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ANEXO 1
CARTA DE AUTORIZACIÓN DE LOS AUTORES PARA LA CONSULTA, LA REPRODUCCIÓN
PARCIAL O TOTAL, Y PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA DEL TEXTO COMPLETO.
Bogotá, D.C., Fecha
Marque con una X
Tesis Trabajo de Grado X Señores BIBLIOTECA GENERAL Cuidad Estimados Señores: Yo (nosotros) __Ana María Quiceno y Eduardo Ordoñez, identificado(s) con C.C. No. _53105818 y 80881171, autor(es) de la tesis y/o trabajo de grado titulado EXPERBITAR Apropiación del Espacio Público en Bogotá presentado y aprobado en el año 2008 como requisito para optar al título de Comunicadores Sociales; autorizo (amos) a la Biblioteca General de la Universidad Javeriana para que con fines académicos, muestre al mundo la producción intelectual de la Universidad Javeriana, a través de la visibilidad de su contenido de la siguiente manera: • Los usuarios puedan consultar el contenido de este trabajo de grado en la página Web de la
Facultad, de la Biblioteca General y en las redes de información del país y del exterior, con las cuales tenga convenio la Universidad Javeriana.
• Permita la consulta, la reproducción, a los usuarios interesados en el contenido de este trabajo,
para todos los usos que tengan finalidad académica, ya sea en formato CD-ROM o digital desde Internet, Intranet, etc., y en general para cualquier formato conocido o por conocer.
De conformidad con lo establecido en el artículo 30 de la Ley 23 de 1982 y el artículo 11 de la Decisión Andina 351 de 1993, “Los derechos morales sobre el trabajo son propiedad de los autores”, los cuales son irrenunciables, imprescriptibles, inembargables e inalienables.
________________________________ ________________________________ Firma y documento de identidad Firma y documento de identidad
ANEXO 2
F ORMULARIO DE LA DESCRIPCIÓN DE LA TESIS O DEL TRABAJO DE GRADO
TÍTULO COMPLETO DE LA TESIS O TRABAJO DE GRADO: EXPERBITAR SUBTÍTULO, SI LO TIENE: Apropiación del Espacio Público en Bogotá
AUTOR O AUTORES Apellidos Completos Nombres Completos
Quiceno Santamaría Ordoñez Manrique
Ana María Eduardo
DIRECTOR (ES)
Apellidos Completos Nombres Completos Roncallo Dow
Sergio
JURADO (S)
Apellidos Completos Nombres Completos Marín Ardila Castellanos
Luís Fernando Nelson
ASESOR (ES) O CODIRECTOR
Apellidos Completos Nombres Completos
TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: Comunicadores Sociales FACULTAD: Comunicación y Lenguaje PROGRAMA: Carrera _X_ Licenciatura ___ Especialización ____ Maestría ____ Doctorado ____ NOMBRE DEL PROGRAMA: __Comunicación Social CIUDAD: BOGOTA AÑO DE PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO: _2008 NÚMERO DE PÁGINAS __133 TIPO DE ILUSTRACIONES:
Ilustraciones Mapas Retratos
Tablas, gráficos y diagramas Planos Láminas
MATERIAL ANEXO (Vídeo, audio, multimedia o producción electrónica):
Duración del audiovisual: __7 minutos.
Número de casetes de vídeo: 1 Formato: VHS ___ Beta Max ___ ¾ ___ Beta Cam ____ Mini
DV ____ DV Cam ____ DVC Pro ____ Vídeo 8 ____ Hi 8 ____
Otro. Cual?
Número de archivos dentro del CD (En caso de incluirse un CD-ROM diferente al trabajo de grado):
2 (Trabajo de grado y anexo visual)
DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVES EN ESPAÑOL E INGLÉS: Son los términos que definen los temas que identifican el contenido. (En caso de duda para designar estos descriptores, se recomienda consultar con la Unidad de Procesos Técnicos de la Biblioteca General en el correo [email protected], donde se les orientará).
ESPAÑOL INGLÉS
___________________________________ _______________________________________ Habitar_____________________________ _______________________________________ Apropiar___ ________________________ _______________________________________ Ciudad - Bogotá___ _____________ _______________________________________ Espacio Urbano_____________________ _______________________________________ RESUMEN DEL CONTENIDO EN ESPAÑOL E INGLÉS: (Máximo 250 palabras - 1530 caracteres): Recorrido por los procesos de conformación estructural de las ciudades en Europa y en America Ltina. Proceso que ha vivido Bogotá como ciudad latinoamericana. Formas de apropiación de las ciudades y su complejo entorno sociológico.
1
EXPERBITAR Apropiación del Espacio Público en Bogotá
Ana María Quiceno Santamaría y Eduardo Ordoñez Manrique
Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador Social
Sergio Roncallo Dow -Director-
Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje
Comunicación Social Bogotá, 2008.
2
Y le agradecemos: Primordialmente a Bogotá y por supuesto a Buenos Aires, dos ciudades locas, amables, enseñadoras e incumbientes. Pero también: A Don Sergio, por la buena onda y el entendimiento. A Doña Fanny, por la cámara. A Don Sambi GH, por la música. A los tres Embuñuelados, por las sonrisas. A nuestros apreciados Autores Teóricos, por la enseñanza. A los habitantes, por habitar. Al recorrido, por los recuerdos y los atrevimientos. Al azar, por su compañía. A ella y a él, por el disfrute de cada segundo. A las ganas, al valor, al placer, a los sentidos y sobre todo a la consciencia.
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TABLA DE CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN
1. CIUDAD MODERNA………………………………………………………………………. 1
1.1 EN EUROPA……………………………………………………………………………….. 1
1.1.2. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 1…………………………………….... 6
1.1.2.1. APROXIMACIÓN TEMPORAL……………………………………………… 6
1.1.2.2. APROXIMACIÓN ESPACIAL……………………………………………….13
1.1.2.3. APROXIMACIÓN SOCIAL………………………………………………… 20
1.2. EN LATINOAMERICA…………………………………………………………………. 30
1.2.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 2…………………………………….. 34
2. BOGOTÁ: LA CONCEBIDA………………………………………………………………. 65
2.1 ITINERARIO HISTÓRICO……………………………………………………………… 66
2.1.1. BOGOTÁ PRESENTE…………………………………………………………….......... 72
2.2. LA CIUDAD FRACTURADA…………………………………………………………… 75
2.3. HABITAR PARA EXISTIR……………………………………………………………… 83
2.4. APROPIACIÓN DE POSIBILIDADES………………………………………………….. 86
3. BOGOTÁ: LA PRACTICADA…………………………………………………………….. 90
3.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 3………………………………………. 93
3.2. DISCERNIMIENTOS CAPTURADOS………………………………………………... 117
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
El interés por la consciencia y el disfrute de la existencia son el motor que impulsaron
este trabajo. El origen de esta tesis tiene una historia y aunque la casualidad tuvo mucho
que ver, no fue el azar el que nos llevó a reunirnos para hacer este trabajo. Dos años
atrás nos encontrábamos viviendo y haciendo un intercambio académico en la ciudad de
Buenos Aires, Argentina. Vivíamos en un apartamento con dos amigas, “La Rocha” y
“La Paisa” con quienes compartimos gran parte del tiempo, por lo tanto muchas
experiencias y percepciones. Recorríamos una ciudad desconocida que nos brindaba
todo tipo de novedades que nos asombraban; experimentábamos una oleada de nuevos
conocimientos en un terreno inexplorado que deleitaban nuestros sentidos y
alborotaban los pensamientos.
Después del proceso de asimilación por el que debe pasar todo extranjero para
establecerse en un nuevo espacio, nos dimos cuenta que había mutado la manera en que
vivíamos la cotidianidad, adquiriendo nuevas formas de percibir la ciudad.
Caminábamos con intereses distintos a los de desplazarnos, buscábamos los detalles que
paso a paso nos llamaban la atención y nos maravillaban a través de la sorpresa. La
intención que nos dominaba era la de estar, la de vivir el aquí y el ahora, succionando
toda la información posible que nos suministraba el momento.
La ciudad fue adquiriendo forma de paisaje, recorrerla era disfrutarla; escucharla,
observarla, sentirla, olerla y hasta saborearla. Cuando fuimos conscientes de la
consciencia, nos preguntamos por qué razón no recorríamos de la misma manera nuestra
ciudad de origen, Bogotá. Al parecer el problema radicaba en la atención, ya que
olvidábamos reconocer el espacio porque creíamos ya conocerlo. Así que la propuesta
que surgió fue la de volver a Bogotá y vivirla como lo hace un viajero; a “turistiarla”, a
buscar y a ser conscientes de los detalles deleitables.
Cada uno llegó a Bogotá y la asumió según sus intereses y sensaciones, cada uno tuvo
una forma de retornar a la madre urbe. Y ahí estábamos, Ana María y Eduardo en la
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ciudad, cada uno intentando entender a su manera, cada uno practicando a Bogotá de
formas diferentes pero con una intención similar: disfrutarla.
El tiempo pasó y tras algunos acontecimientos tuvimos una seria conversación. Uno de
nosotros tenía la idea de hacer la tesis sobre la ciudad relacionándola de alguna manera
con las prácticas que habíamos aprendido. Después de aclarar algunos puntos y de una
coqueta propuesta, nos embarcamos juntos en esta ruta de conocimiento. Nuestra
hipótesis inicial era que los ciudadanos que estaban en la “selva de cemento” no eran
conscientes de lo que los rodeaba, así que nos proponíamos crear algo así como un
manifiesto ciudadano o una intervención en el espacio público, que basado en la
extrañeza despertara las percepciones de algunos, o de muchos. Sin embargo, a medida
que empezamos a desdoblar la teoría y entender la ciudad, cambió nuestra hipótesis,
recorrido conceptual y trabajo práctico.
A la hora de sumergirnos en los libros y en la teoría correspondiente para intentar
organizar el problema empezamos con el origen y el desarrollo de la ciudad moderna en
Europa, donde encontramos algunos factores que caracterizaban dicho tipo de urbe, los
cuales se veían claramente reflejados en el espacio público. Este primer paso encarriló
nuestra investigación. El paso a seguir fue conocer el proceso del establecimiento de
estos monstruos de concreto en Latinoamérica, así que lo hicimos. Sin embargo,
abordamos el tema de una manera algo distinta y poco tradicional para un trabajo de
esta magnitud. No queríamos escribir en términos ensayísticos ni científicos, pues
además de parecernos poco divertido resultaba ineficiente para efectos de escritura en
pareja.
De esta manera decidimos abordar la Historia por medio de narraciones de personajes
imaginados, pero basándonos en la teoría existente. Cada uno de estos relatos está
sustentado con unos epígrafes seleccionados de manera precisa después de realizar un
arduo trabajo de lectura. Con el avanzar de la investigación, nos dimos cuenta de la
excelente decisión que habíamos tomado en cuanto a los relatos, pues estos estaban
sumamente ligados a la apropiación del espacio público.
En el segundo capítulo pasamos a enfocarnos en Bogotá y tras una contextualización
histórica entramos a entender la ciudad a partir de un concepto clave que es la
6
fragmentación. Para finalizar la parte teórica, nos involucramos y revolcamos con
algunos conceptos filosóficos y antropológicos para concretar el problema. Los autores
en los que basamos todo el recorrido teórico son los que consideramos pertinentes para
delimitar y cimentar el trayecto investigativo.
En la parte final del trabajo hicimos una laboriosa pero placentera práctica de campo
que nos llevó a corroborar las suposiciones adquiridas a través de la investigación, las
cuales conocerán en las conclusiones. Dicha práctica fue materializada a través de un
videoclip que presentamos a modo de sustento o anexo, más no de producto final.
Como es evidente no escogimos cualquier tema para hacer la tesis y salir de ella lo más
rápido posible. En realidad quisimos algo que involucrara la academia pero que no
dejara de lado nuestros intereses personales por el aprendizaje. Incluso, pretendimos que
ese fuera el factor dominante a lo largo de nuestro trabajo: los resultados que finalmente
nos llevaríamos en nuestra cabeza para aplicar en la vida diaria. Y así fue, éste tema
realmente tocó las fibras más íntimas y por eso disfrutamos tanto realizándolo.
Finalmente quisiéramos elucidar el curioso nombre que le hemos otorgado a esta tesis,
Experbitar, que en últimas no es más que la simbiosis entre dos palabras que llevadas a
la práctica fueron, son y serán una constante inspiración: Experimentar y habitar. Ahora
bien, si prefiere saltarse todo el texto y leer directamente las conclusiones, bien pueda,
sin embargo le avisamos que cuando termine de leerlas tendrá la necesidad de leer todo
el trabajo.
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CAPÍTULO I
1. CIUDAD MODERNA
“Mirar el pasado reciente nos ayuda
a captar ciertos elementos de la contemporaneidad (…).”
(Ortiz, 2000:9)
Todo comenzó con el inconformismo ante el estado actual de las cosas.
Consecuentemente, le siguieron propuestas que debían ser llevadas a la práctica para
alcanzar sus objetivos. En este caso, sus principios pretendieron ser totalizadores a partir
de un discurso hegemónico y absoluto que buscaba el anhelante fin de civilizar a la
humanidad y ajustarse a la noción de un progreso lógico-lineal de los tiempos. Como
bien nos ilustra Renato Ortiz: “El tiempo de la modernidad se impone a todos: quedarse
a un lado significa estar afuera de la marcha de la “civilización”. (Ortiz, 2000: 93)
La burguesía, como grupo social poderoso, buscó producir un cambio ontológico,
estableciendo una nueva y única interpretación de la realidad que irreversiblemente
generaba una nueva manera de pensamiento y vida social. Había llegado el momento
histórico de oponerse a la tradición de una época pasada que debía ser abolida, y por
consiguiente, reemplazada con un proyecto de corte emancipador que inevitablemente
traía consigo paradojas y ambigüedades difíciles de comprender. Esta nueva experiencia
se denomina Modernidad.
1.1 EN EUROPA
La modernidad es una idea puramente occidental y como todos los acontecimientos de
la historia, no surgió espontáneamente, por el contrario, fue un proceso que articuló
varios sucesos históricos que anticiparon su consolidación hasta llegar a asegurarse
como tal. Asimismo, no se puede hablar de una estricta secuencia de tales
8
acontecimientos, por el contrario, ocurren simultáneamente, a destiempo y hasta se
yuxtaponen entre sí a lo largo de más de cuatrocientos años de historia.
Sin embargo, aunque los límites de la modernidad son difusos, vamos a basarnos en la
segmentación que sobre la modernidad realiza Marshall Berman en su libro Todo lo
sólido se desvanece en el aire, con el fin de una mejor comprensión histórica. Según
Berman la modernidad se divide en tres fases. La primera inicia en las primeras décadas
del siglo XVI y se extiende hasta finales del XVIII: en este lapso se encienden ciertos
motores de la modernidad y las personas se encuentran en el umbral de la experiencia
de la vida moderna. La segunda fase comienza con la Revolución Francesa y se
desarrolla a través del siglo XIX. Fue una época revolucionaria a todo nivel y es cuando
se consolida el público moderno que debe ir entender y adaptarse a las transformaciones
que van ocurriendo. La tercera fase sucede a lo largo del siglo XX
El periodo que aquí nos interesa principalmente es el segundo; cuando la modernidad se
erige como un proyecto que busca una dominación ideológica y se materializa en la
transformación espacio-temporal de la ciudad y en el modo en que las personas debían
habitar1 en ella, es decir, en la conformación de la ciudad moderna, industrial y
burguesa del siglo XIX. Ésta se presentó desde sus comienzos como el proceso salvador
de la sociedad; su ideal fue construir un mundo que pudiese ser conocido, entendido y
dominado a través de la razón, cuyo modelo por excelencia fue el de la certeza. La
modernidad buscaba la libertad individual del hombre a través de su madurez intelectual
y la igualdad social. Así lo explica Josep Picó:
“Su tarea es construir un mundo inteligible, donde la razón institucionalice el juego de
las fuerzas políticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales.
El Estado sólo tendrá un papel de árbitro conciliador entre el interés particular y el
universal. Así la razón irá construyendo a través de la historia el proceso emancipador
de la humanidad, conjugando libertad y necesidad.” (Picó, 1998:15)
Ahora bien, es importante conocer los hechos históricos que hicieron parte de la primera
y segunda fase de la modernidad para una mejor comprensión de los acontecimientos.
Para empezar nos encontramos con la caída de Constantinopla en 1453 en manos de los
1 Habitar es un concepto que se desarrollará en el segundo capítulo.
9
Turcos; los descubrimientos geográficos propiciados por los avances en cartografía y
navegación, entre éstos, el descubrimiento de América en 1492; la Reforma Protestante
impulsada por Martín Lutero en 1527, con la cual publicó 95 tesis denunciando las
indulgencias de la Iglesia.
También nos encontramos con el Humanismo y el Renacimiento, movimientos que se
desarrollaron entre los siglos XIV y XVIII. El primero se expresó desde las letras, la
gramática y la poesía; el segundo, buscó volver a los clásicos griegos y romanos
expresándose a través del arte: la pintura, la escultura y la arquitectura. Por medio de
estos dos procesos el hombre rompe con un pasado religioso, un mundo mágico y
supersticioso. Suplanta las explicaciones teocéntricas por las antropocéntricas y separa
la teología de la filosofía. Fue exaltada la capacidad de razonar del hombre para
entender el mundo que lo rodea, dejando de darle un valor ulterior a la vida con el fin de
vivirla plenamente en el presente. El objetivo era que el hombre se hiciese responsable
de sí mismo; se hiciese a sí mismo a través de un compromiso moral y un proceso de
búsqueda de la verdad, la autonomía, la libertad y la autodeterminación.
Por otro lado, está el avance de la ciencia que se propone desde la Revolución
Científica, cuando en el siglo XVII se ocupó en descubrir métodos que desarrollaran un
conocimiento exacto, impersonal y positivo, cambiando la percepción del universo y el
lugar que ocupa el hombre en éste.
Continuando con las ideas del Humanismo y el Renacimiento, aparece la Ilustración
como movimiento intelectual crítico ante el status quo. Los pensadores de este
movimiento del siglo XVIII se opusieron al Absolutismo y al Antiguo Régimen,
concibiendo la razón del individuo como la herramienta para conocer y explicar el
mundo con el fin de alcanzar el progreso de la humanidad.
Las ideas de la Ilustración fueron fuente de inspiración para llevar a cabo la Revolución
Francesa en 1789. En medio de la lucha de clases y poderes se defendió la igualdad, la
libertad y la fraternidad humana. Finalmente fue abolida la monarquía absoluta, se
eliminaron las bases económicas y sociales del Antiguo Régimen y se expusieron los
Derechos Humanos universales. La Asamblea Nacional conformada por la burguesía
pasó al poder y proclamó la República.
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Fue a partir de la Revolución Francesa, que la razón ilustrada burguesa consiguió el
triunfo de la razón al servicio del pragmatismo. Es decir, la burguesía, cuyo origen se
remonta a la Europa feudal, fue la clase social dominante que durante los siglos XVIII y
XIX logró obtener el poder político y económico para llevar a cabo su propósito
utilitario de controlar el rumbo de las ciudades y el diario vivir de los ciudadanos. Así lo
complementa Picó: “La razón ilustrada burguesa en su plasmación real estaba, por tanto,
plagada de contradicciones y era portadora por igual de progreso y destrucción.” (Picó,
1998:15)
De la misma manera, dicha burguesía fue la que impulsó el despliegue de la Revolución
Industrial, la cual sustituyó el trabajo manual por la mecanización de las fábricas
teniendo la máquina de vapor a su servicio, es decir, industrializó la producción. Por
otro lado, las rutas de transporte fueron optimizadas, aparece el ferrocarril y se expande
el comercio a nivel nacional e internacional. La industrialización trajo consigo el
desarrollo de la clase patronal y del proletariado, la explosión demográfica debido a las
mejores condiciones de vida, la migración del campo a la ciudad y el consecuente
urbanismo.
Entre todas estás, el Capitalismo es tal vez el ingrediente esencial que como sistema
económico logró trascender hasta lo más recóndito de la vida social. El capital se
aseguró como lo más importante; crear riqueza y obtener ganancias. Precisamente,
lograr acumular cierta cantidad de capital que se obtenía gracias a los ansiados
excedentes. Es bajo este sistema económico que la burguesía se fortalece y logra el
dominio de la propiedad privada y de los medios de producción, satisfaciendo así sus
intereses individuales. El ideal era expandir el mercado aumentando la producción,
circulación y consumo de mercancías. Los ciudadanos se empiezan a caracterizar y por
ende a diferenciar a partir de los bienes que consumen. Surgen nuevas necesidades y el
consumo inconsciente. Como diría Kürnbergerel en su momento: de las vacas se hace
manteca y de los hombres dinero.
Las consecuencias y nuevas causas que surgieron a raíz de dichos sucesos, se
condensaron en las ciudades europeas del siglo XIX, determinándolas como las
conocemos hoy en día. Para la burguesía, articular dicho proyecto no fue una tarea fácil
de lograr, menos cuando toda una sociedad compuesta por sectores heterogéneos debía
11
admitir y encajar, a como diera lugar, en un nuevo escenario urbano que implicaba
poner en juego todos los aspectos de su vida. Dadas las circunstancias, las
transformaciones realizadas aparentaron innovación, al mismo tiempo que ocultaban
diversos intereses burgueses que las personas del común no debían conocer ni entender.
La burguesía dispuso cierto mecanismo para lograrlo. Josep Picó así lo expone:
“Las tres capas que constituyen el laberinto de la realidad espacial, la galería, la ciudad
y el mundo sumergido tenían que ser excavados por los arqueólogos de la modernidad
con la finalidad de que las trazas y signos de otra realidad no pudieran ser recordados y
redimidos. La clave de la modernidad no radica, por tanto, en lo que nos es dado
inmediatamente sino en lo que descansa debajo de las piedras y permanece encubierto.”
(Picó, 1998:25)
Es así como las lógicas de la modernidad planean y organizan la ciudad a partir de
principios de racionalismo funcional. El tiempo y el espacio de las metrópolis son ahora
comprendidos desde el discurso dominante de la burguesía que logra satisfacer sus
intereses económicos y políticos. La creciente masa urbana es entrenada para circular
sin imprevistos por la ciudad y consumir mercancías inconscientemente, mientras
piensa y vive una nueva realidad deslumbrante y acelerada. Se controla su día a día con
el fin de evitar el surgimiento de cualquier tipo de resistencia que amenace con
desestabilizar el sistema.
El hombre urbanizado es el hombre moderno. A continuación ese hombre nos cuenta lo
que le sucede durante su vida cotidiana en la ciudad.
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1.1.2. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 1
“Cada fragmento contiene dentro de sí mismo
la posibilidad de revelar “el significado del mundo como totalidad”. Si se quiere captar
plenamente la significación de una época no podemos buscar las leyes y las explicaciones causales: solamente con símbolos y ejemplos
puede ser captada esta profunda vivencia en todo lo que es humano.”
Georg Simmel2
1.1.2.1. APROXIMACIÓN TEMPORAL
DOBLE VÍA
“Como demuestra E.P. Thomson, este esfuerzo de Militarización tiene por finalidad domesticar las
energías y el cuerpo del operario.” (Ortiz, 2000:74)
“(…) Todas las mañanas, a las 5 horas, el vigilante
debe tocar la campanilla para el inicio de los trabajos, a las 8 para el desayuno, media hora después para trabajar
otra vez, a las 12 para el almuerzo, a la 1 para trabajar y a las 8 para dejar el trabajo y cerrar.”
Walter Thompson3
“Generalmente los relojes de las fábricas eran adelantados por la mañana y atrasados a la tarde; en lugar de ser
instrumento de medidas de tiempo, eran utilizados como disfraces para el engaño y la opresión.”
(Ortiz, 2000:74)
“El principio de la división del trabajo se impone, y los automóviles pasan a ser montados por partes.
Esto implica, por un lado, el surgimiento de una minoría de operarios altamente especializados; por otro, una masa de
trabajadores menos calificados.” (Ortiz, 2000:76)
2 Citado en Picó, 1998:15 3 Citado en Ortiz, 2000:73
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-Hay que producir, definitivamente hay que ser productivo, no me puedo quedar en la
casa esperando a que estés lista sin hacer nada, no soy un inútil, me desespero.- Le dijo
a su esposa mientras se apresuraban caminando al lugar donde tomarían el ómnibus.
-Vamos mujer, mueve los pies que vamos tarde.- Le dijo mientras tomaba su mano
bruscamente y aceleraba el paso.
Faltaban unos sesenta metros en línea recta para llegar a la avenida donde pasaría el
ómnibus. Él no dejaba de mirar su punto de llegada mientras ella se esforzaba por
caminar rápido y así igualar el veloz ritmo de su afanado conyugue. De pronto, vieron
pasar el ómnibus. Él levantó su mano libre y aceleró el paso en un intento utópico.
Segundos después dijo – ¿Viste? Te dije que caminaras más rápido. Ahora tendremos
que esperar el próximo.- Refunfuñó entre dientes como intentando contener su enojo.
Pronto llegaron a la parada del bus, ella no había musitado una palabra durante el
recorrido desde su casa, tal vez porque el hablar le quitaría fuerzas para mantener el
paso de su esposo. Habían transcurrido unos tres minutos y ellos en silencio, sólo veían
pasar la incesante corriente de automóviles, casi todos idénticos. Lo que él no sabía era
que ella sólo estaba recuperando el aliento. Cuando su respiración ya había retornado al
ritmo normal y su frecuencia cardiaca se había tranquilizado, dijo con un tono suave
pero sarcástico -¿Cuándo vas comprar un automóvil? Así te evitarías arrastrarme por las
calles como un loco maniático del tiempo- Él la miró muy seriamente y dijo –Sabes que
no puedo comprar un automóvil en estos tiempos; la paga no es la mejor y será peor si
sigo llegando tarde al trabajo por tu culpa. Sabes perfectamente que me descuentan
dinero por las horas que no trabaje en la fábrica. Hay una hora de entrada y una de
salida, son muy estrictos con eso, hasta podría perder el trabajo por tu lentitud.-
-Eres un maldito inconsciente- dijo ella, y continuó – anoche me acosté tarde por estar
esperándote para servirte la cena, hoy me levanté temprano para hacerte el café antes de
que te bañaras y el desayuno para después, como siempre, porque consideras que así es
más rápido. Además, como si fuera poco tengo que hacerte el almuerzo para que te lo
lleves a la fábrica, para que te lo comas sin masticar en la mísera media hora de
almuerzo que te dan tus patrones. Esto no es vida…-
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Durante siete segundos hubo silencio, él terminaba de digerir y entender todo lo que
acababa de oír, y ella permaneció allí pasmada como una estatua. -Necesito producir,
por eso me altero. No resisto la idea de pasar tiempo preciado sin ser productivo,
entiéndeme, lo hago por ti, por mi, por nuestros sueños, por nuestro presente y por
nuestro futuro. Para poder conseguir el hogar que nos gustaría tener, para comprar los
vestidos que tanto te gustan, para asegurarle un futuro a nuestros hijos, para poder
comer bien todos los días, para comprar un maldito carro, para no tener nunca más esta
conversación.- Pasaron cuatro segundos y él agregó –ah y ayer llegué tarde porque
empecé a hacer horas extras, los patrones están muy interesados en aumentar la
producción y unos pesitos de más no nos vendrían nada mal.- A los dos segundos de
haber terminado de hablar el ómnibus estaba en frente de ellos con la puerta abierta. Se
montaron.
-¿Vas a trabajar horas extras? Preguntó ella después de sentarse. -¡Es ridículo!- exclamó
enérgicamente. –Pasamos muy poco tiempo juntos, incluso cuando estás en la casa
hacemos cosas pero no nos dedicamos tiempo a nosotros mismos, y ahora me dices que
vas a trabajar horas extra? Ya no tendremos una relación. Tú vida será únicamente
revisar que los engranes que te pasa una máquina no estén defectuosos. Tal vez cuando
seas viejo seguirás en frente de esa banda transportadora, verificando la óptima calidad
de miles y miles de engranes sin darte cuenta que la vida se te escapó y no tuviste
tiempo para disfrutar lo que habías comprado. Habrás dedicado tú vida a detectar las
características defectuosas de los engranes, pero sin haber tenido tiempo para detectar
las características defectuosas de tu vida.-
* * *
15
EL ARREGLADOR
“El hombre de campo calculaba su tiempo en función de las pausas
naturales; el urbano necesita un reloj artificial que dé ritmo a la regularidad de su movimiento, no más en función de una
disciplina religiosa, como la de los benedictinos, sino en consonancia con otro compás.”
(Ortiz, 2000:64)
“El portero abrirá su puerta por la mañana, 15 minutos antes de que suene la campana; después, él debe cerrarlo y rigurosamente
no dejará entrar a ningún operario que llegue atrasado.” (Ortiz, 2000:73)
“Los movimientos deben estar orquestados para evitar una situación caótica. Los atrasos, las rupturas, no son, por lo tanto,
simples resonancias del pasado, sino un obstáculo para el funcionamiento del todo.”
(Ortiz, 2000:78)
Soy el único en la zona con los conocimientos necesarios para reparar un telégrafo,
realmente somos muy pocos los que entendemos el funcionamiento, por lo tanto somos
muy pocos los capacitados para intervenirlo. Por esa razón esta mañana llegaron unos
hombres a mi casa; necesitaban de mis servicios con urgencia. El telégrafo que
precisaban reparara era el de la estación del tren.
Cuando llegamos a la estación había un gran tumulto de personas confundidas. Algunos
personajes intentaban hablar con el personal encargado de la estación, mientras el resto
de personas sólo esperaban ansiosas la llegada del tren. Según el reloj de la estación,
éste debía haber llegado hacía 45 minutos y aún no se aparecía.
El problema que me incumbía era que el telégrafo había dejado de funcionar la noche
anterior, y la estación del tren no había podido recibir los puntuales reportes del sistema
ferroviario. Evidentemente, el tren había tenido un percance, pues llevaba mucho
tiempo retrasado, pero en la estación no se podía confirmar si había sido un daño
pasajero o permanente debido a la falta del aparato comunicador. De ahí el nerviosismo
de los pasajeros; la incertidumbre del funcionamiento del transporte los llevaba a una
ansiedad casi histérica, necesitaban saber sí debían esperar, o por el contrario,
desplazarse en otros medios.
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Muchas de las personas decían ir muy tarde para su trabajo por culpa del
incumplimiento y que el sistema de trenes debía correr con las responsabilidades y
consecuencias del retraso. Otros alegaban que perderían las conexiones con otros
vehículos debido a la puntualidad del transporte en general y también manifestaban
interés por algún tipo de recompensa.
Finalmente arreglé el telégrafo de la estación, no había sido un daño significativo. Pocos
minutos después recibieron un reporte informando el inconveniente, pero comunicaron
que el tren estaba por arribar a la estación. Finalmente la gente se calmó y se pudo
desplazar, pero la tensión fue evidente en algunos momentos.
Me llamó la atención la importancia que tiene el telégrafo en nuestra rutina. Cualquier
persona pensaría que no tiene mucho que ver directamente con el sistema y con el
aparato como tal, pero sí que lo tiene. Aprendí que mi trabajo es muy importante y sin
duda, desde ahora, la percepción de mi trabajo cambiará. Pero a decir verdad sólo hasta
hoy entendí el gran valor que ha ido adquiriendo el reloj en nuestra cultura, el tiempo
ahora es nuestro mayor verdugo. Nuestro gran retador y a la vez controlador.
* * *
17
RITO PRODUCTOR
“La ropa fabricada en serie, en principio, se adecuaría mejor al movimiento de la vida moderna. La Exposición de los Productos
Industriales de 1839 construirá su identidad justamente en oposición a este trabajo lento hecho a mano.”
(Ortiz, 2000:58)
“El Fordismo presupone la anulación del individuo, su subordinación a un engranaje que lo envuelve y sobrepasa.”
(Ortiz, 2000:123)
“El segundo siglo XIX se presenta así bajo el signo de una modernidad comprometida.
En ella, el individuo cede lugar a la multitud. El término es en sí sugestivo,
pues caracteriza el debate de toda una época. Significa primero, producción en masa.
La Revolución Industrial redefine las relaciones productivas, la fábrica se transforma en el centro de las actividades
de una sociedad que rompe con los lazos tradicionales.” (Ortiz, 2000:110)
Pasa todo, rápido pasa todo. El proceso es incesante y repetitivo.
Pasa todo, rápido pasa todo sobre una banda que se encarga del transporte. De las
máquinas a las manos y de las manos a las máquinas.
Rápidas ensambladoras, majestuosas productoras, dan a luz toda clase de objetos
previamente planeados –gemelos- y para menor sorpresa, idénticos.
Rápido, todos obreros, mecánicos o humanos, se conjugan para darle paso a una copia
más, súmele uno al montón.
