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El Río Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C. Año I, núm. 2, julio-octubre de 2008 Mario Hernández Maytorena Mexicalense del siglo veinte El doctor Ángel Bassols Vivencias en el Río Colorado Primeras agrupaciones en Mexicali

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El RíoRevista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.

Año i, núm. 2, julio-octubre de 2008

Mario Hernández MaytorenaMexicalense del siglo veinte

El doctor

Ángel BassolsVivencias en el Río Colorado

Primeras agrupacionesen Mexicali

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Mesa directiva 2008-2009Rubén Castro Bojórquez, presidente

Sergio Noriega Verdugo, vicepresidente

Daniel Medina Soberanes, secretario

Malbina Magdalena Robles Robles, tesorera

presidenta honoraria vitalicia

Yolanda Sánchez Ogás

Revista El Río coordinador de este número: Sergio Noriega Verdugodiseñador: Rubén Castro BojórquezElaborada en cesu-uabc

captura: Catalina Rojas Monzón y Ana Isabel León Gonzálezdigitalización y apoyo tipográfico: Lydia Coronel Yáñezrevisión: Luz Mercedes López Barreraapoyo logístico: María Teresa Ponce León

El Río

Revista de la Sociedad de Historia Centenariode Mexicali, A.C.

Año 1, núm. 2, julio-octubre de 2008Mexicali, Baja California, México

Nota: Se aceptan colaboraciones de artículos de historia regional, de preferencia con

ilustraciones.Dirigirlas a: [email protected]

Índice

Editorial 1

El doctor Ángel Bassols Batalla 2

Recuerdos de mis vivencias en la región sur del valle de Mexicali 5

Primeras agrupaciones en Mexicali 11

Mario Hernández Maytorena 15

Libros, reseñas, comentarios... 25

Escriben la historia 27

Acontecer de la historia 28

Páginas de historia 29

Casilleros de historia contraportada

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EditorialEl interés por la historia

Vivimos en tiempos de cambios, muchos de ellos ligados a la tecnología, misma que infl uye en qué y cómo trabajamos y, por si fuera menos, cuanto ganamos. El cambio tecnológico ha venido transformando nuestras vidas, no sólo por la forma en que el hombre produce las cosas para poder vivir, sino también por los productos que consume.

Este cambio acelerado en la forma como vivimos es en gran medida la diferencia principal de una generación a otra. Las diferencias entre los jóvenes y los viejos parecen acentuarse por el cambio tecnológico, y estas mismas diferencias nos han llevado a separarnos unos de otros, de manera que pareciera que hay menos cosas que compartir de una generación a otra.

Antes, era más evidente la infl uencia que tenían los padres sobre sus hijos. Los hijos obtenían la mayor parte de la información útil de sus padres, de ellos venía la experiencia, la lectura el conocimiento y la autoridad. Pero hoy, gracias a los avances de los medios de comunicación, como la radio, la televisión, la telefonía, el internet y una educación escolar cada vez más temprana, los jóvenes disponen de tanta o más información que la de sus padres.

Por lo tanto, los viejos no se encuentran actualizados ante los ojos de los jóvenes. Y los jóvenes ya no sienten que la comunicación con sus padres sea tan importante, pues lo que ahora parece importante es el presente y no el pasado. Además, dado el cambio vertiginoso que la tecnología nos ha impuesto, el futuro tiene más relevancia que el pasado.

Una víctima de este cambio generacional es el interés por la historia. A nuestra juventud no le interesa la historia. Para el joven debe ser más importante cómo hacerle frente a la vida, a lo que le está pasando y lo que le puede pasar. Para ello sólo existen algunos controles y el resto es adaptación. La historia es remota, algo que ya sucedió y que no se puede cambiar, ¿para qué entonces ocuparse de ella? Así las cosas, la historia no tiene sentido.

¿Cómo entonces debemos proceder quienes amamos a la historia? En primer lugar, hay que traer a la historia del pasado al presente. La historia no debe ser simplemente el lugar de nuestros recuerdos de juventud. La historia debe ser capaz de decir algo importante para quienes ven la vida hacia adelante, incluyendo a esos jóvenes que sienten que están muy ocupados con el presente.

La historia no puede ser un relato estéril de las cosas que han ocurrido; si éstas no tienen sentido para quienes ahora vivimos, mejor es dejarlas reposar. Necesitamos abordar la historia con el vivo interés de un descubridor de tierras desconocidas, de culturas diferentes a la nuestra, de experiencias vividas por los protagonistas de nuestra o de otras civilizaciones. La razón es simple, del pasado podemos aprender. Aprender de la historia es aprender a superarnos. ¡Aprendamos pues, haciendo historia!

Sergio Noriega Verdugo

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El doctor Ángel Bassols Batalla es uno de los pilares básicos en la creación del pensamiento científico, principalmente

de la geografía económica y social, así como de la historia y la planificación del desarrollo urbano-regional. Los trabajos del doctor Bassols sobre México han sido pioneros para la comprensión de nuestra rica y compleja realidad; sus obras escritas datan desde la década de 1950, época en la que a Baja California le toca ser uno de los primeros estados observados, en cuanto a la geografía física, económica, social, política, valoración del medio ambiente, recursos naturales, etcétera.

Desde que apareció el hombre sobre la tierra ha obtenido de la naturaleza sus satisfactores básicos, ya sea tomándolos en forma directa o transformándolos a través de la especialización de las herramientas y de su fuerza de trabajo. Esta dependencia con el medio natural lo obliga a conocerlo, estudiarlo y aprovecharlo, implicando una especialización en todos los ámbitos de la vida social, dando como resultado una mejor calidad de vida.

Mexicali y su valle son un ejemplo de lo anterior: “Sus procedimientos culinarios eran reducidos: moler y tostar semillas con brasas sobre carapachos de caguamas... mientras que a los animales se los comían enteros después de chamuscarlos brevemente en el fuego”2

No olvidemos que Mexicali nació gracias al Río Colorado. En 1901 las aguas de riego pasaron a territorio norteamericano,

Doctor Ángel Bassols Batalla1 visita Mexicali en 1956

Malbina Robles Robles

atravesando el valle de Mexicali, irrigando ambos lados, dando lugar a una próspera agricultura.

Este breve preámbulo es un sencillo reconocimiento al gran maestro y geógrafo doctor Ángel Bassols Batalla, considerado el padre del estudio sobre regionalización de México. Estudios que nos han nutrido con su vasta experiencia en investigación y docencia así como con sus múltiples viajes por todo el mundo.

Conocí al maestro Ángel Bassols al consultar su libro Recursos Naturales3 en 1969 cuando impartí la clase Problemas económicos, políticos y sociales de México en la Escuela Preparatoria por Cooperación para Trabajadores “Adolfo López Mateos”, en Mexicali. En aquellos tiempos, un año después de 1968, nos impresionó una frase del libro que decía “…es injusto que se le llame flojo a un mexicano por razones de la inequitativa distribución de la riqueza” (frase que dio para muchos comentarios). Después le escribí y el maestro me envió dos cartas con sugerencias para la clase. Pero mi grata sorpresa fue cuando un día, al llegar a mi casa ahí estaba el maestro, había venido a Mexicali a presentar su libro El Noroeste de México. Me invitó a inscribirme en el Colegio de Geografía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Aunque no me inscribí en geografía, cursé pedagogía en la propia facultad, y me sorprendí al saber que era hijo del gran maestro, secretario de Educación Pública, Narciso Bassols.

1 Ángel Bassols Batalla nació en la Ciudad de México en 1925. Hijo del licenciado Narciso Bassols García y de la licenciada y de la maestra Clementina Batalla Torres.

Geógrafo, con estudios en la URRS, EUA, Francia e India. Desde 1957 es profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. Sus principales obras son: La División

Económica Regional de México (1967), Geografía Económica de México (1970), México, Formación de Regiones Económicas (1983), Veinticinco años en la Geografía de

México (1985) entre otras. Presidente de la Asociación Mexicana de Geógrafos Profesionales. (1967-1969).2 Memoria del Primer Congreso de Historia Regional. Edición del Gobierno del Estado de Baja California. 1958. Mexicali, B. C., Tomo II. pp. 425.3 Bassols Batalla: Recursos Naturales, p.15, primera edición, 1967, Ed. Nuestro Tiempo.

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Cómo el maestro Ángel Bassols conoció el noroeste de México febrero-octubre de 1943A los 18 años dejó su “condición privilegiada para vivir la existencia del obrero y del campesino”4. Vivió entre los indios yaquis, con los campesinos mestizos del Valle del Yaqui y los pescadores de Guaymas, Sonora. Al terminar sus estudios profesionales visitó la región noroeste en varias ocasiones y de esas visitas emprendió su gran propósito de realizar la primera investigación geográfico-económica del noroeste. De este modo, nuestra región tiene el privilegio de contar con el estudio del geógrafo Ángel Bassols Batalla.

Visita de estudio al estado de Baja California15 de diciembre de 1956En su segunda exploración de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la expedición sale de México parece interminable el viaje, el sol se eleva hacia el oeste. Después de Guaymas siguen el litoral del desierto de Altar: arena, montes, soledad, la Isla Ángel de la Guarda:

partimos nuevamente hacia aquella tierra, tan cercana a nosotros

por su calidad geográfica y su emoción humana, tan alejada por

su posición en el mapa nacional [...] sus altas montañas parecen

salirnos al encuentro”, más tarde, la Sierra de San Pedro Mártir,

oscura, pétrea, mucho más impresionante que las serranías en el

sur peninsular. Después de Sonora entran al valle de Mexicali:

inmensa mezcla de brazos acuáticos, luego la Sierra Cucapá y más

allá, la Sierra de Juárez. La tarde languidece cuando tocamos de

nuevo la noble y querida Baja California.5

16 de diciembreAcompañados del doctor Elihú Gutiérrez visitan el Palacio de Gobierno, saludan al secretario general Rafael Moreno Henríquez y al gobernador Braulio Maldonado Sández, quienes les prometen toda clase de ayuda para sus estudios; conceden entrevistas “que serán de gran utilidad, pues Baja California sigue siendo ignorada por los mexicanos y la etapa de conocimiento científico apenas comienza”.6

Platican con los dirigentes ejidatarios, se enteran de los problemas: falta de crédito oportuno y barato del Banco

Nacional de Crédito Ejidal, el ensalitramiento de la tierra, pero la raíz de todo, comenta Bassols

reside en el monocultivo algodonero que tiene su explicación no

sólo en la alta calidad de la fibra, sino también en la existencia

de la zona libre que abarca la frontera, donde pueden traerse

productos estadounidenses de desecho (ropa, forrajes, alimentos,

etcétera) y sin pago de derechos.7

En las tierras se pueden sembrar legumbres, alfalfa, etcétera pero es considerado más redituable sembrar algodón, por el auge de la época, sin prever problemas futuros. Otros problemas observados son los latifundios bajo diferentes ilegalidades, los restos de propiedades extranjeras como la Colorado River Land Company; el ensalitramiento de los suelos, la inequitativa distribución del agua cuyo uso en México se ve limitada por el Tratado de Aguas.

17 de diciembre“Al salir: calles barridas por el viento helado, seco, que corta el rostro... El brillante sol inyecta calor al ambiente urbano”. Ven fábricas, talleres, molinos de trigo y productores de forrajes e insecticidas de capital o empresas estadunidenses. Los establecimientos poderosos se dedican a trabajar con el algodón, el oro blanco del Noroeste. En el camino a González Ortega (Palaco) pasan por la Algodonera Escandón, la Fumigadora Basan, etcétera.

