de referencia identitarios.

    Musicalmente, se generarn ambientes de hibridacin (que no de fusin) donde

    cada identidad concreta se reafirmar en aquellos elementos exclusivos de su

    msica, los cuales la convierten en etnicitaria (Stokes, 1994: 6; Mart, 2000:

    117-139). Tal como menciona la etnomusicloga Alejandra Cragnolini

    refirindose al efecto de estas nuevas expresiones musicales: desarticulan

    identificaciones locales, generando la ilusin de la pertenencia global

    (Cragnolini, 2003).

    Por ltimo y tambin estrechamente relacionado con el de globalizacin, es

    necesario hablar del concepto de cultura de masas y de los medios de comunicacin como agentes de filtracin, manipulacin y distorsin del

    conocimiento del mundo y de uno mismo. Tal como dice Leonor Arfuch: es en

    el espacio meditico donde la pugna y afirmacin de las diferencias convoca

    obligadamente a la articulacin entre lo pblico y lo privado, entre la narrativa

    personal y su valencia colectiva (Arfuch, 2002: 40). Este enunciado hace

    referencia al aspecto actualmente ms interpelativo de la construccin de

    identidades: la influencia que la radio, la televisin, Internet o la industria

    musical, ejercen sobre nuestras vidas y sobre la autoconcepcin de las

    mismas. A travs de imgenes, sonidos e ideas, los medios de comunicacin

    contribuyen a consolidar, reinventar o descartar todos aquellos elementos que

    pertenecen al ideario de las diferentes maneras de ser en sociedad.

  • Siguiendo la lnea de las teoras propuestas por Theodor Adorno en su

    Introduction to the sociology of Music (1976), posteriormente reformuladas y

    nuevamente contextualizadas por socilogos como Peter Martin (1995),

    Antoine Hennion (2002) o Tia DeNora (2003), podramos afirmar que los mass-

    media condicionan actualmente nuestros gustos y nuestros prejuicios ms que

    nunca.5 Simon Frith ya explic en su artculo Msica y vida cotidiana (2002)

    cmo la radio fue el antecedente de la cultura de masas y cmo sta sent las

    bases para generar las distinciones entre msica de elite y msica popular,

    determinando una nueva conciencia del gusto musical (Frith, 2002; Stokes,

    1994). Tambin Frith cita a Adorno para definir la msica como etiqueta y

    estilo de vida (citado en Frith, 2002: 5) y para referirse a la mercantilizacin de

    la msica: toda la vida musical est dominada por su carcter de mercanca

    (citado en Frith, 2002: 5).

    Todas estas afirmaciones realizadas casi cuarenta aos atrs, y sus

    posteriores acepciones, encajan sorprendentemente bien en el panorama

    cultural actual, sin embargo, merecen una reconextualizacin y una

    reformulacin adecuadas que les permita ser entendidas desde un enfoque

    familiarizado con las dinmicas de las sociedades contemporneas. Algunos

    tericos ya han recuperado los enunciados de Adorno para respaldar sus

    propias propuestas y ofrecer nuevas vas de interpretacin, dando pie a un

    debate que se mantiene extraordinariamente vigente en la actualidad.

    Al margen de estas pugnas, podemos afirmar que la msica se ha convertido

    en uno de tantos elementos habitualmente excluyentes6 (de forma mucho ms

    acentuada en etapas de identidad conflictiva como es la adolescencia) que

    actan como indicador del grupo social que la consume y forma parte del

    conjunto de componentes que construyen la identidad (junto con la ropa, la

    actitud, los hbitos, etc.). Por supuesto, sta funcin de la msica estara

    5 sta es una lnea de discusin abierta entre seguidores y detractores de Adorno. Unos defienden la idea de que el receptor es un ente pasivo frente a los medios, mientras que otros abogan por su capacidad de agencia. 6 Aqu, con el trmino excluyente me refiero al fenmeno por el cual el individuo se define mediante sus afinidades y sus rechazos (Bourdieu, 2006). Existen, en el ideario comn, expresiones musicales que son de difcil convivencia con otras dentro de un mismo repertorio de gustos y, por consiguiente, de maneras de auto-definirse.

