maría rodríguez - 1º eso b - mozart

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REQUIEM Entonces me asomé a la ventana y miré por ella. La calle estaba cubierta por un manto blanco hecho de nieve. La gente iba de un lado a otro formando un mar. Cogí una silla y me senté, cada vez presentía que la muerte estaba más cerca. Al poco entró mi esposa, Sara, con una bandeja que llevaba un vaso de agua y un jarabe con una cuchara a su izquierda. La dejó en la mesita. Se sentó en el borde de la cama y me preguntó si estaba bien. Yo, como cualquier otro enfermo, para no preocupar fingí estar bien. Pude notar cómo ella aguantaba las lágrimas. Me levanté, me senté a su lado y la abracé. Escuche sus gemidos durante un momento, pero de repente ella se levantó, me dio la medicina y se acercó a la ventana. Intenté levantarme. pero sentí como si me tiraran otra vez a la cama. Sara se dio la vuelta y me dijo: -¡Qué bonita está la calle! ¡Pero qué triste que nadie se pare a contemplarla! Se giró. -¿Cómo voy a podré vivir sin ti? ¡Sera imposible! Yo me levanté con cierta cautela por si me volvía a ocurrir lo mismo y le dije: -Podrás Ella miró al suelo y me volvió a mirar, estaba llorando. Corrió hacia mí y me abrazó y yo la acompañé. Al día siguiente vino el médico, me observó, dio vueltas alrededor de la cama. De repente se paró y me dijo: -Mozart, temo que te queden poco más de dos semanas. Sentí como si me cayera. Pero me dije que viviría mis últimos momentos como nunca los había vivido por culpa de mi padre. Yo lo apreciaba, pero en mi vida le perdoné que me robara mi infancia, algo imprescindible para un niño. Cuando se hubo ido el doctor, me giré y empecé a conversar con Sara. -No te preocupes, viviremos esto como nunca lo habíamos vivido. Viviremos cada momento como niños con hambre de

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REQUIEM Entonces me asom a la ventana y mir por ella. La calle estaba cubierta por un manto blanco hecho de nieve. La gente iba de un lado a otro formando un mar. Cog una silla y me sent, cada vez presenta que la muerte estaba ms cerca. Al poco entr mi esposa, Sara, con una bandeja que llevaba un vaso de agua y un jarabe con una cuchara a su izquierda. La dej en la mesita. Se sent en el borde de la cama y me pregunt si estaba bien. Yo, como cualquier otro enfermo, para no preocupar fing estar bien. Pude notar cmo ella aguantaba las lgrimas. Me levant, me sent a su lado y la abrac. Escuche sus gemidos durante un momento, pero de repente ella se levant, me dio la medicina y se acerc a la ventana. Intent levantarme. pero sent como si me tiraran otra vez a la cama. Sara se dio la vuelta y me dijo:-Qu bonita est la calle! Pero qu triste que nadie se pare a contemplarla!Se gir.-Cmo voy a podr vivir sin ti? Sera imposible!Yo me levant con cierta cautela por si me volva a ocurrir lo mismo y le dije:-PodrsElla mir al suelo y me volvi a mirar, estaba llorando. Corri hacia m y me abraz y yo la acompa. Al da siguiente vino el mdico, me observ, dio vueltas alrededor de la cama. De repente se par y me dijo:-Mozart, temo que te queden poco ms de dos semanas.Sent como si me cayera. Pero me dije que vivira mis ltimos momentos como nunca los haba vivido por culpa de mi padre. Yo lo apreciaba, pero en mi vida le perdon que me robara mi infancia, algo imprescindible para un nio. Cuando se hubo ido el doctor, me gir y empec a conversar con Sara.-No te preocupes, viviremos esto como nunca lo habamos vivido. Viviremos cada momento como nios con hambre de diversin, pero sin sufrir. Piensa que me voy al cielo feliz de haberte conocido. Adems, en algn camino, por mucho que no quiera que te pase nada, en algn momento nos encontraremos. Ella esboz una media sonrisa. En ese preciso instante escuch una msica que provena de mi cabeza. Fui corriendo a mi piano, cog mi pluma. Y me puse a componer. Sara se acerc a m, me cogi del brazo y apoy su cabeza sobre mi hombro. A partir de entonces compona mi obra.As lo hice, pero llam a Salieri, mi fiel compaero, y me puse a componer con l. El da en que acab El rquiem siempre lo recordar. Me levant especialmente dbil. Como todos los das, Salieri vino eufrico, pues solo nos faltaban dos pentagramas por acabar. Cuando terminamos quise vestirme para mi ltimo concierto, que as lo bautic. Empec a tocar y sent una felicidad en mi interior. Cuando ya haba casi acabado not como si me clavaran un pual en mi corazn. O las voces de Salieri y los llantos de Sara. Fue horrible! Se haba acabado mi hermosa, pero corta vida.