Antes de Palaco termina la zona industrial, y aparecen los campos de algodón, trigo, maíz y otros cereales. La pizca está en su apogeo, hombres y mujeres llenando y subiendo grandes costales de algodón para exportación a Oriente y a Estados Unidos. La explotación del valle ha sido muy completa, apenas asoman plantas de cachanilla y otros arbustos que se encaraman en las dunas junto a los canales de riego y tierras salitrosas ya abandonadas. De pronto, aparece el Río Colorado... agua turbia, café, llena de lodo y arena; líquido precioso que fructifica el suelo aparentemente estéril. “Vida, alfa y omega, principio y fin del estado de Baja California”.

De regreso se observan aviones volando sobre el Valle Imperial y el territorio mexicano, regando el cielo con hielo seco para provocar lluvias.

4 Bassols Batalla. El Noroeste de México. Un estudio geográfico-económico, primera edición, UNAM, México, 1972, p. 7.

5 Op. cit., p. 57.

6 Ibidem, p. 58.

7 Idem.

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Por la noche, Mexicali muestra al viajero todo lo que desea ver: Intensa vida urbana, multitudes que se atropellan junto a la garita fronteriza; tiendas, escasos compradores; crisis económica por el bajo precio del algodón, grupos de braceros desesperados, mujeres, niños .... “El viento helado pulula sin cesar toda la noche. Tierra del norte, sobria, aguda, emocionante, hecha para que la vivan los hombres de verdad”.

18 de diciembreLa pasamos con el ingeniero José G. Valenzuela, luchador de los

derechos de México a la parte que le corresponde en el caudal

del Río Colorado, Jefe de la Comisión de Límites y Aguas, gran

amigo y un científico de profundos conocimientos, no sólo sobre

Baja California, sino de otras zonas del país.

19 de diciembreÚltimo día en Mexicali: inspeccionan la zona industrial, los sorprende una tormenta de polvo que barre la planicie y penetra en todos lados: “después el cielo de Mexicali vuelve a reinar transparente y limpio”.

“En la noche nos despiden con una excelente comida en “El Lejano Oriente”.

Con Elihú, Bermúdez Alegría, Valenzuela y todos los que los han ayudado brindan por el éxito de esta segunda expedición por Baja California.

20 de diciembre“Ya tarde, cuando el sol declina y Mexicali se salpica de polvo en otra tormenta que hace recordar a los peores días de niebla londinense”.

Ángel Bassols Batalla fue visitante asiduo de Mexicali y su valle por esa década, también ofreció conferencias auspiciado por la Asociación Cultural Pro Arte (ACPA) y la sociedad de Geografía e Historia, presidida entonces por el ingeniero José G. Valenzuela.

Ángel Bassols Batalla estuvo en Baja California en 1958 y 1959 de ahí publicó su libro Los aspectos geoeconómicos y humanos de la exploración en el territorio de la Baja California (1959), lo que dio pie para que el propio ingeniero Valenzuela y Georgina Álvarez Padilla publicaran a su vez Geografía del Estado de Baja California,8 el famoso libro de texto para escuelas primarias, y obra básica para que los niños bajacalifornianos conocieran las riquezas naturales de nuestra península.

BibliografíaMemoria del primer Congreso de Historia Regional. T2. Direc-

ción de Acción Cívica y Cultural del Gobierno del Estado de Baja California. Mexicali, B. C., 1958.

Bassols Batalla, Recursos Naturales, primera edición, Ed. Nuestro Tiempo, 1967.

Bassols Batalla, El Noroeste de México. Un estudio geográfico-económico, primera edición. UNAM, México, 1972.

8 G. Álvarez Padilla y José G. Valenzuela, Geografía de la Baja California, Libros mexicanos, México, D. F., 1955. 151 pp.

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Vivencias en la región sur del valle de Mexicali de la margen izquierda del Río Colorado(segunda parte)

Eduardo Andrade Cisneros

El Güero MacetónCon frecuencia me acuerdo del inicio de clases: el primer día, cuando vas a lo desconocido pero sabes que ahí estarán “tus cuates”. Y pasa tan rápido el tiempo que a la vuelta de la esquina ya estábamos al final del curso. Era costumbre que para festejar se organizaron bailables. Un amigo de José Gallegos y yo cantamos a dueto: “Cuando yo me fui pa’l norte”; después hicieron una pequeña obra teatral con el tema de dos niños que salen de México para buscar a su abuelo, porque su padre murió en Estados Unidos. En aquel tiempo ya se hablaba de la emigración; mi hermano Julio y yo interpretamos los papeles principales. Por la noche se llevó a cabo el baile. Cuando ya íbamos para la casa, en un camión del tío Pedro, conducido por Toledo, se nos atravesó el Güero Macetón en un caballo, y gritó: —¿ya se van? y contestamos que sí, y luego dijo: —pos vayan y chinguen a su madre todos. Mi padre se bajó del camión y le pidió que se calmara, le preguntó que qué le pasaba. Él le contesto:—Te doy unos chingadazos. El Güero aventó el caballo, mi padre se hizo a un lado y agarró un par de terrones, se los aventó, con uno le pegó en la frente, se llenó de sangre y le dijo: —hay muere. Nos fuimos para nuestras casas, pero por la mañana que llega el Güero y por la ventana nos grita que si dónde estaba nuestro padre; traía un machete en la mano, estaba de pies a cabeza lleno de sangre seca; mi hermano Julio le dijo que ya venía, pero sale corriendo con una escopeta 12 que tenía en ese momento mi padre, corta cartucho y le dice: — ¿Qué te pasa Güero?, suelta el machete o te irá mal. Lo suelta y se sienta y añade: —Es que me pegaste. Mi papá le respondió: —Para que se te quite lo hablador y no ofendas a las familias. El Güero le pidió disculpas, justificándose de que andaba borracho. Mi padre nos dijo que trajéramos agua para que se lavara la cara y su camisa. Después de ese incidente, fue muy buen amigo de

la familia, hasta que murió electrocutado en el kilómetro 43, al estar perforando el pozo de agua potable del poblado.

En cierta ocasión a Salvador se le murió una vaca, se enfermó porque comió alfalfa verde, se infló y reventó; la destazaron, ahí donde se guardaba la carne. En un caballo el Güero se llevó la pierna para él solo, y allá la tenía colgada en un mezquite.

Por aquel tiempo había muchos peces en los barrancos; el Güero pescaba y con las hueveras de las carpas preparaba unas ricas comidas y nos convidaba tacos a mis hermanos y a mí.

Ese verano mi abuela Delfina Magaña vino de Michoacán, y llevó a mi madre al Kilómetro 43 porque se sentía mal; estaba a punto de nacer mi hermano Salomón. Era el 16 de agosto de 1953; le pusieron ese nombre porque un hermano de mi padre que falleció a los seis años, se llamaba así. Cuando mi madre estaba en el sanatorio, mi padre contrató a María de la Riva, una señora joven que vivía en el rancho de Valdemar González, estaba recién llegada de Zacatecas. María nos haría las tortillas, porque Fina, como le decíamos a mi abuela, no sabía cómo hacerlas. La señora María tenía una niña como de un año. Me acuerdo cuando bañó a la chamaca en la tina donde preparaba la masa para las tortillas. Por la noche llegó mi padre y le dijimos que no la queríamos, que no la necesitábamos a María, que nosotros le ayudaríamos a Fina a hacer las tortillas. María nos oyó y dijo: —No las hago redondas, pero no se las van a comer rodando—. A partir de entonces decidí aprender cómo se hacían las tortillas de harina.

Llegó el día en que vimos salir el aguaDurante el ciclo de algodón nunca hubo agua para regar la planta, pero floreó; se formaron las bolas y hubo capullos de

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algodón y ya en octubre empezamos a pizcar: Julio, Abelardo, mi papá, mi abuela Fina y yo, como hormiguitas, todos los días. También mi hermana Delfina, de cinco años, pizcaba junto al rancho; le daban un saco de harina y en él vaciaba las motas de algodón. Tenía su pierna mala pero así pizcaba. Entre todos hacíamos nueve pacas, las llevábamos a Mexicali a la Jabonera a despepitar para venderlas y abonar la cuenta: casi toda se pagó. Todavía nos faltaba la mitad de pizcar, se terminó la temporada y sobró dinero después para pagarle a la Jabonera y a la tienda.

Como ya dije, no teníamos agua para regar las tierras así que un grupo de la colonia se empezó a reunir y al poco se forma la sociedad de usuarios de la colonia Leona Vicario, que la llamaron López Velarde en honor al gran poeta zacatecano. La sociedad estaba integrada por Diego Rodríguez, Salvador López, Julio Espinoza, Valdemar González, Jesús Mosqueda, Jesús López, Félix Martínez, José Gómez, Abraham García, José Gallegos y Nicolás Andrade Magaña.

Así, con la sociedad constituida se empezó a construir el canal y a instalar el sistema de bombeo en el barranco el Choropo. El canal por el de la colonia Carranza y la Leona Vicario pasaba por el lote 1 y por el 3, y por el lindero 3 y 4 hasta el lote de don Abraham. Entre dos hombres hicieron un “postizo” de más de 100 metros con palos y ramas de cachanilla, y después todos se daban a las tareas con carretillas y “parihuelas”. Se rellenaba de tierra, se aplanaba muy bien y, se le echaba agua para que estuviera bien firme; se pagaban 10 pesos por metro. De esto me acuerdo muy bien porque Julio y yo contratamos un metro de tramo de postizo, el encargado era Diego Rodríguez. Para nosotros era una novedad ver cómo instalaban un sistema de bombeo, cómo se fue haciendo el cajón, y cómo se enterraban los pilotes de madera en el agua, hasta que llegó el día en que vimos salir el agua por el tubo de la bomba y correr por el canal y llegar a los ranchos de los colonos.

Mi papá fue a llevar a Fina para Janamuato, Michoacán. Regresó muy pronto y vino acompañado de su primo Onofre Magaña y de su cuñado Fidel Pérez, que se pensaban contratar como braceros, pero les pedían que trabajaran 22 días en Baja California. El encargado de la bolsa de trabajo era el Chapa Cortázar. Una vez que llenaron los requisitos, los contrataron y se fueron para el otro lado (a las pizcas en los campos de California, EUA).

Se regó la tierra y empezó el nuevo ciclo 1954, con muy buenos augurios, porque teníamos agua. El bombero se llamaba Martín, para entonces llegaron Juan Ceseña, el vaquero de Emilio Llamas, con sus dos hijos Juan y Vicente, pero lo interesante era que ellos eran cucapás, y muy seguido

los visitaban los indígenas que venían de Yuma y de San Luis, Sonora, en caballos colorados, con sillas de montar, con pantalón de mezclilla y chamarra igual, pañuelos rojos al cuello, sombreros tejanos y botas vaqueras, decían que iban para El Mayor y pasaban a saludar a Martín y a tomar tequila.

Entre la escuela y la pizca de algodónSe iniciaron las clases, llegó un profesor, del que no recuerdo su nombre, pero el día de las madres organizó una fiesta y nos pidió que lleváramos gallinas y él traería lo demás de Mexicali. Se preparó ensalada con galletas saladas. A los que le ayudamos nos dio una galleta salada y nos dijo que si sobraba, cuando todas las mamás hubieran comido nos iba a dar ensalada, pero no sobró nada. Después nos dijo que ya que le pagaran en Mexicali nos iba a preparar una para todos y nos cumplió. Todavía, cuando como ensalada con galletas saladas, me acuerdo de aquel profesor, que pronto fue sustituido por la maestra Imelda Andrade, que nos aguantó buen tiempo, y cuando no podía con nosotros, se retiraba a otro cuarto que estaba pegado a la escuela y lloraba.

Cierta mañana caminábamos para la escuela en la yegua Yoli, mis hermanos Julio, Abelardo y yo, y por el camino nos salio José Gallegos que era mi amigo y también se subió a la yegua, nos fuimos por un bordo que dividía los lotes de Valdemar González y de Jesús Mosqueda, cuando de pronto los tres dijimos: —jUn peso!—, y me aventé de cabeza y me lo gané, les invité unas naranjas que le compré al fayuquero.