Pero los hombres hechos obreros ya no deciden, sólo funcionan; ya no crean, sólo
reproducen; ya no se animan, sólo obedecen; ya no son hombres, sólo son máquinas.
Es medio día, almuerzo para todos, la fábrica viviente muere por un ratito, pero en las
entrañas sus órganos productores se alimentan como motores. Es suficiente, no hay
tiempo para el café o sobre mesa.
La digestión la puede hacer en su lugar de trabajo. Gracias.
18
Y así transcurre el día, redundando en el proceso, mecanizando el cuerpo y la mente,
fomentando el asunto de los ciclos eternos. No hay novedad, tampoco particularidad, la
homogeneidad marca el ritmo y no permite ni duda, ni distracción.
Pasa todo, rápido pasa todo menos el tiempo, la jornada parece infinita y el descanso es
limitado. Pasa todo, rápido pasa todo. Sus vidas pasan ante sus proletarios ojos, pero no
se aferran a ella, pues tienen sus rápidas manos ocupadas produciendo para alguien
ajeno, algo que no es para ellos y lo que realmente es de ellos, se aleja como en la banda
transportadora, dirigiéndose al proceso de uno más del millón.
Pasan todos los hombres obreros, rápido pasan todos. El reloj ha dado la hora de partida
y como hormigas, marchando y en fila, saldrán para volver.
* * *
19
1.1.2.2. APROXIMACIÓN ESPACIAL
CIRCULACIÓN
¿FIN O INICIO?
“En este sentido, yo diría que el principio de “circulación” es un elemento estructurante de la modernidad que emerge
en el siglo XIX. Circulación de mercancías y de objetos, elemento fundamental para su materialización.
Más yo diría también, circulación de personas.” (Ortiz, 2000:22)
“El espacio urbano es pensado como un conjunto
formado por partes que deben ser conectadas entre sí y ya no abandonadas a sus particularidades.”
(Ortiz, 2000:26)
“Segundo, la racionalización del espacio. Haussmann traza calles, avenidas, puentes, plazas, conectando los puntos
neurálgicos de la cuidad. (…) Surge en ese momento una metáfora sugestiva para describir Paris. La ciudad es vista
como un organismo vivo, los órganos comunicándose entre sí.” (Ortiz, 2000:31)
“La cuidad se adapta al espíritu de una época.
Pero ésta preeminencia de la circulación sólo tiene sentido cuando refiere a un “sistema”, término que surge sobre todo cuando encaramos las cuestiones de comunicación: sistemas
telegráfico, telefónico, ferroviario, de envío de noticias (las agencias de prensa).”
(Ortiz, 2000:33) Por:
Un agudo observador
A través de observar, he podido notar ciertas cosas y atar algunos cabos sueltos, por eso
me permito escribir este artículo. Éste, es sólo un intento de armar el rompecabezas en
el que vivimos, es una ruta intentando clarificar la influencia de la circulación en la
ciudad, que para mí, es un concepto fundamental para concebir la urbe y el sistema que
la conforma.
Toda la ciudad funciona como una red interconectada e inmediata. La urbe está
planificada para permitir la circulación dentro de ella. La ciudad ya no es un mundo
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laberíntico ni sorpresivo, más bien parece una cuadrícula predecible y aburrida, esto con
la finalidad de facilitar el movimiento. Ahora, los puntos más importantes de la ciudad
están conectados por diferentes vías, incluso hay acceso a los cuatro puntos cardinales
de la ciudad en poco tiempo, a través de líneas generalmente rectas. Las ciudades ya no
se recorren a pie como antes, la mayoría de personas se desplazan en vehículos por las
avenidas citadinas. Las ciudades son ahora de todos y recorridas por todos.
Pero el mundo también se desenvuelve en términos de interconexión. Las personas
entran y salen de la ciudad con gran frecuencia. Los medios de transporte hacen que el
desplazamiento sea ágil, facilitando salir y entrar a una ciudad en un solo día. Por otro
lado, está el comercio ligado al transporte, que acentúa la idea de interconexión. Antes,
las personas debían limitarse a sus mercados locales y cercanos, ahora, la noción de
límite respecto a las fronteras está disminuida, gracias a los diferentes medios para
transportarse y transportar objetos, la gente tiene acceso al comercio de la mayoría del
mundo. La sociedad tiene acceso al mundo.
Pero el contacto con el resto del mundo no sólo es impulsado por el comercio, la
comunicación influye fuertemente. Ésta permite que la información circule a altas
velocidades; también, que la concepción de circulación deje de ser algo netamente físico
para admitirle el paso a otros planos. Vale la pena aclarar que la circulación de la
información también tiene otro eje: el mercado. Las personas tienen la necesidad de
hacer sus trámites comerciales y esto se logra a través de las palabras, del diálogo, que
algunas veces trae por añadidura información ajena al negocio.
En un principio parecería que la circulación es el fin del proceso; la finalidad con la que
ha sido planeada la ciudad. Sin embargo, sutilmente, la circulación parece revelar que es
tan solo un medio, una vía a la expansión y una carrera al conocimiento, estos dos son
los que parecen ser la finalidad actual. Quizá es un direccionamiento inconciente, no lo
sé, pero seguro se vendrán nuevos cambios.
* * *
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ESPACIO SIN DESPACIO
“Atravesar las montañas, traspasar lo precipicios, todo esto gracias
a dos líneas de hierro paralelas. Téngase en cuenta que el tren, inmediatamente después de salir, ya llega.
(…) La invención del tren revoluciona la concepción de espacio y tiempo.”
(Ortiz, 2000:52)
“Los hombres estaban acostumbrados a transitar en el interior de un continum espacial a una velocidad que los
integraba en el pasaje. La diligencia y el caballo los había obligado a contemplar la naturaleza circundante. El tren quiebra
esta percepción de continuidad; los espacios locales se vuelven elementos discontinuos a lo largo del viaje.”
(Ortiz, 2000:55)
Entre más rápido salga, más rápido regreso. La velocidad para trasladarse ahora es
fundamental, los trayectos ya no son importantes, más bien son efímeros. Por un lado,
los viajes que antes tardaba semanas en hacer, ahora los hago en días, incluso lo que
antes hacía en días ahora lo hago en horas. Desperdiciar tiempo está mal visto por la
sociedad, así que se ha encargado de eliminar el tiempo en los recorridos, en la
producción en la comercialización. Si no es físicamente productivo, entonces es un
tiempo mal gastado que podría ser aprovechado. “Útil”.
Es extraño, pero el tiempo parece afectar directamente el espacio. Ahora el mundo
parece más pequeño gracias a la velocidad del tren. Lo que antes era lejano ahora es
cercano y lo que ahora es lejano, antes era inalcanzable.
Esto está bien, parece que el tiempo ahora rendirá para más cosas, es decir, podré ser
más productivo. Pero debo confesar que hay algo que no me agrada mucho de este
nuevo sistema de circulación. Antes, cuando uno se desplazaba, tenía que hacer
trayectos muy largos, o mejor, muy lentos. Esto, le daba paso a un tiempo “muerto”
que podía utilizar para meditar o reevaluar asuntos de mi vida, era el espacio que podía
dedicar a mi mismo. Pero también era el momento de estar con el mundo, con la
naturaleza, de disfrutar los paisajes y asombrarme por la maravilla de la creación; me
dedicaba a respirar aire puro y a recordar que hago parte del todo. Pero las cosas ya no
son así, ahora, como había dicho antes, los trayectos son casi inmediatos, uno no ha
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terminado de salir cuando ya empieza a llegar. Pero lo que es peor, ahora los paisajes
que tanto me gustan pasan a toda velocidad, sin darme tiempo para contemplarlos. Mi
rango de visión se ha limitado a una ventanilla, a un recuadro de vidrio que me dice qué
es lo que debo mirar. Finalmente estoy dentro de una cabina, en un vagón, que me aísla
del entorno, que me limita cualquier tipo de interacción con el paisaje. Es detestable y
represivo. Ahh, pero bueno, francamente, sin dudarlo, prefiero la velocidad a la
contemplación. Que muera la naturaleza si es necesario para que viva el tren.
* * *
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SOBRE EL BARRIO
“La complejidad de la trama necesita de la existencia de
una sociedad moderna en la cual la población se concentra dentro de volúmenes espaciales relativamente restringidos,
donde todos se observan unos a otros” (Ortiz, 2000:117)
“No fue por casualidad que los primeros proyectos de
enumeración de las casas en Paris fueron una iniciativa de la policía; la medida racionalizadora buscaba
justamente reforzar su control” (Pronteau, 1966)4
Vivo en el edificio de la esquina entre quinta y novena, para ser más exacta, en el
apartamento del segundo piso que tiene vista a la calle. Me gusta vivir allí, es un buen
lugar, está bien ubicado; es fácil llegar a éste y la entrada no es por un sórdido callejón,
es por la novena. Puede que esté más expuesta al ruido de la ciudad, pero prefiero eso a
los mendigos y pícaros que optan por las sombras de los angostos callejones.
No salgo mucho a la calle, prefiero la seguridad de mi casa a la vulnerabilidad que
siento cuando camino junto a esos ríos de personas. Debo confesar que los tumultos me
ponen nerviosa, al igual que la velocidad desenfrenada con la que camina la gente.
Además, mi esposo trae todo lo que deseo, bueno, todo lo que necesito para la casa; el
trabaja y trae el pan y yo hago las labores del hogar, como limpiar y cuidar a nuestro
hijo.
Por esa razón no me expongo mucho al exterior, no tengo la necesidad; sin embargo, me
encanta la vida de la ciudad y la observo a diario. Todos los días me paro junto a la
ventana a ver pasar la ciudad, es divertido aunque no lo crean como mi esposo, pero
realmente me entretengo. Desde mi ventana puedo ver casi todo lo que ocurre a mí
alrededor. Veo la novena; dos manzanas hacia la derecha y lo mismo hacia la izquierda,
y al frente, veo unas tres manzanas de la quinta porque más allá no tengo acceso visual.
Lo más interesante de pararse junto a la ventana durante horas, es que es posible
entender la rutina de algunas personas, incluso de la sociedad en general. Por ejemplo, a
4 Citado en Ortiz, 2000:117
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las 6 de la tarde el movimiento urbano es mucho mayor que a las 2 de la tarde, debido a
que a las 6 salen la mayoría de trabajadores de las fábricas y se dirigen a diferentes
lugares. O en el caso de los sábados, días especiales, ponen un pequeño mercado sobre
la novena, entre la tercera y la cuarta, que tiene gran afluencia de personas.
También es divertido lo de la señora del edificio de enfrente, es un caso interesante, les
voy a contar. Ella sale casi todos los días a las 9 de la mañana acompañada de una
sombrilla y un bolso negro. Aunque a veces no regresa a su casa antes de la hora de
almuerzo, generalmente sÍ lo hace; pero llegue a la hora que llegue, siempre pasa por la
panadería de la quinta con octava y compra algo que le empacan en bolsas blancas. No
estoy segura si siempre es lo mismo o si ella varía de producto, el hecho es que nunca
deja de comprar en la panadería de la quinta con octava.
Pero ayer… ayer pasó algo importante. La vi llegar al edificio casi a las 3 de la tarde,
pero sin nada en sus manos proveniente de la panadería; pasó por el lado y ni siquiera
volteó a mirar, pues bueno, eso fue lo que conseguí ver. En un principio alcanzó a
producirme algo de curiosidad. ¿A que se debería tal cambio de rutina? Pero todo se
resolvería el día de hoy: si pasaba por la panadería y compraba algo, lo del día anterior
habría sido algo pasajero, pero si no compraba algo, podría ser una decisión definitiva
con un motivo que seguramente jamás conocería.
Queriendo resolver mis dudas, esta mañana me desperté temprano, casi con el sol, y me
paré junto a la ventana a mirar, sólo que ésta vez no quería perderme ni un detalle. Ya
eran casi las 11:00 a.m. y la señora del edificio de enfrente no había salido. Primero
pensé que quizá la señora sólo estaba un poco retrasada, nada especial, pero con el pasar
del tiempo mis hipótesis empezaron a volverse más fatalistas y trágicas. Desde la
posibilidad de una sutil gripa hasta la duda de una muerte causada por envenenamiento
por parte del panadero. Eran miles las ideas que pasaban por mi cabeza.
Sin embargo, pasadas las 12 del medio día, el panadero, al que había visto sólo un par
de veces, llegó al edificio de enfrente. Yo quedé anonadada, entre mis posibilidades no
existía esa eventualidad que se presentaba frente a mi nariz. El señor panadero iba muy
bien vestido y llevaba un ramo de flores en su mano izquierda. Esperó algunos segundos
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y la señora del edificio de enfrente apareció rozagante por la puerta. Estaba muy bien
arreglada y con un bonito vestido, pero claro, con su sombrilla y su bolso negro.
Él le entregó un ramo de rosas, ella lo aceptó y sonrió; él le ofreció su brazo como
apoyo, ella lo acepto. Y empezaron a caminar hasta que se perdieron en la lejanía de la
distancia. Eso fue lo ultimo que supe de ella y ya casi son las diez de la noche.
* * *
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1.1.2.3. APROXIMACIÓN SOCIAL
DESVANECIMIENTOS
“Los hombres de mediados de siglo intuyen que
ciertas nociones, tradicionalmente enraizadas en sus mentes, se tornan ahora fluidas, huidizas.”
(Ortiz, 2000:54)
“Si la modernidad, como forma distinta de experimentar la realidad social, supone ver la sociedad y las relaciones
sociales que en ellas se desenvuelven como temporalmente transitorias y espacialmente fugaces, entonces esto implica que las estructuras tradicionales permanentes están ahora
ausentes de las experiencias humanas.” Georg Simmel5
Hoy llegué cumplida a nuestra cita y Emmanuel nuevamente tardó un buen tanto en
hacerlo. Cuando finalmente apareció, no reaccioné con rabia como la última vez, porque
creo que me estoy acostumbrando a que esto suceda con más frecuencia desde que está
trabajando para el Señor Tetard. Simplemente siento nostalgia por aquella época pasada,
cuando él se hacía cargo de las compras del Señor Rochambeau y solía estar siempre
esperándome “cuando la posición del sol en el cielo no genera ninguna sombra en el
piso” como decía él.
La mayoría de las veces me recibía con un pequeño detalle como un trozo de pan de
chocolate de los que preparaba Antoine, el pastelero del barrio. Una de esas veces me
sorprendió con una gargantilla de oro que yo jamás habría podido adquirir con el poco
dinero que me sobra de las crinolinas que coso. Y después de mi sorpresa me confesó
que durante un año se estuvo robando unas cuantas monedas del cambio de las compras
diarias, que el señor Rochambeau ni se molestaba en contar por la cantidad de dinero
que tenía y le sobraba.
5 Citado en Picó, 1998:21
27
Tengo que reconocer que nuestra relación ha cambiado. Ha cambiado como esta calle
en la que espero impaciente. Hace varios años, este mismo lugar solía ser el callejón de
nuestros encuentros amorosos; un lugar agradable, con casas a ambos lados y despejado
de tanta gente bulliciosa. Si cruzaban dos o tres personas durante el tiempo que
permanecíamos aquí, eran muchas. Eso sí, no faltaba que uno de ellos fuera Cyrille el
barrendero, que siempre bromeaba con su escoba, o Bastian, el artista más andrajoso
que jamás he conocido.
De un momento a otro nuestro callejón dejó de ser dicho lugar apacible para darle paso
a las demoliciones. Una tras otra fueron cayendo todas las casas y cuando intuimos que
ya no quedaría nada, comenzaron a surgir edificios fríos e incoloros sobre una artería
ancha, rectilínea y monótona que reemplazaba los escombros. Lo que pensamos
permanecería hasta después de nuestra muerte ya no existía; jamás volvería a ser aquel
lugar que tanto amábamos.
Sigo esperando y entre la cantidad de personas que pasan justo al frente mío, me quedo
mirando a un hombre cuyo chaleco de terciopelo llama mi atención por el corte que
tiene. Él siente mi mirada y se da vuelta hacía mi; rápidamente pasa sus ojos por mi
cabello bien peinado, mis labios resecos y mis pechos pequeños, parece que nada le
interesa y continúa con su ágil andar. No me importa, seguramente si se hubiera
interesado en alguno de mis detalles tampoco se habría detenido.
-Disculpa, ¿sabes dónde queda la calle Saint-Asier? Me pregunta una muchacha joven
que parece no ser de por acá.
-¿Saint-Asier? Mhmmm, no, nunca he oído el nombre de esa calle.
Cuando quise preguntarle de dónde era y por qué se encontraba en París ya estaba a
varios metros de distancia inmersa en la multitud andante. Después pensé que tal vez
fue mejor no haberle preguntado nada, quizá era una ratera incursionando en una nueva
modalidad de atraco.
Casi la una del medio día y veo que Emmanuel viene a lo lejos caminando bastante
apresurado. -¡Adeline, amor! Me grita a lo lejos. No vas a creer lo qué me pasó, acababa
de salir de la tienda de abarrotes al lado de la Plaza Caró y estaba esperando el ómnibus
que…….
28
Dejé de oír sus palabras porque en ese momento comprendí qué tanto había cambiado
nuestra relación y lo frágil que era. Sí el callejón que alguna vez fue testigo de nuestro
amor y ya no está, sí algo tan sólido dejó de existir, ¿por qué no entender que en
cualquier momento este amor se va a desvanecer?
* * *
29
VÍA SAINT-ASIER
“(…) el fundamento psicológico del tipo de la personalidad
urbana es el incremento de la vida nerviosa, que emerge del cambio rápido y continuado de los estímulos
exteriores e interiores.” Georg Simmel6
-Disculpa, ¿sabes dónde queda la calle Saint-Asier?-
-¿Saint-Asier? Mhmmm, no, nunca he oído el nombre de esa calle.-
¿Por qué, por qué? Por qué nadie sabe dónde queda esa condenada calle. En qué estaba
pensando cuando decidí venir a este lugar.
-¿Caballero, sabe dónde queda la calle Saint-Asier? ¿Caballeeero?!?! ¡Ah!-
Derecha o izquierda, derecha o… Mejor sigo caminando hacía adelante.
¿Será que la única que tiene tanto calor soy yo? No podría llevar puestos los guantes
que tiene esa mujer. Me sudan las manos y ni hablar de los pies, ya siento los latidos de
mi corazón en ellos.
¿Y si doblo por esta avenida? O quizá sea mejor si me detengo a descansar un
momento. No, mejor no. No quiero que se me acerque algún borracho. Además, no
puedo perder un sólo minuto. ¿Será que entre tanto movimiento es posible detenerse y
descansar?
Juro por el alma de mi abuelo, que en paz se encuentre, que no voy a volver por acá.
-Buena tarde, ¿sabe dónde queda la calle Saint-Asier?-
-Esa calle está muy lejos de acá, es más bien del otro lado del Sena, junto a la Plaza
Pascal-.
-¿Cómo llegó allá?-
-No soy de acá, no sé.-
6 Citado por Frisby, 1985 en Picó, 1998: 62
30
¡AH!!! Sin tan sólo me hubiera mirado a los ojos al hablarme no me sentiría tan
despreciada. ¿Es que no se dan cuenta que necesito ayuda? Estoy en una ciudad
contagiada de personas impasibles. Cuánto gusto me daría encontrarme con alguien de
mi ciudad. Cruzo esta calle pregunto una vez más y si no me dicen, me regreso por
donde me vine.
¿Por dónde me vine?
* * *
31
GÉRARD POR LA CIUDAD
“La estimulación en sí misma se convierte en la cura
para la total indiferencia. En la vida de la metrópolis, la auto preservación individual, en el contexto de la vida urbana y la comunidad de cambio, se alcanza
a costa de la devaluación del mundo objetivo y también de los individuos. Esta necesidad de auto
preservación afecta igualmente al modo de interacción en la vida de la ciudad. Se manifiesta en una reserva
extrema hacia los otros que no tiene sus orígenes meramente en su indiferencia –como en la actitud hastiada- sino en
“una aversión débil, una mutua extrañeza y repulsión, que estalla en el odio y el enfrentamiento en el momento
de un contacto más cercano, como quiera causado.” Georg Simmel7
“(…) la ciudad provee la posibilidad de la indiferencia total hacia los propios vecinos, no sólo en el sentido de aquel que vive en la
proximidad sino también de aquel con el cual uno se enfrenta en la interacción cotidiana.
Enfrentando a la masa en sus potenciales interacciones, el individuo busca alguna forma
de auto preservación que en los habitantes de la ciudad se asocia con la indiferencia.”
(Frisby, 1985)8
Gérard salió esa tarde de su oficina, muy puntual como de costumbre. Debía encontrarse
con Dominique Abdellaoui, para hablar de asuntos financieros y posiblemente empezar
a esbozar un negocio en la industria textil, con el cuál los dos esperaban obtener
ganancias excesivas.
Su cochero se había enfermado ese día así que él debía arreglárselas para llegar por su
cuenta. No era la mejor opción, pero el ómnibus le pareció adecuado. Así que
emprendió una corta caminata hasta la estación del mismo. No había caminado ni cinco
metros cuando empezó a oír un gran alboroto proveniente de vendedores que recién
salían del mercado contiguo. Prefirió no acercarse mucho; incluso pensó en pasar al otro
lado de la calle porque el olor de su sudor había llegado hasta su nariz y ya empezaba a
sentirse mareado. Sin embargo, aligeró el paso y conteniendo la respiración sobrepaso a
la banda de gozosos empleados.
7 Citado por Frisby, 1985 en Picó, 1998: 65 8 Citado en Picó, 1998: 65
32
Una vez volvió a respirar tranquilamente, se sintió plenamente satisfecho por ser quien
era y, sin darse cuenta, sus actos reafirmaban el placer que sentía al diferenciarse
tajantemente de las otras personas que se topaba por la calle. Muchas veces pensaba que
la gente lo miraba y admiraba por la elegancia de su traje y el dinero que revelaba
poseer, pero que probablemente en muchos de ellos el sentimiento que despertaba con
mayor fuerza era la envidia; envidia por su suerte.
Así continuo caminando, esquivando uno que otro mendigo que aprovechaba las horas
en que la gente salía de trabajar para pedir monedas. De repente una muchacha
tensionada casi lo mata de un susto cuando le preguntó que sí él sabía dónde quedaba la
calle Saint-Asier? Cómo se le ocurría sorprenderlo de esa manera y emprender a
preguntarle algo que a él lo tenía sin cuidado, pensaba. Prestamente siguió su camino y
a lo lejos alcanzó a oír nuevamente la voz de la niña gritándole: “¿Caballeeero?!?!.”
Que a mi no me intercedan así cuando tengo prisa, pensó.
Llegó a la estación y sólo tuvo que esperar un par de minutos para que el ómnibus se
estacionara en frente suyo. Subió y escogió un asiento al lado de la ventana. Esta
decisión no era gratuita; optaba por mirar el paisaje de la ciudad a cruzar su mirada con
otras personas. Sus razones eran sencillas: por un lado podía vivir unos segundos de
incomodidad o, por otra parte, se le podrían acercar demasiado o llegar a hablarle. Para
él era una manera cortés de pasar aparentemente desapercibido, porque sabía que “era el
centro del mundo y aún así permanecía oculto para el mundo” como decía un viejo
amigo aristócrata al hablar de su presencia entre las multitudes.
El ómnibus lo dejó a un par de calles del café dónde había concertado la cita con
Dominique Abdellaoui. Miró su reloj de cadena y se sintió orgulloso por la puntualidad
con la que siempre llegaba a sus reuniones. Antes de llegar al café tuvo la delicadeza de
cerciorarse en el vidrio de varias tiendas que su reflejo fuera el que el esperaba; sólo
tuvo que acomodarse el sombrero. Previamente a su ingreso en el café, se quedó unos
cuantos segundos deslumbrado con la manera como se iban encendiendo las luces de la
ciudad para darle la bienvenida a una noche que seguramente prometía buenos
negocios.
* * *
33
LA HISTORIA DE UN HOMBRE DEFORME
“Si la masa no fue bienvenida, por su forma amenazante, como movimiento social, no se puede decir lo mismo de
su configuración como masa de consumidores. Este fenómeno se acentuó con el desarrollo de los grandes almacenes de novedades, cuando por primera vez en
la historia los consumidores se perciben a sí mismos como masa.” (Picó, 1998: 25)
“El más importante y significativo de los laberintos modernos fue colocado en el mundo del intercambio
y circulación de mercancías, que reproduce lo-siempre-mismo como lo-siempre-nuevo.”
Walter Benjamín9
“Pero “multitud” posee aún otro significado: el término se contrapone al de individualidad.
En la aglomeración de las grandes metrópolis, absorbe los rasgos de singularidad, integrando
al individuo en la masa anónima de caminantes.” (Ortiz, 2000: 111)
Esta es la historia de un hombre deforme; deforme y con tan mala suerte que le gusta la
moda y no tiene dinero.
Claude Michel es rentista y piensa que la presentación personal es lo más importante a
la hora de concretar sus negocios. ¡Pero es deforme! Y lo que se rumora es que llegó
tarde al ajuste de proporciones; imagínese el siguiente cuadro. Altura: un tanto menos
del metro y tres cuartos; su pecho es ancho y tonificado en tanto su cadera angostita y el
trasero plano. Ambos brazos nada prolongados y sus piernas… pues una larga y la otra
corta; botín plano para éste, botín alto para aquel, logrando así disimular tremendo
desnivel. Hacía arriba nos topamos con una cabellera rubia enrulada y unos ojos caídos
y eternamente parpadeantes. Nariz chata, labios pecosos y las perdurables cinco gotitas
de sudor que siempre acompañan su sien.
Hasta hace no muy poco tiempo, Claude Michel se sentía a gusto con el gabán holgado
y los pantalones prensados que le confeccionó Raimond el sastre. Pero sucede que ahora
éste hombre deforme gusta de la indumentaria que venden en el Boulevard Sébastopol.
9 Citado en Picó, 1998: 26
34
Cada sábado en la tarde llega a la entrada de hierro del boulevard como arrastrado por
un imán. Se siente complacido al sumergirse entre tantas personas congregadas por la
misma sed de adquisición que él siente. Una vez en esas, serpentea de un lado a otro
entre la multitud, haciéndose paso bruscamente hasta encontrar una tienda que llame su
atención.
Dos o tres horas más tarde, y siempre con las manos vacías, se encamina hacía su casa
al otro lado de la ciudad. Con un poco más de sudor en la sien y los cachetes rojos de
calor y rabia. Es así como evidencia que no consiguió nada que se ajuste a sus
imperfectas proporciones, ni mucho menos a su exiguo presupuesto.
Es lunes nuevamente y Claude Michel va en el tren portando el mismo gabán marrón de
hace cinco años y ocultando la camisa blanca como hacen los burgueses. No tarda en
darse cuenta que el hombre que está a su lado hace 45 minutos, el que está en frente, y
aquel que acaba de ingresar al tren llevan puesto el mismo chaleco de lino que el tanto
quiso comprar dos días antes. Minutos más tarde llega al oeste de la ciudad a rentar un
domicilio y vuelve a sentirse mal, cuando sus distinguidos clientes también llevan
puesto el chaleco que el tanto quiso comprar.
Claude Michel vuelve el siguiente sábado al bulevar, con intenciones positivas siente
que en esta oportunidad va a hallar el adecuado reemplazo a su desdeñado gabán. Una
vez más se abre paso entre caballeros y damas afanosas que no pueden perder un minuto
en encontrar lo que van a comprar. Una vez más, Claude Michel se prueba y desprueba
mil y una prenda sin encontrar un sólo chaleco que le logre cerrar. El sudor, el calor y
las manos vacías lo vuelven a acompañar, pero esta vez deja ver sus dientes con una
sonrisita de felicidad. Aquel día oyó el mejor consejo que un vendedor le pudo dar:
“Espere una temporada y seguramente encontrará un traje novedoso que se ajuste a su
cuerpo y voluntad”.
Pasa una temporada y Claude Michel vuelve al bulevard. Qué sorpresa cuando la
novedad de la última colección está en el cambio de los tonos y nada más. Ahora el
marrón se impone y el hombre piensa, “al fin y al cabo el gabán no está del todo mal.”
35
Ésta fue la historia de un hombre deforme; deforme y con tan mala suerte que le gusta la
moda y no tiene dinero para pagar por el derecho que tiene su individualidad a vestirse
como todos los demás.
* * *
36
1.2. EN LATINOAMERICA
Conquista, Colonización e Independencia en América Latina; los hechos que
ineludiblemente cambiaron el rumbo de los pueblos indígenas. Un día antes de que
llegaran los conquistadores españoles, los indígenas hacían parte de asombrosos
imperios donde ejercían total autonomía política y cultural a lo largo y ancho de
extensos territorios desbordados de naturaleza y riquezas.
La Conquista de América, que comenzó en la última década del siglo XV, fue el
acontecimiento que definió una ruptura histórica entre un pasado indígena que jamás
volvería a ser el mismo y un futuro inimaginable tanto para ellos siendo habitantes
como para los recién desembarcados. Éstos últimos, escoria española principalmente,
presumieron que habían llegado a tierra de nadie, un lugar incivilizado y lleno de
hombres salvajes, y bajo este supuesto se dejaron llevar por acciones ambiciosas y
violentas a través del proceso de colonización.
Y es así como en estas tierras de nadie, los ahora colonizadores se vieron obligados a
civilizar a los indígenas. Fue entonces cuando se sintieron con todo el derecho para
adueñarse de las tierras y extraer las fortunas que posteriormente enviaban a España. De
la misma manera, impusieron sus costumbres y obligaron a los indígenas a entender el
mundo como ellos lo hacían, a través de la cristianización forzosa. Sentían que debían y
podían hacerlo; asumiendo que estos individuos ignorantes no tenían ya una manera de
comprender y experimentar el mundo que los rodeaba.
Fue así como dentro de su misión civilizadora se veían en la tarea de reducir el
salvajismo, es decir, de reducir a los indígenas tanto física como espiritualmente,
exigiéndoles trabajar arduamente o matándolos. Justificaciones para realizar dichas
atrocidades no les faltaron, aseverando que los indígenas eran ebrios, vagos, perezosos
infantiles, desordenados y hasta llegaron a violentarlos psicológicamente afirmando que
no tenían alma, negando así su condición humana. José Luis Romero afirma lo
siguiente:
37
“El aniquilamiento de las viejas culturas –primitivas o desarrolladas- y la deliberada
ignorancia de su significación constituía el paso imprescindible para el designio
fundamental de la conquista: instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa, a
cuyos montes, ríos y provincias ordenaba una real cédula que se les pusieran nombres
como si nunca los hubieran tenido” (Romero, 1998: XXV)
Siguiendo sus intereses, el paso sucesivo fue urbanizar poblaciones que eran
principalmente rurales sin importar en lo absoluto la infraestructura y la naturaleza que
existiese antes. Y así, escogieron ubicaciones geográficas a su antojo y empezaron a
erigir una red de urbes que les permitiría configurar una “América hispánica, europea,
católica” (Romero, 1999: XXVII), creando así una sociedad homogénea, dependiente y
sin autonomía para expresarse. Lo que opina José Luis Romero al respecto: “Fue
designio de ellos borrar los vestigios de las viejas culturas indígenas, y lo cumplieron
implacablemente, acaso porque estaban convencidos de que era justo hacerlo con
infieles.” (Romero, 1999: XXIV)
Fue así como las ciudades se construyeron siguiendo ciertas pautas de arquitectura que
indicaban que debían ser erigidas según la forma de un damero. El resultado era una
tanda de manzanas cuadradas, separadas unas de otras por calles horizontales y
verticales. Eran ciudades diseñadas para controlar y vigilar fácilmente a la nueva
sociedad urbana que debía someterse a un sistema colonial de dominio ideológico,
político, económico y social por parte de los españoles.
Paralelamente a la urbanización, y haciendo parte de todo el plan de civilización, estuvo
siempre presente el tema del mestizaje. Desde un comienzo fue inevitable la fusión
racial que derivó en una sociedad jerárquica y heterogénea que debía convivir en un
mismo territorio. De esta manera tuvieron que coexistir españoles, criollos, mestizos,
mulatos, negros, indios y zambos.
Después de un largo periodo colonial, contradictorio y problemático, y durante las
últimas décadas del siglo XVIII, los criollos formaron burguesías locales deseando su
Independencia para poder tener y ejercer libremente su poder político y económico. Por
otro lado, España ya había perdido protagonismo en Europa y la Revolución Francesa y
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la Independencia de los Estados Unidos fueron fuente de inspiración para la burguesía
criolla.
Después de diversas guerras, los pueblos latinoamericanos finalmente obtuvieron su
independencia, sin embrago, no todo fue color de rosa. Los problemas se complejizaron
empezando con la definición de quiénes serían los nuevos dirigentes de la nación.
