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Margarita Vargas-Betancourt
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Las mujeres tlatelolcas en los mercados de la ciudad de México
Introducción
Durante la época mesoamericana Tlatelolco jugó un papel fundamental en el comercio de
la cuenca de México. Los factores que dieron lugar a la preeminencia mercantil de Tlatelolco
fueron además de políticos y sociales, ambientales y geográficos. Todo ello dio lugar a una
sociedad particular, cuya especificidad se reflejó en la actividad económica de las mujeres.
Durante el virreinato, Tlatelolco, a la que los españoles nombraron Santiago Tlatelolco, fue una
de las dos repúblicas de indios que constituyeron la ciudad de México. La otra fue San Juan
Tenochtitlan.
El propósito de este estudio es explorar la participación de las mujeres tlatelolcas en la
actividad mercantil de la ciudad de México durante el siglo XVI, y dilucidar sobre algunas
cuestiones. En primer lugar, se analizarán las continuidades y cambios en el ejercicio del oficio
mercantil entre la época prehispánica y la colonial. Aunque en este análisis se abordará el oficio
de mercader en general, se pondrá especial énfasis en el papel de las mujeres. En segundo lugar,
se examinará si la participación femenina en el mercado se limitó a una actividad doméstica,
relacionada a la venta del excedente de una producción casera o si se trató de una actividad
altamente especializada, relacionada a productos de lujo como la llevada a cabo por los
pochtecas.
El caso de las mercaderes tlatelolcas contradice la suposición de que las mujeres tuvieron
un papel incidental en los mercados coloniales. Aunque limitadas, fuentes documentales, como
litigios, testamentos y peticiones a las autoridades coloniales, proveen información detallada
sobre la vida de las mujeres tlatelolcas, incluyendo detalles sobre su persona, actividad
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económica, bienes, propiedades y familias. El análisis cualitativo de estos documentos permite
identificar patrones que pueden ser comparados y contrastados con evidencia filológica y
etnohistórica para llegar así a la conclusión de que las mujeres tlatelolcas tuvieron un papel más
importante de lo pensado en la actividad económica de la ciudad de México durante el siglo
XVI.
Los mercaderes
Como otros pueblos nahuas, los tenochcas y los tlatelolcas alcanzaron un alto grado de
especialización económica originada por la combinación de un medio ambiente propicio y una
civilización compleja que resultó en un excedente de recursos naturales. Esto dio lugar primero,
a una sociedad altamente estratificada y en segundo, a una demanda cada vez mayor de bienes de
lujo.1 El oficio de los mercaderes reflejaba esta estratificación. En la base de la pirámide, se
encontraban los productores y los vendedores, seguidos por los distribuidores, y en la punta, se
hallaban los pochtecas. La distinción entre estos grupos no era rígida. Muchas veces tanto
vendedores como productores hacían o cultivaban sus productos. De igual forma, los
distribuidores estaban involucrados en la producción. La diferencia entre productores,
vendedores, distribuidores y pochtecas era que los tres primeros generalmente se especializaban
en un tipo de mercancía, mientras que los segundos abarcaban muchas variedades de productos.2
El mercado de Tlatelolco era el mercado más importante de los mexicas, del mundo
nahua y, en general, del hemisferio americano. Causó una impresión tan fuerte entre los
1 Frances F. Berdan, The Aztecs of Central Mexico: An Imperial Society. Case Studies in Cultural
Anthropology (New York: Holt, Rinehart & Winston, 1982), 15. 2 James Lockhart, The Nahuas After the Conquest. A Social and Cultural History of the Indians
of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries (Stanford: Stanford University Press,
2005), 189-190.
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conquistadores que se ha convertido en uno de los fenómenos económicos prehispánicos más
documentados.3 En 1358, los tlatelolcas fundaron Tlatelolco en el norte de la isla en donde se
encontraba Tenochtitlan. Tanto tenochcas como tlatelocas estaban bajo el dominio de los
tepanecas, quiénes habían llegado a la cuenca un siglo antes. Sin embargo, en un principio la
relación entre los tepanecas y los tlatelolcas fue más cercana que la de los tepanecas y los
tenochcas. Consecuentemente, en esta primera etapa, los tlatelocas fueron más importantes que
los tenochcas.4 El arqueólogo Michael E. Smith cree que la importancia de Tlatelolco radicaba
en su mercado. Aún más, sugiere que la causa de la confrontación entre Moquihuix, tlatoani de
Tlatelolco, y Axayacatl, tlatoani de Tenochtitlan, en 1473 fue por un mayor control sobre el
mercado de Tlatelolco.5
El advenimiento del sistema colonial no resultó en una transformación drástica en los
mercados indígenas. Aun en la capital de la Nueva España, el sistema indígena de intercambio
comercial se caracterizó por un alto grado de continuidad. Algunas de las características de los
mercados prehispánicos sobrevivieron hasta hoy en día, como la rotación semanal del mercado o
3 Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y el conquistador anónimo describieron en detalle el
mercado prehispánico de Tlatelolco. Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule. A History
of the Indians of the Valley of Mexico 1519-1810 (Stanford: Stanford University Press, 1985),
352. 4 Para más información sobre la relación entre tepanecas, tenochcas y tlatelolcas ver María
Castañeda de la Paz, “Los tlatelolcas y su ascendencia tepaneca en las fuentes mexicas.”
Expresión Antropológica 8, No. 9 (May-December 1999): 39-53 y Conflictos y alianzas en
tiempos de cambio: Azcapotzalco, Tlacopan, Tenochtitlan y Tlatelolco (siglos XII-XVI) (Ciudad
de México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas,
2013). Margarita Vargas-Betancourt, “Land, Water, and Government: Conflicts in Santiago
Tlatelolco in the Sixteenth and Early Seventeenth Centuries” (Tesis doctoral. Nueva Orleáns,
Luisiana: Tulane University, 2015). 5 Michael E. Smith, Aztec City-State Capitals (Gainesville: University Press of Florida, 2008),
69.
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tianguis por los diferentes barrios o colonias de la ciudad. El mercado de San Hipólito, por
ejemplo, se llevaba a cabo los lunes en el atrio de la iglesia de San Hipólito; el de San Juan, los
jueves, y el de Santiago Tlatelolco, los sábados. Es de notar que la palabra tianguis del náhuatl
tianquiztli fue una de las primeras palabras nahuas en entrar a la lengua española después de la
conquista.6
Los productos básicos del mercado colonial no eran diferentes a los que se vendían en la
época prehispánica, pues los españoles no interfirieron en los aspectos más cotidianos de la vida
de los pueblos originarios. La gente siguió utilizando material de construcción, ropa, comida y
utensilios tradicionales. En un principio el intercambio comercial en los tianguis no atrajo la
atención de los españoles, por tanto, hubo continuidad. El oficio de los artesanos de bienes
utilitarios continuó.7 Gradualmente se empezaron a introducir productos españoles que la gente
indígena empezó a consumir: productos alimenticios, como trigo, harina, carne de pollo, chivo,
borrego, cerdo y res. Otras innovaciones europeas disponibles en los tianguis fueron las velas y
las imágenes cristianas. En los años iniciales del virreinato, no se vendían herramientas europeas,
vidrio o vestimenta europea pues los indígenas no tenían necesidad de estos productos. Pero se
introdujeron a medida que los empezaron a utilizar. De manera gradual, los españoles empezaron
a comprar en los mercados indígenas y a depender más y más de éste para abastecer sus
necesidades diarias.8
6 Jorge Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de México (Ciudad de
México: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 2007), 546. Gibson, The Aztecs
Under Spanish Rule, 353. Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 190-191. 7 Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 335. 8 Se empezó a vender lana, tintes, papel, seda y ropa de hombre como camisas, pantalones,
sombreros, objetos de metal, guitarras. Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 337, 353.
Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 187-188, 191.