El algodón se desarrollaba muy bien, para entonces mi papá nos dio dos pedazos de algodón, por toda la orilla del canal y la orilla del lote 2, para cuando se le dio el primer riego de planta, Julio y yo cultivábamos y levantábamos surco. Muy temprano pasábamos a almorzar y nos ensillaba los caballos y partíamos a la escuela, y por la tarde trabajábamos.

Un día mis padres se fueron a Mexicali; nació Francisco, un 22 de agosto de 1954. Jesús Flores que trabajaba con mi tío Pedro, nos ayudaba a hacer las tortillas, estaba muy joven en ese tiempo, él todavía vive aquí en Mexicali.

Empezó la pizca del algodón, y le pedí permiso a mi papá para que me dejara pizcar todo el día, para saber si podía llegar a los 100 kilos. Con el sol muy alto, pizqué 129 kilos.

Cuando se pesaron nuestros pedazos, estuvimos muy al pendiente para saber cuántos kilos eran de nosotros y de toda la temporada, porque con la cosecha compraríamos unas bicicletas. Aquel 1954 fue muy buen año: se pagaron las deudas, se construyó una casa de adobe, se compraron camas, estufa, refrigerador de gas, lavadora de gasolina y un tractor Ferguson con arado, cultivadora escrepa y desvanadora. Me

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acuerdo que un día mi papá me dijo que por qué mejor no comprábamos dos vacas lecheras en lugar de las bicicletas, y yo le dije que estaba bien, pero mis hermanos Julio y Abelardo se enojaron conmigo. Para contentarlos mi papá nos prestaba el tractor para ir a la tienda.

Al principio de 1955 llovió mucho; se terminó la harina en las tiendas de don José Sánchez y Dolores Correa; no había porque no podían salir para Mexicali. Mi padre fue hasta Mexicali a traer harina y fuimos a esperarlo al puente de la vaca güera. Se empezó a preparar para el nuevo ciclo 1955.

Otro recuerdo que conservo de mi infancia es lo que nos pasó un día que fuimos al río donde estaba el sistema de bombeo, el bombero Martín no se encontraba en ese momento. Su casa era un cuarto y una enramada de cachanilla donde estaba la cocina. Por la tarde regresamos a casa. Esa noche, cuando llegó mi padre me llamó y me preguntó que si qué traía en las bolsas de los pantalones, y que le mostrara; luego llamó a mi hermano Julio y le preguntó lo mismo, le encontró una navaja y le preguntó que de dónde la tomó; Julio le contestó que de con Martín. Le pegó unos cintarazos y lo mandó en la noche, a él solo y a pie, a que se la regresara a Martín. Me preguntó que si yo sabía que la había agarrado y le dije que no. Fue una lección que no se nos olvida. Después, Julio presumía de que andaba muy contento con su navaja, aunque nos confesó que tuvo mucho miedo cuado fue a devolverla.

De las dos vacas que se compraron en la colonia Gómez, una era pinta de blanco y la otra blanco con colorado y ésta tenía una chiche menos cuando las bajaron del camión. Llegó Diego Rodríguez y le pidió a mi padre que le vendiera una vaca, y le vendió la colorada.

Después de un tiempo la vaca de nosotros parió un becerro, era la novedad de toda la familia. De rato, mi papá mandó a Julio a que les diera un vistazo a la vaca y al becerro, regresó apurado diciendo: —la vaca tiene dos becerros—. Salimos todos aprisa para mirar porque nunca habíamos visto algo así.

El tiempo siguió corriendo y los animalitos creciendo. Un día se tomó la decisión de comernos un becerro, y lo hicimos barbacoa en un hoyo en el patio de la casa; se le puso mucha leña, se calentó bien, se metieron las ollas y se tapó con tierra. Aunque algo hicimos mal porque la carne salió media cruda, pero la pusieron en la lumbre para terminarse de cocer, y nos pusimos una buena hartada de barbacoa.

Después de un tiempo se tuvieron que vender la vaca y el becerro porque no había pastura para alimentarlos, ni agua para sembrar forraje para los animales.

Cuando el algodón ya estaba grande no utilizamos el tractor para cultivarlo sino los caballos. Julio con la yegua Yoli y yo con el alazán, que cuando lo guarnecía me hacía llorar porque no se dejaba poner el filete o el freno, levantaba la cabeza y no lo podía alcanzar. Hasta que mi padre me enseñó de manera sencilla cómo ponerle un bozal en el hocico, pasarle el mecate por las manos, y subirlo por el lomo para después bajarlo al pescuezo, hasta que estaba a mi altura.

En 1955 empezó la cosecha; no fue como la anterior y en el precio tampoco, pero no pasó nada que afectara la economía familiar.

El 2 de septiembre de 1955 nació mi hermana Candelaria, que en honor a mi abuela materna le pusieron ese nombre. La abuelita Cande murió en 1943, cuando venían en el camino de Sinaloa a Baja California; ella tuvo su último bebé y del parto falleció; mis tíos Domingo, Miguel, José, Benito quedaron solos con mi abuelo Cayetano; el bebé a quien nombraron Antonio fue adoptado por otra familia. En 1967 murió el abuelo Cayetano y entonces conocimos al tío Antonio, ya que la familia que lo adoptó, primero vivió en Mexicali y después se fueron a Tijuana, y ahora se cree que vive en California.

Nos prestaban el tractor y éramos felicesMi hermano Julio ayudaba como pesador a mi tío Pedro Andrade en la pizca del algodón. Ese año de 1955 el tío sembró 80 hectáreas en los lotes 1 y 2 en la colonia Vicario.

Una vez que terminó la temporada de la pizca, Julio se fue a Mexicali por cuatro días. Nos platicaba que conoció todos los cines del pueblo, así era como se le llamaba a Mexicali, y lo más importante fue que mi tío le dio un vale de la tienda “La Nacional” para que comprara lo que él quisiera con cargo a mi tío pedro Andrade.

Cuando se pizcó la segunda mano, a mí me tocó ser el pesador. Me levantaba muy temprano y ahí estaba yo con mi lista de números, porque a cada pizcador se le asignaba un número para llevar el control de su trabajo. También me encargaba de la báscula, ésta podía pesar hasta 100 kilos, tenía un tripié de palos de álamo de donde se colgaba la pesa, todo esto se ponía enfrente del montón de algodón que se pizcaba.

Yo pizcaba los ratos que no estaba pesando, y todos los días recolectaba entre 40 y 50 kilos de algodón. Al final de esa temporada, cuando se les estaba pagando a los pizcadores, llegó el Chito Cázares en un caballo colorado muy bonito, nos dijo que lo estaba vendiendo. Mi papá me preguntó que si me gustaba; me subí para calarlo, me gustó y me lo vendió en 350 pesos con todo, silla y freno.

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Mi tío Pedro le pagó por lo que estuve trabajando de pesador, pero no me duró mucho el gusto. El caballo era muy matrero y como a los quince días se me escapó y no lo pudimos agarrar. Después nos enteramos de que el caballo era del otro lado del río, de la colonia Silva, de por allá se lo habían robado, y el caballo reconoció para su casa. Nunca más se tuvo razón de él y perdí mis 350 pesos.

Se terminó la cosecha y nos pusimos a desbarar en el tractor, para entonces ya sabíamos manejarlo. Después, cuando ya se preparó la tierra, el Güero, que trabajaba con el tío Pedro, le ayudaba a mi papá a emparejar con estacas, mi padre le marcaba con terrones dónde rebajara la tierra. Cuando el terreno estaba duro, nos valíamos de que el tractor tenía un arado de dos discos, pero lo más interesante es que era reversible, se barbechaba lo duro y otra vez a jalar la tierra para emparejarla. Fueron muchos días los que nos pasamos haciendo ese trabajo y lo más emocionante para nosotros, Julio, Abelardo y yo, es que nos prestaban el tractor y nosotros éramos felices.

Se inició el nuevo ciclo agrícola en 1956; se sembró y se regó la tierra para que naciera el algodón. Cuando hace frío y aire, la tierra negra y arcillosa se parte y se reseca, para que no siga secándose la tierra, con una rastra de picos medios inclinados se pasa con los surcos atravesados y se tapan las grietas, y así el algodón ya puede nacer.

Mi padre se fue a Mexicali y nos encargó a Julio y a mí que hiciéramos el trabajo. Terminamos nada más la mitad porque no pudimos determinar si era necesario hacer la otra parte. Cuando regresó mi padre del pueblo ya no se pudo continuar con lo que nos faltó, y el algodón no nació. La parcela que sembraba mi papá tenía una superficie de veinte hectáreas con un canal por en medio, y por eso sólo nació la mitad de algodón. Mi padre consiguió más semilla para volver a sembrar, se rastreó la tierra doble y fuimos con Fermín Navarro para que nos prestara una sembradora. Nos la prestó y además su hijo Antonio se comprometió personalmente de que él sería el sembrador. Toda la semilla se puso a remojar en el canal que llevaba agua. Cuando ya estuvo hinchada se empezó a sembrar. Yo manejaba el tractor y Toño dejaba que me subiera a la sembradora. Fue mi segunda experiencia como aprendiz en la siembra del algodón y me serviría para toda la vida.

En dos días sembramos todo. Seis o siete días después, todo el algodón nació muy bonito y sin ninguna hierba; se desahijó y creció, pero no llegó el agua al río.

Todos los días por la mañana después de desayunar nos dirigíamos al río para ver si llegaba el agua; nos bañábamos

en la poza donde estaba instalado el bombeo, pero nunca llegó el agua, y en consecuencia no se volvieron a regar las plantas de algodón, igual que el primer año que sembramos.

Pasó el tiempo, para esas fechas mi hermana Delfina ya tenía ocho años y Mayola seis. Como ya dije, a Fina le afecto la parálisis infantil y por eso le quedó una pierna mala, y como tenía problemas para caminar no iba a la escuela porque para trasladarnos había que recorrer 1500 metros de distancia de la casa.

Los hombres sí seguimos yendo a la escuela, pero en la época de calor, no. Ahora pienso que si hubiéramos tenido un poquito de ingenio mi hermana Fina hubiera tenido oportunidad para prepararse más.

En ese tiempo los muchachos más grandes de la colonia organizaron un equipo de béisbol, prepararon un parque en las tierras del lote 1, cuyos dueños eran unos japoneses de apellido Hicidas.

Por las tardes, tanto los muchachos grandes como los chicos nos reuníamos en el campo. Durante el entrenamiento los grandes formaban parte del equipo formal y los más chicos correteábamos las bolas, y luego nos entrenaban. No me acuerdo qué pasó, pero pronto se terminó esa diversión, a lo mejor por falta de dinero, pues en toda la colonia faltaba el agua.

Otro de los recuerdos que tengo muy presente es que decían que si se sembraba el algodón con una cultivadora se alcanzaba a llegar más hondo en la tierra, así que mis tíos José y Domingo Cisneros nos prestaron un tractor que tenía unos picos que sacarían la humedad, y cuando se echó a andar el aparato, sí salía la humedad, pero al rato las plantas de algodón se ponían tristes.

Este el trabajo se realizó en dos melgas, cada una de 16 surcos y en el resto no se hizo por lo que se notó y se comprobó que naciendo bien el algodón de esa parte, estuvo bien no haber hecho el trabajo con la cultivadora.

Llegó el mes de septiembre y se empezaron a ver las motas de algodón. Mi padre fue a Mexicali a comprar los sacos de pizcar y toda la familia nos dedicamos a levantar la cosecha. Pasaron las semanas, y de la mitad de la parcela se cosecharon como doce pacas y con eso se pagó lo que prestó la compañía refaccionadora. Días después, el 27 de septiembre de 1956 nació mi hermana Guadalupe.