Realmente no era una tarea fácil, porque como dice José Luis Romero: “En la sacudida
general que había sufrido la sociedad después de la Independencia, el cambio más
profundo se había producido, precisamente, en las clases dirigentes.” (Romero, 1999:
230-231)
Estos personajes tenían que comprender que no podían evadir una historia propia que
les exigía asumir sus consecuencias en todos los cambios que se presentaban y las
decisiones que debían tomarse. Entonces, el reto de los nuevos dirigentes fue organizar
las nuevas naciones y nacionalidades; definir su personalidad específica y crear nuevas
ideologías para una sociedad totalmente heterogénea, de acuerdo a la situación en la que
se encontraba cada región.
Fue así como desde las primeras décadas del siglo XIX, la nueva clase dirigente se fue
conformando a través de guerras civiles entre grupos que ineludiblemente chocaban
entre sí: la burguesía urbana, los campesinos10, los progresistas y los conservadores.
Quienes llegaron al poder tuvieron que decidir sí seguir o evitar el modelo europeo. Sin
embargo, las ideologías que se iban formando, de una u otra manera estaban
influenciadas por los estímulos, presiones y modelos que venían de Europa. Como dice
José Luis Romero: “Y siempre partieron de la imagen de una América europeizada, de
la América como una nueva Europa., inmersa en el sistema de relaciones creado por
Europa y dirigido por ella.” (Romero, 1999: XXIX)
Finalmente, las clases dirigentes aceptaron la doctrina del progreso a la que habían
estado sometidos durante tanto tiempo; esta vez, se ponían las cadenas por todos para
volver a una dependencia que ahora se jugaba bajo otras reglas. Esto determinaría el 10 Los campesinos que fueron excluidos durante el siglo XVIII jugaron un papel importante en el XIX, al intentar vincularse a la clase dominante y ofrecer sus costumbres y tradiciones que contrastaban con las urbanas.
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rumbo de las ciudades latinoamericanas y la manera en que todos y cada uno de los
múltiple y desiguales grupos sociales debía entender y experimentar la vida urbana. A
propósito de las clases dirigentes Néstor García Canclini expone al respecto:
“Las oligarquías liberales de fines del siglo XIX y principios del XX habrían hecho
como que constituían Estados, pero sólo ordenaron algunas áreas de la sociedad para
promover un desarrollo subordinado e inconsciente; hicieron como que formaban
culturas nacionales, y apenas construyeron culturas de élites dejando fuera a enormes
poblaciones indígenas y campesinas que evidenciaban su exclusión en mil revueltas y
en la migración que “trastorna” las ciudades.” (García Canclini, 1990: 21)
A continuación, los relatos de diversos personajes que nos hablan de la vida en las
ciudades de América Latina durante los siglos XIX y XX.
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1.2.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL.2
VIDA JUERTE
En cuanto a los contrastes: campesino – ciudad
“Nunca convocada antes, se vio solicitada para participar en la lucha por el poder
y las ideologías, y respondió acudiendo al llamado y reclamando el papel que su fuerza parecía justificar.”
(Romero, 1999: 205)
“Campo y ciudad, vida rural y vida urbana, expresan los polos que puso de manifiesto
la irrupción de la sociedad criolla dentro del marco todavía vigente del mundo colonial.”
(Romero, 1999:230)
“De tal contradicción no se saldría hasta las últimas décadas del siglo, cuando los usos extranjeros derrotaron a los de tradición criolla,
convirtiéndolo en leves resabios nostálgicos. Pero hasta esa época, y desde la Independencia,
las nuevas sociedades vivieron en la contradicción, elaborando sucesivas combinaciones.”
(Romero, 1999: 271) -¿Abuelo, es verdad que usted y mi abuela Magdalena se conocieron en un teatro? Me
preguntó Ángela, mi nietecita de once años, un día que nos arrimamos a la fuente de la
plaza a esperar que empezara la misa de las cinco.
-¿De dónde saca esas ocurrencias, su papá le dijo eso?
-No, mi tío Aníbal me dijo que había sido una historia muy patriótica y…
-Ja! ¿Qué tiene que ver el caldo con los huevos? Nunca he entrado a un teatro en
tantísimo tiempo que llevo viviendo en esta ciudad. Venga, más bien le cuento de
primera mano cómo jué que nos conocimos su abuela y yo. Es un cuento estirado pero
lo que tenemos es rato pa’ cotorrear.
Yo nací y crecí por Sierra Verde, en el campo. Mi familia era muy pobre y mi amá tenía
que alimentar a ocho hijos ella solita, porque el infeliz del señor con el que se juntó fue
un español que la puso a tener hijos y después se jué. –Se dice fue, abuelo.-
Aja, entonces cuando yo tenía catorce años empecé a trabajarle a un patrón en una
haciendota, eso sí era naturaleza, no los tres árboles que uno vista por acá. Bueno, junto
con otros cincuenta, teníamos que cultivar la tierrita y como decía el patrón: “¡Aquí se
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cultiva la riqueza que alimenta al pueblo, así que trabajen juerte!” Y juerte sí que era ese
trabajo: como catorce horas al día en pleno sol, lluvia, cargando bultos, arando y de todo
que usted se imagine. Sabíamos que nos explotaban pero también sabíamos que así
nunca nos faltaría la comidita del diario y lo de llevar pa’ la casa.
Un día el patrón nos reunió a todos los trabajadores y nos dijo que en la ciudad nos
necesitaban; que montáramos todos los caballos de la hacienda, agarráramos nuestros
cuchillos y saliéramos a pelear junto a los hombres del Coronel Jacobo López.
Recuerdo cuando nos dijo: “El campo siempre ha sido ignorado, aún en las guerras de
Independencia cuando se llevaron hasta los negros y a todos los indios a pelear. Ahora
sí, que esos señoritos urbanos se cuiden, porque el campo ha sido convocado para estas
batallas internas y es nuestra oportunidad para meternos con los que luchan, y porai
derecho untarnos de tanto poder. ¡Arre pues que nos juimos!”
Cuando eso, yo tenía dieciocho años y nunca antes había estado en una ciudad. Y pa’
que le niego que mucho miedo sí me daba, pero cuando me di cuenta que éramos cipote
ejército de campesinos a caballo, me sentí bien juerte. Así como alguna vez los
españoles llegaron a imponerse con sus caballos ante los indígenas, en ese momento
nosotros llegábamos a imponernos con nuestros caballos ante los urbanos. ¡Tremenda
bestia! Y es que estoy seguro que en las mentes de todos esos animales son purito
poder, potencia y un posible sometimiento pal que se atraviese en el camino; en el
nuestro en ese caso. Lo más impresionante de todo jue cuando entramos por primera vez
a la ciudad; todas las gentes en las calles nos veían con terror, gritaban y corrían. Sobre
todo los blancos medrosos; los negros eran más tranquilos, porque en ninguna situación
tenían nada que perder. Además, dentrando en las plazas, el patrón nos gritaba: ¡Somos
el pueblo en armas y nadie nos va a derrotar! Y así todos nos emocionábamos más.
-Se dice entrando abuelo-, me dijo la niña mientras miraba a su alrededor para
cerciorarse que nadie me hubiera oído. Y me preguntó, ¿Eran plazas como ésta?
Pues casi la misma cosa. Ya han pasado poco más de cincuenta años y todavía están las
mismas iglesias, las mismas casonas con balcones, las mismas plazas, las mismas rejas.
La misma somnolencia. Acá nunca han dejado derrumbar la ciudad colonial para
construir tantísimos edificios, jardines franceses, hoteles pa´ ricos; si ni siquiera han
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empezado con juicio la construcción de la estación del ferrocarril. Han tenido que
arreglar unas cuantas cosas y eso porque esta ciudad se ha convertido en campo de
batalla durante algunas épocas -como cuando yo llegué- y pues las calles quedaban
destruidas y muchas casas también. Pero los pobres obreros siempre tienen que
reconstruir en vez de hacer cosas diferentes, como esas que uno oye que hay en esas
otras ciudades grandes y bonitas que son muy parecidas a las europeas.
Bueno, en fin, yo no le quiero hablar de batallas, ni destrucciones ni cosas de esas, pero
ahora viene una parte de mi vida que más bien es como terrible, pero fue cuando más
gocé. Pues imagínese que después de las guerras muchos de nosotros no queríamos
volver al campo a que nos explotaran, aunque en la ciudad muchos de los doctorcitos y
las mujeres emperifolladas ya habían empezado a rechazarnos por no hacer parte de los
elegantes, como quien dice, por vestirnos con ruana, andar descalzos y tomar agua de
panela, en vez de vestir con chaleco, usar botas de charol y tomar té, ¿puede creerlo?
Porai a los mulatos y negros también les daba por esas del rechazo, porque ellos no
gustaban de nuestras maneras de pensar.
Así que muchos de nosotros, que no entendíamos ni papa de ese mundo decente,
resentidos por tanto rebajamiento y con ganas de hacer lo que se nos viniera en gana, ser
libres era lo único que se nos antojaba después de matarnos como bestias en el campo.
Nos escapamos de nuestros patrones y nos volvimos bandidos: nos escondíamos en los
caminos a las afueras de la ciudad y atacábamos y asaltábamos a los viajeros, las
diligencias, las carretas, los jinetes y hasta las haciendas que estuvieran porai. Viví así
por tres años, buscando riqueza, robando y matando. Y ahí sí que las gentes de la ciudad
nos empezó a odiar y a temer, por esa época nos llamaban “vagos, carentes de
principios” y “malentretenidos”. Y pues sí, lo éramos.
En una de esas atracadas fue que conocí a su abuela, una india sabrosona. Me dejó
atolondrado desde la primera vista que tuve de ella. Y pues usted todavía no sabe cómo
es el amor, pero ya lo sabrá; no fui capaz de quitarle nada y más bien me obsesioné con
su belleza y empecé a buscarle el ladito hasta que se enamoró de mí. Tuve que dejar esa
vida de bandido para poder volver a la ciudad y casarme con ella.
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En esa segunda entrada a la ciudad tuve que agachar cabeza y aceptar la vida de los
señoritos urbanos; perdí la juerza con la que entré por primera vez. Encontré muchos
más campesinos adaptándose a la vida en la ciudad y para mi sorpresa los de las clases
altas habían cogido muchas de nuestras costumbres y en un tiempo no era raro ver a las
señoras elegantes con vestidos de seda y el cabello trenzado, o a los hombres tomando
caldos con cognac. Ahora ya no se ve de eso porque todos prefieren ser igualitos a esos
blancuzcos distinguidos que cada vez que vienen aplican sus modas europeas y ay del
que no las siga.
-¿Usted también, abuelo?-
-Pues no le niego que me guste el cognac, pero no cambio mi agua juerte por nada.
¿Qué tal el cuento? Ya nos perdimos de la misa porque le cuento que empezó hace rato.
Vamos pa’ la casa que su abuela seguramente nos debe de estar esperando con lechecita
envinada.
* * *
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FESTIVIDAD RELIGIOSA
En cuanto a los contrastes y el ascenso social
“Era en los suburbios donde tenía su baluarte la delincuencia urbana, allí donde nadie sabía quién era nadie,
donde nadie preguntaba al recién llegado qué había sido antes.” (Romero,1999: 214)
“Cien oficios y ocupaciones desempeñaba, sin embargo, la clase popular,
pero ninguno permitía salir de esa miseria que mataba los estímulos. Era el resultado de la estructura misma de la sociedad.”
(Romero,1999: 229)
“El lujo podría llamarse la serpiente dorada de esta sociedad. Se ha enroscado en su corazón y acabará por roerlo.
Ya no constituye solamente un hábito: constituye una pasión, un vicio de nuestras familias.
El lujo deslumbra y atrae; da vértigos y produce fiebre. La sociedad en que vivimos ha llegado a este período.
No es precisamente la pasión del lujo lo que reina en Lima, es la pasión por la exterioridad.”
(Citado en Romero, 1999: 276)
Una vez más la ciudad es convocada para el jolgorio y la diversión en esta festividad de
San José. Ya veo como se empieza a amontonar la gente decente con el populacho; los
ricos y los pobres; los letrados e ignorantes; la chusma, los campesinos y los negros;
conservadores con liberales, y los de medio pelo entre todos ellos. ¡Pero que revoltura
de personajes! Todos y cada uno interpretando su mejor papel, mejor dicho, el que más
le convenga cuando de exponerse en público se trata. Y es que sí parecen como en un
escenario o más bien como si estuvieran siendo vigilados o evaluados, porque ay que
pongan a todas estas gentes a compartir y departir un día común y corriente; no han
pasado ni cinco minutos cuando cada quien se da cuenta que hace parte de mundos
bastante diferentes.
Entre el alboroto de la banda de músicos, el llanto risueño de los niños, los ladridos de
los perros y el estallido de todo tipo de pólvoras, a lo lejos alcanzo a oír a un anciano
pidiendo limosna. Estos personajes siempre aparecen en los mercados o en los días de
fiesta como hoy. Dan lástima; se ven harapientos y sucios. Pobres pobres, ni para qué
trabajan. Ya no tienen esperanzas de nada y las motivaciones las perdieron hace rato;
están resignados a su condición y saben que van a morir miserables. Siempre
arrastrándose o tirados en el piso exponiendo su inferioridad hasta el límite.
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Ahora veo a un grupo de obreros gozando del traguito que va y viene; que se beben
como si fuera el último de sus vidas. Yo no los juzgo, que aprovechen para olvidarse de
las deudas y los malos tratos; de vivir en casuchas malolientes y del chocolate frío, pero
sobretodo, que se olviden de la angustia que sienten por saber que así realicen mil
trabajos, se van a quedar en la misma situación toda su vida, por que lo que hay no es un
puente sino un abismo que los separa de la clase a la que aspiran pertenecer. ¡Ay San
José, eso merece otro trago!
Poco a poco se va embelleciendo la escena cuando empiezan a aparecer y a hacerse
notar los hijos del placer. Vienen de deleitarse con ópera italiana, polcas y valses a
entretenerse con la agitada música popular. Pero de ninguna manera van a perder la
oportunidad de mostrar el reloj, las sedas, las botas o el sombrero que compraron en su
último viaje a París o Londres; en su defecto, que adquirieron en un almacén de
novedades del centro pagando el doble o más del precio original. Saben que están
siendo observados por todos y en cuanto más brillen mejor; en cuanto más
inalcanzables, europeos, elegantes, privilegiados se vean, mejor, mucho mejor.
La élite: todos queremos ser reconocidos como parte de ésta, pero cuan difícil es. A
decir verdad no me importaría ser un general corrupto y sanguinario tan sólo por estar
sentado en los más exquisitos banquetes, en los cuales, a propósito, incorporaría el
aguardiente, me vestiría con pantalones blancos de lino y tendría en mis manos armas
poderosas. Tampoco me molestaría hacer parte del Alto Clero; ya mismito sacrificaría a
mi mujer y pagaría cualquier penitencia en pos del honor y la arrogancia. También
podría ser un burgués: ¡Comerciante hasta en mi propia casa! pero eso sí, con buenas
mañas, sano, orgulloso y muy ostentoso; que desde mi levita hasta las copas de vino
tuviesen incrustaciones de oro. Y por qué no, hasta banquero rico, gordo y aburrido
podría ser.
No estoy soñando como un loco, nada de eso. Está el caso de Lucio Arboleda, empleado
de medio pelo como yo, a quien se le apareció la diosa fortuna con un golpe de suerte
que lo llevó a importar encajes belgas. Y así, terminó entrando en los círculos más
selectos de la ciudad y a ser parte de sus clubes, bailes y reuniones. Todos en el barrio
nos preguntamos por qué a ninguno de nosotros se nos ocurrió antes… ay Lucio que
envidia te tenemos, pero qué bueno que todavía no nos ha tocado entiesar el culo.
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Pero eso sí, los más venturosos son los comerciantes extranjeros. Los ingleses,
franceses, alemanes, italianos y portugueses. Los que entran derechito a ocupar los
primeros puestos de la élite. No se han puesto la primera camisa y ya está a la moda.
Pero claro, son los del buen gusto; los que vienen de donde todos queremos ser, los que
son lo que todos deseamos ser.
Nadie cuestiona su origen o sus intenciones. Estoy seguro que muchos fracasaron en sus
países de origen y se dan cuenta que esto por acá es una minita de oro donde podrán
lograr lo que allá no pudieron. Ambiciosos y aventureros tenían que ser y pa’ qué, pero
tienen los almacenes de novedades más hermosos de la ciudad y hasta se parecen a sus
productos: con estilo, diferentes a lo tradicional, frescos, llamativos… hace poco oí que
ahora son llamados “el alma de la población”. Además, viven en las casas más
hermosas, en los barrios más lujosos de la ciudad, en donde uno se topa con residencias
tipo palacio.
Entre todas estas, ahora veo campesinos corriendo desbocados por las calles y algunos
ya están hasta improvisando bailes y cantos. Son gentes de expresión espontánea,
pegados a la tradición. Alguien de la clase alta me corregiría diciendo que son de
ideología espontánea. En todo caso, es inevitable la mirada curiosa de ciertas señoritas
que ahora mismo se distraen concertando matrimonios y compartiendo chismes. De
repente una de ellas suelta un grito desesperado. Le acaban de robar alguna de sus
pertenencias. Quién sabe qué jovencito hizo semejante burrada, porque la seguridad en
estas celebraciones suele incrementarse.
Y es que ahora hay mucha inseguridad y miedo en las calles. Ya no se puede vivir tan
tranquilo como antes, porque se ha conformado una delincuencia urbana que viene
desde los suburbios a robar, asaltar y hasta matar. Lo preocupante es que a medida que
se aumenta la población se extienden los suburbios y aparecen nuevos. Son un mundo
ajeno donde jóvenes resentidos y maliciosos crecen entre los prostíbulos, el juego y las
tabernas. A cierta hora del día y de la noche es mejor refugiarse en las casas y no
prestarse para malos ratos como el que debe estar pasando la señorita en estos
momentos.
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Después de tanto esparcimiento, cae la tarde y se adentra la noche. Y antes de que me
sorprenda la iluminación de la ciudad mejor me voy a mi humilde morada. Ya quisiera
que fuera una casona y que mi mujer me estuviera esperando con brandy y aceitunas.
Por su parte, los pobres se irán a dormir la borrachera a sus cuchitriles y los ricos
podrán disfrutar tranquilamente de comilonas privadas y bailes pomposos.
* * *
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SEÑOR BRADBURY
En cuanto a los contrastes y el comercio
“(…) las burguesías criollas habían perdido parte de su fuerza, y sólo la recuperaron gracias a la creciente actividad y a la influencia
que alcanzó un nuevo sector que se incorporó a la vida de las ciudades y tiñó su fisonomía: el de los comerciantes extranjeros.”
(Romero, 1999: 231)
“Raramente el recién llegado podía percibir la intensidad del cambio que se estaba operando en la vida de las ciudades,
y sus observaciones sólo sorprendían un momento del proceso.” (Romero, 1999: 256)
“Tanto el observador extranjero como el observador nativo
que había visitado Europa analizaban y juzgaban las ciudades según ciertos patrones que denunciaban el estancamiento o el progreso.”
(Romero, 1999: 257)
“Las clases acomodadas apetecían los más variados productos franceses e ingleses: muebles, alfombras y vajillas,
telas, encajes, adornos y prendas de vestir, vinos, aceites y dulces. La obsesión de estar al día con la moda europea
promovía una importante corriente comercial (…).” (Romero, 1999: 219)
El señor Bradbury era un comerciante inglés que había llegado a la ciudad un año atrás,
y desde entonces abrió una mueblería muy exclusiva y elegante en la esquina de San
Martín y Lorenzo del Campo. Había oído muchas historias atractivas sobre el nuevo
mundo, y él, un hombre de pueblo pero con espíritu aventurero y emprendedor, no
titubeo ante las circunstancias que se le presentaban y se embarcó hacía América.
Decidió quedarse en la primera ciudad que arribó pues no le interesó ir en busca de otra.
Ésta era un puerto y como tal se enriquecía y progresaba con los resultados del
comercio permanente. Sabía que esa ciudad era potencialmente poderosa debido a su
actividad comercial y que desde allí podría invocar a la diosa fortuna. Por otro lado,
había quedado impresionado con las similitudes que descubría entre ésta y varias urbes
europeas, y no tardó en darse cuenta que definitivamente el estilo era bastante
afrancesado.
No estaba equivocado pues varios años atrás, urbanistas franceses se habían puesto en la
tarea de modificar y arreglar la ciudad; derrumbar murallas y construir nuevas calles.
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Se decía que se destruía la ciudad vieja para construir la ciudad nueva,
indiscutiblemente todo estuvo inspirado en París y pretendieron llenarla de lujos. Por
otro lado, la ciudad tenía teatros, edificios ambiciosos y monumentales, jardines de
ensueño, hoteles tipo europeo, negocios por doquier, filiales de grandes bancos
extranjeros (después se enteró que los locales habían fracasado), y bullicio, alegría,
movimiento y actividad incesante.
Sin embargo, estas fueron sus primeras impresiones, las que saltaban a la vista, ya que
sin mucho esfuerzo empezó a notar a los negros, la indigencia, suciedad, inseguridad,
injusticias e indiferencia que brotaba por las calles. Y no pudo irse muy lejos para evitar
estas diferencias, porque él mismo exponía un tremendo contraste al compartir su
distinguida mueblería con una barbería, una taberna y un edificio residencial que
dejaban mucho que desear. Después de un año, ya estaba más que acostumbrado a todo
esto.
El tercer sábado de cada mes, el señor Bradbury se iba para el puerto a recibir la
mercancía que le enviaban desde Inglaterra. Allí se encontraba con amigos comerciantes
de Francia, Alemania y por supuesto burgueses criollos, puesto que allí llegaban todo
tipo de objetos de uso cotidiano, decoración para el hogar, alimentos y bebidas. Por otro
lado también arribaban instrumentos y máquinas como rieles, locomotoras y vagones
que harían parte del nuevo mundo industrial que se estaba desarrollando. Además, una
vez se empezaron a construir las líneas férreas era imposible parar de importar este tipo
de productos.
Para el señor Bradbury siempre era un espectáculo ver cómo llegaban y salían una suma
sorprendente de bultos, cajas de mil tamaños, barriles y demás. Sin embargo, siempre
era un martirio tener que lidiar con los proteccionistas del mercado interno -las
artesanías y la industria alfarera, de vidrio, paño y azúcar-, que se iban a los puertos a
protestar y armar alboroto. Ellos sentían que los extranjeros poseían el monopolio de los
negocios y se embolsillaban un dinero que podría ser para el país.
No era para menos, muchos industriales locales se habían quebrado por tratar de
competir con los extranjeros: por implementar técnicas perfeccionadas en sus
rudimentarios sistemas de producción o por querer hacer productos iguales a los
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europeos que a la final no daban la talla y no se vendían en ningún mercado.
Empresarios siempre impulsados por el afán de la vida industrial.
Después de muchos años a cargo de su mueblería y experimentando la lujosa y
gratificante vida de comerciante extranjero, el señor Bradbury hizo lo que nunca había
hecho desde que arribó en América: irse de viaje por el interior del país. Para su
sorpresa, se enamoró de una ciudad colonial, elemental y estancada en su progreso.
Decidió llevar una vida más tranquila, bastante parecida a la que había vivido en su
pueblo inglés.
* * *
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DEL INFIERNO AL CIELO Y DEL CIELO AL…
En cuanto al desplazamiento
“Las ciudades crecían, los servicios públicos se hacían cada vez más deficientes, las distancias más largas, el aire más impuro, los ruidos más ensordecedores. Pero nadie - o casi nadie- quiso
ni quiere renunciar a la ciudad” (Romero, 1999: 399)
“Construida originariamente a cierta escala, se había ensanchado
luego para dar cabida a la sociedad burguesa, y había sido provista de una moderna infraestructura de servicios suficientes para su número.
Pero la explosión urbana modificó ese número y la ciudad física amenazó con explotar también.”
(Romero, 1999: 422)
“Poco a poco se descubría que nadie conocía a nadie. El número sobrepasó las posibilidades del transporte urbano.
Aumentaron los automóviles, desaparecieron los tranvías para ser reemplazados por ágiles autobuses, pero a casi todas las horas,
y especialmente en las horas pico, hubo que contar con un rato para salir del centro”
(Romero, 1999: 422)
Eran las 5:30 de la tarde y aún no había salido de su nuevo apartamento. Había quedado
de verse con Carmela a las 6:00 p.m. para ir a una prestigiosa obra de teatro. Ya estaba
retrasado. Salió de su casa y recordó que no había sacado las llaves del automóvil, así
que regresó a buscarlas y como era de esperarse, las llaves no estaban donde se suponía
que debían estar. Después de algunos minutos, las encontró en el bolsillo de su chaleco.
Fueron minutos valiosos.
Finalmente bajó los 4 pisos necesarios para llegar al primero, salió del edificio, se
montó en su automóvil y emprendió el recorrido para encontrarse con su esposa. Era
una pésima hora para salir, muchas personas se empezaban a movilizar por la ciudad;
algunos para asistir a eventos; otros salían de las fábricas; unos pocos más entraban a
trabajar y muchos salían en búsqueda del placer y del abrigo de la oscuridad.
Las calles estaban repletas de personas en las aceras y desde el automóvil Rubén se
divertía observando la cara de los transeúntes mientras aguardaba que la masa de metal
vehicular fluyera por lo menos un poco. Era el típico tráfico de hora pico que ya era
tradicional en la ciudad hacía unos años.
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Bueno, como les contaba, Rubén estaba entretenido viendo las caras y los gestos de los
transeúntes, pero no sólo estaba entretenido, también disfrutaba y se divertía. La
mayoría de personas estaban muy serias, con sus cejas un poco fruncidas o sus labios
apretados. Los continuos choques físicos entre personas provocaban cambio en los
gestos de los participantes. Ahora no sólo estaban serios, también incómodos y
disgustados. Pero no había forma de evitar esos encontrones repentinos; siempre en el
río de humanidad los flujos se alteraban y provocaban pequeñas colisiones. Pero en esas
avenidas de personas por lo menos había movimiento, Rubén ya llevaba algunos
preciados minutos estancado en el tráfico. Pero lo más importante para él, era que nadie
invadía su espacio personal; estaba en su vehículo protegido de la masa transgresora.
En medio de su pasatiempo, Rubén empezó a notar algunas constantes. Por supuesto lo
primero que notó fue el mal humor, o por lo menos, la frialdad de los caminantes. Nadie
hablaba, simplemente se desplazaban. Observó que la gente no cedía el paso ni era
cortés como se acostumbró unos años atrás, ahora cada persona se procuraba un mejor
lugar y aprovechaba cualquier oportunidad de mejorar su situación, o por lo menos,
hacía lo posible para que no fuera peor.
El segundo aspecto fue que le llamó la atención fue la insuficiencia del espacio. Notó
que las aceras eran muy chicas para el batallón de caminantes; eran muy angostas lo que
estaba relacionado con el malestar de la comunidad caminante. Por supuesto dedujo que
la falta de espacio era consecuencia del amplio espacio que se le había dedicado a la
avenida, el cual era fundamental para que cupieran los carros. Pero el espacio de los
automóviles fue lo tercero que advirtió. Era insuficiente. Los carros debían parquearse
en la orilla de las calles y esto hacía que el tránsito fuera aún más denso.
Rubén siguió observando diferentes constantes como el aparente afán que tenían casi
todas las personas, o la continuidad de la altísima pared conformada por las fachadas de
los edificios que delimitaban el paisaje. Al parecer las casas estaban en vía de extinción,
las personas ya no vivían junto a otras, sino también sobre y debajo de diferentes
personas. De pronto Rubén salió de su trance analítico y miró el reloj. Faltaban diez
minutos para las seis, sintió una extraña sensación de impotencia, y es que realmente no
podía hacer nada, todo dependía de elementos externos que estaban fuera de su control.
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Pero lo interesante de este momento no fue la hora ni cómo se sintió, incluso, ni siquiera
fue el momento en sí, fue lo que sucedió después. Cuando Rubén levantó la cabeza tras
mirar su reloj, empezó a ver la ciudad de una manera muy diferente. Sin ninguna razón
aparente, comenzó a percibir la ciudad como si fuera un organismo vivo, o peor aún,
como si fuera una máquina sistematizada de esas provenientes del extranjero. Todo se
movía a un ritmo específico, la uniformidad de los faros a lo largo de las calles y todas
esas ventanas conectando los espacios internos con los externos le daban al entorno un
aire de… “mecanismo estructurado”.
Si embargo, el mecanismo no funcionaba tan bien y eso era evidente para Rubén, por lo
menos el flujo que marcaba el ritmo parecía estar atascado o entorpecido; a pesar del
afán de las personas la lentitud forzada era la que predominaba en el paisaje. De pronto
una acertada reflexión se presentó en la cabeza de Rubén, el tiempo parecía no alcanzar
para lo mismo que antes, sobre todo porque ahora la gente debía salir con más tiempo
de anterioridad y malgastarlo en el desplazamiento, ya no tan ágil, desde la llegada de
muchas personas a la ciudad.
El hombre estaba dentro de su automóvil, pensando, anonadado por la claridad mental
que estaba experimentando. Todo tenía lógica y estaba basado en la causalidad y lo
mejor era que él la entendía. Ya había avanzado más de lo que pensaba, estaba
hipnotizado por la lentitud y entretenido con sus pensamientos aclaradores y no se había
dado cuenta de lo poco que le faltaba para llegar al teatro, pero ya eran las seis. Era
obvio que Rubén no encontraría un lugar para dejar el automóvil, por eso lo dejó a un
par de cuadras del recinto y decidió caminar.
Mientras se desplazaba paso a paso, una nueva sensación de agobio se empezó a
manifestar en su cerebro, en su estómago y en sus hombros. Era una sensación de
encierro, vulnerabilidad, tensión e impotencia la que estaba dominando su cuerpo
entero. También sentía un poco de complicaciones para respirar. Pero Rubén se dio
cuenta que no era claustrofobia lo que sentía, pues no estaba enclaustrado, pero tal vez
era… apretofobia, como lo plantea en su escrito.
Finalmente llegó muy angustiado a reunirse con Carmela, le temblaban las manos y
apretaba los músculos de su boca; bruxaba quizá para liberar tensión. Entró a la obra
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después de unos minutos de espera y en la mitad del espectáculo sufrió un ataque de
pánico, salió corriendo y se fue para su casa.
Allá, encerrado durante varios días escribió esta historia que les estoy contando. Tenía
serios problemas de redacción y de continuidad; era muy enredado pues reflejaba su
alteridad mental, pero yo soy su primo y lo supe entender, además soy consciente del
valor de sus percepciones, algún día las entenderán y lo agradecerán. Es por eso que he
decidido compartir esto con ustedes y aunque él ya no esté con nosotros, sé que deseaba
transmitírselo al mundo y yo seré su canal.
Rubén terminó su ensayo con un pequeño párrafo que decía lo siguiente:
“Como langostas, como malditas langostas en un pequeño acuario pasamos unos sobre
otros. Nos montamos y nos arrejuntamos, nos estrellamos ¿Nos conocemos?
En un cuadriculado acuario nos metemos hasta veinte langostas, pero notamos que sólo
es para diez, así que decidimos invitar a veinte crustáceos más. El acuario no da
abasto, el agua ya se derrama y la presión pronto hará ceder, hará ceder al vidrio,
pero también el instinto asesino que reposa en lo más oscuro. Pronto todo explotará
pero yo ya lo habré hecho.”
Rubén Aguirre
* * *
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DE RESISTENCIA
En cuanto a los burgueses
Mientras las ciudades se extendían poblando zonas periféricas,
el casco viejo de la ciudad conservaba su aspecto tradicional, muchas veces deteriorado por el tiempo y la presencia de grupos sociales modestos
que ocupaban las viejas casonas.” (Romero, 1999: 329)
Sus habitantes acusaban un deseo de tranquilidad y reposo, pero era
evidente que marchaban en búsqueda de ´exclusividad´, contando con que con el precio de la tierra evitarían invasiones indeseables:
era necesario poseer automóvil para poder vivir tan lejos de los lugares de trabajo”
(Romero, 1999: 428)
La preocupación estilística era fundamental en los barrios de alta clase media o de clase alta. Sólo viviendas de categoría
podían levantarse en ellos, y la categoría suponía consultar a un arquitecto –extranjero, si fuera posible-, discutir el plano y.
antes que él, el estilo” (Romero, 1999: 335)
-Jaime, ayer estuve en el club, me encontré con Pepita y con Mendieta, me estuvieron
contando las maravillas del nuevo lugar donde viven. Dicen que es un barrio precioso y
de mucha altura, con grandes casas y perfectos jardines al estilo francés. Al parecer es
precioso y muy tranquilo, y lo mejor es que queda apartado de… tú sabes, de la gente
normal.- Dijo ella con un tono altruista pero con marcados tonos de convencimiento. Él
giró su cabeza hasta lograr ver el rostro de su mujer, y sin soltar la prensa dijo – ¿Me
estas intentando proponer algo o simplemente estas manifestando tu reprimida envidia?