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Los productos alimenticios que los indígenas traían a los mercados de la capital eran
indispensables para el sustento de los habitantes de la ciudad de México. Esto fue especialmente
notorio después de la plaga de 1545-1548, a partir de la cual se interrumpió el abasto.9 La
regulación de los mercados cambió en el periodo colonial. Hasta 1533, todavía había jueces
indígenas en los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco. Pero poco después el control de los dos
mercados urbanos pasó a manos de autoridades españolas. Probablemente fue así cómo
desaparecieron los jueces indígenas. Cuando se estableció el mercado de San Hipólito en la
Ciudad de Mexico a principios del siglo XVI, éste quedó bajo la jurisdicción de los alguaciles
españoles de los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco. De esta manera, los pueblos originarios
perdieron control sobre la regulación de los mercados de la ciudad de Mexico. La administración
española sobre éstos se hizo total durante los siglos XVII y XVIII. En los pueblos fuera de la
Ciudad de Mexico, los mercados estuvieron bajo control indígena por más tiempo. Por ejemplo
en Coyoacán, los vendedores pagaban a los tlatoques por el privilegio de vender en el mercado.
Esta práctica duró mientras se mantuvo la autoridad de los caciques. Cuando los gobernadores
reemplazaron a los primeros, los gobernadores y otros oficiales comunitarios asumieron la
regulación de los mercados.10
El derecho virreinal prohibía la interacción entre los comerciantes indígenas y los
españoles; cada uno debía funcionar en una esfera independiente de la otra. En la práctica, esto
9 Para contrarrestar la crisis de desabasto en la ciudad, en 1551 el virrey Velasco ordenó que no
hubiera tianguis en las comunidades que estaban a menos de diez leguas a la redonda de la
ciudad de México. Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de México, 546. 10 Según Anthony Pagden, el Mercado de San Hipólito se estableció en la década de los
cuarentas del siglo XVI. Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 354, 355, 356. Hernán Cortés,
Letters from Mexico, ed. Anthony Pagden (New Haven y Londres: Yale University Press, 1986),
507.
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fue imposible a pesar de que el gobierno virreinal tomó algunas medidas para proteger a los
primeros. Mientras su actividad comercial se limitara a productos tradicionales, los comerciantes
indígenas estaban exentos del pago de la alcabala (impuesto a la venta). En 1528, el cabildo de la
ciudad de México ordenó que ningún español comerciara en los mercados indígenas de la ciudad
así como con ningún indio en un área de cinco leguas alrededor de ella. Pero debido a que el
sistema económico dependía en gran parte del comercio de menudeo llevado a cabo por
productores indígenas, los españoles, negros y mulatos desarrollaron maneras de interferencia y
de coerción contra ellos para cooptar ese mercado. La introducción de gente no indígena en los
mercados alteró la estructura tradicional de éstos, la cual dependía de diferentes corporaciones de
mercaderes o artesanos ubicados en lugares asignados. Esta estructura replicaba el sistema del
altépetl, en la que los diferentes gremios vivían en los mismos calpullis o barrios. Los “intrusos”
(españoles, negros y mulatos) carecían de un lugar dentro de la organización estructurada a partir
del altépetl. Pero se convirtieron en elementos importantes del sistema comercial intersectorial e
interregional.11
Los comerciantes españoles y afromexicanos atraían hacia sí la supervisión de los
oficiales españoles. La razón de ello fue el abuso y la violencia que ejercieron hacia los
comerciantes indios. Les compraban a los indígenas a precios muy bajos y revendían entre los
11 “Otra modalidad del comercio monopólico ocurrió en el mercado de bastimentos. El abasto
urbano de víveres fue impuesto a los pueblos indígenas de las inmediaciones del valle a cambio
de ‘privilegios’ de exclusividad: sólo ellos podrían ‘introducir mantenimientos’ a la capital, no
pagarían impuestos o alcabalas ni se les cobrarían pensiones por los sitios de la plaza. Era mucho
el riesgo que se corría al depender de la ‘república de indios’ para el surtimiento de hortalizas. El
control indígena del abasto urbano solo fue formal, pues desde el siglos XVI, los españoles y las
castas participaron activamente en él.” Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la
ciudad de México, 546. Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 360. Lockhart, The Nahuas
After the Conquest, 191.
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españoles a precios altos. La ganancia de los intermediarios era mayor si podían interceptar a los
comerciantes o productores indígenas en el camino hacia la ciudad, en especial si les confiscaban
la mercancía en vez de comprársela. Esta práctica, a pesar de ser condenada por las autoridades
coloniales, era muy común. Por estos abusos, las autoridades miraban con sospecha la actividad
de los intermediarios o regatones. Desde la segunda década del siglo XVI se prohibió que los
españoles compraran a los productores indígenas para revender, especialmente con respecto a la
producción de maíz, pájaros, huaraches, miel, plumas, ropa, huevo, verduras, fruta, carbón y
ocote. La práctica del intermediario y de la confiscación o robo de bienes continuó. Se ha
documentado que los intermediarios revendían estos productos a un cien por ciento del costo
inicial.12
La transformación más significativa fue el monopolio mercantil que caracterizó al
sistema comercial colonial. Con el fin de obtener un control total sobre el comercio, todas las
rutas comerciales convergían en la Ciudad de México. Al principio del virreinato, las rutas
comerciales más importantes de la cuenca de México fueron las mismas que durante la era
prehispánica, pero muy pronto, las rutas se expandieron para poder satisfacer los intereses
comerciales españoles. Nueve rutas comerciales conectaban a la cuenca con las otras regiones de
la Nueva España, y los productos provenientes de Europa se integraron a estas nuevas rutas. Para
la década de los cuarentas en el siglo XVI, los canales que durante la época prehispánica
conectaban al lago Zumpango y al lago Xaltocan con la ciudad eran inservibles. Hubo algunos
proyectos por drenarlos, pero no se llevaron a cabo. No obstante, durante el siglo XVI, el lago de
12 Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de México, 546. Gibson, The
Aztecs Under Spanish Rule, 360. Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 191.
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Texcoco siguió siendo navegable excepto cuando había sequía. De igual manera a principios del
siglo XVIII, fue necesario hacer un canal desde San Lázaro hasta la parte este de la ciudad o el
área de Texcoco para transportar mercancía. Al final de la colonia, este canal era tan poco
profundo que no permitía el tráfico de canoas, sobre todo en época de secas. Sólo al sur de la
cuenca había suficiente agua para el transporte por medio de canoas. Consecuentemente, pueblos
como Xochimilco, Chalco e Ixtapalapa continuaron siendo centros comerciales mientras los del
norte tuvieron que cambiar de actividad económica. Los canales que conectaban el lago de
Chalco y el de Xochimilco continuaron bajo el control indígena. Estos canales llegaban hasta el
centro de la ciudad por medio de la acequia real, la cual continuó en uso porque su nivel de agua
era lo suficientemente alto.13
Era precisamente en la temporada de secas cuando las canoas llevaban a la ciudad los
productos necesarios para el sustento de ésta. De noviembre a marzo llevaban jitomate, chile,
calabaza y otros productos de tierra caliente. El abasto anual de fruta y flores provenientes del
sur dependía de las canoas. Desde Huitzilopochco (Churubusco), los mercaderes indígenas
compraban fruta verde proveniente de la región al sur de la cuenca, la maduraban y la vendían en
la ciudad de México. En el verano la cosecha producida en las chinampas de Xochimilco se
vendía en los mercados de la ciudad algunas horas después de ser cosechada. Otros productos
traídos en canoas además de comida fresca y flores, eran material de construcción como piedra,
arena, cal, madera, ladrillos, maíz, forraje, trigo, cebada, azúcar y harina de trigo. Los puntos de
embarque o embarcaderos más importantes eran Huitzilopochco, Mexicalcingo, Chalco Atenco,
13 Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de México, 546. Gibson, The
Aztecs Under Spanish Rule, 361-362.