Un trabajador de mi tío Pedro nos ayudaba a hacer las tortillas, su nombre era Jesús Flores. Por esos días el tío Pedro llevó a un chinito de nombre Manuel para que hiciera la comida. Me caía bien, lo buscaba y platicaba con él, me decía que pronto se iría a Mexicali; que le dijera a mi padre

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que me dejara ir al pueblo para que fuera a la escuela y para que le ayudara en la tienda que abriría en cuanto se regresara a Mexicali, que no me dedicara a la agricultura, que eso nunca sería un buen negocio, que el negocio está en el comercio. Mi papá no me dejó, pero nunca olvidé lo que Manuel me decía. Él toda la vida fue amigo de la familia y era el dueño del mercado “La Mascota”.

Después, cuando llegó la helada se pizcó toda la parcela y mi padre tomó la decisión de sembrar trigo, por no tener la seguridad del agua. Recuerdo que fue al molino del Pato Arturo Noriega para conseguir la semilla y el Pato le propuso que sembrara una semilla nueva en el valle porque así esa semilla tendría un sobreprecio, con el compromiso de que estuviera limpio de malezas. Se sembró la mitad con la variedad que se llamaba Chapingo, no recuerdo el número, y la otra mitad con otra variedad.

También me acuerdo de que cuando el trigo medía como diez centímetros llegó la maquinaria que estaba construyendo el canal barrote que empezaba pegado a San Luis, Sonora, y que terminaría en la colonia Vicario pasando por la orilla de los lotes 2 y 3; le tomaba al lote 2 como 25 metros y cortaba el canal López Velarde, así que no podíamos regar.

Luego se hicieron unos trabajos y ya tuvimos agua que se bombeaba en el barranco El Choropo; me acuerdo que nos daban poca agua, así que Julio y yo regábamos por la noche. Llegaba un joven de nombre Tomás Tovar, le apodaban El Chaparro; era de Guanajuato y nos decía: —Váyanse a dormir, yo les cuido el riego—. El Chaparro trabajaba con el tío Pedro.

El único fertilizante que se le aplicó al trigo fueron mil kilos de NH3 que le proporcionó Pete Pedro Aguirre a mi padre, a crédito, para cuando cosechara en el mes de marzo. Julio se fue a la colonia Camacho y se llevó el tractor para ayudarle al tío José a sembrar el algodón y mi hermano Abelardo se fue al ejido Veracruz con mi tío Cresenciano Cisneros, hermano de mi abuelo Cayetano; se lo llevaron para que fuera a la escuela. Así que yo era el que estaba en la casa para ayudar a mi madre con los deberes del hogar, como traer agua del pozo, ordeñar las chivas prestadas a mi padre por don José Hernández; además tenía que traer la pastura para los animales.

Mi primer billete de mil pesosPor primera vez me fui a trabajar con nuestro vecino Diego Rodríguez, que ese año sembró un poco de algodón y lo empezó a desahijar. Le pedí que me diera trabajo y me dijo: —Por ahora no tengo dinero para pagarte, pero cuando termine el trabajo me iré al pueblo para conseguir dinero y si me prestan, luego te pago—. Y me dio el trabajo.

No se me olvida que un día escuché en la radio que se había muerto Pedro Infante; yo tenía mi radio, pero cuando se me terminaban las pilas no contaba con dinero para comprar otras, aunque como andaba trabajando, pues en la tienda me daban crédito y por eso podía oír todas las noticias.

Al día me gané 286 pesos trabajando con Diego. Pasaron algunos días, y cuando regresó de Mexicali me pagó. Trajo unos guantes de béisbol y le compré uno en 35 pesos. Antes nosotros los fabricábamos con lonas de los sacos viejos de pizcar.

Después de un tiempo el trigo se secó y se vino la trilla. Por esos días mi padre fue a Mexicali y llegó con sacos para poner el trigo: ¡sacos nuevos para el trigo!, porque la cosecha fue de poco más de 60 toneladas.

Recuerdo que cuando Julio Espinoza trilló su trigo llegó un señor de apellido Chávez con su camión para llevar el trigo a Mexicali, pero no había quien le ayudara a cargarlo, y el Chino Rodríguez y yo nos propusimos como voluntarios con el señor Chávez para ayudarlo. Me acuerdo que dijo: —¿Y podrán?—. —Calándole—, le respondimos, y funcionó. Entre los dos los subíamos al camión varios sacos, se detenía y él se subía a la plataforma y los acomodaba. Nos pago 15 pesos a cada uno y nosotros bien contentos.

Cuando le pagaron a mi padre, saldó todo lo que debía y abonó al tractor. No se me olvida porque cuando regresó de Mexicali, a la mañana siguiente me regaló un billete de mil pesos, el primero que yo había visto en mi vida. Me fui a Mexicali a comprame ropa y pasarme tres días en el pueblo. Fui a todos los cines, compre revistas, y al volver al rancho no se me olvida que miré la película Pablo y Carolina, con Pedro Infante, que tenía pocos meses de muerto.

Mi trabajo con Tacho ArípezEn julio me fui al rancho de Anastasio Arípez, conocido por Tacho. El predio estaba en la colonia Carranza, vi que andaban limpiando el algodón y tenía mucha hierba y nomás andaban tres hombres limpiando. Lo había estado esperando todo el tiempo, Tacho andaba en una yegua colorada, y me fui a su encuentro y lo saludé, le pedí trabajo, y me contestó: —Hace mucho calor y estás muy chico, todavía no puedes aguantar el ritmo de los trabajadores—. Y le contesté: —Si no aguanto y no voy al ritmo de los demás pues no me paga—. —Está bueno, te espero mañana a las seis para empezar.

Me presenté temprano y cuando llegaron los trabajadores me puse a limpiar, más tarde vino Tacho y me dijo: —cámbiate a la otra orilla de la parcela para ver lo que tú trabajas—. Todo el día trabajé yo solo y al otro día llegó Tacho para revisarlo

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que había hecho. Recorrió todo el trecho limpio, se fue con los demás peones para revisarlos, después regresó donde yo limpiaba, y me dijo: —Sigue como vas, pero así, solo; no te juntes con los otros trabajadores. Te daré dos semanas de trabajo porque no tengo dinero para pagarte—. Me paga las dos semanas —le contesté—, y si quiere le puedo ayudar otras dos y después me paga, y aceptó la propuesta.

Cierto día fui a la tienda de los Esquivias, que estaba en la colonia Carranza, llegué con don Pedro Orejel y le pedí trabajo para mí y para Julio, y sí me dio pero también me dijo lo mismo que Tacho: —si no van al ritmo de todos se acaba el trabajo—. Me acuerdo que hacía mucho calor cuando llegábamos a la orilla donde pasaba el canal, nos bañábamos con todo y ropa, nada más nos quitábamos los zapatos. Así la pasábamos, y ayudamos hasta que se terminó toda la parcela.

Después llegó Juan Cevallos y nos invitó a todos para que le ayudáramos a limpiar. Fuimos una semana. Durante esos días, ya en septiembre, don José Hernández le pidió a mi papá que le ayudáramos a pizcar; todos nos trasladábamos en el tractor.

Muy temprano nos levantaban y yo le ayudaba a mi madre a hacer las tortillas de harina, Julio acarreaba el agua del pozo que estaba en el rancho de Julio Espinoza, que los japoneses dejaron porque se fueron unos deportados cuando pasó la Segunda Guerra Mundial, y otros en una inundación del Río Colorado, en la década de 1940.

Los japoneses nos platicaban que cuando hubo la inundación tenían bastante algodón pizcado en muchos montones, que se subían en los montículos cuando el agua llegaba, y se los llevaba también a ellos.

Al tiempo nos invitó Santos Orejel a que le ayudáramos a pizcar, y sí lo hicimos pero sólo por una semana porque llegó el tío José Cisneros para que nos fuéramos a pizcar al ejido Veracruz, ahí vivía mi tío Cresenciano Cisneros, el hermano del abuelo Cayetano y su esposa de apellido Chávez García, que era hermana del temible José Chávez García, y su hija Maria del Jesús, a quien le decíamos Jesusilla, aunque no le gustaba que así le dijéramos; nos regañaba y nos decía: “díganme Jesús”.

Duramos como tres semanas en el ejido Veracruz, y ahí fueron mis inicios en la lectura de la revista Siempre. En esas fechas conocí a José Ambriz, muy bueno para pizcar algodón, yo lo seguía para hacer más kilos. Al paso de los años fue un gran líder social, ayudó a muchos ejidos y a su ejido que es el Jesús María, pegado al paralelo 28, en donde se termina el estado de Baja California.

Mi primer baileNo todo era trabajo y escuela en mis años de adolescente. Como mi mundo también era el de los adultos, cierto día, ya en la colonia Camacho, llegó mi tío José con mis padres y mis hermanos que habían ido al ejido Nayarit porque hubo confirmaciones en Delta y llevaron a todos, a algunos a bautizar y a otros a confirmar, y nos mandaron a Andrés Cisneros, que era hijo de mi tío Cresenciano y a mí para que los lleváramos a la colonia Vicario, y nos dijo: —No quiero que se vayan para otra parte porque temprano tengo que ir al 57 para comprar gas—. Rápido nos fuimos a la Vicario y llegamos al baile, que era en la escuela de la colonia Camacho.

Andrés andaba de novio con Esperanza Villarreal, hermana del Pato Villarreal y tenía también una hermana que se llamaba Candelaria. Llegamos al baile y Andrés se puso a bailar con su novia, y yo, mirando. Luego el Pato y Andrés me llevaron para que bailara con Cande.

Se acabó el baile y como estaban tomando cerveza decidieron que nos fuéramos al 57 para cenar. Ya vámonos para la casa, les dije. Y el Pato me contesó: —Ahorita volvemos—. Y se fueron para la zona de tolerancia o el zumbido como se le conocía.

Yo tenía 14 años, me dormí en el troquecito. Al retirarnos me dijo Andrés: —cuando salgamos del poblado tú manejas porque estoy muy tomado—. Le contesté: — Vete con mucho cuidado y acuérdate de que el puente del canal Zacatecas es nuevo, el viejo ya no tiene tablas—, y que me contesta —¡voy pedo, no pendejo!—. Yo, medio dormido, miraba el puente sin tablas y ¡oh sorpresa!, nos fuimos al canal.

Con nosotros venían unos muchachos y se pararon asustados, se agarraron de las redilas y al agua. Con el susto y la bañada se les quitó la borrachera. No podíamos sacar el troquecito, y optamos por ir hasta la colonia Camacho, al rancho, a traer un tractor para jalarlo.

Andrés y yo nos fuimos caminando. Cuando llegamos, lo primero que vimos fue al tío José saliendo y nos dijo: –¿Y el carro?—. Y le respondimos: —Se nos atascó en el rancho de los Sánchez, le pusimos gasolina y cuando quisimos ponerle otro bote, nos dijo: —ya, ¿para qué quieren tanta?, ya váyanse pronto porque voy para el 57 porque no hay gas para la cocina.

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En la década de 1920 los trabajadores de la ciudad y el campo se organizaron en sindicatos obreros y campesinos,

ambos buscaban mejores condiciones laborales y de vida. Los sindicatos campesinos estaban integrados por los trabajadores de los ranchos, en general tomaban el nombre del rancho donde trabajaban. Estos sindicatos proliferaron a partir de 1926, y se volvieron más exigentes cuando la situación del campo se volvió crítica por la depresión económica mundial. En Mexicali, la crisis se reflejó en la repatriación de connacionales que vivían en Estados Unidos y llegaron a engrosar las filas de los mexicanos sin tierra y sin trabajo. En algunos casos, estos sindicatos se opusieron al gobierno y a la Colorado River Land Company, cuando bajaron los salarios en el campo.