A mi me parece que donde vivimos estamos bien.-
Ella, con una taza de té en la manó y sin mirarlo, contestó –Pues tómalo como quieras,
simplemente creo que son buenos los cambios, no soy una mujer conformista y tú lo
sabes bien. Además, ¿qué tiene de malo estar cerca de la gente como nosotros? Gente
educada, con buenos principios y con muy buen gusto, en cambio acá, tan cerca de lo
común, de lo popular, a veces siento que se me pegan algunos modales. No me parece
malo marcar diferencia.-
Él con un poco de énfasis comentó –Mírame a los ojos cuando me hables, deja de estar
viendo esa taza de té como si fuera la gran maravilla y me parece que ya te diferencias
lo suficiente; te vistes con ropa traída de Europa o con los diseños que imitan su estilo,
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vas a un club donde sólo aceptan gente de tú nivel económico y social, tenemos un lindo
auto para que te muestres por donde te quieres mostrar y, finalmente, compras todas las
joyas y accesorios necesarios para hacerte notar. ¿Y todavía crees que no te diferencias?
¡Por Dios!-
Pasaron unos largos segundos donde el silencio primó en la habitación, sólo se oía la
respiración de él un poco agitada. Y de pronto, como el ave fénix, ella resucitó en la
conversación con un sutil y agudo llanto –hhhhhiiiiiiii- seguido rápidamente de un gran
suspiro tembloroso –hjhjhjhjhjhjhj- Él inclinó levemente la cabeza y con su mano
izquierda se cubrió los ojos y empezó a masajear circularmente sus cien. Parecía que ya
sabía lo que se le venía encima.
Ella levantó la cabeza y con los ojos aguados le dijo –No tienes ni idea de lo que dices,
todo esto es culpa tuya. Tú fuiste el que me metió en esta vida, el que se encargó de
acostumbrarme a estas cosas… pues ahora te jodiste, te aguantas. Recuerda que la idea
de entrar al club no fue mía, tampoco soy la única de esta casa que se viste a lo europeo,
¡hipócrita!- Cada vez el tono de sus comentarios se iban poniendo más fuerte e
impositivos. –Es ahora que te ha dado por la locura y quieres volver a ser lo que eras
antes, un simplón de clase media, dizque queriendo ir a partidos de fútbol con todo el
pueblo, a gritar y a descontrolarse: ¡reacciona! Y si, me quiero ir de acá, quiero irme
hacia las afueras de la ciudad, por donde Pepita y Mendieta. Quiero irme lejos del
Centro, que está lleno de degradación, mal gusto, de porquería y pobres. Es que es tan
colonial y poco moderno. ¿Hay algún maldito problema con que quiera vivir bien?
Tenemos el dinero y lo vamos a hacer.- Dijo en un tono muy firme, pero sus todavía
lágrimas, seguían escurriendo de sus ojos. –Ahh, y la taza es de la vajilla que
compramos en el viaje a Europa porque según tú era muy distinguida, no lo olvides.-
Todavía no habían tenido contacto visual, pero él terminó con eso cuando levantó la
cabeza y con una sonrisa en la cara miró a su esposa. –Ja ja ja, ¿Ahora el culpable de
tu estúpido modo de vida soy yo? No lo creo, no niego que fue gracias a mi esfuerzo
laboral y a algunos golpes de buena suerte en los negocios, pero tú estuviste dispuesta a
acompañarme en esta vida y lo hablamos. Eso no me hace el culpable de tú adicción a
ese modo de vida, yo he reflexionado: llevamos una vida de lujos materiales y nos
hemos olvidado de nuestra historia y por eso quiero retomar algunas cosas, por eso no
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quiero ir a aislarme a las afueras de la ciudad. Por supuesto que no quiero abandonar
todo lo que he conseguido en mi vida con tanta dedicación, pero no quiero ir más allá.-
Un par de segundos de silencio para tomar un aire y continuó –Yo sé que el Centro no
es de lo mejor en estos días, pero recuerda que cuando éramos jóvenes queríamos llegar
a vivir en el acá, cerca de la Plaza Mayor, donde los importantes, yo sé que ya no es así,
pero… ¿Y los recuerdos? ¿Y las experiencias? Te apuesto a que no has montado nunca
en un autobús desde que tenemos auto. Dejemos de ostentar y vivamos tranquilos, no
más moda europea, no más té inglés, no más aburridas óperas. Además, por los lados de
Pepita y Mendieta es muy lejos de la fábrica y tú sabes que debo ir a controlar desde
temprano a los trabajadores.- Su tono ya se había tranquilizado y sonaba reconciliador.
Mucho más tranquila y ya sin llorar, dijo: -Respeto la forma en que quieres vivir tú
vida, pero no me pidas que vaya en contra de la marea y de la costumbre. No encuentro
sentido a no darnos la vida que nos queremos dar. Porque niégame que te encantaría
vivir en una de esas enormes casas con diseños parisinos. Si quieres podemos seguir
viviendo acá, pero podríamos comprar una casita allá para ir un par de veces a la
semana, como una casita de campo. Y en cuanto al tráfico, Mendieta me contó que van
a construir dos grandes avenidas que se conectarán una con el Centro y la otra con la
Zona Industrial. ¿Qué dices? ¿Te animas? ¿Vas a pensarlo?-
Él se quedó mirándola un instante, volvió a sonreír y mientras negaba con la cabeza
preguntó – ¿Tú cerebro ha dejado de funcionar o qué? ¿No has entendido lo que he
dicho? Voy a ser muy claro. Si quieres irte a vivir a las afueras de la ciudad, dile a
Pepita y Mendietica que te vas a vivir con ellas. Y no se habla más del asunto.- Dijo
mientras se paraba del sillón y se dirigía al baño.
-Hhhhhhiiiiiiiiiiiiii- renaciendo de las cenizas…
Será una lucha de resistencia.
* * *
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CUANDO EL RÍO SUENA
En cuanto a las generaciones y sus procesos
“Donde había un sitio preestablecido para cada uno, comenzó a
aparecer una ola de aspirantes a cada lugar; y no eran solamente los recién llegados con vocación por la aventura
quienes destruían la armónica y estable sociedad tradicional; eran también los que ya formaban parte de ella sin participar.”
(Romero, 1999: 310)
“Fue, justamente, la posibilidad y la esperanza del acceso social lo que promovía la inmigración: del extranjero a los diversos países
latinoamericanos, y dentro de ellos, de las regiones pobres hacia las ricas, o del campo había las ciudades.”
(Romero, 1999: 323)
“Hubo trabajo en los talleres ferroviarios, en las fábricas de cigarrillos, de vidrios, de alpargatas, de artículos diversos que el fabricante creía
que podían competir con los importados.” (Romero, 1999: 325)
Sin duda soy eso que ahora denominan burgués. Y bien ganado sí me tengo ese
nombre, porque he trabajado lo que usted no se imagina, lo que posiblemente usted
nunca trabajará en toda su vida. Desde pequeño sabía que iba a ser millonario.
En mi infancia no tuve una vida del todo grata, siempre estaba deseando tener un poco
más, buscando ponerme a la altura de algunos de mis compañeros, que por fortuna
tenían más que yo. Deseaba tener los mismos juguetes que ellos; quería no sentirme
inferior por tener menos, pero precisamente era así como me sentía.
Pero esa es la historia de mi familia, una ruta marcada por el deseo y por el instinto de
superación. Todo empezó con mí abuelo, un hombre del campo, acostumbrado a su
tradición rural. Él decidió venirse para la ciudad por la alta oferta de trabajo que había
gracias a la aparición de enormes fábricas que requerían mano de obra barata. Fueron
muchos los que pensaron como él y migraron a las ciudades, era casi un común
denominador en la región; se sabía que si se quería prosperar había que dirigirse a las
ciudades, donde estaba el progreso.
A mi abuelo le tocó muy duro. Se vino con mi abuela, con mi papá y mis dos tíos, eran
cinco personas paradas en la mitad de la ciudad, ninguna sabía más que la otra, todos
estaban igual de perdidos, o bueno, eso es lo que contaba mi abuelo. La cosa es que
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todos se sentían igual de ajenos y extraños a ese nuevo paisaje que ahora los rodeaba.
Calles llenas de personas, con muchos negocios ofreciendo diferentes servicios y sobre
todo, mucho intento de organización. Como les digo, estoy tratando de transmitir lo que
mi abuelo me dio a entender.
El viejo y su familia estaban desorientados, nada para ellos era familiar, sentían que de
una u otra forma, si se sentaban en una banca estaban invadiendo el espacio de los
citadinos, se sentían como mosca en leche. Se sentían invasores y no era para menos, en
cada lugar donde se presentaban, los miraban como si fueran unos animales extraños
traídos de la selva o algo por el estilo.
Según entiendo, la primera noche que pasaron en la ciudad fue catastrófica y aterradora.
Tuvieron que dormir en una banca en una plaza que encontraron después de caminar
algunas horas. No sabían lo que buscaban, pero caminaron por puro instinto, tal vez,
para seguirle el paso a los transeúntes que los rodeaban. Pasaron por cafés y
restaurantes, edificios y avenidas, todo era muy de ése lugar, como decía mi abuelo. En
fin, caminaron como si fueran los únicos intrusos es un espacio ya reconocido y
habitado por todos los existentes.
La noche siguiente fue mejor, lo que recuerdo de sus historias es que al siguiente día mi
abuelo se encontró con un viejo conocido del pueblo donde vivían y los llevó a dormir
junto a él y a su familia. Ese encuentro de mi abuelo fue lo mejor que le pudo haber
pasado, porque el panorama que le deparaba era desolador y… bueno, creo que sólo
pintaba fracaso. Pero este personaje que se atravesó en la vida de mi abuelo fue el inicio
de la adaptación urbana. Las primeras noches durmieron las dos familias juntas en un
cuarto que el hombre había conseguido a muy buen precio hacía unos meses.
Como podrán notar, mi abuelo era un narrador muy detallista al igual que mi papá y yo,
creo que es una necesidad de transmisión que de una u otra manera asegura la
continuidad del proceso.
Bueno, en esa primera semana mi abuelo no sólo consiguió dónde vivir, sino que su
conocido le había informado de una vacante en la fábrica en la que trabajaba y por cosas
del azar el abuelo se lo había ganado, creo que tuvo algo que ver el amigo, pero no estoy
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seguro. Porque en esa época lo del trabajo estaba complicado, debido a la reactivación
económica de muchas fábricas nacionales y extranjeras, la mano de obra industrial fue
muy necesaria y la oferta de trabajo se había disparado, pero como todos estaban en las
mismas, viniéndose a las ciudades buscando el tan anhelado trabajo, la demanda era
mayor a la oferta y muchos llegaron acá y no pudieron trabajar.
Regresando a lo de mi abuelo, desde ese día fue que empezó a trabajar en la ciudad. Él
con su origen recio y pujante, trabajó en la fábrica en la que había incursionado por
cuestiones de casualidad o causalidad, no lo sé, durante treinta años, y nunca se quejó a
pesar de la obvia explotación a la que era sometido. Exceso de trabajo forzado y
monótono, poco tiempo para el almuerzo y largas jornadas de trabajo; nada para las
relaciones interpersonales y todo para la relación tiempo-producción.
“El comercio, las profesiones que ejercían los hijos de quienes
habían dado el primer paso, la vinculación a empresas que premiaban la lealtad y la eficiencia de sus servidores, y muchas veces la política,
fueron vías que permitieron ese acceso. En el otro extremo, las posibilidades de recorrer los distintos estratos de la clase media hasta llegar a los más
altos aumentaron con el desarrollo de los negocios y la ampliación del panorama que se abría a las sociedades en crecimiento.”
(Romero, 1999: 327)
“La integración recíproca comenzó a partir del momento en que los grupos inmigrantes consiguieron un techo y, sobre todo, un trabajo.
De ello derivaron necesidades y obligaciones que forzaron el contacto y la familiarización.”
(Romero, 1999: 404)
Para qué, pero mi abuelo era un berraco, como lo hemos sido todos los hombres de esta
familia. Aguantó todo lo que pudo hasta que un día cayó muerto, justo en medio de la
hora de almuerzo en un día de trabajo. Ese fue el momento en el que mi papá tuvo que
tomar las riendas de la familia. Él era el mayor de los tres hermanos y tuvo que entrar a
trabajar para responder por la economía de la familia. Mi padre entró a remplazar a mi
abuelo en su trabajo, la fábrica había tomado en cuenta el desafortunado evento y le
dieron a mi padre el trabajo.
En esa época existía una corriente política con bastante aceptación. Por un lado
intentaba darle base al nacionalismo que surgía y por otro lado, buscaba capturar esa
fuerza briosa característica del pueblo. Esta tendencia proponía igualdad social,
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económica, cultural y política para todos, pero también buscaba la cohesión de la
sociedad que le daría solidez a la economía y a la estructura de la nación; le daría paso
al progreso y de una u otra forma a la internacionalización. Por supuesto, el proyecto
político no tuvo grandes resultados, porque sus dos grandes intenciones eran casi
antónimas, el uno predicaba la igualdad y el otro el progreso, y por extrañas causas esos
dos principios se rehusaban a marchar juntos. Aunque no lo son, parecían opuestos.
Muchos hombres como mi padre entendieron que si querían algo de progreso y de
igualdad en sus vidas, tendrían que procurárselo ellos mismos y la forma era por medio
del individualismo y convertirse en el más fuerte para sobrevivir. Él empezó a trabajar
desde que tenía diez y seis años y durante los primeros diez aprendió mucho sobre
textiles, conocía todas las texturas, los bordados y los estampados que estaban a la
moda. Esto lo llevó al área de ventas, allí aprendió a manejar a los clientes y de los
gustos de los diferentes compradores. Finalmente se volvió un conocedor del
consumidor, siempre sabía dar con lo que el cliente estaba buscando y lo sabía guiar por
los diferentes estilos existentes. Esto terminó convirtiéndolo en supervisor general de
ventas. Claramente, todo este proceso estuvo acompañado de su entrega y buen
desempeño.
Fue supervisor de ventas durante unos ocho años y un día se cansó. Decidió que estaba
muy viejo para seguir obedeciendo órdenes y le dio por que quería montar su propio
negocio. En realidad hacía mucho tiempo deseaba eso y se encargó de lograrlo. Durante
los ocho años que trabajó de supervisor de ventas, guardó el 10% de su salario para
algún día montar su negocio.
La familia se enteró de ésto cuando mi papá tomó la decisión de montar su empresa.
Siempre ahorró en secreto y no le contó ni a mi madre ni a ninguno de sus hijos. Ese
10% me hubiera podido hacer más feliz en mi infancia, me hubiera podido dar los
juguetes que quería para estar igual a los otros, pero tal vez no habría tenido tantas
oportunidades como las que tuve en mi juventud. No sólo estudié todo el colegio sin
necesidad de trabajar, sino que también pude hacer una carrera en la universidad. La
mitad de la carrera la pagó mi papá y la otra mitad la pagué yo trabajando en la empresa
que él había levantado con tanto esmero. Me gradué y me enfoqué en el negocio de
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textiles de mi padre, año tras año empecé a escalar en la empresa, aprendí las estrategias
de ventas y las tendencias de la moda.
“El grupo se constituyó como resultado de una selección espontánea
de los más aptos para la nueva situación, y los más aptos fueron quienes descubrieron los diferentes negocios.”
(Romero, 1999: 316)
“Los extranjeros eran hombres de experiencia, no sólo ofrecían a las burguesías locales caminos insospechados para ellas sino también
experiencia del mundo internacional y conocimiento concreto en las relaciones con el manejo de los negocios.”
(Romero, 1999: 319) Con ese conocimiento y lo que había aprendido en la universidad empecé a dominar las
diferentes ramas del negocio y un día le planteé una propuesta muy interesante a mi
padre con unos inversionistas externos a la familia. Consistía en venderle a unos
extranjeros el 30% de la empresa, ellos aportarían capital e impulsarían el crecimiento
del negocio. Mi padre estuvo de acuerdo y después de asegurarse de las potencialidades
del negocio, decidió entregarme la dirección de la empresa. Durante 12 años dirigí el
negocio de la familia, incorporé a mis hermanos y empecé a forjar una solidez
económica y estructural en la compañía.
Hace cuatro años murió mi padre, yo quedé a cargo del negocio como era de esperarse,
sin duda era el más capacitado por mi experiencia, mis estudios y mí heredada intuición
para prosperar económicamente. En su testamento mi padre dejó la empresa dividida en
porcentajes iguales entre mis hermanos y yo, cada uno tenía el 33.33%. Ellos estuvieron
de acuerdo en que yo siguiera al mando del negocio, sabían que si yo seguía a la cabeza
de la empresa ellos tendrían asegurado su ingreso fijo mensual, y bueno, ellos no son de
lo más trabajador que existe, siempre estuvieron acostumbrados a vivir de lo que mi
padre les daba de la empresa, que no era mucho pero alcanzaba para lo básico, así que
les pareció una muy buena idea.
A los tres años de haber muerto mi padre, es decir, hace un año, decidí plantearle a mis
hermanos una tentadora propuesta. Yo quería que la empresa siguiera prosperando en
términos de producción, también deseaba expandir sus capacidades para que pudiera
abarcar más mercado del que estábamos acostumbrados; pero ese era un proceso largo y
muy arriesgado, lleno de incertidumbre y tensiones. Sabía que ellos no querían arriesgar
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su capital, así que decidí hacerles la propuesta de comprarles sus respectivas partes de la
empresa a un muy buen precio. Ellos no eran hombres de negocios como les había
contado, eran más bien tradicionalistas con la forma de manejar su dinero y la oferta que
les hacía sonaba muy tentadora, así que la aceptaron.
Hoy por hoy soy el único dueño de la empresa que ya no es familiar, es sólo mía. En
éste último año he aumentado las posibilidades de la empresa para abrirse a mercados
internacionales en un 27% y en el mercado nacional estamos posicionados como los
segundos preferidos del mercado.
Desde mi punto de vista esto se debe a cuatro factores básicos. El primero es el gran
esfuerzo que hemos hecho para sacar la compañía adelante; el segundo, son las alianzas
estratégicas que hemos logrado con diferentes empresas en los múltiples campos; el
tercero, es la continua renovación de la maquinaria industrial, porque siempre estamos a
la vanguardia y muy atentos a las innovaciones tecnológicas del mercado, y finalmente
el cuarto factor es el constante riesgo en el que está la empresa haciendo nuevos
negocios y tocando nuevas puertas, un paso en falso y todo se podría ir por el sifón de la
ducha, así de sencillo.
Pienso que aunque no ha sido del todo fácil, he contado con muy buena suerte, he
podido llevar la empresa a niveles internacionales, compitiendo con compañías
europeas y estadounidenses, y les digo que mi empresa no tiene de qué avergonzarse.
Vale la pena aclarar que aunque las empresas extranjeras son los rivales a vencer en este
momento, durante toda mi vida fueron mi inspiración y mi modelo a seguir. La
sistematización de los procesos, la capacidad de adaptación a los nuevos mercados, la
infraestructura laboral que es similar a las de una nación, en fin, siempre han sido mi
meta a igualar, lo mejor es que ahora no lucho para igualarlos sino para superarlos.
Creo que todo este esfuerzo ha sido motivado por una razón muy específica, mis
compañeros del colegio, quienes me hacían sentir inferiores a ellos por no tener los
juguetes que sus papás les regalaban. Desde esa época decidí que iba a ser millonario
cuando grande y que nadie me haría sentir menos por poseer más cosas que yo.
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Y ahora estoy acá, reevaluando mi vida y puedo decir que en este momento yo soy más
que todos.
* * *
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DOLOROSA
En cuanto a los barrios pobres
“Allí convivían los que luchaban por ascender con los que habían aceptado la marginalidad y se habían deslizado hacia la prostitución
o el delito. Y ese contacto detenía las posibilidades de escalar la posición mínima desde la que podía aspirarse a ese
soñado paraíso de la clase media.” (Romero, 1999: 327)
Precisamente porque en esos barrios se realizaron esas experiencias
de integración, quedaron incluidos en el ámbito de la ´otra sociedad´. Eran barrios de masa, reductos de la sociedad anómica.
De ellos huía la sociedad normalizada, evitando el contacto con grupos que le parecían ajenos”
(Romero, 1999: 427)
La ley, el decreto, la reglamentación que determinada política requería se estudiaban y redactaban por los mismos grupos que
los utilizaban para sus actividades privadas. Y las ideas que los inspiraban eran defendidas por los partidos políticos oficialistas-tradicionales
o circunstanciales- en cuya dirección era visible la acción o la influencia de los mismos grupos.”
(Romero, 1999: 321)
Soy pobre y no me las doy, vivo en la mierda y me rozo con guatepior. Vivo junto a las
putas y a mis compadres los ladrones, aprendimos a robar por necesidad y pa sugsistir.
Acá vivimos el día a día y aprovechamos los descuidos, los desprecios y los
desperdicios de los que tienen dinero. Acá no hay ningún prolema, estamos lejos de la
ciudá y todos somos iguales: pobres. Acá no importa si usté es honesto o vándalo,
porque en cualquiera de las dos, si es pobre, está jodido.
Ya nos hemos acostumbrao a vivir de los sobrantes. Algunos robamos pa’ comer, otros
reciclan pa’ costruir sus casas y otros se regalan por pocos pesos pa’ seguir y no
entender. Todo es a las malas, todo es muy luchao y defendido, lo de uno, lo poco de
uno, y lo de otros, que es para todos.
Acá vivimos todos, juntitos y arrinconaos, a las afueras, bien lejos de la ciudá, acá todos
nos tapamos con la misma mugre, no nos la pisamos la cuerda y nos arrunchamos para
hacerle el quite al frío. Acá en el barrio decidimos juntarnos, hacerle frente al rico y
fuerza al pobre es nuestra idea, sobre todo, si el pobre es del barrio. Porque ellos son
muchos y tienen los billetes, pero nosotros somos más y necesitamos también más.
Como por ahí está de moda decir, a la carga!!!
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Es que no es la misma tijera para todos. Los burgueses son los que manejan la plata de
la sociedad, con sus empresotas y sus billeteras casi reventándose, siguen y siguen sin
detenerse a mirar. Pero también controlan la política, es decir los ricos hacen leyes para
ellos mismos y pa’ sus intereses, la política de acá lo que busca es impulsar una
economía internacional, la de los burgueses, la que está de moda. Sus negocios tienen
asegurao ya un futuro, el de seguir siendo al estilo burgués, individualistas y siempre
con ganas de más. Pero ¿y el resto? Somos más los que tenemos poco y aún no hay
alguien que esté ahí pendiente peliando por nuestro poco, o por lo menos por lo mínimo,
que son los derechos que uno tiene por el hecho de estar en la ciudá, por vivirla, pero
no, por alguna estraña razón las cosas no funcionan así, a nosotros los jodidos nos
olvidan. Por eso es que hay que darles duro, ¡ja!
¿Y qué? Soy pobre ¿…y? “No me joda” fue de lo primero que le aprendí a mi mamá;
HP y culo los que le aprendí a mi papá. Esas fueron las primeras palabras que empecé a
usar con mis amigos del barrio y eso ya se nos quedó pegao, como todos por acá
hablamos igualito.
Y es que ser pobre es más jodido de lo que parece. No sólo hay que partirse físicamente
para conseguir lo que deverdá uno necesita, sino que hay que peliar con el mundo por
tan sólo un pedacito de lo que uno realmente merece. Tras de pobre con mala suerte y
mal oliente…
Sólo por el hecho de ser pobre las puertas se le cierran en vez de abrírseles a uno, entre
más necesitado menos occiones y más en la puerca. Claro y como uno es pobre y la
gente no quiere que les unten de pobreza sus munditos, la mejor occión que tienen es
sacar el culo y hacersen los ciego, sordo y mudo como decía un primo que dizque quería
ser cantante. Pero el cuento es que entre más pobre más jodido, si usté se junta con los
pobres, los ricos lo recriminan, pero cuando uno se trata de juntar con los ricos, otra vez
vuelve y juega el dicho de mi primo. Así que si usté nació pobre, es mejor que acecte de
una buena vez que así se va a quedar para siempre.
* * *
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UNA BOMBA EN EL CENTRO SERÍA PERFECTO
En cuanto al sistema urbano
“De estilo clásico o de estilo francés, los numerosos edificios de los que pudo enorgullecerse al cabo de poco tiempo cualquiera de las ciudades
donde se abrían nuevas avenidas ponían de manifiesto cierta ostentación o cierto gusto por la monumentalidad.”
(Romero, 1999: 332)
“La iluminación pública con gas deslumbró a quienes estaban acostumbrados al aceite, y la electricidad colmó de asombro
a los espectadores el día que se encendieron los primeros focos. los tranvías a caballo fueron reemplazados por los eléctricos y
más tarde empezaron a circular los autobuses.” (Romero, 1999: 337)
“Poco se parecía ese escenario al viejo casco colonial de las
ciudades latinoamericanas. El ejemplo del Barón de Haussmann y de su impulso demoledor alimentó la decisión de las nuevas
burguesías que querían borrar el pasado, y algunas ciudades comenzaron a transformar su fisonomía.”
(Romero, 1999: 298)
El majestuoso monstruo urbano crece y crece, ya se ha devorado lo que antes era su
perímetro, apropiándose de lo aledaño. Pero la transformación no sólo es hacia afuera,
también la ciudad se reestructura hacia adentro. La malla vial es fundamental.
Constituida por unas secuencias de avenidas, que harían el papel de venas, se entrelazan
y se conectan a lo largo y a lo recto para que recorra el flujo vital de la urbanidad. Por
supuesto el transporte público no sólo se hace presente, sino que se mantiene en
constante evolución para poder contener y desplazar a la masa ya fluctuosa.
Los magnos edificios se irguen sobre el pavimento, las fachadas hacen honor al
monumento y a lo naciente que es moderno. Grandes plazas también se procuran, tal
vez como tributo a la plaza del Centro, o quizá por necesidad de establecer el núcleo de
un espacio, o simplemente, es una imitación de las grandes ciudades europeas. Pero
todo esto es ahora iluminado, la ciudad se ha llenado de pequeños pero abundantes
foquillos que en las noches alteran las visiones.
Se dice por ahí que la estética y el estilo predominan en la arquitectura urbana, los
grandes edificios, las hermosas plazas, la cuadrícula citadina y los miles de detalles
parecen reflejar un imaginario ya clarificado.
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De imaginarios llenamos nuestra cultura y nuestros días. Mientras los ricos buscan
imitar a los europeos, los pobres imitan a los ricos y los inmigrantes a los normalizados.
Es decir que sin saberlo, la masa, esa homogeneidad de heterogeneidad, imita a los
europeos, lo que nos llevará a tener una identidad común mundial, o lo que da igual,
perderemos nuestra identidad.
* * *
69
EL EJÉRCITO MMC
En cuanto a los medios masivos de comunicación
“El cine en algunos países y la radio en casi todos proporcionaron a las gentes de las diferentes regiones y provincias una primera vivencia cotidiana de la Nación.”
(Barbero, 1997: 179)
“El cuestionamiento que las nuevas tecnologías producen sobre las identidades culturales opera entonces sobre diferentes registros que es necesario deslindar.
Uno es el reto que plantean a los intentos de fuga hacia el pasado, a la vieja tentación idealista de postular una identidad cuyo sentido se hallaría en el origen
o en todo caso atrás, por debajo, fuera del proceso y la dinámica histórica y de la actualidad. Pero otro es el sentido que adquieren las nuevas tecnologías como culminación
de la operación antropológica, esto es la reactivación de la lógica evolucionista que reduce, ahora radicalmente y sin fisuras lo otro a lo atrasado, que
convierte lo que queda de identidad en las culturas otras a mera identidad reflejada –no valen sino para valorizar con su diferencia la identidad de la cultura
hegemónica- y negativa: lo que nos constituye es lo que nos falta, lo que nos constituye es la carencia.”
(Barbero, 1997: 199) Las partes no están unidas y necesitan un hilo conductor, un pegante que las entienda y
un gran lazo conector. Identidad. Surgen de pronto los de la masa, los masivos, los que
unen y dan forma. Se dicen llamar Medios.
I*I Por un flanco ataca la radio, la popular, la que es para la gente que no es de letras, la
práctica, la antigua congregadora. La razón de su popularidad es su practicidad, se basa
en la costumbre de la oralidad. Con la novela narrada florece el drama, se vuelve el
género predilecto de la clase baja. Sin temor refleja y revela lo más íntimo de las
cabezas. Identidad popular, unidad conceptual, reconocimiento en lo sonoro y también
en lo visual. I*I
I*I Por ahí ataca el cine, un poco de rival para el teatro, sólo que uno es pa’ los ricos y
el otro pa’ los in-ricos. El cine mexicano enfila al latinoamericano, pero como el cine
era el del pueblo, debía representar a la masa, a la gran masa, que encontraba sus
orígenes en lo borracho, en lo bajo y en la grasa. I*I
I*I Porque lo bajo ligó, ató y apretó.
Dio común, basó al suelo, se transformó para el pobre en un anzuelo, daba linaje que se
sustentaba con el lenguaje.
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Lo vulgar, lo degradado y lo impropio se volvieron cláusulas como pal pueblo el opio.
La prensa ataca, muta y se diversifica, ahora hay prensa sindicalista.
El pueblo obrero ya tiene voz y se especifica con una hoz.
Pero la transformación desembocó en degradación.
La prensa ataca, muta y se diversifica, ahora hay prensa sensacionalista.
Ésta tendencia apareció gracias al enfoque que degeneró.
Placer y deseo. Placebo. I*I
I*I Finalmente la música para destacar de los MMC militar.
Fue un instrumento de los ocultos para la supervivencia de los más oscuros.
Identidad, fuerza y tradición invocadas en una canción. El espíritu guerrero permanece y
el corazón no desfallece, la colectividad cantada produce una cultura decantada. Las
raíces, los maestros y los ancestros, se hacen presentes a través de sonetos diestros. I*I
Pero todos ya cedieron y recayeron en la putrefacción de la prostitución. Los medios
masivos de comunicación se vomitaron en la tradición. El consumo domina, el mercado
demanda y el capitalismo encanta. En esta nueva era nos identificamos con la “gran
nación”.
I*I Ahora la T.V. es la que marca la movida, la que le da ritmo a tus deseos, a las
formas y a tú manera de percibir la vida: el mundo. Pero la tele no es como un ente
aparte, no es un hecho, sólo es un medio. Un canal que ha recaído en las manos de los
más tinieblos, los más puercos, los más dañinos. Y tú, ni siquiera te das cuenta.
La mágica cajita en blanco y negro se encarga de plantear un culto a lo mundial sin
algún temor a fracasar. Pero no sólo te maneja el presente y te guía al futuro, también
elimina tu pasado. Lo tuyo, lo realmente propio, ahora es folclor, una perfecta forma de
desligarte del amor.
Tú ya no eres tú, sólo eres uno más, uno igual. Ese gran hermano o esa patica invisible
se encargan de proponerte y seducirte, después, de incluirte. Ya no tienes especificidad,
sólo superficialidad, tus raíces las dejaste en el viejo jardín, y ahora has llegado a
sembrarte en el patio trasero del que se denomina París. Los referentes son externos, la
identidad es común, apropiándonos de a poquitos de la homogeneidad y del Boom. I*I
71
CAPÍTULO II
2. BOGOTÁ: LA CONCEBIDA
En el capítulo anterior mostramos la manera cómo ciertos procesos históricos se
articularon para llegar a la configuración de la ciudad moderna europea en el siglo XIX.
A través de diversos relatos expresamos cuáles fueron las transformaciones que los
habitantes de dichas urbes modernas tuvieron que asumir en cuanto a la nueva
percepción y experimentación del tiempo y el espacio en el entorno público, el
transporte, la interacción social en las calles y el consumo.
A continuación, nos trasladamos hacía América Latina para comprender la forma en que
los colonizadores españoles, valiéndose de un discurso progresista, moderno y
civilizador, erigieron ciudades de tipo europeo allí donde alguna vez existieron
asentamientos indígenas. Todo esto con el propósito de asimilar cómo los híbridos
habitantes de las nuevas ciudades latinoamericanas –recién independizadas a principios
del siglo XIX-, tuvieron que asumir diversos procesos urbanos que afectaban la
fisonomía de sus ciudades, el comercio, el ascenso social, el consumo, la circulación, el
transporte, y sobre todo la experiencia en el espacio público.
Ahora bien, siguiendo con el proceso deductivo que hasta ahora hemos logrado, es
momento de situarnos en Bogotá para concebir esta ciudad como el principal escenario
en donde realmente nos interesa centrar nuestro análisis y trabajo práctico. De esta
manera empezaremos por realizar un breve recorrido histórico con datos que
consideramos relevantes acerca del transporte, el desarrollo urbano, las alteraciones en
el espacio público y la expansión territorial, entre otros, desde finales del siglo XIX
hasta nuestros días. Una vez ubicados en la actualidad caracterizaremos la ciudad con la
intención de saber exactamente desde dónde entenderla.