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Xochimilco, Ayotzingo, y Tetelco, dependiendo del producto y de su lugar de origen. Estos
bienes podían ser llevados hasta el palacio virreinal en el centro de la ciudad en un solo viaje.14
Muchas de las grandes ciudades prehispánicas vinieron a menos al final de la era
colonial, en gran parte, por la disminución de su importancia comercial. Un ejemplo fueron
Texcoco, Tacuba y Coyoacán. Otro fue la zona norte y, de manera especial, Tlatelolco, pues la
actividad comercial de la ciudad se trasladó hasta la plaza mayor de la capital del virreinato. No
obstante, no hubo en la plaza un mercado unificado y homogéneo, sino una diversidad de
puestos, tiendas, comerciantes, vendedores de distintos tipos e incluso la coexistencia de
distintos mercados: el mercado de artesanías (Baratillo), el mercado de productos de ultramar y
el parián. La degradación de Tlatelolco como centro comercial de la ciudad originó que las rutas
comerciales prehispánicas desaparecieran cuando las autoridades dejaron de dar mantenimiento a
los canales para que éstos no se desecaran. El declive de la actividad comercial de Tlatelolco
originó una caída demográfica y fue una de las razones de la disminución del poder político y del
prestigio indígena en la ciudad de México. Los cambios en el medio ambiente y en las esferas
políticas, sociales y económicas originaron transformaciones en el oficio de los distintos tipos de
mercaderes. Sin embargo, hubo también un alto grado de continuidad.15
14 Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 362-364. 15 El declive de Tlatelolco también se debió al deterioro de otras comunidades de la misma
región con las que tuvo relación. Aunque ubicada en una de las rutas comerciales más
importantes, Cuauhtitlán se convirtió en una región atrasada y pobre. Siguió siendo un productor
importante de ollas y cazuelas pero sólo de consumo indígena. La región de Ecatepec también
vio disminuida su importancia. Xaltocan constituyó una excepción debido a la explotación de
industrias lacustres. A finales del siglo XVI, los indios de Xaltocan producían y vendían cal y sal
en grandes cantidades. Con los juncos hacían petates, y pescaban y cazaban patos, mientras que
de la ribera del lago sacaban tequisquitl para hacer jabón y tintes textiles. En gran parte, esto se
debió a que recibían agua fresca de los manantiales de Ozumbilla Gibson, The Aztecs Under
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Productores y vendedores
La base económica de la sociedad mexica era la agricultura. Los productos básicos eran
maíz, frijol, chía, amaranto, chiles y calabazas. Sin duda alguna el producto más importante era
el maíz. La expansión política de la Triple Alianza sobre grandes extensiones de tierra en donde
se cultivaba el maíz redujo el efecto de crisis agrícolas para los mexicas y sus aliados. Aunque
las chinampas eran parte importante de la actividad agrícola de la ciudad, no generaban
suficiente maíz para satisfacer la demanda de los mexicas. Pero servían para que las familias
tuvieran verduras y frutas frescas y para cultivar flores, elemento básico de las festividades
religiosas y de las ceremonias políticas. En cambio, las chinampas del sur de la cuenca, como por
ejemplo Xochimilco y Chalco, sí generaban grandes excedentes de maíz. Se cree que la
población de Tenochtitlan, que era de 150,000 a 200,000 habitantes, requería de treinta millones
a cuarenta millones de kilogramos de maíz al año para subsistir. Aunque los mexicas recibían el
cincuenta por ciento de esta cantidad como tributo, los mercados de la ciudad constituían otra vía
por la que los pueblos del sur de la cuenca hacían llegar su excedente a la ciudad. Otros
productos básicos eran frijol, calabaza, chía, amaranto, chile, nopal, tuna y maguey. El maguey
servía para producir pulque, curas medicinales, fibras para tejer ropa y espinas que servían como
agujas y como instrumentos punzocortantes. En cuanto a productos exóticos, había demanda para
productos tropicales que no crecían en la cuenca, como frutas tropicales, cacao y algodón. Estos
productos eran usados como símbolos de prestigio.16 Tanto en la época prehispánica como en la
Spanish Rule, 358, 365-366. Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de
México, 546. 16 Berdan, The Aztecs of Central Mexico, 16-19, 22.
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colonial, estos productos continuaron siendo la base del mercado indígena. De ahí el que
productores y vendedores siguieran especializándose en ellos.
Fray Bernardino de Sahagún y sus informantes describieron con gran detalle los oficios
de productores y vendedores en el libro décimo de la Historia general de las cosas de Nueva
España o el Códice Florentino. En el texto en náhuatl, el oficio de los productores incluye la raíz
“chihua” que significa hacer o engendrar; mientras que los vendedores incluyen la raíz
“namacac” que significa vender.17 Sin embargo, la distinción entre estos oficios no era tajante.
En el caso del maíz, chile, amaranto, cacao y fruta, Sahagún y sus informantes indican que había
dos tipos de mercaderes: el que tenía campos y los cultivaba o el que viajaba hasta el lugar donde
el producto era producido para comprarlo por mayoreo y luego revenderlo, como en el caso del
cacao. Según Sahagún y sus informantes, para ser un buen vendedor, éste debía vender productos
de diferentes regiones para que los habitantes de la ciudad de México tuvieran variedad. Por
tanto, los vendedores traían granos de cacao de Tochtepec, Anáhuac, Guatemala, Huatulco,
Xolteca, Çacatollan; maíz matlatzinca, de Acolhuacan y de las tierras desérticas del norte; chiles
de diferentes regiones como Atzitziucan, Tochmilc, Huaxtepec, Michoacán, Anáhuac, la
Huaxteca y la zona Chichimeca. La descripción de los vendedores revela que las malas prácticas
eran comunes; algunos vendían productos en mal estado haciéndolos pasar por buenos.18
17 James Lockhart, Nahuatl as Written. Lessons in Older Written Nahuatl, with Copious
Examples and Texts (Stanford: Stanford University Press, UCLA Latin American Center
Publications, 2001), 214, 226. 18 Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, ed. Ángel María
Garibay K. (Ciudad de México: Editorial Porrúa, 1997), 558, 565-568. Fray Bernardino de
Sahagún, Florentine Codex. Book 10 The People, eds. Dibble y Arthur J.O. Anderson (Santa Fe:
The School of American Research and the University of Utah, Monographs of The School of
American Research and The Museum of New Mexico, Number 14, Part XI, 1961), 42, 65-68.
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El Códice Florentino es ambiguo con respecto al género de los productores y vendedores
de productos agrícolas. En el texto náhuatl, el género de estos oficios es neutro; mientras que en
la traducción al español el género es masculino con una excepción: las vendedoras de hierbas
comestibles. Sin embargo una comparación de los veinte tipos de vendedores/productores
relacionados a actividades agrícolas (ver Tabla 1) y las imágenes que ilustran estos oficios revela
que nueve de estos oficios son representados gráficamente por mujeres (ver Figuras 1-9), lo que
sugiere que la actividad económica de las mujeres en el mercado era importante.19 Los procesos
legales en los que se vieron envueltas mujeres tlatelolcas vendedoras de productos agrícolas
sugieren que su actividad en el mercado no era incidental, es decir no iban al mercado a vender
el excedente de su producción doméstica sino que su participación en el mercado era un oficio:
“una actividad habitual que se realiza como parte de una vocación u obligación (no por simple
recreación), en espacios y tiempos determinados, especializada en una función, que implicaba
ciertos conocimientos personales y reconocimientos públicos.”20
El oficio del mercader de productos agrícolas dependía del acceso de éste a tierra
cultivable, ya fuese comunal o propia. Este hecho ponía a las mujeres en una situación difícil
pues éstas no tenían acceso a tierras comunales; sin embargo, sí poseían tierra privada. De hecho,
19 James Lockhart declara que la presencia de las mujeres en el comercio indígena y en la
economía en general es un misterio tanto en la época prehispánica como en la colonial. Atribuye
este hecho al que el texto en náhuatl del Códice Florentino no indica género, mientras que el
texto en español y la traducción inglesa usan el género masculino para la mayor parte de los
vendedores. No obstante indica que en contraste, en las ilustraciones del libro décimo aparecen
muchas mujeres vendedoras. Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 195, 528. Sahagún,
Historia general de las cosas de Nueva España, 576. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 92. 20 Seminario Sociedad Indiana, Grupo sobre Historia social de los mundos indianos,
Convocatoria: Los oficios en las sociedades indianas, en línea:
http://socindiana.hypotheses.org/992.