Para mediados de la siguiente década, algunos miembros de sindicatos campesinos se independizaron y formaron comunidades agrarias. Era la época del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas y a nivel nacional se formaron estas organizaciones campesinas con tendencia a aplicar una reforma agraria en el país. Las comunidades agrarias del valle de Mexicali constituyeron la Federación de Comunidades Agrarias. Con el apoyo del presidente Cárdenas los campesinos del valle lograron el reparto agrario y la creación de ejidos en el valle de Mexicali, hecho que detonó el poblamiento de Mexicali y su desarrollo.

El aumento de población, la diversidad de actividades que se generaron y la llegada constante de nuevos contingentes, entre ellos comerciantes, profesionistas y profesores requirió de nuevas formas de organización y fue así como surgieron diversas agrupaciones. Estas, además de proteger sus propios intereses se involucraban en todo lo concerniente a Mexicali y su gente. Muchas obras importantes de Mexicali nacieron por el interés de estas organizaciones, en ocasiones obligando al gobierno a actuar y en otras directamente por su promoción.

Mexicali requería cada vez mayor número de profesores y éstos llegaban procedentes del sur de la península o de Colima, porque en Ensenada, que era la ciudad más antigua del Territorio no existía una escuela normal. La profesora

Primeras agrupacionesen Mexicali

Yolanda Sánchez Ogás

Gabriela de Talamantes llegó a principios de la década 1930 y ella se encargó de trasmitir alguna metodología a los profesores, en especial a los que trabajaban en la Secundaria Agrícola, ahora secundaria núm. 1 “18 de marzo”, y las primarias Leona Vicario, Cuauhtémoc, Netzahualcóyotl, Benito Juárez, Distrito Federal, en la ciudad. Otros profesores se fueron incorporando a las escuelas rurales que ya existían y las que a finales de esa década fueron creadas en cada ejido. Como importante sector de la población, los profesores formaron el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM).

En una época en que el comercio en Mexicali apenas se iniciaba, ya que casi todos los productos se adquirían en Estados Unidos, un grupo de comerciantes de Mexicali se unió para proteger el comercio mexicalense. Pese a que desde 1918 existía la Cámara Nacional de Comercio e Industria, en 1934 se formó la Asociación Mexicana de Comercio, integrada por personas dedicadas a esa actividad como Pedro L. Bernal, Rodolfo Escamilla Soto, Lamberto Esquer, Héctor Alberto García, José L. Treviño, Alejandro Esquer y otros. Su finalidad era buscar el mejoramiento, con todos los medios a su alcance, del comercio nacional y cooperar con todos los sectores de la población en obras de beneficio de la comunidad.

Debido a la anarquía existente en la práctica de algunas profesiones, en octubre de 1937 algunos profesionistas, todos ellos egresados de diferentes universidades del país, buscaron la manera de unirse con el interés de participar más activamente en la vida social, política y administrativa de Mexicali. Este primer grupo estuvo formado por Homero Arturo Guajardo, Rodolfo Ruiz Garduño, José Cárdenas Yado, Edmundo Guajardo, Leonardo Sosa, Gastón Salazar Cárdenas, Rafael Bátiz, Antonio G. Basich, José Elías Castro, Francisco Dueñas, Manuel Fernández Guerra, Enrique D. Flores, Mario Flores, Fausto García Merino, H. Kaneshiro, Raymundo Langrave, Bernabé Barreto, Manuel Monter, Ricardo Paniagua, Rodolfo Ruiz G. y Jesús Bárcenas. Ellos formaron la primera organización de profesionistas a la que llamaron Asociación

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de Profesionistas de Mexicali. Los requisitos para pertenecer a ella eran el libre ejercicio de la profesión y poseer un título oficial. La primera mesa directiva estuvo constituida por los señores Manuel Fernández Guerra como presidente, Leonardo Sosa como secretario y Jesús Bárcenas, tesorero.

Inmediatamente procedieron a hacer del conocimiento de todas las instituciones la existencia de la Asociación y, sobre todo, informaban a todas las instituciones sus actividades y cambios de mesa directiva. Incluso tuvieron nexos con organizaciones de otras partes del país, a saber: Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana, Agencia del Ministerio Público, Delegación Forestal, de Caza y Pesca, Dirección General de Población, y confederaciones sindicales, como CROM y CROC, a la Liga de Comunidades Agrarias, a la Federación de Trabajadores del Territorio Norte de la Baja California, Confederación de Uniones y Sindicatos Obreros del Territorio Norte de Baja California, al Comité Territorial del Partido Nacional Revolucionario.

De acuerdo con sus bases constitutivas, los objetivos primordiales eran la unificación de los profesionistas de Mexicali para la protección de la sociedad en general, colaborando con el gobierno y con agrupaciones sociales. Otro objetivo era sostener a los funcionarios públicos honrados y eliminar a los inmorales e ineptos, además se proponían combatir la charlatanería y el coyotaje en todas sus formas. Que quienes ejercieran una profesión tuvieran un título y estuvieran facultados para el ejercicio de su profesión. En

el aspecto de salubridad se opusieron a los charlatanes de la medicina y a los curanderos, buscando mejorar los servicios médicos que se ofrecían a la población en general.

Una de las acciones para mejorar los servicios médicos fue impedir que personas extranjeras sin autorización ejercieran sus funciones en Mexicali. En ese sentido, en junio de 1938 exigieron su salida al estadunidense doctor Gregg, quien tenía su consultorio en nuestra ciudad y era el médico de muchas familias mexicalenses. La Asociación aducía que así como los médicos mexicanos no podían ejercer en Estados Unidos, tampoco los de aquel país debían hacerlo en México. Además, había en la ciudad ya varios médicos debidamente registrados para cubrir las necesidades de Mexicali, por tanto, le exigieron su salida voluntaria para evitar llevarlo ante los tribunales correspondientes.

De igual forma se exigió al secretario de gobernación, por conducto del jefe de migración que se revisara la documentación de Yee Sheu Chong oculista, Lloyd Newbre, dentista, Wong Cheng, dentista y una señora japonesa de la que no se sabía el nombre, que ejercía como partera, todos ellos extranjeros, de varias profesiones sin poseer un título profesional.

Esta primera organización no se limitó a funcionar con los miembros fundadores, sino que desplegó una campaña de proselitismo para integrar a nuevos profesionistas. Aceptaron entre otros a Carlos Sáenz, Jacobo Aragón, Alfredo Caravantes, Emilio González, Leonardo Sánchez, Farah y otros. La importancia que por esa época adquirió la Asociación de

Rodolfo Escamilla Soto Edmundo Guajardo Francisco Dueñas Montes

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Profesionistas de Mexicali se manifestaba en que para todas las actividades que tenían que ver con el desarrollo cultural, social y económico de la ciudad se solicitaba a la Asociación que participara y enviara representantes. Ejemplo de ello fue la invitación a asistir a una gran asamblea en la Cámara de Comercio e Industria para organizar el carnaval que debía celebrarse los días 27, 28 y 29 de febrero de 1938.

Uno de los estatutos de la Asociación establecía que anualmente debía cambiarse la mesa directiva y en 1938, a un año de su formación hubo el primer cambio. Manuel Fernández Guerra continuó como presidente pero los cargos de secretario y tesorero recayeron en el Agustín H. Casillas y Gastón Hugo Salazar.

La Asociación llegó a tener gran influencia en la sociedad mexicalense, de tal manera que era tomada en cuenta por otras organizaciones en todo tipo de actividades, asimismo, el gobernador del Territorio, Teniente Coronel Rodolfo Sánchez Taboada, e incluso las dependencias federales la tomaban en cuenta para otorgar nombramientos de jueces y otras cuestiones de carácter legal. La Asociación propuso al gobernador que los puestos públicos fueran desempeñados por profesionistas radicados en Mexicali y los miembros se ofrecían a colaborar en lo que fuese necesario. En 1938 fueron invitados por el gobernador a participar en el comité de la campaña contra la tuberculosis.

El 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas expropió el petróleo y se generó un adeudo con las potencias extranjeras que habían detentado su control. El gobierno recurrió al pueblo mexicano para pagar esa deuda. En Baja California, el gobernador Sánchez Taboada convocó a todos los sectores a aportar su cooperación para contribuir al pago de la deuda. La Cámara Nacional de Comercio e Industria reunió a todas las agrupaciones e instituciones educativas a formar la Comisión Organizadora del Comité de Cooperación Nacional, que quedó integrada por José María Hernández, Manuel G. Hernández, Darío Padilla, Manuel García, Francisco Dávila y Carlos Lambarén. La Asociación de Profesionistas participó activamente en este comité, nombrando como representante al licenciado Leonardo Sosa.

A su vez esta Comisión Organizadora instaló el Subcomité núm. 1 Pro Redención Nacional, quedando como presidente José María Hernández por la banca, secretario Alberto F. Moreno por la Cámara de Comercio e Ignacio H. Terán por el Club Rotario. La Comisión se encargó de recolectar y enviar al presidente Cárdenas la ayuda económica que aportaron los residentes de Mexicali para el pago de la deuda petrolera.

José Manuel Hernández G.

Manuel M. García

Ignacio Terán

Guillermo Enríquez de Rivera

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Otra actividad desarrollada por la Asociación de Profesionistas de Mexicali fue la participación de Edmundo Guajardo y José Elías Castro dentro de la Comisión Técnica Consultiva del Comercio, reunida en el salón de recepciones de Palacio de Gobierno, el 10 de enero de 1938, con la representación de sindicatos, así como de Cámara de Comercio, Liga de Comunidades Agrarias, Unión de Pequeños Propietarios, Sindicato Único de Trabajadores de la Enseñanza, representado por los profesores Juana Martínez y Ángel Martínez. Dicha comisión tenía como objetivo fijar precios de los productos de primera necesidad, por ejemplo, se fijó el precio de la leche que se vendía en las pasteurizadoras a $0.18, y los repartidores la vendían en $0.21 y, en las tiendas, en $0.25 el litro.

A principios de 1940 la Asociación se desorganizó, pero varios de los antiguos miembros y otros profesionistas no quisieron que desapareciera por lo que el 28 de junio de ese año tuvo lugar una reunión con 20 profesionistas para decidir si se reorganizaba la anterior o se procedía a formar una nueva. La decisión fue que se constituyera una nueva Asociación de Profesionistas de Mexicali. Algunos miembros de la nueva agrupación fueron Francisco Dueñas, Edmundo Guajardo, Rubén Chapa, Homero Guajardo, Manuel Sánchez, Mario Núñez. La mesa directiva quedó integrada por Guillermo Enríquez de Rivera como presidente, Leonardo Sosa, secretario y Bernabé Barreto como tesorero. Ese año, la Asociación nombró su representante a Francisco Dueñas para que asistiera a un Congreso de Cirugía la Ciudad de México.

Una de las preocupaciones de los profesionistas y otros miembros de la sociedad eran las personas que venían del campo a la ciudad y la gran cantidad de migrantes que llegaban del centro y sur del país con el fin de pasar a Estados Unidos, muchos de ellos carecían de un lugar donde permanecer durante sus estancia en Mexicali y durante el día o más tiempo buscaban la protección de los árboles del parque Héroes de Chapultepec, pero en el parque no había agua y tenían que pedir en los alrededores o acudir a las gasolineras cercanas para mitigar la sed. La Asociación propuso entre sus integrantes la construcción de un bebedero público, cuyo costo fue de $210.00 que se reunieron con la aportación de diez pesos por cada miembro. El agua se condujo desde Caléxico y fue una aportación del Consejo Municipal de esa ciudad. Para el traslado del agua se utilizaron 450 pies de tubería donados por Víctor González, gerente de la Cervecería de Mexicali.

En la sesión ordinaria del 16 de mayo de 1941 Francisco Cañedo se integró como nuevo miembro. Asimismo se informó

sobre la creación de la beneficencia privada en el territorio, donde una comisión de la Asociación tuvo una activa participación. También se trató el asunto de la construcción de un hospital por parte de esa organización. Se proponía la construcción de un sanatorio con una policlínica y una botica anexa. Fueron comisionados los doctores Dueñas, Farah, Merino, Bracamontes, Gutiérrez y Flores para la elaboración y estudio del proyecto.