En la última parte del capítulo, y haciendo de lado momentáneamente a Bogotá,
estableceremos el vínculo primordial entre espacio y subjetividad a través del
desdoblamiento conceptual de lo que significa habitar, percibir, la transición entre
espacio y lugar, las prácticas de apropiación del espacio y las técnicas de usuario en la
72
ciudad. A quienes escogimos como guías en este recorrido teórico son Martin
Heidegger y Michel de Certeau; el primero por su perspectiva filosófica, el segundo por
la pluralización de su investigación y su predilección por la resistencia cotidiana.
2.1 ITINERARIO HISTÓRICO
A lo largo de todo el siglo XIX Bogotá se fue levantando en medio de agitaciones
políticas, manifestaciones religiosas, ideologías en pugna, una incipiente
industrialización y la interacción entre personas cuya diferencia social era realmente
acentuada. Sin embargo, a pesar de que hubo muchos enfrentamientos e innumerables
muertos, a lo largo de todo el siglo ocurrió un crecimiento demográfico bastante regular,
debido principalmente a las inmigraciones rurales.
En 1830 había 36.000 habitantes y era considerada una urbe retrasada para los
extranjeros que la visitaban, pues constaba de 195 manzanas, 3 autos y muy pocas
casas. Cuarenta años después, en 1870, la ciudad era habitada por 74.000 personas y
antes de finalizar el siglo existían alrededor de 100.000 ciudadanos. Dicho incremento
poblacional generó una expansión territorial desde el centro hacia el norte 5 kilómetros
siguiendo la línea de los cerros, hasta formar nuevos barrios como el caserío de
Chapinero. (Páramo y Cuervo, 2006)
De esta manera, el espacio público11 que se iba estableciendo después de la segunda
mitad de siglo, sirvió como el lugar de la confluencia social, el comercio de bienes, para
informar a la población sobre todos aquellos acontecimientos importantes que sucedían
en la urbe y donde se permitía la demostración de poder por parte de las autoridades
civiles y religiosas. Así lo expresan Mónica Cuervo y Pablo Páramo: “Bogotá en cuanto
al espacio público se torna escenario de poder, manifestaciones, encuentros y rutinas
que se anexan a las del trabajo, devoción y entretenimiento.” (Páramo y Cuervo, 2006:
94)
11 Por espacio público entendemos el territorio urbano que le permite a todas y cada una de las personas que viven la ciudad tener la opción de acceder a éste, usarlo autónomamente y socializar, siempre y cuando acaten las normas ciudadanas que procuran el bien común
73
Ahora bien, uno de los lugares destacados dentro del espacio público de la ciudad fue la
Plaza Mayor (la Plaza de Bolívar actualmente) ya que se constituyó como un lugar
multifuncional al ser apto para realizar diversas actividades lúdicas, religiosas, políticas
y comerciales, por lo tanto, donde era posible relacionarse con personajes de diversos
grupos sociales. De esta manera “la Plaza Mayor constituye el lugar principal de
esparcimiento de la comunidad. (…) Además de ser el factor primordial de la actividad
comercial de la ciudad, era el espacio de sociabilidad por excelencia, donde se ejercía la
convivencia y la intercomunicación.” (Páramo y Cuervo, 2006: 71)
Por otro lado, la Calle Real (la carrera Séptima actualmente) fue después de la Plaza
Mayor, el lugar más importante para ejercer interrelaciones y actividades comerciales.
Era la única calle que tenía aceras e iluminación y en dónde sucedían situaciones
totalmente diferentes según la hora y el día de la semana. Pero sobre todo, debido a
dichas características, era un lugar donde se hacían evidentes los contrastes sociales y
así, se prestaba para ver y juzgar las apariencias de las otras personas. Los más
adinerados aprovechaban para lucir sus pomposos atuendos, mientras aquellos que
seguían en rango, trataban de ocultar a toda costa algún índice de escasez. Por su lado,
los más pobres no perdían la oportunidad de victimizarse para recibir algún par de
monedas.
Es así como la calle y la plaza se fortalecen como espacios que trascienden su función
básica de desplazamiento y circulación, consolidándose por medio de otro tipo de
dinámicas más permanentes. Es el caso de los funerales y procesiones religiosas en las
cuales las personas salían a las calles disfrazadas, tiraban pólvora, bailaban y
ridiculizaban a los gobernantes. De la misma manera también se convertían en
escenarios de diversión popular en cuanto se realizaban carreras de caballos (de
tradición inglesa) y peleas de gallos.
Ahora bien, en las calles de la ciudad era posible encontrar ciertos personajes como los
locos, retardados, y aquellos sujetos excéntricos que no dejaban de llamar la atención.
De la misma manera, estaban los ladrones y delincuentes que despertaban otro tipo de
sentimientos en las calles pues “el robo, el crimen y el asalto, muestran cómo, tanto en
lo público como en lo privado existe el miedo del bogotano a ciertos personajes que
alteran la tranquilidad de sus prácticas cotidianas.” (Páramo y Cuervo, 2006: 210)
74
Tanto los robos como las fiestas, las procesiones, la divulgación de información, las
protestas y los fusilamientos en el espacio público siempre ocasionaban rupturas en la
cotidianidad que lograban satisfacer la curiosidad de los habitantes y su necesidad de
socializar. No obstante, a finales de siglo, ocurren muchas variaciones tanto en la vida
pública como en la fisonomía de la ciudad: aparecen las primeras fábricas, se ponen
postes de alumbrado público evitando así los desplazamientos peligrosos en la
oscuridad de la noche y se implantan redes de acueducto y alcantarillado.
Y así, en cuanto el progreso hacía presencia en la ciudad, fue desapareciendo la difusión
de información en las plazas y calles una vez empezó a circular La Gaceta de Bogotá,
periódico que desde ese momento mantendría actualizada a una pequeña parte de la
población letrada. De la misma manera el crimen pasó a ser juzgado en las cárceles,
suprimiendo el castigo en el espacio público. Y las esquinas, los parques y las plazas
que propiciaban todo tipo de encuentros sociales se fueron desplazando cada vez más
para darle la bienvenida a lugares privados como bares y tabernas.
El trasporte también jugó un papel muy importante como gestor de cambios tanto en la
ciudad como en la vida cotidiana de sus habitantes, ya que en ese momento Bogotá era
transitada exclusivamente a pie. El primer transporte que se inauguró en la ciudad fue el
tranvía de mulas, en 1884 y fue manejado por la Bogotá City Railway Company, desde
aquel año y hasta 1910. Al principio cubría la ruta entre la Plaza de Bolívar y Chapinero
y en 1892 se construyó la línea que iba desde la Plaza de Bolívar hasta la Estación de la
Sabana. (Ospina y Mosquera, 2007)
El tranvía a mula empezó transportando 66.000 pasajeros en una ciudad que contaba
con 84.000 habitantes y fue un valioso avance de acuerdo al progreso al cual quería
dirigirse la ciudad, sin embargo Páramo y Cuervo expresan lo siguiente al considerar el
otro lado de la moneda:
“Los horarios de servicios públicos generan también otros ritmos que modifican los
tiempos de desplazamiento y de rutina diaria. Un claro ejemplo es la aparición del
transporte en las ciudades y lo que esto implica en cuanto a rutinas, accidentes,
congestión, desplazamiento, maltrato de los conductores, caos del sistema y sobre cupo,
entre otros aspectos.” (Páramo y Cuervo, 2006: 101)
75
No obstante, los avances en el transporte y sus severas implicaciones no se detendrán,
ya que desde entonces se consolidó como elemento fundamental para el desarrollo
urbano. De esta manera, a principios del siglo XX, cuando “la Junta de Catastro
reconocía sólo 299 manzanas, donde se concentraban 6.926 casas” (Silva, 2003: 42), el
tranvía a mula empezó a considerarse un servicio demasiado lento, entonces la
compañía inaugura los primeros tranvías eléctricos, abriendo la línea que va desde el
Parque Santander y por la Calle 26. Una vez se empezó a usar el transporte eléctrico, los
vehículos públicos de tracción animal desaparecieron para siempre en 1921.
Durante esta segunda década del siglo, la ciudad siguió ensanchando sus límites y fue
entonces cuando se empezaron a parcelar las enormes haciendas que se encontraban
hacia el norte de la misma, para construir barrios con casas de estilo europeo.
Asimismo, se construyó la avenida Santiago de Chile que recorre la ciudad de oriente a
occidente; perpendicular a ésta, se construyó la avenida Caracas en dirección sur –
norte.
En 1933 se crea el Departamento de Urbanismo con el fin de planear debidamente el
desarrollo de la ciudad moderna, partiendo del establecimiento de un plan de obras que
conmemoraría el IV Centenario de la fundación de la ciudad en 1938 (Zambrano, 2007:
69). Fue así que se realizaron importantes levantamientos urbanísticos durante dicha
década y la siguiente, sin siquiera imaginar que antes de llegar a la mitad del siglo, la
ciudad viviría un acontecimiento que marcaría su historia y la vida de sus habitantes; el
asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. El Bogotazo. Tal suceso dejó el
centro de Bogotá prácticamente destruido debido al vandalismo y los incendios
propiciados.
A partir de ese momento, la ciudad tuvo que desafiar una serie de cambios
fundamentales en el transporte, la arquitectura y en la vida de los ciudadanos. Por
ejemplo, las familias adineradas, que hasta ese momento vivían principalmente en el
centro de la ciudad empezaron a desplazarse hacia el norte a otros sectores de la urbe
como Chapinero y El Chicó.
En el caso del transporte, la alteración más significativa después del Bogotazo ocurrió
cuando Fernando Mazuera Villegas, alcalde de la ciudad para aquel entonces, se opuso
76
de manera radical a seguir usando el tranvía como medio de transporte urbano,
argumentando que el servicio había desmejorado y las líneas habían quedado en
terribles condiciones. En definitiva, pensaba que el tranvía ya no hacía parte de la urbe
industrial y moderna que él quería erigir. Así que lideró la desaparición definitiva del
tranvía al tapar con pavimento los rieles y pintar líneas blancas encima de éstos,
marcando zonas de tránsito que por vez primera se usaban en Colombia. Y entonces,
hasta el 30 de junio de 1951 los tranvías circularon por las calles de la capital (Ospina y
Mosquera, 2007), dándole paso al funcionamiento de un servicio de buses auspiciado
por la empresa privada.
Otra consecuencia del Bogotazo fue la renovación de la ciudad que empezó con la guía
del arquitecto y urbanista suizo Le Corbusier, quien para ese entonces se encontraba en
Bogotá y no dudó en aprovechar la coyuntura y colaborar con la reconstrucción y
construcción de lo que sería una nueva ciudad. Esta etapa fue acertadamente
denominada, la fiebre del urbanismo.
Un par de años adelante, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, (desde
1953 hasta 1957) hubo un desarrollo fundamental de la ciudad con el avance de notables
obras como el aeropuerto Internacional el Dorado, el cual produjo la urbanización hacia
el occidente a partir de la Avenida (Calle 26) que lo unía con el centro de la ciudad. Por
otro lado se llevó a cabo la construcción del llamado Centro Internacional. Así mismo,
la construcción de la Autopista del Norte generó un significativo desarrollo urbano; la
edificación de una gran variedad de barrios en aquella dirección.
En 1954, por medio de un decreto legislativo, se anexaron a Bogotá los municipios de
Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén conformando el Área Metropolitana
de la ciudad. Dado el ensanchamiento de la ciudad para aquel entonces, se funda la
Empresa Distrital de Transporte Urbano, EDTU, en 1959, un sistema que combinaba
autobuses diesel con trolebuses, pero cuya cobertura comparada con el del sistema
privado era bastante inferior. En 1962, en una ciudad de 1,550.926 habitantes, había 92
autobuses y 25 trolebuses, donde la ruta de los últimos estaba ligada con la industria y
los barrios obreros que tan fuerte presencia habían adquirido en la ciudad. (Silva, 2003)
77
Y es que para esa época llegaban a Bogotá millares de familias de clase media-baja y
baja para trabajar en la industria, la construcción y el comercio y se fueron instalando en
el sur. Esto en parte, debido a que las familias adineradas emprendieron su asentamiento
en barrios nuevos del norte que se erigieron siguiendo un mismo modelo de casa o
edificio que se construía en serie.
Por otro lado, Virgilio Barco, ejerciendo la alcaldía de la ciudad entre 1966 y 1969
construyó vías y avenidas de alta velocidad y en forma circular, que le daban la vuelta a
una parte de la ciudad, como la avenida 68 y la carrera 30. Éstas facilitaban la entrada y
la salida a la capital, sin embargo su tráfico era muy denso y por consiguiente las calles
resultaron muy ruidosas. En los ochenta se construye la avenida Circunvalar, de sur a
norte totalmente pegada a los cerros orientales; va desde el barrio Egipto en el centro de
la ciudad hasta la calle 92 al norte (Silva, 2003). A finales de esta década, con una
población de casi 5 millones de habitantes, se iniciaron obras como Ciudadela
Colsubsidio, Ciudad Salitre, Ciudad Bolívar y el Parque Central Bavaria.
A mediados de los noventa, el alcalde de la ciudad Antanas Mockus, se concentra en
renovar la cultura ciudadana trabajando en el espacio público y su ambiente colectivo.
Por su parte, el alcalde Enrique Peñalosa realiza todos sus esfuerzos por sacar los autos
que invadían las aceras, el espacio exclusivo de los peatones, al implementar
progresivamente bolardos por toda la ciudad.
Al finalizar la década, buscar soluciones al tema de la movilidad es una de las tareas
más importantes del Distrito, debido a que en las vías urbanas circulaban
aproximadamente 20.000 buses, 48.000 taxis y casi 1.000.000 de automóviles
particulares, al punto tal que “a comienzos del nuevo milenio en Bogotá hay un
automóvil por cada 10 habitantes.” (Silva, 2003: 168). Lo que inevitablemente ha
contribuido con la congestión y el desorden citadino.
78
2.1.1. BOGOTÁ PRESENTE
“Poquísimos bogotanos, si es que alguno,
podría decir que conocen su ciudad. La mayoría de los habitantes apenas tiene idea
del entorno donde está su residencia o su trabajo. Quienes tienen que desplazarse de un extremo a otro,
en servicio público de transporte o en automóvil particular, no perciben el movimiento de la ciudad.
La inmensidad de la megaurbe que construimos en los últimos 100 años, burlando todas las previsiones de los técnicos en desarrollo urbano,
ha parcelado la ciudad en comunas aisladas unas de otras.” (Zambrano, 2007: 202)
Ser un ciudadano bogotano en el nuevo milenio, es hacer parte de los casi 7 millones de
habitantes, el “18% de la población nacional” (Silva, 2003:155), que entre muchas otras,
vive en una metrópolis de notables contrastes, utiliza un transporte público que de una u
otra forma termina por alejarlo del paisaje urbano y se desliza por sus calles sintiendo la
presencia latente de una inseguridad eterna.
¿TE CONOZCO?
Los contrastes se deben, primero que todo, a que Bogotá atrajo miles de migrantes en
los últimos veinte años y hoy en día vislumbra las diferencias que surgen de la
multiculturalidad presente en cada esquina de la ciudad. Además, en el caso de describir
la población total de la ciudad, si ésta contará con 100 habitantes, se podría decir que
“54 habitantes son mujeres y 46 hombres; 6 tienen más de 60 años, 60 son menores de
35 años y hay 34 adultos. Aproximadamente, 94 viven en los barrios más pobres y 6 en
los más ricos, o sea, en zonas de estratos 5 y 6.” (Silva, 2003:165).
Una vez dicha población se encuentra conviviendo en la urbe, comprueba
constantemente que reside en una ciudad que cuenta con un novedoso sistema de
transporte público, pero donde cada vez el tráfico se hace más pesado; en donde hay
parques silenciosos que permiten respirar aire limpio, justo al lado de calles saturadas de
contaminación ambiental, auditiva y visual; en donde el bogotano no se identifica con el
provinciano, indígena o desplazado que pasa a su lado, pero con quienes se une a
realizar protestas políticas, marchas civiles o expresiones artísticas callejeras; en donde
muchas veces la ciudad los moviliza entre lugares y experiencias tranquilamente
agradables y alarmantemente inseguras.
79
SE VA, SE VA… SE FUE
Ya vimos cómo el desarrollo de la ciudad estuvo siempre acompañado del desarrollo del
transporte, porque la ampliación territorial junto al crecimiento demográfico implicó la
prolongación de las vías y la necesidad de poner a circular más vehículos para que
trasladaran a todos los ciudadanos. Cosa de ciudades. Sin embargo, como sujetos
movilizantes, es difícil darse cuenta lo que significa subirse en un bus, por ejemplo, y
empezar a recorrer la ciudad en una suerte de cápsula que encuadra el rango de visión y
diezma el contacto y la experiencia con el paisaje urbano. “Al viajar en ellos (transporte
urbano) los habitantes se apropian del espacio urbano, atraviesan zonas que no conocen
sino desde la distancia y la fugacidad del vehículo que los traslada.” (García Canclini,
Castellanos y Mantecón, 1996:24). Es decir, la ciudad es eludida.
A propósito de Bogotá, TransMilenio fue el último sistema de transporte público que se
estrenó en la ciudad (en el año 2000). Gracias a éste se logró un cambio significativo en
la movilidad a través de la urbe y en la concepción del transporte público como tal,
debido a que disminuyó el tiempo de desplazamiento de las personas y por lo tanto
alteró el tiempo de su rutina diaria.
TransMilenio apareció en un momento en el que los recorridos por la ciudad eran cada
vez más largos y agobiantes, al punto tal que muchas personas tardaban hasta 3 o 4
horas del día dentro de un vehículo, movilizándose hasta su lugar de trabajo o estudio y
de regreso a casa. Y fue así como TransMilenio consiguió reducir el tiempo empleado
en el desplazamiento de un lugar a otro, haciendo más veloz el traslado, dando la
sensación de que el tiempo rinde más, y en un principio pareció generar un viaje más
agradable por la ciudad.
Sin embargo, el problema de TransMilenio es que por un lado, el aumento en la
velocidad del traslado hace que el paisaje urbano pase más rápido ante los ojos y por lo
tanto su percepción sea mínima. Por otro lado, empezó a tener demasiada afluencia de
personas, sobre todo en las horas de desplazamiento masivo. Y así, el aparente recorrido
agradable se torno una pesadilla: multitudes aglutinadas y cansadas o de mal humor o
simplemente indiferentes a todo a su alrededor. Es en este momento cuando lo poco que
quedaba de paisaje urbano es lo que menos importa.
80
Ahora bien, en muchos casos es inevitable que al bajarse del vehículo rojo e integrarse
en el paisaje, el estado mental y anímico de la persona esté alterado y por lo tanto, no le
permita apreciar y percibir su entorno. Es posible que para una innumerable cantidad de
personas, desplazarse por la ciudad resulte ser una actividad-obligación desgastante y
estresante que muchas veces es preferible evitar cuando el carácter de la misma no es
imperativo. De modo que cuando es posible elegir si salir de casa o no, la preferencia
está en no hacerlo. Es decir, la ciudad es eludida.
¿Y SI…?
Otro factor que hace que las personas eludan la ciudad y no salgan de sus casas es el
miedo que existe hacía la misma, porque como afirma Armando Silva: “Entre los
sentimientos que Bogotá inspira a sus habitantes, el más notable es el miedo –supera el
50% de marcaciones- (…) Estos temores han hecho que la ciudad sea usada con
innumerables restricciones y prevenciones.” (Silva, 2003:53). Dicho sentimiento hace
que recorrer o permanecer en los espacios públicos este condicionado por diversos
temores, pero sobretodo, como mencionábamos antes, los ciudadanos optan por sumarse
a la tendencia de no salir de la casa para no correr riesgo alguno, disminuyendo así, las
experiencias de interacción social en el espacio urbano.
De la misma manera, como dice Omar Rincón, “la ciudad de los miedos produce
multitud de guetos que se temen unos a otros; cada uno marca su territorio; cada
ciudadano es una ciudad que excluye a otra” (Rincón, 2006:124). Sin embargo, Bogotá
no es una ciudad peligrosa en su totalidad, ya que depende de la zona y de la hora del
día en la que uno se encuentre. Es decir, el peligro está fragmentado en la ciudad, y
como éste, hay muchos otros aspectos que involucran la fragmentación en la urbe. A
continuación los presentamos.
81
2.2. LA CIUDAD FRACTURADA
“La ciudad ha renunciado a la condición
de lugar de encuentro y de intercambio y ha elegido como nuevos criterios de desarrollo
la separación y la especialización.” (Silva, 2003: 32)
Fragmentación: 1. f. Acción y efecto de fragmentar. 12
Fragmentar: 1. tr. Reducir a fragmentos.
Fragmento: 1. m. Parte o porción pequeña de algunas cosas quebradas o
partidas.
Bogotá ha sido fragmentada en zonas rompiendo ciertas continuidades estructurales y
conceptuales productoras de identidad.
“La urbanística moderna cortó y reorganizó este tejido continuo, en partes
pretendidamente coherentes entre sí y con la totalidad, estableciendo áreas
especializadas para vivienda, industria, comercio, administración, etc. Esta zonificación
funcional, que se aplicó como medida ordenadora del crecimiento de las ciudades no
permitió que las estructuras tradicionales se fragmentaran naturalmente, al alcanzar
determinadas dimensiones, y dejaran ver que la ciudad se asemeja más a una red
tensional entre fragmentos arbitrarios, que a un sistema de partes especializadas que
tratan de explicar una totalidad.” (Pérgolis, 1998: 11)
Esto ha desembocado en la desvinculación del ciudadano con la ciudad, ya que el sujeto
es incapaz de concebir la totalidad de la estructura urbana debido a su discontinuidad y
a la falta de conocimiento de ésta, lo que ha generado una des-identificación de los
sujetos urbanos con la mezcolanza estructural en la que viven.
Pero a la hora de fragmentar a Bogotá, también son influyentes los juicios de valor que
permanecen en los círculos sociales que nos rodean. Por ejemplo, en nuestro entorno
social [Burgués] es bien sabido que La Perseverancia es un barrio peligroso al que no se
debe entrar si no se tiene una razón realmente importante para hacerlo. Este
12 http://rae.es/rae.html. Todos las palabras definidas de ahora en adelante en el texto serán extraídas del diccionario en línea de la Real Academia Española
82
conocimiento se transmite de generación en generación y los miedos y los juicios
aprendidos terminan afectando la ciudad. Y así crecimos nosotros, convencidos de que
La Perseverancia era un barrio inseguro y peligroso.
Gran sorpresa cuando uno entra a La Perseverancia por primera vez y nota que es un
barrio muy similar a otros que ya conocía. Sin duda La Perseverancia no es el lugar
ideal para vivir, mucho menos si uno está acostumbrado a un nivel de vida
medianamente alto, y aunque evidentemente es un barrio con mucha pobreza también es
una zona con mucha fama; el barrio no es como se lo pintan a uno cuando niño, pues no
le cuentan de los hippies y bohemios que aún viven allí, tampoco de la estatua de
Gaitán, ni de la existencia del Festival de la chicha que se lleva a cabo en este lugar.
Con este ejemplo nos damos cuenta que seguramente nos perdemos de algunos sectores
bogotanos debido a que nuestro entorno social nos ha contagiado con sus supuestos
tremendistas, muchos de estos ligados a prejuicios económicos y sociales, que terminan
siendo un campo más para que se efectúe la fragmentación. Estos aprendizajes
adquiridos (heredados) a través de las influencias por parte de las diferentes estructuras
de la sociedad hacia el sujeto, es lo que Bourdieu llama habitus. (Mesa, 2008:14)
Pero el universo de supuestos fragmentadores también se rige por conceptos estéticos.
Pensemos en dos imágenes de dos bares Bogotanos. Imagine. Uno tiene en su entrada
una gran puerta de madera con un pequeño pórtico también de madera. Junto a este hay
un hombre vestido con camisa blanca y chaleco negro compañero de su pantalón. El
nombre del bar es en inglés y en algún lugar la palabra Beer salta a relucir. En el
segundo bar encontramos una puerta de vidrio polarizado, en vez del hombre de chaleco
nos topamos con una pequeña estatua de un león que parece cuidar la entrada. Aunque
el nombre de este bar también es en inglés, el letrero está bordeado por una luz de neón
rosada y finalmente llama la atención, también en neón, la forma de una copa de martini
que hace más referencia al alcohol que a la bebida específica.
Con este pequeño ejercicio de imaginación nos damos cuenta de la capacidad que
tenemos de ejercer juicios de valor también a partir de la estética, puesto que muchas
veces tomamos decisiones basándonos en estos juicios de valor estético, que
generalmente son adquiridos por las influencias que ejercen en los sujetos, entre otros,
83
la clase social y la familia. Después de hacer nuestro proceso de aceptación o rechazo,
de acuerdo a lo previamente aprendido, habitus, tomamos una decisión en cuanto a una
elección.
Sin embargo, la ciudad no sólo está fragmentada por las divisiones artificiales y por los
juicios de valor que rigen a cada sub-grupo coexistente en Bogotá, el tiempo también lo
hace. Ya de entrada, el tiempo está fragmentado en cuanto a especificidades del
calendario. Por un lado, está la división entre años, meses, semanas y días, sin embargo
en el calendario hay épocas específicas para sensaciones y actividades también
específicas, como semana santa y navidad. En estas dos épocas, la cotidianidad de los
sujetos y la cotidianidad de la ciudad cambian notablemente; la religiosidad, el descanso
y la juerga son actividades que dominan en el ambiente gracias a las fechas.
Pero es posible ver esto más en específico, la semana tiene unos días dedicados al
descanso, como el domingo, y otros a la juerga, como los viernes y sábados en la noche.
Pero el asunto puede percibirse en un ámbito aún más micro. Pérgolis en su fragmento
llamado El Parque Nacional, el devenir y las redes (Pérgolis, 1998: 79), relata cómo el
paisaje del Parque Nacional va cambiando según van transcurriendo las horas del día.
Empieza en la mañana como un lugar para ejercitar el cuerpo y el “espíritu” y termina
siendo en las noches un espacio que permite la venta y compra de drogas y los
acercamientos homosexuales.
Aunque es interesante ver cómo el espacio se puede fragmentar según la hora del día, es
importante tener presente que la función del espacio no cambia sólo de acuerdo al
horario sino también a la percepción que tiene el individuo sobre el lugar. Por ejemplo,
para la joven que hace yoga todas las mañanas en el parque, éste es un lugar que se
relaciona con actividad muscular y tranquilidad, pero para el vendedor de tintos es un
lugar coherente con la idea de producción económica, y para el adicto es el lugar ideal
que le asegura la dosis buscada. Como podemos ver, el espacio es según como es
percibido, según cómo el practicante ejerce y supone el lugar.
Esta fragmentación nos ha llevado a encapsularnos en espacios y contextos específicos.
Ahora nos dedicamos a consumir sectores o lugares determinados en momentos también
determinados. Estos “determinados” se convierten entonces en entornos que de una u
84
otra manera nos hacen sentir afinidad o comodidad, identidad. A raíz de esto, elegimos
los lugares en los que queremos estar, los medios de transporte en los que queremos
desplazarnos, el tipo de gente con la que queremos compartir; en resumidas, hoy en día
elegimos la ciudad en la que queremos estar y eludimos aquella que no.
Esta cultura del “escoger ciudad”, ha tenido una consecuencia importante en la
estructura. Los sujetos, enceguecidos por sus elecciones para habitar, han abandonado la
atención en los recorridos urbanos, ya que el trayecto no es el importante sino los
lugares de partida y llegada. Es como si los desplazamientos fueran un silencio en la
partitura del espacio. Todo esto, sumado con el aislamiento del paisaje que sufre el
individuo, producido por los medios de transporte en sí (asunto relatado en el capitulo
anterior), da como resultado el desconocimiento, en términos de apreciación, del
recorrido.
Por otro lado, el afán producido por el ritmo de la ciudad hace que los desplazamientos
sean casi una tortura, debido a la falta de tiempo que se hace presente en la constante de
la cotidianidad. Esto contribuye fuertemente a la concepción fragmentada que tiene el
sujeto de la ciudad, ya que ni siquiera percibe la totalidad existente entre dos lugares de
su elección.
Ahora bien, como nos hemos vuelto adictos a fragmentos de espacio y nos negamos a
reconocer y entender la totalidad existente de Bogotá al eludirla, hemos optado por
buscar lugares en lo privado que reemplacen lo público. Un ejemplo de esto son los
conjuntos cerrados, estos ofrecen una vivienda en un espacio publico-privado, es decir,
el entorno donde está ubicada la vivienda es un espacio privado, pero en cierta medida
intenta imitar al espacio público. Cuando los sujetos salen de su casa se encuentran en el
espacio público del conjunto cerrado, un espacio controlado.
Estas estructuras tienen como gancho publicitario los beneficios de la seguridad privada,
la tranquilidad y las zonas verdes, que se supone es lo que los sujetos citadinos buscan y
no encuentran en los diferentes barrios bogotanos. Estos conjuntos cerrados se
transforman en estructuras físicas generadoras de identidad, pues de una u otra manera,
hacen que el individuo se arraigue a través del sentido de pertenencia que le da la
propiedad.
85
Además, están los centros comerciales, estructuras como los conjuntos cerrados que
manejan una estética ordenada hacia el interior, pero que hacia al exterior tienen una
estética anárquica con su entorno arquitectónico. Estas estructuras proporcionan
identidad y se proponen como un fragmento hecho un todo. También buscan reemplazar
la vida pública en el espacio cerrado. Por un lado la estructura de estos lugares se
asemeja a la estructura de una ciudad, con grandes avenidas, arterias y vías cerradas;
éstas bordeadas con vitrinas que simulan las fachadas arquitectónicas y pequeñas
plazoletas que reemplazan a las plazas públicas en términos de funcionamiento. La
interacción social ya no se da en las plazas como era en el pasado, ahora el lugar de los
encuentros sociales es el centro comercial.
Una buena porción del pastel social bogotano, tiene como lugar de dispersión los
centros comerciales, es suficiente con ir a Unicentro o a Plaza de las Américas para
darse cuenta que muchas familias salen al centro comercial de paseo “dominguero”, y la
razón de esto es la variedad que existe en estos lugares, por ejemplo, en Unicentro se
puede ir a almorzar, después ir a caminar un rato y comerse un postre, más tarde se
puede buscar alguna actividad para los niños como las maquinitas o para la familia y las
parejas como el cine. Un universo de opciones; una ciudad en un edificio. “Ante la
dispersión de la ciudad emerge Unicentro, el primer centro comercial de la ciudad, el
cual se promociona como un “lugar que lo tiene todo. (…) algo de parque, algo de zona
comercial, algo de espacio de encuentro (…)”. (Gutiérrez, 2006:61)
El centro comercial es un lugar que abre el abanico de posibilidades de selección al
individuo elector, con la gran ventaja de la seguridad. Bogotá es un lugar donde la
inseguridad está siempre presente y la opción del centro comercial es una buena
elección tranquilizadora, tanto, que la ejecutamos a diario.13
El comercio es una aspecto que influye mucho en la atracción que tiene el centro
comercial para el sujeto, ya que el consumo de bienes y servicios brindan identidad a los
13 Desde que iniciaron la serie-novela colombiana llamada Padres e hijos, el plan perfecto para Pablito era ir con sus padres o alguno de sus hermanos al centro comercial. Hace un par de años, veíamos a Samy encontrándose con su grupo de amigos adolescentes en el mismo centro comercial, y finalmente, son innumerables las escenas que se han desarrollado en centros comerciales en las que Danielita aparece en diferentes situaciones con sus diferentes pretendientes. Sin duda alguna, vemos cómo estas estructuras se presentan como reemplazo de ciudad y logran su objetivo, en gran parte, porque ofrecen ese espacio de interacción social que ya en la vía publica no existe por inseguro.
86
sujetos, proponiéndoles diferentes imaginarios sociales y estéticos los cuales son
reconocidos como referentes de individualidad, aunque en realidad sean lo opuesto.
Estos imaginarios están como motores de consumo en todos los campos del mercado,
desde imaginarios estéticos, hasta aquellos que están relacionados con las sensaciones y
las actitudes.
Para satisfacer estos deseos (imaginarios) de ser o de parecer, hay que poner en práctica
esa acción de la que hemos estado hablando: el escoger, la elección. Esta es una acción
que ejecutamos mucho más de lo que normalmente creemos y de lo que nos damos
cuenta. Elegimos qué y cómo establecer identidad como sujetos, ya sea eligiendo el bar
o la zona de Bogotá para ir la noche de un viernes, o escogiendo una sala de cine para
ver una película, o en qué conjunto residencial se desea y se puede vivir.