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en el centro de México era tradición que las mujeres heredaran sus tierras por igual a hijos e
hijas. En Santiago Tlatelolco durante el siglo XVI, la alta mortandad entre los hombres, primero
por la guerra y segundo por las epidemias, contribuyó a que las mujeres tuvieran mayor acceso a
tierra cultivable. Deborah E. Kanter, por ejemplo, indicó que la expansión de la tenencia de la
tierra entre las mujeres indígenas del centro de México resultó en que pudieran cultivar maíz,
magueyes y otros productos cuya venta les generaba una entrada continua de dinero.21 Un caso
representativo es el de la tlatelolca Magdalena Tiacapan.
En el litigio que Bernardino Cuzquaquah, hermano de Magdalena, sostuvo con Pablo
Uitznauatl a mediados del siglo XVI, el primero declaró que entre 1519 y 1521 su hermana había
comprado un pedazo de tierra a un noble llamado Axcotecatl Nahualatlen en el tlaxilacalli o
barrio Tolpetlac.22 Magdalena pagó veinte mantas de algodón o quachtli y ya que Tolpetlac
estaba sujeto a Tlatelolco, Magdalena informó a las autoridades del altépetl. Para finalizar la
transferencia, invitó a la comunidad a una fiesta en la que sirvió pulque del producido con los
magueyes de la tierra que acababa de comprar.23 Magdalena construyó su casa en el terreno; ella
y su hija Marina, que era menor de edad, vivieron de la venta de los productos de éste: magueyes
21 “In late-colonial Mexican villages many indigenous women owned their own parcels of land.
Single, married, and widowed women often worked the land themselves, planting maize and
other crops. Maintaining a field of magueys was especially common for women, who found a
steady cash source in the preparation and sale of pulque. Women willed these parcels to their
children or other relatives. The plots offered a degree of security and autonomy to their female
owners who, unlike men, could not claim use of community lands.” Deborah E. Kanter, “Native
Female Land Tenure and Its Decline in Mexico, 1750-1900,” Ethnohistory 42, no. 4 (Autumn,
1995): 607. Para más información sobre los patrones hereditarios entre las mujeres del centro de
México, consultar Susan Kellogg, “Aztec Inheritance in Sixteenth-Century Mexico City:
Colonial Patterns, Prehispanic Influences.” Ethnohistory 33, No. 3 (Summer, 1986): 313-330. 22 AGN, Tierras, Vol. 17, Parte 2, Exp. 1. 23 Costumbre que en la actualidad se conoce como remojo.
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para hacer miel y pulque, maíz y frijoles. Magdalena murió en una de las epidemias que azotaron
a la Nueva España, pero dejó el terreno a sus hermanos Bernardino Cuzquaquah y Juana Teicuh
con la condición de que se encargaran de su hija. Este caso es importante por varias razones;
primero, porque sucedió antes del establecimiento del virreinato, lo que sugiere que el caso
correspondía a tradiciones prehispánicas. Segundo, Magdalena era la cabeza de su familia. Aun
siendo mujer sola, el que pudiera pagar un terreno rico en recursos y legitimar su adquisición con
un fiesta comunitaria, indica que su posición era privilegiada incluso desde antes de que lo
comprara. Esto sugiere que Magdalena era una persona económicamente activa; ya que era
tlatelolca, es probable que su fortuna viniera del comercio.
Para fines del siglo XVI, el ramo de Indios en el AGN registra el ataque de individuos
españoles a mujeres tlatelolcas que vendían productos agrícolas en los mercados de la ciudad de
México. En 1586, Francisca Verónica pidió la protección del virrey don Álvaro Manrique de
Zúñiga para que nadie le quitara los puestos de verdura y frutas que tenía en la plaza de Santiago
Tlatelolco, en la plaza de San Juan y en el tianguis de San Hipólito. En 1591 y 1592, solicitó que
el virrey don Luis de Velasco II confirmara el amparo.24 También en 1591, Joana Petronila,
Petronila Sicilia y Mariana, quienes vendían chile, tomate, fruta, maíz y cacao en la plaza pública
pidieron que el virrey les regresara la posesión de sus puestos, pues unos españoles los habían
usurpado, y ellas necesitaban poder vender en la plaza para poder pagar el tributo que les estaba
asignado.25
24 AGN, Indios, Vol. 6, Parte 2, Exp. 478; AGN, Indios, Vol. 3, Exp. 952. 25 AGN, Indios, Vol. 3, Exp. 611.
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Las mujeres tlatelolcas siguieron ejerciendo el oficio de mercaderes de productos
agrícolas hasta el siglo XVII. En 1662, Angelina María del barrio de Atempa declaró ante el
Juzgado de Indios que como encomendera de Sacatlan, ella recibía huevos, jocotes y ropa de
tierra (probablemente mantas de algodón). Vendía estos productos para mantenerse. Pero acusó a
autoridades, como los ministros de vara y los alguaciles, de usar su casa como hostal y consumir
sus bienes, impidiéndole beneficiarse de su encomienda.26 En 1682, Felipe de Santiago y su
abuela Luisa Agustina, fueron al Juzgado de Indios a pedir la restitución de las tierras que esta
última había heredado de su madre Juana Agustina, mercader de sal y residente del barrio de San
Juan Huiznahuac en Santiago Tlatelolco. Como evidencia presentaron el testamento de Juana
Agustina fechado en 1609. En éste, Juana Agustina declaró que ella sacaba sal de unas tierras
llamadas Quaxocco para venderla en los mercados de la ciudad de México. En 1685, Francisca
Mónica, esposa de un principal de Santiago Tlatelolco, pidió la protección del virrey don Tomás
Antonio de la Cerda y Enríquez, Conde de Paredes y Marqués de la Laguna. En su petición,
explicó que ella junto con sus hijas y su nuera tenían un puesto en el que vendían verduras y
otros productos agrícolas en la plaza mayor de la ciudad de México. Como otras vendedoras,
Francisca Mónica declaró que unos individuos estaban tratando de apropiarse de sus puestos,
amenazando no sólo su modus vivendi sino su capacidad de pagar el tributo que les estaba
asignado.27
26 Es probable que el término se refiera al oficio de “vendedora a comisión” o persona que lleva
encargos de otro. 27 AGN, Indios, Vol. 19, Exp. 462. AGN, Tierras, Vol. 128, Part 2, Exp. 2. AGN, Indios, Vol.
29, Exp. 81.