En otra de las intervenciones en asuntos en beneficio de la sociedad, la Asociación propuso al gobierno la construcción de una escuela de orientación para prevenir la delincuencia infantil y evitar que los menores infractores se convirtieran en un peligro para la sociedad.

El 12 de marzo de 1941 la Asociación recibió una solicitud de ayuda de parte de los profesores de la Secundaria 18, firmada por el director Rubén Reyes Segura.

Los profesores que integramos el personal docente de la escuela

secundaria federal de este lugar, compenetrados de la necesidad

que los jóvenes que dejan las aulas de segunda enseñanza puedan

continuar sus estudios de carácter profesional, hemos organizado

unos cursos normales gratuitos, ayudados por profesionistas de

la localidad, en tanto se obtiene de la Secretaría de Educación

Pública, la autorización correspondiente para que dichos cursos

profesionales tengan validez oficial, en beneficio de ex alumnos

de secundaria que buscan su formación profesional y los maestros

en servicio que propugnan por su mejoramiento…

El documento señalaba que desde el mes de enero de ese año se había turnado la solicitud al Departamento de Enseñanza Normal y Mejoramiento Profesional y no se había logrado respuesta. Por esa razón se consideraba necesario que alguno de los profesores interesados acudiera a la Ciudad de México a gestionar la autorización. Para ello solicitaban a la Asociación su apoyo económico para realizar el viaje. Fue varios años después, en 1947, cuando se logró la creación de la escuela Normal Urbana Federal Fronteriza, y fue uno de los miembros de la Asociación de Profesionistas de Mexicali, el doctor Francisco Dueñas Montes, quien fungió como director de la misma durante muchos años.

Estas organizaciones, junto con algunos clubes sociales fueron un fuerte apoyo para que el gobierno realizara las obras materiales y sociales que el Territorio de Baja California requería, en una época en que llegaban contingentes de personas de otros estados del país y se carecía de la infraestructura necesaria en todos los aspectos.

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Mario Hernández MaytorenaMexicalense del siglo veinte

Rubén Castro Bojórquez

1 J.A. Alexander. The life of George Chaffey. Mac Millan y Co. LTD. Melbourne, Australia. 1928. 291 pp.

La ciudad de Mexicali nació, creció y se desarrolló en el término de cien años, de 1900 a 2000, al amparo de miles

de hombres y mujeres que con su trabajo, esfuerzo y dedicación han conformado lo que hoy es esta población fronteriza.

Los primeros pobladores arribaron a estas tierras en busca del trabajo que se ofrecía por los promotores de la creación del Valle Imperial, al sur del estado de California en los Estados Unidos en la frontera con el norte del estado de Baja California, México.

Un caudaloso río, un delta de tierras fértiles, un clima caluroso que con agua y tierra hacía germinar lo que se sembrara y, desde luego, hombres audaces, creativos, expertos en la ingeniería hidráulica que vendrían a invertir millones de dólares que al final de cuentas se los llevaría el agua del Río Colorado.

A fines de 1900 llegaron las primeras familias a asentarse justo en la esquina que conformaba el Río Nuevo y la línea fronteriza, frente a donde los estadunidenses colocaron uno de los campamentos de las obras de irrigación que requería el futuro Valle Imperial, el poblado mexicano a las orillas de la Laguna Cameron y el poblado estadunidense, junto a lo que se conocía como Lago Azul (Blue Lake), únicos lugares en donde podían tener agua cerca. Dos años después, los publicistas del proyecto que dirigían Charles Rockwood y George Chaffey bautizarían a los nacientes poblados como Caléxico y Mexicali, palabras formadas tomando como base los nombres del estado de California y del de nuestro país México.1

A partir de esos años se iniciaría una constante inmigración de cientos, primero, y miles, después, de mexicanos venidos de todos los confines de la patria, pioneros que le fueron dando forma a la ciudad y al valle de Mexicali; miles de inmigrantes y otros tantos nativos de esta ciudad han contribuido con su trabajo, dedicación, inteligencia, creatividad y amor por esta tierra, para que en cien años tuviéramos la ciudad en la cual hoy habitamos y disfrutamos.

Dentro de todos estos mexicalenses, algunos de origen y otros por adopción, destacan muchos hombres y mujeres que, siendo empresarios, políticos, maestros, profesionistas, deportistas, artistas, cronistas, artesanos, campesinos,

obreros, universitarios, funcionarios de gobierno y otros más han desempeñado un liderazgo natural que los ha llevado a estar en las páginas de los libros de la historia del estado de Baja California, de esta región y en la mente y en el cariño de muchos mexicalenses. Todos ellos han dado y hecho más de lo que comúnmente la mayoría aporta.

En ocasiones su presencia en la ciudad ha sido esporádica como podría ser la de aquellos gobernantes que fueron enviados del centro del país a desempeñar su encargo y luego regresaron a su lugar de origen, como fue el caso del general Abelardo L. Rodríguez, del general Rodolfo Sánchez Taboada o del licenciado Alfonso García González; de igual manera deportistas que brillaron y vieron truncada su vida por un accidente como es el ejemplo del boxeador, campeón mundial, Gilberto Román. Así también políticos brillantes a los que la muerte reclamó jóvenes como fueron don Leopoldo Verdugo, licenciada Aurora Palacios, Francisco Gallego Monge o licenciada Margarita Ortega Villa, y muchas otras más que por diversas circunstancias no completaron su ciclo de vida dentro de la sociedad mexicalense.

Para fortuna de nuestra ciudad y de esta región, muchos otros le han servido por más de 60 años y han trabajado por engrandecer y hacer de Mexicali un mejor lugar para vivir. De estos miles de mexicalenses nativos y adoptivos, están guardados en la memoria colectiva de nuestra sociedad muchos nombres de hombres y mujeres que han destacado sobre otras personas por entregarse al servicio de nuestra comunidad.

Uno de estos personajes a quien por todas sus aportaciones lo pudiéramos considerar el mexicalense del siglo XX es don Mario Hernández Maytorena.

Con sus 92 años de edad, su fructífera vida ha sido entregada al servicio de su ciudad y de su estado; deportista y promotor incansable del deporte, comerciante e industrial, líder indiscutible de los empresarios por muchos años; siempre en la mira de los partidos políticos para hacerlo su candidato, ofrecimientos que nunca aceptó; colaborador honorífico de los gobiernos estatal

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1949. Mario Hernández, adolescente, laborando en una estación de gasolina en Calexico, California.

1928. Grupo de la elementary school pública de Caléxico, California. Cuarto, de derecha a izquierda, segunda fila, Mario Hernández.

1949. Mario con su esposa Leticia y su hija del mismo nombre, en uno de los autos cuya marca distribuía en Mexicali.

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1955. Mario ante el gobernador del estado licenciado Braulio Maldonado Sández (1953-

1959), entregándole un pliego petitorio del sector empresarial.

1961. Reunión de empresarios. De izquierda a derecha, Armando Gallego Moreno, Mario

Hernández, Eligio Esquivel Méndez, gobernador del estado de Baja California de 1959 a 1964.

1977. Reunión de amigos. De izquierda a derecha, gobernador del estado Roberto de la Madrid

Romandía (1977-1983), Mario Hernández y el ex gobernador licenciado Milton Castellanos

Everardo (1971-1977).

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y municipal e incansable altruista social y del deporte. Él es el personaje mexicalense más sobresaliente del siglo XX.

Mario Hernádez Maytorena nació el 20 de marzo de 1916 en la ciudad de Douglas, Arizona, EUA, de padres mexicanos radicados en Sonora. A los pocos años, su familia emigró a Mexicali, y su padre don Manuel Hernández Gándara, comerciante, fundó en 1921 la Estrella Azul, negocio que años después Mario haría crecer hasta hacerlo la tienda de departamentos más importante de la ciudad. Durante los años 1940 y 1950 Mario Hernández fundó varios negocios, todos ellos exitosos.

Desde joven Mario Hernández destacó por su simpatía, inteligencia, amabilidad, creatividad y por su gran capacidad emprendedora. Antes de cumplir los 30 años ya se había hecho cargo de la tienda la Estrella Azul y había creado las empresas Motores de Mexicali, Implementos de Mexicali y Motores Delta, entre otras.

Su liderazgo no tardó en destacar ante los empresarios ocupando primero la presidencia de la Cámara de Comercio y, posteriormente, la Cámara de la Industria de la Transformación.

La facilidad para hacer amigos y su carisma natural lo llevaron a convivir con inversionistas mayores que él, como fueron: Alfredo Araiza Pesqueira, Rodolfo Cabañas Tamez, Chau Gee Chiu, Rodolfo Nelson Bárbara, Gustavo Vildósola Almada, James Jimmy Stone; otros de su edad como: Ignacio Guajardo, Armando Gallego Moreno, Francisco Gallego Monge, Juan Luquen Aguilar, Adalberto Silva Córdova, Gustavo Vildósola Castro, Mario García Martínez, y cuando no tan joven, se hacía presente en las reuniones de negocios de empresarios más jóvenes que él: Eduardo Martínez Palomera, Rodolfo Nelson Culebro, Mario García Franco, Héctor Sada Quiroga, Cuauhtémoc Pérez Román, Florentino Pereira Moreno, Adalberto y Juan Rafael Silva García, Aurelio Flores Peña y cientos de inversionistas y empresarios que desde los años cuarenta hasta nuestros días han fortalecido y promovido las empresas mexicalenses.

Otra área importante en su desempeño fue el deporte; incursionó en el tenis, golf, ecuestre y béisbol, siendo este último la pasión de su vida; se inició en la práctica del béisbol desde muy joven. Antes de cumplir los veinte años, en 1935,

1955. La avenida Madero desde el Parque Héroes de Chapultepec y viendo hacia el edificio de la Estrella Azul, propiedad de Mario Hernández Maytorena y fundada en 1921 por su padre Manuel Hernández Gándara.

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fundó el equipo Águilas de Mexicali, primero de aficionado y, posteriormente, como profesional, mismo que ha llegado hasta nuestros días. En aquellos primeros años lo acompañaron en el equipo: Rodrigo Valle, Chale Moreno, David Robinson, Richard Hashem, Pedro Pete Vázquez, José Andrade y otros más.

Para 1948 convierte el equipo en profesional y participa en la Liga Sunset primero, y Arizona México, después. Él se desempeñó como jugador, al ser zurdo, jugó como primera base. En esos primeros años de profesionalismo lo acompañaron los mexicalenses Domingo la Rompopa González, Alejandro Kitty Garciglia, Manuel Pilillo Estrada, Bule Guzmán, Pirrín Patas Ponce, Froylán Niño Méndez, Nate Moreland.

Otros jugadores que en esos años formaron parte del equipo de Mario fueron Virgilio Arteaga, Art Lilly, Cero Cero Balcina, Felipe Montemayor, Manuel Echeverría, Rubén Amaro, Moi Camacho, Dumbo Ayala, Panchillo Conde Ramírez, Tizón Valenzuela, Charolito Orta y muchos otros más.

Después de algunos años de ayuno de béisbol profesional, en 1976, Mario obtiene la franquicia de la Liga Mexicana del

Pacífico (antes Liga de la Costa) para Mexicali. Por cerca de 20 años duró Mario al frente del equipo de béisbol Águilas de Mexicali y aunque él ya no formaba parte del equipo como jugador, todos los días se le veía practicar, primero en el Parque Hidalgo y luego en el Nido de los Águilas. Batea, fildea y corre, con el apoyo del famoso beisbolista amateur, el Parna García, quien le pasa la bola para que batee y le da roletasos para que fildee.