Pérgolis define muy bien la aparición del deseo para el sujeto y el proceso que viene
adjunto a éste:
“De pronto una información llega especialmente a cualquier ciudadano; alguien escoge,
selecciona o se identifica con un mensaje y se integra a él. Ciudad y ciudadano, ahora, se
confunden en un lugar intangible; allí los dos emiten y reciben. Se produjo un
acontecimiento, un anudamiento en alguna red que integró en un sólo ser al habitante con
su ciudad.” (Pérgolis, 1998: 75)
Ese suceso del que habla Pérgolis es la conjunción entre la propuesta, el deseo y la
elección. Esta reunión de factores son los que producen los relatos, que es donde se da
la comunión entre el ciudadano y la estructura. Estos acontecimientos surgen gracias a
la presencia de los deseos que nos llevan a la satisfacción anteriormente mencionada.
“El reto actual es mirar a la ciudad desde la óptica del sentido, el cual sugiere la
reconstrucción del todo con la mitad faltante, ya que la ciudad adquiere sentido cuando
satisface (o insinúa la posible satisfacción) el deseo de sus habitantes, allí se produce el
acontecimiento (la fusión habitante ciudad) o se mantiene viva su expectativa. Con el
acontecimiento nace el sentido, la ciudad pierde discursividad, entra en nuestros relatos
a la vez que nosotros en los de ella o, como en el símbolo del Sol partido, entre ambas
partes se configura el relato del acontecimiento.” (Pérgolis, 1998:28)
87
Y es así cómo el ciudadano a través del deseo se hace parte, se arraiga y se identifica
con la ciudad y con el entorno que lo rodea. Esto es “la cultura del elegir”; es un estado
adictivo del cual ya no nos podemos eyectar en términos comerciales pero tampoco
racionales, de nuevo aparece el habitus. Es muy importante tener en cuenta que la
búsqueda del bienestar o de la satisfacción de la que hemos venido hablando ya no es
para una comunidad en general, sino para un sujeto aislado que lucha por sobresalir en
una masa homogénea.
Los medios masivos de comunicación, uno de los entes que ejerce mayor influencia en
las personas, es el gran difundidor de imaginarios en la sociedad y un poderoso
promotor de la cultura del elegir. Por un lado, constantemente nos bombardean con
diferentes ofertas de posibilidades de ser, de verse y de sentirse (imaginarios), que
generalmente son muy bien explotados por los productores de deseos a través de la
publicidad. Y por el otro lado, nos llenan la cabeza de fragmentos visuales,
estructurales y conceptuales.
Por ejemplo: La estética visual que se maneja en algunos canales de televisión parte de
los fragmentos de imágenes sin mucha continuidad, basándose en el zapping cotidiano
del televidente (visuales). El esquema de presentación basada en partes en la que está
organizado el principal diario del país resaltando temáticas e intereses (estructurales).
Las novelas y los noticieros, siendo un reflejo de la sociedad, sólo nos muestran
fragmentos de historias y de lugares desarticuladas a los contextos respectivos
(conceptuales).
Pero los medios de comunicación influyen directamente en la fragmentación de la
ciudad en cuanto a la imposición de una percepción quebrantada y el impedimento de la
concepción de un todo:
“En tanto la radio y la televisión, con unidades informativas en varias zonas de la
ciudad y helicópteros que simulan restituir la ilusión del ojo abarcador de la totalidad
urbana, cuentan lo que ocurre cada día. Hablan desde el centro y desde los extremos de
la urbe, y llegan a toda el área metropolitana con relatos e imágenes comprensibles
hasta por los sectores con menor escolaridad. Sin embargo, aunque sus imágenes y
narraciones inmediatas, desde el lugar de los hechos, parecen ofrecer formas primarias
de contacto e información, establecen comunicaciones a distancia, en las que no es fácil
88
comprobar el sentido profundo de los acontecimientos.”(García Canclini, Castellanos y
Mantecón, 1996: 31).
Los medios masivos de comunicación llevan la información y el entretenimiento a
domicilio, es decir, no tenemos que salir de nuestro hogar para enterarnos de lo que pasa
en la ciudad, mucho menos experimentarlo. Esto le permite al ciudadano escoger una
versión específica de la Bogotá que desea concebir y consumir. Es así como los medios
de comunicación son el motor de la cultura del elegir, ahí podríamos decir que es donde
parte el proceso, donde surgen los deseos y se arraigan los imaginarios. Los medios y el
mercado se adaptan a las demandas del público, pero esas nuevas demandas tienen un
origen en las ofertas pasadas.
Sin lugar a dudas la fragmentación de Bogotá es una realidad, son muchos los factores
que se entrecruzan para desembocar en la cultura del elegir, surgida y alimentada por la
oferta de posibilidades; desde fracciones artificiales que fragmentan el espacio físico,
hasta concepciones basadas en juicios de valor que indican qué fragmento elegir, o la
costumbre a la fragmentación impuesta por parte de los promotores hacia los
consumidores del esquema. Esto da como resultado la percepción fracturada que
poseemos de nuestra ciudad.
89
2.3. HABITAR PARA EXISTIR
Las elecciones de fragmentos de ciudad que hacemos en la cotidianidad nos llevan a
pensar el tema del habitar. El habitar no sólo es una cuestión de estar-en, incluso, no
debemos pensar el habitar sólo en términos de permanencia física, es más bien un
estado de pertenencia el cual se genera a través de ciertos cimientos.
Empecemos por identificar las dos posibilidades de abordar el concepto de habitar.
Cuando buscamos en el diccionario la palabra habitar, la definición es:
Habitar: 1. tr. Vivir, morar.
Si en el mismo diccionario buscamos la palabra vivir nos encontramos con muchos
significados entre los cuales hay dos que merecen atención.
Vivir: 1. intr. Tener vida. 11. intr. Estar (II existir uno con cierta permanencia
en un lugar o en un estado o condición).
En estos términos estaríamos de acuerdo con Heidegger cuando afirma “Ser hombre
significa estar en la tierra como mortal, quiere decir: Habitar” (citado en Friedrich,
1966:465) hasta ahí no tendríamos ningún problema con vivir como sinónimo de
habitar. Cuando buscamos el segundo sinónimo, morar, nos aparece:
Morar: 1. intr. cult. Residir habitualmente en un lugar.
Lo cual nos haría ir a buscar el significado del término residir:
Residir: 1. intr. Estar establecido en un lugar. 2. intr. Dicho de una persona:
Asistir personalmente en determinado lugar por razón de su empleo, dignidad o
beneficio, ejerciéndolo. 3. intr. Dicho de algo inmaterial, como un derecho, una
facultad, etc.: Estar en una persona. 4. intr. Dicho del quid de aquello de que se
trata: Estar o radicar en un punto o en una cosa.
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Como podemos ver, la cosa acá se nos complica, pues es posible notar que el residir no
sólo se plantea en términos físicos, sino también en términos subjetivos, como la
facultad que reside en una mente, o el “derecho a la vida” que reside en el cuerpo de un
ciudadano.
Éste es el habitar en el que nos concentraremos en esta parte del capítulo, pues el habitar
que refiere a la presencia física no tiene mayor complicación para el entendimiento.
“Habitar es más que un mero estar o encontrarse, porque estos dos últimos estados
tienen sólo una relación exterior con el espacio (…). Habitar, en cambio, quiere decir
tener casa en algún lugar, estar arraigado en él y pertenecer a él.” (Friedrich, 1966: 463)
Esto nos sugiere una relación con el espacio que no está planteada en cuanto a la
presencia física sino a los lazos de producción de sentido que se establecen entre el
sujeto y el espacio.
De esta manera, si habitar en realidad es el establecimiento de relaciones de significado
entre un individuo y un espacio, ¿cómo entonces se establecen esas relaciones?
Heidegger en su texto Construir Habitar Pensar plantea que el habitar está
profundamente ligado con el construir: “Así pues el habitar sería en todo caso el fin que
persigue todo construir. El habitar o el construir están relacionados entre sí como lo
están fin y medio (…) pues el construir no es sólo medio y camino para el habitar, el
construir es ya en sí mismo habitar.” (Heidegger, 1997:13)
Por otro lado, en su esfuerzo etimológico recorriendo el antiguo alto alemán, Heidegger
nos empuja a contemplar la idea que el verdadero significado de habitar es construir y
que el de construir sería cuidar. Pero la idea no es entrar a mirar ni a discutir los
hallazgos etimológicos del pensador, sin embargo es una buena idea partir del construir
para explicar los procesos que llevan al habitar.
Construir en su concepción más básica es erigir estructuras físicas sobre un espacio,
pero también podemos pensarlo en términos un poco más subjetivos, como construir
una buena amistad o una buena familia; en ese caso, involucraríamos en nuestro
entender la idea de cultivar o de alimentar unas relaciones. En cualquiera de los dos
casos, el cuidar es un aspecto que no se desliga de la idea de construir, ya que lo que ha
91
sido producto del esfuerzo y el trabajo propio tiende a producir ciertos lazos
sentimentales al parecer de pertenencia, lo que genera defender o cuidar lo construido.
Pues bien, estas construcciones físicas crean construcciones sentimentales a través de la
producción de sentido, esto se origina debido a los relatos generados por los
acontecimientos de los que hablábamos en la primera parte de este capítulo. Estas
construcciones físicas con construcciones de significado es lo que Heidegger llamaría
lugares. Los lugares son espacios con sentido para un sujeto, lo que los hace dejar de
ser espacios. Para este filósofo el espacio sería, en oposición, lugares sin sentido,
lugares vacíos.
Pero es pertinente abandonar los espacios para volver a los lugares, ya que al parecer
son los que habitamos gracias a la producción de sentido, que no es más que la
capacidad que tiene un individuo para hacerse representaciones de algo que le generen
sensaciones. Como diría el filósofo contemporáneo Sergio Roncallo: El lugar convoca.
Yo reemplazaría el término convocar por evocar, pero de cualquier manera, tiene razón.
Esta aclaración es necesaria para mostrar que compartimos un punto muy importante
con Heidegger y es el de la posibilidad de habitar sin presenciar. El ejemplo que pone él
sobre el puente de Heidelberg es perfecto, dice que podemos estar más cerca de un
puente (habitarlo más) estando a muchos kilómetros de éste, pero recordándolo y
generando vínculos de pertenencia, que una persona que simplemente lo utiliza para
cruzar el río, tal vez sin ni siquiera ser consciente de hacerlo Esto se debe a la
potencialidad de representación (producción de sentido) que tiene el puente para cada
uno de los sujetos.
Esto nos lleva a pensar en un asunto del que ya hemos hablado; la subjetividad y la
individualidad en cuanto a la percepción y el habitar. Como lo mostramos con el
ejemplo del puente, un lugar puede tener un gran significado para un individuo, y, el
mismo lugar, puede no representar absolutamente nada para otro individuo, debido a
que no lo perciben de la misma forma. Así lo evidencia Otto Friedrich Bollnow en su
texto: “He descubierto una gran verdad, saber que los hombres habitan y que el sentido
de las cosas se cambia para ellos según el sentido de su habitar (Saint-Exupéry). El
habitar deja de ser una actividad cualquiera junto a otras; es una determinación esencial
92
del hombre, decisiva en su relación total con el mundo.” (Friedrich, 1966:464) Es a
través de esta subjetividad que los lugares adquieren realmente valor y sentido para los
sujetos. Lo que termina provocando, por fin, el habitar. La apropiación.
2.4. APROPIACIÓN DE POSIBILIDADES
“La imagen de Bogotá no le pertenece a ella sino a sus habitantes,
ya que es el modo como los ciudadanos la representamos en nuestros pensamientos, en los amores y en los odios, en la ternura y en la incomprensión,
en la euforia de una mañana de sol o en la languidez de un atardecer dorado, en la violencia que brota inusitada o en la sonrisa desprevenida.
La imagen identifica a la ciudad, no por como es, sino por cómo es vista.” (Pérgolis, 1998: 63)
“El tiempo no se repone, ni se regresa a las oportunidades perdidas.”
(De Certeau, 2007: 42)
Ahora bien, sin olvidar la ciudad como el escenario que aquí nos concierne, de apertura
nos contraponemos a lo que expresa Mathieu Kessler al declarar que “el ciudadano, sea
cual sea la forma como se le considere, es ajeno al espacio geográfico en el que hace
estancia sin habitarlo en el sentido preciso del término.” (Kessler, 2000: 40) Gracias a
nuestro recorrido teórico, nosotros podemos afirmar que habitamos la urbe en cuanto
nos apropiamos de sus espacios; en cuanto entablamos relaciones de significado con
éstos y producimos un consecuente sentido.
No obstante, como hemos dejado en evidencia en páginas anteriores, la ciudad es un
espacio planeado y racionalizado bajo los intereses de líderes políticos, urbanistas y
arquitectos. Por ende, el espacio público termina siendo un territorio codificado a través
de estrategias que estructuran su funcionamiento, y de ciertas normas y controles que
buscan el desplazamiento ordinario de los ciudadanos, comportamientos esperados y
una sucesiva convivencia sin sobresaltos ni anomalías.
Y es así como la ciudad deriva en lugar común y banal que de entrada se presenta como
un sistema prefabricado, en la medida en que pone a disposición de todos los
ciudadanos una única noción fija e inalterable de representarla, por lo tanto, de habitarla
y hacerla propia. Dicha realidad hegemónica termina por someter mentalmente a los
93
sujetos que experimentan la urbe reduciendo el alcance de sus potencialidades, con el
fin de que no proliferen “contaminaciones físicas, mentales o políticas que pudieran
comprometerla.” (De Certeau, 2007:106)
Sin embargo, dicho plan está llevado al extremo, porque la ciudad no puede reducirse a
una única unidad discursiva ni mucho menos práctica, debido a que los lugares que la
conforman se pueden desplegar de diversas maneras. Esto se debe a que no podemos
olvidar que las urbes albergan sociedades híbridas, contrastantes y diversas y por lo
tanto, cada ciudadano –diferente uno del otro- se apropia del espacio público de acuerdo
al sentido que le otorga, según lo que se ajuste a sus intereses, percepciones y
condiciones de vida particulares.
Ahora bien, teniendo claro lo anterior se nos abre el espectro de la apropiación, cuando
podemos expresar que no existe un proceder genérico de apropiación sino todo lo
contrario, existe una heterogeneidad innumerable de formas de hacerlo. Acudiendo a
Michel de Certeau encontramos que hay apropiación del espacio en cuanto éste es
practicado y cada persona ejecuta sus prácticas (maneras de hacer) de múltiples modos.
Es decir, la ciudad cobra un sentido diferente para cada individuo a partir de las diversas
posibilidades que éste posee para practicar los lugares y así, hay apropiaciones del
espacio como individuos en la ciudad y cada quien construye su propia idea de lo que
ésta significa y representa. De Certeau expresa al respecto:
“Si es cierto que por todos lados se extiende y se precisa la cuadrícula de la vigilancia,
resulta tanto más urgente señalar cómo una sociedad entera no se reduce a ella; qué
procedimientos populares juegan con los mecanismos de la disciplina y sólo se
conforman para cambiarlos; en fin, qué manera de hacer forman la contrapartida, del
lado de los consumidores, de los procedimientos mudos que organiza el orden
sociopolítico.” (De Certeau, 2007:XLIV)
De esta manera, los ciudadanos tienen la capacidad de poner en duda los pretendidos
modos de habitar la metrópoli, dilatar las fronteras del orden impuesto y así, poder
desplegar una y mil prácticas a través de las cuales se apropian y reapropian del entorno
en el que viven: un arte de manipular y gozar. (De Certeau, 2007:LIII) Cabe anotar que
94
muchas veces estas reapropiaciones se hacen de manera involuntaria cuyo sentido e
importancia se pierden en la imperceptibilidad.
Sin embargo, al atrevernos a comparar la gran urbe con un laboratorio, el resultado es
un lugar de experimentación que asiduamente ofrece diversas oportunidades y
posibilidades para hacerlo propio, sólo que es un trabajo que surge desde el individuo,
quién en cierta medida debe comprometer su cuerpo, sus pensamientos y sus sentidos
con el fin de detectar y asumir dichas oportunidades. Renato Ortiz lo expresa de la
siguiente manera: “La ciudad se presenta así como un laberinto, espacio lleno de
sorpresas; no obstante, sólo el mirar perspicaz capta lo que subyace tras su
manifestación epidérmica. Se observa lo inesperado, lo no común.” (Ortiz, 2000: 115)
Ahora bien, en concreto, estás prácticas de reapropiación se pueden definir como lo
manifiesta Michel de Certeau, como tácticas de usuario. Una táctica, en primera
instancia, usa, manipula y vira las normas del poder regulador y entonces, propone
acciones que tienen su inventividad propia; “toma al vuelo las posibilidades que ofrece
el instante. (...) Caza furtivamente. Crea sorpresas. Le resulta posible estar allí donde no
se le espera. Es astuta.” (De Certeau, 2007:43). En definitiva, una táctica necesita
constantemente jugar con los acontecimientos para hacer de ellos ocasiones.
Ocasión: 1. f. Oportunidad que se ofrece para ejecutar o conseguir algo.
Es decir, las tácticas requieren de un sujeto que experimente el espacio público de la
manera más consciente posible, con el propósito de aumentar la potencialidad de sus
prácticas en la medida en que está atento a las oportunidades que se presentan en
instantes determinados. Con las tácticas, “una ciudad trashumante, o metafórica, se
insinúa así en el texto vivo de la ciudad planificada y legible.” (De Certeau, 2007:105).
Cabe incluir cómo en el libro La ciudad de los viajeros se explica la diferencia entre las
estrategias impuestas por los planificadores de ciudad y las tácticas ejercidas por los
habitantes de la misma:
“Quizá más que de estrategias se trata de tácticas, porque estos diálogos sugieren no
tanto la búsqueda de soluciones para que todos viajen mejor sino la invención constante
de pequeños arreglos personales y transacciones sólo pendientes del sentido inmediato.
Una estrategia implicaría situar la propia conducta en la búsqueda de mayor
95
racionalidad en la vida urbana, que hiciera posible una mejor gestión de dificultades
semejantes. Las tácticas, en cambio, como anota Michel de Certeau, son operaciones
multiformes y fragmentarias que no buscan producir cambios estructurales.” (García
Canclini, Castellanos y Mantecón, 1996:94)
Es pertinente anotar que aunque estas prácticas no producen cambios para toda una
sociedad o grupo urbano determinado (ya que no es la idea en ningún momento en la
medida en que es una ocupación personal), son procedimientos que llevan en sí mismos
una lógica dada por el sentido que le imprime el sujeto y también una finalidad que no
permite que deriven en meras acciones intrascendentes.
¿Cantidad de tácticas? Miles; tantas como lugares y ciudadanos. Y así, a través de su
empleo, se empiezan a abrir las puertas de las posibilidades. Entre muchísimas otras
encontramos que es viable re-significar lugares, re-interpretar situaciones cotidianas y
producir nuevas interacciones o vivencias. De la misma manera, es posible generar
extrañezas en lo que se cree conocer, explorar contextos y recomponerlos alterando las
reglas de su funcionamiento; inventar atajos, desviaciones o improvisaciones al andar.
Otra opción es darle cabida al juego, porque éste “abre una brecha en la continuidad real
de un mundo establecido, y esa brecha desemboca en el vasto campo de las
combinaciones posibles o, en todo caso, distintas de la configuración sugerida por el
orden común (Duvignaud, 1980)14”. Asimismo, se pueden inventar acciones que
embellezcan actos rutinarios, e ingeniarse acontecimientos susceptibles de ser retenidos
en la memoria, como ponerle nombres propios a los lugares y crear relatos en torno a
éstos.
Finalmente, una excelente táctica es amigarse de la imprevisibilidad, porque como dice
De Certeau, “eliminar lo imprevisto o expulsarlo del cálculo como un accidente
ilegítimo y destructor de racionalidad, es impedir la posibilidad de una práctica viva y
mítica de la ciudad. Sería no dejar a sus habitantes más que los pedazos de una
programación hecha por el poder del otro y alterada por el acontecimiento.” (De
Certeau, 2007:223) En fin, acrecentar la comprensión de sí mismo, los otros ciudadanos
y por supuesto los lugares habitados.
14 Citado en Silva, 2003:176
96
CAPITULO III
3. BOGOTÁ: LA PRACTICADA
Hemos llegado al último capítulo de nuestro trabajo; momento esencial para poner a
prueba todo cuanto hemos desentrañado y articulado teóricamente. No sin antes hacer
un sucinto recorrido a lo largo de los dos capítulos anteriores: éstos nos llevaron por un
viaje desde Europa del siglo XIX y la conformación de la ciudad moderna, pasando por
la imposición de la misma en América Latina y por Bogotá del siglo XX y sus
particularidades como ciudad fragmentada, hasta llegar finalmente a discernimientos
conceptuales entorno a la subjetividad del hombre ante el complejo espacio que
representa la ciudad.
Ahora bien, entrando un poco más en detalles, empezamos nuestro primer capítulo
mostrando cómo la burguesía europea convergió en un momento histórico que le
permitiría complacer sus intereses económicos, al imponer un discurso hegemónico que
buscaba convencer racionalmente a la humanidad de alcanzar el progreso. Y así,
establecieron una representación única de la realidad a partir de preceptos que hablaban
de modernidad a todo nivel y se consolidaban en la ciudad: la ciudad moderna.
Fue así como a través de relatos narrados por el reciente hombre moderno-urbanizado,
mostramos cómo cambió su vida y su experiencia en el espacio público en cuanto
fueron trastocadas las nociones de tiempo y espacio con el surgimiento del transporte
público masivo, la institución de horarios de trabajo y ocio, la producción en serie, el
consumo y el control ejercido sobre la emergente masa social que circulaba por las
urbes.
Con las nociones de ciudad moderna europea nos movimos hasta la América Latina
conquistada por españoles para exponer la manera cómo los colonizadores llegaron a
imponer su representación de la realidad, urbanizando cuanto territorio encontraban a su
paso y consecuentemente a sus habitantes indígenas.
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Nuevamente nos valimos de relatos para explicar cómo en las ciudades
latinoamericanas del siglo XIX –recién independizadas- vivía una sociedad heterogénea,
cuyos integrantes no lograban identificarse unos con otros y, sin embrago, tenían que
asumir fuertes cambios en la fisonomía de sus ciudades, la masificación, las
migraciones rurales, las diferencias de clase, un apretado ascenso social y el desarrollo
del transporte público. Aparte de la fuerte contradicción de querer ser europeos, por un
lado, y querer erigir naciones realmente autónomas a partir de sus especificidades
tradicionales.
A partir de dicho contexto, nos centramos en la ciudad latinoamericana que nos interesa
comprender más a fondo porque es allí donde vamos a realizar nuestro trabajo práctico:
Bogotá. Y así, empezamos un trayecto de corte histórico que inicia a finales del siglo
XIX y atraviesa todo el siglo XX, interesados en rescatar descripciones urbanas sobre el
crecimiento demográfico y territorial, el desarrollo del transporte público, las
innumerables construcciones y transformaciones en la infraestructura capitalina: calles,
puentes, avenidas, parques, plazas, lugares de residencia y fábricas. De la misma
manera mencionamos los personajes urbanos destacados, las diversas actividades que se
realizaban en el espacio público y los acontecimientos más relevantes que marcaron el
rumbo de la ciudad.
Una vez terminado dicho recorrido histórico a finales del siglo XX, nos concentramos
en la Bogotá actual para vislumbrar ciertas características de la ciudad que de una u otra
forma hacen que las personas pierdan el contacto con el espacio público y así, eludan la
ciudad. Entre las particularidades, exponemos los contrastes sociales evidentes en la
multiculturalidad; TransMilenio, transporte público de tipo moderno que como tal
cambia las nociones de tiempo y espacio e irremediablemente aleja al ciudadano del
paisaje urbano; finalmente, presentamos el miedo como uno de los sentimientos
urbanos más acentuado.
Sin embargo, a continuación nos encontramos con la característica urbana que realza
drásticamente la pérdida de contacto, experiencia y conocimiento de la ciudad: la
fragmentación. Es decir, la urbe se ha fragmentado para complacer a los sujetos
consumidores de ciudad que delimitan cada vez más sus preferencias y deseos, de los
cuales, la mayoría han sido adquiridos por habitus. Debido a que los individuos se
98
satisfacen fácilmente en lugares específicos, no tienen la necesidad de habitar la
totalidad de la ciudad sino los fragmentos que les son interesantes, transformando así
los recorridos en un mero espacio de desplazamiento entre dos puntos de interés.
Después de esto, entramos a diferenciar los conceptos de espacio y lugar apoyándonos
principalmente en el texto de Martin Heidegger Construir Habitar Pensar. A partir de
éste entendimos el término espacio como una simple extensión de terreno carente de
significado. El lugar es ese mismo espacio sólo que apropiado por los sujetos, es decir,
es un espacio que representa algo para un individuo según sus vivencias o sus
percepciones y esto hace que el espacio se convierta en un lugar. Entendiendo esto, nos
dimos cuenta que un espacio puede ser varios lugares a la vez, ya que la existencia del
lugar depende de la subjetividad de cada sujeto.
Finalmente, nos aliamos con Michel de Certeau para afirmar que cada persona habita la
ciudad de acuerdo a su percepción individual y a la manera cómo ejerce sus prácticas y
se apropia de los lugares. De esta manera brotan múltiples representaciones de ciudad y
posibilidades de apropiación por encima de una única y supuesta manera de habitarla.
Y así, nos damos cuenta que la ciudad es un lugar de infinita experimentación cuando la
vislumbramos conscientemente, es decir, cuando desde nuestra propia experiencia
creamos tácticas de usuario para expandir los límites de los códigos establecidos y
hacer más legibles los lugares que habitamos, las interacciones sociales y nuestras
potencialidades como ciudadanos.
99
3.1. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS VOL. 3
“Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió” (Anónimo)
Con toda la teoría que habíamos leído, analizado, escrito y teníamos muy presente en
nuestra cabeza, había llegado la hora de salir a la calle a ponerla a prueba (la teoría) y a
nosotros mismos como conocedores del tema. Era el momento de comprender la ciudad
ya no desde los conceptos y las frases reveladoras de los libros sino desde las prácticas
de espacio que nos ofrecería Bogotá al recorrerla.
No podemos negar que sentíamos miedo de poner un pie en la calle y no ser capaces de
articular todo aquello que habíamos adquirido satisfactoriamente y teníamos claro en
nuestro pensamiento. Sin embargo, eran más fuertes las ganas de sacudir nuestros
sentidos y despertar totalmente un dispositivo de conocimiento práctico que, desde que
empezamos a hacer la tesis, se encontraba latente y tan sólo necesitaba una suerte de
mecha que lo encendiera.
Nuestra tarea era recorrer diferentes zonas, barrios y calles de la ciudad, ubicados en las
cuatro direcciones, e ir en busca de las tácticas que las personas usan para re-apropiarse
del espacio público o simplemente hacer evidentes las apropiaciones que las personas
realizan del espacio público, diferentes a las que han sido pensadas por los arquitectos o
urbanistas.
Sabíamos que debíamos salir a realizar el trabajo lo más livianos posible (lo menos
encartados, con objetos de valor o vestuario pretensioso), tan sólo con nuestro artefacto
recolector de información, una cámara, y nuestras mentes ávidas de despertar e impulsar
nuestra práctica a niveles insospechados. Porque aunque teníamos claro que por lo
general el investigador social es aquel que entra a evaluar a las personas objetivamente -
buscando no involucrarse en lo que está analizando-, queríamos que nuestra
subjetividad guiara constantemente nuestra práctica, y fuese necesario zambullirnos,
embadurnarnos y fusionarnos con todo lo que íbamos a investigar.
Así que lo que encontrarán a continuación fue lo que descubrimos en las calles de
Bogotá durante diversos recorridos en el transcurso de 5 días, en los cuales decidimos
100
no ejercer mucha planeación con el fin de dejar que lo imprevisto se inmiscuyera
fácilmente. Finalmente, es sensato decir que esta experiencia nunca habría sido la
misma con una persona de más o una de menos; es así porque es producto de nuestras
dos maneras de entender y abordar la ciudad.
Lunes 14 de julio
Narrado por Eduardo
Era lunes por la mañana, Ana María y yo nos encontraríamos para iniciar eso que tanto
habíamos estado esperando durante todo el proceso de creación y producción del trabajo
de tesis. El día anterior habíamos hablado y lo único que acordamos fue encontrarnos
cerca al Centro Comercial Unicentro. No teníamos nada planeado y más o menos esa
era la idea, darle paso a lo imprevisto y dejar que nuestra intuición se apoderara de los
recorridos.
Ana me recogió en su carro y empezamos a recorrer la ciudad. Casi de inmediato
empezamos a encontrar situaciones merecedoras de ser grabadas, pero por cuestiones
del ritmo del tráfico bogotano no pudimos registrarlas. Ahí fue cuando reafirmamos que
era necesario bajarnos del carro para poder capturar con mayor facilidad los diferentes
acontecimientos, así que parqueamos y emprendimos la infantería.
Primero bajamos por la calle 122 desde la carrera 15, capturando un par de imágenes
que de una u otra forma empezaban a esculpir el trabajo de campo. Un señor hablando
por teléfono público sentado en un pedazo de cemento; otro hombre que se ganaba la
vida cuidando carros parqueados y dirigiéndolos con su herramienta de trabajo: una
bayetilla roja. Seguimos caminando y poco a poco íbamos encontrando diferentes
situaciones. Llegamos a la Av. 19 y la tomamos dirigiéndonos hacia el sur hasta llegar a
la calle 116 para subir por ella. De pronto, a uno de nosotros se le ocurrió no tomar vías
principales sino adentrarnos en los barrios. Ahí nació el término ínter-barrial, el cual
nos acompañó durante el resto de la semana, nos lo apropiamos.
Continuamos caminando y seguíamos capturando videos con la cámara, sólo que por las
vías alternas al interior del barrio. De pronto, Ana se detuvo y me dijo que oyera el
101
sonido que producían los móviles al ser agitados por el viento. Nos quedamos unos 15
segundos en silencio, atendiendo y contemplando la improvisación del viento sobre los
artefactos sonoros colgados en los balcones de los apartamentos. Ahí entendimos que el
trabajo no debería ser sólo una cuestión visual, debíamos poner en estado de alerta cada
uno de nuestros sentidos. Después de comentar el sonido y el acontecimiento, seguimos
caminando aún más alerta. Llegamos a la Carrera 15 y subimos por la calle 119 hasta la
carrera 13.
En ese momento el sol calentaba fuertemente el sector y se nos ocurrió sentarnos a
tomarnos un salpicón en aquella esquina, lo importante de esto es que fue la primera vez
que nos sentamos a observar. Ya no nos desplazábamos en búsqueda de las situaciones,
ahora esperábamos que ellas se hicieran presentes en nuestras narices. De repente pasó
un hombre en una bicicleta, haciendo figuras y montando por los andenes peatonales.
De inmediato saqué la cámara y entendí que si quería grabarlo, primero debía
alcanzarlo. Después de unos 20 segundos de carrera me detuve porque no tenía sentido,
el hombre iba muy rápido a pesar de su recorrido acrobático.
Después lo discutimos; había cosas que veríamos y que no tendríamos la oportunidad de
grabar, así que lo único que podríamos hacer era disfrutar de aquellos incapturables.
Después de un rato, vimos a un hombre tomando unas fotografías y cuando sacamos la
cámara, él ya había guardado la suya. Otra oportunidad más perdida, sin embargo me
acerqué y le pregunté que si lo podía grabar mientras tomaba una fotografía, después de
algunos segundos de incertidumbre aceptó. Esa fue la primera vez que tuvimos contacto
verbal con uno de los sujetos que habitaban. Dado el primer paso, le perdimos el miedo.
Minutos más tarde vimos a un hombre en la esquina opuesta, el cual estaba almorzando
y utilizaba una butaca como mesa.
Estas escenas se nos presentaron sin que tuviéramos que ir en su búsqueda. Entonces
comprendimos que la suerte era un factor muy importante en nuestro trabajo, como
podríamos perdernos de muchas situaciones por no estar en el momento indicado,
también podríamos presenciar muchas otras por cuestiones del azar.
Nos aburrimos en esa esquina y consideramos que ya no había mucho más que ver en el
sector, claro, como dije, eso nadie lo podía saber. Así que regresamos por el carro y nos
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dirigimos a Cedritos; yo sospechaba por alguna razón que encontraríamos mucho
material para registrar, y aunque no fue tan abundante como me lo esperaba, tampoco
estuvo mal. Dejamos el carro en la 136 con Av 19, y al bajarnos nos dimos cuenta que
la hora de almuerzo aún seguía latente, así que de inmediato nos pusimos en la tarea de
grabar más comelones callejeros. Algunos se sentaban solos a pasar el rato, otros en
grupo y hacían todo un acontecimiento de la reunión para comer; algunos se sentaban en
el pasto y otros estaban parados en el andén mientras comían. Lo interesante de eso fue
notar que cada sujeto almorzaba cómo y dónde se le antojaba.