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Otro oficio que las mujeres ejercían en el mercado era el de vendedoras de comida
preparada es decir guisanderas o tlaqualchiuhqui (Ver Tabla 2). Las vendedoras de maíz, por
ejemplo, vendían diferentes variedades de tortillas: gordas, delgadas, dobladas, con distintas
formas, rellenas con frijol, chile, carne, sal, con huevos de guajolote, de miel; tortillas de
amaranto, de pepita, de maíz verde, de adobe, de nopal, tortillas duras, totopos. Vendían tamales
cocinados de distintas formas (asados, en olla, ahumados) y distintos tipos como tamales con
chile, tamales de pescado, rana, ajolote, renacuajos, conejo, roedores, pavo, frijol, fruta, miel,
cera, flores de calabaza. También hacían diferentes tipos de esquite: con chile, pescado, tamales,
ajolote, renacuajo, hongos, nopales, conejo, roedores. Según los informantes de Sahagún tenían
buen sabor porque los hacían con chile, sal, jitomate y pepitas molidas o ralladas. Asimismo
vendían guisados, salsas hechas con chile, pepita, jitomates, chiles ahumados, frijol, hongos,
calabacitas, aguacate. El género de este tipo de vendedoras es femenino en el texto en español.28
Aunque los vendedores de fruta en el texto en español están en género masculino son
ilustradas por una mujer vendedora (ver Figura 6). Además de vender la fruta que cultivaban o
distribuían también vendían mazorcas tostadas, varios productos endulzados con miel como
tortillas, granos de maíz, pinole; algunos otros fritos en miel, como calabaza, chía, productos de
calabaza como tortillas, tamales y demás. En el texto en español y en las imágenes que lo
ilustran, las vendedoras de atole y de chocolate sí son señaladas con el género femenino (ver
Figuras 12 y 13).29
28 Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 561, 567. Sahagún, Florentine
Codex. Book 10, 52, 69-70. 29 Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 570, 576-577. Sahagún, Florentine
Codex. Book 10, 79, 93.
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No sorprende el que las mujeres se dedicaran a la venta de productos agrícolas y comida
cocinada, mientras que los hombres se dedicaban a la venta de productos ganaderos, de caza y de
pesca.30 Estos oficios parecen corresponder a una división de trabajo tradicional en el que la
mujer se dedica a labores que pueden realizarse desde el hogar, mientras el hombre se dedica a
oficios que requieren fuerza física y viajar largas distancias. Esta distinción también es clara en
el caso de las artesanías. Mientras que las imágenes hechas por los informantes de Sahagún
indican que los oficios de platero, herrero, carpintero, sastre eran ejercidos por hombres, los
oficios relacionados a la producción y venta de textiles eran ejercidos por mujeres (ver Tabla 3).
Las mujeres hacían y vendían desde mantas de maguey ordinarias (ver Figura 17) hasta mantas
elaboradas (ver Figuras 16a y 16b).
Sin embargo, aunque la producción de textiles probablemente era una actividad
doméstica, su venta se realizaba en el mercado o en las plazas de la ciudad. Varios documentos
relacionados al Juzgado General de Indios indican que la venta de textiles era una actividad
importante entre las mujeres tlatelolcas. En 1589, el alcalde ordinario Gonzalo Gómez de
Cervantes inspeccionó los puestos de textiles que los mercaderes Andrés de Hernández, Mariana,
Juana, Cecilia, Martina Juana y otras mujeres de San Juan Tenochtitlan y Santiago tenían en los
mercados de San Juan Tenochtitlan y Santiago Tlatelolco. El objeto de la inspección era
asegurarse que ningún ajeno se apropiara de estos puestos. En 1603, los tlatelolcas Antonio de
Santiago y su mujer Francisca María pidieron la protección del Virrey Marqués de Cerralvo.
30 La excepción son los vendedores de pan de castilla. En la ilustración del texto es un hombre
español el que ejerce este oficio. Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 567,
570-571. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 70, 80. Sahagún, General History of the Things
of New Spain: The Florentine Codex. Book X: The People, Their Virtues and Vices, and Other
Nations (1577), folio 52. https://www.wdl.org/en/item/10621/
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Explicaron que tenían un puesto en el mercado de la ciudad de México en donde vendían
“jubones de holandilla” (chaleco de lienzo) y “mantas de la tierra” (mantas de algodón). De sus
entradas, se mantenían y pagaban tributos, pero unos españoles querían apropiarse de los
puestos, por lo que en febrero de 1603, el virrey mandó un alguacil para protegerlos. En 1640, se
repitió la situación y los tlatelolcas pidieron la protección del virrey don Lope Diez de
Armendáriz, Marqués de Cadereyta.31
En el caso de los materiales de construcción, en su mayoría, los habitantes indígenas de la
ciudad de México siguieron viviendo en casas como las que habitaron en la época prehispánica.
Consecuentemente, el material de construcción continuó siendo el mismo: piedra, cal, adobes,
paja, postes de madera, tejas de madera. Todos estos productos eran accesibles en la cuenca con
excepción de la piedra y la cal, los cuales eran traídos de comunidades aledañas. Otra industria
importante en otros pueblos de la tierra firme, como Xaltocan, Xumpango y Citlaltepec, fue el
tule con el que se hacían petates y tapetes.32
En la década de los sesentas del siglo XVI, los tlatelolcas y los tepanecas de
Azcapotzalco litigaron de manera violenta por derechos sobre tierra y agua. El territorio en
disputa se encontraba en los límites entre Santiago Tlatelolco y Azcapotzalco, específicamente
entre tres estancias: Santa Cruz Quaqualco, San Juan Tilhuacan (ambos sujetos de Tlatelolco) y
San Bernabé Aculnahuac (sujeto de Azcapotzalco). La documentación del proceso legal indica
que esta tierra no era valiosa por su extensión, sino por sus recursos. Los habitantes de esta
región declararon que la tierra, las ciénegas, sus riberas, los canales y manantiales eran la base de
31 AGN, Indios, Vol. 4, Exp. 52. AGN, Indios, Vol. 12, Exp. 119. 32 Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 335-336
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su subsistencia. Además de cultivar maíz y de pescar, sacaban tule, carrizos y sal, y hacían
adobes con el barro. De hecho, este proceso indica que la actividad principal de Santa Cruz y de
San Juan era la venta de adobes en la ciudad de México. En marzo de 1560, los tlatelolcas
acusaron a don Baltazar, gobernador de Azcapotzalco, y a tres de sus alguaciles de atacar a
cuatro mujeres tlatelolcas que hacían adobes en las riberas de las ciénegas de Santa Cruz. Los
tepanecas trataron de impedir su labor obligándolas a irse del lugar; como las mujeres se
negaron, los primeros las arrastraron por el pelo. Dos de estas mujeres estaban embarazadas y
quedaron muy mal heridas.33 Aunque no se indica si las mujeres eran las que iban a vender los
adobes a la ciudad, en las ilustraciones hechas por los informantes de Sahagún, son mujeres las
que venden otro material de construcción: cal (ver Figura 14).34
Pochtecas
En la jerarquía social de los mexicas, los pochtecas ocupaban el nivel más alto dentro de
la gente común; en otras palabras, estaban justo debajo de la nobleza indígena. Había distintos
tipos de pochtecas (ver Tabla 4), pero en general, los pochtecas se caracterizaban por comerciar
productos lujosos y preciosos que los nobles y militares mexicas usaban para indicar y
simbolizar su rango. Ejemplos de estos objetos eran plumas de aves exóticas, piedras
semipreciosas, mantas, ropa, textiles, accesorios de plata u oro, pieles, cacao y esclavos. Contra
la creencia popular, no todos los pochtecas viajaban largas distancias. Los mercaderes
principales residían en Tlatelolco. Su actividad principal era supervisar, administrar y juzgar el
comercio que se llevaba cabo en los mercados, mientras que contrataban a tratantes, conocidos
33 AGN, Tierras, Vol. 1, Parte 1 y 2. 34 Vale recordar que la cal también era un ingrediente principal del nixtamal.
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como oztomecatl, que viajaban a lugares remotos para comprar y vender las mercancías de los
mercaderes principales.35
Además de su oficio comercial, los tratantes tlatelolcas tenían funciones diplomáticas y
militares. Eso se hizo especialmente evidente durante el reinado de Ahuizotl. Dadas sus
funciones como espías, capitanes y soldados encubiertos que transitaban por muchas regiones, y
que cercaban y peleaban contra diferentes pueblos y regiones, Ahuizotl los convocaba cuando
quería que fueran a espiar a alguna región. Si era una región enemiga, se disfrazaban y hablaban
como si fueran oriundos de ese lugar. Este trabajo era peligroso porque si los descubrían los
mataban. Cuando esto sucedía, el tlatoani mexica declaraba la guerra a esa provincia. Los
mercaderes disfrazados tenían un papel importante en estas guerras pues funcionaban como
“capitanes y oficiales del ejército” bajo el mando de los mercaderes principales. Si no eran
descubiertos, cuando regresaban a Tenochtitlan pasaban reporte de todo lo que habían visto
primero a los mercaderes principales y luego al tlatoani.36
Aunque los tlatelolcas eran líderes entre los comerciantes mexicas, no viajaban solos.