  • condicionada por los parmetros culturales propios de cada entorno aunque, en

    trminos de globalizacin, el alcance de las nuevas tecnologas y el fin

    capitalista de toda accin social han facilitado la homogeneizacin de una

    cultura de masas estandarizada y predominante que genera un bagaje cultural

    comn.

    En resumen, podemos decir que el uso (siempre premeditado y calculado) de

    una msica en los medios de comunicacin puede informarnos del lugar que

    ocupamos en la sociedad, a la vez que canaliza toda aquella informacin que

    debemos asimilar, eliminando o filtrando la que no nos es conveniente segn

    intereses de rendimiento social.7 De esta manera, la capacidad de agencia que

    tenemos respecto a la construccin de nuestras identidades no est

    completamente desinhibida ni es ilimitada, ya que los imaginarios y

    preconcepciones que nutren estos procesos han pasado por filtros

    intencionadamente polticos, econmicos y sociales. Si, adems, tenemos en

    cuenta que esas construcciones imaginarias se difunden y utilizan en todos los

    medios, los cuales tienen cada vez un mayor alcance, comprenderemos el

    proceso de estandarizacin al que antes me he referido.

    Es fcil deducir de estos razonamientos que existe un fuerte vnculo entre

    msica y poltica, exhaustivamente analizado por Stokes (1994), Martin (1995),

    DeNora (2000) o Frith (2002). Arfuch tambin hace referencia a esta realidad

    exponiendo que:

    La afirmacin contrastiva de la diferencia [] exhibe con nitidez en el

    espacio pblico y a travs de mltiples escenarios (la protesta callejera,

    el corte de ruta, la concentracin, la manifestacin, la pantalla

    televisiva) el carcter eminentemente poltico que conlleva toda

    identificacin, su potencial simblico, transformador y contrahegemnico

    (Arfuch, 2002: 42).

    7 Vase el ejemplo que DeNora utiliza en su libro After Adorno. Rethinking Music Sociology (DeNora, 2003: 1)

  • Los argumentos de Stokes y DeNora van un poco ms all y arriesgan en

    analizar la poltica de control ejercida a travs de los mass-media; as, Stokes

    afirma:

    Tal y como Focault menciona repetidamente, el placer se convierte en

    un terreno significativo de experimentacin poltica y foco de control

    mediante la definicin de qu placeres existen y si son o no permitidos,

    y tambin a travs de la resistencia a ese mismo control. La asociacin

    del placer, el permiso y el ambiente festivo con la msica y el baile

    proporcionan experiencias que son claramente fuera de lo comn8

    (Stokes, 1994: 13).

    Stokes sugiere que el control del ocio del individuo y, por consiguiente, del

    placer de las prcticas sociales extra-rutinarias (bailar, escuchar msica, ver la

    televisin, etc.), otorga un gran poder a las instituciones polticas. Asimismo

    expone que

    De igual manera que la prctica musical puede representar y expresar

    valores sociales comunes, tambin puede estimular una forma poderosa

    de rebelin social organizada. Por lo tanto, el control de los medios

    provee al estado de las claves mediante las que un principio de rebelin

    puede ser contenido9 (Stokes, 1994: 13).

    Tambin DeNora (citada en Frith, 2002) define la msica como un poderoso

    medio de control social, ejercido a travs de la psicologa personal del yo y

    Cragnolini hace igualmente referencia a la dimensin poltica de la industria

    discogrfica afirmando que genera y posiciona sus productos musicales dentro

    de las tramas; construye una imagen de producto en relacin a las demandas

    (Cragnolini, 2006).

    8 La traduccin es ma. 9 La traduccin es ma.

  • Perspectivas actuales

    Tal y como hemos visto a lo largo de este resumen de tendencias tericas, el

    campo de estudio de la identidad se presenta cada vez ms interdisciplinar y

    flexible respondiendo a la necesidad de entender todos los elementos y

    procesos que intervienen. Al decantar las perspectivas de estudio hacia el

    terreno de lo experiencial, lo individual y lo subjetivo, han aumentado

    enormemente las opciones significantes del caso identitario. Es decir, si la

    respuesta a la cuestin por qu un individuo se identifica con ciertas msicas

    y no con otras? se encuentra ligada a cuestiones de bagaje cultural, de

    experiencia o de sistemas personales de relaciones emotivas, encontraremos

    tantas explicaciones y teoras posibles como nmero de individuos.