Otro aspecto que destaca en Mario es su preocupación porque los gobiernos hagan bien su tarea. Amigo personal de todos los gobernadores, presidentes municipales, senadores y diputados, nunca aceptó figurar como candidato a ningún puesto, a pesar de que desde la década de 1960 hasta la de 1980 los ofrecimientos de los partidos políticos se sucedían uno tras otro.

Dentro de estos ofrecimientos destaca lo que sucedió en 1977: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) designó como su candidato al general Hermenegildo Cuenca Díaz (se decía que por un compromiso del presidente Luis Echeverría con el general, quien en ese momento de la designación

1968. Don Mario Hernández Maytorena inaugurando la Torre de Rectoría del Cetys Universidad, edificio donado por él y sus empresas: Centro Mercantil de Baja California, S.A. de C.V., Motores de Mexicali, S.A., Plástisac, S.A., Ferretería la Estrella Azul, S.A., Distribuidora de Llantas y Vehículos, S.A. y Motores de San Luis, S.A. Le acompañan: de izquierda a derecha, persona no identificada, Ignacio García Batista, licenciado

Ignacio Guajardo, persona no identificada y el rector del Cetys ingeniero Félix Castillo.

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fungía como secretario de la Defensa Nacional), pero su candidatura no cayó nada bien entre los bajacalifornianos. Las manifestaciones de oposición se fueron acrecentando de tal manera que en marzo de 1967 el Partido Acción Nacional (PAN) consideró que era su oportunidad de ganar la gobernatura con un buen candidato.

En esos días se comentaba que el PAN había invitado a don Mario Hernández Maytorena como su candidato. El rumor corrió como reguero de pólvora y se daba por hecho la aceptación de la mayoría de los bajacalifornianos a su candidatura.

El gobierno (del PRI) de inmediato tomó cartas en el asunto y antes de que don Mario aceptara fue invitado a dialogar con el licenciado José López Portillo (ya como presidente, 1976-1982) y se dijo que lo convenció de que desistiera a ser candidato. Y así fue, Mario declinó a la candidatura. El resto de la historia continúa con el fallecimiento del general Cuenca en mayo de ese año y la elección de Roberto de la Madrid Romandía como gobernador para el periodo 1977-1983.

Anteriormente, a fines de los años de 1960, junto con otros

empresarios, don Mario adquirió el diario La Voz de la Frontera, con el propósito de que el sector productivo tuviese un medio para expresar y señalar las acciones equivocadas de los gobiernos federal, estatal y municipal, y proponer que se corrigieran.

El periódico se radicalizó a tal grado que don Mario Hernández prefirió venderlo, dado que su propósito nunca fue el de hacerse enemigo del gobierno.

En los años de 1990, de nueva cuenta, asociado con otros empresarios, don Mario adquirió el diario Novedades. La historia se repitió y prefirieron aceptar una oferta de compra de los periódicos Healy que transformó en la actual Crónica de Baja California.

Mario Hernández fungió como interlocutor del sector empresarial ante los diferentes órdenes de gobierno, pero ante todo con el gobernador del estado en turno: desde el licenciado Braulio Maldonado Sández (1953-1959) hasta el licenciado Eugenio Elorduy Walther (2001-2007). De la mayoría de ellos es amigo cercano.

Durante los gobiernos del licenciado Milton Castellanos Everardo (1971-1977) y Roberto de la Madrid Romandía (1977-

1977. Miembros del Consejo del Banco de Comercio de Baja California. De izquierda a derecha: Conrad Caldwell, Alfredo Araiza, Eugenio Eraña, Mario Hernández, James W. Stone, Armando Gallego, Chau Gee Chiu y Carlos Ibarra.

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1983) fungió como presidente de la Junta de Urbanización del Estado, dependencia paraestatal que realizó obras importantes de bulevares y otras obras de urbanización.

En 1948, cuando se iniciaron los juegos de béisbol profesional de la Liga Sunset y el Parque Hidalgo se vestía de gala para que los mexicalenses se deleitaran con el encuentro entre Los Águilas de Mexicali y el equipo de El Centro, California, los adolescentes nos acercamos al parque con la ilusión de podernos “colar” y presenciar el juego, ya que era nuestro deporte favorito.

Como no podíamos pagar la entrada, nos quedamos afuera, pero no pasó mucho tiempo para que encontráramos la solución; desde la primera entrada empezaron a salir del parque pelotas que eran bateadas de foul, lo que motivó que todos nosotros corriéramos tras la pelota, una vez que la encontrábamos muchos se quedaban con ella para luego jugar en el barrio, pero una noche después una persona le comunicó al encargado de la puerta de entrada que mandaba decir Mario Hernández Maytorena que el joven que encontrara la pelota podía entrar al encuentro gratis, entregándola para que se

reintegrara al juego. Fue la primera vez que supimos quien era Mario Hernández.

No pasaron muchos partidos para que nosotros negociáramos entrar hasta cuatro o cinco niños por una pelota. Una vez adentro del campo, conocimos al pelotero que nos había permitido la entrada, jugaba la posición de primera base y dado que era uno de los pocos mexicalenses del equipo no tardó en ser nuestro ídolo. Al tiempo todos queríamos ser como él y “hasta aprendimos a batear con la zurda”. La Chueca Hernández, como se le conocía en toda la liga, llegaría a ser en pocos meses nuestro personaje a imitar.

Años después, en 1953 o 1954, siendo alumnos de la Escuela Secundaria Federal número 18, a unos cuantos adolescentes nos tocó ser testigos de un hecho que pinta de cuerpo entero a Mario Hernández. Las muchachas jugaban voleibol en la cancha de tierra que se ubicaba cerca de la calle “E”, entre Obregón y Reforma, en esos años el terreno de la secundaria no tenía cerco, y cierto día, al golpear fuerte la pelota se fue hasta la calle, al momento, coincidentemente pasaba por ahí don Mario Hernández en un automóvil Chevrolet del año. Don Mario se bajó del auto, recogió la pelota y se la llevó a las muchachas, al

1945. Equipo de béisbol de aficionados Águilas de Mexicali. Mario Hernández es el quinto de pie de derecha a izquierda.

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1972. Mario Hernández Maytorena saludando al licenciado Luis Echeverría Álvarez. Observa Gustavo Vildósola Castro y atrás el licenciado Ignacio Guajardo.

1996. Mario Hernández Maytorena en audiencia con el licenciado Héctor Terán Terán gobernador del estado de Baja California.

1978. Mario Hernández recibió y atendió al actor estadunidense John Wayne, cuando visitó Mexicali en ese año.

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1948. Mario Hernández Maytorena, primera base del equipo profesional de béisbol Águilas de Mexicali.

Antiguo Parque Hidalgo (avenida Pino Suárez y Calle “L”, colonia Nueva).

1984. Mario Hernández en práctica de béisbol en el actual Parque Nido de los Águilas.

Le acompañan, sentado, el licenciado Xicoténcatl Leyva Mortera, gobernador del estado y, de pie,

Francisco Quico Santana Peralta, presidente municipal de Mexicali.

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mismo tiempo sacó de su bolsillo una tarjeta y dijo a las chicas “esta pelota ya no sirve, vayan a la Estrella Azul por tres pelotas nuevas”, y les entregó la tarjeta que serviría como vale. No recuerdo si alguna de las muchachas se desmayó por la emoción.

En el año de 1963 o 1964, ya como arquitecto, incursioné en la empresa privada de la construcción y me tocó conocer personalmente a don Mario, su trato hacia mí fue como si me conociera de toda la vida.

Así también en los años de 1974 a 1977 formé parte del Consejo de la Junta de Urbanización y las reuniones eran frecuentes y dirigidas por Mario Hernández. Su liderazgo, simpatía, antisolemnidad, y sus ocurrencias eran características en las reuniones.

En 1980, cuando el que esto escribe fungía como rector y se presentó el problema más grave que ha tenido la UABC por la definición de las relaciones laborales con sus sindicatos, Mario Hernández reunió a un número importante de empresarios mexicalenses y ofreció por mi conducto todo el apoyo que requiriese la institución.

Mario Hernández Maytorena es un hombre fuera de serie, toda su vida ofreciendo amistad y apoyo a sus amigos, pocos

mexicalenses han trascendido por tantos años conservando un liderazgo natural, reconocido por todos aquellos que lo han tratado y conocido: desde aquel jovencito que antes de cumplir los veinte años ya era un empresario y un deportista consumado, hasta el que hoy que cifrando su edad arriba de los 90 años sigue pendiente de sus empresas, pero sobre todo de su familia y de sus amigos.

La sociedad mexicalense ha sabido de su altruismo, como cuando fungió como presidente de la Cruz Roja de Mexicali y de todos los beneficios que como empresario, deportista y ciudadano le ha brindado a nuestra ciudad, por lo que le han honrado con múltiples homenajes en el transcurso de su vida: mexicalense distinguido, miembro de los salones de la fama, del deporte mexicalense y del béisbol a nivel nacional, ejecutivo del año y forjador de Baja California, entre muchos otros reconocimientos.

En lo personal, el que esto escribe agradece a la vida el poder formar parte de una de tantas generaciones de bajacalifornianos que tenemos el privilegio de convivir todos estos años con un ser tan brillante, amable y sencillo como lo es don Mario Hernández Maytorena.

2003. Retiro de número 3 del equipo Águilas de Mexicali, mismo que usó en su uniforme Mario Hernández durante los años que jugó con el equipo. Le acompañan deteniendo el uniforme para entregárselo: Dio Murillo, presidente actual del equipo, y arquitecto Víctor Hermosillo

Celada, presidente municipal (2001-2004) evento desarrollado en un juego celebrado en el Parque Nido de los Águilas de Mexicali.

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Libros, reseñas, comentarios...

Sergio Noriega Verdugo

Si la historia tiene como propósito entender el pasado, podría decirse

que el libro, recientemente publicado: Educación, crecimiento y desarrollo en Baja California forma parte de la historia regional de 1950 a 2000. Aunque, juzgando por su título, también puede decirse que esta obra se ocupa del tema de la educación escolar en Baja California. Otra posibilidad es considerarlo como un estudio sobre el crecimiento económico regional y por si eso no fuera bastante complicado, diremos que se trata de una investigación sobre el desarrollo social de la entidad federativa a la que pertenecemos.

Además de que cada uno de estos temas es importante y tiene mucho contenido, es la relación entre los elementos lo que despierta más interés. Particularmente, la relación que se presume existe entre la educación y el crecimiento o desarrollo económico. Una pregunta obligada sobre esta relación es ¿cómo poder fomentar el crecimiento y bienestar económico de los bajacalifornianos a través de la educación?

Por su contenido complejo, así como por la forma en que fue redactado, este tomo de 213 páginas, con abundantes cuadros y gráficas estadísticas, no fue escrito para el lector general. Se trata pues de un libro de corte académico,

de investigación de las ciencias sociales, si es que podemos incluir ahí el estudio de la educación escolar. Tal vez puede pasar como un libro de sociología, pero incluye un amplio análisis estadístico y en parte demográfico y también económico.

Las dificultades que presenta el texto para los lectores se pueden apreciar desde el principio del libro. La cuestión es que Educación, crecimiento y desarrollo en Baja California representa una temática diversa y fragmentada, pero además su redacción resulta difícil y ocasionalmente esotérica.

Muestra de ello es la introducción que antecede los siete capítulos que integran el libro y que consta de seis páginas. En este apartado pareciera que los autores quisieron despejar los problemas de la temática sin lograrlo. Por otra parte, señalan que hubo dos preguntas que “dieron pie a la idea central del libro: ¿cómo evolucionó el sector educativo en Baja California de cara a las demandas especializadas que produjeron los

cambios tecnológicos y socioeconómicos en el último medio siglo? y ¿cómo ha cambiado y se ha preparado la entidad para responder a un entorno cada vez más competitivo y ligado a la economía global?”.