Iban a tierras lejanas como las costas del Pacífico junto con los pochtecas de Tenochtitlan,
Huitzilopochco, Azcapotzalco y Cuauhtitlán. Una vez que llegaban a su destino, daban a los
gobernantes de esas regiones lejanas los regalos que mandaba el tlatoani mexica: textiles, ropa,
35 Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 489, 563-564. Fray Bernardino de
Sahagún, Florentine Codex. Book 9. The Merchants. Eds. Charles E. Dibble y Arthur J.O.
Anderson (Santa Fe: The School of American Research and the University of Utah, Monographs
of The School of American Research and The Museum of New Mexico, Number 14, Part X,
1959), 1-2. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 59-62. Smith, Aztec City-State Capitals, 154-
155. 36 Un ejemplo era Tzinacantan, adonde los mexicas iban por productos muy estimados entre la
nobleza mexica, como plumas de quetzal, cotingas azules y colibríes. Sahagún, Historia general
de las cosas de Nueva España, 492-493, 499-500. Sahagún, Florentine Codex. Book 9, 6, 21-24.
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piedras preciosas, objetos de oro. A cambio recibían regalos que estos gobernantes enviaban al
tlatoani mexica: plumas de aves preciosas y de diferentes colores, piedras verdes, piedras
preciosas, conchas, caparazones de tortuga, pieles de ocelote. Los mercaderes traían esto de
regreso. De esta manera, además de sus labores militares también cumplían funciones
diplomáticas. Por todo ello, el tlatoani los tenía en gran estima.37
El difrasismo utilizado para connotar a los mercaderes principales “padre y madre de
todos los mercaderes,” “puchtlan tenan, teta” o “in amotenaniotzin, in amatetaiotzin” refleja el
paralelismo entre géneros que caracterizaba a la cosmovisión mesoamericana. Las deidades
nahuas, por ejemplo, se manifestaban tanto de manera femenina como masculina o como
deidades que tenían al mismo tiempo cualidades femeninas y masculinas.38 No obstante, el texto
de Sahagún y sus informantes indica que la participación de las mujeres en el ámbito del
comercio de productos de lujo iba más allá de una metáfora.
La fuente principal sobre los pochtecas es el Libro 9 del Códice Florentino, pues fue
escrito por descendientes de mercaderes tlatelolcas.39 Este libro incluye los ritos y rituales que
37 Según Sahagún y sus informantes, los calpullis de Tlatelolco de donde provenían los
mercaderes principales eran Pochtlan, Auachtlan, Atlauhco, Acxotla, Tepetitlan, Itztocolco y
Tzonmolco. La importancia del primer calpulli, Pochtlan, como centro de los oficios mercantiles
era tal que constituyó la raíz de la palabra pochteca. De hecho, los pochteca tlatoque de
Tlatelolco eran los que fungían como jueces en asuntos que involucraban a otros mercadores.
Ellos también eran los que regían el funcionamiento del mercado. Sahagún, Historia general de
las cosas de Nueva España, 492-493, 495, 497-498, 500. Sahagún, Florentine Codex. Book 9, 7-
8, 12, 17-19, 24-25. 38 Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 495, 563. Sahagún, Florentine
Codex. Book 9, 12. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 59. Henry B. Nicholson, “16. Religion
in Pre-Hispanic Central Mexico,” en Handbook of Middle American Indians 10, eds. Gordon F.
Ekholm y Ignacio Bernal (Austin: University of Texas Press, 1971), 411. Karen Vieira Powers,
Women in the Crucible of Conquest. The Gendered Genesis of Spanish American Society, 1500-
1600 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2005), 24. 39 Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 192.
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llevaban a cabo los mercaderes antes de partir a regiones lejanas. El texto en náhuatl y la
traducción al inglés de Charles E. Dibble indican que cuando los tratantes regresaban de sus
viajes, eran agasajados por los mercaderes principales, entre los que se encontraban mujeres.40
Más adelante, Sahagún y sus informantes empezaron a usar de lleno el término “puchtecacihoa”
o mujer pochteca. Lo usaron al describir la manera en que los mercaderes principales, hombres y
mujeres, preparaban la mercancía que iban a mandar con los tratantes.41 Lo volvieron a utilizar
en la descripción de los rituales que los mercaderes seguían al llegar a su casa, en específico a un
convite. Señalaron la presencia de los mercaderes principales, a quienes nombraron como “a
40 “And when it dawned, he thereupon sent emissaries [and] messengers to summon the principal
merchants. He assembled all the merchants, the disguised merchants, those who bathed slaves,
the slave dealers. And he assembled the youths who traveled, indeed all the old women, his
kinsmen, the beloved women, his aunts. And when they had come together, thereupon their
hands [and] mouths were washed. When hands had been washed, thereupon food was served.
When food had been eaten, then once again were hands [and] mouths washed; thereupon
chocolate was served [and] drunk. then tubes of tobacco were offered them.” “Auh in ooallatuic:
niman ie ic tlatitlani tlaioa, in quimonnotza in puchtecatlatoque, quincentlalia in isquichtin
puchteca, naoaloztomeca, in tealtiani, in tecoani. Auh in telpuchtinemi uel isquich quicentlalia in
ilamatque in inoaiolque in cihoatzhoatzitzinti in iiauihoan. Auh in ocenquizque, niman ie ic
tematequilo, tecamapaco, in ontematequiloc, niman ie ic tetlamaco: In ontlaqualoc, niman ie no
ceppa tematequilo, tecamapaco, niman ie ic teamaco atlioa: niman ie iietl temaco.” Sahagún,
Florentine Codex. Book 9, 12. 41 “Auh in icoac in ie iazque, in ie ompeoazque: achtopa ichan monechicoa, in aqujn teiacanaz,
in tachcauhchiuhtiaz: mochi oncan mocennechicooa, in isquich tlamamalli, in tiamictli, ioan in
isquich tetlatquitilli, in imasca in puchtecatlatoque: ioan in intlatqui, in puchtecacihoa, nononqua
mochichioa, uel imispan mochintin, oncan mocentlalitoque, vncan cenquiztoque: quichisticate in
quenman onpeoazque. Auh mochi quinechiccoa: in itacatl, in pinolli: auh quicaltema, amo
cemilhuitl, çan ioaltica.” “And when they were about to go, when they were about to start, first,
in the house of the one who would, lead, who would go as leader of the youths, everything was
there assembled; all the loads of merchandise, all the consignments, the possessions of the
principal merchants, and the goods of the merchant women, were arranged separately. Right
before them all, there they were gathered, there they were assembled, waiting until they were to
start. And they assembled all the travel rations, the pinole. And they arranged things in the house
not by day but at night.” El subrayado es mío. Sahagún, Florentine Codex. Book 9, 14.