    A modo de conclusin, podemos decir que el panorama actual de

    investigaciones culturales sobre la identidad se ha inclinado notoriamente hacia

    el estudio de las subjetividades, no slo como medio sino como fin. Citando a

    Teun A. van Dijk (1993), sabemos que las tendencias de la investigacin han

    derivado en un inters creciente por las conversaciones con minoras, historias

    personales, narrativas, etc. ya que proveen informacin concreta que se

    puede considerar informacin general y vlida para extraer conclusiones

    epistemolgicas (en Vila, 1996).

    Desde sta perspectiva, las barreras que parecan existir entre modelos

    pioneros como la homologa estructural, la interpelacin y la narrativa, tienden

    ahora a difuminarse, dejando de ser conceptos estancos y complementndose

    con el fin de proponer un paradigma mucho ms amplio y dinmico. El enfoque,

    entonces algo reduccionista y etnocentrista de principios como la homologa

    estructural o las teoras de Adorno, puede hoy sernos de gran utilidad si

    ajustamos debidamente la mira y analizamos ms all de las estructuras

    musicales. Es decir, podemos afirmar que existe cierta correspondencia entre

    un determinado colectivo y la msica que escucha (consume o se le asigna), si

    partimos de la base de que actualmente el acto de la escucha (o consumo) y el

    gusto estn ms que nunca condicionados por factores como el bagaje cultural,

    el contexto meditico en el que se desarrolla ste y las expectativas que la

  • sociedad marca sobre el colectivo en cuestin. As, podremos explicar el

    funcionamiento y papel de gran parte de las construcciones, tpicos y

    estereotipos creados en torno a determinadas comunidades y a sus gustos que

    hacen del estigma un emblema (Rossana Reguillo, en Cragnolini 2006), y se

    reafirman hasta identificarse plenamente con dichos elementos.

    Por otro lado, la interpelacin es tambin un proceso factible que complementa

    a la perfeccin el paradigma de la narrativa. La cierta pasividad que

    caracterizaba al individuo, dentro del proceso interpelativo, queda suplida con

    la capacidad de agencia que se lo otorga mediante el teorema narrativo. Sin

    embargo, en la actual era de la comunicacin y de la globalizacin, el estmulo

    que una msica re-significada, reutilizada y re-contextualizada ejerce sobre un

    odo culturalmente condicionado y preparado puede tenerse en cuenta bajo las

    premisas de la teora interpelativa, ya que la informacin acarreada avasalla al

    oyente ya antes de que se produzcan las re-interpretaciones personales del

    mismo. Este proceso se correspondera ms con la accin de superponer

    capas permeables de significacin, una encima de la otra, que con una

    completa autonoma interpretativa del individuo.

    Este razonamiento me lleva a hablar de otro de los campos de discusin que

    inevitablemente han determinado el curso de las investigaciones en el mbito

    de la msica y la identidad: el eterno conflicto sobre el significado de la msica.

    El estudio de las identidades dentro del marco musical comporta la formulacin

    de numerosas conjeturas, entre ellas, la de si es la msica la que porta

    significados intrnsecos y universales en s misma o si stos significados

    pueden ser mltiples y variables en funcin del bagaje y la reinterpretacin o

    capacidad de agencia del oyente.

    Los paradigmas tericos mencionados en el primer apartado (homologa,

    interpelacin y narrativa) exponen modelos posibles para la interpretacin de

    los diferentes procesos que intervienen en la construccin de la identidad pero,

    todos ellos, de alguna manera, fundamentan su argumento en las cuestiones

    de significacin. La homologa, por ejemplo, presupona una naturaleza

    unvoca de la msica que reflejaba la organizacin social, mientras que la

  • interpelacin ceda ante la idea de gestin del individuo pero considerndolo

    an subordinado al poder autnomo y evocador de la msica. Finalmente, la

    narrativa propona que el significado vena dado por cada sujeto en cuestin y

    mostraba su naturaleza variable e influenciable.