En ese momento, nuestra táctica para grabar a la gente consistía en que Ana María
posaba y yo hacía la mímica de estar tomándole una foto mientras grababa a los sujetos
en cuestión. Poco tiempo después desarrollamos una nueva forma para grabar a la gente
y que ésta no se diera cuenta. La idea era colgarse la cámara en el cuello y dejarla a la
altura del abdomen, cuando fuera necesario sólo habría que encender la cámara y
calculando un poco los ángulos y las distancias el trabajo estaba hecho. Poco a poco
fuimos cogiéndole el tiro a la cosa, porque a decir verdad era bastante detectivesca y
disimulada. Todo esto para evitar que la gente se sintiera intimidada o agredida.
Bueno, empezamos a caminar de nuevo por la Av. 19, sólo que esta vez, en otro sector.
Allí encontramos algunas situaciones interesantes, una de esas fue un sujeto que exhibía
las camisetas que vendía en una cuerda que estaba amarrada de un árbol a una señal de
tránsito. Había algo divertido y era que si uno quería pasar por el andén debía agacharse
por debajo del mostrador improvisado; si o si tendría que verse involucrado con las
camisetas, así no quisiera comprarlas.
Seguimos avanzando por la 19 y subimos por la calle 147 hasta la avenida 9. En ese
trayecto nos encontramos con 2 situaciones relevantes. Un hombre que trotaba con toda
su indumentaria deportiva, pero lo hacía sobre la calle donde transitaban los carros y no
en el andén que es por donde se supone deben andar los transeúntes. Después vimos un
par de jóvenes sentados en el separador de la 147, estaban hablando y riéndose;
realmente estaban apropiándose del lugar y nos llamó la atención porque nos pareció un
lugar muy extraño para habitar.
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Finalmente, después de caminar hacia el oriente llegamos a la Av. 9 y caminamos hacia
el sur por el carril occidental. A la altura de la calle 137, nos encontramos con una
cancha de básquet que era utilizada por muchos jóvenes y niños para practicar diversos
trucos en patineta. Seguramente si llegaba una persona con ganas de hacer uso del lugar
cancha de básquet y no del lugar parque de patinaje, le iba a quedar un poco
complicado.
Seguimos caminando y bajamos por la 136 hasta llegar de nuevo al lugar donde se
encontraba el carro. Ya estábamos cansados, habíamos caminado distancias
considerables y nuestros cuerpos nos pedían descanso. Nos montamos en el carro y
emprendimos camino hacia nuestras casas. Llegando a la calle 85 nos dimos cuenta que
por estar tan entretenidos durante todo el día, sólo habíamos comido un salpicón
compartido, así que fuimos a comer palitos de queso y buñuelos callejeros.
Martes 15 de julio
Narrado por Eduardo
Era el segundo día y ya creíamos saber cuáles eran los riesgos, las ventajas y las
desventajas que estaban presentes durante los recorridos. Este día iríamos al Centro, un
sector bien diferente al que habíamos recorrido el día anterior; un lugar lleno de mitos y
peligros para dos inexpertos capturadores de ciudad. La noche anterior habíamos
hablado y quedamos en que iríamos a ese sector y aunque no sabíamos por dónde
caminar exactamente, sabíamos que era un lugar que merecía mucha precaución. Así
que nos pusimos la tarea de pensar cada uno por su lado una forma de ocultar la cámara
y poder grabar desde ahí para que no fuera evidente que teníamos el costoso artefacto,
ya que ese era nuestro mayor riesgo, que nos robaran la cámara.
Esa mañana, en la casa de Ana, pusimos a prueba las propuestas que teníamos para
ocultar la cámara hasta que encontramos la más adecuada: en un estuche de cantimplora
que nos permitía encubrirla y grabar al mismo tiempo. Por mi lado, llevé un cuchillo
para utilizarlo en caso de emergencia. Afortunadamente nunca tuvimos la necesidad de
sacarlo, lo que fue realmente importante es que el cuchillo nos dio muchísima
104
seguridad, debido a que me intranquilizaba el alto costo de la cámara. Lo que hizo esto
fue que nos permitiéramos hacer cosas dejando parcialmente de lado el temor.
Listos con el camuflaje de la cámara y el instrumento de defensa, nos montamos al carro
y nos dirigimos al Centro. Por supuesto, eran las 11 de la mañana y el trancón de la
carrera 5 para entrar al barrio La Candelaria estaba presente como de costumbre.
Finalmente llegamos a nuestro destino y encontramos un parqueadero público con
lugares disponibles. Nos bajamos del carro y en el parqueadero (lugar seguro) alistamos
nuestro dispositivo de seguridad para empezar el recorrido centrero.
Salimos del parqueadero y bajamos media cuadra hasta la carrera 5 y vimos unos
graffitis que nos gustaron y queríamos grabar, así que empezamos nuestro trabajo, y de
pronto, Ana me dijo “ahí viene un man que no aguanta”. Me asusté un montón, apagué
la cámara y la guardé del todo. Nos juntamos y empezamos a caminar un poco
alterados, después nos volteamos y vimos que el hombre ni siquiera se había percatado
de nuestra presencia. Así que nos devolvimos y grabamos lo que queríamos. Seguimos
caminando por la carrera 5 hasta llegar al Eje Ambiental, donde nos encontramos con
unos obreros de construcción jugando un partidito de fútbol en el Parque de Los
Periodistas y también a unos jóvenes jugando Ultimate15.
Yo ya estaba grabando la escena con la técnica detectivesca y Ana empezó a hablarme
un poco alterada, diciéndome cómo grabar la escena, pero ella no sabía que yo ya estaba
grabando y de pronto surgió una situación algo tensionarte entre los dos, no de pelea
pero si de miedo y ansiedad.
Nada de lo que había ocurrido hasta el momento representaba verdadero peligro, eran
nuestras mentes nerviosas y nuestros cuerpos inexpertos los que se encargaban de
alterarnos. Después de tomar un respiro y de tranquilizarnos mutuamente, seguimos
nuestro recorrido.
Subimos hacia la universidad de Los Andes y no encontramos mucho material, así que
decidimos devolvernos y, a mitad del regreso, vimos a un niño caerse en uno de esos
15 Partido de Frisbee
105
pequeños diques del Eje ambiental. Una vez más, una escena que se quedaría registrada
sólo en nuestras percepciones. Después de un buen rato de risas y lamentaciones
divertidas seguimos caminando. A los pocos segundos vimos al otro lado de la calle a
un hombre de unos 27 años, mono y con pelo largo, con pinta de extranjero pero con
actitud casi de local, en cuanto a la propiedad con la que caminaba. Este hombre llevaba
una súper-cámara con un súper-lente, y caminaba por el fragmento urbano sin ningún
tipo de temor, así que decidimos que si a él no le pasaba nada a nosotros tampoco nos
pasaría nada, claro, sin dar papaya. Desde ese momento empezamos a sacar la cámara
con más tranquilidad.
Seguimos caminando, bajamos por la calle 19 hasta la carrera 7 y caminamos por el
costado oriental hacia el sur. Unos pocos pasos y vimos unos muñequitos que se
adherían a la pared y bajaban dando “botes”. Yo no los había visto hacía mucho tiempo,
así que después de grabarlos y al sujeto que los venía, nos quedamos un rato viendo a
los hombrecillos, disfrutando de su simplísimo mecanismo de descenso. Pasaron unos
segundos y seguimos caminando hasta llegar al Parque Santander.
En este lugar había una protesta sindicalista de unos trabajadores de una entidad
pública, ellos gritaban sus consignas y el público chismoso, donde nos incluimos, los
observaba. De pronto una señora se acercó a los protestantes y empezó a imitarlos y a
gritarles cosas, nunca entendimos si apoyaba o rechazaba la marcha, lo único que
sabíamos es que cada vez que alistábamos la cámara para grabarla ella se callaba por
pura coincidencia. Estuvimos algunos minutos con la cámara lista para obturar y cuando
pensábamos que no iba a decir nada más y guardábamos el aparato, la señora empezaba
a hablar, así que ese fue otro incapturable disfrutado.
Al otro lado de la plaza, había un hombre-orquesta haciendo música, con un público
interesado y dispuesto a colaborar con algunas monedas. La música, aunque no era la
gran cosa, no estaba mal, y el hombre indudablemente tenía la habilidad o la práctica de
tocar todos los instrumentos a la vez y hacerlos sonar bien, que era lo que en realidad se
le reconocía. De repente, un señor que estaba parado en la multitud empezó a bailar. Era
un viejito que danzaba al ritmo de la música del hombre-orquesta. Pero su baile no era
sutil ni mesurado, por el contrario, se apoderaba de su cuerpo y mente. Nunca supimos
si el hombre estaba loco, si era su canción preferida, si estaba mamando gallo o si sólo
106
le habían dado ganas de bailar; el hecho es que lo hizo al frente de todo el mundo sin
ningún tipo de represión, lo hizo y punto.
Volvimos a la carrera 7 y seguimos caminando hacia el sur hasta llegar a la calle 13. En
esa intersección, en la esquina nor-occidental hay una pequeña plaza, donde nos
encontramos con una estatua humana que se movía cuando uno le daba plata. Era una
especie de Poseidón muy bien elaborado. El hombre estaba parado sobre una de esas
grandes cajas de líneas telefónicas. En esa misma plaza también vimos a un señor que
vendía tarritos con jabón líquido y el precario burbujero, notamos que la forma de
vender su mercancía no era gritando, ni con avisos, sino con las mismas burbujas. Esto
nos pareció interesante sobre todo porque las burbujas de una u otra forma hacían que el
transeúnte se apropiara del espacio significándolo como un nuevo lugar, ya que distraen,
detienen, entretienen y molestan a la gente. En esta plaza fue el primer lugar donde
sacamos la cámara, sintiéndonos realmente tranquilos y despreocupados.
Pasamos la calle 13 y llegamos a la cuadra donde se mueve todo el mercado negro de
las esmeraldas. Ana me propuso la posibilidad de grabar allí, pero de inmediato me
negué. No sé si ella estaba desfasada con su propuesta o yo me dejé guiar por el miedo y
las suposiciones. Decidimos no sacar la cámara pero sí atravesar la cuadra. Ana estaba
muy tranquila caminando, analizando la situación, observando, yo, por el contrario,
aunque no tenía miedo gracias a que no estábamos grabando, si empecé a sentir una
fuerte sensación de incomodidad mezclada con un fuerte deseo de salir rápidamente de
allí; así que aceleré el paso para terminar inmediatamente con la sensación. Confieso
que no soy fanático de las multitudes y menos en medio de ambientes densos.
Ese día el sol estaba imponentemente presente, con su calor y su típico picor sabanero
que abrazaba el centro bogotano. Bajamos hasta la siguiente cuadra para darle la vuelta
a la manzana, y de subida hacia la carrera 7 un corto pero fuerte viento nos detuvo y nos
puso a sentir. No era el típico viento caluroso centrero, por el contrario era frío y
refrescante; la piel disfrutaba como nuestra consciencia. Unos segundos después
llegamos a la 7 y caminamos hasta la Plaza de Bolívar. Vimos que antes de entrar a la
plaza hay una parte de la carrera 7, sobre la malla vial, que es más transitada por los
sujetos caminantes que por los automóviles, nos llamó la atención y la registramos.
107
Llegamos a la Plaza de Bolívar, allí nos sentimos tranquilos y sacamos la cámara sin
temores ni prejuicios. Nos encontramos con los vendedores de maíz para las palomas;
con el señor que quiere tomarle fotos con su Polaroid a todo el que pase por en frente
para después venderle el retrato; con la llama que se alquila para la foto; con la niña que
juega entre palomas; con los colegiales sentados en las escaleras de la catedral
comiéndose las onces; con mucha gente recorriendo la plaza, y otros cuantos sentados
en la mitad de ella. Habitando.
Después de capturar algunas situaciones, decidimos dejar la plaza y subir hacia la
Biblioteca Luís Ángel Arango ubicada en la calle 11 con carrera 4. Mientras nos
dirigíamos hacia nuestro destino, el sol se manifestó aún más fuerte. Cuando llegamos a
la biblioteca nos encontramos con una gran sombra obsequiada por el edificio y nos
sentamos a descansar un poco del sol y otro poco las piernas. Había sido un día agitado
pero entretenido y en medio de todo, muy agradable.
Ahí, sentados descansando tuvimos otro momento de quietud, donde no buscábamos
acontecimientos sino que ellos nos encontraban a nosotros. Grabamos un par de
situaciones y después de descasar y de hidratarnos un poco, emprendimos camino hacia
la Plaza del Chorro de Quevedo, lugar donde se presume fue fundada Bogotá. En el
trayecto de ida nos encontramos con un graffiti en la pared de una iglesia que decía: “la
iglesia es el opio del pueblo”. Ahí encontramos apropiación del espacio y del dicho, ya
que es la religión la que es el opio del pueblo y no la institución como tal.
Seguimos nuestro camino y llegamos al Chorro con gran expectativa, esperábamos ver
mucho movimiento y un poco de la vida bohemia y hippie que caracteriza al lugar; pero
ese día el Chorro estaba apagado, lo único que grabamos fue un hombre que pasó con
dos mulas como si estuviera en la mitad de un potrero. Vimos un par de personajes un
poco chiflados, pero nada realmente especial para nuestro trabajo. Después de un rato
de esperar a que los acontecimientos nos encontraran, decidimos abandonar el Chorro e
ir en busca de ellos a otro sector de la ciudad.
Llegamos a mi casa en el barrio Antiguo Country, dejamos el carro y salimos a caminar
por la calle 85, desde la autopista hasta la carrera 15. Subimos por el andén del lado
sur, vimos muchos vendedores informales que estiraban una manta y adoptaban ese
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lugar como un local comercial provisional. En un momento nos dimos cuenta que 180°
a nuestro alrededor podíamos ver abundante comercio callejero. Fue impactante para mí
porque aunque vivo muy cerca, nunca me había dado cuenta de la magnitud de la
situación.
Seguimos subiendo hasta llegar a la plazoleta del frente del Carulla de la 85 con 15.
Apenas llegamos vimos a un joven haciendo trucos con su bicicleta en la mitad de la
plazoleta, donde hay ciertos desniveles los cuales utilizaba como rampas y obstáculos
para sus acrobacias. Nos acercamos y le preguntamos si lo podíamos grabar; él aceptó
sin problema. Tal vez ya estaba cansado o la cámara lo intimidó, pero no estuvo al nivel
en el cual yo ya lo había visto en días anteriores.
Caminamos unos pocos pasos y nos sentamos en una banca de la plazoleta a observar, a
esperar. Allí capturamos diferentes situaciones como la de un joven caminando
plácidamente con grandes audífonos sobre sus orejas, aislado sonoramente de la ciudad
gracias a su música; también vimos a una niña jugando y grabamos un poste de luz con
afiches pegados.
Después de un rato nos aburrimos y retomamos la infantería. Fuimos al parque El
Virrey, en la calle 87 con 15. Bajamos por el parque, caminando y descansando un poco
de tanto cemento que habíamos consumido y aún no digeríamos. En el parque
encontramos a una joven aprendiendo un tipo de arte marcial en el andén, pero no en el
pasto, como sería de esperarse. También vimos una carpa armada en la mitad del
parque, la grabamos pero no nos acercamos. Al otro día nos enteramos por una amiga
de Ana María que también había estado en ese lugar, que dentro de la carpa había una
pareja revolcándose amorosamente. Esto, a manera de chisme.
También nos encontramos con un fiel habitante del parque, va todos los días a estar con
su perro, a jugar frisbee, a hablar con la gente, o como en esta oportunidad, a tocar
trompeta Con frecuencia me lo encuentro en el parque y a veces desde mi casa alcanzo
a oír la trompeta. Finalmente, casi llegando a la autopista, nos encontramos a un joven
con un par de largas telas amarradas a una gruesa rama de un árbol, con las que, valga la
109
redundancia, hacía telas16. La gente que pasaba por el frente se detenía a admirar el
bello espectáculo callejero.
Volvimos a subir a la carrera 15 y seguimos caminando hacia el norte, y de repente el
hambre se manifestó comunalmente, así que hicimos una parada técnica para comernos
unas empanadas de queso. Mientras esperábamos nuestro pedido, unos sujetos pasaron
corriendo por la 15 con unos artefactos amarrados a sus pies, parecían una especie de
zancos hidráulicos. Los vimos pero no alcanzamos a grabarlos, de pronto Ana sacó la
cámara y empezó a correr detrás de ellos, fue una situación muy similar a la del día
anterior, sólo que esta vez logramos grabarlos. Fue un momento de satisfacción, aunque
no muy eufórica, sí muy gratificante.
Terminamos de comernos nuestras empanadas y seguimos caminando por la carrera 15.
De pronto nos detuvimos, dimos media vuelta y decidimos regresar por el otro costado,
a lo Forest Gump. Finalmente las empanadas nos abrieron el apetito y debimos terminar
el día para ir a disfrutar una buena comida, ¿o almuerzo?
Con la barriga llena y el corazón contento cada uno se fue para su casa. Ana, en la
noche, estaba en la el parque de la calle 60 con 7, cuando vio a unos jóvenes
practicando en patines una serie de figuras, así que se acercó a grabarlos y resultaron ser
unos conocidos. Esa fue nuestra primera toma nocturna.
Miércoles 16 de julio
Narrado por Ana María
Este día nos encontramos al frente de la Universidad Nacional, en la entrada de carrera
30, porque durante la mañana yo tenía una reunión extra académica justo al frente de la
universidad. Habíamos quedado de vernos a las 11 a.m. y a eso de las 10:20 a.m. yo ya
había finalizado mi cita, así que decidí entrar a dar una vuelta por la universidad. Fue
muy agradable darme cuenta que aunque no llevaba conmigo la cámara ni me
encontraba en “tiempo de práctica” caminaba por la universidad observando muy bien
16 Malabares en el aire sosteniéndose de dichas telas.
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los comportamientos de la gente, notando todos los grafitis, curioseando los detalles y
asombrándome ante la sensación de estar conociendo por primera vez ese lugar.
A la hora acordada me encontré con Eduardo. Lo que teníamos en mente para este día
era ir a La Soledad y después a la Macarena, así que una vez juntos partimos hacía el
Park Way. Íbamos en carro, así que lo primero era estacionarlo; escogimos el
parqueadero de Carulla. Sin embargo, tuvimos que dar tres vueltas antes de conseguir
un lugar disponible, pero nos sirvió para hacernos una primera impresión del lugar:
tranquilo, al punto de pensar que tal vez no íbamos a encontrar muchos
acontecimientos dignos de ser grabados, pero estábamos equivocados.
Tras estacionar y haber adquirido de improviso un par de parabrisas nuevo para mi
carro, decidimos caminar por la mitad del Park Way con el propósito de observar lo que
sucedía a lado y lado. Habíamos caminado unos 30 metros después del Carulla cuando
de repente oímos un tiroteo prolongado, unos 6 tiros. Vimos que el suceso ocurría en la
esquina del Carulla, (por donde habíamos pasado 50 segundos antes) y cómo la gente
que estaba a nuestro alrededor se lanzaba al piso -tipo película- o corría buscando un
lugar seguro; nosotros lo encontramos detrás de un grueso tronco de un árbol.
Finalizado el tiroteo, se amontonaron una cantidad de curiosos en el lugar de los hechos,
así que nosotros adoptando el papel del típico chismoso -pero siéndolo en realidad-,
fuimos a ver qué había sucedido. Llegamos con cautela pero inmediatamente después
nos hicimos paso entre la gente hasta llegar a primera fila. La escena era la siguiente:
una moto con un par de huecos de bala, una camioneta de policía con 2 hombres
esposados y demasiados policías alrededor de todo; unos en moto, otros a pie, otros en
la camioneta, más otros 8 o 10 que llegaron en moto unos minutos después. Tras hablar
con los vecinos, divagar en las posibilidades de lo sucedido, maldecir a los esposados,
ensalzar a los policías y tildar el barrio de inseguro, nos enteramos que lo ocurrido fue
la consumación de una persecución entre policías (como 20) y ladrones (2). En fin,
dejamos el suceso atrás y retomamos nuestro recorrido por la mitad del Park Way; 5
pasos adelante ya lo habíamos olvidado completamente.
Caminamos hasta un monumento donde grabamos a los particulares apropiadores de
espacio; los obreros de construcción. Después de discutir si nos metíamos interbarrial o
111
no, decidimos devolvernos por el lado derecho del Park Way. Paramos en una esquina a
observar un rato lo que sucedía y la arquitectura setentera que aún conservan muchas
edificaciones. A continuación decidimos partir de la Soledad hacía la Macarena.
En el trayecto de un lugar a otro hablamos sobre lo extraño que había sido presenciar
una balacera y haber sentido aquel miedo intenso pero fugaz, generado por la
posibilidad de una bala perdida, en un lugar que considerábamos tan tranquilo. En la
ciudad suceden cosas imprevisibles y probablemente los barrios que consideramos
peligrosos son más apacibles de lo que uno se imagina.
Llegamos a la Macarena y parqueamos en la carrera 3 justo al frente del restaurante El
Patio. Caminamos por esa carrera hasta llegar a Bosque Izquierdo; por allí descendimos
a la carrera 5. Empezamos a avanzar en dirección norte y de repente nos encontramos
una colorida mariposa en el piso que no podía volar. Sin pensarlo dos veces hicimos un
alto en nuestro camino y nos sentamos en el piso para apreciarla mejor y tomarle unas
cuantas fotos. De un momento a otro, aparecieron dos chicos en patineta bajando por la
carrera 5; de inmediato cogí la cámara, les grité que iba a grabarlos y empecé a hacerlo.
Supongo que ellos nunca entendieron nada pero para nuestra satisfacción registraron
perfecto.
Hicimos la mariposa a un lado para que nadie la pisara y seguimos caminando. Un par
de cuadras y se nos presentó la posibilidad de una nueva parada: la galería Valenzuela
Klenner. Tras un instante de duda, entramos. Vimos la obra de tres artistas y desde la
ventana del segundo piso nos detuvimos a observar la calle. Captamos un par de
sucesos. Salimos de allí y bajamos por la calle de la Plaza de Toros en donde grabamos
un muro lleno de afiches pegados uno sobre otro -una y otra vez -y de igual manera,
arrancados innumerables veces. Justo cuando estábamos guardando la cámara se nos
acercó un indigente a pedirnos plata; obviamente aprovechó para comentar acerca de la
cámara tan bacana que teníamos, pero nosotros sin demostrar el temor que sentíamos de
que nos fuera a robar, le regalamos un par de cigarrillos y aceleramos el paso dejando
atrás rápidamente.
Nos sentamos en una banca al frente del Planetario. Desde allí observamos por un buen
rato a las personas a nuestro alrededor; sólo grabamos a un hombre sentado en la banca
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contigua. En seguida, subimos por el Parque de la Independencia y nos encontramos
con varios personajes ejerciendo apropiaciones muy diferentes unas de otras, en aquel
mismo lugar y hora (3 p.m.): lo primero que vimos fue a un hombre ejecutivo de unos
30 años sentado en una banca oliendo cocaína; después, una pareja de adolescentes
revolcándose en el pasto y dándose besos; un niño pequeño dándole vueltas al carrusel
que lleva varios años sin funcionar; un par de amigos armando un cigarrillo de
marihuana, y un joven vanidoso peinándose y tomándose fotos con la cámara de su
celular. Grabamos lo que pudimos.
Paramos en una panadería de las Torres del Parque para distraer el hambre con tinto y
pan. Y tras discutir si entrar o no a la Perseverancia, si en carro o a pie, si con la cámara
o sin ella, resolvimos ir a Chapineriar. Nos fuimos por la carrera 7 y en el camino
grabamos un par de prácticas que fueron bastante difíciles de captar por la rapidez del
movimiento del carro, así que pusimos luces de parqueo, disminuimos la velocidad y
observamos con más calma. Seguramente a los conductores de buses no les pareció tan
buena idea.
Antes de parquear en la calle 63 con 5 nos encontramos con un señor que iba cruzando
la calle mientras leía el periódico; imperdible. Nos orillamos y nos bajamos del carro
para poder grabarlo mejor. Resultó un excelente video. En seguida parqueamos y apenas
nos bajamos del carro, nos encontramos con una carita feliz que había sido pegada en la
hoja mordida de un arbusto. También quedo registrado. Fuimos al Carulla de la calle 64
con 7 y descendimos hasta la plaza de Lourdes. A pesar de que muchas veces habíamos
oído que era un lugar inseguro, en ese momento nos sentimos tranquilos para sacar la
cámara y grabar un par de prácticas. Seguimos por la carrera 13 hacía el norte y para
nuestra grata sorpresa nos encontramos algo que ninguno de los 2 había visto antes: tres
personas paradas en pleno andén tomando tinto en taza de porcelana y conversando:
tremenda apropiación del espacio.
Llegamos hasta el punto donde se encuentran la 13 con la Caracas y allí grabamos a tres
hombres con maletas de viaje haciendo visita junto a un poste de luz. Decidimos
devolvernos por el otro andén de la 13 y repentinamente empezó a llover. Sin tener
paraguas (para no encartarnos) bailamos bajo la lluvia hasta encontrar un techo donde
113
escampar. Justo al frente, al otro lado de la calle, había un Casino; sin dudarlo, entramos
a jugar 2.000 pesos mientras pasaba la lluvia.
Salimos a la media hora y seguimos caminando por la 13 hasta la calle 53. En ese
trayecto pensamos en las situaciones que nos hubiera encantado grabar ese día, pero que
había sido imposible sacar la cámara o simplemente sucedían y ya era demasiado tarde.
También comentamos y nos compadecimos de los vendedores ambulantes de la carrera
13 que tienen que trabajar allí numerosas horas al día, oliéndose todo el humo de los
buses y carros, además de aguantarse el ruido y la multitud.
Subimos por la calle 53 a la 7 y caminamos hasta donde habíamos dejado el carro.
Estuvimos de acuerdo en que la carrera 7 es una vía increíble en cuanto a la cantidad de
acontecimientos, personajes y lugares que se manifiestan constantemente. Eran las seis
de la tarde y dimos por finalizada la jornada del día. Nos dirigíamos a mi casa en
Rosales cuando súbitamente y sin decirle nada a Eduardo, cambié nuestro rumbo y cogí
hacia el norte por la Circunvalar.
Llegamos a un mirador de la Calera en el momento justo para ver cómo caía la tarde en
la ciudad. Sin pronunciar palabra nos bajamos del carro, empezamos a tomar fotos y a
grabar videos. Como dice Michel de Certeau “La Agitación está detenida, un instante,
por la visión. La masa gigantesca se inmoviliza bajo la mirada.” (De Certeau,
2007:103). Una vez dejamos la cámara a un lado, continuamos apreciando lo que
estábamos viendo, y nos dimos cuenta que al observar la ciudad desde lo alto nuestra
vista nos engaña al ocultarnos la inabarcable cantidad de prácticas que suceden sin
cansancio. Después de estar todo el día embadurnándonos de prácticas, se sentía raro
ver esa masa inmóvil.
Nos fuimos después de ver cómo se iba llenando de pequeñas luces toda la ciudad.
Jueves17 de julio
Narrado por Eduardo
114
La noche anterior había invitado a Ana a desayunar la mañana siguiente a mi casa.
Cuando llegó, yo me disponía a salir en mi bicicleta para ir a comprar dos palitos de
queso de esos que nos habíamos comido hacía un par de días. Ella se bajaba del carro
mientras yo iba por mi bicicleta, ahí fue cunado nos encontramos. Nos saludamos y me
dijo que me quería acompañar, así que se montó en el tubo de la bicicleta y nos fuimos
para la panadería. Fue un poco extraño, era la primera vez que nos desplazábamos
juntos en un transporte no motorizado.
Volvimos a mi casa, cargamos el cuerpo con un buen desayuno y nos alistamos para
salir, esta vez con una gran sombrilla porque parecía que podía llover y el día anterior
habíamos tenido que refugiarnos. Ese día iríamos al occidente de Bogotá, el lugar
elegido había sido los alrededores del centro comercial Plaza de las Américas. Como no
conocíamos muy bien la zona como para irnos en carro, decidimos irnos en
TransMilenio, además tampoco habíamos hecho el ejercicio de montar en transporte
público durante nuestro trabajo práctico.
Entramos a la estación de la calle 85 con autopista rumbo a Plaza de las Américas. El
bus en el que nos montamos fue el F-14, el cual nos llevaría en poco tiempo a la
estación de Pradera, allí cambiaríamos de bus y dos estaciones más adelante llegaríamos
a la de Mundo Aventura.
Esta vez el recorrido no hizo parte del trabajo de campo, sumergidos en el sistema de
transporte masivo bogotano no teníamos el espacio para maniobrar con la cámara
debido a la gran cantidad de gente que logra embutirse en los buses. El campo de visión
que teníamos para observar el exterior estaba reducido a un fragmento de ciudad que
nos permitía ver una parte de la ventana. Finalmente, los ritmos y las pausas en cuanto
al movimiento del TransMilenio están determinadas por causas diferentes a las del
deseo de grabar una situación, a diferencia del carro, donde nosotros éramos los que lo
manejábamos.
Lo único que pudimos notar fue el cambio que tuvo el paisaje, tanto afuera como
adentro del bus. El recorrido fue simple, desde la calle 85 hacia el sur hasta la calle 13
por la Autopista y la Caracas, después bajamos hacia el occidente por la 13 la cual
desembocaría en la avenida de las Américas y nos llevaría hasta nuestro destino.
115
En cuanto al paisaje al interior del bus, cambiaba según los diferentes sectores de la
ciudad. Casi toda la gente que se montaba al transporte proveniente de los diferentes
fragmentos bogotanos revelaba de cierta manera el sector que habitaba, dependiendo de
la zona variaban algunas caras, vestimentas y estéticas.
Y en cuanto al paisaje externo, a medida que avanzábamos hacia el sur, las fachadas
parecían estar mas descuidadas y cuando empezamos a bajar hacia el occidente notamos
que los andenes o nunca existieron o se habían deteriorado exageradamente por la
frecuente entrada y salida de camiones de las diferentes fábricas y bodegas. Pero eso era
mirando hacia abajo, porque cuando mirábamos hacia arriba, nos encontrábamos con
una cantidad de cielo que usualmente no se logra ver en Bogotá, y con unas montañas
orientales imponentes y majestuosas observadas desde el punto opuesto. Esto se debe a
que las construcciones no superan los tres pisos de altura, por lo tanto el espacio aéreo
normalmente ocupado por los edificios está despejado.
Finalmente llegamos a nuestro destino, nos bajamos de la gran cápsula locomotora y al
salir de la estación le preguntamos a un policía por la ubicación del centro comercial.
Unos pocos metros después nos encontramos con un puesto de información de Bogotá
Turismo. Ana ya había visto un par de éstos, yo por el contrario nunca los había visto
una en esta ciudad. Nos acercamos y preguntamos bien por dónde nos deberíamos ir
para llegar a Plaza de las Américas.
Después de que nos ubicaron en el sector, pedimos que nos regalaran un mapa de
Bogotá, la señora informadora nos preguntó de qué país éramos y le contestamos que
de acá. Ella se sorprendió y después de unos segundos de duda terminó dándonos el
mapa. Seguramente no estaba muy acostumbrada a que Bogotanos estén interesados en
“turistiar” y conocer Bogotá. Cogimos nuestro mapa y emprendimos camino, llegar era
muy fácil, solo debíamos caminar por toda la carrera 71-D hasta llegar a la 6 sur.
La avenida por donde caminábamos era muy tranquila, hacía buen clima y estábamos de
muy buen ánimo. Íbamos desplazándonos, observando y siendo conscientes de la
situación. Llegamos a una cuadra en cuyo andén hay sembrados unos árboles que dan
116
frutos desconocidos para nosotros, así que bajamos un par para que dejaran de ser
desconocidos.
Eran unos frutos color púrpura parecidos a las cerezas pero de otra consistencia. De
pronto la señorita Ana María me sorprendió con la propuesta de probarlos, la cual no me
sonó del todo descabellada. Así que Ana mordió uno de los pequeños frutos y me lo
pasó, pero antes de metérmelo a la boca me advirtió de su extrañísima consistencia y
textura. Mordí un pedazo y… realmente nunca había mordido algo con una textura
similar, eran como pequeños cristales blandos que se deshacían rápidamente en la boca.
Es difícil describir el sabor, tendrían que ir hasta allá y hacer el ejercicio de morderlo.
Después de sorprendernos y comentar la consistencia, de la nada se desató una guerra
de frutos púrpura entre los dos. Después de un rato nos dimos cuanta que teníamos toda
la ropa manchada, sin embargo no nos importó y seguimos jugando. Sin querer
queriendo, habíamos efectuado una táctica más de apropiación.