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nuestros padres y madres.” Pero el texto en español y el texto en náhuatl denotan claramente el
que había mujeres que ejercían el oficio de mercaderes principales.42
Otro de los ritos que los mercaderes principales llevaban a cabo era la celebración del
panquetzaliztli. Los festejos de panquetzaliztli duraban tres días e incluían vistosos y múltiples
rituales, como danza, banquetes, regalos, peregrinaciones. La celebración culminaba con el
sacrificio de los esclavos de los mercaderes conocidos como bañadores de esclavos. Antes de la
ceremonia, las mercaderes principales denotadas por el término “puchtecacihoa” bañaban a los
esclavos.43 El sacrificio era seguido por un banquete en el que los dueños de los esclavos
cocinaban la carne de los sacrificados y la ofrecían en un banquete a sus seres cercanos. Durante
el banquete, el mercader que organizaba la ceremonia, les daba regalos a los pochtecas más
importantes incluyendo a las puchtecacihoa que habían bañado a las víctimas del sacrificio.
La descripción de estas ceremonias ejemplifica la devoción que los mercaderes tenían a
sus dioses patronos. Los mercaderes dueños de los esclavos sacrificados guardaban el cabello y
los vestidos de estos últimos como reliquias sagradas. Cuando los mercaderes morían, estas
reliquias eran quemadas. Otro ejemplo de la devoción de los pochtecas era el que los mercaderes
42 En el texto en español: “En habiéndose juntado los mercaderes, así hombres como mujeres.”
Mientras que en el texto en náhuatl se usa el término “puchtecacihoa.” Sahagún, Historia general
de las cosas de Nueva España, 500. Sahagún, Florentine Codex. Book 9, 28. Además de la
participación de las mujeres mercaderes en los rituales más importantes de los pochtecas,
Irizelma Álvarez Robles describe las conexiones entre los mercaderas y los artesanos plumarios
o amantecas y discute la presencia de las mujeres en ambos oficios. Irizelma Álvarez Robles,
“Las ocupaciones de la mujer en el contexto social mexica” (Tesis doctoral, Universidad
Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2002), 157-167. 43 “In ocenquizque, in ie isquich tlacatl in hoaniolque: ioan in puchtecacihoa.” Sahagún,
Florentine Codex. Book 9, 28. No obstante, la ilustración de este evento es ambigua. Sahagún,
Florentine Codex. Book X, folio 42, https://www.wdl.org/en/item/10621/
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principales continuamente instaban a sus tratantes a ser humildes, a agradecer a los dioses el que
pudieran traer con éxito tantas riquezas a sus casas y a no vanagloriarse por ello.44
Aunque el comercio continuó durante la época colonial, los pochtecas perdieron su
posición privilegiada dentro de la sociedad y fueron sustituidos por un grupo nuevo de
comerciantes indígenas, pero el cambio fue gradual. Hay evidencia documental de que los
pochtecas siguieron funcionando como grupo durante el siglo XVI. Un tlacuilo describió un
evento en el que los pochteca de la ciudad de México decoraron un objeto sagrado católico con
plumas y llevaron la imagen de un santo en una procesión en la década de los sesentas del siglo
XVI. Hasta la segunda mitad del siglo XVI, los mercaderes indígenas iban en expediciones
largas hacia las regiones del sur para traer fruta tropical, cacao, plumas y otros productos.
Mercaderes tenochcas y tlatelolcas, por ejemplo, iban a Oaxtepec y a Cuernavaca a comprar fruta
indígena y europea. Estos comerciantes tenían conexiones con lugares foráneos, lo que les
permitía viajar fácilmente de comunidad en comunidad. Eran dueños de animales de carga
europeos, especialmente caballos. Se valían ya del sistema económico español; por ejemplo,
practicaban préstamo de dinero; había casas de empeños y tenían varios tipos de sociedades
mercantiles, como conciertos y compañías. Algunos no eran dueños de tierra, pero otros tenían
pedazos de tamaño regular de tierra para el cultivo.45
La importancia de los pochtecas como proveedores principales de mercancía proveniente
de regiones exóticas disminuyó a medida que los mercaderes, distribuidores y empresarios
españoles adquirieron el control del comercio interregional con potencial de grandes ganancias.
44 Sahagún, Florentine Codex. Book 9, 29-30, 47, 63-67. 45 Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 192-194. Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule,
359.
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Hubo un periodo transitorio en el que los pochtecas conservaron la distribución de bienes
provenientes de zonas tropicales de consumo indígena, como por ejemplo el cacao y el algodón.
Sin embargo la demanda de estos productos era tan alta que a medida que los indígenas entraron
al mercado monetario, los españoles empezaron a entrar y dominar el mercado. El control
español de estos productos fue en aumento a medida que los españoles empezaron a consumir
también estos productos. A pesar de que los españoles no tenían interés en el mercado de plumas,
jade y otros productos exóticos de consumo indígena, a medida que las manifestaciones
culturales relacionadas a la guerra, religión y sociedad cambiaron, estos productos se volvieron
obsoletos y su demanda desapareció. Fueron reemplazados por objetos de lujo europeos para las
nuevas élites de la ciudad; estos productos no se vendían en el mercado, sino en tiendas cuyos
dueños eran comerciantes españoles.46
El surgimiento de sistemas comerciales nuevos tuvo como efecto que no se pudiera
distinguir entre un pochteca y un productor-vendedor que tenía animales de carga. Desde el siglo
XVI, el gobierno virreinal autorizó el uso de caballos a indígenas que viajaban largas distancias
para comerciar. Como consecuencia, el oficio de arriero se hizo cada vez más popular. En esta
estructura comercial, los españoles empezaron a controlar el comercio interregional de gran
escala. Al mismo tiempo, los españoles de clase baja se adentraron en la distribución y
administración de ciertos bienes marginales. Estos comerciantes y arrieros españoles fueron los
que más contacto tuvieron con gente indígena, de quienes compraban y a quienes empleaban. A
veces los trataban como iguales, pues desde finales del siglo XVI, los indígenas obtuvieron
46 Olvera Ramos, Los mercados de la Plaza Mayor en la ciudad de México, 546. Lockhart, The
Nahuas After the Conquest, 197.
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permiso para comerciar cualquier tipo de producto con la excepción de armas de fuego y sedas
españolas.47
Una vez que los nahuas adquirieron ciertas competencias y obtuvieron el capital
suficiente pudieron competir con estos comerciantes españoles. De hecho a finales del periodo
colonial, una de las principales actividades económicas de los indígenas fue el comercio a
pequeña escala y el transporte de mercancías. Pero como esta era una de las oportunidades de
mayor potencial para los indígenas, fue cooptada por los herederos de la nobleza indígena. Para
la segunda mitad de este periodo, ningún grupo indígena dominaba el comercio interregional,
sino que cada grupo se beneficiaba del sistema como podía. Aunque aspectos culturales de la
tradición pochteca sin duda continuaron, este tipo de especialista no tenía cabida en el nuevo
orden.48
El testamento escrito por la tlatelolca Angelina Martina el 15 de febrero de 1580 revela
que las mujeres siguieron ejerciendo el oficio de mercaderes principales por lo menos hasta el
siglo XVI. Al hacer su testamento, ella declaró tener 81 años y ser originaria de San Martín
Telpochcaltitlan Pochtlan de la parte de los mercaderes. Testó a favor de sus nietos y hermanas,
y la cantidad de bienes muebles e inmuebles que dejó es extraordinaria. A sus nietos les heredó
mercancía de lujo como plumas de aves exóticas, pieles de ocelote, algodón, textiles de lujo,
mantas, lana y otro tipo de hilos teñidos, así como mercancía más común como jícaras. A otros
familiares les dejó veintiún terrenos de diferentes tamaños en Santiago Tlatelolco. La mayor
parte de estos terrenos tenían casas. Sus bienes también incluían imágenes religiosas como un
47 Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 197. Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, 359-
360. 48 Lockhart, The Nahuas After the Conquest, 197.