    Si materializamos estas hiptesis en ejemplos prcticos, podran surgir

    preguntas como: es posible que la secuencia armnica de quinto y primer

    grado sea interpretada universalmente como una cadencia autntica que, a su

    vez, significar una inconfundible frmula de final para todo aquel que la

    escuche?, las sonoridades microtnicas de un raga hind destinado a infundir

    temor o compasin y a ser ejecutado, por ejemplo, al amanecer, estimularn a

    cualquier oyente segn esas pautas y ese ethos supuestamente intrnseco?,

    el himno de una nacin, evocar el mismo significado a cualquier oyente?,

    etc.

    Estos interrogantes evidencian la gran dificultad que supone abordar el anlisis

    de los procesos identitarios sin despojarse mnimamente de las

    preconcepciones etnocntricas para tomar cierta perspectiva frente a los

    fenmenos culturales. La polmica que ha suscitado este asunto, como ya

    hemos dicho, va directamente relacionada con las diversas posturas que se

    han adoptado en torno a l.

    Con el fin de reconducir el debate y para entender mejor lo que queremos decir

    con el trmino superposicin, el cual antes he mencionado en relacin a las

    cuestiones de resignificacin y asimilacin de significados preexistentes,

    podramos pensar en el viaje significativo que puede experimentar una

    cancin a partir del momento de su creacin.

    Pongamos el caso de un tema de la dcada de los 50: el archiconocido blues

    Hound Dog. Este blues, compuesto en 1952 por Jerry Leiber y Mike Stoller,

    fue originalmente grabado por la cantante Willie Mae Big Mama Thornton y

    posteriormente interpretado por varios cantantes de country, blues y rock and

    roll. Desde el famoso remake de Elvis Presley de 1956, Hound Dog no dej

    de versionarse durante las dcadas de los 50 y 60, hasta que a principios de

  • los 70 fue introducida en la banda sonora de la pelcula American Graffiti (1973)

    dirigida por George Lucas. Posteriormente, y siempre dentro del circuito

    cinematogrfico, ha sido reciclada para las bandas sonoras de Grease (1978)

    de Randal Kleiser, Forrest Gump (1994) de Robert Zemeckis, Lilo & Stich

    (2002), producida por Disney y, ms recientemente, Indiana Jones y el Reino

    de la Calavera de Cristal (2008), dirigida por Steven Spielberg.

    Al margen de la gran pantalla, otros msicos han ofrecido sus versiones del (a

    estas alturas) emblemtico tema. Artistas como Jimmy Hendrix, Jerry Lee

    Lewis, John Lennon o Eric Clapton cantaron Hound Dog en conciertos y

    eventos de carcter especial y lo hicieron con aquel sentimiento de retorno

    hacia lo que nunca cambia y siempre perdurar, en aquellos momentos en que

    la gente necesita or lo verdadero y autntico y sentir que existe algo slido

    a lo que remitirse.

    La intencin original de la cancin de 1952, el carcter reivindicativo y burlesco

    de sus letras10, llega hasta nosotros transformado, diluido y re-significado.

    Cada msico dej algo de s mismo cuando version Hound Dog y cada

    argumento, personaje o escena al cual acompaaba en cada una de las

    pelculas tambin modificaron y adaptaron su significado. Incluso para alguien

    que hubiera experimentado en algn momento de su vida una emocin intensa

    (una prdida, enamorarse, un olor, etc.) mientras escuchaba esta cancin, el

    significado de la misma ser para siempre diferente, personal e intransferible.

    De esta manera, podemos decir que el tema Hound Dog puede abarcar

    mltiples significaciones como tambin una sola, y que el ideario que arrastra

    es un cmulo de filtraciones y sedimentacin de significados diversos.

    ste proceso, al que antes me he referido como superposicin, debera ser realmente el ncleo de cualquier investigacin etnomusicolgica que tenga

    como objetivo entender de qu manera la msica participa en la percepcin y

    construccin del entorno, a la vez que canaliza nuestras emociones. En 10 El tema en cuestin era una crtica a los jvenes blancos de familia socialmente bien posicionada, remarcando as la diferencia de clases y reflejando la amargura de los sectores ms desfavorecidos. Utilizando apelativos metafricos como perro de caza o conejo pretenda tambin referirse a la persecucin y violencia que padeca la comunidad negra en Estados Unidos.

  • palabras del psiclogo Ray Crozier (1998): las identidades se pueden

    considerar una red de asociaciones vinculadas entre s mediante emociones

    relacionadas, activadas por la msica (en Beard & Gloag, 2005: 88).

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