Seguimos caminando por el lado occidental de la avenida y vimos una construcción que
parecía tener un evento en su interior y nos llamó la atención. Nos informamos y resultó
que ese era el Estadio de Techo de Bogotá, el cual no sabíamos que existía y donde en
ese momento se estaba llevando a cabo el Torneo Iberoamericano de Rugby Ciudad de
Bogotá, y que además era gratis.
Así que sin pensarlo dos veces entramos a ver con qué nos encontrábamos, nos
requisaron y aunque yo llevaba el cuchillo no lo detectaron. A decir verdad entré a un
banco, a TransMilenio, a centros comerciales, a un casino y a muchos otros lugares con
el cuchillo, y a pesar de haber sido requisado muchas veces, nuca encontraron dicho
objeto dentro de mi mochila.
Volviendo al tema del Rugby, entramos al estadio y nos sentamos a ver un partido entre
un equipo colombiano y otro español, mucho tiempo después nos dimos cuenta que
estábamos sentados en el lado de la barra de España. Aunque sabíamos más o menos la
dinámica del juego no entendíamos mucho, así que no fue mucho con lo que pudimos
deleitarnos deportivamente, pero definitivamente disfrutábamos el acontecimiento.
117
Después de un rato, salimos del estadio y seguimos caminando por la carrera 71-D, sólo
que ahora del lado oriental de la avenida. El estadio estaba más o menos a la mitad del
recorrido hasta el centro comercial. Después de caminar un rato más, finalmente
llegamos a la esquina de Plaza de las Américas; allí nos detuvimos a observar, a
descansar y a esperar que las apropiaciones se hicieran presentes. No fue mucho lo que
vimos así que partimos en búsqueda de ellas.
Caminamos una cuadra hacia el occidente y vimos algunos vendedores ambulantes que
habían establecido sus puestos de venta informal debajo de un puente. Nos llamó la
atención porque aunque seguramente tenían sus razones de ser, nos pareció un lugar
extraño para dedicar al comercio.
Giramos para devolvernos y nos encontramos con dos habitantes de la calle sentados en
un potrero aparentemente abandonado ingiriendo algún alimento, así que los grabamos
pero decidimos no seguir caminando hacia esa dirección y acercarnos al centro
comercial. Cuando llegamos de nuevo al territorio “conocido”, preguntamos dónde
quedaba la primera de Mayo, también conocida como Cuadra Picha17. Ni Ana María ni
yo conocíamos el famoso lugar; de día parece muy tranquilo y estuvo bien conocerlo en
esa faceta, pero sin duda ahora queremos ir a conocer el lugar de noche, porque
indudablemente adquiere otras características diferentes a las que percibimos ese día.
Sería otro lugar.
Después del acercamiento y superficial reconocimiento de la cuadra, salimos de allí y
nos encontramos con dos hombres jugando con un par de dados en el piso. Les pedimos
el favor que nos dejaran grabarlos pero uno de ellos se rehusó y aunque le explicamos la
situación y le rogamos un poco, el hombre fue enfático (y rabón) al negarse. Sin
embargo el otro sujeto accedió y aunque no registramos la escena que habíamos visto,
algo pudimos capturar.
Después nos fuimos a caminar por la calle 8 sur hacia el oriente, en ese recorrido nos
encontramos con una típica apropiación de espacio, la cual habíamos estado buscando y
no habíamos encontrado aunque seguramente ya habíamos pasado sobre muchas de
17 Cuadra con diversos establecimientos dedicados a la rumba nocturna.
118
ellas. Las huellas en el cemento. Caminamos unas cuantas cuadras y nos devolvimos
por el otro costado. En esa zona vimos muchos graffitis, sobre todo en edificios
abandonados a medio demoler, los cuales también eran abundantes. Estos lugares
aparentemente abandonados en realidad son habitados por indigentes que se resguardan
allá, por lo menos eso supusimos y lo confirmamos minutos después al ver a uno entrar
con toda propiedad.
Después de caminar unas cuadras decidimos volver al TransMilenio por la misma ruta
que habíamos llegado. Entramos a la estación y nos montamos en uno de los buses que
seguían bajando hacia el occidente con expectativas de lo que nos íbamos a encontrar,
pues no reconocíamos el lugar. No fue mucho en realidad, los diferentes sectores no
parecían muy prometedores y tampoco muy seguros para la cámara.
Así que seguimos derecho hasta llegar al portal de Las Américas, nos bajamos, lo
conocimos por dentro y nos montamos a un expreso que nos llevaría hacia el oriente de
la ciudad. Pensamos en ir ese día al sur, también en TransMilenio (al portal del Sur),
pero ya se estaba acabando la tarde y además de no ser un sector muy seguro, no
sabíamos nada del lugar ni conocíamos a alguien que nos pudiera guiar por el sector, así
que no fuimos. En vez de eso, nos fuimos hasta la estación de la calle 26 con Caracas y
allí nos bajamos. Salimos de la estación y subimos por el Parque Bavaria, el cual yo no
conocía, pero como Ana sí, ella nos presentó.
Llegamos rápidamente a la carrera 7 y empezamos a caminar hacia el norte con
intenciones de hacer un gran septimazo peatonal hasta la calle 76, y ahí empezar a
caminar interbarrialmente hasta la calle 85 con 15. Caminamos algunas cuadras hasta
que llegamos al Parque Nacional. Contemplamos la posibilidad de entrar al parque, y
aunque era un lugar que habíamos habitado muchas veces, nos dio miedo adentrarnos
por los constantes robos, y con la cámara no podíamos dar esa papaya.
Así que lo bordeamos, grabamos un par de cosa y seguimos nuestra ruta. Más o menos a
la altura de la calle 59 empezó a llover y a llover duro. Pero esta vez estábamos
preparados y el agua no nos iba a detener, estábamos dispuestos a mojarnos y a
apropiarnos del ahora empapado lugar. De repente un joven en patines pasó por enfrente
119
de nosotros, lo que nos pareció extraño es que el piso mojado y los patines no son una
buena combinación y a él eso parecía no importarle.
Así que caminamos sin detenernos bajo la lluvia unos 20 minutos, después de ese
tiempo de aguas constantes, su presencia se transformó en algo recurrente pero sutil.
Después de un rato, Ana me propuso ejecutar una táctica de apropiación. La idea era
comprar unos buñuelos y dárselos a tres indigentes que nos encontráramos por el
camino. Me demoré algunos segundos en asimilar la idea y después la acepté. Los
buñuelos se los dimos a tres personajes muy particulares, todos de avanzada edad,
ninguno muy loco y tampoco pidiendo limosna, porque aunque parecían muy pobres no
perecían vivir en la calle.
Las tres personas, además de las palabras de agradecimiento que les brotaban de la boca
al recibir los buñuelos, nos regalaron 3 grandes sonrisas que sin duda son más poderosas
que muchos bienes materiales juntos. Tan poderosas, que innegablemente las escenas
quedaran grabadas en mi mente y en la de Ana María por mucho tiempo. Tan
poderosas, que ahora vemos a la ciudad y a sus habitantes de otra manera.
Con estos actos solo pretendíamos apropiarnos del lugar, una interacción que le
generara un buen momento a un desconocido.
Seguimos avanzando hasta que finalmente llegamos a la calle 76, por ahí bajamos
mientras contemplamos visualmente los árboles que enmarcan la calle. Después
llegamos a la Av. 9 y caminamos hacia el norte. Cuando estábamos atravesando la calle
77, nos acordamos de ese gran árbol que vive casi en la esquina de esa cuadra, por el
cual sobre sus poderosas raíces pasa el andén adaptado para no dañar al árbol. Así que
estando tan cerca de éste, fuimos a visitarlo, a observarlo y a analizar la lucha de
espacio que hay entre lo natural y lo artificial en esa situación.
Nos despedimos del grandote y seguimos caminando por la Av. 9 hacia el norte, pero en
la calle 79 había otro majestuoso árbol, Ana le tomó un par de fotos y después nos
tomamos algunas nosotros, como para dejar registro de la experiencia. Unos minutos
mas tarde seguimos caminando por la 9, llegamos a la calle 82 y por ahí bajamos hasta
la 13.
120
Pasamos por en frente de la Zona T18 y aunque ya sabíamos que sucedía eso, vimos
cómo un portero de una empresa de seguridad privada le pedía a un indigente que se
saliera del perímetro de la zona. No pudimos grabarlo, pero fue lo que nos reconfirmó
que no todos los lugares que aparentan ser públicos lo son.
Un poco indignados seguimos caminando hasta llegar a la plazoleta del frente del
Carulla de la 85 con 15. De nuevo estábamos ahí, pero era otro día y ahora era de noche.
Desafortunadamente no pudimos grabar el espacio siendo utilizado como lugar de
ingestión de bebidas alcohólicas y relaciones sociales, pero pudimos registrar algunas
situaciones interesantes. Después de una cerveza, nos fuimos para mi casa bajando por
toda la calle 85. Fue un muy buen día, pero estábamos rendidos de tanta consciencia.
Viernes 18 de julio
Narrado por Ana María
Viernes; último día de la semana y de nuestro trabajo práctico. Después de haber pasado
en TransMilenio por la Plaza de San Victorino el día anterior, decidimos que ese sería el
último lugar al que iríamos. Nos fuimos en carro y durante el trayecto acordamos que
primero que todo daríamos una vuelta en carro para ver y analizar el contexto y,
dependiendo de cómo sintiéramos el lugar, sacaríamos la cámara o no; de no hacerlo
igualmente íbamos a recorrer el lugar. Ya habíamos llegado a un punto práctico en el
cual lo primordial no era hacer incontables videos para la tesis sino cimentar un
compromiso con nosotros mismos como aprendices y conocedores de ciudad.
Una vez dejamos la carrera 7 para seguir por a la 10, empezamos a sentir la congestión
de las calles y a observar cómo iba apareciendo una multitud movediza y cada vez más
densa. El trayecto se obstaculizaba progresivamente con personas que cruzaban la calle
con el semáforo en verde, buses que frenaban –literalmente- en la mitad de la calle,
taxistas apresurados... En fin, manejar se había tornado un tanto estresante.
18 Lugar destinado para restaurantes y bares de la clase alta bogotana.
121
A la altura de la calle 12 nos adentramos en San Victorino y de un momento a otro nos
encontrábamos en la calle 8 en medio de un caos asombroso: una calle angosta, trancón,
pitos persistentes, las ventanas del carro arriba a las 12 del día con un calor infernal,
decenas de vendedores movilizándose como hormigas de un lado para otro, indigentes
por doquier (algunos dando tumbos entre los carros), policías parando carros… En
medio de este caos nos peleábamos el primer puesto por el más desesperado. Tras 5
minutos eternos, llegamos hasta la Caracas y doblamos hacía el norte. Definitivamente
no sacaríamos la cámara, pero sí queríamos recorrer la zona caminando.
Parqueamos en la carrera 12 con 14 y descendimos del carro sin objetos de valor ni
dinero; tan sólo con un par de galletas que yo metí en los bolsillos de mi pantalón.
Caminamos hasta la Plaza de San Victorino y nos detuvimos a observar y sentir todo lo
que sucedía a nuestro alrededor. Fue maravilloso ver cómo se entremezclaban
personajes tan disímiles unos de otros y la cantidad de hombres que hay a diferencia del
número de mujeres en el sector. Nos preguntamos varias veces cuántos negocios,
ventas, transacciones y contrabandeo estaría efectuándose en ese mismo instante que lo
pensábamos. Además de los edificios llenos de ventanitas pequeñas dónde quién sabe
qué sucedería adentro.
En la Plaza vimos un hombre haciendo una suerte de stand up comedy; carreras de
curis; indígenas andinos tocando música de indígenas norteamericanos, y familias
tomando el sol, entre muchos otros. Salimos de la Plaza y empezamos a caminar
zigzagueando entre calles. En esas, vi a un indigente al otro lado de la calle hablando
con un hombre. Nos quedamos mirando fijamente por un momento, le dije a Eduardo
“voy a hacer algo raro, pero todo bien” y le hice señas al indigente para que viniera a
nosotros. Tras dudarlo cruzó la calle, lo saludé y le regalé un paquete de galletas. Nos
agradeció y se fue detrás de nosotros pidiendo plata y contándonos que hacía un rato
había visto unos leones atravesando la calle… “No hay nada más parcero, cómase las
galletas” le dije, aceleramos el paso y lo dejamos atrás.
Seguimos caminando y llamó nuestra atención un local aparentemente de productos
chinos en medio de locales de telas. Decidimos entrar y tras un paneo del lugar nos
dimos cuenta que además de mercancía china, vendían objetos esotéricos, pócimas
mágicas contra todo mal y para todo bien, hierbas y cuanto producto insólito para hacer
122
prosperar el acto sexual. Salimos de allí y seguimos caminando. De repente, vimos a un
campesino viejo y pobre pidiendo comida en el mostrador de un restaurante. Así que me
acerqué y le regalé el otro paquete de galletas. De inmediato cambió su expresión
lastimosa y nos agradeció con una sonrisa cautivadora. Misión cumplida.
Subimos a la carrera 10 por la 17; casi que ni podíamos hablar debido a la cantidad de
ruidos ensordecedores a nuestro alrededor. Así que llegamos a la calle 14, bajamos por
ahí y regresamos al parqueadero. En ese momento dimos por finalizado nuestro trabajo
práctico para la tesis, porque era innegable que cada uno ya tenía su dispositivo
activado, ojala para siempre: la calle en nuestra vida diaria jamás sería la misma.
Terminamos agotados, pero totalmente satisfechos de haber vivido una de las mejores
semanas de nuestras vidas; de tener la certeza que en estos tiempos de memoria
escurridiza culminamos una experiencia que jamás se nos olvidaría.
123
3.2. DISCERNIMIENTOS CAPTURADOS
Una vez finalizada la semana de trabajo de campo, nos dimos cuenta que logramos
comprobar empíricamente las hipótesis que habíamos articulado en los dos primeros
capítulos de la tesis. Sin embargo, lo más satisfactorio de la práctica fue comprender
que habíamos ido un paso adelante de la teoría que encontramos en los libros –que en
cierto punto se quedó corta- al observar, comprender, sentir y experimentar una cantidad
invaluable de personajes, lugares y acontecimientos callejeros que desbordaban
cualquier texto escrito.
Poco a poco fuimos desenmarañando la ciudad-concepto para hacer legible la ciudad
real; al captarla y descifrarla mucho más que antes cuando recorríamos
inconscientemente sus calles. Comprendimos que los determinantes de la ciudad
planificada se ven opacados por una heterogeneidad innumerable de actores que llevan a
cabo movimientos y ocupaciones transitorias, imprevisibles y azarosas.
Fue evidente ver que mientras los ciudadanos recorren la urbe, habitan el espacio
público en cuanto trabajan, descansan, se divierten, se desplazan y socializan en éste.
Ésta última actividad –la interacción social- nos demostró que las personas no son tan
indiferentes o apáticas como en algún momento la teoría no lo expuso. Todo lo
contrario, nos encontramos con personas amables, chistosas, colaboradoras, tranquilas,
conversadoras, sonrientes y amigables. Lo que indiscutiblemente hizo más ameno
nuestro trabajo.
Ahora bien, el aprendizaje que quisiéramos destacar va más allá de las apropiaciones y
tácticas de usuario realizadas por todas aquellas personas que se cruzaron en nuestro
camino -o nosotros en el de ellos- y que tuvimos la oportunidad de ver y registrar con la
cámara. Lo que sucedió fue que sólo hasta el cuarto día de trabajo de campo nos dimos
cuenta que el real sentido de toda nuestra tesis era algo que habíamos venido buscando
desde hacía mucho tiempo, cada uno por su lado; ser conscientes de cosas que antes no
lo éramos en nuestro propio hábitat y al hacerlo comprender aún mejor nuestra
existencia.
124
Concluimos que éramos nosotros mismos quienes estábamos re-apropiándonos de una y
mil maneras de nuestra ciudad: con una cámara, observando y oyendo perspicazmente,
realizando acciones por vez primera, creando situaciones, desacelerando el paso,
deshaciendo lugares para volverlos otros, propiciando interacciones, explorando barrios,
aprovechando las ocasiones en el instante justo, afectándonos por lo que sucedía a
nuestro alrededor y deviniendo en investigadores-detectives, artistas e incluso niños.
Siempre estuvimos abiertos a los azares que el espacio público nos proponía y ponía a
nuestra disposición en todo momento; a cada paso que dábamos. Y fue así como
alcanzamos una misión que hasta ese momento desconocíamos que teníamos para con
nosotros mismos: desnaturalizar lo evidente capitalino y lograr asombrarnos de los
conocimientos nuevos que adquiríamos, al darnos cuenta que estábamos siendo
consientes de cosas que no habíamos tan siquiera deslumbrado anteriormente. Es decir,
logramos experimentar la ciudad en carne propia cómo nunca antes lo habíamos hecho.
Por otro lado, aprendimos que no es tarea fácil estar con los sentidos sintonizados
durante un periodo de tiempo extenso y mucho menos estar realmente en la disposición
de aprender y conocer la ciudad. NO es nada sencillo aprovechar las oportunidades de
interacción que ofrece constantemente la ciudad, sí no se efectúan en el segundo exacto,
porque pasan inmediatamente a ser parte del pasado y jamás volverán a presentarse bajo
las mismas condiciones. Tampoco es fácil estar entre multitudes, tragarse el humo de
los autos, los pitos aturdidores, los trancones, el tan impredecible clima bogotano, la
polución, la inseguridad y el desconocimiento de muchas calles y zonas, entre muchos
otros.
Finalmente, coincidimos en que es un hecho que por más que nosotros hayamos
realizado un trabajo empírico e intentemos transmitirlo a otras personas con el propósito
de que entiendan un poco más de la ciudad, nosotros mismo nos quedamos cortos con
todo lo que se puede hacer y descubrir en ésta. Y por lo tanto, se hace necesario que
quien se dejé sugestionar por lo que hicimos, vaya personalmente a zambullirse en la
ciudad con todo lo que implica su subjetividad, los azares del camino y las interacciones
sociales.
125
CONCLUSIONES
Después de haber puesto el punto final en este trabajo de investigación, comprendimos
que definitivamente habíamos cumplido con el objetivo primordial que nos trazamos al
iniciar esta travesía, y que consistía en hacer legible y ser conscientes del lugar que
habitamos: nuestra ciudad, Bogotá.
Poco a poco fuimos entrelazando teorías de ciudad provenientes de historiadores,
filósofos, comunicadores, antropólogos, sociólogos y urbanistas que, desde su disciplina
y contexto, abordaban la urbe. Todos ellos fueron quienes nos otorgaron las pistas para
que nosotros articuláramos nuestra propia interpretación de la ciudad, en la medida en
que con cada nuevo conocimiento íbamos quitándole las capas a esa cebolla confusa
llamada Bogotá.
Ahora bien, para comprender la relación existente entre el sujeto y el espacio en un
tiempo determinado, es decir, entre el ciudadano y la ciudad hoy en día, lo primero que
tuvimos que hacer fue viajar unos siglos atrás y ubicarnos en la conformación de la
ciudad moderna europea. De este acontecimiento rescatamos el origen de diversos
principios que rigen el funcionamiento de la ciudad que hoy habitamos. Con esto nos
dimos cuenta que antes de la instauración de la ciudad moderna, la concepción de
nociones tan esenciales como el tiempo, el espacio y las interacciones sociales urbanas
eran totalmente diferentes.
Esto nos llevó a comprender que en la contemporaneidad naturalizamos muchas de las
particularidades que conforman y ocurren en la ciudad, y que sin embargo no siempre
fueron así, ni son la única forma de ser. A partir de esto también concluimos que por esa
misma razón los sujetos en la ciudad no se cuestionan o problematizan el lugar que
habitan; porque creen que así tiene que ser.
Sin embargo, la teoría se quedaba corta para nuestros propósitos y no habríamos hecho
la tarea completa si no nos apropiábamos de esos hallazgos históricos, y como la
historia se construye a través de versiones de lo que ha sucedido, quisimos realizar
126
nuestras propias versiones de lo que era experimentar por vez primera todo lo que ahora
hacemos evidente en la ciudad. Así que una vez establecidas las características de la
ciudad moderna, dejamos nuestros zapatos a un lado para ponernos en los zapatos de
diversos habitantes de aquella época. Y así, sin ser tarea fácil, encarnamos en hombres y
mujeres de diferentes edades y condiciones sociales que nos permitieron entablar una
primera aproximación al discernimiento de la ciudad desde quienes la habitan.
Ahora bien, cuando abordamos la imposición de la ciudad moderna europea en
Latinoamérica, padecimos la Conquista, la Colonización e indiscutiblemente nos
sentimos más identificados con las ciudades constituidas a principios del siglo XIX.
Comprendimos que fue un acontecimiento mucho más complejo de asimilar para los
indígenas en primera instancia y después para todos los integrantes de la nueva sociedad
híbrida que se había generado. Porque a diferencia de los europeos que construyeron sus
ciudades y las experimentaron a partir de una historia que era consecuente con la
articulación de sucesos propios de su pasado, en Latinoamérica el acontecimiento fue
más fuerte porque negó su realidad y su pasado, para implantar una manera de entender
el mundo a la fuerza y sin la posibilidad de rehusarse a aceptarla. Y así, desde el
comienzo, los ciudadanos no vislumbraban el por qué de los fundamentos que
empezaban a regir las nuevas urbes.
De esta manera las contradicciones se hicieron evidentes y consecuentemente fue menor
el entendimiento que los sujetos de dicha época tuvieron para asimilar los cambios y los
orígenes de todo un sistema urbano que se cimentaría más allá de lo que probablemente
ellos llegaron a imaginarse. Con todo esto nos dimos cuenta que las ciudades
latinoamericanas hoy en día conservan muchas de las contradicciones que surgieron en
aquel entonces y de la misma manera, hoy nos encontramos asumiendo sus
consecuencias.
Así mismo, al realizar las narraciones poniéndonos nuevamente en los zapatos de las
personas que habitan la ciudad, en este caso las ciudades latinoamericanas del siglo XIX
y principios del XX, nos dimos cuenta que era una labor un tanto más fácil porque
podíamos recurrir a situaciones, lugares y personajes que persisten hoy en día. Con este
ejercicio de apropiación en América Latina, quisimos comprender principalmente cómo
127
un mismo lugar es habitado desde personas tan disímiles unas de otras y las
contradicciones que eso genera.
Por otro lado, realizar el recorrido histórico de lo que fue la configuración de Bogotá a
lo largo del siglo XX, nos mostró que hasta ese momento carecíamos de conocimientos
importantes de la historia de Bogotá, así que era evidente nuestra ignorancia entorno a
la ciudad actual. También nos dimos cuenta que era imposible abarcarla y estudiarla
desde todas sus dimensiones, porque la ciudad está compuesta por innumerables
variables provenientes de múltiples perspectivas. Así que la entendimos desde donde
nos interesó y consideramos que nos daba más pistas para entenderla hoy en día.
De esta manera, concebimos: el crecimiento geográfico y demográfico de la ciudad y
sus implicaciones en la construcción interesada, intuitiva y desordenada de calles y
barrios; que fue reiterativo el hecho de marcar y mostrar las diferencias entre clases
sociales y sectores; que se tenían muchos planes de desarrollo, urbanismo y cultura
ciudadana, pero en realidad lo que se llevó a la práctica distaba de la teoría o no se
lograba a cabalidad, y que para albergar gente proveniente de todos los lugares del país
(del campo principalmente) y de diferentes estratos sociales tan marcados, se las
ingeniaron para crear zonas muy diferentes unas de otras que se ajustarán a las
necesidades de cada quien.
Sin embargo hasta ese momento faltaba una característica esencial de la ciudad de la
que aún no nos habíamos percatado: la fragmentación urbana. Este concepto nos ayudó
a discernir un par de inquietudes que teníamos desde antes de iniciar la investigación
teórica y eran las siguientes: ¿Por qué sí vivimos en una metrópolis que acoge millones
de habitantes y cuya extensión sobrepasa los mil kilómetros cuadrados, sólo conocemos
y nos movilizamos en un pequeñísimo sector de ésta? ¿Dadas las mismas circunstancias,
por qué caemos en el grave error de creer que en la ciudad no pasa nada novedoso, que
todo es lo mismo, y lo que ya conocemos resulta monótono y aburrido?
Y así, la primera cuestión fue resuelta al entender de qué se trata la fragmentación
urbana y percibir que no sólo ocurre a nivel espacial sino que trasciende aspectos
heterogéneos. Nos mostró que es imposible querer abarcar toda la ciudad y que de
128
alguna u otra forma estamos condenados a comprender, habitar y satisfacer nuestras
necesidades y deseos en fragmentos de la misma. Siempre se nos escapará algo.
Uno no tiene ni el tiempo, ni el dinero, ni la disposición de conocer la totalidad de la
ciudad física ni mucho menos todo cuanto ocurre en la ciudad. Así que la metrópolis
aparentemente es una, pero en realidad es múltiple; hay numerosas Bogotás.
Además de su fragmentación, existen factores influyentes en el hecho de concentrarnos
en pedazos de ciudad y que resulte poco interesante conocer empíricamente la urbe. Por
un lado, los medios de comunicación, que como la historia, nos muestran su versión de
lo qué es y sucede en el resto de ciudad, haciendo que concibamos una imagen
mediática de ésta y resulte innecesario ir en busca de una representación empírica.
Por otro, terminamos utilizando estrictamente lo que nos sirve de la ciudad y lo
hacemos tan familiar que llegamos al punto de invisibilizar lo que nos rodea: caemos en
el aburrimiento, la indiferencia e impercepción. Con esto, resolvemos parcialmente el
segundo cuestionamiento. Para descifrarlo plenamente tuvimos que entender lo que es
habitar, y gracias a este concepto nos dimos cuenta que más allá de las especificidades
de la ciudad, está en cada uno de nosotros percibirla, habitarla y apropiárnosla de una u
otra manera.
Es un hecho que dadas las circunstancias de la ciudad, cada segundo que transcurre trae
transformaciones, cambios, millones de desplazamientos, las situaciones más diversas,
infinidad de prácticas y cruces, entre muchísimos otros. Sí la ciudad resulta monótona,
aburrida, predecible y rutinaria no es por la ciudad en sí, sino por cómo nos
aproximamos a ella desde nuestra subjetividad.
Ahora bien, en la medida en que cada ciudadano percibe la ciudad como puede y quiere,
y ésta puede ser apropiada de mil maneras diferentes, es muy fácil empezar a
experimentar en ella. Al apropiarnos de algo, lo estamos integrando a nuestra vida, le
estamos dando importancia, lo estamos entendiendo mejor, lo estamos haciendo parte
de nosotros. Así que cuando nos damos cuenta que no sabemos nada de la ciudad, que
todos los días suceden cosas inesperadas, y que cada vez que salimos a la calle nos
cruzamos con personas que jamás hemos visto y jamás volveremos a ver, ésta se nos
presenta como un mundo desconocido e inexplorado presto a desenmarañarlo desde
129
innumerables prácticas de apropiación: tácticas de usuario. Y al final, dichas tácticas no
son más que ir un paso más allá en los límites que poseemos y traspasarlos, con el
propósito de hacer permeables nuestros fragmentos y ensancharlos para así comprender
un poco más el lugar que habitamos.
Ahora bien, en cuanto al trabajo práctico concluimos lo siguiente:
En un principio quisimos que nuestro trabajo práctico consistiera en enseñarle a las
personas a ser conscientes de la ciudad. Sin embrago, en el camino teórico nos dimos
cuenta que la gente sí es consciente de la ciudad –cada quien a su manera-, así que
resolvimos ir en búsqueda de esa consciencia materializada; de las apropiaciones en el
espacio público.
Todo el conocimiento que adquirimos a lo largo de los dos primeros capítulos nos
permitió comprender en un nivel más profundo todo cuanto experimentamos en la
ciudad. Gracias a que las dimensiones de nuestra consciencia y de nuestras prácticas se
ampliaron en un gran rango. Así que la primera gran conclusión del trabajo práctico es
que indiscutiblemente hay que acudir a la teoría, obtener una base conceptual y racional
para arrojarse a experimentar y comprender la ciudad.
Ahora bien, aunque nosotros dos tenemos hoy en día muchos puntos en común en
cuanto a la percepción de la ciudad gracias a la teoría, tenemos totalmente claro que a
pesar de esos puntos de intersección, cada uno tiene una ciudad muy diferente en la
cabeza; la que cada uno percibe.
Lo que concluimos gracias a nuestras intersecciones de percepción sobre la ciudad
practicada.
• Nos dimos cuenta que realmente la ciudad es un lugar presto a la
experimentación, allí se pueden experimentar situaciones muy diversas, con
personajes y en lugares igualmente diversos, debido a que el espacio público
ofrece profundidades desconocidas e inquietantes, ya que allí casi todo puede
ocurrir, desde consumir drogas y tener sexo, hasta hacer música y almorzar.
130
Partiendo de esto, salir a recorrer la ciudad como sujetos conscientes de nuestra
consciencia, nos permite efectuar miles de tácticas y deleitarnos con las
diferentes reacciones y sensaciones, tanto propias como ajenas.
• La clave de estas tácticas de apropiación está en improvisar entre lo
estructurado; de ejecutar lo inesperado. Esto no sólo da la posibilidad de conocer
otras facetas diferentes de lo que se dice cotidiano, sino que permite amarrar
lazos de apropiación entre el espacio y el sujeto generando identidad; pues la
persona no se siente como uno más del rebaño sino como un individuo singular
y diferente, perteneciente a un lugar y capaz de ejecutar decisiones. Es
importante construir acontecimientos que sean susceptibles de ser retenidos en la
memoria para que la apropiación no sea un acontecimiento fugaz.
• Bogotá se nos presenta normativamente en términos de restricción. Es lógico
debido a que son muchas menos las cosas prohibidas que las permitidas, así que
es más fácil hacer énfasis en las primeras. Además, no hay problema si un sujeto
no hace algo permitido, pero si hay problema si hace algo prohibido.
Nosotros entendemos las razones por las cuales la ciudad se presenta de esta
forma, pero creemos que esto afecta de una u otra manera la percepción que los
sujetos tienen de la ciudad, pues ya salen a caminar con la certeza de un control.
• No dudamos que Bogotá no es una ciudad segura para recorrer, especialmente
caminando, sin embargo, nos dimos cuenta que son más los mitos que la
condenan que los acontecimientos reales. Estos mitos hacen que la ciudad
adquiera una reputación específica y como a las personas no les interesa ir a
confrontar esta reputación por razones como el posible riesgo que se pueda
llegar a correr o la presencia de la comodidad estancada de la convicción, hace
que sea muy difícil que la ciudad refleje su verdadera condición y que luche
contra sus internos y oscuros temores.
Sin embargo, quisiéramos compartir esta posición: es preferible que lo roben a
uno esporádicamente, a vivir toda una vida sin asaltos pero lleno de temores; a
no arriesgarse. También nos dimos cuenta, que por esta misma razón es mejor
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salir a recorrer la ciudad con pocas cosas de valor, con el fin de poder dedicarse
tranquilamente a percibir, en vez de estar preocupado de la posibilidad de un
robo.
• Sin lugar a dudas un espacio puede ser muchos lugares a la vez, ya sea por rutina
o por acontecimiento. Para ser específicos pondremos dos ejemplos: el Parque
Nacional es diferentes lugares a la vez debido a la rutina de los sujetos que lo
habitan, pero la esquina del Carulla en el barrio La Soledad fue muchos lugares
a la vez gracias a las diferentes percepciones de los que chismoseábamos en la
situación pos-balacera.
• El comercio callejero indiscutiblemente es productor del habitar, pues hace que
el vendedor habite el lugar como su terreno de trabajo y sustento, pero el
consumidor también habita al adquirir algo ajeno a su rutina y el cual le provoca
un acontecimiento.
Nosotros hicimos el proceso de pasar de lo teórico a lo práctico, ahora usted está a
punto de terminar de leer este trabajo y su misión es salir a recorrer y habitar la ciudad
desde su percepción, desde su cabeza, desde su realidad. Así que si pensó que le
ahorraríamos el trabajo de salir a ejecutar la práctica está muy equivocado, pues aunque
quisiéramos, es totalmente imposible.
Ahora bien, nosotros ya hemos incorporado de lleno en nuestras vidas este dispositivo
de consciencia en la ciudad. Para nuestra complacencia no hay vuelta atrás. Más que un
trabajo de grado, este proceso fue una experiencia íntima y personal que nos llenó de
satisfacciones todo el tiempo.
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19 Este texto son unas fotocopias leídas en la asignatura “Habitar el cuerpo y el espacio”. Encontrar la referencia de éstas fue imposible así que las anexamos al final del trabajo
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