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retablo de la transfiguración que dejó al monasterio de Santiago. Finalmente, incluyó en el
testamento una lista de las personas a las que les había prestado dinero y que no le habían
pagado, entre los cuales listaba a otros pochtecas. La devoción religiosa de Angelina Martina se
manifiesta en las donaciones que dejó para la iglesia, como por ejemplo, pidió que se vendiera un
costal de lana teñida de azul y que el valor de ello se diera para la imagen de la Santísima
Trinidad en el altar de los mercaderes, así como en su petición de ser enterrada con el hábito de
San Francisco.49
Conclusiones
Tanto en la época prehispánica como en la colonial, las mujeres tlatelolcas ejercieron el
oficio de mercaderes. Lo hicieron desde los rangos más bajos como productoras y vendedoras de
productos agrícolas y artesanías hasta el de mercaderes principales o pochtecas que se
especializaban en productos de lujo. La presencia de las mujeres tlatelolcas en los mercados de la
ciudad de México y de Santiago Tlatelolco fue especialmente importante en el siglo XVI,
probablemente a causa de la gran mortandad que las batallas de la conquista y las epidemias
originaron entre los hombres tlatelolcas. No obstante, a medida que los productos que servían
para indicar el estatus de las élites mexicas cayeron en desuso, los pochtecas, incluyendo las
mujeres, perdieron su sitio privilegiado dentro de la sociedad indígena.
49 AGN, Tierras, Vol. 49, Exp. 5. Luis Reyes García publicó el testamento en náhuatl de
Angelina Martina y Susan Kellogg lo analizó en su tesis doctoral. Luis Reyes García, ed.,
Documentos nauas de la Ciudad de México del siglo XVI (Ciudad de México: CIESAS y
Archivo General de la Nación, 1996), 187-189. Susan Kellogg “Social Organization in Early
Colonial Tenochtitlan-Tlatelolco: An Ethnohistorical Study” (Tesis doctoral, The University of
Rochester, 1979).
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En el siglo XVI, la participación de las mujeres tlatelolcas en los mercados les
permitieron conseguir –posiblemente conservar—una situación económica estable e incluso
acumular bienes muebles e inmuebles, como se puede ver en las historias de Magdalena
Tiacapan y Angelina Martina. Los casos presentados ante el Juzgado de Indios durante el siglo
XVII demuestran que la presencia de las mujeres tanto en los mercados como en las plazas de la
ciudad continuó, mas no sin obstáculos. El más importante fue la amenaza de que comerciantes
españoles se apropiaran de sus puestos. Sin embargo, la protección que los diferentes virreyes les
otorgaron les permitió seguir ejerciendo su oficio.
Archivos
Archivo General de la Nación (AGN)
Indios
Tierras
Bibliografía
Álvarez Robles, Irizelma. “Las ocupaciones de la mujer en el contexto social mexica” (Tesis
doctoral, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2002). En
línea: http://132.248.9.195/pdtestdf/0302298/Index.html
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Término náhuatl Traducción
tlalchiuhque labrador
quilchiuhqui hortelano
cacaonamacac vendedor de cacao
tlaolnamacac vendedor de maíz
henamacac vendedor de frijoles
vauhnamacac vendedor de semillas de amaranto
chiennamacac/ chientzotzolnamacac vendedor de chía
chilnamacac vendedor de chiles
tomanamacac vendedor de tomates
aiochnamacac vendedor de pepitas de calabaza
trigonamacac vendedor de trigo
ichnamacac vendedor de algodón
necunamacac vendedor de miel de maguey y pulque
suchiqualnamacac vendedor de fruta
quauhnanamaca vendedor de leña
iztanamacac vendedor de sal
olnamacac vendedor de goma de hule
ocutzonamacac, suchiocutzonamacac vendedor de ocote y liquidámbar
acaquauhnamacac vendedor de cañutos para tabaco
quilnamacac vendedora de hierbas comestibles
Tabla 1. Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 558, 565-570, 572-574, 576.
Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 42, 65-68, 74-75, 79, 84, 87-88. 92.
Término náhuatl Traducción
tlaxcalnamacac vendedoras de productos de maíz
Caxtillan tlaxcalnamacac vendedor de pan de castilla
suchiqualnamacac vendedor de fruta
totoltenamacac vendedor de huevos
atolnamacac vendedora de atole
tlaquetzalnamacac vendedora de chocolate Tabla 2. Vendedores de comida preparada. Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 567,
570, 572, 576-577. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 69-70, 79, 85, 93.
Término náhuatl Traducción
teucuitlaoa, teucuitlapitzqui platero
tepuzpitzqui, tepuztecac herrero
tlatecqui lapidario
tlaxinqui carpintero
tlatzonqui sastre
tzauhqui hilador
tlamachchiuhqui tejedora de labores
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tilmapan tlacatl vendedores de mantas
veicapan tlacatl principal mercader de mantas
aianamacac vendedor de mantas de maguey
cacnamacac, cacçoc vendedor de huaraches
icçotilmanamacac vendedor de mantas de palma
chiquippantlacatl: ca tlapalnamacac vendedor de tinte de colores
tochominamacac vendedor de lana (de conejo) teñida de colores
xicalnamacac vendedor de jícaras
amanamacac vendedor de papel
çoquichiuhqui ollero
comalnamacac vendedor de comales
chiquiuhnamacac vendedor de cestos
tananamacac vendedor de petacas
itznamacac vendedor de obsidiana
petlanamacac vendedor de petates
otlachiquiuhnamacac vendedor de ciestos de caña
cozcatetecpanqui vendedor de collares
tezcanamacac vendedor de espejos de piedra
uitzmallonamacac herrero o vendedor de agujas
poponamacac vendedor de escobas
candelanamacac vendedor de candeleros o vendedores de velas
xiquipilnamacac vendedor de bolsas para oro
nelpilonamacac vendedor de ceñidores
çapatosnamacac vendedor de zapatos de castilla
hihujnamacac vendedora de plumas
Tabla 3. Vendedores de artesanías. Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España,
554, 560-565, 567-573. Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 51, 63-64, 73-75, 77-78, 83-84, 86-87.
Término náhuatl Traducción
puchtecatl mercaderes
tecoani, tealtiani mercader de esclavos
puchtecatzintli puchteca tlailotlac, acxoteca señor o principal entre los
mercaderes
oztomecatl tratante
chalchiuhnamacac, tanapan tlacatl chalchiuhnamacac, tanapan
tlacatl
tlapitzalnamacac, cozcanamacac, macuexnamacac,
teucuitlamacuexnamacac
platero de oro
ihuinamacac vendedor de plumas
tlapatlac, teucuitlapatlac rescatador de plata y oro
Tabla 4. Pochtecas. Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 563-564.
Sahagún, Florentine Codex. Book 10, 59-62.
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Figura 1. Vendedora de maíz. Fray Bernardino de Sahagún, General History of the Things of
New Spain: The Florentine Codex. Book X: The People, Their Virtues and Vices, and Other
Nations (1577), folio 47v. https://www.wdl.org/en/item/10621/
Figura 2. Vendedora de frijol. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 48.
Figura 3. Vendedora de amaranto. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 48v.
Figura 4. Vendedora de chiles. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 49.
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Figura 5. Vendedora de semillas de calabaza. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 49v.
Figura 6. Vendedora de frutas. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 58.
Figura 7. Vendedora de hierbas. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 68v.
Figura 8. Vendedora de sal. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 69v.
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Figura 9. Vendedora de tabaco. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 70.
Figura 10. La guisandera. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 38.
Figura 11. Vendedora de tamales. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 81v.
Figura 12. Vendedora de atole. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 68v.
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Figura 13. Vendedora de chocolate. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 69v.
Figura 14. Vendedoras de tiza y cal. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 69v.
Figuras 15a y 15b. Tejedora de labores. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 37.
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Figuras 16a y 16b. Vendedoras de mantas. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 46.
Figura 17. Vendedora de mantas de maguey. Sahagún, Florentine Codex. Book X, folio 53.