Esta “Introducción” no establece claramente cuál es la “la idea central”, es decir, no nos proporciona un argumento central del libro. Dicho de otra forma no hay una hipótesis explícita que aglutine los diferentes aspectos abordados y que les dé coherencia y finalidad. Todavía

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más, dicen los coordinadores “Para responder a estas preguntas es necesario hacer dos precisiones...”. Aun y cuando se puedan justificar, estas “precisiones” resultan francamente enredosas.

Aun si nos olvidamos de la segunda “precisión”, que tiene que ver con los procesos socioeconómicos de Baja California, se puede ver que la introducción resulta excesivamente complicada y no nos ayuda a apreciar el esfuerzo realizado de escribir un libro con esta temática, ni tampoco sirve para relacionar la materia con el lector, de forma tal que le resulte relevante. La introducción nos confronta con la globalización, sin precisar cómo ha influenciado nuestra educación salvo decir que se ha ido adecuando a los cambios. Cabe además señalar que sólo la introducción viene acompañada de una bibliografía específica de 13 fuentes. Cualquiera podrá decir que una introducción, debe atraer al lector con una exposición más sencilla y convincente.

El primero de los siete artículos de Educación crecimiento y desarrollo en Baja California versa sobre la educación superior en México. Este interesante artículo escrito por Luis Lloréns Báez, parte de la interrogante de ¿cuál es la educación que merece nuestro país? Para responder a ello, el autor hace distingos

entre la educación básica y la educación superior. Y luego después de un breve repaso histórico concluye en que “ni la Reforma ni la Revolución le dieron al país la educación superior que merecía la sociedad mexicana”.

La postura ideológica del autor se hace aún más clara al hacer eco de lo que dice ser “la única visión de Estado” y explica que la educación superior desde el pasado

tenía un papel relevante como palanca

fundamental para el desarrollo del país,

la superación de la desigualdad social y la

inquietud en el acceso a las oportunidades

de una vida mejor. No podría ser de otra

manera. La educación superior que nos

merecemos es un valor indisolublemente

ligado a nuestra condición social de

inequidad, marginación y atraso.

Esta postura ayuda a entender la relación que puede haber entre los temas del libro, como son la educación y el crecimiento económico y el desarrollo social. Pero, desafortunadamente, estos procesos no se examinan, cuando menos no en forma explícita, y de manera coherente sobre lo que ha pasado en Baja California. Es decir, no se puede concluir si las relaciones son buenas o

malas, ni siquiera cuáles son los aciertos y cuáles son los errores cometidos. En este sentido Educación, crecimiento y desarrollo en Baja California debe ser considerado como un libro exploratorio en búsqueda de mejores formas en que la educación sirva a las mayorías.

Sin embargo, no debemos perder de vista que la finalidad de la educación no es sólo el nacionalismo, ni siquiera el desarrollo económico, sino el humanismo y el desarrollo del intelecto.

A pesar de las limitaciones señaladas, Educación, crecimiento y desarrollo en Baja California hace un riguroso examen de los cambios de población y de la forma que influyeron en la educación escolar durante la segunda mitad del siglo XX. Por ésta y otras aportaciones, debo felicitar a la Universidad Autónoma de Baja California por la publicación de este importante volumen y a sus autores: Guillermo Álvarez de la Torre, Margarita Barajas Tinoco, Norma Fimbres Durazo, Luis Lloréns Báez, Guadalupe Ortega Villa, Luz María Ortega Villa, Djamel Toudert, Arturo Ranfla González y Gabriel Estrella Valenzuela, estos dos últimos encargados de coordinar la edición.

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ADALBERTO WALTHER MEADE. Nació en Torreón, Coahuila, en 1913. Ingeniero en minas por la UNAM. Radicó en Mexicali desde 1943. Fue director fundador y único del Instituto de Geografía e Historia de la UABC de 1970 a 1999. Director de la revista Calafia de 1972 a 1999, donde escribió más de 50 artículos. Autor de los libros: El Partido Norte de Baja California (1983). El Distrito Norte de Baja California (1986). Antonio María Meléndrez. Caudillo y patriota de Baja California (1988). Origen de Mexicali (1983). Tecate cuarto municipio (1993). El valle de Mexicali (1996). Baja California. Monografía estatal (1988). Pueblo Nuevo. Pueblo precursor (1999). Participó con seis artículos en Panorama Histórico de Baja California (1983). Cronista de Mexicali de 1989-1999. Cronista emérito. 1999. Investigador emérito de la UABC. 1998. Muere en Mexicali en 2001.

DAVID PIÑERA RAMÍREZ. Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1935; radica en Baja California desde 1958. Abogado de profesión se inclinó por la historia obteniendo maestría y doctorado en historia por la UNAM. Funcionario de la UABC por 46 años. Director fundador del Instituto de Investigaciones Históricas. Libros que ha coordinado: Panorama Histórico de Baja California del cual es autor de 14 artículos. Historia de Tijuana. 1985. Visión Histórica de la Frontera Norte de México 3 tomos. 1987. Historia de la Universidad Autónoma de Baja California (autor de 5 artículos del libro) 1997. La educación superior en el proceso histórico de México. 4 tomos. 2002. Autor de los libros: Vivencias universitarias (1987). Los orígenes de Ensenada (1991). Tijuana en la historia (2003). Entre otros. Su más reciente libro es Los orígenes de las poblaciones de Baja California (2006). Ha escrito más de 100 artículos en libros colectivos, revistas, diarios y folletos. Investigador emérito de la UABC (1997). Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia (2002).

CELSO AGUIRRE BERNAL. Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1916. Radicó en Mexicali desde 1950. Escribió entre otros, los siguientes libros: Compendio histórico biográfico de Mexicali (1966). Siete ediciones. 1989. Compedio histórico biográfico de Mexicali. Volumen II. 1990. Joaquín Murrieta (1985). Breve historia del estado de Baja California (1992). Mexicali. Calendario cívico escolar (1994). Cronista de la ciudad de 1988 a 1997. Muere en Mexicali en 1997.

PEDRO F. PÉREZ Y RAMÍREZ PERITUS. Nació en Guanajuato, Guanajuato, en 1908. Radicó en Mexicali desde 1926. Documentos de su autoría: Hombres, hechos y cosas. El periodismo en Mexicali. 1915-1959. Tomo I. Columnista de El nuevo mundo. La Frontera, Vanguardia, Centinela, Última Hora, La Voz de la Frontera. Reportero del gobierno del estado. Desde 1998, la antigua calle Oriente, del árbol, Alfabetización, del Comercio lleva su nombre. Ciudadano distinguido de Mexicali, en 1990. Su familia creó la Fundación Peritus en 1991. Primer Cronista de la ciudad de 1970 a 1988 y Cronista emérito de Mexicali, en 1988. Fallece en Mexicali en 1991.

Escriben la historiahistoriaR.C.B.

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23 de junio 1919. Se inicia la construcción del Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC). Se inauguró el 16 de septiembre de 1922 (foto 1). 26 de junio de 1911. Llega a Mexicali el coronel Esteban Cantú Jiménez (en ese entonces mayor) formando parte de la columna militar comandada por el general Gordillo Escudero con el encargo de apaciguar al grupo de rebeldes Flores Magonistas. Posteriormente, de 1915 a 1920 ocupó el cargo de gobernador del distrito norte de la Baja California y de 1952 a 1958 fungiría como senador de la república. 1 de julio de 1921. Se cambia el nombre de la avenida Porfirio Díaz por el de Francisco I. Madero por acuerdo del H. Ayuntamiento de Mexicali que presidió Manuel Roncal (foto 2).

4 de julio de 1923. Se inauguró la Cervecería de Mexicali, propiedad de Miguel González. En 1973 cerró su producción al ser comprada para cerrarla por una empresa cervecera nacional (foto 3).

4 de agosto de 1942. Se firma el primer convenio de braceros (trabajadores mexicanos temporales en Estados Unidos).

13 de agosto de 1923. Se canta por primera ocasión la pieza musical “Rosa de Mexicali” (Mexicali Rose) en el Bar Clímax Café. Fue compuesta por el pianista Jack B. Tenney (foto 4). 19 de septiembre de 1918. Se formó el primer cuerpo de Bomberos de Mexicali con Carlos G. Ortiz como jefe voluntario (foto 5). 20 de septiembre de 1961. Nace el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (Cetys), auspiciado por un grupo de empresarios mexicalenses dentro de los que sobresalen: licenciado Ignacio Guajardo, Mario Hernández Maytorena, Rodolfo Nelson Barbara, Armando Gallego Moreno, Héctor Sada Quiroga y James Stone, se constituye lo que hoy es Cetys Universidad (foto 6).

1 Aguirre Bernal Celso. Mexicali. Calendario Cívico Escolar. Editorial de Baja California. Mexicali, B.C. 30 de junio de 1994. 156 pp.

Acontecer de la HISTORIA1

Junio. Julio. Agosto. Septiembre

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R.C.B.

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Páginas de historia

Ganadores del Tercer Certamen Literario Pedro F. Pérez y Ramírez “Peritus”. Editado por la Fundación “Peritus”, A.C. Marzo de 2008. 248 pp. Formato 15x23 cm. Edición rústica. Contiene los textos de: María Mercedes Torres Palafox y Fausto Vonbonek de poesía y de Juan Raúl Hernández Ramírez y Antonio Valenzuela Alba de narrativa historica. Todos ellos ganadores del tercer certamen.

Una Experiencia de Gobierno Baja California 2001-2007. Memoria del periodo gubernamental del licenciado Eugenio Elorduy Walther. Editado por el gobierno del estado de Baja California. Noviembre de 2007. 335 pp. Formato 22x31 cm. Edición de lujo a todo color. Reseña lo realizado en todos los aspectos por esta administración. Se ilustra con un número importante de fotos.

Manuel Matías Monge y la carretera Mexicali-San Felipe 1948-1952. Gustavo Casanova y Raúl Candelario Mejía G. Editado por su autor en junio de 2007. 131 pp. Formato 14x22 cm. Edición rústica. Relata la vida de don Manuel M. Monge. El prólogo es de Rubén Castro Bojórquez.

Los orígenes de las poblaciones de Baja California. Factores externos, nacionales y locales. David Piñera Ramírez. Editado por la Universidad Autónoma de Baja California. Diciembre de 2006. 675 pp. Formato 14x22 cm. Edición rústica. Reseña las historias de los orígenes de las ciudades de Ensenada, Tijuana y Mexicali.

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Casilleros de historia

El Bazar del Libro. Av. Álvaro Obregón núm. 629, Primera Sección, Mexicali, B.C. Librería especializada en libros, documentos y objetos históricos. Resguarda también una biblioteca privada de libros sobre historia de Baja California y Mexicali. Propietario: Sr. Wenceslao Mayorga.Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 18:00 horas .Teléfono: 552-39-80.

El Salón de la Fama. Av. Río Nuevo s/n, Zona Río. Museo y biblioteca del deporte mexicalense. Director: Lic. Adrián Zamudio Bernal .Horario: 8 a 3 p.m.Teléfono: 557-27-61.

Biblioteca Pública del Estado. Av. Álvaro Obregón y calle “E” núm. 1300, Segunda Sección, Mexicali, B.C. Contiene una colección importante de libros sobre historia de México, Baja California y Mexicali. Resguarda la hemeroteca más completa del estado.Coordinadora: Olga Angulo Angulo.Horario: 8:00 a.m.. a 8:00 p.m., sábado de 9 a 3 p.m.Teléfono: 552-61-95.

CESU-UABC. Edificio de Investigación y Posgrado, Unidad Universitaria Mexicali, Blvr. Benito Juárez s/n, col. Insurgentes este, Mexicali, B.C. Resguarda documentos y fotografías sobre la historia de la Universidad Autónoma de Baja California. Secretaria técnica: M.C. María Teresa Ponce León.Horario: Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 8:00 p.m.Teléfonos: 566-95-92 y 841-20-76.

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